Tres Miradas para desmontar a Jaime Serra José Luis de Vicente

Transcripción

Tres Miradas para desmontar a Jaime Serra José Luis de Vicente
Tres Miradas para desmontar a Jaime Serra
José Luis de Vicente
01
Operar en el espacio del arte a través del procedimiento de expandir los límites de otra disciplina es una de
las estrategias más interesantes que podemos encontrar hoy en la creación contemporánea. El ejercicio de
identificar a aquellos que han creado su código propio tomando los elementos que constituyen un campo
diferente, y trasladándolos al territorio de la producción artística es revelador. En 2015 encontramos a artistas
que trabajan con el formato de la “stand up comedy” o el monólogo de humor (Miguel Noguera); con las
estrategias del fotoperiodismo de investigación (Trevor Paglen); desde un laboratorio de biotecnología (Oron
Catts) o formulando una arquitectura alternativa para la ingeniería de telecomunicaciones (Julian Oliver y
Danja Vasiliev). El truco que estos y otros muchos nombres emplean consiste en tomar el vocabulario, la
sintaxis o el espacio institucional de una disciplina y liberarlo de sus limitaciones y compromisos básicos,
inyectándole la libertad que ofrece el arte para cambiar el punto de partida inicial. Desde el espacio del arte o
del diseño experimental, nombres como Jaime Serra están construyendo una historia alternativa de lo que
podría haber sido su disciplina si su devenir histórico hubiese sido distinto. Para Serra, la disciplina en
cuestión es la infografía periodística.
La forma en que un artista trabaja desde una disciplina distinta al arte admite variaciones distintas. En algunos
casos son transformistas que se calzan el disfraz de otra profesión - intrusos que se cuelan en fiestas a las
que nadie les ha invitado. En otros, aves inclasificables que tienen serios problemas para trazar los límites
entre su práctica creativa y su otro espacio de producción de conocimiento. Ninguno de estos es el caso de
Jaime Serra - el suyo es el de un profesional de prestigio al que su profesión se le ha quedado estrecha para
acomodar todo lo que necesita decir. No le ha quedado más alternativa que desbordarla.
Uno de los nombres más reconocidos a nivel internacional dentro del periodismo visual, Jaime Serra cuenta
con una larga trayectoria trabajando en medios como el diario argentino Clarín, desde el que desarrolló una
renovación del lenguaje infográfico, o La Vanguardia, donde ocupa desde 2007 el puesto de jefe del
departamento de Infografía e ilustración. De su peso dentro de este territorio da fe el hecho de que en 2012
sus colegas de profesión, a través de la prestigiosa Society of News Design (SND) le eligiesen como la figura
más relevante dentro de su disciplina en los 20 años anteriores. Este trabajo, tremendamente influyente para
sus coetáneos, no hace de él un ortodoxo o un esencialista; más bien todo lo contrario. Su columna dominical
en La Vanguardia, republicada en el Courrier International francés, es su espacio de experimentación, en el
que entre texto y gráficos juega con la noción de aplicar la infografía al género de la opinión y traza
sugerentes relatos, a veces en primera persona, a veces como observador de la realidad.
02
Desde los inicios de la prensa escrita tal y como la conocemos, la infografía ha contado con un espacio propio
y una tradición, un espacio que en los últimos años se ha visto reivindicado desde múltiples frentes. Contra
los que la consideran un género menor que aporta solamente un tono de color a un artículo, o aún peor, la
ven como una simple “ilustración” de un texto escrito, la infografía ofrece en muchos casos el lenguaje más
adecuado para contar una historia.
La última década ha supuesto una verdadera edad de oro y una explosión de innovación en el lenguaje de la
infografía. Las razones son varias; la emergencia de la prensa digital ha ofrecido un nuevo soporte, la web, en
la que es posible explorar nuevas direcciones e incorporar elementos como la animación y la interacción al
cajón de recursos de los infógrafos. Además, la cada vez mayor relevancia de las bases de datos informáticas
como material de interés periodístico ha facilitado la emergencia de nuevas formas para narrar, como el
llamado Periodismo de Datos. Aunque cuenta con décadas de antecedentes el Periodismo de Datos podría
ser el primer género de prensa que nace en el siglo XXI. Diarios como el New York Times y el Guardian
cuentan ya con departamentos específicos en que periodistas trabajan junto a programadores, estadísticos y
diseñadores para encontrar historias interesantes dentro de las grandes estructuras de información que
producen la administración, la actividad económica, los secretos bancarios o las agencias de inteligencia.
El Periodismo de Datos es una de las formas narrativas predilectas de la era del Big Data, y algunas de las
historias más importantes de los últimos años, desde las filtraciones de Wikileaks a las revelaciones del caso
Snowden sólo han podido contarse con fidelidad a través de él. Es aquí donde la infografía y su evolución
contemporánea dentro de la cultura digital, la visualización de datos, se convierten en una herramienta
esencial y una estrategia narrativa ineludible. En muchos casos, el gráfico -estático o interactivo- se sitúa en
mejor condición que el texto para explicar la relación entre múltiples elementos dentro de un estado de cosas;
para facilitar recorridos no secuenciales, explicaciones que no pueden engarzarse en una narrativa única y
lineal.
En la prensa tradicional y en la digital, los recursos de la infografía se ponen al servicio de las grandes
historias colectivas que construyen el relato de la actualidad. Los datos que se traducen en un conjunto de
elementos gráficos son la encarnación de los hechos objetivables, con los que se produce una realidad
consensuada. ¿Qué sucede entonces cuando se utilizan para explorar el mundo de lo extremadamente
subjetivo y lo íntimo?
03
En el mundo del arte, la ciencia y el pensamiento existe una larga tradición de exploradores de la experiencia
que se han dedicado a generar un registro meticuloso de sus acciones cotidianas. El visionario Richard
Buckminster Fuller, en su Dymaxion Chronofile, registró su vida en intervalos de 15 minutos desde 1920 a
1983. Este gran álbum de recortes incluye toda su correspondencia, sus facturas, notas manuscritas, dibujos,
y artículos de prensa, y ocupa más de 80 metros de largo en la biblioteca de la Universidad de Stanford. Se
estima que es la vida más documentada de la historia.
El artista alemán Dieter Roth utilizó a lo largo de décadas los diarios como registro documental del paso de
los días, y terminó su vida con una obra magna, Solo Scenes, en la que 128 pantallas muestran el registro en
video de los días dentro de su estudio en su último año antes de fallecer. Tehching Hsieh, conocido por sus
performances extremas de un año de duración, tomó una foto de sí mismo una vez a la hora entre abril de
1980 y abril de 1981, como parte de la pieza Time Clock Piece. Uno de los ejemplos más fascinantes es el del
alemán Horst Ademeit, que a lo largo de su vida tomó miles de polaroids en las que añadía datos, mediciones
y observaciones de su entorno, desde lecturas de consumo eléctrico y temperatura a olores y sonidos.
Algunos de los proyectos de Serra se encuadran en esta tradición; el consumo de café, de tabaco o las
relaciones sexuales se convierten en materia que es meticulosamente registrada, como observación
continuada de nuestra huella en el mundo. En estos rituales de la cotidianidad, una acción diaria repetida en
el tiempo genera un patrón que es capturado por el lenguaje de la representación de la información. En estas
piezas hay una obsesiva búsqueda de significado, de buscar verdades sobre uno mismo que emanan desde
los resquicios que dejan los gestos mínimos de lo cotidiano. Pero también es una forma de querer capturar el
tiempo, de generar una memoria de los actos del día a día que queden almacenadas en nuestra base de
datos personal. Una base de datos que es al fin y al cabo una lucha contra la marea del tiempo, que lo borra
todo.
Otras piezas de la exposición, además, capturan algo del zeitgeist de la segunda década del siglo XXI, en que
la producción de datos personales es un hecho inevitable. Diariamente interactuamos con docenas de
tecnologías que producen huellas y sombras digitales de nuestra actividad constantemente. Los últimos años
hemos visto una explosión de nuevas industrias de la cuantificación que nos invitan a registrar nuestros actos
(las aplicaciones de fitness, los podómetros digitales, los contadores de calorías) o que directamente los
convierten en un recurso explotable, con el que se comercia (las redes sociales). Dorme bem, perdiçao…
utiliza una clase de datos desechables pero tremendamente íntimos, los SMS en los que queda registrado el
curso entero de una relación entre dos personas.
Más allá del registro de lo sucedido, de la captura de lo fugaz antes de que sea desdibujado por el tiempo, la
exposición incluye piezas en una voz diferente: la invocación. En vez de capturar el pasado, quizás generar
un registro puede ser la forma tomar el control del futuro, ya sea del día que tenemos por delante (Un día
perfecto) o incluso del resto de nuestras vidas (Salud, dinero o amor). En estos rituales hay un gesto de
resistencia; una llamada a no resignarnos a ser simples espectadores del paso de los días, y de aspirar a
controlar nuestros rituales cotidianos, el tiempo que nos queda, y los datos que darán constancia de ello.

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