espacio escultórico del desierto un jardín para la

Transcripción

espacio escultórico del desierto un jardín para la
Aldrete-Haas, José Antonio
Espacio escultórico del desierto
Un jardín para la contemplación
56 p. 21.5 x 28 cm
ISBN: 000-000-0000-00-0
1. Medio Ambiente - Eco-diseño
y tecnología 2. Arquitectura 3. Paisajismo
© 2012, José Antonio Aldrete-Haas
Derechos reservados
[email protected]
www.aldretehaas.com
[email protected]
Primera edición: julio 2012
ISBN: 000-000-0000-00-0
Diseño e impresión:
Gráfica, Creatividad y Diseño / Lizbeth de Lucio
Ninguna parte de esta publicación, incluido el
diseño de la cubierta, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida en manera alguna ni
por ningún medio, sin permiso previo del autor.
Impreso en los talleres de Gráfica, Creatividad y
Diseño, S.A. de C.V. Av. Pdte. Plutarco Elías Calles
1321-A, Col. Miravalle, 03580, Benito Juárez,
México, D.F.
Impreso en México / Printed in Mexico.
Al pueblo Huichol
espacio escultórico del desierto
un jardín para la contemplación
sculpture space in the desert
a garden for contemplation
José Antonio Aldrete-Haas
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Espacio escultorico del desierto
Sculture space in the desert
Un jardín para la contemplación
A garden for contemplation
Hace más de ocho años que sobrevolé en una pequeña avioneta
el sitio que ahora ocupa el Espacio Escultórico del Desierto de
San Luis Potosí. Recuerdo la impresión que me causó la vastedad ilimitada de esa región del desierto de Chihuahua, unos de
los ecosistemas más ricos del planeta. El Espacio Escultórico se
encuentra cercano a Real de Catorce, un pueblo minero hasta
hace poco fantasma, cuya energía nunca ha dejado de atraer,
como un poderoso imán espiritual, a fervientes seguidores de
San Francisco y a entusiastas del ritual del peyote de los indios
Huicholes. El Espacio Escultórico ocupa las faldas de unos cerros
bajos que lo esconden de los que transitan por el antiguo camino
empedrado que conecta la carretera federal con Real de Catorce.
También lo aísla un cause de agua, la mayoría del tiempo seco,
pero cuya escasa humedad consigue alimentar un cordón de huizaches, yucas y otros arbusto altos, verdes y floridos. Protegido
por tres de sus lados, el lugar se abre hacia un magnifico valle
que termina en las montañas lejanas.
El desierto de San Luis Potosí no posee las dunas sensuales del desierto del Sahara ni la ruda inmensidad del desierto de
China, pero comparte con ellos esa parquedad y espiritualidad con
que se ha asociado a todo desierto desde tiempos inmemoriales.
El del Sinaí representó muerte y dureza al mismo tiempo que el
poder trascendental de Dios y su amor redentor. Los ermitas de
los primeros siglos de la era cristiana se adentraron en el páramo
egipcio como atletas espirituales esperando probar la fortaleza de
sus almas en los encuentros con Satanás. ‘Se como un desierto en
cuanto a ti mismo y a las cosas de este mundo’ aconsejaba Meister
Eckhart, monje dominico, místico y teólogo, refiriéndose a la simplicidad e intensidad del desierto en oposición con lo amable de la
vida en una granja o en un poblado. Y San Jerónimo señalaba.
‘la ciudad es una prisión y la soledad del desierto es un paraíso‘.
En el desierto de San Luis Potosí, las formas extrañas y las afiladas
espinas del xoconoxtle, la biznaga, la garra de león, y otras cactáceas nos remiten, como los otros desiertos, a esa austeridad vacía
que asociamos con la espiritualidad. Pero el verdor de sus especies en primavera y verano y la profusión de morados, amarillos,
rojos y blancos de su floración en las diferentes estaciones dota
al paisaje de una belleza inesperada, ajena a toda convención; la
coloca en el límite de lo ‘sublime grotesco’. Celebrar esa belleza
provocadora y desafiante fue el motivo principal de la creación
del Espacio Escultórico del Desierto.
¿Pero como atraer al visitante a este paraje para muchos
estigmatizado? Artistas nacionales y extranjeros crearon piezas escultóricas e intervenciones en el sitio para celebrarlo y acentuar
Over 8 years ago, I was flying in a small aircraft over the place
that now houses the Espacio Escultórico del Desierto de San Luis
Potosí (San Luis Potosi Desert Sculpture Space). I remember the
feeling of awe looking down the unlimited vastness of this region
of the Chihuahua desert, one of the richest ecosystems in the
planet. The Sculpture Space is located near Real de Catorce, a
mining town. Until recently, it was a ghost town, with an energy
that, like a powerful spiritual magnet has never ceased to attract
fervent followers of Saint Francis and enthusiasts of the peyote
ritual of the indigenous Huicholes alike. The Sculpture Space occupies the slopes of low hills that hide it from those passing through
the ancient cobblestone road connecting the federal highway with
Real de Catorce. An old stream also isolates it, and although it is
mostly dry, its scarce humidity manages to feed a scattering of
huizaches (acacias), yuccas and other tall, green and blooming
bushes. Protected on three of its sides, the site opens up towards a
magnificent valley, which ends in the distant mountains.
The San Luis Potosi Desert doesn’t have the sensual dunes
of the Saharan desert, or the rough immensity of the Chinese
desert, but it shares with them the frugality and spirituality that
we associate with every desert since time immemorial. The Sinai
represented death and toughness and at the same time the transcendental power of God and his redeeming love. During the
first centuries of the Christian era hermits entered the Egyptian
wilderness as spiritual athletes, waiting to test the strength of
their souls in the encounter with Satan. “Be like a desert as far as
self and the things of this world are concerned”, advised Meister
Eckhart, a Dominican monk, mystic and theologian, in reference
to the simplicity and intensity of the desert in opposition to the
pleasant life of a farm or a city. And as Saint Jerome also noted
“the city is a prison and the loneliness of the desert is paradise”.
In the San Luis Potosi desert, the strange shapes and pointed
thorns of the xoconoxtle prickly pear, the plumed coxcomb, the
barrel cactus, and other cacti, refer us, like the other deserts,
to that austere void that we associate with spirituality. During
spring and summer, the green color of their species, and the profusion of purple, yellow, red and white of their blooms give the
landscape an unexpected, unconventional beauty and place it
at the limit of the “grotesque sublime”. The main reason for the
creation of the Desert Sculpture Space was to celebrate that provoking and daunting beauty.
Yet the question was: how to attract visitors to this spot, so
stigmatized by so many? National and international artists were
commissioned to erect sculptures and site-specific interventions
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su belleza. Los resultados son diversos: Irma Palacios realizó una
pieza de tubos de metal que semeja arbustos del desierto; Mary
Stuart elaboró un árbol del que cuelgan tiras de metal impresas con símbolos huicholes y que producen un suave tintineo al
moverse con el viento; Francisco Castro Leñero fabricó una gran
ventana de metal que enmarca el paisaje; Ana Castelán utilizó las
enormes biznagas rojas para hacer un jardín dentro del jardín;
Perla Krauze construyó dos escaleras de piedra del lugar desde
donde se aprecian ‘otras’ vistas; Rufino Mesa metió un gran
monolito pétreo dentro de una ‘capilla’ solo iluminada cenitalmente; Emili Armengol elaboró un reloj de sol; Fernando Gonzalez Gortazar realizó un ‘animal’ cuyo perfil emula el del paisaje
circundante; Helen Escobedo colocó unos cilindros coloridos,
casi transparentes, que contrastan con el contorno de los cerros;
Ivonne Domenge fabricó una ‘palma’ de aluminio reluciente; Karin
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to celebrate and accentuate the desert´s beauty. The results are
diverse: Irma Palacios made a piece out of metal tubes similar to
the desert bushes; Mary Stuart created a tree with a metal structure from which hung metal strips imprinted with sacred images
of the Huichol which produce a soft clinking every time the wind
moves; Francisco Castro Leñero made a large metallic window that
frames the landscape; Ana Castelán used the enormous red barrel cactus to make a garden inside the garden; Perla Krauze built
two stairs out of local stone from where you can admire “other”
views; Rufino Mesa placed a large stone monolith inside a “chapel” illuminated only at the zenith; Emili Armengol made a sundial;
Fernando González Gortazar made an animal with a profile that
emulates the surrounding landscape; Helen Escobedo placed some
near-transparent colorful cylinders, which contrast with the outline of the hills; Ivonne Domenge made a shimmering aluminum
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Waisman construyó un recinto recubierto en su interior de losetas
azules que proveen la sensación de encontrarnos bajo el agua; Ignacio van Aerssen manufacturó con placas metálicas una habitación
abierta al cielo; Gilberto Estrada emuló arbustos en acero inoxidable
brillante; Paul Nevin celebró con hierro la geometría de las yucas; y
María José de la Macorra hizo un cráter en el paisaje.
Las 15 piezas escultóricas están conectadas por senderos rústicos que forman tres círculos concéntricos. El diseño del
recorrido se inspira en los encontrados en el centro ceremonial de
New Grange, en Irlanda, que datan de más de 2 500 años. Su trazo
tiende un puente entre lo arcaico y el presente borrando la huella
del tiempo. La variada topografía del lugar hace que el deambular
por estos senderos provea una diversidad de vistas y experiencias
al tiempo en que nos ubica con claridad en la inmensidad del sitio.
El jardín, que ocupa un área aproximada de veinte hectáreas, combina más de veinte especies de cactáceas originarias
del lugar. En su diseño se adoptó el principio de los ancestrales
jardines Zen: no debe notarse la mano del autor. Parecería que
la naturaleza no tuvo ayuda en su realización y que las diversas
cactáceas espontáneamente combinaron sus formas y floración,
así como su altura, para definir los espacios en torno a las piezas
escultóricas, a los senderos, al anfiteatro y al museo, y colaboraron para que descubramos las esculturas solo al acercarnos,
“palm”; Karin Waisman built an enclosure covered by blue tiles on
the inside, creating the feeling of being under water; Ignacio van
Aerseen manufactured with metal plates a room open to the sky;
Gilberto Estrada made bright stainless steel bushes; Paul Nevin
celebrated the geometry of the yuccas with cast iron; and María
José de la Macorra made a crater in the landscape.
The 15 sculptural works are connected through rustic paths
forming three concentric circles. The paths’ design is inspired by
those found in New Grange, Ireland’s ceremonial center dating back
2 500 years. Their outline traces a bridge between archaic times
and the present, thereby erasing the track of time. When wandering
through these paths, the site’s varied topography allows for a diversity of vistas and experiences at the same time as it clearly places us
in the immensity of the place.
The garden, which occupies an area of approximately 20
hectares, combines more than 20 local cacti species. From the very
beginning, its design adopted the ancestral Zen garden principle:
the hand of the author shouldn’t be noticed. It would seem as if
nature had no help in carrying it out: that the diverse cacti spontaneously combined their shapes and flowers as well as their height,
to define the spaces around the sculptures, paths, the amphitheater
and the museum, and that they collaborated so that we can only
discover the sculptures from up close, therefore achieving a discrete
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Irma Palacios
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Mary Stuart
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Francisco Castro Leñero
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Ana Castelán
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Perla Krauze
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lográndose así que su presencia sea discreta a la distancia y protagónica al encuentro con ellas.
Un Espacio Escultórico de este tipo, en el clima extremoso
y con el sol candente del desierto, no puede disfrutarse sin contar
con un techo en donde refugiarnos, el cual no podía interrumpir ni
competir con el dramático horizonte del lugar. ¿Por qué no construir una cueva?, me pregunté inspirado por las múltiples imágenes
que muestran a San Jerónimo en su cueva en el desierto, algunas
acompañado por un león. Optamos por una edificación bajo tierra,
de formas onduladas, inspiradas en el sitio, y construida en concreto aparente que la mimetiza con el color de la tierra del lugar.
El edificio del museo pasa desapercibido pues solo es visible el ventanal y la terraza desde donde se contempla el vasto valle y el cascarón con una ventana larga que enmarca los cerros bajos tras los
que se oculta el sol del crepúsculo, que más tarde ilumina el valle.
Según un amigo, promotor inicial del proyecto, la forma
del museo parece evocar a la de la planta sagrada de la región: el
peyote. Me parece que su opinión se desprende también de que las
columnas inclinadas de metal no parecen obedecer lógica constructiva alguna lo que hace que la experiencia del espacio interior
semeje al estar dentro de una de esas cactáceas más que dentro de
un edificio. Una escalera y una rampa conducen a la azotea-mirador
desde donde se contempla la vastedad del horizonte durante el día
y la infinitud del cielo en la noche. El patio central introduce un
fragmento del cielo e ilumina difusamente el interior, donde predomina un silencio como el del desierto.
El anfiteatro esta localizado a unos pocos metros de la
terraza del museo en dirección del valle. Construido rústicamente
con piedra del lugar, consiste en una gradería inspirada en los
antiguos anfiteatros griegos y romanos, pero de modestas dimensiones. Su magnificencia se la otorga gratuitamente el vasto valle
que hace las veces de foro o escenario. Tanto el museo como el
anfiteatro son lugares idóneos para la danza, la música, el teatro,
las exposiciones de objetos o pinturas o para simplemente contemplar el sitio; otro tipo de celebración.
Ninguno de los elementos —esculturas, jardinería, museo,
anfiteatro— del Espacio Escultórico del Desierto es protagónico; se
entrelazan para atraer al visitante a descubrir la belleza del lugar.
Constituyen ‘otro’ paisaje; uno desértico con una cueva para refugiarse del sol inclemente, un anfiteatro para rituales de toda índole,
esculturas que celebran la espiritualidad del lugar, y un jardín que
enamora al visitante que nunca había estado en el desierto.
Es posible que, como nos ha pasado a muchos que hemos
entrado en contacto con este singular y mítico paraje, el visitante
re-descubra su vínculo ancestral con la naturaleza y tome conciencia de que somos naturaleza, y por lo tanto, que debemos
detener su destrucción. Es posible que este ‘nuevo paisaje’ reavive
en el visitante su ‘ente primitivo’, vínculo natural entre los hombres
y antídoto contra nuestra idealizada racionalidad, esa que es responsable de enormes beneficios pero también de los fenómenos
que ahora amenazan con destruir nuestro planeta.
presence from a distance and lending them a leading role once we
encounter them.
A sculpture space such as this, in an extreme climate and
with the scorching sun of the desert, cannot be enjoyed without a
roof to give us shelter. Yet it shouldn’t interrupt or compete with
the dramatic horizon of the place. So why not build a cave? I asked
myself, inspired by the multiple images that show Saint Jerome
inside his desert cave, sometimes joined by a lion. We chose an
underground construction with undulating shapes inspired by the
site, and used exposed concrete as a building material, since it
mimics the color of the earth there. The museum building remains
unnoticed. The only visible things are the large windows, the terrace —from where you can contemplate the valley— and the outer
shell, with its long window framing the hills where the twilight sun
hides and later illuminates the valley.
According to a friend, who is one of the original promoters of the project, the museum’s shape seems to evoke that of the
region’s sacred plant: the peyote. It seems to me that his opinion
is also based on the inclined metal columns that seem to obey no
structural logic whatsoever, making our experience of the interior
space something akin to being inside a peyote cactus, rather than
inside a building. A stairway and a ramp lead to the rooftop lookout from where you can contemplate the vastness of the horizon
during the day, and the infinity of the sky at night. The central circular courtyard introduces a piece of sky and diffusely lights the
interior, where silence such as the desert’s is predominant.
The amphitheater is located a few meters from the museum’s terrace in the direction of the valley. Built rustically with local
stone, it consists of stands inspired by the ancient Roman and
Greek amphitheaters, but in modest dimensions. The vast valley
that surrounds it as a forum or scenery grants it its magnificence.
Both the museum and the amphitheater are ideal places for dance,
music, theatre, object or painting exhibitions or simply, as spaces
for contemplation— another kind of celebration.
None of the elements —sculptures, gardens, museum, amphitheater— of the Sculpture Space take on leading roles, instead they
intertwine to invite the visitor to discover the beauty of the place.
They constitute another “landscape”: a desert landscape with a
cave to take refuge from the merciless sun, an amphitheater for
rituals of all kinds, sculptures to celebrate the place’s spirituality,
and a garden that makes the visitor who has never before been to
the desert, fall in love.
As it happened to many of us who have been in contact
with this singular and mythical spot, it is possible that the visitor
will re-discover his or her ancestral bond with nature and regain
consciousness that we are nature, and must therefore stop its
destruction. It is possible that this “new landscape” will revive the
visitor’s “primitive being”: the natural bond between humanity and
an antidote against our idealized rationality, which is responsible
for huge benefits but also for the phenomena that now threaten
to destroy our planet.
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Rufino Meza
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Emili Armengol
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Fernando González Gortazar
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Helen Escobedo
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Ivonne Domenge
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Karin Waisman
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Ignacio Van Aerseen
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Jose Antonio Aldrete-Haas. Arquitecto, urbanista y paisajista
con cursos de post-grados en Israel, Holanda e Inglaterra y Maestrías en Estudios Avanzados de Arquitectura (M. Arch. A.S.) y en
Planeación Urbana (M.C.P.) en el Instituto Tecnológico de Massachusetts ( MIT) en Estados Unidos, en donde también obtuvo
el Doctorado (Ph.D.) en Estudios Urbanos. Ha sido Profesor y
coordinador del Doctorado de Urbanismo en la UNAM y Profesor Invitado en la Universidad de Columbia, New York, y en MIT.
Aparte de arquitectura ha realizado jardines y también esculturas
(véase el libro sobre su obra: José A. Aldrete-Haas, Lo invisible
en Arquitectura, México, Creación y Cultura, 2005). Ha mostrado
su trabajo y dictado conferencia en México y en el extranjero
y ha publicado ensayos en revistas nacionales e internacionales
sobre arquitectura, urbanismo, paisajismo y las artes plásticas,
destacando los libros La Deconstrucción del Estado Mexicano:
Políticas de Vivienda 1917-1988, Alianza Editorial, 1991; Gerzso
en su Espejo, México, Planeta 2003; Arquitectura y Percepción,
México, Universidad Iberoamericana, 2007; y La reconstrucción
del paraíso, México, Pramana Press, 2009. Miembro del Sistema
Nacional de Creadores de Arte, CONACULTA (2010-2013).
Jose Antonio Aldrete-Haas. Architect, Urban Planner, Landscape
Designer, with postgraduate studies in architecture and urban
planning in Israel, Holland and England and a Master in Architecture and Advanced Studies (M.Arch A.S.) and Master in City Planning ( MCP ) from the Massachusetts Institute of Technologyy ( MIT)
in United States, where he also obtained a Ph.D. in Urban Studies.
Professor and Coordinator of the Ph.D. Program in Urban Studies in the National University ( UNAM, Mexico City) (1982-84) and
Visiting Professor at Columbia University, New York, and at MIT
(1993). Apart from his architectural work, he has designed gardens and also sculptures (see the book on his architectural work
and gardens: José A. Aldrete-Haas, The Invisible in Architecture,
México, Creación y Cultura, 2005). Has shown his work and gave
conferences in México and abroad and published essays in local
and foreign magazines about architecture, urbanism, landscape
design and the visual arts, and the books: The Deconstruction of
the Mexican State: Housing Policies 1917-1988, Alianza Editorial,
1991; Gerzso in his Mirror, México, Planeta 2003; Architecture and
Perception, México, Universidad Iberoamericana, 2007; The Reconstruction of Paradise, México, Pramana Press. 2009. Member of
the National System of Art Creators CONACULTA (2010-2013).
Creditos de imágenes según numeración: José Antonio Aldrete Haas: 1, 3, 14, 24, 25, 30, 34, 42, 44, 45. Arturo Gonzalez de Alba: portada (55),
10, 16, 17, 18b, 19, 22, 26, 27, 28, 31, 32, 40, 41, 47, 49, 50, 51, 52, 55, 58, portada. José Rojas: 6b, 8, 11, 12, 13, 17b, 35.
Concept/ concepto: Roberto Vazquez Diaz /José Antonio Aldrete Haas; Arquitectura /Architecture: José Antonio Aldrete-Haas (Alejandro
Hernandez Govea, colaborador); Paisajismo/Garden design: José Antonio Aldrete-Haas (Magolo Cardenas, colaborador); Diseño estructura/
Structural design: Alejandro Solano Vega; Construction /Construction: Logística Potosina (Mauro Ramos: Principal).
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