Estruturas Tradicionales y Actuales para la Conservación y el

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Estruturas Tradicionales y Actuales para la Conservación y el
 Estruturas Tradicionales y Actuales
para la Conservación y el
Cultivo de los Suelos
Costas Kosmas
Nicholas Yassoglou
Aikatherine Kounalaki
Orestis Kairis
Serie Folletos: C Número: 2 Contenidos DEFINICIONES Y TIPOS DE ESTRUCTURAS DE CONSERVACIÓN DEL SUELO RAZONES DEL CULTIVO EN TERRAZAS DESCRIPCIÓN DE LOS SISTEMAS DE TERRAZAS ANTIGUOS Y MODERNOS DISEÑO Y CONSTRUCCIÓN DE TERRAZAS MODERNAS GESTIÓN DE TERRAZAS PERSPECTIVAS DE FUTURO Y RECOMENDACIONES LECTURAS E INFORMACIÓN ADICIONALES REFERENCIAS 1 2 4 6 8 11 11 11 DEFINICIONES Y TIPOS DE ESTRUCTURAS DE CONSERVACIÓN DEL SUELO La construcción de terrazas es una de las técnicas de conservación y de cultivo de los suelos tradicionalmente utilizada para la lucha contra la desertificación. Esta práctica se aplica para evitar la escorrentía en los terrenos con pendiente, que puede causar graves problemas de erosión. La construcción de terrazas consiste en la preparación de superficies relativamente llanas de tamaño razonable para permitir el cultivo en zonas con pendiente. Esto se consigue mediante la excavación de franjas de terreno paralelas a las curvas de nivel y la acumulación del material extraído inmediatamente debajo de esas franjas, lo que transforma la ladera natural en un entorno antropogénico en forma de escalera. En general, las terrazas permiten un mejor manejo del suelo y del agua, mejoran el acceso al terreno y facilitan los trabajos agrícolas. Las terrazas agrícolas son uno de los elementos más característicos los paisajes montañosos y accidentados. Las terrazas cubren laderas en toda África, especialmente en Etiopía, alcanzan una dimensión monumental en los Andes peruanos y ascienden de manera vertiginosa en el Himalaya. En zonas de montaña de China, Japón y el sudeste asiático se han creado terrazas para el cultivo en regadío del arroz que son prodigios de ingeniería hidráulica. Las terrazas también son muy comunes en la Europa mediterránea (figura 1). Se extienden hacia el norte hasta llegar a Alemania, generalmente para el cultivo de la vid. El valle del Duero, en el norte de Portugal, también presenta muchas zonas de terrazas, mientras que en el sur de Portugal son menos utilizadas. Aunque en la región de la Alpujarra la construcción de terrazas es un arte, en la mayor parte de España no son muy frecuentes. En Cerdeña, el uso de terrazas está poco extendido, posiblemente porque los derechos de propiedad no favorecen que los agricultores se esfuercen por mejorar sus tierras. Las principales zonas aterrazadas de Cerdeña se encuentran en las inmediaciones de Bosa, una región densamente poblada en la que se cultiva el olivo, y en Barbarian, en las apartadas montañas del interior. Las terrazas son también muy comunes en el Pirineo oriental, Provenza, Liguria, Croacia, Creta, las islas del Egeo y Mallorca. 1 Figura 1. Típico ejemplo de terrazas en un terreno con pendiente de la Europa mediterránea. Aunque las terrazas son todavía una «tradición viva», el arte de su construcción es casi tan antiguo como la propia agricultura y se considera como una técnica fundamental para muchas civilizaciones antiguas. Las terrazas son una antiquísima técnica de cultivo y de protección del suelo en las zonas montañosas. Diversos estudiosos han situado la invención de las terrazas en diversos períodos históricos, sin disponer de suficientes pruebas para ello. Van Andel opina que la erosión del suelo en el sur de la Argólida (Grecia) fue controlada por medio de terrazas a finales de la Edad de Bronce, pero los muros de las terrazas micénicas no han podido ser datados todavía de forma fiable. En la isla granítica de Delos, en las Cícladas, aún se conservan terrazas construidas en la Antigüedad. nivelación y el aterrazamiento en zonas montañosas, con el fin de reducir la pendiente y adaptar los terrenos a las técnicas actuales de mecanización de los cultivos. El aterrazamiento se aceleró tras la adopción en el año 2000 del Reglamento del Consejo de la UE sobre viñedos, que subvencionaba hasta el 50 % los costes de construcción de las terrazas. En las zonas de monte dedicadas al olivar (con pendientes que suelen superar el 6 %) de la isla de Lesbos se construyeron, hace cientos de años, terrazas consolidadas con piedras. El cultivo del olivo en esta isla cubre una superficie de 60.966 hectáreas. Se han construido cuidadosamente terrazas individuales en forma de media luna dedicadas a un sólo árbol, así como terrazas lineares que siguen las curvas de nivel (figura 2). Se calcula que la longitud de los muros de piedra que forman estas terrazas alcanza los 45.000 kilómetros. Se pueden encontrar terrazas similares en otras partes de Europa, como en Toscana, donde esa forma de media luna es también habitual. RAZONES DEL CULTIVO EN TERRAZAS La principal razón y ventaja del aterrazamiento es la conservación del suelo y el agua (figura 3). Las terrazas reducen tanto la cantidad como la velocidad del agua que discurre sobre la superficie del suelo, lo que reduce en gran medida la erosión. De este modo, las terrazas permiten intensificar el cultivo. La erosión del suelo es uno de los principales procesos de degradación y desertificación en las zonas montañosas del Mediterráneo. La erosión del suelo acarrea no sólo la eliminación de las partículas del suelo, sino también la pérdida de materia orgánica y nutrientes para la vegetación. La erosión disminuye la productividad de las tierras agrícolas, causa contaminación de los cursos de agua y reduce los volúmenes almacenados en las reservas de agua superficiales y subterráneas. Los principales objetivos de la construcción de terrazas se pueden resumir así: ƒ
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Figura 2. Terrazas individuales en forma de media luna dedicadas a un sólo olivo, construidas hace cientos de años en la isla de Lesbos. En los últimos sesenta años, la nivelación de tierras y la construcción de terrazas ha adquirido una gran importancia en la agricultura europea. En muchos países, como Italia, Hungría, Portugal, España o Grecia, las técnicas de nivelación y aterrazamiento se han aplicado sobre todo al cultivo de la vid y del olivo. La superficie de cultivos de secano, como el almendro, la vid y el olivo ha aumentado rápidamente, incluso en las zonas marginales, alentada por las medidas adoptadas en el marco de la Política Agrícola Común (PAC), que conceden ayudas directas a la modernización de los cultivos extensivos. Esto ha llevado a un incremento de la ƒ
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Redistribución del suelo en terrenos con pendiente en los que la profundidad del suelo sea pequeña o moderada. Aumento de la profundidad de suelo disponible para que las raíces absorban nutrientes y agua. Disminución de la pendiente para mejorar el acceso al terreno y facilitar los trabajos agrícolas. Eliminación de piedras que puedan interferir con el cultivo. Disminución de la escorrentía superficial y aumento de la absorción por parte del suelo durante lluvias fuertes. Control de la erosión del suelo en terrenos con pendiente. Figura 3. Ejemplo de terraza que permite conservar el suelo y el agua en zonas con pendiente. Numerosos estudios han demostrado que la cubierta vegetal, el tipo de uso del suelo, la inclinación y la longitud de la pendiente son los factores más importantes en el control de la intensidad y frecuencia de los flujos superficiales y la producción de sedimentos. En la figura 4 se puede ver un ejemplo de cómo estos factores pueden afectar muy negativamente a la erosión del suelo. Se trata de terrenos de fuertes pendientes, en los que la vegetación natural se elimina, por lo general, mediante labores profundas, nivelaciones y pulverización mecánica de la superficie, aumentando así enormemente la erodibilidad del suelo. Se considera que la principal causa de degradación del suelo es este tipo de acciones y no la sustitución de la vegetación natural por olivares. Una vez moldeado el terreno, se plantaron los olivos sin que se tomaran medidas para minimizar la escorrentía superficial o reducir la pérdida de suelo, lo que agravó aún más el problema de degradación. Como era de esperar, una tormenta fuerte fue suficiente para generar altas tasas de erosión debidas a la escorrentía, formándose grandes cárcavas y perdiéndose enormes cantidades de un suelo irremplazable. En tal situación, la construcción de terrazas hubiera podido proteger el terreno frente a la erosión. Si se hubiera mantenido o restaurado la vegetación natural para cubrir el suelo y se hubiera realizado un laboreo mínimo en el momento de crear la plantación de olivos (figura 4), la erosión del suelo se habría reducido al mínimo. Esto es especialmente cierto en terrenos con pendientes suaves y con una buena profundidad de material original no consolidado, como es probablemente el caso en la figura 4. En estas condiciones, se debe examinar el interés de minimizar la perturbación que sufre el suelo y preservar la cubierta vegetal (una estrategia aplicada con éxito en el sur de Rusia), en comparación con la grave alteración del paisaje que causa el uso de maquinaria pesada en la construcción de terrazas sobre materiales no consolidados. Cuando se mantiene o restaura la vegetación natural como cubierta del suelo y se realiza un laboreo mínimo, la erosión del suelo se reduce al mínimo. La erosión que se produce en una terraza depende de un complejo conjunto de procesos. Las zonas que presentan tasas de erosión elevadas se combinan y equilibran, por lo general, con otras en las que se depositan los sedimentos. Cuando la superficie del suelo de las partes inclinadas de la terraza no está bien protegida por la vegetación, la escorrentía que se genera en caso de fuertes precipitaciones puede transportar suelo desde esas zonas hacia la parte más plana de la terraza. Los terrenos con pendiente pueden perder entre 50 y 250 toneladas de suelo por hectárea cada año si no están protegidos. Los estudios realizados demuestran que las terrazas pueden reducir la erosión del suelo un 90–95 % respecto a terrenos que presenten la misma pendiente pero que carezcan de terrazas. Cuando las pendientes son acusadas, el abandono de las terrazas puede provocar su degradación, formándose surcos y cárcavas en un proceso acelerado de erosión hídrica. En pendientes moderadas, la erosión hídrica combinada con la erosión mecánica causada por el cultivo provoca el desplazamiento ladera abajo del suelo y su 3 acumulación en el borde de las terrazas, en las que se forma una barrera. Figura 4. Olivar en un terreno con pendiente, sometido a altas tasas de erosión debido a la ausencia de una cubierta vegetal adecuada. El aterrazamiento suele estar integrado en la construcción de embalses, puesto que las terrazas se diseñan pensando en mejorar el flujo de agua hacia la zona de captación. Las terrazas también previenen el aterramiento de los embalses y evitan así que se reduzca su eficacia. Por otra parte, la reducción de la escorrentía superficial y subterránea previene la contaminación de desde los cultivos a los cursos de agua. Las condiciones climáticas hacen de la lucha contra la sequía uno de los objetivos principales de la agricultura de secano mediterránea. En condiciones climáticas semiáridas o secas‐subhúmedas debe hacerse todo lo posible para conservar el agua, almacenarla en el suelo y usarla inteligentemente. El diseño adecuado de las terrazas favorece la conservación del agua en el suelo al reducir la escorrentía y permitir así la infiltración (figura 3). Las técnicas modernas de aterrazamiento, sin embargo, consisten en la construcción de bancales o caballones de poca pendiente para: a) dar más tiempo para que el agua se infiltre en el suelo y b) desaguar el exceso de lluvia a velocidades que no provoquen erosión (figura 5). El principio físico aplicado es el siguiente: cuando el agua circula con poca altura, su flujo se ve retardado por la rugosidad del terreno y, por lo tanto, su capacidad de carga o potencial erosivo disminuye. Estas terrazas con poco desnivel, que permiten evitar la formación de cárcavas y la consiguiente degradación de las tierras, 4 deben acompañarse de otras medidas de control de la erosión, como la rotación de pastos, los cultivos de cobertura, el acolchado de la superficie del suelo (mulching), el laboreo siguiendo las curvas de nivel, el cultivo en franjas o el aumento del contenido de materia orgánica en el suelo. Figura 5. Un aterrazamiento con bancales de poca pendiente que sirve tanto para estructurar la plantación de pinos como para reducir la erosión del suelo y aumentar el agua almacenada. DESCRIPCIÓN DE LOS SISTEMAS DE TERRAZAS ANTIGUOS Y MODERNOS Las técnicas de construcción de terrazas han ido cambiando a lo largo de la historia. Antiguamente, se creaban una serie de bancales prácticamente llanos o paratas, estructuras en forma de escalera que presentaban taludes casi verticales, protegidos en general por un muro de piedra. Estas estructuras, estrechas y con bordes escalonados, hacían difícil o imposible el cultivo con aperos de labranza convencionales. Hoy en día, las técnicas modernas de aterrazamiento consisten en la construcción de bancales o caballones con poca pendiente para que el exceso de lluvia pueda evacuarse de los campos a velocidades que no provoquen erosión. Estas estructuras tienen suficiente anchura para ser cultivadas, sembradas y cosechadas con maquinaria ordinaria. Las terrazas se pueden clasificar como sigue en función del método utilizado para construirlas: ƒ Las terrazas abancaladas son paralelas entre sí, ya sea siguiendo líneas rectas o, lo que es más habitual, las curvas de nivel. Se accede a ellas desde la terraza contigua o por un camino que las atraviesa. ƒ Las terrazas entrelazadas suben en zigzag por la pendiente, unidas entre sí por sus extremos, de modo que los animales y aperos puedan pasar de una a otra con mayor facilidad. ƒ Las terrazas individuales se construyen mediante muros de media luna que proporcionan así una especie de bolsa de suelo para las raíces de un olivo, un castaño o un árbol frutal. ƒ Las terrazas de base amplia o campos aterrazados son superficies relativamente rectangulares que tienen una parte por encima del nivel original del terreno y la otra por debajo. ƒ Las terrazas aluviales, construidas en el fondo de los valles o en los lechos de los ríos, se utilizan a menudo como evidencia de erosión.
Las antiguas terrazas escalonadas, adaptadas a terrenos con fuertes pendientes (de hasta un 35 %), necesitan mucho trabajo y suponen un coste elevado. Además, no suelen ser adecuadas para la maquinaria de cultivo moderna. Tradicionalmente, se construyen llevando suelo de la parte superior a la parte inferior de una franja de la ladera, de modo que se va formando un bancal más o menos llano (figura 6). Las terrazas escalonadas modernas se construyen moviendo el suelo lateralmente, o lateral y longitudinalmente, mediante maquinaria pesada como una pala excavadora. Si los cortes son profundos y alcanzan un subsuelo desfavorable, se debe conservar la capa superficial del suelo para volver a repartirla por donde sea necesario. Las terrazas resultantes son amplias, permitiendo la mecanización del cultivo, y se pueden construir en zonas en las que el suelo sea relativamente profundo. En muchos casos, estas terrazas modernas han sido construidas con unos criterios de ordenación paisajística mínimos. Están diseñadas para las regiones de clima semiárido, con el doble objetivo de minimizar la erosión del suelo, mediante la reducción de la longitud de la pendiente, y de conservar el agua, mediante el almacenamiento de las aguas de escorrentía. El talud de la terraza se puede proteger con piedras (técnica muy común en las terrazas tradicionales) o con vegetación natural (figura 7). En muchos casos, estas terrazas han provocado una erosión del suelo acelerada, especialmente cuando el suelo fácilmente erosionable quedaba expuesto, sin la protección de una cubierta vegetal, durante períodos críticos desde el punto de vista meteorológico. La duración de estos períodos depende de las condiciones locales del clima, del terreno y del suelo. Figura 6. Terrazas escalonadas modernas, dedicadas al cultivo del olivo, que siguen las curvas de nivel y permiten la mecanización del cultivo. Las terrazas individuales y entrelazadas son, por lo general, estructuras tradicionales que pueden ser construidas en zonas con suelos poco profundos formados sobre una roca madre consolidada. En estos casos, los muros de las terrazas se instalan en determinados puntos de la ladera, con piedras generalmente transportadas por animales de carga. A continuación, la terraza se rellena con el suelo de la zona que rodea el sitio elegido (figura 3). En otros casos, las terrazas se excavan en la ladera, la piedra extraída puede ser utilizada para construir los muros y el material restante se amontona detrás. La construcción de ese tipo de terrazas necesita mucha mano de obra y el coste de mantenimiento para evitar que se derrumben es alto. Las terrazas de base ancha se emplean principalmente para conservar el agua, en zonas donde la lluvia es escasa y/o cuando el suelo tiene una tasa de infiltración suficientemente alta, de manera que la escorrentía no superará la cresta de la terraza. Los terrenos con pendientes largas y relativamente uniformes, no demasiado pronunciadas (en general, menos del 8 %), son los que mejor se adaptan a este tipo de terrazas. Estas estructuras se caracterizan por su facilidad de cultivo, que permite el uso de maquinaria moderna y el aprovechamiento para cultivos herbáceos y hortalizas. Las precipitaciones se 5 Figura 7. Ejemplo de terrazas protegidas con vegetación natural. distribuyen por toda la zona abancalada. La terraza puede estar abierta o cerrada en sus extremos, para así controlar el flujo del agua de escorrentía. La instalación de canales de drenaje para evacuar el exceso de agua elimina el riesgo de que los muros se deterioren. Este tipo de terrazas se construye tanto para facilitar la eliminación como el almacenamiento de agua y, según sea su función principal, se clasificarán como terrazas de gradas o a nivel. Las terrazas aluviales se construyen en el fondo de los valles o en los lechos de los ríos, con el objetivo de reducir la erosión y estudiar la acumulación o el arrastre de sedimentos por los ríos. La acumulación se produce cuando los sedimentos procedentes de las partes altas de las cuencas son demasiado abundantes o demasiado gruesos para que el río pueda transportarlos aguas abajo. Cuando el volumen de sedimentos se reduce, o el caudal y la velocidad de la corriente aumentan, el río excava su lecho o sus riberas, ahondando o ensanchando su cauce. La erosión descendente en los tramos bajos de un río puede ser el resultado de un descenso del nivel del agua en la desembocadura. Múltiples canales intrincados surcan los lechos de gravilla de las llanuras de inundación. Cuando se producen inundaciones, muchos de esos canales se llenan de agua y se produce el arrastre de materiales gruesos. La gente ha solido considerar esas llanuras aluviales como zonas que se podían ganar a los ríos y para ello se han levantado diques y construido canales de hormigón para dirigir las aguas. Cuando se producen precipitaciones fuertes, el nivel del agua puede superar la capacidad de esos canales y diques, inundando las llanuras y causando daños a los cultivos. Donde x es un factor que depende de las lluvias, S es la inclinación de la pendiente (en %) e y es un factor que recoge la influencia del suelo y del cultivo. Este servicio recomienda valores de x e y de 0,12–0,24, y 0,3–1,2, respectivamente. Si el suelo es especialmente impermeable y el cultivo proporciona poca cobertura, y toma el valor 0,3; cuando el suelo o el cultivo favorecen el control de la erosión se utiliza 0,75. El valor de 1,2 se utiliza cuando el suelo es permeable y disfruta de una adecuada cobertura. El intervalo horizontal (HI, en metros) puede calcularse a partir de la ecuación: HI = (VI/S)*100 En las tierras cultivadas sin ayuda de maquinaria, el intervalo horizontal puede ser considerablemente menor al que se utilizaría para la agricultura mecanizada. DISEÑO Y CONSTRUCCIÓN DE TERRAZAS MODERNAS Las terrazas que se construyen en la actualidad son principalmente de tipo bancal o de base amplia. El campo que se va a aterrazar suele desbrozarse, los 6 antiguos surcos se rellenan y los pequeños caballones se allanan antes de comenzar los trabajos. La mejor distancia entre las terrazas es aquella que, al mismo tiempo, facilita el cultivo y permite luchar contra la erosión. Para una pendiente dada, cuanto más permeable es el suelo, menos intensa es la lluvia y más resistentes a la erosión son los cultivos, más anchas se pueden construir las terrazas. Por lo general, no se recomienda que esta distancia sea inferior a 30 metros. El intervalo vertical entre dos terrazas adyacentes (figura 8) se determina principalmente en función de las precipitaciones, la pendiente y el tipo de cultivo. El mejor intervalo vertical (VI, en metros) puede ser estimado mediante la fórmula del Servicio de Conservación de Suelos de los EE. UU.: VI = xS + y Figura 8. Características de construcción de las terrazas abancaladas El diseño de un sistema de terrazas comienza generalmente con un estudio técnico del régimen hidrológico del terreno, basado en observaciones de campo, reconocimientos de suelos y otra información. La siguiente decisión que se ha de tomar es si los canales de desagüe deben seguir los cursos de agua naturales o se han de construir siguiendo un nuevo trazado. Estas decisiones se deben tomar antes de construir las terrazas, puesto que los canales y los drenajes, que deberán cubrirse de vegetación, deben ejecutarse primero. Si se construyen las vías de agua al mismo tiempo que las terrazas, deberán protegerse mediante caballones de tierra hasta que la vegetación las cubra suficientemente para que puedan recibir el agua. Esos caballones serán retirados más tarde y la tierra recuperada podrá ser utilizada para rellenar los surcos que, seguramente, se habrán formado si el agua ha desbordado de la terraza. Un estudio topográfico detallado del terreno será una herramienta de gran ayuda a la hora de tomar decisiones para el diseño de las terrazas. El canal de desagüe que bordea la terraza tendrá por lo menos entre 30 y 45 cm de profundidad, incluso mucho más si se considera necesario. Su desnivel debería ser el mínimo necesario para evitar la aparición de zonas encharcadas y evacuar la escorrentía con la suficiente rapidez de modo que la terraza no rebose. La pendiente máxima admisible para la mayoría de los suelos es de aproximadamente 0,4 %. Este valor previene una erosión grave de los canales que no dispongan de protección. Los canales con mayor pendiente deben ser protegidos mediante una cubierta de herbáceas perennes. El desnivel mínimo para que el agua circule por el canal sin encharcamiento de las microdepresiones es, aproximadamente, de un 0,1 % en los suelos permeables y de un 0,2 % en los suelos menos permeables. Se puede admitir desniveles mayores en las partes más altas de las terrazas, en las que los canales llevan menos agua, que cerca de su desagüe. La disposición de las terrazas se diseña comenzando por el punto más alto del terreno. Se determina con teodolito la altura relativa y la pendiente entre ese punto y la ubicación aproximada de la terraza superior, por lo general entre 30 y 50 m más abajo (dependiendo del desnivel). Normalmente es preferible comenzar a levantar las terrazas a partir del canal de desagüe e ir ascendiendo hasta el extremo superior del terreno, especialmente si el canal debe recoger el agua de las terrazas por sus dos extremos. El trazado, que se suele hacer con estacas, debe ser revisado una vez que se haya terminado: suele ser necesario ajustar alguna estaca para evitar que se formen curvas cortas y cerradas, y de ese modo facilitar los trabajos agrícolas paralelos a la linde de la terraza. Los cambios en la parte superior del terreno respecto al diseño previsto deben limitarse, de forma que las zanjas para la construcción de los canales de desagüe tengan una profundidad razonable. La sucesión de las terrazas y su trazado se determina mediante la adecuada medición del intervalo vertical respecto de la terraza inferior. El primer diseño de un sistema de terrazas rara vez alcanza la solución más satisfactoria. Pueden aparecer características topográficas inesperadas que hagan necesario cambiar uno o más trazados de terraza. Cuando se alcanza una distribución razonablemente satisfactoria de las terrazas, se puede estudiar la posibilidad de realizar algunos ajustes menores para mejorar el acceso y las operaciones de cultivo. La posición definitiva de las terrazas deberá marcarse antes del comienzo de la construcción mediante surcos u otros elementos visibles. La productividad del suelo de la terraza se mejora si la capa arable se extrae, se amontona y, posteriormente, se reparte sobre las terrazas cuando se hayan terminado de construir. Sin embargo, esta técnica aumenta tanto los costos de construcción que rara vez se practica, salvo si el subsuelo que aparece al crear las terrazas es muy desfavorable para el desarrollo de los cultivos. Las terrazas convencionales se pueden construir con excavadoras, motoniveladoras, traíllas, traíllas elevadoras, vertederas, arados de discos de 60 cm o más de diámetro, así como con herramientas manuales y cestas, capazos u otros utensilios de carga. Las palas excavadoras son probablemente la forma más económica para trasladar el suelo a distancias cortas, mientras que las niveladoras son más adecuadas para el trabajo de alisado y compactación de la terraza. Las traíllas son necesarias cuando las terrazas necesitan muchas operaciones de excavación y relleno. Los sistemas de terrazas rectas y paralelas son los más prácticos, puesto que necesitan menos 7 movimiento de tierras que los sistemas no paralelos. Formar bancales de pendiente variable facilita la construcción de terrazas rectas y paralelas, pero por lo general necesita más operaciones de desmonte y relleno. Las terrazas no deberían superar los 600 m de largo. En terrenos que presenten cárcavas, esta longitud no debería ser superior a 375 m. Las terrazas más largas deberían dividirse de forma que cada segmento contara con un desagüe. Tanto las terrazas escalonadas con taludes muy inclinados como las dos vertientes de las terrazas de base ancha deben ser lo suficientemente amplias como para acomodar la maquinaria necesaria para el cultivo, es decir, no menos de 4,5 m de ancho. A menor pendiente, mayor será la facilidad con la que efectuarán los trabajos del campo, pero también mayor será el costo de construcción. Hoy en día, lo habitual es que la construcción de las terrazas no tenga en cuenta prácticas de conservación de suelos. Estudios realizados en Cataluña (España) demuestran que durante la construcción de terrazas paralelas se desplazan grandes cantidades de tierra (5.437 ± 517 m3 por hectárea), lo que genera una drástica transformación del paisaje (figura 6). El aterrazamiento representa en la actualidad un importante proceso geomorfológico de origen humano que está reconfigurando rápidamente el terreno en muchas zonas del Mediterráneo. Además, la eliminación del suelo y la mezcla con el material subyacente se ha traducido en la desaparición de los perfiles de suelo originales, lo que altera sus propiedades y perturba la microflora y la microfauna del suelo. 8 GESTIÓN DE TERRAZAS En la Europa mediterránea, las terrazas se destinan principalmente al cultivo de cereales, hortalizas, vid y olivo. Los olivos, las vides y el cereal pueden compartir una misma terraza. Las pequeñas terrazas individuales suelen dedicarse al cultivo del olivo y de árboles frutales. En las terrazas bien construidas y niveladas, lo habitual es que se cultive la viña y el olivo. Las terrazas peor construidas, con una estructura irregular, entrelazada, se dedican generalmente a cultivos anuales, especialmente las que se sitúan en zonas poco accesibles con suelos poco profundos. El cultivo en terrazas se adapta al trabajo manual y con animales, o al empleo de pequeña maquinaria, como la que utilizaban los agricultores a mediados del siglo XX. Hoy en día, muchas de las terrazas y bancales tradicionales están sin cultivar. Es casi imposible utilizar maquinaria agrícola en estas tierras, y esto no se debe a la productividad o la calidad de los productos, sino a las dificultades que supone el cultivo mecanizado. Por el contrario, en las terrazas modernas los cultivos están totalmente mecanizados. En la medida de lo posible, los trabajos agrícolas en esas terrazas deberán realizarse en líneas paralelas a su trazado, para reducir al mínimo el movimiento del agua y del suelo entre las terrazas y para reducir los posibles daños en sus márgenes. Después de varios años de laboreo en una terraza, el efecto más evidente es el aumento del ancho de su base. La mejor manera de conservar la forma de la sección transversal de la terraza y contrarrestar la erosión de los taludes es utilizar un arado de vertedera reversible. En el Mediterráneo, muchas de las zonas tradicionales de terrazas han sido abandonadas, especialmente aquéllas en las que se cultivaban cereales, pero también en ocasiones las dedicadas al olivo o a la vid (figura 9). En las últimas décadas, la producción agrícola se ha concentrado en terrenos con pendientes suaves o nulas, en los que se puede utilizar maquinaria de gran tamaño y obtener rendimientos moderadamente elevados mediante el regadío y la aplicación de fertilizantes y plaguicidas. Esta tendencia ha acarreado el abandono de las terrazas en las zonas topográficamente menos favorables. Las terrazas tradicionales han perdido mucho valor debido a las razones siguientes: a) dificultades relacionadas con la accesibilidad y la utilización de maquinaria; b) disminución de los precios de los productos agrícolas y aumento de los costes laborales; c) desarrollo de la agricultura intensiva en las zonas llanas; d) alto costo de mantenimiento; e) emigración masiva de la población rural hacia las zonas urbanas. arrastre del suelo por gravedad y por la erosión debida a la escorrentía superficial (figura 11). Figura 9. Olivar aterrazado en el que se observa el derrumbe de los muros de piedra, lo que provoca una fuerte erosión y la disminución del rendimiento de los olivos. El abandono de las terrazas en la región mediterránea puede tener efectos positivos o negativos en la conservación del suelo. El abandono de las tierras puede ser positivo en las zonas en las que las condiciones geomorfológicas y climáticas sean favorables para el crecimiento de la vegetación natural, mientras que las prácticas culturales que se aplicaban anteriormente eran perjudiciales (figura 10). En Italia, por ejemplo, esto ocurre en viñedos abandonados situados en terrenos con poca pendiente, en campos situados en zonas de pendientes suaves o en prados de montaña con terrazas naturalmente estables. Por otro lado, el abandono de las tierras puede tener efectos negativos en las zonas donde la estabilidad del suelo y de la propia pendiente depende del trabajo de los agricultores, como en las antiguas terrazas que cubren muchas de las laderas pronunciadas de Liguria, Campania, Calabria y Sicilia. Una vez abandonadas, el colapso de estas laderas aterrazadas puede ser rápido, provocando el Figura 10. Terrazas abandonadas con efectos positivos en la protección del suelo. Cuando el control de la erosión es el motivo por el que se construyen las terrazas, dejar de mantenerlas en buen estado puede ser la causa de una fuerte pérdida de suelo. Se afirma con frecuencia que el abandono de las terrazas produce mayor erosión que si las terrazas no se hubieran construido. El aumento de la escorrentía hace desaparecer en pocos años grandes cantidades de suelo que se habían almacenado durante siglos tras los muros de las terrazas. Los sedimentos se acumulan en el fondo de los valles en forma de depósitos de inundación. Las terrazas, especialmente las tradicionales, no pueden desvincularse de las personas y la sociedad. La construcción de terrazas requiere mucho trabajo. Éste puede conllevar hasta 1.500 jornadas por 9 hectárea para la construcción de terrazas abancaladas en laderas escarpadas y unos 50 días por hectárea y año si se efectúa un mantenimiento regular. Por lo general, la presencia de terrazas se puede asociar con una elevada densidad de población rural, especialmente en períodos pasados. El mantenimiento de las terrazas no suele suponer más que el remplazo de las piedras que se hayan desprendido. Los daños suelen deberse al paso de cabras y a las lluvias de gran intensidad. Figura 11. Terrazas abandonadas con efectos negativos en la protección del suelo. El mantenimiento que requieren las terrazas varía en función de las condiciones topográficas del terreno, el material utilizado para la construcción de sus muros, las condiciones climáticas, las características de su gestión, etc. Muchas terrazas de Mallorca, Creta o las islas del Egeo dejaron de utilizarse hace por lo menos cincuenta años y aún se encuentran en perfecto estado. Por el contrario, numerosas terrazas de la Argólida habían desaparecido casi por completo después de dieciocho años de abandono. En general, las terrazas construidas mediante la colocación cuidadosa de grandes bloques angulares necesitan poco mantenimiento. Las terrazas construidas rápidamente con simples piedras, sobre todo si éstas son redondeadas, son inestables y se desmoronan con facilidad. 10 Estudios detallados del colapso de terrazas en la isla de Lesbos, efectuados en el marco del proyecto MEDALUS III en terrazas abancaladas e individuales protegidas por muros de piedra, han demostrado que su estabilidad depende principalmente de la pendiente, del tipo de suelo, de la composición de la piedra y de las prácticas de gestión. Las piedras empleadas en la construcción de las terrazas presentan diferentes estados de meteorización y desintegración que permiten relacionar la tasa de colapso con el material original del suelo. Como muestra la figura 12, las terrazas construidas con piedras derivadas de rocas fácilmente degradables como lavas, esquistos o flysch, tienen una tasa de colapso superior a las que han sido construidas con piedra caliza, debido a una mayor meteorización. El mármol y la piedra caliza son los materiales que ofrecen una mayor estabilidad a las terrazas. Figura 12. Probabilidad de aparición de daños en terrazas individuales (inalteradas, reparadas, dilatadas, desmoronadas), medida en olivares situados sobre suelos formados por diferentes materiales en la isla de Lesbos. Otro factor importante que afecta al proceso de desmoronamiento de la terraza es el grado de contracción y expansión del suelo. Esto dependerá del material parental sobre el que se formó. La expansión característica de los suelos puede ser medida mediante el coeficiente de extensibilidad lineal (CEL). Como muestra la figura 13, el CEL del suelo utilizado para rellenar la terraza afecta en gran medida a su estabilidad. Si el CEL es alto, la presión horizontal ejercida por el suelo mojado es alta, sobre todo en la base de la terraza, y se produce un fenómeno de dilatación seguido de una desestabilización y finalmente del desmoronamiento de la terraza. Los valores de CEL más elevados se suelen dar en suelos formados sobre margas o sobre rocas ultrabásicas. Los valores más bajos se observan en suelos formados sobre pizarras, lavas volcánicas y rocas ígneas o metamórficas. Figura 13. Medias de los coeficientes de extensibilidad linear (CEL) registrados en suelos formados sobre diversos materiales originales de Grecia (MARL = depósitos margosos, PER = rocas ígneas básicas, UNCO = materiales originales no consolidados, LIME = piedra caliza, IGN = ignimbrita, LAT = conglomerados magmáticos, SHA = pizarra y LAVA = rocas ígneas ácidas). La inclinación de la pendiente afecta de manera importante a la estabilidad estructural de las terrazas. Gracias a los resultados de estudios detallados realizados en la isla de Lesbos podemos distinguir tres clases principales de pendientes: a) menos del 15 %, b) 15–35 % y c) más del 35 %. Las terrazas construidas en pendientes de menos del 15 % no sufren prácticamente ninguna alteración si se mantienen durante un largo período las condiciones de manejo que prevalecen en esta zona. La tasa de colapso aumenta de forma casi lineal con el incremento de la pendiente entre 15 % y 35 %. La tasa de colapso es muy alta en las pendientes superiores al 35 %. de terrazas en el pasado se ha mostrado especialmente rentable. La construcción de terrazas de cultivo en terrenos en pendiente crea paisajes inestables, que requieren energía y dinero para mantener su productividad. En la actual situación socioeconómica, estas inversiones pueden satisfacer o no las expectativas de los inversores. Cuando los resultados no son satisfactorios, el mantenimiento de las terrazas, tanto antiguas como de reciente construcción, puede interrumpirse sin que las tierras dejen de explotarse, lo que genera una grave degradación del suelo y desertificación. En las actuales circunstancias, el mantenimiento o la construcción de terrazas se deben decidir sobre la base de estudios de viabilidad exhaustivos. Entre los parámetros y condiciones que deben considerarse citaremos los siguientes: ƒ
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Figura 14. Relación entre la estabilidad de las terrazas y la inclinación de la pendiente en olivares de la isla de Lesbos. PERSPECTIVAS DE FUTURO Y RECOMENDACIONES El aterrazamiento de las tierras consiste en la intervención del hombre en pendientes seminaturales que han perdido hasta cierto punto su sostenibilidad y su capacidad de recuperación. Seguir explotando terrenos en pendiente que no se protegen con medidas de lucha contra la erosión produce inevitablemente una fuerte degradación del suelo y desertificación. Una adecuada revegetación es la medida más eficaz en este sentido. Este método, sin embargo, no siempre proporciona resultados satisfactorios a los usuarios de los terrenos. En cambio, con frecuencia la construcción ƒ
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El rango de pendientes adecuadas para el aterrazamiento. El riesgo actual de erosión del suelo. Las características del terreno. La profundidad mínima del suelo y la presencia de horizontes subsuperficiales limitantes (petrocálcicos, margas muy calcáreas, roca madre u otras formaciones endurecidas irreversibles). El potencial del terreno y la idoneidad del suelo para usos específicos. La magnitud de los impactos y beneficios ambientales. El daño causado al paisaje por la maquinaria utilizada. La compatibilidad con las políticas existentes (por ejemplo la PAC). Las repercusiones en los recursos hídricos. Las repercusiones en las tierras bajas, sus estructuras y usos. Las características socioeconómicas y la situación de las infraestructuras. La relación coste‐beneficio. El acuerdo y el compromiso de las partes interesadas. En la actual situación socioeconómica, el cultivo en terrazas debería limitarse a terrenos con pendientes suaves potencialmente productivos, evitando modificaciones costosas de la morfología del suelo. Se debería dar prioridad a la estabilización de los terrenos en pendiente a través de la mejora de los ecosistemas sostenibles, tanto naturales como cultivados. 11 En cuanto a las terrazas antiguas construidas con muros de piedra, y teniendo en cuenta que estas estructuras protegen un suelo muy valioso en el que se desarrollan cultivos y vegetación natural, debería fomentarse su mantenimiento y protección con el apoyo de los regímenes de ayudas de la Unión Europea, sobre todo en las zonas ambientalmente sensibles a la desertificación. Desde hace algún tiempo, la protección de terrazas es objeto de ayudas destinadas a los agricultores que reparen o reconstruyan terrazas desmoronadas, a condición de aplicar las normas nacionales sobre prácticas agrícolas sostenibles. Esas prácticas de manejo del suelo son: la reducción del número de animales en pastoreo hasta una cifra sostenible, la reducción del uso de fertilizantes y pesticidas, y las operaciones de laboreo mínimas o nulas. LECTURAS E INFORMACIÓN ADICIONALES MEDALUS II (Mediterranean Desertification and Land Use, Desertificación y uso del suelo en el mediterráneo). 1996–1999. Proyecto de investigación de la Unión Europea, contrato ENV4‐
CT95‐0119. 12 DESERTLINKS (Combating desertification in Mediterranean Europe: Linking Science with Stakeholders, La lucha contra la desertificación en la Europa mediterránea: vincular la ciencia con los actores locales). 2002–2005. Proyecto de investigación de la Unión Europea, Contrato EVK2‐
CT‐2001‐00109. REFERENCIAS Bensalm, B., 1977. Examples of soil and water conservation practices in North African countries, Algeria, Morocco, and Tunisia. In Soil Conservation and Management in Developing Countries. FAO, Rome, Italy, Soils Bull. 33, Paper No. 10, p. 151‐160 Blakely, B. D., J.J. Coule, and J. G. Steele, 1957. Erosion on cultivated land. In Soil, USDA Yearbook of Agriculture, Washington, D. C., p. 290‐307. Costs‐Folch R., Martinez‐Casasnovas J.A., and Ramos M.C. 2006. Land terracing for new vineyard plantations in the north‐eastern Spanish Mediterranean region: Landscape effect of the EU Council Regulation policy for vineyards’ restructuring, Agriculture, Ecosystems and Environment 115:88‐96. Grone, A.T., and Oliver Rackham, 2001. The nature of Mediterranean Europe: an ecological history. Yale University Press, New Haven, London, 384 p. Kosmas, C., Briassoulis, H., Gerontidis, St., Detsis, V., Marathaianou, M., and Dalakou, B., 1998. Lesvos‐soil vegetation interactions. In: Mediterranean Desertification and Land Use ‐ MEDALUS III final report, Target areas. Commission of the European Communities, Contract Number EV4‐CT95‐0119, pp. 611‐682. Mazor, E. 2001. Millennia of sustained desert agriculture in the Central Negev versus highly preserved ecosystems inside the makhteshim. In: B. Krasnov and E. Mazor, Editors; The Makhteshim Country ‐ Laboratory of Nature. Pensoft Publishers. Phillips, R. L., and V. W. Beauchamp, 1972. Design, layout, construction and maintenance of terraces. ASAE recommendation R. 268.1. Amer. Soc. Agric. Eng. Yearbook, p. 491‐495. 

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