Perfil de género Bolivia

Transcripción

Perfil de género Bolivia
Perfil de género Bolivia
perfil de género bolivia
Perfil de género Bolivia
Ivonne Farah Henrich
Carmen Sánchez García
(editoras)
Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales
cides-umsa / asdi / jica / unifem
El contenido de este libro es de responsabilidad exclusiva de sus autoras
y no compromete a las instituciones auspiciantes.
Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de:
Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (asdi);
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (unifem)
y Agencia de Cooperación Internacional de Japón (jica)
Fotografias tapa: Vasil Anastasov obtenidas para el Centro
de Promoción de la Mujer Gragoria Apaza
© Ivonne Farah Henrich, Carmen Sánchez García, 2008
© cides-umsa / Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales
Primera edición: noviembre de 2008
ISBN: 978-99954-1-188-6
DL: 4-1-2736-08
Producción:
Plural editores
Av. Ecuador 2337 esq. c. Rosendo Gutiérrez
Teléfono 2411018 / casilla 5097, La Paz, Bolivia
e-mail: [email protected] / www.plural.bo
Impreso en Bolivia
perfil de género bolivia
Abstract
El presente perfil de género explora los procesos que
convergen en las actuales relaciones de género en
Bolivia y que se refieren básicamente a la exclusión
colonial y la desigualdad exacerbada por el neoliberalismo. Hace énfasis en el cómo en la cultura
pública la problemática de género e indígena se ha
visibilizado a costa del encubrimiento de las condiciones de desigualdad social más amplia que, la
causa del carácter de los ajustes neoliberales de las
dos últimas décadas, afectaron sobre todo a mujeres
de los peldaños más bajos de las jerarquías sociales y
culturales (mujeres indígenas rurales y urbanas). El
análisis pone hincapié en las intersecciones género
–clase– etnia, para lo cual se consideran los cambios
producidos en la esfera laboral y productiva vis a vis
la cultura pública. También se relievan los cambios
en los contrapesos institucionales en la producción
del bienestar entre Estado, mercado, familias y comunidad; los que tienen significativos impactos en
la equidad de género. Ello ha permitido observar
–siempre sobre la base de las categorías de género,
etnicidad y clase– los desplazamientos que tuvieron
lugar en el mundo de las mujeres, en aras de una
cada vez mayor diferenciación y desigualdad social
intragenérica. Adicionalmente, se intenta ver qué
cambios o desafíos trae en esas relaciones el nuevo
ciclo político iniciado en enero de 2006 y el discurso
indigenista que le es inherente.
Se analizan estos cambios intentando relacionarlos con los que se dieron en el mundo de los
hombres, sobre todo a causa de la persistencia de las
asignaciones culturales que pesan sobre ellos como
proveedores a través del salario. Esta exploración
parte del análisis de los sistemas de protección social producidos por el Estado Social de 1952 y de
su desarme posterior con las políticas de ajuste en
Bolivia implementadas desde 1985 hasta 2005 principalmente. Finalmente, esta exploración también se
coloca ante los desafíos abiertos por el actual ciclo
político de transformaciones económicas, sociales y
culturales (cuyo hito fue la Asamblea Constituyente
–agosto 2006 a diciembre 2007– y su proyecto de
nueva Constitución para el país), por la disputa alrededor de la reforma política del estado con su énfasis
en la redistribución territorial del poder mediante
una mayor descentralización de su estructura actual
y/o la construcción de autonomías departamentales
e indígenas, y por los dilemas que el reconocimiento
de la condición multisocietal o pluricultural plantea
a la equidad de género.
El presente documento es resultado de un trabajo de sistematización, actualización, composición
y estructuración de varios esfuerzos reflexivos sobre
los perfiles de género en Bolivia, a cargo de Ivonne
Farah y Carmen Sánchez. Este trabajo consideró de
manera primordial, por su carácter e importancia, el
perfil de género en que participaron varias investigadoras: Gloria Ardaya, Cecilia Salazar, María Dolores
Castro, Roxana Sélum, Carmen Sánchez, Martha
Villa e Ivonne Farah como coordinadora (“Perfil de
Género en Bolivia”; asdi, 2006); también consideró el realizado por Martha Lanza (“Bolivia: Perfil
de Género”; jica, 2006); el documento elaborado
por Elizabeth Jiménez (“Investigación preparatoria para la incorporación de las dimensiones de
equidad de género, raza y étnica en los programas
vinculados a la reducción de la pobreza en Bolivia”; unifem, 2006). Asimismo, tomó en cuenta
el documento elaborado por Fernanda Wanderley,
Cecilia Salazar, Ivonne Farah y Carmen Sánchez
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como coordinadora (“Estrategia para la Equidad
de Género 2008-2015”, acdi, 2007), y nuevas
evidencias estadísticas y reflexiones sobre distintas
aristas del tema, generadas en los últimos dos años
desde la universidad, investigadores independientes
e institucionales y operadores de políticas principalmente del Viceministerio de Asuntos de Género y
Generacionales.
La publicación se materializa gracias al interés
y contribución de asdi, jica y unifem.
Índice
i. Introducción 9
ii. Contexto general del país13
1. Los cambios económicos y políticos de las dos últimas décadas 13
1.1. Fase de estabilización y administración del ajuste, 1985-1993 13
1.2. “Ajuste al ajuste” o reformas de segunda generación, 1993-2005 15
2. Proceso político actual y desafíos de género18
3. Dinámica poblacional y familiar 21
3.1. Cambios demográficos recientes y género 21
3.2. Migraciones internas y transnacionales24
3.3. Hogares y familias29
3.3. Composición étnico cultural según el idioma31
III. Dilemas en la construcción de la ciudadanía de las mujeres 33
1. Cambios en la identidad del proveedor y problemas de género34
1.1. 1952-1985: Estado social y mediación masculina 34
1.2. 1985-2007: nuevos núcleos de diferenciación y desigualdad social 35
iv. Perfiles de género en el ejercicio de la ciudadanía. Derechos políticos y civiles
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v. Perfiles de género en el ejercicio de la ciudadanía. Derechos sociales 51
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1. Participación política
1.1. Participación y representación 1.2. Vida pública y vida privada: rivalidad entre mujeres
2. Medios de comunicación: construcción patriarcal de la opinión pública 3. Tendencias organizativas y patrón cultural
4. Legislación y ejercicio ciudadano
1. Participación socioeconómica
1.1. Cambios en el trabajo de la mujeres 1.2. Transformaciones en los mercados de trabajo 2. Mecanismos de protección y seguridad social
3. Acceso a activos y recursos productivos
3.1. Acceso al crédito
3.2. Acceso a la tierra
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4. Empobrecimiento relativo de las mujeres
1.1. Las cifras de la pobreza y la desigualdad
5. La acumulación de capital humano: educación
5.1. Género y educación
5.2. Indicadores de los problemas educativos 5.3. La oferta educativa y su entorno 5.4. Instituciones que afectan la equidad 62
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vi. Problemas en el ejercicio de la ciudadanía
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vii. Desafíos de una nueva agenda de género
1. Chacha-warmi: ¿una “anticipación creativa”?
2. Justicia distributiva y administración de justicia 2.1. Tensiones entre universalidad y particularidad 2.2. Nuevas orientaciones redistributivas. Conciliación entre vida familiar y laboral
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Bibliografía
95
1. Los desplazamientos de la violencia contra las mujeres
1.1. Violencia doméstica y desplazamientos intergeneracionales
1.2. Problemas institucionales de la violencia doméstica
1.3. Violencia política y mediación femenina
1.4. Violaciones a los derechos de niñas y niños
2. Salud y revalorización de la familia 2.1. Salud sexual y reproductiva
2.2. Acceso a servicios de atención y prevención en salud pre-natal y parto
2.3. vih/sida
2.4. Salud: nuevas tendencias y desafíos
3. Los caminos en la construcción de ciudadanía. El caso de la identidad legal
Lista de entrevistadas
Entrevistas realizadas para el estudio perfil de género104
Grupos focales realizados107
Anexo 1109
Anexo 2
121
i. Introducción
Desde enero de 2006, Bolivia vive un proceso de
transición que se caracteriza por la aspiración de
redefinir los parámetros organizativos de la economía, la política y el Estado, con miras a construir
relaciones menos desiguales y más inclusivas de su
compleja sociedad. Este proceso político se realiza
bajo la conducción gubernamental del Movimiento al
Socialismo (mas) y de su líder indígena, el presidente
Evo Morales Ayma; y tiene una fuerte orientación
nacionalista y redistributiva de los recursos productivos, económicos en general, y del poder político hacia
los grupos históricamente excluidos. En esa dirección
giran objetivos de reforma del Estado, del sistema
político nacional, de la estructura socioeconómica
y sociocultural de la sociedad, cuya concreción ha
inaugurado complejos procesos políticos y de nuevo
cuño que son altamente conflictivos.
La reinstalación de una presencia determinante
del Estado en la dirección política de la economía y
de la política misma, la descentralización territorial
del poder y la promoción de autonomías principalmente indígenas y departamentales (además de las
municipales ya instaladas), la recomposición de las
formas y titularidad de la propiedad de recursos
productivos –sobre todo de los recursos naturales no
renovables–, la promoción y apoyo al protagonismo
primordial de las organizaciones campesinas e indígenas en la política y gestión pública, la reforma
constitucional, y la ciudadanización plena de los
grupos étnico culturales largamente discriminados
por las políticas públicas, se ubican hoy como las
cuestiones y desafíos más trascendentes.
En sus trazos más importantes, estas cuestiones
han sido recogidas por el Plan Nacional de Desarrollo “Bolivia Digna, Soberana, Productiva y Democrática Para Vivir Bien” (2006 y 2007), elaborado
sobre la necesidad de “desmontar el colonialismo
y el neoliberalismo”; pero también, por numerosas
disposiciones del proyecto de nueva Constitución
Política del Estado (cpe), y por la agenda política
de la actual coyuntura. Ellas configuran el nuevo
escenario político, cuya incidencia en el rumbo de
las prioridades para la cooperación internacional
será primordial.
La equidad de género no es ajena a las redefiniciones que vive el país. No obstante, su tratamiento
se da en un contexto complejo signado por el cambio
de protagonistas políticas del proceso, y por las tensiones ideológicas –también conceptuales– entre
género y culturas comunitaristas, enraizadas en
los actores que hoy conforman el nuevo Gobierno e importantes poderes públicos. En efecto, los
líderes políticos actuales son actores conformados
por movimientos políticos y sociales de base campesina e indígena ligados a un referente comunitario, son también organizaciones de base urbano
popular con culturas productivas heterogéneas y
ciertos sectores medios profesionales. Ellos han
desplazado a los partidos políticos tradicionales y
movimientos ­sociales corporativos.
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Los desplazamientos ideológicos y de fuerzas
políticas no han explicitado de manera específica
las reivindicaciones de equidad de género. Desde
el seno de las organizaciones sociales, indígenas
e instituciones públicas, las relaciones de igualdad entre hombres y mujeres –al menos en las
referencias iniciales– se consideraban inherentes
a las culturas que subyacen sus organizaciones
originarias, marcando con ello distancia con las
reivindicaciones de equidad de género impulsadas
por las mujeres de pertenencias clasistas y étnicas
diferentes.
Si bien esa actitud emergió como recordatorio
de la exclusión de que fueron objeto las organizaciones campesinas e indígenas en el pasado, y de los
procesos muy desiguales en su ciudadanización, con
ella viene uno de los desafíos fundamentales para
el género en este proceso. En efecto, los desafíos
en la redefinición de la equidad de género para el
nuevo Gobierno son grandes y profundos; y deben
resolver ese divorcio.
“…lo que molesta a las mujeres indígenas es que siempre
han sido “objeto de estudio” por la clase media de mujeres
y ong expertas en temas de género…” “Esta idea aún
está presente en la forma en que mujeres de clase media y
académicas del tema género se relacionan por ejemplo con
las ministras del actual gobierno que son indígenas….”
(Entrevista 2006; Cit. en Jiménez, E. 2006).
Por otro lado, aunque los problemas de género
percibidos por las mujeres hoy actoras y protagonistas políticas centrales, coinciden con los verbalizados
por las mujeres feministas y de organizaciones no
–gubernamentales– que abrieron al espacio público
y estatal la discriminación por género y su vínculo
con el desarrollo– ese desafío alcanza también la
necesidad de conectar conceptual y analíticamente
el tema de género al discurso político fundado en
los grandes objetivos de la lucha por el poder, que
todavía demanda la mayor lealtad política.
En el nuevo Plan Nacional de Desarrollo (pnd),
cuya particularidad respecto de planes anteriores de
*
desarrollo es su aspiración global de “desmontar el
colonialismo y el neoliberalismo”, la equidad de
género se expresa en una mayor focalización en los
grupos empobrecidos de mujeres indígenas, cuya
indiscutible mayor desigualdad material y cultural
no se vincula a razones de género. Si bien los problemas de las mujeres indígenas tienen explicación en
procesos distintos a las discriminaciones de género,
éstas son también inherentes a los mismos y deben
ser explicitadas como tales.
El pnd, es cierto, remonta discursivamente las
alternativas del “desarrollo sostenible” y “desarrollo
humano” de anteriores planes de gobierno para
aproximarse a lo que algunos llaman “desarrollo
con identidad”. La idea central del pnd es el “Vivir
Bien” (concepto que habla de una relación armónica de las personas entre sí, con la naturaleza y su
entorno; de la aceptación de las prácticas políticas
de los pueblos, del reconocimiento, promoción y
protección de una economía plural); y su premisa es
que el combate de las inequidades entre poblaciones indígenas y no indígenas, hombres y mujeres,
no puede ser una cuestión o programa específico
del Plan sino un objetivo que lo atraviese en su
alcance global. sin embargo esta premisa –cierta
también– no inhibe la necesidad de una política
específica hacia la equidad en consonancia con esos
objetivos globales y con la articulación virtuosa de
sus diferentes vertientes de lucha.
Con todo, los desafíos del pnd se dan bajo un
protagonismo importante de las mujeres populares
en la política y el ejercicio de funciones públicas*;
pero también, en medio de tensiones entre mujeres
de clases medias y las de origen popular e indígenas,
que se expresan en el liderazgo, el tipo de demandas
y las interpretaciones de la problemática de las mujeres originadas en matrices socioculturales diversas:
las apegadas a la tradición liberal democrática y la
socialista, fundadas en la defensa de los derechos
igualitarios universales e individuales; y las inspiradas en valores de tradiciones comunitarias más
locales y regionales. La articulación y proyección
Tanto en la conformación del nuevo gobierno, como en el parlamento y en la Asamblea Constituyente está presente una
cantidad de mujeres como nunca antes. También como nunca antes, la presencia e importante protagonismo de las mujeres
en la política son absolutamente visibles. Pero, es innegable que es mucho más importante la representación de los grupos
indígenas y campesinos.
introducción
hacia el futuro de ambas tradiciones conceptuales es
un desafío nodal en proceso de construcción.
Este desafío muestra que estamos ante una
extraordinaria transformacion política en el país
resultante de la acumulación de luchas contra la
exclusión y la desigualdad sociales generadas por las
particularidades que la expansión capitalista asumió
en Bolivia. Esas luchas hoy tienden a encontrar un
camino prometedor para construir relaciones de
mayor cohesión entre estado y sociedad y al interior
de la sociedad. No obstante, el énfasis puesto en la
necesidad de resolver las exclusiones persistentes y
las discriminaciones características de las interacciones sociales y del desarrollo de la estatalidad en
Bolivia hacia quienes no encajan –ni encajaban– en
la relación capitalista dominante, como son los
productores campesinos, familiares y comunitarios
principalmente, opaca el tema de las mujeres dejándolo todavía en un segundo plano.
La revolución política que vive el país, en la que
el protagonismo de movimientos sociales poderosos
marca de manera primordial el signo del proceso,
constituye una transición histórica que trasciende
el largo e ininterrumpido ciclo democrático que
vive el país desde 1982. Se trata de un momento
de inflexión, donde la centralidad del Estado en la
política y la economía es fundamental, tanto como
el protagonismo de los excluidos históricos a su
interior. Por otro lado, las renovadas intervenciones
estatales –que se dan en un marco de movilizaciones
sociales por reivindicaciones sectoriales y globales–
priorizan decisiones y acciones (re)distributivas de
recursos económicos, productivos e ingresos. Esta
orientación global de la nueva política es primordial,
pero requiere todavía que en ella se especifiquen
objetivos de equidad de género.
Como se dijo, presenciamos una fuerte participación de mujeres, líderes populares de organizaciones sociales, campesinas, indígenas, productoras
rurales y urbanas, gremiales y otras, en ámbitos
diversos: Asamblea Constituyente, diferentes comisiones técnicas, de asesoramiento, foros, seminarios políticos, académicos, técnicos y otros. Es
de enorme relevancia que, en estos espacios, las
mujeres traten temas que son materia estatal, de
políticas globales y sectoriales, de construcción de
imaginarios de país en distintas dimensiones, etc.
Esta importante presencia femenina aparece como
11
algo cotidiano, como algo que se hace parte de la
rutina cotidiana de la política y la gestión pública.
Y esto en un gran avance. Sin embargo, ello está
ocurriendo sin haberse aún resuelto muchos problemas subjetivos y materiales que se asocian con
las posibilidades de una plena participación política
y ejercicio de la representación en las comunidades
políticas o en las estructuras económicas. Pero
además, está ocurriendo en un contexto en que los
problemas por razones de género se ven secundarizados por la fuerza que toma el conflicto político
más amplio.
En esa perspectiva, el perfil de género que
se presenta nos muestra que, en las dos últimas
décadas, se han dado importantes avances en la
adquisición de recursos políticos y culturales (información, capacitación, niveles de instrucción,
lenguaje y expresión) para el ejercicio político; sin
embargo no es generalizada, pues no alcanza a la
mayoría de las mujeres en contextos de precariedad
económica, que siguen enfrentando falta de tiempo
para participar o representar. Es decir, sigue irresuelta la posibilidad de conciliar espacio privado y
espacio público en general, y no se tienen todavía
evidencias de que eso esté cambiando ahora, sobre
todo para las mujeres populares, en cuyo caso esa
posibilidad se liga al apoyo de redes familiares y
sociales que funcionan principalmente a nivel local.
Igualmente, ello está funcionando en un marco de
exposición a la violencia, al ponerse “bajo sospecha”
por vulnerar la dominación masculina.
Se ha constatado también que la participación
política de las mujeres, lo mismo que su salida
masiva a los mercados de trabajo (nacionales o
externos), está siendo juzgada por la sociedad, por
los familiares más próximos principalmente esposos
o varones adultos, y hasta por las propias mujeres,
produciendo una serie de nuevos problemas o
nuevas formas de los mismos. Como ha ocurrido
en el pasado, las mujeres juzgan si las mujeres
funcionarias, parlamentarias, líderes, etc. discuten,
debaten, proponen políticas, programas, visualizan
problemas o cuestiones de equidad de género. Y, es
verdad, no son precisamente estas cuestiones las que
concentran la atención de la mayoría de las mujeres
políticas hoy en día
Es importante celebrar que las mujeres se hallen desplegando sus energías desde organizaciones
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sociales, políticas, también gremiales y corporativas; que se hallen protagonizando la corriente
principal de la política, debatiendo y centrando sus
demandas en cuestiones como el papel del Estado
hacia los recursos naturales, como la propiedad
y distribución de rentas de los hidrocarburos, o
como las autonomías. Es importante que hayan
construido importantes vínculos con el Estado.
Todo ello permite mirar con ventajas las causas
estructurales de las desigualdades de género y
ubicarse en las posibilidades de su resolución en
el marco de las respuestas a desigualdades sociales
perfil de género bolivia
más amplias, para intervenir en las intersecciones
entre género, clase y etnia –que hemos reclamado– considerando a su vez la poca movilidad de los
patrones culturales. Sin embargo, es importante
también ver cómo las demandas socioeconómicas
concretas de la gran mayoría de mujeres pueden
entrar en una agenda que especifique su carácter de
género en un contexto que exige una construcción
intercultural, un rescate de elementos y valores
que permitan proyectar el futuro en un sentido
liberador y emancipatorio. Este es, sin duda, el
desafío que está en juego.
13
ii. Contexto general del país
1. Los cambios económicos y políticos de las dos últimas décadas
En las pasadas dos décadas, la economía, la sociedad
y el estado bolivianos fueron reorganizados bajo dos
procesos centrales, como producto del programa de
ajustes estructurales implementado desde 1985: a) la
apertura de la economía nacional al juego de las fuerzas
del mercado mundial y de los intereses de las grandes
empresas transnacionales; y b) la “modernización” del
Estado que sobrevino desde 1993. Estas transformaciones estructurales se dieron en dos fases de implementación de los programas de ajustes, que se describen a
continuación1.
1.1.Fase de estabilización y administración
del ajuste, 1985-1993
Fue un esfuerzo de “relanzamiento” a gran escala
del capitalismo en nuestro país siguiendo los ejes
trazados en el Consenso Washington. Diversas
medidas se adoptaron a nivel nacional, orientadas
al logro de “estabilización” de la economía y de los
1.
principales agregados macroeconómicos, con el
propósito de frenar una hiperinflación desbordada,
enfrentar el endeudamiento externo y restituir las
bases para la acumulación privada de capitales junto
a cambios en las funciones del Estado, en detrimento del gasto social.
Para la estabilización se dispuso un ajuste fiscal
e impositivo a favor del pago de la deuda externa
con una nueva reprogramación y renegociación, y el
establecimiento de prioridades hacia la exportación
de la producción. Asimismo, esta política impulsó la
reducción del déficit fiscal mediante el incremento
de ingresos fiscales vía impuestos indirectos, repartiendo la carga impositiva en el conjunto de la
población y no en los grupos de mayores ingresos.
Asimismo, mediante el congelamiento temporal
de los gastos públicos corrientes y de inversión, lo
que tuvo efectos en la contracción de la demanda
agregada.
En paralelo se aplicó una política regresiva
de ingresos y de “racionalización” del empleo que
favoreció a los sectores exportadores privados, al
gran comercio importador y a ciertas oligarquías
La de estabilización y liberalización. que apuntó al núcleo del conflicto distributivo de los flujos de ingresos y recursos
económicos, a la recomposición de las posiciones de los agentes económicos, sujetos sociales y políticos. Y la segunda, se
orientó a la consolidación de ese patrón de distribución mediante el fortalecimiento del capital privado y el desarrollo de un
modelo de democracia gobernable, que supone la recomposición de fuerzas y alianzas políticas en el poder, para viabilizar la
compensación de algunos costos sociales del ajuste.
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regionales; por otro lado, se promovió la liberalización de los mercados, la privatización de las
empresas públicas, la eliminación de subsidios a
los empresarios privados, y la promulgación de la
libre importación (Grossman, B. 2000) al tiempo
que se aprobaron normas favorables al ingreso del
capital externo (Ley de Inversiones, de Minería y
otras). A ello se sumó la liberalización de precios,
sobre todo del trabajo, que presionó a la baja de
precios de los productos agropecuarios con la consiguiente inseguridad y expropiación de ingresos a
los campesinos y el aceleramiento de la migración
rural –urbana con predominio de mujeres que dio
origen a la “feminización” de la agricultura.
La liberalización más significativa, apuntó a la
recomposición de la relación salarial y del mercado
de trabajo, que al asociarse al abandono estatal
de la protección de los trabajadores asalariados
–“proveedores familiares”–, inició un proceso de
“desocialización” del riesgo social y de las políticas
sociales remantando en la recomposición de los
sistemas de seguridad social de largo plazo y en
el incremento del trabajo familiar y comunitario
de cuidado.
Esta política afectó dramáticamente a los asalariados mineros del sector ­estatal (“relocalización”
acompañada con fijación del salario mínimo para el
sector público) y al conjunto de trabajadores del sector privado donde se instauró la libre contratación.
Ello trajo despidos, eventualidad, subcontratación,
parcelación del proceso de trabajo, incremento del
trabajo a domicilio, pago a destajo, supresión de la
obligación del contrato; es decir, mecanismos para
minimizar costos laborales y lograr “incrementos”
de productividad sin necesidad de inversión.
La recomposición del mercado de trabajo asalariado originó una importante desocupación, aceleró
las migraciones e incrementó las actividades autogeneradas de subsistencia. Al mismo tiempo, las nuevas
condiciones de reclutamiento laboral favorecieron la
sustitución de asalariados varones con experiencia
por otros más jóvenes y, principalmente, por mujeres dispuestas a aceptar jornadas parciales, menores
2
remuneraciones y trabajo a domicilio. Esto marcó
el inicio de una masiva inserción de mujeres en el
mercado de trabajo y de una creciente diferenciación
entre trabajadores asalariados. Por un lado crecieron
los oficios emergentes asociados con el marketing,
los servicios empresariales y a la producción, y con
los servicios de “manipulación simbólica” que tienen
requisitos educativos elevados, del mismo modo que
las consultorías y cargos en distintas instituciones
públicas y no gubernamentales. Por otro lado, se
produjo también una creciente precarización entre
asalariados tradicionales en la producción manufacturera, la administración de servicios públicos, y los
servicios personales.
La liberalización del mercado de trabajo, el
proceso de “desocialización” del riesgo social y
la desprotección laboral originaron una enorme
masa de desocupados que fue generando su propia ocupación2. También causaron el deterioro
en los ingresos de los trabajadores asalariados e
inseguridad en los ingresos autogenerados. Sus
efectos en la reducción de la demanda derivaron
en un desincentivo a la inversión privada; mientras
la política de reducción de aranceles favoreció
cambios de giro en los negocios incrementado
principalmente el comercio de importación de
bienes de consumo. En la búsqueda de abatimiento
de costos, sobre todo laborales, se ahondaron los
términos de desigualdad y segregación ocupacional por género, etnia y generacional, al resultar
atractivo el reclutamiento de mujeres y jóvenes
indígenas por la discriminatoria desvalorización
de su trabajo.
Una consecuencia de ello fue la aceleración
de movimientos migratorios internos del campo o
ciudad hacia el Chapare en Cochabamba y hacia el
Oriente del país, con reconfiguraciones identitarias
importantes en una suerte de “re-campesinización”
o retorno a la autoproducción bajo diversas modalidades sociales que generaron, entre otros fenómenos, los activos movimientos sociales y políticos de
hoy y una mayor complejización étnico cultural y
clasista de la sociedad.
La característica de estos empleos ha sido su emergencia en el sector familiar e informal, con niveles de infrasubsistencia y
subsistencia. Asimismo, las nuevas formas de reclutamiento laboral sustituyeron a los asalariados con experiencia por otros
nuevos, jóvenes, mujeres y niños en condiciones precarias de trabajo y menores remuneraciones.
contexto general del país
La privatización o “desocialización” del consumo colectivo por recortes en el gasto público
social, al incorporar una lógica privada en los
mecanismos garantes de la reproducción social,
transfirió sus problemas a soluciones mercantiles,
iniciativas privadas y familiares. Esto significó la
sustitución de políticas sociales por dispositivos de
ayuda en los servicios focalizados a los pobres y el
incremento del trabajo de familias y comunidades,
dando lugar a un clivaje entre los espacios sociales y
públicos en la producción de necesidades. Ello trajo
cambios en la estratificación de la ciudadanía3 y, lo
más notable, la naturalización del trabajo familiar y
comunitario no remunerado de las mujeres que vino
con emprendimientos familiares de generación de
ingresos vis a vis la regresividad en el financiamiento
de las intervenciones sociales, asociada a recursos
externos.
La familización de la reproducción naturalizó el
trabajo no remunerado de las mujeres en la familia,
la comunidad, y los emprendimientos familiares de
generación de ingresos, al tiempo que la forma de
financiar y gestionar las intervenciones sociales pasó
a depender de recursos de organismos internacionales de cooperación.
1.2. “Ajuste al ajuste” o reformas
de segunda generación. 1993-2005
Desde agosto de 1993, se promovieron reformas
institucionales y otras para asumir los costos sociales
de la estabilización. Se impulsó una nueva redistribución de la propiedad con la Ley de Capitalización
(1995) que implicó la privatización de las principales
empresas públicas4. Con los recursos obtenidos por
su venta, el Estado impulsó el “desarrollo humano”,
mientras que los nuevos socios propietarios elevaron el crecimiento con inversión extranjera directa
(ied), que suplía al endeudamiento externo. La ied
en las empresas capitalizadas contribuiría al crecimiento de la producción orientada a la ­exportación
en respuesta a la demanda externa. En este marco,
3
4
15
se ampliaron las regulaciones normativas y jurídicas
propicias al capital transnacional, mientras el énfasis
en la expansión de la capacidad exportadora de la
economía siguió dependiendo de los bajos costos
directos e indirectos del trabajo y menos de la innovación tecnológica. Por su parte, el Estado redujo
su capacidad de decisión y la inversión privada se
colocó por encima de la inversión pública.
En este marco, la ied alcanzó al 87 % del total
de la inversión privada, y se concentró mayormente
en hidrocarburos (43,7 %), construcción, telecomunicaciones, finanzas, electricidad, y minería. Si bien
esta inversión permitió sostener el crecimiento del
PIB a lo largo de los 90, entró en un rápido ciclo
de agotamiento (1993-1998).
Bajo ese esquema la economía nacional y las
empresas nacionales, se vieron al margen de incentivos que fomentaran su modernización vía un
desarrollo industrial que pudiese encadenarse con la
agricultura, los servicios y la innovación tecnológica.
Esta economía logró subsistir con la degradación
de los salarios reales, en paralelo a la expansión de
los emprendimientos de pequeña escala y precarias
condiciones de reposición de los fondos de trabajo.
(Farah, I. 2002).
También nacieron iniciativas de productores
bolivianos que apuntaron a diversos mercados,
entre ellos los llamados mercados de comercio
justo que han recibido una importante promoción
productiva. Sin embargo, la real “transformación
productiva”, acompañada de medidas redistributivas, sólo se dio en las empresas capitalizadas sin una
asociación con mecanismos fiscales que transfieran
excedentes hacia la inversión y consumo del resto
de la sociedad.
Es en este contexto que vino la propuesta de
desarrollo humano con principios nuevos de democracia, justicia y “humanización” de las relaciones
sociales, en un intento de dar solución a “problemas
de desempleo, bajos niveles de remuneración al trabajo, rezagos en la educación y la salud, marginalidad del mundo rural, crisis moral e institucional del
Los sectores de altos y medianos ingresos utilizan ahora servicios privados; mientras los “relocalizados”, desocupados,
“pobres” y personas de escasos ingresos se convierten en “merecedores” de atención o asistencia mediante otros dispositivos
institucionales paraestatales y ONG.
Transporte y telecomunicaciones, producción de hidrocarburos y algunos minerales, y la venta del 50 % de la propiedad
estatal al capital extranjero.
16
perfil de género bolivia
Estado, disparidades de género, étnico–culturales
y generacionales”. Para ello, se adoptaron políticas
sociales sectoriales orientadas a cerrar brechas en el
acceso y uso de la educación, salud, agua, vivienda,
y se promovieron diversas reformas. Entre ellas, la
reforma educativa, de salud, la Ley de Participación
Popular (lpp) y de descentralización administrativa
(lda), la defensa de los derechos colectivos de los
pueblos indígenas, la promulgación de la Ley del
Instituto Nacional de Reforma Agraria (inra), y
el impulso a la Estrategia de Transformación Productiva del Agro (etpa). Todas ellas incorporaron
criterios de equidad de género de manera notable,
como los referidos a la promoción de los derechos
políticos y reconocimiento de las mujeres como
sujeto de “participación popular” en la planificación
del desarrollo municipal. Igualmente se incorporaban recomendaciones de diferentes Cumbres
Mundiales de los 90.
Igualmente, se establecieron nuevas prioridades
en la orientación de los recursos de cooperación,
condonación y canje de deuda externa por desarrollo
social; se “reasignan recursos intrasectorialmente”,
por ejemplo, los recursos en educación se concentran en el nivel primario, los de salud en la atención
primaria; o se “reasignan recursos del sector formal
al informal”, incluyendo programas para desempleados y subempleados.
Sin embargo, estas medidas se dieron sin cambios en los parámetros regresivos de la política macroeconómica, de privatización y de libre mercado,
Cuadro 1
Crecimiento del producto e inversión en Bolivia según años
Inversión en millones de dólares
Privada
Años
Total
Pública
IED
Mil
%
PIB en %
Total
1990
954,5
512,9
128,7
29,1
441,6
1994
886,4
506,1
173,8
45,7
380,3
1995
1.041,0
532,9
335,3
65,9
508,1
1996
1.190,2
560,8
424,4
67,4
629,4
1997
1.355,5
549,0
635,7
78,8
806,5
1998
1.523,6
504,6
872,0
85,6
1.019,0
1999
4,06
1993
4,27
4,68
4,70
0,61
Fuente: Elaboración propia con base en datos del Banco Central de Bolivia y
Viceministerio de Inversión Pública y Privatización. Citado en Grossman, B.;
2000.
por lo que no favorecieron cambios positivos en los
parámetros de distribución y niveles de ingresos.
Por tanto, la mejora relativa en la “dotación de
capacidades básicas” de las personas no se tradujo
en “oportunidades económicas”, mejores ingresos
monetarios, o desarrollo humano (pnud. 2002).
En cambio, se consolidaron tendencias de
transferencia de responsabilidades por el riesgo
social hacia la sociedad local, mediante reformas de
descentralización política y administrativa del poder
estatal. Si bien ello permitió expandir y diversificar
territorialmente las instituciones de prestación de
servicios básicos, educación y salud hasta espacios
locales antes marginados de la intervención estatal,
el Estado retomó “lo social” con políticas municipales y un claro énfasis en el combate a la pobreza
orientado a fortalecer el capital humano. Ello tuvo
efectos redistributivos de ingresos fiscales en términos territoriales desde lo urbano hacia lo rural, y de
expansión de bienes públicos; sin embargo, la distribución del ingreso vía salarios, precios, subsidios
o seguridad social no se modificó sustancialmente
por considerarse “...atentatoria contra la competitividad…” internacional. Es decir, la cuestión de la
equidad se ­independizó del desarrollo económico
y pasó a depender de criterios extraeconómicos,
principalmente morales y políticos, impidiendo la
concreción del paradigma de desarrollo humano.
(Farah. 2002).
El esfuerzo redistributivo de ingresos fiscales
a favor de los municipios, por tanto, no pudo reducir las desigualdades sociales amplias, aunque sí
mejoró el acceso a servicios. Las acciones contra
las disparidades por razones de género, generacionales o étnico culturales tampoco fueron suficientes; quizá porque, como señala la experiencia
internacional, estas disparidades no han podido
achicarse de modo significativo cuando no se dan
al mismo tiempo avances en la reducción de las
desigualdades socioeconómicas. En otras palabras,
no parece fácil advertir ni revertir desigualdades
en otras dimensiones de la vida cuando no se perciben cambios materiales significativos en la vida
cotidiana. Esto originó las masivas movilizaciones
sociales por tierra y territorio, por agua, por nacionalización del gas, redistribución de recursos
económicos e inclusión en el poder, durante los
conflictos sociales que vivió el país entre abril 2000
contexto general del país
y junio de 20055, que también levantaron demandas
de reconocimiento a la identidad cultural, la autonomía organizativa y política e interculturalidad,
en las que hubo una masiva presencia de mujeres
como actoras políticas visibles.
Por tanto, más allá de desestructurar sistemas
normativos excluyentes por género y diferencia étnico–cultural, el anclaje de las demandas en recursos
económicos, productivos y políticos, por parte de los
movimientos sociales campesinos, indígenas y urbano–populares, fue expresivo de un reconocimiento
que no se acompañó con políticas e instituciones
que lo traduzcan en derechos sociales. Por tanto,
las reivindicaciones se dieron en contra de la monopolización del poder y de la propiedad de recursos
naturales no renovables, construida sobre una histórica discriminación étnica, de género y clasista en
su distribución. La invocación al desarrollo humano,
en consecuencia, no pudo evitar la agudización de
brechas en la distribución de la riqueza, el ingreso,
las desigualdades sociales, culturales y geográficas
que se evidencian en el empobrecimiento extendido
de la población. (Ver Anexo 2).
Hacia el final del periodo, las políticas de
“desarrollo humano” se sustituyeron por las de
“reducción de la pobreza”6 que discriminan a favor
de poblaciones indígenas y femeninas, pero sin
cambio en las políticas macroeconómicas. Por eso,
se dieron en un marco de reconstitución de la identidad individual de consumidor(a) y propietario(a)
mediante la promoción del microcrédito productivo y la expansión de servicios financieros a los
municipios para fomentar la micro, pequeña y
mediana empresa (mipyme)7 como parte de las
políticas de reducción de pobreza. Por lo mismo,
estas propuestas no lograron los efectos esperados
en los niveles de productividad e ingresos y, al contrario, provocaron fenómenos de endeudamiento
y precarización.
5
6
7
8
17
Al mismo tiempo ocurrieron dos procesos importantes. El de retribución de tierra y el territorio
que confirió derechos de propiedad a campesinos,
colonizadores, que otorgó Tierras Comunitarias de
Origen (tco) y derechos propietarios a las mujeres
(través de la titulación conjunta)8. Y el de redistribución del poder mediante la Ley de Participación
Popular de 1994 (lpp), que inauguró una revalorización del complejo tejido social al reconocer como
sujetos sociales a pueblos indígenas, comunidades
campesinas, sindicatos agrarios, juntas de vecinos,
entre otros.
En esta dinámica, las organizaciones de la participación canalizaron su energía al logro de beneficios
para la familia y la comunidad, y las organizaciones
de gestión local fueron dotadas de instrumentos y recursos orientados al desarrollo. Esa ley fue la primera
en introducir el principio de equidad de género en
la distribución de los beneficios del desarrollo local,
la representación social para fiscalizar la gestión
municipal, y el diseño de políticas municipales, por
influencia del organismo gubernamental de género
que también se creó entonces como Subsecretaría de
Asuntos de Género (sag).
Con todo, el carácter regresivo de las políticas
macroeconómicas incrementó la responsabilidad
de las instituciones sociales, familiares, redes sociales y comunitarias en el alivio de sus problemas
económicos y sociales, ampliando el protagonismo
y trabajo gratuito de las mujeres. El incremento de
la producción y trabajo doméstico no remunerado
en circunstancias de la masiva incorporación de las
mujeres en los mercados remunerados de trabajo,
dejó planteado el desafío de “des-naturalizar” la
responsabilidad femenina por el trabajo doméstico,
con la redefinición de las políticas de equidad en
aras de una “conciliación” del trabajo de cuidado
y el trabajo mercantil, en un diálogo democrático
entre mujeres y entre mujeres y hombres.
Estos conflictos produjeron el desalojo del presidente Sánchez de Lozada en 2003, a la vez que la caída y sucesión de otros
dos presidentes, antes de las elecciones de diciembre 2005 que dieron la victoria a Evo Morales.
El conjunto de las políticas sociales se concentraron en la Estrategia Boliviana de Reducción de la Pobreza (EBRP).
Ley de Propiedad y Crédito Popular, 1998
Ley sobre el instituto Nacional de Reforma Agraria conocida como Ley INRA, que impulsa la documentación de posesiones
territoriales y su eventual reversión en relación a su uso, incorpora la categoría de tierras comunitarias de origen y territorio,
para referirse a las tierras y territorios de pueblos indígenas, principalmente del Oriente; incorpora los derechos preferentes
para campesinos y colonizadores; y segmenta el tratamiento del derecho propietario.
18
perfil de género bolivia
2.Proceso político actual y desafíos
de género
A fines de los años noventa y principios de 2000, Bolivia vivió una crisis de múltiples dimensiones (económica, política, social e institucional) que, en octubre
de 2003, puso fin al sistema de gobernabilidad basada
en pactos entre partidos políticos tradicionales en el
Congreso Nacional, incapaz de lograr avances significativos en la reducción de la pobreza y desigualdad
a causa de un manejo prebendal y clientelista del
aparato estatal, y una falta de voluntad genuina para
resolver la exclusión social y colonial.
La elección del Presidente Evo Morales y de
prefectos en los nueve departamentos, en 2005,
significó la emergencia de un nuevo bloque de poder
con nuevos actores sociales y políticos protagónicos
en Bolivia. Este bloque inició un cambio en las relaciones entre Estado y sociedad, en las relaciones
de poder y entre sujetos y actores entre sí.
Desde la instalación del nuevo Gobierno, en enero de 2006, se intentó concretar el cuestionamiento al
carácter regresivo del modelo económico neoliberal,
y restablecer la presencia estratégica y soberana del
Estado. Se puso en marcha una redistribución del
poder y la riqueza con base en la nacionalización e
industrialización de los recursos naturales a favor
de grupos sociales excluidos históricamente de la
propiedad y sus beneficios: niños(as) y ancianos(as);
una política “antiimperialista”, cuyo núcleo argumentativo apunta al logro de condonación de la deuda,
al comercio justo y a la regulación de poderes multi
y transnacionales. Otras propuestas están destinadas
al rediseño estatal e institucional que construya nuevas relaciones entre Estado, movimientos sociales y
territorio, en un escenario de contraposición entre
“autonomías indígenas” y “autonomías departamentales”, que se hallan en un complejo camino de
búsqueda de compatibilización.
Como se dijo, estas orientaciones tratan de
poner los énfasis en la explicación y tratamiento de
la desigualdad, pobreza, discriminación o exclusión,
con base en propuestas de políticas orientadas al
“desmontaje” neoliberal y colonial, en un ­contexto
9
que muestra que más de 10 años de aplicación y
gestión multi–institucional de políticas para la
equidad de género tuvo efectos positivos y negativos
para mujeres y hombres. Estos van desde cambios
en criterios redistributivos y acceso a bienes básicos
hasta los asociados con la re–configuración de identidades de diferentes grupos de mujeres, originada
en la discrepancia o desencuentro que se dio entre
demandas económicas y redistributivas levantadas
por las mujeres de organizaciones sociales e indígenas, y el énfasis en políticas de reconocimiento
impulsadas por las instituciones estatales, el organismo gubernamental de género y las organizaciones
no gubernamentales (ong) feministas.
Las medidas inmediatas del actual gobierno
(“nacionalización del gas”, Asamblea Constituyente,
referéndum autonómico de julio 2006, Bono Juancito Pinto, Seguro Universal de Salud, Campaña
de Alfabetización “Yo sí puedo”, Bono Dignidad,
etc.) apuntaron de inmediato a la reforma y fortalecimiento del Estado como agente económico,
y a una cierta redistribución de recursos hacia los
sectores más excluidos que, no obstante, no pueden
sustituir la necesidad de políticas sociales sostenibles
y de cambio en la redistribución institucional de
responsabilidades por la reproducción.
En la preparación y desempeño de la Asamblea
Constituyente se dieron acciones orientadas a la
inclusión de una agenda significativa de equidad
de género en varios articulados del proyecto de
Constitución; se abrieron espacios de encuentro y
deliberación entre mujeres de diferentes filiaciones
culturales para discutir la agenda de género. Las
diferentes estrategias de interacción aun no terminan de converger en un proceso intercultural,
dado la revelación e inocultable heterogeneidad de
la realidad de las mujeres, la fuerza política de las
organizaciones sociales y políticas de mujeres antes
ausentes de las decisiones, del diseño de políticas y
de sus beneficios a pesar de intentos al respecto9.
Esta fuerza contrasta hoy –por lo mismo– con su
debilidad para planificar y gestionar políticas; por
lo que esta capacidad sigue aun concentrada en
mujeres de sectores medios que están insertas en
Como aquellos de los Diálogos Nacionales 1997, 2000 y 2004 que priorizaron el registro de las “voces” de las organizaciones
sociales e instituciones en la elaboración de políticas contra la pobreza.
contexto general del país
instituciones del movimiento feminista del país que
promueven la equidad de género, e intentan ponerse
al servicio de las mujeres populares e indígenas.
El desafío de construir una agenda de equidad
que armonice estrategias de reconocimiento y
redistribución, y que se construya en un diálogo
intercultural, interclasista, interregional e intergeneracional que exprese la realidad variopinta de las
mujeres, está apenas en curso.
Es muy pronto para evaluar los cambios estructurales que impulsa el Gobierno de Evo Morales,
destinados a remontar los límites de las políticas que
sólo favorecen la promoción de los derechos políticos
de las mujeres en la formación y ejercicio de los poderes públicos, el fortalecimiento de su capacidad de
acción política como derecho y requisito para impulsar
la equidad de género; la promoción de derechos civiles orientados a la protección de las mujeres contra
la violencia intrafamiliar y social, la obtención de
documentos de identidad, su reconocimiento como
sujetos de títulos propietarios, y de su derecho a la
autonomía. Todos ellos derechos de reconocimiento.
Es también pronto para saber si el reconocimiento de
la multiculturalidad y el respeto a las identidades etnico–culturales –que se favoreció en las décadas pasadas,
y que dio lugar a dilemas entre derechos individuales
y colectivos– superará la consideración de las identidades como materia de intervención para su cambio o
si ellas serán expresión de una condición multisocietal
que anuncia la construcción de una nueva hegemonía
intercultural. Aquí se ubica otro núcleo de los desafíos
inmediatos y de carácter estructural, sin duda.
A este desafío le es inherente la necesidad de
conjugar el diálogo intercultural entre mujeres con
el “desmontaje” del carácter regresivo de políticas
económicas globales de distribución de medios
productivos (tierra, financiamiento, tecnologías,
capacitación técnica, ingresos, etc.), en un ­contexto
19
de expansión de la participación económica de las
mujeres en los mercados, de la producción doméstica y comunitaria como la más significativa herencia
de los 90.
Se trata, en suma, de conjugar el reconocimiento
de la condición multisocietal del país con el cambio en
las situaciones de desigualdad y precariedad material
en que vive la mayoría de las mujeres como premisa
de ejercicio ciudadano; pues –como se ha visto– la
presencia masiva de mujeres en los mercados ocurrió
en simultáneo a la baja de los ingresos, a la aceleración de las migraciones internas e internacionales de
las mujeres, el recrudecimiento de la violencia, etc.
Estos fenómenos juegan hoy un papel fundamental
en la re–composición cultural de los espacios urbanos y rurales, de las formas familiares, sus dinámicas
internas y reproductivas, cuyos efectos se agravan en
la gradación mujer blanca –mestiza– indígena, entre
quienes las brechas son más profundas que las que se
dan entre mujeres y hombres10, si bien las diferenciaciones socioeconómicas en las colectividades mestizas
e indígenas son también evidentes.
El Plan Nacional de Desarrollo, pnd, sus
políticas y, sobre todo, las políticas de equidad de
género, deberán encarar ese desafío en condiciones
difíciles, pues aun persisten las contradicciones que
marcaron los años noventa, cuando los avances en
el reconocimiento y promoción de los derechos
culturales (de género, étnicos y generacionales) en el
esquema neoliberal se dieron mientras se retrocedía
en los derechos económicos y sociales a causa de políticas económicas que apuntaron a la transferencia
de responsabilidades sociales del Estado al mercado
y la esfera doméstica reproductiva.
Los desafíos actuales, por lo tanto no sólo pasan
por superar la desarticulación en que se movió el
tema durante los ochenta y noventa11 al desentenderse de los problemas económicos y ­redistributivos
10 Ver Farah, I. (coord.) 2005
11 Durante los ochenta, fueron organizaciones y articulaciones feministas las que hicieron públicas las demandas por equidad
en el acceso a bienes y servicios principalmente educación y salud; en tanto, en los noventa, los énfasis se pusieron en los
sesgos sexistas de las políticas de desarrollo y el fenómeno de la “feminización” de la pobreza enfatizando conceptualmente
las conexiones género – pobreza y sus vínculos con las políticas económicas y sociales, la legislación sobre todo laboral, los
arreglos institucionales en la producción de necesidades, y las interdependencias entre trabajos doméstico y mercantil. Sin
embargo de estas preocupaciones por la pobreza, las políticas específicas de género enfatizaron demandas por reconocimiento
de la identidad de mujeres mientras las organizaciones populares de mujeres buscaban acceso a servicios, redistribución de
medios productivos y tierra.
20
inherentes a las políticas macro económicas y sociales, y al incorporar la dimensión cultural como
esfera de intervención. Estos desafíos también
pasan por imaginar un nuevo país bajo un contexto
transcultural a partir de las realidades concretas de
las colectividades sociales –indígenas y no indígenas– cuyas transformaciones son inobjetables.
En el acercamiento entre sectores y organizaciones de mujeres alrededor de las deliberaciones
constituyentes sobre proposiciones de equidad de
género para la nueva cpe, se han esbozado algunas
aproximaciones en torno a esos desafíos; lo mismo
que alrededor de la elaboración del Plan Nacional para la Igualdad de Oportunidades “Mujeres
Construyendo la Nueva Bolivia Para Vivir Bien”,
del Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales. Este pretende su articulación al pnd y
sus programas sectoriales, el fortalecimiento del
organismo y la construcción de alianzas estratégicas para su gestión, dentro de un marco normativo
que prioriza los problemas de la exclusión, discriminación, violencia, opresión y explotación de las
mujeres y que está en concordancia con los marcos
normativos internacionales y del proyecto de cpe.
La atención de estos problemas parten de la idea
que las mujeres son la mitad de la humanidad y
de la necesidad de articular las reivindicaciones
universales de las mujeres con las inherentes a
imaginarios de las colectividades indígenas del país,
como es la idea de “par” en los Andes y el valor
de la comunidad, entre otras. El Plan pretende
contribuir al cierre de la brecha entre noción y
realidad del “par” igual, y al desmontaje del colonialismo y el neoliberalismo mediante la atención
de campos de acción y lucha identificados en:
cuerpo, espacio, tiempo, movimiento y memoria.
Quedan pendientes las políticas en torno a estos
campos y sus modalidades de articulación con las
políticas globales del Gobierno.
No debe perderse de vista que este Plan deberá
implementarse en un contexto de alta conflictividad política alrededor de los temas de autonomías,
pacto fiscal (en torno al impuesto directo a los
hidrocarburos, principalmente), la propiedad y
administración de los recursos naturales (tierra
y territorio), y otros igualmente marcados por la
confrontación política entre Gobierno nacional,
gobiernos departamentales y actores como los
perfil de género bolivia
comités cívicos y movimientos sociales. Es decir,
se trata de un proceso que avance en el marco de
importantes contradicciones e intereses que crea
incertidumbre sobre las políticas públicas además
de un entorno político crítico.
Tampoco debe ignorarse la tendencia a transgredir normas e instituciones pre–existentes, que
hace que varias iniciativas de cambios transcurran
por vías alternativas de la política y de las conocidas
mediaciones institucionales o canales de comunicación entre gobierno, sistema político, de partidos
y organizaciones de la sociedad civil. Ello implica
actuar en medio de una heterogeneidad institucional
que complejiza cualquier gestión.
Si bien el proyecto de Constitución Política del
Estado incluye avances significativos en materia de
equidad de género, los desafíos son grandes para
traducir los principios constitucionales en políticas,
mecanismos institucionales y acciones concretas.
Hasta el momento, la inequidad de género no
está entre las principales prioridades de la agenda
de políticas del Gobierno, y persiste una marcada
ausencia del enfoque de género en las políticas sectoriales nacionales sociales y económicas.
Dada las características del nuevo bloque político de poder, uno de los principales desafíos para
avanzar en equidad de género sigue ubicado en la
posibilidad de compatibilizar el enfoque comunitarista, la idea de complementariedad de hombres y
mujeres propia de los sistemas culturales y creencias
de las nuevas dirigencias políticas, con las demandas inscritas en relaciones sociales más generales
y amplias (relaciones de explotación económica,
marginación y exclusión sociales) y con los marcos
universalistas de respeto y promoción de los derechos individuales.
La tendencia a subordinar la identidad de género a la identidad étnica, política y organizacional es
amplia y limita las acciones reivindicativas específicas sobre derechos e igualdad de las mujeres. Las
tensiones subsecuentes atañen a un vasto conjunto
de instituciones feministas y del sector público, que
hace de la intersección entre género, clase y etnia,
entre derechos individuales y colectivos, una verdadera necesidad y desafío perentorio del proceso
político.
Por último, los esfuerzos por fortalecer institucionalmente la instancia rectora de las políticas de
21
contexto general del país
género, todavía no logran frutos significativos. Las
acciones por remontar la baja capacidad de gestión
y la debilidad institucional, producto de cambios
continuos de autoridades, rotación de personal, y
reubicación frecuente del organismo, han debilitado
también su capacidad de incidencia en la estructura
estatal (gobierno y parlamento principalmente).
Ello se añade a la desjerarquización del organismo
en la estructura del poder ejecutivo, que debilita su
capacidad para encontrar fórmulas propicias para
encarar las tensiones antes mencionadas.
3. Dinámica poblacional y familiar
Los cambios económicos, políticos y poblacionales
se han influido mutuamente afectando la composición del mercado de trabajo, las cuestiones de
género y la estructura étnica y multicultural de la
sociedad, considerando sobre todo la dinámica de
la migración.
3.1.Cambios demográficos recientes y género
Una aproximación a la dinámica poblacional
–con base en la información disponible para las
Cuadro 2
Bolivia: Tasa anual de crecimiento intercensal
según zonas geográficas
(En porcentaje)
País
Tasa anual
de crecimiento
1950/1976
Tasa anual
de crecimiento
1976/1992
Tasa anual
de crecimiento
1992/2001
2,05
3,84
1,14
2,11
4,16
0,09
2,74
3,62
1,42
Bolivia
• Urbano
• Rural
Fuente: Elaboración propia con base en información oficial del ine.
Censos 1992 y 2001.
dos ­últimas décadas– da cuenta del tamaño, crecimiento y distribución de la población por sexo
en el territorio; de su composición étnica considerando el idioma y la auto-adscripción a un grupo
étnico específico; de cambios en las formas de las
familias y de la necesidad de asumir la subsistencia
cotidiana.
a) Crecimiento y distribución de la población
La dinámica poblacional en Bolivia muestra una
tasa anual de crecimiento intercensal en ascenso
en el medio siglo de 1950 a 2001, que mantiene
Cuadro 3
Población total por zonas según sexo y censos
(Cifras absolutas y porcentuales)
Total País
Urbana
Censos y sexo
Absoluta
%
Rural
%
Absoluta
%
Absoluta
Total
Urbano
Total
País
Total
Rural
Total
País
1976
Total
• hombres
• mujeres
4.613.486
2.276.129
2.337.457
100
49,3
50,7
1.925.840
934.998
990.842
100
48,5
51,5
41,7
41,1
42,4
2.687.646
1.341.031
1.346.615
100
49,9
50,1
58,3
58,9
57,6
1992
Total
• hombres
• mujeres
6.620.792
3.171.265
3.249.527
100
49,4
50,6
3.694.846
1.793.443
1.901.401
100
48,5
51,5
57,5
56,5
58,5
2.725.946
1.377.529
1.348.126
100
50,01
49,95
42,4
43,5
41,5
2001
Total
• hombres
• mujeres
8.274.325
4.123.850
4.150.475
100
49,8
50,2
5.165.882
2.517.434
2.648.448
100
48,7
51,3
62,4
61,0
63,8
3.108.443
1.606.416
1.502.027
100
51,7
48,3
37,6
39,0
36,2
Fuente: Elaboración propia con base en ine. Censo Nacional de Población y Vivienda 1992 y 2001.
22
una elevada proporción de la población boliviana
por debajo de los 25 años (58 %). Esto diferencia al
país de las experiencias de transición demográfica
de América del Sur y de los postulados teóricos de
menor crecimiento poblacional a medida que avanza
el desarrollo. Según ello, existiría escaso desarrollo
y poca eficacia de políticas de planificación familiar,
cuyos efectos parecen darse sólo en ámbitos más
urbanos.
Algunas visiones atribuyen esta dinámica al
todavía escaso poblamiento del país; otras la remiten
a tradiciones culturales arraigadas que valoran las
familias numerosas para enfrentar la subsistencia y
la extendida pobreza; pero no faltan explicaciones
asociadas a la escasa información y uso –aunque
creciente– de métodos modernos de planificación
familiar, o al poco control que tienen las mujeres
sobre su sexualidad.
En su distribución territorial y por sexo los cambios son significativos. La población boliviana –un
tercio más grande en 2001 que en 1992– muestra un
acelerado proceso de concentración en zonas urbanas sustentado principalmente en la migración. Por
otro lado, es novedosa la tendencia al crecimiento
mayor de la población masculina que la femenina,
aunque las mujeres siguen siendo aún más de la
mitad del total (50,2%). En el periodo intercensal
1992-2001, la población masculina aumentó en un
30 % en tanto la femenina lo hizo en 27,7 %.
Este fenómeno se asocia al descenso en las tasas
de mortalidad infantil (Tórrez. 2002), y a nacimientos mayoritarios de varones. Las escasas mediciones
de la mortalidad infantil por sexo12, sin embargo,
aun señalan tasas superiores en la mortalidad de
niños (infantil y niñez) que tienden a bajar por efecto
de políticas de salud centradas en la atención al parto
y la niñez, y de las políticas educativas.
Los cambios en la distribución de la población
por zonas geográficas son más significativos con base
en el acelerado tránsito hacia la “urbanización”. En
2001, la población urbana ha alcanzado al 62,4 % del
total, a tiempo que la rural bajaba al 38,6 % a pesar
de una tasa global de fecundidad más alta en este
perfil de género bolivia
ámbito. Veinticinco años antes (1976) esa relación
era prácticamente inversa. Este cambio habla de
más altas tasas de mortalidad infantil en el campo,
pero sobre todo de saldos migratorios negativos
en las zonas rurales, y de profundas desigualdades
en los alcances geográficos de las políticas públicas
sociales y económicas. Debe tomarse en cuenta, sin
embargo, que también son considerados ámbitos
urbanos muchos poblados de escasa concentración
de gente12 en contextos de alta ruralidad.
Ligado a lo anterior, es llamativo el cambio en
la estructura por sexo de la población entre zonas.
Mientras en las urbanas las mujeres tienen un predominio absoluto y relativo que va en aumento (51,3
% mujeres y 48,7 % hombres en 2001); en las rurales
el peso de las mujeres disminuye en número y porcentaje respecto de los hombres. Estos constituyen
el 51,7 % de la población rural. Este fenómeno es
complejo, pues oculta la llamada “feminización” de
la agricultura en muchas zonas, sobre todo en las
zonas de valles interandinos.
La gradual masculinización de la población
rural tiene su inflexión a inicio de 1990 y se asocia,
por un lado, con modificaciones en los patrones
migratorios y, por otro, en expectativas de mayor
vínculo con los poderes locales por parte de los varones, a partir del fortalecimiento de la municipalización y la asignación de recursos de coparticipación
tributaria con base en el número de habitantes (que
promueve desplazamientos transitorios) impulsado
desde 1994.
De manera primordial, sin embargo, ese cambio se asocia con los nuevos patrones migratorios
rural-urbanos que muestran un aceleramiento de
la emigración femenina hacia las ciudades. Estas
albergaban en 2001 al 63,8 % de todas las mujeres
bolivianas con su consiguiente disminución en las
zonas rurales (36,2 % de todas ellas). En cambio,
el campo cuenta con el 41 % de todos los hombres
mientras el 59 % de ellos vive en las ciudades. Salen de este esquema los departamentos de Potosí y
Chuquisaca donde las mujeres siguen siendo mayoritarias en el campo.
12 En general es la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (endsa) la que realiza estas mediciones, pero sobre muestras
con problemas de representación. Ver ine – dhs; 1998: endsa 1998.
13 Se sigue considerando como espacio urbano el poblado por 2.000 y más habitantes.
contexto general del país
23
b) Las disparidades regionales
la crisis del precio del estaño en el mercado mundial en 1985); Potosí incluso presenta una tasa de
crecimiento negativa, lo mismo que Oruro en sus
zonas rurales. No obstante, en tanto en Oruro la
población rural parece desplazarse hacia su ciudad
capital, Potosí pierde población rural a favor de
otros departamentos.
Tarija mantiene su crecimiento por encima
del promedio nacional, con un aceleramiento en
su urbanización. Esto no ocurre con Cochabamba
donde, después de 1976, su población aumenta por
encima del promedio nacional pero, a diferencia
de los demás departamentos de altiplano y valles,
su población rural tiende a crecer a tasas elevadas
aunque menores que las urbanas.
La tendencia creciente de la población rural es
notoria en Santa Cruz y Beni; mientras Pando sacrifica su población rural para emprender su sostenida
urbanización14. No obstante, los tres departamentos
orientales tienen poblaciones rurales crecientes y
también las tasas urbanas más altas de crecimiento
poblacional (Pando y Santa Cruz).
Pese a estos cambios, las jerarquías departamentales según peso poblacional no han cambiado
significativamente exceptuando el caso de Santa
La situación descrita tiene matices entre departamentos, tanto en estructura como en peso poblacional de cada uno, por dinámicas demográficas
aparentemente ligadas con los ciclos económicos
y productivos.
La mayoría de los departamentos del Altiplano
y Valles tenía en 1976 tasas de crecimiento anual más
bajas que el promedio nacional, exceptuando La Paz
y Tarija; mientras los departamentos de los Llanos
crecían a tasas superiores al promedio, sobre todo
Santa Cruz y Beni, producto de la “marcha hacia
el oriente” impulsada por la Revolución del 1952
y su estrategia sustitutiva de importaciones. Entre
otras medidas, se impulsó políticas de colonización
para ampliar la frontera agrícola durante las décadas
del 60 y 70.
La población de La Paz inició un descenso en su
crecimiento colocándose por debajo del crecimiento
anual promedio a nivel urbano y rural; si bien todavía aloja a la mayor población del país, acusa un
progresivo descenso relativo de su peso poblacional.
El descenso en el crecimiento de la población en
Oruro y Potosí es abrupto entre 1976 y 1992 (por
Cuadro 4
Tasas de crecimiento por censos y zonas según departamentos
(Porcentajes)
Departamentos
Censo 1950 - 1976
Censo 1976 - 92
La Paz
Total
2,07
Urbana
3,33
Rural
1,20
Censo 1992 - 2001
Total
1,66
Urbana
3,43
Rural
–0,5
Total
2,29
Urbana
2,84
Rural
1,31
Oruro
1,84
2,97
0,93
0,58
2.14
–1,60
1,53
2,99
0,66
Potosí
0,98
3,13
0,37
–0,12
0,90
–0,57
1,01
1,06
0,98
Chuquisaca
1,23
2,01
1,03
1,50
4,10
0,55
1,71
4,23
0,25
Cochabamba
1,79
3,64
0,99
2,75
4,83
1,06
2,93
4,21
1,32
Tarija
2,28
4,18
1,42
2,82
5,01
0,91
3,18
4,76
0,90
Santa Cruz
4,09
6,74
2,40
4,16
6,15
0,82
4,29
4,90
2,55
Beni
3,28
5,51
1,96
3,16
5,19
0,43
2,94
3,35
2,09
Pando
2,88
(1)
2,45
0,63
6,43
–0,60
3,48
7,92
1,32
Bolivia
2,05
3,84
1,14
2,11
4,16
0,09
2,74
3,62
1,42
Fuente: Elaboración propia con base en datos del ine. Censo Nacional de Población y Vivienda 1992 y 2001.
(1) No pudo registrarse un nucleamiento con 2.000 o más habitantes.
14
Hasta 1976, este departamento tenía solo población rural.
24
perfil de género bolivia
Cruz que pasó de un tercer lugar en 1976 a un segundo en 2001, desplazando a Cochabamba al tercer
lugar, y amenazando el primer lugar de La Paz que
tiende a la baja relativa de su población. Salvo estos
cambios, los demás departamentos mantienen sus
ubicaciones aunque con tendencia a la caída de los
departamentos del Altiplano (Potosí y La Paz). En
general, tres departamentos: La Paz, Cochabamba
y Santa Cruz son los que concentraban en 2001 al
70,5 % de toda la población del país, y donde las
mujeres son la mayoría de la población, pero con
tendencia a bajar en relación con los varones. (Ver
Anexo 2 – Área población)
Cuadro 5
Peso poblacional por censo según departamentos
(En porcentajes)
Departamento
Censo 1976
Censo 1992
La Paz
31,7
29,6
Censo 2001
28,4
Oruro
6,7
5,30
4,74
Potosí
14,2
10,06
8,57
Chuquisaca
7,7
7,07
6,42
Cochabamba
15,6
17,3
17,6
Tarija
4,05
4,54
4,73
Santa Cruz
15,4
21,2
24,5
Beni
3,6
4,30
4,38
Pando
0,7
0,59
0,63
Bolivia
100
100
100
Fuente:Elaboración propia con base en ine. Censo de Población
y Vivienda 1992 y 2001
Queda claro que el nucleamiento urbano en
Santa Cruz es el más elevado (76,2 % de la población total del departamento), y si bien su población
se distribuye entre diversas ciudades intermedias
desarrolladas a partir de la actividad económica
–agropecuaria, industria, transportes y conexas– su
capital ha pasado a ser la más grande del país.
La urbanización cruceña va por encima del
promedio nacional, lo mismo que la paceña. Cochabamba en cambio tiene una “urbanización” reducida en términos relativos a favor de una creciente
“ruralización” de su población que alcanzó su nivel
más alto en 1992 luego de las “relocalizaciones”
mineras de 1986 y durante el auge de la migración
hacia el Chapare. Su población rural es superior al
40 %, proporción solo rebasada por Potosí, Pando
y Chuquisaca (66, 60 y 58 % de población rural,
respectivamente).
3.2. Migraciones internas y transnacionales
Un fenómeno asociado con la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo es la migración por
razones económicas principalmente, y también por
búsqueda de nuevas oportunidades y expectativas.
Con todo, el fenómeno migratorio acusa un marcado carácter de clase, étnico, edad y género, tanto
en lo referente a las migraciones internas como las
internacionales.
Si bien los factores que impulsan la migración
son múltiples, la causa recurrente es económica:
persistente pobreza, deterioro de la calidad de vida,
falta de empleo estable y bajos ingresos. La expectativa es obtener ingresos superiores a los del lugar de
origen y también el acceso a servicios, a mecanismos
de movilidad social, factores subjetivos, ampliación
de horizontes, a la búsqueda de autonomía, o la
salida de situaciones conflictivas. La motivación
central, sin embargo, es la laboral.
a) Las migraciones internas
Las orientaciones de los flujos migratorios internos persisten en su predominio rural–urbano por
razones económico políticas que repercuten en la
degradación de los niveles de reproducción de las
familias rurales, en una progresiva escasez y pérdida de valor económico de las tierras sobre todo
de las zonas rurales del altiplano andino del país.
Sus consecuencias se ven en la multi–ocupación
y/o diversificación de las actividades económicas
de muchos miembros del hogar, mediadas por la
migración.
Los desplazamientos espaciales son diversos.
Los de corta distancia como paso previo al arribo
a las ciudades capitales de departamento; al menos
43 % de la migración ocurre entre provincias de un
mismo departamento, y/o en otros movimientos sucesivos. Las migraciones hacia otros departamentos
y principalmente hacia Santa Cruz, Cochabamba,
también Tarija y Pando; desplazamientos que constituyen el 57 % del total de los mismos.
Los mayores flujos absolutos se dirigen a ciudades capitales. La ciudad de El Alto ha recibido, en
los cinco años previos al censo, el segundo flujo de
migrantes recientes más grande después de Santa
Cruz de la Sierra. Las cifras muestran una tendencia
contexto general del país
a la reducción de los flujos hacia el Alto, así como
la baja relativa en la proporción de inmigrantes en
la composición de su población. En más del 82%,
estos inmigrantes vienen de provincias del departamento de La Paz.
En contraste, los flujos que llegan a Santa Cruz
de la Sierra, además de ser los mayores en números absolutos (su población está hoy compuesta de
inmigrantes en un 39 %, igual que El Alto), han
diversificado su origen. Este creciente flujo migratorio a Santa Cruz está delineando una ciudad de
amplia mixtura cultural como fue y es la ciudad de
La Paz. Ambas ciudades cobijan la difuminación de
poblaciones indígenas e idiomas nativos que han
roto la continuidad territorial y política de sus comunidades previas. La ciudad de Cochabamba, por
su parte, recibe tanto como expulsa migrantes de y
hacia departamentos del país como La Paz, Oruro,
Potosí y Santa Cruz principalmente, manteniendo
una homogeneidad cultural de base quechua.
La fuerte reorientación de los flujos migratorios
hacia Santa Cruz desde departamentos del altiplano,
valles y llanos del país ha desacelerado los flujos
a La Paz, ciudad que ahora es perdedora neta de
población. Las corrientes migratorias a esta ciudad
vienen principalmente de provincias del mismo departamento, tendiendo a una cierta mayor homogeneización de su población en términos culturales. En
comparación, La Paz presenta la mayor proporción
de mujeres en la inmigración reciente.
La migración femenina se ha acelerado presentando tasas más elevadas que los hombres. Los flujos
migratorios en los últimos años están compuestos
por mujeres jóvenes y solteras de entre 15 a 29
años en promedio; ya no sólo por cónyuges. Esto
hablaría de salidas cada vez más independientes y sin
retorno; dato significativo per se, aunque la salida de
estas jóvenes esté definida por estrategias familiares,
favorezca redes familiares o de parentesco.
Por otra parte, la migración está incidiendo en
cambios de las estructuras familiares en los lugares
de llegada y en los de origen. En los lugares de llegada se están acrecentando las familias monoparentales y las llamadas familias consanguíneas compuestas
por parientes diversos sin el núcleo padre /madre e
hijos(as). En los lugares de origen se advierte también el crecimiento de las familias consanguíneas y la
discontinuidad generacional en las mismas. Aunque
25
las familias biparentales siguen siendo cuantitativamente las más importantes, las familias de mujeres
solas, o sin padre / madre, confirmaría el carácter
más autónomo de la migración femenina, sin que
ello excluya su mayor responsabilidad para asumir
la carga de su familia. El cambio residencial de las
mujeres se traduce en empleo doméstico y en servicios, o incluso en trabajo doméstico no remunerado
a favor de parientes, aunque sea temporal. Pese a
esta ocupación, la migración femenina expresa una
corriente de cambio en el comportamiento de las
mujeres.
Hay indicios significativos de una mayor dispersión espacial de las familias como mecanismo
de subsistencia, en que la migración se vuelve un
recurso para asegurar su reproducción, que va a la
par de los cambios en las estructuras familiares como
fenómeno particular.
La asociación entre trabajo y migración es
importante; las migraciones están transformando
los perfiles ocupacionales regionales y los estilos
de vida, inyectando una nueva dinámica a las redes
sociales con influencia en la facilitación del acceso
a empleo.
La migración interna rural – rural, por su parte,
en las últimas dos décadas está marcada por el acceso
a tierras agrícolas. Es protagonizada por un importante flujo de población campesina de tierras altas
hacia tierras bajas, con una significativa presencia
de mujeres en un contexto de desplazamientos familiares. La migración rural – urbana, no obstante,
sigue siendo el flujo más importante en la migración
femenina que claramente remata en empleo doméstico, en actividades por cuenta propia en el pequeño
comercio y otras del sector informal.
En resumen, los rasgos centrales y actuales de
la migración en relación a las mujeres hablan de:
(i) Las migraciones rural–rurales se dan en torno al
acceso a tierras agrícolas, sobre todo en las dos
últimas décadas. Son protagonizadas por población campesina de tierras altas que fluye a tierras bajas, con significativa presencia femenina.
Ella ha ido configurando nuevos asentamientos
humanos y nuevas unidades productivas de
campesinos y colonizadores. Las constricciones
de tierras, recursos productivos y el rezago
estructural de la agricultura y del ámbito rural
26
son los móviles básicos de expulsión de fuerza
de trabajo de campesinos/as originarios/as. En
cuanto a las disposiciones legales sobre distribución de tierras y la fuerte demanda de acceso
propietario a las mismas, ellas ejercen una fuerte
presión en tierras ­bajas.
(ii) La migración rural–urbana que, desde la
Reforma Agraria de 1953, constituye el flujo
más importante entre las mujeres emigrantes,
con tendencia a acentuarse en las dos últimas
décadas. Ella remata en su inserción laboral en
el empleo doméstico, actividades por cuenta
propia (pequeño comercio), en el sector informal, y en prostitución de niñas y adolescentes,
sobre todo.
b) La migración internacional
Las anteriores afirmaciones se confirman con mayor fuerza en relación a la migración internacional,
cuyos flujos se han intensificado significativamente
y presentan mayoritariamente a mujeres en su composición, sobre todo en edades representativas de la
fuerza de trabajo. Se ha verificado que las remesas
que envían las mujeres constituyen la principal
fuente de ingresos para sus familias.
La migración internacional muestra los flujos
más importantes en los desplazamientos fronterizos hacia Argentina, en menor intensidad a Brasil
y Chile. En los últimos tiempos se han acelerado
hacia Estados Unidos, España e Italia, donde las
mujeres encuentran alternativas de empleos e ingresos, y donde realizan expectativas de vida y de
movilidad social.
Las migraciones internacionales femeninas se
han visto estimuladas por una fuerte demanda de
trabajo vinculado con el cuidado, las actividades
domésticas en general y otros servicios personales. Al mismo tiempo, esta migración incentiva
una demanda creciente por cuidado de niños,
ancianos y trabajo doméstico a escala transnacional bajo relaciones mercantilizadas no exentas
perfil de género bolivia
de precariedad e ilegalidad. Las consecuencias de
esta tendencia se refieren, por un lado, al desplazamiento del trabajo doméstico femenino a nivel
nacional hacia el ámbito internacional; lo que está
provocando la caída de jerarquía y remuneración
de este trabajo en los países de destino, así como
una re–actualización de relaciones opresivas con
efectos emocionales hacia las mujeres inmigrantes. (Hinojosa, A. 2007). Por otro, la migración
femenina produce una vacancia en la cohesión en
las familias de origen por ausencia de la mujer,
lo que se está expresando en la agudización de
la violencia entre sus miembros así como en su
desplazamiento generacional.
La magnitud del trabajo de cuidado ha derivado en sinónimo de precarización y explotación
laboral, de extensas jornadas y baja remuneración,
de desprotección estimulada por la ilegalidad de
gran parte de las inmigrantes, y de creación de las
llamadas cadenas internacionales del cuidado o “internacionalización del trabajo doméstico”. (Parella.
2003), pues es la esfera doméstica el espacio donde
remata el trabajo de las mujeres en el extranjero,
contribuyendo a mantener su subordinación. A ello
se suma la trata de personas y explotación sexual15
como actividades recurrentes.
Pero, las evidencias también señalan que las
mujeres encuentran alternativas de generación de
ingresos. Las mujeres ven la migración como vía de
realización de expectativas de vida, movilidad social
y fortalecimiento de su autonomía (instraw), a
pesar de los altos costos familiares que el proceso
supone y de la alteración de los patrones de género
y relaciones de parentesco (Díaz. 2008). Datos
disponibles señalan que un 78% de las familias
con parientes en España declaran que su situación
económica ha mejorado al mismo tiempo que su
condición psicosocial empeoró (68%). Por otra
parte, la presión y censura social se ensaña con las
mujeres migrantes al considerar su salida como
factor de desestabilización social por un expreso
abandono de sus hijos y otros familiares. Esta
15 Según el fnuap, en su informe del año 2000, señala que 4.000.000 de mujeres son vendidas cada año con tres fines: prostitución, esclavitud, y matrimonio. La organización Internacional de Migraciones estima que cada año ingresan a Europa
500.000 mujeres como parte del tráfico de personas con fines de explotación sexual, con un movimiento anual de este negocio
de 5 a 7 billones de dólares.
contexto general del país
postura c­ulpabiliza a las mujeres por los problemas
familiares16. (Entrevistas, 2006).
La intensificación del flujo migratorio internacional, especialmente femenino17 y dirigido
a España, coloca a Ecuador y Bolivia como los
países con mayor emigración femenina que se ve
estimulada por una tendencia a la re–mercantilización del trabajo doméstico, abonada por los
cambios sociodemográficos y económicos de los
países desarrollados. Particularmente en España
e Italia se generan nuevos empleos precarios, de
baja remuneración, no regulados, desvalorizados e
inherentes a los roles asignados a las mujeres, que
no son ocupados por mujeres nativas que trabajan
y que –a partir de sus condiciones y estándares de
vida– descartan el trabajo doméstico y de cuidado
de sus expectativas.
Es decir, la globalización económica y la migración internacional actúan dentro de sistemas
que generan desigualdades sociales y de género,
que devalúan el trabajo doméstico y de servicios
personales. En este proceso no se toma en cuenta
los niveles educativos. Se ha establecido que los(as)
emigrantes tienen niveles de instrucción relativamente altos en sus zonas de origen respecto de la
población que se queda; pero, como inmigrantes,
sus niveles de instrucción son más bajos que los de
la población del lugar. Esta situación, agregada a la
construcción subordinada de su condición étnica
cultural, les coloca –en particular a las mujeres– en
sistemática desventaja en relación a la población
nativa.
La emigración más extendida es la de mujeres
solas, solteras y casadas que, en ambos casos, tienen
responsabilidades con la reproducción familiar.
Este fenómeno, y sobre todo la salida de las mujeres casadas, rompe el modelo previo de adelanto
migratorio masculino y/o de único proveedor del
27
hogar, especialmente en la migración a España. Según estimaciones, el 82% de las mujeres emigrantes
son casadas18. En las migraciones a la Argentina, el
adelanto migratorio lo realizan tanto varones como
mujeres jefas de hogar o las solteras. En todos los
casos funcionan las redes sociales que facilitan el
acceso al empleo, la acogida inicial del/la migrante,
el apoyo a su inserción social y laboral.
Según estimaciones, existirían 500.000 bolivianos en Europa de los cuales 350.000 estarían
en España, de los que un 81% se encontraría en
condición irregular19 (60% según otras fuentes20).
La ilegalidad vulnerabiliza a los(as) inmigrante y
se vuelve la condición para sólo merecer trabajos
precarios y de sometimiento a una explotación
laboral negadora de derechos fundamentales, consolidando un modelo de ciudadanía excluyente. Para
la sociedad receptora, la “infomalidad”, “desorden”
y “suciedad” son atribuidos a los inmigrante a
quienes, asimismo, se les imputa varios trastornos
socioeconómicos que permiten justificar medidas
de políticas restrictivas y de control de fronteras,
como es el Proyecto de “directiva de retorno” de
inmigrantes ilegales aprobado por el Parlamento
Europeo, que pretende eliminar la retención de
migrantes irregulares en los países europeos21.
A pesar de la imprecisión de los datos y su no
desagregación por sexo, se estima que cerca de tres
millones de bolivianos y bolivianas están fuera del
país y en edad de trabajar en la mayoría de los casos; por lo que su salida debilita la fuerza de trabajo
nacional, recurso fundamental del desarrollo.
La información disponible sobre los emigrantes es fundamentalmente cualitativa y proviene de
estudios de caso que analizan su situación en los
lugares de destino y los efectos de las migraciones
en los lugares de origen. Sobre todo señalan el importante efecto de las migraciones por el significado
16 Asimismo el estudio sobre la “Situación de las familias de migrantes a España en Bolivia” señala que el 69% de los migrantes
( ni especifica sexo) dejo a sus hijos, la mayoría entre 12 y 18 años de edad. El 67% de estos niños enfrenta problemas de
conducta, el 48% bajo su rendimiento escolar, el 4% se involucró con pandillas. El 23% de las parejas están en riesgo de
separarse y un 20% rompió su compromiso
17 unfpa 2002, 2004
18 Guadalupe Ábrego: El Deber, 26 de Marzo de 2008.
19 La Prensa, 18 de Junio de 2008. Información otorgado por Maria del Carmen Almendras, Embajadora en España.
20 Asociación de Migrantes de Bolivia en España.
21 Asociación de Cooperación Bolivia–España y Asociación de Migrantes de Bolivia en España. Los Tiempos, 19 de Junio de
2008.
28
e­ conómico de las remesas. Según los estudios, el
aporte de las remesas a las economías domésticas ha
logrado introducir factores de dinamización al ampliar la capacidad de gasto y consumo de las familias,
y modificar los patrones de género en las familias
con la evidencia clara del papel de las mujeres como
perceptora y proveedora de ingresos. Se estima que
Bolivia recibió 1.200 millones de dólares en remesas,
de los cuáles 50% corresponde a las enviadas por
los radicados en España22; al punto de constituir la
segunda fuente de divisas para Bolivia. Este dato
ha llevado a instancias gubernamentales a adoptar
medidas de orden tributario y de reorientación
productiva, que inducen al uso de las remesas como
fondos de contraparte23.
Por su parte, el estudio sobre la “Situación de
las familias migrantes a España en Bolivia” –realizado por la Asociación de Cooperación Bolivia España
y Asociación de Migrantes de Bolivia en España–,
informa que el 98% de las familias que tienen un
pariente en España, reciben remesas que fluctúan
entre 101 y 500 euros en forma mensual24. Las
remesas en general se destinan a servicios básicos,
alimentación, vivienda, educación, pago de deudas,
y sólo el 3% al ahorro.
Las bolivianas emigradas consideran que su
trabajo remunerado les permite hacer un aporte
a la familia, a sus hijos/as, además de darles independencia económica, capacidad de decidir sobre el
destino de los recursos obtenidos sin tener que “pedir permiso”. Además, sienten que han mejorado su
posición en la familia, su capacidad de negociación
con sus cónyuges y/o padres, ya que sus ingresos
son –en muchos casos– superiores al de sus esposos
cuando no los únicos. (Grupos focales. 2006).
Lo anterior permite afirmar que si bien la emi­
gración internacional es ya antigua, sus características
actuales le otorgan otra cualidad: son flujos de exportación de fuerza de trabajo hacia países de mayor
desarrollo; de países pobres hacia países ricos.
perfil de género bolivia
En resumen, se puede distinguir:
•
•
Las migraciones fronterizas, que se realiza
especialmente hacia la Argentina, también a
Chile y Brasil, cuyo destino es rural y urbano.
La migración hacia Argentina es tradicional
e importante y tiene una fuerte composición
femenina. Las migraciones hacia el Norte
Argentino –zafra y trabajo agrícola– se mantuvieron por décadas y permanecen actualmente.
Desde la década de los 80, este flujo se orientó
hacia zonas urbanas (Provincia de Buenos Aires)
para la construcción, servicios y manufactura;
estas dos últimas actividades concentran mano
de obra femenina.
Migraciones transnacionales, que son producto de un cambio en los patrones migratorios.
Destacan en las últimas dos décadas, los flujos
migratorios hacia Europa, particularmente España e Italia. Este flujo tiene una composición
mayoritaria de mujeres. La migración boliviana
en España es ahora la tercera en importancia
después de la marroquí y la ecuatoriana.
La feminización de las migraciones se ha
convertido en sinónimo de precarización material:
explotación laboral, extensas jornadas de trabajo,
baja remuneración, desprotección estimulada por
la situación de ilegalidad; y de creciente trata y
explotación sexual de personas25. Los cambios en
la situación del trabajo a nivel mundial, influenciados por la migración, recluyen a las mujeres en los
espacios domésticos y contribuye a mantener su
subordinación por la particular inserción laboral.
Esto, además, coloca en el tapete del debate la recreación de relaciones desiguales entre mujeres y la
etnización de las ocupaciones. Es decir, la globalización económica está redefiniendo y complejizando
las relaciones de subordinación entre mujeres en
nuevos contextos, actuando dentro de sistemas que
22 La Prensa, 18 de junio de 2008. Javier Martín García, Cónsul de España en Bolivia.
23 El Ministerio de Trabajo en su Plan Sectorial 2008 contempla la promoción del uso de remesas en inversión productiva que
tendría efectos para generar empleo y, según su argumentación, contrarrestar las migraciones.
24 El Estudio ha sido realizado en Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, llegando a realizar 600 entrevistas.
25 Según el fnuap, en su informe del año 2000, señala que 4.000.000 de mujeres son vendidas cada año con tres fines: prostitución, esclavitud, y matrimonio. La organización Internacional de Migraciones estima que cada año ingresan a Europa
500.000 mujeres como parte del tráfico de personas con fines de explotación sexual, con un movimiento anual de este negocio
de 5 a 7 billones de dólares.
29
contexto general del país
generan desigualdad social y de género. Se trata de
una nueva re–significación de la mujer extranjera,
étnica y ocupacionalmente, que genera nuevas
desigualdades originadas en espacios regulados por
la exclusión.
3.3. Hogares y familias
Como los movimientos migratorios son cada vez
más prolongados o definitivos, ellos contribuyen
–junto a otros factores– a cambiar los ámbitos espaciales de reproducción social y de las estructuras
familiares. Se advierte una tendencia creciente a
constituir familias monoparentales y familias consanguíneas compuestas por parientes diversos sin
relación padre/madre – hijos(as). Sin desmerecer el
predominio porcentual de las familias biparentales,
estas se vuelven crecientemente compuestas con la
migración; pero las familias a cargo de mujeres solas,
o aquellas sin padre o madre, dan cuenta del carácter cambiante de las familias, ligado a la migración
femenina. Por otro lado, el costo de esta salida está
ligado a cargas y presiones familiares mayores que
se añaden a la inserción en el empleo doméstico,
los servicios o el trabajo doméstico no remunerado
a favor de parientes, y que obstaculizan el ejercicio
de la mayor autonomía de las mujeres.
Las familias consanguíneas y compuestas también
expresan las fracturas espaciales y sociales producidas
por la migración al constituirse unas por la reunión
de parientes diversos y las otras por la agregación de
nuevos miembros: hijos(as), recién casados, o adultos
mayores. A la vez, hay familias monoparentales producto de proyectos migratorios individuales protagonizados por solteros(as), separados(as) y viudos(as).
En ambas estructuras familiares, las mujeres son las
mayores responsables.
Las familias biparentales tienden a disminuir en
general y en los proyectos familiares de migración.
Las familias consanguíneas y compuestas parecen
ser las más dinámicas en general, ya que las primeras
pueden cambiar cuando sus miembros solteros se
casan, se emparejan o simplemente tienen hijos;
También pueden recrearse con las disoluciones de
uniones, la acogida de parientes jóvenes o adultos.
Las familias compuestas presentan un movimiento
cíclico; en general tienden a disminuir pero se incrementan con el tránsito hacia la vejez, la acogida
de la viudez, y/o la agregación de familiares de
diversa relación de parentesco o de nuevas parejas,
a causa de procesos de empobrecimiento y ausencia
de protección social.
a) La magnitud de los cambios
Según informaciones de la Encuesta mecovi 2000
y 2001, la abrumadora mayoría de hogares son
familiares (90.7%) en relación a los no familiares
(9,3%). Entre los hogares familiares, los biparentales simples constituyen el 64,8% del total, y
los monoparentales el 15,3 %, mientras el 3,5 %
correspondería a los consanguíneos. Como podría
imaginarse, dadas las características de la migración,
los hogares familiares consanguíneos y monoparentales tienen un peso relativo mayor en las zonas
rurales, donde las idas y venidas entre el campo y
la ciudad, o las idas definitivas, van generando una
situación fluida entre tipos de hogares y dinámicas
nuevas en las configuraciones familiares asociadas
a las estrategias de subsistencia. El predominio de
las familias biparentales, sobre todo en el ámbito
urbano, permitiría presumir su mayor eficacia para
afrontar la subsistencia. Esta relación y el peso de
las políticas públicas en salud sexual y reproductiva
que inducen hacia esta forma familiar, no ha sido
aún evaluada.
Cuadro 6
Bolivia 2001: Tamaño promedio de hogares por tipos
(En cifras absolutas)
Tipos de hogares
Monoparentales
Número
de población
Tamaño
promedio
201.857
707.982
3,5
Biparentales
1.120.797
5.175.331
4,6
Compuestos
341.560
2.039.182
5,9
60.664
164.110
2,7
177.790
188.197
1,06
1.906.668
8.274.803
4,17
Consanguíneos
No familiares
Total
Número
de hogares
Fuente:ine. MECOVI 2000. En cides - ine; 2002: “Hogares y familias bolivianas.
Trabajo de hombres y mujeres”.
De manera general, entre 1976 y 2001, se ha
producido una disminución del tamaño promedio
de las familias (de 4,35 miembros en 1976 a 4,17 en
2001), por una tendencia a la expansión mayor de
hogares nucleares simples que compuestos.
30
perfil de género bolivia
b) Noción de “jefe” de hogar
En la representación habitual de los hogares particulares (familiares y no familiares) sigue predominando la
figura y símbolo de autoridad; sobre todo en las familias nucleares es el progenitor o varón adulto, la figura
representativa de la autoridad, señalada como “jefe”
reconocido y sostenedor económico del hogar.
Esta figura alcanzaba en 1992 el 75,6% y en
2000 el 80,2% de los hogares, siendo mayor en
zonas rurales que urbanas. El reconocimiento de
mujeres como “jefas” solo se admite en ausencia de
varón adulto, en hogares monoparentales y consanguíneos. (Ver anexo 2). Es decir, la representación
del hogar bajo la categoría de “jefe” masculino
es abrumadoramente mayoritaria por tradiciones
culturales arraigadas; más aún en las zonas rurales a pesar de que –supuestamente– las culturas
ancestrales construyen sus valores sobre la noción
de par o pareja. Pero, aunque en zonas urbanas se
reconocen más mujeres como conductoras o jefas,
ello se admite en ausencia de varón adulto; es decir,
en hogares monoparentales y consanguíneos.
El ascenso relativo y absoluto de la “jefatura”
masculina de hogar, pese a la emergencia y expansión
de hogares con mujeres solas a cargo o de cónyuges
perceptoras de ingresos, es efecto de una tendencia a
la re–nuclearización de la familia como parte de las
estrategias para enfrentar la subsistencia, de los cambios en los patrones de la migración, y de una nueva
valorización de la familia y la comunidad en el contexto
de la re–valorización actual de lo comunitario.
Solo la viudez permite a las mujeres ser reconocidas como “jefas” sobre todo en el campo; y, adicionalmente, la separación o divorcio a aquellas en las
zonas urbanas donde este estatus conyugal es más
significativo. En cambio, en el campo, muchas mujeres
a cargo de hogares rurales monoparentales se declaran
casadas; lo que mostraría cierta d­ificultad para asumir
la condición de separada, ajena a la noción de par.
Esto contrasta con algunos estudios que se refieren a
la frecuente figura de “matriarca” en zonas, pero del
valle cochabambino. (Paulson, S. 1996).
Entre las familias monoparentales resalta la
escasa proporción de hombres “jefes” (17,3%), que
en su mayoría son viudos y separados de mayor edad,
Cuadro 7
Estado civil por sexo del jefe reconocido según estructura de los hogares
(En cifras absolutas y relativas)
Estructura
de hogares y
jefatura
Casados
o convivientes
Absoluto
%
Viudos
Absoluto
Separados
o divorciados
%
Absoluto
Solteros
%
Absoluto
Total
%
Absoluto
%
No familiares
• Hombre
• Mujer
20.945
17.035
3.910
1,44
1,24
4,97
55.368
21.249
34.119
29,9
38,7
26,2
22.908
15.065
7.843
19,8
49,9
9,2
78.569
49.037
29.532
50,4
66,9
35,8
177.790
102,386
75.404
9,3
6,7
20,0
Familiares
Monoparental
• Hombre
• Mujer
53.083
5.645
47.438
3,66
0,4
60,3
59.340
16.272
43.068
32,0
29,6
33,0
66.597
10.915
55.682
57,7
36,1
65,4
22,837
2.078
20.759
14,6
2,8
25,1
201.857
34.910
166.947
10,6
2,3
44,3
Biparental
• Hombre
• Mujer
1120.797
1107.227
13.570
77,3
80,7
17,2
1120.797
1107.227
13.570
58,8
72,4
3,6
Compuesto
• Hombre
• Mujer
251.661
240.586
11.075
17,4
17,5
14,1
57.436
15.296
42.140
30,9
27,9
32,3
22.363
3.104
19.259
19,4
10,3
22,6
14.100
847
13.253
9,0
1,1
16,1
345.560
259.833
85.727
18,1
17,0
22,7
Consanguíneo
• Hombre
• Mujer
3.169
515
2.654
0,22
0,04
3,37
13.168
2.066
11.102
7,10
3,8
8,5
3.443
1.117
2.326
3,0
3,7
2,7
40.317
21.332
18.985
25,9
29,1
23,0
60.664
25.030
35.067
567(*)
3,2
1,6
9,3
0,1
1449.655
1371.008
78.647
100
100
100
185.312
54.883
130.429
100
100
100
115.311
30.201
85.110
100
100
100
155.823
73.294
82.529
100
100
100
1906.668
1529.386
377.282
100
100
100
Total
•
•
Hombre
Mujer
Fuente: ine. MECOVI 2000. En cides – ine; 2002: Hogares y familias bolivianas. Trabajo de hombres y mujeres.
(*) Cantidad de hogares consanguíneos con jefatura femenina declarada, donde no se pudo identificar el estado civil.
31
contexto general del país
muy pocos solteros. En cambio, estos hogares están
constituidos principalmente por mujeres solas (82,7
%) que, si bien en un importante porcentaje son
viudas (25,8 %), las solteras y separadas o abandonadas alcanzan al 74,2 %.
El madresolterismo y la disolución del lazo
matrimonial, como se ve, son las causas centrales
de hogares monoparentales a cargo de mujeres.
Son también mujeres las responsables mayoritarias
de familias consanguíneas ubicadas en las ciudades.
Queda claro que, en las familias biparentales donde los “jefes” reconocidos son varones, ellos sean
casados, convivientes o sostenidos (93%). Muy
pocos son los hogares familiares biparentales que
reconocen una jefatura femenina; en este caso, el
aporte económico y la edad aparecen como factores
determinantes, pero no siempre se consideran esos
criterios para definir esa condición.
Las informaciones disponibles nos muestran,
pues, que se carga a las mujeres con las consecuencias
de la desestructuración de los lazos conyugales. También nos muestran que son mujeres madres solteras
las que buscan apoyo de otros parientes o no parientes
para enfrentar su reproducción. Además, que es en
pareja que se da el reconocimiento del hombre como
cabeza de hogar siguiendo pautas patriarcales, más en
el área rural que urbana; lo que habla de “inflexibilidad” de las identidades de madre/padre, esposo/esposa
en familias de todos los estratos socioeconómicos y de
diversas pertenencias étnico culturales.
Pero, suelen ser las propias mujeres de los
estratos socioeconómicos bajos y de pertenencias
rurales y urbano-populares, las que sobre todo se
identifican con su posición subordinada en la familia
y con las responsabilidades de cuidado y bienestar de
los miembros familiares. Esta identidad, que es la de
madre, les hace sentir culpables cuando se ausentan
del hogar y otra persona debe reemplazarlas (“estoy
fallando como madre”), lo que ocurre aun cuando
aporta regularmente con ingresos al hogar, como
es el caso incuestionable de las mujeres migrantes.
(Grupos focales La Paz y El Alto. Marzo 2006; y
Wanderley. 2004).
3.4. Composición étnico cultural según
el idioma
Bolivia presenta una condición societal diversa en
términos lingüísticos y composición étnico-cultural
de su población, a pesar de la adquisición obligatoria
del idioma castellana por medio de la escuela luego
de varias reformas educativas (1955 y 1994), y el
reconocimiento de las comunidades y pueblos indígenas con la lpp de 1994. A pesar que esos procesos
transformaron los regímenes de exclusión étnica y
cultural26 previas al Estado del 52, el ejercicio de los
derechos de ciudadanía se mantiene principalmente
para la población de habla castellano porque es este
idioma el que establece el vínculo de la población
con los servicios, la administración pública, la educación universitaria, y otros espacios públicos.
Esta situación ha entrado hoy en un amplio debate por el creciente consenso sobre el carácter multicultural o multiétnico de la sociedad boliviana, de
las configuraciones de sus estructuras de producción
y sus formas de hacerse públicas. Pero también por
el carácter diverso de sus estructuras organizativas
sociales, políticas y culturales, que incluyen entre
otros elementos la lengua que se habla.
Autores como García Linera (s/f) identifican
4 grupos “civilizatorios” en el país: (i) el moderno
mercantil industrial (20 o 30 % de la población) con
una racionalidad capitalista y de acumulación; (ii)
el mercantil simple de tipo doméstico, artesanal o
campesino (68 % del empleo urbano), portador de
una racionalidad gremial o corporativa normado por
un régimen de instituciones políticas basadas en la
coalición; (iii) el comunal asociado a la gestión de
la tierra familiar y comunal y donde permanece la
fusión entre economía y política, privilegiando la
acción normativa (20 % de la población); y (iv) el
grupo amazónico de carácter itinerante en su actividad productiva basada en la laboriosidad individual
y la ausencia de organización política. Estima que
dos tercios de toda la población del país se encuentra
en alguno de los tres últimos grupos con variantes
o combinaciones diversas según regiones.
26 Con el voto universal se amplió el derecho de ciudadanía a millones de indígenas antes marginados; la educación fiscal y
gratuita se expandió hacia las zonas rurales, permitiendo a los indígenas remontar su analfabetismo e iniciar posibilidades de
ascenso social, se distribuyó la tierra entre los productores rurales, etc.
32
En términos de informaciones para aproximarse a esa complejidad cultural solo se cuenta el idioma
de origen o la propia adscripción de la población a
algún grupo étnico cultural específico.
De acuerdo al Censo Nacional de 2001, se ha estimado que el 82,6 % de la población habla el castellano,
27,6% el quechua, 18,5% aymara, sóolo el 1,4% otras
lenguas nativas y un 3% habla lenguas extranjeras.
Estos porcentajes son resultado de la penetración del
castellano en las áreas rurales con la reforma educativa
del 1955, donde predominaban y aun se hablan las
lenguas maternas. Esto significa que –restando los
idiomas extranjeros– apenas el 14,4% de la población
en Bolivia habla hoy únicamente en su idioma nativo;
mientras que los bilingües (lengua nativa y castellano)
alcanzan al 35,1% de la población.
Entre la población que solo habla lenguas nativas
en zonas urbanas y rurales predominan las mujeres en
una proporción que es casi el doble que los varones;
pero estos son mayoritarios entre la población bilingüe en las ciudades y las mujeres en el ámbito rural.
No obstante, las mujeres que hablan castellano son
más que los hombres en las zonas rurales, producto
del Programa de Reforma Educativa (pre 1994) y
las crecientes aspiraciones migratorias de las mujeres;
pero, en las urbanas, son más hombres los castellano
hablantes (Albó. 2005).
Puede verse la creciente complejidad cultural
del país en el hecho que el quechua se ha abierto
espacios en Santa Cruz (12,7%) y también en Tarija
(9,6%) mediante las migraciones; mientras el aymara está más concentrado en el departamento de La
Paz y con pequeños bolsones en el norte de Potosí,
Cochabamba y Santa Cruz, y zonas de colonización
hacia el Beni. (Albó. 2005)
En una dimensión temporal, se advierte que
hasta 1992 prevalecía el proceso de transición
“desde el monolingüismo nativo hacia el bilingüismo con el castellano”; proceso que, en los últimos
años, aparece como el “paso del bilingüismo al
monolingüismo en castellano” (Albó. 2005); pero
bajo distintas combinaciones de factores para cuantificar la población indígena de la que no lo es. Por
ejemplo, se ha tomado en cuenta la pertenencia a
algún pueblo indígena, el habla de un idioma nativo
e idioma en que aprendió a hablar pero que no se
está hablando, la auto-adscripción a algún grupo
cultural, etc. Bajo estas consideraciones, se estima
perfil de género bolivia
que la población considerada indígena alcanzaría al
65% de la población de 15 y más años.
En la medida que, con base en el idioma que
se habla, la población indígena sólo alcanzaría al
14% (solo idioma nativo) o al 49% (si se añade
la población bilingüe), ese desfase se explicaría
–para algunos analistas– en la tendencia a la caste­
llani­zación porque el ejercicio de los derechos se
basa en el manejo del castellano. Esto llevaría a la
población indígena a abandonar su idioma nativo
como medio para acceder a derechos y su ciudadanización (García Linera, s/f), impulsada por una
devaluación de lo indígena en el contexto de una
estructura socio-cultural y económica del país que
abre mayores posibilidades, oportunidades sociales
y laborales a los castellano hablantes, sobre todo en
las ciudades más grandes, y por políticas públicas
diseñadas desde la “civilización moderna” y definidas con base en el supuesto de homogeneidad de la
población, incluido el género.
De allí que la emigración desde el campo a
las ciudades por motivaciones diversas: laborales,
educativas y otras, sea constante y cada vez más
acelerada en los últimos años, al mismo tiempo que
resulta ser un “factor castellanizador más fuerte
que el propio sistema escolar o que los medios de
comunicación”. (Albó. 2005).
Pero, el “aplanamiento” lingüístico por la
vía de la educación y la migración –que opaca la
heterogeneidad étnico cultural de la población en
Bolivia– también ha venido acompañado de otro
instrumento fuerte en esa dirección, como son las
políticas públicas en general, diseñadas con base
en el supuesto de homogeneidad, incluyendo las
políticas destinadas a la equidad de género que supusieron también homogeneidad del sujeto mujer.
Este esquema está en cuestión y el desafío va
más allá de considerar la multietnicidad como materia específica de intervención.
Cuadro 8
Evolución lingüística por tipo de idioma hablados 1976-2001
(En porcentajes)
Tipo de idioma hablado
Censos
1976
1992
0 o más
años
0 o más
años
2001
Solo lengua nativa
20,4
11,5
12,3
11,8
Nativa y castellano
43,3
46,8
35,1
37,5
Castellano y extranjero
36,3
41,7
52,6
50,5
Total Bolivia
100
100
100
100
0 o más
años
5 o más
años
33
iii. Dilemas en la construcción
de la ciudadanía de las mujeres
Durante los últimos años se visibilizó en la cultura
pública de nuestro país la problemática de género
e indígena pero a costa del encubrimiento de las
condiciones de sobre-explotación generadas alrededor de hombres y mujeres, especialmente de los
y las que se ubican en los peldaños más bajos de las
jerarquías sociales y culturales de la sociedad boliviana. Las mujeres indígenas rurales y peri urbanas
fueron las más afectadas por ello, tanto por razones
de género como de etnicidad y clase. Esta convergencia, que resumen el sentido de la desigualdad y
sus consecuencias en la producción de pobreza, se
ha originado en los cambios producidos en la esfera
laboral y productiva de dos décadas en su dimensión
económica, política y social, a causa de los programas de ajuste estructural y el achicamiento de las
funciones protectivas del Estado.
Una exploración de esos procesos sobre la
base de las categorías de género, etnicidad y clase,
permite observar los desplazamientos que tuvieron
lugar en el mundo de las mujeres, dando lugar a una
cada vez mayor diferenciación y desigualdad social
entre mujeres en los diferentes campos de su vida,
sobre todo a partir de las políticas neoliberales.
Estos desplazamiento también se dieron por los
cambios que se fueron produciendo en el mundo de
los hombres, alrededor de las asignaciones culturales
que pesan sobre ellos como “proveedores” a través
del salario y de su rol en los sistemas de protección
social masculinizados durante el Estado Social de
1952, que fueron desarmados posteriormente en
términos concretos pero retenidos en el imaginario
y cultura pública en vigencia.
Los dilemas en la construcción de la ciudadanía
de las mujeres se han producido en su relación con
los cambios en la identidad del “proveedor”. El
primer núcleo de diferenciación y desigualdad social
entre mujeres y hombres se abrió con el acceso y/o
la permanencia en el empleo “formal”; es decir,
con el derecho al trabajo retribuido. El segundo se
relacionó con los niveles de educación alcanzados,
que permiten acceder a fuentes de ascenso social y
laboral27. Ambos núcleos están vinculados, a su vez,
con el derecho a la participación política, social y
económica que resulta de disponibilidades subjetivas (educación) y materiales (tiempo) para acceder
a la misma, en condiciones equitativas. Del mismo
modo, están asociados a la violencia doméstica, al
27 Asociado a ello habrá que señalar que la complejización del entramado social también se situó en respuesta a las exigencias
del mercado como “nivelador” y, al mismo tiempo, “desigualador” social; en el primer caso debido a las pautas de consumo
que trajo consigo la globalización y, en el segundo, a la inevitable incapacidad de algunos sectores sociales para satisfacer las
mismas, creándose en su caso brechas significativas entre expectativas y satisfacciones, la mayor parte de las veces señaladas
por la frustración.
34
ejercicio o no de derechos políticos, civiles y sociales, síntomas más significativos del ejercicio o no
de la libertad individual y colectiva de las mujeres
como ciudadanas.
1.Cambios en la identidad del proveedor
y problemas de género
1.1.1952-1985: Estado social y mediación
masculina
Considerando los diferentes espacios institucionales
de la reproducción, desde 1952 y cobijados por el
Estado Social emergente de la Revolución Nacional
de ese año, se desarrollaron los sistemas de protección social que tuvieron como sustento, hasta
mediados de la década de los 8028, la presencia masculina en el rol del proveedor. Esto, en los sectores
medios que constituían el sostén político y cultural
de ese modelo de Estado Social, era la garantía
relativa para la reproducción de las familias, en el
marco de ciertos grados de “progreso” material o, al
menos, de pocas amenazas a su estatus social. Entre
estos grupos, la condición ciudadana de las mujeres
pasaba por la mediación del salario masculino en el
ámbito del empleo público, principalmente.
Para los sectores obreros en cambio, este mismo
modelo implicaba garantía de grados mínimos de
reproducción de la fuerza de trabajo asalariado, lo
que en la minería, sin embargo, tenía implicaciones
simbólicas reforzadas por la centralidad política de
los trabajadores articulados alrededor de la entonces
influyente Central Obrera Boliviana (cob). En su
caso, la afiliación de las mujeres también pasó por
la mediación del salario masculino, pero con ciertos
grados de autonomía organizativa social articulada
alrededor de los Comités de Amas de Casa de las
Minas, una especie de referente doméstico de la
clase obrera femenina y cuyo núcleo de acción cotidiano era el abastecimiento de alimentos a través
de las pulperías. Esta organización tuvo tendencias
a aflorar a nivel más general en situaciones de conflictos políticos, cuando se activaban en función de
reivindicaciones materiales e incluso de carácter
político nacional.
perfil de género bolivia
Este conjunto de sujetos fue el incluido en el
“pacto social” que significó la Revolución Nacional
de 1952, aunque algunos de ellos asistieron al mismo
de forma subordinada, sea en términos de clase o
en términos de género.
En el caso de las familias de sectores altos, los
títulos de propiedad y los niveles de acumulación
sostenidos a través de la empresa privada, permitía
que se volcaran al consumo no sólo en el mercado
interno sino también en contacto con el exterior,
universalizando la satisfacción de sus necesidades
materiales y simbólicas.
La situación de los campesinos indígenas era
distinta; ellos quedaron mayoritariamente fuera
de los esquemas redistributivos generados por el
Estado. Tan solo tenían acceso a los mismos a partir
de su presencia como productores en el limitado
mercado de bienes agrícolas, que implicaba para
gran parte del mundo rural una reproducción en
niveles de subsistencia, mientras se garantizaba la
subvención –por la vía del sistema de precios de los
alimentos– a la reproducción del mundo urbano.
En ese contexto, su pertenencia se situó en
ambiguas referencias “pre–contractuales” y comunitarias, sin otra identidad cultural que no sea la de
“campesinos”. Es decir, asistieron de modo irregular
al pacto social emergente y sus formas de institucionalización, con el agregado paradójico de una
educación de carácter nacional homogeneizadora
y de una afiliación política que pasó por el filtro de
la subordinación clientelar, implementada por los
sucesivos regímenes de gobierno en relación a los
sindicatos agrarios en sus distintos niveles.
En el caso de las mujeres campesinas, sin embargo, la situación fue más compleja aún porque
no sólo estaban situadas en los márgenes del pacto
social y político, igual que los hombres campesinos,
sino que su escasa relación juridizada con el Estado
pasaba además por la mediación de un esquema
sindical implantado en el mundo rural que puso
como condición de pertenencia la titularidad de
la propiedad de la tierra. Como esta propiedad era
otorgada sólo a los hombres, y únicamente a mujeres
en condición de viudedad, eran sólo ellos quienes se
constituían en representantes de las familias campesinas, dándoles a estas una inexcusable estructura
28 En 1985 se inicia la aplicación de los programas de ajuste estructural regresivos de corte neoliberal.
construcción de ciudadanía de mujeres
jerárquica en términos de género más profunda que
la de las familias obreras urbanas, donde la desposesión de medios productivos involucraba a ambos:
mujeres y hombres.
Sobre esa base, adicionalmente, son los hombres los reconocidos en sus organizaciones sociales
como “trabajadores campesinos”, mientras que
para las mujeres se reserva el nombre de “mujeres
campesinas”, marcándose con ello un sustento de
diferenciación de género en los vínculos de unos y
otras con el mundo público y privado a nivel local
y nacional.
Bajo estas condiciones materiales, la concurrencia a los derechos originados en la ley de reforma
educativa (1955) y del voto universal se tornaba
difícil y hubo que pasar mucho tiempo derechos se
tornea en una concurrencia efectiva a los mismos.
1.2.1985-2007: nuevos núcleos
de diferenciación y desigualdad social
a) Cambios en los derechos del trabajo y sus efectos
En el proceso de modernización neoliberal iniciado en 1985 y vigente hasta 2006, los sectores
medios y altos estuvieron cobijados en la esfera de
la gestión privada y/o estatal, dotados de ventajas
sociales, económicas y culturales para competir en
el mercado laboral. En esta dirección, el Estado
promovió la cualificación de sus cuadros burocráticos de mayor responsabilidad gerencial, a partir
del Programa de Servicio Civil, mecanismo a partir
del cual hombres y mujeres de alto rendimiento
técnico e intelectual se constituyeron en factores
claves de la modernización de la gestión pública,
remunerados en importante proporción por la
cooperación internacional y contratos de consultorías. Esta tendencia también alcanzó al naciente
organismo gubernamental de género (1993),
cuyas funcionarias se incorporaron inicialmente
mediante ese programa. En simultáneo al empleo
público, se dío una tendencia laboral con movilidad
ascendente a través del proceso de capitalización y
privatización de las empresas públicas de carácter
estratégico, de la emergencia de nuevas actividades asociadas con la manipulación simbólica, cuya
demanda de trabajo especializado es indiscutible.
(Ver Anexo 2 - Área Trabajo).
35
En este proceso también se produjo el repliegue estatal en el campo de la producción y de sus
funciones en la reproducción, lo que acrecentó la
existencia de organizaciones no gubernamentales
(ong) como mediadoras de la relación Estado/Sociedad, al asumir funciones para cubrir la ausencia
estatal, especialmente en la prestación de servicios
entre sectores que quedaron al margen del pacto
neoliberal y que se inscribieron más bien en una
tendencia de movilidad descendente dentro de la
recomposición del mundo del trabajo. Esa mediación se desarrolló asumiendo la representatividad de
éstos sectores ante el Estado con un discurso fuertemente contestatario en algunos casos. En cuanto
a las ong feministas, éstas tuvieron la ventaja de
que, en el marco de las promesas modernizadoras
del Estado, encontraron un interlocutor cabal a sus
demandas para “estatizar” la equidad de género,
sobre todo en los 90.
En gran medida, estas organizaciones también
llegaron a cobijar a sectores de importante rendimiento técnico y con gran disponibilidad para un
exigente ejercicio de funciones, con remuneraciones
expectables que también provenían de recursos
externos de cooperación. Este esquema permitió a
los sectores medios y altos acudir ventajosamente
a la oferta mercantil de sistemas de protección
privados en expansión en los campos de la salud y
educación principalmente que daban pasos sostenidos en su sofisticación y cualificación, a diferencia
de lo que ocurría con los sistemas públicos. Los
sectores medios que no pudieron insertarse en esas
condiciones en el sector público, empresarial y
privado (ong), se desplazaron a emprendimientos
de pequeña escala, a actividades informales y, en los
casos menos aventajados, iniciaron un proceso de
empobrecimiento sucesivo.
Siguiendo el curso del núcleo de diferenciación
y desigualdad social, la crisis de la minería desplegada desde 1985 y la privatización de las empresas
estatales durante los 90, condujo al desplazamiento
masivo de obreros, los que despojados de su derecho
al trabajo se volcaron también mayoritariamente a
economías informales.
Todo ello recompuso los términos de las relaciones estatales con la sociedad que habían tenido
vigencia hasta entonces, esta vez situando a grandes
contingentes de trabajadores en las condiciones
36
“post–contractuales”: los que habiendo sido parte
del pacto social, son luego expulsados del mismo
con la recomposición de las relaciones laborales y
la desestructuración del sistema de seguridad social
que también vino con los ajustes estructurales. En
esa dirección, se produjo el acrecentamiento de
unidades familiares dedicadas al comercio o a la
pequeña producción, y sometidas a los vaivenes del
mercado transformando el mundo del trabajo.
La complejización del mundo laboral por la
cantidad y diversidad de formas de ocupación y de
empleo, tuvo en los emprendimientos familiares
al más extenso sector que acogió al universo de
trabajadores en la tendencia descendente de las
condiciones de trabajo (baja calificación, jornadas
parciales, condiciones precarias de organización de
la producción, bajos ingreso, etc.) y, principalmente,
a las mujeres indígenas y empobrecidas que allí se
concentran sin lograr movilidad laboral o mejoras
en sus condiciones de trabajo.
b) Encrucijadas entre género, clase y generación
El modelo de ajuste neoliberal trajo en los sectores medios y altos algunas situaciones paradójicas.
En primer lugar, contribuyó a afianzar relaciones
tradicionales en hogares donde los hombres son
proveedores y en los que las mujeres deben realizar
roles domésticos con síntomas de dominación entre
unos y otras que no escapan a la violencia, especialmente psicológica.
Sin embargo, por los privilegios del estatus,
los roles domésticos también se desplazan hacia
mujeres que por su situación de clase y etnia están
condenadas al trabajo manual por excelencia, de
carácter asalariado. Una implicación colateral a
ésta es la que permite a algunas mujeres de clases
altas despegarse de ese trabajo mediante el empleo de otra mujer, y dedicar su tiempo libre a la
formación intelectual, en contacto con fuentes de
conocimiento y cultura global. Entre mujeres de
clases medias y bajas, el “despegue” del trabajo
doméstico no remunerado sólo puede darse a costa
de incorporar al mismo a las hijas, niñas y adolescentes, o ahijadas, y esto cuando se trata de salir a
trabajar en los mercados.
Estas diferenciaciones conducen a entender por
qué es entre las mujeres de los sectores medio–alto
perfil de género bolivia
y alto donde hay una mejor “disposición de sí”
femenina, como resultado de factores educativos y
económicos; mientras entre las mujeres de estratos
medio–medio y bajos la compulsión económica
limita la educación y esa “disposición” o relativa
autonomía. (Wanderley, F. 2004).
El resultado paradójico es que, en condiciones
socioeconómicas favorables, el rol masculino tradicional como proveedor tiende a transformarse
con el correr sucesivo de las generaciones. En las
nuevas, es cada vez más sustantiva la presencia de
parejas de profesionales, con salarios independientes, que marcan una condición fundamental de la
emancipación femenina que no llega del todo por el
rezago de los cambios culturales frente a los hechos
materiales.
A la larga, sin embargo, son mujeres de sectores
de estratos altos las que se emancipan y aumentan
también los índices de divorcio o separación familiar, por la posibilidad con la que ellas cuentan
para sostenerse a sí mismas, especialmente si están
invocadas por los discursos modernos del derecho a
la individualidad, como son los discursos feministas
predominantes. Esto también redunda en cambios
de la estructura familiar; no obstante, acá también
contribuyen mujeres y hombres de estratos bajos
por otras razones: sobre todo por la migración como
recurso económico. Ambos fenómenos aportan a las
familias monoparentales y a la emergencia creciente de las consanguíneas, en las cuales las personas
responsables son principalmente mujeres separadas,
divorciadas y viudas.
c) Desocialización, proveedoras no reconocidas
y tiempos no conciliados
Las transformaciones señaladas, sobre todo en el
mundo del trabajo, condujeron a nuevos procesos
de socialización laboral que, en la mayor parte de los
casos, fue y están siendo sostenidos por las mujeres,
sobre todo porque se produjeron en simultáneo a la
precarización del régimen salarial y de los sistemas
de protección social y pública. Estos se volcaron
exclusivamente a prácticas de asistencia mínima o,
en su defecto, se expandieron mediante sistemas de
solidaridad comunitaria sostenidos por ong o redes
sociales y familiares. Es el caso, por ejemplo, de las
políticas de salud que, más allá de las preocupaciones
construcción de ciudadanía de mujeres
por la incorporación del e­nfoque mujer y género en
las mismas y sus altibajos, abren en este campo la articulación entre servicios públicos, particularmente
de salud, y servicios de ong especializadas en este
campo, para llegar con sus programas de atención
primaria y salud sexual a las zonas dispersas y pobres,
determinando al mismo tiempo la participación
de las mujeres como gestoras de salud. Es decir,
desocializada la responsabilidad por la protección
y seguridad sociales, estas son redefinidas como
funciones de las mujeres (“gestoras”).
A su vez, en estas modalidades asistenciales y
focalizadas de provisión de servicios, se observó una
cada vez creciente ruptura entre quienes accedieron al pacto estatal mediados por la economía y el
mercado, y los que fueron desplazados del mismo,
aunque sin perder entre ambos grupos los vínculos
de subordinación social, política y cultural. En este
contexto de mercado para los sectores de ingresos
medios y altos, y programas de asistencia para los de
ingresos bajos, se refuerzan iniciativas de políticas
para los excluidos del pacto y genéricamente designados como pobres, cuya principal expresión fue la
Estrategia Boliviana de Reducción de la Pobreza
(ebrp) en sus diferentes versiones (2001 y 2003),
contribuyendo a una dualización de la construcción
ciudadana.
Sobre todo en el caso de los sectores sociales de ingresos más bajos, los cambios señalados
han mostrado que la presencia de mujeres en los
mercados para generar ingresos, hacen que las
relaciones familiares de género pasen también por
otras vías. En cuanto a la provisión de bienestar,
esta se ha transferido masivamente a las mujeres
en condiciones que extreman su precarización
laboral. Un ejemplo al respecto es el sector del
trabajo doméstico remunerado que tiene un nivel
de exigencia alto por la gran competencia que se
da en un reducido mercado de trabajo, y por la
demanda de este trabajo en los hogares de mujeres
de estratos medios y altos.
En este marco, las mujeres trabajadoras en los
servicios domésticos distribuyen su tiempo en el
desplazamiento desde sus hogares hasta los hogares
de “las otras mujeres”, en el trabajo doméstico que
deben realizar en éstos y, luego, en sus propios hogares donde –en la mayor parte de los casos– perviven
las asignaciones culturales tradicionales en torno
37
a las responsabilidades según sexo, y donde ellas,
hijas o ahijadas, son las exclusivas responsables. Esta
situación impide la llamada “autonomía de sí” que,
en general, se origina por la condición socioeconómica que les impide eludir dichas actividades.
(Wanderley.2004).
Esta misma responsabilidad por el trabajo
doméstico, restringe las oportunidades de las mujeres empobrecidas en sus desplazamientos hacia el
mercado, a ciertos oficios de menor productividad.
Adicionalmente, ellas se ven desvalorizadas en sus
ingresos por su sexo y condición étnica. Hasta 2005,
su inserción en los sectores de ingresos medios y
altos, correspondientes al sector estatal y empresarial, estuvo cerrada, mientras la puerta fue y sigue
siendo amplia en los ámbitos laborales de más bajos
ingresos (sector familiar y doméstico).
Pero, aunque las mujeres son proveedoras o
perceptoras de ingresos, con gran habilidad para
salir al mercado laboral especialmente en la esfera
de los servicios, no han podido romper los esquemas
de inequidad privada al interior de sus familias. Una
estimación aproximada a la distribución del tiempo
entre actividades domésticas y de mercado muestra
la alta proporción de mujeres en las familias que
tienen como actividad principal el trabajo fuera de
la casa, detrás del cual no está visualizado el trabajo
doméstico no remunerado.
En el caso de mujeres populares, acá se cruzan dos desigualdades: la que involucra relaciones
económicas (de clase) y la que involucra relaciones
culturales (de género); es decir, la que proviene de
su relación de clase como trabajadoras manuales
y la que proviene de su relación de género como
proveedoras no reconocidas.
A ello hay que agregar el componente colonial
que gira sobre las relaciones de servicio aún situadas
en esquemas de servidumbre, a pesar de los cambios
en los marcos legales. Por ello no es extraño que las
mujeres que ejercen el trabajo doméstico asalariado
sean mayormente de origen rural e indígena y que
estén despojadas de las condiciones culturales de
la modernidad que, en su conjunto, se articulan a
través de la educación como factor de ciudadanización. Aunque se atribuye a la educación una gran
significación, en su caso ésta está en gran medida
ausente, lo mismo que su acceso al conocimiento y
a la información.
38
perfil de género bolivia
39
iv. Perfiles de género en el ejercicio de la ciudadanía.
Derechos políticos y civiles
1. Participación política
1.1. Participación y representación
Las reformas de “modernización estatal” impulsadas durante los ajustes estructurales apuntaron
a constituir al campo político sobre un discurso
fundado en la eficiencia y eficacia y la adhesión a
la gobernabilidad, la estabilidad macroeconómica y la democracia. Los arreglos institucionales
emergentes a su alrededor tuvieron su mayor
expresión normativa en la Ley de Participación
Popular (lpp) y la Ley de Descentralización Administrativa (lda), instrumentos que promovieron la configuración de un modelo participativo
que redistribuyó el poder desde el nivel nacional
hacia el municipal, donde las mujeres encontraron
un lugar importante. Las capacidades de decisión
general se concentraron en el nivel nacional y se
otorgaron competencias específicas y capacidades operativas y de gestión en el nivel municipal
y local, espacios próximos de la reproducción
cotidiana. Aunque este esquema dejó una debilidad política en el nivel territorial intermedio: el
departamento, el énfasis municipal no fue neutro
a género, como se vio.
Con todo, este modelo estatal, que hoy está en
disputa, amplió la lucha democrática por el poder
“hacia abajo” permitiendo que mujeres y organizaciones indígenas participaran más activamente de
las decisiones sobre desarrollo local, en el marco de
estructuras renovadas, y en la formación del poder
legislativo a nivel nacional.
Cuadro 9
Número de representantes nacionales electas
entre 1956 y 2005
Legislatura
Diputadas
Suplentes
Senadoras
Suplentes
1956/1958 (*)
1
1
–
–
1958/1960
–
1
–
–
1960/1962
–
2
–
–
1962/1964
2
4
–
–
1964 (**)
3
2
–
–
1966/1967 (***)
1
1
–
–
1979
1
2
1982/1985
1
3
–
2
1985/1989
4
7
–
3
1989/1993
11
13
2
2
1993/1997
11
19
1
1
1997/2002
13
28
1
9
2002/2007(****)
24
28
4
6
2005/2010
19
37
1
10
Totales
91
148
9
32
FUENTE: Elaboración propia sobre la base de información del Archivo del Congreso
de la República y la Corte Nacional Electoral (CNE).
(*)
Renovación bianual del Congreso.
(**) Congreso interrumpido por el Golpe de Estado del 4 de noviembre de 1964.
(***) Congreso interrumpido en 1969. Se elegían 79 Diputados
(****)Adelantamiento de elecciones el 2005.
40
perfil de género bolivia
Bajo esta redistribución del poder, se promulgaron instrumentos legales para promover una
mayor participación de las mujeres en la formación
de los poderes públicos, como fue la llamada Ley
de Cuotas que obliga a mejorar su representación
política nacional en un 30% en el Parlamento,
y también en los gobiernos municipales. Así, en
el periodo 2002–2005, ese porcentaje fue alcanzado en la composición del Parlamento. Pero,
principalmente, en los gobiernos municipales las
mujeres han incrementado su participación como
candidatas del 29,4% (2000) al 35,9% (2005) y
como alcaldesas al lograr un 8,5% del total de
alcaldes para 2005.
Gráfica 1
Mujeres concejalas
Pando
Beni
Santa Cruz
Tarija
potosí
Oruro
Cochabamba
La Paz
Chuquisaca
0
100
200
Total
300
400
500
600
Mujeres
Fuente: Coordinadora de la Mujer. 2005
Igualmente, las reformas constitucionales de
2004 rompieron el monopolio de los partidos en la
representación política, de cuya militancia las mujeres constituyen una escasa proporción, reconocen
las agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas
como sujetos políticos, los que –por ley específica– deben incorporar una cuota de representación
femenina no menor al 50%.
Esas disposiciones incrementaron la representación política y el desarrollo de capacidades de
gestión de demandas de las mujeres a nivel local;
sin embargo aun provocan resistencias en distintos ámbitos del quehacer político cuando no una
instrumentación de capacidades y liderazgos de las
mujeres por parte de las dirigencias partidarias y
sociales para fines particulares. También provocan
reclamos por las tensiones que su participación
produce en la distribución de su tiempo entre el
espacio público y el doméstico.
Precisamente, en esta tensión, prima el uso
del escaso tiempo disponible para participar y, solo
después, para ejercer la representación. Pero es
inexcusable el dominio de ciertos recursos culturales
para desenvolverse en los niveles de liderazgo que,
en gran medida, dependen del conocimiento de la
esfera pública y política. En palabras de las mujeres
esto significa información, capacidades específicas,
niveles de instrucción, espacios de “escucha”, además de manejo de la lengua oficial. Para las mujeres
migrantes excampesinas, que han logrado funciones
en la gestión municipal, la educación y adquisición
del castellano son consideradas como medios que
les han permitido llegar donde están. (Grupo focal
La Paz. Marzo 2006).
Por otro lado, la asignación de recursos a los
municipios despertó el interés de los partidos políticos29, incrementando la competencia electoral
entre mujeres y hombres, conservando formas
tradicionales de hacer política, buscando beneficios
personales, prebenda y clientelismo. Se ha podido
observar que las mujeres son incluidas en listas de
partidos políticos y agrupaciones ciudadanas como
“relleno”, para cumplir con la formalidad de la cuota
y poder habilitarse para la contienda electoral. Y
que, una vez electas, las mujeres son acosadas para
excluirlas del cargo y colocar al suplente (hombre),
rompiendo la norma. El ejercicio de distintas formas de presión sobre las mujeres, conocido como
acoso político, empieza a cobrar notoriedad, especialmente hacia las concejalas municipales; hoy
se habla del acoso como problema público cuyos
soportes argumentativos son desvalorizadores de las
mujeres y orientados a impedir su ejercicio político
hasta lograr su exclusión. Este problema aún no
ha logrado ser parte de la agenda pública ya que el
sentido común lo califica de “subjetivo” y producto
de la “imaginación” de las mujeres. No obstante,
por iniciativa de organizaciones sociales30 circula
29 Los municipios reciben alrededor de 470 millones de dólares al año equivalente al 20 % de coparticipación tributaria.
30 Principalmente la Asociación de Concejalas de Bolivia (acobol).
perfiles de género: derechos políticos y civiles
un proyecto de Ley contra el Acoso Político31.
(Entrevistas a mujeres concejalas. 2006).
A pesar de contar con un marco legal amplio,
(Ley 1704 de Reformas y Complementación al
Régimen Electoral que introduce la cuota de un
mínimo de 30% de mujeres en listas de candidatos a
diputados y senadores, y concejos municipales; Ley
de Partidos Políticos; Ley de Participación Popular,
y la ley de agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas), la participación y representación políticas
de las mujeres sigue encontrando obstáculos en la
cultura androcentrista, el andamiaje institucional de
los sistemas de representación y de poder construidos con apego a patrones masculinos, y las mayores
exigencias que se imponen a las mujeres. Pese a ello,
es importante el progresivo incremento de su participación a nivel local y también nacional. (Anexo
2 - Área participación Política), y recientemente en
los espacios de la Asamblea Constituyente (33 % del
total de asambleístas).
Además, se debe mencionar la relativa mayor
participación de mujeres en la región de la llamada
media luna, donde su representación en gobiernos
municipales es más elevada que en la región andina
dado que en ésta las limitaciones en la posesión de
tierra son más agudas.
a) Redefinición de la democracia en el contexto actual
Bajo el actual proceso político que vive el país, la
democracia viene redefiniéndose al auspicio de
demandas más globales y sujetas al predominio de
lo cultural. Este énfasis supone una tendencia a la
invisibilización de variables como la de género por
cuanto expresaría un proyecto ajeno y occidentalizante. Varias consecuencias se derivan de esta interpretación. En primer lugar, que el universo de las
mujeres no es culturalmente homogéneo; esto abre
un campo de intereses diferenciados entre mujeres
indígenas y mujeres no-indígenas, señalando que
–hasta ahora– estas últimas habrían hegemonizado
la representación femenina desde una perspectiva
que ignora las estructuras comunitarias y relaciones
41
de reciprocidad a su interior. El cuestionamiento
que esto implica ha tenido también como correlato
la opacidad o crisis del feminismo y de sus estructuras organizadas en el país.
En ese sentido, pareciera que, como resultado
del predominio argumentativo a favor de la ­igualdad
y el reconocimiento, en el país se está dando un
bajo posicionamiento crítico con relación a los
problemas de género y una tendencia a absorber
los problemas de las mujeres en las relaciones familiares o comunitarias. Como resultado de ello
se tiende a relativizar o minimizar el valor de los
derechos individuales, sobreponiendo a ellos los
derechos colectivos y también los usos y costumbres, aunque en un creciente proceso de debate y
enriquecimiento.
Estos aspectos parecen estar condicionando la
institucionalidad y la política pública de género, que
se suma al bajo grado de eficiencia reconocido como
un factor adverso de la actual gestión, y que ponen
una adicional dificultad a la actual administración
gubernamental en este campo. Si bien –en opinión
de varias expertas– el bajo nivel de eficiencia fue inherente a los gobiernos de los últimos años (Estrategia
acdi. Taller de Presentación y Diálogo, 2007), hay
que señalar que en el contexto actual esa perspectiva
responde a un canon ideológico manifiesto que se
sobrepone al canon predominante en lo previo.
De manera paralela, la democracia en Bolivia
también se está redefiniendo al calor de los procesos de descentralización y autonomía departamental que responden a una larga acumulación de
demandas regionales que tuvieron su ápice en el
referéndum autonómico de julio del 2006, y de la
explosión de demandas de gobiernos autonómicos
departamentales en paralelo, y hasta a contrapelo,
del proyecto de nueva constitución. Estos procesos
concurren al mismo tiempo que demandas por autonomías indígenas, cuya discusión gira en torno a
la propiedad de los territorios y aprovechamiento
de sus recursos. A ello se suma también la demanda
de consolidación de la autonomía municipal que se
viene ejerciendo en los términos de la Ley de Parti-
31 Según datos logrados hasta hoy, en el campo de la representación local–municipal, los casos de acoso sexual identificados por
denuncia han sobrepasado el número de 168 en lo que va del año 2000 al 2007, es decir, un promedio de 24 casos por año.
(acobol, 2007).
42
cipación Popular de 1994. Por la proyección política
de esta demanda –que ha adquirido hegemonía en
los llamados “departamentos autonómicos”– existe una tendencia a invisibilizar a las mujeres bajo
planteos conservadores que la asocian al hogar y a
las “buenas costumbres”.
El país, así, está en un proceso de transformaciones que supone que los diferentes campos de
actividad estén sujetos a permanentes transiciones
entre permanencia y cambio. Por ello, aun están por
verse las derivaciones del proyecto de Constitución
Política del Estado (cpe) aprobada por el mas y sus
aliados en la ac. Una anotación fundamental en ese
sentido es el modo cómo se concibe los derechos de
las mujeres en esa propuesta; qué da pie a la posibilidad de reafirmar y proyectar logros conseguidos
en años anteriores, y si ello está en contradicción
o no con lo sugerido por el discurso de vertiente
étnico-nacionalista.
b) Acoso político y sexual
Con todo, la ampliación y renovación de la esfera
pública con el ingreso de las mujeres supuso para
ellas una mayor representación principalmente a
nivel local–municipal y no tanto a nivel nacional,
y de manera excepcional en la representación a la
Asamblea Constituyente (34%), como espacio de
deliberación amplio (Ministerio de Justicia y otros,
2007). La mayor permisibidad de mujeres en ámbitos locales de representación, tiene que ver con su
menor carácter determinante políticamente. Pero
también es en ese ámbito donde se producen los
obstáculos más difíciles de sortear para mantenerse
en los cargos, ya que en los niveles nacionales –donde las mujeres están sub-representadas– ellas tienen
más capacidad para preservar su presencia frente a
prácticas masculinas que la obstaculice.
Esto pone en evidencia la ausencia de una institucionalidad jurídica que preserve los derechos
igualitarios de hombres y mujeres en el marco de la
disputa por los cargos públicos, evitando las prácticas de violencia física y sexual, o hasta amenazas de
muerte, utilizadas por los hombres para amedrentar
y excluir a las mujeres en el espacio político, especialmente en el área rural donde el Estado está más
ausente. Es necesario poner atención a este aspecto
no solo a nivel local sino también regional y nacional, puesto que se requiere proyectar un horizonte
perfil de género bolivia
institucional para que las prácticas en la lucha política y otras puedan orientarse hacia el destierro de
actitudes y acciones discriminatorias y abusivas de
cuño genérico pero también abiertamente racistas,
hacia el que las mujeres desde sus diferentes vertientes clasistas y culturales puedan contribuir.
c) Instrumentación de la participación de las mujeres
También sabemos que, en el campo de la política,
las mujeres suelen ser víctimas de la poca institucionalización de sus representaciones políticas o
de su poca capacidad para propiciar la deliberación
democrática bajo reglas definidas. Vemos también
con preocupación que no se percibe una clara demarcación del ejercicio del derecho a la disidencia
individual por su parte. El carácter corporativo del
liderazgo impone un estilo de hacer política que evita
procesos de reflexión sobre los méritos ideológicos y
políticos de la militancia, y que les antepone arreglos
informales que terminan desvirtuando la opción a la
que representan, al calor de actitudes personalistas.
En otros casos, la falta de reflexión política sobrepone
una práctica arbitraria que se ajusta a las coyunturas
del día a día y a las disputas que éstas generan, a veces
sin un horizonte estratégico claro.
Un elemento que sale a superficie es la falta de
solidaridades femeninas entre las propias mujeres, a
favor de solidaridades partidarias. Esto significa que
las mujeres suelen despojarse de sus diferencias con
los hombres y aliarse a ellos bajo el mandato que viene
de las estructuras jerárquicas de autoridad. Es decir,
se antepone el partido y su programa –si lo tiene– a la
condición de género (Ministerio de Justicia y otros,
2007). Esto parece expresar una tendencia a opacar la
particularidad de las mujeres, más aún cuando la política se viene desplazando hacia campos cada vez más
generales y estructurales. También parece expresar una
voluntad de postergar las demandas de las mujeres por
las propias mujeres, en aras de la unidad de su organización aun a costa de su atraso en la materia.
d) Representación y tiempo de las mujeres
En contextos de pobreza extrema, las mujeres que
entran en la arena política encaran dificultades para
atender responsabilidades políticas y familiares simultáneamente. Su inclusión en listas de candidatos
perfiles de género: derechos políticos y civiles
y posterior elección no significa cambios en su vida
y trabajo doméstico, pues ellas continúan con sus
responsabilidades familiares y sujetas a la autoridad
del cónyuge. A nivel local, las chances de conciliar el
espacio público y privado se sustentan en la cercanía
de lazos primarios y relativa facilidad de apoyo en
redes familiares y sociales; lo que no ocurre con la
representación en los niveles nacionales.
Para los estratos medios y bajos, las redes familiares favorecen la sustitución en el trabajo doméstico y la presencia (y continuidad) de las mujeres en
el ejercicio público.
Las condiciones socioeconómicas y familiares
inciden en la concepción del tiempo. En condiciones de pobreza extrema se acrecienta la noción y
valor del tiempo destinado a su máxima utilidad
productiva. Al feminizarse el mercado laboral en un
marco de precariedad y de competencia, el tiempo
productivo y reproductivo se administra bajo la
presión que impone la búsqueda de fuentes de
recursos en condiciones adversas, y la satisfacción
de demandas familiares cada vez renovadas y con
mayores estándares de consumo bajo los espectros
de la globalización, sobre todo en ámbitos urbanos.
En las zonas rurales, sobre todo del occidente y el
circuito de valles interandinos, la actividad agraria
supone una exigencia superior de tiempo y esfuerzo
laboral, ya que dadas sus características de calidad
de tierra y acceso a tecnologías de producción, son
convocados al trabajo no sólo hombres y mujeres,
sino también los niños(as).
Así, a la par de la generación de normas jurídicas para estimular y reconocer la participación
de las mujeres en la esfera pública, en Bolivia, se
constriñeron las condiciones de reproducción económica y cultural, especialmente para las indígenas
más pobres, ensanchando la desigualdad. Esta no
es sólo la consecuencia sino la causa de dificultades
del ejercicio de la política, de los derechos, de la
acción pública y privada, cuyas damnificadas son
mayormente mujeres pobres e indígenas.
Por ello, en muchos casos, la participación ha
obedecido a vías de coacción, o a la obtención de
ciertos beneficios materiales. Un ejemplo elocuente
en ese sentido se relaciona con la dotación de desayuno escolar en zonas rurales del país, a cambio
del cual ong y/u organismos de cooperación multilateral exigen, como contraparte, la construcción
43
de infraestructura física para preparar los alimentos
por parte de la comunidad. Las zonas más alejadas y
con mayor presencia de ancianos no pueden cumplir
este requisito, a pesar de ser casi siempre las más
pobres y desatendidas del país. En esos casos, la
participación condicionada lleva a efectos contraproducentes en aras de que la redistribución llegue
a los más desfavorecidos.
En la cultura dominante, la valoración del tiempo femenino se asocia a un tiempo de servicio a los
demás y casi nunca a la individuación necesaria para
todo sujeto en tanto ciudadano. Por eso, la participación es observada por muchas mujeres como un
“escape” a la rutina y a la dominación masculina, al
menos momentáneamente, y también es justificada si
tiene frutos para todos los miembros de la familia.
Cuando no es así, la mujer que participa es
estigmatizada según concepciones culturales de
fuertes tintes conservadores inherentes a la población boliviana.
Finalmente, la relación representación y
tiempo está fuertemente asociada al ciclo vital.
Cuando la líder contrae matrimonio abandona
casi irreparablemente su función para volcarse a
la vida doméstica, cediendo la participación a los
hombres. Solo permanece si su ciclo familiar le
permita mantener su actividad política, sobre todo
cuando los hijos(as) pueden desenvolverse por sí
solos. (Grupos focales La Paz, Santa Cruz rural.
Marzo y abril 2006).
Es decir, el ciclo de la representación y liderazgo de las mujeres es relativamente corto, pues
existe una estrecha relación entre tiempo doméstico
y tiempo político. Sólo las mujeres que cuentan con
un soporte extra para cumplir las tareas domésticas
en el hogar, o se hallan en un ciclo familiar favorable, disponen de tiempo para la política, para lo
cual deben estar preparadas para la argumentación
que exige el orden estatal, sustentada en la lectoescritura.
1.2. Vida pública y vida privada: rivalidad
entre mujeres
Como se ha dicho, las mujeres participan más cuando disponen de ayuda doméstica, lo que le imprime
a la participación un carácter social que privilegia a
grupos sociales de medianos y altos ingresos. Esto
44
pone en tensión la relación entre ciudadanía política
y ciudadanía económica; y llama la atención sobre el
hecho de que participar en política es un rédito.
Asimismo, en los ámbitos de mayor influencia
política, como el Parlamento, mujeres de las elites
acceden por méritos propios al haber desarrollado
capacidades individuales para hacerlo; cosa que no
ocurre con mujeres de sectores populares que llegan
a ese poder muchas veces gracias a las “planchas”
de los partidos en pugna, aunque a partir de ahí
inicien una carrera con méritos propios. Por otro
lado, las mujeres se ubican en un nivel de desventaja
para representar cuando las diferencias culturales y
en el habla se tornan más agudas con respecto a los
hombres, sobre todo entre campesinos(as) e indígenas. En estos casos, el dominio de lo público pasa
por el dominio oral y escrito del idioma castellano,
dominante en las interacciones en la relación con
el Estado y sociedad. Así, las mujeres líderes son
sobre–vigiladas en su desempeño sea porque “no
saben hablar” o porque “hablan demasiado”. En ese
sentido, en la gestión de los municipios se observa
una mayor participación de mujeres “letradas” y
castellanizadas o, al menos, bilingües.
Como se ha mencionado, su participación
está regida por el ciclo familiar; es más posible
esa participación cuando las mujeres tienen hijos
que han pasado ya la fase del cuidado; o cuando
las mujeres aún son solteras. Pero, cuando la
participación se da de soltera, el riesgo de ser
objeto de acoso sexual es mayor; se sugiere que
las mujeres solteras, además, son objeto de una
estigmatización por cuanto ellas participarían de
la política porque estarían “buscando marido” o
porque serían “libertinas” (Viceministerio de la
Mujer. 2003; asdi. 2006).
Por otro lado, las modalidades de la participación diferenciada por estratos de ingreso, para alcanzar equidad e igualdad de oportunidades y derechos,
están marcadas por los procesos de desafiliación
laboral que fueron consecuencia de la crisis de la
economía estatal y de la competencia que afectó a
los espacios primarios de cohesión y sociabilidad al
constituirse en nichos de subsistencia.
perfil de género bolivia
Salvo contados casos, estas circunstancias pusieron en tela de juicio conceptos unilaterales de
una supuesta solidaridad inherente a las mujeres
y a los indígenas en general. Lo evidente ha sido,
en las dos últimas décadas, la competencia por la
sobrevivencia que ha tenido una serie de manifestaciones de exclusión cultural, cuyo sentido está en
la inferiorización del otro o de la otra y en actos de
despojo y violencia cotidiana que, en sus extremos,
adquiere expresiones de lucha de pobre contra
pobre. La movilidad social de uno/a es vista como
una amenaza para el/a otro/a. En nuestro país, este
hecho llega a mayores complejidades por un contexto preñado de valores coloniales.
Entre las mujeres, esos valores se han reproducido en la inferiorización de la otra bajo conceptos
estigmatizantes de desprecio por lo indígena o lo
“inferior”, siendo la mujer quien se ubica más cerca de esas categorías y es, por tanto, más excluida.
Ello da cuenta de la persistencia de argumentos de
exclusión relacionados con la educación y elementos
raciales. Eso lo que exige una nueva discusión sobre
lo que implican los espacios de reproducción de
las relaciones primarias o afectivas y comunitarias,
instaladas en un contexto de desigualdad general. En
este sentido, cobra especial importancia en el país
el hecho de que la emancipación de unas mujeres
se sostenga sobre la subordinación de otras por la
división del trabajo doméstico remunerado y no
remunerado, y del trabajo manual e intelectual.
Ese hecho, también ha estado reforzado por
la subordinación y exclusión de las mujeres en los
espacios de poder, a los que la cultura dominante
otorga características masculinas. Por ello, las mujeres observan que su acceso al poder implica la transformación de la identidad femenina, culturalmente
refrendada por valores de la vida privada y emocional, hacia esquemas de comportamiento valorados
como masculinos. Según la mayoría de las mujeres,
una mujer se convierte en hombre cuando adquiere
poder. (Grupo focal La Paz. Marzo 2006).
Las rivalidades femeninas persistentemente validan grados elevados de des–lealtad entre ­mujeres32,
sobre todo cuando acceden a posiciones de poder.
32 En las entrevistas se manifestaron algunos testimonios relativos a ello y también a las disputas y rivalidades entre mujeres profesionales que, en casos, también han internalizado los criterios de eficiencia y competitividad para construir su relación.
perfiles de género: derechos políticos y civiles
La mujer con poder no sólo adquiere –casi siempre– las actitudes del hombre, sino que las refuerza
para diferenciarse de sus pares y establecer así los
límites al ascenso de las otras, consideradas como
sus adversarias. Un resultado de esto es la ruptura
entre mujeres de clase media y mujeres de organizaciones de base. Estas últimas no otorgan legitimidad
a las primeras en la representación de demandas de
género; por el contrario, las asocian con el polo del
poder que las ha subordinado. Y si bien reconocen
la existencia de problemas inherentes a la condición
de mujeres, establecen claramente que las demandas
de mujeres de sectores medios, expresadas a través
de las ong, no son sus demandas. Esto es particularmente cierto para las mujeres de la zona andina
del país. (Grupo focal La Paz).
Por eso es que gran parte de las mujeres
prefiere reconocer más la autoridad masculina
que la femenina y aceptar ser “mandadas” por
hombres, aún sabiendo que éstos no cumplirán
con sus demandas específicas. La aceptación de la
“autoridad” masculina y el rechazo del liderazgo
femenino es reconocida y hasta justificada por las
mujeres con el argumento de que los “hombres
son más solidarios” con las mujeres que las mujeres
entre sí. (Grupos focales Cochabamba y Tarija.
Abril 2006).
Esto está asociado a la valoración que le dan
al ámbito público, como ámbito masculino y de
interacción racional, donde la habilidad de la
gestión es un rasgo que legitima la autoridad o
la representación. Para las mujeres, los hombres
están mejor capacitados culturalmente para ejercer
funciones públicas y participar, gracias al dominio
más cercano que tienen con el “papeleo” o con la
escritura y la lectura como factores básicos de las
modalidades de interacción vigentes en la estructura
jurídica y organizativa del Estado a nivel nacional
y subnacional.
Por eso es que las mujeres perciben que “su
solidaridad” sólo se hace visible en aspectos concernientes a los “roles de mujeres”; mientras que eso
ya no es así cuando se está en los espacios públicos,
principalmente políticos. Sobre todo en las organizaciones mixtas, las “mujeres no otorgan confianza a
otra mujer” para un cargo de dirección; allí prefieren
orientar su confianza hacia los hombres. (Grupo
focal Cochabamba y Tarija. Abril 2006).
45
Estas constataciones desafían el aprendizaje de
construcciones interculturales entre mujeres sobre
los núcleos comunes de la problemática de género,
y la conciencia acerca del carácter condicionante de
la propia subordinación de género en su rivalidad.
2.Medios de comunicación: construcción
patriarcal de la opinión pública
Uno de los obstáculos a la ampliación de la representación política de las mujeres –y en general al
cambio de la cultura pública– son los medios de
comunicación y su fuerza educativa considerada
estratégica por el movimiento feminista y el organismo gubernamental de género. Ellos moldean la
opinión pública e individual, estructuran esquemas,
opiniones y hábitos de pensamiento y acción; por
lo que se vuelven “actores” claves en la creación
y recreación de visiones del ser y quehacer de las
mujeres. En sus visiones siguen predominando modelos tradicionales basados en la subalternidad de la
identidad femenina, que es traducida en prácticas
sociales centradas en las funciones de madre, esposa,
ama de casa, o modelos según los cuales las mujeres
siguen siendo objeto manipulable de publicidad
bajo estereotipos y roles opuestos a su participación
pública y estructuras del poder estatal. Según Flores
(2003), un 37 % de los anuncios publicitarios utilizan la imagen de mujeres como objeto o “gancho”
para seducir con un producto, cuando no se trata
de la mujer como “producto” mismo.
Por ello, la atención a los trabajadores de medios es prioritaria para lograr realismo, pluralidad
y no discriminación de las mujeres en la emisión de
mensajes e imágenes además, es necesario estimular
la participación de las mujeres en actividades comunicativas y artísticas, además de generar medios alternativos de comunicación a favor de la equidad. En
esta dirección se impulsaron acciones respaldadas
en conocimientos sobre la realidad de las mujeres
en diferentes espacios, que neutralizan la acción
e impactos de los medios. No obstante, hasta hoy
no se ha podido cambiar su esencia patriarcal en la
producción cultural cotidiana. (Sélum. 1999).
Las mujeres critican la influencia de los medios
porque sienten que su influencia en los comportamientos de los(as) jóvenes, principalmente, sobrepasa
46
la institución familiar quitando “autoridad” a los
padres / madres hacia sus hijos. Son mujeres las que
sugieren acciones o políticas para regular el trabajo
de los medios de comunicación porque advierten que
los mensajes e imágenes estimulan conductas sexuales
precoses y otras no deseadas. (Grupo focal Tarija.
Abril 2006). Esta demanda contrasta con la ausencia
de una crítica hacia las imágenes estereotipadas de
las mujeres y de propuestas destinadas a fomentar
imágenes equilibradas de las mujeres en los medios,
en un país donde no existen políticas regulatorias y
donde los trabajadores de medios apenas inician el
trabajo de una comisión de ética profesional. Donde,
por otro lado, existe una sobrepresencia de canales
de televisión y radioemisoras que da lugar a redes
informáticas y a una tendencia a monopolizar la información y la comunicación oral, visual y escrita.
Siguiendo a Flores (2003), hay 405 radioemisoras registradas en el país (25% en La Paz, 18%
en Cochabamba y 19% en Santa Cruz); en cuanto
a canales televisivos, existe un total de 92 en todo
el país, 39% de los cuales están en esos mismos
departamentos, y para los que no rige ninguna
regulación estatal bajo el argüido principio de
garantía a la libre expresión. El seguimiento a un
día informativo refleja la nítida ausencia femenina
en temáticas políticas y deportivas (Flores 2003);
existen programas “femeninos” estereotipados, y
con anuncios publicitarios que en un 37% utilizan la
imagen de la mujer como objeto, adorno o “gancho”
para seducir con un producto. El 15% de la publicidad difundida en Bolivia promociona productos
o servicios destinados a la mujer, mientras el 17%
vende la idea de felicidad a través de la mediación
del producto. (Flores y red ada 2005).
Este accionar de los medios no deja de ligarse al
hecho que sus propietarios, privados y masculinos, no
aceptan que el tema de género sea trabajado desde una
óptica que contradiga sus intereses económicos. Por
otro lado, se mantiene el lenguaje sexista en la denominación de los sujetos en genérico masculino, cuyo
sentido y fuerza reproduce los códigos patriarcales
impuestos por la tradición. Lenguaje, imágenes y mensajes siguen reflejando la naturaleza sexista de nuestra
sociedad y contribuyen a reforzar la desigualdad construida sobre la diferencia sexual. (Sélum. 1999).
En este contexto, entre 1993-2006 se ­crearon
redes nacionales de mujeres comunicadoras, redes
perfil de género bolivia
de radios comunitarias que coordinan y se interrelacionan con otras redes regionales e internacionales, cuyo valor fundamental es impulsar cambios
culturales en pro de la equidad, favorecer iniciativas innovadoras de comunicación y fomentar la
participación de mujeres en los niveles de decisión
de estos medios. El movimiento de mujeres ha sabido captar potencialidades de estos mecanismos y
usarlos para difusión e intercambio de información.
Tales los casos de Red Ada, Revista Crónica Azul,
Radio Pachamama en El Alto, Radio Encuentro en
Sucre, Radio Alternativa en Santa Cruz, y Radio
Deseo, entre los más notables y conducidos por
mujeres. Su alcance –aunque creciente– es aun
escaso en comparación con las grandes empresas
mediáticas.
3.Tendencias organizativas
y patrón cultural
Desde los conflictos que vivió el país entre 2000-2005,
se puso en el tapete demandas y consignas de dimensión nacional como las referidas al rechazo a
la tendencia privatizadora previa del bien común,
al modelo neoliberal; a la plena soberanía nacional frente a los organismos internacionales, a la
retención nacional del excedente económico principalmente del gas y a los recursos naturales. Ellas
vinieron con una consolidación de la tendencia
organizativa de las mujeres populares en organizaciones sociales de carácter gremial y la emergencia
de nuevos sectores sociales populares organizados
en movimientos sociales diseminados por distintas
regionales del país. Esta diseminación también ha
hecho evidente que –aun cuando se trate de demandas y conflictos sectoriales o muy locales– la
movilización tiene capacidad de conmocionar la
política al nivel nacional.
Las demandas nacionales, sectoriales y las que
abogan por la multiculturalidad –articuladas a las
reformas estatales, autonomías, y relaciones de
propiedad que marcaron el viraje político ideológico
y de dirección económica del país– son las que hoy
marcan las tendencias organizativas y culturales del
país bajo un claro contenido redistributivo.
El desplazamiento ocurrido en la función del
proveedor desde el ámbito masculino hacia el feme-
perfiles de género: derechos políticos y civiles
nino, ha significado el fortalecimiento y expansión
de las organizaciones económicas y gremiales de
las mujeres, y de una carga que no sólo es material
sino también subjetiva, pues se han convertido en
proveedoras carentes de poder en la medida que ello
no ha implicado un proceso necesario de re–adaptación cultural de los hombres y las mujeres, ni de
re–configuración de la cultura pública coherente a
ese cambio. Esta falta de complementación cultural
refuerza los complejos supuestos de la dominación
patriarcal sobre la base de la violencia doméstica y
sobre la doble jornada femenina. Ambos fenómenos
se agudizan hoy y expresan un “malestar” masculino
que surge de la deslegitimación del hombre como
proveedor, bajo un debilitado régimen salarial que
conspira contra la posibilidad de que los hombres
acompañen las acciones de las mujeres en la promoción de sus derechos. Ello se traduce en (re)acciones
opresivas y violentas que contrastan con la propuesta
de relaciones de complementariedad igualitaria.
Los desplazamientos señalados marcan
también una profunda crisis de las mediaciones
políticas en el país que, en parte, se expresa en
la vigencia incrementada de las organizaciones
sociales que, incluidas las llamadas asociaciones
ciudadanas y cívicas, han venido actuando de
manera significativa en sustitución de los partidos
políticos en la intermediación de las demandas
sociales. Esta tendencia, junto a las dificultades e
ilegitimidad con que los partidos convencionales
intentan hoy su recomposición, reclama una gran
atención a las estructuras de las organizaciones
sociales que –como fuera mencionado en apartados anteriores– no acaban de democratizar sus
estructuras internas, y sin que se llame la atención
al respecto dada su fortaleza para la deliberación
pública. En la consideración de la cuestión de la
democracia en las organizaciones sociales, es pues
necesario incidir en el modo cómo se establecen
las relaciones entre hombres y mujeres en cada
una de ellas para afianzar genuinamente los liderazgos de las mujeres y evitar que sus funciones y
roles sean puestos en cuestión mediante recursos
deleznables diversos.
El protagonismo de las mujeres populares y de
sectores medios en los movimientos sociales fue y
sigue siendo masivo y orgánico, superponiéndose a
las organizaciones e instituciones que hasta el 2000
47
lideraban las demandas de equidad de género. Las
movilizaciones del periodo 2000–2003 merecieron
un análisis para conocer el sentido y naturaleza de la
participación y acción colectiva respecto a género,
y los marcos de interacción entre organizaciones
de mujeres y otras mixtas, evidenciando que esa
masividad no tuvo correlato con papeles dirigentes.
(Arnold y Spedding. 2004).
La fuerza de las movilizaciones por demandas
nacionales, culturales y redistributivas ha hecho que
el término “movimiento social” reemplace al de
organizaciones populares, sindicales, campesinas,
indígenas, gremiales, juntas vecinales, jubilados,
desempleados o de cualquier otro sector que esté
dis­puesto a movilizarse junto a otros por alguna
causa común, empujando los procesos políticos.
Esta denominación crea cierta homogeneidad del
llamado campo popular en torno a lo indígena y
objetivos generales, pero oculta su diversidad y
heterogeneidad clasista.
En una convergencia entre estos movimientos
sociales y el Gobierno, las demandas sobre acceso a
los poderes políticos, control de los recursos naturales, mayor reconocimiento cultural, se consolida el
desplazamiento de las energías de las mujeres hacia
organizaciones más gremiales y/o corporativas. En
contraste, las mujeres feministas de sectores medios
siguen concentradas en ong y algunas entidades
políticas como la Asociación de Concejalas de Bolivia (acobol), la Articulación de Mujeres por la
Equidad e Igualdad (amupei), la Unión de Mujeres
Parlamentarias de Bolivia (umpabol) y el foro político de mujeres. Estas instituciones fungieron
en lo previo como redes transmisoras de demandas
específicas, de reconocimiento y de exigencia de
derechos, a la vez que aspiraron a visibilizarse a sí
mismas al visualizar las demandas feministas.
Ante el protagonismo que han adquirido
las organizaciones sociales, gremiales y culturales, las entidades feministas –principalmente la
amupei– están concentrando su accionar en la
construcción de espacios de capacitación, debate
y deliberación, a los que convocan a las diferentes
organizaciones sociales de mujeres, sobre todo
campesinas e indígenas, en los niveles regionales
y locales, con el objetivo de establecer proposiciones de género en toda su heterogeneidad y
diversidad cultural, y de identificar los núcleos
48
para una agenda común de equidad de género en
la coyuntura actual33.
La participación política de las mujeres agrupadas en los mecanismos gremiales, han logrado una
importante movilización y participación concentrada en la opción de ser representantes de sus propias
opciones políticas y culturales más generales. Ante
la persistencia de su subordinación, sobre todo de
las más pobres y dependientes del incierto mercado
laboral o de servicios de carácter público, ellas “se
dan tiempo” para participar, más aun cuando de por
medio está la amenaza de perder algo.
4. Legislación y ejercicio ciudadano
Atendiendo los avances en reformas legales orientadas a eliminar la discriminación jurídica contra
las mujeres, podría decirse que es muy poco lo que
queda por hacer. Sin embargo, las evidencias sobre
la situación de las mujeres señalan que se está aun
ante una legislación muy lejos de ejercerse o cumplirse plenamente.
Los avances en la legislación atañen tanto la
legislación internacional como nacional.
En materia de legislación internacional, Bolivia
ha suscrito numerosos tratados como la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, la Convención
sobre los Derechos del Niño, el Pacto Internacional
de Derechos Económicos Sociales y Culturales, el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y otros instrumentos relevantes como
la Convención Interamericana sobre Concesión
de los Derechos Civiles a la Mujer, sobre la concesión de los derechos políticos, la relacionada con
la nacionalidad de la mujer casada, la de derechos
civiles de la mujer, la cedaw, y la Convención
­Interamericana para Prevenir y Erradicar la violencia contra la Mujer.
De manera correlativa, los cuadros que siguen
nos muestran el volumen de compromisos del Estado boliviano respecto a tratados internacionales
ratificados y los que no lo están, tanto en los que
perfil de género bolivia
conciernen la defensa de los derechos humanos en
general como de los referidos a los derechos de las
mujeres en específico.
Igualmente importante son los avances en materia de reformas legales a nivel nacional, como nos
muestra el siguiente cuadro síntesis.
No obstante, las dificultades para su aplicación son enormes por las escasas capacidades de
regulación operativa, construcción de las instituciones requeridas para su prestación o fomento,
a la insuficiente asignación de recursos para su
funcionamiento o cumplimiento, a la falta de mecanismos institucionales que pongan en vigencia los
tratados y convenios firmados; pero también, a la
falta de información y conocimiento sobre tratados,
legislaciones y sobre la eficacia que pueden tener
algunos mecanismos institucionales nacionales y
regionales en pro de los derechos humanos de las
mujeres. Es decir, la promulgación de derechos
no necesariamente va de la mano de políticas
correspondientes, de la creación de mecanismos
instituciones y acciones concretas que pongan los
derechos en vigencia.
En cambio, los compromisos originados en la
Cumbre Mundial de Desarrollo Social y la Plataforma de Acción de Beijing (1995), han sido plasmados
en política sectoriales orientadas principalmente a la
reducción de la pobreza. En el marco de reducción
de la pobreza, se encuentra justificada la responsabilidad estatal de protección o asistencia social de
los sectores que no tienen chance de protección por
la vía del salario. Es decir, exceptuando los sectores
asalariados, las y los demás trabajadores, principalmente del sector informal han sido considerados
como pobres antes que como productores o agentes
económicos o sociales.
Los avances en la legislación, pues, se asocian a
un Estado que asume dos figuras: la del Estado garante formalmente de derechos humanos universales, y
la de un Estado que niega la capacidad de su ejercicio
por un entorno de políticas económicas y sociales que
van en contra ruta de la posibilidad para su acceso
y ejercicio, o que son insuficientes para generar los
mecanismos institucionales pertinentes a tal fin.
33 Ver Mujeres en ENLACE No 2. 2007. amupei. La Paz, Bolivia.
perfiles de género: derechos políticos y civiles
49
Cuadro 10
Tratados Internacionales ratificados por el Gobierno boliviano
Firma
Entrada en vigor
Ratificación
Fecha
Declaración Universal de los Derechos Humanos
1948
Convención para la prevención y la Sanción del delito de
Genocidio
1948
12/01/1951
Firma no ratificada
Convención para la supresión del tráfico ilegal de personas y de
la explotación de la prostitución de otros.
02/12/1949
25/07/1951
D.S. N° 19777
13/09/1983
Convención sobre el Estatuto de Refugiados
1951
22/04/1954
Convención sobre el Estatuto de los Apátridas
28/09/54
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención para reducir los casos de Apátridas
30/08/61
D.SN° 19777
13/09/1983
Protocolo para modificar la Convención sobre la esclavitud. En
Ginebra el 25 de septiembre de 1926
23/10/56
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención sobre necesidad de consentimiento para el matrimonio, establecimiento de la edad mínima para el matrimonio y
registro de matrimonios
7/11/62
9/12/1964
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención contra la discriminación en educación
14/12/62
22/05/1962
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación racial
1965
4/01/1969
Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales
16/12/66
Ley N°2119
Decreto Supremo 18950
Vinculante
11/09/2000
Pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos
16/12/66
Ley N°2119
Decreto Supremo 18950
Vinculante
11/09/2000
Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de los Crímenes de Lesa Humanidad
26/11/68
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención Americana Sobre Derechos humanos (Pacto de San
José de Costa Rica)
DS No.16575
13/06/1979
23/05/69
Ley No. 1430
11/02/1993
Convención sobre la supresión y Castigo del Crinen del Apartheid.
30/11/73
D.S N° 19777
13/09/1983
Convención sobre la esclavitud
25/01/6
D.S N° 19777
13/09/1983
Ley N°2119
Decreto Supremo 18950
Vinculante
11/09/ 2000
Se ratificó el primer
Protocolo pero no el
segundo.
Protocolo facultativo de los Derechos Políticos y civiles
Ratificada
3/01/1976
22/11/69
23/03/1976
Convención Americana sobre Derechos Humanos
22/11/69
Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o degradantes.
1984
26/06/1987
Ratifico el 12 de Abril
de 1999
Convención sobre los Derechos del Niño
1989
2/09/1990
Ratificada
Ley 1152
Estatuto de Roma de la Corte penal Internacional. Roma. Italia
1998
1/07/2002
Convención Internacional sobre al protección de los derechos de
Todos los Trabajadores Migratorios y de sus familiares
1990
1/07/2003
Protocolo II sobre prohibiciones o Restricciones del uso de Minas, Armas Trampa y otros Artefactos, según fue enmendado el
3 de Mayo de Mayo de 1996, que figura en anexo a la Convención
sobre prohibiciones o Restricciones de Empleo de ciertas Armas
Convencionales. Ginebra, Suiza
1996
3/12/1998
Convención sobre la prohibición del Empleo, Almacenamiento,
producción y Transferencia de Minas Antipersonal y sobre su
destrucción. Oslo Noruega
1997
1/03/1999
Protocolo Facultativo de la Convención sobre derechos del Niño
relativo a la Participación de Niños en los Conflictos Armados.
Nueva York. EEUU
2000
12/02/2002
Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del
Niño relativo a la Venta de Niños, Prostitución Infantil, la utilización de Niños en la Pornografía. Nueva York, EEUU
2000
18/01/2002
Carta Andina para la protección y promoción de los Derechos
Humanos
2002
Vinculante
Firmada por Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú Y
Venezuela
Mayo de 1990
50
perfil de género bolivia
Tratados Internacionales específicos sobre Derechos Humanos de las Mujeres
Convención Interamericana sobre Concesión de los Derechos Civiles
a la Mujer
02/05/48
Convención Interamericana sobre concesión de los Derechos Políticos
de la Mujer.
20/12/52
10 de marzo de 1980
Convención sobre la nacionalidad de la mujer casada
29/1/57
ratificada
Ley N° 2012
Vinculante
17 de septiembre de 1999
7 de julio de 1954
31/03/53
vinculante
Ley N° 2011
17 de Septiembre de 1999
11 de agosto de 1958
20/02/57
Ley N° 2010
17 de septiembre de 1999
17 de septiembre de 1999
Concesión de los Derechos Civiles a la Mujer
02/05/48
Ley N° 2012
Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la
Mujer
1969
Ratificada
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Nueva York. EEUU. cedaw
181/12/79
Protocolo Facultativo cedaw
10/12/99
Convención interamericana para Prevenir y erradicar la violencia
contra la mujer
Belem Do Pará
09/06/1994
3 de septiembre de
1981
14/07/1994
8/6/90
Vinculante
DS 18777
30 de Enero de 1982
Ley 1100
7 de septiembre de 1989
27/09/2000
Ley No.2103
20 de Junio de 2000
vinculante
Ley 1559
18 de Octubre de 1994
Ley 1674
DS 25087
(reglamentación)
15 de diciembre de 1995
Cuadro 11
Leyes y regulaciones relacionadas a MED/GYD
Leyes y regulaciones
Fecha
Contenidos
Ley 975
1988
Inamovilidad de la mujer en su puesto de trabajo en el periodo de gestación y hasta un año de
nacimiento del hijo/a
Ley 1551 de participación Popular
1994
Promueve la participación de mujeres y varones en la formulación, control y seguimiento a la gestión
municipal
Ley 1565 de Reforma Educativa
1994
Establece la equidad de género como un principio y una transversal
Ley 1674 contra la violencia en la familia
1995
Caracteriza y establece mecanismos de prevención y sanción acerca de la violencia intrafamiliar.
Ley INRA 1715
1996
Establece la aplicación de criterios de equidad en la distribución, administración, tenencia y aprovechamiento de la tierra a favor de la mujer
Ley de abreviación procesal civil y de asistencia
familiar
1997
Introduce reformas al Código de Familia, facilita el tramite de asistencia familiar y en especial para
matrimonios de hecho.
Código penal
1997
Se modifica parcialmente, suprimiéndose el termino de “mujer honesta” de los delitos contra la
libertad sexual
Ley de reforma al régimen electoral 1984
1997
Establece el 30% de participación obligatoria de mujeres en las listas de candidatos
Ley 2028 de municipalidades
1999
Incluye instancias encargadas de velar por la equidad de género y el establecimiento de los Servicios
Legales Integrales en los municipios del país
Ley 3160 de protección a victimas de delitos contra
la libertad sexual
1999
Tipifica delitos contra la sexualidad y agrava las penas para otros delitos incluidos en el Código
Penal
Código niño, niña y adolescente 2026
1999
Establece el régimen de atención y protección
Ley de regulación del trabajo asalariado del hogar
2003
Regula los derechos y obligaciones de las trabajadoras asalariadas del hogar
Ley 2771 de agrupaciones ciudadanas y pueblos
indígenas
2004
Establece los principios de paridad y alternancia entre candidatos a elecciones municipales y nacionales
Fuente: Bolivia. vmm. Por el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Beijing + 10: informe Bolivia, 2005
51
v. Perfiles de género en el ejercicio de la ciudadanía.
Derechos sociales
1. Participación socioeconómica
1.1. Cambios en el trabajo de la mujeres
Nadie pone en duda ya la participación socioeconómica de las mujeres: su presencia en el campo económico, la valorización de sus aportes económicos a
lo largo de la historia, así como su discriminación y
brechas diversas respecto a los hombres en este campo, han sido puestas de relieve por diversos análisis
y estudios. Estos también han incidido en demandas
y propuestas de políticas públicas originadas en el
reconocimiento de la importancia de su participación en el crecimiento y eficiencia económicos, y
en la necesidad de la protección de su trabajo y el
fortalecimiento de su autonomía personal.
La participación económica de las mujeres, sin
embargo, hoy se da en términos cualitativamente
distintos a periodos anteriores que hablan de:
•
•
La ampliación del mercado de trabajo con una
inserción laboral masiva de las mujeres al mismo, como resultado de las políticas de ajustes
neoliberales que generaron la compulsión a esa
incorporación en el marco de la desregulación
del trabajo asalariado clásico y desocialización de
la protección social que cambiaron las estrategias
de reproducción material de los hogares.
Una nueva participación productiva agrícola
de las mujeres. Aunque no es novedad que las
•
­ ujeres campesinas e indígenas hayan sido
m
parte activa de los sistemas productivos, en
los cuales su trabajo productivo fue siempre
decisivo, en las diferentes épocas históricas
hoy la novedad consiste en la articulación de
las unidades productivas agrícolas con el mercado, que redefine las relaciones de la pequeña
agricultura familiar en varias dimensiones.
La expansión de la participación de las mujeres
urbanas y rurales en actividades de producción
de bienes y servicios diversos, como agentes
económicas significativas en unidades empresariales y no empresariales de diferentes escala,
aunque la mayoría se encuentra ubicada en
unidades económico productivas pequeñas y
familiares.
El trabajo mercantil es una realidad generalizada
y cotidiana de las mujeres ahora convertidas en generadoras de ingresos monetarios para el hogar. Eso,
sin embargo no he supuesto que dejen de ser responsables del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que genera bienes y servicios no mercantiles
y cuyo aporte económico fundamental actúa como
amortiguador ante situaciones de pobreza y crisis de
la mayoría de los hogares de bajos ingresos.
La importancia del trabajo no remunerado hace
que no sea casual que en sus distintas formas: redes
sociales, capital social, solidaridad y reciprocidad
comunitarias, ahora se lo revalorice y considere
52
como componente fundamental de alternativas
económicas que garanticen la reproducción familiar
y comunitaria. Esta revalorización, sin embargo, no
considera el desplazamiento de la responsabilidad
femenina o la responsabilidad compartida del mismo (pública, social o entre hombres y mujeres), ni
su reconocimiento formal y real como mecanismo
útil para obtener efectos eficientes macro y micro
económicos gratuitos.
Pese a ello, las mujeres consideran que su acceso
al trabajo asalariado y a la generación de ingresos
en los mercados les trae réditos personales. Les
permite sostener la familia, a sus hijos/as, y les da
independencia económica, capacidad de decidir
sobre el destino de los recursos obtenidos sin tener
que “pedir permiso”. Esto les permite mejorar su
posición en la familia, su capacidad de negociación
con sus cónyuges y/o padres, ya que sus ingresos
son en muchos casos superiores al de sus esposos;
en otros, constituyen el total de los ingresos del
hogar. Pero, la inserción de las mujeres al mercado
del trabajo no les otorga márgenes de libertad para
negociar y afirmar sus proyectos e intereses de
manera automática; para ello deben darse cambios
sustantivos en sus propias concepciones de género,
de la familia y su entorno. El acceso y desempeño
laboral en los mercados en simultáneo al trabajo
doméstico no remunerado les genera desventajas
que se acumulan en el tiempo por la sobre carga de
trabajo que impide su desarrollo laboral, político
y social. Una consecuencia de ello –sumada a las
débiles políticas de fomento productivo y protección laboral– es el amplio autoempleo y alternativas
compatibles con su trabajo doméstico: “tengo que
levantarme 5 de la mañana y dejar cocinado para
poder trabajar” (Grupo Focal. La Paz 2006).
1.2.Transformaciones en los mercados
de trabajo
a) Tasas de participación
La creciente y masiva inserción laboral de las mujeres ha cambiado la composición de la fuerza de trabajo en el mercado de trabajo, dando lugar al cambio
34 ine, 2006.
perfil de género bolivia
sociodemográfico y laboral más importante de las
dos últimas décadas. Para el 2006, la tasa bruta de
participación femenina llegó al 42% y la masculina
a 53.50%; mientras la tasa global de participación
femenina ascendió al 55%, aunque por debajo de la
masculina que alcanzó 71%.34 (Ver anexo 1, Cuadro
1). La alta participación de las mujeres se profundizó
con el desempleo masculino, la disminución de los
ingresos y el surgimiento de modalidades flexibles
de trabajo, fruto de las políticas de ajuste estructural.
Esas circunstancias supusieron que las mujeres no
perciban el ejercicio de su trabajo como derecho
social sino como necesidad y compulsión.
De acuerdo a la categoría en el empleo, de
1999 a 2006, la estructura ocupacional presenta
una tendencia homogénea. Para el 2006 y a nivel
nacional, la mayoría de los/las trabajadores/as se
encuentran como trabajador/a por cuenta propia (34%), trabajador/a familiar o aprendiz sin
remuneración (27%) y empleado/a (24%). Si se
hace un corte en 2001, se observa hacia delante un
incremento de trabajadores/as como empleados y
un leve decremento como cuenta propia; a la vez,
pese a su escasa proporción, la categoría de patrón
o empleador registra un ascenso hasta llegar al 4 %
en 2006. (Ver anexo 1, Cuadro 2)
En general, del total de la población econó­
micamente activa ( pea ) ocupada, el 34.5% es
asalariada (29% de la pea femenina y 39% de la
masculina).
La distribución de estas categorías varía por
sexo. Los hombres se concentran en las de trabajadores por cuenta propia (38%) y empleados (26%);
en tanto como trabajadores familiares sin remuneración alcanzan al 17%, como obreros el 12% y en
un significativo 6% son patrones o empleadores.
Las mujeres, en cambio, están concentradas en la
categoría de trabajadoras familiares o aprendices
sin remuneración (39%); mientras que la opción
de trabajadoras por cuenta propia es segunda en
importancia (30%). Como asalariadas son principalmente empleadas (21.7%) y trabajadoras domésticas
(5%), ya que sólo el 2% se halla en condiciones de
obreras. Casi igual porcentaje de ellas trabajo como
patronas, socias o empleadoras.
perfiles de género: derechos sociales
Es decir, más de dos tercios de las mujeres
(69%) no se ocupan bajo los moldes del trabajo
asalariado clásico sobre el que se edificaron los derechos sociales; ellas predominan en las unidades económicas familiares vinculadas a mercados de trabajo.
La alta proporción de mujeres en estas unidades
–expresión de uno de los cambios en el mundo del
trabajo– supone su concentración en ocupaciones
de tiempos parciales y menos regulados, con pocas
posibilidades de continuidad, carrera y movilidad
laboral. Esta tendencia, que atañe también a los
varones por la desregulación laboral, habla de un
empobrecimiento relativo mayor de las mujeres.
El balance por sexo y zonas muestra que las
desventajas para las mujeres sobre todo rurales son
evidentes, su ocupación es bastante más baja que la
masculina; ello significaría que escasamente acceden
a municipios e instituciones locales de prestación
de servicios. (Ver Anexo 1, Cuadro 3).
Esta situación se corrobora con el cambio de
perfil de la fuerza de trabajo según sectores del
mercado y ocupación principal. El 83% de la pea
está inserto en la microempresa que aporta el 25% al
PIB; mientras las empresas de más de 50 empleados
absorben solamente el 8.7% del empleo y generan
el 65% del pib; información que ya habla de una
desigual distribución del ingreso. Por otro lado, el
empleo en ámbito estatal –que se redujo entre los
años 80 y 90– ha ido en aumento en el último quinquenio: de 6,8 % en 1999 y 2003, a 8% en 2006.
El sector empresarial tuvo un crecimiento importante del empleo en los 90 y un estancamiento
actualmente. Su capacidad de emplear osciló del
14,71 % a 16,26% entre 1999 y 2006, con ventajas
para los hombres sobre todo de zonas urbanas. Este
empleo masculino urbano alcanza al 20,34% del
total de la ocupación masculina y al 10,35% de las
mujeres ocupadas urbanas. En las zonas rurales esta
relación es aun más desigual, los ocupados varones
alcanzan al 9.71% del total y las mujeres solo el
1,58%. En general, la presencia de mujeres en este
sector es de 9,86% y de hombres el 21,49%.
El sector semiempresarial creció en los últimos
5 años (de 10,62 a 12,53%). A mayor proximidad
con el asalariamiento se nota el sesgo masculino; el
empleo masculino ha crecido de 14,21% a 15,79%,
mientras el femenino se mantuvo con ligeras fluctuaciones hasta llegar a 7,65% en 2006.
53
Cuadro 12
Población en ocupación principal según sexo
y sectores de mercado de trabajo 2003-2006
Mercado de trabajo
2003-2004(1)
Total
4.194.779
4.257.151
4.550.309
Doméstico
2,88
2,45
2,57
Estatal
6,93
7,35
8,06
Familiar
59 ,24
59,96
60,98
Semiempresarial
15,03
12,37
12,13
Empresarial
15,92
17,86
16,26
Hombres
2006
2.283.042
2.356.037
2.505.590
Doméstico
0,13
0,10
0,33
Estatal
6,96
7,00
7,96
Familiar
48,86
51,40
54,44
Semiempresarial
21,17
17,12
15,79
Empresarial
22,88
24,38
21,49
1.911.737
1.901.114
2.044.719
Doméstico
6,17
5,37
5,32
Estatal
6,89
7,79
8,18
Familiar
71,63
70,56
69,00
Semiempresarial
7,69
6,49
7,65
Empresarial
7,61
9,79
9,86
Mujeres
2005
Fuente: ine. Encuesta Continua de Hogares 2003–2004, Encuesta
de Hogares 2005–2006
Esta situación se revierte en el sector familiar
que genera el mayor empleo, y donde se ubica
el 71,63% del empleo femenino y el 48.86% del
masculino, si bien en 2006 se registra un ligero
descenso tanto en el empleo de las mujeres como
en el de varones. Como se dijo, en este sector se
concentra tres cuartas partes de las mujeres trabajadoras y algo más de la mitad de los hombres. Su
mayor importancia está en el campo más que en las
ciudades, por el predominio de pequeñas unidades
familiares campesinas e indígenas de producción
agrícola, en las que la presencia femenina es mayor
a la de los hombres.
La relativa reducción del sector semiempresarial
se traduce en un crecimiento del sector doméstico,
sobre todo para las mujeres. En general ocupa a un
2.53% del total; pero su importancia es creciente
para las mujeres (del 3,98% pasaron a 5.32% las mujeres ocupadas) y en menor medida para los hombres
(de 0,17% al 0,33%). Este sector de ocupación es
alternativo a la falta de empleo, sobre todo para las
mujeres migrantes rurales e indígenas.
54
En esta diversa estructura del empleo, el sector
familiar emerge como el más importante, si bien
funciona con trabajo de baja calificación y condiciones precarias. Es en este sector donde las mujeres indígenas y pobres se concentran sin muchas
posibilidades de movilidad laboral o mejoras en sus
condiciones de trabajo.
En los periodos de contracción de la economía
de mercado, disminución del empleo y de los ingresos, las estrategias de los hogares se orientaron al
trabajo informal y doméstico, mientras las políticas
se han dirigido preferentemente hacia el trabajo fijo
sin correspondencia con esta realidad.
Las mujeres están de manera creciente sujetas a
las formas flexibles de contratación (contratos temporales, de tiempo parcial o por producto), sobre todo
en rubros como textiles, prendas de vestir y joyería,
donde se generalizan formas de subcontratación,
trabajo a domicilio. Estas prácticas opacan el trabajo
femenino en la manufactura y otros sectores.
Por otro lado, ha sido en ciudades capitales,
entre 1999-2006, donde hubo un fuerte crecimiento
del llamado sector informal que, a nivel nacional,
manifiesta un descenso. Si bien en el sector formal
se advierte un ascenso, en el informal es donde prevalece la generación de empleo. En la distribución
por sexo, el empleo de los hombres en el sector
formal constituye dos terceras partes o más del empleo masculino; por lo que se puede afirmar que la
expansión del sector informal ha sido básicamente
alimentada por fuerza de trabajo femenina al punto
de hablarse de feminización del empleo informal.35
(Ver Anexo 1, Cuadro 4).
Existe una asociación directa entre sector
informal y subempleo. Los datos de 2006, a nivel
nacional en ciudades capitales, reportan una población ocupada en el sector informal del 58,1% y un
subempleo total del 22% (subempleo visible: 8%,
e invisible: 14,2%). Los hombres aquí ocupados
perfil de género bolivia
tendrían un subempleo total de 15,3%, mientras
las mujeres informales estarían en un 30,8% en
condiciones de subempleo total. Estas cifras ratifican su precaria inserción en el mercado de trabajo.
(udape) (Ver Anexo 1, Cuadro 5)
Considerando la intersección étnica, la tasa de
participación laboral es de 81% para los indígenas
y de 64% para los no indígenas; por lo mismo, los
indígenas están menos desempleados que los no
indígenas (4% y 7%, respectivamente). Un tercio
de los trabajadores indígenas no recibe remuneración por su trabajo en comparación con el 3% los
no indígenas. En estas circunstancias se encuentran
mayormente las mujeres. En 2002, cerca del 84%
de la población indígena y 67% de la población no
indígena trabajaba en el sector informal. (Cuadros 9
y 12). Asimismo, la incidencia del trabajo infantil es
cuatro veces más alta entre los niños indígenas que
entre los no indígenas; en 2002, el 31% de niños
indígenas entre 9 y 11 años trabajaban, frente al 8%
de los niños no indígenas; lo que también ocurre
entre los de 12 y 18 años. (Gillete. 2004)
b) Cambios intergeneracionales36
Las informaciones cualitativas muestran cambios importantes sobre el ciclo de vida y las relaciones intergeneracionales entre la población femenina
trabajadora. Los comportamientos identificados se
refieren a:
• Las mujeres jóvenes trabajadoras registran
mayores niveles educativos; más entre las mujeres
urbanas que las rurales e indígenas.
• Estas mujeres jóvenes tienen expectativas
y proyecciones laborales y familiares nuevas; las
jóvenes con mayor grado educativo tienden a postergar la edad del matrimonio y el embarazo para
privilegiar su desempeño laboral y profesional. En
mujeres con menor nivel educativo la tendencia al
35 Según la definición del ine el Sector Informal, incluye trabajadores del Sector Semiempresarial (asalariados, patrones, socios
o cooperativistas que realizan alguna actividad económica en empresas o instituciones donde trabajan menos de 5 personas) y
Sector Familiar (Trabajadores cuenta propia y Trabajadores familiares). No incluye Servicio Doméstico (Empleadas de hogar).
Sector Formal, incluye trabajadores del Sector Estatal (asalariados que trabajan en el sector público) y Sector Empresarial
(asalariados, patrones, socios o cooperativistas que realizan alguna actividad económica en empresas o instituciones donde
trabajan 5 o más personas). No incluye Servicio Doméstico (Empleadas de hogar).
36 Con base en información recogida de los Grupos focales y entrevistas realizadas en el marco del Perfil de Género. asdi,
2006.
perfiles de género: derechos sociales
55
emparejamiento y embarazo se mueve entre los 13
a 15 años37.
• Las mujeres con mayor nivel de instrucción
están más predispuestas a la migración y diseñan proyectos de vida no realizables en el lugar
de origen, sobre todo si las condiciones son de
pobreza.
• En cuanto al ciclo de vida, se advierte una nueva
tendencia de inserción al mercado de trabajo
que consiste en la ampliación de la participación
de grupos sociales considerados como inactivos,
tales como menores de 20 años, mayores de 40
años y tercera edad, solteras jóvenes y jefas de
hogar, o hijas que apoyan a la generación de
ingreso. Esto confirma al trabajo como necesidad.
• La mayor escolaridad y la dinámica del mercado de trabajo amplían una inserción laboral
diversificada para las mujeres, aunque la segmentación laboral por sexo no ha sido alterada
básicamente, de tal manera que la diversificación sigue dándose en ramas afines a servicios,
producción artesanal, manufacturas y alimentos.
• En las mujeres jóvenes se advierte una tenden­
cia a aspirar y proyectar emprendimientos
independientes y autónomos.
Gráfico 2
c) Ingresos
Varios estudios muestran que el acceso de las mujeres al mercado se da en condiciones de desventajas y
vigencia de prejuicios que restringen su contratación
y promoción, además de recibir un pago injusto de
salarios. El mercado de trabajo restringe las oportunidades de empleo de las mujeres, y las coloca en
ciertos oficios de escasa productividad que rezaga
sus oportunidades de ascenso y capacitación. Persisten también disparidades salariales por trabajos
equivalentes y desempeñados con igual formación
y conocimientos. (Wanderley. 1996).
Informaciones del ine sobre ingresos por ocupación principal señalan que los más altos corresponden
al sector estatal y empresarial, y los más bajos al sector
familiar que se ubica por debajo del sector doméstico.
Fuente: udape
37 Para el área rural, tanto en tierras bajas como en tierras altas, se mantiene el embarazo adolescente sin remate en la creación
de una familia, sino al madre solterismo. (Entrevistas.2006)
56
perfil de género bolivia
En todos los grupos ocupacionales, los ingresos de
las mujeres son inferiores a los ingresos percibidos
por los hombres, sin importar la jerarquía y el estrato
ocupacional. (Ver Anexo 1, Cuadro 6). El ingreso
promedio de las mujeres es solo el 56.84% del de
los hombres; en el área rural es apenas el 28,57% del
de los hombres, ni siquiera un tercio. Esta relación
mejora en zonas urbanas donde alcanzan al 64,37%
del ingreso de los hombres. Los factores asociados a
estas brechas de ingresos se deben a razones de género vinculadas al tipo de ocupación, el logro educativo
y la trayectoria ocupacional previa.
Cuadro 13
Ingreso promedio mensual en la ocupación principal
por sexo y según grupo ocupacional. 2006
(en bolivianos)
Grupo Ocupacional
Total
Hombres
924,78
1.205,10
581,28
Directivos públicos y privados
5.368,77
6.735,28
2774,44
Profesionales
2.792,70
3.691,89
1895,77
Técnicos y profesionales de
apoyo
2.040,24
2.173,66
1793,21
Empleados de oficina
1.368,56
1.589,58
1241,15
Trabajadores en servicios y comercio
885,74
1.253,30
723,02
Trabajadores en agricultura,
pecuaria y pesca
233,08
388,78
48,93
Industria extractiva, de la construcción y manufacturera
840,01
986,63
396,09
Operadoras de instalaciones y
maquinaria
1.581,25
1.596,18
363,03
704,92
907,29
562,80
5.287,26
5.287,26
0,00
Total
Trabajadores no calificados
Fuerzas armadas
Mujeres
Fuente: ine. Encuesta de Hogares 2005–2006
Las brechas son similares entre la población
empleada no indígena e indígena. En conjunto,
73% del diferencial de ingresos entre indígenas y no
indígenas se debe a factores observables, mientras
que el 27% restante es atribuible a discriminación
y factores como calidad de la educación, cultura y
aptitudes (Gillete.2004) que resultan de problemas
de exclusión social.
Por otro lado, en Bolivia, el índice de variabilidad del ingreso es mayor para las mujeres (0.609)
que en los hombres (0,551)38, lo que implica riesgo
e inseguridad en el ingreso familiar y una mayor vulnerabilidad que les somete a riesgo. (Benería.2005)
La ampliación de la participación laboral de
las mujeres y la auto-generación de ingresos tienen
efectos macroeconómicos e impactos directos en
la familia y en el nivel personal por su capacidad
de generar y contribuir al ingreso individual y/o
familiar. En el plano familiar se argumenta que el
control sobre el ingreso por parte de las mujeres
permite elevar el rendimiento en inversiones en
infraestructura y capital humano en el hogar, porque ellas asignan preferentemente sus ingresos a
educación, salud, nutrición, vestuario y otros bienes
relacionados directamente con las necesidades de los
miembros de la familia. Esta conducta contribuye
de manera decisiva para salir de la pobreza.
Análisis de la cepal en 2003, con base en las
Encuestas de Hogares de 18 países, estiman que
en Bolivia, a finales de los 90, las mujeres estaban
contribuyendo con el 35% del ingreso familiar.
Asimismo, la magnitud de la pobreza en hogares
biparentales –según aporte de la cónyuge a los ingresos del hogar– sería del 50%, magnitud que se
elevaría a 62% sin ese aporte (bid. 1998)39. Sobre
la relación entre generación de ingreso propio y
construcción de autonomía, mejoramiento de sus
capacidades de negociación al interior del hogar y
su empoderamiento, las mujeres señalan que con
ingresos no están “dependiendo” y “pidiendo” al
cónyuge, y que se les amplían los márgenes de decisión sobre los gastos familiares porque “pueden
decidir sobre el destino del ingreso”, y sentir satisfacción y autovaloración por su aporte al bienestar
de sus hijos.
d) La no conciliación entre trabajo familiar
y trabajo mercantil
La importancia de las mujeres como generadoras
y/o proveedoras de ingreso cambia las relaciones
y roles al interior de las familias (Benería y Floro.
2005). El hecho de generar ingresos propios, tener
nuevas pautas de sociabilidad laboral, apertura a
nuevas relaciones laborales y sociales, son factores
38 Se considera cero como estabilidad máxima, y uno estabilidad mínima.
39 La principal diferencia entre una familia latinoamericana promedio que vivía por debajo de la línea de la pobreza y las que
se encontraban por encima de ella era la participación laboral de la mujer. (bid, 1998)
perfiles de género: derechos sociales
57
importantes que influyen en la redefinición de su
colocación social y de sus relaciones sociales en
el ámbito público y privado. Se ha comprobado
que las mujeres con trayectoria y cultura laborales
son las que mejores resultados obtienen y las que
mejor negocian con su pareja, familia, compañeros
y empleadores en escenarios de empleos de menor
precariedad.
Cuadro 14
Distribución de actividades por sexo
Condición
de actividad
Total
%
Hombres
Mujeres
%
1.822.039
26,6
921.574
27,8
900.465
25,5
Trabajo
Mercantil
remunerado
1.778.864
31,6
1.176.271
38,3
602.593
25,0
Trabajo
mercantil no
remunerado
170.660
1,5
63.120
1,5
107.540
1,5
Trabajo
mercantil
478.597
4,5
233.180
5,5
245.417
3,6
Trabajo no
mercantil
857.468
12,5
48.727
2,1
808.741
22,6
Estudiante
1.057.058
17,7
550.518
18,5
506.540
16,9
No trabaja
103.779
4,5
68.458
5,3
35.321
3,8
Sin especificar
Total
%
PENT
24.444
1,1
13.369
1,0
11.075
1,2
6.292.909
100,0
3.075.217
100,0
3.217.692
100,0
Fuente: Elaboración con información ine. 2001
A pesar de estas transformaciones personales,
familiares y sociales, y aunque las probabilidades de
encontrar empleo son más altas que de los hombres
en determinadas categorías ocupacionales, ello no
cambia la arcaica división sexual del trabajo en el hogar que permanece casi inalterable. (Grupos focales.
2006). En efecto, aunque su trabajo doméstico no es
registrado por las estadísticas que miden el aporte
de las personas al producto ni por la contabilidad
del producto, la información disponible ofrece una
aproximación al trabajo mercantil y no mercantil
entre hombres y mujeres, mostrando que la mayor
concentración de hombres se da en el trabajo mercantil remunerado.
El trabajo no mercantil: (trabajo doméstico y
de cuidado) mantiene su importancia histórica en la
generación de bienes y servicios para la reproducción familiar. A pesar que la inserción de la esposa
y/o madre al mercado laboral promueve nuevas
pautas distributivas de las cargas doméstica hacia
otros miembros de la familia, el resultado es que
las mujeres madres, esposas, hijas, hermanas son
quienes siguen con las responsabilidades centrales,
más intensas y de uso del tiempo en trabajo. (Farah.
2003 y Wanderley. 2002). Los pequeños cambios en
la redistribución de las cargas domésticas entre hombres y mujeres son poco significativos, porque aún no
se ha encarado políticamente un reparto igualitario
del trabajo que cambie la división sexual existente.
Los nuevos arreglos para “conciliar” trabajo remunerado y no remunerado, búsquedas de estrategias
personales y familiares, o medidas que contribuyan
a esa conciliación y cuestionen la base estructural de
la división sexual del trabajo, no son todavía parte de
la agenda de género de manera notoria.
Algunos estudios muestran que las mujeres de
estratos socioeconómicos medios y altos alivian la
intensidad del trabajo doméstico por su posibilidad
de comprar este trabajo; pero aún así, las responsabilidades en el trabajo de cuidado o administración
del hogar siguen a su cargo. Las familias de bajos
ingresos, que no pueden adquirir en los mercados
bienes y servicios, realizan su producción en los
mismos hogares demandando una intensificación
del trabajo femenino por: (i) desempeño del trabajo
doméstico; (ii) mayor trabajo comunitario, redes
sociales, formas de capital social; y (iii) inserción en
el mercado laboral a través del trabajo remunerado.
(Grupos focales. Santa Cruz, La Paz, Cochabamba.2006; y entrevistas.2006).
La tensión permanente entre realización de
trabajo remunerado y no remunerado impone a las
mujeres restricciones a su participación en los mercados, a su movilidad, a la toma de decisiones, a la
productividad y a su autonomía. La responsabilidad
del trabajo doméstico no remunerado cuando es
permanente y difícilmente delegable, afecta la continuidad laboral de las mujeres con frecuentes entradas
y salidas del trabajo. (Grupos focales, 2006)
Estas evidencias confirman el aporte de las mujeres en la producción mercantil y no mercantil de
bienes y servicios, mientras las políticas y acciones se
han dirigido a incrementar los trabajos mercantiles
y domésticos, familiares y comunales, y no a modificar patrones de división del trabajo o a socializar
la responsabilidad por el bienestar.
No se han pensado propuestas para aliviar la
carga de trabajo doméstico no remunerado de las
mujeres; tampoco han sido demandadas por las mu-
58
jeres por cuanto, sobre todo las mujeres campesinas
e indígenas, tienen naturalizado el trabajo doméstico en sus culturas. Este trabajo es concebido como
“familiar” propio de las mujeres y de los miembros
activos/as, del que depende la subsistencia. (Grupos
focales y Entrevistas.2006). Ello es así sobre todo en
las economías agrícolas de subsistencia, basadas en
la pequeña producción familiar en contextos comunitarios de ordenamiento de la vida donde es difícil
percibir de manera individualizada las condiciones
diferenciadas de trabajo, acceso, control, aportes y
beneficios. Si se lo hace, la dificultad radica en diferenciar los beneficios individuales, que sí los hay,
aunque supuestamente se privilegia un beneficio
igualitario para todos los miembros.
2.Mecanismos de protección
y seguridad social
En este campo, las mujeres enfrentan desventajas
porque los sistemas de protección y seguridad social
han sido construidos y permanecen sobre bases de
desigualdad social y de género. Mientras durante
los años 90 la oferta laboral se incrementaba y el
desempleo aumentaba, el mecanismo para contrarrestarlo fue la expansión del sector informal donde
se ubicaron las mujeres en su mayoría, con un predominio de empleos precarios y la concomitante
inseguridad económica.
En tanto, la seguridad social sigue sustentada
en un mercado formal de trabajo con segregación y
segmentación laboral de género, y con condiciones y
oportunidades no distribuidas equitativamente entre
trabajadores y trabajadoras. Como se vio, el mercado
formal acoge apenas un tercio de la población femenina ocupada; es decir, sólo una minoría de mujeres
acceden a la seguridad social formal, a los medios y
beneficios sociales institucionalizados como son las
prestaciones de largo plazo (pensiones y otros), las
prestaciones de salud, por accidentes, discapacidad y
otros. El resto de los y las trabajadoras se encuentra
fuera de las relaciones asalariadas clásicas, y sometido
a una patente desprotección social.
perfil de género bolivia
El tránsito del Sistema de Reparto de Beneficio Definido (srbd) al Sistema de Capitalización
Individual de Contribución Definida (scicd) ha
generado cambios sustanciales al eliminar los principios de universalidad, integralidad y solidaridad. El
cambio tuvo efectos diferenciados para las diferentes
categorías de trabajador/as, niveles salariales y expectativas de vida y también para las mujeres.
Si bien los patrones de empleo actuales según
género hacen que los impactos de las transformaciones del sistema de pensiones tengan efectos
diferentes para las mujeres, tanto en el anterior
como el actual sistema las desigualdades de las
mujeres no han sido consideradas, como tampoco
las formas de inserción al mercado de trabajo, la
menor institucionalidad y otras formas informales
de organización del trabajo. Estos sistemas tampoco
consideran la doble responsabilidad de las mujeres
(trabajo remunerado y no remunerado) ni el conjunto de relaciones de trabajo.
Mientras el srbd parecería más ventajoso en
el trato de las mujeres por las compensaciones a sus
condiciones de trabajo y sus mayores expectativas de
vida al jubilarse, excluye a las personas menores de
18 años al negarles la condición de trabajadores/as,
y a las mujeres por efecto de las restricciones que
el pago de prestaciones sociales por maternidad ha
tenido en el empleo femenino, bajo el supuesto de
que elevan los costos de producción de una empresa.
En cuanto al scicd, también establece fórmulas
de determinación de la pensión que disminuye la
pensión para las mujeres, al considerar su mayor
longevidad40. (Bonadona. 2008).
Las mujeres tienen periodos cortos o largos
de interrupción laboral por maternidad o atención
a la familia y los hijos, los que tienen efecto en sus
cotizaciones, la discontinuidad de las mismas y en el
cálculo final de cotizaciones para la jubilación.
Por tanto, uno y otro sistema de protección
tienen sesgos de género. Si bien el primero parece
más ventajoso por el carácter protectivo del trabajo
y de seguridad social en el tratamiento a las mujeres
como derecho habientes o dependientes del cónyuge, es necesario introducir reformas que atiendan las
40 El cálculo para la determinación de la pensión se realiza sobre el salario base de los últimos cinco años y una tasa actuarial
de descuento de por año de expectativa de vida al momento de jubilarse.
perfiles de género: derechos sociales
características de género en las transformaciones del
mercado de trabajo, que planteen fines de igualdad
en un nuevo sistema de pensiones, y reconozcan la
condición de trabajadora de las mujeres y no solo
de esposas.
El sector informal sigue desprovisto de regulaciones estatales en materia de protección social,
a pesar de los permanentes riesgos que enfrentan
sus trabajadores, sin ningún sistema de protección
social institucionalizado.
El total de afiliados registrados al Seguro Social
Obligatorio, para el 2003, alcanzaba a 846.358 personas, 66% hombres y 34% mujeres. Para el 2007,
esa cifra asciende a 1.077.814 personas, de las cuales
65% son hombres y 35% mujeres. En el caso de
jubilaciones, la tendencia desde el 2004 muestra el
predominio de hombres sobre las mujeres (En 2007
se jubilaron 12. 894 hombres y 10. 730 mujeres).41
Este es un tema que merece una mayor investigación
para determinar estas diferenciales y el comportamiento de los seguros con relación a género.
La heterogeneidad del sector informal exige
crear un sistema tal de protección social que tome
en cuenta sus características generales y no solo
laborales. A pesar que la normativa internacional y
organismos internacionales como oit promueven
el “trabajo decente para todos” (oit. 1999), este es
aún una aspiración que encuentra varias dificultades
en la dinámica económica.
Las transformaciones demográficas, familiares,
del mundo del trabajo y el carácter masivo del sector
informal complejizan el establecimiento de sistemas de
protección social fundados en el trabajo asalariado o en
el trabajo en general por su enorme complejidad.
Fuera de la seguridad social institucionalizada,
en las comunidades indígenas y campesinas del área
rural han existido formas familiares y comunitarias
59
de protección ante situaciones específicas de riesgo
(enfermedad, vejez, accidentes, discapacidad) que,
aunque muchas veces modificadas, permanecen y
constituyen referentes que cumplen un rol importante en esas situaciones. Ellas se han extendido a
las ciudades mediante la migración y, a través de
redes sociales y relaciones de parentesco, dan forma
a diferentes tipos de apoyo social y ayuda mutua
solidaria para sostener a las familias. Detrás de
ellas subyacen diversas modalidades de trabajo no
remunerado en la familia y la comunidad donde es
predominante la responsabilidad femenina.
En el pnd se contemplan propuestas de “redes
de protección social” que han dado lugar a iniciativas para establecer mecanismos de protección social
(“Sector de Protección Social y Desarrollo Integral
Comunitario”) hacia la población en condición
de pobreza y vulnerabilidad. Bajo este enfoque se
pretende crear un nuevo modelo de intervención
que fortalezca la capacidad autogestionaria y participativa de las comunidades urbanas y rurales en la
planificación y gestión de proyectos de desarrollo
integral comunitario, para contribuir a erradicar la
pobreza, a reducir brechas de inequidad, eliminar la
exclusión, disminuir factores de riesgo y vulnerabilidad, y coadyuvar a la restitución de los derechos y
capacidades de los indígenas, originarios y campesinos, fortaleciendo un modelo comunitario rural y
urbano que se sustente en valores de la comunidad
y formas organizativas propias de las poblaciones
locales sobre todo rurales. (pnd, 2007).
Esta política incluye programas de empleo (Mi
Primer Empleo Digno), de subsidios (Bono Juancito
Pinto) y combate a la desnutrición, y la promoción
del desarrollo integral comunitario (Comunidades
en acción, Comunidades Recíprocas y Comunidades
Solidarias).42
41 El 2004 se presentaron un total de 1409 hombres y 1208 mujeres; en el 2005, 4.486 hombres y 3.865 mujeres; el 2006 alcanzan
a 8.748 hombres y 7.340 mujeres. (ine, 2007)
42 Las Comunidades en Acción que proyecta la construcción de un modelo comunitario con base en la identidad cultural y
territorial, en los valores de solidaridad y reciprocidad propios de la comunidad. Será aplicado en municipios rurales de
extrema pobreza. Las Comunidades Recíprocas se establecerán para mejorar las capacidades económicas, físicas, naturales,
humanas y socio–comunitarias con base en las potencialidades de los municipios de extrema pobreza de las ciudades más
pobladas. Las Comunidades Solidarias que se orientan al reconocimiento, restitución y potenciamiento de capacidades,
oportunidades, proyecciones y derechos de los sujetos con mayor vulnerabilidad, discriminación y marginalidad. Atenderá a
poblaciones con mayores riesgos como: personas con discapacidad, adultos mayores pobres, trabajadores infantiles, indigentes
en las ciudades y emigrantes rurales de extrema pobreza, y poblaciones indígenas con alta vulnerabilidad física, lingüística,
cultural, y amenazados por procesos económicos. (PND, 2007: 54)
60
Esta modalidad de protección social coincide
con acciones de combate a la pobreza. Además de
pensar un genuino sistema de protección social,
queda pendiente un diseño de este sistema que
considere los patrones patriarcales de organización
tanto como la heterogeneidad de estructuras productivas que ponen en evidencia la escasa dimensión
del trabajo asalariado.
3.Acceso a activos y recursos productivos
La heterogeneidad de estructuras productivas
señaladas y la situación de las mujeres hacen que
deba ponerse mucha atención a las oportunidades
económicas vinculadas estrechamente al acceso y
control de activos y recursos productivos.
Ya sabemos que varios factores empujan a las
mujeres hacia las pequeñas unidades económicas/
productivas en el sector agrícola y no agrícola, en
pequeños emprendimientos de producción familiar
campesina en el área rural, y hacia las micro y pequeñas empresas en el área urbana y rural.
Pero, los pequeños emprendimientos propios
son de baja productividad y competitividad, por lo
que restringen a las mujeres las posibilidades de movilidad. Existen restricciones en el acceso a activos y
recursos productivos que reproducen la precariedad
de estas unidades productivas y ahondan las brechas
de género entre los y las trabajadores por cuenta
propia, por las restricciones que enfrentan las mujeres en el acceso al crédito y a activos en general.
Las entidades financieras formales exigen requisitos
que las mujeres obtienen con dificultad y los que
otorgan préstamos son de bajo monto.
Pese a ello, con la liberalización del comercio,
las mujeres han logrado experiencias interesantes
en nuevos escenarios de producción nacional y asociación entre productores/as agrícolas, artesanales
y de manufacturas, que tienen colocaciones importantes en el mercado nacional e internacional. No
obstante, prevalecen las actividades en condiciones
de baja productividad y competitividad, con estrechas articulaciones comerciales y escasos alcances
perfil de género bolivia
en los mercados locales por las pobres condiciones
materiales en las que se desenvuelve la producción.
Están probadas las brechas de productividad entre
establecimientos según su tamaño: las empresas
grandes, en promedio, tienen una productividad
24 veces mayor que los establecimientos micro y
pequeños, debido a la mayor dotación de capital
humano calificado, mayor capacidad de adopción
tecnológica y mayores oportunidades de acceso a
mercados externos. (udape, 2006). Con todo, dependiendo del tipo de productos se podría pensar
en procesos de modernización aun de los emprendimientos de pequeña escala.
3.1.Acceso al crédito
En los pequeños emprendimientos impulsados
por las mujeres, un 80% inicia actividades con
capital propio generalmente reducido; se recurre
a estrategias de adaptación de maquinaria usada o
“hechizas”43, y se utiliza el bagaje de conocimientos
procedentes de la experiencia del trabajo doméstico
o actividades de baja calificación. Los programas
de apoyo a la gestión microempresarial, gestión
financiera y gestión de mercados desde el Gobierno, las ong y/o la Cooperación internacional, se
han expandido con resultados exitosos en algunos
casos, y de fracaso en otros. Los déficits de acceso a
capital, maquinaria, tecnología y capacitación siguen
siendo nudos centrales que obstaculizan una mejor
ubicación productiva y comercial de las pequeñas
unidades económicas.
Las actuales políticas públicas pretenden mejorar el acceso al crédito e incentivas la formalización
mediante los servicios del Banco de Desarrollo
Productivo (bdp), que incluye criterios de equidad
de género como requisitos para la distribución y
asignación de los recursos financieros destinados a
inversión productiva (50% del total para mujeres
micro y pequeño empresarias y para asociaciones
productivas conformadas con participación de mujeres). A pesar de este principio y las condiciones
favorables44, se carece de medidas y acciones efectivas porque los créditos tienen un carácter abierto
43 Hechas por artesanos locales.
44 Los préstamos tienen una tasa de interés del 6% anual a 15 años plazo.
perfiles de género: derechos sociales
aunque priorizan rubros como textiles, cuero,
alimentos, madera, turismo. Además, para otorgar
los créditos se considera la experiencia y potencial
productivo; es decir, se privilegian microempresas
establecidas, condiciones de las que carece la mayoría de los pequeños emprendimientos donde –ya
se vio– abundan las mujeres.
Las instituciones financieras autorizadas para
operar (Banco de la Unión, Banco Mercantil Santa
Cruz, y el Fondo Financiero prodem), no cubren
aun todo el territorio nacional. Además, excluyen
el área rural distante del entorno urbano. Así, el
acceso real de mujeres y organizaciones es sólo el
26%, y su demanda principal es bajo la modalidad
individual y para el sector de alimentos.
En las entidades financieras comerciales permanecen restricciones para el acceso al crédito que
excluyen a las mujeres por las altas tasas de interés,
garantías y procedimientos estatuidos: documento
legal de propiedad de un inmueble con registro en
Derechos Reales, registro catastral, certificación de
impuestos, verificación de certificado de trabajo,
extracto de las afp, carné de identidad y evaluación
de sistema de riesgos. (Coordinadora de la Mujer,
2008). Estas exigencias, sumadas al análisis de la
situación patrimonial, son similares a las de las entidades financieras privadas. En este tipo de créditos,
familiares o solidarios, se informa que el destino
fundamental del crédito solicitado por mujeres
es el comercio; de tal manera, algunas entidades
financieras privadas cuentan con una oferta crediticia individual a clientes con acciones económicas a
corto plazo y centradas en el comercio. Esta oferta
influye en el comportamiento económico, provocando cambios de actividad desde la producción al
comercio, sobre todo en áreas peri-urbanas y del
entorno urbano a las zonas rurales.
Con la expansión de la oferta crediticia, especialmente la dirigida a pequeños emprendimientos
individuales y asociados, se generan nuevas dinámicas no previstas como el fomento a actividades
comerciales, de servicios, y el endeudamiento en
cadena. También están las ofertas de créditos no
reembolsables dirigidas a pequeños proyectos productivos, cuyas experiencias han sido expandidas
aunque no siempre de manera sostenible.
Las informaciones al respecto son escasas e inciden en un bajo aprovechamiento del crédito, siendo
61
ellas un importante soporte para tomar decisiones.
Las mujeres acceden principalmente a créditos bajos
y con preferencia a la banca comunal para no poner
en riesgo el patrimonio familiar.
3.2.Acceso a la tierra
En el pasado reciente, las mujeres sólo accedían a la
tierra como parte de un grupo familiar, y mediadas
por la titularidad del hombre-esposo. Este acceso
familiar legal fue avalado por el sistema legal nacional
y por los usos y costumbres arraigados en las comunidades. A estos sistemas reguladores del derecho
propietario a la tierra les es inherente un orden de
género de base patriarcal, que ha definido sistemas
desiguales de tenencia de la tierra por sexo.
Las alternativas de solución de los derechos de
propiedad de las mujeres, de alcances estructurales,
quedan siempre sujetas a la tradición y la referencia
a su acceso vía familia representada por el “jefe” de
hogar. Este esquema funciona tanto bajo el modelo
comunal como bajo el sistema privado de tenencia
de la tierra.
La compra, herencia o dotación de tierra son
formas que no han garantizado acceso y derecho
propietario en forma equitativa para las mujeres. El
acceso solo estuvo reservado a las mujeres casadas
en ausencia de esposo o varón adulto (viudas). La
herencia ha asumido diferentes modalidades según
los sistemas culturales; en algunos casos se han beneficiado por la herencia de tierra en forma equitativa,
en otros, se ha considerado que sólo el hombre
tiene prioridad en la herencia por el predominio
de la patrilocalidad, la estabilidad y la continuidad
del patrimonio con su permanencia en el lugar. En
cambio, se sostiene que las mujeres al casarse abandonan el lugar, por lo que es más conveniente que
reciban por herencia ganado u otro bien móvil.
En los últimos años el mercado de tierras se ha
ido expandiendo permitiendo el acceso vía compra;
sin embargo, la información señala que son más
hombres que mujeres los que adquieren tierra vía
mercado, y que existen graves problemas legales en
los títulos de propiedad de la tierra.
La Reforma Agraria de 1953 dotaba tierras a
los hombres como titular bajo el criterio que esa
asignación garantizaría el bienestar de la familia
en su conjunto. Las nuevas dotaciones, a partir de
62
perfil de género bolivia
la Ley 1715 (inra) de 1996, deben hacerse bajo
titulación conjunta a la pareja y/o la comunidad
identificando individualmente a sus miembros. No
obstante, las dificultades en el saneamiento de tierra
y la débil institucionalidad dilatan el proceso que,
además, debe ser asumido por las comunidades “originarias” a nivel local. En su artículo 3, la ley inra
establece criterios de equidad en la distribución,
administración, tenencia y aprovechamiento de la
tierra a favor de las mujeres independientemente de
su estado civil (Inc. V)45. Su reglamentación señala
la titulación conjunta de la tierra. Asimismo, el
proyecto de nueva cpe en el art.395 dice que “…la
dotación se realizará de acuerdo con las políticas de
desarrollo rural sustentable y la titularidad de las
mujeres al acceso, distribución y redistribución de
la tierra, sin discriminación por estado civil o unión
conyugal…”. Además, el art. 401 determina que “el
Estado tiene la obligación de … promover políticas
dirigidas a eliminar todas las formas de discriminación contra las mujeres en el acceso, tenencia y
herencia de la tierra.” (cpe. 2008:128,130).
La nueva política de tierras pone énfasis en la
reconducción comunitaria de la Reforma Agraria y
la transformación de las estructuras agrarias, sobre
cuatro bases: i) des-colonización de las estructuras
agrarias; ii) equidad en la tenencia de la tierra;
iii) soberanía alimentaría basada en la agricultura
campesina; y iv) manejo sostenible de suelos, agua,
bosques y biodiversidad.
Además de las disposiciones sobre equidad en la
tenencia de tierra, se reconoce también la tenencia
colectiva e individual (mdrama. 2008). Sin embargo, la información disponible no permite todavía
determinar cuál es la situación de las mujeres en su
acceso y propiedad sobre la tierra.
Empero, tomando en cuenta los procesos de
saneamiento de tierras en curso, se puede identificar que:
•
Existe un avance relativo en la titulación conjunta
de tierras que favorece el derecho propietario
•
•
•
•
de las mujeres con la seguridad jurídica sobre la
tierra. Sin embargo, no existen aún dispositivos
institucionales y sociales que garanticen su ejercicio.
La previsión de nuevas dotaciones y las medidas
a favor de las mujeres han sido instrumentadas
para acceder a nuevas tierras; es decir, se ha
utilizado la norma como medio de acceso y
control por parte de los hombres en varias
experiencias.
La actual demanda de tierras tiene una orientación eminentemente social que prevé expropiaciones y nuevas dotaciones al calor de
las presiones sociales e intereses diversos, sin
especificación de los derechos de las mujeres.
El saneamiento de las tco, su regularización
y seguridad jurídica dejan a las organizaciones
comunitarias la regulación del proceso; ello se
mezcla con las prácticas sostenidas en los usos
y costumbres que no siempre garantizan el acceso equitativo a la tierra por su propio orden
de género.
La revalorización de la propiedad colectiva comunitaria, la organización interna y su regulación bajo parámetros propios, ponen en tensión
los derechos comunitarios y los individuales,
específicamente de acceso a la tierra por parte
de las mujeres. Las pautas reguladoras varían
en cada cultura.
4. Empobrecimiento relativo de las mujeres
4.1.Las cifras de la pobreza y la desigualdad
El compromiso de Bolivia para 2015, de reducir la
pobreza extrema a la mitad (a 17%) y la pobreza
moderada hasta 48%, no parece avanzar por las
condiciones estructurales de la desigualdad, de la
estructura y dinámica productivas y distributivas, y
los conflictos del proceso de transición en el país.
Algunos datos de la desigualdad señalan que el 10%
45 Art.3.Inc.V. “El Servicio Nacional de Reforma Agraria, en concordancia con el Artículo 6 de la Constitución Política del
Estado y en cumplimiento a las disposiciones contenidas en al Convención sobre la Eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer, ratificada por Ley 1100 de 15 de septiembre de 1989, aplicará criterios de equidad en la
distribución, administración, tenencia y aprovechamiento de la tierra a favor de la mujer, independientemente de su estado
civil.” (Ley INRA, 1996)
perfiles de género: derechos sociales
más rico consume 22 veces más que el 10% más
pobre; casi dos tercios de la población indígena se
encuentra entre el 50% más pobre de la población
(Banco Mundial).
La pobreza moderada se mantiene alta aunque
se ha reducido de 63.4% en1999 a 59,6% para 2005;
en tanto la pobreza extrema se redujo en el mismo
periodo de 40,7% al 36,7%. Esos resultados derivan
del divorcio entre programas para combatir la pobreza y las políticas públicas globales; es decir, no se
puede encarar la solución de la pobreza con políticas
sociales que compensen los efectos empobrecedores de las políticas macroeconómicas. Las acciones
contra la pobreza no han articulado políticas macros
y específicas, ni las políticas económicas y sociales,
tampoco han establecido un marco macro-político
donde el crecimiento económico tenga mejores
efectos distributivos.
Las mujeres pobres fueron incluidas en políticas sociales y programas de capitalización de sus
unidades productivas, los que han resultado insuficientes en términos de infraestructura y de servicios
empresariales.
El índice de pobreza en Bolivia llega al 60%, y la
desigualdad es una de las más profundas en Latinoamérica. La brecha de ingresos se ha ampliado, los
más ricos participan en el ingreso con más del 60%.
Un balance sobre la aplicación de las Estrategias
de Reducción de la Pobreza, ubica a Bolivia como
país donde los niveles de pobreza se elevaron por
aumento de la desigualdad y por disminución del
ingreso per cápita. (Ocampo, José Antonio. 2003).
63
en el mercado de trabajo. Es decir, la pobreza también se asocia a los niveles y patrones de empleo,
a las desigualdades y a la discriminación existente
en la sociedad.
En su relación con el empleo, la pobreza se
origina en los bajos y desiguales ingresos y en el
desempleo, sus causas fundamentales. Por tanto, las
alternativas para su reducción deben tomar como
ejes centrales políticas socioeconómicas de fomento
de la producción, del empleo y una clara política de
redistribución de los ingresos.
La gran oferta de trabajo urbana registrada
entre 2000-2005, que ha presionado fuertemente
sobre el mercado urbano, tuvo efecto en el incremento de las migraciones internas rural–urbanas
y las interurbanas, especialmente hacia La Paz,
Cochabamba y Santa cruz. Este fenómeno ha presionado los salarios a la baja y al incremento del
autoempleo y del empleo informal.
Por el método de línea de pobreza o ingresos
monetarios y por el de necesidades básicas insatisfechas se constata que, en área urbana, los resultados en cada caso son diferentes: la tasa de pobreza
más elevada se da por insuficiencia de ingresos
respecto de la del acceso a algunos servicios46.
Cuadro 15
Evolución de la pobreza por tipos
(en porcentajes)
Pobreza
Años
Urbana
Por nbi *
Rural
1976
a) Pobreza, género y mercado de trabajo
Por otro lado, la discriminación de género que
opera en el mercado de trabajo y el peso del trabajo
doméstico no remunerado en los arreglos institucionales (entre mercado-estado-familias-comunidades) tienen influencia en el empobrecimiento
relativo de las mujeres, pues inciden en la oferta y
demanda laboral, en la remuneración, en accesos
y condiciones diferenciados de hombres y mujeres
Urbana
Por ingresos
1986
52
1989(*)
59
1990
58
1992
1993
52
1997
51
2001
Nacional
85,5
53,1
95,3
70,9
39,0
90,8
58,6
Fuente: Elaboración propia con base en “Bolivia: Mapa de Pobreza 2001”; ine
2002, y EBRP citado en “Informe de Desarrollo Humano en Bolivia. 2002”; PNUD
2002.
(*) Dato calculado por el Banco Mundial
46 Si bien los servicios incluidos por el método nbi son más que educación y salud, lo interesante es apuntar que, contar con
ellos y adicionalmente otros como vivienda y servicios en la vivienda, no resuelve el problema de capacidad y solvencia monetaria para el acceso a satisfactores. Se puede tener servicios en la vivienda y no capacidad para pagarlos mensualmente, por
ejemplo.
64
La caída de los ingresos ha sido la evidencia
más elocuente de la drasticidad de la pobreza,
golpeando mayormente a las mujeres que, en este
ámbito, se mantienen con ingresos menores al de
los hombres47 en todas las categorías de ocupación.
Si bien se registra una disminución en la brecha
de ingresos entre hombres y mujeres, hay qye
considerar dos aspectos en esta disminución: (i) se
observa en los estratos ocupacionales más bajos; y
(ii) ocurre en paralelo a la disminución de ingresos
de los hombres. Por tanto, los aparentes cierres
de brechas no pueden ser entendidos como mayor
equidad porque no suponen un aumento de recursos
disponibles para las mujeres (Farah.2003), sino una
expresión de la tendencia a la baja de los ingresos
laborales en general.
La alteración del modelo del hombre como
único proveedor, producto de la inserción de las
mujeres al mercado de trabajo, no cambia las relaciones de género al interior del hogar. Cada vez
son más las mujeres generadoras de ingresos que
no pueden dejar las responsabilidades familiares
imprescindibles para la sobrevivencia de los hogares
pobres y para escapar a la pobreza. (Farah.2003).
Las políticas públicas deben, por tanto, no sólo
atender la pobreza sino también la “conciliación”
de estos trabajos como modalidad estratégica para
combatirla.
El crecimiento del sector informal –como expresión de una alta desigualdad– provoca cambios en la
esfera familiar, agudiza las tensiones y desencuentros
en las relaciones de las mujeres en ambos espacios.
El problema central no es que las mujeres con responsabilidades familiares no puedan trabajar, sino
las condiciones en las que lo hacen: suma del trabajo
mercantil y del familiar que no es considerada en la
demanda de empleo de mujeres. Tampoco se consideran sus efectos: “el factor oculto del equilibrio es
la habilidad de las mujeres para absorber la pobreza
a través de más trabajo o hacer rendir los ingresos
limitados”. (Benería.1995). Ello reproduce la pobreza al aceptar trabajos precarios, a tiempo parcial, a
cambio de flexibilidad para compatibilizar el trabajo
remunerado con el trabajo doméstico.
perfil de género bolivia
Los empleos eventuales de oferta pública
como el Plan Nacional de Empleo de emergencia
(plane) y la demanda de privados, ha puesto en
notoria evidencia esas condiciones. El plane en
sus varias versiones (2001-2005) cumplió con programas y proyectos dirigidos a reducir la pobreza y
contrarrestar las altas tasas de desempleo abierto. Su
impacto, medido sobre la probabilidad de encontrar
empleo post plane iii, fue más significativo para
los hombres, a pesar que fueron las mujeres quienes
se incorporaron de manera mayoritaria y creciente
en sus sucesivas fases: plane I, 55% eran mujeres,
plane ii el 64,4%, y plane iii el 74%48. Estos
programas de empleos de emergencia, según las
evidencias, se convirtieron en mecanismos de inserción laboral de importantes nuevos contingentes
de mujeres que estaban en condición de inactividad
(amas de casa).
Pese a ello, estos programas no consideran los
límites físicos que pone el trabajo doméstico y de
cuidado de las mujeres a su capacitación, información y desempeño laboral. La división del trabajo,
la ideología que la sustenta y las relaciones de poder asimétricas dentro y fuera de la familia tienen
efectos restrictivos para las mujeres (Farah.2003).
La incidencia del empleo sobre la pobreza varía
entre hombres y mujeres, precisamente por las restricciones que pone el trabajo doméstico. Mientras
los hombres caen en la pobreza por la pérdida del
empleo, disminución de ingresos o calidad del empleo; las mujeres además se ven afectadas por las restricciones que la vida familiar impone a su trabajo,
por las tensiones y efectos de su doble jornada en la
familia. Por ello, su empobrecimiento relativo tiene
que ver con la necesidad de compatibilizar sus jornadas con el acceso a empleo en sectores de menor
productividad sobre todo de tiempo parcial. Esto
es más evidente entre las mujeres indígenas cuyos
grados de escolaridad y calificación son menores,
además de tener problemas en el manejo del idioma
y estar más expuestas a discriminación.
Sin embargo, la gravedad de la pobreza ha llevado al convencimiento de mujeres, ong y de actores
públicos, que los trabajos en condiciones precarias,
47 Ver capítulo referido a Trabajo, en lo correspondiente a ingresos.
48 En el plane I se inscribieron 86.000 personas; en el plane II, 100.000; y en el plane III, 99.000.
perfiles de género: derechos sociales
de inestabilidad laboral, de baja remuneración y
desprotección social, son –en todo caso– opciones
mejores y de “progreso” que situaciones de desocupación o de otras ocupaciones previas, aunque las
expongan en forma permanente a riesgos múltiples.
(Grupos focales. 2006)
Si bien las mujeres comparten bases estructurales de desigualdad y discriminación, las disparidades
son significativas entre clase y etnia. Son mayores
las posibilidades de ingreso al mercado, de permanecer en él y hacer carrera laboral si se es blanco/a,
bien educado/a, y si se tiene menos hijos/as. Con
un trabajo e ingreso estable las mujeres de estratos
socioeconómicos medios pueden ampliar sus oportunidades de desarrollo laboral, mientras las mujeres
pobres tienen tasas de actividad menores que las
mujeres de hogares no pobres. (Wanderley. 2003).
Las modalidades de atender la pobreza por la
vía de la generación de empleo se han centrado en
la inversión pública en infraestructura desarrollada
mediante programas de emergencia49, promoción
del empleo rural y la inserción laboral de los jóvenes50, apoyo a la mype con programas de microcrédito y de acceso a activos. Se ha privilegiado la atención a grupos vulnerables como las jefas de hogar,
mujeres campesinas e indígenas, mujeres de sectores
populares urbanos, considerados más vulnerables;
pero casi nada se ha hecho para armonizar la vida
laboral con la familiar, ni para fomentar el ingreso
de los hombres a la esfera del cuidado (Farah. 2003).
Sólo se cuenta con las medidas que contempla el
proyecto de nueva cpe sobre el reconocimiento del
valor económico del trabajo del hogar como fuente
de riqueza. (Art.338)
b) Pobreza rural
Un caso particular de empobrecimiento es el de la
población rural, donde las brechas de desigualdad
son más amplias, aunque en términos absolutos la
magnitud de los pobres es menor. En esta zona,
el empobrecimiento se vincula con las características de la dotación de activos, cantidad y calidad
de tierras y diferencias de productividad. Más del
49 Programa propais
50 Programa “Mi primer empleo”
65
80% de los hogares rurales, que generan ingresos
a partir de la producción agropecuaria, logran en
promedio un ingreso per cápita menor a $us 25 persona/mes. Las actividades no agrícolas y asalariadas
son las responsables del 45% del ingreso familiar.
(Jiménez. 2003).
La pobreza rural es también la más persistente
porque se enraíza en causas estructurales ligadas al
desigual acceso a la tierra, desigual calidad y degradación de la tierra, mano de obra sin calificación
y hasta descalificada, al persistente analfabetismo
especialmente femenino, a los bajos niveles tecnológicos y a deficientes políticas de fomento al
desarrollo agrícola y rural en general por parte del
Estado. A estos problemas se suma la inseguridad
jurídica en la tenencia de tierra, la escasa titulación a
mujeres, la carencia de vialidad y riego, y la ausencia
de servicios educativos, de capacitación, asistencia
técnica y crédito.
Para todos los estratos sociales agrícolas, la
tierra es el factor clave y garantía para acceder a
oportunidades económicas. La definición de los
derechos de propiedad y posesión entre los diversos
sujetos afecta, por tanto, la capacidad de producción
y su aprovechamiento, de acceso a beneficios, estatus
socioeconómico, participación en las decisiones e
integración a los circuitos económicos. La producción y la productividad a su vez requieren recursos
y activos todavía inaccesibles para la mayoría de los
y las productoras, sobre todo mujeres campesinas
e indígenas.
Para los indígenas y campesinos la tierra es un
medio de subsistencia, símbolo vital y cultural que
origina diversas ritualizaciones sobre la reproducción material, social y simbólica. Las evidencias
empíricas demuestran que las formas cómo se distribuye este bien en el hogar depende de patrones de
gasto que usualmente postergan a las mujeres. Con
base en el Art. 3 de la Ley inra, la demanda de las
mujeres que apela a la titulación conjunta enfrenta
dificultades en su aplicación por falta de documentos
legales, usos y costumbres, tensión aguda sobre derechos colectivos y derechos individuales generada
en el contexto de revalorización y recreación de
66
modelos comunitarios basados en usos, costumbres
y formas organizativas propias frente a la demanda
de derechos universales de las mujeres.
c) Los avances conceptuales
Un logro importante en el tratamiento de la equidad
de género, en las últimas dos décadas, fue visualizar
la conexión entre pobreza y género, y reconocer
que la discriminación que viven las mujeres puede
generar, acentuar, aliviar o reducir la pobreza.
Para entender esa conexión, se viene insistiendo
en la compleja red institucional constituida por el
Estado, mercado, familias y comunidades que tiene
–por excelencia– a su cargo la producción del bienestar a través de la producción de recursos, medios
y bienes para satisfacer necesidades. Las formas de
relación entre esas esferas y las modalidades de distribución de responsabilidades en la producción de
recursos de bienestar entre ellas, influyen de manera
decisiva en la producción o superación de pobreza y
en las relaciones de género. En los últimos años se
advierten los riesgos de acentuar las desigualdades
de género si no se comprende el carácter relacional
e interinstitucional de la producción del bienestar,
que exige articular políticas públicas económicas
y sociales y la legislación en torno a determinados
arreglos institucionales en la producción de recursos
que contemplen las interdependencias entre unidad
doméstica, comunidades, mercado y Estado, ya que
sus desbalances pueden incidir en perpetuar los
patrones de división sexual del trabajo, aventurar
la desigualdad entre mujeres y hombres y generar
formas más críticas y duraderas de pobreza para las
mujeres. (Farah. 2003).
El núcleo de reflexión, pues, se focaliza en la
división sexual del trabajo y en la división de responsabilidades institucionales en la producción de
satisfactores.
El actual Gobierno pretende modificar la
privatización o mercantilización de diversos bienes
públicos básicos que, en el pasado, transfirió costos
de la reproducción al mercado y a las familias. Si
esta transferencia ocurre en circunstancias de salarios o ingresos pobres –como fue la experiencia de
las décadas pasadas–, los hogares pobres no pueden
adquirir los bienes y servicios en el mercado y,
en consecuencia, deben producirlos en el ámbito
perfil de género bolivia
familiar y/o recurriendo a redes sociales más amplias, al trabajo no remunerado de las mujeres. Es
de esperar, ahora, que las reorientaciones de las
políticas hacia la re-estatización de la provisión
de bienes públicos, puedan beneficiar sobre todo
a estos hogares.
Hasta el presente, los cambios en la asignación de recursos y algunos logros en aumentos de
productividad no han considerado la reversión de
las transferencias de costos de la reproducción a
los hogares; cuestión que tampoco se halla en la
agenda de las mujeres pues no se trata de una idea
encarnable aún en el marco de los sistemas de valores de los protagonistas centrales de los procesos
de cambio.
Junto al avance conceptual en la construcción
de la relación entre género y pobreza está también
la crítica a las aproximaciones metodológicas de
medición de la incidencia y grados de pobreza,
desde la perspectiva de los enfoques conceptuales
de la desigualdad de género. Por ejemplo, en cuanto
al método de la línea de pobreza que prioriza el
enfoque monetario al entender la pobreza como
descenso del consumo a causa de un bajo ingreso
monetario respecto de la “línea de pobreza”, la
crítica enfatiza en el hecho del escaso porcentaje
de mujeres que trabajan bajo relaciones de asalariamiento o remuneración monetaria como contrapartida a su esfuerzo laboral. En tanto, en relación
al método de las necesidades básicas insatisfechas
(nbi) –que mide la pobreza en términos de acceso
a bienes según estándares normativos– este ha sido
criticado por no captar los criterios de género en
torno a la asignación de los recursos y bienes entre
los miembros del hogar.
En general, estos enfoques no consideran las
diferentes formas de vivir la pobreza por parte de
mujeres y hombres, más allá de compartir elementos comunes del empobrecimiento. Si bien en cada
caso se distingue entre hogares jefaturizados por
hombres y/o por mujeres; en ninguno de ellos se
da una aproximación a las diversas formas de distribución de los recursos en términos de edad y sexo
al interior de los hogares; además de considerar
sólo los bienes adquiridos en los mercados o provistos por el Estado, desconociendo las situaciones
ocupacionales predominantes. (Arriagada. 1998;
Farah. 2003).
perfiles de género: derechos sociales
El acuerdo básico en torno a la pobreza es su
núcleo de privación casi absoluta: la pobreza extrema asociada con insuficiencia alimentaria, aunque
se sabe que las necesidades humanas se extienden
más allá de condiciones indispensables para existir
y comprenden también valoraciones sobre las necesidades. (Valenzuela. 2003).
En cuanto a la relación entre pobreza y desigualdad, este es aún un desafío pendiente, se hace
escasa referencia desde la perspectiva de género.
El consenso al respecto señala que la pobreza se
refiere a privaciones de capacidades y recursos
para alimentarse, atender la salud, disponer de una
vivienda y educarse, etc; mientras la desigualdad
hace referencia a procesos vinculados con criterios
de justicia detrás de la distribución de medios
económicos que generan relaciones asimétricas
entre los miembros de una sociedad. Es decir, se
considera la pobreza como un estado sin mención
de los procesos productores de pobreza. Pobreza y
desigualdad, no obstante, no pueden abordarse de
manera separada; ambos son fenómenos distintos
conceptualmente, pero estrechamente relacionados. Este nudo parece ser una preocupación del
actual Gobierno.
d) Mujeres y percepciones sobre pobreza51
Más allá de las discusiones conceptuales sobre la
pobreza, “la voz de los pobres” incluida la voz de
las mujeres, recogida en sus opiniones, experiencia
y aspiraciones52, nos señalan es necesario revertir la
estigmatización generada por la etiqueta de “pobre”
como identidad interiorizada, despreciada y merecedora de atenciones subsidiadas y no de derechos.
Esta identidad construida desde el estado y la propia
sociedad civil debe discutirse ante la urgencia de
remontar el desconocimiento de formas de vida
de poblaciones culturalmente diferentes (como
las indígenas que son consideradas “pobres” en
general), teniendo sin embargo el cuidado de no
caer en relativismos o particularismos que pueden
67
reproducir la pobreza y dejar de lado principios y
necesidades universales imprescindibles.
La población indígena en Bolivia no se identifica como pobre, pues la consideran una forma
de reconocimiento ajena a la suya propia; señala
que esa forma asocia lo indígena con condición de
pobreza53 con cargas estigmatizantes y discriminatorias. Por otro lado, las mujeres –por sus papeles
asignados– la entienden en términos del consenso
en torno al concepto: como situación de carencia
y privación cuya extremo es la falta de alimentos.
Esta situación, para ellas, afecta a toda la familia
sin distingos entre quienes la sufren; en algunos
casos reconocen a la madre como la más pobre por
privarse de comida, transporte o vestimenta a favor
de las necesidades del esposo, hijos e hijas. No obstante, esta privación se asume como algo “natural”.
(Grupos focales. 2006).
En sus visiones también afloran pistas que
ligan la pobreza con un grupo social inferiorizado,
subalternizado sobre el que se ejerce permanentes
atropellos a su dignidad. La condición de pobre
da pié a la recurrente falta de respeto en la vida
cotidiana, sobre todo en sus relaciones con funcionarios públicos, policía, comerciantes, y hombres y
mujeres no pobres. Así, los que son llamados pobres
viven un permanente sentimiento de vergüenza y
humillación. (Grupo Focal La Paz, Santa Cruz).
Esta percepción es más propia de mujeres indígenas;
las dirigentas de origen rural están convencidas que
la pobreza tiene cara indígena y que esa asociación
facilita prácticas de dominación ya que remite los
procesos de diferenciación social a la condición
indígena. Entre mujeres de sectores medios, la
pobreza se asocia mayormente a la insuficiencia de
ingresos.
Las mujeres madres tratan de impedir la
reproducción intergeneracional de la pobreza,
problema grave y difícil que –sin embargo– podría
superarse con su sacrificio presente para impedir
un futuro de precariedad para sus hijos(as). Pero,
en el área rural las mujeres optan frecuentemente
51 Toma como base la información obtenida de los grupos focales y entrevistas realizadas para elaborar el Perfil de Género.
asdi 2006.
52 Deepa, Narayan. 2000. “La Voz de los Pobres. ¿Hay alguien que nos escuche?”. Banco Mundial. Mundi – Prensa. España.
53 Grupos focales. 2006. Tórrez, Virginia. Entrevista. 2006.
68
por la continuidad educativa del hijo, o por formas
rotatorias de acceso escolar (un hijo/a por año);
es decir, ser pobre supone la privación de uno y/u
otros miembros54 y, sobre todo, la privación de las
madres como “recurso” para evitar la privación del
esposo, hijos e hijas.
La decisión de alimentar, proteger y dar seguridad a sus hijos e hijas se manifiesta también en la
tendencia a asumir cualquier condición de trabajo
aun a costa de separarse de sus hijos e hijas pequeñas, si el costo emocional de hacerlo es compensado
con acceso a recursos para ellos. Las mujeres con
menor calificación, información y escaso ingreso
aceptan trabajos precarios, “dejan su orgullo a un
lado” y “sufren humillaciones” con tal de acceder a
alternativas aunque sean precarias.
Si bien las mujeres reconocen avances de la ley
de participación popular y la municipalización en la
dotación de servicios de educación y salud públicos;
sin embargo, su falta de alcance a todas las regiones
y comunidades, su mala calidad y la no gratuidad
para acceder a ellos, hacen que no sean vistos como
medio para superar la pobreza.
La falta de credibilidad en las instituciones
públicas parece estar cambiando con algunos
matices. Por ejemplo, las mujeres indígenas del
Oriente percibían un mayor apoyo de parte de algunas ong a pesar de poca cobertura, por cuanto
el Estado mantiene una presencia débil que se expresa también en la debilidad institucional de varios
municipios. (Carmen Muñuni, Marisol Solano.
Entrevista. 2006).
Son las mujeres jóvenes las que dicen estar decididas a romper ciertos patrones con tal de no ser
pobres. Ellas se niegan a reproducir la experiencia
de pobreza de sus padres/madres o el “sacrificio” de
sus madres. Desean estudiar, capacitarse más aun
a costa de postergar sus proyectos matrimoniales
“hasta tener condiciones”. Este es un fenómeno
emergente: la postergación del matrimonio y la
maternidad ante un nuevo esquema de prioridades
de vida, donde el estudio, la profesionalización
y el trabajo son imprescindibles para las mujeres
perfil de género bolivia
j­óvenes. Ellas ven la educación como un medio para
salir de la pobreza porque tiene retornos económicos y no económicos, abre mayores oportunidades
de empleo, de relaciones sociales y de mayor movilidad social.
En suma, la superación de la pobreza para la
jóvenes tiene que ver con empleo e ingresos; para
ello, la educación y profesionalización son medios
fundamentales en sus proyectos de vida, que marcan
importantes diferencias intergeneracionales.
5.La acumulación de capital humano:
educación
5.1.Género y educación
La educación es un elemento de enorme valor para
las mujeres bolivianas, sea como recurso para “ser”,
comunicarse y participar o para alcanzar movilidad
social; pero, a pesar de ello, la consigna mundial de
eliminar “la disparidad de género” en la educación
primaria y secundaria para el 200555 no fue aun
cumplida en Bolivia56.
a) Avances y vínculos entre educación
y derechos de ciudadanía
Con el Programa de Reforma Educativa (pre 1994),
se dieron pasos enormes hacia esa meta en términos
de coberturas y también de transformaciones en
contenidos de los procesos enseñanza aprendizaje
mediante varias políticas: i) innovación curricular
que incorporó –entre otros– el tema género y de
los salud sexual y reproductiva como transversales;
ii) sensibilización y capacitación de maestros e
innovación de programas en las normales bajo la
perspectiva de género; iii) eliminación de estereotipos sexistas en textos escolares; iv) realización de
investigaciones que generen conocimientos sobre la
realidad de las mujeres en la historia y vida cotidiana,
que sustenten el nuevo currículo y que identifiquen
los sesgos de género en las interacciones en el aula
54 Economía y Sociedad. 2000. Acceso y Permanencia de las niñas rurales a la escuela. Ministerio de Educación. La Paz
55 Una de las metas de la Agenda Global para el siglo xxi, originada en las diversas Cumbres y Conferencias de los 90 del siglo
xx y hoy mantenida como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
56 Contradiciendo el “Informe del pnud sobre Pobreza 2000: Superar la pobreza Humana”. New York. USA; 2000.
perfiles de género: derechos sociales
y la comunidad educativa; v) promoción de un
­nuevo trato entre actores de la comunidad educativa
­mediante el programa de prevención de la violencia en la escuela y disposiciones para retener en la
escuela a niñas campesinas y jóvenes o adolescentes
embarazadas; y vi) promoción de la equidad en la
gestión del sistema educativo.
Todas estas políticas57, que marcaron el rumbo
de las políticas educativas, apuntaron a lograr equidad de género en el sistema educativo y también
en la construcción ciudadana de las mujeres con el
ejercicio del derecho a la educación.
Las preocupaciones por las disparidades educativas entre varones y mujeres se basan en la convicción de que la educación es “agente de cambio”
que mejora la situación de los educados. Es un
instrumento para que hombres y sobre todo mujeres
puedan hacer más por sí mismos(as) y para mejorar
su posición en la familia, tener una movilidad laboral favorable eintegrarse en mejores condiciones
al desarrollo, contribuyendo al crecimiento y la
reducción de la pobreza. Permitiría también participar en las decisiones de políticas educativas, sus
contenidos y la gestión educativa (asociaciones de
padres / madres de familia, juntas escolares) junto
a los consejos educativos de pueblos originarios
(cepo) que, en Bolivia, posibilitan la participación
de la población indígena en la definición y diseño
de su carácter intercultural y bilingüe.
Esos enfoques no pudieron sacudirse de cierto
uso instrumental al mantener la visión de la educación como “capital humano” que por sí mismo viabilizaría la movilidad laboral, establecería vínculos
de ciudadanía sobre todo en la experiencia boliviana
donde la educación es un mecanismo eficaz de integración y vinculante con el Estado. La educación es
una “señal”, de ascenso social que, si bien no elimina
marcas corporales como el sexo, la raza o lo indígena
con su carácter “intercultural”, es percibida como
tal por la mayoría de la población.
A partir de la gestión gubernamental iniciada
el 2006, se establece que el pre no habría logrado
superar el modelo colonial y que el Sistema Educativo Nacional no tomó en cuenta las identidades,
69
formas de pensar, cosmovisiones de los pueblos
indígenas, la falta de igualdad de oportunidades
ni su desvinculación con el sector productivo. La
propuesta para revertir esta situación es “…articular
el sistema educativo a la nueva matriz productiva, al
desarrollo socio–comunitario, al proceso de acumulación y desarrollo de la ciencia y tecnología, a los
procesos de construcción de la nueva estatalidad, de
reconstitución de las unidades socioculturales y de
re-territorialziación…”. (pnd. 2007).
Para ello se proponen varias políticas. i) Transformación del sistema educativo y refundación de
la educación boliviana, mediante una nueva ley, la
Avelino Siñani/Elizardo Pérez, que norme y regule la estructura curricular, la gestión educativa,
la participación social, y que articule la educación
a la producción según las diversas características
culturales en vigencia. ii) Calidad educativa, que
priorice la igualdad de oportunidades para facilitar
la inserción y permanencia en la educación de los
grupos sociales desfavorecidos. Con esta política
se busca ampliar la cobertura en áreas rurales y
periurbanas de mujeres, jóvenes, adultos e indígenas principalmente, mediante dos programas; el
de alfabetización y el de educación de calidad con
equidad social, étnica, de género y generacional.
iii) Educación que genera, adapta y aplica ciencia y
tecnología para desarrollar procesos intersectoriales
de transformación de la gestión educativa, articulada a las vocaciones productivas y culturales de las
regiones y sus demandas de formación técnica y
tecnológica. Esta política contempla dos programas;
el de educación para la producción con identidad
cultural, e investigación educativa, y una estrategia
para transformar la gestión educativa.
Tanto estos planteamientos como el proyecto
de Ley Avelino Siñani/Elizardo Pérez58 no incluyen
un enfoque de género; y el proyecto de ley sigue
sin aprobación en el parlamento. Esto crea una
situación de confusión entre los y las maestras que
mantienen las pautas del pre, una combinación
entre ambos, o un franco impulso a iniciativas
diversas en otros casos. Los esfuerzos y avances en
la transversalización de género en contenidos de
57 Impulsadas por la ex Subsecretaría de Asuntos de Género en coordinación con el Ministerio de Educación.
58 Este Anteproyecto fue aprobado en el Congreso Nacional de Sucre, realizado en Sucre en el 2006
70
perfil de género bolivia
la currícula parecen haber quedado estancados, a
pesar de la fuerza del planteamiento de promoción
de una educación universal con igualdad de oportunidades59.
b) El carácter ciudadanizador de la educación
La educación es considerada como apropiación de
conocimientos, de lenguaje y competencias con los
que se “aprende a” o se “quiere ser”, o se deja de
ser lo que se es ahora para ser reconocido de otro
modo. En esa medida, la educación es un derecho
y un vehiculo para la ciudadanización ejercida por
quien la adquiere, haciendo germinar un sentimiento de ser parte de una sociedad más amplia y una
conciencia de constitución individual que favorece
la acción autónoma y el ejercicio de poder.
“Todavía me faltan las palabras técnicas con que
nos envuelven y desenvuelven...Yo tengo que ir
a consultar a la compañera que está a más altura
que yo qué quiere decir …, es difícil estar con esas
compañeras, pero ahora ya puedo decir nosotras las
mujeres también somos capaces y vamos a hacer” 60
(Grupo focal.2006).
Pero la construcción ciudadana desde el “empoderamiento” personal y la acción autónoma impulsada desde sí hacia lo que se piensa que se tiene
derecho, no detienen por sí solas la discriminación
contra las mujeres indígenas en el mercado de trabajo, en las estructuras de poder y en la propia familia.
Pero sí se convierte en condición para el ejercicio
de derechos civiles, políticos y sociales, como el
ejercicio de la libre expresión, de verbalización de
demandas propias, de incursión en espacios organizativos, deliberativos y públicos, de ejercicio del
liderazgo e interacción con la sociedad amplia.
El carácter ciudadanizador de la educación,
sin embargo, hace diferencia según las pertenencias clasistas y étnicas de las mujeres. Las mujeres
campesinas que se han movilizado a niveles de dirigencia social y de gestión municipal, consideran
la educación como el medio que les ha permitido
llegar donde están o que adquieren una vez asumida
la dirigencia. Se duelen por la limitación que ha
significado a sus proyecciones y aspiraciones el no
haber podido culminar la primaria y secundaria.
(Grupo Focal, La Paz.2006).
El bilingüismo es valorado porque les permite
mayores lazos con los otros y la ciudad. El idioma
se percibe como factor que influye en su educación
y expresión; les parece una carencia manejar sólo
la lengua nativa. La demanda del castellano y otros
idiomas denota aspiraciones modernizadoras que
se matizan según territorio y generación; es mayor
cuanto más próximo se está de las zonas urbanas y
cuanto más joven se es.
“... he tenido problemas educativos también, hasta ahora
no puedo comprender, las palabras faltan, ni algunas cosas
que todavía no entiendo quizás también es el problema de
no poder hablar bien, mi habla no se entiende” (mujer
adulta).
“Yo creo, claro está, que tener educación es poder. Bajo
ese marco es importante que tengamos bastante educación
en este contexto ahorita que la educación está bastante
tecnologizada. Ahora ya no se habla solamente de leer
sino del internet, del chat. Necesitamos eso las organizaciones con urgencia, las dirigentes tenemos que tener
nuestros correos y comunicarnos con otras hermanas de
otros países, porque si vemos la realidad solo de nuestras
miradas, perdemos la mirada global; por eso creo que es
importante la educación y manejar la tecnología” (Joven
dirigenta de El Alto. 2006).
Estas visiones en el occidente urbano del país,
contrastan con aquellas de zonas más rurales del
oriente del país en particular que demandan educación en lengua nativa, zonas estas donde la apropiación del castellano fue amplia y requieren conservar
sus lenguas maternas como acervo cultural.
Las mujeres adultas, por su parte, perciben que
tienen desventajas frente a las demás mujeres por la
falta de centros educativos específicos para ellas, y
señalan como un problema la ausencia de educación
informal o continua para ellas.
En general, las mujeres rurales y las de reciente
urbanización perciben que la construcción de su
59 El proyecto de norma fue aprobado en su estación en grande. Actualmente se encuentra en el Comité de Educación, Ciencia
y tecnología para su análisis y elaboración del informe final.
60 Grupo focal con mujeres rurales del departamento de La Paz.
perfiles de género: derechos sociales
ciudadanía se apoya fuertemente en la educación, la
adquisición de la lengua franca, y en instrumentos
modernos de comunicación para su integración.
Estos son elementos importantes para un debate
sobre las políticas educativas y el carácter de la
interculturalidad.
Es curioso que las mujeres no se refieran al hecho
que la educación apoye la construcción de un tipo
determinado de mujeres al incluirlas en los procesos y
producción de socialización en los que las mujeres son
las principales protagonistas al interior de las familias y
en la propia escuela. Sorprende más ese hecho, cuando
su efecto es naturalizar como algo propio de las mujeres las responsabilidades por esos procesos y hacer
que determinadas características sean “inherentes” a
la naturaleza femenina y masculina.
5.2. Indicadores de los problemas educativos
El carácter ciudadanizador y/o reproductor de estereotipos no es frecuentemente informado; por ello,
las asimetrías de género en la educación se reflejan
en “indicadores de situación de inequidad” en cuanto a acceso y permanencia en la escuela, que aluden
coberturas bruta y neta, repetición y retención /
abandono en los diversos ciclos educativos, niveles
de instrucción alcanzados, profesionalización, y
trayectorias de las tasas de an/alfabetismo por sexo.
(pam, par, odm y planes nacionales)
En esa materia, que sólo expresa una arista de
las inequidades de género en la educación, se muestran problemas y avances como los siguientes61.
71
compone en un 71 % de las mujeres y en un 29 %
de los hombres campesinas(os). Estos porcentajes
bajan entre la población de 6 y más años a una tasa
de analfabetismo de 11%, lo que hablaría de una
mayor asistencia a la escuela de las nuevas generaciones de niños y niñas en comparación con la de
sus padres / madres. También habla de la falta de
programas de educación de adultos(as), tema en el
que se espera un cierto contrapeso con el Programa
de Alfabetización “yo sí puedo”.
b) Asistencia escolar
En esta materia, las brechas se dan por sexo y zona, y
también por ciclos. El nivel inicial apenas cubre el 10
% de niños y niñas entre los 3-5 años y mayormente
en zonas urbanas, con aparentes ventajas para las niñas.
Además de escasa, esta atención es realizada por instituciones predominantemente privadas. Estos datos
ponen de relieve: (i) la ausencia de políticas públicas
para este nivel, por la cultura pública predominante
de que el cuidado de niños y niñas es responsabilidad
de las familias sobre todo rurales, las más excluidas de
ese servicio; (ii) una asistencia a educación inicial diferenciada por clases sociales, solo acceden pequeñas(os)
de hogares que pueden, pagarla por lo tanto en menor
Cuadro 16
Diferenciales de género en educación
Indicador
Diferencial de género en analfabetismo62
a) Analfabetismo
Todavía existe un significativo analfabetismo general, según datos del Censo 2001 (13 %), con
persistentes brechas, pues las mujeres mayores de 15
años lo son en un 19 %, en tanto sus pares varones
lo son en un 7%. Este problema es mayor en las zonas rurales (38% de mujeres son analfabetas y 14%
de los hombres) donde se halla el 67 % de toda la
población analfabeta cuya distribución por sexo se
61
62
63
64
2001
Total: 19,33%
Urbana: 7,53%
Rural: 23,48%
Total: 2,53%
Diferencial de género en la tasa de cobertura
bruta de matriculación63
Inicial: 1,50%
Primaria: 2,11%
Secundaria: 5,71%
Total: (0,78)
Diferencial de género en la tasa de abandono64
Inicial: (0,39)
Primaria: (0,52)
Secundaria: (1,91)
Fuente: Elaboración propia, sobre datos ine.
Ver vmm / CM 2003; Lanza y otros 2005; Salazar y otros 2005; y Sánchez y otros 2005.
Es la diferencial entre la tasa de analfabetismo de mujeres y la correspondiente a los hombres.
Es la diferencia entre la tasa de cobertura bruta de mujeres y la correspondiente a hombres.
Es la diferencia entre la tasa de abandono de las mujeres y la correspondiente a los hombres.
72
medida los hogares en situación de pobreza; y (iii) una
actitud diferenciada en el trato a niños y niñas sobre
todo en hogares pobres, pues se evidencia que si las
niñas no tienen edad para “ayudar” en casa asisten
más a los centros mientras los cuidados en la familia
se concentran en los niños.
En cuanto al acceso y permanencia en la escuela, existe una importante paridad de niñas y niños en
primaria donde la matrícula es la más alta de todo el
sistema escolar (76%), aunque no se da universalidad en la asistencia de la población entre 6 – 13 años
(sólo 85% del total) pese a ser el nivel priorizado
por el pre aplicado entre 1994-2005, llevándose el
71% de todo el gasto en educación. La situación
se agrava en secundaria donde la matrícula apenas
alcanza al 14% de toda de la población escolar, y
sólo el 50% de la población entre 14 y 18 años (50%
de las chicas y el 52,5% de los chicos).
En ambos niveles se da una leve ventaja masculina, algo mayor en secundaria; pero, en algunos
departamentos, zonas urbanas y rurales, municipios
se presentan casos de ventaja femenina que obedecen no tanto a patrones culturales distintos65,
como a dinámicas socioeconómicas y demográficas
desiguales.
Los problemas, sin embargo, no sólo se refieren a las brechas por sexo de la matrícula –que
existen– sino sobre todo a las amplias diferencias
entre coberturas brutas y netas, y entre zonas. En
primaria la distancia entre cobertura bruta (108%)
y neta (85%) es mucho mayor y afecta más a las
niñas; es también más amplia en zonas rurales que
urbanas. Esto se asocia al tardío ingreso de las
niñas a la escuela y la mayor intermitencia en su
asistencia; pero también a una oferta de educación
incompleta en las zonas rurales donde solo el 12%
de las unidades educativas ofrece primaria completa, y a un extenso problema de sobre-edad que
afecta a chicos y chicas del campo y de la ciudad
pero por razones distintas.
Además de los factores señalados, la sobre-edad
en el campo se origina en el más tardío ingreso a
perfil de género bolivia
la escuela y en una repitencia causada por una primaria incompleta que lleva a las familias a enviar
a los hijos/as a cursos ya aprobados con tal que
permanezcan en la escuela. La repitencia presenta
mayor proporción en los primeros años por las
tensiones que provocan las primeras rupturas espaciales entre hogar y escuela, y entre lenguas. En
tanto en secundaria, este problema se liga a entradas
y salidas del trabajo remunerado que demandan los
hogares pobres de los chicos; y al trabajo doméstico no remunerado de las chicas. Adicionalmente,
quienes llegan a secundaria son los que tienen más
proximidad con la ciudad66; por ello la sobre–edad
de chicas y chicos de origen rural es mayor, por los
costos de traslados y los temores de sus progenitores de que el alejamiento de las hijas se traduzca en
emparejamiento o embarazo precoz por la distancia
y pérdida de control sobre ellas.
Continuar los estudios secundarios y superiores,
incluso primarios, para hijos e hijas de campesinos,
supone su alejamiento vía migración de sus lugares
y de la agricultura; lograr el bachillerato implica
“descampesinización”: los hijos se vuelven luego
transportistas, militares, mecánicos, empleados
públicos, y las hijas se vinculan al trabajo doméstico remunerado, comercio y servicios o gestión
municipal, trayectorias diferentes a las de padres y
madres que permanecen en el campo (Salazar et. al.
2005). Algunos hijos e hijas provenientes de familias con mayores recursos terminan en las ciudades
la secundaria y siguen la formación profesional y
universitaria. Esto ocurre cuando las diferencias
de ingresos entre ciudad y campo vislumbran una
inserción laboral mejor a la agricultura. (Salazar et
al. 2005; Sánchez et al. 2005).
c) Niveles de instrucción
Entre la población de 19 y más años, el 6,76% de
los hombres no tiene ningún nivel de instrucción, el
40% cuenta con nivel primario, el 30,32% alcanza la
secundaria, y sólo el 22,92% la educación superior.
65 Las niñas matriculadas en primaria son más en los departamentos de La Paz y Tarija, tasas similares de matriculación se
pueden observar en Beni y Santa Cruz, mientras Oruro, Potosí, Chuquisaca y Cochabamba presentan una situación inversa.
Con todo, al interior de cada departamento existen algunos municipios con ventaja femenina y masculina, es cierto que
prevalece la ventaja masculina en general. En secundaria, solo Santa Cruz, Beni y Tarija muestran más chicas matriculadas.
66 A causa de la casi inexistente oferta educativa en este nivel en las zonas rurales.
perfiles de género: derechos sociales
Entre las mujeres, el 17,44% no tiene ningún nivel
de instrucción, el 38,94% cuenta sólo con primaria, el 23% tiene secundaria, y el 20,54% alcanzó
la educación superior. Se observa que, pese a los
progresos de las mujeres en materia educativa, la
estrecha brecha en el ciclo primario –el privilegiado por el pre– se amplía en la situación de ningún
nivel de instrucción, y se reduce relativamente en
el nivel secundario y en educación superior. No
obstante, en estos niveles los grados de asistencia
son preocupantemente bajos.
El promedio de años totales de estudio de la
población de 19 años y más, es de 7,43 años de estudio, 8,24 para los hombres y 6,65 para las mujeres.
En el área urbana este promedio nacional alcanza
a 9,23 años en promedio, los hombres con 10 y
las mujeres con 8. En el área rural, esta población
apenas alcanza un promedio 4 años de instrucción,
con ventajas para los hombres (5 años) en relación
a las mujeres (3), sobre todo indígenas.
De nuevo se confirma que las brechas más amplias en el nivel de instrucción están en el ámbito
rural, donde la población indígena cuenta con tres
años menos de escolaridad en promedio que los niveles logrados por la población no indígena (9,6 años
promedio). Del mismo modo, el analfabetismo está
particularmente concentrado en la población indígena femenina y afecta a una de cada cuatro mujeres
mayores de 35 años. En 2002, 18% de la población
no indígena mayor de 14 años asistía a la escuela,
mientras ese porcentaje para la población indígena
era de apenas 8%. La educación secundaria y terciaria
también es baja entre los indígenas. (Gillete. 2004).
En el nivel universitario67, las intersecciones
entre matrícula y estratificación socioeconómica o
étnica se ven opacadas por la falta de información
disponible. En relación a la conocida segregación
y restricción de estudios en los niveles técnicos,
superior y universitario sólo puede afirmarse
que la matrícula está en ascenso y cada vez más
próxima a la paridad. Las asimetrías a favor de los
varones se dan en las universidades donde ellos se
concentran fuertemente en especialidades de ingenierías (Oruro y Potosí), pero también acceden
a una mayor diversidad de especialidades; en cam-
67 Matricula del sistema universitario público para el 2001.
73
bio, las mujeres tienen ventajas en especialidades
como enfermería y biología (región amazónica) o
bioquímica, administración y ramas humanísticas
(Tarija).
Las asimetrías a favor de uno y otro sexo se asocian a profundas segregaciones disciplinarias acordes a normas sobre “roles” o funciones predefinidas
por sexo, ligadas a sesgos de género del mercado de
trabajo. Se suman a ello los todavía escasos avances
de las universidades en la incorporación de la categoría género como objeto académico y principio de
organización del gobierno y gestión universitaria.
(Sánchez et al 2004).
5.3.La oferta educativa y su entorno
Las preocupaciones sobre educación en general
giran en torno a la oferta educativa, los niveles
ofrecidos, las capacidades de las unidades educativas
en cobertura y distribución territorial, y gastos en
educación. En menor medida, sobre la inadecuación
y sesgos sexistas del material didáctico, contenidos
de la enseñanza, las interacciones y el lenguaje entre
miembros de la comunidad educativa, la escasa sensibilidad de género en los educadores que inducen
aptitudes técnicas y científicas diferenciadas por
sexo, a las modalidades de organización y administración del sistema educativo y las políticas para
mejorar la educación.
a) Sistema educativo
Gran parte de las inequidades de género derivan de
características del sistema educativo, sean las referidas a relaciones asimétricas en las interacciones
educativas o a las que generan las fuerzas formativas
que emiten mensajes sexistas mediante un lenguaje
que se basa con frecuencia en prejuicios de género.
Estos aspectos del proceso educativo tienen impacto
en las relaciones de cohesión y control sociales que
se construyen entre hombres y mujeres, y actúan
bajo influencia directa del sistema de ideas sobre
el mundo y la vida de los y las maestras y funcionarios del sistema. Sin embargo, no son analizados
regularmente.
74
Algunos estudios de caso en zonas rurales del
occidente del país, muestran cómo ellos derivan hacia situaciones de violencia en las relaciones docentes-alumnos(as) y entre alumnos y alumnas. Aunque
el pre incorporó el principio de equidad de género
y el valor de la interculturalidad a fin de cambiar
patrones de interacción y de formación acordes con
la estructura social boliviana –educación no sexista e
intercultural y bilingüe (EIB)–, no se ha producido
el desmontaje ideológico de prejuicios étnicos y de
género que en los procesos enseñanza aprendizaje,
en las interacciones en el aula y entre los diferentes
actores de la comunidad educativa68.
Persiste, además, una composición sexista en
las posiciones de la estructura de cargos del sistema
educativo, prevaleciendo una mayoría de varones
entre los funcionarios. Si bien hombres y mujeres
se concentran en el nivel de técnicos la mayoría de
varones es la que llega a los niveles más altos de autoridad educativa, así como a los niveles de asesores,
directores, jefes de departamento o división. Hacia
abajo, las mujeres aparecen mayoritariamente como
ayudantes. (Cárdenas y Fernández 1996). En gran
parte de los funcionarios, mujeres y hombres, su
origen es preponderantemente urbano; si bien en
los últimos años empieza a darse un desplazamiento
en la filiación étnica y regional de los funcionarios,
sin que ello se refleje en la reversión de la asimetría
masculina que actúa resistiendo al tratamiento de
género.
A contrario, las mujeres constituyen el 58 %
entre docentes y administrativos, pero su representación y liderazgo en el magisterio es poco significativo en altiplano y valle del país, y más notoria en los
llanos. Pero, las maestras se concentran en las zonas
urbanas (65% de los docentes urbanos), en tanto los
maestros son mayoritarios entre los rurales (54%).
Esta distribución está relacionada con el manejo de
lenguas nativas; las maestras que solamente hablan
castellano llegan al 55% y, exceptuando el quechua
que hablan en un 30%, su manejo de otros idiomas
es insignificante. Los hombres muestran un manejo
diversificado de las lenguas nativas, y solamente un
perfil de género bolivia
30% habla el castellano como único idioma. Esto
los vuelve mayoritarios en las zonas rurales para
intranquilidad de padres y madres del campo, en
relación a sus hijas.
b) Educación y problemas estructurales
Varias instituciones internacionales y nacionales
proponen considerar la situación de pobreza, características étnicas, raciales y de edad, la problemática
originada en el desarraigo y las migraciones a la hora
de tratar la equidad de las mujeres en la educación.
Investigaciones de caso encargadas por el Ministerio
de Educación (2000-2002)69 relievan esas dimensiones junto a factores de carácter estructural relativos
a las condiciones económicas, sociales y de vida de
la población, que afectan la educación. En ellos se
muestran las relaciones de la educación con la dinámica socioeconómica global y comunitaria, con
la situación material de las familias y con los usos
del tiempo de sus miembros, con el sentido común
acerca de lo que más conviene a niños, niñas y jóvenes en un contexto de persistente discriminación
racial y de género, y con los continuos movimientos
migratorios rural – urbanos. Estos factores, junto a
las características de la oferta educativa, ejercen influencia diferenciada en la demanda por educación,
y han sido habitualmente dejados de lado.
Ellos se suma a las distancias entre hogar y escuela en las zonas rurales, a las incompatibilidades
de horarios escolares y el trabajo que desarrollan los
y las niñas campesinas, a los modos de gestión de
las políticas educativas, las interacciones, contenidos
y actitudes sexistas, autoritarias y transgresoras de
postulados de gratuidad y equidad de parte de numerosos docentes. Todos estos factores contribuyen
a explicar las dificultades para estudiar en las zonas
rurales. Hasta ahora, estos factores conviven con
un escaso estímulo a la transformación productiva
de la agricultura, industria y los bajos niveles tecnológicos, que hacen que la economía en general
haya demando hasta ahora poca educación excepto
en sus sectores de punta70. La escasa dinámica de
68 Ver investigaciones sobre acceso y permanencia de las niñas campesinas en la escuela en La Paz y Oruro, Chuquisaca y
Potosí.
69 Ver Lanza y otros 2005, Salazar y otros 2005 y Sánchez y otros 2005.
70 Esto produce una doble tendencia en la movimiento social y laboral: ascendente y descendente.
perfiles de género: derechos sociales
las economías locales y comunitarias, mantiene
patrones de género en los que las y los hijos deben
trabajar en jornadas laborales que son más largas
para las hijas71. Del mismo modo, las asimetrías
de ingresos entre regiones y zonas conducen a
constantes movimientos migratorios para fugarse
de la aleatoriedad y precariedad de lo rural, de la
discriminación étnica y de género.
Esta fuga puede resolver problemas de “ciudadanización”, pero no supera la pobreza. Dadas las
condiciones organizativas y tecnológicas de la producción en general, no habría necesidad de demandar
mucha escolaridad para las actividades económicas
porque, además, ellas no remuneran según los niveles
educativos alcanzados. Algunos estudios72 muestran
que la creciente inserción de mujeres al mercado de
trabajo –sobre todo de estratos medios y bajos en
las ciudades– con mayores niveles de estudios no se
traduce en inserción en ocupaciones calificadas y bien
remuneradas. Su condición de mujer, su pertenencia
étnica y los niveles tecnológicos de la economía tienen como efecto una devaluación de la educación al
colocar mayores exigencias educativas para niveles
precarios de ocupación a partir de la creciente oferta
de trabajo. Otros estudios remarcan la inexistencia de
una relación virtuosa entre mayor educación - mayor
capital humano - mejor inserción y remuneración,
pues la “explosión” de educación en un contexto de
escasa modernización productiva no solo devalúa la
educación, sino que lleva a mecanismos de inserción
laboral en los que las redes de relaciones e influencias
familiares y políticas se convierten en el mejor recurso
de empleo antes que el mérito educativo o profesional.
En este sentido, la educación no es un elemento que
iguala y menos a las mujeres. (Vargas et.al. 2006).
5. 4. Instituciones que afectan la equidad
Las redes de relaciones e influencias para acceder
al trabajo se acompañan de otras instituciones que
afectan la educación de las mujeres y ahondan sus
sesgos sexistas. Una de ellas es la institución familiar donde persiste la preferencia por la educación
formal y continúa del varón en detrimento de las
75
mujeres. Sin embargo, la disyuntiva de inversión en
educación solo aparece en hogares pobres, cuando
se requieren brazos adicionales para producir. Esto
vale para todos los contextos regionales y culturales,
pero afecta principalmente a los hogares campesinos, urbano populares y de trabajadores asalariados.
Las circunstancias de precariedad material explican
la tendencia a sacrificar la educación de las hijas,
pese a la enorme valoración que las familias pobres
otorgan a la educación.
“...cuando es varoncito tiene que estudiar, cuando es
mujercita primer curso o segundo curso de primaria
y después a cuidar a la oveja nomás ya. Eso a mi
también grave me falta ... a los doce años ya he ido
de empleada; he regresado y he entrado a la cema,
más antes era también bueno la educación ...”
El rezago de las niñas se liga a otra institución
importante: la división sexual del trabajo doméstico y
mercantil, que adquiere connotaciones particulares
según la inserción de la economía rural y urbana
en los mercados y las articulaciones de hombres y
mujeres en ese entramado. Esta división es más importante en los hogares pobres pues –bajo relaciones
laborales adicionales– es necesario compensar la
subsistencia con el trabajo doméstico de las hijas; lo
que no ocurre en los hogares de clases medias.
También el mercado de trabajo incide en los sesgos de género en la educación porque discrimina
el trabajo, en este caso, no solamente por sexo sino
también por zona geográfica y filiación étnica;
discriminación que se traduce en la elección segmentada de capacitación o formación.
Según las mujeres de clases medias (Grupo Focal
Cochabamba. 2006) las propias políticas públicas de
educación tienen problemas para inculcar valores en
los jóvenes, y con su progresiva mercantilización se
está dejando a muchos(as) fuera de la secundaria, con
consecuencias negativas ante las escasas oportunidades
de trabajo que apenas ahora parecen considerarse.
“…tanto hablamos del cambio y este cambio yo creo que
básicamente es renovar los valores humanos, hay que
trabajarlos; yo creo que ahí hay un vacío en los valores
71 Se ha probado que en promedio trabajan una y media hora más al día, aunque asisten a la escuela.
72 Ver Escobar de Pabón 2002.
76
perfil de género bolivia
democráticos, o sea para socializarnos para articularnos
con todos los espacios en los que nos encontramos”.
Más allá de sus sesgos o ceguera de género,
las políticas –en opinión de las mujeres– no hacen
de la educación un asunto de toda la comunidad
en los diferentes niveles organizativos del sistema
educativo.
En general, las intervenciones para promover
la equidad de género en la educación no contemplan otras instituciones que no sea el sistema
de la educación mismo. Y, quizás sea la falta de
articulación del problema educativo con los otros
ámbitos institucionales lo que vuelve persistente
la falta de sensibilidad de género por parte de sus
componentes.
Por otro lado, existen desafíos para el tratamiento de la identidad cultural. Es necesario
superar su consideración como entidad específica
que se objetiva y se vuelve materia de intervención
para “rescatarla” y “preservarla” como si fuera un
objeto en sí mismo. Por tanto, las connotaciones e
implicaciones conceptuales, normativas, institucionales y del quehacer educativo en su amplitud desde
la dimensión de lo pluri e intercultural de nuestra
realidad, son un nudo fundamental en el proceso
de búsquedas y debates, para pensar la educación
intercultural.
77
vi. Problemas en el ejercicio de la ciudadanía
1.Los desplazamientos de la violencia
contra las mujeres
Como se ha insinuado en apartados precedentes,
la violencia contra las mujeres, principalmente doméstica, parece estarse intensificando en un proceso
aparejado a su doble o triple jornada laboral a la
inamovilidad de la cultura patriarcal y a un renovado racismo, exacerbado en el contexto actual de
cambios en el país.
El problema de la violencia no ha podido
superarse, a pesar de los esfuerzos institucionales
desplegados para aplicar la Ley 1674 contra la
Violencia en la Familia o Doméstica y su decreto
reglamentario, en materia de prevención, atención y
sanción. Por otro lado, debería ser inquietante que la
preocupación por este fenómeno se concentre solo
alrededor de la violencia doméstica o intrafamiliar,
en circunstancias de ausencia y hasta deterioro de
la democracia en el seno de organizaciones sociales,
gremiales, corporativas y otras; de incremento de la
violencia callejera que afecta de manera creciente a
las mujeres, y de la intolerancia política.
Los registros más regulares se refieren a la violencia doméstica, principalmente sexual. Se conoce
que la tasa de embarazo como resultado de violencia
sexual, varía entre 1% y 5%. Se calcula que entre 28
a 68% de las víctimas de violencia sexual son afectadas por una infección de transmisión sexual, incluyendo el vih/sida; pero no existen servicios legales
y de consejería apropiados para estas circunstancias
(Ministerio de Salud y Deportes. 2003). También con
relación a la violencia sexual, se constituyó en 2002
el Comité Impulsor del Abordaje de la Prevención,
Detección y Atención a las Víctimas Sobrevivientes
de la Violencia Sexual, “destinado a implementar
actividades de sensibilización para la implementación
de un modelo de atención integral para las victimas
sobrevivientes de la violencia sexual” (Carta de Intenciones. 2002. Cit. por Castro, m.d. 2006).
Las informaciones más publicitadas y con cierta
sistematización son las de las instancias públicas que
atienden la violencia intrafamiliar, como las Brigadas de Protección a la Familia (bpf) y los Servicios
Legales Integrales Municipales (slim) y otras instituciones (como felc y algunas ong). Estas dan
a conocer –con datos muy dispersos e incompletos
sin embargo– que de alrededor de 32.000 denuncias recibidas en 6 ciudades del país en el lapso de
8 meses (2004), un 32,5% correspondió a violencia
psicológica; 26.3% a violencia física y psicológica y
un 16,8% a violencia física, psicológica y sexual. Es
decir, la violencia psicológica o sexual, en general,
se presentan a la vez.
Según informes de la Policía Técnica Judicial,
el año 2001 se registraron a nivel nacional 642
violaciones a mujeres menores de edad, la mayoría
de las cuales fueron propiciadas por familiares de
las víctimas (cidem, 2003 y Anexo 2 - Área Violencia).
78
Las mismas fuentes revelan que solo un 19%
de las denuncias es remitido como casos a instancias
judiciales. Entre los mayores reincidentes están
los hombres, principalmente concubinos (44%),
esposos (39%), familiares y otros (17%), y el hogar
como el lugar de la agresión.
Según información del Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales, aun hoy, en Bolivia,
7 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de violencia
en sus hogares. Según una encuesta realizada por
la Coordinadora de la Mujer (2007), un 42% de
los encuestados señaló que la causa por la que se
genera violencia en el hogar es la falta de recursos
económicos, mientras que para el 27% se atribuye
al alcoholismo. Sólo un 8% respondió que obedece
a razones de machismo.
A pesar de la gravedad del problema de la violencia y de su continua gestión en diversos planes
impulsados desde el organismo gubernamental de
género, redes institucionales de sensibilización,
prevención y modelos de atención a las afectadas
–concentradas en los niveles locales mediante los
Servicios Legales Integrales Municipales (slim)–,
la violencia sigue siendo un flagelo en aumento que
afecta a mujeres en cualquier etapa de su ciclo de
vida, y principalmente a las de entre 15-25 años.
Las condiciones determinantes del problema
articulados a patrones patriarcales y modalidades
distintas de respuesta ante la precariedad económica, han ido progresivamente dejándose de lado, y las
acciones que deben darse en respuesta al problema
de la violencia intrafamiliar y la violencia social en
general, se han ido orientando principalmente hacia programas de atención de la violencia como un
problema de salud pública, con particular atención
a las adolescentes.
Este desplazamiento ignora que, en muchos
casos, los hombres suelen utilizar el salario y su rol
de proveedor y “jefe de hogar” para involucrar a
niñas que son objeto del abuso sexual ante el silencio
perfil de género bolivia
de sus madres, que callan para asegurar para ellas
y el resto de los miembros de la familia un soporte
material mínimo para su reproducción. (Calla et
al. 2005). Lo mismo ocurre con los varones o jefes
de familia llamados “en tránsito”, que tienen varias
parejas, chantajeadas por la capacidad de aquellos
de generar recursos y sin otra responsabilidad que
esta. Esto trae a cuenta formas de socialización familiar, atravesadas por la rutina de la violencia y la
desestructuración familiar. (Grupos focales El Alto,
Cochabamba y Tarija. Marzo y abril 2006).
Llama la atención, asimismo, que en el discurso
enunciado por mujeres estén presentes dos rasgos
significativos de la dominación patriarcal incorporados por ellas, que no pueden identificarse si no
es a partir de ser las principales protagonistas al
interior de las familias y en las actividades del cuidado asumidas como propias. Es decir, las mujeres
se convierten en reproductoras de esa dominación
al apropiar la idea de que el reino de lo privado es
el suyo; lo que, en una mayoría de casos, implica
que sean ellas mismas las que niegan el acceso de
los hombres a tareas domésticas, asumiendo la
reproducción de la cultura patriarcal y del círculo
vicioso en torno a lo que esa cultura implica como
sistema de dominación73.
Las transformaciones espaciales y sociales de
los hogares y la migración también repercuten en
la violencia. En el mundo ubicado en los márgenes
urbanos los sistemas de control social tienden a
diluirse, sin que al mismo tiempo se establezcan condiciones que favorezcan la ciudadanización basada
en el derecho. Los hombres y mujeres –sobre todo
emigrantes– se debaten en una especie de limbo
jurídico, ni comunitario ni estatal, prevaleciendo
entre ambos la ley del más fuerte, amparada por
sistemas de seguridad y protección todavía situados
en formulismos patriarcales y racistas.
El rigor de este proceso marca en las mujeres
inmigrantes grados extremos de vulnerabilidad
73 La idea de que “nosotras no hacemos nada para cambiar”–al educar diferenciadamente a hijos varones y a hijas mujeres– está
presente en esa concepción, volcando sobre sí mismas las responsabilidades por los núcleos duros de la relación de género.
En ese sentido, las mujeres se responsabilizan de su propia opresión, cerrando el círculo del patriarcado de un modo casi imposible de romper. Ello “libera” a los hombres de la posibilidad de cambio y refuerza la responsabilidad de las mujeres en las
actividades domésticas, incluyendo la socialización de los niños y niñas en una cultura de subordinación de género. (Grupos
focales Cochabamba y Tarija. Abril 2006). Esta es una razón por la que los hombres no se “involucran” en las cuestiones de
equidad de género.
79
problemas en el ejercicio de la ciudadanía
­ aterial y simbólica. Eso explicaría que, en relam
ción a la violencia doméstica, sea uno de los grupos
sociales más afectados y con menor capacidad para
objetarla ante la autoridad estatal, dadas sus carencias en información y conocimiento de las reglas
formales que hacen a los aparatos jurídicos del
Estado, donde el “papeleo” en torno a un lenguaje
especializado tiene tanta importancia.
Se agrega a ello el hecho de que cualquier
demanda en el terreno de la justicia implica cono­
cimiento de su estructura y dinámica, costos materiales, y también maltrato del que son objeto
las mujeres por jueces y abogados imbuidos por
sentimientos machistas que, en situaciones de abuso
psicológico, físico o sexual, generalmente terminan
por atribuir las culpas a las mujeres.
Por otro lado, en los últimos años, el discurso
del reconocimiento de la etnicidad y sobre todo la
incorporación de los grupos indígenas y campesinos
en la conducción del poder estatal, está originando
violencias fundadas en el racismo, al punto de haberse
creado un Observatorio del Racismo desde la Defensoría del Pueblo en el país, que inicia los registros de
este viejo pero renovado fenómeno en la actualidad
en torno a varios hitos políticos importantes. Uno
privilegiado ha sido el de la Asamblea Constituyente;
pero los medios de comunicación dan cuenta también
de expresiones aberrantes de racismo en distintos
eventos y confrontaciones políticas. Aunque afecta
a hombres y mujeres, hay una penalización mayor a
las mujeres al considerarlas las reproductoras de usos
y costumbres cuando no de la propia raza.
En todo caso, los instrumentos normativos de
regulación, atención y sanción de este problema
están apenas en proceso de definición.
1.1.Violencia doméstica y desplazamientos
intergeneracionales
Las migraciones femeninas crecientes, originadas en
la crisis de empleo que vive el país, están marcando
el inicio de una desintegración familiar fruto de
que las mujeres han sido construidas culturalmente
como el centro de los despliegues afectivos en las
familias. (Coordinadora de la Mujer, 2007). Su salida temporal o definitiva, en los ámbitos urbanos
está derivando en el desplazamiento de la violencia
hacia las relaciones intergeneracionales, donde
esta vez más las niñas son las víctimas principales
del abuso, incluso sexual, de parientes o vecinos a
los que se encomienda su cuidado (Calla y otras,
2005; Registros noticiosos). En el ámbito rural,
la violencia doméstica suele estar acompañada de
violencia intergeneracional e intragénero, marco
en el cual las mujeres más jóvenes son sometidas a
la autoridad de suegras o cuñadas, prevaleciendo la
idea de que aquellas deben cumplir con obligaciones domésticas para recibir el reconocimiento de la
familia de su pareja.
Otra problemática asociada a estos procesos de
desintegración familiar y a las carencias materiales
que viven las familias, es la prostitución femenina.
Según algunos expertos, esta es una cara de los fenómenos de trata sexual que, además, es concurrente
a la existencia de un mercado de ofertas laborales
que encubren, bajo sistemas de crimen organizado,
la circulación de mujeres como mercancías.
1.2.Problemas institucionales
de la violencia doméstica
La Ley contra la Violencia Intrafamiliar y Doméstica
(1995) y las instancias creadas para su implementación tienen aún varios vacíos que, de inicio, se
muestran en la carencia de datos sobre este problema,
en la falta de sanciones efectivas que protejan a las
víctimas y que eviten, al mismo tiempo, la reincidencia o la impunidad (cidem, 2006; Calla y otras,
2005; acdi, Entrevistas, 2007). A pesar de ello, hay
una percepción de que la violencia contra las mujeres
se castiga más que antes y que daría cuenta de las
posibilidades relativas de ejercicio del instrumento
jurídico creado para combatir este mal en nuestra
sociedad (Coordinadora de la Mujer, 2007).
Ante estas dificultades, la población especialmente rural acude concurrentemente a arreglos de
índole distinta a las que formalmente proporciona
el Estado, situándose en modalidades comunitarias
de justicia en el campo. Lo que se ha observado en
el estudio de Calla y otras (2005), sin embargo, da
cuenta de una correlación directa entre condiciones
de pobreza en las que se desenvuelven las comunidades rurales y conciliaciones –cuando se trata de
violencia sexual o violación– y el lugar que ocupan
las mujeres en esta intersección. En ese sentido,
las mujeres violentadas siguen manteniendo su
80
condición de objeto de intercambio, propia de las
sociedades agrarias, ya que cuando son víctimas de
violación el convenio entre la familia de la mujer/
niña afectada y el violador pasa por resarcimientos
materiales, en especie o en dinero.
1.3.Violencia política y mediación femenina
En la transición política actual, las mujeres se encuentran en un grado mayor de vulnerabilidad, a causa
de los problemas de institucionalidad política y los
conflictos de intereses inherentes a los cambios en
marcha. Ello es particularmente cierto en relación
con la forma que están adquiriendo algunas manifestaciones esencialistas de la sociedad boliviana para
crear diferencias en su interior y, a través de ellas,
legitimar derechos sustentados en nacionalismos
raciales. En ese sentido, es importante señalar que
–históricamente– los nacionalismos étnicos y fundamentalistas suelen poner a las mujeres como símbolos
de la pureza racial y cultural de las colectividades
involucradas, creando alrededor de ellas una serie
de barreras simbólicas y discursivas que resaltan su
rol en la preservación de valores y las costumbres
“propias” contra los “foráneos”. Se trata de procesos
que suelen aflorar en prácticas conservadoras hacia las
mujeres y que se amparan en discursos sacralizados
que, inevitablemente, tienden a postergar aspiraciones de individualidad femenina.
Estos procesos y manifestaciones están generando rasgos racistas en las modalidades de la acción
y procesamiento de los conflictos políticos que se
acentúan en el caso de las mujeres.
1.4. Violaciones a los derechos de niñas y niños
Un informe sobre la situación de la infancia en Bolivia
(pnud; 2006) señala la “carrera de obstáculos” en el
ejercicio de los derechos de las niñas y niños.
En los ámbitos rural y urbano, se sigue sometiendo a las niñas a abusos sexuales de parte de
adultos. En algunas zonas rurales, la justicia comunitaria suele privilegiar reparaciones al abuso que
pasan por compensaciones monetarias o en especie,
que equiparan el daño a la niña con el costo de,
perfil de género bolivia
por ejemplo, algún animal doméstico. En las zonas
urbanas, se advierten crecientes movilizaciones que
piden sanciones máximas para los responsables. Lo
que acontece en el campo –pero también en muchos
“arreglos” urbanos en los ámbitos de la justicia, es
explicable en un marco de extrema pobreza y precariedad material, donde todo ingreso o recurso es
bienvenido, aún a costa de lo que en los ámbitos
urbanos está señalado por valores asociados a la
“honorabilidad” femenina. En esas circunstancias,
en las ciudades se privilegia la reparación inmediata
al daño antes que ingresar a los costos de un juicio
burocrático e interminable que habitualmente no
llega a concluir.
A pesar del logro legal que fue la aprobación e
implementación del Código Niña, Niño y Adolescente (Ley 2026 de 1999), persisten los problemas
de dominación patriarcal, violencia, abuso y falta
de reconocimiento de los derechos de la niñez y
adolescencia.
Este grupo soporta discriminaciones, y más aun
si son indígenas, en materia de derecho a la identidad, a no ser sometidos a tortura o maltrato, a la
salud, educación, trabajo, etc. De cada 10 alumnos,
5 son víctimas de maltrato físico en las escuelas y
colegios, el 85% de maestros admite el maltrato
y el 50% de alumnos señala que alguna vez sufrió
agresiones físicas. Así, el 5,8% de alumnos admitió
que sufre agresiones físicas constantemente y el 90%
alguna vez ha sufrido algún tipo de agresión psicológica (dni, 1998). Más recientemente, la Dirección
General de la Niñez y Adolescencia, revelan que el
maltrato se ha incrementado en las escuelas, en el
ámbito laboral y en los hogares74.
Aunque la tasa de mortalidad de menores de
5 años, ha bajado de 92 por 1000 nacidos vivos
en el año 1998 a 80 en el año 2000, el país sigue
teniendo la tasa más alta de la región después de
Haití; mientras al menos 25.000 niños menores de
5 años mueren al año por enfermedades prevenibles
(Ministerio de Salud. 2003).
En materia de educación aun existen niños y niñas que no acceden al ciclo primario; aunque ahora
se hacen esfuerzos para incentivar su participación
mediante el subsidio a las familias que significa el
74 Entrevista a ex Viceministra del vijunte Elizabeth Patiño, mayo 2006.
81
problemas en el ejercicio de la ciudadanía
Bono Juancito Pinto. Pero, los recintos escolares
siguen siendo lugares de violación de los derechos
de niños y niñas, pues en ellos se activan múltiples
dispositivos, interacciones discriminatorias, excluyentes y violentas. (Lanza et al. 2005). Tanto niños
y niñas que estudian como los que no estudian están
trabajando en una gran proporción. En Bolivia, el 50
% de las personas entre 10 y 19 años trabajan sobre
todo las de las zonas rurales (65 % del total); además,
como ya se mostró, son niños(as) indígenas los que
llevan un mayor peso laboral; y se ha comprobado
que las niñas campesinas trabajan en promedio una
hora más que los niños. (Sánchez et al. 2005).
La información sobre abuso sexual particularmente hacia las niñas y adolescentes mujeres
muestran datos alarmantes, del mismo modo que
la explotación sexual de niños y niñas y adolescentes entre 11 y 17 años, cuyo tráfico está ligado a la
migración interna e internacional, según señalan
varios estudios (unicef/oit y cepal. 2007). Este
problema se concentra mayormente en las ciudades
de Santa Cruz, Cochabamba, La Paz y El Alto, y
sus secuelas son la prostitución y el abandono de
la educación.
Todo parece indicar que los problemas de
violencia, al ligarse de manera determinante a las
condiciones socioeconómicas, exigen respuestas
estructurales y que consideren la violencia social
en general y no solamente la de carácter intrafamiliar.
2.Salud y revalorización de la familia
Hay limitaciones y retrocesos en la salud de la mujer,
a causa de que las políticas giran principalmente
alrededor de su salud materna y muy débilmente se
consideran perfiles epidemiológicos diferenciados
por sexos y que consideren las necesidades de los
ciclos de desarrollo de la vida.
En general, prevalece un enfoque que informa
de grupos de enfermedades sin diferencias por sexo
y que sólo se especifica para mujeres en edad fértil
con relación a nacimientos, embarazos, y partos
porque se sigue mirando a las mujeres como madres
bajo diversos programas. El énfasis actualmente se
desplaza hacia ciertas campañas y la desnutrición
infantil.
Por ello, el perfil de salud está fuertemente
apegado a la disponibilidad de información sobre
este campo, antes que a los reales problemas de salud
considerados en su perspectiva más amplia. Así, los
núcleos de concentración de las preocupaciones en
salud nos conducen a:
2.1.Salud sexual y reproductiva
La familia y la salud, principalmente sexual y reproductiva, están estrechamente vinculadas. Un
elemento que incide en las formas de familias es
el uso más o menos amplio de recursos de planificación por parte de las mujeres que, además de las
posibilidades de autonomía en relación al cuerpo,
tienen como objetivo limitar el número de hijos y,
por esa vía, limitar el alcance de las obligaciones
domésticas además de optimizar el uso de recursos
materiales.
Las evidencias sugieren que son, nuevamente,
mujeres de mayor nivel económico las que logran
mayor autonomía en torno a su cuerpo y un menor
número de hijos. En consecuencia, también logran
una menor carga doméstica al recurrir mayormente
a información y tecnologías de planificación familiar; además de alivianar su carga por el pago de
trabajo doméstico a otra mujer.
Si bien las informaciones no permiten ver por
estratos socioeconómicos la distribución porcentual
de mujeres que acceden a métodos anticonceptivos,
se sabe que en el post–parto las mujeres pueden
acceder a la anticoncepción a través del Seguro
Universal Materno Infantil (sumi) y ahora mediante el Seguro Universal de Salud (susalud).
La Encuesta Nacional de Demografía y Salud de
2003 (endsa 2003) mostró que el conocimiento
de métodos anticonceptivos modernos es relativamente alto entre mujeres (93%) y hombres (94%) en
unión o casados, y entre quienes no están en unión
o casados. Pero, ese conocimiento es mayor en mujeres de áreas urbanas que en las rurales (donde el
conocimiento se refiere principalmente a métodos
naturales). Aunque este conocimiento es levemente
mayor entre los hombres, son también hombres
de quintiles de ingresos bajos y de áreas rurales los
que tienen menos conocimiento, lo que vale igual
para las mujeres. Esto mostraría que la relación de
hombres y mujeres con el acceso a educación y a
82
información no tiene tanto que ver con diferencias
de género.
Todo indicaría así que ese conocimiento no
tiene bases de género sino sociales; es decir, son
los pobladores más pobres los que menos tienen
acceso a esa información. Pero, igualmente, acceder a información y conocer el o los métodos no
es necesariamente seguido por su uso. Ello tiene
relación con el hecho que la anticoncepción se ha
relacionado estrictamente con la reproducción y no
con la sexualidad.
Sin embargo, la carencia de información, conocimiento y acceso a tecnologías de planificación
familiar, afecta más a las mujeres por cuando el
mayor número de hijos que deriva de estas circunstancias tiene efectos en el uso de su tiempo, la
carga doméstica ligada a su condición de mujer, y
en la disposición de sí. Por otra parte, entre parejas
de sectores de estratos medios y sobre todo bajos,
cuando se dispone de esos recursos informativos y
tecnológicos las mujeres son objeto de la recriminación masculina, pues los embarazos son vistos por
los hombres como medio para ejercer el control
sobre las mujeres, a quienes vinculan de manera
indefinida al trabajo de la crianza de los hijos. Es
decir, bajo ambas circunstancias, conocer –no conocer, acceder– no acceder, las mujeres ven afectada su
libertad y autonomía por razones de género.
Las campañas para ampliar los conocimientos
sobre métodos anticonceptivos siguen con resultados positivos, sin que ello implique que los métodos
sean usados. Las brechas entre información o conocimiento y uso son amplias. (Castro, m.d. 2006).
A pesar de estos servicios, mujeres adultas de los
sectores populares de la zona andina corroboran que
–aferradas a sus costumbres– rechazan las propuestas de planificación familiar y programas vinculados
con salud sexual y reproductiva porque violentan
la autonomía de decisión predicada por el discurso
feminista y, principalmente, por considerarlos incitadores de prácticas sexuales libres en exceso (Grupo
focal La Paz. Marzo 2006). Se señala también que,
además de que los proveedores(as) de salud no
siempre están actualizados con las características de
los anticonceptivos, tampoco lo están sobre criterios de elegibilidad dispuestos por la Organización
Mundial de la Salud (oms) que se construyen sobre
características biológicas y antecedentes de edad y
perfil de género bolivia
Cuadro 17
Proporción de mujeres que usan métodos anticonceptivos
Método Anticonceptivo
Dispositivo Intrauterino
endsa 2003
11
10
%
%
1
8
Esterilización femenina
6,5
6,5
Condón
2,6
3,9
Píldora
3,8
3,6
MELA
nd
2,5
Espuma
0,0
0,2
Inyectable trimestral
endsa 1998
Fuente: Elaboración propia con base a los datos de las endsa 1994 y 1998
paridad de las mujeres. Es decir, desde normas y
modelos de salud que no están al alcance ni se han
definido en diálogo con las mujeres, lo que las priva
de su derecho a decidir.
El énfasis en estas políticas parte de considerar que la tasa global de fecundidad sigue alta en
Bolivia, aunque disminuyó de 6,5 hijos por mujer
(en 1992) a 4,4 (en 2001), con disparidades geográficas (6,2 en área rural y 3,6 en área urbana).
Si bien se dan mejorías en atención prenatal y
parto en términos de acceso a centros de atención gracias a algunos seguros, ello ocurre con
desigualdades por zonas en cobertura y calidad de
los servicios. Por ejemplo, el 42% de nacimientos
se dan en domicilio (endsa.2003) a causa de concepciones culturales sobre el embarazo, parto y
postparto que hacen que muchas mujeres –sobre
todo andinas– no quieran ir al hospital, aun en
peligro mortal, por el temor a la discriminación
y mal trato.
2.2.Acceso a servicios de atención y prevención
en salud pre–natal y parto
Hay una indudable mejoría en el acceso a los centros
de atención pre–natal y parto en relación a décadas
pasadas, especialmente en el área urbana. No obstante, los partos domiciliarios tienen una importante
cobertura. Los departamentos de La Paz y Potosí
son los que muestran mayores índices de atención
de parto domiciliario que vienen asociados a los
bajos niveles educativos de las mujeres, su pobreza
y a la dispersión geográfica de la población. Ello
también está asociado a la calidad del servicio y la
falta de mecanismos interculturales en la atención.
83
problemas en el ejercicio de la ciudadanía
En la encuesta de la Coordinadora de la Mujer
(2007), el 42% de las mujeres auto–identificadas
como aymaras no acudieron nunca a un servicio
ginecológico, en gran parte por razones culturales
y por problemas relativos a la atención y trato en
los centros de salud.
Con todo, la mortalidad materna e infantil sigue
siendo la principal preocupación de salud en el país,
aunque tiende a reducirse, porque parece afectar
especialmente a mujeres relativamente jóvenes (25
a 29 años). En general, la razón de mortalidad materna es alta y muy variable por región (entre 352
por 100.000 nacidos vivos la más alta en el altiplano
y 120 la más baja en el oriente), con causas principales en complicaciones del embarazo (62%) y el
alumbramiento (23%) asociadas con altas tasas de
fertilidad, causas sociales que incluyen bajos niveles
de acceso a salud y saneamiento básico, de ingresos,
de perfil educativo de las mujeres, edad y pobreza.
Los índices más altos se encuentran en La Paz, Santa
Cruz, Potosí y Cochabamba que representan el 82%
de las muertes maternas.
En cuanto al aborto, en Bolivia se halla
tipificado como delito en el Código Penal, por
lo que la persona dedicada a prácticas abortivas
es severamente sancionada. Hay, sin embargo,
circunstancias que hacen impune el aborto;
entre ellas si se practica cuando el embarazo
es producto de violación, rapto no seguido de
matrimonio, estupro o incesto; o cuando la vida
de la madre corre grave peligro. Pero las disposiciones legales al respecto no están reglamentadas
impidiendo el ejercicio de ese derecho. Aunque
la violación sexual (causa que conduce al aborto)
es delito (Ley 2033 de Protección a las Víctimas
de Delitos Contra la Libertad Sexual de 1999), la
tasa de denuncia es muy baja pues, generalmente,
las víctimas son culpabilizadas por la justicia.
(cidem . 2003).
Actualmente se desarrollan acciones para difundir un anteproyecto de ley a favor del aborto (Interrupción Legal del Embarazo), cuya reglamentación
del aborto impune forma parte de las prioridades de
las mujeres y ong feministas (cidem. 2004), que
se complementan con la exigencia de ampliación de
los servicios de salud hacia este problema. Queda
acá clara la falta de acompañamiento en las movilizaciones y campañas alrededor de estas demandas
por las mujeres de estratos socioeconómicos bajos,
medios y de mujeres de grupos étnicos de zonas
andinas principalmente. En general, estos grupos
–con excepciones– levantan demandas de salud
pública asociadas con procesos salud–enfermedad
relacionados a riesgos laborales, ambientales y
otros que superan la concentración actual en salud
materna.
2.3. vih/sida
En cuanto al vih/sida, es un problema que se
presenta principalmente en todo el eje central del
país; y aunque todavía no tiene la envergadura que
presenta en otros países de la región, su tendencia
es al crecimiento a causa de la poca difusión del
conocimiento sobre el problema. Se verifica acá
que este conocimiento es más alto en las ciudades
que en el campo, gracias al trabajo de algunas
ong. La infección por el vih y sida en Bolivia,
sin embargo, supone riesgos a futuro. La razón de
infección hombre/mujer fue de 10/1 hace 15 años
atrás, pero ha existido un incremento gradual de
mujeres que llevó esa razón de infección hombre/
mujer a 3/1 sobre todo en áreas urbanas (endsa.
2003); lo que supone una situación preocupante
para las mujeres, principalmente las trabajadores
sexuales.
En cambio, la presencia de Infecciones de
Transmisión Sexual (its) está entre las más altas
de la región a pesar del sub–registro existente en
torno a ello, afectando cada vez más a las mujeres.
Las tasas de prevalencia de its son altas y afectan a adolescentes y jóvenes entre 10 y 24 años.
(Castro y Salinas. 2004). Según la información
conocida, un grupo transmisor por excelencia son
los transportistas. Sin embargo, tampoco se consideran de manera relevante necesidades alrededor
de este problema, aunque la falta de atención no
es privativa de las its, pues alcanza también al
vih–sida, salud mental, violencia, sexualidad,
cáncer de mama y de cuello de útero, nutrición y
otras enfermedades.
2.4.Salud: nuevas tendencias y desafíos
En cuanto a la relación mujer/madre, los esfuerzos
por incorporar la perspectiva de género en las nor-
84
mativas de salud no han trascendido hacia un real
empoderamiento de las mujeres, entre otras cosas,
por la falta de información sistemática según género, y por el carácter estrictamente epidemiológico
de la información. En este campo, sigue vigente la
idea de que la salud de las mujeres tiene base en la
relación mujer/madre, especialmente a partir del
Servicio Universal Materno Infantil (sumi) inscrito
en el cumplimiento de las Metas del Milenio, que
hoy intenta ser reformado a partir de las críticas
generadas a su alrededor.
Pero, a pesar de esas críticas, persiste una marcada ausencia de referentes de política que contemplen la salud de las mujeres de manera integrada y
no sólo en asociación a sus roles reproductivos o
a sus problemas en el campo de la sexualidad. Por
ejemplo, una notoria ausencia relativa a la salud de
las mujeres es también la relacionada con sus labores
ocupacionales atravesadas por grados significativos
de precariedad, inseguridad y desprotección social.
De manera particular se observa, en ese sentido,
el trabajo que realizan las mujeres en campos de
actividad tradicionalmente masculinos como la
construcción y la minería.
Los desplazamientos de mano de obra femenina a trabajos que han sido abandonados por los
hombres (construcción) en general, y en el marco
de su migración hacia otros países, invoca también
la necesidad de ampliar la mirada de la salud de las
mujeres hacia la salud ocupacional, acompañando
los procesos socioeconómicos en los que están
involucradas. En el caso de la minería, la mano de
obra femenina viene ocupando espacios marginales
afectados por las difíciles condiciones físicas en
que se realiza el trabajo, cuyos efectos son graves
en la salud; pero se ocultan por las privilegiadas
condiciones originadas en los altos los precios de
los minerales. Al margen de los riesgos que implica
esta actividad, debido a derrumbes y contaminación,
aquí predominan enfermedades respiratorias, artritis, reumatismo, sabañones y hongos, y problemas
vinculados a los riñones, ya que las actividades se
realizan generalmente sumergidas en el agua (Araníbar, Lafuente y Montesinos. 2006).
Por otro lado, la salud de las mujeres no es ajena
al nuevo marco político e ideológico asociado al planteamiento comunitarista predominante en la sociedad
ni a las estrategias de desarrollo que invoca.
perfil de género bolivia
Respecto a la emergencia de los valores étnicoculturales, hay que decir que su enfoque puede ser
tan promisorio como adverso. En un caso porque ha
permitido, especialmente a las mujeres, desarrollar
y preservar iniciativas que en algunos campos de
la salud han tenido éxito, como el de las parteras
u otras actividades de cuidado y prevención. En el
otro caso, sin embargo, el etnicismo también puede
encallar en la idea de que las mujeres, símbolos de
la diferencia cultural, son los sujetos responsables
de la reproducción biológica de lo “propio”. En ese
sentido, algunas expertas señalan que alrededor de
las mujeres indígenas existen algunas tendencias
radicales que están comenzando a ejercer un control
severo de la sexualidad femenina en aras de la reproducción de la colectividad étnico-cultural, sobre
todo en casos en que se percibiría una reducción
demográfica de sus miembros (Entrevistas, 2007).
Esto conlleva en primer lugar el riesgo de una
concepción estrictamente biologista de las mujeres
y, en segundo lugar, el riesgo de un sometimiento severo de sus aspiraciones individuales, al ser
situadas en el marco estricto de las necesidades
de reproducción de la colectividad. Finalmente,
conlleva también la idea altamente riesgosa de
que la preservación biológica del núcleo cultural
sólo está garantizada en el marco de políticas endogámicas.
Una arista poco considerada también es la de
la relación entre el impresionante desarrollo de las
tecnologías médicas asociadas por un lado ya no a la
anti-concepción sino a la concepción, y por otro
al cultivo del cuerpo bajo parámetros de belleza
estereotipados, y el género. De ambas aristas dan
cuenta los medios de comunicaciones y algunas
investigaciones que sorprenden por las magnitudes
de esas prácticas.
Si bien, en el primer caso, se argumenta que
estas nuevas tecnología pro-onceptivas contribuyen a generar condiciones para el reconocimiento
y realización familiar en general y de las opciones
sexuales en particular; también se alzan voces que
con ellas se profundiza la relación mujer/madre en la
medida que no habría razón médica ni técnica para
que mujer alguna no pueda cumplir con ese papel.
En cuanto al otro aspecto, más allá de las voces
a favor de las posibilidades de “embellecimiento”
corporal de las mujeres obedeciendo sentimientos
problemas en el ejercicio de la ciudadanía
de mayor autoestima aun a costa de someter el
cuerpo a grandes sufrimientos, se alzan otras voces
que plantean que detrás de ese sacrificio está el
sometimiento de las mujeres a patrones culturales
que las mantienen como objeto para los otros.
En ambos casos, estamos frente a posibilidades
que se restringen a mujeres de los sectores medios
y altos, con exclusividad
3. Los caminos en la construcción de ciudadanía.
El caso de la identidad legal75
Los caminos de construcción ciudadana en el país
son diversos. No corresponden únicamente al
establecimiento de una relación juridizada entre
Estado y ciudadano por la vía del acceso y ejercicio
de derechos positivos, sino que también se logra
por la vía de la acción colectiva directa en torno a
aquello a que las organizaciones creen que tienen
derecho. No obstante, si bien la acción colectiva o
la política misma ha permitido a las mujeres organizadas la construcción de una “ciudadanía activa”,
el camino para su ejercicio nos remite al desarrollo
de las políticas públicas, la legislación y la ampliación democrática, y a la necesidad de legalizar esa
relación principalmente con el cumplimiento del
requisito de contar con una “carta de ciudadanía”,
sea individual o colectiva.
Un elemento central de esa “carta” a nivel
individual es precisamente el documento de identidad o carnet, cuya ausencia es motivo de negación o falta de reconocimiento de la identidad de
ciudadana(o).
Las informaciones estadísticas sobre la tenencia
o no de este documento aproximan a la identidad
sólo desde una perspectiva formal, pero permiten
evidenciar la débil o significativa presencia más
básica del Estado en el territorio y en su relación
con la población. Aunque las informaciones sobre esta situación no están actualizadas, con los
datos censales disponibles se sabe que se sigue
confrontando importantes dificultades respecto a
85
la disposición del documento mismo de carta de
ciudadanía individual. Por ejemplo, hasta 199276 el
53% de la población total no contaba con el carnet
de identidad y en mayor proporción aun las mujeres
(55, 5%). Como podría esperarse, esta situación era
más grave en las zonas rurales (62,4% en promedio
y 66,3 % entre las mujeres). Sin embargo, y por el
creciente proceso de urbanización, la mayor magnitud de indocumentados(as) en términos absolutos
se encontraba en las ciudades (50,6% del toda la
población urbana), donde el problema no podría
explicarse por ausencia estatal sino por otras razones
que vale la pena indagar y que constituyen la otra
cara no cuantitativa del problema.
El proceso político actual –que avanza por la
vía democrática y en el cual muchos de los conflictos en torno a temas estratégicos se definen
por el mecanismo del voto– está contribuyendo a
expandir notablemente la carnetización desde la
acción misma de los ciudadanos y mediante políticas
deliberadas sobre todo hacia el ámbito rural. Ello,
sin duda, está contribuyendo a cambiar la situación
antes referida. Si bien no se tiene aún informaciones
oficiales y confiables al respecto para la población
total, la Encuesta mecovi 2002 señalaba que, al
menos entre la población mayor de 18 años –es
decir, en edad de votar– el 13% nunca tramitó la
obtención de su carnet de identidad.
Como se señaló, el problema de baja carnetización en los ámbitos urbanos no puede atribuirse a
una ausencia estatal; por tanto, vale la pena conocer
las razones.
El trámite de la carta de ciudadanía individual
es un proceso difícil y penoso principalmente para
las personas inmigrantes procedentes del área rural,
aquellas que no hablan bien castellano o que no
pueden leer en este idioma, o que por el tipo de
vestimenta son menospreciadas por los funcionarios
públicos. Las mujeres están sobre–representadas en
estos grupos.
Las experiencias de mal trato en las oficinas
de identificación son muy frecuentes como se
75 Este apartado es una síntesis del trabajo de Fernanda Wanderley; 2007: “La ciudadanía individual y colectiva en Bolivia. Una
perspectiva etnográfica de los documentos de identificación jurídica, la formación de espacios públicos y los significados de
la ciudadanía”. Documento de Trabajo, Informe de Desarrollo Humano, pnud. Bolivia.
77 Lamentablemente el Censo de 2001 no incluyó la pregunta y solo se recoge esta información en la Encuesta mecovi para
la población de 18 y más años, por lo que no resulta comparable.
86
­ ocumentó en un estudio etnográfico en seis ciudad
des del país77. Algunas prácticas recurrentes en las
oficinas de identificación son: (i) retrasos no justificados del trámite con el conocido dicho de “volver
mañana”; (ii) la visibilización y penalización de las
dificultades de expresión o lectura en castellano;
(iii) la escasa disposición de facilitar explicaciones
comprensibles sobre los pasos a seguir; (iv) la espera sin un objetivo definido; (v) la transferencia al
ciudadano de los errores administrativos cometidos
por el sistema público, entre otras. Las personas
que con más frecuencia enfrentan estos problemas
son precisamente hombres y mujeres indígenas y
de estratos sociales más bajos.
La poca familiaridad con las oficinas públicas,
la imposibilidad de leer las instrucciones escritas
en castellano, la dificultad de expresión también
en castellano, sumadas a las prácticas abiertamente
discriminadoras, hacen que el proceso de tramitar
la “carta de ciudadanía” se convierta en verdaderas
pesadillas para estas personas. No sólo tienen que
soportar la humillación de sentirse “incompetentes” sino también tienen que incurrir en costos
adicionales de retrasos o “cotas extras”. El tiempo,
el dinero, la incertidumbre de la experiencia y del
resultado explican porqué la tramitación del carnet
de identidad sólo ocurre cuando este es requerido
para algo importante como, por ejemplo, el acceso
a bonos, el trámite de otros documentos oficiales, el
viaje al exterior o el registro de una propiedad.
Las dificultades para acceder a la “carta de
ciudadanía individual” tienen efectos significativos
para el ejercicio de derechos ciudadanos y para el
mismo significado de la ciudadanía. En relación al
ejercicio de derechos es importante considerar que
el documento de identificación oficial es en si mismo
un derecho ciudadano al otorgar membresía formal
a la comunidad política nacional y permitir el acceso
a los otros derechos ciudadanos.
El carnet de identidad es un requisito indispensable para ejercer derechos civiles: derecho de ir
y venir (pasar trancas o viajar al exterior), derecho a
la propiedad privada y derecho a la justicia; derechos
políticos: el derecho de participar en las instituciones
representativas como votante (título de elector) o
77 pnud (2007).
perfil de género bolivia
como representante, el derecho a la asociación legalmente establecida (personería jurídica) y, derechos
sociales: el derecho a acceder a beneficios sociales, a
bonos (bono dignidad) y subsidios, el derecho a diplomas y certificados de educación. De esta manera
las personas que no cuentan con documentos oficiales no son ciudadanos frente al Estado y no pueden
ejercer los derechos otorgados por el Estado.
Además de las limitaciones en relación al ejercicio de derechos, las dificultades para tramitar el
carnet de identidad tienen resultados importantes
en el imaginario colectivo sobre el significado de
ser ciudadano o ciudadana. Las interacciones cotidianas con las oficinas públicas, especialmente
aquellas que otorgan el documento que simboliza
la condición de individuo-ciudadano, son instancias
tan importantes en cuanto a la relación jurídica y los
derechos y obligaciones formales entre ciudadanos
y el Estado-nación.
Es así que la manera cómo los sujetos son tratados por las autoridades y funcionarios públicos
son traducidos por las personas como el grado de
equidad que de hecho disfrutan en la comunidad
política nacional. En este sentido, las prácticas de
desigualación y de inferiorización en las oficinas
de identificación tienen el efecto de debilitar la experiencia de inclusión en igualdad de condiciones,
tal como lo establecen los derechos formales de
ciudadanía.
Estas prácticas imposibilitan que los individuos actúen con base en los derechos formales.
Así, las principales estrategias para enfrentar las
prácticas de discriminación institucionalizadas
son la súplica, el silencio y la coima antes que
el discurso de derechos. En los encuentros de
ciudadanos-individuos con el Estado prevalece el
contenido pasivo de ciudadanía en la condición
de beneficiarios, desapareciendo la demanda de
respeto por sus derechos como miembros iguales
de la comunidad política nacional.
Sin embargo, los mismos individuos indican
que la “aceptación de la discriminación” en las
situaciones en que se presentan como ciudadanosindividuos no implica el abandono de las expectativas y demandas de más inclusión en condición de
problemas en el ejercicio de la ciudadanía
igualdad y participación. Los sujetos deciden qué
espacios de encuentro con el Estado son los propicios para demandar sus derechos como ciudadanos.
Los espacios elegidos son aquellos en que ellos se
presentan como miembros de colectividades tales
como sindicatos, comunidades, juntas vecinales,
gremios, entre otras.
Las implicaciones de estas percepciones y
vivencias en la construcción del significado de ciudadanía son profundas: no es por la calidad de la
persona como individuo que se es tratado como un
ciudadano portador de derechos. Es como colectivo
que se adquiere “peso” y “valor” frente a autoridades
y funcionarios públicos. En este sentido, las prácticas institucionales del Estado tienen el resultado de
fortalecer la experiencia colectiva de ciudadanía y
debilitar la experiencia individual de ciudadanía.
Comprendemos que ambas dimensiones (colectiva e individual) son igualmente importantes
para lograr el objetivo de profundizar la democracia boliviana. La conciliación entre los derechos
colectivos e individuales, que está relacionada con
el fortalecimiento de la experiencia como ciudadano–individuo y como ciudadano-colectivo, es
uno de los desafíos centrales de la democracia en
Bolivia. Esta conciliación es especialmente importante para las mujeres debido a que muchas de
sus demandas –igualdad, autonomía de decisión y
participación política– solo pueden concretizarse a
través del cambio de su forma actual de pertenencia
a comunidades primarias (familias) y secundarias
(comunidades indígenas, sindicatos, entre otras), y
a la sociedad en general.
87
De esta manera, los derechos individuales y
colectivos no son excluyentes ni contradictorios. Al
contrario, se constata que la conquista y ejercicio
individual de derechos civiles, políticos y sociales
en la sociedad boliviana implicó, y seguirá implicando, el reconocimiento de la pertenencia de
los individuos a grupos sociales particulares. Este
reconocimiento, sin embargo, conlleva contenidos
dispares sobre la relación entre individuos y grupos
sociales y, consecuentemente, sobre los contenidos
de los reclamos. Por un lado están las demandas
de derechos que sólo pueden concretizarse por el
reconocimiento de las filiaciones a comunidades
y culturas políticas específicas en el seno de la
comunidad política nacional. Por el otro, están los
reclamos de derechos que solo pueden realizarse si
se cambia la forma de pertenencia de los individuos,
como las mujeres y niños, a las comunidades y a la
sociedad en general.
Entre los muchos desafíos de la democracia boliviana está la conversión de los derechos ciudadanos
de jure en derechos de facto. En relación al ejercicio
de ciudadanía en los encuentros con el Estado, es
importante avanzar la comprensión de que la calidad
de la atención pública es un tema central de ciudadanía y, en este marco, promover cambios en la cultura
organizacional de las oficinas de atención al público
para que estas se conviertan en “zonas de igualdad”;
es decir, en espacios libres de discriminación en que
las personas, independientemente de su posición
social, su condición étnica, de género y generacional,
se sientan incluidas y respetadas como miembros
iguales de la comunidad política nacional.
88
perfil de género bolivia
89
vii. Desafíos de una nueva agenda de género
Los perfiles de género expuestos en los apartados
precedentes, señalan varios nudos problemáticos
que deben ser objeto de reflexión y tratamiento
para remontar obstáculos a una mayor equidad e
igualdad. Esta reflexión debe orientarse a la problematización de la equidad de género en el contexto
actual, que coloca el desafío de situarse en los nuevos parámetros de la acción política implicada en
los cambios que vive Bolivia hoy, especialmente en
sus aspiraciones re-constituyentes y que tienen que
ver con: (i) la re-construcción intercultural de sus
instituciones, principalmente estatales y públicas,
(ii) la definición de nuevos criterios para una justicia
distributiva que contemple los desplazamientos del
trabajo y la promoción productiva; y (iii) la armonización del debate entre derechos colectivos y derechos individuales en la legislación y administración
de justicia; entre los principales.
Nos centramos acá solamente en algunos aspectos de estos desafíos, desde sus implicaciones
de género.
1.Chacha-warmi:
¿una “anticipación creativa”?
En los últimos años, en la perspectiva de la re-constitución intercultural de las instituciones y la propuesta
de construcción de un Estado Pluri o Multicultural, que se sustente en el despliegue de las diversas
formas de asociación colectiva que históricamente
ha generado la reproducción de la sociedad boliviana, se intenta la recuperación de ciertas nociones
comunitaristas y trans-individuales. Una de esas
nociones vinculada con las relaciones entre mujeres
y hombres está correlacionada con la noción del
“chacha-warmi”.
En esa perspectiva, es necesario preguntarse
acerca de las proyecciones históricas de esta noción
hacia un futuro de igualdad. Por eso, este apartado
se enuncia como una pregunta.
Esta noción es uno de los ejes centrales que
sustentan la complementariedad hombre/mujer en
el mundo andino y que las mujeres y hombres de
esta zona ven como modelo para tratar la inequidad de género que, supuestamente, existiría solo al
exterior de esas comunidades. En su perspectiva, el
chacha-warmi es “expresión de convivencia entre
partes iguales o diferentes que tengan un propósito
común”. En este sentido, el chacha-warmi “trasciende la relación hombre/mujer” para situarse como
“relación de complementariedad sin asimetrías” en
el propósito de coincidir y buscar juntos (hombre
y mujer) “la perfección”. En breve, chacha-warmi
sería símbolo de armonía y equilibrio entre hombre y mujer, de cada quien consigo mismo y con su
entorno. (Crespo, E. Julio 2006).
Es importante remitir esta idea al hecho de que
en Bolivia la separación público/privado ha seguido
un curso inusual, especialmente durante los últimos
90
veinte años. La reorganización del mundo familiar a
causa de los procesos de feminización laboral, como
se ha dicho, ha cambiado la estructura de los roles
de hombres y mujeres, situando a estas de forma
masiva como las proveedoras materiales de recursos
reproductivos y contenedoras de los procesos de
des-socialización emergentes. En el mundo urbano, dijimos, este proceso remató en la ampliación
de la esfera económica hacia dominios informales
donde las mujeres tienen un lugar central, y donde
se vuelven más difusas las fronteras, en este caso,
entre público (producción mercantil) y privado
(producción doméstica) que favorece la tendencia a
naturalizar la actividad económica con lo doméstico
y privado. En el mundo rural, en cambio, sólo señaló
la continuidad de un sistema de reglas de vida que se
ampara justamente en la indefinición de las fronteras
público/privado; por lo que los roles productivos y
reproductivos son indistintamente asumidos por
hombres y mujeres, aunque de por medio esté presente una jerarquización naturalizada que antepone
el dominio de los hombres en las actividades más
prestigiosas, porque serían al mismo tiempo más
beneficiosas en términos monetarios. Esto ocurre
con su correlato en los sistemas de representación
que son fundamentalmente masculinizados.
Tomado aquí de manera general, este escenario
puede constituirse en el sustento de una re-significación contemporánea del concepto del “chachawarmi”, como se ha venido planteando principalmente por las mujeres de las zonas andinas del país
envueltas en las relaciones informales.
En este sentido, vale la pena ubicar este concepto en el marco de las “anticipaciones creativas”
o “excedentes culturales utópicos” que contribuyen
a dar forma a los imaginarios del “no-ser-aún”. En
efecto, algunos estudios muestran ejemplos de la
falta de vigencia de esta noción que supone igualdad
de hombres y mujeres emparejados, en su participación en los distintos espacios significativos de la
realidad (Arnold y Spedding. 2004). Testimonios de
mujeres portadoras de esta noción señalan que “chacha–warmi” funciona siempre a la hora de asumir las
responsabilidades productivas, pero señalan que ya
no es así en los espacios de participación social y política o de representación de la unidad familiar o de
la pareja. En otras palabras, la noción del “chachawarmi” deberá ser observada recuperando el sentido
perfil de género bolivia
construido en torno a la misma, como imagen a la
que las relaciones de género podrían arribar, pero
sobre la base de tradiciones comunitaristas y agrarias
en las que rigen sistemas que no han definido con
absoluta nitidez la división del mundo doméstico
como estrictamente femenino, o el mundo productivo como estrictamente masculino. O también como
imagen que podría acompañar los debates actuales
sobre una nueva modernidad posible.
No obstante, hay que considerar que la idea
de pareja o par equidistante, bajo las tradiciones de
la reproducción comunitaria, está en rigor ligada
a la pareja conyugal donde la mujer adquiere su
identidad y “ser” al emparejarse, al contribuir a la
completitud del hombre y garantizar la procreación.
(Grupos focales La Paz y El Alto. Marzo 2006).
Del mismo modo, las mujeres andinas reconocen
que por efecto del estado moderno, colonial y neoliberal en la Bolivia de los últimos 20 años, se han
desestructurado los principios del chacha-warmi
y los valores de la comunidad indígena y su visión
cosmocéntrica. Esto ocurriría por esa penetración
que habría incorporado el sentido patriarcal en las
relaciones entre mujeres y hombres. Por lo mismo, las mujeres se plantean hoy la necesidad de
recuperar el significado de chacha-warmi para reconstruir la forma de mirar el género y las acciones
que pongan límite a la discriminación. (Crespo, E.
Julio 2006)
Esta idea está estrechamente vinculada con la
necesidad de la unidad y producción domésticas
para la reproducción social –necesidad insoslayable
aun en momentos de Estados de Bienestar generosos–, ese hecho histórico irrefutable no elimina la
imagen esperanzadora de un “chacha-warmi” como
representación de la sociedad moderna constituida
por mujeres y hombres iguales vis a vis la idea del
individuo indiferenciado y neutro, propia de la otra
idea de igualdad formal del liberalismo.
En ese horizonte, el concepto de “chacha–warmi” podría activarse críticamente respecto a los actuales sistemas de género, otorgando al imaginario
que le es inherente una particular fuerza moral para
trascender justamente la dominación patriarcal traída de forma institucionalizada por la modernidad.
Junto a ello, deberían reconciliarse las contradicciones inherentes fundadas en la división social y
sexual del trabajo, y también las contradicciones
desafíos de una nueva agenda de género
que se sostienen en el repertorio de los derechos
individuales versus los derechos colectivos sobre los
que se volcaron en lo previo, de manera separada,
movimientos feministas y movimientos indígenas
respectivamente.
En un esfuerzo de esa relectura, el nuevo Plan
Nacional para la Igualdad de Oportunidades “Mujeres Construyendo la Nueva Bolivia Para Vivir
Bien” (vagg. 2008), se propone recuperar el “par
complementario andino, superando su mitificación”
a partir de tres consideraciones básicas: (i) debe ser
un par complementario re-planteado desde las mujeres, (ii) se trata de un par inherente a la comunidad
y no a la familia; y (iii) se debe distinguir entre par
complementario como noción y como realidad.
Esta propuesta, sin duda novedosa y estimulante, se enfrenta a los feminismos y construcción de
igualdad entre hombre y mujeres que consideran
a las personas en su dimensión individual y no en
tanto componentes de comunidades, persistiendo
el desafío de su articulación conceptual.
Por otra parte, en la re-lectura de la equidad
de género, un segundo elemento a considerar
es el necesario ajuste de los marcos generales de
re–distribución, como lo han mostrado los análisis del trabajo y la pobreza. En ese sentido, debe
tomarse en cuenta que las comunidades indígenas
rurales y también urbanas78, cuando se instalan en
sistemas estructurales de exclusión, desigualdad y/o
de desafiliación laboral, se convierten en espacios
donde se cobija la des-socialización, o en nichos
de faccionalismo interno, sujetos a los avatares de
la desocupación, la migración y el desarraigo, que
conllevan subsecuentemente la desestructuración
de la comunidad. Estas formas, en cambio, situadas
en marcos democráticos e inclusivos pueden desarrollar sus capacidades morales para acompañar la
re-distribución económica (principio proveniente
de la modernidad occidental) con las virtudes culturales que cada una trae consigo.
En otras palabras, el marco económico e institucional tendrá que esforzarse en dotar a cada
boliviano(a) de garantías económicas para su re-
91
producción material a través del empleo y la participación democrática, reconociendo asimismo la
cualidad cultural y específica de los grupos sociales
que existen en su interior. Esto no sólo subsanaría
el grado de explotación al que han llegado las mujeres, especialmente indígenas, en los marcos de la
“feminización” de la desigualdad y su adscripción a
esquemas laborales precarizados, sino que también
lo haría en aras de los valores del reconocimiento y
la diferencia multicultural.
En síntesis, hay que sustentar el valor moral
del concepto chacha-warmi en un amplio despliegue de la educación, perfilada bajo las pautas de la
democratización de género. Eso significa que este
“chacha-warmi” es una construcción por hacerse,
en el plano cultural como material, de un imaginario tradicional. Si se considera las realidades de las
asimetrías de género en el funcionamiento de las
organizaciones principalmente sociales, de mujeres
y mixtas, esta construcción deberá despojar a la
noción de “chacha-warmi” de los elementos que la
han naturalizado como la de pareja conyugal, mujer,
esposa y madre que completa la identidad masculina de representante y de proveedor por un lado,
y como inherente sólo a los pueblos indígenas por
otro. Por el contrario, hay que proyectarla hacia un
horizonte universal fundado en la constitución de
la humanidad por hombres y mujeres con derecho
a “ser” e iguales desde su diferencia corporal.
En esta dirección, la educación es un vehículo
fundamental para conseguir este logro, estando
claro que se han dado pasos iniciales en esa perspectiva en los últimos años, con la introducción
del principio de equidad entre hombres y mujeres
en el espacio y debate público y bajo el impulso de
políticas de equidad, y remontando los problemas
existentes en el sistema educativo. Del mismo modo,
la función educativa debe extenderse hacia los medios de comunicación que, hasta el presente, no han
dejado de emitir mensajes, imágenes y símbolos
atados a las identidades subordinadas y maternas
de las mujeres, y la naturalización de la violencia
basada en la subordinación.
78 Producidas con la migración e incentivadas por las transformaciones en el mundo de la producción y el trabajo que están
borrando las fronteras entre el trabajo familiar y el trabajo mercantil, entre la producción y la reproducción, así como las
huellas de la división social y sexual del trabajo en los espacios urbanos.
92
2.Justicia distributiva y administración
de justicia
2.1.Tensiones entre universalidad
y particularidad
En la perspectiva del eje sobre justicia distributiva y
la construcción de un sistema intercultural de administración de justicia, la demanda femenina que se ha
estado haciendo pública ha estado atravesada por los
filtros de clase y etnicidad que subyacen a sus formas
organizativas. Esta demanda emerge en la sociedad,
pero pasa su interpretación en esferas que se ubican
entre la sociedad y el Estado, y en el Estado mismo.
En las últimas décadas, esa esfera de intermediación
e interpretación cultural ha estado constituida por el
“sistema de expertos” alimentado con argumentos
del feminismo de clases medias nucleado en ong
e instituciones públicas. Ese discurso ha tendido a
ser mejor recibido por las clases media y alta de la
sociedad, dado que es en estos sectores donde material y subjetivamente mejor cuajan los principios
del derecho y de la emancipación individual de las
mujeres, en que se concretan sus demandas y las
decisiones de políticas.
Hay que destacar que esa esfera de mediación,
durante la modernización estatal pasó por una
cualificación de sus cuadros y la adhesión de éstos
a los principios de racionalidad y eficiencia prevalecientes, los que estaban constituidos por hombres
y mujeres con mayor educación. El contenido y la
forma de las demandas de la sociedad frente al Estado, se atribuyeron a un componente argumentativo
social y culturalmente específico, con la pretensión
de dotar a las demandas con un alcance universal
y general, sobre cuya base se construyó la idea de
que todas las mujeres tienen los mismos problemas
y que, siendo idénticas entre sí en tanto mujeres,
también lo serían sus demandas.
En este terreno se han dado avances en los
marcos normativos formales con la suscripción
de convenios internacionales y reformas legales
emanadas de los distintos instrumentos normativos
internacionales y acciones políticas nacionales,
perfil de género bolivia
sin reparar que el supuesto de igualdad básica en
Bolivia está lejos de ser cierto. Ello ha generado
un cuerpo legislativo avanzado que convive con
el derecho consuetudinario, costumbres y usos
reconocidos y elevados a normas legítimas no
escritas; ambos marcos no se traducen en un solo
cuerpo intercultural de normas y derechos, y
más bien suponen la fragmentación del sistema
de administración de justicia entre universos o
colectivos humanos diferenciados no solo por su
ubicación espacial (urbana o rural), sino también
por su filiación cultural.
En uno y otro caso, los derechos no se ejercen
plenamente y son vulnerados constantemente a
causa de la ausencia de igualdad básica, del carácter
regresivo de algunas políticas y de la brecha entre
los marcos normativos formales y aquellos originados en la tradición, además de la naturaleza de
los valores y mecanismos de su práctica que le son
inherentes.
La posibilidad de armonización tanto entre
ambos marcos jurídicos bajo principios y valores democráticos y de igualdad, como entre estos marcos y
las políticas o acción estatal, son tareas pendientes.
Apoyará el asumir ese desafío la realización de estudios acerca de cómo operan los valores, normativa
y las contradicciones en los espacios comunitarios y
los de interacción individual, algunos de los cuales
están en marcha79.
En las décadas pasadas, prevalecieron las
demandas por el reconocimiento de la identidad
femenina y por el respeto y vigencia de los derechos
individuales, cuyo mayor núcleo de realización fueron los derechos sexuales y reproductivos, el respeto
a las llamadas “opciones sexuales” que han adquirido
visibilidad en los últimos años por sus importantes
avances organizativos, y la lucha contra la violencia
hacia las mujeres. Pero, a pesar de los avances en las
formas de publicitar esas demandas en un caso y las
acciones institucionales en el otro, el tono conservador en el que aún se debate la sociedad boliviana
influenciada en gran medida por la presencia de la
iglesia en sus diferentes vertientes, especialmente
en sus sectores más pobres, sigue manteniendo su
79 Coordinadora de la Mujer. Estudio en curso sobre las formas en que se despliega la opresión y discriminación hacia las
mujeres en las comunidades campesinas e indígenas de diversas zonas del país, así como las tensiones en la inter-legalidad.
desafíos de una nueva agenda de género
disonancia o escaso eco en la población sobre todo
en relación a los derechos y opciones sexuales.
Con todo, en ciertos momentos estas demandas
tuvieron alguna influencia en las políticas de salud
haciendo virar el enfoque de mujer y salud hacia
el de género y salud, como más recientemente en
los amplios debates en la Asamblea Constituyente
al respecto y en su relación con la demanda por un
Estado laico.
La realidad ha mostrado que las necesidades de
las mujeres más pobres no necesariamente pasan por
su diferenciación de género sino principalmente por
la de clase; de allí que sus demandas no entraran en
la agenda del feminismo que exigía una “especificidad” de género. Sobre todo en el caso de las mujeres
rurales, las demandas de acceso a servicios, tierra y
recursos productivos, bienes públicos e ingresos,
tal como lo han evidenciado en sus movilizaciones
recientes y en los diferentes espacios de debate que
se vienen desplegando a favor de la profundización
del actual proceso de cambio. Las mujeres rurales
e indígenas perciben como causas de su situación a
estructuras ligadas al desigual acceso a la tierra, a la
atrasada base tecnológica de la producción agraria,
la mala calidad y degradación de la tierra, su falta
de educación, la ausencia de adecuadas políticas
rurales por parte del Estado, y más recientemente
a la persistencia del llamado colonialismo cultural.
Un énfasis central está colocado en el problema de
inseguridad jurídica de la tenencia de la tierra y la
falta de titulación a las mujeres, además de carencia
de infraestructura vial y de riego, ausencia de servicios de capacitación, asistencia técnica y crédito.
Como se vio en apartados precedentes, los recursos y activos requeridos para fomentar la producción
y la productividad todavía llegan con dificultad a la
mayoría de las mujeres urbanas, rurales e indígenas.
Hoy en día, uno de los temas de la agenda de cambios
es la redistribución de tierras en términos de lo que
se viene llamando segunda reforma agraria.
Aunque estas demandas pueden perder “especificidad” de género, a su vez permiten generar
vínculos de identidad y de solidaridad clasistas, que
deben articularse con los de su filiación indígena
o no y con los de género. Aquellos son hoy más
vigorosos que los vínculos entre mujeres de los
sectores medios, hoy polarizados precisamente por
sus inclinaciones más o menos solidarias con tal o
93
cual sector de clase y filiación étnica. No leer estas
diferencias llevó a la poca visualización de las fuentes de desigualdad y diferenciación encarnadas en
cada grupo social y étnico-cultural y sobre las que
se erigen diferentes mundos femeninos que no han
estado exentos de conflictos en sus relaciones, dadas
las desigualdades reales entre mujeres. Al mismo
tiempo, pero apuntando hacia otro horizonte, el
discurso indígena tendió a emular la diferenciación
étnico-cultural, sin hacer observancia de la subordinación social o de género gestada en el seno de las
comunidades, urbanas o rurales, propias de grupos
excluidos o no asimilados al orden estatal. Ambos
aspectos llevaron consigo supuestos relativos tanto
a la hermandad entre mujeres, de diferente clase y
cultura, como a la hermandad entre indígenas, de
diferente clase y género.
Si bien ello permitió poner en tensión el tema
de los derechos individuales y los derechos colectivos en una aparente universalidad de todos los
derechos de las mujeres, las tensiones al interior
de las organizaciones de base comunitaria y entre
estas y la de las mujeres de instituciones y ong feministas, produjeron una tendencia creciente hacia
la participación de las mujeres populares en ámbitos
de sus propias organizaciones sociales y cada vez más
en vinculación con las organizaciones mixtas.
El desafío hoy es doble: (i) aprender más de los
procesos de la realidad tal cual ocurren para construir una agenda de género en un proceso de elaboración interculturalidad, y (ii) leer a su interior las
intersecciones clasistas, de género y generacionales.
Es necesario tratar las necesidades y demandas de
las mujeres considerando sus diversas pertenencias
desde esas varias perspectivas.
Las mujeres campesinas y trabajadoras urbanas,
sobre todo indígenas, y ubicadas en los estratos socioeconómicos de ingresos bajos, tienen demandas
y expectativas centradas en el logro de recursos
materiales para elevar sus niveles de bienestar (políticas de redistribución). El cambio en esta situación,
percibido como condición para poder reclamar su
identidad de mujer e incorporar demandas de reconocimiento más allá de su identidad cultural, se halla
imbricada en su identidad clasista. Por su parte, las
mujeres de sectores medios y mestizos, al tener el
“piso material” más o menos resuelto, centran sus
demandas en un mayor reconocimiento.
94
La legitimidad de ambos tipos de demandas señala que, en la prosecución de su ciudadanía, se deba
seguir como camino la especificación de las demandas
y derechos para sustentar criterios distributivos o
de reconocimiento a partir de la movilización de los
grupos específicos de mujeres y su correspondiente
institucionalización en normas y políticas públicas.
Ello permitiría incorporar la complejidad clasista y
cultural en la provisión de bienes y servicios de bienestar o culturales, considerando la diferente realidad
de las mujeres y naturaleza de sus organizaciones.
Por este camino se puede avanzar en un proceso
más adaptable a la heterogeneidad de las mujeres,
al combinarse reivindicaciones redistributivas y
aquellas definidas por la diferencia, en un proceso
en el que las demandas y objetivos buscados sean
reformulados cada vez que cambien las circunstancias que les dan origen.
2.2.Nuevas orientaciones redistributivas.
Conciliación entre vida familiar y laboral
Una cuestión fundamental que deben considerar
las actuales políticas son las transformaciones ocurridas en las responsabilidades institucionales por
la reproducción social. Ello exige reposicionar el
tema de la equidad de género ante la naturaleza de
los problemas centrales de género y los límites de
las estrategias implementadas.
Un nudo fundamental de las desventajas y exclusiones de las mujeres se concentra tanto en las
modalidades que adopta la producción del bienestar
y las categorías de “proveedor”, como en la inseguridad y riesgo del ingreso familiar para la gran
mayoría de los hogares bolivianos, principalmente
rurales y urbano-populares. No es casual que las
mujeres, incluidas las campesinas indígenas, perciban la pobreza como la falta de dinero.
Estos grandes problemas son producto de un
contexto que impulsó una nueva ola de privatización y “familización” del bienestar, y que amplió la
informalización de las modalidades de generación
de ingresos de mujeres y hombres, cuya ocupación
principal transcurre en el sector familiar, en el marco
de una gran disparidad de ingresos que castiga a las
mujeres indígenas.
Esos fenómenos son responsables del protagonismo central pero subordinado de las mujeres
perfil de género bolivia
en la reproducción; y también de los déficits que el
tiempo dedicada a esa actividad suponen en relación
al acceso a la salud, alimentación suficiente, educación; de la escasa participación y representación
social y política; y de la persistencia de la violencia,
preponderantemente en relación a las mujeres de
sectores socioeconómicos de bajos ingresos. Para
estos grupos, las dificultades de acceso a bienes y
servicios en el mercado se sustituyen con trabajo
doméstico no remunerado de dedicación absoluta,
con el trabajo comunitario y la economía de cuidado, y con una inserción precaria en los mercados.
Es decir, las mujeres pasan de una actividad a otra
ocupando gran parte de su tiempo trabajando en
condiciones que refuerzan su identidad apegada a
los roles domésticos, si bien en opinión de varias
analistas la dedicación al trabajo doméstico no
remunerado también les otorgaría poder, pero en
el marco de la cultura pública patriarcal recreada
cotidianamente por los medios de comunicación,
la escuela, los mercados y el propio Estado, que les
obliga a realizarlo.
Los virajes en materia de acción política y
pública a su alrededor tendrán que considerar la
desnaturalización de la esfera de la reproducción
como ámbito privado y su identificación con las
mujeres, pues no solo expresa una injusticia en la
distribución de responsabilidades que dificulta a
las mujeres su participación en los mercados, en
la política y otros espacios sociales públicos, sino
que ignora su función en la reproducción de la
sociedad como un todo. Esa desnaturalización
debe, entre otras cosas, incorporar la reproducción social y principalmente el cuidado al ámbito
del trabajo, y reconocer su carácter de cuestión
pública y social. Esto significa no solo encarar el
problema de la identidad de las mujeres como trabajadoras –además de madre-esposas– mediante
esfuerzos de “conciliación” del trabajo familiar y
el trabajo mercantil de tal modo que favorezca:
(i) el alivio de la carga de trabajo doméstico y
comunitario no remunerado de las mujeres, y
(ii) la alteración de los patrones de división social
del trabajo. Significa también actualizar la necesidad de redistribuir sus cargas entre hombres y
mujeres, y discutir el derecho de las personas a
la protección social en el marco de la ampliación
de su ciudadanía.
desafíos de una nueva agenda de género
No se trata, pues, de ampliar la participación
laboral de las mujeres en igualdad de ingresos que
los hombres; se trata de pensar en la esfera de la
reproducción como parte del proceso global de
producción de la vida material, y como responsabilidad social y estatal que exige pensar políticas
generales de redistribución de ingresos que modifiquen los actuales arreglos o responsabilidades
institucionales en la producción del bienestar en
aras de su socialización, des-mercantilización y/o
re–estatización, mediante la producción de bienes
y servicios asociados a la economía del cuidado. Es
decir, no se trata de que se facilite a las mujeres el
ejercicio de mayor trabajo o que lo hagan a título
obligatorio en relación a las tareas domésticas.
Se trata de identificar con claridad las actividades domésticas y comunitarias –hoy a cargo de
las mujeres– que pueden ser delegadas a terceras
personas ajenas al hogar en el marco de su re–socialización, como son el cuidado de los niños y niñas,
de las personas adultas mayores, de la salud integral
según el ciclo vital; la provisión de educación y
capacitación continua, de servicios básicos; la contratación de trabajo generador de diversos servicios
a los hogares, la construcción de infraestructura e
instituciones necesarias para la prestación de las
protecciones y cuidado, etc.
Los alcances de estas acciones públicas y sociales deben ser universales y a la vez focalizados,
sus efectos materiales inmediatos en el bienestar
son indudables, pero el impacto básico en equidad
podrá ubicarse en la modificación de la distribución del tiempo de las mujeres entre sus diferentes
jornadas por la reducción absoluta de su jornada
doméstica y familiar. La reducción de la carga de
trabajo de las mujeres, y la liberación de ciertos
espacios de su tiempo, serían los objetivos centrales
que deberían buscarse con esa nueva orientación
redistributiva.
El tiempo así ganado permitirá a las mujeres
“ser” en sí mismas, tener “disposición de sí”, y
devolverles, como dice Benería (2006), la capacidad de organizar el poder cuidar de los hijos y de
otros familiares, el poder trabajar en los mercados
en igualdad de condiciones, el poder moverse con
libertad, el poder disfrutar de algunas actividades
recreativas, y el poder tener autonomía en la asignación de su propio tiempo.
95
Esta dimensión de la estrategia redistributiva
puede diseñarse y gestionarse en la nueva proyección de los procesos de descentralización estatal y
en ámbitos territoriales más acotados que brindan
mayores posibilidades de articulación de actores
institucionales estatales, no gubernamentales, religiosos y sociales. La condición, sin embargo, es su
armonización con las políticas económicas y sociales
nacionales en materia de distribución de ingresos, al
mismo tiempo que en cuanto a su encadenamiento
entre niveles territoriales.
Si bien ello puede trazar un camino para enfrentar los problemas de equidad, del empobrecimiento relativo de las mujeres y ampliar también
las oportunidades de empleo hacia esta esfera, hay
que considerar otros ámbitos de intervención a
nivel nacional destinados a armonizar los tiempos
de las mujeres entre el trabajo mercantil y los otros
trabajos, donde la distribución de los tiempos no
tenga que estar determinada por imperativos sexistas
(responsabilidad femenina del trabajo en la reproducción) ni por las relaciones y tiempos del trabajo
en los mercados, donde además pesan –desde la
perspectiva de la demanda de trabajo– prejuicios y
normas discriminatorias.
Del mismo nivel de importancia son los
cambios en la cultura. Uno de esos ámbitos es el
propio Estado y sus políticas que deben ser objeto
de análisis en sus conexiones de género por parte
del organismo gubernamental de género y de las
organizaciones de mujeres. Otro ámbito es el de
los medios de comunicación que siguen actuando
desde patrones sexistas.
Un ámbito escasamente analizado y significativo en relación a la armonización de la vida familiar
y el trabajo mercantil es el de las condiciones de
realización del trabajo doméstico remunerado en el
marco de la tercerización de actividades domésticas,
que genera un espacio público al interior de los hogares, diferenciado del espacio de la intimidad. Las
relaciones entre mujeres –mediadas por el trabajo
doméstico remunerado– deben darse en ese espacio
público interior en un marco de solidaridad y justicia; para ello la condición debe ser el reconocimiento del trabajo doméstico remunerado como trabajo
asalariado y no como de régimen especial, para que
su profesionalización marque el camino que pueda
revertir su carácter patriarcal y señorial actual.
96
Estas cuestiones debieran debatirse en un espacio de deliberación política entre mujeres, donde se
construyan también las definiciones diferenciadas
de sus demandas y propuestas de políticas, que sea
además el instrumento de diálogo intercultural e interclasista entre las mujeres, y de construcción de los
consensos posibles que den paso a una fuerza común
de impulso a la institucionalización de las soluciones
a las demandas, diferenciadas y comunes.
En esta dirección deberían darse las iniciativas
en materia de participación política, las que deben
traducirse en derechos específicos que atiendan demandas que emerjan de todos los ámbitos de vida de
las mujeres y no se limitan únicamente a estándares
homogéneos y universales. En esta perspectiva, por
ejemplo, podrían inscribirse los derechos sexuales y
reproductivos, de regulación de la natalidad, donde
los desencuentros son elocuentes, además de pertenecer a la esfera de la intimidad.
El riesgo del que hay que advertir en este
proceso de diálogo intercultural tiene que ver con
el hecho que sigan funcionando circuitos de intercambio de apoyo político que discriminen a favor
de ciertas organizaciones de mayor poder en perjuicio de grupos con menor capacidad organizativa
y de movilización, desplazando las situaciones de
desigualdad y exclusión.
Las cuestiones hasta acá señaladas, dejaron de
ser objetivos del organismo gubernamental de género y del movimiento de mujeres, pese a ser cuestiones asociadas con la sostenibilidad de la sociedad
más allá de principios de justicia. En esta dirección
se está moviendo el debate y reposicionamiento de
los desafíos que enfrentan las acciones públicas y
sociales en materia de equidad de género.
Los objetivos estratégicos en torno a la desnaturalización y la armonización de los espacios de vida
perfil de género bolivia
de mujeres y hombres encuentran múltiples caminos; se trata de acciones y políticas que garanticen
el acceso a bienes y servicios materiales y culturales
en materia de salud, educación, capacitación técnica,
participación y representación, trabajo, permisos
laborales, infraestructuras de servicios, etc. Algunos
de esos caminos son ya vías por las que transitan
ciertas políticas y programas actuales. Habría que
conceptualizarlas y articularlas en la perspectiva de
producir cambios en la redistribución del tiempo
de las mujeres, la ampliación de sus capacidades de
“poder”, y la redistribución de responsabilidades
entre hombres y mujeres, entre Estado, mercado
y familias.
En este sentido, resultan inexcusables las acciones para re-socializar las actividades domésticas
delegables en terceros, e impulsar procesos de
producción de información sobre usos del tiempo,
sobre las modalidades de gestión de las actividades
vinculadas al cuidado y la protección social según
instituciones y sujetos que las gestionan, y otros
referidos a los cambios en la cultura pública. Con
base en estos elementos podrían construirse indicadores de seguimiento a los avances en materia de
equidad, superando los límites de los indicadores
intermedios actuales, referidos únicamente a acceso
a determinados recursos y bienes públicos.
El proyecto de nueva constitución política
debería expresar con claridad un nuevo pacto entre
Estado y mujeres con base en la incorporación de
la reproducción como responsabilidad pública y
social, más allá del reconocimiento del trabajo doméstico y de la necesaria ampliación del concepto
del trabajo para abarcar los espacios y actividades
asociadas a su dominio, como requisito para profundizar la ciudadanía de las mujeres en términos
de igualdad.
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Lista de entrevistadas
Entrevistas realizadas para el estudio perfil de género
Organismos publicos
Evo Morales
Entrevista transcrita del periódico La Prensa
Casimira Rodríguez
Ministra de Justicia
Teresa Canaviri
Ex Viceministra de la Mujer– La Paz
María Elena Burgos
Ex funcionaria del Viceministerio de la Mujer La Paz
Martha Rivera Román
Ex funcionaria del Viceministerio de la Mujer La Paz
Litzi Ayaviri
Ex funcionaria del Viceministerio de la Mujer La Paz
Julia Ramos
Primera vicepresidenta de la Cámara Baja Diputada del mas por Tarija
Mariel Paz
Defensora del Pueblo Tarija
Angela Coronado
Responsable de Género de la Prefectura de Santa Cruz
Evelyn Agreda
Viceministro de Género y Asuntos Generacionales
Organizaciones no gubernamentales
Diana Urioste
Directora de la Coordinadora de la Mujer. La Paz
Kathia Uriona
Coordinadora del Proyecto Mujeres En la Asamblea Constituyente. La Paz
Ana María Romero
de Campero
Directora de Fundación UNIR. La Paz
Carmen Beatriz Ruiz
Directora de Apostemos por Bolivia. La Paz
Eliana Estrada
Técnica de Apostemos por Bolivia y activista de derechos humanos la Paz
Patricia Flores
Directora de CONACINE y activista derechos humanos. La Paz
Martha Noya Laguna
Directora del Centro Juana Azurduy de Padilla Sucre
Mónica Novillo
Directora del IFFI Cochabamba
Leila Cortez
CIPCA Santa Cruz
Gloria Aguilar
Fundación DDPC. La Paz
Maritza Jiménez
Directora de Fundación La Paz. La Paz
Teresa Lanza
Directora Ejecutiva de Católicas por el Derecho a Decidir la Paz
Eduardo García
Coordinador de Proyectos IPAS– Bolivia
Ninoska Murillo
CEJIS
106
perfil de género bolivia
Organismos de cooperacion
María Machicao
unicef – Forma parte de la Interagencial de Género La Paz
Johanna Teague
Representante Suecia asdi– forma parte de la Interagencial de Género La Paz
Jeannette Trujillo
Responsable de Género de la Embajada Real de los Países Bajos forma parte de la Interagencial de Género.
La Paz
Jenny Ybarnegaray
Responsable de Género del padep/gtz forma parte del Comité Interagencial de Género. La Paz
Ana Belén Villanueva
aeci
To Stojkler
Secretaria Embajada Real de los Países Bajos
Profesionales, defensoras de los derechos humanos de las mujeres
María Lourdes Zabala
Docente e investigadora
Mónica Crespo
Investigadora
Maria Isabel Caero
Socióloga
Teresa Polo
Economista Demógrafa
Irma Lizarazu.
Economista. Docente de la UGRM. Santa Cruz
Organizaciones sociales, cívicas y políticas
Rosario Paz
Foro Político Nacional de Mujeres La Pazs
Benedicta Villka
Representante de las Bartolinas Sisa El Alto
Teresa Castro
Organización de Mujeres de Base de Cochabamba
Nancy Mamani
Vocal de la Junta de Vecinos de Distrito 7 de El Alto (no se desgravó por ser entrevista muy corta y puntual.
El Alto
Nemesia Ayacollo
Presidenta de la Brigada Cruceña–Entrevista transcrita del Periódico La Prensa 08 de marzo 2006
Martha Sotelo
Dirigente de Barrios. Santa Cruz
Marisol Solano
Ex Dirigenta de la CEPES. Guaraní
Mimí Gasser
Ex Presidenta Comité Cívico Femenino de Santa Cruz
Rudy Barrientos
Directiva Comité Cívico Femenino Santa Cruz
Florinda Juchani
FSMCBS. Santa Cruz
Lidia Choque
Secretaria de Organización de El Torno. Prov. Andrés Ibáñez. FSMCBS
Carmen Muñuni
Secretaria de Organización de Subcentral de Mujeres de la CPEMB. Beni
María Gonzales
Representante de la Prov. Germán Busch. FSMCBS
María Tórrez
Comunidad Santa Rosa. Santa Cruz. FSMSBS
Nancy Texeira
Secretaria Ejecutiva. Comunidad Castanina. Município El Porvenir. Prov. Nicolás Suárez. FSMCBS
Cristina Romero
Ejecutiva de la FSMCBS de Bermejo. Tarija
107
Grupos focales realizados
1. Ciudad de La Paz
3. Ciudad de Cochabamba
Fecha de realización: 22 de marzo de 2006
Lugar: Red Ada
Fecha de realización: 29 de marzo de 2006
Lugar: Hotel Regina
Participantes:
Participantes:
N°
Nombres y apellidos
Organización
1
Nicolasa Ticona
FECAFE (sector Chulumani)
2
Evelyn Chambi Humérez
Consejala Coroico
3
Natalia Quispe Flores
FDMCLP BS”
4
Mercedes Martínez
FENCOMIN – La Paz
5
Rina Zeballos
M.A.Q
6
Margarita Alcalá
FENCOMIN
7
Benedicta Villca
FNMCB “BS”
8
Sabina Mamani Q.
Red Qury Amuyt’a
9
Amalia Ancoma
AMAQ
Fecha de realización: 24 de marzo de 2006
Lugar: CEADL
Participantes:
Nombres y apellidos
Nombres y apellidos
Organización
1
Shirley Méndez
Red Contra la Violencia
Sexual
2
Francisca Gijón
Infante
3
Rosalía Flores G
Brigada protección a la
Familia
4
Susana Holfem
Foro Pol Mujeres Cbba
5
María Luz León
Foro Pol Mujeres Cbba.
6
María Esther Pozo
CESU– UMSS
7
María Eugenia Galindo
CETM
4. Ciudad de Santa Cruz
2. Ciudad de El Alto
N°
N°
Organización
1
Paola Alvarez Bolivar
ECO– Jóvenes
2
Amalia Paco V.
Federación de Mercados
ex COR
3
Ana Quispe C.
4
Rosalinda Miranda
5
Pamela Janeth Apaza
ECO– Jóvenes
6
Johann Aguilar M.
RJTVD
7
Gloria Ajpi Jalja
Grito de los excluidos CEADL
8
Cielito Silva C.
Foro Político El Alto
9
Antonia Mamani T.
Foro Político El Alto
10
Primitiva Alcón V.
Gremiales
Primer grupo urbano
Lugar de realización: Casa de la Mujer
Fecha: 6 de abril de 2006.
Participantes:
N°
Nombres y apellidos
Organización
1
Marfa Silva
Comité Damnificados
Federación de Mercados
2
Angela Coronado
Ex UDG
FENATRAHOB
3
Beatriz Valencia
Mujeres Artesanas
Pailón
4
Nicolasa Orellana
Artesana
5
María Lola Román
Artesana
6
María del Carmen Quisbet
Casa de la Mujer
7
Paola Antelo
Trabajadora del Hogar
8
Miguelina Colque
Sites Santa Cruz
108
perfil de género bolivia
5. Ciudad de Santa Cruz
7. Ciudad de Tarija
Grupo con mujeres productoras
Segundo Grupo rural
Lugar de realización: Congreso Nacional de la
FNMCBS Cochabamba
Fecha: 8 de abril de 2006.
Participantes:
N°
Nombres y apellidos
Organización
1
María Gonzáles
Stria Gral. Mujeres campesinas Prov. Germán
Buch Santa Cruz
2
Magali Arteaga Faldón
Prov. Germán Buch
3
Lidia Fernández
4
Yolanda Montero
5
Mary Luz Torres Vaca
En este departamento se trabajó con dos grupos: educativo y productivo, reuniendo de esta
manera a mujeres involucradas con esta temática,
el trabajo se realizó en base a la misma guía pero
desde el enfoque particular del grupo.
Lugar de realización: CCIMCAT
Fecha: 12 de abril de 2006
Nombres y apellidos
Organización
1
Gregoria Fernández
Asociación C. de Mujeres
2
Cipriana Mamani
Stria de Género FUCT Bjo
3
Verónica Sanchez
NUTRICOI
4
Bernardina Achá
NUTRICOI
5
Marcela Vásques
AMUPPODES
6
Elsa Llanos
AMUPPODES
7
Paula Cabezas
Grupo Productivo
8
Faustina R. de Jerez
AMPRORMY
9
Teódola Guerrero
Presidenta Unidad Productiva
Grupo con mujeres del sector Educación
10
Primitiva Valdivieso
CCIMCAT
11
Hilda Lozano de Pérez
Trabjadoras plane
Lugar de realización: CCIMCAT
Fecha: 12 de abril de 2006.
12
Eusebia Villca
Representante plane
Entrevista a Edda Sambaquiri APG
6. Ciudad de Tarija
Participantes:
N°
Participantes
Organización
1
Maneth Zubieta
SEDUCA
2
Melissa G. Alcalá Tapia
Col. San Bernardo
3
Lizeth Sempértegui Fuertes
Col. San Bernardo
4
Rina Aguirre
Foro Educativo
5
Jacqueline Ordóñez
CCIMCAT
6
Grecia Cuellar Donaire
Jóvenes Trabajadores
7
Teresa Martínez Gareca
Docente Col. Belgrano
8
Ilsen Torrejón
SEDUCA
N°
109
Anexo 1
110
perfil de género bolivia
anexo 1
111
Cuadro 1
Principales indicadores de empleo, según sexo, 1999 - 2005
(En porcentaje)
Descripción
1999
2000
2001
2002
2003-2004(1)
2005
Índice de carga económica
55,75
60,19
47,50
54,78
54,00
59,20
Hombres
38,85
39,25
31,75
36,57
36,34
39,96
Mujeres
76,11
86,18
66,26
77,75
74,81
82,54
Tasa de oferta potencial
74,02
73,96
73,30
73,28
73,33
76,10
Hombres
72,84
72,56
72,34
72,64
72,05
74,88
Mujeres
75,18
75,30
74,23
73,91
74,55
77,44
Tasa de ocupación
61,43
59,43
64,24
61,07
62,23
59,39
Hombres
69,35
68,99
72,52
70,06
70,74
68,20
Mujeres
53,90
50,56
56,43
52,35
54,41
51,20
Tasa bruta de participación
47,52
46,17
49,70
47,34
47,62
47,86
Hombres
52,46
52,10
54,91
53,19
52,85
53,50
Mujeres
42,69
40,45
44,65
41,58
42,65
42,42
Tasa de cesantía
2,86
3,69
4,12
4,37
3,12
4,12
Hombres
2,82
3,03
3,71
3,67
2,79
3,41
Mujeres
2,92
4,50
4,60
5,39
3,51
4,98
Tasa de dependencia
1,20
1,28
1,12
1,23
1,19
1,21
Hombres
0,98
1,00
0,91
0,96
0,96
0,96
Mujeres
1,47
1,63
1,39
1,58
1,47
1,52
Tasa de desempleo abierto
4,33
4,79
5,24
5,48
4,17
5,45
Hombres
3,70
3,94
4,46
4,31
3,56
4,54
Mujeres
5,08
5,86
6,17
6,94
4,88
6,54
Tasa global de ocupación
95,67
95,21
94,76
94,52
95,83
94,55
Hombres
96,30
96,06
95,54
95,69
96,44
95,46
Mujeres
94,92
94,14
93,83
93,06
95,12
93,46
Tasa global de participación
64,20
62,43
67,80
64,61
64,93
62,82
Hombres
72,02
71,81
75,90
73,22
73,35
71,45
Mujeres
56,78
53,71
60,15
56,26
57,21
54,78
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(1) Los datos corresponden a la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
112
perfil de género bolivia
Cuadro 2
Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
Según sexo y categoría en el empleo, 1999 - 2006
(En porcentaje)
Categoría en el empleo
1999
Total
3.637.893
Obrero(a)
2003-2004(1)
2005
3.824.938
4.194.779
4.257.151
2006
4.550.309
8,13
8,10
9,72
8,63
14,03
11,21
7,65
20,93
19,75
20,58
18,43
20,29
24,14
Trabajador(a) por cuenta propia
40,22
40,82
35,73
36,58
35,66
34,58
34,37
Patrón, socio o empleador que sí recibe
remuneración
0,77
0,64
0,49
0,61
0,31
0,38
0,18
Patrón, socio o empleador que no recibe
remuneración
2,17
1,31
1,72
3,84
4,46
4,90
4,24
0,31
0,34
0,40
0,26
0,65
0,82
0,24
25,74
24,42
29,15
27,17
23,58
25,38
26,61
1,89
3,45
3,05
2,33
2,88
2,45
2,57
Hombres
2.000.496
2.032.182
2.128.402
2.160.158
2.283.042
2.356.037
2.505.590
Obrero(a)
13,06
12,80
15,51
12,83
22,57
17,86
12,35
Empleado(a)
23,92
23,30
22,16
23,34
20,16
22,15
26,11
Trabajador(a) por cuenta propia
Empleada(o) del hogar
41,92
45,80
38,57
38,75
33,89
35,26
37,65
Patrón, socio o empleador que sí recibe
remuneración
1,07
1,00
0,70
0,93
0,46
0,55
0,24
Patrón, socio o empleador que no recibe
remuneración
3,13
1,70
2,16
5,38
6,68
6,66
6,09
Cooperativista de producción
0,57
0,60
0,69
0,44
1,14
1,28
0,44
16,16
14,70
20,00
18,19
14,97
16,14
16,78
Trabajador(a) familiar o aprendiz sin
remuneración
Empleada(o) del hogar
0,17
0,10
0,21
0,14
0,13
0,10
0,33
1.637.397
1.604.866
1.755.849
1.664.780
1.911.737
1.901.114
2.044.719
2,10
2,20
2,71
3,19
3,84
2,97
1,89
Empleado(a)
16,92
17,80
16,83
17,01
16,36
17,99
21,72
Trabajador(a) por cuenta propia
38,15
36,50
32,28
33,75
37,76
33,73
30,34
Patrón, socio o empleador que sí recibe
remuneración
0,39
0,20
0,23
0,19
0,13
0,17
0,11
Patrón, socio o empleador que no recibe
remuneración
1,00
0,80
1,18
1,85
1,81
2,72
1,97
Mujeres
Obrero(a)
Cooperativista de producción
Trabajador(a) familiar o aprendiz sin
remuneración
Empleada(o) del hogar
3.884.251
2002
20,77
Trabajador(a) familiar o aprendiz sin
remuneración
3.637.048
2001
Empleado(a)
Cooperativista de producción
2000
0,00
0,00
0,04
0,02
0,06
0,24
0,00
37,45
36,70
40,24
38,81
33,87
36,82
38,66
3,98
5,70
6,49
5,18
6,17
5,37
5,32
Fuente: instituto nacional de estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003-2004, Encuesta de hogares 2005 - 2006
(1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la encuesta continua de hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
Los datos de los años simples provienen de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
anexo 1
113
Cuadro Nº 3.04.02.05
Bolivia - área urbana: distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
Según sexo y categoría en el empleo, 1999 - 2006
(En porcentaje)
Categoría en el empleo
1999
2000
2001
2002
2003-2004(1)
2005
2006
2.017.044
2.091.175
2.156.250
2.118.436
2.355.823
2.435.401
2.521.626
Obrero(a)
10,25
11,00
12,23
10,61
17,29
14,79
10,25
Empleado(a)
34,39
33,10
32,25
34,19
27,56
31,72
38,77
Trabajador(a) por cuenta
propia
39,09
40,50
33,86
37,72
34,14
33,74
32,20
Patrón, socio o empleador que
sí recibe remuneración
1,29
1,00
0,84
1,00
0,50
0,59
0,33
Patrón, socio o empleador que
no recibe remuneración
2,97
2,00
2,25
3,47
4,42
5,73
5,55
Cooperativista de producción
0,21
0,40
0,18
0,30
0,98
1,09
0,40
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
8,80
7,80
13,31
8,79
10,48
8,52
8,54
Total
Empleada(o) del hogar
3,01
4,20
5,07
3,92
4,63
3,82
3,95
Hombres
1.130.212
1.167.692
1.162.875
1.166.458
1.293.927
1.371.359
1.399.788
Obrero(a)
16,17
17,30
19,90
16,17
27,84
22,95
16,39
Empleado(a)
39,34
36,90
36,77
39,36
29,44
33,86
41,68
Trabajador(a) por cuenta
propia
32,17
35,70
28,58
31,29
26,08
27,37
26,97
Patrón, socio o empleador que
sí recibe remuneración
1,74
1,50
1,25
1,56
0,72
0,87
0,43
Patrón, socio o empleador que
no recibe remuneración
4,13
2,50
2,71
4,64
6,34
7,40
7,87
Cooperativista de producción
0,37
0,70
0,33
0,53
1,71
1,61
0,73
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
5,82
5,10
10,09
6,22
7,68
5,79
5,82
Empleada(o) del hogar
Mujeres
Obrero(a)
0,27
0,20
0,38
0,22
0,20
0,15
0,12
886.832
923.483
993.375
951.978
1.061.896
1.064.042
1.121.838
2,72
3,00
3,26
3,80
4,43
4,27
2,60
Empleado(a)
28,08
28,30
26,95
27,86
25,27
28,96
35,15
Trabajador(a) por cuenta propia
47,91
46,60
40,05
45,60
43,96
41,95
38,72
Patrón, socio o empleador que
sí recibe remuneración
0,72
0,40
0,36
0,30
0,24
0,23
0,20
Patrón, socio o empleador que
no recibe remuneración
1,48
1,20
1,71
2,04
2,08
3,57
2,66
Cooperativista de producción
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
Empleada(o) del hogar
0,00
0,10
0,01
0,02
0,10
0,43
0,00
12,60
11,10
17,09
11,94
13,89
12,04
11,93
6,49
9,40
10,57
8,44
10,03
8,55
8,74
Fuente: Instituto Nacional De Estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003 - 2004,
Encuesta de hogares 2005 - 2006
(1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004. Los datos de los años simples provienen
de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
114
perfil de género bolivia
Cuadro Nº 3.04.02.06
Bolivia - área rural: distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y categoría en el empleo, 1999 - 2006
(En porcentaje)
Categoría en el empleo
Total
Obrero(a)
1999
2000
2001
2002
2003-2004(1)
2005
2006
1.620.849
1.545.873
1.728.001
1.706.502
1.838.956
1.821.750
2.028.683
5,48
4,30
6,59
6,17
9,86
6,42
4,41
3,83
4,30
4,15
3,69
6,73
5,01
5,94
Trabajador(a) por cuenta propia
41,63
43,30
38,05
35,15
37,60
35,69
37,06
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
0,11
0,10
0,05
0,12
0,07
0,09
0,01
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
1,19
0,40
1,05
4,31
4,51
3,79
2,60
Empleado(a)
0,45
0,30
0,66
0,21
0,22
0,44
0,05
46,82
47,00
48,91
49,98
40,37
47,92
49,08
0,49
0,40
0,53
0,37
0,64
0,63
0,85
Hombres
870.284
864.490
965.527
993.700
989.115
984.678
1.105.802
Obrero(a)
9,02
6,80
10,22
8,90
15,67
10,77
7,23
Empleado(a)
Cooperativista de producción
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
Empleada(o) del hogar
3,91
4,90
4,56
4,53
8,03
5,84
6,41
Trabajador(a) por cuenta propia
54,58
59,30
50,60
47,51
44,11
46,24
51,17
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
0,21
0,20
0,04
0,18
0,13
0,10
0,01
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
1,83
0,60
1,49
6,25
7,13
5,62
3,84
Cooperativista de producción
0,83
0,50
1,13
0,34
0,40
0,82
0,09
29,58
27,70
31,95
32,24
24,49
30,57
30,66
0,04
0,10
0,02
0,05
0,03
0,03
0,60
750.565
681.383
762.474
712.802
849.841
837.072
922.881
Obrero(a)
1,37
1,10
2,00
2,38
3,10
1,31
1,03
Empleado(a)
3,74
3,60
3,64
2,51
5,23
4,04
5,39
Trabajador(a) por cuenta propia
26,62
22,90
22,16
17,92
30,01
23,28
20,15
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
0,00
0,00
0,06
0,04
0,00
0,08
0,00
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
0,44
0,20
0,49
1,61
1,46
1,64
1,12
Cooperativista de producción
0,00
0,00
0,07
0,03
0,00
0,00
0,00
66,82
71,40
70,39
74,70
58,84
68,32
71,15
1,01
0,70
1,18
0,82
1,35
1,33
1,16
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
Empleada(o) del hogar
Mujeres
Trabajador(a) familiar o aprendiz
sin remuneración
Empleada(o) del hogar
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003-2004, encuesta de hogares 2005-2006 (1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
Los datos de los años simples provienen de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
anexo 1
115
Mercado de trabajo
Total
1999
2000
2001
2002
2003-2004(1)
2005
2006
3.637.893
3.637.048
3.884.251
3.824.938
4.194.779
4.257.151
4.550.309
Doméstico
1,89
2,60
3,05
2,33
2,88
2,45
2,57
Estatal
6,83
7,40
7,46
6,99
6,93
7,35
8,06
Familiar
65,96
66,10
64,88
63,74
59,24
59,96
60,98
Semiempresarial
10,62
8,80
10,05
13,13
15,03
12,37
12,13
Empresarial
Hombres
Doméstico
14,71
15,10
14,56
13,80
15,92
17,86
16,26
2.000.496
2.032.182
2.128.402
2.160.158
2.283.042
2.356.037
2.505.590
0,17
0,10
0,21
0,14
0,13
0,10
0,33
Estatal
7,02
7,80
7,81
6,81
6,96
7,00
7,96
Familiar
58,07
60,50
58,57
56,95
48,86
51,40
54,44
Semiempresarial
14,21
12,40
13,60
17,18
21,17
17,12
15,79
Empresarial
20,53
19,20
19,80
18,93
22,88
24,38
21,49
1.637.397
1.604.866
1.755.849
1.664.780
1.911.737
1.901.114
2.044.719
Doméstico
3,98
5,70
6,49
5,18
6,17
5,37
5,32
Estatal
6,60
6,90
7,04
7,22
6,89
7,79
8,18
Familiar
Mujeres
Cuadro 4
Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999 - 2006
(En porcentaje)
75,60
73,20
72,52
72,56
71,63
70,56
69,00
Semiempresarial
6,23
4,30
5,75
7,89
7,69
6,49
7,65
Empresarial
7,59
9,80
8,20
7,15
7,61
9,79
9,86
Fuente: instituto nacional de estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003 - 2004, encuesta de hogares 2005 - 2006.
(1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
Los datos de los años simples provienen de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
116
perfil de género bolivia
Cuadro 5
Población ocupada, según sexo y sectores del mercado de trabajo
en ciudades capitales (1): 1989-2006
(En porcentaje)
Sectores de mercado
de trabajo
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1999
2000
2001
2002
2003
2005
2006
(p)
Población ocupada total
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Estatal
17,6
17,5
17,7
15,2
14,4
12,9
12,9
12,1
11,5
12,4
11,0
11,7
10,5
10,3
9,3
11,4
Empresarial
19,0
17,1
19,0
20,6
21,9
21,1
19,6
20,4
28,2
28,1
25,3
23,5
22,1
23,3
29,0
28,8
Semiempresarial 13,2
15,6
17,4
18,4
20,6
22,9
21,6
12,9
15,6
16,1
11,7
14,1
17,5
17,1
16,9
17,1
Familiar
42,2
38,9
38,5
38,1
36,4
37,3
39,7
49,4
40,9
38,9
47,0
45,1
45,9
44,7
40,9
38,3
Servicio doméstico
6,6
6,9
6,2
5,8
6,5
5,2
5,4
5,1
3,9
3,6
5,0
5,4
4,0
4,6
3,9
4,4
Ns/nr
1,5
4,0
1,3
1,9
0,1
0,6
0,9
0,0
0,0
0,8
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
36,6
34,6
36,7
35,8
36,3
34,0
32,5
32,5
39,7
40,5
36,3
35,2
32,6
33,7
38,3
40,3
Sector formal/informal
Empleo formal
55,4
54,5
55,8
56,5
57,0
60,2
61,3
62,3
56,4
55,0
58,7
59,3
63,4
61,8
57,8
55,4
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Estatal
20,5
19,2
19,3
17,1
15,0
13,9
13,6
13,1
11,4
12,7
11,6
12,6
10,8
9,5
8,6
11,5
Empresarial
26,5
23,1
25,6
27,1
29,8
28,1
26,6
26,6
36,5
35,8
31,3
31,7
30,9
31,8
37,3
37,0
Semiempresarial
17,7
20,9
22,7
24,2
27,8
30,6
29,4
17,8
19,6
20,5
16,4
18,6
22,0
23,0
22,9
21,0
Familiar
32,8
31,3
29,7
28,7
26,6
26,1
28,5
41,6
32,0
29,7
40,4
36,5
36,2
35,6
31,1
30,5
Servicio doméstico
0,5
0,7
0,9
0,6
0,7
0,5
0,6
0,8
0,5
0,1
0,3
0,5
0,2
0,2
0,1
0,0
Ns/nr
2,0
4,7
1,8
2,4
0,2
0,8
1,2
0,1
0,0
1,2
0,0
0,2
0,0
0,0
0,0
0,0
Empleo formal
47,0
42,4
44,9
44,2
44,8
42,0
40,2
39,7
47,9
48,5
42,9
44,2
41,7
41,2
45,9
48,5
Empleo informal
50,5
52,2
52,4
52,8
54,3
56,7
57,9
59,4
51,6
50,2
56,8
55,1
58,2
58,6
54,0
51,5
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
13,8
15,1
15,5
12,6
13,7
11,4
11,9
10,8
11,7
12,1
10,2
10,8
10,2
11,4
10,2
11,3
9,2
8,3
9,7
11,4
11,6
12,1
10,5
12,9
17,1
18,2
17,7
14,1
11,7
12,8
18,6
19,2
Empleo informal
Población ocupada
masculina
Sector formal/informal
Población ocupada
femenina
Estatal
Empresarial
Semiempresarial
7,3
8,0
9,8
10,2
11,3
12,9
11,5
7,0
10,2
10,5
5,8
9,1
12,3
9,7
9,5
12,5
Familiar
54,5
49,9
50,8
51,5
49,3
52,0
54,1
58,9
52,7
50,7
55,3
55,1
57,3
56,1
53,1
47,5
Servicio doméstico
14,5
15,9
13,6
13,2
14,1
11,2
11,6
10,4
8,3
8,2
11,0
11,0
8,5
10,1
8,6
9,5
0,8
2,9
0,6
1,2
0,1
0,4
0,4
0,0
0,0
0,4
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
Empleo formal
22,9
23,4
25,2
24,0
25,3
23,5
22,4
23,7
28,8
30,2
27,9
24,9
21,9
24,2
28,8
30,5
Empleo informal
61,7
57,8
60,6
61,6
60,5
64,9
65,6
65,9
62,8
61,2
61,1
64,1
69,6
65,8
62,6
60,0
Ns/nr
Sector formal/informal
(1): Incluye las Ciudades Capitales de Departamento y El Alto. En la Ciudad de Cochabamba se excluye los ejes de Sacaba y Quillacollo. De 1989 a 1995 no incluye Cobija.
NOTA: Los datos provenientes de la Encuesta de Hogares que corresponden al año 2004, no son estadísticamente significativos por lo tanto no se incluyen en la serie.
(p) Preliminar.
Definición:
Sector Estatal (asalariados que trabajan en el sector público); Empresarial (asalariados, patrones, socios o cooperativistas que realizan alguna actividad económica en
empresas o instituciones donde trabajan 5 o más personas); Semiempresarial (asalariados, patrones, socios o cooperativistas que realizan alguna actividad económica en
empresas o instituciones donde trabajan menos de 5 personas); Familiar (Trabajadores Cuenta propia y Trabajadores Familiares); Servicio Doméstico (Empleadas (os) de
hogar).
Empleo Formal, incluye trabajadores del Sector Estatal y Sector Empresarial.
Empleo Informal, incluye trabajadores del Sector Semiempresarial y Sector Familiar. FUENTE: Elaborado con información del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta Integrada de Hogares, Marzo 1989, Septiembre 1990, Noviembre 1991, Noviembre 1992,
Junio-Diciembre 1993, Junio-Diciembre 1994, Junio 1995; Encuesta Nacional de Empleo, Noviembre 1996, Noviembre 1997; Encuesta Contínua de Hogares, 1er Trimestre
1999; Encuesta de Hogares - Programa Medición de Condiciones de Vida Noviembre-Diciembre de 2000, 2001 y 2002) y Encuesta de Hogares 2003-2004, 2005 y 2006.
anexo 1
117
Cuadro 6
Población ocupada urbana, según sexo y condición de empleo: 1996-2006
(En Porcentaje)
1996
1997
1999
2000
2001
2002
2003
2005 (p)
2006 (p)
Tasa de subempleo total
20,2
19,9
25,1
27,3
25,1
27,6
28,0
23,3
22,2
Tasa de subempleo visible
(psv)/po
10,4
5,2
8,4
9,3
12,4
12,0
12,0
8,2
8,0
Tasa de subempleo invisible
(psi)/po
9,8
14,7
16,7
18,0
12,8
15,6
15,9
15,1
14,2
Población ocupada en sector
informal
63,0
60,0
63,3
60,8
61,3
64,1
63,2
59,1
58,1
15,4
13,6
17,4
22,5
19,2
22,0
16,8
16,7
15,3
Tasa de subempleo visible
(psv)/po
8,2
3,8
6,5
8,8
9,7
11,0
9,5
6,8
6,3
Tasa de subempleo invisible
(psi)/po
7,1
9,8
10,8
13,7
9,5
11,0
7,3
9,9
8,9
Población ocupada en sector
informal
58,8
54,9
58,1
58,3
57,5
59,9
59,6
55,6
53,8
Tasa de subempleo total
26,0
28,2
34,9
33,3
32,1
34,3
43,0
31,9
30,8
Tasa de subempleo visible
(psv)/po
13,1
6,9
10,9
9,8
15,4
13,2
18,1
9,9
10,0
Tasa de subempleo invisible
(psi)/po
12,9
21,2
24,1
23,5
16,6
21,1
24,9
21,9
20,8
Población ocupada en sector
informal
68,1
66,6
69,9
64,0
65,8
69,2
67,8
64,2
62,7
Total
Hombres
Tasa de subempleo total
Mujeres
(p) Preliminar.
Definición:
El Subempleo, que puede ser entendido como empleo inadecuado e improductivo, se caracteriza por el trabajo en jornadas cortas y/o la percepción de ingresos bajos. Para
la estimación del subempleo se analizan las jornadas laborales y los ingresos laborales, en el primer caso se denomina Subempleo Visible o por Horas y en el segundo caso,
Subempleo Invisible o por Ingreso. Son subempleados visibles los ocupados que trabajaron menos de 40 horas y deseaban trabajar horas adicionales y no pudieron hacerlo
por problemas de mercado (no consigue otro trabajo, falta de clientes, pedidos, financiamiento y falta de insumos, materia primaria o maquinaria) y son subempleados
invisibles los ocupados que percibian un ingreso menor al costo de una canasta básica alimentaria dividida entre el numero de perceptores del hogar. FUENTE: Elaborado con información del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta Nacional de Empleo, Noviembre 1996, Noviembre 1997; Encuesta de Hogares - Programa
Medición de Condiciones de Vida Noviembre-Diciembre de 1999, 2000, 2001 y 2002 y Encuesta de Hogares 2003-2004, 2005 y 2006). 118
perfil de género bolivia
Cuadro 7
Ingreso promedio mensual en la ocupación principal,
según sexo y grupo ocupacional, 1999-2006
(En bolivianos)
Grupo ocupacional
1999
2000
654,60
685,80
603,84
712,01
Directivos públicos y privados
2.891,23
4.616,22
4.723,35
Profesionales
2.236,05
3.593,87
Técnicos y profesionales de apoyo
1.274,70
Empleados de oficina
Total
2002
20032004(1)
2005
2006
904,22
874,44
924,78
4.670,24
4.916,65
5.734,33
5.638,77
1.965,75
2.485,19
2.575,17
2.700,94
2.792,70
1.260,41
1.560,45
1.513,74
1.486,84
1.599,81
2.040,24
1.189,28
1.264,56
1.324,05
1.211,21
1.276,10
1.341,46
1.368,56
Trabajadores en servicios y comercio
748,34
675,91
555,27
794,94
776,47
889,59
885,74
Trabajadores en agricultura, pecuaria y pesca
110,01
124,41
148,83
183,96
395,95
199,33
233,08
Ind. extractiva, construcción, Ind. manufacturera
745,22
708,33
640,73
722,53
784,07
957,19
840,01
1.264,01
1.188,47
1.165,88
1.284,40
1.163,66
1.435,53
1.581,25
Operadores de instalaciones y maquinaria
Trabajadores no calificados
567,53
549,43
317,86
578,98
536,72
634,39
704,92
2.010,61
2.235,62
2.337,19
3.203,43
3.115,65
3.099,90
5.287,26
824,67
847,83
764,04
888,85
1.035,81
1.099,69
1.205,10
Directivos públicos y privados
3.130,55
5.030,15
4.689,74
5.150,02
5.443,89
6.710,06
6.735,28
Profesionales
2.692,27
4.116,75
2.405,07
3.002,96
3.178,67
3.082,44
3.691,89
Técnicos y profesionales de apoyo
1.309,63
1.492,47
1.690,49
1.609,31
1.583,68
1.661,60
2.173,66
Empleados de oficina
1.372,00
1.321,32
1.489,88
1.337,38
1.505,83
1.353,76
1.589,58
Trabajadores en servicios y comercio
1.020,85
936,15
787,83
1.274,36
1.077,74
1.390,93
1.253,30
Trabajadores en agricultura, pecuaria y pesca
173,30
190,03
218,85
279,68
446,13
279,62
388,78
Ind. extractiva, construcción, Ind. manufacturera
891,64
813,40
752,32
830,89
876,04
1.099,17
986,63
1.264,68
1.189,22
1.171,96
1.286,59
1.176,09
1.447,31
1.596,18
749,96
708,00
405,71
669,22
685,70
798,84
907,29
2.010,61
2.235,62
2.337,19
3.203,43
3.115,65
3.099,90
5.287,26
446,82
480,63
409,64
482,55
702,16
595,30
581,28
Fuerzas Armadas
Hombres
Operadores de instalaciones y maquinaria
Trabajadores no calificados
Fuerzas Armadas
Mujeres
Directivos públicos y privados
2.281,91
3.957,47
4.881,08
2.698,17
3.721,50
3.657,50
2.774,44
Profesionales
1.694,77
2.723,22
1.510,18
1.959,51
1.995,34
2.170,48
1.895,77
Técnicos y profesionales de apoyo
1.200,54
922,49
1.252,14
1.313,19
1.270,65
1.508,52
1.793,21
Empleados de oficina
1.038,53
1.221,11
1.214,53
1.101,94
1.098,35
1.334,11
1.241,15
652,01
568,61
463,69
606,57
665,33
680,15
723,02
Trabajadores en servicios y comercio
Trabajadores en agricultura, pecuaria y pesca
Ind. extractiva, construcción, Ind. manufacturera
Operadores de instalaciones y maquinaria
Trabajadores no calificados
Fuerzas Armadas
2001(p)
37,08
38,15
41,28
51,41
246,04
108,19
48,93
290,28
307,48
283,03
437,19
450,09
507,38
396,09
1.130,81
1.142,09
739,44
1.175,13
708,27
512,21
363,03
459,69
469,06
262,36
508,76
438,68
518,44
562,80
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003 - 2004, encuesta de hogares 2005 - 2006.
(1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
Los datos de los años simples provienen de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
1999
4,8
1,5
1,2
1,9
7,2
6,2
8,5
55,9
64,0
48,4
2,9
1,2
1,0
1,5
4,3
3,7
5,1
64,2
72,0
56,8
No indigena
Tasa de dependencia (td)
Indigena
No indigena
Tasa de desempleo abierto (tda)
Indigena
No indigena
Tasa global de participación (tgp)
Indigena
No indigena
73,0
87,2
80,0
0,7
0,3
0,5
1,0
0,7
0,8
0,5
0,3
0,4
50,9
58,9
54,9
69,7
67,6
68,7
37,0
14,7
25,1
Rural
53,7
71,8
62,4
5,9
3,9
4,8
1,6
1,0
1,3
4,5
3,0
3,7
40,4
52,1
46,2
75,3
72,6
74,0
86,2
39,2
60,2
Nacional
2000
47,7
65,5
56,1
9,0
6,2
7,5
2,0
1,2
1,5
6,8
4,8
5,7
37,2
48,9
42,9
78,1
74,7
76,5
109,8
52,6
78,3
Urbano
66,0
83,2
74,6
1,3
0,7
0,9
1,2
0,8
0,9
1,1
0,4
0,7
46,3
57,4
51,9
70,1
69,0
69,5
51,4
20,1
34,0
Rural
60,1
75,9
67,8
6,2
4,5
5,2
1,4
0,9
1,1
4,6
3,7
4,1
44,6
54,9
49,7
74,2
72,3
73,3
66,3
31,7
47,5
Nacional
53,8
68,1
60,6
9,7
7,5
8,5
1,7
1,1
1,4
7,4
6,3
6,8
41,4
50,4
45,8
77,0
74,1
75,6
85,9
46,9
65,1
Urbano
2001
72,3
89,2
80,9
1,2
0,6
0,8
1,0
0,6
0,8
0,6
0,4
0,5
50,3
62,1
56,2
69,5
69,6
69,5
38,3
12,1
23,7
Rural
56,3
73,2
64,6
6,9
4,3
5,5
1,6
1,0
1,2
5,4
3,6
4,4
41,6
53,2
47,3
73,9
72,6
73,3
77,7
36,6
54,8
Nacional
51,2
65,4
58,0
10,3
7,3
8,7
1,9
1,2
1,5
8,2
6,1
7,0
39,1
48,1
43,5
76,4
73,5
75,0
95,5
52,8
72,3
Urbano
2002
65,8
86,1
76,2
2,0
0,5
1,2
1,2
0,6
0,9
1,3
0,5
0,8
45,8
61,3
53,7
69,6
71,2
70,4
51,9
16,1
31,2
Rural
57,7
70,3
66,0
9,2
3,8
5,5
1,5
1,0
1,2
6,8
2,8
4,0
44,6
50,9
48,9
77,3
72,5
74,1
73,4
42,2
51,6
Nacional
2003
54,7
60,3
57,8
10,9
7,1
8,7
1,6
1,4
1,5
8,1
5,2
6,5
42,5
44,1
43,4
77,7
73,2
75,1
82,8
65,9
73,1
Urbano
72,0
81,8
80,2
3,1
1,1
1,4
0,9
0,7
0,8
2,1
0,9
1,0
54,4
58,6
57,9
75,5
71,7
72,3
38,9
22,3
24,7
Rural
53,6
69,3
62,8
8,3
3,9
5,4
1,6
1,0
1,2
5,8
3,2
4,1
42,1
51,7
47,9
78,6
74,6
76,2
86,6
44,4
59,2
Nacional
2005
52,3
59,4
55,7
9,5
6,9
8,1
1,6
1,3
1,5
6,8
5,7
6,2
41,9
45,9
43,9
80,2
77,4
78,8
91,4
68,5
79,5
Urbano
60,1
81,3
76,9
3,3
1,2
1,6
1,4
0,7
0,8
1,7
1,0
1,1
43,0
58,1
55,0
71,6
71,5
71,5
66,4
23,0
30,1
Rural
59,7
71,0
66,3
6,6
4,1
5,1
1,3
1,0
1,1
4,3
2,8
3,4
46,2
52,2
49,8
77,4
73,6
75,1
67,5
40,9
50,9
Nacional
57,2
60,4
58,7
7,9
8,1
8,0
1,4
1,4
1,4
5,1
5,4
5,3
45,0
45,0
45,0
78,6
74,5
76,6
74,7
65,6
70,3
Urbano
2006 (p)
70,6
82,6
80,0
2,1
1,0
1,2
1,0
0,7
0,7
1,3
0,7
0,8
51,0
60,0
58,0
72,2
72,6
72,5
41,6
21,1
25,0
Rural
(p) Preliminar.
Nota: Los datos provenientes de la Encuesta de Hogares que corresponden al año 2004, no son estadísticamente significativos por lo tanto no se incluyen en la serie.
El criterio de clasificación para la condición étnico lingüística (Indígena y No Indígena) toma en cuenta tanto la pertenencia como la lengua, de manera conjunta o disyuntiva, pero entendiendo la lengua sólo en su sentido pleno: la
habla y además aprendio a hablar en ella desde la niñez. Por tanto incluye a los que declararon pertenecer a algun pueblo originario y a quienes sin reconocer su pertenencia a un pueblo indigena cumplen plenamente la condición
linguística (Pag 191; “Gama étnica y linguística de la población boliviana”; Sistema de las Naciones Unidas en Bolivia - Ramiro Molina B. y Xavier Albó C.; Enero 2006).
Definición de Indicadores:
Donde:
Índice de Carga Económica se calcula como: ICE=PEI/pea*100
PT: Población Total
Tasa de Oferta Potencial se calcula como: TOP=PET/PT*100
PET: Población en Edad de Trabajar
pea: Población Economicamente Activa
Tasa Bruta de Participación se calcula como: TBP=pea/PT*100
Tasa de Cesantía se calcula como: TC=DC/pea*100
PEI: Población Economicamente Inactiva
Tasa de Dependencia se calcula como: TD=((PT-PO)/PO)
PO: Población Ocupada
Tasa de Desempleo Abierto se calcula como: TDA=PDA/pea*100
PDA: Población Desempleada Abierta
Tasa Global de Participación se calcula como: TGP=pea/PET*100
DC: Desempleada Cesante
Fuente: Elaborado con datos del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta de Hogares - Programa Medición de Condiciones de Vida, Noviembre-Diciembre de 1999,2000,2001 y 2002 y Encuesta de Hogares 2003-2004, 2005
y 2006).
4,7
No indigena
2,8
48,6
52,5
Indigena
Indigena
43,2
47,5
Tasa bruta de participación (tbp)
4,7
78,3
75,2
No indigena
37,9
76,0
72,8
2,9
77,2
74,0
Tasa de oferta potencial (top)
Indigena
42,7
106,6
76,1
No indigena
Tasa de cesantía (tc)
56,3
38,8
78,8
Urbano
Indigena
Nacional
55,8
Índice de carga económica (ice)
Indicadores de empleo
Cuadro 8
Indicadores de empleo por área geográfica según condición étnico lingüística: 1999 - 2006
anexo 1
119
120
perfil de género bolivia
Cuadro 9
Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y categoría en el empleo, 1999 - 2006
(En porcentaje)
Categoría en el empleo
Total
1999
2000
2001
2002
3.637.893
3.637.048
3.884.251
3.824.938
Obrero (a)
2003-2004(1)
2005
2006
4.194.779
4.257.151
4.550.309
8,13
8,10
9,72
8,63
14,03
11,21
7,65
Empleado (a)
20,77
20,93
19,75
20,58
18,43
20,29
24,14
Trabajador (a) por cuenta propia
40,22
40,82
35,73
36,58
35,66
34,58
34,37
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
0,77
0,64
0,49
0,61
0,31
0,38
0,18
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
2,17
1,31
1,72
3,84
4,46
4,90
4,24
Cooperativista de producción
0,31
0,34
0,40
0,26
0,65
0,82
0,24
25,74
24,42
29,15
27,17
23,58
25,38
26,61
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin
remuneración
Empleada (o) del hogar
Hombres
1,89
3,45
3,05
2,33
2,88
2,45
2,57
2.000.496
2.032.182
2.128.402
2.160.158
2.283.042
2.356.037
2.505.590
Obrero (a)
13,06
12,80
15,51
12,83
22,57
17,86
12,35
Empleado (a)
23,92
23,30
22,16
23,34
20,16
22,15
26,11
Trabajador (a) por cuenta propia
41,92
45,80
38,57
38,75
33,89
35,26
37,65
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
1,07
1,00
0,70
0,93
0,46
0,55
0,24
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
3,13
1,70
2,16
5,38
6,68
6,66
6,09
Cooperativista de producción
0,57
0,60
0,69
0,44
1,14
1,28
0,44
16,16
14,70
20,00
18,19
14,97
16,14
16,78
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin
remuneración
Empleada (o) del hogar
Mujeres
0,17
0,10
0,21
0,14
0,13
0,10
0,33
1.637.397
1.604.866
1.755.849
1.664.780
1.911.737
1.901.114
2.044.719
Obrero (a)
2,10
2,20
2,71
3,19
3,84
2,97
1,89
Empleado (a)
16,92
17,80
16,83
17,01
16,36
17,99
21,72
Trabajador (a) por cuenta propia
38,15
36,50
32,28
33,75
37,76
33,73
30,34
Patrón, socio o empleador que sí
recibe remuneración
0,39
0,20
0,23
0,19
0,13
0,17
0,11
Patrón, socio o empleador que no
recibe remuneración
1,00
0,80
1,18
1,85
1,81
2,72
1,97
Cooperativista de producción
0,00
0,00
0,04
0,02
0,06
0,24
0,00
37,45
36,70
40,24
38,81
33,87
36,82
38,66
3,98
5,70
6,49
5,18
6,17
5,37
5,32
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin
remuneración
Empleada (o) del hogar
Fuente: instituto nacional de estadística
Encuestas de mejoramiento de condiciones de vida (mecovi 1999 - 2002), encuesta continua de hogares 2003 - 2004, Encuesta de hogares 2005 - 2006
(1) Los datos del 2003 y 2004 provienen de la Encuesta Continua de Hogares, realizada entre noviembre de 2003 y octubre de 2004.
Los datos de los años simples provienen de la Encuesta de Condiciones de Vida (MECOVI) realizada generalmente en un mes del año (noviembre).
121
Anexo 2
estadístico: población y familia
122
perfil de género bolivia
anexo 2
123
Cuadro 1
Bolivia: Tasa anual de crecimiento intercensal según zonas geográficas
(Por cien)
País
Bolivia
*Urbano
• Rural
Tasa anual de crecimiento
1950/1976
Tasa anual de crecimiento
1976/1992
2,05
3,84
1,14
Tasa anual de crecimiento
1992/2001
2,11
4,16
0,09
2,74
3,62
1,42
Fuente: Elaboración propia con base en información oficial del ine. Censos 1992 y 2001.
Cuadro 2
Población total por zonas según sexo y censos
(En cifras absolutas y porcentajes)
Total país
Censos y sexo
Urbana
Rural
%
%
Absoluta
%
Absoluta
Total
Urbano
Total
País
Absoluta
Total
Rural
Total
País
1976
Total
• Hombres
• Mujeres
4.613.486
2.276.129
2.337.457
100
49,3
50,7
1.925.840
934.998
990.842
100
48,5
51,5
41,7
41,1
42,4
2.687.646
1.341.031
1.346.615
100
49,9
50,1
58,3
58,9
57,6
1992
Total
• Hombres
• Mujeres
6.620.792
3.171.265
3.249.527
100
49,4
50,6
3.694.846
1.793.443
1.901.401
100
48,5
51,5
57,5
56,5
58,5
2.725.946
1.377.529
1.348.126
100
50,01
49,95
42,4
43,5
41,5
2001
Total
• Hombres
• Mujeres
8.274.325
4.123.850
4.150.475
100
49,8
50,2
5.165.882
2.517.434
2.648.448
100
48,7
51,3
3.108.443
1.606.416
1.502.027
100
51,7
48,3
37,6
39,0
36,2
62,4
61,0
63,8
Fuente: Elaboración propia con base en ine. Censo Nacional de Población y Vivienda 1992 y 2001.
Cuadro 3
Tasas de crecimiento por censos y zonas según departamentos
(Por cien)
Departamentos
La Paz
Oruro
Potosí
Chuquisaca
Cochabamba
Tarija
Santa Cruz
Beni
Pando
Bolivia
Censo 1950 - 1976
Total
Urbana
Rural
2,07
3,33
1,20
1,84
2,97
0,93
0,98
3,13
0,37
1,23
2,01
1,03
1,79
3,64
0,99
2,28
4,18
1,42
4,09
6,74
2,40
3,28
5,51
1,96
2,88
(1)
2,45
2,05
3,84
1,14
Total
1,66
0,58
-0,12
1,50
2,75
2,82
4,16
3,16
0,63
2,11
Censo 1976 - 92
Urbana
3,43
2.14
0,90
4,10
4,83
5,01
6,15
5,19
6,43
4,16
Rural
-0,5
-1,60
-0,57
0,55
1,06
0,91
0,82
0,43
-0,60
0,09
Fuente: Elaboración propia con base en datos del ine. Censo Nacional de Población y Vivienda 1992 y 2001
(1) No pudo registrarse un nucleamiento con 2000 o más habitantes.
Censo 1992 - 2001
Total
Urbana
Rural
2,29
2,84
1,31
1,53
2,99
0,66
1,01
1,06
0,98
1,71
4,23
0,25
2,93
4,21
1,32
3,18
4,76
0,90
4,29
4,90
2,55
2,94
3,35
2,09
3,48
7,92
1,32
2,74
3,62
1,42
124
perfil de género bolivia
Cuadro 4
Peso poblacional por censo según departamentos
(en porcentajes)
Departamento
Censo 1976
Censo 1992
Censo 2001
La Paz
31,7
29,6
28,4
Oruro
6,7
5,30
4,74
Potosí
14,2
10,06
8,57
Chuquisaca
7,7
7,07
6,42
Cochabamba
15,6
17,3
17,6
Tarija
4,05
4,54
4,73
Santa Cruz
15,4
21,2
24,5
Beni
3,6
4,30
4,38
Pando
0,7
0,59
0,63
Bolivia
100
100
100
Fuente: Elaboración propia con base en ine. Censo de Población y Vivienda 1992 y 2001
Cuadro 5
Distribución de la población en departamentos del eje central según sexo y zona geográfica
(En porcentajes)
Sexo y zona
La Paz
1976
1992
Cochabamba
2001
1976
1992
Santa Cruz
2001
1976
1992
2001
Total
•
Hombres
•
Mujeres
100
49,1
50,9
100
49,2
50,8
2350.466
49,6
50,4
100
48,5
51,5
100
49,0
51
1455.711
49,4
50,6
100
48,8
51,2
100
48,8
51,2
2029.471
49,1
50,0
Urbano
•
Hombres
•
Mujeres
47,6
48,8
51,2
62,8
48,7
51,3
66,0
48,7
51,3
62,3
47,5
52,5
52,3
47,9
52,1
58,8
48,1
51,9
52,7
48,8
51,2
72,0
48,8
51,2
76,2
49,1
50,9
Rural
•
Hombres
•
Mujeres
52,4
49,3
50,7
37,2
50,0
50,0
40,0
51,2
48,8
37,7
49,1
50,9
47,7
50,3
49,7
41,2
51,2
48,8
47,3
53,9
46,1
28,0
54,2
45,8
23,8
55,0
45,0
% sobre total
•
País
•
Urbano
•
Rural
31,7
36,2
28,6
29,6
32,3
25,9
28,4
30,0
25,7
15,6
14,1
16,7
17,3
15,7
19,4
17,6
16,6
19,3
15,4
19,4
12,5
21,2
26,6
14,0
24,5
29,9
15,6
Fuente: Elaboración propia con base en datos de ine. Censo de Población y Vivienda 2001.
Cuadro 6
Tamaño promedio de hogares por tipos
(en cifras absolutas)
Tipos de hogares
Número de hogares
Número de población
Tamaño promedio
201.857
707.982
3,5
Biparentales
1.120.797
5.175.331
4,6
Compuestos
341.560
2,039.182
5,9
60.664
164.110
2,7
177.790
188.197
1,06
1.906.668
8.274.803
4,34
Monoparentales
Consanguíneos
No familiares
Total
Fuente: ine. MECOVI 2000. En cides – ine; 2002: Hogares y familias bolivianas. Trabajo de hombres y Mujeres. anexo 2
125
Cuadro 7
Conductores de hogares particulares por zona geográfica según sexo
(en miles y porcentajes)
Sexo
“jefe”
hogar
del
de
Absol
MECOVI 2000*
Urbano
%
Absol
Rural
%
Absol
Total
%
Urbano
Absol
%
Absol
Rural
%
Absol
%
Total
1.444.8
100
806,8
100
638,0
100 1.906,7
100 1.177,2
100
729,5
100
Hombres
1.091,2
75,6
595,7
73,8
495,5
77,7 1.529,4
80,2
940,6
79,9
588,8
80,7
353,6
24,4
211,1
26,2
142,5
22,3
19,8
236,6
20,1
140,7
19,3
Mujeres
Censo 1992
Total
377,3
Fuente: Elaboración propia con base en datos oficiales. ine. CNPV 1992 y Encuesta MECOVI 2000
* Estas cifras deben ser tomadas con cautela, pues el CNPV 2001 arroja una cifra de hogares muy por encima de la proyectada por la encuesta. Cuadro 8
Hogares por estado civil por sexo del jefe reconocido según estructura de los hogares
(En cifras absolutas y relativas)
Estructura
de hogares y
jefatura
Absoluto
Separados
o divorciados
Viudos
%
Absoluto
%
Absoluto
Solteros
%
Absoluto
Total
%
Absoluto
%
No familiares
• Hombre
• Mujer
20.945
17.035
3.910
1,44
1,24
4,97
55.368
21.249
34.119
29,9
38,7
26,2
22.908
15.065
7.843
19,8
49,9
9,2
78.569
49.037
29.532
50,4
66,9
35,8
177.790
102.386
75.404
9,3
6,7
20,0
Familiares
Monoparental
• Hombre
• Mujer
53.083
5.645
47.438
3,66
0,4
60,3
59.340
16.272
43.068
32,0
29,6
33,0
66.597
10.915
55.682
57,7
36,1
65,4
22,837
2.078
20.759
14,6
2,8
25,1
201.857
34.910
166.947
10,6
2,3
44,3
Biparental
• Hombre
• Mujer
1.120.797
1107.227
13.570
77,3
80,7
17,2
1.120.797
1.107.227
13.570
58,8
72,4
3,6
Compuesto
• Hombre
• Mujer
251.661
240.586
11.075
17,4
17,5
14,1
57.436
15.296
42.140
30,9
27,9
32,3
22.363
3.104
19.259
19,4
10,3
22,6
14.100
847
13.253
9,0
1,1
16,1
345.560
259.833
85.727
18,1
17,0
22,7
3.169
515
2.654
0,22
0,04
3,37
13.168
2.066
11.102
7,10
3,8
8,5
3.443
1.117
2.326
3,0
3,7
2,7
40.317
21.332
18.985
25,9
29,1
23,0
60.664
25.030
35.067
567(*)
3,2
1,6
9,3
0,1
1.449.655
1.371.008
78.647
100
100
100
185.312
54.883
130.429
100
100
100
115.311
30.201
85.110
100
100
100
155.823
73.294
82.529
100
100
100
1.906.668
1.529.386
377.282
100
100
100
Consanguíneo
• Hombre
• Mujer
Total
• Hombre
• Mujer
Casados
o convivientes
Fuente: ine. MECOVI 2000. En cides – ine; 2002: Hogares y familias bolivianas. Trabajo de hombres y mujeres.
(*) Cantidad de hogares consanguíneos con jefatura femenina declarada, donde no se pudo identificar el estado civil.
126
perfil de género bolivia
Cuadro 9
Familias mono y biparentales por sexo del conductor según zonas geográficas
(cifras absolutas y porcentajes)
Hombre
Configuración familiar
Absoluto
1. Urbanos
Monoparentales
• Simples
• Compuestas
Biparentales
• Simples
• Compuestas
Consanguíneas
889.295
29.540
19.345
10.195
847.186
693.489
153.697
12.569
2. Rurales
Monoparentales
• Simples
• Compuestas
Biparentales
• Simples
• Compuestas
Consanguíneas
537.390
28.263
15.565
12.698
496.666
413.738
82.928
12.461
Nacional
Monoparental
• Simples
• Compuestas
Biparental
• Simples
+ con hijos
+ sin hijos
• Compuestas
+ con hijos
+ sin hijos
Consanguíneas
57.803
34.910
22.893
1.344.167
1.107.227
972.856
134.371
236.940
211.700
25.240
25.030
Total
1.427.000
Fuente: ine. MECOVI 2000. En cides – ine; 2002.
% por
categoría
Mujer
%
del total
Absoluto
79,5
12,8
13,6
12,9
98,2
98,2
98,4
35
229.827
191.438
122.536
68.902
15.028
12.595
2.433
23.361
100
55,1
44,9
100
83,3
16,7
88,1
32,5
25,9
46,9
99,7
99,8
99,7
50,4
72.366
58.803
44.411
14.392
1.290
975
315
12.273
100
60,4
39,6
100
82,4
87,7
12,3
17,6
89,4
10,6
18,8
17,3
21,6
98,8
98,8
98,8
98,3
98,8
98,8
100
41,3
100
65,5
34,5
100
81,9
18,1
82,5
250.241
166.947
83.294
16.003
13.570
11.354
2.216
2.433
2.433
35.634
301.878
% por
categoría
100
64,0
36
100
83,8
16,2
100
75,5
24,5
100
75,6
24,4
100
66,7
33,3
100
84,8
83,7
16,3
15,2
100
Total
%
del total
Absoluto
20,5
87,2
86,4
87,1
1,8
1,8
1,6
65
1.119.122
231.173
141.881
79.097
862.214
706.084
156.130
35.930
11,9
67,5
74,1
53,1
0,3
0,2
0,3
49,6
609.756
87.066
59.976
27.090
497.956
414.713
83.243
24.734
81,2
82,7
78,4
1,2
1,2
1,2
1,7
1,2
1,2
58,7
308.044
201.857
106.187
1.360.170
1.120.797
984.210
136.587
239.373
214.133
25.240
60.664
17,5
1728.878
% por
categoría
100
61,4
38,6
100
82
18
100
68,9
31,1
100
83,3
16,7
100
65,5
34,5
100
82,4
87,8
12,2
17,6
89,4
10,6
% total
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
100
anexo 2
127
Area trabajo
Cuadro 10
Bolivia: principales indicadores de empleo, según sexo, 1999-2003
(en porcentaje)
1999
2000
2001
2002
2003(p)
55,75
60,19
47,50
54,78
47,87
Hombres
38,85
39,25
31,75
36,57
32,55
Mujeres
76,11
86,18
66,26
77,75
66,36
Tasa de oferta potencial
74,02
73,96
73,30
73,28
73,22
Hombres
72,84
72,56
72,34
72,64
72,20
Mujeres
75,18
75,30
74,23
73,91
74,24
Tasa de ocupación
61,43
59,43
64,24
61,07
63,56
Hombres
69,35
68,99
72,52
70,06
72,06
Mujeres
53,90
50,56
56,43
52,35
55,40
Tasa bruta de participación
47,52
46,17
49,70
47,34
49,52
Hombres
52,46
52,10
54,91
53,19
54,46
Mujeres
42,69
40,45
44,65
41,58
44,62
Tasa de cesantía
2,86
3,69
4,12
4,37
4,35
Hombres
2,82
3,03
3,71
3,67
3,43
Mujeres
2,92
4,50
4,60
5,39
5,47
Tasa de dependencia
1,20
1,28
1,12
1,23
1,15
Hombres
0,98
1,00
0,91
0,96
0,92
Mujeres
1,47
1,63
1,39
1,58
1,43
Tasa de desempleo abierto
4,33
4,79
5,24
5,48
6,01
Hombres
3,70
3,94
4,46
4,31
4,48
Mujeres
5,08
5,86
6,17
6,94
7,84
Tasa global de ocupación
95,67
95,21
94,76
94,52
93,99
Hombres
96,30
96,06
95,54
95,69
95,52
Mujeres
94,92
94,14
93,83
93,06
92,16
Tasa global de participación
64,20
62,43
67,80
64,61
67,63
Hombres
72,02
71,81
75,90
73,22
75,44
Mujeres
56,78
53,71
60,15
56,26
60,11
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
128
perfil de género bolivia
Cuadro 11
Bolivia: Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999-2003
(en porcentajes)
Mercado de trabajo
Total
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
Hombres
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
Mujeres
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
1999
3.637.893
1,89
6,83
65,96
10,62
14,71
2.000.496
0,17
7,02
58,07
14,21
20,53
1.637.397
3,98
6,60
75,60
6,23
7,59
2000
3.637.048
2,60
7,40
66,10
8,80
15,10
2.032.182
0,10
7,80
60,50
12,40
19,20
1.604.866
5,70
6,90
73,20
4,30
9,80
2001
3.884.251
3,05
7,46
64,88
10,05
14,56
2.128.402
0,21
7,81
58,57
13,60
19,80
1.755.849
6,49
7,04
72,52
5,75
8,20
2002
3.824.938
2,33
6,99
63,74
13,13
13,80
2.160.158
0,14
6,81
56,95
17,18
18,93
1.664.780
5,18
7,22
72,56
7,89
7,15
2003(p)
4.085.802
2,53
6,80
63,75
12,53
14,40
2.270.432
0,18
6,99
54,53
17,61
20,70
1.815.370
5,46
6,55
75,28
6,17
6,54
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
Cuadro 12
Bolivia - área urbana: Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999-2003
(en porcentaje)
Mercado de trabajo
1999
2000
2001
2002
2003(p)
2.017.044
2.091.175
2.156.250
2.118.436
2.296.737
3,01
4,20
5,07
3,92
4,07
Estatal
10,34
10,70
11,41
10,65
9,65
Familiar
47,89
48,30
47,18
46,51
48,93
Semiempresarial
15,40
12,60
14,14
17,59
16,49
Total
Doméstico
Empresarial
Hombres
Doméstico
22,20
21,32
20,86
1.162.875
1.166.458
1.270.606
0,22
0,27
0,20
0,38
0,22
10,41
11,20
12,01
10,35
9,47
Familiar
37,99
40,80
38,66
37,52
38,41
Semiempresarial
20,07
17,50
18,80
22,40
22,56
Empresarial
31,25
30,30
30,15
29,51
29,34
886.832
923.483
993.375
951.978
1.026.131
Doméstico
6,49
9,40
10,57
8,44
8,85
Estatal
10,23
10,00
10,70
11,02
9,87
Familiar
60,51
57,70
57,14
57,54
61,95
9,43
6,30
8,69
11,71
8,98
13,33
16,60
12,89
11,28
10,35
Semiempresarial
Empresarial
24,20
1.167.692
Estatal
Mujeres
23,37
1.130.212
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
anexo 2
129
Cuadro 13
Bolivia - área rural: Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999 - 2003
(en porcentaje)
Mercado de trabajo
1999
2000
1.620.849
1.545.873
1.728.001
1.706.502
1.789.065
Doméstico
0,49
0,40
0,53
0,37
0,54
Estatal
2,46
2,90
2,54
2,44
3,13
Familiar
88,45
90,20
86,96
85,13
82,77
Semiempresarial
4,67
3,80
4,95
7,60
7,43
Empresarial
3,92
2,70
5,02
4,47
6,12
870.284
864.49
965.527
993.7
999.826
Doméstico
0,04
0,10
0,02
0,05
0,13
Estatal
2,60
3,20
2,76
2,65
3,83
Familiar
84,16
87,00
82,54
79,75
75,01
Semiempresarial
6,59
5,40
7,35
11,04
11,32
Empresarial
6,61
4,30
7,33
6,51
9,71
750.565
681.383
762.474
712.802
789.239
Doméstico
1,01
0,70
1,18
0,82
1,07
Estatal
2,30
2,60
2,27
2,14
2,25
Familiar
93,43
94,30
92,55
92,62
92,60
Semiempresarial
2,44
1,70
1,92
2,79
2,51
Empresarial
0,81
0,70
2,09
1,64
1,58
Total
Hombres
Mujeres
Total
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
Hombres
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
Mujeres
Doméstico
Estatal
Familiar
Semiempresarial
Empresarial
2002
2003(p)
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
Mercado de trabajo
2001
Cuadro 14
Bolivia: Ingreso promedio mensual en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999 - 2003
(en bolivianos)
1999
654,60
515,10
1.331,07
346,26
918,83
1.550,60
824,67
661,47
1.423,41
438,81
926,74
1.642,13
446,82
507,41
1.211,09
259,41
896,80
1.248,10
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
2000
685,80
589,29
1.398,71
337,13
820,16
1.803,06
847,83
843,23
1.521,12
412,55
850,20
1.942,23
480,63
581,58
1.222,68
258,29
712,00
1.458,23
2001
603,84
587,01
1.611,34
278,55
802,06
1.403,65
764,04
692,61
1.851,98
366,85
833,21
1.462,94
409,64
582,79
1.287,63
192,10
712,74
1.230,11
2002
712,01
663,72
1.636,90
377,03
897,95
1.621,97
888,85
878,22
1.831,19
481,58
932,10
1.736,05
482,55
656,09
1.399,27
270,57
801,49
1.230,22
2003(p)
631,49
439,52
1.582,41
331,28
772,80
1.422,33
781,31
529,59
1.643,78
441,39
815,10
1.359,13
444,13
435,85
1.500,56
231,53
621,82
1.672,62
130
perfil de género bolivia
Cuadro 15
Bolivia - área urbana: Ingreso promedio mensual en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999 - 2003
(en bolivianos)
Mercado de trabajo
Total
1999
1.021,47
Doméstico
Estatal
2002
1.091,50
2003(p)
913,18
533,65
590,62
594,05
687,00
445,43
1.512,84
1.730,97
1.759,31
1.707,78
667,78
624,13
519,76
700,46
557,41
Semiempresarial
1.006,05
868,24
863,08
989,74
848,06
Empresarial
1.644,18
1.879,81
1.522,49
1.769,26
1.523,11
Hombres
1.250,54
1.277,41
1.172,22
1.351,44
1.086,06
608,41
780,28
708,33
987,37
534,01
1.529,69
1.648,44
2.016,61
2.003,47
1.780,21
Familiar
888,68
771,25
715,46
923,87
749,23
Semiempresarial
997,99
889,77
904,28
1.032,27
899,57
1.765,12
2.050,18
1.594,43
1.911,39
1.450,40
Mujeres
729,52
768,26
652,67
773,00
699,11
Doméstico
529,69
585,58
589,28
677,25
442,72
1.270,53
1.321,49
1.355,73
1.478,58
1.621,70
410,16
Doméstico
Estatal
Empresarial
Estatal
Familiar
2001
932,86
1.416,85
Familiar
2000
1.052,56
491,03
492,44
364,74
521,98
Semiempresarial
1.027,88
792,95
758,82
890,05
687,91
Empresarial
1.282,85
1.486,57
1.325,54
1.313,78
1.778,45
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
Cuadro 16
Bolivia - área rural: Ingreso promedio mensual en la ocupación principal,
según sexo y sectores del mercado de trabajo, 1999 - 2003
(en bolivianos)
Mercado de trabajo
Total
1999
198,06
2002
240,91
2003(p)
269,88
Doméstico
374,16
568,05
502,97
356,29
382,49
882,81
835,96
941,63
972,31
1.086,91
Familiar
129,65
129,42
115,26
157,65
159,67
Semiempresarial
561,06
603,44
584,52
634,01
558,44
Empresarial
856,74
872,30
747,50
750,30
981,47
394,02
271,59
267,58
272,45
345,83
1.100,00
1.142,48
296,93
257,84
520,00
Estatal
870,82
921,20
988,66
1.041,53
1.215,49
Familiar
175,09
185,12
170,18
237,35
241,06
Semiempresarial
644,88
677,95
614,22
693,58
601,18
Empresarial
886,92
917,33
811,73
802,59
1.008,44
Mujeres
112,80
90,81
93,02
94,65
112,61
Doméstico
338,87
513,53
506,96
364,05
361,60
Estatal
898,53
701,25
869,25
852,65
809,01
Doméstico
Familiar
2001
193,28
Estatal
Hombres
2000
189,66
82,19
64,25
53,23
61,97
76,14
Semiempresarial
299,01
295,43
440,21
305,48
314,19
Empresarial
570,34
503,58
461,60
460,34
771,60
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
anexo 2
131
Cuadro 17
Bolivia: Distribución porcentual de la población en la ocupación principal,
según sexo y categoría en el empleo, 1999 - 2003
(en porcentaje
Categoría en el empleo
1999
Total
3.637.893
Obrero (a)
2002
2003(p)
3.824.938
4.085.802
8,13
8,10
9,72
8,63
13,51
20,77
20,93
19,75
20,58
16,62
Trabajador (a) por cuenta propia
40,22
40,82
35,73
36,58
37,17
Patrón, socio o empleador que sí recibe remuneración
0,77
0,64
0,49
0,61
0,32
Patrón, socio o empleador que no recibe remuneración
2,17
1,31
1,72
3,84
3,21
Cooperativista de producción
0,31
0,34
0,40
0,26
0,07
25,74
24,42
29,15
27,17
26,57
Empleada (o) del hogar
Hombres
1,89
3,45
3,05
2,33
2,53
2.000.496
2.032.182
2.128.402
2.160.158
2.270.432
Obrero (a)
13,06
12,80
15,51
12,83
21,39
Empleado (a)
23,92
23,30
22,16
23,34
18,38
Trabajador (a) por cuenta propia
41,92
45,80
38,57
38,75
36,45
Patrón, socio o empleador que sí recibe remuneración
1,07
1,00
0,70
0,93
0,50
Patrón, socio o empleador que no recibe remuneración
3,13
1,70
2,16
5,38
4,90
Cooperativista de producción
0,57
0,60
0,69
0,44
0,12
16,16
14,70
20,00
18,19
18,08
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin remuneración
Empleada (o) del hogar
Mujeres
Obrero (a)
0,17
0,10
0,21
0,14
0,18
1.637.397
1.604.866
1.755.849
1.664.780
1.815.370
2,10
2,20
2,71
3,19
3,65
Empleado (a)
16,92
17,80
16,83
17,01
14,40
Trabajador (a) por cuenta propia
38,15
36,50
32,28
33,75
38,08
Patrón, socio o empleador que sí recibe remuneración
0,39
0,20
0,23
0,19
0,10
Patrón, socio o empleador que no recibe remuneración
1,00
0,80
1,18
1,85
1,10
Cooperativista de producción
0,00
0,00
0,04
0,02
0,00
37,45
36,70
40,24
38,81
37,20
3,98
5,70
6,49
5,18
5,46
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin remuneración
Empleada (o) del hogar
2001
3.884.251
Empleado (a)
Trabajador (a) familiar o aprendiz sin remuneración
2000
3.637.048
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
(p): Preliminar
Cuadro 18
Distribución porcentual de la población en la ocupación principal
por sexo y zona según sector de mercado. 2003
Sector de mercado
Total
Urbano
Rural
Total
hombre
mujer
Total
hombre
mujer
Total
hombre
mujer
Doméstico
2,53
0,18
5,46
4,07
0,22
8,85
0,54
0,13
1,07
Estatal
6,80
6,99
6,55
9,65
9,47
9,87
3,13
3,83
2,25
Familiar
63,75
54,53
75,28
48,93
38,41
61,95
82,77
75,01
92,60
Semiempresarial
12,53
17,61
6,17
16,49
22,56
8,98
7,43
11,32
2,51
Empresarial
14,40
20,70
6,54
20,86
29,34
10,35
6,12
9,71
1,58
Fuente: Elaboración propia sobre datos del ine
132
perfil de género bolivia
Cuadro 19
Distribución porcentual de la población femenina en la ocupación principal
por zona según sector de mercado. 2003
Sector de mercado
Total
Urbano
Doméstico
5,46
8,85
Rural
Estatal
6,55
9,87
2,25
Familiar
75,28
61,95
92,60
1,07
Semiempresarial
6,17
8,98
2,51
Empresarial
6,54
10,35
1,58
Fuente: Elaboración propia sobre datos del ine
Cuadro 20
Número de ocupados por sexo e ingreso promedio según grupo
ocupacional en Unidades de Exportación. Septiembre 2004
Población ocupada
Grupo ocupacional
Mujeres
21.862
4.872
26.734
2.711
818
168
986
14.940
Profesionales
1.366
544
1.910
6.769
Técnicos
1.974
455
2.429
3.355
Empleados de oficina
2.023
918
2.941
2.497
11.306
2.105
12.411
1.651
Trabajadores no calificados
4.375
682
5.027
1.418
Personal eventual
3.925
1.665
5.590
914
Personal no remunerado
2.002
484
2.486
27.796
7.014
34.810
Personal permanente Directores y gerentes
Obreros
Total
Total
Ingreso promedio
(en ­Bolivianos)
Hombres
2.400
Fuente: ine, Encuesta de Empleo a Empresas Exportadoras. 2005
Cuadro 21
Distribución de actividades por sexo
Condición de actividad
Total
%
Hombres
Mujeres
%
1.822.039
26,6
921.574
27,8
900.465
25,5
Trabajo Mercantil remunerado
1.778.864
31,6
1.176.271
38,3
602.593
25,0
Trabajo mercantil no remunerado
170.660
1,5
63.120
1,5
107.540
1,5
Trabajo mercantil
478.597
4,5
233.180
5,5
245.417
3,6
Trabajo no mercantil
857.468
12,5
48.727
2,1
808.741
22,6
Estudiante
1.057.058
17,7
550.518
18,5
506.540
16,9
No trabaja
103.779
4,5
68.458
5,3
35.321
3,8
24.444
1,1
13.369
1,0
11.075
1,2
6.292.909
100,0
3.075.217
100,0
3.217.692
100,0
Sin especificar
Total
%
PENT
Fuente: Elaboración con información ine. CNPV 2001
anexo 2
133
Cuadro 22
Situación de la Fuerza de trabajo por Sexo. Censo 1976, 1992 y 2001
1976
Condición de Actividad
M
Población Ocupada (PO)
M
2001
H
M
1.104.296
956.317
1.475.170
1.215.873
5.984
37.264
11.993
49.992
34.708
101.049
1.318.802
411.550
1.364.328
703.494
1.792.900
1.706.155
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
Cuadro 23
Mercado de Trabajo: Ocupados por actividad económica, según sexo
Actividad economica
Mujeres
Distribución %
de la población
Hombres
Distribución %
de la población
Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca
40
60
Explotación de minas y canteras**
10
90
Industria manufacturera*
38
62
Electricidad, gas y agua**
17
83
Construcción*
5
95
Comercio al por mayor y menor, reparaciones*
62
38
Transportes, almacenamiento y comunicaciones*
7
93
Est. Financieros, seguros, inmuebles y servicios a las empresas*
36
64
Servicios comunales, sociales, personales
71
29
Restaurantes y hoteles**
77
23
Servicios de la administración pública*
23
77
Educación, servicios sociales y de salud
57
43
Fuente: Ministerio de Educación (Sistema de información Educativa)
Instituto nacional de Estadística
*: Con error relativo mayor a 10% en algunos casos
Area pobreza
Cuadro 24
Evolución de la Pobreza por tipos
(En porcentaje)
Pobreza
Años
Urbana
Por ingresos
Por nbi *
Urbana
Rural
1976
52
1989(*)
59
1990
58
1992
Nacional
85,5
1986
1993
52
1997
51
2001
53,1
95,3
70,9
39,0
90,8
58,6
Fuente: Elaboración propia con base en “Bolivia: Mapa de Pobreza 2001”; ine 2002, y EBRP citado en
“Informe de Desarrollo Humano en Bolivia. 2002”; PNUD 2002.
(*) Dato calculado por el Banco Mundial
H
321.271
Población Desocupada (PD)
Población Económicamente Inactiva (PEI)
1992
H
1.780.183
134
perfil de género bolivia
Cuadro 25
Relación entre pobreza y sectores de actividad (1999)
(En porcentajes de hogares)
Sectores de actividad
Participación en el PIB
Hogares pobres urbanos
Hogares pobres rurales
Agricultura tradicional
10,4
5,6
80,8
Manufacturas
16,4
20,0
2,3
Construcción
3,7
14,3
4,5
Comercio y transportes
19,2
28,3
3,1
Total
49,7
68,2
90,7
Fuente: Con base en PNUD, Informe de desarrollo humano en Bolivia 2002; con datos de MECOVI 1999
Cuadro 26
Bolivia: Recuento de la pobreza, 1989 – 2002 (%)
1989
1993
1997
1999
2000
2001
2002
Nacional
n.d.
n.d.
63,7
63,4
61,5
58,1
63,1
Indígenas
n.d.
n.d.
74,6
75,7
71,4
66,9
73,9
No indígenas
n.d.
n.d.
57,0
56,6
50,4
48,1
52,5
Urbanos
n.d.
n.d.
54,1
50,1
49,6
48,9
51,5
Indígenas
n.d.
n.d.
62,9
61,8
56,3
55,0
59,1
No indígenas
n.d.
n.d.
50,9
45,5
44,9
44,6
47,3
Rurales
n.d.
n.d.
78,2
80,3
84,8
75,0
82,8
Indígenas
n.d.
n.d.
82,7
86,8
87,6
78,9
86,3
No indígenas
n.d.
n.d.
72,4
75,0
76,2
63,5
73,6
Ciudades capitales
54.9
53.1
48,2
44,1
47,2
45,3
48,6
Indígenas
61.9
60.8
59,4
55,2
54,8
52,3
56,8
No indígenas
51.1
48.9
44,4
40,0
41,7
40,5
44,0
Fuentes: Encuesta Integrada de Hogares, Encuesta Nacional de Empleo, MECOVI (2002)
Cuadro 27
Bolivia: Cálculo de probabilidad para que una persona sea pobre (%)
Indígenas
No Indígenas
Total de la población
Hombres
73,3
54,2
63,4
Mujeres
74,5
50,8
62,7
Ninguno
83,5
71,7
79,9
6 años
73,9
57,8
65,5
12 años
53,0
35,0
41,1
16 años
35,1
20,7
25,4
Empleado
73,9
44,9
63,0
Desempleado
70,2
48,2
56,5
Saludable
77,0
56,0
68,6
No saludable
73,0
51,9
61,9
Años de escolaridad
Fuente: MECOVI (2002)
anexo 2
135
Area educacion
Cuadro 28
Diferenciales de género en educación
Indicador
2001
Total:
Diferencial de Género en analfabetismo1
Diferencial de Género en la tasa de cobertura bruta de matriculación2
Diferencial de género en la tasa de abandono3
19,33%
Urbana:
7,53%
Rural:
23,48%
Total:
2,53%
Inicial:
1,50%
Primaria:
2,11%
Secundaria:
5,71%
Total:
(0,78)
Inicial:
(0,39)
Primaria:
(0,52)
Secundaria:
(1,91)
Fuente: Elaboración propia, sobre datos ine.
Cuadro 29
Evolución lingüística por tipo de idioma hablados 1976 – 2001
(En porcentajes)
Censos
Tipo de idioma hablado
1976
1992
0 o más años
0 o más años
0 o más años
5 o más años
Solo lengua nativa
20,4
11,5
12,3
11,8
Nativa y castellano
43,3
46,8
35,1
37,5
Castellano y extranjero
36,3
41,7
52,6
50,5
Total Bolivia
100
100
100
100
2001
Fuente: Elaboración propia, sobre datos ine.
Cuadro 30
Bolivia: Diferencial de género en la tasa de cobertura bruta de matriculación(1),
según nivel de educación y departamento, 1997-2003
(En puntos porcentuales)
Bolivia
1997
(4,40)
1998
(3,61)
1999
(3,10)
2000
(2,92)
2001
(2,35)
2002
(2,29)
2003
(2,09)
Chuquisaca
(3,39)
(4,10)
(3,38)
(3,79)
(3,60)
(3,62)
(3,81)
La Paz
(7,26)
(5,97)
(4,83)
(4,25)
(2,90)
(2,81)
(2,34)
Cochabamba
(6,69)
(5,78)
(4,98)
(4,79)
(3,15)
(2,82)
(2,52)
Oruro
(3,67)
(1,65)
(3,66)
(3,24)
(3,34)
(3,53)
(2,83)
Potosí
(7,30)
(7,02)
(6,23)
(6,02)
(5,07)
(5,15)
(5,52)
2,12
3,04
1,11
1,82
0,81
0,87
1,37
(0,78)
Tarija
Santa Cruz
0,12
0,50
0,87
0,72
(0,60)
(0,56)
Beni
(1,62)
(0,93)
(0,38)
(0,85)
(0,52)
(0,69)
0,39
Pando
(2,72)
(2,51)
(0,30)
(2,46)
(3,68)
(4,37)
(3,77)
Fuente: MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTES - SISTEMA DE INFORMACIÓN EDUCATIVA INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA
(1) Es la diferencia entre la Tasa de Cobertura Bruta de Matriculación correspondiente a mujeres y la correspondiente a hombres
Nota: Motivos de índole presupuestario impiden fortalecer y actualizar las estadísticas con enfoque de género.
136
perfil de género bolivia
Cuadro 31
Bolivia: Tasa de Analfabetismo de la población de 15 años y más de edad. Censo 2001
Descripción
Brecha
de Género
Indice
de Simetría
6,94
19,35
13,28
12,41
0,36
2,48
10,01
6,44
7,53
0,25
RURAL
14,42
37,91
25,77
23,49
0,38
Chuquisaca
18,38
34,79
26,97
16,41
0,53
5,06
14,20
9,97
9,14
0,36
Rural
28,92
52,77
41,13
23,85
0,55
La Paz
4,85
17,56
11,39
12,71
0,28
Urbana
1,98
10,43
6,43
8,45
0,19
10,38
33,42
21,68
23,04
0,31
Cochabamba
7,42
21,16
14,53
13,74
0,35
Urbana
2,26
10,54
6,68
8,28
0,21
Rural
15,09
39,90
27,27
24,81
0,38
Oruro
3,58
17,29
10,61
13,71
0,21
Urbana
1,39
10,37
6,14
8,98
0,13
Rural
6,69
28,95
17,52
22,26
0,23
Potosí
16,36
39,97
28,42
24,61
0,38
Urbana
3,17
16,42
10,36
13,25
0,19
Rural
21,76
53,31
39,29
31,55
0,41
Tarija
7,91
20,09
14,10
12,18
0,39
Urbana
3,41
12,28
8,09
8,87
0,28
15,69
37,12
25,76
21,43
0,42
Santa Cruz
4,26
10,26
7,26
6,00
0,42
Urbana
2,55
7,48
5,11
4,93
0,34
Rural
9,36
22,36
14,90
13,00
0,42
Beni
6,18
11,86
8,88
5,68
0,52
Urbana
3,46
8,11
5,79
4,65
0,43
Rural
11,76
22,90
16,31
11,16
0,51
Pando
7,89
13,75
10,37
5,86
0,57
Urbana
1,91
5,25
3,46
3,34
036
11,82
21,38
15,54
9,56
0,55
Rural
Rural
Total
URBANA
Rural
Mujeres
BOLIVIA
Urbana
Hombres
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
anexo 2
137
Cuadro 32
Bolivia: Tasa de Asistencia de la población en edad escolar. Censo 2001
Hombres
Mujeres
Total
Brecha
de Género
BOLIVIA
81,05
78,32
79,71
-2,73
1,03
URBANA
83,97
81,40
82,68
-2,57
1,03
RURAL
76,41
72,88
74,73
-3,53
1,05
Chuquisaca
75,34
71,47
73,42
-3,87
1,05
Urbana
82,21
78,71
80,42
-3,50
1,04
Rural
70,86
66,17
68,60
-4,69
1,07
La paz
85,25
81,21
83,25
-4,03
1,05
Urbana
85,67
82,54
84,10
-3,13
1,04
Rural
84,47
78,60
81,65
-5,88
1,07
Cochabamba
80,05
76,99
78,54
-3,06
1,04
Urbana
84,00
80,51
82,24
-3,49
1,04
Rural
74,84
71,78
73,38
-3,06
1,04
Oruro
84,68
81,92
83,33
-2,76
1,03
Urbana
85,71
84,51
85,12
-1,20
1,01
Rural
82,96
77,23
80,23
-5,73
1,07
Potosí
82,13
75,65
78,93
-6,48
1,09
Urbana
87,44
85,78
86,61
-1,66
1,02
Rural
79,15
69,81
74,57
-9,35
1,13
Tarija
74,50
75,33
74,91
0,83
0,99
Urbana
79,83
78,12
78,96
-1,71
1,02
Rural
66,37
70,32
68,22
3,95
0,94
Santa cruz
80,06
78,99
79,53
-1,07
1,01
Urbana
83,25
80,63
81,93
-2,62
1,03
Rural
70,72
73,23
71,88
2,51
0,97
Beni
77,07
78,01
77,52
0,95
0,99
Urbana
80,38
81,31
80,83
0,93
0,99
Rural
69,56
69,57
69,57
0,01
1,00
Pando
68,81
71,69
70,17
2,87
0,96
Urbana
71,22
77,57
74,33
6,35
0,92
Rural
67,31
67,58
67,44
0,27
1,00
Descripcion
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
Indice
de Simetría
138
perfil de género bolivia
Area salud
Cuadro 33
Principales Normativas del MSD para la salud de las mujeres
1994-1997
Plan Vida: Plan Nacional para la Reducción Acelerada de la Mortalidad Materna,
Perinatal y del Niño
Seguro
Materno
Infantil
Incluyó la SSR con servicios de planificación familiar y cáncer de cuello uterino. Planteó Orientaciones respecto al derecho de las mujeres a
tomar decisiones sobre su sexualidad y maternidad. Inició el aseguramiento del binomio madre – niño.
1997 –2002
Plan Estratégico de Salud – PES
Comprende SBS, la Medicina Familiar y Comunitaria, El Escudo Epidemiológico y los Programas prioritarios de salud, dentro de los cuales son
mencionados el programa de Atención Integral a la Mujer y la Salud Sexual y Reproductiva y la Atención Integral al Adolescente. Reconoce
la importancia de reducir las disparidades en las condiciones y acceso a los servicios de salud.
Seguro Básico de Salud
Paquete ampliado de servicios básicos de salud la mujer.
Con el SBS se avanza a la atención de las hemorragias del primer semestre del embarazo. Red de establecimientos de salud. En el área rural:
transporte de emergencias obstétricas y visitas a comunidades rurales sin servicios de salud.
Programa Nacional de Atención Integral a la Salud de
los/as Adolescentes.
El programa estableció como una de sus estrategias, técnico – normativas, el desarrollo y perfeccionamiento de la Normas de Atención y el
mejoramiento de la calidad de los servicios integrales, entre otras. Estableció las Normas Nacionales, Reglas y Protocolos Clínicos para la
Atención Integral a la Salud de Adolescentes.
Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva
Plantea mejorar la prestación de servicios, desarrollar acciones basadas en los principios de transversalidad, enfoque de género, equidad,
ejercicio de derechos sexuales y reproductivos, derechos de usuarias y usuarios e interculturalidad, promoviendo la intersectorialidad
Escudo Epidemiológico
Plan Nacional Concertado de Desarrollo Sostenible de
la Adolescencia y la Juventud
Reducción de la morbimortalidad asociada a las enfermedades transmisibles: Prevención y tratamiento de Chagas, Malaria y tuberculosis.
Que propuso avanzar en políticas a favor de la adolescencia y la juventud.
Código del Niño, Niña y Adolescente
En esta Ley se avanzó en el régimen de prevención, protección y atención integral que el Estado y la sociedad deben garantizar a todo niño,
niña o adolescente con el fin de asegurarles un desarrollo físico, moral, mental, espiritual, emocional y social en condiciones de libertad,
respeto, dignidad, equidad y justicia.
Reforma del Sector Salud
Impulsa un proceso político y operativo que sea económicamente sustentable. La base es el SBS, los compromisos de gestión, el escudo
epidemiológico y la profundización del proceso de descentralización
Programa EXTENSA, Componente
de Interculturalidad
Identifica establecimientos de salud para incorporar el componente de interculturalidad. Validación de protocolos de atención intercultural del
control prenatal, parto, puerperio y del recién nacido.
En sus líneas de acción orientadas a la atención materna y neonatal de mujeres indígenas desde una perspectiva intercultural. Sus acciones
están programadas hasta el 2007.
2002-2008
Seguro Materno Infantil – sumi
Se implementa en todo el territorio nacional con carácter universal, integral y gratuito para otorgar las prestaciones de salud en los niveles
de atención del Sistema Nacional de Salud y del Sistema de Seguridad Social de corto plazo; a) las mujeres embarazadas desde el inicio de
su gestación hasta los meses posteriores al parto y b) los niños y niñas desde su nacimiento hasta los 5 años de edad. Las prestaciones
del Seguro Universal Materno Infantil, cuando corresponda, se adecuarán y ejecutarán mediante la medicina tradicional Boliviana donde los
usos y costumbres de los pueblos indígenas, originarios y campesinos de Bolivia, sea de elección (Ministerio de Salud y Deportes, sumi,
La Paz 2003: p.92)
Programa Nacional de SSR 2004-2008
Asume la responsabilidad de superar las inequidades y desigualdades provenientes de las relaciones de género, diversidad cultural y generacional. Reducción de la mortalidad materna en un 40% para el año 2008 y en un 75% para el 2015. Incluye la anticoncepción, complicaciones
hemorrágicas de la primera mitad del embarazo, detección y tratamiento de lecciones premalignas de cáncer de cuello uterino, sífilis congénita,
vih – sida, prácticas saludables con relación a la SSR, sexualidad, embarazo en adolescentes, violencia sexual y de género.
Plan Nacional de Maternidad y Nacimientos Seguros
(2004 – 2008)
Contribuir a mejorar las condiciones de vida y de salud de las mujeres. Dentro de sus líneas de acción se establecen: el fortalecimiento de la
capacidad resolutiva y la calidad de las redes de servicios de salud en salud materna y neonatal; fortalecer la integración de las redes sociales a
las redes de servicios, en la cual destaca la incorporación de las parteras tradicionales a los servicios públicos de salud, el desarrollo de clubes
de embarazadas para el empoderamiento y el plan de nacimiento y parto, implantar casas de embarazadas para el alojamiento y referencia
oportuna en regiones alejada. Otra línea de acción es mejorar las competencias técnicas y habilidades clínicas y de salud, interpersonales,
interculturales y de género; movilización comunitaria y empoderamiento de familias, individuos y comunidades en torno a derechos y a la
salud materna y neonatal.
Plan de Violencia Sexual
Comprende el acoso sexual, críticas al comportamiento sexual, comparación denigrante con otras personas y violación, obligación a tener
relaciones sexuales sin protección contra el embarazo y/o infecciones de transmisión sexual, aborto forzado, acusación falsa de actividades
sexuales con otras personas, sometimiento a ver películas o revistas pornográficas, exigencia de observar a la pareja mientras esta tiene
relaciones sexuales con otra persona, entre otras. Incluye el tráfico con fines sexuales, la explotación sexual comercial forzada en sus múltiples
formas. También puede incluir otras formas de agresión con carácter sexual. El sector ha concentrado sus esfuerzos principalmente en la
reparación de los daños físicos, tanto en servicios de emergencia como en los centros de primer nivel de atención y especializados. La prestación
de servicios no ha incorporado técnicas de anticoncepción de emergencia (AE), ni de prevención de infecciones de transmisión sexual.
Plan Nacional de Salud y Equidad de Genero
Plan Nacional de Anticoncepción
Tiene como propósito contribuir al mejoramiento de la salud, particularmente de las mujeres mediante las consideraciones de equidad de género
que permitan cimentar la salud como un derecho. Estrategias y mecanismos de institucionalización para la participación efectiva de las mujeres
en el cuidado de la salud. Potenciar el conocimiento de la información y la toma de decisiones de las mujeres en el componente de salud sexual
y reproductiva. Desarrollar acciones de atención primaria en salud mental con énfasis en el abordaje de las diferentes formas de violencia.
Profundizar sistemas de información, investigación, capacitación de recursos humanos en análisis de las consideraciones de género
Asegura una oferta amplia y oportuna de métodos anticonceptivos, potenciando las decisiones informadas de las mujeres y brindando una
oportunidad del ejercicio de los derechos en cuanto al número deseado de hijos/as. Desarrolló las Normas Nacionales de Anticoncepción.
Plan Nacional de Control de Cáncer de Cuello Uterino
Promueve la participación de mujeres y hombres de la comunidad, con acciones de información y comunicación educativa para mejorar el
seguimiento de las usuarias con CCU a través de la red social. Desarrolla e implementa un sistema de vigilancia epidemiológica del CCU, incluyendo la vigilancia comunitaria y el control social efectuado por mujeres de la comunidad y por sus organizaciones civiles y comunitarias.
Plan Nacional Para la Salud y el Desarrollo Integral de
los/as Adolescentes
Enfatiza las actividades preventivo promocionales; sin embargo, también propone el fortalecimiento de la capacidad técnica del personal
de salud del primer nivel de atención, capacitándolo en atención integral del adolescente y en identificación de sus necesidades biológicas,
psicológicas y sociales, procurando la participación activa de los/as propios/as adolescentes en pro de su auto cuidado y toma de decisiones.
Para ello, se plantea entre otros:
Las adolescentes gestantes y puérperas reciben atención integral gratuita a través del sumi. No existe oferta de servicios subsidiados para
las adolescentes no gestantes.
Fuente: Elaboración propia
anexo 2
139
Cuadro 34
Principales Normativas del vmm para la Salud de las mujeres
1993-1997
Plan de Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra
las Mujeres
Este Plan culminó con la aprobación de la Ley contra la Violencia en la Familiar o Doméstica.
1998-2003
Decreto para la Igualdad de Oportunidades entre Hombres y Mujeres.
Indica que la violencia intrafamiliar por razón de género es multidimensional y estructural por lo que las políticas públicas deben asumir la integralidad multidisciplinaria y sistémica que requiere el conocimiento y control
del dispositivo de la dominación patriarcal dentro de la familia y por tanto dentro de las relaciones sociales.
Concibe la violencia como un obstáculo para el ejercicio de los derechos humanos y para el desarrollo.
En salud se estipula que se deben desarrollar servicios de salud preventiva integral para las mujeres, garantizando calidad de atención y acceso equitativo en todas las fases de su ciclo vital, respetando su identidad
étnica y cultural, así como sus derechos sexuales y reproductivos. En las acciones se señalan:
•
•
Plan Nacional de Equidad de Género, el Plan Nacional de Prevención y Erradicación de la Violencia en Razón de Género y el
•
Programa de Reducción de la Pobreza Relativa a la Mujer
•
•
Constituir un mecanismo de coordinación entre el vaggf y el MSPS a nivel nacional, departamental y
municipal.
Incorporar la dimensión de género en el sistema de vigilancia que asegure el cumplimiento de normas.
Introducir mecanismos de control de calidad de atención y de seguimiento al SBS
Apoyar el sistema participativo de vigilancia sobre calidad y acceso a los servicios de salud
Profundizar el desarrollo de indicadores desagregados por sexo en los registros de cobertura de salud.
En el programa de SSR, Las acciones estarán encaminadas a:
•
Desarrollar contenidos de género y metodologías específicas en conjunto con el sector para el desarrollo
de intervenciones educativas en la comunidad
Apoyar iniciativas de prevención y tratamiento en torno a la SSR de los/as adolescentes.
Generar una campañas en coordinación con el MSPS sobre derechos de las niñas, las mujeres y los
hombres en relación con la SSR
Contribuir a la incorporación de una perspectiva de género en las políticas de formación de los recursos
humanos en el sistema publico de salud
•
•
•
2004 –2007
Plan Quinquenal 2003-2007 “Mujer Ciudadana”
Enfatiza el desarrollo sin exclusiones y el compromiso ciudadano. Desarrollo de políticas públicas que
promuevan el potenciamiento de las mujeres en tanto sujetos.
Transversalización de las políticas públicas para promover el acceso y control de las mujeres a bienes y
servicios públicos.
Desarrollo de un modelo de gestión descentralizado y participativo, eficiente y eficaz.
Se identifican como áreas estratégicas la participación política de las mujeres, la violencia intrafamiliar y
sexual, los derechos sexuales y reproductivos, la titularidad y la propiedad de las mujeres sobre la tierra, la
identificación, la educación, la salud y la vivienda.
Para el ámbito de salud, el Plan se inscribe en las prioridades del Sector establecidas por el MSD. Así en
forma conjunto se elaboró el Plan nacional de Equidad de Género en el que se contempla fortalecer la participación de la mujer en los cuidados de su salud y en el ejercicio de los DSSR. Además el plan propone
favorecer a mujeres indígenas y originarias con mecanismos de prevención y servicios de atención de calidad
Plan Nacional de Políticas Públicas Para el Ejercicio Pleno del a la Violencia Intrafamiliar (VIF) y Violencia Sexual (VS) en razón de género en el marco de una normativa
Derecho de las Mujeres (2003-2007)
eficiente y eficaz, a nivel nacional.
Mejorar y ampliar la cobertura de la oferta de servicios de atención y mecanismos de prevención de la VIF
y VS (SLIMS).
Operadores de salud atienden y reportan todos los casos de violencia intrafamiliar que llegan a los servicios
de salud.
Fuente: Elaboración propia
140
perfil de género bolivia
Cuadro 35
Bolivia: Población total por grupos funcionales de edad,
mujeres en edad fértil: (MEF), según Censo 2001
2001
Grupos Funcionales de Edad
1.087.557
13,14
En edad escolar (5 a 14 años)
2.110.517
25,51
5.690.378
69
En tercera edad (65 años o más)
412.643
5
Adolescentes o jóvenes (10 a 24 años)
2.680.492
32,39
MEF (15-49 años)
4.007.634
48,44
Fuente: Instituto nacional de Estadística. 2001
Cuadro 36
Uso de Métodos Anticonceptivos
endsa- 98
Método Anticonceptivo
Dispositivo Intrauterino
endsa- 03
%
%
11
10
1
8
Esterilización femenina
6,5
6,5
Condón
2,6
3,9
Píldora
3,8
3,6
MELA
nd
2,5
Espuma
0
0,2
Inyectable trimestral
%
Infantil (0 a 4 años)
En edad de trabajar (10 a 64 años)
N°
Fuente: Elaboración propia con base a los datos de las endsa 1994 y 1998
Cuadro 37
Bolivia: Lugar de atención del último parto, 2002 (%)
Indígenas
No Indígenas
Total
En un hospital público
29,7
55,1
40,0
En un centro de salud
6,3
4,5
5,5
En un puesto de salud
3,7
2,7
3,3
En el Seguro Social
4,3
11,0
7,1
4,4
12,6
7,8
51,4
0,3
12,7
1,3
35,6
En una clínica privada
En la casa
En otro lugar
Fuente: MECOVI (2002)
0,7
anexo 2
141
Cuadro 38
Bolivia: Lugar de atención de la enfermedad, 2002 (%)
Indígenas
No Indígenas
Total
No consultó
24,7
20,1
22,8
Hospital público
13,1
17,3
14,9
Centro de salud
9,4
10,2
9,7
Puesto de salud
7,8
6,9
7,4
Caja de salud
8,5
11,3
9,7
Hospital privado
4,8
8,9
6,5
Médico
4,8
6,0
5,3
Farmacia
5,8
7,2
6,4
En el Hogar
45,2
30,9
39,3
Otro
0,6
1,2
0,9
Fuente: MECOVI (2002)
Cuadro 39
Bolivia: Cobertura del aseguramiento en salud, 2002 (%)
Indígenas
No Indígenas
Total
Aseguramiento público
10,1
14,4
12,3
Aseguramiento privado
1,6
5,0
3,3
Sin aseguramiento
87,9
79,9
83,9
Otro
0,3
0,7
0,5
Fuente: MECOVI (2002)
Area violencia
Cuadro 40
Las cifras de la violencia intrafamiliar
Tipos de violencia
Física
Sexual
Psicológica
Las tres a la vez
Intento de homicidio
Homicidio
Intento de Violación
Violación
Tortura
Abandono de embarazada
Prostitución forzada
Secuestro
Acoso sexual en el trabajo
Acoso sexual en la escuela
Acoso sexual en servicios en salud
Incesto
Total general
Fuente: PNUD 1999
Varones
1
11
10
84
6
58
38
29
0
0
0
0
0
0
0
0
237
Mujeres
1.233
501
12
4937
31
29
22
281
3
18
0
0
2
0
0
1
7070
Total
1.234
512
22
5021
37
87
60
310
3
18
0
0
2
0
0
1
7307
142
perfil de género bolivia
Cuadro 41
Violencia por Tipo de las víctimas según ocupaciones
(en porcentajes)
Categoria
Violencia
Ama de casa
Estudiante
Obrero/a
Empleado/a
Trabajadora del hogar
Trabajador independiente
Profesional independiente
Patrón/a
Familiar
No remunerado
Total
Fisi
M
35,8
1,7
4,4
1,7
43,6
1,0
1,7
10,1
100
Sex
M
7,1
35,7
14,3
42,9
100
Las 3
anteriores
H
M
Psicológica
H
M
57,5
13,3
4,3
80,0
11,2
14,0
11,2
6,7
1,0
0,2
0,5
1,4
33,8
100
100
100
55,5
4,8
64,8
7,7
0,9
19,9
0,3
10,7
0,2
100
Intento de
Violación
H
H
Homicidio
H
M
55,6
0,0
22,2
1,2
51,8
2,4
73,7
15,8
Tortura
Acoso
M
M
1,8
28,6
8,0
0,9
17,0
9,8
2,7
1,8
13,3
6,7
10,0
30,0
50,0
10,0
22,4
10,5
22,2
100
100
100
100
29,5
100
80,0
100
Fuente: PNUD 1999
Area derechos humanos
Cuadro 42
Tratados Internacionales específicos sobre los Derechos Humanos de las Mujeres
Ratificada
Ley N° 2012
Vinculante
17 de septiembre
de 1999 7 de julio
de 1954
31/03/53
vinculante
Ley N° 2011
17 de Septiembre de 1999
11 de agosto
de 1958
20/02/57
Ley N° 2010
17 de septiembre
de 1999
02/05/48
Ley N° 2012
17 de septiembre
de 1999 1969
ratificada
181/12/79
8/6/90
Vinculante
DS 18777
30 de Enero de
1982
Ley 1100
7 de septiembre
de 1989
27/09/2000
Ley No.2103
20 de Junio de
2000
vinculante
Ley 1559
18 de Octubre de
1994
Ley 1674
DS 25087
(reglamentación)
15 de diciembre
de 1995
Convención Interamericana sobre Concesión de los Derechos Civiles a la Mujer
02/05/48
Convención Interamericana sobre concesión de los Derechos Políticos
de la Mujer.
20/12/52
10 de marzo de
1980
Convención sobre la nacionalidad de la mujer casada
29/1/57
Concesión de los Derechos Civiles a la Mujer
Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer. Nueva York. EEUU. cedaw
Protocolo Facultativo cedaw
Convención interamericana para Prevenir y erradicar la violencia contra
la mujer
Belem Do Pará
3 de septiembre
de 1981
10/12/99
09/06/1994
14/07/1994
anexo 2
143
Cuadro No. 43
Derechos Humanos de las Mujeres Normativa Nacional e Internacional
(Actualizada hasta 2005)
Gestión
1988
1994
1979
Ley
Qué derecho promueve
Ley 975
La mujer en periodo de gestación no puede ser retirada de su puesto de trabajo, hasta un año de
nacimiento del/a hijo/a. Durante la gestación, el empleador brinda un ambiente adecuado para realizar
sus actividades sin afectar su nivel salarial ni su ubicación laboral.
La Ley de Participación Popular
Promueve la participación de mujeres y hombres en la formulación, control y seguimiento de los
planes de desarrollo municipales.
18 diciembre, la ONU adoptó la
Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar
la Violencia en contra de la Mujer
cedaw
Considerada la carta de derechos humanos de la mujer, es un instrumento jurídico internacional.
Entra en vigor el 3 de septiembre de 1981.Define “discriminación contra la mujer” como todo: toda
distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga como objeto menoscabar o anular el
reconocimiento, goce, ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de
igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social y cultural y civil y cualquier otra esfera” cedaw (1982-2005)
1989
Ratificada por Bolivia mediante
Ley Nº 1100 de 15 de septiembre
de 1989 y su Protocolo Facultativo
mediante Ley 2103 de 20 de junio
del 2000
Permite que las mujeres bolivianas puedan exigir que los principios a estipulados en esta convención
se cumplan y el Estado impulse acciones para equidad y la igualdad entre los géneros en todos los
ámbitos de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
1994
Constitución Política del Estado
Reconoce explícitamente a las mujeres como ciudadanas al declarar igualdad jurídica de las personas,
sin distinción de raza, sexo, idioma, religión y opinión.
1994
Ley de Reforma Educativa
Se inicia en el país un proceso de transformación del sistema Escolar con medidas en los ámbitos
pedagógico-cunicular, administrativo y financiero; constituyéndose en una de las experiencias de mayor
continuidad de políticas sociales en Bolivia. Bajo la consigna “igualdad de oportunidades” se articula
la interculturalidad y la equidad de género. Es intercultural y bilingüe porque asume la heterogeneidad
socio-cultural del país en un ambiente de respeto entre todos los bolivianos, hombres y mujeres.
Los principales programas que impulsa son el pre (Programa de Reforma Educativa) del Ministerio de
Educación y el Programa de Permanencia de Niñas en la Escuela (PPNE) del Viceministerio de la Mujer.
Ambos programas pretenden por un lado, lograr una educación de calidad igualitaria para hombres y
mujeres y por otro generar posibilidades de mayor acceso y permanencia de las niñas en la escuela.
144
perfil de género bolivia
Cuadro 44
Legislación Nacional
Numero
Ley Ds
Nombre
Fecha
de promulgacion
Constitución política del estado
20/04/94
Reconoce y promueve de manera específica el derecho de la mujer a integrarse y ser parte activa en el proceso
de participación popular. Art.1, Art.8,Art,10
Ley 1551
Ley de participación popular
Ds 23858
Reglamento de las organizaciones territoriales de base
Ley 1565
Ley de reforma educativa
07/07/94
Incorpora criterios de igualdad de derechos de hombres y mujeres en la educación boliviana; igualdad de
acceso, oportunidades y logros educativos.
Art.2.”Las organizaciones territoriales de base deberán incorporar en la conformación de sus directivas a las
mujeres en igualdad de oportunidades y funciones que los hombres”
Ley 1674
Ley contra la violencia en la familia o doméstica
15/12/95
Legisla y sanciona la violencia física, sexual y psicológica dentro de la familia
Ley 1715
Ley del instituto nacional de reforma agraria
18/10/96
Establece la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en cuanto a la distribución, administración, tenencia
y aprovechamiento de la tierra.
Ley 1732
Ley de capitalización individual o ley de pensiones
22/11/96
Ley 1760
Ley de abreviación procesal civil y de asistencia familiar
28/02/97
Acorta y agiliza los procesos de asistencia familiar.
Ley 1768
Ley de modificación al código penal
10 /03/97
Incorpora demandas de los movimientos de mujeres, y suprime el término mujer honesta, haciendo punibles los delitos cometidos contra niños y mujeres.
Ley 1788
Ley de reforma al poder ejecutivo
06/09/97
Formular políticas de igualdad desde la perspectiva de género en el marco jurídico e institucional del estado.
Ds 24864
Decreto supremo para la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres
10/09/97
Garantiza la igualdad jurídica entre hombres y mujeres en los ámbitos político, social, y cultural e incorpora la
transversalidad de género en las políticas públicas.
Ley 1779
Ley de reforma y complementación al régimen electoral
19 De marzo de 1997
Establece las cuotas de participación de las mujeres a la política
16 De septiembre de
1997
Crea el viceministerio de asuntos de género, generacionales y familia (vaggf), cambio de jerarquía y de nombre
de la anterior subsecretaria de género (sag) creada en 1994. Dispone medidas para la institucionalización de
la perspectiva de género en los proyectos de desarrollo: sistematización y uso de la información sobre la
mujer; reformas legales; favorecer cambios socioculturales y posibilitar el acceso a las mujeres a servicios para
potenciar su participación en la toma de decisiones.
10 De octubre de 1997
Establece la responsabilidad de estado de garantizar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en los
ámbitos político, económico, social y cultural y la incorporación de la transversal de género en las políticas
públicas.
Establece el derecho de postulación de hombres y mujeres en igualdad de oportunidades y otorga atribuciones para investigar y denunciar de oficio violaciones de los derechos humanos, de las garantías y derechos
individuales o colectivos contemplados en la cpe; y promover y recomendar en sus actuaciones la observancia
de las normativa internacional sobre los derechos humanos de las mujeres.
Ley 1788
Ley de reforma del poder ejecutivo
Ds 24864
Decreto para al igualdad de oportunidades entre oportunidades entre hombres y mujeres
Ley 1818
Ley de defensor del pueblo
17 De diciembre de
1997
Ds 25055
Norma complementaria al ds 24855
23 De mayo de 1998
Ley 1864
Ley de propiedad y crédito popular
15/06/98
Art. 22 Y 23
Ley 1984
Código electoral
25/06/99
El código fija en un mínimo de 30% la cuota de participación de las mujeres en el parlamento y en los concejos,
de manera alternada.
Art.8,Art.112 Inc.1B y c, 2a, b y c.
Ley de reformas y complementación al régimen
electoral
Establece las funciones específicas del viceministerio de asuntos de género, generacionales y familia
Art.5 Inc. B, c y d
25/06/99
Promueve la participación de la mujer en las directivas partidarias y en las listas de candidaturas a representación
parlamentaria y municipal en el marco de la igualdad de oportunidades. Art.19, 1 Y 4; art.28 P.7
Ley 1983
Ley de partidos políticos
L e
25087
Decreto supremo de reglamentación de la ley 1674 contra
la violencia en la familia o doméstica
1998
Reglamenta la ley 1674
Ley 2028
Ley de municipalidades (art.8 Inc.14, 19 Y 22).
1999
Los municipios constituyen las instancias encargadas de velar por la transversalización de género en el gobierno
municipal y por el establecimiento de los servicios legales integrales en todos los municipios del país.
Ley 2033
Ley de protección a víctimas de delitos contra la libertad
sexual.
1999
Tipifica y agrava las penas contra los delitos sexuales. Establece medidas de atención, protección, orientación
y apoyo a las víctimas de delito contra la libertad sexual.
Ley 2023
Código niño, niña y adolescente
1999
Protege los intereses generacionales de niños, niñas y adolescentes.
Los artículos específicos dirigidos a las mujeres:
•
At.15: Protección a la maternidad
•
Art. 17: Lactancia materna
Ley
Ley de necesidad de reformas a la constitución política
del estado
2001
Incorpora parcialmente los tres principios de equidad e igualdad de género en la carta magna del país:
•
Igualdad jurídica
•
Obligatoriedad de sancionar la discriminación contra la mujer.
•
Reconocimiento de los derechos específicos.
Ley 2175
Ley orgánica del ministerio público
13/02/01
Regula la organización, funcionamiento y atribuciones del ministerio público
Ley 2273
Ley para prevenir y sancionar la trata de personas especialmente mujeres y niños
22/11/01
Protocolo para prevenir y sancionar la trata de personas especialmente mujeres y niños
Resolución biministerial de los ministerios de hacienda y
educación sobre el subsidio de maternidad a las maestras
de la educación pública
01/03/02
Pone en vigencia el decreto ley 13214 de 24 de diciembre de 1975, que otorga a las maestras el beneficio del
subsidio de maternidad.
Ley 2426
Ley del seguro universal materno infantil (sumi)
21/11/02
Modifica el seguro materno infantil, disminuyendo prestaciones de salud sexual de las mujeres y concentrándose en la maternidad.
2450
Ley de regulación del trabajo asalariado del hogar
6/04/03
Establece los derechos laborales de los y las trabajadores/as asalariadas del hogar respecto a contratos, jornada
laboral, beneficios sociales, remuneración, edad de trabajo, días de descanso, vacaciones, obligaciones del
empleador y del/a empleada, afiliación a la caja nacional de salud y otros
y
Nuevo código de procesamiento penal
Considera pro primera vez el acoso sexual como un delito civil. Con ello, los casos de acoso sexual se encuentran
bajo la aplicación de la ley.
Código civil
Art.1,Art.2.Art.3,Art.4,Art.5, Art.9, Art.11,Art.12,Art.22,Art.23
Código de familia
Art.96, Art.96, Art.101
anexo 2
145
Código Penal
Cumplimiento e ejecución de penas
Art.53
Las penas de privación de libertad impuestas a mujeres, se cumplirán en establecimientos especiales o bien en otras dependencias de las penitenciarías,
pero siempre separadas de los varones.
Art.56
Las mujeres, los menores de veintiún años y los enfermos (que cumplen penas), no podrán ser destinados sino a trabajos dentro del establecimiento
y de acuerdo a su capacidad.
Art.57
Cuando la pena privativa de libertad recayere en una persona gravemente enferma, o en una mujer embarazada o con hijo menor de seis meses, el
juez podrá diferir su ejecución.
Art.58
Cuando la pena no excediere de seis meses, podrán ser detenidas en sus propias casas las mujeres de buenos antecedentes y las personas mayores
de sesenta años o valetudinarias
Art.248
El que sin justa causa no cumpliere las obligaciones de sustento, habitación, vestido, educación y asistencia inherente a la autoridad de los padres,
tutela o condición de cónyuge o conviviente, o abandonare el domicilio familiar o se substrajere al cumplimiento de las indicadas obligaciones, será
sancionado con reclusión de seis meses a dos años o multa de cien a cuatrocientos días.
Art.250
El que fuera de matrimonio hubiere embarazado a una mujer y la abandonare sin prestarle la asistencia necesaria, será sancionado con reclusión de
seis meses a tres años.
La pena será de privación de libertad de uno a cinco años, si a consecuencia del abandono la mujer cometiere un delito de aborto, infanticidio, exposición o abandono del recién nacido, o se suicidare.
Delitos contra los deberes de asistencia familiar
Art.263
El que causare la muerte de un feto en el seno materno o provocare su expulsión prematura, será sancionado:
1) Con privación de libertad de dos a seis años, si el aborto fuere practicado sin el consentimiento de la mujer o si ésta fuere menor de diez y seis años.
2) Con privación de libertad de uno a tres años, si fuere practicado con el consentimiento de la mujer.
3) Con reclusión de uno a tres años, a la mujer que hubiere prestado su consentimiento.
La tentativa de la mujer, no es punible.
Art.264
Cuando el aborto con el consentimiento de la mujer fuere seguido de lesión, la pena será de privación de libertad de uno a cuatro años; y si sobreviniere
la muerte, la sanción será agravada en una mitad.
Cuando del aborto no consentido resultare una lesión, se impondrá al autor la pena de privación de libertad de uno a siete años; sí ocurriere la muerte,
se aplicará la de privación de libertad de dos a nueve años.
Art.265
Si el delito fuere cometido para salvar el honor de la mujer, sea por ella misma o por terceros, con consentimiento de aquella, se impondrá reclusión
de seis meses a dos años, agravándose la sanción en un tercio, si sobreviniere la muerte.
Art.266
Cuando el aborto hubiere sido consecuencia de un delito de violación, rapto no seguido de matrimonio, estupro o incesto, no se aplicará sanción
alguna, siempre que la acción penal hubiere sido iniciada.
Tampoco será punible si el aborto hubiere sido practicado con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no podía
ser evitado por otros medios.
Art.268
El que por culpa causare un aborto, incurrirá en prestación de trabajo hasta un año.
Art.269
El que se dedicare habitualmente a la práctica de aborto, incurrirá en privación de libertad de uno a seis años.
Art.279
La madre que abandonare al hijo recién nacido para salvar su honor, será sancionada con reclusión de un mes a un año. Si del hecho derivare la muerte
o lesión grave, la pena será aumentada hasta tres o dos años respectivamente
Art.292
El que de cualquier manera privare a otro de su libertad personal, incurrirá en reclusión de seis meses a dos años y multa de treinta a cien días.
La sanción será agravada en un tercio, cuando el hecho fuere cometido:
1) Por un funcionario público, con abuso de su autoridad.
2) Sobre un ascendiente, descendiente o cónyuge.
3) Si la privación de libertad excediere de cuarenta y ocho horas.
Art.293
El que mediante amenazas graves alarmare o amedrentare a una persona, será sancionado con prestación de trabajo de un mes a un año v multa
hasta de sesenta días.
La pena será de reclusión de tres a diez y ocho meses, si la amenaza hubiere sido hecha con arma o por tres o más personas reunidas.
Art.294
El que con violencia o amenazas graves obligare a otro a hacer, no hacer o tolerar algo a que no está obligado, incurrirá en reclusión de seis meses
a dos años.
La sanción será de reclusión de uno a cuatro años, si para el hecho se hubiere usado armas.
Art.308
El que tuviere acceso carnal con persona de uno u otro sexo, incurrirá en privación de libertad de cuatro a diez años, en los casos siguientes:
1) Si se hubiere empleado violencia física o intimidación.
2) Si la persona ofendida fuere una enajenada mental o estuviere incapacitada, por cualquier otra causa, para resistir.
Si la violación fuere a persona menor que no ha llegado a la edad de la pubertad, el hecho se sancionará con la pena de diez a veinte años de presidio;
y si como consecuencia del hecho se produjere la muerte de la víctima, se aplicará la pena correspondiente al asesinato.
Art.309
El que mediante seducción o engaño tuviere acceso carnal con mujer honesta que hubiere llegado a la pubertad y fuere menor de diez y siete años,
incurrirá en la pena de privación de libertad de dos a seis años.
Art.310
La pena será agravada en los casos de los delitos anteriores, con un tercio:
1) Si resultare un grave daño en la salud de la víctima.
2) Si el autor fuere ascendiente, descendiente, hermano, medio hermano, adoptante o encargado de la educación o custodia de aquella.
3) Si en la ejecución del hecho hubieren concurrido dos o más personas.
Si se produjere la muerte de la persona ofendida, la pena será de presidio de diez a veinte años en caso de violación y de presidio de cuatro a diez
años, en caso de estupro.
Art.311
El que tuviere acceso carnal con una mujer honesta por medio de engaño o error acerca de la persona, incurrirá en privación de libertad de seis meses
a dos años.
Art.312
El que en las mismas circunstancias y por los medios señalados en el artículo 308 realizare actos libidinosos no constitutivos del acceso carnal, será
sancionado con privación de libertad de uno a tres años.
La pena será agravada en una mitad, si concurrieren las circunstancias del articulo 310, 311 y 312
146
perfil de género bolivia
Rapto
Art.314
El que con el mismo fin del artículo anterior raptare una mujer honesta que hubiere llegado a la pubertad y fuere menor de diez y siete años, con su
consentimiento, será sancionado con reclusión de seis meses a dos años.
Art.315
El que con violencias, amenazas o engaños substrajere o retuviere a una persona con el fin de contraer matrimonio, será sancionado con reclusión
de tres a diez y ocho meses.
Art.316
Las penas serán atenuadas en una mitad, si el culpable hubiere devuelto espontáneamente la libertad a la persona raptada o la hubiere colocado en
lugar seguro, a disposición de su familia.
Art.317
No habrá lugar a sanción cuando los reos, en los casos respectivos, no teniendo impedimento alguno, contrajeren matrimonio con las ofendidas,
antes de que la sentencia cause ejecutoria.
Cuadro 45
Convenios de la oit y su ratificación por el estado boliviano
Ratificación
Convenios
Instrumento
Fecha
Convenio 3
Convenio Relativo al Empleo de las mujeres Antes y Después del Parto
29/10/1919
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 4
Convenio Relativo al Trabajo Nocturno de las mujeres
29/10/1919
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 41
Convenio relativo al Trabajo Nocturno de las mujeres (revisado en 19349
4/6/1934
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 45
Convenio Relativo al empleo de las Mujeres en los Trabajo subterráneos de toda clase de Minas
4/6/1935
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 88
Sobre el servicio el empleo
1948
Ley 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 89
Convenio Relativo al Trabajo nocturno de las mujeres empleadas en la industria (revisado en 1948)
17/6/1948
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Protocolo de 1990
Relativo al Convenio (revisado) sobre el trabajo nocturno (mujeres) 1948
6/6/1990
Convenio 95
Sobre la protección del salario
1949
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 100
Convenio Relativo a al igualdad de Remuneración entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina
por un trabajo de igual valor
6/6/1951
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 102
Sobre la seguridad Social
1952
Ley 2120
11 de septiembre de 2000
Convenio 103
Convenio Relativo a la protección de la Maternidad (revisado en 1952)
4/*6/1952
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 111
Relativo a la Discriminación en materia de empleo y ocupación
5/6/1958
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 117
Sobre la Política Social
1962
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 118
1962
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 121
Sobre las prestaciones en caso de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales
1964
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 122
Convenio sobre la Política de Empleo
7/6/1964
Ley N° 2120
vinculante
11 de Septiembre de 2000
Convenio 124
Sobre el examen médico de los menores en trabajo subterráneo
1965
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 127
Convenio sobre el peso máximo
7/6/1967
Convenio 128
Sobre prestaciones de invalidez, vejez y sobrevivientes
1967
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 130
Sobre asistencia médica y prestaciones monetarias de enfermedades
1969
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 131
Sobre la fijación de salarios mínimos
1970
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 136
Convenio sobre el Benceno
2/6/1971
Ley N° 2120
11 de Septiembre de 2000
Convenio 156
Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares
3/6/1981
vinculante
Convenio 169
Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales
7/6/89
ratificado
Convenio 171
Convenio sobre el trabajo nocturno.
6/6/1990
vinculante
Convenio 182 sobre la Prohibición de la peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su aplicación
Convenio 183
Convenio sobre la protección de la maternidad
Ley 2428 ratificado
30/5/2000
28 de noviembre del 2002
anexo 2
147
Cuadro 46
Bolivia: Población de 15 y mas años de edad por sexo según auto identificación con pueblos indígenas y área, censo 2001
Urbano o rural
Pueblos
indígenas
AREA URBANA
Total
H
M
Total
H
M
Total
422.768
791.682
46,60%
53,40%
100,00%
14,85%
16,31%
15,60%
AYMARA
371.025
391.210
762.235
48,68%
51,32%
100,00%
14,94%
15,09%
15,02%
GUARANI
21.863
21.213
43.076
50,75%
49,25%
100,00%
0,88%
0,82%
0,85%
CHIQUITANO
38.846
38.010
76.856
50,54%
49,46%
100,00%
1,56%
1,47%
1,51%
MOJEÑO
16.945
15.750
32.695
51,83%
48,17%
100,00%
0,68%
0,61%
0,64%
OTRO NATIVO
21.921
20.012
41.933
52,28%
47,72%
100,00%
0,88%
0,77%
0,83%
30,12%
715.299
813.823
1.529.122
46,78%
53,22%
100,00%
28,80%
31,39%
1.554.813
1.722.786
3.277.599
47,44%
52,56%
100,00%
62,61%
66,44%
H
M
Total
H
M
Total
H
M
64,57%
Total
QUECHUA
381.967
384.040
766.007
49,86%
50,14%
100,00%
15,38%
14,81%
15,09%
AYMARA
263.197
253.195
516.392
50,97%
49,03%
100,00%
10,60%
9,77%
10,17%
GUARANI
19.043
16.319
35.362
53,85%
46,15%
100,00%
0,77%
0,63%
0,70%
CHIQUITANO
20.403
15.012
35.415
57,61%
42,39%
100,00%
0,82%
0,58%
0,70%
6.464
4.164
10.628
60,82%
39,18%
100,00%
0,26%
0,16%
0,21%
18.902
14.592
33.494
56,43%
43,57%
100,00%
0,76%
0,56%
0,66%
NINGUNO
218.650
182.704
401.354
54,48%
45,52%
100,00%
8,80%
7,05%
7,91%
Total
928.626
870.026
1.798.652
51,63%
48,37%
100,00%
37,39%
33,56%
35,43%
MOJEÑO
OTRO NATIVO
H
M
Total
H
M
Total
H
M
Total
QUECHUA
750.881
806.808
1.557.689
48,20%
51,80%
100,00%
30,24%
31,12%
30,69%
AYMARA
634.222
644.405
1.278.627
49,60%
50,40%
100,00%
25,54%
24,85%
25,19%
GUARANI
40.906
37.532
78.438
52,15%
47,85%
100,00%
1,65%
1,45%
1,55%
CHIQUITANO
59.249
53.022
112.271
52,77%
47,23%
100,00%
2,39%
2,04%
2,21%
MOJEÑO
23.409
19.914
43.323
54,03%
45,97%
100,00%
0,94%
0,77%
0,85%
OTRO NATIVO
40.823
34.604
75.427
54,12%
45,88%
100,00%
1,64%
1,33%
1,49%
933.949
996.527
1.930.476
48,38%
51,62%
100,00%
37,61%
38,43%
38,03%
2.483.439
2.592.812
5.076.251
48,92%
51,08%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
NINGUNO
Total
M
Sexo
368.914
Total
Total
H
Sexo
QUECHUA
NINGUNO
AREA RURAL
Sexo
Fuente: Elaboración propia con base a ine CNPV 2001
148
perfil de género bolivia
Area poder y participación política
Cuadro 47
Representantes Nacionales Electas entre 1956 y 2005
Legislatura
1956 – 1958 (*)
1958 – 1960
1960 – 1962
1962 – 1964
1964 (**)
1966- 1967 (***)
1979
1982 – 1985
1985 – 1989
1989 – 1993
1993 – 1997
1997 – 2002
2002 – 2007(****)
2005 – 2010
Totales
Diputadas
1
--2
3
1
1
1
4
11
11
13
24
19
91
Suplentes
1
1
2
4
2
1
2
3
7
13
19
28
28
37
148
Senadoras
---------2
1
4
4
1
9
Suplentes
-------2
3
2
1
6
6
10
32
Fuente: Elaboración propia sobre la base de información del Archivo del Congreso
de la república, CNE. Citado en Ardaya,2001.
(*) Renovación bianual del Congreso
(**)
Congreso interrumpido por el Golpe de estado del 4 de Noviembre de 1964
(***)
Congreso interrumpido en 1969. Se elegían 79 diputados
(****)
Adelanto de elecciones el 2005
Cuadro 48
Concejalas Titulares Electas por Departamento. 1993 - 2004
Departamento
1993
1995
1999
2004
231
135
248
337
Chuquisaca
29
11
30
19
La Paz
39
22
47
63
Cochabamba
22
16
28
46
Santa Cruz
47
35
49
57
Oruro
16
9
22
39
Potosí
21
16
24
43
Tarija
21
7
14
16
Beni
29
13
30
37
7
6
19
17
Total
Pando
Fuente: acobol. 2005
anexo 2
149
Cuadro 49
Candidatas por Organizaciones Políticas
Elecciones municipales. 2004
Departamento
Chuquisaca
La Paz
Agrupaciones Ciudadanas
Hombres
Mujeres
Pueblos Indígenas
mujeres
total
Total
hombres
mujeres
598
299
897
71
51
122
7
3
Total
total
hombres
mujeres
total
10
676
353
1.029
1.953
1046
2999
388
308
696
74
59
133
2.415
1.413
3.828
Cochabamba
948
433
1.381
396
256
652
8
4
12
1352
693
2.045
Oruro
415
208
623
108
81
189
53
38
91
576
327
903
Potosí
720
333
1.053
125
80
205
56
39
95
901
452
1.353
Tarija
294
166
460
75
66
141
8
6
14
377
238
615
1.202
660
1.862
291
186
477
44
29
73
1.537
875
2.412
Beni
317
198
515
55
40
95
41
34
75
413
272
685
Pando
246
110
356
92
64
156
2
1
3
340
175
515
6.693
3.453
10.146
1.601
1.132
2.733
293
213
506
8.587
4.798
13.385
Santa Cruz
Total Bolivia
Partidos Políticos
hombres
Fuente: cidem. Sistema de Información para al Vigilancia Ciudadana desde una Perspectiva de Género. Participación y Representación de las mujeres
en las elecciones Municipales. 2004. 2005. Año.4, No.4. La Paz.
Cuadro 50
Concejales y Concejalas Titulares y Suplentes Electos/as
según Departamento elecciones municipales. 2004
Concejalas Titulares
Departamento
mujeres
Total
Hombres
mujeres
Sin
identificar
Chuquisaca
129
19
2
150
38
110
2
150
360
63
5
428
93
326
9
428
Cochabamba
222
46
3
271
81
186
4
271
Oruro
134
39
8
181
55
118
8
181
Potosí
166
43
3
212
62
143
7
212
Tarija
53
16
0
69
17
52
0
69
251
57
2
310
84
225
1
310
Beni
74
37
0
11
44
67
0
111
Pando
64
17
0
81
19
62
0
81
1.453
337
23
1.813
493
1.289
31
1.813
Total Bolivia
Fuente: cidem. Sistema de Información para al Vigilancia Ciudadana desde una Perspectiva de Género. Participación y Representación de las mujeres
en las elecciones Municipales. 2004. 2005. Año.4, No.4. La Paz.
Cuadro 51
Organización política
Organización Política
Hombres
233
1.138
15
1.386
Agrupaciones ciudadanas
75
240
3
318
Pueblos indígenas
29
75
0
104
0
0
5
5
337
1453
23
1.813
Sin datos
Bolivia
Concejales/as Titulares
Mujeres
Partidos Políticos
Total
La Paz
Santa Cruz
Hombres
Concejalas Suplentes
Sin
identificar
Sin identificar
Total
Fuente: cidem. Sistema de Información para al Vigilancia Ciudadana desde una Perspectiva de Género.
Participación y Representación de las mujeres en las elecciones Municipales. 2004. 2005. Año.4, No.4. La Paz
150
perfil de género bolivia
Cuadro 52
Alcaldesas Electas por Mayoría Absoluta
Nombre
Departamento
Sonia Lourdes Guthrie (MNR)
Santa Cruz
Eliana Sánchez Navarro (MIP)
Juana Quispe (MAS)
Sabina Fernandez Liva (MAS)
Provincia
Municipio
Cordillera
Cuevo
Nazacara
La Paz
Pacajes
Cochabamba
Carrasco
Chimoré
Potosí
Saavedra
Tacobamba
Alcaldesas electas en concejo municipal
Carmen Lorena Bernal (MBL)
Potosí
Tupiza
Norma Mendoza Sardinas de Rojas (AC-AAQQ)
Potosí
Cotagaita
Laura Soto León (MNR)
Janeth Carballo Dábalos (MSM)
Lenny Ribera Leigue (MNR)
Beni
San Ramón
Santa Cruz
Pailón
Margarita Vaca Diez Cevallos (MIR)
Santa Cruz
Roboré
Santa Cruz
Gral. Saavedra
Dolly Campos de Catalá (ADN)
Loreto
Villa Vaca
Petronila Penacho (MIR)
Aydee Nava Andrade 8MBL)
Beni
Chuquisca
Chuquisaca
Sucre
Tania Gutierrez (MBL)
Santa Cruz
Moro Moro
Dorian Pedraza Villarroel (ADN)
Santa Cruz
San Rafael
Fuente: Elaborado sobre información de cidem. Sistema de Información para al Vigilancia Ciudadana desde una Perspectiva
de Género. Participación y Representación de las mujeres en las elecciones Municipales. 2004. 2005. Año.4, No.4. La Paz.

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