VISITAS HISTÓRICAS A CORTEGADA

Transcripción

VISITAS HISTÓRICAS A CORTEGADA
Visitas históricas a la Isla de Cortegada
La isla de Cortegada se encuentra frente al pueblo de Carril, en el
Ayuntamiento de Villagarcía de Arosa; tiene un perímetro de 1’5 millas,
equivalentes a 2.413’5 kms. y una extensión de 2’5 kilómetros cuadrados,
que equivalen a 250 hectáreas. Dice Gerardo Alvarez Limeses en
“Geografía del Reino de Galicia”, provincia de Pontevedra (t. IV, pág.
423) que “... enlaza a la costa por medio de un arrecife de piedra suelta y
arena que queda en seco en la bajamar”, añadiendo más adelante “... algo
al Norte el puerto de Carril enlaza por medio de un arrecife llamado
“los Viveros” que en la bajamar queda en descubierto”
La isla es de regular altura y su punto más elevado lo constituye una
meseta que domina lo que años antes había sido el poblado. El accidente
más destacado de la costa es la punta Corveiro, situada en la parte
septentrional, con una prolongación que avanza hasta cerca de medio
kilómetro, cuyo nombre procede, posiblemente, por tratarse de un lugar muy
próximo a las tierras de cultivo desde el que los lugareños espantaban a los
cuervos para evitar que comieran las semillas de los cereales allí sembrados.
Desde los primeros tiempos de la historia la Isla de Cortegada fue
visitada por los numerosos pueblos que, ya en expediciones de tipo
comercial o de conquista, visitaron las costas de Galicia.
Edad Antigua.Ya, según Jesús Salgado de la Riva, los pueblos fenicios llevaron de
Cortegada “preciosos metales y púrpuras”. Posteriormente, la isla fue
visitada por un griego, llamado Eutímedes, que en el siglo IV antes de
Cristo llegó a la ría de Arosa.
Transcribe Manuel Suárez Fuentes en el tomo I de “Historia de las
Rías”; Faro de Vigo, S.A. (págs. 301 a 316)
Vista aérea de la isla de Arosa (De
(De La Voz de Galicia: “Galicia desde el aire”)
“Este relato escrito de su viaje fue hallado por el romano Rufo Festo
Avieno, que llegó a ser Procónsul de Roma en Africa en el siglo IV de
nuestra Era; tradujo el periplo mencionado del griego al latín, creando
con ello el poema que se conoció como “Ora Marítima”. Por él sabemos
que el tal Eutímedes, cuando entró en nuestra ría y la recorrió, la
denominó: - transcrito al latín - “Illius pótamus ar-oreus”, que en
castellano significa: “curso del río Illius (Ulla) entre montañas”.
Esta denominación - ya que los griegos no tenían concepto de ría.
Era río hasta mar abierto, - se corresponde y dibuja perfectamente a
nuestra ría circundada de montañas. Denominó también las islas:
“Salicora” (Sálvora) y en el contacto del agua dulce con la salada
“Corticata” (Cortegada). La denominación “Ar-Oreus” (curso de agua
entre montañas) daría nombre a nuestra ría, ya que al evolucionar este
concepto a través de los años lo hizo de la forma siguiente: AR-OREUS
= AROREUS = AROREUSA = AREOSA = AROSA = AROUSA.” y
añade: “Curiosamente la isla denominada, aún hoy día AROUSA, los
griegos en aquel momento la denominaron: “Phentamorión” y recibió el
nombre que ostenta actualmente a consecuencia de la invasión árabe
comandada por Almanzor (en el año 997), que apoderándose de ella, la
denominó con el nombre de la ría, que y ellos conocían como Arosa, y
que era camino fluvial hacia Santiago; en árabe “ARAUZA” =
“AROUSA”.
Ánfora romana encontrada en las costas de Cortegada
Cortegada es citada igualmente en textos del geógrafo
griego Estrabón, en el siglo I antes de Cristo; también era
conocida por los romanos, como lo demuestra el hallazgo
de fragmentos de ánforas y diversos objetos de cerámica
en el fondo marino de Punta Fradiño.
De ellos habla Juan Naveiro López en “Un pecio
romano en Cortegada (Villagarcía de Arosa): (...) “a
seis metros de profundidad, correspondiendo a las coordenadas 8º 47’
20’’ de Long. Oeste y 42º 37’ 30’’ de Lat. Norte”. Después de muchos
estudios, se llegó la conclusión de: (...) “1º.- La existencia de una nave
hundida junto a la isla de Cortegada, como se deduce de la existencia de
un túmulo arenoso donde se recogieron una serie de materiales que por
sus características así lo demuestran.
2º.- Transportaba un cargamento de vino hispano y loza fina
italiana, procedente del Sur, ya fuese desde la Bética o desde algún
punto intermedio de redistribución, y en cualquier caso incluible en la
ruta que bordeando las costas del Atlántico llevaba al Norte de Europa.
Pensamos que tal vez se tratase de una pequeña nave oneraria, que
aprovisionada en algún puerto de la citada ruta de altura distribuía los
productos por las rías bajas, especialmente aptas para la navegación de
cabotaje.
Cuello de ánfora romana encontrado cerca de Cortegada
3º.- El naufragio se produjo hacia el tercer cuarto
del s. I d. C, momento en el cual el río Ulla cumplía la
función de una de las más importantes rutas para
penetrar en el interior de Galicia, como denotan los
hallazgos realizados al dragar sus fondos y en yacimientos próximos, o
el conocimiento de la zona que muestran geógrafos de la época como
Mela (Chorografía, III, 11 cita el Ulla y el Sar) y Plinio”en su “Natural
Historia”, quien manifiesta que se encuentra en la costa de Galicia,
citándola juntamente con la isla de Ons como lugar de asentamiento de la
tribu celta de los cilenos o celenos: “ex insulae nominandae corticata et
aunios” (“... De las islas deben nombrarse Cortegada y Ons”).
Estampilla del interior de un plato de terra sigillata
Según manifiesta Antonio de la Peña Santos
en “Primeras prospecciones arqueológicas
subacuáticas en el litoral de la provincia de
Pontevedra”(Pontevedra Arqueológica; vol. I.
1984; págs. 205-238): “los alrededores de la isla
de Cortegada ya eran conocidos desde antiguo
en los medios relacionados con la actividad
arqueológica provincial, pues, cuando los
mariscadores y pescadores se hallaban dedicados a sus labores, extraían
frecuentemente fragmentos de ánforas romanas”; un ejemplar de ánfora,
casi completa, fue entregada en 1957 a un marinero de Carril, José Benito
Fungueiriño Vázquez, a Jesús Garrido Alvarez, mi padre, que recuerdo
que para que no se rompiera por carecer de una base plana, lo colocó
ligeramente enterrado en el jardín, hasta que fue entregado al Museo de
Pontevedra, donde hoy se encuentra, con el nº de Registro General 3.599;
dicho Museo donó al mencionado marinero la cantidad de quinientas
pesetas.
El hallazgo del pecio romano de Punta Fradiño, sigue diciendo el señor
De la Peña, se debe al vecino de Carril y buceador profesional, Juan
Augusto Barreiro Gómez, quien lo encontró en 1982 y, aunque parece que
en un principio no deseaba comunicar su emplazamiento, lo hace
posteriormente y, con su consentimiento y la colaboración de la
Comandancia Militar de Marina, se iniciaron los trabajos de prospección
sistemática. También, hay hallazgos de la década de
los 80, que responden a un grupo homogéneo de
ánforas ovoides del Alto Imperio Romano; estos
restos corresponderían, posiblemente, a la primera
mitad del siglo I.
Manuel Fresco Bóveda con un cuello de ánfora romana
Teniendo en cuenta que estas ánforas aparecieron
recubiertas interiormente con una capa gruesa
desustancia resinosa, es posible que se hubieran
utilizado para transportar vino.
Igualmente, fueron recuperados en la misma zona dos platos de terra
sigillada del tipo Dragendorf, una tapadera de ánfora en perfecto estado de
conservación, varios fragmentos de tégulas y restos de recipientes cerámicos
de pastas poco depuradas.
En el mes de Abril de 1996, fue hallado por el carrileño Manuel Fresco
Bóveda, en el mismo lugar, un cuello de ánfora presumiblemente romana.
Existen, igualmente noticias de que, tras las conquistas llevadas a cabo
en la Península por Julio César, eran recogidas, tanto en las costas de la
isla como en las del pueblo de Abanqueiro, en el coruñés municipio de
Boiro, grandes cantidades de ostras, que eran llevadas a Roma para deleite
de los emperadores.
Edad Media: normandos y musulmanes.Durante la Edad Media, en los siglos X, XI y XII, la “Torre de
Cortegada” figura en los textos incluida entre las que formaban parte de las
posesiones que la Mitra Compostelana tenía en la comarca de Arosa,
consideradas tierras de frontera, para la defensa del Reino contra las
invasiones de normandos y vikingos.
Dada la circunstancia de que Cortegada estaba situada en el acceso
fluvial a Iria Flavia, por donde los invasores se dirigían a Santiago de
Compostela, no es extraño que en numerosas ocasiones sirviera como lugar
de descanso para instalar los campamentos antes de continuar sus campañas
hacia Compostela. En los primeros siglos de la Edad Media, cuando
Escandinavia era una gran potencia europea y contaba con unos barcos de
características técnicas avanzadas, los wikingos, llevaron a cabo una serie de
expediciones militares para conquistar y saquear las tierras del litoral
europeo. Y puesto que, en esta época, el Reino de Galicia era una gran
potencia marítima y económica del noroeste de Europa, fue incluida en el
programa de conquistas de los escandinavos, que organizaron numerosas
expediciones al “País de Santiago”, donde se recogían ricos botines de
guerra.
Barco wikingo
Las primeras noticias de la presencia wikinga
en Galicia aparecen en los “Annales Bertiniani”
de Bélgica, que hablan de un desembarco en
nuestras costas, que tuvo lugar en el año 846,
durante el reinado de Ramiro I, a consecuencia de
una tempestad; después de varios viajes de
exploración y algunas incursiones, los invasores
fueron derrotados a la entrada del puerto de La
Coruña. Dicen las crónicas de la época que “los
hasta aquella desconocidos normandos eran
gente pagana y cruelísimos”.
El historiador López Ferreiro, en su
“Historia de la S.A.M. Iglesia de Compostela”
(1898-1911), cita varios documentos medievales en los que se menciona la
comarca de Arosa; el primero es un escrito, fechado en el año 911, por el
que el rey Ordoño II confirma la donación de varias tierras, situadas en
nuestra ría, hecha por su padre Alfonso a la Iglesia Compostelana: “(...)
Confirmamus quoque omnes insulas que sunt infra mare quas pater
Catedral de Santiago de Compostela
noster domnus adefonsus rex per
testamentum concesit sco. loco uestro.
It est aones, framio, saluare, arauza,
sias et tanao cum eclessis et
restationibus aearumdem. Item et
villam noalian in saliniense cum suis
hominibus ibi habitantibus per omnes suos terminos anticos. Et cum
suis salinis et pumare cornato”.
Según manifiesta Marcelino Abuín Duro en “PAISAXE MÍTICA DE
AROUSA legado histórico de Fermín Bouza Brey”; (págs. 131-133), esta
primera donación confirma “el interés económico que tenía la Ría para los
poderes feudales afincados en Compostela”...”La explotación de los
recursos del mar y de las salinas es lo que explica la donación de las islas
situadas “infra mare”, en el mar bajo, en el interior de las rías”...”. El
deseo de explotación de las salinas se manifiesta en el texto cuando el
monarca hace donación de “vilam noaliam” actual parroquia de
Noalla, “cum suis salinis”.
Isla de Sálvora
En otro documento del año 955 figura la
cesión de la isla de Cortegada al Monasterio
de Sobrado de los Monjes por parte de la
Mitra Compostelana, representada por el
obispo Sisnando I: “In foce de ulia circa
saliniense insulam vocitatam Cortegada
quam comparavimus de domina guntina”
(En la desembocadura del Ulla cerca de la
isla salinera llamada Cortegada que
habíamos comprado a doña Guntina).
Igualmente, López Ferreiro hace varias citas en la “Crónica
Compostelana” sobre la presencia de los normandos en la ría de Arosa en
los años 858 y 968, durante el reinado de Ordoño I. La primera se refiere al
año 858, fecha en que tuvo lugar la primera invasión de los normandos,
mandados por Hástings y Bjoern Jernside, dice así:
Las Torres del Oeste
“...la invasión de los normandos,
como torrente devastador, hacia el año
858, se precipitó sobre Europa
meridional... Conocían los normandos el
gran concurso de peregrinos que casi
continuamente había en la ciudad de Compostela y las muchas, y a veces
valiosas, ofrendas que presentaban en el altar de Santiago. Como
huracán desencadenado entraron por la Ría de Arosa llevando todo a
sangre y fuego. Iria no fue barrera bastante para contenerlos...”.
En esta expedición se arrasaron Iria Flavia a la que, después de haber
obtenido un gran botín, incendiaron; cuanto intentaron hacer lo mismo con
Santiago de Compostela, fue detenido su avance por el conde don Pedro.
Acerca de la de 968 escribe:
“Una numerosa escuadra normanda formada por cien naves
penetró en la Ría de Arosa...”
También el escritor Murguía en un escrito que lleva por título
“Cortegada en la Historia: sus primeros tiempos” (Boletín de la Real
Academia Gallega; nº 14. La Coruña, 1907) nos habla de la presencia de los
vikingos en la Ría de Arosa y, más concretamente, en la isla de Cortegada;
más adelante reproduciré el escrito, que aparecerá en “Galicia Nueva”, en
su totalidad:
CORTEGADA EN LA HISTORIA
Sus primeros tiempos: (...) Pero ayer humilde, hoy feliz tiene
Cortegada su historia y por lo tanto su voz en el pasado. Puede decir con
orgullo que no será ahora la primera vez que alberga un rey bajo sus
cielos y vea levantar las tiendas del soldado en medio de sus campos.
Ciertamente que hoy no es posible decir, tal día y a tal hora,
arribaron a estas playas los barcos normandos; que un wikingo cuyo
nombre se confunde en la memoria de los hombres con el de los que le
sucedieron en las expediciones a Galicia, buscó en ella un momento de
descanso para aquellos guerreros cuya presencia anunciaban el humo y
las llamas y la espada terminaba su obra de exterminio. Más es lo cierto
que cada vez que arribaban a aquellos lugares esperaban ansiosos la
hora de marchar hacia la ciudad del Apóstol, cuyas riquezas eran
incentivo de su nativa codicia. Ya Gudroed que, según las crónicas, se
detuvo tres años en nuestro país, ya el santo y valeroso Olaf, ya Ulf, a
quien dieron los suyos el nombre de El Gallego ¡tanto castigó esta
tierra! escogieron la isla de Cortegada como lugar de descanso y
estratégico a la vez para emprender desde ella sus expediciones al
interior de Galicia, para dejar a su abrigo las naves a que habían de
recogerse.
No deben extrañarlo Los normandos que en sus innumerables
expediciones, no buscaban más que el combate y su botín, atacaron en
Galicia aquellos lugares que le ofrecían más rico. Y cuando la ciudad del
Apóstol se le ofreció para su nombradío y riqueza, como punto en que
estaban a merced de su espada, allá se fueron en su busca. Pero a
Santiago le defendía su alejamiento del mar. No se podía herirle al paso,
saquearlo y partir de nuevo. Era por lo tanto, forzoso abordar las
playas más cercanas a la ciudad sagrada, que fue ya siempre su único
punto de mira, dejando a su espalda lugar seguro a donde volver en
caso de peligro, defenderse y, si la suerte les era adversa, marchar hacia
otros países para ellos igualmente hostiles. Este lugar de seguridad para
una retirada, o para partir de nuevo, sólo pudo ofrecérselo en este caso,
por su admirable posición la isla de Cortegada. Pronto usó el normando
cuando le convenía, como lugar de descanso, como lugar de defensa a la
que concurría Carril, que le daba abrigo con las alturas que le rodean.
Podría tener allí sus cuarteles, podrían anclar sin temor, podrían sus
guerreros partir desde aquellas orillas y marchar hacia Santiago,
podrían volver a ellas, ya vencidos, ya hartos de despojos.
Los obispos compostelanos que cada vez temían más las invasiones
normandas, trataron de defender, y para eso fortificaron la ciudad, y
como no bastase, hicieron otro tanto en las Torres de Oeste, desde las
cuales podían hostilizarles el enemigo, dificultar la marcha de las naves
y oponerles a su abrigo una resistencia importante puesto que las aguas
del Ulla, cuyas orillas guardaban, les permitían penetrar en el corazón
del país gallego.
Con cien naves y ocho
mil
guerreros,
vino
Gudroed en el año de 968.
Era
expedición
importante ya que el
número de combatientes,
lo era por la bravura de
su jefe, quien sabe si por
los pensamientos que
abrigaban de apoderarse
de Galicia. Arribó el enemigo a Cortegada y en la isla y en Carril se
estableció ya como dueño. Informóse sin duda alguna del estado del
país, de las dificultades que podía hallar en su marcha, y sabedor de la
resistencia que le opondrían los naturales, en las Torres de Oeste,
comprendía que mejor que arriesgar un combarte en lugar en que sus
naves no podrían pasar fácilmente, sería el emprender su avance por
tierra, y marchar siguiendo las orillas del río, tal vez protegidos los
invasores hasta donde les estuviese posible por los barcos de la
escuadra.
Opúsoseles el obispo Sisnando mucho ante que llegaran a Cesures.
El encuentro debió ser cruel y encarnizado pues todo indica que no fue
un solo combate sino muchos y continuados, avanzando el enemigo,
oponiéndosele en retirada lo naturales. Estos eran escasos, la mala
fortuna del obispo mucha. Él fue quien decidió la suerte del combate
con su muerte, en la ruda batalla de Fornelos. Duro combate, tan duro
como encarnizado, cuando la historia conserva el nombre de los lugares
que lo presenciaron. Huyen los vencidos y desde aquel momento los
muros compostelanos quedan desaparecidos, y abiertas sus puertas para
que entrara quien quisiera. Y como si el cielo quisiera castigar la muerte
del prelado Gudroed la halló más tarde bajo el suelo de Galicia.
Fue la de Fornelos dolorosa jornada para los cristianos pues de ella
dependía la libertad del territorio. Santiago fue ocupado y saqueado por
Gudroed y los suyos, que ebrios por la victoria y por el número, se
entran como un terremoto por el interior de Galicia sin hallar
resistencia, o venciéndola si se le oponía. Pudo tenerse entonces con
razón, en vista de tanto estrago, se apoderaron lo normandos
definitivamente del país gallego, pues para tanto eran propicias la
minoría de edad de Ramiro III, la hostilidad hacia la Corte de León, de
los Condes de Galicia, y las turbaciones que entonces se
experimentaban, y concluyen con la elección al trono de Bermudo II.
Si del número e importancia de estas expediciones tuviésemos más
noticias, fácil cosa sería probar que no sólo Gudroed y los suyos
entraron sus tiendas en Cortegada sino que otro tanto hizo San Olaf, Ulf
y demás caudillos que vinieron a hostilizar el país gallego. Para ellos era
Santiago la ciudad más importante por sus riquezas. A estas, pues, se
dirigían sus ataques. El puerto de desembarco más cercano era Carril.
Cortegada su amparo y defensa. Ni una sola vez peligraron sus naves en
aquellas aguas. ¿Qué más querían aquellos feroces guerreros?.
Las Torres del Oeste
De sus expediciones a Galicia
deberán los normandos guardar
recuerdos, más aquellos para quien
fue Cortegada obligada estancia,
debieran llevarlos imperecederos.
Si cuando arribaban a tan gratas
soledades, más gratas entre los
tumultos del combate, estaban sus
campos en plena eflorescencia, y los
árboles de sus bosques tendrían sus
ramas como buscando los besos de
la brisa, no hay duda, que estos sitios debieron ser siempre para el
invasor, lugar de descanso y de seguridad, en el cual los guerreros
victoriosos, podrían acariciar entre el ruido de las olas que cerraban la
isla, el recuerdo de las violencias de los combates sostenidos.
Quiera el cielo que también los hallen los que hoy van a poblar las
augustas soledades, tan gratas a los desdichados y humildes, como a los
poderosos de la tierra.
Manuel MURGÜIA
Aún van a llevar a cabo los normandos otras dos invasiones con
asentamiento en Cortegada: una en 1014, dirigida por Olaf Hraldson,
quien, después de apoderarse de Iria Flavia y de Santiago de Compostela,
invadió Tuy y se llevó prisionero al Obispo y al clero; la destrucción de la
ciudad de Tuy fue tan grande que el rey Alfonso V prefirió integrar esta
diócesis en la de Santiago, ante que reconstruir toda la ciudad. Parece ser
que este Olaf se convirtió más tarde al cristianismo y fue nombrado patrón
de Noruega con el nombre de “San Olaf”.
Al frente de los invasores normandos del año 1032 venía un conde danés
llamado Ulf, quien se alía con otro conde gallego llamado Don Rodrigo
Romáriz para luchar contra el rey Bermudo III. Después de haberse
apoderado del castillo de Lobios, arrasaron gran parte de Galicia, aunque,
poco después, el obispo Crestonio marchó al encuentro de los wikingos, a
quienes infringió una gran derrota y fortificó al máximo la puerta marítima
de Galicia, edificando los “Castellum Honesti” y adiestrando a los ejércitos
para defender el territorio de toda clase de invasiones.
Existe la anécdota sobre una batalla llevada a cabo, en el año 1111, en la
que fue disputada la Corona del Reino entre Doña Urraca y Alfonso de
Aragón, luchando una tropa de noruegos al lado de los nobles gallegos
partidarios del monarca aragonés;
Las Torres de Oeste (Catoira), defensa
de la ruta fluvial a Iria Flavia
los ejércitos del arzobispo
Gelmírez derrotaron
a los
wikingos en la batalla de La
Lanzada, a quienes liberaron
posteriormte, con la condición de que no volvieran a llevar a cabo ninguna
incursión por Galicia.
En el siglo XII el Arzobispo Gelmírez, por medio de un documento del
año 1115, confirma el cambio del dominio, que el Monasterio de Sobrado
de los Monjes ejercía sobre la isla, a favor de San Martín Pinario. Así,
según dije anteriormente, dado que la ría de Arosa es considerada tierra de
frontera por ser la principal entrada marítima al Reino de Galicia, va a estar
jalonada por numerosos castillos y fortalezas para mejor defensa contra las
invasiones de normandos y musulmanes; la “Torre de Cortegada” se cuenta
entre ellas; en el año 1512 la isla de Cortegada pasó a la jurisdicción de
Carril. Entre estas construcciones defensivas se encontraba también la
famosa Torre de Meadelo o Miadelo, otra de las numerosas estructuras de
control militar que existían en la tierra del Salnés que, en este caso, tenía el
doble objeto de defender la costa de las invasiones enemigas, por una parte,
y de fiscalizar las mercancías que eran transportadas al puerto de Carril, por
otra.
Acerca de este monumento habla Héitor Picallo Fuentes en una
colaboración publicada en la edición del “Diario de Arousa”
correspondiente al 19 de Septiembre de 2004, bajo el título de “Meadelo:
Literaria e pintoresca Torre de San Xes de Bamio”: “Co grafito na man o
Torre del Meadelo o Miadelo (Dibujo)
(Dibujo
xoven E. Campo Sobrino, emocionado,
chegara ata a parroquia de S. Xes de Bamio.
Sobre o papel comenzou a desliñar con
simples trazos a faciana estrutural dunha
desmouchada torre, a cal dicíase de Meadelo
(ou Miadelo dependendo de quen a
pronunciase). Enzoufado de manchas
escuras a parte superior do bozquexo
suxestionábase a vexetación que invadía o
edificio, para simultáneamente declarar na
parte inferior da lámina un propósito de
continuación, unha esixencia investigadora co debuxo arqueolóxico “Para
hacer”… (“Con el grafito en la mano el joven E. Campo Sobrino,
emocionado, llegara hasta la parroquia de S. Ginés de Bamio. Sobre el
papel comenzó a diseñar con simples trazos la cara estrutural de una
Monasterio de San
San Martín Pinario
derruida torre, la cual se decía
de
Meadelo
(o
Miadelo
dependiendo de quien la
pronunciase). Manchado de
manchas oscuras la parte
superior del bosquejo se
sugestionaba la vegetación que invadía el edificio, para simultáneamente
declarar en la parte inferior de la lámina un propósito de continuación,
una exigencia investigadora con dibujo arqueológico “Para hacer”…).
Añade que, según noticias documentales, que ya cité anteriormente, el
año 1405 la Torre de Meadelo formaba parte del dominio absoluto del
Monasterio de San Martín Pinario.
De ella también habla L. Bouza Trillo en una novela corta, titulada “La
Torre de Miadelo”, que comenzó a publicar en el año 1907 en el periódico
de Carril, denominado “Crónica Carrileña”.
En el año 1526, un personaje “posiblemente arousano”, Juan Calvo,
juntamente con su mujer, Inés Outeiro, recibió en foro del Monasterio de
San Martín Pinario la isla de Cortegada.
En el año 1607 escribe Jerónimo del Hoyo sobre la época de la
fundación de la Villa de Carril y del motivo por el cual fue denominada
con ese nombre “(...) Esta Villa de Carril se comenÇó a fundar habrá
poco más de cien años. Fundáronla algunos vecinos de Padrón que
venían a pescar junto dó está fundada” y algunos feligreses de las
feligresías comarcanas y de los fundadores ay en ellos algunos apellidos
como son Miguéns - Alages - Díaz - y Patiños vinieron de San Pedro de
Cea: llamáronla Carril por haberla edificado junto a un carril que
hacían los carros de los labradores quando venían a la rivera del mar y
a la isla de Nuestra Señora de Cortegada a buscar argaÇos para
estercolar sus tierras...”.
Puerto de Carril
El puerto de Carril ya
estaba habilitado desde
1512; en esta época, los
marineros
de
Carril
utilizaban como arte de
pesca el “xeito”, que
consistía en extender la red a
lo largo del mar, dejándola entre aguas, para que las sardinas quedaran
apresadas en ella; era el sistema usado con más frecuencia por los
pescadores más pobres, ya que se necesitaban menos hombres y
embarcaciones. Por este motivo, en el año 1566, los vecinos de Carril
tuvieron un pleito contra los de la Cofradía del Corpo Santo, del barrio de A
Moureira en Pontevedra que, en su mayoría, utilizaban el arte del cerco.
Aunque en un principio se resolvió a favor de los primeros, recurrieron los
pontevedreses y, seis meses más tarde, la Cofradía volvió a imponer sus
normas; al referirse a esta época de la historia de Carril, nos lo cuenta
Gerado Alvarez Limeses en su “Geografía del Reino de Galicia”: (...) La
importancia pesquera fue grande a principios de la Edad Moderna y el
22 enero 1566 se dictó un auto ordenando que los vecinos de Pontevedra
dejasen pescar libremente a los de Carril con los aparejos que quisieran
sin impedimento y bajo la pena de 50.000 maravedises; y con
incidencias varias en el pleito promovido por los desde Pontevedra se
dictó sentencia en Valladolid a 12 de Julio de dicho año disponiendo que
“los becinos de la dicha villa de Carril pesquen tan solamente en la rria e
puerto sobre que es este pleyto en la forma de la forma e manera e con las
redes e aparejos que pescan los cofrades de la dicha cofradía e consortes o
no de otra manera, so pena de diez mil maravedises por cada vez que lo
contrario hiziesen”.
Con motivo de la Guerra de la Independencia, en el año 1808, sufrió el
pueblo de Carril la visita del ejército francés, según un artículo de Fermín
Bouza-Brey Trillo recogido en las “Notas para la historia de Villagarcía”
de Manuel del Río Candamo, que dice así:
Escudo del Ayuntamiento Constitucional de Carril
“...Continuaron avanzando por la parroquia
de San Ginés de Bamio, cuyos moradores debían
estar desprevenidos por cuanto se eleva a
veintitrés el número de vecinos muertos a mano
de los enemigos, sin contar con el presbítero
vecino de ella, lugar de Trabanca Sardiñeira, don
Benito Lorenzo, a quien mataron en Carril, ni a Felipe Buceta y
Remigio Coello, muertos en las cercanías de Villagarcía por los que
fueron sepultados en esta iglesia.
En Bamio asesinaron al párroco don Francisco Antonio Moas
Barreiro, refiriendo la tradición que penetrando los franceses en su
morada y sin consideración a su avanzada edad, ni a su indefensión, le
atravesaron con una lanza, quedando en la pared por mucho tiempo
impresas las huellas de sangre que brotó de la herida. Y además
mataron a los vecinos nombrados, Roque Conde, Benito Loureiro,
Ramón Cancelo, Francisco Míguez, Francisco García, Martín Vázquez,
Manuel Barcala, Ginés Eiras, Felipa Blanco, viuda, Santiago Eiras,
Manuel Lorenzo, Mateo Romero, Silvestre Sobradelo, Jacinto
Rodríguez, Simón Longo, Juan Casas, Vicente Cancelo, Leandro
Goldar, otro Francisco García, Silvestre Romero, Alberto Cancelo y
Juan Fresco do Campo.Los vecinos de Carril procuraron huir del furor
de que el destacamento en jornada de castigo venía poseído y es
tradicional que trataron de refugiarse en la isla de Cortegada
embarcándose al efecto; mas algunas de las lanchas fueron alcanzadas
por el fuego de fusilería que los franceses desde tierra hacían. La
confirmación de la tradición expresada la hallamos en alguna partida de
defunción del archivo parroquial de Carril. Los demás muertos de
Carril, como la de la ascendiente de nuestro amigo don Rogelio
Ferreirós, Isabel de Canabal, esposa de Mateo Ferreirós, que “la
mataron a balazos los franceses el día seis de Marzo de este presente año,
cuando entraron en esta villa a quemarla y saquearle y que fue sepultada
en la Capilla de Nuestra Sra. de Cortegada”, fueron en dicho día, además
del sacerdote don Benito Lorenzo, de quien se habló al describir lo
ocurrido en Bamio, José Benito García Bravo, Rosendo García Bravo,
Tomás Castromán, Fructuoso Rodríguez, Manuel Loureiro, Crisóstomo
do Río, Bernardo Canabal, Francisco Iglesias, José González
Lavandeira, Pedro Fontán, Andrés Fontán y José Benedicto, la mayor
parte de cuyas víctimas son gente casada, indicando sus circunstancias
de ser de cierta edad ya.”
Decía el doctor don Domingo Sánchez-Guisande Jack: “…para mí es
un pequeño tributo sentimental hacia mis antecesores que en parte
provienen de la isla. Según contaban en mi familia a uno de ellos lo
mataron los franceses en la incursión de castigo que realizaron en los
primeros días de febrero o marzo de 1809 mientras todo el pueblo de
Carril huyó en todos los barcos a salvarse y refugiarse en Cortegada,
bajo el fuego de los franceses que disparaban desde tierra. Un bala mató
a una antepasada mía (eso cuentan) y la enterraron al lado de la capilla
de la isla. En esa ocasión Cortegada salvó a Carril, pues los franceses
siguieron de camino de castigo (mataron al párroco) de Villagarcía y no
pasaron a la isla…”

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