Los censos Los padrones Cómo podemos clasificar la población de

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Los censos Los padrones Cómo podemos clasificar la población de
TEMA : 8
LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
FUENTES PARA ESTUDIAR LA POBLACIÓN
A lo largo de la historia han existido diferentes fuentes que han aportado información para
el estudio poblacional. Durante la etapa precensal, que llega hasta finales del siglo XIX, las
fuentes en las que se apoya la demografía son estimativas y poco fiables. Desde principios del
siglo XX comienzan a utilizarse dos fuentes demográficas fundamentales que siguen criterios
científicos: los censos de población.
Los censos
Los censos de población se realizan a escala nacional cada diez años, en la actualidad en los
años terminados en 1. El último censo se ha realizado en el 2001. La información que recaban
es individual y secreta para todos los habitantes de un país en un mismo periodo de tiempo y
contienen información de tipo variado:demográfica, económica, cultural, social, etc.
Las preguntas que se hacen en los cuestionarios deben ser claras para que puedan ser
interpretadas por todos los habitantes del país con independencia de cuál sea su nivel
sociocultural.
Una vez recogidos, estos datos son analizados, resumidos y valorados para poder conocer
las principales características de la población nacional.
Los padrones
Otra de las fuentes demográficas importantes en la etapa censal es el padrón. Éste se
efectúa a escala municipal y cada cinco años. Los datos fundamentales que debe recoger el
padrón son el nombre y apellidos y la dirección completa de cada uno de los habitantes del
municipio. Pero también recoge otros datos, como el sexo, la fecha y el lugar de nacimiento, la
nacionalidad, el estado civil, el nivel de estudios, la profesión, el parentesco con el cabeza de
familia, etc.
A diferencia del censo, el padrón es un documento vivo y abierto que se modifica
constantemente, ya que se deben comunicar a los ayuntamientos los cambios de residencia en el
momento en que se producen y los cabezas de familia están obligados a notificar los
nacimientos, las defunciones y los matrimonios.
El padrón tiene un carácter público y a partir de él se elaboran las listas electorales que
permiten ejercer el derecho al voto.
Cómo podemos clasificar la población de un país.
Para clasificar la población de un país y la que reside en él empleamos dos términos :
población de hecho y población de derecho.
§ La población de derecho se refiere a la suma de las personas residentes y ausentes
en el momento de llevarse a cabo el censo de habitantes. En este grupo de
población se incluyen tanto los españoles como los extranjeros que residan en
España y que temporalmente estén residiendo en otros paises.
§ La población de hecho se refiere a las personas residentes presentes más los
transeúntes que estén en un determinado lugar en el momento de realizarse el censo
de habitantes.
En los censos la población se clasifica en tres categorías : presente, que son los residentes
que viven en su municipio en el momento de llevarse a cabo el censo; transeúnte, la población
que no residiendo en el municipio habitualmente, lo está haciendo en el momento de
elaboración del censo; y ausentes, que se refiere a los habitantes de un municipio que en el
momento de confeccionarse el censo están residiendo fuera de él.
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LA EVOLUCIÓN DEL MOVIMIENTO NATURAL DE LA POBLACIÓN
El régimen demográfico antiguo
Tanto en Europa como en España el predominio de la sociedad rural se extendió hasta
finales del siglo XVIII. Hasta este momento la dinámica de la población se caracterizaba por un
lento crecimiento vegetativo. Aunque había un número elevado de nacimientos, éste era
contrarrestado por una fuerte tasa de mortalidad propiciada por las numerosas y frecuentes
guerras, las epidemias de enfermedades como la peste o la viruela, el hambre y, en general, por
el bajo nivel de vida de la población.
Durante este período había fluctuaciones en el crecimiento de la población que se debían al
ciclo productivo. La economía era básicamente agrícola, por lo que en épocas de buenas
cosechas la población crecía; pero cuando las cosechas eran malas, aumentaban el hambre y las
enfermedades, que afectaban con mayor intensidad a una población mal alimentada.
La transición demográfica
Desde finales del siglo XVIII, coincidiendo con los inicios de la revolución industrial,
comienza a darse en muchos países de Europa un cambio en el régimen demográfico que variará
las tendencias anteriores. Durante la transición demográfica se produce un aumento de la
población, debido al mantenimiento de unas elevadas tasas de natalidad y al control de la
mortalidad por los avances higiénicos y sanitarios y la mejora de la alimentación. En este
momento se eliminan las mortalidades catastróficas, que ya no volverán a producirse sino de
forma puntual.
En España esta transición adquiere ciertas peculiaridades y se dará con retraso respecto a
Europa. En nuestro país, la perduración de la mortalidad catastrófica y de los períodos de
hambre no permitirán el control de la mortalidad hasta fines del siglo XIX. En esa época,
España mantenía aún una tasa de mortalidad por encima del 30 por mil, lo que, unido al
volumen de las migraciones ultramarinas, dejaba a España como un país prácticamente vacío.
Durante los primeros años del siglo XX se produce en España la auténtica transición
demográfica. El control de la mortalidad, gracias a la introducción de medidas sanitarias como
la vacuna contra la viruela, y una mayor producción de alimentos en el campo español,
permitirá una drástica reducción de la mortalidad, tanto la catastrófica como la ordinaria, que se
queda en valores por debajo del 30 por mil. Esta dinámica de la mortalidad, junto al
mantenimiento de una elevada tasa de natalidad, permitirá a la población española crecer por
encima del 6 por mil, superando los 18 millones de habitantes.
Este crecimiento natural solo se verá interrumpido por motivos puntuales como la epidemia
de gripe de 1918 y la Guerra Civil, que produjeron crecimientos negativos. En el período de
posguerra se habla de generaciones huecas. Este término designa a una época en que la
población joven reproductora, básicamente los varones, se redujo como consecuencia de la
Guerra Civil y produjo un desequilibrio entre la rama masculina y femenina de la pirámide, con
el consiguiente descenso de la natalidad.
A partir de los años cincuenta del siglo XX la mortalidad no superará ya en ningún
momento el 10%o, mientras que la natalidad que había permanecido estancada desde la Guerra
Civil, comenzará un proceso de crecimiento, situándose en valores muy elevados, en torno al
20%o . La época que va desde finales de los años cincuenta hasta los setenta, conocida como el
baby boom español, fue el momento de mayor crecimiento demográfico de la historia de
España. En los años sesenta la población española superó los 30 millones de habitantes.
El régimen demográfico moderno
Los años setenta del siglo XX marcarán el final de la transición demográfica en España.
El período de transición ya había finalizado en los países europeos de su entorno a principios de
los años cincuenta, pero en España tuvo lugar veinte años más tarde.
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A partir de ese momento la tasa de natalidad y fecundidad españolas comenzarán a
descender a un ritmo mucho más rápido que en el resto de países europeos. La mortalidad se va
a mantener por debajo del 10%o y solo fluctuará como consecuencia del progresivo
envejecimiento de la población, que produce un ligero aumento de la mortalidad.
Durante los años setenta y ochenta el crecimiento real de la población se mantendrá
constante gracias, en gran medida, a la llegada de inmigrantes y al regreso de los emigrantes
españoles que salieron durante los años sesenta a trabajar en los países de Europa occidental.
A partir de mediados de los ochenta la tasa de fecundidad española se reducirá de forma
mucho más acusada que en el resto de países de la Unión Europea, llegándose a finales de la
década de los noventa a un estancamiento del crecimiento e incluso a rozar el crecimiento
negativo. En el año 1998 la tasa de natalidad se situó en el 9,1%o , mientras que la mortalidad se
quedó en el 9%o , esto supuso un crecimiento vegetativo del 0,01%, que sitúa a nuestro país en
una de las últimas posiciones mundiales en cuanto a su crecimiento natural.
Durante el año 1999 se produjo un ligero aumento del número total de los nacimientos y de
las previsiones para los próximos años, pero todavía no se puede establecer si este incremento
variará las tendencias expuestas.
Causas de la caída de la fecundidad
Aunque nunca ha habido en España mayor potencial de fecundidad (mujeres que están en
edad de procrear), los cambios en la sociedad explican en cierta manera el porqué de la
situación actual.
La caída de la fecundidad ha ido paralela al proceso de industrialización y urbanización y se
puede explicar por múltiples razones: económicas, culturales, sociales, etc. Entre los muchos
motivos cabe explicar seis:
§ La incorporación masiva de la mujer al mercado laboral. Los cambios que se
producen en las mujeres son decisivos para entender la evolución demográfica
reciente. El papel de la mujer como ama de casa y encargada de la crianza y
cuidado de los hijos ha dado paso a una mayor presencia en todos los ámbitos de la
sociedad.
§ Los cambios en las formas de vida, como consecuencia de la urbanización y de
la secularización, y la disminución de la influencia religiosa en la sociedad.
§ Los cambios en la estructura familiar. En las sociedades rurales era necesario
mantener un familia amplia que permitiera tener abundante mano de obra para
realizar las tareas rurales. En las sociedades urbanas, el mantenimiento de familias
grandes no es necesario y, por el contrario, se puede ver como un problema
añadido. Los hijos suponen un crecimiento del gasto o son vistos como un freno a
las posibles mejoras sociolaborales de las mujeres, sobre todo.
§ La mejora de la educación sexual y la difusión de los modernos métodos
anticonceptivos, que evitan la procreación no deseada.
§ La demanda de un mayor nivel de formación y el alargamiento del período de
estudios. Esto, unido a la dificultad para encontrar trabajo y vivienda para los
jóvenes, hace que la emancipación de los hijos sea cada vez más tardía.
§ Los períodos de crisis económica, como la de 1973, producen miedo a tener hijos
por el coste que representan. Esto se ve acentuado por la existencia de contratos
laborales muy precarios.
Las diferencias regionales
A pesar de que la actual tendencia demográfica es igual en todo el conjunto nacional,
existen diferencias territoriales que permiten dividir el país en dos conjuntos:
§ Las regiones con saldos naturales negativos que, en general, son las que
pertenecen a la mitad norte del país. Aragón, Asturias, Galicia y Castilla y León son
las regiones con mayores saldos negativos superiores al –0,3% . En estas
comunidades la tasa de mortalidad es ligeramente superior a la media nacional,
debido al envejecimiento de la población, causado en gran medida por el éxodo
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rural al que se vieron sometidas en las décadas de los sesenta y setenta del siglo
XX, y que afectó, sobre todo, a la población más joven.
§ Las regiones con saldos naturales positivos se concentran fundamentalmente en
el sur penínsular . Las comunidades de Andalucía, Canarias y Región de Murcia
presentan saldos naturales superiores al 0,3%, mientras que las ciudades autónomas
de Ceuta y Melilla superan el 0,6%. En estas comunidades, aunque sufrieron
también el éxodo rural y la tasa de natalidad está en retroceso, el saldo positivo se
debe al mantenimiento de una población bastante joven y a la llegada de
inmigrantes a partir de los años ochenta.
Es muy importante tener en cuenta que el saldo negativo se ve equilibrado por la llegada
de inmigrantes. La suma del saldo natural y del saldo migratorio nos da como resultado el
crecimiento real de un país o región. Este concepto, junto a la estructura por sexos y edades de
la población española, será fundamental para entender la evolución futura de la demografía
española.
LA EVOLUCIÓN DE LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
En la actualidad los movimientos migratorios se han convertido en uno de los principales
motivos de debate y análisis dentro de los estudios de la población española, y son
fundamentales para poder entender las actuales características de la demografía de nuestro país.
Tradicionalmente, España ha sido un país de emigrantes, pero en la actualidad se ha
convertido en un país de recepción de inmigrantes. Estos inmigrantes llegan a España
buscando una mejora sustancial de las condiciones de vida, atraídos por las posibilidades que
ofrecen algunos sectores de la economía españolas, como la agricultura, la construcción o el
servicio doméstico, y cuya oferta de puestos de trabajo no es ocupada por la demanda interna.
Los movimientos migratorios interiores
Los movimientos migratorios interiores se producen dentro de un país y son de especial
importancia a la hora de explicar la distribución de la población en el territorio y las tendencias
de los movimientos naturales. Por las características que adquieren los movimientos migratorios
y por el volumen de la población a los que afectaron, podemos distinguir cuatro etapas .
Hasta la Guerra Civil
España se incorporó tardíamente a la revolución industrial, lo que provocó que los trasvases
de población del medio rural hacia las ciudades, que se estaban produciendo en otros países
industrializados de Europa, no comenzaran a darse en nuestro país de forma intensa hasta
finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. La incipiente industrialización de
Barcelona, Vizcaya y Madrid convirtieron a estas provincias en el principal foco de atracción de
la población rural. En el campo español, la agricultura tradicional no podía absorber los
excedentes de población, que abandonaban el campo para establecerse en las ciudades.
Desde el fin de la Guerra Civil hasta la década de los sesenta
La industrialización y la urbanización española comenzaron a ser un hecho tras la Guerra
Civil. Es en este momento cuando muchas personas deciden abandonar de forma definitiva sus
pueblos para vivir en las grandes ciudades, que les podrían proporcionar una mayor calidad de
vida y un puesto de trabajo. Durante este período los movimientos de población fueron
constantes, pero sin alcanzar el volumen al que llegarán a partir de los años sesenta.
La década de los sesenta y principios de los setenta
En la década de los años sesenta del siglo XX España entró en una época de modernización
económica poniendo fin al período de autarquía que había caracterizado a la economía desde el
final de la Guerra Civil. La población ocupada en la industria sobrepasó por primera vez en los
años setenta a la población ocupada en el sector primario. Paralelamente se fue dando un
proceso de urbanización responsable, en cierta medida, de la configuración urbana actual.
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A partir de 1960 se fue dando en España un auténtico éxodo rural, que fue responsable
del vacío demográfico de muchas provincias y regiones. Por ejemplo, durante el año 1964 más
de medio millón de personas abandonaron las áreas rurales para establecerse en las ciudades.
Madrid, que recibió más de 700,000 inmigrantes durante este período, Barcelona y Vizcaya
se configuraron como los principales centros industriales y de servicios y fueron los focos de
atracción preferente. Mientras que las Comunidades del interior- Castilla y León, Castilla-La
Mancha, Aragón, Extremadura, las provincias interiores de Galicia y parte de Andalucía- fueron
las que perdieron mayor número de población.
Las décadas de los ochenta y los noventa
A partir de finales de los años setenta, España se ha modernizado y la economía ha entrado
en una fase de terciarización. Las ciudades españolas parece que han absorbido todos los
excedentes del medio rural que podían y comienza a darse una ralentización del éxodo rural,
que en los años noventa deja de ser significativo.Esta falta de expectativas de empleo en las
ciudades y el progresivo envejecimiento de la población del campo español son los
principales motivos del descenso de los movimientos interiores.
Los movimientos de población que se producen en este período son dos : uno es el de los
que se dirigen a las provincias litorales y a las islas, que ofrecen oportunidades de empleo en
el sector turístico; y también se produce una pequeña emigración de retorno de las personas
que llegaron a las ciudades en los años sesenta y vuelven a su localidad tras su jubilación.
Los movimientos migratorios exteriores
La población española ha tenido a lo largo de la historia una clara vocación de emigrante,
aunque las corrientes migratorias hacia el exterior han sido diferentes según las épocas.
La corriente migratoria ultramarina hasta mediados del siglo XX
La creciente presión demográfica junto a la falta de oportunidades económicas del mercado
de trabajo español fueron los motivos principales que obligaron a muchos españoles a emigrar
en el siglo XIX y primera mitad del XX. Los 50.000 españoles que salieron durante los últimos
años del siglo XIX, se triplicaron en los primeros años del siglo XX, para comenzar a descender
en los años treinta. Las variaciones que se produjeron eran debidas a las fluctuaciones de la
situación socioeconómica española y a la aplicación de las políticas sobre inmigración que
establecían los países receptores en cada momento. Las coyunturas económicas favorables en
España aminoraban el flujo migratorio, pero los momentos de crisis aumentaban el número de
emigrantes que partían al exterior.
Los atractivos económicos que tenía América Latina en este período y la proximidad
cultural y lingüística fueron motivos para convertirla en el principal foco de atracción de
emigrantes españoles. Territorialmente estos movimientos tienen dos vertientes:
§ Los países de recepción. Argentina llegó a recibir más de dos millones de
emigrantes españoles. Tras ella otros países que recibieron un número de
importante de españoles fueron Cuba, que no se independizó de España hasta 1898,
Venezuela, Brasil y México.
§ Las provincias y regiones de donde salía la población. Los principales centros de
emigración fueron las provincias costeras, destacando las del norte, sobre todo
Galicia y Asturias, y en el sur, las islas Canarias.
Las migraciones exteriores a partir de la segunda mitad del s. XX
A partir de los años sesenta, los países industrializados de Europa Occidental
sustituyeron a América Latina como principal destino de los emigrantes. Estos movimientos
fueron, en muchos casos, de carácter definitivo y coincidieron con el éxodo rural que se dio en
el interior.
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Los países de Europa Occidental necesitaban mano de obra por dos causas : por un lado, el
crecimiento económico que estaban sufriendo, debido en cierta medida al dinero proveniente del
Plan Marshall para la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y, por otro, la
merma de su población, provocada por la contienda.
Un gran volumen de población española encontró trabajo en la construcción, la industria y
el campo de países como Alemania, que absorbió más del 35% de este emigración, Suiza,
Francia, Paises Bajos o Reino Unido.
La crisis económica de 1973 hizo descender estos movimientos, que comenzaron a ser
insignificantes por su volumen.
Los movimientos migratorios en la actualidad
España actualmente tiene un saldo migratorio positivo. Aunque todavía muchos españoles
emigran, las características tanto cualitativas como cuantitativas son diferentes a la emigración
de épocas anteriores.
Hoy, los españoles que emigran ocupan puestos de trabajo que exigen una mayor
cualificación profesional o bien cambian su residencia por motivos de estudios. En los últimos
tiempos, algunos emigran, en la mayoría de los casos temporalmente, para desarrollar proyectos
de cooperación en el ámbito de las ONG.
Hoy en día, España se ha convertido en un país de recepción de emigrantes. Aunque el
porcentaje de población emigrante en España es aún el más bajo dentro de los países de la
Unión Europea, actualmente ha empezado a adquirir cierta importancia.
El mayor volumen de inmigrantes procede de los países de la Unión Europea, pero ha
crecido el número de inmigrantes que llegan de países subdesarrollados de África- Marruecos
principalmente- de América Latina- sobre todo Ecuador, Perú, Argentina y la República
Dominicana- , y de los países de la Europa del Este. Y también de Asia (China y Filipinas)
La mayor parte de estos inmigrantes ocupan puestos de trabajo que exigen poca
cualificación, como la construcción, la hostelería o el servicio doméstico, y para los que cada
día es más difícil encontrar mano de obra.
LA ESTRUCTURA ACTUAL DE LA POBLACIÓN
Un país poco poblado
España es un país poco poblado
§ España ocupa una superficie de 505.989 km2 sobre la que viven 40.202.160
habitantes (datos de 2004) desigualmente repartidos en el territorio. Nuestro país
ocupa el quinto lugar por el volumen total de su población dentro del contexto de la
Unión Europea. Sin embargo, algunos países más pequeños en extensión como
Italia, Reino Unido o Alemania superan ampliamente el volumen absoluto de la
población española.
§ Los casi 79 hab/km2 de densidad media colocan a España por debajo de la media
de la Unión Europea y muy por debajo de algunos de los países de su entorno los
Países Bajos, Alemania, Reino Unido o Italia, que se acercan o superan los 200
hab/km2.
Aunque nunca había habido antes un colectivo de mujeres en edad fértil (entre 15 y 49
años) tan numeroso como el actual, el índice de natalidad se mantiene por debajo del 10%o y la
fecundidad en 1,07 hijos por mujer. Si a esto añadimos una tasa de mortalidad también por
debajo del 10%o, podemos prever que la situación española no va a variar mucho en los
próximos años. El volumen absoluto de la población se mantendrá alrededor de los 40 millones
de habitantes y las previsiones apuntan a que en el año 2050 la población española se habrá
reducido hasta situarse por debajo de los 31 millones de habitantes.
Dentro de la evolución futura del volumen de la población española habrá que tener muy en
cuenta la llegada de inmigrantes y las tasas de natalidad de estos grupos, que, normalmente, son
más elevadas.
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Un país envejecido
Los estudios sobre la estructura de la población se centran fundamentalmente en la
llamada estructura biológica, que intenta reflejar la composición de la población por sexos y
edades. Los resultados obtenidos con estos estudios son muy importantes para que los Estados
puedan planificar sus presupuestos generales, ya que de la estructura biológica de una población
dependen, en gran medida, los gastos educativos, sanitarios, asistenciales, etc. El reparto de la
población por grupos de edades es, además, fundamental para entender la evolución de los
movimientos naturales de la población, es decir, para conocer si la población crecerá o
decrecerá en el futuro.
La estructura biológica de la población se representa gráficamente mediante las pirámides
de población. En estas pirámides se divide la población por sexos y cada uno de los dos sexos
se divide en grupos de edades: se considera jóvenes a la población entre 0 y 14 años ; adultos,
entre los 15 y los 64, y viejos, (envejecida ) a los mayores de 65 años.
El actual crecimiento de la población española se traduce en una pirámide cuya principal
característica es el progresivo envejecimiento y la falta de relevo generacional, propia de un
país que ha completado su transición demográfica. El envejecimiento de la población española
se debe a un conjunto de factores combinados:
§ La caída de la tasa de mortalidad, tanto absoluta como infantil, debido a las
mejoras sanitarias, higiénicas y alimenticias.
§ Las bajas tasas de fecundidad (1,07 en el año 2000), situadas entre las más bajas
del mundo, y de natalidad, que no permiten el relevo generacional, hacen que
crezca la pirámide de edad en los grupos de edades maduras y viejas y, sin
embargo, decrezca en los grupos de edades más jóvenes.
§ El aumento de los niveles de calidad de vida, que han propiciado un crecimiento de
la esperanza de vida al nacer, que supera los 78 años.
§ La extensión de los sistemas de pensiones y asistenciales a las personas de la
tercera edad, que han incrementado su nivel de vida permitiéndoles mantener
ciertos niveles de bienestar.
El envejecimiento de la población española, tiene consecuencias positivas, como el
aumento de las oportunidades de mercado de trabajo para las personas en edad de
trabajar. Pero, sobre todo, tiene consecuencias negativas: el aumento de los grupos de
población dependientes –población infantil y ancianos-, que no realizan un trabajo
remunerado y que se mantienen con las aportaciones de los laboralmente activos.
El crecimiento de este grupo de personas hace que crezcan los gastos sanitarios, en
pensiones y asistenciales.
A nivel general, la pirámide de población española por grupos de edad se caracteriza por:
§ Existe un amplio grupo de adultos, pero éste es más extenso en las franja de los
llamados adultos de mayor edad, es decir, los que se encuentran entre los 45 y 65 años
y que se acercan progresivamente a la edad de la jubilación. El grupo de adultos
jóvenes, entre los 25 y los 44 años, es más pequeño y es el que tiene que asegurar el
futuro mantenimiento de los puestos de trabajo y compensar las pérdidas por
mortalidad de los grupos más viejos de la pirámide.
§ Entre los grupos de población joven es mucho mayor el de los jóvenes que se acercan
a la edad de solicitar su primer empleo, entre los 16 y 25 años, que el de los menores
de 16 años, que es el grupo que tiene que asegurar el releve generacional.
§ Se percibe un aumento progresivo del grupo de personas mayores de 65 años. La
proporción de personas de estas edades ha ido creciendo sobre todo a partir de los años
setenta, cuando comenzó a reducirse la fertilidad en España . En 1960 había 123
ancianos por cada 1.000 habitantes, pero en la actualidad esta proporción supera los
200 por cada 1.000 habitantes, y, de seguir la actual tendencia demográfica, en el año
2050 sólo habrá 1,4 personas activas por cada jubilado.
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La distribución de la población en el territorio según la edad
Un dato a tener en cuenta es el de la localización de los mayores de 65 años en el territorio.
Una vez más existe la diferenciación entre una España interior, envejecida, y una España litoral ,
más joven; y entre una España septentrional, donde se localizan las provincias con un mayor
porcentaje de personas mayores de 65 años, y una España meridional, donde es menor el grupo de
personas por encima de esta edad.
Esta diferenciación tiene su origen en los movimientos migratorios que provocaron el trasvase
de población desde las áreas rurales hacia las grandes ciudades y hacia las zonas litorales. Esta
emigración afectó sobre todo a la población joven, mientras que la población madura, que hoy ya
ha englobado en gran parte el grupo de jubilados, y la población vieja permanecían en sus lugares
de origen. Además, muchas de las personas que emigraron vuelven en la actualidad a sus lugares de
origen una vez que se han jubilado, acentuando el envejecimiento de estas áreas.
Aunque a nivel absoluto las grandes ciudades, Madrid y Barcelona, son las que cuentan con un
mayor número de personas mayores de 65 años, a nivel relativo las Comunidades Autónomas de
Aragón y Castilla-León son las que tienen un mayor porcentaje, ya que superan el 15%, mientras
que Madrid y País Vasco no sobrepasan el 11%. Canarias es la Comunidad Autónoma con un
mayor porcentaje de menores de 16 años, casi el 30% de su población.
La estructura por sexos de la población
Otro de los hechos significativos de la estructura demográfica española es la existencia de un
mayor número de mujeres que de hombres. En España en 1999 había 20.364.118 mujeres y
19.488.465 hombres, lo que supone una diferencia de saldo favorable femenino de 875.721.
Esta diferencia no es muy grande cuando tratamos las cifras absolutas, pero si nos fijamos en
los grupos de edad más viejos vemos como el porcentaje de mujeres es mucho mayor que el de
hombres. Aunque la media de esperanza de vida al nacer es de 78 años, hay una clara diferencia
por sexos, ya que mientras los hombres se sitúan en la media de 74 años, las mujeres sobrepasan los
82.
Aunque nacen más niños que niñas, la diferencia entre sexos se va igualando en los estratos
jóvenes y adultos, para pasar a ser favorable a las mujeres a partir del grupo de edad de entre 40 y
44 años. La diferencia va aumentando a partir de esa edad, hasta llegar a una proporción de más de
dos mujeres de 80 años por cada varón de la misma edad.
El principal motivo de esta diferencia es la mortalidad diferencial que afecta más a los hombres
que a las mujeres. Esta sobremortalidad masculina se produce en todos los grupos de edades. Sin
embargo, los cambios sociales y culturales que han afectado a las mujeres en los últimos años
(incorporación masiva al mundo laboral, aumento del consumo de alcohol y tabaco, etc.), hacen
posible que la mortalidad diferencial se vaya igualando con el paso de los años.
La estructura profesional de la población.
Uno de los principales problemas que existe en España es el desempleo. La población
desempleada es la que, aunque está en edad de trabajar, no puede hacerlo porque no encuentra un
puesto de trabajo. Los movimientos demográficos tienen mucho que ver en la propia evolución del
desempleo:
§ Una población que envejece ofrece unas mayores posibilidades de encontrar empleo
que un país con un mayor porcentaje de población joven.
§ La falta de oportunidades laborales y el mantenimiento de unas altas tasas de
desempleo provoca una bajada de las tasas de natalidad y fecundidad, debido al gasto
que representa para la familia el mantenimiento de los hijos.
§ El envejecimiento de la población, unido a unas bajas tasas de natalidad, puede
provocar la falta de mano de obra en ciertos trabajos que son rechazados por la
demanda interna y que, sin embargo, se cubren con mano de obra inmigrante. Es el
caso de muchos de los países de la Unión Europea, como España, donde hay puestos
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de trabajo en la agricultura, la construcción o el servicio doméstico que tienen que ser
cubiertos con mano de obra extranjera.
§ Un bajo número de activos y un crecimiento del desempleo puede provocar
dificultades en el mantenimiento de las pensiones por jubilación, ya que estas
dependen del nivel de cotizaciones a la seguridad social de los activos que se
encuentren trabajando
A finales de 2000, la población activa española era de 14.621.600 personas, mientras que el
número de parados era de 2.324.200, el 13,72% de la población activa. El desempleo afecta sobre
todo a las mujeres, cuya tasa de paro (20,3%) duplica la de los varones (9,3%) y a los jóvenes entre
16 y 24 años. Las regiones más afectadas son Extremadura y Andalucía. (la tasa actual de paro,
(octubre de 2005), es la más baja en los últimos veinte años : menor del 9%.)
Una distribución desigual de la población en el territorio
nacional
Todos los factores demográficos que hemos estudiado hasta ahora nos van a ayudar a
comprender la desigual distribución de la población en el territorio.
Hasta mediados del siglo XX España había sido un país rural que mantenía, al igual que la
mayoría de las sociedades rurales, un equilibrio en la distribución en cuanto a la distribución de la
población en el espacio. A partir de los años sesenta, la economía española empezó a modernizarse
y se inició un proceso de industrialización que produjo grandes desplazamientos de la población
rural hacia las ciudades especializadas en actividades industriales y de servicios.
Dejando de lado las zonas que han tenido de siempre bajas densidades de población debido a
sus características físicas (montañas, zonas áridas, ciertas áreas de la Meseta, etc.), podemos reseñar
algunas de las características más notables del actual reparto de la población en el territorio:
§ Las provincias del interior han ido perdiendo peso demográfico a favor de las
provincias del litoral, Madrid y las zonas insulares. Esta pérdida de peso
demográfico se debe, en gran medida, a los cambios económicos sufridos en España
durante las últimas décadas del siglo XX. Las provincias y regiones más dinámicas
económicamente y con mayor diversificación productiva, con industrias más modernas
y unos servicios más avanzados, son las que han ido ganando población en detrimento
de las provincias menos dinámicas económicamente.
§ Existe un fuerte desequilibrio entre las Comunidades Autónomas. La Comunidad
de Madrid, Cataluña, País Vasco y la Comunidad Valenciana, que ocupan tan sólo el
15% del territorio nacional, concentran más del 45% de la población española, mientras
que Castilla-León, Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, que ocupan el 52% de
la superficie del país, sólo concentran el 16% de la población.
§ También hay grandes diferencias a escala provincial. Algunas provincias españolas
del interior , como Soria, Teruel, Guadalajara o Palencia, están prácticamente
deshabitadas, con densidades que no superan los 12 hab/km2, mientras que otras
provincias como Madrid o Barcelona sobrepasan los 600 hab/km2.
§ Se ha ido produciendo un proceso de urbanización, paralelo a la concentración en
las provincias litorales, las islas y Madrid. En la actualidad casi el 80% de la población
española reside en municipios de más de 10.000 habitantes, de los cuales el 50% lo
hace en ciudades que superan los 50.000 habitantes. En la mayor parte de las provincias
existe una fuerte tendencia a la concentración de la población en la ciudad capital. Por
ejemplo, Zaragoza concentra el 71% de la población de su provincia, pero el caso se
hace más extremo si tenemos en cuenta que en esta ciudad viven el 51% de los
aragoneses.
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