EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN EL ESTADO
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EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN EL ESTADO
Análisis EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN EL ESTADO DEMOCRATICO. EL CASO ARGENTINO EN PERSPECTIVAi Andrés Fontanaii En un artículo fundacional de la teoría sobre relaciones cívico-militares, Samuel P. Huntington sostiene que las fuerzas armadas cumplen tres funciones esenciales en el Estado. En primer lugar -dice- representan los intereses de la sociedad en materia de seguridad; en segundo lugar, asesoran al poder político en esa temática y, en tercer lugar, llevan a cabo las misiones que el poder político establece.iii La "representación" a que se refiere Huntington debe ser entendida principalmente en sentido metafórico, como símbolo o expresión de los intereses de la sociedad en materia de seguridad. Sin embargo, una lectura más extensa de Huntington también sugiere que la "representación" implica una cierta responsabilidad de las fuerzas armadas en situaciones extremas, cuando la seguridad de la comunidad se ve seriamente amenazada. Esta hipótesis es peligrosa, dado que, como muestra el análisis empírico, los miembros de las organizaciones especializadas en temas de seguridad tienden a exagerar su percepción de las amenazas. Asimismo, la historia nos muestra numerosos casos en que, en nombre de la seguridad, las fuerzas armadas transgredieron normas esenciales del estado democrático. Por su parte, las teorías sobre seguridad no siempre son suficientemente explícitas acerca de que no existe "otra" seguridad que pueda anteponerse legítimamente a la de los ciudadanos y que la premisa fundamental de ésta es la vigencia del Estado de Derecho. Pero, en todo caso, todas estas son buenas razones para analizar la hipótesis de Huntington con toda atención y no para ignorarla. Lo mejor es plantearla en sentido positivo, es decir, preguntarnos de qué forma el estado democrático se asegura simultáneamente que (a) los intereses de las sociedad en materia de seguridad estén garantizados y (b) que la existencia de una organización militar permanente sea compatible con la vigencia de las normas fundamentales de ese estado. Al respecto, la teoría de las relaciones cívico-militares en el estado democrático sostiene que las fuerzas armadas cumplen un rol profesional ligado fundamentalmente a la defensa exterior. "Profesional" significa que se trata de un rol especializado y, al mismo tiempo, subordinado a decisiones políticas.iv Pero lo profesional que apunta al terreno prácticoasesoramiento técnico y ejecución- no agota el rol de las fuerzas armadas. Estas cumplen otro rol en el plano simbólico, pues son la principal objetivación de uno de los atributos esenciales del estado, es decir, el monopolio del empleo de la fuerza.v Ambos aspectos, el profesional y el simbólico, deberían ser suficiente fundamento de la legitimidad de las fuerzas armadas. Sin embargo, muchas veces se plantea un debate y un cierto disenso con respecto a su rol e incluso al sentido de las mismas, como hoy ocurre en Argentina. Análisis El transfondo de tales situaciones -que debemos separar de los debates de índole pacifista- habitualmente se vincula a una derrota militar o a una transgresión grave por parte de las fuerzas armadas respecto de los límites de su rol profesional. En caso contrario, cuando nada de esto ha ocurrido, sus legitimidad social y el consenso acerca de su rol son tácitos. Esto se debe a la naturaleza misma de la seguridad, como interés común de una sociedad: la seguridad no es tangible; sólo se la percibe cuando se la pierde.vi )Cómo se aplica esa teoría a una sociedad que, en principio, no sufre ninguna amenaza? Esta pregunta, válida por sus motivaciones éticas, carece en realidad de respuesta empírica, ya que prácticamente todos los países tienen fuerzas armadas y, por lo tanto, no es posible averiguar qué ocurriría si alguno decidiera unilateralmente dejar de tenerlas y se mantuviera en esa situación por largo tiempo. Los casos que habitualmente se mencionan para sustentar la hipótesis que las fuerzas armadas no son esenciales a la seguridad de una sociedad son un tanto engañosos. Países como Costa Rica, Suiza o Japón si tienen dispositivos militares y, además, forman parte de sistemas de seguridad internacional respaldados por un importante -por no decir aterrador- poder militar. En síntesis, la relación entre legitimidad de los dispositivos militares ante la sociedad y preservación de los intereses de seguridad de esa sociedad, más que constituir un teorema demostrable, constituye un dilema irresoluble. El factor decisivo es que las fuerzas armadas no transgredan los límites de su rol profesional pues mientras no lo hacen existe una legitimidad tácita de las mismas. Visto desde otro ángulo, esto significa que el problema de la legitimidad de las fuerzas armadas en el estado democrático está directamente vinculado a la subordinación sustantiva de las mismas a la autoridad civil. El que la subordinación sea "sustantiva" implica dos condiciones fundamentales, una referida específicamente a la relación entre fuerzas armadas y autoridad civil y otra, en un plano más amplio, a la relación de los militares con el sistema democrático. La primera condición de la subordinación sustantiva a la autoridad civil es que, además del reconocimiento formal de la misma por parte de las fuerzas armadas, exista un control efectivo de las actividades militares por parte de esa autoridad civil y una aceptación de la legitimidad y pertinencia de ese control por parte de los miembros de las fuerzas armadas. Lo contrario es una subordinación formal, con un alto grado de lo que Augusto Varas denomina "autonomía institucional de las fuerzas armadas."vii En ese caso, cuando no existen normas ni mecanismos institucionales efectivo que restringen el rol de las armadas y dan lugar al ejercicio del poder por parte de la autoridad civil en las decisiones específicas de política militar, defensa nacional y seguridad interna, las fuerzas armadas tienden indefectiblemente a incrementar su autonomía y expandir su rol y, Análisis como consecuencia, a caer en la desprofesionalización y la ilegitimidad. Alfred Stepan, en su conocido estudio de las relaciones cívico-militares en las transiciones políticas recientes, señala la importancia del "social empowerment", expresión con la que se refiere al esfuerzo que los civiles deben hacer en las transiciones para dotar al poder político de capacidades adecuadas para el diseño y la implementación de políticas eficaces en materia de defensa y seguridad.viii Es cierto que en las transiciones la primera preocupación del poder civil es garantizar la subordinación formal de las fuerzas armadas y que eso constituye fundamentalmente un problema político y no técnico. Pero si la relación cívico-militar se agota en ese terreno y, en consecuencia. el monopolio militar de la temática de la seguridad se perpetúa, el poder civil a la larga se debilita, la autonomía de las fuerzas armadas aumenta, y la tendencia a la expansión de su rol se fortalece. La segunda condición de legitimidad de las fuerzas armadas en el estado democrático es que sus miembros hayan desarrollado una convicción de lealtad al estado democrático. Esto depende de circunstancias históricas muy variadas, pero en general puede afirmarse que la evolución de las fuerzas armadas en este terreno no está totalmente disociada de los valores predominantes en la sociedad. La existencia de esa lealtad es muy importante para la legitimidad de las fuerzas armadas en la sociedad. Sin embargo, la percepción de tal lealtad desde el campo civil no siempre es inmediata. En particular, luego de largos períodos de autoritarismo predominan la desconfianza y las "misperceptions" recíprocas, ocluyendo por cierto tiempo los valores predominantes en cada campo, respectivamente y dificultando también el ejercicio sustantivo de la autoridad civil a que nos referimos anteriormente. En el caso de Argentina, las fuerzas armadas recién consolidaron ese sentimiento de lealtad en los últimos años, marchando al mismo paso que el resto de la sociedad. Sin embargo, por razones atendibles, y al mismo tiempo lamentables, ni la ciudadanía ni la dirigencia política pudieron percibir esto desde un principio. Esa rémora produjo costos importantes en términos de deterioro institucional de las fuerzas armadas, por ausencia de políticas adecuadas para atender a la herencia del pasado y a la nueva situación, en particular a las dificultades que plantearon las importantes reducciones presupuestarias introducidas entre 1984 y 1990. Asimismo, la falta de consenso en el campo civil acerca del rol de las fuerzas armadas y la defensa nacional así como las "misperceptions" respecto de los militares y su lealtad al estado democrático produjeron efectos negativos desde el punto de vista institucional-militar y de la capacidad de defensa de la nación. Sin embargo, las experiencias de los años setenta fueron suficientemente importantes para los hombres de las fuerzas armadas argentinas, hasta tal punto que las generaciones actuales no han visto deterioradas sus convicciones Análisis profesionalistas y democráticas a pesar de las dificultades vividas tanto durante la transición como en la actual etapa de consolidación democrática. La actitud asumida por el grueso del Ejército ante los intentos golpistas del grupo Carapintada es la evidencia más visible de tales convicciones. Pero, en un plano menos visible para la opinión pública, los sacrificios vividos día a día, desde hace ya varios años agravados en el curso de los últimos dieciocho meses- y la voluntad de seguir adelante no obstante lo extremo de las dificultades materiales, muestran el grado de madurez y afianzamiento que alcanzaron tales convicciones. Al mismo tiempo, a lo largo de casi ocho años desde que se iniciara el proceso de consolidación democrática, se produjo en el campo civil un lento pero continuo avance hacia la conformación de un elenco de cuadros técnicos y políticos afines a la temática de la seguridad y la defensa, en respuesta a las necesidades emergentes del ejercicio de la autoridad en ese terreno. Ese avance se manifestó en el seno del Ministerio y de las Comisiones de Defensa del Congreso de la Nación, en la creación de Comisiones de Defensa en los principales partidos, en la instrumentación de diversos programas de capacitación civil y en el desarrollo de numerosos centros de estudios y programas de actividades sobre la temática en cuestión. El país ahora se encamina a que tales desarrollos se traduzcan en una mayor capacidad e institucionalización del ejercicio de la autoridad civil en los aspectos sustantivos de las políticas militar, de seguridad y de defensa nacional y una creciente capacidad de trabajo conjunto entre civiles y militares. Existe una urgente necesidad de que ese proceso avance rápidamente, para enfrentar el gran desafío de la legitimar esa temática frente a la sociedad en el marco de un estado empobrecido y una profunda crisis económica y para dar respuesta a la crítica situación institucional de las fuerzas armadas, particularmente en el campo de la reforma militar. Para tener éxito, ese proceso de legitimación e implementación de reformas deberá asentarse en un amplio consenso acerca del rol de las fuerzas armadas y en un fructífero intercambio cívico-militar que -no obstante las urgencias salariales y las restricciones presupuestarias- permita encarar el problema de la reforma militar no como un problema puramente fiscal ni como un tema centrado en el control civil y el re-aseguro de la institucionalidad democrática, sino como una cuestión centrada en los intereses de seguridad de la sociedad, con los recursos disponibles, cuyo tratamiento pueda dar por sentados la vigencia del estado de derecho, el respeto de las garantías individuales y la lealtad democrática de los miembros de las fuerzas armadas como activos fundamentales del sistema político. 1. Una versión abreviada de este artículo fue publicada en La Nación del 10 de julio de 1991. 2. Investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), Buenos Aires, Argentina. Análisis 3. Samuel P. Huntington, "Civilian Control of the Military: A Theoretical Statament", en Political Behaviour: A Reader in Theory and Research, pp. 380-385, Heinz Enlan et al., eds. (Glencoe, Illinois: Free Press, 1956). 4. Esto no implica que el asesoramiento "técnico" no incluya una visión política por parte de los altos jefes militares que ejercen ese rol. Pero se trata igualmente de un "input" técnico, en la medida que la decisión política es en definitiva responsabilidad de la autoridad civil. Ver al respecto las interesantes observaciones del Capitán de Navío Julio E. Grosso, actual Director de la Escuela de Guerra Naval, en "Político-Military Relations", Center for Naval Warfare Studies, Report # 5-90 (Newport: Naval War College). 5. Guillermo O'Donnell, Apuntes para una Teoría del Estado, Documento de Trabajo CEDES # 9 (Buenos Aires: CEDES, 1977). 6. Cuando los dispositivos de seguridad de la comunidad funcionan eficazmente, las amenazas a la seguridad se agotan de antemano. En ese escenario, la seguridad se materializa en la no-existencia de un problema de seguridad para la sociedad. 7. Augusto Varas. Autonomización Castrense y Democracia en América Latina, Documento de trabajo FLACSO N1 66, Santiago de Chile: FLACSO, 1984. 8. Alfred Stepan, Rethinking Military Politics (Princeton: Princeton University Press, 1987). También publicado en castellano, Repensando a los Militares en Política (Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 1988).