Vuelo y vigor en la escena puertorriqueña

Transcripción

Vuelo y vigor en la escena puertorriqueña
Vivian Martínez Tabares
Foto: Ricardo Alcaraz
Vuelo y
vigor
A
fines del verano de 2014, gracias a la invitación
recibida de la Universidad de Puerto Rico para
un intercambio académico con distintas entidades en su Recinto de Río Piedras –el Programa de
Gestión y Administración Cultural de la Facultad de
Humanidades, el Instituto de Estudios Caribeños de la
Facultad de Ciencias Sociales, y la revista Sargasso, del
Programa Doctoral en Estudios Caribeños del Departamento de Inglés–, pude disfrutar por casi un mes
de valiosos contactos con la gente de teatro de la Isla,
actualizarme sobre el quehacer de artistas y grupos
conocidos, y descubrir la pujanza de nuevos colectivos.
Fue la ocasión de retomar, entre las tres intervenciones
públicas que cumplí, un proyecto de casi dos décadas
atrás, cuando como becaria del Programa Caribe 2000,
emprendí una investigación sobre la escena boricua y
sus vínculos con temas como sociedad, nación e insularidad.1 Pues aunque había regresado muchas veces,
incluso como conferencista invitada de un Seminario
sobre Performance Caribeño, que daba continuidad al
programa de mi beca, no es hasta ahora que la riqueza
de experiencias vividas me permite conformar un
Ver dosier “El ¿otro? teatro puertorriqueño”, Conjunto n.
106, mayo-agosto 1997, pp. 2-69.
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en la e
scena puert
orrique
ña
dosier que recorre parte de la actividad escénica más
atractiva y vital de este momento.
Es notable cómo dos mujeres pobres, negras y en
buena medida autodidactas, procedentes de la periferia social y cultural de San Juan, al lanzarse a crear
un espectáculo sui géneris como el Manual del bestiario
doméstico –con resonancias feministas y cortazarianas–, logran fundir teatro antropológico, teatro doméstico y teatro comunitario con alta dosis de sensorialidad
y agudo sentido político, tras el objetivo esencial de
responderse a sí mismas las razones de una realidad
familiar de violencia y desintegración. Es significativo
cómo alcanzaron un alto consenso de admiración,
y cómo desde un barrio suburbano, resultan artistas
que proyectan y cumplen proyectos complejos y hasta
sofisticados como residencias artísticas y laboratorios.
Susan Homar fue la primera que me había contado
su experiencia de espectadora del Manual… y lo hizo
con tal ímpetu, que narró y describió cada detalle con
la pasión del descubrimiento. Rosa Luisa Márquez calificó la creación de Las Nietas de Nonó como lo mejor
del teatro puertorriqueño, sin deslindar marcos temporales. Para Nelson Rivera representó un rencuentro
con la escena política que desarmaba cánones y le
provocaba una suerte de epifanía crítica.
Con ese impulso me fui con la menor de las hermanas, Michelle, a San Antón, casi al límite entre Carolina
y Trujillo Alto, e in situ, ella y Lydela se confabularon
en reconstruir para mí el sentido de un trabajo teatral
y su génesis, con una hospitalidad casi familiar.
Otro hallazgo feliz fue el del entusiasta y comprometido equipo de Y no había luz, que Pedro Adorno
había mencionado con insistencia cuando lo entrevisté dos años atrás, mientras participaba en nuestro
Festival de Cine. Coincidentemente, apenas llegada a
San Juan, Rosa Luisa me arrastró a su sede para que
los conociera y para facilitar que acordáramos una
cita, que se convirtió en animada charla, trueque de
materiales y en segunda visita.
También alcancé una convocatoria de Plaza
Tomada, a la entrada del Viejo San Juan, donde aprecié las búsquedas recientes de Teresa Hernández, afirmando a la mujer desde vivencias muy personales,
y con tan fuerte compromiso corporal que terminó
escalando el monumento a Colón; a Carola García,
recreando su propia carrera en pos de reinventarse la
vida, sin haber olvidado del todo el susto de la enfermedad; a los Jóvenes del 98 liderados por Maritza Hernández en un teatro de efectiva denuncia social, lúdico
y lleno de humor; y a Helen Ceballos en tanteos entre
referentes del teatro clásico y la performatividad.
Rencontré al dominicano Waddys Jáquez con su
P.A.R.G.O. ahora en fraterna integración caribeña con
Kisha Burgos, como maestra de ceremonia y comodín,
para el desdoblamiento en sus cuatro seres desgajados
de identidad, víctimas de la migración y la pobreza,
que el camaléonico actor llena de vida a partir del
notable entrenamiento psicofísico.
Javier Cardona me contó de sus acciones recientes, como brillante actor-bailarín-performer-pedagogo
entregado a enseñanzas y activismos. Y Pedro Adorno
me llevó a visitar el taller sede del grupo Agua, Sol
y Sereno, con sus talleres y sus cabezudos, presididos por el que recrea el rostro del preso político Oscar
López Rivera, frecuente en marchas e intervenciones
callejeras en pro de su justa excarcelación.
Por si fuera poco, la coincidencia temporal con un
curso sobre performance que dictaba Lowell Fiet fue
otra ocasión de encuentro y ampliación de saberes.
Reí con el humor corrosivo del equipo de Teatro
Breve, tan inmediato como el periódico del día en relación con las tensiones del país. Y admiré el trabajo
musical de una nueva puesta de La ópera de los tres
centavos en el Centro de Bellas Artes.
De algunos de esos temas dan cuenta las páginas
siguientes, en las cuales se inserta el texto teatral El
mediocre, de Jorge González, sobre el cual el joven
performero y filósofo Bernat Tort, echando mano a
Rancière y a la teoría del espectador emancipado,
ha reflexionado críticamente para insertarla en el contexto político de la Isla y del mundo.2 También, de las
solidarias incursiones de un gestor inveterado como
Lowell Fiet en tierras haitianas.
Cuando cierro este dosier, Las Nietas celebraron su
segunda residencia artística entre los árboles frutales
de la casa del abuelo; Rosa Luisa Márquez culmina una
exitosa temporada de Nuestra Señora de las Nubes en el
café Abracadabra; Pedro Adorno no deja de zanquear,
fortalece el clan artístico familiar y se alista para las
festividades de la Calle San Sebastián en enero; Antonio Martorell piensa una guagua aérea como nuevo
proyecto de integración caribeña que involucra al gran
escritor Luis Rafael Sánchez, y Deborah Hunt crea
más y más de sus máscaras con el taller La Casa Voladora y las presenta en el Viejo San Juan, como parte
de la Campechada 2014, dedicada a Myrna Báez. Son
apenas algunos datos de una actividad creciente, a la
que toca seguir de cerca, no hay otra.3 m
Ver Bernat Tort: “De violencias y espectadores: notas sobre lo político en ‘El Mediocre’”, 80grados, 17 de abril de
2014. http://www.80grados.net/de-violencias-y-espectadores-notas-sobre-lo-politico-en-el-mediocre/
3
Va mi gratitud a los anfitriones María de los Ángeles Castro,
Mareia Quintero Rivera, Humberto García Muñiz y Mirerza
González Vélez, a los siempre facilitadores Lowell Fiet,
María Cristina Rodríguez, Puchy Platón y muchos etcéteras
donde caben los amigos de siempre.
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