lA ultiMA CeNA - Rodolfo Vera Calderón

Transcripción

lA ultiMA CeNA - Rodolfo Vera Calderón
la ultima cena
beatriz se despidio como reina
de los paises bajos
Representantes de las Casas Reales más importantes del
mundo la acompañaron durante la gala que presidió en el
Museo Nacional de Amsterdam (Rijksmuseum). Durante la
velada, en la que la moda y las joyas más espectaculares
ocuparon un lugar de privilegio, el heredero Guillermo y la
princesa Máxima fueron sus grandes cómplices.
Escoltada por los todavía príncipes de Orange Nassau, que siempre se mantuvieron un paso detrás de ella
para no restarle protagonismo, la sexta soberana de la historia holandesa no podía esconder su emoción. El
pueblo, que vibró con este acontecimiento histórico, la saludaba y vitoreaba con cariño.
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Cien quilates es el peso total
de la tiara que usó Máxima
en la última celebración que
presidió su suegra
E
ra su despedida, la última celebración que la tendría como
anfitriona y en la que sería tratada como Su Majestad. La fiesta,
además, marcaría el inicio de una
nueva era en la historia de los Países Bajos: el trono, en pocas horas,
sería ocupado por su hijo Guillermo
Alejandro y su mujer, Máxima, para
darle una bocanada de aire fresco a
la corona, tal como se escucha decir
por estas horas en toda Holanda. Así,
rodeada del cariño y el respeto de
su pueblo, la reina Beatriz presidió
una comida en la Galería de Honor
del Museo Nacional de Amsterdam
(Rijksmuseum) en presencia de
treinta príncipes de todo el mundo,
nueve delegaciones oficiales y autoridades y personalidades de la sociedad holandesa e internacional.
INSEPARABLE DE SU FAMILIA
Escoltada por los todavía príncipes de
Orange-Nassau, que siempre se mantuvieron un paso detrás de ella para no
restarle protagonismo, la sexta soberana de la historia holandesa no podía
esconder su emoción. Desde que abandonó el Palacio Real, pasadas las seis y
media de la tarde, se congregaron miles
de personas en las calles para vitorearla.
A bordo de una limousine, Beatriz saludaba a su pueblo. Su rostro era el de
una mujer conmovida y agradecida por
el cariño y el afecto recibido.
Detallista, llegó junto con toda su
familia, una hora antes de lo previsto
al Rijksmuseum, donde más tarde se
llevó a cabo el besamanos. La esperaban sus tres hermanas –las princesas
Margarita, Irene y Cristina–, que fueron grandes apoyos a lo largo de sus
treinta y tres años en el trono holandés. También estaba su hijo menor,
el príncipe Constantino, que llegó
llevando del brazo a su mujer, Laurentien, y a su cuñada, la princesa
Mabel. Si bien se había especulado
con que la mujer del príncipe Friso
–quien se encuentra internado en
un sanatorio en Londres en estado
de coma– no asistiría, ella acompañó
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En un gesto de austeridad, Máxima repitió
el vestido que llevó en la fiesta del 60˚
cumpleaños del príncipe en Buckingham,
un diseño de Valentino de la Colección Alta
Costura Otoño-Invierno 2006-2007. Lo
acompañó con una tiara bandeau de chatones
y una impresionante rivière de la que colgaba
una de las piedras que adornan la tiara del
gran diamante Stuart y que la reina Emma
encargó al joyero Schürmann en 1897.
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“Usaremos el trono que fuera obsequiado a mi bisabuela,
la reina Guillermina. Queríamos utilizar el de mi madre,
pero resultó demasiado bajo” (Guillermo)
con cariño a su suegra, su aliada en
momentos de tanto dolor. Lo que
sorprendió, en cambio, fue no ver
a los hijos de la princesa Margarita,
que como sobrinos de la soberana
holandesa seguían siendo oficialmente miembros de la Casa Real.
UN DESFILE DE TIARAS
Para semejante ocasión, la Reina
eligió un diseño en gris claro y capa
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Máxima y Alex rodean con cariño
a Beatriz, que para su despedida
usó un Sheila de Vries de dos
piezas de encaje color lavanda
que complementó con la tiara que
llevó el día de su boda. La joya fue
creada para la reina Guillermina
en 1897 y lleva treinta y cinco
perlas redondas naturales y once
calabazos de la colección real y
se puede lucir de cuatro formas
distintas. Izquierda: Constantino,
el hijo menor de la reina saliente,
ingresó al Rijksmuseum llevando
del brazo a su mujer Laurentien
y a su cuñada, la princesa Mabel,
cuyo marido, el príncipe Friso,
está en coma desde hace un año.
Abajo: Laurentien y Margarita, la
hermana de Beatriz.
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La princesa
Letizia de España
deslumbró
con una
impresionante
tiara de flores de
la reina Sofía
ribeteada en zorro color
topo. La tiara que lució es
la misma que llevó el día de
su boda, una de sus preferidas, y que nunca utilizó Máxima. Según cuenta la historia,
se hizo por encargo de la reina
Guillermina en 1897 y lleva treinta
y cinco perlas redondas y once calabazos de la colección real.
El príncipe Guillermo Alejandro, en tanto,
lució un smoking cruzado de impecable corte. Y Máxima optó por el mismo vestido rojo
de Valentino que utilizó en el 60º cumpleaños
del príncipe Carlos, celebrado en Buckingham en
2008. La princesa de Orange-Nassau deslumbró
a la multitud que, al verla, no dejaba de gritar su
nombre con entusiasmo: “¡Máxima, Máxima,
Máxima!”, se oía desde todos lados. No hay dudas:
los holandeses adoran los gestos de Máxima y se
sienten muy orgullosos de ella. Por eso, el hecho
de que recicle su guardarropa es algo que siempre
le aplauden y que demuestra que los Orange también tienen gestos de austeridad en una Europa
golpeada por una fuerte crisis económica.
Igualmente, la flamante Reina se las ingenió
para darle un toque distinto a su atuendo: lo
complementó con la tiara bandeau de chatones
–una de las que más usó desde su casamiento–
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Si bien la princesa Masako de
Japón viajó fuera de su país por
primera vez en once años, no
asistió a la gala con su marido,
Naruhito. Se habría encontrado
para comer con sus padres
Acompañada por su marido, Daniel Westling, la princesa
Victoria eligió un vestido largo drapeado en tono morado
que acompañó con la colección de amatistas de la
emperatriz Josefina. Abajo: Lalla Salma de Marruecos, con
un espectacular vestido blanco con detalles plateados.
Viajó sola, representando a su marido, Mohamed VI.
y una impresionante rivière, de la
que colgaba una de las piedras que
adornan la tiara del gran diamante
Stuart y que la reina Emma encargó al joyero Schürmann en 1897.
Minutos después de la llegada de
la Reina, treinta príncipes de todo
el mundo arribaron en un autobús
de la Casa Real desde el exclusivo
hotel Okura, el mismo en el que
se hospedó la comitiva argentina.
Los primeros fueron los príncipes
herederos Billah y Sarah de Brunei, seguidos por los herederos de
Liechtenstein, Sofía y Alöis; el príncipe Salman de Bahréin, y el príncipe Haitham de Omán. Minutos más
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tarde lo hicieron Federico y Mary
de Dinamarca, Felipe y Letizia de
España, Victoria y Daniel de Suecia,
el príncipe Naruhito de Japón, Felipe y Matilde de Bélgica, Haakon
Magnus y Mette-Marit de Noruega
y la princesa Lalla Salma, mujer del
rey Mohamed VI de Marruecos.
Finalmente, se unieron al desfile
de invitados los príncipes Hassan
y Sarvath de Jordania, el príncipe
Hamed de los Emiratos Arabes, el
príncipe Alberto de Mónaco, Guillermo y Stephanie de Luxemburgo, el príncipe heredero de Tailandia Maha Vajiralongkorn y su
hermana, la princesa Maha Chakri
Del brazo del príncipe Felipe, Letizia optó por un
modelo de su diseñador favorito, Felipe Varela.
Se trata de un vestido de seda y encaje chantilly
negro, bordado con flores azabache negras que
completó con clutch de cristal negro.
La clásica “alfombra roja”
esta vez fue naranja, uno de
los colores emblemáticos
de la Casa Real
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A diferencia de Máxima,
que llevó el pelo suelto,
las invitadas optaron
por peinados recogidos.
En cuanto al maquillaje,
todas eligieron verse
naturales
La siempre espectacular Mary de Dinamarca,
del brazo de su marido, el príncipe Federico.
Sin dudas, fue una de las invitadas mejor
vestidas, con su traje nude bordado con
piedras doradas y mangas tres cuartos. Lo
complementó con la tiara que recibió como
regalo de sus suegros, la reina Margarita y
el príncipe Enrique, con motivo de su boda.
Abajo: Haakon y Mette-Marit de Noruega, que
apostó a un look muy fresco con un diseño
con estampa floral de Giambattista Valli que
combinó con cinturón joya y peep-toe.
Sirindhorn. Los últimos en entrar fueron Carlos de Inglaterra
y su mujer Camilla.
LAS GRANDES AUSENTES
Aunque hubo asistencia casi
perfecta, faltaron Charlene de
Mónaco, que viajó a Sudáfrica
con fines filantrópicos; y Masako,
de Japón. A la “princesa triste” se
la esperaba con gran expectativa,
ya que viajó con su marido desde Tokio después de pasar once
años sin realizar visitas oficiales.
En cuanto se vio ingresar al príncipe Naruhito sin ella comenzaron a surgir los rumores de que
Masako habría preferido quedar80
se en el hotel debido a su avanzado estado de depresión. Sin embargo, también se especula con
que la heredera nipona pasó la
noche del lunes con sus padres,
que viven en La Haya y que no
veía desde 2006, cuando viajó en
visita privada a Holanda con su
marido, invitados por Guillermo
Alejandro y Máxima.
UN ENTORNO UNICO
Después de que ingresaron todos los invitados de Su Majestad,
se sirvió un cóctel de recepción
en la planta baja del edificio. Más
tarde, pasaron a la Galería de Honor, un lugar privilegiado dentro
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Charlene de Mónaco
faltó a la cita porque
estaba cumpliendo
tareas filantrópicas en
Sudáfrica
Aunque el protocolo holandés recomienda
que ningún rey o reina extranjero asista a
las celebraciones de entronización de un
nuevo monarca, Alberto de Mónaco, príncipe
soberano, viajó a Holanda para acompañar a
Máxima y Alex. En la foto, se lo ve sonriente
junto a los príncipes Guillermo y Stéphanie
de Luxemburgo. La futura gran duquesa llevó
la tiara de laurel con un gran zafiro central
que perteneció a María Ana de Braganza.
Izquierda: Alois de Liechtenstein y su mujer,
la princesa Sofía. La única heredera nacida
con título de princesa impactó con una tiara
fringe que perteneció a la infanta María Teresa
de Portugal. Derecha: El Hassan bin Talal y
Sarvath al-Hassan de Jordania.
del edificio inaugurado en 1885, para
disfrutar del banquete. La mesa principal se situó en la Sala Rembrandt,
así bautizada en honor del renombrado artista holandés y que alberga La
ronda de noche, la pieza más valiosa y
representativa del museo. En la sala,
decorada con miles de tulipanes, también se encuentran dos importantes
piezas de la pinacoteca: La lechera, de
Vermeer, y el retrato de Isaac Abrahamsz Massa, de Frans Hals. Ahí, la
Reina presidió la mesa de honor, que
estuvo integrada por los príncipes de
Asturias, Federico y Mary de Dinamarca, Victoria y Daniel de Suecia, Naruhito de Japón, Felipe y Matilde de
Bélgica, Carlos y Camilla de Gran Bretaña, Lalla Salma y Haakon y MetteMarit de Noruega.
UN DISCURSO CONMOVEDOR
A la ocho y media de la noche, la
Reina saliente comenzó su discurso
–que se transmitió por cadena nacional–, en el que recordó con mucho
cariño al príncipe Claus, su marido y
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Carlos de Inglaterra y su mujer, Camilla Parker Bowles. La duquesa de Cornwall llevó
la diadema en forma de abanico diseñada por la casa Boucheron que perteneció
a la madre de la reina Isabel II. Derecha: Felipe de Bélgica junto a Matilde, íntima
amiga de Máxima que estaba impecable con un vestido de corte sirena, con escote
asimétrico y drapeado en la cintura. Lo acompañó con la tiara de Laurel que le
regaló un grupo de aristócratas belgas para su boda, en 1999. El broche “cascada”
pertenece a la colección privada de la reina Fabiola
Su posición como sucesor “a la espera” durante
55 años hizo que Carlos de Inglaterra asistiera
a la proclamación de la reina Beatriz, en 1989, y
33 años después, a la de Guillermo Alejandro
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más cercano confidente, que murió en 2002. “Durante muchos años estuve acompañada en mi tarea
por mi marido. Su sobriedad y su manera de relativizar me ayudaron en momentos difíciles. Nuestros
hijos aprendieron de él, desde su infancia, de la
importancia de estar cerca de la sociedad y de no
mirar de lado a aquellos que en el mundo se encuentran en un estado de necesidad”, dijo Beatriz.
Sin embargo, el momento más emotivo llegó cuando se refirió a Máxima, a la que ve como la hija que
nunca tuvo: “Que mi hijo esté acompañado en esta
misión por la encantadora princesa Máxima, con su
inmenso corazón y su emocionante capacidad para
relacionarse con la sociedad, es para toda mi familia
una auténtica bendición”, dijo emocionada. Desde
su lugar, la futura reina la miraba tiernamente.
Después agradeció al pueblo holandés por el
gran respeto con el que recibió la noticia de su
abdicación: “¡Desde que anuncié mi retiro he recibido tantas muestras de afecto! Pero también mis
compatriotas me mostraron su comprensión por
mi decisión. Ahora la tarea recaerá en mi hijo, el
príncipe de Orange. El príncipe, gracias a su intenso trabajo dentro de nuestra nación pero también en el extranjero, y por su amplio interés por
el tiempo que le toca vivir, está totalmente preparado para esta tarea”, agregó.
ESPECIAL PARA LA OCASION
El menú, de cinco pasos, fue un reflejo de la
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La mesa principal se situó en la Sala Rembrandt, así llamada en honor al maestro de la obra que
la preside, La ronda de noche, la más valiosa de la pinacoteca
En un marco tan imponente se destacaron las flores:
diez mil tulipanes que recordaban el célebre jardín
holandés Keukenhof
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En un marco artístico
imponente, treinta
príncipes despidieron a
Beatriz como reina
El menú consistió en una verdadera muestra
de especialidades holandesas, que incluyó
langosta y ciervo, entre otros manjares.
gastronomía holandesa. El primero
fue una cola de langosta con timbal
de caviar de Baeri, crema y salsa de
lima, seguido por un consomé de
cola de buey y por un filete asado de
ciervo con salsa de romero, tomillo y
hongos beech. El cuarto fueron puntas
de espárragos blancos y chauchas,
acompañadas con mousseline de finas
hierbas. Por último, se sirvieron fresas
Lambada con crema de lemoncello,
merengue y coulis de frutillas.
La ceremonia que despedía a Beatriz del trono de los Países Bajos terminó con un baile en el Front Hall,
un impresionante espacio con luz
natural decorado con vidrieras y mosaicos. Antes de la medianoche, todos los Orange regresaron al Palacio
Real de Amsterdam, frente a la plaza
Dam, para pasar la noche y prepararse para el gran día.
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Texto: Rodolfo Vera Calderón
Fotos: ANP, Getty Images,
Gtres e Ignacio Arnedo
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