Obras preliminares

Transcripción

Obras preliminares
Caracas, Venezuela
2006
Volumen
Cuarto
1945
1948
Estudio Preliminar y Cronología
Fundación
Rómulo
Betancourt
Naudy Suárez Figueroa
ROMULO
BETANCOURT
Antología
Política
ESTUDIO PRELIMINAR Y CRONOLOGÍA: NAUDY SUÁREZ FIGUEROA
COORDINACIÓN DE LA EDICIÓN: VIRGINIA BETANCOURT VALVERDE
© DE ESTA EDICIÓN PARA TODOS LOS PAÍSES
FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT, CARACAS, VENEZUELA, 2006
FONDO EDITORIAL UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR, 2006
DISEÑO DE PORTADA: ARIEL PINTOS
HECHO EL DEPÓSITO DE LEY
DEPÓSITO LEGAL: lf 53919993202 (colección)
lf 539200692014.D (VOL. IV)
ISBN: 980-6191-04-8 (colección)
980-6191-36-6
PAGINACIÓN Y ARTE FINAL: EDIPLUS PRODUCCIÓN
IMPRESIÓN: BELMONT EDITORES
Rómulo Betancourt, Caracas, 1946
La edición de este volumen ha sido posible por
el generoso aporte de Herman Sifontes Tovar.
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EL AÑO 1º DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA
Germán Carrera Damas
Escuela de Historia, UCV
Con toda seguridad los documentos agrupados en este volumen ganarán el interés de los investigadores en historia y en ciencias políticas y económicas. Con toda
seguridad, igualmente, esos investigadores nos revelarán, como ya lo anuncia en el
estudio introductorio Naudy Suárez Figueroa, con su habitual penetración, el alcance de los testimonios y de la información en ellos aportados.
Por mi parte, en esta breve presentación del volumen, acatando el deber, en otros
casos formal, de recomendar su lectura y estudio, me limitaré a consignar, sumariamente, el hecho de que la oportunidad de realizar una lectura cuidadosa de los textos que
lo forman ha despertado en mi algunas inquietudes historiográficas que no vacilo en
someter a la consideración crítica del lector, con la esperanza de que de la confrontación así suscitada puedan resultar líneas de investigación sistemática que conduzcan a
una comprensión más afinada de algunas cuestiones básicas de nuestra historia contemporánea.
Advierto de inmediato que mis inquietudes nacen de la correlación de dos procedimientos críticos. Uno ha consistido en la ubicación de los acontecimientos de que dan
testimonio esos documentos, en el curso seguido por la sociedad venezolana desde
comienzos del Siglo XIX hasta el inicio del trance fundacional inicial de la Primera
república liberal democrática, ocurrido desde el 18 de octubre de 1945 hasta finales de
1946, durante el que denomino “El año 1º de la democracia venezolana”. El otro procedimiento ha consistido en la no menos sumaria identificación de las grandes líneas
del desarrollo propio de esos acontecimientos. De esta correlación resultan las siguientes
comprobaciones.
El trance fundacional de la Primera república liberal democrática
La fundación de la Primera República liberal democrática representó el primer intento sistemático, –el segundo partió de los acontecimientos del 23 de enero de 1958–,
de perfeccionar en la hoy Venezuela la abolición declarativa de la monarquía, realizada mediante la aprobación, el 23 de diciembre de 1811, de la Constitución Federal para
los Estados de Venezuela. Para tal efecto se procuró ponerle término a la república liberal autocrática tradicional, que estuvo más cercana del ejercicio absoluto del poder,
característico de la monarquía absoluta, que del régimen republicano liberal moderno.
La modalidad republicana autocrática fue una derivación del régimen liberal moderno definido en la Constitución de la República de Colombia, aprobada por el Congreso
de los pueblos de Colombia, reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 30 de agosto
de 1821.
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La república liberal autocrática tradicional estuvo en vigor, con algunos altibajos,
hasta alcanzar su descarnado esplendor al abandonar sus propósitos modernizadores
guzmancistas, con los regímenes de los generales Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez Chacón. Comenzó a admitir algunos cambios institucionales y políticos en
función de la crisis ideológica, política y militar mundial que se desarrolló entre 1938
y 1945, pero preservando sus procedimientos autocráticos en lo concerniente a los
mecanismos de formación, ejercicio y finalidad del poder público.
Los documentos recogidos en el presente volumen conforman una suerte de Libro
Mayor del proceso político y social consistente en echar las bases de la República liberal
democrática, como consecuencia de la interrupción del régimen republicano liberal
autocrático tradicional por la vía violenta, no menos tradicional. En este intento se
expresó la orgánica confluencia de factores internos y externos cuyas resultantes desencadenaron la transformación del tejido social venezolano, como consecuencia del
inicio y desarrollo de la economía petrolera, transformación acelerada y profunda,
perceptible con especial intensidad en los siguientes órdenes:
El fortalecimiento del Estado, emancipándolo de la dependencia tradicional respecto de caudillos-terratenientes y comerciantes-prestamistas, al dotarlo de recursos
comparativamente cuantiosos que permitieron comenzar a desarrollar las instituciones
estatales diseñadas y ensayadas por el General Antonio Guzmán Blanco. Estos desarrollos institucionales confluían en la dotación básica y la organización nacional de la
administración pública; en la profesionalización incipiente y la modernización del ejército nacional; en la construcción de carreteras y comunicaciones estratégicas, y en una
modesta urbanización. Concomitantemente se vieron estimulados el auge de la clase
media, en función del desarrollo del sector secundario de la economía., y la formación
y desarrollo modernizador de las clases trabajadoras, urbanas y petroleras.
Estos cambios, todavía incipientes al terminar el régimen del general Juan Vicente
Gómez Chacón, acentuaron sin embargo la ya grande distancia entre el país urbano y
el país rural, sumido este último en un atraso secular.
Las nuevas circunstancias internas estimularon el rebrote de la aspiración al establecimiento de la República liberal democrática, liberándola de la condena bolivariana de la democracia, vista por él como una ineludible exacerbación suicida de la libertad, y como riesgo cierto para la independencia, tan costosamente conquistada, sobre
todo en un siglo XIX en el que, desde muy temprano, eran perceptibles las tendencias
expansivas imperialistas modernas, europeas y norteamericana.
Cuando en el curso de la denominada Guerra Federal, 1859-1863, comenzó a
cobrar aliento la aspiración democrática, en función de la confrontación ideológicopolítica entre liberales reformistas y liberales conservadores, la surgente democracia se
debatió entre dos posiciones, que se correspondían con los términos básicos de esa
confrontación.
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La posición liberal conservadora, que regía la república liberal autocrática, ponía
en primer lugar el restablecimiento de la estructura de poder interna de la sociedad,
gravemente dislocada por la disputa de la Independencia; y por lo mismo procuraba
prevenir los efectos sociales de ideologías que eran consideradas susceptibles de estimular
esa dislocación. Esta posición está expuesta en el Estatuto Orgánico de la Dictadura,
dictado por el general José Antonio Páez el 1º de enero de 1862, en la que se proclama que …”justo es y conveniente que la República no carezca por más tiempo de bases
constitutivas, capaces de conciliar esos eternos principios democráticos que formaron
siempre nuestros programas políticos, con la salvación de nuestra amenazada sociedad”… Vale decir, buscando adaptar esos principios al propósito de apartar el riesgo de
una democracia efectiva, o sea procurando proseguir la abolición selectiva de la monarquía practicada por el Congreso de Colombia de 1821, una de cuyas expresiones simbólicas era la renuencia a la drástica abolición de la esclavitud.
La otra posición correspondía a los liberales reformistas, quienes consideraban que
la vía idónea y eficaz para restablecer la estructura de poder interna de la sociedad
consistía en profundizar el ordenamiento liberal, en cuyo extremo aguardaba la democracia, si bien la conveniencia de esta culminación tampoco era compartida por la
generalidad de los liberales reformistas, quienes procuraban, a lo más, una república
liberal autocrática modernizadora. Esta posición está expresada en el Decreto de Garantías expedido por el general Juan Crisóstomo Falcón, el 18 de agosto de 1863:
…”triunfante la revolución deben elevarse a canon los principios democráticos proclamados por ella y conquistados por la civilización, a fin de que los venezolanos entren
en el pleno goce de sus derechos políticos e individuales”. En suma. que los criterios
constitucionales debían obedecer a los principios de la democracia como orientadores
de la estructura política y social a instaurar en la república liberal autocrática modernizadora, al estilo del general Antonio Guzmán Blanco, cuya vigencia fue interrumpida
por los trabajos de instauración de la Primera república liberal democrática.
Pero los principios democráticos entraron en mora, como invocación expresa, desde
la aprobación de la Constitución Federal, el 22 de abril de 1864. Y tuvieron una vida
azarosa desde entonces, manifiesta en el hecho de que se luchase contra las dictaduras
reivindicando la Libertad y no la Democracia, y sin que se estableciese una clara y activa
vinculación funcional entre ambas, si bien se rechazaba el caudillismo.
Es posible sugerir que en la vida política de la sociedad venezolana, clausurada por
los gobiernos republicanos liberales autocráticos tradicionales, comenzaron a abrirse
rendijas con motivo de la tragedia de la República española, vivida intensamente por
intelectuales, escritores y profesionales, y compartida por extensos sectores sociales.
Si bien la tragedia de la República española se expresaba en la opinión pública
venezolana, sobre todo mediante la confrontación entre el laicismo del pensamiento
liberal democrático y el pensamiento confesional anti liberal, en el fondo el debate era
sobre la libertad, y no sólo de pensamiento. En cierto grado, fue ina confrontación entre
el fascismo confesional representado por Francisco Franco, y la democracia, si bien ésta
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última más asomada que presente. Resultó ser muy expedita la vía que llevó a la identificación de actores venezolanos de esa confrontación.
La intensidad de la repercusión de la tragedia española en la opinión pública venezolana, y la autenticidad del rechazo del franquismo, quedaron comprobadas por la
circunstancia de que motivaron que la naciente República liberal democrática venezolana tuviese en la condena del régimen franquista, –llevada hasta la ruptura de relaciones
y la proposición de tenderle un cerco diplomático–, uno de los primeros actos de su
política exterior.
La evolución de la situación internacional a partir de 1938 suscitó circunstancias
que favorecieron el rebrote de la aspiración de un ordenamiento republicano liberal
democrático, y despejó la vía para que se diese un salto radical en el que había sido hasta
finales de 1945 un proceso de cautelosa apertura política que evolucionaba de manera muy parcial y lentamente, y, sobre todo, sin ofrecer garantías de continuidad y perdurabilidad, puesto que dependía de la personalidad del autócrata gobernante, si consideraos las postreras disposiciones electorales:
Con diferencias no substantivas, los regímenes posteriores a la finalización de la
dictadura del general Juan Vicente Gómez Chacón mantuvieron los procedimientos
tradicionales en cuanto a la formación, el ejercicio y la finalidad del poder público, si
bien se vieron obligados a introducir algunos signos de tolerancia política por requerimientos de la preservación del orden interno, tolerancia también vinculada con el
ineludible acomodamiento a la situación internacional.
El gobierno del general Eleazar López Contreras tuvo como preocupación primordial garantizar la tranquila liquidación de lo más visible de la herencia de odio y resentimiento dejada por el dictador. De allí su oposición a la penetración y difusión de ideas
democráticas, tachadas indistintamente de comunismo, consideradas proclives a contribuir a la alteración del orden público, y su intento de establecer una República bolivariana, utilizando el pensamiento de Simón Bolívar como barrera contra las ideas
tildadas de exóticas, denominación en la que se confundían las democráticas y el comunismo. De allí también su atención, encomiable, a los problemas sociales. Su gobierno fue el último acto de la dictadura gomecista, expresada como limitación de la libertad, el exilio de opositores, el control de la vida política y el continuismo en los
procedimientos para el manejo de la sucesión presidencial.
El gobierno del general Isaías Medina Angarita fue el epílogo de la dictadura de
Juan Vicente Gómez Chacón. Estuvo sobrederminado por el enfrentamiento de las
democracias y el fascismo. De allí sus aperturas políticas, nada desdeñables, pero que
no llegaron a modificar de manera democrática los mecanismo de formación, ejercicio y finalidad del poder público. El haber legalizado el Partido Comunista, y establecido relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fue paso
ineludible luego que el futuro socio de los Estados Unidos en la Carta del Atlántico,
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Winston Spencer Churchill, entró en mejores términos con su visceral adversario, José
Stalin
Los factores internacionales que condicionaron el cambio político interno, en favor
de la instauración de la Primera República liberal democrática, si bien tomando la tradicional vía del golpe militar-civil, hasta entonces repudiada encendidamente por los
partidarios de la democracia, se manifestaron en la invocación expresa de dos documentos fundamentales:
Citado en orden cronológico, el primer documento recoge La doctrina de las
Cuatro libertades. Fue expuesta por Franklin Delano Roosevelt en un célebre discurso pronunciado ante el 77º Congreso de la Unión, el 6 de enero de 1941. Esta doctrina,
invocada por Rómulo Betancourt, estableció la plataforma democrática en la lucha
contra el fascismo:
La primera es la libertad de palabra y expresión –en todo el mundo.
La segunda es la libertad de toda persona de adorar a Dios a su manera –en todo el mundo.
La tercera es estar libre de penuria– lo cual, traducido en términos mundiales, implica un
entendimiento económico que pueda garantizar a los ciudadanos de cada nación una vida
saludable en tiempos de paz –en todo el mundo.
La cuarta es la libertad de no sentir miedo –la cual, traducida en términos mundiales, significa una reducción de armamentos mundial hasta tal punto y de manera tan completa que
ninguna nación se encuentre en capacidad de cometer ningún acto de agresión física contra ningún vecino –en todo el mundo.
Como para mayor estímulo, el orador sentenció: “Esta no es una mirada hacia un
distante milenio. Es una definida base para una clase de mundo que podemos alcanzar en nuestra época y generación”…
El segundo documento es la “Carta del Atlántico”, luego ratificada en la Conferencia de Teherán (28 de noviembre - 1º de diciembre de 1943), fue aplicada en los
países que habían formado el EJE. Fue firmada el 14 de agosto de 1941, por W. S.
Churchill y F. D. Roosevelt. Este convenio entre los que para los venezolanos eran los
dos grandes poderes imperiales petroleros, responsabilizados por la opinión democrática
por el mantenimiento de la interminable dictadura del general Juan Vicente Gómez
Chacón, abrió por mediación de los principios las puertas a la democracia en América Latina, y por allí entró la aspiración democrática de los venezolanos. El motivo de
este documento fue explícito. Los firmantes …“juzgan oportuno hacer conocer algunos principios sobre los cuales ellos fundan sus esperanzas en un futuro mejor para el
mundo y que son comunes a la política nacional de sus respectivos países”. El alcance
previsto puede apreciarse, en el artículo “3. Los firmantes respetan el derecho que tienen
todos los pueblos de escoger la forma de gobierno bajo la cual quieren vivir, y desean
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que sean restablecidos los derechos soberanos y el libre ejercicio del gobierno a aquellos a quienes les han sido arrebatados por la fuerza.” No costaba mucho ver en esto
último una condena de las dictaduras y una incitación a luchar por desplazarlas. Tampoco requería mucho esfuerzo colegir de la introducción un llamado al establecimiento
de la democracia. Sumados, estos postulados llevaban a creer que había sido disuelta
la nefasta alianza entre las dictaduras y el imperialismo norteamericano e inglés.
Pero, a la par, y quizás más que los principios pesaron los requerimientos estratégicos del Frente de la democracia contra el fascismo, centrados en el abastecimiento
petrolero, lo que recomendaba atenuar y canalizar las tensiones sociales. De allí la legalización del Partido Comunista de Venezuela y la proclamación pública de Acción
Democrática, el 13 de septiembre de 1941.
Demolición de las bases sociopolíticas de la república
liberal autoritaria tradicional
Parece razonable concluir que al iniciar la demolición, radical y sistemática, de las
bases sociopolíticas de la república liberal autoritaria tradicional, los revolucionarios de
octubre de 1945 completaban la demolición de la monarquía, iniciada de manera selectiva por el Congreso de Cúcuta, en 1821, al adoptar una organización constitucional
expresamente liberal, que derivó en la república liberal autocrática cuando los venezolanos rompimos nuestra más alta creación política, la República de Colombia, constituida en Angostura el 17 de diciembre de 1819.
El perfeccionamiento de la demolición efectiva de la monarquía, por la Primera
república liberal democrática, comenzó por la reestructuración de la sociedad política,
conjuntamente con la puesta en práctica de la concepción democrática de la soberanía
popular. Con estas medidas se replantearon, con un sentido genuinamente democrático, los mecanismo de la formación del Poder público.
La reestructuración de la sociedad política comenzó por la insólita renuncia expresa
de los revolucionarios vencedores a toda aspiración de permanecer en el poder, incluso por la vía electoral, promesa que fue cumplida.
Le siguió la decisión de completar la sociedad política reconociéndole a la mujer
el derecho al voto, y extendiendo el ejercicio de éste a los mayores de 18 años, supiesen o no leer y escribir. En contraste con el régimen anterior, que reservaba el derecho
al voto a los varones mayores de 21 años, que supiesen leer y escribir, el universo electoral ascendió de unas decenas de miles a millón y medio. Cabe observar la insistencia puesta en la participación de la mujer, a la que no se le otorgó el voto, si no se le
reconoció su derecho a ejercerlo.
Estas significativas decisiones estuvieron acompañadas por la formación de un
poder electoral independiente, en el cual se hallaban representados los diversos parti-
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dos políticos, con soberana competencia en todo los procesos electorales, y respaldado por la reiterada promesa de no ingerencia de parte del gobierno revolucionario.
La convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, electa por votación
directa, universal y secreta; manteniéndose los mismos principios para las elecciones
presidenciales, estuvo acompañada de la recomendación de algunos criterios para la
elaboración de la Constitución que denotan una clara correspondencia con el Decreto de Garantías, dado por el general Juan Crisóstomo Falcón el 18 de agosto de 1863.
La instauración de la República liberal democrática se manifestó en una serie de
medidas que tendieron a modificar, con sentido democrático, los mecanismos del ejercicio del poder, tanto en el funcionamiento de la administración pública como en la
promoción de la participación de los diversos sectores de la sociedad en el diseño de
políticas concernientes a lo social y económico, y en la vigilancia informada de su ejecución:
Correspondió con una notoria aspiración popular el replanteamiento de las bases
éticas de la función pública, desde sus más altos niveles, centrado en la honestidad
y responsabilidad de quienes la ejercerían. La celebración de Juicios de Responsabilidad civil y administrativa quiso ser, a la par que la debida sanción impuesta a quienes
se les probase, ante un tribunal especial, que habían cometido el delito de peculado,
una advertencia a los funcionarios que continuarían en sus puestos y a los recién incorporados.
La lucha contra el peculado, considerado por la opinión pública como una de las
más groseras lacras del régimen republicano autocrático tradicional, combinaba la
execración pública y reiterada del mismo con la obligación de los funcionarios que
manejasen caudales públicos de presentar declaración jurada de bienes al ocupar y al
dejar sus cargos.
El respeto de la función pública, entendida como ejercicio pedagógico de la política, orientado a erradicar vicios de procedimiento y a coadyuvar en la implantación de la
democracia, y como compromiso de empeñarse en responder a las necesidades populares, se apoyó en la práctica de la consulta, reiterada y detallada, a los intereses organizados en instituciones y asociaciones, y se expresó en reuniones con Fedecámaras y otros
sectores de la actividad económica, y con campesinos y obreros. Igualmente fue reiterada la rendición de cuentas de actuación, nada formal, ante organismos públicos, trabajadores, empresarios y público en general, sobre promesas de gobierno y realizaciones.
El replanteamiento democrático de la finalidad del poder, tanto en lo social y económico, como en lo regional, fue una constante de la acción de gobierno. Pero los
objetivos programáticos de la Revolución de Octubre, tendentes a la instauración de
la democracia, estuvieron sobredeterminados por las carencias sociales tradicionales y
por las circunstancias internacionales. Al mismo tiempo, se puso cuidado en erradicar
la más notoria injusticia en la finalidad del poder practicado por la república liberal
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autoritaria tradicional desde el ascenso al poder por el General Cipriano Castro, y sintetizada en el término andinismo.
Entre las carencias sociales tradicionales destacaba, como correspondía a una sociedad predominantemente agraria, el problema de la tierra. Era, por lo tanto, urgente formular una política de Reforma agraria, y se procuró que ésta fuese una emancipada del agrarismo mexicano y del colectivismo soviético, y que estuviese, por lo mismo,
destinada a formar propietarios, desarrollar técnicamente la agricultura y resolver de
manera permanente los problemas del abastecimiento básico.
Era obvio el requerimiento de una población alfabetizada para la instauración de
la república liberal democrática, al igual que lo era el fomento de la educación, entendido como ampliación del acceso a sus diversos niveles y como fomento de la formación técnica, tanto industrial como agrícola.
La crisis de la vivienda, manifiesta como aguda escasez, carestía e insalubridad,
figuraba entre los primeros lugares de las carencias sociales tradicionales. No se trataba sólo de la vivienda urbana, particularmente de la accesible a la clase obrera, sino
también de que la reforma agraria diseñada requería la radical transformación de la
vivienda rural.
Entre las carencias circunstanciales que debían ser enfrentas por la Revolución
figuraba en primer lugar las que conformaban un escenario de escasez y carestía, en el
que se reunían la precaria producción nacional con la dificultad del transporte de alimentos, las dificultades de acceso a los mercados internacionales y la pobreza de medios técnicos: vehículos, tractores, aviones y marina. Felizmente para el régimen democrático, se vivía una engañosa bonanza fiscal, que en mucho se debía, precisamente, a
la escasez; lo que ahora, terminada la guerra mundial, podía permitir una política de
importaciones que fue tildada por los opositores de “La danza de los millones”.
Estas medidas políticas y administrativas debían corresponderse con un propósito de diversificación regional que disipase, mediante la definición e instrumentación
de auténticas políticas nacionales, un rasgo especialmente chocante de la finalidad del
poder entendida a la manera de los cuatro últimos representantes de la república liberal
autocrática tradicional, sintetizada como el andinismo, ya mencionado. En la realización de este propósito se inscriben las giras, y en particular la del Estado Zulia.
Si bien entendía el gobierno revolucionario que la viabilidad de la República Liberal democrática, en cuya edificación de trabajaba con tanto ahínco, radicaba esencialmente
en la capacidad que demostrase de llegar al pueblo, y de ganarlo para la causa de la democracia demostrado solicitud y eficiencia en la toma de decisiones para atender las más
apremiantes reivindicaciones populares, pero estaban conscientes también, quienes ejercían el gobierno, de que no podía descuidarse la ineludible reacción de los sectores sociales
adversos a esa causa, bien fuera por su precedencia política nacional, bien fuera por el
contexto internacional en el que procuraba insertarse el régimen revolucionario.
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En lo nacional es evidente la constante y celosa atención prestada al ahora componente militar de la experiencia democrática. La reiteración con que se enaltece su desinteresada participación, y la confianza que se quiere proyectar de su lealtad al esfuerzo revolucionario democrático, admite, por decir lo menos, una doble lectura.
También en el ámbito de los nacional sobresale el énfasis puesto en la recomendación de los valores de la nueva política, en contraste con la que se buscaba desplazar.
Este nuevo ejercicio de la política, cargada con frecuencia del que fue denominado el
estilo Betancourt, no pudo menos que resultar desconcertante para los deudos de la
república autocrática y sus asociados. En suma, a medida que se disipaban los vapores
de la sorpresa recuperaban su arrojo los componentes de conspiraciones y asonadas.
En el escenario internacional se hacía cada día más claro que el término de la confrontación de la democracia con el fascismo acarreaba consecuencias poco tranquilizadoras para la democratización en curso. Eran áreas especialmente sensibles, en este
sentido, las atinentes a los intereses petroleros, que en los inicios del cambio sociopolítico debieron consentir innovaciones en sus relaciones con el Estado, lo que tocaba
directamente a las relaciones con los Estados Unidos de América, en circunstancias en
que la naturaleza de esas relaciones condicionaba la capacidad del régimen democrático para atender los requerimientos básicos y urgentes en materia de abastecimiento
y de disponibilidades técnicas.
Esta situación se volvía especialmente delicada por cuanto la vinculación conceptual entre la naciente democracia y un vigoroso nacionalismo modernizador no dejaba de suscitar reservas y hasta sospechas en centros de poder. La lucha por la extensión
de la democracia, como condición para su supervivencia, despertó reservas al traducirse
en una política exterior que daba señales de autonomía, particularmente en lo relacionado con los regímenes de Francisco Franco y Rafael Leonidas Trujillo, y sobre todo
en la proposición de tender un cordón profiláctico contra los gobiernos no democráticos, al mismo tiempo que se clamaba por el término del colonialismo.
Como parte de la promoción de un frente democrático latinoamericano se puso
en marcha una política exterior de búsqueda de acercamiento, y de posibles alianzas
diplomáticas. Tal ocurrió con la Guatemala, que también iniciaba su marcha hacia la
democracia, y con México, para prevenir los nubarrones que se cernían en el horizonte
como consecuencia de los Acuerdos de Postdam, de 5 de junio de 1945, sobre la ocupación de Alemania, al mismo tiempo que se expresaron dudas sobre la conformación
del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
En suma, el giro que tomaba la posguerra, a lo cual pudo haber contribuido el
célebre discurso pronunciado por Winston Spencer Churchil en Fulton, Estados Unidos de América, en mayo de 1946 –si bien no se le menciona en los documentos consultados–, hizo temer a Rómulo Betancourt que se cernía en el horizonte mundial la
amenaza que poco después interrumpiría la marcha de la sociedad venezolana hacia la
democracia, y le hizo recordar, en julio de 1946, el compromiso contraído por las gran-
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des potencias: “Estuvieron nuestros pueblos al lado de las democracias en lucha contra la barbarie nazista y creímos en la sincera palabra rooseveltiana cuando proclamaba la lucha por las Cuatro Libertades como justificación de la guerra contra el fascismo. Conceptuamos que la Carta suscrita en un rincón del Atlántico no es un pedazo
de papel, sino un solemne compromiso contraído por las democracias de occidente porque aquella fuese la última de las guerras. Por ser consecuentes con esos principios,
creemos injusto que pervivan en América, como en el resto del mundo, colonias de
ninguna clase.”
Consideraciones finales
El estudio de los documentos agrupados en este volumen suscita preguntas poco
menos que obvias, pero que no ayudan a responder: ¿Dónde y cuándo aprendieron a
gobernar los hombres del 18 de Octubre de 1945, de tal manera que su actuación
política y conducta ética condujera a la instauración de la República liberal democrática? ¿Cómo fueron capaces de creer que, dados el atraso general del país, su escasa y
maltratada población, la ninguna cultura política de la sociedad, además de encogida
por las prácticas de opresión padecidas por generaciones bajo la autocracia, era viable
una república liberal democrática? ¿De dónde derivaba la confianza que demostraron
tener en que una masa de mujeres y hombres mayores de dieciocho años, y por añadidura analfabetos, demostrarían una vocación democrática al ejercer la soberanía? La
única respuesta a estas preguntas que se me ocurre es la muy acomodaticia de que los
hombres que hacen la historia dejan a los historiadores la tarea de comprenderla y
explicarla.
Pero no puedo ponerle punto final a esta presentación sin permitirme una licencia que espero reciba la graciosa tolerancia del lector. Al escribir estas líneas tuve la
sensación de que trataban de un pasaje de mi vida. No porque yo haya desempeñado
en estos acontecimientos un papel relevante, puesto que ni siquiera pude votar. Apenas había cumplido 15 años, pero ya comenzaba a despertar políticamente. Fui sacudido hasta lo más íntimo de mi sensibilidad, y de mi naciente inquietud intelectual, por
el torbellino del inicio de la era democrática. Para mí fue como si al descorrerse el velo
de conformismo que había mantenido disimulada una Venezuela avejentada y deprimida, era posible vislumbrar una Venezuela joven y empeñosa.
Caracas, marzo de 2006
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ESTUDIO PRELIMINAR
1945-1948
Naudy Suárez Figueroa
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¿UN FRACASO CON FUTURO?
RÓMULO BETANCOURT Y LA “REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA”
DE OCTUBRE DE 1945
“Me ha tentado siempre la idea de escribir el anti
Vallenilla, demostrando la falsedad de la tesis del
‘gendarme necesario’. No sé si la lucha o la vida me
dejen realizar estos esfuerzos intelectuales que visitan mi vigilia”.
Rómulo Betancourt, al intelectual costarricense Joaquín
García Monge, en carta fechada en su destierro de
Santiago de Chile, el 6 de mayo de 1940.
I. LA INGENIERÍA DE UNA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA
La primera experiencia política venezolana de signo esencialmente democrático se
extendió de 1945 a 1948 y se subdividió en dos etapas. Durante la primera, ejerció el
poder una Junta Revolucionaria de Gobierno, de composición cívico-militar, a cuya
cabeza figuró Rómulo Betancourt, líder del partido Acción Democrática, de tendencia nacional-revolucionaria. La segunda encerró la breve y violentamente truncada
presidencia de Rómulo Gallegos, llegado al poder en virtud del voto universal, ejercido por primera vez en la historia por parte de los venezolanos.
Unidas, ambas configuran lo que generalmente se denomina el “trienio democrático”.
Interesa señalar desde ya a propósito de este período político un par de hechos.
Uno, que tocó entonces al partido Acción Democrática –agrupación política de muy
rica prehistoria– ejercer por primera vez, aunque compartido la mayor parte del tiempo
con elementos militares, el gobierno de Venezuela. Otro, el decisivo papel dirigente que
Betancourt va a ejercer a lo largo de dicho período político, al punto hacer que el trienio
fuese por sobre cualquiera otra consideración, su trienio.
1. “La tragedia de los regímenes caducos...”
El 23 de octubre de 1948, en un mitin de masas de Acción Democrática celebrado en el Nuevo Circo de Caracas, conmemorativo de los tres años de la Revolución de
Octubre, recordó Rómulo Betancourt, en alusión al depuesto régimen del general Isaías
Medina Angarita. lo dicho por el revolucionario francés Conde de Mirbeau sobre
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“... la tragedia de los regímenes caducos de ser incapaces de conceder a los pueblos, por vías
evolutivas y pacíficas, derechos que luego le serán arrebatados violentamente”.1
Con el mordaz lenguaje que le era ya entonces característico, Betancourt había
dividido anteriormente en dos períodos la década de transición política venezolana
abierta tras la muerte de Gómez: el “quinquenio socarrón”, a cargo del Presidente general
Eleazar López Contreras y la “autocracia con atuendo liberal”, regida por el Presidente
general Isaías Medina Angarita.
Un mismo elemento habría servido, siempre según Betancourt, para unir a ambos:
“Ese denominador común era la falta de sinceridad republicana, de audacia creadora, de fe
en el pueblo, de segura confianza en los grandes destinos patrios, de consecuencia práctica con la tesis teórica de que los gobiernos democráticos son incompatibles con el mandonismo personalista y absorbente”.2
Un sistema político como el así dibujado por Betancourt entró en crisis definitiva en la segunda mitad de 1945, al desacordar gobierno y oposición en torno al nombre
del sucesor de Medina Angarita.3
2. Un bloqueo por partida doble
Ese año, un sector del ejército nacional venezolano, el de la joven oficialidad, y un
partido político, A. D., habían terminado por confrontar una situación de paralelo
bloqueo de sus aspiraciones.
El bloqueo militar encontraba su fuente principal en la contraposición surgida
entre quienes pudieran denominarse “militares académicos” y los militares empíricos de
tiempos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.
En dicho sentido, la primera de las bases programáticas de la Unión Patriótica
Militar, agrupación clandestina castrense que creyó encontrar la salida del impasse en
un golpe de Estado contra el gobierno del Presidente Medina Angarita, había apuntado:
1
Ver: El Universal, nº 14.137 del viernes 23 de octubre de 1948, p. 2.
Mensaje dirigido por radio a la Nación, a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el 1° de enero
de 1946, en: BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo I, p. 299.
3
Pudo haberlo sido el embajador en Washington, doctor Diógenes Escalante, de quien Betancourt y Leoni habrían obtenido, en conversación allí celebrada en julio de 1945, la promesa de unas elecciones democráticas a corto plazo, pero Escalante, de visita al mes siguiente a Venezuela, enloqueció repentinamente. Las
gestiones subsiguientes hechas directamente ante Medina por el liderazgo de Acción Democrática a fin de
que el mismo, en calidad de gran elector, escogiera un nuevo candidato aceptable para ambos bandos –por
ejemplo el empresario Oscar Machado Zuloaga– fracasaron, al decidirse definitivamente el Presidente por
el doctor Angel Biaggini, nombre ya inadmisible para el partido de Betancourt.
4
PÉREZ, Ana Mercedes: La verdad inédita / Historia de la Revolución de Octubre, p. 37.
2
20
“La finalidad suprema del movimiento es implantar en Venezuela un orden general de cosas
donde imperen la honradez, la justicia y la capacitación”.4
El laconismo militar contrastó con la siguiente más detallada explicación contenida
en este par de párrafos del mensaje leído por Rómulo Betancourt, en condición de
Presidente de la Junta Militar de Gobierno, el 20 de enero de 1947, ante la Asamblea
Nacional Constituyente:
“… el ejército era una víctima del régimen, porque su desarrollo profesional lo entrababa
la vigencia en su conducción de las prácticas del empirismo, personalismo y desbarajuste en
el manejo de los dineros fiscales característicos de toda la Administración. Los hombres conscientes de las Fuerzas Armadas sentían, además, cómo gravitaba sobre ellos la tácita acusación colectiva de ser los sustentadores casi únicos de una semi dictadura de aparentes perfiles militaristas, cuando en realidad sólo había un régimen autocrático jefaturado por
Generales-Presidentes, en exclusivo beneficio suyo y de las camarillas de intelectuales y de
traficantes que les formaban séquito.
Este complejo de causas incubó la Junta Patriótica Militar. La formaron inicialmente algunos
oficiales surgidos de las aulas castrenses, militares formados profesionalmente en escuelas
técnicas de Venezuela y del exterior. Pronto el grupo extendió su ramificación clandestina
a todos los cuarteles de las más importantes guarniciones de la República...”5
La obstrucción de que era víctima AD, provendría, a su turno, de la vigencia de
un régimen político que utilizaba para mantenerse artificios que iban desde la restricción del voto al puro y liso fraude electoral.
Ya para finalizar 1944, a raíz de un escándalo de cedulación electoral que dejó
fuertemente malparado a gobierno y partido medinistas, había escrito Betancourt en un
artículo a propósito de la alegada “democracia” –las comillas procedían del propio líder
de AD– reinante en el país:
“Dos cuestiones hay (…) en torno de las cuales debe librarse en el país vigorosa lucha, para
asentar sobre bases estables este precario edificio de nuestra vida institucional. Una de ellas,
el enérgico reclamo colectivo en torno a la limpieza electoral y a la matización de los organismos electores, a fin de que no continúen totalitariamente controlados por el Partido del
Gobierno. Y la otra, el planteamiento clamoroso y razonado a las legislaturas estadales, al
Congreso y al Ejecutivo de la República, de que la reforma constitucional6 contemple el
establecimiento del sistema de voto directo para la elección del Presidente de la República.
5
Ver: Mensaje dirigido a la Asamblea Nacional Constituyente, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
el día 20 de enero de 1947, en: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit. , tomo II, p. 85.
6
Aludía Betancourt a una patrocinada por el gobierno de Medina Angarita y aprobada por el Congreso
Nacional en 1945 que, entre otras cosas, abría campo a la actividad política legal de los comunistas y al voto
femenino en las elecciones municipales.
21
Mientras esta conquista elemental y esencial no se logre en Venezuela, será precaria, y siempre en trance de naufragio, la vida institucional de nuestra nacionalidad”.7
En un importante discurso político radiado al país el 30 de octubre de 1945 explicó Betancourt, refiriéndose a los sucesos del anterior día 18:
“El procedimiento extremo a que se apelara, fue provocado por quienes se negaron obstinadamente a abrir los cauces del sufragio libre, para que por ellos discurriera el vehemente
anhelo de los venezolanos de ejercitar su soberanía eligiendo directamente a sus gobernantes”.8
Y el 5 de julio de 1946, al abrirse el registro electoral destinado a servir de punto
de apoyo a las primeras elecciones venezolanas con ejercicio de una verdadera libertad
de sufragio:
“El ejercicio del derecho del voto, esencial en toda democracia responsable, se le escamoteó siempre. O fué el voto restringido, aristocratizante, censatorio de la república goda, sólo
concedido a los privilegiados por la alcurnia o el dinero; o fué el voto enturbiado por el
fraude, la componenda y la imposición oficialista concedido por la oligarquía liberal, utilizando métodos cuya vigencia se puso de nuevo a la orden del día a partir de 1936”.9
A quien, tiempo andado, devendría su biógrafo y apologista, el profesor universitario norteamericano Robert J. Alexander, expondría Betancourt en julio de 1948, en
plan de justificar la alianza tres años atrás concertada entre su partido y los militares para
poner fin violento a la administración medinista:
“No existía método democrático para acceder al poder. La elección no se efectuaba por sufragio universal, sino por voto muy restringido, controlado por el gobierno, de manera que
era imposible para la oposición llegar alguna vez al poder. Solamente de cuarenta a cincuenta
mil personas votaban en las elecciones pre-revolucionarias, comparadas con el millón doscientas mil de nuestros días. El derecho a la insurrección contra un régimen no democrático, cuando no hay otra vía de luchar contra él, es sagrado. La conspiración contra un gobierno democráticamente electo es un crimen.10
7
BETANCOURT, Rómulo: “Esta ‘democracia’ venezolana…”, en El País, n° 320 del 29 de noviembre de
1944, p. 1.
8
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 61.
9
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo citado, p. 282.
10
Conversación con Rómulo Betancourt habida el 2 de julio de 1948, recogida en: ALEXANDER, Robert
Jackson: Venezuela’s Voice for Democracy – Conversations and Correspondence with Rómulo Betancourt, p. 10.
En un texto de 1958 titulado ¿Qué Fue el 18 de Octubre?, el todavía dirigente de A. D. Domingo Alberto
Rangel recordó que en Caracas, capital de la República, con 300.000 habitantes para 1945, solamente 20.000
ejercían su derecho al voto indirecto para escoger Presidente de la República.
Ver: RANGEL, Domingo Alberto: ¿Qué fue el 18 de Octubre?, en diario La Esfera de Caracas, n° 11.296 del
jueves 26 de septiembre de 1958, p. 12.
22
3. ¿La “hora del hombre”?
Como fuera, la decisión tomada por Acción Democrática –un partido cuyo propio nombre sugería un método (y presumiblemente solamente uno) político de conducta: el no violento– de unirse a los militares para derrocar por la fuerza a Medina
Angarita no dejó de ameritar en su momento una explicación, tal vez destinada a ciertas
conciencias venezolanas de fuerte inclinación civilista.
Fue en este punto cuando, para tranquilizarlas (¿y para tranquilizarse a sí mismo?),
acudió el entonces Presidente del partido, Rómulo Gallegos, a sus propias creaciones
literarias y creyó encontrar que, al proceder así, Acción Democrática no habría actuado
sino como el civilizado Santos Luzardo frente a la acometida de la fuerza bruta encarnada
en Doña Bárbara:
“Como el Santos Luzardo de mi ficción literaria –y adviertan que aludo a ella sólo para que
determinadas personas se expliquen qué clase de actos de mano armada puede justificar, sin
denegación de sí mismo, quien con toda su obra, la escrita y la vivida, no ha hecho sino
repudiar y condenar el ejercicio de violencia– como aquel personaje mío, hombre de principios que después de haber apurado las posibilidades de su disposición a oponerle a los
desafueros de la barbarie las limitaciones de las leyes y los imperativos de la justicia, se resolvió a vivir su ‘hora del hombre’ ante el atropello, así también Acción Democrática aceptó
la dramática responsabilidad de las jornadas de octubre memorable”.11
11
Ver a este efecto el discurso pronunciado por Gallegos, en su condición de Presidente de Acción Democrática, ante la V Convención Nacional del partido, en la noche del 19 de enero de 1946, en: El País, nº 731
del lunes 21.1.1946, p. 4 (Por una Venezuela Totalmente Responsable de su Propia Suerte).
Años más tarde, exactamente en 1955, volvió Gallegos sobre el asunto, esta vez para acuñar en su torno un
singular argumento exculpatorio: “desviarse para enderezar”, expuesto así: “Por eso echamos por aquel atajo, seguros de que al tenerlo bajo nuestras plantas, responsablemente asentadas en él, le quitaríamos angosturas
y torceduras y a la ocasión eventualmente propicia para nosotros, lo convertiríamos en punto de partida de
perdurables felicidad y dignidad de Venezuela. De tal modo que bien puedo y debo agregar ahora, sin que
se me atribuya gana de jugar con las palabras, que de esa colaboración nuestra al levantamiento de armas el
lema fue éste: desviarnos para enderezar”.
Ver: Venezuela Democrática, n° 5, México, septiembre de 1955, p. 1 y 6.
Cabría tal vez aquí mismo recordar que el 19 de marzo de 1930, es decir, a escasos meses después de la salida a luz de la más famosa de las novelas de Gallegos, Rómulo Betancourt escribió desde San José de Costa Rica a un universitario compañero de exilio, César Camejo: “Si es que la barbarie de nuestro medio social necesita de hombres bárbaros, renunciemos momentáneamente a nuestras ideas civilizadas. ¿Han leído
Uds. a Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos? Ahí, en Santos Luzardo, está troquelado nuestro tipo, o cuando menos, el tipo que debemos aspirar a realizar. Demos de escobazos a idolotes militares, si éstos no se
avienen a reconocerle beligerancia a la fuerza que representa la juventud”.
Ver: BETANCOURT, Rómulo: Antología Política, Volumen Primero, 1928-1935, p. 156-157.
23
4. “Revolución”, “peripecia”, “insurrección”, “golpe”…
Probadas explicar de esta suerte las motivaciones de un cambio político como el
operado el 18 de octubre de 1945, tocaría ahora referirse a su naturaleza. ¿Cómo debería calificarse al mismo?
Si en este punto se dejara la palabra a sus solos protagonistas, se comprobaría una
ausencia de uniformidad en cuanto a respuesta –lo que no ha sido ciertamente obstáculo para que el mismo se haya ganado para la historia la aparentemente definitiva
denominación de Revolución de Octubre–.
Veamos el caso de su líder más prominente, Rómulo Betancourt.
Hombre bien abrevado en lo concerniente a historia y economía, se puede suponer con fundamento que Betancourt conocía par coeur las connotaciones sociológicas
de la palabra revolución, particularmente a nivel del pensamiento socialista.
Aunque Betancourt la empleó en más de una ocasión para aplicarla a la octubrada,12 no hizo, sin embargo, de ella un uso exclusivo, puesto que lo compartió con otras
denominaciones. En el mensaje presentado, en carácter de Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, al Congreso Nacional de 1948, Betancourt se referirá, en el
espacio de solamente dos páginas, indistintamente, a la misma como “insurrección”,13
“jornada revolucionaria” 14, “… acción insurgente de Ejército y Pueblo…” 15, “… hecho de
fuerza” 16, “peripecia” 17 e “insurgencia” 18. Y algo más adelante aludió a “… nuestra evolución transformadora”.19
12
El Primer Comunicado del Gobierno Provisional a la Nación, de fecha 19 de octubre de 1945, que puede
presumirse redactado por él, asentó en una de sus líneas: “Los enemigos de la Revolución Popular y Democrática triunfante querrán detenerla...” En discurso del 30 de octubre de 1945, el mismo Betancourt se refirió al movimiento como “… una revolución política y social” y a los gobernadores de Estados reunidos en
convención habló Betancourt el siguiente 18 de noviembre de “... cambio revolucionario.”
La definición que por entonces el político Betancourt no dio de lo que entendía por revolución, la proporcionó, paradójicamente uno de los socios militares del evento y luego miembro de la Junta Revolucionaria
de Gobierno, el mayor Carlos Delgado Chalbaud, en alocución pronunciada con motivo del Día del Ejército, el 24 de junio de 1946: “Una revolución es el advenimiento en una nación de una dirección nueva, de
nuevas normas, de nuevas instituciones. Una revolución puede cambiar la forma de Estado sin cambiar la
forma de la Sociedad, como también, transformar la Sociedad sin alterar los marcos del Estado”.
Delgado no especificó, con todo, cuál de las dos derivaciones posibles de la misma creía estarse cumpliendo en el caso venezolano contemporáneo.
Ver: Revista de las Fuerzas Armadas, n° 1, julio de 1946, p. 24. Reproducido también en: El Gobierno Revolucionario de Venezuela ante su Pueblo, p. 185.
13
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, ob. cit., tomo II, p. 122.
14
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., p. citada.
15
Ibidem, idem.
16
Idem.
17
Ibidem, p. 123.
18
Idem.
19
Ibidem, p. 128.
24
Al propio Betancourt se le escapará, sin embargo, hablar también lisa y llanamente
de “golpe de Estado” en su mensaje a la Asamblea Nacional Constituyente de fecha 20
de enero de 1947.20 Y está el caso de estos términos semejantes empleados por Rómulo
Gallegos en el acto de proclamación de su candidatura presidencial, el 12 de septiembre
de 1947: “¿Quién pregunta por el entendimiento para el golpe de octubre?” 21
Pero, ¿por qué preferir entonces la expresión Revolución de Octubre para calificar
al cambio político echado a andar por el 18 de octubre?
La voz “revolución” no carecía de tradición –si no de prestigio– en un país particularmente cerril en lo político como lo había sido Venezuela hasta la llegada del general Juan Vicente Gómez a la Presidencia de la República. “Revoluciones” las había habido ad libitum. Habían adoptado nombres de meses (“Revolución de Marzo”,
“Revolución de Abril”...) y colores (“Revolución Azul”, “Revolución Amarilla”...) y, según
el decir humorístico del poeta Andrés Eloy Blanco, las había habido hasta con nombres más bien aptos para bautizar a caballos de carrera.
Por otra parte, a nivel de la gente autoproclamada de izquierda –y Acción Democrática se tenía a sí misma en 1945 como un partido de esta tendencia–, la revolución
soviética de octubre de 1917 no dejaba todavía de hacer impresión como modelo.
Pero sucedió también que, sin acudir a la Rusia de 1917, estuvo por entonces más
a la mano un precedente política y culturalmente de mayor afinidad: el de Guatemala.
No sabemos que se haya llamado la atención sobre el grado de influencia que el
movimiento cívico-militar que aventó allí al poder al profesor Juan José Arévalo, en
1944 (se le denominó “Revolución de Octubre”, como, un año después, a su homóloga venezolana) hubiera podido ejercer en nuestro país.
La misma fue, sin embargo, cierta, como lo demostrarían, entre otros posibles
testimonios, los artículos periodísticos de tono laudatorio escritos a su propósito por
Betancourt, de ellos uno de fecha 15 de septiembre de 1945, significativamente titulado Guatemala: espejo para mirarse América.22
En un discurso de bienvenida al canciller de la nación centroamericana, de visita
en Caracas, dicho el 6 de diciembre de 1945, Betancourt, ya Presidente de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, se expresó sobre el caso de la nación centro-americana en
estos significativos términos:
20
Ibid., p. 88.
GALLEGOS, Rómulo: Antología de …, p. 45.
22
Ver El País, n° 605 del sábado 15 de septiembre de 1945, p. 1. Reproducido en BETANCOURT, Rómulo:
El 18 de octubre de 1945, p. 248-250.
21
25
“Sería mezquino de nuestra parte negar que la revolución de Guatemala fue acicate y estímulo
para la revolución que se realizó en Venezuela en octubre de 1945. Fenómeno similar a aquel
de 1810, cuando el grito jacobino surgió en Caracas y se fue extendiendo por encima de las
montañas y las llanuras por toda América. En esta gesta por la segunda independencia del
Continente, Guatemala fué pionera, y su ejemplo repercutió en Venezuela en la revolución
de octubre, un año después de la revolución de octubre de ustedes, orientada por objetivos
similares, porque allá, como aquí, un grupo beligerante y resuelto de civiles y militares, interpretando la angustia y los anhelos de su pueblo, insurgió contra el oprobio político y la inmoralidad administrativa; porque allá como aquí, militares y civiles vinimos a rectificar el clásico esquema del pronunciamiento español y de las cuarteladas latinoamericanas, porque no se
ha tratado de derrocar gobiernos personalistas y autocráticos para que fueran al poder gobiernos
regidos por aprendices de autócratas, de déspotas; porque allá, como aquí, civiles y militares
sólo hemos querido restituir al pueblo su soberanía y que sea el pueblo quien escoja, mediante
el sufragio universal, secreto y directo, a sus propios gobernantes”.23
Por otra parte, la visita efectuada por Betancourt a Guatemala, en julio de 1946,
dio pie a que tanto él como el presidente Arévalo se refirieran
“… al paralelismo impresionante entre las dos revoluciones de octubre”.24
5. Un reclamo de originalidad política
En una carta escrita en San José de Costa Rica el 2 de agosto de 1935 a Raúl Leoni,
citó Betancourt una discutida frase del social-demócrata alemán Edouard Bernstein,
conforme a la cual para la ideología política de que era connotado portaestandarte “el
movimiento lo es todo; el fin no es nada.” 25
Examinada con escrupulosidad la documentación política de época, uno podría
llegar a la conclusión de que Rómulo Betancourt se cuidó poco de asignarle al experimento político por él liderizado de 1945 a 1948 una desembocadura sustentada por
una etiqueta ideológica específica.
En ocasiones, prefirió aclarar lo que el mismo no era. Tal sucedió, por ejemplo,
cuando, al hablar en la ciudad San Cristóbal, en diciembre de 1945 de la reforma agraria
que tenía en mente realizar el gobierno, advirtió que la misma no encerraba “... una
posición heterodoxa ni de extrema izquierda radical”26, prevención repetida en un discurso del 30 de mayo de 1946 ante la Federación Venezolana de Cámaras y Asociaciones
23
Ver: BETANCOURT, Rómulo: El País, n° 688. del sábado 8 de diciembre de 1945, p. 1. También en:
Trayectoria democrática de una revolución, tomo II, p. 185-186.
24
Ver: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit, tomo II, p. 171.
25
Ver: ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA – SERVICIO SECRETO DE INVESTIGACION: La
verdad de las actividades comunistas en Venezuela, p. 202.
Se conoce mejor y ha sido reeditada esta obra como Libro rojo.
26
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 20.
26
de Comercio y Producción (Fedecámaras) en donde, al disertar sobre el mismo tema,
aseguró al empresariado nacional que la intención gubernamental de repartir tierras al
campesinado no era “… un propósito heterodoxo, radical ni bolchevique”.27
Y de visita oficial en México, en julio del mismo año, el mismo Betancourt juzgó
oportuno explicar, en un agasajo que le fuera ofrecido por un grupo de organizaciones
mexicanas: “… en un país como el nuestro es demagogia hablar de planes de socialización o sovietización.”28
En otras, Betancourt aprovechó, por el contrario, para remachar el carácter original
del proceso de cambio en marcha bajo su principal conducción.
Así, en la ocasión ya mencionada del discurso de San Cristóbal, Betancourt hizo
saber a los tachirenses que la Revolución de Octubre proseguiría su rumbo “... dentro
de moldes nacionalistas”.29
Y a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946-1947 se cuidó
de advertir, refiriéndose a la Carta Fundamental cuya redacción tenían encomendada:
“Ensayar fórmulas de trasplante, ir a Europa o a otros países de América de estructura social y evolución histórica diferentes de las nuestras en solicitud de trajes constitucionales de
lance, para tratar de superponerlos a lo intransferible nacional, sería una aventura poco
recomendable”.30
Tal como lo explicó al Congreso Nacional de 1948, Betancourt pareció haber
contemplado, en definitiva, la transformación iniciada el 18 de octubre como una que,
imposibilitada de saltar etapas, se ceñiría a
“… abandonar las formas absolutistas de gobierno y administración para sustituirlas por las
de un Estado moderno y democrático”.31
27
Ibidem, tomo cit., p. 126.
Ibid., tomo II, p. 168.
29
Ibid., tomo I, p. 24.
30
Ibid., tomo II, p. 113.
31
Ibid,, tomo cit., p. 126-127.
En verdad, apenas, que hayamos podido averiguar, si un líder juvenil de A. D., Domingo Alberto Rangel,
sobrepasando a Betancourt, distinguió por entonces entre un momento contemporáneo, democrático, y otro
futuro, socialista, de la Revolución de Octubre. Conforme a su punto de vista era la misma: “… fundamentalmente, un experimento tendiente a acreditar la procedencia de los ideales que aspiran a reedificar la vida
americana sobre bases autóctonas, divorciadas de la servil imitación. Sin negar la universalidad de los procesos históricos, los hombres que comandan la revolución venezolana, han querido instaurar una etapa democrática, pero sin copiar los patrones europeos, pues ya desapareció la intangibilidad del liberalismo y el predominio de la burguesía. Ahora la revolución democrática, la experiencia de América, ha de realizarse por el
proletariado y las clases medias conforme a normas materialistas, adueñados ambos estamentos del Poder y
disponiendo de instrumentos de intervención económica para proteger el bienestar de las grandes masas po28
27
En cualquier caso, de fines del trienio dató esta esclarecedora explicación suministrada por Betancourt a Robert J. Alexander sobre la naturaleza del partido que empujaba el “nuevo orden” nacido en octubre:
“Acción Democrática no es, hablando en propiedad, un partido socialista. En vez de ello,
a Betancourt le gusta llamarla un partido nacional-revolucionario. Está en el molde de estrictamente organizaciones latinoamericanas como los Auténticos de Cuba, los Apristas del
Perú y la gente de Arévalo en Guatemala, que han sobrevenido como respuesta a los peculiares problemas de esta parte del mundo. Ellos no son como el Partido Socialista de Chile, que es doctrinario y habla mucho de Marx y Rosa Luxemburgo”.32
6. Concertación nacional en torno a octubre
Hay una característica digna de destacar a propósito de la revolución venezolana
de octubre de 1945: su condición de haber sido una iniciativa acogida inicialmente por
la mayor porción del universo político, económico y social venezolano.
Tal afirmación tiene el respaldo de dos observaciones contemporáneas de Betancourt que estimamos, por nuestra parte, suficientemente documentadas. La una, sobre
la debilidad de la base social de apoyo al gobierno medinista. La otra, sobre la receptividad que, en un sentido contrario, habría despertado en los más diversos estratos sociales del país el cambio de octubre.
A dicho primer propósito están estas palabras pronunciadas por Betancourt en una
oportunidad que hemos ya citado y citaremos aún más adelante: su muy importante
discurso político de San Cristóbal del 14 de diciembre de 1945.
Inmediatamente luego de referirse críticamente al gobierno venezolano pre-octubrista, Betancourt expresó
“Contra ese régimen insurgieron unidos Ejército y Pueblo el 18 de octubre, y como ya he
tenido oportunidad de decir en otra ocasión, la rapidez con que se desmoronó ese régimen
revela cómo no tenía ninguna clase de asideros en la opinión, cómo no tenía ninguna clase de sustentáculos en las bases productoras del país; apenas los sectores parasitarios de Venezuela, los sectores que no son la burocracia eficaz, sino los parásitos de la administración
pública, le prestaban respaldo y por eso se desmoronó en 24 horas”.33
bladoras. De la democracia iremos al socialismo que habrá de realizarse también de acuerdo con nuestra vocación nacional y con elementos extraídos de nuestra intransferible realidad económica”
Ver: RANGEL, Domingo Alberto: Explicación histórica de la realidad venezolana, artículo fechado en Caracas, enero de 1947, y publicado en Cuadernos Americanos de México, nº 3, mayo-junio de 1947. La cita
se toma de las p. 19-20.
32
ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 13.
33
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 16.
28
Y también estas otras, tomadas del discurso pronunciado por Betancourt ante la
Asamblea Nacional Constituyente, el 20 de enero de 1946:
“El caudaloso respaldo de todas las clases sociales productoras al movimiento de octubre hizo
posible que el régimen se derrumbase sin pena ni gloria, como castillo de naipes que abate el viento”.34
La segunda observación se contiene en un lugar del mensaje de término de gobierno rendido por Betancourt al Congreso Nacional de 1948, destinado a responder a la
pregunta de si era justificable “…la jornada revolucionaria del 18 de octubre de 1945”.35
Expuso allí Betancourt:
“El análisis de las causas que incubaron esa acción insurgente de Ejército y Pueblo ha sido
hecho, con confesa intención esclarecedora, en más de un documento oficial. Allí se ha
demostrado cómo la Nación, en todos sus estratos sociales, era ya incompatible con aquel
estado de cosas”.36
Punto de vista ratificado por Betancourt en una oportunidad ya citada, la conversación sostenida en Caracas el 2 de julio de 1948 con el norteamericano Alexander. Dijo
entonces el primero a su confidente:
“De hecho, la mayoría de las clases sociales se oponían al antiguo régimen, y pocos días
después de la Revolución, desfilaron ante la radio, en apoyo del nuevo régimen, gentes de
las más diversas maneras y formas de vida –agricultores, líderes sindicales, industriales, comerciantes, etc”.37
7. Los pilares sociales del “nuevo orden”
“Difícil sería (...) señalar otro gobierno en la historia republicana de Venezuela que
estuviera tan sólidamente asentado como el actual sobre cimientos de inamovible
firmeza”,38 se ufanó de proclamar Rómulo Betancourt en el mensaje de Año Nuevo a
la nación del 1º. de enero de 1946.
Ciertamente el elenco de los soportes que tuvo a su favor en sus inicios la Revolución de Octubre no pudo ser más envidiable en cuanto a su amplitud y capacidad de
influencia.
Nos limitaremos aquí a decir algunas palabras sobre los que juzgamos más
relevantes:
34
Ibidem, idem, p. 88.
Ibid., tomo II, p. 122.
36
Ibid., idem.
37
ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 11.
38
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 62.
35
29
•
•
•
•
el ejército,
el partido Acción Democrática;
el sindicalismo obrero y
el empresariado económico privado.
Producto como había sido la Revolución de Octubre de una alianza entre un partido y un sector castrense, el de la joven oficialidad, Acción Democrática, en general,
y Betancourt, en particular, se cuidaron frecuentemente de enfatizar sobre el carácter
permanente de la misma, así como sobre el consecuencial respaldo a ella brindado por
parte de un cuerpo que habría iniciado una nueva etapa en su historia.
“Somos un pueblo cuyo Ejército no sirve ya a hombres, sino que está dispuesto a
respaldar las Instituciones”,39 pretendió Betancourt en una conferencia dictada a un
grupo de maestros en preparación para trabajos de alfabetización, el 29 de diciembre
de 1945 alfabetizadores.
Y apenas dos días más tarde, el 1° de enero de 1946, dijo el mismo Betancourt al
país en su mensaje de Año Nuevo en carácter de Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno:
“Dos pilares graníticos le suministran sustentación al Gobierno Revolucionario de Venezuela: la lealtad del Ejército; y el apoyo de pueblo que desde la calle se le está presentando, tan
espontánea como fervorosamente”.40
En un primer tiempo pareció haber sido realmente así. En la ocasión del Día del
Ejército del mismo año, el 24 de junio, el entonces mayor Carlos Delgado Chalbaud,
miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y titular del Ministerio de la Defensa
(se había dado este nuevo nombre, después de octubre, al antiguo Despacho de Guerra y Marina) afirmó:
“En Venezuela existe una ética profesional y el ejército, que hoy apoya a este Gobierno,
mañana apoyará con igual fervor, con igual fuerza, al Gobierno que sea proclamado como
resultado de libérrimas elecciones a las que la Junta Revolucionaria llevará a Venezuela”.41
En segundo lugar, el gobierno de octubre contará a lo largo de su curso con el
apoyo indeclinable del partido Acción Democrática, sobre el cual pudo escribir Betancourt el 13 de septiembre de 1945, cuarto aniversario de su fundación:
“No hay aldea venezolana sin que en ella actúe, con mística afincada en lo mejor de su conciencia, un núcleo partidista. En talleres y en fábricas, en haciendas y en clínicas, en Uni-
39
Ibidem, idem, p. 16.
Ibid., id., p. 62.
41
Ver: Revista de las Fuerzas Armadas, n° 1, julio de 1946, p. 16.
40
30
versidades y Colegios, forman legión quienes portan su carnet de militantes del Partido del
Pueblo como signo de compromiso irrenunciable de contribuir a la conquista de una Venezuela lograda”.42
Esa militancia, si numerosa y socialmente variada antes del ascenso al poder del
partido, se habría multiplicado vigorosamente, una vez operado el mismo.
A pesar de su pase al gobierno, Betancourt siguió ejerciendo un liderazgo indiscutible sobre el mismo y el partido respondió en todo momento a cuanto llamado se le hizo
de parte del gobierno para manifestarle la solidaridad en momentos juzgados necesarios.43
Vayamos ahora al caso de los sindicatos. La óptica con que Betancourt se manejó frente al mundo obrero y empresarial durante el trienio democrático estuvo bien
expresada por estos términos del discurso hecho por Betancourt a la III asamblea anual
de Fedecámaras el 14 de marzo de 1947:
“… democracia política y agrupación de patronos y trabajadores en sus organismos propios
es característica de nuestro tiempo…”44
Y todavía, quizás, mejor, por estos otros con que se dirigió a los delegados nacionales reunidos en Caracas para constituir, en noviembre de 1947, la Confederación de
Trabajadores de Venezuela:
“Nosotros asignamos una extraordinaria importancia al movimiento obrero organizado,
porque sabemos que si algo caracteriza la vida social contemporánea, es la presencia organizada del pueblo en sus partidos políticos y en sus organismos de resistencia económica
(Nutridos aplausos). Ya pasó la época de los pequeños grupos oligárquicos; ahora son las
fuerzas económicas organizadas, bien en Federaciones de Cámaras de Comercio y Producción, bien en Centrales Obreras, las que enrumban y orientan a las naciones. Pasó la hora
del clan minúsculo y advino la hora de la multitud organizada”.45
Nadie debería extrañarse, en consecuencia, del hecho de que, apenas estabilizado
el gobierno de octubre, el propio 22 de dicho mes, Betancourt recibiera, una tras otra,
en Miraflores, las visitas de los Presidentes de las principales empresas petroleras extranjeras activas en el país, de los directivos de Fedecámaras y de los de una treintena de im42
Ver: BETANCOURT, Rómulo: El 18 de octubre de 1945 / Génesis y realizaciones de una revolución democrática, p. 118.
43
Fue el caso por ejemplo, de las movilizaciones populares ejecutadas con motivo de la debelación de sublevaciones armadas o de la confrontación sobrevenida con motivo del discutido decreto 321 sobre exámenes
escolares, promulgado por la Junta el 30 de mayo de 1946.
44
BETANCOURT, Rómulo Trayectoria democrática de una revolución, tomo I, p. 138.
45
Ver: Versión taquigráfica de las palabras pronunciadas el día 19 de noviembre de 1947 con motivo del agasajo ofrecido por la Junta de Gobierno a los Delegados que asistieron al II Congreso de Trabajadores de Venezuela,
en: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 163-164.
31
portantes sindicatos, virtualmente controlados todos ellos por militantes de Acción Democrática.
En el caso de los últimos, se efectuó en la ocasión lo que pudiéramos denominar
un intercambio de promesas.
A los sindicalistas dijo Betancourt
“En relación con el movimiento obrero, estamos plenamente definidos en el sentido de que
se le rodee de toda garantía; que el derecho de sindicalización sea respetado, que se estimule
la organización de los trabajadores en sus sindicatos de resistencia económica, porque consideramos que el obrerismo y el campesinado organizados son una garantía de estabilidad
para un gobierno democrático”.46
Y también:
“… las puertas de Miraflores y de todos los Ministerios estarán abiertas a los trabajadores
de Venezuela, pues nosotros queremos hacer un gobierno realmente popular, y un gobierno popular tiene que oír en forma atenta y comprensiva a los trabajadores organizados, que
en todos los países constituyen su soporte más firme y más sólido”.47
A lo que Augusto Malavé Villalba, Presidente de la Federación de Trabajadores del
Distrito Federal y Estado Miranda, y quien hizo entonces de vocero de los dirigentes
sindicales, respondió de esta manera:
“Respecto de lo que acaba de manifestar el compañero Rómulo Betancourt, nosotros vemos
los puntos siguientes: Primero, que se mantengan las condiciones que actualmente están rigiendo en los contratos de trabajo de los patronos con los obreros. Hasta podríamos llegar a
fijar un plazo, o no fijar ninguno, sino que, hasta que se estabilice el gobierno, sigan rigiendo esas condiciones de trabajo, no permitiendo nosotros, como dirigentes responsables, que
la demagogia venga a restarle apoyo a este movimiento, que se vengan a presentar pliegos de
reivindicaciones que los patronos no están actualmente en condiciones de concederlas, para
que entonces se presenten conflictos y se eche la culpa al gobierno provisional porque éste no
las resuelve en forma favorable a los trabajadores. En esto nosotros le prometemos a la Junta que seremos responsables; pero quiero advertirles las condiciones en que se han venido desenvolviendo los trabajadores durante el régimen del general Medina. (...) En esta situación
quiero hacer una promesa a la Junta de que tendrá el respaldo de todos los trabajadores, aun
de aquellos organismos sindicales cuyos líderes se habían manifestado contrarios...”48
46
Ver diario El Universal, n° 10.060, Caracas, martes 23 de octubre de 1945, p. 4.
Ibidem, idem.
48
Ver El Universal, en su número antes citado. El uso hecho del término “compañero” por Malavé Villalba
para con Betancourt no haría sino testimoniar la marcada relación simbiótica entonces existente entre partidos y sindicatos.
47
32
Para la “fuerza económica organizada” representada por los empresarios tuvo también el 22 de octubre Betancourt ofrecimientos halagadores. Los principales de ellos
concernieron, de un lado, a la creación de un Consejo de Economía Nacional, en donde
estaría representado el sector patronal, y un Banco Pecuario, y del otro, a la intención
gubernamental de procurar armonizar las relaciones entre capital trabajo.
Tiempo andado, en carta del 27 de agosto de 1947, Oscar Augusto Machado,
Presidente de Fedecámaras, creyó útil recordar a Betancourt cómo el empresariado nacional había apoyado, por su parte, los postulados octubristas:
“Nuestros objetivos son diáfanos y nuestra línea de conducta ha sido siempre recta, determinada e inspirada invariablemente, en el progreso de nuestro país. Por ello, apoyamos los
postulados de la revolución de Octubre, facilitándole así el camino a los nuevos mandatarios, cuyos dirigentes nos ofrecieron, desde el primer instante y espontáneamente, invitar
la cooperación de todas las fuerzas vivas del capital y del trabajo para solucionar los principales problemas económicos”.49
8. Realismo, antidemagogia y una estrategia política a la inglesa bajo la manga
Si para 1945 era ya bien nutrido el catálogo cronológico de invocaciones de Rómulo Betancourt al “realismo” a la hora de justificar posiciones políticas teóricas, la
Revolución de Octubre le ofreció la oportunidad de ejercitarlas esta vez ya con decisiones políticas prácticas.
No hubo, por cierto, ramo importante de la política del trienio en que Betancourt
no manifestara guiarse en su conducción por un criterio que no lo contuviera como guía.
Sobre la económicamente más determinante de sus políticas, la petrolera, explicó,
por ejemplo, en 1947, Betancourt a la Asamblea Nacional Constituyente que ella había
sido “...realista y previsora”.50
En parecida línea a la del líder sindical, afirmará el primer Presidente de la Confederación de Trabajadores
de Venezuela, Pedro Bernardo Pérez Salinas, en un artículo de fines de 1948 titulado: Los trabajadores se
organizan, luchan y triunfan / La Revolución de Octubre y su Profundo Sentido Social: “… Sería larga la enumeración de los efectivos y cuadros sindicales, masas que no solamente atienden a la lucha por la defensa de
sus intereses económicos y profesionales, sino que sabedores de lo que ello significa para la marcha y el ascenso del movimiento sindical, son los más eficaces sostenedores del régimen democrático y han sido los
primeros en asumir su defensa”.
Ver: El País, n° 1.714 del lunes 18 de octubre de 1948.
49
En carta de presentación del folleto Problemas nacionales / Apuntes Sobre la Situación Económica y Nuestro
Abastecimiento, p. 8.
50
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 109.
En plan de exponer a sus copartidarios, pero ya en 1958, las políticas puestas en práctica durante el trienio,
evocaría Betancourt: “… revisamos las relaciones del Estado-Empresas en la industria petrolera con un sentido
de anti-imperialismo realista y no palabrero…”
Ver: BETANCOURT, Rómulo: Posición y doctrina, p. 162.
33
Y en cuanto a la internacional, el propio Betancourt dijo estar apoyada en “consideraciones realistas” la posición “occidentalista” asumida por su gobierno en los inicios de la Guerra Fría.51
Y todo habría sido por una convicción definitivamente albergada en él desde tiempo atrás: la de que, en política, resistirse a los hechos conlleva a estrellarse contra la
pared.
En ese orden de ideas, al hacer en 1948 balance de la obra cumplida por la Junta
Revolucionaria de Gobierno bajo su conducción, se permitió decir Betancourt al
Congreso Nacional:
“…aquí no tendremos inconveniente en reconocer cómo la terca realidad de los hechos
aconsejó pausas en ambiciosos proyectos ya en marcha, e impuso rectificaciones de temerarios rumbos, trazados al calor de generosos entusiasmos y con la ingenua inexperiencia de
todo aquel que se inicia en el intrincado y arduo manejo de los negocios públicos”.52
En conexión con lo escrito, habría anidado también en el Betancourt del trienio
un designio, explicitado igualmente en más de un discurso público: el de no emplear
la demagogia como método de ganar popularidad y adhesión, bien para el gobierno,
bien para Acción Democrática, el partido que a éste sostenía.
“Nosotros no somos demagogos sino hombres responsables”, aseguró Betancourt
en su discurso de San Cristóbal del 14 de diciembre de 1945.53 Lo que repitió de esta
manera en un discurso a sus “conciudadanos” de La Victoria (Estado Aragua):
“... nosotros no somos demagogos sino gente responsable, que quiere hacer las cosas bien”.54
En el último mitin de conmemoración del 18 de octubre, insistió de este modo
Betancourt en el concepto:
“… somos un partido antidemagógico. Nunca hemos prometido el Paraíso Terrenal, ni el
otro... (risas) Siempre hemos dicho que luchamos por objetivos definidos y concretos, perfectamente demarcables, perfectamente señalables y seamos consecuentes con esta tesis…”55
Ya reemplazado por Gallegos en el poder, en febrero de 1948, Betancourt se permitió confiar que la estrategia política empleada por el régimen octubrista si a alguna
se asemejaba, sería a la de “aproximación indirecta” empleada por los políticos ingleses
51
BETANCOURT, Rómulo Trayectoria democrática de una revolución, tomo II, p. 144-145.
Ibidem, tomo cit., p. 128-129.
53
Ibid., tomo I, p. 21.
54
Ibid., id., p. 30.
55
El Universal, n° 13.991, Caracas, sábado 29 de mayo de 1948, p. 7.
52
34
(aunque no lo dijo expresamente Betancourt, se puede imaginar que, al expresarse así,
tenía en mente a los laboristas):
“… esta aproximación indirecta ha sido característica del régimen. De una cierta manera,
ha sido más bien británico en ésto: primero ha hecho las reformas y luego las ha llevado a
ley. Esto es lo que ha hecho, por ejemplo, en la reforma agraria. La reforma agraria – dividir las propiedades de Gómez hasta un grado, el establecimiento de comunidades agrarias,
etc., han ido caminando desde el 18 de octubre, pero es ahora cuando ellas están cobrando la forma de una Ley de Reforma Agraria.” 56
9. Las líneas maestras del “nuevo orden”
Como gobernante que se estrenaba, Betancourt se tomó muy a pecho, y desde un
primer momento, el trabajo de explicar las pretensiones de la Revolución de Octubre. Y
como tales pretensiones no carecían de ambición, una que otra vez se le habría hecho
patente –según propia confesión– la precariedad del tiempo disponible para alcanzarlas.
De su discurso varias veces citado de San Cristóbal de diciembre de 1945 fueron,
verbigracia, estas palabras:
“¿Cuáles son los objetivos del equipo de hombres que hoy está en el Gobierno? Voy a sintetizarlos en lo político, en lo administrativo y en lo económico, en una forma esquemática y apresurada…
En lo político, aspiramos fundamentalmente a descentralizar el gobierno, a transformar
el concepto de mando personalista e imperioso, en el de la gestión impersonal de la cosa
pública; a darle autonomía a los gobernantes regionales y a los ministros del Despacho para
desenvolver sus actividades, dentro de un plan de política general articulado nacionalmente. Y sobre todo, primero que todo y antes que todo, devolver al pueblo su soberanía
usurpada.
(…………………………………………………………………………………………)
En lo económico-administrativo, la orientación de este gobierno será fundamentalmente la
de humanizar la gestión de la cosa pública, la de preocuparnos más de la gente que de los
animales y de las cosas…
Educar, sanear, alimentar y domiciliar mejor y más racionalmente al pueblo: este es nuestro objetivo fundamental”.57
56
57
ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 14. Traducción nuestra.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit. tomo I, p. 16 y 18.
35
Mayor elevación conceptual revelarían, sin embargo, a dicho mismo propósito, las
siguientes, extractadas de un discurso pronunciado en la conmemoración patriótica del
5 de julio de 1946:
“Realizar lo que otros soñaron y antevieron; trajinar con pasos seguros la ruta que otros
desbrozaron, con su áspera labor de muchas décadas, son oportunidades invalorables para
una generación. Pero llevan implícitos compromisos abrumadores. La historia hará justicia a cuantos cayeron en la lucha contra los factores de atraso que entorpecían la marcha ascendente de Venezuela republicana; y aun podrá ser benévola con quienes carecieron de fibra
heroica para combatir esos factores. Ni uno y otro tratamiento podría esperar de la posteridad nuestra generación si fallamos ahora en la obligación de imprimirle a la Nación el
seguro rumbo definitivo hacia la conquista de una democracia decente, de una libertad
decorosa, de una justicia social a nadie regateada.
Todo eso, y junto con ello una producción de riqueza abundante que garantice a la Nación
su independencia económica y bienestar material a los venezolanos de todas las clases sociales, puede y debe ser alcanzado”.58
10. Por encima de todo, “reintegrar al pueblo su soberanía”
Las trascritas y otras citas que inmediatamente insertaremos servirían para poner
de relieve que, en la jerarquía de prioridades asignadas por Betancourt al “nuevo orden”
iniciado en octubre, ocupó el primer lugar jerárquico un claro designio político: establecer un sistema de elección de autoridades que conllevara en sí mismo el ejercicio del
principio de soberanía popular.
58
Ibidem, tomo II, p. 43-44.
También, por cierto, en este capítulo, las metas asignadas por Domingo Alberto Rangel al proceso político
incoado en octubre de 1945 apuntarán más alto. En un texto publicado a mitad de 1947, Rangel reformulará
la pregunta arriba citada de Betancourt de la siguiente manera:¿Cuál es la esencia de esa revolución y qué objetivos persigue?, para pasar a responderla así:
“La Revolución de Octubre aspira fundamentalmente a crear en Venezuela una democracia popular, sustentada sobre los soportes de la transformación agraria y de la liberación económica del país. Dentro del devenir
histórico de la revolución venezolana le correspondería la misión que se asignó la revolución francesa, realizada aquella, desde luego, con distintos instrumentos e inédita sensibilidad social. El Partido que la empuja
–Acción Democrática formado por la alianza de la clase obrera, del campesinado y de la clase media urbana con las capas más progresistas de la burguesía industrial– no desconoce las directrices de la dialéctica materialista que no propician en un país como Venezuela, sin capitalismo avanzado y ayuno de una clase obrera
numerosa y preparada, una revolución de raigambre socialista. Para Venezuela, y en general para la América latina, no ha llegado la hora del socialismo porque todavía no se han agotado las posibilidades de la democracia. Nuestra revolución ha de comenzar por la liquidación del caudillismo que niega la democracia e
impide el desarrollo armonioso y sistemático de la economía nacional. En lo político es necesario devolverle
al pueblo el ejercicio de la soberanía mediante la difusión del sufragio, para que sean sus hombres y mujeres quienes señalen los rumbos colectivos.”
Ver: RANGEL, Domingo Alberto: ob. cit., p. 15-16.
36
“Este Gobierno Provisional tendrá como misión inmediata la de convocar el país a elecciones
generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y secreto, puedan los
venezolanos elegir sus representantes, darse la Constitución que anhelan escoger el futuro
Presidente de la República”59
se había puntualizado ya en el primer Comunicado del Gobierno Provisional a la Nación,
de fecha 19 de octubre de 1945.
Tal punto de vista fue reforzado de este modo en la importante alocución dirigida al país por Betancourt, el posterior día 30:
“Esta Revolución ha sido hecha para devolver al pueblo su soberanía. Falsearíamos, en consecuencia, la razón de ser histórica de este movimiento si pretendiéramos prolongar artificialmente el orden político provisional existente en el país. Y es porque nos anima tal convicción que anunciamos hoy la próxima promulgación del Decreto mediante el cual se creará
la Comisión encargada de redactar un Código electoral democrático, que permita la elección por sufragio directo de una Constituyente”.60
El 5 de julio de 1947, antecedidas el año anterior las primeras elecciones con uso
del voto universal, reincidirá Betancourt en la idea con motivo de promulgar el nuevo Estatuto Electoral sancionado por la Asamblea Nacional Constituyente:
“En el proceso histórico de la Revolución de Octubre es éste de hoy uno de los estadios
decisivos. Esa Revolución la hicieron Ejército y Pueblo, fundamentalmente, para que la
residencia de la soberanía pasara de las manos usurpadoras de los clanes oligárquicos a las
de la Nación soberana. Por eso sus etapas determinantes están señaladas con actos de ejercicios de soberanía, en función electoral unos, y otro de ella resultante”.61
Y estaría, finalmente, la siguiente afirmación con data de 1948, referida a lo de
octubre de tres años atrás:
“… los tres objetivos fundamentales de aquella insurgencia: reintegrarle al pueblo su soberanía, despersonalizar el ejercicio del Poder y moralizar los negocios públicos”.62
11. Una batalla en forma contra los “sociólogos del pesimismo”
Para Betancourt la práctica exitosa de elecciones democráticas en Venezuela realizada durante el trienio habría entrañado, aparte de otras posibles victorias, una de gran
relieve: la ganada contra cierto punto de vista conceptual, corrientemente manejado
59
Primer Comunicado del Gobierno Provisional a la Nación, de fecha 19 de octubre de 1945, en: El Gobierno Revolucionario de Venezuela ante su Pueblo, p. 25.
60
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 7.
61
Ibidem, tomo II, p. 49-50.
62
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 123.
37
desde décadas atrás por una parte importante de miembros de la inteligentsia venezolana, negativo en lo que atañía a las capacidades políticas del pueblo venezolano.
En un cáustico artículo periodístico anónimo de 1936, insertado en el semanario
político ORVE a raíz de la muerte del notable sociólogo Laureano Vallenilla Lanz, artículo que, por diversos argumentos –para comenzar, el de un estilo de escritura inconfundible– creemos que debió proceder de la pluma de Betancourt, apareció sintetizado de esta manera dicho pensamiento, tal cual lo habría expuesto el desaparecido:
“Según su tesis, Venezuela, y como ella todas las naciones de su misma formación étnica y
de su mismo origen histórica (sic), estaban condenadas a vivir siempre bajo esa paz odiosa
y mecánica, impuesta por las bayonetas. Pueblos mestizos, anárquicos por naturaleza, imposibilitados de modificarse porque la geografía, el clima y la heterogeneidad racial así lo
predeterminaron, vivirían eternamente gobernados por el puño fuerte del gendarme, del
‘gendarme necesario”.63
Desde los inicios de su carrera política, en Rómulo Betancourt habría anidado, en
contraposición, un profundo y perseverante optimismo en torno al pueblo venezolano, lo que, de modo ineluctable, le llevó a enfrentar a quienes el propio joven político llamaría “los sociólogos del pesimismo”. E inclusive a hacer del escribir “… el antiVallenilla, demostrando la falsedad de la tesis del ‘Gendarme necesario’” 64 un tema de
consideración intelectual.
Ya en el poder, Betancourt creyó encontrar en el curso de carácter democrático
cumplido por la Revolución de Octubre una vindicación del carácter bien fundamentado de su optimismo político.
No escasean los testimonios que sustentarían esta última afirmación.
A un grupo de maestros que estaban siendo adiestrados en el Instituto Pedagógico de Caracas para la alfabetización de adultos les expresó Betancourt el 29 de diciembre
de 1945, en la parte final de una por muchos conceptos interesante conferencia sobre
“las posibilidades históricas de Venezuela”:
“... se equivocaron en absoluto los sociólogos pesimistas. Venezuela, como Colombia, Brasil,
Chile, Cuba y todos los demás pueblos de Hispano América, tiene perfecta capacidad para
organizarse en el orden económico, político y social. Somos un pueblo que puede ser gobernado impersonalmente, no por régulos imperiosos, no por gente despótica, sino por
63
BETANCOURT, Rómulo: Vallenilla Lanz, máximo exponente de la prostitución intelectual, ha muerto (artículo anónimo publicado en el semanario caraqueño ORVE, n° 30, del domingo 2 de noviembre de 1936,
pp. 1 y 3).
64
Carta de Rómulo Betancourt desde Santiago de Chile, el 6 de mayo de 1940, al intelectual costarricense
Joaquín García Monge, recogida en: BETANCOURT, Rómulo: Antología Política / Volumen Segundo / 19361941, p. 447.
38
hombres que en la gestión de la cosa pública actúen apegados a textos legales. Somos un
pueblo cuyo Ejército no sirve ya a hombres, sino que está dispuesto a respaldar las Instituciones”.65
Cinco meses después, señaló el mismo Betancourt en un discurso público pronunciado en la ciudad de Valencia:
“Se ha dicho por los sociólogos del pesimismo, por los enemigos del pueblo de Venezuela,
que ésta es una colectividad inapta para el ejercicio de la vida civil; que somos un pueblo
primitivo que sólo puede ser gobernado con el rebenque del autócrata. Nosotros sabemos
que ésto es una mentira; nosotros sabemos que este pueblo es perfectamente apto para ejercer
el sufragio...”66
El 5 de julio del mismo año de 1946, insistirá de esta forma en el argumento:
“Los sociólogos de la antipatria sostuvieron siempre que Venezuela debía ser gobernada por
hombres fuertes, por ásperos caudillos con mentalidad de jefe de tribu, porque nuestro
pueblo carecía de la capacidad de otros para el pacífico ejercicio de sus derechos ciudadanos, entre ellos el del sufragio. Era un pueblo –según la tesis de esos doctrinarios de los despotismos– indisciplinado, inepto para la vida civil, capaz sólo de escuchar y de atender al
rebenque de los capataces. Esa teoría, profundamente deprimente de nuestro orgullo nacional, es falsa e injusta para con el pueblo venezolano”.67
Y todavía en 1948, el 12 de febrero, ante el Congreso Nacional:
“La sofística literatura de encargo de los teóricos de las autocracias acuñó el dogma de que
en el trópico turbulento el Poder se expresaba fatalmente con nombre y apellidos propios,
y siempre en función de un hombre, signado de atributos providenciales. La historia republicana de Venezuela parecía confirmar esa aberración sociológica, con el discurrir trágico
en su contenido y monótono en su uniforme envoltura formal– de nuestras periódicas insurgencias de montoneras, bautizadas una y otra vez con el sugerente rótulo de ‘revoluciones’. Todas habían desembocado en un nuevo caudillismo, usufructuado por un hombre
armado, en provecho suyo y de su clan político. Pero advino Octubre y fue posible ensayar
en nuestra Venezuela uno como trasplante del Consejo federal suizo, integrado el Ejecutivo colegiado por siete ciudadanos (…) y al término del mandato de ese gobierno plural
provisorio (…) no es ninguno de sus miembros el Presidente electo de la República, sino
un admirable ciudadano ejemplar, en quien las mayorías nacionales depositaron la plenitud de su confianza: Rómulo Gallegos”.68
65
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo II, p. 16.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 66.
67
Ibidem , tomo II, p. 45-46.
68
Ibid., idem, p. 124.
En vista de lo escrito, no es de extrañar esta confesión de Betancourt con data de 1955: “El día más regocijante en su carrera política fue el día de las elecciones de 1946 para una Asamblea constituyente. Esta era
66
39
En un sentido antitético, manifestó Betancourt, en su mensaje de enero de 1947
a la Asamblea Nacional Constituyente, a renglón seguido de referirse al “caos con apariencia de orden” 69 que, a su juicio, habría encarnado el medinismo:
“Los escépticos, y los avenidos fatalistamente a ese doloroso orden de cosas, olvidaban que
en las sociedades existen reservas dinámicas, impulsos de transformación y mejoramiento,
soterrados en la conciencia colectiva. Por debajo de la superficie indecorosa corría una vigorosa onda renovadora, que sacudía los más profundos estratos sociales de la Nación”.70
12. Una lección de repulsa a la tradición nacional del poder personalizado
Hay un largo período de la historia política de Venezuela que es en simultaneidad
una historia del poder encarnado en los caudillos. En esa condición, Betancourt había
consagrado espacio en su Plan de Barranquilla a explicar el origen y los efectos de este
complejo fenómeno socio-político y también a proponer, para enfrentarlo, una consigna: la de “Hombres civiles al manejo de la cosa pública”. 71
Aunque uno de los efectos políticos más reconocidos del largo gobierno de Juan
Vicente Gómez fue el de haber domado a esta clase de hombres de guerra, de modo de
haber devenido él mismo un caudillo único, 72 el caso fue que, aunque esta modalidad
tradicional de detentación del poder incontrolado no alcanzó a ser trasmitida a sus
herederos inmediatos en el mando, los Presidentes López Contreras y Medina Angarita, el eclipse del caudillismo en Venezuela a partir de 1936 no habría entrañado, con
todo, la desaparición simultánea del personalismo político.
la primera elección con sufragio universal en la historia de Venezuela, en la cual votó millón y medio de
personas. Primero que todo, era una réplica a las ideas expresadas por psicólogos y sociólogos al servicio de
las anteriores dictaduras, quien habían sostenido que el pueblo venezolano era innatamente incapaz para la
democracia. Apenas hubo un solo acto de violencia durante las elecciones. La fecha era también de regocijo porque reivindicaba la actuación de Acción Democrática al tomar parte en octubre de 1945 en el derrocamiento violento del régimen del general Isaías Medina Angarita. Betancourt tuvo que participar en este
alzamiento, pero él había tenido acerca del mismo –pero la participación del partido fue reivindicada por su
habilidad para administrar las primeras elecciones honestas y con sufragio universal.”
Ver: ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 40. Traducción nuestra.
69
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 84.
70
Ibidem, idem, p. 84-85.
71
Ver: ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA – SERVICIO SECRETO DE INVESTIGACION: ob. cit.,
p. 294.
72
“La Patria es el trasunto del bosque de Erimanto, / por donde el Caudillismo, jabalí fanfarrón, / con sus
gruñidos broncos siembra inquietud y espanto / i a colmillo y pezuña daño y desolación. (…) Mas Juan Vicente Gómez, sin temor ni molestia, / con mano recia i pronta de cazador triunfal, /caza, trofeo vivo, la vagabunda bestia, / i después abandónala, inerme para el Mal”, asentará el P. Carlos Borges en un poema laudatorio de época: En la gesta de Gómez / Los trabajos de Hércules.
Ver: MOSQUEDA SUÁREZ, Miguel: Vida y obras completas de Carlos Borges, p. 660.
40
Desde los propios días iniciales de la Revolución de Octubre, Rómulo Betancourt
se exhibió de modo particular hostil hacia este último. Y, en un sentido opuesto, especialmente interesado en abrir caminos a una institucionalización de la función de gobierno.
La prueba más contundente de lo dicho la suministraría un singular decreto expedido por la Junta Revolucionaria de Gobierno el 22 de octubre de 1945, vale decir,
apenas a tres días de su ascenso al poder.
Se le llamó humorísticamente “el decreto del hara kiri”, y en su virtud la misma
Junta,
“… acatando el imperativo compromiso de antipersonalismo que tiene contraído con la
Nación, y convencida de que gobernar es también educar con el ejemplo…”73
inhabilitó a sus miembros para presentarse como candidatos a la Presidencia de la
República en las elecciones de carácter democrático que habían sido objeto de anuncio el día mismo del triunfo de su movimiento.
Betancourt, quien más adelante dejará constancia de que dicho decreto había sido
redactado de su puño y letra,74 explicó, a comienzos de 1947, de esta forma la motivación de la iniciativa:
“Nos pronunciamos contra el personalismo desorbitado y ambicioso que había frustrado las
otras empresas políticas con programa de superación nacional que en la Venezuela republicana también nacieron rodeadas del fervor colectivo. Dijimos que veníamos a negar, en los
hechos, la tesis de que los pueblos sólo se salvan por la acción providencial de hombres insubstituibles. Y para dar demostración objetiva de consecuencia con ese criterio y afianzar ante
el país una actuación deslastrada de la obsecada (sic) pasión del mando, promulgamos el
Decreto mediante el cual quedaban inhabilitados los miembros de la Junta para postular sus
nombres como aspirantes a la Presidencia de la república en el próximo período constitucional. Algunos han calificado esta conducta como desplante romántico. Nosotros creemos, por
lo contrario, haber procedido con patriótico realismo. Comprendimos que Venezuela estaba urgida, para recobrar su vacilante fe en los hombres públicos, de una impresionante lección de honestidad y desprendimiento ciudadanos. Por animarnos es íntima e irrenunciable
convicción es por lo que venimos hoy a decir a este soberano Cuerpo, con el acatamiento y
respeto que nos merece, que si hay algún decreto de la Junta en cuya expresa ratificación
legislativa estamos expresamente interesados, es ése que nos incapacita para lanzar nuestros
nombres a la palestra del público debate, cuando vayan a postular los venezolanos las candidaturas para Jefe de Estado durante el período de plena constitucionalidad”.75
73
CONGRESO DE LA REPUBLICA: Pensamiento político venezolano del siglo XX / Documentos para su
estudio / Gobierno y época de la Junta Revolucionaria / Pensamiento oficial / 1945-1948, tomo 50, p. 29.
74
BETANCOURT, Rómulo: Venezuela política y petróleo, p. 249.
75
Mensaje dirigido a la Asamblea Nacional Constituyente, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
el día 20 de enero de 1947, en: BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo
II, p. 89- 90.
41
Y con un optimismo que a poco se revelaría por desgracia escasamente fundamentado, luego de recordar al Congreso Nacional de 1948 como “los tres objetivos fundamentales” de la “insurgencia” de octubre habían sido“… reintegrarle al pueblo su soberanía, despersonalizar el ejercicio del Poder y moralizar los negocios públicos”76,
asentó de seguidas:
“Nadie podrá honestamente desconocer cómo en la actualidad es el pueblo venezolano quien
decide en los comicios la suerte de la República; y cómo el tradicional concepto del mando autocrático ha devenido impersonal función de gobierno, arquitecturado ya el Estado
nuevo según las normas de una Constitución que sin hipérbole, es de las más democráticas de América...”77
13. Un importante efecto político de octubre: la renovación del sistema
venezolano de partidos
Surgido de un hecho de violencia, el gobierno del trienio dio, no obstante, tempranas muestras de su disposición de instaurar un régimen de corte liberal en lo relativo a libertades públicas y también de legitimar su desempeño por la vía de convocar
rápidamente a un proceso electoral destinado a escoger representantes a una Asamblea
Nacional Constituyente cuya principal responsabilidad fuera la de elaborar una nueva Carta Magna.
Al cobijo de esta ventajosa situación, se operó un verdadero remue-ménage en el
cuadro político nacional, en particular a nivel de los partidos.
Contaba hasta entonces el país con un partido gubernamental –que en esencia no
era otra cosa que uno de funcionarios–, el Partido Democrático Venezolano (PDV),
otro de oposición, AD, y un tercero, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) que,
siguiendo los bandazos estratégicos de la política de Moscú, había pasado de la condición de fuerza opositora al gobierno de Medina Angarita, a quien en un comienzo
habían calificado de “pro fascista”, a otra de apoyo entusiasta. En cuanto a la corriente política demócrata cristiana, aparecida en 1936, había probado organizarse como partido, pero hasta entonces sin mayor fortuna.
Octubre conllevó para AD la nueva condición de partido de gobierno, para el
P.D.V., su desaparición del escenario político y para el PCV, la continuación del disfrute de la situación de legalidad de que le había dotado el gobierno medinista. Pero el
cuadro de partidos se enriqueció con el surgimiento de dos nuevas fuerzas políticas de
importancia futura: Unión Republicana Democrática (URD), aparecida en diciembre
de 1945 y autodefinida como liberal, y el Comité de Organización Política Electoral
Independiente (Copei), doctrinariamente social-cristiano, que lo hizo, a su turno, en
76
77
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 123.
Ibidem, idem, p. 126.
42
enero de 1946. A los dos últimos, y particularmente al Copei tocará cumplir con la
ardua tarea de hacer oposición a un partido, AD, entonces en su apogeo político.
14. Un vasto encargo para la Asamblea Nacional Constituyente
El nuevo gobierno se dio prisa a constituir el 17 de noviembre una Comisión
Preparatoria a la cual fue confiada la redacción de un Proyecto de Estatuto Electoral,
conforme a cuyos términos pudieran elegirse los representantes a una Asamblea Nacional Constituyente y el Presidente de la República.
Ya electa y en funciones dicha Asamblea, no fueron pocas las sugerencias que el 20
de enero de 1947 le hizo Betancourt en lo atinente a los contenidos de la Constitución
Nacional que debería entrar a discutir. En el hecho, abarcaban cuanto el propio líder
concebía como desideratum de un movimiento de transformación a la vez político,
económico y social como el que se había puesto en marcha:
•
…la consagración del principio de elección del Presidente de la República y del Congreso Nacional, así como de los demás organismos parlamentarios del Poder Público
por sistema de sufragio directo, universal y secreto…
•
… una suerte de Carta del Trabajo donde se señalen y definan las conquistas sociales
más sentidas y más justas que reclama ese denso y laborioso sector humano, constituido
por el proletariado de las ciudades y por el campesinado irredento…
•
… normas generales que aseguren al campesino la realización de la reforma agraria,
pero sin dejar margen en ellas para que pueda ser evadido el ya inaplazable compromiso del Estado venezolano de dotar de tierra suya y de modernos medios de producción al paria rural de nuestro país…
•
… enunciación de normas que comprometan al Estado a ser el dinamo que impulse
la industrialización de Venezuela, que agencie el progresivo rescate de sus fuentes fundamentales de riqueza y que contribuya, con terca perseverancia, a la diversificación
y desarrollo de una economía propia, agrícola, pastoril minera…
•
… pautas que obliguen al Estado a garantizar el incesante progreso técnico, material
y moral de las Fuerzas Armadas…
•
…fórmulas que aseguren la defensa de la salud pública, la salvaguarda de la riqueza
humana del país y la valorización cultural del pueblo venezolano, mejorando la escuela
y dignificando al maestro…
•
… determinación de ventajas y de posibilidades para el inmigrante, a fin de que afluyan
sin recelo, hacia nuestra vasta tierra despoblada, los hombres de otras razas y de otras
lenguas…
43
•
… enunciación de la tabla de derechos del niño y de la mujer, porque el primero es
promisor almácigo de futuro y la segunda el más valioso sector humano de esta tierra,
ganando la República en sentido de humanidad y en decoro ciudadano en la medida
en que ella sea incorporada más activamente en la vida política, administrativa y social de la Nación…
•
… consagración del moralizador principio de la incompatibilidad entre las funciones
ejecutiva y legislativa, para que ya no pueda ser escenificada jamás en este país, por
organismos deliberantes, la bochornosa comedia de miembros de la Administración Pública dictaminando acerca de su propia gestión…
•
… imperativas, rigurosas disposiciones acerca de la responsabilidad de los funcionarios públicos y enumeración de las más amplias facultades fiscalizadoras para la Contraloría General de la Nación…
•
… bases que posibiliten la realización de una gran política del mañana, capaz de conducir algún día a la confederación de los pueblos emancipados por el genio de Bolívar, depositario de un patrimonio histórico común y con perspectivas futuras de ineludible coincidencia…
•
… y por último, aun cuando en estricta escala jerárquica debió ocupar esta sugerencia sitio de prioridad, concretas indicaciones de la forma como haya de encausarse un
justiciero proceso de descentralización económica y administrativa del país, coordinado
técnicamente por el Estado y a favor de la Provincia empobrecida, con sus Tesorerías
Generales asistidas a medias por los periódicos aportes del Situado Constitucional y con
sus rentas municipales paupérrimas. 78
Se puede adelantar que el órgano legislativo atendió de la manera más amplia al
llamado de Betancourt, de modo que éste pudo jactarse de que incluso algún adversario
político suyo no había escatimado afirmar que la de 1947 constituía una Constitución
progresista. Pero no constituyó, sin embargo, la misma una Constitución de consenso, porque en materias tales como el régimen educativo, la propiedad privada o el estatuto jurídico de la Iglesia Católica se escenificaron en la Asamblea Nacional Constituyente duros enfrentamientos entre las fracciones de AD y Copei que condujeron a
votos salvados a la hora de la sanción de aquélla.
15. Iniciativas para romper con una vieja historia nacional de corrupción
administrativa
“La ‘honradez’ administrativa de los Monagas y de Falcón” fue uno de los subtítulos
de un polémico panfleto político de combate, titulado Con quién estamos y contra quién
78
BETANCOURT, Rómulo: Mensaje dirigido a la Asamblea Nacional Constituyente, en nombre de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, el día 20 de enero de 1946, recogido en: ibid. id., p. 83-116. Se toma la cita de
las p. 111-112.
44
estamos, que Rómulo Betancourt publicó en 1932 en un periódico de exilados antigomecistas, Venezuela Futura. Su tema: la práctica en los gobiernos venezolanos del siglo
XIX del peculado, a cuya cabeza habían figurado los nombrados mandatarios.79
La citada constituiría una de las primeras manifestaciones importantes del perenne
combate que el entonces joven político iba a librar contra uno de los vicios más difundidos y pertinaces de la historia de la administración pública nacional.
Más de una década después, la Revolución de Octubre le suministró a Betancourt
oportunidad para hacer de la honestidad administrativa una de sus más preciadas banderas.
El propio Primer Comunicado del Gobierno Provisional a la Nación, datado el 19
de dicho mes, se había adelantado a afirmar:
“Este Gobierno constituido hoy hará enjuiciar ante los Tribunales, como reos de peculado,
a los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde
fines del pasado siglo. (…) Severo, implacablemente severo será el Gobierno Provisional
contra todos los incursos en el delito de enriquecimiento ilícito, al amparo del Poder”.80
Y en su discurso del siguiente día 30, se expresó ya Betancourt así:
“Ofrecimos usar agua y jabón en el manejo de los dineros públicos. Ya ha comenzado en los
Despachos Ministeriales, en los Gobiernos estadales y de ambos Territorios y Distrito Federal,
una inexorable labor profiláctica. Por Decreto que publica esta misma noche la Gaceta Oficial
han sido eliminados el Capítulo VII y la partida 909 del Capítulo XX del Presupuesto de
Relaciones Interiores, desaguaderos ocultos por donde corrían hacia el patrimonio particular de los amigos y usufructuarios del régimen, muchos millones de bolívares, extraídos a
través de una red de impuestos exactores, al empobrecido pueblo venezolano. Yendo aún más
lejos en esta pedagógica tarea de demostrar cómo se puede gobernar sin prevaricar; y cómo
se puede administrar el erario colectivo sin confundirlo con el peculio privado, la Junta Revolucionaria de Gobierno impondrá a todos los funcionarios públicos de determinadas categorías, comenzando por los Ministros y por los miembros de la propio Junta, la obligación
de hacer en plazo perentorio, una declaración jurada de sus bienes ante un Juez y de realizar acto semejante al resignar sus funciones. Todo ciudadano podrá acudir ante dichos jueces, a estudiar tales declaraciones, que tendrán carácter de instrumento público”.81
79
El 20 de enero de 1947 señalará Betancourt a la Asamblea Nacional Constituyente: “Con señeras y contadas excepciones, la historia de todos los gobiernos de la República era la del saqueo de las arcas fiscales, y
la de la proliferación de negociados indecorosos efectuados por funcionarios públicos, prevalidos de su
posición influyente. Habíase perdido, en ese vórtice de la concupiscencia administrativa, toda noción de que
servir con austero desinterés material a la Republica es la mejor ejecutoria que pueda exhibir un gobernante para afrontar el veredicto de la historia”. Ver: Ibid., id., p. 90.
80
Ver: El Gobierno Revolucionario de Venezuela ante su Pueblo, p. 25-26.
81
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 8.
45
A poco luego, el 27 de noviembre, atendido
“… a que uno de los principales propósitos de la Revolución que derrocó al régimen de
gobierno anterior es el de establecer la moralidad administrativa”,82
se decretó por parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno, la creación de un Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa,
“… para establecer la responsabilidad de las personas, naturales o jurídicas, que por sí o por
intermedio de terceros, directa o indirectamente, hayan cometido, con intención o por
negligencia o por imprudencia, actos o hechos perjudiciales a la cosa pública, o se hayan
enriquecido sin causa en beneficio propio o ajeno, prevalidos de la influencia indebida de
quienes ejercieron funciones públicas”.83
En San Cristóbal explicó en diciembre de 1945 Betancourt a los tachirenses:
“Esta labor de democratización del Estado, esta labor que haga del Presidente de la República,
no una especie de monarca sin corona, como ha sido en Venezuela, sino un funcionario situado en el más alto escalafón administrativo, pero sometido al control del Congreso y sometido al control de la opinión pública; esta reforma que democratice los órganos del poder,
tiene que ir aparejada con una obra recia, depuradora, que moralice la administración pública.
En Venezuela, la función de gobernar había llegado al último grado de descrédito. En Venezuela se sentía vergüenza cuando se ostentaba el carácter de hombre público, el carácter de
político; porque político y traficante con el Erario Nacional, político y hombre venal, eran
sinónimos en nuestra patria. Nosotros venimos resueltamente a ponerle el termocauterio de
la sanción, a esa lacra purulenta de la Administración Pública que se llama peculado”.84
Dos decretos de distinta naturaleza despedirán el año político venezolano de 1945.
De uno de ellos, que modificaba el sistema de recaudación fiscal en el caso de compañías
económicas privadas con grandes ingresos, se tratará más adelante. Nos interesa ahora un segundo, aquel del 31 de diciembre mediante el cual se estableció la obligatoriedad
para determinados funcionarios públicos de ejecutar una declaración jurada de sus
bienes, dado que eran propósitos declarados de la Junta
“… depurar la Administración Pública de vicios y corruptelas contrarios al interés y el buen
nombre de la República…”,
y
“…restablecer la confianza de la ciudadanía en que los bienes y dineros públicos serán
82
CONGRESO DE LA REPÚBLICA: ob. cit., tomo citado, p. 103.
CONGRESO DE LA REPÚBLICA: ob. cit., ibidem, idem. Se puede adelantar que las futuras actuaciones del Jurado despertarían ardorosas polémicas.
84
BETANCOURT, Rómulo: ibidem, idem, p. 163.
83
46
administrados con absoluta honradez e invertidos en sus propios y exclusivos fines de beneficio social…”85
Apenas un día después, en su mensaje de Año Nuevo de 1946, informará, a su
propósito, Betancourt al país:
“Como una fianza más de la pulcritud extrema con que ahora se administra el peculio público hemos dictado anoche un Decreto obligando a todos los funcionarios de la Administración que tengan contacto, siquiera remoto, con dineros del pueblo a hacer una declaración jurada de sus bienes ante un juez. Todo ciudadano podrá tener en sus manos una copia
certificada de tales declaraciones juradas, y constituirse en celoso fiscal de la honradez de los
funcionarios”.86
El siguiente 15 de enero, Betancourt, que más de una vez por ese tiempo se manifestaría un firme creyente en las virtudes pedagógicas del ejemplo, marcó pauta al
declarar ante un tribunal ad hoc constituido en Miraflores sus propios (y, por demás,
muy escasos, casi risibles) bienes.87
Y el 9 de marzo aseguró Betancourt a sus oyentes en un mítin popular celebrado
en Maracaibo:
“No vamos a negar el derecho que puede tenerse al disentimiento de la práctica de hacer
comparecer ante el tribunal del pueblo a quienes sean sospechosos de haber comerciado con
el peculio público; pero ese respeto no significa que nosotros vayamos a arriar la bandera
más limpia de la Revolución de Octubre, la bandera de la recuperación moral de la República, la bandera del saneamiento y de la profilaxia administrativa, la bandera de la erradicación definitiva del concepto de que ser hombre público no es la oportunidad de servir a
su país, sino la oportunidad de enriquecerse a costa de su país”.88
16. Primeras expresiones de una “doctrina Betancourt” en materia de política
internacional venezolana
El 18 de octubre de 1946, en un mitin de masas conmemorativo del primer aniversario de la Revolución de Octubre, y en discurso destinado a suministrar cuenta de
la obra cumplida durante el lapso por parte del gobierno por él presidido, afirmó
Rómulo Betancourt, entre aplausos:
85
CONGRESO DE LA REPUBLICA: Pensamiento político venezolano del siglo XX / Documentos para su
estudio / Gobierno y época de la Junta Revolucionaria / Pensamiento oficial / 1945-1948, tomo 50, p. 29.
86 BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 65-66.
87
El documento figura trascrito in extenso por Manuel Caballero en la p. 295 de su obra: Rómulo Betancourt
de donde se ha extraído para integrar el presente volumen.
88
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 37.
47
“Venezuela no tenía desde hace años una política exterior. Los hombres del gomecismo, y
los hombres de los nueve años posteriores a la muerte de Gómez tenían una consigna cuando
actuaban en política externa: la consigna de contar hasta ciento antes de hablar en cualquier
Congreso Internacional, y la consigna de seguir siempre dócilmente la tesis y los puntos de
vista de las grandes potencias. Venezuela, con el régimen revolucionario, ha inaugurado un
nuevo estilo en política exterior que entronca con las mejores tradiciones venezolanas, que
entronca con aquella audaz manera de comportarse ante las potencias prepotentes de la
Europa de entonces, del Libertador Simón Bolívar. Al llegar al Gobierno, sin consultar a las
grandes potencias, rompimos relaciones con el régimen de Francisco Franco, porque conceptuamos que si la recién concluida guerra de pueblos se había librado para erradicar definitivamente de la faz del planeta las concepciones totalitarias de política y de administración, gobiernos democráticos y decentes que habían suscrito el Pacto de las Naciones Unidas,
no podían mantener relaciones diplomáticas con esa excrecencia del fascismo que desgobierna en Madrid.
Rompimos también relaciones con la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo. Y sabe a cosa pintoresca que haya lanzado la Cancillería de Santo Domingo un Libro Blanco dedicado a
demostrar ante América cómo no es el régimen de Trujillo aquel en torno del cual debe
crearse un cordón profiláctico por la naciones democráticas, sino el Gobierno de Venezuela.
Hemos sostenido la tesis de que las pequeñas naciones tienen un papel que cumplir sobre
el escenario político universal; y por eso somos opuestos del derecho del veto para los cuatro
grandes, por considerar que la paz y la seguridad de los pueblos no pueden estar garantizadas
mientras sean cuatro potencias las que decidan sobre los destinos universales”.89
Un examen de la política internacional puesta en práctica durante los dos gobiernos
del trienio mostraría que algunas de las metas principales por ellos promovidas las constituyeron, según palabras de Betancourt en 1948,
“… la sinceridad democrática continental y el respeto efectivo de las libertades y de la dignidad del hombre; la eliminación, por vía de pacíficos entendimientos, del anacrónico régimen del coloniaje; la justicia económica interamericana y la seguridad social de las multitudes laboriosas del Continente”.90
Aquí hemos escogido destacar la primera de ellas, puesto que en la misma se incardinaría un aporte betancuriano, con marca de originalidad personal y proyección en
el tiempo: la llamada política del “cordón profiláctico”, aplicada por Betancourt, como
antes se acaba de leer, desde los propios inicios del trienio, a las dictaduras de España
e Hispanoamérica. Más adelante se hará común nombrarla “doctrina Betancourt”.
¿De qué se trataba?
89
Ibidem, tomo II, p. 83-84.
Discurso en la sesión plenaria de la Novena Conferencia Internacional Americana, el 6 de abril de 1948,
en Bogotá, recogido en: BETANCOURT, Rómulo: Hacia América Latina democrática e integrada, p. 212.
90
48
Tal vez su mejor resumen lo constituya esta frase de tono lapidario empleada por
Betancourt al explicar al país el 30 de octubre de 1945 las incidencias que habían llevado a la reciente interrupción de relaciones diplomáticas entre Venezuela y el gobierno
dictatorial dominicano del general Rafael Leonidas Trujillo:
“Los Gobiernos libres no pueden mantener relaciones con los victimarios de la libertad”.91
Frase que encontraría una suerte de glosa en estos conceptos vertidos por Betancourt en su alocución de Año Nuevo de 1947:
“La democracia no la consideramos como un producto para el privativo uso doméstico.
Conceptuamos que un elemental deber de solidaridad de pueblos nos obliga a insurgir, en
el terreno de las relaciones internacionales, contra los regímenes que oprimen y subyugan
patrias”.92
En condición de jefe de la delegación venezolana a la IX Conferencia Internacional
Americana, reunida en Bogotá, Betancourt volvió así sobre el asunto, el 6 de abril de 1948:
“Resulta evidente que América no puede adoptar una actitud de distraída indiferencia ante
el auge de los regímenes totalitarios en otros continentes y frente a la posibilidad de una
tercera guerra mundial. Sus aportes a favor de la universalización de la democracia y de la
preservación de la paz deben y pueden ser de alcance muy importante. Y quienes por egoísta
inhibición no sientan amenazada su propia libertad, cuando sucumbe la libertad ajena o
imaginen protegida su seguridad frente a un estallido bélico de vastas proporciones por el
hoy tan endeble parapeto constituido por la fórmula jurídica de la neutralidad olvidan dos
verdades de universal vigencia. La primera, que la instauración y pervivencia de los sistemas
dictatoriales en cualquier país del mundo conspira activamente contra la estabilidad de los
modos de ser y de actuar de los Estados cuya organización encarne lealmente la forma representativa de gobierno…”93
Y, algunos párrafos más abajo:
“Mientras no haya sinceridad democrática y efectividad del régimen representativo de gobierno en todos los países del continente, el sistema panamericano carecerá de la total adhesión colectiva. Democratizado en continente, sí podría contraponerse eficazmente un
modo de vida americano, armonioso y libre, a la brutal concepción del Estado-policía que
hoy se enseñorea en extensa porción de Europa”.94
Un segundo punto de interés, pero ya en positivo, lo constituyó para la diplomacia
del trienio el cultivo de relaciones privilegiadas con los países latinoamericanos. Betan91
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, I, p. 11.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 72.
93
BETANCOURT, Rómulo: Hacia América Latina democrática e integrada, p. 196-197.
94
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., p. 200
92
49
court encabezó en julio de 1946 una gira gubernamental Venezolana a México y Centroamérica que le suministró ocasión para “… renovar la fe en la unidad espiritual” 95 de
los pueblos latinoamericanos y manifestar la urgencia de que los países de la misma área
dejaran de ser
“… un archipiélago de repúblicas afónicas en el concierto internacional”.96
Y fue en este campo mismo regional donde el gobierno del trienio promovió y llevó
a término una primera interesante iniciativa integracionista de carácter económico: la
constitución de la Flota Mercante Grancolombiana, llamada así porque tuvieron participación en ella los países que, en su momento histórico, habían compuesto la muy
bolivariana República de Colombia: Venezuela, Colombia y Ecuador.
Por último, pero siempre dentro del campo de la política internacional, los gobiernos del trienio, en ejercicio de un anticomunismo que no escatimaron hacer patente lo
mismo en el medio nacional que en el internacional,97 adoptaron una alineación política pro-occidental cuyo fundamentó explicó Betancourt con palabras ya trascritas
parcialmente en otro lugar de este estudio y contenidas en su mensaje de 1948 al
Congreso Nacional:
“Responsable, por ponderada y discreta, ha sido la manera de comportarse este Gobierno
que toca a su fin ante la tensa y compleja situación internacional. Evidente es que dos bloques de poderosos imperios están dirimiendo una interminable disputa diplomática, acaso anticipo de una tercera guerra mundial. Ante esa perspectiva ha creído el Gobierno que
nuestro pequeño pero decoroso país no debe apresurarse a definir actitudes que puedan ser
confundidas con el simple desplante. Sabido nos tenemos todos los venezolanos cómo por
razones económicas y geográficas estamos ubicados en el llamado frente del Oeste, y que ningún nexo material o de simpatía ideológica nos acerca al llamado bloque Oriental. Estas consideraciones realistas las concilió el Gobierno con su propósito de mantener a Venezuela discretamente al margen de las agrias disputas de las grandes potencias”.98
Conviene agregar, finalmente, que a Betancourt tocó, además, ya fuera del gobierno, a solicitud del Presidente Gallegos, encabezar la delegación nacional que asistió a
la IX Conferencia Interamericana realizada en abril de 1948 en Bogota, ocasión en la
95
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo II, p. 155.
Ibidem, idem, p. 156.
97
A este respecto son dignos de consulta ciertos discursos de Betancourt, ya fuera del poder, como los pronunciados en Caracas el 24 de mayo de 1948 o en Nueva York, el posterior 30 de agosto, ante un grupo de
hombres de negocios de los Estados Unidos. Y antes, las declaraciones por él mismo hechas en agosto de 1946
a un periodista norteamericano, con motivo de una carta mediante la cual un grupo de comerciantes norteamericanos habría manifestado al Departamento de Estado de su país su alarma en torno a los supuestos
avances comunistas conocidos entonces por Venezuela.
98
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 144-145.
96
50
que presentó, en su más importante discurso allí dicho, lo que él mismo denominó un
“enfoque realista de los problemas americanos” y llegó a ser coautor99 de la Carta del organismo que, a partir de allí, sustituyó a la Unión Panamericana: la Organización de
Estados Americanos (OEA).
17. Crítica de Babilonia o la gente antes que las cosas
Una de las diferencias que más se empeñó Rómulo Betancourt en destacar entre
los regímenes políticos anteriores a octubre –en particular, el de Medina Angarita– y
el entonces incoado concernió a las prioridades de inversión de los ingresos fiscales de
la nación. Para Betancourt, el “centro de gravitación” del suyo, antes que “el hormigón
y el cemento armado”, habría buscado ser, a lo largo del trienio, “la riqueza-hombre”.
A dicho propósito merecería citarse, en primer lugar, su alocución nacional del 30
de octubre 1945, donde anunció:
“Ya en el terreno de definir nuestra política administrativa, diremos que ella se orientará fundamentalmente a descentralizar la obra del Estado y a cambiar radicalmente su centro de
gravitación. La política suntuaria, ostentosa, la del hormigón y del cemento armado fue grata al régimen, como lo ha sido a todo gobierno autocrático que en piedras de edificios ha
querido siempre dejar escrito el testimonio de su gestión, no pudiendo estamparlo en el corazón y en la conciencia del pueblo. Nosotros, por lo contrario, haremos de la defensa de la
riqueza– hombre del país el centro de nuestra preocupación. No edificaremos ostentosos rascacielos, pero los hombres, las mujeres y los niños venezolanos comerán más, se vestirán más
barato, pagarán menos alquileres, contarán con más escuelas y con más comedores escolares”.100
De otro discurso varias veces citado, el pronunciado en San Cristóbal (Estado
Táchira) el 14 de diciembre de 1945 fueron estas palabras:
“En lo económico-administrativo, la orientación de este gobierno será fundamentalmente la de humanizar la gestión de la cosa pública, la de preocuparnos más de la gente que de
los animales y de las cosas…”101
Y un año justamente después de la Revolución de Octubre, convencido Betancourt
de que tenía base concreta para anunciar a una multitud que le oía que se estaba transitando con éxito el camino así marcado, expresó:
“Dijimos que íbamos a modificar el centro de gravitación de la política del Estado: que íbamos a hacer eso tan simple que consiste en preocuparse más por la gente que por las cosas;
de interesarnos más porque el pueblo comiera mejor, porque hubiera mejores servicios
99
ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 58.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 9.
101
Ibidem , idem, p. 18.
100
51
públicos, más escuelas y comedores escolares, que por construir nuevos edificios espectaculares, apoteosis del concreto y del cemento armado. Y lo hemos cumplido”.102
De 1947, cuando el gobierno de la Junta Revolucionaria cumplía más de un año
de ejercicio del poder y puesto en ejecución un presupuesto de gastos sustancialmente mayor que el último de los aprobados bajo el medinismo, es una más argumentada
consideración al propósito. La formuló Betancourt en estos términos en el mensaje a
la Asamblea Nacional Constituyente:
“La gente, sobre todo cuando es suspicaz, se pregunta en qué ha gastado el Gobierno tanto dinero, porque no se ven las obras de granito y cemento por ningún lado. Así también
reflexionaba, seguramente, la gente en Babilonia, y por eso los sátrapas construían espectaculares jardines colgantes; así pensaba también la gente de Egipto y por eso los faraones
dejaban pirámides como testimonio de su paso por el Poder. Aquí, ya lo sabemos, se abusó siempre de la política del cemento y del hormigón. ‘Administrar es construir’, es frase estampada en la fachada de algún edificio capitalino, como impronta reveladora de su mentalidad que allí quiso dejar el régimen.
La Junta Revolucionaria no pretendió engañar a nadie acerca del nuevo rumbo que iba a
imprimírsele a la Administración. Íbamos a interesarnos más por las gentes que por las cosas,
y agregamos: ‘No edificaremos ostentosos rascacielos, pero los hombres, las mujeres y los
niños venezolanos, comerán más, se vestirán más barato, pagarán menos alquileres, tendrán
mejores servicios públicos, contarán con más escuelas y con más comedores escolares’”.103
En ese mismo orden de ideas, el 29 de agosto del mismo año, expresó Betancourt
a un auditorio de trabajadores:
“… a quienes nos preguntan por qué nosotros no construimos una obra espectacular como
El Silencio de Caracas, les contestamos: “Nuestro Silencio es El Cenizo, en el Estado Trujillo”.104
Por último, estaría lo dicho por Betancourt al sector obrero reunido en el congreso
constitutivo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, en noviembre de 1947,
ya en tono de balance de obra cumplida:
“La política de este Gobierno, que toca a su fin, ha sido diáfanamente orientada hacia la
preocupación por los intereses y las necesidades de las grandes masas del país. Dijimos en
102
Ibid., id., p. 80.
Ibidem , tomo II, p. 102.
104
Ver: El País, n° 1.312 del sábado 6, p. 1. (El Presidente Betancourt Da Cuenta de la Gestión del / Gobierno Revolucionario Ante el Pueblo de Venezuela).
Pretendía aquí Betancourt contrastar la más importante iniciativa de urbanismo realizada bajo el gobierno
medinista con lo que eran los inicios por el suyo de un plan de colonización agraria centrado en una zona
de ese nombre en el Estado andino citado.
103
52
una frase sencilla el 30 de noviembre de 1945, cuando definíamos la política de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, que nos preocuparíamos más por las gentes que por las cosas.
Por eso, se nos ha podido imputar que no hayamos construido obras espectaculares; pero,
en cambio, nos hemos interesado, no solamente en garantizarle a los trabajadores del país
las más amplias libertades políticas y sindicales, sino también por atender sus necesidades
fundamentales”.105
18. ¿Una otra manera de “sembrar el petróleo”?
En conexión con lo últimamente escrito, vale la pena, a nuestro juicio, historiar la
suerte corrida en el trienio por una consigna: “sembrar el petróleo”, seguramente la metáfora política de mayor atractivo jamás inventada en Venezuela.
Producto de la imaginación de Arturo Uslar Pietri,106 insinuaba la misma que, dado
el carácter efímero de los recursos petroleros en proceso de extracción del subsuelo
nacional, era urgente el empleo de los beneficios fiscales derivados de su explotación
en campos económicos como la agricultura y la industria, de modo de preparar al país
para el momento del previsible agotamiento minero.
Cargada de abrumador buen sentido, su acogida fue nacional.
No deja de causar, con todo, cierto asombro el uso hecho por Betancourt en el
trienio de la misma consigna, si se toma en cuenta que, funcionario como había sido
el autor de Las lanzas coloradas de los gobiernos de Gómez, López Contreras y Medina Angarita, figuró, primero, entre los expulsados del país, y después, entre los condenados por el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa de 1945.
Pero Betancourt, hay que decirlo, se cuidó de marcar distancia respecto de lo que
habría sido, según su juicio, el discutible uso que sus antecesores en el gobierno del país
–y en particular los medinistas–, habrían hecho de una consigna que juzgaba “…apasionante y justísima”.107 Y procuró, entonces, hacer conocer, y, más aún, llevar a la práctica política concreta, su propia idea de la mejor manera de “sembrar el petróleo”.
En este orden de ideas, advirtió al país el 30 de octubre de 1945:
“Sembrar el petróleo fue la palabra de orden escrita, demagógicamente, en las banderas del
régimen. Nosotros comenzaremos a sembrar el petróleo. En créditos baratos y a largo plazo haremos desaguar hacia la industria, la agricultura y la cría, una apreciable parte de esos
millones de bolívares esterilizados, como superávit fiscal no utilizado, en las cajas de la
105
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de la revolución, tomo I, p. 163.
Sembrar el petróleo fue el título de un artículo anónimo, pero reconocidamente de autoría de Uslar Pietri, aparecido en el diario caraqueño Ahora, en su número del 14 de julio de 1936.
107
Empleó tales términos para con ella en su mensaje al Congreso Nacional de 1948. Ver: BETANCOURT,
Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 131.
106
53
Tesorería Nacional. Será creado el Instituto Permanente de Fomento de la Producción, que
conceda créditos sin favoritismos discriminadores”.108
A la Asamblea Nacional Constituyente, por su parte, expresará el 20 de enero de
1947:
“El Gobierno Revolucionario, en un solo año de existencia, duplicó las cuotas del dinero
fiscal destinables a vitalizar la agricultura, la cría y la industria. Así hemos entendido la siembra del petróleo y la realización de una política proyectada hacia el futuro, ambiciosamente.
Otra manera de sembrar el petróleo es transformando una cuota apreciable del producido
que deja el fisco en posibilidad de albergue suyo para obreros y gente de clase media, víctimas del dramático problema de la vivienda”.109
E igualmente:
“Y ha sido también otra manera, la mejor, de sembrar el petróleo, la decidida política revolucionaria de defensa de la salud de la gente venezolana, especialmente del niño venezolano. En 26 millones de bolívares fue aumentado, en 1946-47, el presupuesto del S.A.S.,
en comparación con el (del) año precedente a la Revolución”.110
Encima de ello, a los delegados al II Congreso de Trabajadores de Venezuela dirá
el propio Betancourt en 1947:
“… el petróleo es una riqueza transitoria y perecedera. Necesitamos sembrarlo, como tantas
veces se ha dicho, a fin de que podamos auto-abastecernos en artículos esenciales y que
cuando llegue el momento en que desaparezca de nuestro subsuelo esa riqueza o que sea
sustituida por un producto sintético, las generaciones futuras, la de nuestros hijos y la de
nuestros nietos, no encuentren una Nación devastada, desde el punto de vista económico,
sino una Nación plena de pujanza, de vitalidad, de fuerza creadoras”.111
19. “Si el pueblo es el soberano, hay que educar al soberano”
En 1931, Rómulo Betancourt había asentado en su Plan de Barranquilla:
“El balance de un siglo para los de abajo, para la masa, es éste: hambre, ignorancia y vicio.
Esos tres soportes han sostenido el edificio de los despotismos”.112
Década y media después, la celebración de una Semana Nacional de la Alfabetización, en febrero de 1946, dio pie para que Rómulo Betancourt dirigiera un discurso al
108
Ibidem, tomo I, p. 10.
Ibid., tomo II, p. 105.
110
Ibid., id., p. 106.
111
Ibid., tomo I, p. 164.
112
ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA SERVICIO SECRETO DE INVESTIGACION: ob. cit., p. 290.
109
54
país el día 7, en el cual, luego de hecha mención de la que juzgaba ignorancia calculada
con que los gobiernos autocráticos de Venezuela habrían mantenido al país, prosiguió así:
“Este drama del atraso cultural sufrido por una gran cantidad de compatriotas se expresa,
con dolorosa evidencia, en las cifras de los censos demográficos. De acuerdo con las del censo
de 1941 había en Venezuela más de dos millones de habitantes entre las edades de 14 a 59
años. Dentro de esa que pudiera definirse como población activa del país el número de
analfabetos alcanzaban la cifra de un millón doscientas mil personas, o sea el 56 %. Esta ya
aterradora cifra alcanza un índice aún mayor en las zonas rurales, habitadas por la gente
campesina secularmente desasistida de la preocupación estatal. Escogido al azar un Estado
de predominante característica agraria, el Estado Portuguesa, se aprecia que el número de
analfabetos se eleva al 77% de la población activa”.113
Como consecuencia de lo expuesto, probablemente no haya habido otro género de
trabajos acometido con tanto fervor por el gobierno de octubre como lo fue el educativo.
En lo que atañe a Betancourt, parece haberle inspirado en este punto una mantenida convicción: el nexo existente entre educación y civilidad, educación y democracia, educación y soberanía popular. Convicción derivada de la lectura de pensadores
americanos que iban de Bolívar114 al argentino Sarmiento.
“En materia de educación, hemos recordado la frase de Domingo Faustino Sarmiento, que
nunca supieron deletrear los gobernantes de Venezuela: ‘Si el pueblo es el soberano, hay que
educar al soberano’. Siempre nos ha dolido con el más íntimo dolor, con la mayor vergüenza
venezolana, el que un ochenta por ciento de los hombres y mujeres de nuestra patria no
sepan leer y escribir. Ahora, como hombres de gobierno, hemos declarado una guerra a
muerte a la ignorancia, una santa cruzada por la culturización del país. Esta noche, desde
estos micrófonos, a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno, de sus miembros en
viaje por tierras andinas, saludo a los doscientos y tantos venezolanos que hoy mismo han
iniciado en Caracas el curso de alfabetización de adultos; jóvenes llegados a la capital de la
República, de los cuatro costados del país, y que saldrán de allí dentro de dos meses, con
las manos llenas de semillas de luz para regarlas por todos los caminos de nuestra ancha, de
nuestra dolorosa, de nuestra grande y amada Venezuela”,115
explicó Betancourt en su discurso de San Cristóbal del 14 de diciembre de 1945.
Conforme a ese dictado, difundir la educación, a través del incremento de las instituciones escolares –desde la primaria a la universidad, sin descuidar las escuelas téc113
Ibidem, tomo II, p. 28.
En un discurso pronunciado por Betancourt el 7 de febrero de 1946, con motivo del inicio de la Semana de la Alfabetización, recordará, por ejemplo, la conocida frase de Bolívar conforme a la cual “un pueblo
ignorante es el instrumento ciego de su propia destrucción”. Ver: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II,
p. 28.
115
Ibidem , tomo I, p. 26. No será, por cierto, la sola vez que, durante el trienio, traiga Betancourt a colación la frase trascrita del pedagogo y político argentino.
114
55
nicas– y de los docentes, así como alfabetizar el amplio sector de población en edad
extraescolar privada de la mínima instrucción, devino un renglón privilegiado de acción gubernamental durante el trienio.
Para efecto de este último designio, se creó el 6 de febrero de 1946, por decreto
ejecutivo el Patronato Nacional de Alfabetización, a cuyo cargo corrieron campañas que
tenían como caballo de batalla un texto de enseñanza de la lectura aún hoy digno de
atención: Abajo cadenas…! 1 1 6
Como consecuencia, el gasto educativo sufrió un notable incremento. Pero del
propio Betancourt había sido esta declaración audaz, hecha en un mitin en Maracaibo el 9 de marzo de 1946:
“Dije que contábamos con recursos cuantiosos. (…) esos recursos fiscales no los vamos a
atesorar. Nosotros sostenemos la tesis de que debe empobrecerse el Estado para que se enriquezca la nación?”117
Bien andado el trienio, Betancourt aprovechó una convención nacional de docentes, celebrada en la ciudad de Mérida a mediados de agosto de 1947, para señalar en
un interesante discurso el tipo de educación que, en su opinión, convenía impartir en
un país extensamente atrasado en dos géneros de cultura: la escolar y la cívica.
De tal discurso vale la pena, para efectos de la materia de que se trata, rescatar tres
párrafos.
Este es el primero:
“Lo que pide el Gobierno a los maestros de Venezuela es que sean en todo momento apasionados defensores de la tesis de que la soberanía reside en el pueblo y no en las minorías
oligárquicas y egoístas que venían usufructuándola desde los mismos días del nacimiento
de nuestra nacionalidad”.118
Este el segundo:
“Lo que pide el Gobierno a los maestros de Venezuela es que enfrenten sus tesis optimistas, su fe en nuestro país y sus grandes posiilidades a las que están esgrimiendo los sembradores de cenizas, los profetas de la desesperación. Que en el niño y en el adulto, porque el
maestro de escuela en nuestro país no sólo enseña párvulos sino también enseña hombres
y mujeres, el maestro de escuela contrarreste esta prédica derrotista, diciendo en todo momento que dentro de sus cauces y dentro de las formas de la democracia, pueden solucio-
116
Su redacción habría estado a cargo de los profesores Antonio Seijas V. y Navea Acevedo, chileno este último.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 35.
118
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 32-33.
117
56
narse y se solucionarán todos los grandes problemas fundamentales del país, y que quienes
predican impaciencia, que quienes niegan la obra cumplida es porque están tratando de
demostrar que la democracia es ineficaz y que solo era eficaz la autocracia”.119
Y este el tercero y último:
“Necesitamos también la colaboración de ustedes, maestros de Venezuela, para el empeño
nuestro de venezolanizar nuestra educación, de orientarla hacia el encuentro con el pueblo
y su raíz; de darle la espalda al intelectualismo libresco en que se ha debatido nuestra educación, para orientarla hacia los problemas de Venezuela”.120
20. El DDT, “una deidad reverenciada”
Se ha hablado antes de “educar, sanear, alimentar y domiciliar” como los cuatro
términos de una promesa de atención preferencial hecha por el gobierno del trienio a
los venezolanos por boca de Betancourt. Tocado como ha sido el tópico educativo,
digamos algunas palabras sobre el segundo de ellos: “sanear”.
Como en el caso de la educación, la situación de la salud para el momento de
la Revolución de Octubre no podía ser más desmedrada. La conciencia de ella llevó, en consecuencia, al nuevo gobierno a ocuparse en forma de atenderla. Hacerlo
formaría también parte, según se ha visto, de los trabajos dirigidos a hacer verdad el
lema de “sembrar el petróleo”.
Hubo, sin embargo, en el ámbito de las preocupaciones sanitarias del gobierno del
trienio una que hizo particular buena historia. Nos referimos a la lucha antimalárica.
Alguien inventó la chanza de que, hasta 1935 gobernaban Venezuela dos generales: el general Gómez y el “general” paludismo. Y esto último sería porque, como el
dictador, también el paludismo sería “general”.
Combatir este mal endémico histórico habría asumido caracteres de una cruzada
que, bajo los gobiernos del trienio, tuvo en el doctor Arnoldo Gabaldón su más destacada cabeza médica. Y en un insecticida, el D.D.T., lo que Betancourt denominó en
1947 “… una nueva deidad de la provincia esperanzada”. 121
En una conferencia ya aludida, la dictada por Betancourt el 29 de agosto de 1947,
por invitación de la Federación de Trabajadores del Distrito Federal y Estado Miranda, conferencia que adoptó la forma de una detallada rendición de cuentas de gobierno,
el líder político consagró un capítulo al asunto que resulta, en nuestra opinión, de
interesante lectura en nuestros días. Dijo Betancourt:
119
Ibidem, idem, p. 33.
Idem.
121
El País, n° 1.315 del martes 9 de septiembre de 1947, p. 1.
120
57
“Acaso muchos de los que aquí están son provincianos, gente que durante bastante tiempo ha permanecido en Caracas, sin volver a sus pueblos natales, y por lo tanto no saben
cómo el D.D.T. ha llegado a ser en el interior del país, una deidad reverenciada. Se preguntarán ustedes de que se trata. Se trata de una campaña que se está adelantando en forma arrasadora, contra el terrible flagelo del paludismo. Han sido cubiertas ya 179 poblaciones con
un total de 60 mil habitantes; y en el año en curso, mediante el gasto de 4 millones de bolívares, 90.000 casas y medio millón de venezolanos no tendrán que sufrir la fiebre periódica del paludismo. Recuerdo en este momento la emoción con que me decía un médico
en Chaguaramal de Monagas, llamada la ‘capital del paludismo’, en una media noche de
agosto, en un alto de una jira por la carretera, cómo en este año, por primera vez en muchos, no se había presentado un solo caso de defunción por paludismo. (Aplausos). La campaña realizada contra el paludismo, y en la cual invertiremos este año 10 millones de bolívares, permitirá que dentro de pocos años desarraiguemos definitivamente de nuestra tierra
el terrible flagelo de la malaria”.122
21. En materia petrolera resultaba preferible, según Betancourt, la acción a la
palabra
En la historia venezolana, Rómulo Betancourt tiene un mérito irrefutable: su condición de revelador político del petróleo.
Tal condición puede remontarse a su propia mocedad política. En el Plan de Barranquilla de 1931, escrito cuando contaba solamente 23 años, asentaba ya Betancourt
cómo el caudillismo, el latifundio y la penetración del capital extranjero a través de la
explotación petrolera constituían los tres mayores problemas que tendría que enfrentar un cambio nacional de signo revolucionario.
De un año después, 1932, fue, además, esta prevención a un compañero de luchas
políticas de destierro, Valmore Rodríguez:
“Es necesario que nos penetremos bien de que nuestro mayor enemigo será el yanqui petrolero. Necesitamos darnos perfecta cuenta de lo que significa para Venezuela el rol que juega n la producción mundial del petróleo. Por eso, es imprescindible que dediquemos una
atención especialísima a este aspecto de la lucha”.123
Seguirán artículos sobre el tema petroleros, ya en su primer exilio –prolongado
hasta después de la muerte de Gómez–, polémicas, como la que en 1936 año le enfrentó
al abogado petrolero Alejandro Pietri, y la publicación, al año siguiente, de un opúsculo primerizo en la materia: Una república en venta (“Entrega de una gran porción del
subsuelo nacional a los consorcios extranjeros del petróleo por el despotismo de Juan Vicen122
Ibidem, idem, p. 1-2.
Betancourt en carta confidencial a Valmore Rodríguez, San José de Costa Rica, de fecha 15 de agosto de
1932, recogida en: ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA – SERVICIO SECRETO DE INVESTIGACION: ob. cit., p. 185.
123
58
te Gómez: 1908-1935”), cuyo solo título sugería el espíritu con que entonces contemplaba el joven político el “affaire” histórico petrolero venezolano.
De una ajetreada siguiente etapa política, la de su vida clandestina escalonada entre
1937 y 1939, habría datado una primera redacción, perdida en los ajetreos del 24 de
noviembre de 1948124, de la que llegó a ser su obra fundamental en la materia: Venezuela política y petróleo.
Como el adagio latino conforme al cual “los tiempos cambian y nosotros cambiamos
con ellos” no excluye a la política, si el petrolero siguió siendo un tema apasionadamente
seguido por Betancourt, el inicial radicalismo de sus posiciones frente a su explotación
por compañías extranjeras parece haber ido cediendo en Betancourt en la medida en
que el mismo sufría los efectos de los trabajos de una suerte de lima de radicalismos de
la que hemos hablado como de algo profundamente incrustado en Betancourt: el realismo político.
Ello habría hecho posible el que, operada la nacionalización petrolera mexicana por
el Presidente Lázaro Cárdenas, Betancourt, entonces redactor anónimo de la columna Economía y finanzas del diario caraqueño Ahora, hubiera escrito que una acción
homóloga no estaba en el orden del día venezolano contemporáneo.125 Pero no impedido, sin embargo, el que, a la hora en que el Congreso Nacional de 1943 sancionara
una Ley de Hidrocarburos, producto de la negociación entre el gobierno de Medina
Angarita y las compañías petroleras y que le daba sello jurídico a la que Betancourt
llamará “la danza de concesiones” 126 ejecutada bajo las dictaduras de Castro y Gómez,
el propio Betancourt escribiera el voto salvado presentado en el Congreso Nacional por
el doctor Juan Pablo Pérez Alfonso, en condición de diputado por el partido Acción
Democrática.
La historia de la política petrolera de los gobiernos del trienio (algunos de cuyos
temas de incidencia principales fueron el incremento fiscal que dio forma al llamado
sistema del “fifty-fifty” 127, el cese de las concesiones de hidrocarburos, la mediación
gubernamental entre obreros petroleros y compañías explotadoras, a fin de que las
124
Los detalles los suministra Betancourt en el Prólogo de la Primera Edición de su Venezuela política y petróleo.
Ver: ob. cit., p. 7.
125
He aquí su argumento de entonces: “No planteamos la cuestión de que sea nacionalizada la industria entre
nosotros. Sería clamar en el vacío. Medida de tal envergadura no sería capaz de adoptarla sino un Gobierno de categórica filiación anti-imperialista, de profundo arraigo en la opinión mayoritaria del país, de firme política económica”. Ver: La política petrolera mexicana y su repercusión en Venezuela, en el diario caraqueño
Ahora, número del 24 de marzo de 1938, reproducido en: La segunda independencia de Venezuela / Compilación de la columna “Economía y Finanzas” del diario “Ahora” / 1937-1939, tomo II, p. 110.
126
BETANCOURT, Rómulo: Venezuela política y petróleo, p. 40.
127
Betancourt preferirá llamarlo en la época “participación 50-50”, como por ejemplo, en su mensaje de 1948
al Congreso Nacional. Ver: BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo II,
p. 141.
59
últimas atendieran en la mayor medida posible a las reivindicaciones sindicales y las
gestiones hechas para que ellas invirtieran en campos nacionales distintos de los hasta allí probados), por encontrarse recogida en fuentes nacionales a la manera de alguno de los documentos que aquí se compilan, en Venezuela política y petróleo, el imprescindible libro temático de Rómulo Betancourt128 o en papeles diplomáticos
norteamericanos parcialmente publicados –papeles que demuestran la simbiosis de
intereses entonces operada entre empresas petroleras y gobierno estadounidense129– no
va a ser contada en este estudio.
Pero, dirigiremos, a cambio, la atención a un aspecto del asunto que no hemos visto
particularmente señalado: el empeño puesto entonces por Betancourt en hacer del
petrolero un asunto de Estado, vale decir, úno, en lo posible, no sujeto a polémica
pública.
El 14 de diciembre de 1945 había advertido Betancourt en San Cristóbal:
“Somos un país al borde de la monoproducción, un país que se acerca aceleradamente al
momento en que no produzca sino aceite mineral, un país en el cual el 91% de las divisas
extranjeras que circulan son divisas petróleo; un país en que más de las dos terceras partes
de los ingresos fiscales son derivados de la renta petrolera”.130
A nuestro modo de ver, habría sido una conciencia agudizada de tal situación la
que sirvió de base a la línea maestra de la política betancuriana del trienio en lo relativo a hidrocarburos: obtener los mayores provechos económicos del recurso, a fin de
aplicarlos al financiamiento de sus programas de reformas económicas y sociales.
Vital como era lograr ese objetivo, Betancourt prefirió conseguirlo por la vía de
entremezclar, según conveniencia, la decisión inconsulta, con el otorgamiento de seguridades gubernamentales a los “barones del aceite”.
De esta manera uno puede encontrar cómo a la promulgación del decreto del 31
de diciembre de 1945 sobre incremento de impuestos a las grandes compañías –que lo
eran fundamentalmente las petroleras– siguió el 19 de enero de 1946 una declaración
tranquilizadora, formulada por el mismo Betancourt, en el sentido de que el gobierno a cuya cabeza figuraba no tenía en mente invalidar el acuerdo entre el Estado venezolano y las compañías explotadoras del petróleo que había cobrado forma jurídica en
128
En especial, en su capítulo V, titulado “Una política de petróleos responsable, enérgica y nacionalista”, donde
el autor se dio a enumerar los por él mismo allí denominados “lineamientos” del programa de “aprovechamiento
y defensa” petrolera puesto en práctica durante la administración trienal.
129
A este efecto son interesantes libros de referencia los publicados por Simón Alberto Consalvi y Margarita López Maya, bajo títulos de Auge y caída de Rómulo Gallegos y EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 / (Revelaciones de los Archivos Estadounidenses), respectivamente.
130
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 18.
60
la Ley de Hidrocarburos medinista de 1943, cuestionado en su momento por el propio líder político acciondemocratista.
A este propósito explicaría Betancourt, dos años después, al Congreso Nacional:
“Fue reconocida la situación jurídica, creada por los Gobiernos anteriores, manteniéndose la Ley de 1943 y las concesiones convertidas, así como las nuevas concesiones otorgadas
en 1944 y 1945. Eludimos las controversias de índole jurídica y adoptó el Gobierno las medidas para alcanzar, en los beneficios de la renta petrolera, la más alta participación que se
había considerado como razonable y equitativa desde tiempo atrás”.131
Hemos encontrado una primera expresión de la idea de la inconveniencia de llevar a la pública palestra la política petrolera en la conferencia dictada el 29 de agosto
de 1947 por Betancourt a un auditorio de trabajadores reunido para escucharle explicar
los puntos más resaltantes de la actividad hasta entonces cumplida por la Junta Revolucionaria de Gobierno:
Al mismo explicó Betancourt:
“Gracias a su política fiscal y al desarrollo de nuestra producción petrolera, los ingresos fiscales, que fueron de 2.313 millones de bolívares entre los años 38 y 45, es decir, un promedio
anual de 401 millones de bolívares, pasaron a ser de 805 millones en 1.946; y el promedio
anual de la renta petrolera que fue en el mismo lapso de 161 millones de bolívares, se elevó a 488 millones de bolívares. Sin que realizáramos concentraciones en Los Caobos132, sin
hacer alharacas de prensa ni de radio (aplausos), sin hacer demagogia política en torno de
la cuestión petrolera, considerando que la industria de hidrocarburos no es un explosivo
electoral, sino un álea industrial del país, el Gobierno actual de Venezuela incrementó la
participación en los ingresos petroleros de 5 bolívares con 45 céntimos por metro cúbico,
que existía para 1.944, a bolívares 7,41 en 1.945 y a bolívares 8,10 en 1946, mediante el
Decreto sobre utilidades extraordinarias que dictamos en diciembre de 1.945 y a la reforma de la Ley de Impuesto sobre la renta, que presentamos y fue aprobada por la Soberana
Asamblea Nacional Constituyente en diciembre de 1946”.133
Y a los congresistas de 1948 repetirá, al ocuparse de la política petrolera llevada a
la práctica por el gobierno de la Junta Revolucionaria en trance de finalizar:
131
Ibidem, idem, p. 141.
Aludía en este lugar Betancourt a un mitin convocado por el P.D.V. en dicho lugar de Caracas el 17 de
enero de 1943 con el fin de apoyar la política petrolera del Presidente Medina que desembocaría en la Ley
de Hidrocarburos de 1943, evento en el cual, dicho sea de paso, había intervenido, en representación de AD,
el propio Betancourt.
133
El País, n° 1.310 del jueves 4 de septiembre de 1947, p.1 (El Presidente Betancourt Da Cuenta de la Gestión del / Gobierno Revolucionario Ante el Pueblo de Venezuela).
132
61
“Clara y firme ha sido esa política, Ciudadanos Congresantes. En torno de ella no hemos
difundido literatura oficial, porque cuando se tienen responsabilidades de Gobierno e instrumentos de ejecución en las manos, resulta preferible la acción a la palabra. Pero ha llegado la oportunidad de hacer una síntesis, ante los representantes del pueblo y de la Nación,
de los lineamientos centrales de nuestra política petrolera”.134
22. Una reforma agraria tecnificada (y, encima de ello, apadrinada por el
propio Bolívar)
En la “…revolución social y no meramente política” 135 propuesta en el Plan de Barranquilla de 1931 por Betancourt en calidad de corolario de un análisis del decisivo
papel de rémora histórica cumplido en la Venezuela por la alianza anudada entre caudillismo y latifundio, figuraba entre los objetivos por conquistar
“… un pedazo de tierra, sin capataces y sin amos, para el campesino desposeído por la voracidad de los terratenientes”.136
El estudio del latifundio,137 el espacio consagrado a su análisis y las propuestas reformistas en su torno contenidas en las tesis y programas políticos de la izquierda nacional a partir de 1936, su denuncia como “lacra social” 138 integra un rico tema de la
historia de las ideas políticas, económicas y sociales venezolanas del siglo XX.
En ese mismo capítulo, Betancourt ocupa un estimable lugar. Aparte del muy importante antecedente representado por el Plan de Barranquilla, ya evocado, probarían
su interés sobre la materia agraria múltiples textos periodísticos suyos –por ejemplo, el
titulado El problema agrario en Venezuela, publicado en el número de noviembre de
1937 de la revista política colombiana Acción Liberal o los varios insertados en su columna Economía y finanzas del diario Ahora–, la tesis política y el programa del Partido Democrático Nacionalista (PDN), cuya redacción habría procedido fundamentalmente de su mano, o discursos como el del mitin fundacional del partido Acción
Democrática, el 13 de septiembre de 1941, trabajos todos en donde se mezclaron, a su
propósito, el análisis, la denuncia y las proposiciones reformistas.
En el evento político últimamente aludido, estuvo Betancourt en capacidad de exponer así el punto de vista de su naciente partido en torno al problema agrario venezolano:
134
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 141.
ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA - SERVICIO SECRETO DE INVESTIGACION: ob. cit., p.
291.
136
Ibidem, idem.
137
Lo ejecutó, entre otros, Miguel Acosta Saignes, en un libro homónimo, Latifundio, publicado en México, en 1938.
138
Tales habrían sido los términos usados en el Congreso venezolano por el diputado Andrés Eloy Blanco,
de acuerdo con un artículo anónimo de Rómulo Betancourt en el diario Ahora del 16 de mayo de 1939. Ver:
BETANCOURT, Rómulo: La segunda independencia de Venezuela… tomo III, p. 222.
135
62
“… nutrido de dinero el fisco, debería darse al esfuerzo de estimular la producción, especialmente la de la tierra. Empero, para producir la tierra se necesita de la tierra. Esta es una
verdad de Perogrullo…
(…) Y tierra está necesitando y esperando este pueblo. Según los censos de la dirección Nacional de Estadística, en toda la República hay apenas 70 mil propietarios de tierra. De esos
70 mil propietarios, la mitad se encuentra en los Estados de la cordillera, dándose el caso
de que en el Estado Táchira, una de las escasas entidades federales del país donde existe difundida la propiedad parcelaria, haya menor139 número de propietarios que en los Estados
del Centro y Oriente de la República, tomados en conjunto. Es interesante precisar que
nuestro partido no considera necesario para realizar un ensayo de parcelación agrícola,
confiscarle la tierra a nadie. Nuestro programa señala la forma cómo puede y debe el Estado
proveer de parcelas –y con ellas del crédito barato y del implemento agrícola– al hombre de
nuestros campos. Ahí están las tierras confiscadas a la sucesión de Gómez, casi todas regentadas malamente por administradores que se parecen un poco a los ‘coroneles’ de ayer. (Risas). Ahí están las tierras ejidales y baldías, usurpadas por personajes influyentes de otras
épocas, esperando la recensura que las rescate para la nación y permita ser mejor utilizadas.
Ahí están las innumerables haciendas abandonadas por sus dueños, quienes viven en las
ciudades, convertidas en barbecho infecundo y aptas para ser transformadas en surco promisor de riqueza, cuando el Estado las adquiera a su justo precio, y las ponga entre las manos
callosas de los agricultores que sueñan con una parcela laborable…”140
Y, un par de años después, en una entrevista periodística, afirmará:
“Como fórmula básica nos seduce la alianza de la pequeña propiedad y el Estado productor; que todos tengan derecho a un pedazo de tierra familiar, que les dé refugio, alimento:
independencia, en una palabra, sin llegar al minifundismo que impide el empleo de maquinaria moderna. Pero que al mismo tiempo el Estado ponga a producir las tierras baldías é
inmóviles y organice en ellas la energía sobrante, o lo que aconsejen las conveniencias de la
comunidad… A esto puede llegarse sin violencias, sin perjuicio para nadie, y aún sin hacer
daño a los terratenientes que modernicen sus sistemas y cumplan con las leyes de trabajo…
Convendría, eso sí, catastrar todas las tierras particulares para lograr el rescate de los baldíos
y ejidos que se apropiaron indebidamente muchos favoritos del régimen gomecista… Aspiramos a la vez a un impuesto territorial progresivo sobre tierras no cultivadas, para que
sea mejor negocio entregarla que conservarlas ociosas”.141
No va a cambiar ya Betancourt en lo esencial este modo de pensar. Y una vez cumplida la Revolución de Octubre, lo puso de manifiesto su interesante discurso de San
Cristóbal del 14 de diciembre de 1945, del que formaron parte estos párrafos que esclarecerían en amplia medida la política seguida en materia agraria a lo largo del trienio:
139
Sic en el texto consultado, pero pensamos que debe leerse “mayor”.
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA: Documentos que hicieron historia, tomo II, p. 312-313.
141
OSORIO, Luis Enrique: Democracia en Venezuela, p. 165-166.
140
63
“…para que la tierra pueda producir, es necesario que la tierra esté en manos de quien la haga
producir. Es necesario que esté en manos del campesino. Cuando sostengo esta tesis æexponiéndola a nombre del Gobierno Revolucionario que tiene un concepto definido de
política agraria– no estoy sustentando una posición heterodoxa o de extrema izquierda radical. La tesis de que el campesino debe ser dueño del surco que fecundó con su sudor,
enraíza en nuestras mejores tradiciones. Fué Bolívar el primero que habló en Venezuela de
reforma agraria.
(…………………………………………………………………………………………)
Hoy está planteada en Venezuela con urgencia la necesidad de la reforma agraria, como está
planteada en el Japón, donde recientemente el General Mac Arthur, quien no puede ser
calificado de extremista, le señaló perentoriamente al gobierno del Mikado la necesidad de
modernizar las relaciones de producción y de trabajo en el campo, aboliéndose el latifundio. En Venezuela, sin necesidad de mucha demagogia, sin necesidad de estar hablando a
cada momento de la reforma agraria, como lo hacía el régimen depuesto el 18 de octubre,
puede realizarse la aspiración del campesinado, muy lógica y muy legítima, a disponer de
tierra suya. El Estado venezolano es el primer latifundista del país. Dispone de extensas
propiedades, pero las ha venido explotando, después de la muerte del dictador, con un criterio latifundista.
(…………………………………………………………………………………………)
Es nuestro propósito parcelar todas las tierras pertenecientes a la Nación en todos los Estados del país, incluyendo en esas tierras las que seguramente vendrán a aumentar el patrimonio nacional cuando los acusados de peculado, a quienes ha enjuiciado el gobierno del
pueblo, sean condenados a devolver a Venezuela lo que le arrebataron.
Esas tierras serán parceladas, pero no en forma empírica. Nosotros no somos demagogos,
sino hombres responsables. No queremos, para ganar simpatías entre el campesinado, lanzar
títulos de propiedad a voleo. Esas tierras serán parceladas conforme a planes técnicos coordinados por el Instituto de Inmigración y Colonización y el Ministerio de Agricultura y Cría.
Los métodos de cultivo no serán los empíricos métodos atrasados, coloniales, de la chícura y de la azada; serán el tractor moderno, la sembradora moderna, la segadora moderna,
manejados por los obreros calificados, los que desbrozarán esas tierras y permitirán explotarlas en forma científica. No se tema, pues, que un gobierno como el nuestro, que ha venido demostrado tener sentido de responsabilidad, vaya a adoptar una política demagógica en materia del reparto de tierras. Las tierras serán repartidas, pero en el momento en que
el gobierno cuente con los planes y ordenamientos técnicos que permitan la explotación
racional y reproductiva de esas tierras; y no en beneficio del Estado, ni mucho menos de
burócratas aprovechadores, sino de la economía nacional y del campesino venezolano”.142
142
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo I, p. 19-21.
64
Puntos de vista como los expuestos llevaron a Betancourt a manejarse prudentemente en un asunto de por sí propenso a generar conflictos, de modo que las primeras medidas gubernamentales en la materia se limitaron, en lo más relevante, a un
decreto que prohibía los desalojos arbitrarios de campesinos en los predios rústicos, la
concesión de préstamos a ciertas cooperativas agrícolas y la parcelación de algunos
fundos agrarios nacionales.
La explicación de tal mesura la dio Betancourt en un discurso pronunciado durante
una visita hecha a México –país con larga trayectoria en luchas agrarias–, mediado
1946. Al tocar el tema agrario venezolano, confesó que en dicho campo era escaso lo
hecho por su gobierno, pero lo justificó con el argumento de que ello había sucedido
porque se pensaba,
“…utilizando experiencias aplicadas en otros países, que el reparto de tierras que no responda a un plan técnicamente elaborado, a la larga es contraproducente para el propio campesinado”.143
Del 1° de enero de 1947 fue este otro pronunciamiento de Betancourt a dicho
propósito:
“También habrá de ser este año que alborea hoy aquel en que la reforma agraria adquiera
un matiz de realizaciones más efectivas. Más de cincuenta mil hectáreas fueron puestas en
producción, trabajándolas callosas manos campesinas para su propio beneficio, en el curso de 1946. Pero esto fué apenas anticipo en mínima proporción de esa profunda transformación de nuestro agro, realizada sin demagogias espectaculares y sin trasplantes apresurados, por la que está clamando las dos terceras partes de la población nacional. Reforma
agraria que no puede significar despojo, sino apoyo crediticio y técnico, para el hacendado que cultiva su tierra y no la mantiene yerma e improductiva”.144
A la hora de darle forma legal a la consigna de la reforma agraria, el artículo que,
en la Constitución Nacional de 1947, legisló sobre el asunto adoptó, comprensivamente, este tenor:
“Art. 69. El Estado realizará una acción planificada y sistemática, orientada a transformar
la estructura agraria nacional, a racionalizar la explotación agropecuaria, a organizar y distribuir el crédito, a mejorar las condiciones de vida del medio rural y a la progresiva emancipación económica y social de la población campesina.
(…) Una ley nacional determinará las condiciones técnicas y las demás acordes con el interés nacional, mediante las cuales hará efectivo y eficaz el ejercicio del derecho que la Nación
reconoce a las asociaciones de campesinos y a los individuos, aptos para el trabajo agrícola
143
144
Ibidem, tomo II, p. 167.
Ibidem , idem, p. 72.
65
o pecuario y que carezcan de tierras laborables o no las posean en cantidad suficiente, a ser
dotados de ellas y de los medios necesarios para hacerlas producir”.145
La ley nacional de reforma agraria prometida se dilató hasta el 18 de octubre de
1948.146 Como, un mes después, el gobierno de Gallegos, que la había promulgado, fue
echado del poder, corrió ella la misma malhadada suerte que su homóloga medinista de
1945: no llegó a ser ni siquiera iniciada su puesta en práctica.147
23. “Que no haya capital ocioso en Venezuela”
En julio de 1937, había escrito Rómulo Betancourt, en un artículo sin firma titulado Tendencias parasitarias del capital nacional:
“Nuestro capital es de franca tendencia parasitaria. No tenemos capitanes de industria, sino
rentistas y usureros. La empresa audaz y de envergadura, que supone riesgo y aventura, no
la enfrenta la docena escasa de nuestros millonarios. Tienden a la inversión segura ciento por
ciento cuando son muy audaces. Los más prefieren colmar con sus depósitos improductivos las cajas fuertes de las instituciones bancarias del país o extranjeras”.148
Avanzada la administración medinista, ocurrió, en julio de 1944, la reunión fundacional de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción (Fedecámaras), un acontecimiento que puede y debe ser considerado como una señal de
la madurez ya alcanzada por el sector económico privado venezolano. Y en contraste
con la aparente indiferencia mostrada hacia tal evento por el gobierno, Betancourt aprovechó la coyuntura de haberse debatido en una de las sesiones de la organización na145
MARIÑAS OTERO, Luis: Las Constituciones de Venezuela, p. 54
Del espíritu que impregnó a la misma darían fe estás líneas de su Exposición de motivos, redactada con un
lenguaje que en ciertos lugares evoca al muy personal de Betancourt: “Nuestro proyecto no sustenta, de ninguna manera, un criterio ortodoxo, unilateral, con respecto a la estructura agraria que deba crear la reforma. No
nos anima ningún prejuicio agrarista: no somos colectivistas, ni minifundistas, ni cooperativistas, ni capitalistas
a ultranza. Podríamos resumir en una frase la finalidad perseguida por este Proyecto: ‘Democratización de la
propiedad rural’”. Ver: Exposición de motivos del Proyecto de Ley Agraria, en: El País, n° 1.565 del sábado 26
de mayo de 1948, p. 4.
147
Siete años después, en 1955, explicaría Betancourt a Robert J. Alexander: “Acción Democrática fue criticada por no empujar la reforma agraria suficientemente rápido cuando estuvo en el poder. Esta crítica provino de igual manera de los comunistas y de alguna gente misma de AD misma. Sin embargo, el gobierno
Betancourt – Gallegos quiso moverse poco a poco, no intentar una reforma agraria sin planificación. Ellos
habían tenido un número de proyectos de reforma agraria que estaban ya en marcha antes del fin del período
de AD. En la región entre las montañas y el Lago de Maracaibo, tenían un proyecto de 200.000 hectáreas,
donde cierta porción de tierra había sido destinada a amplias explotaciones, donde podía ser utilizada la mecanización, otra a pequeñas granjas individuales, y fueron establecidas algunas granjas cooperativas.” Ver:
ALEXANDER, Robert J.: entrevista hecha a Rómulo Betancourt en Isla Verde, Puerto Rico, el 5 de septiembre de 1955 y recogida en: ob. cit., p. 38-39. La traducción de la cita es nuestra.
148
Ahora , n° 514 del sábado 24 de julio de 1937, p. 10. Reproducido en BETANCOURT, Rómulo: Problemas venezolanos, p. 344.
146
66
ciente si era procedente un saludo a los trabajadores para escribir otro artículo de prensa
en donde esta vez asentó:
“La discusión puso de resalto que hay más de un empresario inteligente, más de un industrial
con visión, más de un comerciante de moderna mentalidad, que ve en las clases obreras no
a la facción enemiga, sino a la colaboradora en la obra de forjar una economía autónoma
y próspera”.149
Cuando, algo más de un año después, Betancourt subió al gobierno del país en
circunstancias sobre las cuales se ha abundado, una de sus primeras actividades fue la
de recibir en Miraflores a los representantes de los organismos económicos nacionales,
a fin de hacerles conocer el interés que el régimen apenas instalado tenía en un acuerdo mutuo. Y todo ello porque, aunque Betancourt sabía bien que el negocio petrolero le había conferido al Estado venezolano la posibilidad de desempeñar un primer
papel en materia económica nacional y desde tiempo atrás se había personalmente pronunciado por una economía dirigida frente a una liberal150, también creía igualmente
ya, con firmeza, que en el mismo campo le cabía jugar un importante segundo al sector capitalista privado.
Que, superadas las puras intenciones, Betancourt estuvo dispuesto a contribuir para
que ello fuera así, lo demuestran, entre varias, dos iniciativas: el Consejo Nacional de
Economía y la Corporación Venezolana de Fomento, creadas ambas en 1946.
Con el Consejo de Economía Nacional, de formación anunciada en el texto de la
Constitución Nacional reformada de 1936, pero nunca hasta entonces creado, y de una
muy amplia integración multisectorial, en la cual se incluía de manera destacada al
empresariado privado (banca, comercio, industria, transporte, agricultura, cría, pesca,
hidrocarburos y minería), se pretendía por el gobierno del trienio disponer de un organismo que contribuyera a “…orientar la política del Estado en materias fiscales y económicas”.151
Y con la Corporación, en cuya importante contribución al desarrollo del país ponía
Betancourt especiales esperanzas, otro que tenía por objeto
“… incrementar la producción nacional, aprovechando el alto potencial de riquezas naturales del país, aún no utilizadas eficientemente; procurar nuevas formas de producción y tam149
BETANCOURT, Rómulo: LA ASAMBLEA DE LA PRODUCCIÓN Y LOS TRABAJADORES, en: El
País, n° 187 del miércoles 19 de julio de 1944, p. 1.
150
Tomado pie en la publicación por el gobierno de López Contreras del llamado Plan Trienal, Betancourt
había manifestado ya tal preferencia en un artículo de comienzos de 1938 de su columna periodística Economía y Finanzas precisamente titulado: Economía dirigida frente a economía liberal. Ver el diario Ahora,
número del 15 de enero de 1838, p. 10.
151
CONGRESO DE LA REPÚBLICA: Pensamiento político venezolano del siglo XX / Documentos para su
estudio / Gobierno y época de la Junta Revolucionaria / Pensamiento oficial / 1945-1948, tomo 50, p. 227.
67
bién mejorar y racionalizar las que actualmente se explotan, auxiliar técnicamente y financieramente al Estado y a los particulares en el estudio de las existentes, ajustando unas y otras
finalidades a las normas que se establezcan en el Plan General de Fomento de la Producción
y a los Planes periódicos que elabore el Consejo General y el Directorio Ejecutivo”.152
Invitado Betancourt por Fedecámaras “… a que expusiera públicamente el criterio oficial acerca de los problemas económicos del país”153, lo hizo por la vía de una
extensa y aplaudida conferencia escenificada en el Teatro Municipal de Caracas el 30
de mayo de 1946, en la cual expuso:
“Era necesario articular, coordinar la producción nacional conforme a un plan. De ahí surgió
la idea en el Gobierno de acoger el viejo clamor venezolano de que se constituyera un
Consejo de Economía Nacional donde estuvieran representadas las fuerzas del capital y del
trabajo, las profesiones liberales, el Ejecutivo, y que de allí pudiera planificarse anualmente lo que vaya a hacerse; concatenar y organizar las labores que vayan a realizarse, a fin de
que armoniosamente se incremente la producción agrícola, se incremente la producción pecuaria, se incremente la producción minera y se incremente la producción industrial. Pero
era necesario no sólo el organismo planificador; era necesario también el organismo ejecutor
de esa política grande, de esa política ambiciosa que nos permitirá construir una nacionalidad, que nos permitirá forjar una patria fuerte, una patria organizada, una patria que sea
espejo donde puedan verse las otras patrias de América. Y entonces dictamos el Decreto
creando la Corporación Venezolana de Fomento. Tanto para la elaboración de uno como
de otro Decreto, solicitamos la cooperación de hombres de negocios, de hombres de la calle,
escuchamos la opinión del hombre medio, del venezolano que no forma parte de los cuadros administrativos…”154
Como lo demuestran diferentes textos recogidos en esta antología, Betancourt no
escatimó, por otro lado, incitar al capital nacional a invertir con mayor audacia que la
hasta entonces exhibida.
Rescatado su punto de vista de 1937, Betancourt dirá, por ejemplo, a los presentes en el acto de clausura de la II convención anual de Fedecámaras, reunida en Maracaibo:
“… quiero concluir diciéndoles que con la mayor confianza, con la mayor fe, realicen ustedes, hombres de empresa, la obra de invertir capitales en industrias reproductivas; que
disminuyan los depósitos en los bancos; que no haya capital ocioso en Venezuela; que tiente
menos a determinados inversionistas la adquisición con su dinero de fincas urbanas, de
casas para alquilarlas, y que se interesen más en la inversión en las industrias dinámicas y
creadoras; que a este impulso que está dispuesto a darle el Gobierno a la producción na-
152
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA: Documentos que hicieron historia ….., tomo II, p. 359-360.
BETANCOURT, Rómulo: Trayectoria democrática de una revolución, tomo I, p. 111.
154
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 128.
153
68
cional, correspondan todos los sectores de la economía, impulsando ellos también esta producción nacional”.155
Pero, todavía más que eso, mostró disposición de hacer del rico Estado venezolano un financista de proyectos económicos privados en campos como la agricultura, la
cría y la industria.
De hecho, las cuentas rendidas por Betancourt a fines del trienio mostraron las muy
importantes erogaciones ejecutadas por la naciente Corporación, al que en la oportunidad calificara el propio Betancourt como “… el organismo mejor capacitado para
darle contenido de realidad a la apasionante y justísima consigna de ‘sembrar el petróleo.’”156:
“En el lapso relativamente corto que lleva de funcionamiento, la Corporación Venezolana
de Fomento ha prestado más de ciento veinte millones de bolívares a empresarios particulares dedicados a actividades avícolas, industriales, mineras y pecuarias”.157
Todo ello habría captado para el gobierno, y en particular, para Betancourt, una
acogida en el medio empresarial de que dio fe el homenaje que le fuera tributado el 1°
de marzo de 1948 por “… no menos de doscientas importantes figuras del mundo de
los negocios”,158 comprendidos “… banqueros, comerciantes, industriales, empleados
de empresas…”159
De por medio estaría, al decir de uno de los oferentes del agasajo, el Presidente del
Banco Unión, señor Salvador Salvatierra, una buena razón:
“… era un hecho cumplido como en los años 46 y 47 las utilidades obtenidas habían sido
superiores a las ganadas por el mundo de los negocios en todos los años anteriores”.160
155
BETANCOURT, Rómulo: Versión taquigráfica de las palabras pronunciadas la noche del sábado 9 de marzo
de 1946, con motivo de la clausura de la Segunda Convención Nacional de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción, celebrada en Maracaibo, Estado Zulia, en: ibidem, idem, p. 109-110.
156
Ver mensaje al Congreso Nacional de 1948 en: ibidem, tomo II, p. 131.
157
Ibid., idem. En un párrafo del resumen hecho por Robert J. Alexander de su primera conversación con
Betancourt, efectuada, como se ha apuntado en otro lugar, en 1948, se asienta: “En lo relativo a las realizaciones actuales del régimen, Betancourt considera a la Corporación de Fomento como la mayor realización individual. Ella ha hecho un gran trabajo. Ha dado prestado mucho dinero a la clase terrateniente, con la finalidad
de ayudarla a poner de pie la agricultura. De hecho, ella ha virtualmente salvado a porciones de esta clase, como
a los cultivadores de caña”. Ver: ALEXANDER, Robert J.: ob. cit. , p. 12. Traducción nuestra.
158
Ver: Prominentes Hombres de Empresa Agasajaron / Antenoche al ex Presidente Betancourt”, en El País, n°
1.488 del miércoles 3 de marzo de 1948, p. 1.
159
Ibidem, idem. Hay que decir que ello no fue óbice para que ciertos gremios económicos privados no
manifestaran en 1947-1948 creciente inquietud en torno a la agitación nacida en los medios campesino e
industrial nacionales, estimulados, el primero, por la promesa de una reforma agraria y, el segundo, por la
simpatía exhibida por los gobiernos del trienio hacia el sector laboral.
160
Idem.
69
24. Una bienvenida condicionada a las inversiones extranjeras
En un título específico anterior de este estudio se ha tocado el tema de la política
empleada durante su gestión del trienio por Rómulo Betancourt en en un negocio, el
petrolero, a cargo de compañías foráneas. Tal vez resulte conveniente decir ahora ciertas
palabras en torno a la aplicada al capital extranjero en general, del cual el sector de los
hidrocarburos, aunque determinante, no era, con todo, único componente.
Sensiblemente nacionalista como se había exhibido en escritos y discursos ¿cuál fue
la posición de Betancourt frente a ese tipo de inversiones en el trienio?
Contra lo que pudiera haberse pronosticado, no fue una de hostilidad, sino más
bien de invitación sub conditione.
La primera manifestación pública específica de intención en su torno la habría
efectuado Betancourt en un discurso múltiples veces citado, el del 30 de octubre de
1945. Fue ésta:
“Respetaremos las concesiones y contratos otorgados a inversionistas extranjeros. Venezuela
necesita aporte de capitales importados para desarrollar sus veneros inéditos de riqueza y para
continuar la normal explotación de los que están en pleno desarrollo. Es compatible esta
decisión con la otra de procurar, con serena firmeza, un trato equitativo en las relaciones
entre el Estado y los inversionistas. En Venezuela no deberán obtenerse sino utilidades honestas, y no sobrebeneficios exagerados, por quienes son concesionarios de fuentes nacionales de riqueza. Estamos seguros, por las conversaciones hasta ahora realizadas con personeros de poderosas empresas inversionistas, de que en ellos existe ánimo conciliador y anhelo
de entendimiento con el Gobierno en los planes que éste proyecta”.161
A esta primera seguirán otras, siempre en un tono de dar seguridades, siempre en
un tono de hacer acompañar tales seguridades por advertencias cautelares como las
citadas.
El sistema de inversiones extranjeras tradicional conoció, sin embargo, una innovación en 1946-1948, cuando se dio inicio a un experimento que implicaba un interesante cambio en punto a renglón de actividad y condiciones de contrato de las mismas. Nos referimos al convenio celebrado, bajo el estímulo directo de Betancourt, entre
la Corporación Venezolana de Fomento y el capitalista norteamericano Nelson Rockefeller, destinado dar forma a una cooperación de capital extranjero y nacional.
A sindicalistas adictos a su partido explicó Betancourt en agosto de 1947 detalladamente el origen y camino hasta entonces andado por la iniciativa:
161
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 10-11.
70
“Cuando llegamos al poder convocamos en mesa redonda a los Gerentes de las Compañías
Petroleras, para plantearles la conveniencia y la necesidad de que reinvirtieran parte de sus
utilidades en el incremento de la producción del país, especialmente en desarrollar la producción de artículos esenciales en las vecindades de los campos petroleros. Les hicimos ver
que una de las consecuencias del desarrollo del aceite negro en el país, era la decadencia
paulatina y visible de la agricultura y de la cría, pero agregamos que esas inversiones debían
realizarse, no con fines de obtención de beneficios exagerados, sino con fines dirigidos hacia el bienestar de la colectividad. Estas gestiones nuestras coincidieron con la organización
por el Sr. Rockefeller de una Corporación de Economía Básica, con la cual se propone este
capitalista norteamericano demostrar que produciendo más y más barato, pueden obtenerse
utilidades lícitas, que no sean exageradas. Se constituyó entonces una asociación en la cual
las Compañías Petroleras aportan varios millones de bolívares sin tener voz ni voto en las deliberaciones de la empresa, en acciones preferidas que devengan un interés fijo del 4%, y con
aportes de Rockefeller y sus asociados. La Corporación de Fomento ha aceptado, en principio, asociarse con la Corporación de Economía Básica en todas las empresas orientadas
hacia el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo venezolano y muy especialmente
con las productoras de artículos esenciales. Cuando esas empresas estén dando utilidades,
tanto la Corporación Venezolana de Fomento, como la Corporación Rockefeller, están obligadas a vender sus acciones a particulares y, en todo caso, dentro de 10 años, la totalidad de
las acciones de las empresas tendrán que estar en manos del capital venezolano”.162
El 14 de mayo de 1947 había presentado Betancourt así el asunto ante la III asamblea nacional de Fedecámaras:
“…cree el Gobierno que es necesario y útil el aporte del capital extranjero al desarrollo de
nuestra economía. Por eso propició la venida al país del señor Nelson Rockefeller, representante de importantes corporaciones inversionistas de los Estados Unidos. Pero entiende
perfectamente que ese aporte debe realizarse en forma tal que no se repita ya nunca más en
Venezuela la peligrosa situación de que una rama cualquiera de nuestra economía quede
monopolizada por capitales que no sean venezolanos. El capital importado debe venir en
condiciones de cooperador, y no de colonizador. Esta idea se abre paso en los grupos inversionistas más inteligentes de otros países y por eso creemos perfectamente posible que puedan concurrir capitales y expertos a Venezuela, sin aspirar a lo que ya no podrán obtener:
162
Ver: El País, n° 1.319 del sábado 13 de septiembre de 1947, p. 2. Y también a Robert J. Alexander, el 2
de julio de 1948: “El gobierno estaba deseoso de que las compañías petroleras invirtieran más de sus beneficios en este país para levantar industrias en él. En ese mismo tiempo, Nelson Rockefeller estaba ocupado
en los primeros pasos de la Corporación Brasileña de Economía Básica, sobre la cual el gobierno oyó hablar.
Así es como ellos se acercaron a Rockefeller con la idea de que él debía hacer algo similar aquí, y que cooperaran las compañías petroleras. Y así fue como las cosas echaron a andar. Por supuesto, no se trata de una
empresa filantrópica, está destinada a hacer dinero, pero es, sin embargo, un método de cooperación. Finalizados diez años, el control del negocio debe pasar a manos venezolanas. Si no hubiera inversionistas privados que quisieran meterse en el negocio y levantar este capital, Betancourt piensa que la Corporación de
Fomento estaría en su derecho de hacerlo”.
Ver: ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 13. Traducción nuestra.
71
el control excluyente de toda concurrencia competitiva de una industria o de un grupo de
industrias”.163
Y, al anunciar el 26 de junio de 1947 a Rockefeller la disposición de su gobierno
de entrar en un trato como el citado, el mismo Betancourt había empleado, entre otras
palabras, las siguientes:
“Asigna el Gobierno de Venezuela una gran importancia a este tipo de colaboración entre
la técnica y el capital importados y la iniciativa y posibilidades venezolanas. Tenemos el concepto claro de que Venezuela necesita el aporte de experiencia administrativa, de instrumental técnico y de capitales que le sean aportados por países con mayor desarrollo económico que el nuestro.
Pero ese aporte debe realizarse con fines de colaboración para el negocio lícito y no de colonización monopolizadora. Contra los monopolios existe en nuestro país una activa resistencia y de ello se han dado cuenta quienes comprenden que el régimen de libre empresa
no puede ni debe conducir a la extorsión de los pueblos”.164
La tentativa echó a andar,165 aunque no libre de controversia. Algunos políticos
opositores del gobierno la tildaron de anti-nacionalista y ello llevó a que el propio Betancourt se creyera en la obligación de defenderla hasta el último momento de su gobierno.166
Hubo más en este capítulo. Los viajes realizados a los Estados Unidos por Gallegos, ya Presidente de la República, en julio, y Betancourt, como particular, en agostoseptiembre de 1948, fueron ocasión para que ambos hicieran repetidos llamados a los
capitalistas norteamericanos para invertir en Venezuela.
“Venezuela está abierta al concurso y auxilio que pueda llevarle el capital extranjero”, “El Presidente Gallegos excitó al capital extranjero a prestar su colaboración, a
fin de crear futura Venezuela próspera” y “Gallegos invitó a la industria de EE. UU. a
establecerse en Venezuela y manifestó también que garantizaría las inversiones”, fueron
titulares periodísticos167 que permiten entrever cómo las manifestaciones de interés
hacia las inversiones extranjeras en nuestro país fueron plato fuerte del viaje del mandatario que no llegaría a completar un solo año de gobierno.
163
A la III asamblea anual de FEDECAMARAS, reunida en Caracas.
Ver: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 143.
164
Ibidem , tomo II, p. 242.
165
En dicha condición estaría al ser derrocado el gobierno de Gallegos, en noviembre de 1948.
166
Ver, por ejemplo, los términos empleados a dicho efecto en el mensaje presentado al Congreso Nacionales
12 de febrero de 1948, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno, en: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo cit., p. 132-134.
167
Aparecieron en primera plana del diario caraqueño El Universal entre el 9 y el 13 del mes citado.
72
En cuanto a Betancourt, ejecutó el mismo llamado, en un banquete que le fuera
dado en Nueva York por hombres de negocios el 30 de agosto de 1948. A los mismos
les explicó el político venezolano cómo debía entenderse la política venezolana de “puertas abiertas” practicada por los gobiernos del trienio frente al capital foráneo:
“… les hablaré del interés que tenemos nosotros en Venezuela de que lleguen más capital
y más técnica extranjeras (sic) a nuestro país. Nosotros estamos produciendo mucho petróleo, estamos batiendo todas las semanas todos los “records” mundiales en cuanto a la producción de este artículo que es esencial para el mundo. Estamos produciendo diariamente un (sic) 1.300.000 barriles de petróleo. Pero no queremos producir sólo petróleo. Hay
otras fuentes de riqueza en nuestro país que están siendo explotadas en una forma deficiente
o que no se están explotando del todo; y como aquí están representados todos los sectores
importantes de la economía de los Estados Unidos por banqueros, industriales, presidentes de corporaciones, quiero decirles que nuestro país tiene las puertas abiertas para el capital extranjero. Pero pensamos que debemos hablar claro. Nosotros fijamos condiciones y
ofrecemos no se establecen (sic) diferencias entre el capital extranjero y el capital nacional.
(…) Ni en las leyes ni en la práctica se discrimina a favor del capital importado, porque somos una Nación con clara consciencia de su soberanía y para la cual resulta inadmisible la
idea de que se le pretenda dar trato de colonia”.168
25. Apología de una concordia obrero-patronal
Desde, cuando menos, 1944, Rómulo Betancourt había lucido como un convencido de que, para el desarrollo económico del país, era imprescindible un entendimiento
entre empresa privada y trabajadores. Por entonces escribiría a este sujeto:
“Vivimos en una nación llegada con retraso a la liza de la competencia económica internacional. Tenemos una producción endeble, desmantelable sin dificultad y con toda una estructura económica y fiscal girando en torno de un eje minero. En estas condiciones, empresarios y obreros, capitalistas y trabajadores manuales o intelectuales, tienen
necesariamente que coincidir en el planteamiento de problemas que les son comunes. Problemas que desbordan la tregua obrero-patronal y adquieren carácter de cuestiones nacionales, venezolanas.
Si así se piensa, realista y patrióticamente, deben buscarse todos los puntos de avenimiento posible entre capitalistas y trabajadores”.169
Los días del trienio –dentro o fuera del poder– le suministraron la oportunidad de
difundir la idea.
168
El País, n° 1.669 del viernes 3 de septiembre de 1948, p. 1 y 15.
El País, n° 187 del miércoles 19 de julio de l.944 (LA ASAMBLEA DE LA PRODUCCIÓN Y LOS TRABAJADORES).
169
73
Del 22 de octubre dataron –se ha escrito antes– sendas reuniones sucesivas con
patronos y sindicalistas.
Una síntesis apretada de la primera hecha por el diario El Nacional permitió saber
que la misma fue ocasión aprovechada por el Presidente de la Junta Revolucionaria de
Gobierno para explicar a los hombres de empresa que por parte del nuevo gobierno se
trataría
“…de armonizar las relaciones entre el capital y el trabajo”.170
Se dispone, en cambio, del texto completo del diálogo sostenido durante la segunda
entre las partes gubernamental y obrera. Aquí importaría rescatar la siguiente parte de
lo dicho entonces por Betancourt:
“A los patronos les hemos dicho, en la reunión de esta mañana (…) que nosotros no venimos, como gobierno, a fomentar artificialmente una especie de guerra civil entre los factores
de la producción; que creemos que los problemas obrero-patronales bien pueden ser resueltos
con espíritu de equidad, cuando hay un Ejecutivo interesado en la vigencia de esa equidad”.171
Un acontecimiento como el descrito no habría sido sino el inicio de un insistente
trabajo destinado a lograr un “entendimiento patriótico”, “pacto de concordia obrero –patronal”, “avenimiento” o “acuerdo patriótico” –que de todos estos nombres usará Betancourt para referirse a él– mutuamente ventajoso para empresarios y trabajadores.
Buscada fuerza argumental, a nivel interno, en el ejemplo de un acuerdo de trabajo
en ese mismo día coincidencialmente firmado entre compañías petroleras y sindicatos,
y, en el foráneo, el de otro reciente logrado en México, lo sugirió formalmente Betancourt con carácter de conveniente para la economía venezolana como un todo al sector patronal de esta manera, el 30 de mayo de 1946:
“… poco podremos lograr si continúan aguerrillados los espíritus; si no se logra un entendimiento patriótico entre los industriales y trabajadores venezolanos.
Auspicioso anticipo de un posible pacto de concordia obrero-patronal en torno a estas dos
cuestiones: desarrollo vigoroso de la producción nacional y defensa y vitalización del capital
humano del país, es ese acuerdo suscrito esta tarde entre los representantes de los treinta mil
trabajadores del aceite mineral y los industriales del petróleo. No tendría la virtud de la
novedad ese pacto sobre cuyas ventajas me pronuncio públicamente, a nombre del Gobierno
170
El Nacional, no. 799 del martes 23 de octubre de 1945, p. 1 (Representantes de los Organismos Económicos en Miraflores).
171
El Universal, n° 10.060 del martes 23 de octubre de 1945, p. 4 (Los Trabajadores Prometen No Suscitar
Reclamaciones Mientras Dure el Gobierno Provisorio).
74
de la República. Acaba de celebrarse en México el primer aniversario de un pacto similar.
Hablaron en un gran acto el Presidente Avila Camacho, el dirigente laborista Lombardo
Toledano y el Presidente de la Cámara de Industriales de México. Ese pacto consistía en la
creación de un tribunal de conciliación o avenimiento, formado por representantes de los
patronos, de los trabajadores y por personeros del Gobierno que intervendrían en todo diferendo obrero-patronal, para procurar solucionarlo por la vía del avenimiento conciliatorio
e impedir que se llegue a la crítica situación conflictiva de la huelga. Estoy seguro de que
la mayoría de los trabajadores y de los patronos conscientes de Venezuela están de acuerdo
con esta idea patriótica, capaz de darle vitalización e impulso a la economía del país, y que
apenas podrá ser aislado un pequeño grupo de empresarios recalcitrantes y un pequeño grupo de trabajadores irresponsables, que ni uno ni otros están pensando en Venezuela, sino
que los primeros atienden a sus egoístas intereses y los otros están obcecados por pasiones
subalternas”.172
E insistirá ante igual organización el 14 de marzo de 1947, en la coyuntura de la
celebración de su III asamblea anual:
“El patriótico entendimiento entre obreros y patronos, realizado sobre bases que garanticen al trabajador un salario decente y prestaciones sociales justas y al empresario un margen halagador de utilidades en sus inversiones, es una necesidad urgente para el país. Y todos
nuestros esfuerzos los seguiremos empleando para impedir que llegue hasta las costas venezolanas esa tumultuosa ola de huelgas y de conflictos sociales violentos que se ha desatado
en el mundo como secuela de la recién concluida guerra mundial”.173
Fue un importante empeño de Betancourt que no alcanzó a cuajar durante el tiempo que el mismo presidió la Junta Revolucionaria de Gobierno. Su convencimiento de
la bondad y urgencia de darle forma concreta le llevó, no obstante, a insistir con obstinación sobre el mismo, ya fuera ya del poder, el 18 de octubre de 1948:
172
BETANCOURT, R.: Trayectoria Democrática de una Revolución, tomo I, pp. 132-133.
En el discurso tenido cuatro meses después, el 24 de julio de 1946, por Betancourt ante un auditorio mexicano del cual formaba parte destacada el nombrado líder sindicalista Vicente Lombardo Toledano, manifestaría Betancourt a dicho propósito: “También estamos empeñados nosotros en una labor similar a ésta que
se adelanta en México: en buscar un entendimiento sobre términos claros, entre los sectores industriales
venezolanos y los obreros venezolanos (…) nosotros tenemos la seguridad de que lograremos un entendimiento obrero patronal en Venezuela, que signifique la coincidencia de todos los sectores de la producción para
el desarrollo y el fomento de nuestra producción y para el establecimiento de un nivel de sueldos y salarios
favorable a empleados y obreros”.
Ver: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 169.
173
Ibidem, tomo I, p. 139.
Fue un pensamiento que compartió Gallegos, quien, como hombre público, hizo siempre de la “concordia”
un leit-motiv político. Lo evidencian dos discursos de candidatura presidencial: el pronunciado el 23 de marzo
de 1941 en Barquisimeto y el del 12 de septiembre de 1947 en el Nuevo Circo de Caracas, y un tercero: el
de la toma del poder del 15 de febrero de 1948.
75
“Es necesario que aceleremos la producción y para obtenerlo se llegue a un acuerdo patriótico entre las llamadas fuerzas económicas y las fuerzas de los trabajadores”.174
Fue estimulada por esta insistencia cómo, en los días siguientes a esta nueva reposición de la idea, la misma pareció, por fin, echar a andar. Empresarios agrupados en
Fedecámaras y líderes sindicales de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, la
organización obrera cupular creada justamente un año antes, empezaron el 15 de noviembre de 1948 a dialogar en torno al tema devocional de Betancourt.175 Pero ya para
entonces el gobierno que presidía Gallegos tenía la suerte echada en su contra y, con
él, una iniciativa de Betancourt que pudo merecer mejor suerte.
174
El Universal, n° 14.137 del viernes 22 de octubre de 1948 p. 2 (Discurso de Rómulo Betancourt Pronunciado en la Plaza Urdaneta de El Silencio, la Noche del 18 de Octubre con ocasión de la celebración del Tercer
Aniversario de la Revolución de Octubre).
El mismo acontecimiento ofreció ocasión para que el entonces Presidente de la C.T.V. y militante de AD
Pedro Bernardo Pérez Salinas expresara en su turno oratorio estos conceptos de claro paralelismo con otros
de Betancourt ya puestos de relieve: “Es un fenómeno a todas luces evidente que en Venezuela, por obra del
cambio político iniciado el 18 de octubre de 1945, se ha acelerado el proceso de integración de los trabajadores y de los patronos en sus sindicatos y federaciones de defensa gremial, y admitida esta realidad histórica, el Estado venezolano bajo su actual comando, definió claramente su actitud reconociendo que entre
obreros y patronos existen siempre, dentro de la democracia capitalista, elementos de fricción, pero la actitud del Estado ha sido correcta en sus intervenciones, porque ni estimuló demagógicamente los conflictos,
ni se cruzó de brazos ante ellos, en el dulce dejar hacer de los liberales del siglo diecinueve”.
Ver: El País, n° 1.715 del martes 19 de octubre de 1848, p. 16, 15 y 14 (El discurso de Pérez Salinas).
175
Representantes del Capital y del Trabajo se Reunieron Ayer Tarde en la Asociación de Productores fue el título de una información insertada en las páginas 1 y 9 del n° 14.162 del diario El Universal, edición correspondiente al martes 16 de noviembre de 1948, en donde se reseñaba el primer encuentro obrero-patronal
destinado a atender al llamado anterior de Betancourt. Primero y último, por la interposición del golpe de
Estado militar del siguiente día 24.
Betancourt, por su lado, dejó explicado con estas palabras este postrer movimiento en beneficio de su idea:
“La Confederación de Trabajadores tomó la iniciativa de proponerle a la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción un razonado y responsable plan ‘destinado a salvaguardar la paz social y
a defender la industria y el capital humano de la nación’, de acuerdo con atinada síntesis hecha por la Misión de la OIT. Esa misma Misión recogió en su informe los puntos básicos de la propuesta obrera: a) protección a la industria nacional; b) contratos colectivos de larga duración, como base de buenas normas contractuales, económicas y sociales; c) introducción en los contratos colectivos de una cláusula garantizando
empleo preferencial a los afiliados a la C.V.T. (sic); y d) creación de un organismo central mixto para dirimir las diferencias que surgieran entre patronos y trabajadores y asegurar así la paz social.
Las asociaciones patronales aceptaron con visible interés la proposición obrera. Delegados de uno y otro sector
discutían dentro de un clima de mutua comprensión el que iba a ser un pacto de insospechadas proyecciones para el país. Pero el golpe de cuartel del 24 de noviembre echó por tierra, dramáticamente, no sólo ese
esfuerzo constructivo hacia un mayor desarrollo económico nacional y una mejor armonía entre los factores de producción, sino las esperanzas depositadas por los venezolanos en su primera experiencia seria y
profunda de régimen democrático”.
Ver: BETANCOURT, Rómulo: Venezuela política y petróleo, p. 362-363.
76
21. El país por construir: reincidencia imaginativa de un paisaje nacional con
fondo de humo de tractores y fábricas
Destacado como ha sido en otro capítulo de este estudio el sobresaliente lugar
ocupado por el realismo en el quehacer político de Rómulo Betancourt, se podría pensar
que en él no alentaría ninguna descollante nota idealista.
No resultó, con todo, así, y en el Betancourt del trienio hizo irrupción más de una
vez una clase de soñador: el que vislumbraba para el país un futuro de modernidad. A
esos atisbos los denominó Betancourt “antevisiones” y se afanó en hacerlos conocer y,
hasta donde fuera posible, compartir con los más diversos auditorios.
Había sido el caso, por ejemplo, del trasmitido a los enfervorecidos asistentes al
mitin que marcó la salida al ruedo político público de Acción Democrática, el 13 de
septiembre de 1941, a quienes dijo, transportado:
“Imagino la escena, que sucederá entro de cincuenta años, en una población agraria de los
Andes, forjada al arrimo de una potente planta hidroeléctrica, en una población donde en
vez de los garages para autos de lujo que se multiplican en Caracas, habrá garages para tractores; o bien, en una ciudad industrial de la Gran Sabana, construida en la vecindad de las
chimeneas de los altos hornos, donde obreros venezolanos estén transformando en materia prima para las fábricas venezolanas de máquinas esos mil millones de toneladas de hierro que en sus entrañas guarda, hoy inexplotadas, la Sierra del Imataca”.176
Puede que el ambiente del trienio fuera propenso para que las mismas se multiplicaran.
Del día de Año Nuevo de 1946 habría sido una primera. En su alocución al país,
la abonó la noticia dada a sus “conciudadanos” de la pronta puesta en marcha de un
organismo en el que Betancourt pondría crecidas esperanzas: el Instituto de Fomento
de la Producción, luego denominado Corporación Venezolana de Fomento:
“El Instituto de Fomento de la Producción, con un capital no menor de cincuenta millones de bolívares, aportados por el Estado, comenzará a funcionar dentro de perentorio lapso.
El crédito a largo plazo, la maquinaria y la técnica modernas, irán sin más dilaciones suicidas a vitalizar la anemiada (sic) economía nacional. El trepidar de los tractores en el campo;
el humo de las chimeneas de las fábricas; el empresario y el obrero y el campesino, desarrollando sus industrias, manejando la máquina y explotando la tierra, gozosos de su buena
faena productora de riqueza general y de bienestar propio; he ahí el panorama que antevemos, y que no será espejismo de ilusos sino viva realidad, cuando un Instituto como el que
se proyecta esté funcionando a pleno rendimiento. Complemento lógico de ese Instituto,
y necesidad inaplazable de nuestra debilitada economía autóctona, será el Banco Hipotecario, que también auspiciará el Estado”.177
176
177
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA: Documentos que hicieron historia, tomo II, p. 305.
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 63-64.
77
El fenómeno se repitió en la misma oportunidad, pero en 1948, y expresado con
alguna pizca más de lirismo y de condición invitadora:
“Construir un gran país, sembrada la tierra de un extremo a otro de su vasta geografía, con
humos de fábricas decorando todos los cielos de la Patria, con resuelto y vigoroso impulso de brazos manejando máquinas en ciudades, pueblos y aldeas: esa es la recia, la tentadora
tarea que debemos emprender, hombres y mujeres de Venezuela”.178
Y estuvo presente, por último, en un discurso político de Betancourt que hizo de
canto del cisne en su género por lo que concernió al experimento democrático octubrista: del 18 de octubre de 1948. A la masa popular acciondemocratista que le oía, y que
no estaba quizás al tanto de las nubes ominosas que se cernían sobre el apenas iniciado gobierno de Gallegos le dirá, ya en trance de clausurar su discurso, el jefe del partido:
“… nos falta conquistar la independencia económica, y esa es la tentadora tarea, la hermosa
tarea de los venezolanos de este tiempo y de esta época, de los que no tienen dinero y de los
que tienen, de los industriales y de los trabajadores, de los campesinos y de los agricultores. Vamos, compatriotas, a forjar una Venezuela donde por todas partes se vea el humo de
las chimeneas y se escuche el ruido de las maquinarias fabriles y de tractores roturando la
tierra y de la gente empeñosa y resuelta en la armoniosa alegría de quienes están labrando
su propio bienestar y la grandeza de la Nación. (Gran ovación)”.179
II. ¿UN FRACASO CON FUTURO?
A partir, sobre todo, de los inicios de 1947, Betancourt se creyó en capacidad de
trasmitir al país sus opiniones personales sobre las realizaciones concretas del gobierno autoproclamado revolucionario. Suerte de balances de acción en caliente, se podría
afirmar con lenguaje muy de hoy.
Debe decirse a favor del líder político que, en una que otra de tales oportunidades, no escatimó la autocrítica: gobernar tenía sus dificultades para quienes querían
ejecutar cambios reales y de ello no parece haber tenido entonces Betancourt intención
de hacer un secreto.
Alguna vez dicha autocrítica fue de ámbito general como cuando, el 12 de febrero de 1948, expresó al Congreso Nacional un punto de vista arriba parcialmente citado:
178
Ibidem , idem, p. 79.
Ver: El Universal, n° 14.137 del viernes 22 de octubre de 1948, p. 2 (Discurso de Rómulo Betancourt Pronunciado en la / Plaza Urdaneta de El Silencio, la Noche / del 18 de Octubre).
Un libro de texto para la alfabetización popular del que ya hemos dicho algo y diremos todavía alguna cosa
más adelante, Abajo cadenas…! habría recogido, a través de imágenes de tractores y fábricas humeantes, mejor
que ningún otro medio este rasgo del espíritu del trienio en general, y de Betancourt, en particular.
179
78
“Extraordinario dinamismo creador fué insuflado a todas las ramas de la Administración
Pública, y acaso no exista otra etapa de nuestra vida de República comparable a ésta en
cuanto al número y variedad de iniciativas y de empresas creadoras emprendidas por el
Estado. Y aquí no tendremos inconveniente en reconocer cómo la terca realidad de los hechos aconsejó pausas en ambiciosos proyectos ya en marcha, e impuso rectificaciones de temerarios rumbos, trazados al calor de generosos entusiasmos y con la ingenua inexperiencia de todo aquel que se inicia en el intrincado y arduo manejo de los negocios públicos”.180
Otra fue más específica: aquí cabría el ejemplo de la contenida en el discurso de
México, ya reseñado, en donde Betancourt aceptó, motu proprio, que la reforma agraria
nacional emprendida por su gobierno marchaba más bien a paso lento.
Pero privaron, comprensiblemente, en Betancourt las rendiciones de cuentas impregnadas de un espíritu a un tiempo satisfecho y animador.
La contenida en el mensaje de Año Nuevo de 1947, verbigracia, puso el acento en
la trascendencia de las elecciones para Asamblea Nacional Constituyente, celebradas en
el mes de octubre anterior. Expresó en la ocasión Betancourt:
“Las elecciones para representantes a la Asamblea Nacional Constituyente significaron algo
más fundamental aún que la validación jurídica y la justificación histórica de la Revolución
de Octubre. Fueron un mentís a la supuesta incapacidad del pueblo para el total ejercicio
de la vida democrática. Desde el culto letrado hasta el ignaro analfabeto, peyorativamente
acusado de apenas conocer la ‘o’ por lo redonda, concurrieron masivamente a las urnas,
transidos de una unción filiable en las místicas religiosas. Ni un solo hecho de sangre, ni un
solo desorden, se registró en ese día en el vasto ámbito venezolano; y la presencia austera de
las Fuerzas Armadas Nacionales en casi todos los sitios donde se congregaron votantes, puso
rúbrica de imparcialidad y de garantías para todas las corrientes políticas en pugna, a la
magnífica demostración de su aptitud para asimilar las más modernas y audaces fórmulas
políticas de la democracia representativa de que dió decidora manifestación el pueblo venezolano. Liquidada quedó ese día, y ya para siempre, la sofística e interesada tesis que
negaba al hombre y a la mujer de nuestra Patria capacidad para el ejercicio de funciones de
soberanía, inherentes a todas las colectividades libres de las Naciones civilizadas”.181
El 20 de enero de 1947, será a la propia Asamblea a quien le exprese un juicio que
se puede tener como profético:
“Dijimos que íbamos a devolver al pueblo su soberanía usurpada. La forma limpia como
hemos cumplido esta histórica promesa constituye el mejor aporte de la Revolución de Octubre a la dignificación de la República. Sea cual fuere, adverso o favorable, el juicio de la
posteridad ante este movimiento político, nadie podrá regatearle el honor de haber propiciado presidido los primeros sufragios auténticamente democráticos de toda la historia ve180
181
BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo II, p. 128-129.
Ibidem, idem, p. 68.
79
nezolana. Si vanidad, pero con hondo orgullo, afirmamos haber sido consecuentes el 27 de
octubre de 1946 con el compromiso esencial asumido por nosotros apenas llegados al Gobierno y que oficialmente ratificado el 5 de julio del mismo año”.182
Del mensaje de fin de gobierno de Betancourt son, finalmente, dos párrafos de
la naturaleza de que se trata y encuadrados dentro del designio que Betancourt había tempranamente trazado al gobierno bajo su conducción de “desbrozador” de caminos.183
Fue el uno:
“Nadie podría honestamente desconocer cómo en la actualidad es el pueblo venezolano
quien decide en los comicios la suerte de la República; y cómo el tradicional concepto de
mando autocrático ha devenido impersonal función de gobierno, arquitecturado ya el Estado nuevo según las normas de una Constitución que sin hipérbole es de las más democráticas de América; y cómo se le ha ofrecido a las generaciones presentes y futuras del país
al tonificador ejemplo de hombres que abandonan Miraflores y los Despachos Ministeriales,
o en éstos últimos continúan, sin haber cambiado la decorosa pobreza de ayer por el súbito enriquecimiento de hoy; y como en Venezuela todas las tesis políticas y todas las posiciones ideológicas pueden ser abiertamente defendidas desde la tribuna y la prensa, sin que a
nadie se hostilice por sus ideas ni se le coarte su libre difusión”.184
182
Ibid., id., p. 93.
Fue el mismo mes, por cierto, en el cual Domingo Alberto Rangel, un poco el Danton acciondemocratista
del trienio, firmaba en Caracas el texto de un extenso artículo destinado a aparecer en una importante revista
extranjera, Cuadernos americanos, de México.
Lo tituló: Explicación histórica de la revolución venezolana y sus palabras devinieron particularmente optimistas
cuando entró a enumerar quiénes eran los beneficiarios sociales de la Revolución: “La obra revolucionaria
ha coincidido (…) con el interés de las clases mayoritarias de la población. La clase obrera se ha identificado con la Revolución porque ésta ha elevado enérgicamente todos los salarios, instituyendo además, prestaciones sociales que eran letra muerta en la legislación del país. Mediante contratos colectivos que el Ministerio del trabajo ha generalizado, los trabajadores han obtenido en un año mayores ventajas que en todos
los período anteriores. La clase media urbana se siente estimulada por la supresión de los monopolios y por
las medidas tomadas contra el alto costo de la vida. El campesinado retribuye el reparto de las tierras, el crédito
y la ayuda técnica, con el apoyo político a la revolución. Y la burguesía industrial observa cómo las medidas de signo popular, ensanchan la posibilidad de sus fábricas, alentadas por el auge del poder adquisitivo
de las masas. Salvo una minoría de terratenientes y de burócratas cesantes, el país entero tiene puestas sus
esperanzas en la carta de la revolución”.
183
El 30 de octubre de 1945. Estas fueron palabras suyas de la ocasión: “… en el corto lapso de ejercicio de
la dirección de la cosa pública que nos corresponderá desempeñar no podremos abordar, con ánimo solucionador, los problemas fundamentales de Venezuela. Desbrozaremos apenas, eso sí, con ánimo resuelto y
decisión de hacer obra útil, el camino que habrá de recorrer el Gobierno constitucional que moldeará el pueblo venezolano con sus propias, limpias manos”.
Ver: BETANCOURT, Rómulo: ob. cit., tomo I, p. 8.
184
Ibidem, II, p. 126.
80
Y el otro:
“Nuevos rumbos, buenos o malos –y nosotros estamos sinceramente convencidos de que
son los más coincidentes con el interés nacional– se le han trazado a la acción gubernamental. Ellos podrían resumirse en estos tres sencillos enunciados: incremento y diversificación
de una economía propia, porque la ruina y el coloniazgo son la obligada meta de los pueblos cuyo destino se vincula exclusivamente a una industria minera, manipulada por capital
extranjero; desplazamiento del centro de gravitación del Estado, de las cosas hacia las gentes,
mediante el aumento, por vía inmigratoria, del potencial humano de la Nación y la defensa
intensiva de la riqueza-hombre del país, procurándole al pueblo salud física, seguridad social y cultura intelectual; proyección a todo el ámbito nacional de las labores gubernativas,
ya que se extienden de un extremo a otro de nuestro vasto territorio y no se polarizan exclusivamente hacia la capital de la República u otros escasos centros urbanos densamente
poblados”.185
***
En su alocución al país del 1° de enero de 1947, argumentó Betancourt
“… no hemos negado nunca que las vías de la asonada no son las que deba trajinar una
Nación civilizada para substituir por otros a los equipos humanos que la gobiernan. Por eso,
nuestro más decidido empeño lo pusimos en que se cumpliera lo más rápidamente posible
el hondo anhelo soterrado en la conciencia colectiva de ejercitar el derecho de elegir a sus
mandatarios en libres comicios”.186
Si, en esa dirección, las pasadas elecciones de octubre de 1946 significaron un triunfo, lo habrían constituido también las que, el 14 de diciembre de 1947, dieron como
resultado la elección de Rómulo Gallegos, candidato por A. D., en competencia democrática contra dos candidatos opositores, Rafael Caldera, del COPEI y Gustavo
Machado, del PCV.
El ascenso de Gallegos al poder, efectuado en febrero de 1948, no había representado poca cosa: el dilatado, pero, al fin, logrado triunfo histórico nacional de la inteligencia, de la educación y de la civilidad. Y también una promesa de concordia, que
el propio hombre de letras se había encargado de formular repetidamente187 a un país
en el cual la dinámica misma de transformación desatada a partir de octubre había
servido de abono para una agria pugnacidad partidista.
185
Ibidem , idem, p. 131.
Ibid., id., p. 67-68.
187
El 12 de septiembre de 1947, Gallegos había dicho, por ejemplo, en el mitin de proclamación de su candidatura presidencial, en el Nuevo Circo de Caracas: “… yo querría ser el Presidente de la concordia nacional”.
Ver: Antología de Rómulo Gallegos, p. 50.
186
81
A pesar de su fundamental oficio de hombre de letras, Gallegos se había, sin embargo, interesado de alguna manera por la política desde los días de la instauración de
Juan Vicente Gómez en el poder, cuando escribió sobre temas de dicha naturaleza en
la revista La Alborada. Y aunque había rechazado en 1931 una senaduría que le fuera
ofrecida por la dictadura, ocupó, si bien por breves meses, el Ministerio de Instrucción
Pública bajo López Contreras, en 1936, y luego un escaño parlamentario.
Más adelante, y ya en calidad de candidato puramente simbólico a la Presidencia
de la República en 1941 contra el delfín del Presidente López Contreras, el general Isaías
Medina Angarita, el propio Gallegos había dado una interesante muestra de comprensión de la ciencia y arte de la política, al afirmar en dicha coyuntura:
“… la política (…) reclama (…) ideas precisas y claras, estudio, aplicación desinteresada y
constante a la meditación sobre fórmulas que contengan el remedio de los males públicos
y, por añadidura, cierta destreza para sortear las dificultades en el ejercicio práctico de esas
fórmulas”.188
Pero, así como había escrito ésto, el propio Gallegos, en alguna otra ocasión hubo
de usar, para resaltar la distancia que hay de la teoría a la práctica, un verso popular que
pudiera haberse cumplido retrospectivamente consigo mismo, conforme al cual
El pintar una paloma
Es mucha facilidad.
Abrirle el pico y que coma
Ahí está la dificultad.189
Y fue el caso que un número de demonios desatados por octubre y que Gallegos
no supo conjurar, a pesar de su innegable buena voluntad –el sectarismo político, la
agitación obrera y campesina, la desconfianza de la Iglesia Católica, el malestar creciente
de la alta oficialidad del ejército…– contribuyeron a dar al traste, a escasos 9 meses de
principiado, con un ensayo político hasta entonces único en la historia republicana de
Venezuela.
Betancourt, de quien se puede adivinar, a distancia, que debió tener una parte decisiva para que Gallegos fuera electo candidato presidencial de Acción Democrática190,
explicó de doble manera, años andados, y en condición de exilado político, a un personaje ya conocido, Robert J. Alexander, las raíces del 24 de noviembre de 1948.
188
En su discurso de Barquisimeto del 23 de marzo de 1941. Ver: ob. cit., p. 32.
Discurso pronunciado en el Cuarto Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana,
efectuado en la Universidad de La Habana, en abril de 1949. Ver: Ibidem, p. 211.
190
Mucho debió haber pesado a tal efecto, según nuestra impresión, la suerte de compromiso moral anudado
entre ambos a partir del momento en que Gallegos había aceptado ser candidato simbólico de AD, en la
elección presidencial de 1941.
189
82
El 1º. de septiembre de 1952, en entrevista habida en San José de Costa Rica, fue así:
“La razón básica del éxito del golpe de 1948 fue la inhabilidad de Gallegos como Presidente.
Betancourt advirtió a Gallegos una y otra vez sobre lo que estaba pasando y le dijo de actuar y arrestar a Pérez Jiménez y otros complotadores. Sin embargo, Gallegos dijo que él era
filosóficamente opuesto a la violencia y a la fuerza y no las usaría en este caso. Entonces dejó
a la gente de Acción Democrática con la alternativa de derrocar ellas misma a Gallegos o
dejar que lo hicieran los militares rebeldes. Ella no podía aceptar la primera alternativa, así
es que tuvieron que esperar la llegada de la segunda”.191
Y en otra de su mismo género, que tuvo igualmente como escenario dicha ciudad
centroamericana, algo más de un año después, el 11 de noviembre de 1953:
“Acción Democrática cometió un error al elegir a Gallegos. Este error era uno común en
Latinoamérica. En los países dominados por dictadores, el pueblo se vuelve, como a sus salvadores, hacia quienes han parecido hablar por ellos. Justamente lo mismo pasó en España con Azaña. Gallegos era un Azaña. Gallegos no era un buen gobernante”.192
***
A distancia de sesenta años, el trienio luce para el investigador de la historia política de Venezuela como una parcela de ella caracterizada por cambios acelerados, por
nuevos protagonismos sociales, por una distinta jerarquía del gasto público y, encima
de todo, por un importante lote de fe en las posibilidades de lo que, con lenguaje actual, se llamaría el crecimiento político del pueblo venezolano.
¿No se celebraron, entre 1946 y 1948, tres disputados procesos electorales?
¿No ocuparon por primera vez curules parlamentarias mujeres y líderes obreros, de
éstos últimos uno con jerarquía de Vicepresidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946-1947?
¿No obtuvieron preferencia gubernamental las inversiones en educación y salud?
¿No empezó a gestarse en Venezuela el tránsito que el más destacado de los pedagogos
de entonces de AD, Luis B. Prieto Figueroa, llamaría, en 1951, “de una educación de
castas a una educación de masas” 193?
¿No apareció entonces, como punta de lanza para el combate contra el analfabetismo, Abajo cadenas…!, un libro en cuya portada, de pie sobre un mapa de Venezuela, se dibujaban, uno al lado del otro –en muestra del protagonismo social de natura191
ALEXANDER, Robert J.: ob. cit., p. 21. Traducción nuestra.
Ibidem, p. 28. Traducción nuestra.
193
Tal fue el título dado por Prieto a su más conocido libro de tema educativo, salido a luz por primera vez
en el exilio habanero de 1951.
192
83
leza policlasista a que aspiraba para sí la Revolución betancuriana de Octubre– un soldado, un campesino, un obrero, una maestra, una mujer común, un profesional liberal, un empleado…?194 ¿Ese mismo texto donde, páginas adentro, se amalgamaban escenas de elecciones políticas, de campesinos manejando tractores (fue durante el trienio
cuando se fundaron las primeras escuelas de tractoristas agrícolas en Maracay, Barquisimeto y Nirgua) y de fábricas humeantes (estaba de por medio la política de impulso
de la industrialización pública y privada, para cuyo logro, recordemos, había puesto entonces Betancourt sus más firmes esperanzas en la flamante Corporación Venezolana de
Fomento)?
Para un futuro, atravesado el puente de fuego que representaría la década dictatorial
militar, quedaría el volcarse, pero esta vez con espíritu de unidad nacional y hecho
autocrítica de los errores del trienio, sobre ciertos asuntos de vital importancia, en cuya
consecución Betancourt, Gallegos y los hombres de octubre de 1945 habían fracasado o apenas obtenido éxitos parciales: una Constitución Nacional de consenso, unas
relaciones inter-partidistas libres de pugnas que distaran de las comunes en un régimen
democrático, un ejército institucionalizado y apolítico, un estatuto jurídico de convivencia entre Estado e Iglesia Católica y un avenimiento obrero-patronal que cimentara
la paz laboral.
194
Valdría decir, en esencia, los mismos grupos sociales para cuyo beneficio se haría –conforme a este párrafo
del ácido panfleto político Con quién estamos y contra quien estamos, escrito por Betancourt en el ya relativamente lejano 1932– el futuro cambio revolucionario: “Con ellas estamos. Con las clases explotadas, con
el camisa-de-mochila, con el pata-en-el-suelo, con las peonadas de los hatos, con los siervos de los latifundios cafetaleros, con los obreros de las petroleras, con los dependientes de las pulperías, con los medianeros
de los ingenios, con el pequeño comerciante arruinado por la competencia capitalista, con el pequeño propietario absorbido por la gran propiedad, con el maestro de escuela y demás intelectuales proletarizados que
a precios miserables venden su ciencia o sus cuartillas, con los soldados reclutados en leva forzosa, con el empleado público subalterno, con toda clase, en síntesis, integrada por nuestros hombres de músculo o de
pensamiento que por salarios de hambre entregan su fuerza de trabajo al Gobierno o a los patronos particulares, nacionales o extranjeros”.
BETANCOURT, Rómulo: Con quién estamos y contra quién estamos, en: Antología política, Volumen Primero,
1928-1935, p. 399-400.
84
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El País (1945-1948)
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Archivos
Archivo Rómulo Betancourt (Caracas)
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