D20JUL08MALAGA : GeneralGeneral

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D20JUL08MALAGA : GeneralGeneral
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DOMINGO, 20 DE JULIO DE 2008 ●
Málaga hoy
Cultura y Ocio
ARTE
Juan Francisco Rueda
El universo cósmico de Palau
La artista propone en la Galería Isabel Hurley un viaje plástico, no exento de
lecturas mitológicas, al origen de la naturaleza y su interpretación humana
ISABELA PALAU
‘Jardín del cosmos’.
Galería Isabel Hurley Paseo de Reding 39
bajo, Málaga
Hasta el 2 de agosto.
El conjunto de piezas escultóricas
que Isabela Palau presenta en
Hurley suponen un ejemplo más
del consustancial interés del
hombre desde sus albores, desde
que adquiere el pensamiento simbólico, por el cosmos –ahí quedan
los petroglifos de las cavernas o
los mitos– y, con el devenir del
tiempo, por el orden natural y los
procesos sobre los que se cimenta
éste, así como las teorías y los procedimientos que el propio ser humano creó para organizarlos racionalmente y explicarlos de modo científico.
Palau se aproxima a estas cuestiones a través de una obra escultórica que se articula fundamentalmente en las llamadas constelaciones y estructuras. Las primeras son piezas construidas por la
adhesión de cuerpos filiformes
de alambre galvanizado que adquieren formas caprichosas y que
se hallan forradas de diferentes
materiales textiles, lo que las hace distinguirse las unas de las
otras más allá de la propia morfología diferenciadora. Éstas reciben el nombre de constelaciones
por constituirse como una especie de trasvase escultórico de los
mapas celestes, en los que las estrellas son los puntos de intersección de las líneas de fuerza. Construcciones que permiten que
nuestra imaginación vuele e intente vislumbrar referencias icónicas, desde lo propiamente cósmico a lo antropomórfico y zoomórfico (no en vano, desde la Antigüedad, los mapas celestes y las
constelaciones recibieron nombres simbólicos según formas conocidas que nacían de su observación). En cualquier caso, asistimos a un ejercicio que poetiza
nos autores del siglo XX. Con todo,
es sumamente interesante cómo
Palau se acerca de un modo tan
poético, emocional y simbólico a
complejas teorías como la de lo
fractal extremando las sugerencias y exiliando lo árido de éstas.
Asimismo, elabora logradísimas
metáforas sobre procedimientos
biológicos como la polinización
(Sembrando a todos los vientos) o
sobre lo cíclico y el continuo devenir de la vida, apoyándose en formas simbólicas como la espiral, o
incluso articula sus constelaciones
en 12 familias –cada una caracterizada por un material– con un to-
REFERENTES
Sus ‘constelaciones’ no
pueden por menos que
recordarnos a los dibujos
de Picasso para ‘Mercure’
Instalación de Isabela Palau, en la Galería Isabel Hurley.
Una de las ‘estructuras’ de la exposición.
elementos inertes, dotándolos de
hálito e insuflándoles vida, aunque sea en suspenso.
Las estructuras, por su parte,
son cuerpos metálicos permeables (especie de red, malla o trama) que adoptan formas flexi-
bles, ladeándose o plegándose sobre sí mismas, lo que permite,
merced a nuestro movimiento,
una continua fluctuación en su
percepción, así como en las sombras que proyectan sobre la pared
y el suelo animadas por el movi-
miento de muchas de ellas, que
penden del techo. Aquí descansa
una de las singularidades de la
obra de Palau: un anhelado matiz
ambiental basado en el uso de la
luz y otros recursos que la acercan
a lo escenográfico y la instalación
y que ayudan a sensibilizar y hacer
sugerentes muchas de estas piezas que, como en el caso de estas
estructuras, tienen un fuerte débito del rigorismo de lo abstractogeométrico y lo racional (asepsia,
neutralidad o a-referencialidad).
La iluminación permite que se
proyecten estas estructuras reticulosas, lógicamente finitas o concretas, de modo que creen sensación de infinitud, movimiento (en
clara relación con el arte cinético)
y generación de formas cambiantes, siendo una traducción –libre y
plástica– de la teoría matemática
de lo fractal.
El resultado es una obra profundamente sugerente, evocadora y
rememoradora: nos hace liberar
la imaginación, preconiza y evoca
formas y nos hace recordar algu-
tal de 365 piezas (peculiar adaptación del calendario con el sistema taxonómico de Linneo por el
que nombramos las especies de
los reinos animal y vegetal).
Sus constelaciones no pueden
por menos que recordarnos a los
dibujos que Picasso realizó en el
verano de 1924 y que recibieron
este mismo nombre. Estos dibujos tuvieron por finalidad la escenografía del ballet Mercure
(1924), así como fueron el germen de las esculturas en homenaje a Apollinaire (1928) –Spies las
calificó como “dibujo en el espacio”– que, junto a las realizadas
con Julio González usando la soldadura autógena, ofrecieron nuevos itinerarios a la escultura del
siglo XX. Asimismo, el universo
que Picasso creara para Mercure,
justo a la llegada a París de Calder, con sus planchas metálicas
móviles y estas constelaciones lineales y curvas del genio malagueño, impactaron e influyeron
tanto en el citado Calder con sus
archiconocidos stabiles y mobiles
como en la obra más aérea e ingrávida de Miró, las fuentes más
directas de la obra de Palau. No
obstante, habida cuenta del caudal poético y el profundo eco de
su obra, lo que muestra la obra de
Palau es cómo lo gráfico puede
alentar la respuesta emocional
del espectador.

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