El Cabildo catedralicio de Mallorca (1700-1750)

Transcripción

El Cabildo catedralicio de Mallorca (1700-1750)
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
El Cabildo catedralicio de Mallorca (1700-1750). Estudio de una élite
de poder durante el siglo XVIII*
The Cathedral Chapter of Mallorca (1700-1750). Study of a power elite
during the 18th century
Francisco José García Pérez
Universidad de Granada
Resumen: Este artículo pretende el estudio del Cabildo catedralicio de Mallorca
durante la primera mitad del siglo XVIII. En estas líneas, se analizan las características
de los canónigos, así como su evolución durante el Setecientos. Una época de grandes
cambios, que significó el inicio de un poder e influencia cada vez mayores.
Palabras clave: Cabildo, Mallorca, Obispo, Lulismo.
Abstract: This article seeks the study of the Cathedral Chapter of Mallorca during the
first half of the 18th century. Along these lines, the characteristics of the canons, as well
as their evolution are analyzed during the 18th century. A time of great change, which
meant the beginning of a power and increasingly greater influence.
Key words: Chapter, Mallorca, Bishop, Lullism.
*
Artículo recibido el 27 de mayo del 2014. Aceptado el 20 de julio del 2014.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
El Cabildo catedralicio de Mallorca (1700-1750)1. Estudio de una élite
de poder durante el siglo XVIII
Desde hace años, asistimos a una abundante producción historiográfica centrada
en el estudio de las élites eclesiásticas en la España Moderna. Las nuevas corrientes de
Historia Social están incidiendo, cada vez con mayor énfasis, en el análisis del clero
español, lo que se ha traducido en investigaciones rigurosas e innovadoras. En este
sentido, cada vez son más los historiadores e historiadoras que se acercan a una de las
instituciones eclesiásticas que ha gozado de mayor poder e influencia: los cabildos
catedralicios.
De hecho, el peso social y religioso de estos cuerpos colegiados no hizo sino
crecer con el paso de los Siglos Modernos. Bajo el amparo de un poder económico
envidiable y con una presencia prácticamente incuestionada sobre el resto de miembros
del estamento eclesiástico, el clero capitular sabía hacer valer su privilegiado estatus en
la cúspide para alcanzar sus ambiciones e intereses, llegando a iniciar enfrentamientos y
discordia con la dignidad episcopal de turno. Invadido, muchas veces, por las
ambiciones particulares y las facciones entre sus integrantes; convertido, otras tantas, en
un organismo totalmente cohesionado ante las adversidades externas, el Cabildo en la
España Moderna funcionaba como un organismo vivo. Y, a pesar de que el Concilio de
Trento mermó sus competencias en beneficio de los obispos, reforzó en aquella tesitura
su proyección social, mostrando un altísimo nivel de representación. Al fin y al cabo,
los cabildos eran los colaboradores necesarios de los prelados.
Este floreciente panorama historiográfico poco ha afectado al Cabildo
eclesiástico de Mallorca. Pese a su importancia en la vida religiosa de la isla, éste ha
sido sistemáticamente olvidado. Actualmente no existen estudios monográficos sobre
dicha temática2, por lo que continúa siendo necesario un análisis profundo de la realidad
social de los canónigos de la catedral, así como del papel que éstos llegaron a jugar en la
Mallorca moderna.
Valiéndome de fuentes documentales prácticamente inéditas, en estas líneas
pretendo rastrear un perfil sociológico lo suficientemente clarividente del rol que
desempeñaban los miembros capitulares durante la primera mitad del siglo XVIII, un
1
Agradezco la lectura y consejos aportados por los profesores Miguel L. López-Guadalupe y Rafael
Ramis Barceló. Las abreviaturas utilizadas en este artículo son las siguientes: ACM (Archivo Capitular de
Mallorca), ARM (Archivo del Reino de Mallorca), AMP (Archivo Municipal de Palma), BBM
(Biblioteca Bartomeu March), BSAL (Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana), ES/SL (Estudios
Lulianos/Studia Lulliana), MRAMEGH (Memòries de la Reial Acadèmia d’Estudis Genealògics, Històrics
i Heràldics).
2
Actualmente son muy pocos los estudios centrados en el clero catedralicio de Mallorca durante la Edad
Moderna. Véase Josep AMENGUAL I BATLE, Història de l’Església a Mallorca. Del Barroc a la
Il·lustració (1563-1800), Palma, Lleonard Muntaner, 2002, pps. 101-104; Pere de MONTANER, Una
conspiración filipista. Mallorca, 1711, Palma, Guillermo Canals, 1990, pps. 83 y ss.; Llorenç ALCINA,
“La formació teològica per al ministeri presbiteral en la història de l’Església de Mallorca”, Comunicació,
40-41, 1985, pps. 3-21; Joan ROSSELLÓ LLITERAS, “Estratificación social del clero de Mallorca”,
BSAL, 36, 1978, pps. 189-208; Maria BARCELÓ CRESPÍ & Gabriel ENSENYAT PUJOL, Clergues
il·lustrats. Un cercle humanista a l’entorn de la Seu de Mallorca (1450-1550), Palma, Col·lecció Seu de
Mallorca, 2014; José RAMIS DE AYREFLOR Y SUREDA, El canónigo don Antonio Figuera (16691747), Palma, imp. Viuda F. Soler, 1947; Pere XAMENA & Francesc RIERA, Història de l’Església de
Mallorca, Palma, Moll, 1986, pps. 173-175.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
período de gran trascendencia para el Cabildo mallorquín. No sin razón, fue durante
aquella época cuando el clero catedralicio, viéndose empujado por la propia evolución
política y social de la isla, consolidó su poder e influencia en la cúspide eclesiástica. Y
tanto fue así, que llegó a convertirse en un bastión de fuerza frente a todo proyecto
diocesano que se tradujese en una amenaza a sus intereses.
Organización y jerarquía del Cabildo capitular.
El clero catedralicio suponía un elemento clave en la vida religiosa de la
Mallorca moderna. Los canónigos supervisaban con celo el desarrollo de las grandes
procesiones, interviniendo siempre como parte activa en todo el cortejo ceremonial.
Asimismo, con el paso del tiempo, habían diseñado todo un boato religioso cada vez
más esplendoroso tras las puertas de la catedral; un ritual cargado de un aire sacro que
los encumbraba muy por encima del resto de miembros del clero. Como dignos hijos de
la élite eclesiástica mallorquina, los prebendados de la catedral tenían una clara
conciencia de grupo3 y disfrutaban de un estatus privilegiado. De igual modo, su
jurisdicción era pocas veces cuestionada en la diócesis, y disfrutaban de un nivel de vida
que les reportaba unos apetitosos recursos económicos4.
Desde sus inicios, los componentes del Cabildo eclesiástico de Mallorca sabían
perfectamente cuál era su lugar en la jerarquía que lo sustentaba. Además, conocían sus
deberes y privilegios, así como las rentas de las que disfrutaban por su prebenda. Sin
embargo, a nuestros ojos, “la realidad de las catedrales y de los cabildos eclesiásticos
que las gobernaban es compleja, variada, rica en matices” 5. Pese a las grandes
semejanzas que imperaban en la superficie, cada cabildo constituía una realidad propia
y condicionada por las características de su respectiva diócesis. Como podremos
comprobar, en el caso de Mallorca, fueron varios los aspectos que condicionaron la
evolución del clero capitular a lo largo de la Edad Moderna.
Los integrantes del Cabildo mallorquín se dividían en canónigos y beneficiados6.
Entre los primeros, existían los canónigos con dignidad, que desempeñaban unas
funciones concretas dentro de la catedral. Entre las dignidades, el deán representaba la
cabeza visible y era el máximo supervisor del clero capitular. “A él le correspondía, en
ausencia del titular del Obispado, presidir las reuniones. [...] Del deán dependen el resto
3
Cuando en 1706, el canónigo Joan Descallar fue arrestado en Ibiza por ciertos negocios turbios, el
Cabildo salió en su defensa y advirtió al Capitán General de Mallorca de que el clero capitular se hallaba
exento de otra jurisdicción que no fuera la episcopal: “La injuria hecha al clérigo [Joan Descallar], no
sólo es contra el mismo, si tambien contra el Obispo, contra toda la Universal Iglesia, y aún contra
Christo Nuestro Señor.(...) Luego igualmente podrá el Cabildo vindicar la ofensa hecha a su Capitular,
pues el Cabildo gerit vices totius cleri, se tiene por Conjunto”. BBM, Manifiesto en defensa del sincero
recto proceder del Cabildo de la Santa Iglesia de Mallorca, en los recursos que hizo a su Magestad,
exponiendo el agravio padecido en la detención y arresto de D. Juan Dezcallar, su canónigo coadjutor, s/f.
4
Maximiliano BARRIO GOZALO, El sistema beneficial de la Iglesia Española en el Antiguo Régimen
(1475-1834), Alicante, Publicaciones Universidad de Alicante, 2010, pps. 156-157.
5
José Manuel LATORRE CIRIA, “Perfiles de un grupo eclesiástico: los canónigos aragoneses del último
tercio del siglo XVIII”, Hispania Sacra, 61, 2009, p. 547.
6
En lo que respecta a los racioneros, situados por debajo de los canónigos en la jerarquía catedralicia, no
los estudiaré en este artículo, ya que, pese a sus conexiones con la catedral -siendo agregados de ésta-, no
constituyeron un elemento importante para el Cabildo.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
de los capitulares, teniendo jurisdicción sobre ellos en asuntos de pleitos y contiendas”7.
Entre sus funciones, debía asegurarse del buen comportamiento del resto de
componentes de la catedral tanto en el aula capitular como en el coro y durante los
oficios religiosos. En el caso de Mallorca, su figura asumió una fuerza vigorosa desde
principios del siglo XVIII. Hasta tal punto que llegó a convertirse en un elemento de
presión frente a la autoridad diocesana, como representante que era de los intereses del
Cabildo.
A continuación, hallamos al archidiácono. Presidía el coro junto al deán y, en
ausencia de éste, era el responsable del gobierno capitular. En Mallorca, esta dignidad
no fue especialmente significativa y cayó en desuso durante la segunda mitad del siglo
XVIII, volviendo a ser parte del clero catedralicio a inicios de la siguiente centuria8.
Dentro de las dignidades, localizamos otras de gran importancia como el
chantre, el sacristán o el tesorero. El primero de ellos tenía el encargo principal de
supervisar todos los elementos relacionados con el coro de la catedral. Más
concretamente, el chantre vigilaba la buena marcha de los oficios religiosos y, en
principio, también se ocupaba del mantenimiento de los mozos del coro. Durante la
Edad Moderna, muchas catedrales hispánicas dotaron a sus respectivos cabildos de una
canonjía que viniese a ayudar al chantre en sus funciones. Sin embargo, el llamado
sochantre9 terminó asumiéndolas prácticamente todas, convirtiendo a la dignidad de
chantre en un mero supervisor de este canónigo auxiliar10.
En otro ámbito, el sacristán debía “realizar los preparativos necesarios para
determinadas ceremonias y festividades del año litúrgico [...]. Se ocupaba también de
adquirir y reponer los objetos o materiales que se iban agotando o que tuviesen que ser
reemplazados”11. Su ámbito se reducía a la sacristía, tradicionalmente la “estancia en la
que se guarda el ajuar de culto, donde los ministros sagrados se revisten y donde se
organiza la procesión de entrada para los diferentes cultos a celebrar en el altar” 12. El
hecho de que la sacristía tuviese tanta importancia para el funcionamiento litúrgico de la
catedral, dotaba al sacristán de una gran responsabilidad. De igual modo, la dignidad de
tesorero también estaba ligada a la sacristía. A fin de cuentas, de él dependía el
mantenimiento de todos los objetos religiosos y reliquias, del vestuario de la catedral,
así como de reparar el tesoro dañado.
7
Cristóbal BELTRÁN ALMOZÁN & Juan TOLEDANO GALERA, “El Cabildo de la Catedral de Jaén
en el siglo XVI. Organización y funcionamiento”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 134,
1988, p. 39.
8
ACM, Libro de posesorios de las dignidades canónicas, sucentoría y pavordías de esta Santa Iglesia,
núm. 15.576, f. 1.
9
En Mallorca, el sochantre no tenía rango de canónigo, pese a lo cual portaba las mismas insignias que el
resto de capitulares. Joan ROSSELLÓ LLITERAS, “Estratificación social del clero de Mallorca”, BSAL,
36, 1978, pps. 189-208.
10
Iluminado SANZ SANCHO, “El Cabildo catedralicio de Córdoba en la Edad Media”, En la España
Medieval, 23, 2000, p. 195.
11
Francisca DEL BAÑO MARTÍNEZ, La sacristía catedralicia en la Edad Moderna: teoría y análisis,
Murcia, Universidad de Murcia, 2009, p. 109.
12
Ricardo FERNÁNDEZ GRACIA, “La sacristía de la catedral de Pamplona. Uso y función. Los
ornamentos”, Príncipe de Viana, 60, 1999, p. 349.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
A continuación, estaban los canónigos sin dignidad. Éstos formaban también
parte del Cabildo y constituían un número más elevado. Los canónigos también
participaban de la administración y supervisión de los asuntos temporales y espirituales
de la catedral. Y en lo que respecta a su organización, se regían por divisiones internas y
una estricta jerarquía que demarcaba perfectamente el orden de precedencia.
A inicios del siglo XVIII existían veintidós canonjías. En un ámbito amplio,
éstas se agrupaban por canonjías de oficio y sin oficio. Los canónigos de oficio eran
cuatro: penitenciario, lectoral, doctoral y magistral. Sus plazas se cubrían mediante una
oposición pública, que se anunciaba en las puertas catedralicias.
Durante la primera mitad del Setecientos, la catedral de Mallorca únicamente
tenía provistas las canonjías de penitenciario y lectoral. La primera ya había sido dotada
durante el siglo XVII, pese a que no funcionaba según las normas de concurso público,
sucediéndose mediante distintas prácticas patrimonializadoras13. Y la segunda se
instituyó durante la Guerra de Sucesión, en un momento de gran peso institucional y
social del Cabildo14. En lo que respecta a las canonjías magistral y doctoral, sólo en
1770 consiguieron verse provistas a instancias del obispo don Francisco Garrido de la
Vega15.
Cada uno de estos canónigos tenía una serie de deberes para con el Cabildo,
ligados irremediablemente a su prebenda. El canónigo penitenciario ejercía la asistencia
espiritual de los miembros de la catedral, así como la de otros ministros de la Iglesia si
así lo solicitaban. También debía acudir al confesionario, reservado a su persona en días
clave de la vida litúrgica como la Cuaresma o la Pascua. Las funciones del canónigo
lectoral estaban muy relacionadas con las Sagradas Escrituras. De hecho, debía dar
lecciones en la catedral, muchas veces los domingos o los días de fiesta señalados por el
obispo. El canónigo doctoral era uno de las más importantes dentro del Cabildo. Sobre
él recaía el asesoramiento jurídico del cuerpo capitular. Y en cuanto al canónigo
magistral, entre sus competencias estaba la de predicar los sermones a él asignados en la
catedral, para lo cual sólo aquéllos con el grado universitario de maestro o doctor en
Teología podían acceder a dicha prebenda16.
En lo que respecta a los canónigos sin oficio, a diferencia de otras catedrales
españolas, tenían una clara división interna. Su importancia dentro de la jerarquía
capitular quedaba limitada por su estratificación entre canonjías presbiterales,
13
Maximiliano BARRIO GOZALO, El sistema beneficial [...], op. cit., p. 52.
El primer canónigo lectoral fue don Joan Martorell, deán de la catedral desde 1695. Martorell asumió
dicha canonjía en virtud del decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 26 de agosto de 1713 y la
resolución capitular del 18 de abril de 1714. ACM, ACA, 1643, f. 39.
15
La incorporación de ambas canonjías magistral y doctoral en una época tan tardía como el último tercio
del siglo XVIII, resulta llamativa. Es, por tanto, una característica claramente diferenciadora de la
realidad del Cabildo mallorquín frente a otras catedrales hispánicas, que ya tenían en funcionamiento
dichas canonjías de oficio desde el siglo XVI, cuando no antes. Maximiliano BARRIO GOZALO, El
sistema beneficial [...], op. cit., p. 52.
16
María José OLIVARES TEROL, “Las canonjías de oficio y oposición en el XVI murciano”,
Murgetana, 91, 1995, p. 41.
14
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
diaconales y subdiaconales17, por lo que el orden siempre precedía a la antigüedad.
Asimismo, algunas de estas canonjías sin oficio eran fruto de las propias necesidades y
evolución del Cabildo mallorquín. Por ejemplo, y como ya he comentado, el sochantre –
o también llamado sucentor– vino a convertirse en un elemento auxiliar en las funciones
que en un principio estaban asignadas a la dignidad de chantre. De igual modo, existían
dos canonjías de gracia, reservadas a los pavordes del coro del obispo y del arcediano.
Éstos tenían una función representativa y simbólica dentro de la catedral. Su lugar en el
coro estaba al lado del obispo y del archidiácono, respectivamente. Además, debían
representar a uno y a otro, cuando no se hallasen físicamente presentes en el coro. Pese
a todo, sus funciones principales eran meramente protocolarias y no tenían acceso a las
reuniones en capítulo.
La extracción social del clero capitular.
Durante la Edad Moderna, la gran mayoría de los cabildos eclesiásticos de la
Europa católica se habían convertido en auténticos centros de poder y riqueza. Los
privilegios que reportaba el ingreso en el seno de una catedral, iban acompañados de
unos recursos económicos nada desdeñables. Por lo tanto, pertenecer al clero capitular
era, sin lugar a dudas, una inversión segura. No era extraño, entonces, que los miembros
de la nobleza ambicionasen controlar las prebendas capitulares. Colocando a sus
vástagos entre las filas de la élite catedralicia, podían conseguir un futuro prometedor
para sus hijos menores y, al mismo tiempo, intervenir a través de ellos en muchas de las
decisiones que se tomaban en el aula capitular. De ese modo, se repitió una dinámica
que no hizo sino perpetuarse a lo largo de los Siglos Modernos: la monopolización de
las prebendas por miembros de la aristocracia18.
A lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, muchos cabildos de la España
borbónica se basaron en estas prácticas, muy arraigadas desde los siglos anteriores. De
hecho, los ejemplos son sobrados. Desde época medieval, los canónigos de la catedral
de Toledo eran, en su mayoría, “hijos de las principales familias aristocráticas,
generalmente segundogénitos”19; el cabildo valenciano había privilegiado la entrada en
el seno capitular a miembros de la alta nobleza desde finales de la Edad Media 20; en
Jaén casi las tres cuartas partes de los prebendados eran de origen nobiliario21; y los
17
En otras catedrales no se utilizaba esta subdivisión, y el grado de precedencia dependía de la
antigüedad del canónigo en la posesión de su prebenda. Maximiliano BARRIO GOZALO, El sistema
beneficial [...], op. cit., p. 52.
18
Siguiendo al historiador Pere de Montaner, utilizaré el término “aristocracia” para englobar a todos los
miembros del brazo noble, integrando a los diferentes estratos que lo componían. En este sentido, el
denominado “brazo noble” acogía a una variada gama de grupos sociales, desde la nobleza propiamente
dicha, pasando a sectores que pueden ser definidos más como “para-nobiliarios”, en especial mercaderes
ricos que habían alcanzado el grado de ciudadanos militares. Véase Pere de MONTANER, “La estructura
del brazo noble mallorquín bajo los Austrias”, Estudis Baleàrics, 27, 1998, pps. 3-38.
19
María José LOP OPÍN, “Un grupo de poder a fines de la Edad Media: los canónigos de la Catedral de
Toledo”, Anuario de Estudios Medievales, 35, 2, 2005, p. 638.
20
Vicente PONS ALÓS & Mª Milagros CÁRCEL ORTÍ, “Los canónigos de la catedral de Valencia
(1375-1520). Aproximación a su prosopografía”, Anuario de Estudios Medievales, 35/2, 2005, p. 913.
21
Arturo MORGADO GARCÍA, “Vida de canónigo. Percepción, origen y status de vida del alto clero
durante el Antiguo Régimen”, en Francisco José ARANDA PÉREZ (coord.), Sociedad y élites
eclesiásticas en la España Moderna, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, p. 85.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
cabildos gallegos se convirtieron en auténticos “reductos de un grupo de linajes”22, más
interesados en administrar sus riquezas y asentar un poder que no dejaba de crecer.
La catedral de Mallorca no constituía una excepción. Todo lo contrario, a inicios
del Setecientos el clero catedralicio mallorquín también provenía en su mayoría del
denominado brazo noble23. Gran parte de sus filas las integraban parientes de la nobleza
titulada, los caballeros y la aristocracia ciudadana –también conocidos como ciutadans
militars–. Esta amplia mayoría de hijos de la nobleza convirtió la institución capitular
en una corporación claramente aristocrática24. Un reducto reservado a la flor y nata
mallorquina, que distaba mucho de representar los intereses de la mayoría del clero.
Pese a su corporativismo implícito, el origen y la familia eran elementos
importantes dentro del Cabildo; y por ello los capitulares relacionados con el brazo
noble siempre recibían unos tratamientos que se sumaban a los de rigor, reservados al
alto clero. Entre éstos, el uso del “don” delimitaba perfectamente su ilustre origen
social. Bajo los Austrias, el “don” había distinguido con claridad a la alta aristocracia25.
Sólo la nobleza propiamente dicha lo utilizaba. Sin embargo tras la entronización de los
Borbones, su uso se había extendido también a otros estamentos26. Los caballeros, que
durante siglos habían disfrutado del característico “magnífico”, también asumieron el
“don” como propio, al igual que los ciudadanos militares. Por lo tanto, cuando
analizamos el tratamiento que recibieron los canónigos de la catedral durante la primera
mitad del siglo XVIII, debemos tener en cuenta esta premisa.
Haciendo un balance aproximado de los datos, no eran pocos los canónigos que
disfrutaban de tal honor. Ya sólo entre 1700 y 1750 el 80% de canónigos recibían esta
distinción27. De igual modo, prácticamente el 95% de las dignidades portaban este
ilustre prenotado, monopolizando el acceso de los hijos del brazo noble. Y si bien se
hace complicado perfilar al detalle la extracción social en función de estamentos
nobiliarios, es importante tener en cuenta el amplio predominio de dignidades y
canónigos pertenecientes a la aristocracia, lo que dice mucho de la naturaleza,
ambiciones y poder del Cabildo mallorquín.
Otro elemento que ayuda a detectar el carácter nobiliario del Cabildo, son los
apellidos que conforman la nómina catedralicia. A lo largo de la Edad Moderna,
muchos hijos menores de los grandes linajes mallorquines –que se habían cohesionado
22
Ofelia REY CASTELAO, “Edad Moderna: Iglesia y religión”, en Marco Virgilio GARCÍA
QUINTELA (coord.), Las religiones en la historia de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, 1996,
p. 163.
23
Josep AMENGUAL I BATLE, Història de l’Església […], op. cit., p. 102.
24
El historiador Pere de Montaner llegó a ser más categórico, afirmando que la clara totalidad de sus
miembros formaba parte de las filas del brazo noble mallorquín: “las listas de los canónigos demuestran
que pertenecían en su totalidad a familias nobles, caballeros, ciudadanos militares y ricos mercaderes”.
Pere de MONTANER, Una conspiración filipista. Mallorca 1711, Palma, Guillermo Canals, 1990, p. 83.
25
Antònia MOREY TOUS, “La composició de la noblesa mallorquina al segle XVIII i la seva condició
de grup terratinent hegemònic”, BSAL, 53, 1997, p. 153.
26
Pere de MONTANER, “Senyor a Mallorca: un concepte heterogeni”, Estudis Baleàrics, 34, 1989, p.
10.
27
El uso del término “magnífic”, reservado a los caballeros, ya no aparece durante la primera mitad del
Setecientos. Al parecer, la extensión del prenotado de “don” al estamento caballeresco, dejó en desuso al
primero. Ibídem.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
en las llamadas Nou Cases desde 172728– formaron parte del clero capitular. Como
podemos imaginar, el período inmediato a la instauración de la dinastía borbónica no
cambió esta dinámica. Uno de los casos más clarividentes es el de la familia Despuig.
Los condes de Montenegro y Montoro introdujeron en la catedral a sus vástagos
menores, así como a sus familiares directos, consiguiendo para ellos grandes beneficios
económicos derivados de las prebendas. Por ejemplo, don Joan Despuig y Fortuny fue
elevado a la dignidad de deán en 175129, y su hermano don Ramón Despuig y Fortuny
disfrutó de la dignidad de chantre desde 175030. De igual modo, la familia Togores
monopolizó la dignidad de sacristán31 durante prácticamente toda la centuria, pasando
de tío a sobrino mediante distintas prácticas que analizaré posteriormente.
Frente a una resonante mayoría aristocrática, entre las filas del clero capitular
había una proporción menor de capitulares –aproximadamente un 20% de sus
miembros– que provenía del denominado Brazo Real. Se trataba de canónigos sin una
ascendencia social tan ilustre, pero que suplían esas carencias de diversos modos. Por
un lado, algunos hijos de grandes mercaderes habían conseguido infiltrarse en el clero
catedralicio gracias a las fortunas de sus progenitores. Un ejemplo paradigmático es el
del canónigo Antonio Figuera, hijo de una poderosa familia mercantil, que accedió a
una canonjía presbiteral en 1690, tras años como coadjutor32. La inferioridad de rango
de estas familias se veía compensada por “la preeminencia, rango y fastuosidad con que
podían las mismas vivir, debido ciertamente a los beneficios que sus negocios
mercantiles les iban proporcionando”33. De igual modo, la familia Barceló, muy ligada
en el siglo XVIII a la figura del almirante Antonio Barceló, pudo introducirse también
en la catedral.
Otro modo de formar parte del clero capitular era ostentando un grado
universitario. En el Antiguo Régimen, uno de los criterios que teóricamente se tenían en
cuenta a la hora de convertirse en miembro de un cabildo eclesiástico, era la formación
académica del clero. En esencia, desde Trento todas las dignidades y la mitad de
canonjías debían conferirse a candidatos que estuviesen graduados de maestro, doctor o
licenciado en teología o derecho canónico. Sin embargo, en la práctica, este criterio no
se cumplía en su totalidad34. Más bien, en el siglo XVIII, aquéllos que reunían este
requisito eran una minoría. Por lo tanto, ostentar uno de esos grados confería una doble
ventaja: por un lado, dotaba al candidato de cierta autoridad cultural; por el otro, no eran
pocos quienes se valían de sus contactos en los círculos universitarios para formar parte
del Cabildo. Hombres de pasado menos ilustre que se amparaban en el apoyo de un
28
Durante las primeras décadas del siglo XVIII, y después de que la nobleza mallorquina se enzarzase en
enfrentamientos y banderías durante la Guerra de Sucesión, las grandes familias habían perseguido la
cohesión grupal. Hasta tal punto fue así, que en 1727, el Capitán General, por aquel entonces el marqués
de Casafuerte, llegó a forzar la unión de los principales linajes de la isla, a través del pacto que se
denominó de las Nou Cases, potenciando políticas fuertemente endogámicas entre las grandes casas
mallorquinas. Los principales linajes que componían el pacto de unión endogámica eran: Zaforteza, Verí,
Sureda, Sureda de Sant Martí, Berga, Cotoner, Salas, Dameto y Togores. Antònia MOREY TOUS, “La
noblesa mallorquina als segles XVIII i XIX”, MRAMEGH, 7, 1997, p. 61.
29
ACM, Libro de posesorios de las dignidades [...] op. cit., f. 7v.
30
Ibídem, f. 12.
31
Ibídem, f. 4v.
32
Véase José RAMIS DE AYREFLOR Y SUREDA, El canónigo don Antonio Figuera (1669-1747),
Palma, imp. Viuda F. Soler, 1947.
33
IDEM, “El canónigo don Antonio Figuera (1669-1747)”, BSAL, 29, 1944-1946, p. 74.
34
Maximiliano BARRIO GOZALO, El sistema beneficial [...], op. cit., p. 102.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
profesor universitario emparentado con la nobleza, que pudiese introducirles mediante
prácticas clientelares muy corrientes en el Antiguo Régimen.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, el número de candidatos con los
correspondientes grados dentro del Cabildo fue relativamente bajo. Entre las dignidades,
sólo una de ellas tenía el grado de doctor y pertenecía a la aristocracia mallorquina35.
Pero más importante aún, de los trece casos constatados de canónigos con grado
universitario, sólo cinco de ellos tenían una ascendencia social más humilde, carentes
del prenotado de “don” característico de los miembros del brazo noble a lo largo del
Setecientos.
Formas de acceso y patrimonialización de las prebendas.
A inicios del siglo XVIII existían diferentes vías para la provisión de las
prebendas capitulares. Teóricamente, las disposiciones establecidas en el Concilio de
Trento habían perfilado los criterios exigibles a todo candidato que optaba a una
prebenda capitular36. En el caso de las canonjías de oficio estaban sujetas a unas
oposiciones y sometidas a unos estrictos exámenes que, en esencia, mantenían un
sistema de provisión más cercano al mérito que al clientelismo. Sin embargo, el caso de
las dignidades y el resto de canonjías fue muy distinto. En el universo catedralicio
español se experimentó un imparable aumento de prácticas que perseguían la
patrimonialización de las prebendas capitulares.
Se trataba de estrategias destinadas a convertir dichos beneficios en similares a
una propiedad más que se sucedía a voluntad, de un canónigo a otro. De hecho, las
prebendas “constituían un medio muy atractivo con el que contentar a pedigüeños de la
recomendación y el favoritismo, agradecer favores recibidos o colocar familiares y
amigos deseosos de una situación económica sosegada”37. Dicho de otro modo, éstas
eran un instrumento muy útil para reforzar las redes clientelares tan características de la
sociedad del Antiguo Régimen.
A inicios del Setecientos, existían diferentes vías que aseguraban la sucesión en
la prebenda. La más común de todas era la coadjutoría. Esta práctica se basaba en la
idea de que cuando “un canónigo estaba enfermo o había llegado a una edad en la que
no podía atender a sus obligaciones se le permitía nombrar un coadjutor” 38. Éste era ya
miembro del Cabildo y terminaba sucediendo al titular en la prebenda. Entre sus
funciones y privilegios, el coadjutor actuaba como si del principal se tratase, asumiendo
sus deberes y responsabilidades, ahora bien, no tenía poder de decisión sobre el destino
35
Se trata del tesorero don Josep de Pueyo, que llegó a convertirse en vicario general del obispo don José
Fernández Zapata. ACM, Libro de posesorios [...], op. cit., f. 13.
36
Maximiliano Barrio Gozalo perfila los criterios básicos de los candidatos a una prebenda capitular: “las
dignidades que tenían cura de almas sólo podían conferirse a quienes hubieran cumplido veinticinco años,
estuvieran ordenados in sacris y tuvieran formación y ciencia que requería el recto cumplimiento de su
oficio, y sus costumbres fueran de una integridad probada”. A esto se le sumaba un idóneo bagaje cultural
que se traducía en la posesión de un grado universitario, así como un linaje familiar exento de todo nexo
con conversos o castigados por la Inquisición. Maximiliano BARRIO GOZALO, El sistema beneficial
[...], op. cit., p. 102.
37
Arturo MORGADO GARCÍA, “Vida de canónigo [...]”, op. cit., p. 79.
38
Luis Javier CORONAS VIDA, “Los miembros del cabildo de la catedral de Jaén (1700-1737)”,
Chronica Nova, 18, 1986-1987, p. 105.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
del beneficio39. Esta estrategia permitió la creación de auténticas dinastías, que
reforzaron los lazos de parentesco colateral –en la mayoría de ocasiones sucediéndose
en la prebenda tío y sobrino–. Veamos el alcance de las coadjutorías en la vida capitular
mallorquina:
Acceso a prebendas mediante coadjutoría entre 1700 y 175040
Núm. de
Miembros
Núm. de
coadjutorías
Arcediano
2
Deán
4
DIGNIDADES
Sacristán
2
1
1
1
Chantre
4
Tesorero
3
Total
15
1
0
4
CANONJÍAS SIN OFICIO
5
Pavorde
coro del
obispo
10
Pavorde
coro del
arcediano
5
0
2
2
Presbiteral
Diaconal
Subdiaconal
Sochantre
Núm. De
Miembros
24
14
14
Núm. de
coadjutorías
14
6
6
Total
72
30
Como puede verse en la tabla anterior, la coadjutoría era una práctica que se
utilizaba a menudo dentro del Cabildo. Su uso se hizo más extensible en las canonjías,
donde aproximadamente el 40% de los que se sucedían en ellas durante la primera mitad
del siglo XVIII, se valieron de esta práctica. La mayoría de las veces se trataba de una
transmisión concertada entre parientes consanguíneos, es decir, tíos que, llegados a una
cierta edad, convertían a sus sobrinos en coadjutores y los preparaban para asumir la
prebenda una vez ellos hubiesen muerto o renunciado a ella.
En el caso de las dignidades, la coadjutoría no fue una práctica determinante.
Pese a todo, esto no debe llevarnos a engaño. El que las dignidades no se valiesen tan
corrientemente de la coadjutoría, no significa que no persiguiesen los mismos fines
patrimonializadores. Por ejemplo, la familia Togores monopolizó el acceso a la
39
Antonio IRIGOYEN LÓPEZ, Entre el cielo y la tierra, entre la familia y la institución: el cabildo de la
catedral de Murcia en el siglo XVII, Murcia, Universidad de Murcia, 2001, p. 50.
40
En la tabla no se incluyen las canonjías de oficio, ya que, durante la primera mitad del siglo XVIII no
existía en el Cabildo mallorquín la figura del canónigo magistral y doctoral. Y en lo que respecta a las
canonjías penitenciaria y lectoral, la primera se proveía mediante oposición, y de la segunda, pese a que
su sucesión no se basó en el concurso público hasta el último tercio del siglo XVIII, no se tiene
constancia de que se proveyese a partir de la coadjutoría. He incluido en la tabla el caso de las pavordías
del coro del obispo y del arcediano, las llamadas canonjías de gracia, que asumieron un peso importante
en la catedral como forma de ascenso en la jerarquía capitular. De modo contrario, no he incluido a los
racioneros, ya que estaban excluidos del cabildo propiamente dicho y su provisión no aparece reflejada en
el libro de posesorios de dignidades y canonjías. Elaboración propia.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
dignidad de sacristán durante todo el siglo XVIII, y todo ello sin valerse de la
coadjutoría como estrategia para conseguirlo41.
Junto con la coadjutoría, se daba también la resigna, que consistía “en una
especie de dimisión, pero en la que el dimisionario nombra a su sucesor”42. El poseedor
de la prebenda renunciaba a ella y el Papa, ya informado del sucesor elegido, lo
designaba mediante bulas apostólicas. Esta vía de acceso no fue especialmente utilizada
en el Cabildo mallorquín durante la primera mitad del siglo XVIII. La mayoría de casos
constatados se dieron en las pavordías del coro. Como las canonjías de gracia eran un
escalafón muy bajo dentro de la jerarquía capitular, es lógico pensar que sus poseedores
renunciasen a ellas para ascender a un puesto de mayor categoría; eso sí, asegurando su
sucesión a un familiar. Un ejemplo claro vuelve a darse con la familia Despuig, en
concreto con los hermanos Joan y Ramon Despuig y Fortuny. En 1733, el mayor de los
hermanos, Joan, era pavorde del coro del obispo. Ambicionando ascender en la
jerarquía catedralicia, se hizo con la sochantría y, para asegurar el futuro de su hermano
pequeño, utilizó la resigna para cederle la pavordía que él abandonaba43. Unos años
después, Joan Despuig vio la oportunidad de continuar ascendiendo. Así que una vez
consiguió sus objetivos, volvió a valerse de la resigna para convertir a Ramón en
sochantre de la catedral44.
Otra de las formas de acceso a la catedral de Mallorca fue el ascenso a puestos
clave del Cabildo por parte de reyes y obispos. En la Seo, una de las canonjías estaba
siempre reservada a la provisión real45. Esto se traducía claramente en un mecanismo de
intromisión regia dentro de las puertas de la catedral. Y con el paso del siglo XVIII, el
número de canónigos que accedieron gracias a la intervención del monarca fue
creciendo paulatinamente.
Por otro lado, las provisiones hechas por obispos fueron más comunes y jugaron
un papel más significativo en las vías de acceso a una prebenda catedralicia. A lo largo
de la Edad Moderna, éstos ostentaron gran autoridad y capacidad de intervención sobre
el clero capitular; a fin de cuentas, representaban la cabeza visible de la diócesis. En
absoluto era extraño que el prelado de turno concediese canonjías y dignidades como
recompensas por servicios prestados, favores o ascensos. Todo lo contrario, hasta tal
punto eran clave estas redes episcopales, que llegaron a ejercer “un rol muy importante
en el desarrollo de las carreras eclesiásticas de no pocos individuos y el propio estado
moderno se servía de ellas en su búsqueda de efectivos”46. Todo dependía de la fuerza
del mitrado, de sus relaciones con un grupo de individuos tan receloso de sus privilegios
como era el Cabildo y, por supuesto, de su capacidad de actuación a la hora de
conseguir sus objetivos.
En Mallorca también se dieron estas provisiones episcopales, aunque, sin
embargo, resonó con mayor fuerza la promoción capitular ejercida por obispos oriundos
41
ACM, Libro de posesorios [...], op. cit., f. 4 v.
José Manuel LATORRE CIRIA, “Perfiles de un grupo [...]”, op. cit., p. 559.
43
ACM, Libro de posesorios [...], op. cit., f. 85.
44
Ibídem, f. 82 v.
45
Se trataba de una canonjía diaconal, siempre reservada a la provisión real. Ibídem, f. 58.
46
Antonio J. DÍAZ RODRÍGUEZ, El clero catedralicio en la España Moderna: los miembros del
cabildo de la catedral de Córdoba (1475-1808), Murcia, Universidad de Murcia, 2012, p. 209.
42
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
de la isla. En la diócesis, el pueblo no tenía por costumbre recibir a prelados nacidos
allí; todo lo contrario, “con los decretos de Nueva Planta y la pretendida uniformidad
centralista, […] desaparece el privilegio de extranjería y el monarca nombra
mayoritariamente obispos castellanos para las diócesis aragonesas” 47. De hecho, de los
siete obispos que ocuparon la mitra durante los primeros cincuenta años del siglo XVIII,
sólo uno de ellos había nacido en Mallorca. Esta circunstancia tan especial, que
generaba gran júbilo popular, era también una ocasión excelente para que las familias de
la aristocracia colocasen a sus vástagos en el cuerpo catedralicio.
Uno de los casos más claros fue nuevamente el de la familia Despuig. En 1750,
había sido nombrado como obispo de Mallorca Llorenç Despuig i Cotoner (1750-1763),
nacido en la isla y miembro de una de las familias nobiliarias más importantes. Cuando
hizo su solemne entrada en Palma, una de las primeras medidas que tomó estuvo
dirigida al Cabildo. Cabe referirse a la colocación de sus familiares en puestos clave de
la sede capitular48. De ese modo, y habiendo quedado vacantes las dignidades de deán y
de chantre, colocó a dos de sus primos, Joan y Ramon Despuig i Fortuny49,
respectivamente. Asimismo, dejó sentir su influencia sobre el resto de dignidades y
canónigos para promocionar a don Pasqual Descallar, anteriormente pavorde del coro
del obispo, a una canonjía presbiteral50.
Estas prácticas ejercidas por los obispos de Mallorca, y en especial por prelados
oriundos como Despuig, perseguían un fin doble: por un lado, los obispos utilizaban las
prebendas como recompensas –no sin razón entrar a formar parte del Cabildo suponía
grandes frutos económicos–, que mantuviesen activa la compleja maquinaria
catedralicia. De ese modo, los miembros del Cabildo podían valerse de las promociones
episcopales para ascender en el cursus honorum capitular, colocando a un familiar en su
lugar. Sin embargo, los prelados no utilizaban las prebendas para único goce del clero
capitular. A lo largo y ancho del territorio hispánico, y concretamente en la diócesis
mallorquina, los prelados llegaron a ser claramente conscientes de la ascendencia social
y religiosa que tenía el Cabildo. De hecho no habían sido pocos los enfrentamientos
entre obispos y canónigos en la Mallorca moderna51. Por tanto, estos nombramientos
eran un modo de ganarse a los canónigos en su causa y limitar las embestidas del alto
clero. A fin de cuentas, los capitulares representaban la continuidad frente al paso
transitorio de los obispos.
En síntesis, las prebendas capitulares constituyeron un buen negocio. La
sociedad mallorquina de Antiguo Régimen, y en especial los grupos privilegiados que
monopolizaban el Cabildo catedralicio, siempre las vieron como potenciales
patrimonios familiares, destinadas a sucederse de un canónigo a otro, y mejor que mejor
si era entre miembros de una misma familia. De ese modo, las estrategias que se
47
Maximiliano BARRIO GOZALO, “La jerarquía eclesiástica en la España Moderna. Sociología de una
élite de poder (1556-1834)”, Cuadernos de Historia Moderna, 25, 2000, p. 36.
48
Debe tenerse presente que Despuig fue canónigo en su juventud. Por lo tanto, y al contrario que otros
obispos, conocía perfectamente las redes clientelares y los intereses que se respiraban en el aula capitular.
No es de extrañar, por tanto, que persiguiese instrumentalizar la influencia y ambición del clero
catedralicio en su beneficio. ACM, Libro de posesorios [...], op. cit., f. 22.
49
Ibídem, f. 7 v.
50
Ibídem, f. 24 v.
51
Josep AMENGUAL I BATLE, Història de l’Església [...], op. cit., p. 103.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
utilizaban para garantizar la sucesión fueron diversas, y todas ellas integradas en el día a
día del clero capitular.
Disputas y ámbitos de jurisdicción.
El Cabildo catedralicio era, sin lugar a dudas, uno de los elementos que
cimentaban la cúspide eclesiástica. Su poder e influencia religiosa y social eran
prácticamente incuestionados, y todos los miembros del clero secular miraban a los
canónigos de la catedral con cierta veneración y una clara conciencia de inferioridad
jerárquica. Sin embargo, el clero capitular no monopolizaba la cúspide; todo lo
contrario, debía compartirla con otro gran poder: los obispos.
En sus inicios medievales, los cabildos eclesiásticos habían nacido como cuerpos
colegiados unidos a los prelados, que tenían la función principal de asesorarles. El
Cabildo mallorquín continuó las pautas establecidas por sus homólogos en los otros
territorios de la Corona de Aragón. En sus primeros años, contaba con prerrogativas de
relevancia en la diócesis. Por ejemplo, eran los canónigos quienes elegían a los obispos
de Mallorca. Llegado un momento, las tendencias cada vez más centralizadoras de
papas y reyes frenaron esta situación52. Sin embargo, esta limitación de competencias
en nada afectó a sus ansias de autonomía. Muy al contrario, con el tránsito a la Edad
Moderna se testimonió un acusado alejamiento del poder episcopal. Su separación
económica y de la vida común con el obispo únicamente contribuyó a aumentar su
poder de actuación. De ese modo, la institución capitular se perfeccionó, al igual que
ocurriese en otros territorios, y adquirió “mayor independencia del obispo, […] de
forma que el tema de su excepción de la jurisdicción episcopal será motivo de continuos
conflictos entre ambos poderes a lo largo de los siglos”53. La sumisión a los diocesanos
por parte de un clero capitular cada vez más poderoso y rico se vio poco a poco puesta
en duda. Y con cada siglo que pasaba, el Cabildo desarrolló unos intereses y ambiciones
muy particulares que definieron las directrices de sus políticas a lo largo de la Edad
Moderna.
Durante los siglos XVI y XVII, el Cabildo tomó parte activa en los grandes
acontecimientos que se sucedieron en el Reino de Mallorca. Pese a que su ámbito de
jurisdicción se reducía a la Seo, su ascendiente social lo llevó a implicarse cada vez más
intencionadamente en el gobierno de la diócesis. Hasta tal punto que se perfiló como un
contrapoder efectivo a las disposiciones diocesanas.
Uno de los momentos de mayor hegemonía se producía durante las vacantes
episcopales. Los períodos de absentismo entre la partida –o muerte– de un obispo y la
llegada de su sucesor generaban un gran recelo para las instituciones políticas de
Mallorca54. No sin razón, la autoridad que encarnaban los prelados se veía de súbito
difuminada y se producía un vacío de poder que podía hacer peligrar la frágil estabilidad
del clero mallorquín. Ante tal panorama, el control de la diócesis pasaba al vicario
general sede vacante, cargo que la mayoría de las veces era ocupado por un miembro
del Cabildo. En ocasiones, el mismo deán, como presidente de la catedral, asumía esta
52
Pere XAMENA & Francesc RIERA, Història de l’Església de Mallorca, Moll, Palma, 1986, p. 82.
Maximiliano BARRIO GOZALO, El clero […], op. cit., p. 199.
54
Joan ROSSELLÓ LLITERAS, “Estratificación social del clero de Mallorca”, BSAL, 36, 1987, p. 192.
53
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
pesada carga sobre sus espaldas. Y una vez el nuevo obispo hacía su entrada oficial en
la ciudad de Palma, el sistema de poderes eclesiásticos quedaba de nuevo restituido.
El siglo XVIII abrió cambios sustanciales en los equilibrios de poder existentes
en el alto clero. Durante la primera mitad de la centuria, el Cabildo se vio empujado a
asumir una dura prueba que iba a redefinir sus dinámicas de actuación durante el resto
del Setecientos. El estallido de la Guerra de Sucesión Española y el creciente
faccionalismo entre los miembros del estamento eclesiástico fueron elementos que
contribuyeron a convulsionar la tradicional convivencia de la jerarquía eclesiástica.
En 1708, en plena contienda por la sucesión al trono de España, y con la isla
decantada por la causa austracista, el obispo Francisco de Portilla (1701-1712), fiel a
Felipe V, se vio obligado a marcharse de Mallorca55. Sabiendo que su estancia podía ser
larga, dejó en su lugar a un vicario general sede vacante56: el canónigo don Bartomeu
Bauçà.
Una vez más se producía la transición de poderes. Sin embargo, lo que
inicialmente tomó la forma de un nuevo absentismo temporal del prelado, se convirtió
en un período de excepción para el Cabildo capitular. Los cuatro años en los que no
hubo obispo en Mallorca, lo dotaron de un poder inesperado. En efecto, los canónigos
tenían ahora en sus manos el gobierno religioso de la isla y sólo el vicario general sede
vacante podía frenar sus intereses; cosa poco probable teniendo en cuenta que Bartomeu
Bauçà era canónigo penitenciario de la catedral57.
Esta pretendida autonomía capitular se vio reforzada por las propias condiciones
bélicas. Mientras el obispo Portilla, ahora exiliado en Barcelona, intentaba regresar a su
diócesis, el archiduque Carlos de Austria ignoraba sus demandas y depositaba su total
confianza en el Cabildo mallorquín. En una carta enviada a los canónigos, don Carlos
les demandaba su colaboración con el lugarteniente de Mallorca designado por él, el
conde de Zavellá:
He resuelto elegirle por mi lugarteniente y capitán general en el [Reino de
Mallorca], de que he querido avisaros [a los canónigos], encargándoos por lo que será
de mi Real agrado le asistáis en todo lo que conduzca a mi servicio, como así me lo
promete vuestra innata fidelidad58.
Viéndose garantes de unas atribuciones tradicionalmente reservadas a los
obispos, los canónigos consolidaron su ascendencia religiosa y social hasta límites
insospechados.
55
Pere XAMENA & Francesc RIERA, Història de l’Església [...], op. cit., pág. 168.
Durante la Guerra de Sucesión, la diócesis mallorquina había quedado como sede impedida, es decir,
que no podía ejercerse la labor pastoral. Esta situación se daba en distintas ocasiones, principalmente en
épocas de guerra, destierro o incapacidad del prelado. Después de que la isla se decantase por la causa
austracista –incluyendo al mismo Cabildo catedralicio–, el obispo Portilla, decidido filipista, se había
visto obligado a huir a Barcelona, interrumpiendo su gobierno diocesano. En este caso, los canónigos de
la catedral siempre trataron la ausencia de su prelado como una nueva sede vacante –y así lo reflejaron en
las actas capitulares–. De ese modo, mantendré el término en el texto, pero dejando constancia de la
especial situación que realmente se vivía en la diócesis. Antonio FURIÓ I SASTRE, Episcopologio de l
[…] op. cit., p. 461.
57
ACM, Libro de posesorios [...], op. cit., f. 31.
58
ACM, ACA, 1643, f. 69.
56
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
Sin embargo, la situación para ellos tampoco era sencilla. Por un lado, se daban
excesos diarios entre los miembros del clero secular y regular que no dejaban de
aumentar. La polarización social que se vivía por aquel entonces en la isla había
afectado en gran medida al bajo clero mallorquín. Los púlpitos de las iglesias
parroquiales habían generado una violenta propaganda en pos de un bando u otro y las
órdenes religiosas se enzarzaban en disputas que afectaban a distintos ámbitos sociales.
Asimismo, se palpaba una dejadez creciente en las costumbres religiosas del estamento
eclesiástico; una situación caótica que había llegado a la mismas puertas de la catedral.
A menudo, el ceremonial litúrgico se veía afectado por alguna novedad desafortunada y
el clero parroquial se alejaba de la línea trazada por el Cabildo, aumentando así los
desaires e insubordinaciones59. Para frenar esta situación, el Cabildo implantó una serie
de disposiciones que atajasen esta situación, como por ejemplo la de obligar a todos los
presbíteros beneficiados a asistir en el traslado de las reliquias religiosas en las
procesiones a partir de unos turnos rotatorios60.
Cuando Francisco de Portilla murió sin haber visto cumplido su deseo de
retornar a Mallorca, fue elegido un nuevo obispo. Don Atanasio de Esterripa (17111721) llegaba a la isla en 1712 y restituía la jurisdicción diocesana una vez más. Sin
embargo, tantos años de autoridad incuestionada habían dejado huella en el Cabildo y
sólo el tiempo lo demostró. Ante la entrada de las tropas felipistas en Mallorca y su
sometimiento definitivo a la dinastía borbónica, los canónigos se atuvieron a colaborar
ciegamente con el nuevo prelado en la salvaguardia de todo el entramado religioso de la
isla61. Sin embargo, una vez quedaron atrás los años de posguerra, los canónigos se
mostraron menos flexibles a las tentativas de los obispos de imponer su jurisdicción
como máxima cabeza visible. En este sentido, el período de gobierno de la diócesis del
obispo Fernández Zapata (1722-1729) inauguró una época de fricciones en lo más
granado del poder religioso, que no hicieron sino crecer.
Fernández Zapata se había caracterizado por ser un hombre rígido y poco
flexible, muy preocupado por el bienestar moral del clero isleño. Sus políticas
episcopales, que afectaron a todos los ámbitos de la diócesis, pronto fueron vistas con
recelo por los miembros del Cabildo62. Durante sus años de pontificado, Zapata se
decidió a constreñir lo que a sus ojos eran excesos y banalidades entre el clero capitular.
De ese modo, censuró sin titubear a varios canónigos por su asistencia a las comedias 63,
amonestó a otros por ausentarse de ciertos servicios religiosos en la Seo –como la
ceremonia del vestir y desvestir del obispo–64, y actuó en la administración del
ceremonial catedralicio en el espacio del coro65. Este intervencionismo diocesano llevó
59
Durante la Guerra de Sucesión se originaron graves tensiones entre el Cabildo y los curas párrocos de
la isla, que no terminaban de aceptar la autoridad que emanaba la Catedral. De ese modo, se repitieron
episodios de insubordinación, que no hicieron sino aumentar durante la primera mitad del siglo XVIII.
Por ejemplo, entre los muchos casos, los canónigos tuvieron constancia de que “los rectors de esta Ciutat
se convocaven en casa del rector de Santa Creu i haver-se resolt no dexar-se lloc a capitular algú per
oficiar en las suas iglesias”. De ese modo, negaban el privilegio de que los canónigos oficiasen la misa en
sus respectivas iglesias. ACM, ACA, 1646, f. 409.
60
ACM, ACA, 1643 f. 137.
61
Pere XAMENA & Francesc RIERA, Història de l’Església [...], op. cit., p. 169.
62
Antonio FURIÓ Y SASTRE, Episcopolio de la [...], op. cit., p. 478.
63
Gabriel MATEU MAIRATA, Obispos [...], op. cit., p. 395.
64
ACM, ACA, 1646, f. 388.
65
José RAMIS DE AYREFLOR Y SUREDA, El canónigo [...], op. cit., p. 55.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
a un Cabildo cada vez más receloso y agresivo a enviar a un canónigo a la Curia
Romana “per defensar los Drets del Capítol”66 y a escribir un memorial al rey
denunciando la poca transigencia del obispo –lo que, visto de otro modo, no era sino
una negativa tácita de los canónigos a muchas de las reformas diocesanas que
comenzaban a implantarse sobre el clero mallorquín–. Finalmente, el prelado se marchó
de la isla para convertirse en obispo de León, quedando la silla episcopal de Mallorca
nuevamente vacante. De ese modo, volvió a nombrarse un nuevo vicario general sede
vacante en la figura del canónigo don Gabriel Salas, restituyendo en muchos sentidos la
autoridad catedralicia. Esta situación se prolongó durante el resto de años que
conforman la primera mitad del siglo XVIII, convirtiéndose poco a poco en una
dinámica que el Cabildo iba a reforzar y fortalecer hasta límites antaño desconocidos.
El culto luliano y el Cabildo mallorquín.
Uno de los aspectos más característicos del Cabildo mallorquín fue su íntima
relación con una devoción religiosa de fuerte arraigo: el culto a Ramon Llull (12321316 ca.). El lulismo arrancaba en la misma muerte del insigne pensador y, desde sus
inicios, se había convertido en un símbolo de veneración no sólo para las capas
populares –que, en especial, le rezaban anualmente para la llegada de las precipitaciones
a la isla–. En lo que respecta al clero capitular, se entregó en cuerpo y alma a la
protección devocional luliana junto con los otros miembros de la élite política, los
Jurats de la Ciutat i Regne de Mallorca. De hecho, no habían dudado en afirmar que
tenían el deber y el honor de “conservar la buena memoria del dicho Beato Raymundo,
y que no se haga injuria a ella”.67
Para tal fin, el Cabildo participaba activamente de las festividades anuales
programadas a la gloria del Beato. Asimismo, había desarrollado un programa
iconográfico dedicado a Ramon Llull en el interior de la catedral68, y que se hacía
extensible a la mayoría de iglesias de Palma y la Part Forana de la isla. Por poner
algunos ejemplos, en la sacristía capitular se hallaban estampas con elogios del Sant, así
como algunas tallas, todas ellas imágenes de Ramon Llull, que se habían contemplado
desde días inmemoriales –según contaban en sus escritos algunos de los grandes
defensores del lulismo–.69 Además, en la capilla de San Sebastián podía localizarse una
escultura de Llull “como doctor iluminado, [...] vestido con hábito de franciscano y
capa, con un libro y pluma y el haz de rayos alrededor de la cabeza”70. De igual modo,
los domeros de la catedral, que asistían a los canónigos en los bautizos programados,
solían incluir entre el nombre de los neonatos el de Ramon o Ramona, de nuevo
haciendo claras referencias a la veneración inmemorial que recibía Llull en la isla. Pero
yendo todavía más allá, los canónigos habían posibilitado la construcción de oratorios
rurales, como el que se hizo erigir en el monte de Randa, que reforzasen el culto luliano
en todos los rincones de Mallorca71.
66
ACM, ACA, 1646, f. 359 v.
ACM, ACA, 1660, f. 292 r.
68
Miquela SACARÈS TABERNER, “Lulliana imagines: la iconografía luliana de Ramon Llull i els
principals episodis de la seva vida”, MRAMHEG, 16, 2006, pps. 139-156.
69
Jaime CUSTURER, Disertaciones históricas del culto al Beato Raymundo Lulio, Palma, imp. Miguel
Capó, 1700, p. 573.
70
Catalina CANTARELLAS CAMPS, “Iconografía luliana: prototipos y desarrollo histórico”, BSAL, 61,
2005, p. 221.
71
ARM, Lul·lisme, 25, s/f.
67
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
Lo que a priori parecía una más de las muchas devociones religiosas que se
dejaban ver en los territorios hispánicos, y que era compartida tanto por la élite política
y religiosa como por las capas populares de Mallorca, se convirtió también en un
elemento potencialmente perturbador para la estabilidad social de la isla. El culto
luliano no había sido visto con buenos ojos por todos. Desde la muerte de Ramon Llull,
algunos sectores religiosos de Mallorca habían visto tal devoción, en realidad, como una
herejía. Los dominicos, los más acérrimos enemigos del lulismo, consideraban que
dicho culto no merecía la aprobación papal, y para tal fin, consiguieron “atraerse a
algunos importantes eclesiásticos de la diócesis mallorquina”72. De ese modo, se inició
una radicalización social y religiosa por ambas partes, que muy pronto obligó al Cabildo
de la catedral a elegir un bando; y en este caso, se lanzó en la defensa incondicional de
un culto que daba esperanza y paz espiritual a miles de personas.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, se había experimentado una
progresiva radicalización en torno al lulismo. De hecho, habían surgido dos bandos
infiltrados en todos los estratos sociales de la isla, que se dividían en función de su
defensa o ataque al culto. A un lado, los llamados teuladers se proclamaban los más
acérrimos devotos de Ramon Llull, y estaban integrados por distintas órdenes religiosas,
como franciscanos y jesuitas, y, por supuesto, por el Cabildo catedralicio. A otro lado,
el bando marrell estaba capitaneado por los dominicos, y consideraba a Llull poco más
que un farsante tachado de herejía, que no merecía ser venerado como santo73.
A esta situación de polarización social, hay que sumarle el ascendiente y poder
que había ido asumiendo el Cabildo catedralicio desde los días de la Guerra de
Sucesión. Recordemos que los obispos que gobernaron la mitra mallorquina durante la
primera mitad del Setecientos se vieron muchas veces impotentes ante las presiones de
los capitulares, y las vacantes episcopales se habían traducido en períodos de gran
autonomía y autoridad sobre el resto de miembros del clero mallorquín. Así pues, el año
de 1750 sirve de ejemplo clarividente del papel que estaba jugando el clero capitular, así
como de los límites a los que llegaba su relación con la devoción a Llull. Precisamente,
durante ese año se dio uno de los ataques más virulentos al culto luliano y llevó al
Cabildo a utilizar todas las armas a su alcance para, no sólo proteger el lulismo, sino
también para someter cualquier insurgencia por parte del clero.
En 1749, una terrible sequía había dejado los campos secos. Muy pronto, el
hambre había llegado a todos los rincones de la isla de Mallorca. Ante las calamidades
que continuamente se fueron repitiendo entre las capas populares, el Cabildo
catedralicio y el Ayuntamiento de Palma –fundado tras la Guerra de Sucesión–
organizaron festividades “a efecto de que por intercesión de dicho Beato [Ramon Llull],
se apiade su Divina Majestad de este pueblo, concediéndonos la lluvia de que tanto
necesitan los campos”74. Por aquel entonces, la silla episcopal había quedado vacía y el
nuevo obispo todavía no había llegado. De ese modo, el gobierno de la Iglesia de
Mallorca estaba bajo el mando de un nuevo vicario general sede vacante, el canónigo
don Nicolau Salas.
72
Rafael RAMIS BARCELÓ, “La imposición del nombre de Ramon Llull en el bautismo: dos casos
jurídicamente controvertidos en Mallorca durante el año 1763”, Hispania Sacra, 64, 2012, p. 263.
73
Miquel FERRER I FLÓREZ, “Culte a Ramon Llull: discòrdies i controvèrsies”. SL, 41, 2001, p. 65.
74
AMP, AH 2099/2, f. 13 v.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
El día 18 de enero de 1750, y ante una aglomeración multitudinaria, habían sido
sacadas en procesión algunas tallas de Ramon Llull, cuando comenzó a llover. Un
acontecimiento que fue interpretado por el pueblo llano como un auténtico milagro75. La
alegría fue generalizada y multitud de familias salieron de sus casas para celebrar la
llegada de las lluvias estacionales. Mientras tanto, ambos cabildos civil y eclesiástico
organizaron un fastuoso Te Deum al que estaban invitadas todas las órdenes religiosas
de Mallorca, y que iba a dedicarse por entero a la gloria de Llull. Pero lo que pretendía
ser un acontecimiento de júbilo y regocijo devocional, se tiñó de un recelo insospechado
cuando quedó constada la ausencia de los dominicos. Éstos se habían negado a asistir a
la ceremonia, aludiendo que tal “milagro” no había sido obra de Llull, sino de otros
santos canónicamente declarados. Esto enfureció a la élite mallorquina, pero en especial
a los integrantes del Cabildo, y sirvió de pretexto para que, nuevamente, los canónigos
actuasen como máximo poder dentro de la Iglesia de Mallorca.
Desde el primer momento, el Cabildo exigió un escarmiento acorde al agravio
cometido por los Padres Predicadores. Uniéndose al Ayuntamiento de Palma, la gran
mayoría de canónigos demandaba privarles de sus cátedras en la Universidad Luliana de
Mallorca76. Pero más importante aún, planificaron un boicot generalizado sobre Santo
Domingo, prohibiendo al resto de órdenes religiosas y miembros del clero secular su
asistencia a ninguna ceremonia organizada en el convento77. En este sentido, es
clarificador el poder que había asumido para sí el clero capitular cuando el mismo
vicario general sede vacante se vio silenciado, mientras intentaba frenar los planes
contra la orden dominica. Ciertamente, sus protestas sólo sirvieron para envalentonar
todavía más las intenciones de la facción proluliana. Y para demostrárselo, se negaron a
que un padre dominico realizase la predicación en la catedral durante la Cuaresma del
año siguiente78. Y además, convocaron una diputación formada por los canónigos más
afectos al lulismo para que planificasen el adelantamiento del culto luliano en Roma, y
así conseguir la tan ansiada canonización de Ramon Llull.
Cuando el vicario general hizo colocar soldados en los trayectos de las
procesiones lulianas, y encerró en prisión a algunos músicos de la catedral que habían
gritado “Viva Raymundo”79, el Cabildo arremetió contra Salas, consciente que no
jugaba según sus intereses. En primer lugar, se valió de uno de los canónigos más
comprometido con la causa luliana, Joan Baptista Ferrer, como instrumento necesario
para conseguir salir airoso y demostrar que su palabra en lo que respectaba al gobierno
religioso de la diócesis –al menos hasta la llegada del nuevo obispo– era incuestionable.
Por lo pronto, Ferrer fue nombrado vicario capitular de asuntos lulianos, con la tarea
primordial de proteger el culto de los ataques a los que continuamente se veía sometido.
La creación de este cargo, además de ser un elemento de freno sobre la escalada de
antilulismo, suponía un contrapoder en manos del Cabildo para desafiar las políticas
puestas en marcha por Salas, como administrador de los poderes diocesanos.
75
Lorenzo PÉREZ MARTÍNEZ, “Un capítulo sobre el lulismo mallorquín el Te Deum de 1750”, BSAL,
45, 1989, p. 335.
76
Rafael RAMIS BARCELÓ, “Sobre la denominación histórica de la Universidad de Mallorca:
problemas institucionales e ideológicos en torno al lulismo”, Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija
de Estudios sobre la Universidad, vol. 13, 2, 2010, p 253.
77
ACM, ACA, 1653, f. 49 v.
78
Ibídem, f. 52.
79
Ibídem, f. 55.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
Cuando se hallaron algunas coplas que insultaban la memoria de Llull, Ferrer
declaró “incursos en pena d’excomunicació a los que han comès tan enorme excés”80.
Mediante un edicto, el canónigo defendió la validez del culto y arremetió contra
aquellas fuerzas que lo hostigaban81. Por descontado, todas estas medidas, así como los
proyectos de adelantamiento del culto que se estaban proyectando, estuvieron validados
por el cuerpo capitular. Y realmente sorprende observar el ascendiente que habían
alcanzado, hasta el punto de que, en su propio imaginario, la figura del Vicario General
Sede Vacante era, en definitiva, un peón más bajo sus intereses. Y el hecho de que Salas
no se atuviese a sus reglas, fue algo que, ciertamente, no toleraron.
Para cuando llegó el nuevo obispo, el mallorquín Llorenç Despuig (1750-1763),
el Cabildo había consolidado una imagen realmente desafiante a los intereses
episcopales. Además, había conseguido proteger una vez más la devoción luliana de
toda amenaza. Y cierto es que durante las siguientes décadas, los futuros obispos
jugaron un papel mucho más pragmático y mesurado con respecto a los fieros canónigos
de la catedral.
Conclusiones.
Desde sus inicios medievales, el Cabildo capitular de Mallorca se erigió en uno
de los grandes poderes de la Iglesia insular. Pese a que su ámbito de jurisdicción se
reducía a la catedral, quedó claramente demostrado que no fue así. Durante la época
moderna, los canónigos participaron de los grandes acontecimientos políticos, religiosos
y sociales que se dieron en la isla, como dignos miembros de la élite mallorquina que
eran. Asimismo, el paso del tiempo perfeccionó la institución capitular, dotándola de un
poder y riqueza cada vez más impresionantes. Su progresiva independencia de la figura
episcopal fue siempre acompañada de sus ansias de autonomía. Además, el hecho de
que perfilasen unas directrices de actuación muy propias, y que en no pocas ocasiones
éstas chocasen con los procederes de los obispos sobre la diócesis dice mucho al
respecto.
En cuanto a la extracción social de los agentes del Cabildo, la Edad Moderna
perfiló muy claramente algunas de sus características más reseñables, y que ya se han
comentado anteriormente. En primer lugar, el Cabildo gozó de una clara condición
aristocrática, consecuencia de la amplia mayoría de hijos de la nobleza que ostentaba las
prebendas. Únicamente una mínima proporción estaba integrada por miembros de los
grupos no privilegiados de Mallorca. Y en su mayoría se trataba de hijos de familias
adineradas de mercaderes y comerciantes que, valiéndose de su capital e influencia
social, habían conseguido infiltrarse en las filas capitulares; y, también, de graduados
universitarios que utilizaban su influencia en la Universidad Luliana para convertirse en
miembros de pleno derecho del Cabildo mallorquín.
Asimismo, y a semejanza del resto de diócesis españolas, las prebendas
capitulares eran susceptibles de ser patrimonializadas. Al igual que ocurriese en otros
80
Ibídem, f. 77.
Rafael RAMIS BARCELÓ, “Un decret del bisbe Despuig condemnant unes cobles antilul·lianes
(1761)”, Randa. Homenatge a Anthony Bonner 2, 68, 2012, p. 157.
81
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
ámbitos de la sociedad de Antiguo Régimen, como la transmisión familiar de cargos
políticos, existían diferentes estrategias que convertían las prebendas en poco más que
una propiedad que iba sucediéndose, en este caso de tío a sobrino o entre familiares
menos directos. Estas vías de transmisión patrimonial, en absoluto eran vistas como
extrañas entre la sociedad. Todo lo contrario, la coadjutoría o la resigna estaban
perfectamente integradas entre los miembros del Cabildo y eran utilizadas por sus
miembros siempre que se aviniesen a sus intereses. De hecho, estas vías eran un
mecanismo muy utilizado por los miembros de la nobleza para asegurar un futuro a
hijos menores dentro de una de las instituciones religiosas más prestigiosas de Mallorca.
En lo que respecta a la jurisdicción del Cabildo catedralicio y sus relaciones con
los sucesivos obispos de Mallorca, jamás fue una situación sencilla. En esencia, los
prelados encarnaban el máximo poder religioso de la diócesis, y el Cabildo jugaba un
papel de asesor episcopal y aliado en la cúspide eclesiástica. Sin embargo, nunca fue del
todo así. En el caso de Mallorca, el Cabildo de los siglos XVI y XVII comenzó a
perfilarse como un elemento potencialmente subversivo a la autoridad episcopal. De
hecho no fueron pocos los enfrentamientos entre canónigos y obispos cuando el
segundo atentaba contra algún ámbito de su jurisdicción. Asimismo, las vacantes
episcopales se habían ido convirtiendo, poco a poco, en períodos de gran autonomía
capitular, y los vicarios generales sede vacante, en un principio máximos guardianes del
poder religioso hasta la llegada del nuevo obispo, fueron poco a poco sometidos.
El siglo XVIII únicamente vino a potenciar este panorama. Los primeros
cincuenta años de la centuria pusieron las bases de una nueva situación, en la que los
canónigos, empujados por las propias condiciones de Mallorca, vieron en sus manos
una ampliación de sus deberes tradicionales. La ausencia del obispo Portilla durante la
Guerra de Sucesión y el apoyo del archiduque Carlos de Austria fueron elementos que
posibilitaron un encumbramiento sin precedentes. Ante una polarización religiosa
enorme entre los distintos bandos surgidos durante el conflicto bélico, y siendo testigos
de una relajación de las costumbres y deberes del clero mallorquín, asumieron para sí
muchas de las atribuciones episcopales –y si bien es cierto que hubo un vicario general
sede vacante, éste era en definitiva un canónigo de la catedral–.
Los años que pasaron entre la partida del obispo Portilla y la llegada de su
sucesor sentaron un precedente que el Cabildo nunca pudo olvidar. Esto explica los
graves conflictos jurisdiccionales que se desataron durante el pontificado de Fernández
Zapata. Cuando el prelado intentó implantar un programa de reformas en la diócesis
que, inevitablemente, afectaba también al Cabildo, se encontró ante un armazón
totalmente cohesionado y con armas muy efectivas para frenar las políticas diocesanas.
Y de hecho, el Cabildo consiguió sus objetivos con el traslado de Zapata a la diócesis de
León.
Dentro de este aumento de poder, hubo un elemento que vino a completar esta
compleja evolución. El culto luliano, que había sido un elemento muy específico del
Cabildo mallorquín, fue una más de las armas con las que el clero capitular del siglo
XVIII supo sobreponerse una vez más. El año de 1750 es clarificador en este sentido.
Cuando los dominicos se negaron a asistir a un Te Deum en honor al Beato, el Cabildo
actuó con medidas extremas. Pero, ¿lo hizo únicamente por un abnegado fervor
religioso a Ramon Llull? Por una parte sí, pero hubo motivos mucho más importantes.
El año anterior, la población mallorquina había experimentado una terrible hambruna,
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
consecuencia de las sequías que se habían ido sucediendo. El culto luliano había
supuesto un elemento vital para mantener intacta la esperanza de las capas populares y
así evitar motines y vorágines de violencia. Por ello, cuando los dominicos se
ausentaron de la ceremonia, el Cabildo asumió de nuevo su papel de máximo poder
religioso de la diócesis para castigar a los Padres Predicadores, temerosos de las
consecuencias sociales que podía tener ese ataque antilulista sobre una población que
veía en Llull a su protector.
En definitiva, lo que debe quedar claro es que el Cabildo ejerció un poder que no
hizo sino crecer durante esos cincuenta primeros años del Setecientos. Y cuanto más
fuerte se hacía el clero capitular, más frenos tenían los sucesivos obispos que arribaban
a Mallorca. Deberemos esperar al reinado de Carlos III para comprobar cómo nuevos
prelados, imbuidos del espíritu regalista y reformador que se respiraba en la Corte de
Madrid, planifiquen sobreponer los poderes de la cátedra episcopal por encima de la
catedral.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
ANEXO
LOS CANÓNIGOS DE LA CATEDRAL DE MALLORCA (1700-1750)
Nombre
período en el cargo
Observaciones
DEÁN
Don Joan Martorell
1695-1710
Don Joan Martorell
1710-1751
Mediante provisión del obispo
Pedro de Alagón.
Coadjutor de don Joan Martorell.
Antes fue vicario general del
obispo Francisco de Portilla.
Rector de la Universidad entre
1750-1751.
SACRISTÁN
Don Gregori Quint i Zaforteza
1676-1719
Dr. Don Francesc Togores
1719-1730
Don Ramon Togores
1730-1745
Don Joan Togores i Salas
1745-1792
Coadjutor de don Joan Bautista
Zaforteza, su tío.
Rector de la Universidad entre
1698-1699 y 1721-1725.
Se convierte en sacristán tras la
muerte de su tío, el anterior
posesorio de la dignidad de
sacristán.
Mediante provisión real.
ARCEDIANO
Don Miquel Sastre
Don Miquel Terrassa
1694-1732
1732-1751
Coadjutor de don Miquel Sastre.
CHANTRE
Don Miquel Ballester
Don Bernardí Ballester
Don Miquel Rullàn
1691-1731
1731-1733
1733-1750
TESORERO
Don Onofre Morellas
1698-1706
Don Francesc de Puigdorfila
Dr. Don Josep de Pueyo
1706-1728
1728-1755
Rector de la Universidad entre
1705-1707.
Vicario general del obispo José
Fernández Zapata.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
Nombre
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
Período en el cargo
Observaciones
CANONJÍA PRESBITERAL I
Joan Mateu
Dr. Don Jordi Serra
Don Joan Despuig i Fortuny
1692-1710
1710-1733
1733-1780
Coadjutor de don Antoni Ripoll.
CANONJÍA PRESBITERAL II
Dr. Llorenç Flor
1685-1712
Don Miquel Valls
Miquel Barceló
1712-1743
1743-1777
Mediante provisión del dr. Joan
Flor.
Coadjutor Llorenç Flor.
CANONJÍA PRESBITERAL III
Don Miquel Joan de Togores
1695-1728
Don Jaume de Togores
Dr. Don Llorenç Despuig i
Cotoner
1728-1728
1728-1751
Provisión
mediante
elección
capitular.
Coadjutor de su antecesor, su tío.
Futuro obispo de Mallorca entre
1750 y 1763.
CANONJÍA PRESBITERAL IV
Don Antoni Gual i Zanglada
1701-1715
Dr. Don Josep Pueyo i Dameto
1715-1755
Provisión
mediante
elección
capitular.
Rector de la Universidad entre
1702-1705.
Tesorero de la catedral en 1728.
CANONJÍA PRESBITERAL V
Dr. Don Francesc de Togores
Dr. Rafel Torrens
1680-1730
1730-1736
Bartomeu Mir
Don Josep Frau
1736-1743
1743-1762
Sacristán de la catedral en 1719.
Coadjutor de don Francesc de
Togores.
Rector de la Universidad entre
1716-1721.
Coadjutor del dr. Rafel Torrens
Rector de la Universidad entre
1753-1755.
CANONJÍA PRESBITERAL VI
Don Antoni Castillo
Don Pere Joan Carrió
Don Antoni Carrió
1692-1721
1721-1725
1725-1764
Coadjutor de don Antoni Castillo.
Coadjutor de don Pere Joan
Carrió, su hermano.
CANONJÍA PRESBITERAL VII
(Canonjía doctoral desde 1770)
Don Miquel Ballester
1675-1731
Don Gabriel Ballester
1731-1744
Coadjutor de don Jaume Ballester,
su tío.
Coadjutor
de
don
Miquel
Ballester, su tío. Accedió a la
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
Dr. Don Joaquim de Pueyo
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
1744-1771
canonjía presbiteral siendo ya
chantre de la catedral.
Renunció a la canonjía en 1771 y
ésta pasó a don Antoni Bisquerra,
que se convirtió en el primer
canónigo doctoral.
CANONJÍA PRESBITERAL VIII
(Canonjía magistral desde 1770)
Don Francesc Alcover
Don Jaume Llorenç
1667-1711
1711-1724
Don Nicolau Femenia i Llorenç
1724-1773
Coadjutor de don Francesc
Alcover.
Rector de la Universidad entre
1708-1712.
Tras su muerte, su sucesor, don
Antoni Nicolau Lobo, pasó a ser
canónigo magistral.
CANONJÍA PRESBITERAL IX
Don Antoni Figuera
1696-1747
Don Joan Baptista Ferrer de Sant
Jordi
1747-1774
Coadjutor de don Miquel Lluís de
Togores.
Rector de La Universidad entre
1735-1738.
Coadjutor de don Antoni Figuera.
CANONJÍA PENINTENCIARIA
Don Sebastià Ferragut
Don Bartomeu Bauçà
1695-1705
1705-1724
Don Geronim Muntaner
Dr. Don Guillem Fluxà
Don Salvador Artigues
Cuando el obispo Portilla se exilió
a Barcelona en 1708, se convirtió
en vicario general sede vacante.
1724-1730
1730-1743
1743-1752
Nombre
Período en el cargo
Observaciones
CANONJÍA DIACONIL I
Don Joan Baptista Palou
Dr. Don Cristòfol Martorell
1696-1741
1741-1782
Coadjutor de don Miquel Palou.
Coadjutor de don Joan Baptista
Palou.
CANONJÍA DIACONIL II
Joan Barceló
Don Gabriel de Salas
1668-1712
1712-1742
Dr. Don
Puigdorfila
Pere
Joan
de
1742-1787
Coadjutor de Don Antoni Barceló.
Coadjutor de don Joan Barceló.
Fue vicario general sede vacante
tras la partida del obispo
Fernández Zapata en 1728.
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
CANONJÍA DIACONIL III
Dr. Pere Gerònim Peña
Don Nicolau Bordils
1697-1721
1721-1758
CANONJÍA DIACONIL IV
Don Antoni Descallar
Don Joan Dameto
1663-1724
1724-1730
Don Antoni Ripoll
1730-1754
Coadjutor
de
don
Antoni
Descallar.
Rector de la Universidad entre
1751-1753.
CANONJÍA DIACONIL V
(siempre mediante provisión real)
Dr. Don Domingo Sureda
1692-1724
Don Nicolau Salas y Berga
1724-1760
Coadjutor de don Ramon Sureda y
provisto con aprobación del rey.
Fue vicario general sede vacante
tras la muerte del obispo José de
Zepeda en 1749.
Rector de la Universidad entre
1739-1741.
CANONJÍA DIACONIL VI
Don Jordi Truyols
Dr. Don Agustí
Llorach
Antich
de
Nombre
1698-1725
1725-1752
Rector de la Universidad entre
1726-1727, 1732-1733, 17411744 y 1746-1750.
Período en el cargo
Observaciones
CANONJÍA SUBDIACONIL I
Dr. Mateu Mir
1667-1710
Don Francesc Mir
1710-1733
Don Francesc Güells
1733-1776
Acudió a Roma, pues tras la
muerte del anterior posesorio, el
Cabildo y el obispo no proveyeron
la prebenda en los plazos
rutinarios.
Coadjutor del dr. Mateu Mir, su
tío.
Coadjutor de don Francesc Mir,
su tío.
CANONJÍA SUBDIACONIL II
Don Berenguer Truyols y Doms
Don Nicolau Villalonga i
Rosiñol
Don Francesc Truyols
1689-1727
1727-1740
1740-1786
CANONJÍA SUBDIACONIL III
Don Gregori Quint i Zaforteza
1676-1721
Coadjutor de don Joan Bauçà
Zaforteza, su tío. Accedió a la
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
canonjía subdiaconil, siendo ya
sacristán.
Don Joan Puigdorfila i Puig
Don Guillem Net
Dr. Antoni Seguí
1721-1722
1722-1723
1723-1751
CANONJÍA SUBDIACONIL IV
(Canonjía lectoral desde 1714)
Dr. Joan Martorell
1659-1714
Don Joan Martorell
1714-1754
Después de su muerte, la canonjía
pasó a ser lectoral.
Fue el primer canónigo lectoral.
CANONJÍA SUBDIACONIL V
Don Ramon Salas
1686-1712
Dr. Don Jaume Moragues
1712-1756
Coadjutor de don Ramon Salas, su
tío.
Coadjuntor de don Ramon Salas.
CANONJÍA SUBDIACONIL VI
Dr. Don Miquel Serralta
1691-1718
Don Mateu Noguera
Don Joan Garau
1718-1741
1741-1752
Nombre
Período en el cargo
Fue vicario general sede vacante
tras la muerte del obispo don
Pedro de Alagón.
Observaciones
SOCHANTRE
Joan Mateu
Dr. Josef Cardell
1701-1710
1710-1739
Don Francesc Truyols i Gual
Don Joan Despuig i Fortuny
Don Ramon Despuig i Fortuny
1739-1741
1741-1744
1744-1751
Rector de la Universidad entre
1712-1715.
Deán de la catedral en 1751.
Coadjutor de don Joan Despuig y
Fortuny, su hermano.
PAVORDÍA DEL CORO DE LA PARTE DEL OBISPO I
Pere Antoni Parets
Joan Parets
Don Antoni Cortey
1688-1701
1701-1716
1716-1732
Don Miquel Rullàn
Don Juan Despuig i Fortuny
1732-1733
1733-1733
Don Ramon Despuig i Fortuny
1733-1743
Dr. Don Josep Reus
1743-1792
Coadjutor de Bernat Cardell.
Coadjutor de Antoni Parets, su tío.
Provisto por el obispo don
Atanasio Esterripa.
Accedió después de la renuncia de
su antecesor.
Accedió después de la resigna de
su antecesor, su hermano.
Accedió tras la renuncia de su
antecesor.
PAVORDÍA DEL CORO DE LA PARTE DEL OBISPO II
Dr. Miquel Canaves
1691-1709
TIEMPOS MODERNOS 29 (2014/2)
El cabildo catedralicio de Mallorca.
Andreu Sitjar
Don Pasqual Descallar
ISSN: 1699-7778
Francisco J. García Pérez
1709-1748
1748-1751
PAVORDÍA DEL CORO DE LA PARTE DEL ARCEDIANO I
Sebastià Alcover
Don Guillem Terrassa
1692-1701
1701-1780
Coadjutor de Juan Alcover, su tío.
PAVORDÍA DEL CORO DE LA PARTE DEL ARCEDIANO II
Jaume Alemany
1679-1722
Don Vicens Dureta
1722-1749
Don Nicolau
Truyols
Villalonga
i
1749-1784
Coadjutor de Simó Alemany, su
tío.
Vacante por resigna de su
antecesor.
Mediante provisión del obispo
José de Zepeda.

Documentos relacionados