Estructuración y dislocación del sujeto.

Transcripción

Estructuración y dislocación del sujeto.
Estructuración y dislocación del sujeto.
Un acercamiento a su transformación identitaria
Carlos Augusto Corredor Ramírez *
Dory Luz González Hernández **
Jenny Alexandra Jiménez Medina ***
Building and dislocation of the subject.
An approach to its identity transformation
Fecha de recepción: 31 de agosto de 2011
Fecha de revisión: 25 de septiembre de 2011
Fecha de aceptación: 22 de octubre de 2011
Abstract
Resumen
Referring to the construction and dislocation of the subject
involves making a historical route, in which its transformation
evidences its subjection to social, economic and political
dynamics, which, depending on their intensity, have drawn or
blurred its act in society. Thus, it is vitally important to keep
in mind that in the same way it is possible to profile different
times of the subject, the conceptual instruments that have been
used to refer it, are not the same (it means, epistemological
polysemy); in fact, the term subject comes from modernity, and
its characterization is linked to Cartesian rationalism and Kant´s
Enlightenment vision. But, not for that the disquisitions from
antiquity have to be disregarded, because is in this historical
moment where the human action is going to prove the human
disposition, as a political animal, in the active power exercise
of citizenship. In the same way, the proposal that this article
aims to do, is to make a review of the deconstruction of the
modern subject that in postmodernism, or late modernism,
will be seated in a globalized context, which drives it to its
dislocation, fragmentation and discontinuity; delineating new
conceptual instruments, as identity, which will allow its diffuse
understanding.
Hacer referencia a la construcción y dislocación del sujeto
implica realizar un recorrido histórico en el que se evidencie
que la transformación del mismo se ha visto sujeta a dinámicas
sociales, económicas y políticas, las cuales dependiendo de
su intensidad, han dibujado o desdibujado el actuar del mismo
en la sociedad. En este sentido, es de suma importancia tener
de presente que así como se perfilan distintos momentos del
sujeto, de igual manera los instrumentos conceptuales que se
han utilizado para referirlo no han sido los mismos (es decir,
una polisemia epistemológica); de hecho, el término sujeto
proviene de la Modernidad y su caracterización se somete al
racionalismo cartesiano y a la visión ilustrada de Kant. Pero
no por ello las disquisiciones propias de la Antigüedad dejan
de tener validez, pues es en este momento histórico donde
el actuar humano va a demostrar la disposición del hombre,
como animal político, a hacer el ejercicio activo del poder
desde la ciudadanía. Del mismo modo, la propuesta que realiza
este artículo apunta a hacer una revisión de la deconstrucción
de este sujeto moderno, que en la postmodernidad, o
Modernidad tardía, se situará en un contexto globalizado que
lo conduce a su dislocación, fragmentación y discontinuidad;
delineando así nuevos instrumentos conceptuales, como la
identidad, que permitirán su difusa comprensión.
Keywords
Subject, power, identities, politics, history, economy,
Nation-State.
Carlos Augusto Corredor Ramírez
Dory Luz González Hernández
Jenny Alexandra Jiménez Medina
Palabras clave
* Licenciado en Filosofía y
Letras, Universidad Santo
Tomás. Magíster en Filosofía
Latinoamericana, Universidad
Santo Tomás. Docente
Fundación Universitaria
Los Libertadores. Correo
electrónico: cacorredorr@
libertadores.edu.co.
** Licenciada en Ciencias
Sociales, Universidad Distrital
Francisco José de Caldas.
Especialista en Pedagogía
del Lenguaje Audiovisual,
Universidad el Bosque.
Magíster en Investigación
Social Interdisciplinaria,
Universidad Distrital Francisco
José de Caldas. Docente,
Fundación Universitaria
Los Libertadores. Docenteinvestigadora, Corporación
Universitaria Republicana.
Correo electrónico:
dlgonzalezh@libertadores.
edu.co.
*** Filósofa, Universidad
Nacional de Colombia.
Magíster en Investigación
Social Interdisciplinaria,
Universidad Distrital Francisco
José de Caldas. Docente,
Fundación Universitaria
Los Libertadores. Docente,
Universidad Distrital Francisco
José de Caldas. Correo
electrónico: jajimenezm4@
libertadores.edu.co.
Sujeto, poder, identidades, política, historia, economía,
Estado-nación.
Estructuración y dislocación de sujeto.
Un acercamiento a su transformación identitaria (pp. 131 - 146)
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Configuración del sujeto político y su
relación con el Estado, el mercado y la
sociedad civil
El eje de las naciones está constituido básicamente por su factor humano, esto es, la población que habita un territorio. La
población actual se ha venido caracterizando por su rol en el
ámbito, el cual impone unas instituciones que rigen la autoridad del Estado. Dicho rol se da a través del conjunto de personas designadas en la categoría de ciudadanos que agrupados
toman decisiones colectivas con incidencia en lo público.
Es así como en una relación entre el individuo y la sociedad, el
ciudadano, gracias a los derechos, garantías y libertades civiles que heredó de la labor del liberalismo y de la ilustración,
adquiere la facultad de intervenir en la distribución del poder
a favor del bienestar de la población. El ciudadano interviene
en una constante dialéctica con la construcción y el manejo
del poder que requiere una observación de evaluación y valoración de la realidad que habita; sin embargo, en este ámbito
será decisivo si el ciudadano es actor político o sujeto político
(en términos de Touraine). La característica de sujeto político
supone una libertad decisiva donde el ser humano desarrolla la capacidad de fijar objetivos, metas y alianzas acorde
con su contexto real, mientras que si decide convertirse en
actor político deberá desempeñarse acorde con un papel
preestablecido por otros, restando o anulando su autonomía,
situación que se recrea con el dominio del régimen de Estado al igual que con la influencia del mercado global sobre la
población.
Gutiérrez (2009) asevera al respecto:
Ser sujeto es siempre un proceso que supone una lucha minuto
a minuto contra el objeto, porque siempre el régimen político
estará luchando para que vos seas un objeto y el mercado
también está luchando para que vos seas un objeto (p. 56).
El hecho es que el modelo capitalista en su estructura siempre
ha perseguido cosificar al ser humano, esto quiere decir que
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busca anular su conciencia acerca de la realidad, invadiendo
su actuar teórico-práctico en un acto de alienación. Para este
sistema la esencia del sujeto es ser objeto, por tanto debe
estar en permanente construcción, porque de no ser así, el
ser humano por naturaleza dejaría surgir el sujeto reflexivo y
controversial frente a la situación de la verdad material fuera
de su ser para proyectarse hacia la realidad universal, que
en este caso se constituiría en un pensar reflexivo acerca del
poder estructurado y planeado en pro de la sociedad misma.
La afirmación anterior indica que para ser sujeto político, no
basta con ser un individuo que participa en elecciones con
su voto y que posee derechos; se requiere el reconocimiento
personal de la realidad, es decir, comprometerse, instalarse,
decidir, concretar y asumir responsabilidades. Adicionalmente
y además en alusión al sujeto, Dri (1997) afirma:
Como sujeto es un universal pobre, abstracto. Es el germen que
contiene todo lo que será, pero solo en-sí, no realizado. Para
ser sujeto verdaderamente debe ponerse, optar, particularizarse,
asumir compromisos. Esta particularización debe luego ser
negada para recuperar la universalidad, pero ahora enriquecida
por la particularización. Es el universal concreto. (s.f.).
Si esta es la particularidad más importante del sujeto político,
analizaremos a continuación algunos aspectos adicionales
que permitirán profundizar sus características.
Deconstrucción del sujeto
El sujeto en la filosofía clásica aparece caracterizado por sus
más notables representantes, entre los cuales el más destacado es Sócrates, quien satiriza la forma de pensar de sus
colegas con la máxima más preponderante: “Yo solo sé que
nada sé”, para conducir de forma inductiva su reflexión sobre la búsqueda propia del conocimiento. El acto mero de
hallarse a sí mismo se logra a partir del proceso de auscultación entre sus pares, contendiendo frente a otras visiones
del mundo con el objeto principal de construir una categoría:
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la verdad. Por ende, es cuando radica el acto de indagar que
el gran pensador griego Sócrates concreta en su actuar filosófico la tarea específica de ilustrar a los novatos a partir del
diálogo, siguiendo con el modelo de Platón, que en el orden
del conocimiento se proyecta por el ejercicio de preguntarse
por la realidad del individuo para deducir la verdad que contiene el mundo de las ideas. Con sus bases de trascendentales
crea un instrumento que le permite acceder a las evidencias
sobre el conocimiento: la dialéctica, la cual le da morada a la
verdad. El ejercicio de indagar es a priori a todo tipo de acción
del ser humano, dado que para Platón el conocimiento se
encuentra encapsulado en el hombre, partiendo de que este
interpela por las cosas y fenómenos que no le son cercanos,
y está en su voluntad hallar dicha verdad que le permita establecer certezas sin la necesidad de quedar con información
parcial basada en la mera opinión (Doxa).
Dado lo anterior, el sujeto tiene como horizonte enfocar las
acciones con el fin de plasmar siempre la idea de bien sobre cada contexto. Generalizando desde la visión histórica de
Heródoto, él arguye que “en Atenas la educación tiende a
formar al ciudadano. El carácter político y social siempre ha
permeado la vida griega teniendo el cuenta que el hombre es
un animal político”. Por tanto, el sujeto se educa en la vida
política, los juegos olímpicos, el teatro y las fiestas religiosas,
de ahí que la educación según el historiador tiene dos objetos
explícitos: el desarrollo del ciudadano leal al Estado y la formación del hombre como persona individual. Por el contrario,
Hesíodo, en Los trabajos y los días proyecta una educación
digna, dirigida al hombre sencillo, del pueblo, trabajador.
Posteriormente en Roma, pensadores como Cicerón y Séneca
promulgaron un elemento retórico que permitía definir al individuo desde sus ideas a partir de los niveles de convencimiento
y veracidad con los cuales eran organizados los argumentos.
En este sentido, el sujeto está construido desde los elementos
éticos que lo hacen estandarte de una cultura.
En la Edad Media se consideraba al sujeto desde un perfil que lo
vincula directamente con la manera de objetar sobre el hombre:
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Primeramente Santo Tomás de Aquino (1225-1274) con
un enfoque teologista declara que la virtud depende de las
disposiciones del cuerpo, es decir, hay gentes que por las
disposiciones del cuerpo tienden al mal, tienden al pecado, y
entonces estos sujetos no son tan culpables como parecen, pero
también hay quienes por las disposiciones del cuerpo tienden a
la virtud y entonces no son tan santos como aparentan. Por lo
que en el hombre existe voluntad, siempre y cuando este goce
de libre albedrío y esté dotado de razón (De Aquino, citado en
Rodríguez, 2003).
Puntualmente, el sujeto se define desde la filosofía como el actuar y es ese actuar el que permite evidenciar qué papel juega y
en qué medida aporta a nivel social su intervención. Este oficio
definido como descripción de las conductas lo había realizado
ya en Perú Huamán Poma de Ayala, en un texto titulado Nueva
Crónica y buen gobierno (siglo XVII), donde por medio de xilografías realizaba un estudio sociológico del rol del indígena (sujeto originario) frente al poder del invasor español. Cada imagen
depositada en esta obra define de forma jerárquica la relación
distante entre el emancipador, el colonizador y Dios como mediador en diferente medida de acuerdo a las circunstancias en
que se interrelacionan. La forma como se presenta cada una
de las situaciones permite distinguir de forma despectiva el papel de estos individuos y las diferencias que los separan.
La historia presenta ejemplos muy concretos sobre las diferencias sociales y cómo ellas se establecen por el manejo
impositivo del poder como elemento preponderante en la
construcción de una civilización, razón por la cual el análisis
de las transformaciones sociales no solo es un ejercicio de la
antropología o de la arqueología desde su oficio de rastreo de
instrumentos cercanos determinantes a la hora de categorizar
los problemas que genera la estratificación social. Los principales componentes de un contexto que permite determinar
las conductas de una agrupación de individuos que conforman un pueblo o cultura, son los ideales, la visión de progreso
y la equidad. La historia de la humanidad nos ha mostrado
desde la antigua Grecia hasta nuestros días que la lucha de
intereses hace que se establezcan de forma impositiva nor-
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mas que permitan crear lo que Rousseau llamó el pacto social, donde se exponía una serie de acuerdos que llevasen a
respetar al otro y permitiera alcanzar objetivos comunes en
un plazo, intentando crear un mundo ideal como lo presentan
todos los pensadores a nivel político.
Si se idealiza a esta forma una sociedad, es probable que
todas las acciones y propósitos que construya esta solo se
quede en tareas utópicas tal como las famosas propuestas
políticas que se ofrecen en época de elecciones y que solo
son pretexto para subir al poder, pero que no se concretan
generalmente. Los vacíos que presenta la política gracias a
su grado de corrupción son los que afectan direccionalmente
a una civilización. Las problemáticas frente a los manejos del
poder son las que producen no solo inestabilidad sino que a
su vez se pierde la esperanza de un futuro prometedor, dado
que los engaños de quienes manejan la ley hacen que la idea
de felicidad solo sea un mito provocado por unos pocos que
venden el fin último como idea para incrementar su cantidad
de crédulos, quienes después se convierten en un partido crítico que busca la diferencia y que se preocupa por el bienestar de aquellos que no tienen la suerte de gozar con lo mínimo
para la supervivencia.
La totalidad de los fenómenos sociales cuestionables nace
en esos contextos, y el papel de la psicología comunitaria no
solo es el de clasificar, sino a su vez analizar cada una de las
problemáticas que afectan los procesos de educación, salud y
orientación a las familias que son víctimas de la violencia, como
en el caso de los que son marginados de sus tierras por la
invasión de otros, tal como ocurrió en el proceso de conquista
en Suramérica. Las personas que sufren este tipo de escenarios deben ser tratadas desde cada una de las vivencias para
que les permitan sobrevivir en otro contexto adecuándose a
las normatividades y principios. Comprender la diversidad es el
principal factor para poder asumir el nuevo entorno, supliendo
aquello de lo que se carecía y nivelando en proporción su proyección para que sea el ejemplo desde su familia y pueda trascender en la sociedad. Si el psicólogo es neutral no es porque
no desee comprometerse, sino que su papel debe ser mediar
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y priorizar acciones que permitan acomodar a la víctima a su
nueva realidad, dejar de lado su pasado y poder llevarlo a un
nivel donde se reconozca que existe la esperanza mejor de una
vida tanto en lo individual como en lo colectivo.
Lo anterior no solo es una condición, sino una manera de ver
que el ejercicio de empoderar más allá tiene relevancia de lo
individual, dado que si ello se magnifica con fines de convencer y de evocar ideales de progreso que generen una visión
fraternal de la sociedad, se estaría encontrando el punto a
donde se debe enfocar la praxis humana. La herencia que
se debe dejar no debe ser solo la ley para mantener a una
sociedad en orden, sino los ejemplos y los hechos que permiten comprender que lo realizado por el sujeto es un intento
por mejorar algo y un esfuerzo por asumir una nueva forma
de pensar, todo basado en la autonomía como principal estandarte. Cuando se interviene una sociedad no es con el fin
de afectar su evolución, sino de proteger lo que es el fuerte
de la misma y hacer notar el nivel de bienestar que ello puede
impartir en un colectivo.
Desde Immanuel Kant se defendía la autonomía del sujeto,
teniendo en cuenta que es él quien sobresale y llega a ser
libre, mientras que el hombre como tal depende de la tutela
de otro, tal como lo expresa en su documento ¿Qué es la
ilustración? (1784). Aquí se recoge una serie de argumentos
donde se explica que el hombre está asumiendo una condición de menor de edad. Ese estado hace que el individuo
siempre dependa de quien tiene un margen de conocimiento
superior, el cual le permite acceder a nuevas formas de actuar
y de ser. El principio para que el hombre pueda superar esa
minoría se edad cuando él decida sobrepasar su propia razón
y abrir un camino que lo proyecte a su independencia, donde
la libertad juega un papel relevante dado que cada decisión
que se asuma tiene un margen de independencia que construye actos decisivos. Desde los ámbitos axiológicos, Kant
sostenía que la conciencia moral es el reino de lo que debe
ser, lo anterior en oposición a la naturaleza, que es el reino del
ser. Las leyes son: leyes de la naturaleza (leyes por las cuales
todo sucede) y leyes de la libertad (leyes según las cuales
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todo debe suceder). La ciencia de las primeras se denomina
física; la de las segundas, ética. A su vez, en la naturaleza predomina la necesidad, la causalidad; dentro de la conciencia
moral encontramos un imperativo categórico que orienta a un
sujeto libre, que puede o no acatar un mandato. El imperativo
es por excelencia categórico (debes trabajar) y no hipotético
(si quieres sentirte útil, tienes que trabajar), porque este último
depende de una circunstancia particular (que yo quiera o no
sentirme útil). El imperativo moral aloja más allá de cualquier
circunstancia o acción concreta.
Teniendo en cuenta que el hombre no es solo racional sino
también sensible, el actuar no se halla solo dominado por el
uso de la razón sino también inclinaciones y deseos y por
tanto al hombre el acto de obrar bien se le presenta como un
deber, una obligación, una exigencia muchas veces opuesta a sus inclinaciones. Y justamente en la medida en que el
hombre actúa por deber, su obrar es moralmente bueno, porque el valor moral de una acción no depende de lo que se
pretenda lograr con ella sino del principio por el cual se la
realiza. Posteriormente el esclavo, el proletariado como fuerza
productiva, los militares y en la historia más reciente los movimientos estudiantiles ecológicos, feministas y étnicos, han
generado una diversidad en cuanto a los cuestionamientos
frente al Estado y a su vez matizado unos roles específicos en
el contexto presente. Para el esclavo la condición es peor al
ser considerado como objeto y no como ser humano, por dicha razón desde ningún punto de vista podría considerársele
sujeto y menos sujeto político, para lo cual en primer término
debe asumir una posición de reconocimiento de su existencia
como ser y no como objeto de trabajo ni propiedad de otro,
seguidamente asumir los derechos inherentes a él y emanciparse para hacer parte de la sociedad como ciudadano. Significa entonces tener conciencia de clase. Se puede afirmar al
respecto que aunque para el esclavo ha sido grande el avance sigue siendo objetivado por el sistema actual como fuerza
de trabajo y objeto útil para el mercado y para el régimen.
El proletario es el trabajador, el obrero que vende su fuerza
de trabajo para subsistir por cuanto carece de propiedades
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y medios de producción. El proletario, trabajador u obrero
como fuerza de trabajo es solamente eso según el sistema
de producción capitalista, por cuanto carece de propiedades
y medios de producción, lo cual significa que no se le considera sujeto. Es a él a quien le corresponde hacerse tal, es
decir, tener conciencia de clase o pasar del en-sí al para-sí. Al
respecto, Dri (2007) expresa:
Lo particular como negación de lo universal es el proletariado.
Es la negación de todo lo humano, por cuanto ha sido reducido a
mera fuerza de trabajo, una determinada cantidad de energía a ser
consumida. Esta negación es sólo la posibilidad de la negación
hasta que el proletario la ponga como tal, o sea, se ponga a sí
mismo como sujeto (p. 91).
No escapan a la condición de objetos los militares, en tanto su condición de agentes de la seguridad del régimen, los
hace en sí objetos del mismo. En algunos países se les impide
participar en política y se les prohíbe el voto. Son ciudadanos en su mayoría proletarios objetos del mercado; algunos
pocos pasan a la condición de sujeto político cuando deciden ser protagonistas, observando al respecto que la mayoría de las veces ha sido a través de la fuerza y en condición
de dictadores.
Los movimientos estudiantiles, ecológicos, feministas, étnicos,
etc., como colectivos se reconocen como sujetos cuando actúan dentro de una realidad social y universal, y como sujetos políticos cuando consiguen ser parte del poder político del
Estado mediante reformas constitucionales como es el caso
actualmente en Latinoamérica, donde los grupos étnicos han
logrado consolidarse y ser parte del gobierno en los distintos
grupos de representación popular. Se puede citar al respecto
a López (2007), quien señala la lucha de los pueblos indígenas
en procura de una democracia participativa. En definitiva, el
sujeto históricamente asume una gran cantidad de roles acoplándose a necesidades coyunturales de tipo moral, político,
económico y dogmático. Cada valoración que se otorga desde
cada modelo de pensamiento le asigna una serie de adjetivos
que lo convierten en un modelo que se debe asumir con unas
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condiciones específicas dados los patrones que imperen. Por
tanto, el sujeto es quien rige y desde quien se debe tomar el
modelo que puede facilitar y poner en evidencia los principios
fundamentales que sustentan cada forma de pensamiento. El
sujeto es quien permea la sociedad y quien define el perfil humanístico de un momento dado y trasciende en los ámbitos relevantes que articulan un sistema cuya finalidad es categorizar
un actuar y un razonamiento.
EL SUJETO Y EL ESTADO NEOLIBERAL
Son los intelectuales quienes en el presente forjan los lineamientos de procesos capitalistas, formados generalmente en
las universidades de alto prestigio (Oxford, Harvard, Cambridge, entre otras). Son generaciones pertenecientes a familias
de las elites políticas, preparadas para incidir de manera directa en el manejo del poder, especialmente en un marco de
políticas económicas y financieras cuyo objetivo es constituir
individuos con una potencialidad consumista. Es el surgir de
un sujeto político proyectado hacia el universo de la sociedad
capitalista que se ha apropiado para su beneficio de las decisiones de las fuerzas políticas.
Sobre el particular, Álvarez (2005) expresa:
La elite intelectual es una fuerza productiva social, en ocasiones
objetivizada materialmente, en otras síntesis del “espíritu
capitalista” de la época presente en el pensamiento y la acción
de los grupos económicos, el Estado, los poderes públicos, los
partidos, los gremios económicos, las universidades, los centros de
investigación, los thinksthanks, los medios de comunicación, las
individualidades, los grupos y redes de la intelectualidad orgánica
del capital, aun en organizaciones sociales y populares (p. 83).
La elite intelectual se gestó en los parámetros capitalistas de
los años setenta del siglo XX, siendo la encargada de generar
políticas encaminadas a la fijación de parámetros generales
del sistema neoliberal y su sustento.
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El Estado en su facultad de regular los ámbitos del poder
a través de entes institucionalizados, da cabida a un sujeto
que establece paradigmas dentro de la sociedad, la cual,
vista como un escenario de participación, permite emitir
conceptos acerca de una verdad creada e incluso manipulada, para que a través de ella se forjen preceptos que sean
acatados por la generalidad de la población. A partir de ese
convencimiento se trazan parámetros que el sujeto actuante
(político) utiliza para imponer su poder sobre la generalidad
de la población.
La imposibilidad de la intervención y actuación en el Estado
de todo el componente humano da cabida a un sujeto que lo
represente, en pro de los intereses comunes o de la acción
colectiva. En este ámbito surge según el análisis la necesidad de aceptar verdades impuestas o delegar el manejo del
poder teniendo presente la regulación de los parámetros sociales. Si se opta por lo segundo se está actuando dentro de
un marco de confianza por parte de quien delega el poder,
como lo afirma Cubides (2006) en su análisis sobre Foucault:
…la confianza consiste en dejar una parte de iniciativa a otro,
en aceptar que el porvenir puede en parte descansar sobre la
acción de otro diferente de uno, implica aceptar el riesgo de
renunciar parcialmente al poder, creando un espacio de libertad
en donde el otro puede instituirse como objeto (p. 37).
Como siempre habrá necesidad de ceder libertad y actuación por parte del resto de la población en un agente político
regulador, el ciudadano que delegue su derecho no pierde la
condición de sujeto político por este hecho para resignarse a
ser un simple actor. Puesto que el sujeto político no se puede
pensar en un ámbito subjetivo, debe estructurarse a partir de
la universalidad de la humanidad reconociendo seres semejantes aunque diferentes en su individualidad, situados en el
mundo concreto. Ello implica que debe salirse de su pensamiento interior y proyectarse hacia una realidad que puede
analizar e interrogar como un sistema creador de parámetros
incluyentes y favorecedores para la sociedad.
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EL SUJETO Y EL MERCADO
El sistema neoliberal involucra un conjunto de doctrinas e hipótesis económicas que suscitan el fortalecimiento de la macroeconomía nacional y su acogida en el proceso globalizador.
En su objetivo de reformar y reestructurar sus bases ha creado
la teoría de la elección, que interpreta los aspectos políticos
respecto a supuestos básicos de la economía. Las personas
intuitiva y permanentemente buscan mejorar sus condiciones,
tal como sucede con los agentes del mercado, que ambicionan maximizar el beneficio y pretenden permanentemente reducir riesgos y costos. Quizás por ello fueron privatizadas las
instituciones del Estado que en su mayoría no perseguían un
lucro, encargadas de cumplir con las obligaciones sociales en
materia de salud, educación, seguridad pública, pensiones,
etc., dejándose en manos del mercado operante en el sistema,
que está diseñado con unos parámetros preestablecidos, para
exaltar en las mentalidades de los individuos que capturan y
moldean de acuerdo a sus necesidades.
El mercado impregna en las mentalidades de la población
el ideal de que la situación a elegir es aquella en la que lo
imprescindible es la adquisición de productos necesarios o
innecesarios como objetivo para satisfacer la necesidad de
acumular riqueza y obtener beneficio personal, con lo cual
anula la libertad de la sociedad y sesga la realidad en su claro objetivo de convertir el sistema económico en una verdad
material (su verdad).
Ante lo anterior, se vislumbra un panorama donde el sujeto
universal de Hegel se va desplazando cada vez más y cede su
espacio al individuo consumista que no le da trascendencia al
beneficio de la sociedad, ya que su finalidad está trazada por
anhelos de sobresalir a costa de la adquisición desmesurada
de artículos, y asimismo anula el sujeto pensante que analiza
y confronta la realidad existente para adoptar una realidad
creada en la necesidad de poseer artificios que lo ubiquen
en una posición más elevada que la de los demás. De esta
manera, el mercado del mundo neoliberal se abre camino en
su intención de usurpar el lugar que la sociedad civil le ha
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conferido al Estado como ente regulador de los poderes, aspecto trascendental a la hora de decidir sobre la administración de la potestad, la autoridad e incluso la jurisdiccionalidad. Así, se sofoca cualquier intento de surgimiento del ente
pensante, dialéctico e interactuante en plena libertad frente a
la administración del poder y se demuestra una actitud reduccionista del Estado y la política.
EL SUJETO Y LA SOCIEDAD CIVIL
Un sujeto político plural conforma sus bases a partir de agrupamientos en la sociedad civil o tercer sector, como la denominan
autores como Leal (2008), quien afirma: “la economía se ocupa
del sector privado, la ciencia política del sector público, y la
sociología del tercer sector, es decir de la sociedad civil…”.
El sujeto político entendido como tal lo constituyen los grupos o individuos que generan acciones políticas en el proceso
evolutivo de la sociedad civil, donde convergen distintas perspectivas, ideologías y proyectos con un contenido de orientación social. Es imprescindible manifestar que el sujeto político
que trasciende en el tercer sector posee características que
lo identifican, es decir, expone una identidad ideológica, un
discurso propio y unos intereses políticos, como lo ha definido
Gutiérrez (2001). Para René Descartes, el sujeto es un ser individual, en cuanto ha tomado conciencia de su existencia en
la realidad. Con posterioridad Kant concibe ese sujeto pero
situado en un plano aún más real, proyectando su conciencia,
exteriorizando sus valores. El sujeto político actual tiende a
concebirse más desde una perspectiva colectiva que individual, proyectando sus fines hacia la sociedad en una relación
dialéctica frente a la administración del poder.
Otra característica en el sujeto político es la de ser conformado
por ciudadanos con derechos políticos (derecho a la libertad
de reunión y asociación, derecho a elegir y a ser elegido, y a
participar en los asuntos públicos, derecho a poder demandar
a la autoridad pública), que le permiten actuar en un marco
de libertades dadas dentro del ejercicio de sus derechos con-
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cebido en el contexto de las ideas liberales de la ilustración. El
idealismo, contemplado desde la visión marxista, se asume de la
siguiente forma en relación con el sujeto (Ferrater Mora, 2001):
y más extensamente en determinados países, pero no
por esta razón están confinadas a una forma política o
económica particular de gobierno.
Se llama idealista al filósofo para el cual la realidad es un producto
de la actividad del sujeto. Se debe por tanto ser precavido con esta
definición pues ningún individuo se opone a que existen realidades
que son consecuencia de la actividad del sujeto: los objetos
artificiales son generados por el hombre gracias a la intervención
de su cuerpo, el artesano crea físicamente un objeto a partir del
movimiento de sus manos y de la planificación de su mente; por
otro lado, los objetos de la fantasía también dependen de nosotros,
en este caso no de nuestro cuerpo sino de nuestra mente. Cuando
se indica que para el idealismo la realidad es consecuencia de la
actividad del sujeto no se quiere decir nada de lo anterior. Esa
actividad no es la de los órganos corporales del sujeto, y la realidad
creada de este modo no es una mera fantasía como en el caso
de los productos de la imaginación. El idealismo considera que
en el acto de conocimiento el sujeto que conoce influye en la
realidad conocida, que la mente está sometida a unos procesos o
mecanismos que determinan y construyen la realidad del objeto
conocido (p. 217).
2. El objetivo de estas luchas son los efectos del poder en
sí. Por ejemplo, la profesión médica no es en primera
instancia criticada por su provecho económico, sino
porque ejerce un poder no controlado sobre los cuerpos
de la gente, su salud, su vida y su muerte.
Partiendo de este argumento, se considera que el sujeto es
quien interactúa de forma perenne en cada elemento que acaece sobre la realidad. Es la base que evoca una serie de condiciones para que la realidad misma tenga una caracterización
propia y condicional.
La actividad directa del sujeto es la que se toma como ejemplo,
dado que encasilla una serie de perfiles que definen un hacer,
un ser y un llevar a cabo. Cada connotación que es realizada
deja una huella de forma relevante en las maneras como interviene el sujeto en cada una de las sociedades. Tal como lo
manifiesta Michel Foucault (1970), el sujeto tiende a generar
una serie de pugnas con el poder, las cuales se manifiestan en
cinco ámbitos.
1. Son luchas “transversales”, esto es, no están limitadas a
un país. Es evidente que se desarrollan más fácilmente
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3. Son luchas “inmediatas” porque en ellas la gente
cuestiona las instancias de poder que están más
cercanas a ellas, aquellas que ejercen su acción sobre
los individuos. Estas luchas no se refieren al “enemigo
principal” sino al enemigo inmediato y no como tampoco
esperan solucionar los problemas en un futuro preciso
(esto es liberaciones, revoluciones, fin de la lucha
de clases). En contraste con una escala teorética de
explicaciones o un orden revolucionario que polariza la
historia, ellas son luchas anarquistas.
Pero estos no son los puntos más originales, en cambio
los puntos siguientes parecen ser los más específicos.
4. Son luchas que cuestionan el estatus del individuo: por un
lado, afirman el derecho a ser diferentes y subrayan todo
lo que hace a los individuos verdaderamente individuos.
Por otro lado, atacan lo que separa a los individuos entre
ellos, lo que rompe los lazos con otros, lo que rompe
con la vida comunitaria, y fuerzan al individuo a volver
a sí mismo atándolo a su propia identidad de forma
constrictiva. Estas luchas no están a favor o en contra
del “individuo”, pero sí son luchas en contra del gobierno
de la individualización.
5. Estas luchas, en oposición a los efectos del poder, ligados
al conocimiento, a la competencia y la calificación, están
contra los privilegios del conocimiento. Pero son también
una oposición contra el secreto, la deformación y las
representaciones mistificadas impuestas a la gente.
Carlos Augusto Corredor Ramírez
Dory Luz González Hernández
Jenny Alexandra Jiménez Medina
Building and dislocation of the subject.
An approach to its identity transformation (pp. 131 - 146)
Bajo esta caracterización, el sujeto moderno adquiere nuevos
mecanismos de participación que denotan no solo su influencia
en el papel político, sino también otorgan una serie de criterios
que enaltecen el papel del individuo dado que la historia no
solo es garantía de evolución a nivel teórico, sino que a su vez
rige toda normatividad que establece parámetros para que una
sociedad pueda llevar a cabo todo un andamiaje que le permita
proyectar y garantizar el futuro mediático de una cultura multiideológica, donde el interés prevalece sobre el derecho.
Fragmentación del sujeto
contemporáneo
Para empezar, es necesario tener presente que la contemporaneidad trajo consigo el regreso del sujeto, es decir, la distinción sujeto-objeto −que en la Modernidad era considerada “el
método” para acercarse a la cuestión sobre la forma como se
conoce y lo que se conoce− en la actualidad se desdibuja y
se reconfigura en la relación sujeto-sujeto, que sobrepasa dicha distinción, amplía las fronteras de lo que se puede conocer
y las formas de conocer. Así, la sociedad actual descubre un
nuevo sujeto cargado de subjetividades, quien está dispuesto
a ejercer sus propios procesos políticos e identitarios, no solo
en la esfera pública, sino también en la privada. De este modo,
en la actualidad es posible referirse a un sujeto que emerge del
anquilosamiento positivista, a fin de transformar su entorno, de
tal suerte que le proporciona un nuevo sentido al orden establecido y ejerce un cambio en el devenir de una sociedad cada
vez más cambiante y alejada de la colectividad.
Hugo Zemelman (2005), uno de los pensadores latinoamericanos que le ha dado un lugar especial a los estudios sobre el
sujeto, considera que “El sujeto es la voluntad del individuo de
actuar y de ser reconocido como actor” (p. 15); en este sentido, se busca permitir al individuo que sus comportamientos
y acciones generen procesos identitarios, con respecto a las
diversas manifestaciones de su entorno y, por consiguiente,
con su propia historia de vida. En ese espacio el sujeto actual
logra concebir su conducta como elemento de transforma-
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Dory Luz González Hernández
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ción a través de nuevas prácticas y experiencias, como las
que en el contexto contemporáneo son dadas por el consumo reiterativo de los medios de comunicación; tal es el caso
de los mass media, que producen en el individuo nuevas
formas de comunicación con sí mismo y los demás. Una de
las maneras como se realiza dicha comunicación es a través
de las pantallas, donde también es posible que se propicie
el reconocimiento de los otros como actores y agentes de
transformación, gracias a la visualización que allí se ofrece.
Es de vital importancia precisar que existe una diferencia
fundamental entre pensar a un individuo que responde al
desafío de transformar su época en experiencia, y otro
individuo que está sujeto a través de las disciplinas y su
construcción de verdad. En la primera perspectiva hay un
espacio de autonomía de ejercicio mayor al existente en la
propuesta de Michel Foucault, pues para este autor el proceso de subjetivación implica una objetivación del sujeto, es
decir, que la subjetivación es una producción tanto discursiva como política de la modernidad. Para Foucault (2001),
“el sujeto solo es tal en la medida en que está escindido
a través de dicotomías tales como sano-enfermo, lococuerdo, normal-anormal, entre otros” (p. 115). En este escenario el ser humano se convierte en un sujeto de dominio
de saberes, como la sexualidad, la psiquiatría y el derecho,
entre otros.
Asumir la noción de sujeto, solo a través de los planteamientos dados por Foucault, no implica desconocer cualidades como la propia voluntad, pues no necesariamente
la producción del mismo es un ejercicio estrictamente heterónomo; sin embargo, para Zemelman es fundamental la
autonomía en la construcción de aquel individuo actuante
que es reconocido como actor: el sujeto.
Desde la perspectiva de Foucault, la construcción de subjetividad pasa por una imposición de verdad que un individuo
debe reconocer y que los otros deben reconocer en él. Esta
imposición, en tanto forma de poder, hace a los individuos
sujetos. Tal sujeción define al sujeto como alguien que, por
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Un acercamiento a su transformación identitaria (pp. 131 - 146)
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el control y la dependencia, está ligado a su propia identidad,
por conciencia o autoconocimiento. Se crea un sujeto para sí
y para los demás, lo cual implica que si queremos entender
este concepto, es necesario entender las luchas que se dan
contra la subjetividad, la sumisión y la sujeción.
Se podría buscar el origen del “sujeto” en el planteamiento
cartesiano del “ego cogito ergo sum” o en el kantiano de un
individuo “mayor de edad”, que es capaz de gobernarse con
principios que él se da a sí mismo, a condición de que puedan ser convertidos en máximas universales. Sin embargo,
estas definiciones darían cuenta de un sujeto autónomo y autoconstruido, desconociendo las prácticas y los saberes que
lo han constituido como tal.
Por ejemplo, en el caso de Kant, se desconocería en un primer momento el hecho de que la razón también funcionaliza
y crea un sujeto ideal que, posteriormente, se convertirá en el
pilar de los Estados modernos y de las distintas concepciones
de ciudadanía. La razón de dicha situación no es un elemento
neutral y la subjetividad que desde ella opera, antes que dar la
posibilidad de una completa autonomía, crea una sujeción que
va a manifestarse cuando se llegue a la forma institucional del
Estado como materialización de la razón (perspectiva hegeliana). Si previamente se ha configurado un individuo gobernado
por su propia razón, la cual llegará a materializarse un día en
el Estado, tanto Descartes como Kant habrán dado las herramientas necesarias −aún sin proponérselo− en la constitución
de una subjetividad demandada por los Estados nacionales
modernos: la subjetividad entendida como ciudadanía.
Desde la perspectiva de Zemelman (Torres, 2001, p. 15), “el
sujeto es aquel hombre que responde al desafío de cómo él
transforma su época en experiencia” es decir, que es capaz
de lograr cambios en la historia y realizar un futuro provisto
de nuevas realidades, que responderán a las necesidades de
los nuevos contextos. En ello es importante partir de la mediatización de las relaciones y la desaparición gradual del acercamiento a otros individuos, pues su mundo carece ahora de
proximidades y va creando un sujeto con una construcción de
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conocimiento nuevo, donde sobresale la agilidad visual, la desaparición de la intimidad y el surgimiento de la invisibilidad.
Por otro lado, al hablar de subjetividad es necesario entender que en los desafíos contemporáneos, dicha subjetividad
se encuentra mediada por las nuevas formas en las que el
capitalismo hace presencia: el consumo y en especial el consumo de las nuevas tecnologías, pues es allí donde se aborda un sujeto que se encuentra desprovisto de sociedad que
lo sostenga y se sujeta cada vez más a la virtualidad como
escenario en el que se encuentra todo y a la vez nada. La
subjetividad ya no es algo que se encuentra en construcción
constante del mismo sujeto, sino que está ya dada por el
capitalismo, que se reinventa y se construye para producir
múltiples subjetividades, para cada uno de los sujetos que
operan en el plano del mercado y del consumo.
Si las subjetividades ya no son creadas por los sujetos, sino
producidas por las dinámicas del consumo de bienes y productos, pero a la vez de formas de ser –los consumos culturales– se hace necesario comprender que en este escenario,
el de los consumos culturales, las subjetividades parecen ser
planteadas por las pantallas –el internet, la televisión y el cine–
que son proyectadas por la globalización para generarlas
desde la pérdida de la identidad, pues de allí depende cómo
se conforman las comunidades de hoy y la esfera pública.
En este sentido, la identidad se convierte en una forma de
subjetivación, toda vez que se percibe como un proceso cambiante que puede ser ofrecido e impuesto por otras culturas.
Por tanto, es necesario pensar en las transformaciones que al
interior de ella se han producido y las causas y efectos, para
el ordenamiento de la sociedad y la comprensión de las mismas en la era de globalización, generadas por la nueva mirada
de los procesos identitarios.
Anteriormente, la identidad era vista como algo que debía ser
construido, y al momento de ser edificada arraigarse a ella
para mantenerla unida a los individuos, logrando así la cohesión de la colectividad e instaurándose en el sustrato mis-
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mo de los Estados-nación. Hoy la identidad es uno de los
problemas más estudiados por los académicos –en especial
aquellos que buscan reconocer los nuevos fenómenos culturales– debido a la globalización y su idea de hacer del mundo
una sola aldea, en las que se ofrecen múltiples, variadas y
fluctuantes formas de constituirse y de generar apego.
Por un lado, la identidad no es percibida hoy como algo fijo
e inmóvil, que consecuentemente deriva en la pérdida y la
disolución de unos rasgos y señas de unidad nacional o regional, como ya lo indica Jesús Martín Barbero (1999):
Mientras desde el centro la mirada parece focalizar la cuestión de
cómo convivir en la diversidad, o mejor cómo hacerla convivible,
desde la periferia la cuestión es otra: cómo no perderse, no
disolverse en la potente marejada que la globalización empuja
desestabilizando los países y amenazando la pluralidad de
sus culturas. Hasta los procesos de integración, que la propia
globalización impone a unos y otros, muestran el calado que a
este respecto alcanzan las contradicciones (p. 88).
La identidad hoy es necesario pensarla desde el lugar en el
que se está originando, y ese lugar privilegiado en el que se
construyen los procesos identitarios y sus respectivas señas,
es sin lugar a dudas el del consumo de las pantallas, que mediadas por las dictaduras comerciales tienden a neutralizar
culturalmente el escenario en el que se reproducen dichas
identidades, haciendo fórmulas narrativas que propenden
por unificar las atmósferas de la variedad folclórica, en especial la de los latinoamericanos. Desde esta perspectiva es
importante destacar la televisión y el cine como los dispositivos más reiterativos para la reproducción de identidades
fluctuantes que se encaminan a estereotipos:
Las fronteras hoy no solo son borrosas sino móviles, se
trasladan de uno a otro campo, desplazando el sentido de las
identidades culturales –etnias, razas, géneros– y de las ideologías
políticas izquierdas, centro, derechas, liberales/radicales,
neoliberales/conservadores, confundiéndolas y encabalgándolas
(Martín Barbero, 1997, p. 89).
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Se piensa entonces la identidad cuando no se está seguro del lugar en el que ubicarse en la eminente variedad de
propuestas que la globalización ofrece. La identidad, como
la manifiesta Bauman, es la salida a la incertidumbre, ocasionada por el eminente ofrecimiento de símbolos, signos y
manifestaciones estéticas y culturales, que la virtualidad y los
medios masivos de comunicación traen consigo. Retornando a Bauman, quien realiza una paradoja lingüística con el
concepto, se vislumbra claramente la percepción que en la
actualidad se concibe de identidad:
De allí que, si bien la palabra es de manera notoria un
sustantivo, se comporte como un verbo, pero un verbo extraño,
sin lugar a dudas: solo aparece en futuro. Aunque objetivada con
demasiada frecuencia como un atributo de una entidad material,
la identidad tiene el estatus ontológico de un proyecto y un
postulado (Bauman, 2003b, pp. 41-42).
Es así entonces como se hace necesario profundizar rigurosamente un acercamiento a la mirada contemporánea de
identidad, desde el lugar privilegiado en donde la aproximación se hace más factible: el del consumo de los medios
masivos de comunicación y la convergencia digital que ellos
proponen en la cotidianidad.
TRES CONCEPCIONES DE IDENTIDAD
CULTURAL
Desde el consumo reiterativo de los medios de comunicación
y su insistente deseo en que los individuos se conviertan en
sujetos conectados a las pantallas, se permite esclarecer que
es precisamente en dicho escenario en el que puede pensarse
con mayor facilidad la constitución de procesos identitarios.
Las cuestiones de la identidad en la contemporaneidad,
responden al deseo de evitar los compromisos y su fijación
mediante la constante dilatación de escenarios, ideologías y
posiciones. Dicha situación repercute en sujetos que desean
adentrase en procesos identitarios que sean cambiantes y
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de los cuales se pueda salir y entrar, sin inconveniente alguno. Los procesos identitarios entonces se convierten en
epicentros neutros, en los que es mejor reducir las marcas
folclóricas y dibujar estereotipos únicos, que son asignados
por la televisión, cine e internet, desdibujando las verdaderas
subjetividades que se adentran en la multiplicidad de los sujetos que componen la sociedad.
Desde esta perspectiva, es necesario aproximarse a una mirada de la constitución de los procesos identitarios en la sociedad globalizada de hoy.
LA IDENTIDAD COMO PALIMPSESTO
Jesús Martín Barbero, estudioso de la comunicación y de los
consumos culturales, entiende la importancia de la constitución de identidades hoy como la oportunidad de esclarecer
lo que la globalización ha logrado en las diferentes regiones
del mundo, diferenciando los procesos europeos de los latinoamericanos. Si en los primeros pese a la multiplicidad de
lenguas, rasgos culturales y diversidad la integración los ha
llevado a aprender a vivir en dicha diferencia y generar procesos identitarios que cohesionen y fortalezcan, en el caso de
los segundos, en Latinoamérica, la cuestión es completamente diferente, a pesar de poseer unas características culturales
muy comunes, como la lengua y la historia, entre otras, la
globalización ha traído consigo la atomización, desintegración
y la poca solidaridad entre los países.
Desde esta perspectiva, los Estados europeos han comprendido la importancia de lo audiovisual en la constitución de
identidades, que aunque diluidas o subvaloradas permiten la
integración de la comunidad y su posible acercamiento cultural. Mientras los latinoamericanos han perdido de la mira la
importancia de lo audiovisual en la construcción de procesos
identitarios más parecidos a lo suyo, que a lo que desde afuera se impone como identitario. Un ejemplo claro es el porcentaje televisivo extranjero cada vez mayor y lo mismo sucede
en lo referente al cine u otros medios.
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En este sentido, es importante esclarecer que uno de los
dispositivos claros en la constitución de identidades se encuentra relacionado con los medios de comunicación y la
convergencia digital en que se trasladan dichos dispositivos.
Se entiende bajo esta perspectiva que las identidades deben
pensarse desde una mirada diferente:
Desde dónde pensar la identidad cuando sus referentes y
significados, sus territorios y discursos, tienen la frágil textura
del palimpsesto: ese texto en el que un pasado borrado emerge
tenazmente, aunque borroso, en las entre líneas que escriben el
presente (Martín Barbero, 1997, p. 89).
El palimpsesto en la figura que representa Martín Barbero es
el surgimiento de nuevas identidades o de procesos identitarios, pensados desde lo confuso e incomprensible, que es
provocado por la manera como se establecen unas sobre
otras, o emergen para acomodarse sobre las ya existentes.
Para dar claridad a esta figura en la que se encuentran las
identidades hoy, Martín Barbero las ubica desde dos lugares y
afirma: “de ahí que mi propósito sea únicamente el de señalar
algunas pistas desde el desborde de lo nacional y el estallido
de la ciudad” (p. 90).
El desborde de lo nacional es interpretado como la pérdida de
las categorías de pueblo y nación, y en que la esfera pública
ahora invadida por la vida privada remplaza el asunto de las
identidades. El estallido de la ciudad, figura que representa
un modelo más claro del llamado palimpsesto de la identidad,
se presenta según Martín Barbero desde dos tópicos: desespacialización y des-centramiento. La primera figura es la
correspondiente a la creciente demanda y densificación de
los flujos electrónicos y la convergencia digital, en la que la
memoria cultural es depreciada, desencadenando en una exigencia de los consumidores o espectadores de muestras de
pertenencia e identidad, que son reconocidas por los medios
audiovisuales, a través de procesos identitarios homogenizados y de señas estereotipadas que de ninguna forma representan la mirada de lo nacional. Por esa misma línea, la des-
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especialización ofrece una reconfiguración de la ciudadanía
que es asumida por el mercado, haciendo que los procesos
identitarios se muestren desde la sociedad del consumo.
El des-centramiento, identificado como la pérdida de centro
de los lugares de encuentro, desencadena nuevos lugares
de encuentros que se disponen no para la interacción sino
para la fluidez, como los centros comerciales, que se limitan
a ofrecer espectáculos arquitectónicos y escenográficos.
De esta manera, el palimpsesto de identidad se establece
según la siquiente apreciación:
La oralidad cultural de las mayorías en estos países descubre ahí su
compenetración y complicidad con la visualidad electrónica, develándonos las desconcertantes hibridaciones de que están hechas
las nuevas identidades (p. 94).
Las nuevas identidades se erigen de forma camaleónica,
adaptándose a los cambiantes escenarios de los medios
de comunicación, en donde las identidades tradicionales rígidas ya no tienen cabida, pues el escenario de los
procesos identitarios se interrumpe en la oleada de virtualidad y fluidez de la convergencia digital y el espectáculo
de lo privado.
EL TURISTA, EL VAGABUNDO, EL PASEANTE
Y EL JUGADOR
En este mismo horizonte, el sociólogo polaco Bauman,
muestra una visión de los procesos identitarios contemporáneos, enmarcados en la metáfora del turista, el vagabundo, el paseante y el jugador.
Para Bauman la identidad se piensa cuando el sujeto no se
encuentra seguro del lugar en el que se encuentra, ni de
cómo ubicarse en un lugar, para salir de la incertidumbre;
por ello, las identidades no pueden fijarse en los individuos
por un largo tiempo, ni establecerse para siempre. Las iden-
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tidades se establecen para dar libertad de elección y al mismo
tiempo generar dependencia de una tutoría experta.
Bauman apunta a establecer, al igual que Martín Barbero, que
el consumo y los cambios de la esfera pública han suscitado
una transformación de ver las identidades, que fluctúan y son
líquidas en medio de la lividez de los medios de comunicación
y de las redes. Lo anterior contrasta con la percepción de las
identidades pasadas en la Modernidad, en las que se puede
mirar hacia atrás sin perder de vista el presente y cuya visión de
sentido es el estar unidos y cada uno se ve a través del otro, al
ser pertenecientes a un entramado social y cultural en el que la
tarea más buscada y exigente se constituía en la búsqueda de
la identidad.
Hoy el cambio en la manera de percibir las identidades y los
procesos identitarios establece cuatro formas en las que se
piensa la identidad, que no son figuras nuevas del escenario
mundial, pero que se retoman para definir el miedo de los individuos de ahora por la inmovilidad, la rigidez y los límites.
La primera de estas formas es el turista, aquel que deambula
por el mundo para el disfrute estético de los espacios, que se
sabe perteneciente a un territorio y al que desea regresar en
algún momento. Su identidad se encuentra establecida en la
experiencia, su idea es la búsqueda de nuevas experiencias:
Los turistas quieren sumergirse en un extraño y curioso elemento
(una sensación placentera, una sensación cosquilleante y
rejuvenecedora, como dejarse, como dejarse golpear por las olas
del mar), con la condición, sin embargo, de que no se pegue a
la piel y, en consecuencia, puedan desprenderse de él cuando lo
deseen (Bauman, 2003b, p. 59).
Para los turistas lo estético prima por encima de otras percepciones, su deseo inevitable es encontrarse por diversos rumbos
que le proporcionen seguridad, placer y sofisticación y la sensación de estar allí de momento y saber que se encuentra de
todas formas atado a un lugar: el “hogar”. El turista es entonces
la metáfora del individuo que construye procesos identitarios, a
partir del goce de los territorios y de aquello que estéticamente
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1 Zapping se entiende como
el salto consecutivo de
los programas o canales
televisivos, muy frecuentes
en la era digital de hoy, que
ofrece medios electrónicos
que permiten estos saltos
de diversas maneras (varios
canales en una sola pantalla,
selección rápida de canales
favoritos, etc.) Para Bauman
este concepto no se limita
a lo puramente televisivo,
el consumo ha generado
zapping en diversos ámbitos
y espacios, como en los
shopping, internet y otros.
es placentero para su gusto. El turista descarta de su identidad
lo que se encuentra marcado por la marginalidad y lo extraño,
porque para él todo es complacer, estimular y divertir.
edifica, sino que fluctúa según las circunstancias en las que
se circunscribe el vagabundo. El mundo según Bauman se
está construyendo a la medida de los vagabundos.
El paseante, el llamado flaneur de los tiempos modernos,
aquel que camina entre la multitud y goza de los entretejidos
que se forman entre los habitantes de las calles y que se relaciona en ese entonces con el hombre ocioso, que deambula
sin sentido, perdiendo el tiempo, se contrapone al paseante
de hoy, que se convierte en la vida misma. La contemporaneidad reivindicó al paseante, transformando su esencia en la
de aquel que deambula por las calles, pero no para reconocer
su espacio y disfrutar de las formas en las que se relaciona la
multitud. El paseante de hoy es el acelerado comprador compulsivo, que busca afanosamente sus bienes de consumo; o
aquel que deambula por la televisión en un frenético zapping1
en busca de lo que no va encontrar, o en la larga caminata por
la red de internet tropezando con conexiones cada vez más
rápidas y tumultuosas. Así, la identidad del paseante es la de
una búsqueda constante, inacabada, fluida y acelerada de las
múltiples ofertas del consumo de los medios y el progresivo
sistema electrónico.
Por último, se encuentra el jugador, que se espera entienda
que se encuentra en las dinámicas del juego; su objetivo es
adelantarse a las jugadas de sus contrincantes y que el mundo viva en la ambivalencia de la legalidad e ilegalidad. Para la
construcción de procesos identitarios desde allí, basta con
entender que la vida es un juego.
El vagabundo, otra de las metáforas de los procesos identitarios de la actualidad expuestos por Bauman, presume una
diferenciación entre el vagabundo concebido en la Modernidad y el de la contemporaneidad. En el primer caso los gobernantes deseaban invisibilizarlo y controlarlo; el vagabundo preocupaba entonces porque era sinónimo de libertad y
descontrol. En esa mirada él contaba con la buena voluntad
de las personas de los lugares en los que transitaba o de las
noticias recibidas de lugares con mayores oportunidades. Los
vagabundos de entonces eran pocos y se esperaba dominarlos o regresarlos a los lugares de origen.
En contraste, el vagabundo de hoy no es la excepción, sino
la regla. Los habitantes del mundo caminan por diversos escenarios en busca de oportunidades y lugares que brinden
la posibilidad de asentarse, porque la miseria se encuentra
rondando en todas partes, y en ese sentido, la identidad no se
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Bauman acude a estas metáforas para demarcar críticamente
las posibilidades identitarias de hoy, enmarcadas en las dificultades del sujeto de arraigarse y de hacer parte de un lugar,
haciendo que la identidad siga siendo un problema, pero un
problema no de creación sino de reciclaje, ambivalencia y de
coyuntura.
LA MULTICULTURALIDAD E
INTERCULTURALIDAD DE LAS IDENTIDADES
Continuando con las posibilidades de construcción de identidades y procesos identitarios en las sociedades contemporáneas, Néstor García Canclini presenta la identidad como
un proceso que debe darse desde la negociación, dado el
carácter híbrido, dúctil y multicultural en el que se encuentran
constituidos los Estados hoy.
Para García Canclini la identidad se ha construido a partir de
relatos, en los que los medios de comunicación han tenido
una gran influencia, pero desafortunadamente esos medios a
su vez se encuentran influenciados por elementos traídos de
otras sociedades. De esta forma, las identidades se encuentran construidas por múltiples rasgos y señas de diferentes
culturas haciendo un proceso de multiculturalidad, es decir, el
de entender que la cultura de diversos países latinoamericanos se ha visto constituida por una gran cantidad de culturas
que confluyen en un territorio, gracias a los medios de comunicación y las multimedia.
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Entender entonces las identidades de hoy es pensarlas desde
dos horizontes que confluyen: por un lado las culturas nacionales que aún hacen presencia en los territorios y por otro,
las formaciones posnacionales. Desde esta perspectiva, la
estética y el arte en general, como el cine, juegan un papel
importante en la creación y constitución de identidades y procesos identitarios, pues es evidente que el creciente consumo
de las industrias culturales ha hecho que el mercado de lo
cultural genere identidades marcadas por estereotipos y no
por verdaderos rasgos nacionales.
García Canclini realiza en este sentido una reflexión sobre la
búsqueda de identidades o la reconstrucción de las que aún
permanecen, reconociendo el capital simbólico que se establece en los saberes, hábitos y experiencias étnicas o regionales y en especial configurando un discurso nacional que
se encuentre afincado en las tecnologías de la información,
debido al creciente consumo de estas:
Las naciones y las etnias siguen existiendo. Están dejando de
ser para las mayorías las principales productoras de cohesión
social. Pero el problema no parece ser el riesgo de que las
arrase la globalización, sino entender cómo se reconstruyen
las identidades étnicas, regionales o nacionales en procesos
globalizados de segmentación e hibridación intercultural (García
Canclini, 1995, p. 113).
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Entonces cuestiona García Canclini la visión que deben tener las
industrias culturales respecto a la identidad:
Si concebimos las naciones como escenarios relativos, en los que
se cruzan otras matrices simbólicas, la pregunta es qué tipos de
literatura, de cine y de televisión pueden narrar la heterogeneidad
y la coexistencia de varios códigos en un mismo grupo y hasta en
un mismo sujeto (p. 114).
En este sentido, se observa que los discursos mediáticos consumistas están tratando de diseñar identidades desde lo global,
y allí precisamente debe pensarse en la construcción de identidades fundamentadas en lo inter y multicultural, porque ellas
se fundamentan en un proceso de negociación en el que “la
identidad es teatro, es política, es actuación y acción” (p. 116).
De esta manera, las nuevas percepciones de la construcción
de identidad y los procesos identitarios se realizan desde la
mirada de lo global y los dispositivos multimediales, que confluyen en la era globalizada.
Ya no se puede pensar en la identidad como algo fijo e inacabado, sino en un proyecto en constante construcción y
búsqueda, que en muchas ocasiones funciona como un palimpsesto, en otras con metáforas de estereotipos y en otras
desde la negociación.
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Carlos Augusto Corredor Ramírez
Dory Luz González Hernández
Jenny Alexandra Jiménez Medina
Building and dislocation of the subject.
An approach to its identity transformation (pp. 131 - 146)

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