IV La justicia - Fraternidad Blanca Universal Española
Transcripción
IV La justicia - Fraternidad Blanca Universal Española
Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 1 IV La justicia I Todo el mundo sabe, hasta los niños, que para procurarse alimentos u objetos, hay que pagarlos. El vendedor los pesa, los mide y los cuenta: tantos kilos de fruta, tantos metros de tejido, tantas latas de guisantes... y después espera que le deis algo que no es tan pesado o tan voluminoso, o en tan gran cantidad, pero que es el equivalente de lo que habéis tomado. Diréis que no os enseño nada nuevo, sí, pero tened paciencia, vais a comprender muchas cosas. Todos los actos de la vida cotidiana son tan sencillos y habituales que nunca hacemos el esfuerzo de estudiarlos para extraer de ellos grandes verdades en otros terrenos. Y ahora, suponed que cogéis en la tienda algunas provisiones y que os vais sin pagar, ¿qué sucede? El tendero reclama, grita, amenaza, os Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 2 insulta y os lleva a los tribunales... Desde hace milenios los humanos han comprendido que la existencia en común estaba basada en la ley de intercambio. La experiencia les ha enseñado que la vida sólo era posible a condición de tomar y de dar, de dar y de tomar; y eso en todos los planos, físico, psíquico y espiritual. A esta ley del intercambio la han llamado justicia: tomáis algo y debéis dar el equivalente a cambio. Si lográis equilibrar los dos lados os manifestáis como un hombre justo. Si la balanza ha sido escogida como símbolo de la justicia (y la vemos puesta en el frontispicio de los Palacios de Justicia y de los tribunales) es porque la justicia está basada en el equilibrio de la balanza. Esta noción de equilibrio la volvemos a encontrar además en muchos otros dominios: la salud física y psíquica (se dice de alguien que está equilibrado o desequilibrado), la política, la economía, las finanzas. Ya desde muy jóvenes los niños aprenden las primeras nociones del equilibrio jugando. Algunos fabrican columpios con una tabla que ponen sobre una piedra grande; un niño se sienta en cada uno de los dos extremos de la tabla, y un tercero se pone de pie en medio y se desplaza, primero hacia un extremo y después hacia el otro y entonces un niño sube mientras que el otro baja. En los circos también se ven números con animales. Pero ¿quién ha comprendido verdaderamente las leyes ocultas detrás de estos juegos? Acordaos de que en el pasado ya os hablé de la Balanza cósmica diciéndoos que en el libro del Zohar se considera la balanza como base del universo para mostrar que todas las fuerzas de la naturaleza están perfectamente equilibradas.1 En realidad no se trata de un equilibrio absoluto, se produce una oscilación constante, porque si los dos platillos de la balanza estuviesen absolutamente inmóviles no sería posible ninguna manifestación. Gracias a este ligero desequilibrio las Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 3 fuerzas circulan, funcionan, todo está en movimiento. Si el universo estuviese en equilibrio absoluto sería la entropía, es decir, habría un estado de estancamiento. Sólo hay que evitar que este desequilibrio sea demasiado grande, porque eso conllevaría la destrucción total. Podemos ver un ejemplo de ello en el terreno psicológico. Los genios, por ejemplo, nunca son seres equilibrados, pero su desequilibrio permanece dentro de las normas aceptables. Por eso se dice que entre un loco y un genio no hay mucha diferencia. ¡Solamente que el loco ha ido un poco demasiado lejos...! Si sabemos trabajar con las fuerzas contrarias sin dejarnos llevar hacia los extremos, podemos llegar a ser unos creadores formidables. Dadle al agua una ligera pendiente y entonces corre y riega los jardines. Pero si la pendiente es demasiado fuerte arrastra y destruye todo lo que encuentra a su paso. Esto es lo que sucede cuando revienta una presa. En el hombre también se producen fenómenos análogos. Después de milenios de experiencias, felices o desgraciadas, los humanos han comprendido que para no provocar trastornos en la sociedad debían respetar esta gran ley del equilibrio. Han reclamado la justicia, han luchado por la justicia, pero sin comprenderla. Diréis: "¿Cómo sin comprenderla?" Sí, porque la comprenden únicamente en el plano material: le dais algo a alguien y esperáis que os dé el equivalente y, si no quiere hacerlo, gritáis: "Es injusto, ¡esto es una injusticia!" y tratáis de vengaros. Le habéis dado dinero a un amigo y esperáis que os lo devuelva. Incluso en el pasado, cuando no había ni dinero ni medida bien definida, los hombres practicaban otra forma de intercambio; hacían trueque, intercambiaban un objeto por otro de valor más o menos igual: trigo, aceite, ganado, pieles de animales, metales... Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 4 Ahora los hombres han llegado a ponerse de acuerdo sobre los pesos, las medidas y las monedas, pero no van más lejos. Para comprender verdaderamente la justicia hay que ir a buscarla más arriba, en la vida psíquica, en el plano de los sentimientos y de los pensamientos, porque ahí suceden los mismos fenómenos que en el plano físico, pero a un nivel más sutil. Y es justamente en estos planos sutiles donde observamos las mayores injusticias, de las que nadie se ocupa. Considerad el caso tan conocido de las relaciones entre un marido y su mujer. Un hombre ha tomado todo de su mujer: su juventud, su belleza, su frescor, su vitalidad, y no le da nada a cambio, salvo dinero y confort. Evidentemente eso no basta, y ella sufre, porque también necesita una atención, un calor, un afecto que él no le da. Ahí está la injusticia: el equilibrio se ha roto. Así es cómo se explican todas las formas de hostilidad a escala de las familias, de las sociedades y de la humanidad entera. Si los humanos se matan entre sí no es porque les falte dinero, poder o ciencia, no, sino simplemente el sentido de la justicia. Cada uno tira de la manta, toma, saca partido, se aprovecha, sin darse cuenta de que los demás también tienen las mismas necesidades. ¿Por qué esto es así? Porque el hombre sólo ha desarrollado en él su naturaleza inferior en detrimento de su naturaleza superior. Si lo consideramos en el plano psíquico, el hombre tiene la forma de una elipse: lo que emana de él, su aura, tiene la forma de una elipse. Pero sabéis que la elipse tiene dos focos. En el hombre el foco inferior representa su personalidad, el dominio del estómago, del vientre, del sexo -simbólicamente la Tierra- . Y el foco superior representa la individualidad, el cerebro, que es la sede de la razón, de la inteligencia, Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 5 de la intuición -simbólicamente el Sol-.2 Y como la mayoría de los humanos han tomado como ley el pensar solamente en sí mismos, buscar su confort, su bienestar, su provecho, sin preocuparse del estado en el que los otros puedan encontrarse, su personalidad se ha hinchado desmesuradamente, y reclama, exige, se abre camino a arañazos, a patadas y a dentelladas. Mirad, por ejemplo, lo que sucede en las parejas. El marido se ha ido a trabajar y la mujer, que se ha quedado en casa, empieza a refunfuñar interiormente contra él: "¡Ah! este imbécil, ¿por qué me habré casado con él? No sabe desenvolverse, no gana casi nada, yo no tengo nada que ponerme y no hay ninguna comodidad en esta casa. Mientras que la vecina, en cambio, tiene un abrigo de piel, joyas, un coche, una lavadora nueva, etc." Y así, durante toda la jornada, no hace más que echar pestes contra su marido, porque sólo piensa en ella. Y el marido, por su lado, se dice: "¡Ah, esta mujer!, no tiene nada en la cabeza, no hace más que pasearse, ir a las tiendas y a los salones de belleza; se gasta todo mi dinero en perfumes, en vestidos y en joyas. Y además se va durante horas enteras a las pastelerías en donde se atiborra de pasteles parloteando con sus amigas. ¡Y sobre mí caen todas las responsabilidades!" Entonces, naturalmente, después de haber tenido durante toda la jornada este tipo de pensamientos, cuando el marido vuelve a casa por la noche empieza la guerra. Yo encuentro que lo que les falta a uno y a otro es simplemente un mejor punto de vista, porque existe una forma diferente de ver las cosas que puede mejorarlo todo. ¿Cuál? Os lo voy a decir. En vez de criticar a su marido porque no gana mucho dinero para su confort y sus vestidos, la mujer debe cambiar de actitud y decir: "¡Oh, pobre!, ¡cómo se cansa Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 6 trabajando en medio del ruido, del polvo, peleándose todo el día con gente desagradable para poder darnos de comer a los niños y a mí! Vuelve a casa extenuado, no tiene ningún reposo. Mientras que yo, ¡qué libertad! Puedo dormir, salir, pasearme, maquillarme, tocar el piano, ver a mis amigas cuando quiero. Pobre, tengo que hacer algo por él", y prepara toda clase de cosas buenas para recibirle. Y, por la noche, cuando vuelve, le echa los brazos al cuello diciendo: "¡Ah querido! ¡Eres el mejor del mundo! ¡Ven rápido a descansar!" Entonces él la mira con los ojos desorbitados preguntándose qué le sucede. Y el marido también debe decirse: "¡Oh, la pobre! Yo aquí tengo camaradas con los que puedo jugar a las cartas y hasta irme a tomar unas copas al bar; mientras que ella, en casa, se pasa el día haciendo limpieza, lavando, preparando las comidas, ocupándose de los niños. No tiene ni un minuto de descanso. ¡Ah!, verdaderamente, ¡como mi mujer no hay otra! Debo cambiar mi forma de actuar, debo ser más gentil con ella." Y por la noche le lleva flores, un pequeño regalo. Y entonces, ¡con qué amor se abrazan cuando se vuelven a ver! Se arrullan noche y día... Son felices... ¡y tendrán muchos hijos! Es pues el punto de vista el que hay que cambiar y, en vez de permanecer en esta pequeña personalidad que continuamente no ve más que el lado malo de la gente o de las cosas, hay que desplazarse para ir a instalarse en el otro foco de la elipse, en el que se encuentra el Sol. Hacedlo y veréis, sentiréis una dicha extraordinaria. Esclavizar a los demás, vencerles, aplastarles, eso es lo más fácil que hay. O más bien, no, no es tan fácil, porque nunca podemos estar seguros de que el adversario esté definitivamente aniquilado. En cambio es mucho más fácil cambiar definitivamente de punto de vista. Probadlo y veréis cómo a esta mujer contra la que no habéis cesado de refunfuñar le encontráis Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 7 toda clase de cualidades... que quizá no tenga, claro, pero no importa, idealizadla un poco. Y las mujeres también pueden inventar algunas cualidades a sus maridos. ¿Por qué las mujeres y los maridos están habituados a pensar sólo en su propia felicidad, en su interés, en su mérito, y nunca en los de su cónyuge? Cuando sólo pensamos en nosotros somos injustos. Ahí está la verdadera injusticia que trastorna al mundo entero. Porque esta injusticia la encontramos por todas partes. Observad también las relaciones entre los patronos y los obreros: todo el mal viene de que unos y otros sólo piensan en sus intereses. Así que, ¿sabéis lo que aconsejo a los obreros?... Quieren que les suban los sueldos, vale, se los suben. Pero los precios suben también, con lo que están igual que antes: de nuevo tienen que reclamar una subida; es un círculo vicioso y hay que salir de él. ¿Cómo? Pues bien, que los obreros, en vez de pedir siempre una subida, pidan, al contrario, una bajada. ¿Estáis asombrados? Sí, yo les aconsejo a todos los obreros que hagan huelgas, de ahora en adelante, ¡pero huelgas trabajando! para pedir una bajada de sueldos. ¿Sabéis lo que sucedería? Eso haría nacer en sus patronos una estima, una simpatía, un amor formidables, y hasta puede ser que entonces fuesen los mismos patronos los que decidiesen subirles el sueldo. Sugiero pues a los obreros que reclamen una disminución de sueldo. Todo el mundo dirá: "Se burla de nosotros, ¡ha perdido completamente la cabeza!" Es posible, pero, de todas formas, tened paciencia, a lo mejor os llevo hacia grandes descubrimientos. Porque existen unas leyes que yo conozco. Cuando se aumenta por un lado, se disminuye por otro: es matemático. Es como la relación entre la velocidad y el tiempo; ambos son inversamente proporcionales: Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 8 cuando la velocidad aumenta el tiempo disminuye, y cuando la velocidad disminuye el tiempo aumenta. Lo sabéis: para recorrer tal camino necesitáis habitualmente diez minutos; si queréis hacerlo en cinco debéis caminar más rápido; y si queréis hacerlo en veinte debéis ir más lentamente. Todo esto es evidente, ¿verdad? Pues bien, descubriréis esta misma relación entre numerosos fenómenos de la existencia. Por ejemplo, en la nutrición: cuanto más coméis, menos hambre tenéis. Y lo mismo sucede con el amor, que es también una especie de nutrición: cuanto más comen los enamorados (ya comprendéis lo que quiero decir), más disminuye la intensidad de su amor: están hartos, ya casi no se quieren. Que disminuyan la cantidad hasta llegar a dosis homeopáticas y entonces el amor aumentará en intensidad, en fuerza, en amplitud. ¡Se amarán de una forma extraordinaria! Es indispensable conocer estas leyes. Cuanto más aumentáis la importancia de las riquezas y de las posesiones en vuestra existencia, más disminuís la intensidad espiritual de vuestra vida, de vuestro pensamiento, y perdéis el deseo de leer, de estudiar, de meditar. Ralentizáis la marcha porque no os sentís acuciados por la necesidad. Sí, los que están bien instalados materialmente corren el peligro de perder las fuerzas que antes surgían en ellos. Antes de hacerse ricos estaban despiertos, eran activos, dinámicos, ingeniosos... Ahora les pesan sus posesiones y empiezan a perder estas cualidades: se vuelven sombríos, se duermen, viven al ralentí. Vemos que se pasean, que van de visita, pero por dentro están marchitos, vacíos, apagados: la verdadera vida les ha abandonado. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 9 Si el hombre sabe privarse un poco de comida y de confort empieza a sentir que se despierta en él un poder capaz de vencerlo todo, de transformarlo todo. Pero la mayoría siguen sobrecargándose, materializándose, y después se preguntan: "¿Por qué ya no tengo los mismos gozos, las mismas inspiraciones que antes?" Y se sienten hastiados, cansados, asqueados, su vida ya no tiene ningún sentido. El sentido de la vida es ser cada día más entusiastas, enérgicos, dinámicos, dilatados, si no, ¿qué?... ¿Qué interés hay en privarse de la vida para acumular cosas muertas? Todos aquéllos que sólo piensan en el dinero y en las posesiones materiales pronto se vuelven apagados, sin chispa; viven sin entusiasmo, sin gozo verdadero, sin inspiración, están privados de estas grandes iluminaciones que revelan el sentido de la existencia. Si me propusiesen todas las riquezas de la Tierra diría: "¡Pero queréis mi muerte! Quedaos la Tierra para vosotros; yo quiero la vida." Sí, porque gracias a la vida, poseeré toda la Tierra. Vosotros la gobernaréis, si queréis, pero yo tendré su quintaesencia. Ya os dije qué peligroso es el dinero en las manos de un hombre que no tiene un ideal espiritual, porque no pensará más que en él. La idea del dinero, el deseo del dinero crece y se infla tanto que oscurece el Cielo. Y así, con su visión oscurecida el hombre deja de ver las cosas sutiles y acumula los errores... Privado del calor del Sol espiritual, su corazón se vuelve duro, frío, cerrado a los demás. Debéis tener dinero, por descontado, pero ponedlo en un bolsillo, en un cajón, o en una caja fuerte, en cualquier sitio, salvo en vuestra cabeza, porque, si no, se convertirá en vuestro amo, y vosotros seréis sus esclavos. Si vosotros sois su amo, si os obedece, haréis mucho bien, nunca podrá seduciros ni empujaros a cometer crímenes.3 Pero si el amo es él os empujará a Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 10 querer ser el primero en todas partes para comprarlo todo, para dirigirlo todo, para dominarlo todo, y os veréis así forzados a transgredir las leyes de la moral divina. Sólo un Iniciado puede poseer todo el oro del mundo y nunca hará daño con él, porque él es el amo, de sí mismo y del oro. Debéis pensar, pues, en las relaciones que debéis tener con el dinero y, sobre todo, debéis evitar tomarlo como ideal, como meta en la vida, porque, si no, estáis perdidos. Ahora, iré más lejos. Si los hombres no comprenden correctamente la justicia, ¿cómo queréis que comprendan el amor, que es una forma de injusticia? "¿Cómo?, diréis, ¿el amor es una injusticia?" Sí, vais a ver. Entráis en la tienda y le pedís al tendero un kilo de cerezas. Pesa vuestras cerezas, encuentra que hay una de más y la quita... Es muy justo este hombre, ¡pero vosotros no apreciáis mucho esta justicia! Vais a otra tienda; el tendero también pesa vuestras cerezas: hay tres o cuatro de más, pero añade todavía tres o cuatro. He ahí un hombre injusto, pero os gusta precisamente porque es injusto. El amor, mis queridos hermanos y hermanas, no es de la misma naturaleza que la justicia. Y yo, justamente, predico la injusticia. Sí, perfectamente, los hombres son demasiado justos... ¡no me habléis de ello! El Antiguo Testamento habla mucho de justicia y muy poco de amor. Pero ¿acaso el mundo ha mejorado mucho con esta justicia? Ojo por ojo, diente por diente... Lapidaban, mataban para cumplir la justicia, pero eso no mejoró a nadie. Y he ahí que llegó Jesús y predicó la injusticia: la generosidad, la bondad, la misericordia, el perdón. Pues bien, nuestra Enseñanza también predica esta injusticia. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 11 La palabra "injusticia" tiene en realidad dos significados. La justicia absoluta está en medio, y, a un lado, existe una injusticia inferior que consiste en tomar sin dar, y, a otro, una injusticia superior que da sin tomar. La primera injusticia tiene su origen en la personalidad y provoca el odio, la venganza, las represalias. La otra, la injusticia superior, está inspirada por la individualidad y de ella se derivan todas las dichas y todas las bendiciones. Si en vez de realizar el equilibrio perfecto de la balanza os inclináis un poco hacia este lado sois injustos, pero esta injusticia es magnífica. ¿Me explico? ¿Veis?, la justicia es muy pobre: está sola, reducida a una pequeña línea horizontal nada más. Mientras que la injusticia puede tocar sobre dos teclados, dispone de un registro mucho más rico. En realidad, no hay justicia, sino sólo dos injusticias: abajo o arriba. Porque es muy difícil, casi imposible, ser justos ¡y tan fácil ser injustos en un sentido o en otro! Para ser absolutamente justos, debemos devolver absolutamente lo que hemos recibido, y eso no siempre es posible. Habéis dado una manzana, y es justo que os devuelvan una manzana, pero nunca será exactamente la misma: del mismo peso, del mismo color, del mismo gusto... Puede ser también que le deis un objeto a alguien y que éste os lo devuelva bajo una forma completamente diferente: bajo forma de amor, de confianza, de fidelidad, o bien de un trabajo que hace para vosotros. Algunos se quejan a veces: "Yo he hecho siempre el bien a mi alrededor, pero nadie me lo ha devuelto." Se olvidan de ver que tienen buena salud, que sus hijos les quieren, que tienen numerosos amigos, y así sucesivamente... No han visto que eran recompensados de otra manera. Hay que comprender la justicia de una forma menos limitada. Las Leyes de la Moral Cósmica Y cuando se trata IV - 12 de buenos pensamientos, de buenos sentimientos, de miradas o de palabras llenas de amor, ¿cómo podemos encontrar su equivalente, sobre todo siendo tan ignorantes y egoístas? Suponed que un Iniciado os haya dado un consejo tan útil que os ha salvado la vida... ¿Cómo devolverle el mismo bien? Tendréis que trabajar durante siglos para lograrlo. Y él, ¿dónde estará ya en ese momento?... Sí, es verdaderamente difícil manifestar la justicia absoluta. No tenéis balanza, no tenéis aparato de medida... Así que no os preocupéis de ser tan precisos. Aceptad dar más o recibir menos y eso será más rápido que calcular indefinidamente lo que os deben o lo que debéis. Ya sé que los hombres no se calientan la cabeza para hacer justicia y devolver exactamente lo que deben: toman mucho y dan muy poco; para ellos la cuestión se resuelve rápido, todo va bien, están tranquilos. No saben que el karma les espera. Sus deudas están inscritas en alguna parte dentro de ellos, en una pequeña bobina que lo graba todo (ya os hablé de ella) en la que está marcado que no pagaron su consumición, y después deben pagar con sufrimientos. Comieron, bebieron, robaron, abusaron del amor de algunos seres a quienes sedujeron y engañaron, se aprovecharon sin pagar, es decir, sin devolver lo que habían tomado; muchos se escaparon, cambiaron de nombre, de dirección, de país... Pero, a pesar de ello, les encuentran. Allá arriba, los Señores del Karma tienen sus huellas y pueden encontrar su rastro; a menudo, incluso durante esta encarnación, pasados muchos años, se presentan y reclaman el pago.4 Muchos sufrimientos no son más que el pago por injusticias que cometimos en el pasado. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 13 Hay que comprender la justicia como una liberación. Sólo cuando hemos devuelto o pagado lo que hemos tomado somos libres. Sí, mis queridos hermanos y hermanas, tenéis necesidad de la luz de esta Enseñanza para comprender que existe una Justicia cósmica. Cuando tomamos, debemos dar. El que logra enriquecerse engañando y robando a los demás pasa por ser el hombre más inteligente; todo el mundo se inclina, se quitan el sombrero. Sí, pero cada una de sus transgresiones está inscrita en él y, tarde o temprano, vendrá el karma a reclamarle bajo forma de enfermedades, de desgracias o de miserias. Así que la justicia es una especie de comercio. Y el amor también es un comercio... ¡Vaya comercio! Ahí también demasiado a menudo uno de los dos es desgraciado y dice: "Yo se lo he dado todo, ¡y él (o ella) nunca me ha dado nada!" Ahora quisiera llevaros a comprender la justicia en vuestras relaciones con la familia, con la sociedad, etc.... El hombre ha recibido de sus padres el cuerpo, la vida (digamos la vida, aunque no sean ellos quienes la crean), los vestidos, la comida, el alojamiento, la educación... Es toda una deuda acumulada que debe ser pagada. Muchos hijos se niegan a reconocerla, critican a sus padres, se oponen a ellos, ¡hasta los detestan! Es injusto. Los padres les han amado, han sufrido por ellos, les han alimentado, vestido, protegido, han cuidado de ellos cuando estaban enfermos, se han ocupado de su educación. El hombre tiene, pues, en primer lugar, una deuda con sus padres. Después el hombre tiene también una deuda con respecto a la sociedad o la nación a la que pertenece, porque le ha dado toda una herencia de cultura y de civilización, a través de museos, bibliotecas, laboratorios, teatros. También pone a su disposición sus trenes, sus barcos, sus aviones, médicos para cuidarle, profesores para instruirle, su ejército... ¡y hasta Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 14 su guardia civil para protegerle! También le debe algo a la raza, porque le ha dado un color de piel, una estructura física y psíquica, una mentalidad. Y eso no es todo, también ha contraído deudas con el planeta, con la Tierra que le ha alimentado y llevado, con el sistema solar entero (porque gracias al Sol y a los planetas somos sin cesar mantenidos, vivificados, reconfortados), con todo el universo y, finalmente, con el Señor. ¿Cuántos comprenden que no han hecho más que tomar, tomar y tomar, y que ahora deben enormemente? ¡Ah!, pero según ellos no deben nada; y no sólo no deben nada sino que tienen el derecho de destrozarlo todo. ¡Qué mentalidad! Pero lo que no saben es que, si siguen así, van a desaparecer, porque la naturaleza no tolera a los que no respetan las leyes; para ella son seres peligrosos y los aniquila de una u otra forma. El discípulo que ha comprendido la importancia de esta ley de justicia ama en primer lugar a sus padres, se porta bien con ellos para devolverles lo que les debe. Devuelve también algo a la sociedad, a la nación, a la humanidad entera, al sistema solar, a todo el cosmos y, finalmente, a Dios. Da su trabajo, da sus pensamientos, sus sentimientos, su gratitud... Con su actividad, sin cesar, envía algo bueno al universo entero. De esta manera se libera de sus deudas, y la naturaleza le reconoce como un ser inteligente. A todos aquéllos que no actúan así les considera como ladrones, como seres deshonestos e injustos, y les envía algunos correctivos para instruirles y hacerles sentar la cabeza. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 15 Ser justo es, pues, en primer lugar, comprender que hay leyes y que por todo lo que tomamos en la naturaleza, el aire, el agua, el calor, los rayos de sol, contraemos una deuda con ella. Y como no podemos pagar esta deuda con dinero, debemos pagarla con nuestro amor, con nuestra gratitud, con nuestro respeto y con nuestra voluntad de estudiar todo lo que ella ha escrito en su gran libro. También la pagamos haciendo el bien a todas las criaturas: dándoles nuestro calor, nuestra luz. Supongamos ahora que tenéis un Maestro. Os lo da todo. ¿Qué le debéis exactamente? ¿Iréis a buscarle, acaso, para predicarle, instruirle, cuidarle, consolarle, como él ha hecho con vosotros? No, claro, no lo necesita. No es a él a quien debéis hacer todo esto sino a los demás. Haced a todos vuestros hermanos el bien que él os ha hecho, y estará contento, se sentirá pagado. No estamos obligados a devolver el aire que hemos respirado bajo forma de aire, ni el agua que hemos bebido bajo forma de agua. ¿Cómo haríamos para fabricar aire o agua, o el calor y la luz del Sol?...Hemos recibido nuestro cuerpo de la tierra y se lo devolveremos un día, imposible hacer otra cosa, pero, mientras tanto, mientras estemos vivos, conservamos nuestro cuerpo, no se nos pide que lo demos. Pero lo que podemos dar son nuestras emanaciones luminosas. Porque el hombre ha sido creado en los talleres del Señor para irradiar, para brillar, para enviar rayos al universo entero. Ha recibido una quintaesencia de luz que puede sin cesar amplificar, vivificar y enviar al espacio, pero siempre que se haya ejercitado, si no, no dará más que tinieblas. ¡Son ideas nuevas para vosotros! En el plano físico estamos limitados, pero en el plano espiritual nuestras posibilidades son infinitas y podemos devolver el céntuplo de todo lo que nos han dado. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 16 Así que, mis queridos hermanos y hermanas, debéis tratar de comprender la naturaleza de la justicia. Cuando sentís que alguien os detesta, hay una razón, buscadla. Quizá tengáis una deuda con él. ¿Por qué no desembarazaros de este odio, haciéndole el bien, en el plano físico o en el espiritual? Únicamente la justicia puede liberaros. Pero si queréis acelerar más vuestra evolución, escoged la justicia superior: la bondad, la generosidad, el amor, el sacrificio. Gracias a ella, una deuda que años y siglos no habrían podido borrar, es saldada rápidamente, a veces inmediatamente. Por eso algunos aceptaron las persecuciones, la muerte, el martirio, para poder liberarse y pagar las deudas de varias reencarnaciones. Los que saben verdaderamente escogen la vía más rápida, tienen prisa, no quieren seguir chapoteando durante mucho tiempo en las regiones inferiores, encadenados y desgraciados. Quieren llegar a ser libres y aceptan los sufrimientos. Estos seres no son muy numerosos, claro. La mayoría prefiere salvarse, escapar con artimañas del pago de sus deudas. Sólo que la ley kármica les encuentra siempre y les dice: "Vamos, ahora hay que pagar." Muchos, al escucharme se taparán los oídos, pero un día comprenderán la veracidad de mis palabras. Desgraciadamente ningún ser ha escapado a la Justicia cósmica, ninguno, ni siquiera un ser tan extraordinario como San Juan Bautista, ni los discípulos de Jesús. Únicamente se salvó San Juan Evangelista, porque era libre, ya no tenía nada que pagar. Eso sucede, pero es muy raro. En cuanto a todos los demás que han comido y se han aprovechado, serán cogidos, un día u otro, y obligados a pagar sus deudas. Esta ley del equilibrio que el mundo entero conoce y utiliza en el plano físico y económico, debemos transponerla ahora a los dominios Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 17 psíquico, mental y espiritual. En el dominio del sentimiento, por ejemplo, debemos saber cuándo tomamos y cuándo damos, sólo así podremos comprender la naturaleza del amor. Mientras no hayáis comprendido la justicia, ¿cómo queréis comprender los misterios del universo? Las puertas de la Iniciación seguirán cerradas para vosotros. Sólo se abren a aquél que conoce en primer lugar la ley de la justicia y después la ley del amor.5 Cuando el hombre es un niño todavía, no le gusta dar, al contrario, toma, come, acapara, reclama, exige. Más tarde, llegado a la edad adulta, se casa, tiene hijos y llega a un equilibrio entre tomar y dar. Finalmente, en su vejez, empieza a distribuir sus bienes a sus hijos, a sus nietos: dinero, terrenos, casas, se despoja de todo, y hasta su cuerpo se encoge, lo que prueba que el hombre devuelve cada día unas partículas al aire, al agua, a la tierra. Hasta la "disminución" absoluta que se llama entierro. Sí, la vida del hombre está hecha así. Primero, sólo toma, toma; después, toma y da; finalmente, da, lo da todo, incluso su cuerpo, su última casa, y ya está, se va, lo ha dado todo. La justicia, ahí tenéis otra ley de la moral cósmica que nadie podrá demoler, porque está inscrita en la naturaleza. Los niños pequeñitos ya tienen este instinto de justicia y se dan cuenta muy bien de cuándo somos justos o injustos con ellos. No necesitan haber hecho grandes estudios: incluso desde muy pequeños dicen ya: "¡Esto no es justo!" ¿Cómo hacen para saber lo que es justo y lo que no lo es? ¿Dónde lo han aprendido?... Por otra parte, incluso los animales tienen el sentido de la justicia. Leí últimamente un artículo científico en el que un investigador contaba que había asistido a un tribunal de pájaros. Eran cuervos. Estaban "discutiendo" (¡hasta había un abogado!) y el acusado Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 18 escuchaba avergonzado: ¡parece que había cometido un adulterio! Tras la deliberación juzgaron que había que dar muerte al culpable; se lanzaron sobre él y lo destrozaron. Los animales, pues, también tienen cierto sentido de la justicia. Hasta un perro, o un gato, que ha robado algo en la cocina no se siente completamente inocente y se diría que hasta se siente culpable. Sin duda lo habéis observado. Igualmente, el animal o el pájaro que se permite invadir un territorio que no le pertenece sabe que es culpable y huye más fácilmente frente al que defiende lo que es suyo. Existe verdaderamente un sentido innato de la justicia que la naturaleza ha puesto en todos los seres y que ni los sabios ni los filósofos podrán negar. Todos se ven obligados a inclinarse y a reconocer que la Inteligencia cósmica ha inscrito, en nuestros corazones y en nuestras almas, una ley que no debemos transgredir bajo pena de ser castigados de una u otra forma. Y, ahora, ésta es la conclusión que debemos sacar. Puesto que todas las anomalías en la Tierra provienen de una injusticia, eso nos obliga a saldar de ahora en adelante todas nuestras deudas, a revisar qué es lo que debemos, a quién, cuánto, y a devolvérselo de una forma o de otra. Si no se lo devolvemos al padre, que sea a su hijo o a su mujer. He ahí la tarea del discípulo: preocuparse, de ahora en adelante, de pagar sus deudas y de dar incluso más de lo que debe para liberarse más rápidamente. Y hasta un día su Maestro le mostrará lo que les debe a tales o cuales personas en el mundo; deberá ir a su encuentro y reparar, porque, si no, seguirá arrastrando durante mucho tiempo hierros, cadenas, una carga terrible. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 19 Lo que debéis hacer, pues, es revisar vuestra vida durante unos días: cómo habéis actuado, qué habéis tomado sin dar nada a cambio; y, después, id a ver a estas personas, excusaros, dadles lo que les debéis, o bien hacedles un favor diciendo: "No era inconsciente, no lo sabía, perdóneme si cometí errores. Tome esto para que estemos en paz el uno con el otro." No habíais pensado nunca, mis queridos hermanos y hermanas, que vendría obligatoriamente un día en vuestra existencia en el que deberíais enfrentaros a este problema. Pues ahora ha llegado el momento de afrontarlo y de resolverlo, porque, si no, la justicia será implacable, terrible, irreductible. Supongamos incluso que no podáis encontrar a estas personas porque ya no están en la Tierra. Id hasta Dios con el pensamiento y decidle: "Señor, hoy comprendo por primera vez qué injusto he sido con los demás. Les he robado, he abusado de ellos... Ya es demasiado tarde para reparar el daño que les he hecho y, sin embargo, quiero evolucionar, quiero avanzar. Así que, Señor, hagamos un trato (justicia, comercio, trato). Toma mi vida, la consagro a Tu servicio; es lo más preciado que tengo, dispón de ella para pagar todas mis deudas. Tú sabes mejor que yo a quién y cuánto debo, y yo estoy a Tu servicio por toda la eternidad." Ésta es verdaderamente la mejor manera de arreglar las cosas. Y cuando el Señor ve que habéis llegado a un grado de conciencia tal que queréis consagrarle toda vuestra vida por toda la eternidad (y subrayad bien: "Por toda la eternidad, Señor, no sólo por esta encarnación") entonces el Señor se asombra de la luz que sale de vosotros, porque Él sabe muy bien que, para llegar a sentir y a decir una cosa así, poseéis una gran luz, y está maravillado. Entonces, ante tanta generosidad, como no quiere mostrarse inferior a vosotros, decide mostrar una generosidad mayor aún, y borra muchas de vuestras Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 20 deudas. "Venga, no hablemos más de eso, ya está pagado, liquidado. ¡Ve, ahora, y trabaja!"6 Lo que hoy os revelo es uno de los más grandes secretos. Todos los secretos contenidos en los libros, los secretos de tal mago o taumaturgo, son minúsculos al lado de éste. Yo he leído muchos de estos supuestos grandes secretos y encuentro que no son nada. ¿De qué se ocupa esta pobre gente? De la gallina de los huevos de oro, del tesoro del viejo de las pirámides, del dragón verde, del dragón rojo... ¡Todo eso son bromas! ¿Qué obtendréis? Mientras que el secreto que he descubierto y que supera a todos los demás secretos está en el comercio divino. Le decís al Señor: "Señor, yo quiero el Cielo, aquí tienes mi vida." Si podéis dar vuestra vida, lo tendréis todo. Pero los hombres no quieren dar su vida. Su vida, ¿comprendéis?, es suya, y no la dan así como así. Cuando tienen dificultades, algunos prometen dar unas pequeñas migajas: una vela, una estatua de un santo, o un litro de aceite para la iglesia. Pero raramente he oído a alguien decir: "Quiero esto, Señor, y yo Te doy mi vida a cambio." Nos reservamos nuestra vida, ¿y para hacer qué? Para poder hacer toda clase de tonterías. Pero si vosotros dais migajas, ¿qué queréis que el Cielo os dé sino migajas también? Sólo podéis recibir en la medida que hayáis dado. Si dais solamente unas monedas recibiréis muy poco. Si dais vuestra vida, recibiréis la vida, la vida eterna, el Cielo, la luz, lo recibiréis todo. Los hombres son avaros, pero por ignorancia, porque nunca han sondeado la profundidad de estas verdades. Hacen trampas, calculan para que todo vaya en su provecho, sin saber que la Inteligencia Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 21 cósmica ha establecido una ley de justicia; para recibir hay que dar. Por eso yo digo: "Dejaos de triquiñuelas y de cálculos, consagrad vuestra vida al servicio de Dios y recibiréis todo lo que queráis". He ahí mi filosofía, mi credo, mi vida. No se trata de teoría, esta filosofía es toda mi vida. Me da igual que lo sintáis o no, yo sé lo que vivo. Hace años, cuando era joven, supliqué al Cielo diciendo: "¿Qué puedo hacer? Soy débil, tonto, vulgar, no soy nada... ¿queréis verdaderamente que siga así? No os seré de ninguna utilidad, os lo prevengo, hasta os lamentaréis por mi causa. Así que, daos prisa, tomadlo todo, hacedme morir incluso, e instalaos en mí. No puedo seguir viviendo como soy. Enviadme ángeles, enviadme a todas las criaturas inteligentes, puras y nobles. Vosotros os beneficiaréis de ello, porque, si no, no haré más que tonterías, y será culpa vuestra, ¡porque no habréis tomado mi ruego en consideración!" ¿Veis?, les amenacé; entonces, se rascaron la cabeza allá arriba, y dijeron: "¡Ah! éste nos pone entre la espada y la pared". Se reunieron, tuvieron un consejo y encontraron que si me dejaban tal como era, es verdad, era capaz de hacer mucho daño. Por eso se decidieron diciendo: "Bueno, bueno, vamos a hacerle caso". Y ahora me parece que de vez en cuando hago algo que no es del todo reprensible. Y vosotros, ¿por qué no les hacéis el mismo ruego? ¿A qué esperáis? ¡Vamos, pedidlo también! Sí, pero tenéis miedo de consagrar vuestra vida a Dios, queréis guardarla para vosotros. Cuántas veces he oído a la gente decir: "Yo quiero vivir mi vida". Sí, ¿pero qué vida? ¿Una vida idiota o una vida divina? Todos sólo piensan en vivir su vida, es decir, una vida sin pies ni cabeza. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 22 De ahora en adelante debéis apuntar a otra meta, debéis decir: "Señor, empiezo a darme cuenta de que sin Ti, sin tu luz, sin tu inteligencia, yo no soy nada. Y ahora estoy avergonzado, asqueado, hastiado de mí; por eso estoy dispuesto a servirte, a hacer algo para tus hijos, para el mundo entero." Debéis repetir esto día y noche. Aunque el Señor se tape los oídos porque ya esté harto de oíros, continuad. Los Veinticuatro Ancianos celebrarán un consejo, un consejo que yo conozco, como también conozco a su jefe, un ser formidable, sublime, y cuando se vean tan acosados por vuestros ruegos, decretarán sobre vosotros diciendo: "A partir de tal día, de tal hora, habrá cambios en su vida", y este decreto será proclamado por todas las regiones del espacio; los ángeles y todos los servidores del Cielo se pondrán a aplicarlo instantáneamente, y vosotros podréis constatar que algo ha cambiado verdaderamente en vuestra vida. Dais una importancia extraordinaria al mundo, a las diversiones, a las recepciones, a los placeres, os pasáis toda la vida sobrecargándoos, perdiendo vuestros fluidos, vuestra salud, vuestra luz, vuestra fuerza, y así es como perdéis también el amor del Cielo. Haced lo que os aconsejo, dirigid peticiones al Señor para poneros a su servicio, y se producirá en vosotros una explosión de luz tan formidable que los ángeles la verán desde el Cielo, y como saben lo que significa, descenderán inmediatamente para ocuparse de vosotros. ¡Cuántos se han vuelto tan pequeños y tan apagados que desde el Cielo ya no les ven!, están completamente borrados, olvidados. Los asuntos del mundo eran tan importantes para ellos que se olvidaron del Cielo; entonces, ¿qué queréis?, el Cielo les ha olvidado también. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 23 En realidad, yo encuentro que no hay que olvidar ni el Cielo ni la Tierra, quiero los dos, pero en una proporción bien determinada. Cuando Moisés en el Génesis escribe: "Al principio Dios creó el Cielo y la Tierra", veis que menciona en primer lugar el Cielo y después la Tierra. Es para indicar que debemos dar la preponderancia al Cielo. Pero la mayoría de la gente hace lo inverso: primero viene la Tierra, y después el Cielo, si les queda tiempo y lugar. No, el verdadero discípulo concede una importancia mucho mayor al Cielo; no descuida lo material, porque mientras esté en la Tierra lo material es necesario, pero le da la preponderancia al Cielo: tres cuartos para el Cielo, y un cuarto solamente para la Tierra.7 He ahí por qué nuestra Enseñanza aporta la plenitud y la perfección: porque no descuida nada, no suprime nada. Cada elemento está ahí, en su sitio, y no en cualquier sitio como en la cabeza de los humanos donde todo está patas arriba, ¡un verdadero desbarajuste! Nuestra Enseñanza le da un sitio a cada cosa, y así la vida del hombre se desarrolla armoniosamente. Un cuerpo cuyos elementos están situados de cualquier manera no puede subsistir. Poned las piernas sobre los hombros, la cabeza entre las piernas, ¡y probad a ver cómo va la cosa!... Mis queridos hermanos y hermanas, aunque no haya agotado el tema, habéis sentido y comprendido muchas cosas hoy. Esta ley de justicia es una ley inmutable, eterna, y por eso debe tener su sitio entre las leyes de la moral cósmica. En la medida en que han sido capaces de ello, los humanos han reflejado algo de esta moral eterna en sus preceptos, sus leyes, sus códigos, sus tribunales, pero esta justicia Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 24 existía ya antes de la aparición del hombre. Y está ahí, por todas partes, en la naturaleza entera, y se llama equilibrio. Además, cada ser lleva en su propio cuerpo el símbolo de la justicia y del equilibrio. Nuestro cuerpo está construido de acuerdo con el principio de simetría, el número dos. ¿Por qué tenemos dos hemisferios en el cerebro, dos ojos, dos orejas, dos brazos, dos pulmones, dos piernas, dos riñones, etc.?...8 y, en cambio, un corazón, un hígado, un bazo, una columna vertebral, una boca (aunque la boca tiene una lengua y dos labios, ya os di en una conferencia ciertas explicaciones sobre este tema)9 ¿Por qué esta simetría? Y si en el cerebro el hemisferio izquierdo no está en correspondencia perfecta con el hemisferio derecho, el hombre está desequilibrado. ¿Veis?, pues, todos llevamos la balanza en nosotros. Ya sé bien que este punto de la moral es el más desagradable, porque siempre se trata de pagar, saldar, equilibrar, mientras que tomar, birlar... ¡y salir corriendo!... es tan maravilloso, ¿verdad?, tomar, birlar... ¡y salir corriendo!... Bonfin, 6 de agosto de 1968 Notas 1.Cf. La Balanza cósmica – el número 2, Col. Izvor nº 237. 2.Cf. La clave esencial para resolver los problemas de la existencia, Obras completas, t. 11, cap. III: “Tomar y dar (el Sol, la Luna y la Tierra)”. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 25 3.Cf. Acuario y la llegada de la Edad de Oro, Obras completas, t. 25, cap. VI: “El oro y la luz”. 4.Cf. Del hombre a Dios – sefirots y jerarquías angélicas, Col. Izvor nº 236, cap. XV: “Binah: 1. Las leyes del destino”. 5.Cf. Vida y trabajo en la Escuela divina, Obras completas, t. 31, cap. VIII: “Cómo sobrepasar la noción de justicia”. 6.Cf. La libertad, victoria del espíritu, Col. Izvor nº 211, cap. VI: “La verdadera libertad es una consagración”. 7.Cf. La clave esencial para resolver los problemas de la existencia, Obras completas, t. 11, cap. XIV: “Dadle al César lo que es del César”. 8.Cf. La Balanza cósmica – el número 2, Col. Izvor nº 237, cap. IX: “El caduceo de Hermes – La serpiente astral”. 9.Cf. Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. X: “Cómo los dos principios están contenidos en la boca”. Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 26 II Añadiré aún unas palabras a lo que os dije ayer sobre la justicia, porque la cuestión es tan vasta que tengo la impresión de que todavía no os he dicho nada. La justicia está relacionada, pues, con el símbolo de la balanza, pero también con todos los instrumentos que utilizamos para pesar y medir. Sabéis que, desde hace años, hay en Sèvres una Oficina de Pesos y Medidas. ¿Por qué existe esta Oficina? Porque se han dado cuenta de que si no existe en algún lugar un patrón al que todos puedan referirse, todo será arbitrario, todos pesarán y medirán como les plazca. Y para que estos patrones mantengan una precisión absoluta, se han visto obligados a construirles un local resguardado del calor, del frío, de las sacudidas, porque el calor dilata los cuerpos, el frío los contrae, y las sacudidas desajustan los aparatos. Construyeron, pues, un refugio subterráneo bien aislado de las vibraciones del exterior y en el que reina una temperatura constante. ¡Veis cuántas precauciones! Pero cuando se trata del mundo interior del pensamiento y del sentimiento, ¿se preguntan acaso los humanos por el valor de su Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 27 sistema de pesos y medidas? Sin cesar pesan, evalúan, se pronuncian, pero ¿acaso están seguros de sus instrumentos? ¿Saben si sus facultades son impecables, o si están un poco desajustadas? Tienen sus gustos, sus preferencias, su manera de ver las cosas, pero nunca han pensado que debían exigirles a todos sus instrumentos psíquicos la misma perfección que a sus instrumentos materiales. Los hombres también están expuestos al calor y al frío -simbólicamente-; viven en medio del ruido, las sacudidas, las erupciones volcánicas, ¿cómo, pues, no estarían ellos también desajustados? Pero, a pesar de eso, se pronuncian con seguridad sobre cualquier tema. Nunca les ha venido la idea de que deberían verificar sus instrumentos en una oficina de pesos y medidas espiritual, es decir, con un verdadero Iniciado. En vez de preguntarse: "¿Cómo está mi corazón? ¿Y mi voluntad? ¿Y mi cerebro? ¿Cómo son mis gustos? ¿Están a punto?", todos se creen perfectos y dan su opinión sobre cada cosa: sobre la existencia de Dios, sobre la moral, sobre la política, sobre el amor, y, sobre todo, sobre la gente, y cuentan unas estupideces inverosímiles. Pero todo el mundo encuentra que eso es normal. Mirad una chica: se siente atraída por un chico, por eso cuando lo compara, lo encuentra bello, genial... una divinidad. Bueno, pero el día que se enfría la relación, es el diablo en persona. ¿Cómo ha podido este chico cambiar tan rápidamente? En realidad no es él el que ha cambiado sino las medidas de ella. Entonces, ¿dónde encontrar ahora unas medidas que no varíen nunca? ¿Cómo llegar a poner nuestros instrumentos en un estado tan perfecto que todo lo que veamos, oigamos, sintamos, pensemos y deseemos, corresponda exactamente a la verdad, que no haya nada que añadir, ni nada que quitar? Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 28 En realidad, nuestros aparatos de medida no se limitan solamente al cerebro o a los cinco sentidos, los poseemos en todo nuestro cuerpo físico, en todas nuestras células. Considerad solamente el caso del que nunca se ha purgado, que nunca se ha puesto una lavativa. ¿Cómo queréis que todos estos desechos que se adhieren a las paredes de sus intestinos no acaben influenciando su estado psíquico? Y entonces, ¿cómo va a pronunciarse? ¿Cuáles serán sus opiniones, sus gustos? Sobre la cuestión de la purificación ya os he dado varias conferencias, no puedo detenerme hoy en ella. Debemos saber cómo ayunar, cómo lavarnos, no sólo exteriormente, sino sobre todo interiormente. Os expliqué, incluso, que podíais dirigiros a los Ángeles de los cuatro elementos para que cada uno de ellos venga a liberaros de las impurezas que tiene el poder de hacer desaparecer. La tierra engulle, el agua lava, el aire purifica y elimina, el fuego quema, y todas nuestras impurezas pueden así desaparecer gracias a uno u otro de estos elementos.1 Pero volvamos a nuestros aparatos, a nuestros instrumentos de precisión. ¡Qué lejos están los hombres de tener medidas justas para pronunciarse sobre las cosas! Sufren las influencias, tienen prejuicios. Suponed que estéis muy acatarrados, os dan a oler un perfume, ¿podéis acaso tener una opinión sobre este perfume? No; y aunque os sirvan los platos más suculentos, los encontráis insípidos. Entonces, ¿cómo los hombres que tienen sus sentidos interiores falseados o embotados osan pronunciarse sobre los problemas más profundos? Deben ir a hacerse examinar por alguien que sepa ajustar sus instrumentos. Después podrán pronunciarse, no antes. Pero ahora, cualquiera que sea el estado en el que se encuentran, todos se pronuncian, todos sin excepción.2 Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 29 Consideremos también el ejemplo de un hombre que ha sufrido mucho a causa de su mujer: se vuelve taciturno, pesimista, amargado, y escribe libros contra todas las mujeres. Sin embargo, no todas las mujeres son como la suya, ¿por qué, entonces, le presenta al mundo entero un retrato espantoso de las mujeres?... Y otro que ha sido muy feliz con su mujer escribirá maravillas sobre todas las mujeres, lo que tampoco corresponde a la realidad. Ninguno de los dos tiene sus medidas bien ajustadas. Para cada individuo hay una verdad particular. Le dais, por ejemplo, un collar a una mujer, y se pone furiosa: "¿Por quién me toma usted?"... Se lo ofrecéis a otra, y ¡ay!, se pega a vosotros, ¡ya no quiere dejaros! Así que, ¡sacad una conclusión sobre las mujeres! Es imposible, y sobre los hombres igual. Sólo podemos encontrar la justicia en la cabeza de un ser equilibrado. Toda injusticia viene de un desequilibrio, y el desequilibrio es debido a una incomprensión, a una falta de luz, o bien a una mala voluntad. En un organismo, eso se llama enfermedad. La enfermedad no es otra cosa que una injusticia en el cuerpo físico: el hombre ha dado la preponderancia a uno de los platillos sin poner nada en el otro; uno ha bajado, el otro ha subido, y el hombre está enfermo. Cuando un equilibrista quiere andar en la cuerda floja, se ve obligado a extender sus dos brazos para mantener el equilibrio. Pues bien, moralmente nosotros también estamos sobre una cuerda. La vida es una cuerda floja, y si no sabemos añadir un poco por aquí, y quitar un poco por allá, para mantener en equilibrio los dos platillos del corazón y del intelecto, si descuidamos un aspecto en provecho del otro, introducimos el desequilibrio, y ello se manifiesta con Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 30 pensamientos tenebrosos, o con sentimientos hostiles, o con una actividad destructiva, o bien con la enfermedad. Cada minuto debemos pensar en equilibrar los dos platillos de nuestra balanza interior. Si el hombre está siempre concentrado en sus riquezas, en sus tierras, en su coche, sin pensar nunca en el espíritu, en el Cielo, eso creará en él un desequilibrio que se verá incluso en su cuerpo, en su cara, en sus ojos, en su forma de hablar y de actuar: ningún gozo, ninguna dilatación. Debemos conocer esta ley según la cual por cada necesidad que satisfacemos en un plano, aparece una carencia, en otro plano, que deberemos también tener en cuenta. La mayoría de la gente que veo tiene este desequilibrio: unas veces demasiado intelectualizados, otras demasiado sentimentales, otras solamente místicos, y otras solamente prosaicos. Yo os predico la filosofía del equilibrio. La justicia es una noción muy vasta que abarca muchas otras: el equilibrio, la armonía, la salud... Así que, ahora, lo que debéis retener es que debéis preguntaros, de vez en cuando, cómo andan vuestros aparatos de medida: "¿Acaso verdaderamente lo que yo pienso, lo que yo creo, lo que yo deseo, está perfectamente a punto? Iré a verificarlo, iré a presentarle a un experto todas mis medidas, todas mis balanzas"... Y él, que sabe del asunto, dirá: "Este metro es demasiado corto, este compás está un poco oxidado, esta balanza está un poco desajustada..." A mí me es muy fácil deciros el estado de vuestros instrumentos de medida: me basta con escuchar hablar a alguien un cuarto de hora sobre cualquier tema. Puede, por otra parte, que no se lo diga por Las Leyes de la Moral Cósmica IV - 31 razones psicológicas... ¡o diplomáticas! Porque si les decís la verdad a los humanos, no sólo a menudo no os comprenden, sino que se convierten en vuestros enemigos. ¿Para qué viene alguien a verme? Dios mío, ¡para que le mienta! Dice que aceptará de mí todas las verdades, pero no es así en absoluto, prefiere que le engañe. Como la mujer que sabe muy bien que su marido ya no la quiere, pero le pide: "Querido, dime que me quieres, ¡me gusta tanto oírlo!" Sabe la verdad, pero prefiere oír mentiras. La justicia es un comercio; incluso en su sentido espiritual consiste en tomar una cosa y dar a cambio otra cosa equivalente. Pero lo más preciado que tenemos para dar es la vida. Si lográis dar vuestra vida, podéis tomar del Cielo todo lo que deseéis, os lo dará todo. Pero si no queréis dar nada de vuestra vida, el Cielo no os dará nada. He ahí la justicia. Aquí, en la Tierra, dais vuestro trabajo, vuestro tiempo, vuestros escritos, vuestra palabra, vuestros cantos, y, a cambio, recibís dinero. Lo mismo sucede en el plano espiritual. Incluso es posible que por una ley de la justicia superior, podáis pagar espiritualmente ciertas deudas. Por ejemplo, si vuestro karma os destina a pasar por enfermedades, por accidentes y pruebas difíciles, podéis evitarlos decidiendo pagar arriba, y quizá vuestras deudas sean borradas. Eso es lo que sucede a veces, pero no muy a menudo, porque, en general, los compartimentos están separados e incomunicados. Supongamos que queréis hacer el bien a alguien, pero que, por ignorancia o torpeza, le lastimáis. La justicia terrestre, que no discierne vuestros móviles, os condena en función de vuestros actos. Pero la justicia de arriba, que conoce vuestras buenas intenciones, dejará quizá que las leyes humanas os castiguen, porque no es asunto suyo, pero os Las Leyes de la Moral Cósmica recompensará largamente IV - 32 por vuestras intenciones divinas e impersonales. Inversamente, si os mostráis generoso, supongamos, con una chica, pero con la intención oculta de abusar de ella y de despojarla, quizá en la Tierra os admiren, os ensalcen, pero arriba, el Cielo os castiga, porque los tribunales celestiales os juzgan no en función de vuestros actos sino de vuestros móviles. El ámbito de los actos y el ámbito del alma no dependen de la misma jurisdicción. Pero, claro, si tanto vuestros móviles como vuestros actos son divinos, irreprochables, entonces seréis recompensados por los dos lados, y, si en los dos lados transgredís las leyes los dos tribunales os condenarán. La justicia, mis queridos hermanos y hermanas, ¡es toda una ciencia! Bonfin, 7 de agosto de 1968 Notas 1.Cf. Los misterios de Iesod – los fundamentos de la vida espiritual, Obras completas, t. 7. 2.Cf. La verdad, fruto de la sabiduría y del amor, Col. Izvor nº 234.