Hora Local - Education Scotland

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Capítulo primero
Padres e hijos
A
las doce de la mañana de un día de comienzos de agosto, los termómetros callejeros que salpican las
esquinas de las calles de Madrid no se habían puesto de acuerdo: en efecto, cada uno indicaba dos o tres
grados más que el anterior, o alguno menos, según. La cosa dependía de si la calle estaba más o menos
aireada. Si el artefacto tenía, además, la suerte de gozar de la sombra de algún plátano frondoso, el número
que indicaba los grados era aceptable; si le caía el sol de justicia en medio de los desnudos adoquines, era de
asustar. En cualquier caso, ningún termómetro bajaba de los treinta y seis (claro que casi ninguno, digámoslo
también, pasaba de cuarenta y tres).
– Algo perfectamente normal en pleno verano. ¿Qué vamos a esperar en agosto?, pues eso, lo suyo, como
debe ser – comentó el hombre levantando un poco los hombros y quitándole importancia, al tiempo que
enfilaba desde Cibeles la calle de Alcalá, hecha un erial.
El hombre estaba contento esa mañana y se le notaba. El desbarajuste térmico le permitió, además, algunos
comentarios que quisieron ser graciosos sobre la eficacia de la gestión del Gobierno Municipal y del Alcalde
de derechas. Así le iba a la ciudad, pensaba el hombre, que se consideraba a sí mismo de izquierdas, una
izquierda, eso sí, templadísima. Su partido (eso de ‘mi partido’ le seguía sonando raro después de tantos
años), más de un disgusto le había dado en los últimos tiempos, pero no iba a cambiar ahora, a estas alturas
de su vida.
La altura de su vida eran los cuarenta y nueve años que había cumplido unos días antes, edad que le había
permitido vivir en primera fila, ‘casi en barrera’, solía decir, la muerte de Franco, la transición democrática,
el tejerazo del 23 febrero, los gobiernos socialistas, (con aquellos errores tan lamentables que habían estropeado
casi todo). Hasta sus pinitos había hecho en la oposición a la Dictadura, cuando ésta daba sus últimos
coletazos y él acababa de entrar en el Banco.
El hombre conducía su cochecito nuevo, el primero que tenía con aire acondicionado, y se sentía feliz,
como un niño el Día de Reyes, cuando veía los números exagerados de aquellas columnas termométricas
que desde hacía unos años tenían pendientes a los madrileños, recordándoles siempre que se podían morir de
frío o que se podían achicharrar, como les estaría pasando a los pocos que se atrevían a salir a aquellas horas
de sus casas. “Pobrecitos,” pensó el hombre, sonriendo compasivamente. No se acordaba, claro, de tantos y
tantos viajes, tantos y tantos años, en aquel Seat 600 primero, en el Ciento Veinticuatro luego, a la sierra o a
la playa más tarde, todos allí metidos, gritando o cantando, que tanto daba, y sudando la gota gorda. Sonrió,
feliz. Las calles estaban vacías y en diez minutos estarían en Barajas. Perfecto.
En el semáforo de Manuel Becerra se volvió un instante para su hijo, como si quisiese hacerle partícipe de
sus pensamientos. Cuando reanudaron la marcha, y ya mirando hacia delante otra vez, empezó a hablar en
voz alta.
– Hoy día, hijo, sin inglés, nada de nada, ¡pero es que nada! – enfatizó el hombre, sin ver el gesto de
fastidio del muchacho, que había oído aquella monserga miles de veces. – El mejor Ingeniero del mundo, el
mejor Médico, lo que sea…¡el mejor Director del mundo! – exclamó con un entusiasmo más bien falsillo,
para ganárselo un poco, conociendo como conocía la afición de Juanjo por el cine desde que era niño – Pues
nada: que no te comes una rosca en ningún sitio, te lo digo yo.
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Eso era lo que el hombre pensaba. Eso era lo que había hablado tantas veces con sus compañeros de oficina
que tenían hijos de la misma edad que el suyo. Que si querían ser algo más que unos empleados como ellos,
pues que tenían que salir, y aprender. Inglés. Sobre todo aprender inglés. Y nada de Academias, ni de Cursos
por correspondencia con CDés y fascículos. Con lo que aprendían en el Instituto, ni para empezar. Además,
que Juanjo había hecho un Bachiller vulgarcito hasta ese momento y si no apretaba el año que viene…Lo de
un año en Estados Unidos le sonaba a música celestial: dulce, lejana, irreal, carísima música. “De película,”
que diría Juanjo. Sólo que su vida y sus economías domésticas no estaban para películas.
Así que al hombre, cuando supo de la posibilidad de que el chico pasase un mes en Inglaterra en verano,
pues le gustó la idea, pensó que era posible, se puso nervioso y una noche decidió, tras hablarlo con su mujer
hasta las tres de la madrugada, que sí, que Juanjo iría en verano un mes a Inglaterra.
– Inglaterra, mejor Inglaterra– decía desde aquel día muy convencido. – El buen inglés, en Inglaterra. Los
yanquis – todavía decía eso de ‘yanquis’ – hablan de pena, no se les entiende nada, son unos analfabetos,
¡bah! – remachaba, tan contento, como un niño.
El alojamiento sería en casa de una familia; todo había sido por una vecina que era amiga de una profesora
de inglés de la Escuela de Idiomas y llevaba esas cosas. Su mujer, sí, había estado resignadamente de acuerdo:
la vitrocerámica se quedaría para otro año, qué le vamos a hacer. Sí, su marido tenía razón: había que
esforzarse por los chicos ahora, cuando lo necesitaban.
– Ya verás como algún día nos lo agradecen, mujer– le dijo el hombre la noche anterior al viaje, cuando
se metían en la cama con las ventanas bien abiertas y sabiendo que iban a dormir más bien poquito.
El día del agradecimiento filial llegaría, sin duda: lo que estaba claro era que eso sería más adelante, que
probablemente tendrían que pasar años, que aquella mañana de agosto, sentado en el Peugeot nuevo del que
el viejo estaba tan orgulloso, Juanjo, con sueño, con mal cuerpo y con peor humor, no tenía nada que agradecerle
a su padre, sino todo lo contrario. No le apetecía irse, no le apetecía conocer a gente rara, no le apetecía coger
un avión, la verdad (por nada del mundo hubiese confesado a nadie que le daba miedo, pánico, subir a un
avión, cosa que iba a hacer por primera vez en su vida).
Además, que con sus conocimientos de inglés las iba a pasar canutas en Inglaterra, porque la verdad era
que ni idea, vamos, se confesaba. Thank you very much y el it is a quarter to three, eso era prácticamente
todo su inglés.
Y se rió recordando aquel viejo diálogo con su padre, hacía ya tres veranos, cuando tenía catorce recién
cumplidos.
Lo habían mandado una quincena de julio, a un Curso de inglés, en un pueblo de la provincia ¡de Avila!,
una de esas pequeñas y resecas ciudades castellanas (y se reía recordándolo):
– Fíjate, Avila: Oxford o Cambridge, vamos, igualito – y se había burlado, con ese tonillo a la vez amargo
y de desprecio, a veces tan propio de la adolescencia.
El Curso lo organizaba el Gobierno Regional, salía barato, y cerca de la Sierra de Gredos, “muy sano,
mucha naturaleza y eso, y muy intensivo de inglés,” sí, se esforzaba el padre en remarcar.
– Me han dicho que hay monitores ingleses, y que además de pasarlo bien, aprendéis de verdad, ya verás
como sí – insistía el hombre, como justificando un poco la decisión que había tomado por él y para amortiguar
su mala conciencia.
La cosa no fue mal. Alguna noche – recordaba Juanjo – se escapaban los mayores por la noche al pueblo.
Un día se apuntó, le dejaron ir con ellos porque eran las Fiestas, a pesar de la edad: volvieron de madrugada,
habían estado en la verbena, él se bebió tres o cuatro vasos de aquella combinación que le dieron y llegó
vomitando y asustado, creyendo que se iba a morir. Como era uno de los últimos días, no pasó nada, los jefes
no dijeron nada a los padres, les echaron una buena bronca y así se acabó la cosa: había sido la primera
transgresión de verdad que hacía en su vida, el primer susto y el primer alcohol (o lo que fuera aquello) que
se metía en el cuerpo y que casi lo mata.
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Llegó el final del turno y los padres fueron a recogerlo, en aquel coche que daba vergüenza, que iba tirándose
pedos de humo por el tubo de escape y que renqueaba por las cuestas de la Sierra, que parecía que se iba a
ahogar.
Cuando pasaron Villacastín, el padre hablaba con su mujer sobre el hambre que iban acumulando, y el
chico, en el asiento trasero, leía el Boletín del Campamento, en el que él había publicado un chiste. En un
momento dado, avanzó el cuerpo, se colocó detrás de la oreja de su padre y empezó a recitarle frases que había
aprendido, mientras el hombre atendía a la conducción y seguía negociando con su mujer sobre la conveniencia
de parar a tomar algo antes de llegar a casa. Por la nuca seguían cayéndole frases que no entendía y que
demostraban los progresos del muchacho, orgulloso.
En un momento determinado, Juanjo, poniendo todo el acento extranjero que podía, le preguntó a la nuca
de su padre: – Father, what is your name?
El padre seguía intentando convencer a Pilar de que con aquel tráfico tardarían todavía más de una hora
y de que había un merendero allí cerca perfecto para sus planes. La negociación estaba dura. El chico, ignorado
en su soliloquio, repitió la pregunta: Father, what is your name? –
El father estaba muy ocupado dialécticamente como para atender bien a lo que decía su hijo, así que
cuando éste repitió por tercera vez su pregunta, el hombre, con un poco de mal humor contenido, se medio
volvió, miró el reloj y le soltó muy convencido: It is a quarter to three! Y se quedó tan contento. Durante los
años siguientes se rieron todos cada vez que recordaban aquella anécdota.
Pues eso y poco más era el equipaje de inglés que Juanjo había acumulado hasta ese momento de su vida,
en el que se disponía a embarcarse para Inglaterra, a pasar un mes con una familia desconocida, lleno de
sueño, de dolor de cabeza y de mal humor. Además, se perdía las fiestas del pueblo, para las que tenía sus
planes muy elaborados desde hacía meses: en efecto, este año pensaba correr las vaquillas, por mucho que su
padre refunfuñase; iba a ir a los toros, no se iba a perder una verbena, pensaba acabar con su pandilla en el
frontón al amanecer, todos los días, bien juergueados. Y – era su intención secreta, inconfesada, – iba a
intentar, definitivamente, ligarse a Soraya, la amiga de su hermana que el año pasado ya le había gustado y
que este año ‘caía’, estaba seguro, para eso iban al mismo instituto y sus padres eran del mismo pueblo, y
aquel invierno se habían llevado bien en clase. Era el momento. Sí; tenía todo planeado para aquel mes de
agosto.
Así que aquella mañana, cuando enfilaban la carretera de Barcelona, camino de Barajas, Juanjo no tenía
nada que agradecerle al pelmazo de su padre, sino todo lo contrario, y no estaba dispuesto de ninguna manera
a compartir la alegría del empleado de Banca.
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Notes
los adoquines
cobblestones
un erial
wasteland
el tejerazo
coup attempted by Colonel Tejero
sus pinitos
his first steps
daba sus últimos coletazos
was on its last legs
la monserga
tedious talk
no te comes una rosca
you won’t get anywhere
si no apretaba
if he didn’t make a big effort
de pena
dreadfully, painfully badly
remachaba
he drove home his point
la vitrocerámica
ceramic hob
las iba a pasar canutas
he was going to have a hard time
renqueaba
limped
un merendero
picnic area; stall offering customers
seating to eat and drink at
juergueados
from ‘ir de juerga’ – to go out on the
town
ligarse a
to ‘get off with’
el pelmazo de su padre
his pain of a father
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Capítulo Segundo
Por los aires
L
os grandes corredores del Aeropuerto bullían: de carritos, de familias enteras, de estudiantes como él, de
muchachas disfrazadas de señoritas responsables, con falda, foulard, mucha seriedad y que enarbolaban
una pértiga que sostenía un cartel: ‘Viajes MEROÑO, La Habana’, y detrás una recua de atosigados
clientes. Había también viajeros parsimoniosos, a los que se notaba la experiencia y para los que aquello era
una rutina como tomar el Metro; otros, primerizos, excitados y vociferantes ante la novedad del viaje en
avión, iban de allá para acá, no se despegaban de los paneles indicadores de Salidas y Llegadas, preguntaban
a todo el mundo y se aferraban a sus maletones pesadísimos, por si acaso.
En las pantallas electrónicas iban apareciendo números y letras que cambiaban constantemente y que
iban para arriba y para abajo y casi no daba tiempo de leerlas. Al final de cada línea, una palabra se repetía,
machacona: Delayed, Delayed, Delayed.
– Atrasado, papá. Quiere decir atrasado – aclaró Juanjo con cara de indisimulado fastidio.
Y tiró de la bolsa y arrastrándola se acercó a una silla que descubrió vacía, la única, resopló y se dejó caer
en ella, mientras su padre permanecía ensimismado delante de aquel baile de letras, códigos, lucecitas rojas
que parpadeaban en inglés y anuncios por la megafonía, que casi no se entendían en medio de aquel barullo
ensordecedor. El chaval, mientras tanto, estaba deseando que el viejo desapareciese. Quería fumarse un cigarro
y todavía no lo había nunca hecho delante de él, estaba harto y, además, el bolsón aquel pesaba muchísimo.
Unos chorizos. Hasta unos chorizos del pueblo le había metido su madre. Para que se los diese a la señora
de la casa, había dicho la vieja, para que sepan lo que es un chorizo de verdad, de los del pueblo. Se creía ella
que se los iba a dar. Sí, estaba lista, qué vergüenza.
Su padre se acercó casi corriendo. Habían anunciado su vuelo, había que facturar el equipaje en alguno de
aquellos miles de mostradores, había que darse prisa.
Minutos después, Juanjo se perdía definitivamente de la mirada del empleado de Banca, después de pasar
por el control de los guardias civiles que apenas le hicieron caso.
El color fue regresando poco a poco a sus mejillas. Sus pupilas volvieron a su grado de dilatación normal;
el estómago descendió suavemente y se arrellanó donde debía y de donde había salido disparado hasta
instalársele casi en la boca. Se rascó el dorso de una mano con las uñas de la otra, con fuerza, y así fue
desapareciendo el hormigueo. El bailoteo compulsivo de las rodillas apenas se había notado y ahora
descansaban una al lado de otra sin síntoma epiléptico alguno.
Sólo él se dio cuenta de su regreso a la normalidad cuando pudo esbozar un rictus indescifrable, que no era
una sonrisa y que demostraba que sus músculos faciales seguían trabajando, cosa que en los diez minutos
anteriores no había estado tan clara.
Realmente lo había pasado fatal. El avión de la Compañía British Airways, con destino a Manchester y
Glasgow, había despegado de Barajas con tan solo treinta minutos de retraso, lo que no estaba nada mal en
días como aquél. De eso hacía unos diez minutos, tras los cuales, después de la carrerilla por la pista, que a
Juanjo no le pareció tanta, y del respingo que pegó para subir, el aparato parecía que se estabilizaba, el ruido
empezó a coger un ronroneo de una monotonía tranquilizadora y la horizontalidad era otra vez aceptable.
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Naturalmente no se atrevía a mirar por la ventanilla, sobre el ala (¡precisamente le había tocado el ala!) llena
de tornillos que – intentó reírse – parece que alguno anda algo flojo. La tierra se adivinaba allá abajo, como
en los Atlas del Instituto, pero prefirió mirar hacia delante, al pasillo por donde la azafata andaba como por su
casa, tal cual. Buena señal. Seguía encendida la lucecita de No Smoking. La otra, la de no sé qué y belt, no la
entendía, pero se estuvo quieto.
Cuando la otra moza, también rubia, claro, pasó repartiendo periódicos, Juanjo había vuelto a su ser
natural. Algo le dijo la señorita, inclinándose un poco por encima de su compañero de asiento: un claro
ofrecimiento sonriente de la prensa del día. No entendió ni una sílaba pero, ya en pleno dominio de sus
recursos, guiñó un ojo, sin saber por qué, dijo con tono achulado, muy de su barrio madrileño:
– Vale tía, vale, lo que quieras, muchas thanquius, chati – cogió un periódico enorme y empezó a reírse de
su gracieta. Empezó tan solo, porque una mirada brevísima, de costado, helada como un cuchillo, de su
compañero de asiento, lo atravesó.
Tardó unos segundos en recuperarse de aquella bofetada indudable, de aquel reproche evidente. Al principio
lo aturdió. Pronto se envalentonó y lo demostró con un encogimiento de hombros, tan chulesco como el tono
de su voz. Se atrevió a susurrar un
– ¿qué pasa, tío, qué pasa?– bajito por si acaso, pero en la confianza de que no lo entendiese aquel pelirrojo
gordito que le había tocado al lado.
El cual enarcó brevemente las cejas con gesto que quería decir “qué le vamos a hacer”, y volvió al libro que
leía desde antes de despegar.
Juanjo pasó lo suyo para conseguir abrir el periódico aquel, grande como una sábana; se hizo un lío, se le
arrugaba, no sabía cómo hacerlo, molestó al vecino de asiento plantándole una hoja encima, que recogió
como pudo sin decir nada, mientras el gordo no se inmutaba, seguía con el libro y susurraba algo que sonaba
a compasivo y tolerante. Tras cinco minutos de pelea, consiguió llegar a una página en la que había una foto
de un futbolista vestido de verde, a rayas, en pleno vuelo detrás de un balón y perseguido por la pierna de otro
fortachón que lucía otros colores. Juanjo se afanó en descifrar algo: “Sports”.
Claro, Deportes, eso está claro, se dijo, y football, también, y Celtic de Glasgow, ¡anda!, y dos a cero. Y se fue
animando.
Pero pronto se aburrió, porque no se enteraba de casi nada, y lo dejó como pudo, en la bolsa que había en
el respaldo del asiento delantero. Se aburría y miró de reojo. Para su desconcierto, descubrió que el gordito
pelirrojo leía un libro español. Vaya plancha, pensó. Bueno, qué más da, que le den dos duros.
No habían pasado diez minutos cuando las azafatas y el azafato se movilizaron. Apareció un carrito por
cada extremo y, empinándose un poco, Juanjo pudo ver que repartían el piscolabis. Con mal disimulada
soltura, empezó a prepararse para el acontecimiento. Consiguió bajar la bandejita, metió dabajo de sus rodillas
Cinemanía, la revista que su padre le había comprado en el último momento, respiró hondo, miró un
instante al mar de nubes sobre el que andaban y esperó, observando por el rabillo del ojo.Tenía el thank you
preparado, en la boca, perfectamente, pero cuando una mano sonriente le alargó una bandejita llena de
plásticos de colores de feria, la cogió como pudo, que pudo mal, tembloroso, por delante del gordo, que reculó
un poco. Las bolsitas se tambalearon peligrosamente en el aire, y ni thank you ni nada, Ni una sonrisa le
salió; sólo un gesto tonto y otro “vale, vale,” musitado más que dicho y que le dio mucha vergüenza, cosa que
no reconocería ni delante de su mejor amigo. De reojo, también, creyó percibir una ligerísima sonrisilla en el
rostro sonrosado de su compañero.
Y empezó la tarea de desembalaje. Lo primero, que no sabía por dónde empezar. Miraba fijamente todos
aquellos envoltorios y se decidió a echarle mano a una especie de croissant que tenía cerca una tarrina de
mermelada, tal vez. Peleando andaba cuando la misma azafata apareció a su lado, con la misma sonrisa y le
habló con toda naturalidad.
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– ¿Eh? ¿Eh? Esto, ¿cómo….?– y balbuceó, y sintió que sudaba. Una voz vino a su ayuda:
– Dice que qué quieres para beber: café o té.
Lo había dicho en un castellano perfecto, pausado y natural, con una voz neutra y sin reproche alguno.
Juanjo se quedó cortadísimo, no sabía a quién mirar.
– ..Ah, claro, sí, pues…café, sí, café. – dijo después de vacilar un momento. Y tuvo a la azafata esperando
unos segundos con la jarra en el aire, hasta que se dio cuenta de que debía vaaciar la tacita de plástico,
ocupada por otro envoltorio que resultó ser una cajita de zumo. Lo sacó rápidamente, no sabía dónde ponerlo;
con la otra mano, como pudo, alargó la taza un poco y estuvo así un instante.
Consiguió abrir otro envoltorio con cubiertos y varios sobrecitos azules, uno de ellos lo echó en el café y
empezó a mordisquear el croissant, que se desmigajaba inclemente por todos lados: una de sus capas más
doradas y crujientes fue a parar a la manga de la camisa de su vecino de asiento: el hombre le sonrió un poco,
le dijo “no te preocupes” y siguió como un autómata dando cuenta de todo, serenísimo.
A Juanjo le dio envidia y volvió a sentir otro ramalazo de vergüenza incofesable, pero se sobrepuso y continuó
la pelea, que ocupó los minutos siguientes. Andaba intentando ensartar unas virutas de zanahoria con el
escuálido tenedor, cuando sucedió lo peor: se llevó a la boca la taza del café, con aquella pinta tan asquerosa,
sin leche ni nada – no le habían dado leche: en realidad no había descubierto la tarrina correspondiente – y
sintió un sabor amargo que casi le hace escupir y desde luego no pudo evitar el exabrupto:
– ¡Mierda! –
El volumen de su voz atravesó la linda de su fila de butacas, se dio cuenta en seguida; sintió varias miradas
de desprecio caer sobre él; el rostro de su vecino adoptó un rictus mofletudamente egipcio, herático, y Juanjo,
una vez más (y ya iban...) se dijo “vale, bueno, que les den dos duros a todos, a mí qué….”, y comprobó que
se había equivocado de sobrecito y que cualquier café con pimienta es una bebida tan exótica como imbebible.
Pero aún faltaba el rabo por desollar, como decía su padre en plan castizo cuando hablaban de dificultades,
porque por tercera vez, por el pasillo avanzaba el camarero con el carrito, ofreciendo algo.
Juanjo estaba ya bastante harto de aquella batallita; tenía poco aguante y todo aquel paripé le estaba
cansando y, además, no le iba.
Estiró el cuello y vio que ahora eran las bebidas. Estaban locos estos ingleses, pensó, es que no hacían nada
a derechas y normal: el café no es café, te lo dan con la comida, si es que se puede llamar comida, te tomas un
zumo y un croissant y cuando has acabado, pues vino, cerveza o lo que sea, de postre. Están bobos.
Al del otro lado del pasillo le dieron una cerveza. Consiguió recordar la palabra beer y se la preparó, por si
acaso; a otro le dieron una coca cola, con lo que vio el cielo abierto, y a su vecino le sirvieron una botellita de
vino tinto. Anda, qué bien, pensó. Era su turno. Coca cola o vino tinto, pensó; o coca cola y vino tinto, y se rió
para sus adentros de la gracieta que se le ocurrió, pensó en los amiguetes de la pandilla y en lo que se reirían
cuando se lo contase, lo que había pedido en el avión. No se lo pensó dos veces (e hizo mal, tarde se daría
cuenta):
– ¿Yo? – dijo en voz innecesariamente alta – pues un calimocho, ya está – Y le salió el tono graciosillo y
achulado que llevaba dentro y que tanto resultado le daba en su barrio de Leganés y en el Instituto entre las
chavalas– ¡One calimocho for me, maaaarchando!, y empezaba a reírse de su gracia, cuando descubrió,
como cuchilladas compasivas, las miradas que se volvían hacia él desde los asientos de su alrededor. Su
compañero bebía su vino a sorbitos tranquilos mirando al infinito.
– …Bueno, esto…quiero decir, una coca cola. – La azafata no entendió, o no quiso, o no le hacía caso, o
lo que fuese.
De nuevo el gordito salió al quite:
– One coke for him, please.–
A Juanjo, en esos momentos, le hubiese gustado estar en otro sitio, lejos, muy lejos de allí: en su barrio, en
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su casa, en su habitación, en su cuarto de baño, donde no lo viera nadie, ardiendo de rabia por aquella
humillación que sentía y que le despertaba un odio hacia aquellos imbéciles que lo habían mirado. ¡Que se
mueran todos! Si no fuese porque iba él, podía caerse el avión y que se matasen todos…Se rió otra vez, ya más
tranquilo. Un calimocho, ¡qué gracia!
Y se acordó del sábado anterior. Y del otro y del otro. En realidad, se acordó de todos los sábados del invierno
pasado, desde enero; desde que, después de las vacaciones, ‘le plantó cara a su padre’ y le dijo que ya no era un
crío y que tenía derecho a salir con sus amigos cuando quisiese (naturalmente incluyendo los fines de semana
por la noche).
Aquello fue después de la Nochevieja agridulce que había pasado, también la primera que iba a ser diferente;
sin familia, sin las uvitas de las narices, rodeados de primos y tíos y sin la sobremesa viendo humoristas en la
tele hasta las tres, eso si no sucedía que salía uno de esos cantantes jurásicos que tanto les gustaban a sus
padres y estos, animados por el champagne, se ponían a bailar muertos de risa, mientras él se moría de
vergüenza y mascullaba ‘patético, patético’.
Aquel año iba a ser diferente. Fueron a un localito que les dejó el padre de un compañero, un taller de
reparación de televisiones en el que ya no trabajaba. Lo habían arreglado y ‘decorado’ todo para la fiesta, en
la que se las prometían muy felices. La ‘decoración’ consistía en pósteres de grupos de ‘músika’, de esos que
escriben todo con K. Colgaron algunos farolillos de papel, una colcha india en una pared y luces de colores,
que uno mañoso había instalado de manera que se pudiera apagar alguna conforme avanzase la velada. ‘por
si acaso’. El arreglo eran unos brochazos de pintura en unas manchas de humedad del techo, unos asientos
traseros de coche que habían salido no se sabía de dónde y hasta un sofá ‘por si acaso también, je, je,’ reía
uno, nerviosillo y graciosete, con la correspondiente manta a cuadros rojos y negros por encima.
Porque, naturalmente, iban a ir chicas. Las hermanas de alguno de ellos arrastrarían a las demás, como
garantía de lo que hubiese que garantizar, que no se sabía bien qué era.
Total: que comieron las uvas (siempre había alguien aferrado a las tradiciones, qué se le iba a hacer);
comieron fiambre, unos pasteles rarísimos y frutos secos, muchísimos frutos secos, y bebieron calimocho.
Alguna de las crías trajo de su casa una botella de sidra y bien que se rieron de ella. Nadie puso reparos al
brindis con la copa de champagne (la tal copa, en realidad era un vaso de plástico; el champagne, cava
manchego), pero los más listos en seguida echaron mano al mítico calimocho. Salieron las coca colas y las
botellas de tinto y empezó la juerga.
La noche pasó entre risotadas casi siempre injustificadas, chistes obscenos, empujones y el suelo cada vez
más empapado de una pasta pegajosa y triste aderezada con confettis. Hubo algún llanto femenino de causa
desconocida, risas a coro detrás, la luz se amortiguó, efectivamente, pero menos de lo que hubiese querido
algún lanzado y el sofá, algún juego dio, pero muy poco. Total, que la primera luz – como tenía que ser, como
estaba mandado – pilló a Juanjo con su vecino Pablo cerca de casa, en un parquecito que había a dos
manzanas, sentado en un banco y vomitando entre arcadas enfermizas, mientras por la calle pasaban coches
contentísimos.
Aquel había sido su estreno, su ‘bautismo de juergas’, su entrada en la libertad juvenil, y aunque no quiso
parar demasiado en hacer balance de la noche, por lo que pudiera pasar, a partir de aquel día no perdonó
sábado, y las mañanas de los domingos vivieron la misma escena aquellos meses, con el padre serio, la madre
desapareciendo y el chaval, verdoso, con cara y estómago de asco cuando salía de su habitación a la hora de
comer.
Sí: había sido su bautismo de libertad, decía. La primera vez. La verdad era que en los últimos meses había
vivido unas cuantas ‘primeras veces’, desde el primer afeitado al día que salió, solo, con una chavala y fueron
al cine y luego estuvieron andando toda la tarde por las calles, sin casi nada de qué hablar, y se cansaron
muchísimo. Otras urgencias, bien lo sabía, se le iban amontonando y bien claro veía que tendrían que esperar.
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Y ahora estaba en su ‘bautismo de vuelo’, sí señor. A pesar de todo lo que había refunfuñado, pues allí
estaba, en un avión de la British, camino de Escocia. Había amargado a sus padres con sus quejas durante dos
meses por obligarle, pero allí estaba, ya veríamos cómo se daban las cosas, se dijo con resignación.
Un ronquido de los motores lo sacó de sus pensamientos. Instintivamente miró alrededor: nada, todo en su
sitio: la azafata andaba como por el pasillo de su casa, el del otro lado dormía repantigado y su compañero de
asiento seguía enfrascado en la lectura. Sin duda hacían una maniobra, pues se metieron entre las nubes. De
reojo intentó ver lo que leía el otro, y lo consiguió: Negra espalda del tiempo, de Julián Marías. Le sonaba,
pero no sabía bien, a lo mejor le había mencionado el profe de literatura en clase.
– ¿Lo conoces? – le preguntó el pelirrojo entornando el libro y mostrándole la portada.
– A mí me encanta, me parece brillantísimo.– Y le sonrió, lo que a Juanjo le pareció inexplicable después
de los numeritos que él había montado un rato antes. Se quedó un poco cortado por el tono amable e intentó
responder.
– Bueno…me suena, es que este año apenas hemos dado literatura, pero…
– Ya veo que te gusta el cine – añadió el Gordo, señalando la revista que seguía en la bolsa del respaldo.
Juanjo la cogió y se la pasó, mientras el otro seguía hablando:
– ¿Conoces ‘Torrente’?
Ahora le daba cancha, qué alivio, pensó, y se animó:
– ¡Claro! Me encantó. Un cachondo el Segura. ¿Has visto ‘El Día de la Bestia’ y ‘Air Bag’? La pusieron fatal
, pero molaba muchísimo.
– Sí, la verdad es que molaba cantidad – asintió el pelirrojo. Aquella forma de hablar desconcertó un poco
a Juanjo, que se atrevió a preguntarle:
– Oye, ¿tú eres español? El otro sonrió levemente.
– No, qué va. Soy de aquí – y señaló con la cabeza hacia delante, – de Edimburgo. Llevo dos años en
España trabajando, en Madrid – . Juanjo no salía de su asombro. Cómo hablaba el tío español, en dos años.
Y en el asombro estaba cuando el otro volvió a hablarle:
– Conoces ‘Carmen Film’? La Productora de Cine. Ha hecho bastantes cosas últimamente. Pues ahí estoy,
ahí trabajo. En Producción.
Ahora sí que Juanjo alucinaba en colores, casi nada: en pleno vuelo, camino de Glasgow, hablando con un
tío inglés (o escocés, qué más daba) ejecutivo de una productora de cine en Madrid, que hablaba español
como él, que viajaba mogollón, seguro, así tan normal (seguro que iba y venía constantemente por toda
Europa, o por todo el mundo, quién sabe, como si tal cosa), y estaba allí, hablando con él, de tú a tú.
Y la cosa no había acabado. El cinematográfico pelirrojo sacó una tarjeta del bolsillo y se la dio:
– Mira , si te gusta el cine, si quieres, en Madrid ven a verme un día. Sin compromiso. ¿Qué vas a estudiar?
¿No lo sabes? Vale. Mira, en la calle Alcalá, cuando quieras, claro hombre.
Juanjo ni se dio cuenta de que se había vuelto a encender la lucecita del belt y comprendió, por lo que vio
hacer al otro, que había que ponerse el cinturón; ni sintió que el avión empezaba a descender demasiado
airosamente (“en picado: bueno, no tanto,” se dijo). Miraba y remiraba la tarjeta, de un gris azulado, con el
logotipo de la Productora y el nombre del tío, y debajo ‘Head of Productions’. Casi nada, se dijo.
Más tarde se daría cuenta de que en su aturdimiento no había dicho nada, ni dado las gracias, cuando una
voz de mujer empezó a hablar por la megafonía.
– Pues mira qué bien, qué diablos dirá. Ya estamos fastidiando otra vez. – Volvió a recordar su tono achulado.
Qué rabia le empezaba a dar aquello. El otro se lo aclaró:
– Ha dicho que para Glasgow hay que cambiar de avión aquí, en Manchester – y antes que el chaval
reaccionase, continuó – Yo también voy a Glasgow – . y se reclinó dulcemente y se dispuso a esperar el
aterrizaje. Juanjo intentó hacer exactamente lo mismo.
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Se hizo el remolón, para no tener que salir de los primeros. Además, procuró no perder de vista al pelirrojo
y, así, lo siguió por los largos corredores enmoquetados sobre los que caía una música suave como sus pisadas,
como la voz de la mujer, una empleada del aeropuerto, que decía algo conforme pasaban a su lado los
pasajeros. Entonces, unos tiraban por un pasillo y otros por el de al lado. Juanjo gruñó un poco y siguió al
hombre del cine. Las paredes acristaladas dejaban ver un día gris, unas pistas grises, unos aviones indolentes
que se deslizaban cansinos y unos empleados embutidos en uniformes de los colores más chillones del mundo.
Juanjo ne se podía permitir distraerse y siguió, con una mano aferrando la bolsa de mano y la otra pegada
al pantalón, en cuyo bolsillo llevaba el pasaporte y la cartera con el dinero. A su madre no se le había ocurrido
otra cosa que ponerle una cremallera en aquel bolsillo, por fuera, que casi se veía, y ahora, mientras se
acercaba a una puerta donde estaban pidiendo algo a los que a ella llegaban, pues no veía forma, con el
Cinemanía en la mano y los nervios por todos lados, de bajar aquella maldita cremallera y sacar el pasaporte.
Como en las películas de intriga, en el último momento, cuando en la cola sólo le precedía una persona
(que no era el Gordo, que iba a escapársele), el ‘clic’ del artilugio bajó y sus dedos alcanzaron el pasaporte y
el papel con el permiso paterno. Lo mostró azorado a la señora, la cual lo miró, le sonrió sin venir a cuento y
le dijo algo. El dijo primero “Sí”, y luego añadió un “Yes” más bajito, con el que la mujer le hizo una señal
para que siguiera. A lo largo del siguiente corredor, mientras atravesaban un espacio ancho y circular con
una cafetería, puesto de periódicos y gente sentada aquí y allá, Juanjo repasó ‘su conversación’ con la del
pasaporte. Había entendido una palabra, sí señor. Aquella tía había dicho algo y luego lo de ‘Holiday’. Y él,
claro lo sabía, lo de holiday, que eran ‘vacaciones’, y quiso decir “Yes, on Holiday,” pero, no le salió. Pero
algo era algo, se dijo. Y aceleró el paso, que el Gordo había doblado una esquina y no lo veía, aunque iba bien,
lo sabía, y a su alrededor oía hablar español a dos parejas jóvenes que llevaban el mismo camino. Nada, tío,
todo controlado, se dijo a sí mismo. Y desembocó en otro espacio ancho, con un gran ventanal gris que daba
a las pistas, y a cuyos pies se veía un avión, bueno, un avioncito como de juguete, ¡de hélices!, como los de las
películas de la segunda guerra mundial. ¿Sería ése? Fue.
Claro que a aquellas alturas, Juanjo sabía que no debía inmutarse, así que salió detrás de todos cuando los
llamaron y subió por la escalerilla, al final de la cual había otra rubia, aunque más bajita que las del otro
aparato, como él más o menos, vestida con aquel delantal horroroso, azul con pintitas coloradas, una falda
larguísima y un gorrito que parecía el orinal de su abuela. ¡Qué risa! pensó.
La señorita les iba diciendo algo. ¡Zas!: “Good morning.” La tía había dicho good morning. Y aunque no
le dio tiempo a contestar nada, mientras pasaba por su lado, esbozó un gesto indefinido de “Hola, ¿qué tal?”,
“Buenos días, chati”, “Ea, aquí estamos, vamos allá”, “Gracias, guapa”, o alguna gracieta chulilla de aquellas
tan castizas, tan propias de su vida madrileña. De su barrio. De Leganés. Bueno, de Madrid. Porque él era
madrileño, claro que sí.
En realidad había nacido en Palencia, porque su madre lo había querido y la cosa había sido en verano,
cuando los padres estaban de vacaciones en el pueblo de los abuelos. El pueblo había sido luego para él eso:
los veranos de polvo en la calle, en las eras, en el corral de la casa. Hasta que hicieron la piscina municipal;
hasta que su padre le compró una bicicleta tras dos años de insistir. Desde entonces, desde los doce o trece
años, las cosas cambiaron. Se iban, los de la pandilla, al pueblo de al lado, y al río. Bueno, a un pequeño pozo
que en verano quedaba en un recodo, donde cogían ranas y algún cangrejo, pocos porque no había y además
estaba prohibido. Cuántas veces le oyó hablar a su padre de “antes, cuando echaban la red y los cangrejos
salían bullendo, gordos, por docenas”.
Ahora no había cangrejos, pero ya se escapaban con las bicis, al regato y al pinar. Y también iban al cine de
verano que pusieron hace ya unos años.
Y desde el verano pasado, las Fiestas. La verbena, las chavalas, el calimocho. Sí. El maldito calimocho. Se
rió. Y los amiguetes. Todas las tardes se juntaban en la Plaza, dispuestos a pasarlo lo mejor posible. Como
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hombrecitos, se saludaban con estudiada indolencia, como de estar de vuelta de no se sabía qué (bueno, sí se
sabía: a sus dieciséis años, de vuelta absolutamente de nada), y se decían aquellas frases que oían a los
mayores. “¿Qué pasa, colega?” “Vale, tío” y otras parecidas…
Pues así de castizo saludó a la azafata del avioncito de la British que hacía el vuelo entre Manchester y
Glasgow, que éste sí que iba a crujir, ya verás, se decía Juanjo, y además, que estaba todo lleno de nubes. Le
habían dicho que con las nubes los aviones dan botes, como los aparatos de la feria, las arañas voladoras esas
en las que nunca quería subirse, porque se mareaba y le daban ganas de vomitar.
Algún mal rato había pasado, cuando se subían a una barca cinco o seis de la pandilla, tres tíos y tres tías,
y todos apretados se morían de risa y de gritos, y se pasaban la mano por el hombro para no caerse y se notaba
que se lo pasaban fenomenal, y bajaban todos colorados y algún colega le hacía un guiño como diciendo “no
veas, tío, fenomenal,” y señalaba a una de las chicas, la que llevaba un pantalón color crema muy apretado
a un culito redondo y minúsculo y una camiseta que dejaba al aire la tripa. No veas. Y él, allí abajo, esperando
que acabase la vuelta.
La verdad es que lo de marearse y vomitar era un problema que no había conseguido abandonar con la
niñez. ¡Cuántas veces le había dejado hecho un zorro a su padre el coche! En fin, se dijo.
Y se sentó donde le tocó. Lejos del Gordo y al lado de una muchacha pálida que, sin parpadear, se acomodó,
se puso el belt (je, je: ya lo había adivinado lo del cinturón), sacó un libro y se puso a leer como si nada. La
verdad, la gente se tomaba aquello como si fuese la Biblioteca Nacional o el cuarto de estar de su casa. El no
estaba para leer. Estaba cansado y los nervios, “nervios cabreados” que llamaba él, no lo habían dejado desde
que se levantó. No pudo evitar mirar hacia fuera. Otra vez el ala. Y la hélice, que empezó a moverse. El ala del
aparato estaba sucia de una humedad que se mezclaba con un polvillo gris. Esperemos que no sea que pierde
aceite y eso, como en las películas. Se volvió a reír de su gracia y esperó.
El avión no se cayó y una hora más tarde Juanjo, a fuerza otra vez de perseguir al personal, se instaló en
primera fila junto a la cinta transportadora de equipajes, atentísimo a que no se le pasase su bolsa. Habían
recorrido más pasillos, nadie le había dicho nada, reconoció a algunos viajeros que habían salido de Madrid
con él y ya andaba más tranquilo. Oyó una voz a su lado:
– Bueno, chaval, lo dicho. Felices vacaciones, que aprendas mucho y, si quieres, pues pasa a verme en
Madrid y te enseño un poco todo el rollo este de cine. Venga. – Y el amabilísimo pelirrojo cogió una maleta
verde, se la echó al hombro y se dio media vuelta, buscando la salida.
Juanjo se quedó, otra vez, cortado. No había tiempo de nada. Ni de decir gracias ni nada. Claro que no las
había dado ni una vez en todo el día. Alguna vez había que empezar, pensó, aunque sólo fuese por largar algo.
Y el tío aquel, qué majo. Iría a verlo a Madrid en septiembre, claro que sí, tonto sería. ¿Y qué le iba a decir?
Pues eso, que le gustaba el cine muchísimo, (mogollón, diría mogollón), desde chavalillo, que tenía varias
Enciclopedias de Cine, y en vídeo unas trescientas películas, y que le encantaban las versiones originales
subtituladas, que eso sabía que hacía muy cinéfilo.
En realidad, había ido dos o tres veces a los Cine Renoir y salió con dolor de ojos de tanto leer subtítulos,
pero se hizo allí mismo, en los pasillos enmoquetados de un azul British, la firme intención de, a partir de
ahora, ir todo lo que pudiese a las V.O.
“Tengo que aprender inglés, sí, tengo que aprovechar. Mi padre tiene razón” – no le gustó darle la razón a
su padre, aunque fuese para sus adentros – “sin inglés, no te comes una rosca, es verdad”. Y recordó de
repente – ¡cómo hablaba el tío aquel español! ¡en dos años! Bueno, pensó, es que se les da mejor a los
extranjeros, los españoles, ya se sabe que somos muy brutos para los idiomas.
Pescó al vuelo su bolso, se lo colgó y siguió a los que ya se encaminaban a la salida. EXIT, leyó: sí, señor,
Exit: salida. Exito. Ya verás, Juanjito, esto va a ser un éxito. Se animó, se sintió mejor y echó a andar.
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Notes
enarbolaban una pértiga
una recua
atosigados
machacona
estaba lista
se arrellanó
esbozar
el respingo
tal cual
de costado
se afanó
de reojo
vaya plancha
el piscolabis
ensartar unas virutas
linda
mofletudamente
faltaba el rabo por desollar
al quite
unos brochazos
fiambre
puso reparos
aderezada
no perdonó
le daba cancha
mogollón
en picado
se hizo el remolón
el artilugio
venir a cuento
el orinal
las eras
un recodo
la red
dar botes
hecho un zorro
nervios cabreados
Hora local
were holding up a pole
a bunch, trailing line (of people)
harassed
wearisome, monotonous
the ‘lista’ refers back to ‘su madre’ but
in English we would use the more
general expression ‘No way!’ or ‘That’ll
be right!’
he settled down comfortably in his chair
to make a weak attempt (at a smile)
start (as in fright)
neither up nor done
sideways
made a big effort
out of the corner of his eye
big mistake!
refreshments
to skewer some pieces (of carrot)
adjacent
in a chubby-cheeked way
the worst was yet to come
ready to help
brush-strokes
cold meat
objected
adorned, dressed-up
he didn’t miss
gave him room/opportunity
loads
in a dive
he took his time
gadget
to be relevant
chamber-pot
cultivated plots of land
bend in a river
net
to bounce
falling apart, worn – out, a real mess
jangling nerves
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Capítulo tercero
Al agua, patos
L
a autopista era gris, el cielo estaba gris, de un gris oscuro propio de un anochecer otoñal. ¡Y eran las
cuatro de la tarde! La llegada había sido, sí, gris, como el escaso cabello de la cabeza que tenía delante,
la del padre de Ronald, que conducía como si tal cosa un coche grande – no se había fijado en la marca
– en medio de un tráfico que se iba espesando conforme se iban metiendo en la ciudad.
A su lado, Ronald, el chico de su edad que iba a ser su compañero ese mes, era un poco más alto que él y
más delgado. Tampoco tanto, pensó Juanjo, que había observado al otro en el trayecto desde el edificio del
Aeropuerto hasta el aparcamiento. No tanto, no tanto, pero era más alto.
Juanjo no podía evitarlo. Su estatura era ‘normal’, eso estaba claro, normal para su edad, acababa de
cumplir diecisiete años, tenía tiempo de sobra para dar el típico estirón, sí, no pasaba nada. Eso decía todo el
mundo y sería verdad.
Pero el caso es que que era de los más bajitos del curso, y las chavalas de la pandilla sí que habían crecido
bastante antes, como era normal, sí, ya se sabe, las mujeres se desarrollan antes, claro, le decían. Normal.
Muy normal y mucho lo que quisieran, pero Juanjo lo llevaba fatal y se pasaba los días mirando de reojo a
los que se ponían a su lado y pensaba que su ‘típico estirón’ ya podía ir llegando, este verano, por ejemplo. Su
padre le había contado mil veces cómo de pequeño se fue un verano al pueblo con sus abuelos, y cuando
volvió, pues que no lo reconocieron casi, de lo que había cambiado.
Pues nada, a cambiar este verano, se decía esperanzado, a ver si se nota cuando vuelva.
Durante los meses de invierno había seguido aprovechando las ocasiones en las que en casa necesitaban
algo de la Farmacia para ofrecerse a ir y así se pesaba y se medía, porque se negaba, cabezón, a que su padre
siguiese con aquella costumbre infantil de medirlo en la puerta del armario de su habitación e ir poniendo
rayitas desde que tenía dos años. Juanjo iba comparando los papelitos que daba el peso de la Farmacia, y veía
que durante todo el invierno prácticamente no había habido variación. En el peso sí, pero en la estatura no.
Y tampoco es que fuese gordo, pero había que reconocer que estaba sacando la figura de su padre y que, si
se descuidaba, pues podía llegar a ser un adulto muy ibérico, así, redondito, sin aristas. No estaba dispuesto a
ello, lo tenía muy claro, y se había dedicado al deporte todo lo que había podido desde meses atrás, porque de
‘controlar la dieta’, nada, su madre no se lo hubiese permitido.
– Valiente sandez – decía la mujer, – tú qué vas a estar gordo, anda, tómate la leche con el Cola – Cao.
Eso le decía, pero él estaba dispuesto a controlarse (y se le cruzaban por la mente en ese instante los
calimochos sabatinos, que bien sabía que no eran lo más indicado para la cintura, entre otras cosas).
Así que, con algún altibajo, en la práctica de ejercicio sí había sido constante. Se había apuntado a un
gimnasio, en el que se aburría ferozmente tres tardes por semana: algunos viernes se había ido a correr a la
Casa de Campo con dos compañeros (uno de ellos, compañera: al principio le dio canguelo; luego, había que
verlo dejándose el bofe para seguirlos, pero lo conseguía). Sí, le gustaba el deporte.
Que era precisamente lo que descubrió que le estaba preguntando Ronald en ese momento, afanándose el
muchacho en entablar una conversación o lo que fuese, a base de derrochar amabilidad, gestos y palabras
dichas muy, muy despacio, que casi las masticaba.
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Juanjo entendió lo que le preguntaba, que si le gustaba el fútbol – eso lo había entendido – y el campo y la
montaña y la ‘swimming pool’ que era una palabra que se le había quedado muy bien cuando salió en clase,
porque en su libro de texto venía un dibujo muy gracioso con una piscina y la palabreja aquella).
– Me encanta – tomó aliento y continuó: I love sport very much – dijo, y todos se volvieron hacia él,
incluidos el padre y la madre, y compusieron sonrisas de felicitación enormes y sinceras y empezaron a hacer
exclamaciones (en inglés, por supuesto), que muy bien, muy bien, así, muy bien, perfect, perfect, y Juanjo se
contagió de aquellas risas francas y no se puso más colorado y miró hacia su derecha, a la hermana de
Ronald, que no estaba nada mal, ya se había dado cuenta de sobra en el Aeropuerto, y que hasta entonces
había permanecido callada en la otra ventanilla. La muchacha lo miró con gesto dulce y él lo agradeció un
montón; además, que la chavala estaba muy bien, ya se había fijado él, sí, aunque tal vez tuviese dieciocho,
por lo menos, o diecinueve, y además, que como ellas se desarrollaban antes…pero no importaba, seguro
que iría con ellos a algún sitio en los próximos días. Qué bien le pareció y qué nervioso se puso por dentro,
ante la posibilidad de no sabía bien qué, pero que volvía a sonarle muy peliculero. La verdad era que estaban
siendo muchas películas para un día, sólo que éstas eran de verdad. Así que el deporte.
Como pudo, Juanjo vino a decir que sí, que le encantaba hacer deporte. Que con sus amigos iba a la Piscina
Municipal. Sí: la swimming pool, y que le gustaba nadar.También – mintió – tenía un compañero que tenía
piscina en su casa. No, no era muy grande, pero…suficiente para hacerse unos largos y, como estaba cubierta,
pues daba mucho gusto en invierno, calentitos.
En realidad, su padre tenía un amigo que era zapatero, bueno, dueño de dos o tres tiendas de zapatos en
varios barrios de Madrid. El hombre siempre contaba que había empezado de la nada, vendiendo zapatos en
un saco por los pueblos de la provincia en los años cincuenta. La vez que fue a su casa, Juanjo le oyó contar,
muerto de risa, lo que al hombre le gustaba repetir siempre que podía: cómo, en aquellos años, compraba
zapatos de desecho al peso, sin mirar si eran del pie izquierdo o del derecho. Los iba vendiendo por cuatro
gordas los domingos por los mercadillos, y pocas semanas después volvía con otro saco y los primeros
compradores se arremolinaban a su alrededor para buscar el parejo, por otras dos perras. Los que no lo
encontraban en el saco, andaban toda la mañana por el mercado, mirando los pies de todos los feriantes, a
ver quién llevaba unos zapatos como los suyos, para ver de hacer el trueque conveniente.
Pues el hombre hizo dinero, y puso tiendas en Madrid en los años setenta y luego se hizo una casa muy
buena en un solar que compró y ahora tenía un chalet allí, en Leganés, que no era Puerta de Hierro ni La
Moraleja, pero era un chalet. Hizo una piscina fuera, la swimming pool, y no se conformó y se montó, al lado
del garaje, un garigolo con una piscina de ocho o diez metros de largo y puso unos aparatos gimnásticos,
pesas, remos y eso, ¡y una sauna!: sí, una sauna.
Y allí iba con sus amigos y organizaban meriendas y no sé qué más cosas. Su padre se lo contó a Juanjo y,
claro, el no sé qué más, en su boca y en la de los de la pandilla, pues se transformó en orgías que para qué.
El caso fue que su padre era amigo del zapatero y alguna vez fue a su piscina – la swimming pool – y a la
sauna. Aunque la figura del hombre no tenía remedio (los genes aquellos que ¡maldita sea! estaba heredando
Juanjo), todavía intentaba no ser un gordo fofito cuando se acercaba a los cincuenta. Naturalmente que
juraba y perjuraba, medio en serio y medio en broma, sobre todo delante de la madre, que él no estaba para
juergas, que él iba a sudar un rato los michelines, y que eso de las juergas con mujeres y tal, pues que era más
leyenda que otra cosa.
Y un día que había quedado para ir, le dijo a Juanjo que si quería acompañarlo. Llamó al amigo zapatero,
que naturalmente no tuvo inconveniente. Juanjo claro que dijo que sí, con ciertos nervios, y aquella tarde, sin
quitarse el bañador – los hombres andaban desnudos de acá para allá, como si tal cosa, como en las películas,
incluido su padre – pues se dio un baño calentito en aquella piscina pequeñita y se metió un momento en la
sauna, hasta que empezó a agobiarse y antes de reventar a sudar no pudo más y se salió.
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Sí: “acostumbraba a ir a la sauna con frecuencia”, estaba contando a toda la familia de Ronald: en España
eso era normal. Bueno, en España no sabía, pero entre sus amigos, en Madrid, vamos, pues sí. Y sintió que se
ponía un poco rojo de vergüenza por tanta mentirijilla como empezaba a ensartar. Pero no se arredró y siguió
con la descripción de un tiempo de ocio que sólo existía en su imaginación, en el que incluyó primero fútbol,
por el que decidió pasar muy deprisa. Añadió supuestos partidos de tenis, no se sabía dónde. Con lo del golf no
se atrevió, porque sabía que no iba a colar, y menos en Escocia, pero antes de rematar la enumeración con la
sauna y la swimming pool consabidas, no puedo evitar una alusión a ‘los deportes de invierno’, el deporte
blanco. A esquiar, vamos.
– Skying, sí – se atrevió a decir, y acertó: recibió cabezazos de asentimiento complacientes que decían, “sí,
sí, claro, claro” (bueno, pensó Juanjo, dirían algo así como “yes, yes, of course”).
– También solemos ir a esquiar. Skying, ya sabes, – miró a Ronald, que tenía cara de póquer. Juanjo seguía
contando como podía, que era un chapurreo en que los gestos podían más que las palabras – Y, claro, a la
swimming pool.
Y la familia escuchaba sin poner cara de nada, sólo de educación. La madre, de vez en cuando, se volvía y
hacía sonrientes gestos de asentimiento con la cabeza.
En realidad, recordó Juanjo para sus adentros, aquel había sido el primer invierno que había ido con los
amigos a la Piscina Municipal de Leganés, que por fin habían inaugurado. Hasta entonces, sus baños invernales
se habían reducido a ‘los largos’ chapoteados de siete u ocho metros en la piscinita del zapatero aquella vez,
la única, que fue con su padre.Los dos últimos veranos habían ido quince días en julio a Torrevieja, en la
provincia de Alicante, con gran esfuerzo económico familiar que él no había sabido valorar, sino todo lo
contrario. Allí, en aquella playa familiar, rodeado de miles (millones, decía él) de personas mayores, viejos,
vamos, y niños con palitas y cubos, pues plantaban la sombrilla lo más cerca del agua que podían, a codazos
prácticamente, y chapoteaban. No había conocido a nadie en todo el tiempo, los ‘baños de familia’ le aburrían
y su padre se entristeció al ver su mal humor constante.
Un día, por la tarde, Juanjo se acercó al puerto. Un grupo de chavales se bañaba en el espigón, tirándose al
agua de cabeza hasta la última roca. El agua parecía profunda, tranquila y verde. Los tíos se lo estaban
pasando fenomenal y, además, congregaban a su alrededor a los paseantes sin nada que hacer. Le dio muchísima
envidia. De buena gana se hubiese tirado al agua saltando como una rana y dando gritos de contento, dejándose
mirar por la gente. Pero no había posibilidad.
No la había porque Juanjo no sabía tirarse de cabeza. La verdad es que Juanjo nadaba bastante mal. La
realidad era que casi no sabía nadar. Se mantenía a flote, sí, y chapoteaba como un perrillo, pero se sentía un
ridículo espantoso y por eso siempre prefería quedarse en la playa, en la arena, donde hacía pie y no se tenía
que zambullir. Por eso lo había pasado tan mal con su pandilla en la Piscina Municipal de Leganés, recién
inaugurada, cuando fue la primera vez y no quería repetir.
Todo (se decía él con rencor) era por culpa de su padre, por culpa del susto que se llevó de niño con su padre
en las Piscinas de Puerta de Hierro, las enormes piscinas sindicales en las que había tanta gente como en la
playa de Torrevieja, y a las que fueron varios años cuando él era pequeño.
Un día, lo recordaba bien, estaban jugando unos cuantos niños a tirarse en la parte donde había poca
profundidad. Saltaban y enseguida se cogían a la pared. Luego empezaron a hacerlo junto a la escalerilla, por
la que subían corriendo para repetir el salto. Su padre, que andaba por allí, se ofreció a jugar con ellos y se
fueron a una zona un poco más profunda, donde los adultos hacían pie. Su padre se metió en el agua, se
separó apenas medio metro de la orilla y los chicos iban saltando al vacío, caían junto a él, casi entre sus
brazos, y antes de que se hundiesen, los cogía, los sacaba en volandas y los dejaba junto a la escalera. La
cadena iba cada vez más rápida. Los críos corrían, saltaban, chapoteaban, salían y vuelta a empezar, entre
risas y gritos.
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Y en uno de sus saltos, Juanjo sintió cómo la mano de su padre se deslizaba, pasaba por su lado pero no lo
atrapaba, en medio de la espuma que levantaba con el salto. Sin asidero, se fue para el fondo. Apenas dos, tres
segundos, Juanjo se vio perdido debajo del agua, de la que salió gritando y tosiendo, dando unos alaridos que
llamaron la atención de todo el mundo.
Tardaron un buen rato en que se calmase, sentado en brazos de su madre bajo la sombrilla, y no hubo
manera de que se metiese más. No quiso volver a la piscina aquel verano. El año siguiente se limitó a la
piscinita de los niños, con apenas un palmo de agua. Y no quiso saber nada de recibir unas clases de natación
que daban unos chicos fuertotes que se tiraban desde el trampolín más alto.
Así que cuando inauguraron la Piscina Municipal de Leganés, se vio en un apuro delante de su pandilla. La
primera vez que fueron lo pasó fatal, todo el día disimulando, que si no me apetece, que si no he hecho la
digestión. Menos mal que hicieron un cursillo, al que no se apuntó nadie, porque era los sábados por la
mañana, a las nueve nada menos. El sí lo hizo, “para perfeccionar, para coger estilo,” le dijo con mal fingida
suficiencia a su amigo Pablo cuando éste se enteró. Pero no comentó nada y Juanjo consiguió aquel invierno
nadar un poco decentemente, aunque nunca consiguió el ‘famoso estilo’, la simple soltura que hubiese
deseado. Seguía nadando como un perro, como un perrito, muy simpático y habilidoso, pero como un perrito.
– Sí, hacer unos largos me encanta, voy con frecuencia – seguía hablando con un énfasis bastante ridiculillo.
Se hizo un breve silencio en el coche mientras recorrían una avenida que era ya una calle, con muchas
tiendas bajitas una al lado de la otra con letreros de colores y gente por las aceras. Al fondo se veía un edificio
enorme, descomunal, terrible. Juanjo miró por la ventanilla y leyó en la casa de una esquina un rótulo. “Algo
de street, claro,” se dijo. Le pareció que ponía también Great: claro, se dijo, ‘grande’. que eso también se lo
sabía. “Vamos, que ésta debe ser la Calle Grande” como la Calle Ancha del pueblo de su padre, pensó, y se
sonrió con la comparación.
De sus pensamientos lo sacó la voz de Ronald, el cual, paladeando otra vez las palabras y ayudándose de
gestos, le estaba diciendo algo. Le decía algo de mañana, tomorrow, que eso también lo entendía. Así que
había plan para mañana, se dijo Juanjo. Bien. Se animó. Pero no entendía los gestos de Ronald, que subía las
manos por encima de la cabeza, las juntaba y hacía un movimiento hacia delante. Sólo cuando entendió otra
palabra, que era ya para él una segunda piel, lo comprendió todo: su nuevo amiguito (así habría dicho su
abuela, la del pueblo, la pobre) les estaba diciendo que tomorrow irían…¡a la swimming pool! y que se
tirarían de cabeza a la piscina, naturalmente.
Y Ronald se reía mientras mientras componía la figura propia de Tarzán lanzándose al río y repetía:
swimming pool, yes, swimming pool. Y toda la familia asentía con la cabeza y se reían.
Juanjo palideció y sólo consiguió farfullar un “vas listo, colega” a la vez que volvía la cabeza a la ventanilla
para que no lo vieran y para disimular la ola de calor, de vergüenza y de cabreo que se le estaba subiendo a la
cara. Cabreo contra él y contra Ronald y contra la Piscina Municipal de Leganés. Y contra su padre, desde
luego, que siempre pagaba los platos rotos de su carácter tan difícil.
Se volvió así, malhumorado, hacia la ventanilla, y miró hacia fuera, al tiempo justo que sintió que un
enorme autobús de dos pisos se les metía dentro del coche, literalmente. Juanjo retrocedió de un respingo y
cuando parecía que era inevitable el trastazo, la mole aquella dio un giro y siguió su camino paralelo a ellos.
Muy paralelo, pero Juanjo se había llevado un susto de muerte. Pronto se dio cuenta de por qué: simplemente,
no esperaba por aquel lado que él ocupaba, el derecho, aquella aparición. Reflexionó un momento y cayó en
la cuenta: “Claro, si es que estos tíos conducen por la izquierda, ya no me acordaba”. Y se sintió más tranquilo,
aunque su interior aprovechó el detalle para seguir despotricando un poco, que era lo que el cuerpo le pedía
en ese instante. Le solía suceder a menudo: de repente sentía que necesitaba ponerse agresivo, hacer daño si
era posible, poner verde, hablar mal de algo o de alguien, despreciar. Le sucedía con frecuencia y le había
costado disgusto sonoro que prefería no recordar.
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Así, empezó a rumiar quejas, las mismas que en realidad traía preparadas desde antes de salir de su casa,
aquel manojo de tópicos provincianos que había oído tantas veces a quienes nunca habían salido de Leganés
ni habían leído un libro ni habían reflexionado sobre nada serio…
Y así, Juanjo volvió a su cantilena: “nada, que no hacen nada normal estos tíos: hace un frío insoportable
en agosto, comen con té y de postre toman vino, conducen por la izquierda y se ríen cuando no toca. Anda
que…”.
Sus pensamientos hubieran seguido por aquel camino de tópicos gastados si Ronald no lo hubiese sacado
de él: sí, irían a la piscina, y se tirarían de todos los trampolines del mundo, por lo visto. Además, alguno de
sus gestos, la cara de orgullo de la madre, que decía que sí con la cabeza a su hijo, y, sobre todo, otra palabra
que entendió, todo ello lo puso peor todavía de lo que estaba.
Porque, en medio de su discurso mutilado, Ronald le había venido a decir que él era bueno, muy bueno en
la swimming pool. Juanjo había entendido perfectamente la palabra champion y no necesitaba más. Lo que
le faltaba….
Juanjo palideció.
Seguía pálido cuando el coche dejó una Avenida ancha que tenía al lado un parque y se metió en un barrio
de casas todas iguales, algo oscuras, y se detuvo delante de una de ellas.
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Notes
sin aristas
without difficulty
valiente sandez
brave nonsense
le dio canguelo
gave him the creeps
dejándose el bofe
going flat out
de desecho
waste
cuatro gordas
four big ones (refers to amounts of
money)
el trueque
barter, swap
un garigolo
cf ‘gariga’ – drizzle
fofito
flabby
no se arredró
wasn’t scared
no iba a colar
wasn’t going to wash/hold water
un chapurreo
barely understandable language
a codazos
elbowing
el espigón
sea wall, breakwater
zambullir
to dive, go under water
en volandas
bodily, in the air
sin asidero
without support
la mole
bulk(y), hulk(ing)
despotricando
ranting, raving
Hora local
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Capítulo cuarto
De compras
J
uanjo sintió en los ojos la luz que entraba por la ventana. Una luz lechosa y tenue, casi apagada, de ésa
que anuncia que la noche se ha acabado. Empezaba a clarear, sí, y Juanjo tardó un instante en situarse,
en reconocer dónde estaba. Tenía mucho sueño y apretó los ojos, pero el mal estaba hecho. No sabía por
qué, pero desde muy pequeño se había acostumbrado a dormir completamente a oscuras y, desde entonces, la
más mínima claridad le rompía el sueño. Así que medio abrió los ojos y se sintió cansado. Su cama estaba
junto a la ventana y en medio había una mesilla. Como pudo, se deslizó un poco, sacó el brazo, lo acercó a la
pequeña claridad, estiró el cuello y pudo ver la hora en su reloj: ¡las seis y cinco! ¡Eran las seis y cinco!
Y ensartó en silencio una retahila de improperios contra todo: contra la Gran Bretaña, que estaba loca y
amanecía cuando él, algunos sábados – pensó muy ufano, muy hombre – , todavía estaba en plena juerga
nocturna.
Maldijo, sí, al Imperio Británico y a su padre, naturalmente, que lo había mandado a aquel país.
En un momento, recordó que allí iban una hora de diferencia. Una de retraso, vamos. Como en Canarias.
Y como en Portugal. Vaya sitios, pensó. Siempre lo mismo: gente rara, gente que hacía cosas para distinguirse
de los demás.
Su padre se lo había recordado varias veces, lo de la hora local.
– Acuérdate – , le decía, – de cambiar el reloj y de adaptarte a sus horarios; acuérdate, Juanjo, de que hay
que vivir como viven ellos, allá donde vayas. Acuérdate de lo que decía el abuelo Maximiliano: “Adonde
fueres, haz lo que vieres”.
Esos rollos le metía su padre, lo de adaptarse y lo del abuelo Maximiliano, que había hecho la guerra,
hacía mil años, y por lo visto la había perdido. Su padre hablaba mucho de él y tenía algunos libros viejos en
su habitación que habían sido del abuelo.
Sermones, rollos que, en los últimos meses, desde que ya era seguro que haría el viaje a Escocia, los había
prodigado una barbaridad…Sermones. “Hay que vivir a la altura de las circunstancias” por ejemplo, le
decía.
Y el caso curioso era que un día, en clase en el Instituto, el profesor dijo lo mismo.
Estaban leyendo la poesía de Machado, el de ‘el olmo seco hendido por el rayo y en su mitad podrido’, que
se lo hizo aprender a todos (Juanjo tenía buena memoria, muy buena, desde niño, eso sí, y aprendía con
facilidad tiradas enteras de versos – o de alineaciones de equipos de fútbol – , desde que su madre, siendo un
pequeñajo, le leía de su viejo ‘Libro de Lecturas’ poemillas de los poetas del Siglo de Oro, de Lope y de
Góngora. Recordaba una poesía, La Cena Jocosa, que le gustaba mucho…)
Juanjo recordó que el profesor estaba hablando de la literatura de la Generación del 98 y llegaron a Antonio
Machado, claro. “San Antonio,” decía alguno con guasa, por la veneración con la que hablaba de él Don
Nicolás, el Nico, aquel profesor que llevaba el pelo aplastado de un lado a otro para intentar tapar, inútilmente,
una calva esplendorosa.
Resultó que aquel día, don Nicolás no leyó poemas de Machado. Sacó un volumen de prosa, ‘Los
Complementarios y Juan de Mairena’. “Son aforismos,” dijo, y todos se quedaron igual. Entonces, Don
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Nicolás leyó alguno de aquellos pensamientos breves, como anécdotas, entre un profesor y sus alumnos. Y
había salido aquella frase, aquello de que había que vivir, no ‘au–dessus de la mêlée’ – Juanjo no sabía
francés, ni ninguno de la clase, pero el profe se lo tradujo – , sino a la altura de las circunstancias.
Y él recordaba la frasecita porque para eso se encargaba su padre de sacarla siempre que podía, y eso que el
empleado de Banca seguro que no recordaba nada de su Bachillerato, que apenas terminó, según él mismo le
había contado muchas veces, porque a los diecisiete años había entrado de botones en el Banco, y además,
que era de Ciencias. Su padre, no, no podía saber nada de literatura.
Sin embargo, siempre hablaba con respeto de la Historia y de la Literatura, y repetía pensamientos que
eran, seguro, citas de escritores, y una de ellas era aquella de que lo importante del hombre era estar a la
altura de las circunstancias, que su padre la decía también con la misma veneración que el Nico en clase de
Literatura. La habría leído en alguno de aquellos libros que tenía en su cuarto, en un estante al lado de la
cama.
Así que había que estar a la altura, pensaba Juanjo, cabreado sin poder dormir. Cabreado e incómodo
además, porque ‘había pasado mala noche’ (lo que en su lenguaje quería decir que se había despertado tres
o cuatro veces). Sí, había pasado una noche fatal, todo el tiempo entrando y saliendo del edredón.
Porque esa era otra: esta gente dormía con edredón ¡en pleno agosto, con edredón! Estaban chalados, la
verdad.
Juanjo, sí, la verdad era que no había descansado bien. A pesar de su edad, era una persona muy calurosa,
desde muy pequeño, que sudaba enseguida (serían los genes, aquellos malditos genes que andaba heredando
y que intentaban convertirlo en un gordo fofito como su padre, pero no lo conseguirían, se decía).
Aquello del edredón, decían, era un buen invento. El no tenía pero muchos compañeros del Insti sí. El
había estado a punto, recordó revolviéndose en la cama y viendo a Ronald que dormía como si tal cosa a su
lado.
Recordó como su madre quiso comprarles un edredón a cada hermano. Había sido dos años atrás, en
otoño, cuando la televisión se llenó de anuncios de Grandes Almacenes que se empeñaban en que fuésemos
todos a la Planta del Hogar, donde encontraríamos esas prendas que necesitábamos para el invierno que se
acercaba, todo para el hogar, vista su casa y todo eso.
Y allí se fueron un sábado por la tarde, la madre, la hermana y Juanjo, a la Planta del Hogar del Corte
Inglés.
Sólo que aquel hogar estaba pensado para otro tipo de familias, que no la de un empleado de Banca de
Leganés, y se volvieron sin los edredones ‘nórdicos’ para su hermana y para él, que ellos, los viejos, ya habían
decidido que esperarían. A lo mejor el padre de Juanjo había decidido, sin haberlo probado, que a él esas cosas
no le gustaban y que prefería las mantas de cuando se casaron y las sábanas que le había bordado a ella su
madre en el pueblo, en Palencia, y que estaban como nuevas después de casi veinte años.
Mientras recordaba todo aquello, Juanjo se removía en la cama: sacaba una pierna y al rato sentía que se
le estaba quedando fría. Se arrebujaba hasta el cuello y le picaba; metía la cabeza debajo de todo, debajo del
edredón y debajo de la almohada, para evitar la luz, y se asfixiaba.
Aunque él no estaba dispuesto a reconocerlo si alguien se lo preguntaba, la verdad era que se quedó medio
dormido, a pesar de todas aquellas incomodidades, y cuando volvió a mirar el reloj eran las nueve menos
cuarto. Bueno, las ocho menos cuarto, que ya se sabe, se dijo. Oficialmente ‘no había pegado ojo en toda la
noche’ y así se quedó, con aquel pensamiento de víctima de las circunstancias que tanto le gustaba – aquello
sí eran las circunstancias, ‘sus’ circunstancias, mejor dicho, las que le había montado su padre, que se podía
haber quedado callado, que estaba más guapo, y ya podía haber aprendido él inglés, que mejor le hubiera ido
en la vida…
Cuando se ponía a pensar así, se embalaba, y en ello estaba cuando oyó un gritito que venía de la cama de
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al lado. Ronald amanecía pletórico, y desde detrás de sus greñas le echó una sonrisa y dijo – estaba clarísimo
– “good morning”, que Juanjo repitió perfectamente natural, según se dijo a sí mismo.
Todavía estuvieron un buen rato sin hacer nada. Juanjo no se atrevía a salir él primero, no sabía si ir al
cuarto de baño de abajo o al que estaba al lado de la habitación de los padres de Ronald; naturalmente,
tendría que ir en pijama. ¿O se vestía antes?
La ‘conversación’ con Ronald se prolongó, mientras éste se desperezaba. El tema del que le hablaba, Juanjo
lo pilló también: la verdad era que estaba empezando a coger cosas, todo era cuestión de ponerse, y se sintió
mejor. Ronald hablaba de la ventana. Bueno, de la ventana exactamente, no, ni le estaba diciendo que corriese
aquella cortina blanca que dejaba pasar toda la luz. Tampoco. Lo que Ronald le estaba diciendo, señalando
con el brazo hacia la ventana, era que hacía buen tiempo, o mal tiempo, o como hiciese. Pero el caso era que
el chaval estaba hablando del tiempo, sí. Juanjo entendió la palabra weather y casi da un salto de felicidad.
“Claro, the weather, is good?” se atrevió a chapurrear. El muchacho escocés puso una cara compungida y
empezó a hablar de que el tiempo en Escocia no era como en España: frío y lluvia, mucha lluvia, nubes, –
clouds, lo repitió varias veces – , y Juanjo ya es que saltaba de contento para sus adentros de alegría: Clouds,
nubes, qué bien, clarísimo, lo sabía.
A partir de ese momento, Juanjo repetía las palabras que iba entendiendo, Ronald las volvía a decir,
paladeándolas, sonriendo, muy despacio, todo lo despacio que podía, y luego Juanjo las decía en español:
“nubes”, NU–BES. Entonces era Ronald el alumno: Nubes, yes, NU–BES.
Y con las nubes, y el Tiempo y el Frío y la Lluvia (rain, ya sé, esa sí que me la sé) y Benidorm, que salió
enseguida, y dos o tres palabras más, se las pasó un buen rato haciendo traducción simultánea a su manera,
hasta que oyeron que los llamaban desde abajo con gritos cariñosos.
Era sábado y bajaron con parsimonia a la cocina. Juanjo se había vestido y había pasado por el cuarto de
baño brevemente (“luego, por la noche, o mañana, ya cuando controle, pues me ducho y eso,” se dijo.
Metida en una bata de colores discretos, aunque con alguna ameba de más en los dibujitos, la madre de
Ronald, ayudada por su hija, se movía despacio en torno a una mesa de madera grande, en la que se iban
acumulando recipientes encima de unos mantelitos individuales ya dispuestos.
El padre, ya vestido y sentado a un lado, manejaba con una soltura envidiable otro periódico de aquellos,
grandísimos.
Cuando se abrió la puerta, todos volvieron el rostro hacia él y le sonrieron con voz cantarina, repitieron eso
de good morning y también el gritito de saludo, hi, que Juanjo había oído que usaban constantemente los
personajes de las películas americanas subtituladas que había visto en Madrid.
Se decía así “jai”, y era “Hola qué tal”. como el hello que vino a continuación y que entendió perfectamente,
que era como preguntarle que cómo iba todo, que cómo había pasado la noche, por ejemplo. El se encogió de
hombros y puso cara de conejo: no iba a decir que fatal, que no había pegado ojo y le salió aquel guiño un
poco tonto.
Luego, despacio, le siguieron diciendo cosas de las que entendió, perfectamente, el gesto con la mano que
indicaba que se podía sentar en una de aquellas sillas, delante de la que habían colocado un plato liso y un
cuenco.
Atravesaron un puente que tenía pinta de antiguo. Era grande, debajo se adivinaba un río rodeado de
árboles muy grandes, y al fondo un edificio de postal, con una torre como las de las películas antiguas. Era
muy bonito, sí, era diferente a lo que él conocía. Nada que ver, claro, con Madrid, ni con Leganés. Ni con
Palencia. Se rió.
Estaba nublado y el padre de Ronald conducía despacio en medio de un tráfico tranquilo y espeso.
Durante el desayuno, Ronald le había contado el plan que habían pensado para los próximos días. Era
sábado y el muchacho anfitrión, con ayuda de su familia, había proyectado varias actividades. Cuando Juanjo
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las fue oyendo, no pudo menos que sentir una sensación contradictoria. Le sonaba muy bien, sí, pero también
algún desasosiego le vino de alguno de aquellos planes.
No le importaba ir, como hacían ahora, sábado por la mañana, al Centro, eso habían dicho, a ver las calles
principales y las tiendas, y la Plaza del Ayuntamiento y eso, y algo habían hablado de un mercado – market
– que estaba claro.
Lo de salir aquella noche, pues también bien, pero...Saturday night había dicho Ronald, clarísimo. Juanjo
controlaba la expresión desde que la leyó en la letra de una canción, o tal vez había sido en el título de una
película antigua de las que hablaba Cinemanía algunas veces, no recordaba bien.
Pues el sábado noche había que salir, claro, había dicho Ronald. Claro, repitió Juanjo, fenómeno. Y le dio
un poco de apuro pero le apeteció mucho. Miró de reojo, sin saber de reojo por qué, a la hermana de Ronald,
de la que no se había quedado con el nombre, cuando sa saludaron en el Aeropuerto, qué vergüenza, y no la
podía llamar, no podía dirigirse a ella: tenía que ver la forma de enterarse. El caso es que la miró con disimulo,
sin saber por qué, cuando Ronald habló de la salida nocturna. Estaba claro que le apetecería mucho que ella
fuese con ellos: le apetecía tanto como miedo le daba. Ya veríamos. Sí: lo de la salida nocturna estaba muy
bien.
Como lo del mercado al que por lo visto iban ahora. Lo de la visita a un museo, o a dos (el plural no había
quedado claro) le hacía menos ilusión, la verdad, pero bueno, qué le vamos a hacer, vale, se dijo: ése era el
plan previsto para el día siguiente, la mañana típica de un tranquilo domingo paseando por algún parque –
que allí sí había, eso se notaba – , visitando algún museo (que era lo previsto) o, había dicho Ronald (otra
palabra más al bote), podían ir de pic-nic.
Juanjo sonrió con suficiencia, más o menos para sus adentros. Era algo, claro, que sabía de toda la vida, lo
de pic-nic, que eso también lo hacían en España: hacer de domingueros, vamos, de pobrecitos paletos, al
campo, con la fiambrera, la tortilla, el mantel de cuadros, la pelota, qué sé yo. Y luego, volver en caravana,
cansados y aburridos.
Eso era lo de hacer pic-nic, qué chorrada, pensaba Juanjo, otra vez con tono achulado, sin recordar en ese
momento, porque no le interesaba en absoluto, que en su niñez, es decir, ocho o diez años atrás, eso, la salida
de domingueros, era lo que habían practicado ellos, su familia, en la sierra, a la orilla de algún pantano. En
verano se iban hasta Valsaín, al otro lado de la sierra, ya en la provincia de Segovia.
Bien que se lo había pasado entonces, en el río, corriendo entre los pinos con los otros niños y con el fuego
para las chuletas que hacían los padres, mientras las madres preparaban la ensalada o leían una revista o
tomaban el sol, despanzurradas sobre la hierba y muertas de risa con las cosas que se contaban unas a otras.
En España también se iba al campo, claro que sí. Sólo que Juanjo, en ese momento, no quería recordar lo
bien que se lo había pasado de niño con sus padres los domingos en la sierra, antes de que fuesen dos o tres
veranos, los últimos, a la playa de Torrevieja quince días en julio. Además, pensaba Juanjo orgulloso, en
España hacía mejor tiempo y sol y se podían bañar y disfrutar de la vida.
Este último pensamiento, tan patriótico, se le había escapado sin querer.
Con diecisiete años recién cumplidos, Juanjo había decidido, como tantos chicos de su edad, que la vida no
le iba bien, que no había tenido suerte, que era (añadía con más solemnidad) “bastante desgraciado”. Por
ello, no estaba dispuesto a reconocer virtudes así por las buenas a nadie: ni a la vida que llevaba, ni a los
alrededores de esa vida que le habían tocado, ni a su familia, claro, al que menos a su padre.
Por lo tanto, decidió que aquello de ir de pic-nic era una horterada y se dispuso a armarse para el día
siguiente de una resignación que a lo mejor no se molestaba en disimular.
Irían de pic–-nic, sí, pero quedó concertado que sería al otro domingo, dentro de ocho días. Este, mañana,
irían a algún museo, estaba acordado. Bueno. Tampoco le preocupaba demasiado.
Lo que le dejó desconcertado fue cuando Ronald, en la enumeración de actividades previstas, soltó una
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frase en la que dos palabras cayeron transparentes en el oído de Juanjo: Monday fue la primera: “facilísima”.
La otra era ya una vieja conocida. Sí: la swimming pool.
O sea, que el lunes, no tomorrow, había piscina. Y estuvo a punto de empezar a ponerse pálido pero se
acordó de Escarlata O’Hara, recordó que faltaban dos días y se dijo aquello de “mañana será otro día, adelante
con los faroles”. Lo de skying ni quiso oírlo cuando Ronald habló de ello y Juanjo no entendió nada. Pero era
agosto y no venía a cuento, conque a otra cosa, se dijo.
En esos pensamientos andaba, cuando se metieron por calles llenas de gente que iba y venía. Ronald le
indicaba con el dedo fachadas, rincones, y él miraba todo y decía “sí” con la cabeza, con desgana, hasta que
salieron un poco de aquella espesura y su padre pudo aparcar en una calle pequeña.
La calle era como las del Centro de Madrid, pero más grande. Como las del Centro de Madrid de las tiendas,
las que había al lado de la Puerta del Sol, donde están El Corte Inglés y la FNAC y tiendas de discos y de todo.
La calle era muy larga, la gente iba y venía, entraba en los comercios – distinguió Marks &Spencer, que le
sonaba, y un Centro Comercial de cristal, espectacular; pasaron por una tienda que tenía el escaparate lleno
de carteles de cine y Juanjo se detuvo delante. Ronald le dijo que si quería entrar. Lo hicieron y al rato, Juanjo
salía contentísimo, llevando enrollado bajo el brazo un póster de uno de sus héroes: Steve McQueen, con cara
de buen chico y de pillo a la vez, en camiseta, cabalgaba una moto de panza pequeña y antigua. Había visto
“La Gran Evasión” en la televisión dos años atrás y se había quedado fascinado, perturbado.
Perturbado se quedó cuando fueron a pagar y Ronald, aprovechando que Juanjo se hizo un lío con el
billetero y se azoró y no entendió cuánto le dijeron que era, pues sacó un billete y pagó él y cuando Juanjo lo
miró, el otro le dijo sonriendo y sin darle importancia, déjalo, te lo regalo, de recuerdo mío, de bienvenida. Lo
de welcome Juanjo lo entendió y se sintió emocionado, cortado, qué sé yo. Dijo dos o tres veces “gracias”, y
luego, en algún momento a lo largo de aquel día y en los siguientes, se acordó y pensó vagamente que se
sentía feliz y que había aprendido algo, aunque no sabía exactamente qué.
El mercado al que llegaron resultó ser un Rastro, sólo que más breve, silencioso y pacífico que el madrileño.
Habían ido porque, al parecer, a la hermana de Ronald – ¿Cómo demonios se llamaba? – le encantaba todo
aquello de los cachivaches, los muebles viejos, las telas, los cuadros que se arrinconaban en alguno de aquellos
tenderetes. Lo recorrieron, con limitado entusiasmo y algunas gotas de lluvia que empezaron a caer sin
aspavientos, pasaron por puestos atiborrados de horribles camisetas de los Clubs de Fútbol de la ciudad y
salieron con Sarah (¡se llamaba Sarah! , Juanjo había estado atento y en un momento en el que se alejaron
un poco, oyó a su madre que la llamaba para que no se despistase.)
Juanjo recordó algunos domingos luminosos de septiembre, antes de empezar las clases, los años anteriores,
cuando había ido con su padre al Rastro de Madrid. Lo había hecho, como siempre, a regañadientes y empujado
por su madre (“ acompaña a tu padre, anda, que le hace mucha ilusión que vayas con él “), aunque reconocía
que le gustaba andar entre los puestos. Le gustaba pararse en los que vendían fascículos de todo, en cine
también. Tenía casi completa una Historia de Las Grandes Estrellas de la Pantalla que había ido guardando,
y quería completarla. Su padre, igual se estaba horas en un rincón, mirando dos o tres libros hechos una
ruina, que se compraba un juego de destornilladores articulados con los que, aseguraba muy serio, iba a
arreglar no sé qué en casa , algo de lo que todos se reían, conocida como era la impericia paterna en cuestiones
manuales. Lo que Juanjo peor llevaba era tener que madrugar el domingo, porque, no se sabía por qué (“por
fastidiar, por qué va a ser“, se decía), su padre se empeñaba en estar en el Rastro a las nueve o nueve y media,
con lo que había que levantarse a las ocho, ¡a las ocho un domingo!. Se creería el hombre que iba a encontrar
alguna joya rarísima, un incunable, qué infeliz, yendo el primero. Por eso, el año pasado, desde que había
empezado su “vida nocturna”, Juanjo no había vuelto al Rastro con su padre.
Antes de abandonar aquellas calles, la madre de Ronald dijo que tenía que comprar unas cosas y entró en
una tienda que mostraba telas en el escaparate. Sábanas, tapicerías, alfombras. Cosas de ésas.
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– Caramba– dijo Ronald en guasa, – a lo mejor tiene edredones. Y esta vez la memoria se le escapó para
otro sitio. Hasta para “otro país” se dijo sonriendo.
Había sido poco después de la aventura fallida de los edredones de la Planta del Hogar del Corte Inglés, un
par de años antes. Una vecina le había hablado a su madre de unos viajes que organizaba una asociación de
vecinos del barrio los primeros sábados de cada mes a Portugal. Pueno, en realidad era a la frontera misma,
a un pueblo que estaba lindando con la provincia de Salamanca, y donde había un mercadillo que se había
hecho popular, primero entre los pueblos próximos a la frontera, luego en Salamanca capital y en Zamora y
otras ciudades del este peninsular. Ultimamente organizaban autobuses desde Segovia, desde Valladolid y
desde Madrid. Quinientos kilómetros de nada. Salían de madrugada; se mataban a comprar y volvían – otros
quinientos kilómetros – de noche, con los autobuses llenos de bolsas gigantescas.
Una vecina se lo había contado a su madre una mañana en el mercado. Le había dicho que había de todo,
pero sobre todo ropa, ropa de casa, toallas, albornoces, sábanas, colchas…y edredones, además de camisetas,
millones de camisetas, de jerseys de Fred Perry, de Lacoste, de todas las marcas. Claro que el cocodrilo se
desprendía al segundo lavado y que el caballito de Ralph Lauren era algo cojitranco, pero qué más daba.
Su padre se había negado en redondo a ir. Consistió en poner a disposición de su madre una cantidad de
dinero que no le sobraba ni le parecía pequeña (“pero si ya es para todo el año, hombre, si luego no habrá ya
que comprar nada de esto en mucho tiempo,” le decía la mujer para consolarlo, que no convencerlo). Pero
dijo que no iba. A cambio, aquella vez consistió (“¡mira qué gracioso!” pensó el muchacho) en presionar a
Juanjo para que acompañase a las mujeres de la casa. Además, añadió su madre, si encontraban un chándal
bonito, o lo que fuese, pues se lo compraba.
Total, que allá fue, y allí pasó el día, entre los gritos desaforados de los vendedores portugueses, que eran
casi todos gitanos, o al menos eso le pareció a Juanjo. Hombres y sobre todo mujeres vestidos de negro de la
cabeza a los pies, ellos con sombrero de fieltro, negro si no fuera por el brillo indefinido que el uso les había
dado: negro el sombrero como la camisa y el pantalón y los zapatos, y el bigotazo y la piel y el cigarro y la voz
que salía pregonando la mercancía y mandando a las mujeres que espabilasen en la venta y en la vigilancia
del género. Las mujeres, de sayas negras, pañuelo negro y piel de igual color, voceaban durante horas los
precios, encaramadas en frágiles mesas cubiertas de trapos de mil colores, en los que las españolas, entre
ávidas y enfermas, clavaban las uñas.
Allí comieron un pollo asado que un hombre cogía con unos dedazos negrísimos antes de ponerlo en un
plato de plástico: allí Juanjo deambuló entre puestos de quesos que desprendían un olor serrano espeso y
delicioso: allí Juanjo oyó las primeras palabras de su vida que no eran españolas.
De allí volvió Juanjo a su casa con un chándal de color verde y rayitas blancas, dos camisetas, un jersey
polo y una docena de calcetines.
A la madre de Juanjo no la habían convencido los edredones, que se parecían poco a los de la Planta del
Hogar del Corte Inglés.
La madre de Ronald, por su parte, volvía a casa con unas telas de colores, con las que, por lo visto, pensaba
tapizar unas sillas del comedor.
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Notes
una retahila de improperios
a string of insults
con guasa
mocking(ly)
de botonesas
a bellboy
chalados
nuts, crackers
se arrebujaba
he wrapped himself up
se embalaba
he was in a rush/he was wrapped up
sus greñas
his messy hair
chapurrear
to speak badly
compungida
contrite, apologetic
un cuenco
a bowl
anfitrión
host
paletos
country yokels
qué chorrada
what a lot of nonsense
despanzurradas
squashed, crushed
una horterada
tasteless
con desgana
reluctantly
pillo
rascal, rogue
los cachivaches
pieces of junk
sin aspavientos
without wild gestures
cojitranco
wobbly
espabilasen(espabilar)
waken up
sayas
smocks
encaramadas
raised, lifted up
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Capítulo quinto
La vida es puro teatro
S
e había decretado que el domingo sería ‘jornada cultural’. Había amanecido también nubladillo, para
variar, y cuando Juanjo miró por primera vez el reloj de su muñeca eran las siete y media. “Algo es
algo,” pensó, pero dispuesto a no dar su brazo a torcer y a seguir quejándose de las extravagancias, que
tal le parecían a él todas las conductas, todas las costumbres que se alejaban del modelo de vida de Leganés.
Por ejemplo, pensó, esto de no tener persianas. ¡Qué manía! Además de la luz, que tanta no había en aquel
país, la verdad, pues era como si uno no estuviese en su casa. La tarde anterior, mientras regresaban después
de un corto paseo por el barrio, Juanjo se entretuvo en ir observando los cuartos de estar de las viviendas que
estaban al nivel de la calle, ventanales con cristales tras los cuales, como en un escaparate, con todo desparpajo,
la gente veía la televisión, daba de comer al gato, tocaba la guitarra tumbada en un sofá de colores o preparaba
la mesa para tomar algo.
Y él que pasaba por la acera podía ver aquellas escenas domésticas con toda naturalidad y no pasaba nada.
Qué gente más rara, pensaba Juanjo, que vivía en un barrio en el que las viviendas de las plantas bajas, y aun
las de los primeros pisos, tenían todos los huecos enrejados como fortines.
Salieron de casa a las once, lo que sí era una hora muy decente. Claro que antes se habían dado un
banquete tremebundo en el que Juanjo, pensando en su padre por primera vez desde su llegada con
benevolencia, hizo un esfuerzo para comérselo todo y casi lo consigue, bajo la mirada complaciente de toda
la familia, que lo veía luchar con la loncha de bacon, intentando mojarla, como hacían los demás, en el
huevo frito; luego siguió con la morcilla, pero lo de aquellas judías pequeñitas que además estaban como
dulces, qué horror. Menos mal que le dieron unos krispis, que dejó caer en un cuenco de leche. No quiso tomar
café ni, por supuesto, té, por más que insistieron.
Así que a las once salían camino de un par de museos que le aseguraron que le iban a gustar. La ciudad
estaba suficientemente vacía.
Efectivamente, fueron dos los museos visitados. Uno, de cosas modernas, lleno de pinturas a base de
chafarrinones y garabatos y de esculturas con hierros y clavos. Estaba en un edificio con pinta de antiguo,
cerca de lo que debía de ser la Plaza Mayor, en el centro, por la que ya habían pasado el día anterior. Cogieron
el coche enseguida y al poco, tras cruzar otro río, que sería el mismo de ayer, atravesaron una avenida ancha,
que se deslizaba en una suave curva y flanqueada por un gran parque de árboles enormes y pequeñas praderas
relucientes en las que había setos de flores.
El Museo era de ladrillo rojo, muy grande, con grandes columnatas en el interior, y familias enteras andaban
de un lado para otro, subían escaleras señoriales y recorrían galerías de retratos se supone que ilustres o salas
de muebles de algún diseñador nacional de fama mundial. Todo respiraba un aroma añejo y tranquilizador.
Juanjo había estado ya en algún Museo en Madrid, claro. El curso pasado, sin ir más lejos, habían ido con
el de Historia.
“Qué risa,” empezó a pensar Juanjo al recordar aquel día, pero de repente sintió una especie de rubor
interior, de vergüenza íntima que lo descolocó. Era un sentimiento que en él se estaba prodigando últimamente.
Lo había sentido en el avión, con el Gordo pelirrojo y con la azafata, con su padre hacía unos días, con sus
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compañeros más de una vez, con la familia de Ronald los días anteriores, en esas ocasiones en las que
imaginaba gestos, actitudes o comentarios que le parecían estupendos, ingeniosos, o lo que fuese, pero que al
articularlos le producían esa sensación molesta y nueva en él.
El profesor de Historia del instituto de Juanjo se llamaba Don Daniel, aunque el ‘don’ se le había caído
hacía tiempo para la mayoría de los alumnos, sobre todo los mayores. En realidad, todo el mundo lo conocía
por Dani el Gordo, aunque no se dirigían a él de esa manera.
De formas redondas y apacibles, Daniel se había prestado, un año más, a ir con ellos a Madrid un día.
Nicolás, el de Literatura, aunque era su tutor, no estaba en absoluto por la labor.
Irían a algún museo por la mañana y al teatro por la tarde. A mediodía les había garantizado tiempo libre,
que para la mayoría consistiría en deambular por las calles del centro haciendo el indio, comer hamburguesas
y subir y bajar de una planta a otra en las escaleras mecánicas del Corte Inglés.
Así que habían ido al Museo y a un teatro.
Mientras esperaba detrás de Ronald a entrar en una sala monográfica sobre ciertos papiros antiguos de los
judíos o algo así, Juanjo recordó aquel día.
El autobús los había dejado en la Glorieta de Atocha. Irían primero al Museo del Prado. Había una calle en
cuesta que seguía la tapia del Jardín Botánico. En un jardincillo, al comienzo, había una estatua de un tipo
allí encaramado, con cara muy seria y antigua: un poco más arriba se veían unas casetas grises que ocupaban
la acera.
– Este es Don Claudio Moyano– decía Daniel, – el reformador de la Enseñanza en España, el siglo pasado:
el primero que hizo una ley para desarrollar la educación. Y aquellas casetas son los puestos de libros viejos y
de ocasión, la famosa Feria de Libro de la Cuesta de Moyano: por aquí venían Pío Baroja y…Daniel seguía
hablando. El ruido del tráfico y un kiosko de prensa que exhibía fascículos de cualquier cosa y revistas con
mujeres casi desnudas habían hecho bastante inútil su discurso. A excepción de dos o tres que seguían a su
lado, el resto de los chicos se había desperdigado por la acera o, sabiendo ya a donde iban, caminaban en
pequeños grupos por el Paseo del Prado arriba.
Con sabio criterio, Daniel había decidido hacer una visita limitada, monográfica, para que no se cansasen
ni armasen demasiado. Sólo unas salas muy concretas, y a la calle. Así, entraron por la puerta de Goya y
enseguida subieron a los grandes clásicos españoles. En medio de japoneses arracimados vieron Las Meninas.
Daniel intentaba que nadie se despistase pero pronto renunció. La consigna había sido que tres cuartos de
hora más tarde se encontrarían en la puerta de salida. Seguido por los mismos fieles, entre los que no estaba
Juanjo, visitaron una exposición temporal de retratos de la pintura flamenca. A Daniel le encantaba la pintura
retratista, disfrutó de lo lindo e intentó trasmitir su ilusión a las tres chicas y un chico que habían continuado
a su lado.
Sin novedad cruzaron el Paseo y descendieron de nuevo hacia Atocha.
Pronto llegaron al Reina Sofía, al que todos quisieron acceder en los grandes ascensores acristalados que
subían por la parte exterior del edificio.
El resultado no había sido tan feliz, allí sí hubo alguna ‘novedad’, recordaba Juanjo mientras se inclinaba
sobre una vitrina en la que, debajo de un haz de luz minúsculo, se veía un trocito pequeñísimo de lo que
decían que era importantísimo y prehistórico documento de la cultura hebráica. “¡Pues mira qué bien!” se
dijo Juanjo socarrón, mientras recordaba los corredores inmensos del Reina Sofía (¡qué largos, qué
interminables, qué crueles eran los pasillos del Reina Sofía!), el Claustro arbolado, las salas de grandes cuadros
llenos de colores y de esculturas de materiales fuertes.
Recordaba aquellos lugares y entonces, Juanjo sintió un bochorno retrospectivo.
Se habían despistado cuatro o cinco, los más listillos, los más chulos de la clase. “Ellos iban por libre,” y en
cuanto Daniel tiró por un corredor, dieron la vuelta y se esfumaron. Lo primero era encontrar la cafetería,
claro. No se atrevieron a pedir alcohol y bebieron unas coca colas; les pareció caro, protestaron en voz alta y
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atrajeron la mirada de reproche de unos clientes silenciosos que en una mesa ojeaban un catálogo. “Ni caso,
que les den dos duros.”
Salieron y se dirigieron a la tienda.
La idea no había sido suya, simplemente porque no se atrevía, nunca había sido capaz de mangar nada.
Pero vio cómo los dos compañeros que iban con él, más lanzados, se metían en el bolsillo del tabardo unos
ceniceros con dibujitos de colores y lo miraban con un guiño de complicidad y provocación.
No supo cómo pero, de repente, Daniel se vio en un despacho delante de un tío con traje oscuro y bigote y,
a los lados, dos guardias de seguridad, de esos de uniforme pardo, gorra de plato y pistola, Los mismos que lo
habían llevado, él en medio, por los pasillos interminables del museo, a través de la gente que se le quedaba
mirando, como a un reo camino del patíbulo.
Después de un tiempo eterno en el que recibió amenazas que lo asustaron de verdad, apareció en la puerta
la figura de Daniel.
En la Plaza de Santa Ana zureaban las palomas al atardecer, algunos turistas ocupaban mesas de las
terrazas de los cafés vecinos y un par de ancianos dejaban pasar el tiempo desde un banco. Daniel, rodeado de
cuatro o cinco chicos, hablaba con sosiego aunque se le notaba pensativo y fatigado.
Eran las siete y media, el día empezaba a declinar y la función era a las ocho. Uno de aquellos Lopes que
Marsillach montaba como nadie en el Teatro de la Comedia. Les iba a gustar. Tenía que gustarles, al menos a
alguno de ellos, pensaba don Daniel, un poco triste.
Durante las horas anteriores, el profesor de Historia había deambulado por el viejo Madrid, reconociendo
rincones literarios de esos que eran su debilidad y su afición desde hacía muchos años. En esta ocasión
pastoreaba a un grupo muy pequeño de alumnos, a los que intentaba transmitir su emoción cuando pasaban
por la Plaza de la Viuda del Marqués de Pontejos, por la calle donde vivió Cervantes o por la Cava, por debajo
de las ventanas donde ‘había vivido’ la Fortunata de Galdós, por ejemplo. Así estuvieron dos o tres horas, pero
don Daniel estaba un poco triste esa tarde.
Claro que no era para menos, después del numerito que le habían montado esos tres idiotas en el Reina
Sofía. El Juanjo este, que era el más ingenuo de los tres. Había tenido que dar la cara, salir en su defensa,
convencer a aquel Responsable de Seguridad del Museo, que quería escarmentarlos: soportó una bronca que
le hizo sentirse humillado y los sacó de allí en medio de un durísimo silencio, que continuó hasta que los
chicos medio mascullaron su deseo de ir a no sé dónde hasta la hora del teatro, algo de visitar a una tía de
uno, mintieron, y se fueron por una calle lateral.
Unos gritos anunciaron la llegada, por la esquina de la calle del Príncipe, de un grupo de chicos. Juanjo
venía entre ellos.
Saludó, dijo “hola, profe” y esperó. Recibió una mirada de Daniel que, para su asombro, era normal, se
dijo, sin el reproche, tal vez el odio, que se temía, porque la verdad era que se las había hecho pasar canutas
en el Museo. Sentía una mezcolanza extraña, entre una punta de arrepentimiento que no reconocía, la
perplejidad por la mirada del profesor y la inevitable solidaridad de clase (aunque él no la llamase así) con
sus compañeros, la actitud de un alumno que, lo sabía, tiene que ser por naturaleza la de ir contra lo que se
ponga por delante, actitud de rebeldía, se decía. Y lo que se le pone delante a un chaval de dieciséis años,
además de su padre, es el profesor, claro.
Así que se reagrupó con sus coleguillas y al paso se fueron dirigiendo todos a la puerta del teatro. Juanjo no
podía dejar de sentir que había hecho mal y miraba de reojo al Gordo, que iba hablando con una chica.
Pensó confusamente que algún día, no ahora, claro, debía hacer algo, hablar con él, pedirle disculpas,
algo. “Otro día, sí,” se dijo.
Y entraron en el teatro.
Ese día, Juanjo se cabreó con alguno de sus compañeros cuando se pusieron a hacer el gamberro al cuarto
de hora de empezar la función y se dedicaron a lanzar bolitas de pan de miga al patio de butacas.
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Notes
desparpajo
ease of manner, charm, naturalness
chafarrinones
spot, smear (echar…to smear, to
slander)
garabato
shook (pl = scribble, scrawl)
echar garabatos = to swear
añejo
old, mellow, mature (stale, musty)
haciendo el indio
playing the fool, making a silly mistake
la tapia
garden wall
desperdigado
scattered
con sabio criterio
showing wise judgement
arracimados
clustered, packed together
un haz
beam of light
socarrón
crafty, sly (sarcastic)
mangar
to pinch
gorra de plato
peaked cap
un reo
condemned man
el patíbulo
gallows
zureaban
cooed
escarmentar
to punish severely (to learn one’s lesson)
mascullaron
they mumbled, muttered
una mezcolanza
hotchpotch, jumble
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Capítulo sexto
Deportes de invierno
E
l lunes había vuelto a amanecer plomizo. Ni siquiera llovía de verdad, se dijo Juanjo, cuando se asomó
por la ventana. Eran cerca de las diez. No llovía pero el día era de esos oscuros en los que toda la calle,
los árboles, los coches, los tejados, el cielo, todo rezumaba aquella humedad invernal.
Invernal, sí, y eterna, como la de algunas mañanas de domingo en su casa de Leganés, cuando salía a
regañadientes de la cama y empezaba a sentir aquella grisura en todo lo que le rodeaba, empezando por sus
padres, grises, que se movían callados por la casa dejando pasar el día festivo.
Sí, aquello parecía invierno, y ésa fue la impresión que vino a confirmarle Ronald cuando volvió del cuarto
de baño, sonriendo como siempre.
Mientras bajaban a la cocina, Juanjo dedujo de las palabras de Ronald que el plan del día, inevitablemente,
iba a ser la piscina, sí, la famosa swimming pool de las narices: en buena hora, se reprochó, se le había
ocurrido a él hablar de nataciones. Le pasaba por bocazas.
Minetras tomaban un desayuno normalito, Ronald siguió hablando y la deducción en ese caso resultó más
preocupante para Juanjo, porque el risueño escocés había mencionado un viaje, seguro, eso lo entendió. Una
excursión al campo, tal vez, a las montañas – también lo había cogido– . ¡Ah, sí, claro: Las Highlands! Las
famosas Tierras Altas, claro que había oído hablar. Bueno, ya veremos, no sé, pensó.
– Fenomenal – dijo. – Me encanta la montaña – .
Ronald siguió explicando el programa y Juanjo entendió que subirían a alguna de esas montañas, los
Munros famosos. Naturalmente, excursiones por la alta montaña, él estaba acostumbrado: “Solía ir con sus
amigos a la Sierra de Madrid”. Y se explayó hablando de senderos nevados, de la Laguna de Peñalara cubierta
de hielo y de difícil acceso, del frío que habían pasado una vez ‘escalando’ (eso dijo) la espalda de La Mujer
Muerta, una montaña que miraba al norte y en la que se hundían en la nieve.
Para sus adentros, Juanjo repasó, mientras engullía un cuenco de maíz crujiente empapado en leche, las
ocasiones, muy pocas, en las que en realidad había subido a la sierra. La verdad era que se habían limitado a
un par de veces, con el colegio. Estuvieron en Cotos y subieron un poco, hasta la Laguna de Pájaros, por un
pedregal, con el profesor de Gimnasia. Juanjo se había cansado mucho, se medio torció un pie y había perdido
la bolsa con los bocadillos.
Claro que eso había sido cuando iban al Colegio, de pequeños. Luego, ya en el Instituto, habían subido a
esquiar, sí. A la nieve.
Habían ido a Valdesquí, habían alquilado las tablas y las botas y habían esquiado.
El llevaba un tabardo de plumas que le habían dejado y que creía que era lo mejor, lo más ‘nórdico’ (como
los edredones del Corte Inglés), pero de tanto caerse acabó empapado, a lo mejor hasta con algún roto, y le dio
mucha vergüenza cuando se lo devolvió al compañero que se lo había prestado, al que no le dijo nada.
El plumífero había acabado empapado porque aquella mañana, en Valdesquí, Juanjo se pasó más tiempo
en el suelo que en pie. Tras esfuerzos dolorosos, consiguió ‘hacer la cuña’ y, ya al final casi de la jornada, con
todo el pavor del mudo se decidió a coger el telesilla de La Pradera, la pista más fácil de todas. Lo que tardó en
bajarla y cómo lo hizo, Juanjo prefería no recordarlo.
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Claro que otra cosa había sido el curso pasado, cuando fueron a la nieve de verdad, a esquiar de verdad. Al
Pirineo. A Baqueira, nada menos.
– Baqueira Beret, sí, no sé si habéis oído hablar de ella– le decía Juanjo a Ronald, que lo escuchaba atento.
– Es la mejor estación de los Pirineos, donde va el Rey de España y toda esa gente. Sí, allí vamos nosotros.
El ‘nosotros’ era ambiguo: igual podía representar a su familia como a sus amistades: en realidad , Juanjo
había ido una vez con el Instituto, en un viaje subvencionado por la Consejería de Juventud del Gobierno
Autónomo de Madrid. No se había caído tanto, “había esquiado de verdad”, pero sus progresos en relación a
Valdesquí habían sido muy pequeños. Naturalmente, no había coincidido con el Rey, que por aquellas fechas
( a finales de abril, cuando les había tocado el turno), ya con la temporada a punto de acabar y con nieve
primavera, estaba ocupado en sus asuntos de Estado, harto de esquiar de verdad los meses anteriores.
Siguió hablando del invierno y de la nieve, y venga con la nieve, cuando Ronald tomó la palabra.
Como siempre, al principio es que no le cogía ni una. Luego, el otro se detenía, empezaba a repetir las
palabras claves de su discurso y de ellas Juanjo iba desenredando la trama de lo que le quería decir.
Ahora, los gestos de Ronald eran de confirmación: hacía que sí con la cabeza y se alegraba de la coincidencia,
porque resultaba que se traía algo entre manos referente a algo de montaña. Ya. Seguro que pensaban subir
a una montaña. “Pues allá iremos,” se dijo Juanjo, “qué le vamos a hacer. A donde fueres haz lo que vieres,
que dice tanto mi padre que decía mi abuelo, pues será eso”.
Mientras tanto Ronald había añadido a sus palabras otra clave que Juanjo también reconoció. Reconoció
la palabra snow, que en España era el nombre de unas tablas de esquiar de esas grandes, una sola, como un
monopatín, y que había visto en Baqueira. Además, por si no estaba claro, Ronald compuso la inconfundible
postura del que se desliza por una pendiente en suave zigzagueo, acompasando el ritmo de los brazos al dulce
golpear de los bastones sobre la nieve. Qué bien, venía a decir Ronald, que le gustase esquiar.
Y de lo que siguió se podía deducir que estaba diciendo que, además de la swimming pool, pues que
podrían esquiar.
No podía ser. “En agosto, imposible,” se dijo Juanjo, que ya se veía dando culatazos, muerto de verguenza.
Por un momento, Ronald siguió con la imagen, y algo añadió que daba a entender que en Escocia había, en
algún lado, algo así como nieves perpetuas, a lo mejor de un glaciar, y que se podía esquiar todo el año.
No podía ser, “no lo permita Dios,” se repetía Juanjo aterrado, y el otro, con los mofletes hinchados, le decía
que sí y pronunció clarísima otra palabra, Tuesday.
Así que el martes iban a ir a esquiar, eso era lo que el otro le decía.
A Juanjo se le mudó el color. Ronald se levantó y le dio la espalda, encarándose con el fregadero. Durante
un instante se adueñó de la cocina un silencio tembloroso. Temblaban las piernas de Juanjo y la espalda de
Ronald, que se afanaba, por lo visto, en enjuagar un vaso, hasta que se dio la vuelta, rompió a reír y sin
decirlo explicó que era una broma, que no hombre, que ahora no había nieve, que “lo sentía”. Tras un
segundo de perplejidad, Juanjo se unió a las risas y aflojó el agarrotamiento que se había apoderado de sus
piernas durante aquel instante terrible.
Había sido una broma. Escocia estaba muy arriba pero no era el Himalaya. Irían de excursión, sí. Recorrerían
los valles, subirían un Munro y hasta podían hacer una excursión al Lago Ness, para que nada faltase. Sarah
le había dicho que a lo mejor iba con ellos. Juanjo estuvo a punto de contar un chiste que hacían en un
pueblo basado en el parecido de los nombres, Leganés y Lago Ness, pero se contuvo.
Así que, después del susto y de las últimas noticias – ese anuncio de ‘escalada’ acompañados de la hermana
– Juanjo y Ronald salían camino de la piscina.
Bajaron a la Calle Principal del barrio, donde estaban las tiendas, los cafés y la estación del Metro. Cuando
Juanjo se quiso dar cuenta, Ronald había comprado los billetes.
Cuando el tren apareció por la boca oscura del túnel, Juanjo no pudo ni quiso aguantar la risa que le salió.
Anda, qué cosa más pequeña, si parece un supositorio. Y siguió haciendo bromas en voz innecesariamente
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alta sobre aquella balilla de color naranja, a la que casi había que agacharse para entrar (bueno, él no, pero
mucha gente sí). Parecía de juguete, y estaba empezando a hablar del Metro de Madrid, de las profundidades
a la que había que bajar, tantas escaleras mecánicas y andenes enormes. Se calló, porque sintió algo que no
supo definir, en medio de aquella gente silenciosa y abstraída en sus cosas, cosas que no debían de ser demasiado
alegres a juzgar por el cansancio de sus gestos.
Le pareció que lo que había sentido era vergüenza, pero se olvidó, se sentó al lado de Ronald y observó en
silencio a la mujer que iba enfrente, con pañuelo a la cabeza y la mirada un poco triste o a lo mejor sólo
cansada. Pobre gente, pensó, compasivo.
La piscina estaba apenas a tres estaciones de Metro. Era una piscina ‘normal’, se dijo Juanjo, que sólo
conocía la de Leganés además de la del zapatero amigo de su padre. Había bastante gente que andaba despacio
y el vestuario de chicos era una sala amplia con cabinas individuales junto a unos bancos corridos.
Juanjo hizo lo posible para instalarse en un rincón, en donde se sentía más protegido, no sabía bien de qué
pero se lo imaginaba. La realidad era que se sentía desasosegado. Siempre le pasaba, cuando veía que no iba
a controlar una situación, y si la situación la había provocado él con sus fantasmadas, como sucedía ahora,
como (pensó) estaba sucediendo tantas veces, pues se sentía aún peor: allí lo tenían, en un rincón de un
vestuario colectivo de una swimming pool, por donde andaban muchos desnudos camino de la ducha: él no
podía evitar, y bien quisiera, sentir un pudor que sabía injustificado, como muestra palpable de esa inseguridad
que tenía de su cuerpo y de sí mismo y en la que casi nunca hasta estos días se había parado a pensar. Sí, allí
estaba, con un bañador que le había dejado Ronald (ni se le había ocurrido traer uno) y que seguro que le
venía fatal. Allí estaba, a punto de ‘hacerse unos largos’, los tan pregonados largos. No pudo evitar decirse
para sus adentros “chaval, a veces te pasas de imbécil”.
Fuera había visto gente, sí, chicas también, que iban y venían, que saltaban al agua o que leían, sentadas
en unos bancos de madera.
Dejó pasar el tiempo con fingida indolencia, con una sonrisita de pereza, paseando por la orilla. Metió un
pie, una mano, calibró la temperatura: decidió instalarse en un banco, en el que dejó la toalla. No tenía nada
para leer que le sirviese de coartada y no era hora ni lugar de simular una cabezadita.
Ronald se había metido en el agua, con un ágil salto por la parte que se notaba más profunda, y brazeaba
con soltura entrando y saliendo del agua a brazadas fuertes y tranquilas. Juanjo lo miró con envidia.
Al poco, vio cómo Ronald se reunía con un grupo de chicos, compañeros y amigos sin duda, que lo habían
llamado desde una esquina. Se acercaron a él, que sintió que temblaba un poco. Ronald lo invitó con un
gesto a seguirlos, Juanjo se excusó con torpeza y se fueron todos, anduvieron un rato entrando y saliendo del
agua, mientras Juanjo los observaba con el rabillo del ojo, sin saber qué hacer.
Por fin, aprovechando que los demás estaban entretenidos en la otra punta y que había más gente, se
acercó a la escalera, midió la profundidad, bajó despacio un peldaño: la temperatura era tibia. Se soltó por fin
y empezó, muy despacio, un simulacro de natación, en el que se limitaba a desplazarse manteniendo la
cabeza fuera del agua y moviendo, dentro, manos y piernas como podía. Como podía era lo más parecido a lo
que hace una rana perezosa. “Es que a mí lo que me gusta es nadar a braza,” se decía. Eso había dicho
alguna vez, sin creérselo. Ahora, mientras avanzaba despacio de acá para allá, no lejos de la orilla y procurando
estar siempre detrás de alguien para no ser visto, intentaba no perder de vista a Ronald.
El cual andaba por la otra punta con sus amigos y parecía no estar pendiente de él. A lo mejor ni lo había
visto, aunque un par de veces se cruzaron sus miradas. En un momento, los perdió. Tal vez se habían ido a
otro lado, por la puerta que había al fondo. Respiró tranquilo y se salió del agua.
Un rato más tarde, Ronald apareció a su lado y con gestos le indicaba que le siguiese: Juanjo puso cara de
“no, déjalo, estoy cansado…,” y más cuando el otro dijo una palabra que él entendió perfectamente. Sí, una
sauna, sólo le faltaba a él eso ahora: se mareaba, seguro, como casi le pasó en casa del zapatero, y además,
allí todos apretujados con toallas en la cintura...o sin ellas. Ni hablar.
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E insistió en la negativa y Ronald se encogió de hombros y se fue.
En ese momento Juanjo sintió por un instante cierto alivio, pero enseguida le volvió el desasosiego, el
cabreo, al pensar en el mal rato que estaba pasando por su propia culpa, que él se lo había buscado por idiota.
Estaba seguro de que Ronald lo había visto, había visto cómo nadaba, es decir, que lo había visto chapotear,
hacer el ridículo, qué vergüenza, se reiría luego de él. Sí: estaba pasando otro mal trago.
Lo que pasó fue el tiempo, que a él le pareció eterno. Hizo intención de meterse otra vez en el agua pero se
arrepintió, (era bastante friolero), se frotó bien fuerte con la toalla y estuvo atento a la aparición de la pandilla
de escoceses.
Los cuales llegaron al rato y se zambulleron de nuevo. Ronald los saludó desde lejos y él les devolvió el
saludo como si fuese el de un anuncio de Martini.
Poco después, Ronald se despidió de los otros chicos y se reunió con él.
Mientras se sacudía el pelo, le preguntó con una sonrisa qué tal, la piscina estaba bien, verdad, ¿había
nadado mucho?, era lo suficientemente grande, lástima que ese día hubiese tanta gente.
Juanjo, como respuesta, empezó a balbucear una explicación confusa sobre la experiencia. Sí, había nadado
unos largos, no muchos (sintió que se ponía rojo), pero se había sentido un poco mal, le había dado un
calambre y no, no había hecho mucho, pero bien, sí, la piscina estaba bien.
Y miraba al otro, ansioso por descifrar la cara que pondría. Estaba seguro, segurísimo de que lo había visto
chapotear. Se iba a burlar, ya verías, esperaba la guasa, el gesto sarcástico, algo así.
Ronald compuso una de aquellas sonrisas suyas angelicales y, mientras se frotaba con la toalla, le explicó
que perdonase, que se había encontrado con unos amigos y no le había hecho mucho caso; incluso se habían
ido un rato a la sauna. Qué bien, añadió, que te haya gustado, cuando quieras, nos vamos.
Y echó a andar hacia los vestuarios seguido de un Juanjo aliviado y confuso. No sabía si Ronald había
dicho la verdad, varias veces había mirado hacia él y vio que el otro lo observaba de vez en cuando, pero no lo
pensó más y se metió en la ducha.
Cuando volvían a casa, en el Metro, Juanjo observaba de reojo a la gente de su alrededor. Le parecieron
personas normales, que iban y venían de su casa, de compras, del trabajo. Gente normal y corriente, sin más
películas.
La mujer que iba justo frente a él, con un pañuelo a la cabeza y agarrada al bolso que llevaba sobre sus
rodillas, debía de estar pensando en algo bonito, porque sonreía.
Varias horas después, Juanjo repasaba, con la sinceridad sin tapujos que sólo da la soledad de un cuarto de
bano, la tarde transcurrida y estaba a punto de llegar a una conclusión que nunca hubiera imaginado: el
pobre hombre, la pobre gente, a lo mejor era él.
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Notes
a regañadientes
unwillingly, reluctantly
bocazas
big–mouth
se explayó
he spoke expansively, he opened out
un pedregal
rocky ground
hacer la cuña
to ‘snow plough’
el agarrotamiento
stiffening of the muscles
corridos
continuous, running along the walls
de coartada
as an alibi
un peldaño
step, stair, rung
un calambre
cramp
sin tapujos
honestly, openly, without beating about
the bush
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Capítulo séptimo
Final de trayecto
T
ras el sofoco de la piscina, la semana había ido transcurriendo mansamente, con una ‘adaptación al
medio’ se decía, que a Juanjo le fue pareciendo natural. Sí: habían sido unos días tranquilos, hasta
que el jueves hubo anuncio del ‘programa de festejos’ para el fin de semana que se avecinaba.
Juanjo lo repasaba el domingo por la noche, mientras se cepillaba los dientes con energía en el cuarto de
baño – su refugio, ‘su segundo hogar’, se reía al pensarlo.
Había sido, en efecto, una ‘fiebre de fin de semana’, como había dicho Ronald riéndose – cómo se reía el
chaval este, siempre estaba riendo, la verdad es que era un tío legal. Una fiebre de la que Juanjo prefería no
acordarse del todo. No pudo evitar hacerlo de ‘la montañita’.
Había sido un numerito, otro numerito, lo de la montañita. Que si había que subir un ‘Munro’, así las
llamaban, que eso los escoceses lo hacían como deporte nacional, eso dijeron, como el que se toma una
cerveza. Por lo visto había centenares en todo el país. Pues allá fueron, al dichoso Munro, que resultó ser una
montaña pelada y empinada, a la que no le faltaban las nubes paseándose por la cumbre que aparecía y
desaparecía, y ovejitas, rebaños de ovejitas que se veían, lejos, triscando como si cualquier cosa por la ladera.
Una ladera inclinadísima que, además, había que subir en línea recta, nada de zig–zag, no: por una
torrentera que chorreaba agua, en la que te hundías o por la que te resbalabas.
Eso sin contar con que podías perder el bofe y creer que te ibas a asfixiar, como le pasó a Juanjo a mitad de
‘la escalada’ (eso decía él). Se paraba a recobrar el aliento, ardía en un sudor frío y veía las espaldas de
Ronald y de Sarah que seguían tan tranquilos, se volvían, le sonreían y tiraban para arriba, tan felices.
El panorama desde la cumbre había sido, desde luego, espectacular. De película también, y cuando pasados
unos minutos ya había vuelto a su ser, Juanjo también se alegró, sonrió y se deshizo en admiraciones y elogios
a Escocia.
Pero había quedado reventado y, además, había vuelto a sentir un ramalazo de esa verguenza, esa rabia
que le daba al encontrarse en evidencia delante de los demás, aunque en este caso, ‘los demás’ eran dos
chavales estupendos, aquellos dos hermanos que se llevaban tan bien y que lo habían acogido con un cariño
que Juanjo no se esperaba.
El resto habían sido episodios de los que Juanjo prefería no acordarse. Como el de la discoteca. Sentía con
claridad que había hecho el ridículo. Ni lo quería recordar.
Y así, el domingo por la noche, mientras repasaba los días pasados, Juanjo se cepillaba los dientes con
energía, hasta hacerse sangre.
Luego, la vida escocesa de Juanjo se encarriló con definitiva mansedumbre. Los días se fueron sucediendo
con una calma que no resultaba vacua ni aburrida. Sin darse cuenta, Juanjo había ido acostumbrándose a
practicar la mirada, la observación de cuanto le rodeaba. Su curiosidad lo retenía en los escaparates, le hacía
intentar descifrar los rótulos de los comercios o las indicaciones que se encontraba a cada paso cuando,
alguna mañana, salió él solo a dar una vuelta. En el Jardin Botánico había estado un día un buen par de
horas: se había sentado en un banco y durante mucho tiempo siguió los juegos de unos niños que debían de
ser iraníes o algo así, a juzgar por los atuendos de las madres que, en otro banco, hablaban despacio. Más de
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un rato, por las tardes, cuando estaba solo, había puesto la televisión y se había dejado los ojos intentando
seguir alguna película subtitulada (subtitulada en inglés, ¡claro! ). Y hasta algún Telediario se tragó, cogiendo
alguna palabra que le permitía seguir la narración de la última tragedia en cualquier lugar del mundo.
Ronald había empezado las clases. Sus padres seguían yendo a sus trabajos y volvían a media tarde metidos,
se notaba, en un cansancio apacible. Sarah trabajaba de dependienta en una tienda de material fotográfico,
en el Centro, y un día Juanjo había pasado por allí a decirle hola. Todos los días, cuando volvía del trabajo,
Sarah le sonreía mientras colgaba en el perchero su chaquetón y le decía otro “Hola, ¿qué tal? ¿Todo bien?
Estupendo,” y subía las escaleras a trotecitos, seguida por la mirada del muchacho, embelesado sin darse
cuenta.
Un día fueron al cine, por probar; otro, a otro museo, de coches y autobuses, y hasta trenes enteros, que a
Juanjo le gustó. Salieron a cenar a un restaurante que había en una calleja que a Juanjo le sorprendió porque
se parecía a nuestras calles de bares, uno detrás de otro y la gente deambulando de uno a otro o parados en
medio de las aceras, en pandillas de edades variadas. La comida india le pareció un poco rara, pero no dijo
nada. En realidad, se la comió y hasta hizo gestos elogiosos. Ni por un momento se atrevió a compararla con
nada de lo que él acostumbraba a comer en España.
Un día fue con Ronald al colegio. Le presentó al profesor y le dejó entrar en clase. Observado por los
compañeros, Juanjo se guardó muy mucho de gallear ni un pelo, aunque no dejaba de pasar revista a todas
aquellas chicas, de mucho pelo rojo, pecas y risitas que no se contenían. En eso eran como las chavalas de su
instituto de Leganés. “En todas partes cuecen habas,” pensó, e intentó entender algo de lo que decía un
profesor alto que, se notaba, se estaba dirigiendo un poco a él.
Otra tarde fueron de compras, para llevarle algo a sus padres y a su hermana. Recogieron a Sarah en la
tienda de fotos, aprovechando su tiempo de almuerzo, y les ayudó a elegir un pañuelo a cuadros, una jarra de
decoraciones geométricas para su padre y un jersey para su hermana.
Sí. Agosto se había ido deslizando suavemente.
La última noche cenaron con velas. La madre de Ronald se había pasado toda la tarde en la cocina desde
que volvió de trabajar y cuando los llamaron, había puesto una mesa preciosa, con un mantel blanco y un
centro de flores; la habitación estaba iluminada por quince o veinte velas y e medio de la mesa – Ronald le
hizo un guiño a Juanjo para que se fijase – había una botella de vino de Rioja.
El avión salía a las seis de la mañana.
– O de la noche, mejor dicho– bromeó Juanjo, tumbado en el sofá al lado de toda la familia, y se rieron
todos.
– ¿A las seis ‘hora local? preguntó Ronald con guasa.
– Of course, mi querido Watson!!! respondió, teatrero, Juanjo, hasta que estalló en una carcajada franca
en la que pronto le acompañó toda la familia.
Se despidieron de los demás y subieron a su habitación.
Juanjo durmió como un bendito. Quedaban lejos sus quejas y preocupaciones por la luz cegadora del
amanecer. Claro que cuando Ronald lo despertó, zarandeándolo un poco, era noche cerrada. Faltaban unos
minutos para las cinco.
Abrió los ojos y se situó. Había dormido bien. Sí. Claro, se había acostumbrado. La verdad, siguió pensando,
es que uno acaba acostumbrándose a todo. Acaba uno acostumbrándose, se sonrió para sí mismo, hasta a las
costumbres de los demás, hasta a las de aquella gente tan rara.
Y mientras iba al cuarto de baño a lavarse, los dientes lo primero (le hacía gracia: hasta entonces no lo
había hecho con regularidad, a pesar de la insistencia de su madre), se acordó un instante de su padre, al que,
por cierto, vería dentro de unas horas.
El día 28 de agosto, festividad de Santa Rosa de Lima, era la fecha elegida por su padre para el regreso, para
así evitar la operación retorno y los ‘overbookings’ y esas cosas, que su padre lo había previsto todo.
Hora local
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Higher Still Spanish Support Materials: Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
En el Aeropuerto de Barajas, Madrid, ese día los termómetros del exterior, contumaces, marcaban sus 42
grados.
Padre e hijo se habían dado un abrazo en el que el hombre había hecho el mayor gasto, pero Juanjo se
había dejado estrujar sin resistencia y los dos lo notaron.
– Qué, hijo– preguntaba el padre, – ¿has aprendido mucho?
– Mucho, dadi, cantidad sí señor. He aprendido mucho, viejo – .
Salieron de la Terminal, camino del aparcamiento.
El hombre pensaba en el idioma, pero Juanjo sabía que su contestación era mucho más larga: a lo mejor,
pensaba, había aprendido un poco a vivir a la altura de las circunstancias esas que decían Machado y su
padre y su abuelo Maximiliano. Ya tendría tiempo de comprobarlo, se dijo, no hay que correr. Y se pusieron a
buscar el coche.
Juanjo se sonrió y miró a su padre. Empezó a hablar:
– ¿Sabes, viejo? El otro día me acordé del abuelo...
– ¿…Y...?– interrogó el empleado de Banca.
– Nada,…– vaciló el muchacho, y cambió. – Que, ¿qué hora es?
– Pues, en Escocia serán….– empezó a responderle el otro muy serio y muy guasón a la vez.
– ¡Qué dices de Escocia! ¡La hora local! – hizo una pausa cómplice. – ¿No sabes que hay que vivir a la hora
local en dónde vayas? Que no te enteras, tío.
Y Juanjo sonrió de aquella forma seductora que tenía, y le dio a su padre un codazo amistoso, cómplice, de
esos ‘de hombre a hombre’. El empleado de Banca no podía más de felicidad. Estaba emocionado. Echó el
brazo por encima del cuello de su hijo (casi no llegaba, le parecía que había crecido: sí, ya verías cuando lo
viera su madre, cómo se iba a poner) y, como viejos amigos, continuaron la búsqueda por las hileras
interminables de vehículos.
– Bueno, entonces, ¿qué hora es? – insistió Juanjo.
Era la una y veinticinco. El padre miró muy serio el reloj y, sin pestañear, dijo:
– It is a quarter to three –
Se echaron a reír, se metieron en el coche y enfilaron la autopista camino de Leganés.
Hora local
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Higher Still Spanish Support Materials: Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Notes
triscando
gambolling
una torrentera
gully, watercourse
los atuendos
clothes, get-up
embelesado
spellbound
gallear
to put on airs, strut, brag
zarandeándolo
jostling
estrujar
to squeeze
Hora local
Page 39
Chapter 1: Padres e hijos
Read quickly through the first section as far as perfecto.
Comprehension
1
What general impressions do we get of Madrid in summer?
Can you pick out 2 Spanish expressions to support your answer?
2
Explain the political views held by the man
3
What events had contributed to these views?
4
Why, in particular, was he happy that morning?
5
What slightly ironic note can be found in his happiness?
Discussion
Look again at the section from la muerte de Franco to la Dictadura. Work
with a group of your classmates. Each of you should find out more about one
of the political events mentioned and share your information with the rest of
the group.
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases sobre el estado de ánimo del hombre (el padre de
Juanjo).
Now read as far as un mes a Inglaterra.
Hora local
40
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Comprehension
1
Sum up, in one sentence, the attitude of Juanjo’s father towards the
English language.
2
Describe Juanjo’s reaction to his father’s words.
3
Why does the father mention the ‘best director in the world’?
4
What methods of learning English were not favoured by Juanjo’s father?
5
What were his feelings about the United States?
6
What prevented him from sending his son there?
7
How do you think his mother felt? Is there anything specific in the text
to support your answer?
Discussion
Juanjo’s father refers to the possibilities open to those who speak English.
Why do you think he does this with un entusiasmo más bien falsillo?
Ejercicio escrito
Según el padre de Juanjo, sin inglés ‘no te comes una rosca en
ningún sitio’. ¿Estás de acuerdo? Escribe tres o cuatro frases para
exprimir tu opinión.
Now read to por primera vez en su vida.
Hora local
41
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Comprehension
1
How does Juanjo’s father reconcile himself to sending his son to
‘England’ as opposed to the United States?
2
Juanjo is to be staying with a family. How has this been arranged?
3
What specific sacrifice has Juanjo’s mother made?
4
How does Juanjo’s father try to make this sacrifice more acceptable to
his wife?
5
Describe Juanjo’s emotions on the journey to the airport.
Discussion
What initial impressions have you formed of the three characters we have
met so far? Which, if any, do you find most engaging?
Ejercicio escrito
Escribe un párrafo sobre los contrastes entre las actitudes del padre y del
hijo frente al viaje a Inglaterra.
Now read as far as que casi lo mata.
Hora local
42
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Comprehension
1
This paragraph describes Juanjo’s first ‘proper’ experience of learning
English. How does Juanjo now view it?
2
What was (and is) Juanjo’s opinion of Avila?
3
How did Juanjo’s father try to persuade his son of the benefits of the
course?
4
How did the course organisers react to the escapade involving Juanjo
and the others?
Discussion
Look carefully at the section ending para amortiguar su mala conciencia.
Do you think that Juanjo’s father has any reason to feel guilty? How much of
this section has been ‘filtered’ through the viewpoint of Juanjo himself?
Ejercicio escrito
Imagina la conversación entre Juanjo y los monitores en la que intenta
explicarse después de la verbena.
Now read as far as aquella anécdota.
Hora local
43
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Comprehension
1
Why do you think Juanjo tells this little story?
2
Describe the family car.
3
How had Juanjo contributed to the English course?
4
Why does Juanjo’s father fail to hear his son’s question?
5
How did the family members react to the mistake?
Discussion
What do you think is here revealed about the relationships within the family?
Are they any different from the average?
Ejercicio escrito
Find the Spanish for:
the exhaust
the back seat
at a certain moment (2)
they would take more than an hour
too busy to pay attention
for the third time
every time they remembered
Now read to the end of the chapter.
Hora local
44
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Comprehension
Explain, in detail, the differences between how Juanjo had intended to spend
the next month and what is actually going to happen.
Discussion
a
In the first few pages, the cinema has been mentioned on more than
one occasion. Do you think that the author has made it easy to visualise
the characters?
b
To what extent does this first chapter make you eager to continue
reading?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases sobre cada uno de los tres miembros de la familia
de Juanjo.
Hora local
45
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 1: Padres e hijos
Summary of chapter
Look back over all your written answers. Make sure you have included notes on:
a
what happened in the chapter.
b
the relationships within the family.
c
the way in which the three characters are portrayed.
d
the attitudes of the three characters towards Juanjo’s visit to ‘England’.
e
the extent to which the author has managed, in this first chapter, to
engage the interest of the reader.
Hora local
46
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Read quickly as far as qué vergüenza.
Comprehension
1
Compare, in general terms, the reactions of Juanjo and his father to
the scene they meet at the airport.
2
What impression is left by the phrase muchachas disfrazadas de
señoritas responsables?
3
How does the author describe those who are flying for the first time?
4
Why do you think Juanjo feels he has to explain the word Delayed?
5
Why does Juanjo want his father to go?
6
What is the significance of los chorizos?
Discussion
What do you think of the way in which Juanjo is portrayed in this section?
What is the overriding impression given of the boy?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases sobre lo que parece pensar Juanjo de sus padres.
Now read as far as se estuvo quieto.
Hora local
47
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
What general outline is given in this section of Juanjo’s reaction to the
take-off?
2
How had his father demonstrated his lack of travel experience?
3
Judging from the description of Juanjo’s return to normality, what had
been the symptoms of his discomfort?
4
Why did Juanjo not want to look out of the window?
5
What did he choose to look at instead?
Discussion
To what extent do you think that Juanjo’s fear of flying was responsible for
his reluctance to go to England? Consider the evidence so far.
Ejercicio escrito
Escribe cinco o seis frases para explicar por qué Juanjo realmente lo había
pasado fatal.
Now read the section to que le den dos duros.
Hora local
48
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
This section describes Juanjo’s demeanour on the plane. What
impression do you get of him?
2
In the first sentence he is described as being back to his ser natural.
How does he choose to demonstrate this to the flight attendant?
3
How does his immediate neighbour react to his behaviour?
4
Why does Juanjo feel bold enough to mutter ¿Qué pasa, tío, qué
pasa?
5
Describe Juanjo’s struggles to read the newspaper.
6
Can you suggest why the phrase grande como una sábana has
been used to describe it?
7
What dreadful mistake has Juanjo made?
8
What do you think is meant by the phrase que le den dos duros?
Discussion
Why do you think Juanjo is trying to behave as if he does not care about what
others think? Have you ever found yourself in a similar situation?
Ejercicio escrito
Tú eres el gordito pelirrojo. Escribe cuatro o cinco frases para describir
el comportamiento del joven que está sentado a tu lado.
Now read as far as ¡Mierda!
Hora local
49
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
Why do you think the author has chosen to include this description of
Juanjo’s meal?
2
How does Juanjo prepare himself to receive his tray?
3
What do you think is meant by una mano sonriente?
4
Why does Juanjo not manage to say his ‘thank you’ as planned?
5
What does the flight attendant ask him?
6
In what way does the man beside him make Juanjo feel worse?
7
What happens when Juanjo tries to eat his croissant?
8
Give details of what happens with the cup of coffee?
Discussion
In this section Juanjo does not come across in the best possible light. How
does this make you feel towards him - sympathetic, irritated, mocking or
something else?
Ejercicio escrito
Find the Spanish for:
he managed to lower
out of the corner of his eye
mumbled rather than said
he didn’t know where to start
without reproach
until he realised
don’t worry
the worst happened
Now read as far as ¡qué gracia!
Hora local
50
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
This section describes the third visit of the flight attendants. Why does
Juanjo find this one particularly odd?
2
Why do you think his neighbour’s expression is described as
mofletudamente egipcio?
3
What had been the problem with Juanjo’s coffee?
4
What choice of drinks does he consider?
5
Once again Juanjo makes a big mistake. How does he go wrong?
6
Why does he think his friends will find this amusing?
7
Why are his fellow passengers’ looks at him described as
cuchilladas compasivas?
Discussion
Juanjo appears to be the victim of a series of fluctuating emotions. Discuss
how his mood has changed since he boarded the plane.
Ejercicio escrito
Según el autor a Juanjo le hubiese gustado estar en otro sitio.
Escribe un párrafo de cinco o seis frases explicando por qué se siente así.
Now read to tendrían que esperar.
Hora local
51
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
In this section Juanjo describes his first New Year’s Eve spent without
his family. What general impression do you have of it?
2
Choose any items of vocabulary which you feel support your first answer.
3
How does Juanjo describe the traditional New Year’s Eve spent with
the family?
4
Read the paragraph Aquel año....por encima. List the verbs and
explain the tense employed in each case.
5
Describe the décor in the television repair workshop.
6
How did Juanjo’s friends react to the ‘champagne’?
7
How did Juanjo and his friend Pablo finish their night out?
8
What is the author trying to convey with coches contentísimos?
9
What effect did the New Year’s Eve celebrations have on Juanjo’s
lifestyle?
10
Juanjo has experienced several ‘firsts’ in the last few months.
Describe these primeras veces.
Discussion
At the end of this section, we are told “Otras urgencias, bien lo sabía,
se le iban amontonando”. What do you think the author means by this?
Ejercicio escrito
Intenta imaginar lo que le ha dicho Juanjo a sus padres acerca de la
Nochevieja pasada con sus amigos. Escribe entre cinco y ocho frases.
Now read as far as Casi nada, se dijo.
Hora local
52
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
What evidence do we have at the beginning of this section to suggest
that Juanjo did not want to go to Scotland?
2
What reaction does the change in engine-note provoke in him?
3
Why is Juanjo taken aback by his neighbour’s smile?
4
Juanjo is astonished by what his companion says. What are the
reasons for his astonishment? (Note the plural!)
5
Juanjo is disarmed by the invitation issued by his companion. What are
the immediate effects of this on him?
Discussion
a
What effect do you think the conversation with the pelirrojo has/will
have on Juanjo?
b
In this section we come across Julián Marías (Negra espalda
del tiempo), Torrente, Segura, El Día de la Bestia and Airbag.
Find out everything you can about them.
Ejercicio escrito
Para Juanjo, y también para muchos de sus compatriotas, no existe ninguna
diferencia entre Escocia e Inglaterra – ‘un tío inglés (o escocés, qué más
daba)’ Y tú ¿qué opinas? Escribe cinco o seis frases.
Now read as far as ¡Qué risa! pensó.
Hora local
53
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
Compare the reactions of Juanjo and his companion to the
announcement made by the woman.
2
Why did Juanjo take his time before disembarking from the plane?
3
What are his first impressions of Manchester?
4
Describe Juanjo’s appearance as he follows his guide through the
airport.
5
What problem does he have with his passport?
6
In what way does this situation resemble a scene from a film thriller?
7
Why does Juanjo say ‘Pero algo era algo’?
Discussion
Look carefully at the descriptions of the aeroplane for Glasgow and the female
flight attendant on that plane. How would you describe the tone of these
descriptions and what is your reaction to them?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases sobre las emociones de Juanjo mientras hace
transbordo en Manchester.
Now read as far as En fin, se dijo.
Hora local
54
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
What impression is Juanjo hoping to create with his gesto indefinido?
2
Why was he born in Palencia?
3
How does he remember his grandparents’ home?
4
In what ways did Juanjo’s life change when he was twelve or
thirteen?
5
How did he and his friends behave during the Fiestas of the
previous year?
6
What particular aspect of the flight to Glasgow is Juanjo worried about?
Why is this?
Discussion
Why do you think it is important for Juanjo to insist at this point that he is
madrileño?
Ejercicio escrito
Escribe un párrafo para describir los buenos y malos momentos que ha pasado
Juanjo durante sus vacaciones en el pueblo.
Now read to the end of the chapter.
Hora local
55
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Comprehension
1
Compare the attitudes of Juanjo and his fellow passengers to the flight.
2
Which feature, seen in planes in films, is he hoping they avoid?
3
Why does he feel less anxious after he picks up his luggage?
4
Describe his last contact with the red-haired man.
5
How does he imagine his visit to this man will turn out?
6
How does his imagined conversation compare with the reality of life?
7
How does he explain to himself the comparison between the Scotsman’s
Spanish and his own English?
Discussion
Referring to saying ‘thank you’, Juanjo realises that ‘claro que no las había
dado ni una vez en todo el día’. Why do you think this should be the case
and what effect, if any, has this had on Juanjo?
Ejercicio escrito
Escribe cinco o seis frases para describir cómo han cambiado los sentimientos
de Juanjo durante el vuelo.
Hora local
56
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 2: Por los aires
Summary of chapter
Look back over all your written answers. Make sure you have notes on the
following:
a
what happens in this chapter.
b
Juanjo’s behaviour during the flights to Manchester and thereafter to
Glasgow.
c
the rôle played by the red-haired Scotsman.
d
Juanjo’s attitude to the flight attendants.
e
what he thinks of his fellow passengers.
f
the impression he must have created amongst them.
g
the ways in which his thoughts on the English language and the trip in
general have changed in the course of his journey.
Hora local
57
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Read as far as ‘Sí, le gustaba el deporte’.
Comprehension
1
Write one sentence to summarise Juanjo’s concerns as he is driven to
his ‘home’.
2
What is Juanjo’s immediate impression of his new surroundings?
3
How does Ronald’s physique compare with his own?
4
How does Juanjo try to convince himself his physique is ‘normal’?
5
In what way has his father unwittingly increased the pressure on Juanjo?
6
Why did he volunteer to go to the chemist’s whenever possible?
7
What would he not allow his father to do?
8
How did his mother conspire against him?
9
What efforts has Juanjo been making to control his weight?
Discussion
In the middle of this section we are told that if Juanjo’s not careful he will
become un adulto muy ibérico. Do you believe that there is such a thing
as ‘typically Spanish’ and, if so, what is it?
Ejercicio escrito
Find the Spanish for:
not that much
he had just turned seventeen
sideways
a thousand times
stubborn
since some months ago
amongst other things
Now read to No pudo más y se salió
Hora local
58
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Comprehension
1
What do you think Juanjo is trying to do in this section?
2
Why does Juanjo remember the word ‘swimming-pool’ so clearly?
3
What first impression do we get of Ronald and his family?
4
Why does Juanjo not get any redder?
5
What effect does Ronald’s sister have on Juanjo?
6
What is Juanjo’s biggest lie so far?
7
How did the shoe-shop owner get started in business?
8
What did he do with his money?
9
What did Juanjo do when he visited the rich man’s home?
10
Do you think he enjoyed his visit? Give reasons for your answer.
Discussion
Why do you think Juanjo feels it is necessary to lie? Do you think this is typical
teenage behaviour? Do you think Ronald and his family believe him?
Ejercicio escrito
Escribe cuatro o cinco frases sobre las primeras impresiones que tenemos
de la familia de Ronald.
Now read as far as no quería repetir.
Hora local
59
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Comprehension
1
In this section Juanjo continues to embroider the lies he has already
told. What sports does he claim to do?
2
There is one sport he does not dare to mention. Which one and why?
3
Why do you think Ronald is poker-faced?
4
What has been Juanjo’s experience of family holidays?
5
How did he react on holiday and how did this affect his family?
6
Why did Juanjo not join the boys diving from the rocks?
7
Why did Juanjo prefer to remain on the beach?
Discussion
In this section we gain some clues as to why Juanjo feels he must tell lies all
the time. How does this make you feel towards him? Do you, for example,
feel sorry for him or does his behaviour on holiday make you feel angry?
Ejercicio escrito
Ya en esta historia hemos leído varias mentiras que ha inventado Juanjo.
Escoge tres de estas mentiras, explica cada una en una frase y luego
escribe la verdad que les corresponde.
Now read as far as bastante ridiculillo.
Hora local
60
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Comprehension
1
Explain the incident which led to Juanjo’s inability to swim well.
2
What were the consequences of this incident for the following year?
3
How did Juanjo manage to learn to swim at all?
4
What claim did he make to his friend Pablo?
Discussion
Juanjo blames his father for his lack of confidence when swimming. Do you
think he is justified in this?
Ejercicio escrito
Tú eres testigo del incidente en el que está pensando Juanjo. Escribe cinco
o seis frases para resumirlo.
Now read to the end of the chapter.
Hora local
61
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Comprehension
1
How does Juanjo describe the first building he notices?
2
What dreadful news does Ronald have for Juanjo?
3
How does Juanjo react to this news?
4
What particular event gives Juanjo a terrible fright?
5
What does this event trigger off within him?
6
How does Juanjo sum up the peculiarities of the people he is with?
7
What is the final straw as far as Juanjo is concerned?
Discussion
a
Re-read the sentence beginning ‘Así, empezó a rumiar quejas’.
What does this tell you about Juanjo’s attitude to his journey and to
the people he has left behind?
b
Read once more Juanjo’s description of his hosts – ‘nada, que no
hacen nada normal....cuando no toca’. Do you think it’s an accurate
description? How does it make you feel?
Ejercicio escrito
Según Juanjo ‘su padre....siempre pagaba los platos rotos de su
carácter tan difícil’. Escribe cuatro o cinco frases para describir lo que
hemos visto del carácter de Juanjo.
Hora local
62
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 3: Al agua, patos
Summary of chapter
Look back over all your written answers. Make sure you have notes on:
a
what happens in this chapter.
b
Juanjo’s first impressions of his new surroundings.
c
the members of his temporary family.
d
Juanjo’s attempts at impressing them.
e
his continuing resentment towards his father.
f
his fears about what awaits him.
Hora local
63
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Read as far as ‘a la altura de las circunstancias’.
Comprehension
1
Why did the morning light bother Juanjo so much?
2
What is his reaction when he sees what time it is?
3
What is the deeper significance of the time?
4
How would you translate grandfather Maximiliano’s saying ‘Adonde
fueres, haz lo que vieres’.
5
What particular skill does Juanjo possess and how did he use it as a child?
Discussion
Find out as much as you can about Machado, Lope and Góngora. You
should also look for some information on the Siglo de Oro. It might be
interesting to find the poem ‘La Cena Jocosa’. Why do you think Juanjo
would like it?
Ejercicio escrito
Varias personas le han hablado a Juanjo de la importancia de adaptarse a
su nueva situación. ¿Por qué crees que tiene tantas dificultades en hacerlo?
Escribe tres o cuatro frases.
Now read as far as después de casi veinte años.
Hora local
64
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
Why had Juanjo’s father barely completed his secondary education?
2
What demonstrates Juanjo’s father’s respect for education?
3
What does having a bad night mean for Juanjo?
4
Why did Juanjo have a particular problem with a quilt?
5
What had inspired his mother to look for quilts for the house?
6
What does Juanjo believe to have been the real reason for not buying
the quilts?
Discussion
Looking back at your notes, and re-reading this chapter so far, try to work out
how many times Juanjo has blamed his father for something he does not like.
How often do you think he is justified in blaming him?
Ejercicio escrito
Find the Spanish for:
he didn’t remember anything
nevertheless
he must have read it
despite his age
two years earlier
probably
after almost twenty years
Now read as far as clarísimo, lo sabía.
Hora local
65
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
What particular difference in his situation does Juanjo notice in this
section?
2
How does Juanjo try to make himself more comfortable? What problem
does this bring?
3
Why does Juanjo maintain he hasn’t slept a wink all night?
4
He realises all the things he might have done better. What examples
are we given?
5
What prevents Juanjo from getting out of bed?
6
What does Juanjo initially believe Ronald is telling him?
7
Why does the word ‘clouds’ make him so happy?
Discussion
To what extent, if at all, do you think that Juanjo is beginning to come to
terms with the circumstances in which he finds himself? To what extent do
you think he wants to?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases para explicar por qué a Juanjo le gusta tanto el
‘pensamiento de víctima de las circunstancias’.
Now read as far as un plato liso y un cuenco.
Hora local
66
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
What indicates that Juanjo’s attitude to the English language is
changing?
2
What do you think is meant by the phrase ‘con parsimonia’?
3
Describe how Juanjo sees Ronald’s parents?
4
Which particular aspect of the scene reminds Juanjo of a film?
5
How does Juanjo respond when asked how he slept?
6
Why do you think Juanjo notices the way in which his place at the table
is set?
Discussion
Read again the description of Saturday morning in Ronald’s house. In what
ways do you think it differs from what happens in Juanjo’s home?
Ejercicio escrito
Escribe cuatro o cinco frases para resumir los sentimientos de Juanjo al
levantarse.
Now read as far as podían ir de pic-nic.
Hora local
67
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
Describe Juanjo’s vision of the city.
2
What reaction does he have when he hears Ronald’s plans for the
next few days?
3
Why is the expression ‘Saturday night’ clear to Juanjo?
4
What problem does Juanjo have vis à vis Ronald’s sister?
5
Which activity is he not particularly keen on?
6
How does he visualise a typical Sunday morning?
Discussion
Once again, Juanjo makes reference to films. Which particular aspects of
the chapter so far would best translate to scenes in a film? Can you visualise
the members of Ronald’s family or, indeed, the house in which they live?
Ejercicio escrito
Escribe dos o tres frases sobre cada miembro de la familia de Ronald.
Now read as far as a otra cosa, se dijo.
Hora local
68
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
How does Juanjo describe the Spanish version of a picnic?
2
Despite himself, he has good memories of family picnics. What are
they?
3
What sudden thought about Spain comes to his mind?
4
Juanjo likes to think of himself as bastante desgraciado. What follows
on from this?
5
How does he decide to approach the forthcoming picnic?
6
What does Ronald say to make him worried?
7
How does he overcome this?
Discussion
In this passage, we catch a glimpse of what is going on in Juanjo’s mind.
What do you think are the conflicts he is trying to come to terms with?
Ejercicio escrito
Tú eres Juanjo. Escribe cinco o seis frases sobre una ‘salida de
domingueros’ que has hecho con tus padres. Acuérdate de utilizar el
‘nosotros’.
Now read as far as para que no se despistase.
Hora local
69
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
How does Juanjo react when Ronald points out various features of
the city?
2
How does the street compare to Madrid?
3
Find out what FNAC is.
4
Why is Juanjo very happy soon after?
5
How is it that Ronald ends up paying for the poster?
6
How does this action affect Juanjo?
7
Why do they go to the market?
8
How does Juanjo find out Ronald’s sister’s name?
Discussion
Look again at the paragraph which ends ‘se sentía feliz y que había
aprendido algo, aunque no sabía exactamente qué’. What do you
think is the lesson that Juanjo has learned?
Ejercicio escrito
En este capítulo vemos cómo Juanjo empieza a adaptarse a sus nuevas
circunstancias. Escribe tres o cuatro ejemplos de cómo ha cambiado.
Now read as far as con su padre.
Hora local
70
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
Describe, in one sentence, what this passage is about.
2
What was Juanjo’s outward attitude towards going to the Rastro in
Madrid?
3
What did he really think of going there?
4
What did his father do there?
5
What was the worst aspect of these visits for Juanjo?
6
Why did his father want to arrive early?
7
What brought a halt to the trips?
Discussion
What do you think this passage tells us about the relationship between Juanjo
and his father? Does it give us any further insight into how they regard each
other? What is the rôle played by Juanjo’s mother?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases sobre lo que hemos aprendido del padre de Juanjo
en estas líneas.
Now read to the end of the chapter.
Hora local
71
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Comprehension
1
Summarise, in one sentence, what this extract is about.
2
At what kind of shop does Ronald’s mother stop?
3
Why did Juanjo and his mother go to Portugal?
4
What was the general plan for the day?
5
What sorts of items could be bought?
6
Do you think they were genuine? Give a reason for your answer.
7
What was Juanjo’s father’s contribution to the expedition?
8
Describe the Portuguese stall-holders.
9
The outing brought another first for Juanjo. What was it?
Discussion
In the course of this chapter, Juanjo has recalled a lot of scenes from his
childhood. Why do you think these scenes have been included in the narrative?
What purpose do you think they serve?
Ejercicio escrito
Find the Spanish for:
things like that
a couple of years earlier
they left early in the morning
what did that matter
had flatly refused
at least
from head to foot
for her part
apparently
Hora local
72
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 4: De compras
Summary of chapter
Look back over all the notes you have made on this chapter. You should
have information on :
a
the various incidents which occur.
b
Juanjo’s first impression of life in the city.
c
his continuing complaints.
d
his attitiude towards his parents, particularly his father.
e
the picture we have of Ronald and his family, as well as their lifestyle.
f
the occasions on which Juanjo likens his situation to scenes from films.
g
the scenes which Juanjo recalls from his childhood.
h
the lessons he is beginning to learn.
Hora local
73
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Chapter 5: La vida es puro teatro
Read as far as ‘añejo y tranquilizador’.
Comprehension
1
Why does Juanjo think ‘algo es algo’?
2
What is the cause of his latest complaint?
3
What had happened the previous evening?
4
How does what º saw contrast with the area in which he lives?
5
What does Juanjo have for breakfast?
6
Describe the first museum they visit.
7
What kind of atmosphere is there in the second museum?
Discussion
In the middle of the passage, Juanjo thinks about his father ‘con
benevolencia’. Why do you think he should do so at this time?
Ejercicio escrito
Escribe cuatro o cinco frases para describir el contraste que existe entre el
desayuno normal de Juanjo y el que toma en Escocia.
Now read to un bochorno retrospectivo.
Hora local
74
Higher Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
Describe in one sentence the main incident which takes place in this section.
2
Why did it fall to Doºn Daniel to take the group to Madrid?
3
What was the plan for the day, including lunch-time?
4
What is Juanjo doing while he recalls the events of that day?
5
Describe the garden at the foot of the slope beside the Jardín Botánico.
6
Why did Don Daniel fail to hold the attention of the group?
7
Eventually Don Daniel gave up. What arrangement did he make with
the pupils?
8
Why were they all keen to go into the ‘Reina Sofía’?
9
How does Juanjo remember the corridors of the ‘Reina Sofía’ and what
effect does this memory have on him?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 5: La vida es puro teatro
75
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Discussion
As he remembers the outing with the history teacher, Juanjo feels ‘una
especie de rubor interior’. Why do you think he has started to become
aware of these feelings? Which particular incidents do you think may have
contributed to his feeling like this?
Ejercicio escrito
Escribe dos o tres frases sobre:
i
Pío Baroja
ii
Goya
iii
Las Meninas
iv
el ‘Reina Sofía’
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 5: La vida es puro teatro
76
Now read to the end of the chapter.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
Summarise, in one or two sentences, what happens in this passage.
2
How did the boys draw attention to themselves in the café?
3
What exactly did his companions do?
4
How did people look at him as he was led away?
5
What was Don Daniel’s somewhat forlorn hope as the evening began?
6
What did Don Daniel do on behalf of the three boys?
7
What was their immediate reaction?
8
What did Juanjo find astonishing about Don Daniel’s demeanour later?
9
What immediate effect did this have on his behaviour?
Disc ussion
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 5: La vida es puro teatro
77
Given his subsequent behaviour, why do you think that the incident in the
Reina Sofía did not have an effect on Juanjo till much later? If, as is claimed,
he was sorry for what he had done, why has it taken until now for him to
realise it?
Ejercicio escrito
Escribe cinco o seis frases sobre el personaje de Don Daniel y la influencia
que ejerce sobre Juanjo.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Summary of chapter
Look back at all your written answers. You should have made notes on the
following:
a
the main events (present and past) of the chapter.
b
the descriptions of the museums.
c
the Spanish literary figures mentioned.
d
the character of Don Daniel and his contribution to Juanjo’s development.
e
the way in which Juanjo is becoming more aware of his own faults
and his reaction to this.
f
the extent to which the title of the chapter is a suitable one.
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 5: La vida es puro teatro
78
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Read as far as ‘la bolsa con los bocadillos’.
Comprehension
1
What is the significance of the time Juanjo wakens up?
2
Of what does the weather remind Juanjo?
3
What does Ronald have planned for today? Why does Juanjo blame
himself for this?
4
What do you think is meant by ‘un desayuno normalito’.
5
How does Juanjo react when he hears about the trip to the mountains?
6
What is the sum total of Juanjo’s experienice of the mountains?
Discussion
In what ways do you think Juanjo is becoming more at ease with his present
situation? Why do you think he feels the necessity to keep on telling lies?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
79
Ejercicio escrito
Escribe cuatro o cinco frases sobre cómo se está acostumbrando Juanjo a la
vida familiar en Escocia.
Now read as far as aquel instante terrible.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
What caused Juanjo to feel ashamed during his skiing expedition?
2
What was his final act on that day?
3
What does Juanjo tell Ronald about Baqueira Beret?
4
Why does Juanjo use the word nosotros?
5
Why was there no possibility of their meeting the king?
6
How does Juanjo manage to understand what Ronald is saying to him?
7
What does the word ‘snow’ mean for Juanjo?
8
What does Juanjo think will happen on Tuesday and how does this
make him feel?
9
Juanjo’s legs and Ronald’s back begin to shake. Explain the difference
between the two.
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
80
Discussion
This passage marks, in some ways, a significant change in Juanjo’s situation.
Why do you think this is?
Ejercicio escrito
Escribe tres o cuatro frases para describir los progresos que ha hecho Juanjo
en su entendimiento del inglés. ¿Cómo ha podido entenderse con Ronald?
Now read as far as pensó, compasivo.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
Given that skiing is not in fact on the agenda what are the real plans for
the outing?
2
What is Juanjo’s immediate reaction on seeing the subway train?
3
How does he compare it to the Madrid underground?
4
What effect do the other passengers have on him and why?
5
Describe the woman sitting opposite.
Discussion
Throughout the story Juanjo has mocked anything with which he is not familiar
yet now he falls silent. What do you think has brought about this change?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
81
Ejercicio escrito
Escribe cuatro o cinco frases para comparar el metro de Glasgow con el de Madrid.
Now read as far as con envidia.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
What does Juanjo mean by a ‘normal’ swimming-pool?
2
Describe the boys’ changing room.
3
Why did Juanjo feel so uneasy?
4
What is the link between this incident and the shoe-shop owner’s pool?
5
How does Juanjo try to appear unconcerned?
6
Meanwhile what does Ronald do?
Discussion
This passage runs parallel to the description of Juanjo’s visit to the pool owned
by the shoe-shop proprietor. Re-read that section and compare Juanjo’s
reactions on each occasion.
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
82
Ejercicio escrito
Escribe cinco o seis frases sobre la ‘inseguridad’ que padece Juanjo.
¿Cómo se ha manifestado? ¿Cuáles son las causas principales de este
sentimiento?
Now read to y se fue.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
What are the stages by which Juanjo finally gets into the water?
2
How does he swim?
3
What does he do to avoid being seen by Ronald?
4
Why does Juanjo feel able to get out of the water?
5
Why does he refuse the invitation to go into the sauna?
6
How does Ronald react?
Discussion
In this scene at the swimming-pool we see Juanjo at his most vulnerable.
How do you feel towards him? Do you think your reactions towards him have
developed in the course of the narrative or do you have the same opinion of
him as at the outset of the story?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
83
Ejercicio escrito
Imagina que tú eres redactor de cine. Escribe cinco o seis frases para describir
la acción que se desarrolla en la piscina.
Now read to the end of the chapter.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
How does Juanjo think Ronald will react to his inadequate performance
as a swimmer?
2
What stops Juanjo from going back into the water? What does he do
instead?
3
What is the expression ‘el de un anuncio de Martini’ meant to convey?
4
How does Juanjo respond to Ronald’s questions about the pool?
5
What does Juanjo now see when he looks at the people in the subway?
Discussion
Contrast the expectations Juanjo has of Ronald with the reality of what
happens. How does this affect the way in which Juanjo views other people?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
84
Ejercicio escrito
Al final de este capítulo Juanjo se dice que ‘el pobre hombre, la pobre
gente, a lo mejor era él’. ¿Tú estás de acuerdo con Juanjo? ¿Por qué crees
que piensa así?
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Summary of chapter
Look back at all your written answers for this chapter. Make sure you have
notes on the following:
a
the various incidents which take place.
b
the reaction of Juanjo to Ronald’s joke.
c
Juanjo’s thoughts on the subway going to the swimming-pool.
d
his actions and reactions in the pool itself.
e
his expectations of Ronald.
f
the way in which his expectations compare with reality.
g
the effect Ronald’s behaviour has on him and on the way in which he
views other people.
h
the conclusion of the chapter and what it reveals about Juanjo.
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 6: Deportes de invierno
85
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Read as far as ‘Juanjo no se esperaba’.
Comprehension
1
How is Juanjo now feeling with relation to his surroundings?
2
What has become his ‘second home’?
3
What do you think is meant by the expression ‘un tío legal’?
4
Describe the Munro they go to climb.
5
Compare the performances of Ronald, Sarah and Juanjo on the climb.
6
How does Juanjo react on arriving at the summit?
7
What description are we given of the brother and sister?
Discussion
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 7: Final de trayecto
86
Once again Juanjo sees an aspect of his experience as being ‘de película’.
As you approach the end of the story to what extent do you think it would
make a good film? Do you think people would want to see it?
Ejercicio escrito
Lee otra vez la frase ‘Juanjo… se deshizo en admiraciones y elogios a
Escocia’. Imagina que tú eres Juanjo y escribe cinco frases en elogio a lo
que has visto en tu nuevo país.
Now read as far as a comer en España.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
Why does Juanjo not want to remember the disco?
2
What has he learned to do?
3
How does his curiosity now show itself?
4
Explain what he watches on television.
5
Describe how the various members of Ronald’s family are now
employed (in the broadest sense of the word).
6
What are Juanjo’s feelings towards Sarah?
7
What did Juanjo think of the situation of the restaurant? Why?
Discussion
At the end of this passage we read how Juanjo manages to eat a meal without
making any kind of unfortunate remark. What do you think this represents
for him? Does the fact that he lies about what he thinks of the food really
matter? Is it more important that he should try to fit in with the rest of the
family?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 7: Final de trayecto
87
Ejercicio escrito
Juanjo prefiere no recordar lo de la discoteca. Escribe un párrafo para describir
lo que puede haberle sucedido.
Now read as far as dentro de unas horas.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
How did Juanjo behave when Ronald took him to school?
2
What do you think is meant by the phrase ‘en todas partes
cuecen habas’?
3
What are the presents he buys for his family?
4
What were the special preparations made for the last family dinner?
5
Explain the little joke made by Juanjo.
6
Compare Juanjo’s last night in Scotland with his first.
7
What good habit has he learned in Scotland?
Discussion
a
What do you think is the significance of this passage in terms of the
story as a whole?
b
What do you think is the ‘moral’ of the story? Do you think that it is
spoiled by the phrase ‘hasta a las de aquella gente tan rara’?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 7: Final de trayecto
88
Ejercicio escrito
Tú eres Ronald. Escribe unas ocho frases para describir a Juanjo. Puedes mencionar,
por ejemplo, su aspecto físico, su person alidad y lo que tenéis en común.
Now read to the end of the chapter.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Comprehension
1
Why has Juanjo’s father chosen the 28th August for his return to Spain?
2
How did Juanjo and his father greet each other and what was significant
about their greeting?
3
What is the father’s first question?
4
How does Juanjo reply?
5
What is it about Juanjo’s actions that makes his father so happy?
6
What physical difference does he notice in his son?
Discussion
a
As we reach the final act of the story, the relationship between Juanjo
and his father is once more the focus. In what ways do you think it has
changed? To what extent has each of them changed his view of the
other?
b
What is your final opinion of the story? Do you think it is an accurate
portrayal of how a teenager would behave? Would you recommend it
to others?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 7: Final de trayecto
89
Ejercicio escrito
a
En este capítulo hemos llegado al tema central de la historia de
Juanjo y su viaje a ‘Inglaterra’. Escribe 100 palabras para explicar
este tema y cómo el autor nos lo ha presentado.
b
Utiliza unas 100 palabras para exprimir tu opinión de esta obra.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Summary of chapter
Look back at all your written answers. You should now have notes on the
following:
a
how Juanjo spends his last few days in Scotland
b
how his relationship with the family has developed
c
the contrast between his attitude on arriving and the way he feels now
d
the ‘moral’ of the story and how it has developed
e
the way in which the relationship between father and son has
changed
f
your own opinion of the story and the central characters
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Chapter 7: Final de trayecto
90
Hora Local
Higher Still: Higher Spanish: Support Materials: Extended Reading and Viewing: Las cartas de Juanjo
Higher Spanish
Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo
Primera Carta
Las cartas de Juanjo
Page 91
Higher Still: Higher Spanish: Support Materials: Extended Reading and Viewing: Las cartas de Juanjo
Primera Carta
¿Qué hay de nuevo, pandilla?
Por aquí, todo marchando de maravilla con la familia de Ronald. Ellos me buscaron
al aeropuerto, conocí a su hermana - se llama Sara, tiene 18 años y está como me la
recetó el médico, un poco tímida - ni habló durante el camino, pero me sonrió
amablemente. Esto ya es un comienzo.
Todavía sigo pensando en Soraya. ¿La habéis visto? Si no estuviera en Glasgow, en este momento estaría en
plan de conquista: la invitaría a comer helados, iríamos a los toros, en fin, lo pasaríamos en grande.
De todas formas, no me arrepiento de haber venido a Glasgow. Estoy batallando con el inglés y dando más
señales que un policía de tránsito. Le he inventado a mi familia aquí que iba a la sauna con vosotros en el
tiempo libre, que practicaba fútbol y tenis, por supuesto no les di muchos detalles porque tampoco los tenía.
En síntesis, ¡les caí a muela! Si apenas nado como un perrito. Bueno, de algo tenía que hablar.
Tengo que deciros que me llevé una gran sorpresa porque a Ronald se le ocurrió la brillante idea de ir a la
swimming-pool para practicar algunos saltos. ¿Qué tal? ¡Me quedé frío! Gracias a Dios que fue sólo un
comentario. Esto me pasa por charlatán.
Espero que no se le ocurra esa idea otra vez, sino me meteré en camisa de once varas.
¿Qué tal las juergas? Hasta ahora no he ido a ninguna fiesta, ni mucho menos he tomado calimocho.
Estoy muy zanahoria.
¡Portáos bien!
Nos vemos
Juanjo
Las cartas de Juanjo
Page 92
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Stage 1: Comprehension
1
To whom is this letter addressed?
2
What do you think Juanjo means by ‘está como me la recetó el
médico’?
3
How did Sarah relate to him on the way from the airport?
4
What would Juanjo have been doing had he been in Spain?
5
How does Juanjo say he is making himself understood?
6
Why does he say he invented all his stories?
7
What was Ronald’s brilliant idea?
8
What is Juanjo’s comment on what happened?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo: Primera carta
93
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Stage 2: Language
1
Translate the following phrases. You may well not find them familiar,
but careful consideration of the context in which they appear should
help you. It should be remembered that a literal translation is not always
the most appropriate one.
en plan de conquista
les caí a muela
esto me pasa por charlatán
me meteré en camisa de once varas
estoy muy zanahoria
2
Now find the Spanish for the following:
she didn’t even speak
we would have a great time
I’m not sorry
to sum up
I got a big surprise
3
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo: Primera carta
94
Look carefully at the sentence which begins ‘Si no estuviera’.
Reading to the end, you will see several verbs in the conditional
tense. What exactly is the meaning of the verbs? Can you explain
the use of the Imperfect Subjunctive ‘estuviera’? Use your grammar
notes to revise how conditional sentences are structured then write
five examples of your own.
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Stage 3: Discussion
Looking at the way in which Juanjo addresses his friends, what kind of
impression do you get of how he sees the family with whom he is staying?
Use the text to find examples to support your opinion?
Stage 4: Writing
You are one of Juanjo’s friends and have been shown his letter. As someone
who is very interested in life in Britain you have a lot of questions to ask him.
There are also many things you would like him to find out about for you. Write
to Juanjo to ask these questions and make your requests.
Your letter should be of 120-150 words.
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo: Primera carta
95
Hora Local
Higher Still: Higher Spanish: Support Materials: Extended Reading and Viewing: Las cartas de Juanjo
Higher Spanish
Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo
Segunda Carta
Las cartas de Juanjo
Page 96
Higher Still: Higher Spanish: Support Materials: Extended Reading and Viewing: Las cartas de Juanjo
Segunda Carta
Querida Soraya
¿Cómo te va? Espero que bien. A mí no me va bien del todo. ¿Por qué? Primero porque
extraño a mi gente y en especial a ti. Para este verano mis planes eran otros, y entre
ellos estabas tú.
Segundo, desde que llegué a Glasgow me ha costado acostumbrarme al sistema al revés que lleva esta
gente: conducir por el lado izquierdo (pienso que nos vamos a estrellar cada vez que veo venir uno de estos
autobuses llamados double-deckers que parecen un monstruo con ruedas), comen granos para el desayuno,
las cervezas son gigantes, antes de que la termines ya está caliente. Todavía no me adapto a los peniques y
libras. En conclusión, para mí este mundo no se parece en nada al mío.
Ahora ni hablar del idioma, sólo capto las palabras que se parecen al español como ‘sports, tennis, football’
y me defiendo con una que otra frase - ‘thank you, you’re welcome, how are you?’ Y por supuesto ‘beer’.
A propósito ¡cómo me hace falta el calimocho.! Siempre recuerdo las rumbas que hacía con mi pandilla.
Volviendo a lo del idioma, Ronald y yo a duras penas nos comunicamos pero de palabra a palabra y con los
gestos. ¡Me emocionaba cada vez que pegaba una palabra! Hemos hablado de deportes y del clima único en
Escocia que para variar no sale de una lluvia. ¡Qué angustia!
Por ahora he salido a ver uno que otro museo, el centro y como tres parques. Me encantan los parques
aquí, son grandes y coloridos.
Cuídate y escríbeme pronto.
Juanjo
Las cartas de Juanjo
Page 97
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Stage 1: Comprehension
1
What does Juanjo claim is the cause of his not getting on too well?
2
In general terms, how does he describe the way in which Glaswegians live?
3
What does he find most alarming about driving on the left?
4
What is his complaint about the beer?
5
What progress is Juanjo making with English?
6
How do he and Ronald manage to communicate?
7
What do they talk about?
8
What has Juanjo done up till now?
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo: Segunda carta
98
Hora Local
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Stage 2: Language
1
Find the Spanish for:
backwards
I still can’t get used to
(it) isn’t anything like
don’t even mention the language
I get by
with great difficulty
some museum or other
2
Look carefully at the phrase
me hace falta el calimocho
You should recognise this as an example of an impersonal verb.
Remember that verbs in this category are normally used only in the
third persons singular and plural. Look at these examples:
Me gusta el fútbol
A mi hermana le encantan los caramelos
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo: Segunda carta
99
Other verbs which follow the same pattern are:
interesar
entusiasmar
apetecer
doler
parecer
If necessary, check on the meaning of each of these. Then write five examples
of their use.
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Segunda carta
Stage 3: Discussion
a
Having read the letter which Juanjo sent to his pals, how sincere do you
think he is when writing to Soraya?
b
In the second paragraph, Juanjo outlines some of the things he finds
difficult about life in this country. To what extent do you recognise his
concerns as valid ones?
Stage 4: Writing
Tú eres Soraya. Acabas de recibir esta carta y ahora le vas a contestar.
¿Qué te parecen los planes de Juanjo? ¿Te gusta la idea de salir con él?
Escríbele una carta de 100 a 120 palabras.
100
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Hora Local
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Higher Spanish
Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo
Tercera Carta
Las cartas de Juanjo
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Tercera Carta
Estimado don Daniel
Le envío un cordial saludo. Mi estancia en Glasgow, a pesar de tantos contratiempos
con el idioma, ha sido bastante interesante.
La familia con la que estoy viviendo se ha tomado la amabilidad de llevarme a recorrer los museos de
Glasgow. Los edificios son imponentes, muy grandes y antiguos. Vi a mucha gente de distintas partes del
mundo contemplando las pinturas y los objetos de guerra.
Este recorrido me hizo recordar los paseos por el Museo del Prado en las clases de historia. Usted explicaba
con mucha dedicación cada uno de los rincones por los que nos paseábamos.
No me olvido tampoco de cuando salí a buscar a mis amigos y aparecimos tiempo después justo para ir al
teatro. Usted estaba un poco enojado y con toda razón. Usted estaba dedicando su tiempo para nada.
De corazón, le pido disculpas por mi comportamiento inmaduro y rebelde.
Ahora que estoy en Glasgow valoro cada cosa y cada minuto que pasa; incluso pongo en práctica la frase
favorita de mi abuelo ‘Adonde fueres haz lo que vieres’. Aquí estoy entre gente de cultura diferente. A propósito,
mi ‘hermano’ Ronald tiene planeado ir a las Highlands. Vamos a ver qué pasa, después le diré de esa aventura.
Bueno, Profesor, es un placer haberle escrito, le envío saludos al resto de los profesores y a mis compañeros
de clase. Nos veremos pronto.
Juanjo
Las cartas de Juanjo
Page 102
Las cartas de Juanjo: Tercera carta
Stage 1: Comprehension
1
How does Juanjo describe his stay in Glasgow?
2
What does he say about the buildings which house Glasgow’s
museums?
3
What kind of exhibits does he mention?
4
What does Juanjo recall about Don Daniel’s contribution to their
excursions to the Prado?
5
Which particular incident does he apologise for?
6
What is Juanjo now doing during his stay in Scotland?
103
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Hora Local
Las cartas de Juanjo: Tercera carta
Stage 2: Language
1
Find the Spanish for:
in spite of
to take me round the museums
a little angry
with all my heart
I am putting into practice
by the way
2
Look at the sentence beginning
‘No me olvido nunca…’
This is an example of a negative expression in Spanish.
Remember the following:
i
The simplest form of the nagative is to put no before the verb
No quiero hacer esto.
No vamos a llegar antes de las nueve.
ii
104
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
There are several other negative expressions to learn.
no…nada
no…nadie
no…nunca
no…jamás
no…ni…ni
nothing
no-one
never
never
neither…nor
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Tercera carta
When you use these expressions you can use them in two different ways:
a
before and after the verb
No quiero nada
No vamos nunca al cine
b
before the verb
Nunca comemos caramelos
Nadie ha venido
iii
Additional negative expressions are:
no…ninguno no, not any, none
no…tampoco not either, neither
iv
You must remember that often two negative words together are
used in Spanish whereas in English we refer to this as a double
negative and never use it.
105
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Nunca he visto nada tan bonito.
I’ve never seen anything so pretty.
Read this section carefully then write five examples of your own.
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Tercera carta
Stage 3: Discussion
What do you think Don Daniel will make of this letter from Juanjo? Look again
at the chapter in ‘Hora Local’ called ‘La vida es puro teatro’ and compare the
attitude of Juanjo in Madrid to how he seems to be reacting now.
Stage 4: Writing
Imagine you are Don Daniel. You have been asked to write a report on the
performance of Juanjo at school. You should comment on his personality, his
attitude, his effort (or lack of it), his ability to work with others and any other
characteristics you believe to be worthy of mention.
Your report should be about 150 words long.
106
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Hora Local
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Higher Spanish
Extended Reading and Viewing
Las cartas de Juanjo
Cuarta Carta
Las cartas de Juanjo
Page 107
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Cuarta Carta
Querida familia
¿Qué tal? Ahora estoy mejor y estoy tratando de superar todos los inconvenientes
del idioma.
Papa, reconozco que tienes toda la razón y te agradezco haberme enviado a Inglaterra para estudiar inglés.
Es increíble como una persona puede hablar este idioma sin dificultad. Aún más cuando lo aprende en el país
donde se habla.
Durante el vuelo de Madrid a Manchester conocí a un hombre que me habló en español. Me quedé con la
boca abierta cuando me dijo que era de Edimburgo y que había aprendido español en Madrid. Ahora lleva dos
años trabajando allí. Para mayor sorpresa y satisfacción este hombre es productor de cine, mi gran aficción.
Hablamos sobre cine. Además me dio una tarjeta y me dijo que lo visitara en Madrid en cualquier momento.
Tal vez me dé trabajo en la productora y haga realidad uno de mis sueños. ¡Sería cheverísimo! Cada vez que
lo escuchaba hablando me sorprendía más y más. Me dije a mí mismo - ¿por qué no? Yo puedo hablar inglés
perfectamente como él habla español.
Os daré la gran satisfacción de escucharme hablando inglés y además, lo más importante, tendré la
oportunidad de valerme por mí mismo. Ya entiendo que el valor del aprendizaje de un idioma no está sólo en
el enriquecer nuestros conocimientos sino simplemente en tener el placer de comunicarnos con nuestros
semejantes e intercambiar ideas e intereses.
Disculpadme por mi rebeldía. Os mando todo mi cariño. Os quiero.
Juanjo
Las cartas de Juanjo
Page 108
Las cartas de Juanjo: Cuarta carta
Stage 1: Comprehension
1
What does Juanjo admit to his father?
2
What does he find amazing?
3
What does he learn about the man on the plane?
4
What did Juanjo find particularly enjoyable about their conversation?
5
What is Juanjo’s dream?
6
What is his resolve after meeting the Scotsman?
7
What does Juanjo ask his family to do?
109
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Cuarta carta
Stage 2: Language
1
Find the Spanish for:
I thank you
open-mouthed
any time
perhaps
that would be fantastic
every time
furthermore
2
Translate the final paragraph of the letter. Note the following:
i
el enriquecer…en tener…comunicarnos
Be very careful with how you translate infinitives. They are used
much more commonly in Spanish than in English.
ii
You will need to take some time to decide on the best word- order
for your translation. Spanish does not always employ the order
that might be expected.
iii
nuestros semejantes
110
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
How will you translate this expression? Take some time over this.
3
Look at the sentence
‘Disculpadme por mi rebeldía.’
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Cuarta carta
There are two areas which you need to revise.
i
Positive commands
There are four forms of commands: tú, vosotros, Vd, Vds
To form the tú command take the s away from the present tense
To form the vosotros command take away the r from the infinitive and
add d
To form the Vd, Vds commands take off the o part of the first
person singular of the present tense and add e, en for ar verbs, and a,
an for er verbs.
For further information you should check your grammar book.
ii
Object pronouns
Remember that object pronouns normally precede the verb in
Spanish. Exceptions to this rule are:
a
at the end of an infinitive
b
at the end of a present participle levantándose
c
at the end of a positive command levántate
111
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
levantarse
Note that you may have to adjust the stress pattern, including the use
of accents, to take account of this.
Read this section carefully, then use these two points to form the basis of ten
sentences of your own.
Hora Local
Las cartas de Juanjo: Cuarta carta
Stage 3: Speaking
From the contents of this letter it would seem obvious that Juanjo’s attitude
towards the English language has changed considerably. Imagine the
conversation that takes place in Juanjo’s house when he and his father return
from the airport. What do you think Juanjo will talk about? What questions
will his parents ask him? Work with one or two others to devise and practise
what they say to one another.
Stage 4: Writing
Imagine that you are Juanjo. You are now back home after your month in
Scotland. Write a letter to Ronald and his family in which you thank them for
all their hospitality and explain to them the lessons you have learned. You
might like to add a little about what you have been doing since your return to
Spain. You could also tell them about your plans.
You should write about 150 words.
112
Higher Spanish: Extended Reading and Viewing
Higher Still Spanish: Extended Reading & Viewing
Hora Local

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