El monumento epigráfico en contextos secundarios. Procesos de

Transcripción

El monumento epigráfico en contextos secundarios. Procesos de
Joan Carbonell Manils, Helena Gimeno Pascual
y José Luis Moralejo Álvarez (eds.)
El monumento epigráfico
en contextos secundarios.
Procesos de reutilización,
interpretación y falsificación
Universitat Autònoma de Barcelona
Servei de Publicacions
Bellaterra, 2011
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de la Universitat Autònoma de Barcelona
El monumento epigráfico en contextos secundarios : procesos de reutilización, interpretación y falsificación / Joan
Carbonell Manils, Helena Gimeno Pascual y José Luis Moralejo (eds.) — Bellaterra (Barcelona) : Universitat Autònoma
de Barcelona. Servei de Publicacions, 2011. — (Congressos de la Universitat Autònoma de Barcelona; 7)
ISBN 978-84-490-2838-0
I. Carbonell i Manils, Joan; Gimeno Pascual, Helena; Moralejo, José Luis
III. Col·lecció
1. Inscripcions - Interpretació - Congressos
2. Inscripcions - Falsificacions - Congressos
930.271
Organitzat per:
Centro CIL II. Universidad de Alcalá de Henares - Universitat Autònoma de Barcelona.
Aquest volum és resultat dels projectes coordinats R+D+i finançats pel MICINN HAR2009-12932-C02-01 (El hábito
epigráfico tardoantiguo en Hispania: aspectos filológicos y culturales de una realidad) i HAR2009-12932-C02-02
(Repercusiones del hábito epigráfico tardoantiguo en la epigrafía hispánica posterior. Estudio de los procesos de
imitación y falsificación: un caso de interacción entre filología y epigrafía)
Amb el suport de:
· Ministerio de Ciencia e Innovación
· Universidad de Alcalá de Henares
· Fundación Pastor de Estudios Clásicos
· Deutsches Archäologisches Institut - Kommission für Alte Geschichte und Epigraphik München.
Amb la col·laboració de:
· Junta de Andalucía. Consejería de Cultura
(cessió de la fotografia de la pàgina 31. © Martín García: Junta de Andalucía. Consejería de Cultura).
Composició:
gama, sl
Edició:
Universitat Autònoma de Barcelona
Servei de Publicacions
Edifici A. 08193 Bellaterra (Cerdanyola del Vallès). Spain
Tel. 93 581 10 22
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ISBN 978-84-490-2838-0
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Imprès a Espanya. Printed in Spain
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El monumento epigráfico en contextos secundarios. Procesos de reutilización, interpretación y falsificación
Joan Carbonell Manils, Helena Gimeno Pascual y José Luis Moralejo Álvarez (eds.)
Continguts – Contenidos
Presentació – Presentación. J. L. Moralejo Álvarez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Abreviatures dels corpora epigráfics . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
A manera d’introducció – A modo de introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
El Corpus Inscriptionum Latinarum ante los falsos. Un largo camino del menoscabo
a la valorización. Joan Carbonell Manils y Helena Gimeno Pascual . . . . . . . . . . . . . . . 15
El procés d’amortització i reutilització – El proceso de amortización
y reutilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los procesos de amortización de los soportes epigraficos en la antiguedad y en la época moderna. José Beltrán Fortes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La reutilización de epígrafes romanos en la Hispania tardoantigua: los altares cristianos y la polémica ara de Guadix. Isaac Sastre de Diego . . . . . . . . . . .
A re-interpretação de monumentos epigráficos em contextos secundários e as inscrições de Sintra (Portugal): O polissémico caso da grande tábula dos Aelii (CIL II 267). [Parte 1]. José Cardim Ribeiro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Una copia del calendario de la iglesia de Santa María de Carmona depositada en el Museo Histórico Municipal de Écija (Sevilla). Salvador Ordóñez Agulla
y Sergio García-Dils de la Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El procés de falsificació – El proceso de falsificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Creación, imitación y reutilización de epígrafes antiguos: una discreta huella de la historia de las mentalidades. Marc Mayer Olivé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los epígrafes romanos falsos de la Real Academia de la Historia: una larga tradición historiográfica. Martín Almagro Gorbea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Falsos paleohispánicos: entre la ingenuidad y la superchería. Javier Velaza Frías . . . . . . . .
Falsificaciones en metal: las placas con inscripciones griegas de España. Peter Rothenhöfer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los falsos epigráficos del primer Renacimiento hispánico. Una visión de conjunto. Gerard González Germain . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La falsificazione epigrafica nell’Italia della seconda metà del Cinquecento. Renovatio ed inventio nelle Antichità romane attribuite a Pirro Ligorio.
Ginette Vagenheim . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Falsos epigráficos romanos en la colección del cardenal Despuig (1745-1813). María José Pena Gimeno y Antònia Soler Nicolau . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hic et nunc. Falsificaciones contemporáneas. El caso de Iruña-Veleia.
Joaquín Gorrochategui Churruca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Joan Carbonell Manils, Helena Gimeno Pascual y José Luis Moralejo Álvarez (eds.)
Presentació – Presentación
José Luis Moralejo
Coordinador del Proyecto
Universidad de Alcalá y Centro CIL II
A mayores de sus principales tareas, constituir y coordinar la base documental para la nueva edición en curso de las Inscriptiones Hispaniae Latinae y ocuparse de la redacción del
fascículo que le corresponde dentro de esta obra, el Centro CIL II, dependiente de la Universidad de Alcalá y del Deutsches Archäologisches Institut, ha venido organizando en los
últimos años encuentros científicos centrados en diversos ámbitos y aspectos de la epigrafía antigua. En estas páginas se ofrecen al lector las aportaciones expuestas en el último de
los celebrados en el mes de noviembre del año 2010, en la Fundación Pastor de Estudios
Clásicos, en cuya organización y financiación ha tenido un papel esencial el «Proyecto
Coordinado» R+D+i financiado por el MICINN que actualmente desarrollan conjuntamente la Universidad de Alcalá y la Universidad Autónoma de Barcelona, y más concretamente el grupo de investigadores que encabeza el profesor Joan Carbonell. El proyecto
conjunto pretende profundizar de manera sistemática en la relación existente entre el hábito epigráfico hispánico de la tardoantigüedad (siglos iii a vii) y sus eventuales repercusiones en la elaboración de nuevos epígrafes more romano en época medieval hasta el Renacimiento (siglos ix a xvi). Parte, pues, de los trabajos previos de ambos equipos de
investigación en los ámbitos de la epigrafía latina antigua y de su tradición manuscrita renacentista, para ampliar sus horizontes particulares y así conseguir de manera eficaz un
mejor aprovechamiento de las financiaciones recibidas
El lector podrá ver que son dos los puntos capitales sobre los que versan las ponencias
aquí publicadas. En primer lugar, el de la falsificación, asunto que, si nunca ha perdido
actualidad, la ha cobrado de manera muy notoria en nuestro país no hace mucho tiempo,
a raíz del vidrioso suceso de los epígrafes de Veleya, que pone encima de la mesa una práctica que no por antigua y denostada ha desaparecido de nuestro entorno científico. En segundo término, incide en otro clásico de los estudios epigráficos: la importancia de la reu-
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José Luis Moralejo
Presentació – Presentación
tilización de inscripciones y soportes antiguos para usos y finalidades distintos de aquellos
para los cuales fueron creados.
Los responsables de la organización del coloquio y de la publicación de estas actas se
felicitan una vez más por el interés y alto nivel alcanzado por aquel, y agradecen a la Universitat Autònoma de Barcelona el apoyo que ha hecho posible que estas páginas vean la luz.
Madrid, 6 de julio de 2011
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Abreviatures dels corpora i publicacions
periòdiques epigràfiques – Abreviaturas de los
corpora y publicaciones periódicas epigráficas
AE = Année Épigraphique.
CIG = Corpus Inscriptionum Graecarum.
CIL = Corpus Inscriptionum Latinarum.
CILA = Corpus de Inscripciones Latinas de Andalucía. Sevilla: Consejería de Cultura y
Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, 1989-1996.
CLE = Bücheler, F. (1895-1897). Carmina Latina Epigraphica. Anthologia Latina II
1-2. Leipzig: 1897 (= Stuttgart 1982); Lommatzsch (cur.). II 3. Supplementum.
Leipzig, 1927 (= Stuttgart 1982).
EE = Ephemeris Epigraphica. Corpus Inscriptionum Latinarum.
HEp = Hispania Epigraphica.
ICERV = Vives, José. Inscripciones Cristianas de la España Romana y Visigótica. Madrid: Instituto Jerónimo Zurita (2ª ed. Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1969).
IG = Inscriptiones Graecae. Berlín: G. Reimer, 1872-1927.
IHC = Hübner, Emil. Inscriptiones Hispaniae Christianae. Berlín: G. Reimer, 1871.
ILER = Vives, José. Inscripciones Latinas de la España Romana. Barcelona: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1973.
IRC = Fabre, Georges; Mayer, Marc; Rodà, Isabel (1984-2002). Inscriptions romaines de Catalogne, 5 vols., París: Diffusion de Boccard.
IRCP = D’Encarnaçao, José. Inscriçoes Romanas do Conventus Pacensis. Coimbra:
Instituto de Arqueologia da Facultade de Letras, 1984.
MLH = Untermann, Jürgen (1975-2000). Monumenta Linguarum Hispanicarum.
Wiesbaden: Ludwig Reichert.
MLI = Hübner, Emil. Monumenta Linguae Ibericae. Berlín: G. Reimer, 1893.
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Abreviatures – Abreviaturas
RIB = The Roman Inscriptions of Britain. Oxford: Clarendon Press – Gloucester: A.
Sutton 1965.
RIT = Alföldy, Geza. Die römische Inschriften von Tarraco. Madrider Forschungen,
10. Berlin: Walter de Gruyter & co., 1975.
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A manera d’introducció –
A modo de introducción
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El Corpus Inscriptionum Latinarum ante los
falsos. Un largo camino del menoscabo a la
valorización
Joan Carbonell Manils
Universitat Autònoma de Barcelona
[email protected]
Helena Gimeno Pascual
Centro CIL – Universidad de Alcalá de Henares
[email protected]
Resumen
Este artículo aborda el tratamiento otorgado desde finales del siglo xv hasta hoy a las
inscripciones latinas consideradas falsas por editores y estudiosos y por el Corpus Inscriptionum Latinarum, así como los criterios que deben tenerse en cuenta a la hora de
catalogarlas como tales. Incide en diversos ejemplos que muestran la tenue frontera
entre lo falso y lo verdadero y ponen de manifiesto errores cometidos muchas veces a
causa de elementos externos a la propia pieza.
Palabras clave: Falsos epigráficos, Historia de la Epigrafía, Corpus Inscriptionum Latinarum.
Abstract
This article discusses the treatment that epigraphical fakes have deserved on the part
of editors and scholars from the late XVth century to the present-day development of
the CIL and the criteria to be taken into account when classifying them as such. It
deals with several examples that show the fine line between true and false and reveal
errors often due to external elements to the piece itself.
Key words: Epigraphical fakes, History of Epigraphy, Corpus Inscriptionum Latinarum.
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Joan Carbonell Manils y Helena Gimeno Pascual
El Corpus Inscriptionum Latinarum ante los falsos. Un largo camino del menoscabo a la valorización
1. De initio epigrammatum falsorum Hispanicorum edendorum
Cuando Mommsen inició, a mediados del siglo xix, el proyecto de redactar un Corpus
Inscriptionum Latinarum, de características todavía hoy titánicas, estableció una serie
de principios que se han revelado absolutamente útiles hasta hace muy pocas décadas.
Su objetivo principal era poner en manos de los estudiosos del mundo antiguo todos
los textos latinos escritos sobre cualquier tipo de soporte duro, exceptuando los textos
estrictamente literarios y los numismáticos.
Recepi inscriptiones omnes visas mihi et non visas, ineditas et ante qualicumque ratione editas, sinceras et suspectas et falsas (CIL X p. VIII).
El volumen de documentos manejados —‌vistos o procedentes de la tradición anterior—‌era tan grande que le fue inevitable menoscabar aquellos de los que no se podía verificar la autenticidad o la probabilidad de ella;1 es decir, las inscriptiones falsae
—‌aquellas que claramente no eran producciones de la antigüedad (ya fueran transmitidas solo en manuscritos o se conservaran)—‌ o las inscriptiones suspectae —‌aquellas
que por algunas características parecían falsae pero no podían ser tratadas con la misma contundencia que las primeras. De esta manera se evitaba que este tipo de epígrafes contaminaran el resto. Es decir, se pretendió realizar una operación de estricto filtraje2 para evitar que la historiografía europea continuara mezclando con la misma
convicción la documentación auténtica y la falsa, otorgando credibilidad absoluta no
solo a cualquier uidi o repertum est con que un autor encabezara un epígrafe, sino a
muchos textos que, impregnados de cierto aire epigráfico —‌en particular composiciones epigramáticas—‌ habían sido incluidos y utilizados de forma automática como
epígrafes antiguos. En justicia, debemos afirmar que este «filtraje» se había ido introduciendo progresivamente a lo largo de los siglos desde el xv hasta el xviii de manera
que los corpora más recientes ya habían introducido capítulos de inscripciones falsas.
Incluso así, a la hora de relacionar las inscripciones falsas, Mommsen siguió la misma clasificación y ordenación que había establecido en las genuinas, agrupándolas
también por oppida, según las procedencias, y después en función de la cronología de
los autores que las reportaban,3 modelo que, a pesar de su utilidad, sin embargo, no
utilizó Hübner en el CIL de Hispania.
1. CIL X p. VIII: Quod si titulo aliquo utendum est, unde fere incipimus ut investigemus qui ediderint, quis a
quo acceperit, quod exemplum sit, quae sit varia lectio, scimusque omnes quot horas integrosque dies perdiderimus in
putido hoc negotio et quam saepe diligentissimus quisque, si quid quaerentem talia forte fugit, in gravissimos errores
inciderit.
2. CIL X p. VIII: In disponendis titulis primum falsos a veris secrevi.
3. CIL X p. X: Falsae ordinem sincerarum imitantur: nisi quod in his propter certas quasdam causas interdum
plurium oppidorum titulos coniunxi et in singulis capitibus inscriptiones secundum origines et aetates digessi, ut
exempli causa in agro Neapolitano primum falsae Ligorio antiquiores, deinde Ligorianae, Mazzellianae, Pratillianae denique Galletianianae recenseantur.
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En principio, el modo de detección e individualización de los rasgos que hacían
una inscripción merecedora de ser incluida en la categoría falsae se sustentaba en el
análisis interno de la forma y de su mensaje y en la confianza que merecía a los editores el transmisor del texto. Esta tarea ingente hubiera ralentizado sobremanera el objetivo principal del CIL y así, después de advertirlo en su praefatio al volumen IX, el
propio Mommsen prefirió condenar muchos epígrafes no por su contenido sino por
la fama previamente adquirida por su transmisor, aplicando la máxima semel fur semper fur, eso sí, con ciertas salvedades:
Similem rationem secutus sum in titulis falsis a veris separandis (...). Summa res eo
vertitur, quod non tam inscriptiones singulas in iudicium vocavi quam singulos auctores. Accurate investigare in singulis titulis quae leguntur num dici possent vel non
possent, num quod ocurreret fraudis indicium et quomodo rursus ab eiusmodi suspicione eximerentur, hoc si mihi imposuissem, ne alterius quidem septennii labore ad
finem umquam pervenissem. Quare aliam viam ingressus singulos auctores examinavi, et si qui sive consulatu Panviniano admisso (...), sive lapide, de cuius lectione
constat, fraudelenter interpolato (...), sive per alia certissima fraudis indicia falsi criminis convictus esset, hunc detrusi ad fures notissimos et dudum conclamatos Ligorium
Pratillium eorumque similes nugatores; quaeque his solis testibus circumferebantur,
nisi gravissima causa lenius iudicium postulare videbatur, quod factum est rarissime,
omnes expuli et inter suspecta amandavi, legem secutus quae in foro obtinet, dolum
non praesumi, sed probato dolo totum testem infirmari. Recessi tamen aliquoties ab
hanc lege communi in antiquissimis collectionibus tractandis, quarum complures...
hoc proprium habent, ut certo genuinarum numero longe maiori immisceant aliquot
falsas ludicra plerumque fraude et vel puero sponte intellecta conceptas (CIL IX pp.
XI-XII).
Sin duda, ante la avalancha de documentos, tanto las inscripciones falsae como las
suspectae hubieran podido ser eliminadas del corpus resultante, pero los editores prefirieron incorporarlas en un capítulo —‌inicial, las más de las veces—‌para dejar constancia de su existencia y de sus características. Una decisión, sin duda, con una gran
visión de futuro, que ha permitido que los estudiosos dispusieran de ellas, llegado el
momento en que ha convenido dedicarles la atención que merecen.
El comprensible menoscabo parcial de este tipo de epígrafes conllevó una consecuencia esperable: que su edición se redujera las más de las veces a ofrecer un texto con
un aparato crítico muy mermado, hecho inconcebible, a saber, en el mundo de las
ediciones filológicas. Por suerte, sin embargo, no se escatimaron esfuerzos a la hora de
registrar las fuentes manuscritas de las cuales se obtenían, dado que coincidían con las
que servían a los redactores para editar aquellos epígrafes considerados auténticos pero
perdidos, estos sí provistos de un aparato crítico más abundante, aunque no exhaustivo. Así Mommsen de nuevo nos dejó claros sus principios de edición en cuanto a las
variantes textuales:
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Quare mediam ego viam tenui hanc. Primum in punctis ponendis et versibus distribuendis (...) exemplorum discrepantiam praetermisi. Item exemplorum ex editis typis
repetitorum, sive in thesauris habebantur sive alibi, variam lectionem universam abieci et redii ubique ad veros et primarios auctores. Deinde ut solent philologi codicum a
se collatorum lectiones olim aliter enotatas tacite praetermittere, ita in titulis mihi visis
lectionis diversitatem nullam rettuli, nisi forte aut pleniorem priores viderunt lapidem
hodie imminutum, aut de mea lectione dubitare coeperam aut certe ob causam aliquam lectionem adnotatione dignam existimabam. In reliquis exemplis lectionis varietatem dedi non selectam sed integram; nisi quod interdum quaedam plane inutilia
monito lectore resecui. Ubi res postulabat et fieri posse videbatur, in exemplorum stirpes atque genera Inquisivi atque auctorum nomina ita disposui ut qui ex eodem primo
ejemplo penderent lectores perciperent (...). Sic igitur rem adornavi, ut titulis a me
descriptis variam lectionem nullam adscriberem et auctorum qui ante eos rettulissent
sola nomina recenserem, in reliquis titulis lectionis discrepantiam plenam et ordinatam proponerem (CIL IX p. XIV).
Estas dos características han permitido que la crítica moderna de las últimas décadas haya podido iniciar el camino de la valoración de los textos falsos, obviamente no
tanto como documentos espurios de una época concreta, sino como testimonios de la
visión existente sobre la Antigüedad y la Edad Media, en el momento de la falsificación. En el caso de la Península Ibérica, estos testimonios han incidido durante siglos
—‌y todavía inciden—‌, de forma notable, en la construcción de la Historia antigua y
tardoantigua de España.
A su vez, el trabajo de un siglo y medio sobre la información del CIL ha producido
un cambio de percepción en el papel que han de desempeñar los falsos en las revisiones modernas del corpus. En primer lugar, se debe tener en cuenta que, en la época de
máxima producción (siglos xvi-xvii), los falsos forman parte intrínseca de los corpora
que recogen las inscripciones auténticas y, por lo tanto, se entremezclan con ellas sin
solución de continuidad; suponiendo que en algún momento el recopilador tuviera
conciencia de su falsedad —‌o incluso fuera el propio falsario—‌, la mayoría de las veces no dejó constancia de ello. Esto aconseja tratarlos como un todo. En segundo lugar, los falsos son una pista segura para descubrir interpolaciones en epígrafes auténticos y explicarlas o entenderlas.
2. ¿Cuándo un epígrafe puede considerarse «falso»?
Una de las grandes desventajas con que nos encontramos los investigadores que actualmente nos dedicamos a esta parcela tan concreta de la epigrafía es el alcance que
damos al término «falso». Se trata de un vocablo polisémico o, en el mejor de los casos,
ambiguo. Grafton (1990, 37) estableció tres variables que pueden explicar la confec-
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ción de un ejemplar artístico falso: los motivos que tiene el falsario para hacerlo; los
medios con que cuenta para forjarlo, y la oportunidad de inventarlo.
Esta clasificación podemos aplicarla a la pieza o, en nuestro caso, al texto una vez le
hemos adjudicado la categoría de «falsificación», pero no sirve para definir qué consideramos falso y qué no. Hay dos rasgos que nos parecen esenciales para esta primera
dicotomía, ajenos por completo a la propia pieza. Primero, el punto de vista del creador del falso. Para calificar un documento de «falso», deberían comprobarse, en la
medida de lo posible, la intención y la conciencia explícitas de engañar por parte del
forjador del texto. Segundo, el punto de vista de quien se enfrenta al epígrafe años
después. Muchas veces estos dos puntos de vista han tendido a confundirse y, así, la
crítica ha tachado de falsas inscripciones que nunca pretendieron serlo y, a la inversa,
inscripciones con intención engañosa han sido consideradas auténticas por la misma
crítica, por razones diversas.
En consecuencia, no nos vale una dicotomía que trace una línea divisoria entre
aquellos epígrafes cuyo mensaje es contemporáneo a los hechos que relatan y aquellos
en que esto no ocurre: es demasiado simple y no sirve actualmente para enfrentarse al
estudio de los falsos.
3. La intención del falsario
Ciertamente esta es la condición sine qua non para que un texto pueda calificarse o no
de falso. No queremos entrar aquí en el campo de los falsos materiales puestos en circulación desde que existe el afán por poseer una obra de arte o simplemente una pieza
que realce un linaje o una historia particular de una ciudad, o de una nación.4 Nos
referiremos solamente a aquellos textos que manifiestamente se crearon con la intención de engañar o de aportar argumentos históricos allí donde no los había.
La sola invención de formas ilegibles, la corrección de otras inexplicables, el desarrollo incorrecto de formas abreviadas, la ocultación de datos sobre un hallazgo o incluso la redacción de un texto ex nihilo son indicios necesarios pero no suficientes para
tachar a alguien de falsario. Hemos de tener en cuenta que en épocas pasadas, la sola
verosimilitud de un texto ya ha sido un criterio que ha justificado su autenticidad. La
invención de un texto epigráfico que diera cuenta de una noticia relatada abundantemente por las fuentes clásicas —‌por lo tanto, absolutamente verosímil—‌no se debió
considerar un hecho muy reprobable, a tenor del volumen existente de ellos.
4. En este sentido véase la contribución de M. Mayer en estas mismas páginas. También Carbonell, Gimeno 2010 y (e. p.).
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Joan Carbonell Manils y Helena Gimeno Pascual
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4. El punto de vista de la crítica
El punto de vista de la crítica con respecto a la epigrafía falsa ha variado grandemente a lo largo de la historia hasta llegar a nuestros días. Resumiendo, podemos detectar dos actitudes principales. En primer lugar, la de aquellos que se sirven interesadamente de un texto falso o sospechoso —‌la mayor parte de las veces, verosímil—‌para
establecer ciertas hipótesis, convirtiéndolo en testimonio indiscutible de sus propias
teorías; esta actitud ha provocado y continúa provocando grandes errores, ya que
una tradición largamente asentada sobre bases dudosas es muy difícil de echar para
atrás, sobre todo si afecta a sentimientos de pertenencia o a orígenes perdidos.5 En
segundo lugar, la actitud del investigador que tacha un epígrafe de «falso» o de «auténtico» basándose únicamente en estudios parciales, sin tener en cuenta el complejo
contexto de su aparición (es decir, el estudio de los corpora, de la intención del forjador, etc.).
Podemos situar los primeros escarceos sistemáticos entre falsarios y críticos no
antes del siglo xv. En este sentido es bien conocida la figura de Annio de Viterbo (ca.
1432-1502), quien aceptando la importancia del documento material, incluso por
encima del textual, se erigió como uno de los mayores falsificadores de la historia al
propiciar el descubrimiento de seis epígrafes falsos para corroborar el origen etrusco
de su ciudad. Sin embargo, hasta mediados del siglo xvi, tanto las obras impresas
como las síloges manuscritas se limitaron a acumular, sin ningún tipo de crítica, los
textos que habían llegado hasta nosotros, en algunos casos desde la Edad Media.
El interés por separar lo falso de lo auténtico llegó de manera contundente y sistemática a partir del segundo tercio del siglo xvi y nació en Roma. Sin quitar mérito a
sus predecesores, creemos que fueron los miembros del círculo romano de humanistas
formado alrededor de Ottavio Pantagato, Antonio Agustín y Jean Matal los primeros
que se esforzaron sistemáticamente en separar el grano de la paja en materia epigráfica. Como prueba de ello aportaremos la opinión y el trabajo de dos de sus miembros
más destacados, J. Matal y A. Agustín.
Jean Matal poseyó un ejemplar de los Epigrammata Antiquae Vrbis impresos en la
imprenta romana de Iacobus Mazochius en 1521, cuyo contenido se ocupó de completar abundantemente con notas manuscritas; actualmente forma parte de los fondos
de la BAV MS. Vat. Lat. 8495. Matal añadió a su ejemplar anotado una especie de
prólogo-declaración manuscrito en el que afirma:
Verumtamen sciendum est Io(hannem) Camertem, Nic(olaum) Sipontinum et Pomponium Laetum aetate sua et nostra Iovianum Pontanum aliosque complures huiusmodi quaedam scripsisse; et, ut erant antiquitatis administratores maximi et aemuli,
eos puto multa hisce similia, ut indoctos eluderent et doctos tentarent, confinxisse vel ut
gentem aliquam ornarent antiquitatis testimonio vel alia de causa; quod alios quoque
5. Véase al respecto la contribución de J. Gorrochategui en estas mismas páginas.
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tum Romae tum alibi fecisse scio, maxime in Hispania... De [titulis] Hispaniensibus
non dubito, vidi enim Alfonsi Taverae Hispani librum Hispanicorum epigrammatum
fictorum plenissimum... His igitur fidem tantum habeo, quae descripta sunt ex ipsis
saxis... Fertur Cyriacus Anconitanus latinorum graecorumque huiusmodi epigrammatum volumen confecisse. Ferri vero non potest auctoris libri italice scripti titulo Hypnerotomachia Poliphili audacia, qui tot inscriptiones latinas et graecas confinxit.
Por diversas noticias que da el propio anotador, la redacción de este texto debe situarse entre 1545 y 1551, momento en que se dedicó a revisar sistemáticamente las
inscripciones que contenía el impreso.6 Aparte de corregir lecturas a partir de sus inspecciones de visu o de la información que obtenía por otras vías, en los márgenes de
muchos de los epígrafes expresó dudas acerca de su autenticidad. Por ejemplo, al margen del texto falso hispánico CIL II 370* (D.O.M. Kl. Sex. L. Manlio et Q. Torquato
coss. Sempronius Tuditanus testamento...) escribió:
Balearib(us) ut aiunt [sc. Sieder, Brunelleschi]7 repertum est sed Laelio [sc. Antonio
Lelio Podager] Augustinoque [sc. Antonio Agustín] nostris et mihi confictum videbatur. Alii [Giocondo, codex Olivae] Romam advectum Epheso dicunt. Benedicto
[sc. Egio] quoque nostro fictum. Fortasis finxit Pomp(onius) Laetus, uti testamentum
L. Cuspidii. (fol. 18r)
Detectó también falsas inscripciones elaboradas a partir de textos literarios, que
Mazochius había publicado como epígrafes. Sacados de Plinio el Viejo: un presunto
breviarium gestorum Cn. Pompei Magni (fol. 7r) que merece la anotación ex Plinio
sumptum (= Plin. nat. 7, 26, 97-98); ante CIL VI 1*c (fol. 18v) anota hoc elogium extare non credo, tale enim est immo totidem verbis apud Plin. lib. VII cap. XXVIII et XXII
c. V et XVI c. V; a propósito de CIL VI 1* f (fol. 19r), ex Plinio lib. VII c. XLIII confictum. O extraídos de Livio: a propósito de CIL VI 1a* (fol. 53v) primero anota fictum
mihi videtur y después añadirá est enim apud Livium his ipsis verbis lib. VII 158. También señaló los falsos epitafios de Pacuvio y de Nevio como procedentes de Gelio: CIL
2*c (fol. 60) antiquissimum epigrammatum cuius meminit Gellius, quod tamen ut existimo numquam vidit. Hac aetate sane mortalium nemo incisum lapide vidit; CIL VI 2*a
(fol. 96v) confictum ab antiquitatum falsariis ut Vrsinorum patrocinio id velint extare
atque vivere, quod vix unquam fuit, quemadmodum et Pacuvii epitaphium Columnensium fecerunt ut fucum tegerent.
6. Esta tarea, emprendida con cierto ahínco en los primeros años y de forma no uniforme para con todos
los textos, parece decaer a partir de 1550. Las variaciones en la caligrafía inequívoca de Matal dan cuenta de un
intenso labor limae inicial, continuado en distintos momentos posteriores; en todo caso, la última indicación
cronológica que aparece en las anotaciones manuscritas hace referencia a 1551.
7. La información entre corchetes es nuestra y responde al trabajo de colación con otros manuscritos realizado junto con Gerard González Germain, cuya tesis sobre falsos epigráficos de Hispania en los siglos xv-xvi
será defendida en otoño de 2011.
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El Corpus Inscriptionum Latinarum ante los falsos. Un largo camino del menoscabo a la valorización
Figura 1. CIL VI 43*. BAV MS. Vat. Lat. 8495, f. 38v.
En otros casos, podemos detectar su trabajo progresivo en cuanto a la detección.
Así, a propósito de CIL VI 43* (fol. 38v) anota primero fictum forte est est, para corregir en un momento posterior forte est est (figura 1); o a propósito de CIL VI 14* (fol.
117v): confictum esse reor a quopiam imperitissimo falsario [y añade posteriormente] et
est. Casos hay en que su juicio es absolutamente categórico, como cuando, al leer las
misteriosas letras que según la tradición la Sibila habría hecho grabar en un arco de
Roma (CIL VI 1*w = II 407*), anota al margen Nugae. Eas ita Beda fertur interpretatus
est (fol. 6r); o cuando al margen de CIL 4a* (fol. 44r) anota recens. La duda no se resuelve en otros casos, como cuando un presunto decretum tempore Vespasiani conditum (fol. 15v) merece su sospecha, aunque no su rechazo categórico, porque Egio lo
ha visto in manuscripto codice in Camilli Capranici domo y él mismo lo ha leído ex libro
IIII Historiae Casinensis pag. 196; o cuando, ante la perplejidad que le suscita CIL VI
1*x (fol. 50v), escribe in numismatis Neronis legitur haec inscriptio.
No cabe duda de que una de las primeras opiniones impresas más contundentes
contra la elaboración y el uso de los falsos epigráficos es la formulada por Antonio
Agustín en el capítulo decimoprimero de su obra Diálogos de medallas (1587, 443).
Pese a la fecha tardía de su publicación, debemos tener en cuenta que las ideas que
expresa en ella son fruto de su experiencia de más de tres décadas y algunas ya aparecen en su epistolario a finales de los años cincuenta. Leyendo entre líneas el capítulo
incluso podemos extraer algunas de las causas a las que Agustín atribuye la creación de
documentos falsos: obtener una prueba material que confirme hechos relatados en las
fuentes textuales;8 conseguir una prueba de la presencia de pueblos antiguos en un territorio o ciudad, a efectos identitarios;9 obtener, a partir de fuentes textuales, inscripciones que eventualmente habrían existido, aunque no hayan llegado a nuestras ma8. «[Aldo menor] dize que la vio [CIL XI 30*] y que era un edicto antiquissimo y que la saco de su original, y pone el año». Y responde su interlocutor: «A mi facilmente me engañara, porque tratando de aquella
historia tan encarecida por los antiguos y cantada por Lucano, yo pensara haver hallado una rica joya» (Agustín
1587, 446).
9. «Y el [Annio] hizo que la descubriessen poco a poco, y començo a maravillarse de las piedras y de los
carateres y, tomando copia della, fue a los que tenian cargo en la ciudad, y les dixo que cumplia mucho a la
honra de la ciudad que aquella piedra se pusiesse en la parte mas honrada della, porque alli estava la fundacion
de Viterbo, que era mas de dos mil años mas antigua que Romulo, pues la fundaron Isis y Osiris, y contoles sus
fabulas. Y se hizo todo lo que el quiso y desta piedra andan tambien los traslados de molde y creo que comiença
EGO SVM ISIS etc. » (Agustín 1587, 448).
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nos.10 Incluso el humanista insinúa mecanismos para dar credibilidad a un texto falso
o para dificultar su localización, como sería darle una ubicación indeterminada.11
Si nos centramos en España, Morales, un decenio antes de que apareciera el libro
de Agustín, describía de manera más sistemática la utilidad del estudio de la epigrafía,
con la particularidad de que en su formulación se esconde la perversión a que puede
estar sometida «porque como hemos dicho... ninguna cosa hay que con mas verdad y
certificacion de a entender lo que toca al sitio y nombre de una ciudad de las antiguas
de España, como una piedra con su inscripcion: ni tampoco al contrario hay cosa que
mas haga desvariar si no se entiende bien». (Morales 1575, f. 26C )
Como tercer hito en la historiografía hispánica en contra de la producción de documentación falsa, el siglo xvii nos trae a Nicolás Antonio (1617-1684), aunque este
centra sus ataques contra la invención de crónicas para justificar cualquier hecho antiguo, especialmente los relacionados con los orígenes romanos o cristianos de las ciudades. El afán de toda ciudad por la búsqueda de sus orígenes había dado paso, a partir de mediados del siglo xvi, a una proliferación de documentación falsa (libros,
inscripciones, etc.) que hacían exclamar a Antonio:
Nacen cada dia libros sin numero de Historias de Ciudades, de Iglesias, de Religiones, de Reinos, en que no se lee casi otra cosa, que origenes fabulosos, Apostoles, i
Predicadores de la Fe supuestos, Martires traidos de tierras mui distantes a ennoblecer falsamente la tierra que no tuvieron por madre; Antiguedades, mal inventadas, o ridiculas: que si los limpiassen destas Fabulas, quedarian ceñidos a mui pocas hojas. No ai Lugar en España por corto, i obscuro que sea, que ya no piense en
hacer propia Historia con los materiales que halla en esta misma recien descubierta, i copiosissima, de estrañezas, i novedades (Antonio 1742, lib. 1, cap. 1, § 6).
El siglo xviii marcará un nuevo rumbo para la crítica de los textos (cf. Gimeno
2003). Si bien, a comienzos del siglo xvii, J. Gruter había dedicado un capítulo de su
corpus a las inscripciones spuria et suppositia, su edición no incluye aparato crítico y
carece de comentarios, al igual que ocurre con las genuinas. Más de un siglo después,
Muratori volvía a elaborar un Thesaurus (1739-1742) al que Donati añadiría un Sup­
plementum (1765) en el que incluyó el Ars Critica Lapidaria de Scipione Maffei, una
10. Agustín: «Pero quiero dezir... como hai algunos falsos que pueden tenerse por buenos: como son ciertos que pone frai Onofrio Panvinio que estan en los libros de inscriciones». Interlocutor: «Si son falsos, como
pueden ser buenos?». Agustín: «Yo pondre algunos exemplos para darme a entender mejor. Dize Plinio hablando de los hechos de Pompeio Magno: Hos ergo honores urbi tribuit in delubro Minervae, quod ex manubiis dicabat. CN. POMPEIVS MAGNVS IMP bello XXX annorum confecto, fusis, fugatis, occisis etc. VOTVM MERITO
MINERVAE. Han puesto los antiquarios esta inscricion, ahunque confusamente, en sus libros, como si hoy se
hallase». (Agustín 1587, 459-460)
11. Interlocutor: «Que exemplos hai de las inscriciones del Camerte, que V. S. llamo fabulosas y ridiculas?» Agustín: «...Otro letrero [CIL II 40*] hai para provar que condicio se escrive con C y dize que esta in agro
Lusitano porque no se halle tan presto: EGO Gallus Favonius Iocundus etc. Este podria ser que no fuesse del
Camerte, sino de otro antiquario que llamavan Iocundo» (Agustín 1587, 454).
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La iconografía tardorromana nos ofrece los primeros ejemplos seguros en los que
el modelo de altar romano es usado en una manifestación material cristiana. En concreto, es la representación del sacrificio de Isaac la escena donde se constata la asimilación de la forma pagana. En Hispania contamos con buenos ejemplares iconográficos
de este episodio: el más conocido es el que aparece en el sarcófago de Écija, que se ha
datado en el siglo v (Schlunk, 1962). Otra representación temprana —‌siglo iv—‌de la
misma escena aparece en un sarcófago conservado en el Museo Arqueológico de Córdoba (Sotomayor, 1975, 20) (figura 2). Aquí la asimilación conceptual con las prácticas y las formas antiguas es todavía más evidente, pues de la cara superior del ara sale
una llama como símbolo del fuego del sacrificio. Sin embargo, estamos ante una escena veterotestamentaria, donde es comprensible acudir a modelos tradicionales para
explicar una historia antigua. Por otra parte, es complicado, al menos para la península Ibérica, establecer un canal directo de trasvase, de influjo o de un mismo uso formal
entre la plástica funeraria y el ámbito del mobiliario litúrgico. En otras palabras, a pesar de su presencia en la iconografía «paleocristiana» de los sarcófagos tardorromanos,
seguimos careciendo de elementos arqueológicos que nos permitan apoyar un empleo
también temprano, en los siglos iv-v, de materiales romanos, aras, pedestales y cipos
funerarios, como aras cristianas.
Figura 2. Detalle de sarcófago. Museo Arqueológico de Córboba
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Isaac Sastre de Diego
La reutilización de epígrafes romanos en la Hispania tardoantigua
En la península Ibérica, hay documentadas más de un centenar de reutilizaciones
romano-paganas para aras cristianas, y en apenas una decena se puede tener una cronología precisa. Los criterios que hemos utilizado (Sastre de Diego, 2009) para proponer primero un proceso de conversión de pedestal o ara pagana en ara cristiana, y segundo una datación genérica tardoantigua y altomedieval han sido: la calidad del
contexto arqueológico, con cuatro niveles o grupos contextuales en orden decreciente:
primero aquellas aras que fueron halladas in situ, en segundo lugar las que fueron encontradas en un yacimiento pero en contexto secundario, tercero las que han sido
asimiladas en los altares posteriores perviviendo su valor sagrado, incluso como receptáculo de las reliquias, a pesar de las sucesivas transformaciones y agrandamientos del
dispositivo litúrgico, y por último las que no tienen ningún tipo de vinculación topográfica con un espacio litúrgico de esta época. Junto a la calidad del contexto han de
analizarse las dimensiones, que deben ser apropiadas para su servicio en un altar cristiano y que oscilan entre los 0,70 m de altura para altares con tableros gruesos, los
0,90 m para altares con tableros de menos de 0,10 m de grosor, típicos de la antigüedad tardía, y el 1,20 m para altares que estuvieron empotrados en el pavimento, por lo
que parte de la basa, al quedar enterrada, no fue trabajada, reduciendo además la altura total del altar entre 0,20 y 0,30 m. Otro discriminante importante es la adecuación
de su superficie superior a su nuevo papel de soportador del tablero, para lo que se
pica y se alisa el remate, llegando incluso a eliminar los pulvinos. Fundamental es la
presencia o no de loculus para albergar las reliquias, practicado normalmente donde
antes estuvo el focus, y la forma y medidas del mismo —‌cuadrangulares con 0,10/0,20
m de lado. Por último, otro de los elementos más valiosos es la presencia de epigrafía
cristiana, que en muy pocos casos conlleva la eliminación de la epigrafía y los atributos
paganos.
La ausencia habitual de epigrafía cristiana y la conservación de la inscripción pagana en un alto número de casos de aras y cipos romanos cristianizados es un serio
obstáculo a la hora de datar el momento y el valor simbólico de su conversión. En
muchos lugares de la Península y en momentos diferentes se eligió el mismo tipo de
piezas, prismáticas con dimensiones cercanas al metro y superficies superiores adaptadas, y se practicaron loculi idénticos a los que tienen las aras con cronologías más ajustadas: las epigrafiadas del grupo bético-occidental —‌ca. siglo vii—‌, que son comparables a los loculi de las aras fabricadas ex professo, como las decoradas con cruces patadas
elaboradas en Lusitania y el círculo de Toledo que se empiezan a producir en el último
tercio del siglo vi. Por lo tanto, se puede afirmar que la tipología de altar cristiano que
emplea aras y pedestales romanos como aras cristianas es la más utilizada y global en
Hispania al menos desde finales del siglo vi y el siglo vii, pero con una larga pervivencia durante toda la alta edad media alcanzando la época románica (Sastre de Diego,
2009). Por ello, en una amplia mayoría, los restos conocidos, sin información contextual de calidad, no sirven como discriminantes cronológicos precisos y, hoy por hoy,
deben ser enmarcados en un amplio marco temporal tardoantiguo y altomedieval.
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Figura 3. Ara de Loja
En algunas de estas reutilizaciones también se conservan los motivos iconográficos
tallados originariamente con una significación pagana. Es el caso, entre otras, de las
aras de San Miguel de Mota (Museu Nacional de Arqueología de Lisboa, nº 988.3.4;
CIL II, 5207; ILER 822), Cabra (Córdoba; figura 3), Gines (IHC, 75, [Suppl. 41];
CILA, vol. II, tomo II, nº 591, fig. 340; Beltrán Fortes, 1991, 792) y Cazalla de la
Sierra (Sevilla, CIL II, 1048; Beltrán Fortes, 1991, 798), o la que se encuentra en la
iglesia parroquial de Arisgotas (Gimeno, 2008; Sastre de Diego, 2009), localidad toledana cercana a la iglesia prerrománica de San Pedro de Mata y al edificio de «Los Hitos», en la que se conservan dispersos varios restos escultóricos datados entre época visigoda y mozárabe. La pieza de Arisgotas es un ara romana de mármol blanco de
0,87 × 0,38-0,31 × 0,34-0,26 m, cuyo focus pagano fue reconvertido, en algún momento indeterminado del marco prerrománico que hemos establecido, en loculus cristiano —‌0,18 × 0,18 × 0,09 m. No tiene inscripción cristiana, y de la inscripción original pagana solo se conservan las letras iniciales de la dedicación a los dioses Manes
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