De turquesa y jade. El pasado prehispánico
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De turquesa y jade. El pasado prehispánico
De turquesa y jade. El pasado prehispánico ¿De qué manera conocemos nuestro pasado? Gracias a los trabajos de los investigadores, especialistas en distintos campos del conocimiento, podemos saber más acerca de las civilizaciones que ya no existen. El estudio de los utensilios rituales o domésticos nos aporta valiosa información; tal es el caso de la cerámica, ya que es una característica de los pueblos sedentarios. Estudiarla nos permite saber en qué fechas estuvieron habitadas las ciudades, cuáles eran los conocimientos técnicos de sus pobladores y qué relaciones de intercambio tenían con otros pueblos. Comparando las características de la cerámica con las de otros lugares, podemos conocer las influencias o los contactos comerciales. El estudio de elementos artísticos como los edificios, la escultura y la pintura nos permite conocer la historia de las civilizaciones antiguas. Al analizarlas, obtenemos información valiosa Contamos con algunos códices (que son parecidos a nuestros libros) que elaboraron los antiguos mayas. Desafortunadamente, tenemos muy pocos ejemplos porque, después de la Conquista, la gran mayoría de ellos fueron destruidos. Sin embargo, todavía se conservan tres códices mayas: el Códice Dresden, que se conserva en una biblioteca en la ciudad alemana del mismo nombre; el Códice Peresiano, que está en la Biblioteca Nacional de Francia, y el Códice Madrid, en el Museo de América, en la capital española. Estos códices tienen valiosa información acerca de las ideas, las creencias religiosas, los conocimientos calendáricos y la organización política y social de esta sorprendente civilización. El estudio de elementos artísticos como los edificios, la escultura y la pin- 6 tura nos permite conocer la historia de las civilizaciones del pasado. Al analizar estas manifestaciones, podemos deducir quiénes eran sus gobernantes, cuáles eran sus creencias y costumbres, algunos detalles de su vida cotidiana, su relación con el ambiente y sus conflictos con otras ciudades. A este respecto, es pertinente mencionar que las imágenes prehispánicas son ajenas a la mayoría de nosotros. No estamos acostumbrados al tipo de formas y elementos representados en las pinturas, en la escultura y en la cerámica. Además, ignoramos sus significados y nos es muy difícil relacionarlos con nuestras concepciones, conocimientos y creencias. Este problema lo tuvieron también los primeros investigadores que se acercaron al arte prehispánico. Acostumbrados a las imágenes europeas, encontraban extrañas, indescifrables y hasta monstruosas las prehispánicas. Sin embargo, no se trata de hacer comparaciones con imágenes de otros pueblos, ni hacer un juicio de cuáles son mejores. Cada cultura ha creado obras extraordinarias, que responden a su modo de vida y época. Por ello, los especialistas que se dedican a analizar las representaciones, como los historiadores del arte, deben conocer el entorno cultural de los creadores, para poder comprender sus significados y funciones. También hay que considerar los propósitos de las manifestaciones artísticas. Para algunas culturas era importante que las imágenes se asemejaran a la realidad; es decir, que la representación imitara a la naturaleza, mientras que otras proponían plasmar ideas, conceptos o formas imaginarias ajenas a la realidad visible. La lectura e interpretación de la escritura maya ha sido una ardua labor llevada a cabo por los investigadores. Fragmento del Códice Grolier. Representación del Dios L (centro de la imagen). Ilustración elaborada a partir del Vaso de Princeton. 7 Fray Bartolomé de las Casas, teólogo, filósofo y cronista del siglo xvi. Hay especialistas en restauración y conservación que se dedican de manera científica a preservar los objetos antiguos, para garantizar que tengan las mejores condiciones y perduren a través del tiempo. Para este trabajo tienen que conocer los materiales de los objetos y con qué técnicas fueron hechos, para proponer soluciones y evitar el deterioro. Además del estudio de los vestigios materiales, contamos con las fuentes literarias e históricas. Por ejemplo, el Popol Vuh, el Chilam Balam y el Rabinal Achí, donde se recopilan tradiciones orales y mitológicas de los antiguos mayas. Contamos también con los escritos de los primeros cronistas y conquistadores que llegaron a América. En el caso de Chiapas, es fundamental mencionar el legado de fray Bartolomé de las Casas. Este religioso español llegó a América en el siglo xvi y se interesó por defender los derechos de los indígenas. Se dedicó a conocer las costumbres y creencias de éstos y escribió varias obras, entre ellas Historia de las Indias y Brevísima relación de la destrucción de las Indias. En 1543 fue nombrado obispo de Chiapas. Otro cronista que escribió en el mismo siglo acerca de los habitantes de Chiapas fue Antonio Remesal; su obra se titula Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala. Hay que enfatizar que en el estudio de la historia no podemos tener completa certeza de cómo realmente sucedieron las cosas; por ello, las explicaciones que se proponen se toman como un acercamiento y son provisionales, ya que cada vez vamos encontrando nuevos datos que nos permiten reconstruir el pasado. Además, siempre hay una interpretación por parte del investigador; por ello, no hay verdades absolutas. Las nuevas generaciones tendrán que hacer su trabajo para corroborar la información o para llegar a otras propuestas. Por otro lado, los adelantos en la ciencia y en la tecnología nos proporcionan nuevas herramientas. Por ejemplo, por medio del estudio del ácido desoxirribonucleico (adn) de los restos humanos podemos saber más acerca de los antiguos pobladores, gracias a sus características genéticas. Asimismo, los adelantos en los sistemas de cómputo nos permiten hacer modelos cada vez más exactos de las construcciones de la antigüedad. Recientemente, los estudios de las lenguas, al igual que los estudios etnográficos de los grupos indígenas que todavía subsisten, nos han dado nuevas luces acer- 8 ca de los antiguos pobladores. Tenemos que hacer conciencia de que la preservación de las tradiciones indígenas representa una invaluable riqueza y una oportunidad para conocer nuestro pasado. Sabemos que nuestro país fue poblado desde hace miles de años. No sabemos con precisión quiénes fueron sus habitantes, pero hay algunos restos que nos dan la certeza de su presencia. Para facilitar su estudio, los especialistas en estos temas propusieron dividir la historia de las civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica en varios periodos u horizontes culturales. Las civilizaciones que pertenecen a cada periodo compartieron ciertas características de desarrollo muy específicas. De manera general, podemos decir que la historia del mundo mesoamericano está dividida en tres grandes periodos: Preclásico, Clásico y Posclásico, que van desde las épocas más antiguas hasta la Conquista. Además del estudio de los vestigios materiales, contamos con fuentes literarias e históricas. Por ejemplo, el Popol Vuh, el Chilam Balam y el Rabinal Achí Se considera el periodo Preclásico del año 2500 antes de nuestra era (a.n.e.) al año 200 de nuestra era (n.e.), aproximadamente. En este tiempo comenzaron las civilizaciones en Mesoamérica, así como la cerámica y la agricultura. Al inicio del Preclásico no encontramos obras monumentales y las viviendas eran simples: los pobladores, que se agrupaban en aldeas, aprovechaban los recursos de su entorno, como la madera y las fibras vegetales. Las comunidades estaban dedicadas al autoconsumo. La organización social Los rasgos del rostro (centro de la imagen) en esta hacha nos muestran la influencia de la cultura olmeca en el territorio chiapaneco. Periodo Preclásico. 9