POLARIDADES Y AUTONOMÍA EN EL ARTE
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POLARIDADES Y AUTONOMÍA EN EL ARTE
POLARIDADES Y AUTONOMÍA EN EL ARTE PRIMITIVO Recibidoabril 26 de 2006 Arq. Juan David Chavez Giraldo1 RESUMEN. En este ensayo la autonomía del arte se asocia con origen que lo inspira y le da umbral, bien sea racional o simbólico, y se plantea que lo irracional y analógico da cabida a expresiones culturales liberadoras del espíritu humano, mientras que la postura racional ata la creatividad a normas y elementos preconcebidos. Específicamente se hace un breve recorrido por el arte de las culturas llamadas primitivas y se establece la relación entre sus producciones artísticas y el pensamiento que les da base, para tratar de mostrar cómo aquellos grupos humanos entendían el mundo desde una perspectiva holista integradora de la dimensión intangible y espiritual del universo. PALABRAS CLAVES. Arquitectura primitiva, arte primitivo, autonomía, creatividad, Egipto, maquetas antiguas, neolítico, paleolítico, polaridades. Una infinita serie de parejas se manifiestan en el mundo en el que vivimos, lo cual permite hablar de opuestos complementarios: el tiempo y el espacio, nuestra dimensión y el más allá, la vida y la muerte, el inframundo y el supramundo, lo material y lo inmaterial, la razón y la intuición. Así, las dimensiones duales en las cuales nos movemos física, anímica y espiritualmente nos hacen divagar pendularmente como especie, como grupo o como individuo; así E. Morín2 plantea dos maneras de abordar el 1 Profesor Universidad Nacional de Colombia 2 MORIN, E. El doble pensamiento. En: El método III. El conocimiento del conocimiento (1982). Madrid: Cátedra. p. 167-192. 1 universo: una empírica, técnica, racional y otra simbólica, mitológica y mágica. “En cada época hay un punto decisivo, una nueva forma de ver y asegurar la coherencia del mundo. Está plasmado en las estatuas de la Isla de Pascua, que lograron detener el tiempo, y en los relojes medievales de Europa, que alguna vez también dieron la impresión de decir para siempre la última palabra acerca de los cielos.”3, cada cultura, cada momento histórico, incluso cada individuo, tiene la tendencia a exaltar un elemento constitutivo de las mencionadas parejas de polaridades complementarias. Una versión milenaria de la concepción dual de la creación, propia precisamente de una cultura polarmente complementaria a la cultura occidental es la que brinda el Taoísmo, antigua religión de China, que divide el universo en dos áreas4: materia y espíritu, cosas tangibles e intangibles; llama a las cosas reales Yin, que significa tierra o materia y a las cosas etéreas Yang, o cielo. Sin embargo el equilibrio perfecto no es propio de esta dimensión: la balanza siempre se inclina en alguna dirección, es una utopía y un deseo ideal. Si se asocia el arte con este planteamiento de concebir el universo constituído por polaridades complementarias, también se puede plantear que cada manifestación artística, cada período artístico, cada artista y cada obra se concibe desde una de dos perspectivas, bien sea aquella asociada con la razón, o bien la que se acerca a la intuición. De igual manera, y desde otro ángulo de interpretación, Gómbrich5 recuerda que para comprender el arte de otro tiempo es necesario conocer los fines a los que sirvió y que estos fines son más extraños en la medida en que más alejados están de la actualidad temporal. Es decir, el extrañamiento y la percepción de 3 BRONOWSKI, J. El ascenso del hombre (1973). Bogotá: Fondo Educativo Interamericano, S. A. 1983. p. 20-24. 4 CRAZE, Ríchard, Guía Práctica del Feng Shui. Barcelona: Parramón. 2000. P. 9 5 GÓMBRICH, E. Extraños comienzos: los pueblos prehistóricos y primitivos; la América antigua. En: Historia del arte. (1972) Madrid: Alianza Forma. 1990. P. 19 2 irrealidad o fantasía que producen las expresiones culturales y artísticas de estos grupos humanos lejanos en el tiempo, se debe a la distancia conceptual que se tiene del significado de ellas y a la distancia de pensamiento entre quienes concibieron aquellas manifestaciones y quienes hoy las reciben, estudian, cuestionan y analizan. Puede recordarse la cualidad estética de las Venus de Willendorf, la del valle del Indo, la de Chipre, Amlash o Siria, que comparadas con los cánones actuales de la belleza femenina contrastan violentamente y dan cuenta de que la belleza es completamente diferente en cada tiempo y que no es otra cosa que una de las consecuencias de la urgencia taxofílica del cerebro humano6. Incluso también puede confirmarse con el ejemplo de las Venus prehistóricas ciertas intenciones aparentemente incomprensibles si son comparadas con los principios estéticos de las pinturas rupestres animalísticas de períodos históricos similares a ellas. El ser humano mismo desde el punto de vista orgánico está determinado en gran medida por las dos polaridades mencionadas que se manifiestan en sus estructuras y sistemas biológicos; así, el hemisferio izquierdo del cerebro está coligado a funciones racionales, lógicas y matemáticas, y el hemisferio derecho está asociado con procesos emotivos, intuitivos y analógicos. La creatividad, fenómeno asociado con el mundo artístico y concebido dentro del universo de las acciones del hemisferio derecho del cerebro, aquél de la emoción y la intuición, de lo inexplicable e irracional, se entiende como una “capacidad de crear algo, con un matiz que subraya la originalidad” 7 y en tanto capacidad de crear se acerca a esta visión dualista que se ha planteado en este ensayo. Todo proceso de creatividad conlleva una conciliación de las polaridades y al mismo tiempo se puede deducir que en un acto o pensamiento mientras no haya conexión con el inconsciente, no hay creatividad, porque la inspiración está en el inconsciente. 6 7 MORRIS, D. El hombre al desnudo. Barcelona: Círculo de Lectores. 1980. p. 279-283 Diccionario de la lengua española. Barcelona: Norma. 1995. 3 Cada una de las dimensiones polares complementarias puede generar manifestaciones y acciones de carácter diferente, y es fácil notar cómo aquellas expresiones propias del mundo racional obedecen a normas y reglas preestablecidas, mientras que las manifestaciones del mundo sensible posibilitan la creatividad y la liberación del espíritu humano. En consecuencia puede plantearse la hipótesis central de este ensayo como que “aquel arte propio de una actitud intuitiva, emotiva y analógica, manifiesta obras y procesos de mayor autonomía, y que analizando la proximidad polar de cada manifestación artística puede deducirse la relativa autonomía del artista y del arte mismo”. En otras palabras, la autonomía en el arte es directamente proporcional a la postura del pensamiento mágico, simbólico y mitológico: mientras más próximo esté el arte a la polaridad intuitiva, al mundo irracional y a lo lógicamente inexplicable, más autónomo es. Un artista que echa mano de procedimientos, expresiones, técnicas, temáticas e inspiraciones cercanos al mundo inconciente, se conecta de manera más contundente con su dimensión trascendente desde la liberación de su espíritu a través del arte. Sus fuerzas internas y las pulsiones interiores afloran al mundo real por medio de sus obras, y ellas se convierten en herramienta liberadora. En este orden de ideas, y si se ubica el arte paleolítico dentro de una cultura fundamentalmente simbólica, intuitiva, mágica y mitológica, se puede anotar que el suyo es una arte con un alto nivel de autonomía, en el que la liberación está determinada por la independencia del pensamiento, ya que El mito nutre pero nubla el pensamiento, como la lógica lo controla pero también lo atrofia”8 ; un ejemplo perfecto de este vínculo entre arte y mitología se encuentra por ejemplo en la escultura agustiniana en la que además se da una total autonomía en tanto que el artista no pretendía expresar valores de belleza sino obras verdaderas y 8 MORÍN, E. Ibidem. p. 188 4 reales que a pesar de estar sujetas a módulos de simbología, eran cada vez tratadas de manera totalmente diferente, constituyendo, lo que a juicio de Bárney-Cabrera9, es el valor estético de mayor calidad de este arte precolombino. Obviamente y tal como se ha anotado, ninguna de las polaridades existe de manera totalmente independiente de la otra; por lo tanto aunque una esté al servicio de la otra, ambas están presentes; sólo que una de ellas se exalta y se manifiesta de manera más contundente. Así entonces, en el arte del paleolítico también se encuentra la presencia de un componente racional, ordenador y jerarquizador, pero está supeditado a lo que la relación simbólica dicta al artista. En este arte prima la conexión con el mundo inconciente, con lo invisible, con la energética de lo inmaterial y con órdenes y lógicas propios de un universo emotivo y mágico; sin embargo también está la presencia de ciertas condiciones de carácter racional y de ordenamiento normativo. Pero lo fundamental sigue siendo la conexión con el inconciente, que es el que no tiene tiempo ni espacio limitado, y por ello Bronowski asocia el arte parietal con esta posibilidad, cuando afirma que “en cualquier dirección, las pinturas rupestres actúan como una especie de telescopio de la imaginación: dirigen la mente desde lo que se puede ver hasta lo que se puede inferir o conjeturar.”10 Es fundamental tener en cuenta lo que ya se expuso de Gómbrich, y tratar de ubicar la reflexión en la medida de lo posible, en la situación del hombre de aquel momento, para tener una versión lo más próxima al pensamiento y al orbe de aquellos individuos. El ser humano de este período histórico es un ser conectado con el mundo desde su dimensión intuitiva; por ello, la comprensión y explicación de su arte no puede hacerse desde nuestra dimensión racional: su arte es enormemente liberador y creativo, está 9 BÁRNEY-CABRERA. El Universo del Mito. En: Historia del Arte Colombiano. Barcelona: Salvat. 1975. p. 121-123. 10 BRONOWSKI, J. Ibidem. p. 54. 5 plagado de esa visión en la que él mismo se siente parte del resto del universo, y él y el mundo son una misma cosa; no existe la idea del hombre dominador, diferenciado y centro de la creación, sino que por el contrario, él es medio de expresión de fuerzas cósmicas asociadas con los elementos y seres que representa en sus creaciones plásticas. Por lo tanto el imaginario de estos hombres es completamente diferente del nuestro, “…parece que, en ocasiones, viven en una especie de mundo imaginario en el cual pueden ser hombres y bestias al propio tiempo.”11. Cabría dudar de si este mundo que se considera imaginario a la luz de la visión racional occidental, no es otra cosa que la otra polaridad complementaria manifestada a través del arte y que es tan real como lo que percibimos desde la lógica, como la verdadera realidad. Puede concebirse posible que para un individuo que está biológica y culturalmente más cercano a la dimensión intangible del universo, la magia, lo simbólico, lo fantasioso y lo onírico no se distingan de lo concreto, material y cuantificable. El artista del paleolítico no está atado a una concepción racional del mundo: sus normas y reglas de representación obedecen a una lógica irracional, aquélla que proviene de lo inmaterial y de lo simbólico, de lo natural y lo mitológico. Se acerca a lo sublime en tanto se aproxima al mundo desde un alma no contaminada, desde su propia esencia natural y no corrompida por la razón. Desde otra óptica, y de acuerdo con lo planteado por Collingwood12 , el objeto del arte paleolítico es mágico y como tal es un medio para un fin preconcebido que despierta emociones y pre-para una realidad; se adelanta a un acontecimiento en el mundo material, concibiéndolo en su otra dimensión polar, la de lo intuitivo, la de lo energético, contenido en el símbolo; así , el arte paleolítico se desprende de la limitación del mundo que se 11 GÓMBRICH, E. Ibidem. p. 23 COLLINGWOOD, R. G. El arte como magia. En: Los principios del arte (1960). México: Fondo de Cultura Económica. 1993. .p. 61-79. 12 6 denomina real y en este sentido se hace completamente autónomo, haciéndose él mismo otra realidad. El motivo mágico es por lo tanto el motor de la expresión artística: al mismo tiempo la determina y la potencializa hacia una dimensión diferente; se sale de lo simple del mundo racionalizado, para entrar en la esencia de lo complejo y polivalente; tiene múltiples explicaciones, orígenes y direcciones, así como varios sentidos y objetivos: es más universal y dinámico. En el neolítico hay un cambio básico para la historia de la cultura humana: el tránsito de lo nómada a lo sedentario, con todas sus implicaciones en el orden material, que traen consecuencias en lo emotivo y en la concepción del mundo. Se define este período del hombre como un momento más racional, empírico y concreto. El devenir de la cultura y el péndulo de la historia se desplazan ahora hacia la razón y por supuesto el arte no escapa a ello: “la obra de arte ya no es sólo una representación del objeto, sino también una representación conceptual; no es sólo una imagen del recuerdo, sino también una alegoría.”13 En el sentido de este ensayo puede decirse que el arte del neolítico, próximo y afín a la dimensión racional, se hace a sí mismo menos autónomo, más dependiente de la razón, y de sus procesos de acercamiento al universo. El mundo egipcio y su arte se ubican como transición entre la actitud racional sobre el universo y la actitud intuitiva y simbólica. El arte egipcio debía representar la realidad tan claramente como fuera posible; en él la innovación y el cambio estaban en contravía de lo permanente y lo eterno. Nótese que el solo hecho del rechazo a la originalidad y el deseo de mantener los principios básicos para la eternidad atan las posibilidades plásticas y de concepción de las obras; el espíritu conservador del 13 HÁUSER, A. Tiempos prehistóricos. En: Historia social de la literatura y el arte I. (1951) Barcelona: Debolsillo, 2004. p. 25 . 7 arte egipcio coarta su autonomía en el sentido que se ha propuesto. La inmortalidad era un asunto fundamental para el arte egipcio, y la relación entre la vida y la muerte (dos parejas complementariamente polares) marcó toda la producción cultural. Por ello, el arte egipcio estaba basado en normas estrictas que aseguraban la correcta expresión de lo importante; su intención de permanencia atemporal e inmortal, la concepción del tiempo infinito y la intención mágica del arte, están por encima de cualquier deseo particular: el objeto último es mantener este proceso de manera interminable. La presencia de lo conocido y el significado en cada manifestación artística hacen del arte egipcio uno de los más neutrales en términos de la autonomía: la razón y lo simbólico están en equilibrio casi perfecto; dicho arte no está al servicio de ninguna de las dos polaridades, ni se ciñe a los límites de la razón, pero tampoco se abre al infinito mundo de lo mágico. Las normas presentes en el arte egipcio conllevan un sentido de equilibrio y armonía que no se queda exclusivamente en lo formal y en lo compositivo, sino que se también asienta en el origen, el tema y el fin; su alma está en armonía, no hay coerción ni liberación. El poder de la imagen y su potencial materializador se tamiza con el orden y la ley representativa. En otro momento posterior de la historia del género humano occidental, se observa cómo la estrecha relación entre el mito y la arquitectura en la cultura cretense se evidencian en la proximidad de las descripciones del relato del minotauro con su laberinto y las ruinas del palacio de Knossos14. Aquí se reestablece la condición mágica del arte que precede al equilibrio racional de la antigüedad clásica griega. El arte cretense, lleno de color, sensualidad y poder cautivante tiene su materialidad en un escenario que al igual que el del paleolítico, no tiene límite contundente entre la fantasía y la realidad; el mundo cretense 14 Arte Prehelénico. En: Historia del Arte Salvat. Tomo I. Barcelona, 1976, p. 227-254. 8 muestra a través de su expresión artística la característica “femenina” de la cultura, abierta a lo inconciente y a la liberación autónoma. Pasando a otro plano y de manera más amplia ya no referida a una cultura determinada, se puede interpretar que la recurrencia al poder de creación de las imágenes en las expresiones artísticas de las culturas primitivas, es otra de la claves fundamentales que se suman a esta concepción del arte liberador, del arte autónomo; dichas imágenes, más analizadas y estudiadas (por obvias razones) en las pinturas rupestres de los períodos paleolítico y neolítico, parece que también tuvieron un gran poder evocador y simbólico en la arquitectura, tal como lo dejan ver las maquetas y modelos de casas de personajes representativos de estas culturas o incluso las maquetas que representaban viviendas más anónimas. Las maquetas siempre tenían una función mágica o sagrada: no eran la representación del diseño para adelantar una realidad, sino que eran dobles o sustitutos de la arquitectura real. Parece ser por ejemplo, “que estas maquetas colocadas en tumbas, sustituían la casa de los vivos o de los ancestros, o eran verdaderas casas para los muertos; depositadas en los templos, a la vez que podían hacer de portapaz o de altar, representaban mágicamente un edificio real que se quería poner bajo la protección divina”15. También por ejemplo se han encontrado en numerosas excavaciones mesopotámicas, maquetas enterradas bajo los cimientos de algunas viviendas; estas maquetas no poseen el estilo arquitectónico de la época, sino que representan arquetipos de planta circular u oval semejantes tal vez a las que ocuparon los ancestros de los habitantes de estas edificaciones. Esto permite suponer que el lugar donde se construyeron estas edificaciones es el mismo que por varias generaciones ha sido ocupado y que las maquetas son una forma simbólica de conexión con el pasado, 15 AZARA, Pedro. La imagen de la arquitectura en el mundo antiguo (las casa del alma). En: Las Casas del alma. Maquetas arquitectónicas de la antigüedad. p. 11-14. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos. 1997. 9 para asegurar la permanencia en el tiempo, de la ocupación espacial de nuevas y futuras generaciones. En algunas ocasiones, las maquetas servían de depósito para las cenizas de los muertos y estos modelos tenían bastante similitud con las construcciones reales donde habitaban los difuntos en vida; tales construcciones en miniatura no se diferenciaban de la realidad: eran una misma continuidad bajo otras circunstancias, o la misma realidad trasladada de dimensión. Así pues, una vez más se confirma el carácter mágico y simbólico de la arquitectura de estas culturas, que no sólo estaba presente en los grandes monumentos funerarios, ziggurats, mastabas y complejos de pirámides, como en el caso egipcio, sino que estaba en la cotidianidad, reflejando la ausencia de barreras entre el aquí y el más allá, acercando las polaridades complementarias del día vital y la noche mortal. Se hace gala de la autonomía arquitectónica de la cuestión pragmática y mecánica, ya que la arquitectura, al igual que la pintura y la escultura, y de acuerdo con la hipótesis planteada en este ensayo, es factible d ubicarlas dentro de una de las dos polaridades mencionadas y por lo tanto serán en mayor o menor medida autónomas en tanto se concentren en sus cualidades funcionales o en sus posibilidades poéticas y simbólicas. Este asunto simbólico está presente en la arquitectura cuando ella supera el mero nivel de lo pragmático y se inscribe también dentro de un marco más general, involucrando la otra dimensión opuesta, y convirtiéndose en obra de arte que trasciende lo que se puede denominar como una simple “construcción”. La esencia espiritual de la arquitectura, cercana al alma de quien la habita, se abre a la complejidad, y es contrapunto de la razón y el orden que expresan lo mecánico y lo meramente funcional. Para Umberto Eco, por ejemplo, la arquitectura engloba un universo complejo que requiere de una visión integral para comprenderla como arte, y debe ser leída a través de un caleidoscopio compuesto por los saberes que corresponden a su 10 disciplina: humanidades, ciencias sociales, ciencias físicas, técnicas y artes creativas. Esta afirmación se deduce de la definición que Eco da al arquitecto cuando propone que éste “es el Último Humanista” y lo enuncia así en su libro “La Estructura Ausente” 16 . En la transformación de la naturaleza material que realiza la arquitectura y en la disposición espacial facilitada por ella, las fuerzas y la energética inmaterial son tan importantes como lo concreto y asible; por ello la presencia de objetos y elementos simbólicos en la arquitectura de las culturas primitivas tienen tanta o mayor proporción y jerarquía que los componentes prácticos. Y no solamente se hace referencia aquí a elementos espaciales, como columnas, frisos, cornisas, capiteles o pináculos, sino también a objetos muebles asociados con lo espacial. En el texto “El arte del paleolítico”17 por ejemplo, se hace referencia a algunas figuras de carácter ritual encontradas en torno al fuego de los lugares domésticos, y esto da pie para ser explicadas desde un punto de vista simbólico como posibles guardianes protectores para la casa, ya que el fuego representaba la esencia misma de la célula social que allí habitaba. Por ello, desde la elección del sitio, la orientación de la construcción y la escogencia de los materiales, están presentes las condiciones rituales que armonizan la intención pragmática con las condiciones emocionales. El Sitio posee fuerzas, vocaciones, necesidades, potencialidades y carencias que deben ser conocidas, descubiertas y estudiadas. “Para poder morar entre el cielo y la tierra, el hombre debe entender estos dos elementos así como su interacción… Cualquier entendimiento del medio ambiente natural se nutre de la experiencia primitiva de la naturaleza como una multitud de fuerzas vivientes”18. 16 ECO, Umberto. La Estructura ausente. Barcelona: Lumen. 1975. El arte paleolítico. En: Historia Universal del Arte (1994). Barcelona: Rombo, Vol. 1 p. 7-15 18 NÓRBERG – SCHULZ, C. Genios Loci el espíritu del lugar. Aproximación a una fenomenología del lugar. Traducción de Mesa, N. En: Morar. Volumen I. Medellín: Universidad Nacional. 1995. p. 15. 17 11 El mismo autor de la cita anterior plantea que “La significación está integrada por relaciones. Todos los objetos se perciben como partes de una situación y en relación con otros objetos. Esas relaciones constituyen tanto su estructura como su significación.”19. Esto conduce a pensar que tanto lo funcional como lo poético están íntimamente ligados y aunque no lo sepamos, ello estará presente de manera implícita en cada uno de los espacios y edificios de cualquier arquitectura; pero cuando hay una conciencia de ambas polaridades y se manejan con fines específicos, la arquitectura se hace arte, como ocurre en las culturas prehistóricas y las civilizaciones primitivas. De nuevo aquí lo construído se considera como arte y como posibilitador de la liberación humana, así como la arquitectura rompe la atadura funcional y la trasciende: ella es una parte más de las dimensiones contempladas en lo producido. Aunque suene contradictorio, la poética de la arquitectura en “términos pragmáticos”, depende en gran parte de la manera particular como se concretan todas las ideas, principios e intenciones a través de su materia prima que es el espacio, asociado con la forma; y si este se concibe dentro de una visión equilibrada de las polaridades asociadas con él, el espacio deviene en experiencias existenciales significativas. La arquitectura en tanto cosa tangible, objeto construído y sueño materializado, posee una serie de características factibles de “operar”, para lograr los efectos buscados y las intenciones deseadas. Estas características son las resultantes de los materiales, la geometría, la proporción, la escala, la permeabilidad y los ordenadores utilizados, que percibidos en el tiempo a través de todos los sentidos, logran una impresión más o menos fuerte en el espíritu de quien recorre, habita, visita o utiliza los espacios; Ssi estos están compuestos bajo principios emotivos, simbólicos y mágicos, lanzan el espíritu humano a otras dimensiones esenciales. 19 NÓRBERG – SCHULZ, C. Intenciones en Arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili. 1979. p. 47 12 Volviendo a las culturas denominadas primitivas, se puede citar el caso de la concepción “cogui” de la arquitectura, que siendo incluso menos lejana a nuestro pensamiento, por la cercanía temporal y geográfica, dicha disciplina la define como la matriz de “Haba”, que es la madre universal. En los templos de esta cultura, el vértice de la cubierta representa la vagina de Haba, y en ella, el “mama” o sacerdote deposita algunas semillas para fertilizarla: “Bajo mis pies imaginaría una semiesfera que unida al techo y paredes de la casa, encarnaría el inmenso huevo del universo, dividido en nueve tierras, que son las nueve hijas de la madre universal.”20, estas emotivas palabras sirven para cerrar este texto, corroborando la enorme cualidad poética de la arquitectura y el arte de las culturas que han sido denominadas primitivas. ¡Cómo no afirmar pues y en consecuencia, que la concepción mágica e intuitiva asociada con la producción artística se acerca a ese sueño de la libertad y la autonomía del ser humano! 20 FRIÉDEMANN, N. y AROCHA, J. Herederos del Jaguar y la anaconda. Bogotá: Carlos Valencia Editores. 1982. p. 275 13 BIBLIOGRAFIA. AZARA, Pedro, WUNENBURGER, Jean-Jacques y otros. Las Casas del alma. Maquetas arquitectónicas de la antigüedad. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos. 1997 BARNEY-CABRERA. E. El Universo del Mito. En: Historia del Arte Colombiano. Barcelona: Salvat. 1975. BRONOWSKI, J. El ascenso del hombre (1973). Bogotá: Fondo Educativo Interamericano, S. A. 1983. CARLGREN, Frans. Pedagogía Waldorf. Madrid: Rudolf Steiner. 1989. COLLINGWOOD, R. G. El arte como magia. En: Los principios del arte (1960). México: Fondo de Cultura Económica. 1993. ECO, Umberto. La Estructura Ausente. Barcelona: Lumen. 1975. El arte paleolítico. En: Historia universal del arte (1994). Barcelona: Rombo, Vol. 1 FRIEDEMANN, N. y AROCHA, J. Herederos del Jaguar y la anaconda. Bogotá: Carlos Valencia Editores. 1982. GOMBRICH, E. Extraños comienzos: los pueblos prehistóricos y primitivos; la América antigua. En: Historia del arte. (1972) Madrid: Alianza Forma. 1990. HAUSER, A. Historia social de la literatura y el arte I. Desde la prehistoria hasta el barroco. (1951) Barcelona: Debolsillo, 2004. Historia del Arte Salvat. Tomo I. Barcelona. 1976. MORIN, E. El doble pensamiento. En: El método III. El conocimiento del conocimiento (1982). Madrid: Cátedra. 14 NORBERG – SCHULZ, Cristian. Intenciones en Arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili. 1979. 15