La Gran Aldea _Revista de Buenos Aires_
Transcripción
La Gran Aldea _Revista de Buenos Aires_
La Gran Aldea 1.- Un título de novela “En fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, sémi-tendero, sémicurial y sémi-aldea...” LUCIO V. LÓPEZ, La gran aldea. El interés que suscitó el folletín La gran aldea en los lectores del diario SudAmérica1, terminó convirtiéndolo en una novela que luego se publicó con el subtítulo de costumbres bonaerenses 2. El relato de Lucio V. López, asumió la forma de una autobiografía, que se iniciaba con los recuerdos de una infancia marcada profundamente por la muerte de su padre y la consiguiente mudanza de la “pobre morada” natal a la “espléndida mansión” de los tíos, a cuyo cargo quedó, en una de las principales cuadras de la calle de la Victoria (actual Hipólito Yrigoyen). Con la intención de presentar una fábula, con fuertes ribetes de caricatura social de los tiempos circundantes a la Batalla de Pavón, el autor fue tejiendo una ingeniosa secuencia ligada a la vida matrimonial del tío Ramón mediante la cual ilustraba el pasaje de una cultura “tradicional” asimilada a su primera esposa, Medea Berrotarán hacía otra “moderna” asociada a su segunda esposa, Blanca Montifiori. Precisamente en las pinceladas sociales porteñas que conformaban el entorno del eje argumental, con reconocidos personajes de época3, estuvo el atractivo mayor de la obra. Ciertos críticos literarios explicaron la gran trascendencia de la obra, tal como puede apreciarse en el trabajo de Rojas4 como en el dirigido por Arrieta5, por el hecho de ser un discurso pionero en su género y sobre todo el valor documental sobre una época. Alfonso de Laferrère en su Prólogo a la edición de Estrada (1952) sostuvo que si bien el autor dió al título una intención hiriente, la posteridad lo ha convertido en un nombre afectivo y melancólico: “Quiso ser cruel con Buenos Aires, pero el amor a Buenos Aires lo venció”. A más de un siglo de su publicación, La Gran Aldea no solo siguió vigente 1 Diario fundado en 1884 por Lucio López con Pellegrini, Gallo y Lagos García. Además de la “Gran Aldea” se publicó “Fruto Vedado” de Paul Groussac. 2 LÓPEZ, Lucio V. (1884) La Gran Aldea. Costumbres Bonaerenses. Buenos Aires: Imprenta Martín Biedma. 3 Bernardo de Irigoyen (Bonifacio de las Vueltas), Bartolomé Mitre (Buenaventura), Nicolás Avellaneda, Rufino de Elizalde (doctor Trevexo) y Juan Carlos Gómez (Benito). 4 ROJAS, Ricardo (1922) La Literatura Argentina. Buenos Aires: Imprenta Coni. 5 ARRIETA, Rafael Alberto (Dir) (1959) Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires: Ediciones Peuser. 1 sino que se instaló fuertemente en la historiografía urbana, a mi entender, sobre todo por el título, en tanto proveyó una de las imágenes más fuertes, que servía como el mejor rótulo para un periódo de la evolución de Buenos Aires. El hallazgo del mismo radicó en la posibilidad de hacer una doble lectura: ya sea porque, desde lo descriptivo, rendía cuenta de una aldea que fisicamente se había sobredimensionado o porque, desde lo interpretativo, reseñó un anhelo social de grandeza que no se condecía con la realidad vigente. Una contradicción intencional que mostraba una ciudad que tenía más tamaño que jerarquía, en los términos que se entendía debía ser una ciudad “moderna”. Esa imagen con toda su magia y fascinación, dejó de discutirse, se la aceptó cabalmente como sucede con los mitos. Parecía ser la más propicia para ilustrar el punto de partida de un proceso que remataba en el momento en que Buenos Aires, metafóricamente, se convirtió en el “París de América del Sur”. Lo cual a su vez servía para resaltar la espectacular velocidad en los cambios acaecidos en una ciudad, cuando mundialmente fue reconocida por su magnificencia, por ejemplo para el Centenario de la Revolución de Mayo (1910), pese a sus orígenes tan precarios. “el centro comenzaba en la calle de la Piedad [actual Bartolomé Mitre] y terminaba en la de Potosí [actual Alsina][...]. El barrio de las tiendas de tono se prolongaba por la calle de la Victoria [actual Hipólito Yrigoyen] hasta la de Esmeralda, y aquellas cinco cuadras constituían en esa época el boulevard de la fashion de la gran capital.” Lucio López, la Gran Aldea (pp. 64/65). 2 2.- Las primeras percepciones de la ciudad en los relatos de viajeros. A partir de los relatos de viajeros podemos recuperar una entrada empírica, esto es directamente ligada a sus vivencias, analizando el conjunto de descripciones mediante las cuales expresaron las primeras impresiones que deparaba la ciudad de Buenos Aires en el proceso de acercamiento: “Vista de a bordo -escribió Hutchinson6- la ciudad de Buenos Aires tiene una apariencia muy agradable. Entre los objetos más prominentes visibles desde el buque, están las cúpulas de muchas hermosas iglesias cubiertas de tejas de procelana azul y blanca” (pp. 10) . Una descripción que podríamos denominar “clásica” en tanto desde los remotos tiempos coloniales, las iglesias eran los elementos arquitectónicos más destacados. En términos generales podriamos decir que las apreciaciones fueron elogiosas; sólo en contados casos nos encontramos con apreciaciones como en los Random Sketches7...”Buenos Aires vista desde el río no presenta una apariencia muy llamativa o pintoresca. [...] el contorno de edificios, aunque cortado por numerosas cúpulas y torres, es derecho y monótono” (pp.3). Para Cunningham Graham8, recién superada la primera línea visual de los techos de las iglesias, las cúpulas, las torres y algunas altas palmeras, aparecía una ciudad de casas bajas y blancas, que le daban cierto aspecto oriental. Comparándola con la ciudad de fin de siglo, que conoció en un segundo viaje, sostuvo que todavía era una ciudad colonial, lo cual estuvo lejos de constituir una crítica, sino más bien cierta nostalgia por todo el encanto que encerraba: “Así le sucede al hombre que en su juventud ha visto a una bailadora gitana, morena, ágil y cenceña, y se ha complacido en verla desde lejos, que años más tarde vuelve a encontrarla casada con un capitalista, esplendorosa de joyas y trajes de París, y que piensa que a sus ojos era más hermosa allá en el Burrero, envuelta en su raído mantón de Manila” (pp.70) Estas sensaciones iniciales, que venían mezcladas con las expectativas e informaciones que cada uno traía, fueron expresadas en términos comparativos con el lugar de origen, en tanto los destinatarios del relato eran sus pares, ampliándose en algunos casos con otras ciudades europeas y/o americanas. En este sentido los relatos de viajeros cobran un relieve muy importante en tanto intentan explicar o definir lo nuevo, de allí que ciertas costumbres o tradiciones que para la cultura local son obvias o que simplemente se practican por formar parte de la misma, son dotadas de una conceptualización, con las ventajas y desventajas lógicas por ser producida “desde afuera” de la cultura en cuestión. ¿Qué era Buenos 6 HUTCHINSON, Thomas José. Buenos Aires and Argentine Gleanings: With extracts from a diary of Salado Exploration in 1862 and 1863. London, Edward Stanford, 1865. 7 RANDOM Sketches of Buenos Aires with Explanatory Notes. Edimburgh, William P. Nimmo, 1868. 8 CUNNINGHAME GRAHAM, Robert B. El Río de la Plata. Londres, Wertheimer, 1914. 3 Aires? Se trataba de una pregunta mucho más compleja de lo que podriamos imaginar, sobre todo porque el concepto de ciudad se había diversificado9, contando no sólo con una gama mayor de indicadores sino que a su vez estaban graduados en una escala indicativa del “progreso” alcanzado. Así se establecía un rango por el cual ciertas entidades podían incluso llegar a quedar excluidas de la categoría “ciudad” mereciendo, por ejemplo, el apelativo de “pueblo”. Buenos Aires, “ciudad” o “pueblo”, era un debate donde la opinión local no era indiferente al rótulo que podía merecer por parte de los viajeros. Tomaré a Burton10 como ejemplo de lo expresado: “Buenos Aires es evidentemente una ciudad; tiene un apresuramiento y excitación cívicos; hay una actitud pulida de ciudadano en ella; la primera mirada nos dice que no es, como Montevideo, un pueblo”. Podemos apreciar en este caso un parámetro “político” de definición, que hoy en día no suele utilizarse como componente básico para definir una ciudad. Hadfield11 haciendo una comparación entre su dos viajes, el primero en 1853 y el segundo en 1868, se vió impactado no sólo porque tanto su población como su tamaño se habían duplicado, sino también por la jerarquía alcanzada: “Cuanto más miro a esta gran ciudad, más me llama la atención su crecimiento como también el lujo con el cual ha sido atendida, evidente en el estilo de construcción y en los grandes establecimientos privados, algunos de los cuales entran realmente en una escala principesca” (pp. 131)12. Burmeister13 afirmó que después de Río de Janeiro “es la ciudad más grande y populosa de la América del Sur y probablemente supera a todas en frescura y lozanía intelectual” (pp. 95) Crawford14 consideró que en su conjunto bien merecía el rótulo de “una 9 Las definiciones clásicas ya no reflejaban el proceso de urbanización del siglo XIX: "VILLE: assemblage de plusieurs maisons disposées par rues, et fermées d´une clôture commune, qui est ordinairement de murs et de fossés. Mais pour définir une ville plus exactement, c´est une enceinte fermée de murailles, qui renferme plusieurs quartiers, des rues, des places publiques, et d´autres édifices." [Encyclopédie, Ed. Pellet, Genève, 1778 (pp. 447/450)] 10 BURTON, Richard F. Letters from the battle-fields of Paraguay. London, Tinsley brothers, 1870. 11 HADFIELD, William. Brasil and the River Plate in 1868, showing the progress of those countries since the former visit in 1853. London, Bates, Hendy and Co., 1869. 12 Estas apreciaciones son muy similares a las vertidas por Latham: "Buenos Aires es una ciudad hermosa y grande [...]Es sorprendente el aumento de la extensión de la ciudad en estos últimos años; y el número de magníficas casas en ellos edificadas, de las cuales muchas merecen el nombre de palacios" (pp. 6). 13 Viaje por los Estados del Plata con especial referencia a la constitución física y al estado de la cultura de la República Argentina realizado en los años 1857, 1858, 1859 y 1860. Buenos Aires, Unión Germánica en la Argentina, 1943. BURMEISTER, Dr. Hermann. 14 CRAWFORD, Robert. Across the Pampas and the Andes. London, Longmans, Green & Co., 1884. 4 ciudad elegante” si bien aún no se habían superado algunas instancias como la condición sanitaria, la mala y escasa pavimentación de las calles, y fundamentalmente su acceso desde el río. Las sensaciones que provocaba el recorte de la silueta urbana en el horizonte15 solían estar seguidas por todo lo que implicaba la llegada a destino, en tanto la fuerte actividad naviera existente no se veía correspondida con una infraestructura adecuada. William Hadfield reseñó la situación que se vivía en 1868 “[...] Las dificultades del fondeadero todavía existen, pero un bosque de mástiles, que se extiende por muchas millas en las radas externa e interna, junto con un considerable número de barcos a vapor (los últimos particularmente en la rada interna) pueden ser observados y dos malecones o muelles han sido erigidos, uno exclusivamente para fines de la Casa de Aduana, el otro para botes y pasajeros, pero una gran porción del tráfico todavía es llevada a cabo con carretas que van junto a los botes con carga o para llevarsela. Llegando al muelle, se presenta una escena llena de gente por el transporte del equipaje de los pasajeros que es tomado a cargo por peones o porteros y llevado para inspección al pequeño depósito en la entrada al muelle” (pp. 103) Por comentarios de Robert B. Cunnighame Graham y de Arthur Shaw, sabemos que las críticas al mal estado del muelle estaba tan generalizada que merecía una columna irónica, titulada “Un agujero en el muelle” que se publicaba en el periódico The Buenos Aires Standard. Tras el acecho de los changadores el “[...] equipaje es depositado en la mitad más al norte de la “Resguardia”, aquí representado por dos pequeñas glorietas, kioscos o casas de té chinas, curiosidades de madera a rayas azules y blancas, extrañamente adjuntas a la raíz de la larga proyección. La manía del kiosco ha migrado desde los bancos del Sena al lejano Padre Plata” (Dr. Hermannn Burmeister, pp. 154). 15 "[El viajero] va a ser impresionado por la encantadora vista que Buenos Aires presenta en la distancia. Los elegantes minaretes, las torres de las iglesias y las centellantes cúpulas le dan una apariencia ligera y fantástica a la ciudad" (Handbook, pp. 2); "Las altas cúpulas y blancas torres de las iglesias y del Cabildo se destacan con gran contraste contra el cielo azul puro..." (Hinchliff, pp. 44) 5 3.- La construcción discursiva de una ciudad moderna en la Opinión Pública. "Buenos Aires es una ciudad grande. Observe bien el lector que no digo: Buenos Aires es un gran pueblo; temo ruborizarle ó que piense que le adulo. Digo solamente que esta es una ciudad grande, que no se parece á la Asunción, por ejemplo. Aquí se padece una enfermedad de que aquella está exenta. Esa enfermedad no es el anhelo por sobresalir, ni un espíritu de murmuración, ni el prurito de alabanzas de hechos ó de individualidades comunes, ni cierta tendencia á aristocratizarse sin mas razon que la del frontispicio; nada de esto existe, luego no proviene de ahí la dolencia. Ni yo sé bien porqué la llamó así. Refiérome á ese vértigo que suele subir á la cabeza y produce emociones que no dejan pensar en mañana. Eso solo pasa en las ciudades grandes, especialmente allí donde se vive según el modelo frances ó mas bien parisiense. De ahí que la Asunción se diferencia tanto de Buenos Aires. Aquella quieta, tranquila, contenida, fija; mira y no ve. Esta movible, anhelosa, mira hácia adelante; anda, alienta, se precipita, quisiera tener alas. Desde que vió subir el globo, parece que á Buenos Aires no le bastase la tierra y que aspirase á la rejion del rayo. La vida moderna supone que hay una sociedad que sobresale, que flota, que brilla; que deslumbra, que está satisfecha de sí misma, y en cuyo seno se ajita de dia, de noche, siempre, un espíritu acerbo, cáustico, que hiere no la piel, no la superficie, sinó algo que no se ve pero cuya herida suele ser honda, desgarradora, incurable. Esta suposición no sé en qué puede fundarse entre nosotros, donde las costumbres son tan sobrias y la democracia una realidad por todas partes." Bruno "La Semana" en: Correo del Domingo. Número 24, del 12 de Junio de 1864, pp.370 José María Cantilo se planteó una primera disyuntiva para definir a Buenos Aires: “ciudad grande” o “gran pueblo”. En este sentido el autor utilizó un ardid para deshechar la ascepción “pueblo”: hablar de una “ciudad grande”, indefectiblemente rendiría cuenta de sus dimensiones, en cambio hablar de un “gran pueblo” podría llevar, a su entender, a la suspicacia de estar adulando a sus habitantes. En ningún momento se planteó la posibilidad de hablar de un “pueblo grande” -en un sentido geográfico- para dejar sentado que Buenos Aires no sólo se había ganado la categoría de “ciudad”, sino que además se hallaba lo suficientemente desarrollada como para merecer el atributo de “grande”16. Es evidente que en este caso “grande” estaba significando, para el autor, además de una dimensión física toda una jerarquía implícita, equivalente a “importante”. Esfuerzo discursivo que nos permitiría cuestionar la imagen de “Gran Aldea” de Lucio López, tan emblematizada en la historiografía. En el caso de Buenos Aires, el progreso se combinó con un modelo, 16 Por el Censo Nacional de 1869 sabemos que la ciudad de Buenos Aires contaba con 2504 cuadras y ocupaba una extensión de 40 kilómetros cuadrados. Albergaba 171.394 habitantes agrupados en 27.985 familias. 6 explicitamente enunciado: el “parisiense”. Este parámetro permitía una medición de los cambios, tal como se expresó en otros fragmentos: por un lado cambios cuantitativos: “Buenos Aires se va agrandando mucho. Ya la población del norte ignora lo que pasa en la del sud y á esta sucede lo mismo con aquella.[...]Nos vamos pareciendo mucho á Paris”(CD 42 -16.10.64-, 658/9) y por otro lado los cualitativos: “Una prueba de que progresamos, de que vamos siendo un pequeño Paris, la tenemos en la diferencia que se nota entre este y los pasados tiempos” (CD 60 -19.02.65-, 113/115). Por cierto el progreso en el campo urbano no era un proceso homogéneo, sino que conllevaba una diversidad de cambios y acciones, que a la hora de una evaluación podían ser vistos como positivos o negativos. Un componente de ese progreso era la velocidad de cambio, ese vértigo que desafiaba toda posibilidad de una aprehensión racional, librando el juicio al campo emocional o vivencial. Por ello, aún en los más tenaces propulsores del progreso, siempre quedaban resquemores o simplemente temores frente a la gran cantidad de cambios percibidos. La “tradicionalidad” de Asunción, aparecíera en Cantilo como la construcción de un refugio nostálgico, de un ámbito al cual podía huir en el caso de no soportar el vértigo en el cual se sentía inmerso: “Si no nos vamos á vivir á otra parte, en esta ciudad corremos riesgo de morir impensadamente. Los jinetes andan á escape, los carruajes disparan, los cargadores llenan las veredas con bultos encima, los albañiles no dejan paso por ellas ni á los enfermos; en la Bolsa hay una caballada, en las galerias del Cabildo grupos densos de jente afanada por ganar pleitos; por el muelle no se puede pasar, porque los changadores asaltan á las jentes á fuerza de quererlas servir, los trenes de los caminos de fierro se obstruyen de pasajeros, en los hospitales no caben los enfermos![...]A las molestias de las calles, añádese el cúmulo de incomodidades que nos aguardan de puertas adentro, hoy que las casas van siendo en compendio y que se las lleva á las nubes; todo lo cual no quiere decir que se alquilen á bajo precio. Es preciso pues tomar alguna medida: llevar una parte de la poblacion al campo. [...]Tanto estrépito, tanto atropello, tanto jentío en las calles, tanto organillo, tanta casa que se hace ó que se rehace, tanto aguador con campanilla, tantos gritos, tanto mendigo, tanto vestido de cola, tanta máquina, es para desear huir mil leguas de aqui. Prefiero el Paraguay con su solemne silencio, sus patriarcales costumbres, sus trajes que no siguen los figurines, sus sombreros y la linterna en la mano, que esta babilonia, este infierno en que se ha convertido Buenos Aires. Probablemente me embarco en el primer vapor para la Asuncion.” (CD 45 -06.11.64-, 706/7 [Bruno, La Semana]) ¿Cúales eran los factores que hacían de Buenos Aires una “babilonia”, un “infierno”? Para Cantilo, había dos variables que se conjugaban peligrosamente: cantidad de población y ritmo de vida. Respecto a la primera podemos apreciar cómo empezaba a evidenciarse el impacto de las corrientes migratorias a nuestro país17. Fenómeno que siempre produce una ruptura respecto a la evolución de la estructura urbana de una ciudad. Un antecedente similar lo registramos en el 17 En el Informe de La Comisión de Inmigración de Buenos Aires publicado por la Imprenta del Orden en 1866, se puede advertir que la inmigración europea registrada desde 1858 con 4.658 inmigrantes, a partir de 1863 superó la barrera de los 10.000, manteniéndose en ese orden para 1864 (11.682) y 1865 (11.767). En promedio un 40% eran italianos, un 20% franceses, seguidos por españoles (15%) e ingleses (10%). 7 período en que Buenos Aires fue Capital del Virreinato del Río de la Plata cuando se produjo prácticamente una duplicación en la cantidad de habitantes, pasándose en números redondos de 24 a 50 mil habitantes. En aquel momento la respuesta edilicia introdujo novedades tales como los “Altos” y la modalidad de los “cuartos de alquiler”. En la época de Cantilo que “...las casas van siendo en compendio y [...] se las lleva á las nubes”18, la mayor demanda de viviendas produjo un impacto, motivado por una especulación inmobiliaria, en los precios19. Sobre todo en los alquileres, que era la situación a la que podían acceder los nuevos habitantes en ese período de transición que iba desde su llegada a la ciudad, tras un fugaz pasaje por hoteles, hasta que su inserción laboral les permitiese aspirar a ser propietarios. Cantilo sentenció una solución: “llevar parte de la población al campo”. Instancia que podría ser evaluada ingenuamente como la saturación de alguien que percibe cierto desborde de la situación y pretende corregirla drásticamente. Pero es probable que sutílmente el autor estuviera cuestionando la política oficial respecto a los inmigrantes. )Cúal era el destino previsto para los mismos? De ser la producción agrícola para la exportación, el ámbito era netamente rural. Tan solo la producción de manufacturas podría implicar un ámbito urbano, lo cual contaba al menos con dos limitaciones básicas: no contaba Buenos Aires con una infraestructura orientada hacia dicha meta y además -pese a los esfuerzos oficiales que perfectamente pueden remontarse hasta los postulados de Alberdi- la mano de obra que llegaba a nuestro país estaba muy lejos de ser especializada en términos industriales20. Por otro lado sobre esta vivencia, tan actual en cuanto a la opresión que causan las ciudades, podría hacerse otra lectura: el progreso era un desafío para el cual pocos estaban preparados, era casi un trofeo por el cual se podía dejar la vida. Pero además era una lectura de la realidad tendiente a formar opinión, en la cual el autor vuelca toda su experiencia cultural, seguramente formada a partir de toda una literatura social europea que tenía como escenario lo urbano. Desde lo empírico se podían percibir los cambios y desde las sensaciones vivenciar el vértigo, pero estos fenómenos sólo se leían como “progreso” en tanto se contara con cierta formación al respecto. 18 En el Censo Nacional de 1869, sobre un total de 19.309viviendas, se diferenciaron los siguientes tipos constructivos: "azotea" (86.38%); "teja" (1.19%); "madera" (7.83%) y "paja" (4.53%). A su vez se discriminó la cantidad de plantas que contaban: una (88.7%), dos (10.3%), tres y más (0.9%). Resulta evidente que se trataba de una ciudad "chata" al prevalecer las casas de una sola planta y con un estilo plenamente consolidado, de azotea. Este era una variante implementada en la últimas décadas del siglo XVIII, respecto al techo de teja, que entre otros motivos permitía la recolección de agua de lluvia para los aljibes. Los otros tipos constructivos (teja, madera, paja) eran resabios del pasado con una cada vez menor incidencia. La construcción en altura, símbolo de modernidad desde la etapa virreinal (1776-1810) con la aparición de los "Altos", todavía tenía una escasa representación en el parque inmobiliario de la época. 19 "Las rentas son exorbitantes, alrededor de los 3.000$ por mes (300, por año) por una pequeña residencia familiar: y en el centro de la ciudad a veces es necesario esperar años por una casa vacante" 20 "porque la inmigracion que llega no es solamente de industriales sino que trae tambien su parte de industriosos en ramos de que no se ocupan los tratados de economía política, aunque suelen figurar en los cuadros estadísticos para señalar el grado de progreso de un pueblo, en sus hospitales y cárceles." 8 El progreso en tanto proyecto contaba con distintas posibilidades de aplicación, que podrían reducirse a dos instancias básicas: un proceso racional, controlado y pautado, y por otro lado un proceso espontáneo, mucho más superficial y por ende dando lugar a prácticas sociales frívolas. La función de Cantilo en el relato aparece como la de un juez facultado para discenir y sentenciar sobre lo bueno y lo malo, esto es creando pautas sociales. Por otro lado los cimientos del progreso fueron puestos en el comercio; este era el verdadero motor que posibilitaba los cambios. “Estamos progresando rápidamente. La población aumenta, La riqueza se desarrolla. El lujo toma incremento notable. Todas estas ventajas alcanzarán poco a poco al resto de la república y todos los hombres usarán botas finas, guante de cabretilla, sombreros de castor y alhajas que brillen; y todas las mujeres andarán á la última moda. Una prueba de que progresamos, de que vamos siendo un pequeño Paris, la tenemos en la diferencia que se nota entre este y los pasados tiempos. Hoy los hombres van por la calle preocupados siempre, á paso largo, distraidos; son bruscos, frios, indiferentes con los demas, muchos andan hablando solos.[...]El progreso actual hace que tres cuartas partes de la población masculina esten en la calle desde temprano, activa, dilijente, remedando el movimiento continuo. En la otra cuarta parte entran en primer lugar muchos empleados, los irresistibles, los viejos, los enfermos y algunos ricos que no tienen por qué ni para qué salir á ahogarse con el polvo y sufrir atropellos de hombres, bestias, carros de carga y coches de plaza” (CD 60, -19.02.65-, 113/5 [Bruno, La Semana]) Este multifacético progreso tuvo sus improntas más visibles en los cambios que se iban registrando en los sistemas de comunicación. La expansión de la Revolución Industrial posibilitó una nueva forma de relación de los paises entre si, en el marco de un nuevo sistema global que tendía a la articulación de los centros productores de materias primas con los de manufacturas. En este sentido las transferencias de mayor impacto fueron las tecnológicas, sobre todo las relacionadas con los medios de comunicación: barcos y ferrocarriles a vapor y el telégrafo, en tanto lo que se modificaba sustancialmente era la relación “espacio-tiempo”. Un espacio geográfico interceptado por un espacio comunicacional, que alteró y diversificó la percepción de las distancias: empezaba a diseñarse un nuevo mapa. Los nuevos articuladores del sistema global provocaron impactos subsidiarios, de los cuales me referiré a las implicancias para la ciudad de Buenos Aires y sus habitantes. Tomemos el caso del ferrocarril que representaba para el sistema global el reemplazo del sistema de transporte de cargas que hasta ese momento había sido encausado a través de las caravanas de carretas. Para los habitantes de la ciudad, que no dejaban de asombrarse por la gran velocidad en los tendidos de rieles desde aquellos originales 10 kilómetros inaugurado en 1857 21, el ferrocarril 21 "La huella de la red ferroviaria en la traza urbana de Buenos Aires constituyó un elemento de singular impacto, tanto por las formas de acceso como por las improntas edilicias, playas de maniobras, galpones, etc. La primera estación del ferrocarril estuvo ubicada frente al Parque de Artillería (en el actual emplazamiento del Teatro Colón), pero la más importante fue la Estación Central que servía de terminal a los trenes del norte y el sur y que estaba en el bajo sobre la calle Cangallo [actual Presidente Juan Domingo Perón], próxima a la Plaza de Mayo" GUTIERREZ, Ramón Buenos Aires evolución histórica. Colombia: Escala Ltda, 1990. (pp. 87) 9 tenía otras connotaciones, ligadas al uso como transporte de pasajeros: “Las familias se van al campo. El que no supiese que aquí acostumbramos a hablar hiperbólicamente, creería que la ciudad se despobla, como dice una intelijente jóven. Cuando se dice que las familias se van, debe entenderse algunas familias. En efecto, en esos días empieza el movimiento hacia afuera. Unos se van por placer. Otros se van por economía. Otros van al ruido de la gente, pues ya se sabe que entre nosotros abundan los vicentinos. Irse al campo, quiere decir en suma irse a Flores, a San Fernando, a Belgrano. Esto es como no salir de Buenos Aires. En esos pueblitos etiqueteros se vive como aquí, con las mismísimas exigencias que tanto incomodan en verano. Eso pues no es irse al campo. A lo más es mudar de barrio. Las Conchas es otra cosa. Allí sí que se vive con esa holgura que hace agradable los paseos campestres.[...] Las Conchas por consiguiente van llevándose pobladores de la ciudad. A vuelta de poco tiempo aquella naturaleza primitiva habrá cambiado: el ferro carril tocará esos parajes y los hará el jardin de Buenos Aires. Por ahora, las personas se van al campo, yéndose á los pueblos; )adónde han de ir?” [CD, T. I , N1 48. 27/Nov/1864, pp. 754/755] En primer lugar advertimos una transformación en la relación “ciudad-campo”. El “campo”, que siempre había sido algo muy cercano, se fue alejando progresivamente o al menos matizándose con pequeños pueblos que cobraban una nueva vida. El hecho notorio era el cambio en la ecuación distancia-accesibilidad, lo cual no solo posibilitó allanar las peripecias, riesgos e incomodidades de ciertos paseos en otras épocas, sino que terminó creando toda una moda, hasta diríamos una necesidad de realizar paseos en tren. El ferrocarril permitió a los habitantes percibir como se iban esfumando los límites de la ciudad, instalándose en el imaginario colectivo la idea de una expansión, más allá de una estricta continuidad física, en tanto ciertos pueblos comenzaron a funcionar como si fueran barrios de Buenos Aires e incluso hubo ámbitos naturales que se integraron como si fueran espacios públicos verdes, para la recreación urbana. La meta perseguida era clara “...y un día vendrá en que Buenos Aires tenga noticias á la minute de lo que pasa en toda la república” [CD, T. II, N1 103, 17/Dic/1865, pp. 810/811]. De allí que ni siquiera la Guerra de la Triple Alianza llegó a detener totalmente el avance. Pero sobre todo, el ferrocarril, era un ente casi mágico en su poder de transformación y modernización de los distintos ámbitos que iba alcanzado22. Además, en el seno mismo de la ciudad, era el promotor de una gran cantidad de construcciones de un nuevo tipo de equipamiento urbano, que llegó a valorizarse como las “nuevas obras de arte”, tal fue el caso del “Puente de fierro en Barracas” del Ferro-carril del Sud. En el año 1866, podía advertirse cierta consolidación en los usos y costumbres de los habitantes de Buenos Aires respecto al ferrocarril. Incorporado plenamente a la vida cotidiana, se marcaba un punto de inflexión respecto de un 22 "Moron que ha resucitado al toque de los rieles del camino de fierro, y que es un pueblo puesto a la moderna..." (CD, T.I, pp. 674/5). 10 pasado que ya parecía más lejano de lo que expresaban los años transcurridos. Una reseña muy completa la encontramos en el artículo “Una excursión al Tigre”: “De poco tiempo a esta parte se ofrece en Buenos Aires un espectáculo que no habían presenciado jamás los porteños viejos. Más claro: no se habían imaginado siquiera que sucedería semejante cosa. Hablamos de las escenas de los caminos de fierro, no ménos interesantes porque sean repetidas. Hace muy poco tiempo que ciertas mujeres nerviosas daban una prueba de mucho valor al pasar el puente del primer camino de fierro, en medio de exclamaciones que mostraban sus impresiones nuevas. Pero hoy muy pocas personas ha de haber que no hayan viajado en el ferro /.../. En cambio, hay quienes han andado por un camino de esos centenares de veces. Algunos de esos viajeros obligados se interesan ya tan poco en el paisaje y en los accidentes del camino, que se acomodan en su asiento como en un sillón propio, y si el viaje es hasta Chascomus o Mercedes acaban por quedarse dormidos para que les sea mas corta la travesia de tres ó cuatro horas. /.../ La concurrencia está alegre. La barranca del Retiro ofrece una vista pintoresca. Por ese paraje descienden hacia la estación hombres, mujeres, niños, conversando aquellos, gritando y corriendo estos. Numerosos quitasoles de todos colores opuestos a los rayos del sol hacen más variado aquel cuadro movedizo. Algunos cazadores van con sus escopetas y sus morrales vacíos. Muchos sirvientes cargan canastas de vinos y fiambres para los banquetes en las islas, a la sombra de sus sauces corpulentos y sonoros. La boletería está ya abierta, y todos se precipitan a ella para munirse de boletos. Cuarenta pesos cuesta el pasaje de ida y vuelta, menos dos o tres pesos de que la administración hace gracia al que toma los dos boletos a la vez.[...]” [CD, T. III, N1 108. 21/Ene/1866, pp. 50/53] De regreso a la ciudad, el viaje en tren se complementaba con otra innovación: el tranvía23. Por cierto tanto el tren como el tranvía fueron creando escenas que se volvían comunes, ante lo cual solo cabía reseñar ciertas innovaciones en los usos, como el caso de una pareja que alquiló un tren para pasar la noche de boda24. Otro caso interesante fue de fines del ‘67, donde se puede apreciar como los usuarios del Ferrocarril del Oeste fueron considerados como un mercado factible para desarrollar campañas proselitistas. Para los habitantes de la ciudad, sobre todo para los sectores acomodados, el ferrocarril fue una clara impronta de modernidad, dónde cada ámbito que incorporaba, como así mismo las estaciones, fueron vistos como propicio para la exhibición, un lugar más donde lucir la moda: “El gusto escocés en los trajes y sus adornos está en voga. No veo mas que graciosas escocesas por todas partes. El sombrerillo sigue en auje, en los paseos de los trenes sobre todo, y en los pueblos á que ellos conducen. Esto puede verse en 23 "Dentro de la ciudad tuvieron peculiar importancia los servicios de transporte de tranvías que inicialmente pertenecieron a los Ferrocarriles del Norte y del Sur, y eran prolongaciones internas de las redes ferroviarias. El primer ramal de "tramways" fue instalado en 1863, partiendo de la estación terminal del ferrocarril del Norte en Retiro y llegando por el Paseo de Julio a la calle Rivadavia. El segundo fue del ferrocarril del Sur y salía de Constitución por la calle Lima hasta Moreno donde había una pequeña estación ferroviaria". GUTIERREZ, Ramón, op. cit. pp. 88. 24 "Ese tren especial, oh lectoras mias! conducirá fuera de la ciudad [habrá ya conducido anoche] á una feliz pareja despues de pronunciar el sí que une para toda la vida"[CD, N1 117. 25/Mar/1866, pp. 193/194] 11 las principales estaciones”. (CD, T. I, N1 10, 06/Mar/1864). Con el transcurso del tiempo, la moda fue consolidándo pautas y reglas muy estrictas, que denotan la creación de nuevos códigos: “El traje para un dia campestre exije, en las niñas sobre todo, el sombrerillo caprichoso y el adorno indispensable del velo verde, blanco o azul. Los vestidos son de vivos colores que contrastan armoniosamente con el fondo verde oscuro de los árboles. Los hombres ponen el pié en tierra abriendo sus quitasoles blancos. El traje obligado en los paseantes es el blanco y para cubrirse la cabeza cada cual adopta el sombrero que mejor le cuadra.” (CD, T. III, N1 108, 21/Ene/1866) El ferrocarril conformó un tipo de frontera dinámica, que iba diferenciando espacios de tradición y modernidad, en su progresivo avance. Los tiempos empezaron a diversificarse más en la sincronía que en la diacronía; ya no se trataba de hablar de pasado o futuro sino de áreas integradas al progreso y de áreas que permanecían sumidas en el atraso. El proceso “integracional” que posibilitaba el ferrocarril se complementaba con los barcos a vapor, gracias a los cuales se redujeron las distancias ultramarinas, sorteándose así aquellas dificultosas y largas travesías, que desde los tiempos de Colón se hacían a vela. En nuestro país no sólo se adoptó el sistema de navegación a vapor sino que se implementó su construcción25 . Al igual que con los ferrocarriles, la utilización de los “vapores” se ampliaba muy rápidamente, y en el ámbito local, su mayor utilización estaba dada por el transporte de pasajeros. “El Uruguay, el Paraná y el inmenso Plata son hoy surcados por numerosos vapores, ocupados principalmente en trasportar pasajeros. El número doblará dentro de poco tiempo y en esa proporción será el movimiento de las personas. El que no sigue con un poco de atención esa actividad fluvial, se sorprende mucho cuando conoce la importancia que tiene la navegación de los ríos.” [CD, T.III, N1 108. 21/Ene/1866, pp. 50/53] Además de los inconmensurables beneficios del menor tiempo de viaje y mayor capacidad de carga, la posibilidad de una comunicación que se percibía vertiginosa frente al cambio de ritmo, procuraba una vivencia estimulante y temida a la vez. “Es imposible que los lectores retengan hoy lo que leyeron ayer. El descubrimiento de los paquetes a vapor hace que todo sea viejo en pocas horas” [CD, T.I, N1 43, 23/Oct/1864, pp. 674/5] De todos modos cabe destacar que en materia de “noticias” el vapor no pudo competir con la electricidad. El telégrafo, perteneciente ya a una segunda etapa de la Revolución Industrial, fue el medio de comunicación interpersonal más eficaz. En este caso la Guerra de la Triple Alianza incidió inversamente a lo ocurrido con los ferrocarriles, en tanto fue la gran propulsora de su rápida implementación. Pocas vivencias, como la de una Guerra, genera tanta avidez de noticias. Razón por la cual al principio el telégafo aparecía como un elemento más que acompañaba el 25 "... vapor nacional Era construido, por cuenta de una compañia de Gualeguaychú, en el astillero del Sr. Marshall en Barracas, y el primer vapor de su tamaño y capacidad que se haya construido en Buenos Aires" [CD, T.I, N1 17. 24/ Abr/1864, pp. 258]. 12 tendido de rieles, pero una vez desatada la Guerra se transformó en una imperiosa necesidad26. Para Octubre de 1866 todas las expectativas estaban puestas en la línea que uniría Buenos Aires con Montevideo27. Para la misma fecha, comenzaban a discutirse, con agentes de una compañía norteamericana, otros proyectos para unir Buenos Aires con Río de Janeiro y con Chile. Lo cierto fue que el 29 de noviembre se produjo la tan anhelada inauguración del telégrafo sub-fluvial y bien vale la ocasión para recuperar la emoción, con ribetes casi mágicos, que producen las innovaciones, en aquella vivencia: “Ya tenemos telégrafo submarino que nos pone al habla con Montevideo - unas sesenta leguas de distancia. A través del Río de la Plata los dos pueblos se han abrazado con fraternal efusión, con clamores de júbilo.[...] El 29 de noviembre de 1866 hemos asistido a esa conversación de los dos pueblos. Parecíanos que veíamos los semblantes de los que nos hablaban, que leíamos sus pensamientos, que sentíamos los latidos de su corazón.[...] Mas tarde vimos doscientas personas agrupadas en derredor del misterioso aparato, pasmadas en presencia de lo que allí sucedía. El jóven inglés, encargado de traducir la impresión eléctrica que quedaba estampada en el papel, hacíalo con próntitud asombrosa, casi tomando al vuelo la palabra que llegaba; él no leía los signos; escribía al mismo tiempo que sentía el fluido en acción; parecía que oía la voz viva que hablaba desde Montevideo, que escribía a su dictado” [CD, T. III, N1 153, Dic/1866, pp. 333/334] A poco tiempo de su funcionamiento se pudo advertir la utilidad y peligrosidad de la capacidad comunicadora del telégrafo en cuanto a la veracidad de la información 28. Por otro lado el uso público del mismo, fue seguido rápidamente por el privado, diversificándose en una gama mucho más amplia, la comunicación entre ambas ciudades 29. Sin duda se trató de una verdadera revolución en los medios de comunicación, expresada en la trilogía que conformaron el ferrocarril, los barcos a vapor y el telégrafo. Transferencia de tecnología que respondía a un modelo de integración mundial que terminó por diseñar todo un mapa a nivel nacional y a potenciar la función articuladora de Buenos Aires. De allí que el progreso se haya vivenciado en función de una potencialidad, es decir de expectativas que corrían aún 26 "No tener un telégrafo hasta Corrientes! Vaya! somos la gente mas sin iniciativa del mundo. Con una guerra de este calibre y sin telégrafo! Conviene que no lo hagamos saber fuera de aquí." [CD, T.III, N1 123, 06/ May/1866, pp. 290/291] 27 "El telégrafo entre Montevideo y esta ciudad será dentro de pocos días un hecho para la población de los dos paises. Muchos sueños de ayer se van convirtiendo en dichosa realidad." [CD, T.III, N1 146, 14/Oct/1866, pp. 217/218] 28 "Los despachos telegráficos de Montevideo dieron por unas horas ocupacion á mucha gente en la semana anterior. Es preciso tener presente que tanto sirve el telégrafo para dar noticias verdaderas como para trasmitir noticias falsas, porque él no habla por sí solo, sinó que quien habla es el hombre. El telégrafo nos dijo que Napoleon había muerto" [CD, T. IV, N1 157. 01/Ene/1867, pp. 04/05]. 29 "... el telégrafo trasmite noticias privadas en tal abundancia que es un contento.[...] Un casamiento, un alumbramiento, una reconciliación. He ahí tres avisos dignos de ser confiados á la electricidad" [CD, T. IV, N1 159. 13/Ene/1867, pp. 37/39] 13 más de prisa que los cambios que se percibían y que cumplían la función de marcar una impronta, dejar un testimonio fehaciente, de un fenómeno que parecía inscribirse en un destino que estaba fijado para el país. Es entrando a esa “Gran Aldea” de la Literatura que nos encontramos con la contradicción entre el tamaño y la jerarquía de la ciudad, como asi también con un punto de inflexión entre dos horizontes culturales: el “colonial” , con proyecciones muy afincadas todavía en toda la primera mitad del siglo XIX y el “modernizador” que procuró un cambio en gran escala, alcanzando su madurez hacía el Centenario de la Revolución de Mayo. Es acompañando a los viajeros en su entrada a la ciudad que podemos advertir la confrontación entre las ciudades más desarrolladas, sobre todo en el ámbito europeo, con aquellas como la nuestra que aún requerían grandes obras de infraestructura (Puerto, pavimento, red de agua potable, etc). Es entrando a la construcción discursiva de la ciudad moderna en la Opinión Pública local que podemos comprender la profunda incidencia del impacto de la Revolución Industrial, sobre todo en los medios de comunicación y transporte, en plena conformación de un nuevo sistema económico mundial, como asi también la resignificación de la realidad nacional resultante del proceso de organización de un Estado Nacional. 14