El potencial oculto de la mente

Transcripción

El potencial oculto de la mente
Las capacidades de nuestro cerebro son increíbles, aunque la mayor parte de
las veces se muestran en personas que se consideran "no-normales", ya sea, porque
han sufrido accidentes que han dañado partes de su cerebro o porque experimentan
síndromes que hacen que sus mentes no procesen la información de la manera habitual.
Estos hechos deberían hacernos reflexionar sobre la causa de que evaluemos la información
de una manera no óptima, que consigue que todas esas maravillas queden fuera de nuestro
alcance. Tal vez la respuesta sea muy simple y la obtengamos de esta pregunta: ¿qué
hacemos cuando los niños nos cuentan sus "locuras" o nos hacen preguntas?
Puede que el mayor bloqueo de nuestra mente sea el miedo a estar equivocado.
Artículo original de El País
JENNY MOIX QUERALTÓ
20 FEB 2015 - 18:27 CET
Daniel habla con fluidez 11 lenguas: inglés, francés, finlandés, alemán, español, lituano,
rumano, estonio, islandés, galés y esperanto. Pero lo más increíble no es la cantidad, sino la
velocidad en aprender idiomas. Channel Five le retó a aprender islandés en una semana.
Siete días después apareció en televisión conversando en esta lengua. En cambio, la
rapidez de Stephen no se encuentra en el aprendizaje de lenguas, sino en la captación de
todos los detalles de un paisaje. Puede dibujar uno con precisión fotográfica después de
haberlo visto solo un instante. En una ocasión dibujó la totalidad del centro de Londres
después de sobrevolar la ciudad en helicóptero. ¿Son los cerebros de Daniel Tammet y
Stephen Wilshire máquinas engrasadas y perfectas? En realidad no: sus cerebros están
defectuosos. La epilepsia y el síndrome de Asperger acompañaron a Daniel en su infancia. Y
Stephen también es autista.
Resulta una gran paradoja que cerebros defectuosos sean los asientos neuronales de
prodigiosas habilidades. ¿Nos están diciendo algo sobre cómo el resto de los mortales
podríamos aumentar nuestras capacidades? Quizá uno de los autistas más conocidos fue Kim
Peek. El personaje que interpretó Dustin Hoffman en la película Rain Man está inspirado en él.
Nació con macrocefalia, un daño permanente del cerebelo, y con agenesia del cuerpo calloso
(carecía de la principal conexión entre los dos hemisferios del cerebro). Peek recordaba el
98% de los 12.000 libros que había leído, leía dos páginas en ocho segundos. Usaba cada ojo
para leer una página distinta como si se tratara de un superhéroe de un cómic. Era solo uno
de sus “superpoderes”.
Daniel, Stephen y Kim son lo que se denomina savant –o antiguamente idiot savant–, ya que
suelen poseer un coeficiente intelectual muy bajo y, paralelamente, unas habilidades
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sobresalientes. Pero ¿de dónde surgen las facultades extraordinarias de los savants?
Jill Bolte es una neurocientífica que vivió con su hemisferio izquierdo desconectado a
consecuencia de un derrame sanguíneo. Al sufrir el ataque, Jill sintió un terrible dolor detrás
del ojo izquierdo, no podía hablar, coordinar, ni siquiera podía pensar con claridad. Vivió un
auténtico martirio si nos limitamos a calificarlo “desde fuera”. Paradójicamente, su
experiencia vista desde dentro, tal como ella la describe, fue maravillosamente extraordinaria.
Sintió una paz no humana, ajena a cualquier asomo de sufrimiento. Al desconectarse su
hemisferio izquierdo, el que habla, sintió el silencio. No había estrés, “nadie” le recordaba
vivencias tristes o le anticipaba situaciones preocupantes. Silencio, paz. Incluso se acalló esa
voz que nos dice “este soy yo”. Al mirar su cuerpo, no veía los límites. “Miré mi brazo y me di
cuenta de que no podía delimitar los límites de mi cuerpo. No podía definir dónde empezaba y
dónde terminaba. De alguna forma, los átomos y moléculas de mi brazo se mezclaban con los
átomos y moléculas de la pared. Solo sentía esa energía”. Según sus palabras, se sentía
enorme y expansiva, fuera de los límites de su cuerpo. Una auténtica experiencia mística
vivida por una reputada científica del cerebro humano. Después de ocho años de
recuperación, actualmente se dedica a impartir conferencias, escribir libros y realizar
investigaciones sobre este tema, por lo que la revista Time la nombró una de las cien
personas más influyentes del mundo en 2008. Los estudios indican que los savants presentan
alguna forma de disfunción en el hemisferio cerebral izquierdo, lo cual facilita la actividad del
derecho. El izquierdo es el conceptual, el que pone etiquetas, el que razona, el que filtra con la
lógica, el lingüístico (el que nos habla constantemente), el que va hacia el pasado y hacia el
futuro. En cambio, el derecho está en el ahora, es creativo. Al funcionar sin lógica, tiene más
facilidad para captarlo todo tal cual es sin filtrar y para hacer conexiones no racionales con
toda la información. De alguna forma, el izquierdo-lógico está constantemente coartando
o limitando las capacidades del derecho-creativo. Por lo que si el izquierdo deja de
funcionar correctamente, el derecho se libera, y con él, el genio.
Mientras los humanos nos hemos centrado en diseñar radares cada vez más potentes,
los delfines han evolucionado y en su cerebro han creado un escáner más potente que
cualquiera de nuestras invenciones. Nos hemos concentrado en “tener” y hemos descuidado
el “ser”. Hemos mirado hacia “fuera”, en lugar de hacia “dentro”, olvidando que nosotros
también tenemos radar interno. Las investigaciones de Beatrice de Gelder, neurocientífica de
la Universidad de Tilburg, muestran cómo personas con ceguera cortical son capaces de
sortear objetos al andar, aunque no los vean, porque nuestras neuronas saben funcionar
como un auténtico radar. Sin embargo, la mayoría de nuestras inversiones económicas en
investigación no se dirigen a aumentar esa capacidad, sino a inventar ayudas externas.
Igual que se dirigen a diseñar medicamentos para eliminar enfermedades y se presta
muy poca atención al ya demostradísimo efecto placebo. Esto es, a la capacidad que
poseen nuestras propias creencias para curarnos a nosotros mismos. Para aumentar nuestras
capacidades, nuestro rendimiento, los humanos nos hemos dedicado a inventar herramientas
tecnológicas. Es como si, poco a poco, el ordenador, el teléfono o el GPS constituyeran una
extensión de nuestro cerebro. Si miramos al futuro, parece que cada vez seremos más
dependientes de toda esta tecnología. Utilizaremos menos nuestras propias capacidades de
orientación, cálculos matemáticos, memoria… La ampliación de nuestras capacidades la
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buscamos “fuera”, cuando quizá se encuentre “dentro”. Nuestro propio cerebro posee unas
facultades inimaginables y, en lugar de despertarlas, nos estamos dedicando a dormirlas.
No imaginamos el enorme potencial de nuestro inconsciente. En la película Sin límites, el
protagonista, gracias a la ingestión de una droga, logra realizar auténticos prodigios. La
esencia de esa droga es que le permite acceder a toda la información guardada en su
inconsciente. Todo lo que hemos vivido, aunque no lo recordemos, está allí. La prueba
cotidiana es que al ver una película, podemos darnos cuenta de que hace muchísimos años
que la vimos, pero si nos hubieran preguntado por ella, quizá nos hubiera sido imposible
recordarla. Esto es, podemos reconocer muchas cosas como vistas, leídas, vividas, oídas…
que no podemos recordar. Están allí, pero nos resulta imposible acceder. Es más, en nuestro
inconsciente existe información que quizá nunca hemos sido conscientes de captar, ya que lo
hemos hecho de forma subliminal. Nuestro inconsciente es nuestro sabio interior. Sabe mucho
más que nosotros. Si lográramos comunicarnos con él, nos pasaría como al protagonista de la
película: nuestras capacidades se verían multiplicadas de forma asombrosa. Nos pasaría
como a algunos savants: con leer un libro una vez, ya lo tendríamos allí accesible para
siempre.
Nos movemos en un océano de información. El cerebro capta a cada instante volúmenes
ingentes de datos a través de todos sus sentidos. Esa información, para poder ser operativa y
útil, debe ser ordenada y esquematizada. Y a eso se dedica nuestra lógica. Y esa misma
lógica que nos ayuda, al mismo tiempo nos bloquea. Nos impide ir a los datos crudos
del inconsciente, nos impide mezclarlos de forma irracional y ser más creativos. De
alguna forma hemos de aprender a no apoyarnos tanto en nuestro hemisferio izquierdo-lógico.
Acallar ese parloteo constante de este hemisferio lingüístico. Y como siempre, acabamos
donde empezamos; esto es, en los consejos de los sabios más antiguos: es esencial aprender
a silenciar la mente. ¿Vamos a permitir que nuestro sabio interior continúe dormido o vamos a
despertarlo.
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