La mujer en el Corán

Transcripción

La mujer en el Corán
LA MUJER EN EL CORÁN
La mujer en el Corán
Anna Boyé
Universidad de Barcelona
2009
Alumna de l0 años en el patio de la escuela. Casablanca (Marruecos)
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ANNA BOYÉ
LA MUJER EN EL CORÁN
ANNA BOYÉ
Introducción
A principios del 2004 visité Marruecos para estudiar y fotografiar la cotidianidad de la mujer en
Casablanca. Durante mi estancia en la ciudad a veces me preguntaba ¿qué valores configuraron esta
cultura islámica? ¿por qué la mujer está tan discriminada?
Para comprender el origen de este comportamiento, elaboré este trabajo basado en el estudio del
Corán y centrado en las azoras más conflictivas que contiene el Libro Sagrado en relación con la
mujer, con el hombre y con Dios
El texto nos aproxima al pasado histórico donde fueron reveladas las enseñanzas del Corán y realiza
un análisis del futuro de las jóvenes generaciones de mujeres.
La mujer y el Corán
Dice el Corán: “Los musulmanes, las musulmanas, los creyentes, las creyentes, los que oran, las que
oran, los verídicos, las verídicas, los constantes, las constantes, los humildes, las humildes, los
limosneros, las limosneras, los que ayunan, las que ayunan, los recatados, las recatadas, los que
recuerdan a Dios y las que recuerdan a Dios, a todos éstos Dios les ha preparado un perdón, una
enorme recompensa.” (azora 33, versículo 35) y especifica en la azora 9 versículo 73 “Dios a prometido
a los creyentes y a las creyentes unos jardines en que corren, por debajo, los ríos. En ellos
permanecerán inmortales. Les ha prometido hermosas moradas en el jardín del Edén y una mayor
satisfacción de Dios. Esto es el éxito enorme.”
Analizo primero estos fragmentos donde se especifica la igualdad religiosa entre hombres y mujeres.
El Corán, en ellos, elevó la condición social de la mujer, la dotó de alma y le prometió la vida eterna
sin distinción de razas ni de religiones. En épocas anteriores al Islam, la mujer era considerada un
bien de uso, poco más que una mercancía relegada siempre al ámbito familiar, donde no tenía
derechos ni como hija, ni como esposa, siempre dependiente de un tutor varón de la propia familia.
Tampoco se le consideraban valores espirituales propios de su naturaleza, siempre menospreciada y
sin voz propia.
El Corán es el texto Sagrado de los musulmanes. Su nombre en árabe significa “recitación”.
Contiene la Palabra Divina transmitida por Mahoma (570-632 d. C.) , a través del Árcangel Gabriel,
en el transcurso de sus estancias en la Meca y Medina. Fue predicada por el Profeta y después
recogida por los primeros fieles. El texto está escrito en árabe. Consta de ciento catorce azoras y
alrededor de seis mil doscientos versículos. Mahoma se los aprendió de memoria conforme iban
siendo revelados (él era analfabeto), aunque algunas revelaciones fueron escritas en hojas de
palmera, trozos de cuero o huesos...etc, por sus primeros seguidores. El texto, bien rimado, de
azoras cortas y rítmicas, quedaba fácilmente grabado en la memoria. Zayd b. Tabit recopiló y fijó
por escrito el discurso definitivo en los años (644-656) en tiempos del tercer califa del Islam.
Además de contener la doctrina del Islam, el Corán contiene un conjunto de normas para regular la
conducta de los fieles (Sunna o tradición que ocupa alrededor del 35% del contenido del libro). La
Sunna reunía un conjunto de hechos y dichos (los hadits) de Mahoma. Se trataron temas como la
alimentación, el matrimonio, la muerte y la herencia, los impuestos, el comercio…etc y tomaron
como modelo la vida del Profeta y la de la primera comunidad.. Los consideraron que constituía su
fuente principal de derecho.
Examino ahora alguna de las azoras más conflictivas del Corán. En la IV, versículo 34 el libro
afirma: “Los hombres están por encima de las mujeres, porque Dios ha favorecido a unos respecto
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de otros, y porque ellos gastan parte de sus riquezas a favor de las mujeres. Las mujeres piadosas
son sumisas a las disposiciones de Dios, son reservadas en ausencia de sus maridos en lo que Dios
mandó ser reservado. A aquellas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas, mantenedlas
separadas en sus habitaciones, golpeadlas. Si os obedecen, no busquéis procedimiento para
maltratarlas. Dios es altísimo, grandioso.”
Para estudiar este texto tan duro y difícil para mí, he buscado fuentes que me remitieran a la
sociedad andalusí de esta época. Y en “Mujeres en Al-Andalús” de Manuela Marín encuentro
algunas respuestas.
Las mujeres de esta sociedad carecían de criterio intelectual, y estaban relegadas al ámbito familiar y
privado. Las virtudes más reconocidas eran las ejercidas al servicio de los maridos, los defectos que
más se penalizan eran la impertinencia, la incontinencia verbal, la impaciencia… La seducción
ejercida sobre los hombres era un peligro sobre el que se advierte repetidamente y se previene
mediante la ocultación del cuerpo femenino y la represión de la voz de las mujeres. El modelo de
familia patriarcal presente precisaba de la subordinación de las mujeres a la autoridad de los
hombres.
La península de Arabia comprendía a finales del siglo VI tres grandes áreas. La septentrional
abierta a la influencia siria y mesopotámica, que había conocido tradiciones religiosas judías y
cristianas.. La zona central era del dominio de grupos nómadas, tanto de los pastores beduinos
como de los mercaderes que tenían sus ferias en Medina y la Meca; y la zona meridional tenía un
fluido comercio marítimo que unía Egipto con la India. Cada una de estas zonas había
incrementado su actividad mercantil y pastoril con la difusión del camello como bestia de transporte
y de guerra. Sus habitantes estaban organizados en sociedades tribales. Al frente de ellas los jeques.
Sus creencias religiosas eran el animismo que daba un carácter sagrado a piedras, árboles o
manantiales. También creían en la existencia de dioses superiores como la diosa de la Luna . En la
Meca se veneraba la piedra negra (Kaa-ba) y recibía influencias de la tradición judía y cristiana.
Mahoma nació en esta ciudad en el 570 en el clan de los hachemíes de la tribu de los quraysíes.
Creció en un ambiente de riqueza familiar. A los 40 años sintió la llamada de Dios, que lo hizo
denunciar la corrupción y la falsedad de la aristocracia mercantil de la Meca. Empezó a predicar
primero entre su familia, a su esposa Jadiya, que tenía negocios caravaneros y más tarde entre sus
conciudadanos. Poco a poco se transformó en el Profeta que difundió la doctrina de Alá. Él era el
último de los enviados divinos después de Abraham, Moisés y Jesús. Abraham es el padre de la fe de
las tres religiones.
El Profeta se convirtió en Medina, en el primer magistrado de la ciudad, a la vez que líder religioso.
Sustituyó el antiguo vínculo tribal de sangre por el de sumisión a la voluntad de Alá. Militarizó la
primitiva comunidad islámica que se consolidará con las guerras de expansión de la doctrina y con la
práctica del botín de guerra como regalo . En adelante Medina sería la capital política del estado y
La Meca el centro religioso. Y todo musulmán para alcanzar la salvación debía rezar, ayunar
durante el mes de Ramadán, dar limosna y peregrinar a la Meca.(“los cinco pilares del Islam”)
La virginidad en la mujer es el máximo exponente de virtud , y la sexualidad en el Corán está
contemplada dentro del matrimonio. Así en el versículo 32 de la azora XXIV dice: “Casad, de entre
vosotros, a los solteros y a vuestros servidores y a vuestras criadas que son justos…” y añade en el
versículo 33: “Tengan continencia quienes no encuentran esposo, hasta que Dios les ayude con su
favor.”
Asimismo la frase tan controvertida “Vuestras mujeres son vuestra campiña. Id a vuestra campiña
como queráis…” ( Azora II, versículo 223) parece que solo esté dedicada a satisfacer la sexualidad
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masculina aunque en otros versículos de la misma azora se especifica que “ellas son vuestro vestido y
vosotros sois su vestido.” A veces resulta contradictoria la lectura del texto. Según la intención y el
momento uno puede interpretar lo que más le convenga.
El ideal de feminidad de la mujer pivota sobre una doble valoración: la inferioridad de las mujeres,
su exclusión de la vida pública, su reclusión en la vida familiar y la misión de la mujer como madre y
esposa a la que se dota de un estatuto de aparente nobleza.
Si una mujer no es considerada honesta, su conducta sexual repercute en toda su familia y la
vergüenza y el deshonor caen sobre el clan. Aun en nuestros días la médica y activista egipcia Nawal
al-Sadawi explica que el honor de un hombre permanece protegido, mientras las mujeres de su
familia tengan el himen intacto. De todas maneras no es patrocinio de esta sociedad el culto
específico a la virginidad femenina, que ha sido también tabú en occidente, hasta hace poco menos
de 50 años.
Actualmente, en algunos países islámicos, se establece la condena a muerte por lapidación, en casos
de adulterio. Esta condena se aplica mayoritariamente en mujeres. Hay que puntualizar que la
lapidación es una costumbre anterior al Islam, de origen judío. El Corán solo penaliza al adultero o
adultera a la pena de ser azotados. (azora XXIV, versículo 2 al 9)
Una de las desigualdades más conocidas entre hombres y mujeres del Islam es la poligamia. “Casaos
con las mujeres que os gusten, dos, tres o cuatro. Si teméis no ser equitativos, casaos con una o con
lo que poseen vuestras diestras, las eslavas. Eso es lo más indicado para que no os apartéis de la
justicia” leo en el Libro. En realidad la poligamia provenía de una costumbre preislámica que ha
pervivido. En ella los hombres podían tener un sinfín de esposas y esclavas. Con el consiguiente
desastre en la atención de mujeres e hijos e hijas. Por ello la redacción de esta azora seguramente fue
un alivio para las musulmanas. En el Libro se reglamentaba el número de esposas que quedaba
reducido a 4. Siempre y cuando fueran atendidas con equidad mujeres e hijos. Aunque Mahoma es
modelo de virilidad y en diversos hadits de la Sunna, este invita a practicar y disfrutar del sexo.
(Mahoma fue monógamo con su primera esposa, pero después dispuso de cantidad de mujeres).
Otra vez una contradicción.
Creencias no islámicas en torno a las mujeres menstruantes se encuentran en tratados agronómicos
andalusíes, en los que aflora el sentimiento de temor hacia el potencial destructivo de la sangre
menstrual. La menstruación era un estado de impureza, se consideraba un impedimento para el
coito, no para otro tipo de relaciones sexuales. La menstruación es una propiedad contaminante de
las mujeres que limita su acceso al espacio sagrado de la oración y es una amenaza para el estado de
pureza de los hombres. En el versículo 222 de la azora II queda también reflejada esta costumbre:
“apartaros de las mujeres durante la menstruación y no os acerquéis a ellas hasta que
estén puras. Cuando estén puras, id a ellas como Dios ha mandado. Dios ama a los que se
arrepienten y ama a los que se purifican”.
Hago referencia a algunos datos sobre la condición de las mujeres cautivas. Almanzor (938?-1002)
militar, y caudillo que se hizo con el califato de Córdoba, fue sucesor de Al-HakamII (durante el
reinado del cual, del mismo modo que en el de su antecesor Abd Al-Rahman III, se potenciaron la
cultura, la arquitectura, las artes, la filosofía, la creatividad y libre pensamiento, y Córdoba se
comparaba con Bagdad). Almanzor, decía, en sus campañas bélicas al norte de la Península Ibérica,
consiguió hacerse con multitud de cautivas rumíes: francas y gallegas. Las esclavas de mayor
categoría eran las destinadas al placer sexual y la reproducción de la familia; las consideradas de baja
condición se ocupaban de los trabajos domésticos y podían tener mal aliento, canas, falta de
dientes… en resumidas cuentas escasa belleza.Una esclava que era la madre de un hijo del dueño
podía comenzar un camino hacia la libertad.
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Una mujer nacida musulmana no podía caer, en principio, en la esclavitud, ni casarse con un
cristiano, tampoco podía renunciar a su religión y convertirse al cristianismo o al judaísmo. Los
hombres musulmanes si estaban capacitados para casarse legalmente con cristianas y judías, además
de incorporarlas a la familia como madres esclavas de sus hijos.Solo tenía prohibidas a las mujeres
asociadoras: “No os caséis con mujeres asociadoras (politeistas). Una creyente esclava es mejor que
una asociadora. No caséis vuestras hijas con asociadoras. Un creyente esclavo es mejor que un
asociador.” Reza el Corán.
Las cristianas casadas con musulmanes de rango y poder en la política, simbolizan la derrota y el
total sometimiento del enemigo. Así el matrimonio de Almanzor con la hija de Sancho de Navarra,
se presenta en algunas fuentes árabes como una alianza con la hija del rey de Castilla, obligado a
pactar con el vencedor y entregársela como esposa.
Seguramente ella se vio obligada a seguir las normas y rituales de pureza de la religión de su marido.
En realidad debía comportarse como una musulmana.
Una esposa tenía derecho a pedir el divorcio si era desatendida sexualmente a lo largo de un periodo
de entre cuatro y doce meses, pero según todos los juristas, la mujer siempre debe estar dispuesta en
virtud de la conjunctio corporum, base legal de todo matrimonio islámico, a satisfacer las demandas
de su marido. Se explica en un hadíts de la recopilación de al-Buhari: “cuando un marido pide a su
mujer que vaya con ella a la cama, y ésta no quiere, los ángeles la maldicen hasta el amanecer”
La violación merece en los escritos de los primeros juristas del Corán muy poco interés,
prácticamente no la mencionan. La idea islámica de la violación constituye una de las grandes
diferencias con los sistemas legislativos occidentales, donde se considera un crimen de violencia que
no tiene que ver con el tema sexual. Un dato a considerar: en la ley tunecina de 1969, al violador no
se le castiga si se aviene a casarse con la víctima. Pero siempre una mujer ultrajada es una marginada
social.
Dice el Corán en la Azora II versículos 226 al 229: “Para quienes juran separarse de sus mujeres se
prescribe una espera de cuatro meses… Si persisten en la repudiación, Dios es oyente, omnisciente.
Las repudiadas se esperarán tres menstruaciones antes de volverse a casar. No las es lícito ocultar lo
que Dios haya creado en su seno…Sus esposos son más justos cuando las recogen en ese tiempo si
desean reconciliación. Las mujeres tienen sobre los esposos idénticos derechos que ellos tienen
sobre ellas.
Aunque es conocido; pero los hombres tienen sobre ellas preeminencia. Dios es poderoso, sabio.”
El Corán permite la posibilidad de romper el matrimonio unilateralmente. Es uno de los privilegios
del hombre musulmán. Este derecho deriva de dos azoras coránicas: “Los
hombres están por encima de las mujeres, porque Dios ha favorecido a unos respecto de otros, y
porque ellos gastan parte de sus riquezas a favor de las mujeres…” (azora 4, 38). No se contempla en
el Libro el caso de repudio femenino. Sin comentarios.
Existía la creencia preislámica de que el feto de una madre podía quedarse dormido en el útero
materno y que no empieza a desarrollarse hasta más adelante. Se decía que el jurista Malik b. Anas
había nacido después de cuatro años de gestación. Así él introdujo en las escuelas sunnitas esta
teoría que en algunas zonas África negra y el este de Arabia, subsiste. Era la doctrina vigente
durante la Edad Media en Al-Andalús.
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El Islam permitió que las mujeres pudieran heredar bienes de su familia y que la dote fuera
reconocida como bien propio. “Dad a las mujeres gratuitamente sus dotes”. Tradicionalmente, los
padres o los tutores preislámicos se quedaban con ella y entregaban a sus hijas como si fuera
mercancías. Solo heredaban los hijos varones. Asimismo en esta época regía la ley del Levirato del
judaísmo, según la cual las viudas eran heredadas y quedaban a cargo del hijo o del hermano del
muerto. Esta costumbre fue abolida por la azora 4, versículo 19: “No es lícito recibir las mujeres en
herencia en contra de su voluntad..”
Otra cosa es la cantidad heredada. Así la parte del hombre ha de ser el doble que la parte de la
mujer, en el mismo grado de parentesco y circunstancias. El Corán justifica este hecho por ser el
hombre el que tiene más responsabilidades. “Dios os manda acerca de vuestros hijos. Dejad al varón
una parte igual a la de dos hembras, si las mujeres fuesen más de dos, tendrán el tercio de lo que deja
el difunto; si fuese una tendrá la mitad…” Por otra parte en las reclamaciones legales, el testimonio
de una mujer no se considera equivalente al de un hombre. Vale también la mitad. El testimonio de
dos mujeres es equivalente al de un hombre.
A pesar de todo las mujeres gozaban del derecho a la propiedad que les garantizaba el Libro
Sagrado, y en las clases sociales más pudientes ellas poseían tierras, bienes inmuebles, joyas,
esclavos, enseres…. Podían invertir y acrecentar sus bienes, pero en las documentación encontrada,
la mujer aparece más como vendedora y donante de cantidades de dinero a miembros varones de su
familia.
La fortuna personal de las mujeres era un instrumento para su actuación en la política de la familia
del soberano y era un seguro para el futuro de sus hijos. Hay informaciones que corroboran que en
la familia Omeya hubieron propietarias urbanas de importancia. Y encontramos el curioso caso de
Atika que reclama ante un juez de Córdoba, contra un vecino que había construido junto a su
vivienda un horno, cuyo humo la perjudicaba y hacía peligrar el valor de su hacienda.
Mahoma murió en el 632, y se designó para sucederle a Abu Badr (632-634) con el título de califa
que significa “lugarteniente del enviado de Dios”. Con este califa y después con Umar (634-644) y
Utman (644-656) tuvo lugar la gran expansión islámica. La batalla de Qadisyya, hacia el este, en el
637, permitió a los musulmanes entrar en el imperio Persa. Al oeste, a costa de Bizancio, los árabes
ocuparon Egipto y avanzaron hacia occidente. Hacia el norte, después de la batalla de Yarmuk en el
636, los islamistas incorporaron Palestina y Siria y amenazaron Asia Menor y Chipre. La ciudad de
Jerusalén pasó a sus manos y se convirtió en Ciudad Santa del Islam.
Las razones del gran éxito de su expansión se deben a la conciencia tribal de grupo, que avanzó
hacia nuevas tierras para acceder a las riquezas de sus vecinos y a su superioridad militar frente a la
debilidad de los imperios persa y bizantino. El trato que recibieron los pueblos conquistados facilitó
la rapidez de las acciones militares. Los musulmanes establecieron relaciones de convivencia sobre
todo entre “los hombres del libro” (judíos y cristianos,) que quedaban fijadas en los pactos de
capitulación, a la vez que se ordenaba un tributo personal a la población sometida. Los
conquistados reconocían la soberanía de los conquistadores, que respetaban la antigua
administración. El control del territorio se confiaba a una guarnición de guerreros árabes y los
botines de guerra eran repartidos entre los vencedores.
Enfrentamientos tribales acabaron con la vida de los califas Umar (644) y Utmán (656). La muerte
de este último dio paso al califato de Alí, yerno de Mahoma.( casado con su hija Fátima). Con Alí se
sucedieron los enfrentamientos religiosos, por las distintas corrientes de opinión a la hora de fijar los
textos coránicos y los hadits del Profeta. En el año 661, Mu´awiya, gobernador Omeya de Siria,
derrotó a Alí y se hizo con el poder del califato. Los vencidos no desaparecieron sino que crearon en
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la clandestinidad la disidencia religiosa apoyada en el siismo, que rechazaba la Sunna como fuente
de la doctrina del Islam. Estos grupos llegaron hasta nuestros días.
Los Omeya gobernaron hasta en año 750 en que los abbasies acabaron con ellos. Con los Omeya se
centralizó la administración, que trasladó la capital a Damasco, y se estableció una administración
provincial a cuyo cargo nació la figura del emir. Se estableció la lengua árabe como lengua oficial y
se acuñó una moneda propia. Fue un periodo de máxima riqueza, lujo y esplendor.
Conclusiones
Bushra i Kausar Arabi, estudiantes. Casablanca
Laia tiene 20 años y una hija de 8 meses. Estudió en España. Casablanca
En el periodo preislámico, llamado por los musulmanes “era de la ignorancia”, el maltrato a las
mujeres era tan común, que los hombres lo consideraban un derecho. En este tiempo las mujeres
estuvieron privadas de los derechos más elementales. Fueron objeto de rapto entre tribus rivales,
mercancía de trueque y moneda de uso, y esposas de hombres que las discriminaban y las
consideraban seres sin alma inferiores en todo a ellos. Se menciona en algunos textos árabes la
costumbre “wad”, de enterrar vivas a niñas recién nacidas. Este hecho fue condenado por el Libro en
la azora 60, versículo 12.
Así las cosas creo que el Corán reguló este “caos” social mediante azoras que dieron dignidad a la
mujer. La elevó a la categoría de creyente (Azora 33, versículo 35), la dotó de alma con derecho a los
goces del paraíso. Y le dio dignidad social con las mejoras de la dote (que pasaba a ser de su
propiedad) y el derecho a la herencia(azora 4, versículo 4). Reguló el estatus matrimonial
configurando el número de esposas en cuatro siempre que el esposo las pudiera alimentar y colmar
con equidad a ellas y a sus hijos.
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Por otro lado, las costumbres vigentes de reclusión de las mujeres árabes y musulmanas al espacio
privado -hábitos que no modifica el Corán- configuró a una mujer sin parámetros exteriores del
mundo. Los lugares públicos son zonas desconocidas y peligrosas por lo tanto intransitables. Un
lugar para los hombres que pueden controlarlo y moverse libremente por él. A su vez, el mundo del
interior de las casas pertenece a las mujeres, los hombres no tienen acceso, y apenas participan en los
momentos de la vida privada femenina, dada la radical división del espacio doméstico basada en el
sexo de los individuos. Estos usos y costumbres que se establecen por el Corán, en forma de ley a los
largo de los siglos, hacen que las mujeres pierdan autonomía en la organización de su propia
existencia.
En el viaje que realicé a Casablanca en el 2004 para estudiar y fotografiar la cotidianidad de las
jóvenes marroquíes, tuve ocasión de conocer sus tradiciones y a su vez imaginar los cambios que
podían representar para ellas una nueva “mudawana” (código de estatuto personal) integrado por
leyes más igualitarias (la mujer tendrá derecho a opinar sobre su matrimonio, y podrá reclamar la
cláusula matrimonial que imponga la monogamia al marido. Éste no podrá repudiarla, sino que un
juez dictaminará el divorcio... etc. Conocí, visité, entrevisté y fotografié a un amplio abanico de
mujeres de las cuales quiero escribir la historia de Turiya.
Turiya tiene 17 años y vive en el campo en las afueras de Casablanca. Su casa está rodeada de un
cerco alto de madera que delimita los espacios dedicados a la vivienda familiar y los establos de los
animales. Ella está condenada a no salir de casa sin la compañía de un hombre de la familia. Por
deferencia a mi visita (las familias marroquíes son muy hospitalarias), la familia dispone dar un paseo
por los campos vecinos. La joven se viste para la ocasión y está exultante. Me coge de la mano como
es costumbre aquí, y me cuenta que la hermana mayor se casó hace 3 años con un marido que
escogió su padre, pero no es feliz. Ahora tiene dos hijos y quiere separarse.
Turiya tiene miedo porque esta vez será su madre la que busque al consorte para ella. Turiya ha
dejado de estudiar y espera la decisión de sus padres.
Las mujeres siguen sin expresarse en el mundo árabe, han sufrido las historias de sus países sin
intervenir de forma activa y cargan también ellas con la responsabilidad del retraso árabe. Ellas han
sido las más tradicionalistas en la educación impartida a sus hijas e hijos, porque las madres son las
transmisoras de los usos y las costumbres de cada sociedad. Hay un gran vacío de documentación y
bibliografía, que se explica con el analfabetismo de las mujeres que era casi total a principios del
siglo XX. Por otro lado el analfabetismo masculino contribuyó a que en el pasado no se construyera
un sistema cultural dotado de archivos. “Hay que destacar la casi inexistencia de letrados que se
distinguieran de la masa analfabeta. La decadencia del mundo árabe marcó el inicio de una era de
pasividad y de ignorancia. No existen archivos, actas de nacimiento, de defunción, de matrimonio,
documentos escritos, novelas, cartas, diarios personales, actas notariales, catastros, obras teatrales,
leyendas ni epopeyas en una consolidada tradición escrita. La codificación de la poesía clásica, la
gramática y la retórica eran las únicas preocupaciones de los sabios y los letrados que desde hacía
siglos repetían los mismos versículos”, afirma la antropóloga y periodista Rita El Khayat nacida en
Rabat.
Pienso que la unión de la figura del gobernante político y líder religioso que preconiza El Corán ha
sido un lastre para la evolución de la sociedad árabe. Los ulemas y los estudiosos hacen valer el
origen divino de la legislación coránica, olvidándose que la Xaria (ley canónica del islam) es la suma
de la revelación de Alá contenida en el Corán, con una regulación de costumbres ancestrales, la
Sunna, de procedencia humana, y los hadis, complementada por normas jurídicas establecidas por
analogía o a través de opiniones personales, y con el consenso de la comunidad. La Xaria es vigente
hoy en diferentes países islámicos. Lejos de nuestro tiempo y nuestra propia evolución.
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En la universidad de Casablanca muchas mujeres llevan velo. Los hay de gran variedad de colores y
tejidos, formas de anudar y de combinar varios pañuelos. Hay catálogos por internet para elegir los
más innovadores y llamativos. El velo no está reñido con llevar vaqueros ajustados, con ir
maquillada o coger de la mano al novio. “El velo es un salvoconducto para ocupar el espacio público
sin ser molestadas. Una manera de no ser presionadas por la familia y las compañeras. Es un
reconocimiento a la religión pura o es un factor de resistencia a la cultura occidental”, afirma Wafae,
estudiante de económicas. Hay que puntualizar que el Corán no menciona en ninguna de las azoras
que las mujeres deban cubrirse el cabello. En diversos fragmentos hace referencia al vestuario: “Di a
los creyentes que bajen sus ojos, oculten sus partes y no muestren sus adornos más que en lo que se
ve. ¡Cubran su seno con el velo!” (azora 24, versículo 31).
Recogí en la Universidad Mohamed V de Rabat algunos datos sorprendentes. Según los estudios
realizados en el 2000, por profesores de Sociología, sobre los valores religiosos de los jóvenes de
secundaria y universitarios. El 59% de los encuestados estaba contra la poligamia, y el 22% a favor.
Pero si comparamos estos datos con los resultados de un trabajo anterior de André Adam de l962; el
97% de los estudiantes de Casablanca estaban contra la poligamia, y un 1%, a favor. A su vez otro
estudio entre universitarios llevado a cabo por Mohamed Tozy a principios de los ochenta dejaba
claro que la oración se practicaba poco, un 34% se reconocía practicante y un 49% declaraba que no
rezaba nunca. En los noventa, sólo el 17% confesaba no rezar nunca, mientras que el 82% se
consideraba practicante.
Para finalizar este trabajo hago mía la palabra de Irshad Manji, periodista canadiense y autora de
“Los problemas del Islam”, que no rechaza ser musulmana, sino “unirse a un ejército de autómatas
que actúan en nombre de Alá”. Y que reclama el derecho de ser educada en lugar de adoctrinada.
Bushra Arabi, estudiante de bachillerato, y su madre durante las oraciones. Casablanca. Kausar Arabi, hermana
de Bushra, (al fondo), no puede rezar con ellas porque tiene la menstruación.
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Estudiantes del Collage Idrissi. Tienen 15 años. Al fondo la mezquita de Casablanca.
Fotografías: Anna Boyé, del libro “La mujer y Dios”
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Bibliografía
Vernet, J., prólogo y traducción de “El Corán”, Editorial Óptima, Barcelona 2002
Manji, Irshad, “Els problemas de l´Islam”, Proa, Barcelona 2004
Marin, Manuela, “Mujeres en Al-Andalús”, Madrid, CSIC 2000
El Khayat, Rita, “La mujer en el mundo árabe”, Icaria, Barcelona 2004
Bramon, Dolors, “Ser dona i musulmana”, Cruïlla, Fundació Joan Maragall, Barcelona 2008-12-10
García de Cortázar, J. Ángel, y Sesma Muñoz, José angel, “Manual de Historia Medieval”, Alianza
Editorial, Madrid 2008-12-10
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Kung, Hans, “En busca de nuestras huellas”, Debate, Barcelona 2004
“Atlas mundial de las religiones”, Edición de Ninian Smart, Inglaterra 1999
García Cortazar, Fernando y González Vesga, José Manuel, “Breve historia de España”, Alianza
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Boyé de la Presa, Anna, “La Mujer y Dios”, Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona 2004
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