Frank-Walter Steinmeier: Enfrentar al Estado Islámico

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EL MUNDO 5 SEP 2014 - 7:00 AM
¿Qué pueden y qué deben hacer los alemanes?
Enfrentar al Estado Islámico
La comunidad internacional tiene que desarrollar una estrategia política integral y coherente
para abordar las amenazas de esta organización terrorista.
Por: Frank-Walter Steinmeier*
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Soldados iraquíes luchan contra el Estado Islámico al norte del país. / AFP
Los grupos terroristas del Estado Islámico (EI) avanzan con monstruosa brutalidad,
persiguiendo y asesinando a cuantos se cruzan en su camino. En las zonas que se
hallan bajo su control esclavizan y humillan a quienes no piensan como ellos. Los
yazidíes y los cristianos, pero también los musulmanes que no están dispuestos a
plegarse a su ideología fundamentalista, se ven obligados a dejarlo todo y huir para
salvar la vida. Entretanto el EI controla un territorio transnacional poblado por más
de cinco millones de personas, con ciudades, pozos de petróleo, embalses y
aeropuertos. Alarma el hecho de que entre los terroristas se cuente también un
número creciente de personas procedentes de Europa.
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Con los avanzados sistemas de armamento capturados y los considerables
recursos financieros de que dispone, el EI se ha convertido en una amenaza
existencial para la región del Kurdistán iraquí y para el Estado de Irak, más aún, para
todo el de por sí frágil orden de Oriente Medio. De no ser por la decidida intervención
de los EE.UU., las fuerzas kurdas, mal (o peor) equipadas, seguramente no habrían
podido detener el último avance del EI.
En tan dramática situación el gobierno federal ha decidido proveer ayuda
humanitaria a los desplazados y apoyar al gobierno regional kurdo en la lucha
contra el EI mediante el envío de alimentos, mantas, tiendas de campaña y
generadores, pero también armas y equipo militar. En Alemania este paso ha
provocado intensos debates. Hay quienes ven en ello incluso un giro radical en la
política exterior alemana.
No comparto esa apreciación. Lo cierto es que Alemania asume su responsabilidad
en el plano internacional, no sólo en la lucha contra el EI, en Oriente Próximo y
Oriente Medio, en Afganistán, en África. Junto con la Unión Europea buscamos en
particular una solución política a la peligrosa crisis que se vive en nuestra vecindad
inmediata, entre Rusia y Ucrania. Nuestra responsabilidad siempre es concreta. Se
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deriva de hasta qué punto se ven amenazados los principios fundamentales de un
orden internacional pacífico y justo, hasta qué punto están envueltos nuestros
propios intereses y hasta qué punto se ven afectados nuestros socios y aliados más
estrechos.
Nuestro escepticismo frente a las intervenciones militares y nuestro enfoque
restrictivo con respecto a las exportaciones de armas obedecen a razones políticas
bien fundadas y están profundamente arraigados en la conciencia colectiva de los
alemanes. No hay ningún cambio de paradigmas en lo que hace a los principios que
inspiran nuestra política exterior, entre los cuales se incluye asimismo el deber de
mostrar la máxima circunspección en el terreno militar. Pero en vista de los peligros
y amenazas reales, que también se ciernen sobre nuestra seguridad y nuestros
intereses, no podemos ni debemos limitarnos a hablar de principios y menos aún
escudarnos en ellos. Somos conscientes de los riesgos y dilemas, decidimos cómo
actuar sin desconocer las contradicciones que ello puede implicar, a la luz de
nuestros valores e intereses, con el máximo cuidado y en estrecha coordinación con
nuestros socios europeos, transatlánticos y regionales.
Donde existe una amenaza de asesinato en masa y corren peligro la estabilidad y el
orden de estados y regiones enteras, donde las soluciones políticas no tienen visos
de éxito si no van acompañadas de un componente militar, tenemos que estar
dispuestos a ponderar honradamente los riesgos de la propia implicación y las
consecuencias de la inacción. Así fue como nos decidimos a participar en las
intervenciones militares internacionales en Kosovo en 1999 y en Afganistán en
2001. Y así fue como en 2003 Alemania se opuso, por razones igualmente buenas, a
una intervención militar en Irak.
Nuestro compromiso contra el Estado Islámico no empieza ni acaba con el
suministro de armas. El EI no es algo que sólo se pueda abordar con instrumentos
humanitarios o con medios militares. La comunidad internacional tiene que
desarrollar una estrategia política integral y coherente para enfrentarse
sistemáticamente a esta organización terrorista. A mi juicio, ello debería incluir
fundamentalmente cuatro elementos. Necesitamos un nuevo gobierno iraquí en
Bagdad que tenga capacidad de maniobra, que integre a todos los grupos de
población y que acabe con el caldo de cultivo del EI mediante un cierre de filas
político con las tribus suníes. Necesitamos un intenso despliegue diplomático que
permita alcanzar un acuerdo entre y con los países de la región para afrontar juntos
la amenaza que representa el EI. Necesitamos un distanciamiento inequívoco por
parte de todas las autoridades del mundo islámico para desenmascarar como lo
que es, puro cinismo, la pretendida legitimidad religiosa de la barbarie proclamada
por los propagandistas e ideólogos del Estado Islámico. Por último, necesitamos
medidas resueltas para dificultar e impedir la afluencia de combatientes y dinero.
Viendo el arco de crisis que va del Magreb a Oriente Medio, pero también lo que está
ocurriendo en el Este de Europa, mucha gente en Alemania y Europa tiene la
sensación de que el mundo se cae a pedazos. Las crisis y conflictos se nos van
acercando cada vez más, incluso en nuestra vecindad europea ya no valen las
certezas que dimos por supuestas a lo largo de 25 años.
No debemos entregarnos a la ilusión de que podríamos desligarnos sin más de un
mundo desquiciado y quizás limitarnos a prestar, si acaso, ayuda humanitaria.
Nuestro bienestar y nuestra seguridad dependen de nuestros vínculos políticos y
económicos sin precedentes con todo el mundo. Allá donde se produzca un
desmoronamiento del orden, más si cabe si ello sucede cerca de las fronteras de
Europa, también nos veremos afectados nosotros.
Así pues, tenemos que preguntarnos con toda objetividad: ¿qué podemos y qué
debemos hacer los alemanes? Al formularnos esta pregunta tampoco deberíamos
perder de vista en ningún momento nuestras propias limitaciones: Alemania es el
mayor país de la Unión Europea, políticamente estable y económicamente fuerte,
pero lo que podamos contribuir en términos políticos, humanitarios y militares a la
solución de conflictos sólo tendrá peso y resultará eficaz a partir de la colaboración
con otros. Por tanto, actuar conjuntamente con nuestros socios europeos y
transatlánticos es y seguirá siendo la base de la política exterior alemana.
Ministro federal de Relaciones Exteriores de Alemania *
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