Leer textos - Capella de Ministrers

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Capella de Ministrers La España Virreinal
LA ESPAÑA VIRREINAL: MAESTROS DE CAPILLA DE LA CATEDRAL DE LIMA (1676-1765)
Lima, la Ciudad de los Reyes, fue la capital de uno
de los virreinatos más extensos y ricos de los dominios españoles en el Nuevo Mundo. Como tal, atrajo no sólo a hidalgos
y comerciantes en busca de fama y dinero, sino también mantuvo en forma ininterrumpida, durante todo el período colonial, una pléyade de intelectuales, pintores, músicos y artistas
de gran valía, que desarrollaron su labor en la capital y en
las principales plazas del virreinato, donde dejaron su herencia polícroma de imaginería, lienzos, escritos y partituras que
constituyen, hoy, un tesoro artístico de proporciones. Si bien
la pintura y la imaginería coloniales son conocidas y apreciadas desde hace tiempo, la música de esa época recién empieza
a cautivar al público europeo y americano que, con asombro,
descubre verdaderas joyas musicales hasta ahora inéditas.
Las obras que se presentan en este disco pertenecen
a dos estilos contrastantes, que obedecen a circunstancias
históricas bien definidas. Hasta fines del siglo XVII España
fue gobernada por la casa de los Habsburgos, que propició,
siguiendo el ejemplo del emperador Carlos V (Carlos I de España), un profundo amor por lo español. Tomás de Torrejón
y Velasco, alumno de Juan Hidalgo en sus mocedades, representa en América la culminación del barroco español. Torrejón compuso, bajo el modelo de su maestro, la primera ópera
representada en el Nuevo Mundo, en 1701, “La púrpura de la
rosa”, que pasó a ser, en la práctica, la última ópera escrita en
estilo español en el mundo hispano. En efecto, en 1700 asumió el trono el primer rey de una nueva dinastía, el Borbón
Felipe V, quien entronizó el gusto por la música barroca italiana. El primer vasallo Borbón en ser nombrado virrey del Perú
fue el marqués Castell dos Rius, quien llevó consigo como
maestro de capilla, en 1707, no a un músico español sino al
milanés Roque Ceruti, sucesor de Torrejón en la catedral de
Lima. Desde entonces, los villancicos polifónicos adquirieron
la fisonomía de una pequeña cantata napolitana, estilo que se
extendió muy pronto por el continente. Consecuentemente, la
segunda ópera compuesta en América, en 1711, “La Partenope”, lo fue en estilo y con libreto italiano por el mexicano
Manuel de Zumaya, el mismo libreto de Silvio Stampiglia que
sería puesto en música por Händel dos décadas más tarde. El
sucesor y alumno de Ceruti fue José de Orejón y Aparicio,
nacido en Huacho, Perú, que sin haber salido jamás de su patria, se transformó en el más insigne compositor americano
de cantatas napolitanas. Orejón “reparó los descaminos de
Ceruti”, según un cronista contemporáneo, dando a entender
que el genio del discípulo había superado con creces el de su
maestro.
Si bien pudo haber diversidad de estilos durante la
era virreinal, la estructura de la práctica musical se mantuvo
inalterable. Cada catedral o iglesia de importancia mantenía
una capilla de música, dirigida por un maestro de capilla e
integrada por tantos instrumentistas y cantantes como podía
mantener cada sede, según sus recursos. Hubo sedes como la
catedral de Chuquisaca, hoy Sucre, Bolivia, que, por su cercanía de los ricos filones de plata de Potosí, podía mantener en
esa época una capilla de más de cincuenta músicos, cifra muy
superior a la que existía en importantes centros musicales europeos contemporáneos. El maestro de capilla, por su parte,
estaba obligado a componer un repertorio renovado para las
diferentes festividades sacras del calendario anual, además
de la dirección artística y administrativa del conjunto y de la
mantención y enseñanza de los “seises”, o niños de coro, que
cantaban las voces blancas de la polifonía y participaban en el
canto llano junto a los canónigos capitulares.
El repertorio musical seguía una estructura casi tan
unitaria como la anterior. Desde España se regulaba el repertorio de música litúrgica a través de cantorales y misas polifónicas editadas en Europa, las que se enviaban desde el
Escorial y Sevilla. El maestro de capilla de cada sede hispanoamericana debía incrementar ese repertorio con la creación
de nuevas misas, motetes, salmos, magnificats, letanías, antífonas, oficios de Semana Santa o de difuntos y, en lo posible,
importar nuevas composiciones a España. Pero también debía
proveer obras para un rico repertorio no litúrgico, consistente
en villancicos de diferentes ocasionalidades, especialmente
para Navidad, la Santísima Virgen, Corpus Christi o fiestas
patronales; junto a rorros, juguetes, cantadas o cantatas, duetos y arias, que constituyen la base del corpus musical que
todavía se conserva, en gran parte manuscrito, en catedrales
hispanoamericanas.
Samuel Claro Valdés,
Pontificia Universidad Católica de Chile
Capella de Ministrers La España Virreinal
LA ESPAÑA VIRREINAL: LOS AUTORES
TOMÁS DE TORREJÓN Y VELASCO
(1644-1728)
JOSÉ DE OREJÓN Y APARICIO
(1705-1765)
Torrejón y Velasco fue bautizado en la ciudad española de Villarrobledo y pasó sus primeros años en Fuencarral, Madrid,
donde fue alumno de Juan Hidalgo. Entró después como paje al
servicio de don Pedro Fernández Castro, quien más tarde sería
el decimonono virrey del Perú (1667-1672) y con quien Torrejón fue distinguido con diversos cargos civiles y militares. En
el año 1672, y a la muerte de Fernández Castro, Torrejón se
estableció en Lima sucediendo a Juan de Araujo en la maestría
de la catedral de dicha ciudad desde el primero de julio de 1676.
Torrejón y Velasco escribió en el año 1701 una obra dramáticomusical titulada “La púrpura de la rosa”, con texto de Calderón,
para conmemorar el decimoctavo natalicio de Felipe V, la primera ópera escrita y estrenada en América.
Orejón y Aparicio nació en Huacho, Perú, y fue discípulo de
Roque Ceruti, quien evidentemente le influyó en el estilo italiano de composición que aplicó a sus cantadas y villancicos. En
1715 ingresó al coro de la catedral. “Fue el primer gran músico
peruano tan alabado como compositor de gran talento, como
por sus excepcionales habilidades de organista” (Andrés Sas).
Ya en 1736 su música era ensalzada por Don Pedro Bermúdez
de la Torre comparándolo con Andrés Lorente y Sebastián Durón. En esa oportunidad, con ocasión de un acto público de fe
organizado por el Tribunal de la Santa Inquisición de Lima, iba
delante la Cruz “cantándole en Hymnos y Psalmos la gala de
sus Triunfos toda la Música de la Capilla de la Santa Iglesia
Cathedral”, que interpretaban obras de Aparicio y del presbítero
Esteban Zapata.
El villancico a dúo de Navidad “Si el alba sonora” fue escrito
por Torrejón a la edad de 75 años. Al morir el 23 de abril de
1728, le sucedió en el cargo de la catedral limeña el italiano
Roque Ceruti.
ROQUE CERUTI
(h. 1683-1760)
Italiano de origen, nacido en la ciudad de Milán hacia el año
1683, llegó a Lima en 1708 con el vigésimo cuarto virrey, Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell dos Rius, quien
gobernó desde 1706 hasta 1710. La afición del virrey por la literatura lo llevó a promover reuniones literarias y escribir algunos
textos musicados por Ceruti, como el libreto de “El mejor escudo de Perseo”, estrenado el año 1708. A la muerte del marqués,
el compositor italiano siguió trabajando en el palacio hasta el
año 1717. Después fue maestro de capilla en Trujillo (17211728) y el 1 de agosto de 1728 volvió a Lima, donde sucedió a
Tomás de Torrejón y Velasco, hasta el año 1742. Falleció Roque
Ceruti el 6 de diciembre de 1760 en Lima, Perú. “El repertorio
existente revela a Ceruti como el primer compositor de Lima
que hizo un hábito del aria da capo; también escribió para dos
violines más brillantemente que cualquiera de los maestros de
Lima descendientes de los españoles” (R. Stevenson, “The music of Perú”). La producción de Ceruti es abundante y sus obras
se encuentran en varios archivos americanos.
Su discípulo Toribio José del Campo y Pando escribió un elogioso párrafo sobre Aparicio en el “Mercurio Peruano” en el
año 1792: “...en el Huachano (José de) Nebra, trasladado en
el Licenciado D. Joseph de Orejón de Aparicio baxo de cuyos
dedos era animado el órgano; al que prestaba articulación en
el séquito de la salmodia, y en el que con la variación de sus
Registros hacía por sus órdenes la imitación de instrumentos,
animales y elementos...” “...Toco en mi amado Aparicio: éste
reparó los descaminos de Ceruti en algún modo, y aprovechó tal
cual rasgo de melodía que a éste deslizaba. Se elevó sobre todos, particularmente en los cantos de Iglesia...”. El 21 de junio
de 1725 se promulgó un edicto por el Arzobispo de Lima, Diego Morcillo Rubio de Auñón, llamando a concurso oposición
para la vacante del cargo de organista mayor de la Catedral de
esta ciudad, tras la muerte de Juan de Peralta. Se presentaron
cuatro oponentes y fue Joseph de Orejón y Aparicio quien obtuvo la plaza, que ocuparía hasta reemplazar a Roque Ceruti en
la maestría de la capilla, hacia 1757, por encontrarse éste muy
enfermo y de avanzada edad. Desarrolló el cargo interinamente
hasta 1760 y desde entonces hasta su muerte fue maestro de
capilla titular de la Catedral de Lima.
Sus obras se conservan en el Archivo Arzobispal de Lima y en
el Archivo de la Catedral de Sucre (Bolivia).

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