Las tierras de Castellote antes de los templarios

Transcripción

Las tierras de Castellote antes de los templarios
BAYLÍAS
Miscelánea
del
Centro de Estudios
del
Maestrazgo Turolense
El Temple en Castellote.
Las incógnitas sobre su castillo.
Año 2010
BAYLÍAS. Año 2010.
Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense.
Edita:
Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Avda./ Maestrazgo, 18-1º - 44140 CANTAVIEJA (Teruel)
Maqueta e imprime:
Aragón Vivo, SL
Parque Ind. Ctra. de San Blas, nave 15 - 44195 TERUEL
Depósito legal:
TE-35/2011
Sumario
Presentación
Por Carlos Laliena Corbera .........................................
5
I.- Las tierras de Castellote antes de los Templarios:
Arqueología y poblamiento.
Por Javier Ibáñez González y Rosa M.ª Loscos Pastor ..
7
II.- Una inestable frontera feudal:
El caso de Castellote (ca. 1150-1180)
Por Julián M. Ortega Ortega ........................................
29
III.- La encomienda templaria de Castellote en el espejo de su
cartulario (1196-1308).
Por Sandra de la Torre Gonzalo ...................................
47
IV.- El esplendor del Maestrazgo medieval.
Por Carlos Laliena Corbera .........................................
69
V.- Novedades arqueológicas sobre el Castillo de Castellote.
Las fortificaciones carlistas y el castillo medieval.
Por José Francisco Casabona .......................................
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HISTORIA
2010
PRESENTACIÓN
El volumen de Baylias que el lector tiene entre las manos reviste, en esta entrega,
una riqueza poco usual entre las publicaciones locales. Responde a unas Jornadas
celebradas en noviembre de 2010 y pilotadas con eficacia por Sofía Sánchez, Mª
Luisa Cercós y Cristina Mallén, con el mecenazgo de la Comarca del Maestrazgo
y el Ayuntamiento de Castellote, que reunieron a un pequeño grupo de universitarios y arqueólogos profesionales para producir un buen puñado de cultura ante un
público expectante. Se trataba de completar las informaciones que José Francisco
Casabona está obteniendo a través de las excavaciones del impresionante castillo
de esta localidad, una fortaleza medieval reconstruida en el siglo XIX para servir de
apoyo al levantamiento carlista, mediante la arqueología y la documentación, todo
lo cual contribuyó en el transcurso de estas sesiones a ofrecer una imagen nueva y
diferente del Maestrazgo durante la Edad Media. Para ello, Javier Ibáñez y Rosa
Loscos aportaron un repaso sistemático a los hallazgos arqueológicos que señalan
los precedentes del poblamiento en el área de Castellote, desde espléndidas etapas
como la que configura el rico arte rupestre levantino, presente en varias cuevas de la
zona, pasando por el fascinante y poco conocido periodo ibérico, hasta el momento
en que el poblamiento islámico registra un auge que deja atrás varios siglos de una
ocupación silenciosa del espacio montañés.
Por su parte, Julián Ortega destacó la participación de los nobles en la iniciativa de
conquistar los territorios al sur de Valle del Ebro, una iniciativa que les permitió
convertirse en señores de vastos territorios semivacíos en los que instalaron pequeños núcleos de pobladores aguerridos y violentos. Uno de estos nobles, Español de
Castellote, tomó el nombre del castillo y de la villa que pobló y en la que asentaba su
poder sobre una extensa comarca. Sin embargo, la tolerancia de los reyes con estos
experimentos de autonomía nobiliaria hizo crisis en los años finales del siglo XII, y
lentamente se apoderaron de los resortes del poder, ayudados por amplias concesiones a las Órdenes Militares, en particular a la del Temple, subordinadas en última
instancia a los intereses de la monarquía.
Sandra de la Torre aprovechó un cartulario –un códice que registra los documentos
importantes– de la encomienda de Castellote recientemente editado para mostrar
la evolución del señorío de la orden y, paralelamente, del concejo, en un avance
simultáneo no exento de roces y contradicciones. Mostró también el crecimiento
demográfico y económico castellotano, plasmado en una ocupación más sistemática
y organizada del espacio serrano, así como en la creación de nuevas localidades de
muy diferente aspecto dentro del término de esta villa. Un atentado contra el comendador y la activa participación del concejo en la rebelión contra el rey, Pedro III el
Grande, dentro un movimiento a escala de todo Aragón, constituyen un adecuado
término para este estudio, centrado principalmente en el siglo XIII.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Finalmente, mi propia contribución pretende mostrar cómo, sobre la base de esta
expansión de la población, de la agricultura y de la ganadería, el Maestrazgo evolucionó para adaptarse a las dificultades de la segunda mitad del Trescientos, una
época marcada por la peste negra y una profunda inflexión de la demografía regional. Al contrario de lo que podría pensarse, las Bailías se abrieron hacia una relación
más amplia con los mercados valencianos y mediterráneos, en los que volcaban
lana y otros productos propios de la montaña, al igual que los frutos de una modesta
actividad textil, que completaban los recursos agrarios locales. En definitiva, que el
Maestrazgo, lejos de confinarse al reducido ámbito comarcal para desarrollar una
economía de subsistencia, estaba configurando una modesta pero estable riqueza que
perduraría durante la Modernidad.
Nuestro deseo es que estos trabajos, escritos con voluntad de que sean accesibles a
todos, sirvan para difundir una imagen de la comarca y de Castellote con menos tópicos templarios y aproximen a los curiosos e interesados a una tierra y unas gentes
que extrajeron de un medio ecológico cuando menos difícil una singular historia.
Carlos Laliena Corbera, Universidad de Zaragoza
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HISTORIA
2010
LAS TIERRAS DE CASTELLOTE ANTES DE LOS TEMPLARIOS:
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO
Javier Ibáñez González y Rosa M.ª Loscos Pastor
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Castellote es un territorio de compleja orografía, en las estribaciones del Sistema Ibérico, junto a la zona de contacto con la Depresión del Ebro. Está articulado por el río Guadalope y sus distintas ramblas y barrancos tributarios. En él se
alternan alineamientos montañosos de distinta entidad (sierras de los Caballos,
la Garrocha, Manadella …), con el estrecho y fértil fondo de valle (actualmente
anegado por el pantano de Santolea, fig. 1ª) y con vales y hoyas más o menos
amplias que salpican todo el territorio. Este abrupto paisaje presenta una distribución muy desigual de los recursos agrícolas y ganaderos, con zonas en las que
ni tan si quiera pueden alimentar ni a una familia de masoveros frente a otras
capaces de sustentar un núcleo de población de la entidad de Castellote. Pero
incluso en estas últimas, el acceso a esos recursos no es sencillo; la mayor parte
de los espacios agrícolas tienen una apreciable pendiente o se encuentran en la
zona de inundación del río, por lo que para su aprovechamiento es necesario dis-
Fig. 1ª- Hoces del río Guadalope en la zona contigua a la presa
del pantano de Santolea. Este
embalse distorsiona nuestra
imagen del territorio, al anegar
significativos espacios agrícolas, diversos obstáculos naturales y un número no precisado de
yacimientos arqueológicos.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
poner de las técnicas y recursos que no han estado en manos de todos los grupos
humanos que han poblado este espacio.
Por otra parte, la importancia estratégica de este territorio supone un valor añadido a su interés económico. Pese a que la actual red de comunicaciones lo ha
relegado a un segundo plano, por el término municipal de Castellote discurren
varios caminos históricos que han unido secularmente la Depresión del Ebro con
el corazón de las sierras maestracenses. Muchos de los enclaves arqueológicos
conocidos jalonan estos caminos y algunos controlan pasos naturales que permiten salvar importantes barreras orográficas.
En el presente artículo pretendemos realizar una primera aproximación diacrónica a la Arqueología y el poblamiento en el término municipal de Castellote desde la Prehistoria hasta la conquista aragonesa. Tomamos como punto de
partida el Inventario Arqueológico del Plan General de Ordenación Urbana de
Castellote1, para cuya elaboración hemos realizado una completa revisión de
toda la información arqueológica disponible, incrementándola con los nuevos
hallazgos realizados en el curso de dichos trabajos. En total, se ha recopilado
información sobre 96 enclaves, de los que 69 pueden considerarse como yacimientos arqueológicos y otros 27 como hallazgos sueltos o noticias que no han
podido ser corroboradas.
Hay que destacar el hecho de que la mayor parte de los yacimientos a los que nos
vamos a referir son conocidos gracias a anteriores campañas de prospección,
realizadas por distintos investigadores, permaneciendo inéditos los resultados
en algunos de los casos; destaca por el número de hallazgos el Grupo de Estudios Masinos (GEMA) y las prospecciones en Luco de Bordón de Clemente
Polo, del Seminario de Arqueología y Etnología Turolense (SAET), aunque la
nómina de investigadores es más amplia.
Las primeras evidencias.
Es difícil establecer el momento en el que los primeros grupos humanos de
cazadores-recolectores empezaron a recorrer el actual término municipal de
Castellote. Las profundas transformaciones medioambientales operadas desde
entonces han podido borrar o enmascarar sus frágiles huellas.
1.-
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Estudio promovido y financiado por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón y por el Ayuntamiento de Castellote y realizado por un equipo de Qualcina, Arqueología, Cultura y Patrimonio, formado por Rosa Loscos, Javier Ibáñez y Rebeca
Gómez.
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Las primeras noticias de descubrimientos prehistóricos en la zona se deben a
T. Ortego quien en 1946 recorrió la zona de El Pudial (fig. 2ª) y publicó el
hallazgo del Torico y algunos materiales localizados en la Cueva del Pudial
(Ortego, 1946, 155-159). En 1960 E. Ripoll realizó un pequeño sondeo en una
covacha próxima a la ya citada y a la que denominó como Abrigo Ahumado
del Pudial. Recuperó varios elementos líticos y restos óseos, destacando entre
los sílex una punta de tipo musteriense y una raedera (Ripoll, 1961, 25-26). En
1974, I. Barandiarán también adscribe como probable estos materiales al Paleolítico Medio. Años más tarde, en 1988, L. Montes, en la revisión que realizó del
Musteriense del valle del Ebro, confirmó la atribución musteriense ya indicada
por Ripoll. Por último, en 2002 R. Domingo & M. Martínez-Bea llevaron a cabo
excavaciones arqueológicas en este abrigo (Domingo y Martínez, 2002, 101123). Estas excavaciones aportaron materiales líticos que han sido clasificados
dentro del Paleolítico Medio, confirmando la ocupación neandertal de la zona
media del río Guadalope. Entre los enclaves con restos del Paleolítico Medio
también se incluye el enclave denominado Barranquillo I, en el que se detectó
un núcleo Levallois (Martín Costea, 1988, 3).
Fig. 2ª- El Pudial, en las proximidades de La Algecira zona en
la que se concentran muchas de
las evidencias más antiguas de
ocupación prehistórica en este
territorio.
Las siguientes evidencias datan ya del Paleolítico Superior estando representadas buena parte de las facies culturales de este período: el Gravetiense en el
Abrigo del Arenal de la Fonseca, fechado por C-14 en el 25.330 BP (Utrilla,
Domingo & Martínez Bea, 2003, 309); hay referencias al hallazgo de materiales solutrenses en la Cueva de las Golondrinas (A. Sebastián, inédito) y del
Magdaleniense nuevamente en el Abrigo del Arenal; una facies macrolítica del
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Epipaleolítico (fechada en 8060-8310 BP) está también presente en este último
abrigo.
Los patrones de asentamiento de estas primeras ocupaciones están ligados a
prácticas económicas cazadoras-recolectoras, en las que posiblemente fuera valorada la diversidad de ecosistemas presentes en este espacio de montaña media,
que permitiría el acceso a recursos complementarios sin necesidad de hacer largos recorridos.
En fechas avanzadas del Epipaleolítico, o ya en el Neolítico, asistimos a la espectacular eclosión del Arte Rupestre Levantino, con varios enclaves localizados en el actual término municipal de Castellote. Uno de ellos, el ya mencionado
Abrigo del Arenal, posee niveles de ocupación del Neolítico Antiguo postcardial
y del Neolítico Medio-Final (5.220 ± 50BP); en el mismo curso del Guadalope, río abajo del Arenal, hay que añadir los abrigos con pinturas del Friso
Abierto del Pudial (Ripoll, 1961), del Arquero (Ripoll, 1961) y del Torico del
Pudial (Ortego, 1946); en el Barranco Gómez, subsidiario del Guadalope por su
margen derecha, se localiza el Abrigo de La Vacada (Ripoll, 1961), en el que
algunos estudios han puesto de manifiesto la acumulación de figuras (fig. 3ª) de
diferentes momentos (Sebastián, 1986-87, 380; Martínez-Bea, 2004, 111-125).
Fig. 3ª- El Abrigo de la Vacada,
con figuras que podrían corresponder a distintos momentos.
No es este el lugar para hablar del gran interés que tiene este conjunto, ni del
universo de cabras, ciervos, bóvidos, asnos y arqueros, en diversas actitudes,
que lo puebla; tan solo apuntar que fue en uno de estos abrigos, el del Barranco
Hondo, en el que se identificó por primera vez, hace dos décadas, los escasísimos grabados de figuras de Arte Rupestre Levantino (Sebastián, 1992, 77-92;
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HISTORIA
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Utrilla & Villaverde, 2004). También mencionar los restos de pintura y algunos
grabados en el Abrigo del Puente Nuevo de Perogil (Arqueotecnia, inédito). Por
último, indicar que en Las Rozas I-II (Utrilla & Villaverde, 2004), se observa
la presencia de pinturas y grabados esquemáticos, más tardíos, así como signos
que recuerdan la grafía ibérica.
La ausencia de niveles de ocupación en casi todos los abrigos, salvo en el Abrigo
del Arenal, parece indicar que estos enclaves desempeñaron una función distinta
a la de lugar de habitación. Lo que podrían ser las huellas de los asentamientos
y de otras actividades económicas de los artífices de las manifestaciones de Arte
Rupestre Levantino, las encontramos dispersas por todo el municipio; comprenden gran parte de los denominados “conjuntos líticos de superficie” (fig. 4ª),
con frecuencia asociados a cerámica a mano: Barranquillo II (A. Martín Costea
y C. Navarro, inédito), Barranquillo III (Martín, 1988), Lomas de la Espada I
(A. Martín, C. Navarro y J. L. Oliveros, inédito), San Juan (A. Martín, inédito),
Ermita de San Joaquín (C. Polo, inédito), Fuente del Salz (M. Martínez, inédito)
y, posiblemente, Vallipón III (A. Martín y C. Navarro, inédito). De este mismo
momento, aunque con rasgos diferenciados, podría ser el covacho de Fuente
Ballester (Ripoll, 1961).
Fig. 4ª- Vista desde el Este de El
Barranquillo II, conjunto lítico
de superficie.
Para comprender sus estrategias de poblamiento hay que tener en cuenta que
estos pequeños grupos en transición desde una economía exclusivamente extractiva a otra esencialmente productiva, disponían de una tecnología agrícola
muy rudimentaria (palos cavadores y azuelas de piedra, sin arados ni animales
de tiro, etc.). Por ello, solo podían cultivar suelos poco pesados, carentes de
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
raíces de grandes árboles, teniendo vedadas las mejores tierras agrícolas. Parte
de los enclaves citados y de otros muchos que pueden quedar dispersos por
algunos sectores del municipio, serían los restos de pequeñas cabañas (“fondos
de cabaña”) cercanas a los cultivos; cuando se agotaban los suelos cultivados,
se trasladaban a otro espacio, creando otro nuevo enclave. Desgraciadamente,
esos asentamientos eran sumamente frágiles y generalmente han sido arrasados
por la erosión.
Los orígenes del poblamiento estable.
Según se evidencia en otros sectores del Sistema Ibérico Oriental, a partir
del Bronce Antiguo se crean los primeros poblados permanentes, habitados
durante generaciones y asociados a campos de labor estables, en los que se
alternarían años de cultivo y barbecho. Es limitada la nómina de evidencias
localizadas en Castellote correspondientes tanto a este período, como al Bronce Medio y al Tardío. Se trata de los asentamientos de la Azarollera II (Martín,
1990), Cabezo del Cementerio (Sebastián, 1991), La Sordera ó Barranco de
Dos Torres (Sebastián, 1991), el Cerro de la Masía del Castillo (Qualcina,
inédito) y, con ciertas dudas, el Morrón de Curro y Frente al Subidor de la
Calzada (Ripoll, 1961). A falta de un estudio más detallado, la mayor parte de
estos enclaves deben adscribirse a una genérica Edad del Bronce. A diferencia de buena parte de los hallazgos líticos de superficie, estos yacimientos se
suelen encontrar situados en altura y poseen restos constructivos que afloran
en superficie (fig. 5ª).
Fig. 5ª- Vista desde el Oeste del
Cabezo del Cementerio, situado
junto a la confluencia del barranco de San Juan en el barranco Estrecho, tributario izquierdo
del río Guadalope.
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HISTORIA
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No tenemos mucha información sobre la ruptura del poblamiento del Bronce
Tardío, que se observa en otros sectores del Sistema Ibérico Oriental. Si que sabemos que los poblados de esa genérica Edad del Bronce no sobreviven hasta el
Bronce Final y que el único asentamiento que parece pertenecer con seguridad
a este período, El Castilluelo (Martín, 1996), está situado en una posición fácilmente defendible; en la zona más alta de este enclave se observa la presencia de
una potente muralla de más de 2 m. de anchura (fig. 6ª) que, con dirección E-O,
delimita un recinto orientado hacia el Sur.
Fig. 6ª- Poblado de El Castilluelo, protegido mediante una
potente muralla.
La gran expansión del Hierro I - Ibérico Antiguo.
Durante la Primera Edad del Hierro e inicios de la iberización, se producirá
una brusca transformación en el poblamiento del actual territorio de Castellote. Pese a las limitaciones derivadas de disponer de datos basados en prospecciones selectivas, no cabe duda de que se genera una notable intensificación
de la ocupación del territorio; esta queda patente en el importante incremento
del número de núcleos habitados detectados (dieciséis), lo que posibilita una
ocupación más sistemática del territorio; también se registra un aumento en la
superficie media de los asentamientos, si bien hasta que no se realicen excavaciones arqueológicas no se podrá saber si responde a un aumento en el número
de habitantes por poblado, a un incremento de las superficie de las casas o a
ambos factores a la vez.
La nueva red de poblamiento que se establece durante el Hierro I incorpora
asentamientos en cuya elección de emplazamiento se primó la cercanía a los
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
espacios agrícolas, en detrimento de su potencialidad defensiva (fig. 7ª). Este es
el caso de, p.e. Castellote el Viejo (C. Navarro, A. Martín, S. Martínez y J. Abril,
inédito), Los Caminicos (J. Abril, A Martín, C. Navarro y S. Martínez, inédito)
o Ladera Sur de la Muela de la Huerta (Qualcina, inédito), asentados junto a
algunas de las mejores tierras agrícolas de Castellote. Otros se ubican con unos
criterios similares, pero junto a otros espacios agrícolas más reducidos como
Fuente del Salz (M. Martínez, inédito), Regatillo I (J. Abril, C. Navarro y S.
Martínez, inédito) o Las Moletas II (C. Polo, inédito).
Fig. 7ª- Vista del Regatillo I desde el Sur, situado en una posición poco resaltada.
No obstante, también se advierte la existencia de emplazamientos en los que se
adivina una primacía de la búsqueda de posiciones defensivas y un alejamiento
respecto a los recursos agrícolas. Destaca El Morrón (A. Martín Costea, inédito), por su ubicación sobre la cumbre de un cerro de conglomerados que se
distingue desde lejos y que forma parte de una alineación tabular, en el interfluvio de los ríos Guadalope y Bordón (fig. 8ª). Pero también otros asentamientos
como Azarollera I (-fig. 9ª- Martín y Serrano, 1985), Pico del Barranco de Vallipón (Martín, 1981), Castillo de Villaplano (Martín & Serrano, 1984), Tossal
de Menadella (C. Polo, inédito) o Raco dels Cantos. Incluso hay enclaves de
indudable función estratégico-defensiva como el Cabezo del Puente (Arqueotecnia, inédito), sito en una de las “puertas” o estrechos del río Guadalope; o el
de Valdecascallo (M. Martínez, inédito), que debía integrar una potente torre
(fig. 10ª) desde la que se podría controlar visualmente la encrucijada de caminos
de la zona de Fuente del Salz.
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Fig. 8ª- El Morrón, asentamiento situado en el límite con el término municipal de Bordón, junto
a uno de los referentes visuales
del paisaje de Castellote.
Fig. 9ª- Vista general de la Azarollera I.
Fig. 10ª- Valdecascallo. Algunos
muros se encuentran parcialmente enmascarados por una
potente caída de piedras, que
podría corresponder a una estructura turriforme.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
A mitad de camino entre ambas tendencias encontramos asentamientos como
Vallipón I (Martín & Ruiz, 1980) y Camino de la Masía Cantera (Qualcina, inédito), en los que resulta más complicado determinar cual de las dos tendencias
determinaron la elección de su ubicación (fig 11ª).
Fig. 11ª- Camino del Mas de la
Cantera, visto desde Vallipón I.
Además de núcleos de población, se han identificado algunas necrópolis tumulares, que parecen situarse en posiciones elevadas y visibles. La del Tossal de
Menadella se encuentra ubicada en el límite entre la provincia de Teruel y la de
Castellón; en esta última ha sido parcialmente excavada, ocupando una posición
muy resaltada; por el contrario, el sector turolense se encuentra abancalado,
por lo que es posible que las labores agrícolas hayan supuesto un importante
deterioro de los restos arqueológicos (C. Polo, inédito). La Necrópolis Este de
San Joaquín (C. Polo, inédito) está situada en las proximidades del Tossal y
tiene una posición similar a aquella. También tenemos referencias a una tercera
necrópolis situada en otro sector del término, en el entorno de la Masada Blanca
(A. Martín, C. Navarro y J. L. Oliveros, inédito), sobre un promontorio cónico.
Como se ve, la realidad es compleja y resulta complicado analizar esta red de
asentamientos partiendo exclusivamente de los detectados en el actual término
municipal de Castellote. Además, hay que tener en cuenta que hay indicios de
que estos no se crearon de forma simultánea, sin que en estos momentos dispongamos de información suficiente para entrar en una mayor concreción cronológica y en la periodización del proceso. En todo caso, parece claro que la mayor
parte de estos enclaves recibieron los primeros influjos iberizantes, patentes en
la presencia de cerámica a torno de época ibérica, lo que indica la posible exis18
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tencia de la mayor parte de ellos en la transición de la Primera Edad del Hierro
al Ibérico Antiguo.
En todo caso, podemos apuntar que esta gran expansión del Hierro I e inicios
de la iberización (que ya la hemos descrito con anterioridad en otros territorios
colindantes como el término municipal de Molinos, vid. Ibáñez & Burillo, 1995)
parece estar asociada a una mayor jerarquización y especialización de los asentamientos. Frente a una hipotética “cuasi paridad” entre gran parte de los asentamientos del Bronce, se pudo establecer una jerarquía del tipo rango-tamaño
convenientemente adaptada a la disponibilidad de recursos del espacio en el que
se encuentra y posiblemente matizada por lo que podría ser una mayor especialización funcional. Este proceso podría estar relacionado con la implantación de
estructuras políticas más complejas y con la cada vez más patente integración
del territorio en los circuitos económicos y comerciales del Mediterráneo.
En el caso del limítrofe municipio de Molinos también se ha detectado que esta
expansión del Hierro I aparece asociada a un incremento en los procesos erosivos y una hipotéticamente intensa antropización del medio. Parece lógico que
un aumento en el número de habitantes esté asociado a un necesario aumento en
la producción de alimentos; aunque parte del mismo pudo estar asociado a las
mejoras en las estrategias y tecnología agrícola (p.e. el hipotético uso de rejas
de hierro en los arados), parece obvio que buena parte de esta expansión debió
sustentarse en una ampliación del espacio explotado agrícolamente, con el consiguiente impacto ecológico.
Por simplificar el modelo descrito hasta el momento, si el Musteriense marca
la presencia humana en este territorio, el Neolítico Final-Eneolítico incorpora
las prácticas agrícolas y ganaderas y la Edad del Bronce aparecen los primeros asentamientos permanentes y el primer agrosistema estable, es posible que
durante la Primera Edad del Hierro asistamos a la implantación de estructuras
complejas, tanto a nivel político, como económico y de organización del territorio y de la red de asentamientos. Es factible que en el Paisaje del Hierro I ya
se encontrasen presentes muchos de los componentes y estructuras básicas (así
como de los problemas de fondo) que caracterizaron los sucesivos ciclos del
paisaje que han llegado hasta nuestros días.
La crisis del Ibérico Antiguo y la red de poblamiento ibérica y romana.
La densa red de poblamiento de la Primera Edad del Hierro se colapsó de forma aparentemente brusca en el marco de la llamada Crisis del Ibérico Antiguo,
presente en mayor o menor medida en gran parte de la Península Ibérica y que
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
tuvo lugar a finales del siglo VI a. C. y primeras décadas del siglo V a. C. Con
la información disponible, que recordemos que sólo proviene de trabajos de
prospección, se puede apuntar la probable desaparecieron de la práctica totalidad de los asentamientos; en cuatro enclaves se detecta la convivencia de materiales atribuibles al Ibérico Antiguo y al Ibérico Pleno; pero sin la realización
de sondeos arqueológicos no es posible saber si obedece a la supervivencia del
enclave, a su reocupación en fechas posteriores o, sencillamente, a los problemas de datación inherentes al uso de información procedente exclusivamente de
prospección arqueológica.
En todo caso, el grueso de la red de poblamiento del Ibérico Pleno y Tardío se
establecerá ex novo, caracterizándose por un menor número de enclaves (cinco,
una tercera parte de los existentes en el período anterior) y por una superficie
media sensiblemente inferior a la de los asentamientos del Hierro I (que puede
obedecer tanto a una reducción del número de habitantes como del tamaño de
las casas). Además, también es necesario tener en cuenta que no tenemos la certeza de que el conjunto de los asentamientos fueran simultáneamente habitados.
Por ello, todo apunta a que nos encontramos ante una reducción drástica de los
efectivos demográficos, circunstancia documentada en otros territorios vecinos
de similares características, como Molinos (Ibáñez & Burillo, 1995).
Todos los enclaves conocidos son de reducidas dimensiones y se sitúan en posiciones relativamente poco resaltadas y cercanas a espacios potencialmente
cultivables (fig. 12ª); además, se caracterizan por una presencia limitada de
materiales y por la ausencia o escasez de estructuras asimilables a este momento: Los Caminicos (J. Abril, A Martín, C. Navarro y S. Martínez, inédito),
Fig. 12ª- Asentamiento de Torre
las Monjas, escasamente resaltado respecto al espacio agrícola contiguo.
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Torre de las Monjas (Qualcina, inédito), Los Alagones I (J. Abril, C. Navarro
y S. Martínez, inédito), Las Moletas I (C. Polo, inédito) y Las Moletas II (C.
Polo, inédito).
Este panorama parece indicar que nos encontramos en un territorio escasamente
poblado y eminentemente rural, alejado de los núcleos urbanos que ya despuntaban en fechas avanzadas del Ibérico Pleno; es decir, en una situación similar a
la del vecino término municipal de Molinos (Ibáñez & Burillo, 1995). Es posible
que los enclaves detectados se puedan asimilar al concepto de “poblamiento
disperso o intercalar”, potencialmente asociado a otros núcleos de población de
mayor entidad (auténticos “poblados”) que aún no hemos localizado o que se
encuentran fuera del actual término municipal.
La situación no parece cambiar en época Altoimperial romana. Es más, la densidad demográfica pudo incluso disminuir, según se desprende del hecho de que
la nómina de yacimientos conocidos es aún menor, con tan solo tres enclaves
de ese momento, uno de “nueva planta” (Los Alagones II, D. Alonso, inédito)
y otros dos de pervivencia o reocupación de enclaves preexistentes (Los Caminicos y Fuente del Salz). Este panorama tiene muchos puntos en común con el
descrito en Molinos (Ibáñez & Burillo, 1995), pero no se corresponde con las dinámicas observadas aguas abajo del Guadalope, ya incluso en el vecino término
municipal de Mas de las Matas; sin duda, el territorio poco abrupto y fácilmente
irrigable jugó a favor de estos últimos territorios. Todo ello, insistimos, con las
reservas derivadas de trabajar con resultados de prospección extensiva y del hecho de que parte de los estrechos pero fértiles espacios irrigados del Guadalope
se encuentran anegados bajo las aguas del pantano de Santolea.
Los Siglos Oscuros.
Llegamos así a lo que a veces se denomina “Siglos Oscuros”, que van desde
el Bajo Imperio a época islámica avanzada; más de seis siglos que en buena
parte del Sistema Ibérico se caracterizan por la escasez o ausencia de evidencias
arqueológicas. Vista la evolución del poblamiento desde el Ibérico Pleno en el
término municipal de Castellote, esta situación podría no sorprender, considerándose la consecuencia final de un proceso de despoblamiento. Pero creemos
que las cosas no son tan sencillas, ni tan lineales. De hecho, en el vecino municipio de Molinos (con el que ya hemos visto que Castellote guarda tantos
paralelismos), se observa la presencia de enclaves arqueológicos que podrían ser
del periodo visigodo y que en muchas ocasiones coinciden con los yacimientos
islámicos (Ibáñez & Burillo, 1995).
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
A falta de un estudio de detalle, como el efectuado por Laliena y Ortega (2005)
para la cuenca del río Martín, podemos apuntar la presencia meramente testimonial de cerámica altomedieval en alguno de los yacimientos islámicos de
Castellote; y la posible datación dentro de los siglos VI-VII de la necrópolis de
San Juan (A. Martín, inédito), cuyas tumbas se encuentran excavadas en la roca
(fig. 13ª), junto a la cascada de San Juan.
Fig. 13ª- Conjunto de tumbas
excavadas en la roca situadas
junto a la cascada de San Juan.
El periodo islámico avanzado: una nueva expansión demográfica.
En un momento que podríamos situar en el siglo XI y primeros años del XII se
observa la existencia de una nueva red de poblamiento, de la que conocemos
diez núcleos habitados, a los que cabría añadir la referencia a un enclave islámico indeterminado nominado La Polandera (J. Abril, A. Martín, C. Navarro
y S. Martínez, inédito), que no ha podido ser corroborada. A los asentamientos
hay que sumar tres necrópolis: Vallipón II (Martín y Serrano, 1981), Villaplano
(Martín & Serrano, 1981 y 1984) y, posiblemente, Cantera de Viñals (C. Polo,
inédito); todas ellas presentan tumbas de lajas y se encuentran muy próximas a
los asentamientos.
Sin llegar a los extremos registrados un milenio y medio antes, se puede afirmar
que estos asentamientos parecen reflejar una apreciable densidad de población,
especialmente si tenemos en cuenta la posible existencia de bastantes más enclaves no detectados hasta el momento al asentarse sobre ellos núcleos de población bajomedieval cristiana documentados de forma muy temprana.
Es posible que esta eclosión sea el resultado de un proceso mucho más prolongado en el tiempo de lo que se deduce de las evidencias superficiales, pero esa
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posibilidad no se podrá corroborar hasta que no se realicen sondeos arqueológicos en los asentamientos islámicos conocidos.
Dentro del conjunto de núcleos habitados, se pueden diferenciar varios modelos bien definidos. De una parte, tenemos los asentamientos de cierto tamaño,
ubicados en posiciones algo elevadas pero próximos a espacios agrícolas de una
cierta entidad; parecen estar habitados de forma permanente, integrando restos
constructivos que podrían asimilarse a varias casas. Este es el caso de Castellote el Viejo (C. Navarro, A. Martín, S. Martínez y J. Abril, inédito), Castillo de
Villaplano (Martín & Serrano, 1984) y Vallipón II (Martín & Serrano, 1981). A
destacar el hecho de que, al menos en los dos últimos casos, se detecta la existencia de estructuras defensivas (fig. 14ª). Estos tres asentamientos se podrían
asimilar al concepto de “alquerías”. Se localizan próximos a zonas fácilmente
irrigables, siendo altamente probable que estuvieran vinculados a pequeños espacios irrigados. La hipotética existencia de espacios irrigados se ve reforzada en territorios cercanos por citas documentales tempranas (p.e. referencias al
azud de Camarón en 1197).
Fig. 14ª- Vallipón II. Vista de la
ladera Suroccidental, en la que
se aprecia un potente derrumbe
de estructuras, que podrían tener un carácter defensivo.
Un segundo grupo se corresponde con asentamientos de dimensiones reducidas,
situados junto a espacios agrícolas, ya sea en llano o sobre pequeñas elevaciones; se caracterizan por la relativa escasez de materiales y de estructuras:
Barranco de San Juan (Sebastián, 1991), Los Caminicos (J. Abril, A Martín, C.
Navarro y S. Martínez, inédito), Las Moletas III (C. Polo, inédito) y Peña Cortada II (C. Polo, inédito); es posible que Villaplano (Martín & Serrano, 1981)
también deba incluirse en este grupo, en función de las evidencias descubiertas;
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
no obstante, las primeras descripciones realizadas del mismo lo aproximaban
en gran medida al grupo anterior. En todo caso, los enclaves de este grupo son
asentamientos de pequeña entidad, posiblemente asimilables a un poblamiento
intercalar, aunque tampoco se puede descartar la posibilidad de que tuvieran un
carácter subsidiario (p.e. lugar de habitación no permanente, ligado a la explotación de los recursos agrícolas de su entorno); tres de ellos se asocian a espacios
tradicionalmente irrigados, mientras que los dos restantes se encuentran en espacios esencialmente de secano.
Un tercer y último grupo, se corresponde con enclaves de función estratégica.
Se encuentran alejados de las tierras de labor, en posiciones resaltadas y fácilmente defendibles. La cultura material asociada es escasa, lo que podría indicar
que nos encontramos ante posiciones ocupadas de forma eventual, posiblemente
solo en los momentos de máxima tensión. Los Mases de la Torrecilla (Qualcina, inédito) son un buen ejemplo de este modelo (fig. 15ª); se trata de una
torre situada en el extremo de un espolón, con limitados recursos agrícolas, pero
que controla uno de los caminos naturales que cruza la Sierra de la Garrocha.
Otro enclave de este tipo podría ser la Peña Cortada (C. Polo, inédito), que se
encuentra sumamente erosionado y no conserva estructuras; se sitúa junto a un
cruce de caminos en la complicada sierra de Manadella - Els Ports.
Fig. 15ª- Mases de la Torrecilla. Pequeña torre de vigilancia
que da nombre a los mases y al
barranco junto a los que se encuentra.
Hasta aquí, los enclaves islámicos documentados arqueológicamente. Al tratarse de información procedente de prospecciones extensivas, cabe suponer la
existencia de más enclaves no localizados. Pero además, también es necesario
destacar que carecemos de información arqueológica sobre los actuales núcleos
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HISTORIA
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urbanos del municipio. Al menos tres de ellos (Las Cuevas de Cañart, Santolea
y Abénfigo) se ajustan bastante bien a los patrones descritos en el primero de
los grupos (el de las alquerías); y para ellos existen referencias documentales
anteriores o coetáneas a la donación de este territorio a la Orden del Temple
(1196), esto es, antes de que se acometa una auténtica repoblación efectiva. Es
por ello bastante factible que ambos núcleos de población se establecieran sobre
alquerías islámicas persistentes, aunque este extremo no se podrá corroborar sin
la realización de catas arqueológicas.
En cuanto al Castillo de Castellote, las presentes y futuras excavaciones arqueológicas aclararán si se trata de un enclave islámico preexistente, asimilable
posiblemente al tercer de los grupos indicados; el hecho de que esta fortificación
existiera ya durante el reinado de rey Alfonso I es un indicio que parece apuntar
en esa dirección.
Precisamente en tiempos del Batallador, la red de poblamiento islámico del
término municipal de Castellote debió sufrir una fuerte crisis, derivada de la
irrupción de los aragoneses en un territorio que pocos años antes se encontraba
alejado de la frontera cristiana. Aunque la conquista aragonesa fue efímera, marcó el inicio de un prolongado periodo de inestabilidad presidida por el paulatino
avance aragonés y la cada vez mayor presencia de señores y huestes feudales
discurriendo por este territorio.
Esta situación debió tener unos efectos demoledores sobre la red de poblamiento
islámico. La mayor parte de los núcleos de menor tamaño (salvo Villaplano)
debieron desaparecer, no siendo reocupados por los cristianos. Sin embargo, en
los asentamientos de mayor entidad (Castellote el Viejo, Castillo de Villaplano
y Vallipón II) y Villaplano si que se detectan evidencias de una posible ocupación postislámica; a estos habría que añadirle Las Cuevas de Cañart, Santolea
y Abenfigo, hipotéticos núcleos de población islámica que han permanecido habitados hasta el presente.
Baylías
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
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Baylías
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UNA INESTABLE FRONTERA FEUDAL:
EL CASO DE CASTELLOTE (ca. 1150-1180)
Julián M. Ortega Ortega
HISTORIA
2010
Como es bien sabido, la Reconquista, el relato que desde principios del siglo
XIX ha venido organizado los contenidos del medievalismo ibérico, ya no es
lo que era. Más de tres décadas de democracia y algunos años menos de normalización universitaria han acabado por desmontar esa prepotente imagen de
cabalgata triunfal que hasta no hace tanto se difundía con grandilocuente vacuidad desde los manuales escolares, hoy convertirla en poco más que un venerable fósil historiográfico. Dicho esto, es también preciso admitir que el medio
académico ha hecho corto a la hora de desembarazarse por completo de toda
la mitología heredada y son todavía numerosos los topos literarios que, so capa
de explicaciones históricas, la inercia sigue reverberando. Naturalmente, no es
mi propósito proceder aquí a una revisión en profundidad de todo este legado,
al que, por cierto, el medievalismo aragonés dista de ser ajeno, pero sí quisiera
evaluar, siquiera de forma general, en qué medida puede continuar siendo mantenida una de sus ideas troncales: la de que la expansión feudal estuvo invariablemente pilotada por clarividentes monarcas que, con el devoto concurso de
sus aguerridos nobles, capitanearon hacia la victoria a las masas de colonos que
habían de asegurar la conquista de nuevas tierras.
En este sentido, me gustaría centrar esta intervención en algunos de los factores
más relevantes implicados en la organización social de un espacio de frontera
desde un perspectiva que oscilará entre lo regional y lo local, focalizada en este
caso en el ejemplo concreto de Castellote. Pretendo de esta manera no sólo
llamar la atención sobre las inconsistencias de las imágenes más tradicionales
que persisten en torno a la cuestión de la Reconquista, sino igualmente plantear
algunas reflexiones, necesariamente limitadas, sobre el contexto social en que
se movía la formación de los poderes que impulsaban de forma más directa la
destrucción de al-Andalus, así como sus formas territoriales de implantación, ya
fuera en forma de tenencias, de señoríos o de encomiendas. Para ello dividiré mi
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
intervención en dos secciones, una inicial dedicada a realizar un rápido repaso
a la evolución de la geografía fronteriza; y una segunda, más atenta a los mecanismos que permitían al rey, a los nobles y a sus séquitos armados hacerse con
porciones más o menos importantes del botín territorial.
LA FRONTERA
A partir de los años 80 del siglo XII, la documentación aragonesa, especialmente
la emanada de la cancillería real, comienza a utilizar de forma cada vez más
insistente al término frontaria. La voz, para la que la traducción habitual, “frontera”, no es inexacta, pero sí parcial, servía ante todo para aludir a los confines
de las tierras sobre las que rey de Aragón había logrado que su autoridad fuera
Fig. 1: Geografía de la frontera aragonesa a finales del siglo XII. Las fechas corresponden las
menciones al término frontaria en la documentación.
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HISTORIA
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reconocida de forma más o menos estable. La plasmación cartográfica de este
frente de conquista permite observar de un vistazo algunas de sus rasgos más
significativos. No insistiré en el hecho, bien conocido, de su notable amplitud
territorial, formando una ancha franja de territorio, que incluso en vísperas de su
derrumbe se extendía desde Miravete hasta Culla (fig. 1).
Si atendemos a su cronología, lo que destaca en el panorama que dibujan este
conjunto de menciones no es tanto la progresión de la frontera, como precisamente la evidente ralentización de sus avances, que se estrellaron de forma
continuada contra las fortalezas andalusíes dispersas por todo el Maestrazgo, especialmente contra las de Ares y Morella, plazas que, de hecho, no consiguieron
ser conquistadas hasta una generación más tarde, en 1232 concretamente. Esta
dinámica casi estacionaria del frente de conquista a finales del siglo XII, justo
en el momento en que la frontaria multiplicaba su presencia en los diplomas,
contrasta de forma muy llamativa con la dinámica de conquistas territoriales que
había sido habitual en el periodo anterior, entre aproximadamente 1150 y 1180,
especialmente en sus primeros compases.
Como es sabido, en el ramadán del año 1145 el régimen almorávide se desmoronó en medio de una sangrienta revuelta –la tercera fitna–, abriendo paso a
una nueva etapa de fragmentación del poder en al-Andalus, en la que se fraguó
la formación de un segundo régimen de taifas. Los intentos de sacar provecho
de esta situación entre los feudales no se hicieron esperar. Ramón Berenguer
IV, Conde de Barcelona y ya por entonces Príncipe de Aragón, aprovechó la
ocasión para llevar a cabo una incursión contra la ciudad de Valencia. La fecha
exacta de este ataque es desconocida, aunque es bastante probable que hubiera
tenido lugar a finales de marzo o principios de abril, lo que explicaría que antes
de acabar ese año, 1145, cAbd Allah b. Faray al-Tagri, el ra’is que por entonces
había logrado concitar más adhesiones en el Levante peninsular, decidiera entablar negociaciones con el monarca castellano-leonés Alfonso VII con objeto de
recabar su ayuda para poner coto a la hostilidades de las tropas de aragoneses
y catalanas.
Hacia julio de 1147 las posiciones más avanzadas del reino de Aragón, cuya posesión confirmaba el pontífice Eugenio III a Bernardo, obispo de Zaragoza, eran
las de Belchite y Huesa, en el valle del Aguasvivas, y Sástago, junto al Ebro,
aguas debajo de Zaragoza, que constituía, junto con Alcolea de Cinca –conquistada en 1140–, las dos principales amenazas para las medinas de Fraga y Lérida
desde lado aragonés. Justamente aquí los feudales obtuvieron algunos notables
éxitos militares en estos mismos momentos. El más sonado fue el que acabó en
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
la primavera de 1147 con la toma de Ontiñena, al que siguió pocos meses después, en diciembre de este mismo año, el que conduciría a la caída de Gardeny,
ya a las puertas de Lérida.
Para entonces, los preparativos para la conquista de Tortosa ya debían haber
comenzado, aunque los primeros ataques efectivos no parecen haber tenido
lugar hasta junio del año siguiente. La conquista de la plaza, a finales de 1148,
supuso el control inmediato de un vasta región que se extendía, por el sur,
hasta el Montsià y por el este, hasta los Puertos de Beceite, incluyendo buena
parte del curso más bajo del Ebro. En septiembre de 1148 el obispo de Zaragoza estaba ya en condiciones de entregar a los capitulares de La Seo de San
Salvador de Zaragoza los derechos eclesiásticos de un amplio conjunto de poblaciones que se extendían desde Andorra hasta Pitarque y desde Oliete hasta
Olocau con objeto de cubrir sus necesidades de vestuario. Aunque no está
claro, sin embargo, que ello supusiera que la zona hubiera ya caído en manos
aragonesas, sí sugiere al menos la conquista de este sector, cuya estructura básica de poblamiento era perfectamente conocida por los aragoneses, resultaba
más o menos inminente.
La toma de Tortosa tuvo además otras consecuencias nada secundarias. En enero
de 1149 –afirma Ibn al-Jatib–, Ibn Mardanis, el nuevo emir de Sarq al-Andalus,
se vio obligado a establecer un acuerdo con Ramón Berenguer IV por el que se
comprometía a satisfacer durante los cuatro años siguientes la nada despreciable
cantidad de 100.000 dinares. Se ignora cuáles eran las restantes cláusulas del
tratado, pero posiblemente debieron incluir el derecho del conde a iniciar de
forma inmediata la conquista de Lérida y de todo el valle del Cinca, cuya posición, entre Zaragoza y Tortosa, hacía cada vez más difícil su defensa. De hecho,
en marzo de ese mismo año ya se habían iniciado las primeras operaciones.
Finalmente, el 24 de octubre de 1149 caía la medina de Lérida, desencadenado
a renglón seguido las capturas de Fraga y Mequinenza. Una vez tomada Tortosa
y Lérida, el siguiente objetivo fue el de suprimir la bolsada que resistía en torno
a Miravete y Ciurana, que tras un largo asedio acabaron por ceder en septiembre
de 1153.
Lo ocurrido en el flanco aragonés en estos mismos momentos resulta mucho
más complicado de discernir. La única fuente que se explaya de alguna manera
sobre el tema es una confusa noticia aportada por Zurita, que, a pesar de ser bien
conocida, merece la pena volver a citar aquí por extenso:
“Por este tiempo [Zurita acaba de referirse acontecimientos ocurrido en
1168] se hacía muy gran guerra a los moros que estaban en la región de
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HISTORIA
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los edetanos, en los castillos y fuerzas que tenían en las riberas del río
Algás, y se ganaron los lugares de Favara, Mazaleón, Valdetormo, La
Frexneda, Valderrobles, Bezeyte, Rafals, Monroy y Peñarroja, que están
en las riberas de Matarraña, y se ganó Caspe, lugar muy principal junto
a las riberas del Ebro; y de allí se continuó la guerra por las riberas de
Guadalope y río de Calanda, y se puso la principal frontera en Alcañiz,
lugar muy principal, que por esta razón le llamaron frontera, y se ganaron
Calanda, Aguaviva, Castellot, las Cuevas; y se fueron apoderando de los
lugares fuertes de la sierra, hasta Cantavieja y el val de Jarque, que está
en los confines de los edetanos e ilergaones.
Fue el rey muy servido en esta guerra de los caballeros de las órdenes
del Espital y Calatrava, y dióseles buena parte de lo que conquistaron;
y pasaron a hacer guerra en los lugares de aquellas comarcas y contra
los castillos de las riberas del río de Martín y Alfambra. Y vino a esta
guerra don Pelay Pérez maestre de la caballería de Santiago; y estuvo en
Montalbán en frontera contra los moros. Esto fue en el año de 1169; y era
comendador de Montalbán don Pedro Fernández”.
No está claro de dónde extrajo el cronista estas informaciones, pero la impresión
que da su redacción es que Zurita yuxtapuso aquí dos noticias dispares: una, que
podría tener visos de ser cierta, referente a las conquistas de los valles del Algás,
Guadalope, Maestrazgo y Val de Jarque en fecha indeterminada, pero no desde
luego en 1168; y otra, claramente espúrea, alusiva a las órdenes militares y a su
participación en 1169 en la campaña que condujo a la conquista de las riberas
del Martín y el Alfambra. Hay que recordar, en este sentido, que el valle del río
Martín había caído ya en manos de los aragoneses en 1154 y que la actividad de
calatravos y hospitalarios difícilmente pudo haber sido anterior a 1179, cuando
los primeros recibieron el señorío de Alcañiz, y los segundos consiguieran organizar definitivamente una encomienda en torno Aliaga, donde sólo se registra la
presencia de comendadores desde noviembre de 1180. Más extraña es todavía la
presencia en la zona de los santiaguistas, que sólo recibieron la encomienda de
Montalbán tardíamente, en 1210.
De la honor al señorío, del señorío a la encomienda
La honor de un virrey de frontera, Galindo Jiménez
La indigencia de noticias fiables sobre los avances feudales en este sector de la
frontera no debe ser achacada al puro azar de su conservación en la magra masa
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
documental disponible para abordar la problemática aquí analizada. Se trata más
bien de un efecto de su desvinculación con las campañas en las que participaba
la hueste de Ramón Berenguer IV, que durante los años 1144-1153 actuó justamente en aquel flanco, el catalán, donde no sólo le era más fácil recabar apoyos,
sino también premiarlos con mayor generosidad, dada la presencia de importantes centros urbanos andalusíes. Desde esta perspectiva, se puede aceptar que la
falta de noticias sobre la frontera aragonesa depende en buena medida del hecho
de que las iniciativas militares en este sector fueran impulsadas por los tenentes
de la honor de Belchite y no del principal proveedor de información, la documentación de la cancillería condal.
Creada en 1119 la honor de Belchite había sido patrimonializada de facto, pasando desde su primer titular, Galindo Sánchez, a su hermano Lope Sánchez y,
a su muerte, al hijo de éste, Galindo Jiménez. Desde diciembre de 1148 Galindo
ya era tenente de Belchite y, como tal, disfrutaba también de las honores de
Huesa, a cuyo frente se encontraba con seguridad en 1154, y de Martín, que ya
había sido conquistado en esa misma fecha, lo que justifica que en numerosos
documentos el noble aparezca mencionado como “tenente desde Belchite hasta
Martín” (senior in Belchit usque in Martin). Como en otros casos, esta extensa honor suponía el ejercicio delegado del poder regio sobre un territorio, no
siempre bien circunscrito, por parte de un tenente o senior, que recibía a cambio
ciertas recompensas, no sólo materiales, sino también en términos del prestigio
que emanaba del vasallaje honorable.
A su muerte, posiblemente en 1175, Galindo Jiménez dejaba un extenso patrimonio que incluía, al menos, propiedades en Benisanet, cerca de Tortosa, que
había recibido dos años después de su conquista, en 1149; y en Zaragoza, en
especial en la zona de la Almozara y seguramente también en Quinto; a las
que habría que añadir además las que donó en Alcolea a La Seo de Zaragoza
en 1160; y las que en Grisén habían pasado en 1190 manos de su viuda. A ello
habría de sumar todas las tierras que fue adquiriendo dentro del territorio de
la tenencia, sobre todo en Romana, Seña, Codo y, por supuesto, en el propio
término de Belchite.
Todo este inmenso patrimonio no fue, sin embargo, suficiente para que Galindo
Jiménez lograran consolidar un linaje viable. Casado con Sancha de Belchite,
hija de la condesa Guillerma de Castillazuelo, y por lo tanto hermana de Ramón
de Castillazuelo, obispo de Zaragoza, el matrimonio tuvo al menos dos hijos,
un varón de nombre desconocido, que posiblemente falleció tempranamente,
y una fémina, Guillerma, que contrajo matrimonio con Rodrigo de Estada. Sin
36
HISTORIA
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embargo, a falta de un heredero varón, el linaje se disolvió a la muerte de Galindo Jiménez, disgregándose la honor en una serie de señoríos menores. La razón
parece hallarse no sólo en la incapacidad de este grupo para adaptar sus estructuras familiares a un contexto en las que éstas evolucionaban hacia modelos
cada vez más rígidos de linaje, en los que la presencia de un heredero masculino
era ineludible para asegurar la transmisión del patrimonio, sino también en los
progresos experimentados por la autoridad regia, cuya capacidad de torpedear
las aspiraciones de los nobles que no contaban con su apoyo no cesó de crecer.
La difícil formación de señoríos autónomos: Español de Castellote y los suyos
Galindo Jiménez disponía, además de un extenso patrimonio y de un notable
ascendiente entre la población de la región de Belchite, de un séquito acorde
con su preeminencia social, que incluía a su propio notario, Arnald Pérez, y
también a un grupo de milites, que le secundaban en todas aquellas actividades
que exigían el uso expeditivo de la fuerza. Los textos son esquivos a la hora de
proporcionar informaciones sobre los miembros de esta mesnada, pero se puede
especular sin excesivos riesgos con la participación en ella de Arnal Gascón, un
personaje de claro origen ultrapirenaico, de Juan de Fañanás y también de García Sanz. Lo mismo puede decirse de Balduino de Belchite, que debía pertenecer
a los restos de las tropas de origen anglo-flamenco que, desgajadas del grueso de
una expedición a Tierra Santa, habían participado en la conquista de Tortosa en
la segunda mitad de 1148, después de haber asolado el año anterior las ciudades
de Lisboa y Faro.
El que más nos concierne ahora, no obstante, es un cierto don Español, de quien
existe una primera noticia a través de la donación que realizó al Hospital de
Santa Cristina de Somport en marzo de 1154, cuando ya residía en Belchite. No
mucho después, este mismo personaje adoptaría el nombre de Español de Castellote, probablemente a causa de la obtención de dominios en este lugar, que
debió caer en manos aragonesas antes de 1156, año en que se cita por primera
vez con su nuevo antropónimo.
Español de Castellote constituye seguramente el ejemplo más relevante del tipo
de miles integrado en los séquitos armados de los tenentes que actuaban en la
zona aragonesa del frente fronterizo, pero no es el único. Su caso guarda ciertas
similitudes con el de un tal Sancho de Tarazona, que antes de 1163 había logrado hacerse con el control de Aliaga, sin que sepamos muy bien a través de qué
medios y con qué tipo de auxilios. En lo que respecta a Castellote, todo indica
que su conquista se logró con la activa participación o, al menos, con la directa
37
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Fig. 2: Genealogía de Español de Castellote.
aprobación del tenente de Belchite, que fue responsable de los repartos territoriales subsiguientes. Cuando, años más tarde, Alfonso II puso en entredicho el
señorío que Español ejercía sobre Castellote, éste adujo tenerlo “tal como fue
dividido entre Español y Galindo Jiménez”.
El término castral asociado a Castellote debía ser verdaderamente extenso. Incluía, además del entorno inmediato a la fortaleza, el lugar Villarluengo y también Nocito, un despoblado situado entre Aliaga y Montoro de Mezquita, todavía pendiente de colonización en 1176. En ese año Español de Castellote, con el
asentimiento de su esposa, yerno e hijos, donaba a La Seo de San Salvador de
Zaragoza dos tercios de su castello para que lo poseyera “como derecho hereditario, para siempre libre”. Por cierto, en el escatocolo del documento Español
aparecía mencionado como Espannol in Castellot, compartimiento los mismos
atributos de autoridad de que aparecían revestidos en el mismo diploma Pedro
de Arazuri [senior] in Darocha o Beltrán de Santa Cruz [senior] in Alchaniç, es
decir como un tenente más al frente de otra honor, la de Castellote en este caso.
No sabemos si este extremo estaba avalado por el rey o por Galindo Jiménez,
pero, dado que es la única referencia disponible de este tipo, no sería de extrañar
que se tratara simplemente de un ejercicio retórico con el que Español pretendía
legitimar sus ambiciones.
En este sentido, hay razones para sospechar que la formación de este señorío de
Castellote no estaba en sintonía con los planes que Ramón Berenguer IV y su
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HISTORIA
2010
sucesor, Alfonso II, tenían para esta región. El testimonio más patente de dicha
divergencia se halla seguramente en la constitución en 1157 de una honor en
Alcañiz, que fue sucesivamente entregada a Sancho Aznárez (hasta marzo de
1160), a don Palacín, a Beltrán de Santa Cruz y finalmente a Artal de Alagón
(desde septiembre de 1178). Es más que probable que, a diferencia de lo ocurrido con Belchite, el objetivo del Conde de Barcelona fuera generar una villa
sometida a control concejil y por tanto de una caballería villana. Ello explicaría
que a Alcañiz se le dotase de un inmenso territorio, parangonable al que poco
antes, en 1142, había recibido Daroca y al que algunos años más tarde recibiría
Teruel, convirtiéndole así en la principal cabeza de puente de este sector del
frente aragonés. Como en los casos de Daroca y Teruel, el territorio adjudicado
a Alcañiz incluía una extensa franja de territorio andalusí aún no conquistado,
una potencial área de expansión y depredación, que llegaba incluso a incorporar
a la propia Morella.
En principio, la formación de esta villa no parece haber contemplado la constitución de señoríos en el seno de su territorio, no desde luego al margen de la autoridad real. Que el rey chocara con Español era, pues, sólo cuestión de tiempo. El
conflicto por el señorío de Castellote no debió desatarse, de todos modos, hasta
aproximadamente 1175, justo a la muerte del viejo tenente Galindo Jiménez. En
ese año, y ahora es preciso cambiar de escenario, Jimeno de Atrosillo, un importante noble, tal vez emparentado con Español –su padre era, recuérdese, Gascón
de Atrosillo–, comenzó a plantear serios problemas en torno a la imposición a
sus dominios y más concretamente al de Tubo, en Huesca, de las “costumbres
de Barcelona”, que obligaban a los nobles a ceder la potestas de sus castillos,
lo que en la práctica se verificaba en la obligación de dejar que las tropas reales
entraran en ellos con total independencia del tono de las relaciones, buenas o
malas, que mantuvieran el señor y el monarca. No se trataba, de todos modos,
de un incidente aislado. Otros nobles siguieron la misma senda, rechazando el
derecho del rey a controlar bajo cualquier circunstancia las fortalezas de sus
vasallos. Lo mismo ocurrió con Sancho de Gabarda y García de Coscullano, señores de Gabarda; con Berenguer de Montañana, señor de Lumbierre y también
con Beltrán de San Esteban, que en fechas parecidas se opuso a que se aplicara
la “costumbre de Barcelona” al castillo de Carboneras, el actual castillo de la
Mora, a dos km al sur de Binaced.
Tales síntomas de sedición feudal también tuvieron su conexión en la frontera,
donde el propio Español de Castellote planteó igualmente una seria resistencia,
quizás no sólo con argumentos, a desprenderse de la potestas castral en Caste39
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
llote. El documento de 1180 con el que se zanjaba la disputa menciona que el
acuerdo final sólo pudo alcanzarse “después de muchos contenciosos y controversias entre Alfonso, rey de Aragón y Español de Castellote”. Como hicieron
el resto de nobles citados, Español apoyaba su oposición a las demandas reales,
alegando que había recibido los castillos de manos del mismo Alfonso II como
heredad y posesión franca. Básicamente, este convenio permitía a Español conservar el control del castillo, pero siempre bajo la jurisdicción real, mediante un
pacto de vasallaje que le obligaba a acudir en hueste y cabalgada a la llamada
del monarca, mientras éste se comprometía a ayudar a Español a recuperar el
castillo en caso de que lo perdiera.
Lo cierto es que la concordia de 1180 no sólo no cerró el problema, sino que los
acontecimientos posteriores demostraron seguir justamente el camino contrario,
puesto que pocos meses después Español fue directamente expulsado de Castellote. El suceso, que no ha dejado rastro alguno en la cancillería real, debió de
ser lo suficientemente escandaloso para que un conocido trovador aquitano, Bertrán de Born, aludiese a ello en una de sus airadas composiciones, un sirventés
titulado Quan vei pels vergiers desplegar:
A me.l volon tuit encusar, qu’us mi comtet de sos vassaus que de Castellot ac mal laus, quan ne fetz N’Espanhol gitar. E no.m par que si defensa ves el, s’el lo n’ausa proar; e, quan entret per convidar, conquerit lau pauc de renda Todos quieren acusar conmigo [a Alfonso II]
porque uno de sus vasallos me contó
que, por lo de Castellote,
mala fama ganó
cuando hizo expulsar de allí a don Español.
Y no me parece que se defenderá [Alfonso II]
si se atreve a ponerle a prueba [Español]
pues cuando entró invitado
allí poca renta conquistó.
En cualquier caso, la ruptura no fue tan radical como Bertrán de Born parece
sugerir, puesto que Castellote y el resto de los dominios de Español fueron transferidos a un fraile de la Orden del Santo Redentor, Gascón de Castellote, que
con toda probabilidad era hijo del propio Español. Así lo confirma una noticia
posterior, de 1221, según la cual, en el transcurso de una investigación dirigida
a averiguar los límites del término de Castellote, se: “… encontraron ciertos
ancianos, que habían sido pobladores en tiempos de los moros y conservaban
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HISTORIA
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memoria de más de 60 años atrás, y dijeron que el término fue repartido y adjudicado al fraile Gascón, quien pobló Villarluengo y fue señor de Castellote”.
Efectivamente, Villarluengo fue poblado poco antes de 1184 por Gascón con
ayuda de un tal Pedro de la Torre, y una década después, en febrero de 1194
Alfonso II cedió al mismo fraile Gascón “un lugar desierto llamado Villarluengo
para honra de Dios y [de la Orden] del Santo Redentor” con objeto de que procediera, de nuevo, a impulsar su colonización.
La solución fue, en cualquier caso, transitoria, porque en 1188 Castellote ya figuraba entre las posesiones de la Orden del Santo Redentor y en marzo de 1196
el mismo Gascón se vio obligado a firmar un documento en el que renunciaba a
todos los derechos que creyese tener sobre esta fortaleza. Desplazado de Castellote y de Villarluengo, Gascón recibiría años más tarde, en 1204, el castillo de
El Mallo, entonces en plena frontera, y en fecha no precisa, quizás también en
ese mismo año, los lugares de Azaila y Almochuel, éstos en la desembocadura
del río Aguasvivas. La posesión de El Mallo no llegó a prosperar y ya en 1217
el lugar era objeto de disputas entre Guillermo de Mendoza, señor de Miravete,
y los hospitalarios de la vecina encomienda de Aliaga sin que se haga la menor
mención a Gascón de Castellote. De esta forma, el linaje tuvo que conformarse
con llevar una existencia cada vez menos relevante. En 1234 Gascón y su esposa
Sancha Jiménez se vieron en la obligación de proceder a la venta de sus derechos sobre Camarón, la Torre de Vencidell y otros bienes situados en la misma
zona que ocupan ahora los términos municipales de Mas de las Matas y Aguaviva; y unos años más tarde, en enero de 1242, fue el hijo de Gascón, Artal de
Castellote, el que tuvo que desprenderse de Almochuel, vendiéndolo al obispo
de Zaragoza a cambio de 8.000 sueldos, quedando así sus posesiones señoriales
restringidas únicamente al lugar de Azaila.
El penúltimo revés: De la Orden del Santo Redentor a la del Temple
El triste destino de las ambiciones de Español de Castellote y su descendencia es
una muestra de que la sedición se pagaba cada vez más cara. Todo apunta a que
las muestras de rebeldía protagonizadas entre 1174 y 1180 por algunos de los más
conspicuos representantes de la aristocracia laica del reino –Jimeno de Atrosillo
había sido alférez real– fueron determinantes para que Alfonso II se decidiera a
minar las bases de su poder, recurriendo para tal propósito a las cada vez más
pujantes órdenes militares. En 1179 la honor de Alcañiz fue liquidada y la plaza
fue entregada a la Orden de Calatrava, dando pie a que buena parte de su antiguo
territorio fuera progresivamente fraccionado y repartido entre distintos titulares.
41
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Por lo que respecta a Castellote, el lugar pasó, como ya he mencionado, a manos de la Orden de Montegaudio, a la que ya pertenecía en octubre de 1188. La
Orden de Montegaudio, a la que Alfonso II dispensó un decidido apoyo, fue
fundada por un noble gallego, Rodrigo, conde de Sarria, a su vuelta de Tierra
Santa, recibiendo en Aragón un amplio señorío en torno a Alfambra, al que fueron añadiéndose posteriormrnte numerosos bienes distribuidos por todo el reino.
La refundación de la Orden en 1188, fecha desde la que adoptó la denominación
de Orden del Santo Redentor, no fue capaz, sin embargo, de cerrar las disputas
internas surgidas a la muerte del fundador, propiciando que el 26 abril de 1196,
con el beneplácito de Alfonso II, todos los bienes de que disponía la Orden en
Aragón fueran transferidos a la del Temple, incluyendo el opidum de Castellote.
La confirmación de tal hecho por parte de Alfonso II, que tuvo lugar ese mismo
mes, incluye también entre estos señoríos el de Villarluengo, pero nada se dice,
en cambio, de Cantavieja, cuya entrega a la Orden del Santo Redentor por parte
de Alfonso II está confirmada por documentos posteriores. Quedó pendiente, no
obstante, la cuestión de los derechos eclesiásticos, que se disputaban los templarios y el obispo de Zaragoza. El conflicto no fue resuelto hasta mediados
de septiembre de 1204, cuando un acuerdo entre ambas partes dictaminó que
las iglesias de Cantavieja, Villarluengo y Cañada de Benatanduz quedaran en
manos de los templarios, mientras que las de Camarón, Castellote y Olocau y
pasaran a control de los canónigos de La Seo zaragozana.
CONCLUSIONES
A tenor de la tortuoso trayecto seguido por la posesión de Castellote, que antes de
acabar en manos de los templarios pasó por una tenencia, la de Galindo Jiménez;
por un discutido señorío, el de Español Castellote y su hijo Gascón; y por otra encomienda, la de la Orden del Santo Redentor, todo ello en menos de una generación,
creo que resulta patente que la serena imagen de la expansión feudal que transmiten
todavía no pocos estudios sobre la frontera, sin más oposición a su avance que la
resistencia de los andalusíes, requiere, como ya he comentado al principio de mi
intervención, de una profunda revisión. El caso de Castellote muestra de forma
palmaria que los intereses que animaban la propagación geográfica del feudalismo
estaban regidos antes por una intensa competitividad interna que por la armónica
conjunción en el proyecto de las partes implicadas en la empresa.
Desde este punto de vista, se entiende perfectamente que la conquista de alAndalus contara con su cuota, nada escuálida, de fracasos, por más que éstos
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HISTORIA
2010
tiendan a estar ausentes del guión historiográfico más convencional. Mucho de
ellos estuvieron protagonizados por viejas instituciones eclesiásticas, con una
muy escasa capacidad operativa para adaptarse a las limitaciones específicas
que imponía una frontera cada vez más lejana y compleja, pero también por las
patentes divergencias existentes entre los objetivos de las diversas facciones que
componían el bloque feudal, sobre todo en lo que respecta a numerosos nobles,
cuyas ambiciosas expectativas en la zona sufrieron la presión de una monarquía,
cuyo creciente grado de maniobra fue movilizado para poner coto a la notable
autonomía con la que éstos actuaban en pos de su principal objetivo, que no
era la Reconquista, sino la obtención de señoríos, con o sin la aprobación de la
autoridad real.
Baylías
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
BIBLIOGRAFÍA
Con objeto de no complicar innecesariamente la lectura del texto recargándolo
con notas a pie de página, he creído conveniente agrupar todas las referencias
en esta sección final, donde se recogen todas las obras que han sido consultadas.
Las colecciones documentales de los que se han extraído las principales informaciones son varias. Para reconstrucción de la expansión feudal en el sector
aragonés de la frontera se han tenido en cuenta principalmente los diplomas
recopilados por LACARRA, J. M.ª (1985) Documentos para el estudio de la
reconquista y repoblación del Valle del Ebro, Zaragoza, y también algunos de
los procedentes de La Seo de Zaragoza, que fueron editados por CANELLAS,
Á. (1989) Monumenta Diplomatica Aragonensia. Los cartularios de San Salvador de Zaragoza, Zaragoza (4 vols.). La larga cita sobre los avances territoriales realizados hacia 1169 procede, no obstante, del primero de los tomos de
la crónica de Zurita, editada por CANELLAS, Á. (1978) Anales de Aragón de
Jerónimo Zurita, Zaragoza. Las principales fuentes de información relativas
a la honor de Belchite se encuentran recogidas en ESTEBAN MATEO, L.
(1979) Cartulario de Aliaga, Zaragoza; RUBIO, L. (1971) Documentos del
Pilar (s. XII), Zaragoza, y también en el fondo archivístico del monasterio
cisterciense de Rueda, cuyos textos se pueden consultar en CONTEL BAREA,
C. (1963-1965) “El Císter zaragozano en el siglo XII: abadías predecesoras de
Nuestra Señora de Rueda de Ebro”, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita,
16-18, pp. 385-553; y CONTEL BAREA, C. (1978) “El Císter zaragozano en
los siglos XII y XIII. Abadía de Nuestra Señora de Rueda de Ebro. II. Documentos”, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 31-32, pp. 289-592. Para
la reconstrucción de la trayectoria familiar de Español de Castellote ha sido
importante la lectura de algunos de los documentos contenidos en la mayor
parte de las colecciones precedentes, completados con otros que se recogen en
KIVIHARJU, J. (1991) Cartulario del Hospital de Santa Cristina de Somport,
Helsinki; CONDE Y DELGADO DE MOLINA, R. (1985) “Pergaminos aragoneses del fondo de Sástago del Archivo de la Corona de Aragón”, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 51-52, pp. 293-350; a las que hay que añadir
algún dato inédito procedente de ESPÉS, D. de (ined.) Historia Eclesiástica
de la Ciudad de Zaragoza, 1575 (ms. depositado en 1914 en la Catedral de
Zaragoza). El texto de Quan vei pels vergiers desplegar, el sirventés de Bertrán de Born, se recoge tanto en la conocida obra de RIQUER, M. de (19922)
Los Trovadores: historia, literaria y textos, Letras e ideas, Barcelona (3 vols),
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como en la antología de ALVAR, C. (1978) Textos trovadorescos sobre España y Portugal, Madrid / Barcelona (2 vols.). Los diplomas empleados para
el estudio de la dinámica del poder monárquico y su relación con la frontera
proceden de SÁNCHEZ CASABÓN, A. I. (1995) Alfonso II de Aragón, Conde de Barcelona y Marqués de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza,
y, en menor medida, de ALVIRA CABRER, M. (2010) Pedro II, Rey de Aragón y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos, Testimonios y Memoria Histórica, Zaragoza. Para todos estos asuntos ha sido imprescindible, por
último, la consulta del cartulario de Castellote, recientemente editado por DE
LA TORRE, S. (2009) El cartulario de la encomienda templaria de Castellote
(Teruel), 1184-1283, Zaragoza.
Para la compresión de todo el contexto histórico en se mueve la construcción
señorial de la frontera aragonesa en esta zona, resulta indispensable la consulta de muchos de los trabajos de Carlos Laliena, de los que sólo destacaré, en
aras de la brevedad, el que recoge el contenido de su tesis doctoral, recientemente reeditado: LALIENA CORBERA, C. (20092) Sistema social, estructura
agraria y organización del poder en el bajo Aragón en la Edad Media (siglos
XII-XV), Teruel. Para otros sectores próximos de la frontera, conviene también
tener en cuenta los trabajos de ERITJA i CIURÓ, X. (2003) “Estructuració
feudal d’un nou territori al segle XII: l’exemple de Lleida”, en M. Barceló,
G. Feliu, M. Miquel y S. Sobrequés (eds.), El feudalime comptat i debatut.
Formació i expansió del feudalisme catalá. Barcelona, Museu d’Historia de
Catalunya-Universitat de Valencia, pp. 293-313, y de BARTON, T. W. (2010)
“Lords, settlers and shifting frontiers in medieval Catalonia”, Journal of Medieval History, 36, pp. 204-252. Sobre Belchite y su honor existe un magnífico estudio de SESMA, J. A.; UTRILLA, J. F. y LALIENA, C. (2001) Agua
y paisaje social en el Aragón medieval. Los regadíos del río Aguasvivas en
la Edad Media, Zaragoza. Para los relativo Bertrán de Born y su sirventés,
conviene releer a RIQUER, M. de (1959) “La littérature provençale à la cour
d’Alphonse II d’Aragon”, Cahiers de Civilisation Médiévale, 2, pp. 177-201,
y también el trabajo, ya antiguo, de KASTNER, L. E. (1937) “Bertran de
Born’s Sirventes against King Alphonso of Aragon”, Modern Philology, 34/3,
pp. 225-248, así como la obra, más general, de BOUTIÈRE, J. y SCHUTZ,
A.-H. (1964) Biographies des troubadours, París. Sobre la Orden del Santo
Redentor sigue siendo de interés la consulta de GAZULLA, F. D. (1928) “La
Orden del Santo Redentor”, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura,
IX, pp. 90-107, 156-160, 204-213-370-375; y del mismo, GAZULLA, F. D.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
(1929) “La Orden del Santo Redentor”, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, t. IX, pp. 90-212 y 370-375 y t. X, pp. 38-41 y 124-126. Los
problemas relativos a la Costumbre de Barcelona han sido tratados con perspicacia por ZIMMERMANN, M. (1986) “’Et je t’empouvorrai (Potestativium
te farei)’: A propos des relations entre fidélité et pouvoir en Catalogne au XIe
siècle”, Médiévales, 10, pp. 17-36.
Baylías
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LA ENCOMIENDA TEMPLARIA DE CASTELLOTE
EN EL ESPEJO DE SU CARTULARIO (1196-1308)
Sandra de la Torre Gonzalo1
1.-
Becaria FPI del Ministerio de Ciencia e Innovación en el Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza. Este trabajo se inscribe en las líneas del Grupo de
Investigación de Excelencia CEMA, dirigido por J. Ángel Sesma Muñoz, y del proyecto “Mercados y desarrollo en Aragón (1250-1500): vínculos mediterráneos, distribución,
abastecimiento urbano y costes de transacción en una economía bajomedieval” (ref. HAR2009-12280).
HISTORIA
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“En la vida cotidiana, hoy como ayer, el ser humano no es más
que un mamífero bípedo que necesita oxígeno, agua, calcio y
proteínas para sobrevivir en la parte emergida de una bola de
hierro y níquel, recubierta de agua salada en las tres cuartas partes de su superficie y, en el resto, ocupada por un océano vegetal
que pueblan miles de millones de otras especies.”
Robert Fossier, prólogo a Gente de la Edad Media2
La riqueza documental del cartulario de Castellote permitió en el año 2008 llevar
a cabo un estudio histórico sobre la encomienda templaria que quedó plasmado
en la edición crítica publicada al año siguiente por el Departamento de Historia
Medieval de la Universidad de Zaragoza3. La particularidad de este manuscrito
descansa en el hecho de que es el único de estas características realizado por los
templarios que se ha conservado hasta nuestros días procedente de los territorios
de la Orden en el sur de Aragón4. Verdaderamente, en sus 112 documentos y a lo
largo de 104 páginas se condensa un siglo de conformación del paisaje de esta
región, del cual somos directos herederos.
2.-
FOSSIER, R., Gente de la Edad Media, Madrid, 2007, p. 12.
3.-
DE LA TORRE GONZALO, S., El cartulario de la encomienda templaria de Castellote
(Teruel), 1184-1283, Zaragoza, 2009.
4.- El otro cartulario publicado similar al que nosotros analizamos en este estudio es el de la
encomienda del Temple de Huesca (Archivo Histórico Nacional, Códices, L. 663): GARGALLO MOYA, A., IRANZO MUÑÍO, Mª. T. y SÁNCHEZ USÓN, Mª. J., Cartulario del
Temple de Huesca, Zaragoza, 1985. El resto de documentación templaria referida a estos
momentos se ha conservado a través de copias posteriores o compilaciones fragmentarias.
De ellos, el cartulario de Villel (del que Mª Luisa Ledesma se sirve para dedicarle un estu-
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
EL CARTULARIO DEL TEMPLE DE CASTELLOTE
El cartulario de la encomienda templaria de Castellote se conserva en el Archivo
Histórico Nacional de Madrid5. Allí fue a parar después de que la Orden fuera
disuelta y sus posesiones pasaran a manos de los también monjes guerreros de
la Orden de San Juan de Jerusalén a principios del siglo XIV6. Durante más de
cuatrocientos años, de 1428 a 1877, permaneció en el archivo de la Orden en la
iglesia de San Juan de los Panetes de Zaragoza7, para trasladarse de allí a Madrid
y, finalmente, al Archivo Histórico Nacional en 1897. Actualmente es accesible
para los investigadores en el propio archivo madrileño, pero además, en fechas
recientes se puede consultar en formato digital, junto con otros cartularios aragoneses de similares características, en el Portal de Archivos Españoles (PARES) del Ministerio de Cultura.
“El presente cartulario se escribio por los años de 1278, siendo comendador de Castellot don fray Raymundo de Zabastida8, de la Milicia del
Temple. Aumentaronsele despues algunas escrituras que llegan al año
de 1283”.
dio: LEDESMA RUBIO, Mª L., “La formación de un señorío templario y su organización
económica y social: la encomienda de Villel”, Príncipe de Viana. Homenaje a José María
Lacarra, nº 2-3, 1986, pp. 441-462), es el conjunto más completo de documentación sobre
las encomiendas templarias al sur del valle del Ebro. Sin embargo, éste no es un cartulario
realizado por los freires del Temple, sino por los sanjuanistas a partir de la recopilación de
la documentación que encontraron en Villel, como se dice al comienzo del mismo: Estos
son los privilegios, cartas et escripturas publicas et privadas atrobadas en el trasoro del
castiello de Villel.
5.-
Dentro de la sección de Códices y Cartularios bajo la signatura 594-B (antigua 689). Consta de 52 folios escritos en vitela y encuadernados en pergamino. Fue paginado en época
moderna en numeración arábiga del 1 al 104, al mismo tiempo que se volvieron a numerar
los documentos. Aunque se diferencian varias manos, podemos caracterizar la letra empleada como una gótica textual meridional, correspondiente a la segunda mitad del siglo XIII.
6.-
Tras la disolución del Temple en el Concilio de Vienne (1312), el Papado se reservó sus
bienes y decidió que éstos pasaran a estar controlados por la Orden de San Juan de Jerusalén. El castillo de Castellote jugó un papel destacado en la resistencia templaria dentro de
la Corona de Aragón, manteniéndose firme hasta 1308. Sobre estos acontecimientos, véase:
FOREY, A.J., The Fall of the Templars in the Crown of Aragon, Aldeshort, 2001.
7.-
El cartulario de Castellote aparece reseñado en un inventario del archivo zaragozano del
año 1572. En 1858, la reina Isabel II ordenó la creación del Archivo General Central de
Alcalá de Henares, adonde fueron a parar las colecciones documentales de las órdenes
militares tras la abolición de los señoríos. Cfr. JAVIERRE MUR, A., y G. DEL ARROYO,
C., Archivo Histórico Nacional: Guía de la Sección de Órdenes Militares, Madrid, sf.
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HISTORIA
2010
De esta manera se abre el cartulario de Castellote. Quien escribió esta nota,
varios siglos después de su confección, no erró en sus afirmaciones, según se
deduce del análisis codicológico, paleográfico y diplomático del mismo. Pero,
antes de avanzar, es necesario detenerse en explicar brevemente en qué consiste
un cartulario9. En esencia, el cartulario es un manuscrito en forma de libro o rollo, que copia documentos originales, y que tiene completa validez legal; esto es,
se trata de un documento sustancialmente práctico. Con esta finalidad en mente,
los templarios de Castellote llevaron a cabo un trabajo de selección de los documentos que conservaban en su archivo para justificar en cualquier circunstancia
su posición de dominación dentro de los límites de la encomienda.
Este proceso de selección, ordenación y copia se cometió en dos fases diferenciadas: un primer proceso de copia que comprende el grueso de la documentación, y una segunda etapa en la que se incluyeron nuevos documentos, que
suponen una mínima parte del volumen total. Pero hay que tener en cuenta que
los documentos no se copiaron ordenados de manera cronológica10, sino que su
organización se rige por criterios menos aparentes, como la importancia de los
mismos (aquellos emanados por la monarquía ocupan las primeras páginas) o la
formación de grupos homogéneos. Con esta formación de grupos nos referimos,
por ejemplo, a documentos sobre bienes o privilegios cuya adquisición es anterior a la toma de posesión de la encomienda por la Orden, pero que acreditan
la legitimidad de sus derechos sobre los mismos. Así, en 1184 el preceptor de
la Orden del Santo Redentor concedió El Latonar a Pedro de la Torre11, y en la
misma página donde se encuentra esta cesión, aparece copiada a continuación la
8.-
Raimundo de Zabastida fue comendador de Castellote en tres ocasiones durante el periodo
comprendido entre, al menos, los años 1265 y 1278.
9.-
Sobre cartularios: RUIZ ASENCIO, J. M., “Cartularios”, en ALDEA/QUINTÍN/VIVES
(dirs.), Diccionario de Historia de la Iglesia en España, vol. I, Madrid, 1972, pp. 368-370;
SANZ FUENTES, M.ª J., “Cartularios: historia y falsificación histórica” , en J.Á. Gª DE
CORTÁZAR (coord.), La memoria histórica de Cantabria, 1996, pp. 147-154; y SÁEZ
SÁNCHEZ, C., “Origen y función de los cartularios: el ejemplo de España”, Gazette du
livre médiéval, 46 (2005), págs. 12-21.
10.-
Con el fin de facilitar su posterior consulta y comprensión diacrónica de los acontecimientos, la publicación del cartulario cuenta entre sus anexos con un cuadro en el que se ordenan
cronológicamente los documentos copiados: DE LA TORRE GONZALO, S., El cartulario
de la encomienda, pp. 223-226.
11.-
Ibíd., doc. 51, p. 137 y doc. 52, p. 138. El mismo Petro de la Turre que encabezará la lista de
vecinos de Villarluengo en la carta puebla concedida a este lugar más de diez años después
por los templarios: cfr. LEDESMA RUBIO, Mª L., Cartas de población, p. 164, doc. 139.
51
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
venta de una viña por la hija de éste, María, años más tarde, en 1209. Igualmente, los freires disponen de estos bienes en dos documentos posteriores12.
Otra cuestión a tener en consideración, además de la ordenación de los documentos, es el hecho de que el cartulario no fue escrito por una sola persona, pero
además tampoco en un solo momento, como hemos dicho. El análisis de los
diferentes tipos de letra nos permite comprobar una irregularidad en la constitución del cartulario: en un momento determinado se observa un cambio profundo
en la escritura. Se trata de la inserción de un cuadernillo nuevo en la mitad del
cartulario, al igual que otros pocos documentos, todos ellos posteriores a 1274.
Así pues, la integración de nuevos documentos en el cartulario después de cerrado es evidente13.
En definitiva, nos encontramos ante un documento útil, donde quedan registradas cuestiones relativas a la administración de la encomienda, incluyendo
algunas tan frecuentemente consultadas como rentas, límites o términos, tal y
como atestiguan las anotaciones posteriores hechas en el propio cartulario. Del
mismo modo que sus características le permiten ser empleado a modo de prueba
judicial, como veremos más adelante. Una finalidad que, sin que podamos pasar
del terreno de las hipótesis, estaba presente en la mente de los freires cuando
realizaron el cartulario.
12.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op.cit., docs. 30 y 70, pp. 111-112 y 154-155.
13.-
Para una explicación más detallada, que supera los propósitos de este breve artículo de
síntesis, remitimos al lector a la publicación del cartulario, pp. 16-18.
52
HISTORIA
2010
LA FORMACIÓN DE LA ENCOMIENDA TEMPLARIA
El primer documento conservado que hace referencia a la presencia templaria en
Castellote es del año 119614. En él se hace alusión ya a la “mayson” del Temple
y al comendador Miguel de Luna; lo que demuestra que los nuevos gerentes de
la encomienda castellotana se instalaron rápidamente en la sede de su señorío15.
Los freires del Temple, como fuerza militar y organización religiosa, adquirieron privilegios, territorios y tierras gracias a donaciones regias y de personajes
importantes, pero también se ocuparon de manera activa de ampliar y mejorar
estas posesiones a través de compra-ventas y permutas.
En lo que respecta al favor regio, abre el cartulario una confirmación del rey
Jaime I (1218) de las constituciones de la casa del Temple de Castellote desde época de Ramón Berenguer IV16. Pero además, el mismo monarca en 1268
concedió a Castellote el derecho a la celebración de un mercado semanal los
sábados, poniendo bajo su protección a quienes allí acudieran a comerciar17. Las
franquicias concedidas por los diferentes monarcas aragoneses se repiten desde
Pedro II (1209)18, que eximía a los vasallos del Temple del pago de cuestias, pechas, huestes o cabalgadas, herbajes, bovajes, monedajes, lezdas, y en general,
cualquier impuesto instituido o por instituir.
La acumulación de bienes por parte de los templarios se concentra entre los
momentos finales del siglo XII y principios del XIII, hasta los años centrales del
Doscientos. Las donaciones son más numerosas entre 1202 y 1256, las compras
entre 1196 y 1262, y las permutas entre 1205 y 126719. La congregación de
posesiones fundiarias responde a un plan predeterminado de configuración de
cotos agrícolas homogéneos: las adquisiciones se agrupan en partidas concretas
14.-
Domingo de Funes y su mujer, María, venden a Miguel de Luna una casa en Castellote por
precio de cincuenta sueldos jaqueses: ibíd., doc. 56, pp. 141-142.
15.-
Un proceso de asentamiento muy bien estudiado por Mª Luisa Ledesma en “La formación
de un señorío templario”, op. cit.
16.-
Ibíd., doc. 1, p. 65.
17.-
Ibíd., doc. 3, pp. 69-70.
18.-
Ibíd., doc. 5, pp. 73-76. La confirma Jaime I en 1233: ibíd., doc. 4, pp. 70-73; y en 1243 el
infante Pedro pone bajo su protección a los comendadores de Cantavieja y Castellote: ibíd.,
doc. 15, pp. 92-93.
19.-
Entre 1196 y 1220 se produce el grueso de las aportaciones a la reserva dominical: ibíd., p.
29.
53
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
como Castellote el Viejo o Chirea, que además tienen una dedicación específica
al viñedo y el olivar20.
Respecto al núcleo urbano de Castellote, éste se conformó en la Edad Media,
tal y como podemos comprobar a través del cartulario y de la fotografía aérea
vertical u ortofotografía. Los nuevos pobladores de Castellote se agruparon en
una villa de nueva creación tras la conquista feudal, en oposición a un antiguo
asentamiento al que se hace mención en numerosas ocasiones, denominado Castellote el Viejo, y que ya en el siglo XIII estaba dedicado a partida agrícola21. Al
igual que en numerosos núcleos concentrados del Bajo Aragón, en Castellote
el caserío se apiña en torno a un cabezo, en cuya cima se ubican los edificios
señoriales, es decir, el castillo y la iglesia. En este caso, la población desciende
en ladera bajo el castillo, lo que determina la disposición del viario urbano y de
los solares para viviendas22. En el camino que asciende hasta el castillo se erigió
la primitiva parroquial de San Miguel (el edificio actual es del siglo XV), cuya
existencia está atestiguada desde 122123. Ésta se diferenciaba de la iglesia de los
señores, conocida como Santa María del Castillo, y a sus puertas se congregaba
el concejo:
20.-
Pedro Gargallo y su mujer, María, junto con sus hijos, venden a Raimundo de Cervera, comendador de Castellote, una viña y todas sus posesiones en Castellote el Viejo por doscientos sueldos: ibíd., doc. 63, pp. 147-148. Domingo Escaso y su mujer deben pagar un censo
anual a los señores de cuatro libras de aceite por unas oliveras en Chirea (con el agua para
su riego) que tienen a treudo, además de la obligación de entregar la mitad de la producción
en el caso de que planten árboles nuevos: ibíd., doc. 87, pp. 174-175.
21.-
En una breve descripción de Castellote hecha en el siglo XVIII se afirma al respecto de la documentación del cartulario: “dentro de los terminos de Castellot habia diferentes poblaciones,
franjas y territorios que pertenecían à su jurisdicción, como se conoce de las demarcaciones
que se refieren en algunas escrituras. Por ellas consta que esta villa se mudò o trasladò á otro
sitio quedando reducido el primitivo à campo que cultivaron sus pobladores, al qual llaman
los documentos Castellot el Viejo” (imágenes del texto reproducidas en MARTÍNEZ CALVO, P., Historia de Castellote y la comarca: antiguo partido, La Ginebrosa y Olocau del Rey,
Zaragoza, 1992, pp. 430-435). En este caso, podría tratarse de un núcleo islámico, ocupado
con anterioridad, como acertadamente han puesto de relieve los arqueólogos.
22.-
Esteban de Belmonte, comendador de Cantavieja, de acuerdo con fray Roberto, comendador de Castellote, concede en 1224 a Esteban de Belmont un casal en La Solana a cambio
de un censo anual de dos libras de cera: DE LA TORRE GONZALO, S, op. cit., doc. 88,
pp. 175-176.
23.-
“Hoc fuit factum in ecclesia Sancti Michaeli, in presencia fratris Juliani, cappellano in
castri Castelloti”: ibíd., doc. 53, pp. 138-139.
54
HISTORIA
2010
“todos conceillos de Castellot e de Las Covas ensemble aplegados generalment, per la voz del corredor pobligo clamado conceillo, en la ecclesia de San Michael de Castellot”24.
El caserío se dispuso escalonado de manera transversal a la pendiente, distribuido en franjas paralelas conectadas por los extremos. Este urbanismo ordenado
deriva de una actuación señorial que organiza a los nuevos pobladores, a los
que se les han adjudicado en lotes un solar para vivienda y un terreno para
cultivar, como atractivo para atraerles hacia un área de frontera con el enemigo
musulmán y pendiente de arrancar a la tierra inculta los frutos necesarios para
la supervivencia; eso sí, ayudándose de las frecuentes incursiones en territorio
ajeno para conseguir botín25. Hasta mediados del siglo XIII el casco urbano no
ocupaba más allá de la actual calle Mayor, pero el crecimiento de estos momentos derivó en el acondicionamiento de los terrazgos de los huertos de primera
hora, lo que determinó una expansión más ordenada26. Sobre el catastro actual
son todavía observables las parcelas regulares y perpendiculares a la dirección
de los bancales, que conforman cinco grandes manzanas. Con esta ampliación
podría corresponderse la parroquial de San Pedro (destruida durante las guerras
carlistas), que aparece nombrada en 126827. Ambas fases quedaron cerradas por
un recinto amurallado28, del cual todavía quedan en pie dos portales: uno en la
24.-
Ibíd., doc. 12, pp. 83-85.
25.-
En la carta puebla de Cantavieja de 1225 se contempla la posibilidad de que los vecinos
hagan cabalgadas por su cuenta (siempre con el consentimiento del comendador y del concejo): “Item omnis vicinus Vetule Cante qui adduxerit equm et arma et capiat caballariam
in Vetula Canta tenat equm semper cum guerra fuerit si preceptor Vetule et consilium cognoverit quod hoc facere possit” [LEDESMA RUBIO, Mª.L., Cartas de población, op. cit.,
pp. 206-209, doc. 168]. Esta franquicia ya se ofrecía en el lugar hospitalario de Aliaga en
1216: ibíd., pp. 193-197, doc. 162. En el caso de Castellote, no se especifica en los acuerdos con los señores, pero sí se hace referencia a las predam vel rapinam (botín o rapiña) en
el acuerdo alcanzado entre la Orden del Temple y la de Calatrava para sus áreas de acción:
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 8, pp. 80-81.
26.-
LALIENA, C., y ORTEGA, J., “Villas nuevas y morfogénesis del poblamiento agrupado en
el Bajo Aragón (siglos XII-XIII)”, Arkeolan, 14 (2006), pp. 163-181.
27.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 12, pp. 83-85. En esa fecha los concejos de
Castellote y de Las Cuevas ceden al comendador del Temple la primicia, a cambio de que la
Orden se haga cargo de los gastos del mantenimiento de las iglesias parroquiales de ambas
localidades: San Miguel y San Pedro en Castellote, y San Pedro y San Juan en Las Cuevas.
28.-
Martín Oveco y su mujer, Inés, venden por cincuenta sueldos a Guillermo de Badels, comendador de Castellote, unas nostras cassas, quas habemus infra muros de Castellot: ibíd.,
doc. 61, pp. 145-146.
55
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
esquina suroeste, a los pies de la ampliación, y otro en el sector más elevado.
Debemos suponer que la cerca contaría con sendos portales en su lado oriental,
pero no se han conservado.
La instalación de pobladores cristianos se produjo, casi con toda seguridad, a
mediados del siglo XII, alrededor de 114829. En esta línea profundiza un documento de 1221 copiado en el cartulario que recoge una investigación acerca
de ciertos litigios por límites municipales y afirma que, al buscar gentes que
pudieran aclarar la situación, trobaron homines ancianos qui fuerunt pobladores
de tems de moros et avien membranza de mas de LX annos30; lo cual nos lleva a
retroceder, al menos, hasta la década de 1160, algo más de veinte años antes del
primer documento conservado en el cartulario.
En 1197 los templarios otorgaron una carta de población a los vecinos, que se
ampliaría casi cincuenta años más tarde: en 124431. A lo largo de las líneas de
estos dos documentos se desprenden los nombres de gentes que habitaron Castellote: desde los señores hasta los concejos de las villas, pasando por nobles,
campesinos y artesanos, o el propio notario que suscribe32. En lo que respecta
a los templarios33, la comunidad de monjes no era muy numerosa (en torno a
seis freires). A la cabeza se encontraba el comendador o preceptor, una figura
cambiante, y cuyo origen era habitualmente externo al propio territorio aragonés
(procedente de casas cabeceras de Francia y Cataluña); el camarero y el capellán, por el contrario, son nombres que se repiten durante décadas en muchos
casos, mientras que los monjes que cuentan con la categoría de caballeros suelen
alternarse igualmente con frecuencia. Todos ellos intervenían en las decisiones
29.-
LALIENA, C., y ORTEGA, J., “Villas nuevas”, op. cit., pp. 171-173.
30.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 116, pp. 207-208.
31.-
Ibíd., doc. 7, pp. 77-78 y doc. 2, pp. 66-69.
32.-
El cartulario incluye un documento [ibíd., doc. 89, pp. 176-177] en el que el comendador
de Castellote entrega (a cambio de un censo anual) un solar para casas a Íñigo de Javierre,
justicia del lugar, por los servicios prestados. La documentación de los años siguientes
viene suscrita por quien entendemos es él mismo, en calidad de notario público.
33.-
Sobre la presencia templaria en la Península, véase RODRÍGUEZ-PICAVEA, E., Los monjes guerreros en los reinos hispánicos. Las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad Media, Madrid, 2008.
34.-
Bonsom de Villa en 1204 hace donación a la Casa del Temple de Castellote de sí mismo
(dono mecum ad illam mansionem) y de todas sus posesiones en Roviñán: ibíd., doc. 107,
pp. 196-197. En el mismo acuerdo se concreta que, una vez completado el primer año de
estancia en la comunidad, recibirá el hábito y la cruz como otro hermano más (completo
iam dicto anno, quod accipias habitu et crux sicut alius frater).
56
HISTORIA
2010
de la encomienda a través de los consejos o capítulos (cum consilio et auctoritate omnium fratrum se dice expresamente en los documentos). En otro nivel
se encuentran los denominados “donados”: laicos que decidían compartir los
últimos días de sus vidas con los monjes (ofreciendo a cambio del disfrute de
sus beneficios espirituales una jugosa donación), pero que no llegaban a hacer
los votos (aunque sí vestían el hábito templario)34. También deberíamos tener en
cuenta como habitantes de la casa del Temple a los domésticos, cuya existencia
es obvia a pesar de no dejar rastro en la documentación.
En lo concerniente a la esfera de los vasallos, los jurados y el justicia constituyen
el núcleo del gobierno de la villa35. Su tarea era representar a los vecinos, administrar los bienes, rentas y derechos del concejo, juzgar algunas causas menores
y defender la villa, principalmente36. Los señores se reservaban, no obstante, el
poder de juzgar y condenar a sus vasallos; y aunque la prohibición de derramar
sangre que afectaba al comendador como eclesiástico le obligaba a trasladar la
justicia señorial al rey, la imagen de dominio derivado de su estatus de señores
temporales quedaba intacta, reclamando y haciendo uso de sus derechos cuando
fuera necesario37.
Como ya hemos recalcado, la carta de población es uno de los documentos principales del cartulario. En ella se pretenden ordenar muchos aspectos de la vida
cotidiana a través de unas normas que calan en la población hasta tal punto que,
por ejemplo, el hecho de que el horno sea monopolio del señor condiciona la for35.-
El concejo de la villa se reunía “según la costumbre” en la iglesia de Castellote (San Miguel), tras ser convocados públicamente (omnes in simul et universum concilium, utriusque
loci congregatum in ecclesia de Castellot ad vocem preconis, sicut moris est): ibíd., doc. 8,
pp. 78-79.
36.-
En 1260 los concejos de Castellote y de las Cuevas renunciaron al derecho sobre justicias
y aportellados, que habían comprado previamente al maestre del Temple entre 1255 y
1256 (siendo comendador Bernardo de Pujalt). En el mismo documento se establecen las
condiciones sobre la concesión de nuevas tierras, y la explotación y acotación de espacios
comunes: ibíd., doc. 78, pp. 171-173. En 1268 los comendadores se reservan las primicias,
no sin que los concejos establezcan sus condiciones: ibíd., doc. 10, pp. 83-85.
37.-
En 1218 el Justicia de Aragón aceptó la validez de una sentencia capital pronunciada por
el justicia de Castellote, pero prohibió a los vecinos de dicha villa juzgar este tipo de casos
sin consentimiento del comendador del Temple: ibíd., doc. 10, pp. 81-82. El proceso descrito es el siguiente, en palabras del justicia de Castellote: “verbis et factis hoc homicidia
tam crudeliter et maliciose perpetua multorum testimonia comprobavit suficienter, et quia de
rauberia illa in domo et in companna eius inveni, ego, dictus Arnaldus, iusticia de Castellot,
recto iudicio et consilio et amonicione juratorum et concilium de Castellot, fecit ipsum Johannem, filium Mengoti Aurrerii, suspendere pro homicidiis istis et malefactis que fecerat”.
57
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
ma de la vivienda, puesto que no se necesita un espacio en la casa para el horno
de cocer pan. Para ello, en primer lugar, la carta de población delimita un espacio
que pretende organizar. El término municipal asignado a Castellote en la carta
de población de 1197 tiene una extensión aproximada de unos 415 kilómetros
cuadrados, correspondientes con los actuales núcleos poblacionales de Castellote,
Las Cuevas de Cañart, Abenfigo, Berge, Bordón, Dos Torres de Mercader, Jaganta, Ladruñán, Las Parras de Castellote, Las Planas, Luco de Bordón, Santolea y
Seno, y los caseríos de La Algecira, Crespol, Los Alagones y Torremocha; además
de fragmentos de términos limítrofes como Molinos, Ejulve y Villarluengo38. El
afán puesto en la delimitación de términos en las cartas de población se explica
por el interés de los señores en el control de la población, puesto que la aplicación
de la jurisdicción, de los deberes y también derechos de los habitantes, se restringe
a este espacio definido, cuyo alcance se concreta en este documento cuando se
especifica: “e los de Jaganta e de Bordon e d’Abella, que respondan de decimas
et de primicias a los señores, et de vezindat a los de Castellot”39.
Este diploma es muy breve y tiene la particularidad, con respecto a lo que entendemos como carta de población, de que no lo es en sentido estricto. Es decir, no
es un documento regulador emanado únicamente por la autoridad señorial, sino
que se trata de un acuerdo entre los habitantes, ya establecidos en el territorio, y
los nuevos señores feudales: los templarios. De esta manera, comienza diciendo:
“hoc est carta e memoria de convinencias quam facimus totos ipsos hommes de
Castellot cum nostros sennores de la Cavaleria” (“este es el documento y memoria de los convenios que hacemos todos los hombres de Castellote con nuestros señores de la Caballería”). Además de las delimitaciones territoriales, los
habitantes de la encomienda se comprometen a pagar a los templarios diezmos
y primicias y 300 sueldos de pecha anual, y a regirse por las normas establecidas
en el fuero de Zaragoza40.
38.-
La encomienda se ampliará en 1295 con La Ginebrosa, Camarón y Buñol, propiedad hasta
ese momento de Artal de Alagón, que las cambió a los templarios por los lugares de La
Zaida y Belloc, y derechos en otras localidades (como el horno de Pina de Ebro). En 1291
Camarón, que comprendía buena parte de los términos municipales actuales de Aguaviva
y Mas de las Matas, pasó a formar parte del término de la puebla de La Ginebrosa, junto
con los lugares de Buñol, la Torre de Abincidiel y Florencia: cfr. MARTÍN COSTEA, A.
y SERRANO FERRER, A., Camarón: historia y arqueología de una villa medieval y su
entorno, Mas de las Matas, 1984, pp. 46-56.
39.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 7, pp. 77-78.
40.-
Sobre la extensión del modelo legislativo implantado en el fuero zaragozano, véase: LEDESMA RUBIO, Mª L., “Las cartas de población aragonesas y su remisión a los fueros lo-
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HISTORIA
2010
Este amplio territorio contemplado en el documento pertenecía a los templarios,
dueños de la tierra y señores de los vasallos que allí se asentaban. De manera
que, para hacer efectivo su dominio sobre todos sus pobladores, la organización
del espacio debía responder necesariamente a una estructura social. Dentro de
los límites de la encomienda encontramos diferentes formas de poblamiento;
un poblamiento que, además, se encuentra jerarquizado en diferentes niveles.
El primero de ellos es el articulador del espacio político, cuya materialización
son los castillos. El castillo es la residencia señorial, centro de poder material y
simbólico, donde se administra la justicia y los campesinos deben entregar sus
rentas (dentro en el castiello de Castellot, estipulan muchos contratos). Por ello,
Castellote cuenta con su castillo (en el cartulario aparecen mencionados en las
inmediaciones otros, como los castra de Tronchón y Olocau). En este caso, las
torres constituirían su equivalente en una escala inferior. Dentro de la encomienda contamos con el núcleo de Dos Torres de Mercader (en época medieval
“de Castellot”), cuyo topónimo es clara evidencia de su origen41.
El segundo nivel en la jerarquización del hábitat está compuesto por las villas,
donde se concentra de manera ordenada la población. Castellote poseyó desde
muy temprano un régimen municipal autónomo, con jurados y justicias propios.
Además, contaba con varias parroquias y un mercado semanal. Las villas, que
en el siglo XIII son solamente Castellote y Las Cuevas, vertebran el siguiente
nivel de poblamiento: las aldeas. Una de las más importantes es Bordón, cuyos
propios vecinos reivindicaron una mayor relevancia política y la constitución de
concejo propio, independiente de la villa, hasta conseguirlo, ya bajo dominio de
la Orden de San Juan de Jerusalén, en 1367. Finalmente, en el último nivel se
organiza el hábitat disperso o semidisperso; aquél que en el cartulario aparece
nombrado con diferentes denominaciones, como villar, heredad o mas.
A este tipo de poblamiento intercalar pertenece la Fuente del Salz. En 1278,
Lorent Añón recibió de manos de los templarios el villar de Fuent Salz42, que
en la actualidad es un caserío próximo a Seno dedicado a explotación ganadera,
cales: la problemática del Fuero de Zaragoza”, Ius fugit, nº 1 (1992), pp. 63-78; y también,
AGUDO ROMEO, Mª M., “Una concesión de Alfonso I el Batallador a Tudela: el denominado Privilegio de los Veinte y los fueros de Zaragoza”, Navarra: memoria e imagen. Actas
del VI Congreso de Historia de Navarra, Pamplona, 2006, vol. 1, pp. 95-108.
41.-
En 1267 el comendador de Castellote concedió en ese lugar a Pascual de Don Garsión y a
su mujer, María Pedro, una torre con su cerca a cambio del pago anual de un par de gallinas:
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 73, p. 157.
42.-
Ibíd., doc. 36, pp. 124-125.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
pero que conserva entre sus estructuras una torre y los restos de lo que iba a
ser una ermita, decoradas con sendos escudos heráldicos, lo que nos ha llevado
a identificar ambas denominaciones con un mismo lugar. En 1264, Berenguer
de Villafranca, comendador de Castellote, había acordado con Pedro Buñol, de
Fuente del Salz, satisfacer un censo anual de tres sueldos y medio en sustitución
del pago del derecho del horno señorial por el mas43.
Con respecto a la organización del hábitat actual, hay algunas diferencias, pero
el mapa del poblamiento del siglo XIII puede casi superponerse a la cartografía
actual. Además, la documentación del cartulario nos permite llegar a la localización de despoblados, que ya en época medieval se habían abandonado y cuyos
terrenos se pusieron en cultivo entonces. El mejor especificado es el de Santolea
la Vieja, que abarca: “del azud en adelante, con las aguas que bajan de la peña
arriba; limita por todas partes con las heredades de Sancho Viello y Dos Torres,
y con el río Guadalope”44.
Ya hemos mencionado alguna de las obligaciones adquiridas por los pobladores
de la encomienda de Castellote. Entre los monopolios en manos de los señores estaban los molinos (tanto harineros como bataneros)45. Los habitantes de
Castellote estaban obligados a acudir al molino señorial, so pena de una multa
económica, salvo en el caso de que éste no ofreciera el servicio adecuado. Otro
monopolio de los freires era el de los hornos. Sabemos que el de Castellote se
encontraba en La Solana46. Esta obligación se salvaba en los lugares donde no
tenían uno próximo (por ejemplo los mases) con el pago de un impuesto conocido como hornaje (fornatge o fornaticum en los documentos), que les ahorraba
el desplazamiento hasta la villa para cocer el pan (fundamental en la dieta campesina), pudiendo hacerlo en sus propias casas. Más allá de estas obligaciones
puramente materiales, los vasallos del Temple debían otros servicios a sus señores, como el apoyo militar. En 1245 los concejos de Castellote y Las Cuevas
les reconocieron el derecho de hueste y cabalgada porque “nosotros y nuestros
predecesores siempre hicimos ejército o hueste con el maestre y los hermanos
del Temple cuando fuimos requeridos”47. Este derecho señorial estaba en franco
43.-
Ibíd., doc. 83, pp. 170-171.
44.-
“De zut in sursum, cum aquis vertunt de la pena in suso; quod afrontat ea de omnes partes
ad heredades de Sancio Viello et Duas Turras et rio qui est vocatur Guadalof”: ibíd., doc.
19, pp. 95-96.
45.-
Aparecen regulados en el acuerdo de 1244: ibíd., doc. 2, pp. 66-69.
46.-
1255: ibíd., doc. 26, pp. 105-106.
47.-
Ibíd., doc. 8, pp. 78-79.
60
HISTORIA
2010
retroceso en la Baja Edad Media, ya que eran frecuentes las luchas entre señores
feudales que recurrían a sus vasallos para llevar a cabo sus tropelías, sin que
este apoyo estuviera justificado por la primigenia defensa del territorio o por la
sacralizada lucha contra el Islam48.
Los templarios de Castellote se hicieron, como ya hemos visto, con numerosas
propiedades raíces, pero éstas se encontraban dispersas por todo el término de
la encomienda. Los señores (eclesiásticos o nobles) en los últimos siglos de la
Edad Media apenas explotaban directamente sus tierras, sino que las arrendaban
a campesinos a cambio del pago de una renta; y el caso de Castellote no es una
excepción. La mayoría de las noticias recogidas en el cartulario de Castellote se
refieren a concesiones de propiedades en régimen enfitéutico. En estas “cartas
de censo” (como se llaman en el cartulario) se establece qué se cede (un solar
para casas, unas viñas, un terreno sin cultivar), con sus delimitaciones y las condiciones de disfrute. Generalmente, estos contratos son a perpetuidad, aunque
hay algunos casos en los que se hacen de manera vitalicia (y entonces cambian
las condiciones, de manera que, por ejemplo, se contemplan en el acuerdo las
posibles mejoras que puedan hacerse)49. Por otro lado, los tomadores tienen una
cierta libertad en el disfrute de la tierra. En este sentido es fundamental el derecho a traspasar el bien a sus descendientes, a venderlo, cambiarlo, empeñarlo
o alienarlo de cualquier manera, con la excepción de los eclesiásticos o nobles
(en algunos casos se estipula la obligación de transferirlo sólo a vasallos del
Temple, para evitar perder una fuente de ingresos). Los freires se reservan, no
obstante, el derecho de tanteo, lo que significa que los enfiteutas están obligados
a avisarles con diez días de antelación de cualquier transacción, pero, a cambio,
ésta no estará cargada con ningún tipo de impuesto, ni los campesinos sujetos
por obligación expresa a la tierra, como pueda ocurrir en las mismas fechas en
otros lugares50.
Los pagos de los censos por estas propiedades se realizaban generalmente una
vez al año en unas fechas concretas del santoral, que coincidían con momentos
importantes de la vida en el campo. Fundamentalmente eran: Carnestolendas,
48.-
En 1386 el concejo de La Iglesuela considera obsoleto el derecho de hueste y cabalgada, al
que apela el comendador: BENITO RUANO, E., “La encomienda templaria y sanjuanista
de Cantavieja (Teruel)”, en Homenaje a don José María Lacarra de Miguel en su jubilación del profesorado, vol. III, Zaragoza, 1977, p. 158.
49.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 96, pp. 184-185.
50.-
GIRALT i RAVENTÓS, E. y SALRACH MARES, J.M. (coords.), Història agraria dels
països catalans. Vol. II: Edat Mitjana, Barcelona, 2004.
61
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Santa María de agosto, San Miguel de septiembre y Navidad (aunque también
los hay en enero). Directamente relacionadas con el ciclo agropecuario, estos
plazos se acordaban de esta manera porque en la mayoría de los casos se trataba
de un pago en especie, generalmente trigo u otro cereal; aunque conforme avanzamos en el tiempo estos pagos se saldan, cada vez más, en metálico.
62
HISTORIA
2010
EL CRECIMIENTO
DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIII
El lento proceso de asentamiento de la población en los territorios de la encomienda de Castellote desde finales del siglo XII se acelera en el último tercio del
siglo XIII, con un crecimiento poblacional y reordenación de la sociedad, que ha
dejado de ser frontera militar del reino. Los amplios términos entregados a los
templarios se van poniendo en explotación y cada vez se roturan más tierras por
una población más abundante. Durante el siglo XIII, Castellote experimenta una
fase de expansión protagonizada por nuevas roturaciones, progresivamente más
alejadas de los núcleos poblacionales y en los límites de la encomienda. Este
paisaje agrario en plena efervescencia no tenemos que imaginarlo muy diferente
al actual. En bancales de fondos de barranco y piedemontes triunfaba la tríada
mediterránea de olivo, viña y cereal. Como en el resto de Aragón, el trigo tenía
preferencia sobre otros cereales más bastos (como el ordio) a la hora de elaborar el preciado pan para el consumo propio, aunque se solían mezclar. El trigo
se sembraba tanto en regadío como en secano. Sin embargo, no es así para las
viñas, que aparecen vinculadas a acequias o a lugares “donde se riega”, al igual
que los olivos, en cuyas transacciones se incluye el agua para su riego (“con sus
aguas”, se especifica en muchos contratos del cartulario).
El vino era la bebida por excelencia del Occidente cristiano en época medieval,
aunque en poco se parecía a lo que entendemos por “vino” actualmente. Una
de las razones de su éxito era su gran contenido calórico, lo que lo convertía en
imprescindible en cualquier dieta campesina, pero además tenía la ventaja de
conservarse en buen estado durante largo tiempo (en algunos sitios era una bebida más segura que el agua, más difícil de obtener en buenas condiciones). Esta
última cualidad hacía del vino uno de los productos más comercializables, que
aportaba a las familias campesinas una fuente de ingresos de dinero en metálico.
Alternando con la viñas se situaban muchas veces los olivos, generalmente en
las márgenes de los campos de cereal, o bien en estrechas fajas aterrazadas que
escalaban por las laderas. Paralelamente, los productos procedentes de la huerta complementaban la alimentación familiar con hortalizas, frutas y legumbres
variadas, así como surtían de lino y cáñamo51 a sus cultivadores (que también
51.-
En 1268, Ramón de Zabastida, entre las posesiones de la Orden en la partida de Almarge,
entrega a treudo una hoya con pastos y huerta, de lo que exige que se entregue a los señores
la quinta parte de cáñamo y lino: DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 20, pp. 97-98.
63
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
aparecen nombrados en el cartulario) para la fabricación de tejidos comunes o
aparejos. También necesitaban de un riego constante las parcelas dedicadas al
forraje, y por ello se ubican junto a las corrientes de agua y en los fondos de
barranco. Todo lo cual requiere de un sistema de regadío, cuyo funcionamiento
exige una organización solidaria de los regantes, por ejemplo, para los turnos
de riego. En este sentido, a mediados del siglo XIII, los vecinos de Castellote
redactaron un memorial del reparto del agua de riego que hicieron respecto a los
lugares de Seno y Castellote el Viejo:
Et evenit fratribus Templi XI cavalerias et media.
Et de fratribus Hospitale, VI cavalerias.
Et de Sachio (sic) Cavero, II cavalerias et media.
Et A. de Gracia Sanz, II cavalerias.
A. Sancio de Ossa cum suis fratribus, I cavaleria.
Et Amenga Terazona cum suis filiis, Iª cavaleria.
Et a don Lop cum suis fratribus, Iª cavaleria.
Et a Gracia Poleta cum suis fratribus, Iª cavaleria.
A Johannis Amiger cum suis fratribus, pedonia.
De Covis cum suis fratribus, Iª pedonia.
Et habet concilium II cavalerias de comune52.
En este acuerdo se establecen las cantidades de agua correspondientes a cada
cultivador, aunque resulta claro que los señores (en este caso, tanto los freires
del Temple como los del Hospital), tenían preferencia, tanto en la cantidad a
percibir como en la prioridad, y así, se especifica que “los de Seno cogerán agua
cinco días y los de Castellote el Viejo, diez con los freires, en un total de quince
días. Y en estos diez días, los freires del Temple, tendrán cuatro días y tres noches y media de agua, y los de Seno, cinco días y cinco noches; y la escorrentía
debe ser del olivar del villar”.
En oposición a las zonas de cultivo, los yermos del término municipal eran
explotados de manera comunitaria en la mayoría de los casos. El aprovechamiento de las forestas y de los pastizales tenía un régimen específico que señores y concejos se afanaban en regular53. El pastoreo de piaras de cerdos y
la caza eran dos de las actividades más practicadas por los campesinos en el
52.-
Ibíd., doc. 115, p. 206.
53.-
Ibíd., doc. 84, pp. 171-173. El acuerdo entre los concejos de Castellote y Las Cuevas, y
los señores establece acotados o dehesas dominicales preexistentes en los montes y ríos de
pesca, caza y leña.
64
HISTORIA
2010
monte (además de otras menores, como la recolección de frutos silvestres),
que proporcionaba además leña, cuya recogida estaba restringida, ya que de
ella dependía el combustible fundamental para los hogares, además de material para la construcción, carbón, etc. Pero, sin duda, el más importante de los
recursos ofrecidos por los yermos, estrechamente vigilado por las autoridades
(y por los propios vecinos), eran los pastos para el ganado54. Los pastizales
debían abarcar la suficiente extensión de terreno (en detrimento de cultivos
y monte) para alimentar a los ganados propios, y muchas veces a los ajenos,
puesto que estos importantes patrimonios naturales se alquilaban a rebaños
trashumantes. Entre los ganados propios, los que tenían preferencia eran los
animales de tiro, detrás de los cuales venían los ganados “menudos”, que producían la preciada lana.
Los fueros aragoneses regulaban las roturaciones efectuadas en yermos o en el
monte de manera que quien “señalase un espacio y lo labrase, que fuera suyo
cuanto hubiera arado”, mientras en un período de tiempo más o menos largo
nadie viniera a reclamarlo. Entre los derechos que se arrogaban los señores se
encuentra el privilegio de disponer de las tierras libremente para entregarlas
a quien deseen; por ejemplo, a cambio de un censo, como hemos visto. Un
derecho con el que se hicieron los concejos de Castellote y Las Cuevas a mediados del siglo XIII, pero que devolvieron al comendador, eso sí, con algunas
limitaciones, como tener ambos municipios la capacidad de amojonar dehesas y
boalares, y cotos de caza y pesca55. Sin embargo, la facilidad para obtener tierras
cultivables de los primeros momentos tras la conquista tuvo su freno a mediados del siglo XIII. En esta coyuntura, el desarrollo agrario impone la necesidad
de explotar al máximo los recursos de las zonas cultivables, a lo que debemos
añadir la exigencia de obtener pastos para la creciente cabaña ganadera, que se
ve favorecida por la demanda de los mercados urbanos (Valencia es en estos
momentos un importante polo de atracción económica).
A este respecto, en las últimas décadas del Doscientos, un conjunto de documentación generada en la Cancillería real nos proporciona interesantes noticias de un conflicto territorial (al que no se hace referencia en el cartulario)
entre las encomiendas templarias de Castellote y Cantavieja, por un lado, y
54.-
SESMA MUÑOZ, J. Á., “Producción para el mercado, comercio y desarrollo mercantil en
espacios interiores (1250-1350): el modelo del sur de Aragón”, XXI Semana de Estudios
Medievales de Estella, Pamplona, 1995, pp. 205-246.
55.-
DE LA TORRE GONZALO, S., op. cit., doc. 84, pp. 171-173
65
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
el concejo de Olocau del Rey, por el otro56. En ese momento, en el que hay
unos derechos discutidos, el cartulario se perfila como arma defensiva para los
comendadores; lo que pone de manifiesto, a nuestro parecer, la primera motivación para su redacción. Durante las décadas de 1270 y 1280 los pobladores
de la localidad valenciana de Olocau (entonces propiedad del rey de Aragón),
estaban apropiándose de su término municipal y en condiciones de comenzar
a disputar el de poblaciones vecinas; esto es, Bordón, Tronchón, La Cuba y
Mirambel.
El conflicto se extiende a lo largo de los reinados de Pedro III (1276-1285) y Alfonso III (1285-1291), y se suceden tres comendadores en Castellote: Ramón de
Zabastida (mayo de 1277-agosto de 1278), Pons de Pontons (julio de 1280-octubre de 1281) y Arnalt de Castelví (marzo de 1283-mayo de 1306). La falta de
entendimiento entre los templarios de Castellote y Cantavieja y el justicia de
Olocau, Alamán López de Jasa, llevó a la intervención regia: de 1278 a 1289
los monarcas aragoneses envían órdenes a sus oficiales para que pongan orden
entre las partes. No obstante, nos parece conveniente retroceder a 1277, momento en el que se redacta una nueva partición de términos de Morella. Este hecho
es el detonante (o la evidencia) de la situación de pugna por la acaparación de
territorios en la zona. El problema no es nuevo, puesto que existe una concordia
(“después de muchos conflictos” dice el documento) de 1243 entre el castellán
de Amposta (máximo representante de los hospitalarios en la Corona de Aragón)
y el maestre del Temple referente a los términos de Olocau, y que se copia muy
convenientemente en el cartulario en 127657. Durante los dos primeros años el
rey intenta llegar a una solución interna, entre ambas partes. Sin embargo, la
situación va en progresivo empeoramiento y se inicia un proceso ante el Justicia
de Aragón en 1284. La dimensión del conflicto lleva finalmente a la restitución
de los términos de Olocau en 1289.
La importancia de los términos en litigio radica verosímilmente en su valor
para la ganadería. De hecho, un vistazo a la cartografía actual confirma la
importancia de la actividad pecuaria, si prestamos atención a topónimos que
hacen referencia a la existencia de dehesas, como el Monte del Bobalar. Tanto
los señores como los concejos intentan regularizar el crecimiento para que
éste no afecte al equilibrio entre cultivos, ganados y monte, poniendo límites
56.-
Para una selección de los mismos, véase ibíd., Anexo I, pp. 215-220. De nuevo, para una
descripción más detallada de los hechos, remitimos al lector a las pp. 37-46.
57.-
Ibíd., doc. 39, pp. 122-124.
66
HISTORIA
2010
a un crecimiento que se basa en criterios extensivos (y no de intensificación
de la producción), a costa de la colonización de nuevos terrenos dentro de los
límites municipales, cada vez más alejados de los núcleos de población. En el
caso de la encomienda de Castellote, las nuevas zonas de expansión de los de
Castellote y Las Cuevas estaban al sur, hacia Santolea y Bordón, en la frontera
con tierras valencianas, tal y como pone de manifiesto la entrega a censo en
el tercer cuarto del siglo XIII por parte de los señores de extensos terrenos a
grupos nutridos de cultivadores (a lo que parece matrimonios jóvenes) para su
puesta en marcha58.
Epílogo: el atentado contra el comendador
El último documento copiado en el cartulario tiene de fecha junio de 128359.
Ese verano coincide con un incidente tan destacable como es el intento de asesinato del comendador de Castellote Arnalt de Castelví60. Castelví acababa de
llegar al puesto ese mismo año. Tiempo, al parecer suficiente para que Aznar,
hijo de García Blasco de Castellote, lo golpease con la intención de acabar
con su vida. Por fortuna, la única víctima mortal del ataque fue el mulo sobre
el que el comendador iba montado. Ante semejante acto, intervino el rey, que
ordenó que se capturase al homicida y se le interrogase, actuando conforme
a derecho y fuero. No sabemos qué suerte corrió este Aznar, ni los motivos
que le llevaron a perpetrar esta tentativa, pero lo cierto es que no se trata de
un hecho aislado. Probablemente es la manifestación de una tensa situación
entre señores y vasallos, cada vez más conscientes éstos últimos de su poder.
En los mismos meses se estaba librando en Alcañiz una auténtica batalla entre
el comendador de Calatrava y el concejo de la villa61. Durante la primavera de
1283 se produjo una sublevación en Alcañiz y los vasallos sitiaron el castillo
hasta octubre con milicias campesinas procedentes de numerosas poblaciones
58.-
Santolea se entrega a censo en 1261 a cinco vecinos “heremam et populatam, cum aquis et
arboribus et cum herbis”: ibíd., doc. 19, pp. 95-96.
59.-
Pedro Ferrero de Oyvilla vende a Arnalt de Castelví, comendador de Castellote, un censo
anual de seis dineros al que está obligado Domingo Albalate, por precio de seis sueldos:
ibíd., doc. 105, p. 194.
60.-
Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Real Cancillería, Registro 62, folio 4v
(20/08/1283).
61.-
LALIENA CORBERA, C., Sistema social, estructura agraria y organización del poder en
el Bajo Aragón en la Edad Media (siglos XII-XV), Teruel, 2008, pp. 195-200.
67
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
bajoaragonesas. Castellote, que se encuentra cerca de Alcañiz, pudo contagiarse del clima de crispación que se vivía en el llano62.
No obstante, y ya para concluir, a pesar de lo dicho en estas últimas líneas, a
principios del siglo XIV en la encomienda de Castellote (y el Maestrazgo en
general), se alcanzó una situación económica y social francamente optimista.
De hecho, la crisis demográfica de mediados de esta centuria, que asoló Europa, no supuso una ruptura de este proceso de crecimiento, sino que operó una
transformación, que permitió asentar un modelo de reestructuración agrícola
basado en la clara orientación de la producción rural hacia el mercado63. Consecuentemente, durante los dos últimos siglos de la Edad Media, estas áreas del
Maestrazgo turolense64 consiguieron mantener una situación de relativo éxito
gracias al apoyo que supuso la prosperidad del mercado valenciano, que encontró en las serranías del sur de Aragón un lugar de intercambio de materias primas
y productos manufacturados.
Baylías
62.-
Es evidente un contexto local conflictivo, dentro de un claro ambiente antiseñorial, que
no desentona en una época de disputas con las localidades del entorno, y en vísperas de la
primera Unión: GONZÁLEZ ANTÓN, L., Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino
(1283-1301), 2 vols., Zaragoza, 1975.
63.-
LALIENA CORBERA, C., “La Edad Media”, en FERNÁNDEZ CLEMENTE, E. (dir.),
Historia de Aragón, Madrid, 2008, pp. 121-378.
64.-
Lo mismo podemos decir de Gúdar-Javalambre: CERCÓS VALLÉS, Mª.L.; MEDRANO
ADÁN, J.J., “La crisis bajomedieval en las sierras turolenses: un modelo de análisis local
(Puertomingalvo, 1400-1500)”, Anuario de Estudios Medievales, 34/1, Barcelona, 2004,
pp. 217-248.
68
EL ESPLENDOR
DEL MAESTRAZGO MEDIEVAL
Carlos Laliena Corbera*
* Universidad de Zaragoza.
HISTORIA
2010
INTRODUCCIÓN*
Como hemos visto a lo largo de esta mañana y esta tarde, Castellote ha constituído el centro de nuestra atención, y mi objetivo en esta última charla es integrarlo
dentro del conjunto del Maestrazgo medieval y dirigir mi mirada hacia un periodo algo más avanzado que el que han presentado Sandra de la Torre, el siglo
XIII, y Julián Ortega, que nos ha hablado de la etapa anterior, de la época de la
conquista por parte de los cristianos, en el siglo XII.
Me adelanto a decir que el periodo que va desde el siglo XIV al XVIII, a pesar
de tener algunas fases particularmente críticas, como consecuencia, por ejemplo, de la Peste negra, es probablemente el más brillante que ha experimentado
esta comarca. Es evidente que afirmaciones como ésta son relativas, y que ahora
cualquier persona, por modesta que sea su condición, vive de forma que cualquier comendador templario hubiera envidiado. Pero en términos comparativos,
hay que hacer énfasis en que el Maestrazgo atravesó una larga etapa de solidez
institucional y riqueza, insisto, en comparación con otros territorios. Además,
el Maestrazgo aragonés compartió este esplendor social y económico con las
vecinas tierras valencianas, organizadas alrededor de Morella, y en conexión,
precisamente, con la capital, Valencia.
•
Este texto reproduce la conferencia ofrecida en Castellote en el transcurso de las Jornadas.
Además, una parte de ella fue publicada en el libro P. RÚJULA, ed. Maestrazgo. Laberinto
de silencio, Teruel, 2003, aunque se han introducido importantes modificaciones.
71
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
La primera parte de este texto, pues, tratará de los señores, los templarios y
hospitalarios y mostraré la relación que se estableció en estos años entre ellos
y los campesinos a través de lo que llamamos las cartas de población. Y la segunda parte está destinada a mostrarles cómo el Maestrazgo se convirtió en un
territorio importante en la Corona de Aragón de la época del Gótico, el final de
la Edad Media.
SEÑORES Y CAMPESINOS
EN EL MAESTRAZGO MEDIEVAL
La documentación disponible para esta región no es muy abundante en ningún
momento de la Edad Media, como consecuencia de las destrucciones que se han
llevado a cabo a lo largo de toda la historia, a pesar de que Tronchón, Mirambel, Puertomingalvo, Miravete, por citar algunos pueblos, conservan archivos
muy importantes dentro de la Comunidad Autónoma y hay que seguir preservándolos con el máximo cuidado. Esta documentación incluye principalmente
pergaminos con privilegios otorgados por los señores a los diferentes pueblos
para estimular el asentamiento de nuevos pobladores y para arreglar las condiciones legales con las que se llevaba a cabo. Estos documentos responden a
problemas muy generales: cómo atraer inmigrantes, cómo regular los conflictos,
cómo repartir los recursos económicos locales, como equilibrar la autoridad y la
libertad, entre otros, y pueden ser vistos como acuerdos que nos informan sobre
las negociaciones entre señores y campesinos, al mismo tiempo que nos proporcionan indicaciones sobre los cambios sociales e institucionales.
Las cartas de población son documentos concedidos desde el poder y tienen
como objetivo ratificar la dominación señorial. ¿Quienes son los señores? Desde
el siglo XIV, al menos, esta comarca era conocida como “Las Bailías”, que se
refiere a un sinónimo de “encomiendas”, que constituían las circunscripciones
administrativas creadas por las dos grandes Órdenes Militares, el Temple y San
Juan del Hospital. Este nombre, antecedente del de “Maestrazgo”, que se ha extendido desde Castellón y hace referencia a los dominios del maestre de la también Orden Militar de Montesa, diferente de las anteriores, sugiere claramente
que estas Órdenes eran dueñas de la mayor parte del territorio.
Como es bien sabido, la Orden del Temple se fundó a comienzos del siglo XII
con la finalidad de proteger los Santos Lugares y instaló su sede central (al
menos hasta 1187) en el llamado Templo de Salomón, en realidad una parte del
palacio real en la zona de la mezquita de Omar. Pocos años después de su crea72
HISTORIA
2010
ción comenzó a reclutar caballeros en Europa y, muy pronto también, a recibir
generosos donativos distribuidos por todo el occidente. El más significativo, al
menos en lo que nos interesa, tuvo lugar en 1131, cuando Alfonso I les entregó
un tercio del reino de Aragón. El asunto no fue a más, entre otras cosas por que
la capacidad del Temple en este momento no era ni mucho menos suficiente para
hacerse cargo de esta pesada herencia, pero Ramón Berenguer IV y sus sucesores hicieron importantes concesiones de tierras, bienes y, sobre todo, señoríos.
Sin entrar en detalles, en nuestra comarca, el Temple obtuvo las localidades de
Castellote, Villarluengo, Mirambel, Cantavieja y La Iglesuela del Cid, en parte a
través de la fusión con otra Orden muy secundaria y de vida breve, la del Santo
Redentor, a la que algunos de estos lugares habían sido entregados previamente
por Alfonso II.
La Orden del Hospital de San Juan es algo anterior a la del Temple y tenía como
objetivo atender a los peregrinos; de ahí su nombre. Incluso hacia 1100 tenía ya
algunas dependencias en Italia y otros lugares con esta finalidad caritativa. En
Tierra Santa, sin embargo, cuidar a los peregrinos suponía involucrarse militarmente en la defensa de los caminos y en la protección de los convoyes y caravanas que llegaban a Jerusalén. Más o menos en la misma época que el Temple, el
Hospital derivó hacia la misma peculiar combinación de monjes-caballeros. Y, a
partir de ahí, la historia es muy similar: copartícipes de la donación de Alfonso
el Batallador, con un pacto parecido con Ramón Berenguer IV y con importantes
posesiones en Aragón, si bien en esta zona más limitadas que las del Temple:
Aliaga, Miravete y Villarroya de los Pinares.
Luego me centraré en los aspectos señoriales, pero ahora señalaré alguna cosa
sobre las características de estas instituciones. Las Órdenes fueron el resultado
de una peculiar combinación de factores que se dan en el siglo XI. En ese periodo, digamos entre el año mil y 1150, los monasterios se convirtieron en una
alternativa para millares de nobles que experimentaban una profunda necesidad
de llevar a cabo un modo de vida distinto de la guerra, la caza y los banquetes.
Durante esa misma etapa, se desarrolló cada vez más la idea de que existían
formas de violencia justa e injusta, y, entre las primeras, la guerra contra los
enemigos de la fe era la quintaesencia de la justicia y el sacrificio personal. Las
Órdenes se situan en la confluencia de estos conceptos, por un lado la idea de
guerra sagrada, aprobada por Dios, contra los musulmanes (en Tierra Santa o en
España, eso da igual), y por otro la idea de un despojo de los bienes terrenales,
de un abandono del mundo laico. Así, con la cruzada, en Jerusalén, se constituyeron estas agrupaciones de caballeros que mantenían su actividad militar
73
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
pero le añadían un componente monástico. Este componente incluía los votos
de castidad, obediencia y pobreza (éste último entendido a nivel personal, no colectivo, puesto que las Órdenes recibieron y acumularon enormes riquezas para
cumplir sus objetivos de defender los Lugares Santos). Con el tiempo, las Órdenes se organizaron de una manera escalonada: en el caso de los Hospitalarios, se
creó a mediados del siglo XII una Castellanía de Amposta, con autoridad sobre
toda la Corona de Aragón, por debajo de la cual había una serie de encomiendas, que es como se denominaban las unidades administrativas inferiores, que
agrupaban normalmente a varias localidades alrededor de un núcleo de frailes,
asentado en una población principal, como Aliaga. Esta denominación alternaba
con la de “bailía”, que ya he comentado.
No hace falta decir que los caballeros de las Órdenes combatieron en los ejércitos aragoneses, sobre todo durante la conquista de Valencia, y que siguieron
siempre sosteniendo económicamente y con hombres el esfuerzo militar en Tierra Santa. De hecho, uno de los maestres hospitalarios más destacados fue Juan
Fernández de Heredia, de una familia nobiliaria procedente del sur de Aragón. Y
no fue el único. Por ejemplo, se puede citar a un comendador hospitalario, que
actúa de enlace entre aragoneses y valencianos durante el Interregno, es decir, el
periodo en que Aragón está sin rey, antes del Compromiso de Caspe, un comendador que se llamaba Íñigo de Alfaro, que fue el último en salir en una galera a
toda prisa de Esmirna, cuando los turcos del sultán Bayaceto conquistaron esta
ciudad en Turquía en 1402. Estos frailes hospitalarios, por tanto, se movían a
escala de todo el Mediterráneo, y no eran solamente unos aburridos señores
locales, viviendo en su caserón en el pueblo.
A partir de este punto me referiré sobre todo a Castellote, Aliaga y Cantavieja,
que me servirán de ejemplo para el conjunto del Maestrazgo.
Un rápido exámen de los planos actuales de estos tres lugares demuestra que
son fundaciones de finales del siglo XII, creadas sin tomar en consideración las
anteriores aldeas musulmanas. Como indica Sandra de la Torre, en Castellote se
puede observar que los solares para las casas y las calles fueron trazados sobre
un área de regadío formada por terrazas escalonadas, que aprovechaban el agua
de fuentes y pozos. La decisión de colocar la zona de residencia en este punto
supuso, por tanto, la pérdida de un terrazgo agrícola aparentemente importante
en un área montañosa y escasa en tierras irrigadas. Sin embargo, para los pobladores cristianos los criterios esenciales tenían relativamente poco que ver con
factores productivos. Para ellos, lo fundamental era la vinculación con el castillo
y, sobre todo, colocar la nueva localidad en el centro del territorio organizado
74
HISTORIA
2010
alrededor de la fortificación señorial y que explotaban las gentes que la habitaban o la iban a habitar.
El segundo aspecto fundamental de estos nuevos pueblos era que eran compactos, bien organizados y planificados, algo muy diferente tanto de las alquerías
musulmanas anteriores, formadas por caseríos dispersos, como de los pueblos
del Pirineo, de Cataluña o del Sur de Francia, de los que procedían los inmigrantes que acudían a estos lugares para poblarlos. Crear estos pueblos agrupados
tenía un sentido para estas gentes: era una forma de garantizar la solidaridad
mutua, la cooperación para poner en cultivo tierras, para defenderse en tierra
de frontera y para frenar a los señores. Vivir juntos suponía trabajar juntos y
cooperar en las tareas colectivas.
La mejor expresión de esta relación comunitaria era la creación de muros que
cerraban la localidad. En Castellote se observa la existencia de un primer recinto
amurallado que reunía cuatro calles alargadas que se sitúan bajo la iglesia, que
puede datar de la primera mitad del siglo XIII, y una ampliación de la muralla
posterior (¿siglo XIV?) para englobar el espacio urbano surgido posteriormente,
fruto del crecimiento demográfico. En Cantavieja es posible que haya una parte
más antigua, adosada al castillo templario, y una prolongación de las principales
calles algo posterior, siempre dentro del siglo XIII, con un muro que en algunos
tramos estaba formado por las fachadas traseras de las casas, de piedra y unidas
unas a otras. Por el contrario, Aliaga es una de las relativamente escasas poblaciones de la región que no contaba con un recinto de piedra. Al menos, en apariencia, fue planificada con una estructura de calle única alargada y este modelo
se adaptaba mal a la posibilidad de edificar un muro defensivo.
La situación de la iglesia en el pueblo es también un símbolo de otro género
de solidaridad, a la que los pobladores concedían una notable importancia;
la equidistancia de la iglesia, al menos inicialmente, de la casa de cualquier
poblador es un signo de uniformidad y equilibrio social. Se podría decir una
iglesia, una parroquia, un hábitat. Los habitantes de estos burgos castrales
pensaban que la iglesia era suya y, hasta cierto punto, lo era. Los Fueros de
Zaragoza, vigentes en Castellote y Cantavieja, reconocían a los vecinos el
disfrute de las primicias (una parte de la producción agrícola entregada a la
iglesia parroquial) a cambio de que se hicieran cargo del mantenimiento de la
iglesia. Las primicias podían (durante en el siglo XIV) ser usadas para otros
fines colectivos, como por ejemplo, reparar las murallas. En estos lugares del
Maestrazgo, los templarios se reservaron las primicias, luego esto no ocurría
igual que en todas poblaciones, pero la noción de que la iglesia como edificio y
75
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
como centro de la vida local era competencia de la comunidad rural me parece
que se manifiesta igualmente.
En 1225, los templarios otorgaron una carta a los habitantes de Cantavieja, en
la que, entre otras cosas, les cedieron todos los recursos naturales del territorio
circundante, “como se suele hacer en [la fundación de] otras poblaciones”. Entre
ellos, la caza y la pesca eran importantes, hasta el punto de que había cazadores
profesionales “que no tienen heredad” y pagaban como tributo a los frailes la
cuarta parte de un ciervo cada año, pero lo fundamental en esta concesión eran
los pastos y la madera. La explotación de los bienes comunales era colectiva
y el único modo de participar en ella era disfrutar del derecho de vecindad, un
derecho que se ejercía a través de la residencia. Por tanto, se puede poner en
relación la instalación en la villa, el beneficio de la vecindad y el acceso a los
recursos comunitarios.
De nuestros tres ejemplos, la carta de Aliaga es la que manera más explícita señala que la posesión de casas en estas poblaciones se vinculaba a una protección
específica de los bienes y las personas. La inviolavilidad de la casa de los vecinos, por ejemplo, es muy significativa de la conexión entre el hecho de vivir en
un pueblo y disponer de una serie de garantías especiales proporcionadas por la
comunidad. Estas garantías tenían contrapartidas: combatir con la milicia local
(con caballo, cuando lo había) y contribuir a las cargas fiscales de la comunidad.
En este aspecto, los consejos y los señores estaban de acuerdo en que no podían
tener casas y tierras quienes no fueran vecinos de los respectivos lugares.
El poblamiento agrupado reunía todos estos elementos —residencia, defensa,
sociabilidad, recursos colectivos, protección— e incorporaba otros sobre los que
volveremos, como las instituciones campesinas y el mercado, que, en esta zona,
son inseparables de este tipo de habitat.
Durante el siglo XIII se produjo en esta región montañosa un importante crecimiento de la población, que se tradujo en una intensificación del aprovechamiento
del espacio agrícola, tal y como señala Sandra de la Torre. Las concesiones de
tierras para roturar son indicativas de cómo se producía el aumento de las tierras
labradas. El mismo documento permite observar que los pobladores bien asentados también obtuvieron permiso de la Orden para ampliar sus campos: “queremos
que cada uno de los vecinos pueda roturar junto a su campo”, dice el texto. El problema fundamental en esta zona era que los terrazgos cultivados se hallaban cada
vez más alejados del centro de poblamiento, sea Castellote, Cantavieja, Aliaga
o cualquier otra localidad. La fragmentación del espacio agrario imponía largos
desplazamientos a los campesinos o, como alternativa, la creación de bordas y
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HISTORIA
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construcciones temporales vinculados a las explotaciones. Así, con el nombre de
“mas” se formó una constelación de asentamientos dispersos que flotaba alrededor
de cada una de las grandes localidades. No se trataba, sin embargo, de unidades
aisladas sino más bien de pequeños caseríos que se formaban en las cuencas interiores creadas por los ríos como el Guadalope y sus afluentes.
El ejemplo del territorio de Castellote es muy indicativo. Además de los dos
hábitats centrales, Castellote y Las Cuevas, aparecieron durante el siglo XIII
hasta quince lugares que contaban cada uno de ellos entre 5 y 30 familias. A diferencia de los pueblos centrales, estos caseríos se formaban mediante la adición
desordenada de “casas-bloque”, es decir, unidades de residencia familiar y edificios anexos, que no respetaban ningún plano preestablecido y apenas algunos
elementos topográficos o señoriales (castillo, iglesia).
Hacia el suroeste, las condiciones del terreno se hacían demasiado difíciles para
sostener estos caseríos semidispersos y los “mases” se multiplicaban diseminados, en función de las exigencias de la actividad pastoril. La aparición del
hábitat semidisperso y disperso en esta región, por tanto, es un fenómeno del
siglo XIII, ligado a la fase más avanzada del crecimiento agrario, y responde a
una adaptación a las peculiares características del medio geográfico de montaña
y, en particular, al desarrollo de la ganadería.
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
EN LA BAJA EDAD MEDIA
Como es sabido, los siglos bajomedievales constituyen un periodo marcado decisivamente por la aparición de las epidemias de peste como un componente
fundamental de la dinámica demográfica. La estructura y la evolución de la
población del Maestrazgo a corto y largo plazo se vieron muy afectada por este
componente catastrófico de la mortalidad, ya de por sí elevada. Debemos, sin
embargo, evitar la impresión de una etapa de crisis, dominada por una muerte
cercana y opresiva, para insistir en que las gentes, y en particular las del Aragón
meridional, resistieron con entereza los embates de la peste, reconstruyeron incesantemente sus familias y modificaron sus comportamientos económicos para
obtener los mejores rendimientos de un mundo cambiante.
Las oleadas de peste que afectaron a la comarca fueron, cuando menos, las de
1348, 1362, 1375 y 1410, aunque puede haber otras intermedias que desconocemos. En el siglo XV, la enfermedad continuó siendo endémica, si bien es más
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
difícil averiguar sus fases de incidencia, al tener un carácter menos general. A
pesar de que existen pocos estudios sobre esta cuestión puede admitir que los
siglos bajomedievales contemplaron un declive más o menos continuo de la
población, que alcanzó mínimos a finales del siglo XV, como reflejaría el censo
de 1495. Es probable, sin embargo, que esta visión del ciclo demográfico no
sea del todo correcta, de modo que, en realidad, la fase crítica de la curva de la
población deba situarse hacia 1380-1400. A este periodo sucedería una etapa
de estabilidad dentro de niveles bajos, para reiniciar un alza de la población en
algún momento de los años centrales del siglo XV, que prosiguió ininterrumpidamente en la centuria siguiente.
La recaudación de un impuesto en 1397, permite señalar que el territorio de
las Bailías tenía 2.647 fuegos de monedaje, es decir, que en él vivían entre
9.300 y 10.500 personas, con una probabilidad mayor en favor de la cifra
más elevada, ya que en el censo no se incluyen clérigos, nobles ni pobres
de solemnidad. Se trata, tanto en números absolutos, como en relación con
la densidad, de la mitad de la población de 1787 (21.427 almas), que debe
considerarse prácticamente el máximo que podía soportar la zona con una
economía tradicional.
Es importante destacar, además, que los detallados libros de estimaciones fiscales de Puertomingalvo nos ponen en contacto con una realidad dual en estas
localidades de las sierras: una cantidad nada desdeñable de familias desaparecía
entre cada uno de los controles que llevaba a cabo el concejo, mientras un grupo
selecto de linajes campesinos permanecía estable secularmente. Es decir, cada
año entre el 2 y el 4 % de los apellidos se perdían, a veces (no siempre) siendo
sustituidos por otros, lo que suponía una renovación continua de la población
que, no obstante, como he señalado, no afectaba a la elite campesina, fuertemente enraizada en la localidad. Este fenómeno era usual en toda la región, sin duda.
Una parte de esta desaparición era debida a causas biológicas, que llevaban a
la extinción a algunas familias, pero otra era resultado de la emigración, sobre
todo hacia Valencia, una tierra con la que los vínculos eran muy intensos, debido sobre todo a la trashumancia ganadera, y que ejercía una perpetua atracción
derivada de su ambiente urbano y cosmopolita.
De acuerdo con el recuento de 1397, la estructura del poblamiento reflejaba un
triple fenómeno: por una parte, la presencia de núcleos de poblamiento agrupado y rodeado de murallas, de dimensiones significativas, como Cantavieja, Las
Cuevas de Cañart, Castellote, Mirambel, Tronchón, Peñarroya, Fortanete, con
ochocientos a mil quinientos habitantes —siempre como mínimo—, escoltados
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HISTORIA
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por algunos lugares que contaban de doscientos a trescientos habitantes —Bordón, Luco...— rodeados, a su vez, por una aureola de poblamiento disperso
formado por caseríos y masadas o mases, con un aspecto material que se observa
mal en esta fuente, pero que, en todo caso, tenían entre cincuenta y setenta habitantes por bloque de masadas que, como su nombre sugiere, no solían mostrar
aspecto de un caserío homogéneo y compacto.
Podemos razonar con cierta seguridad sobre la estructura económica de la comarca. Ante todo, conviene resaltar que se trataba de un área profundamente
rural, en la que las ciudades más cercanas (Alcañiz, Teruel, San Mateo, Valencia, Zaragoza) se encontraban muy alejadas. Cabría pensar que esto distanciaba
a los habitantes del Maestrazgo de los mercados mediterráneos, pero esto no
era así. Sin embargo, es cierto que se trataba de una zona en la que el autoabastecimiento era un factor decisivo en la orientación económica de las unidades
campesinas. En 1489, en Puertomingalvo, el 75 % de los contribuyentes tenían
campos y ganado, mientras que el 15’7 % tenían únicamente tierra (y se trataba
de los más ricos de la localidad) y el 7’8 % solamente ganado: como se deduce
de estos datos, la dedicación agropecuaria era esencial en la estructura productiva. El retroceso de la población en el siglo XIV no fue un obstáculo para que
se mantuviera alto el nivel de ocupación de la tierra, con un amplio predominio
del cultivo cerealista, lógico si tenemos en cuenta que la altura imponía fuertes
restricciones a la viticultura y al transporte comercial de grano para la alimentación. Es importante subrayar que tuvieron lugar en este periodo movimientos
apreciables en toda la región bajoaragonesa, tendentes a disminuir la parte de los
cereales pobres (hordio, centeno, avena) en la producción de grano, en beneficio
del trigo, a pesar de sus rendimientos inferiores sobre los suelos de montaña.
Asimismo, se abandonaron paulatinamente muchas viñas, consecuencia de la
baja calidad de los vinos que proporcionaban y de la llegada de mejores caldos
provenientes de los territorios con los que aumentaban los nexos comerciales.
En conjunto, pensamos que la producción cerealista del Maestrazgo era suficiente como para completar las necesidades normales y que daba lugar a unos
modestos excedentes que eran exportados hacia los mercados castellonenses,
como figura, por ejemplo, en los registros aduaneros de 1451-1452 de Linares
de Mora, que muestran a medio centenar de campesinos transportando pequeñas
cantidades de cereal para venderlos en estas localidades.
La ganadería ovina, destinada a la producción de lana, era el segundo componente esencial de la economía agraria de esta región serrana. La transformación de los rebaños estantes en cabañas trashumantes se inició hacia 1250,
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
cuando las ovejas del sur de Aragón se integraron en un circuito amplio con
las del norte de Valencia, para compartir los pastos de verano en la montaña
del Maestrazgo (con Teruel y Albarracín), junto con los de invierno en las
planicies costeras. El acotamiento de dehesas y los enfrentamientos entre los
pueblos vecinos por cuestiones de pastos son fenómenos que sugieren que, a
finales del siglo XIII, se llegó a una situación en la que el aprovechamiento de
los pastizales debía ser regulado para poder continuar el ritmo de crecimiento
de las cabañas. Desde la década de 1330, se acentuó la complejidad de los
negocios alrededor de la lana del Maestrazgo: aparición de contratos a medias para explotar los hatos, compraventas especializadas de lana y compras
adelantadas a los ganaderos, son algunas de las novedades que hallamos. El
desarrollo pecuario posterior obligó a extremar la sofisticación de las técnicas
de pastoreo para utilizar al máximo los recursos de la montaña ibérica y de
las hierbas de las ‘masadas’ o ‘mases’, de forma que ganados estantes y trashumantes se conjugaban para situarse, probablemente, en el techo histórico
de las posibilidades de la región en la segunda mitad del siglo XIV. Desde los
años finales de este siglo, los representantes de los mercaderes italianos, entre
los que destacaban los florentinos, adquirían lana en los centros productores
del Maestrazgo, lo que indica la integración de esta producción en el próspero
comercio del Mediterráneo occidental. Este primer impulso colonial, obra de
los italianos, fue sustituido paulatinamente por un comercio lanero en manos
de comerciantes locales o regionales, que actuaban como intermediarios de
los extranjeros, colocando la lana en los puertos levantinos para su exportación.
La eficiencia de este sistema pastoril, que unía la trashumancia y la ganadería
local, no debe ser subestimada puesto que generó un flujo de riqueza muy destacado y, sobre todo, constante. Valdrá como ejemplo señalar el de Puertomingalvo, cuyos vecinos poseían, en la segunda mitad del siglo XV, una cabaña total
compuesta por más de diez mil cabezas, repartidas de manera muy uniforme en
rebaños familiares, señal de que ningúna explotación campesina podía permanecer al margen de esta fuente de ingresos.
Aparentemente, la abundancia de materia prima contribuyó a fomentar las actividades artesanales locales, si bien tal vez sería mejor designarlas con una
expresión que ha hecho fortuna, la de industrias rurales. En efecto, los inventarios de bienes, las estimaciones fiscales y los registros aduaneros de los años
cincuenta del siglo XV coinciden en señalar la existencia de una modesta producción de paños de baja calidad: palmella (un tejido ordinario similar al que
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HISTORIA
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se fabricaba en Cuenca), dieziocheno (un paño poco espeso), trapos morenos,
pardillos y crudos (el color parduzco o la falta de tinte indicaban el poco valor
del paño), cordellat (tejidos bastos de lana con la trama en forma de cordoncillo)
y las pezetas (pequeñas piezas de paño). Como se puede observar, son paños de
lana resultantes de una manufactura de aspiraciones muy limitadas. Sin embargo, se trata de textiles que no requerían excesivo equipamiento ni herramienta,
como tampoco elevados costes o un largo aprendizaje técnico, que contribuían
a sostener muchas economías domésticas en toda la serranía ibérica, empleando
la mano de obra poco ocupada en los largos meses invernales. Todo ello en la
medida en que estos productos eran requeridos cada vez más por unos consumidores de escaso nivel adquisitivo, pero cuya demanda no cesaba de crecer en
este periodo.
La manipulación —lavado, tejido y teñido— de las lanas constituía tan sólo una
parte de la variada gama de ocupaciones de los campesinos de las Bailías, con
las que se procuraban ingresos complementarios de una agricultura de expectativas limitadas. De este modo, la producción de miel y cera estaba lejos de ser
pequeña y se orientaba, en parte, hacia los mercados del norte de Valencia. La
madera era también un producto importante para la exportación, derivado de
una cuidadosa explotación forestal, al que se sumaban al carbón y a la ceniza
(usada para elaborar jabón y para tratar los cueros), así como a otros derivados
como la pez, el alquitrán y el olio de enebro. La fruta tenía probablemente una
cierta participación en el comercio intrarregional: granadas, higos pasos y tal
vez peras y manzanas, si podemos aplicar al Maestrazgo los datos que poseemos
para las localidades cercanas del área turolense. Ninguno de estos artículos tenía
un elevado precio, ni era susceptible de una vasta explotación, pero su activa
circulación muestra claramente hasta qué punto las gentes de esta región se hallaban integradas en las redes mercantiles configuradas en esta época y estaban
dispuestas a movilizar todos los recursos a su alcance para asegurar la renta de
sus familias.
Justamente, esa es la conclusión que merece la pena extraer de estas indicaciones: el Maestrazgo iniciaba en la segunda mitad del siglo XIV —si no antes—
un largo camino de desarrollo económico en el que resultaron fundamentales
una sabia adaptación a las posibilidades de un medio ecológico difícil, basada
en la cerealicultura y el pastoralismo ovino, un habilidoso aprovechamiento de
las oportunidades que la montaña ofrecía y una adecuación a las necesidades de
unos mercados mediterráneos en plena expansión, que demandaban múltiples
productos semimanufacturados y tejidos de bajo coste.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
EL MAESTRAZGO ANTE LA MODERNIDAD
Para describir la sociedad del Maestrazgo en el otoño de la Edad Media, retengamos tres ideas fundamentales: en primer lugar, la estructura señorial apenas
experimentó modificaciones; en segundo, la desigualdad social fue menos marcada que en otras áreas del reino; y, finalmente, la estabilidad fue la nota predominante en la evolución, en especial en el transcurso del siglo XV.
Con respecto a las estructuras de poder señoriales, solamente cabe señalar que,
durante el reinado de Juan II, el monarca utilizó el derecho de patronazgo que
tenía sobre las Órdenes Militares —en esta época ya muy debilitadas— para
entregar en 1462 a Juan Fernández de Híjar, uno de los grandes nobles aragoneses, las bailías de Aliaga y Castellote, con el título condal. En 1483, Fernando
el Católico renovó esta concesión, a la que incorporó el título de duque para
Aliaga y sus lugares anexos. Aunque estas generosidades reales no han sido suficientemente estudiadas, sabemos con certeza que esto no supuso la enajenación
completa de la posesión de estas localidades para la Orden del Hospital, si bien
sus rentas fueron traspasadas a este linaje nobiliario. Rentas que, no obstante,
no cambiaron en absoluto en su formato o en sus dimensiones y reflejaban un
estado de cosas que se remontaba a las cartas de franquicia del siglo XIII, que, a
la altura del Cuatrocientos, significaba más bien poco en términos económicos.
Tampoco los fenómenos de control social parecen haber sido muy agobiantes,
en lo que concierne a la intervención de los señores laicos, los comendadores de
las Órdenes o sus representantes. Un amplio distanciamiento de la gestión de los
señoríos fue la característica principal del régimen señorial en la Edad Media
tardía, suplantado ampliamente por un Estado cada vez más intervencionista, en
especial en el ámbito de la fiscalidad.
Más interesante es, quizá, el hecho de que se trata de una sociedad en la que el
equilibrio social resulta llamativo. La ausencia de ciudades, el relativamente escaso peso de los grupos especializados en el comercio y la limitada intervención
en los mercados de capitales hacían que la inmensa mayoría de los habitantes
de la comarca se movieran en unos niveles de riqueza modestos. Tomemos, una
vez más, el ejemplo de Puertomingalvo, muy representativo de las localidades
de la montaña ibérica: en 1440, una estimación de los bienes puso de relieve que
256 de los 307 contribuyentes declararon menos de 5.000 sueldos de patrimonio
personal o familiar, en tanto que 51 rebasaron esta cantidad, nada excesiva. De
hecho, la capacidad económica manifestada por los más acomodados, con alguna salvedad, como las familias Nadal y, sobre todo, Poma, oscilaba entre diez
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HISTORIA
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y veinte veces las valoraciones de las propiedades de los menos favorecidos, lo
que supone un abanico bastante limitado, en comparación con las diferencias
que se aprecian en poblaciones urbanas o semiurbanas del Valle del Ebro, por
no mencionar la propia Zaragoza. No obstante, es preciso recordar que los bienes imponibles no eran todos los que componían una fortuna familiar y que las
estimaciones se hacían de manera poco precisa en lo que se refiere al dinero contante y otros ingresos en productos, lo que significa que estas cifras constituyen
un mínimo del valor de las propiedades de estos contribuyentes.
Como es lógico, el grueso de las gentes del Maestrazgo vivía de la combinación
de tierras cerealistas —mases y piezas, alguna viña y pequeños huertos—, así
como de reducidas cabañas de ovejas y cabras, por lo que denominar al conjunto
social como campesinos es muy razonable. En él hay pocas diferencias laborales: algunos molineros, herreros, carpinteros, pelaires, pelliceros, sastres, carniceros y panaderos, nunca demasiado numerosos en cada uno de los pueblos,
todos los cuales, además, trabajaban la tierra. A la inversa, las mujeres hilaban
y, con ellas, sus maridos tejían o cardaban lana, sin reclamar por ello un estatuto
específico como artesanos. Añadamos varios curas en todas las localidades, que
normalmente se situaban en el escalón mediano de la jerarquía de social y casi
siempre procedían de las familias de la elite local, así como algunos notarios,
cuya posición variaba mucho, desde aquellos que eran simples escribanos a los
que tenían un estatus social elevado y considerables rentas de capital. Los condicionantes de un entorno montañoso dejaban poco margen para la creación de
talleres artesanales y sistemas productivos complejos. Muy al contrario, incitaban a la polivalencia, la multiplicidad de ocupaciones, articulada siempre con
relación al sector agrario, netamente dominante.
En la segunda mitad del siglo XV, instituciones de solidaridad concejil que favorecían la estabilidad del conjunto de la población. La difusión de pósitos de
cereales o cambras, que prestaban cantidades uniformes a los campesinos para
la siembra, está bien atestiguada y, como cabe suponer, creaba un colchón de seguridad en los años dificiles. El papel que jugaban las cofradías, que se multiplicaron en esta etapa, era similar, aunque tenía otros perfiles. La insistencia en los
valores comunitarios y en las muestras de solidaridad contribuían, seguramente,
a generar una cierta redistribución de la renta que no conviene subestimar por
mucho que sea complicado medirla. Sucede algo parecido con la creación de
hospitales, tanto de los concejos como favorecidos por donantes privilegiados,
puesto que, más allá de los beneficios sociales, fomentaban un cierto grado de
transferencia de riqueza. Todo ello se combinaba con un sistema fiscal propor83
Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
cional pero no progresivo, con el cual los más ricos pagaban más que las capas
intermedias y bajas, pero no contribuían en absoluto de acuerdo a su riqueza.
Ciertamente, los concejos se habían convertido en la Baja Edad Media en espacios políticos en los que el predominio de un grupo de propietarios, notarios
y mercaderes acomodados se combinaba con políticas destinadas a integrar al
grueso de la población, con un éxito notable. Es probable, aunque está por demostrar, que la modulación de las exigencias fiscales, acompañada de la emisión
de deuda mediante censales, interpusiera un elemento amortiguador de las demandas del Estado, tanto del rey como de la Diputación del General de Aragón,
que se agudizaron durante todo el siglo XIV y la segunda mitad del XV. Además
de suponer un factor de legitimación de la jerarquía del poder local, de ser cierta
esta intuición explicaría, en parte, la favorable coyuntura con que el Maestrazgo
turolense despidió la Edad Media, en un ambiente muy receptivo, como ha sido
hecho notar, de corrientes artísticas en arquitectura —el gótico mediterráneo y
el temprano renacimiento— y en pintura —los retablos del gótico levantino—,
signo del esplendor medieval de una sociedad bien asentada.
Baylías
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HISTORIA
2010
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Baylías
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HISTORIA
2010
NOVEDADES ARQUEOLÓGICAS
SOBRE EL CASTILLO DE CASTELLOTE.
LAS FORTIFICACIONES CARLISTAS
Y EL CASTILLO MEDIEVAL
José F. Casabona
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2010
“…esta guerra ha resucitado en el país la Edad Media, tan bien
acomodada a su naturaleza bravía, a la rudeza de sus habitantes
y a la muchedumbre de castillos, monasterios y santuarios que
por todas partes se ven.”
Benito Pérez Galdós,
Episodios Nacionales, La Campaña del Maestrazgo, capítulo VIII
PRESENTACION.
Este artículo pretende ser un avance de unos trabajos que todavía se están llevando a cabo y que se inscriben en una primera fase de consolidación de los
restos que ha implicado una intervención arqueológica de acompañamiento1.
Intentaremos presentar un estado de la cuestión sobre el conjunto en el que se
relacionen los resultados arqueológicos con otras fuentes y métodos de investigación como los que acompañan esta misma publicación2, o la información
gráfica que se ha conservado, entre las que destacamos la planimetría militar por
su elevado nivel de precisión.
1.-
Proyecto de Restauración y mejora de los accesos y consolidación de los restos del castillo
de Castellote, redactado por el arquitecto D. Fernando Murria y la ejecución corresponde
a la UTE formada por ALTOGRA, S.L.-DAMARIM, S.L, promueve el ayuntamiento de
Castellote, con cargo al 1% del Ministerio de Fomento. La dirección de los trabajos de
arqueología ha estado a cargo de J.F. Casabona y Rosa M. Loscos.
2.-
La presente publicación, surge como consecuencia de la jornada sobre El Temple en Castellote, celebrada en esta localidad el 20 de noviembre de 2010, en la que además de la presentación de algunas novedades sobre el castillo, los ponentes ofrecieron una panorámica
general de la primera historia medieval de la localidad y su pasado arqueológico.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
Plano 1.
El castillo de Castellote durante la primera guerra carlista (Servicio Geográfico del Ejército).
Plano 5. Localización de los puntos de la leyenda del plano 1.
Es obligado comenzar citando los trabajos de GORDILLO Y GUITART3, que
establecen el estado de la cuestión vigente hasta la fecha y que tomamos como
punto de partida.
3.-
90
GORDILLO, J.L., 1974, Castillos templarios arruinados en el sur de la Corona de Aragón.
Valencia, Ed. Prometeo. Gordillo fue propietario del castillo de Castellote.
GUITART, C.,1976, Castillos de Aragón I, Zaragoza, Librería General, págs. 184-185.
HISTORIA
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Desde la perspectiva de la historia documental, existen publicaciones ya clásicas, con referencias a Castellote, como las de MIRET I SANS4, recientemente
revisadas por SANS I TRAVE5. Es de reseñar la reciente publicación del Cartulario de la Encomienda templaria de Castellote6, a lo que apenas podemos
añadir algunas referencias generales en las publicaciones que han establecido
el estado de la cuestión sobre las ordenes militares en Aragón7. Respecto a la
historia más reciente nos referiremos a continuación.
Plano 2. Localización de las secciones del plano del siglo XIX, sobre el plano actual.
4.-
MIRET I SANS, J. 1910, Les cases de templers y hospitalers en Catalunya, Barcelona.
Reeditado con introducción de J. M. Sans i Travé en 2006 (Lérida, Pagès editors). Este
mismo autor realizó la publicación de un documento clásico con el inventario de los bienes
de las encomiendas templarias (1911-12) “Inventari de les cases del Temple de la Corona
d´Aragó de 1289” Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, vol. VI,
págs. 61-75
5.-
Este autor, además de la introducción a la monumental obra de MIRET, ha realizado también una revisión del documento de 1289: SANS I TRAVE, J. 2002, “Armes queviures i
bestiar d´algunes comandes del Temple a Catlunya, Aragó i València segons uns inventaris
de 1289 (primera part)” Sacra Militia. Revista di Storia degli Ordini Militari, Any III, págs.
47-88. A este trabajo volveremos a referirnos más adelante.
6.-
TORRE GONZALO, S. DE LA, 2010. El cartulario de la Encomienda templaria de Castellote, Zaragoza, Departamento de historia medieval, Universidad de Zaragoza.
7.-
FOREY, A.J.(1973) A templars in the Corona de Aragón, Londres. En Julio de 2001, visitamos los castillos de Aliaga y Castellote en su compañía. LEDESMA, M.L.1994, Las
Ordenes Militares en Aragón, Zaragoza , CAI, es la última visión general sobre el tema publicada por esta autora que dedicó la mayor parte de su actividad profesional a este asunto.
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LAS FORTIFICACIONES CARLISTAS.
Como sea que la mayor parte de la intervención arquitectónica y arqueológica
se ha realizado sobre las estructuras de la reconstrucción carlista, cuya destrucción en 1840 fosilizó el conjunto, vamos a empezar por este apartado.
Contamos con diversas fuentes gráficas, especialmente los grabados de prensa
posteriores a la conquista del castillo, con una fidelidad discutible, pero que
reproducen la idea general de una fortificación potente. Sin embargo es la documentación militar la que aporta los datos más fidedignos para la interpretación
de los restos arquitectónicos (planos 1, 2, 3 y 4), sin embargo ninguna de estas
fuentes entra en la descripción del enorme conjunto de San Cristóbal (fotografía
2), que superaba en longitud al conjunto fortificado en torno al castillo medieval.
La construcción de estas fortificaciones permitían rodear el camino de acceso a
la población, al tiempo que dominaban la amplia depresión de Mas de las Matas
y el cauce del río Guadalope, los restos se conservan a nivel de cimentación y
en ellos se distingue un muro en zigzag que cubre todo el frente norte, asociado
a otras estructuras trasversales y un fortín en el extremo oriental del cerro cuya
finalidad era la de controlar el ataque por ese frente, menos escarpado y servir
de punto de control extremo del espacio circundante.
FOTOGRAFIA 2. Ortofoto de
Castellote y el castillo.
(FUENTE: SITAR).
1, núcleo medieval. 2, inicio de
las estructuras del fuerte carlista de S. Cristóbal. 3, extremo del
fuerte. 4, distribución de estructuras carlistas, grabados militares en la roca.
Los restos del fortín se distinguen con claridad: una gran planta cuadrangular y
torreones semicirculares en dirección a la población.
El conjunto estaba ejecutado en mampostería de piedra caliza trabada con cal
y unos muros de 50/60 cm. que evidentemente no estaban pensados para una
defensa contra la artillería. En la actualidad está completamente arrasado, pero
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HISTORIA
Plano 4. Sección B-C del plano 2.
2010
Plano 3. Sección A-B del plano 2.
es posible reconstruir su planta, si bien es necesaria la realización de intervenciones arqueológicas.
El fuerte de San Cristóbal, el castillo medieval y la ermita de San Marcos constituían los puntos clave de la defensa carlista de Castellote. En el proceso del
ataque del ejército de Espartero, se abandonaron San Marcos y el pueblo, posteriormente cayó San Cristóbal8, para finalmente centrarse los ataques de la artillería sobre el viejo castillo.(fotografía 4).
Volviendo al núcleo principal, gracias al plano, realizado sin duda por el ejército asaltante, podemos ver la implantación de la fortificación sobre los restos
medievales configurando un cuartel, con todos los servicios necesarios para un
contingente militar de importancia. Siguiendo la leyenda del propio plano se
pueden distinguir las siguientes construcciones y elementos:
1. Torreon antiguo, 2. Casa del Governador, 3. Cisterna, 4. Cuadra, 5.
Cuarteles, 6. Cuerpo de Guardia, 7. Horno, 8. Común, 9. Torre Antigua,
10. Fragua, 11. Cuerpo de guardia, 12 Abanzadilla, 13. Reten, 14. Blindage de la mina, 15. Hornillo, 16. Salida a Seno, 17. Punto de asalto.
El torreón antiguo, (la torre del Homenaje), había sido subdividido mediante un
muro de adobes y la construcción de una casa para el Gobernador, obra que deja
claro el elevado nivel de implantación de la administración carlista en la zona,
8.-
GUALLAR PEREZ, M. (1979) “La primera guerra carlista en la provincia de Teruel”,
Teruel, números 61-62, I.E.T. Teruel, págs. 47-92.
Castellote sufrió un primer sitio en octubre de 1835, durante el que Nogueras no pudo rendir la plaza, tras la negativa de Cabrera a aceptar el Abrazo de Vergara (1839), la guerra se
prolongará hasta 1840 en Aragón y Cataluña, con gran incidencia en Maestrazgo de Teruel,
donde se concentraron las tropas de la reina del Ejército del Centro y del Norte, liberadas
del frente vasco. La importancia de las obras defensivas, tuvo su contrapunto en los caminos preparados expresamente para desplazar la artillería y en la demolición de las defensas,
tanto por los conquistadores como por los defensores en retirada.
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FOTOGRAFIA 4. Impactos de
artillería en la cara oeste de la
torre del homenaje.
la cisterna era el elemento fundamental para la reserva de agua y reutilizaba la
medieval, si bien en el extremo oeste, bajo la torre del homenaje, se conserva
otro aljibe de difícil adscripción cronológica, pero que creemos fue reutilizado
también en este periodo; de la cuadra hemos podido localizar el emplazamiento
del pesebre, no era de grandes dimensiones y probablemente serviría para las
caballerías destinadas al aprovisionamiento del castillo, más que parte de una
unidad militar, pues sabemos que albergaba infantería, los cuarteles subdividieron la gran sala medieval, dotándola de un pasillo de ronda aspillerado y garitones en las esquinas (fotografía 5), otro grupo de estancias se destinan a cubrir
las necesidades cuarteleras, tanto de seguridad, como las propias de un colectivo
amplio: el horno, que la arqueología ha confirmado, las letrinas –común–, cuyos
restos quedan en forma de muros salientes con inclinación hacia el escarpe norte
FOTOGRAFIA 5. Proceso de
consolidación y limpieza de las
estructuras del castillo en el
área de la sala capitular. Superposición del pasillo de ronda
aspillerado a las estructuras medievales.
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HISTORIA
2010
del castillo, la fragua, los cuerpos de guardia, retenes…todo con paramentos
aspillerados, de mampostería de piedra caliza, en muchos casos rellena de arcilla y tapial, para absorver el impacto de la artillería. Los suelos eran de ladrillo
bizcochado y yeso, con el que también se rebocaron las paredes.
Es interesante la valoración que los militares, en este caso el capitán de ingenieros D. Ramón Ugarte, realizan sobre la “torre antigua”, debía ser un elemento
perteneciente a un periodo anterior y de cronología indeterminada, que desde
luego no pertenecía a la fase de sillería del castillo y de la que tampoco tenemos
referencias arqueológicas.
Otros de los elementos recogidos en el plano identifican aspectos del sitio y
destrucción posterior: el blindaje de la mina (ángulo S.W. de la torre del homenaje), el punto de ataque (extremo E. en dirección al fuerte de San Cristóbal) y
finalmente el hornillo de la mina, colocada por orden de Espartero en el interior
de la torre del homenaje que hizo saltar por los aires la torre medieval, una vez
conquistado el castillo, como parte del proceso de demolición, para que no pudiera volver a ser utilizado.
Sin embargo el plano no hace ninguna referencia al recinto que se desarrollaba
en el lado de la umbría, sobre el camino a Seno y el acueducto y que conserva
restos de cimentación de similares características a las descritas para el fuerte
de San Cristóbal, y que fueron reproducidos también en alguno de los grabados
de prensa de la época.
En la toma del castillo, defendido por el carlista Pedro Marco y donde se llegó
a luchar a la bayoneta, el ejército de Espartero se vio obligado a disparar hasta
3.404 proyectiles, que debieron arrasar el fuerte de San Cristóbal y las defensas
para fusilería, pero que encontraron serias dificultades con los paramentos de
sillería maciza medieval y los dobles muros rellenos de tapial con los que había
recrecido el perímetro9.
Junto a los restos de la munición de artillería, otros hallazgos arqueológicos aportan luz sobre la ocupación de este momento y su final: restos de tinajas de del tipo
“Calanda”, destinadas al almacenamientos de líquidos, fragmentos de herramientas de zapadores (fotografía 6), algún botón, restos informes de hierro…
9.-
Se han localizado gran número de proyectiles circulares de hierro macizo de 12,5 cm. de
diámetro, fundamentalmente en la zona de acceso al recinto medieval, evidentemente se
trataba de munición de artillería pesada, dirigida a destruir las defensas, en el interior del
recinto, mezclados con el escombro se han encontrado abundantes fragmentos de bombas
huecas, correspondientes a lo que serían bombas de mortero, cuyo objeto, dada la parábola
de su trayectoria y la carga incendiaria, era la rotura de los tejados y el incendio de las
dependencias interiores, son menos en relación con la munición de cañón y han llegado tremendamente fragmentados. Está documentada la presencia de cañones de diverso calibre.
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EL CASTILLO MEDIEVAL. ORIGEN Y EVOLUCION.
En contraste con la abundancia de detalles sobre la construcción y destrucción
de la fortificación carlista, que todavía se podrán aumentar en el futuro, gracias
a la abundancia de fuentes documentales, sobre el periodo medieval, la información es dispar y esconde los datos concretos sobre la construcción del castillo.
La coyuntura de la reconquista, aclara poco sobre el momento inicial del castillo. Sabemos que tras un periodo que va desde mediados a finales del siglo XII,
Castellote oscila entre el control de la nobleza laica y la Orden del Santo Redentor, para terminar en 1196 pasando a manos de los templarios. La coincidencia
con un enclave islámico de importancia tampoco parece segura, sin embargo
existen referencias documentales y arqueológicas de la existencia de otro “Castellote el Viejo”10, que pudo servir de antecedente del actual.
En principio la bibliografía coincide en suponer que sería a partir de la instalación de un poder consolidado, como es el de los templarios, cuando el castillo
medieval, al que asociamos la obra de sillería caliza, podría haberse realizado,
entre finales del siglo XII y las primeras décadas del XIII.
La primera cuestión que se plantea es la de definir cuales son los restos del castillo medieval, pues la reconstrucción carlista y la posterior voladura y derribo,
dificultan el análisis de los restos, por otra parte no se ha realizado una intervención arqueológica exhaustiva de las zonas susceptibles de conservar niveles
medievales, que han quedado en reserva para el futuro.
La documentación de la encomienda templaria aporta nuevos datos que establecen un panorama más complejo: sabemos que en 1250 existía una torre entre el
castillo y el campanario de San Pedro, de la que nada se ha conservado, al tiempo que se habla de casas en la parte de la umbría, evidentemente bajo el castillo,
en la cara opuesta a la actual población, mejor defendida, pero más incomoda e
insana11 (foto 3). También a través de la documentación publicada por Sandra de
la Torre conocemos la existencia de una capilla en el interior del castillo, con un
culto bien consolidado y rentas adscritas, Santa María del Castillo, bien diferenciada de las dos parroquiales medievales S. Miguel y San Pedro12.
10.-
11.-
12.-
96
Nos remitimos a los artículos de Sandra de la Torre y E.J. Ibáñez, este último documenta
materiales islámicos en este yacimiento, cuya ocupación siguió en paralelo a la del actual
emplazamiento.
“quadam turrem iuxta castrum de castelloto que es inter campanalem de Sancto Petro et
castrum predictum” (Doc. 13 del Cartulario…)
No podemos precisar el emplazamiento de esta capilla, a título de hipótesis podría tratarse
del cuerpo saliente adosado a la gran sala rectangular que presenta una buena orientación
HISTORIA
2010
FOTOGRAFIA 6. Zapapico recuperado en los rellenos de escombro del derribo del castillo,
probablemente de los zapadores
del ejército liberal.
Podemos suponer que el castillo es a lo largo del siglo XIII el centro de la encomienda, lugar de residencia de los templarios y sus gentes, así como espacio de
almacenaje de las importantes reservas, en un momento en que la población de
la solana todavía se está construyendo.
A través de la documentación publicada por Miret i Sans, luego revisada por
Sans i Travé (notas 4 y 5) sabemos que en 1285 existiría en Castellote un importante arsenal: ocho ausbergs13, cinco camisolas, seis calzas de hierro, tres
perpuntz, ballestas de diverso tipo, ocho cascos de hierro, treinta y un escudos,
etc. es evidente que junto al armamento de los caballeros (donde no está enumerada la espada, arma de carácter personal), está el equipamiento para una tropa
de mayor número, a la que no serían ajenos los propios habitantes de Las Cuevas
y Castellote, obligados como vasallos a servir a los señores en sus campañas
(derecho de hueste y cabalgada).
Pero junto al armamento, complemento indispensable de la propia fábrica del
castillo, los templarios guardan abundantes alimentos y pertrechos, bueyes, esclavos y ganados, tanto para la explotación directa, como para remitir alimentos
a Ultramar, donde en estas fechas tenían lugar los últimos acontecimiento de
trascendencia de las cruzadas, de resultado tan negativo para la orden.
canónica E-W (fotografía 1). No sería tampoco descartable la localización en la Torre del
Homenaje, pero si parece poco probable que se trate de la gran sala rectangular.
13.-El ausberg, es la cota de malla, pieza fundamental del arnés de un caballero medieval y
que le hace imbatible. No parece casualidad que fueran ocho el número de caballeros que
resisten a principios del siglo XIV, frente a las tropas del rey Jaime II.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
De este periodo debe datar la gran sala rectangular, con ventanas abocinadas y
arcos diagramas, con el cuerpo oriental anexo (fotografías 1 y 5), el aljibe y la
torre del Homenaje, rodeado por un recinto, al que se accedería por dos puertas,
la que llega desde el pueblo y la que da salida en dirección a Seno. La primera
precisó de una importante tranca deslizante, entregada en el grueso del muro,
para asegurar el cierre, mientras que la segunda, de peor acceso, seguramente
protegida por un cadalso de madera y el desnivel del terreno contó con un sencillo sistema de dos hojas.
La intervención arqueológica ha permitido también definir un paramento medieval bajo la plataforma superior, trasversal a la salida hacia Seno (fotografía
8) y una necrópolis bajo la torre del Homenaje14.
FOTOGRAFIA 1. Vista aérea
del núcleo medieval del castillo,
antes del inicio de los trabajos
(FUENTE: Qualcina)
En el proceso de obra se realizó al mismo tiempo el tallado de la roca natural,
pues hemos comprobado la presencia de una marca de cantero dibujada en la
propia cantera (una especie de “a” mayúscula tumbada) que se repite en los paramentos del castillo, detalle este de carácter excepcional.
Junto a la observación y análisis de los parámetros, la realización de algunas
catas nos ha permitido ajustar algunos detalles, la cata A (plano 6), junto al
castillo nos hace presuponer que el recinto en torno a la torre principal, sería
más reducido, aprovechando como límite el talud que reviste al aljibe, siendo el
muro que ahora define el perímetro de época carlista.
14.-
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Los templarios consiguen en 1204 el derecho a tener cementerios propios (documento 14
del Cartulario), las tumbas han aparecido vacías, corresponden al modelo “de bañera” y
tienen sus paralelos más inmediatos en la necrópolis de San Juan en Las Cuevas de Cañart,
quizás asociadas a una primitiva parroquia medieval.
HISTORIA
2010
Plano 6. Distribución de las catas realizadas en función de la determinación de
estructuras y niveles medievales. En trama negra las estructuras claramente medievales.
En la actualidad estos son los datos de que disponemos para definir la primitiva
obra del castillo, constatando las evidentes relaciones con otras fortificaciones
templarias como Monzón en Huesca o Gardeny en Cataluña.
Castellote formó parte de la última resistencia templaria, pero el 2 de noviembre
de 1308, tras 9 meses de asedio se rindieron (Cantavieja lo había hecho el 12 de
agosto), Los ocho templarios que habían dirigido la defensa fueron trasladados
a La Ginebrosa con una fuerte escolta armada15.
El castillo pasará a manos de nuevos señores, la orden de San Juan de Jerusalén,
heredera en Aragón de buena parte del patrimonio templario, los datos sobre
este periodo, vinculados al castillo, son escasos, pero no faltan algunas referencias que nos hacen suponer la vigencia del mismo y que la arqueología parece
confirmar, durante la Guerra de los Pedros debía encontrarse en buen estado
de defensa, pues el encargado de la defensa de esta parte del reino y máximo
jerarca de los sanjuanistas, D. Juan Fernández de Heredia, no hace referencia al
castillo cuando en 1360 ordene reconstruir la muralla de Castellote, derribando
las casas que quedaran fuera de esta16. Alguna función tendría durante la ocupa15.-
M.L Ledesma, 1994, pág. 118. La Ginebrosa y sus términos fueron uno de los últimos municipios en incorporarse a la encomienda templaria de Castellote, pues anteriormente perteneció
a los Alagón, es de suponer que allí contaran con menos afectos, especialmente cuando según
recoge Zurita, los templarios habían realizado una serie de algaradas por ese termino con el fin
de abastecerse, incluso matando algunos hombres (Anales de Aragón, libro V, capítulo 73).
16.-
Registro de Actos Comunes, 1360 de la Orden de San Juan de Jerusalén, Archivo Histórico
Nacional, a
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
ción por parte del Duque de Híjar, que también ocupa la vecina encomienda de
Aliaga17, estableciendo una pintoresca dualidad, que no debió afectar al ejercicio
jurisdiccional de los sanjuanistas, la orden intentará mantener en un razonable
estado sus castillos, intentando implicar a los habitantes, en concreto en 1499 los
visitadores daban ordenes expresas dirigidas hacia los de Castellote, a los que
intentan motivar con el ejemplo de Aliaga18.
FOTOGRAFIA 8. Basamento
medieval, recrecido en época
carlista (a partir de la cata H).
Con posterioridad, ya a principios del siglo XVI, gracias a las visitas de la
orden de San Juan, conservadas en el Archivo Histórico Nacional, sabemos
que los comendadores vivían en el pueblo y ya no hay referencias al castillo,
que debió permanecer semiabandonado y sirviendo de cantera, hasta la guerra
carlista.
17.-
ESTEBAN, L. 1989, Historia de Aliaga y su encomienda sanjuanista, Aliaga, págs. 80 y s.s.
18.-
CASABONA, J.F. 2007, “Una tierra de Castillos” en IBAÑEZ, E.(coord) Comarca del
Maestrazgo, Zaragoza, Col. Territorio, pág. 111.
Item assi mesmo abeis de vissitar si en algun castillo o en alguna encomienda ay alguna capilla
que este a cargo de la religion, abeis de vissitar assi como son la capilla del castillo de Monçon,
la capilla del castillo de Azcon, la capilla del castello de Mirabet, la capilla del la yglesia del
castillo de caspe, la capilla de Cantavieja çerca del castillo y otras capillas que estan instituidas
Assi mesmo en los castillos de la religion porque tienen necesidat de reparos y de armas y otras
cossas son menester para sustentacion dellos los vissiteis y quellos agais reparar y segun los tiempos tenemos es menester no esten solos, o metan alcaides o los comendadors abiten enellos e por
que los castillos son instituidos y edificados para la conserbacion de los lugares de la encomienda
donde estan situados debeis procurar con los mesmos vassallos den ayuda a os comendadores
para que aquellos puedan sostener y reparar segun la bailia de alaiaga significaba, no menos
haran los de la baylia de Castellot y otros de todo lo sobre dicho en cada comanda hareis y todo
se meta inescritis en el quaderno que hallareis y hareis (A.H.N. Ordenes Militares, legajo 8129)
100
HISTORIA
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FOTOGRAFIA 3. Estado actual
del núcleo medieval del castillo
desde el área de San Cristóbal.
1, iglesia de San Pedro. 2, emplazamiento hipotético de la torre documentada en el siglo XIII.
3, zona de la umbría. 4, camino
de acceso a Castellote, antes de
la construcción del túnel a finales del siglo XIX.
Sin embargo, dentro de lo limitado de la intervención realizada, que se ha centrado
fundamentalmente en el seguimiento del desescombro, hemos podido comprobar
la existencia de niveles arqueológicos de época medieval, que aportan algo de luz
sobre el periodo, además de lo ya indicado al hablar de las estructuras antiguas.
De este modo, en la cata A, junto al talud del aljibe hemos documentado la
presencia de un interesante nivel de relleno con cerámica medieval (fotografía
10), cantarería y cerámica turolense, pero también fragmentos de vidrio, con pie
sogueado, que podrían corresponder al periodo de la ocupación del castillo en
la segunda mitad del siglo XIV. La ocupación seguiría al menos hasta el siglo
siguiente pues en la cata D, se documentan materiales de cronología posterior
con presencia de producciones valencianas de reflejo metálico y azul, junto a las
consabidas cerámicas turolenses.
FOTOGRAFIA 10. Cántaro medieval de Teruel de la cata A.
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Baylías - Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense
FOTOGRAFIA 7. Al fondo localización de las tumbas, bajo la
torre del homenaje, frente a la
salida hacia Seno.
FOTOGRAFIA 9. Vista de la
cata D, escalonamiento de los
niveles sobre la roca natural.
En estos momentos todavía se están ultimando los trabajos en el castillo, que
permitirán una primera actualización del plano del mismo, definiendo mejor la
cronología de las fases constructivas. No obstante quedan numerosas interrogantes por resolver, al igual que importantes áreas susceptibles de ser excavadas con
carácter sistemático, desconocemos todavía si coincide con un emplazamiento
islámico y de que importancia, tampoco sabemos cual fue el desarrollo arquitectónico entre la primera fase constructiva y el abandono del castillo, del mismo
modo que también falta identificar y definir correctamente las dependencias del
castillo. Nos encontramos ante un momento excepcional para la renovación del
conocimiento de este singular edificio, que además asegura su conservación.
Baylías
102
Termináronse de imprimir
estas BAYLÍAS del
MAESTRAZGO
el vigésimo primer día de marzo
de
2011
en los talleres gráficos
de
Aragón Vivo
en la ciudad de Teruel,
“conmemoración de santa Fabiola,
hermosa, rica y devota cristiana
que abandonó a su primer marido por maltratador y que,
tras casar con otro mejor,
fundó un hospital en Ostia, cerca de Roma,
dedicando su vida al cuidado
de los más desfavorecidos (s. IV).”

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