historia de nuestro colegio i - Colegio Oficial de Aparejadores y

Transcripción

historia de nuestro colegio i - Colegio Oficial de Aparejadores y
HISTORIA DE NUESTRO COLEGIO
por Miguel Pastor
I
ANTECEDENTES
La Real Academia de la Lengua Española en su Diccionario
define a los aparejadores, como técnicos titulados que intervienen,
con funciones propias, en la construcción de edificaciones. En otras
publicaciones se precisa que el aparejador es el técnico que conoce los
aparejos de las fábricas y se ocupa del trazado de planos parciales,
disposición de los materiales y de la administración económica en las
obras de construcción.
El trabajo de los aparejadores
como técnicos en construcción, era
apreciado ya en la Edad Media,
como lo demuestra el hecho de que
sobre una lápida de la Capilla de
Santa Clara de Tordesillas puede
leerse::
Tordesillas. Convento de Santa Clara
“Aquí yace Guillen de Rohan, maestro de la iglesia de León y
aparejador de esta capilla”. Guillén murió durante la primera mitad
del siglo XV.
La función de aquellos aparejadores medievales era, sobre todo: el
cimbrado y descimbrado de elementos auxiliares en edificios
monumentales y se desarrollaba bajo la subordinación a los
arquitectos con quienes colaboraban también otros profesionales,
como los maestros de obras.
La denominación profesional de los aparejadores se recoge en
numerosos documentos correspondientes a obras de mediados del siglo
XVI. Por ellos se conoce que la cualificación de aparejador se
otorgaba a quienes podían demostrar, ante un tribunal integrado por
los mejores artistas y peritos en arquitectura, escultura y pintura,
conocimientos técnicos y su práctica profesional. Por este
procedimiento, en abril de 1620 fue seleccionado Francisco de Potes
para ocupar la plaza de aparejador de las obras reales de la Alhambra
de Granada, después de demostrar ante un tribunal, su brillantez
tanto técnica, como práctica.
También es conocido y está documentado,
que el aparejador fray Antonio de Villacastín
puso sus conocimientos técnicos al servicio de
Felipe II y del arquitecto Juan Herrera,
participando en la dirección de las obras de la
que fue, en su época, la construcción más
importante del mundo, demostrando estar muy
bien dotado para la organización de los trabajos de construcción, la
dirección de las obras, la elección de las herramientas y los materiales.
Según resalta el Ilustrador de la Orden de San Jerónimo: fray José
de Sigüenza, el propio monarca prefería hablar con fray Antonio que
con el arquitecto Juan de Herrera por cuanto: “Tenía de él el mejor
concepto respecto a sus juicios y sus pareceres asentados y seguros” y
el que fuera encargado de la biblioteca del Escorial dejó escrito: “En
toda la dicha orden no se halló otro más experimentado en cosas de
edificar que fray Antonio de Villacastín y de sus calidades no se
hallará otro tal entre frailes de toda España para este menester”. Así
mismo, era muy apreciada su profesionalidad por los propios
arquitectos: Herrera y Juan Bautista de Toledo. Por todo ello, en
1944 la Federación Nacional de Aparejadores levantó un monumento
a la memoria del aparejador Antonio de Villacastín, ejecutor
destacado de las obras del Monasterio de El Escorial.
También
en
el
Ayuntamiento de su pueblo
natal existe un busto de
fray Antonio y tanto el
colegio público del pueblo,
como una de sus calles,
llevan el nombre de este
fraile–aparejador que murió
el día 3 de marzo de 1603, cuando estaba a punto de cumplir los 90
años.
En 1757, con la creación de la Real Academia de Nobles Artes de
San Fernando, se cambiaron las funciones de los aparejadores que se
situaron en un nivel superior al orden gremial y en numerosas
ocasiones se les daba la categoría de maestros mayores o arquitectos
en las direcciones de grandes obras reales. El día 24 de enero de 1855,
el conocido como Decreto Luján instituyó el título de aparejador en
sustitución del de maestro de obras. En 1935, el Decreto de 16 de
julio establecía la intervención obligatoria de un aparejador en toda
obra de arquitectura y el mismo documento definía su función como:
“Únicos técnicos que por su calidad de peritos de materiales y de
construcción, ejercerán la función de ayudantes en las obras de
arquitectura que solo podrán proyectar y dirigir los arquitectos en
todo el territorio de la nación”. La reforma producida por el Decreto
Luján hizo reaccionar a los maestros de obras y como consecuencia de
ello, la Ley Moyano de 1857 volvió a reponer el título maestro de
obras que situaba a estos profesionales al mismo nivel que los
aparejadores. Tras varios años de luchas entre los distintos técnicos
que intervenían en las construcciones, durante el año 1871 se
suprimió el título de aparejador, pero se reimplantó veinticuatro años
después, por Decreto del día 20 de agosto de 1895. En cuanto a sus
competencias se determinaron entre 1902 y 1912.
LA SOCIEDAD DE APAREJADORES DE CASTELLÓN
Ya en 1939, según consta en los archivos de la sede del Colegio
Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Castellón, se
constituyó la Sociedad de Aparejadores de nuestra provincia, aunque
como consecuencia de la Orden del Ministerio de la Gobernación del
9 de mayo de 1940, en la que se dictaban normas sobre la creación de
los Colegios Oficiales de Arquitectos y Aparejadores, junto con la
obligación de que se colegiaran todos los profesionales, se cambió el
nombre de Sociedad por el de Colegio y cuatro días después: el 13 de
mayo, se constituyó la primera junta del primer Colegio de
Aparejadores de Castellón. Su presidente inicial fue el aparejador
Benavent, siendo el secretario el señor Ortiz y tesorero don Manuel
Oliva.
Aquella primera junta fue
renovada el 14 de octubre del
mismo año 1940 siendo sustituido
el presidente Benavent por don
Antonio
Rubert
Cervera,
permaneciendo en sus cargos de
secretario
y
tesorero,
respectivamente, los señores Ortíz y
Oliva. También se incorporó como
vocal el aparejador Suárez.
Emilio Benavent Lucas
1er presidente del COAATIECS
DELEGACIÓN EN CASTELLÓN, DEL COLEGIO DE
APAREJADORES DE LEVANTE
El 20 de octubre de 1940 se tomó el acuerdo de distribuir el territorio
nacional en diecisiete colegios. Desde aquel momento, Castellón pasó a
formar parte, como Delegación, del Colegio Oficial de Aparejadores de
Levante.
El día 18 de marzo de 1941, otra nueva Orden de la Dirección
General de Arquitectura estableció normas para el funcionamiento de
los Colegios Oficiales de Aparejadores. En el caso de nuestra
provincia, la presidencia de la Delegación del Colegio Oficial de
Aparejadores de Levante en Castellón la siguió ostentando don
Antonio Rubert Cervera, quien el día 20 de enero de 1944 convocó a
los colegiados para que, además de
diferentes asuntos de trámite,
constara en acta el sentimiento de los
colegiados por el fallecimiento del
aparejador don Manuel Oliva Prades,
la celebración de un funeral por su
alma y la publicación de una esquela
en el periódico Mediterráneo. A la
sesión asistieron los
colegiados
señores:
Aragonés,
Benavent,
Alberich, Royo y Gámir.
Antonio Rubert Cervera
2º presidente del COAATIECS
HISTORIA DE NUESTRO COLEGIO
por Miguel Pastor
II
EL PRIMER COLEGIO DE APAREJADORES DE CASTELLÓN
Tal como se dijo en el capítulo I, el día 13 de mayo de 1940 nació
el Colegio de Aparejadores de Castellón presidido por don Emilio
Benavent, colegiado número uno de nuestra entidad, con fecha 14
de marzo de 1941. Aquel primer Colegio pudo ser una realidad a
partir de la Orden del Ministerio de la Gobernación de 9 de mayo
de 1940 que imponía la obligación de colegiarse a todos los
aparejadores para poder ejercer su profesión, al igual como ya se
venía exigiendo a los arquitectos desde el año 1929.
La misma orden en su artículo primero precisaba: “Hasta tanto se
constituyan los organismo oficiales que hayan de reemplazar en su
función a los colegios de Aparejadores, deberán estos seguir
ejerciendo el visado de todos los proyectos de obras”.
Así mismo en su artículo 2º se establecía: “Todas las asociaciones
de Aparejadores existentes se integrarán en Colegios profesionales
que se regularán desde la Dirección General de Arquitectura,
hasta tanto se integren, con carácter definitivo, en el adecuado
sistema de unidad sindical”. Sin embargo, aquella idea de sindicar
a todos los profesionales fue quedando en el olvido de los
legisladores y el gobierno de la nación eximió de la sindicación
corporativa a los profesionales que estuvieran agrupados en sus
respectivos colegios profesionales.
En fecha 14 de octubre de 1940 se renovó la junta de Gobierno
del Colegio de Aparejadores de Castellón siendo elegido don
Antonio Rubert Cervera como presidente , continuando don
Manuel Ortíz Alonso y don Manuel Oliva Prades con sus cargos
de secretario y tesorero respectivamente, entrando a formar parte
de la misma como vocal, el colegiado número siete: don José
Suárez Enrique.
EL PRESIDENTE DON ANTONIO RUBERT CERVERA
Don Antonio Rubert, presidente del Colegio de Aparejadores de
Castellón desde el 14 de octubre de 1940 hasta el 25 de junio de
1946, nació en Castellón de la Plana el 28 de febrero de 1914. Su
padre era maestro de obras y empresario de la construcción. El
joven Rubert compatibilizó durante algunos años el trabajo en la
empresa paterna, especializada en la construcción de obras
públicas, con los estudios de Magisterio. Su gran afición era la
práctica del fútbol, deporte en el que era conocido como el Chato
Rubert, pero no sentía ninguna vocación por la enseñanza, ni
tampoco deseaba continuar con la empresa de su padre, por lo que
al instaurarse el título oficial de Aparejador de Obras, a instancias
de quien había sido su maestro: don Severino Mercé, se matriculó
como alumno libre en la Universidad de Barcelona en 1932.
Finalizados sus estudios, trabajó en la dirección de numerosas obras
junto con la mayor parte de arquitectos de aquella época.
Durante su etapa como Aparejador del Excmo. Ayuntamiento de
Castellón de la Plana, fue nombrado jefe de Bomberos a la orden
del Arquitecto–Comandante don Luís Ros de Ursinos. Dirigió obras
municipales con los arquitectos Ros de Ursinos y Romaní, con el
que diseñó y dirigió las obras de la más importante red de
colectores de aguas residuales que nunca se había llevado a cabo
en la ciudad. También intervino en el expediente técnico para la
expropiación de los inmuebles que entonces estaban situados en la
actual plaza de Cardona Vives y dirigió los trabajos para su
demolición, con el fin de llevar a cabo el primer aparcamiento
público de la ciudad, situado en el subsuelo de la citada plaza.
Antonio Rubert siempre mostró un extraordinario amor por su
trabajo y el municipio. Era tal la confianza que mostraron las
distintas corporaciones municipales con este funcionario, que la
Comisión Permanente en una ocasión, tomó la decisión de
nombrarlo Arquitecto Municipal, acuerdo que como es natural
tuvieron que revocar los ediles al conocer la imposibilidad que
tenían los Ayuntamientos de convertir a los Aparejadores en
Arquitectos sin el correspondiente título académico.
Estadio Castalia.
Cines Rex
Cuartel del antiguo Regimiento Tetuán
Derrumbe Mercantil

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