F1_01_03 POR.QXD

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F1_01_03 POR.QXD
(coches)
fake mag.
(coches)
Número 1
verano 03
gratuita
FOTO DE
NICOLA KUPERUS
fakeditorial
F
6
fake-in
6 / E D I TO R I A L / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
1 0 / C R AS H TO U J O U R S
1 5 / VOY A M I L
1 6 / A D U LT. E L E C T R O C R A S H / / / / / / / / / / / / / / / / / /
2 1 / D E T R O I T, C O C H E S , T E C H N O / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
22 / DAN N I I M I NOG U E ////////////////////
2 6 / AMAN DA LE PO R E VA AL I N F I E R N O////////////////
30 / TESIS, ANTÍTESIS, PRÓTESIS ///////////////////////////
3 6 / T H E R AV E O N E T T E S / / / / / / / /
3 8 / L A R R Y C L A R K V S . T I F FA N Y L I M O S / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
40 /
M O DA : W E A R YO U R C A R L I K E / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
4 6 / A L L Í D O N D E A PA R C O E S T Á M I H O G A R / / / / / / / / / / / / / / / / / /
50 / CASEY SPOON E R ///////////////////////////////////
contagioso)
54 / YO, C O N C HÓF E R
56 /
ARTE.
VA LE N C I A Y V E N E C IA
57 /
L ETRAS.
58 /
CI N E.
60 /
MÚSICA.
N EAL POLLACK
J O R D I V I LC H E S
FAT T R U C K E R S
6 2 / FA K E O U T: M U C H O V I C I O / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
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fakevisiones
Voy a mil
P O R G U STAVO D E N TO
Siempre la misma sensación. Sé
que se me pone una medio son-
do se clavan en la espina dorsal. Y tercera, pisando antes de que la curva se empiece a abrir. Sin saber que habrá detrás. Estar vivo.
Hay mucha gente que no le encuentra interés a las autopistas. Una recomendación:
agarrar (AGARRAR) el volante de un BMW 540, salir de Salzburgo y cruzar Austria en
dirección a Innsbrück. Mediodía de septiembre. Sin permitir un solo cambio a menos
de siete mil vueltas. La sensación es otra: dos toneladas de inercia y control. Dos raíles, cuatro ruedas. Relajación. Y poder. Poder. Y la maldita manía de las medias. No
puedo evitarlo. Cada hora, cada media hora, cada quince minutos, cada cinco. Y la
maldita manía de los fabricantes de hacer que la velocidad del reloj no coincida con
la real (¿por qué?). Es igual, el reto es mayor. Autopista y coche construidos para evitar cualquier tipo de susto. Estabilidad a prueba de nerviosos, suavidad, cuero, altavoces que apenas vibran, impecable insonorización, suave ronroneo a 250 kilómetros por hora. El reto de poner a prueba máquinas casi perfectas, de hallar pasión
en la rutina, escalofríos bajo el traje, calor en la fría ingeniería alemana. Y se encuentra, joder si se encuentra. Ravers con chaqueta de Armani. MDMA en los canapés.
Bosques, cielos grises y curvas, muchas curvas largas, interminables, majestuosas,
árboles centenarios que absorben la carretera. Será todo lo políticamente incorrecto
que se quiera, pero las autopistas de montaña son… ¡Dios! Transforman el conducir en una experiencia gloriosa. Tremendas obras de ingeniería al servicio de un
deseo: de la búsqueda de una experiencia. Interminables subidas en constante curva. Sin permitir que el coche baje de 180, de quinta a cuarta, de cuarta a tercera, el
motor rugiendo al límite y la aguja entrando en zona roja. Y nadie más en el horizonte. Izquierda, tercera, cuarta, derecha, tercera, izquierda, cuarta y a fondo, subiendo, subiendo. Tensión, los dos pies arriba, abajo, casi simultáneos, ya son sólo movimientos reflejos, clac, clac, clac. Volante, con violencia, las ruedas chirrían por encima del “Love Will Tear Us Apart”. Tengo que estar yendo muy deprisa, pero no es
posible parar, ahora no. Más, más. Es demasiado perfecto. Uno de esos MOMENTOS.
No hay muchos. Vuelvo a sonreír. Casi río. Tercera. ¡Dios! Se lleva dentro. Es parte de
uno. Es un medio, no un fin, que me proporciona esos instantes de felicidad que no
me abandonarán. Un medio del que uno no se puede deshacer. Nunca.
Siempre me ha parecido que conducir un Fórmula 1 debe ser un soberano coñazo.
Entendámonos: no me importaría nada tener los 900 caballos de un Ferrari de competición debajo del culo, haciendo sufrir mis vértebras en la primera curva de Monza,
o tragarme la recta de meta del antiguo circuito de Paul Ricard a 330 por hora hecho
uno con el Recaro. Pero, francamente, dar 62 vueltas, una tras otra, cambio semiautomático (sacrilegio), toneladas de datos y frío análisis detrás para decirme cuando,
cómo y dónde tumbar el tobillo, no. Pierde el encanto. El encanto está en la libertad,
en la capacidad de decidir cuándo, cómo y dónde, en equivocarse al entrar en una
curva y tener que rectificar, tercera, segunda, salto, volante, chirrido, la adrenalina
disparada recordándote que han sido unas décimas las que te han permitido volver.
Y repetirlo buscando de nuevo el límite. Haciendo fuerza con el costado para volver
al asiento. Descubrir cada curva por primera vez. Instalarse en el riesgo, una, y otra,
y otra vez, sentir que las ruedas han vuelto a sus raíles. Y no descansar, y seguir, y
sonreír. Y mirarse la sonrisa en el retrovisor.
risa cuando enfilamos la pista. Un segundo detenido, y hasta el fondo. El asiento
se aprieta, la sonrisa se abre. Nunca me permito dormirme en los aviones antes
de haber sentido ese cosquilleo.
Si fuera el único habitante del planeta, nunca me hubiera enterado de que mis hábitos al volante son, digamos, violentos. Sólo soy consciente de ello por comparación.
Por comparación y por esas sonrisas que suelen iluminar las caras de mis pasajeros
ocasionales y, sobre todo, de los habituales. No hay otra manera. No puedo concebir
ponerme al volante sin apretar a fondo el acelerador (hasta donde el pedal me deje:
hace mucho que quite las malditas alfombrillas, culpables de robarle caballos al motor
cada vez que tumbaba el pie). Para mí no existe otra manera: el pie pisando hasta
marcar la tapicería, la mano derecha agitándose, violenta, deseando que se pudieran engranar 50 marchas, que las vueltas no dejaran de subir.
La palanca, corta, preferiblemente metálica. El volante bajo, casi tocando las rodillas.
Incrustado en el asiento. Izquierda. Apretar. Fuerte. Soltar. Derecha. Seismilquinientas.
Presión en las costillas. Segunda. Sietemilquinientas. Pisarsoltarpisar. PISAR. Siete
mil. Pisarsoltarpisar. Clac. Más. Todo desaparece. Clac. Clac. Poder. Control. Clac. Nada
importa. Sentir la vibración de los altavoces en las piernas. Curva. Bajar. Cuarta.
Tercera. Salto. Cuarta. Tercera. Segunda. Siete mil. Salto. Poner a prueba el agarre de
los asientos. Los neumáticos deben estar chirriando. Imposible oírlos. Cruzar de Italia
a Suiza por el Gran San Bernardo a mediados de junio, atardecer en los Alpes, y los
220 caballos de un Lancia Delta Integrale empujando, uno a uno, cincuenta a cincuenta, doscientos veinte en cada costado y quieres más. El cuerpo sólo tiene el volante como punto de apoyo. Los antebrazos, rígidos, en permanente tensión. Notas en
los dedos cómo las costuras de la piel empiezan a dejar marca. Izquierda. Segunda.
Sietemilquinientas. Cada curva parece la última. Interminable verde, cielo gris. Qué
falta hará aquí el sol. Una burbuja dentro de una burbuja.
Y pasa a la pista seis y ese cosquilleo en los tobillos. Entra “Dark Angel”, de Electronic.
Violines. Hacía rato que no oía el motor, que ruge, sube, sube. Entra el teclado, no
hay vuelta atrás. Serán seis minutos. Soltada. El motor vuelve a desaparecer. Todo ha
desaparecido. El mundo entero ha dejado de existir. La sensación de poder es desbordante. Caja. Libertad. “You don’t want me, but I don’t care… I’m independent…”.
Y qué coño importa nada. Disfrutar ese concreto segundo y el siguiente, y el siguiente, y pedir más vueltas, y subir un punto. Aislamiento total. No quieres a nadie más
contigo. Nada más. Ya ni siquiera estás tú.
El mundo rebosa de imbéciles que tratan de liberar sus frustraciones iniciando ridículas competiciones. Tarados que ahogan motores en los semáforos mientras miran
de reojo algo que jamás entenderán. Mediocridad. Se compite contra uno mismo,
para deshacerse de límites, cuerpos, vidas. Para alejar al soy del deseo de ser, prolongarse, extenderse, superar las barreras físicas, llegar a acariciar sensaciones
reservadas. Uno sólo se puede vencer a sí mismo. Y nunca lo consigue. Y repite.
Una vez. Y otra. Y mil más.
“Loops of Infinity”, de Cosmic Baby, haciendo vibrar el diafragma. Y Escocia, el
valle de Glencoe, el desierto verde, un Subaru Impreza, descomunal, creado para
correr, para rugir, una máquina que sólo se satisface cuando las agujas del mieF
Gustavo Dento es gerente de ventas y piloto kamikaze en su tiempo libre
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fakestarring
Por la autopista al
infierno de la música
electrónica circula un vehículo extraño. No es especialmente grande ni bonito, tampoco un último modelo, sólo rápido y mortal. Dos caballos desbocados de
potencia, tracción visceral, maletero con cadáver de
serie, tapicería incómoda, combustible altamente incendiario, matrícula de Detroit. De cero a cien en un segundo, cuando los otros van, él ya está de vuelta. Su nombre es paranoia y es un coche de choque. Al volante,
una pareja de maníacos (conste que lo dicen ellos).
Nicola Kuperus y Adam Lee Miller, esposos y residentes
en la Ciudad del Motor, deberían figurar en un manual
de psicopatologías: autismo, esquizofrenia, obsesión,
fobia, náusea vital. Al menos como Adult., esa apisonadora de estilos que conducen como el que lleva un
tanque, espachurrando tópicos, arrollando etiquetas.
Hace un par de años resucitaron para las masas (es un
decir) con un álbum que recopilaba lo más lucido de los
maxis y EPs que se dejaron por las carreteras secundarias del underground en los dos primeros años de su periplo, y ahora no hay quien les ponga freno. Ni siquiera
aquellos que pretenden incluirlos en el circo electro(clash).
Por ahí van los tiros –ráfagas de ametralladora, en realidad– de su nuevo elepé, “Anxiety Always”, severo
correctivo para reduccionistas a golpe de punk electrónico bailable y constatación de que no todo el monte
electro es orégano. «Llegados a este punto, deberías leer
entre líneas», recita Nicola en la inquietantemente hipnótica “Kick in The Shin”. Eso, una patada en la espinilla,
un puñetazo en el mentón de los que no quieren
enterarse. Con ustedes,
The Fast and The Furious:
–Estamos cansados, hartos del empeño de cier-
ADULT.
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F
tos periodistas por categorizarlo y compartimentarlo todo. Por eso intentamos ir más allá. Puede que
todavía no lo hayamos conseguido, quizá de momento sólo andemos empeñados en combatir el encasillamiento. Pero lo que siempre nos ha movido a entrar
en el estudio, todas y cada una de las veces, es la búsqueda de la originalidad.
–¿Os dais cuenta de que, para quien no os conozca,
podéis sonar como un par de misántropos? Cuando
decís aquello de “People, you can confuse them”,
por ejemplo...
–No. No pensamos en las letras de nuestras canciones
como insultos contra toda la Humanidad. Mayormente,
van dirigidos a los críticos musicales superficiales.
–Y a vosotros, ¿qué tipo de gente os confunde?
–Los críticos musicales superficiales.
Resulta que a la revista británica Muzik (el ¡Hola! de la
prensa dance, vaya) no le gustó demasiado aquel
P O R R A FA R O D R Í G U E Z / / F OTO G R A F Í AS D E N I C O L A K U P E R U S
“Resuscitation” (2001) y así lo hizo saber en la pertinente review. Un mes después, sin embargo, Adam y
Nicola recibieron el siguiente email: «Nos gustaría
entrevistar a Adult. para Muzik, tenemos una nueva
sección electro». «Ese es el tipo de cosas que nos ponen
enfermos», dice Miller. En “Paranoid Vision”, un tema
del dúo incluido en su compilación “Misery Loves
Company” (Ersatz Audio, 2002), puede oírse a Kuperus
bramar: «Brand new kicks/Make me sick». Hacer alarde de una conciencia artística tan vasta como culturalmente crítica es lo que tiene.
–Nosotros sólo hacemos música. Punto. Lo de poner
etiquetas se lo dejamos a ésos que necesitan las categorías por encima de la calidad. Pero que sepan que
vamos a seguir combatiéndolos.
–¿Lo vuestro es un simple caso de inconformismo,
una pose gruñona o un compromiso social?
–Diríamos inconformismo, sí. Lo de encajar en nunca
ha ido con nosotros. Somos terriblemente reaccionario
en ese sentido, nos da alergia. Detestamos pertenecer a
algo, nos gusta esa sensación de estar en un limbo creado por nosotros mismos. Por otro lado, pensamos que
la cultura mainstream es el
enemigo, y ese es un hecho
que da mucho de sí a la hora
de componer. ¿Gruñones?
Qué va. Estamos muy contentos con nuestras vidas ahora mismo. En cuanto a lo del compromiso social, bueno, no creemos que un artista necesite tenerlo, de la
misma manera que estamos convencidos de que no
deberían existir reglas o requisitos algunos en las artes.
–¿Os sentís aislados?
–No mucho.
Nicola y Adam siempre han sido un poco outsiders. Al
menos musicalmente. Vivir en Detroit tampoco les ha
ayudado: demasiado pop para la aristocracia techno,
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demasiado electrónicos para la ralea indie-garage-punk
del lugar. Por eso, desde 1995, lo están haciendo a su
manera. Ersatz Audio, el sello discográfico que dirigen
y en el que publican casi todo su material como Adult.,
encarna sus férreos valores: simplicidad, austeridad y
artificialidad. Iluminado por la doctrina del Do It Yourself,
comenzó a darle forma Miller –recién despedido de una
convencional banda punk de tres instrumentos por querer incorporarle unos cacharritos– con la ayuda de R.
Saltz, intelectualizando, deshumanizando y experimentando, hasta que el (synth)pop empezó a ganar la
partida. De ahí Monoplaza, un subsello ya extinto más
orientado a los pies que a la cabeza y donde arrancó Le
Car, seminal genialidad lo-fi de Adam bajo el alias de Jack
Vulpine (ahora sólo lo usa cuando quiere hacerse pasar
por guitarrista). Era 1997 y, para entonces, Saltz ya había
desertado en pos de la ciencia informática mientras Kuperus, que hasta la fecha rondaba la compañía como >
> artista plástica invitada, pasaba oficialmente a mayores
en el staff. Cada vez más atento a la pista de baile tras
el nacimiento y prolijo desarrollo de Adult. (siete Eps,
un puñado de canciones/colaboraciones dispersas en
diferentes álbumes y recopilatorios, un elepé e innumerables remixes –de Felix Da Housecat a Fischerspooner, pasando por Bis, Tuxedomoon o Bobby Conn– entre
1998 y 2002), Ersatz Audio es uno de esos escasos ejemplos de honestidad e integridad y la mejor prueba de
que, así lo llames synthcore, new wave, techno, electro
o «dance punk para mutantes» (sic), todo tiene sentido
si se acomete con pasión. Por cierto: ersatz es un término de origen alemán que significa sustituto y que los
ingleses derivaron al terreno del arte para designar las
copias o imitaciones artificiales e inferiores al original.
–A quien habría que sustituir
de verdad es a esos artistas
que se limitan a subirse al
carro con oportunismo, listos
para el saqueo, sin tener
cuidado ni respeto.
–¿Cuál es vuestra política de fichajes?
–Ahora mismo, preferimos conocer personalmente a los
grupos antes de sacarles disco. Queremos saber si están
en esto por la música, como nosotros, que nos entregamos al cien por cien. Jamás ficharemos a alguien eligiendo su maqueta al azar, porque sí.
–¿Y las producciones y remezclas? ¿Da igual si se trata de un hombre orquesta como Magas, unas punkettes tipo Erase Errata, unos revisionistas a lo The
Faint o unos provocadores como Fischerspooner?
–A los tres primeros les apoyamos porque nos encantan como artistas y son gente muy cool. En cuanto a
los últimos... Al principio no quisimos hacerles el remix
(del megahit “Emerge”) porque no habíamos oído nada
suyo y no teníamos claro de qué iban. Aceptamos sólo
después de que nos lo pidiera John Selway, el tipo que
dirige Serotonin Records (el sello que situó al supercombo neoyorquino en el mercado por primera vez) y
viejo amigo nuestro. Bueno, también nos llamó Warren
Fischer para convencernos. Así que lo hicimos. Ahora
casi nos arrepentimos, en vista de lo que representan...
–Si tanto apreciáis la filosofía punk del todo vale,
¿por qué los detestáis de esa forma?
–Larry Tee y Fischerspooner han declarado pública y
notoriamente que les importa un bledo la integridad. Al
carajo con semejante postura de posmodernas caducas.
–¿Tee es lo peor que la ha pasado nunca al electro?
–Sí.
Adult. estuvo en el Electroclash Festival primigenio
orquestado por Tee en Nueva York en el otoño de 2001.
Fue la gota que desbordó la paciencia de la pareja de
Detroit (nada que ver con rivalidades ni egos locales).
«Parecía una fiesta de fin de curso, con todos aquellos
grupos actuando en playback –recuerda Miller–. Hubo
mucha gente que dijo: ‘Ahora que lo han bautizado, no
tardarán en matarlo’, y nosotros tratábamos de convencerles de que no era el nombre de un género, sólo
el apelativo de un festival». Desde entonces se ensañan
con la etiqueta en cuanto se lo ponen a huevo: «El electroclash apesta. La mayoría de las canciones son estúpidas: ‘Soy un robot sexual y escucho a mi ordenador’.
Qué ridículo. ¿Cuánta mierda más sobre sexo y robots
es capaz de soltar la gente?», escupe Nicola. El año pasado declinaron la invitación para volver a actuar en el festival de marras y, en un intento por librarse de su alcance, se fueron de gira con los post rockers Trans Am. Para
el caso, su adscripción involuntaria al hype más denostado por la crítica ortodoxa de los últimos tiempos les
ha ayudado a saltar a la primera división dance, a vender más discos que nunca y a provocar expectativas.
–Lo cierto es que cuando empezamos a escribir las
canciones para “Anxiety Always” nos sentimos muy
presionados, mucho más que con el anterior elepé.
Con “Resuscitation” apenas nos conocían unos cuantos, y ahora ya ves. Resulta difícil centrarse cuando, de
repente, todo el mundo empieza a especular y a esperar algo de ti que tú ni siquiera te habías planteado.
–¿Y cómo os enfrentasteis a vuestro primer larga
duración de verdad? Porque “Resuscitation” no era
sino una especie de greatest hits, una colección de
singles ya publicados.
–Bueno, eso depende de la percepción de cada uno. Por
lo que se refiere a “Anxiety Always”, para nosotros es
un álbum en toda regla, con un orden calculado y un
ritmo específico de principio a fin. Tiene que ser distinto a la fuerza porque odiamos repetirnos; lo que queremos es crecer, afrontar retos, probar cosas nuevas.
Además, el sonido de Adult. ha evolucionado en estos
dos años porque hemos tocado mucho en directo.
–Ah, sí, ahora hasta se escuchan guitarras eléctricas...
–Pues no es para sorprenderse. Adam toca el bajo desde 1985, cuando tuvo su primera banda. Y ya incluimos
el bajo en tres temas de “Resuscitation”.
–¿Creéis que sonáis más que nunca como un grupo
de punk rock?
–Mmmm... No sabríamos muy bien cómo responder a
eso... Es probable que en este nuevo disco haya más elementos de punk rock reconocibles, del bajo distorsionado a la velocidad vocal de canciones como “Turn Your
Back”. Aunque el espíritu underground del DIY (do it
yourself) es el mismo que en “Resuscitation”.
–¿Pretendéis ganar audiencias mayores?
–En absoluto. Nunca pensamos si lo que publicamos le
va a gustar a la gente o si le interesará a alguien vernos actuar. Lo que ocurre es que, después de tantos conciertos, nos encontramos con que nos apetecía seguir
desarrollando la experiencia y pensamos que sería estu- >
18
F
> pendo escribir una serie de temas a propósito para pasar-
lo aún mejor interpretándolos en directo. Además, de
esa forma, el público también se divierte mucho más.
–Eeeeh..., ¿y no os hace sentir frustrados el hecho de
ser mundialmente conocidos gracias al electroclash?
–¿Estás insinuando que no
nos merecemos el reconocimiento por nuestro propio
talento y perseverancia?
Glups. Mal rollo. La cosa va a peor en cuanto nos ponemos a hablar de los beneficios económicos (vulgo, pasta gansa) que reporta la cuestión y sale a relucir el nombre de DMX Krew, un pesetero, que se decía antes,
según algunos. Electro cash. «¡Qué dices, si es amigo
nuestro! No permitimos que se le insulte así. La has
cagado». Maldición, este par debería venir con instrucciones de uso. En un momento determinado, me
advierten: «Estamos hartos de ese tipo de periodismo
androcéntrico que da por sentado que Adam es el que
compone y Nicola, la que canta. Que quede claro: los
dos escribimos música y letra». Perdón, pero ya lo había
notado. Además, a un servidor nunca se le ocurriría
decir que Nicola canta.
–Nos gusta atemorizar a la gente normal. Es bueno que
nuestro trabajo resulte un poco inquietante. No nos
apetece nada tener a fans de Creed en nuestros shows.
–¿A qué fans de qué grupos admitiríais como vuestros?
–A los de Magas, Erase Errata, Tamion 12 Inch, Goudron,
The Faint, Gold Chains, Numbers... Gente inspiradora.
–Por cierto, ¿cuál es vuestra relación con la escena
ghetto tech de Detroit?
–No existe. Hace dos años estaba bien, había cosas
muy excitantes. Ahora no hacen más repetir la misma
canción una y otra vez.
–¿Tenéis contacto con los popes del techno local, ya
sabéis, que si Derrick May, que si Juan Atkins, que si
Carl Craig...?
–Carl Craig es un tipo muy agradable. Hemos colaborado con su sello en alguna ocasión. Con el resto nos
habremos encontrado un par de veces, pero no podemos decir que tengamos trato.
–¿Y con vuestros vecinos rockeros?
–Es gracioso. Para nosotros, bandas como The White
Stripes o Electric Six no son en absoluto nuevas, llevan
años tocando en pequeños bares ignotos, aquí, en Detroit.
De todos modos, nos interesan más grupos como The
Dirtbombs, Clone Defects y mierda por el estilo.
–¿Por qué no queréis decirme qué discos habéis esta-
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do oyendo en los últimos tiempos para dar forma a
“Anxiety Always”?
–Te vas a quedar con las ganas otra vez. Hemos decidido ser absolutamente secretistas en ese sentido, porque mucha de la música que hemos amado a lo largo
de los años ha terminado desacralizada por la prensa
y por otros grupos. Así que no queremos darle ideas a
nadie, ni decir nombres de artistas que la mayoría ha
olvidado. Bueno, este sentimiento podría cambiar la
semana que viene pero, ahora mismo, es lo que hay.
John Foxx, Gary Numan, Visage, P.I.L, no hace falta que
me lo digan, gracias. Como tampoco que Nicola bebe
de Helmut Newton cuando ejerce como fotógrafa o que
Adam refleja a Sol LeWit y James Rosenquist cuando pinta. «La pareja incordial», les llama un amigo suyo.
Enfrentarse a Adult. es como sentirse fascinado por un
coche accidentado. Terrible, pero no puedes parar de
mirar. Electro crash. Tienes una noche entera dedicada a ellos y su sello en el Festival Internacional de
Benicàssim para comprobarlo.
–¿Hacia dónde va el electro?
–Después de que su nombre haya sido violado por tantos grupos y periodistas, a la mierda, retrete abajo.
Ya puedo oír cómo tiran de la cadena.
Detroit, coches, techno
Detroit es la ciudad del soul,
Iggy Pop y los Pistons, aquellos
3- Turbo. El canadiense Tiga homenajea descaradamente el universo de los
cilindros con este sello que, en principio, tiene que ver más con el electro amable y
el house limpio que con la grasa y la velocidad. Pero mire usted que se llama Turbo
(por algo será) y que uno de los hits más rotundos que ha editado es el “Crockett's
Theme”, de FPU, una versión de aquella melodía de “Miami Vice” que sonaba cuando Sonny Crockett se montaba en su descapotable y apatrullaba la ciudad.
4- Devon Records. El gran mito de los 80 no es el Coche Fantástico, sino
su inventor, Devon Miles, aquel señor entrado en canas que acogió a David Hasselhoff
y le trató como a un hijo. Y como buen freak, Ed DMX (DMX Krew) decidió rescatar
la memoria de tan ilustre apoteosis catódica para un sello ya extinto cuyas referencias están más buscadas que Bin Laden: una con Kitt en la galleta de los vinilos la
firmó bajo el sobrenombre de Michael Knight. Clase, mucha clase...
5- Fuel Recordings. O donde el breakbeat más oscuro y el mundo de
los coches trucados se juntan en atronadora conjunción. Los responsables de Fuel,
sello cuyo elenco de artistas incluye a Tipper, S.I. Futures o The Dexorcist, consideraron que su música debía ser ideal para sonar en equipos de más de 500 vatios.
Anécdota: en Glastonbury acamparon el auto a un kilómetro del escenario en el que
tocaban Prodigy para montarse una rave improvisada y la organización tuvo que
pedirles que bajaran el volumen, que no dejaban escuchar el concierto.
6- R&S. A principios de los años 90 este sello lo fue todo: descubrieron a Joey
Beltram, Aphex Twin, Dave Angel y Biosphere, trazaron la fina línea entre el ambient
más burbujeante y el hardcore techno de tonos parduscos y, para redondear el efecto, ficharon a Model 500 y copiaron tal cual el logo de Ferrari para su imagen de
marca. Claro, les cayó un puro. Actualmente el sello no existe, y adivinen por qué.
7- Dave Clarke. El peludo DJ británico no sólo tituló “No One's Driving”
uno de los temas de su obra cumbre, “Archive One” –con samples de frenazos, acelerones y derrapes–-, sino que además es aficionado a conducir cochazos a toda
leche en plena autopista. Le han puesto tantas multas como piñas se ha pegado.
8- Sexo en el asiento trasero. Lo de Los Inhumanos y su Simca
1000 se queda en un juego de adolescentes con escozor en la ingle en comparación
con las rufianadas de Squarepusher, que transformó su “My Red Hot Car” en “My
Red Hot Cock” (una historia de felaciones con miembros venosos al lado de la palanca de cambios) o de Jamie Lidell (Super_Collider) que en “Daddy's Car”, tema exclusivo para el sello Lex, canta en plan Sam Cooke sobre montárselo en el maletero.
9- Aphex Twin. Todos nos reímos mucho con lo de su tanque, pero tenemos que recordar que el amigo Aphex se hizo con tan preciada pieza militar (y con
un edificio entero de oficinas en el centro de Londres) tras cobrar una millonada
por los 20 segundos que duró su tema exclusivo para Pirelli. ¿Recuerdan? Salía Carl
Lewis corriendo. Pues eso, Aphex Twin y neumáticos. Quién lo iba a decir.
10- Seat Makinero. Parodiando una cuña de radio, un pilluli cualquiera nos intenta vender el último modelo de coche pa'molar, el Seat Makinero
GTIs, para tus noches especiales en Skorpia. ¿Accesorios? Maquinilla elétrica para
raparse, compartimento oculto para el chándal, tubarro trucado... De lejos, la mejor
pieza de humor en castellano desde lo de Encarna y las empañadillas.
chicos malos del baloncesto que se midieron a Magic Johnson y sus Lakers en las
finales de la NBA de finales de los 80. Pero también es la ciudad del motor –allí está
la sede mundial de Ford– y del techno. Y si ha habido una imbricación entre música de baile y bujías ha sido gracias, entre otros factores, a la mitología motorizada
que muchos artistas y DJs de la ciudad han creado sobre el mundo de las cuatro
ruedas. Ya se sabe que el techno habla de futuro y del espacio, de vida artificial e informática, de ruido y velocidad. Y aunque su compromiso con la ciencia ficción es un hecho,
también lo es con otro tipo de fascinación: las máquinas, la producción en serie, el
rugido de los combustibles fósiles. Por eso, Detroit, techno y automóviles son dos mundos compatibles. Muchos artistas han puesto en común ambas experiencias (A Number
of Names se inspiró en un modelo de Opel en el tema “Shari Vari” y el productor Fred
Gianelli se puso el alias de Mazdaratti en homenaje a Mazda y Masseratti), pero nadie
arrastra un historial diesel como el de Juan Atkins, padre de toda la historia.
Cuando comenzó su carrera con el proyecto Cybotron ya tituló uno de sus temas
“Cosmic Cars”, en alusión a los “Cars” del semirobot Gary Numan, aquella mariposilla del primer synth-pop británico, y poco después empezó a grabar maxis en su propio sello, Metroplex, bajo el nombre de Model 500, tomado de un modelo de Ford,
algo así como el Seat Ibiza de la época. A principios de este año se ha sacado de la
manga el alias Model 600, –inspirado en un nuevo ítem motorizado que debería invadir las carreteras en breve–, una colaboración con Mad Mike (factótum de Underground
Resistance) y Mark Taylor que explora nuevos sonidos para el electro. Sin duda, Atkins
es el artista de Detroit más obsesionado por la cuatro ruedas, más aún que Kenny
Larkin (coleccionista compulsivo de descapotables), que Derrick May y que incluso el
miembro masculino (con perdón) de Adult., que antes grababa en un grupo llamado
Le Car. Y es que Atkins, además de haberle puesto música al último anuncio del Ford
Focus, culminó su fijación con los tubos de escape con un título antológico, “Night
Drive (Thru Babylon)”, uno de esos temas que cambiaron la historia de la música.
Techno sobre ruedas: el top ten. Olvídate del tunning: la relación íntima entre la música y tu buga va más allá del makineo y sus ancestrales costumbres. La música electrónica, fascinada por la tecnología, el ruido y el progreso, ha
establecido conexiones estrechas con el mundo del motor y, en algunos casos, los resultados han sido tan hilarantes como extraños, o tan profundos como superficiales, de
todo hay. Porque no sólo de Detroit y de la factoría Ford vive el techno con chasis.
1- Kraftwerk: “Autobahn”. «Conducimos, conducimos por la autopista...», cantaban Ralf Hutter y Florian Schneider en su primer gran éxito (1973),
mientras imaginaban las infinitas extensiones de aquellas vías que conectaban los
Länder germanos. El gran clásico sobre el manejo del volante y los sintetizadores,
homenajeado por Gerard Potuznik en Mego, justo antes de pasarse al electroclash.
2- Steve Bug. A este alemán desgarbado le pusieron el mote de Bug porque siempre conducía un Escarabajo. Sus primeros discos hacían referencia al Volkswagen
–el segundo se llamó “Volksworld”– hasta que descubrió que una imagen macarra a
lo DJ Hell (sexo, casinos, gángsters) daba más pasta. Ahora dirige el sello de minimal
house Poker Flat y, con el dinero que gana, seguro conduce un Lamborghini.
F
POR JAVIER BLÁNQU EZ
Javier Blánquez es periodista y autor de “Loops. Una historia de la música electrónica”
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DM
danni minogue
You should be so lucky
POR ISOB E L
No me gustan las princesas. Ni las heroínas.
Ni las que salen de las fiestas como entraron cuatro horas
antes: con el pelo (y las bragas) en su sitio. Me aburren
las historias de superación personal y las vidas ejemplares. Siempre he preferido a Alexis antes que a Krystal
(Carrington). Y, por supuesto, a Dannii antes que a Kylie.
La historia de la menor de las Minogue tiene un recorrido mucho más serpenteante, morboso y (digámoslo)
sucio que el de su cuasiperfecta hermana. Claro que aquí
nos hemos enterado poco de sus idas y venidas, por
aquello de contentarnos con las manufacturas más fácilmente consumibles por casi todos los públicos. Tampoco
es ella de las que se dejan ver demasiado fuera de Londres,
París, Berlín o Melbourne (donde nació), sus más favorables feudos. Sin ir más lejos, hace algo más de un mes
debía haber acudido a su cita promocional
(ya tiene un quinto disco en las tiendas,
“Neon Nights”, ochentón, con regusto electropop y un tema estrella, “Put The Needle
On It”, con remezcla de Tiga) con los medios
españoles. No sabemos si es que le damos
risa, que tenía resaca, que le importa un
pito lo que venda fuera de su territorio o una
combinación de las tres. Lo cierto es que la
oveja negra de la familia Minogue adujo una repentina
enfermedad y anuló todas sus citas. Una pena.
Finalmente, la conversación se resuelve vía telefónica y
un tono francamente disuasorio (las diez de la mañana
debe ser una hora demasiado temprana para una party
animal de su calibre) me impide hacerle la primera pregunta que me viene a la cabeza: ¿Qué llevas puesto? Es
igual. Probablemente me hubiera contestado que se está
tomando su tercer té verde de la mañana, tras haber
sostenido durante eternos segundos sus (al menos) diez
posturas de yoga. La verdad, yo prefiero imaginármela
con la ropa sudada y el rímel corrido, recién llegada de
una rave fina. Al menos, durante el transcurso de la conversación me da esperanzas de que mi imaginación no
se está saliendo de madre: «No sabría cómo definirme.
No puedo ser objetiva. Pero no me veo como una estrella del pop, ni como una actriz de musical ni como una pin-up. Si hay algo que
soy es una club kid». La sujeta en cuestión tiene 32 años. Consuela pensar que
hay cosas que nunca cambian.
En 1990, una revista británica editó la
biografía de Dannii al precio de 4,95 libras.
Hoy se pagan hasta 200 en las cibersubastas por aquel ejemplar. Con seguri-
DANNII
MINOGUE
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dad, mucho más de lo que la mayoría se sacaría del bolsillo para llevarse sus discos (“Love And Kisses”, 1990;
“Get Into You”,1993; “Girl”, 1997, y “Singles”, 1999) o
por las grabaciones de sus apariciones en musicales (“El
jorobado de Notre Damme”), teatro (“MacBeth”, “Los
monólogos de la vagina”), películas (“Secrets”, 1992) o
programas de televisión (“The Big Breakfast”, “Top of
The Pops”). Para qué negar que su carrera profesional,
aun teniendo momentos que, condescendientemente,
se podrían calificar de graciosos, se queda en lo mediocre. Casi 14 años de permanencia en el showbiz (todo
un récord en el mercado británico) no la han liberado de
la alargada sombra que proyectan sobre ella los éxitos
de Kylie, el espejo en el que todos la obligan a mirarse.
Es más, como si de uno de los culebrones en los que
debutó de niña se tratara, se ha visto empujada a ejercer del lado tenebroso de su hermana, primero como una
forma de diferenciarse, más tarde por simple inercia.
«Dicen que soy la sucia,
la pervertida, la vamp. La
prensa crea personajes que
fantasean con lo que eres.
Aciertan en que ambas
somos completamente opuestas. Como el blanco y el
negro. ¿Quién es la reina del vicio y quién el ejemplo >
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DM
> de la pureza? Eso es algo que queda entre nosotras...».
Lo cierto es que, quitando la frígida provocación que
exhíbe en las portadas fashionistas y el atrevimiento de
firmar una línea de lencería barata barata, Kylie trasmite, más que nada, eso de mírame y no me toques.
Justo lo contrario que Dannii, que podría quedarse tan
ricamente en su casita disfrutando del fortunón que
obtuvo con un posado en Playboy, con su topless para
el calendario más vendido en el Reino Unido en 1997 y
con ciertas inversiones inmobiliarias. Todo ello, justo
después de divorciarse del actor de seriales (e hijo de un
Primer Ministro australiano) Julian McMahon (compartieron el plató del teleculebrón “Home And Away”
durante varios años), adelgazar muchos kilos, ponerse
pecho y destaparse como un animal de la noche (es
famosa aquella en la que se recorrió las torres Trump en
bragas y con una botella de champagne en la mano), en
compañía del piloto Jacques Villeneuve o uno de los
hermanos Bros, reciclado en ejecutivo de Warner (su
actual discográfica, qué casualidad). ¿Aún se atreverá a
negar que lo suyo no es la vida casera?
«De vez en cuando me vuelvo loca, como todo el mundo. No es algo que planee ni tiene que ver con el marketing. Todo lo que se publica está basado en la realidad, pero se magnifican cosas que no tienen tanta importancia para dar el titular más escandaloso posible.
La imagen que se da de mí
se basa sólo en cierta parte
de la realidad. Al final, lo que
ocurre es que acabas siendo
como quieren que seas.
¿Y no te molesta ser sólo eso, una fantasía? «No, mientras no afecte a mi vida privada. Kylie, mis amigos, mis
padres saben perfectamente cómo soy. Si los fans y la
prensa me prefieren viciosa, que así sea».
Al final va a resultar que la eterna segundona es lista.
Para qué arreglar lo que no está roto, que diría un castizo. Lo cierto es que ni canta ni bailar ni posa tan bien
como su hermana, pero bien que exprime el alto voltaje sexual que la distingue de tantas otras aspirantes a
popstar. Por eso, lo mejor de “Neon Nights”, batiburrillo de influencias ochenteras propicio para el dancefloor
y la remezcla, es las profusión de fotos que adorna el
consabido libreto. Bueno, eso y una canción, “Vibe On”,
en la que tiene la desfachatez de cantar las excelencias
del consolador. Si es que le gusta provocar...
«No hablo del vibrador sino de la vibración. De esa sensación tan fantástica que te invande cuando entras en
un club y no sólo puedes oír la música, sino sentirla en
tu cuerpo. No sé por qué todo el mundo me está malinterpretando. Es como una broma que piensen que le he
dedicado una canción a un consolador, ¿no crees?». Para
nada. Nueve de cada diez dentistas no pueden estar
equivocados... Y menos si la primera estrofa dice: «Instead
of just lying, why don’t you show me that you’re powerful. I put in XXX bateries, just so you give me something wonderful». ¡Parental Advisory ya!
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TO LA
PERRA
VAN AL
P O R A N O R E X I C R O B OT
INFIER
«Con una pinta tan divina, ¿a quién
le importa si eres de plástico?».
intenta besarle la pantorilla. Es DJ Hell. El canalla que gobierna el destino de la eurocomunidad electro con mano de Midas warholiano rindiendo pleitesía a la mujer de
su vida. «Hacía tiempo que deseaba trabajar con Amanda. Uno de mis artistas la conocía
personalmente y por eso la sugerí para protagonizar el vídeo de “Sun Glasses at Night”,
de Tiga & Zyntherius. ¡Fue amor a primera vista! Amanda es realmente maravillosa,
(Carmen Xtravaganza, flyer de The Barbie Ball).
El joven Armand comenzó a tomar hormonas cuando tenía 15 años. Se las pasaba un amigo transexual que aún no había cumplido los 18. A cambio, él le cosía
los trajes para un espectáculo de travestis. Tenía maña. Hacía algún tiempo que
se apañaba la ropa para ir vestido de niña al colegio. Un día le salieron tetas,
dos escurridos bultos pero tetas al fin y al cabo. Su madre se lo hizo notar alarmada. «No sé cómo ha ocurrido –decía Armand–.
Simplemente, ¡han crecido!».
Así que International Deejay Gigolo Records tiene nueva imagen. Amanda marca postura, imponente y desnuda, para su enésima sesión fotográfica. Está subiendo una escalera. Hay un tipo postrado a sus pies que
dulce, amable, todo bondad. Jamás se queja
ni se comporta como una estrellona. Es la
elegancia absoluta», dice de ella. Pero el
rey Gigolo tenía más planes para la reina
AMANDA
LEPORE
de Nueva York: «Con Arnold (Schwarzenegger) y Sid (Vicious) obtuvimos mucho
éxito, pero yo sentía que había llegado la hora de darle un giro a nuestro logo,
quería que nos representara una mujer. Quiero decir, ¿quién es la mujer más
bella ahora mismo, el ser más sexual sobre el planeta, fisícamente perfecto, como
los replicantes de Blade Runner? La respuesta era sencilla: Amanda Lepore. El >
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RAS
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secreto. No dijo mucho, se limitó a pagarle la operación definitiva en un hospital de Yonkers (Nueva
York).
Un día en la vida de Amanda: levantarse (tarde),
moldearse el pelo (durante horas) y masajearse
los litros de silicona (durante muchas horas más).
No le queda tiempo para nada más, ella, que ha
prestado su rostro a un reloj Swatch (modelo Time
Tranny). Algunas tardes se la puede ver en la boutique de Patricia Field, el santasantorum del crossdressing en la calle 8, atendiendo el mostrador
de los productos de maquillaje, el mismo lugar
donde conoció a su novio, Víctor, y despacha la
línea de perfumes que lleva su nombre. El resto
del mundo no existe.
Dicen que vive en una burbuja. Cuando le presentaron a un impresionado Quentin Tarantino se
quedó como estaba: no tenía ni la más remota
idea de quién era. Apenas come. Estuvo en Italia
rodando un spot publicitario para Armani Jeans
y la prensa aireó su desprecio por la pasta en favor
de las pastillas dietéticas. Una vez le preguntaron: «Amanda, ¿qué haces para conservar la
línea?». Y ella: «Comer un copo de corn flakes al
día; una caja me dura lustros. Y hacerme la
cirugía». Adivinen quién es una de sus grandes
colegas. Fácil: Jocelyn Wildenstein, la freak de la
alta costura mil veces retocada a corte de bisturí
para asemejar su rostro al de un felino. Amanda también ha perdido la cuenta, de
sus operaciones queremos decir. Los pechos, los labios, el trasero («Mis posesiones
más preciadas»), los pómulos... «He recurrido a diferentes médicos. La verdad es que
me puedo meter en cualquier quirófano. Tengo mucha suerte, cicatrizo muy rápido».
Algunos aseguran que tanta silicona se le ha subido a la cabeza y se le ha pegado al
cerebro. Su amigo íntimo y más reciente pigmalión, el fotógrafo David LaChapelle,
para el que ejerce de musa a tiempo total, ya no sabe a qué atenerse: «Siempre le
digo que la silicona es peligrosa, que debería parar. Y siempre me replica que no le
importa... mientras esté guapa en el ataúd. Creo que hay
algo profundo en sus palabras, que no es una boutade. Ella se ha creado ese
momento de belleza para
hacerlo durar y está dispuesta a hacer el sacrificio
definitivo». La belleza como
objetivo no es mala misión.
Sobre todo si, como Amanda,
tienes el don de transformar
la mierda de perro en
champán.
Poco se sabe de cuando Armand se convirtió en Amanda. Simplemente, ocurrió,
como la vez que le salieron
las tetas. Sólo cuenta que al
desaparecer «eso de ahí abajo» se sintió el ser más
feliz del universo. «Al principio fue horrible, parecía
que algo se lo había tragado. Era como el agujero de una vaca. Después, se curó. Ahora creo que
es lo mejor que he hecho en mi vida». La historia
sigue diciendo que se casó con el librero, pero la
rutina del matrimonio no estaba hecha para ella,
y mucho menos las tareas domésticas. Su marido
tampoco la dejaba salir de casa. Y se aburrió.
Amanda llegó a Nueva York a finales de los 80.
Una Venus rubia con la sexualidad camp de Jayne
Mansfield, el intenso desparpajo de Marilyn y el
> prototipo de todas las mujeres del futuro, la envidia de todas las de hoy. Para mí
es un gran orgullo que Amanda dé la cara por Gigolo durante los próximos cuatro años». De momento la verás en el último recopilatorio (el séptimo) del sello,
en el aclamado disco de Mu (el flamante proyecto de Maurice Fulton y su esposa, Mustumi Kanamori) y en el inminente y ansiado álbum del propio Hell, adoptando el gesto culturista marca de la casa –Arnie consiguió que el juez les prohibiera usar su imagen de joven Mister Universo en slip, pero no pudo impedir que
se quedaran con la pose–, ahora con tetas. A la vista de tamaño hallazgo, Amanda
no puede más que estirar sus labios de silicona y sonreír.
Cuando tenía 11 años, el pequeño Armand
vio un documental sobre cambio de sexo
en televisión. «Quiero una vagina», les dijo
a sus horrorizados progenitores. Armand
sabía que era un fracaso como chico. No
es que no lo hubiera intentado, pero nadie
se lo creía. Por eso empezó a vestirse como
una chica. Una decisión nada aleatoria en un lugar apacible como Cedar Grove, New
Jersey. El director de la escuela no tardó en llamar a sus padres: «Lleven a su hijo al
psiquiatra». El psiquiatra dictó sentencia: «Su hijo es transexual». Y le recetó hormonas. Por lo legal.
Amanda también acaba de grabar un disco. Ya tardaba. Sus homólogas (Sophia LaMar,
Tobell Von Cartier, cobijadas a la sombra electroclash de Larry Tee y su Mogul Records)
le estaban adelantando por la derecha. Se titula “Deeper” y se lo ha producido su
amigo DJ Gomi, el hombre eternamente a la sombra de Junior Vasquez. En realidad
sólo es un “featuring” en una de las canciones del segundo álbum del disc jockey,
productor y remixer de origen japonés (“Neo Maestro 2. Tribal Nation”), pero Amanda
parece dispuesta a cimentar sobre la pieza los pilares de su carrera musical. Ya no
se contenta con ser modelo, go-gó, performer, actriz, party girl, vip. Durante una larga década –la de los 90, la mejor– de house, extravaganza y exaltación hedonista,
Miss Lepore fue la guinda escarchada que culminaba el pastel del nightclubbing neoyorquino, la salsa –a veces dulce, a veces picante– de todos los saraos, la presencia
extraterrenal que animaba el Jackie 60, el Beige y las dislocadas veladas del Disco
2000 de Keoki y, sí, Mr. Tee. Testigo excepcional del auge y caída de la era club kid,
sigue aquí para contarlo: las noches de glamour, maquillaje y estilismo extremo al
grito de «Paris is burning!» y los días de miseria, degradación y angustia sin voz; la
fotos que anunciaban la coronación de una nueva drag queen y los titulares que
escupían la muerte de otro chapero, de otra prostituta travesti; los ríos de champán
y las montañas de cocaína, el aroma de una vogueing party chez Yves Saint Laurent
y el humo del crack, la fama y el olvido. El espejismo de una vida, la verdad de la
muerte. Hay una película a punto de estrenarse, “Party Monster” (esa que nos devuelve a Macaulay Culkin convertido en el club kid asesino Michael Alig), que da fe de
aquel Gotham/Babilonia que barrieron
del mapa Giuliani, las drogas y el sida.
Y la superviviente Amanda está en ella,
claro. «Yo soy el triunfo de la belleza,
cariño».
Armand se hizo su primera operación
de estética poco antes de cumplir los
16. La nariz, por supuesto. El cirujano
que le operó era su amante. La relación
no duró demasiado. Las hormonas
seguían surtiendo efecto y Armand ya
pasaba por mujer. Nadie volvió a llamarle Manny. Se lió con el apuesto propietario de una librería local y se fue a
vivir con él. La señora de la casa.
Entonces el librero descubrió su pequeño
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tas!». Que se lo digan a Eva
Herzigova. «¡Vas totalmente desnuda!», le espetó en
una party. «Oh, llevaba puesto un precioso vestido de
Azzedine Alaïa, pero se
quedó enganchado en la
puerta del taxi y no quería
perderme la fiesta...», le correspondió Amanda, que
nunca pierde el tiempo en
conversaciones que no le
interesan. Desnuda o vestida, sea como fuere, he aquí
una dama que jamás resulta
indiferente.
En febrero de 2000, Amanda
fue despedida de Twilo, la
disco que recogió el testigo
del legendario Sound Factory y en la que oficiaba de
go-gó residente desde 1995.
Con ella también se iba a la
calle su compañera, Sophia
“LaMar” Muñoz. Los responsables del local decidieron prescindir de sus servicios
para contratar en su lugar a dos «mujeres genéticas» (sic). La denuncia no se hizo
esperar. Con el apoyo de varias asociaciones de gays y el diario The Village Voice y
acogiéndose a la nueva ley de discriminación de género amparada por la ordenanza
de Derechos Humanos de Nueva York, Amanda y Sophia demandaron a la dirección
guardarropa rhinestone de Gypsy Rose Lee. El único vínculo que le quedaba con el
pasado era su apellido, Lepore. Pero, a pesar de que lo que se estilaba en el Manhattan
underground de la época era el cambio de identidad –siempre había un alias más
extravagante y posmoderno con el que rebautizarse cada noche y copar los titulares del día siguiente–, Amanda prefirió conservarlo. Quizá porque, en el fondo,
nunca ha olvidado quién es. Puede que, como aventura LaChapelle, en realidad
nunca le haya interesado ser una chica, sino «el dibujo de una chica, alguien tipo
Jessica Rabbitt». Lo cierto es que, durante una temporada, Amanda lució intensa
cabellera roja y ceñidos vestidos chorizón (cortesía de su diseñador personal, Jimmy
Helvin), émula viviente del dibujo animado más erotizante de la Warner Bros.
«Mi estilo es el de las D.B.s. (las dead
blondes), las bombshells de los años 50,
las pin-ups que dibujaba Vargas –corrobora
la interesada–. Las curvas me vuelven loca,
y si las reviste un modelo de Alaïa, Hervé
Léger o Galliano, mejor. Yo siempre he sido
muy femenina, ya sabes, con las manos en
las caderas todo el rato y eso. Mi madre se enfurecía tanto... “¡Deja de hacer eso!”,
decía. Y cuanto más me lo repetía, más lo exageraba yo».
Hay una cosa que Amanda no está dispuesta a permitir: que le llaman drag queen.
Una vez apareció una instantánea suya en un célebre diario local (no quiere desvelar la cabecera) en cuyo pie podía leerse tan infausto tratamiento. Les envió una
Polaroid, totalmente desnuda y con el dedo medio de su mano derecha alzado frente al objetivo. «¡Soy una transexual! ¡Tengo vagina!». Amanda puede ser una fantasía de mujer, pero, a todos los efectos, es una mujer. «El caso es que yo suelo ir en
cueros a las fiestas y, aún así, siguen tildándome de drag. Me parece una actitud
estúpida. Evidentemente, mi aspecto es muy travesti, pero también lo es el de otras
muchas mujeres. El look de Dolly Parton resulta tan extremo como el mío. No sé,
que me expliquen cómo puedes tener tetas y coño y ser una drag queen». La vocación desnudista de la Lepore es una constante en su carrera como animadora, digamos, sociocultural, lo mismo si se trata de
la inauguración de una galería de arte, un
desfile de moda o un acto de beneficencia.
Y tiene más que ver con un sentido del
espectáculo cabaretero y burlesque (de hecho,
uno de los numeritos que ha contribuido a
darle fama es la manipulación de globos,
con los que realiza figuritas de animales)
que con el exhibicionismo puro y duro (de
acuerdo, su show ilusionista también consiste
en prestidigitaciones genitales que no conviene detallar ahora mismo). Aunque, como
gusta de argumentar a quien quiera escucharla, «tampoco tengo nada que ocultar.
Además, a una le pierde enseñar su última
operación».
Para mayor desconcierto, en el currículo de
Amanda figura una abultada lista de contribuciones al ensalzamiento textil como
modelo, cruzando pasarelas a mayor gloria
de Thierry Mugler, Jean Paul Gaultier o
Vivienne Westwood. La última vez que se la
vio de tal guisa fue en el show de presentación en Los Ángeles de la colección
otoño/invierno 2004 de Heatherette, la marca/hype electro friendly con base en Londres
que firman Traver Ravis y Richie Rich, aquel
otro célebre club kid que trata con Amanda
desde los buenos tiempos. «No conozco a
nadie como ella que sea capaz de usar el
cuerpo para crear moda y estar bella. Me
decía: “¿Sabes qué? Me he comprado este
cuerpazo, aquí está el recibo (mostrando las
cicatrices de sus operaciones). ¡Quítamelo!”.
Es muy fuerte. Todo el mundo se cuelga de
las tendencias ¡y ella anda por ahí en pelo-
del club por 100.000 dólares. El caso
llegó al Tribunal Supremo de Estados
Unidos al año siguiente. A
principios de este tenía que comenzar
la elección del jurado popular
que debe dirimir el caso. «Imagínate,
tres años dando el callo allí y sólo
me llaman dos horas antes de entrar
a trabajar para comunicármelo. Ni siquiera
tuvieron la decencia de decírselo personalmente a Amanda, ¡me pidieron que lo hiciera yo!
He currado en muchos clubes gays que, de repente, decidieron cambiar totalmente de rollo para
atraer a un público heterosexual, pero nunca
me habían insultado de esta manera», recuerda Sophia. Lepore, para variar, resulta más lacónica: «La transfobia (odio a los transexuales) es
como Dios. Sus caminos son inextricables». Gran
reflexión para alguien a la que se le supone escasa capacidad expresiva. Y todo porque Amanda
dice más de sí misma con la moda y la belleza
que con las palabras. Puede que hasta tengas la
oportunidad de comprobarlo próximamente en
directo sí la House of Xtravaganza –una de las
pocas instituciones de la era vogueing/club kid
que aún pervive– abre sucursal en Madrid, tal
y como es el deseo de Carmen Xtravaganza, su
actual mentora, reina latina de la noche neoyorquina e íntima de la Lepore, que ya se paseó
de su mano por Barcelona hace cosa de un año. Para el caso, la discoteca Cool parece dispuesta a acogerla con los brazos (y lo que se tercie) abiertos.
Hay maneras y maneras de descender a los infiernos. Amanda –y Armand antes–
las conoce todas, pero siempre se las arregla para salir airosa. La que acaba de llevarla de cabeza el mismísimo electrodiablo (bueno, la verdad es que DJ Hell es un
angelical canalla) podría incluso otorgarle finalmente el estatus de gran icono pop
intergeneracional que hace tiempo se merece. Ella puede. Ya lo hemos dicho: Amanda
tiene ese don, hace magia con su talento y con su coño. Danos un consejo, Amanda:
«Procura estar guapa y a gusto contigo misma». The bitch is back!
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Tesis, antítesis, prótesis
POR RAM I RO e
T E XTO D E J UA N S A R D Á F R O U C H T M A N N
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Cuando uno llega al
Hospital Nacional de
Parapléjicos de Toledo tiene al principio una sensación
extraña: el entorno es tan bucólico que casi te entran ganas
de quedarte allí a pasar una temporada. Al lado de ninguna parte y suspendido en el tiempo, este centro único en
España acoge todos los años a cientos de personas que han
sufrido una paraplejia, más de la mitad debido a accidentes de tráfico. Pero mientras la silla de ruedas es una de nuestras peores pesadillas, muchos no tienen más remedio que
acostumbrarse a ella. Este es un giro imprevisto al corazón
de lo desconocido, al fondo de nuestros miedos.
Cuando te encargan un reportaje sobre parapléjicos experimentas dos reacciones. Primero te ilusiona el reto; luego,
te desespera no estar a la altura. No se trata sólo de no cumplir profesionalmente, sino de no encontrar la forma de
mirar a los ojos a alguien se ve condenado a una silla de
ruedas de por vida, que tiene inmovilizadas las piernas o
el cuerpo entero. A quién no le inquietan los hospitales.
Quién acierta a encontrar las palabras de afecto para consolar al que ha sufrido una desgracia que calibramos como
remota. ¿Es mejor hacer como si no pasara nada o fingir
que les comprendes mejor que nadie, cuando en el fondo
no tienes ni idea? Es imposible calcular el peso del dolor
ajeno y lo más probable es que intentarlo sea el principio
de la estupidez. Como mucho te puedes callar, escuchar y
darte cuenta de que caminar es útil para bajar a comprar
tabaco o irse de vacaciones más tranquilamente, pero nada
más (y nada menos). Podemos prescindir de todo salvo respirar y, aunque parezca increíble, incluso ser felices sin ello.
Visto desde fuera, en medio del campo y a unos pocos kilómetros del centro de Toledo, el hospital parece un Parador
Nacional cualquiera, diseñado sin gusto pero con esmero.
Formado por dos edificios en forma de ele unidos entre sí
por largas rampas, lo rodea un jardín inmenso, como aquellos que en las películas antiguas servían para fumar y
meterse mano a escondidas. Al acercarte por una carretera pequeña y apenas transitada, la belleza del paisaje te deja
absorto. Al llegar, tienes la sensación de que, más que un
hospital, es un lugar de reposo para que los críos jueguen
a fútbol y sus familias monten barbacoas los domingos.
Los parapléjicos hablan casi en susurros bajo frondosos
árboles con personas en actitud solícita o enfermeros que
los ayudan a levantarse. Es un día de marzo, hace algo de
frío y yo me pregunto qué pensaría Hans Castorp, el protagonista de “La montaña mágica”, si en vez de llegar a un
balneario para tuberculosos en Suiza hubiera llegado aquí
a visitar a su primo. Quizá le hubiera gustado.
La ley del silencio. Esta es la posible película:
noche de sábado, borrachera padre, coche, ostión, uvi,
Hospital Nacional de Parapléjicos. Y el tiempo que tú has
tardado en leer esto es, posiblemente, el mismo que ha
percibido en su mente alguno de los pacientes de este sitio.
A partir del accidente, los acontecimientos se vuelven precipitados, terroríficos, confusos y atemporales. Casi en un
abrir y cerrar de ojos, alguien pasa de ser una persona perfectamente normal a asimilar que el resto de su vida verá
las cosas desde la extraña altura del metro y medio. Los hay
con más y menos mala suerte. Los tetrapléjicos pierden la
movilidad y la sensibilidad en todo el cuerpo; los parapléjicos sólo en la parte inferior de la cintura y con diversos
grados de insensibilidad. La necesidad de un respirador
también marca la diferencia. La lesión medular ofrece diversas variables con gradaciones incomprensibles para el profano (ejemplo de diagnóstico: síndrome medular completo motor, incompleto sensitivo por debajo de C6 y paraplejia
espástica por debajo de L1). Hay quien entra allí en silla de
ruedas y sale caminando, aunque sea cojeando, y los hay,
la mayoría, que no tienen tanta suerte. Y hay quien llega
tras un intento de suicidio o tras sufrir un accidente en el
que ha muerto toda su familia y nunca puede superarlo.
También hay, por supuesto, quien abandona el centro sin
haberse deprimido, sonriendo. Todos saben que allí dentro
son pacientes, pero que fuera son considerados lisiados
que, con suerte, podrán trabajar en alguna empresa a la
que el Gobierno le subvencione tener inútiles trabajando.
Por dentro, este hospital es casi como cualquier otro: silencioso, ordenado y triste, aunque aquí están todos los pacientes en una tesitura parecida y dispersos por las esquinas
vas encontrando inquietantes aparatos metálicos: prótesis, sillas, recambios. Como huellas de un crimen cometido por un asesino imprudente que ha dejado tras de sí un
reguero de pistas. No exagero si digo que, en algunas partes, parece el pasillo de torturas de Madame Tussaud, aunque otras tienen un aire a lo Club Mediterranée, versión discapacitados. Hay equipo de baloncesto, gimnasios, pases
de películas, actividades lúdicas y comida de buffet. Aunque,
como me comenta más tarde José Luis, uno de los pacientes, apenas hay vida social, no existe sala de televisión
para ver partidos de fútbol los domingos y la relación en
general, aunque cortés, peca de poco afectuosa. Por lo visto, tras un cataclismo de este estilo lo habitual es cerrarse en banda al resto del mundo y centrarse de forma apasionada y algo psicótica en los amigos y familiares cercanos. La gente se vuelve taciturna y circunspecta. No sé por
qué pienso en el protagonista de “La naranja mecánica”
viviendo en el hotel de “El resplandor”.
Putadas varias. Comentaba un editor hace poco
que, en la época del boom popular del científico tetrapléjico Stephen Hawking (famoso por sus teorías sobre los agujeros negros), la gente pedía el libro del sabio subnormal
en las tiendas. Esto da una idea de por qué la mayoría de
lesionados medulares necesitan, en primer lugar, reubicarse en un mundo construido alrededor del culto al dinamismo y donde la enfermedad, como explica tan bien
Susan Sontag, siempre es observada con prejuicios. Se tiene el sida por algo, acabas en una silla de ruedas o te sale
psoriasis por algo. Malo, se entiende. Por ello es lógico
que, si tienes una lesión de este estilo, comiences a consumir muchas horas sintiéndote culpable por no haber
acabado de ver el telediario, dejado la cena a medias o
haberte escaqueado del trabajo para pillar el cruce diez
minutos antes de lo previsto. Mientras todo funciona con
normalidad, la casualidad juega un papel lúdico en nuestras vidas. Cuando origina cambios tan bruscos y tan injustos (porque nadie merece acabar en una silla de ruedas,
está claro), el detalle más insignificante puede resultar
crucial y acosarte el resto de tu vida.
En realidad, superados los primeros temores y la previsible depresión, un parapléjico sigue teniendo casi las mismas puertas abiertas de las que tenía. Como siempre, son
los más débiles quienes pagan el pato. Ni la inteligencia,
la preparación académica o la afición al deporte determinan la capacidad de superación psicológica del trance, pero
la posición social y los recursos económicos sí establecen
enormes diferencias. En el despacho de María Peña Jara,
psicóloga del hospital, está colgada la foto de una mujer
tetrapléjica de unos 30 años, gafas gruesas y una dulce
mirada azul adornada por una beatífica sonrisa. La doctora me explicó que se trataba de una ex paciente suya que
vivía en Toledo y que había logrado criar a sus hijos con
grandes dificultades. Unas semanas después, la misma foto
F
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apareció en todos los periódicos acompañada de una triste historia. Bernadetta Lewandovska (así se llama) había
logrado que un tribunal aceptara juzgar a los herederos
del abogado que le había robado su legítima indemnización, más de 900.000 euros. Tan injusto resulta este caso
como la cruel proliferación de aceras, escaleras o desniveles. De hecho, antes de los años 40 se trataba a los discapacitados como desperdicios humanos y eran confinados
en siniestros centros dejados de la mano de Dios. Fue un
tal Guttmann, médico austriaco que desarrolló a mediados
del siglo pasado en Inglaterra la teoría de la Rehabilitación
Integral, lo que a efectos prácticos significaba que la solución para estas personas no era apartarlas de la sociedad,
sino encontrarles un lugar en ésta.
La naranja mecánica. Gracias al doctor
Guttmann (que en alemán significa, literalmente, buena
persona) las perspectivas de los parapléjicos han mejorado mucho. Aunque la principal esperanza para una curación completa es la investigación con células madre (a la
espera de ser aprobada por el Parlamento), los aspectos
circunstanciales no tienen nada que ver con los de hace
sólo unas pocas décadas. El catálogo de remedios, eso sí,
da casi tanto miedo como la propia enfermedad.
Para controlar los espasmos, los médicos meten una bomba en la vena llamada de perfusión que controla el riego
sanguíneo y evita que te dé el baile de San Vito. Todos los
días, el doctor que se encarga del asunto ve en una pantalla cómo el cacharro hace bum bum y comprueba que todo
funciona como es debido. Si los temblores continúan, pueden tratarlos con electroshocks o trasplantar al paciente tejidos cartilaginosos. Como no controlan las micciones ni las
defecaciones, deben asistir a clases de rehabilitación urinaria, que consiste en aprender a mear y cagar cada dos
horas, puntualidad británica. Las posibilidades de despertarse a medianoche mojado son, en cualquier caso, amplias.
Finalmente, también tienen que seguir la llamada rehabilitación sexual, uno de los mitos más fuertes (y oscuros)
en torno a los parapléjicos y fuente del más disparatado
morbo. La realidad es que las
consecuencias son más graves
para los hombres que para las
mujeres. Éstas pueden seguir
ovulando aunque necesiten
asistencia médica (aquí ya han nacido más de 100 niños)
y no pierden sensibilidad. Los hombres, por lo general, difícilmente controlan las erecciones y mucho menos los orgasmos, aunque la famosa Viagra está haciendo maravillas.
Según los médicos, superada la obsesión por la penetración,
la vida sexual puede ser plena.
Las ratas. En el sótano del Hospital está la unidad de
investigación. Allí, un científico observa en un microscopio
una rata descosida en sus entrañas. El gimnasio parece una
película de Buñuel y uno espera que de un momento a otro
se pongan a bailar un vals, como en “Ojos negros”, aquella
cinta de Mikhalkov ambientada en un sitio paralelo a éste.
Encuentras niños por todas partes. Parecen contentos: los
críos no pueden ser infelices mucho tiempo. Su aula está decorada con inquietantes pósters de Walt Disney. Las enfermeras sonríen mucho y los médicos caminan con aire circunspecto y paso apretado. Hay familiares desconsolados y
aquí y allá se cruzan miradas de profundo afecto. Las vas
cazando como si fueran mariposas. Cuando me marcho, no
sé si estar contento por poder caminar o triste por volver
a un mundo mucho menos delicado. En el que abandono
sólo parecen existir susurros, atenciones y silencio.
fakeintroducing
lo
retro
es
bello
P O R LO L A LO L A / / F OTO G R A F Í A D E S O R E N S O LK A E R
Buddy Holly, Everly
Brothers, The Velvet
Underground, Pixies, Sonic Youth, revueltos en sonoros compartimentos estancos de no más de tres acordes, fieles al si bemol, alérgicos al chaston, llenos de
ruido y distorsión y aliñados con las armonías vocales de los grupos de chicas de los 50. Así suena (me
suena), lo que hacen The Raveonettes, una pareja de
daneses que, aburridos de que no les hicieran caso en
su aburrida patria, se recorrieron el mundo (anglosajón) para terminar convertidos en la última sensación del nuevo garage, elástica etiqueta de moda. Este
verano se están recorriendo toda la geografía europea
(luego se irán a los States, donde no le harán ascos ni
al show de Letterman) presentando “Chain Gang of
Love”, su segundo álbum (el EP
con el que debutaron, “Whip It
On”, causante de todo el revuelo
que tienen organizado, no se editó
por aquí), en el que juegan a las
variaciones, más luminosas, más
pop, sobre el mismo tema, la pues-
ta al día del ampuloso Wall of Sound de Phil Spector
como abrigo de inspiradas melodías de sabor retro.
Dicho así, la cosa da un poco de miedo. Sin embargo,
Sune Rose Wagner (demoledora guitarra, inspirado
compositor, voz y cerebro del asunto) y Sharin Foo (hija
del propietario del primer restaurante chino en
Copenhague, complemento fashionista, dulce voz aniñada y bajista en prácticas) hacen fácil lo difícil imponiéndose unas reglas de castidad similares (en espíritu) a las de su compatriota Lars Von Triers que persiguen la mínima complicación, el máximo impacto. Back
to the basics. Nos lo explica todo, desde un lugar indeterminado de Europa, Sharin.
Tuvísteis que iros de vuestro país para triunfar, pero
nos queda la duda: ¿hay más como vosotros en
Dinamarca? Nunca tuvimos
una gran respuesta a nuestra
música en nuestro país, es cierto (aunque a finales del año
pasado nos dieron un par de
premios), por eso Sune se fue a
Nueva York (también estuvo en
THE
RAVEONETTES
36
F
Los Ángeles) y luego ambos vivimos en Londres.
Nosotros representamos Dinamarca porque su cultura
y su sociedad nos han hecho tal como somos y sí que
nos sentimos un poco como embajadores, pero no se
puede hablar de una escena. Pero existen bandas cuyo
sonido no tiene que ver nada con nosotros y lo están
haciendo genial como Junior Senior, Mew y UN. ¿Cómo
definiríais el sonido de The Raveonettes? El Wall of
Sound para las nuevas generaciones. Vieja escuela sentimental y vocación moderna al tiempo. Una interesante tensión entre lo agresivo y lo dulce, lo ruidoso y
lo sutil. Es distante y obsesivo, cool y sofisticado, pero
también primitivo y estúpidamente simple. Te pega en
al cara. Nuestra música tiene muchas dimensiones y
facetas. Lo más importante de todo: las canciones son
grandes y esperamos que hablen a la gente. Y luego
está esa fijación vuestra por el rock’n’roll más clásico... A diferencia de otras muchas bandas del momento, nos fijamos en décadas diferentes en vez de ser fieles a un sonido o una era determinada. Pero sí, nos sentimos particularmente inspirados por el rock’n’roll de
los 50. La buena y sencilla manera de escribir cancio-
nes pop. Explícanos esa adoración que le tenéis a
Buddy Holly. Bueno, esta es una pregunta para Sune,
ya que él es el auténtico aficionado, yo soy más fan de
The Velvet Underground. Pero tiene que ver con escribir composiciones enormes con significados simples.
¿Qué os importa más, la melodía o la disonancia? La
canción es lo más importante. Tanto es así que, si tocas
las nuestras sólo con la guitarra acústica, siguen brillando. Pero sabemos que, para terminar el sonido
Raveonettes, son muy importantes el ruido y la distorsión. Lo que realmente lo hace excitante es la combinación de ambos. Apesar de la claridad de vuestras
intenciones (musicales), “Whip It On” y “Chain Gang
of Love” suenan distintos, como si os hubiérais enamorado... “Whip It On” estaba compuesto en sí bemol
menor y éste lo está en sí bemol mayor. Son como el
White Album y el Black Album. De la furia y la rapidez de uno, a la suavidad añeja del otro. ¡Es como si
The Sangri-Las fueran las heroínas del underground.
¿Qué clase de mutación es ésta? Bueno, creemos que
son dos piezas que encajan perfectamente. Lo que ocurre es que, cuando escribes en clave menor, el sonido
tiende a ser más oscuro e introvertido. Hacerlo en clave mayor vuelve las canciones más luminosas y les confiere cierto matiz pop muy melódico. Es como conocer
la clave de la felicidad. Este disco lo vemos como una
celebración. No habéis cambiado de productor, Richard
Gottehrer (Blondie, The Go-Go’s, ¡Joan Armatrading!),
a pesar de haber fichado por una multinacional...
Richard es uno de nuestros
ídolos y una verdadera
leyenda. Él escribió algunos
de nuestros temas favoritos,
“My boyfriend’s Back”
y “I Want Candy”. Conectamos totalmente. Se concentró
especialmente en el tema vocal y supervisó la estructura y arreglos de las canciones. No se metió con nuestro trabajo o con el sonido de The Raveonettes porque
vio que lo que hemos escogido es el buen camino. Se
limitó a añadir un poco de magia. ¡Que ya es mucho!
¿Qué tal te va con el bajo? Creo que no sabías tocarlo cuando empezásteis. Voy bien. Ya sabes, mejorando día a día. Nuestra música es bastante simple. Una
clave y tres acordes. No hace falta ser un maestro.
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¿Cómo os las arregláis para componer a dos manos?
No haciéndolo. Sune se encarga de eso. Es un escritor
de canciones muy prolífico. Compone en solitario, en
casa, rodeado de sus abarrotadas estanterías, llenas
de libros, música y películas. Cuando está de buen
humor, puede llegar a terminar entre tres y cinco
temas al día. Le sale espontáneo, como una explosión
de energía. Se inspira mucho en la generación beat,
sobre todo Keruac, en su monólogo interior. Nunca
va hacia atrás y revisa. La primera idea es normalmente la mejor y la más real. Habéis reclutado a
Sophie Muller (Coldplay, Radiohead, PJ Harvey) para
rodar el videoclip de “The Great Love Sound”, el que
será vuestro primer single. Sí, ella ha sabido sacar a
la luz nuestro lado más oscuro. La película es como
una pieza de Hitchcock: tiene mucho glamour y la violencia y el sexo no parecen reales. Sune intenta tirarme de un coche en marcha y yo trato de envenenarle. Fue algo muy liberador, porque estamos juntos las
24 horas del día y llega un punto en el que nos volvemos literalmente locos. Nunca he deseado matarle, pero podría pasarme dentro de dos años...
fakefeaturing
LARRY
CLARK
VS
TI FFANY
LIMOS
P O R J UA N S A R D Á F R O U C H T M A N N
F OTO S D E T I F FA N Y L I M O S Y L A R RY C L A R K
Hay gente que tiene fama de difícil. Pues bien, Clark es uno de
Para muestra un botón. Durante el pasado Festival de Cine de Londres, Larry Clark abortó
el estreno de “Ken Park” en Gran Bretaña porque le pegó un puñetazo a su distribuidor.
El motivo: al empresario le soltó que el 11-S había sido consecuencia de la política imperialista de su país. O sea, que se lo merecían. Puedo imaginar el careto que se le puso a
Clark al oír esto. Cuando yo mismo le dije que muchos en Europa pensaban algo por el
estilo se le salieron los ojos de las órbitas: «Nos pedís que hagamos de policía del mundo y no nos ayudáis cuando os necesitamos. Yo no comparto muchas cosas con Bush,
pero mucho menos con regímenes como el de Sadam Hussein. En mi país tengo unos
problemas estúpidos con la censura, pero en Irak no hubiera podido encender la cámara». Pero la vida es extraña y las películas de Clark, el más americano de los directores,
tienen más éxito en Europa que en su patria. En EEUU, encima, la situación empeora
cada día. «Los distribuidores están aterrorizados. Desde los ataques terroristas hemos
retrocedido más de medio siglo en libertades. El Gobierno lo controla todo y el resultado es un arte cada día más conservador. En literatura sí que puede percibirse cierta libertad, pero en cine el nivel está por los suelos. Este año aún no he visto ninguna cinta que
hable de lo que está pasando. Son todas una patraña». (Europa defiende a Irak, Irak no
tiene democracia, Bush dice que ataca a Irak para instaurarla y Clark ataca Bush por acabar con la democracia en EEUU y a Europa por no ayudar a Bush a defenderla en Irak,
aunque cree que Europa es más democrática. Más o menos).
ellos. Tifanny Limos aún no tiene fama de nada, aunque ella misma se augure un futuro
poco más que esplendoroso. Ambos, él 60 años y ella 21, pasean su amor por medio
mundo presentando “Ken Park”, película que debido a líos con la censura no llegará a
EEUU hasta agosto y que aquí ya hemos visto. A pesar de su fama de conflictivos, lo
cierto es que, pillados juntos, Tiffany y Larry se asemejan más a un viejo matrimonio
deslenguado que a una pareja de incendiarios. Esta es una crónica del día en el que tuve
el honor de emborracharme con La Bella y la Bestia del underground.
No hace falta ser un lince para advertir que la izquierda mundial está inmersa en una
batalla cainita. La reciente conferencia en Londres de líderes progresistas lo ha dejado muy claro: pocos acuerdos y muchas guerras (dialécticas y de las de verdad). Para
resumir, haremos dos bloques y enseguida veremos dónde está la relación con Clark.
En el bloque A (Gerard Schroeder, Ignacio Ramonet o Ken Loach) tenemos a los socialistas multiculturales a la vieja usanza: sí a la Seguridad Social, sí al velo islámico en
las escuelas, no a la guerra contra Irak, etc. En el bloque B (Tony Blair, André Glucksmann
y... Larry Clark), los occidentalistas ante todo. Para los primeros, Estados Unidos es un
imperio que como mínimo está corrupto, las multinacionales son una flagrante estafa y la ONU nos salvará de todos nuestros males. Son relativistas en lo filosófico y tienden a la estética hippie. Para los segundos, el fin de la historia de Fukuyama es una
realidad, la fuerza es la única forma garantizada de imponer la paz y una sociedad
que condena a las mujeres a llevar burka está enferma y, por tanto, es atacable. Son
ilustrados (de Voltaire, etc.) en lo filosófico y se pirran por las camisas de Dolce y
Gabbana. Lo triste del asunto es que A y B se llevan a patadas, mientras los de derechas están, hoy más que nunca, a partir un piñón.
Aparece la musa. Tiffany Limos, novia de Larry y protagonista de “Ken Park”,
y yo no nos hicimos amigos divagando sobre política internacional, sino hablando de
cucarachas. A ambos nos encantó “El cuchitril de Joe”, un filme sobre un estudiante que
confraterniza con los bichos con los que comparte habitación. Tiffany es tan guapa que
da miedo mirarla. No se suelta del brazo de su novio y deja caer todo tipo de alusiones
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–Ambos episodios son ciertos. El primero le pasó a un amigo y el segundo es un caso
famoso en EEUU. Me parece importante acabar con la percepción de que determinadas
situaciones sólo se producen en ambientes marginales.
Tiffany no puede evitar meter baza:
–Y lo peor es que nadie habla de ellas porque sienten vergüenza... Es como mi personaje, Peaches, que quiere ser escritora y su padre no la deja expresarse.
–Estamos hablando de otra cosa, pero ya sé que te encanta hablar de ti– le replica Larry.
–Estoy diciendo algo serio. La gente se piensa que, porque soy guapa, soy tonta, y encima tú te empeñas en llevarme la contraria– se queja Tiffany, tocada y hundida.
para que note que está súper-mega-in: «Un día en Nueva York, a Charlie se le estropeó su
ordenador. Tenía que entregar un editing a una televisión y Giselle (la modelo) bajó a la
tienda y le compró otro. Tiene el corazón más grande del mundo». Cierto, y un montón
de pasta. También nos enteramos de que Tobey Maguire es «súper entrañable y callado,
siempre está en la parra y se deja influir mogollón por Leo (DiCaprio)». Por seguir con el
cotilleo, poco después Larry confirma que «Harmony Korine está como una cabra. No es
de fiar». Eso, no sé por qué, nos lo imaginábamos.
Hablar con Larry y Tiffany es como asistir a un partido de ping pong. Por ejemplo, durante la cena de cuatro horas en la que gastamos 200 euros cortesía del Festival que nos
acogía, hablamos de la afición de Clark por los adolescentes. Estos son protagonistas de
todas sus cintas: “Kids” (1995), “Al final del Edén” (1998), “Bully” (2002) y “Ken Park” (2002),
además de muchos de sus trabajos fotográficos, algunos de los cuales forman parte de
la colección permanente de museos como el MOMA o el Whitney de Nueva York.
–Comencé mi carrera muy joven, fotografiando a mis propios amigos en la serie “Tusla”,
así que desde el principio sentí una fascinación especial. Las emociones que recibimos
en esa época son fundamentales para nuestro desarrollo como personas. Se da una dualidad interesante: aunque aún no hemos perdido la ingenuidad, de hecho estamos inmersos, a través de la sexualidad, en el mundo de los adultos.
Suena convincente y profundo, pero Tiffany tiene que añadir, en honor a la verdad y para
desesperación de Larry:
–También es porque vas súper salido.
Superado el berrinche (una sucesión de miradas humillante-paternales por parte de Larry
a Tiffany), llega la hora de la revancha. Estamos hablando de la tendencia a la exageración
que tienen, o no, las tramas afines a Clark: adolescentes que se tiran a las madres de sus
novias (“Ken Park”) o, directamente, asesinos (“Bully”), por citar sus dos últimos títulos.
Tiffany, de tonta, no tiene un pelo. Está escribiendo tres guiones es escultora y sabe que,
como actriz, puede «llegar donde quiera. Pero
soy multitalentosa y no quiero centrarme
en una sola cosa». No hay duda: nos hallamos ante todo un portento.
Conflicto generacional. Quizá todo tenga que ver con que Larry no quiere crecer. No hay mito más actual que el de Peter Pan y no hay director más contemporáneo que Clark. En sus historias, arremete contra su propia generación y se deja seducir
por la nueva: «La gente tiene hijos por egoísmo, para completar carencias afectivas. Les
interesan poco como personas. La destrucción de la familia tradicional ha roto los puentes de comunicación entre generaciones. Hoy, los jóvenes no se rebelan, se limitan a pasar
de sus padres. Yo los admiro porque se mantienen puros en un ambiente tan inestable y
opresivo como el que les ha tocado vivir. Estos chicos tienen esperanza porque saben amar
y compartir. Tengo muchas ilusiones puestas en esta nueva generación americana».
Será en la pantalla y en la cama. Porque, en las cenas, no la deja de regañar...
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fakemoda
Camisa Levi’s Vintage.
wear your car like...
P O R A N TO N I O M ACA R R O & G O R K A S O R O Z A BA L
Vestido Amaya Arzuaga,
zapatos vintage.
Mono Locking Shocking,
cazadora vintage.
Camisa Levi’s
Vintage, pantalón
Locking Shocking,
botas Amaya
Arzuaga.
Peluquería y maquillaje: Óscar P. y Jean Jacques Puchu
para 27. Salón de Peluquería. Modelo: Sara (First Models).
Información: Amaya Arzuaga, 913 10 52 77. Levi’s Vintage,
913 98 47 32. Locking Shocking, 915 23 33 93.
Top y botas Amaya
Arzuaga, pantalón
Locking Shocking.
fakerealife
allí donde
aparco
esta´ mi
hogar
P O R LO L A LO L A / / F OTO S D E PAC O Y M A N O LO
Está a punto de amanecer
en Fuencarral pueblo, justo
en el extremo norte de Madrid. Nuevas construcciones van invadiendo los descampados que hasta hace nada servían de refugio a gitanos
y yonquis. Aún quedan algunas chabolas de lujo (de cemento) y los
vecinos cuentan que se ven sospechosos mercedes y bemeuves a altas
horas de la noche, los últimos coletazos de un discreto supermercado
de todo lo ilegal que está a punto de cerrar. No hay que ser muy listo
para darse cuenta de que, cuestión de un par de años, la marginalidad
habrá sido erradicada por hordas de matrimonios jóvenes, con hijos y
monovolumen a la búsqueda de un metro cuadrado asequible.
Son casi las cinco y media de la madrugada y el pequeño mercado de
Fuencarral pueblo abre la puerta. De aquí a las ocho, hora en la que los
clientes comienzan a asomarse por sus pasillos, trasiego de mercancías,
limpieza de puestos y tejemanejes varios ocupan a los carniceros, pescaderos y fruteros. Uno de estos me ha hablado de Juancho, un chico sin
casa que suele acercarse a primera hora para ver si le dan gratis alguna
mercancía que haya que retirar. Al principio (la desconfianza) no le hacían
mucho caso. Le creyeron un drogadicto. Algunos hasta imaginaron que
era un ojeador que tomaba las medidas de un robo. Solían despacharle
con un «no tenemos nada» o «a ver si te buscas un trabajo, que lo que os
pasa a los jóvenes es que sois unos vagos». Sin embargo, no lograron
disuadirle de su visita semanal y, en apenas un mes, pasaron de temerle
a corresponder a su «buenos días» con un «cómo va la cosa».
Vengo al mercado porque nadie sabe a ciencia cierta donde aparca
Juancho su casa rodante. Ni siquiera están seguros de que el Ibiza que
le sirve de refugio sea suyo o pueda circular. Sea como fuere, todos los
que le conocen afirman que Juancho no tiene pinta (no se comporta) de
homeless. Nunca le han visto borracho ni drogado, parece educado «civilizado», precisa una frutera) y huele razonablemente bien. Podría ser
hijo de cualquiera. Por eso le dan de comer.
No son las seis cuando por fin aparece. Alto. Delgadísimo. Casi hace daño
ver cómo la piel de su cara se tensa en las mandíbulas. Las ojeras no
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le restan viveza a su mirada, determinada y marrón. Mientras se aleja
por el pasillo central se me ocurre que muchos fotógrafos aburridos del
establishment fashionista se pegarían por retratarle. Hace lo que me
dijeron que haría (saludar amablemente, mostrar una sonrisa sin mellas
para agradecer el bollo o la fruta de turno, ayudar a cargar alguna
caja...). Cuando termina su ritual me atrevo a abordarle. «Hola, me llamo Lola. Me gustaría saber si podría hablar contigo un rato para un
artículo que estoy escribiendo...». Ni me contesta. Me sobrepongo a su
mirada (que dice: «¿Pero qué te pasa? ¿Eres anormal?») y (en un momento de desesperación) empleo una táctica que he visto en las películas
americanas: «Venga, te invito a desayunar en el bar ese y te piensas si
me ayudas, ¿vale?». Al hombre se le conquista por el estómago, decía
mi cándida abuela. Bueno, al menos, al hombre pobre sí.
Una hora después, tengo ya
información suficiente como para
escribir un libro de aventuras estilo
Huckleberry Finn en el siglo XXI.
Eso, y 18 euros menos en la cartera.
La historia de Juancho es como sigue: hace cuatro años (tiene 29), harto de que sus padres estuvieran hartos de mantener a un hijo con poca
inclinación por el trabajo (y demasiada por los bares), se lanzó a recorrer España en una furgoneta que su padre le había comprado para que
hiciera mudanzas. El fin de existencias (200.000 pesetas) le pilló en
Cádiz (muy lejos de su Badalona natal), donde consiguió resistir gracias a chapuzas ocasionales, amigos improvisados al calor de las barras
y la picaresca que fue aprendiendo sobre la marcha. No tardó nada en
acondicionar la parte de atrás de su vehículo en un auténtico hogar,
con colchón, armario y hasta un infiernillo. Con la estrategia del caracol aprendida, se acostumbró a vivir en la costa (de Cádiz a Valencia) durante el verano, y a instalarse en la gran ciudad (Madrid, Zaragoza, Barcelona,
Bilbao...) durante los inviernos. Ha visto de todo. Ha comido de todo.
Ha pasado hambre y (peor) impotencia cuando le robaron su vieja furgoneta en una gasolinera de la carretera de La Coruña, ya cerca de >
estámihogar
> Madrid, mientras se aseaba en los baños públicos hace seis meses. No
le dice a nadie dónde duerme porque teme que la policía le eche del
Ibiza abandonado y roto que ha okupado. Se levanta antes del amanecer para que nadie se dé cuenta de que vive dentro. Se acuesta cuando
no queda un alma por la calle. Su mayor miedo: que un vecino advierta a la grúa. Lo mejor es pasar inadvertido. Y limpiar la chapa todas las
semanas. La gente desconfía menos de las cosas limpias.
Desde que recaló en Fuencarral, va todas las mañanas a cierta plaza en
la que los inmigrantes esperan a que una camioneta se los lleve a alguna obra para trabajar por unos cuantos euros. Está ahorrando para comprarse una nueva casa con ruedas. «No quiero estar así toda la vida.
También sueño con un hogar, una familia, lo típico. Pero sé que nunca
podré volver a tener la sensación de libertad que te da no estar atado
a nada, no necesitar nada más que lo que cabe en una simple furgoneta. Poder ir o venir. No depender. Que nadie dependa de ti».
El de Juancho es un caso atípico. No todos los que habitan coches han
estudiado hasta COU, tienen una familia que puede acudir al rescate en
último caso o han elegido esta particular forma de vivir de manera
voluntaria. «Yo he conocido un poco de todo: desde gente que se ha
quedado en paro hasta vagabundos que van de coche en coche en la
ciudad, gitanos y, sobre todo, muchos inmigrantes. De vez en cuando te
encuentras con algún guiri que recorre España a golpe de pedal y que,
cuando se le acaba el dinero, acaba durmiendo en el coche. De todos
modos, aquí la cosa está muy mal. En carretera es difícil dar con sitios
seguros para aparcar y, en las ciudades, donde te puedes mantener más
o menos dignamente con los comedores de los curas y los baños
públicos, la policía está muy pendiente de los vehículos con bicho».
Extranjeros. Va a ser cierto eso de que en el extranjero todo se hace mejor.
En internet me encuentro con una red de webs y grupos de discusión perfectamente organizada que se dedica a mejorar la calidad de vida de eso
que en el mundo anglosajón se llama carliving. Existe hasta un libro, “Car
Living Your Way”, de Jane Heim, que se dedica a reivindicar lo que para
algunos es una forma de vida más o menos estacional. Hay testimonios
de todo tipo: desde los que usan su vehículo como casa sólo en vacaciones, para ver mundo, hasta los que esperan un golpe de suerte laboral o
una subida de sueldo. Divorciados, jubilados, recién licenciados... La mayoría
fabrica todo tipo de artefactos para acondicionar su espacio vital: duchas
y WCs portátiles, camas que se esconden, armarios secretos... Muchos se
sorprenderían con las posibilidades del ignorado mechero del coche, fuente primordial de energía eléctrica para todos los aparatitos. Que le pregunten a Jim Carrey, David Letterman, Hilary Swank, Jewel, William Shatner
o hasta el mismísimo propietario de Kentucky Fried Chicken, Harlan
Sanders, acerca de los días en los que hicieron de su coche un hogar. O a
Lars Von Trier, que prefiere viajar (vivir) semanas enteras en una escueta
caravana antes que coger un avión. En el último Cannes, echó el freno de
mano en el aparcamiento del Eden Roc (cinco estrellas). No pisó su suite.
En Estados Unidos, los que deciden
vivir entre paredes metálicas (voluntaria o involuntariamente) ya son legión. Tanto es así que las tradicionales
truck stops se han transformado en travels centers (con parkings, baños
y duchas) para acoger a esta nueva especia viajera, tanto o más rentable
que el camionero de turno. Jane me cuenta que se les llama car campers,
conductores que, sólo por enganchar al vehículo un (siempre práctico)
remolque, son considerados campistas y pueden acceder a las zonas de
acampada sin problemas (están prohibidas para los motorizados sin
tienda o caravana). Iglesias, refugios y hasta algunos Wal-Mart ceden sus
aparcamientos a estos modernos Phileas Fogg (la policía no permite
estancias mayores de seis horas en los convencionales) que ven en la
inseguridad el único inconveniente de su casa portátil. Un apartado de
correos y el móvil resuelven la cuestión de la comunicación.
Mientras Juancho me va contando la parte más amable de sus aventuras, me doy cuenta de que me he olvidado por completo de que estoy
sentada a la mesa con un homeless. Como al resto (¿lo dejamos en
mayoría?) de los mortales, no puedo evitar cierto vértigo (¿miedo?) al
encontrarme frente a frente con una persona que no tiene nada que perder. Cuando se lo confieso, se sonríe y me dice: «Lo primero que aprendes cuando te quedas sin casa es a sortear el terror de la gente a lo que
no considera normal. Por eso, los que vivimos así cuidamos nuestro
aspecto, procuramos ir limpios y no llamamos la atención. Es importante, para trabajar o para que no te atraquen los delincuentes de la zona,
que nadie sepa que vives en un coche. Lo ideal: acabar siendo poco más
que invisible». ¿No te tienta volver a casa? «Estuve a punto cuando perdí
la furgoneta, pero ni por esas. No me gustan las reglas. No soy ambicioso. Mi casa está donde aparco el coche».
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F
fakeicon
POR
XEVI + JOH N TU R N E R
T E XTO D E J A N E D O E
E S T I L I S M O : T R AC E Y TA N N E R
M AQ U I L L A J E : A N G E L A D I CA R LO
C O N P R O D U CTO S M . A . C .
P E L U Q U E R Í A : DYA N E S U L L I VA N
Casey Spooner debe de ser la popstar
más consciente de sí misma sobre la faz de
la Tierra. La prerrogativa del outsider con actitud de insider. Antes que nada
artista e,
incluso por encima de eso,
crítico, pocos como él han
jugado al juego de las estrellas para burlarse en su cara. Bueno,
quizá Warhol. Como el maestro del pop, Casey
también se ha empeñado en alargar sus 15 minutos
de fama. Dos años le duran ya, los mismos que lleva girando (reedición tras oportunista reedición) aquel “#1”, el álbum de debut con el que
Fischerspooner, el circo arty que comanda junto a Warren Fischer, nos
robó los pies y el alma. Sí sonaba bien, sentaba
bien y lucía mejor. Ahora acaban de volver de actuar en la Bienal
de Venecia (qué Dios les conserve el morro) y Casey asegura que ya se
han metido de cabeza en su estudio de Nueva York para grabar ese segundo y esperado disco. Atentos, pues, el año que viene. Hasta entonces, una
advertencia: «El estrellato es un efecto secundario». Nadie tocará la guitarra como
Jack White. Nadie resultará tan cool como Fab Moretti. Pero todos llevamos un Casey dentro. Una suerte. A lo mejor.
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53
contagioso)
ARTE LETRAS CINE MÚSICA
P O R P E D R O C A L L E J A / / I L U S T R A C I Ó N D E S I LV I A P R A D A
YO, CON CHÓFER
A muchos seres humanos les gusta utilizar
el coche para follar. Quedan con su
amante, salen de la ciudad, se detienen
en un lugar oscuro y transforman el
vehículo en improvisado motel sobre
ruedas. No existe picadero cutre más
barato. De todas las variantes sexuales
posibles relacionadas con los automóviles,
quizá sea ésta la menos excitante. Se me
ocurren cientos de formas de mejorarla.
Por ejemplo, hacerlo en un autocine de
esos que salen en las películas de John
Waters. O mejor aún, imitando a ciertos
pornógrafos italianos y permitiendo que
decenas de mirones se acerquen al
picadero móvil, muestren sus miembros
morcillones a la pareja del interior, se
masturben contemplando el espectáculo
y acaben eyaculando sobre las ventanillas.
El cine erótico mantiene muy buenas
relaciones con el sexo automovilístico.
Existen varios subgéneros específicos en
los que el coche funciona como motor de
la trama calenturienta. A mí el que más me
pone es el de las limusinas. Cada vez que
veo una, me imagino a varias parejas
follando dentro. Ellos, con los pantalones
del traje bajados hasta los tobillos y la
corbata desanudada sobre la espalda;
ellas, con el vestido de noche arrugado
en la cintura y enseñando las prendas más
caras de su arsenal lencero. Uno de mis
filmes favoritos de todos los tiempos es
“Rolls Royce Baby”, rodado en Suiza en
1975 por el productor sin escrúpulos Erwin
C. Dietrich. La protagonista, Lina Romay,
catalana y desnudísima, se pasa 90
minutos dando vueltas con su limusina
en busca de amantes de usar y tirar.
Rodar escenas porno en limusinas es una
práctica corriente y barata. Los franceses
son expertos. Hacerlo en otro tipo de
vehículos, en medio de una persecución
con derrapes y curvas, por ejemplo, sólo
está al alcance de unos pocos realizadores.
Narcís Bosch es uno de ellos. En “Bulls &
Milk”, estrenada en 2000, sale la guapísima
Sara Bernat follando y disparando al
tiempo en un coche conducido a todo
trapo por Roberto Malone. Ver para creer.
Lo de las limusinas y el sexo viene
a cuento porque yo fui un niño muy
aficionado al onanismo y los coches en
miniatura. De lo primero no me di cuenta
hasta que no tuve mi primera eyaculación.
Para mí, lo de colocarme el pene entre los
muslos, apretar fuerte y experimentar un
orgasmo era algo tan íntimo que nunca
pensé en contárselo a nadie. No veía qué
relación podía tener aquello con el sexo...
hasta que me manché. De mayor conocí
a otras dos personas que hacían lo mismo
siendo niños: Santiago Segura y el director
artístico Jose Luis Arrizabalaga. Lo de los
coches en miniatura tiene menos misterio.
Cada vez que mis padres me sacaban a
pasear y se paraban ante una juguetería,
estaban obligados a comprarme uno.
Acaparé todos los modelos.
Mi relación con los coches de mentira se
mantuvo hasta casi la mayoría de edad.
Antes de los 10, conducía mi propio
modelo de Ferrari con pedales. A los 11,
me transformé en el fan más fatal de la
teleserie animada “Meteoro”, protagonizada
por un piloto de carreras adolescente que
manejaba un coche fantástico, el Match 5,
capaz de saltar por los aires y sumergirse
bajo el agua. Más tarde, gracias a Nikki
Lauda, me aficioné a la Fórmula 1 y asistí
a cuatro grandes premios en el Jarama.
Aún recuerdo el olor a rueda quemada,
el ruido ensordecedor, la velocidad y las
chicas que se paseaban entre los boxes.
Lo curioso del caso es que, estando tan
colgado con los coches, nunca sentí la
F
necesidad de aprender a conducir. Prefería
ir en el asiento de atrás. Aún me pasa.
Quizá porque estoy deseando quedarme a
solas con mi novia, Sandra Uve, dentro de
un Aston Martin Lagonda sin curvas, que
es su favorito. O porque perdí la virginidad
con una pintora, en su estudio, después de
enrollarme con ella en el asiento de atrás
de un taxi. O porque conocí a la primera
supermujer de mi vida viajando a Lisboa en
el coche que conducía un colega fotógrafo.
O porque jamás me he reído y me he
54
excitado tanto como apretujado
con siete amigas y amigos en la parte
de atrás de un Ford Mustang, yendo
a un concierto de Siouxsie And
The Banshees en el RockOla.
Y termino. A estas alturas de texto,
muchos modernos estarán echando
de menos una referencia clara a la novela
“Crash”, de J. G. Ballard, publicada en
1973, y a la adaptación al cine de David
Cronenberg estrenada en 1996. El tema
principal de ambas obras es el sexo y los
coches. O sea: lo blando y lo duro,
la carne y el metal, la sangre y la gasolina.
Los extremos que se meten mano.
En “Crash”, los personajes experimentan
orgasmos recreando, provocando
o sufriendo accidentes. Las cicatrices
resultantes son objeto de deseo lujurioso.
El libro descoloca por su frialdad, su ironía
marciana y su ideología setentera. El filme
exhibe la cara oculta de un puñado de
actores esquinados: Rosana Arquette, Elias
Koteas, James Spader, Holly Hunter y ese
súcubo hecho mujer que responde al
hipnótico nombre de Deborah Kara Unger.
Lo malo de “Crash” es que no hay quien
entienda su propuesta calenturienta.
Demasiado radical, rebuscada y pedante.
Puestos a elegir, sale más a cuenta
pasarse la tarde-noche del sábado en la
feria, montado en los coches de choque,
escuchando los hits de Georgie Dann y
echándole el ojo a un chulazo peligroso
o una pin-up de barrio con plataformas.
O follamos o nos parten la cara. Fijo.
F
55
contagioso)
ARTE
MUNDO BIENAL
¿Para qué sirve una bienal a estas alturas? Mientras que sus organizadores mantienen a pies
juntillas que representan una forma de acercar al individuo medio los nuevos lenguajes artísticos,
más de uno ya se ha revelado contra este maniqueísmo para gritar que estos eventos son la
única forma de recordar qué se expuso hace dos años en las galerías de Nueva York. No seamos
malos y creamos que las bienales son algo más que cajas de resonancia o, más vulgarmente,
meros recopilatorios en los que juntar “las mejores performances” del último año. Por lo menos
ése no es el resultado que presumen haber conseguido las bienales de Valencia y Venecia, que
en un auténtico tour de force hacen coincidir sus fechas para que Europa se convierta en un
auténtico supermercado de la modernez artística. Del solapamiento de acontecimientos, échenle
la culpa a la ciudad española, visto que sólo es una principiante y pretende ejercer de segunda
parada de los críticos transoceánicos desplazados a los Giardini di Castello. Del exceso de
vanguardia, a los artistas que acudirán en masa a mostrar sus últimas propuestas y que, con toda
probabilidad, coincidirán en más de una sorpresa, al amparo de la uniformidad reinante. De todas
formas, es evidente que uno no podrá –ni querrá– ver todo, pero hay cosas que no deberían
pasarse por alto. ¿Reclamaciones? Cuando pasen estos cuatros meses de jovial modernidad.
Valencia. Reducto de urbanidad. Con ganas de quitarse la etiqueta de periférica, la ciudad del
Turia se presenta a sí misma como perfecto ejemplo de urbanidad. Cinco exposiciones, un
proyecto social, dos proyectos comunicativos y cinco espectáculos teatrales intentarán confirmarlo
a través de los 150 artistas presentes en estas fechas, pero recomendamos no perderse “A & M:
El almacén del adecuado comportamiento”, un alegato a favor de la compra inteligente con artistas
como Thomas Sunderland, Carlos Marzal o Francisco Brines. “Sociópolis”, la parte más buenrollista
y solidaria de la muestra, que consiste en la construcción de un campus social compuesto por
viviendas, equipamientos y demás componendas con destino a los colectivos sociales más
vulnerables, véase ancianos y jóvenes. “Arquitecturas efímeras”, fina ironía sobre la superficialidad
y fugacidad que rige a las últimas tendencias artísticas orquestada por Rafael Sierra. Y “Museo
del pasado imperfecto”, una deconstrucción del cine a cargo de Mike Figgis.
Venecia: Exposición de exposiciones. Si no estás en Venecia, no eres nadie. Por mucho que tus
videoinstalaciones hayan sido reseñadas en una revista fashionista o que los críticos te llamen
“joven artista emergente”. Y he aquí el tema de esta última edición de la Bienal: “Sueños y
conflictos: La dictadura del espectador”. A manera de una representación de Bretch, el tiránico
Francesco Bonami –a la sazón conservador jefe del Museo de Arte de Chicago– ha articulado
esta edición en torno a diez proyectos curatoriales, dominada por los artistas de países en
situación de transformación o tensión social, caso de Turquía, Polonia o Israel. De Venecia nos
gustan: “Z.O.U. (Zona de Urgencia)”, comisariada por el chino Hou Hanru. Según él, las ciudades
son un collage de zonas creadas a partir de urgencias en lugar de una planificación regular. A
modo de arte experimental y preformativas, ha pedido a arquitectos y urbanistas remedios a esta
situación. “La estructura de la supervivencia”, del argentino Carlos Basualdo, al frente de la última
Documenta, con obras que exploren los efectos de las crisis políticas, sociales y económicas de
los países en desarrollo. Barremos para casa con “Utopia Station”, en la que están Santiago
Cirugeda y Alicia Framis, con recetas para combatir el aburrimiento en la ciudad, el uno, y su
acción “Anti_dog” en contra de la violencia hacia las mujeres, la otra. / / S A N D R A F. M O L I N A
LOS ADELANTADOS DE LA CLASE
Una vez más, la inquieta galería valenciana
Luis Adelantado destapa los talentos
más prometedores de aquí y de fuera en la
V Convocatoria Internacional de Jóvenes Artistas,
una muestra que suele avanzar algunos de los
nombres de los que más se va a hablar en los
doce meses siguientes en campos como
fotografía, video, escultura, instalación o pintura.
Damos fe de la genialidad de Álvaro Villarrubia
o Silvia Prada (¿se nos nota que son amigos?)
sin desmerecer al resto de los seleccionados.
Una vista previa de sus trabajos está ya colgada
en www.galeríaluisadelantado.com. / / I S O B E L
Hasta el 1 de septiembre. Info: 963 510 179
ENCUENTRO CON LO IMPOSIBLE
«Si tienes llave, abre. Si no la tienes, mira por el agujero. Y si quieres,
llama». Ante la puerta de la Galería Artificial es imposible no sentirse
Alicia. La invitación grabada en tres tiras de Dymo obliga a agacharse:
allí donde debió haber una cerradura queda un misterioso hueco.
Lo que se ve por él no puede ser más irreal. Y, sin embargo, existe.
Pintura, escultura, arquitectura, fotografía, diseño y mucho más en
600 m2 a mayor beneficio de la relación artista/espectador/comprador.
Hermana mayor del revulsivo Espacio F (Mercado de Fuencarral),
Galería Artificial, iniciativa de Tatina Cayuela y Raquel Francisco, planea
potenciar el encuentro entre creadores cediendo los 11 estudios en
que se divide el lugar, servir como sala de exposiciones y devolverle la
cercanía al arte. Puede ser tu casa. Lo proclama un luminoso en la
pared: «El arte promueve un encuentro con lo imposible». // S A R A S Á E Z
Info: 913 75 00 97. [email protected]
LETRAS
contagioso)
libros
“SUICIDAS. ANTOLOGÍA”. (Ópera Prima). «Pensar en morir no es lo mismo
que ir a morir», dice Benjamín de Prado en el estupendo prólogo que ha escrito
para esta recopilación de relatos unidos por el trágico destino de sus autores.
27 textos de escritores del XIX y XX (Maupassant, Zweig, Pavese, Woolf, Dylan
Thomas...) que acercan la voz, el pensamiento, las reflexiones de creadores que
decidieron adelantarse a la muerte. Una mortal conexión:en “Jóvenes cuentistas
muertos”, de Fernando Cifuentes, Premio Alfonso VIII de Narrativa (Ed. Edaf), se
compone una antología ficticia de autores que pasaron prematuramente a mejor
vida. Ah, la maldición de la escritura... // L O L A L O L A
“EL VELO NEGRO”. RICK MOODY. (Mondadori). Moody saltó a los papeles
por “La tormenta de hielo”, llevada al cine por Ang Lee, pero su destape absoluto
lo realiza en esta novela en la que recupera la vergüenza de un antepasado
suyo por haber asesinado accidentalmente a un amigo de la infancia para lavar
su propia culpa, la de un escritor atormentado por un pasado en el que se leen
las palabras alcohol, drogas y psiquiátrico, entre otras. / / I S O B E L
“EL COMEDOR DE HASHISH”. FITZ HUGH LUDLOW. (TF Editores). Dicen que
esta novela el mejor trabajo sobre los efectos del hachís en la mente que
jamás se haya escrito, junto a Las confesiones de un comedor de opio y Los
paraísos artificiales. El comentario bastará para los aficionados a la literatura
de y/con drogas, que no deberían perderse los títulos que van saliendo en la
colección Ruido Blanco, integrada por autores interesados en lo prohibido, lo
inmoral y lo oscuro y (precisamente por ello) malditos. / / L O L A L O L A
GARANTÍA GRANTA
Las listas. Eterna polémica entre los que las
confeccionan y los que las juzgan (no están
nunca todos los que son ni son todos los que
están). Pero qué bien le vienen a los que
gustan de ¿perder? el tiempo con la actualidad
cultural. Vamos, que si alguien resuelve
aquello del qué hay que leer/escuchar/ver,
pues mejor que mejor. Y así, con la fe del
creyente, el lector devora las recomendaciones,
sin movilizar su criterio. El peligro: caer en las
NEAL POLLACK
ACOSO Y DERRIBO A LOS CLÁSICOS
“Antología de la literatura americana”, primera novela
del norteamericano Neal Pollack que llega a España,
nos retrotrae a un mundo que ya no existe pero que
hemos heredado: el de los Grandes Escritores que
elevaron a una nueva forma de arte el género
periodístico. Una época dorada de las letras
americanas (40, 50 y 60) dominada por autores
insuperables: Norman Mailer, Gore Vidal, Ernest
Hemingway o John Updike; y revistas que no eran,
como hoy, catálogos de productos: New Yorker (que
sigue), Life (que ya no) o la ya domesticada Rolling
Stone. De lo que un día se conoció como Nuevo
Periodismo quedan los restos. Todos explicamos
entre paréntesis si el entrevistado ríe o no (o si se
come una patata) y no hay periodista que no cuente,
de paso, su propia vida y méritos. Hay quien lo hace
bien, claro, pero esta “Antología...” de Neal Pollack es
el ataque más duro y tronchante surgido desde la
literatura contra los desmanes de la explosión
egocéntrica en el periodismo actual que, más que
deslumbrar a los lectores, los ahuyenta.
Estructurada en torno a relatos que se presentan
como artículos sobre los más diversos temas (los
zapatistas, las prostitutas de Cuba o la campaña
presidencial de John McCain), “Antología...” es en
realidad una única novela dominada por un solo
personaje: el mejor escritor americano de todos los
tiempos. Apócrifo álter ego de Pollack, vamos
conociendo su azarosa vida siempre en el centro del
meollo. Colega de la Beat Generation, estudiante en
Harvard o perseguido por MacCarthy, Pollack nos
conquista con su ironía y recupera la honorable
tradición de fustigar a los pedantes: «Pobrecilla. El
peso de ser una figura casi importante la había
abrumado, les pasa a muchos norteamericanos
corrientes. No pueden alcanzar el nivel de celebridad
que tengo yo» (escribe en “Una entrevista a mi
hermana, que es lesbiana”). Además de prolífico
escritor –en breve se publicará en Estados Unidos
su próxima novela “Nevermind the Pollacks” donde
promete reírse de los críticos musicales– Pollack
ejerce como activista político en su incendiaria web
www.nealpollack.com , periodista en Vanity Fair y
pasará el verano de gira con su banda de punk The
Neal Pollack invasion. Al fin un poco de sentido del
humor, que ya tocaba. // J . S . F R O U C H T M A N N
“Antología de la literatura norteamericana de Neal Pollack”
está publicado por Mondadori DeBolsillo
manos de críticos afines a editoriales,
periodistas alejados de los gustos de uno... De
esta quema suele salvarse la revista británica
Granta, que hace 20 años publicó su primera
lista de jóvenes talentos de la narrativa de su
país y en la que incluía a futuras estrellas del
calibre de Martin Amis, Ian McEwan o Julian
Barnes. La segunda, de 1993, hacía la propio
con Hanif Kureishi o Ben Okri. Y la tercera, de
este año, recoge desde hypes conocidos (Zadie
Smith, Monica Ali) hasta autores ignotos.
La noticia: ya podemos leer su última selección
en castellano (Ed. Emecé). La sensación, que
el próximo año habrá una selección con las
mejores plumas hispanas. / / L O L A L O L A
Libros, para qué os quiero. Para leerlos, claro. Y, luego, para prestarlos
a los amigos. Y, más tarde, para releerlos. Y al final, para engrosar
la biblioteca, que cuestan una pasta. Sin embargo, podemos hacer la
trayectoria vital de algunos más interesante sumándonos a la campaña
“Libera tus libros” que propone Bookcrossing, proyecto por amor al arte de
la empresa del estadounidense Ron Hornbaker, que está logrando que
millones de ejemplares con el distintivo que ves en la foto recorran de
unas manos a otras el planeta. Sólo hay que registrar el libro en
www.bookcrossing-spain.com, pedir un número de identificación y una
etiqueta que lo marca como “liberado” y olvidarlo en cualquier lugar de tu
ciudad. Si lo notificas en la web, hasta pueden salir a cazarlo... // I S O B E L
contagioso)
CINE
Extended Tarantino. El director de “Pulp
Fiction” ha logrado que el productor Harvey
Weinstein no recorte las tres horas de su “Kill
Bill” (como hizo con “Gangs of N.Y.”) aceptando
estrenar su historia de modernos samurais en
dos partes. Uma Thurman es la protagonista.
Biblia gamberra. Tesoro de vídeoclubes,
“Academia Rushmore”, joya del underground
yanqui firmada por Wes Anderson (“Los
Tenenbaums”) justo después de “Un ladrón
que roba a ladrón” y nunca estrenada aquí ya
está en vídeo y DVD. Créenos: la necesitas.
JORDI VILCHES
UN CHICO RARO
LOS BEACH BOYS TENÍAN RAZÓN
Si te mueres por Hawai, si tienes más bañadores que jeans,
si te encanta cabalgar sobre las olas, está claro, eres es un
surfero. Y como no sólo de tabla vive el hombre, se celebra
en San Sebastián la primera edición del Donostiako Surfilm
Festibal (11, 12 y 13 de septiembre), donde se exhibirán
filmes de temática surfista (esa “Children of The Sun”),
para olvidar la playa, las lycras y las marquitas chuscas
y llegar al lado más espiritual del asunto. / / E L E N A H O R I C A
estrenos
“DESCONGÉLATE”
Vuelve la pareja Sabroso (Félix)/Ayaso (Dunia) tras el subidón
de “Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí” (1996)
y el espejismo “El grito en el cielo” (1998), producidos por
Almodóvar. Pepón Nieto, Candela Perña, Loles León y Rubén
Ochandiano dan vida a una ilusa panda de cómicos que regenta
un cabaret en Lavapiés. Ay, la farándula dentro de la farándula...
“DÍAS DE FÚTBOL”
Telespan, productora de “Torremolinos 73” (2003) y “Al otro
lado de la cama” (2002), pretende obrar de nuevo el milagro de
la taquilla con otra comedia coral (Sanjuan, Alterio, Verbeke...)
a cargo de David Serrano, guionista de “Al otro lado...”. Aquí, el
fútbol parece ser la solución de los dilemas existenciales de
una panda de amigos. Bueno, el esférico y las terapias de uno
de ellos, ex presidiario y taxista con vocación de psicólogo.
“ENIGMA”
Primera producción de Jagged Films (con cameo de Jagger)
que pretende factura suntuosa y tiene ínflulas de clásico
moderno. Casting de estética antigua (Kate Winslet, Jeremy
Northam, Dougray Scott, Saffron Burrows) y el best-séller de
Robert Harris –un thriller romántico ambientado en la II Guerra
Mundial– sustentan un embrollo de espías, códigos secretos
y secuestros. Dirige Michael Apted. / / A U D R E Y R O S E
De Jordi nos gusta hasta el apellido. Él es lo más
parecido que tenemos por aquí a esos cachorros
del indie que salen en las pelis de Larry Clark
(como un Nick Stalh en versión catalana). Uno de
los pocos actores jóvenes a los que no verás
chupando alfombra roja (a no ser por obligación)
y vestido de prestado, con la esperanza de pillar
línea en el primer guión que se le presente. Y ese
saber lo que no se quiere (recuerdo que también
lo tenía –no sé si lo sigue conservando– Carlos
Fuentes) es casi más importante que lograr
haberse metido en el próximo proyecto de Pedro
Almodóvar. Es algo que no sólo vale para el cine,
vale para la vida.
La verdad es que, por desgracia, no le llueven las
ofertas. Tiene un físico raro, el de uno de esos
feos guapos que descolocan a los directores
de casting. Al público le gustan los estereotipos
y Jordi no encaja. O eso parece a tenor de sus
pocas apariciones en la gran (y cada vez más
mediocre) pantalla. Desde aquello de “Guerreros”
(2002), bluff anunciado de Calparsoro, no oíamos
nada de él. Lo imaginábamos enrolado en alguna
compañía de teatro independiente (dejó el circo
y las acrobacias por las tablas) u organizando una
de esas raves que tanto le gustan.
Destapado por Cesc Gay en “Krámpack” (2000),
con la que por poco se lleva el Goya al Actor
Revelación (pena de “El bola”) y que se exhibió
con éxito hasta en el mismísimo Cannes (Semana
Internacional de la Crítica, para más señas), le
redescubre para la comedia el debutante Juan
Martínez Moreno. “Un joven Ciges”, han dicho
de él en el festival de Málaga, donde “Dos tipos
duros”, tributo a las producciones sesenteras
de Pedro Masó que cuenta las andanzas de dos
matones de medio pelo, se ha llevado el Premio
del Público. «Al principio tenía un poco de reparo
por trabajar junto a figuras consagradas como
Antonio Resines, pero creo que al final todo el
mundo se dio cuenta de que soy tan raro como
parezco», dijo durante el festival un Vilches entre
tímido y sorprendido. Que nos den más raros.
Probablemente, “Dos tipos duros” no se coma la
taquilla. Ni “Platillos volantes”, lo próximo suyo,
dirigida por Óscar Aibar (“Atolladero”) y con guión
de Jorge Guerricaechevarría, que narra la historia
de dos amigos (el otro es Ángel de Andrés) que
viajaron a otro planeta en pleno franquismo. Y,
aunque es una pena por los productores, a Jordi
Vilches ni falta que le hace. / / I S O B E L
“Dos tipos duros” se estrena el 5 de septiembre.
VAMOS A CONTAR HISTORIAS, TRALARÁ
No hay respeto para el artista, no señor. En el mercadillo de la modernez,
cede la fiebre por el DJ y sube enteros la figura del director de cortos entre
los que quieren ser alguien. Y decimos lo del respeto porque luego pasa lo
que pasa: que de 300 cortos que puedes llegar a ver en un año, merecen la
pena diez. Y, claro, eso se deja notar en los festivales, a rebosar de famosos,
hijos de o oportunistas con peliculita. No sucede así en Mecal, Festival
Internacional del Cortometraje de Barcelona, que programa una selección de
los mejores cortos producidos en todo el mundo, para que te hagas una idea
(real) de cómo está el patio. Las actividades paralelas no desmerecen: clips
españoles (los de el II Festival de Videoclips Made in Spain), los mejores
documentales europeos del año, los spots premiados en Cannes, una sección,
Oblicua, en la que se presentan trabajos de alto riesgo... Cantidad y, por fin,
calidad. ¡Ah! También hay DJs (cómo no): Lo Fidelity All Stars, Kyoto Jazz
Massive, Ladytron y Nu Spirit Helsinki, entre otros. / / L O L A L O L A
Mecal, del 5 al 13 de septiembre. Info: www.mecalbcn.com
contagioso)
MÚSICA
discos
7 HURTZ. “ELECTROLEUM”. (Output/Pias)
Entre el cielo funk y el infierno electro media un limbo sin Dios ni ley.
El segundo álbum del proyecto que lidera el ex paladín del acid jazz Lascelles Gordon
(Brand New Heavies, Campag Velocet) anda precisamente perdido en él, dejándose llevar
por los fantasmas de Jean Jacques Perry, Sun Ra, el John Carpenter autor de bandas
sonoras o los peores Boards Of Canada. Oscura e intrigante, su atmósfera es tan densa
que termina oprimiendo; una sensación subrayada por la excesiva (cansina) duración
de los temas y que ni siquiera redimen los bajos arrebatadores (que los tiene). En fin,
si a Trevor Jackson empieza a hacerle tilín la jazzatrónica, ya podemos temblar, ya...
BEYONCÉ. “DANGEROUSLY IN LOVE”. (Columbia)
“Crazy in Love”, ese single a medias con Jay-Z, es tan grande, tan brutal y tan sexy,
que el resto de lo que ofrece el debut en solitario de la cabeza y el cuerpo de Destiny’s
Child no puede más que palidecer. Demasiado caramelo r&b, que hasta Missy se
empeña en lamer, para tan intenso potencial. Lástima: Beyoncé calienta, pero no quema.
CARLOS BERLANGA. “INDICIOS”. (Austrohúngaro/Pías)
Su segundo disco en solitario. En su momento (1994) no le hicieron demasiado caso,
pero en él se conservan las esencias del mejor Berlanga: el afrancesado (“C’est la France”)
y el brasilero (“Aguas de Março”), el fan de Pet Shop Boys (“Indicios de arrepentimiento”)
y el de Vainica Doble (“La funcionaria”). Será pasión de fan, pero por Carlos (irrepetible
por su clase y por su ironía, por joyas como “Tazas de té”) no pasan los años...
CLOVIS. “TIME WE SPENT TOGETHER”. (Limbo Starr).
La anunciada crónica de la larga experiencia neoyorquina del ex Enemigo Fino Oyonarte y
la actriz Cristina Plaza ya tiene quien la publique: la misma factoría de sueños que acoge a
Nacho Vegas, sin ir más lejos. La cuadratura del círculo para tan sencillo como exquisito
EP (maldición, sólo cuatro canciones) llamada a embellecer el pop de aquí. Mucho en
inglés, algo en español, beneficiándose de su feedback con Los Planetas (el disco está
grabado en el Refugio Antiaéreo) y elevando los corazones. Y eso sólo de momento.
DAF. “FÜNFZEHN NEUE DAF LIEDER”. (Superstar Recordings/Satélite K)
La Deutsch Amerikanische Freundschaft nunca se separó oficialmente, así que mejor
no hablar de reunificación. Además, esto está clarísimo: si a todo el mundo se le está
apareciendo la Virgen del Electro, ¿por qué no pueden Robert Gorl y Gabi Delgado-López
meter mano en tamaño filón guarromariano? Al fin y al cabo, ellos ayudaron
a sentar sus bases, facción marcialidad industrial. Fueron apenas tres elepés, entre 1981 y
1982, pero en ellos está todo lo que te gusta (o detestas) hoy. Igual que en estas 15 nuevas
canciones (con homenaje a Liaisons Dangereuses incluido). Así cualquiera se reivindica.
ELECTRONICAT. “21ST CENTURY TOY”. (Disko B/Red)
Si T. Rex fuera un grupo actual, también sería... electro. Tal es la premisa de la
que parte Fred Bigot para desarrollar el último largo de una carrera de fondo que ya dura
seis años. Con la ayuda del francotirador Gerhard Potuznik (G. D. Luxxe, coproductor de
Chicks On Speed) y Catriona Shaw (Queen Of Japan), el parisino pone patas arriba
el legado glam de Marc Bolan y Brian Eno descargando distorsiones, ruido y suciedad
sónica de actitud electrónica (punk). Ni electroclash ni new rock. Simplemente, rocks!
GANG STARR. “THE OWNERZ”. (Virgin)
Al César lo que es del César (ni de Timbaland ni de The Neptunes ni, mucho menos,
de Jay-Z o P. Diddy). Han tardado cinco años, aunque al menos ahora saben que tienen
la verdad de su lado (siempre la han tenido). Quizá no sea ese gran paso adelante esperado,
pero es lo que gana el hip hop en honestidad. Créelo: Guru y DJ Premier están de vuelta.
Después de semejante lección, si lo han hecho para quedarse ya da lo mismo.
VARIOS. “NEW YORK NOISE”. (Soul Jazz Records/Satélite K)
Tenía que pasar. No se podía aguantar más sin poner en evidencia a esos embaucadores
de la modernidad que responden por LCD Sound System, The Rapture, The Liars,
Radio 4 e incluso (o sobre todo) Metro Area. Recopilados bajo el subtítulo “Dance
Music from The New York Underground (1978-1982)”, aquí están los protohéroes del post
punk, la no wave y el electrofunk que iluminan el actual pandemónium sonoro. A la
juventud trendy le gustarán los del cencerro y las guitarras (DNA, Liquid Liquid, The
Dance, Bush Tetras, Glenn Branca); a los friquis, los experimentales negros (Rahmelzee vs
K. Rob, Dinosaur L., Defunkt, ESG). Ya están tardando los ingleses en reeditar a P.I.L.
FAT TRUCKERS
HITS PARA CHICAS (BORRACHAS)
Han teloneado a The Rapture o Pulp. Uno de sus componentes se esconde bajo el alias de
Jason Buckle para acompañar a Jarvis Cocker en ese electroproyecto titulado Relaxed Muscle.
Están tan tarados como sus canciones (jitazos de electrorock sudoroso y maloliente con
estribillos –ese “Superbike”, ese “Teenage Daughter”– como martillazos). Su disco, “Fat
Truckers” (Gigolo/Red), te puede parecer lo mejor o lo peor. Contestó, durante el Sónar, Ben
Rymer, ejemplar representante del suburbio británico. La verdad: parecéis tres muchachos
de pueblo que disfrutan haciendo ruido y pegando botes como niños. ¿De dónde
habéis salido? De Sheffield. Nos conocemos desde pequeños. Fuimos Ross (Orton) y yo los
que empezamos con esto de la música. Cuando quisimos poner voz a lo que componíamos,
descubrimos que los dos cantábamos fatal, así que no nos quedó tuvimos que reclutar a Mark
(Hudson), que lo hace mucho mejor que yo. Aún no sé cómo nos arreglamos para covencerle.
Creo que aún tenéis trabajos como Dios manda en vuestro Sheffield natal. Sí, no
nos queda más remedio. Yo curro en un bar, Mark en un café y Ross saca dinero alquilando su
estudio de grabación. ¿Qué se os ha perdido en un festival tan cool como el Sónar?
Pues hemos venido a conocer a gente simpática y a beber un poco de vino. Alguien nos vio
cuando actuamos en Francia y nos contrató. Tocar para tanta gente es un poco como ser
comida para leones. ¿Quiénes están más locos, vosotros o los que disfrutan de
vuestra música? Los que nos ven. Por cierto, muchas chicas. No hacemos tanto música para
drogas como música para cervezas, tenemos un espíritu más rockero. Atraemos a la gente más
rara y obsesiva. Una vez, un chaval nos confesó que venía a nuestros conciertos porque le
gustaba ver cómo las chicas movían sus piercings. Ellas no paran. La crítica ha dicho que
sois la banda más extraña que jamás haya existido, haciendo un retrotechno
bárbaro (en el sentido más literal). ¿Os sentís identificados? No con eso de techno.
Nuestra estructura no es de cuatro por cuatro. Hacemos rock con base electrónica. Sí estoy
muy de acuerdo en la otra parte de la definición, en lo de bárbaros. Somos unos animales. ¿Es
cierto que a ninguno os hace demasiada gracia eso de mudaros a Londres y
cambiar el estilo de vida pueblerino que ahora lleváis? ¿No queréis ser estrellas?
Ninguno de nosotros tiene la más mínima intención de hacerse famoso. Pero sí sois íntimos
del famoso más famoso de Sheffield: el señor Jarvis Cocker. Conocemos a Jarvis
desde hace tiempo, sí, pero no envidiamos la vida que lleva, con tanta gente obsesionada con
él, pendiente de todo lo que hace. Hoy las bandas sólo están interesadas en ganar dinero, en
hacerse famosas. Es terrible. Entonces, ¿qué pintáis en un sello como Gigolo, con un
star system propio y una filosofía que tiene mucho que ver con el glamour, la
decadencia y la frivolidad del estrellato? Que la fama no nos interese desde el punto de
vista personal no significa que no queramos que nuestra música suene y se escuche. En este
sentido, Gigolo es un buen sello, con mucha distribución. Nos permite llegar a muchos rincones
del mundo. ¿Y no os han propuesto cambiaros la imagen o quizá grabar un clip
calentorro con Miss Kittin? Pues no. Nosotros no somos fashion. No nos interesa el mundo
de las tendencias. Hacemos, sobre todo, música para adolescentes. Es una pena que toda una
generación haya crecido escuchando basura como Avril Lavigne o Marilyn Manson. No sé qué
efectos catastróficos puede tener esto en el futuro... Hell afirma que sois el futuro.
¿Estamos salvados o debemos usar nuestros ahorros en construirnos un búnker?
Si los americanos siguen así, me temo que todos acabaremos metidos en uno. // L O L A L O L A
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Tanned Tin. Comienzan las
confirmaciones en el cartel del
festival de Acuarela
(noviembre, Santander), con
sus míticas azafatas-dominatrix
y sus no menos míticos cuartos
de baño. Estarán Black Box
Recorder, Chucho, Early Day
Miners, Do Make Say Thinky y
Miztura. Los pitonisos de la
cosa añaden a Emak Bakia,
Refree y Grupo Salvaje, todos
con nuevos discos a la vista.
Jack White. La guitarra de
White Stripes hace de él
mismo en lo próximo de Jim
Jarmush “Coffe And
Cigarrettes” y se hace pasar
por actor (dicen que no lo hace
mal) en “Cold Mountain”, de
Anthony “El paciente inglés”
Minghella, a la que también
pone banda sonora. Del rodaje
con Minghella ha salido con
nueva conquista: Reneé
Zellwegger.
Reuniones. Frank Black
fantasea con el comeback de
los Pixies (por lo visto, se
reunen para jams privadas),
pero los que realmente ya
graban en Berlín (cinco temas
inconclusos que no entraron en
el EP “Glider”, de 1989) son My
Bloody Valentine. Además,
Kevin Shields ha firmado la
banda sonora de la esperada
tercera película de Sofia
Coppola, “Lost in Traslation”.
BAD HAIR DAY
gracias por la música
Si pensabas que The Strokes lo habían dicho
todo en cuestión de estética capilar, aquí
tienes a los próximos en darle otra vuelta
de tuerca al asunto del Very Important Hair. Los
chicos de Kings Of Leon, los hermanos Caleb,
Nathan y Jared y su primo Matthew, pasaron de
tragarse las misas evangelistas en su
Tennessee natal (su padre iba de parroquia en
parroquia sermoneando a las masas), a
amenizarlas con sus composiciones para
delirio de la comunidad pentecostal. Hace tres
años que se mudaron a Nashville y
consiguieron grabar un EP, “Holy Roller
Novocaine”. El furor que desató en NME les
allanó el camino para su CD, “Youth And Young
Manhood”, en el que van del clásico rock
sureño al blues o la psicodelia, de The Kinks
LAS CANCIONES QUE MANO DE SANTO
CANTA POR LA CALLE
Cómo es posible que triunfe la campaña de la
Once y que no se le haga justicia al pegadizo “El
baile de la ameba”, jit de Inma y Fran, pareja de
salmantinos cobijados en Austrohúngaro y los
primeros en fabricar su CD ideal para FAKE.
Será que no salen en la tele...
«Este CD recopila algunas de nuestras canciones
favoritas, que hemos canturreado repetidas veces,
hasta engañar nuestra memoria y creer que lo que
dicen nos ha sucedido a nosotros. Todos estos
artistas nos han regalado una falsa e inconsciente
autobiografía ajena, las canciones de nuestra vida».
1. VAINICA DOBLE. “La ballena azul”. Al poco
tiempo de conocernos ya cantábamos popurrís
de Vainica Doble según volvíamos a casa por la
noche, e incluso llegamos a conocer así a otros
fans de ese dúo irrepetible.
2. SPARKS. “When Do I Get To Sing My Way”.
Interpretamos esta canción sin saber que
llevábamos en un bolsillo el CD donde apareció
originalmente, regalo de un amigo de Valladolid.
3. MOMUS. “Coming in A Girl´s Mouth”. Aunque
nos gusta la letra, nunca diríamos que es deliciosa.
4. ASTRUD. “A mí me pasa lo mismo”. Inma subió
al escenario a cantarla en un concierto de Astrud,
y estuvimos toda la tarde ensayándola. Ahora
forma parte de nuestro repertorio y nunca
nos acordamos de decir que no es nuestra.
5. ISABEL PANTOJA. “Así fue”. Da mucho juego
para cantarla a dos voces, en plan Pimpinela.
La letra tiene varias interpretaciones y es fácil
de descontextualizar y la música nos encanta.
6. CARLOS BERLANGA. “Si no es por ti”. También
es ideal para hacer un dúo (nuestras voces
empastan muy mal la una con la otra), y para ir
variando la letra, de acuerdo a las circunstancias.
7. THE MAGNETIC FIELDS. “Love Is Lighter Than
Air”. Una canción muy optimista y veraniega, ideal
para hacer coreografías urbanas.
8. MY BLOODY VALENTINE. “When You Sleep”.
Fran solía tararearla cuando paseaba por Madrid.
No sabe lo que dice la letra, ni falta que hace.
9. THE SMITHS. “Heaven Knows I´m Miserable
Now”. Inma tiene una facilidad innata para
aprenderse canciones de los Smiths y de
Morrissey de memoria, pero a Fran le resulta
imposible. Ésta es la excepción.
10. THE TOKENS. “The Lion Sleeps Tonight”.
De toda la lista, esta es la más difícil de
interpretar. Es una melodía que todos conocéis,
entre africana y tirolesa, folklore universal.
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a Neal Young y hasta a la Velvet. Pinta retrosetentera, sí, pero se nota que han deglutido a
base de bien. Ponte peluca, ya. / / I S O B E L
“Youth And Young Manhood” (RCA), a la venta el 7 de septiembre
MOVE YOUR FEET
Ibiza, patria de DJs musculados/locas, psicóticos del trance o technócratas maquineros, recibe este verano (en Manumission los lunes, date
prisa porque se va a mediados de septiembre) a
Har Mar Superstar, la última sensación del baile
británico importada de Minnesota. Con la pinta
de un Senior (de Junior Senior) con vocación
de stripper y el alma (funky) más negra que R
Kelly, ha facturado un disco, “You Can Feel Me”
que, a pesar de no ser más que una broma de
29 minutos que abusa del “Put Ya Hands Up”
y similares, le ha puesto (para escándalo de
los puristas) en la órbita del hype. Dice que
podría ser como Usher, pero en blanco. Mejor
pensar que está de coña. / / A U D R E Y R O S E
fake-out
FAKE vs. VICE. Como
el culo. Vice es la revista más cool del
mundo. Panfleto punk de 16 páginas made in Montreal
en 1994. Glossy magazine pop reubicado en Nueva York
en 1999. Edición británica desde 2002. Esta primavera también se ha echado edición australiana. Redondean
la jugada su productora televisiva (Vice TV), un tentáculo discográfico (Vice Records, filial de Atlantic Records,
con él llegó el álbum de The Streets al mercado americano), una línea de ropa (en cadena de tiendas propia), la compañía cinematográfica (Vice Films) y la versión web (www.viceland.com). Cuenta entre sus colaboradores habituales con profesionales de la ironía
gruesa tipo David Cross y Sarah Silverman y le hacen
los retratos el wunderkid Ryan McGinley –con cargo
de director de fotografía– y Terry Richardson (juntos
en la pola de aquí al lado, gentileza de Richardson,
desde la que nos dedican un saludo especial junto a
Sharky Favorite, otro contributor de postín).
El año pasado publicó el volumen “The Vice Guide to
Sex And Drugs And Rock’n’roll”, mucho más una recopilación de los mejores y más sucios reportajes aparecidos en la revista durante la última década: 300 páginas del fenómeno cultural más escandaloso de la Historia
jamás contado (a la venta exclusivamente en el Amazon
canadiense, www.amazon.ca). Es sexy, guarra, mordaz,
inconsciente, macarra, pueril. A veces, inteligente; otras,
despreciable. Escriben «puto negro» y «maricón de mierda» con propiedad. Y todo eso, gratis (bueno, aquí, cuando llega a ciertos quioscos, te la cobran). The Face le
copió su sección Fashion Do’s, Fashion Don’ts, o cómo
ejercer la crítica de moda en la calle y vivir para contarlo; el sueño de cualquier marica mala. Lo peor que
se puede decir de ella es que es a la prensa lo que
“Jackass” a la tele. Un sonoro pedo en tu cara. Un irreverente, hilarante e inquietante ejercicio de neoperiodismo gonzo que ha conseguido rescatar de los fumaderos de crack a tres perdedores de Le Plateau. Blame
Canada!: Gavin McInnes, Shane Smith y
Suroosh Alvi, equipo fundador y apóstoles del degradante Vice lifestyle. Sexo,
drogas, rock’n’roll y muerte. Al habla
McInnes, que amenaza con practicar fist
fucking en nuestros traseros con una
botella rota. Que le den.
¿Quién coño necesita una guía sobre
sexo, drogas y rock’n’roll? ¿Qué? ¿Se
trata de un trabajo empírico o es sólo
teoría? Todos nuestras experiencias personales están ahí. ¿No habéis leído la
entrevista que abre el libro? La verdad
es que parece un volumen un tanto inútil. Seguro que muchos de vuestros lectores podrían
daros varias lecciones al respecto... ¿De qué carajo
me habláis? Echad un vistazo al capítulo “Guía para
comer coños” o al de la “Guía del sexo anal” y decidme si son superfluos, imbéciles. ¿Intentáis ser divulgativos, subversivos u ofensivos? No sé qué quiere
decir divulgativo. Nosotros escribimos como hablamos
y contamos historias que nos parecen interesantes. No
existe estrategia o plan secreto alguno. Sólo intentamos hacer la revista que nos gusta leer, la televisión
que desearíamos ver, las películas por las que pagaríamos una entrada, las tiendas en las que nos encantaría comprar... ¿Cómo seleccionasteis los temas y a
los autores? ¿Qué tipo de pago han recibido? Lo único que hicimos fue reunir al mejor equipo y ponerlo a
trabajar. ¿Por qué preguntáis lo del pago? ¿Qué clase
de revista es la vuestra? ¿De qué vais? Bueno, da la
sensación de que solamente os gusta el sexo si es
bizarro (o pegajoso); las drogas, si os hacen vomitar,
y el rock’n’roll, si es fashion... A tomar por el culo.
¿Acaso queréis leer la “Guía Vice de la postura del
misionero” o la “Guía Vice del beso con lengua”? ¿Os
hace vomitar el ácido líquido? ¿Y qué coño es el “rock
fashion”? ¿Lenny Kravitz? Vaya majadería. ¿Deberíamos
escribir sobre Uriah Heep? Es que parece que habláis
de sexo, drogas y rock’n’roll como el que comenta
tendencias... Y vuestro inglés parece el de un taxista
inmigrante... Ilumínanos: ¿qué se llevará en cuestión
de sexo, drogas y rock’n’roll la próxima temporada?
¿Qué? En sexo lo más
serán los gemelos que
se lo montan juntos.
Y el incesto homosexual.
La nueva droga se llama cake, una pastilla del tamaño
de un balón de fútbol. Y por lo que respecta al rock’n’roll: disco Oi!, sin duda. Mirad lo que pasa en el mundo. El rock obrero bailable va a ser muy grande. ¿Sois
el Vogue de los punk/electro rockers? Sí. Lo dice nuestro plan de empresa. Hubo un mes que cogimos un
Vogue al azar, dibujamos crestas mohawk en las cabezas de todos los que salían y lo publicamos así. Nos
pusieron una demanda de cientos de dólares. Por cierto, ¿no habéis oído eso de “Sex, drugs and rock’n’roll... is over” en el “Madame Hollywood” de Felix Da
Housecat? ¿No deberíais tenerlo en cuenta? Lo que
me encantaría es que nos viéramos las caras algún
día... A nosotros también contigo, Gavin, a nosotros
también...
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