Página al viento - Me gusta - Universidad Nacional Autónoma de

Transcripción

Página al viento - Me gusta - Universidad Nacional Autónoma de
Abril, abriendo nuestras
ventanas al idioma
E
l cantautor español Joaquín Sabina en una de
sus más conocidas canciones expresa: “¿Quién
me ha robado el mes de abril?/Lo guardaba en un
cajón/ donde guardo el corazón”. Y es que el mes
de abril siempre ha tenido grandes implicaciones en
los espíritus sensibles, cuando de crear se trata.
Con todo, en Honduras nos hemos robado el mes
de abril para dar lugar al Festival Interuniversitario de la Cultura y el Arte (FICCUA), en su novena edición, que reúne a artistas de las universidades públicas de Centroamérica; Belice,
República Dominicana y Panamá.
Jamás podríamos pasar por alto las grandes efemérides que se celebran el 23 de
este mes, como lo son el Día Internacional
del Libro y por supuesto el Día del Idioma
Español; la celebración de la lengua de
Cervantes, Sor Juana Inés de la Cruz,
García Lorca, Pablo Neruda, García
Márquez y muchos otros grandes
Boletín informativo de la Editorial Universitaria
Año IV, No. 28 • Abril de 2015
Universidad Nacional Autónoma de Honduras
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nombres que han dejado una huella indeleble en la más alta
literatura universal.
Página al viento se complace en presentar en este número una
breve historia sobre el origen del Día del Idioma Español. Seguidamente un esclarecedor artículo de Jéssica Murillo Ávila,
acerca de las implicaciones del androcentrismo imperante en
la lengua. Asimismo presentamos el texto del discurso que el
Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa preparara para
la inauguración del V Congreso Internacional de la Lengua Española, y una reseña sobre los libros de reciente publicación
en la Editorial Universitaria. De igual forma, celebrando la herencia africana presentamos a los lectores una separata con un
interesante artículo sobre la interculturalidad en el país.
En este número:
 Breve historia del Día del Idioma Español / 2

El lenguaje, la gran violencia a la mujer / Jéssica
Murillo Ávila / 3

De los consejos que dio Don Quijote... / 7

La lengua común / Mario Vargas Llosa / 9
Director: Edición: Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández, Arnold Mejía
Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú
Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría
Rubén Darío Paz
Suny del Carmen Arrazola
Néstor Ulloa
Carlos Aguilar
Breve historia del
Día del Idioma Español
Don Miguel de Cervantes
Saavedra, visto en un retrato
suyo poco conocido.
El Día del Idioma Español tiene
su origen en el año
1926, cuando el escritor valenciano Vicente
Clavel Andrés propuso la
existencia de un día especial
para celebrar la literatura. La
tradición comenzó en Valencia
y se diseminó gradualmente por
toda España. Para 1964, la celebración
fue adoptada por todos los países hispanohablantes.
El 23 de abril se celebra el Día Mundial
del Idioma Español en honor al escritor
Miguel de Cervantes Saavedra, quien
murió el 23 de abril del año
1616 y cuya novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
2
Día Mundial
del Libro y de los
Derechos de Autor.
Mancha está considerada la
obra cumbre de la lengua española.
En la misma fecha, pero del calendario
juliano, murió también el escritor inglés
William Shakespeare. También murieron en diferentes años, el peruano Inca
Garcilaso de la Vega y Vladimir Nabokov (en 1899).
A iniciativa de la Unesco, se instituyó para este día la celebración del
En Honduras, a través del
artículo 150 de la Ley Orgánica
de Educación (Decreto N° 79 del
Congreso Nacional, del 14 de noviembre de 1966), se estableció que “Con el
objetivo de velar por la conservación,
pureza y enriquecimiento de la lengua
oficial de la república, se establece el 23
de Abril, como Día del Idioma Español.
Con tal motivo la Secretaría de Educación Pública organizará anualmente
concursos de lenguaje y literatura escolares y extra escolares cuyos premios se
otorgarán en la fecha indicada.”
El lenguaje, la gran violencia a la mujer
Jéssica Murillo Ávila*
Durante mucho tiempo las mujeres hemos estado condenadas en la oscuridad.
Poco a poco nos hemos hecho visibles,
pero hay un resquicio en el que aún estamos ocultas: el lenguaje. Esto es un serio
problema porque es una de las formas
más sutiles de discriminación a la mujer y más difíciles de detectar. Además,
las pocas personas que sí se percatan
de ello, no le dan la importancia que
requiere. Lo ven como un tema de segunda. En realidad, el lenguaje es una de
las formas más importantes para luchar
contra el patriarcado, puesto que modela comportamientos. Cambiarlo sería un
paso más a la igualdad.
El lenguaje es la principal forma de comunicación. Con él transmitimos pensamientos, sentimientos e ideas. Pero
no sólo sirve para comunicar. También
reproduce y transmite estereotipos. A
través del lenguaje aprendemos y comunicamos valores, formas de interpretar
la realidad. Por medio del lenguaje se
transmite el androcentrismo porque se
considera al hombre como sujeto de referencia y a la mujer como subordinada
a él.
El lenguaje, por tanto, no es inocente,
no sólo explica e interpreta, sino que
también crea. Pensamos en palabras que
convertimos en imágenes. Así lo afirman
los diferentes estudios desde la psicolingüística. Esto significa que si el lenguaje
es masculino, nuestro imaginario también será masculino. Podemos hablar de
una violencia simbólica porque pone límite al imaginario, y silencia a las mujeres. Como decía Georges Steiner: “lo que
no se nombra no existe”. De ahí la necesidad de nombrarnos. Hacerlo es posible.
Si las mujeres somos más de la mitad de
la población, es justo que se nos aluda
y estemos igual de representadas en el
lenguaje que el hombre. Nuestra lengua
posee recursos suficientes para que este
propósito sea una realidad.
Una de las herramientas o alternativas
al lenguaje sexista, es el lenguaje inclusivo. El objetivo principal es visibilizar a
la mujer en una sociedad patriarcal que
nos oculta constantemente. La Real Academia Española establece que el masculino es neutro, esto contribuye a crear
una imagen mental del mundo plagado
únicamente por hombres, lo que crea
una imagen falsa y origina que en muchas ocasiones las mujeres nos veamos
obligadas a adoptar una doble identidad sexolingüística. Como afirma María
Martín Barranco, especialista en igualdad, desde pequeñas debemos aprender
a deducir cuándo estamos o no incluidas
en ese masculino genérico.
El lenguaje inclusivo es una elección
consciente para forzar una perspectiva
crítica al patriarcado. Lo que se pretende
es que se deje de usar el masculino como
genérico y que se nombre a las mujeres.
Existen algunas técnicas como utilizar
sustantivos colectivos: alumnado, profesorado, ciudadanía… usar el nombre del
cargo: alcaldía, vicerrectorado… evitando usos sexistas de la palabra, e incluso
haciendo uso del desdoblamiento de género: “los niños y las niñas”. Curiosamente, la RAE admite el desdoblamiento de
género en obrero/a, peluquero/a, carnicero/a, etc., pero no en títulos superiores
universitarios donde alude que se puede
usar tanto el masculino genérico, como
el desdoblamiento. Así, por ejemplo, nos
encontramos que a una mujer que ha estudiado medicina se le puede nombrar
como “la médico”, o como “la médica”.
Esto tenía un cierto sentido en determinados momentos en los que las mujeres
aún eran escasas en las universidades y
se las llamaba en masculino, pero en la
actualidad ya no es así. Las mujeres he-
mos accedido a la universidad de forma
masiva, por lo que esta nueva situación
necesita palabras nuevas para que seamos
nombradas. Por norma general el o la hablante, sigue de un modo espontáneo el
orden lógico de la “a” o la ”o” para denominar a las mujeres o a los hombres, por
lo que no supondría violentar la lengua.
De hecho, si lo pensamos, es mucho más
incorrecto decir “la médico”, ya no sólo
por una cuestión de visibilidad, sino de
sintaxis, dado que no existe concordancia
entre artículo y sustantivo. Queda claro
entonces, que la supuesta incorrección
del lenguaje que la RAE ha asegurado en
más de una ocasión, no está fundada en
razones lingüísticas sino en una ideología
machista. Existen diversos hechos que
apuntan a esta hipótesis de que nuestra
Real Academia de la Lengua Española es
machista:
En primer lugar, su composición es mayoritariamente masculina. Desde que
fue fundada en 1713, tuvieron que pasar
más de trescientos años hasta que admitieron a la primera mujer: Carmen Conde. Desde entonces sólo han pasado siete
mujeres por la RAE. Como dato importante, Emilia Pardo Bazán lo intentó en
tres ocasiones (1889, 1892, y 1912) y fue
rechazada bajo estas palabras: “nada de
mujeres, son las normas”, a lo que Pardo Bazán respondió que debería contar
más el mérito y el esfuerzo, que si se es
hombre o mujer. Antes de Emilia Pardo
Bazán, lo intentaron otras grandes como
Gertrudis Gómez de Avellaneda y Concepción Arenal. Más tarde también lo
trataron de lograr María Moliner, Rosa
Chancel, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite…. Por tanto, si la proporción
de mujeres en la RAE sigue siendo escasa es porque existen impedimentos que
van más allá de los méritos.
* Jéssica Murillo Ávila es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, máster en Comunicación Política por la misma
universidad. Community Manager y experta en igualdad de género. Creadora de la revista online de crítica social Crítica dinámica (@criticadinamica) y cofundadora de “Radio conectadas” (@radioconectadas).
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Además, entre la composición de la
RAE se encuentra Arturo Pérez Reverte,
quién acuñó el término “feminazi” para
insultar a aquellas feministas que defienden los derechos de las mujeres.
En la actualidad, la RAE cuenta con
siete académicas, y cuarenta y dos académicos. Ni siquiera la Ley de Igualdad de 2007, que exige explícitamente
la “representación equilibrada” de ambos sexos en los órganos “consultivos
y científicos del organigrama cultural”,
ha conseguido que la RAE incorpore
más mujeres a sus filas. A propósito de
la escasa proporción de mujeres en esta
institución, la escritora Laura Freixas ha
impulsado una iniciativa para recabar
apoyos y pedir a la RAE que la escritora y académica con la letra “k”, Ana Mª
Matute, recientemente fallecida, sea sustituida por una escritora. Pueden firmar
la petición en: https://docs.google.com/
forms/d/1tu_BnZypY2uyia3YdlwuPXjcQoHIDUBhkmmWQWYo8bo/viewform. Ahora la Real Academia Española
tiene cinco sillas vacantes. Junto con el
sillón de la escritora, permanecen vacíos
los de los fallecidos José Luis Sampedro
(‘F’), Eduardo García de Enterría (‘U’),
Martín de Riquer (‘H’) y José Luis Pinillos (‘S’). Según han informado fuentes
cercanas a la institución, de momento
no se va a abrir el procedimiento para
ocuparlas. No obstante, no está de más
ir reuniendo apoyos para pedir a la RAE
que esas vacantes sean sustituidas por
mujeres para que exista una proporción
equitativa entre mujeres y hombres.
Siguiendo con los factores que hacen
pensar que en la RAE hay un fuerte sexismo, habría que recordar el anuncio
que crearon para celebrar los 300 años
de su diccionario en el que se mostraba a una mujer analfabeta y ama de casa
que necesitaba del diccionario porque
“limpia y da esplendor”. A ello hay que
añadir algunas incoherencias con tal
de mantener a la mujer subordinada.
La RAE es capaz de ir en contra de sus
propias normas para relegar a las mujeres. Se supone que se sigue
un orden alfabético: la “a”
va antes de la “o”. Si abrimos
nuestro diccionario veremos
4
Escudo de la Real Academia
de la Lengua Española.
que, efectivamente, las palabras siguen
un orden alfabético, pero una vez llegamos a la propia palabra se pone primero
el masculino y luego el femenino, por
ejemplo, perro/a. Como asegura la periodista especializada en género, Nuria
Varela, “no es una cuestión lingüística,
sino del poder de quienes lo escriben”, y
como hemos explicado cuando hablábamos de su composición, son mayoritariamente hombres.
También, como anécdota, Víctor García
de la Concha, antiguo director de la RAE,
acudió a una conferencia en Colombia
en el año 2007. En aquellas jornadas se
le preguntó cuándo iba a incorporar la
perspectiva de género en el diccionario, y aseguró que encargó a un grupo
feminista hacer propuestas, pero no las
aceptaron todas para no hacer militancia feminista. Para García de la Concha
el feminismo es algo horrible, pero no
nos debería de extrañar que lo pensase
así, pues si acudimos a la definición de
la RAE, el feminismo es “una doctrina
social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados
antes a los hombres/ Movimiento que
exige para las mujeres iguales derechos
que para los hombres”. ¿Qué hay de
raro? En primer lugar, la igualdad ya
existe en los Derechos Humanos y en
la Constitución, lo que queremos las fe-
ministas es que esa igualdad sea real. En
cuanto a su segunda acepción, se ve el
androcentrismo de esta institución porque otorga al hombre el canon a seguir.
Además, se ve como algo compacto. No
se alude al feminismo de la igualdad, de
la diferencia, radical, socialista, ecofeminismo, etc. por lo que resulta llamativo
cómo la RAE afina tanto para definir algunos conceptos y otros no.
Otro ejemplo son sus definiciones: macho es un hombre fuerte y vigoroso. Lo
femenino es débil y endeble. Una cucaracha es una mujer morena, y una arpía
es una mujer fea. Un ciudadano o una
ciudadana, según la cuarta acepción del
diccionario de la RAE, es un hombre
bueno. Gozar es conocer carnalmente a
una mujer. Periquear es una mujer que
disfruta en exceso de su libertad, para
la RAE la libertad de la mujer debe tener un límite. Callo es una mujer fea.
Baboseo, es la acción de babosear, obsequiando rendidamente a una mujer. Un
muslamen, es el muslo de una persona,
especialmente los de una mujer. Asimismo, existen significados diferentes según
el género femenino o masculino: no es
lo mismo un aventurero que una aventurera, un perro que una perra, un zorro
que una zorra, etc. El femenino alude a
la prostitución. De hecho, la RAE tiene
más de ochenta definiciones y sinónimos de prostituta, tales como ‘pelota’,
‘maleta’, ‘gamberra’, ‘mujer del arte’, ‘mujer del partido’, ‘mujer de punto’, ‘mujer
perdida’, ‘mujer mundana’ o ‘mujer pública’. Básicamente, para la RAE, ‘mujer’
es casi un término peyorativo de ‘puta’.
Otras palabras no tienen equivalencia,
como por ejemplo: arpía, víbora, caballerosidad, maruja… Además, existe una
clara negativa a feminizar profesiones
asegurando que podrían llevar a confusiones por ser homónimas, por ejemplo:
la música es la melodía, pero no se puede llamar música a una mujer que toca la
guitarra. Sin embargo, el basurero puede
ser un recipiente para echar la basura o
un hombre que se dedica a recoger la basura, pero en esos casos no hay ningún
problema, ¡qué casualidad!
Y no acaba aquí la conciencia machista
de la “gran” institución de la lengua. En
muchas de sus definiciones realizan una
cosificación de la mujer donde lo masculino es lo universal y lo femenino es lo
particular. Lo femenino es definido desde o a partir de lo masculino. Se necesita del sustantivo “mujer” para definirla.
Sirve para mantener a la mujer subordinada y diferenciar al subgrupo del grupo
supremo. Por ejemplo, fiscala, capitana,
jueza… La RAE, en su diccionario, define la juez o la jueza como la mujer del
juez. Esto tenía una explicación en los
primeros años de la Revolución Industrial, donde el capitalismo y la privatización de las tierras llevó a la expulsión de
los campesinos y estos se trasladaron a
otros lugares, adquiriendo independencia económica y de la familia de origen
para crear una nueva. Los matrimonios
dejaron de ser un contrato jurídico entre
linajes familiares, para pasar a ser independientes con una familia nuclear-conyugal (madre, padre, hijos y/o hijas). Se
produjo la individualización masculina,
pero no femenina. El hombre se convirtió en el proveedor del hogar y se dio un
contrato sexual. Esto es, el hombre adquiere la exclusividad sexual de la mujer,
y a cambio él le transmite su estatus. De
ahí que se hablase de jueza como mujer
del juez, o alcaldesa como la mujer del
alcalde etc.
El culmine del machismo y el androcentrismo rebosante, está en la definición de
“Huérfano/a”. Según la RAE, huérfano/a
es “una persona de menor edad: A quien
se le han muerto el padre y la madre o
uno de los dos, especialmente el padre”.
Posiciona al hombre como ser superior y
la inferioridad de la mujer. La referencia
es el hombre.
A ello, se une la utilización de la palabra
“Hombre” como concepto ambiguo. A
veces es para referirse al hombre, y otras
veces a los hombres y las mujeres, por
ejemplo: “la historia del hombre”.
Podríamos pensar que todo lo explicado
es cosa del pasado. ¡Ojalá fuera así! Estos conceptos se pueden ver en el diccionario actual. Es cierto que para celebrar
los trescientos años del nacimiento de
su diccionario, la RAE va a sacar una 23
edición donde incorpora palabras nuevas. Sin embargo, las definiciones como
gozar, los más de ochenta sinónimos de
puta, la mujer como débil y el hombre
como fuerte… sí que se mantienen. Algunos cambios son los de palabras como
“belleza”, que antes era una cualidad sólo
de la mujer. También existen palabras
nuevas, como “feminicidio” o “empoderamiento”. Lo que podría ser un gran
paso hacia adelante, en realidad no lo es.
Definen el feminicidio como asesinato por razones de sexo y no de género.
Cualquiera con una pequeña perspectiva de género sabría que el género y el
sexo no es lo mismo. El sexo alude a las
diferencias biológicas, y el género a la
construcción social de lo que es femenino o masculino a partir de las diferencias biológicas.
La antropóloga mexicana Marcela Lagarde fue quien tradujo el término feminicidio al español. Surgió en 1979
en el Tribunal Internacional sobre los
crímenes de mujeres por Diana Russel,
para denunciar la violencia a la mujer, la
mutilación genital femenina…por tanto,
se refería a razones de género. La definición de la RAE falsea la realidad, como
ya lo quiso hacer con la violencia de género. Cuando el gobierno de Zapatero
[España] elaboró en 2004 la ley integral
contra esta lacra, la RAE prefirió que
fuese llamada violencia doméstica o violencia por razones de sexo. De nuevo se
encontraba equivocada. La violencia de
género se produce precisamente por la
construcción social patriarcal que asigna
roles diferentes para hombres y mujeres;
cuando un hombre con conciencia machista considera que la mujer no cumple con su supuesto rol, emplea la violencia contra ella. Además, no siempre
coincide con la violencia doméstica, ya
que está última es aquella que se produce en el ámbito del hogar, ya sea por un
hombre o por una mujer. Esto visibiliza
que la RAE tiene una inmensa aversión
a usar el género como lo ve el
feminismo. No obstante, no ha
sido tan reticente al incorporar
palabras como “guay” o “fistro”.
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En general, todas estas definiciones son
sexistas, y por proceder de la RAE se ven
como incuestionables y no es más que
una construcción patriarcal de acuerdo
a valores androcéntricos.
La principal excusa de quienes rechazan
el lenguaje inclusivo es que el genérico
vale y siempre ha sido así. Sin embargo,
esto no es cierto. El lenguaje no es inocente.
Más allá de la RAE, existen sexismos en
el lenguaje. Por ejemplo, se toma como
referente de la población a los hombres,
y existe una tendencia a masculinizar
las profesiones. Además, se utilizan determinadas expresiones sexistas, como
“coñazo” como algo aburrido, y “la polla” como algo divertido. A ello se suman
las formas de cortesía (señorita o mujer
de) que cosifican a las mujeres. También abundan los refranes machistas,
como: “De la mala mujer no te guíes, y
de la buena no te fíes”. “La mujer en casa
y con la pata quebrada”. “De la mujer y
el mar no hay que fiar”… Y los chistes:
¿Cómo se llama la modalidad del tenis
en la que a cada lado de la pista hay una
mujer y un hombre?: individual masculino con obstáculos/ ¿Cómo hacer feliz
a una mujer el sábado?: contándole un
chiste el miércoles/ ¿Por qué las mujeres
no pueden ser curas?: por el secreto de
confesión… y el uso del género femenino para descalificar: “Llora como una
mujer”; “nenaza”…
Durante años, la mujer ha estado recluida en el hogar, y el lenguaje no la incluía
porque no estaba en la vida pública.
Ahora es diferente, y se necesitan nuevas
palabras para las nuevas realidades. Además, como explica la experta en género,
María Martín Barranco, en su artículo
“El mundo en femenino”, en la Edad
Media el masculino no era suficiente
para dirigirse a hombres y mujeres. Se
usaba el “todos y todas”, así según avanza la historia y las mujeres están en más
trabajos, el lenguaje las va nombrando:
en el siglo XIII ‘mairesse’ [alcaldesa], en
el siglo XV ‘commandante en chef ’ [comandanta], en el siglo XV ‘inventeuse’
[inventora], y en siglo XVI ‘lieutenante’
[tenienta]. Ya en 1759 se utiliza ‘chirurgienne’ [cirujana]. Todo esto cambia en
el siglo XVII cuando el gramático francés
Vaugelas, asegura que “la forma masculina tiene preponderancia sobre la femenina, por ser más noble”. Eso no fue una
decisión neutral, sino con la intención
de subordinar a las mujeres. Desde entonces así ha sido. Se usa el masculino
genérico, que como vemos es excluyente. De hecho, en 1789 cuando surge la
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, que no incluyese a
las mujeres era intencionado, porque en
1791 cuando Olympe de Gouges intentó
publicar la Declaración de los Derechos
de la Mujer y la Ciudadana, fue guillotinada por ello, y lo mismo pasó en 1776
Como anunciábamos en el principio de
este artículo, la solución está en el lenguaje inclusivo. Las mujeres queremos
ser visibles en el lenguaje y esto no va
a romper la esencia del español. Puede
que haya a quien no le guste, pero si se
respeta la estructura idiomática no pasa
nada, sino que se engrandece el idioma
porque todas y todos estamos incluidos.
Reunión de
académicos y
académicas de la
lengua, en la sede
de Madrid.
6
cuando Thomas Jefferson escribió la
igualdad entre hombres, ahí no estaban
las mujeres. Por eso, cuando en 1848,
con la Declaración de Seneca Falls, Elizabeth Cady Stanton afirmó la igualdad
entre hombres y mujeres, fue tachada de
feminista radical. Por tanto, la jerarquía
hombre-mujer, es fruto del siglo XVII,
del mismo modo que los debates sobre el
lenguaje inclusivo tampoco son nuevos.
A este contexto hay que añadir un hecho
importante. Durante años los hombres
eran los únicos que publicaban y contaban el mundo desde su perspectiva. En
esos tiempos las mujeres ni siquiera eran
consideradas ciudadanas, por lo que no
estaban en las historias. Y así vemos
cómo el patriarcado se ha ido filtrando
en el lenguaje hasta hacernos invisibles,
y lo que es peor, hasta que lo interiorizamos y vemos normal ocultarnos a nosotras mismas y llamarnos en masculino
haciéndonos ausentes.
La lengua se ha ido construyendo, como
toda manifestación cultural, a través
de una serie de valores androcéntricos.
Pero en realidad, es dinámica y necesita incorporar palabras nuevas. Por tanto
el lenguaje inclusivo no es sólo una “a”
o una “o”. Es una forma de posicionarse contra el machismo, pues como diría
la escritora chilena, Marcela Serrano “el
día en que el hombre se apoderó de lenguaje, se apoderó de la historia y de la
vida. Y al hacerlo nos silenció. Yo diría
que la gran revolución del siglo XXI es
que las mujeres recuperemos la voz”.
De los consejos que dio don Quijote a Sancho
Panza antes que fuese a gobernar la ínsula,
con otras cosas bien consideradas*
Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a
Dios, porque en el temerle está la sabiduría,
y siendo sabio no podrás errar en nada.
Lo segundo, has de poner los ojos en
quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que
puede imaginarse.
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu
linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no
te corres, ninguno se pondrá a correrte;
y préciate más de ser humilde virtuoso
que pecador soberbio. Innumerables son
aquellos que de baja estirpe nacidos, han
subido a la suma dignidad pontificia e im-
peratoria; y de esta verdad te pudiera traer
tantos ejemplos, que te cansaran.
Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos,
no hay para qué tener envidia a los que los
tienen padres y abuelos príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se
aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la
sangre no vale.
Nunca te guíes por la ley del encaje, que
suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.
Hallen en ti más compasión las lágrimas
del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por entre las
promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cuando pudiere y debiere tener lugar la
equidad, no cargues todo el rigor de la ley
al delincuente, que no es mejor la fama del
juez riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no
sea con el peso de la dádiva, sino con el de
la misericordia.
Cuando te sucediere juzgar algún pleito de
algún tu enemigo, aparta las mientes de tu
injuria y ponlas en la verdad del caso.
No te ciegue la pasión propia en la causa
ajena, que los yerros que en ella hicieres
las más veces, serán sin remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de
tu hacienda.
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y
tus oídos de sus gemidos, y considera de
espacio la sustancia de lo que pide, si no
quieres que se anegue tu razón en su llanto
y tu bondad en sus suspiros.
Al que has de castigar con obras no trates
mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable,
sujeto a las condiciones de la depravada
naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere
de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos de Dios todos
son iguales, más resplandece y campea a
nuestro ver el de la misericordia que el de
la justicia.
Si estos preceptos y estas reglas sigues,
Sancho, serán luengos tus días, tu fama
será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres,
* Fragmentos del capítulo XLII de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
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títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en
paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la
muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos
de tus terceros netezuelos. Esto que hasta
aquí te he dicho son documentos que han
de adornar tu alma; escucha ahora los que
han de servir para adorno del cuerpo.
En lo que toca a cómo has de gobernar tu
persona y casa, Sancho, lo primero que te
encargo es que seas limpio, y que te cortes
las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos
hacen, a quien su ignorancia les ha dado
a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como si aquel excremento
y añadidura que se dejan de cortar fuese
uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero, puerco y extraordinario
abuso.
No andes, Sancho, desceñido y
flojo, que el vestido descompuesto
da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio
César.
Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que
parezca que te escuchas a ti
mismo, que toda afectación
es mala.
Come poco y cena más
poco, que la salud de todo
el cuerpo se fragua en la
oficina del estómago.
Sé templado en el beber,
considerando que el vino
demasiado ni guarda secreto
ni cumple palabra.
Ten cuenta, Sancho, de no
mascar a dos carrillos, ni de
erutar delante de nadie.
Sea moderado tu sueño,
que el que no madruga con el sol, no goza
del día; y advierte, ¡oh
Sancho!, que
la diligencia
es madre de la
buena ventura, y la
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pereza, su contraria, jamás llegó al término que pide un buen deseo.
Este último consejo que ahora darte quiero, puesto que no sirva para adorno del
cuerpo, quiero que le lleves muy en la memoria, que creo que no te será de menos
provecho que los que hasta aquí te he dado:
y es que jamás te pongas a disputar de linajes a lo menos, comparándolos entre sí,
pues, por fuerza en los que se comparan
uno ha de ser el mejor, y del que abatieres
serás aborrecido, y del que levantares en
ninguna manera premiado (...)
La lengua común*Mario Vargas Llosa
Este V Congreso Internacional de la Academia de la Lengua Española que hoy se
inaugura en Valparaíso coincide con el
comienzo de las celebraciones en Hispanoamérica de los doscientos años de las
luchas por la independencia. Es de esperar que, con este motivo, haya una abundante emisión de discursos patrióticos en
todo el Nuevo Mundo recordando el vasallaje del que la emancipación libró a las
nuevas repúblicas, los horrores de la colonización, el exterminio de tantos pueblos
indígenas, su sometimiento y explotación
a lo largo de los tres siglos coloniales, el
saqueo de las riquezas americanas y el
rodillo compresor para el espíritu crítico
y el libre pensamiento que significaron la
censura eclesiástica y la vigilancia de la
Inquisición.
Todo eso está muy bien, desde luego, pero
lo estará menos, me temo, que en aquellos
discursos no se mencionará casi (y tal vez
sin casi) el hecho crucial de que las Repúblicas independientes que surgieron
de la Emancipación americana fueron no
sólo patéticamente incapaces de resolver
los problemas sociales de discriminación,
explotación y exclusión de los indígenas
heredados de la colonia, sino que, en muchos casos, los agravaron. En algunos países, incluso, fue durante la República que
se cometieron verdaderas operaciones de
exterminio de grandes poblaciones de lo
que José María Arguedas llamó «la nación
cercada» del mundo indio.
La celebración de los doscientos años de
las luchas por la independencia de América no debe ahorrar la crítica a los errores y atropellos del pasado, desde luego.
Pero no debería, tampoco, estar exenta de
autocrítica, es decir, del reconocimiento
de que nuestras Repúblicas no supieron
estar a la altura de los altos ideales que
proclamaron al constituirse. La libertad
siguió brillando por su ausencia durante
largos períodos de nuestra historia en los
común de sociedades muy diversas a las
que acercó e integró, haciéndolas compartir una historia y una tradición y ser,
desde entonces, las provincias hermanas
de una misma civilización.
siglos XIX y XX por culpa de las dictaduras
militares, los caudillos, las revoluciones y
las guerras civiles, y la justicia reinó sólo
para minorías privilegiadas en tanto que
las mayorías languidecían en la pobreza y
la marginación. Ha habido excepciones,
desde luego, países que han avanzado y
otros que se han estancado y aun retrocedido, pero la regla general ha sido, en
lo que se refiere al mundo indígena, que
con la independencia muy poco cambió y
a veces empeoró.
Ahora bien, sentada esta premisa, la celebración de estos dos siglos no debería
insistir sólo en las lacras del pasado y el
presente, sino subrayar también todo lo
positivo y feliz que trajo a nuestra América su articulación con el resto del mundo
gracias a la llegada de los europeos a sus
playas, cordilleras y selvas. Y de todo ello,
lo más importante y duradero, qué duda
cabe, fue la lengua castellana. Esa lengua
que justamente por aquellos años alcanzaba en la península ibérica un período
de consolidación, al que seguiría otro de
esplendor, y que, a partir de entonces, y
en gran parte debido a su arraigo en el
continente americano, dejaría de ser sólo
la lengua de Castilla y España y se convertiría en la de muchos pueblos y países,
una lengua sin fronteras, denominador
* Discurso en ocasión del V Congreso Internacional de la Academia de la Lengua Española.
Una lengua es mucho más que un sistema
convencional de expresiones que permite
entenderse a los miembros de una colectividad. Es, sobre todo, una manera de ser y
de pensar, de soñar e imaginar, de sentir y
de amar. Un patrimonio que nos permite
apropiarnos de un pasado histórico y cultural, de un legado que, por el mero hecho
de constituir la materia a la que la lengua
que hablamos dio expresión y forma, es
también nuestro, parte constitutiva e inseparable de lo que somos. La lengua que hablamos habla también a través de nosotros
y, además de lo que queremos decir con ella
cuando la usamos, dice lo antigua que es, la
multitud de fuentes que la nutren, y evoca
la miríada de acontecimientos, hechos culturales, poetas, pensadores, prosistas, cantores y artistas o simples habladores que a
lo largo de los siglos y las geografías la han
ido formando y transformando. La lengua
nos sitúa en el mundo, ordena nuestra vida
y nos modela psicológicamente. No nos
enemista pero sí nos diferencia de quienes
usan otros códigos y vocablos para expresarse. Pero esa relación entre comunidades
de idiomas diferentes no es rígida sino fluida, hecha, sobre todo en la realidad cada
vez más interconectada de nuestro tiempo, de continuos intercambios. El español
se ha enriquecido a lo largo de su historia
con los aportes griegos, latinos y árabes en
la antigüedad; al llegar a América, con la
savia de las lenguas prehispánicas y, en la
edad moderna, con la influencia del italiano, el francés y, sobre todo, el inglés. Esos
añadidos no la debilitaron; por el contrario, sirvieron para mostrar lo apta que era
para recibir préstamos sin perder por ello
su identidad y consistencia, para
metabolizar esos injertos.
9
Por eso, el español es una lengua universal y moderna y eso hace de todos
los que tenemos el privilegio de tenerla
como lengua materna, potencialmente al
menos, hombres y mujeres universales y
modernos. Hablar de la modernidad de
una lengua es delicado, sobre todo desde la perspectiva de las que no lo son, las
que lo fueron alguna vez y luego dejaron
de serlo, o siempre permanecieron confinadas en un ámbito social pequeño y este
confinamiento las congeló.
El español es una lengua moderna no
sólo porque la hablemos varios cientos de
millones de personas en el mundo -este
factor cuantitativo es importante pero no
único- sino porque, a lo largo de su historia, ha ido evolucionando y adecuándose a las nuevas circunstancias históricas,
culturales y sociales, de modo que nunca
se quedó desfasada con la actualidad de
una vida que cambia sin cesar en función
del avance del conocimiento científico, la
evolución de las costumbres, las creencias, los paradigmas éticos y estéticos y de
su cotejo con las otras lenguas representativas de la modernidad.
Esa ha sido una de las consecuencias más
provechosas para los latinoamericanos
del arraigo del español en nuestro suelo:
ser propietarios y servidores de una lengua que es un pasaporte permanente para
salir del pasado, ser ciudadanos del presente y formar parte de una comunidad
que trasciende las fronteras de nuestro lugar de origen y nos instala en la vanguardia de la actualidad. Para España, crecer
culturalmente y extenderse por América,
significó universalizarse, escapar de la reclusión provinciana, volverse una historia,
una cultura y una lengua trasnacionales.
Con España llegaron aquí y pasaron a ser
nuestros Cervantes, Góngora, Quevedo,
Lope, Calderón, Pérez Galdós, Ortega y
Gasset, Lorca, Cernuda, y gracias a América el español se enriqueció con Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz
de Alarcón, el Inca Garcilaso
de la Vega, Rubén Darío, Pablo Neruda, Gabriela Mistral,
10
Una lengua es mucho más
que un sistema convencional
de expresiones que permite
entenderse a los miembros de
una colectividad. Es, sobre todo,
una manera de ser y de pensar,
de soñar e imaginar, de sentir y
de amar.”
César Vallejo, Jorge Luis Borges y muchos
creadores más. Pero la España que llegó a
América no vino sola; traía con ella la materia y las fuentes que la habían alumbrado, es decir, Grecia, Roma, el cristianismo,
el Renacimiento y todo lo que llamamos
la cultura occidental. Una cultura llena
de ruido y de furia, como todas, desde
luego, pero, hechas las sumas y las restas,
una cultura que no sólo traería discriminación, prejuicios, intolerancia y censura,
sino también espíritu crítico, rebeldía,
derechos humanos, soberanía individual,
democracia, libertad y legalidad. Todo
eso está inscrito de manera indeleble en
la lengua que hablamos, como un secreto corazón que palpita en ella, alimenta
nuestros sueños y nos defiende contra la
decadencia y el aislamiento. Una lengua
viva mantiene vivos a sus hablantes si en
ella crepitan los anhelos de una vida más
plena, más justa y más libre. Y nada atiza más la fogata de estos anhelos que una
gran literatura, porque las grandes creaciones narrativas, poéticas y dramáticas
nos incitan a desear un mundo distinto,
más intenso, bello y perfecto que el que
nos tocó. Ese espíritu inconforme y refractario es por fortuna un rasgo acentuado y constante de nuestra literatura. Esta
ha tenido siempre una rama crítica y díscola frente al poder. Y para demostrarlo
bastaría citar sólo el caso ejemplar del dominico fray Bartolomé de las Casas, que, a
mediados del siglo XVI, es decir, en plena
conquista y colonización, lanzó las más
feroces condenaciones de la «destrucción
de las Indias» que, a su juicio, cometían
sus compatriotas. Lo hizo porque, para él,
la moral y los principios estaban por encima de las razones del Estado y la política.
La lengua que hablamos nos unió. Recordemos lo dispersos, aislados y enemistados que andábamos cuando las tres
carabelas del Almirante llegaron al mar
Caribe. Habíamos creado grandes imperios pero nos desconocíamos y a menudo
nos entrematábamos porque hablábamos
lenguas distintas, adorábamos dioses
bárbaros y no podíamos entendernos. Lo
que los previsores incas pretendieron con
el runa simi o lengua general, unificar a
todos los pueblos y culturas que incorporaban al Tahuantinsuyo de grado o de
fuerza difundiendo el quechua, no tuvo
tiempo de cuajar en la historia, por la
brevedad del destino del Incario: un siglo
apenas. Pero el español lo logró. Prendió
entre nosotros, se aclimató, prosperó, se
impregnó de las vivencias nativas sin desprenderse de las que traía y gracias a ella
una corriente de entendimiento y cercanía circula desde hace cinco siglos entre
todos los pueblos hispanohablantes de
América y Europa, y algunas avanzadillas
que hablan también nuestra lengua en el
resto del mundo. El español ha sido nuestro runa simi, nuestra lengua general.
¿Por qué el español no se desintegró como
el latín y dio origen a un vasto abanico
de lenguas particulares? Pudo ocurrir,
desde luego, en el pasado, cuando las comunicaciones entre los países eran lentas
y difíciles, las distancias nos mantenían
desunidos y quienes iban y venían por la
enorme geografía del español eran una
pequeña minoría. La razón es que no sólo
la lengua nos unía. Además de ella y gracias a ella, otros denominadores comunes
se fueron tendiendo entre ese gran número de sociedades y países: creencias,
valores, ideas, costumbres, mitos, formas
artísticas e instituciones, sentimientos y
designios de los que la lengua común fue
semilla y fermento. Aún en los períodos
más violentos de nuestra historia, los de
las guerras cainitas y las invasiones, ocupaciones y litigios fronterizos azuzados
por el nacionalismo cerril, aquel fondo
compartido de idioma, cultura, legado
histórico y problemática común, preservó
la unidad recóndita que resulta del espa-
ñol, esa llave mágica del entendimiento y
la comprensión que ha sobrevivido a todos los desgarramientos, querellas y confrontaciones.
Una lengua común no es una aplanadora
que uniformiza e iguala aboliendo los matices y contrastes que existen entre países,
regiones, comarcas e individuos. Es más
bien una placenta que irriga la diversidad
y la promueve, sin dejar por ello que la
parte se separe del todo, se aísle y marchite. El español es una lengua frondosa y
múltiple, en la que caben todas las excepciones y variantes. De ellas se alimenta el
tronco común, aquel río que se robustece
y renueva con todos los afluentes que a él
llegan. El tiempo, que en el pasado se cernía como una amenaza para la unidad del
español, en el presente trabaja a favor de
ella. La globalización, el prodigioso desarrollo de las comunicaciones, sobre todo
audiovisuales, ahora fortalece la lengua
común gracias a un intercambio rápido
y generalizado de vocablos, expresiones,
modismos y regionalismos que por intermedio de los libros, películas, programas
de televisión o “chateos” del internet se
incorporan velozmente a nuestra realidad
lingüística.
América Latina, observada en su conjunto, es una magnificación de ese fantástico
cuento de Jorge Luis Borges: “El Aleph”.
Casi todo el universo humano y natural
está presente en ella. Todas las geografías
y climas del planeta, el mar, las montañas, los desiertos, las selvas. Las nieves
y el calor tórrido, la templanza, el fuego
y el hielo. Y casi todas las razas, culturas
y religiones de la humanidad han venido,
antes o después de la llegada de españoles
y portugueses, a añadirse al abigarrado
contingente de civilizaciones y culturas
prehispánicas para delinear, a lo largo de
los siglos de nuestra incorporación al resto
del mundo, esa personalidad plural y varia, con vínculos recientes o remotos con
los cuatro puntos cardinales, que es la de
América Latina. Esa diversidad es nuestra
mejor riqueza, desde luego. Se puede ser
indio, negro, amarillo, blanco, cobrizo e
hijo de todos los mestizajes posibles, sin
dejar de ser genuinamente latinoamericano, así como ser cristiano, budista, judío,
agnóstico, musulmán, ateo o rosacruz,
sin que ello debilite la pertenencia de una
persona a esta tierra donde nació o eligió
como suya. Todos cabemos en este pequeño planeta donde, no sin roces o prejuicios estúpidos, llevamos quinientos años
aprendiendo a convivir. Esta coexistencia
ha servido para atenuar nuestras diferencias, pero no las ha borrado, felizmente,
ni deberíamos permitir que las borre,
porque la diversidad y los contrastes son
riqueza, y nos mantienen conectados de
manera constante y dinámica con el resto
del mundo. Y tampoco pone en peligro
nuestra unidad porque ella está asentada
en ese denominador que prevalece sobre
los factores disgregadores y separatistas:
la lengua en la que hablamos, pensamos,
leemos y escribimos.
Mientras ella esté aquí, y quién puede dudar que lo estará por mucho tiempo todavía, ella nos defenderá mejor que nada
y que nadie contra aquel caos primordial
del que las leyendas y mitos incaicos recogidos por los primeros cronistas de la
conquista hablan con estremecimiento y
horror. Ese miedo pánico es el mismo que
se expresa en la metáfora bíblica de la Torre de Babel, la soberbia de unos seres empeñados en construir una escala al cielo a
los que Dios castiga privándolos del habla
común, condenándolos al desamparo y a
la desconfianza de la incomunicación y a
la inminente perspectiva de la violencia,
pues, cuando los hombres dejan de dialogar y de entenderse, comienzan a desconfiar uno del otro, a odiarse y entrematarse.
Eso es también la lengua que hablamos:
un escudo contra el solipsismo, el recelo y
la soledad, y un santo y seña que nos abre
las puertas del resto del mundo.
En La Florida del Inca, el Inca Garcilaso
de la Vega cuenta la historia terrible del
soldado español Juan Ortiz que, en las
luchas por la conquista de la Florida, fue
capturado por los indios de los cacicazgos
de Hirrihigua y de Mucozo. Por más de
diez años permaneció Juan Ortiz entre sus
captores, a cuyas costumbres y maneras
llegó sin duda a acostumbrarse. Dos lustros después, una expedición de españoles encabezada por Baltazar de Gallegos lo
rescata y devuelve a su vieja cultura. Y entonces, horror de horrores, el pobre Juan
Ortiz descubre que ha olvidado su lengua
materna y ya no sabe cómo contar su historia a sus salvadores. En su desesperación, para que lo reconozcan, sólo atina a
balbucear (y de mala manera) el nombre
de su ciudad natal: “Xivilla, Xivilla”.
El Inca Garcilaso evoca este episodio con
un sentimiento melancólico, pues, confiesa, a él también le está ya ocurriendo lo
que a Juan Ortiz, por no tener en España “con quien hablar mi lengua general y
materna, que es la general que se habla en
todo el Perú… se me ha olvidado de tal
manera… que no acierto”.
Una lengua no solo se pierde por no tener
con quién hablarla, debido a un secuestro
o a la distancia, como le ocurrió a aquel
conquistador sevillano conquistado. Se
pierde también por negligencia y haraganería, por desaprovechar sus riquísimas
posibilidades y matices, por no conocerla ni gozarla a través de la lectura de sus
grandes clásicos y sus mejores prosistas,
por no ejercitarla y servirse de ella de
manera creativa. Una lengua se nos puede ir escurriendo de las manos o mejor
dicho de la boca, dejándonos despalabrados, por culpa de la ignorancia, la mala
educación y esa pereza que consiste en
valerse del lugar común, el estereotipo y
el clisé, lenguaje muerto que empobrece
la inteligencia y agosta la sensibilidad de
los hablantes. Que no nos ocurra nunca
la desgracia que se abatió sobre el pobre
soldado Juan Ortiz y nos veamos un día
privados de esta lengua que es nuestra
mejor credencial para sortear los desafíos
del tiempo en que vivimos. Dejar que la
lengua se nos pierda o empobrezca es perder mucho más que un medio de comunicarse: es perder la seguridad, la única
identidad real que tenemos y rodar hacia
ese caos primitivo, a esa behetría
habitada por sonámbulos que
tanto espantaba a los quechuas
del antiguo Perú.
11
Revista de libros
Los más recientes libros con el sello de la
Editorial Universitaria nuevamente destacan tanto por la calidad de los contenidos
como por su atractivo formato, producto
de un esmerado trabajo tipográfico.
El siempre activo José González publicó el
Diccionario de mujeres hondureñas en la
cultura, en donde ofrece datos biográficos
de compatriotas que han sobresalido en
ese diverso campo, gracias a su talento e
iniciativa, además de su apoyo a sus colegas. Se trata de una útil obra de referencia.
En verso, el bardo José Adán Castelar rinde un merecido homenaje al Maestro Ramón Oquelí, con Continuo tránsito.
Las ponencias presentadas en el XIII Congreso Centroamericano de Sociología,
realizado en nuestra Ciudad Universitaria en agosto del 2012, fueron recopiladas
por Eugenio Sosa y Marco Antonio Tino-
co. Reflejan las preocupaciones y temáticas que merecen la atención de los profesionales de esta disciplina en un istmo
azotado por la violencia, la corrupción, la
creciente desigualdad en ingresos y oportunidades.
Otra faceta del pensador enciclopedista
cholutecano es estudiada por Gustavo Zelaya Herrera en José Cecilio del Valle y el
utilitarismo, detallando la influencia del
inglés Jeremy Bentham en el pensamiento
filosófico y pedagógico de Valle.
Se ha reimpreso Adriana y Margarita, considerada una de las dos primeras novelas
escritas en Honduras, de la autora Lucila
Gamero de Medina, además de Balcanes
y volcanes del escritor internacionalmente
galardonado Sergio Ramírez; al igual que
el provocativo ensayo La piel de Centroamérica, de Edelberto Torres Rivas.
Mario R. Argueta
Una obra oportuna es la de Luis Fuentes,
La devaluación en Honduras, que rigurosamente explica el proceso iniciado oficialmente a partir de 1990 y que dio fin
a la larga estabilidad que durante décadas
caracterizó a nuestra unidad monetaria,
analizando los grupos sociales que se han
beneficiado y perjudicado con el inexorable debilitamiento del lempira de cara al
dólar y al euro.
El Director de la Editorial Universitaria,
Rubén Darío Paz, anuncia que dentro de
los programas para este año está pendiente de publicación de más de treinta nuevos títulos que enriquecen la bibliografía
hondureña, por lo cual nos congratulamos. Excitamos a los lectores a adquirir
la diversidad de ofertas intelectuales que
ofrece nuestra alma máter, hoy en un renovador proceso de profunda y positiva
renovación y reforma.
Interculturalidad:
Honduras crisol de culturas
Mario Ardón Mejía*
TA
A
R
PA
SE
Procesión en Lepaterique. Foto: Rubén Darío Paz.
L
a reflexión conjunta y participativa
sobre el tema de la interculturalidad
necesariamente nos debe llevar a nivel
individual y colectivo a reconocer y reconocernos como ciudadanos de un mundo
ligado a una cultura mundial, sin que por
ello se tenga que renunciar a ser parte de
culturas propias o especÍficas. Reconociendo y respetando la existencia de otras
culturas y, sobre todo, de esa voluntad de
aprender de ellas y estar abiertos al reconocimiento de sus aportaciones y la amplia
diversidad de manifestaciones culturales,
en interacción continúa, seremos capaces
de contribuir a conformar y reconformar
una cultura verdaderamente universal,
que no deje por fuera la cultura de ningún
pueblo del mundo.
llar y asumir una capacidad individual y
colectiva de autocrítica, que nos permita
articular sin desventajas un verdadero
diálogo de saberes fundamentado a partir
de la escucha respetuosa y mutua de los
distintos actores y grupos humanos. Esto
permitirá, consecuentemente, iniciar procesos de aprendizaje continuo, que poco a
poco nos lleve como individuos y sociedad
local, municipal, departamental, nacional,
regional y global a desarrollar una especie
de arte de la estrategia.con ello podremos
aproximarnos a una comprensión y concertación para asumir con propiedad el
papel clave que las generaciones actuales
tenemos con respecto al proceso de degradación ambiental, política, social, cultural,
económica y ética.
Para hacer operativa y vivenciada una actitud intercultural, es necesario desarro-
El asumir un reto de urgencia individual
y planetario frente a la incertidumbre per-
* Investigador. Realizó estudios de Antropología y Agroecología en Panamá, Guatemala, Costa Rica
y España. Por más de 25 años ha realizado estudios sobre Cultura, Medio Ambiente y Desarrollo
Aplicado entre campesinos e indígenas de Honduras, Centroamérica, México, El Caribe, América del
Sur, España y Portugal.
TA
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PA
SE
lleva en sí, sin saberlo el planeta entero” (2004).
Afortunadamente, la humanidad está
en sus primeros balbuceos sobre la
necesidad de tomar conciencia del requerimiento de mayores comprensiones y solidaridades que nos permitan
sacar partido de forma positiva; pues
los pueblos latinoamericanos estamos
en una región privilegiada en cuanto a
un patrimonio natural y cultural rico y
diverso, así como en condiciones ambientales que guardan ventaja, con respecto a otras regiones del mundo, con
síntomas avanzados en aspectos como
el calentamiento, la contaminación y
procesos de erosión de sus sociedades
y culturas.
Conforme a lo anterior y tal como la
plantea Attali, África y Ameríca Latina,
en donde ya se conjugan y amalgaman
múltiples herencias culturales locales
y externas, estarían a la vanguardia
para iniciar la fundamentación de un
sistema de valores, asociando sin límites la diversidad de condiciones
ambientales, elementos, situaciones,
historias, territorios y manifestaciones
culturales. Donde forma individual
y colectiva, será posible formar parte
de una cultura universal, sin que ello
signifique la renuncia a una cultura
propia y específica, pero que además
pueda reconocer, respetar y aceptar
como válido el legítimo derecho a su
desarrollo y florecimiento, fundamento de lo que estamos dado en llamar
como interculturalidad.
Fotografías de niños hondureños. Foto: Rubén Darío Paz.
manente de nuestro mundo, estriba en atrevernos
como sociedad a la búsqueda de la comprensión de situaciones, saberes y manifestaciones que den sentido
a la vida y convivencia en
su sentido más amplio. Para
ello, necesariamente se tiene que abandonar el sueño
de la existencia o posible
surgimiento de fórmulas de solución
única, y fundamentalmente acogernos
a la pervivencia de un invaluable y diverso patrimonio cultural del que es
portador cada ser humano, en el sentido de Edgar Morin cuando expresa
que: “Cada ser humano...
Honduras: un espacio
intercultural
En este sentido me interesa rescatar
una anécdota referida por el doctor
Leopoldo Zea, cuando estaba montando una exposición en París sobre
mayas y aztecas y un francés muy orgulloso le manifestó:
“Ustedes los americanos pueden sentirse orgulloso de mayas y aztecas, así
SE
como nosotros nos sentimos orgullosos de griegos y romanos”.
R
PA
TA
A
Y el doctor Zea le respondió:
“Sí, pero nosotros podemos considerarnos más ricos que ustedes, porque
además de sentirnos orgullosos de
mayas y aztecas, también podemos
sentirnos orgullosos de griegos y romanos”.
Y el francés se marchó, no sin antes
hacer un gesto de aceptación de una
realidad tan contundente, sobre nuestra ventaja para avanzar y hacer propia
una visión de interculturalidad.
Retomando nuestro propósito inicial,
el territorio que actualmente conforma la República de Honduras ha
constituido y constituye un espacio en
donde, históricamente, diferentes grupos humanos de diversas procedencias
han hecho posible su existencia. Muchos de ellos compartidos tanto con
el área cultural mesoamericana, como
con grupos de ascendencia suramericana. Para darnos una idea rápida de
esta trayectoria intercultural, Anne
Chapman, citando a Fray Francisco
Vásquez, un cronista del siglo XVII
hace un recuento de 29 grupos humanos, sólo para las provincias de la
Taguzgalpa y Tologalpa (1978). Otros
investigadores como Ramón Rivas nos
proporcionan mucho más datos sobre
esta diversidad de grupos.
De esa amplia diversidad ahora sobreviven grupos humanos indígenas y
afroamericanos: chortíes, lencas, tolupanes, pech, tawahkas y otros que se
han venido conformando, como misquitos, garífunas, isleños: y una amplia
región de mestizaje portadora de una
diversidad de manifestaciones culturales. Así como la presencia de grupos
humanos minoristas (árabes, chinos,
judíos, etc.), procedentes de fuera de
nuestro territorio, pero que han hecho
de Honduras una patria compartida.
El uso del caballo en Honduras es un elemento cultural heredado de los españoles. Esta imagen
corresponde a una escena rural en las cercanias del municipio de Olanchito. Foto: Rubén Darío Paz.
Asumir una visión
de interculturalidad
El asumir una visión integral de interculturalidad debe llevarnos a reconocer, junto a Edgard Morín que: “Todo
lo que vive debe regenerarse y recrearse sin cesar: el sol, el ser vivo, la biosfera, la sociedad, la cultura, el amor”.
Lo cual debe implicar el vivir y convivir con comprensión, solidaridad e
incluso con pasión, ya que según él, la
comprensión hace posible luchar contra el odio y la exclusión como único
camino hacia la paz.
Una vez asumido el reto común de
avanzar hacia la interculturalidad, se
irá desarrollando como sociedad esa
capacidad de afrontar lo inesperado,
habilidad en la que nuestros pueblos
han demostrado contar con una capacidad de punto de partida nada despreciable, en cuanto a sus capacidades
de sobrevivencia frente a las realidades y adversidades de la vida cotidiana
concreta. Han sido capaces de avanzar
en el desarrollo del arte permanente de
la búsqueda de su bienestar, dentro de
una realidad local, nacional y global.
El fortalecimiento de las capacidades
interculturales de una nación es viable, siempre y cuando se asuma desde
la búsqueda de una comprensión adecuada de las realidades como punto de
partida para el aprendizaje, el aprovechamiento, desarrollo y socialización
más amplia de sus beneficios. Necesitamos educarnos y ejercitarnos en esfuerzos de contextualización, bajo un
pensamiento y acción que ligue, religue, vincule y se abra hacia una mejor
comprensión del contexto de nuestra
propia realidad y de otros contextos
locales, nacionales y globales.
Un ejemplo que ilustra esta necesidad
e importancia de contextualizar, es el
citado por Morin, sobre cómo la erosión del suelo causada por las lluvias
monzónicas en Asia ocasiona una
pérdida de peso, que provoca balanceos en el oeste Anatolio y temblores y
erupciones volcánicas en Grecia e Italia. O sobre cómo el descongelamiento
del Polo Norte, año con año, tiene implicaciones sobre el comportamiento
catastrófico del clima en diversas partes del mundo.
Caminar en la búsqueda continua
de una propuesta intercultural
Edgar Morin manifiesta con cierto optimismo, pero con la conciencia de la
realidad de la incertidumbre, que somos muchos los que ya proveemos esa
necesidad de ligación, religación y articulación, pero de forma aislada, sin
habernos reunido por la fuerza de la
comunicación y la comunión. Lo cual
constituye una realidad futura posible,
pues los seres humanos somos capaces
de aprender, inventar, crear, recrear,
en y durante caminamos por la vida, y
en ese aprender a vivir debemos convertirnos en legítimos ciudadanos de
nuestros propios pueblos y de nuestro
mundo.
Para ello se requiere iniciar un proceso de convivencia, comunicación
creativa e incluso cariñosa, en donde
es indispensable el pensar autónomo
y dinámico, que nos permita actuar y
ser capaces de juntar y contextualizar
los elementos de la vida en su sentido
más amplio; para ello y en el sentido
de Montaine: “Vale más una cabeza
bien puesta, que una cabeza repleta”.
nosotros tiene su genealogía y su cédula de identidad terrícolas. Vive en la
tierra, es de la tierra, está en la tierra.
Pertenecemos a la tierra que nos pertenece (2004).
Conclusión
Los focos del cambio de era se revelarán, no lo dudemos, múltiples, inesperados, diseminados por toda la
superficie de la tierra. Lo quiera o no,
lo sepa o no, la humanidad ha entrado
en su fase de mundialización y la civilización por venir, si debe haber una,
no puede ser más que planetaria. Nos
queda por saber cuál será el atractor:
¿La universalización del sistema actual, para mayor provecho de algunos
o la expansión de los habitantes de la
tierra hacia la puesta en común de sus
diferentes culturales? (Jacques Robín).
A manera de conclusión quisiera compartir con ustedes algunos planteamientos, que demuestran un refinamiento del avance de la reflexión sobre
la necesidad de asumir una perspectiva común y cada vez más incluyente
como seres humanos que compartimos este universo:
Así, al final de la fantástica aventura comenzada en el siglo XV, el grito
del vigía de Colón: “¡Tierra!, ¡tierra!”,
todavía hasta los años de 1950-1960
vivíamos en una tierra desconocida,
vivíamos en una tierra abstracta, vivíamos en una tierra-objeto. Nuestro
siglo descubrió la tierra-sistema, la tierra Gaia, la biósfera, la tierra- parcela
cósmica, la tierra-patria. Cada uno de
Y para concluir acudiremos al dicho
de un anciano del occidente de Honduras cuando manifestaba que: “Hay
que pensar, trabajar y amar como eternos, pero vivir como mortales”.
El implantamiento de la religión católica, por parte de los conquistadores, condujó al desarrollo de un sincretismo religioso en los pueblos originarios en Honduras,
que en algunas casos perdura hasta el día de hoy. Foto: iglesia de San Manuel de Colohete. Rubén Darío Paz.

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