Prospección y concepto de asentamiento. El caso de la ciudad

Transcripción

Prospección y concepto de asentamiento. El caso de la ciudad
ARQUEOLOGÍA ESPACIAL, 24
Revista del S.A.E.T.
Teruel / 2004 / pp. 165-184
Prospección y concepto de asentamiento. El
caso de la ciudad celtibérica Segeda I1
FRANCISCO BURILLO*; JAVIER I BAÑEZ* Y E USEBIO A LEGRE
Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda
* Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Facultad de
Ciencias Sociales Humanas de Teruel
RESUMEN
Las prospecciones arqueológicas realizadas para delimitar la ciudad celtibérica de
Segeda fueron de carácter sistemático y confirmaron su ubicación en dos amplios
yacimientos situados muy próximos, Segeda I en el Poyo de Mara y, tras su destrucción,
Segeda II en Durón de Belmonte de Gracián (Zaragoza).
En el Poyo de Mara se localizaron evidencias arqueológicas discontínuas en el
espacio. Sin embargo, su interpretación llevó a relacionarlas y vincularlas con la ciudad
de Segeda I.
Actualmente, el Proyecto Segeda estudia también el territorio económico y
político de esta ciudad celtibérica, aplicando los SIG a los resultados de la prospección
intensiva del entorno de Segeda.
Palabras Clave: Segeda, prospección intensiva
ABSTRACT
The archaeological surveys organised in order to identify the limits of the
Celtiberian city of Segeda were carried out in a systematic way. The results obtained
allowed the identification of the city on two large sites that were in close to proximity to
each other, Segeda I in el Poyo de Mara and, ensuing the latter´s destruction, Segeda II in
Durón de Belmonte de Gracián (Zaragoza).
1. Este trabajo se desarrolla dentro del proyecto I+D: BHA2001-2439, financiado por el Ministerio de Ciencia y
Tecnología y los fondos FEDER. Las excavaciones arqueológicas realizadas en el Poyo de Mara, Segeda I, han sido
financiadas por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial de Zaragoza.
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El Poyo de Mara yielded archaeological evidence that displayed a particularly
heterogeneous dispersion. Nonetheless, its interpretation has allowed its association with
the city of Segeda I.
Today, Segeda Project studies the political and economic territory of the
Celtiberian city, applying GIS to the results of the exhaustive surveys of Segeda´s
environs.
Key words:Segeda, exhaustive surveys
INTRODUCCIÓN
Cuando en 1998 se inició el “Proyecto Segeda” se contaba con una información
previa sobre la ciudad celtibérica de Segeda (Burillo 1993). Si bien Schulten (1933) la
había identificado en el yacimiento arqueológico de Durón de Belmonte de Gracián
estudios posteriores situaron en este lugar la segunda fase de esta ciudad, Segeda II, y
en el inmediato Poyo de Mara la primera, Segeda I (Burillo y Ostalé 1983-84).
La delimitación de Segeda II quedó planteada por Schulten en el plano por él
publicado. El trazado de la muralla que, todavía, puede seguirse por buena parte de su
perímetro, excepción hecha del flanco que da al río Perejiles, no ofrece dudas sobre su
extensión (Asensio 2001). Las actuaciones realizadas en Segeda I en el año 1986
(Burillo y De Sus 1991) llevaron a conocer la complejidad de este asentamiento y la
dificultad de su delimitación.
Cuando en 1998 comenzó el “Proyecto Segeda” no se planificó el desarrollo de
prospecciones arqueológicas previas para precisar la delimitación de las dos fases de la
ciudad. Se planteó la realización de una excavación sistemática de Segeda I para
conocer la estructura urbana de esta ciudad celtibérica y sus circunstancias históricas
(Burillo 1999; Burillo 2001a; 2001b; 2001c). Este hecho se consideró prioritario dado
que las otras grandes ciudades celtibéricas conocidas han manifestado niveles
coetáneos a Segeda II, caso de Contrebia Belaisca, posteriores a esta ciudad, como
Segóbriga y Bílbilis Itálica, o una superposición de las evidencias romanas sobre las
indígenas, en Contrebia Leucade, Numancia, Tiermes y Uxama (Burillo 1998).
Sin embargo, la negativa de agricultores y propietarios de las múltiples parcelas
asentadas en Segeda I a autorizar la realización de excavaciones arqueológicas obligó a
desarrollar otra estrategia de estudio de la Zona Arqueológica de Segeda, basada en las
prospecciones arqueológicas y en el desarrollo de un instrumento de gestión, que
permitiera conservar su patrimonio arqueológico. Como consecuencia inmediata se
propuso una delimitación de tres yacimientos arqueológicos relacionados con Segeda,
los correspondientes a las dos fases de la ciudad y el Plano de Mara donde se identificó
un campamento romano. Los resultados de estas prospecciones dieron lugar a que en el
año 1999 el Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón incoara a la
Zona Arqueológica de Segeda el expediente para declararla Bien de Interés Cultural en
la categoría de Conjunto de Interés Cultural, alcanzando tal categoría en el año 2001.
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Figura 1. Situación de la Zona Arqueológica de Segeda.
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Por otra parte, en el mismo año de 1999 se elaboró el documento: Plan Director de
Segeda nº 1. Usos del suelo, donde se analizaba los procesos de destrucción del
Patrimonio existentes en la Zona Arqueológica de Segeda y se inventariaba cada una de
las fincas comprendidas en la misma, para poder prever cualquier actuación futura en
ellas (figura 1).
Los resultados de la prospección de Segeda I indicaron que el conocimiento
previo que se tenía de esta ciudad era sólo parcial. Pero es el desarrollo integrado de las
actuaciones de investigación y gestión realizadas en esta ciudad lo que está permitiendo
concretar su delimitación.
En el año 2000 se iniciaron las excavaciones arqueológicas en Segeda I,
compaginándose con las actuaciones de control de los cambios de cultivo, lo que ha
permitido que, a fecha de redacción de este artículo, se hayan realizado catas
arqueológicas en 15 parcelas diferentes. Pero lo importante es la integración, desde el
primer momento, de las actuaciones de investigación y de gestión, de forma que la
prospección inicial, las catas arqueológicas y las excavaciones sistemáticas conforman
una unidad de información en el conocimiento de la estructura urbana de Segeda I.
En el año 2001 el Ministerio de Ciencia y Tecnología aprobó el proyecto I+D:
“Procesos sociales y económicos en la formación y desarrollo de la ciudad estado
celtibérica de Segeda”, con F. Burillo como investigador principal y el equipo
interdisciplinar formado por S. Escolano, J. Ibáñez, J. Picazo, F. Pina, S. Rovira y E.
Ruiz. El desarrollo de este proyecto ha permitido integrar Segeda en el territorio y
desarrollar diferentes sistemas de análisis que, en esencia, vuelven a repetir las tres
escalas clásicas de análisis espacial definidas por D. L. Clarke (1977), que en nuestro
caso hacen referencia a la correspondiente a la ciudad, al territorio inmediato a la
misma y al territorio político-económico por ella controlado. Escalas de análisis que
deben integrarse en la investigación arqueológica. El desarrollo de la prospección ha
sido clave en la identificación de nuevos asentamientos, localización de zonas mineras
y análisis del paisaje para determinar el territorio de explotación agropecuario. La
utilización de los Sistemas de Información Geográfica están siendo indispensables en el
análisis global de toda la información disponible (Burillo, Escolano y Ruiz, en prensa).
LA PRIMERA DELIMITACIÓN DE SEGEDA I
Como consecuencia de la propuesta de identificar la primera fase de la ciudad
de Segeda I en el Poyo de Mara (Burillo y Ostalé 1983-84) se desarrolló en 1986 una
serie de actuaciones bajo la dirección de F. Burillo y Mª. L. de Sus (1991) tendentes a
delimitar este yacimiento arqueológico. Se contaba con la fotografía aérea vertical con
visión estereoscópica, correspondiente a los años 1978 y 1986, y la fotografía aérea
oblicua realizada en 1986 por Ph. Claude de la Casa de Velázquez (figura 2).
La elevación del Poyo, mostraba en superficie el afloramiento de muros y de
piedras desplazadas de las antiguas construcciones, así como la presencia de materiales
cerámicos pertenecientes a la etapa celtibérica. Las características topográficas de esta
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Figura 2. Foto aérea oblicua del Poyo de Mara, año 1986 (Ph. Claude, Casa de Velázquez).
elevación, cuya extensión supera ligeramente las 5 hectáreas, llevaron a identificar en
este lugar la zona nuclear de la ciudad de Segeda. Las actuaciones arqueológicas
realizadas consistieron en tres catas y una prospección eléctrica, realizada por S.
Romeo y F. Prat del Grupo de Geofísica de la Rábida. Dicha prospección eléctrica se
ciñó al campo situado inmediatamente debajo de la elevación del Poyo. Se prospectó
una superficie de 5760 m2. El filtraje de los resultados mostraba la existencia de una
estructura reticular, sin que se pudiera definir su cronología ni las alteraciones sufridas
debido a la presencia de posibles evidencias geológicas (figura 3).
La cata A, se situó a 120 m de distancia de la base del cerro en dirección SE., en
el extremo más próximo de un campo, parcela 241a, en cuya superficie se percibía
restos de cerámica celtibérica y piedras que, dada la formación aluvial de toda la base
geológica del mismo, sólo podían proceder de estructuras constructivas. La excavación,
realizada en la zona de cota más baja de todo el campo, descubrió la existencia de un
potente sedimento arcilloso de 2, 10 m de espesor que cubría el nivel fértil de la etapa
celtibérica. Se identificó un muro de grandes cantos rodados asociado a un kalathos.
El desfonde de la parcela 241b, realizado para plantar una viña, había dejado de
manifiesto una gran mancha de tierra grisácea, con una cierta concentración de
materiales cerámicos. Se realizó la cata B en medio de ella, en un punto situado a 185
m de la cata A, en dirección SE. Se localizaron abundantes restos cerámicos, muy
fragmentados, huesos de animales, fragmentos de adobe, y una ausencia total de
estructuras constructivas. Este hecho era extensible a toda la mancha de tierra grisácea,
dado que en superficie no se veía ninguna piedra. Las características de estas
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Figura 3. Actuaciones arqueológicas en el Poyo de Mara en el año 1986, resultados de la prospección eléctrica y
situación del cenizal y de la cata A.
evidencias asimilaron este lugar a los cenizales tan frecuentes en el Duero medio
(Wattenberg 1959) y de los que no se tiene constancia en las ciudades celtibéricas del
valle del Ebro. La función de basurero correspondiente a este cenizal, llevó a proponer
que marcaba uno de los límites de la ciudad.
El punto C correspondía a la zanja realizada por la Comunidad de Belmonte de
Regantes con el fin de construir un pozo. Se encontraba a 255 m en dirección N de la
base del cerro del Poyo. En el momento de la inspección la zanja ya se había colocado
y estaba parcialmente cubierta la tubería de extracción de agua. Los 2,40 m de perfil
visibles mostraban la existencia de un sedimento aluvial de arcillas, arenas y pequeños
cantos rodados, sin que se percibiera un nivel arqueológicamente fértil. Sin embargo,
en la tierra acumulada en la superficie y, procedente de capas más profundas, aparecía
una concentración de cerámica celtibérica, campaniense y fragmentos de adobe. Lo
cual indicaba la existencia de un nivel celtibérico en una cota inferior a la zanja
existente en aquel momento. En la superficie del campo no se percibía ningún
fragmento cerámico, hecho lógico si se piensa en el espesor de los sedimentos, lo cual
impidió precisar la entidad de este registro. La concentración de los materiales
evidenciaban que no procedían de arrastres, indicaban la existencia de estructuras in
situ, pero la distancia al cerro impedía precisar su función y determinar si
correspondían a una estructura aislada o se integraban en el urbanismo de la ciudad.
En suma, Segeda I quedaba definida por la elevación del Poyo y un desarrollo
continuo en dirección SE, marcado por los resultados de la prospección eléctrica, el
muro localizado en la cata A y la presencia de cerámicas y piedras en la parcela 241a.
Todo lo cual confería una extensión aproximada de unas 10 ha. Dimensiones que
certificaban la categoría dada al asentamiento como ciudad. El cenizal detectado en
dicha dirección mostraba uno de los límites de la ciudad. El desnivel existente con el
río Perejiles marcaba el linde urbano en todo el flanco occidental y quedaba indefinido
en dirección Este y Norte, dada la distancia existente con las evidencias detectadas en
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la cata C. Fue precisamente ese
alejamiento, con un vacío de
información en superficie lo
que impidió definir si nos
encontrábamos ante una
estructura aislada o se hallaba
vinculada con la ciudad.
ESTRATEGIAS EN LA
PROSPECCIÓN DE 1998-99
Figura 4. Prospección Zona Arqueológica de Segeda, año 1998.
La
prospección
realizada durante los años
1998-99 se orientó a delimitar
los tres yacimientos que
componen
la
Zona
Arqueológica de Segeda y
conocer sus características
internas.
Se
realizó
una
prospección intensiva con
cobertura total. La unidad de
prospección fue la parcela,
definida cartográficamente en
Figura 5. Inventariado de material en campo, año 1998.
los mapas catastrales y en la
fotografía aérea y en el terreno por los límites de los ribazos y lindes de los campos.
Estas unidades de límites irregulares fueron totalmente operativas para cubrir toda la
zona prospectada.
Las parcelas se dividieron en cuadrados aproximados de 100 m2. No existió,
pues, una cuadrícula teórica general que abarcara todo el yacimiento arqueológico. En
cada parcela se acomodaba la orientación de la cuadrícula a la forma de sus límites.
Conscientes de que toda estrategia de prospección supone un muestreo muy limitado de
la información arqueológica existente, dado que se limita a los materiales visibles en
superficie en el momento de su realización, se consideró que no era necesario ser muy
estrictos en que las mallas que dividían cada una de las fincas fueran exacta-mente
iguales. Este hecho vino impuesto por los diferentes cultivos existentes en cada uno de
los campos. En aquellos que existían viñedos o árboles frutales, contábamos ya con una
retícula previa, la existente en la propia plantación, tanto a nivel de campo como a la
hora de registrar los resultados, pues la fotografía áerea, ampliada para cada parcela
que se prospectaba, permitía marcar exactamente la zona inves-tigada. De esta manera,
la propia disposición de la plantación dirigía el camino de los prospectores en
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Figura 6. Proceso de selección del material cerámico procedente de una cuadrícula de 100 m2 de Segeda II. A) material
recogido, B) material clasificado, C) material seleccionado para su estudio.
cuadrados que se marcaban
previamente siguiendo la
disposición de las plantas, y
que solían ser de cuatro cepas
en el caso de las viñas y de dos
o tres árboles en el de los
frutales. Obviamente, la malla
final difería según el tipo de
plantación, pero cualquier
modificación al sistema
empleado hubiera encarecido
Figura 7. Prospección parcela 250, con la dispersión de las bolsas de
los tiempos y, lo que es más
plástico, una por fragmento.
importante, dificultado e
incluso imposibilitado la realización correcta de una cobertura total del suelo
prospectado.
En las fincas yermas o en barbecho se marcaba la cuadrícula acomodando su
dirección a la del ribazo de mayores dimensiones. El lado recto más largo fijaba la
referencia inicial y se trazaba una banda a 10 metros del linde, utilizando cuerdas de
nailon de 100 metros de longitud que llevaban marcadas divisiones cada 10 metros, lo
que permitía partir cada una de estas bandas en unidades de 10 metros de longitud,
formando cuadrados de 100 m 2.
Se disponían cuatro prospectores por cada cuadradro, de forma que cada uno de
ellos prospectaba intensivamente una banda aproximada de 25 m2, recogiendo en una
bolsa toda evidencia de cultura material visible (figura 4). Todos los restos de cada
cuadrado se unificaban en el mismo momento en el que finalizaba la prospección y se
procedía a rellenar una ficha específica para cada cuadrado. Con creces los restos
cerámicos eran los elementos de cultura material más dominantes, por lo que se
procedía a su clasificación: celtibérica fina, separando las tinajas de las restantes,
común, ánforas, barniz negro, medie-val común, medieval vidriada, moderna, tejas, y
se registraba además otras evidencias más escasas (pondus, fusayolas, metales,
escorias, etc.). Se llevaba al campo un cubo de agua para los casos en los que el barro
dificultaba la identificación de la cerámica (figura 5). En la ficha se registraba, por los
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Figura 8. Curvas isopletas de dispersión de material cerámico en un área del Poyo y modelo digital.
grupos señalados, el número y el peso de los fragmentos y se seleccionaban aquellos
con peculiaridades de pasta, forma o decoración. El resto, esto es la mayoría de los
fragmentos recogidos, se volvía a desperdigar dentro del cuadrado de donde procedían,
salvo en el caso de las ánforas y de las cerámicas de barniz negro que se recogían todos
(figura 6).
Este sistema fue totalmente operativo en los casos en los que existía una relativa
abundancia de materiales, hecho que ocurrió en todo Segeda II y en la elevación del
Poyo. Sin embargo, existían campos en los que los fragmentos cerámicos eran
escasísimos, y a veces limitados a una parte de la parcela, caso de la nº 250. Tras haber
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Figura 9. Segeda I. Foto aerea con referencia catrastal de las parcelas.
experimentado la nulidad de trazar una cuadrícula previa, en aquellos espacios donde
posteriormente no se percibía ningún fragmento cerámico o estos eran muy escasos, se
realizó un sistema de recogida de la información que resultó totalmente operativo. Cada
uno de los fragmentos se situaba dentro de una bolsa de plástico, que se dejaba en el
mismo lugar donde se había localizado y era con posterioridad cuando se trazaba la
cuadrícula únicamente en la zona donde se encontraban las citadas bolsas, claramente
visibles sobre la superficie del campo (figura 7). Este sistema permitía también poder
registrar de forma exacta y rápida cada uno de los fragmentos localizados.
Dado que, a excepción de la elevación del Poyo, todo el terreno prospectado
tenía una formación geológica de sedimentos cuaternarios, las únicas piedras propias
del lugar eran pequeños cantos rodados. Por ello, cualquier otra evidencia petrológica,
caliza, yeso o grandes cantos rodados, correspondían a una aportación antrópica. Dada
la uniformidad cronológica de los materiales cerámicos recogidos, era razonable pensar
que ésta se hubiera realizado en la etapa celtibérica, e inicialmente estuviera
relacionada con la primitiva ciudad (figura 8). El hecho de que todo el yacimiento de
Segeda I esté ocupado por campos ha dado lugar a que únicamente sean visibles en el
mismo aquellas piedras de pequeñas dimensiones que no han dificultado el cultivo,
salvo en el caso de la parcela 250, en donde una reciente roturación había hecho aflorar
piedras de grandes dimensiones que, en el momento de realizar la prospección, todavía
no se habían retirado del campo.
La situación en la que se encontraron las piedras procedente de antiguas
construcciones eran tres: amortizadas en antiguos ribazos, formando pequeños muros de
aterrazamiento y amontonadas en el linde del campo más próximo al lugar de donde
procedían, caso de la parcela 234, o utilizadas como verdaderos mojones para marcar
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alguno de los límites de las
fincas. Estas concentraciones se
constataron de forma especial en
los campos situados próximos al
Camino de Viver, donde se
localizaban grandes bloques de
piedra caliza, algunos de ellos
de características megalíticas
(figura 9).
Figura 10. Piedras acumuladas en el ribazo de la parcela 92/58, año 1998.
SEGEDA
I
Y
CONCEPTO
ASENTAMIENTO
EL
DE
Los resultados de la
prospección mostraron como
ciertas la continuidad de las
evidencias
superficiales
detectadas en la campaña de
1986 y no aportaron ninguna
novedad al problema de la cata
C de la parcela 189.
Sin embargo, en los
campos situados al sur del
Figura 11. El mismo ribazo en el año 1999.
cenizal de la parcela 241b,
disminuían notablemente los restos cerámicos hasta llegar a desaparecer. Fuera ya de la
continuidad del registro superficial que marcaba la concentración de materiales que,
aparentemente, definían la ciudad de Segeda I, se identificaron en el interior de tres
parcelas (250, 92/58 y 234) zonas aisladas donde se concentraban restos cerámicos,
correspondientes a la misma etapa cronológica que los localizados en el Poyo.
La arqueología anglosajona ha definido los conceptos site / off-site para separar
las evidencias arqueológicas detectadas en prospección en dos grupos antagónicos. En
nuestro caso, el lugar donde se concentra la información arqueológica, que
correspondería a la ciudad, y el marcado por los materiales arqueológicos diseminados
que mostraría el territorio explotado agropecuariamente. Ejemplos ya clásicos, como el
realizado por Gaffney y Tingle (1985) en el proyecto “Maddle Farm”, muestran un
ejemplo operativo en el que la dualidad señalada marca el asentamiento y los campos
cultivados. Por otra parte, con estos planteamientos cada concentración de materiales,
como los detectados en las tres parcelas anteriores, reflejarían un asentamiento
independiente al de la ciudad de Segeda I.
El territorio donde se asienta Segeda I muestra en su complejidad geológica la
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Figura 12. Secuencia de fotografías aéreas correspondientes a la parcela 92/58.
dificultad de interpretar los
restos superficiales. La
existencia de una gran capa de
sedimentos aluviales que llega
a ocultar las evidencias
arqueológicas a más de dos
metros de profundidad,
imposibilitando cualquier
afloramiento en superficie, es
sólo una manifestación
palpable de avanzar más allá de
Figura 13. Muralla de Segeda I.
la propia separación del site /
off-site. Pero el caso que nos
ocupa va más allá que resolver esta dualidad, ya que el problema que se plantea es el
considerar las tres evidencias aisladas como otros tantos yacimientos arqueológicos
correspondientes a asentamientos situados en el territorio próximo a la ciudad de
Segeda I, o integrarlos en la misma a pesar de la discontinuidad del registro
arqueológico superficial. La respuesta a esta pregunta sólo se resuelve desde la
interpretación de la funcionalidad de todas las evidencias arqueológicas.
El estudio en prospección de la parcela 92/58 mostraba la existencia en la
elevación situada en la zona que inicialmente las separaba de una estructura
constructiva aislada, de la que procedían la acumulación de bloques de piedra
localizados en el año 1998 en el ribazo que lo separaba de la parcela 57, acumulación
que “curiosamente” desapareció en el transcurso de un año, a pesar de que no
dificultaba ningún cultivo (figura 10 y 11). El análisis de la fotografía aérea
correspondiente a un vuelo de fecha no determinada, pero probablemente de la década
de los cuarenta, mostraba la existencia de una estructura de planta cuadrangular, que
fue aprovechada para separar las dos fincas y que con posterioridad fue desmontada por
las labores agrícolas cuando se unificaron, dando lugar a la acumulación de piedras
reseñada (figura 11). La solicitud del propietario de realizar un cambio de cultivo en
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dicha finca dio lugar a la
realización
de
las
correspondientes
catas
arqueológicas. Una de ellas
mostró las características del
basamento de uno de los muros
de la estructura señalada, su
anchura de 3,89 m llevó a
proponer que la estructura
cuadrangular a la que
pertenecía muy probablemente
Figura 14. Segeda I, área 3.
tendría un carácter defensivo y
podría identificarse con un
fortín, función que bien podría extenderse a los otros dos evidencias aisladas.
En la prospección también se localizó un paramento de fortificación situado en
el linde del campo 234 con el 221, planteando el dilema, todavía sin resolver, de si
corresponde a una de estas estructuras aisladas o se identifica con un tramo de muralla
que podría prolongarse por la parte baja de la falda del Poyo.
Al realizar otra de las actuaciones de gestión arqueológica en el camino de
Viver, se identificó un lienzo de muralla de 9 m de longitud y 4, 10 de anchura, que
conservaba dos hiladas de bloques de caliza en la cara externa (figura 13). El desarrollo
hipotético de esta muralla es próximo a los citados fortines, pudiendo afirmarse que no
enlaza con el descubierto en la parcela 92/58, dado que en las catas realizadas en esta
parcela mostraron la situación aislada de dicha estructura constructiva. Si que se puede
señalar que nos encontramos ante la existencia de una construcción de carácter
defensivo, como es la muralla y unas estructuras aisladas próximas, posibles fortines,
cuya relación toma sentido si se analiza conjuntamente con las estructuras conocidas de
Segeda I. Es en la interpretación global de este oppidum cuando se integran las
evidencias arqueológicas aisladas en una lectura única de la ciudad, y se pueden
interpretar como una unidad el límite de la muralla señalado, cuya situación no estaba
destinada a delimitar estrictamente la parte habitada de la ciudad sino a situarse en los
puntos topográficos que permitieran una mejor defensa de la misma, sin importar que
esta decisión poliercética englobara una franja de terreno deshabitado.
Ciertamente es un privilegio en la investigación arqueológica el contar con una
información textual, como ocurre en el caso que nos ocupa de Segeda, lo que permite
dar una lectura histórica a las evidencias señaladas. Apiano (Iber., 45) señala en su
relato: “Segeda es una grande y poderosa ciudad de los celtíberos llamados belos,
adscrita a los pactos de Sempronio Graco. Sus habitantes se propusieron que la gente
vecina de ciudades más pequeñas abandonasen sus lugares y se congregasen en su
ciudad, a la que rodearían de una muralla de cuarenta estadios de circunferencia,
obligando a esto a la vecina tribu de los titos” (Schulten 1937; Burillo 2003).
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Figura 15. Segeda I, propuesta de delimitación de la ciudad.
PROSPECCION, EXCAVACION Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO: TRES
ACTUACIONES INTEGRADAS PARA LA DELIMITACIÓN DE LA CIUDAD
DE SEGEDA I
Los límites de la ciudad de Segeda I se han ido definiendo uniendo las
actividades de prospección y excavación arqueológica, pero sobre todo desde la
interpratación conjunta de sus resultados. En esta dirección contribuyó nuevamente la
realización de actuaciones de gestión arqueológica realizadas con motivos de los
cambios de cultivo.
Las catas previas realizadas en la parcela 184/185 habían demostrado la
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existencia de un nivel fértil debajo de los sedimentos aluviales, lo que motivó el
desarrollo de una excavación en extensión de 201 m2 a 40 metros de la falda del cerro
del Poyo. Se descubrió parte de una manzana de viviendas situadas bajo una capa de
sedimentos de 1, 60 a 2, 40 m de espesor. La presencia de tres hogares permitió
identificar otras tantas viviendas con muros medianiles de trazado reticular (Burillo,
2001-02a; Calvo, 2001-02 y Cano et alii., 2001-02). La presencia de tres monedas de la
primera fase de las acuñadas en Segeda (Gomis, 2001), con la leyenda actualmente
leída como sekeida (Rodríguez Ramos, 2001-02); unido a la cerámica importada
(Burillo, 2001-02b) permitió datar este barrio de la ciudad en el momento histórico
citado en las fuentes escritas del 153 a.C (figura 14).
La clara planificación de dicho barrio, unido a la liviandad de las técnicas
constructivas empleadas, especialmente si se comparan con las detectadas en las
excavaciones realizadas en la ladera de cerro, condujo a la conclusión de que nos
encontramos ante una ampliación de la ciudad para el asentamiento de las poblaciones
que aparecen citadas en el relato supracitado de Apiano.
Otra nueva actuación de gestión arqueológica realizada en el camino que limita
la parcela 182b con la 225 mostró la presencia de un estratro de similares características
al comentado y situado, así mismo, bajo los sedimentos aluviales. Lo cual ha permitido
plantear que lo más probable es que exista un continuidad del asentamiento en esta
zona sedimentaria existente entre la elevación del Poyo y la Rambla de Orera, y que
uniría este último punto con la zanja abierta en la parcela 189. Todo ello muestra que
esta ampliación alcanzó una extensión mínima de 5/6 ha, pero cuyo tamaño real deberá
definirse en actuaciones posteriores, recuérdese que la ciudad indígena de Numancia se
le estima actualmente 8 ha de extensión (Jimeno et alii. 2002, 26-28).
Lo cierto es que con los criterios estrictos de la prospección arqueológica toda
esta gran ampliación de Segeda I, esa nueva ciudad que se crea con el sinecismo sobre
los titos no se hubiera podido identificar, ni en su más mínima manifestación, al
permanecer sellado por los sedimentos aluviales.
Una nueva actuación de urgencia, realizada en la parcela 232 mostró la
existencia de unas casas, al menos cuatro, que formaban un barrio límite de la ciudad
coetáneo a todas las evidencias conocidas de la misma. Su proximidad al cenizal
comentado, corrobora en este caso los datos de la prospección previa, dada la
proximidad de los restos arqueológicos a la superficie del campo.
Desde los criterios de la investigación arqueológica la continuidad de las
actuaciones realizadas durante el periodo 1998 a 2004 han permitido percibir la
extensión de la ciudad de Segeda I y conocer una parte mínima de su estructura urbana.
Sin embargo, en el momento de redactar el documento para que este lugar fuera
declarado Bien de Interés Cultural se planteó la delimitación del territorio que debería
protegerse. Consideramos que los límites que en aquel momento, año 1998, se podía
atribuir al yacimiento era la unidad mínima. Rodeando al mismo se planteó un entorno
protegido cuya anchura era variable dependiendo de la topografía que le rodeaba. Así el
trazado del río Perejiles y el de la rambla de Orera marcaron los límites de dos de los
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flancos. En el extremo SE se trazó una franja próxima a los 200 m de anchura a partir
del camino de Viver y en el extremo NE la proximidad a Segeda II llevó a unir los
entornos protegidos de las dos ciudades.
Dicho entorno protegido ha permitido englobar en Segeda I esa ampliación de la
ciudad cuya extensión se está percibiendo en las actuaciones de gestión. Pero sobre
todo protege el yacimiento de cualquier actuación futura, como construcciones de
granjas o casas que de levantarse cerca de la ciudad incidirían negativamente en la
visualización futura de la misma (figura 15).
SEGEDA, CIUDAD ESTADO: TERRITORIO ECONÓMICO, TERRITORIO
POLÍTICO
En el marco espacio-temporal del valle del río Jalón en época celtibérica, la
ciudad de Segeda ocupó la cúspide de la organización económica, social, política y
cultural (Burillo 1986). Tal y como veremos en las próximas líneas, su origen y
desarrollo pueden considerarse como un importante factor distorsionante en la relativa
continuidad de un espacio característico (pequeños valles fluviales encajados entre
pequeñas sierras y altos páramos). Una zona similar a otras muchas de su entorno que
acabó transformándose, por diversas causas, en el centro de un amplio territorio; esta
centralidad funcional (no necesariamente física) distorsionará progresivamente todos
los parámetros demográficos, socioeconómicos, políticos y culturales de su área de
influencia (control), hasta acabar generando un sistema en el que todo depende, en
mayor o menor medida, de esa nueva realidad. Analizado como sistema, el cambio fue
radical, ya que no sólo alteró los distintos componentes (poblados, red de caminos, etc.)
y el conjunto de relaciones que los unían, sino que generó una nueva relación,
posiblemente más fuerte que las anteriores, entre dichos componentes y una realidad
emergente (la ciudad). Esta nueva realidad encabezó un sistema marcadamente
holístico, que podemos asimilar al concepto clásico de “ciudad-estado”.
La precocidad de Segeda en este proceso, en lo que a la Celtiberia se refiere,
acentúa sus rasgos y trascendencia, al no existir precedentes conocidos en dicho
territorio. Durante algo más de una centuria, un espacio aparentemente poco relevante,
situado en el curso medio de un pequeño afluente del río Jalón (un afluente más del río
Ebro), se convirtió en el centro de un amplio territorio que incluye otros espacios con
mayores potencialidades agrícolas, ganaderas o mineras. No es este el momento, ni el
lugar, para analizar este paradójico proceso, pero si para afirmar que el éxito urbano de
Segeda supuso un profundo impacto y una honda transformación de su entorno más
inmediato. Cabe esperar que se produjera un proceso de intensificación de la
producción agropecuaria y la génesis de una red de asentamientos periurbanos de
apoyo, de diversa índole, con características distintas a las de los poblados “normales”
distribuidos por el resto del espacio. Sin entrar a valorar numéricamente la
concentración humana en este limitado territorio, se puede también asegurar que
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Figura 16. Modelo de Segeda y su territorio (Burillo, Escolano y Ruiz, 2004)
difícilmente serían sostenibles sus efectivos demográficos y todo el complejo engranaje
que implica una ciudad sin una convergencia permanente de recursos generados fuera
del área de explotación directa de sus habitantes. Sin duda, esta circunstancia también
debió distorsionar la propia red de asentamientos incluso en áreas más alejadas. Valga
el tradicional símil de la piedra arrojada al estanque.
Segeda, ceca emisora (Gomis 2001; Burillo 2001a) y punta de lanza de una
economía cada vez más monetaria, mercado redistribuidor de mercancías de diversos
orígenes (algunas procedentes de circuitos “internacionales”), centro productor de
“artesanías especializadas” (aquellas que no se podían encontrar en los poblados
“normales”) (Burillo 2001-02b), eje político en el que residía la oligarquía gobernante y
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Figura 17. Modelo de Segeda y su territorio, antes y después de la intervencion romana.
núcleo esencial desde el punto de vista religioso, militar y político, centralizó una
amplia red de caminos y sendas que la unieron con todo su territorio y con las vías de
comunicación suprarregionales (Burillo, Escolano y Ruiz, en prensa) (figura 16).
Todas estas realidades deben ser tenidas en cuenta a la hora de trazar las
estrategias de análisis del área de control e influencia de Segeda. En una primera etapa
de trabajo, basada esencialmente en el método de prospección arqueológica, se deberán
buscar todas las evidencias dejadas a diversos niveles por esa profunda distorsión; en
ocasiones, dichas evidencias serán “directas”, como es el caso de la posible red de
asentamientos periurbanos; en otros, “indirectas”, exigiendo una más compleja
interpretación, como las modificaciones generadas en las redes de asentamientos
anteriores y las distorsiones que pervivieron en las posteriores. Se deberá contar con la
importante transformación medioambiental acontecida desde esas fechas hasta nuestros
días, con niveles aluviales de más de 2 m. que dificultan el acceso a determinado tipo
de informaciones, como a la definición de campos abonados con desechos domésticos
(incluidas cerámicas), sistemas de irrigación (sin los cuales la producción alimentaria
en el entorno de la ciudad sería marcadamente deficitaria), etc. Y siempre sin olvidar la
posibilidad de que algunas de dichas transformaciones medioambientales puedan
derivarse de los procesos de intensificación en la explotación del medio generada a
partir del auge de la ciudad.
Conforme nos alejamos de las zonas de explotación directa de los habitantes de
la ciudad y nos adentramos en las zonas más alejadas dentro de su hinterland, las
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ARQUEOLOGÍA ESPACIAL 24
estrategias de estudio deberán reajustarse, al ritmo que se matiza la pretérita influencia
urbana. La interpretación de las evidencias será más complicada, ya que deberá
desentrañarse que tendencias responden a la implantación de la ciudad y que otras
operan de forma más “autónoma” y “localista”; como complicación añadida cabe
destacar que es muy improbable que la demarcación del territorio de Segeda no variase
sustancialmente a lo largo del tiempo, lo que añade sesgos aún mayores en la
interpretación. Además, no se debe olvidar que la distancia al centro del sistema no
siempre es un criterio suficientemente válido; la actividad metalúrgica puede ser un
buen ejemplo de ello, ya que el patente auge metalúrgico aparejado al desarrollo de
Segeda depende de recursos desigualmente distribuidos por su territorio, sin que
necesariamente tengan que ser estrictamente proporcional el influjo de la ciudad con la
distancia (Rovira y Burillo 2003; en prensa).
En suma, queda claro que el estudio del territorio de Segeda debe abordarse con
una compleja batería de estrategias de trabajo, pausadamente meditadas y debatidas,
tendentes a responder preguntas concretas; preguntas que deberán ser formuladas de
antemano (“sólo se encuentra lo que se busca”), tomando como referencia la
formulación de modelos predictivos del sistema estudiado y las evidencias que este
pudo dejar en el territorio. Ello permitirá una “búsqueda integral (e integrada) de
evidencias”, que en muchos aspectos puede diferir de lo que sería una “simple”
estrategia de prospección intensiva. En esa búsqueda también se deberá asumir la
“hipótesis cero” o contraria a la nuestra, valorando no sólo aquellos aspectos que se
ajustan al modelo propuesto; la presencia de evidencias que no se adecuen al sistema
propuesto nos deberán servir para ir matizándolo y corrigiéndolo; en suma, para
generar un modelo cada vez más y mejor ajustado a la realidad pretérita estudiada. A
nuestro juicio, esa puede ser la mejor manera de desentrañar de forma mínimamente
razonable un sistema tan complejo como el que presumiblemente encabezó Segeda
desde la etapa previa a la conquista romana hasta su total integración en la esfera
itálica.
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BIBLIOGRAFÍA
(El contenido de la Bibliografá del Proyecto Segeda puede consultarse en www.segeda.net.
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