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Revista de la Escuela Infantil Los Rosales. Época II. Año 16. Junio 2010
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Edita Escuela Infantil Los Rosales Coordina Miguel Ángel, papá de Javier García-Mochales
Diseño, maquetación e impresión www.4ccomunicacion.com
l año pasado celebramos el Año Internacional
de la Astronomía para conmemorar los cuatrocientos años del invento del telescopio por
Galileo. Hoy, cuatro siglos después, hace ya
tiempo que hemos dejado de mirar al cielo.
Hoy, entre otros gracias a Galileo, ya sabemos
que somos un punto insignificante en el Cosmos, conocemos con detalle los movimientos de rotación de la
Tierra sobre sí misma y de traslación alrededor del Sol,
conocemos la existencia de planetas que jamás llegaremos a ver y tenemos una idea de cómo fue el comienzo
de Todo, y de cómo será su final. Finalmente, nos hemos
dado de bruces con la realidad: nuestro planeta no es
más que la millonésima parte de un grano de arena girando en el espacio; nuestra existencia tiene la misma
trascendencia para el Cosmos que una mota de polvo
para nuestra chaqueta. Nada más tranquilizador, ni
nada más aterrador. Tanto, que hoy en día la Astronomía
ha dejado de ser una de las ciencias que nos acompañan en la vida: sus descubrimientos son una burla para
nuestra existencia. No es de extrañar que Galileo fuera
condenado de por vida por los osados descubrimientos
que hizo con su invento.
Cuando comparamos los logros de Aristarco, Ptolomeo, Copérnico o el mismo Galileo con el desarrollo actual de la ciencia, somos injustos con el inmenso valor de
esos hombres que pasaron la vida observando el cielo. La
comparación es absurda, porque la Astronomía como tal
ya no existe. Antes el astrónomo era cualquier individuo
que intentara entender las leyes del Universo para entender las leyes del Hombre. Aristarco, Copérnico y Galileo,
además de astrónomos, eran filósofos. Aristóteles y Platón eran filósofos y también observadores del Universo.
La Astronomía era entonces una ciencia humanista, una
ciencia para medir al Hombre y su capacidad de asimilar
su lugar en el tiempo y en el espacio. No había pregunta
sobre el origen de la vida que no se intentara responder
mirando al cielo, y al hacerlo, el Hombre descubría el milagro de su propia existencia y se sentía grande e insignificante a la vez. Es decir, se veía como realmente es.
Hoy en día, el astrónomo ha visto tantas cosas asombrosas que prefiere soslayar las preguntas de la Filosofía, para no tener que darse (y darnos a todos) respuestas
demoledoras. Para escapar a esa tentación, ha decidido
abandonar su papel pasivo y en los últimos sesenta años
se ha lanzado a la asombrosa experiencia de ver y tocar
el Universo por sí mismo. Así, ha viajado a la Luna, ha
mandado artilugios mecánicos a Marte, a Venus, a Júpiter, a Saturno, ha creado satélites de metal que emulan
a los de piedra, ha creado “casas” en el espacio a las que
mandar turistas, ha buscado agua y vida a su alrededor,
ha medido y pesado los planetas del Sistema Solar y ha
expulsado de ellos al pobre Plutón. Desde que la tecnología ha venido en su ayuda, el astrónomo mantiene intacta la ilusión de llegar hasta los confines del Universo.
Pero ¿y nosotros, los no iniciados? El Universo se ha
convertido para nosotros en algo tan grande y tan inabarcable que hemos dejado que sean ellos, los astrónomos, los que se dediquen a mirarlo para contárnoslo
luego. Sus descubrimientos aún nos sorprenden, pero
nos pillan ya lejos, pues no hablan de cosas importantes para nuestro día a día sino de dimensiones que ni
siquiera podemos abarcar intelectualmente. El conocimiento que nos aporta la Astronomía desborda nuestra
limitada humanidad y, en definitiva, no nos ayuda a entender nada sobre nuestra vida (y nuestra muerte) sobre
la Tierra. Tal vez por eso hoy preferimos volver la vista
a las ciencias que hablan de nuestra vida aquí y ahora:
Biología, Bioquímica, Genética, Neurología, o cualquier
disciplina que estudie al Hombre hasta en sus células
más diminutas. Aunque tampoco lo entendamos, nos
consuela saber que esas ciencias hablan de nosotros,
que en ellas somos protagonistas porque nos ven como
la culminación de un microuniverso, y no como una pieza más, inespecífica, insignificante, del macrouniverso.
Llegamos incluso a ser ya menos condescendientes con
las Ciencias del Espacio, que para desarrollarse necesitan una cantidad ingente de medios y de dinero, y pensamos, no sin cierto fariseísmo, cuánto mejor destinados
irían esos medios a sanar la vida en la Tierra.
Así pues, encendemos las luces de las ciudades y
ahogamos con ellas el brillo de las estrellas: ya no hay
nada que ver allá arriba (a no ser que la tele nos recuerde que debemos hacerlo con ocasión de algún fenómeno
extraordinario: un eclipse, una lluvia de estrellas...). Entre tanto, hemos olvidado el nombre de las estrellas y de
las constelaciones, y hemos aprendido a vivir sin ellas.
No las necesitamos ya para orientarnos por el mundo,
pues para eso tenemos nuestros propios satélites, y somos demasiado instruidos para preguntarles por nuestro futuro. El cielo ya no nos asusta ni nos impresiona,
así que vivimos con la cara vuelta al suelo. Y, sin embargo, aunque sólo fuera para reencontrar durante unos
segundos el placer del silencio, aunque sólo fuera para
volver a hacernos las preguntas serias, no estaría mal
levantar la cabeza de vez en cuando y asombrarnos un
poco de su existencia. Aprender a mirar el cielo por la
noche para poder enseñárselo a nuestros hijos debería
ser uno de los compromisos que adquirimos cuando nos
hacemos padres.
Susana, mamá de Hugo
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Una ruta por el firmamento
robablemente todos recordamos la primera noche, seguramente de verano y en un lugar apartado, en la que fuimos
conscientes del maravilloso
paisaje estelar que nos ofrece
el firmamento.
Las estrellas nos transmiten sosiego, nos incitan a imaginar y nos animan soñar a través de sus representantes más
fugaces.
También nos hacen reflexionar y plantearnos dudas que ni los astrónomos más renombrados pueden asegurar a ciencia cierta:
¿Hace cuánto tiempo que se creó esa estrella?
¿Aquella otra seguirá emitiendo luz ahora mismo? ¿Y esa cómo se llamará? ¿O era un planeta?...
Estas cuestiones y muchas más surgen
cuando te alejas de la ciudad y las observas
con los más pequeños. Pero no olvidemos que
si a nosotros nos cuesta comprender conceptos como año-luz o situarnos con un planisferio, para ellos es casi inaccesible.
Por eso resulta más placentero olvidar los
conceptos más técnicos, intentar responder a
sus preguntas más inesperadas con un simple
“eso no lo sé, pero ni yo ni nadie” y relatarles
las historias de las grandes culturas griega,
maya, india… surgidas hace muchos cientos de
años pero que transmiten mensajes muy actuales.
Para observar las estrellas con nuestros
hijos es muy importante que la noche sea cálida y que la luz de ciudades o pueblos cercanos
no interfiera demasiado. Debemos tumbarnos
sobre una manta o similar en una superficie
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cómoda. Es necesario conocer unos pocos
relatos (no muchos, no olvidemos que estamos tumbados y el sueño nos puede acechar
en cualquier momento) y saber localizar las
constelaciones protagonistas; ésta es una fácil
tarea si vamos acompañados de un planisferio
(no es imprescindible pero si muy útil, a pesar
de que al principio nos resulte un poco confuso). También es conveniente utilizar bibliografía de diferentes fuentes on-line o escritas,
como el libro “Un paseo por las estrellas: una
guía de las estrellas, las constelaciones y sus
leyendas” de la editorial Akal.
Indicar la posición de la estrella a la que nos
estamos refiriendo es un poco complicado, por
lo que debemos tener paciencia y usar referencias (árboles, montes, estrellas más brillantes,
etc.) o acompañarnos de una pequeña linterna
con haz de luz dirigido.
Una vez localizada la primera estrella, podemos indicar las demás utilizando nuestras
manos como medida: una mano a la derecha,
dos hacia abajo…
Ahora ya estamos preparados para contar y
escuchar el valor de la amistad relatado en la
constelación de El Cisne, el amor de los padres
por los hijos de la mano de la Osa Mayor y la
Osa Menor, el peligro de ser presuntuosos en
Casiopea, castigada a girar en el cielo durante
la eternidad, o disfrutar de sueños y pedir deseos de mientras disfrutamos en agosto de las
Perseidas o “Lágrimas de San Lorenzo”, esos
restos de cometas que siempre llamaremos
estrellas fugaces.
Además, podemos completar este tipo de
“senderismo celeste” con el disfrute de los sonidos de la noche, ya que el ulular de una lechuza o de un cárabo y el chirrido de los grillos
ponen la banda sonora que nos acompaña en
nuestra ruta.
Rebeca
Tía de Jaime y Ana Martín
Fundación Tormes-EB
NOTA: En Internet podemos encontrar sitios en los que generar un mapa de estrellas
de una localidad y una fecha concreta:
-Astrored: http://www.astrored.org/efemerides/planisferio-celeste/
-Eurocosmos: http://eurocosmos.net
5
Recomendaciones de viaje con niños por los
planetarios más destacados de España
e acercan las vacaciones estivales y con ellas mucho tiempo para disfrutar de distintas
actividades en compañía de
nuestros hijos. En este artículo hemos seleccionado varios
programas organizados por
algunos de los planetarios
que se distribuyen por nuestro país.
¿Cuántas estrellas hay en el cielo?, ¿cómo funciona el sistema solar?, ¿qué es la Vía Láctea?...
Las respuestas a estas y otras muchas preguntas
acerca del universo que nos rodea se pueden en-
contrar en ellos. Estos centros, a través de diversos programas y actividades didácticas, ofrecen a
los más jóvenes la oportunidad de aprender los
conceptos básicos de astronomía y observar con
detalle, gracias a los espectáculos astronómicos,
el cielo y las estrellas.
Así que si tenéis la suerte de visitar alguna de las
ciudades que albergan estos planetarios, no dudéis en pasar un rato divertido en compañía de
los más pequeños.
Paqui Acera
Mama de Aroa Mangas
Desde sus comienzos, el planetario de Pamplona ha sido uno de los centros de divulgación astronómica más activos y más avanzado de nuestro país, tanto por su equipamiento como por la capacidad de producción audiovisual. El planetario permanece abierto
de lunes a sábado y el precio de la entrada es de cuatro euros para el público general y de
tres euros para jubilados y poseedores del carné joven, los menores de cinco años tienen
la entrada gratuita
INFORMACIÓN Y RESERVAS
C/ Sancho Ramirez, s/n. 31008 Pamplona
Teléfono (948) 26 26 28. Fax (948) 26 19 19.
mail: [email protected]. web: www. pamplonetario.org
ACTIVIDADES DESTACADAS
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La noche del vampiro: para los más pequeños, una historia sobre el Conde Von
Siro, un encantador vampiro que hace mucho decidió ser vegetariano, porque la sangre le daba ardor de estómago. También decidió conocer el cielo, y ahora, nos lo
cuenta a todos.
En busca del agua: Una coproducción del Planetario de Pamplona y de la Casa de
las Ciencias de La Coruña. Un sorprendente cuento sobre la vida en el Universo en el
que tú eres el protagonista. Bueno, al menos, uno de los protagonistas. El cuento comienza hablando de un planeta lleno de agua y vida, en el que una civilización apostó
por un progreso desbocado, sin darse cuenta de que al contaminar la atmósfera y
las aguas estaba hipotecando su futuro. Se cargaron, así a las llanas, su planeta, y
entonces tuvieron que empezar a buscar uno donde empezar de nuevo..
Con 22 años de historia, este planetario es el más antiguo de nuestro país. Su atracción
principal es la sala de proyecciones donde se exhiben programas audiovisuales sobre diversos temas para todos los públicos, especialmente para los más jóvenes.
Por otra parte, todos los sábados el planetario de Madrid ofrece a los niños entre seis y
nueve años la posibilidad de participar en el taller de astronomía “Pequeños astrónomos”,
una actividad gratuita cuyo objetivo es despertar en ellos la curiosidad por la astronomía y
el interés por el mundo que nos rodea, aprendiendo a través del juego distintos conceptos
de esta disciplina. El planetario permanece abierto de martes a domingo y la entrada tiene
un precio de 3,45 euros para los adultos y 1,50 para niños de dos a 14 años y jubilados.
INFORMACIÓN Y RESERVAS
Avenida del Planetario, nº 16. Parque Tierno Galván. 28045 Madrid
Teléfono de contacto: 91 467 34 61
Teléfono de Reservas de grupos: 91 467 34 61
Teléfono de Información: 91 467 38 98 (Contestador automático).
ACTIVIDADES DESTACADAS
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En órbita con López (Duración: 45 minutos. Infantil) En esta nueva
aventura de López los asistentes van a llevar a cabo una interesante misión de entrenamiento: tendrán que despegar en la “navisfera”,
abandonar la Tierra, salir al espacio exterior y llevar un motor iónico al
satélite López, para que pueda alcanzar grandes distancias y explorar
el cometa TXZ. En su viaje hacia la Estación Espacial Especial, que es
donde se reunirán con López y donde se le instalará el motor adicional, encontrarán otros satélites como García, un satélite astrofísico
que siempre observa objetos lejanos; a Ana, una satélite meteorológica un poco agobiada; a Paco, experto en comunicaciones intercontinentales y espaciales; a Sara, un satélite de ayuda en el espacio; y
por supuesto a Pérez, el gran descubridor de cometas, una sonda que
recorre nuestro sistema solar y que, en esta ocasión, está llegando a Neptuno.
El satélite dormilón (Duración: 40 minutos. Infantil) El satélite artificial LOPEZ,
observador del cielo, es el hilo conductor de esta historia. Valiéndose de su experiencia como viajero espacial enseñará a los más pequeños algunos detalles de los objetos celestes (la Luna, la Tierra, etc) que puede ver desde su órbita. Allá en el cielo,
dando vueltas alrededor de la Tierra, hay un satélite artificial muy dormilón.
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El Mallorca Planetarium, situado en la localidad de Costitx, en la isla balear, lleva
cinco años en funcionamiento. El horario está limitado a visitas concertadas los martes,
miércoles y domingos y una sesión abierta a las 20:00 horas los jueves, viernes y sábados.
En esta sesión se proyecta el programa “Antes del Alba”, donde a través de un recorrido
por el firmamento, se descubre a los visitantes sus principales estrellas y constelaciones
o la banda de la Vía Láctea, observando cómo cambia el cielo a lo largo de la noche.
INFORMACIÓN Y RESERVAS
Mallorcaplanetarium.com. Teléfonos: Planetario (9:30 a 13:30): 971 51 33 44. Móvil contacto:
649 99 77 52. Fax. 971 87 60 22 [email protected]
ACTIVIDADES DESTACADAS
Tras los pases del planetario, opcionalmente se pueden realizar sesiones de observación
guiada, utilizando los equipos destinados a la divulgación del Observatorio Astronómico de
Mallorca un grupo de monitores se ocuparán de mostrarles los distintos objetos visibles en
cada época del año.
INFORMACIÓN Y RESERVAS
Paseo Marítimo, 1 - 12100 GRAO (CASTELLÓN)
Teléfonos: 964 28 29 68 - 964 28 25 84. Fax: 964 28 51 61
OBSERVACIONES DE VERANO
Tienen lugar los miércoles de Julio y Agosto entre las 22:30h y las 00:30h. Los miércoles
más cercanos a la luna creciente, ésta será el objetivo principal mientras que durante las
observaciones restantes los objetivos más importantes serán los planetas visibles.
INFORMACIÓN Y RESERVAS
Museo de la Ciencia y el Cosmos. C/ Vía Láctea s/n 38200 San Cristóbal de La Laguna
Teléfonos 922 31 52 65 / 922 31 50 80 Fax: 922 26 32 95
Horarios: De martes a domingo: de 9 a 19:00 horas
Cerrado: todos los lunes. 24, 25 y 31 de diciembre. 1 y 6 de enero
Entrada general Exposiciones permanentes: 3 euros. Niños menores de 8 años gratuito
Planetario: 1 euro
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uando de astronomía hablamos, en Salamanca, no podemos olvidarnos de una de las
obras más significativas de nuestra ciudad:
El Cielo de Salamanca.
Dicen los entendidos de la materia que fue a
finales del siglo XV cuando Fernando Gallego
plasmó esta obra sobre la bóveda de la antigua biblioteca
de la Universidad. Cuentan las crónicas que hubo un incendio en el siglo XVIII que destruyó dos terceras partes de la
bóveda y lo que se salvó quedó cubierto. En 1953-1954 se
redescubrieron las pinturas trasladándolas a la que es hoy
su morada: una estancia de las Escuelas Menores. Para la
mayoría de nosotros, esta obra es principalmente el logotipo de la celebración de “2002 Salamanca Capital Cultural
Europea”. Pero… ¿qué significa el Cielo de Salamanca para
los más pequeños?
En una mañana fría y lluviosa de mayo nos dispusimos a
descubrirlo. Ya de camino nos recibe entre sillerías y mampuestos, la fachada de la Universidad, y cómo no, perpetua,
como si por ella no pasasen los años, la estatua de Fray
Luis de León, nuestro más célebre estudiante. Todo ello es
un digno preámbulo para la obra que vamos a contemplar.
Ya en el interior de la exposición, nos encontramos con la
pintura situada en una estancia tocada por una tenue luz,
que refleja fielmente el brillo de esas noches estrelladas
de verano. Es allí donde nos trasladamos a una época de
signos zodiacales, estrellas, constelaciones, dioses romanos, centauros….
- A ver, Pedro, ¿qué ve Pedro? -pregunta Geli-.
- Una serpiente muuuuuuuy grande.
- Manuel, ¿qué ve Manuel?
- Un águila -contesta Manuel-.
- Mateo, ¿dónde está Mateo? ¿Qué ve Mateo?
- Una estrella.
- Claudia, ¿qué ve Claudia? ¿No ve nada Claudia? Claro,
tiene los ojos cerrados… ¿Y Mario?
- Dos caballos -responde Mario-.
Y aunque, propiciada por el clima de paz y quietud, alguno
de los pequeños ha aprovechado la visita para echarse una
siesta, seguro que cada uno de ellos lleva grabado en la
mente algún pequeño detalle de esta gran obra.
Ya en el exterior de nuevo y sentados en el marco
incomparable del Patio de Escuelas toca recapitular y Geli
comienza:
-¿Habéis ido alguna vez a una excursión donde estuviera
todo tan oscuro y todos tumbados en el suelo? ¿Cómo
se llama lo que hemos ido a ver? ¿Quién se acuerda?
Era como un cuadro ¿Cómo se titulaba ese cuadro?
- El cielo de Salamanca -contestan varios niños al
unísono-.
- Claro -continua Geli-. Y los pintores reflejaron todo lo
que veían en el cielo. Aunque a veces miremos el cielo y
nosotros no veamos eso, si cuando está oscuro, oscuro,
nos tumbamos en el campo mirando el cielo ¿sabéis lo
que os digo? Que se ven muchas cosas.
- ¿Os ha gustado nuestro cielo? -pregunta Belén-.
¿Sabéis que esto se pintó hace muchísimos años? ¿Y
qué tenía de especial el carro que se ve?
- ¡Tenía unas ruedas mágicas! -dice Marcos- Porque
podían volar…
¡Sí! Mágicas, como mágicas son muchas de las cosas
que los niños han interpretado en esta pintura y que la
mayoría de los adultos seríamos incapaces de percibir
aunque estuviéramos siglos mirándola. ¡Qué gratificante
es contemplar el arte a través de sus inquietos ojos!
Y como aún nos queda mucha mañana por delante,
recorremos el Museo de la Universidad, repleto de estatuas,
pinturas y otros enseres que nos recuerdan formas de vida
en épocas muy distantes en el tiempo de la nuestra.
-Mirad,-dice Belén contemplando uno de los cuadroseste era un juez.
Y los niños cantan:
“Era un juez que vivía en Aranjuez
Fue a pescar un gran pez, uno, dos y tres.
a la orilla lo comió
y al solito se durmió
y después, un, don, tres
se volvió a Aranjuez”.
La visita continúa y entre juegos a adivinar títulos de cuadros
y sus personajes o profesiones, los niños se dan cuenta de
que los cuadros también hablan y les cuentan que hubo un
tiempo en el que no existían bolígrafos y se escribía con
plumas o que las personas importantes se adornaban con
pelucas. Y aunque ellos no distinguen estilo, época o autor
de estas obras, sí han podido conocer a través de ellas qué
es un yelmo o un retablo.
Y después de esta explosión de conceptos que dejan
saturadas sus mentes, aún queda lo mejor……
- ¿quién va a querer galletas con chocolate? -pregunta
Belén-.
- ¡Yoooooo!
Esta mañana, una vez más, los más pequeños nos han
dado una lección de saber estar.
Paqui Acera
Mama de Aroa Mangas
9
uchos de nuestros niños pasan
más de la mitad de sus días en su
segunda casa, el Cole. En el Cole
pasan muchas horas al día con su
segunda familia (sus compañeros de la misma edad, mayores o
menores, sus profes y todos los personajes del
Cole). En el Cole trascurre la vida paralela de
nuestros hijos, la que no vemos, pero que tanto
supone para ellos en tiempo y experiencias. De
vez en cuando los mayores nos asomamos al
10
Otro Lado: cuando los recogemos y nos quedamos unos minutos, en las excursiones, en las
fiestas del Cole, breves momentos en los que
confluyen los dos lados. Sorprende y fascina
asomarse a ese ventanuco de la vida paralela
de nuestros hijos.
Pero la otra vida, la vida en los Rosales tiene
una característica muy especial que la diferencia de la vida en casa, con los papás y los hermanos: la vida del Cole es de día. La Otra Vida
no tiene noches.
Pues bien, el verano pasado y con excusa de ver
las estrellas, las puertas del Cole se abrieron
por la noche. Algunos niños y algunos padres
iban a pasar la noche en el Cole. Sí, además iba
haber un telescopio para ver la Luna y lejanas
estrellas. Pero en realidad lo que todos queríamos ver es la noche de la vida paralela y para
eso no hacían falta telescopios ni planisferios
terrestres. Los hubo y bien estuvo, pero no hacían falta.
Y lo que vimos con telescopio y sin telescopio
mereció la pena. Y eso que yo soy miope y nunca he conseguido ver nada decente por un telescopio. Digo que sí para no dar el tostón, pero
no veo un pimiento, la verdad. Pero eso no me
importó mucho y creo que a los demás tampoco. A pesar de liarme con tanta lente además de
las de mis gafas, la vista fue impresionante: la
noche del Otro Lado fue tan bonita como uno se
imagina que son los días del Otro Lado.
La vida del Cole da la sensación a los que la vemos desde el ventanuco de regirse por el orden
dentro del caos. Un caos de niños corriendo y
gritando y un orden contento de niños contentos.
Así fue la noche del otro lado: un caos ordenado o un orden caótico. Hubo de todo: un muestrario de tiendas de campaña que bien habría
podido pasar por una exposición titulada “50
años de historia del camping en España”; dificultades para montarlas; choques de galaxias
para la distribución del personal en su interior;
problemas técnicos de montaje y soluciones ingeniosas; comida en abundancia y placer en el
comer (algo que se mire desde donde se mire
siempre es una característica de esa vida en el
Otro Lado); carreras y griteríos; filas ordenadas
para asomarse al Universo desde una lente pequeñita; ganas de dormir y de seguir despierto; fresquito de la noche y calorcito de la larga
conversación. Muchas cosas que nos recordaron algo que ya sabíamos: el Otro Lado es muy
parecido a este y al mismo tiempo, muy distinto.
Igual que nuestros niños se nos parecen mucho
y son muy distintos a nosotros.
Al final llegó el día y, mientras llegaban el resto
de habitantes del Otro Lado, los que sólo nos
asomamos de vez en cuando salimos con cuidado para que nadie se confundiera: la vida del
Cole sigue siendo la vida del otro Lado y los que
no pertenecemos a él agradecemos poder asomarnos de vez en cuando, muy de vez en cuando, a ver las estrellas que brillan en la noche de
los Rosales.
Alberto, papá de Hugo Cantera
11
n sus principios, la astronomía
consistía sólo en observar los
movimientos de los cuerpos
celestes que pudieran ser reconocidos a simple vista (los
griegos hicieron importantes
aportaciones a la astronomía).
Los astrónomos también eran
normalmente sacerdotes, y por un largo tiempo se pensó que los fenómenos celestes tenían una influencia oculta en los sucesos que
ocurrían en la Tierra.
Nuestro Planeta es bastante diminuto
comparado con el Universo. Formamos parte
del Sistema Solar, alojado en una galaxia que
tiene millones de estrellas, pero sólo es una
entre los millones de galaxias que forman el
Universo.
Las nuevas tecnologías, mucho más sofisticadas comparadas con las que existían
hasta hace pocos años, han permitido el descubrimiento de nuevas galaxias, estrellas y un
sinfín de cuerpos, por lo que se ha hecho una
definición más precisa y científica del término
‘planeta’, lo que dejó fuera de esta categoría,
por no ajustarse a ella, al lejano Plutón, clasificado ahora como Planeta Enano. Así, el
Sistema Solar sólo tiene ocho planetas: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno,
Urano y Neptuno. Es por esto por lo que en
las últimas ediciones de libros de texto ya no
aparecere Plutón como planeta del Sistema
Solar y se crea la consiguiente tarea para los
12
profesores de explicar a sus alumnos la nueva
situación.
Hoy en día casi ni prestamos atención al
cielo, entre otras causas porque en las ciudades existe una gran contaminación lumínica
que apenas nos dejan ver el cielo. Además,
nuestros pequeños no comprenderían sus ratos de ocio sin la “tele”, juegos electrónicos y
por supuesto el ordenador. Pero aprovechando sobre todo las noches de verano, os proponemos elevar la vista hacia el cielo y contemplar a simple vista el firmamento para poder
disfrutar y a su vez despertar en los niños la
curiosidad y fomentar el interés por el mundo que nos rodea. Una buena actividad podría
consistir en alejarnos una noche un poco de la
ciudad y así poder observar con mayor detalle
la gran cantidad de puntitos brillantes de los
que está plagado el firmamento, jugar a hacer figuras imaginarias con algunas de ellas,
buscar estrellas fugaces, cometas, contar
alguna historia (o tratar de inventarla sobre
naves espaciales y seres de otros planetas)
y, cómo no, disfrutar del astro por excelencia
que tanto embelesa a nuestros pequeños, la
Luna. Basta con tener a mano unos prismáticos para poder maravillarte con sus cráteres.
En definitiva, tendríamos que ser capaces
de poder detenernos y dedicarle unos minutos
a ese antiguo arte de leer en el firmamento.
José.
Papá de Irene Duarte.
El conejito blanco...
...se hizo esperar
13
Una fiesta de
fin de curso...
14
...con mucho arte
15
Y en La Honfria...
16
...ricas paellas y
deliciosos postres
17
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Dulce excursion...
...al Museo de la Miel
Nos visito el Paje Regal
19
Ana
Dario
Emma
.
Marco G
20
Henar
Hugo
Lourdes
Marco D
Pablo
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Inés
Carla
Vega
Cora
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Daniel H David
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Daniel C
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Ana P.
21
Alicia
Alonso
Diego
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Irene
Nuria
Pablo D
Rodrigo
22
Sara
Cristina
Javier
María S.
Pablo M
Teresa
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23
Aroa
Carlos
Estrella
Irene
Manuel
Marcos
Miguel
24
Daniela
Isabel
Mario
Pedro
Mateo
Unai
Aitana
Alejandro Amanda Ana M.
Ángel Daniel
Eva
Jorge
Galia
Lídia
Diego
Emma
Inés
Javier
Lucía
Luciano
Manuel R. María F. María V.
Roberto Selena
Teresa
Rebeca
25
Hicimos dulce de membrillo...
...y asamos castanas
26
La graduacion del curso 2008-09...
...se celebro con un concierto
27
Aprendimos a elaborar...
...ricos chorizos
28
Excursion a la Finca Abusejo de Arriba
En noviembre y antes de que llegara el frío y la lluvia hicimos una
escapada al campo.
Las clases de los Colores, los
Números y las Letras aprendieron,
de primera mano, algunas cosas
que forman parte del trabajo en el
campo.
Lo primero que vimos fue el entorno de la ganadería doméstica,
donde los tractores, arados, remolques y aperos adornan el entorno.
En la nave de las ovejas vimos a los
corderos y las cabras, y jugando con
ellos, los niños vieron la diferencia
entre unas y otras, tocando el pelo
y la lana, intentando agarrarlos, corriendo y saltando entre los animales… todo un desahogo para los niños y menos para los corderos y las
pequeñas chivas.
Después, y a más distancia, cla-
ro, vimos las vacas, los cerdos y descubrieron cómo se alimentan, unas
de pasto, otros de bellotas.
Pasamos junto al palomar de
donde salieron las palomas a saludar a los niños camino de la fuente,
con mucho apetito disfrutaron del
almuerzo junto al cercado de Cabriola, el caballo de Chanito, que no
paró de correr, arriba y abajo, al vernos llegar. Allí junto a unos chopos,
comprobamos que los árboles también están vivos. Observamos cómo
hay árboles a los que se les caen las
hojas, para recuperarlas en primavera, y pasan el invierno de forma
diferente a las encinas que permanecen con ellas todo el año.
Ya con las fuerzas repuestas nos
metimos en el monte donde nos
esperaban sorpresas de animales
más salvajes.
Con la vista de un lince los niños
encontraron, a la primera, el nido
del águila, en lo más alto de la vieja
encina, desde donde controla todo
su territorio. Cerca de allí, y avanzando entre los carrascos llegamos
donde se encuentra la madriguera
del zorro, con sus distintas salidas
de emergencia. Al zorro no le vimos
pero seguro que andaba cerca….
Ya de vuelta vimos señales del
paso de algún jabalí que había ido a
bañarse a una charca cercana.
Después de todas estas experiencias los niños volvieron al cole
con la emoción de haber jugado
en un gran parque lleno de sorpresas y de vida. Fue un divertido
día de campo.
Luciano Albo
Padre de Chanito y Alonso.
29
uando leí el título de la Revista El Papelero para este
curso 2009-2010 se me debió quedar la cara como si
hubiera visto a un extraterrestre, en el sentido literal
de la palabra. Aunque no se
de qué me extraño, porque
ya sabemos de lo que son capaces en este
cole de Los Rosales.
Para centrar el tema le pregunté a Daniel,
que llevaba unos días dándole vueltas a los
planetas y a los volcanes:
– Daniel ¿habéis estudiado algo de Astronomía en el cole?
– Siiií
– ¿Y eso qué es? ¿Me lo explicas?
– Pues, el Sistema Solar, el Universo, los
planetas y los volcanes.
¡Vamos, como si lo supiese de toda la vida!
– ¿Y qué son los planetas? ¿Qué sabes de
los planetas? ¿Me lo cuentas?
– Los planetas son así, redondos como una
bola. Como un chupachús pero sin el palo.
A ver mamá, dime tú los nombres.
Yo le comencé a decir: la Tierra, Marte, Júpiter.
– ¡Esos, esos son!
30
Y ahí se acabó la cosa, porque respecto a
los volcanes ya habíamos hecho lo nuestro
en la Biblioteca Gabriel y Galán donde encontramos un libro sencillo, pero de gran
temperatura y con mucha chispa. ¡Cómo los
fuegos artificiales de la Plaza de Mayor!
Nuestros hijos tienen mucho que ver
con la Astronomía. Además de ser el sol de
nuestras vidas, son todo un universo por
descubrir. Desde que aparecen, toda nuestra vida gira en torno a su persona. Cuántas
veces les hemos dicho: ¡ven aquí, mi cielo!
Y como todo no iba a ser perfecto también
son capaces de sacarnos de órbita. Cuando
son adolescentes nos gustaría seguirles vía
satélite o no perderles de vista con el telescopio espacial Hubble, que va por encima
de las nubes y tiene muchos megapíxeles.
La infancia de cada niño debería ser
siempre como una estrella. Una de esas
preciosas estrellas que parpadean en las
noches de verano en el hermoso cielo castellano. Este verano me sentaré con Daniel
a repasar sus nombres, le enseñaré la Osa
Mayor y la Osa Menor, y el lucero del alba,
el que más brilla.
Un beso grande para todos.
Mamá de Daniel Alfonso Torrubia.
Dos colecciones
muy interesantes
Últimamente han llegado a mis manos
dos interesantes colecciones de libros para
niños que me gustaría compartir.
La primera, Aprender es fantástico, de
la editorial Combel, dedicada a los más
pequeños. Se trata de una propuesta muy
original en la que a partir de situaciones
de la vida real, los objetos cotidianos cobran vida y se convierten en divertidos
animales. Un orinal que sale volando porque se trasforma en Mi pato del pipi, una
oveja que canta nanas en Mi oveja de los
sueños, un pañuelo que toca el saxo en
Mi elefante de los mocos y una cuchara
que hace piruetas en Mi pájaro de la comida. Sus autoras son Montse Ganges e
Imma Pla y la propia editorial la define
como “una colección de libros para dejar
de ser un bebé. La fantasía nos ayuda a
crecer”
La otra colección, El mapa de mi
cuerpo de la editorial Media Vaca, responde a la curiosidad infantil por su
propio cuerpo desde un punto de vista
completamente distinto y muy original. Su autor, el japonés Genichiro Yagyu, con gran sentido del humor pero
científicamente, nos explica en seis
títulos: Agujeros de la nariz, Plantas
de los pies, Tetas, Dientes, Costras y
Ombligo, el funcionamiento de nuestro cuerpo. Destinado a todos los niños y a aquellos adultos que, de vez
en cuando, todavía sentimos placer al
arrancarnos una costra…
Chus, mamá de Teresa
31
Las estrellas
van al cole…
Hoy hemos recibido una visita en el cole: una
diosa nos ha traído las estrellas a clase. Las hemos visto lucir y moverse por el aula, y además
nos ha explicado que cada estrella tiene una historia, un cuento… y esto es lo que nos contó y nos
enseñó:
“¿Habéis visto la película de Hércules? Pues
las historias de las estrellas que os voy a contar
se escribieron en esa época, hace muchos, muchísimos años, cuando los dioses y los hombres
convivían en la Tierra.
Las estrellas nos vigilan y nos cuentan qué les
ocurrió a personajes hace mucho tiempo...
Por ejemplo, uno de los grupos de estrellas
(que se llaman constelaciones) más fáciles de
encontrar es la Osa Mayor, que nos cuenta el
amor que tienen los padres a los hijos....
Dice la mitología griega que el gran dios Zeus
se enamoró de la ninfa Calisto y tuvieron un hijo,
llamado Arkas. La esposa de Zeus se enteró y se
enfadó mucho porque Zeus la había engañado,
y con sus poderes transformó a Calisto en una
enorme osa y la dejó un bosque.
Pasaron muchos años y Arkas creció y se convirtió en un gran cazador. Un día paseando por el
bosque se encontró a su madre convertida en oso,
pero como él no sabía quién era en realidad, car-
32
gó la flecha en el arco y cuando iba a disparar...
apareció Zeus para impedirlo y le explicó todo a
Arkas.
Para evitar que algo así volviera a suceder, cogió a los dos y los colocó entre las estrellas, como
dos resplandecientes y vecinas constelaciones. Y
desde entonces, madre (Osa Mayor) e hijo (Osa
Menor) están siempre juntos y felices en el cielo,
observándonos y guiándonos, ya que una de las
estrellas que forma Arkas es la Estrella Polar:
una estrella que ha servido para orientar a marineros y viajeros hace muchos años.
¿Queréis saber quién más está en el firmamento? Pues otra historia nos la cuenta Casiopea que tenía una hija muy guapa, muy guapa, llamada de Andrómeda. La reina Casiopea presumía
demasiado de la belleza de su hija y la comparaba
con las diosas del mar que también eran muy, muy
hermosas. Éstas, indignadas por tal atrevimiento,
pidieron a Poseidón venganza y él, en respuesta,
envío un monstruo marino, una gran ballena (Cetus) a atacar las costas del país de Casiopea para
causar grandes destrozos.
otro. El Sol estaba a punto de caerse del carro, por
lo que Zeus lanzó un gran rayo sobre el carro para
detenerlo, pero al frenar tan bruscamente, Faetón
cayó en las peligrosas aguas de un río. Cuando estaba a punto de ahogarse apareció el Cisne, que lo
había visto todo y se sumergió en las aguas para
salvarle.
Para frenar esta situación, Casiopea decide
ofrecer a su hija Andrómeda a la terrible Ballena
atándola a una roca en el mar para que Cetus la
matara.
Así se encontraba Andrómeda, atada gritando
y pidiendo ayuda cuando apareció Perseo, que se
enamoró en ese instante de ella. Perseo venía de
derrotar a Medusa, un monstruo con serpientes
en vez de pelo y que tenía el poder de convertir
a la gente en piedra tan sólo con mirarles. Perseo sacó la cabeza de Medusa, que la tenía en su
bolsa, y cuando Cetus estaba apunto de atacar a
Andrómeda.... le enseñó la cabeza y Cetus quedó
convertido en piedra.
Zeus, conmovido por tanto amor, perdonó
a Andrómeda y la colocó junto a Perseo en el
firmamento, muy juntos. En cambio, castigó a
Casiopea colocándola en el cielo de forma que
estuviera girando toda la eternidad, por eso en
ocasiones la vemos como una W y otras ocasiones como una M.
Zeus, conmovido por tanta lealtad y amistad,
colocó a El Cisne en el firmamento, para que
siempre que lo veamos nos acordemos de lo importante que es tener amigos y cuidarlos.
…¡y nos cuentan
sus historias!…
Para terminar podemos escuchar la bella
historia de El Cisne, una historia de amistad.
Hace muchos años El Cisne y Faetón eran
grandes amigos. Faetón era el hijo del dios del
Sol, Helios, que todas las mañanas cargaba el Sol
en un gran carro tirado por caballos alados y recorría el firmamento hasta ocultarse al atardecer.
En una ocasión, Faetón le pidió a su padre que
le prestara el carro con los caballos. Pero su padre
no se lo dejó, porque sabía que era muy difícil de
manejar. Faetón, desobedeciendo a su padre, se
montó en el carro y comenzó a conducirlo, pero
los caballos enseguida notaron la falta de experiencia del conductor, por lo que se descontrolaron. Empezaron a correr y a moverse de un lado a
Después de escuchar los cuentos y de ver
las estrellas, cada niño pidió un deseo a una
estrella fugaz…
Rebeca. Tía de Ana
33
esde pequeñito, Jorge siempre había querido ser astronauta. No porque le molara el
traje espacial o porque tuviera un interés especial en pisar la Luna, sino porque quería saber qué había en aquel
espacio oscuro que queda
entre las estrellas por la noche. Se imaginaba que al
final de aquellos agujeros había siempre una luz brillante que abría la puerta a otro universo, con nuevas
estrellas, nuevos planetas y otros seres parecidos a él
que le invitaban amablemente a charlar con ellos y
que vivían junto a océanos de aguas moradas y jardines con tierra naranja como la piel de las naranjas.
Pensaba que llegar hasta aquellos nuevos universos
costaba mucho esfuerzo y mucho tiempo, y que nadie
antes había llegado hasta allí porque ninguno de los
que lo habían intentado había tenido la paciencia suficiente para buscar el final. Por eso quería hacerse astronauta. Quería ser el primero en escarbar en el espacio oscuro y encontrar la luz que le abriera el camino
a ese mundo nuevo.
Cuando el resto de los niños dejó de soñar con viajar al espacio o con ser futbolistas y empezaron
a tomarse la vida en serio, Jorge seguía mirando el cielo por la noche. Pensar en aquel
mundo le hacía creer que él entendía la vida
mejor que todos aquellos que se afanaban
en cosas pequeñas y mezquinas, que se
dejaban matar y morían por nimiedades.
Jorge sentía que todo en la Tierra era pequeño y que, si alguien llegaba hasta la
puerta de aquel otro mundo y era capaz
de abrirlo, la Humanidad descubriría lo
confundida que había estado siempre y
nunca más volvería a equivocarse. Así
que muy pronto decidió que él no podía
traicionar su sueño, como hacen normalmente todos los niños al crecer, y se
lanzó a estudiar como loco y a prepararse para salir de la Tierra. Estudió
todas las lenguas que le parecieron importantes, todas las leyes
de la Física y de la Naturaleza,
aprendió a distinguir piedras y
minerales, aprendió los nombres de los órganos humanos
y sus funciones. Cuando le pareció que ya había aprendido
todo lo que podía saberse so-
34
bre el cuerpo humano, la Tierra y
el Universo, se esforzó mucho en
conseguir una plaza de astronauta en la Agencia Espacial Europea
y, después de un par de intentos,
la consiguió.
Jorge ya era astronauta, tenía
licencia para volar a las estrellas, y
estaba deseando salir enseguida a explorar el espacio. Sin embargo, aún tuvo
que esperar con paciencia unos cuantos
años – no se mandan astronautas al espacio
todos los días, y la lista de espera para subir
a un cohete espacial es larguísima. Decidió que, para acortar esa espera, lo mejor
sería convertirse en el mensajero de los
astronautas que orbitaban alrededor de
la Tierra. Estos astronautas pasaban a
veces meses enteros en el espacio, solos, aislados, mortalmente aburridos y
la Agencia Espacial les enviaba periódicamente un mensajero con regalos
de la Tierra, recuerdos de su familia y,
en general, un poco de conversación. Los
“astro-mensajeros” no podían emplear mucho
tiempo en sus misiones: salían de la Tierra, llegaban
a la Estación o al satélite en el que vivieran los astronautas, dejaban sus regalos y regresaban rápido; todo
en un tiempo récord. Era la categoría más baja dentro
de la escala de los astronautas, la peor pagada y la
menos reconocida, pues sus viajes no se anunciaban
en la prensa y su misión no consistía en traer cosas
asombrosas del espacio a la Tierra, sino en llevar cosas cotidianas de la Tierra al espacio. Sin embargo, los
astronautas adoraban a los astro-mensajeros y esperaban sus visitas como esperan los niños la llegada
de los Reyes Magos, y para Jorge era la oportunidad
perfecta para salir cuanto antes al espacio. Así que solicitó el puesto de astro-mensajero oficial de la Agencia, y pronto empezaron sus excursiones espaciales.
Por lo general, duraban unas pocas horas, a lo sumo
un día, y tenía tanto que hacer en ese tiempo que apenas lo tenía para mirar la Tierra por la ventanilla de su
nave espacial. Llegaba agotado de sus viajes y siempre pensaba que en el siguiente lograría escaparse
del control de la Agencia y que entonces pondría su
cohete rumbo al vacío interestelar, donde podría llevar
a cabo su anhelado viaje.
En realidad, después de tantos años de preparación ya no se atrevía a decirle a nadie que él creía que
detrás de todas las estrellas, en un hueco entre ellas,
había una puerta que daba a un universo paralelo; de
hecho, ni siquiera se atrevía a confesárselo a sí mis
mismo en serio; pero como en ninguno de los libros y
artículos que había leído en su vida sobre el Cosmos había encontrado nada que desmintiera esa
idea, siguió creyendo en ella con la misma infantil
tenacidad de siempre.
Un día le encargaron volar hasta la Estación Espacial y llevar a los dos astronautas que estaban allí viviendo una tuerca que se les había perdido, y, de paso,
unos cuantos regalos de la Tierra: camisas
limpias, unas cuantas chocolatinas, unas
rosquillas caseras (hechas por la madre de
uno de los astronautas), unos bocadillos de
jamón ibérico… En principio, parecía una expedición más, pero esa vez Jorge decidió que
sería el comienzo de SU viaje, y que, a pesar de
que tenía órdenes estrictas de regresar en un día
a la Tierra, en vez de dirigirse a la Estación Espacial,
giraría un poco más a la izquierda y saldría de la órbita terrestre para adentrarse en el océano oscuro más
allá de los rayos del Sol. Hizo todos los cálculos necesarios y llenó su nave con las provisiones que consideró que iba a necesitar. Pero de los dos astronautas
de la Estación Espacial, un ruso y un chino, uno era un
loco del embutido ibérico, y el otro ya no se aguantaba
las ganas de ver el regalo del padre que le había hecho
su hija en la guardería y que era uno de los objetos que
Jorge tenía que entregar, así que ambos esperaban la
llegada del astro-mensajero como agua de mayo. A
pesar de sus ganas de emprender su propio Gran Viaje, Jorge sintió ciertos remordimientos ante la ansiosa espera de aquellos compañeros y pensó que bien
podría hacer un alto en la Estación y hacer la entrega
rápidamente antes de poner rumbo a las estrellas. Se
puso su traje y su casco, se calzó las grandes botas de
esastronauta y se metió en su nave. Casi no podía es
perar a que terminara la cuenta atrás; si hubiera sido
por él, habría apretado todas las teclas de la cabina
quepara salir de la Tierra cuanto antes; pero aún le que
daba ser un poco paciente y, sobre todo, disimular su
nerviosismo, no fuera a ser que alguien sospechara
de su huida.
Cuando llegó a la Estación Espacial el recibimiento
sufue espectacular, casi como si los dos astronautas su
(momentáneapieran a lo que Jorge había renunciado (momentánea
mente) por llegar hasta ellos. Eran dos hombres muy
simpáticos y tenían muchísimas ganas de hablar, así
que, desobedeciendo todas las órdenes e incluso sus
propios planes, Jorge decidió quedarse con ellos unos
cuantos días. Juntos se comieron todas las rosquillas
emy el jamón, y cuando ya no había más que comer, em
pezaron a hablar de sus vidas, a reírse y a sincerarse
como no lo habían hecho nunca. Jorge se sentía muy
mara gusto con ellos y no tenía grandes deseos de mar
charse de allí, pero una voz interior le llamaba de vez
en cuando para recordarle su misión: “No has esperado tanto tiempo para acabar metido en una caja de
zapatos”, le decía. “Tienes una teoría que demostrarle al mundo, y poco tiempo que perder”. Así que, al
quinto día, se levantó temprano, antes que los demás,
y sin decirles adiós, se montó en su nave espacial y se
alejó de allí. No se dio cuenta de qué dirección había
tomado cuando vio la Luna frente a sí. Realmente, no
entraba en sus plantes detenerse allí, pero pensó que
sería curioso emular a Armstrong y a Aldrin, así que
hizo una pequeña parada para tomar tierra (es decir,
luna). La Luna nunca le había llamado especialmente
la atención, siempre le había parecido fría y dura, pero
pensó que un astronauta que se precie no puede pasar
de largo por ella sin detenerse un minuto, de modo
que bajó de su nave espacial y se sentó en el suelo
lunar, para contemplar, una vez más, la Tierra desde allí. Se esforzó mucho en distinguir los países,
en atisbar alguna de las grandes cordilleras, y se
acordó de los niños de su clase, de aquellos que
habían compartido su sueño y de aquellos otros
que no lo habían compartido. Todos se habían
quedado abajo, haciendo sus cosas, viviendo su
vida como si nada. Se le ocurrió pensar que, si
se esforzaba mucho, tal vez lograría verlos. Sin
saber muy bien lo que hacía levantó la mano
y se puso a saludar, pensando que tal vez alguien podría verlo a él. Pero no, qué bobada.
De pronto, sin saber por qué, se acordó
de los compañeros de la Estación Espacial
a los que acababa de dejar, del sabor del
jamón ibérico, de las risas que habían
compartido y, por primera vez en su vida
se sintió solo, muy muy solo. Se sintió
tan solo que le dieron ganas de echarse a llorar. Se tumbó sobre la Luna y
empezó a llorar y a gritar, pero hasta sus gritos le parecieron solitarios
porque no podían oírse. “Qué absurdo
es todo esto”, pensó. Cuando se incorporó y volvió a
mirar a la Tierra, las lágrimas le nublaban la vista, y
como con el casco no podía secarse los ojos, vio que
los océanos se habían vuelto de color morado y que
las nubes que cubrían la tierra eran rosadas y el suelo naranja como la piel de las naranjas. Aquella era
una combinación de colores que Jorge no había visto
nunca en su vida pero que reconoció enseguida. “Ahí
está, he aquí mi mundo”. Y, de repente, sintió como su
alma se despegaba de su cuerpo y se lanzaba al vacío,
atravesaba la atmósfera terrestre y se zambullía en
las frías aguas moradas del Océano Atlántico.
Susana (mamá de Hugo)
35
Clase de los colores
ejos de entender a los 3 años
qué significado tiene el Universo y qué ocurre en ese lejano
mundo, en la clase de los colores nos atrevemos a pasear por
él. Tras una breve y concisa información sobre el tema, divagamos charlando en nuestras
noticias matinales.
-A ver, Pedro, ¿qué noticias tienes hoy?
36
-Que yo un día voy a ir con papá y mamá a
los cohetes en avión.
-¿Y no te dan miedo? – pregunta Carlos.
-Nooooo, dice Pedro.
-¿Sabes Geli?, la luna tiene dos pinchos,
continúa Carlos, porque los señores de arriba la han cortado.
-¡Que son planetas Carlos! dice Pedro,
que te has confundido, y además, continúa
Carlos, “el sol tiene rayos de sol”.
-Manuel: yo he ido a ver las estrellas
esta mañana con papá y mamá y había
una luna y un cohete muy largo sí, he ido
con avión.
-Pues en mi casa, continúa Estrella,
ha habido una estrella gigante en el cielo
y una luna muy pequeñita que estaba en
mi casa.
-Mario, ¿tú qué nos cuentas? Pues
que me “sabo” los planetas, mira: Mercurio, la Luna, la Tierra...
-¿Y tú Irene? Pues yo, yo, yo, que
cuando dormía he visto la Luna, y ya no
más.
-Unai nos cuenta que papá y mamá
van a ir a ver el cohete de la Luna conmigo.
-La Luna es azul, comenta Isabel.
-“Pos” Geli, prosigue Carlos, la Luna
no es azul es blanca, sí Geli, que yo la
“ha visto”.
-Pero cuando se hace de noche se ponen las nubes negras y por el día azules
y blancas ¡HOMBRE!, dice Mario.
-¡Basta ya! afirma Marcos: yo he ido
al espacio a ver las estrellas jugar y eran
gigantes y las lunas y los soles, y tenía
un Sol que tenía dentro luz de Sol.
-¿Dónde está el espacio? pregunta Miguel. Puesss... al lado de mi casa,
contesta Marcos.
-Aroa dice: Que, que...el Sol cuando
es de día se pone con luz y algunos planetas están cerquita del Sol.
-Pues yo, dice Daniela, he visto por la
ventana la Luna y era blanca.
-Yo he ido al espacio y he visto la Luna
y mi papá ha visto un cohete “golando”,
dice de nuevo Unai.
-Mañana voy a ir a la Luna a quererla,
insiste Daniela.
-Pues mi espacio estaba sucio y lo ha
limpiado mamá, dice Marcos.
-¿Qué espacio?, pregunta Aroa.
-Donde está el Sol, contesta Marcos.
-Cuando he ido al espacio con Carlos
había tierra, estrellas pequeñas y estrellas “fugares”.
-Yo no he ido, dice Carlos, síííí, afirma
Mario, esta mañana, un barco que te llamó mi mamá por teléfono y has ido.
Adiós, estrellas, soles, lunas, mentes imaginarias de colores que divagan
por el espacio, adiós.
Geli.
37
La mochila
de Los Rosales
H
ace ya dos años que mi hijo
dejó Los Rosales y empezó
la Primaria en su nuevo cole.
Recuerdo el primer día: iba
cargado con su mochila, también nueva, enorme, llena de libros, cuadernos, lápices, el bocata y algún que otro Gormitti. Y en casa todos pensaban ¿lo llevará
todo? ¿Seguro que no le falta nada?
Y claro que no le faltaba de nada: porque
además de su “preciosa” mochila del Capitán Sparrow llevaba otra: la mochila de Los
Rosales.
Esta mochila, invisible, la fue llenando
aquí todos los días: con el gusto por saber y
la curiosidad por aprender; con el País de
las Letras, el placer de escuchar un
cuento y regalar dibujos a los compañeros. Con el conocimiento de la
naturaleza, de los “bichos”, de plantar
una huerta y recoger los huevos. Y con el
dato de que a los caracoles no les gusta la
miel. Fue completando su contenido con el
respeto a las profes, y la confianza en ellas;
también con las enseñanzas de los amigos.
De unos se llevó la admiración por el que
sabe; de otros, la risa, algunas palabras de
otro idioma y otras cosas importantes, como
la manera de utilizar bien el papel higiénico.
Y una amistad verdadera.
La mochila no pesa, sino que aligera su
camino: va cargada de educación y de alegría. Cada profe la va completando poco a
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poco con palabras, normas y afecto. También yo me llevo una pequeña parte de sus
enseñanzas, aunque sé que nunca podré
hacer unas comidas tan ricas como las de
la Tata.
Este ha sido el último año aquí para su
hermana. Y sé que ella, en septiembre, irá
acompañada por la misma mochila. Y que
ambos la guardarán para siempre, como un
tesoro.
Sonia
Mamá de Jaime y Ana
¡Hasta siempre!
M
uchas son las decisiones que debemos tomar en nuestra vida,
desde las más insignificantes hasta aquellas cuyas consecuencias
pueden ser determinantes para
nuestro futuro o el de aquellos que nos rodean. Y precisamente a estas últimas pertenecen las decisiones
que atañen a nuestros hijos, más aún cuando se trata
de dejarlos en manos ajenas y compartir con ellas algo
tan importante como su educación.
Aún recuerdo (¡y parece que fue ayer!) el primer día
que pusimos nuestros pies en Los Rosales, con la preocupación y la angustia en nuestros rostros, invadidos
por una mezcla de incertidumbre y expectación, la cabeza repleta de palabras y consejos aportados por unos
y otros… Pero recuerdo aún más la sensación que se
apoderó de mí nada más traspasar la puerta del jardín:
no me sentía recibida sino acogida, percibía la consideración hacia viejos conocidos más que la atención cortés a una visita, y todo ello sin afectación, con la misma
naturalidad presente a nuestro alrededor, junto al árbol
del jardín. En aquel momento no necesitamos palabras
ni argumentos de ningún tipo; por primera vez desde
que iniciamos la aventura de conocer los centros educativos me sentí reconfortada: ahora sí sentía, sabía,
que ese era el lugar donde mi hija iba a estar bien.
Supongo que muchos de los que ahora leéis estas
letras reconoceréis perfectamente de qué estoy hablando. Lo que no sé ya es si compartiréis también la
experiencia –terrible experiencia- de abandonar cada
mañana el colegio dejando tras la puerta a vuestra pequeña llorando amargamente, pidiendo –más bien suplicando- que no te vayas,…, y recogerla por la tarde en
el mismo estado, eso sí, acompañada con el correspondiente informe del día: no ha querido participar en la
actividad, no ha querido jugar, no se ha relacionado con
otros niños, apenas ha dormido, está un poco triste,… Y
todo esto día tras día durante un interminable mes, un
primer mes casi exclusivamente caracterizado por miradas cargadas de tristeza, llantos, vómitos, pesadillas
eternas y noches en vela, oyendo a unos y otros repetir
si realmente merecía la pena.
Por supuesto, cada día te preguntas una y otra vez si
estarás haciendo lo correcto, si realmente has tomado
la mejor decisión, si merece la pena “sufrir” esa situación… y te asaltan mil y una dudas que se van apoderando de tu estado de ánimo como una plaga de langostas.
Sólo el convencimiento que tenía en mi interior de que
no estaba equivocada nos ayudó a mantenernos y soportar ese tremendo período de adaptación: y el tiempo
nos ha dado la razón.
Cuatro años han transcurrido desde entonces, cuatro años que difícilmente pueden resumirse en unas
cuantas líneas, sobre todo porque, al menos para mí, es
muy complicado plasmar en un papel los sentimientos
y vivencias que hemos ido experimentando: la tranquilidad de estar a 70 Km. de distancia sabiendo que María
está bien, disfrutando de aquello que la jornada le depare, y que un imprevisto en la carretera o en el trabajo no supone ningún problema, que sólo significa un
retraso a la hora de recogerla; la confianza en quienes
la atienden en nuestra ausencia, con firmeza pero con
todo el afecto y cariño que precisa; el descubrimiento
de los progresos que día a día va realizando y que, aun
siendo esperados, no dejan de sorprender; la alegría
compartida en los momentos de ocio, de convivencia,
de sabernos partícipes en la vida del cole…
Como ya mencioné anteriormente, sé que no soy
capaz de expresar con palabras cuanto me gustaría.
Por eso, sólo deciros GRACIAS:
Gracias por habernos dado la posibilidad de conoceros y compartir con vosotras estos años tan importantes en la vida de María.
Gracias por haber escuchado y atendido nuestras
pequeñas o grandes preguntas y sugerencias como
si realmente en ese momento nada más existiera
en el mundo.
Gracias por habernos hecho sentir desde el principio como si no estuviéramos en una casa extraña.
Gracias por permitirnos ver a nuestra hija esperar
con alegría el regreso al colegio después de un descanso o unas vacaciones.
Pero, sobre todo, gracias por seguir pensando que el principal objetivo es, precisamente, algo
que en muchos colegios están olvidando o, al menos, relegando a un segundo o tercer plano: formar
PERSONAS, primando lo que consideramos que son
valores fundamentales; también aquí nuestra hija
ha aprendido, porque así lo ha vivido, el respeto a la
naturaleza (animales y plantas), al trabajo propio y
ajeno, a los demás, a las diferencias, a sí misma, el
valor de la amistad, la responsabilidad…
Hace cuatro años, el 1 de septiembre, dejé a mi hija
llorando y cerré la puerta de Los Rosales con un nudo
en la garganta (o quizá en el corazón). Sé que en junio,
cuando venga a recoger a María porque empieza sus
vacaciones, volveré a cerrar esa puerta con un nudo
como aquel; pero ese día probablemente no sea mi hija
la que llore sino yo.
Gracias por todo y ¡hasta siempre!
Mamá de María Vidal
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H
Mamá Luna
ace mucho, mucho, muchísimo tiempo,
hasta el infinito..., el sol se enamoró de
la luna. La luna no estaba interesada
en amoríos, ella prefería pasear por el
firmamento, visitar a su gran amiga la
tierra, seguir cometas, jugar con astros...
Pero tanto la rondó y rondó el sol que empezó a hacerle gracia, luego reír y finalmente la conquistó.
Pasaban día y noche paseando por los cielos, a veces jugaban al escondite, otra veces al corre que te pillo y otras veces se juntaban mucho hasta que se daban
un beso... ¡¡¡eso si que era un espectáculo!!!
Bueno, pues así pasó el tiempo hasta que tuvieron
a su primera hija, después a la segunda, luego a la tercera... el sol quería un varón, así que tuvieron hijas a
montón, cientos, miles, millones... hasta el infinito...
Ellos adoraban a sus hijas, que tenían el brillo del
padre y el encanto de la madre.
La luna cuidaba de sus hijas con asombrosa
dedicación. Por la noche las pequeñas lloraban
y lloraban hasta que veían a su mamá, que
les traía la luz y el calor de su papá. Todas la necesitaban las más pequeñitas y
también las más mayores, que se iban
marchando lejos, muy lejos, hasta el
infinito...
Y mamá luna se iba cansando y
agotada se iba durmiendo poco a
poco, cada día un cachito, hasta
quedar en casi nada. Esa era la
noche que las estrellitas más
lloraban.
Era entonces cuando venía
el sol y la abrazaba con su calor y la despertaba con canciones que hablaban de sus hijas,
de lo bonitas que estaban, de
como brillaban... y así la luna
empezaba a despertar poco a
poco, hasta ponerse igual de ancha que de larga orgullosísima
de su prole.
Y así pasó el tiempo, mucho,
muchísimo, hasta el infinito... Las
hijas crecieron, algunas se quedaron
cerca de sus papás, otras fueron lejos,
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muy lejos, lejísimos, hasta el infinito...
Mamá luna se quedó con su amor, el sol y con su incondicional amiga, la tierra, que ahora se había llenado de personas, de perros, de caballos, de elefantes...
que tenían bebés, que también lloraban por la noche.
Y cuando sus mamás caían rendidas de cansancio era
ella la que los cuidaba con canciones que sólo ellos
oyen, con un calor que sólo ellos sienten.
Y así decidió quedarse aquí, en nuestro cielo, cuidando de nuestros cachorros, porque ahora son ellos
los que la llaman con canciones y ovaciones para que
la luna lunera vele por ellos y por sus sueños.
Y su fiel amante, el sol, le sigue dando su calor, tan
enamorado como el primer día, para que ella brille intensamente, mucho, muchísimo, hasta el infinito...
Y a veces se juntan y se besan y... ¡¡¡eso si que es un
espectáculo!!!
Ana
Pídele a un adulto que te ayude con esta actividad.
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Papel normal de 216 por 279 mm (8-1/2 por 11 pulg.), como el papel para impresoras o incluso una
hoja de cuaderno.
Un recipiente plástico para rollos de película de 35 mm (consulta los siguientes consejos)
Cinta adhesiva transparente
Tijeras
Una tableta antiácida efervescente (de las que se toman para el malestar estomacal)
Toallas de papel
Agua
Protección para los ojos (como lentes, gafas oscuras o gafas de seguridad)
La tapa DEBE calzar en el INTERIOR del recipiente y no sobre la parte exterior del borde. A veces a las
tiendas de fotografía les sobran recipientes y estarían felices de donarlos para una causa tan noble.
Recuerda: Al igual que los cohetes verdaderos, tu cohete volará más alto mientras más liviano sea y menos
resistencia tenga al aire (fricción).
Primero debes decidir cómo recortar el papel.
Puedes recortarlo a lo ancho o a lo largo para
hacer el cuerpo del cohete. No hay una sola forma
correcta de hacer un cohete de papel. Prueba con
un cohete largo y delgado, o uno corto y gordo.
Prueba con una nariz en punta o plana. Prueba
con alerones o sin alerones. ¡Experimenta!
Ésta es sólo una idea de cómo podrías hacer todo
el cohete con una sola hoja de papel:
1.
2.
Corta todas las piezas del cohete.
Enrolla y pega con cinta un tubo de papel alrededor
del recipiente para rollos de película. Consejo:
Pega el final del papel al recipiente antes de
comenzar a enrollar.
¡Importante! Coloca el extremo
con tapa del recipiente hacia abajo.
3. Si deseas, puedes pegarle alerones al cuerpo del
cohete.
4. Enrolla el círculo (al cual se le ha cortado una
cuña) para formar un cono y pégalo con cinta en la
parte superior del cohete.
1.
2.
3.
Colócate la protección para los ojos.
Voltea el cohete y quita la tapa del recipiente.
Llena un tercio del recipiente con agua.
1.
Coloca media tableta antiácida efervescente en el
recipiente.
Coloca firmemente la tapa del recipiente.
Coloca el cohete en una plataforma de despegue,
como la acera o la entrada de vehículos de tu
casa.
Retrocede y espera. ¡El cohete despegará!
2.
3.
4.
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Moost, Nele
Una estrella brilla para ti
Santa Marta de Tormes (Salamanca):
Lóguez, cop. 2008
Pocas cosas resultan tan misteriosas para los niños como el brillo de
las estrellas. En este libro de cartón, hay una estrella para cada uno que
brilla intensamente. Para el ratón, con dolor de muelas, para los pequeños osos, necesitados del calor de su madre... y una brilla especialmente
para ti. De 0-5 años
Steven, Kenneth
La pequeña Martina y las estrellas
Barcelona : RBA/Molino, 2005
Una oscura noche de invierno, mamá ratón despierta a sus dos ratoncitos para
que vean un maravilloso cielo resplandeciente de estrellas fugaces. Según les
cuenta su tío, estas estrellas son mágicas, un regalo para proteger a los ratones marineros durante el duro invierno. Esa noche la familia ratón tendrá que
salir en medio de la oscuridad y la tormenta para recoger las estrellas....
Horácek, Petr
Y la luna sonrió
Barcelona : Beascoa, cop. 2003
Aquella noche, en la granja, todo estaba patas arriba, y la luna decidió
que no sonreiría hasta que todo volviera estar en su lugar. Ya era hora
de encender las estrellas, una a una.
Cuenta las estrellas que la luna va encendiendo para ti.
Lincoln, Hazel
El pequeño oso polar
Barcelona : ING, 2004
El pequeño oso polar nació en la cima del mundo en una tierra de nieve y de
hielo. Vivía con su madre en una cueva calentita y profunda El invierno llegaba
y en aquel país el sol desaparecía durante mucho tiempo. ¿Que pasaría si el sol
no volviera se preguntaba el pequeño oso: Entonces emprendió un largo viaje
para buscarlo. A lo largo de su camino descubrirá la aurora boreal , conocerá al
sabio reno, la pequeña foca y la gran ballena azul. A partir de 3 años
Layton, Neal
La sensacional historia del mundo: desde el Big Bang hasta
nuestros días
Barcelona : RBA/Molino, 2006
Puede que parezca imposible concentrar más de quince millones de
años en doce páginas, pero con imaginación, mucho sentido del humor
y una explosión de color en sus más de treinta desplegables se puede
conseguir. Extraordinario, conciso y divertido. Para 5 años.
Para saber más:
- Fundación Germán Sánchez Ruipérez: http://www.fundaciongsr.es/
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- SOL, Servicio de Orientación a la Lectura: http://sol-e.com/
- Bibliotecas Públicas: http://www.bibliotecaspublicas.es/
- Bibliotecas municipales de Salamanca: http://bibliotecas.aytosalamanca.es/
Real Escuela de los Rosales
Clase de Los Colores
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Vamos hoy a la clase del “circo” (Psico).
Son “de potistas” (deportivas).
“Colanosaurio” (Dinosaurio).
Que te “estontonas” (caes).
Que te “desmochas” (caes).
“Trabajeros” (Trabajadores).
“Baloncentista” (Jugador de baloncesto).
“Miligolas” (gominolas).
“Ya me puedo descastigar”
Mi amigo tiene una “confusión” en la espalda.
“Sordista” (Médico de los oídos que no oyen).
Vamos a “regalarnos” (relajarnos).
Ya me he comido el “tocadillo” (bocadillo).
Me he pintado las “castañas” (pestañas).
“Me estoy portando “fenómeno MAL” (fenomenal).
“Lepófono” (Teléfono).
“Los chocadores” (Coches chocones).
“Agargantar” (atragantar).
“Armar el árbol” (poner el árbol).
“Payelos” (playeros).
Ayer fui a los “Besuritas” (parque Jesuitas).
“Ayer hubo un “Tormental” (Aire + Tormenta).
“Murcialago” (Murciélago).
“Potinga” (Compota).
Clase de
La Ratita
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“Tobán (Tobogán).
“Posa” (Mariposa).
“Teta” (Galleta).
“Poma” (Paloma).
“Stila” (Mochila).
“Teza” (Cereza).
“Totototó (Conductor).
“Petateta” (Piruleta).
Clase de
El Tren
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“Palva” (Vulva).
“Peine” (Pene).
“Pestañas” (Castañas).
“Láminas / Gánimas” (Lágrimas).
“Zironte” (Rinoceronte).
“Foforico” (Frigorífico).
Tema del próximo número de El Papelero: Los Medios de Comunicación.
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