Hace cincuenta años

Transcripción

Hace cincuenta años
 Fr. Adrián Setién Peña
Misionero Capuchino
Hace cincuenta años...
Hace cincuenta años nuestros hermanos misioneros capuchinos del Vicariato Apostólico de Machiques
vivían horas de angustia, ansiedad y zozobra. Llevaban quince años establecidos en la Sierra de Perijá
en su empeño por evangelizar a los indígenas. Mucho trabajaron y mucho les costó arrancar, hasta
tuvieron que derramar sangre. En esos tres lustros primeros hubo un problema que, a pesar de los
esfuerzos distaba mucho de solucionarse, aún más, se agudizaba cada vez más: "el problema motilón".
Ese término "problema motilón" era de vieja data. En tiempo de la Colonia los motilones fueron el dolor
de cabeza de los conquistadores. El occidente de la capitanía General de Venezuela estaba configurado
por la cuenca del Lago de Maracaibo, que era, a la vez un nudo de comunicaciones para el Virreinato de
Nueva Granada y tierras fértiles que podrían abastecer a las florecientes poblaciones recién fundadas.
Pero esas tierras eran predio de los motilones. Con una movilidad increíble se desplazaban desde la
ciudad de Maracaibo hasta la ciudad de la Grita, en los Andes. Era una verdadera pesadilla: aparecían
destruían viviendas y siembras y se perdían en la selva. En unas horas arruinaban el trabajo de años.
En la foto Mons. Miguel Aurecoechea en una de sus visitas a la comunidad.
La documentación de los gobernadores de Maracaibo pidiendo al rey recursos para solucionar el
"problema motilón" son muy abundantes. Baste como referencia el informe que el P. Prefecto Fray
Andrés de los Arcos escribe al rey de España, en 1756 (A.G.I., audiencia de Caracas, legajo 239):
«La misión capuchina que Navarra tiene a su frente por la Vanda del Mediodía la dilatada, y numerosa
nación de indios gentiles llamados motilones; extiéndese tanto esta numerosa nación, que ocupa un vasto
territorio de más de trescientas leguas de circunferencia; estos bárbaros hacen sus ordinarias correrías
contra los blancos o españoles, ya hacia la villa de Ocaña, en la provincia de Santa Marta o Cartagena, y
ya en las inmediaciones de Barinas, Villas de San Cristóbal, y la Grita, de la provincia de Maracaibo
haciendo las hostilidades que son notorias en esta última Provincia en las haciendas de cacao de Gilbraltar
y valle de Santa Marta y otros, con muerte de muchos esclavos trabajadores, tanto que, por no poder los
amos reponerlos para el cultivo de sus haciendas, se hallan ochenta y tres de éstas abandonadas en sólo
los valles de Gilbraltar, Santa Marta y Rio Hacha. Es esta nación tan fiera e implacable contra los
españoles, que lo mismo es verlos y disparar contra ellos infinidad de flechas, como varias veces se ha
visto en diferentes comerciantes, que de la Villa de Cúcuta, del governo de Santa Fe de Bogotá, baxaban
sus cacaos por el rio Sulia a la laguna de Maracaibo».
Establecimiento y fundación de pueblos
Por fin el 13 de abril de 1772 se logró un contacto
pacífico. En esa expedición iba el misionero capuchino P. Fidel de Rala. El "problema motilón" se
resolvió de manera totalmente imprevista y definitivamente. Los misioneros capuchinos, sobre todo los
valencianos y navarros, se establecieron en el territorio motilón y fundaron pueblos con sus casas e
iglesias como Santa Bárbara del Zulia (1779), San Francisco de Arenosa (1780), Santa Cruz del Zulia
(1781), San Miguel de Buenavista ( 1783), Nuestra Señora de la Victoria (1784), San José de las Palmas
(1785), Santa Rosa de Muenjepe (1788), San Francisco del Limoncito (1789), Nuestra Señora del Pilar
(1792) San Fidel del Apón (1799)... De esta manera el perfil humano de estos indígenas cambió totalmente. No era cierto, como se dijo
siempre que eran sanguinarios, brutales, caníbales... Eran muy organizados y trabajadores, con un gran
sentido de comunidad. Incluso su personalidad les causó problemas: los habitantes motilones del pueblo
misional de Encontrados construyó una muy grande Iglesia mientras sus vecinos criollos de San Carlos
no tenían ni una pequeña capilla. El obispo de Maracaibo quería fundir ambas poblaciones para convertir
en parroquial la iglesia motilona.
En la foto, Mons. Romualdo, futuro Obispo del Vicariato para la época.
Llega la guerra de la Independencia...
Así transcurrió el siglo dieciocho fortaleciéndose los pueblos misionales y prosperando con el comercio
de sus productos con la población de Maracaibo. Terminando ese siglo, por toda América, corren nuevas
ideas y nuevos proyectos. Todo eso cristalizará en los movimientos emancipadores. La guerra de
Independencia cambió el panorama político, social y económico. Unas veces para bien, otras para mal, el
régimen colonial fue destruido con todo lo que se sustentaba en él. Así terminaron las misiones
capuchinas y los motilones al sentirse sin protección retornan a la selva, atrincherándose en su hostilidad
total. El fusilamiento del P. Pedro de Corella, misionero capuchino, puede ser la referencia, de este
trágico fin, estamos en 1819.
...y otras guerras El repliegue de los motilones fue radical y el único contacto con otros seres humanos era el ataque.
Flechamientos por parte de los motilones, matanzas, incendios de los bohíos motilones y ocupación de
sus tierras a sangre y fuego por parte de los "civilizados". Los blancos contaban con amplio espacio para
narrar su versión del enfrentamiento mientras los motilones eran mudos. De la virulencia que cobró el
asunto sirve de muestra este párrafo tomado de la prensa capitalina publicado en junio de 1960: "Los
motilones tenían tiempo sin atacar la parte civilizada de Perijá: pero desde hace semanas los han ido
alejando más y más de sus domicilios, por lo que, acosados, se han decidido al ataque. El ataque de los
motilones es por represalias a las quemas y talas, que los están alejando más y más de sus antiguos sitios
de caza" Era una guerra total.
Hacer algo a tiempo
Así como los yukpas eran atacados, también los misioneros, al igual que los hacendados. A su vez los
motilones soportaban una guerra de exterminio, por parte de los blancos, para despojarlos de sus tierras.
Había que hacer algo y hacerlo con urgencia porque el exterminio avanzaba. Los misioneros que se
habían residenciado a las orillas del río Tukuko. sentían urgencia de enfrentar el "problema motilón". A
lo largo del año 1959 se pensó mucho, se discutió, se programó, se buscó y todo seguía como al principio.
En 1960, a mediados de julio, el P. Adolfo de Villamañán, superior regular de la Misión toma la
iniciativa. Oigamos en sus propias palabras el relato:
«Los sucesos parecían indicarnos que la comunicación aérea con los motilones nos estaba vedada, sin
embargo, urgía solucionar el problema. En una corazonada de las pocas que se experimentan en la vida y
con el convencimiento de que ya había sonado la "hora de Dios" me decidí ir por tierra acompañado de
yukpas de la legión de María del Tukuko.
Según mis cálculos, el día 22, de madrugada, podríamos hacer contacto con el primer bohío motilón. Por
la radio aficionado que servía para comunicar el Tukuko con Machiques envié un mensaje al P.
Romualdo de Renedo pidiéndole gestionara los servicios de un helicóptero que facilitara nuestra entrada
por tierra.
Sin esperar el resultado de las gestiones del P. Romualdo comencé a planear rápidamente la excursión. Al
proponer a los yukpas que me acompañaran sobraron los ofrecimientos. Como un homenaje pongo aquí
los nombres de estos valientes misioneros laicos: Abel Pete, David Atape, Fernando Panapera, Hilario
Polishi, Nemesio Anane, Paulino Eua, Miguel Chókape, Manuel Ubirichi, Domingo Tete, Aristides
Romero, Gregorio Vayanke (de doce años de edad).
En la mañana del día 20 de julio
celebré la Santa Misa de madrugada. Leído el Evangelio, hice una breve exhortación a nuestros cristianos
de la iglesia del Tukuko, por primera vez iban a evangelizar a sus hermanos motilones. Había mucha
emoción en todos: los que nos íbamos y los que se quedaban. A estos les encomendé que pidieran a Dios
por nosotros. Toda la comunidad cristiana unida en esta tarea.
Todos los yukpas colocaron en su pecho el santo crucifijo y emprendimos la marcha, alegres y confiados.
Tomamos la ruta de las estaciones misionales: San Miguel de Totayonto, Virgen del Camino de
Shukumu, San Rafael de Turutki, Santa Rosa de Keshashamu. Cuando llegamos a este punto eran las tres
de la tarde. Descansamos y colgamos los chinchorros en los ranchos de la estación misional, rezamos,
cenamos y nos dispusimos a descansar.
El día 21 de julio, después de celebrada la misa, emprendimos el viaje. Llegamos sin dificultad hasta el
rio Arokamu. Esta era la frontera entre el territorio ocupado por los barí y la zona de influencia de los
yukpas. A partir de aquí no había ni trocha ni sendero. Atravesamos el Arokamu, el mapa y la brújula
fueron nuestros guías. Delante de todos iba uno con el machete cortando la vegetación para poder pasar.
El avance era penoso y lento por la abundante vegetación. A mediodía algunos yukpas subieron a unos
árboles altos para divisar el panorama. Los bohíos motilones se veían muy lejos. Comenzaba a anochecer
cuando tratamos de organizar los cobertizos para pasar la noche, colgamos los chinchorros de los árboles.
Fue una noche llena de emociones: los motilones podían habernos seguido ¿y si nos atacaban en plena
noche? La noche en la selva está llena de ruidos.
Al amanecer del día 22 celebramos la eucaristía de madrugada. Todos comulgamos. Todos sabemos que
hoy será el día del encuentro ¿Qué pasará? Todos estábamos nerviosos pero nadie pensó en devolverse.
Yo volví a insistir en que pensaran que eran misioneros de Jesucristo y que Él los enviaba y Él tenía que
cuidarlos.
Continuamos río abajo hasta encontrar el punto donde se junta el Arokamu y el rio Aricuaisá. El río se
tornó caudaloso y era difícil vadearlo. Tratamos de remontarlo. Aquí encontramos la evidencia de la
cercanía de los motilones: una represa rústica echa de grandes piedras y hojas de bijao que desviaba en
parte el caudal del río hacia otro caño.
Desde este momento todos comenzamos a caminar con mayor precaución y decidimos dejar el cauce,
para abrirnos paso entre la maleza de la orilla. Mientras nos encontrábamos en esta faena oímos el ruido
de los helicópteros. Esta era la primera noticia de que se había conseguido el aparato para la operación
conjunta. Desde el helicóptero nos confirmaron la dirección donde se encontraba el bohío motilón más
próximo. Caminamos unos doscientos metros abriendo camino por la selva virgen. Por fin encontramos
una senda con pisadas recientes: era el camino al bohío. Andábamos rápido pero sin hacer ruido. De
pronto encontramos una flecha clavada en el camino, poco más adelante encontramos muchas más. Este
hallazgo aumentó el recelo de los yukpas que sabían perfectamente qué quería decir. Me puse al frente del
grupo, detrás venían los yukpas y el P. Epifanio. Empezamos a oir voces como canturreando. Caminamos
en esa dirección. Por fin vemos un despejado amplio en la selva y en medio de él un gran bohío. Delante
teníamos lo que veníamos buscando. Todos los yukpas se detuvieron a la expectativa. El P. Epifanio y un
servidor seguimos adelante. Me esforzaba en hacer en silencio demostraciones de que venía en plan de
paz, tratando de sonreir y levantar las manos; pero la situación se prolongaba demasiado y decidí
acercarme a la puerta más cercana, iba gritando en presunto motilón: Dobokubí chomsi ahimé.
Oirme, verme y salir corriendo a esconderse en la selva fue todo una cosa. Los yukpas corrieron detrás de
ellos llevándoles regalos. Una mujer motilona al ver al joven Vayanki gritó unas palabras y se frenó la
desbandada. Poco a poco fueron regresando todos al bohío. Al poco rato cambió la situación y todos nos
reunimos confiados y alegres, tratando de entender mediante señas.
Mientras nosotros nos encontrábamos con los motilones. Los helicópteros con el P. Romualdo y el P.
Vicente de Gusendos llegaban a otro bohío y descendían a tierra. Se había resuelto el "problema motilón".
Aquel día fue borrado el nombre de la ignominia: Motilón por el nombre de persona: Barí.»
Entender desde la fe
El 22 de julio de 1960 terminó una etapa de la historia y comenzó otra. Los primeros días hubo una
historia menuda abundante en anécdotas, sustos y preguntas ¿Qué calor tuvieron las palabras del P.
Adolfo para motivar a los yukpas, enemigos mortales de los motilones, a jugarse la vida en su empeño
cristiano de crear entendimiento con los motilones? ¿Cómo fue posible sostener su empeño un día y otro
día, de camino por la selva? ¿Qué impulso motivó al P. Adolfo a tomar tal decisión? Son muchas
preguntas que se responden si se iluminan con la luz de la fe. Porque en definitiva los misioneros
capuchinos arriesgan su vida motivados por su fe y los cristianos yukpas, también.
La historia continúa
Esta historia no termina aquí. Capuchinos y barí han seguido caminando juntos, ni siquiera se puede decir
que la parte más emotiva de la historia fue la de 1960. Ha habido posteriormente mucha emoción y
muchos logros. Los barí se pusieron de pie y dejaron de huir. Aprendieron a reclamar sus derechos y
hacerse respetar. Estos cincuenta años acumulan hermosos logros, por eso esa fecha, de hace 50 años, es
memorable.
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