Descargar N° 40 - Revista Alpha

Transcripción

Descargar N° 40 - Revista Alpha
30 años
julio
2015
Edición Aniversario
1985 - 2015
Nº40
UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS
Departamento de Humanidades y Arte
REPRESENTANTE LEGAL
RECTOR ÓSCAR GARRIDO ÁLVAREZ
Directora Responsable y Editora DIANA KISS DE ALEJANDRO
Consejo de Redacción PILAR ÁLVAREZ-SANTULLANO BUSCH
EDUARDO BARRAZA JARA
JAMES PARK KEY
EDUARDO CASTRO RÍOS
BRUNO CÁRDENAS MARAGAÑO
MITA VALVASSORI
VERÓNICA ORMEÑO CÁRDENAS
Secretario de Redacción EDUARDO RISCO DEL VALLE
Consultores Externos JORGE ACEVEDO, Universidad de Chile, Santiago de
Chile
FERNANDO BURGOS, The University of Memphis,
U.S.A.
MANFRED ENGELBERT, Georg-August Universität,
Göttingen, Alemania
DANIEL LAGOS ALTAMIRANO, Universidad de Playa
Ancha, Valparaíso, Chile
PEDRO LASTRA, Universidad de Nueva York, en Stony
Brook, U.S.A.
AMADEO LÓPEZ, Universidad de París X-Nanterre,
Francia
SERGIO MANSILLA, Universidad Austral de Chile
OSVALDO RODRÍGUEZ PÉREZ, Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria, España †
HERNÁN URRUTIA, Universidad del País Vasco,
España
NELSON VERGARA MUÑOZ
MIGUEL LÓPEZ ASTORGA, Universidad de Talca, Chile
Portada IMAGEN CORPORATIVA (ULAGOS)
Traducción VERÓNICA ORMEÑO CÁRDENAS
Procesos técnicos ANA JIMENA CABEZAS APABLAZA
Alpha está indizada en Arts and Humanities Citation Index (Thomson Scientific), en The MLA
International Bibliography, SciELO-Chile (Conicyt), LATINDEX, EBSCO, PROQUEST,
EDITORIAL OCEANO, Servicios de Información Internacional (IIS), CLASE, DIALNET
InfoBASE INDEX y aparece en The Directory of Periodicals (USA).
Para petición de ejemplares, información, envío de originales y suscripciones, dirigirse al Secretario de
Redacción, Sr. Eduardo Risco, Avda. Fuchslocher 1305 - Casilla 933, Osorno, Chile. Teléfonos: (56-64)
2333398 - Fax (56-64) 2333298, e-mail: [email protected]
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de Los Lagos, Campus Chuyaca, Casilla 933, Osorno, Chile. E-mail: [email protected]
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Costo incluye envío por correo ordinario. Solicitud de suscripción: [email protected]
1
2
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
5
ARTÍCULOS
ELENA CUASANTE FERNÁNDEZ. Tiempo de narración y niveles narrativos en la
literatura autobiográfica.
9
JUAN D. CID HIDALGO. Geografía de un desplazamiento. El circuito periurbano en
Los siete locos de Roberto Arlt.
21
EDUARDO BARRAZA JARA. Desde que un día leyendo a Balzac: novela/folletín en la
narrativa fundacional de Alberto Blest Gana.
37
MARCO ANTONIO LEÓN LEÓN. Definiendo una antropología para el criminal en el
Chile finisecular (siglos XIX-XX).
53
JUAN PABLO ZAMBRANO TIZNADO. Derecho, ideología y discurso.
71
EDUARDO RISCO DEL VALLE. Las teorías de la argumentación a través del tiempo
I: la época fundacional.
81
GUILLERMO SOTO Y FELIPE HASLER. El morfema –fu del mapudungun: la
codificación gramatical del antiperfecto.
95
PILAR ÁLVAREZ-SANTULLANO BUSCH, AMILCAR FORNO SPAROSVICH Y EDUARDO
RISCO DEL VALLE. Propuestas de grafemario para la lengua mapuche: desde los
fonemas a las representaciones político identitarias.
113
SEGUNDO QUINTRIQUEO, DANIEL QUILAQUEO, FERNANDO PEÑA-CORTÉS Y
GERARDO MUÑOZ. Conocimientos culturales como contenidos de la educación
familiar mapuche.
131
NOTAS
SERGIO MANSILLA TORRES. Los archivos de la niebla (en torno a Reducciones de
Jaime Huenún Villa).
149
DAIANA NASCIMENTO DOS SANTOS. Los tambores suenan, la voz del pueblo
resuena: la representación del negro en la novela contemporánea.
165
MARÍA JOSÉ BUSTOS FERNÁNDEZ. Diálogo con Sylvia Iparrraguirre: contrapunto
lector⁄autor sobre La tierra del fuego.
175
3
JORGE CÁCERES RIQUELME. Una reforma ortográfica de 1783: fray Sebastián Díaz
y su Noticia general de las cosas del mundo.
187
DARÍO ROJAS. Flaite: algunos apuntes etimológicos.
193
GEMMA FLORES–PONS, LUPICINIO ÍÑIGUEZ Y ANTAR MARTÍNEZ. Discurso y
materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales.
201
TRADUCCIÓN
DAVID ROJAS LIZAMA. Lewis White Beck (1913-1997): Una vez más en la brecha:
la respuesta de Kant a Hume, para variar.
217
RESEÑAS
Bruno Tackels. Walter Benjamin: una vida en los textos (David Caralt).
225
Carlos Iturra. El discípulo amado y otros paisajes masculinos (Ewald Weitzdörfer).
229
Jorge Chen Sham (Ed.). Los espacios de la sociabilidad en la narrativa cervantina
(Nayra Pérez).
230
Información para los autores
233
4
PRESENTACIÓN
Pro captu lectoris habent sua fata libelli
(El destino de los escritos depende de la
inteligencia de los lectores)
Publio Terencio Mauro
Los “ahora”, en tanto rótulos que etiquetan los distintos momentos de la
experiencia individual o colectiva en el marco de la ilusión metafísica del presente, son
instantes cuya inscripción en el flujo del tiempo se verifica, aceptando la teoría
aristotélica, cuando adquieren el atributo de la “duración”. Duración o persistencia del
ahora que, para el caso de una publicación como ALPHA, tiene su modo privilegiado
de materialización en el ejercicio textualizador que la origina, la pone en circulación y la
transforma en insumo de otras textualizaciones dentro de un continuum discursivo que,
en el terreno de las posibilidades, se prolonga tanto como la existencia de lectores.
Este año Revista ALPHA celebra precisamente la transformación de un “ahora”
de hace 30 años en un hito del flujo temporal-discursivo, hecho por el que
experimentamos una gran alegría que queremos compartir con nuestros lectores. En
efecto, en 1985 presentábamos ante la comunidad del entonces Instituto Profesional de
Osorno una publicación que se postulaba como periódica y que surgía con un modesto
(pero sinérgico) objetivo: servir de órgano de comunicación de temas humanísticos
abordados desde la perspectiva de los profesores adscritos al área de Filosofía y Letras
de este Instituto… esperamos que los destinatarios inmediatos sean básicamente
nuestros propios estudiantes y profesores de Enseñanza Media de Castellano, Filosofía
o asignaturas afines… y, aunque el objetivo era claro e inmediato, sus redactores
originales previeron también otras posibilidades al declarar que: En la medida en que
también se desarrollen proyectos de investigación en ciencias humanas, esta revista
podrá comunicar sus resultados y entregaban a la comunidad un producto compuesto
de seis trabajos en los que se encontraban representadas las tres grandes áreas temáticas
que hasta hoy acogemos: Literatura, Lingüística y Filosofía.
Este primer número de ALPHA resultó prefigurativo de su ulterior desarrollo
como publicación, pues, aunque el objetivo principal era modesto, también era muy
claro y concreto, y mostraba ya la orientación hacia el desarrollo regional que hoy
constituye la divisa de la Universidad de Los Lagos; prefiguraba las áreas temáticas y
declaraba una vocación trascendente materializada en su tercer número, con aportes de
investigadores en otros centros de estudios. A diez años de su primera aparición,
ALPHA ya contaba con un nuevo formato, y con 184 páginas, además de los artículos
incluía abundantes notas y reseñas, preparándose para el salto cualitativo que supondría
el número 12 (1996): la indexación en The MLA International Bibliography, hecho que
la hacía presente en el Directory of periodicals. Al cumplir veinte años de vida, el
número 21 (2005) se abre con dos importantes anuncios: la aparición semestral de la
5
revista y su indexación en Scientific Electronic Library On line (SciELO), un salto
cualitativo que suponía nuevas responsabilidades y desafíos, como fue un nuevo hito
tres años más tarde, ocasión en la que el número 27 (2008) anunciaba a sus lectores la
indexación en Thomson Scientific en Arts and Humanities Citation Index y que
incorporaba, además, la explicitación de un objetivo ya anunciado 23 años antes en los
siguientes términos: …un proyecto institucional que desde la Universidad de Los
Lagos pone a disposición de la comunidad académica una publicación de corriente
principal para dar a conocer resultados de investigaciones y propuestas teóricometodológicas relativas a los estudios de las humanidades, las artes y las
significaciones textuales y culturales. Se cumplía así la prefiguración establecida en
nuestro primer número por un visionario equipo de académicos compuesto por
Constantino Contreras, Eduardo Barraza, Raúl Aguilar, Sergio Mansilla, Lilian
Rodríguez, Minerva Rosas y Nelson Vergara, quienes desde una locación del sur de
Chile ubicada “bajo el fuego triunfal de los volcanes y en la ruta de la estrella del sur”
tuvieron la idea de originar un “ahora” que ya cumple 30 años de interacción discursiva
con la comunidad académica nacional e internacional.
Como continuación de su tripartita línea editorial, ALPHA 40 ofrece un elenco
de trabajos que se abren con la reflexión literaria dirigida por dos de los colaboradores
de nuestro primer número: Eduardo Barraza, que indaga en torno a la narrativa de Blest
Gana, y Sergio Mansilla, quien ofrece un análisis „parcial‟ de Reducciones de Jaime
Huenun; enriquecen esta edición los trabajos de análisis literario de Elena Cuasante,
Juan Cid, Daiana Nascimento y María José Bustos. La línea lingüístico-descriptiva,
inaugurada también hace 30 años, aparece representada por el trabajo de Guillermo
Soto y Felipe Hasler sobre el morfema –fu del mapudungun, la presentación y análisis
de las propuestas de grafemario para la lengua mapuche de Pilar Álvarez-Santullano,
Amilcar Forno y Eduardo Risco, las notas de Jorge Cáceres acerca de la reforma
ortográfica de 1783, y de Darío Rojas respecto de la etimología del apelativo Flaite.
Amplían esta línea hacia los nuevos (y fronterizos) derroteros de la Lingüística
contemporánea los trabajos de Juan Pablo Zambrano relativo a Derecho, Ideología y
Discurso; Gemma Flores-Pons referente a las prácticas semiótico-materiales y Eduardo
Risco del Valle referente a las Teorías de la argumentación en su fase fundacional. La
línea filosófica, abordada igualmente aquí desde puntos expansivos de sus fronteras,
aparece representada por la traducción de un artículo de Lewis White Beck, el trabajo
de Marco Antonio León de la configuración de la imagen del criminal en el Chile de
fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, el de Segundo Quintriqueo, Daniel
Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz acerca de los conocimientos
culturales como contenidos de la educación familiar mapuche.
Desde estas páginas también saludamos a Constantino Contreras y Eduardo
Barraza, quienes dirigieron ALPHA en distintos momentos de su historia, a los
miembros de los distintos Consejos de Redacción, a nuestros muy apreciados
integrantes del Consejo Externo, de manera muy especial a nuestros colaboradores de
estos 30 años y a los devotos lectores, pues, como ya lo hemos indicado en el epígrafe,
estamos convencidos de que Pro captu lectoris habent sua fata libelli.
6
ARTÍCULOS
9-20
TIEMPO DE LA NARRACIÓN Y NIVELES NARRATIVOS EN
LA LITERATURA AUTOBIOGRÁFICA
Narrative time and narrative levels in the autobiographic literature
Elena Cuasante Fernández*
Resumen
El presente trabajo es un análisis del comportamiento narratológico de ese conjunto
multiforme de obras que configuran lo que hoy se conoce como ―literaturas del yo‖, en el que
se incluyen relatos tanto de ficción como de no ficción. Más específicamente, los aspectos que
aquí nos han interesado son el tiempo de la narración y los niveles de estructuración de la
historia, en cuyo estudio hemos partido del método elaborado por Gérard Genette en ―Discours
du récit‖. Si bien este método nos parece completamente vigente, lo hemos complementado
con otras aportaciones más actualizadas, procedentes tanto de la narratología como de la
lingüística de la enunciación, todo ello con el objetivo final de obtener un modelo descriptivo
capaz de explicar las variantes formales que se presentan en el estudio de las literaturas del yo.
Palabras clave: Tiempo, Narración, Niveles, Autobiografía, Literatura.
Abstract
This research study analyzes the narrative behaviour of that multiform set of works
known as literatures of the Self, which includes both fictional and non-fictional stories. The
main aspects discussed in this paper are the narrative time and the story structuring levels. This
study is based on the method proposed by Gérard Genette in his work ―Narrative Discourse:
An Essay in Method‖. Although this method is completely valid, it has been supplemented
with other more updated contributions from narratology and the linguistics of enunciation in
order to provide a descriptive model capable of explaining the formal variants present in the
study of the literatures of the Self.
Key words: Time, Narration, Levels, Autobiography, Literature.
Gérard Genette en Discours du récit, ensayo de referencia para los estudios
narratológicos, y más concretamente en el capítulo dedicado a la voz narrativa, ha
revisado todos los aspectos relativos a la enunciación del texto narrativo. Se incluyen
aquí cada uno de los elementos que definen la relación del enunciado con el sujeto
que lo produce y, con ellos, la situaciñn narrativa de partida, a saber: ―el acto
narrativo, sus protagonistas, sus determinaciones espacio-temporales, su relación con
el resto de las situaciones narrativas incluidas en el mismo relato, etc.‖ (Genette,
Discours du récit, 227)1. Aunque se trata de aspectos que funcionan simultáneamente,
el análisis solo puede abordarlos por separado, y por ello Genette estudia
1
―L’acte narratif, ses protagonistes, ses déterminations spatio-temporelles, son rapport aux autres
situations narratives impliquées dans le même récit, etc.‖ (La traducción es nuestra).
Elena Cuasante Fernández
sucesivamente el tiempo de la narración, los niveles narrativos, la persona y la
instancia del narratario. Pues bien, de entre estas cuatro categorías, en las páginas que
siguen nos limitaremos a estudiar el comportamiento de las dos primeras (es decir, el
tiempo de la narración y los niveles narrativos) dentro del ámbito específico de la
literatura escrita en primera persona.
1. TIEMPO DE LA NARRACIÓN Y MODALIDADES ENUNCIATIVAS DE BASE
Los elementos que determinan la instancia narrativa es su inscripción temporal
respecto de la historia contada. Es lo que Genette estudia dentro de la categoría del
tiempo de la narración, en la que propone la siguiente distinción:
Habría que distinguir pues, desde el punto de vista de la simple posición
temporal, cuatro tipos de narración: ulterior (posición clásica del relato en
pasado y sin duda con mucho la más frecuente), anterior (relato predictivo,
por lo general en futuro, pero que nada impide narrar en presente, como el
sueño de Jocabel en Moyse sauvé), simultáneo (relato en presente
contemporáneo a la acción) e intercalado (entre los momentos de la acción)
(Discours du récit, 229)2
Lejos de limitarse a una simple tipología, el crítico francés establece, como
vemos, una correspondencia global entre el tipo de narración y el tiempo verbal
dominante de cada una de ellas. Dicha correspondencia no se explicita, sin embargo,
en el tipo de la narración intercalada —con diferencia la más compleja—, omisión
que, como veremos a continuación, puede plantear problemas de análisis.
A lo largo de su razonamiento Genette va ilustrando los diferentes tipos
narrativos con ejemplos que, a menudo, se enmarcan dentro de las literaturas del yo,
anticipando en cierta medida los objetivos de este trabajo. Así, la narración ulterior es
en principio propia de la narraciñn ―autobiográfica‖ o ―en primera persona‖3 —es
decir, la autobiografía, las memorias, la novela autobiográfica y la novelamemorias—, si bien suele suceder que, según avanza el relato, la distancia que separa
al héroe del narrador se va acortando, hasta el punto de que en muchos casos se da
una convergencia final completa. Por su parte, la narración intercalada sería una
―práctica corriente de la correspondencia y del diario íntimo, y por tanto de la novela
epistolar y del relato en forma de diario‖ (Ibid.).4
2
―Il faudrait donc distinguer, du simple point de vue de la position temporelle, quatre types de narration:
ultérieure (position classique du récit au passé, sans doute de très loin la plus fréquente), antérieure (récit
prédictif, généralement au futur, mais que rien n’interdit de conduire au présent, comme le rêve de Jocabel
dans Moyse sauvé), simultanée (récit au présent contemporain de l’action) et intercalée (entre les
moments de l’action)‖.
3
En ambos casos es el propio Genette el que pone las comillas a estas expresiones tradicionales, que
resultan según él poco exactas y que más tarde sustituirá por la de narraciñn ―homodiegética‖.
4
―pratique courante de la correspondance et du journal intime, et donc du «roman par lettres» ou du récit
en forme de journal‖.
10
Tiempo de la narración y niveles narrativos en la literatura autobiográfica
Cabría pensar que, con esto, la correspondencia entre géneros y tipos
narrativos está más o menos resuelta, y ello tanto en el ámbito de la ficción como en
el de la no ficción, idea que Genette confirma más tarde en Fiction et diction:
No me parece que la situación temporal del acto narrativo sea a priori diferente
en la ficción o en la no ficción: el relato factual emplea también la narración
ulterior (es también aquí la más frecuente), anterior (relato profético o
premonitorio), simultánea (reportaje) y también intercalada como por ejemplo
el diario íntimo (Fiction et diction, 79).5
Sin embargo, la realidad es más compleja, por lo que conviene matizar el
carácter absoluto de las categorías de Genette a partir de dos cuestiones
fundamentales.
La primera de ellas concierne a la mencionada ausencia de correlación de
tiempos en la narración intercalada. Está claro que en el diario y la correspondencia la
narración se sitúa entre los momentos de la acción, pero esto no asegura por completo
la atribución de un tiempo verbal concreto. En principio, puede decirse que lo que hay
en la correspondencia y el diario es una pluralidad de actos narrativos intercalados y
todos ellos ulteriores, solo que esta vez la distancia entre el acto narrativo y el
acontecimiento es muy reducida. Es una idea que la crítica ha recogido de un modo u
otro en expresiones del tipo ―narraciñn casi contemporánea‖ (Lejeune, 34),
―retrospecciñn mínima‖ (Rousset, 159) o ―narraciñn casi simultánea‖ (Raoul, 107), y
que nos llevaría a concluir que el tiempo verbal propio de los géneros fragmentarios
es el pretérito perfecto (en frases del tipo: ―esta maðana he ido...‖ o ―esta tarde he
visto a…‖). Esta conclusiñn puede, no obstante, revelarse prematura, pues como ya
advertía Genette de manera implícita, estamos ante un tipo textual heterogéneo:
[...] en estos casos, la alta proximidad entre la historia y la narración produce
casi siempre un sutil efecto de rozamiento, si se puede decir, entre la breve
distancia temporal del relato de los acontecimientos (―He aquí lo que me ha
pasado hoy‖) y la simultaneidad absoluta en la exposiciñn de los pensamientos
y sentimientos (―He aquí lo que pienso esta noche‖). El diario y la confidencia
epistolar conjugan constantemente lo que en el lenguaje radiofónico llamamos
el directo y el diferido, el casi monólogo interior y la narración posterior
(Discours du récit, 230)6.
5
―Il ne me semble pas que la situation temporelle de l’acte narratif soit a priori différente en fiction et
ailleurs: le récit factuel connaît aussi bien la narration ultérieure (c’est ici aussi la plus fréquente), antérieure
(récit prophétique ou prévisionnel), simultanée (reportage), mais aussi intercalée, par exemple dans le
journal intime‖.
6
―[...] la très grande proximité entre histoire et narration produit ici, le plus souvent, un effet très subtil de
frottement, si j’ose dire, entre le léger décalage temporel du récit d’événements («Voici ce qui m’est arrivé
aujourd’hui») et la simultanéité absolue dans l’exposé des pensées et des sentiments («Voici ce que j’en
pense ce soir»). Le journal et la confidence épistolaire allient constamment ce que l’on appelle en langage
radiophonique le direct et le différé, le quasi-monologue intérieur et le rapport après coup‖.
11
Elena Cuasante Fernández
No se trata en absoluto de dos tendencias contradictorias, sino
complementarias, y de hecho ambas tienen cabida en el modelo que con acierto
propone Ulla Musarra-Schrøder:
Entre los dos tipos de ―narraciñn ulterior‖ y ―narraciñn simultánea‖, pensamos
que convendría introducir un tipo intermedio, el relato en ―narraciñn casisimultanea‖. En este caso, el narrador no se sitúa ni al final ni en medio de la
acción narrada, sino a una pequeña distancia de cada una de las fases de esta
última. El narrador cuenta lo ocurrido el mismo día o la víspera, es decir, en un
pasado muy reciente. Se trata de un tipo de narración muy utilizada en el diario
íntimo o en la novela epistolar y que se completa con la ―narraciñn
simultánea‖. Así es como aparece el cuarto tipo propuesto por Gérard Genette,
el relato de ―narraciñn intercalada‖ [...] (4)7.
La narración intercalada resulta pues de la combinación de dos tipos narrativos
—la narración ulterior casi simultánea y la narración simultánea— y, añadiremos
nosotros, de dos tiempos verbales, el pretérito perfecto y el presente. Cierto es que, en
el diario, el presente deriva con facilidad hacia valores ajenos a la expresión de la
actualidad. Así lo han expuesto, entre otros, especialistas como Rousset o Didier:
[...] se puede constatar que el presente del verbo no es generalmente un presente
estricto o puntual sino que es por lo general o bien iterativo (―vivo a la deriva‖)
o bien gnñmico (―el sentimiento se alimenta ante todo de recuerdos‖) o bien
histñrico (―visita a X., hablamos de [...]‖). Cabía esperar un presente de
simultaneidad cuyo paradigma sería: mientras escribo; esto debería ser lo propio
de una redacción marcada por la coincidencia entre la escritura y la situación
descrita. Los textos no van por ese camino: el presente simultáneo es la
excepción (Rousset, 164)8.
Se trata en nuestra opinión de valores añadidos que en esencia no invalidan la
correlación de tiempos sugerida por Genette y explicitada por Musarra-Schrøder.
7
―Entre les deux types de «narration ultérieure» et «narration simultanée», nous pensons qu’il conviendrait
d’insérer un type intermédiaire, le récit à «narration quasi-simultanée». Ici, le narrateur ne prend plus place
à la fin ou au milieu de l’action racontée, mais à une brève distance de chacune des phases de cette
dernière. Le narrateur raconte ce qui s’est passé le jour même ou la veille, c’est-à-dire dans un passé très
recent. Il s’agit ici du type de narration réalisé le plus souvent dans le journal intime ou dans le roman
épistolaire où il est complété par la «narration simultanée». Ainsi se réalise le quatrième type proposé par
Gérard Genette, le récit à «narration intercalée» [...]‖.
8
―[...] on constate que le présent du verbe n’est généralement pas un présent strict ou ponctuel, mais qu’il
est le plus souvent ou itératif («je vis à la dérive») ou gnomique («le sentiment s’alimente surtout de
souvenirs») ou de narration («visite à X., nous causons de [...] »). On attendait un présent de simultanéité,
dont le paradigme serait: pendant que j’écris; il devrait être le propre d’une rédaction sensible à la
coïncidence de l’écriture et de la situation décrite. Les textes ne vont pas dans ce sens: le présent de
simultanéité est l’exception‖ Cfr. Didier (163).
12
Tiempo de la narración y niveles narrativos en la literatura autobiográfica
Además, la heterogeneidad de tipos narrativos no es solo un rasgo que
caracteriza al diario y a la correspondencia, sino también una posibilidad que se da en
todos los géneros y con relativa frecuencia. Así, la autobiografía y las memorias
tienden a emplear en su mayoría un tipo de narración ulterior, lo que no excluye
secuencias en las que el narrador expresa ideas o sentimientos actuales y en las que la
narración deriva, como en los géneros fragmentarios, hacia la simultaneidad,
recordemos que ambos géneros, y en particular la autobiografía, proponen una
revisión de un pasado lejano desde el presente. Del mismo modo, la preeminencia de
la narración intercalada en el diario y en la correspondencia no invalida la existencia
de eventuales secuencias retrospectivas en las que la actividad rememorativa impone
una narración de tipo ulterior.
Lejos de ser una mera opción estética, y pasamos ya a otro orden de cosas, el
tiempo de la narración es la categoría narratológica que define con mayor precisión
la relación del locutor con el texto. Esto es aún más apreciable en los géneros
autobiográficos, en los que la persona gramatical, al ser por definición la primera,
salvo enálage, queda en un segundo plano. El tiempo de la narración es pues el
criterio a seguir a la hora de establecer el funcionamiento de esas dos modalidades
enunciativas fundamentales que Émile Benveniste denominó, respectivamente,
enunciación histórica —también llamada ―historia‖ y ―relato‖— y enunciación de
discurso —o ―discurso‖—, distinción que es interesante en el texto autobiográfico,
que por definición se mueve entre el pasado y el presente, entre la subjetividad y la
objetividad.
Según Benveniste, el relato es la modalidad narrativa más objetiva, pues
instituye una localización referencial independiente de la situación de enunciación.
Se caracteriza por el empleo de la tercera persona del pronombre, de los tiempos
verbales que marcan una acción terminada —pretérito indefinido, imperfecto y
pluscuamperfecto— y de los adverbios no deícticos. El discurso, por el contrario, se
revela como una modalidad en esencia subjetiva, pues no puede ser interpretada sin
acudir a la situación de enunciación. El discurso aparece pues cada vez que el
lenguaje utiliza las formas lingüísticas que Benveniste calificó de conectores, es decir,
la primera y segunda personas del pronombre, los tiempos verbales que expresan una
acción en curso —presente o pretérito perfecto— y los adverbios deícticos9.
Sin embargo, y como ya señalara Genette, la mayoría de los textos presentan de
forma simultánea, aunque sea de manera puntual, rasgos del discurso y del relato
(Frontières du récit, 65). Este predominio de la heterogeneidad llevó a lingüistas
posteriores a reformular las categorías de Benveniste con mayor exactitud y a establecer
por último que el relato se define por un tipo de referencia anafórica —es decir, relativa
a la situación de enunciado— y el discurso por un tipo de referencia deíctica —es decir,
9
Ver los capítulos: ―Les relations de temps dans le verbe français‖ y ―De la subjectivité dans le langage‖,
en Benveniste, 1968.
13
Elena Cuasante Fernández
relativa a la situación de enunciación10—. En este sentido Simonin-Grumbach fue la
primera en asimilar a la historia los textos en los que la localización se efectúa respecto
de la situación de enunciado, y el discurso a los textos en los que la localización
referencial se remite a la situación de enunciación (87). Más tarde, Danon-Boileau
recuerda que estas dos modalidades corresponden a lo que en lingüística se denomina
respectivamente ―anáfora‖ y ―deixis‖ (92). En cualquier caso, y como veremos a
continuación, esta nueva perspectiva permite describir mejor las variantes de
heterogeneidad, entre las que se cuentan las literaturas del yo.
El primero en aplicar las categorías de Benveniste al género autobiográfico fue
J. Starobinski, que empieza por cuestionar la definición de Benveniste en donde el
relato es ―el modo de enunciaciñn que excluye cualquier forma lingüística
«autobiográfica»‖ (Benveniste, 239)11. Parece claro que tal definición instituía que
todos los textos en primera persona —entre ellos la autobiografía— se incluyen de
manera automática dentro de la modalidad del discurso. Para Starobinski, sin
embargo, la combinaciñn ―imposible‖ de la primera persona y del aoristo no solo
prueba que la autobiografía es una entidad enunciativa mixta, sino que se revela como
una condición constitutiva del género:
La distancia que establece la reflexión autobiográfica es pues doble: es tanto
una distancia temporal como una diferencia de identidad. [...] la ―primera
persona‖ es el soporte común de la reflexiñn presente y de la multiplicidad de
los estados pasados. Los cambios de identidad quedan reflejados en los
elementos verbales y atributivos, y quizás son expresados más sutilmente aún
por la contaminación del discurso con rasgos propios de la historia, es decir,
por el tratamiento de la primera persona como una casi tercera persona, lo que
autoriza el recurso al aoristo de la historia (Starobinski, 261-262)12.
Lo que aquí se da es pues una coincidencia de persona entre el sujeto de
enunciación y el de enunciado —propia del discurso— y, simultáneamente, una
considerable distancia temporal entre ambos —propia del relato—, mezcla
indisoluble que para Maingueneau no es en absoluto problemática:
[...] existen numerosos textos narrativos en pretérito indefinido asociados a un
yo; aun cuando el yo ha sido definido como un conector. En realidad no hay
aquí ninguna contradicción; el yo del relato no es un verdadero conector, [...],
10
En el resumen de las críticas al modelo de Benveniste nos hemos servido de la revisión efectuada por
Pardo Jiménez (93-98).
11
―Le mode d’énonciation qui exclut toute forme linguistique «autobiographique»‖.
12
―L’écart qu’établit la réflexion autobiographique est donc double: c’est tout ensemble un écart temporel
et un écart d’identité. [...] la «première personne» est le support commun de la réflexion présente et de la
multiplicité des états révolus. Les changements d’identité sont marqués par les éléments verbaux et
attributifs: ils sont peut-être encore plus subtilement exprimés par la contamination du discours par les
traits propres à l’histoire, c’est-à-dire par le traitement de la première personne comme une quasi troisième
personne, autorisant le recours à l’aoriste de l’histoire‖.
14
Tiempo de la narración y niveles narrativos en la literatura autobiográfica
sino la designación de un personaje que resulta ser el mismo individuo que el
narrador [...] gracias a los yo se pasa constantemente de un plano de
enunciación a otro. Este yo se interpreta en efecto de dos maneras: tanto como
personaje de ―relato‖ (―vivo…‖ ―digo…‖), tanto como elemento del ―discurso‖
del narrador (40-41)13.
Quiere ello decir que, en la autobiografía, la heterogeneidad afecta a la forma
textual, pero no a las modalidades de localización referencial. En este sentido, puede
decirse que la presencia alternativa del yo-narrador y el yo-personaje no es más que el
reflejo de la oscilación permanente entre la referencia anafórica y la referencia
deíctica, que a su vez se articula sobre el tiempo verbal. La conclusión de
Maingueneau es, en este sentido, contundente: ―Con una combinación yo + pretérito
indefinido permanecemos en la esfera del relato. Por el contrario, la combinación yo
+ pretérito perfecto se inscribe dentro del discurso‖ (40-41)14. En lo que a la
autobiografía se refiere, la distinción entre relato y discurso se remite pues al tiempo
de la narración: la autobiografía adopta la forma del relato cuando narra
acontecimientos pasados, y la forma del discurso cuando emplea un tipo de narración
simultánea o intercalada.
En la medida en que se sirve con mayor frecuencia de la narración ulterior, la
autobiografía presenta, en principio, una preeminencia variable del relato sobre el
discurso. Variable, pues no todas las autobiografías mezclan las dos modalidades en
la misma proporción y esta depende, a su vez, de que el narrador se centre más en los
acontecimientos o en la revisión de estos desde la vivencia de la escritura. En este
sentido, la preeminencia del relato sobre el discurso es más propia de la autobiografía
tradicional que de la autobiografía más reciente.
El predominio del relato sobre el discurso —y no al revés, como
incomprensiblemente afirma Joly (96)— es mucho más apreciable en el género de
las memorias, lo que se debe al carácter ―exterior‖ de lo contado y a su independencia
del momento presente de la escritura. Conviene, con todo, alejarse de identificaciones
absolutas, pues incluso aquí pueden darse secuencias en presente y, por tanto,
discursivas.
También en los géneros fragmentarios se da una relación de dominante. En el
diario, y debido a que la narración es aquí intercalada, es decir, simultánea o casisimultánea, las secuencias discursivas se imponen de forma clara a las narrativas, de
manera que puede decirse con Raoul que ―ante todo el diario es una forma de
13
―[...] il existe de nombreux textes narratifs au passé simple qui sont associés à un je; or je a été défini
comme un embrayeur. En réalité, il n y a pas là de contradiction; le je du «récit» n’est pas un embrayeur
véritable, [...] mais seulement la désignation d’un personnage qui se trouve dénoter le même individu que
le narrateur [...] grâce aux je on glisse constamment d’un plan d’énonciation à l’autre. Ce je s’interprète,
en effet, de deux façons: tantôt comme personnage de «récit» («je vis»... «dis-je»...), tantôt comme
élément du «discours» du narrateur‖.
14
―Avec une combinaison je + passé simple, on demeure donc dans l’orbite du «récit». La combinaison je
+ passé composé, en revanche, s’inscrit dans le discours‖.
15
Elena Cuasante Fernández
discurso‖ (120)15. Estamos, sin embargo, ante un género en el que la modalidad
enunciativa depende en gran medida de la ―intimidad‖, lugar desde el que el discurso
se desarrolla. En este sentido, Didier seðala con razñn: ―la parte de relato será más
abundante cuanto menos íntimo sea el diario: solo se impone pues en el diario de
viajes y en el diario documental‖ (159-160)16. Lo mismo sucede con la
correspondencia, que puede asimilarse al discurso —y así lo han hecho críticos como
Joly (96) o Díaz (57)—, aunque con las mismas reservas que el diario.
2. NIVELES NARRATIVOS
La teoría de los niveles narrativos de Gérard Genette intenta mostrar cómo se
estructuran los diferentes actos enunciativos en el texto narrativo. Genette propone,
sirviéndose del caso de las Mémoires d’un homme de qualité del Abbé Prévost, varios
neologismos que permiten definir con precisión la jerarquía acerca de la que se
articulan los actos y los acontecimientos:
La redacción de M. de Renoncourt de sus Mémoires ficticias es un acto (literario)
que se desarrolla en un primer nivel que llamaremos extradiegético, los
acontecimientos narrados en esta Memorias (entre ellos el acto narrativo de Des
Grieux) están dentro de este primer relato y los denominaremos diegéticos o
intrediegéticos; los acontecimientos contados dentro del relato Des Grieux, relato en
un segundo grado, los llamaremos metadigéticos (Discours du récit, 238-239)17.
Pero también las diferentes instancias del relato:
Del mismo modo, M. de Renoncourt en tanto que ―autor‖ de las Mémoires es
extradiegético: y aunque sea un personaje de ficción se dirige, como Rousseau o
Michelet, a un público real; ahora bien, el propio marqués, en tanto que héroe de
las citadas Mémoires, es diegético o intradiegético y con él el Des Grieux narrador
del alberge de Lion d’or y la Manon vislumbrada por el marqués en su primer
encuentro en Pacy; pero Des Grieux héroe de su propio relato, Manon heroína, su
hermano y los comparsas son metadigéticos: estos términos designan no a seres
sino a funciones y situaciones (Ibid. 238-239)18.
15
―Le journal est avant tout une forme de discours‖.
―La part du récit sera beaucoup plus importante, à mesure que le journal est moins intime; il ne triomphe
guère que dans le journal de voyage, ou dans le journal documentaire‖.
17
―La rédaction par M. de Renoncourt de ses Mémoires fictifs est un acte (littéraire) accompli à un
premier niveau, que l’on dira extradiégétique; les événements racontés dans ces Mémoires (dont l’acte
narratif de Des Grieux) sont dans ce premier récit, on les qualifiera donc de diégétiques, ou
intradiégétiques; les événements racontés dans le récit de Des Grieux, récit au second degré, seront dits
métadiégétiques‖.
18
―De la même façon, M. de Renoncourt en tant qu’«auteur» des Mémoires est extradiégétique: il
s’adresse, quoique fictif, au public réel, tout comme Rousseau ou Michelet; le même marquis en tant que
héros des mêmes Mémoires est diégétique, ou intradiégétique, et avec lui Des Grieux narrateur à l’auberge
du Lion d’or, ainsi d’ailleurs que Manon aperçue par le marquis lors de la première rencontre à Pacy; mais
des Grieux héros de son propre récit, et Manon héroïne et son frère, et comparses, sont métadiégétiques:
16
16
Tiempo de la narración y niveles narrativos en la literatura autobiográfica
Así pues, todo relato presenta al menos dos niveles narrativos principales: el
nivel extradiegético o de la instancia narrativa primera y el nivel diegético o
intradiegético, que es aquel en el que se sitúan los acontecimientos narrados y los
personajes. Sucede a veces, sin embargo, que uno de los personajes se convierte en
personaje-narrador: aparece entonces un tercer nivel, el nivel metadiegético, en el que
se ubican los acontecimientos narrados por el relato en segundo grado. Después,
nuevas narraciones de los personajes metadiegéticos pueden provocar la aparición de
nuevos niveles, que serán definidos como meta-metadiegéticos, y así sucesivamente.
Genette dedica algunas páginas a estudiar las posibles relaciones que pueden unir
el relato metadiegético al relato primero, y señala a este respecto tres posibilidades: la
relación explicativa, que de forma normal instruye acerca de sucesos previos; la relación
temática, que propone una analogía entre los dos niveles: mise en abyme, exemplum; y
la relación puramente narrativa, en la que el relato metadiegético cumple una función en
la historia, como el caso de las Mil y una noches.
En los estudios posteriores a Genette se aprecia que el único aspecto
problemático parece haber sido la denominaciñn ―metadiegético‖ para el relato en
segundo grado, ante ello algunos críticos reaccionaron negativamente. Así, Mieke
Bal prefiere hablar de relato ―hipodiegético‖ (35), mientras que Lintvelt se limita a
numerar los relatos metadiegéticos por orden de aparición: relato enmarcado Nº 1,
Nº 2, etc. (213). Pero, por lo general, y con excepción de estas objeciones
tangenciales, la teoría de Genette ha sido aceptada por la teoría literaria
contemporánea, que hoy maneja con facilidad lo que en otro tiempo fueron
neologismos poco accesibles.
En lo que se refiere a las literaturas del yo, la consideración de los niveles
narrativos desvela aspectos interesantes. El primero de ellos, recogido por el propio
Genette en Fiction et diction, es la separación entre literaturas de ficción y de no ficción:
[...] la preocupación por la verosimilitud o por la simplicidad aleja
generalmente el relato factual del recurso masivo a narraciones en segundo
grado: es difícil imaginar a un historiador o a un memorialista dejando que uno
de sus ―personajes‖ asuma una parte significativa de su relato [...]. La presencia
del relato metadiegético es pues un indicio bastante convincente de
ficcionalidad –y ello aunque su ausencia no sea prueba de nada (Fiction et
diction, 79)19.
ces termes désignent non des êtres, mais des situations relatives et des fonctions‖.
19
―[...] le souci de vraisemblance ou de simplicité détourne généralement le récit factuel d’un recours trop
massif aux narrations du second degré: un imagine mal un historien ou un mémorialiste laissant à l’un de
ses «personnages» le soin d’assumer une part importante de son récit [...] La présence du récit
métadiégétique est donc un indice assez plausible de fictionnalité –même si son absence n’indique rien‖.
17
Elena Cuasante Fernández
Conviene, sin embargo, aclarar una posible confusión: nada impide a un
autobiógrafo o memorialista introducir en su relato una historia de la que no es
protagonista. No en vano señala Georges May que la autobiografía hereda de la
novela el procedimiento del relato intercalado, tras ello cita casos en los que autores
como Lamartine o Simone de Beauvoir interrumpen su propia historia para contar la
de un amigo o pariente (173-175). Sin embargo, relato intercalado no es sinónimo de
relato metadiegético. En los casos citados por May, el narrador del relato interior
sigue siendo Lamartine o Simone de Beauvoir, mientras que para que se dé un relato
metadiegético debe producirse un relevo en la narración, es decir, debe aparecer un
narrador interior al relato, circunstancia que, como Genette señalaba, es más que
inusual.
En las literaturas del yo de no ficción, el narrador se sitúa pues, como narrador,
en el nivel extradiegético, y como personaje, en el nivel diegético o intradiegético20.
Dentro del ámbito de la ficción, las posibilidades son múltiples. En principio la
situación es, por definición, la misma que en el relato de no ficción, incluso cuando
estamos ante autores ficticios como Renoncourt: ―el carácter eventualmente ficticio
de la primera instancia narrativa no modifica más la situación que el carácter
eventualmente real de las instancias siguientes‖ (Genette, Discours du récit, 239)21.
El autobiógrafo y el memorialista ficticios son, por tanto, narradores extradiegéticos
y, al mismo tiempo, personajes diegéticos, como lo son también los redactores
ficticios de diarios y cartas que el propio Genette cita en su argumentación, entre ellos
los de Journal d’un curé de campagne o Les liaisons dangereuses. La gran diferencia
respecto de la no ficción es que aquí, y en virtud de una concepción diferente de la
verosimilitud, la aparición de relatos metadiegéticos es mucho más frecuente: el caso
mismo del relato de Des Grieux, enmarcado dentro de la narración primera del
marqués de Renoncourt, es una prueba evidente de ello.
Es precisamente la eventual introducción de un nivel metadiegético la que
introduce numerosas variables textuales en los géneros de ficción, que, en este
sentido, no se comportan de igual modo. Si consideramos la estructura del relato
desde fuera hacia dentro comprobaremos que no todos los géneros son también
susceptibles de desarrollar niveles metadiegéticos. Al proceder de un acto narrativo
único que se extiende a voluntad y que ocupa un periodo temporal muy amplio, la
novela autobiográfica y la novela memorias permiten una infinidad de posibilidades.
La novela diario y la novela epistolar, sin embargo, poseen una estructura enunciativa
mucho menos elástica: ya que se componen de actos narrativos múltiples pero breves,
20
Las categorías de Genette son aplicables al relato de no ficción, tanto más cuanto que es el propio crítico
quien insiste en no asimilar necesariamente los niveles narrativos con niveles de realidad o ficción: ―[...]
no se debe confundir el carácter extradiegético con le existencia histórica real, ni el carácter diegético [...]
con la ficciñn‖ (Discours du récit, 240). ―[...] on ne confondra pas le caractère extradiégétique avec
l’existence historique réelle, ni le caractère diégétique [...] avec la fiction‖.
21
―Le caractère éventuellement fictif de l’instance première ne modifie pas plus cette situation que le
caractère éventuellement «réel» des instances suivantes‖.
18
Tiempo de la narración y niveles narrativos en la literatura autobiográfica
la cesión de la palabra a un narrador segundo se hace más compleja. De la misma
manera, no todos los géneros son igualmente susceptibles de convertirse en relatos
metadiegéticos, y en este sentido se observa la tendencia inversa. No es fácil imaginar
un relato primero que contenga en su interior una autobiografía o unas memorias,
mientras que el diario y la correspondencia sí son formas que, por su brevedad y su
carácter fragmentario, pueden constituirse en relatos metadiegéticos sin dificultad.
3. CONCLUSIÓN
Aunque queda siempre condicionado a las necesidades expresivas del escritor,
el comportamiento de las categorías del tiempo de la narración y de los niveles
narrativos en la literatura autobiográfica responde a dominantes genéricas más o
menos claras. Así, la narración ulterior es en principio propia de los géneros no
fragmentarios, es decir, la autobiografía, las memorias, la novela autobiográfica y la
novela-memorias, si bien suele suceder que, según avanza el relato, la distancia que
separa al héroe del narrador se va acortando, hasta el punto de que en muchos casos
se da una convergencia final completa. Por su parte, la narración intercalada sería una
práctica corriente de los géneros fragmentarios, esto es, la correspondencia y el diario
íntimo. Lejos de ser una mera opción estética, el tiempo de la narración define con
gran precisión la relación del locutor con el texto. En este sentido, la autobiografía y
sobre todo las memorias presentan una preeminencia variable del relato sobre el
discurso, mientras que en los géneros fragmentarios sucede lo contrario. En lo que a
los niveles narrativos se refiere, las diferencias se sitúan no tanto en el carácter formal
de los géneros como en su naturaleza. Así, la presencia del relato metadiegético se
convierte en un indicio bastante convincente de ficcionalidad. No obstante, dentro de
la ficción, la autobiografía y las memorias permiten todo tipo de opciones, cosa que
no ocurre con la novela diario y la novela epistolar, cuya estructura enunciativa se
revela mucho menos elástica.
Universidad de Cádiz*
Facultad de Filosofía y Letras
Avda. Gómez Ulla, 11003 Cádiz (España)
[email protected]
OBRAS CITADAS
Bal, Mieke. Narratologie. Paris: Klincksieck, 1977.
Benveniste, Émile. Problèmes de linguistique générale. Paris: Gallimard, 1968.
Danon-Boileau, Laurent. Produire le fictif. Paris: Klincksieck, 1982.
Diaz, Brigitte. L’épistolaire ou la pensée nomade. Paris: P.U.F., 2002.
Didier, Béatrice. Le journal intime. 1991. Paris: P.U.F., 1976.
Genette, Gérard. Fiction et diction. Paris: Seuil, 1991.
19
Elena Cuasante Fernández
—— ―Frontières du récit‖, en Figures II, Paris: Seuil, 1969, pp. 49-69.
—— ―Discours du récit‖ en Figures III. Paris: Seuil, 1972, pp. 77-269.
Joly, André. ―Personne et temps dans le récit romanesque‖. Recherches anglaises et
américaines, 1974, vol. VII, pp. 95-115.
Lejeune, Philippe. L’Autobiographie en France. Paris: Armand Colin, coll. ―U2‖. 1971.
Lintvelt, Jaap. Essai de typologie narrative. Paris: Corti, 1981.
Maingueneau, Dominique. Éléments de linguistique pour le texte littéraire. Paris:
Bordas, 1986.
May, Georges. L’Autobiographie. Paris: P.U.F., 1979.
Musarra-Schrøder, Ulla. Le roman-mémoires moderne. Pour une typologie du récit à
la première personne. Amsterdam: APA-Holland University Press, 1981.
Pardo Jiménez, Pedro. Transgresiones de la narración: parábasis y metalepsis en los
relatos cortos de Marcel Aymé. Universidad de Cádiz: Servicio de
Publicaciones, 1994.
Raoul, Valérie. Le journal fictif dans le roman français (1980). Paris: P.U.F. 1999.
Rousset, Jean. Le lecteur intime. De Balzac au journal. Paris: Corti, 1986.
Simonin-Grumbach, Jenny. ―Pour une typologie des discours‖, en Julia Kristeva, et
al. Langue, discours, société. Paris: Seuil, 1975, pp. 85-120.
Starobinski, Jean. ―Le style de l’autobiographie‖. Poétique, 1970, 3, pp. 257-265.
20
21-36
GEOGRAFÍA DE UN DESPLAZAMIENTO. EL CIRCUITO
PERIURBANO EN LOS SIETE LOCOS DE ROBERTO ARLT1
Geography of a Displacement. The periurban circuit in Los siete locos by Roberto Arlt
Juan D. Cid Hidalgo*
Resumen
La locura en Los siete locos es resultado de un intento de integración a la realidad
sufrido por los personajes revolucionarios, a quienes se les adosa ese otro bloque de sentido,
aquel en abierta polémica con el logos imperial que expele a los individuos que no se dejan
disciplinar. Con esto, entonces, se intensifica en ellos la insurrección y la diferencia con los
disciplinados y posibilita la exploración de otros lugares/no-lugares, además de cartografiar
―futuros parajes‖, propicios para la asunción de la nueva sociedad. Los locos de Arlt no son
producto de una desadaptación social, sino de una adaptación a las condiciones alienadas de la
sociedad bonaerense por la que circulan.
Palabras clave: Loco, Ciudad, Desterritorialización, ―Espacios otros‖, Heterotopía, Saber, Poder.
Abstract
Madness in Los siete locos is the result of an attempt of integration into reality that is
experienced by revolutionary characters, to whom that other type of sense is added; one which
is openly opposed to the imperial logo that expels individuals who do not let themselves to be
disciplined. Thus, in these characters there is an intensification of the insurrection and
distinction from those who are disciplined. This allows the exploration of other places/nonplaces and also helps to map ―future settings‖ appropriate for the emergence of the new
society. Arlt‘s madmen are not the result of a social mismatch but of an adaptation to the
alienated conditions of the Buenos Aires society that they are part of.
Key words: Madman, City, Deterritorialization, ―Other spaces‖, Heterotopy, Knowledge, Power.
La figura del escritor argentino Roberto Godofredo Christophersen Arlt (19001942) es, sin ninguna duda, una de las más polémicas en la historia de la literatura
latinoamericana. Sujeto genial para unos como bárbaro para otros, lo cierto es que la
obra que nos ha legado resiste el olvido aunque por la incomprensión de sus
contemporáneos casi nos quedamos sin ella2.
1
Esta investigación forma parte del proyecto FONDECYT Nº 3100007: Novela, filantropía y saber.
Ficcionalizaciones de la locura en Latinoamérica.
2
Conocidísimos son los argumentos para rechazar la calidad de las obras de Arlt. Desde que sus textos
están mal escritos, en un primitivo y deficitario castellano, hasta su agresividad y dureza en la
sistemática construcción de imágenes urbanas que retratan un Buenos Aires lejano al asentado en el
mito de la ciudad luz.
Juan D. Cid Hidalgo
Con motivo del centenario de su nacimiento, el Centro Virtual Cervantes
(http://cvc.cervantes.es/) recogió en su sitio un cúmulo de trabajos y acercamientos,
académicos y sentimentales, respecto de la figura del destacado escritor argentino y la
inconmensurable influencia debida a sus textos por la novelística latinoamericana (De
Castro y González, 2000; Szmetan, 2000). La indiscutible influencia de sus textos es
perceptible hasta en la novelística del boom latinoamericano de los años sesenta,
particularmente en la pluma de Julio Cortázar3 y del uruguayo Juan Carlos Onetti
(1981), además de la notable influencia en la generación de la década siguiente en
Argentina, cifrada en Ricardo Piglia —quizá su más alto discípulo y difusor— y
Jorge Assis.
Juan Carlos Onetti, quien conoció a Roberto en la década del treinta en la
capital argentina4, es el que mejor condensa esta fascinación y deslumbramiento por
la figura genial del argentino: ―No sé si es un ser angélico, un hijo de puta o un
farsante, acaso era las tres cosas‖ (Szmetan, en línea). Con esta desconcertante
declaración, pareciera que el mismo Onetti vislumbrara que personalidades como la
de Arlt se escapan a la ―norma‖ porque se ven desbordados por sí mismos y porque la
―lengua nacional‖ no da el ancho para verter esos sueños de la razón (productores de
monstruos, diría Goya), por lo que se ve obligado a generar una lengua nueva, una
―lengua extranjera‖5 que se configura a partir del delirio individual. Leemos en
Crítica y clínica:
Así, la literatura presenta ya dos aspectos, en la medida en que lleva a cabo una
descomposición o una destrucción de la lengua materna, pero también
obligado a hacerse su propia lengua...‖. Diríase que la lengua es presa de un
delirio que la obliga precisamente a salir de sus propios surcos (Deleuze, 16-17).
3
En Roberto Arlt. El torturado (1998), Raúl Larra comenta acerca de esta relación curiosa de admiración
y rechazo del escritor de Rayuela hacia Arlt. ―Cuentitos a lo Roberto Arlt. Ese menosprecio evidente de
Cortázar por Arlt es bien injusto. Sobre todo porque si se rastrea la obra del autor de Rayuela se advertiría
la influencia de Arlt. ¿Acaso Cortázar podría haber escrito así con ese desenfado toda la primera parte de
Los premios si en la literatura argentina no se hubiese dado un Arlt?‖ (55). Por lo demás no hay que
olvidar que el propio Cortázar redacta el prólogo a las Obras Completas de Roberto Arlt, en el que se
puede apreciar esta tensión señalada cuando caracteriza su escritura como la de un ―Goya canyengue‖ o
―Villón de quilombo‖.
4
En el prólogo a El juguete rabioso leemos: ―Tendría entonces unos treinta y cinco años edad, una cabeza
bien hecha, pálida y saludable, un mechón de pelo negro duro sobre la frente, una expresión desafiante que
no era deliberada, que le había sido impuesta por la infancia, y que ya nunca lo abandonaría‖ (1981, 10).
5
Gilles Deleuze en Crítica y clínica (1996) nos presta su noción de lengua extranjera para explicar esa
particularidad que tienen ciertas escrituras de generarse a sí mismas, de construir una lengua –―asintáctica
y agramatical‖– distinta a la convencional, cuyo fin único y último es la comunicación y no el
agenciamiento. En Diálogos (1997), en tanto, agrega: ―el escritor es ciertamente aquel que empuja el
lenguaje hasta un límite que separa el lenguaje de la animalidad, del grito, del canto‖.
22
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
Esta nueva lengua ―tartamuda‖, anómala, es la que ha definido el ejercicio
literario de notables escritores europeos (Proust, Joyce, Kafka), pero también de
escritores latinoamericanos (Arlt, Sarduy, Lezama). Hoy es posible comprender el
desconcierto provocado por la ―manera‖ de escribir de Roberto Arlt que saca la
lengua de los caminos convencionales y la hace delirar con lo que genera una ―línea
mágica que escapa del sistema dominante‖ (Deleuze, Crítica y clínica, 16). Los
llamados defectos de su escritura son hoy precisamente una de las virtudes del
discurso novelesco arltiano. Palabras como ―menestrala‖ y ―morcona‖, o verbos
como ―soliloqueó‖ para decir que Remo ―pensó‖, produjeron gran incomodidad en
aquellos lectores ―tradicionales‖ y ―puristas‖ que preferían un despliegue barroco y
elegante de la lengua.
En otro nivel un buen sector de la crítica ha trabajado una línea de exégesis que
ha llamado ―escritura de la derrota‖ (Tassi, 2004) en la narrativa arltiana. Sin
embargo, a nuestro modo de ver, esta clasificación solo es pensable si damos por
establecido que existe un ganador. Creemos que si existe este binarismo no hace
justicia a un ejercicio de reconocimiento de las dimensiones del poder que interactúan
en sus textos y que lo instalan como uno de nuestros escritores mayores.
El saber oculto del revolucionario, exhibido por un grupo de locos con
―inquietud revolucionaria‖, descubre que es posible una versión alterna de la realidad
experimentada desde el fracaso del disciplinamiento que, en el caso de los locos
liberados, constituye una esperanza, una posibilidad de construir un espacio en que su
inquietud sea posible sin exclusión. Por lo demás, el escritor argentino se suma a la
idea de Artaud en el sentido de que los locos enuncian ―verdades insoportables‖
(Artaud, 77): ―A mí, como autor, estos individuos no me son simpáticos. Pero los he
tratado. Y todo autor es esclavo de sus personajes, porque ellos llevaban en sí
verdades atroces que debían ser conocidas‖ (Larra, 76).
La extraña y delirante lucidez de estos perturbadores en acción se condice
perfectamente con el hábito, formado desde pequeño por Arlt, de escuchar a los
―vagos de barrio‖ (Larra, 145), señales que han quedado marcadas en textos como
Los siete locos, Los lanzallamas y El jorobadito, pero particularmente en el primero
donde la ―víctima‖ es el hombre: ―La vida ha perfeccionado la angustia, como un
fabricante perfecciona su motor a explosión‖, señala Erdosain.
DESPLAZAMIENTOS AL MARGEN. ―ENTRE‖ BUENOS AIRES Y TÉMPERLEY
Una mirada al desplazamiento de los locos desde el centro metropolitano
(Buenos Aires) a la zona periférica (Témperley) podría ser percibida como una forma
de ―enajenación‖ (estar/sentirse ajeno), de desterritorializarse para volver a
reterritorializarse en un ―espacio otro‖ (Foucault, 1999), alterno al paisaje terrorífico y
esperpéntico de la urbe, siguiendo a la intelectual argentina Beatriz Sarlo, en Una
modernidad periférica: Buenos Aires 1920-1930 (1988), diríamos que es un ―espacio
urbano modelado por la pobreza inmigratoria, el bajo fondo y la tecnología. (…) Los
23
Juan D. Cid Hidalgo
sueños se construyen con materiales surgidos de paisajes casi futuristas de la ciudad
moderna‖ (58-59). En este sentido, creemos de profundo valor el trabajo de Evelia
Romano y Micah Gel-Redman, quienes perciben en la novelística de Roberto Arlt un
interés por la proyección de un Buenos Aires futuro6. Es en este contexto paradójico
en que aparece la figura enorme de Roberto Arlt, quizá quien mejor perpetuó la
miseria fantasmagórica del espacio marginal urbano, pero sin quedarse en la mera
descripción de la angustia y la soledad moderna sino percibiendo, en ese mismo
espacio de oscuridad revitalizada por la repetición de los mismos gestos que
perpetúan su condición, que es posible la utopía. Utopía propuesta por un grupo de
locos perfectos (siete), a quienes no se les debe tomar en serio porque se encuentran
fuera de sus cabales, porque además es impensable una refundación a partir de unos
padres de la patria con características tan singulares. Como en Erasmo, los locos de
Arlt defienden su saber ante nosotros que percibimos en esta infracción (Pewzner,
1999) la posibilidad del cambio social. ―Aquel era otro mundo dentro de la ciudad
canalla que él conocía, otro mundo para el que ahora su corazón latía con
palpitaciones lentas y pesadas‖ (Arlt, 26).
El espacio urbano del texto lo descubrimos por medio de la experiencia de los
personajes que deambulan, en un permanente estado de reconocimiento, por el
territorio en que se confunden el deterioro de las calles sucias y mal olientes con el
deterioro interno de sus habitantes: ―Hoy la ciudad está enamorada de sus rufianes
(…) las ciudades están como las prostitutas, enamoradas de sus rufianes y de sus
bandidos‖ (Arlt, 187-188). Buenos Aires, entonces, es la ―ciudad puerca‖ (158), un
organismo vivo (Le Corbusier, 2003) que va generando núcleos y esporas de tal
manera que organiza jerárquicamente sus usos y las distintas categorías de
ciudadanos. En Buenos Aires de Los siete locos el espacio urbano es estrecho, sofoca,
constriñe y disciplina los cuerpos de sus habitantes.
Porque esta angustia llegó a ser tan persistente, que de pronto descubrió que su
alma estaba triste por el destino que en la ciudad aguardaba a su cuerpo, un
6
Evelia Romano y Micah Gel-Redman, en ―Profecías de entonces, textos de hoy: la ciudad y la narrativa
argentina de las primeras y últimas décadas del siglo XX‖, texto recogido en Revista de Humanidades:
Tecnológico de Monterrey, Nº 8, México, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
(ITESM), 2000, pp. 197-220), realizan una revisión del espacio urbano (Buenos Aires) en tres autores
argentinos de suma importancia (Roberto Arlt, Ricardo Piglia y Rodrigo Fresán), investigación con la que
constatan que el crecimiento y modernización de la capital argentina a partir de 1910 trae consigo cambios
tecnológicos que influenciarán decisivamente el panorama cultural y social de la ciudad. A grosso modo
destacan de Arlt la descripción de la ciudad por venir, sus textos se proyectarían insistentemente hacia el
futuro, ―lo que supone una nueva percepción y concepción de la realidad, y, en consecuencia, implica un
nuevo lenguaje para expresarla‖. ―Una opción frente al crecimiento y rápida modernización de Buenos
Aires fue el nostálgico refugio en las tradiciones del pasado, representadas mayormente por la sociedad
rural. A la hibridación social y cultural que imponen la inmigración, la industrialización y la participación
en el mercado mundial, se opone la redefinición de una esencia que se cree escondida en el pasado. Sin
embargo, la modernidad de las primeras décadas del siglo trae consigo una irresistible tensión hacia el
futuro en el escenario cosmopolita de la ciudad‖ (Arlt, 198).
24
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
cuerpo que pesaba setenta kilos y que él solo veía cuando lo encaminaba frente
a un espejo (103-104).
En otro momento el texto agrega:
Lo que hay es que en la ciudad no se puede ser valiente. Usted sabe que si le
estropea la cara a un desgraciado los trámites policiales lo van a molestar tanto,
que usted prefiere tolerar a hacerse justicia por su mano. Esa es la realidad. Y
uno se acostumbra a ser un resignado, a refrenar los impulsos... (163).
El acto de desplazamiento, como vemos, es inminente. Los personajes
citadinos inconformes (no con/formados) con la constitución espacial, moral y, en
último término, social dada, necesariamente emprenden el viaje7. Tres son los
espacios novelados principalmente: Buenos Aires y sus barriadas (calles, cafés,
prostíbulos, etc.), la quinta de Témperley —propiedad del Astrólogo— (zona rural,
aledaña a la ciudad) y la zona industrial entre Buenos Aires y Témperley.
En el capítulo III, titulado ―La farsa‖, encontramos una descripción que se
suma a los signos de la ciudad decadente, forma en que se nos aparece la capital
argentina
Haffner se levantó, y mirándolo al Buscador de Oro, dijo:
–Ya sabe, compañero; cuando el asunto de la colonia esté listo, me avisa; y si
necesita gente, mejor que mejor, yo le proporcionaré una gavilla de malandrines
que no van a tener ningún inconveniente en dejar Buenos Aires –y poniéndose
el sombrero, sin darle la mano a nadie y saludándolos a todos con un gesto, iba
a salir, cuando, recordando algo, exclamó dirigiéndose al Astrólogo–: Si se
apura a conseguir el dinero, hay un magnífico prostíbulo en venta. Tiene anexo
y churrasquería, y además se juega mucho. El patrón es un uruguayo y pide
15.000 pesos al contado, pero con diez mil y los otros cinco a un año de plazo
creo que se conformará (157).
Erdosain a su llegada a la quinta del Astrólogo percibe como sigue ese espacio
nuevo, profundamente distinto a la descuidada ciudad capital:
Erdosain pensó:
–Aunque tuviera una barca de plata con velas de oro y remos de marfil, y el
océano se volviera de siete colores lisos, y desde la luna una millonaria con las
manos me tirara besos, mi tristeza sería la misma... Mas esto no hay que decirlo.
Sin embargo, mejor viviría aquí que allí. Aquí podría tener un laboratorio (31).
7
Curioso es el tratamiento arltiano del viaje. En general, lo sabemos con Foucault, los individuos
―anormales‖ son expulsados fuera del centro (y de los textos) por dispositivos generados por las estructuras
de poder dominantes para tales efectos. El clásico ejemplo es la nave de los locos. En el caso de la novela
de Arlt, son ellos, los ―anormales‖ los que deciden dejar la ciudad para encontrar un lugar otro donde
poder territorializarse nuevamente y desde ahí insistir contra la metrópolis, esa ciudad puerca arriba
mencionada.
25
Juan D. Cid Hidalgo
Los personajes arltianos se agencian al territorio, ya sea este Buenos Aires sucio
y decrépito, o Témperley, la quinta idílica y tranquila, o la zona entre donde se
entrecruzan las intensidades de ambos espacios irreconciliables. Al experimentar el
territorio lo reconstruyen en su interior, algún crítico dirá en su alma (Kallinikos, 2002).
Remo Erdosain, ciudadano de Buenos Aires, es un personaje que se autodefine
como angustiado: ―uno roba, hace macanas porque está angustiado‖ (Arlt, 37), ―la
angustia le taponaba la laringe‖ (Arlt, 15). Su fracaso existencial originado por la
pérdida del empleo, por el engaño de su mujer, por la bofetada y la humillación de
Barsut, primo de su mujer, da origen a una búsqueda incesante de sentido que lo
pueda ayudar a salir del estado mísero a que ha llegado producto de esa falta de
adecuación con el engranaje social anterior a su ser. En cierto sentido, la disfunción
social que encarna Erdosain demuestra que él fue parte de un proceso fragmentario e
inacabado del disciplinamiento similar al que han sido sometidos todos los individuos
que conforman ese grupo social y que él, como ser residual, queda sin nada a que
aferrarse8, razón por la que abraza la inquietud revolucionaria.
La ―inquietud revolucionaria‖ yo la definiría como un desasosiego colectivo
que no se atreve a manifestar sus deseos, todos se sienten alterados,
enardecidos, los periódicos fomentan la tormenta y la policía le ayuda
deteniendo a inocentes, que por los sufrimientos padecidos se convierten en
revolucionarios; todas las mañanas las gentes se despiertan ansiosas de
novedades, esperando un atentado más feroz que el anterior y que justifique sus
presunciones; las injusticias policiales enardecen los ánimos de los que no las
sufrieron, no falta un exaltado que descarga su revólver en el pecho de un
polizonte, las organizaciones obreras se revuelven y decretan huelgas, y las
palabras revolución y bolcheviquismo infiltran en todas partes el espanto y la
esperanza. Ahora bien, cuando numerosas bombas hayan estallado por los
rincones de la ciudad y las proclamas sean leídas y la inquietud revolucionaria
esté madura, entonces intervendremos nosotros, los militares... (148).
Con la aparición de la inquietud revolucionaria, Remo dará paso a la
formación de la Sociedad Secreta, ―algo admirable y sencillo‖ (Arlt, 148), para
combatir, reconstruir y refinar la deteriorada sociedad bonaerense. No sabe que tal
reconstrucción es imposible porque el aparato social es ―molar‖ (Deleuze) y, por lo
tanto, no permite mutaciones, ni cambios, ni metamorfosis. Su razón de ser es la
contraria, estratificar, delimitar, estatizar. Deleuze diría ―estriar‖ (Mil mesetas).
Los perturbadores se sienten capaces de alisar el espacio social, deteriorado e
inhumano que conocen, de tal manera que las intensidades puedan fluir libremente:
―¿Qué harían las fábricas, las casas de modas, los mil mecanismos parasitarios de la
ciudad si los hombres se fueran al desierto... si cada uno de ellos levantara su tienda
8
Noé Jitrik, en ―Presencia y vigencia de Roberto Arlt‖ texto recogido en La vibración del presente (1987),
propone que los personajes de Los siete locos son ―representantes no de tipos de los que salen sino de una
instancia histórica que podríamos designar como ‗la crisis‘ (119).
26
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
allá abajo? ¿Comprende usted ahora por qué estoy con el Astrólogo? Nosotros los
jóvenes crearemos la vida nueva; sí, nosotros‖ (Arlt, 161-162).
Hacia el final de la novela, Erdosain se convence absolutamente de la
necesidad de la revolución y de apoderarse del centro.
De un encontronazo un faquín lo arrojó contra un muro. Erdosain se detuvo
espantado, apretó el dinero convulsivamente en su bolsillo, y excitado,
ferozmente alegre como un tigrecito suelto en un bosque de ladrillo, escupió a
la fachada de una casa de modas, diciendo:
—Serás nuestra, ciudad (252).
Como podemos apreciar, la estancia de Remo en Buenos Aires se encuentra
profundamente asociada al sufrimiento y la angustia, efectos de esa opresión que la
ciudad aplica a los rostros de la diferencia. El panorama cambia radicalmente cuando
se desplaza a la quinta de Témperley, espacio idílico en contraste con la urbe colmada
de esperpentos y espacios deteriorados donde habitan seres despreciables. Una
descripción casi pictórica de la quinta denota la calidez percibida por Erdosain:
―afuera ondulaban los caminos, iluminados por el sol, y el peso de los pájaros
doblaban las ramas de los granados, consteladas de asteriscos escarlatas‖ (38).
Témperley es el lugar de la utopía donde podría cifrarse el ―principio
esperanza‖ (Bloch, 2004). En este lugar es posible la felicidad, por consiguiente, es el
paisaje ideal para elaborar planes de reconversión social. El desplazamiento, la salida
del centro bonaerense en sí mismo ofrece una línea de cambio real objetivo.
Reconocemos aquí, junto a Stasys Gostautas (1972), que la felicidad del hombre y de
la humanidad toda depende de cómo se resuelva el ―problema‖ de la ciudad, espacio
antinatural del hombre.
Expuestos los dos primeros territorios nos corresponde ahora pensar el tercer
espacio9 o territorio novelado sin nombre que se encuentra a medio camino entre
Buenos Aires, la ciudad canalla cuyos habitantes son rufianes y prostitutas, y
Témperley10, la zona campestre idílica ―donde se salvan las almas que enfermó la
civilización‖ (Arlt, 161). Esta zona fronteriza periurbana11, comienzo y fin de las otras
9
No confundir con la noción acuñada por Alberto Moreiras (1999), en que el crítico poscolonial reflexiona
sobre esta ―localización intermedia latinoamericana, es decir, un tercer espacio ni realmente metropolitano
ni realmente periférico construido, en términos estrictamente simbólicos, por la escritura antiontológica del
continente‖ (Moreiras, 1999, 21), utilizando como herramienta el concepto punctum barthesiano. De todas
maneras, recomendamos la lectura de Roberto Arlt: El quinto fantoche (Chile, Universidad de Chile, 2003.
Disponible en:
http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2003/torres_m/html/index-frames.html), tesis de grado de María
Torres Valenzuela que se hace cargo de la idea de tercer espacio y del aparataje teórico correspondiente
para acercarse a la escritura arltiana.
10
Hacemos notar que desconocemos alguna aproximación a la tensión entre civilización y barbarie en Los
siete locos, que bien pudiera ser una línea de ingreso interesante de abordar en otra oportunidad.
11
Concepto utilizado en la descripción geográfica para designar una franja que se encuentra alrededor de
las ciudades, franja de carácter rural donde la influencia urbana es mayor por su inmediatez física a la
27
Juan D. Cid Hidalgo
dos zonas, es un lugar dominado por las aplicaciones técnicas de cables telefónicos,
durmientes y vías de ferrocarril, estructuras metálicas, carteles de publicidad, etc. Las
formas arquitectónicas definidas, aunque esperpénticas y descoloridas, dan paso a un
espacio con nuevas exigencias que a la arquitectura simple y dispuesta de la
modernidad no puede satisfacer. Esta metamorfosis de la modernidad implica
transición y creemos que este espacio transitorio cifra el proceso de metamorfosis de
un mundo de seguridades a uno de incertidumbres, donde la técnica exacerba esta
condición porque el componente humano, demasiado humano, queda relegado a un
lugar de menor prestancia:
El paisaje tecnológico y justamente el factory-slum están muy presentes en la
novela doble de Roberto Arlt. El colapso de las formas al servicio de la
funcionalidad mecánica y tecnológica y la aparición de construcciones
gigantescas en obras caracterizan no solamente la periferia urbana sino que
invaden hasta el núcleo de la ciudad, introduciendo rupturas en la textura de la
ciudad moderna industrial, modelo al que se aproxima el Buenos Aires arltiano
(Kallinikos, 252).
Este espacio desconocido por los ciudadanos de Buenos Aires desborda la
zona periurbana y la erige como un mundo aparte —un no lugar—, un microcosmos
vedado a quienes solo deambulan por el centro, por las ―solitarias ochavas de las
calles Arenales y Talcahuano, por las esquinas de Charcas y Rodríguez Peña, en los
cruces de Montevideo y Avenida Quintana, apeteciendo el espectáculo de esas calles
magníficas en arquitectura, y negadas para siempre a los desdichados‖ (Arlt, 26)12.
El mundo arltiano exhibido en la novela va cartografiando ―futuros parajes‖
(Deleuze y Guattari, 2000). El desastre exterior se introduce mediante el
conocimiento y descubrimiento de los nuevos lugares por parte de los personajes,
estos repiten el caos exterior en su ser. De esta manera, entonces, los personajes
experimentan la realidad que, a su vez, va reproduciendo en ellos la angustia y el
terror (Mandakovic, 1978), que transitan mutuamente entre los territorios exteriores
colectivos y el territorio interior particular. Con esta tensión y recíproco intercambio
de intensidades aparecen esas imágenes distorsionadas y delirantes tan propias de la
ciudad cuya expresión física y funcional la invade e integra, es decir, los espacios periurbanos son
multifuncionales, ya que en ellos coexisten características y usos del suelo tanto citadino como rurales,
sometidos a transformaciones de tipo social, físico y económico estrechamente vinculados a la enorme
presencia del centro metropolitano. Por ello, es atinado encontrar términos asociados con diferentes
matices: periferia, rururbano, suburbano, arrabal, entorno, extrarradio, suburbio, margen urbano, etc.
Información especializada extraída del Glosario de Geografía en línea disponible en:
http://club.telepolis.com/geografo/glosario/glosario.htm y de La Escuela Superior de Ciencias
Experimentales y Tecnología (ESCET) de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid España, disponible
en http://www.escet.urjc.es/~pad/WEB2005/DOCENCIA/EspaciosVerdes/espacioperiurbano.ppt
12
Recomendamos la lectura diligente de las cuatro primeras páginas de Roberto Arlt. Su vida y su obra
(2000) de Omar Borré en que traza un mapa de las calles por las que transitan los personajes de Arlt y el
contexto en que se da su presencia en el lugar.
28
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
escritura arltiana y que tan bien ha descrito la crítica tradicional de Roberto Arlt.
Los siete locos describe y provoca en el lector el mismo desconcierto que
sienten los personajes en la acción de descubrimiento de su entorno. Creemos que se
nos han revelado situaciones, hechos sin antecedentes previos. Remo descubre un
espacio nunca visto por nadie, un no lugar que aún estando física y concretamente
cerca ha sido invisibilizado por distintas razones, una de las cuales enunciamos: el
virtual peligro que pudiera causar a la estabilidad del sistema que prescinde de esas
zonas por no ser funcionales al principio de disciplinamiento de los cuerpos.
Los locos de Arlt ―saben‖ y ven, llevan consigo un saber menor y ven lo que
los ―normales‖ de Buenos Aires no ven, y, más aún, reconocen en esos no lugares la
potencia de la utopía y el cambio revolucionario. Claudia Gilman, en ―Los siete locos:
novela sospechosa de Roberto Arlt‖ (1993), señala:
… camina extrañado, como a través de una ciudad desconocida. Algunos
techos, pintados de alquitrán, parecen tapaderas de ataúdes inmensos. En otros
parajes, centelleantes lámparas eléctricas iluminan rectangulares ventanillas
pintadas de ocre, de verde, de lila. En un paso a nivel rebrilla el cúbico farolito
rojo que perfora con taladro bermejo la noche que va hacia los campos (83).
El campo, allá está el futuro del hombre, el reducto de la felicidad en que es
posible experimentarse, donde la técnica es incipiente. La paradoja, eso sí, no se deja
esperar. Los perturbadores contaminan este idílico territorio con el asentamiento de la
sociedad secreta en Témperley, así como la sola concepción de la idea revolucionaria
desestabiliza el equilibrio logrado por el territorio rural, aledaño a la urbe. Los locos
no son capaces de darse cuenta de que están contaminando ese único espacio que es
capaz de contenerlos, el espacio descubierto por ellos y en vías de destrucción por
ellos mismos. Por medio de la mirada del angustiado Erdosain ―surge un paisaje
futurista que sacrifica el ayer y el hoy para un mañana de cálculos imposibles‖
(Kallinikos, 263).
DESPLAZAMIENTO GEOGRÁFICO / METAFÓRICO
Al salir de Buenos Aires, en el espacio que hemos llamado periurbano, el
lector/personaje se enfrenta a un paisaje bastante cercano al de la ciudad, pero también
con elementos del anillo siguiente: la pampa13. La zona periurbana, desolada y
13
La literatura argentina, en el momento en que aparece Roberto Arlt, estaba pasando por un período
bullente de reflexión acerca de los espacios naturales y el campo (indigenismo incluido), en el que
sobresalen la figura de Ricardo Güiraldes (1886-1927) y Enrique Larreta (1875-1961). A propósito del
carácter bucólico y pastoril de la literatura argentina a la llegada de Arlt, Raúl Larrea comenta: ―Con el
advenimiento de Roberto Arlt a nuestra literatura se opera un hecho incuestionable: frente a Güiraldes y a
Larreta, novelistas recientes del campo argentino, venidos de la clase terrateniente, surge Arlt como
novelista de ciudad, reflejando sus suburbios, sus tipos cosmopolitas y su lenguaje salpicado de dialectos
extraños que dicen de otros cielos y otras tierras, e interpretando a uno de los sectores más humildes de la
pequeña burguesía, con todos los síntomas de una aguda polarización‖ (Larra, 65).
29
Juan D. Cid Hidalgo
desagradable por su fealdad aparece básicamente en los trayectos de Erdosain entre la
capital y Témperley y el trayecto a la casa de Los Espilas. En ambos casos podemos
notar que este espacio ―entre‖ aparece doblemente caracterizado; por un lado, exhibido
como un espacio infernal y sombrío, y, por otro, como una zona que permite la
transición geográfica y metafórica a un espacio signado por el principio de la esperanza.
La transición geográfica o material dice relación con el desplazamiento desde
la ―ciudad canalla‖, de la ―vida puerca‖, al espacio bucólico y natural de la quinta de
Témperley. Ahora, la transición metafórica señala el desplazamiento óptico desde la
zona esperpéntica, en muchos casos amorfa, por la zona industrial posible
sustentadora de la utopía, ―no lugar‖ en que queden superados los estados de
permanente angustia e infelicidad.
El capítulo I, subcapítulo XII, ―'Ser' a través de un crimen‖ se abre con la
descripción nocturna de la estación de tren en Témperley
Un trozo de andén de la estación de Témperley estaba débilmente iluminado por
la luz que salía de la puerta de la oficina de los telegrafistas. Erdosain sentóse en
un banco junto a las palancas para los cambios de vías, en la oscuridad. Tenía frío
y tal vez fiebre. Además, experimentaba la impresión de que la idea criminosa era
la continuación de su cuerpo, como el hombre de tiniebla que pudiera arrojar en la
luz. Un disco rojo brillaba al extremo del brazo invisible del semáforo; más allá
otros círculos rojos y verdes estaban clavados en la oscuridad, ya la curva del riel
galvanoplastiado de esas luces sumergía en las tinieblas su redondez azulenca o
carminosa. A veces la luz roja o verde descendía.
Luego todo permanecía quieto, dejando de rechinar las cadenas en las roldanas y
cesando el roce de los alambres en las piedras (Arlt, 77).
El tren es un ―espacio otro‖, un ―no lugar‖ diría Marc Augé (1993), un espacio
de circulación que provee destinos en cuanto él mismo se desplaza a otra ubicación,
emplazamiento de paso. Michel Foucault en Des espaces autres (1999)14, señala a
propósito de la imagen del tren: ―un tren es un extraordinario haz de relaciones, ya que
es algo por donde se pasa, es igualmente algo por lo que se puede pasar de un punto a
otro y luego, es también algo que pasa‖ (18). La estación de Témperley es un espacio
que alterna su ubicación, que se fuga constantemente, mientras que la zona intermedia
es un lugar que se distribuye de acuerdo con el distinto tipo de relaciones en una y otra
ubicación geográfica. Remo navega en el ferrocarril desde la estación de Constitución y
la estación de Témperley y es en este espacio móvil en que cavila la idea del secuestro
de Barsut, acto con el que pretende vengar la humillación de que había sido objeto. El
plan que maquina Erdosain lo hace sentir poderoso, ya que él y su idea andan
circulando en desterritorializaciones y reterritorializaciones constantes, con lo que
experimenta cierto placer sadomasoquista al considerar la posibilidad de ―ser‖ mediante
el crimen.
14
Utilizamos la traducción de Marie Lourdes en Revista Versión. Estudios de Comunicación y Política, Nº 9,
abril 1999, pp.15-26.
30
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
El estatuto ontológico de los personajes arltianos permite, entre otras cosas,
nombrarlos con cualquier palabra cargada con los semas de la inexistencia: loco,
enfermo mental, revolucionario, salvaje, idiota, anarquista, imbécil, etc. Pero esta
proposición tan inesperada como subversiva de ingresar al mundo de los visibles
(normales), de los que ―son‖, de los que ―existen‖ y de los que ―obran‖ con la
negación misma del ser (la muerte), lleva consigo una revelación. Si la categoría de
existente es proporcionada por un crimen, significa entonces que todos los
―normales‖ son unos criminales y ellos (Erdosain, el Astrólogo, la Bizca...), los locos,
no lo son porque no han matado a nadie... aún. El proyecto de convertirse en ―seres‖
por medio de la muerte de otros seres anula la posibilidad de utopía.
Carlos Correas, en Arlt literato (1995), reflexiona sobre el ―mal‖ en la
novelística arltiana, a propósito de Los siete locos señala:
El contra-horror de la vida interior cernida por el mal es por lo pronto
proyección de iniciativa. El ―ser‖ a través de un crimen produce un ser de
apariencia vertiginosa cuyo vaivén no debe detenerse; el mal ―organiza‖ solo en
tanto unidad negativa frente a la positividad dada: es unidad centrífuga que
corroe el bien a partir de sí y que vuelve a sí en y por un continuo rechazo, pero
que a la vez aspira a crear una afirmación ya no recibida sino puesta (157).
El acto criminal, su complejo e imbricado estatus, se concreta trayendo a
Barsut desde Buenos Aires a Témperley. Esta es la primera fase de lo que podemos
llamar rebelión personal de Erdosain quien desea venganza, con lo que podría acceder
a una nueva forma de ―ser‖ en el mundo, además de coincidir con el comienzo de los
planes de rebelión de la sociedad secreta aglutinada alrededor de la figura del
Astrólogo. En el viaje, víctima y victimario atraviesan la zona periurbana, uno al lado
del otro en el ferrocarril. Remo mira por la ventana y percibe el paisaje como sigue:
Y sin embargo, todo continuaba lo mismo; el sol lucía allá en los campos;
habíamos dejado atrás los frigoríficos, las fábricas de estearina y jabón, las
fundiciones de vidrio y de hierro, los bretes con el vacuno oliendo los postes,
las avenidas a pavimentar con sus llanuras manchadas de yeso y de surcos. Y
ahora comenzaba, traspuesto Lanús, el siniestro espectáculo de Remedios de
Escalada, monstruosos talleres de ladrillo rojo y sus bocazas negras, bajo
cuyos arcos maniobraban las locomotoras, y a lo lejos, en las entrevías, se
veían cuadrillas de desdichados, apaleando grava o transportando durmientes.
Más allá, entre una raquítica vegetación de plátanos intoxicados por el hollín
y los hedores de petróleo, cruzaba la senda oblicua de los chalets rojos para
los empleados de la empresa, con sus jardincitos minúsculos, sus persianas
ennegrecidas por el humo y los caminos sembrados de escoria y carbonilla
(115-116).
El expresionismo de la escritura de Roberto Arlt conduce inexorablemente a la
sombra del mundo interior del personaje. Remo, en sus momentos de desesperación y
angustia, deambula por las calles de la ciudad como buscando algo que pudiera
31
Juan D. Cid Hidalgo
levantarlo de su agonía, pero en un medio con esas características es nula la
posibilidad de iluminarse.
El tren eléctrico cruzaba ahora por Villa Luro. Entre montes de carbón y los
gasómetros velados por la neblina relucían tristemente los arcos voltaicos.
Grandes huecos negros se abrían en los galpones de las locomotoras, y las luces
rojas y verdes, suspendidas irregularmente en la distancia, hacían más tétrica la
llamada de las locomotoras (182).
Remo no solo camina por las calles trayectos cortos sino que también se monta
en medios de transporte para recorrer distancias mayores como cuando se dirige al
anillo exterior en un afán por salir del agobio y del abatimiento en que se encuentra.
Recordemos que la noche anterior al crimen Remo sube a un tranvía que cruza toda la
ciudad hasta llegar a las afueras de Buenos Aires, a un caserío llamado Ramos Mejía.
Cuando el reloj de la estación marcaba las ocho de la noche, Erdosain bajó:
El tren se detuvo en Ramos Mejía. El reloj de la estación marcaba las ocho de la
noche. Erdosain bajó.
Una neblina densa pesaba en las calles fangosas del pueblo.
Cuando se encontró solo en la calle Centenario, bloqueado de frente y las
espaldas por dos murallas de neblina, recordó que al día siguiente asesinarían a
Barsut. Era cierto, lo asesinarían. Hubiera querido tener un espejo frente a sus
ojos para ver su cuerpo asesino, tan inverosímil le parecía ser el (el yo) que con
tal crimen se iba a separar de todos los hombres (188).
A este otro espacio es llevado por su conciencia asesina. Aunque este viaje
fuera de la ciudad tiene como objeto despejar su mente, lo que realmente ocurre es
que el espacio oscuro y opaco, de escasa iluminación y que apenas deja entrever las
fábricas y las calles desiertas, amplifica la tristeza y angustia existencial. Esa misma
noche en casa de los Espila15 Erdosain es testigo de la materialización de uno de sus
inventos: la rosa de cobre16: ―En el miserable cuchitril la maravillosa flor metálica
exfoliaba sus pétalos bermejos‖ (192).
La ―rosa de cobre‖ sintetiza ambas realidades en tensión: la tecnológica y la
del sueño porvenir. La rosa, primera parte de esta imagen, remite al mundo campestre
donde tranquilidad y belleza se conjugan de mejor manera. En cambio, el material en
15
Los Espilas son los integrantes de una familia, como varias de Buenos Aires, que tuvo un pasado
glorioso y lleno de esplendor en los negocios de orden industrial. Caídos en desgracia, ahora mismo viven
en una fábrica abandonada donde se materializa el invento de Remo en que está cifrada su esperanza
existencial. ―Erdosain los observó compadecido. Hacía muchos años que conocía a los Espila. En otro
tiempo la familia ocupaba una posición relativamente desahogada, luego una sucesión de desastres los
había arrojado en plena miseria, y Erdosain, que encontró casualmente un día en la calle a Emilio, los
visitó. Hacía siete años que no los veía y se asombró de reencontrarlos a todos viviendo en un cuchitril,
ellos, que en otra época tenían criada, sala y antesala‖ (Arlt, 190).
16
Recomendamos la lectura del apartado correspondiente en ―‗Habremos de reír, nos alegraremos, habrá
deleite‘. Reflexiones sobre la risa‖ (Segunda Parte), en Atenea, Nº 496, Segundo Semestre, 2009, pp. 11-40.
32
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
que es confeccionada, el cobre, por supuesto, nos lleva al campo de la técnica desde
donde reconocemos que es una materia de orden menor dentro de la escala de los
metales. Este ―símbolo de inocencia y de hermosura aparece alienado‖ (Kallinikos,
260) bajo la forma de una imagen sintética (rosa/cobre) que responde al mismo
complejo panorama de contradicciones en que viven los integrantes de la sociedad
secreta, en especial Erdosain.
Esta rosa tan especial se ennegrece porque esa es una cualidad propia del metal
en que está fabricada, al parecer la revolución planificada por los locos de la inquietud
revolucionaria participarán de la misma suerte. La bella ―idea‖ del cambio social (la
rosa) terminará como el cobre, deslucido y sin posibilidades ciertas de concreción, ya
que todo aparece como una ilusión alimentada por la misma sociedad que genera o
posibilita la conformación de grupos asociales. Jorge Rivera, en Roberto Arlt. Los siete
locos, señala, a propósito de lo expuesto acerca de la rosa de cobre, que es ―símbolo no
del éxito ni de la salvación sino de la impotencia y la esperanza efímera‖ (62).
El episodio de la llegada de Remo a casa de los Espilas confirma una vez más
el carácter paradójico del rol de la tecnología en la escritura de Los siete locos. Por un
lado, la zona industrial genera polución, intoxica y contamina no solo las coordenadas
geográficas de los personajes sino las coordenadas de su ser interior. Por el otro,
Remo y el Astrólogo creen ciegamente en la ciencia y la tecnología como
instrumentos para la revolución y el cambio social, el medio fundamental, la base del
nuevo orden. La fábrica abandonada (el cuchitril) de los Espilas cifra no solamente la
miseria y la muerte sino también la maravillosa curiosidad que significa la rosa, con
ello esta zona periurbana industrial se asocia a la realización de los proyectos futuros
señalados que, perfectamente, pueden ser funcionales a la transición necesaria hacia
una nueva sociedad que, paradójicamente, no dista demasiado de la condición
primaria de los personajes. No obstante, la tecnologización como principio para la
sociedad secreta es una fuente de belleza, sueño y esperanza, apenas un haz de luz
como este es necesario para salvarse de la miseria: ―Soñaba enriquecerse con un
descubrimiento. Su imaginación ocupaba las noches de máquinas extraordinarias,
trozos incompletos de mecanismos girando sus engranajes lubrificados...‖ (Arlt,
207). Según Piglia, en cambio, inventar para Erdosain es ―una operación demiúrgica
destinada a encontrar la piedra filosofal moderna‖ (Piglia, Crítica y ficción, 27).
Por otro lado, Beatriz Sarlo, en el texto citado, piensa que el infierno científico
y tecnológico es la única salida para abolir el orden social estático que impide
incorporarse productivamente al torrente social como siquiera soñar la diferencia (61).
La novela de Arlt agrega:
—Es necesario instalar fábricas de gases asfixiantes. Conseguirse químico.
Células, en vez de automóviles camiones. Cubiertas macizas. Colonia de la
cordillera, disparate. O no. Sí. No.
33
Juan D. Cid Hidalgo
También orilla Paraná una fábrica. Automóviles blindaje cromo acero níquel.
Gases asfixiantes importantes. En la cordillera y en el Chaco estallar
revolución. Donde haya prostíbulos, matar dueños. Banda de asesinos en
aeroplano (230-231).
En la zona periurbana, en el anillo superior de la ciudad, en el margen vívido
se sitúan los saberes sometidos cuyo fin es liberarse de esta condición mediante la
articulación discursiva de sí que redunda en la conspiración y posterior conquista de
la ciudad, el centro vital.
Hacer dinero con la adquisición de prostíbulos y por medio de la falsificación de
divisas son formas concretas de implementación de la inquietud revolucionaria. Ambos
proyectos van generando la ilusión de un porvenir iluminado, lejos del deterioro y
decrepitud proyectados en Buenos Aires. Este espejismo permite a los personajes
transgredir, traspasar los límites de la habitual angustia y la condición de seres
residuales sin lugar ni ubicación en el plano urbano geográfico y metafórico de la urbe.
La importancia del dinero es percibida intensamente por Piglia17, quien propone que la
función del dinero en la novela de Arlt genera la ficción tal como la experiencia técnica
puede generar inventos. En este sentido, existiría una equivalencia directa entre ficción
y dinero porque ambos desacralizan el mundo: quien tiene dinero tiene el poder. En el
mundo del relato la tarea de los personajes es confeccionar dinero en vez de ganarlo,
actividad asociada a la falsificación y la estafa, ejes además de construcción del relato.
―Identificado con la potencia y con la falsificación (el dinero) expresa, reprime,
transforma y es el soporte de la ficción‖ (Piglia, La ficción del dinero, 80).
Con la exhibición del espacio bonaerense en Los siete locos y la insurrección
de los perturbadores, el texto interroga no solo el futuro comunitario argentino sino
también el futuro interior, personal e íntimo de aquellos sujetos que forman parte de
este proceso complejo de crecimiento de la sociedad argentina a comienzos del
siglo XX. El juguete rabioso, Los siete locos y Los lanzallamas van configurando
una imagen anticipatoria del ―escenario urbano porvenir‖ (Romano y Gel-Redman,
2000), en que la alienación social no es producida por una desconexión del sujeto
con el mundo sino a su adaptación a las condiciones alienadas de la sociedad
bonaerense por donde circulan. Dicho matiz sumado a las múltiples fracturas entre
sujeto y medio van generando una ciudad alucinante, plagada de principios de
posibilidad como de ―no lugares‖ que reconstruyen desde el origen el eje
organizador de los asentamientos humanos. La ciudad de Arlt es un centro sin
centro. En este sentido, cierto sector de la crítica ha elaborado el concepto ―profeta‖
para designar la capacidad anticipatoria de Arlt. El mismísimo Julio Cortázar18 lo
considera uno ―de nuestros videntes mayores‖, un iluminado que cuenta con el don
17
―Roberto Arlt: la ficción del dinero‖, en Roberto Arlt. Los siete locos / Los lanzallamas. Edición crítica
de Mario Goloboff, Colección Archivos, Madrid, 2000.
18
―Prefacio. Apuntes de relectura‖, en Obra Completa de Roberto Arlt. 3 Vol. Buenos Aires, PlanetaCarlos Lohlé, 1991, pp. III-XI.
34
El circuito periurbano en Los siete locos de Roberto Arlt
de ver aquello que ―los ojos de todos los días no saben ver‖ (Cortázar, VII). Ojos
que, sin ninguna duda, comparte con sus personajes.
La dimensión utópica propuesta por Los siete locos es la de aquellos
inconformes cuya angustia aparece como un sentimiento que nace de la imposibilidad
de la adecuación a Buenos Aires, un territorio hostil, que favorece la exclusión y la
marginalidad, pero que, sin embargo, encuentran en el camino de la revolución la
herramienta para cambiar el mundo, para hacerlo más amigable, donde la angustia no
sea la generadora de sujetos como ellos, y si fuera así, que aquellos no sean
sistemáticamente expulsados. La geografía de la novela permite vislumbrar la
decadencia y su influjo en los personajes quienes aparecen con su ―yo dividido‖, diría
el antipsiquiatra Ronald Laing (1988), sin embargo, en el texto también se perciben
zonas ―productivas‖ para el nuevo orden sustentador de la utopía: las zonas fuera de
la ciudad, el campo, la tranquilidad y el sostén que la tierra puede dar. La probabilidad
o no de la asunción de la revolución es casi anecdótica si pensamos que lo que
importa es el proceso de búsqueda, el camino hacia un porvenir mejor, libre de las
taras de la homogenización conductual, social, emocional, sexual, económica y
cultural. Ante la comprensión de lo expuesto Roberto Arlt no deja de sorprendernos
como historiador del presente y, por cierto, como ―historiador del porvenir‖ (Piglia,
Crítica y ficción, 38).
Universidad de Concepción*
Facultad de Humanidades y Arte
Departamento de Español
Casilla 160-C. Concepción (Chile)
[email protected]
OBRAS CITADAS
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[8-04-2010]
36
37-52
DESDE QUE UN DÍA LEYENDO A BALZAC:
NOVELA/FOLLETÍN EN LA NARRATIVA FUNDACIONAL DE
ALBERTO BLEST GANA1
Since a day reading Balzac: novel/ feuilleton on foundational fiction by
Alberto Blest Gana
Eduardo Barraza Jara*
Resumen
El carácter de Alberto Blest Gana como fundador de la novela chilena mal podría
ligarlo a la práctica del folletín, aunque registra numerosos títulos publicados en revistas y
periódicos. Por lo demás, su filiación como aventajado discípulo de Balzac menos podría
propiciar un vínculo con la literatura popular o de masas, como se desarrolló en Francia a
mediados del siglo XIX. Y es que el canon literario nacional se construye a partir de una élite
intelectual —ilustrada y liberal— que participa de la construcción social de la Nación como la
que propiciaba José Victorino Lastarria y el propio Blest Gana —en sus respectivos
manifiestos literarios—, en cuya conformación la cultura popular no participa más allá de un
―costumbrismo‖ folklórico, o como un ―sabor‖ local, o como un ―pintoresquismo‖ para solaz
de los lectores cultos. En este artículo se indaga en los formantes folletinescos en la narrativa
de Blest Gana, recurriendo a las tesis acerca de la literatura popular que han sido postuladas,
entre otros, por Eco (1981, 2012); Martín-Barbero (2010), Herlinghaus (2002), Sarlo (1985).
Palabras clave: Literatura chilena del siglo XIX, Folletín, Narrativas fundacionales.
Abstract
Alberto Blest Gana, the founder of the Chilean novel, could not be linked to the
practice of writing feuilleton, although a number of his works published in magazines and
newspapers exist. Moreover, being an outstanding disciple of Balzac would unlikely link him
to the popular or mass literature, as the one developed in France in the middle of the nineteenth
century. In fact, the national literary canon is built upon an intellectual elite —enlightened and
liberal— that participates in the social construction of the nation as the one fostered by José
Victorino Lastarria and Blest Gana —in their respective literary manifests. In their view, the
popular culture does not participate beyond a folkloric ―costumbrism‖ or as a local ―taste‖, or
as a ―picturesque trait‖ for the delight of the educated readers. For this reason, this article
explores the melodramatic formants in Blest Gana‘s narrative, by analyzing them in light of
the popular literature perspectives advocated by Eco (1981, 2012), Martín-Barbero (2010),
Herlinghaus (2002), and Sarlo (1985), among others.
Key words: Chilean literature of the XIXth Century, Feuilleton, Foundational fictions.
1
Resultado del Proyecto Fondecyt N° 1120693: ―La narrativa chilena de filiación histórica. Siglos XIX y
XX‖ en el que participan como coinvestigadores los académicos Diana Kiss de Alejandro y Nelson
Vergara Muñoz.
Eduardo Barraza Jara
I. PRESENTACIÓN
Los análisis de la cultura popular, y particularmente de la escritura folletinesca
de Eugenio Sue, efectuados por U. Eco, lo llevan a declarar que ―la novela actual es
nieta del folletín‖, género en donde se lleva a efecto una matriz de significados que
propician una ―práctica de la consolación‖ no ajena a cuestiones sociales, políticas y
utópicas. Vista habitualmente como una lectura de masas cuyo interés radica en el
motivo del amor impedido, proponemos que en la narrativa chilena, la novela
popular, folletinesca, de esparcimiento o de consolación —entendida por el canon
como novela histórica tradicional— realiza de manera particular los referentes
históricos nacionales a la par de la llamada, en términos de Eco, novela problemática
(El superhombre, 22). Desde la escritura fundacional de Lastarria y de Blest Gana, la
conflictividad de un motivo como el ―amor impedido‖ —propia del folletín— actúa
textualmente como contrapunto imaginario e historiográfico de las relaciones entre el
Texto y la Nación en el siglo XIX, sean ellas las de la Independencia, la guerra a
muerte, la cuestión liberal-conservadora, la pacificación de la Araucanía, la guerra del
Pacífico, la guerra civil de 1891 o los episodios de violencia social ocurridos en la
nación durante el siglo XX.
En su estudio sobre ―los lectores y los autores del siglo XIX‖, Juan Poblete
(2003) analiza, en forma exhaustiva, la configuración de una sociabilidad nacional por
medio de las prácticas de lectura socialmente existentes, entre ellas destaca la
circulación y la lectura de folletines2, estos, se dice, eran consumidos en especial por
mujeres3 y por un público masivo presumiblemente de carácter popular que sabría leer.
Siguiendo a Eco, se trataría de una incipiente puesta de los ―bienes culturales‖ a
disposición del público. Tal hecho, a juicio de Eco, permite ―el acceso de las clases
subalternas al disfrute de los bienes culturales‖ (Apocalípticos e integrados, 15)
producidos mediante procedimientos propios de una revolucionaria industria cultural
que se hace presente en la imprenta, los periódicos, las revistas. Por ello, en el plano de
la producción, circulación y consumo de textos narrativos, y en especial de los
folletines, a mediados del siglo XIX Chile presenta un definido contexto histórico y
societal en el que emerge progresivamente una cultura de lectores, consumidora de
estos textos de ―esparcimiento y de consolación‖. Al decir de Eco, hechos como estos
remiten a ―un contexto histórico preciso en el que todos los fenómenos de
2
D.F. Sarmiento intervino activamente en la polémica acerca de la publicación y el consumo de folletines
en Chile, publicándolos y dando a conocer reseñas, comentarios y artículos desde las páginas del Diario El
Progreso (1842 y 1845). Aparte de reseñas y reflexiones respecto de folletines en este diario se publicó
Papá Goriot de H. de Balzac (30 de octubre al 24 de diciembre de 1844) y capítulos de Los misterios de
París de E. Sue (4-12 de marzo de 1844).
3
En Sobre Rojo y Negro (1832), Stendahl alude a la existencia de novelas para ―criadas‖ y para
―burguesitas de provincia‖ en los siguientes términos: ―No hay ninguna mujer de provincias que no lea por
lo menos cinco o seis volúmenes al mes y muchas incluso leen hasta quince o veinte, con lo cual no hay
pequeña ciudad que no tenga dos o tres gabinetes de lectura. Allí se alquilan novelas a un cuarto por
tomo y por día‖ (555).
38
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
comunicación —desde las propuestas de diversión evasiva hasta las llamadas a la
interioridad— permanecen dialécticamente conexos‖ (Apocalípticos e integrados, 20).
―La situación conocida como cultura de masas —agrega Eco— tiene lugar en
el momento histórico en que el estrato popular ingresa como protagonista en la
vida social y participa en las cuestiones públicas. Estas masas han impuesto a
menudo un ethos propio, han hecho valer en diversos periodos históricos
exigencias particulares, han puesto en circulación un lenguaje propio, han
elaborado pues, proposiciones que emergen de abajo. Pero paradójicamente su
modo de divertirse, de pensar, de imaginar no nace de abajo: a través de las
comunicaciones de masas todo ello le viene impuesto a la manera de mensajes
formulados según el código de la clase hegemónica‖ (30).
En el fondo, en el análisis de J. Poblete que puede hacerse extensivo, en parte
al siglo XX, se revela, en términos del mismo Eco, una ―ampliación del campo
cultural, en que se realiza finalmente a un nivel extenso, con el concurso de los
mejores, la circulación de un arte y una cultura popular‖ (12) —no necesariamente el
de una subcultura que acortaría sus distancias con la denominada cultura superior—,
una circulación que establece nuevas matrices de sentidos en interacciones
comunicacionales, mediacionales y culturales según postula, en su momento, MartínBarbero (2010, XII).
II. ACERCA DE LA NARRATIVA FUNDACIONAL DE ALBERTO BLEST GANA
Según ya hemos propuesto (Barraza, 2012, 2013), podemos situar un primer
momento de la narrativa fundacional chilena en los cuentos de Lastarria, los que
anticipan la tendencia de la escritura de filiación histórica del siglo XIX de recurrir al
folletín y al melodrama para la transposición de los eventos historiográficos. ―El
alférez Alonso Díaz de Guzmán‖, por ejemplo, inaugura una serie narrativa en la que
el azar y el motivo del amor impedido actúan como una estructura modélica para un
sector de la novela chilena, la de sello romántico-sentimental, que permite dar curso a
la narración de otros acontecimientos propios de la conquista y de las relaciones
estamentales de la República en el siglo XIX. Antes que subordinarse al ciclo de los
hechos de la conquista o de la independencia de Chile, en Lastarria, la trama termina
ceñida a un circuito sentimental marcado por el motivo del encuentro y la separación
de los protagonistas, víctimas de las peripecias de un amor impedido por la
contingencia histórica. En consecuencia, la intriga folletinesca subvierte el verosímil
histórico-realista de manera que el proceso de identificación nacional y el espíritu
libertario del héroe se narra a la par del motivo de la carencia sentimental, sometida a
las oscilaciones entre el encuentro vs. la pérdida del amor en medio de la lucha por la
Independencia, en donde, además, se cierne ese ―fatum trágico‖ (Herlinghaus, 2002)
que pende sobre el imaginario histórico, según leemos en ―Rosa‖ (1847), cuento
subtitulado como ―Episodio histórico‖.
39
Eduardo Barraza Jara
En cuanto a Alberto Blest Gana, resulta indudable que su escritura aparece
ligada a la práctica del folletín, habiendo publicado numerosas novelas por entregas
que luego serán editadas como libros. Por lo demás, su declarada preferencia por
Balzac menos podría propiciar un vínculo con la literatura popular o de masas, como
se desarrolló en Francia en el siglo XIX. No escapa a algunos críticos la condición
folletinesca de Durante la Reconquista4, por ejemplo, sin advertirla suficientemente
en Martín Rivas o en El loco Estero (Fabrés, s/f, Araya, Historia y sociedad, 199).
Por excepción, Lucía Guerra plantea la presencia del ―Amor folletinesco y el
arribismo social‖ en La aritmética en el amor (39-45) y Jaime Quezada advierte
sumariamente esta condición en El primer amor (Blest Gana, 159). Y es que el canon
literario nacional se construye a partir de una élite intelectual, ilustrada y liberal, que
participa de la construcción social de la Nación como la que propiciaba Lastarria y el
propio Blest Gana. En los programas literarios de ambos autores se percibe que la
cultura popular no participa más allá de un ―costumbrismo" folklórico, como un
―sabor local‖ o un ―pintoresquismo‖ para solaz de los lectores cultos. Recuérdese que
a juicio de Raúl Silva Castro el folletín es una infección ―de mal gusto‖ contagiada
por los folletinistas franceses (197)5.
El hecho es que, habitualmente, el texto folletinesco es mirado al sesgo por el
canon literario que frente a él se guía atendiendo a su presentación como un subproducto de ficción, fronterizo o contaminado con los textos informativos,
comerciales y misceláneos propios del periódico en el que se publica, espacio que
corresponde al tercio inferior de la primera plana, denominado feuilleton. De este
modo, la descripción del folletín como género narrativo es efectuada desde una
externalidad, siendo definido como un texto fragmentario y coleccionable que circula
a diario por capítulos, inserto regularmente al pie de las páginas de los periódicos,
durante semanas o incluso meses, texto cuyo origen corresponde a un contrato a fecha
fija pactado entre el dueño del periódico y el escritor. Esta condición del folletín
4
Raúl Silva Castro observa que en Durante la Reconquista (1897) existe una intriga con un ―pavoroso
desenlace‖ que ―hace recordar los dramones del romanticismo comercial en que los que apenas si
escapaba con vida el consueta‖ (en Poblete Varas, 221), en tanto que Pedro Nolasco Cruz comenta que
cuando el autor ―necesita desembarazarse de los personajes, da en lo trágico y acude a la violencia: unos
mueren fusilados o de resultas de enfermedades repentinas y mortales, otros se vuelven locos, otros se
suicidan‖ (en Poblete Varas, 218). Por lo demás, la densa intriga historiográfica no ha permitido prestar la
debida atención al declarado carácter folletinesco de esta novela, en donde se asiste a un amor imposible
de carácter político-sentimental, sin solución: los españoles Violante Alarcón y Hermógenes Laramonte
se alían entre sí para casarse por dinero con los hermanos Abel y Trinidad Malsina; intriga cuyo
contrarrelato es un triángulo amoroso: Abel debería corresponder al ―amor bueno‖ de la huérfana y
virtuosa Luisa Bustos, pues ambos son partidarios de la Independencia.
5
En Martín Rivas el novelista se distancia del folletín —cuya máxima viene a ser que ―la humanidad
camina hacia el progreso, girando en un círculo que se llama amor y que tiene por centro el ángel que se
apellida mujer‖ (Blest Gana, Martín Rivas, 45)— declarándolo como lectura de consumo apto para
personajes como Edelmira Molina ―niña suave y romántica como una heroína de las novelas de las que ha
leído en folletines de periódico que le presta un tendero aficionado a las letras‖, o doña Francisca Encina
que presume de ser letrada. Por el contrario, Leonor ―consume textos musicales‖.
40
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
desarticula el canon de la literatura no sometida al lucro tanto como los hábitos de una
lectura sucesiva no fragmentada sino continua. Se trata de una lectura que solo será
completa a posteriori luego de un dilatado tiempo de espera o de recepción cuyas
expectativas de continuidad permanecen cuando —separado del periódico— el
folletín se publique por ―entregas‖ ya no diarias, sino semanales, quincenales o
mensuales.
En el Discurso de Incorporación a la Facultad de Humanidades de la
Universidad de Chile Blest Gana sostiene que ―la afición a la lectura ha ganado
inmenso terreno en Chile desde hace algunos años‖ (Literatura chilena, 120), en
mérito a que el año anterior obtuvo el premio del concurso convocado por esa
Facultad para escribir ―una novela histórica o de costumbres, al arbitrio del autor, pero
cuyo asunto sea precisamente chileno‖6. Tal Discurso puede ser entendido como la
exposición académica de las bases teóricas de la narrativa que recientemente Blest
Gana ha puesto en práctica en La aritmética del amor (1860). En este Discurso el
novelista mantiene una prudente distancia respecto del folletín género que ha
practicado desde la publicación de Una escena social (1853)7. Tácitamente se refiere
al folletín cuando hace mención a una ―muchedumbre de novelas europeas puestas a
tan bajo precio por la industria moderna, en manos de los lectores‖ (120, cursivas
nuestras). A su vez, critica que los periódicos no elijan adecuadamente los ―folletines‖
que publican, subrayando que la popularidad de ciertas novelas europeas de muy
problemático valor han viciado el buen gusto y subvertido los sanos principios que
deben presidir en la ejecución de la novela (120-121, cursivas nuestras).
De este modo, Blest Gana aboga para que los novelistas nacionales
―inclinados a tan amena y útil ocupación‖ (120) se sientan estimulados a superar al
folletín de modo tal que la novela se constituya en ―un grato solaz, un descanso a las
diarias tareas, un alimento a la expansión del pecho, algo en fin que contente el
espíritu, halague al corazón o alivie el ánimo de sus afanosas preocupaciones‖ (119120). Tales deberían ser, según Blest Gana, ―los sanos principios que deben presidir la
ejecución de la novela‖ (120). En su particular opinión, el público necesita una lectura
para descansar del trabajo, por lo que se le debe distraer, enseñar, respecto de las
―costumbres nacionales‖ (122) y, en todo momento, la novela debe cuidar ―la
moralidad… sin desvirtuar su misión y sin exponerse a la justa censura de la crítica y
el desprecio de los que le lean‖ (125). No muy distante del ―Prólogo‖ de Balzac a La
6
El concurso siguió un curso singular y pareciera que no respondió a las expectativas de la convocatoria.
Según una moción de Joaquín Blest Gana, hubo que postergarlo desde 1859 al siguiente para dar tiempo a
que un posible postulante sacara en ―limpio‖ su novela. Finalmente hubo solo dos concursantes por
cuanto un tercero no cumplió con los plazos. Tal hecho contrasta con la rapidez con que Alberto Blest
Gana fue incorporado a la Facultad de Humanidades. Cfr. Raúl Silva Castro (27-47).
7
Juan Poblete reseña que La Revista Católica lamentó la publicación de esta novela por cuanto, según su
criterio, está ―infestada de fatalismo, preñada de incidentes amorosos, de lances provocativos, de
impúdicas pinturas muy a propósito para exaltar la fantasía y despertar en el corazón de la inexperta
juventud la pasión más peligrosa y seductora que en él puede albergarse‖ (37).
41
Eduardo Barraza Jara
comedia humana (1842), Blest Gana pretende dar una lección a los narradores (125),
una lección respecto del tratamiento de la verdad, pues si bien se pueden llegar a
ciertos extravíos, los novelistas no deben apartarse del ―buen gusto‖ (125), sino que
deben velar porque sus textos no ―hieran la moral social‖ (125). Tampoco el novelista
debe actuar como ―disolvente de las buenas costumbres‖, sino que debe proporcionar
lecciones ―a los espíritus inexpertos‖, mediante la investigación artística de la
sociedad y de la historia nacional (126). En suma, se trata de cuidar ―la moralidad…
―sin desvirtuar su misión y sin exponerse a la justa censura de la crítica y el
desprecio‖ del lector (125).
Según Blest Gana, se trata de la moralidad que interesa a un novelista en
calidad de investigador de las costumbres, de los hechos sociales y de la historia
nacional ante quien se le presenta ―una sociedad imperfecta‖, de manera tal que
―pintar una sociedad perfecta,… sería una ficción que pugnaría con los principios
literarios, cuyas bases sólidas reposan sobre el estudio de la verdad‖ (125). Sin
embargo, cuando Blest Gana se refiere a poner en práctica una novela nacional
―realista, social y de costumbres‖ lo hace en términos no distantes de las estrategias de
compensación propias del folletín. Consideremos, por el momento, que Blest Gana
destaca de la novela rasgos populares y masivos afines con el folletín como los
siguientes: que es popular ―en las clases menos cultas de la sociedad‖; que es
comprensible y no ambigua por cuanto está ―escrita en el lenguaje de todos‖; que
―lleva la civilización a las clases menos cultas‖; que satisface en el lector ―el interés
por la intriga‖. Rasgos como estos serán las bases del gran ―metarrelato nacionalista‖
popular, realista y sentimental (Montes Capó, 13-27) de Blest Gana, presente no solo
en el mundo histórico-social representado en su saga novelesca, sino que aparece
sustentado, particularmente, en la figura de un autor-narrador-liberal que no oculta su
presencia de tal. Por lo demás, al igual que Balzac, si bien Blest Gana supera sus
primeros años como folletinista no significa que algunos de sus rasgos no se
mantengan vigentes en sus novelas consagratorias ni en sus obras de la última época
escritas en París8.
III. DESDE QUE UN DÍA LEYENDO A BALZAC
―Desde que un día en que leyendo a Balzac hice un auto de fe en mi chimenea,
condenando a las llamas las impresiones rimadas de mi adolescencia, juré ser
novelista, o abandonar el campo literario si las fuerzas no me alcanzaban para hacer
algo que no fuesen triviales y pasajeras composiciones‖9 (la cursiva es nuestra). Tal
8
Una de las constantes narrativas de Blest Gana es la reiteración de los finales funestos propios del folletín
romántico-sentimental: adulterios, locura; muerte por fusilamiento, asesinato o suicidio; reclusión de la
heroína en un convento, frente a escasos finales felices como los de Martín Rivas, La aritmética en el amor
o El loco Estero.
9
―Escribo, agrega, no por culto a la gloria que no existe, ni aún con oropeles, entre nosotros; no por
ambición pecuniaria, porque solo últimamente mis trabajos empiezan a producirme algún dinero, sino por
42
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
es la afortunada, consagratoria y difundida ―confidencia‖ que hace Blest Gana a
Benjamín Vicuña Mackenna, en una carta del 7 de enero de 1864. Afortunada, por la
amplia acogida que ha tenido en la crítica nacional y por cuanto pareciera que no
amerita mayores discusiones o indagaciones al respecto10. Blest Gana formula esta
alusión a 14 años de la muerte de Balzac, luego de consolidada su experiencia como
novelista/folletinista y a dos años de haber alcanzado un rotundo éxito con Martín
Rivas (1862). La carta de Blest Gana es más bien una declaración genérica que no da
cuenta del modo cómo llegó a la lectura de Balzac, ni qué obras le interesaron. Se
puede conjeturar que este hecho se produjo mientras Blest Gana permaneció
estudiando ingeniería militar en París (1847-1851), pues se encontraba allí cuando
ocurrió la muerte del novelista (1850), sin embargo, tampoco hay mayores
antecedentes acerca de su participación en los círculos literarios parisinos. En su
Discurso de 1861, implícitamente ha declarado conocer los folletines aun cuando la
mención a ellos se reduce a W. Scott. En Martín Rivas la mención a que el folletín es
una lectura de mujeres bien podría remitir a Stendhal (ver nota 3) pero, menos parece
factible que en esta misma novela opere la teoría del amor de Stendhal (Goic, 53),
salvo la mención expresa a la ―cristalización‖ que se hace de Edelmira Molina
(Martín Rivas, 309) y a una referencia similar que se encuentra en Engaños y
desengaños (398)11. El hecho es que en Martín Rivas prima la estrategia de la
consolación, antes que la ―des-cristalización‖, que ofrece al lector un desenlace como
este espera12. También, sabido es que con anterioridad a la aparición de Los chuanes
(1829), Balzac publicó varios folletines ocultándose bajo seudónimos o que sus
editores firmaban por él —hecho que plantea en el ―Prólogo‖ a La Comedia
Humana— y que emprendió sin éxito algunas inversiones en sociedades editoriales,
aparte de que se le atribuye la idea de publicar relatos por entregas en el Diario La
Presse (1836). En consecuencia, cuando Balzac define su tarea de actuar como
―secretario de la historia de la sociedad francesa‖ va a incluir en ella novelas de
necesidad del alma, por afición irresistible, por ese algo inmaterial, en fin, que nos lleva a apartarnos de los
cuidados enfadosos de la vida, lanzando la imaginación a un campo en que nadie puede vedarnos los
dulces frutos de la satisfacción intelectual. En una palabra, escribo, como creo habértelo dicho alguna vez,
porque tengo la manía de escribir‖ (Blest Gana, Epistolario, 36).
10
Sin embargo, a partir de esta única referencia se da por hecho esta influencia, en términos de una
poderosa ―fascinación‖ que habría ejercido Balzac en Blest Gana, la que E. Astorquiza avala con el juicio
de Saint Beuve sobre Balzac en 1850 (1960, 7). Cfr. J. Poblete (56-57).
11
En Engaños y desengaños, aparte de la referencia a la tesis de la ―cristalización‖ de Stendhal
(1990:398), se encuentra una mención presumiblemente a un protagonista de La piel de zapa (1831) de
Balzac: ―¡Laura! Repetí, sintiendo como el Rafael de Balzac que aquel nombre poseía una extraña
fascinación‖ (219). En Martín Rivas —aparte de aludir a la teoría de la cristalización (309)— Rafael San
Luis describe a Edelmira con uno de los personajes de Balzac, posiblemente de Papá Goriot (76). Al
contrario, la alusión a Abelardo (y Eloísa) podría conducir a Sarrazine de Balzac (Martín Rivas, 311),
aparte de otras referencias posibles como la de Eugenia Grandet.
12
En Stendhal, el matrimonio no es la culminación del amor. En ―Sobre Rojo y negro‖, Stendhal recuerda
que hace decir a Matilde de La Mole, destinada a casarse con el marqués de Croisenois: ―Cuando sea su
mujer me aburrirá‖ (Stendahl, 567).
43
Eduardo Barraza Jara
variado tipo ya aparecidas por entregas o como resultado de la madurez alcanzada en
el relato. En cuanto a Blest Gana, pareciera que para la crítica su ciclo narrativo
comenzara con La aritmética del amor en 1860 y luego con Martín Rivas en 1862 y
que las obras publicadas con anterioridad a 1862 fuesen materia para eruditos,
solamente13.
Con mejor conocimiento de causa, Maurice Freyse (1973) se ha hecho cargo
de la declaración de Blest Gana respecto de Balzac y ha establecido unos cuantos
rasgos característicos y genéricos de este último sin llegar a sistematizarlos en
conformidad con el programa del ―Prólogo‖ a La comedia humana, por ejemplo. Al
respecto hay coincidencias en que –aparte de la itinerancia de los personajes de una
obra a otra— lo distintivo en la narrativa de Balzac es la morosidad del relato, que se
detiene en la descripción minuciosa, sea realista o sentimental, de ambientes y
personajes y en la relación de ellos entre sí y con las fluctuaciones económicas,
sociales e historiográficas. A partir de tales preámbulos, en Balzac la intriga se
precipita en una ―puesta en funcionamiento de un mecanismo anterior, hábilmente
preparado. Una sólida unidad, basada en esa estructura de larga exposición y breve
crisis (con alguna que otra excepción) preside sus novelas‖—ha dicho Oscar Tacca
(250)—, principios que no son ajenos a la estructura de la acción en el universo
folletinesco de Blest Gana y en el carácter cíclico de una narrativa romántico-realista
que da cuenta no solo de los cuadros de costumbres de Santiago y provincias, sino
también de episodios que van a la par con los proyectos programáticos de la Nación y
con sus demandas políticas, socioculturales e historiográficas (Engelbert, 2000;
Sommers, 2004)14.
Respecto de esta condición de la intriga en Balzac y por extensión, en Blest
Gana cuando en Apocalípticos e integrados (1981) Umberto Eco analiza la trama y la
estructuración de la acción de la novela popular recuerda que, en conformidad con
Aristóteles, la mimesis no se reduce a una simple imitación de hechos acaecidos, sino
13
La cronología de las novelas de Blest Gana permiten ordenar estas obras en un primer ciclo
protofolletinesco que va desde Una escena social (1853), Engaños y desengaños (1855), Los desposados
(1855), El primer amor (1858), La fascinación (1858), Juan de Aria (1858), El jefe de familia (1858), Un
drama en el campo (1859), El pago de las deudas (1859). Un segundo ciclo se organiza en torno a La
Aritmética en el amor (1860), El pago de las deudas (1861), La venganza (1862), Martín Rivas (1862),
Mariluán (1862), El ideal de un calavera (1863), La flor de la higuera (1864) y una tercera etapa que
corresponde cuando escribe en París: Durante la Reconquista (1897), Los trasplantados (1904), El loco
Estero (1909) y Gladys Fairfield (1912) que en 1931 apareció incluida en una publicación quincenal como la
Revista Literaria, Año 1, N° 23: 5-87.
14
Exceptuando novelas situadas en París (Los desposados, La fascinación, Los trasplantados) y Estados
Unidos (Gladys Fairfield), Blest Gana ficcionaliza parcialmente, entre otros, asuntos nacionales como el
proceso de la Independencia (Durante la Reconquista), los ecos de la muerte de Diego Portales y el triunfo
contra la Confederación perú-boliviana (El ideal de un calavera, El loco Estero), el trasfondo de la revolución
de 1851 en la estructura de la nación (Martín Rivas), el plan de la llamada pacificación de La Araucanía
(Mariluán). Tal vez por su condición de diplomático no se refirió a sucesos novelables como la guerra del
Pacífico, la guerra civil de 1891 o la proclamación de Orellie-Antoine como Rey de La Araucanía, suceso en
el cual le correspondió intevenir como diplomático.
44
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
que consiste en una ―capacidad productiva de dar vida a hechos que por su
coherencia de desarrollo nos parezcan verosímiles‖, de modo que ―las leyes de
verosimilitud son leyes estructurales, de racionalización lógica, de plausibilidad
psicológica‖ (Eco, Apocalípticos e integrados, 223). Eco advierte que este tipo de
novela se transforma en una máquina que redundante y reiterativamente produce
gratificaciones, un estímulo que no puede dejarse en manos del lector a quien se le
entrega una solución que espera, por lo tanto —agrega— el lector no debe hacer nada
para que se verifique el desenlace consolatorio, pues ―todo queda en manos de la
novela, máquina de soñar gratificaciones ficticias‖ (Eco, El superhombre, 24).
Recuérdese que Martín Rivas fue publicado por entregas, al modo de un
folletín, en el Diario La Voz de Chile entre el 7 de mayo y el 18 de julio de 1862.
Fundado por don Manuel Antonio Matta. Este periódico, reconoce Blest Gana, estaba
destinado a propagar y a defender ―los principios liberales‖, mérito más que suficiente
para dedicarle esta novela que define como una obra ―simbólico-alegórica‖, con
pretensiones ―fundadoras‖, al decir de Sommer (2004). En tal sentido, Lucía Guerra
propone situar la narrativa de Blest Gana ―en un contexto más amplio… que también
podría dar importantes claves para el estudio de la tendencia realista chilena dentro
de su contexto histórico, social y filosófico‖, y ―con el desarrollo económico de la
época y el ascenso de la burguesía plutocrática‖ (Guerra, 29)15. En la dedicatoria, el
novelista explicita su proyecto de escritor liberal y la condición modélica y doctrinal
de Martín Rivas en tanto ―máquina de soñar gratificaciones‖. Expresamente, Blest
Gana afirma que construye a Martín Rivas como un ―protagonista digno de imitarse‖,
vale decir —en términos de Eco—, como un personaje típico que haga posible ―una
relación de goce entre el personaje y el lector‖ quien, en el proceso de la lectura,
llevará a cabo un ―reconocimiento (o una proyección) del personaje‖ como ejemplo
para sí mismo (Apocalípticos e integrados, 221). Este reconocimiento que se verifica
en el lector como eje de la recepción está fundado en una afinidad de intereses no
ajenos a la estrategia de la consolación de los textos folletinescos. Blest Gana en la
referida dedicatoria sostiene que Martín Rivas ha sido creado para representar ―un
culto inalterable a las nobles virtudes del corazón‖, virtudes entre las que se cuentan:
la sentimentalidad que lo inclina hacia el amor, el bien, el desinterés por el dinero, la
lealtad (Martín Rivas, 14, la cursiva es nuestra).
Siguiendo a Eco, puede afirmarse que en Martín Rivas rige la
convencionalidad de compensar al lector de folletines con un desenlace gratificante,
justo como él lo deseaba y lo esperaba. La estrategia de la consolación en esta novela
conducirá a que Martín, huérfano y provinciano, reciba la protección de don Dámaso
Encina; que supere las diferencias económico-sociales y las conflictividades
15
Montes Capó es explícito al respecto: ―Como retratista de época, el célebre autor chileno logra mostrar
el dinamismo del entramado social y los múltiples elementos que configuran la incipiente nacionalidad. Al
potenciar el carácter documental e histórico del texto literario, su obra cumple con la función de describir y
analizar objetivamente la sociedad que le tocó vivir‖ (Montes Capó, 13). Respecto de la pertinencia de
calificar como ―realista‖ o ―romántica‖ la narrativa de Blest Gana, Cfr. M. Engelbert (2000).
45
Eduardo Barraza Jara
políticas, propias de la Revolución de 1851, así como los obstáculos propios del amor
imposible, pues Blest Gana lo ha creado, justamente, para que supere impedimentos
como esos: ―Martín se miró maquinalmente a un espejo y se encontró pálido y feo,
pero antes que su pueril desaliento le abatiese el espíritu, su energía le despertó como
avergonzado y la voluntad le habló el lenguaje de la razón‖ (Martín Rivas, 29-30, la
cursiva es nuestra).
Por lo mismo, no extrañará asistir a un desenlace gratificante que compensa o
premia las virtudes del protagonista: Martín marchará hacia un exilio transitorio en
Lima cabalgando protegido por el poder de los Encina. Su rol es actuar como un
intermediador del mundo histórico, social y sentimental, cualidades no siempre
presentes en los personajes de Blest Gana. Como ―modelo a seguir‖, Blest Gana nos
propone un verosímil valórico que blanquea o transparenta el origen del dinero por
parte de la nueva burguesía desde el momento que don Dámaso Encina, luego de una
especie de raconto del narrador, en el Capítulo II (Martín Rivas, 19-23), reconoce
tácitamente que obtuvo su capital defraudando al padre de Martín y, por ello, se
redime de su pasado (y de su fortuna), acogiendo a un joven pobre en su casa. Tal es
uno de los pactos narrativos que propone esta novela a sus lectores. Como en el caso
de La Aritmética en el amor, se trata de que en Martín Rivas el lector se reconozca en
esas costumbres16 y valide el ―carácter edificante de la novela‖ en términos de una
moral laica, realista y racionalista —que no renuncia a un lirismo sentimental de cuño
romántico— dentro del statu quo imperante en el que habría emergido ―una burguesía
honesta… y virtuosa reafirmando la estructura económica que hizo de Chile el país de
la polarización de la riqueza‖ (Guerra, 45).
Es así como Martín —a pesar de sus reiteradas afirmaciones respecto del valor
del dinero en la sociedad— se va a enamorar de Leonor Encina porque ella es —como
examina Sarlo— ―hermosa y adinerada‖17 y, por lo tanto, representa el clásico tópico
del ―amor que triunfa sobre lo imposible‖, conflicto que resulta literariamente
interesante para todo lector. Su contratipo es Edelmira Molina, ―hermosa pero pobre‖
por lo que no será correspondida por Martín en quien se cumple una máxima realista,
16
El jurado que adjudicó el premio a La aritmética en el amor valoró un verosímil fundado en el
―carácter moral y edificante‖ de la novela, por cuanto concluye que ―El autor ha conseguido resaltar la
fealdad del egoísmo y la belleza de la virtud haciendo pasar delante de sus lectores un cierto número de
personajes que simbolizan la degradación o la elevación moral‖ (Silva Castro, 34).
17
―Magnífico cuadro formaba aquel lujo a la belleza de Leonor, la hija predilecta de don Dámaso y de
doña Engracia. Cualquiera que hubiese visto aquella niña de diez y nueve años en una pobre habitación,
habría acusado de caprichosa a la suerte por no haber dado a tanta hermosura un marco
correspondiente. Así es que al verla reclinada sobre un magnífico sofá forrado en brocatel celeste, al mirar
reproducida su imagen en un lindo espejo al estilo de la edad media, y al observar su pie, de una pequeñez
admirable, rozarse descuidado sobre una alfombra finísima, el mismo observador habría admirado la
prodigalidad de la naturaleza en tan feliz acuerdo con los favores del destino. Leonor resplandecía
rodeada de ese lujo como un brillante entre el oro y pedrerías de un rico aderezo‖ (Blest Gana, Martín
Rivas, 22, las cursivas con nuestras).
46
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
pragmática, ya anticipada en La aritmética en el amor cuando se afirma ‗quien nace
pobre debe buscar la riqueza mediante una buena dote‘18.
Como señala Montes Capó, Martín es ―portador de la ley que sanciona toda
relación que pueda surgir entre los ámbitos de la alta burguesía y el medio pelo‖ (17),
de manera tal que todo debe ajustarse a un orden estamental. Por lo mismo, Martín
capitaliza ante los Encina su acción de librar a Agustín de un falso matrimonio que
habría de unirlo a ―una china‖. No le serán ajenas las ideas liberales de Rafael San Luis,
pero solo saldrá herido del motín del 19-20 abril de 1851 momento en donde recibirá la
protección de los Encina y la confirmación del amor que Leonor siente por él. Como
corolario de esta aventura de un ―provinciano en Santiago‖ no extrañará asistir a un
desenlace gratificante que compensa o premia las virtudes del protagonista: Martín
marchará hacia un exilio parcial en Lima cabalgando bien aprovisionado y protegido
(Martín Rivas, 425-426)19. La condición de actuar como un mediador entre el mundo
histórico, social y sentimental la expresa el propio Martín en una carta dirigida a su
hermana, texto que actúa como verosímil realista en el que se despliega la voz
sentimental y folletinesca del protagonista, contenida hasta entonces por el control del
narrador básico20. En este epílogo, Martín, luego de su regreso de Lima, da cuenta de su
sentimentalidad, resume las varias peripecias que ha experimentado en la capital y
describe un mundo re-ordenado, vuelto a su sitio, tal como debe ser: Matilde, Edelmira
18
Tal máxima pareciera aplicable solo para el caso de los hombres pobres como Martín, por cuanto Rafael
San Luis se refiere con sorna a que Adelaida Molina ―cultiva en su pecho una ambición digna de una
aventurera de drama: quiere casarse con un caballero… un hijo de familia es el tipo de la perfección‖
(Blest Gana, Martín Rivas, 48). Situación similar al respecto se advierte en La aritmética en el amor
(Capítulo XI: 81-84).
19
―Nosotros trabajaremos acá por ti, querido —díjole Agustín—; ten cuidado no más que no te atrapen
antes de salir de Valparaíso. El mozo que te acompaña lleva una maleta para ti con un ligero equipaje; allí
encontrarás cartas de recomendación para ciertos comerciantes de Lima, amigos de papá, y además los
realillos que necesitas para los gastos de viaje y los primeros que tengas que hacer en Lima; lo demás está
previsto en las cartas de que te hablo; vamos, todavía adiós, y buena fortuna; ¡en ruta!‖ (Blest Gana,
Martín Rivas, 425-426). Al respecto, D. Sommer destaca que: ―Las relaciones amorosas y sus finales
generalmente felices actúan como representaciones en las que el erotismo y el nacionalismo se convierten
en figuras recíprocas y en las que la relación retórica entre la pasión heterosexual y los estados
hegemónicos funciona como mutua alegoría‖ (Sommer, 48).
20
―Cinco meses de ausencia, mi querida Mercedes, parece que en vez de entibiar han aumentado el amor
profundo que alimenta mi pecho. He vuelto a ver a Leonor, más bella, más amante que nunca. La
orgullosa niña que saludó con tan soberano desprecio al pobre mozo que llegaba de una provincia a
solicitar el favor de su familia, tiene ahora para tu hermano tesoros de amor que le deslumbran y hacen
caer de rodillas ante su mirada angelical. Son los mismos ojos cuya mirada bastaba para hacerme palidecer
los que me prestan ahora sus divinos fulgores para lanzar mi alma palpitante en las indefinibles regiones de
la pasión más pura y más ardiente a un mismo tiempo; es la misma frente majestuosa que se inclina ahora
ante mis ojos con la poética sumisión de amorosa solicitud; los mismos rosados labios, desdeñosos antes,
que ahora me sonríen y articulan los castos juramentos que afianzarán nuestra unión; es, en fin, querida
mía, la bella, la imponente Leonor de antes, transfigurada por la misteriosa influencia del amor‖ (Blest
Gana, Martín Rivas, 426). Se trata aquí de un lirismo sentimental en el que Martín habla por sí mismo,
con independencia del narrador no distante del lírico concepto del amor que se expone en el capítulo II de
La Aritmética en el amor (7-13).
47
Eduardo Barraza Jara
y Adelaida se han casado con sus respectivos interpares y don Dámaso Encina le ha
encomendado la dirección de sus asuntos financieros. En el fondo, la novela traza la
configuración de un mundo ―moderado‖ —aunque superior al de una aurea
mediocritas— donde el dinero es lícito y el amor supera la carencia del dinero. En suma,
Martín Rivas es el trazado de una sociedad en que los ―honrados —e inobjetados—
tejedores políticos‖ como don Dámaso Encina están al frente de la cuestión política y
de la economía de la nación. Por lo mismo, la distancia que alcanza Blest Gana frente a
los folletinistas de su época provoca una tendencia a excluir ese estilo en este novelista,
o aluden a ello de manera indirecta en términos que recuerdan a los de Eco respecto del
folletín, cuando se afirma que en Martín Rivas ―La imaginación colectiva, con buen
instinto, ha abstraído aquello que satisface sus aspiraciones de felicidad, es decir,
historia de amor de un joven pobre que vence la resistencia de una joven rica y
desdeñosa… un cuento de hadas donde las expectativas del bien y de la felicidad se
realizan conforme a la moral ingenua‖ (Goic, 45).
IV. COROLARIO: DE MARTÍN RIVAS A CARLOS DÍAZ
La tendencia a no aludir al folletín como partícipe de la narrativa de Blest
Gana –a lo más calificar como nouvelles sus novelas cortas (Araya, Alberto Blest
Gana, 164)— opera igualmente respecto de El loco Estero (1909), novela en el que
se hace presente la condición modelizante de Martín Rivas. La historia del ―loco‖
Estero conserva los rasgos de la novela popular, pero aligera la acción reduciendo las
descripciones a un realismo básico que no dilata el curso de la intriga y adquiere
algún rasgo teatral que Blest Gana había practicado tempranamente en El jefe de la
familia (1858). No obstante, la valoración de esta novela ha radicado, más bien, en
destacar preferentemente su valor anecdótico, sentimental, costumbrista, histórico o
autobiográfico, poniendo de relieve la reiteración de una ―estética del triángulo‖ cuya
matriz de sentido es el amor y el dinero (Araya, Alberto Blest Gana, 177), cuando no
la ―locura‖ (Kottow, 2014; Cid, 2010). Si bien el motivo del triángulo amoroso es
una constante en Blest Gana —a diferencia de Martín Rivas— el novelista incorpora,
aquí, el factor político como un elemento que participa decisivamente en el conflicto
sentimental. La historia de El loco Estero está situada en 1839 y evoca uno de los
momentos histórico-políticos en los cuales se manifiesta un desplazamiento o
exclusión del protagonismo liberal para cuya simbolización se opta por la figura de un
―liberal‖ acusado de ―loco‖ y que, por que lo mismo, está impedido de reclamar por
su reivindicación política y social. Sin embargo, la valoración de esta novela, según se
expresa en la contraportada de una de sus ediciones (1997), opta por destacar sus
tradicionales aspectos costumbristas que sirven de marco para desarrollar una trama
sentimental propia del amor impedido. Por lo pronto, poco se observa que la
celebración de la victoria de Yungay en El Loco Estero no pasa más allá de una
anécdota, de un incidente introductorio a la trama (o tramas) que el texto lleva
consigo. Carlos Díaz y Deidamia Linares están ligados por un motivo amoroso de
48
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
signo folletinesco: son jóvenes enamorados no separados estrictamente por el dinero,
sino, más bien, por un factor político, por cuanto su tía pretende casarla con un
subteniente —sobrino de su amante que es Mayor de Policía— afianzando con ello su
participación en el poder político que rige Diego Portales, aunque sea a nivel familiar
y sentimental. De este modo, Díaz debe superar obstáculos políticos guiado por un
sentido común de justicia. Su propósito es corregir un abuso de poder en que han
incurrido doña Manuela y su aliado al encerrar a su hermano acusándolo de locura
para privarlo de su herencia que gasta en la ―empresa liberal‖ y, luego, superar
obstáculos sociales y sentimentales, pues, siendo correspondido por Deidamia, doña
Manuela lo ve como un sujeto de una clase inferior.
En suma, más allá de asociarlo con el tipo del roto chileno (Salmon, 1973), la
verosimilitud de Díaz radica en que el lector le dé crédito a su existencia
―ejemplarizadora‖. A diferencia de Martín Rivas, no se sabe con precisión su origen
(―soy hijo de familia‖, dirá a un sereno, 213), ni su educación, y aunque se diga que
ha estudiado latín en el Instituto Nacional de entonces, no pertenece ni a la clase
social de los Estero ni a la de los vecinos Cunninghan o Topín, pero actúa sagazmente
como mediador, aliado de la buena causa liberal y objeto protagónico de narración.
Díaz suple las carencias de su adscripción social con una agudeza de ingenio que le
permite denunciar una injusticia político-social. Por consiguiente, el rol del ―nato‖
Díaz —similar al de Martín Rivas— es contribuir al desenmascaramiento y
restitución de un orden social y político en donde los liberales aparecían al margen
del poder y eran calificados como exaltados, ―locos‖ y beligerantes. De ahí que la
base política de la intriga, rivalidad explícita entre liberales y conservadores, deviene
en una trama sentimental: Díaz denuncia, también, la infidelidad de Manuela Estero,
quien muere motivada porque su amante se casará con una joven adinerada. En
términos de Sarlo: violar las normas del matrimonio no permite regresar al orden ―por
el camino del arrepentimiento o dolor” (118).
En consecuencia, el desenlace del relato básico responde a la norma
sentimental/folletinesca, ya presente en Martín Rivas. Según el imaginario popular,
Carlos Díaz —un agente sin mayor relevancia social— restablece la verdad de este
estado de conflictividad sociopolítica a nivel familiar y será integrado a la familia de
los Estero, con ello se entrega al lector un desenlace feliz, a su medida. Por esta vía,
El loco Estero reproduce el canon de la novela popular por cuanto, el protagonista, de
filiación más bien picaresca, es recompensado con un ascenso social en la medida
que pone en evidencia que ―el liberalismo no es una locura política‖, de modo tal que
satisface las expectativas del lector: el héroe asciende, se casa con una mujer de una
clase social diferente a la suya y es recompensado, además, con una gratificante dote
de ―dos casas‖ que le hereda su protector (326).
En términos de Beatriz Sarlo, en la novela sentimental la felicidad ocurre
cuando se produce una ―conciliación entre el orden de los deseos y el orden moral y
social, de ahí que en la novela popular la felicidad tiene su base en soluciones
imaginarias o en utopías romántico-realistas que proporciona la novela
49
Eduardo Barraza Jara
folletinesca/popular, la que postula la superación de los obstáculos y el ingreso a un
mundo sometido al ―imperio de los sentimientos‖, cuyos márgenes son los de un
―horizonte económico y sentimental próximo y accesible‖ y cuyas leyes son las de la
pax matrimonialis (111) ―que supone la tranquilidad económica en el marco de la
dependencia, la honorabilidad y la prolongación virtuosa de la especie‖ (115).
En síntesis, ―Desde que un día leyendo a Balzac‖ se instituye como una frase
enigmática por cuanto Blest Gana no explicita cuáles son sus nexos con el novelista
francés ni cómo programa o lleva a cabo en su propia narrativa las propuestas del
autor de La comedia humana (1842). Juan Poblete sostiene que Blest Gana esperaba
conciliar ―moral y dinero en el espacio concreto de la ficción en venta en el mercado
nacional. Aunque nunca llegó, ni mucho menos, a hacerse rico con los dineros
producidos por la venta de sus novelas…, alcanzó apreciar la diferencia que el éxito
comercial podía significar en términos pecuniarios, sin tener que sacrificar ninguno
de sus objetivos de moralización nacional‖ (Poblete J., 57). No obstante, la alusión a
Balzac implica un desafío para la crítica, la historiografía y el canon de la literatura
chilena que bien puede ser abordado contando con una edición de sus obras
completas, la que se habría hecho en forma parcial en Argentina con motivo del
primer cincuentenario de la muerte del novelista (Buenos Aires: El Ateneo: 1970). A
no dudarlo, esta visión de conjunto pondría de relieve —como dice Eco— que
―Además de su vocación populista, la dinámica incitación-solución (o mejor dicho,
provocación-paz mediante la sucesión de las acciones a partir del dinamismo
peripecia-revelación-catarsis) convierte a la novela popular en todo un repertorio de
denuncias de las graves contradicciones de la sociedad y, al mismo tiempo, en un
repertorio de soluciones consolatorias a las crisis‖ (Eco, El superhombre, 23), según
se percibe principalmente en Martín Rivas y su réplica en El loco Estero. En
consecuencia, un análisis de acuerdo con estos principios, permitirá poner de
manifiesto la competencia —o programa narrativo— de un novelista según opte,
acate o transgreda los géneros asociados al canon de la novela folletinesca de filiación
histórica tradicional o de la nueva (o reciente) novela histórica. La vida literaria de
los pueblos está sujeta a las vicisitudes de su existencia política y social, anticipaba
Blest Gana en su discurso de 1861. Según hemos examinado a propósito de esta
narrativa inaugural, la conflictividad de un motivo como el ―amor impedido‖, propia
del folletín, actúa textualmente como contrapunto imaginario e historiográfico de las
relaciones entre el Texto y la Nación en el siglo XIX.
Universidad de Los Lagos*
Departamento de Humanidades y Artes
Av. Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
[email protected]
50
Novela/folletín en la narrativa fundacional de Alberto Blest Gana
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Mundial. Capítulo Universal N°16. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina, 1969.
52
53-70
DEFINIENDO UNA ANTROPOLOGÍA PARA EL CRIMINAL EN EL
CHILE FINISECULAR (SIGLOS XIX-XX)
Defining an anthropology for criminals at the turn of the century Chile
(XIX-XX centuries)1
Marco Antonio León León*
Resumen
Este estudio busca rescatar el papel del pensamiento antropológico criminal en Chile en
la construcción de una nueva imagen del criminal urbano. En tal sentido, se argumenta que las
ideas de Lombroso y Bertillón habrían otorgado un respaldo ―científico‖ a prejuicios que
estigmatizaban a grupos específicos de la población en las ciudades, como eran los sectores
populares. Igualmente, en un período cronológico que abarca desde fines del siglo XIX hasta
mediados de la centuria siguiente se puede apreciar cómo los planteamientos centrales de este
nuevo saber criminológico habrían ayudado a justificar los criterios y medidas de las
autoridades, tendientes a definir una política de defensa social basada en la caracterización de
un ―enemigo común‖, identificable ahora a partir de un registro fotográfico que retrataba
asimismo su malsana naturaleza interior, como también por determinados rasgos físicos que
revelaban su predisposición biológica al mal.
Palabras clave: Antropología criminal, Antropometría, Bertillonage, Criminología, Identificación.
Abstract
This study seeks to analyze the role of the anthropological depiction of crime in Chile
for the construction of a new image of the urban criminal. Accordingly, it is argued that notions
of Bertillon and Lombroso would have given ―scientific‖ support to prejudices that stigmatized
specific population groups in the popular sectors of the cities. Also, in a chronological period
from the end of the 19th century until the middle of the next century, we can see how the main
ideas of this new criminological approaches would have helped to justify the criteria and
measures taken by the authorities to define a social defense policy based on the characterization
of a ―common enemy‖. This was now identifiable from a photographic record that depicted his
unhealthy inner nature, as well as certain physical features that revealed his biological
predisposition to evil.
Key words: Criminal anthropology, Anthropometry, Bertillonage, Criminology, Identification.
INTRODUCCIÓN
Las ideas penales surgidas de la modernidad ilustrada intentaron desde
temprano no solo disminuir los actos delictivos, sino además tratar de entender las
causas que le daban sentido y proyección a los crímenes en ciudades y zonas rurales
1
Este trabajo forma parte del Proyecto Fondecyt Nº 1140777 (2014-2016).
Marco Antonio León León
(Anitua, 13-32). Paulatinamente se comenzó a plantear la necesidad de estudiar al
criminal, pues al hacerlo se desentrañaban sus intenciones y se podía, idealmente,
desincentivar sus acciones futuras. Fue allí donde partió una nueva concepción de
cómo debía enfrentarse el delito y el crimen, el delincuente y el criminal; apelando ya
no solo a la sanción o represión de conductas, sino también a la posibilidad de acabar
con ellas, de enmendarlas o regenerarlas, que fue el término que logró más aceptación
a medida que avanzó el siglo XIX. Por supuesto, si se toma en cuenta el desarrollo de
estas ideas y propuestas, que iban unidas al filantropismo de los ilustrados y a quienes
deseaban reformar el carácter y organización de las prisiones, es posible darse cuenta
que se iniciaba una nueva disciplina acerca del tema, la que encontró acogida entre
sus contemporáneos, aunque fue conceptualizada varias décadas más tarde. Nos
referimos en concreto a la criminología, saber abocado al estudio del crimen y el
criminal que en una primera etapa, desde mediados del siglo XVIII y hasta la primera
mitad del XIX, estuvo centrada en el libre albedrío y en la necesidad de establecer una
proporción entre las penas y los delitos cometidos. Dicha mirada al mundo del crimen
y de los criminales fue denominada como clásica para contraponerla al desarrollo y
posterior consolidación de otra mirada criminológica avanzada la centuria
decimonónica, caracterizada como positivista, por la influencia de las ideas de
Auguste Comte en ella, aunque involucrara planteamientos antropológicos,
evolucionistas y raciales definidos previamente.
Con los aportes de la criminología positivista la política criminal, encaminada
a la defensa social desde mediados de la centuria decimonónica, logró un respaldo
más ―digno‖ y ―respetable‖ ante la colectividad, pues ya no se basó en simples
prejuicios relativos a determinados grupos sociales, sino que ahora encontró en la
ciencia un soporte para justificar sus diversas acciones y argumentos (Becker y
Wetzell, 2006). Al negar toda racionalidad a los comportamientos de sujetos y
colectividades específicas, tildados como anormales, aumentó la distancia entre el
hombre normal, obediente y trabajador, respecto de aquellos que atacaban el orden
político y legal, legitimándose así las medidas radicales en el tratamiento de la
delincuencia y de los grupos considerados peligrosos (Del Olmo, 28-31). Así se fue
gestando un cambio en la construcción antropológica del sujeto criminal, que en la
perspectiva de la criminología clásica podía involucrar a cualquier persona que, en el
uso de su libre albedrío, terminaba transgrediendo la normatividad por diversas
razones, que iban desde lo personal, pasando por lo social, hasta lo sicológico. El
determinismo de la criminología positivista, en cambio, o de la antropología criminal
como también se le denominó, redefinió a ese sujeto criminal, respaldando el
conjunto de aprehensiones que tanto las autoridades políticas-gubernativas como las
elites urbanas tenían respecto de los sectores populares. Por ello, en no pocas
oportunidades, la ―cuestión social‖ que caracterizó al período de tránsito desde el
siglo XIX al XX en Chile, se vinculó igualmente a una ―cuestión criminal‖, lo que
encontraría proyecciones en las décadas siguientes.
54
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
EL CRIMINAL Y SU NATURALEZA
Si existía una ciencia natural que ayudaba a comprender el mundo y sus
dinámicas, debía estar presente asimismo una ciencia que se encargara de resolver o
adelantar los posibles problemas que una sociedad en transición, desde lo tradicional a
lo moderno, podía experimentar. La solución de dichos inconvenientes sociales y
económicos se convirtió en un tema de estudio, pero más que buscar causas en la falta
de políticas gubernamentales o en la gestión de las autoridades locales, se visualizaron
como responsables a determinados grupos urbanos, marcados por su pobreza y
marginación de lo que se entendía en el siglo XIX por una vida ―civilizada‖. Esos
eran los sectores populares, cuyos comportamientos habían sido cuestionados desde
hacía siglos, pero que ahora se veían, por su proclividad, a caer en vicios que
derivaban en delitos, como sujetos-objetos de una ciencia que debía concentrarse en
ellos, analizarlos, clasificarlos y, de ser posible, regenerarlos. Esa fue la lógica que
estuvo detrás del nacimiento de la antropología criminal como un saber de
identificación, diagnóstico y experimentación, cuya principal materia prima eran los
delincuentes y criminales surgidos del bajo pueblo urbano.
Esta nueva forma de conocimiento fue usada como una disciplina indicativa
para individualizar a los potenciales agresores de la propiedad, a los socialmente
peligrosos. Se ofreció así como un saber práctico (una pedagogía) necesaria a la
política de prevención y represión de los criminales y fue utilizada, en distintos
niveles, por jueces y policías. Por supuesto, detrás de dicha política de defensa
social se encontró el miedo social que tampoco era nuevo, pero que igualmente
tuvo renovadas formas. El crecimiento urbano y la industrialización habían
generado una nueva marginalidad, la de los grupos proletarios, a quienes se les
asociaba con una peligrosidad derivada del propio desarrollo económico capitalista
que provocaba desigualdades en la distribución de la riqueza. De ahí el temor a que
estos grupos se rebelaran y atentaran contra la vida y patrimonio de los
privilegiados (Chevallier, 1978).
Se aprovechó asimismo la identidad conflictiva atribuida a los obreros
(proletarios-pobres-criminales) por las elites y se intentó definir a las clases peligrosas
como naturalmente distintas de las trabajadoras, atribuyendo a las primeras la
cualidad de ―degeneradas‖ y a las segundas la cualidad de ―útiles‖. En ello cobró un
papel fundamental la estadística, que cuantitativamente demostró cómo el grueso de
los perpetradores de delitos provenía de los sectores sociales más bajos de la sociedad.
En consecuencia, la antropología criminal elaboró su propio marco de
interpretación del delito y los delincuentes, ocupando como principio básico la
utilización del método científico para probar que sus acercamientos al estudio de la
criminalidad eran empíricamente verificables (León León, 2003). Esta tuvo su origen
en la Italia de mediados del siglo XIX y fue concebida a partir de la disección craneal
que el italiano Cesare Lombroso (1835-1909) practicara a un célebre criminal:
55
Marco Antonio León León
Villela. Tal operación le permitió observar ciertas anomalías que lo llevaron a pensar
que el delincuente presentaba atavismos antropológicos que no solo lo identificaban
como tal, sino además lo vinculaban con los hombres primitivos, portadores del
instinto salvaje de los animales (Peset, 154-164).
La publicación de su principal obra, El hombre delincuente, en 1876, sintetizó
y consolidó dichas afirmaciones. Como sostiene una investigación reciente, en buena
medida ―parte de la fama decimonónica de la antropología criminal se debió al
prestigio de la teoría evolutiva, y en este punto hay que señalar, sumada a la discutible
interpretación que Lombroso hace de Darwin, la idea de recapitulación propuesta por
el ―bulldog alemán‖ del segundo: Ernst Haeckel. Además, desde el campo científico
se generaban teorías cuyo cerrado determinismo se ajustaba perfectamente a los
postulados de Lombroso‖ (Da Re y Maceri, 101). Las teorías de Lombroso y sus
seguidores se expandieron a Italia, Inglaterra y a otros países, e inspiraron una
fascinación por el lazo entre la herencia y la conducta delictiva que apasionaría a los
científicos sociales al menos durante medio siglo (Herman, 124).
Si el estudio de los criminales era una ciencia, quienes se dedicaban o
acercaban a ella eran los ―nuevos profesionales‖ (criminólogos) de esta renovada
manera de mirar la realidad delictiva. Fue así como la terminología científica empezó
a adoptarse, empleándose conceptos como los de ―patología social‖, ―enfermedad‖,
―contagio‖, ―laboratorio‖, ―actividad terapéutica‖; solo por mencionar a los más
conocidos. De acuerdo con el ―diagnóstico‖ de Lombroso, los criminales tenían una
condición atávica que venía en su carga hereditaria, condición que luego extrapolaba
a los pueblos no europeos los que, a su entender, ―eran menos evolucionados‖
colocándolos ―en el lugar casi de ancestros de la humanidad, para luego igualarlos
con los criminales‖ (Da Re y Maceri, 111). Si bien la antropología criminal había
surgido desde la medicina, su impacto fue mayor en el derecho, en especial al
momento de explicar las desigualdades sociales y las transgresiones a la ley.
Institucionalmente se apoyó en el régimen penitenciario que había logrado
consolidación en EE.UU., Europa y América Latina décadas antes (Salvatore y
Aguirre, 1996; Buffington, 2001; Piccato, City of suspects); creándose espacios
controlados e ideales para que los criminólogos desarrollaran su tarea de
identificación, así como de clasificación y estudio de los delincuentes.
Este saber criminológico no estuvo vinculado a un proyecto político
específico, pues fue asimilado por conservadores, liberales y hasta por el socialismo.
La responsabilidad moral, defendida hasta entonces por la criminología clásica, fue
reemplazada por una elevada dosis de determinismo, junto con un nuevo enfoque
terapéutico de la vida social. Esta nueva postura tuvo también como bandera de lucha
la reforma de los recintos carcelarios, los que ya no solo debían velar por la privación
de libertad en condiciones dignas, con instrucción y trabajo en talleres, sino además
encargarse de clasificar e incorporar a la población penal a los estudios de los
criminólogos. De allí que en la generación de conocimiento criminal se concibiera a
56
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
las prisiones como ―laboratorios‖ desde donde era posible llevar a cabo dicha tarea
(Salvatore y Aguirre, 169-193; Salvatore, 127-158)2. Con este mismo criterio, la
primera publicación chilena que dio cabida oficial a estas ideas, la Revista de
Prisiones, dependiente de la Dirección General de Prisiones (1889-1896), aclaraba en
uno de sus artículos que:
La escuela criminal positiva tiene por objeto, en el campo práctico, la
disminución de los delitos; en el teórico, se propone el estudio concreto del
delito como hecho natural y por eso es que estudia a quien comete el delito: al
hombre delincuente […] El criminalista como el médico de aquella antigua
escuela, ha debido ocuparse del delincuente como del enfermo. No basta curar
al delito sino al delincuente y he ahí lo que busca y pretende la escuela
positivista, que se levanta contra las teorías de la escuela clásica (Revista de
Prisiones Nº1 1889: 45-46).
Los problemas de esta ―ciencia del criminal‖ era que trataba de convertir los
supuestos en verdades, o las hipótesis en certezas, pues partía de la base de que los
criminales respondían a causas similares, olvidando contextos geográficos, sociales y
familiares. Muchas de sus conclusiones provenían de los delincuentes encarcelados
que se prestaban con facilidad para sus indagaciones, lo que significaba fundar gran
parte de sus argumentos y conclusiones en la equiparación entre delincuentes y reos,
afectando con ello a los futuros diagnósticos y predisponiendo a los criminólogos para
asociar conductas similares a medios o escenarios disímiles. La realidad, vista así, era
obvia: el encarcelado era el ―conejillo de indias‖, mientras el observador era el
―científico‖ y la cárcel el ―laboratorio social‖.
LA ANTROPOLOGÍA CRIMINAL COMO ―CIENCIA DE OBSERVACIÓN‖
La criminología comenzó a darle un rostro al criminal, un carácter concreto,
pues era posible examinarlo, describirlo y hasta medirlo. Dejó de ser un ente abstracto
para convertirse en un referente de lo inadecuado y lo grotesco, idea que, gracias a la
invención y masificación de la fotografía desde mediados del siglo XIX, pudo ahora
ser explicitada y difundida por los diversos medios de prensa que paulatinamente
comenzaron a abandonar los grabados y dibujos y a incorporar fotografías a sus
ediciones. Este saber se enriqueció, circuló y se volvió más complejo, a la par de
retomar los prejuicios ya existentes acerca de los grupos bajos. Le entregó un
soporte ―científico‖ a prejuicios que no eran nuevos y que incorporaban además
algunas consideraciones respecto de la influencia del medio social en las conductas
2
Esas fueron, entre otras, las discusiones planteadas en los Congresos de Antropología Criminal
desarrollados en Roma (1885) y París (1889). Un ejemplo de la repercusión de estos planteamientos en
América Latina se encuentra en Salvatore y Aguirre, 169-193; y en Salvatore, 127-158. No obstante,
Salvatore confunde el discurso reformista penitenciario, muy anterior a la antropología criminal, con
algunas propuestas de esta para usar las prisiones como laboratorios de investigación social-criminal.
57
Marco Antonio León León
de los criminales, su falta de intelecto y de buenas costumbres; aspectos
subordinados al criterio principal de que el aspecto y rasgos físicos de los mismos
evidenciaban no solo su extracción social, sino además un problema más profundo:
una carencia o interrupción de su etapa evolutiva (Zimmermann, 23-46; Piccato, La
construcción, 133-181; Aguirre, 2005).
En función de lo expresado, se entiende que los criminales, o quienes se
acercaban a serlo, debiesen ser identificados o registrados con más precisión. Había
que describirlos, pero de una manera certera, pues ya no bastaba el reconocimiento
personal, la mutilación o las marcas corporales como señas distintivas, sino que en
sociedades más complejas la individualización se volvía algo complicado. De ahí la
opción por la fotografía, en un principio, y después por la medición de los miembros,
la descripción del color de los ojos, el perfil de la cara, la nariz, los labios, la
dimensión de la frente, el mentón y cualquier otra señal que pudiera caracterizar a este
sujeto-objeto de estudio.
El criminal exhibía síntomas patológicos específicos que Lombroso y sus
seguidores catalogaron como propios de una conducta ―antisocial‖, porque
erosionaba la estructura y necesidades de la sociedad moderna. ¿Era posible distinguir
a estos antisociales de los ciudadanos ―normales‖? De acuerdo con este autor, existían
ciertos rasgos físicos o ―estigmas‖ que revelaban el atavismo de un criminal nato.
Entre ellos una frente baja y curva; ojos duros y evasivos; orejas grandes con forma
de manija; una nariz plana o curvada hacia arriba y una mandíbula prominente;
grandes incisivos medios; pies prensiles y brazos largos y simiescos; una barba escasa
y calvicie. Asimismo, se decía que los ladrones tenían narices ―negroides‖, torcidas o
planas; los homicidas rectas y aguileñas y los violadores cejas pobladas. Lombroso
agregaba que el criminal nato, al igual que el salvaje, era insensible al dolor y tenía
tendencia a la venganza, la pereza y la traición.
Para los antropólogos criminales, el delito no podía reducirse a una definición
jurídica ni tampoco se podía aceptar que fuese el producto de un acto voluntario.
Existían factores que explicaban las conductas delictivas y que debían ser
investigados. Tal determinismo encerraba una teoría que llegaría a cobrar aceptación
con los años y que sostenía que la criminalidad tenía un fundamento natural, es decir,
que el crimen era el resultado de causas bioantropológicas (Horcasitas, El
determinismo biológico, 99-126). Por tal razón, contradiciendo lo sostenido por la
criminología clásica, había una diferencia fundamental entre el hombre delincuente y
las personas ―normales‖:
―El profundo determinismo biológico de Lombroso le hace negar que los
criminales tengan alguna posibilidad de elegir. Para él, los criminales natos
delinquen obligados por su naturaleza primitiva y atávica, mientras que otro
grupo lo hace empujado por factores extrabiológicos (la falta de educación, la
pobreza, la marginación, etc.) y, en consecuencia, jamás pueden elegir‖ (Da Re
y Maceri, 93).
58
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
Los progresos obtenidos por las ciencias naturales en el siglo XIX mostraron la
importancia de contar con un método científico. Entre el mundo físico y el mundo
social, se suponía, existían leyes comunes y, como tales, cognoscibles por medio de
un método común. Ello fue lo que llevó a una interpretación mecanicista de la
sociedad. Así, a la idea de un libre albedrío se opuso un férreo determinismo
biológico, pues el crimen tenía una causa antropológica anterior a cualquier definición
jurídica (debido a la distinta conformación del cráneo, un cromosoma anómalo, etc.).
De ahí que fuese preciso un método experimental que, basado en la experimentación
y la observación, estableciera las leyes que regían el comportamiento criminal. Acto
seguido vendría la clasificación de los mismos y el examen detallado de las causas de
sus conductas delictivas (Blanckaert, Des savages, 70). No obstante, era complicado
tratar de entender si en verdad algunos individuos (hombres, mujeres y niños)
estaban predeterminados para delinquir, como tampoco era fácil explicar quiénes
tenían alguna posibilidad de ser regenerados.
De acuerdo con lo planteado por Beatriz Urías Horcasitas, las teorías
antropológicas referentes a las razas en México estuvieron marcadas solo
marginalmente por el positivismo criminológico italiano, pues estas eran anteriores a
él, junto al hecho de que tal postura fue rechazada por los círculos antropológicos
(Horcasitas, Indígena y criminal, 145-166; Blanckaert, Lógicas da antropotecnia,
145-156)3. En Chile, tal panorama es menos claro, pues no hay evidencias de una
aceptación o rechazo general a los planteamientos positivistas por parte de los
antropólogos, quienes por lo demás, para inicios del siglo XX, estaban más
preocupados por rebatir la teoría de una supuesta homogeneidad racial chilena,
defendida por los cronistas coloniales y Diego Barros Arana en el siglo anterior. Tal
argumentación fue descartada con fuerza por Ricardo E. Latcham desde 1911
(Orellana, 22-23)4. En lo que respecta a Lombroso y la antropología criminal, no
hemos encontrado menciones, las que son más evidentes y numerosas fuera del
ámbito antropológico, según veremos.
En no pocos análisis pertinentes a la materia realizados por contemporáneos,
especialmente médicos y juristas, se solían combinar las dimensiones
antropológicas, biológicas y sociales del problema criminal, dándose énfasis en
algunas oportunidades a las condiciones de vida como determinantes de conductas
delictivas:
3
Según la autora, tampoco en Francia ni en Alemania el positivismo criminológico fue recibido de manera
convincente por los antropólogos. En México habría ocurrido algo similar, siendo recibido solo por los
juristas. Para el caso de Brasil, sabemos del anatomista Léonce Manouvrier como alguien contrario a las
ideas lombrosianas (Blanckaert, Lógicas da antropotecnia, 145-156).
4
Los estudios que analizan el desarrollo de la antropología en Chile en este período son, por lo general,
escasos. Una visión panorámica, de donde hemos extraído la información citada, se encuentra en Orellana
(22-23). Obra que, pese a su título, contempla igualmente la evolución de la disciplina antropológica.
59
Marco Antonio León León
El medio social es una fuente prodigiosa de móviles más o menos fuertes que
contribuyen a imprimir caracteres variados en las acciones humanas. El
individuo tiene una tendencia marcada a hacer lo que ve; es esencialmente
imitador. De aquí la influencia benéfica o perniciosa del ejemplo. El hombre
recibe el primer germen de su individualidad posterior en el seno de su
familia; y es natural pensar que el buen contacto hará individuos buenos y
honrados, útiles para la sociedad en que vive; y que el mal contacto formará
caracteres malignos y dará frutos podridos. Además, por la ley de la
adaptación, se modelarán también organismos robustos como se modelarán
espíritus bien constituidos (Vergara Flores, 356).
Así igualmente lo hacían notar otros comentaristas, mostrando que no se
trataba de un juicio aislado:
La Antropolojía criminal, ciencia de observación, ha conquistado hasta hoy,
aclarándolo, gran parte del oscuro, estenso e incierto terreno de la
criminología; ha reducido a sus justos límites el tipo del criminal nato, i ha
invocado las causas sociales como necesarias, para la explicación de la
criminalidad. Quédale por fijar la solución de los problemas sociales
inherentes, i propender al estudio e implantación de una legislación adecuada
i universal; que, preservando a la Sociedad, combata i castigue el crimen, e
impida las injusticias que pueden cometerse por falta de reconocimiento
oportuno de los irresponsables (Beca, 16).
[Es preciso] abrir con prudencia nuestro derecho penal, nacido de la escuela
clásica, a los nuevos horizontes señalados por la escuela positiva, que
desenvuelve i completa a aquella, aplicando al estudio de los delitos i de las
penas el método experimental e inductivo, que ya ha dado extraordinario
impulso i desarrollo a las ciencias físicas i sociales i que sustituye a las
hipótesis abstractas el estudio profundo de los hechos. Debe, asimismo,
establecer un equilibrio equitativo entre los derechos individuales i sociales; i
tener presente, en lo posible, los factores naturales del delito i las categorías
antropolójicas i las condiciones sociales e intelectuales de los delincuentes i el
medio en que se han formado (Ministerio de Justicia Vol. 294, 1899 en
Fernández, 38).
En esta línea de razonamiento el orden social no era puesto en duda, pues,
todo lo contrario, este era legitimado y las responsabilidades se buscaban en las
condiciones de vida y en la natural peligrosidad del autor del delito:
…ora es la inclinación innata de defectuosa organización física i moral la que
impele instintivamente al hombre a la subversión de las leyes civiles i
naturales, ora la absoluta carencia e ignorancia de la moral cristiana la que
ciega al padre i no ve la horrenda pendiente en que él, i por su culpa, el hijo
tiene fatalmente que caer, abandonados como están a la mazmorra de los
vicios i al fango pútrido de las malas compañías (Barros Ovalle, II-III).
60
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
La criminología positivista, a pesar de reconocer en parte la influencia del
ambiente social respecto del crimen, como respuesta a los procesos de
urbanización, industrialización y masificación-despersonalización de los individuos
(Outtes, 7-29), terminó por explicar en forma ahistórica y apolítica la criminalidad,
pues partió del supuesto de que existían valores sociales determinados
naturalmente. Ignoró la mayoría de las veces el estudio de los procesos sociales
donde la ley penal era producida y modificada, olvidando las relaciones que unían
las reacciones sociales con la criminalidad y que hacían posible que una política
criminal fuese de cierta calidad y no de otra. Tal línea argumentativa ayuda a
explicar que el criminólogo positivista aceptara el statu quo legal. Esto no debe
extrañar si se piensa que Lombroso y sus discípulos negaban la idea de que los
criminales tuvieran conciencia de sus actos delictivos (o responsabilidad moral
como sostenía la criminología clásica), pues el delito, a su entender, era un
fenómeno determinado por causas biológicas que en el transcurso de la evolución
se transmitían de generación en generación hasta convertirse en atavismos.
Uno de los seguidores de Lombroso, Enrico Ferri (1856-1929), no solo
matizó y ayudó a difundir muchas de las ideas de la antropología criminal
(Rivacoba, 124-125)5, sino además mostró que tales planteamientos no estaban
concebidos solo para ser incorporados por las elites liberales europeas y
americanas, ya que igualmente otras ideologías progresistas como el socialismo
veían en su asimilación una estrategia para depurar los vicios y mejorar la condición
de vida de las clases trabajadoras. Tal situación encuentra un buen ejemplo en Chile
al confirmarse la visita de Ferri al país. A poco de terminados los festejos de la
celebración del centenario de la República, Ferri llegó a Santiago, vía Mendoza,
desde Buenos Aires con el propósito de dictar tres conferencias en el Teatro
Municipal de la ciudad (la primera de ellas repetiría luego en el Teatro Edén en
Valparaíso). El diario El Mercurio de la capital, de tinte conservador, fue uno de los
principales publicistas de su llegada y estadía, catalogándolo de ―ilustre sociólogo y
criminalista‖, ―alumno de la cátedra científica del gran Lombroso‖ y de ―tribuno y
abogado, sociólogo y penalista‖ (El Mercurio, 28 de septiembre de 1910).
De acuerdo con la reconstrucción de este evento, realizada por Jaime Massardo
(Massardo, 142-144), el público que recibió a Ferri, bastante heterogéneo, iba desde
dirigentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, pasando por
personajes como Malaquías Concha, dirigente del Partido Democrático, el fundador
de un Partido Socialista de connotaciones positivistas (Alejandro Bustamante), el
5
En la opinión de Rivacoba: ―Ferri concibe aún la sociología criminal en un sentido enciclopédico, que él
dice sintético, comprensivo de la Antropología, la Psicología y la Estadística criminales, del Derecho Penal
y de las disciplinas penitenciarias, desdibujándose con esta amplitud y heterogeneidad su contorno y
naturaleza, pero no es menos cierto que atiende en particular a los aspectos sociológicos, procurando
armonizarlos con los biológicos que había estudiado Lombroso, y condensando esta posición en la
siguiente frase: ―El medio social, pues, da la forma al delito, que tiene su base en el factor biológico‖.
61
Marco Antonio León León
representante del Centro Radical, y un par de diputados, entre ellos el futuro
Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, quien quince años antes había
dado en el Club del Progreso de Santiago una conferencia sobre Ferri y su obra. A
juicio de Massardo, la recepción a Ferri demostraba no solo la función progresista que
le atribuía al positivismo la elite dirigente de entonces, sino además cómo la
esperanza de construir un mejor futuro social tenía eco en la cultura política de las
clases subalternas, generándose simpatías hacia dicha corriente de pensamiento
(Massardo, 144). El progreso, por tanto, podía ser asumido por conservadores,
liberales y socialistas, como también se entendía que la lucha contra la criminalidad
era una tarea más allá de cualquier ideología partidista. De ahí que no era extraño que
tal derrotero fuese transitado tanto por quienes querían preservar un orden político y
social determinado como por quienes deseaban construir uno nuevo, aunque en
esencia significara igualmente una selección, organización y exclusión de seres
humanos.
A dicha tarea prestaba utilidad la antropología criminal, presente en el
discurso de las autoridades, en las instituciones y en las figuras de la intelectualidad
de entonces (El Mercurio, 4-5 de octubre de 1910)6, como era el caso de Valentín
Letelier, quien al encabezar la despedida de Ferri le habría indicado al italiano su
reconocimiento dentro del medio jurídico chileno con estas palabras: ―si hubieses
atravesado los dinteles de nuestra Escuela de Derecho [de la Universidad de Chile],
habríais podido observar que vuestro nombre se cita como la palabra del maestro‖
(El Mercurio, 6 de octubre de 1910). Si bien es posible pensar que no todos
aceptaran íntegros los contenidos de esta corriente criminológica, existiendo
disensos y contradicciones en su interpretación al igual que una integración no
siempre lineal a los ámbitos de la medicina y el derecho, no puede negarse que su
presencia se hizo común desde temprano en varios escritos, coronando así la visita
de Ferri al país toda una etapa.
6
La presencia de Ferri en Chile no solo despertó admiración, sino igualmente crítica entre algunos sectores
como la Iglesia Católica. El Arzobispo de Santiago, Juan Ignacio González Eyzaguirre, solicitó a los
católicos que no acudieran a las conferencias del italiano (El Mercurio, Santiago, 4 de octubre de 1910).
Además, una de las conferencias relativas a la ―psicología de la mujer‖ motivó varios cuestionamientos
que se hicieron explícitos en la prensa (El Mercurio, Santiago, 5 de octubre de 1910). Ello no es algo
fortuito, pues Ferri también consideraba, igual que Lombroso, la inferioridad biológica y sicológica de la
mujer. Un buen ejemplo de la difusión anterior de dichos planteamientos se encuentra en el trabajo de
Brandau (1908).
62
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
Figura 1. Mediciones de determinados
rasgos físicos a los delincuentes, según
la recomendación de Pedro N. Barros
Ovalle. Manual de antropometría
criminal i jeneral, Imprenta de Enrique
Blanchard-Chessi, Santiago, 1900.
LA FILIACIÓN ANTROPOMÉTRICA Y LOS ESPACIOS DE CASTIGO
La antropología criminal se vio apoyada por otro recurso de identificación
como fue la filiación antropométrica, desarrollada en Francia en 1879 por el médico
y antropólogo Alphonse Bertillón (1853-1914) (Speckman, 99-129), quien por medio
de seis o siete medidas óseas efectuadas de manera rigurosa y de acuerdo con un
procedimiento establecido, logró identificar con precisión a diversos individuos. Tales
mediciones fueron complementadas con un registro fotográfico, tema al que Bertillón
dedicó un libro en 1890 titulado La fotografía judicial. En Francia, esta tipificación
llevó a sutilezas por parte de las autoridades, fotografiándose bocas, narices, oídos, el
tamaño de la frente y otros detalles, a ellos se les designó con un nombre específico
para llenar correctamente la denominada ficha signalética, que reemplazó al antiguo
registro que entregaba la descripción de algunas características básicas. En 1894 el
doctor Pedro N. Barros Ovalle, autor de un libro acerca de la materia, había sido
comisionado por el presidente de la Sociedad Médica de Chile, Augusto Orrego
Luco, para estudiar dicho sistema de filiación. Tal metodología, encaminada a
identificar y facilitar la tarea de policías y guardias de prisiones debía, al entender de
Barros Ovalle, adaptarse a ―nuestras leyes, a nuestras costumbres i nuestras
necesidades‖, siendo preciso considerar que:
63
Marco Antonio León León
En Chile, no tenemos sino mui defectuosamente, casi en ciernes, implantado
el sistema de filiación, descripción i fotografía de los delincuentes [se dice en
1898]. La Penitenciaría de Santiago, la de Talca i la Cárcel de Valparaíso,
según creo, son los pocos establecimientos penales en que se consignan datos
escritos sobre filiación y caracterización de reos sentenciados. Se hace esto
por medio de libros o estados, cuyos datos dejan mucho que desear, i se
acumula así un material que es mui difícil de aprovechar para la identificación
de los criminales, en los casos en que estos, de motu proprio, no faciliten la
tarea (Beca, 20).
Para la época en que Barros Ovalle publicó su Manual en 1900, la Dirección
General de Prisiones y la Dirección General del Servicio de Policía habían hecho
esfuerzos por incorporar el bertillonage, destacándose en esta tarea algunas
personalidades como las especificadas:
El jermen existe, o más bien dicho, el sistema ya se practica en la Sección de
Seguridad de esta capital, gracias al entusiasmo i espíritu progresista del ex –
Intendente Juan de Dios Correa S., i del esperimentado i práctico Jefe de la
Sección de Seguridad don Exequiel Rodríguez. En efecto, a mediados del año
próximo pasado, el señor Rodríguez, sabedor de los trabajos que veía
practicando desde hace algunos años, me encargó de la instrucción del personal
de la Sección i de la instalación de la fotografía judicial de los delincuentes. De
acuerdo con el señor Correa Sanfuentes, este mandatario suministró los fondos
necesarios para hacer las fichas de las filiaciones en número de algunos miles,
imprimir dos grandes libros copiadores, hacer dos grandes cuadros al lápiz,
comprar un buen número de obras, etc., i se comenzó a distribuir en el casillero
alfabético 216 filiaciones verificadas el año 1895 en el presidio de esta ciudad
(Barros Ovalle, XIV-XV).
El bertillonage estaba dirigido fundamentalmente a los agentes de policía de la
sección de pesquisas, a los empleados de las prisiones, a los oficiales y a las tropas de
la Policía del Orden y Seguridad; en el entendido que el personal de la policía, del
carácter que fuese, debía poseer los conocimientos necesarios para reconocer y
detener a los criminales. Pero los gabinetes de identificación que seguían la propuesta
de Bertillón fueron paulatinamente incorporando otro método complementario
basado en las huellas dactilares (dactiloscopía), el que fue traído a Chile por el exsecretario de la prefectura de la policía de Santiago, Luis Manuel Rodríguez, en 1903.
Rodríguez vio la aplicación de dicho método en la provincia de La Plata, gracias al
esfuerzo de Juan Vucetich. Fue tanto el interés que en 1905 se firmó un convenio que
establecía el canje de fichas dactiloscópicas entre las policías de ambos países
(Almandos, 115-124). Ello permitió una identificación menos discriminatoria, pues
no reproducía un estereotipo físico.
No obstante, junto a los progresos también se encontraban las herencias del
pasado. Aunque diversos esfuerzos se habían hecho, todavía para fines del siglo XIX
la realidad carcelaria no era muy diferente a la de las décadas anteriores, ello afectaba
64
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
cualquier intento por sistematizar la información respecto de los delincuentes. El
abogado penalista Robustiano Vera fue muy crítico de la administración de justicia,
de los procedimientos penales y del estado de los recintos penales; cuestionando
incluso el tema de la educación dentro de ellos, pilar regenerativo de conductas como
había sido sustentado tiempo atrás cuando se había incorporado el régimen
penitenciario en Chile (León León, 2003):
Muchos han demostrado que la ignorancia no es una causa de la criminalidad,
como lo creen la generalidad de las personas. Así lo aseguran Guenerey
Dangeville, Morogne i Michel.
Garófalo piensa que mas puede la miseria; pero Lombroso va mas adelante y
sostiene que la instrucción es una de las causas de las reincidencias o por lo
menos uno de sus factores indirectos, porque el reo en las cárceles aprende,
merced al oficio o al estudio, a delinquir con menor peligro y mas ventaja.
La instrucción intelectual no es un elemento de moralidad, no es mas que una
fuerza que se debe infundir lo mas posible en cada clase social. La educación es
ineficaz sobre las naturalezas ingenitamente perversas y solo útil en las
naturalezas medias (Vera, 93-110).
El problema no se resolvía con una nueva legislación, como el Código Penal
(1874), ni tampoco con crear o refaccionar las cárceles existentes, pues todavía para
1908 se escuchaban lamentos relativos a un tema que debería haber encontrado
solución mucho antes:
…en Chile donde la criminalidad es tanta, donde el hecho delictuoso se viste de
formas tan diversas y asombra al mundo entero por su repetición, es donde
debiera establecerse pronto un laboratorio semejante, con cuyo veredicto
científico se aplicaría a los delincuentes los remedios que su mal precise.
Debemos empezar por la reforma completa de nuestro sistema carcelario que,
más que medio represivo y moralizador, sirve de escuela para el cometimiento
de nuevos crímenes, hábilmente estudiados y discutidos en congreso de
criminales (Villalón Ogass, 18).
El pensamiento criminológico positivista fue, en gran medida, una respuesta a
la tensión que había mantenido el pensamiento liberal entre la evidente desigualdad
en el acceso a los bienes, para satisfacer las necesidades materiales, y la violación de
la ley, que representaba el delito, definido como un acto voluntario con el propósito
de satisfacer dichas necesidades. A partir de la división entre hombres delincuentes y
normales, las desigualdades sociales se convertían en desigualdades naturales, debido
a las condiciones biológicas y psicológicas (Lombroso-Ferrera, XIV-XV). La
precariedad y deterioro de las condiciones de vida de las clases pobres, en especial la
obrera, condujo a los criminólogos, mediante la elaboración de estadísticas, a concluir
que las conductas delictivas eran una característica inherente a ellas. La asociación
65
Marco Antonio León León
entre miseria y criminalidad se hizo parte fundamental de las explicaciones, a la vez
que los criminólogos sostenían que sus conclusiones no se derivaban de teorías
abstractas, sino del estudio minucioso y demostrable de sus resultados. Así se
ensayaba una explicación ―científica‖ referente a la naturaleza del delincuente y
respecto del deber que tenía la sociedad de castigarlo, además de proponerse medidas
para rehabilitarlo y reincorporarlo a la sociedad, en aquellos casos en que no se tratara
de un criminal nato o sin remedio. Por ello, un método científico de identificación y
clasificación era esencial para demostrar tales afirmaciones y sostener que estos estudios
estaban fundados en la objetividad y en las exigencias propias de cualquier ciencia.
Este conjunto de planteamientos fueron asumidos por juristas, médicos y
autoridades policiales, impregnando los discursos y diagnósticos de los
contemporáneos. Como ejemplo de su circulación, puede citarse una publicación
referida al tema del bandidaje en la zona central de Chile. El autor, un exjefe policial,
indicaba sin ningún inconveniente que el ―bandido pierde todo ideal de conmiseración i
su corazón se convierte en un muro de granito contra el cual se estrella todo sentimiento
noble. El jermen del bien ha muerto en un principio porque ha sido ahogado por el
jermen del mal‖. Qué más se podría agregar cuando después se les caracterizaba como
fieras, tal como al bandido Exequiel Gutiérrez, de quien se decía:
Tarde i Lombroso, estas dos lumbreras de la fisiología criminal, tal vez habrían
creído encontrar en Gutiérrez uno de aquellos seres en que no entra casi para
nada la inteligencia que debiera i medita en los resultados que produce el mal,
sino el impulso instintivo de la fiera, que busca sus medios de subsistencia entre
los horrores de la destrucción (Pascual, 38).
La identificación a partir de las fotografías permitió, en el caso de los
criminales, no solo establecer un retrato de su imagen física, sino también de su
naturaleza interior, marcada por los vicios y evidenciable por un proceso degenerativo
que se traducía en diversas características morfológicas que respaldaban en el medio
chileno las ideas sostenidas por Lombroso en el viejo continente. En tal sentido, las
imágenes y los estereotipos del desorden encontraron un vínculo estrecho en este
renovado saber criminológico que permitió reforzar los discursos de las autoridades
acerca de la necesidad de establecer una política de defensa social, la que se construyó
sobre la exclusión de los pobres y la estigmatización de su apariencia y conductas. En
tal perspectiva, se entiende que las ideas de Lombroso y Bertillón encontrasen
acogida en Chile y marcaran los criterios policiales, jurídicos y penales de fines del
siglo XIX y de principios del nuevo siglo.
66
Definiendo una antropología para el criminal en el Chile finisecular (siglos XIX-XX)
Figura 2. Galería de delincuentes chilenos, reproducida de Pedro N. Barros Ovalle. Manual de
antropometría criminal i jeneral, Imprenta de Enrique Blanchard-Chessi, Santiago, 1900.
CONCLUSIONES
Sucintamente hemos tratado de mostrar cómo las ideas lombrosianas, primero,
y del bertillonage, después, ayudaron a difundir y a construir en Chile una nueva idea
antropológica de lo que era un criminal. Su aspecto físico, visible por medio de las
mediciones antropométricas y los retratos de identificación, era el correlato obvio de
una naturaleza interior vil, viciosa y criminal. En consecuencia, su identificación y
caracterización apuntaba a poner en evidencia su degeneración, tanto física como
moral, idea propia de un saber criminológico configurado en el viejo mundo y que fue
importado sin mayores inconvenientes, pues se confiaba en su aplicabilidad mecánica
a cualquier escenario histórico, geográfico y humano.
Esta nueva mirada antropológica se convirtió en una disciplina que involucró a
especialistas y profanos, traspasando así los ámbitos especializados, pero no logró
tener un respaldo por quienes sí se dedicaban a los estudios antropológicos en el país,
debido, de acuerdo con lo que hemos podido indagar, a que sus objetos de estudio no
se encontraban definidos por la contingencia, sino más bien se ubicaban en el pasado
indígena. A diferencia de dicha perspectiva, la antropología criminal tuvo un interés
directo en lo contingente, reafirmando bajo criterios ―científicos‖ antiguos prejuicios
de corte racista y clasista. De ahí que al momento de tomar acciones concretas
respecto de la criminalidad y sus protagonistas, se volvieran a repetir dichas
estigmatizaciones, aunque ahora orientando una política de defensa social que
establecía límites entre lo normal y lo anormal, entre los ciudadanos y un enemigo
común que habitaba en las ciudades y que era definible por su caracterización física y
por la deducción de un perfil de moralidad a partir de ella. Así se podía reconocer a
67
Marco Antonio León León
delincuentes y criminales y proyectar medidas a corto, mediano y largo plazo, pero tal
manera de concebir al mundo del crimen y a sus protagonistas encontrará matices en
las primeras décadas del nuevo siglo XX, cuando aparezcan algunos estudios que se
alejen del determinismo biológico y tome más fuerza la dactiloscopia en reemplazo
de la filiación antropométrica. No obstante, el perfil antropológico trazado desde fines
del siglo anterior continuará reapareciendo intermitentemente en las décadas
siguientes cada vez que sea preciso respaldar con antecedentes ―científicos‖ prejuicios
hacia una determinada clase, raza o género.
Universidad del Biobío*
Departamento de Ciencias Sociales
Campus La Castilla, Av. La Castilla s⁄n, Chillán (Chile)
[email protected]
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70
DERECHO, IDEOLOGÍA Y DISCURSO
1
71-80
Law, ideology and discourse
Juan Pablo Zambrano Tiznado*
Resumen
Este trabajo pretende examinar las relaciones entre derecho, ideología y discurso. Para
ello se asume la teoría sociocognitiva de la ideología de Teun van Dijk y el enfoque
institucional acerca de la naturaleza del derecho de Joseph Raz explorando la posibilidad de la
existencia de ideologías legales. A partir de un ejemplo, se muestra la imbricación del campo
político con el campo de la justicia y se concluye que los jueces adhieren al menos a dos
grupos ideológicos, uno de carácter político y otro de carácter profesional.
Palabras clave: Ideología, Grupos ideológicos, Ideología de los jueces, Texto sentencia.
Abstract
This paper aims to examine the relationship between law, ideology and discourse. To
do this, the sociocognitive theory of Teun van Dijk’s ideology is ascribed together with Joseph
Raz’s institutional approach to the nature of law by exploring the possibility of existence of
legal ideologies. Starting from an example, we show the overlap between the political field
with the field of justice and conclude that judges adhere to at least two ideological groups, one
of a political nature and the other of a professional nature.
Key words: Ideology, Ideological groups, Ideology of judges, Sentence text.
1. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es examinar las relaciones entre derecho, ideología y
discurso. Para ello se articula la teoría del sistema jurídico de Joseph Raz con las
nociones de discurso e ideología de Teun van Dijk. Se trata entonces de hacer patente
las relaciones entre estos conceptos y establecer un marco conceptual que permita
estudiar al derecho como discurso. Así, el objetivo de este trabajo es relacionar la
ideología con el derecho, entendiendo al derecho como una práctica discursiva.
El derecho en tanto discurso es una práctica social compleja porque se ve
configurado por ciertas instituciones y determinadas estructuras sociales que
establecen una relación dialéctica entre el evento discursivo y los demás elementos
que lo configuran, entonces: el discurso moldea lo social y lo social moldea el
discurso (Fairclough y Wodak, 367). Por ejemplo, la dictación de una norma jurídica
implica un discurso particular que para ser comprendido requiere analizar la relación
dialéctica existente entre la dictación de la nueva norma (en tanto práctica discursiva
1
Este artículo forma parte del proyecto de investigación Fondecyt-Chile Nº 1110332: “Análisis del texto
sentencia penal como signo de la cultura jurídico-judicial”.
Juan Pablo Zambrano Tiznado
particular) que ingresa al cuerpo de la legislación (sistema jurídico), y los aspectos
institucionales y sociales que permitieron su dictación. Por cierto, realizar este análisis
implica levantar categorías y utilizar una metodología que se centre en el estudio del
texto: v.gr. el art. 102 del Código Civil o la sentencia rit 101-2005 permitiendo de este
modo, visualizar el papel que juegan las ideologías en el derecho y el papel que tienen
determinados operadores políticos y jurídicos en la forma en que comprendemos
“nuestro derecho” (Raz, La ética, 256)2.
2. IDEOLOGÍA Y DISCURSO
Las teorías clásicas de la ideología se caracterizan por destacar su aspecto social.
En Van Dijk (Ideología; Ideología y análisis del discurso, 9-36), sin embargo, la
ideología es entendida, además, en su aspecto cognitivo. En su aspecto social, para Van
Dijk una ideología es “el fundamento de las representaciones sociales compartidas por
un grupo social” (Política, ideología y discurso, 17) mientras que, en su aspecto
cognitivo, la ideología es “una representación mental almacenada en la memoria, que
puede ser usada para actividades como la interpretación de acontecimientos y acciones,
la comprensión de un discurso, o la producción de (inter)acciones” (Algunas notas, 37).
Entonces, las ideologías son las creencias axiomáticas (Política, ideología y discurso,
21) que tiene un grupo social y que generan identidad y sentido de pertenencia al mismo
tiempo que, en tanto representaciones mentales, permiten entender, interpretar y
comprender los discursos de la comunidad ideológica a la que se pertenece y las
ideologías de los demás grupos ideológicos.
Ahora bien, cualquiera que conozca la obra de Van Dijk se dará cuenta del
pastichedel título de este trabajo con un artículo suyo titulado Política, ideología y
discurso (2005). En él, su autor pretende especificar su teoría de la ideología a la
política. En mi caso, pretendo realizar tal especificación al derecho. Sin embargo, con
el título de este texto quiero significar algo más: una concepción acerca del derecho
en donde el fenómeno jurídico constituye un subsistema del sistema político (Raz, La
autoridad, 131-2; La ética, 221). En efecto, siguiendo a Raz (La ética, 220), el
sistema político es uno más de los subsistemas que forman el sistema social, y todos
ellos —el sistema jurídico, el sistema político y el sistema social— son normativos,
aunque no se compongan únicamente de normas.
Es importante destacar que el enfoque institucional respecto de la cuestión de
la naturaleza del derecho es consciente de que los sistemas político y jurídico se
relacionan entre sí y precisamente esta sería su ventaja frente a enfoques rivales como
el lingüístico y el centrado en la perspectiva del abogado (Raz, La ética, 220-221).
Como afirma Raz (220), la adopción de este enfoque permite “examinar a los
2
En una publicación anterior he sostenido, a propósito de la idea de “nuestro derecho”, que el desafío de
“la Teoría Analítica del Derecho posthartiana de alcanzar una conceptualización unívoca, abstracta y
general de El Derecho, aparenta verse fracturada por la inclusión de una cuota de localidad idiosincrásica
en su formulación” (Zambrano y Agüero, El ‘cultural point of view’, 390).
72
Derecho, ideología y discurso
abogados y a los tribunales respecto de su ubicación en la perspectiva general de la
organización social y de las instituciones políticas”.
3. LAS IDEOLOGÍAS DEL DERECHO
Van Dijk (Política, ideología y discurso, 24) clasifica las ideologías según el
campo social en que funcionan. Así, en lo que él llama “el campo de la justicia”
existirían “ideologías legales” (24). Aunque Van Dijk no desarrolla el punto, su teoría
supone que el campo de la justicia es lo suficientemente autónomo como para
diferenciarlo del campo político y de sus respectivas ideologías. Sin embargo, esta
afirmación es parcialmente correcta como hemos mostrado a partir del enfoque
institucional. En efecto, comprender al derecho como un fenómeno social (el de la
normatividad), implica reconocer que en nuestras sociedades es la política la que
mediante diversas prácticas le da sustrato a las creencias axiomáticas que tienen los
operadores del sistema jurídico. Además, los discursos políticos sustentan
determinadas creencias axiomáticas relativas al contenido de las normas, fijan
procedimientos y al fin de cuentas permiten llamar a un sistema jurídico como
democrático o autoritario. Entendidas así las cosas, rotular de democrático o
autoritario a un sistema jurídico es solo la extensión de la calificación del sistema
político en que un determinado sistema jurídico reside.
Podría objetarse que es posible entender la afirmación de Van Dijk como si
afirmara que el sistema jurídico anglosajón (norteamericano e inglés) es
ideológicamente distinto del sistema jurídico continental (chileno, español,
colombiano, entre otros). Sin embargo, permanece en pie la suposición de que esas
diferencias son producto de diversas ideologías legales (sea lo que sea que ello
signifique) y no el producto de diferentes prácticas y discursos políticos.
4. IDEOLOGÍA POLÍTICA Y DERECHO
La vinculación entre la política, los políticos, sus prácticas y discursos por una
parte y el derecho, los jueces y abogados, sus prácticas y discursos por otro, se ilustra
mejor con un ejemplo.
En Chile, como en muchos países occidentales, los jueces para llegar a formar
parte de los tribunales superiores requieren necesariamente del pronunciamiento
positivo del Congreso y, evidentemente, es posible encontrar en los debates
parlamentarios que se suscitan acerca de estas votaciones, la estructura polarizada del
“cuadrado ideológico” (Van Dijk, Política, ideología y discurso, 30).
He elegido fragmentos de las opiniones de algunos senadores respecto del
rechazo en el ascenso a la Corte Suprema del ministro Carlos Cerda y de la ministra
Raquel Campusano y del debate pertinente a la supuesta política de acuerdos que
debía ejercer el Ejecutivo para lograr la aprobación de los nombres que proponía. Para
73
Juan Pablo Zambrano Tiznado
analizar los textos3 he utilizado algunas de las categorías analíticas y los dominios del
discurso que utiliza Van Dijk (Política, ideología y discurso, 32- 44) en el análisis del
discurso político.
Ejemplificación/ilustración (argumentación)
Se trata de ilustrar un punto de vista mediante un ejemplo o historieta. En este
caso se discute la afirmación del vicepresidente de la Cámara alta senador Jaime
Naranjo, quien ha acusado a la oposición de politizar el nombramiento de los jueces.
El senador Pablo Longueira para negar la acusación utiliza como ejemplo el caso de
la ministra Raquel Campusano.
El verdadero veto a los nombres que postulan al máximo tribunal lo ejerce
silenciosamente el propio oficialismo, al realizar la presentación. La mejor jueza
que ha habido en la historia del poder judicial fue la ministra Raquel
Campusano y, lamentablemente, nunca llegó a la Corte Suprema porque
investigó el caso Guzmán y procesó al socialista Marcelo Schilling.
En este caso además, el ejemplo se expresa de manera hiperbólica al afirmar
que es “la mejor jueza que ha habido en la historia del Poder Judicial” la que ha sido
objeto de un veto político.
Polarización, categorización Nosotros-Ellos (significado)
Por medio de esta estrategia semántica el senador socialista Jaime Naranjo
acusa a la oposición (ellos) de votar de acuerdo con su propia ideología política:
Me sorprende que la Alianza no admita que el Ministro de Justicia debe
conversar con ellos para consensuar los nombres. El problema es que este
sistema le está haciendo mal al país porque la oposición lo ha politizado.
La cita permite además mostrar cómo la polarización nosotros-ellos es el
resultado del uso cognitivo de la ideología y muestra cómo ella sirve para interpretar
los discursos y actos de los otros grupos ideológicos.
Presuposición (significado)
Se trata, como expresa Van Dijk (Política, ideología y discurso, 43), “que las
presuposiciones a menudo se usan para dar por establecida la verdad de tal
proposición cuando en realidad no se establece en absoluto tal verdad”. La cita
corresponde al senador Alberto Espina quien afirma:
3
Todas las citas textuales a senadores de la República se obtuvieron del artículo de prensa titulado
Categórico respaldo del Senado a Pedro Pierry y Héctor Caamaño como nuevos integrantes de la Corte
Suprema del 6 de agosto de 2006. Recuperado el 1 de mayo de 2011, desde
http://www.senado.cl/prontus_galeria_noticias/site/artic/20080129/pags/20080129120329.html
74
Derecho, ideología y discurso
Me gustaría que dijera cuál de los ministros propuestos es de la Concertación y
cuál de la Alianza porque cuando se lanza acusación en el Senado y se dice que
hay una especie de ping pong, en los nombramientos quisiera que fuera claro,
porque estas personas no tienen forma de defenderse y se les insulta
gratuitamente.
En este caso, el senador realiza una interesante movida argumental
(argumentative moves), pues evita responder la acusación y prefiere presuponer que
los jueces se sentirán insultados por ella.
Evidencia (significado, argumentación)
Se trata de sustentar un punto de vista mediante una evidencia que explique lo
que se afirma. Esta evidencia puede provenir de la autoridad o de la propia
constatación. En este ejemplo el senador Espina utiliza la evidencia “condena” para
argumentar a favor del ascenso del juez Cerda: “Creo que en un momento
extraordinariamente complejo en materia de DD.HH. él actuó correctamente. Las
personas que fueron procesadas terminaron siendo condenadas”.
Implicación (significado)
Se refiere a aquella información que los políticos no mencionan pero que está
implícita. Los destinatarios que tienen los conocimientos, los valores y las actitudes
comprenden en el discurso estos significados porque ellos forman parte del modelo
mental que el destinatario tiene y que le permite comprender el discurso a cabalidad.
Lamento el resultado porque creo que el ministro Cerda reunía todas las
cualidades profesionales: una gran probidad, una trayectoria impecable, un
doctorado de excelencia y, en definitiva, como ha quedado claro en el debate, su
valentía y su independencia en momentos muy difíciles en nuestro país en los
años 80, marcar esa independencia y el respeto a los Derechos Humanos
fueron, en definitiva, el detonador de que no hubiera contado con los votos
necesarios.
En el ejemplo, el senador Frei se lamenta del rechazo de la postulación del juez
Cerda sin indicar responsabilidades por ese resultado. Según su opinión, el rechazo es
consecuencia tanto de su independencia como de la defensa de los derechos humanos
que llevó a cabo en los años 80. De este modo se deja implícito que quienes votaron
por el rechazo no valoran la defensa de los derechos humanos que realizó el ministro
Cerda en los tiempos del gobierno militar. Del mismo modo, en el caso de la jueza
Campusano, la senadora Matthei también se lamenta del rechazo pese a los
merecimientos. En el ejemplo —al igual que el senador Frei— no indica
responsabilidades: “no puedo dejar de lamentar que la señora Raquel Campusano no
haya llegado a la Suprema porque también lo merecía”.
75
Juan Pablo Zambrano Tiznado
Los ejemplos no son generalizables y solo muestran que en algunos casos se
discutió el carácter ideológico de las razones de los rechazos. Sin embargo, ello no
significa que cuando hubo consensos, o cuando no se puso en cuestión las
argumentaciones de los votos, aquellas prácticas y discursos no hayan tenido el
carácter de ideológicos. Me parece que debido al contexto de los eventos en que se
producen las discusiones (sesiones del pleno del Senado, en que los tiempos, la forma
de votar y en general todos los procedimientos vinculados, están regulados por un
reglamento) es posible reconocer en las intervenciones de los senadores un discurso
ideológico. Por lo demás, esto no es novedoso en la medida que se entienda al
discurso político como completamente ideológico (Van Dijk, Política, ideología y
discurso, 225). Con todo, lo que he querido destacar, es la marcada yuxtaposición
expresada en el discurso de los senadores, entre lo político y lo jurídico. Es pues, esta
considerable relación la que permite matizar la existencia de ideologías legales
autónomas.
5. LA IDEOLOGÍA DE LOS JUECES
Me he centrado en los jueces porque constituyen el punto de partida del
enfoque institucional (Raz, La ética, 221). Son los tribunales quienes en nuestras
sociedades “administran justicia” y su existencia es muestra del conocimiento
sociocultural (Van Dijk, Discurso y poder, 271) de la comunidad occidental de que
los conflictos intersubjetivos de interés deben ser resueltos principalmente de forma
pacífica por un tercero.
Los jueces en tanto grupo de profesionales comparten una determinada
ideología, del mismo modo que lo hacen los periodistas, intelectuales o profesores
(Van Dijk, Ideología y análisis del discurso, 4; Política, ideología y discurso, 24).
Una de esas creencias axiomáticas es de naturaleza profesional y puede ser enunciada
así: “es posible y deseable administrar justicia imparcialmente”. Otra creencia
axiomática (más velada) es su compromiso con el ideario de alguna tendencia
política. Esta creencia podría enunciarse así: “las sentencias judiciales deben
comunicar con claridad (aunque no de modo expreso) cuál es mi compromiso
político”. La primera creencia es afirmada por el sistema político en la medida en que
hay leyes que regulan mecanismos de implicancia y recusación que permiten, por un
lado, al juez sustraerse de un conflicto por estar implicado en él y; por otro, a los
abogados solicitar su alejamiento del caso por las mismas razones. En cambio, la
segunda creencia parece cuestionada por el sistema político. En efecto, los propios
senadores, como se mostró en el ejemplo, parecen recriminarse por el uso de razones
políticas para justificar los ascensos a la Corte Suprema. Entonces, la existencia de un
Poder Judicial (en tanto poder de juzgar) “invisible y nulo” como diría Atria citando a
Montesquieu (134) no asegura que los jueces sean inmunes a la política en la medida
en que del cumplimiento de la segunda creencia axiomática depende su ascenso al
Poder Judicial. En otras palabras, en Chile se llega a ser ministro de la Corte Suprema
76
Derecho, ideología y discurso
por compartir (o no) unas creencias axiomáticas con un determinado grupo en un
cierto momento y por tener una biografía de prácticas coherentes.
Un aspecto interesante de la teoría de la ideología de Van Dijk (Política,
ideología y discurso, 20) es que permite que una persona, un político por ejemplo,
pueda pertenecer a varios grupos ideológicos y por tanto adherir simultáneamente a
varias ideologías. La teoría también permite que un miembro del grupo concretice la
creencia común de un modo distinto al que lo hace la mayoría de su grupo ideológico.
Ese es, al parecer, el caso del senador Espina que, perteneciendo al grupo ideológico
de la oposición, fue el único representante de su grupo que no voto en contra del
ascenso del juez Cerda; de hecho, su argumento coincide con el del grupo ideológico
que votó a favor del nombramiento: “Creo que en un momento extraordinariamente
complejo en materia de DD.HH. él actuó correctamente”. La diferencia respecto de su
grupo puede significar que el senador Espina tenga, además de la ideología que
comparte, otra creencia axiomática que comparte con los miembros de la
concertación (por ejemplo, valorar las acciones judiciales en defensa de los derechos
humanos) o simplemente que la forma en que él entiende la creencia compartida no
implica contradicción con votar a favor del juez Cerda. Ahora bien, del mismo modo
que un político, un juez puede pertenecer a varios grupos ideológicos. En el caso de
los jueces, ellos comparten la membrecía al menos de dos grupos, el del poder judicial
al que pertenecen y al de un determinado grupo político: los radicales, los liberales,
los conservadores o los igualitaristas4.
Antes de continuar, una prevención. Para Raz, el inicio del enfoque
institucional lo constituyen los jueces (órganos primarios) en su conjunto y no
individualmente considerados. Del mismo modo, el interés que puede tener un
analista del discurso en textos judiciales también es general, aunque estudie textos
determinados5. Entonces, no se trata de que el analista a partir de una sentencia pueda
concluir la ideología política de su autor, porque para efectos sistémicos esa
investigación carece de valor, se trata más bien de que, a partir del estudio de un
corpus, se pueda establecer la forma concreta en que se relaciona un determinado
sistema jurídico con un determinado sistema político, para de este modo conocer
mejor los rasgos que caracterizan “nuestro derecho”. Así, aunque el ejemplo se
refiere a votaciones particulares tiene un alcance sistémico al mostrar la plausibilidad
de la segunda creencia axiomática. De este modo se matiza la existencia de ideologías
legales autónomas y se muestra la posibilidad de que un lector perteneciente a un
determinado grupo ideológico “lea” rasgos ideológicos en el texto sentencia.
4
Para rotular a los diversos modelos político-constitucionales, entre las muchas opciones disponibles,
utilizo la propuesta de Gargarella (2005).
5
En este sentido, el problema es metodológico. Se trata que al establecer un corpus, el analista utilice un
criterio que permita cierta representatividad respecto del conjunto.
77
Juan Pablo Zambrano Tiznado
6. SENTENCIA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO
Se puede esperar que las prácticas ideológicas de los jueces se textualicen de
algún modo en la sentencia (Van Dijk, Algunas notas, 44) y ella debiera dar cuenta, al
menos, de las dos ideologías a las que cada juez adhiere. Sin embargo, la creencia
axiomática de la imparcialidad obliga a que la ideología política se oculte y solo se
visibilice la ideología profesional. Esto significa que la sentencia, en tanto discurso,
“expresa, reproduce y formula” (Van Dijk Ideología y análisis del discurso, 3;
Política, ideología y discurso, 26) ideologías contradictorias. Es posible encontrar
sentencias imparciales y radicales al mismo tiempo que sentencias imparciales y
liberales. Entonces, cualquier estudio acerca de las sentencias en tanto discurso obliga
a prestar atención a los aspectos relevantes de la situación social (contexto) que la
controlan (Van Dijk, Discourse and context, 128).
Ahora bien, al realizar el análisis de una sentencia conviene tener claridad
respecto de algunas distinciones. En palabras de Correas (112), hay que distinguir el
“discurso del derecho” del “discurso jurídico”. El primero se refiere a las normas
jurídicas, mientras el segundo, “[hace] referencia [ ] a los discursos, prescriptivos o
descriptivos, que, o bien acompañan el derecho en los mismos textos, o bien
constituyen metadiscursos respecto de él” (Correas, 112). Un ejemplo de discurso
jurídico entonces es, precisamente, este trabajo6. En el caso de la sentencia penal, la
descripción de los hechos constituye un discurso jurídico mientras que la resolución
constituye un discurso del derecho. Para Correas además se debe distinguir el
“sentido deontológico” del “sentido ideológico” del derecho. Así, en la parte
resolutiva de una sentencia (discurso del derecho) existe un sentido deontológico, en
la medida que ese “texto” utiliza operadores deónticos o puede reducirse a alguno de
ellos; del mismo modo, en la medida en que la norma jurídica textualiza alguna
ideología es posible estudiar el sentido ideológico del derecho (Correas, 115-117). En
cambio, en la narración de los hechos no es posible estudiar el sentido deontológico
del derecho porque no hay tal, sin embargo se pueden estudiar las ideologías jurídicas
(Correas, 119), o más bien, las ideologías políticas o morales que se textualizan en
dichos discursos.
6
Para Correas, las definiciones legales, como el art. 102 del Código Civil que define el matrimonio
corresponden a discursos jurídicos porque carecen de sanción. En mi caso, prefiero usar la regla de
reconocimiento como criterio para distinguir las normas que son discurso del derecho de aquellas que son
discurso jurídico. En este sentido, las normas morales o políticas cuyo uso está autorizado por normas
jurídicas constituyen, por este reenvío, discurso del derecho. Sin embargo, los jueces pueden utilizar
discrecionalmente normas que no pertenecen al sistema jurídico. Relativo a este punto, Raz afirma “el
panorama resultante consiste en que los tribunales aplican tanto consideraciones jurídicas (por ejemplo,
positivistas, autoritativas) como no jurídicas. Se basan tanto en razones ejecutivas como en razones
deliberativas, aunque el derecho pertenezca solamente al primer tipo” (La ética, 224).
78
Derecho, ideología y discurso
7. CONCLUSIONES
He mostrado cómo es posible darle contenido a la noción de “nuestro derecho”
utilizando herramientas de análisis del discurso. Se trata de hacer emerger las formas
concretas en que un determinado sistema jurídico se vincula con un sistema político.
Estas características pueden resultar interesantes porque permitirían evidenciar
continuidades y discontinuidades en los rasgos característicos de “nuestro derecho”, al
mismo tiempo que puede mostrar la evolución de una determinada ideología o
incluso el modo en que una determinada creencia axiomática pasa a constituirse con
el tiempo en un conocimiento sociocultural.
Una de las principales dificultades para realizar un análisis del discurso
jurídico lo constituye la determinación de un corpus de sentencias. Luego,
determinado el corpus, la ideología de la imparcialidad es el principal reto que debe
afrontar el analista. En efecto, su alto grado de institucionalización obliga a ser
cuidadosos en la selección de los textos, de modo que permitan efectivamente
visibilizar la ideología expresada de manera ritual. Sin embargo, pese a las
dificultades, creo que las posibilidades que brinda la utilización de herramientas de
análisis del discurso son variadas en la medida que la selección adecuada de un
corpus permita, parafraseando a Mackie (Agüero y Zambrano, La narración, 30;
Integración metodológica), reconstruir el modo en que hemos construido lo bueno y
lo malo en nuestra sociedad.
Universidad de La Frontera*
Departamento de Ciencias Jurídicas
Av. Francisco Salazar Nº 01145, casilla 54 D, Temuco (Chile)
[email protected]
OBRAS CITADAS
Agüero, Claudio y Zambrano, Juan Pablo. “La narración en las sentencias penales”,
Revista Universum 24 Nº 2, 2009: 28-41.
—— “Integración metodológica para el estudio del texto de las sentencias penales
chilenas”, Revista Convergencia 17 Nº 54, 2010: 69-91.
Atria, Fernando. “Jurisdicción e independencia judicial: el poder judicial como poder
nulo”, Revista de Estudios de la Justicia 5, 2004: 119-141.
Correas, Oscar. Crítica de la ideología jurídica. Ensayo sociosemiológico. Ciudad de
México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.
Fairclough, N. y Wodak R. “Análisis crítico del discurso”, en El discurso como
interacción social. Teun van Dijk (comp). Barcelona: Gedisa, 2000.
Gargarella, Roberto. Los fundamentos legales de la desigualdad: el constitucionalismo en América (1776-1860). Madrid: Siglo XXI, 2005.
79
Juan Pablo Zambrano Tiznado
Raz, Joseph. La ética en el espacio público. Barcelona: Gedisa, 2001.
—— La autoridad del derecho. Ensayos sobre derecho y moral. Ciudad de México:
UNAM, 1985.
Van Dijk, Teun. Discurso y poder. Barcelona: Gedisa, 2009.
—— Discourse and context. A sociocognitive. Approuch. New York: Cambridge
University Press, 2008.
—— “Ideología y análisis del discurso”, en Utopía y Praxis Latinoamérica 10 N° 29,
2005: 9-36.
—— “Política, ideología y discurso”, Quórum académico N° 2, 2005: 15-47.
—— Ideología. Una aproximación multidisciplinaria. Madrid: Gedisa, 1998.
—— “Algunas notas sobre la ideología y la teoría del discurso”, Semiosis 5, 1980:
37-53.
Zambrano y Agüero. “El cultural point of view en una sentencia penal”. Frónesis 16
Nº 2, 2009: 385-392. Disponible en:
http://www.senado.cl/prontus_galeria_noticias/site/artic/20080129/pags/20080
129120329.html. Recuperada el 01 de mayo de 2011.
80
81-93
LAS TEORÍAS DE LA ARGUMENTACIÓN EN EL TIEMPO I: LA
ÉPOCA FUNDACIONAL
Argument theories during time I: The foundational time
Eduardo Risco del Valle*
Resumen
La historia de las teorías de la argumentación es, en términos generales, la historia de la
evolución del uso de estructuras, procedimientos y recursos y, probablemente por eso mismo,
subsisten en ella todavía algunos problemas no resueltos como la periodización, la
conceptualización, los índices descriptores y si debemos hablar de varias teorías o de una sola
construida con diversos aportes a lo largo de la tradición. En las páginas que siguen
enunciamos estos problemas, proponemos una ampliación para uno de los esquemas clásicos
de periodización y nos centramos fundamentalmente en presentar algunos elementos relevantes
que permitan trazar una imagen del primero de estos períodos, conocido como ―fundacional‖.
Palabras clave: Argumentación, Historia de las teorías de la argumentación, Problemas,
Periodización.
Abstract
The history of argument theories is, in general, the history of the evolution of the use of
structures, procedures and resources. Probably due to that, some unresolved problems such as
periodization, conceptualization, descriptor indices, and whether we should talk about one or
several theories built upon different contributions along the tradition, still remain. In this paper,
we state these problems, propose an extension to one of the classical periodization schemes,
and focus primarily on presenting some relevant elements in order to draw a picture of the first
of these periods known as ―foundational‖.
Key words: Argumentation, History of argument theories Problems, Periodization.
INTRODUCCIÓN
Este trabajo, que forma parte de una investigación mayor realizada en el marco
del Proyecto MECESUP UCV0004 (UCO), pretende enunciar, de manera sucinta y
problematizadora, una propuesta general de periodización del desarrollo de las teorías
de la argumentación y, principalmente, trazar una imagen general de lo que hemos
convenido en llamar período fundacional. Para conseguir estos fines, presentamos
primero —y en estricto apego a las restricciones de espacio—, de la manera más
escueta posible, una revisión de los principales problemas involucrados en la cuestión
de la periodización del desarrollo de las teorías de la argumentación, enunciando
problemas que esperamos dilucidar en futuras contribuciones; en segundo lugar, y a
fin de trazar una imagen del primero de los cortes cronológicos tratados (la época
Eduardo Risco del Valle
fundacional), ofrecemos una imagen de los principales aportes del período antes
mencionado a la constitución de las teorías de la argumentación .
LAS CUESTIONES VINCULADAS A LA PERIODIZACIÓN
Cualquier intento por trazar un panorama del desarrollo histórico de las teorías
de la argumentación se encontrará indefectiblemente con a lo menos cuatro
problemas que en la literatura especializada aún podemos rotular como ―por
resolver‖, a saber: la periodización, la conceptualización, los índices descriptores más
adecuados para caracterizar cada teoría y, finalmente (pero quizás el más complejo de
todos), el problema de resolver si hablamos de una sola ―macroteoría‖ construida con
diversos aportes a lo largo de la tradición1 o de teorías diversas2.
La cuestión de la periodización parece ser la menos tratada y también respecto
de ella no aparecen mayores disensiones en la literatura especializada, como no sean
las diferencias que suscita la mayor o menor confusión terminológica entre los
designadores ―retórica‖ y ―argumentación‖ y también ―persuadir‖ y ―convencer‖, que
en unos casos aparecen en relación de sinonimia y, en otros, claramente
diferenciados. La cuestión es relevante porque, si entendemos retórica y
argumentación como términos sinónimos, será forzoso entonces afirmar que sus
orígenes se remontan a una época que bordea el siglo VIII a de C., toda vez que los
testimonios más antiguos de discursos construidos según una preceptiva estructural
aparecen ya diseminados en las rapsodias más antiguas de la Iliada, lo que nos
permitiría hablar de una teoría todavía más antigua que este texto. En cambio, si
aceptamos que retórica y argumentación son cuerpos de conocimiento relacionados
pero diferentes, entonces ya podremos contar con al menos un hito fundador: la
composición del manual del maestro Korax de Siracusa, ocurrida con mucha
probabilidad alrededor del año 450 a. de C. Esta segunda postura es la que adoptamos
en este trabajo y, a partir de ella, nos resulta conveniente acoger, en primera instancia,
la periodización en cuatro momentos que ofrecen Breton y Gauthier (2000), aunque
ajustándola con nuestra propia disquisición al respecto debido al vacío de más o
menos 20 siglos que estos autores admiten en su tratamiento del tema y que, a simple
vista, parece imposible3. Para estos autores existirían cuatro períodos más o menos
1
Postura que podría justificarse desde la perspectiva de que las distintas teorías parecen ocuparse de los
mismos objetos siempre.
2
Cuestión que, a su vez, podría resultar justificada fundamentalmente por el hecho de que lo que parece
tomarse como criterio diferenciador es el uso de un concepto distinto de argumentación por cada una de ellas.
3
Es posible que la razón de esta extraña omisión resida en que Breton y Gauthier parecen construir su
periodización desde la lógica de la hegemonía ideológica y política del mundo grecolatino, fuera de ella,
efectivamente, no es posible reconocer una vigencia ―universalmente testificada‖ de los usos
argumentativos, sin embargo, aun cuando este hecho pueda deberse a la ausencia de documentos
históricos, también es posible probar que el ejercicio argumentativo (que efectivamente había abandonado
los espacios públicos) encontró otros más específicos y menos visibles (la apologética cristiana entre ellos)
en los que continuaron desarrollándose las teorías de la argumentación hasta su re-emergencia en 1958.
82
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
claramente diferenciados en el desarrollo de las teorías de la argumentación, a saber:
un período fundador, constituido por los trabajos de Korax, la hegemonía didáctica de
los sofistas llegando hasta Platón; un período de madurez, que comprendería el
apogeo aristotélico hasta el final de la república romana; un período de declive, que
iría desde los comienzos del imperio romano hasta mediados del siglo XX, y,
finalmente, un período de renacimiento, inaugurado con la publicación de la Nueva
Retórica de Perelman y Olbrecht-Tyteca y que se prolongaría hasta nuestros días. Esta
periodización, aunque no suficientemente justificada por los autores mencionados,
nos parece —en general— adecuada y de sentido común, aunque, desde nuestra
perspectiva, cabría el reconocimiento de dos períodos más dentro de lo que ellos
rotulan como declive y que estarían constituidos tanto por el desarrollo de la
argumentación apologética y su consecuencia lógica: la homilética cristiana, como
por el período de auge de la escolástica medieval, asunto acerca del que volveremos
más adelante, pero que por el momento resolveremos diciendo que, a nuestro juicio,
son seis los períodos reconocibles en el desarrollo de las teorías de la argumentación:
un período fundacional, originado con Korax, desarrollado por los sofistas y que gira
fundamentalmente en torno al desarrollo de técnicas de persuasión; un período de
madurez, centrado en la obra de Aristóteles y que se inaugura con la distinción —no
siempre explícita— entre ―persuadir‖ y ―convencer‖, extendido hasta Quintiliano
(aunque sería más propio decir que hasta la muerte de Cicerón); un período de
declive, marcado fundamentalmente por el progresivo distanciamiento de la
argumentación respecto de la retórica; un período de reconducción, representado por
la asunción de la herencia argumentativa en el seno de la apologética cristiana; un
período de surgimiento de la argumentación académica en el seno de la escolástica;
y, finalmente, un período de refundación, inaugurado con Perelman y Toulmin y que
se extiende hasta nuestros días. Sin embargo, es preciso subrayar que entre el período
fundacional y el período de refundación ocurre un hecho muy importante y es la
drástica reducción de las dimensiones del ámbito de uso y aplicación de las teorías de
la argumentación, ya que estas, de ser un instrumento de uso cotidiano en la vida
pública de los ciudadanos y vinculado al sostenimiento del mismísimo orden público
democrático, pasan a ser un instrumento de uso más restringido en ámbitos sociales
más privados y cada vez más vinculados a élites de conocimiento, proceso que
alcanza su máxima expresión durante el período escolástico, en donde tiene exclusivo
uso en el espacio del claustro universitario, protegido por la autonomía que la
institución universitaria alcanza desde 1215.
La cuestión de la conceptualización, por su parte, parece más una cuestión
definitoria que de conceptualización propiamente tal. En efecto, si hoy podemos hacer
una distinción entre retórica y argumentación es porque, al perder relevancia la
argumentación (en su período de declive), lo que sí logró asentarse en el nuevo
contexto fue la preceptiva orientada a la estructuración y embellecimiento del
discurso, ampliamente desarrollada ya en los ―manuales patéticos‖ (centrados en
83
Eduardo Risco del Valle
técnicas para la movilización/manipulación de las pasiones del auditorio) de la
sofística, de manera tal que, lo que originalmente era (o parecía) un mismo cuerpo de
conocimientos, se separó en dos: una estilística, prontamente consumida por la
ciencia literaria: la retórica; y una argumentación, entendida como ciencia de la
composición de argumentos que fue paulatinamente relegada al terreno de la lógica
matemática. Una distinción que, aunque empobreció el corpus de conocimientos
originales y sus naturales mutuas relaciones, hoy nos permite decir que el contexto de
origen e impulso de las teorías de la argumentación es la retórica o estilística clásica,
de suyo anterior en varios siglos como lo hemos señalado más arriba. De esta manera,
pues, y para los fines de este trabajo, entenderemos por retórica al estudio de las
figuras de estilo y de las modalidades de expresión, en tanto que la argumentación
será para nosotros el estudio de los procedimientos destinados a la composición de
argumentos destinados a persuadir o convencer. Acciones estas últimas (persuadir y
convencer) que hoy entendemos como apelación a la emocionalidad del auditor y
apelación a la racionalidad del mismo, respectivamente, pero que en la tradición
clásica aparecen habitualmente confundidas, aun cuando el propio Dionisio de
Halicarnaso4 utiliza los verbos piqanw y pistow5 para distinguirlas.
La cuestión de los índices descriptores para los distintos textos constituye, a su
vez, un problema general que debe abordar la pragmalingüística cada vez que se
asoma a los dominios de la argumentación, y esto, entre otras, por las siguientes
razones: en primer lugar, porque la mayor parte de los estudios pragmalingüísticos
respecto de la argumentación provienen de la tradición analítica de la lingüística del
discurso y esta ha ejercido su esfuerzo analítico fundamentalmente sobre corpus
textuales monoconstruidos, en tanto que la argumentación implica el enfrentamiento
de textos policonstruidos que no es posible abordar sin una asunción teórica del
concepto de interacción, de manera que tales textos no han merecido todavía una
adecuada atención de los analistas (baste como prueba de ello el hojear cualquier
manual de análisis del discurso para comprobarlo), lo que lleva, finalmente, a un
tratamiento de los corpora argumentativos con criterios propios de los corpora
textuales monoconstruidos, todos ellos un tanto ajenos a la naturaleza interactiva de
los mismos; y esto nos lleva, finalmente, a la necesidad de encontrar índices
descriptivos más adecuados a la naturaleza argumentativa e interactiva de los textos
que nos ocupan; un problema que, debido a la amplitud de las consideraciones
teóricas que procederían, propondremos resolver siguiendo de momento los índices
que la propia tradición clásica parece consagrar en los juicios que formulan sus
autores acerca de otros retores y que bien podrían formularse del modo siguiente:
4
Nuestro acceso a esta fuente se produce a través de una edición crítica realizada en 1826 por E. Gros con
el título de: Examen critique del plus célèbres écrivains de la Grèce, par Denys d’Halicarnasse. Paris,
Brunot-Labbe éditeur. Nois atenemos a los contenidos del primer tomo y, en adelante, referimos a esta
obra todas las remisiones a Dionisio de Halicarnaso.
5
Dionisio de Halicarnaso, en Gros (1826, 69): ―kai piqanai, kai thn pistin‖.
84
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
a) Respeto del orden canónico de estructuración y desarrollo del discurso
argumentativo. Un hecho en el que en realidad no se insiste en la literatura clásica
porque se da por supuesto que es la existencia misma de este tipo de discurso,
enfatizándose muchísimo, sin embargo, la mayor o menor maestría que los
distintos retores manifiestan en la construcción de las distintas partes y, así,
Dionisio de Halicarnaso subraya que Lisias fue maestro en la composición del
exordio, en tanto que Isócrates poseería una particular pericia en la disposición y
distribución de las pruebas y otro tanto afirma de Iseo.
b) Establecimiento y sostenimiento de la cuestión del debate. Se trata de un aspecto
tenido por fundamental en la construcción del discurso hasta nuestros días y
consistente, fundamentalmente, en enunciar con claridad aquello acerca de lo que
se discutirá: el objeto de la discusión; ya el propio Dionisio señala que ―los retores
aconsejan hacer dócil al auditorio y, para llegar a conseguirlo, exponer en pocas
palabras el objeto del discurso a fin de que no resulte desconocido a los jueces‖
(82-83), y señala la pericia de Lisias para introducir claramente este objeto en el
exordio.
c) Licitud y oportunidad de los argumentos empleados. Se trata de un índice
estrechamente vinculado al anterior y que recubre dos aspectos fundamentales: en
primer lugar, la evitación de recursos argumentales ―tramposos‖ (conocidos
habitualmente como ―falacias‖) que resultarían ilícitos porque desvían el debate de
la cuestión originalmente planteada y, en segundo lugar, recubre también la
―pertinencia‖ de los argumentos empleados, pertinencia medida por su
acomodación a los fines de la discusión como al tipo de auditorio.
d) Claridad y pureza del estilo. Se trata de un índice que, aunque muy relevante en
las evaluaciones que la tradición clásica hace de sus retores y discursos, hoy
resulta menos considerado debido, probablemente, a que supone el arraigo del
discurso en el contexto de una lengua particular y, para el caso que nos ocupa
aquí, el Griego. En efecto, cuando Dionisio se refiere a este aspecto en Lisias,
subraya que es un modelo perfecto del dialecto ático porque ―presenta los
pensamientos mediante palabras tomadas en su acepción propia y usual… y…
rara vez se encuentra en sus discursos expresiones figuradas‖ (18).
EL PERIODO FUNDACIONAL O EL APORTE DE LA SOFÍSTICA
Es probable que el primer y principal aporte de este período al desarrollo de las
teorías de la argumentación deba situarse en la introducción de la idea orden o
estructura del discurso argumentativo, idea presidida por la convicción de que un
discurso ordenado puede alcanzar de mejor manera los fines de la argumentación, a
saber: persuasión o convicción del auditorio respecto de la cuestión defendida. Sin
detrimento de lo anterior, Plantin (8–11), en su consideración indirecta de este período
(él no parece tener en cuenta la periodización de la que hemos dado cuenta más
arriba), indica otros cuatro grandes aportes, los que él rotula como: la Antifonía, la
85
Eduardo Risco del Valle
Paradoja, lo Probable y la Dialéctica; de tal manera que un primer catálogo de estos
aportes–aprendizajes podría resultar compuesto del modo siguiente:
–
–
–
–
–
Introducción de la idea de ―orden del discurso argumetativo‖
Establecimiento de la Antifonía como espacio natural de ocurrencia
Establecimiento de la Dialéctica como procedimiento
Legitimación de la Paradoja como posibilidad contraargumentativa
Establecimiento de la Probabilidad como forma argumental.
Evidentemente, un catálogo semejante solo es posibilitado en el marco de un
contexto social y discursivo que podríamos llamar (a falta de un término más
adecuado) Sofística.
a) La introducción de la idea de orden del discurso
Más allá de la discusión respecto de si fue Homero quien inauguró o plasmó la
existencia de una costumbre de construir discursos argumentativos6 como los
conocemos hoy, lo cierto es que tanto la literatura clásica como las investigaciones
contemporáneas al respecto parecen coincidir en que la primera vez que una obra
escrita tiene en cuenta el establecimiento de una preceptiva organizacional del
discurso argumentativo es el manual del maestro Korax7 de Siracusa, quien
probablemente redactó su obra hacia el año 460 a. de C. y a la que hoy accedemos
exclusivamente por las alusiones que a ella hacen Aristóteles, Cicerón y Quintiliano y
cuya figura se encuentra indisolublemente unida a la de su discípulo Tisias, como
tendremos ocasión de ver más adelante. Cicerón, citando un texto perdido de
Aristóteles, señala que:
―Nadie, antes de él, había acostumbrado litigar con método y técnica, aun
cuando la mayor parte de ellos lo hacía con pericia y precisión‖ (46).
En términos generales, y por lo que podemos saber a partir de las referencias
existentes, el manual consistía en un conjunto de técnicas argumentativo-retóricas
destinadas al desempeño exitoso en el contexto público de los tribunales. Sin lugar a
dudas, su principal contribución se encuentra en el reconocimiento de cuatro partes
del discurso y sus fines.
Tras el fin del régimen de los Tiranos (en donde muchas de las tierras de los
ciudadanos habían sido confiscadas y repartidas entre los miembros del ejército) hubo
lugar para un gran número de pleitos de tierras (presentados como alegato público
ante asamblea de jueces y ciudadanos reunida en el ágora) que buscaban reivindicar el
6
Murphy parece apoyar esta opinión aludiendo a los abundantes fragmentos argumentativos contenidos en
La Ilíada y en piezas dramáticas como Las Euménides de Esquilo. Véase: Murphy, J., 1989, Pp. 9-12.
7
―Corax‖ en algunos textos. De él no sabemos mucho, ya que su obra no ha llegado íntegra hasta nuestros
días, se sabe, sin embargo, que vivió en Siracusa y que, posteriormente al período de los Tiranos, se dedicó
a componer discursos para los reclamantes en los pleitos de tierra suscitados tras la caída de este régimen.
86
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
derecho de posesión de sus dueños originales y, en tal contexto, Korax se hizo notorio
como logógrafo, es decir, como un compositor de discursos para los distintos
litigantes, oficio por el que recibía una conveniente remuneración. Tanto Breton y
Gauthier (2000, 13), como otros autores (aunque de manera menos esquemática),
coinciden en atribuirle el establecimiento de un primer esquema de construcción del
discurso argumentativo que, reconociendo cuatro partes del mismo, puede presentarse
del modo siguiente:
EXORDIO
PRESENTACIÓN DE
HECHOS
Captar la atención del
auditorio.
Decir de qué se habla,
exponer la propia tesis.
DISCUSIÓN
PERORACIÓN
Proporcionar los
argumentos a favor de
la tesis.
Terminar por una
fórmula sintética.
En donde es posible notar, además de una muy cercana semejanza con los
esquemas que Aristóteles ofrece en su Retórica, la presencia de un conjunto de
objetivos identificadores de las acciones que es preciso implementar para la
instanciación de cada una de las partes. El esquema parece haber tenido un gran éxito
y haber sido rápidamente adoptado por otros logógrafos, entre estos, evidentemente,
se encuentran los discípulos indirectos de Korax por medio de las enseñanzas de
Tisias. En efecto, resulta notorio el hecho de que Dionisio de Halicarnaso, en su
magnífico examen de los retores antiguos, cimenta buena parte de sus juicios en el
modo en que cada uno de estos retores construye cada uno de los distintos momentos
del discurso y, así, subraya en Lisias8 que maneja con particular maestría la
construcción del exordio, indicando las diversas estrategias que utiliza para iniciarlo y
que se resumen en:
–
–
–
–
–
Comenzar con un elogio a sí mismo (bastante velado).
Acusar directamente al adversario.
Si es acusado, destruir en primer lugar las imputaciones que se le dirigen.
Alabar a los jueces para hacerlos favorables a su persona y a su causa.
Presentar la cuestión que trata como de interés general, de alta importancia y
que merece toda la atención del auditorio.
– Oponer su debilidad al prestigio y fuerza de su adversario para subrayar la
desigualdad de la lucha que va a emprender (Gros, 62–65).
8
458 – 380 a. de C. Nacido en Atenas, nunca llegó a gozar de nacionalidad ática debido a que era hijo de
un siracusano y a que, cuando este privilegio le fue concedido muchos años después, no pudo ejercerlo por
alguna formalidad no seguida en el momento en que la asamblea se lo otorgó, Cicerón parece conocer este
antecedente y le reivindica la nacionalidad ática porque “certe Athenis est et natus et mortuus et functus
omni civium munere (ciertamente nació y murió en Atenas y cumplió con todo deber de ciudadano).
87
Eduardo Risco del Valle
Del mismo modo, indica que Iseo9 ―pone la narración (presentación de los
hechos) en el lugar más conveniente, le da poca extensión y no incluye en ella
ninguna prueba‖ (Gros, 288), y agrega que es Isócrates10 el verdadero maestro en la
presentación, encadenamiento y distribución de las pruebas (172). Citas, todas estas,
que claramente demuestran la temprana y exitosa asunción de los preceptos korácicos
en materia de estructura u orden del discurso argumentativo.
Sin embargo, aunque las referencias al manual de Korax que aún sobreviven
muestran con meridiana claridad el desarrollo de una técnica oratoria, la verdad es
que el estatus de ―arte‖ de esta ocupación fue largo tiempo discutido sin que parezca
haberse presentado una solución explícita hasta la aparición de Lisias, quien, a decir
de Cicerón, fue el primero en afirmar la existencia de este ―oficio de orador‖11:
Nam Lysiam primo profiteri splitum artem esse dicendi: Lisias, pues, solía
declarar que había arte del decir (Cicerón, Brutus, 17).
b) El establecimiento de la Antifonía como espacio natural de ocurrencia del
discurso argumentativo
Plantin llama Antífona a ―la práctica sistemática de contraponer discursos‖(8),
indicando además que ―Todo argumento puede volverse del revés, y a todo discurso
le responde un contradiscurso producido desde otro punto de vista y proyectando una
realidad diferente‖(8), sin embargo, desde nuestra perspectiva, en su planteamiento
hay dos aspectos distintos aunque complementarios: la legitimación de la posibilidad
de contraargumentar, derecho connatural a todo locutor constituido en argumentador
en una instancia de discusión y, también, el carácter esencialmente dialógico del
intercambio argumentativo y que se relaciona con la posibilidad de intercambiar los
turnos de habla entre los distintos participantes en este intercambio. Es el segundo de
estos sentidos el que consideramos adecuado para la identificación del aporte de esta
etapa a las teorías de la argumentación, ya que supone la instalación de un precepto
que, de acuerdo con Murphy, entronca con un momento de evolución del
Ditirambo12, en donde ―dos partes opuestas o antitéticas del coro ditirámbico‖
(Murphy, 11) se separaron dando origen a la forma de diálogo que reconocemos ya
en la tragedia griega del siglo VII a. de C. y que, evidentemente, constituye el espacio
natural de ocurrencia del discurso argumentativo, pues, ha de tenerse en cuenta que
los discursos construidos según los precedentemente señalados ―preceptos korácicos‖
tenían como destino su ejecución en el ágora, un espacio en el que el diálogo,
9
420-340 a. de C.
436-338 a. de C.
11
Cuestión muy debatida y relevante porque la respuesta afirmativa a la misma confería legitimidad a la
enseñanza de la oratoria, pero, al mismo tiempo, le exigía la exhibición de los procedimientos y la
casuística de aplicación de los mismos que era requisito y rasgo identitario de todo oficio en la época.
12
Composición destinada a ser cantada o bailada por un coro de 50 personas durante las representaciones
públicas, sin un líder.
10
88
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
sometido ya a algún tipo de pautamiento semejante al que hoy observamos en el
juicio oral del Sistema Procesal Penal, no dejaba por ello de ser muy dinámico, como
lo delineaba Vernant (1962) en los siguientes términos:
―forma el centro de un espacio público en común. Todos los que entran en
él se definen, por lo mismo, como iguales […] por su presencia en este
espacio político, entran en relaciones de perfecta reciprocidad los unos con
los otros‖ (126).
Y, respecto de los procesos que tenían lugar allí, apuntaba Barthes (1970) que:
―Estos procesos eran de un tipo nuevo: movilizaban grandes jurados populares,
delante de los cuales, para convencer, era preciso ser ‗elocuente‘. Esta
elocuencia, que participaba al mismo tiempo de la democracia y de la
demagogia, de lo judicial y de lo político, se constituyó rápidamente en objeto
de enseñanza‖ (175, traducción nuestra).
En lo que nosotros vemos, además de la explicación del hecho de que la crítica
antigua dedique muchas páginas al ―estilo‖ de los distintos retores, la instalación de
un sistema de toma y cesión de turnos de habla que, antecediendo en muchos siglos al
moderno juicio oral, es responsable del alto pautamiento que hoy exhibe esta forma
de interacción argumentativa.
c) El establecimiento de la Dialéctica como procedimiento
En estrecha relación con lo anterior, la Dialéctica es un procedimiento que
tiene lugar en el marco del diálogo, pero en un nivel de especificación mayor, toda
vez que el procedimiento se centra en el aspecto razonado o razonable del diálogo en
cuestión, es decir, en su contenido. Al respecto, Plantin señala que ―la palabra
‗dialéctica‘ tiene múltiples significados […] se aplica aquí, y en los estudios de la
argumentación en general, a una forma de diálogo razonado, conducido según reglas
precisas‖(10), indicación que, a nuestro juicio, se vincula más naturalmente con el
primero de los sentidos apuntados en el acápite anterior, es decir, con la idea de que la
discusión racional de un hecho que, porque no resulta practicable o evidente, exige la
presentación de argumentos y contraargumentos que permitan discernir su estatus de
real, cuestión que se dirimirá, en definitiva, por el valor de mayor o menor verdad que
ofrezcan los argumentos presentados por las partes, aunque en realidad se trate más
bien de mayor o menor ―verosimilitud‖, como apuntará Aristóteles un tiempo
después.
Este aspecto, evidentemente, se relaciona estrechamente con los ―tipos de
argumento‖ utilizables en la discusión y esto, a su vez, con la finalidad persuasiva o
convincente de la misma; distinción, esta última, que no parece haber sido
explícitamente hecha en la época que nos ocupa y que, de acuerdo con nuestro propio
89
Eduardo Risco del Valle
rastreo de la misma, aparece por primera vez en el propio Dionisio de Halicarnaso13,
quien, refiriéndose a Lisias, contrapone las formas verbales pisanai y pistin14 y,
aunque la distinción entre estas dos categorías podría resultar oscura en el pasaje en el
que aparece, resulta aclarada por el hecho de que el propio Dionisio organiza su
exposición separando claramente dos aspectos: kaqarÕj thn ˜rmeneian15 ... T…j Ð
pragmatikÕj Lus…ou carakthr16 en Lisias, y lšxij17 ... T¦ d'™n tù praktikó
prÒtó qeor»mata18 … en Isócrates, englobando esto último en el rótulo:
―pragmatik¾n oŒkonom…an‖, bajo el cual incluye el tratamiento de la selección de los
argumentos. Respecto de los tipos de argumento, a su vez, tampoco contamos con un
elenco de los mismos en esta época, pero Dionisio subraya la capacidad de Lisias para
presentar pruebas acordes a la cuestión que trata, mediante un certero uso del
ejemplo19 y un cuidado por hacer manifiesto en qué se parece al tema que trata y en
qué difiere de él, logrando, finalmente, ―transformar en pruebas ciertas las simples
probabilidades‖ (70). Todo ello nos lleva a pensar en que el ―ejemplo‖, forma
argumental que explicará e instanciará Aristóteles un siglo más tarde, era ya parte del
elenco argumental de la época a la que nos referimos.
d) La legitimación de la Paradoja como posibilidad contraargumentativa
La paradoja es, en el sentido de la Real Academia, una ―figura del pensamiento
que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción‖ y
también: ―idea extraña u opuesta a la común opinión o al sentir de las personas‖; es
decir, su rasgo más característico es la contradicción y, por ello, supone la aparición
(en el contexto argumentativo) de una posibilidad no prevista y que, no obstante,
adecuadamente argumentada, puede llegar a constituirse en una forma válida de
resolución de una disputa. En relación con esto, Plantin indica que la virtud de la
paradoja consiste en hacer evidente la autonomía, chocante para el ‗sentido común‘,
de los funcionamientos lingüísticos en relación con la realidad.
e) El establecimiento de la Probabilidad como forma argumental
Tanto Breton y Gauthier (13) como Murphy (15) coinciden en atribuir a Korax
la autoría de la Probabilidad general como forma argumental válida. El contexto, por
supuesto, es el que hemos descrito más arriba: el de la Siracusa postgobierno de los
Tiranos en la que se ha establecido como costumbre que las disputas sean resueltas
13
Recuérdese que vivió mucho tiempo después de los autores que trata (60 –7 a. de C.).
Dionisio de Halicarnaso en GROS, E., op cit., pp. 69.
15
―La pureza de su estilo‖.
16
Su ―manera‖ de relación de las cosas.
17
Estilo.
18
Acerca de la relación de las cosas.
19
Recuérdese que Aristóteles recomienda el uso argumentativo del ejemplo y el entimema como formas
privilegiadas de argumento, aunque se inclina principalmente por el último.
14
90
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
con alegato público ante un grupo de jueces, la diferencia es que ahora no se trata de
un litigio por la posesión de la tierra, sino de una demanda que el propio maestro
Korax entabla contra su discípulo más dilecto, Tisias, exigiéndole que pague el
importe por las enseñanzas recibidas. El antecedente de esta disputa es la formulación
de la probabilidad en el siguiente contexto: un hombre robusto reclama haber sido
golpeado por un hombre menudo, de manera que el alegato discurre del modo
siguiente:
HOMBRE MENUDO
HOMBRE ROBUSTO
: (Acusado de golpear a un hombre corpulento) ―No es
probable que yo hiciera tal cosa, porque el hombre
corpulento es más fuerte que yo y me vencería, y, como
yo lo sé, no iba a provocar su ira golpeándolo‖.
:
―El hombre pequeño sabe que las gentes considerarán
improbable que él me golpeara, así es que se sintió
seguro al golpearme‖.
Podrá notarse aquí que nos encontramos ante una disyuntiva muy difícil de
resolver, toda vez que no existe ninguna evidencia ―practicable‖ (asequible) de los
hechos y, en tal caso, ambos argumentos parecen aceptables en tanto que razonables y
esto es, precisamente, lo que pretende el argumento de probabilidad que deja a los
aspectos retóricos (estilísticos) del discurso la carga de obtener la persuasión o
convicción de los jueces. Pues bien, Korax utiliza este mismo tipo de argumento para
apoyar su demanda de pago contra su discípulo Tisias, pero el discípulo ha aprendido
muy bien la lección, de manera que se defiende con el mismo argumento, con lo que
la confrontación asume la siguiente forma.
KORAX
: ―Debes PAGARME si ganas el caso porque eso demostraría el valor
de mis lecciones. Si pierdes el caso, debes pagarme también porque el
tribunal te obligará a hacerlo. Tanto en una situación como en la otra,
debes pagarme‖.
TISIAS
: ―No pagaré nada, porque, si pierdo el caso, quedaría demostrado que
tus enseñanzas carecían de valor. Por otro lado, si gano, el tribunal me
absolverá de pagar. En una situación u otra, no pagaré‖.
Por supuesto, el final de esta historia no es claro, Murphy señala que ―el
tribunal aplazó la sentencia indefinidamente‖ (15) y Plantin indica que ―los jueces,
ante esta aporía, persiguieron a los litigantes a bastonazos‖ (7). Sea cual sea el final, lo
cierto es que la contribución que Korax hace a este período del desarrollo de las
teorías de la argumentación y al aspecto concreto que presentamos aquí, es la
incorporación de un tipo específico de argumento, cuya resolución dependerá, como
ya lo hemos dicho, de la cobertura estilística en la que se lo presente, hecho que, de
paso, explica el énfasis retórico que esta época parece subrayar.
91
Eduardo Risco del Valle
Finalmente, la construcción de estos cimientos para el ulterior desarrollo de las
teorías de la argumentación es tributario de la reflexión y esfuerzo de unos más o
menos ―oscuros‖ autores que dieron forma al período que nos ocupa y a quienes
debemos, además, la institucionalización de la enseñanza de la ―Técnica Oratoria‖, no
podemos cerrar esta comunicación sin nombrarlos. Partimos, obviamente, por la
mención del maestro Korax de Siracusa (S. V a. de C.) y de su discípulo Tisias, del
que no sabemos mucho, pero que la tradición clásica sitúa como maestro de Lisias
(458–380 a. de C.) e Isócrates (436–338 a. de C.); Protágoras (485–411 a. de C.),
Gorgias (485–380 a. de C.), Iseo (420–340 a. de C.) y Dinarco (361–291 a. de C.).
Todos ellos contribuyeron a constituir buena parte de la preceptiva argumental que
hoy conocemos y, sobre todo, a hacer de la argumentación un oficio legítimo digno
de ser enseñado como instrumento privilegiado de resolución ―incruenta‖ de las
diferencias de opinión en la vida cotidiana, razón fundamental por la que se le ha
resucitado en contexto de guerra fría y por la que se le incluye hoy en el currículum
escolar. Abrigamos la esperanza de dedicar un examen más exhaustivo a cada uno de
ellos en ulteriores aportaciones.
CONCLUSIONES
Este sucinto examen de los principales problemas vinculados a la construcción
de una historia de las teorías de la argumentación manifiesta los hechos siguientes:
La cuestión de la periodización del desarrollo de las teorías de la
argumentación continuará siendo un tema abierto hasta que no se convenga en un
criterio general para establecer los cortes diacrónicos que corresponde hacer. Hasta
aquí, parece haber primado un criterio que vincula el ejercicio argumentativo con una
específica forma de gobierno (la democracia) y su uso crea un vacío histórico de más
de un milenio en el que, no obstante, resulta de sentido común pensar que sí ha habido
algún tipo de desarrollo que todavía queda por investigar.
Respecto de la cuestión de la conceptualización, es factible aceptar que,
aunque difusa en los albores clásicos, la distinción entre retórica y argumentación
(como dominios de conocimientos separados y complementarios) se justifica ya en la
propia tradición clásica, como podemos reconocerlo en los propios textos de Dionisio
de Halicarnaso y que, por lo tanto, su reunificación no puede ser buscada en la
continuación de esa tradición, sino en su integración en una comprensión interactiva
del fenómeno argumentativo, para ello el tratamiento pragmalingüístico puede
constituir un camino exitoso. Y otro tanto podemos afirmar de la distinción entre
finalidad persuasiva y convincente del discurso argumentativo.
La cuestión de los índices descriptores del texto argumentativo, a su vez y aun
cuando constituye una tarea pendiente de los estudios pragmalingüísticos, puede
resolverse medianamente aun con los ―bastones‖ teóricos que todavía suministra la
tradición clásica, aun cuando estos son susceptibles de ser enriquecidos con su
integración en las contemporáneas teorías de la interacción.
92
Las teorías de la argumentación a través del tiempo I: la época fundacional
El período fundacional de las Teorías de la Argumentación, aun cuando ha
sido tan escuetamente presentado en esta comunicación, manifiesta una época
extraordinariamente prolífica que ha marcado notablemente el desarrollo subsiguiente
de las Teorías de la Argumentación, pero cuya significancia ha resultado obnubilada
por el velo de prejuicio que la tradición de la reflexión socrática (y platónica) ha
superpuesto sobre la sofística.
Es de esperar, esperanza que anima nuestra investigación, que ulteriores
estudios relativos a los textos producidos por los autores de esta época logren conferir
a la sofística el legítimo estatus que le corresponde en el origen de las Teorías de la
Argumentación.
Universidad de Los Lagos*
Departamento de Humanidades y Arte
Avda. Alcalde Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
[email protected]
OBRAS CITADAS
Barthes, Roland. ―L‘ancienne rhétorique‖. En: Communications,‘recherches
rhétoriques’ 16, Paris, Seuil, 1970.
Breton, Philippe y Gauthier, Gilles. Histoire des théories de l’argumentation. Paris:
La découverte, 2000.
Cicerón, Marco Tulio. Bruto. De los Oradores Ilustres. Introducción, traducción y
notas de Bulmaro Reyes Coria. México: Universidad Nacional Autónoma de
México, 2004.
Gros, E. Examen critique del plus célèbres écrivains de la Grèce, par Denys
d’Halicarnasse. Paris: Brunot-Labbe éditeur. 1826. Tome Prémier.
Murphy, James. Sinopsis histórica de la retórica clásica. Madrid: Gredos, 1989.
Pantin, Christian. La Argumentación. Barcelona: Ariel, 2002
Vernant, J-P. Les origines de la pensé grecque. París: P.U.F, 1962.
93
95-112
EL MORFEMA -FU DEL MAPUDUNGUN: LA CODIFICACIÓN
GRAMATICAL DEL ANTIPERFECTO1
The mapudungun –fu morpheme: the grammatical coding of anti-perfect
Guillermo Soto*
Felipe Hasler**
Resumen
El perfecto es un aspecto de perspectiva retrospectiva que codifica la vigencia en el
momento de habla de una eventualidad anterior. El presente trabajo propone la existencia de
una categoría semántica y gramatical de antiperfecto que, en contraste con el perfecto, codifica
la no vigencia en el momento de habla de una eventualidad pasada. Debido a que, al igual que
el perfecto, el antiperfecto es sensible a la vigencia de una eventualidad anterior en el momento
de habla, proponemos que se trata de un segundo tipo de aspecto de perspectiva retrospectiva.
Tras revisar las nociones de perfecto en Comrie (1976), Dik (1997) y Nishiyama y Koenig
(2010) y la noción de pasado discontinuo en Plungian y Van der Auwera (2006), se observa el
modo en que la categoría propuesta se realiza, codificada gramaticalmente, en la lengua
mapuche, mediante el morfema -fu, con especial énfasis en su caracterización semánticopragmática, su relación con la aktionsart y el papel del contexto en su interpretación.
Palabras clave: Antiperfecto, Mapudungun, Aspecto verbal, Contexto.
Abstract
The perfect aspect is a retrospective aspect that encodes the current relevance of a
previous event. In this work, we propose a semantic and grammatical category labeled as
antiperfect that, in contrast to the perfect aspect, encodes the non-validity of a previous
eventuality in speech time. Given that, as the perfect aspect, the antiperfect is subject to the
current relevance of a previous situation, we propose that this is a second type of retrospective
aspect. After reviewing the descriptions of perfect by Comrie (1976), Dik (1997) and
Nishiyama & Koenig (2010), and the description of discontinuous past by Plungian & van der
Auwera (2006), we analyze how the antiperfect is grammatically encoded in Mapudungun by
means of the morpheme –fu. We focus the analysis of this category on its semantic-pragmatic
description, its relation to aktionsart, and the role of context in its interpretation.
Key words: Antiperfect, Mapudungun, Verbal aspect, Context.
1
Los autores agradecen a Héctor Mariano por su invaluable colaboración en el presente estudio.
Asimismo, agradecen a Lucía Golluscio y Gilberto Sánchez por sus comentarios en distintos momentos de
la investigación que condujo a este trabajo. Los errores y deficiencias del trabajo son, por supuesto, de
exclusiva responsabilidad de los autores. La investigación fue apoyada parcialmente por el proyecto
Fondecyt 1110525.
Guillermo Soto y Felipe Hasler
1. INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, estudios en diversas lenguas han venido reconociendo
una noción semántica, codificada gramaticalmente, que, a nuestro entender, puede
considerarse como un tipo de tiempo relativo o, mejor aún, de aspecto externo, no
descrito satisfactoriamente todavía. Específicamente, se trata de una categoría
gramatical expresada típicamente por un morfema —o, alternativamente, por una
construcción— que comunica que la eventualidad2 (en adelante, Ev) designada por la
cláusula está desvinculada del momento de habla (Bertinetto, 1997; Hantson, 2005;
Plungian y Van der Auwera, 2006; Salas, [1992] 2006; Soto y Hasler, 2010). Esta
categoría no puede simplemente asimilarse a un tiempo pasado estándar, pues, como
ya ha señalado Comrie (1985), en los tiempos pasados la no vinculación con el
momento de habla se determina pragmáticamente y no forma parte del significado
semántico de la unidad; más específicamente, puede caracterizarse como una
implicatura pragmática guiada por la máxima de relevancia o pertinencia —en la
línea de lo planteado por Golluscio (2000)—. Además, la categoría opera sobre
predicados que ya tienen una referencia temporal asignada por otros mecanismos –ya
gramaticales, ya pragmáticos— sin alterar, necesariamente, su referencia temporal.
Un ejemplo de la categoría es el morfema -fu del mapudungun3. En esta lengua se
establece un contraste entre las cláusulas:
2
(1)
Katrü-n
ñi
Cortar-IND.1SG
1.POS
Me corté mis uñas4 (Salas, 130)
wili
uña
(2)
Katrü-fu-n
ñi
wili […]
Cortar-AP-IND.1SG 1.POS
uña
Me había cortado mis uñas (Salas, 131)
Se entiende el término ‗eventualidad‘ como sinónimo de lo que Dik (1997) llama ‗estado de cosas‘ y
Smith (1997) ‗situación‘, es decir, ―la concepción de algo que puede ser el caso en algún mundo‖.
3
El mapudungun es una lengua genéticamente aislada, hablada con distintos grados de vitalidad en el
centro y sur de Chile y Argentina. Se trata de una lengua aglutinante y sufijadora con tendencia a la
polisíntesis. El orden no marcado de los elementos de una oración es SVO/VS. El verbo puede incluir un
gran número de sufijos que expresan categorías como: tiempo, aspecto, modalidad, direccionalidad,
evidencialidad, polaridad y, además, cuenta con procesos morfosintácticos como la incorporación nominal
y reduplicación (para una descripción detallada de la estructura del mapudungun veáse Smeets [1989],
2008; Salas [1992], 2006; Zúñiga, 2006).
4
Las abreviaturas utilizadas son: 1= 1ª persona, 2= 2ª persona, 3= 3ª persona, [ ] = forma no marcada,
ADM= admirativo, AP = antiperfecto, CONJ= conjunción, DEM1= demostrativo 1 (chi), DEM2=
demostrativo 2 (fey), DET1= determinante 1 (ta), DET2= determinante 2 (ti), DIR= direccional, DIST=
distributivo, DU= dual, EST= estativizador, EVID= evidencialidad, FNF1= forma no finita 1 (-lu), FNF2=
forma no finita 2 (-el), FUT= futuro, HAB= habitualidad, IND= indicativo, NEG= negación, OP= objeto
primario, PAS= pasiva, PPOS= posposición, POS= posesivo, PL= plural, SG= singular, POS= posesivo.
96
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
Mientras la primera se interpreta como un pasado, la segunda exige,
adicionalmente, que el resultado de la Ev no se mantenga vigente en el momento de
habla (p. ej., Me corté las uñas, pero me crecieron).
En un trabajo anterior (Soto y Hasler, 2010), hemos propuesto que la categoría
recién presentada puede considerarse como un tipo de aspecto de perspectiva
retrospectiva (Dik, 1997) cuyo significado es inverso al del perfecto, razón por la que
la hemos denominado antiperfecto. Mientras el perfecto codifica la vigencia en el
momento de habla de una Ev localizada temporalmente antes de dicho momento, el
antiperfecto, de ser nuestra caracterización adecuada, codifica la no vigencia en el
momento de habla de una Ev anterior. Como hemos mostrado en dicho trabajo, tres
de los cuatro usos típicamente asociados al perfecto, a saber, resultativo, continuativo
y pasado reciente (cf. Comrie, 1976) tienen su inverso en el antiperfecto, que puede
comunicar que cierto resultado esperable de una Ev dinámica no se dio
(antirresultativo), que la persistencia en el momento de habla de una Ev estativa no es
el caso (anticontinuativo) o que una Ev se localiza en un pasado remoto. Como en el
caso del perfecto, parte de estos usos suponen cierta interacción entre la modalidad de
acción verbal o aktionsart5 y el marcador de antiperfecto.
Si bien pensamos que el argumento a favor de la existencia de un antiperfecto
como aspecto de perspectiva retrospectiva es sólido y tiene validez tipológica en tanto
se aplica a lenguas no relacionadas, no hay hasta ahora caracterizaciones finas de sus
propiedades semánticas y pragmáticas; en otras palabras, no parece haber una
descripción de los factores semánticos y pragmáticos que entran en juego en su
configuración. El presente trabajo tiene por objeto proponer una caracterización
interna de la categoría. Luego de la introducción, en §2 se define al antiperfecto
como una categoría espejo del perfecto, que codifica la no vigencia de una Ev pasada
en el momento de habla y se propone que la caracterización semántico-pragmática del
perfecto de Nishiyama y Koenig (2010) puede extenderse, mutatis mutandi, al
antiperfecto, en tanto en ambos casos se relaciona una Ev pasada con el momento de
habla. Mientras con el perfecto el hablante vincula la Ev pasada con una Ev estativa
vigente en el momento de habla; en el antiperfecto, el hablante cancela una eventual
relación entre la Ev pasada y una Ev estativa vigente en el momento de habla que el
oyente podría inferir. En §3 se propone que el morfema -fu corresponde a un marcador
de antiperfecto sensible al tipo de Ev, específicamente, a las distinciones dinámico vs.
estativo y, dentro de los estativos, estativos permanentes vs. contingentes. Por la
presencia de un operador gramatical específico, el antiperfecto puede desencadenar
cambios de tipo explícitos en la interpretación aspectual de la situación. Finalmente, en
§4 se resumen las principales conclusiones de la presente investigación.
5
El término aktionsart, asociado al aspecto léxico, se utiliza en este estudio para referirse al aspecto de la
constelación verbal o predicación nuclear, siguiendo las propuestas de Dik (1997), ―tipo de estado de
cosas‖ y Smith (1997), ―tipo de situación‖.
97
Guillermo Soto y Felipe Hasler
2. EL ASPECTO DE PERSPECTIVA RETROSPECTIVA
2.1. EL PERFECTO
A medio camino entre la categoría gramatical de tiempo, que se ocupa de la
localización de una Ev respecto de un momento de habla, y la de aspecto interno, que
especifica las propiedades temporales internas de un Ev, se encuentra una categoría
que codifica la relación que dos Evs establecen entre sí. Típicamente, esta categoría se
manifiesta mediante nociones como la de perfecto (Juan se ha quebrado el brazo) o
la de prospectivo (Los precios van a subir). Mientras unos autores han caracterizado
la categoría como una forma de tiempo relativo (Comrie, 1976; Hengeveld y
Mackenzie, 2008), también se la ha descrito como un tipo de aspecto externo (Dik,
1997). En todo caso, como puede desprenderse de Smith (1997), la categoría presenta
propiedades tanto temporales como aspectuales. Más interesante aun es que con ella
una Ev permite introducir otra, relacionada con la primera, en el discurso (Smith,
2003). Así, en la lectura de perfecto resultativo de Juan se ha quebrado un brazo, la
Ev Juan quebrarse un brazo introduce una Ev parafraseable en Juan tiene el brazo
quebrado, esto es, el estado resultante de quebrarse el brazo, que se mantiene vigente
en el momento de habla. Ciertamente, el fenómeno es más complejo, toda vez que la
misma cláusula puede tener una lectura de corte existencial en que el estado resultante
no está vigente en el momento de habla: Juan se ha quebrado el brazo dos veces en
su vida, pero ahora lo tiene sano. Por otro lado, también son posibles perfectos con
Ev atélicas que pueden generar lecturas denominadas continuativas en que la misma
Ev designada por el participio persiste en el momento de habla: He vivido toda mi
vida en Chile. Además, el perfecto puede expresar la proximidad al momento de
habla de un Ev, tanto en el llamado perfecto hodiernal: Hoy he visto a Andrea, como
en el perfecto de noticia fresca (hot news): Ha muerto el rey (véanse Comrie, 1976 y
Soto, 2012 para una caracterización de estas lecturas).
La existencia de diversas lecturas condicionadas, aparentemente, por factores
semánticos como la aktionsart de la Ev, ha llevado a proponer la ausencia de un
significado básico para el perfecto. Sin embargo, no es claro que las distintas
interpretaciones del perfecto correspondan a tipos constreñidos semánticamente,
como propone Comrie (1976). Más bien, siguiendo a Dahl (1985), puede pensarse
que se trata de usos pragmáticamente condicionados. En efecto, una misma Ev admite
más de una interpretación. Así, la cláusula He leído El Quijote puede usarse como
resultativa, existencial o de pasado próximo: puede ser el caso que esté vigente en el
momento de habla el conocimiento resultante de la lectura; que el hablante simplemente
plantee que ha ocurrido la lectura al menos una vez en su vida (He leído el Quijote
varias veces en mi vida) o que el hablante haya acabado de terminar de leer el libro.
También una Ev atélica puede dar lugar, por ejemplo, a lecturas continuativas o
existenciales. Así, He estado en este trabajo puede querer decir que el hablante aún está
en el trabajo (He estado toda mi vida en este trabajo) o que el hablante, en algún
momento de su vida, ha estado en el trabajo en cuestión (Ya he estado en este trabajo).
98
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
Recientemente, Nishiyama y Koenig (2010) han propuesto una caracterización
del perfecto que, junto con dar cuenta de la diversidad de usos, caracteriza un
significado básico para la categoría. La idea de los autores es que el perfecto introduce
dos Evs en el discurso, las que se relacionan epistémicamente entre sí: una Ev,
descrita por el verbo principal y sus argumentos, y un estado (desde ahora, S) que se
superpone al momento de habla. S representa la vigencia de Ev en el momento de
habla y es semánticamente inespecífico, en tanto su categoría es una variable libre
cuyo valor específico debe ser determinado pragmáticamente. Debe precisarse que,
para los autores, si bien el valor de la variable se fija de modo pragmático, su
existencia forma parte de la semántica del perfecto.
De modo más específico, los autores sostienen que la determinación
pragmática de S obedece a una inferencia generada a partir de la ocurrencia de Ev,
siguiendo el principio de informatividad, o principio-I, que señala que lo que se
expresa de manera simple se ejemplifica de modo estereotipado (Levinson, 2000).
Este principio consta de una máxima de minimización, por parte del hablante, y de un
enriquecimiento pragmático, por parte del oyente. En lo que respecta a la
minimización, el hablante escoge el enunciado menos informativo —en este caso, el
enunciado que porta la marca de perfecto— cuando hay uno más informativo
disponible. Así, por ejemplo, el hablante expresa Marta se ha quebrado el brazo, en
vez de Marta se quebró el brazo y lo tiene quebrado. El oyente, por su parte,
enriquece el enunciado menos informativo con la interpretación más específica,
utilizando su conocimiento de mundo y la información contextual, y aprovechando el
contraste entre el perfecto y la forma canónica de pretérito indefinido para designar
una Ev pasada. En otras palabras, debido a que existe una forma canónica, el pretérito
indefinido6, para introducir Evs pasadas, la opción del perfecto por el hablante
desencadena la inferencia.
De lo anterior se desprende que la relación entre Ev y S es determinada por el
hablante y no se puede interpretar independientemente de la evaluación que este hace
de la situación. Esta parece ser la razón por la que Langacker (1987) señala que el
perfecto es una construcción subjetiva en primer grado —o atenuada (Langacker,
2000)—: si bien la ocurrencia de Ev sigue perteneciendo al dominio objetivo de la
situación, su vigencia presente, representada por S, no pertenece a la situación en sí
misma, sino que es introducida por el conceptualizador (para una explicación más
detallada de la relación entre las propuestas de Nishiyama y Koenig y Langacker,
véase Soto, 2012).
Aunque la noción de subjetividad de Langacker permite caracterizar, desde una
perspectiva lingüístico cognitiva, el proceso de conceptualización sobre el que descansa
el perfecto, consideramos que, como ha destacado Verhagen (2005), no explicita
suficientemente la dimensión interpersonal del proceso de conceptualización, que,
6
Utilizamos el término pretérito indefinido y no pretérito perfecto simple para evitar la confusión con el
significado perfecto.
99
Guillermo Soto y Felipe Hasler
finalmente, resulta crítica para la coordinación de hablante y oyente en el intercambio
comunicativo. En efecto, el conceptualizador debe considerar lo que el oyente puede ser
capaz de reconstruir en la comunicación. De esta manera, Verhagen complementa la
noción de subjetividad planteada por Langacker, señalando que cualquier evento
lingüístico necesariamente involucra dos conceptualizadores, uno que tiene el rol de ser
el responsable del enunciado, identificado por Langacker, y, además, otro, que lo
interpreta de una forma particular: ―el punto de un enunciado lingüístico, en términos
generales, es que el primer conceptualizador invita al segundo a atender en conjunto un
objeto de conceptualización en alguna manera específica y a actualizar la base común al
hacerlo‖ (Verhagen, 7).
De acuerdo con lo anterior, podemos concluir que el hablante, al introducir el
perfecto, introduce dos eventualidades, Ev y S, codificando solamente Ev, y le indica
al oyente que debe buscar, en el contexto y en su conocimiento de mundo, un S que
indique la vigencia de Ev en el momento de habla. Este proceso está mediado por el
principio-I, de tal forma que el hablante realiza la minimización indicada por dicho
principio, pues piensa que, por medio del contexto y de su conocimiento de mundo,
el oyente será capaz de maximizar y reconocer la relación que construyó, es decir, que
será capaz de encontrar un S que se relacione epistémicamente con Ev, que indique su
vigencia en el momento de habla. Por tanto, pensamos que el perfecto no es una
construcción subjetiva, sino más bien, intersubjetiva, donde los dos participantes en la
interacción verbal, tanto el hablante como el oyente, juegan un papel primordial en la
conceptualización de la situación.
2.2.
EL ANTIPERFECTO
Como hemos propuesto en un trabajo anterior (Soto y Hasler, 2010), el
antiperfecto es la categoría espejo del perfecto, no solo porque posee un significado
inverso, sino también porque tres de los tipos de perfecto señalados por Comrie (1976),
el continuativo, el resultativo y el reciente, tienen su correlato especular en el
antiperfecto, registrándose casos de anticontinuativo (en español, mapudungun e
inglés), antirresultativo y pasado remoto (en mapudungun). Además, resulta sugerente
constatar que los tipos de antiperfecto señalados anteriormente se corresponden con las
variantes de pasado discontinuo7 señaladas por Plungian y Van der Auwera (2006),
denominadas ‗pasado enmarcado‘, cuando se combina el marcador de pasado
discontinuo con una situación imperfectiva, y ‗pasado de resultado cancelado‘, cuando
este se combina con una perfectiva. Consecuentemente, hemos planteado que el aspecto
de perspectiva retrospectiva no se manifiesta solo en el perfecto, que codifica la
vigencia de un EdC en el momento de habla, como propone Dik (1997), sino también
7
A grandes rasgos, los autores señalan que los marcadores de pasado discontinuo son marcadores de
tiempo pasado que portan un significado de ‗pasado no presente‘ o ‗pasado sin relevancia presente‘
(Plungian y Van der Auwera 317)
100
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
en el antiperfecto, que codifica la no vigencia. Ambos tipos de aspecto de perspectiva
son sensibles a la pertinencia de un EdC pasado en el momento de habla.
De esta manera, proponemos que el hablante, al utilizar un marcador de
antiperfecto, también introduce dos eventualidades, Ev y S, las que tienen las mismas
características que las eventualidades introducidas por el perfecto, con la diferencia de
que la introducción de S cancela la vigencia de Ev en el momento de habla. Por lo
tanto, consideramos que el antiperfecto es una construcción intersubjetiva, en la que el
hablante realiza la minimización indicada en el principio-I, pues espera que el oyente
maximice el enunciado, encontrando en el contexto un S que se relaciona
epistémicamente con Ev y que cancela su vigencia en el momento de habla. De lo
hasta aquí expuesto, se sigue que en el presente trabajo, a diferencia de Plungian y
Van der Auwera, proponemos que los tipos de antiperfecto deben caracterizarse no
solo semántica sino también pragmáticamente.
En la siguiente sección analizaremos el morfema -fu, perteneciente al sistema
gramatical de la lengua mapuche, como un caso de antiperfecto codificado
gramaticalmente, para así poder avanzar en la caracterización semántico-pragmática
de la categoría propuesta.
3. EL ANTIPERFECTO COMO CATEGORÍA GRAMATICAL: EL -FU DEL MAPUDUNGUN8
3.1. EL SISTEMA DE REFERENCIA TEMPORAL DEL MAPUDUNGUN
Como ya hemos señalado, pensamos que el morfema -fu codifica
gramaticalmente el significado antiperfecto en mapudungun. Consecuentemente, no
corresponde a un tipo de tiempo sino a un tipo de aspecto de perspectiva retrospectiva.
Con el objeto de delimitar el significado del morfema -fu, analizaremos en primer lugar
el sistema de referencia temporal de la lengua mapuche. Este se construye a partir de la
dicotomía entre la forma no marcada y el morfema -a, que porta el significado de
tiempo futuro9. En las cláusulas no marcadas con -a, la referencia temporal depende de
8
A causa de que el antiperfecto es una categoría con un marcado componente subjetivo, es necesario
precisar algunos aspectos de la variedad dialectal considerada en el estudio, ya que la subjetividad se suele
asociar con una alta tendencia a la variación diatópica (cf. Company, 2004). En el presente estudio se
consideran mayoritariamente ejemplos pertenecientes al dialecto moluche. Según Salas [1992] (2006), la
gran mayoría de los hablantes maneja esta variedad, la que se encuentra ubicada en la zona central y
precordillerana de la IX Región. Salas ubica el dialecto picunche en el llano central de la provincia de
Malleco, IX Región, y grupos aislados en la cordillera de Nahuelbuta, en la VIII Región. Por lo demás, el
dialecto pehuenche se mantiene en la zona cordillerana comprendida entre el Alto Biobío, en la VIII
Región, y la provincia de Valdivia, en la actual XIV Región. Finalmente, sitúa al dialecto huilliche en
pequeñas agrupaciones ubicadas en la zona de Lago Ranco y San Juan de la Costa, X Región. Salas
destaca, además, que más allá de las diferencias entre las variedades, aún se mantiene un alto nivel de
inteligibilidad dialectal.
9
No todos están de acuerdo en considerar a -a como un morfema de futuro en mapudungun. Así,
Hengeveld y Mackenzie (2008) proponen que se trataría de un morfema de modo. Nuestra propuesta es
independiente del estatus temporal o modal de este morfema. Para el presente análisis no consideraremos
los casos con morfema –a.
101
Guillermo Soto y Felipe Hasler
la aktionsart de la predicación y el aspecto de punto de vista (Smith, 1997). Como se
verá en lo que sigue, el determinante crítico de la referencia temporal es la aktionsart de
la predicación, que puede ser dinámica o estativa.
Con predicados dinámicos, la Ev posee un aspecto de punto de vista perfectivo
que comunica, por implicatura, una referencia pasada (Golluscio, 1998). La relación
entre perfectividad y pasado, lejos de ser una singularidad del mapudungun, es un
patrón general, fundado en la semejanza semántica de ambas nociones, que se
manifiesta tanto sincrónica como diacrónicamente en distintas lenguas (Bybee et al,
1994). En el siguiente ejemplo, la Ev —correspondiente a una realización
vendleriana, esto es, una situación dinámica, durativa y télica— sin marca temporal
se interpreta como un pasado perfectivo:
(3)
Dewma-n
kiñe ruka
Hacer-IND.1SG un casa
Hice una casa (HM10).
La misma interpretación pasada se obtiene con actividades y logros vendlerianos, lo
que muestra que el rasgo pertinente es la dinamicidad:11
(4)
(5)
María umawtu-y
ta=ñi
María dormir-IND [3SG] DET1=1.POS
María durmió en mi casa (HM)
Chi
weda
ngürü
DEM1
malvado
zorro
Murió el malvado zorro (Salas, 130).
ruka mew
casa PPOS
la-y
Morir-IND [3SG]
Importa observar que la referencia temporal de las Ev dinámicas depende
también del acto de habla, de modo que una Ev dinámica puede adquirir referencia
temporal presente en actos de habla de fuerza ilocutiva directiva. Así, en órdenes o
invitaciones:
(6)
¡Matetu-yu,
peñi!
Tomar mate-IND.2DU
hermano
Tomemos mate, hermano (HM).
En nuestro análisis nos concentraremos en los actos de habla declarativos. En
lo que respecta a los predicados estativos, la situación es más compleja y depende del
carácter permanente o episódico del estado (Smith, 1997; RAE, 2009). Con
predicados estativos permanentes, la cláusula no marcada presenta un aspecto de
punto de vista imperfectivo que comunica, típicamente, que el estado persiste en el
Los ejemplos marcados con HM fueron proporcionados por Héctor Mariano, hablante nativo de
mapudungun y profesor de dicha lengua, en sesiones de elicitación.
11
Las actividades son eventos dinámicos durativos y atélicos; los logros son dinámicos, no durativos y
télicos (Vendler, 1967 y Smith, 1997).
10
102
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
momento de habla, adquiriendo, vía implicatura, una referencia presente (cf. Bybee et
al, 1994), como se puede observar en el siguiente ejemplo:
(7)
Ta=ñi
ruka müle-y
willi mapu mew
DET1=1.POS casa estar-IND.[3SG] sur tierra PPOS
Mi casa está en el sur (HM).
Por su parte, los predicados estativos episódicos se presentan como perfectivos y
generan, por tanto, una implicatura de referencia temporal pasada12.
(8)
Rupachi semana mew kütran-küle-n
feymew küdaw-me-la-n
Pasada semana PPOS enfermo-EST-IND.1SG entonces trabajarDIR-NEG-IND.1SG
La semana pasada estaba enfermo así que no fui a trabajar (HM).
(9)
¿Chew müle-ymi
sábado
Dónde estar-IND.2SG
sábado
¿Dónde estabas el día sábado? (HM)
antü mew?
día PPOS
También, el sistema gramatical mapuche permite que predicados episódicos y
eventos se recategoricen como estativos permanentes derivados, modificando, por
tanto, su referencia temporal, gracias al empleo del morfema de habitualidad -ke,
desencadenante, en este caso, de un cambio de tipo explícito:
(10) Ka
mawida mew pe-ke-y
engün
dañinentu
CONJ monte PPOS ver-HAB-IND.[3]
PL
mutilla
ka
fill anümka
CONJ todo árbol
También en la montaña observan la mutilla y toda clase de árboles
(Aguilera et al, 1).
En síntesis, el mapudungun, al menos en lo que respecta al pasado y el presente,
no posee morfemas de tiempo. La referencia temporal se establece pragmáticamente a
partir del modo de acción de la Ev y el aspecto de punto de vista asociado por defecto a
cada modo de acción. Como se observa en el caso del morfema -ke, la variación en la
aktionsart conlleva el cambio de la referencia temporal.
12
Es posible que la interpretación perfectiva del predicado estativo episódico obedezca a que este se
conceptualiza como dinámico, esto es, como un evento, a diferencia del permanente. De ser esta
interpretación correcta, en mapudungun, los estativos episódicos se interpretarían típicamente como
eventos.
103
Guillermo Soto y Felipe Hasler
3.2.
EL MORFEMA -FU Y LA RELACIÓN DE LOS PREDICADOS CON EL MOMENTO
DE HABLA
La inserción del morfema -fu en predicaciones que, como hemos visto, ya
poseen referencia temporal, altera cierta relación que los predicados tienen con el
momento de habla. Esta relación, como veremos, no siempre es temporal, y se
vincula con la modalidad de acción de Ev.
(11) Dewma-fu-n
kiñe ruka
welu lüf-künu-y
Hacer-AP-IND.1SG
una casa
pero quemar-dejar-IND.[3SG]
Había hecho una casa, pero se quemó entera (HM)
(12) Ta=ñi
ruka müle-fu-y
DET1=1.POS casa estar-AP-IND.[3SG]
Mi casa estaba en el sur (ya no) (HM)
willi mapu mew
sur tierra PPOS
El ejemplo (11) que contiene la Ev dinámica ‗hacer una casa‘ contrasta con el
ejemplo (3), que contiene la misma Ev. La diferencia entre ambas cláusulas no es
temporal, toda vez que las dos refieren a una eventualidad pasada: en los dos casos se
hizo una casa en un tiempo anterior al momento de habla. La diferencia radica en que
en (11) -fu comunica que no se sostiene en el momento de habla un estado resultante
esperable de la Ev dinámica. Por su parte (12), que contiene una Ev estativa
permanente, contrasta temporalmente con (7), que contiene la misma Ev, en tanto su
referencia no es presente, sino pasada. De acuerdo con nuestro análisis, el cambio de
referencia temporal obedece a que en (12) -fu codifica la cancelación de la implicatura
conversacional generalizada que permite la referencia temporal presente a partir de un
estativo permanente. Abstrayendo las diferencias derivadas de la aktionsart de (11) y
(12), se puede plantear que en ambos casos -fu marca la no vigencia en el momento
de habla de un estado esperable a partir de la Ev designada por la cláusula. Esta
interpretación es equivalente a la noción de implicatura rota de Golluscio (2000).
Como hemos visto, el morfema -fu desvincula la Ev anterior del momento de
habla, codificando su no vigencia. En un nivel de especificidad mayor pueden
distinguirse dos tipos de -fu correlativos a los tipos de perfecto de Comrie (1976). En
primer lugar, un anticontinuativo que designa Evs de duración limitada, que no se
extienden hasta el momento de habla, casos como (12). Segundo, un antirresultativo
que denota la no existencia de un estado consecuente en el momento de habla (o la no
relevancia de dicho estado en el momento de habla), casos como (11).
La correlación entre la aktionsart de Ev y el tipo de antiperfecto es estrecha.
En un análisis de 108 cláusulas con morfema -fu13 hemos encontrado que en los casos
13
Las cláusulas fueron tomadas de dos fuentes. En primer lugar, de los epews: Sumpall, Trülke wekufü,
Mangkian, Un viaje al país de los difuntos, Un viaje de los difuntos al país de los vivientes, La mujer bruja
y su hijo y El zorro y el huillín, todos presentes en Salas [1992] (2006). En segundo lugar, de los nütram
104
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
con estados permanentes predomina el antiperfecto anticontinuativo, mientras que en
los casos con Ev estativa episódica y Ev dinámica predomina el antiperfecto
antirresultativo. El siguiente cuadro sintetiza los datos:
Modalidad de acción de Ev
Anticontinuativo Antirresultativo
Estativo permanente
77
4
Estativo episódico
0
2
Dinámico
0
25
Cuadro 1: Correlación entre aktionsart de la Ev y tipo de antiperfecto
Puesto que el antiperfecto anticontinuativo se vincula con Ev estativas
permanentes, esta resulta ser su interpretación no marcada, mientras que la
intepretación no marcada de un antiperfecto con Ev dinámica o estativa episódica es
la de antirresultativo. En la sección siguiente analizaremos tanto dichas
interpretaciones como las condiciones que posibilitan el surgimiento de las
interpretaciones marcadas.
3.2.1. EL ANTICONTINUATIVO
En virtud de que el anticontinuativo resulta de la interacción entre el morfema fu y una Ev estativa permanente, la construcción típicamente anticontinuativa se da
con verbos con aktionsart básica estativa permanente:
(13) Kiñe rupachi
kiñe domo
kalko-rke
nie-rke-fu-y
Una vez
una mujer bruja-ADM tener-EVID-AP-IND.[3SG]
alün püñeñ.
mucho hijo (de la mujer)
Había una vez una mujer, que resultó ser bruja, que tenía muchos hijos
(Salas, 257).
No obstante lo anterior, también es posible encontrar cláusulas que, presentando
verbos con aktionsart básica dinámica, poseen significado anticontinuativo, como en:
(14)
Faw püle
rupa-ke-fu-y
ko piam
Acá PPOS
pasar-HAB-AP-IND.3SG
agua EVID
Por acá pasaba un río antes (pero ya no). (HM)
(15)
Fey
ti
DEM2 DET2
Labranza
Labranza
kuyfi
antes
wentru müna putufe nge-fu-y
hombre muy bebedor ser-AP-IND.[3SG]
amu-ke-fu-y
puliwentu
ir-HAB-AP-IND.3SG
mañana
2, 4, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 12, 15, 16, 17 y 18 presentes en Relmuan (1997). Para el análisis consideramos solo
las apariciones de -fu en cláusulas independientes en modo indicativo con el objeto de observar de mejor
manera su relación con la aktionsart. Una proyección de la presente investigación es observar su relación
tanto con el marcador de tiemp o modo -a y con el marcador de subjuntivo -l.
105
Guillermo Soto y Felipe Hasler
Ese hombre era muy bebedor; iba todas las mañanas a Labranza
(Relmuan, 21).
Lo anterior es posible porque los verbos dinámicos (rupa- ‗pasar‘ y amu- ‗ir‘)
van acompañados por el morfema -ke, que funciona como un marcador de
habitualidad. El morfema -ke produce un cambio explícito en la aktionsart de las
constelaciones verbales dinámicas, transformándolas en Evs estativas habituales
derivadas que, en combinación con el morfema -fu, adquieren un significado
anticontinuativo. El morfema -ke, al estativizar las constelaciones verbales dinámicas,
les agrega la propiedad de subintervalo (Smith, 1997), generando, consecuentemente,
la implicatura de que la situación continúa hasta el presente. Esta implicatura es
cancelada por el morfema -fu. Si nuestra interpretación es correcta, las cláusulas con
verbos dinámicos y morfema -ke deberían tener referencia temporal presente, como
las cláusulas con verbos estativos permanentes, lo que, como se observa en el ejemplo
(10), efectivamente ocurre.
El análisis expuesto explica por qué se genera la interpretación anticontinuativa
no solo con verbos estativos permanentes, sino también con dinámicos, como se
observa en el Cuadro 2, que sintetiza la relación entre el tipo de situación básica del
verbo y el antiperfecto anticontinuativo: los 40 verbos dinámicos que aparecen en
cláusulas con interpretación anticontinuativa están en combinación con el morfema
-ke, que funciona como un estativizador de constelaciones verbales dinámicas.
Estativos
Dinámicos
Anticontinuativo
37
40
Cuadro 2: Relación entre antiperfecto anticontinuativo y tipo de
situación básica del verbo.
En síntesis, en la interpretación anticontinuativa el hablante introduce una Ev
estativa, básica o derivada, marcada con el morfema -fu, y espera que el oyente
encuentre un S, en el contexto y en su conocimiento de mundo, que indique que Ev
no persiste hasta el momento de habla.
3.2.2. EL ANTIRRESULTATIVO
El antirresultativo obedece, típicamente, a la combinación del morfema -fu con
constelaciones verbales dinámicas. En este tipo, como ya hemos dicho, el morfema
no altera la relación temporal que el predicado establece con el momento de habla,
sino que anula una relación posible entre la Ev pasada y el momento de habla, como
se puede ver en el ejemplo (2), repetido a continuación como (16):
(16) Katrü-fu-n
ñi
wili
Cortar-AP-IND.1SG 1.POS uña
Me había cortado las uñas (pero me volvieron a crecer) (Salas 131).
106
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
El antirresultativo no solo comunica que un resultado estricto no se da en el
momento de habla, sino que puede también indicar que la acción realizada no tuvo las
consecuencias esperadas:
(17) Kintu-fu-y
engün fey-chi
epu pichi-ke
domo
Buscar-AP-IND [3] PL DEM2-DEM1
dos pequeño-DIST mujer
welu pe-la-fi-y
engün.
pero ver-NEG-3.OP-IND.[3] PL
Habían buscado a las 2 niñas, pero no las encontraron (Salas 249).
Además, puede comunicar que una consecuencia esperable de un determinado
estado episódico no se verificó, como por ejemplo:
(18) Juan kim-nie-fu-y
ta=ñi
mawü-a-el,
Juan saber-tener-AP-IND.[3SG] DET1=3.POS llover-FUT-FNF2
welu tripa-y müten
pero salir-IND.[3SG] no más
Juan sabía que iba a llover, pero salió no más (HM).
(19) Rupachi semana mew
kutran-küle-fu-n
welu
Pasada
semana PPOS
enfermar-EST-IND.1SG
pero
küdaw-me-n
müten
trabajar-DIR-IND.1SG no más
La semana pasada estuve enfermo pero fui a trabajar igual (HM).
Finalmente, es frecuente encontrar el morfema -fu en combinación con verbos
de comunicación, indicando que ciertos efectos esperados de un acto comunicativo no
se dieron y, consecuentemente, no están vigentes en el momento de habla:
(20) Ngülam-nge-fu-y,
allkü-la-y
engün dew
aconsejar-PAS-AP-IND.[3SG] escuchar-NEG-IND.[3] PL ya
fütra trem-lu
engün ka
grande crecer-FNF1
PL CONJ
Se les ha aconsejado, pero no han escuchado, como ya han crecido
(Relmuan, 53-54).
En síntesis, la interpretación antirresultativa puede ser tanto estricta —el
resultado léxicamente implicado por una Ev télica— como amplia —un estado
posterior epistémicamente vinculado a la Ev e inferible en el contexto—. El paralelo
con el perfecto resultativo, como este se describe en Comrie (1976) o Nishiyama y
Koenig (2010), es claro.
Respecto del contexto, resulta interesante destacar que los datos sugieren que
la aparición de -fu en una cláusula se correlaciona estrechamente con la presencia de
una cláusula coordinada adversativa, ya sea explícita (17-20) o recuperable del
contexto (16), que comunica el S específico que cancela la vigencia de la Ev en el
momento de habla.
107
Guillermo Soto y Felipe Hasler
3.2.3. ESTATIVOS PERMANENTES ANTIRRESULTATIVOS
Finalmente, al menos en la variedad dialectal considerada en la presente
investigación, la lectura antirresultativa también puede surgir a partir de Evs estativas
permanentes, aunque en un contexto específico. Si bien, como hemos indicado con
anterioridad, al combinarse con -fu, las constelaciones verbales estativas permanentes
reciben una interpretación no marcada de antiperfecto anticontinuativo, en ciertos
contextos las cláusulas pueden tener interpretación antirresultativa amplia. En los
siguientes ejemplos, una misma cláusula con Ev estativa permanente recibe
interpretación anticontinuativa o antirresultativa amplia, dependiendo del contexto.
(21) Ñi malle nie-fu-y
kiñe mansun müten
1.POS tío tener-AP-IND.[3SG] un buey
no más
Mi tío tenía un solo buey (HM).
(22) Ñi malle nie-fu-y
kiñe mansun welu
1.POS tío
tener-AP-IND.[3SG] un buey
pero
pepi-ngilla-la-y
kangelu ñi
poder comprar-NEG-IND.[3SG] otro 1.POS
nie-a-el
kiñe trarin
tener-FUT-FNF2 una yunta
Mi tío tiene un buey, pero no puede comprar otro para tener una yunta
(HM).
Mientras la interpretación anticontinuativa presente en (21) surge sin mayores
especificaciones contextuales, la interpretación antirresultativa amplia de (22) solo se
da en el contexto de una oración adversativa en que la segunda cláusula explicita el
estado no vigente en el momento de habla. Aun cuando nuestros datos muestran que
las cláusulas antirresultativas con Ev dinámicas y con Ev estativas episódicas también
se dan solo en oraciones adversativas, el punto es que, en el caso de las estativas
permanentes, la ausencia de contexto adversativo impone la interpretación
anticontinuativa. De hecho, no encontramos cláusulas con significado antiperfecto
anticontinuativo en contextos adversativos. El antiperfecto antirresultativo con Ev
estativas permanentes se da, aunque esporádicamente, en los datos analizados para el
presente trabajo:
(23) Kom
che ta
pewma-ka-ke-fu-y,
Todo gente DET1
soñar-CONT-HAB-AP-IND.[3]
kom pewma-ke-fu-iñ
todo soñar-HAB-AP-IND.1PL
welu
inchiñ ta feyentu-la-fi-iñ
pero nosotros DET1 creer-NEG-3.OP-IND.1PL
ta pewma,
falintu-la-fi-iñ
DET1 sueño valorar-NEG-3.OP-IND.1PL
108
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
Todas las personas sueñan, todos nosotros soñamos siempre, pero
nosotros no hemos creído en ellos, no les damos valor (Relmuan, 49).
En este último ejemplo el hablante emplea el verbo pewman ‗soñar‘, marcado
por el morfema de habitualidad y el de antiperfecto. En contexto adversativo, recibe
una interpretación antirresultativa amplia: el hablante introduce la Ev estativa
permanente para que el oyente introduzca el estado ‗ya no son interpretados, no son
valorados‘, que niega la vigencia de la primera Ev en el momento de habla. Un
aspecto interesante de estos casos es que en ellos se conserva la referencia temporal
presente propia de las cláusulas con Ev estativa permanente, lo que indica que no se
coerciona la aktionsart de la predicación.
3.2.4. EL PASADO REMOTO
Además, como hemos señalado anteriormente, el morfema -fu también puede
adquirir el valor de pasado remoto, en ocasiones complementado por adverbio el kuyfi
‗hace mucho tiempo‘ o el morfema -rke, marcador de evidencialidad. Se presenta,
fundamentalmente, en narraciones y en conversaciones que tratan acerca de las
costumbres antiguas.
(24) Kuyfi antiguo mew, tripa-ke-rke-fu-y
Antes antiguo PPOS salir-HAB-EVID-AP-IND.[3SG]
la-püllel mew
petu
moro-le-lu
mapu.
cementerio PPOS
todavía
moro-EST-FNF1 tierra
Antiguamente, en tiempos antiguos, se cuenta que salían los muertos del
cementerio, cuando todavía era mora la tierra (o sea, antes de la llegada de
los extranjeros cristianos) (Salas 253).
En estos casos, el morfema antiperfecto opera sobre una Ev estativa básica o,
como en el ejemplo, derivada.
4.
CONCLUSIONES
En el presente trabajo hemos propuesto una caracterización relativamente
detallada del funcionamiento del morfema -fu del mapudungun en su variedad
moluche (Chile). De acuerdo con nuestro análisis, este morfema codifica un
significado inverso al del perfecto, que denominamos antiperfecto. Mientras el
perfecto codifica la vinculación con el momento de habla de una Ev iniciada con
anterioridad a este, el antiperfecto codifica la desvinculación de una Ev iniciada con
anterioridad al momento de habla. En nuestro análisis, proyectamos al antiperfecto la
caracterización semántico-pragmática del perfecto propuesta por Nishiyama y Koenig
(2010). De acuerdo con este análisis, el morfema –fu introduce dos Evs vinculadas
epistémicamente entre sí, cuya relación está modelada por el principio-I. La diferencia
con el perfecto es que en el antiperfecto la inferencia del oyente a partir de la Ev
marcada con -fu consiste en la no vigencia en el momento de habla de un estado
109
Guillermo Soto y Felipe Hasler
esperable. Los usos del perfecto, salvo el experiencial, tienen su contraparte en los
usos antiperfectos antes expuestos: anticontinuativo, antirresultativo y remoto.
El tipo específico de antiperfecto resulta de la interacción entre la modalidad
de acción o aktionsart de la Ev marcada con -fu, el contexto y el empleo del marcador
de antiperfecto. Con Ev dinámicas y estativas episódicas, -fu mantiene la referencia
temporal pasada de la cláusula y genera una interpretación antirresultativa. Solo con
Ev dinámicas télicas es posible que se den antirresultativas estrictas. Por su parte, con
Ev estativas permanentes, sean estas básicas o derivadas, -fu prototípicamente genera
una interpretación anticontinuativa y, en consecuencia, modifica la referencia
temporal de la cláusula, que de presente cambia a pasado.
De modo esporádico, -fu puede generar interpretación antirresultativa con
estativos permanentes. Se trata de una interpretación marcada que exige un contexto
adversativo en que la cláusula sin el marcador comunique —directa o indirectamente—
el estado cancelado. En este caso, el morfema no modifica la referencia temporal de la
cláusula que, al ser estativa permanente, sigue siendo presente.
La caracterización expuesta permite generalizar ciertas propiedades del
antiperfecto antirresultativo y el anticontinuativo. El antiperfecto antirresultativo no
modifica la referencia temporal de la cláusula, tal que, si esta es pasada, sigue siendo
pasada, y si es presente —como ocurre en los casos con Ev estativa permanente—
sigue siendo presente. Junto con ello, el antiperfecto antirresultativo exige un contexto
adversativo. Por su parte, el antiperfecto anticontinuativo modifica la referencia
temporal de la cláusula, de presente a pasado. Es posible que de esto se deriven el
empleo del antiperfecto como pasado remoto y, consecuentemente, la categorización
que diversos autores han realizado del morfema como marca de tiempo gramatical.
También parece ser esta la razón de que hablantes de español que aprenden
mapudungun como segunda lengua, tiendan a emplear -fu como morfema de tiempo
pasado.
Universidad de Chile*
Ignacio Carrera Pinto 1025, Ñuñoa, Santiago de Chile
[email protected]
Universidad de Chile**
CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina)
Ignacio Carrera Pinto 1025, Ñuñoa, Santiago de Chile
[email protected]
110
El morfema –fu del mapudungun: la codificación gramatical del antiperfecto
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112
113-130
PROPUESTAS DE GRAFEMARIOS PARA LA LENGUA
MAPUCHE: DESDE LOS FONEMAS A LAS REPRESENTACIONES
POLÍTICO-IDENTITARIAS1
Grapheme alphabet proposals for mapuche language: from phonemes to political
and identity representations
Pilar Álvarez-Santullano Busch*
Amilcar Forno Sparosvich**
Eduardo Risco del Valle***
Resumen
En este artículo damos cuenta de las propuestas de grafemarios —más conocidas y
diferenciadas entre sí— para escribir la lengua mapuche y discutimos sus fundamentos y las
tensiones que subyacen en ellas. Con ello esperamos contribuir a abrir la actual discusión para
una toma de conciencia de las alternativas posibles, de las representaciones que se encuentran
en disputa y de lo que generan estas concreciones cuando se llevan al plano de la educación
intercultural. La aparición de grafemarios mapuche huilliches y la defensa de unos y resistencia
a otros muestra que incluso en aquellas zonas aparentemente más ―objetivas y técnicas‖ de la
lengua lo político tiene lugar, evidenciando que lo lingüístico está irrenunciablemente atado a
las relaciones de poder que involucran a los sujetos y a las comunidades de habla.
Palabras clave: Grafemarios, Lengua mapuche, Fonología, Identidad territorial.
Abstract
In this paper, we discuss some of the different and best known grapheme alphabet
proposals for writing the Mapuche language, and discuss their rationale and the tensions that
underlie them. With this, we hope to contribute to open the current debate to a new awareness
of possible alternatives about the representations that are in dispute and about what these
concretions generate when they are used in intercultural education. The appearance of
Mapuche Huilliche grapheme alphabets, the adoption of some of them and the resistance to
others show that even in language areas seemingly more ―objective and technical‖, politics
takes place. This shows that linguistics is undeniably tied to power relations involving
individuals and speech communities.
Key words: Grapheme alphabets, Mapuche language, Phonology, Territorial identity.
1
Agradecemos a CONICYT por financiar el Proyecto Fondecyt 1120792 ―Estudio fonológico de las
variedades del mapuche o mapuzugun habladas en territorio huilliche‖, de cuyos resultados se nutre este
artículo; al Núcleo Milenio ―Centro de Investigación en Educación en Contexto Indígena‖ (UCT), y al
Núcleo de Estudios Críticos: Discurso, Poder y Sociedad (Universidad de Los Lagos) por los espacios y
aportes para formular y discutir este texto.
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
1. LOS GRAFEMARIOS
La preeminencia de la oralidad sobre la escritura ha sido un aspecto
especialmente subrayado en la lingüística de fines del siglo XX, de hecho, Werner
Abraham (Abraham, 176) —citando a Lyons— se refería al tema en 1981 en los
siguientes términos: ―la escritura no es más que una representación gráfica, secundaria,
del lenguaje. La lengua escrita se deriva del traslado del habla a un medio visual,
secundario‖, en donde es posible notar, ya desde la puntuación y en especial enfatizado
por la doble aparición del adjetivo ‗secundario‘, un claro acento en la oralidad como
también —desafortunadamente— una en extremo simplificada alusión al dramático
cambio que supone ese ‗traslado del habla a un medio visual‘ que, visto desde la
perspectiva de una lengua de tradición oral que se asoma a ese mismo ‗traslado‘ y, más
aún, desde la perspectiva de la sociedad que la usa, adquiere ribetes de tal magnitud que
trastocan (y colisionan con, a veces) los aspectos más esenciales de la identidad
histórica, cultural y política de esa misma sociedad, como ha ocurrido con la aparición
de grafemarios para la lengua mapuche en Chile y la reacción de reivindicación
autonomista que estos grafemarios han suscitado en el pueblo huilliche2.
El esfuerzo por asignar una representación gráfica a los rasgos fónicos
segmentales de la lengua, sea con el noble objetivo que sea, hunde sus raíces en los
tiempos más antiguos del devenir cultural de nuestra tradición global y manifiesta un
continuum perfectivo que, con ajustes paulatinos, ha ido depurando y haciendo más
eficiente el sistema por medio de una mayor precisión de las correspondencias entre
elementos del ámbito de lo gráfico y elementos del ámbito fónico. Desde los
pictogramas e ideogramas que encontramos con abundancia en la escritura china o
mesoamericana, pasando por los primeros prototipos de fonogramas (unilíteros,
bilíteros y trilíteros) que, combinados con ideogramas de existencia previa, dieron
forma al sistema jeroglífico egipcio, hasta llegar por último al alfabeto fenicio, en el
que ya se puede encontrar una clara predominancia de correspondencias
(quasi)unívocas entre sonido y signo, asistimos a un extenso desfile de problemas y
propuestas de solución diversas que han dejado, no obstante, su huella en todas las
reformulaciones ulteriores. En efecto, y si quisiéramos trazar una línea sucesoria ideal
de eventos, al pictograma3 (y tras un cierto proceso de estilización paulatina que bien
puede apreciarse en la textilería mapuche) sucede en algunos sistemas el ideograma,
un símbolo o combinación de símbolos que representa ya una idea completa y que
resulta funcional para la comunicación gráfica de eventos y, por supuesto, para la
2
El grupo huilliche constituye uno de los subgrupos del pueblo mapuche junto a los picunches,
pehuenches, y moluches o aracucanos.
3
Entendemos por ―pictograma‖ una representación que, habiendo tenido alguna vez una base más
―realista‖ (estéticamente hablando), se ha ido estilizando paulatinamente y, en muchos casos, compulsada
por los límites que imponía el instrumento con el que se trazaban los dibujos, pero que conserva aún su
carácter iconográfico.
114
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
creación literaria. En un momento posterior y catalizado por las necesidades de
plasticidad con las que la expresión escrita desafía al sistema, muchos ideogramas
pierden de manera paulatina su relación unívoca con ideas específicas y adquieren
una nueva relación con el o los sonidos que lo inauguran en la ejecución oral, dando
origen a símbolos con valor silábico y también con valor consonántico, como puede
apreciarse en el sistema jeroglífico (en especial en el período demótico), en el sistema
cuneiforme, en el alfabeto griego e incluso en el alfabeto latino que hoy utilizamos4.
El posterior salto cualitativo de este proceso es, evidentemente, el surgimiento del
alfabeto fonético que, manifestando sus beneficios en el uso académico especializado,
llega a transformarse en muchos casos en la norma hacia la que miran quienes
diseñan o evalúan sistemas de escritura postulados para dar forma gráfica a las
lenguas que aún no la tienen.
Por supuesto, como ya lo hemos señalado, este somero itinerario representa
una secuencia abstracta y no es el que recorren todas las lenguas que tienden a
adquirir forma escrita y no es el recorrido por la lengua mapuche en su proceso de
(incipiente) alfabetización. En efecto, puesta en este contexto, la lengua mapuche pasa
de manera directa desde una etapa de pictogramas a la circunstancia histórica de
adoptar un alfabeto, es decir, un sistema de representación gráfica de la lengua que se
apoye en una correspondencia unívoca entre símbolo y sonido, en el estado5 en que
los sistemas disponibles se encuentran hoy para las lenguas en uso.
Los grafemarios tienen como antecedentes una tradición de alfabetización de
las lenguas indígenas que en América reconoce dos fuentes básicas: la primera de
ellas, la evangelización que suponía la necesidad de contar con un soporte escrito para
trasladar el evangelio a las lenguas vernáculas. Los destinatarios de estos textos eran
sobre todo los propios misioneros, por lo que los símbolos estaban al servicio de que
estos entendieran la escritura para aprender la lengua. La segunda tradición viene de
la escritura cotidiana de nombres y lugares (adosadas respectivamente a la
competencia lingüística del funcionario estatal a cargo de ejercer el registro
correspondiente). La primera de estas tradiciones cuenta con el apoyo de trabajos
lingüísticos previos en particular desarrollados para este fin, en cambio la segunda
reposa más bien sobre la intuición lingüística del escritor hispanohablante que debe
enfrentar el hecho de transcribir una voz de otra lengua en la suya. Desde la primera
vertiente, por ejemplo, la isla ubicada en Lago Ranco, provincia de Valdivia, se
escribiría preferentemente como Wapi, mientras que en la segunda opción se
4
Una clara manifestación de esto se encuentra en las consonantes geminadas del alfabeto español (como
―ll‖) y en el grafema ―x‖, que en realidad representa dos sonidos: [ks].
5
Las lenguas en uso, como se sabe, poseen o adoptan sistemas alfabéticos en los que las correspondencias
símbolo-sonido no son perfectamente unívocas, lo que genera un gran número de dudas y controversias
entre los hablantes en la fase de instalación, controversias que se relacionan con aspectos fundamentales de
la cultura toda vez que la instalación de un sistema de escritura supone una brusca modificación de las
pautas pragmalingüísticas de la interacción verbal.
115
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
escribiría Huapi6 y, a diferencia del primer caso, se trata de escribir en castellano las
voces que provienen del mapuche.
2. LA ESCRITURA EN EL CONTEXTO MAPUCHE
En las últimas décadas han surgido diversas iniciativas para proveer de
escritura a la lengua mapuche. Este proceso, que moviliza a una sociedad oral hacia la
situación de sociedad con escritura (en lo que a la lengua vernácula se refiere),
remueve condiciones sociales previas a su emergencia, entre estas, esquemas y
representaciones sociales del ―sí mismo‖ como pueblo y de sus relaciones con el
grupo social dominante históricamente provisto de escritura.
En este sentido, la tarea de escribir una lengua que hasta ese momento ha
funcionado en y para la tradición oral, no solo apunta a vitalizar la lengua misma, sino
también a posicionar a sus hablantes (y ahora escritores) en una nueva vinculación o
posibilidad de contrato entre pueblos que disputan en un mismo espacio por mantener
y desarrollar sus prácticas y políticas culturales e institucionales.
La presentación y discusión de propuestas de un sistema gráfico, que resulte
funcional a la tarea asumida, es uno de los primeros pasos para el desarrollo
escriturario en la lengua propia de un pueblo. En este contexto, han surgido diversas
propuestas de grafemario para la escritura de la lengua mapuche, las que se inscriben
en un proceso no exento de tensiones en y para las comunidades que forman parte de
dicho pueblo, tensiones que relevan la escritura como un dispositivo técnico, pero
también político.
En este artículo damos cuenta y confrontamos cuatro propuestas, tal vez las más
difundidas, de grafemarios para escribir la lengua mapuche con dos propuestas surgidas
desde la territorialidad huilliche, discutimos además sus fundamentos y las tensiones
que entre ellas se originan. Esperamos con ello contribuir a la discusión acerca de las
representaciones y posicionamientos que se encuentran en disputa, especialmente en el
plano de la educación intercultural donde se actualizan estas concreciones.
Con este fin, hemos incluido, en un primer grupo, los grafemarios de Raguileo,
Alfabeto Unificado, Azümchefe, Académicos Universidad Católica de Temuco y, en
el segundo grupo, los grafemarios del cacicado huilliche y el de Salvador Rumian. El
conjunto total conforma una muestra que atiende a la distribución geográfica y a la
diversidad de origen de los grafemarios (p. ej., académico vs. comunitario). Los
grafemarios de Raguileo, el Alfabeto Unificado y el Azümchefe son los más
utilizados, aunque en diversos contextos; el grafemario de la UCT tiene una
importante repercusión, ya que esta Universidad dicta la carrera de Pedagogía Básica
Intercultural en Contexto Mapuche, de manera que es aprendido y utilizado por los
6
Ambas posibilidades de escritura (Wapi y Huapi), en lo que parece ser una confusión, las utiliza Augusta
(1916: XIV y XV) refiriéndose a la isla señalada.
116
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
estudiantes; finalmente, la inclusión de grafemarios huilliches constituye un punto de
vista interesante, pues sus proponentes enfrentan el problema de la representación de
su propia variante dialectal.
2.1. Grafemarios
2.1.1. Alfabeto Raguileo
El grafemario Raguileo fue creado en 1982 por Anselmo Raguileo, intelectual
que, según datos proporcionados por Ruby Raguileo (Kintupil, 2007), participó en los
movimientos mapuches remarcando la importancia política de la mantención del
idioma para la existencia del pueblo mapuche, se desempeñó como Profesor de Lengua
Mapuche en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en la década del 50 y en
1973 se tituló de Ingeniero en Ejecución en Química. En la década del 80, de vuelta en
Temuco, realizó trabajo de campo en comunidades mapuches de distintas regiones para
un proyecto de lingüística del CAPIDE, y para probar la confiabilidad del alfabeto entre
1982 y 1990 realizó diferentes cursos de lengua mapuche en CAPIDE, Ad Mapu y la
Sociedad Mapuche Newen. Concordamos con Wittig (Wittig, 2006) en que ―el
Alfabeto Raguileo se fundamenta en una posición de diferenciación y autonomía de la
lengua mapuche en relación con el castellano, la lengua de la sociedad dominante‖, en
lo que difiere fundamentalmente del Alfabeto Unificado.
El Alfabeto Raguileo (CONADI, 107) incluye seis vocales y 20 consonantes
(Tabla 1).
Tabla 1. Alfabeto Raguileo
Nº
1
2
3
4
5
6
Letra
A
E
I
O
U
V
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
// 8
7
C
//
8
Z
/θ/
9
F
/f/
10
11
Q
K
//
/k/
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española.
Como u sin redondear los labios,
(variante [ə]).
Semejante al castellano ch. En el área
huilliche (sur) tiene también sonido ts.
Al centro del territorio mapuche, como z
española. Al norte y sur, como d suave [].
Como f castellana (centro).
Más cercana a v (norte).
Como f, como j o aspirada (sur).
Suena como g suave.
Como c española antes de vocales a o u.
Ejemplos7
akun llegué
niefun tenía
xogli flaco
ponwi adentro
kayu seis
antv sol
ciwku tiuque
casi sal
yerfa yerba
naqeltu abajo
akun llegué
7
En todos los grafemarios hemos tratado de mantener ejemplos propuestos por los propios autores. Solo
cuando no ha sido posible, hemos incorporado ejemplos provistos por otras fuentes.
8
Este fonema suele ser representado mediante //, // o //, lo que en general parece haber dependido de la
variedad dialectal descrita.
117
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
12
13
L
B
/l/
//
14
J
/ʎ/
15
16
17
18
19
M
N
H
Ñ
G
/m/
/n/
//
//
//
20
21
P
R
/p/
//
22
23
24
25
26
S
T
/s/
/t/
//
//
/w/
27
X
W
Y
/ / 9
Como l española.
Interdental
En territorio huilliche, suele ser retrofleja
Como ll española más tradicional o como
habitualmente la ll de Chile
Como m española
Como n española
Interdental
Como ñ española
Equivalente a la secuencia ng del español,
pero como un solo sonido
Como p española
Retrofleja. Se ensordece en territorio
huilliche
Como s del español de Chile
Como t española
Interdental
Un solo sonido, retroflejo
Como g en la palabra guante, pero más
suave []
En diptongo, antes o después de otra vocal,
suena como u
Antes de una vocal, como la y del español.
En diptongo suena como i
alka gallo
koyba mentiroso
kawej caballo
kimvn saber
koybatun mentir
neweh fuerza
ñarki gato
newehgen ser
fuerte
payun barba
rvme junquillo
asukura azúcar
metawe cántaro
—
xawun reunión
xawun reunión
awkiñko eco
pwel este (punto
cardinal)
yeku cormorán
koybatun mentir
Destacan las siguientes características de este alfabeto:
Incorpora representaciones para la nasal dental y la lateral dental, pero no
incluye una representación para el fonema oclusivo dental //.
Intenta mantener un patrón de diferenciación entre mapuche y castellano,
incorporando letras que no evocan la pronunciación del castellano cuando
pudiera generarse transferencia lingüística. Por ejemplo, usa la letra <x> para
representar el fonema africado retroflejo // en vez de la opción <tr> propuesta
en otros alfabetos.
No sigue el patrón de diferenciación del castellano cuando propone la letra <r>
para el fonema retroflejo / /.
No incorpora representaciones que evidencien las variantes regionales
periféricas, como la huilliche, aun cuando en sus datos biográficos se señala
que recorrió diversas comunas haciendo trabajo de terreno lingüístico.
9
Debido a que este fonema representa a tres sonidos [], [] y [], hemos optado por el primero de ellos
siguiendo a Sadowsky (Sadowsky, Scott et al) y a Salamanca (Salamanca, Gastón et al)
118
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
2.1.2. Alfabeto Mapuche Unificado
En la presentación del Alfabeto Mapuche Unificado Mario Bernales
(SOCHIL. Sociedad Chilena de Lingüística, 1988) señala —tal vez anticipando las
discusiones futuras acerca de este tema— que:
La creación deliberada de un sistema de escritura para la lengua de una
sociedad ágrafa tiene lugar dentro de un complejo de factores históricos y
socioculturales y excede los problemas puramente técnicos de representación de
una fonología por un alfabeto.
Mientras que los alfabetos de María Catrileo, de Adalberto Salas y del Instituto
Lingüístico de Verano constituyeron la base para la formulación del Alfabeto
Mapuche Unificado, el Alfabeto Raguileo quedó al margen, ya que su autor
―mantuvo sin modificar su proposición original‖ (SOCHIL. Sociedad Chilena de
Lingüística, 16). En el mismo texto, Gallardo (SOCHIL. Sociedad Chilena de
Lingüística, 54-55) releva la baja estandarización del idioma mapuche y la propensión
de algunos autores de alfabetos para la lengua mapuche a ―una ortografía que quiere
más mostrar cuán diferentes son las fonologías vernáculas de la fonología castellana
que evocar de modo llano una estructura fonológica lo menos comprometida posible
con un dialecto determinado‖.
Por su parte, Salas (SOCHIL. Sociedad Chilena de Lingüística, 66) reconoce
como base del Alfabeto Mapuche Unificado el sistema fonológico del dialecto
hablado en el valle central de la provincia de Cautín, la razón para ello está en la baja
diferenciación fonológica entre los tres dialectos principales tradicionalmente
reconocidos: el picunche o dialecto nortino; el pehuenche, de la precordillera de los
Andes y mapuche central, conocido también como moluche. Salas señala además que
la base fonológica que sustenta el Alfabeto Mapuche Unificado ―No es aplicable al
huilliche o dialecto sureño (de la provincia de Osorno)‖.
El Alfabeto Mapuche Unificado fue pensado desde una escolarización que
alfabetiza en lengua castellana, y en un momento histórico en que los movimientos
mapuches no manifestaban la fuerza reivindicatoria política actual. La propuesta
alcanzó un alto nivel de difusión. Como señala Wittig (Wittig, 2006), ―El hecho de
que este alfabeto cuente con el respaldo de la comunidad académica propició su uso
en la enseñanza del mapudungun‖.
El Alfabeto Mapuche Unificado (CONADI, 107) cuenta con 6 vocales y 21
consonantes (Tabla 2):
Tabla 2. Alfabeto Mapuche Unificado
Nº
1
2
3
4
5
Letras
A
E
I
O
U
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española
Ejemplos
awar habas
ñuke madre
koni entró
nor derecho
uman dormir
119
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
6
Ü
//
7
Ch
//
8
D
/θ/
9
F
/f/
10
11
G
K
/ /
/k/
12
13
L
L
/l/
//
14
Ll
/ʎ/
15
16
17
M
N
N
/m/
/n/
//
18
19
Ñ
Ng
//
//
20
21
P
R
/p/
//
22
23
24
25
26
S
T
T
Tr
W
/s/
/t/
//
//
/w/
27
Y
/ /
Como u, sin redondear los labios
(variante [ə])
Semejante al castellano ch. En el área
huilliche (sur) tiene también sonido ts.
Al centro del territorio mapuche, como
z española. Al norte y sur, como d
suave [].
Como f castellana (centro).
Más cercana a v (norte).
Como f, como j o aspirada (sur).
Suena como g suave [].
Como c española antes de vocales a o
u.
Como l española.
Interdental. En territorio huilliche,
como retrofleja.
Como ll española más tradicional o
como habitualmente la ll de Chile.
Como m española.
Como n española.
Interdental.
Como ñ española.
Equivalente a la secuencia ng del
español, pero como un solo sonido.
Como p española
Retrofleja. Se ensordece en territorio
huilliche.
Como s del español de Chile.
Como t española.
Interdental
Un solo sonido, retroflejo.
Como g en la palabra guante, pero
más suave. [].
En diptongo, antes o después de otra
vocal, suena como u.
Antes de una vocal, como la y del
español.
En diptongo suena como i.
kütral fuego
challa olla
deya hermana
foro diente
legi apuntó
kachilla trigo
lipang brazo
lawen remedio
llüngki rana
mamüll madera
wentru hombre
kona empleado,
niño
ñochi despacio
ngan siembra
petu todavía
rali plato
sañwe cerdo
tüfa estela
tol frente
fotra barro
challwa pescado
pwel este (punto
cardinal)
chew dónde
ayün gustar
doy más
Entre las características que pueden relevarse de este alfabeto se encuentran:
Incorpora representaciones para las tres consonantes dentales.
Se elabora a partir de la relación grafema–fonema ya establecida en el
castellano, incorporando grafemas que evocan la pronunciación de la lengua
castellana.
No incorpora representaciones que evidencien las variantes regionales
periféricas (por ejemplo, del pehuenche o del huilliche).
120
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
2.1.3. Grafemario Azümchefe
Esta propuesta (CONADI, Azúmchefe. Estudio para la definición, 107) nace
como intento de generar y legitimar un solo grafemario para el pueblo mapuche ―que
responda a la aspiración del sueño de las personas, de manera de transcribir la
fonética de la lengua materna y que sirva como un medio de avance a la utopía del ser
mapuche‖ (CONADI, Azümchefi. Grafemario único, 23). Basado en el análisis de
seis grafemarios previos (Grafemario Antinao, Grafemario Cañulef, Grafemario
Painequeo, Grafemario Huilcamán, Grafemario Raguileo y Grafemario Unificado),
consta de 28 códigos lingüísticos o letras (6 vocales y 22 consonantes). Dos de las
consonantes representan sonidos expresivos: uno afectivo y otro despectivo (Tabla 3):
Tabla 3. Grafemario Azümchefe
Nº
1
2
3
4
5
6
Letras
A
E
I
O
U
Ü
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
//
7
Ch
//
8
Z
/θ/
9
F
/f/
10
11
12
13
Q
K
L
Lh
//
/k/
/l/
//
14
Ll
//
15
16
17
18
19
M
N
Nh
Ñ
G
/m/
/n/
//
//
//
20
21
P
R
/p/
//
22
23
24
S
T
—
/s/
/t/
//
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española.
Como u sin redondear los labios
(variante [ə]).
Semejante al castellano ch. En el área
huilliche se utiliza también como ts.
Al centro, como zeta española. Al
norte y sur, como d suave [].
Como f castellana (centro). Más
cercana a v (norte). Como f, como j o
aspirada (sur).
Como g suave [].
Como c española antes de vocal a o u.
Como l española.
Interdental. En territorio huilliche,
como retrofleja.
Como ll española más tradicional o
como habitualmente la ll de Chile.
Como m española.
Como n española.
Interdental.
Como ñ española.
Equivalente a la secuencia ng, pero
como un solo sonido.
Como p española.
Retrofleja. Se ensordece en territorio
huilliche.
Como s del español de Chile.
Como t española.
Interdental.
Ejemplos
az rostro
relmu arco iris
yien llevo
ofül sorbo
upen olvidar
ürkün cansarse
chofü flojo
zügu asunto
faw aquí
reqle siete
Kuñiwün tener cuidado
lolon hoyo
kelhü rojo
llaskün enojarse
mañüm agradecido
nütxam conversación
punh noche
ñawe hija
zugun hablar
püran subir
rapin vomitar
weswes loquito
tapül hoja vegetal
—
121
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
25
26
Tx
W
//
/w/
27
Y
/ /
28
SH
[∫]
29
T´
[]
Un solo sonido, retroflejo.
Como g en la palabra guante, pero más
suave. [].
En diptongo, después de otra vocal,
suena como u.
Antes de vocal, como y del español. En
diptongo decreciente suena como i.
Como la pronunciación fricativa,
bastante común (y estigmatizada) de ch
en castellano de Chile.
Más atrás que la t del castellano
(palatalizada).
txalka trueno
weluñma al revés
füw hilo
yafkan ofender
üy nombre
shomo mujercita querida
wesa t‘e hombre malo (con
enfado)
Destacan las siguientes características de este alfabeto:
Reconoce dos dentales que son graficadas con una H posterior (LH- NH). No
reconoce la T dental.
Esta propuesta incorpora representaciones gráficas para dos sonidos susceptibles
de ser tratados como alófonos o como fonemas toda vez que su aparición implica
una modificación de significado cuya magnitud, sin embargo, a nuestro juicio no
satisface los criterios tradicionales para considerarlos fonemas distintos (al
contrario de lo que plantea, con ciertas restricciones10, Sadowsky) en términos de
significado formal, aunque sí en términos de significado pragmático, aunque [∫]
incorpora una carga emotiva positiva y [] una carga negativa al enunciado.
El fonema // es graficado como TX marcando con ello tanto la complejidad de
la articulación del sonido como su singularidad frente a la secuencia tr del
castellano.
No incorpora representaciones que evidencien las variantes regionales periféricas
(por ejemplo, del pehuenche o del huilliche).
2.1.4. Grafemario Universidad Católica de Temuco (Desiderio Catriquir y Gabriel
Llanquinao)
El grafemario de Catriquir y Llanquinao de la UCT tiene el mérito de ser el
resultado de hablantes nativos de la lengua mapuche con una praxis pedagógica
reflexiva continua. Según comunicación personal de Catriquir en Solís (Solís), el
diseño operó:
Sobre la base de los dos grafemarios revisados (Unificado, Raguileo), de mayor
connotación del momento, como resultado de los debates para la uniformidad
de los alfabetos para el mapuzugun, realizados en 1984, y en relación con las
10
―It should be noted that in some cases, the differences in the status of /ʃ/ and [ʃ] may be due to authors‘
differing interpretations of what constitutes a phoneme, rather than to actual dialectal differences‖
(Sadowsky, Scott et al, 92).
122
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
corrientes de pensamiento que sustentan cada uno de ellos, en 1995 la Carrera
de Pedagogía en Educación Básica Intercultural de la UCT se propone formular
un grafemario para la enseñanza del mapuzugun en el contexto de la formación
de profesores en educación intercultural. La formulación de grafemario
wirilzugunwe contó con la participación de estudiantes bilingües mapuzuguncastellano de la carrera de Pedagogía en Educación Intercultural, profesores
bilingües de la misma carrera.
Tabla 4. Grafemario UCT
Nº
1
2
3
4
5
6
Letras
A
E
I
O
U
Ü
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
//
7
CH
//
8
Z
/θ/
9
F
/f/
10
11
12
13
Q
K
L
B
//
/k/
/l/
//
14
J
//
15
16
17
18
19
M
N
H
Ñ
G
/m/
//
//
//
//
20
21
P
R
/p/
//
22
23
24
25
S
T
—
X
/s/
/t/
//
//
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española
Como u sin redondear los labios
(variante [ə])
Semejante al castellano ch. En el área
huilliche se utiliza también como ts.
Al centro, como z española. Al norte y
sur, como d suave [].
Como f castellana (centro).
Más cercana a v (norte).
Como f, como j o aspirada (sur).
Suena como g suave [].
Como c española antes de vocal a o u.
Como l española.
Interdental. En territorio huilliche,
como retrofleja.
Como ll española más tradicional o
como habitualmente la ll de Chile.
Como m española.
Como n española.
Interdental.
Como ñ española.
Equivalente a la secuencia ng del
español, pero como un solo sonido.
Como p española
Retrofleja. Se ensordece en territorio
huilliche.
Como s del español de Chile.
Como t española.
Interdental.
Retroflejo.
Ejemplos11
küpan venir
kexan sembrar
meli cuatro
zomo mujer
ramtun preguntar
küzaw trabajo
rukache dueño de casa
mawiza montaña
tüfa este
naq abajo
kayu seis
mülen haber
bewfü río
mojfün sangre
güxamkan conversar
wenxu hombre
kewüh lengua
püñen hijos
gürü zorro
epu dos
kura piedra
magsun buey
fotüm hijos
—
xawün reunión
11
La mayor parte de estos ejemplos están tomados de los textos para enseñanza de lengua mapuche de
Catriquir et al. (Catriquir, Desiderio; Huenchulaf, Rosa; y Sandoval, Cristián).
123
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
26
W
/w/
27
Y
/ /
28
SH
//
Como g en la palabra guante, pero más
suave.
Antes de una vocal, como la y del
español. Después de vocal, suena
como i.
Como la pronunciación fricativa,
bastante común (y estigmatizada) de ch
en castellano de Chile.
wiji sur
zeya hermana
ufisha oveja
Algunos comentarios que cabe hacer respecto de este alfabeto son los siguientes:
Igual que el grafemario de Raguileo, incorpora representaciones para la nasal
dental y la lateral dental, pero no incluye una representación para el fonema
oclusivo dental //.
Este alfabeto soluciona —mediante la propuesta de la letra j— el problema
planteado por Salas (SOCHIL. Sociedad Chilena de Lingüística, 84):
El digrama <ll> es algo más problemático, ya que el fonema /l/ puede ocurrir en
posición prevocálica o postvocálica, y si se lo representa por <l>, se puede tener
un grupo ortográfico >ll> que corresponde a <l> + <l>, una de la coda de una
sílaba y la otra del frontis de la sílaba siguiente, y no al fonema /λ/.
Elaborado de acuerdo con la pronunciación de las variantes geográficas o
dialectales más prestigiosas del mapuche, no da cuenta de las posibilidades que
reclaman los hablantes de dialectos más sureños.
2.1.5. Grafemario Cacicado Huilliche
Resultado de una preocupación del cacicado12 (Junta General de Caciques,
2000) por aumentar el número de hablantes huilliches, este grafemario retoma el
trabajo iniciado por el grupo Monku Küsobkien en la década de los 80.
Tabla 5. Grafemario Cacicado Huilliche
Nº
1
2
3
4
5
6
Letras
A
E
I
O
U
V
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
//
7
C
//
12
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española
Como u sin redondear los labios
(variante [ə])
Semejante al castellano ch. En el
área huilliche se utiliza también
como ts.
Ejemplos
axun cansado
eitimo allí
ince yo
ofuld chupar
uñun bonito
antv día, sol
cag junto
El cacicado huilliche comprende la organización política de la Fütawillimapu (‗grandes tierras del
sur‘), mediante la Junta General de Caciques de la Fútawillimapu dirigida por el Lonko Mayor
Antonio Alcafuz Canquil.
124
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
8
/θ/
10
11
12
13
Z
D
F
J
B
H
Q
K
L
—
14
Y
//
15
16
17
18
19
M
N
—
Ñ
G
/m/
/n/
//
//
//
20
21
P
R
/p/
//
22
23
24
25
26
27
S
T
—
X
W
Y
/s/
/t/
//
//
/w/
/ /
9
/f/
//
/k/
/l/
//
Al centro, como z española. Al norte
y sur, como d suave [].
Como f castellana (centro). Más
cercana a v (norte). Como f, como j o
aspirada (sur).
ziven compañero
duam intención
fane pesado
joxum hijo
haku pellejo
Como g suave [].
Como c española antes de vocal a o u.
Como l española.
Interdental. En huilliche, como
retrofleja.
Como ll española más tradicional o
como habitualmente la ll de Chile.
Como m española.
Como n española.
Interdental.
Como ñ española.
Equivalente a la secuencia ng, pero
como un solo sonido.
Como p española
Retrofleja. Se ensordece en territorio
huilliche.
Como s del español de Chile.
Como t española.
Interdental
Retroflejo.
―Como la w del inglés‖13
Antes de vocal, como y del español.
Después de vocal como i
liq blanco
kalfu azul
lapa paloma
—
yum oculto
miaun andar
namun pie
—
ñapud nieve
gal ojalá
pafuld salir sangre
ruka casa
sumun hablar
tapel hoja
—
axun cansado
?
yum oculto
Comentarios a este alfabeto:
No proporciona representación para las consonantes dentales //, // ni //. Se
desliza, sin embargo, el uso de LD en ―pafuld‖ (salir sangre) para la lateral
interdental.
A diferencia de los anteriores grafemarios donde las correspondencias
fonema/grafema tienden a la univocidad, se observa aquí una coexistencia de
soluciones que implican también posibilidades de múltiples representaciones
grafémicas para un mismo fonema, como se manifiesta en las cuatro
realizaciones grafémicas propuestas para el fonema /f/ y en las dos para el
fonema /θ/, hecho que evidencia un esfuerzo por representar las variaciones
alofónicas que caracterizan el habla huilliche.
13
Explicación tomada del mismo texto del cacicado.
125
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
No incluye representación grafémica especial para //, lo que da cuenta de la
asimilación de este fonema a su realización en el castellano de Chile por efecto
del yeísmo.
2.1.6. Grafemario Salvador Rumian
Salvador Rumian es hijo de Ponciano Rumian, reconocido líder e investigador
huilliche, activo participante del grupo Monku Küsobkien en la década de los 80 que
mostró especial interés por la revitalización de la lengua en el territorio sureño.
Heredero de este ambiente, Salvador ha realizado cursos de lengua y de historia
mapuche cuyos materiales están disponibles en Internet. Su propuesta de grafemario
(Rumian, 2011) reconoce, desde el nombre de la variante regional Che Süngun, la
fonología dialectal sureña que sustenta la propuesta.
Tabla 6. Grafemario para el Che Süngun (Salvador Rumian)
Nº
1
2
3
4
5
6
Letras
A
E
I
O
U
Ü
Fonema
/a/
/e/
/i/
/o/
/u/
//
7
Ch
Ts
//
8
/θ/
10
11
12
13
D (no oficial)
S
SH
F
V (no oficial)
J
G
K
L
L‘
14
Ll
//
15
16
17
18
19
M
N
N‘
Ñ
Ng
/m/
//
//
//
//
9
126
/f/
//
/k/
/l/
//
Pronunciación
Como vocal a española.
Como vocal e española.
Como vocal i española.
Como vocal o española.
Como vocal u española
Como u sin redondear los labios
(variante [ə])
Semejante al castellano ch. En el
área williche se utiliza también
como ts.
Al centro, como zeta española. Al
norte y sur, como d suave [].
Como f castellana (centro). Más
cercana a v (norte). Como f, como j
o aspirada (sur).
Como g suave [].
Como c española antes de vocal a o u.
Como l española.
Interdental.
En territorio huilliche, como
retrofleja,
Como ll española más tradicional o
como habitualmente la ll de Chile.
Como m española.
Como n española.
Interdental.
Como ñ española.
Equivalente a la secuencia ng, pero
como un solo sonido.
Ejemplos del autor
alwe
etsiun
imiln
opun
uñuñ
ül´kantun
chaiwe
tsasro
mawidam
süngun
kishu
folil
kuyiva
josrü
srag
kasra
lüf
l‘afken
llüfken
mapu
nag
n‘amun‘
ñasrki
ngisre
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
20
21
P
Sr (r)
/p/
//
22
23
24
25
26
S
T
T‘
Tr
W
/s/
/t/
//
//
/w/
27
Y
/ /
Como p española
Retrofleja. Se ensordece en
territorio huilliche.
Como s del español de Chile.
Como t española.
Interdental.
Retroflejo.
Como g en la palabra guante, pero
más suave.
Antes de vocal, como y del
español. Después de vocal como i.
pül´ko
srakisuam
süngun
tunten
t‘eümel‘
trufken
waiwen
yom
Los aspectos que destacan en esta propuesta son:
Incluye representaciones específicas para las consonantes dentales //, // y //, lo
que marca mediante apóstrofe.
Como en el anterior grafemario (cacicado), se observa aquí la presencia de
soluciones no unívocas para representar un mismo fonema: D, S y SH para /θ/, Ch
y TS para // y F, V y J para /f/, lo que probablemente obedece al mismo esfuerzo
por representar las variaciones alofónicas que caracterizan el habla huilliche.
Incluye dos consonantes (D y V) bajo el rótulo de ―grafemas no oficiales‖ para
identificar fonemas que considera ―usados de manera marginal por los hablantes,
debido a una altamente probable influencia del español‖ (Rumian 2011). La letra
D aparece representando el fonema /θ/ (dado el ejemplo mawidam) junto a las
letras S y SH, lo que evidencia la sustitución del sonido original [θ] por [s] y []
aunque generalmente en distintos contextos. La letra V representa, en realidad, una
pronunciación de /f/ poco frecuente en la zona huilliche.
3. COMENTARIOS FINALES
Hemos trabajado con dos conjuntos de propuestas que no miran exactamente
hacia el mismo objeto. Un primer grupo enfocado en el mapuche central y un
segundo grupo que emprende la tarea de plantear un alfabeto más representativo de lo
propio aunque sobre la base de lo ya construido previamente para una lengua
mapuche que tiende a la estandarización dialectal. Esta panorámica nos permite las
siguientes consideraciones:
Tensiones sociopolíticas. Hay propuestas que buscan alejarse de la fonética del
castellano para mantener los rasgos más diferenciadores y propios del mapuzugun. Es la
marca que deja el grafemario de Raguileo para otros posteriores. Se advierte en estas
propuestas un movimiento contrario a la asimilación, una lealtad lingüística en la que
subyace la teoría del conflicto lingüístico. Las lenguas no son ajenas a los intereses
antagónicos de las comunidades y suelen confrontarse social y políticamente. La lengua
dominada intenta ofrecer resistencia a los patrones de dominación. Se defiende la
lengua como soporte y símbolo de la identidad y cultura colectiva, es decir, como
127
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
recurso simbólico esencial para la identificación y representación del grupo o pueblo
que la habla. Están en esta situación los grafemarios de Raguileo, Catriquir y, en menor
grado, los del cacicado y Salvador Rumian; estos dos últimos más concentrados en
visibilizar los rasgos característicos del habla regional huilliche por contraste con el
centro lingüístico mapuche.
Tensiones territoriales. El énfasis en las propuestas más localistas está puesto
en la defensa de las variedades dialectales frente a las variedades más vitales y
prestigiosas de la lengua mapuche. Aunque subyace también una tensión política, esta
es de carácter interno y se vincula con un rechazo a la hegemonía del centro mapuche,
tanto en materias lingüísticas como culturales. En los grafemarios más locales se
opera por sobrediferenciación, el resultado es que varios grafemas pueden representar
un solo fonema, pues se destacan las representaciones alofónicas. En algunos casos,
junto a las letras del código dominante, como TS junto a CH para //; V / J / H junto
a F para /f/; y, en otros casos, reemplazando la letra del código dominante como SR
que sustituye a R.
Los grafemarios huilliches, cuando no se proponen realzar sus particulares
modos de pronunciación, se nutren de diferentes propuestas previas, por ejemplo, a
veces incorporan letras del Grafemario Raguileo: V para la vocal y X en el grafemario
del cacicado y G en el del cacicado y en el de Rumian. En otros casos, siguen el
Alfabeto Unificado, como en la elección de Tr y Ng del grafemario de Rumian.
Llama la atención que, en general, mientras los grafemarios basados en los
dialectos central, pehuenche y nortino de la lengua mapuche coinciden en usar R para
la representación de //, descuidando el criterio de diferenciación con el castellano que
subyace en sus propuestas, el grafemario de Salvador Rumian utiliza SR para
representar el mismo fonema, buscando reflejar con ello la pronunciación de esta
variante sorda en el habla sureña.
Como se ha señalado, las elecciones gráficas para el área huilliche relevan la
diferencia territorial más que la diferencia con la lengua dominante, lo que puede
explicarse por el intenso proceso de reetnización de grupos cuya variedad dialectal se ha
visto decididamente amenazada en las últimas décadas y por una actitud defensiva
frente a la estigmatización que estas hablas han recibido desde el centro lingüístico
mapuche.
Sobre algunas concreciones. En la práctica, el problema se presenta en los
hablantes de mayor edad que escriben ―como pronuncian‖ y que en áreas de menor
vitalidad son responsables de enseñar y traspasar la lengua a las nuevas generaciones.
Las vacilaciones en el uso de alfabetos afecta también a las educadoras mapuches
que, por una parte, deben utilizar el Azümchefe de acuerdo con los planes y
programas ministeriales y, por otra parte, estudian con docentes que enseñan con
diferentes modos de escritura, a la vez que reciben presión de las comunidades locales
para utilizar una representación no ―exógena‖ de la lengua.
128
Propuestas de grafemarios para la lengua mapuche
Relación entre organización política y “administración” de la lengua. La
organización política del pueblo mapuche ha sido tradicionalmente no jerarquizada.
Incluso, en el caso del cacicado mapuche, el más parecido a la cultura occidental por
su carácter jerárquico piramidal, el Lonko Mayor bajo el cual se encuentran varios
cacicados de la Fütawillimapu, no tiene poder directo para intervenir en decisiones de
los otros cacicados y su intervención se enmarca en acuerdos, generalmente tomados
en los Txawün o reuniones de los Lonko.
Desde una mirada occidental, la decisión por un alfabeto único aparece como
impostergable, sin embargo, es posible que desde la perspectiva mapuche no resulte
tan importante contar con un solo alfabeto, sino que prime el respeto por las
territorialidades, como ha ocurrido en su organización política, incluso frente al
inminente peligro actual de dominación winka. Después de todo, Salas (SOCHIL,
1988), al referirse a la escritura de las consonantes epénticas, reconoció la
posibilidad de postergar decisiones y dejar alternativas paralelas a un problema
cuando no hay conflictos entre lo estimado técnicamente como más adecuado y lo
que ocurre en la práctica:
En principio estos desarrollos consonánticos no deberían ser representados en
una ortografía estrictamente fonémica. Sin embargo se ha observado que para
algunos hablantes nativos el desarrollo consonántico forma parte de la palabra,
como un segmento constituyente más y la sienten mutilada al escucharla o verla
escrita con la sola vocal inicial. Se ha observado que tienden a representarlo al
escribir y se desconciertan si se les pide que no lo hagan. En consecuencia, es
aconsejable, al menos en las etapas iniciales del proceso de alfabetización,
aceptarles la representación de la fricativa epéntica, aun cuando se introduzcan
alternancias (…). Salas (SOCHIL, 101).
Universidad de Los Lagos*
Departamento de Humanidades y Artes
Av. Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
[email protected]
Universidad de Los Lagos**
Departamento de Educación
Av. Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
[email protected]
Universidad de Los Lagos***
Departamento de Humanidades y Artes
Av. Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
[email protected]
129
Pilar Álvarez-Santullano, Amilcar Forno y Eduardo Risco
OBRAS CITADAS
Abraham, W. Diccionario de Terminología Lingüística Actual. Madrid: Gredos, 1981.
Catriquir, Desiderio; Huenchulaf, Rosa. y Sandoval, Cristián. Curso taller de
Aprendizaje Mapunzungun. Tomos 1, 2 y 3. Termuco: Universidad Católica de
Temuco, 2012.
CONADI. Azúmchefe. Grafemario único del idioma mapuche. Estudio para la
definición de un grafemario para la lengua mapuche. Temuco: Departamento de
Cultura y Educación, CONADI, 2008.
—— AZÜMCHEFI. Grafemario Único del idioma mapuche. Departamento de
Cultura y Educación. Santiago de Chile: CONADI Nacional, Ministerio de
Planificación y Cooperación, Gobierno de Chile, 1999.
De Valdivia, Luis. Arte y Gramática General de la Lengva qve corre en todo el reyno
de Chile, con vn vocabulario y confessonario: Compuestos por el Padre Luis de
Valdivia de la Compañía de Jesus, en la Provincia del Perú. Sevilla, 1684.
Junta General de Caciques. Documento de trabajo. Butalmapu. Osorno, Chile, 2000.
Kintupil, Erwin. ―Saltapura‖ 2007. Anselmo Raguileo. 2 de febrero de 2015. Disponible
en: http://trawunsaltapura.blogia.com/2007/071805-anselmo-raguileo.php
Rumian, Salvador. Futawillimapu.org. 2011. noviembre de 2012. Disponible en:
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130
131-146
CONOCIMIENTOS CULTURALES COMO CONTENIDOS DE
LA EDUCACIÓN FAMILIAR MAPUCHE1
Cultural knowledge as a content of mapuche family education
Segundo Quintriqueo M.*
Daniel Quilaqueo R.**
Fernando Peña-Cortés***
Gerardo Muñoz T.****
Resumen
El artículo tiene por objeto analizar la construcción del conocimiento mapuche según el
discurso de kimches. Sostenemos que en la educación familiar existe un proceso de
construcción de conocimientos propios como un sistema de saberes y contenidos educativos
para la formación de personas. La metodología empleada es la investigación educativa. Los
resultados parciales muestran una descripción acerca de la lógica de los conocimientos
educativos propios, para contextualizar la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias en el
medio escolar, desde la educación intercultural en contexto mapuche.
Palabras clave: Epistemología, Conocimiento cultural mapuche, Educación familiar mapuche,
Educación intercultural.
Abstract
The aim of this article is to analyze the construction of Mapuche knowledge based on
the kimches speech. We argue that within family education, there exists a process of
constructing their own knowledge, as a system of knowledge and educational contents for
forming individuals. The research methodology applied corresponds to education research.
Preliminary results describe the logic of individual educational knowledge from intercultural
education in the Mapuche context, so as to contextualize the teaching and learning of
Science in schools.
Key words: Epistemology, Mapuche cultural knowledge, Mapuche family education,
Intercultural education.
1. INTRODUCCIÓN
El contexto de estudio de la investigación es el borde costero de La Araucanía,
delimitado por la cordillera de la Costa y las planicies litorales. En la perspectiva de
Peña-Cortés, Almendra y Rojas (2010) el borde costero contiene una amplia variedad
de paisajes y biodiversidad, donde se destaca la formación de ecosistemas de
humedales capaces de contener y propiciar el desarrollo de vida microorgánica,
1
El artículo informa los resultados de Proyectos financiados por el Fondo Nacional de Desarrollo
Científico y Tecnológico (FONDECYT) REGULAR N° 1110489 y 1140490.
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
vegetal y animal. En la región de La Araucanía, el borde costero está comprendido
por las comunas de Carahue, Saavedra, Teodoro Schmidt y Toltén, las que presentan
una alta población mapuche organizada en familias y comunidades con identidad
lafkenche —gente que vive a orillas del mar— (Peña-Cortés et al., 2010).
En la investigación sostenemos que en La Araucanía existe una relación
hegemónica del conocimiento escolar acerca del mapuche, lo que genera una
distancia epistemológica entre ambos y obstaculiza el aprendizaje intercultural
(Quilaqueo, Fernández y Quintriqueo, 2010). Además, obstaculiza la interacción y
relación social entre estudiantes mapuches y no mapuches, y de los estudiantes con
sus profesores, producto de un proceso de escolarización monocultural.
El objetivo del artículo es analizar la construcción del conocimiento cultural
mapuche en el marco de la educación familiar como contenidos educativos deseables
de incorporar en los procesos educativos interculturales.
2. MARCO DE REFERENCIA
Desde la tradición histórica republicana, el currículum escolar chileno es
monocultural. En este sentido, la naturaleza de la escuela se relaciona con la
transmisión de un patrimonio cultural único a las nuevas generaciones, con la
intención de atenuar las diferencias y desigualdades sociales, culturales,
educacionales y económicas (Quintriqueo, 2010). Sin embargo, en América Latina y
especialmente en Chile, las desigualdades y las diferencias son producto de procesos
de escolarización (Baudelot y Leclerq, 2008). Al respecto, la educación escolar ha
desconocido los saberes construidos por las familias y comunidades indígenas,
negando con ello la existencia de una racionalidad en su forma de conocer y
comprender el medio natural, social, cultural y espiritual. En esta lógica de formación
escolar los alumnos, padres y los propios profesores asumen la escuela como un
espacio y una institución legitimada social y legalmente para transmitir el saber y el
conocimiento occidental (Rockwell, 1995; 2008; Quintriqueo, Quilaqueo y Torres,
2014). Así, en el caso de La Araucanía se construye una representación respecto de
‗lo mapuche‘ y especialmente una hegemonía del conocimiento occidental por sobre
el conocimiento cultural mapuche, donde no se acepta otra lógica que no sea la
occidental.
Por consiguiente, la epistemología del conocimiento occidental, base del
conocimiento escolar, se fundamenta en los siguientes supuestos: 1) Asume que
todo acto de conocimiento se realiza en la relación sujeto-objeto, donde la dualidad
es aceptada como un elemento necesario; 2) Para que exista el conocimiento, algo
es objeto de conocimiento para un sujeto cognoscente, donde el sujeto transciende
el polo de la subjetividad; y 3) La trascendencia de la subjetividad forma una
imagen del objeto en el sujeto como una representación abstracta. En este proceso,
el sujeto puede determinar al objeto como imagen que posee de él para construir
una noción de verdad (Izquierdo, 1998; Quintriqueo y Cárdenas, 2010).
132
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
Así, la racionalidad monocultural del conocimiento occidental se fundamenta
en los siguientes postulados: 1) La realidad existe independientemente de las
representaciones humanas, mentales y lingüísticas; 2) La realidad existe
independientemente del lenguaje, donde se asume que la lengua sirve principalmente
para transmitir información; 3) La verdad es un asunto de precisión sobre la
representación, donde la afirmación de la verdad está asociada a la perfección como
un aspecto mejorable, pero no depende de un punto de vista o de una perspectiva
subjetiva; 4) El conocimiento es objetivo e independiente de los sujetos; 5) Hay una
reducción del sujeto a sus funciones intelectuales y cognitivas, donde las creencias y
la subjetividad son asuntos secundarios; 6) Los factores culturales y simbólicos de la
vida colectiva son desvalorizados, los que se asumen como fenómenos fácilmente
observables, por lo que escapan a la dimensión racional y cognitiva de las personas;
7) Se centra en la creencia de una base biológica del comportamiento para explicar
las actitudes y los comportamientos de las personas; y 8) Se muestra principalmente
las imágenes de los éxitos del pensamiento occidental, como un ideal de progreso
continuo y del desarrollo en la evolución humana (Alsina, 1999; Ardoino, 2005;
García, 2007; Quintriqueo y Cárdenas, 2010).
Por su parte, la literatura científica hoy propone una epistemología contextual
e intercultural definida como una contraposición a la racionalidad monocultural y
como un desafío de abrir nuevas formas de comprender y explicar la construcción de
conocimientos (Ardoino, 2005; Castellano y Hinestroza, 2009; Fourez, 2009). La
epistemología contextual, en contexto mapuche, es un estudio interdisciplinario
emergente, que sin descartar otras posturas epistemológicas devela los problemas del
conocer, del saber y los conceptos relacionados con el sentido y la inteligencia, para
comprender la realidad sociocultural (Nadeau, 2009). Es una epistemología donde las
palabras no tienen realidad en sí mismas, sino que se les atribuyen una valoración
respecto de su pertenencia a la memoria individual y social. Las palabras no tienen
sentido si no hay personas que las piensen, siendo por tanto producto de una
construcción social (Quintriqueo y Torres, 2013). En este sentido, actualmente es
posible encontrar epistemologías diversas, concurrentes, contradictorias y diferentes,
que podrían contribuir para estudiar y comprender la complejidad de hacer ciencias en
contextos de interculturalidad (Jamioy, 1997; Ramírez, 2001; Ardoino, 2005; Cyrulink
y Morin, 2005; Quintriqueo, Quilaqueo y Torres, 2014). Es un proceso que se basa en
la relación de saberes originarios y occidentales, como respuesta al agotamiento
progresivo de la racionalidad instrumental (Castellano y Hinestroza, 2009; Olivé, 2009;
Quintriqueo y Torres, 2012).
En esa perspectiva, la epistemología contextual e intercultural se fundamenta
en los siguientes supuestos: 1) La realidad es una construcción social que no existe
independiente de los actores, del contexto y las teorías implícitas que le dan forma,
donde la lengua permite conceptualizarla y comunicarla desde una lógica propia; 2)
Toda objetividad es objetividad a partir de una versión más o menos eficaz para
133
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
comprender la realidad; 3) Las interpretaciones son subjetivas sobre la base de una
serie de enunciados, cuyo sentido y estatus referencial están asociados a explicaciones
de la realidad sociocultural y las posiciones de los sujetos en los actos individuales y
sociales, en un contexto específico; 4) Los valores y las verdades son relativas,
asociadas a la historia individual y social de los sujetos, lo que obliga a relativizar
todo juicio de valor; y 5) El conocimiento es un hecho político, porque las categorías
y los valores sociales son el resultado de actividades sociales, construidos en
relaciones directas y concretas con el medio natural, social, cultural y espiritual
(Filippa y Schiattino, 1997; Ardoino, 2005; Quintriqueo y Torres, 2012).
Desde la epistemología contextual e intercultural, el pensar reductivo,
polarizante, absolutista o simplista de la escuela no se puede comprender sin considerar
la complejidad de la realidad, del mundo actual en el campo educativo (Alsina, 1999).
En la actualidad, el conocimiento científico es relativo, donde no hay verdades
absolutas ni las incertidumbres del conocimiento cotidiano son completas. Entonces,
desde una perspectiva comprensiva y dialógica del currículum se abandona la antigua
concepción del conocimiento único y apuesta a la necesidad de interrogarlo y
comprenderlo desde su contexto. Así, estudiar el conocimiento de la escuela tiene que
ver con exigencias que comprendemos como vías a transitar y un proyecto a construir,
para generar la relación de saberes en los estudiantes, lo que les permita comprender la
realidad objetiva y subjetiva (López y Merleau-Ponty, 2008; Quintriqueo y McGinity,
2009). En este sentido, la educación escolar no puede desconocer las singularidades de
los individuos como sujetos que construyen la historia, que actúan en relación con los
hechos sociohistóricos y que el conocimiento nunca deja de construirse (Mutuale,
2009). Entonces, el sentido del saber, lejos de fijarse en lo puramente objetivo o
subjetivo, se configura mediante procesos en espirales recursivas y en la relación de
saberes. Gestar y validar el conocimiento nos remite a la presencia de la ciencia y del
lenguaje en la escuela, a su comprensión y a los modos legítimos de relación con el
conocimiento cotidiano (Rockwell, 1995; Rodrigo y Arnay, 1997; García, 2007). Todo
conocimiento científico y cotidiano supone construcciones y no puede avanzar ajeno a
la experiencia. Por su parte, el estudiante al ingresar a la escuela es portador de un
conjunto de conocimientos y visiones de la realidad, lo que pertenece a su contexto
cotidiano, cultural y científico (Quintriqueo y McGinity, 2009). El supuesto es que los
profesores y adultos reconocen que los estudiantes saben y que ellos reconocen sus
propios conocimientos para el aprendizaje de las ciencias, partiendo de lo que se sabe,
modificando, cuestionando, incluso reafirmando el conocimiento de la educación
familiar (García, 2007).
La educación familiar se define como la acción educativa donde los niños y
adolescentes se disponen para el aprendizaje de contenidos educativos que se
fundamentan en las experiencias de relación social del grupo (Beillerot y Mosconi,
2006). En este sentido, la noción de educación familiar comprende el conjunto de
intervenciones sociales organizadas para preparar, sostener, ayudar y formar a las
134
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
nuevas generaciones. Así, los procesos educativos constituyen un objetivo complejo
realizado en el contexto familiar, ya sea en forma interna o bien como intervenciones
socioeducativas con el objeto de revitalizar la memoria individual y social de la
comunidad, respecto de saberes y conocimientos educativos (Beillerot y Mosconi,
2006). Entonces, la educación familiar hoy tiene relevancia en el marco de la
participación y toma de decisión en la familia y la comunidad, para avanzar hacia una
educación intercultural.
La educación con enfoque intercultural es una alternativa que permite reconocer
la diversidad de saberes y conocimientos que convergen en la escuela, donde la
construcción de contenidos educativos está sustentada de manera epistemológica en la
racionalidad del conocimiento mapuche, campesino o popular, lo que generaría una
educación contextualizada social, cultural, natural y espiritual, pertinente a la realidad de
los estudiantes (Quintriqueo y Torres, 2012).
3. METODOLOGÍA
La metodología empleada es la investigación educativa, con el objeto de
construir una base de conocimientos para comprender y mejorar la educación en
contextos interculturales, basado en el enfoque multimétodo (Gauthier Clermont et al.,
1997; Bisquerra, 2004; Ruiz, 2008). El enfoque multimétodo puede ser entendido como
una estrategia donde se utilizan dos o más procedimientos para la indagación acerca de
un mismo fenómeno u objeto de estudio, mediante los diferentes momentos acerca del
proceso de investigación. La producción de información cuantificable y descriptiva
permite una comprensión y explicación del objeto de estudio, lo que no sería posible
lograr utilizando los métodos cualitativo y cuantitativo por separado (Tashakkori y
Teddlie, 2003; Ruiz, 2008). Su utilización se justifica en que el interés de relacionarla
directamente con la educación, para analizar la complejidad que presenta la relación
entre el saber mapuche y el conocimiento escolar. Otros enfoques metodológicos
retenidos son: 1) La investigación socioeducacional (Bonal, 1998; Gauthier Benoît,
2009), que centra su interés en estudiar problemas ligados a la educación, en cuyo
proceso la comprensión del fenómeno educativo se realiza con los aportes de la
pedagogía y la sociología de la educación; y 2) El análisis sociohistórico (Durán y
Cárdenas, 1983; Egaña, 2000), que centra su interés en el fenómeno educativo desde
una retrospectiva para comprender la educación, considerando el contexto histórico,
fundamentalmente desde la institucionalidad, los procesos políticos, curriculares y
socioculturales de la realidad regional, nacional e internacional.
La investigación se inscribe en el contexto de escuelas situadas en
comunidades mapuches rurales y semirrurales de la territorialidad Lafkenche —borde
costero— de la región de La Araucanía (Figura 1), con matrícula de alumnos
mapuches y no mapuches. El estudio considera una muestra total de 24 kimches
(sabios). La técnica de muestreo empleada es intencionada, con una selección de
casos típicos, basada en los criterios de edad, pertenencia mapuche, género y áreas
135
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
geográficas. El procesamiento y análisis de los datos (entrevistas, discursos, registros
etnográficos) se realiza mediante el análisis de contenido (Krippendorff, 1990; Quivy
R. y Campenhoudt, 1998) apoyándose en el software Atlas.ti 5.0, para hacer más
eficiente y fluido el procesamiento y presentación de la información. El análisis de
contenido busca develar núcleos de saberes centrales de orden abstracto, dotados de
sentido, desde la perspectiva de los productores del discurso, a partir de contenidos
concretos expresados en el texto y contenidos latentes (Pérez, 2000).
Figura 1. Borde costero, Región de La Araucanía, Chile.
4. RESULTADOS
Los resultados se refieren a una categoría de la investigación Fondecyt N°
1110489, referida a saberes y conocimientos mapuches. En relación con dicha
categoría constatamos seis dimensiones: a) Conocimientos acerca de la historia local;
b) Conocimientos relativos al parentesco y su territorio; c) Prácticas socioculturales y
costumbres mapuches; d) Conocimiento referente al medio natural y sobrenatural; e)
Conocimiento respecto del cultivo agrícola; y f) Saberes educativos mapuches (ver
Tabla 1). Al analizar los porcentajes de recurrencia del discurso de los kimches acerca
de estas dimensiones, constatamos que el conocimiento del parentesco y su territorio
alcanza el 22,6% de 633 recurrencias, asociado al origen paterno, materno, y al
espacio en el que se desarrollan. En tanto, las prácticas socioculturales y las
costumbres mapuches llegan a 22,6%. Ambas dimensiones se observan como
contenidos y finalidades educativas centrales para la formación de la identidad
136
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
sociocultural de las personas, desde la educación familiar mapuche, lo que en su
conjunto alcanza el 45,2% de las recurrencias. Las dimensiones conocimiento
referente a la historia local y conocimientos del medio natural y espiritual configuran
un segundo grupo alcanzando un 38,7%. Estos saberes se relacionan directamente
con valores educativos que son aplicables al respeto y el cultivo del aprecio, tanto en
las relaciones entre las personas como con el medio natural y las fuerzas espirituales
que fundamentan la cosmovisión mapuche. Un tercer grupo de dimensiones del saber
se relaciona con el cultivo agrícola y saberes educativos mapuches alcanzando un
16,1%. En relación con estos saberes se constata que tienen una baja frecuencia y es
probable que se vinculen, por una parte, con un progresivo aumento de suelos no
cultivables, producto de la sobreexplotación y división de las reducciones. Por otra
parte, la pérdida de la enseñanza intencionada del saber mapuche en el medio familiar
podría ser producto del aumento sistemático de procesos de escolarización con
ausencia del conocimiento propio de los estudiantes de ascendencia mapuche del
borde costero.
Tabla 1: Dimensiones del saber y conocimiento mapuche
CÓDIGO
FRECUENCIA
%
Conocimientos relativos al parentesco y su
territorio
Prácticas socioculturales y costumbres mapuches
143
22,6
143
22,6
Conocimiento del medio natural y espiritual
132
20,9
Conocimiento acerca de la historia local
113
17,8
Saberes educativos mapuches
62
9,8
Conocimientos respecto del cultivo agrícola
40
6,3
TOTAL
633
100,0
A continuación analizamos la educación familiar asociada a la historia local, la
valoración del parentesco, el territorio y las prácticas socioculturales como contenidos
centrales.
4.1. CONOCIMIENTOS SOBRE LA HISTORIA LOCAL
El conocimiento acerca de la historia local se relaciona con los siguientes
procesos sociales: 1) El asentamiento ancestral de las familias mapuches en un lugar,
el que más tarde es formalizado por el proceso de radicación de comunidades; 2) Los
hechos que han impulsado los procesos migratorios internos, por medio del
matrimonio entre personas de diferentes comunidades, ello implica el traslado de la
mujer a la familia del hombre o viceversa; 3) La participación de los antepasados en
la Guerra de Arauco, esto implicó la llegada o salida de miembros y familias de la
comunidad; y 4) Los cambios en el sistema de vida de los individuos por la
137
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
transformación de la geografía local y por catástrofes naturales, en especial el
desplazamiento de familias y comunidades producto del maremoto de 1960.
Los hechos sociales y procesos históricos que permitieron el asentamiento de
familias y comunidades en la isla Wapi se vincula con el tipo de relación establecida
con el medio natural, social, cultural y espiritual. En los testimonios se constata que la
migración de las familias hacia la isla Wapi, ubicada en medio del cuerpo de agua del
lago Budi y el océano Pacífico, fue motivada por las características geográficas y la
amplia biodiversidad existente. Al respecto un kimche señala: ―[...] los Caripan,
Aillapan; Hechunpan y Huilipan fueron los primeros en llegar a Wapi, quienes eran
hermanos. Yo conocí a un difunto anciano llamado Guillermo Aillapan, el que
siempre le decía primo a mi padre, y yo nunca había logrado comprender por qué
[...]‖ (S3, P9). En el testimonio se constata que el asentamiento ancestral se
desarrollaba por la familia ampliada. Así, es posible inducir que cada uno de los
hermanos mencionados en el testimonio llevaba consigo a su esposa, hijos y nietos,
permaneciendo en su conjunto como una comunidad unida en torno a un tronco
parental común.
Un aspecto importante que expresan los testimonios es la ocupación de la isla
por personas no mapuches, con lo que comienza una relación de coexistencia. En el
caso particular de la isla Wapi, un kimche señala: ―[...] Entonces, el anükon —hombre
que vive en la comunidad de su esposa— les dijo a los Díaz que se escondieran por
aquí, en un lugar aledaño al río Budi. Posteriormente, esos mismos wigkas trajeron a
otros chilenos a vivir acá [...]‖ (S3, P81). Así, los nexos de relación familiar, el
mestizaje y la amistad fueron motivos centrales para aceptar el ingreso de personas no
mapuches a la comunidad.
Para las comunidades lafkenches el maremoto de 1960 constituye un proceso
significativo de la historia local, ya que expresa la relación hombre-naturaleza que
tradicionalmente se ha establecido. Antes del maremoto los cerros estaban cubiertos
de una densa vegetación nativa. Actualmente es el lugar donde se ha construido el
camino público y son espacios geográficos utilizados para la agricultura y ganadería,
producto de ello se observa una erosión progresiva del suelo y contaminación del
lago, lo que se fundamenta en la constante crecida del lago, inundando los antiguos
caminos y terrenos agrícolas. En este proceso desaparecen en forma acelerada los
bosques nativos, y al mismo tiempo se observa un aumento de la forestación con
árboles exóticos como pino y eucaliptos, los que han impactado en la sequía de las
napas subterráneas y han erosionado significativamente el suelo.
Un testimonio señala: ―Entonces el maremoto cubrió grandes extensiones de
terreno dedicado al pastoreo, a las siembras y el camino central de Nawel Wapi (isla
donde habita el jaguar), quedaron cubiertas por el agua, hasta los cerros. Aquí cuando
baja el lago en la boca del Budi, está tapado con junquillo y eso no sirve ni para los
animales‖ (S2, P35). En el testimonio, la expresión Nawel hace referencia a un felino
similar al jaguar, actualmente extinto. Se constata además que el maremoto provocó,
138
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
en gran parte del borde costero de La Araucanía, una inundación de terrenos
cultivables o destinados a la ganadería. Al mismo tiempo, la inundación generó un
movimiento migratorio de las familias hacia los terrenos altos, espacios actualmente
sobreexplotados y, en consecuencia, se generó un cambio significativo en la geografía
y el territorio Lafkenche.
4.2. CONOCIMIENTOS RELATIVOS AL PARENTESCO Y EL TERRITORIO
En el conocimiento educativo mapuche, el parentesco está asociado a un
territorio en el que se desarrolla una complementariedad del küpan —ascendencia
familiar vinculada a un territorio— y tuwün —origen territorial asociado a la familia
de procedencia—. Así, el parentesco considera un conjunto de saberes y
conocimientos que son conocidos por las nuevas generaciones y utilizados en la
interacción cotidiana con los distintos miembros del grupo de pertenencia. En este
sentido, un kimche, refiriéndose a los niños y jóvenes señala: ―Sí, ellos saben de los
apellidos de los tíos y de los primos, pero ahora la familia no se respeta. Al momento
de saludar, lo hacen de lejos, no es como antes…‖ (S7, P135). En el testimonio se
evidencia que el reconocimiento de los apellidos permite identificar los nexos
parentales existentes entre los sujetos de la familia mapuche. Asimismo, devela una
pérdida del respeto en la relación entre familiares, lo que se grafica en la práctica del
saludo, que marca la distancia, coartando las posibilidades de una interacción más
cercana y afectiva.
La importancia de este conocimiento parental radica en que los padres y
principalmente los abuelos son un referente para la vida de los individuos. Quien
proviene de una familia donde se reconoce positivamente la procedencia parental,
trata de aprenderla y actuará en consecuencia. Asimismo, quien procede de una
familia con características negativas, se comportará de esa misma forma. Un
testimonio señala: ―El küpan es lo más difícil de enseñar…, después de una
generación, puede llegar un wewpife (orador). … lo mismo puede pasar con una
familia de logko (jefe).‖ (S6, P125). En el testimonio se devela que la historia del
parentesco constituye un medio reconocido por la comunidad para llegar a ser
kimche, cada cierta generación, lo que en mapunzugun se refiere al küpalme. El
küpalme es el ejercicio de una herencia de saberes y conocimientos para la realización
de un rol en la familia y la comunidad, lo que recae sobre un individuo que heredó el
conocimiento familiar, según sus características. ―Los Wechumpan, los Nawel, los
Ayjapan, Kajfulikan... Ellos son descendientes de logko o genpiñ, por lo que están
dirigiendo los gijatun, los elüwün, los machitun —ceremonias socio religiosas—…
son las familias que dieron origen al lof (comunidad)‖ (S3, P159). En el testimonio, se
constata la existencia de familias que heredan un conocimiento acerca de la
realización de prácticas socioculturales y socio religiosas, lo que está en relación con
el desarrollo de la historia local y el territorio Lafkenche.
139
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
Uno de los conocimientos respecto del territorio que está presente en las
comunidades mapuches es la asignación de nombres a los lugares. Los nombres que
se les han otorgado a los distintos espacios están en relación con las características del
territorio, como es el caso de la existencia de humedales y cerros. Ejemplo de esto es
el caso del sector Cojülewfu, palabra que en mapunzugun significa río de color café;
su color estaría en directa relación con el depósito de residuos de erosión provocada
por la agricultura y la forestación. A continuación, un kimche señala otro ejemplo:
―La comunidad de Rukaxaro, se llama así porque en ese lugar antes existían bosques
nativos en los cuales habitaban muchas aves llamadas xarü (traro)… Los abuelitos
decían y conversaban que por eso se nombra Rukaxaro‖ (S7, P17). En el testimonio
se constata que la toponimia de lugares se relaciona con un conocimiento que permite
interpretar y dar sentido a las características del medio natural.
Asimismo se considera la existencia de hitos referidos a espacios socio
religiosos, correspondientes principalmente a los gijatuwe —lugar de realización de
las ceremonias religiosas—. La importancia del gijatuwe radica en ser un espacio de
reuniones sociales, culturales y espirituales. En la actualidad (generalmente) participa
la totalidad de las familias por parte del padre y la madre. La totalidad de estos hechos
están presentes en la memoria histórica de las familias y comunidades, siendo
fundamentales para la educación familiar de niños y adolescentes.
4.3. EDUCACIÓN FAMILIAR MAPUCHE
Desde el discurso de los kimches se desprende que la educación familiar está
compuesta por dos elementos fundamentales: las prácticas socioculturales mapuches
y el conocimiento relativo a relaciones de parentesco. El primero está compuesto por
tres categorías: 1) Prácticas socioculturales, referidas a la interacción entre personas
de la misma o distinta comunidad. En este ámbito se identifican: a) el
wixankontuwün, que se refiere a los actos de visita entre personas y familias, con el
fin de conocer el estado de los otros en cuanto a su salud, hechos o sucesos que
pudiesen estar viviendo y del avance de la vida. Por consiguiente, tiene como fin
mantener las relaciones interpersonales y las alianzas establecidas entre los sujetos; b)
el konchotun, que tiene la misma finalidad que el wixankontuwün, y se desarrolla
mediante la entrega de obsequios de una familia a otra, siendo esto alternado entre los
participantes, con el fin de asegurar un próximo encuentro entre los grupos (S2, P83);
c) el lakutun, que es la unión de dos personas (un adulto y un niño) por medio de la
asignación de un nombre en común, donde el adulto auxiliará las labores de
formación y socialización de ese niño. 2) Prácticas socio religiosas, relacionadas con
la interacción del ser humano con fuerzas espirituales donde se identifican: a) el
gijatun, comprendido como una práctica socio religiosa que pone en relación
temporo-espacial a las familias agrupadas en las comunidades y otras aledañas, con el
fin de contactarse con las fuerzas espirituales por medio de rogativas fundamentadas
en la memoria social, para mantener el equilibrio entre los distintos componentes del
140
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
medio natural, social, cultural y espiritual (S1, P 112); b) el we xipantu, que es un
espacio temporal en que se renueva el ciclo anual, comenzando uno nuevo. Es una
época en que las familias se reúnen para agradecer a las fuerzas espirituales, para que
el nuevo ciclo sea fructífero (S1, P165). 3) Un tercer elemento son las prácticas
discursivas, las que constituyen un significativo recurso educativo para la formación
de las nuevas generaciones. En este ámbito destacan dos tipos de discursos: a) el
güxam, que es una práctica discursiva en forma de conversación en la que se enseñan
y aprenden contenidos educativos, según las necesidades educativas inmediatas de los
sujetos; y b) el ülkantun, que es un discurso poético expresado a modo de canción, en
la que las personas expresan contenidos educativos y sus sentimientos, deseables para
la formación de personas.
Un segundo componente de la educación familiar son los conocimientos
relativos al parentesco, el que en su conjunto forma la identidad sociocultural de las
nuevas generaciones y que tiene los siguientes componentes: a) el küpan como
ascendencia familiar, referido a los conocimientos de los padres y abuelos,
considerados estos últimos como la raíz parental y el conocimiento de los distintos
integrantes del grupo parental y su nominación tradicional en mapunzugun (lengua
mapuche). Esto con el fin de establecer relaciones fundamentadas en el respeto y
evitar las uniones matrimoniales entre los miembros del grupo parental; b) el
küpalme, referido a los roles sociales contenidos en la familia por generaciones, como
lo es el caso de los logkos —máxima autoridad política de las comunidades—, y cuyo
acceso a estos roles sociales depende de las fuerzas espirituales; y c) el tuwün como
asentamiento familiar, relacionado con los conocimientos respecto de los hechos
históricos desarrollados en este lugar, los saberes acerca de la geografía, los espacios
en los que recaen representaciones culturales por ser habitados por fuerzas espirituales
y la valoración del territorio. Por consiguiente, la educación familiar mapuche se
sustenta en un conjunto de conocimientos construidos en la lógica propia y que
aseguran la permanencia del estilo de vida y del patrimonio cultural mapuche.
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
En general, en el discurso de los kimches se devela el hecho de estar
directamente vinculado con los elementos territoriales y sobrenaturales que coexisten
en el borde costero de La Araucanía. Estos elementos permiten la construcción de una
cosmovisión propia que le otorga sentido a la identidad social, cultural y política
Lafkenche, aun cuando estudios recientes muestran un bajo conocimiento de esta
cosmovisión y del entorno natural inmediato de la escuela, en cuanto a características
geográficas del territorio (Peña-Cortés, Gutiérrez, Rebolledo, Escalona, Hauenstein,
Bertrán, Schlatter y Tapia, 2006; Almendra, Peña-Cortés y Rojas-Maturana, 2011).
Sin embargo, en el contexto social, político y educacional actual, es cada vez más
relevante considerar los elementos socioculturales y territoriales como base de
141
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
conocimientos para contextualizar el currículum, desde un enfoque educativo
intercultural.
En el borde costero se observan prácticas socioculturales relacionadas con un
conjunto de acciones realizadas en las familias y comunidades, en las que se expresan
sus saberes y conocimientos propios, permitiendo la proyección del patrimonio
cultural mapuche en las nuevas generaciones. Sin embargo, de acuerdo con los
testimonios de los kimches, en la actualidad la mayoría de los padres de familias han
sido escolarizados en base a un currículum monocultural que históricamente ha
suprimido los saberes mapuches.
En el contexto escolar se observa que las tensiones entre el conocimiento
construido en la educación familiar y el conocimiento escolar son constantes. En
general, los mapuches en la escuela aprenden el conocimiento disciplinario de las
ciencias, pero no es independiente de la construcción social para comprender los
sucesos naturales, la representación acerca del territorio y el sentido de su relación con
la naturaleza. Paralelamente, aunque los kimches han sido escolarizados, conservan
una sólida identidad sociocultural asociada a sus costumbres y los conocimientos
parentales. Entonces, la relación de saberes y los procesos de cambios cognitivos en
contexto mapuche no solo son abordables desde lo epistemológico, sino también
desde el valor de las construcciones socioculturales que desarrollan los individuos
para comprender contextos específicos.
En el contexto indígena, en Chile, la educación escolar es uno de los más
amplios espacios de desarrollo de interacciones entre mapuches y no mapuches,
incidiendo directamente en el desarrollo de las nuevas generaciones. Sin embargo, en
este proceso la escuela no incorpora contenidos educativos o prácticas socioculturales
validadas por la comunidad al currículum escolar. Así, la educación incide
directamente en el desconocimiento de los miembros de la comunidad con respecto a
los elementos de su propia cultura. Desde la perspectiva de los kimches, es deseable
lograr un proceso de escolarización basado en la relación de saberes mapuches y no
mapuches, ya que es fundamental para que las nuevas generaciones efectivamente
interactúen en el contexto escolar, sin dejar de lado su propia identidad sociocultural.
Este hecho permitiría al estudiante, por una parte, un proceso de reapropiación de la
propia cultura por medio de la educación escolar, con el fin de evitar la pérdida de la
identidad y del conocimiento educativo propio, asociado a saberes y prácticas
socioculturales vigentes. Por otra parte, permitiría el aprendizaje del estudiante no
mapuche respecto de saberes y conocimientos educativos mapuches, para
transformarse progresivamente en un sujeto más intercultural.
Las prácticas socioculturales que se visualizan como elementos que permiten
develar el conocimiento propio son: visitarse entre parientes, las prácticas socio
religiosas, el conocimiento relativo al parentesco, el territorio, la historia local y el
trabajo artesanal. En esta perspectiva, se plantea el desafío de la participación
colaborativa entre la familia, la escuela y la comunidad como una estrategia posible
142
Conocimientos culturales como contenidos de la educación familiar mapuche
para propiciar una educación intercultural, basada en la relación de saberes. Esto
permitiría disminuir progresivamente la distancia entre la lógica del conocimiento
mapuche y el escolar en la enseñanza de las ciencias. El objetivo sería contextualizar
la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias, sustentada en la aplicación de principios
de enseñanza y aprendizaje fundados en la lógica del conocimiento mapuche e
incorporarlos en protocolos de experimentación científica en aula.
En consecuencia, algunos de los principios que sustentan la enseñanza y el
aprendizaje mapuche que permitirían contextualizar la educación escolar son: 1)
Mirar y observar lo que se quiere aprender; 2) Escuchar la enseñanza de consejos o de
conversaciones respecto de las características, procedimientos y naturaleza de los
saberes vernáculos; 3) El conocimiento y reconocimiento de los recursos naturales,
las capacidades de las personas para identificar, clasificar y categorizar elementos en
una relación de respeto y armonía con el medio natural y espiritual; 4) La capacidad
de desarrollar la obediencia y el respeto se relaciona con actividades que permiten al
sujeto aprender, conversar y desarrollar el pensamiento, la memoria acerca de los
diferentes procesos, como un saber y conocimiento educativo internalizado para el
transcurso de la vida; y 5) La enseñanza y el aprendizaje colaborativo entre niños,
jóvenes, adultos y ancianos como base de la acción educativa familiar que mantiene
vivo y vigente los saberes y conocimientos mediante la oralidad en mapunzugun
(véase Quilaqueo y Quintriqueo, 2010).
En conclusión, desde una epistemología contextual sugerimos la incorporación
de los kimches (sabios) como mediadores para la enseñanza de las ciencias respecto
de la identificación, clasificación y categorización de los vegetales asociado a sus usos
en la vida natural, social, cultural y espiritual. Además, generar la relación de saberes
en historia, geografía y ciencias sociales para estudiar y comprender la territorialidad,
considerando los modos éticos de relacionarse con el medio natural y social, los que
en su conjunto permitirían comprender de mejor forma la dinámica de los procesos
sociales y naturales. Estas acciones educativas permitirían una valoración de los
métodos de construcción del conocimiento mapuche y su aplicación en los protocolos
experimentales de las ciencias. De este modo, se enriquecerían las habilidades del
pensamiento científico y la valoración ‗del otro como un legítimo otro‘ entre
estudiantes mapuches y no mapuches, que de algún modo están implicados en la
construcción de un diálogo intercultural.
Universidad Católica de Temuco*
Centro de Investigación en Educación en Contexto Indígena e Intercultural
Casilla 15-D, Temuco (Chile)
[email protected]
143
Segundo Quintriqueo, Daniel Quilaqueo, Fernando Peña-Cortés y Gerardo Muñoz
Universidad Católica de Temuco**
Facultad de Educación
Casilla 15-D, Temuco (Chile)
[email protected]
Universidad Católica de Temuco***
Casilla 15-D, Temuco (Chile)
[email protected].
Univertitat Autónoma de Barcelona****
Cerdanyola del Vallés, Barcelona (España)
[email protected]
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146
NOTAS
NOTAS
149-164
LOS ARCHIVOS DE LA NIEBLA
(EN TORNO A REDUCCIONES DE JAIME HUENÚN VILLA)1
Sergio Mansilla Torres*
A MODO DE ACLARACIÓN PRELIMINAR
En octubre de 2011 Jaime Huenún tuvo la gentileza de entregarme la versión
íntegra de Reducciones, libro mayor (183 páginas en la edición príncipe) en el que el
poeta trabajó sistemáticamente durante más de una década, con la expresa petición
—que me honra por cierto— de que escribiera una breve reflexión que sirviera de
ayuda al lector a la hora de aventurarse por los complejos senderos poéticos del libro; la
nota se incluiría, a modo de apéndice, en una versión impresa de Reducciones, entonces
programada su edición entre diciembre de 2011 y enero de 2012. El libro se publica
finalmente en abril de 2012, en Santiago de Chile, por la Editorial LOM, y lo que iba a
ser en principio un apéndice se convirtió en el prólogo del volumen (pp. 11-20). En
octubre de 2013 Reducciones fue galardonado con el Premio a las Mejores Obras
Literarias, otorgado por el Consejo del Libro y la Lectura, luego de que el jurado lo
considerara unánimemente el mejor libro de poesía publicado en Chile en 20122. Una
versión ampliada de esa nota —el prólogo— se leyó en el coloquio “Colonialidad/
Decolonialidad del Poder/Saber. Miradas desde el Sur”, realizado en la Universidad
Austral de Chile, Valdivia, el 10 y 11 de noviembre de 2011. El presente trabajo es una
versión revisada y nuevamente ampliada del texto de la conferencia. He querido, por lo
mismo, mantener un cierto tono de oralidad, en consonancia, además, con la oralidad
que subyace en el tono general de Reducciones y que convive con una muy aguda
conciencia escritural de parte de Huenún.
El presente trabajo está concebido no precisamente como un análisis técnico
del libro —cuya complejidad, dicho sea de paso, reclama un estudio exhaustivo que
desbordaría de lejos la dimensión de un artículo—, sino más bien como una incitación
a comprender las condiciones históricas, culturales, territoriales que hicieron posible
(y necesaria) la emergencia de un libro como Reducciones, el que, entre otras cosas,
llama a la tarea de pensar el sujeto indígena (que es también mestizo) no solo en la
posición de víctima eterna de un colonialismo que, pareciera al menos, muta todo el
tiempo justamente para no cambiar. Huenún, muy consciente de que el solo alegato
contra la dominación colonialista, la sola indignación dolida que suscitan las
1
Trabajo que forma parte de la ejecución del Proyecto Fondecyt 1110026, financiado por el Fondo
Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile.
2 Es uno de los premios literarios más importantes que se otorga anualmente en Chile, en los
géneros de poesía, narrativa, drama y ensayo, en categorías inéditos, expresamente enviados al
concurso, y publicados. En este último caso se consideran solo libros publicados el año anterior. En
2013 fue la vigésima ocasión en que se otorgó este Premio.
Sergio Mansilla Torres
injusticias, la defensa irrestricta de una etnicidad “esencial” y en última instancia
excluyente, no bastan para conformar una escritura poética que, siendo política y
culturalmente comprometida, sea, por sobre todo, una compleja trama de voces
provenientes de mundos literarios y no literarios, de imaginación y memoria, cuyas
sutilezas semánticas den paso a una densidad estética de alto impacto.
Entiéndase este trabajo también como la expresión de la búsqueda de un modo
de leer una cierta literatura en la que las localías territoriales y la gente que las habita
constituyen referentes ineludibles de la escritura, de manera tal que la “ficción
literaria” queda en cierto modo cancelada a la par que potenciada la función
performativa de esta a la hora de reconfigurar la memoria histórica desde la
perspectiva de un sujeto que ha heredado despojos y que asume su identidad cultural
como un proceso en curso, abierto, que se despliega, que se va haciendo, en la poesía.
Deliberadamente he omitido la discusión teórica acerca de conceptos claves y he
optado por un uso “blando” de nociones como mestizaje, heterogeneidad cultural y
otras; en parte porque ya existe una potente tradición crítica al respecto en el
pensamiento latinoamericano contemporáneo a la que el lector puede acceder
fácilmente; en parte porque Reducciones exige una lectura líquida en la que las
categorías analíticas operen más bien como sugerentes insinuaciones que invitan a
una permanente transitividad y difuminación de límites entre la historia y la poesía.
LOS LUGARES DE LA MEMORIA
Para empezar, oigamos el testimonio de María Matilde Huenún Huenún, abuela
paterna del poeta Jaime Huenún, evocando episodios de despojos y mutilaciones de su
mundo infantil:
Tendría yo unos 7 años cuando mi mamita me llevó a la misión de
Quilacahuín. Nosotros éramos de Río Bueno, del campo. Allí tenía mi mama
una ranchita. Ella hacía de todo, tejía en su telar, hacía quesitos, tejía mantas y
choapinos, me acuerdo. De todas partes venían a comprarle mantas, le
mandaban a hacer frazadas. Después todo eso se terminó. El pedacito de tierra
donde vivíamos era una sucesión. Parece que llegaron parientes a reclamar
ese pedazo de tierra y se perdió todo. Y qué le iba a hacer mi mamita, ella era
sola, se tuvo que ir a trabajar al pueblo y a mí me dejó interna en la misión,
ella no me podía ir a ver. Allí en la misión nos enseñaban a leer, las mujeres
aparte y los hombres aparte. También nos enseñaban a coser, a tejer, a
cocinar. Había una monjita viejita que era muy buena. Cuando me veía
llorando me decía: ‘no llores, hijita, ayúdame mejor aquí’. Y yo le ayudaba a
hacer pan o a coser. Después, como al año sería, mi mamita se puso de
acuerdo con una gringa de Trumao y me puso a trabajar. Yo era niña de mano
y tenía que ayudar a las otras empleadas.
(María Matilde Huenún Huenún, 88 años) (95-96)3
3
Testimonio recogido en Reducciones. Forma parte del texto “Entrada a Chauracahuín” que, a su vez, da
nombre a una sección completa de Reducciones. Este mismo texto, de manera independiente, se publicó
en 1999 en el libro Metáforas de Chile, ed. Pedro Araya. Al momento de terminar el manuscrito para
150
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
Quien hoy, 80 años después del episodio evocado por María Matilde Huenún,
suba hasta lo alto de la colina en la que se emplazan las instalaciones de la Misión de
Quilacahuín, en la provincia de Osorno, sur de Chile, y dirija su mirada en dirección
suroeste, verá el imponente río Rahue allá abajo hasta donde se pierde la mirada. En
días tranquilos, cual lenta serpiente de azogue, el río se desplaza hacia el Pacífico
partiendo en dos mitades las fértiles vegas del valle de Quilacahuín. Pero el Rahue no
siempre es manso. Las copiosas lluvias invernales del sur chileno lo vuelven un
animal feroz, turbio, enrabiado, tanto que a menudo no cabe en su cauce e inunda
entonces los terrenos aledaños reiterando un viejo gesto natural que, a primera vista,
parece catastrófico, pero que no es sino el trabajo entrelazado —una “ceremonia de
amor”— de la tierra acogedora unida a las “aguas potras” (Huenun dixit). Los
vivientes de esos lugares, conocedores de los cambios de humor de las estaciones,
construyen casas de madera —muy modestas en la mayoría— cuyo primer piso es
una especie de bodega o corral inundable, al tiempo que la vida familiar acontece en
lo que sería el segundo piso al que se accede por escaleras exteriores.
Quilacahuín, cuya fama por los territorios de Osorno se debe a que produce
legumbres singularmente tiernas y sabrosas (las lentejas de Quilacahuín son una
delicia completa), es una tierra bella, pero de contrastes brutales: la imponente misión
de Quilacahuín, con su templo católico, su colegio, su hospital primario, sus
dependencias para visitantes y turistas, construidas en lo alto de una colina desde la
que se domina el amplio valle así como una no menor extensión de la cordillera de la
costa osornina, recuerda demasiado de cerca el viejo castillo feudal europeo, vigilante,
omnipresente; esa especie de lugar temible allá arriba en el que moraba el Señor
quien, desde una suerte de panóptico poderoso, controlaba y vigilaba a los siervos de
allá abajo. Expresión material de la epistemología blanca colonial que hace suya la
construcción de un saber autodefinido como civilizador, el que, providencialmente,
arrancará a los indios de las tinieblas de la ignorancia y del pecado curando males del
cuerpo y del alma. No es, pues, casual que la Misión de Quilacahuín contenga iglesia,
colegio con internado y hospital, además de cementerio.
“¡Dios, que buen vassalo! ¡Si oviesse buen señor!”, leemos en el verso 20 del
Poema de Mío Cid. El juglar medieval lo recitaría emocionado tal vez, animado en
todo caso —se me figura— por la convicción de que instituir un orden de cosas
terrenal que fuera adecuadamente salvífico pasaba por esa especie de ensamble entre
el buen señor y el buen vasallo, porque esto aseguraría protección mutua, el cultivo de
valores nobles y heroicos, y, quizás lo más importante, porque otorga sentido
providencial a las vidas que tendrían entonces que transcurrir como soberbias
actuaciones en el gran teatro del mundo, según el lugar que a cada uno le haya tocado
en la escala del vivir. Acaso queriendo prolongar o revivir esta utopía medieval, las
Metáforas…, María Matilde, quien lamentablemente falleció en el segundo semestre de 2013, contaba con
76 años, dato registrado en Metáforas... Asimismo, al momento en que Huenún cierra el manuscrito de
Reducciones, Matilde contaba con 88 años, dato consignado en el libro. Las itálicas son del autor.
151
Sergio Mansilla Torres
misiones católicas instaladas en territorios indígenas apostaron a construir un entorno
de evangelización que asegurara la salvación de las almas de tantos naturales que no
habían tenido —se decía— la oportunidad de conocer al “dios verdadero” y, de paso,
salvar también no pocas almas de pecadores blancos haciendo descansar en ellos la
responsabilidad de asumir la misión de allegar más feligreses a la Iglesia Católica que
tiene, como lo indica su nombre, pretensiones de ser universal. A menudo ese entorno
de evangelización semejaba un oasis, material o espiritual, de pacífica colonización,
fundado seguramente en la creencia de que el “salvaje” de las tierras americanas
podría civilizarse pasando por fuera de la violencia esclavizadora y homicida4.
Jaime Luis Huenún Villa, poeta autor de Reducciones, proviene de la clase de
los que miran el castillo desde abajo. Pertenece a aquellas gentes que viven de lo poco
que (les) va quedando después de largos y crueles despojos de tierra, de memoria y
lengua; despojos que vienen desde el siglo XVI, pero que, como Huenún lo consigna
en su libro, para el caso mapuche-huilliche adquirieron características de genocidio
cultural a partir de mediados del siglo XIX cuando el Estado chileno emprende la
ocupación definitiva de los territorios indígenas del sur del país (mapuche y mapuchehuilliche).5 Migraciones forzadas del campo a la ciudad (a los baldíos de la ciudad,
habría que decir); asesinatos y aun masacres (v. g., la de Forrahue en 1912 documentada
en Reducciones); niñas y niños tempranamente obligados a trabajar como sirvientes en
las casas y haciendas de las elites económicas de la república, o arrancados del seno
familiar e internados en escuelas católicas donde los disciplinaban para la desmemoria.
Dioses y abuelos quedan entonces reducidos a hilachas. Y abundarán los exilios en la
tierra que era propia, pero que de pronto fue ocupada por extraños; la ruka reducida a
rancha, a barracón municipal o a callampa urbana en barrios que no son barrios: de
esto habla el libro Reducciones6. Y habla de esto porque el libro es, centralmente, un
4
La cruz y la espada son los viejos símbolos de la conquista y colonia de las tierras que hoy conforman
América Latina. Las misiones evangelizadoras apostaban, por cierto, a la cruz, lo que más de una vez
generó tensiones entre la Iglesia y la Corona española en el periodo colonial (e. g. expulsión de los jesuitas
en 1767). Ya en el periodo republicano, la Iglesia generalmente actuó como una especie de mitigadora de
los dramáticos efectos de las colonizaciones y despojos de territorios indígenas durante la expansión y
consolidación de los estados nacionales en el siglo XIX e inicios del XX, aunque a la postre tal mitigación
terminara igualmente siendo otro modo de colonizar la mente y de acabar con la cultura originaria.
5
El lector hallará una muy bien documentada información histórica acerca de la expansión de Chile en el
siglo XIX a costa de territorios indígenas sureños que de hecho o de derecho eran autónomos o no
integrados a la república en Historia del pueblo mapuche, de José Bengoa.
6
Ruka (o ruca): casa indígena mapuche tradicional, circular, hecha de fibra vegetal. En las riberas del
río Damas, afluente del Rahue y que bordea la parte noreste de la ciudad de Osorno, existieron por años
los “barracones municipales”; eran largos galpones dispuestos de modo paralelo, divididos longitudinal
y transversalmente y con 10 habitaciones por lado que hacían las veces de “departamentos”, separados
los galpones por callejuelas estrechas sin pavimentar. Con grifos comunes, sin más instalaciones
sanitarias que pozos negros de uso compartido, eran paupérrimos en materia de servicios básicos. Se
construyeron en 1950 y los últimos fueron erradicados recién en la década de 1980. La mayoría de sus
habitantes, de origen indígena-mestizo, provenían de áreas rurales, campesinos sin tierras, inquilinos
expulsados de los fundos agrícolas. Huenún mismo se cría en la población “Nueva Esperanza” (sector
152
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
documento de barbarie escrito con los materiales que conforman la obliterada historia
del sistemático exterminio de la cultura indígena en los territorios Sur Patagonia del
continente; alegato sostenido contra la vergüenza colonial y republicana que las
agencias oficiales del Estado chileno encargadas de perfilar la memoria nacional
velan lo suficiente como para que los indígenas de antaño no pasen de ser héroes
ficcionalizados de una historia más o menos remota. Y para que los indígenas de hoy
—como por desgracia ocurre todavía— no sean vistos más que como agitadores
resentidos, en potencia o en acto, a los que hay que reprimir, dividir o bien comprar
con prebendas, dinero o promesas de algún deslumbrante desarrollo cuya plusvalía no
va a parar precisamente a las comunidades originarias.
No es de extrañar entonces que las piadosas monjas de la Misión de Quilacahuín
se hicieran cargo de la educación y manutención de niños indígenas separados de sus
familias por la fuerza de la violencia o como consecuencia de la desesperante miseria.
Así el camino hacia la borradura total del origen quedaba expedito: hablar solo en
español, rezar solo al dios cristiano y a sus vírgenes y santos, aprender oficios de baja
complejidad para servir con eficiencia a patrones blancos. Para una niña sola, obligada a
trabajar a sus 8 años como “niña de mano”, aprender a ser una buena subalterna en un
escenario de extrema desigualdad social es algo que garantizaría algún grado de
incorporación (precaria, pero incorporación al fin) a la sociedad global occidental.7 No
tengo por qué dudar de la bondad de la “monjita viejita” a la que se refiere Matilde
Huenún y que morigeraba, como mejor podía y sabía, la inmensa soledad y tristeza de
una niña de 7 años consciente de que su madre, por la separación, sufría tanto o más que
ella misma. Monja que con su gesto maternal y misericordioso, a su pesar tal vez, era
parte de un engranaje de poder institucionalizado diseñado para que la modernidad
capitalista se expanda y se apropie de territorios cuyos habitantes aborígenes estaban,
por entonces, lejos de organizar sus vidas en una sociedad compatible con la
acumulación originaria, indispensable para que el “progreso” se materializara en los
términos soñados por una elite política y económica que idolatraba la modernidad
parisina y la industriosa inteligencia práctica de los alemanes. No por nada fueron
emigrantes alemanes, y algunos franceses, quienes, por iniciativa del gobierno de la
época, colonizaron las tierras de la Futahuillimapu (Grandes Tierras del Sur) a partir de
1851, las mismas en las que nacería Huenún un siglo después, descendiente de indios
mestizados y empobrecidos.
Francke de Osorno, noroeste), originalmente un campamento resultado de una toma de terreno a inicios
de la década de 1970 por gente sin casa y sin tierra. Agradezco al constructor de casas José Huisca
Molina, el maestro Pepe, haberme informado acerca de los barracones municipales de Osorno en los
que él mismo vivió de niño.
7
La sociedad occidental, la nuestra, tiende excluyentemente a la autorreferencia, y a menudo no tolera al
otro sino como pieza que obligadamente ha de insertarse en el statu quo y siempre que no provoque un
cortocircuito en la hegemonía de las elites económicas, políticas y culturales. Más allá del hecho de que
pueden citarse innumerables excepciones, en términos históricos el colonialismo moderno a escala global
ha sido y es propio de la sociedad europeo-occidental.
153
Sergio Mansilla Torres
Sin embargo, y contra la laminación forzada de la cultura aborigen, la memoria
radical mapuche y mapuche-huilliche, cual porfiada corriente en el subsuelo de la
nación chilena, ha sobrevivido contra viento y marea. Y aún más: en los últimos años se
ha fortalecido dando paso a un proceso de reetnización cuyos alcances están todavía por
verse. Como fuere, el reclamo por reconocimiento cultural viene, de un tiempo a esta
parte, brotando incontenible por las fisuras de una sociedad olvidadiza pero que poco a
poco, por emergencia incontrarrestable de nuevas realidades socioculturales, ha ido
aceptando su naturaleza pluricultural e historizando más y mejor su pasado, proceso en
el que la poesía de las memorias culturales, como la que hallamos en Reducciones, ha
venido cumpliendo, dicho sea, un rol nada despreciable.
CONTRA LAS REDUCCIONES DE LA HISTORIA
Si Reducciones se redujera a un recuento de tropelías y estropicios cometidos
contra los mapuches y mapuches huilliches a lo largo de cinco siglos, sí que sería una
poesía reducida: reducida a lamento, a victimización invasiva y paralizante de la
subjetividad. Y la consecuencia sería un peligroso adelgazamiento del espesor
semiótico de una historia de colonialismo que ha devenido daño identitario ¡qué duda
cabe! para los pueblos indígenas; daño que, por otra parte, no cesa de denunciarse a lo
largo de la centena y media de páginas que componen el volumen. Pero tal como
Henún certeramente lo tematiza en su libro, esta misma historia ha dado paso a la
emergencia de nuevas identidades que toman la forma de mestizajes múltiples,
dinámicos, subversivos, dolorosos a veces. Nuevas identidades surgidas, en última
instancia, de la necesidad de sobrevivir y que se tornan, por lo mismo, estratégicamente
funcionales a la diversidad cultural-política que entra en juego a la hora de negociar con
(y ser parte de) la modernidad nacional-global. Reducciones es, en este sentido, una
propuesta poética de superación de las reducciones históricas de las que el pueblo
mapuche ha sido víctima mediante la expropiación, para fines de escritura poética, de
voces subalternas y dominantes que son puestas a parlamentar en un espacio textual en
el que se evidencian las reducciones de los sujetos parlantes a su sola posición de poder
(o a la de su carencia) al ser hablados por la unilateralidad de sus propios discursos.
Huenún, atento al romanceo de muertos y vivos, registra la porfiada persistencia
de voces que parecían apagadas hace tiempo, pero que, en rigor, subsisten en cada
hueso mondo en los cementerios del tiempo y los lugares —tanto en cementerios que
tienen tumbas como en aquellos hechos solo de tierra y aire—, voces que están ahí
murmurando sus destinos en las raíces invisibles de los canelos talados y en los pocos
que aún quedan en las cordilleras de Chile; sujetos de vidas jibarizadas que hablan por
medio de las letras tristes de las rancheras mexicanas cantadas a tono de alcohol
pendenciero y lluvia; en fin, cuerpos parlantes que se hacen notar en viejos archivos de
bibliotecas y museos que describen a los indios como raras excrecencias del género
humano (a veces ni siquiera alcanzan a entrar en el rango de los humanos);
descripciones que remachan el excluyente etnocentrismo del “civilizado” y que, por lo
154
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
mismo, documentan la barbarie blanca que se manifiesta en un sofisticado y perverso
uso de la razón cognoscente para fines de dominación, uso que se disfraza no obstante
de ciencia objetiva. Algo que viene, de por sí, a refrendar una no menor incapacidad de
base de la así llamada cultura “occidental-cristiana” para empatizar con la otredad radical.
Los Blancos, lo que caracteriza
a los eternos Blancos
es que ahora viven examinándonos,
a nosotros, los muy viejos,
a nosotros, los ya muertos.
(Canción aché-guayakí) (69)8
Francisco Pascasio Moreno, el Perito Moreno, en 1875 escribía este testimonio
que retrata de cuerpo entero a los “eternos blancos”:
Creo que no pasará mucho tiempo sin que consiga los huesos de toda la familia
de Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre Cipriano, y el esqueleto de su mujer,
Margarita; y ahora parece que el hermano menor Marcelino no vivirá mucho
tiempo, pues ha sido el jefe de la actual sublevación y se ha rendido anteayer en
el arroyo Nievas ante los Remingtons de Levalle. La cabeza de Catriel sigue
aquí conmigo; hace rato que la revisé, pero aunque la he limpiado un poco,
sigue siempre con bastante mal olor. Me acompaña al Tandil porque no quiero
separarme de esta joya, la que me es bastante envidiada (71).
Reducciones, como se adelantó, es una polifonía que conforma un vasto y
persistente relato de resistencia. Mas también es un relato de capitulaciones, de
derrotas, de nomadías a la tierra hollada en la que crecen palabras igualmente
holladas, llenas de remiendos. El libro se nos propone, pues, como un repertorio de
voces y sujetos, subalternos los más, que hablan un español salpicado con los retazos
de un idioma originario ya perdido. Y cuando habla el sujeto colonizador, lo hace en
un español arcaico que nos retrotrae a la Conquista, pero que también es, para el
indígena, huella presente de su propia identidad derrotada, reducida y contestada en la
escritura poética. Un hablar entonces en una especie de lengua entre —lengua
escorada, la llamará Rodrigo Rojas; lengua champurria, la llamará el propio
Huenún9— que se arma con pedazos, no siempre ensamblables, de la lengua de
Castilla, antigua y de ahora, y la lengua de la Futahuillimapu. Y con esa champurria,
Huenún arma una poesía que convoca fragmentos de la tierra de arriba y de abajo (la
Wenu Mapu y la Minche Mapu, espacios metafísico-religiosos contrarios y a la vez
8
Aché-Guayakí: etnia paraguaya, nómades recolectores hasta la década de 1970, reducida hoy a poco más
de un millar de individuos. El texto transcrito de la canción guayakí así como el de Moreno que viene a
continuación forman parte de Reducciones, sección “Cuatro cantos funerarios”. Itálicas del autor.
9
Rodrigo Rojas. La lengua escorada… La noción de “champurria” Huenún la viene sosteniendo desde
hace varios años; alude a un modo de hablar un castellano alterado por el efecto de una lengua de sustrato,
el mapudungun o su variante el che sungun, o de los residuos arcaicos de la propia lengua castellana
hablada por los conquistadores.
155
Sergio Mansilla Torres
interdependientes), experiencias varias que arrancan de la mirada a lo cotidiano tanto
como de la visión reveladora que hace entrever las continuidades entre lo natural
histórico y lo sobrenatural cósmico. La champurria poética de Huenún es, pues, una
lengua trabada por los cruces y las asimetrías culturales.
Así se va configurando una textualidad que registra pulsiones que se encaminan
tanto a lo que podríamos llamar la desetnización como a la reetnización de los sujetos,
movimientos que a la vez se oponen y se complementan de maneras asimétricas en
tanto responden a cambiantes estrategias de sobrevivencia subalterna que implica
capitulaciones e insubordinaciones identitarias según momento y lugar. El resultado es,
por cierto, una heterogeneidad cultural (y psíquica) siempre en proceso, plástica,
receptiva a la mutabilidad constante de las relaciones inter e intraculturales en un
contexto de desigualdad contestada. No es casual que la cultura mapuche-huilliche,
como sabemos muy mestizada a estas alturas de la historia, haya producido y esté
produciendo poetas modernos, como Huenún mismo10, que pueden, según necesidades
de representación discursiva, entrar y salir (digámoslo así) de las estéticas que circulan
en localías “premodernas”, populares, periféricas, bárbaras (Sarmiento dixit), así como
de la sofisticada modernidad estética “vanguardista”, modernidad esta —urbana,
metropolitana, primermundista— en la que el componente étnico y territorial periférico
no instituye (o lo hace muy excepcionalmente) poéticas de la memoria recuperativa.
Reducciones se inaugura con la sección “Entrada a Chauracahuín”, topónimo
indígena que designa lo que hoy es la ciudad de Osorno y sus alrededores y que es
también el lugar de infancia del poeta. Recuperar el topónimo originario es parte de una
vasta operación de “redescubrimiento de América” desde los ojos de quienes, al ocurrir
el histórico “descubrimiento de América”, fueron víctimas de la borradura colonial de
su ser. Entrar a Chauracahuín es, pues, develar la opacidad de Osorno de manera que se
hagan visibles las huellas de una historia trágica que son constitutivas de un presente
que no ha de reducirse a la estereotipada y autocomplaciente imagen de un progreso
providencial y aséptico11. No hay nostalgia de un Chauracahuín presuntamente
paradisíaco. El Chauracahuín que la poesía de Huenún puede rememorar es una mezcla
mestizada de memoria trágica, imaginación transformadora y deseo de sutura de las
heridas históricas que en su momento provocó, y aún provoca, la violencia colonial;
heridas que si no se las visibiliza y reconoce como constitutivas de la sociedad chilena,
10
De la territorialidad sur huilliche (actuales provincias de Valdivia, Osorno y Llanquihue), en años
recientes han surgido, por filiación o afiliación, poetas de origen indígena que reivindican la etnicidad,
como Graciela Huinao, Faumelisa Manquepillán, César Millahueique, Paulo Huirimilla, Bernardo
Colipán, Adriana Paredes Pinda, Roxana Miranda Rupailaf, entre otros.
11
Recordemos que Osorno ha tenido tres fundaciones. La primera en 1553 por Pedro de Valdivia; se llamó
entonces Santa Marina de Gaete. La segunda en 1558 por el gobernador García Hurtado de Mendoza; se
llamó San Mateo de Osorno. En esa oportunidad acompañó al gobernador el poeta Alonso de Ercilla y
Zúñiga con quien Huenún dialoga en Reducciones. Tras su destrucción en 1602, es refundada nuevamente
en 1792 durante el mandato de Ambrosio O’Higgins, padre de quien sería más tarde el fundador de la
República de Chile, Bernardo O’Higgins.
156
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
identificando a los agentes que las han infringido y a sus víctimas, pero igualmente
evidenciando los discursos que las revelan, las encubren, las naturalizan desde diversas
orillas etnoculturales, se vuelven dramáticamente dañinas para los tránsitos dialógicos
entre culturas. Chauracahuín deviene, pues, nombre del ejercicio poético de historizar
radicalmente los lugares de la memoria.
El cronotopos Chauracahuín se eleva a la condición de sinécdoque geográfica
del mestizaje latinoamericano y, en rigor, de cualquier mestizaje acontecido como
resultado de la violencia colonial institucionalizada y sostenida en el tiempo en un
territorio determinado. Entrar a Chauracahuín no es simplemente revisitar y dar
cuenta de un lugar o de un paisaje realmente existente, Osorno en este caso; es, por
sobre todo, asomarse a la tragedia de la historia y hacer de ella y con ella una poesía
que atestigüe la trashumancia, las traducciones y mutaciones identitarias de quienes
hasta ahora han sido los perdedores de la modernidad latinoamericana. Huenún hace
de las “reducciones” históricas puntos de encuentro y confluencias de memorias y
lenguajes varios que en su conjunto y siempre en permanente reconfiguración
constituyen e instituyen los lugares poéticos de la vida que son, al mismo tiempo y
por complemento, los de la muerte y de la memoria evocadora; son los lugares de los
sueños visionarios y de la mirada cotidiana de lo que está ahí, lugares hechos por las
palabras con las que se sostiene el interminable nütram (conversación mapuche) de la
poesía y de la vida: es la champurria de los condenados de la tierra.
PERFORMATIVIDAD DE LA POESÍA
La ficción poética, llevada a la tarea de tener que lidiar con la realidad “fuerte”
de las materialidades históricas efectivamente acontecidas, pareciera ser una palabra
“débil”, que se refugia en el tranquilo remanso de las metáforas y que no hace sino
evocar sombras (“cantos de sombra”, diríamos en palabras de Léopold Sédar
Senghor, poeta senegalés que cantó su África en un francés expropiado a los amos
blancos)12. La poesía entonces, si se la mide con la vara de la acción efectivamente
transformadora de la realidad, parece “una historia de locos”, como bien dice Antonio
Cisneros; pero, como el propio poeta peruano acota, es con la poesía que se formulan
las “inmensas preguntas celestes”13. Así, al evocar esas sombras-voces de ayer y hoy,
la poesía de Huenún recupera huellas de lo vivido, denuncia acciones injustas que han
quedado silenciadas en los recodos de la historia, construye discursivamente
propuestas de sujetos que nos interpelan a que nos sacudamos de las asfixiantes
categorizaciones con que la ciencia blanca decimonónica (léase historia, antropología,
fisiología humana incluso) clasificaba y calificaba las sociedades e individuos según
presuntos grados de civilización, escenario en el que los sujetos indígenas llevaban
siempre la peor parte. Enfrentada a las aberraciones de la arrogante ciencia blanca (y
12
13
Cf. Cantos de sombra de Sédar Senghor.
Cf. Poesía, una historia de locos (1962-1980) y Las inmensas preguntas celestes de Antonio Cisneros.
157
Sergio Mansilla Torres
no solo la del siglo XIX), la “débil” palabra poética se hace entonces éticamente
“fuerte” y políticamente insubordinada.
Es, al respecto, significativa la sección “Cuatro cantos funerarios” de
Reducciones. Paradójicamente los “cuatro cantos” no son cantos sino cuatro informes
que “cantan”/denotan la incapacidad de la cultura blanca europea de tratar con su
otredad. La sección se inaugura con un epígrafe tomado de una canción aché-guayakí
(ya citada) y fragmentos de tres informes “técnicos” cada uno referido a personas
indígenas reales de quienes, además, se acompaña retratos fotográficos: Damiana,
escrito por Robert Lehmann-Nitsche en1908; Catriel, escrito por Francisco Pascasio
Moreno en 1875 (ya citado); Maish Kenzis, escrito por Herman Ten Kate en 1906. A
estos se suma un cuarto “canto” cuyo título es una declaración de Hans Virchow, de
1867, “He disecado muchos cadáveres y nunca he encontrado el alma” (73), seguida
de la fotografía de época, una calavera y un texto final de Huenún “Cisne de mí”.
“Cantos” que hablan de muertes indígenas, pero también de la muerte moral y
cultural de la sociedad blanca que construye un conocimiento que deshumaniza
radicalmente al otro.
Nos hallamos ante una poesía que viaja a contracorriente por el río turbio de la
historia hurgando en los residuos y sedimentos que yacen invisibilizados en su lecho.
Río este que en Reducciones se corporiza en el Rahue, que divide Osorno en dos
mitades étnicas socialmente desiguales y que fluye, aguas abajo, por la vegas de
Quilacahuín. Río Rahue que Huenún, mediante el poder evocador y constructor de
mundos que detenta la palabra poética, pondrá patas arriba para que se vuelvan a oír
los gritos de los antiguos boteros: los Manquilef, los Rauque, los Huenteo, los Huisca,
los Huenún… y para que los cantos de las bandurrias contribuyan a la poesía trayendo
de vuelta la murmurante sombra benefactora de los ancestros del poeta cuando estos,
envueltos por las nubes de la vida y la muerte, subían y bajaban los repechos de su
tiempo. La fuerza de una poesía como la de Reducciones no pasa por la defensa de
una determinada doctrina que modele o prescriba una cierta acción política de
“intervención rápida” (metáfora militar que el lector sabrá excusar) cuyos efectos
podrían ser inmediatos y mensurables; su eficacia, si se puede así decir, viene del
hecho de ser un discurso que trabaja a favor del fortalecimiento de subjetividades
arrojadas a la intemperie de un mestizaje que se vive a menudo como experiencia de
deterioro o pérdida de una identidad pretérita de alcances colectivos.
Y tal fortalecimiento del sí mismo14 —o arropamiento de la subjetividad, sería
mejor decir—, acontece en la medida en que la poesía dota a los sujetos de una
memoria de liberación que transmuta la tragedia en ceremonia de amor y vida al
otorgar carta de ciudadanía a todos los cantos: hablamos de los cantos fúnebres; de
aquellos que transmiten la serena contemplación de una muchacha que baila y se
pierde tras el polvo que levantan los pies de los danzantes; de los que
14
Tomo la expresión de Harold Bloom: “Se lee para fortalecer el sí mismo (el self) y averiguar cuáles son
sus intereses auténticos”. Cómo leer y por qué. Versión digital, sin paginar.
158
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
recrean/rememoran los lugares sagrados que la naturaleza cobija en los bosques, el
mar, los ríos; de los que denuncian o atestiguan la colonización de la mente y las
palabras; de los que relatan experiencias autobiográficas del poeta y que son cruciales
para que su palabra cobre su cuota de realidad cotidiana tanto como su cuota de visión
metafísica: el pewma (sueño visionario) que pone al poeta vidente indígena mestizo
en concomitancia con el poeta vidente moderno —Rimbaud principalmente— a la
hora de leer los signos numinosos de las cosas; en fin, hablamos de los cantos que
interpelan a los agentes que son constructores profesionales de narrativas históricas (al
historiador Gabriel Salazar, por ejemplo).
seguiremos escribiendo sobre abuelas, Salazar,
la mía por ejemplo trabajó 70 años
en las fraguas alemanas
y leyó los Himnos a la Noche
en los kuchen de frambuesas y de nata
y en la hiriente soda cáustica
que blanqueaba los retretes hacendales.
fue manceba de un navarro, carnicero y vagabundo
y parló en che sungun sus lentas y augurales pesadillas;
tuvo un hijo y fueron mil
las descendencias de sus manos
en las rocas, en las aguas cerriles
de una torva vecindad.
qué me dices, Salazar, cómo te explico
sus albricias,
la carne que ha comido, el bacín debajo de su cama.
las abuelas, Salazar, son cosa seria [...] (163).
(de “Testimonio”)
Escribir sobre abuelas (y otorgarles voz en la escritura) constituye uno de los
sellos de agua de Reducciones. Escribir se vuelve desentierro arqueológico de
aquellas memorias que han quedado en la trastienda de una historia de la que los
historiadores suelen con frecuencia ignorar los pliegues y repliegues de las pequeñas
y grandes tragedias cotidianas anónimas. Reducciones en este punto admite ser leído
como un esfuerzo de construcción de una narrativa mapuche huilliche-mestiza que
hace justicia a los ancestros literarios de Huenún, a las genealogías de su lengua
poética, mediante la conformación de una trama textual de varia lección: el texto
documental, cronístico; el relato autobiográfico y testimonial; el poema en verso libre
que asume con frecuencia un tono versicular; el epigrama que evoca una escena lírica
particular que recuerda el hai ku japonés y que retrata una acotada interacción entre el
yo hablante y la naturaleza, como en este brevísimo poema de la sección “Envíos”:
“Un tigre he dibujado/ en el arroyo/ para que el agua libre/ se defienda” (90);
fotografías de archivos familiares e históricos; fragmentos de cantos indígenas
tradicionales; textos “científicos” de antropólogos, fisiólogos y anatomistas europeos
159
Sergio Mansilla Torres
decimonónicos; reescrituras de crónicas hispánicas coloniales que conservan su
español arcaico así como textos que evocan la lengua de Castilla hablada en clave de
un che sungun triturado por la maquinaria de la colonización; todo ello, y más,
conforma una polifonía que permite un constante y productivo desplazamiento por los
territorios de la memoria y la imaginación insubordinadas.
Si hay algo determinante en Reducciones es su poderoso realismo poético que
se expresa precisamente en la diversidad textual que viene a evidenciar la diversidad
instituyente del sujeto lírico, al que, por otra parte, no hay que ver como un sujeto, un
yo particular, sino como una instancia plural de dialogicidad y romanceo. Y no podría
ser de otro modo si el propósito es, como en efecto lo es, atestiguar, documentar con
la poesía y en ella, la construcción de un mundo poético que no pretende sino ser la
expresión de identidades culturales (y políticas) entrecruzadas, fragmentadas,
descentradas, que se han venido haciendo con los restos de ya fenecidos modos de ser
y vivir rurales o pueblerinos, pero que ahora, en los inicios del siglo XXI, cobran
sentido restituyente de una memoria cultural que bien podríamos calificar de
insurgente. Restos que constituyen, a su vez, la base material de una imaginación
poética que trabaja contra aquella forma de sedentarismo ideológico que favorece la
deshistorización de la realidad sociocultural. Reducciones, en este sentido, se nos
propone como una épica de la acumulación de fuerzas simbólicas de parte de sujetos
subalternos indígenas o indígena-mestizos, de manera que el proceso de “reducción”
ontológica se revierta en beneficio de un fortalecimiento del sí mismo (personal y
colectivo) al punto de transmutarse en sujetos emancipados del oprobio colonizador y
protagonistas entonces de una historia más justa, más democrática, más reconocedora
de los olvidados. La poesía de Huenún —y no solo la que hallamos en
Reducciones— es una escritura éticamente comprometida con los que han sufrido y
sufren la historia, haciendo de lo cultural, lo político y lo estético esferas de acción
unificadas por la performatividad historizadora de esta poesía.
“Seguiremos escribiendo sobre abuelas”, nos notifica el poeta. Y cómo no, si
de lo que se trata es justamente escribir acerca de abuelas y abuelos, porque de ellos,
del recuerdo de su palabra, emana la fuerza iluminadora de la poesía, y de la poesía la
potencia sanadora de una historia de oprobio y daño. De la remembranza de las
cotidianidades de los ancestros, oscurecidas tanto tiempo por la niebla espesa de las
injusticias mañosamente olvidadas, viene la raíz vital de una palabra poética cuyo
sentido último es construir puentes de memoria que visibilicen a tantos que han sido
arrojados a los territorios baldíos y desechables del “progreso” de la nación.
Cotidianidades que por la poesía justamente dejan de ser olvido y se vuelven
presencia constructora de un tiempo venidero en que la muerte no tendrá otro señorío
que el que le otorga el orden natural de las cosas. Visión inagotable de una tierra
reducida a población callampa en las ciudades de la república, a pequeñas parcelas
pobres en los faldeos cordilleranos de San Juan de la Costa, a plantaciones de pino y
eucalipto en tierras que cobijaron antiguos bosques en los que floreció el copihue
aferrado con todos sus zarcillos al oloroso melí, reducida a poesía de los vencidos.
160
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
Porque Reducciones es también, como ya se ha sugerido, la crónica de una
derrota que no ha terminado; al contrario, en muchos aspectos la modernidad
consumista de hoy la ha profundizado dramáticamente. Los degradados mundos
indígenas, convertidos en tugurios de exotismo mercantilizado, constituyen parte
sustantiva de las reducciones provocadas por un orden neoliberal extremo que
convierte las identidades indígenas en mercancías. Muchos indígenas —y que
proclaman serlo— hacen o han hecho de su condición subalterna un “negocio” que
puede llegar a ser bastante rentable incluso:
Vi no más al indígena
buscar la fama / el orgullo buscar
el bajo y velludo vientre de la gringa
al poeta bilingüe persiguiendo a su exegeta
a la cabra brichera
filmada por el ojo de Cíclope
de un hispano-danés-británico-francófono
Las lenguas se tocan hermanitos
y se revuelve sin cesar
el gallinero altiplánico
el gallinero amazónico
la sangrienta pirámide mesoamericana
EL SUCIO CORRAL DE LOS PROMAUCAES15
EN EL LONGO VALLE DEL MAPOCHO
(de “Carta a los suelos”, 159)
La poesía de Huenún es un modo de tratar a/con identidades dañadas,
indígenas y blancas, de manera que la escritura literaria contribuya a resarcir esos
daños con la palabra poética y crítica, evocadora de ternuras y tragedias. Esto implica
atribuirle a la poesía, a la literatura, una función político-terapéutica que desborda,
creemos, los límites del campo estético tal como este se le suele entender
habitualmente: un quehacer que se autocontiene dentro de sus propios límites y se
legitima con reglas que le serían propias y excluyentes. Estamos, pues, ante una
poesía moderna que cuestiona radicalmente aquellos modos aberrantes de ser
moderno como lo es la dominación colonial y sus reificaciones que colisionan con la
memoria historizada y emancipatoria. La ciudad moderna sea acaso el lugar
privilegiado del olvido, por el aturdimiento que provoca su tráfago incesante que
ignora los tiempos de la naturaleza, pero sobre todo porque sería el no lugar de
identidades flotantes y desarraigadas que, en tanto tales, se vuelven una especie de no
identidades sometidas a la persistente exigencia de dejar de ser. Ser mapuche o
mapuche huilliche en la ciudad, quiero decir, retener la memoria ancestral y existir
15
Promaucae: Enemigo salvaje, en quechua. Nombre que daban los incas a etnias que habitaron el actual
territorio central de Chile, entre el los ríos Maipo y Maule. Recordemos que los incas avanzaron más o
menos hasta el río Maule y, en su expansión, fueron precisamente frenados por los mapuches.
161
Sergio Mansilla Torres
conforme a ella, es una batalla épica contra la niebla de una historia que pareciera,
paradójicamente, no tener historia. El trabajo de la poesía consiste en despejar esta
niebla, a sabiendas de que es una batalla de desenlace incierto y, en todo caso, siempre
será un despeje parcial: con la poesía haremos islas de memoria, parches para
identidades mestizas en curso, en trayectoria; proveeremos imágenes que nos devuelven
a retazos a la delicada mancomunión con los elementos. No deja, pues, la poesía de ser
testimonio de una historia deseada pero condenada asimismo a su irrealización.
La ciudad viene hasta ti con sus ácidas cadenas
y esas grúas que levantan los cimientos de la historia.
Son nublados palacetes donde anidan pardos búhos
y la opaca lluvia andina de la tenue Cruz del Sur.
Las ciudades son ahora el final de tu memoria,
la escritura humedecida de tus sueños siempre nómades.
Es por ello que no olvidas una plaza, una explanada
donde el pueblo erige a tumbos una gris catedral.
Tras murallas ves un barco de antimonio sobre el aire,
y carruajes de caballos emplumados en los muelles,
traficantes de palomas, pavorreales, guacamayos,
mil esclavos que te venden sus cabezas y sus sexos.
¿Y qué puedes dar a cambio por la urbe que te ofrecen?
Ni semillas ya, ni lenguas, ni tratados, ni armamento:
tu destino entre nosotros es falaz como la arena,
un gobierno de cuchillos en el agua nocturnal.
(“Fundaciones II”, 50)
No sería ocioso recordar que la ocupación de territorios indígenas en el sur
chileno se hizo a partir de la fundación de ciudades enclavadas en puntos estratégicos
de manera que aseguraran primero la discontinuidad del territorio indígena y luego la
ocupación rural —que se materializó sobre todo con la llamada colonización alemana
en el siglo XIX—, dando paso a la emergencia de una agricultura extensiva industrial
en manos de una elite de terratenientes de ancestros europeos no españoles. Las
ciudades a su turno resultaron ser puntos de atracción de la migración campo-ciudad
de muchos indígenas, así como espacios de degradación de la antigua memoria
identitaria rural. Pero es también en las ciudades donde el mestizaje, la
heterogeneidad cultural, las capas de memoria, las migrancias identitarias, el acceso a
la modernidad occidental en sus distintas facetas, han devenido condiciones de
posibilidad para la emergencia de la poesía de las memorias culturales puesta —la
poesía— a la tarea de construir una semiósfera democrática que contribuya a la
descolonización efectiva del devenir histórico.
162
Los archivos de la niebla. En torno a Reducciones de Jaime Huenún Villa
“Un gobierno de cuchillos” y un “destino falaz” dominan la escena (del)
presente. Pero ese destino que no será, no tiene por qué ser, siempre falaz. Y los
cuchillos tendrán que servir para rasgar la niebla del futuro:
Ya vendrán tiempos mejores,
hermanito,
para izar los sangrados estandartes
en llanuras y montañas
liberadas por los pewma
de la Banca y la Escritura.
Por ahora,
ya sin broncas ni leyendas
/ni tardíos editores/
vuelvo a casa.
Traduciendo mis poemas al spanglish,
/al patois/
y al sudado creole de las Antillas,
vivo holgado de mis rentas
/mis derechos/
MI LEGÍTIMO KIMUN/MI RAKIZUAM.16
(de “En la ruka de David”, 162)
Nótese que el poeta escribe “sangrados” y no “desangrados”. Nótese el valor
liberador de los pewma mapuche. Nótese el reclamo por un nuevo orden que no sea el
de la Banca y la Escritura; nuevo orden que no pase por encima de los cuerpos, las
aguas, el cielo, el viento que mueve el árbol de la poesía. Reducciones “es un libro en
crecimiento arbóreo”, sentencia Huenún. Habrá entonces que plantar este árbol en lo
alto de las colinas de Quilacahuín para que desde sus ramajes en movimiento
podamos otear el amplio horizonte de las cosas visibles y muy principalmente el de
las invisibles. No para arrasar con la iglesia o el colegio o el hospital básico de la
Misión de Quilacahuín, como en su momento, y para inmensa desgracia de la
humanidad, sí lo hicieron los españoles conquistadores en México, en Perú; como los
estados nacionales, a su turno, igualmente hicieron, y aun peor (recordemos el
genocidio de la así llamada “Conquista del Desierto” en Argentina y su homóloga la
“Pacificación de la Araucanía” en Chile, o el exterminio de los indígenas de la
Patagonia chilena a inicios del siglo XX). Para que el árbol de la memoria y el
conocimiento florezca para todos en todas las estaciones de todos los años. Y que no
quede solo la imagen de un canelo polvoriento y moribundo que el poeta conociera en
su infancia y que resultó ser uno que plantara Gabriela Mistral en la plaza de Osorno
16
“Kimún” alude a la constelación semántica conocimiento, saber, sabiduría, en tanto que “Rakizuam”
alude a pensamiento, conciencia. El poema dialoga con David Añiñir, poeta mapuche contemporáneo,
creador de la noción de “mapurbe” para referirse a la heterogénea identidad mapuche citadina de sujetos
indígenas que viven en espacios metropolitanos degradados, subalternos en cualquier caso.
163
Sergio Mansilla Torres
en 1938 en un gesto de homenaje a la gente morena que habitaba y aun habita un
Chauracahuín de miserias17.
Para que la memoria iluminada de María Matilde Huenún Huenún, niñamujer-madre-abuela, hoy ya fallecida, quede fulgurando en los bellos amaneceres de
Quilacahuín.
Universidad Austral de Chile*
Instituto de Lingüística y Literatura
Casilla 567, Valdivia (Chile)
[email protected]
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Sédar Senghor, Léopold. Cantos de sombra. Madrid: Visor, 1980 (1945, 1ª ed.).
17 “Una
noche de mi niñez, a fines de la década del 70, supe por boca de mi abuela que un árbol ya
entonces polvoriento y moribundo, desflorado para siempre en la raíz y el agua, era el canelo que
Lucila Godoy había plantado en la señorial Plaza de Armas de la ciudad de Osorno” (23).
Descontando el epígrafe inicial, este es el comienzo de Reducciones. El canelo es el árbol sagrado del
pueblo mapuche.
164
NOTAS
165-174
LOS TAMBORES SUENAN, LA VOZ DEL PUEBLO RESUENA:
LA REPRESENTACIÓN DEL NEGRO EN LA NOVELA
CONTEMPORÁNEA
Daiana Nascimento dos Santos*
El presente trabajo propone, en el marco de los Estudios Culturales y de la
Nueva Novela Histórica (NNH), instalarse en un lugar epistemológico que posibilite
el análisis y la interpretación de un corpus literario a partir de su problema principal:
la representación del sujeto negro en el imaginario contemporáneo. En este sentido, se
busca la confluencia entre los estudios literarios, históricos y acerca de memoria y
oralidad mediante una perspectiva transdisciplinar que contribuya a ampliar la
comprensión del pasado y obras de ficción relacionadas al proceso de triangulación
que alteró significativamente el imaginario y la representación de África, América y
Europa. Con esto, la conformación histórica de estos continentes sufrió cambios
profundos en su historia, principalmente África, que tuvo millones de individuos
esclavizados y sometidos al trabajo forzado en las Américas y en el Caribe.
El estudio analiza novelas contemporáneas que presentan lecturas que
dialogan con temáticas diversas como la identidad, la exclusión racial, el pertenecer
social y la representación del sujeto negro en la contemporaneidad. El corpus
seleccionado para este trabajo es El reino de este mundo (1949), del cubano Alejo
Carpentier, Changó, el gran putas (1983), del colombiano Manuel Zapata Olivella,
A gloriosa familia (1997), del angolano Pepetela, y Um defeito de cor (2006), de la
brasileña Ana Maria Gonçalves. Estas novelas ofrecen una lectura distinta de los
elementos representativos e identitarios del sujeto negro, pues transcienden los
conocimientos del pasado respecto de este grupo social, y a la vez sugieren un
nuevo protagonismo para ellos. Son novelas que han reflejado temáticas históricas
ofreciendo un desplazamiento significativo de elementos literarios, de perspectivas,
de miradas, de relatos y de ficcionalizaciones. A partir de ahí es posible diferenciar
aspectos de la representación subjetiva en estas novelas, lo que ofrece una
redefinición de sobresalientes elementos del imaginario colectivo que se ha
formado a lo largo del proceso de triangulación África-América-Europa.
La elección de este corpus se justifica en la relación lingüística, cultural e
histórica que se hace a partir del entrecruce discursivo y triangular de la propuesta. El
hilo conector de este conjunto de obras es África: la diáspora africana, la resistencia,
la lucha social, la memoria colectiva y la validez del discurso oral. Por ejemplo, El
reino de este mundo y Changó, el gran putas entablan “…un volver a imaginar de
Haití y localizar los eventos de la revolución haitiana bajo los lentes teóricos de la
Daiana Nascimento dos Santos
alegorización postcolonial” (Tillis, 105). En A gloriosa familia y Um defeito de cor,
por otra parte, los conflictos sociales, políticos y económicos se entrecruzan,
demostrando que había una relación estrecha entre las antiguas colonias portuguesas.
Este corpus reconfigura la imagen y la representación del sujeto negro en la novela
contemporánea mediante la reconstrucción histórica desde otras perspectivas, de la
inclusión de elementos de la tradición oral y del contradiscurso.
Un segundo factor de unificación de este corpus es el recurso de la
intertextualidad, que se presenta como elemento recurrente, evidenciando la
yuxtaposición y la conexión entre los contextos representados en estas novelas.
Padilha sostiene que las redes intertextuales se establecen entre obras o enunciados
convergiendo en nuevas e inesperadas configuraciones (30). Kristeva explica, por su
parte, que intertextualidad es la absorción o transformación de otro texto por otro
(187-200). Complementando esta visión, Todorov afirma que cada nuevo discurso
se encuentra con el discurso del otro en posibles caminos que lo conduce para su
objetivo (97). Estas tres visiones son aplicables con toda propiedad a las novelas
que estudiaremos.
Para llevar a cabo este proyecto nos apoyaremos en el principio de Fecé Gómez
sobre los Estudios Culturales, que según este estudioso se configuran como
… un campo de investigación interdisciplinar que explora las formas de creación
de significados y de difusión de los mismos en las sociedades actuales. Desde esta
perspectiva, la creación de significado y de los discursos reguladores de las
prácticas significantes de la sociedad revela el papel representado por el poder en
la regulación de las actividades cotidianas de las formaciones sociales (245).
El marco de los estudios culturales es el eje principal para el análisis
metodológico, considerando la transdisciplinariedad de este estudio. Entiende la
literatura como objeto cultural, en consecuencia, generador de sentidos culturales. De
esta forma se trata de comprender la cultura en toda su complejidad, evidenciando las
implicaciones sociales y políticas concretas de este estudio, y de analizar esas
temáticas mediante prácticas culturales y sus relaciones con el poder, aunque esta
vertiente sitúa este proyecto como lugar de crítica y de acción política (Hall, 2009).
Dentro de este marco mayor consideraremos los estudios acerca de la Nueva
Novela Histórica latinoamericana (NNH). El fenómeno más sobresaliente a nivel
continental en la literatura de los ochenta y los noventa es el surgimiento o la
intensificación del cultivo de una polémica narrativa de carácter historiográfico, lo que
implicó la publicación de “ambiciosas novelas que proponen una nueva interpretación
de la historia” (Mackenbach, 2001), aquí podríamos inscribir las obras de nuestro
corpus. La propuesta, sin embargo, es que se pueda generar un analisis que vaya más
allá de los campos históricos y literarios en tanto discursos, de modo de alcanzar una
dimensión interpretativa cultural. En los estudios que se han publicado sobre la NNH,
los planteamientos de Seymour Menton y Fernando Aínsa ocupan un lugar significativo
en el análisis literario respecto de este subgénero. Menton (1993) define la NNH sobre
166
Los tambores suenan, la voz del pueblo resuena
la base de seis características principales que giran en torno a la distorsión histórica, los
conceptos dialógicos bajtianos, los anacronismos, la intertextualidad, metaficción,
ficcionalización de personajes históricos en lugar de protagonistas ficticios, presentación
de ideas filosóficas en vez de reproducción mimética del pasado.
Por su parte, Aínsa (1996) considera nueve características principales que están
relacionadas con la deslegitimización de la historia, la impugnación de la legitimidad
de las versiones oficiales, la intertextualidad, el anacronismo y el palimpsesto, la
multiplicidad de perspectivas e interpretaciones y el rechazo de una sola verdad, el
descentramiento de los mitos degradados de la historia oficial, la superposición de
tiempos diferentes en la narración, la escritura paródica, predominio de la ficción
sobre la historia y la representación mimética. Los planteamientos de ambos teóricos
se encuentran en la propuesta de relectura del discurso historiográfico oficial; sin
embargo, ellos también se contraponen entre sí, fundamentalmente en torno a las
clasificaciones de las obras que pueden ser catalogadas como NNH, ya que ambos las
reconocen de acuerdo con las características definidas por cada uno. Además de estos
estudios, es posible rastrear otros más actuales que tratan de la definición de la NNH
(véase Seydel, 2002).
Basados en estas caracterizaciones, consideramos que el corpus seleccionado
forma parte del subgénero de la NNH, principalmente por poseer varios de los rasgos
antes mencionados y por presentar uno de los aspectos más importantes de la NNH,
que es la intertextualidad evidenciada en estos textos. Entenderemos intertextualidad
básicamente como “…la referencia a otros textos, que pueden encontrarse en un
escrito”. Siguiendo los planteamientos de Fernández Vásquez, consideraremos que
“…toda obra puede entenderse como una red intertextual, en las que diferentes
discursos dialogan entre sí, aunque hay textos en los que la intertextualidad es
deliberada y explícitamente se puede identificar, por tratarse de referencias muy
conocidas” (32). Es factible consignar que uno de los ejes intertextuales más
importantes en el corpus seleccionado es la referencia deliberada a otros personajes,
otros relatos, y las menciones a otras obras por medio del palimpsesto o de la
reescritura de fragmentos.
Es necesario precisar que además de analizar las vinculaciones intertextuales
que proponen estas obras nos apoyamos en las siguientes características de la NNH:
la deslegitimización de las versiones oficiales, la multiplicidad de perspectivas, relatos
e interpretaciones, el distanciamiento de los mitos degradados de la historiografía
oficial y la superposición de tiempos diferentes en la narración. Estas características
son las más recurrentes en el corpus seleccionado, pues hay una relación entre estas
novelas en cuanto al desarrollo de la narrativa y principalmente en torno a la
representación del negro. En contrapartida, no nos apoyamos en las otras
características de la NNH por no hacer énfasis a la temática investigativa que nos
convoca en este trabajo.
167
Daiana Nascimento dos Santos
La primera de las obras seleccionadas del corpus es El reino de este mundo
(1949), de Alejo Carpentier, se sitúa como una de las novelas más sobresalientes de la
literatura latinoamericana, porque es considerada la primera nueva novela histórica en el
continente. Es una novela que privilegia la relevancia del discurso oral y está
impregnada de elementos del realismo mágico. Además, enmarca la ficcionalización de
un hecho histórico que posteriormente sería legitimado como símbolo de la lucha de los
movimientos negros en América Latina, Estados Unidos y el Caribe (Bernd, 1988).
Changó, el gran putas (1983) del colombiano Manuel Zapata Olivella,
propone un epopéyico recorrido de los afroamericanos, desde sus orígenes en África,
pasando por el cimarronaje, la independencia de Haití, hasta llegar a las luchas de
resistencia en Brasil y en los Estados Unidos. Changó, el gran putas se sitúa como la
epopeya de los afroamericanos/afrodescendientes en las Américas, el canto de
resistencia de un narrador colectivo, la legitimación de un imaginario que se
construye y se reconstruye en el continente amerindio, latinoamericano y
afroamericano. En esta obra predomina un tono intenso, emotivo y memorialista
acerca de la presencia negra en las Américas a partir de diversas miradas que se
yuxtaponen para narrar su trayectoria en el continente.
A gloriosa familia (1997) del angolano Pepetela, por su parte, propone una
relectura del periodo de la ocupación holandesa de Angola, a partir de la historia de
una importante familia de fines del siglo XVII, configurándose en la mirada de un
mestizo sordo y analfabeto, sirviente de la misma. A gloriosa familia se presenta
como una destacada representación de la historia angolana narrada en un tono épico e
impregnado de realismo mágico, donde se evidencian también los conflictos políticos
y sociales de Angola en el periodo de la trata esclava (Carreira, 2006, 31).
Finalmente, Um defeito de cor (2006), de la brasileña Ana Maria Gonçalves,
se enmarca como una significativa novela que acerca la oralidad a la escritura, ya que
la narración exprime los conflictos políticos, sociales e históricos de Brasil a lo largo
de casi un centenario, mediante una odisea que recorre África-América-África. Um
defeito de cor es el recorrido de la memoria a partir del relato de una esclava liberta,
pero también es la intensa búsqueda de una madre por su hijo vendido como esclavo,
por el padre blanco. Es la fuerza de la memoria que se evidencia como potente legado
cultural, histórico y colectivo.
Las novelas que conforman el corpus seleccionado han sido objeto de diversos
estudios, que proceden del interés más reciente por la conformación del imaginario
negro en la narrativa contemporánea y el papel que juega su representación en estos
contextos discursivos. Son enfoques que se mueven en los campos del análisis
literario, los estudios culturales y la historicidad.
Respecto de El Reino de este mundo se han hecho un sinfín de investigaciones
en diversos idiomas, las que permiten situar la relevancia de esta obra en el canon
literario latinoamericano. Estos estudios sitúan El Reino de este mundo como
expresión reivindicatoria de un volver a imaginar a Haití y razonar los eventos
168
Los tambores suenan, la voz del pueblo resuena
históricos desde la perspectiva del negro, mediante el papel del narrador oral.
Además, la signan como primera expresión de la Nueva Novela Histórica en América
Latina (Menton, 1993), que presenta desplazamientos literarios significativos. Uno de
ellos es la ficcionalización y las sutiles modificaciones históricas que Carpentier hizo
de la Revolución Haitiana, como son la ausencia de Toussaaint L’ouverture, el prócer
de esta revolución (James, 2003), la breve referencia a Dessalines, etc. (González
Echevarría, 1984).
La recepción crítica de Changó, el gran putas entabla una amplia discusión
en diversos idiomas, porque esta novela reconstruye la diáspora africana, la
opresión de la trata, su emancipación de la dominación, la actuación política de este
grupo social, desde la perspectiva del contradiscurso narrativo (Tillis, 2006).
Changó, el gran putas transciende la constante protesta social y reivindicatoria de
este grupo social, la búsqueda de la conciencia colectiva y el lugar de enunciación
del negro (Kooreman, 1987).
A gloriosa familia provoca mucho revuelo en las academias de lengua
portuguesa, pero también en otros idiomas, ya que el lector es confrontado con una
narración crítica e irónica del periodo en que Angola estuvo bajo el dominio holandés.
La construcción discursiva que emerge de esta narración entabla muchas discusiones,
pues el narrador personifica un siervo negro, mudo y analfabeto, antítesis un narrador
culto y tradicional. Este descentramiento se configura como unas de las principales
herramientas discursivas de la novela, ya que esto otorga lugar al narrador oral
(Chaves y Macedo, 2009).
La recepción crítica de Um defeito de cor abarca significativos estudios
relativos a la invención de la memoria, la representación del sujeto negro, la
ficcionalización de la historia, desde la perspectiva de una esclava africana (Oliveira,
2007). La obra rescata la narrativa desde las voces silenciadas por el poder y otorga
versiones respecto de los hechos históricos ocurridos en Brasil y África por un
periodo de casi cien años desde la trata negrera (Pimentel, 2011). Además de estos
aspectos, la obra provoca algunas críticas por su extensión, las innumerables
descripciones de los rituales religiosos, el exceso de información histórica y la visión
descentrada de la trata, de la diáspora y de la esclavitud negra (De Andrade, 2009).
Según la recepción crítica, este corpus descentraliza la visión histórica sobre la
representación del negro en el contexto discursivo, pues sus relatos son construidos a
partir de perspectivas marginales de los hechos, en un ir y venir narrativo que se
legitima en el discurso oral. De esta forma se evidencia en estas novelas un
contradiscurso que cuestiona y transgrede las interpretaciones tradicionales.
La hipótesis principal de este trabajo dialoga con las lecturas previas de cada
una de las novelas escogidas, pero propone adicionalmente una lectura interpretativa
conjunta. Sostenemos que las novelas contemporáneas que constituyen este corpus
alteran las interpretaciones hegemónicas del sujeto negro y lo hacen porque desplazan
los siguientes elementos literarios: presentan un nuevo protagonismo, legitiman los
169
Daiana Nascimento dos Santos
relatos que de ahí emergen, reconocen la relevancia de la tradición oral y la
transformación del statu quo de este sujeto.
En estos textos predomina un entrecruce literario constante, pues remiten a
contextos en común, protagonismos desplazados, cosmovisiones que se yuxtaponen
en un mismo diálogo de rescate de la memoria y del legado colectivo. A la vez, ponen
de relieve un momento histórico con el fin de meditarlo simbólicamente y entenderlo
desde la perspectiva de los olvidados actores que padecieron y enfrentaron este
ignominioso periodo. Las novelas ofrecen múltiples miradas, rescatan las figuras
emblemáticas de Benkos Biohó, Mackandal, Toussaint Louverture, Aleijadinho,
Luisa Mahin, entre otros y, a la vez, representaciones de este grupo social que se
hacen patentes en la necesidad de entender los hechos según su presencia en
distintos discursos.
El corpus seleccionado evidencia la preponderancia de la tradición oral, ya que
esta se ofrece como una herramienta de rescate de la memoria en la escritura y
principalmente configura a estos autores en la legitimización de la oralidad como
importante potencial revolucionario. De acuerdo con Gerd Bornheim (21-22), la
tradición oral “…puede ser comprendida como un conjunto de valores dentro de los
cuales estamos establecidos”, estos valores son transmitidos de generación en
generación (Padilha, 21). Además, la oralidad juega un papel importante en el
contexto africano, porque en este imaginario se constituye como la esencia y la fuerza
de una perspectiva que se entrecruza en la visión de mundo, de los ancestros y de la
cosmogonía (26). Amadou Hampaté Ba, etnólogo malí, destaca la importancia de
estos elementos para la conservación de la memoria colectiva, la recuperación y
transmisión cultural de este legado por medio de la actuación de los ancestros como
depósitos de conocimiento de esta memoria (184).
En estas novelas la memoria juega un papel significativo para la configuración
del imaginario colectivo. Bergson (1959) entiende la memoria como la conservación
o la elaboración del pasado que se repite en los recuerdos del hombre y de su
capacidad de innovar este fenómeno. Desde esta perspectiva, la memoria hace
hincapié en la conservación del pasado, su articulación con el presente en confluencia
con el imaginario colectivo que se apoya y revive en la tradición oral. De acuerdo con
Oslender (2003), la tradición oral se evidencia como significativo mecanismo social,
por ser considerada como un “discurso oculto de resistencia” que desafía al discurso
de poder y se articula como herramienta política para la reivindicación de las
comunidades negras. En las novelas escogidas se legitima este discurso otro que se
evidencia en los aportes, de las perspectivas, de las lecturas que surgen a partir de la
oralidad. En este caso, la oralidad se yergue como instrumento de conservación de la
memoria colectiva (Ki-Zerbo, 1980). De esta forma, el corpus seleccionado sobrepasa
las barreras lingüísticas y territoriales que comprenden el Caribe, el Brasil, la América
Hispánica y el África lusófona (Angola), para demostrar que hay un entrecruce entre
contextos, historias y relatos que proviene de experiencias en común, experiencias
170
Los tambores suenan, la voz del pueblo resuena
estas que se vinculan con la trata negrera, de la descolonización, del sometimiento y
de cuentos que cruzaban los océanos. Además, legitima los fenómenos
preponderantes entre sí, es decir, la importancia de la tradición oral y el imaginario
que se construye a partir de este, sea en el Caribe, en la América ibérica o en África.
Esto constituye un acercamiento dialéctico a la triangulación establecida por la trata
negrera, sus respectivos discursos y distintos relatos que configuran a estas obras
como “ambiciosas novelas que proponen una nueva interpretación de la historia”
(Mackenbach, 2; Acevedo, 3).
De ahí la importancia de la perspectiva intertextual para este análisis, pues
facilita el cruce literario y discursivo de textos que conforman significativos
imaginarios, que proponen la trasformación de la representación del negro en los
textos literarios en la novela contemporánea, aunque no siempre ha sido de esta
forma. Es posible encontrar representaciones negativas acerca de este sujeto en
periodos distintos de la literatura y de la historiografía. Este factor se enmarca en la
invisibilidad discursiva de este sujeto en los textos sociales, históricos y literarios
latinoamericanos y africanos hasta la primera mitad del siglo XX.
Estas representaciones dan cuenta de una amnesia estratégica que contribuyó a
definir un discurso oficial de exclusión del negro de las historiografías nacionales, de los
textos sociales y literarios de este entonces. Sin embargo, a partir de las primeras
décadas del siglo XX florece en América Latina una intensa búsqueda por la identidad
nacional, y con esto se hace notar un significativo cambio de rol que se configura en la
reivindicación del lugar de enunciación de estos sujetos en este proceso discursivo.
Posteriormente este fenómeno se extendería al África lusófona, haciendo notar una
intensa producción literaria reivindicatoria de este grupo social (Abdala, 1998).
Resaltamos la importancia de evidenciar que en el corpus seleccionado hay
una multiplicidad de voces que reconstruye la historia y que se hacen escuchar a partir
del nuevo protagonismo. Se trata, por tanto, de comprender y analizar desde una
perspectiva literaria y no literaria la dominación del discurso de poder que define e
impone interpretaciones hegemónicas como versiones universales y comunes (Klein,
1986), no considerando discursos “otros” mediante la exclusión, estancamiento,
prejuicios y silenciamientos del imaginario de los grupos subordinados, legitimando
la idea de que la memoria histórica evidencia el legado de la resistencia (Munanga,
2006). Buscamos cotejar las propuestas de las novelas con la historiografía oficial que
representa al negro como víctima de la sentencia de la historia marcado por el
dominio, la subyugación, el olvido y el prejuicio (Bhabha, 2002), factores que además
convierten al negro en “objeto sin historia” (Said, 1979).
Finalmente, identificamos que hay en estas novelas un desplazamiento del
locus epistemológico de estos sujetos que cuentan su propia historia, desde distintas
perspectivas y lugar de enunciación, desplazándose del papel de víctima. Estos
factores se vinculan al reconocimiento de la memoria del pueblo negro como
171
Daiana Nascimento dos Santos
potencial revolucionario para su conservación colectiva y la perpetuación de su
legado en la contemporaneidad.
Universidade Estadual de Santa Cruz*
PNPD/CAPES Mestrado em Letras: Linguagens e Representações
Rodovia Jorge Amado, km 16 - Salobrinho - Ilhéus/BA (Brasil)
[email protected]
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174
NOTAS
175-186
DIÁLOGO CON SYLVIA IPARRAGUIRRE: CONTRAPUNTO
LECTORA/AUTORA SOBRE LA TIERRA DEL FUEGO (1998)
María José Bustos Fernández*
INTRODUCCIÓN
En julio de 2009 me reuní en Buenos Aires con la escritora argentina Sylvia
Iparraguirre (Junín, provincia de Buenos Aires, 1947). El resultado de ese encuentro
es la entrevista que sigue: especie de diálogo centrado en una de sus novelas, La
tierra del fuego (1998), la segunda publicada por la autora después de El parque
(1996). La tierra del fuego fue traducida al inglés, francés, alemán, italiano, holandés
y portugués. A esta le siguieron El muchacho de los senos de goma (2007), La
orfandad (2010), y, más recientemente, Conversaciones con Munch (2013). Además
de su producción novelística Iparraguirre ha publicado varios volúmenes de cuentos:
En el invierno de las ciudades (1988) Probables lluvias por la noche (1993), y El
país del viento (2003). Los tres libros, más cuentos inéditos, aparecieron reunidos en
el volumen: Narrativa breve (2005). La autora obtuvo importantes premios
nacionales como Premio de la Crítica en la XXV Feria del Libro de Buenos Aires y el
Primer Premio Municipal de Literatura por En el invierno de las ciudades. La tierra
del fuego recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (otorgado en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara, México 1999).
Además de su labor creativa, Sylvia Iparraguirre participa activamente en el
mundo académico, ha ejercido la docencia y ha sido miembro activo de proyectos de
investigación en el Instituto de Lingüística y el Instituto de Literatura
Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires, institución donde cursó sus
estudios en Letras. Cabe destacar también su participación en la revista El escarabajo
de oro, y la cofundación de El ornitorrinco (1977) junto a Liliana Heker y Abelardo
Castillo, que logró publicarse como un núcleo de resistencia cultural durante la última
dictadura militar.
El reportaje que sigue se planteó como un contrapunto autora/lectora en el
encuentro con la escritura y el relato de la novela La tierra del fuego. Esta novela
recrea el episodio histórico ocurrido a principios del siglo XIX cuando el capitán
inglés Fitz Roy, a cargo de la nave El Beagle en la que viajaba también el joven
científico Charles Darwin, decide llevar a cuatro indígenas yámanas a Inglaterra
donde viven durante dos años (solo tres de ellos, uno muere durante la travesía),
aprendiendo inglés y los usos culturales de la Europa del siglo XIX. El episodio había
sido anteriormente ficcionalizado por el escritor chileno Benjamín Subercaseaux
(1902-1973) en su extensa novela titulada Jemmy Button, publicada en Santiago de
Chile en 1950, y traducida al inglés tres años después. La historia de Jemmy Button
María José Bustos Fernández
fue también ficcionalizada por Harry Thompson (1995) y Nick Hazlewood (2000).
En 2010 el grupo teatral chileno Tryo Teatro Banda llevó al escenario otra versión de
la historia del joven yámana.
María José Bustos Fernández (MJBF): Sylvia, te agradezco muchísimo que
compartas este momento conmigo para conversar y cambiar ideas acerca de tu novela
La tierra del fuego y que podamos hacer una suerte de contrapunto entre
autora/lectora en el encuentro con la escritura. Podríamos empezar por varios puntos
importantes. Elijo para el inicio de este diálogo un aspecto que a mí me interesó
particularmente cuando leí la novela: lo que podemos llamar “la función narrativa”,
frase por supuesto muy amplia. Me interesó la mediación entre, por un lado, la
subjetividad del narrador, Jack Guevara, que se constituye en el narrar, y por otro, la
demanda de una historia que debe contarse, es decir, que implica una apelación. Esta
historia que debe contarse, y que tiene varios niveles, es, en un nivel ya más amplio,
según mi lectura, contar otra vez la historia del encuentro con el otro cuando, en el
caso de La tierra del fuego la historia que termina contándose no se conoce al
iniciarse el relato, hay un “no saber” inicial, fundamental para la cuestión de la
función narrativa. Es una historia que se va armando en el narrar. Creo que hay dos
pasajes en la novela que, a mi parecer, son paradigmáticos de esta configuración: uno
es esa escena maravillosa en la que aparece el padre de Jack Guevara, Mallory,
soldado inglés que había participado en las invasiones inglesas. Lo quieren mandar a
la guerra, la Guerra de la Triple Alianza, y se cuestiona, “¡Cómo va a ir con el
uniforme inglés!”. Y allí alguien interviene y resuelve: “¡Que le pongan un poncho!
El gringo es bueno para pelear”. Es decir, el poncho se agrega como una
superposición. Y la otra escena que quiero resaltar es aquella en la que Jack Guevara
escribe: “El destino de Button tomó hace tiempo la forma de mi destino”. Entonces a
mí me parece que la propuesta narrativa que vos realizas en esta novela, mediante el
intercambio de personajes, parece la de un deslizamiento metonímico, es decir, que
los términos pares (uniforme inglés/poncho; historia de Jack/historia de Jemmy) se
resignifican el uno al otro por un mecanismo de contigüidad nada ingenuo, y creo que
esa es la configuración, la dinámica especial de la novela. En términos bakhtinianos,
sería su “ideología configurativa”. ¿Qué te parece?
Sylvia Iparraguirre (S.I): Bueno, varias cosas a lo largo de lo que vos, como lectora
sagaz de la novela, vas planteando, porque por lo que veo te estás metiendo como en la
trastienda de la escritura. En principio yo intenté que, al menos en mi construcción
narrativa, la novela fuera, además de una historia, una reflexión relativa al acto de
escribir, en varios niveles, pero sobre todo en dos: uno es la extrañeza que supone para
ese hombre que ha sido marino el acto de ponerse a escribir, no es un acto natural, es un
hombre que no es un escritor. Sin embargo, es un hombre letrado, la novela no existiría
si no fuera letrado, la posibilidad que le dio su padre de haber leído libros y de poder
expresarse; o sea que el tema de la escritura pasa por el personaje en modo de una auto176
Diálogo con Sylvia Iparraguirre: contrapunto lectora/autora sobre La tierra del fuego
educación. Por lo demás, la escritura como algo que le sucede al personaje, como un
proceso que lo va modificando; me interesa que el lector perciba de algún modo,
aunque sea subliminalmente, cómo la escritura humaniza a este personaje. En el
trasfondo de la escena de Guevara escribiendo está una chica, esta chinita que se llama
Graciana que apenas se vislumbra en un principio, pero que, sin embargo, él empieza a
ver por medio de la curiosidad que ella, analfabeta, muestra por el acto de escribir. Es
decir, la escritura aparece como una escena que a ella le causa mucha curiosidad, esos
signos que él traza sobre el papel, esa actividad tan inexplicable en el medio del
contexto de la Pampa. Él empieza a fijarse en ella y se fija de tal modo y con tal gradual
intensidad a medida que su historia crece en la escritura que, al final de la novela, esos
papeles “sin destino” van a estar destinados a ella. Guevara va a crear su propia lectora,
la destinataria de la novela. Es decir, que a partir de la escena de la escritura que crea
curiosidad él está creando su propia lectora, ya que en el final decide enseñarle a leer.
Ahora bien, vos hablabas de contigüidad en las relaciones uniforme/poncho o
Button/Guevara. Vos sabes que la novela se arma por contigüidades; hay contigüidades
en lo corrido de la narración como hay contigüidades metonímicas en lo paradigmático.
Me gusta que hayas reparado en la miniescena del uniforme de Mallory, cuando él dice:
“Yo voy así o no voy”, porque lo que tiene puesto es el uniforme del ejército inglés, el
del invasor. A los otros les resulta chocante, entonces lo solucionan poniéndole un
poncho arriba. Está muy cerca todavía el tema de las invasiones inglesas. De esta
conjunción inglesa (uniforme), criolla (poncho), va a salir Guevara. Allí intenté armar
una pequeña escena donde se vea el carácter del inglés. La verdad es que me enamoré
mucho de ese personaje, de Mallory, que, por otro lado, es un personaje que tiene una
larga tradición en la literatura occidental: el inglés de la diáspora, el inglés que se asimila
a la India, se asimila al desierto, a los trópicos, a la Patagonia, pero no deja de ser inglés
nunca, y esto es un poco lo que le pasa a Mallory. La otra escena era, no me acuerdo...
MJBF: Bueno, en realidad no es una escena propiamente dicha sino que es parte de
ese discurso que él va armando al intentar contestar la carta que recibe del
Almirantazgo pidiéndole información acerca de lo que él podría saber de Jemmy
Button. Y casi al principio dice: “El destino de Button tomó hace tiempo la forma de
mi destino”, que es un poco una justificación de cómo él se va alejando de esa
primera apelación, responder a la carta y a la demanda específica por datos referentes
a la vida de Jemmy Button, y va iniciando el relato de su propia vida.
S.I.: Claro. Exactamente. Aquí hay una instancia inicial que es la carta. Uno de los
géneros con los que intenta “jugar” la novela es el epistolar, aunque es un epistolar
atípico, es un epistolar engañoso. El disparador de la novela, la primera escena, es la
llegada de esa carta que mandan desde el Almirantazgo a buscar al personaje a este
confín del mundo. Lo que hace que él se disponga a contestar esa carta; el primer
ensayo de escritura es un ensayo de contestación. Pero como suele suceder a John
William Guevara le pasa lo que le pasa (nos ha pasado) a los escritores novatos.
177
María José Bustos Fernández
Cuando se pone a escribir, lo que aflora es su propia historia que quiere ser contada; él
intenta dar una respuesta de la historia de Button y rápidamente se da cuenta de que lo
gana su propia historia. Lo que él quiere contar es lo que le ha sucedido a él. Es un
momento de quiebre, cuando Guevara dice: “Bueno, me importa un bledo quién me
pida esto, el Almirantazgo o quién sea; la cara del que manda la carta es desconocida
y la firma no se entiende. Voy a escribir lo que yo quiero escribir”. Intento que esa
confusión en el nombre del remitente (ya que él no puede determinar exactamente el
nombre de la persona que lo interpela desde la carta) no sea solamente por el doblez
del papel, sino que es algo de alguna manera desdeñoso. Aunque se acuerde, no
quiere acordarse. Guevara deja de atender al pedido y empieza a fluir su propia
historia. Pronto se da cuenta de que su historia está indisolublemente unida a lo que le
piden que cuente; que su juventud está unida a la historia de Jemmy Button. Guevara
tiene casi la misma edad que Button y ese viaje, de la periferia al centro, ese viaje
desde el Cabo de Hornos a Londres en el siglo XIX ha sido en todo un viaje
iniciático, y que cuando él se pone a narrar se le revela que su propia historia está
unida a la de Button; unidos en la memoria y en el recuerdo. La memoria, a la que él
pone como única medida de su relato.
MJBF: Entonces la propuesta de Guevara dará por resultado más de una historia. Y
este relato estaría compuesto más por conjeturas, paradojas y deslizamientos, que
están en un registro ambiguo, que en causalidades y razonamientos lineales. Este
deslizamiento del que estábamos hablando que se mueve de una historia a otra, que
como antes señalábamos, veo en la novela, por ejemplo, en la superposición del
poncho al uniforme inglés, son superposiciones que, por otro lado, son muy
argentinas. Ahora bien, este deslizamiento parece tener otras expresiones en la novela,
se relata en otras instancias. Por ejemplo, en los varios registros en los que se juega la
elección entre la lengua inglesa y la española, nivel que genera unas paradojas
interesantes. Por ejemplo, en los nombres. El indígena, que es yámana, es nombrado
en toda la novela, salvo al final, Jemmy Button, un nombre inglés, mientras que el
hijo del inglés se apellida Guevara. Entonces hay allí un cruce de lenguas. Esto se
complementa con el parlamento de Button durante el juicio en las Islas Malvinas, que
se transcribe en inglés. Claro que ese parlamento en el relato del narrador no
solamente se traduce sino que además es parafraseado por Guevara para que tenga
sentido dentro del relato que está empezando a tener sentido, y eso es lo importante,
para él mismo.
S.I.: Fue todo un tema el asunto de las lenguas. Al principio casi todos los
participantes provenían de Inglaterra o tenían algo que ver con la lengua inglesa.
Tomé la determinación de no utilizar ningún término inglés. Porque si utilizas un
término en inglés, ¿por qué no otro? ¿Por qué no los de náutica, por ejemplo?
178
Diálogo con Sylvia Iparraguirre: contrapunto lectora/autora sobre La tierra del fuego
MJBF: Habría allí algo marcado.
S.I.: Simplemente yo quise que lo único que apareciera en inglés en toda la novela
fuera la declaración de Jemmy Button en el juicio que se incluye al final de la novela
en Malvinas, que se traduce. En él se intenta dilucidar el rol de Jemmy en la matanza
de los misioneros anglicanos. Ahora, hay varias paradojas que se juegan en la lengua,
porque vos fíjate que tanto Guevara como Jemmy, dos personajes de los suburbios
del mundo, se encuentran en la lengua inglesa, porque Button no habla castellano y, a
su vez, Jack Guevara no habla yámana. Los dos tienen que encontrarse en la tercera
lengua que hace ese triángulo yámana-castellano-inglés. De hecho allí aparecen
varias cuestiones alrededor de la lengua. Tengo que agregar algo lateral a lo que
venimos hablando. Cuando me dispuse a escribir la novela, yo tenía una historia
poderosa, una historia real, que es la de Jemmy Button. Eso pertenece a la Historia
con mayúscula. Jemmy Button existió, fue a Inglaterra, etc. Pero yo no soy
historiadora. Soy una lectora aficionada de Antropología e Historia. Es decir, me
fascinó la historia real de Button cuando la conocí a fines de los 80, pero no tenía una
novela. La peripecia de ese chico de 14 o 15 años realmente me atrapó por lo extraña
y me intrigó también porque daba vuelta la óptica habitual desde la cual el “otro”, el
“extraño”, es siempre el americano. La historia de Button me planteaba una inversión
de esa mirada: ¿Cómo serían Inglaterra y los ingleses vistos por este extraño? Los
otros, los extraños, son los europeos en este caso. Debía crear un narrador testigo de
esta experiencia. Ahí es cuando aparece la novela, ya que se me revela en el personaje
de ficción. Cuando aparece Jack William Guevara, allí aparece la novela. Yo tenía
una historia pero no tenía novela. La tuve cuando invento el narrador-testigo. Todo lo
referente a este personaje, a Guevara, es ficción: su madre, su padre, su historia. Es
ficcional pero probable, porque aquí sucedieron las invasiones inglesas, muchos
soldados se quedaron a vivir aquí, etc. Entonces, ¿qué ocurre? Estoy escribiendo con
dos parámetros: el de la imaginación y el de la Historia. Cuando vos trabajas con
material histórico, con documentos, la materia histórica es la que manda en la
organización de la ficción. Por ejemplo, yo necesitaba que el personaje fuera bilingüe
para que Fitz Roy lo subiera a su barco, en toda la escena de Montevideo, cuando él
escucha hablar inglés (la lengua de su padre) y se acerca a los marinos como una
mariposa a la luz. Entonces el inglés empieza a pesar de manera decisiva en la trama.
Por eso tengo que hacer que él sea bilingüe. Por el lado de la madre habla español,
por el lado del padre habla inglés. Cuando él llega al puerto de Montevideo eso es lo
que me hace posible subir este personaje de ficción a un barco real; es lo que lo lleva
a decir a Fitz Roy: “Este chico sirve como grumete”. Esta segunda instancia de
superposición, como vos hablaste del poncho sobre el uniforme, se da también en la
superposición del nombre impuesto en otra lengua: el de Jemmy Button sobre el
nombre real: Omoy Lume que es su nombre yámana. Sobre el nombre auténticamente
indígena se sobrepone lo inglés, lo cubre. Y Fitz Roy le pide a mi personaje ficticio
que se haga cargo de este joven indígena más o menos de su edad; y ellos se
179
María José Bustos Fernández
encuentran en esa confluencia, en el inglés, que es la lengua en la que se van a
comunicar, paradójicamente, ya que Jemmy Button aprende a hablar inglés durante la
travesía, en esa lengua se encuentran estos dos habitantes de los límites del mundo.
Cuando llegan a Londres, es el inglés, una vez más, lo que les permite comprender,
aunque sea parcialmente, ese mundo. Tenés que pensar que Londres era la ciudad
más grande de occidente en el siglo XIX, ya está en plena revolución industrial y es
esa ciudad la que se les presenta a estos dos adolescentes que vienen de la Pampa y
del Cabo de Hornos. Y ellos mismos en esta recorrida se sienten periféricos. Lo único
que los pone en el centro, que los hace “visibles”, es la lengua inglesa. Pero
precisamente por ese peso del inglés en un sentido ideológico, yo no lo utilicé en el
sentido literal. Siempre castellano. Salvo en la instancia del juicio.
MJBF: Querría volver otra vez a la instancia del inicio del relato que se presenta
como una demanda, como la respuesta a esa carta. A mí me interesa, en esta u otras
ficciones, el inicio de la ficción y, además, por qué interesa esta ficción hoy a fines
del siglo XX, bueno ya XXI, y por qué vos tomaste la iniciativa de escribirla y yo,
como lectora, la de ir a buscarla y de ocupar mi tiempo en esto. ¿Qué es eso? ¿Por qué
no leer un libro de historia si los datos van a estar en forma más fidedigna? Me
interesa eso. En el inicio del relato la carta pide, y creo que estas son palabras
textuales, “una noticia completa”. Sin embargo, con la dimensión metadiscursiva de
esta novela, que es muy importante, Jack Guevara se encarga de ir hablando acerca de
la enorme distancia que se va instaurando entre esta demanda (“una noticia completa”
respecto del destino de Jemmy Button) y la naturaleza de la respuesta. Es decir, el
inicio del relato siempre se presenta resaltando lo precario, lo provisorio, lo conjetural
y el enigma que se va deslizando. El enigma: “Por favor cuénteme usted qué pasó con
este indígena”. Bueno, parece que el enigma inicial se transforma en otro. También
cambia la legitimidad del testimonio. Porque la carta parece decir: Usted que estuvo
tan cerca, que presenció los hechos, sabe. Su condición de proximidad lo legitima
para escribir sobre eso. Sin embargo, Jack, cuando narra, dice: Ahora estoy al margen
y puedo descifrar los acontecimientos pasados. Está al margen de la historia, parece
que él cambia las condiciones de la escritura. No tanto: “Puedo contar porque estuve
cerca, sino al contrario: puedo contar porque estoy al margen”. Me gustaría que
comentaras sobre esto.
S.I.: Hay varias cosas en tu comentario. Vamos a empezar por el final. Guevara pone
sus condiciones para esta respuesta. Él dice en un momento: Estoy al margen de la
Historia. Él ha vivido en el mundo y en la historia. Ha sido marino de Fitz Roy, ha sido
marino mercante, ha dado la vuelta al mundo varias veces y dice que, como todo
marino, tiene la posibilidad de elegir su patria. Elegir a dónde ir cuando se baje del
barco. Y decidió volver a su patria. Y su patria es esta. Eligió la sangre materna, criolla.
Se siente argentino y vuelve acá. Pero de algún modo está al margen de la historia.
Porque recordá que la acción comienza en 1865 y él, en algún momento, dice que
180
Diálogo con Sylvia Iparraguirre: contrapunto lectora/autora sobre La tierra del fuego
desaprueba la guerra con el Paraguay. Se está desarrollando esta guerra, la de la Triple
Alianza; él se asombra, al principio, y se pregunta: ¿Quién puede escribirle a un hombre
que vive solo, en un rancho? No es un rancho porque es una casa de estilo europeo que
ha construido el padre. ¿Quién puede acordarse de un hombre que ni siquiera está en el
frente, alguien que como él desaprueba la guerra y ha decidido vivir al margen de la
historia? La historia está pasando por otro lado. Él ha dejado de ser marino y vive a un
costado de los acontecimientos. Y como tal puede hablar. Desde el margen se puede
hablar. Es un poco la hipótesis de la novela. Los que hablan aquí son los marginales.
Son los periféricos, tanto Guevara como Jemmy Button. Desde allí él pone sus
condiciones. Y la condición fundamental de ese relato es que la ley es la de su memoria.
Lo que me permite a mí como narradora jugar con la materia histórica. Porque yo no
puedo aseverar acerca de los hechos, solo puedo conjeturar. Por ejemplo: en un
momento, armo una escena en el camarote de Fitz Roy, donde están Fitz Roy, el
doctorcito (es decir, Darwin), él, Guevara, y Jemmy Button. Son los cuatro
protagonistas. Esa escena no es histórica, es inventada, es una conjetura. ¿Quién puede
saber lo que pasó adentro del camarote? Cuando Guevara recuerda, dice: “Esta es mi
versión, es lo que yo recuerdo”. De lo que sucedió hay cuatro versiones posibles. Cada
uno reconstruye según su memoria. Entonces la única ley de este relato es la propia
memoria del narrador. Cosa que a mí me pone a salvo de ciertas arbitrariedades,
porque, ¿cómo yo puedo saber lo que pasó entre estos cuatro personajes? Lo sé por mi
personaje de ficción. Como si fuera una especie de periscopio temporal que me permite
ir hacia el pasado. Está muy bien lo que señalas acerca de la demanda de la carta:
“Cuente exactamente lo que pasó”. Primero que exactamente no lo puede contar porque
ya pasaron como 30 años. Lo va a contar según su propia versión del pasado y las
condiciones las pone él: “Ahora el relato es mío. Y yo voy a empezar con mi vida”.
Allí hay un corte en la novela. El establece otra relación: “Ahora el relato es mío y lo
voy a empezar con el relato de mi vida”. A partir de ese momento la apelación a
MacDowell o MacDowness se vuelve retórica. Esos largos pliegos escritos no son una
carta de respuesta. Y MacDowell es una especie de vocativo retórico que a él le permite
adelantarse, y hasta indignarse cuando le dice, por ejemplo: “Usted, ¿sabe lo que es la
Patagonia? ¡Qué va a saber usted si está en Inglaterra!”. La decisión de no contarle a los
ingleses sino a sí mismo cierra al final cuando dice en un momento: “Tengo que crear
un lector para estos papeles y tal vez sea ella, Graciana”. Entonces los papeles quedan
acá. Quedan para Graciana, es como el último dibujo en esta dirección.
MJBF: Agregaría que esa apertura en la posición de lector es una abierta invitación al
lector virtual, yo, o cualquiera que abra la novela y la lea. Volviendo al tema del enigma
y cómo este va cambiando a lo largo del relato, creo que uno de los enigmas que se
devela para él mismo como narrador se descubre en la última escena cuando él declara:
“Tengo un año más de lo que tenía mi padre cuando él se suicidó”. Y sabemos también
la importancia que tiene el suicidio del capitán en la historia de su vida. Está entonces
subyaciendo la pregunta: “¿Me voy a suicidar yo también?”.
181
María José Bustos Fernández
S.I.: Muy... muy perspicaz esa lectura. Déjame responderte a ese comentario. Este es
un marino atípico, que ha leído libros. Incluso, en la novela hay un homenaje secreto
a Melville, uno de mis amores. No sé si sabes que el año que salió Moby Dick, 1851,
en todo ese año Melville vendió 42 ejemplares. Yo hago que ese año la nave en la que
llega Jack Guevara a Nueva York quede varada por una tormenta de nieve. Guevara
va a un lugar y el librero, viéndolo marino, le recomienda un libro porque en la
primera escena hay una ballena del Cabo de Hornos. El libro es Moby Dick. Me gustó
imaginar que uno de los 42 ejemplares lo compró mi personaje. En otro orden de
cosas, han señalado (en reportajes y lectores) que está bien asumida la voz masculina.
Que es creíble el hombre que yo invento siendo mujer. Y me han preguntado cómo es
que me metí en la cabeza de un hombre, etc. Más allá de las características
obviamente exteriores o de hábitos, si vos vas hacia adentro y hacia el fondo, ser
hombre o mujer, el género, se diluye y solo queda la persona humana, quedan los
sentimientos comunes. Pero más allá de eso, una de las líneas que trabajé para el
personaje masculino fue la relación con el padre. Es cualitativamente diferente la
relación de un hombre con su padre que la de una mujer con su padre. Esto se
muestra en la escena cuando él, de chico, ve al padre pelear con otro hombre, y allí
aparece el tema del coraje, tan masculino. Este inglés que era borrachín y al que los
paisanos de la pampa tratan con sorna criolla, de repente se planta. El hijo lo mira con
admiración. Esta escena tiene su correspondencia cuando Guevara va a Londres y,
con 17, 18 años, también le ocurre pelearse con un hombre. Está buscando los rastros
del padre y es como un encuentro simbólico con él en esta pelea en una taberna de
Londres, donde él alcanza una especie de identificación con el padre. Pero el padre es
un suicida. Entonces, él reflexiona respecto de esta determinación de su padre, y lo
hace en un momento especial: cuando termina de contar su historia, cuando ha puesto
el punto final. Allí se parece a un escritor. Porque cuando un autor termina un libro
queda un vacío. Esto pertenece a la realidad: pusiste mucho esfuerzo, conviviste con
esos personajes durante largo tiempo, años tal vez, y cuando pones el punto final,
cuando la novela terminó y la entregaste a la editorial, queda un vacío, a veces
bastante difícil de sobrellevar. Esto es una generalización y no soy del tipo de
escritora que lo experimente porque siempre tengo algo esperándome en los cajones,
sin embargo, sucede. Ese vacío es el que yo quiero que experimente el personaje
después que ha volcado toda su vida, que se ha dado por primera vez a la escritura.
Ha sido una experiencia de cinco meses muy intensos en la soledad de la pampa
escribiendo este testimonio. Pone el punto final y recuerda que tiene 53 años. Su
padre tenía la misma edad cuando se suicidó; de alguna forma está diciendo, tengo
dos caminos: o matarme o vivir. Y el gesto de sacar las cosas de la mesa y poner la
luz en el medio es un gesto por la vida; entre Eros y Thanatos. Elige Eros. Elige la
posibilidad de enseñarle a leer a Graciana, que es como crear un eslabón.
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Diálogo con Sylvia Iparraguirre: contrapunto lectora/autora sobre La tierra del fuego
MJBF: Y también creo que hay obvios ecos borgianos en esta configuración de las
posibilidades en el relato: “En el principio hay dos caminos, pero después se bifurcan
más y más”. Me parece que volvemos a lo que decíamos antes de que si aquí se
cuenta la historia del encuentro con el otro, y el encuentro con el otro en este relato en
particular terminó en el exterminio, sabemos por la historia que el encuentro con el
pueblo yámana terminó en el exterminio (recordemos las posibilidades del suicidio en
la trama), también el relato abierto sugiere que esa historia puede volver a contarse,
de hecho por eso vuelve a ser relatada, porque es una deuda pendiente que el lector
debe volver a contarse inventando quizás otros desenlaces.
S.I.: Absolutamente. Primero porque, en términos exactos, la historia indígena no
ingresa a la historia argentina hasta muy recientemente. De hecho, yo la historia de
Jemmy Button no la saco de la historia argentina porque la historia argentina no
incorpora las etnias hasta muy recientemente, digamos 20 años. Antes era más bien
pintoresquismo indígena. En la escuela nos enseñaban de los diaguitas, los guaraníes,
pero de una manera muy primaria; de ninguna manera tienes la idea de que esos eran
los primeros habitantes de lo que, más tarde, sería la Argentina. Hombres que vivían
acá desde hace 13.000 años. Entonces, la historia de Jemmy Button la encuentro en
un libro de antropología, de Martín Gusinde, no en la Historia. Estaba haciendo la
corrección de estilo de ese libro acerca de los yámanas y leo la historia de Jemmy
Button, que es una historia chiquita dentro de la historia de los yámanas y los onas, y
de los alakaluf, y los haush, las 4 etnias que habitaban la Tierra del Fuego. Porque esa
era una tierra de nadie, allí hicieron estragos los blancos, sobre todo los balleneros y
foqueros norteamericanos. Encuentro esta historia y me parece formidable y tremenda
al mismo tiempo. Intenté imaginar cómo vería este chico el mundo. Es como llevar a
alguien de Marte a la Tierra, ¿cómo sería para él la experiencia del calor; ver un
caballo, un carruaje, las ropas? Todo era extraño. Entonces, ¿cómo fue asimilando ese
mundo? No lo sabemos, yo solo lo puedo conjeturar con un narrador testigo; digamos
que la capacidad de asombro de Button se agotó en el puerto de Londres, ¿Qué más
se puede decir? Pero esa es la historia que no fue contada.
MJBF: Querría ahora que nos detuviéramos en las escenas finales, durante el juicio
en las islas Malvinas, en el que se debate el rol que Jemmy Button pudo haber tenido
en la matanza de los misioneros anglicanos. A mí me parece muy interesante la forma
narrativa que vos elegiste. Porque este juicio es casi como una representación teatral y
todo juicio es un relato a partir de una pregunta que debe ser resuelta. Y en un juicio
hay varias personas que relatan y hay varios testigos y un interrogante, y a partir de
allí se tiene que llegar necesariamente a una conclusión. Se debe elegir una de las dos
versiones: culpa o inocencia. No hay conjeturas, ni paradojas, ni los deslizamientos de
los que hablábamos antes. Porque un juicio por naturaleza exige una decisión. A mí
me interesó mucho cómo el narrador Guevara en este momento se ubica como un
183
María José Bustos Fernández
espectador en el fondo de la sala, y observa todo este juicio. Y si el juicio quiere
apoyarse en una lógica causal, en deducciones, en conclusiones, todos los
testimonios van a implicar una decisión: la elección de una versión, se necesita la
decisión y Guevara aquí es un espectador, no interviene en el juicio, solo escucha y
observa.
S.I.: Primero hay allí una cosa casi te diría política. Guevara tiene que entrar en forma
clandestina en Las Islas, que son las islas Malvinas, porque los argentinos no podían
entrar. Las Malvinas habían sido tomadas hacía rato por los ingleses, en 1832.
Guevara desembarca como marino norteamericano. Entra de contrabando en el juicio,
él no podría haber entrado como argentino. No debería estar ahí. Sin embargo, está, y
quiere saber. Y cuando entra Jemmy Button, y Guevara lo ve entrar le vienen a la
memoria todos los años compartidos con Jemmy, el viaje, toda esta cosa de tantos
años. Ahora, vos decís en el juicio debe haber un decisión. No hubo un dictamen.
Button es sobreseído por falta de méritos. No hay pruebas para inculparlo. Cuando se
descubre la matanza de los misioneros, en este punto, hay que entender la historia de
los yámanas que llevaban décadas y más que décadas sufriendo la permanente
incursión de los blancos en sus costas, de matanzas de los animales de los que se
proveían, de violaciones a sus mujeres; teniendo que vivir cada vez más lejos de sus
costas. Ellos habían salvado a náufragos, porque los yámanas eran pacíficos y
rescataban náufragos. Pero luego dejaron de hacerlo, dejaron de acercarse a los
blancos y fue gestándose un odio creciente. Y ellos no distinguían si eran anglicanos,
ingleses, franceses, etc., para ellos eran todos blancos venidos del este. Cuando ellos
ven que fondea una goleta, y se bajan blancos y construyen una casa en la costa,
sintieron que estaban ocupando su territorio, que estaban ocupando lo único que les
quedaba y allí se produce la matanza. El único testigo es Cole, el cocinero del barco;
entonces se produce esta especie de careo entre Cole y Jemmy Button en el que
Jemmy le echa la culpa a los onas. Les echa la culpa a sus enemigos ancestrales, los
habitantes de Tierra del Fuego, de más al Norte: los onas, como para decirles a los
blancos, nosotros no fuimos. Siempre me pregunté por qué Jemmy Button fue a
Malvinas si él podría no haber ido. Corría el riesgo de que lo mataran o que lo
mandaran a Inglaterra encadenado. Estoy convencida de que fue para ver qué
planeaban los blancos para con su tribu. Y de hecho no estaba equivocado. Porque el
gobernador de la isla mandó a pedir dos barcos a Buenos Aires para hacer una
expedición punitiva, para darles un escarmiento, y de Buenos Aires no se los
pudieron mandar por cuestiones técnicas. Pero de hecho el primer impulso de los
ingleses fue mandarles un castigo a los indígenas. En el juicio no se puede dilucidar
una verdad porque lo que dice Cole es lo que dice Cole, lo que dice Jemmy es lo que
dice Jemmy, no hay pruebas. Es una palabra contra la otra. Hay también una actitud
muy culposa en la misión anglicana en el Atlántico Sur. Hay un quiebre interno. Y el
que produce el quiebre es este personaje Parker Snow. Él le hace un juicio laboral a la
misión, porque los misioneros lo habían echado. La historia de ese hombre es como
184
Diálogo con Sylvia Iparraguirre: contrapunto lectora/autora sobre La tierra del fuego
para otra novela. El modo en que lo echan, lo dejaron a pie en medio de la nada, a no
sé cuántos kilómetros de Puerto Argentino, con la mujer, y tiene que llegar
caminando. Le genera un gran odio por la misión. El juicio a Button le viene bien
para hablar de cómo era en realidad la misión patagónica y cómo trataban a los indios.
Parker Snow se convierte en un testigo inesperado y terrible contra la misión y sus
métodos.
MJBF: Y había muchas agendas contradictorias.
S.I.: ¡Claro! Por ejemplo, no me pude perder lo que decía la mujer de Despard, el jefe
de la misión: “Pero hay que ver lo bueno que era Jemmy, decía „buenos días, decía
buenas tardes‟ ”. Da la sensación de que habla de un perro, un perro amaestrado que
no ladraba, que se portaba bien. La pobre mujer no podía decir otra cosa porque ese
era el concepto de la época. Lo incluyo como ilustración. Imaginá lo siguiente: los
misioneros iban desde las islas Malvinas donde tenían la misión, en su barco hasta el
Cabo de Hornos donde vivían los yámanas y los traían, a la fuerza, porque traían los
chicos, y los yámanas se volvían locos, venían para poder venir con sus chicos, a
pasar seis meses en las islas Malvinas, a que los catequizaran. Jemmy fue unas
cuantas veces porque sabían que hablaba inglés, que Fitz Roy lo había llevado a
Inglaterra hace casi treinta años; y armaron la misión con la idea de buscarlo para que
oficiara de puente con su pueblo. Pero el “experimento civilizador” les falló. Fue un
típico experimento de los viajes del siglo XIX, pero este resultó muy mal.
MJBF: Hay otras dos preguntas con las que quiero finalizar. ¿Has tenido alguna
conversación particular con Belgrano Rawson respecto de Fuegia, los encuentros, los
paralelos con tu novela, la diferente forma de abordar el tema?
S.I.: No particularmente, soy amiga de Eduardo (BR), nos hemos cruzado muchas
veces. Cuando él publicó Fuegia, y yo ya estaba trabajando en La tierra del fuego,
pero son dos secuencias muy diferentes. Fuegia es muy posterior en el tiempo a La
tierra del fuego, transcurre cuando ya están instaladas las misiones, y es la relación
patética, terminal, de los indígenas yámanas con los misioneros, cuando ya no tienen
dónde refugiarse, todo muy posterior a la historia de 1830. Fuegia transcurre cuando
los indígenas se refugian en las misiones, que es otro modo de suicidio.
MJBF: Fuegia es una novela que nuevamente y, en otros contextos, invita a recontar
y a reflexionar en nuestra historia cómo se dio el encuentro con el otro.
S.I.: El abuso es transhistórico. Hablando del pasado te estás también refiriendo al
presente. El abuso de un grupo por otro, de un hombre por otro, de una civilización
por otra no pertenecen a una época. Pero la historia no se resuelve en lo blanco y lo
negro, lo bueno y lo malo. La historia tiene matices de todo tipo. Cuando Fitz Roy,
por ejemplo, se lleva a los yámanas a Londres, no lo hace por “malo”, no es maldad,
al contrario, se hace cargo de ellos. Le sale mal porque no podía ver al otro como tal,
185
María José Bustos Fernández
no podía mirar más allá de su época. Lo veía como “indio” y como instrumento. La
novela tiene un desarrollo que se sitúa en el siglo XIX, pero temáticamente está
hablando del aplastamiento de los más débiles por los más poderosos.
MJBF: Y nos apelan estas historias a seguir pensando cómo le vamos a encontrar la
vuelta a esto, que es una tragedia que aún se vive. Que no está resuelta.
S.I.: Si piensas en América Latina, la situación de Button la puedes encontrar hoy.
MJBF: Por supuesto, el tema hoy de los desplazamientos, gente llevada de un lado a
otro, sin poder encontrar un lugar. Los desplazamientos, las migraciones, temas con
tanta gravitación hoy, gente desplazada, que busca un lugar donde vivir. Bueno, ya
dejaremos por aquí. Te agradezco muchísimo esta larga charla y el haber compartido
conmigo este rato: la lectura, por mi parte, y la gestación por la tuya de esta
maravillosa novela.
S.I.: Gracias a vos por una lectura tan atenta.
The University of Montana*
Department of Modern and Classical Languages and Literatures
Missoula, MT 59812 (USA)
[email protected]
186
NOTAS
187-192
UNA REFORMA ORTOGRÁFICA DE 1783: FRAY SEBASTIÁN
DÍAZ Y SU NOTICIA GENERAL DE LAS COSAS DEL MUNDO1
Jorge Cáceres Riquelme*
I. PRESENTACIÓN
En el último apartado de la introducción a La literatura del Reino de Chile,
titulado “Los autores perdidos”, José Promis Ojeda (2006) menciona allí a un tal fray
Sebastián Díaz, quien habría escrito al menos dos obras: en primer lugar, Noticia
general de las cosas del mundo por el orden de su colocación, para el uso de la casa de
los señores marqueses de la Pica y para instrucción común de la juventud del reino de
Chile, publicada en Lima en 1783; y, en segundo lugar, “un texto proponiendo una serie
de reformas ortográficas” (76). Promis Ojeda tiene razón cuando señala que Díaz
escribió estos textos, sin embargo, se equivoca al postular que se trata de dos textos
distintos, ya que el segundo está contenido en el prólogo del primero.
Lo que me propongo, pues, en estas líneas es reactivar la circulación y el
conocimiento de esa “serie de reformas ortográficas” mediante la transcripción del
documento que las contiene2, no sin antes, por supuesto, entregar una breve reseña
tanto de la Noticia general como de su autor, a quien —según el estado de mis
investigaciones— podríamos considerar como el primer reformador de la ortografía
española en Chile.
Sebastián Díaz nació en Santiago en 1741, fue prior de la Recoleta Dominica en
dos ocasiones (1781-1784 y 1786-1794) y falleció en la misma ciudad en 1813. Estudió
Filosofía en el Convento del Rosario de Santiago y Teología en la Universidad de San
Felipe, donde, en 30 de septiembre de 1763, se graduó de bachiller, licenciado y doctor
en Teología (Medina, 526). De esta forma, “ingresó al claustro de doctores de la
Universidad y llegó a ser en ella examinador en su facultad” (De Ávila, 83).
Aparte de los estudios oficiales cursados por Díaz, sabemos que fue
autodidacta y que se preocupó por adquirir una cantidad ingente de conocimientos
que no eran de fácil acceso ni de simple asimilación, como derecho canónico y civil,
medicina, matemáticas, botánica, astronomía, historia, literatura, idiomas, etc. En
opinión de Domingo Aracena, no había coetáneo suyo que lo igualase en saber: “Su
ciencia no se limitaba a esta o aquella facultad en particular: se extendia a todo el
1
El presente escrito fue elaborado a partir de mi tesis de magíster (La noticia general de las cosas del
mundo de fray Sebastián Díaz…) y se enmarca, también, en la investigación doctoral que actualmente
realizo en la Pontifica Universidad Católica de Valparaíso (PUCV).
2
El documento apareció publicado en un trabajo anterior de mi autoría (La nota, 109-110). Anteriormente,
solo Alejandro Fuenzalida Grandón (48-49) y Alamiro de Ávila Martel (92-95) habían reproducido
íntegramente las reformas ortográficas del padre Díaz.
Jorge Cáceres Riquelme
vasto campo del saber, y podría llamársele con toda propiedad sabio en toda la
extensión de la palabra” (Aracena, 13). Otra evidencia del interés cognoscitivo del
religioso lo representa la petición hecha a la Inquisición limeña a fin de que se le
permitiese leer obras prohibidas. Para ello debió “presentar una solicitud,
directamente ante la Suprema o ante el Tribunal, indicando algunas referencias
biográficas y los motivos que le impulsaban a pedirla”. Satisfactorias han de haberle
parecido a los inquisidores las informaciones brindadas por Díaz, porque en 1793 se
le concedió la licencia requerida (Millar Carvacho, 387-388).
De acuerdo con Alamiro de Ávila Martel, el dominico consagró gran parte de
su tiempo “al estudio, a enseñar y a escribir” (86), dedicación producto de la cual
surgieron de su pluma varias obras de carácter piadoso tanto como científico. A saber:
Descripción narrativa de las religiosas costumbres del M. R. P. Mro. Fr. Manuel de
Acuña (Lima, 1782); Noticia general de las cosas del mundo por el orden de su
colocación (primera parte, Lima, 1783; segunda parte, inédita); Vida y virtudes de sor
María Mercedes de la Purificación; Tratado elemental de Geometría; Exposición de
la Geometría Elemental del Grande Euclides; Tratado contra las falsas piedades, y
Manual Dogmático i Polémico3. De este conjunto, la que más destaca es Noticia
general de las cosas del mundo, cuya primera parte fue publicada en Lima en 1783,
mientras que la segunda se halla inédita y manuscrita en el Archivo de la Recoleta
Dominica4. Además —y en lo que me interesa—, es en este texto en donde se incluye
la serie de reformas propuestas por el religioso.
Mediante el texto antedicho, Díaz se propuso entregar una enseñanza capaz de
desarrollar una razón analítica en la población nacional, la que esperaba suplantase a
la estolidez que él consideraba vigente en Chile. Para ello estimó necesario reducir
“unas materias muy vastas” a un compendio
… brevisimo respecto de los dilatados, y dispersos volumenes, en que [los
jóvenes] se avian de fatigar para estudiarlas, si quisieran, (aun quando los
encontraran, y tuvieran entrada por diversidad de idiomas): y brevisimo
respecto de otros, que aunque en idioma comun aian conpilado muchas de ellas,
pero no todas, ni tanto en cada una de todas (Díaz, 1783).
De este modo, el dominico se dio a la tarea de componer una obra
enciclopédica que fuese asequible al común de la colectividad —hombres y mujeres,
jóvenes y adultos, letrados y no tan letrados—, tratando las diversas materias que
componían su escrito de manera general (no particular, lo que hubiese demandado
3
Estos cuatro últimos textos se conservan manuscritos en el Archivo de la Recoleta Dominica (Santiago).
Vida y virtudes de sor María Mercedes de la Purificación, en tanto, fue publicado en 1919 con una
introducción de Manuel Antonio Román (Santiago de Chile: Imprenta San José).
4
Cabe señalar que en mi tesis de magíster he estudiado tanto la figura como la obra de Sebastián Díaz. En
ella, además, he transcrito íntegramente el manuscrito de la segunda parte de la Noticia general (Noticia
general de las cosas del mundo de fray Sebastián Díaz, 358-606).
188
Una reforma ortográfica de 1783: fray Sebastián Díaz y su Noticia general de las cosas del mundo
conocimientos especiales de parte de aquellos) y adecuando el idioma al uso de sus
destinatarios.
En este sentido, se comprende entonces que la ortografía propuesta por Díaz es
fruto de su interés por entregar a la comunidad chilena una formación no muy difícil
de asimilar. Así es como señala lo siguiente:
Me è resuelto à conformar la ortografia, á modo de escribir, con la
pronunciacion: dejando aun lado las duplicaciones, y las letras, que en la
prolacion de palabras no suenan, ò por falta de valor intrinseco, ó por allarse en
dicciones, que el uso pronuncia con otra fuerza (quando no en otros Payses) en
el nuestro.
Refiere, luego, que no ha podido encontrar la Ortografía de la lengua
castellana publicada por la Real Academia Española5 y que, por tanto, ha debido
valerse “del derecho común de Idiomas para legitimar las voces, y usos, que tiene
introducidos la costumbre”6. La Real Academia, ya desde la primera edición de su
Ortografía (1741), venía dando señales de un acercamiento gradual al criterio
fonético. Allí, por ejemplo, señala que la pronunciación debe ser “principio y guía
para escribir lo que debe pronunciar el que lee”, aunque no ha de ser principio
absoluto “porque nuestra pronunciación natural confunde muchas veces las letras”
(RAE citada por Rosenblat LXXII). En las siguientes ediciones la Academia continuó
dando pasos importantes hacia el fonetismo, mas siempre advirtiendo que este no era
el único modelo a seguir. En la sexta edición, por ejemplo, establece como regla
primera: “La pronunciación se debe tener por regla única y universal siempre que por
ella sola se pueda conocer con qué letra se ha de escribir la voz”7. En los casos en que
el criterio fonético no dé solución a los problemas ortográficos —agrega— se deben
utilizar o el principio del uso común o el principio etimológico.
Siguiendo, por tanto, los dictados de la propia Real Academia Española de la
Lengua, Díaz formó un sistema ortográfico que tenía por objeto escribir las palabras
tal como se pronunciaban. De acuerdo con Diego Barros Arana, “algunas de estas
modificaciones, que para muchos eran novedades, i que el padre Diaz proponia como
opinion propia, fueron en esa misma época sostenidas en España por escritores i
gramáticos i aceptadas por la academia” (575). Aun así, no puede dejar de observarse
que el criterio fonético utilizado por Díaz era, al parecer, de poco uso en Chile y aun
en el resto de Hispanoamérica, lo que dotaba a sus reformas de un carácter
ciertamente innovador.
5
La sexta edición, publicada en 1779.
De todos modos, Díaz manifiesta que, una vez hallado el texto de la Real Academia, en caso de existir
diferencias, corregirá sus modificaciones y seguirá los dictámenes del organismo oficial con tal de que su
sistema “convenga con él asta en los apices”.
7
Real Academia Española. Ortografia de la Lengua Castellana. Madrid: Imprenta de Joaquín Ibarra,
1779: 11. Cursivas mías.
6
189
Jorge Cáceres Riquelme
Resta añadir, por último, que el documento que aquí reproduzco forma parte
una nota que el padre Díaz coloca al final del prólogo de su ya referido libro8. Por tal
motivo, he optado por mantener ese sencillo título.
II. TRANSCRIPCIÓN DEL DOCUMENTO
NOTA
Me è resuelto à conformar la ortografia, á modo de escribir, con la
pronunciacion: dejando aun lado las duplicaciones, y las letras, que en la
prolacion de palabras no suenan, ò por falta de valor intrinseco, ó por allarse en
dicciones, que el uso pronuncia con otra fuerza (quando no en otros Payses) en
el nuestro. Y porque me parece que este Sistema no traè la autoridad de la Real
Academia Española para todos los terminos, con que viene practicado en
algunos Libros, y enseñado en otro; teniendo por arvitrarias sus estensiones, lo
modifico yo por algunas, que son comunes en los Escritores modernos, que an
llegado à mis manos, por algunas, en que ellos no van uniformes, y por algunas
en que yo no concuerdo con ninguno. No è podido allar el Libro de ortografia,
que los Academicos mandaron inprimir, ni me queda tienpo de buscarlo, para
ver si en la conposicion de mi Sistema voy puntualmente (segun deseo) por la
norma de sus sabias direcciones. Avia padecido alguna suspension à cerca de
esto; pero depuse el escrupulo, valiendome del derecho comun de Idiomas para
legitimar las voces, y usos, que tiene introducidos la costunbre: en atencion à
que aquella misma Academia quiere que yo no me aparte de esta Regla, á que
en mi Pays ay distinto uso para pronunciar muchas palabras del que govierna el
dialecto de otros, y á que si no obstante todo esto, quando merezca ver el Libro
espresado allare alguna diferencia de lo que intento, pondrè de nuevo ese nivel,
para hacer que mi Sistema convenga con él asta en los apices.
Las modificaciones principales de mi ortografia son: primera, usar de la
C quando le sigue ue, ui, que no se pronuncian en diptongo, ó unidad, sonando
solo la E, ó la I, sino como separadas, sonando una y otra de cada concurso de
esos, vg. frecuencia, consecuencia, cuidado &c. porque si se usa de la Q se
ande pronunciar como diptongos, callando la U.
2. No echar mano de la X para ningun caso de pronunciacion fuerte con
vocal posterior; sino de la G quando la vocal es E, ò es I, y quando es
qualquiera de las otras tres poner la J. Egenplos de los primero: egenplar,
egercicio, progimo; de lo segundo: pajaro, dijo, lujuria. Ni desterrar la G del
lado posterior de la vocal, como para decir digno, benigno, escribir, dinno,
beninno, con la sustitución de una N, ni sin ella: porque esto serìa escribir de
otro modo del que pronunciamos: sienpre emos pronunciado en la Patria digno,
benigno &c.
8
Vale señalar que las páginas en que se encuentran la dedicatoria, los textos nuncupatorios y el prólogo de
la Noticia general no están numeradas.
190
Una reforma ortográfica de 1783: fray Sebastián Díaz y su Noticia general de las cosas del mundo
3. Dejar la H en todos los casos que no suena, sola, ò acompañada con
otra, como para decir Onbre, y para decir Cristo, y aprobecharla en los que tiene
algun valor, como Chile, Chimenèa, &c. E accedido à esta magsima por
aligerar el estudio de los Muchachos, ó de desenbarazarlos del cuidado
redistinguir quando ay H, y quando no; pero no puedo convenir en que para
suplirla en las palabras huerta, huebo, hueso, entre la G diciendo: guerta,
guebo, gueso, y asi en otras semejantes, porque eso serìa introducirnos nuevas
pronunciaciones, que asta ahora no á acostunbrado el uso de los Conpatriotas, ò
Paysanos; y porque, aunque se quite la H, poniendo U vocal, y no V
consonante, sienpre sale genuina la pronunciacion. Escribase uerta, uebo, ueso,
que esto no es berta, bebo, beso, con equiboco del nonbre propio de Berta, ni de
la accion de beber, ò la de oscular, sino pronunciarlo todo como quando se le
ponía la H.
4. Omitir la M. antes de B, P, y M, porque así no pronunciamos.
Universidad Andres Bello*
Luis Guevara Ortúzar 2237-B, Valparaíso (Chile)
[email protected]
OBRAS CITADAS
Aracena, Domingo. “El P. Mtro. Fr. Sebastian Diaz”. Fastos Estadísticos de la
Comunidad de la Recoleta Dominica de Santiago de Chile. Santiago de Chile:
Archivo de la Recoleta Dominica de Santiago de Chile, 1843: 12-18.
Manuscrito.
Barros Arana, Diego. Historia Jeneral de Chile. Tomo VII. Santiago de Chile: Rafael
Jover, 1886.
Cáceres R., Jorge. La noticia general de las cosas del mundo de fray Sebastián Díaz,
O.P., y la promoción de una educación ilustrada. Tesis para optar al grado de
Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena. Universidad de Santiago de
Chile, 2009.
Cáceres R., Jorge. “La nota a Noticia general de las cosas del mundo de Fray
Sebastián Díaz y las primeras reformas ortográfica en Chile e
Hispanoamérica”. Discursos/Prácticas 4 (2010): 105-111.
De Ávila Martel, Alamiro. “El padre Sebastián Díaz y su ortografía fonética chilena”.
Anales de la Universidad de Chile, 5ª serie 17 (1989): 81-95.
Díaz, Sebastián. Noticia general de las cosas del mundo por el orden de su
colocación. Para el uso de la Casa de los Señores Marquezes de la Pica y
para instrucción común de la Juventud del Reyno de Chile. Lima: Imprenta
Real, 1783.
191
Jorge Cáceres Riquelme
Fuenzalida Grandón, Alejandro. Historia del desarrollo intelectual en Chile (15411810). Enseñanza pública i cultura intelectual. Santiago de Chile: Imprenta
Universitaria, 1903.
Medina, José Toribio. Historia de la Real Universidad de San Felipe de Santiago de
Chile. Tomo I. Santiago de Chile: Soc. Imp. y Lit. Universo, 1928.
Millar Carvacho, René. Inquisición y sociedad en el virreinato peruano. Estudios
sobre el Tribunal de la Inquisición de Lima. Santiago de Chile: Instituto RivaAgüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú / Instituto de Historia de
la Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997.
Promis Ojeda, José. La literatura del Reino de Chile. Valparaíso: Editorial
Puntángeles, 2006.
Rosenblat, Ángel. “Las ideas ortográficas de Bello”. En: Andrés Bello. Obras
Completas V. Estudios gramaticales. Caracas: La Casa de Bello, 1981: IXCXXXVIII.
192
NOTAS
193-200
FLAITE: ALGUNOS APUNTES ETIMOLÓGICOS
Darío Rojas*
1. INTRODUCCIÓN
La palabra flaite, “persona de clase social baja y comportamiento extravagante,
que es relacionada generalmente con el mundo delictual”, según la definición del
Diccionario de uso del español de Chile, quizá sea uno de los más recurrentes objetos
de atención para los aficionados a buscar el origen de ciertas expresiones lingüísticas
que caracterizan al español de Chile. Las etimologías populares para este término son
variadas y dan cuenta de diversas facetas de los estereotipos sociales vinculados con
sus referentes. Creemos que es, precisamente, su significado, que alude a personas de
cierta condición social, lo que motiva que los chilenos hayamos prestado tanta
atención a esta palabra: sabido es que en nuestro país somos muy sensibles a las
diferencias entre grupos socioeconómicos. En consecuencia, los hablantes del español
de Chile hemos intentado racionalizar su existencia mediante el “hallazgo”, más bien
invención, de su origen. Racionalizar, decimos, porque mediante un proceso
ideológico afín al conocido como iconización (Irvine y Gal, 2000), los chilenos
creemos haber encontrado motivaciones causales entre el origen lingüístico de la
palabra flaite y ciertas conductas o rasgos considerados propios de las personas a
quienes esta refiere, transformando a estas últimas en estereotipos sociales.
Con la presente nota nos proponemos hacer un pequeño aporte al
esclarecimiento del origen de este término desde el punto de vista de las ciencias del
lenguaje. Para este último propósito nos apoyaremos en los procedimientos de la
etimología, esto es, en términos simples, la disciplina lingüístico-histórica que
investiga el origen de las palabras (Durkin, 2009) o, en términos más especializados,
la disciplina que establece y describe los procesos históricos que resultan en nuevas
secuencias de fonemas con un significado asociado (Krisch, 2010). Específicamente,
procederemos a mostrar que flaite es un anglicismo procedente del español peruano y
generalizado en Chile mediante el coa. Para ello tendremos en cuenta las distintas
variantes de la palabra que existen en el ámbito hispánico actual y examinaremos las
transiciones semánticas del vocablo estudiado, las que permiten fundamentar nuestra
propuesta. La hipótesis que defendemos, en síntesis, difiere de las etimologías
populares que revisaremos, pero aún debe ser considerada como una primera
aproximación al problema, pues hará falta en el futuro emprender el análisis histórico
de corpus para corroborarla definitivamente.
Darío Rojas
2. ALGUNAS ETIMOLOGÍAS POPULARES ACERCA DE FLAITE
No nos referimos aquí a la etimología popular como el tipo de cambio
lingüístico debido a asociaciones hechas por los hablantes entre distintos ítems
léxicos, que explicaría, por ejemplo, el cambio de la consonante inicial en lat.
uerruculum> cast. cerrojo debido a la asociación con cerrar. Más bien la entendemos
como la tendencia de los hablantes no especialistas a racionalizar la existencia de un
determinado vocablo, construyendo una historia para su origen. En este sentido, el
estudio de las etimologías populares formaría parte de la lingüística popular
(Niedzielski y Preston, 2003), que se ocupa de investigar los modelos culturales que
del lenguaje tienen los no especialistas. Siguiendo a García Manga (2010), también
podría darse el nombre de etimologización a esta construcción de racionalizaciones
lingüístico-históricas, cuya investigación cuidadosa podría contribuir a responder la
pregunta de cómo operan la innovación y el cambio lingüístico de acuerdo con los no
especialistas, lo que forma parte del cuerpo de conocimientos que se propone
conseguir la lingüística popular.
Una primera opinión, bastante difundida entre los no especialistas, atribuye el
origen del vocablo flaite al nombre de un modelo de zapatillas, que habría sido
característico de las personas a las que primero se refirió el vocablo. Un artículo del
periódico electrónico El Definido lo explica del siguiente modo:
Una de las teorías más fuertes [sobre su origen], señala que la palabra flaite
vendría de un modelo de zapatillas llamado Air Flight desarrollado por la marca
Nike. Como eran altamente demandadas por los jóvenes y debido a su alto
valor, fueron falsificadas. Los modelos piratas se llamaban Flight Airs, de ahí
derivó en “flaiters” y su uso se expandió para referirse a los jóvenes que las
usaban, normalmente de bajos recursos (El Definido, Conoce el origen de
algunos de nuestros chilenismos, 17 de septiembre de 2013)
En un reportaje de un periódico santiaguino (que señala basarse en la opinión
de Jaime Campusano), la misma teoría aparece explicada con referencia a un
personaje en concreto:
El basquetbolista Michael Jordan, que fue todo un símbolo de los 90, sería el
responsable de la palabra “flaite”. Su marca de zapatillas, modificó su modelo
Flight, a finales de la década noventera, a un diseño auspiciado por el
basquetbolista de la NBA. Colores fuertes y plataformas más elevadas,
convirtieron a la zapatilla en un deleite de muchos jóvenes chilenos. De flight a
“flaite” solo hubo un paso, literalmente (Las Últimas Noticias, 27 de junio de
2012, p. 4).
Es admisible destacar que en todos estos casos el origen del término sería
relativamente reciente. El escritor Marco Antonio de la Parra, en un seminario
relativo a los flaites organizado por una universidad chilena, señaló, en cuanto a la
194
Flaite, algunos apuntes etimológicos
fecha de origen de este término, que, a pesar de las diversas teorías, todo apuntaría a
la década de 1990.
Otra teoría dice que flaite viene del inglés flight, o más específicamente de un
supuesto sustantivo inglés flighter. En un periódico santiaguino dirigido a público
popular se explica así su origen:
Ahora todo el mundo cree que “ser flaite” siempre significó ser vulgar u
ordinario o que “un flaite” era un joven marginal de malas costumbres. Pero no,
originalmente “flaite” viene de “flight”, y les decían así a los “volados” medio
“torrejas”. De ahí la palabra fue tomando una connotación “picante” (La
Cuarta, La Ficha Pop, 11 de junio de 2004).
La razón, entonces, sería que primero con esta palabra se hizo referencia a
sujetos que andaban “volados”, es decir, bajo el efecto de drogas alucinógenas,
posiblemente marihuana, y de alguna manera el término se desplazó semánticamente
hasta designar delincuentes y también ciertas personas de clase social baja.
También con el hecho de volar, pero en un sentido más literal, vincula otra
teoría el origen de la palabra flaite. Esta vez se trataría del inglés fly, referido a los
viajes en avión. Se hace partidaria de esta etimología, entre otros, nada menos que la
enciclopedia Wikipedia, en su versión en español, aunque también entremezclándola
con la teoría que aludía al uso de drogas:
El término flaite pareciera derivarse del inglés flighter (volador), término que se
usaba en el lunfardo argentino y uruguayo para denominar a un tipo
de ladrón relacionado a los vuelos entre Buenos Aires y Europa. Desde este
origen, la palabra migra al español chileno con diferentes usos. En un principio,
para designar a los consumidores de marihuana que en Chile son también
denominados volados (por el inglés fly), y luego como un adjetivo despectivo
utilizado para referirse a ciertas personas de baja condición social,
al prejuzgar relacionando la adicción a las drogas con marginalidad
(http://es.wikipedia.org/wiki/Flaite).
Las explicaciones hasta ahora señaladas son las que se encuentran con mayor
frecuencia hoy en el discurso de los no especialistas. Creemos que estas explicaciones
no son plausibles, principalmente porque ubican el momento de génesis de este
término en una fecha muy reciente, siendo que los datos de que disponemos (que
mostraremos en la siguiente sección) apuntan a una antigüedad mayor. Además,
carecen de cualquier respaldo empírico, como ha quedado claro: se trata de
elucubraciones muy imaginativas, algunas, pero que no cuentan con datos que las
sustenten.
3. FLAITE (<FAITE) COMO ANGLICISMO PROCEDENTE DEL ESPAÑOL PERUANO
Primero, corresponde hacer una descripción del uso actual de flaite en Chile.
De acuerdo con la Academia Chilena de la Lengua (2010), este término tiene varios
195
Darío Rojas
significados: 1) “persona de clase social baja y comportamiento extravagante, que es
relacionada generalmente con el mundo delictual”; 2) como adjetivo, “relativo a los
flaites [en la primera acepción]”; 3) también como adjetivo, “que tiene características
negativas típicamente asociadas a los flaites [en la acepción 1], como mala educación,
mal gusto, mala calidad o relación con la delincuencia, entre otras”; y, por último, 4)
como adjetivo referido a una persona, “de clase social baja”. La Asociación de
Academias de la Lengua Española (2009) , por su parte, caracteriza sus significados
de la siguiente manera: 1) “persona de clase social baja que suele mostrar un
comportamiento agresivo y viste de forma un tanto extravagante”; 2) referido a una
persona, “de comportamiento poco refinado”; 3) “ladrón”; 4) referido a cosa, “de mal
gusto”; y 5) referido también a una cosa, “de mala o poca calidad”. Ninguno de estos
dos repertorios indica el origen de la voz.
El diccionario de Morales Pettorino (2006), en cambio, propone un origen de
manera indirecta. Considera flaite como variante de la voz del coa faite, y para esta
última señala origen inglés: fighter, “guerrero”, “luchador”. Morales Pettorino
consigna además que faite “es voz encomiástica”, dentro del coa, se entiende, y que
significa “delincuente avezado que suele actuar con mucha seguridad y sin temor
alguno”. Las documentaciones de uso de Morales Pettorino para faite provienen de
1968, 1970 y 1975.
Según nuestra opinión, el origen de flaite es el que se deduce de la información
entregada por Morales Pettorino: fighter. La primera pista nos viene del Diccionario
de Americanismos, que registra la forma faite para Perú, con los siguientes
significados: 1) “matón, pendenciero”; 2) referido a persona, “valiente, atrevida”; 3)
referido a persona, “que viste con elegancia y esmero”. El origen consignado para
este vocablo es el inglés fighter, “luchador”. En el Perú, la palabra faite tenía las
siguientes connotaciones:
Esta expresión —cuyo uso continúa hasta hoy— designaba, a comienzos del
siglo XX, a individuos que llevaban una vida al margen de la ley, mostraban
una particular destreza para la pelea, especialmente con arma blanca, se
reclamaban valientes y “guapos”, y adherían a ciertos códigos de conducta —
respeto a la palabra empeñada, defensa del honor, cierta caballerosidad en sus
actos— que los hacían respetables no solo en el mundo criminal sino también a
los ojos de ciertos sectores de la población „decente‟ y las autoridades judiciales
y policiales. Los faites vivían y reinaban en el submundo de la prostitución, el
alcohol, y el juego, y con frecuencia trabajaban para la policía como soplones y
torturadores (Aguirre, 12).
De acuerdo con una descripción más sucinta del compositor y escritor peruano
Abelardo Gamarra, el faite era “el guapetón que se la da de no tenerle miedo ni al
diablo; o el guapo que en verdad no le tiene; el faite es como un jefe o caudillo
sobreentendido: el que se impone a pulso” (citado en Aguirre, 12). Borras (2007)
señala que el faite venía a ocupar en la urbe el nicho que en lo rural ocupaba el
196
Flaite, algunos apuntes etimológicos
bandido. Según Mejía, “con el correr de los años, la figura del faite se degeneró
convirtiéndose en delincuente, abusivo y alquilando sus puños al mejor postor” (18).
Hildebrandt señala, respecto del faite limeño:
Este pintoresco tipo de perdonavidas criollo apareció en Lima después de la
guerra contra Chile. […] La palabra faite viene del inglés fighter “luchador,
camorrista”. Faite es un anglicismo del Perú que pertenece a la etapa (fines del
siglo XIX y principios del XX) de influencia del inglés británico (193-194).
Además de la forma faite, en la época se usaba la forma faiteman (Borras, 166;
Hildebrandt, 194; Mejía, 18), probablemente de fighter + man, lo que corrobora su
origen en la lengua inglesa.
¿Tiene alguna relación la forma faite con nuestro flaite? El parecido formal es
más que evidente. Pero el dato decisivo es que existe un registro lexicológico que da
cuenta de la existencia de faite en la jerga delincuencial chilena: el coa, desde hace ya
varias décadas y con anterioridad a los primeros registros lexicográficos de flaite. De
esta manera, se puede pensar en una cronología relativa faite>flaite. Benavides
(1966), al comenzar la segunda mitad del siglo XX, registra faite “delincuente”, faite
funao “delincuente conocido por la policía” y faite piola “delincuente nuevo”, así
como la expresión faite canilla “ladrón barato” entre los vocablos “recopilados
mediante consultas a funcionarios de Investigaciones, Prisiones y Reos”, lo que da
cuenta de que debe haber tenido uso real por esos años entre los delincuentes
chilenos, y no se trata solo de trasvasije bibliográfico. Poco más de una década
después, Méndez Carrasco (1979) consigna faite “ladrón, en general” y chorifaite
“fusión de choro (delincuente habitual) con faite”. Ni faite ni flaite se encuentran
registrados en Vicuña (1910), el primer repertorio lexicográfico conocido de coa, de
manera que habrá que pensar que su difusión en el español de Chile habrá sido
posterior a ese año. Flaite es registrado también en diccionarios de coa, pero de época
más reciente. Candia (1998), por ejemplo, lo recoge definido como “delincuente
respetado, que viste elegantemente y tiene trato caballeroso”. Ello da cuenta de que el
significado original de faite pudo haberse mantenido, parcialmente al menos, en el
ámbito delincuencial.
El cambio fónico que lleva de faite a flaite implicaría solo la inserción de una
/l/ epentética con el resultado de la formación de un grupo consonántico, fenómeno de
variación no desconocido para el español vernáculo chileno. Gormaz (1860), Ortúzar
(1893) y Echeverría y Reyes (1900) registran ejemplos como rampa >rampla y otros
que dan cuenta de que, aunque quizá poco frecuente, es una posibilidad de variación
fónica, emparentada con la epéntesis de /r/ en el mismo contexto (pestillo>prestillo,
buñuelo>bruñuelo, Calisto>Calistro, etc.), documentada por los autores antes
señalados y otros.
Expuestos los datos anteriores, podemos pensar que, con mucha probabilidad,
nuestro flaite se remonta al faite peruano de comienzos del siglo XX, y que, por tanto,
el origen último de flaite es el inglés fighter “peleador”, como señalaba Morales
197
Darío Rojas
Pettorino (2006). La vía de ingreso del término desde Perú pudo haber sido portuaria
(vehículo frecuente de difusión lingüística), o cualquier otra, en realidad (tampoco
podríamos descartar por ahora un surgimiento paralelo). Además de la similitud
formal (fónica) y la plausibilidad del cambio fa- >fla-, existen varias asociaciones
semánticas que permiten apreciar una relación entre ambos términos. El rasgo
semántico fundamental de faite dice relación con la conducta agresiva de un
personaje de los barrios bajos, lo que explica, en primer lugar, su origen en un
derivado del verbo que en la lengua de origen alude a una conducta agresiva (pelear).
Luego, en el español de Chile, las primeras documentaciones inscriben a este
personaje dentro del ámbito de la delincuencia. Dentro de este ámbito, la violencia
física se presenta como recurso para hacerse respetar entre los pares. Nótese que la
definición de flaite de Candia (1998) dice que se trata no de cualquier delincuente,
sino que de un delincuente respetado, que probablemente ocupa una posición
jerárquica alta entre sus colegas. Piénsese, como punto de comparación, en el caso de
choro. Este vocablo, que tiene origen en el caló jergal (Salillas, 1896), significa en
Chile “ladrón que tiene mucho prestigio entre sus pares y que se caracteriza
fundamentalmente por su actuar violento”, y también, referido a persona, “que suele
adoptar una actitud desafiante y confrontacional, frecuentemente asociada con
violencia física” (Diccionario de uso del español de Chile). El faite/flaite, entonces,
de modo análogo al choro, debió en un comienzo haber sido el delincuente que, por
saber manejar a su conveniencia la violencia, era respetado. Al emanar su
semanticidad desde el punto de vista interno al grupo que maneja la denominación,
era un término cargado de connotaciones positivas (recuérdese el carácter
“encomiástico” de la voz, según indica Morales Pettorino). Luego, al extenderse su
uso fuera del ámbito delictual (quizá en los años 90, como señalaba Marco Antonio
de la Parra, y de acuerdo con lo que Candia (1998) señala respecto del momento de
generalización de palabras que antiguamente eran privativas del coa), esta
connotación debió haber cambiado a signo negativo, debido a la percepción social
negativa de la delincuencia existente en la sociedad, digamos, “normal”. Esto
explicaría la carga despectiva que tiene hoy en Chile el uso de flaite, según el
Diccionario de uso del español de Chile y el Diccionario de Americanismos, además
de los significados secundarios que focalizan rasgos estereotípicos percibidos por la
sociedad en las personas a que se refiere el término: condición social baja, mala
educación, mal gusto, mala calidad, etcétera, todos de cariz negativo.
4. ¿CONCLUSIÓN?
No pretendemos haber concluido la pesquisa etimológica relativa a flaite. La
hipótesis que defendemos (a saber, que flaite viene de faite, usado primero en el coa
chileno, que lo tomó a su vez del español peruano de comienzos del siglo XX,
donde tenía la variante faiteman y fue tomado del inglés fighter o fighter man)
quizá podrá contarse entre las demás que hemos criticado al comienzo de este
198
Flaite, algunos apuntes etimológicos
trabajo, por su decidido carácter (aún) especulativo. Sin embargo, creemos que esta
propuesta, a diferencia de las revisadas al comienzo, tiene al menos algo de sustento
en datos y, por tanto, se aproxima más a un proceder etimológico científico. No
debe soslayarse, en cualquier caso, el valor que las etimologías que hemos
descartado tienen para los estudios de los discursos metalingüísticos populares. Pero
esto será tema de otro trabajo.
Como hemos señalado al comienzo, una tarea urgente de acometer, como
continuación del presente estudio, es el rastreo textual que permitirá documentar con
mayor precisión la historia de faite y los términos relacionados que hemos
examinado. En segundo lugar, convendría explorar las posibles situaciones de
contacto lingüístico que hayan llevado a la adopción de peruanismos léxicos en el
léxico chileno, específicamente en ciertas variedades subestándares como el coa,
durante la primera mitad del siglo XX. Sabido es que el léxico chileno ha tomado
bastante prestado del español rioplatense, y específicamente del lunfardo (Salamanca,
2010; San Martín, 2011), pero los préstamos del español peruano, hasta donde
sabemos, no han sido estudiados. Con un estudio de este tipo podrá corroborarse si
faite entró a Chile desde el Perú o si se trata más bien de un anglicismo que llegó
paralelamente a diversos lugares del Cono Sur.
Universidad de Chile*
Facultad de Filosofía y Humanidades
Departamento de Lingüística
Av. Capitán Ignacio Carrera Pinto 1025, Ñuñoa, Santiago (Chile)
[email protected]
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200
NOTAS
201-214
DISCURSO Y MATERIALIDAD: PENSAR LAS PRÁCTICAS
SEMIÓTICO-MATERIALES
Gemma Flores-Pons*
Lupicinio Íñiguez-Rueda**
Antar Martínez-Guzmán***
INTRODUCCIÓN
Cuando hablamos de construcción, ¿de qué tipo de construcción se trata? Esta
es la pregunta que posibilita hablar de un escenario postconstruccionista, en tanto que
supone la apertura de un lugar común en ciencias sociales: la noción de construcción.
En el presente artículo recogemos algunas de las principales tensiones epistemológicas del pensamiento social actual y las recorremos con la intención de trazar
inteligibilidades y de favorecer que sigan en movimiento. El dualismo discursomaterialidad es el eje central que estructura nuestra narración, ya que en las últimas
décadas se ha convertido en un candente debate en los estudios sociales y, dentro de
estos, en la psicología social.
Así, hemos estructurado el trabajo en cuatro tiempos. En un primer momento
exponemos algunos de los planteamientos provenientes del Análisis del Discurso, la
Teoría de la Performatividad y la Teoría de la Actriz-Red (ANT en adelante),
discutimos las metáforas que movilizan en sus narraciones y señalamos cómo
despliegan la tensión discurso-materialidad.
En un segundo momento trasladamos la fuerza ilocutiva propuesta por Austin
y Searle desde el estudio del lenguaje en acción, al análisis de las prácticas semióticomateriales. Realizamos diferentes traducciones, entre ellas la comprensión de los
actantes como proposiciones será un punto clave para hacer posible este
planteamiento.
En un tercer momento utilizaremos la noción de fuerza ilocutiva para el
análisis de dos ejemplos de prácticas semiótico-materiales en el ámbito biomédico.
Haremos énfasis en la potencia de las actantes y su papel de condición de posibilidad
para el enactment1 de multiplicidades. Finalmente, a modo de cierre, avanzamos
algunas reflexiones generales acerca del lugar otorgado al discurso y la materialidad
en los propios análisis hechos desde algunos trabajos de la ANT y Análisis del
Discurso.
1
La palabra inglesa enact admite diversas traducciones al castellano, puede significar actuar, ejecutar,
realizar y, en el contexto restringido del derecho, promulgar; en algún contexto de uso incluso podría
comprenderse desde su asociación con el término actualizar. Debido a que, para nosotros, significa todo
eso al mismo tiempo, preferimos utilizar el anglicismo en lugar de su traducción (Tirado y Castillo, 2011).
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
DISCURSO Y MATERIALIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA POSTCONSTRUCCIONISTA
La perspectiva construccionista (Gergen, Ibáñez) ha conjurado, alrededor de la
metáfora de la construcción, diversas posiciones teóricas tales como el
antiesencialismo, el relativismo, el cuestionamiento de verdades generalmente
aceptadas, la determinación cultural e histórica del conocimiento, el lenguaje como
condición de posibilidad y el conocimiento como producción social (Íñiguez-Rueda,
Psicología Social). Así, durante las últimas décadas, ha promovido el desarrollo de
líneas de pensamiento y perspectivas críticas que, a su vez, han conducido a un nuevo
escenario; el llamado período postconstruccionista (Íñiguez-Rueda, Nuevos debates)
Atendiendo a las ricas aportaciones de estos desarrollos y a los debates
contemporáneos, es posible decir que las perspectivas críticas más relevantes que han
emergido y que configuran este escenario postconstruccionista son las Epistemologías
Feministas (Harding; Haraway, Testigo modesto), el Análisis del Discurso (ÍñiguezRueda, Análisis discurso), la Teoría de la Performatividad (Butler) y la ANT
(Latour, 2008; Law & Hassard, 1999; Domènech & Tirado, 1998).
Estos dispositivos teóricos han problematizado lugares comunes en ciencias
sociales como la metáfora de la construcción, y han señalado y abordado aspectos
controvertidos como la tensión discurso-materialidad, el dualismo naturalezasociedad, la cuestión de la agencia, el problema de la posición de la analista o la
discusión proceso-evento, entre otros. Considerando que las Epistemologías
feministas han permeado de forma transversal al resto de desarrollos teóricos, a
continuación exploraremos algunos de los principales planteamientos realizados por
el Análisis del Discurso, la Teoría de la Performatividad y la ANT en relación con el
dualismo discurso-materialidad y a la (post)construcción de la realidad. Queremos
advertir que este punto, por su brevedad, es apenas un bosquejo esquemático que solo
toma algunas de las aportaciones de cada una de estas perspectivas y no alcanza a
recoger la complejidad que las compone. Nuestro objetivo es ofrecer una breve
pincelada para poder plantear el problema que nos ocupa, sin pretender caer en un
(quizá inevitable) reduccionismo.
ANÁLISIS DEL DISCURSO
La metáfora de la construcción es una noción clave en Análisis del Discurso,
especialmente en algunas variantes como la Psicología Discursiva. Wetherell y Potter
desarrollan esta noción como uno de los elementos claves —junto con la función y la
variación— para el análisis de repertorios interpretativos. Al analizar las
construcciones del discurso, focalizan la atención en el lugar dónde se produce el
discurso a partir de recursos lingüísticos preexistentes y muestran que solo se ponen
en uso una parte de todos los recursos disponibles (Wetherell & Potter, 1996).
Esta metáfora de la construcción permite situar el discurso como orientado a la
acción, pero también presenta una limitación en tanto que considera que esta
202
Discurso y materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales
construcción se realiza a partir de elementos preexistentes, con unas características
determinadas que los hacen identificables, con consistencia y estabilidad. Esto es, las
hablantes construiríamos conformando discursos a partir de recursos lingüísticos
predeterminados y disponibles. Potter mismo abordó más tarde esta limitación
añadiendo que la metáfora del ladrillo iría acompañada por una comprensión de las
partes como partes sólidas antes de la construcción con ―un perfil flexible, suave e
impreciso que solo adquiere forma cuando se coloca en su lugar (…) estableciendo su
fuerza para ser ensambladas. Todo existe en un estado impreciso hasta que cristaliza
en un texto o una interacción particular‖2 (136).
Así, seguirán siendo construcciones elaboradas a partir de elementos
preexistentes, aunque estos elementos tendrían una flexibilidad e imprecisión que les
permitiría acomodarse en la construcción. Otro punto importante de esta metáfora es
que precisa con qué se construye, pero también quién construye, quién es la agente de
la construcción, esto es, las hablantes. Esto nos conduce a una de las críticas
principales que se han hecho al construccionismo y, particularmente, a su veta
discursiva, a saber, la falta de simetría que implica el privilegiar demasiado las
prácticas lingüísticas sobre las no lingüísticas en la construcción de la realidad.
PERFORMATIVIDAD
Partiendo de la noción de performatividad propuesta por John L. Austin en su
Teoría de los Actos de Habla, Judith Butler retoma una comprensión del lenguaje
que enfatiza su carácter orientado a la acción; es decir, una concepción del lenguaje
donde las palabras y los enunciados no solo describen cosas sino que realizan
acciones. A partir de esta concepción elabora una aproximación para analizar la
materialidad discursiva del cuerpo y la identidad de género.
Las metáforas que aquí vamos siguiendo no pueden entenderse o emplearse de
una forma unívoca en el presente. De hecho, en el caso de la performatividad, en el
propio trabajo de Butler esta noción ha ido variando (Butler, Deshacer). Además, ha
sido una noción que ha permeado muchos ámbitos de estudio, de modo que son
diferentes las apropiaciones que se han hecho de ella. Sin embargo, quizás sí podamos
decir que la propuesta de Butler enfatiza que la repetición de los enunciados es un
elemento clave para producir un efecto de poder donde el discurso se materializa en
los cuerpos, identidades y vidas, conformando subjetividades de género y
experiencias corporeizadas. La repetición es, si seguimos esta línea, parte del proceso
de significación, en tanto que la significación sería un proceso reglamentado de
repetición que produce efectos sustancializadores,
2
Traducción de las autoras, de ―a flexible, soft and imprecise profile that only takes shape when put in
place (...) by setting its strength as to be assembled. Everything exists in a state blurred and fluid until it
crystallizes in a text or a particular interaction‖.
203
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
En este sentido, podemos entender el género como un acto o, en sus palabras,
―una repetición estilizada de actos‖ (Butler, Disputa, 172) y no una representación o
manifestación de una verdad esencial del cuerpo. En términos generales, la noción de
performatividad mantiene que el significado no es fijo y no es una cualidad absoluta o
esencial del cuerpo, de la materialidad o del texto. Por el contrario, este significado es
creado en acción y su construcción es contingente y distribuida en un escenario en el
que se mantiene esta significación cuando la actriz no está. Las performances son
―procesos de repetición regulados, de normas que son internalizadas en forma de
estilo corporal, de representación y teatralización pública‖ (Preciado, 181).
TEORÍA DE LA ACTRIZ-RED (ANT)
La ANT, que también se ha querido llamar sociología de las asociaciones, es
principalmente conocida por la radicalización del principio de simetría que apunta a
evitar la asunción asimétrica de dualismos como naturaleza-sociedad, discursomaterialidad y humano-no humano (Callon, 1968). La propuesta es seguir y describir
las asociaciones que se establecen entre agentes heterogéneas, esto es, los
ensamblajes. Las conexiones entre actantes se establecen mediante cadenas de
mediadores que transportan significados y los traducen. Estos mediadores no son
predecibles, son solamente rastreables. Si seguimos esta línea, la agencia solo está
donde hay pruebas, diferencias y transformaciones. Cuando esta es invisible, no deja
rastro o no aparece en ningún relato, entonces no hay agencia (Latour, 2008). En este
sentido la agencia no es exclusiva de las actrices humanas que usarían no humanos
con el objetivo de actuar. La acción es siempre distribuida, ―un nodo, un nudo y un
conglomerado de muchos conjuntos sorprendentes de agencias y que tienen que ser
desenmarañados lentamente‖ (Latour, Reensamblar, 70). Es esta idea la que quiere
movilizar la expresión de actriz-red, inspirada en la noción de cuasiobjeto definida
por Michel Serres. Es simultáneamente natural, discursivo y social, es una actante
cuya actividad es interconectar elementos heterogéneos y una red que es capaz de
redefinir y transformar aquello que la compone (Callon, 1968).
Desde esta perspectiva no hay distinción entre actriz y contexto o actriz y
escenario, y no es posible la repetición, como sucede en la Teoría de la
Performatividad, sino que cada iteración genera diferencia. El valor, el sentido, de
cualquier elemento depende de los otros con los que se relaciona y la cuestión estaría
en estudiar cómo las entidades se co-construyen las unas a las otras. Esto, desde la
ANT, se plantea en términos semióticos; mientras que la sociolingüística ha
distribuido el significado de las palabras a las palabras en acción, la semiótica
distribuye el privilegio humano sobre la producción del significado de los
ensamblajes de actantes humanas y no-humanas. Siguiendo esta línea, se analiza
cualquier porción de los sistemas de significado y no solo construcciones lingüísticas.
Así, el significado es no textual y no lingüístico, y se estudia con el seguimiento de
trayectorias que son privilegiadas respecto de un número ilimitado de posibilidades.
204
Discurso y materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales
Se trata entonces de seguir y describir cómo se generan los órdenes (Akrich, 1992;
Mol & Mesman, 1997), los que son más bien frágiles y se encuentran siempre en
tensión y en continuo ordenamiento.
PROPUESTAS POSTCONSTRUCCIONISTAS
Las tres propuestas teóricas que hemos transitado fugazmente se mueven,
como hemos visto, en la tensión discurso-materialidad y dan cuenta de formas
diferentes de entender el significado y la acción. Sin embargo, como hemos advertido,
los referentes que hemos utilizado para cada una de estas perspectivas no son ni de
lejos los únicos, y del mismo modo, estas perspectivas no agotan las posibilidades que
existen y que se podrían entender como postconstruccionistas. Las hemos utilizado
como hitos que nos permiten señalar algunos de los puntos clave de los
planteamientos postconstruccionistas, pero podría elaborarse una cartografía mucho
más amplia, ya que los matices y variaciones son muchas.
La variedad surge de la inquietud, de la creación de planteamientos propios, de
la práctica y del movimiento, y da cuenta del inconformismo con los planteamientos
ya existentes. De esta manera, nos encontramos con otras metáforas que interfieren
con las ya presentadas, compartiendo propuestas a la vez que abriendo caminos.
Metáforas como el cyborg (Haraway, 1991), la reforma permanente o la ambivalencia
(Singleton & Michael, 1993), la metáfora del mosaico o patchwork (Law & Mol,
1995), la coreografía ontológica (Cussins, 1996), el caligrama desenredado (Brown,
2001) o el enactment y el objeto múltiple (Mol, 2002) dibujan el debate en el que nos
situamos y desde que nos preguntamos por la fuerza ilocutiva de los objetos.
REPENSAR LAS PRÁCTICAS SEMIÓTICO-MATERIALES: LA FUERZA ILOCUTIVA EN
TIEMPOS POSTCONSTRUCCIONISTAS
La noción de performatividad fue planteada por John L. Austin para analizar el
lenguaje cotidiano rompiendo con la llamada falacia descriptiva, es decir,
considerando que el lenguaje realiza acciones y que no es simplemente un vehículo
de representación. Para ello distinguió entre enunciados constatativos, que serían
aquellos con los que describiríamos la realidad y que podrían valorarse como
verdaderos o falsos; y los actos de habla realizativos, que serían aquellos con los que
al expresar una oración realizaríamos un acto y que no pueden valorarse como
verdaderos o falsos, sino como afortunados o desafortunados. Austin desmenuzó en
tres actos la acción realizada mediante los enunciados realizativos: (1) el acto
locutivo, que sería el acto de decir algo, esto es el acto fonético (emisión de sonidos),
fático (emisión de sonidos que forman parte de un vocabulario, esto es, palabras) y
rético (usar esos términos con un cierto sentido); (2) el acto ilocutivo, que sería
aquello que se hace al decir algo (convencional); y (3) el acto perlocutivo, que sería
aquello que se hace por el hecho de decir algo (no convencional), los efectos.
205
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
Esta clasificación realizada por Austin presenta algunos problemas. Por un
lado no lleva a sus últimas consecuencias el rechazo de la falacia descriptiva y deja la
capacidad de realizar acciones mediante el lenguaje solo en un tipo de enunciados, los
realizativos. Por otro lado, considera que hay formas de acción que no son
convencionales. De igual manera, Austin mismo reconoce dificultades a la hora de
aplicar la distinción analítica entre acto ilocutivo y acto perlocutivo.
A pesar de estas dificultades, la Teoría de los Actos de Habla ha conseguido
permear y alentar nuevas perspectivas. La Teoría de la Performatividad, como hemos
visto, ha trabajado el potencial de la propuesta de Austin y ha hecho una elaboración
de la noción de Performatividad para pensar no solo la forma en que el lenguaje
realiza actos sino también la forma en que discurso y materialidad conforman
realidades como, por ejemplo, el género. Así, recuperamos la teoría de los Actos de
Habla porque tiene especial presencia en los planteamientos postconstruccionistas,
sobre todo para el Análisis del Discurso y la Teoría de la Performatividad, pero
también por un interés de comprender en qué entramado de discusiones se producen
las perspectivas y se articulan los conocimientos.
Concretamente, nos focalizamos en la noción de fuerza ilocutiva sin ánimo de
generar una nueva metáfora matriz, sino más bien como un ejercicio para pensar el
debate actual discurso-materialidad retomando una noción que ha tenido menos
presencia y que creemos que puede permitir alimentar las tensiones suficientes como
para romper lugares comunes y establecer conexiones entre diferentes perspectivas.
Sacamos la fuerza ilocutiva (Austin, 1962; Searle, 1977) de su marco habitual de acción
(el estudio del lenguaje cotidiano) y abrimos sus límites y potencialidades empujándolos
a un juego analítico diferente, el estudio de prácticas semiótico-materiales.
Por estos motivos, nos aproximamos a la fuerza ilocutiva desde el trabajo de
Searle, quien hace algunas reformulaciones de la propuesta de Austin y expone que
―la oración tiene dos partes (no necesariamente separadas), el elemento
indicador de la proposición y el dispositivo indicador de la función. El
dispositivo indicador de la función muestra cómo debe ser tomada la
proposición, o, dicho de otra manera, qué fuerza ilocucionaria ha de tener, esto
es, qué acto ilocucionario está realizando el hablante al emitir la oración. Los
dispositivos indicadores de función incluyen en castellano el orden de las
palabras, el énfasis, la entonación, la puntuación, el modo del verbo y
finalmente un conjunto de los llamados verbos realizativos‖ (5).
Searle hace este planteamiento después de afirmar que el acto ilocutivo es la
unidad mínima de la comunicación, dejando así desplazado aquello que para Austin
era el acto locutivo. Esto surge de una tensión o preocupación por distinguir entre la
ontología y la acción, cuando a nuestro entender la ontología está en la acción, en la
articulación entre fuerzas híbridas.
Si trasladamos esta concepción desde un ámbito de análisis del lenguaje a un
ámbito de análisis de prácticas semiótico-materiales, entendemos la fuerza ilocutiva
206
Discurso y materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales
como la posibilidad de ser, el potencial de disposición y ordenación de relaciones.
Una forma o un nudo de acción, un acto, que dispondrá la acción y que, en
interacción con las otras fuerzas, generará unos efectos, incidirá y modificará aquello
con lo que interacciona. En este sentido, Latour (2001) define proposición, siguiendo
a Whitehead, como actantes (Castillo, Tirado y Rosengarten, 2012), entidades que
son en el establecimiento de relaciones en la articulación.
Esto nos lleva a uno de los puntos clave que queremos destacar en este
artículo. El debate discurso-materialidad, en ocasiones parece alimentarse de la
reificación de esta distinción dualista de dos sustancias, la sustancia material y la
sustancia discursiva, que tendrían que analizarse de formas diferentes. Sin embargo,
el interés no está ahí, no está en la sustancia. Tomando una distinción foucaultiana
donde ―la acción se predica de sujetos particulares, las prácticas se predican de
conjuntos o redes‖ (Castro-Gómez, 31), el interés está en el acontecer y en las
prácticas semiótico-materiales. Cuando no es en acción no es posible pensar en las
actantes, estas solo son en interacción, no son ―la fuente de una acción sino el blanco
móvil de una enorme cantidad de entidades que convergen hacia él‖ (Latour,
Reensamblar, 73). En palabras de Ingold (Textility, 96), son ―hervideros de
actividad‖3.
Así, podemos entender que discurso y materialidad son operaciones que
ordenan y disponen la acción. Es en este sentido que la fuerza ilocutiva nos puede
servir para comprender cómo se producen las articulaciones semiótico-materiales,
aunque no tenemos interés en el nombre que le demos: ―¿Hablamos de una fuerza?
¿Es una fuerza la que habla? ¿Es un actor al que hace hablar alguien? ¿Es una
interpretación o la cosa misma? ¿Es un texto o un mundo? No lo podemos saber
porque es con eso con lo que nos batimos y de lo que cada cual se hace todo un
mundo‖ (Latour, 1993)4. La fuerza ilocutiva nos interesa por el pensar que ha
posibilitado y el que, en su actualización aquí y ahora, posibilita.
LA FUERZA ILOCUTIVA EN PRÁCTICAS SEMIÓTICO-MATERIALES BIOMÉDICAS: LA
FUERZA DE LOS EJEMPLOS
Para articular la fuerza ilocutiva de las prácticas semiótico-materiales desde
análisis concretos, proponemos, en un primer momento, hacer el ejercicio a partir de
un ejemplo sencillo que facilite la traducción para, en un segundo momento, abordar
prácticas semiótico-materiales más complejas.
3
4
―Hives of activity‖. Traducción de las autoras.
Traducción de Iván Domingo.
207
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
Ejemplo 1
Entramos a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital. Nos dirigimos a la
habitación donde está ingresada la persona a la que vamos a visitar. Ahí
encontramos una silla de madera, dura, fría, con un pequeño respaldo. Ubicada
en un rincón de la sala, detrás de los cables y las pantallas de los dispositivos
técnicos asociados a la persona ingresada para mantener sus constantes vitales,
la silla se apoya sobre tres de sus patas mientras que deja la cuarta suspendida a
dos centímetros del suelo. Podemos considerar que esta es una proposición cuya
fuerza ilocutiva es la de invitar a no sentarse o a no estarlo por largos períodos.
Invita a no permanecer demasiado con la persona ingresada, regulando así las
visitas que recibe. Las profesionales biomédicas, como personal de enfermería
o personal médico intensivista, por ejemplo, tenderán a pasar brevemente a
realizar tareas concretas de control y seguimiento, no acompañamiento. La silla,
en su fuerza ilocutiva de incomodar, tiene unos efectos performativos en el
cuidado de la persona ingresada que podríamos señalar como la relegación del
acompañamiento en el hospital, familiar o médico, a una práctica anexa a la
práctica biomédica.
Ejemplo 2
El diagnóstico de muerte encefálica certifica ―el cese irreversible en las
funciones de todas las estructuras neurológicas intracraneales tanto de los
hemisferios cerebrales‖ (Escudero, 121). Las personas a las que se les
diagnostica muerte encefálica se las considera clínica y legalmente muertas,
aunque pueden seguir manteniendo las funciones vitales a lo largo de un cierto
tiempo por la intervención de tecnología biomédica propia de las unidades de
cuidados intensivos, en particular mediante las medidas de soporte vital como la
ventilación mecánica. Por tanto, la persona diagnosticada de muerte encefálica
sigue teniendo circulación sanguínea y sigue manteniendo, de forma
intervenida, una temperatura corporal alrededor de los 35 ºC, esto es, cercana a
la que se considera la temperatura normal del cuerpo de una persona. La muerte
encefálica entonces modifica la noción habitual de muerte, no será la parada
cardiorrespiratoria el criterio de muerte, sino que se seguirán criterios
neurológicos. A su vez el diagnóstico de muerte encefálica sustituye una muerte
inminente por un diagnóstico clínico-legal de muerte que se anticipa a la parada
cardiorrespiratoria.
El hecho de que las funciones vitales de la persona en muerte encefálica se sigan
realizando mecánicamente hace que siga habiendo circulación sanguínea y que el
aspecto de la persona diste del de un cadáver, tanto por su color y semblante como por
el hecho que sigue haciendo movimientos torácicos propios de la respiración, así como
algún acto reflejo muy concreto. Si consideramos que, como apunta Foucault, el cuerpo
es la superficie inscrita de los acontecimientos, la temperatura corporal deviene
relevante, tanto para las profesionales biomédicas como para el entorno familiar.
208
Discurso y materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales
Para el equipo médico que hará el diagnóstico la temperatura es un hecho
relevante para hacer válido el diagnóstico. Aunque hay debate alrededor de cuál es la
temperatura óptima para realizar el diagnóstico de muerte encefálica y evitar falsos
positivos, la regulación del Estado español establece que debe ser superior a los 32 ºC
(BOE 3/2000) y el protocolo de algunas UCI considera que la temperatura debe ser
superior a 35 ºC para el buen mantenimiento de la paciente de cara a ser donante de
órganos. Así, la temperatura corporal cercana a la temperatura de una persona en
condiciones normales es garantía de que el diagnóstico de muerte encefálica es válido
y se puede considerar a la persona como muerta. De hecho, cuando hay hipotermia,
esto es, la temperatura es inferior a les 32 ºC o 35 ºC establecidos, se requieren
pruebas instrumentales para completar el diagnóstico de muerte encefálica, ya que la
baja temperatura corporal hace que el diagnóstico de muerte encefálica no sea válido
(BOE 3/2000).
En cambio, para el entorno familiar la misma proposición, la temperatura
corporal, es un hecho que se presenta como resistente a un diagnóstico de muerte. La
temperatura que cabría esperar de una persona muerta es muy inferior y, por lo tanto,
la calidez es signo de vida. De hecho, en catalán popularmente se utiliza la expresión
―està mort i fred‖, que se traduce como ―está muerto y frío‖, para hacer referencia a la
irreversibilidad de una muerte. Mientras que con el equipo biomédico se actualiza un
potencial de la temperatura que permite reforzar la muerte de la paciente en tanto que
señala que hay circulación sanguínea mantenida técnicamente y que no hay
contraindicaciones para el diagnóstico, la misma temperatura en interacción con el
entorno familiar, actualiza su potencial, su fuerza ilocutiva, de considerar que el
cuerpo sigue vivo.
Los 35 ºC de temperatura corporal tienen el potencial de articular cosas
diferentes y generar efectos distintos. La temperatura realiza actos ilocutivos
diferentes en cada caso mediante actualizaciones de la fuerza ilocutiva en redes
diferentes. En términos de Austin y Searle, ambos casos son procesos convencionales.
En el caso del equipo médico, la convención está establecida a partir de la definición
de muerte encefálica y el protocolo biomédico que la acompaña, en donde la
irreversibilidad se establece siguiendo criterios neurológicos. En el caso del entorno
familiar, la convención hace referencia al conocimiento popular que establece la
parada cardiorrespiratoria como criterio definitorio de la muerte, que consideraría el
latido del corazón, la respiración y la temperatura corporal como señales de la
irreversibilidad de la muerte. Estas convenciones están inscritas, tanto simbólica
como materialmente, en libros y protocolos biomédicos así como en prácticas
alrededor de la muerte como son tocar el cuerpo, emplear un termómetro, observar si
hay movimiento o respuesta.
Esta diferencia en su fuerza ilocutiva es lo que da formas distintas a la
temperatura. Diferentes funciones, accesibilidades, diferentes performaciones. Son
articulaciones o enactments diferentes en los que la red de actantes y las prácticas que
209
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
conforman el objeto son distintas. La temperatura, estando en relación con otras
actantes, se actualiza en formas distintas. La misma proposición tiene dispositivos de
función distintos.
Así, la fuerza ilocutiva daría cuenta de la potencialidad de las actantes y sobre
ella pivotarían los enactments que realizan la multiplicidad. Atendiendo a la fuerza
ilocutiva (y no solo al acto perlocutivo), no restringiríamos la mirada solo a los
efectos, que se considerarían actos performativos, sino también enfatizaríamos cómo
se han articulado dichas performaciones. Las fuerzas ilocutivas no son características
esenciales del objeto en sí, en este caso de la temperatura, sino potencialidades que se
actualizarían en ciertas redes. La descripción de estas redes y las prácticas en las que
se componen nos muestran que no hay formas unívocas de acción, no hay realidades
unívocas. Es en este sentido que consideramos que la fuerza ilocutiva tiene un
potencial político en estos debates, pudiendo resultar útil para analizar cómo la
multiplicidad se despliega en disgregaciones coordinadas (Mol, 2002).
REFLEXIONES FINALES ACERCA DEL DISCURSO Y MATERIALIDAD
En este artículo hemos apuntado que no hay una frontera entre discurso y
materialidad y que estas no son ontologías distintas sino que son prácticas
heterogéneas. Nuestra aproximación se acerca a planteamientos que nos llevan a
estudiar las prácticas que producen la realidad, que la enactan. Esta mirada no partiría
del ―quién‖ y las diferentes versiones atribuibles a diferentes ―quiénes‖. Partiríamos
de preguntarnos por el ―qué‖ y nos acercaríamos mediante el ―cómo‖. ―Qué‖ son las
cosas, ―qué prácticas‖ las producen. Consideramos que su potencial político es
precisamente la irreductibilidad que se desprende de afirmar que no hay diferentes
versiones que hagan referencia a una realidad única, sino que la realidad es en sí
misma múltiple y constantemente realizada.
La fuerza ilocutiva ha servido, por medio de un ejercicio exploratorio, para
tensionar discurso y materialidad en las perspectivas postconstruccionistas, propiciar
inteligibilidades y pensar la multiplicidad. Así, forzando una traducción de un
planteamiento discursivista a un planteamiento semiótico-material hemos sugerido
que la fuerza ilocutiva nos conduce a analizar la potencialidad de las actantes, las
proposiciones, para comprender cómo se articulan las multiplicidades.
En un plano diferente y haciendo un acto reflexivo, queremos añadir dos cosas
que esperamos, lejos de cerrar, abran posibilidades. Por un lado, en relación con ciertas
prácticas de investigación localizables en la ANT, destacaríamos que, a nuestro
entender, el discurso no es solo el componente semiótico de un conjunto heterogéneo.
El discurso es también su práctica de ensamblaje heterogéneo, un acto de saberconstitución que le da forma. Es una tecnología. Por tanto, la descripción y la
posibilidad de dar cuenta de estas asociaciones son mecanismos performativos para la
organización de los objetos. En una perspectiva que tenga en cuenta los efectos
performativos del lenguaje, la descripción y el dar cuenta son estrategias que permiten
210
Discurso y materialidad: pensar las prácticas semiótico-materiales
la organización de los objetos, por lo que las estrategias narrativas tienen efectos sobre
la materialidad. Eso sería un acto reflexivo que ciertos estudios ANT evitan:
―Así que la estrategia implica materialidad. Es una metáfora para reflexionar
sobre la organización de la materialidad. Para imaginar distinciones
relativamente estables entre materiales. Aunque —una advertencia aquí— no
depende de la idea de que hay un estratega humano acechando detrás de cada
objeto material. (…) La estrategia es un método narrativo para llevar las
diferencias materiales a una sola clase de historia‖ (Law & Mol, 283)5.
En este sentido, las estrategias narrativas posibilitan conjuntos materiales
determinados, la promulgación de una orden que se vuelve sólida de diferentes
maneras y temporalidades y espacios diferentes.
Articulándonos ahora con ciertas prácticas de Análisis del Discurso, queremos
apuntar que objetos y materialidades no pueden ser considerados como meros
elementos en la narrativa, construcciones discursivas. Como hemos dicho, los objetos
tienen inscripciones que superan las estrategias narrativas. En consecuencia, atender
solo a la construcción discursiva de un texto significa ignorar la multiplicidad
heterogénea de entidades que realizan la situación que analizamos, e incluso que
hacen posible el surgimiento de una estrategia narrativa determinada a analizar.
Finalmente, insistimos en el sentido que tiene para nosotras recorrer el
dualismo discurso-materialidad problematizando algunas de las metáforas principales
que lo habitan en las perspectivas postconstruccionistas. Hacerlo por un momento con
la fuerza ilocutiva, lejos de recuperarla como cápsula teórica con la que colonizar
narraciones, ha sido la excusa para establecer articulaciones entre las propuestas
epistemológicas que nos interesan, con las que estamos actualmente en movimiento y
que ocupan un espacio central en las prácticas y perspectivas de investigación crítica.
Universitat Autònoma de Barcelona *
Departament de Psicologia Social
Edifici B, Campus Bellaterra (08193) Bellaterra, Barcelona (España)
[email protected]
Universitat Autònoma de Barcelona **
Departament de Psicologia Social
Edifici B, Campus Bellaterra (08193) Bellaterra, Barcelona (España)
[email protected]
5
So strategy implies materiality. It’s a metaphor for thinking about the organization of materiality. For
imagining relatively stable distinctions between materials. Though —a caution here— it doesn’t depend
on the idea that there’s a human strategist lurking behind every material object. (…) Strategy is a narrative
method for pulling material differences into a single kind of story (Law & Mol, 283). Traducción nuestra.
211
Gemma Flores-Pons, Lupicinio Íñiguez-Rueda y Antar Martínez-Guzmán
Universidad de Colima***
Facultad de Psicología
Av. Universidad 333. Col. Las Víboras. Colima, Col. (México)
[email protected]
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214
TRADUCCIÓN
TRADUCCIÓN
217-221
UNA VEZ MÁS EN LA BRECHA: LA RESPUESTA DE KANT A
HUME, PARA VARIAR. Lewis White Beck (1913-1997)1
Once More unto the Breach: Kant’s Answer to Hume, Again. Lewis White Beck
(1913-1997)
David Rojas Lizama*
Traductor
Ha sido un permanente escándalo de la filosofía académica que después de casi
dos centurias la cuestión todavía deba ser debatida ¿En qué consistió la réplica de Kant
a Hume? A menos que haya convención al respecto, habrá escasas razones para esperar
que el problema filosófico de la adecuación de una teoría como la de Kant, para
responder problemas emergentes de una teoría como la de Hume, pueda ser resuelto.
Dos contribuciones recientes2 atribuyen a Kant casi la misma respuesta. Mrs.
Schipper (73) sostiene que la existencia de la ciencia física objetivamente válida es
una hipótesis fundamental de Kant y que esta ciencia presupone la ley de la
causalidad; desde aquí, ella deriva mediante un magnífico non sequitur, que “nosotros
podemos tener conocimiento de una secuencia necesaria, porque lo presuponemos en
nuestras leyes o „legislación de la naturaleza‟” (74). Fuerza recordar la aguda llamada
de atención de Lord Russell, acerca de que el presuponer tiene las mismas ventajas
respecto de la demostración que el robar tiene en el trabajo honesto.
El segundo autor critica el artículo de Mrs. Schipper por no entregar ni “una
respuesta al problema de Hume ni… la solución definitiva de Kant” (71); pero siete
páginas más tarde concluye que “Kant ha mostrado que la mente humana, si esto es
tener cierto conocimiento, debe emplear las categorías como presuposiciones a priori
de la experiencia” (77-78, itálicas añadidas). Claramente, si nosotros vamos a decir
que tenemos cierto tipo de conocimiento, tendremos que derribar los argumentos o
premisas del escéptico que se esfuerza por mostrar que esto no es posible. No hay
nada en la lógica de estos artículos a lo que Kant pueda alegremente adherir,
habiéndose divorciado ya de aquellos que “suponían concedido lo que él [Hume]
precisamente dudaba, y ponían, por el contrario, en duda, con vehemencia, y muchas
veces con gran inmodestia, aquello de lo que jamás se le había ocurrido dudar”3.
1
El texto fue obtenido de: Lewis White Beck, “Once More unto the Breach: Kant‟s Answer to
Hume, Again”, en Enssays on Kant and Hume, Yale University Press, 1978, pp. 130-135. Como
lo consigna el propio autor, el artículo apareció originalmente en la revista Ratio, 9 (1967), pp.
33-37, editada por Stephan Körner, comentarista de Kant [N. del T.].
2
E. W. Schipper, “Kant‟s Answer to Hume‟s Problem”. Kant-Studien 53 (1961) 68-74; M. E. Williams,
“Kant‟s Reply to Hume”, ibid. 55 (1965), 71-78.
3
Prolegomena, Ak. IV, 258 [traducción de García Morente; N. del T.].
David Rojas Lizama
El reciente libro del profesor Robert Wolff ha tratado el problema de la
respuesta de Kant a Hume con extensión y admirable sutileza4. Debido a que el
profesor Wolff me hizo el cumplido de tomar una de mis notas al pie con suma
seriedad, y ha escrito una extensa crítica del argumento que esta contiene en forma
concentrada, de hecho disecada [inspissated], me gustaría comentar este argumento y,
de manera más extensa y dando las gracias por su análisis tan cuidadoso, tratar de
hacer de mi argumento algo aún más marcado. Wolff resume mi argumento en las
siguientes palabras:
Un análisis regresivo, comenzando desde las matemáticas y las ciencias, no
refutará a Hume, porque la matemática y la ciencia es [sic] precisamente sobre
lo que Hume profesa dudar. Pero si exactamente los mismos principios
(premisas) que producen (implican) la ciencia y la matemática, además, incluso
implican la distinción entre aparente objetividad y subjetividad, etc., etc., luego
Hume habrá sido convincentemente replicado, y ni siquiera él podría negarlo5.
Así vista la crítica de Wolff hacia mí es como la mía hacia Schipper y
Williams: el método regresivo no provee de verdad a las premisas, incluso si la
verdad de la conclusión es asumida. Tal argumento meramente afirma un
consecuente. Y ya que alerté bastante acerca del peligro de esta falacia, sostuve
también, quizás demasiado brevemente, que las condiciones suficientes para
establecer la verdad de las proposiciones de las que Hume dudó son necesarias para
las proposiciones que aceptó. El profesor Wolff aparentemente me interpretó como
diciendo meramente que las premisas de Kant son también las premisas de Hume,
cuando en realidad dije lo siguiente:
La justificación de los principios no es meramente que producen el tipo de
conocimiento del que Hume dudó; más bien, ellos también son —como lo
sostuvo Kant— las condiciones necesarias para cualquier experiencia enlazada
en el tiempo… lo que cualquier hombre sano, incluyendo a Hume, debería
conceder6.
Hay una importante diferencia lógica aquí, al afirmar que un consecuente es
válido si el antecedente es una condición necesaria.
Llamemos K a un conjunto de proposiciones aceptadas por Kant y puestas en
duda o rechazadas por Hume; H a un conjunto de proposiciones aceptadas por Hume
(e, incidentalmente, por Kant); finalmente, establezcamos un conjunto P de
proposiciones suficientes para sostener K (por tanto, P implica K). La respuesta de Kant
a Hume busca mostrar que P es necesario para H y que, por lo tanto, H implica K.
4
Robert Paul Wolff, Kant’s Theory of Mental Activity (Cambridge, Harvard University Press, 1963).
Wolff, Kant’s Theory, 49.
6
De mi “Introduction” en: Kant’s Prolegomena (New York, Liberal Arts Press, 1951), p. xix, note. La
palabra “necesaria” no fue italizada en el texto original.
5
218
TRADUCCIÓN: Una vez más en la brecha: la respuesta de Kant a Hume, para variar
En mi nota al pie mencioné las proposiciones necesarias para la distinción entre
percepción errónea y verídica, como presuposiciones cruciales que Hume tuvo que
hacer, en orden de sostener los argumentos inductivos que necesitaba, incluso para sus
truncas explicaciones causales. No obstante, ahora deseo dirigir la atención a un pasaje
en el que Kant discute la causación conforme al patrón lógico recién dicho; y a pesar de
que Hume no aparece mencionado, sostengo que este pasaje constituye “la respuesta a
Hume” de Kant. El pasaje aludido (A195-96/B240-41) aparece en las discusiones en
torno a la tercera prueba de la “Segunda analogía de la experiencia”, y nosotros, en
orden de comprenderlo, debemos verlo dentro del contexto de dicha sección.
Kant sostuvo que la aprehensión de un evento objetivo, en contraposición a la
de un estado de cosas permanente, requiere el reconocimiento de que la
representación, que nosotros llamamos representación de un evento, debe aparecer en
una posición determinada en el orden de nuestras representaciones. De manera
contraria, no seríamos capaces de distinguir la serialidad de nuestras representaciones
de estados de cosas de la serialidad de nuestras representaciones de una secuencia
objetiva de estados de cosas, o la transición de un estado a otro que constituye un
evento. El orden en el que aprehendo las representaciones de eventos es fijado por los
eventos, mientras el orden en el que aprehendo representaciones de estados de cosas
permanentes es fijado por mí, a discreción o accidentalmente. Pero un orden en las
apariencias (objetos y eventos) es donde una apariencia aparece antes que otra o junto
con esta, y este orden tiene un estatus diferente del orden de las representaciones, ya
que siempre una representación ocurre antes que otra incluso cuando estamos
representándonos un estado de cosas en donde un ingrediente no puede “tomar su
lugar” antes que otro. Nosotros somos capaces de decidir que una secuencia de
representaciones es evidencia de una secuencia de eventos solo si el orden de las
representaciones es tal que nosotros creemos (correcta o equivocadamente) que una
de las representaciones debe ocurrir antes que otra. Porque en este caso interpretamos
la primera representación, llamada Ra, como evidencia para el evento A, y si Ra no
puede (según nosotros) ocurrir después de Rb, nosotros pensamos (correcta o
equivocadamente) que no puede ocurrir B antes que A. Ahora, una condición donde
un evento B no puede ocurrir después que A es que A es una causa de B. Por tanto, la
decisión de que una representación dada Rn es una representación de un evento, es
independiente de la creencia (la que puede estar equivocada o en lo correcto) de que
lo que Rn representa ocurre después de lo que es representado por Rm y no puede
ocurrir antes. Por lo tanto, Kant concluye:
La experiencia de algo en sucesión es posible solo sobre la asunción de que las
apariencias en su sucesión —es decir, las apariencias tal como ocurren
(=eventos)— están determinadas por el estado precedente7.
7
Paráfrasis de parte de la última sentencia del parágrafo que comienza en A195/B240.
219
David Rojas Lizama
Para la aplicación de este análisis, volvámonos sobre los puntos de vista de los
predecesores de Kant —presumiblemente Hume—. Se asume generalmente, dice
Kant, (1) que nosotros descubrimos que A es la causa de B por inducción, mediante la
observación de la regularidad de que A precede a B; y (2) que “esto es lo que primero
nos da ocasión de formarnos el concepto de causa”8. Hume sostuvo estas dos
proposiciones, y nosotros podemos hablar de (1) la “Enquiry-tesis” y (2) la “Treatisetesis”, debido a los trabajos en los que estas posiciones fueron satisfactoria y
característicamente elaboradas.
Kant acepta completamente (1). Está en total acuerdo con Hume de que
nuestro conocimiento de conexiones causales entre eventos específicos es a posteriori
y no a priori, sintético y no analítico, inductivo y no lógico, probable y no cierto. Sus
métodos para encontrar la causa de B son exactamente aquellos que el propio Hume
prescribe, e incluso la oportunidad de tener éxito en esta empresa, estimado por Kant
y Hume, es exactamente el mismo. Lo primero que Kant responde a Hume es, por
tanto, que está de acuerdo con él, y en pleno desacuerdo con los racionalistas, quienes
pensaron que la investigación lógica dentro de las conexiones causales era posible.
Pero Kant rechaza (2). Porque nosotros podemos hacer “lógicamente clara” la
concepción de la relación de causa y efecto solo después de haber “empleado en la
experiencia” (tal como en [1]) la regla general —es decir, que para que B fuera un
evento, tuvo que hacer acaecido algún otro evento como condición para su posición
dentro de un orden serial y temporal— podemos sostener que “cierta consideración
por ella [la regla general], como condición de la unidad sintética de los fenómenos en
el tiempo, fue el fundamento de la experiencia [de la sucesión A, luego B] en sí”9.
¿Qué es lo que necesita Hume para concluir que A es causa de B? Pues, a pesar
de pensar en desafiar la interpretación común y metafísica de “causa”, ciertamente
conoce cómo se emplea en la experiencia, y nos habla de cómo lo hacemos y cómo la
usaríamos para evitar resbalones que pudieran perjudicar nuestra vida práctica.
Él necesita (a) conocer que una impresión I, es una impresión de (o evidencia
para) un evento y no de un estado de cosas (como el lado de una casa); y (b) hallar
alguna otra impresión I‟ la que regularmente precede a I, y es, de la misma forma, una
impresión de un evento10. La tarea (b) es la tarea inductiva, y Kant adhiere a los
argumentos de Hume en relación con los procedimientos y limitaciones que esta
supone. Pero para lograr (a) Hume tiene que ser capaz de decidir cuáles de las
variadas impresiones son impresiones de eventos objetivos. Él nunca discutió este
8
A195/B241 (traducción de M. Caimi) [N. del T.]
A196/B241 (traducción modificada de M. Caimi) [N. del T.]
10
Este es uno de los méritos del artículo de Mrs. Schipper: sostiene que Hume y Kant no están usando
„experiencia‟ en el mismo sentido. Mas, ella, en mi opinión, lleva esta conjetura demasiado lejos, al
sostener que el análisis de Kant sólo se aplica a la experiencia científica y no a “la experiencia familiar”.
Podría haber sido mejor para ella sostener que Hume todavía no ha alcanzado “la experiencia familiar”, en
la cual podría distinguir eventos de estados de cosas permanentes tan sólo sobre la base de la (subjetiva)
asociación de ideas.
9
220
TRADUCCIÓN: Una vez más en la brecha: la respuesta de Kant a Hume, para variar
problema; en rigor, nadie antes de Kant siquiera imaginó que esto fuera un problema.
La tesis de Kant es que (a) no puede ser logrado a menos que nosotros aceptemos la
regla de que las representaciones pueden ser tomadas como representaciones de
eventos, solo si las representaciones son ya pensadas en tenencia de un orden fijado por
los eventos, los que en sí mismos se encuentran bajo un orden temporal fijo —incluso si
nuestro pensamiento acerca de este orden específico es de hecho el incorrecto, por algo
la sección “Analogías de la experiencia” establece principios regulativos, no
constitutivos; nos dice dónde y cuándo ver causas y substancias, pero no garantizan que
nosotros las descubramos en casos específicos—.
Volvamos ahora sobre nuestro patrón lógico:
K. “Todo lo que sucede, es decir, comienza a ser, presupone algo a lo cual sigue
conforme a una regla” (Segunda analogía de Kant)
P. Los eventos pueden ser distinguidos de estados de cosas objetivos y
permanentes, aun cuando nuestra aprehensión de tales sea serial (el objetivo de
la tarea [a] de Hume).
H. Entre los eventos, nosotros encontramos empíricamente ciertos pares,
algunos de ellos similares, los cuales tienden a repetirse; sobre ellos nosotros
podemos hacer juicios inductivos: los eventos parecidos al primer miembro de
los pares son causas de los eventos parecidos al segundo miembro (el objetivo
de la tarea [b] de Hume).
P implica K, por los argumentos de la Segunda analogía, los que dan una razón
suficiente a K. H implica P, porque si los eventos no son discernibles, no pueden ser
hallados pares de eventos, y por tanto, P es condición necesaria de H. En conclusión:
H implica P y P implica K, por tanto H implica K. Esta es la respuesta de Kant a
Hume.
Universidad de Santiago de Chile*
Departamento de Filosofía
Av. Libertador Bernardo O'Higgins 3363, Santiago (Chile)
[email protected]
221
RESEÑAS
RESEÑAS
Bruno TACKELS. Walter Benjamin: Una vida en los textos. Valencia:
Publicacions de la Universitat de València, 2012, 663 pp. Traducción: Josep
Aguado Codes, Inmaculada Miñana Arnao
La obra de Walter Benjamin (1892-1940) empezó a ser valorada tardíamente,
a partir de los años sesenta del siglo XX, pero desde entonces ha conocido una fortuna
crítica en auge permanente. Para el lector en castellano fue una magnífica noticia la
aparición del Libro de los Pasajes por la editorial Akal en 2005, pero sobre todo el
emprendimiento de la publicación de las Obras Completas en 11 volúmenes por parte
de Abada desde 2010 (no así en Francia, como se lamenta Bruno Tackels en la
postdata del libro). La crítica chilena ha ido realizando aportaciones de valor como los
ensayos de Elizabeth Collingwood Selby y Federico Galende, ediciones y
traducciones como las de Pablo Oyarzún, o publicaciones por parte de editoriales
como Metales Pesados, entre muchos otros, e incluso el Centro Gabriela Mistral en
Santiago de Chile acogió, entre el 18 de abril y el 30 de junio de 2011, parte de la
importante muestra “Walter Benjamin. Constelaciones” que el Círculo de Bellas
Artes de Madrid le dedicó del 17 noviembre de 2010 al 6 febrero de 2011, con la
publicación del catálogo de los archivos del pensador.
Y hablando de Chile y de Benjamin, el filósofo y crítico teatral Bruno Tackels
(1965-), quien ya había publicado trabajos como L’OEuvre d’art à l’époque de
Walter Benjamin (2000) o Petite introduction a Walter Benjamin (2001), confiesa en
el prólogo del libro que aquí reseñamos que se decidió a emprender la tarea
monumental de escribir un trabajo biográfico sobre Benjamin estando con su amigo
Matthias Langhoff justamente durante un viaje en 2008 “en el último rincón de
Chile” (16). Enfrentar la tarea de escribir una biografía sobre Benjamin, o mejor dicho
un “Essai biographique”, como se encarga de recalcar el autor en el prólogo, no es
tarea fácil, más teniendo en cuenta los precedentes: el valioso testimonio personal de
Gershom Scholem, y los ensayos de Bern Wite o Pierre Missac, por citar solo unos
pocos. El subtítulo “Una vida en los textos” da cuenta de la imbricación que, en el
caso de Benjamin, hubo entre vida y obra y que Tackels desgrana en veintiséis
capítulos, dedicados, a partir del quinto, “1923”, a cada año de la vida del filósofo
hasta 1940. Constituyen la excepción los capítulos dedicados exclusivamente a los
trabajos de la Obra de arte en la época de su reproducción técnica (cap. XIX) y el
Libro de los Pasajes (cap. XXIII). Pero “ensayo biográfico” también remite a la
concepción de que “los textos iluminan la vida, y no al revés” (435). Este libro no es
ni un ensayo ni una biografía clásica. Se opone a cualquier “biografismo”, porque
como decía el mismo Benjamin “la vida no aporta nada a la explicación de la obra”
(19). Invierte el dispositivo convencional y se basa en los textos para explicar la vida,
una vida consagrada al acto de escribir. Según Tackels, la vida de Walter Benjamin
está “cifrada”, escrita por debajo de su obra de escritor.
Reseñas
El esforzado trabajo de Tackels se fundamenta en dos pilares: la copiosa
correspondencia benjaminiana por un lado —ese “arte de escribir a distancia” como
decía él— y la propia obra del pensador por el otro; cuando no, las memorias, diarios y
recuerdos de sus contemporáneos. Subrayemos en primer lugar uno de los méritos del
trabajo: la claridad. Gracias a este ensayo, Tackels logra esclarecernos aspectos a
menudo complicados o directamente impenetrables del pensamiento de Walter
Benjamin, deshace malentendidos y ensancha su comprensión. En este sentido, el libro
contiene un afortunado anexo formado por diez “Notas de lectura” que profundizan
—entre cinco y diez páginas cada nota excepto las treinta dedicadas a “la obra de
arte”— en lo que el autor considera los estudios más representativos de Benjamin: los
ensayos sobre Hölderlin, el lenguaje, la traducción, Goethe, el drama barroco alemán,
Karl Kraus, Kafka, la obra de arte, Baudelaire y los pasajes parisinos. A parte de esto, el
autor escribe a modo de prólogo y postdata una carta destinada a Benjamin, donde lo
pone al corriente de los problemas políticos, sociales y culturales de la situación global
en la actualidad y todos los temas que él, Benjamin, había anticipado e intuido que iban
a suceder, sin por ello perder la esperanza en los cambios a venir.
Otra virtud del libro es la capacidad de Tackels para establecer vínculos entre las
experiencias, viajes y lecturas del Benjamin joven con determinados estudios del
Benjamin maduro. El libro abre pistas de lectura de temas a veces desconsiderados o
simplemente ignorados por la crítica. Enlaza temas (ideas cazadas al vuelo,
iluminaciones e intuiciones) mencionados en cartas a sus amigos, retomados años más
tarde y cristalizados en ensayos más o menos extensos.
Sin ánimo de revelar la sustancia del libro, cosa por lo demás imposible en poco
espacio, quisiera destacar algunos aspectos biográficos de Benjamin que me parecen
notables. Decir en primer lugar que Walter Benjamin fue muy consciente de estar
viviendo en un mundo atravesado completamente por la muerte, y buscó y encontró
sosiego cuando descubrió tierras nuevas, en particular islas: Capri, Ibiza, las costas
danesas o, su última isla, la Biblioteca Nacional de Francia en París. Siempre, eso sí,
acompañado de sus protectores, los libros. Fue incapaz en toda su vida de
comprometerse políticamente y convivió con dos exigencias irreconciliables: entre “una
rigurosa ley social y la salvaje libertad individual” (44). Además, sintió verdadera
devoción por los libros y sufrió en cada exilio por su biblioteca y el destino de su
colección, lo que dio origen al exquisito ensayo “Desembalo mi biblioteca”. Desde el
Bachillerato elaboró una lista con los libros que había leído (más de mil setecientos) en
un cuaderno, lista publicada a menudo con el mencionado ensayo (300, nota 10) que da
cuenta de la increíble amplitud intelectual de este filósofo.
Señalar también que siempre mantuvo una “relación extraña” tanto con el dinero
como con las mujeres. En uno de los momentos de mayor precariedad económica, en
1933, cuando entraron en su apartamento de Berlín a robar, le escribió a Scholem acerca
del vínculo, creía Benjamin, entre la pobreza y el mal: “Aquí vemos hasta qué punto la
pobreza es un mal y cómo los arreglos de orden práctico que inspira forman parte del
226
universo diabólico” (299). Destaca el contraste entre la desahogada situación económica
de juventud por su origen burgués, cuando su padre lo mantenía y él podía viajar por
Europa a placer, y los últimos años de su vida, casi en la pobreza total. Con las mujeres,
su capacidad de seducción se daba en el plano intelectual, mediante su encantadora
conversación, pues no era precisamente atractivo físicamente (una de sus amantes dijo
incluso que Benjamin era “incorporal”).
Desde muy temprano se sintió distinto al resto de sus compañeros —Tackels
califica su infancia de “desfasada”— y a partir de las excursiones a la campiña que
realizaban en la escuela teorizó acerca de la postura del viajero, original y sin modelo:
leer y viajar. La lectura es parte esencial del viaje, que en el fondo, es al mismo tiempo
una lectura. Probablemente el escritor W.G. Sebald es quien haya llevado más lejos esta
premisa, acarició la posibilidad de ser librero y llegó a desempeñarse como grafólogo en
Berlín dando clases particulares. La conocida sentencia que “la historia debería poder
leerse en los posos de café” (120) demuestra su interés por lo irracional, por la
grafología y la quiromancia, por lo anecdótico y lo desatendido, por lo banal y lo kitsch.
Una de las imágenes recurrentes para definir las relaciones sociales de Benjamin
es la del “oso tímido y torpe”, según la expresión de su amigo Jean Selz (399). Incapaz
de interesarse por cualquier otra cosa que no fueran sus preocupaciones y reflexiones
intelectuales, su prodigiosa agilidad mental era inversamente proporcional a su lento
desplazamiento corporal. Este caminar pesado devenía muchas veces en parada para
reflexionar, y los descubrimientos, acompañados de la doble exclamación francesa
“tiens, tiens”. Por ello, algunos jóvenes alemanes lo apodaron jocosamente “Tienstiens”. Pero esta imagen de bonachón ceremonioso podía transformarse de repente en
violentos ataques de cólera por nimiedades como perder una partida de ajedrez. Incluso
para la burguesía progresista e ilustrada Benjamin era un tipo raro, hasta desfasado,
como explica Tackels a propósito de las discusiones con la mujer de su amigo Franz
Hessel cuando convivieron juntos en Berlín (254). Benjamin colocó un gran contrapeso
a su vida (muy a menudo) solitaria y en permanente exilio: el arte de escribir a distancia
—esbozó, como no, una “Teoría de la correspondencia” en estado fragmentario—.
Tackels sabe dar cuenta minuciosa del intercambio epistolar de opiniones que siempre
mantuvo con su amigo Gershom Scholem, para determinados temas, pero también con
Gretel Adorno, confidente permanente ante la creciente precariedad económica en sus
últimos años en París y protectora de su biblioteca en Berlín. Sorprende ver cómo
Benjamin sometió continuamente su obra a la crítica de un “triángulo infernal” (381)
formado por Brecht, Scholem y Adorno en cada uno de sus vértices, atenazado y
debatiéndose muchas veces entre posiciones irreconciliables.
El capítulo relativo a la “obra de arte”, de los más brillantes sino el que más,
merece una mención aparte y puede leerse como un ajuste de cuentas con Max
Horkheimer y el “Instituto de Frankfurt”. Tackels es buen conocedor del ensayo acerca
de la época de la reproductibilidad técnica y desgrana las vicisitudes y obstáculos que
227
Reseñas
tuvo que sortear Benjamin, y hasta la humillación que tuvo que soportar para poder
publicar el trabajo, apremiado en París por una situación de extrema precariedad, frente
a las exigencias (“orientaciones”), casi sin escrúpulos, de un Horkheimer cómodo y
prepotente desde su posición en Nueva York.
Además, un aspecto biográfico de Benjamin en el trabajo de Tackels llama la
atención por su ausencia. Nos referimos al hijo de Dora y Walter, Stefan Benjamin,
nombrado apenas un par de veces —en contraste con el testimonio de Scholem—. Y
es que la relación que mantuvo el filósofo con su hijo, a juzgar por el libro, fue casi
inexistente después de la separación con Dora. Sobre el “misterio” que envuelve la
muerte de Benjamin (titulada por Tackels “un mito absoluto”) y la famosa maleta
perdida de manuscritos en Portbou, se dedica un breve capítulo que esclarece
perfectamente lo sucedido —y que aquí no vamos a revelar— con testimonios de
primera mano.
Una ojeada al índice onomástico nos da pistas acerca de las figuras más
relevantes en las páginas de la biografía benjaminiana: Theodor y Gretel Adorno,
Baudelaire, Bretch, Goethe, Hofmannsthal, Horkheimer, Kafka, Asja Lacis, Marx, y de
forma destacada Gershom Scholem. Tal vez se echa de menos, en un libro de semejante
extensión, un índice no solo onomástico sino también temático (similar por ejemplo al
del estudio sobre los pasajes de Susan Buck-Morss). Pero sin lugar a dudas es
imperdonable la considerable cantidad de faltas ortográficas que una simple corrección
de estilo habría resuelto y que salpican el texto aquí y allá por todas partes, de la primera
a la última página (incluidas por cierto). Una pena. Una pena porque una estudio
biográfico de tal calado y seriedad no lo merece.
Este libro, en fin, nos acerca a una comprensión del pensamiento de Walter
Benjamin cuyo sentido está íntimamente relacionado con sus vivencias. Quizás la mejor
forma de cerrar estas líneas sea un testimonio que esboza el retrato del filósofo en pocas
palabras. Habla Jean Sealz, amigo de Benjamin durante los denominados “años
franceses”, o últimos años de su vida: “Walter Benjamin es uno de los hombres más
inteligentes que, en mi vida, he conocido. Es, quizás, el único que me haya dado con
tanta fuerza la sensación de que existe una profundidad del pensamiento en la que,
arrastrados por una rigurosa lógica de razonamiento, hechos precisos de la historia y de
la ciencia se sitúan en un plano en el que conviven con su doble poético, el mismo plano
en que la poesía dejando de ser tenida por una forma del pensamiento literario se revela
como una expresión de la realidad en la que se aclaran las relaciones más secretas entre
el hombre y el mundo” (520).
David Caralt
Universidad San Sebastián
Escuela de Arquitectura
Lientur 1457, Concepción (Chile)
[email protected]
228
Carlos ITURRA, El discípulo amado y otros paisajes masculinos. Santiago de
Chile: Catalonia, 2012, 165 pp.
“Somos esclavos de nuestros genitales” era el título de un artículo del diario
alemán Die Welt (El mundo) de estos días (Die Welt, 24 de noviembre de 2012). La
prueba de la veracidad de esta frase la suministra la reciente publicación del autor
chileno, un libro de cuentos. Este maestro del género breve —obtuvo en Chile los
premios Municipal y Consejo del libro en 2005 y 2009 para sus libros de cuentos
Pretérito presente y Crimen y Perdón— ya había indagado en el tema de la
homosexualidad en un libro anterior con el título Paisajes masculinos. Mientras en
Paisajes masculinos el acercamiento al tema había sido titubeante y decoroso, el autor
no se arredra en el presente libro ante escenas pornográficas explícitas, que
posiblemente estimulan a los lectores homosexuales y repugnan a los otros (66).
Las dos partes del libro, “Vita beata” y “Juegos de la carne”, reúnen cuentos del
tema “Homosexualidad y moral católica” en la primera y relatos del puro disfrute de las
delicias de la carne después de haberse liberado de las restricciones impuestas por la
iglesia católica en la segunda.
La actitud ante la moral católica puede ser la de la aceptación incondicional y
de la represión de las inclinaciones de la carne. Esto es el caso del protagonista del
cuento “El invierno del patriarca”, que suprime durante toda la vida su inclinación
sodomista. Sin embargo, cuando se declara en él una demencia senil revela su secreto
a sus familiares escandalizados. Otra actitud más moderna es la del diálogo, como se
ve en el caso del cuento que da título al libro. Es el contacto de un joven, Estéban
Merino, con un teólogo y profesor, el padre Orlando Gana Sanfuentes durante mucho
tiempo. El resultado de estas charlas: la homosexualidad, es un misterio, una
constatación, que no lleva a mucho y no puede ser la ayuda esperada para el joven.
Otra actitud más radical es la del rechazo completo de la Iglesia y el ateísmo. Es el
caso de un padre, que perdió sus dos hijos y por eso también la fe. Liberado de todas
las inhibiciones el protagonista de “La conversión del São Paulo” entra en una
aventura homoerótica mediante un chat en el internet que lo lleva al hotel São Paulo
de Santiago, donde descubre el amor entre hombres. La inclinación homoerótica de
los curas y del mismo Jesús es el tema de “Sálvese quien pueda” y de “Jesús y el
centurión”, respectivamente. El primer texto hace pensar en el famoso retablo de
Grünewald en Colmar “La tentación de San Antonio”. Al igual del famoso santo un
cura chileno con un “ciego anhelo de santidad” (46) está tentado por el diablo en
forma de dos hombres jóvenes y guapos, pero enfermos del sida. Después de duras
luchas el cura, como el santo, se salva. La supuesta homosexualidad de Jesús, que se
deduce de diversos pasajes de los evangelios como p.e. del que sirve de epígrafe del
cuento “El discípulo amado”: “Él, entonces, recostado sobre el pecho de Jesús, le
dijo: Señor... San Juan 13, XXV” (11) me parece problemática, porque entre los
judíos la homosexualidad era un pecado grave, que se solía sancionar con la
229
Reseñas
lapidación. Como los fariseos buscaban cualquier falta en él es difícil imaginar que no
lo habrían descubierto. De todas formas, Iturra parte de esa hipótesis e interpreta el
bien conocido pasaje de la biblia donde el servidor de un centurión estaba enfermo y
fue curado por Jesús como si el interés de la curación hubiera tenido su base en el
hecho de que este servidor era el amante del soldado romano.
La segunda parte empieza con un relato de gran finura y sensualidad. Una
situación marginal, la de un joven en estado vegetal a quien le masturba Guillermo, el
jardinero de los padres del joven y con cuya mano inerte se masturba a sí mismo. La
sorpresa final: todo este acto ha sido filmado por una cámara automática de vigilancia.
Para mí el mejor cuento del libro junto con el primero “El discípulo amado” y el último
“Mascotas”. En lo que sigue hay mucha pornografía y poco arte. Por ejemplo el cuento
“Al galope en el clóset” es puro sex and crime con escenas de gran vulgaridad. Peor
todavía es el cuento “El orgasmo del macho”, la historia de una violación entre hombres
con detalles verdaderamente repugnantes.
Después de tanta esperma sobre cuerpos de hombres el último cuento
“Mascotas” hace volver al autor a su arte. En el ambiente de un “cuento de hados”
(sic) desarrolla la imagen de una vida ideal de amor hasta los desfallecimientos de
la vejez, una vida entre mascotas sí, pero que por cierto puede servir de modelo para
los hombres.
Luego de cerrar el libro, el lector no homosexual está agotado por la
abundancia de situaciones homoeróticas que son repugnantes para él. Claro, “todos
los temas son materia para el arte” (138), pero si un solo tema domina un libro, ese
libro queda reducido a un grupo especial de lectores, que se pueden identificar con
este tema. ¡Sería una lástima si un autor de las cualidades de Carlos Itrurra se redujera
a un autor gay!
Ewald Weitzdörfer
Zwanzigerstr 34. 87435 Kempten (Alemania)
[email protected]
Jorge CHEN SHAM (ed.). Los espacios de la sociabilidad en la narrativa
cervantina. San José, Costa Rica: Editorial Arlekín, 2011, 202 pp.
Este libro colectivo, que es fruto de un coloquio internacional que
congregó en la Universidad de Costa Rica, en mayo de 2009, a un grupo de
cervantistas de distintas latitudes y especialidades, intenta acercarse a las
representaciones que las prácticas de la sociabilidad dejan en la sensibilidad de
Cervantes y que el propio escritor reinscribe en tanto representaciones de su
universo simbólico y de su cosmovisión personal, ya que, como expone Chen
en la breve introducción:
230
El estudio de la vida social (…) nos pone a la escucha y al encuentro de
esas “soluciones a los aspectos de la vida material” que la literatura
valoriza y pondera, las cuales le permiten a ella funcionar y realizar esa
transferencia simbólica e identificación estética que realizamos los
lectores en los procesos de recepción literaria, cuando queremos anclar
los índices textuales dentro de un marco sociohistórico o de un contexto
determinado (9).
Así, la narrativa del más universal autor de las letras hispánicas es
abordada desde diferentes prácticas de la sociabilidad.
Los famosos capítulos de la estancia de don Quijote y Sancho en la casa
de los duques (II, 32-33) son analizados por distintos autores: Ma. Augusta
Abreu Viera, para quien se subvierte paródicamente la figuración cortesana,
operación solo posible porque el personaje reconoce las reglas y procedimientos
del espacio cortesano de sociabilidad y así puede parodiarlos desde sus propios
criterios; y Jorge Chen Sham, que estudia la sobremesa, haciéndonos observar
que la descortesía de los duques consigue el efecto contrario al esperado por
estos, ya que reafirma la relación amo-escudero.
Además, este episodio es estudiado por Alberto Rodríguez y Nathalie
Peyrebone, pero ya dentro de unos análisis más abarcadores: el primero aborda
el uso del simposio platónico en las conversaciones del Quijote, lo que añade
nuevos matices a la complejidad y riqueza de estas; y la mesa y los alimentos en
esta misma obra son analizados por la doctora Peyrebone, quien concluye que el
protagonista no logra entrar en contacto con los demás y con el mundo,
simbolizado por los alimentos, que ingiere con dificultad, lo que lo obliga a
tratar de reemplazarlos por las palabras.
María Stoopen Galán, por su parte, aborda los espacios de la intimidad y
la cuestión de linaje en El Quijote, donde se hace notar la transgresión burlesca
que de la usurpación de títulos se hace a lo largo de la novela; Antonio Becerra
Bolaños trata en su interesante estudio sobre la oralidad y la memoria oral en
esta obra, la que se contrapone constantemente a la memoria libresca,
concluyendo que el autor tenía conciencia de que su obra sería distorsionada por
la memoria oral, por tanto, la proyecta así hacia el futuro, ya que la novela
nunca deja de ser historia imaginada.
Pero la narrativa cervantina va, claro, más allá de la historia del ingenioso
hidalgo. Muy curioso nos parece el trabajo de José Ángel Ascunce Arrieta, que
se adentra en el hogar del autor real en Toledo para analizarlo como espacio de
socialización: la casa del escritor cristiano se convierte en lugar de encuentro,
reunión y trabajo con personas de otras ideologías, religiones y pensamientos,
contraviniendo las costumbres de la España del siglo XVII.
231
Reseñas
Cécile Elisabeth-Bertin salta a Las novelas ejemplares para analizar el
tema que nos concierne, estudiando dos de carácter picaresco: Rinconete y
Cortadillo y el Coloquio de los perros, observando en ellas cómo se deforma el
héroe tradicional y la manera en que la lectura cervantina facilita el
metadiscurso sobre la sociabilidad picaril. Desde aquí, la escritura cervantina,
en palabras de esta autora:
…no es un reflejo de la realidad sino un reflejo de sí misma que nos
invita a reflexionar sobre la sociedad de entonces y sus modalidades de
sociabilidad, consciente de que se tratan de lazos elegidos y no
prescritos, o sea de una sociabilidad construida (175).
En el último trabajo, Jorge R.G. Sagastune estudia el papel de la
traducción en el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” del argentino Jorge
Luis Borges, por medio de los comentarios del narrador acerca de tan compleja
tarea, verdadera práctica de sociabilidad, ya que posibilita la transmisión del
conocimiento.
En definitiva, un compendio imperdible para los que quieran ahondar en
la obra cervantina, ya que la sociabilidad, más allá de la dimensión sociohistórica, se inserta en las mismas prácticas estéticas.
Nayra Pérez Hernández
Universidad de las Américas-Quito
Calle Isla Marchena N42-138 y Av. de los Granados, Quito (Ecuador)
[email protected]
232
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una obra del mismo autor); no se menciona el apellido del autor, pues ya fue mencionado en
el encabezamiento de la cita.
Ejemplos (se ejemplifica con citas breves):
a) Según Nelly Richard, “los textos de crítica cultural serían textos intermedios que
no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen los
saberes ortodoxos” (144).
b) Se ha dicho también que “los textos de crítica cultural serían textos intermedios
que no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen
los saberes ortodoxos” (Richard, 144).
c) “La sacralización del texto corresponde a la problemática de la concepción del
texto como absoluto” (Carrasco, Nicanor Parra, 95).
d) “Para el antipoeta no solo la escritura está en crisis; la sociedad entera lo está”
(Carrasco, Para leer, 88). Se procede exactamente de la misma manera si la
fuente citada es de un autor institucional o corporativo (Naciones Unidas,
Consejo de Libro y la Lectura).
8.2. Citas de fuentes en internet. En lo fundamental, se procede de la misma manera que con
fuentes tomadas de publicaciones en papel. La diferencia es que en lugar de indicar página,
se escribe la expresión “en línea”. Ejemplo: “La necesidad de preservar la biodiversidad se
hace cada día más urgente, especialmente por los graves cambios climáticos y, también, por
la profunda saturación existencial a la que nos está llevando una modernidad contraria al
orden natural del mundo” (Poland, en línea).
8.3. Citas tomadas de comunicaciones electrónicas (e-mails). Al fin de cita, en paréntesis, se
indica el autor y se escribe “correo electrónico” y la fecha que corresponda.
234
Alpha N°40 - Julio - 2015
8.4. Cita tomada de entrevista inédita realizada por el autor del artículo. Al fin de la cita, en
paréntesis, se indica el apellido del autor, y luego se escribe “entrevista personal”.
8.5. Cita tomada de un programa de televisión. Al fin de cita, en paréntesis, se indica el
apellido del(la) autor(a) (si procede), el título del programa y la estación que lo emitió.
8.6. Cita tomada de un film. Al fin de cita, en paréntesis indicar el apellido del director y
título de la película.
9. Lista de obras citadas (o bibliografia citada). Al final del artículo se hace la lista de las
obras de hecho citadas cuyas referencias básicas se han dado en el texto del artículo. Se
ordena alfabéticamente tomando como base el apellido de los(las) autores(as) (excepto en
autores institucionales). Si se ha trabajado con más de una obra de un(a) mismo(a) autor(a),
ordenar sus obras desde la más reciente a la más antigua. Se utiliza sangría francesa.
Carrasco, Iván. Para leer a Nicanor Parra. Santiago: Cuarto Propio / Universidad
Nacional Andrés Bello, 1999.
------- Nicanor Parra. La escritura antipoética. Santiago: Universitaria, 1990.
Barrera, Andrés. “Re: Literatura modernista”. Correo electrónico enviado a autor. 15 Nov.
2000. (En este caso se trata de una comunicación electrónica. Se indica el autor,
título del mensaje ―si procede―, indicación de que es un correo electrónico
enviado a: puede ser al autor(a) o a otra persona, indicar el nombre si es a otra
persona, fecha del correo).
Matus, Alberto. Entrevista personal. 13 de octubre de 2004 (En este caso se trata de una
entrevista inédita hecha por el autor del artículo a Alberto Matus).
Mogrovejo, Norma. “Homofobia en América Latina”. L’Ordinaire Latino Americain 194
(2003):109-115. (Corresponde este caso a un artículo aparecido en una publicación
periódica).
Paulsen, Fernando. “Tolerancia Cero”. Canal Chilevisión. Domingo 17 de octubre de
2004. (La fuente en este caso es un programa de televisión).
Poland, Dave. “Defensa de la biodiversidad”. Roughcut. 26 Oct. 1998. Turner Network
Television. 28 Oct. 1998. (En este caso, se indica el nombre del artículo, la fecha de
publicación dado que es un artículo noticioso, el medio por el que se publicó el
artículo, fecha en que la fuente de internet fue consultada, dirección URL).
Richard, Nelly. “Antidisciplina, transdisciplina y disciplinamiento del saber”. Residuos y
metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición). Santiago:
Cuarto Propio, 2001:141-160. (En este caso, se trata de un artículo independiente que
forma parte del libro mencionado).
Wood, Andrés, dir. Machuca. A. Wood Producciones/Tornasol Film, 2004. (La abreviatura
“dir.” corresponde a director del film citado).
Para conocer más sobre el estilo MLA se puede consultar el manual
correspondiente, editado por Modern Language Association de los Estados Unidos.
10. Se recomienda usar las notas al pie exclusivamente para agregar información o hacer
comentarios cuyo texto no es conveniente que vaya en el cuerpo del artículo.
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Alpha N°40 - Julio - 2015
Para mayor información, dirigirse al Secretario de Redacción de Alpha, Sr. Eduardo
Risco. Universidad de Los Lagos, Casilla 933, Osorno, Chile. Teléfono: (56-64) 2333398.
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Eduardo Risco del Valle, Secretario de Redacción, y Sra. Diana Kiss de Alejandro,
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También se puede hallar información sobre la Revista Alpha en:
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solicita a los(las) autores(as) atender estrictamente a las instrucciones indicadas.
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