Compay Segundo, el secreto es vivir con equilibrio y alegría

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Compay Segundo, el secreto es vivir con equilibrio y alegría
El Clarí-n de Chile
Compay Segundo, el secreto es vivir con equilibrio y alegría
autor Colaboradores
2008-07-18 16:29:04
A cinco años de su definitivo salto a la eternidad, la voz de barÃ-tono de Compay Segundo conserva su vigencia como
respaldo imprescindible de una melodiosa tonada de amor o de un picante son oriental, signo imborrable de cubanÃ-a. El
cadencioso tumbao del Chan Chan lo acompañó en su deambular por el mundo del brazo de la gloria.
Sevilla, Madrid, Washington, Nueva York, Roma o Ciudad de México, pusieron a su orden los más exclusivos
escenarios, los públicos más exigentes, incluidos reyes, presidentes y hasta el propio Papa, para disfrutar de sus dotes
musicales.
Mientras más cubano más universal, como dirÃ-a Nicolás Guillén. Y nadie como aquel genuino santiaguero, oriundo de
Siboney, nieto de una negra esclava, hizo valer esa máxima.
Aprendiz por cuenta propia del tres, primo de la guitarra, los casó para obtener el milagro del “armónico―, su original
instrumento de siete cuerdas con el que daba un matiz personal, único, a sus canciones.
Cuando Máximo Francisco Repilado Muñoz, llegó a RÃ-o de Janeiro, el 17 de marzo de 2002, la diosa de la fama ya le
habÃ-a abierto las puertas de la ciudad, donde el culto a la música tiene su propio panteón.
Ya los brasileños lo conocÃ-an muy bien. Algunos lograron bailar con su grupo en Sao Paulo, otros atesoraban sus
discos, vendidos como pan caliente a precio de oro, y muchos lo conocÃ-an de la radio o la televisión, pero el cine lo
convirtió en estrella del firmamento artÃ-stico.
El estreno del documental Buena Vista Social Club durante una muestra colateral del Festival de Cine de RÃ-o abarrotó
el mÃ-tico Odeón de la legendaria avenida Cinelandia. La proyección posterior, prevista para una semana, se prolongó
durante más de un mes a sala llena. Muchos espectadores la vieron más de una vez. Todas las funciones terminaban
con fuertes aplausos del público, vivas y lágrimas de emoción.
AcudÃ- a mi primer encuentro con él en el Hotel RÃ-o Atlántica de Copacabana con la perturbadora sensación de quien
recibe el privilegio de ver y hablar con una de esas raras personalidades de leyenda.
Todo lo que se dijera del creador del Chan Chan, del músico ganador del Grammy, del hombre que a punto de cumplir
95 años andaba sonriente de un extremo a otro del planeta, era noticia aunque ya en esa altura eran pocos los detalles
de su vida, su obra y trayectoria que resultaban desconocidos.
PreferÃ- escudriñar su alma, descubrir esa esencia sutil, apenas perceptible, que anima a los artistas de su talla.
Lo primero que anoté fue su sencillez, el saludo afable, el suave estrechón de manos, sin afectación, como si fuéramos
conocidos de siempre, su sonrisa tierna, atenta.
Simplemente elegante, con un impecable traje gris oscuro, camisa azul y corbata del mismo tono del saco, el sombrero
panameño de ala corta y su infaltable habano en la mano izquierda, nos invitó a compartir un café, y después del
primer sorbo, acompañado por un traguito de cognac, encendió el puro.
Durante 24 años –me dijo- alternó sus dotes artÃ-sticas en las noches con el oficio de torcedor de tabacos durante el
dÃ-a, y fue allÃ-, -subrayó- en las salas de la fábrica de habanos Montecristo y H. Upman donde adquirió gran parte de
sus sorprendentes conocimientos, prestando fina atención -mientras laboraba- a las noticias y relatos de los "lectores
de tabaqueria", apenas una parte visible de su sabidurÃ-a.
Durante los tres dÃ-as siguientes hablamos cada vez que habÃ-a una oportunidad, lo seguÃ- a encuentros con la Vieja
Guardia de la escuela de samba Portela, con el fortachón Nelson Sargento, un negro de 77 años, de poblada barba
blanca. “Pero si todavÃ-a es un chico―, comentó entre risas.
Lo vÃ- rodeado de la flor y nata del espectáculo y la vida artÃ-stica de RÃ-o, directores de cine, famosos actores y actrices
del teatro y la televisión brasileña, que se acercaban a él con el afán de descubir el secreto de su floreciente
longevidad.
“La vida del músico es alegre―, le escuché decir más de una vez. El secreto es vivir con equilibrio, sin exageración, m
confió una de aquellas tardes, después de un almuerzo con la vista de la playa de Copacaba ante nuestros ojos.
“Si un dÃ-a comÃ- muy bien, al otro dejo descansar la maquinaria, tomo un caldito, (hecho, según me dijo, a base de una
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fórmula inventada por él con cogote de carnero) reposo, y sigo con mi alegrÃ-a de siempre―.
Su vida prodigando sones, guarachas y boleros, para la satisfacción de gente de todas las edades, a lo largo de casi un
siglo, de un confÃ-n al otro de la tierra, dejó para sus hijos y sucesores un claro mensaje de vivir con alegrÃ-a y sin
excesos, como la más segura fórmula del éxito.
A poco más de cinco años de su deceso, el 13 de julio de 2003, su muerte todavÃ-a parece mentira. Con seguridad
porque nadie como Compay Segundo supo “cumplir bien con la vida―, requisito indispensable de la inmortalidad revelado
por José MartÃ-.
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