Santiago González Quintero

Transcripción

Santiago González Quintero
Santiago González Quintero
Buena noche señor Abelardo.
Mi nombre tiene veinticuatro letras, ocho en cada una de las palabras que lo
componen y una tilde casi en el medio. Soy hermano de dos hombres y me ubico
por edad en medio de ellos, hijo de una madre ex cristiana católica romana y en
los últimos meses cristiana radical, y de un padre militar frustrado y
guardaespaldas de un señor con mucho dinero. Si importa en estos menesteres,
estudio artes plásticas y soy bailarín principiante de danza contemporánea.
No sé la fecha exacta en que un médico le dijo a mi madre que el feto dentro de su
vientre aparentaba tener dos testículos y un pene, pero sí estoy seguro que
aunque tal vez nadie haya establecido un juicio sobre lo que pienso, soy
consciente de que a diario recuerdo que sea quien lo haya decidido, si es que
alguien lo hizo, me tocó ser hombre.
Caracterizando esta masculinidad, alguna vez sucedió que en una clase de
matemáticas, en medio de la resolución de ejercicios de cálculo en los cuadernos
de treintaiocho personas alcé la mirada, y noté como era el único hombre que
ocupaba uno de los cuarenta pupitres de ese salón y preciso en el centro en
medio de varias mujeres. Exactamente allí comprendí que mínimo unas
treintaiocho mujeres, incluida maestra, me darían paso en cada instante para
poder ver el mundo.
Y es que desde que tengo memoria más que a mi padre, y no con exclusividad de
mi madre ha sido a ella, la mujer, un signo de admiración en mi vida y debo
confesar que constantemente ella, la mujer, me duele. Pues es lo femenino lo que
ha determinado en gran medida mi identidad como hombre.
Ahora, volviendo en el tiempo y con ojos de niño, cuando aún vivía en un
apartamento en el sur de la ciudad, habían tardes en las que después de llegar del
colegio y en fechas cercanas a un evento televisivo que seguimos año tras año,
con mi hermano mayor organizábamos los peluches de nuestra habitación en la
sala, de forma que ninguno escapara de nuestro rango de visión y, justo antes de
que alguno de nuestros padres cruzara la puerta de entrada después del trabajo,
elegíamos con iluminación especial y con cuidadosa justa decisión quien sería
coronada o coronado Miss Universo hasta el próximo juego.
Era un juego, en el que nunca debía faltar una cobija alrededor de nuestra cintura
y debajo algunas sábanas para que del modo más sofisticado se moviesen como
la falda de una princesa. Llegado el momento el juego acaba, vuelves a ponerte el
mameluco de pijama y luego el pantalón de dormir. Ya no tan inocente descubres
que no se trata de un balón de futbol o de si quieres ponerte tacones y salir a la
calle con las piernas peludas, no se trata de pantalón, falda o ‘leggins’, se trata de
habitar el mundo con una erección a cuestas.
Ya por estos días, en los que el acné no me resulta escandaloso y en los que beso
hombres pero no en bares gay, si usted ha de acceder a un baño público bajo mis
limites corpóreos tenga en cuenta que debe entrar exclusivamente a un inodoro
tras una puerta y nunca pararse al lado de otros hombres para apuntar a un orinal;
una vez adentro y con el seguro puesto apoye sus pertenencias sobre baldosines
secos y lo más lejos posible de los que se hallan mojados.
Recuerde que aunque tenga mucho líquido inaguantable en su vejiga no puede
bajar la cremallera del pantalón hasta estar seguro de que nadie ve sus pies para
fijarse en la dirección en la que sus dedos gordos se encuentran; ponga los
cuadritos de papel higiénico necesarios sobre la superficie del sanitario; ahora si,
libre de riesgo desabroche el cinturón, baje la cremallera y baje sus pantalones, no
para orinar como niño sino para que teniendo dedos de los pies en dirección
opuesta al inodoro entienda que este Santiago es un hombre que orina sentado y
que al terminar este pequeño ritual no sale del baño sin haber lavado sus manos
muy bien, aunque sea sin jabón y solo con agua.
Siento entonces que más allá de un pipí, pene o verga para ser hombre hay que
poner en duda el hombre cotidiano establecido por esta sociedad y crearse por lo
menos a partir de lo que no se quiere ser, estando cómodo consigo mismo así sea
en escasos momentos de su vida.
Bogotá, febrero de 2015.

Documentos relacionados