La curiosa historia del Pepa Bandera La curiosa historia del Pepa

Transcripción

La curiosa historia del Pepa Bandera La curiosa historia del Pepa
CRU pepa:Maquetación 2
14/11/12
CRUCERO
11:05
Página 1
Seis años a bordo del Pepa Bandera (Parte I)
Por Oriol Salvador
La curiosa historia
del Pepa Bandera
A principios de los 80, dos jóvenes aventureros, enamorados del mar y de
la navegación, se hicieron a la mar a bordo del un Westwind de nombre
Pepa Bandera. Su navegación les llevó a recorrer gran parte del planeta,
desde las frías aguas de Alaska a las cálidas y azules aguas de las islas Fidji.
En ellas quedó el Pepa Bandera, en manos de un nuevo armador. Cual sería
la sorpresa de Sergi Medir y Oriol Salvador –los citados aventureros- al
saber, casi treinta años más tarde, que su amado barco aún existe y
navega. Esta es parte de su historia, relatada por el propio Oriol Salvador,
quién está preparando un libro para dar a conocer aquella inolvidable
experiencia.
P
ara entender esta historia hace falta que
nos remontemos al 9
de junio de 1981, cuando nos
encontrábamos navegando
por el Pacífico Sur, a bordo del
Pepa Bandera, después de haber pasado más de un año en
las frías tierras de Alaska. Kamuka viene a bordo, nos trae
cocos y fruta. Envuelto cuidadosamente en un pareo, le entrega a Sergio su ukelele y a
mí una pequeña perla: no
quiere que nos olvidemos de
nuestra estancia en Tongareva, porque Tongareva, nos
CRU pepa:Maquetación 2
14/11/12
11:05
Página 2
tino. Empezamos a estar faltos de materia prima. Han pasado varios meses desde que
nos avituallamos a tope en
San Diego y ahora lo que más
abunda, por los vacíos cajones del Pepa Bandera, son las
cucarachas que arrastramos
desde el Amazonas. Creía que
el largo y frío invierno de
Alaska habría acabado con
ellas pero, poco a poco, las pequeñas y ágiles supervivientes han ido reapareciendo de
la nada. También tenemos alguna que otra nueva especie,
seguramente embarcada de
polizonte en las Christmas. Es
hora de pasar por el supermercado. El más próximo lo
tenemos a 1.003 millas en dirección Oeste, en la isla de
Upolu, también conocida
como la Samoa Occidental.
A repostar
Nos dirigimos a Apia, la capital, que dispone de un puerto
comercial lo suficientemente
grande como para podernos
abastecernos de comida, gasoil y agua. La isla no ofrece
buenos fondeaderos, así que
nos pasamos una semana en
la capital, haciendo el turista y
recorriendo la isla con un coche alquilado. El único contratiempo que tenemos es el trágico atropello de una gallina,
que se nos cruza al pasar por
dice, no se olvidará de nosotros. Nos despedimos de
nuestro amigo y anfitrión, con
quién hemos pasado los últimos 10 días compartiendo
nuestras vidas, buceando, comiendo y tocando música con
los ukeleles. Sorteamos el pequeño paso del atolón de Tongareva, que de nuevo nos
abre las puertas al Pacífico.
Las primeras olas sacuden al
Pepa Bandera bruscamente,
pero pronto lo estabilizamos
con las velas y dejamos que
los alisios del Nordeste nos
lleven a nuestro próximo des-
Oriol en el interior del Pepa Bandera.
un pequeño poblado, y la consiguiente persecución de sus
enfadados habitantes, que por
suerte no logran alcanzarnos.
Con el barco bien surtido, dejamos la isla de Upolu y hacemos rumbo hacia Suva, capital de nuestras soñadas islas Fiji. Llegamos a Suva la
noche del 15 de junio, como
teníamos planeado. Al acercarnos al arrecife, que protege la ciudad de las olas del Pacífico, el pequeño y cansado
motor Fariman se niega a
arrancar. No nos queda más
remedio que enfilar la entrada a vela. Superado el arrecife, localizamos, en el extremo
Norte de la ciudad, lo que parece ser el Yacht Club de Suva,
escondido detrás de un brazo
de tierra que se prolonga hacia el Noroeste, formando una
dársena con forma de puerto.
Pasamos los bajos situados
justo en la entrada y, empujados por una suave y oportuna
brisa, sorteamos los barcos
que reposan tranquilamente
fondeados, procurando no
despertar a sus ocupantes con
un brusco encontronazo. Finalmente, localizamos un claro lo suficientemente grande
para fondear y poder bornear limpiamente. Por suerte o
por habilidad, conseguimos
llegar sin llevarnos nada ni a
nadie por delante, pero mis
advertencias desde proa al timonel consiguen despertar a
Cúpula de metacrilato para el timón interior.
CRU pepa:Maquetación 2
14/11/12
11:06
Página 3
Sergi, en la costa de Argentina.
Islas Fiji, Lao Group 1983.
todos los durmientes.
—I am sorry —pido disculpas
a uno que se ha enfadado.
—Hey guys! —nos saludan los
amigos de Joshua.
—Fantastic entry! —exclama
un neozelandés que asoma la
cabeza por la escotilla de un
minúsculo velero.
—Gracias y perdonad por despertaros, pero nos hemos quedado sin motor —me disculpo.
En poco rato, van apareciendo
los tripulantes de todos los
barcos para observar a los causantes de tan discreta llegada.
Al amanecer nos quedamos
sorprendidos al vernos rodeados por tantos veleros; no estamos acostumbrados a encontrarnos con otros navegantes. Hasta ahora, nuestras
rutas no han sido las habituales y siempre hemos estado en
lugares poco frecuentados.
Suva es un punto de encuentro de viejos veleros gastados
por el salitre y el viento, de quillas mordidas por el roce de rocas y arrecifes, y de cascos pelados en los pilares de los
muelles de carga. Son barcos
que muestran con orgullo sus
heridas, causadas por las imprevistas sorpresas que el imprevisible “weather” siempre
tiene reservadas. Dentro de
seis meses pensamos dejar las
Fiji, para evitar el paso de los
ciclones tropicales, dirigiéndonos a Nueva Zelanda para
hacer algo de caja, trabajando
en los ricos valles agrícolas de
la Isla del Sur.
Un barco que enamora
Antes de partir de Suva, el neozelandés que había asomado
la cabeza por la escotilla del
minúsculo velero cuando llegamos viene a vernos, sube a
bordo acompañado de su mujer. Nos confiesa que desde
aquel día en que nos vieron
entrar a vela se enamoraron
del Pepa Bandera y nos pide
que, si pensamos venderlo,
contemos con ellos. No les decimos que no, quedando en
contestarles a nuestro regreso de Nueva Zelanda. Resulta que unos meses atrás,
cuando nos encontrábamos
en Viani Bay, ayudando a un
amigo americano llamado
CRU pepa:Maquetación 2
14/11/12
11:06
John a construir una cabaña
sobre un árbol gigante, habíamos conocido a un carpintero de ribera, un tipo realmente curioso. Lo cierto es que
durante nuestra estancia allí
tratamos con todos los habitantes de la zona, que viven
repartidos entre Viani Bay y el
otro lado de las colinas. Un día
llegó Albert, hijo de colonos
alemanes, de unos treinta
años, metro sesenta y seis justos, flaco fibroso y manos
grandes y fuertes. Tiene unos
grandes ojos azules algo iluminados, el cabello rubio castaño y va cubierto sólo con un
pareo. Casualmente, ese día
no va borracho. Se acerca
para ver lo que estamos haciendo y al cabo de un rato,
después de observar nuestra
obra, nos suelta para sorpresa de todos: «That’s a shit!»
—No se puede hacer una casa
encima de este árbol, la humedad la va a podrir en poco
tiempo y además los mosquitos no les dejarán vivir. Me
niego a trabajar en ella.
Y viniendo hacia nosotros, nos
pregunta sonriente:
—¿Vosotros sois los españoles?
—Sí, hola —le respondemos.— ¿Y qué hacéis perdiendo el tiempo aquí?
—Ayudamos a John.
—Que le jodan —nos dice burlándose.— ¿Es este vuestro
Página 4
Chiloé, varada para dar patente.
barco? Subamos a bordo,
quiero verlo.
Haciendo amigos
A partir de ese momento sólo
no separaremos de nuestro
entrañable amigo Albert durante sus largas borracheras,
en las que desaparece durante semanas. Su padre era carpintero de ribera, construía goletas en Levuka y de él aprendió el oficio. Su especialidad
son estas pequeñas lanchas
que todo el mundo lleva en la
zona y que él mismo diseña y
construye con contrachapado
marino. Son embarcaciones ligeras y fuertes, de finas líneas
y fondos de suave “V”, sin florituras, vacías por dentro, solo
un suelo y el fueraborda en el
espejo de popa. Las hace a
medida y a domicilio. La gente lo contrata, fijan un precio,
Oriol en Cabo de Hornos 1977.
compran el material y Albert
se instala en su casa hasta que
la termina. El tiempo que tarda en construirla es indefinido, dependiendo de lo cerca
que tenga el alcohol, pero
siempre las termina. Para la
gente Viani Bay, la barca lo es
todo. Sin ellas no se pueden
desplazar, ya que en esta zona
no hay ni carreteras ni caminos, solo pequeños senderos
robados a la selva a golpe de
machete. El diseño de las lanchas es único y el mejor para
desplazarse. Son estables, amplias, rápidas y ligeras para poderlas subir a la playa y con
ellas se pueden cubrir largas
distancias. Todos desean una
hecha por Albert y los que tienen la suerte de tenerla le están muy agradecidos. Cuando
viene a visitarnos nos pasamos horas hablando sobre la
posibilidad de construirnos
una goleta en esta remota parte de las Fiji. Teníamos en
mente un proyecto, un nuevo
Pepa Bandera II, una goleta de
unos 20 metros con bodega de
carga para poder trabajar haciendo comercio, transportando mercadería entre las pequeñas islas, y conocer a Albert nos había abierto la
posibilidad de construirla en
esas islas. Sin embargo, sus
borracheras y la dificultad de
encontrar materiales se nos
hacía cuesta arriba y queríamos pensarlo durante nuestra
estancia en Nueva Zelanda.
Final, por el momento
El 1 de abril de 1982 dejamos
Nueva Zelanda y, después de
12 días de travesía dura e incómoda con vientos de proa,
fondeamos de nuevo en el
Yacht Club de Suva, con la decisión tomada. Le vendemos
a John Henley nuestro amado
Pepa Bandera, con el que hemos compartido más de seis
años de singladuras y todo
tipo de aventuras. Y así, en julio del 1982 dimos por terminada nuestra singladura y, con
enorme tristeza, nos despedimos de nuestro amado Pepa
Bandera.
Quién nos iba a decir, en aquel
momento, que 29 años más
tarde íbamos a saber nuevamente de él, que el Pepa Bandera no iba a rendirse tan fácilmente como nos temíamos
y que iba a seguir disfrutando
de esos mares y de esos vientos, no sin sufrir diversos avatares… pero esa ya es otra
parte de la historia, que desvelaremos en la próxima edición de Skipper.

Documentos relacionados