El desarrollo desde la perspectiva del pueblo mapuche

Transcripción

El desarrollo desde la perspectiva del pueblo mapuche
La Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica es una institución de
derecho privado sin fines de lucro y con fines académicos y científicos. Con domicilio en
Dr. Manuel Barros Borgoño 163, Providencia, Santiago de Chile, autorizada por decreto
Nº 1102 del Ministerio de Justicia, con fecha 17 de octubre de 1975.
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
EL DESARROLLO DESDE LA PERSPECTIVA
DEL PUEBLO MAPUCHE
Claudia Serrano
Carolina Rojas
Noviembre 2003
Esta serie de documentos de trabajo (ISSN 0717-5264), tiene el propósito de contribuir a la
difusión de las investigaciones de CIEPLAN.
Las opiniones que se presentan en los documentos, así como los análisis e interpretaciones
que en ellos se contienen, son de la responsabilidad exclusiva de sus autores y no reflejan
necesariamente los puntos de vista de la Corporación.
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
RESUMEN
La investigación hace un recorrido histórico por las distintas perspectivas de
desarrollo que han orientado la política pública del siglo XX y examina cómo éstas han
condicionado las maneras en que el Estado ha enfrentado la situación social, económica,
política y cultural de los pueblos originarios de nuestro continente y nuestro país. Este
análisis teórico culmina con una revisión de lo que han sido las políticas de desarrollo
indígena implementadas por los gobiernos de la concertación.
El estudio contrasta y pone a dialogar la visión de las políticas de desarrollo
indígena con la visión de los propios indígenas que habitan en el Área de Desarrollo
Indígena del Lago Budi, ubicada en la IX Región del país, con quienes se realizaron
entrevistas en profundidad y focus groups. Los principales resultados encontrados son los
siguientes:
En los ’90 se abre una oportunidad de abordar el tema del desarrollo indígena desde
una perspectiva que articula mejoramiento de las condiciones de vida, progreso económico
y mayor bienestar de las comunidades, con el resguardo de la tradición y la cultura de cada
pueblo. Esta combinación de esfuerzos se conoce como Desarrollo con Identidad.
El trabajo de campo muestra que para los mapuches no hay desarrollo si este no
incorpora cuestiones referidas a su cultura e identidad, la que se expresa en tres elementos:
a) la tierra y la vida del campo; b) la lengua y la recuperación de la memoria histórica y c)
los ritos y costumbres religiosas. Preservar estos elementos que conforman la cosmovisión
de los mapuche requiere, a su juicio, un papel activo del propio pueblo en el diseño de
políticas de desarrollo. En otras palabras, la demanda que hacen al Estado para que exista
un verdadero proceso de desarrollo con identidad, es que además de mejorías materiales o
económicas existan espacios efectivos de participación para la definición de sus proyectos
de futuro.
1
INDICE
Pág.
INTRODUCCIÓN
01
I. DESARROLLO Y POLÍTICA INDÍGENA
03
1. El desarrollo indígena
2. Políticas de desarrollo indígena en los noventa en Chile
3. Desarrollo y Subdesarrollo
4. Estrategias de desarrollo y su lectura desde la
perspectiva indígena
4.1 Desarrollo-Subdesarrollo / Modernidad-Tradición
4.2 Dependencias e Identidad Latinoamericana
4.3 Neoliberalismo y Exclusión Cultural
4.4 Crecimiento y Equidad
II. EL DESARROLLO PARA LOS MAPUCHES DEL LAGO BUDI
1. Introducción
2. ¿Cómo ven los indígenas del Lago Budi su desarrollo?
3. Opiniones acerca de las Políticas de Desarrollo Indígena
03
06
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19
21
24
24
30
42
III. CONCLUSIONES
51
BIBLIOGRAFÍA
56
DOCUMENTOS REVISADOS
59
GLOSARIO DE SIGLAS UTILIZADAS EN EL TEXTO
60
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
EL DESARROLLO DESDE LA PERSPECTIVA
DEL PUEBLO MAPUCHE
Claudia Serrano
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Carolina Rojas
INTRODUCCIÓN
El desarrollo es un concepto propio del siglo XX que está asociado a la idea de progreso y
productividad, que alude a un mayor bienestar general para la población y a la
identificación de países, territorios o sectores rezagados respecto de un patrón definido
como moderno o desarrollado. Es un concepto que llama a actuar a los gobiernos, a la
comunidad internacional y a la sociedad civil para desentrabar obstáculos y activar la
acción pública, a través de mecanismos que suelen nombrarse como “políticas de
desarrollo”.
De acuerdo a como se comprenda y defina el desarrollo emanan estrategias y políticas que
pueden ser diametralmente diferentes. A la vez, estas definiciones entrañan un componente
de poder, aquel que permite instalar una idea de desarrollo y tomar decisiones concretas
derivadas de ésta, cuestión que deja afuera a aquellos sectores que por razones sociales,
políticas o culturales están lejos de los grupos dominantes. Este es el caso del mundo
indígena, el que ha sido objeto de políticas de desarrollo, pero no sujeto de las mismas, en
circunstancias que a partir de su propia identidad y trayectoria son pueblos portadores de
una sustantiva visión del desarrollo que no coincide con la que ha inspirado las agendas de
los gobiernos.
En Chile, a partir de los años 90 se comienzan a implementar en forma sistemática políticas
públicas y programas de desarrollo indígena que tienen el propósito de incorporar o integrar
a esta población a los beneficios del desarrollo social y económico del país. En períodos
precedentes, las acciones gubernamentales solo parcialmente lograron acoger a los pueblos
originarios como colectivo con problemas específicos y más bien tendieron a incorporarlos
como pobres del mundo rural. Como se irá revelando en este texto, no ha existido
coincidencia ni afinidad entre la visión gubernamental y la visión de los pueblos indígenas
acerca de lo que se entiende por desarrollo y tampoco ha habido una preocupación por
poner en común ambas visiones.
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El desarrollo de este trabajo contó con la especial colaboración de Marcos Rebolledo Burgos, quien puso a
disposición de las autoras su experiencia y conocimiento en temas de desarrollo local en sectores indígenas.
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C. Serrano y C. Rojas
No es de extrañar entonces que el debate sobre el desarrollo no se haya interrogado acerca
de cómo visualizan y evalúan el progreso y el desarrollo los sectores de la población que
tienen características étnicas distintas a las hegemónicas en la sociedad. Tales grupos
disponen de un corpus cultural conformado a lo largo de siglos de historia y tradición que
no calza con el paradigma del desarrollo productivista y urbano que ha guiado a la sociedad
occidental a lo largo del siglo XX. Solo en años recientes se ha abierto un nuevo espacio
de diálogo que revierte la omisión anterior y se han levantado conceptos tales como
desarrollo con identidad, etnodesarrollo y ciudadanía multicultural.
Este documento presenta los resultados de un estudio que aborda el tema del desarrollo
desde la perspectiva indígena. Pretende contribuir a un diálogo entre el mundo público
responsable de las políticas públicas y las comunidades indígenas en torno al sentido del
desarrollo y las medidas adecuadas para lograrlo. El objetivo planteado es conocer la visión
que tiene el pueblo mapuche, concretamente habitantes de comunidades mapuche
lafquenche localizados en el entorno del Lago Budi, IX Región, con el propósito de
identificar puntos de encuentro y desencuentro entre su visión y la del Estado de Chile.
El presente texto ha sido escrito pensando particularmente en quienes tienen la
responsabilidad de tomar decisiones de política pública y en los funcionarios públicos que
trabajan con personas mapuche. El estudio pretende aportar a un diseño de política y de
gestión pública que efectivamente constituya un desarrollo con resguardo de la identidad y
respeto a los derechos de los indígenas. El propósito mencionado va bastante más allá de
atender la situación socioeconómica, de por sí mucho más desfavorecida que la de la
población no mapuche en el país1. Se trata de aportar a un diálogo político cultural, antes
que técnico, punto de partida para una mayor pertinencia cultural y por tanto, mayor
efectividad de las políticas.
El texto se ha estructurado en dos capítulos más la sección de conclusiones. El primero
entrega antecedentes teóricos y el segundo presenta los resultados del trabajo de campo que
indagó sobre la visión indígena en torno a la idea de desarrollo.
1
Cifras que avalan esta situación desmedrada de la población indígena son las siguientes: mientras la pobreza
(incluyendo al segmento indigente) alcanza al 22.6% de la población no indígena, este porcentaje asciende a
35.6% entre la población indígena. Asimismo, los indígenas duplican la indigencia en relación a los no
indígenas. Entre los extremadamente pobres, el 10.6% es población indígena y sólo el 5.5%, no indígena. En
relación a indicadores de salud, la población indígena también se encuentra en situación desfavorable:
mientras la tasa de mortalidad infantil a nivel de país es de 15/1000, entre los indígenas es tres veces más
elevada: 40/1000 entre los aymaras; 57/1000 entre los atacameños; y 34/1000 entre los mapuche. Por último,
mientras la esperanza de vida nacional para el año 1993 era de 72 años, en el caso de la población indígena
era solamente de los 65 años (63.4 entre los aymaras y 67.8 entre los mapuche). Fuente: Encuestas Mideplan.
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I.
C. Serrano y C. Rojas
DESARROLLO Y POLITICA INDÍGENA
1. El desarrollo indígena
Las desiguales oportunidades de desarrollo que tienen los pueblos indígenas del país se ha
convertido en un tema de interés de la investigación social, las políticas públicas y los
medios de comunicación social.
Este interés deriva de la voluntad y decisión de los gobiernos de la concertación de
incorporar a los indígenas como un grupo prioritario de sus políticas sociales, lo que se ha
traducido en un conjunto de programas orientados al desarrollo de estos pueblos. A partir
de los ‘90, por primera vez en la historia nacional, el desarrollo indígena, ha sido concebido
como un campo de preocupación y responsabilidad de la política pública. Previamente las
intervenciones estatales estuvieron marcadas por la negación de la identidad étnica y el
intento de ignorar o anular diferencias culturales a través de un proceso de asimilación a la
vida occidental chilena que abordó el asunto indígena en el marco de una lógica de
“integración social”. Sin embargo, más que integración, se llevaron a cabo prácticas
clientelares que redundaron, las mas de las veces, en brutales experiencias de
discriminación (Namuncura, 2000).
Otro foco que ha obligado a mantener vivo el interés en los temas indígenas proviene de la
permanente actitud de lucha y presión social de grupos dispuestos a saltarse los límites del
diálogo y la ley para hacer ver sus demandas, con lo que han logrado levantar y visibilizar
sus necesidades en la opinión pública y presionar a las autoridades para que resuelvan
problemas complejos que entremezclan reivindicaciones socioeconómicas y político
culturales (Bengoa, 1999; Aylwin, 2000).
La capacidad de confrontación del movimiento indígena ha obligado al gobierno a tomar
medidas. Por ejemplo, el año 1999, fruto de una seguidilla de protestas y manifestaciones
de fuerza en la zona sur del país, el Ministro de Planificación de la época, Germán
Quintana, se trasladó al sur y participó de un intenso proceso de diálogo con las
comunidades para luego comprometer a la institucionalidad pública en un plan de trabajo
concreto.
El año siguiente, a tres días de asumir su cargo el Presidente Lagos, instaló un Grupo de
Trabajo que debía proponer recomendaciones concretas de políticas. Como resultado de
este trabajo se compromete una agenda de 16 medidas. Dos de esas medidas constituyen
nuevos pasos en el itinerario institucional del tema indígena: se constituye la Comisión
Verdad y Nuevo Trato, cuyo balance histórico y propuestas se conoció en Octubre del 2003
y se compromete con el Banco Interamericano de Desarrollo la realización de un proyecto
de desarrollo indígena que comienza a implementarse en el año 2001 y que se conoce como
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“Programa Orígenes”2.
En Marzo del año 2002, buscando levantar una figura relevante para el mundo indígena y
de peso en el diálogo político nacional, el subsecretario de MIDEPLAN, Jaime Andrade
Guenchucoy es nombrado Coordinador de Política Indígena a nivel nacional y pasa a
ocupar la vocería y primer plano de los temas indígenas en el país como cara pública del
gobierno3.
Las sucesivas reacciones gubernamentales: diálogos, comisiones, grupos de trabajo,
presencia en terreno de autoridades de alto nivel, dan cuenta de que, en buena medida, la
trayectoria que ha ido marcando el tratamiento gubernamental del tema indígena tiene que
ver con el “conflicto indígena”, entendiendo por tal una combinación de aspectos
socioeconómicos y político-culturales que se resumen a continuación:
En el plano económico social la situación indígena se caracteriza por:
• Precariedad de la situación socieconómica, bajos ingresos y escasos recursos
económicos que se traducen en indigencia y pobreza.
• Difícil acceso a los sistemas de salud, educación, previsión social, etc.
• Escaso acceso al mercado laboral y oportunidades de empleos de mínima calificación y
mal remunerados.
• Deterioro de los recursos naturales del territorio, lo que repercute económicamente, ya
que su explotación es una importante fuente de ingreso, pero también culturalmente, ya
que las costumbres y tradiciones están directamente asociadas al encuentro y
convivencia con la naturaleza.
• Pérdida de rentabilidad de las actividades productivas tradicionales, debido
fundamentalmente a la poca viabilidad y difícil sustentabilidad que ha ido adquiriendo
la agricultura pequeño campesina en Chile.
La reivindicación de tipo político cultural apunta a:
• Obtener el reconocimiento como pueblo, esto es, en tanto grupos y comunidades con su
propia raíz cultural, étnica e histórica.
• Ser respetados y validados por la sociedad chilena en su especificidad y sus diferencias
culturales. Esto tiene relación con la superación de la histórica relación de
discriminación que han vivido de parte de la población no indígena y del Estado.
• Reconocimiento de la deuda histórica con los pueblos indígenas por la expropiación o
enajenación de tierras, que conduce al reclamo por acceso a tierras y aguas.
• Reconocimiento progresivo de su territorialidad y derecho a la autonomía y
autodeterminación.
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3
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Estos temas se tratan más extensamente en la siguiente sección.
En Julio del 2003.
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En síntesis, se observa que la situación de los grupos indígenas en el país está directamente
asociada a la discriminación y subordinación cultural en el seno de una sociedad no
indígena que no reconoce, ni acepta las diferencias culturales.
La política pública chilena a partir de los años 90, de “Desarrollo con Identidad”, busca
que la población indígena sea partícipe de los beneficios del desarrollo nacional
resguardando su cultura. Se trata de hacer compatibles el respeto a los valores y tradiciones
del mundo indígena y a) un contexto de diálogo con la sociedad y el país como conjunto, b)
apertura a los cambios e innovación en el ámbito productivo que permitan mayor
autonomía económica, y c) los esfuerzos del Estado y otros actores para dar saltos
sustantivos en la calidad de vida y el bienestar social de los indígenas y de la población
pobre en general. Todo ello pasa por combinar lo que es propio e inalienable de la cultura
mapuche y el reconocimiento oportuno y no prejuiciado de los elementos que podrían
constituirse en palancas eficaces de desarrollo.
Estas ideas representan un vuelco en la política indígena. Se busca dialogar, se declara el
respeto y la tolerancia a la cultura y se comienza a cambiar también el lenguaje, dejándose
de hablar de “los indígenas” para hablar de “los pueblos originarios”. Sin embargo, estas
iniciativas se instalan en un contexto marcado por dos omisiones o vacíos que actúan como
una mala carta de presentación de la política pública.
Primero, a pesar de los acuerdos y de las iniciativas legislativas ensayadas, no se ha logrado
el reconocimiento político y jurídico como pueblo de los indígenas. El tema nunca ha
dejado de permanecer como un compromiso de los sucesivos gobiernos de Chile pero no se
ha logrado sacar adelante una legislación al respecto4.
Segundo, no se ha buscado sintonizar visiones sobre el desarrollo y el bienestar entre el
Estado y Gobierno de Chile y los dirigentes de las comunidades de forma que, en muchos
casos, las políticas son percibidas como ajenas, poco urgentes, desligadas de las prioridades
de la gente, e incluso, descalificadoras o atentatorias de cuestiones sociales y culturales de
la mayor relevancia para el habitat social y natural de los indígenas.
La política indígena de desarrollo con identidad busca dar sustentabilidad al desarrollo de la
cultura. Esto se traduce en la búsqueda y definición de criterios de pertinencia cultural que
no necesariamente ni automáticamente expresan una visión indígena del desarrollo. Al cabo
de diez años, es posible constatar que existe una gran desorientación para operacionalizar el
principio del desarrollo con identidad. Algunas de las preguntas que no han podido ser
contestadas son: ¿a qué apunta en concreto el desarrollo con identidad? ¿cuáles son los
ámbitos centrales sobre los cuales se debe intervenir? ¿cuáles son los instrumentos y
procedimientos adecuados de programas y proyectos de desarrollo indígena?
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Lamentablemente el año 2001 el trámite legislativo no prosperó por falta de quorum en la sala,
responsabilidad de parlamentarios de gobierno, y no por rechazo de parlamentarios de oposición.
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2. Políticas de desarrollo indígena en los noventa en Chile
En los 90 se produce un incremento progresivo de programas, servicios y acciones públicas
dirigidas a dar respuestas a los problemas socioeconómicos que vive la población indígena.
Los objetivos que se declaran en torno a la política indígena en Chile son:
• Fortalecer la integración de los pueblos indígenas a la comunidad nacional en un
contexto de aceptación de la diversidad cultural existente en el país y superación de la
discriminación étnica.
• Proteger y promover el desarrollo de los indígenas, su cultura, familias y comunidades,
así como el patrimonio de tierras y aguas indígenas.
• Fortalecer el acceso a las oportunidades que se abren en el país en condiciones iguales
al resto de los ciudadanos.
• Lograr la pronta solución a los principales conflictos que enfrentan los pueblos
indígenas y que atentan contra su identidad y existencia.
• Fortalecer la institucionalidad estatal orientada al desarrollo de los pueblos indígenas.
El llegar a estos enunciados es resultado de un largo proceso. Desde 1990 a 1999, la
política indígena en el país está marcada por tres ejes: i) el que determina la Ley Indígena y
ii) las prioridades sociales de los gobiernos de la concertación en la línea de su
preocupación por los llamados “grupos prioritarios” y iii) la necesidad de responder a un
actor colectivo que se toma la escena pública, transgrede las normas y expresa su protesta
mediante diversas formas de lucha: tribunas nacionales e internacionales, participación
activa en la institucionalidad pública indígena (CONADI) y también mediante acciones
más radicales tales como tomas de fundos, quemas de plantaciones forestales en terrenos
reclamados, marchas, cortes de caminos, enfrenamiento con las autoridades y la policía,
etc.
Estos tres ejes, la prioridad política, el canal institucional y la protesta indígena inciden para
que el tema nunca haya salido de la agenda pública a lo largo de los tres gobiernos de la
concertación.
La nueva relación entre el Estado y los pueblos originarios que describimos empieza el año
1989, en vísperas de la democracia, y continúa hasta el tiempo presente. Una mirada
somera del proceso permite registrar como hitos principales los siguientes:
• Encuentro Pacto de Nueva Imperial
En el año 1989, en el marco de la campaña presidencial del Presidente Aylwin, éste
convocó a representantes de las comunidades indígenas a un encuentro de trabajo sobre las
demandas y la situación indígena en el país. Los temas centrales que se conversaron en esa
oportunidad tuvieron relación con el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural; la
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participación en la conducción de la política indígena del Estado; la protección legal de
tierras y aguas; el otorgamiento de nuevas tierras que revirtieran el proceso de pérdida de
tierras indígenas y apoyo al desarrollo económico y cultural de sus pueblos y comunidades.
• Comisión Especial de Pueblos Indígenas (CEPI)
En 1990 se crea la CEPI a la que se le asigna la función de acoger y hacerse cargo de las
demandas y acuerdos tomados en el Encuentro de Nueva Imperial.
Entre el conjunto de gestiones que realiza esta institución está la formulación y la
tramitación de un proyecto de Ley Indígena cuyos principios de base fueron los siguientes:
- Reconocimiento de la diversidad cultural y étnica de la sociedad chilena
- Reconocimiento jurídico de las comunidades
- Fomento a la participación
- Discriminación positiva a los pueblos indígenas
- Protección de las tierras indígenas
- Relación entre medio ambiente y desarrollo de las comunidades indígenas
- Principio de autogestión y desarrollo
- Fomento de la Educación Intercultural Bilingüe.
• Ley Indígena Nº 19.253
La dictación de esta ley el año 1993, da respuesta a algunas importantes demandas de las
comunidades indígenas tales como la creación de una institucionalidad indígena, el Fondo
de Tierras y Aguas, el Fondo de Desarrollo y el Fondo de Educación y Cultura y de un
canal de participación de representantes de las comunidades en la mencionada
institucionalidad. Sin embargo, después de las discusiones y negociaciones del proyecto de
ley en ambas cámaras del parlamento, el proyecto original perdió algunos de sus principios
centrales, como el reconocimiento constitucional al concepto de pueblo para las minorías
indígenas, y restó atribuciones a la comunidad indígena para resolver sus propios asuntos.
Se diseñó una participación de carácter consultivo puesto que la ley dejó, en última
instancia, la resolución de los asuntos indígenas en manos de un Consejo, lo que produjo
frustración entre las comunidades y organizaciones que habían participado del acuerdo de
Nueva Imperial (Aylwin, 2000).
• Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI)
La Ley Indígena, estableció la creación de la CONADI. Esta es una entidad estatal
dependiente del Ministerio de Planificación (MIDEPLAN), cuya función es promover,
coordinar y ejecutar la acción del Estado a favor del desarrollo integral de los indígenas del
país. Se orienta a generar acciones que reconozcan las identidades culturales de las distintas
etnias, de modo de ir logrando una integración que recoja e integre creativamente la
diversidad cultural de nuestro país.
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La CONADI cuenta con un Consejo de Representantes del Mundo Indígena, por medio del
cual se busca asegurar la efectiva representación de los pueblos indígenas en dicho
organismo. Sin embargo, en la práctica este Consejo ha tenido un perfil bajo, debido a su
escaso poder de decisión y a la dependencia que tienen este y la propia CONADI de otras
entidades públicas de mayor jerarquía política, como MIDEPLAN y el Ministerio del
Interior.
• Areas de Desarrollo Indígena (ADI)
Las ADIs son unidades territoriales distintas a las que caracterizan a la división política
administrativa del país (región, provincia, comuna). Se entienden como espacios
territoriales homogéneos cultural, social y geográficamente, en los cuales los organismos de
la administración del Estado “focalizarán su acción en beneficio del desarrollo armónico de
los indígenas y sus comunidades” (Artículo 26º de la Ley Indígena). A la fecha
MIDEPLAN ha creado tres ADI en el país:
-
San Pedro de Atacama (Segunda Región, Decreto Nº70 de marzo 10 de 1997)
Alto Bío Bío (Octava Región, Decreto Nº93 de marzo 31 de 1997)
Lago Budi (Novena Región, Decreto Nº71 de marzo 10 de 1997)5.
• Fondo de Tierras y Aguas y Fondo de Desarrollo Indígena
Ambos fondos fueron creados el año 1993, como parte del mandato de la Ley Indígena Nº
19.253.
El Fondo de Tierras y Aguas tiene la finalidad de solucionar la carencia de tierras y
recursos hídricos en el mundo indígena. A través de distintos mecanismos (subsidios,
regularizaciones, traspaso de predios fiscales, compra de predios en conflicto) intenta dar
solución a los problemas de tierras y de agua.
El Fondo de Desarrollo Indígena tiene como finalidad contribuir al desarrollo de los
pueblos indígenas, a través de soluciones del tipo: subsidio al fomento productivo, subsidio
para infraestructura productiva, doméstica, predial y local, fortalecimiento de la sociedad
civil, desarrollo cultural, etc.
•
Proyecto Orígenes, de Desarrollo Integral de Comunidades Indígenas
Este es un programa del Gobierno de Chile que se inicia el año 2001. Está orientado a
mejorar las condiciones de vida y promover el desarrollo con identidad de los pueblos
aymara, atacameño y mapuche en el área rural, particularmente en los ámbitos económico,
social, cultural y ambiental. Es financiado mediante un crédito otorgado por el BID al
Estado chileno. Cuenta con cuatro componentes: salud, educación, desarrollo productivo y
fortalecimiento institucional. La ejecución del programa congrega a un conjunto de
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Es en esta ADI donde se realizó el trabajo de campo para este estudio.
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instituciones públicas con el propósito de llevar a cabo una gestión integral e intersectorial
(MIDEPLAN, CONADI, MINSAL, MINEDUC, INDAP, CONAF).
•
Coordinación de políticas
En el invierno de 1999 se realiza una ronda de encuentros comunales de conversación
directa entre autoridades políticas y representantes del mundo indígena que configura una
agenda de trabajo. Paralelamente, a nivel gubernamental se conformó un Grupo de Trabajo
Interministerial liderado por el Ministerio Secretaría General de la Presidencia de la
República. A partir de los resultados obtenidos en estas dos instancias, en Agosto de ese
mismo año, el gobierno define orientaciones específicas para abordar la situación y los
problemas de la población indígena en el país.
El año 2000, el nuevo gobierno convoca a una Mesa de Diálogo sobre el tema Indígena. Del
trabajo realizado en esta mesa, derivó un conjunto de compromisos que anunció y contrajo el
Presidente de la República con las comunidades indígenas del país6. Adicionalmente, se
elaboró el Plan Intersectorial Indígena, consistente en un programa de acción, en el cual un
total de 22 servicios y ministerios, comprometieron presupuestos, programas, proyectos y
acciones específicas para trabajar con la población indígena.
•
Educación Intercultural Bilingüe
La educación con pertinencia cultural es un ámbito profundamente valorado por la
población indígena. Entre las acciones que ha realizado el Ministerio de Educación se
encuentran las siguientes: i) mantención y reparación de infraestructura; ii)
perfeccionamiento docente mediante becas a profesores indígenas, pasantías al exterior y
prácticas educacionales con una perspectiva intercultural y iii) becas y hogares para
estudiantes indígenas.
6
Estos compromisos fueron: entrega de 50 mil hectáreas a los pueblos indígenas; entrega de un bono de 100
mil pesos a 10 mil familias de agricultores de la Región de la Araucanía; plan de cobertura total para los
pueblos Yámana y Kawaskar; plan de capacitación a las comunidades indígenas; concurso de aguas para
cubrir una superficie de 1.150 hectáreas de tierras indígenas; programas de capacitación para apoyar la
gestión de los predios adquiridos y ampliación de la asistencia técnica entregada por el Ministerio de
Agricultura; refuerzo a la educación intercultural bilingüe redestinando 290 millones de pesos en la formación
de docentes y apoyo a las escuelas indígenas; incorporación en el currículo nacional de los conocimientos y
valores de la cultura indígena; aplicar un modelo de salud intercultural en 10 centros de salud familiar en
zonas de presencia indígena; inversiones en infraestructura vial, portuaria y de riego en áreas indígenas,
creación de nuevos espacios culturales y recreativos; gestión con el Banco Interamericano de Desarrollo un
crédito por 80 millones de dólares destinado a buscar el desarrollo pleno de los pueblos originarios; proponer
al Congreso el reconocimiento constitucional efectivo de los pueblos indígenas, asegurando sus derechos a la
lengua y el respeto a sus tradiciones y costumbres; establecer el 24 de junio como el día de los pueblos
indígenas que será conmemorado con el levantamiento de un monumento a Lautaro en la ciudad de
Concepción; reforzar la presencia de la cultura indígena en el país por la emisión de nuevas monedas de 50 y
100 pesos con imágenes de mujeres indígenas; respaldar la creación de un foro permanente de los pueblos
indígenas en Naciones Unidas y contribuir a través del FONDART al rescate artístico y cultural de estos
pueblos.
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La evaluación que hacen los grupos indígenas, los intelectuales ligados al tema y el propio
gobierno de los resultados de estas acciones son en general poco satisfactorios. Si bien cabe
reconocer que lo realizado denota un efectivo compromiso gubernamental (especialmente
al compararlo con el gran retraso y aún retroceso que se había experimentado en los años
70-80), no se ha logrado instalar el respeto a la identidad indígena que se había pregonado
en diálogos y conversaciones antes y después de recuperada la democracia en Chile.
Las principales críticas apuntan a la ausencia de un espacio de participación y autonomía
para los sectores indígenas y a la poca efectividad de las políticas públicas para defender a
los pueblos frente a los embates de un modelo económico y sociocultural que no los acoge
en su especificidad (Aylwin, 2000).
Uno de los obstáculos para tender efectivamente hacia el desarrollo indígena es que los
tomadores de decisiones y autoridades no conocen la conceptualización y representación
indígena del desarrollo. La premisa de este trabajo es que no será posible avanzar
efectivamente en la superación de las desigualdades y la discriminación si no existe un real
acercamiento y una profunda escucha, acerca de cómo entienden y significan los indígenas
el bienestar y la calidad de vida, cuál es su visión del futuro, cómo ven la mejoría de sus
condiciones socioeconómicas y laborales y qué responsabilidad o rol le atribuyen en esto al
Estado.
3. Desarrollo y Subdesarrollo
La temática del desarrollo, tal como se entiende hoy en día, es decir como una forma de
progreso, crecimiento y paso a una situación más próspera, se instala a lo largo del siglo
XX y se incorpora en el pensamiento y la política latinoamericana, durante la segunda
mitad del siglo. En efecto, los conceptos de desarrollo y subdesarrollo se instalan en la
comunidad internacional en la post guerra, en un clima de acelerada reconstrucción de los
países que participaron en el conflicto, los que pasadas las irreconciliables diferencias,
establecen acuerdos de cooperación que los consolidan como entidades nacionales y
fortalecen la expansión de sus economías. Junto a este proceso comienza a hacerse notar en
forma creciente la inestabilidad, precariedad e imposibilidad de iniciar sendas de progreso
en América Latina.
Históricamente el desarrollo se ha entendido como un proceso mediante el cual se logra
llegar a una meta o a un estado mejor. El concepto de desarrollo apela al progreso, la
competitividad y el bienestar y se refiere a la capacidad de los pueblos de ir alcanzado
mejores niveles de vida, menos penurias y más oportunidades de realización para las
personas. Si bien los factores que caracterizan y que permiten consolidar este “estado
desarrollado” han experimentado variaciones en el tiempo, tienen sus fundamentos en una
matriz cultural occidental y productivista, cuya representación son los logros económicos
materiales y las conquistas sociales alcanzadas por los países del primer mundo. El
desarrollo se ha vinculado a la industrialización, la produccción económica, la introducción
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de tecnología y los avances en materia de equipamiento, infraestructura y habitabilidad.
También se ha vinculado a la expansión del bienestar de las personas en materias,
principalmente, de alimentación, salud y educación.
El subdesarrollo, a la inversa, se refiere a las dificultades o imposibilidad de los países de
sortear con éxito estos dilemas e instalar rutas de progreso y estabilidad social, política y
económica.
Esta idea de subdesarrollo como retraso económico y social que se expresa en un conjunto
de indicadores tales como educación, esperanza de vida, nutrición, ingreso por habitante,
etc., hacia fines de los años 90 es considerada simplista, reducida a una comparación lineal
entre países con mejores y peores resultados económicos, e incapaz de acoger la
complejidad de los nuevos conflictos sociales que afligen por igual a países ricos o países
pobres, por ejemplo, la violencia, la drogadicción, el SIDA y, más recientemente, la
amenaza de la guerra. Estos nuevos conceptos no han desactivado, sin embargo, la imagen
de un mundo desarrollado que es capaz de resolver sus principales problemas económicos y
sociales y situarse en una posición adelantada respecto de los restantes países.
El examen de la literatura sobre el tema del desarrollo – subdesarrollo permite distinguir
distintas aproximaciones estrechamente ligadas a los contextos históricos. Las primeras
teorías enfatizan la polaridad modernidad - tradición, asimilando a los países
subdesarrollados con culturas tradicionales que deben ajustarse a los requisitos de los países
ricos. Hacia los años 60 la discusión abandona la idea de una “ruta de evolución hacia el
desarrollo” y se argumenta, en el marco de las teorías de la dualización y la dependencia,
que el subdesarrollo no es un paso anterior del futuro desarrollo, sino la contracara o el
precio que pagan unos para que otros consoliden sus procesos de desarrollo. En ambos
casos se atribuye al Estado un papel central como agente de la modernización,
industrialización e integración de los sectores más tradicionales o marginales.
Consecuentemente, las políticas dirigidas al mundo indígena no intentan comprender ni
responder a un actor particular con una identidad, trayectoria y cosmovisión específica, sino
a un sector de población marginalizado y pobre y se encaminan a la búsqueda, nunca
exitosa, de oportunidades de integración al modo de vida así llamado moderno, vía la
educación, el trabajo y la migración a la ciudad.
La década de los 80 representa un vuelco en la historia política y económica de occidente y
de los países europeos y latinoamericanos, el que dice relación con la crisis del Estado de
Bienestar. Como es sabido, el péndulo gira desde un extremo protagonismo estatal a un
extremo protagonismo del mercado en la asignación de los recursos, asociado a una brusca
caída del gasto social y a una reorientación general de la labor pública en materia social.
Este período corresponde a la llamada “década perdida” que también impacta a las medidas
públicas en materia indígena. Se perdieron derechos y beneficios y hubo en general un
retroceso de las políticas de integración.
11
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Hacia los noventa, se inicia una nueva tendencia que pretende superar la dicotomía Estadomercado. Sin modificar el rol primordial alcanzado por el mercado en la asignación de
recursos, se recuperan para el Estado responsabilidades crecientes en materia social. Para
entonces, se ha aprendido la lección de que la política pública social debe mejorar el
impacto, asignar en forma más eficiente los recursos, focalizar en los más necesitados y
buscar soluciones y medidas para problemas sociales específicos y complejos. Ya no se
trata de urbanizar, educar o ofrecer atención sanitaria, sino de ofrecer soluciones de calidad
vinculadas al escenario cambiante de un mundo globalizado. Además de ello, surgen
nuevas preocupaciones tales como el maltrato infantil, la jefatura de hogar femenina, la
incorporación de la mujer al trabajo, la drogadicción juvenil, etc. Entre los nuevos temas de
la agenda social se encuentra la incorporación de la población indígena a la sociedad y al
desarrollo desde su identidad como pueblo.
Lo expuesto da cuenta de que no ha existido consenso acerca de lo que significa el
desarrollo ni acerca de cómo se operacionaliza un proceso de este tipo. Las preguntas que
hasta hoy están vigentes son: *¿cuál es el tipo de desarrollo que se busca? *¿se entiende por
tal al crecimiento económico o se incluyen también dimensiones de inserción social,
disminución de las desigualdades, respeto y convivencia ciudadana, tolerancia al otro,
expansión de las oportunidades? *¿quiénes son los actores del desarrollo y qué papel les
cabe? *¿los desposeídos son solo beneficiarios o receptores de beneficios o son también
agentes activos de los procesos en marcha?, *¿sobre qué dimensiones es indispensable
intervenir? *¿cómo intervenir en estas dimensiones?.
4. Estrategias de desarrollo y su lectura desde la perspectiva indígena
A continuación se retoman cada uno de los cuatro períodos y enfoques sobre la temática del
desarrollo ya enunciados indicando cuál ha sido su traducción desde la perspectiva de las
acciones públicas dirigidas al mundo indígena y cuál la visión de los intelectuales
dedicados al análisis de la temática indígena. Los temas a tratar se organizan
esquemáticamente en el siguiente cuadro:
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
ESTRATEGIA DE DESARROLLO Y POLÍTICA INDÍGENA
Estrategia
Enfoque del desarrollo
Estado
Desarrollista
Fortalecimiento de las
capacidades del Estado
Desarrollo de la
institucionalidad pública
Protagonismo del Estado en el
proceso económico
Cuestionamiento al sistema
económico basado en
relaciones estructuralmente
desiguales entre los países ricos
y los países pobres
Teorías que relevan la
identidad latinoamericana
Teoría de la
dependencia e
identidad
latinoamericana
Neoliberalismo y
exclusión cultural
Crecimiento
Equidad
Estado subsidiario
Reducción del gasto público
Liberación de mercados
y Desarrollo con rostro humano
Críticas al enfoque de
desarrollo
Visión voluntarista de las
capacidades estatales
Posiciones en materia de
política indígena
Tendencias llamadas
indigenistas de
integración de la
población indígena al
proceso de desarrollo
Incapacidad de diálogo
entre dos mundos que se
ven contrapuestos y
confrontados: el de los
países dominantes y los
países latinoamericanos.
Discurso que rescata la
identidad indígena pero
incapacidad de traducirlo
en políticas. Los
indígenas forman parte
del mundo pobre o de la
clase trabajadora en un
sentido general.
Negación de lo indígena
Aumento desigualdades
Apuesta ciega al mercado
como asignador de recursos
Aún no se consolida una Desarrollo con Identidad
estrategia de desarrollo que
logre articular criterios de
mercado y de expansión de
libertades.
4.1 Desarrollo-Subdesarrollo / Modernidad-Tradición
Durante la primera mitad del siglo XX y con más énfasis después de la segunda guerra
mundial, el debate latinoamericano en torno al tema del desarrollo estuvo centrado en el
ámbito económico y productivo. El centro de atención se sitúa en el proceso de
industrialización, entendido como la alternativa viable para hacer frente a las crisis
económicas mundiales del 30 y de postguerra. La estrategia de desarrollo se hizo sinónimo
de la industrialización que tuvo como propósito conseguir la sustitución de importaciones
por la vía de incrementar la producción interna. A su vez, la expansión de la industria
nacional fue un proceso asociado a la ampliación de los sectores asalariados y obreros, la
expansión de las ciudades, la activación del rol del Estado en materia social,
particularmente en educación, y el predominio de un modo vida urbana.
La conceptualización del desarrollo en estos años se enmarca en la polaridad tradiciónmodernidad y en una concepción lineal y evolucionista del progreso. Bajo el supuesto de
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
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que la situación y condición inicial de las sociedades desarrolladas era similar a la de las no
desarrolladas, se busca imitar el rumbo seguido por aquellas. Estudiando a las primeras se
podría predecir e incidir en el destino de las segundas. Frente a este enfoque carente de
historicidad e incapaz de contextualizar y particularizar los procesos propios de cada
sociedad, las críticas no se hicieron esperar.
A mediados de los años 60, Hirschman, complejiza el análisis de las sociedades
desarrolladas y subdesarrolladas, sosteniendo que los elementos considerados obstáculos
para el desarrollo en unas sociedades, pueden funcionar así en determinados momentos
pero en otro pueden actuar como facilitadores, o bien, no tener significación alguna
(Hirschman; 1960).
En esta misma época, Gusfield cuestiona la dicotomía tradicional - moderno, como forma
de aproximación a los estudios sobre el desarrollo, señalando que esta perspectiva tiene la
restricción de: i) referirse a las sociedades tradicionales como sociedades homogéneas; ii)
visualizar los elementos tradicionales y modernos como excluyentes; iii) atribuir siempre y
en toda circunstancias a los factores tradicionales la calidad de traba al desarrollo, en
circunstancias de que no necesariamente las formaciones sociales definidas como
tradicionales, actúan como obstáculo (Gusfield, J. 1970). Este último punto resulta crucial
para la discusión actual sobre la participación del mundo indígena en los procesos de
desarrollo, pues en este caso el elemento tradición, historia e identidad constituye el núcleo
central desde el cual se puede pensar en el progreso y el cambio.
La bibliografía abocada al estudio de estos temas coincide en señalar que en los primeros
años, las acciones de desarrollo provenientes del Estado, tuvieron un carácter intuitivo y
espontáneo, obedeciendo a situaciones coyunturales tales como un escenario externo poco
favorable, desequilibrios y crisis económicas internacionales frente a las que se adoptaron
políticas aisladas de tipo proteccionistas. Sin embargo, hacia los años 50 esta improvisación
deja paso a un proceso racional y planificado de parte del Estado que se conoce como
Estado Desarrollista (Prebisch; 1960).
El término “desarrollista” da cuenta de una vocación voluntarista del Estado por conducir el
proceso. Se atribuía a los Estados del tercer mundo la capacidad de producir, por medio de
una modernización industrial acelerada “un desarrollo económico y social prometeico”
(Petiteville; 1995).
Entendido el Estado como el impulsor de las estrategias de desarrollo, este fue
progresivamente requiriendo de una institucionalidad que contara con las capacidades
técnicas y de gestión para asumir la tarea. Se gesta un fuerte proceso de inducción de
capacidades a través de la entrega de asesoría técnica de parte de los países
industrializados. Un clásico del período son las políticas de cooperación hacia América
Latina que constituyeron la agenda de la “Alianza para el Progreso” impulsada por los
Estados Unidos. Al amparo de esta estrategia los países logran instalar procesos
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
productivos, integrar a crecientes sectores al modo de vida urbana, expandir paulatinamente
los beneficios sociales, realizar obras de infraestructura, etc.
La evaluación posterior indicará que el modelo tenía limitaciones desde el origen, pues se
basó en la creencia de que en los países subdesarrollados existía un modelo cultural similar
al de los países occidentales desarrollados y que los Estados latinoamericanos serían
igualmente eficaces. En la práctica, se operó con el predicamento de que las capacidades
del Estado eran ilimitadas, no se contó con una teoría acerca del Estado que fuera acorde y
adecuada a los requerimientos que imponía la estrategia de desarrollo y se generó una
creciente complejidad burocrática del aparato público con la consiguiente dificultad para
gestionar los recursos humanos (Muñoz, O.; 2001).
La visión del desarrollo indígena
En el marco del desarrollismo la concepción del tema indígena y las acciones dirigidas a
esta población estuvo marcada por la lógica de la “integración”. El origen de esta
perspectiva surge cuando aparece en América Latina la necesidad de conformar Estados
integrados en los que todos sus miembros y habitantes se reconocieran como parte de una
nación. Para los indígenas esto significó un fuerte proceso de chilenización a nivel
simbólico, a partir del cual los elementos culturales característicos de los pueblos indígenas
se reemplazan por los símbolos patrios. Esta integración no consideraba la superación de la
exclusión social, económica y cultural de los indígenas.
Después de la segunda guerra mundial la visión de la integración de la población indígena
al Estado Nación se amplía a otros ámbitos, conformándose la así llamada perspectiva
indigenistas. Promovida por grupos progresistas del Estado y particularmente del mundo
intelectual y académico, esta perspectiva buscó la incorporación de la población indígena al
modo de vida moderno y desarrollado de la población no indígena. Estas tendencias se
conocen como “indigenistas”.
Es así que las acciones hacia el mundo indígena se enmarcaron dentro del proceso
desarrollista latinoamericano global. El principio básico era que, para ser países
verdaderamente desarrollados, se requería que sus ciudadanos contaran con capacidades y
recursos que les permitieran aprovechar los beneficios que traería el progreso. Sin
embargo, en el caso de los indígenas, se requería de acciones que les permitieran superar
sus diferencias con los no indígenas, generando un proceso de homogeneización y de
superación de su situación de precariedad. Los principales ámbitos en torno a los que se
actuó fueron la integración al sistema educativo formal y la campesinización de sus
actividades económicas tradicionales.
Las críticas a esta forma de entender el desarrollo de los pueblos indígenas señalan que las
acciones de protección o amparo a la población indígena, realizadas en el marco de un
Estado desarrollista preocupado de lo social, se decidieron sin ninguna participación de los
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
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indígenas sin ninguna consideración de los temas culturales y étnicos. Las acciones que se
realizaron fueron paternalistas ya que entendían a los grupos indígenas como “limitados” e
“incapaces” a quienes había que integrar.
4.2 Dependencia e Identidad Latinoamericana
A mediados de los años 60 por primera vez se pone en cuestión si resultaba o no tan
deseable la universalización del estilo occidental de desarrollo, lo que generará importantes
cambios que otorgarán especificidad a lo latinoamericano en el escenario mundial. La
realidad económico – social de América Latina ya no se entenderá como un estadio previo
y premoderno, sino como una experiencia compleja con su propia historicidad.
En este período, el análisis sobre el desarrollo pasa de tener una visión polar “dependencia
- independencia / identidad - asimilacionismo e incorpora matices que permiten ver la
existencia de distintos tipos de desarrollos, los que están marcados por los componentes
históricos y culturales de los países.
Teorías de la Dependencia
Durante los años 60 y 70, de la mano de autores tales como Furtado, Sunkel, Cardoso y
Faletto, se posiciona la Teoría de la Dependencia Económica, que critica los análisis
económicos desarrollistas de la década anterior, argumentando que éstos no consideraban
las condiciones y efectos sociales del sistema económico internacional.
Instalada en una perspectivas crítica marxista, la Teoría de la Dependencia, cuestiona a
nivel macro el sistema capitalista que se basa en relaciones estructuralmente desiguales
entre el centro (países desarrollados) y la periferia (países subdesarrollados) en el orden
económico mundial, lo que genera una situación de dependencia de la periferia en relación
al centro. Ya no se hablará del desarrollo o del subderarrollo sino de la relación de
dependencia entre ambos.
Graciarena (1976) y Pinto (1976), acuñan el concepto de “estilos de desarrollo”,
relativizando la idea de “modelo de desarrollo” y haciéndose cargo de que existen
combinaciones distintas para articular los componentes del proceso de desarrollo: actores,
grupos y clases sociales, estructura económica, relaciones de poder organizadas en el
Estado. Para el caso de Chile, Aníbal Pinto en su famoso libro “Chile un caso de desarrollo
frustrado” da cuenta del desfase entre estructuras sociales e institucionales y estructuras
económicas, así como del desfase entre lo político institucional y la estructura económico
social. Afirma que el proceso institucional, político, estatal y social no se condice con una
precaria estructura económica y una limitada capacidad de adecuación y adaptación a los
cambios del mercado externo (Pinto, 1996).
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
La estrategia de desarrollo imperante en Latinoamérica hasta los ’60, es vista como una
estrategia ambigua, en tanto aspira a generar autonomía a través de los procesos de
industrialización, pero manteniendo vinculaciones económicas con los países del centro de
forma que se sigue dependiendo de los mercados externos y se sigue consolidando una
situación de subordinación de los intereses nacionales a las dinámicas económicas externas.
Estas teorías afirman que los Estados de los países dependientes no tenían tanto poder ni
autonomía como les atribuían las teorías desarrollistas. Los autores más radicales de la
Teoría de la Dependencia, Frank, Amin, Dos Santos, Marini, señalan que los Estados del
tercer mundo no eran más que estructuras fantasmas ocupadas por una burguesía aliada con
los intereses capitalistas de las clases dominantes del centro (Petiteville, F.; 1995).
En este período se instala la preocupación por la existencia de desigualdades sociales que
da pie a intervenciones públicas y privadas tendientes a romper las barreras entre polos
cultural y socialmente desarrollados y polos marginalizados. Así, ya sea desde las políticas
sociales o a través de las intervenciones comunitarias realizadas por instituciones privadas,
se intenta romper la brecha que distancia a dos sociedades que coexisten como sistemas
sociales separados por barreras estructurales.
Los teóricos de la dependencia sostienen que el desarrollo económico no es suficiente y que
se requiere de una visión que comprenda la totalidad del sistema social. La modernización
debe entenderse como el desarrollo de un sistema social, económico y político que
produzca un cambio continuo. En lo propiamente social, la modernización se hace
sinónimo de la capacidad de la sociedad de generar mecanismos eficientes de integración
social. Modernizarse significa entre otras cosas: i) racionalidad, ii) desarrollo y
planificación; iii) aumento de la productividad; iv) elevación de los niveles de vida.
La perspectiva de la identidad latinoamericana
Otros autores, más o menos en la misma época, aportan otros elementos a la discusión
sobre desarrollo y modernización tomando la perspectiva de la cultura y la identidad. Se
plantean críticos frente a teorías que depositan en el poder hegemónico de los países
adelantados la dinámica en curso de los países más pobres. Durante las décadas del 60 y el
70, los estudios culturales intentaron relevar lo propio, lo que levanta el tema indígena en
un plano positivo y constitutivo de lo latinoamericano.
Jorge Larraín (1996) señala que se conformaron tres posiciones sobre este tema: i) teorías
que rechazan la idea de que exista una identidad constituida de América Latina y que
enfatizan que lo propio de la región es su naturaleza precaria y problemática; ii) visiones
más esencialistas que, haciendo una crítica a la racionalidad instrumental de occidente,
relevan la existencia de una identidad basada en una esencia latinoamericana, y iii) teorías
que asocian la identidad latinoamericana a su legado cultural hispánico, radicalmente
opuesto al anglosajón, el que habría obstaculizado e impedido la modernización del
17
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
continente.
En este período, ya sea desde una perspectiva culturalista centrada en debates sobre la
identidad, o desde la perspectiva socioeconómica de la teoría de la dependencia, está
presente la idea de dos mundos contrapuestos. Larraín sostiene que existe un trasfondo de
oposición entre dos modelos culturales: el europeo racional e ilustrado y el latinoamericano
simbólico y dramático (el macondismo latinoamericano). La incapacidad de dialogar las
diferencias entre ambos modelos, opera como limitante para aspirar al desarrollo y
contribuye a situar a América Latina en la posición desigual que señalan las teorías de la
dependencia y del dualismo estructural.
La Visión del desarrollo indígena
La visión del desarrollo de los años sesenta resalta la particularidad indígena como un
componente distintivo para definir el estilo de desarrollo y plantea que, a nivel de las
representaciones sociales, lo indígena contiene las bases de cualquier opción de desarrollo.
Sin embargo, estas posturas fueron más simbólicas que reales. En la práctica, el discurso de
la identidad indígena traspasó solo parcialmente a las políticas públicas. No obstante la
riqueza temática asociada a esta búsqueda de lo propio, esta no pasó del debate intelectual
y no se tradujo en el diseño de nuevas estrategias de desarrollo o nuevos enfoques de
políticas públicas.
Algunos autores señalan que en este período por primera vez se acepta a los indígenas
como una cultura diferente. Sin embargo, comprueban que predominó una postura
instrumental y política en clave marxista que se limitó a recoger las necesidades y
demandas de una población que, más que indígena, fue acogida como mundo popular,
campesinos pobres o trabajadores en general.
En Chile, el principal hito en materia de reconocimiento público de cuestiones indígenas de
la época fue la dictación el año 1972 de la Ley 17.729 que recoge las demandas de los
grupos indígenas. La Ley reconoce a los indígenas como individuos con características
lingüísticas, formas de trabajo, normas de convivencia, costumbres y religión diferentes a
las de la generalidad de los ciudadanos de la República. Con esta Ley, se crea el Instituto
de Desarrollo Indígena, siendo este el primer organismo público abocado a la promoción
del desarrollo socio-cultural de la población indígena, enfatizando en los temas educativos
y de capacitación7.
7
Esta ley tuvo una muy corta duración, ya que en el año 1979, se promulgó el Decreto de Ley 2.568,
denominado “ley de división de tierras”, que afectó una vez más al tipo de relaciones familiares y uso y
acceso al recurso tierra (Marimán, 1997, citado en Velasco, 2001).
18
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
4.3
C. Serrano y C. Rojas
Neoliberalismo y Exclusión Cultural
Es por demás conocida la crisis que se desencadena a fines de los años 70, la que arribará a
una revisión profunda de las tesis sobre el desarrollo predominantes hasta entonces.
Durante este período el debate económico de América Latina giró en torno a las llamadas
reformas estructurales y económicas cuyo foco estuvo en la eliminación de las medidas de
regulación y control económico, apertura de mercados y reducción del gasto público.
El proceso de liberalización de los mercados fue resultado de un acuerdo entre distintos
organismos internacionales: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, gobierno de
EE.UU y gran parte de los economistas y asesores gubernamentales de América Latina y se
formalizó en el denominado “Consenso de Washington”, en el que se entregan las pautas
para el direccionamiento de las reformas estructurales que se pondrían en práctica en los
países de la región.
El ajuste estructural tuvo cuatro pilares: i) la liberalización comercial, ii) la liberalización
financiera, iii) la reforma fiscal y iv) la privatización de empresas públicas, lo que da paso a
una profunda redefinición del rol del Estado que pasará a actuar bajo un principio de
subsidiariedad. El mercado se convertirá en el agente central del desarrollo.
En lo propiamente social se pasa de políticas orientadas a la expansión de la cobertura de
las políticas sociales, a programas asistenciales altamente focalizados en la población
pobre, en un marco de fuerte restricción del gasto público fiscal que, en el caso de Chile,
varía desde un 20% del PIB en 1970, a un 12% del PIB en 1989 (Pizarro, Raczynski y Vial;
1995).
Las políticas de ajuste pronto dejaron de ser “de ajuste” para constituirse en un nuevo
concepto de desarrollo cuyo objetivo prioritario es el crecimiento económico. Se supuso
que el crecimiento acarrearía desarrollo al aumentar la producción, la competitividad y la
generación de empleo. Esta homologación crecimiento económico – desarrollo será uno de
los puntos críticos que hasta el día de hoy forman parte del debate (Muñoz, 2001; Villarzú,
2003).
La política pública social liberal se reorientó en torno a tres ejes: i) privatización de bienes
públicos e introducción de criterios de competencia en la asignación de los recursos; ii)
descentralización del Estado y traspaso a entidades subnacionales de la gestión de los
servicios de educación y salud y iii) focalización de la política social en la población más
pobres.
El modelo liberal trajo crecimiento económico. Sin embargo, aumentaron las desigualdades
internas de las sociedades, produciéndose una fuerte precarización de las condiciones de
vida de la población. La mayoría de los países vieron aumentar la pobreza y, pese al
aumento del PIB por habitante, muchas personas permanecieron en la pobreza absoluta
19
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
(CEPAL, 1993). El PNUD llama a este fenómeno “crecimiento sin equidad”.
El modelo liberal ha sido objeto de numerosas críticas, empezando por la apuesta ciega en
el mercado como mecanismo de integración. Se critica también la forma unidimensional en
que se aborda el concepto de pobreza y la omisión de factores socioculturales y políticos
en las decisiones de política (Sen, 1999; Stiglitz, 2000). Así mismo, se evalúan
insuficientes los resultados logrados: caída del nivel de vida de los sectores de menores
ingresos, descenso del PIB per cápita en los sectores más pobres, aumento del desempleo y
precarización del trabajo y aumento de la distancia relativa entre grupos ricos y pobres.
A pesar de estas limitaciones, se deben reconocer aportes a las políticas sociales en algunos
campos relacionados con el tratamiento de los temas de la pobreza a nivel de conceptos,
metodologías, instrumentos y formas de acción social. Entre otros destaca la incorporación
de mecanismos de focalización, la construcción de técnicas de medición de pobreza, la
búsqueda de colaboración con entidades privadas y una administración pública más
moderna y descentralizada.
La visión del desarrollo indígena
La comprensión del desarrollo ligado a los desafíos de la productividad y el crecimiento
económico condujo a que desde el Estado se abordara la situación de los indígenas
homologándola a la de cualquier grupo vulnerable que vive en condiciones de pobreza.
En el caso de Chile, la incipiente política indígena representada en la legislación del año
1972 es reemplazada durante el gobierno militar por el decreto de ley 2.568. cuya norma
central señala: “dejarán de llamarse indígenas sus tierras e indígenas sus habitantes”. Esta
frase brutal da cuenta que el modelo liberal no reconoce especificidades culturales ni
étnicas.
Frente a posiciones que en forma tajante desconocen la especificidad indígena se
contrapone la idea de “etnodesarrollo” que emerge en los años 80 desde el mundo indígena
y algunos intelectuales latinoamericanos. Esta perspectiva busca relacionar la dimensión
indígena con las políticas modernizadoras (CEPAL, 1995).
El etnodesarrollo afirma que para los pueblos indígenas el desarrollo va más allá del
mejoramiento de vida material. Defiende el fortalecimiento de la cultura propia, el valor de
la identidad, la recuperación de tierras y territorios y la autogestión.
Si bien el etnodesarrollo no toma posiciones en relación a la apertura económica
internacional y más bien manifiesta sus reparos por el potencial depredador de las empresas
sometidas a la sola regla de la ganancia, otros autores defensores del modelo económico
coinciden en señalar la importancia de los temas culturales y de identidad para participar
mejor en el escenario de la competencia internacional. Siguiendo este argumento, cabe
20
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
sostener que la identidad y cultura indígena contribuyen a una constitución sociocultural
que permite insertarse en los nuevos procesos de apertura y competencia en el mundo
global desde un elemento propio y constitutivo que aporta distinciones y cualidades que
contribuyen a mejorar las posibilidades de competir (Flores, 1996).
El concepto de etnodesarrollo enriquece el debate sobre el desarrollo indígena en la medida
que lleva al reconocimiento de las etnias como culturas con derechos. Así, los pueblos
demandan apoyo para salir de la pobreza y tener accceso al conocimiento, pero sin que esto
signifique romper con su cultura. Se sostiene que el apoyo que se requiere debería: i)
corregir la inequidad interétnica y rescatar el aporte que ofrecen estas culturas al patrimonio
nacional y mundial.
El etnodesarrollo critica a las políticas que se estaban impulsando en la época porque:
• No incorporan variables relevantes a la hora de optar por los indígenas como
beneficiarios de políticas, tales como la existencia de una deuda histórica asociada a la
discriminación.
• No reconocen las diferencias culturales como un componente de derecho.
• Los instrumentos y modelos de intervención utilizados no hacen diferencias en la
población indígena por esta condición, sino que la subsumen en la categoría mayor de
población pobre o pequeño productor campesino.
4.4 Crecimiento y Equidad
Los noventa son años de recuperación democrática y consolidación del modelo económico
liberal. Ya no es solo un asunto de apertura de mercados sino de apertura comunicacional e
informacional, de globalización, cultura y tecnología. Hacia el fin de siglo se observa el
triunfo no cuestionado del modelo capitalista con sus logros en materia de crecimiento y
estabilidad económica y sus graves vacíos en materia de desarrollo social y equidad.
La evidente marginación de importantes sectores, países y población de las áreas
competitivas y exitosas, así como los nuevos requisitos que emanan de un mundo en
permanente proceso de cambio tecnológico y en permanente intercambio obligan a pensar
nuevamente en el tipo de desarrollo que se busca. Elementos tales como la satisfacción de
necesidades básicas, crecimiento con rostro humano, desarrollo humano, se instalan en el
debate y son los mismos organismos multilaterales que impusieron el ajuste los que
agendan estos nuevos temas.
Las políticas de los 90 buscan complementar los desajustes sociales que deja la década
pérdida de los 80. Innovan en materia de políticas, programas e institucionalidad, instalan
fondos concursables definen líneas de acción hacia los denominados grupos vulnerables:
mujeres, jóvenes, discapacitados, pobladores, productores, etc. Se introducen nuevos
procedimientos de gestión de la política social que traspasa a terceros la ejecución de los
21
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C. Serrano y C. Rojas
programas, se fomenta la participación ciudadana y la descentralización en la gestión de
los servicios sociales de educación y salud. En Chile y América Latina se implementan
políticas “con rostro humano”, empoderadoras y participativas. La multiplicidad de
acciones y estrategias da cuenta de que se comienza a dejar atrás la visión de la política
social instalada exclusivamente en dos registros: por un lado la política social tradicional
(educación, salud, vivienda, previsión social) y por otro los programas de asistencia social
a los extremadamente pobres que surgen en el marco del modelo liberal de los 80
(Raczynski, D. 1985).
El balance en materia de desarrollo es, una vez mas, insatisfactorio. Por un lado se ha
bloqueado el debate acerca de los límites del modelo liberal en materia de rol del Estado,
política laboral, manejo tributario, privatización y otros temas no zanjados entre los propios
partidarios del modelo. Por otro, aún habiéndose asumido que el mercado no solo no
resuelve sino que agrava problemas de pobreza, desigualdad y precariedad, no se han
sentado las bases ni los acuerdos en torno a como se combinan responsabilidades del
Estado y la sociedad en torno a un proyecto que permita el desarrollo entendido más allá
del crecimiento económico. Este es un tema que recobra mucha fuerza en los argumentos
del Premio Nobel de Economía Amartya Sen, cuando señala que las personas son el fin
último del desarrollo. Crecimiento, ingreso, industrialización, avance tecnológico, etc. son
medios, pero no fines del desarrollo. El fin, señala, se manifiesta en la “vida que podemos
dirigir”, en las opciones que tienen las personas para elegir u optar entre cursos de acción
alternativos, en la expansión de los espacios de libertad de los sujetos para decidir sobre sus
vidas y sobre su destino. Afirma que la existencia de políticas de desarrollo debiera
orientarse a remover las fuentes principales de la ausencia de libertades, tales como la
pobreza, la tiranía, la precariedad de las oportunidades económicas, las formas sistemáticas
de deprivación social, el olvido de facilidades públicas, la intolerancia o acciones represivas
del Estado, el no respeto a los derechos civiles y políticos, etc. (Sen, 2001).
Si bien estos temas están lejos de estar resueltos, han adquirido renovada legitimidad social
y política al finalizar el siglo XX. Sin embargo, no sabemos si son temáticas propias del
mundo intelectual o si lograrán penetrar el ámbito de la política y la toma de decisiones y
afrontar los conflictos de interés que implica levantar una lógica que no coincide con la
soberanía del mercado y el consumidor.
La visión del desarrollo indígena
Durante la última década, sectores del movimiento indígena han comenzado a elaborar su
propia reflexión sobre el tema. Se consolidan nuevas propuestas de desarrollo que ya no
sólo se refieren a lo socioeconómico, sino también a los derechos de los indígenas como
pueblo (Aylwin, J.; 2000). En torno a esta nueva temática surgen conceptos tales como
autonomía, autogestión, territorio, desarrollo con identidad y ciudadanía multicultural.
22
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Entre las propuestas que se levantan hay algunas más radicales y otras más moderadas. La
aspiración de los grupos más radicales que apoyan las ideas de autonomía y autogestión, es
dotar a los pueblos indígenas de unidades político-administrativas con autoridad sobre su
propio territorio y capacidad de decisión en los ámbitos que constituyen su proyecto de
desarrollo. Por ejemplo, que puedan administrar ciertas funciones públicas, como impartir
justicia sin desconocer el territorio nacional como la jurisdicción mayor en la cual están
insertos8. Estas propuestas se enmarcan en el concepto de autodesarrollo que alude a que
los agentes y sujetos del desarrollo indígena son exclusivamente los mismos indígenas.
Estas posiciones han encontrado fuertes detractores, principalmente en los grupos políticos
de derecha, los cuales cuestionan tal autonomía señalando que atenta contra los principios
fundamentales del Estado y la Nación. Estos sectores continúan sosteniendo las tesis de la
integración y proponiendo como factor clave para mejorar la calidad de vida de los
indígenas la educación y el empleo, haciendo tabla rasa de los factores culturales, étnicos e
históricos comentados (Camhi, R., 1999; Guzmán, E., 2000).
Quienes levantan una postura más moderada, postulan avanzar hacia un desarrollo con
identidad entendido como un progreso material que considera diversas variables: territorio,
valores culturales, religiosidad, permanencia de su identidad, cohesión social y respeto a su
organización ancestral, manteniendo abiertas las puertas para establecer espacios de
negociación, vínculos y coordinación con el Estado de Chile a quien reconocen como
garante de sus derechos.
La principal crítica que se hace a esta perspectiva es que la agenda no se construye a partir
de los planteamientos de los grupos indígenas, sino que es definida por el Estado. Si bien se
releva el respeto a la identidad indígena a la hora de tomar decisiones priman elementos de
interés nacional y a favor de todos los ciudadanos y pierden prioridad las políticas de
discriminación positiva destinadas a saldar la deuda histórica con los indígenas.
La confrontación de ambas posturas ha generado un fuerte debate público sobre los
enfoques de desarrollo indígena y sobre el papel que han jugado estos pueblos y sus
organizaciones en la sociedad nacional. El propio Estado ha ido modificando sus políticas
desde un enfoque de mitigación de carencias hacia alternativas que permitan a los pueblos
indígenas y a sus instituciones representativas ser actores y participar en la definición y
gestión de las acciones y programas de desarrollo.
8
Una experiencia de este tipo es la que se ha desarrollado en Canadá. Consiste en que el gobierno le entregó
legalmente a grupos de la población inuit un territorio y este es administrado por ellos, pero bajo los cánones
y marco normativo del Estado canadiense.
23
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
II.
1.
C. Serrano y C. Rojas
EL DESARROLLO PARA LOS MAPUCHES DEL LAGO BUDI
Introducción
Respondiendo al propósito de este trabajo, que era realizar un acercamiento a la visión que
tienen los propios indígenas acerca del desarrollo, en este capítulo se exponen los
resultados del trabajo cualitativo realizado en una zona del sur de Chile de gran
homogeneidad étnica, el Area Área de Desarrollo Indígena del Lago Budi, donde se
estableció un contacto profundo con personas mapuches, nacidas en los alrededores del
lago y que tienen gran sentido de pertenencia con sus comunidades y con el territorio.
Para conocer la visión acerca del desarrollo que tiene los indígenas que habitan en esta
zona, el estudio utilizó un enfoque de tipo interpretativo, orientado a identificar sus
aspiraciones y opiniones subjetivas. Se definieron dimensiones y categorías que orientaron
la recolección de información y el análisis. En torno a ellas se ordenan los resultados que
se presentan en este texto. La primera dimensión refiere a cómo los mapuches del Budi
conceptualizan e interpretan su desarrollo. Se profundizó en cuál era su visión acerca de sí
mismos, de su relación con “los otros”, con los no indígenas, cómo ven el futuro y qué
aspiraciones tienen con respecto a su propio bienestar. La segunda dimensión corresponde a
las opiniones que tiene la gente del Budi acerca de las acciones de desarrollo indígena
realizadas por el Estado.
Se puede observar que el estudio adoptó una perspectiva local y micro y no una global y
sistémica tendiente a explicar las causas y factores determinantes en las posibilidades de
desarrollo de la población indígena. Un estudio orientado en esta segunda perspectiva
debió haber incorporado categorías sociopolíticas y económicas y ver la distancia y
cercanía con respecto a estas entre las lógicas del mundo indígena y de la sociedad chilena9.
Trabajo de campo
El trabajo de campo se realizó en el verano 2001-2002. Consistió en un trabajo de carácter
cualitativo que combinó entrevistas y focus groups con jóvenes y adultos, lonkos,
dirigentes de comunidades indígenas, dirigentes sociales y personas no dirigentes dedicadas
al cultivo de la tierra o cuidado del hogar. La identificación de ellos y el establecimiento del
contacto se hizo a través de un profesional que conoce en profundidad la zona, debido a su
experiencia en proyectos de desarrollo en el Budi. Por este motivo, las personas
9
Un estudio de este tipo es de gran interés pero excede y escapa a los propósitos que se plantearon las
investigadoras. En caso de querer profundizar en esta segunda perspectiva, recomendamos revisar un estudio
realizado en una comunidad del altiplano boliviano denominado “Visiones de desarrollo en comunidades
aymaras. Un estudio en Jesús, San Andrés y Santiago de Machaca”, realizado por Wilfredo Plata Quispe
(coord.), Gonzalo Colque Fernández y Nestor Calle Pairumani y que fue publicado por el Programa de
Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) el año 2002.
24
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
entrevistadas han participado en iniciativas de trabajo comunitario y, como se podrá
observar en las citas que se presentarán a lo largo de este texto, han construido opinión y
discurso sobre los temas interés de este estudio.
Se realizaron 11 entrevistas (7 hombres y 4 mujeres) a personas, hombres y mujeres, de
entre 30 y 65 años de edad cuyas características relevantes para este estudio son las que se
presentan en el siguiente cuadro.
Categoría
Sexo
Descripción
Edad
Dirigente Comunitario Indígena hombre
dirigente mapuche de organización tradicional
(lonco)
40 – 45
Dirigente Político Indígena
dirigente mapuche de organización
reivindica demandas indígenas
que
45 – 50
No dirigente realiza actividades hombre
productivas tradicionales
mapuche que se dedica exclusivamente a cultivar
la tierra
60 - 65
Dirigente Organización Social
mujer
mapuche dirigente de organización social (taller
de artesanía)
50 – 55
Técnico trabaja en el sector
público
hombre
mapuche paramédico que trabaja en una posta
rural del BUDI
35 – 40
Profesional trabaja en el sector
privado
hombre
mapuche profesional que trabaja en una
consultora dedicada al desarrollo local
35 - 40
Profesional trabaja en el sector
privado
hombre
mapuche profesional que trabaja en una
consultora dedicada al desarrollo local
30 - 40
Profesional trabaja en sector
privado
mujer
mapuche trabaja como profesora en escuela con
sostenedor privado
30 – 35
Migrante
hombre
mapuche oriundo de la zona del Budi que migró
y retornó al territorio
55 – 60
Migrante
mujer
mapuche oriunda de la zona del Budi que migró
y retornó al territorio
30 - 35
hombre
Además de estas entrevistas, se hicieron 2 focus group, en los que participó un promedio de
10 personas, hombres y mujeres. Uno de los grupos estuvo compuesto por jóvenes entre 17
y 39, la mayor parte bordeando los 20 años. El segundo grupo reunió a personas de entre 40
y 75 años.
El análisis de la información recopilada en este estudio, estuvo además respaldado por un
amplio trabajo realizado por las investigadoras en el marco de diversos estudios sobre el
25
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
tema indígena entre los años 2000 y 2002 en el sector mapuche de la Región de la
Araucanía, que involucraron numerosas entrevistas, grupos de discusión, reuniones con
funcionarios y autoridades y con académicos y expertos en la temática indígena10.
Breve descripción del Area de Desarrollo Indígena del Budi
Tal como se puede observar en el mapa que se presenta a continuación11, el Area de
Desarrollo Indígena del Lago Budi, incorpora dentro de su territorio gran parte de la
comuna de Puerto Saavedra y una pequeña parte de la comuna de Teodoro Schmidt (IX°
Región). De acuerdo a las normas sancionadas por la Ley Indígena, este es un territorio que
cumple con las siguientes características: (a) es un espacio territorial en el que han vivido
ancestralmente las etnias indígenas; (b) tiene una alta densidad de población indígena; (c)
buena parte de la propiedad de las tierras corresponde a comunidades o individuos
indígenas; (d) presenta homogeneidad ecológica. El Decreto de creación fue firmado el 10
de Marzo de 1997.
10
Estos estudios fueron:
•
•
“Evaluación de impacto del Programa de Desarrollo Local Impulsa”, estudio contratado por la Fundación Andes,
2001-2002.
“Evaluación ex-post Programa de Inversión Múltiple de Desarrollo Local. Tercera Etapa. FNDR 19952000”, Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo, con la Universidad Central de Chile,
2001-2002.
• "Estudio evaluación en profundidad. Fondo de tierras y aguas indígenas", en asociación con el
Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad de Chile, contratado por la Dirección de Presupuesto,
2001-02.
• “Diseño de un Programa de Desarrollo Integral de Comunidades Indígenas”, en asociación con
Santiago Consultores, contratado por MIDEPLAN como contraparte del Banco Interamericano de
Desarrollo, 2001.
• Gestión Descentralizada de las Políticas Sociales y de Superación de la Pobreza”, financiado por el
Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Santiago, 1999.
11
El mapa demarca dos limites del ADI Budi: la externa corresponde al límite definido en la propuesta que
CONADI presentó a MIDEPLAN para la toma decisión de creación de esta Área de Desarrollo Indígena y la
la interna, corresponde al límite que fue finalmente definido bajo la normativa legal.
26
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Desde el punto de vista de este estudio, la zona del Budi presenta atributos que la hacen
atractiva para indagar acerca de las visiones de sus habitantes sobre el desarrollo y el
progreso. En primer lugar, su gran homogeneidad étnica debido a lo cual los conflictos
raciales y de tierras con la población no indígena son escasos. Es un territorio donde
históricamente se ha vivido en condiciones de aislamiento relativo y pobreza, pero de paz
social. En segundo lugar, se congrega una población principalmente dedicada a las labores
del campo donde la estructura social, la cultura e identidad mapuche se han preservado.
Por otra parte, en el Budi se ha concentrado un importante esfuerzo de programas públicos,
especialmente de infraestructura (caminos, electricidad, postas, escuelas, telefonía rural,
etc.). A la vez, organizaciones no gubernamentales y otras instituciones, entre ellas iglesias,
27
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
han implementado importantes programas y proyectos de desarrollo en la zona12.
Es importante señalar que al momento en que se realizó este estudio estaba iniciándose la
implementación del programa Desarrollo de Pueblos Indígenas, “Programa Orígenes”
dependiente de MIDEPLAN, el cual ha focalizado la zona del Budi como una de sus áreas
de acción13.
Según el estudio de Línea Base realizado por el Departamento de Estudios de MIDEPLAN
durante el año 1999, los habitantes de esta ADI eran 13.211 personas. Es una población
joven siendo el promedio de edad los 30 años. El 44,5 % tiene menos de 20 años y el 25%
entre 20 y 40 años. La población es eminentemente mapuche, un 73.2% de la población
declara su pertenencia a este pueblo.
En términos educacionales el 84.3% sabe leer y escribir. Sin embargo, la escolaridad de la
población es baja, de las personas menores de 24 años, el 59,3% asiste a algún
establecimiento educacional, de las cuales el 70,5% están en educación básica. Las
principales razones para que el 40,7% de personas menores de 24 años no asista a la
escuela son que ayudan en la casa o predio y que están buscando trabajo.
La zona es eminentemente agrícola y la principal actividad productiva es la explotación de
la tierra. El cultivo más desarrollado es el de papas y, al igual que otros productos menores,
la producción se destina al consumo familiar. Solo una escasa proporción de los
agricultores la comercializa.
Las principales dificultades productivas de la población son la falta de capital y tecnología,
así como de tierras cultivables de acceso a créditos y asistencia técnica, falta de
infraestructura de riego y caminos. El apoyo técnico es escaso en la zona y, el existente, es
proporcionado por instituciones privadas y por INDAP. Los principales problemas que
enfrentan los habitantes de la zona en tanto productores rurales, son los bajos precios que
obtienen por la venta de sus productos.
El promedio de ingresos por concepto de trabajo y/o venta de productos es de $ 49.429 ($
de 1999), siendo mayor el promedio de ingresos de los habitantes de la localidad de Puerto
12
Se destaca el extenso trabajo a nivel social y cultural realizado por la Parroquia de Puerto Dominguez; por
el Programa de Desarrollo Local Social Impulsa (Fundación Impulsa), Visión Mundial, Fundación Instituto
Indígena, Programa Servicio País, entre otros.
13
(www.origenes.cl) Los objetivos específicos del Programa son:
- Mejorar las capacidades y oportunidades de los beneficiarios en el ámbito productivo, educativo, y de
salud
- Fortalecer a las Áreas de Desarrollo Indígena (ADI) y a las comunidades indígenas beneficiarias del
Programa en materia de desarrollo integral con identidad mediante una gestión participativa;
- Institucionalizar la temática indígena en los distintos sectores, creando capacidades en los organismos
públicos para que la atención a las poblaciones indígenas sea articulada, adecuada y con pertinencia
cultural.
28
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Saavedra, capital comunal. En el caso del 2% de la población que recibe además apoyo
económico por concepto de jubilación, pensión o montepío, el promedio de ingresos
aumenta al $62.307 ($ de 1999).
En relación a los ingresos por subsidios, el 14,8% de la población recibe el Subsidio Único
Familiar (SUF) y el 12% el Pensión Asistencial (PASIS).
La zona del Budi posee una gran belleza geográfica dada por el entorno del lago y la ribera,
y cuenta con una gran biodiversidad lo que la constituye en un área de gran potencialidad
turística que en años recientes comienza a explorarse con apoyo de recursos públicos y
privados.
La mayor parte de los habitantes son propietarios de su casa. Se observan principalmente
viviendas de autoconstrucción de precaria materialidad con importantes carencias de
servicios de abastecimiento de agua, sistema de eliminación de excretas y suministro
eléctrico.
Las necesidades de salud en la zona están cubiertas a través de suficientes postas de salud
distribuidas al interior del territorio del Area. Cuando es necesario, se recurre al Hospital de
Puerto Saavedra o de Temuco. Las rondas médicas mensuales complementan las atenciones
de salud de la población. Sin embargo, las atenciones de especialidades son escasas. Las
necesidades de educación formal están cubiertas en el Area por las 43 escuelas existentes.
Se observa un fuerte proceso migratorio campo-ciudad al interior de las comunas, hacia la
capital regional, Temuco y hacia Santiago. Se trata mayoritariamente de jóvenes (entre 12
y 24 años), mujeres y hombres solteros. Los principales motivos de la migración son:
matrimonio (13,7%) y estudios (11,4%).
En términos culturales, se observa que con respecto a la lengua originaria, el 33,2% de la
población mayor de 6 años habla Mapudungún, el 43,2% lo entiende y el 4,8% lo escribe.
Con respecto a las ceremonias tradicionales aún se mantienen algunas (Ngillatún, We
Xipantu, Palín, Machitún, Mingako, velorios tradicionales), pero se concentran solo en
algunas comunidades y la participación es baja: un 22,3% de la población participa
siempre, el 13,6% a veces y el 52,3% nunca. Y con relación a la dirigencia tradicional, la
figura del lonko está en extinción, hay en sólo 12 de las 94 comunidades identificadas y los
existentes no tienen un rol de liderazgo organizacional o político, sino más bien
simbólico14.
14
Muchas veces se confunde al lonko con el Ñidzol o jefe de Nguillatun o Palin, el que es, a diferencia del
primero, una jefatura específicamente religiosa y que está menos extinguida.
29
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Todas estas características culturales permiten entender que la comunidad indígena es una
forma de organización existente fundamentalmente a nivel de vínculos parentales y
culturales, pero no significativa en términos de organización económica o de desarrollo
sociocomunitario. En esta área se han conformado otro tipo de organizaciones que no
tienen necesariamente rasgos característicos de identidad indígena (comités de diverso tipo,
asociaciones productivas, juntas de vecinos, etc.).
A continuación se presenta la información recogida ordenada en dos grandes temas: la
visión de sí mismos y del desarrollo presente en los indígenas del Budi y la percepción y
evaluación que tienen respecto a la acción del Estado en política indígena.
2.
¿Cómo ven los indígenas del Lago Budi su desarrollo?
La opinión de los mapuches acerca del desarrollo está fuertemente marcada por cómo se
ven a sí mismos, a los no indígenas y cómo visualizan el futuro, temas que se examinan a
continuación.
Visión de sí mismos: raíces y tradiciones
La visión de sí mismos, tiene una matriz común: los habitantes del Budi se reconocen parte
del pueblo mapuche, su cultura y sus tradiciones y sienten que ese corpus cultural organiza
sus vidas. Esto se expresa en que se comparte una forma de organización social y de
propiedad de la tierra, la de la comunidad indígena, se comparte un lenguaje, una memoria
sobre el pasado y sobre la manera antigua de hacer las cosas: qué se comía, cómo se
habitaba la ruca, la relación de autoridad con los mayores, el respeto a la memoria de los
antepasados, el viaje a Carahue en carreta a vender papas y, como rasgo cultural destacado,
la simbiosis con el territorio. También comparten, especialmente los mayores, una actitud y
un relato nostálgico, un poco triste, pues sienten arrasado el mundo cultural ligado a la vida
en el campo y resienten la rentabilidad económica de estas actividades.
Es así como la visión que tienen de sí mismos encuentra sus orígenes en los recuerdos de
sus antepasados, quienes vivían en comunidades, donde la ligazón a la tierra y la
reproducción cultural era fuerte y prolífera. Los entrevistados sienten al respecto
sentimientos encontrados: orgullo étnico, ternura y alegría en los recuerdos infantiles, las
narraciones de los mayores, las historias de la gente de allí. A la vez, sienten dolor y rabia
porque esa identidad cultural los situó frente a los no indígenas en una situación
subordinada y avergonzante. Consideran que por ser mapuche, con su cosmovisión ligada a
la naturaleza, no tuvieron los recursos ni las destrezas para dialogar, negociar y vincularse
en iguales condiciones con la población no indígena, con el resultado de que una y otra vez
“los hicieron lesos”, los engañaron, les contaron cuentos, los despojaron.
30
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Falta la educación, y le voy a decir inmediatamente, a los mapuche como
somos, el huinca nos encierra inmediatamente, lo tapan a uno en palabras y
nosotros quedamos quietos ahí no más” (hombre, dirigente comunitario
indígena).
Este es el dilema del desarrollo indígena y los grupos entrevistados lo perciben con
claridad: no es posible desconocer que son un pueblo que convive con otro pueblo, que esta
relación les ha significado fuertes pérdidas y que han sido discriminados15.
Esta ligazón entre ser “mapuche” y ser “lesos” no es fácil de enfrentar ni de asumir. Por un
lado, invita a homologarse al modo cultural dominante y “exitoso”. Por otro, invita a
rechazar el modo de vida y las bondades que se están logrando allá afuera, donde viven los
otros, y refugiarse en la comunidad, en una identidad potente en lo que se refiere a su
simbología y tradiciones culturales, pero que en términos económicos y materiales no logra
resolver problemas esenciales de la vida cotidiana.
La forma en que los adultos de hoy señalan haberse hecho cargo de la contradicción
desarrollo cultural versus desarrollo social-material, fue por medio de grandes esfuerzos
para que sus hijos lograran integrarse al mundo no indígena. Renunciaron incluso a hablar
su lengua frente a los niños menores forzándolos a hablar el castellano, para que no fueran
humillados en las escuelas “chilenas”, como les sucedió a ellos en el pasado. Si bien este
esfuerzo representa una forma de negación cultural al no transmitir la lengua a los hijos y
motivarlos para que salieran a estudiar al pueblo o la ciudad, siempre queda un acopio de
orgullo indígena que físicamente se encuentra representado en la tierra y la vida del campo.
Muchos se van, pero nunca cortan vínculos y, casi siempre, tarde o temprano, regresan. De
todos modos se pierde identidad en este proceso, los jóvenes pierden la práctica de las
costumbres mapuche y se ven a sí mismos como desarraigados.
“A todos los jóvenes les pasa, que nos desarraigan de repente de las
comunidades por el hecho de venir a estudiar. La mayoría de mis estudios
digamos, superiores, de enseñanza media, estuve en el pueblo, entonces, yo
sufrí un poco esto del desarraigo cultural” (hombre técnico, trabaja en el
sector público)
Pese a todo, los jóvenes se ven a sí mismos como mapuche, porque la ligazón cultural no
desaparece, aunque comienzan a asumir las costumbres y visiones de mundo de los no
indígenas, lo que igualmente se vive contradictoriamente pues es la vez una pérdida y una
esperanza.
15
La zona del Budi fue colonizada a principios del siglo XX, producto de este proceso es la masiva pérdida de
territorio que hoy es ocupado por la localidad de Puerto Domínguez, sector Número Dos, Número Tres y
Numero Cuatro, más los fundos ubicados al sur del estero Chelle y que se extienden hasta Teodoro Schmidt.
31
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Hay evidencia de que esta tensión cultural comienza a cambiar. En los últimos años, se ha
venido dando un nuevo proceso de identificación y de autorreconocimiento de lo indígena
que modifica la manera en que ellos se ven. Se observa que los elementos en los cuales se
sustenta la reserva cultural y la identidad indígena son fundamentalmente tres:
•
El campo que ofrece espacios para vincularse con la naturaleza, “la tierra”, “la
tranquilidad”.
“Nosotros luchamos por nuestra cultura,…lo que nosotros tenemos. Le va a
costar entenderme, la tierra para nosotros es lo primordial: abajo, arriba el
aire todo es tierra para nosotros, es nuestra creencia (…) La tierra no es un
objeto donde nosotros vamos a sacar provecho económico, creemos que es un
sujeto, creemos que gracias a la tierra sacamos la comida” (hombre, realiza
actividades productivas tradicionales).
“(…) La tierra, la naturaleza, eso de que uno mismo trabaja con la tierra que
uno siempre lo ha hecho, nosotros los mapuche siempre hemos estado ahí”
(mujer, migró a la ciudad y regresó al campo)
•
La Lengua.
“La raza nuestra es mapuche y tenemos el idioma que lo usamos y tenemos
que tener el orgullo” (focus mixto de adultos)
•
Los ritos y las costumbres religiosas
“Aquí se hacen actividades, por ejemplo el We Tripantu, que se hace, el
Nguillantún que también se hace en comunidades. Son ceremonias que yo
nunca había visto, incluso los funerales mapuche, también tienen su estilo. (…)
Te dejan algo muy profundo porque en el fondo tu vas viendo como era antes
tu raza, tu origen, de dónde provienes” (mujer profesional, trabaja en escuela
rural)
Los entrevistados observan que se está construyendo una nueva manera de ser mapuche,
que integra elementos tradicionales de la cultura y elementos del mundo no indígena, que
les permite tener horizontes distintos. Se abre un nuevo campo de posibilidades.
Los mapuche jóvenes residentes en el Budi se ven a sí mismos como defensores orgullosos
de su raza. Los más adultos, por su parte, se ven como los herederos y portadores de la
cultura y quienes tienen que cuidarla, resguardarla y transmitirla. Pero, al mismo tiempo,
32
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
aspiran a vivir mejor en lo social y material.
“La gente ha vuelto a tomar sus costumbres, claro, no una costumbre tan
completa como antes, no, no la tiene, pero al menos ya están volviendo a
hablar su idioma” (hombre, dirigente comunitario indígena)
“Hoy en día la gente ha ido volviendo a eso (a las costumbres), los jóvenes, la
misma gente adulta les dicen a sus hijos que valoricen su idioma, sus
tradiciones, todo” (hombre, dirigente político indígena)
La apuesta de los jóvenes es la construcción de una nueva manera de significar la cultura y
las tradiciones. Están dispuestos a cambiar la forma en que se ha actuado tradicionalmente,
por ejemplo, en las actividades productivas están abiertos a incorporar nuevas tecnologías y
abrirse a nuevos rubros económicos, a modificar las formas tradicionales de habitabilidad,
etc. Sin embargo, esta nueva visión del ser mapuche, es muy cuestionada por parte de las
generaciones más adultas. Los más viejos se muestran temerosos al cambio, rechazan los
intereses de los jóvenes y se apegan a las formas de vida tradicionales.
“Algunos tienen miedo también de cambiar de rubro porque trabajan así por
herencia, por ejemplo el abuelo era agricultor, mi papá era agricultor y yo
agricultor. Entonces tienen miedo a hacer un cambio” (focus mixto de jóvenes)
En el universo cultural estudiado, el estímulo hacia el cambio proviene de dos factores de
atracción: el mercado y el Estado. El factor mercado y consumo llega a la zona a través de
la población que ha migrado y regresado, o la que vive en las ciudades, pero sin perder
vínculos con su familia y comunidad de origen. Los mapuche mayores conocen que existe
esa vida de menos penurias, saben que se gana dinero en la ciudad, algunos cuentan que les
fue bien, aunque al final, optaron por volver al campo.
Un factor posiblemente más gravitante que el anterior es el que pone en acción el Estado a
través de las políticas públicas. Logra traer al campo mejoras materiales y de acceso a
servicios sociales a través de significativas obras de infraestructura y equipamiento y de
mayores oportunidades de educación para los jóvenes. En este ámbito también es relevante
el papel de intermediación que han tenido las ONGs en la aplicación de programas sociales
y en la generación de proyectos propios con financiamiento de la cooperación
internacional16.
La principal consecuencia de este proceso en el mundo mapuche es que han comenzado a
convivir en una misma identidad, dos formas distintas de verse a sí mismos. Una más
abierta a la incorporación de nuevos elementos y recursos que aspira y ve una posibilidad
16
Esto fue más relevante durante los años 80 y menos durante los 90.
33
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
de mejorar las formas de vidas y el futuro; y otra que se asienta en el resguardo de las
tradiciones a sabiendas de que las posibilidades de mejorar las condiciones son limitadas.
“Hay una tendencia de que la cultura mapuche pueda … a ver, pueda … como
todas las culturas avanzan, pueda avanzar aún más, pero no perder cierta
identidad. Obviamente hay cosas que son valiosas y muchas hay que
conservarlas (lengua, concepto de familia, apego a la naturaleza), y hay otras
cosas que sí son buenas que se incorporen porque beneficia a las misma
persona mapuche, su calidad de vida” (hombre profesional, trabaja en
consultora dedicada al desarrollo local).
En la vida de las familias, la tensión entre el apego a las tradiciones y la apertura al cambio,
no ha estado exenta de conflictos. No existe una visión unitaria sobre las posibilidades de
alcanzar más confort en la vida cotidiana, aunque va primando la apertura y las ganas de
mejorar.
“Si usted conversa con una persona adulta, no le interesa nada de que haya
luz, que haya agua, nada. Es más, dicen “toda la vida hemos vivido de otra
forma (sin luz eléctrica) y porque ahora no podemos vivir sin eso” (hombre
profesional, trabaja en el sector público).
“En el fondo ellos (los jóvenes) eran los que en alguna medida convencían a
los más viejitos. (...) cuando se trabajaba acá en el comité por la electrificación
rural. Me acuerdo, los viejitos no querían nada con esto, pero los hijos, por
ahí, o las hijas, hablaban: que tengamos luz no más, que después vamos a tener
tele, que vamos a tener otras cosas acá” (hombre técnico, trabaja en el sector
público).
“Tener, cambiar un poco en la vida, cambiar la forma de vivir. Por ejemplo,
yo soy dirigente, por eso yo doy gracias a Dios que tuve la oportunidad de ser
dirigente de mi comunidad, entonces yo he hecho algo de lo que yo quería
hacer, cambiar el sistema de vida, traer proyectos, los proyectos que ofrece el
gobierno y para mí eso es un cambio. (…) Mi papá nunca fue flojo, pero le
faltó esa posibilidad de abrirse más, y yo siempre soñé de cambiar eso, de
trabajar más, de estudiar más, de aprender más, de preguntar más y eso lo hice
y cambió nuestro sistema de trabajo” (hombre, realiza actividades productivas
tradicionales).
Relación con los no indígenas
La visión que tienen los entrevistados sobre los no indígenas está marcada por la histórica
relación de dominación y discriminación de la que ha sido víctima el pueblo mapuche. Las
referencias a los no indígenas son negativas y dan muestras de desconfianza.
34
Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
En la zona del Budi la población es eminentemente mapuche, por tanto, las instancias de
encuentro y de convivencia con los no indígenas se dan principalmente en la ciudad.
Señalan que el racismo y la discriminación son más fuertes en la ciudad, donde se constatan
a diario.
“Bueno, aquí (en el campo) no creo que haya diferencia, pero en la ciudad si
hay diferencia porque de todas maneras se discrimina con el mapuche. Cuando
usted va a una oficina, por ejemplo, el mapuche siempre es más tímido y de
repente no, nadie le habla, nadie le pregunta, o sea, no son atentos con él como
son con otras personas. (…)Uno va a una tienda grande y a cualquier persona
“señor que se le ofrece”, y a un mapuche, “y tú que querís”, así de esa
manera” (hombre, migró a la ciudad y regresó al campo).
Perciben al no indígena como alguien que se caracteriza por tener un trato de superioridad
con el indígena. Los entrevistados remarcan que ese trato se debe sólo a tener una
apariencia fenotípica distinta.
“El huinca es burlesco con el mapuche, han hecho burla, entonces al mapuche
lo han aplastado mucho con eso” (hombre, realiza actividades productivas
tradicionales).
“Mi papá me dijo “usted se va a ir mi hijo?”, sí me voy, le dije yo, yo quiero
que usted me dé permiso y me voy, “ah, me dijo, usted va a servir de mozo
allá” -me dijo- “de mozo y le va a tocar hasta pasarle la mano al servicio
higiénico, la taza donde se va a hacer las necesidades, el patrón te va a
mandar”. Y justo lo que dijo él, salió todo idéntico, yo dije entonces, lo que
dijo mi papá aquí se está cumpliendo” (hombre, dirigente comunitario
indígena).
También el contacto con los no indígenas instala ambiciones y anhelos entre los indígenas:
de bienestar material, de educación, de un trabajo estable, digno y bien pagado, de un buen
pasar. A la vez, también instala un anhelo de borrar la discriminación o la vergüenza de ser
indígena y las ganas de vivir un poco como todos, como los no indígenas.
“(Yo soñaba con) ser diferente. Veía gente diferente, lo poco y na’ que entraba
a los negocios y veía gente diferente, veía los mismo vestuarios, los mismo
niños y me miraba y yo era harto diferente. Me gustaría ser como son esos
niños, me gustaría ser como viven esas personas, esta gente, me gustaría tener
esas cosas, la bicicleta, soñaba con eso (…)” (hombre, realiza actividades
productivas tradicionales).
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
Visión del Futuro
Pensar en el mañana no es propio de la visión que tienen los mapuche del Budi y aparecen
diferencias entre los más adultos y los más jóvenes. Los adultos no tienen visión de futuro.
Viven más el tiempo pasado y el presente. Sus actividades, sueños y expectativas están
marcadas por las costumbres tradicionales. Sin embargo, el mapuche joven, si bien mira al
pasado, también mira el presente y el futuro.
“El joven mapuche actual tiene como una visión más amplia de las cosas. O
sea, piensa más allá de su propia comunidad. O sea, una persona adulta
mapuche siempre está pensando en el tiempo presente, y el mapuche joven está
bajo la tendencia del tiempo futuro” (hombre profesional, trabaja en
consultora dedicada al desarrollo local).
Se observa que los jóvenes comienzan a elaborar un plan de vida a futuro a partir del cual
toman decisiones.
“El mapuche joven como que se planifica más, o sea, yo me voy a jornal
(trabajo asalariado en el campo) para esto, yo de aquí a tantos años quisiera
estar en esta situación, en esta realidad, yo quisiera alcanzar estas cosas”
(hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al desarrollo local).
Según mencionaron los propios entrevistados, esta proyección hacia el futuro es un
aprendizaje directamente relacionado con las posibilidades de educación y formación que
han tenido los más jóvenes. En este sentido, se puede entender como un elemento de la
sociedad occidental que se ha ido incorporando en la forma de ver la vida de los mapuche
jóvenes.
Visión del Desarrollo
Asociado a lo anterior, el trabajo en terreno permitió constatar que el concepto de
desarrollo no es un concepto propio de la cosmovisión mapuche, sino que se ha ido
incorporando en los últimos años. No existe en mapudungún un concepto que se asocie con
la idea de desarrollo.
Los entrevistados señalaron que empezaron a utilizar la idea de desarrollo porque es la
manera como el Estado le ha denominado a las políticas publicas dirigidas a los indígenas.
En este sentido, el qué se entiende por desarrollo, está directamente relacionado con la
oferta de beneficios y servicios que ofrece el Estado, más que con una visión clara y
autoconstruida de lo que los propios mapuche esperan de su desarrollo.
“Creo que es un concepto que se empezó del gobierno, o sea, fue una cosa
vertical, pero si uno habitualmente pensara en lo que es el desarrollo mapuche,
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C. Serrano y C. Rojas
mapuche, quizás no sería tanto como se está enfocando (…) Sería más integral,
si bien es cierto conocer un poco los conocimientos occidentales, pero también
los conocimientos del mundo mapuche” (hombre profesional, trabaja en
consultora dedicada al desarrollo local).
“Unas de las cosas que cuestionábamos al comienzo es que llega mucha gente
a las comunidades, gente externa a la comunidad y como dicen ustedes “con
políticas de Estado”, que vienen como a imponer cosas y la gente de repente
empieza a agarrar el ritmo, ya, empieza a agarrar el ritmo y en el fondo se
empieza como a mal acostumbrar, porque de repente vienen a ofrecer cosas y
la gente después está esperando que cada persona que venga le traiga cosas,
entonces en el fondo no estamos ayudando a que la gente se desarrolle por si
misma, o sea, le estamos entregando cosas, (…) y en el fondo estamos
cambiando el concepto que la gente tiene como desarrollo” (hombre técnico,
trabaja en el sector público).
Fue parte de los propósitos de este estudio profundizar en cuáles son los ámbitos de
desarrollo más significativos para los propios entrevistados. La idea era ver cómo
construían en su imaginario la idea de la “buena vida”, que acciones cabía emprender y por
parte de quienes. En particular, cuál puede ser el rol del mercado y del Estado y cómo
convivir con una lógica cultural tan diferente a la suya, una lógica ligada a la producción, la
tecnología y las áreas productivas de la industria, el comercio y los servicios.
El principal resultado de esta indagación, fue que el desarrollo se asocia indiscutiblemente
con mejoras de tipo materiales, pero también con aspectos no materiales que estaban
antiguamente presentes en la cultura y que se han ido perdiendo.
Los entrevistados hacen una fuerte crítica a la forma como se ha visto el desarrollo desde
las políticas sociales, señalando que este se define de la manera como el mundo occidental
entiende el bienestar, enfatizando lo material y sin incorporar los recursos y potencialidades
de la propia cultura. Consecuencia de ello es que el desarrollo resulta contradictorio. Para
mejorar algunas condiciones de vidas materiales, debe renunciar a elementos muy
valorados tales como tradiciones y formas vida.
“Lo que pasa es que, como todos, lo que uno espera es que sus hijos tengan un
gran estudio, cierto, que no se sacrifiquen tanto como uno lo ha hecho. Y eso
significa cambiar e irme ojalá a un lugar donde esté la escuela más cerca, pero
aunque yo lo hago, va en contra de mis principios en el fondo, porque yo
siempre me crié en el campo y es aquí donde me vine a sentir bien. Si me voy
al pueblo yo pienso que, yo le digo a mi señora, capaz que me 'stresse'”
(hombre técnico, trabaja en el sector público).
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Al hablar de desarrollo, los entrevistados aluden reiteradamente a la tensión que significa el
estar en el campo o en la ciudad. No obstante la ciudad les ofrece mejores oportunidades
de trabajo, de ingresos, de acceder a servicios básicos, etc., el campo es el único espacio en
el cual pueden encontrar o asegurar mejor calidad de vida en ámbitos de desarrollo no
materiales.
“El campo tiene la tranquilidad, el aire puro, todo el paisaje, yo creo que eso,
que no está en el pueblo que para mí es un infierno, es muy acelerada la vida y
acá siempre es relajada, es mucho más rica; …me gusta el campo igual”
(hombre, dirigente político indígena).
“Yo pienso que es bueno tener la posibilidad de salir, para poder en este
tiempo tener lo que todos aspiramos, un buen pasar, cierto, y podernos ganar
el sustento diario, pero a la vez uno pierde muchas cosas al salir también,
pierde la comunidad, pierde ese contacto con la gente. Yo creo que el apego a
la cultura es importante, de repente, para uno; porque si uno se va del pueblo
se pierde todo, ya es otra la visión, es otra la cultura dominante y uno tiene que
adaptarse pero en el fondo nunca se va a poder adaptar el cien por ciento”
(hombre técnico, trabaja en el sector público).
Profundizando y organizando los temas que surgieron al investigar sobre la visión del
desarrollo y el bienestar, se pudo observar que desde la óptica de los mapuche, el desarrollo
se asocia con cuatro ideas sustantivas: a) alcanzar ciertas condiciones materiales mínimas;
b) acceder a la educación; c) vivir en un territorio tranquilo en familia y en paz; y d) ser
independientes, autónomos y respetados en sus modos de vida. A diferencia de las
comunidades indígenas de otros sectores del país, en general los mapuche de la zona del
Budi no plantean la recuperación de tierras ni el reconocimiento de derechos como su tema
principal17. La ausencia de esta demanda posibilita un diálogo fluido con el observador
externo, en este caso las investigadoras. Las opiniones no están cruzadas por la idea de
conflicto y reivindicación, lo cual facilita establecer un vínculo más directo y más cercano a
su cosmovisión y conocer cómo proyectan e imaginan la vida18.
Sus metas no son ganar dinero o instalar un negocio o una producción rentable. No tienen
mentalidad empresarial. Se proponen una vida pacífica, donde los hijos puedan ser
profesionales o técnicos, si lo desean (otorgan gran valoración a la educación), donde no
sufran humillaciones de ningún tipo por su condición indígena y donde puedan producir lo
suficiente para alcanzar cierto confort y cierta independencia económica y personal. Se
17
Sólo grupos pequeños han señalado esa demanda, pero a la fecha no conseguido mayor adhesión por parte
de las comunidades
18
Una posible explicación de esta aparente “ausencia de conflicto” puede estar en que, durante la época de
grandes malones y de la guerra de ocupación de la Araucanía, el Budi fue un territorio de refugio, sus
comunidades no estuvieron comprometidas en la guerra y tampoco ocurrieron acciones bélicas en su
territorio.
38
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desarrollan a continuación estas ideas centrales.
• Condiciones materiales mínimas
El desarrollo se asocia con poder disponer de los recursos mínimos para satisfacer las
necesidades básicas y mejorar la calidad de vida. Implica tener la certeza de que se dispone
de lo básico para vivir.
“Tiene más cosas, por ejemplo; tiene buena casa, a lo mejor tiene su tractor;
tiene animales; los hijos a lo mejor están estudiando” (hombre, migró a la
ciudad y regresó al campo).
Esto se traduce concretamente en mejorar caminos, contar con medios de locomoción,
disponer de agua potable, electricidad, vivienda.
Interesa destacar esta especial preocupación por los temas materiales, muchos de los cuales
están ligados a la urbanización y saneamiento del territorio. Efectivamente, para los
indígenas el desarrollo implica mejorar las condiciones de vida de las personas.
“El ser mapuche no significa que no puedas consumir agua de buena calidad,
agua potable, que eso de repente en zonas rurales es muy difícil de tenerlo. (…)
igual yo creo que la luz eléctrica, (…) el desarrollo en todo lo que es el sistema
productivo mapuche, (…) habitación, vivienda, (…) la cosa de la salud
mapuche, todo es bueno” (hombre profesional, trabaja en consultora dedicada
al desarrollo local).
• Un título profesional o técnico
Un segundo ámbito con que se asocia el desarrollo pasa por la incorporación de los hijos al
sistema educativo. El mayor sueño de todos, cuando se les pregunta por lo que quisieran
para sus hijos a futuro, es que lleguen a ser profesionales o a tener un título técnico. Lo
mismo surge cuando se les preguntó quiénes eran, dentro de sus comunidades, las familias
que se destacaban porque habían logrado un mayor desarrollo: respondieron que eran
aquellas que tienen hijos que lograron ser profesionales.
“Qué no soñaba uno cuando era joven. (…) mis cabros que salieran con su
profesión, pero lamentablemente no, estudiaron como pudieron no más, hasta
donde pudieron” (hombre, migró a la ciudad y regresó al campo).
Actualmente, el sueño en términos educativos ya no consiste en asistir a la educación
básica, sino en lograr tener una profesión. Valoran el que efectivamente haya escuelas
cercanas a las comunidades y que los niños asistan, pero ven que el desafío que se les
presenta es la continuación de los estudios a nivel secundario o superior. Además, hace
algunos años la educación parecía ser un arma para defenderse de la arrolladora cultura
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indígena y protegerse de las humillaciones. En la actualidad la demanda y expectativa es
además una educación eficaz como instrumento que permita el acceso al empleo.
La educación se ve como un medio para poder encontrar trabajo y mejorar las condiciones
de vida; como una herramienta que evita el riesgo de que “los hagan lesos”. Constituye una
forma de aprender de los otros, les da elementos de integración básicos en la sociedad no
indígena.
“Al tener el estudio se habrían desarrollado mucho más en su pensamiento y
no tendrían el mismo pensamiento como, por ejemplo, yo mismo, que tengo
poca educación y al haber un joven que tuviera más educación sería otro
desarrollo de su pensar; habría pensado de que forma podría trabajar en la
comunidad, ya?. Entonces sería un adelanto muy bueno para la comunidad,
porque sin estudios ¿cómo podría defenderse una persona?” (hombre,
dirigente comunitario indígena).
“Hay muchas cosas que podrían enumerarse, pero el fundamento es el estudio,
es el estudio, porque sin el estudio no puede hacer nada uno; todo el tiempo va
a estar ahí no más aplastado, aplastado” (hombre, dirigente comunitario
indígena).
• Vivir en familia en un territorio tranquilo
En el discurso de todos los entrevistados, se observó que está presente con fuerza la idea de
que el bienestar sólo se obtiene a nivel familiar. No basta con tener buenas condiciones en
forma individual si los demás miembros de la familia están en situación poco ventajosa. La
vida buena se vive en lo familiar. Así explican su fuerte ligazón con los padres y hermanos
y el que, aunque alguien de la familia emigre a la ciudad, nunca se corten los vínculos entre
ellos19.
“Es que el mapuche (…) tiene como otro concepto de desarrollo, de
crecimiento y todo, o sea, siempre está volviendo, siempre tiene una mirada
hacia su familia” (hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al
desarrollo local).
“Una persona una vez que ya ha pasado a ser mayor, no es que se preocupe
tanto de sí mismo, de enriquecerse solo, o sea, independizarse y formar su
propia vida, no, está siempre pensando en que están los padres, los hermanos,
19
La familia mapuche rural es sustancialmente distinta a la urbana, dado que cada comunidad local (lof) es
una familia extensa donde la mayoría son parientes. Al mismo tiempo, existe uno o dos clanes dominantes
que se expresan en apellidos sumamente frecuentes lo que puede ser fuente de conflictos internos. También
cada comunidad establece relaciones de parentezco con comunidades vecinas ampliándose el nivel de
relación y reforzando la cohesión intercomunitaria.
40
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la familia. Como que se trata de vivir en un mismo nivel, como que trata de
nivelar su situación” (hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al
desarrollo local).
“El mapuche siempre va a esperar, una vez que tenga una situación
relativamente buena, va a esperar a colaborar a su gente, y en ese sentido tiene
como un sentido solidario hacia su familia, no así una persona que no es
mapuche” (hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al desarrollo
local).
Al invitar a los entrevistados a pensar en cómo les gustaría que fuera su vida, apareció
recurrentemente la idea de “estar tranquilos”. Esto se asocia a poder contar con un clima de
buena convivencia con la gente de la comunidad, a no tener conflictos con nadie, a no sentir
temor frente a fenómenos tales como la drogadicción o sentir inseguridad de ser
violentados por terceros (robo, violencia, etc.).
“Tener, bueno, buenas relaciones con tus vecinos, todas esas cosas, porque
para el mapuche estar mal con el vecino es bien complicado, o sea, yo creo que
en todo, toda cultura, claro. Entonces, si estamos mal con el vecino, tener
problemas con los cercos, esas cuestiones, es todo un lío. Entonces, todo eso
significa vivir bien” (hombre, migró a la ciudad y regresó al campo).
“La felicidad del hombre es para mí estar bien con su familia tener una buena
relación con la comunidad, no tener miedo, no salir con preocupación, volver a
la hora que quieras (…), tener buena relación con la gente que tú veas que te
salude” (hombre, realiza actividades productivas tradicionales).
• Independencia
El mapuche necesita ser independiente. Disponer de sus tiempos, contar con la posibilidad
de ir a visitar a sus parientes y personas cercanas, de conversar sin tener que depender de
los horarios, etc., son cosas que valora y asocia directamente con el bienestar. Estiman que
el trabajo asalariado y en general la vida en la ciudad, imprime una lógica opresiva al
manejo del tiempo y de las libertades cotidianas de la persona. Requieren autonomía en su
organización personal y productiva.
“Y de repente allá (en la ciudad) me encontré que estaba muy cansado, cuando
uno es apatronado es muy obligado, no tiene tiempo para descansar un poco,
así que me cabreó el trabajo que era lo mismo todos los días, todos los años,
dele, dele y nunca terminaba el trabajo; entonces me cansó eso, entonces de
repente me dio un deseo de venirme y me vine” (hombre, dirigente comunitario
indígena).
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En relación al trabajo asalariado, se observa que no obstante es una excelente alternativa
para dar estabilidad a la situación económica familiar, que no existen oportunidades
laborales en la zona, por tanto acceder a ellas implica indiscutiblemente emigrar a las
ciudades y abandonar a la familia. Además, incorporarse al mercado del trabajo formal,
demanda un importante esfuerzo emocional por lo que implica relacionarse con “huincas”
en una condición de empleado y con fuertes necesidades económicas. Reconocen sus
limitaciones para negociar un contrato y condiciones laborales que les sean efectivamente
favorables. En este sentido, se pudo apreciar que hay desconfianza y temor a incorporarse
en una actividad de este tipo y no es parte de sus anhelos ni expectativas cuando piensan en
su desarrollo20.
3.
Opiniones acerca de las Políticas de Desarrollo Indígena
En este capítulo se presenta un análisis de las principales opiniones de los entrevistados con
respecto a las políticas públicas para el desarrollo de la población indígena que se han
implementado en el país durante las décadas de los ’90 y del 2000. Esta es una
preocupación sustancial a los objetivos de este estudio, pues el desarrollo indígena no
resulta de la acción del mercado, sino de una estrategia de acción combinada en la cual el
rol del Estado es primordial.
Valoración de las acciones públicas tendientes a grupos indígenas
La primera constatación que hacen las personas del Budi cuando se les menciona el tema
del desarrollo, es que durante esta década han visto una especial preocupación de parte del
Estado. Valoran este hecho como un hito histórico, ya que no tienen referencias de que
alguna vez su pueblo, su gente, haya sido población objetivo de las acciones públicas.
Surge de inmediato en ellos la comparación, sobre todo con el período de la dictadura
militar, durante el cual su situación se vio particularmente desfavorecida.
“Ahora sí… yo sé, se está dando facilidad de proyectos, por ejemplo, la
CONADI, eso no se veía antes, y a través de eso se están creando cosas. Apoyo
al mapuche. Antes siempre llegaba último. Por todos los cambios que ha
habido se está viendo y que las cosas lleguen a la gente que lo necesita y antes
tampoco era así” (mujer, dirigente organización social).
Los entrevistados destacan positivamente la preocupación que ha habido de parte del
Estado. La gente percibe que, como en ningún otro período, durante la última década las
20
Debe tenerse en consideración que la independencia es un rasgo apreciado en los mapuche desde la llegada
de los españoles. No sólo se trata de independencia microsocial, sino que la independencia macrosocial fue y
sigue siendo, aunque debilitada, la forma en como los mapuches organizaron su nación: una confederación de
comunidades, todas independientes entre sí y, al mismo tiempo, interdependientes.
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C. Serrano y C. Rojas
intenciones declaradas por los gobiernos de mejorar las condiciones de vida de los mapuche
se han hecho realidad. Han habido resultados concretos que permiten sostener con
argumentos y ejemplos que la situación de vida actual es considerablemente mejor que la
de las generaciones anteriores.
“Yo veo que el gobierno actual, (…) se ha interesado bastante en cuanto a la
raza indígena. He visto como autoridades van a las comunidades, entonces eso
esbueno para mí, en este sentido, estoy conforme porque las autoridades han
tomado en cuenta al mapuche, como pueblo mapuche” (hombre, dirigente
comunitario indígena).
Valoran la preocupación estatal y perciben que ello manifiesta que se les ha comenzado a
ver como un grupo con presencia a nivel nacional. Ven que hoy en día, por ser mapuche,
tienen acceso a un conjunto de beneficios y servicios del Estado. Perciben que han sido
considerados y priorizados por las políticas sociales con lo cual se sienten dignificados
(cabe recordar que los indígenas del lago Budi no viven en la zona álgida del conflicto de
tierras, en donde el discurso y juicio sobre el papel del Estado es mucho más crítico).
Acerca de la intervención pública que han realizado entidades privadas no estatales en la
zona (ONGs, consultoras, etc.), se observó que los entrevistados manifiestan un fuerte
rechazo, ya que señalan que este sistema de intervención social reproduce la lógica de “nos
quieren hacer lesos”. Tienen la sensación de que hay “otros” lucrando o sacando partido de
la situación que vive la población mapuche. Reclaman el que gran parte de los recursos de
los proyectos sociales quedan finalmente en manos de “intermediarios”, que es como se
refieren a estas entidades privadas y un bajo porcentaje es lo que llega a la población que
realmente lo necesita y para quien estaba destinada.
Valoración de los logros materiales
Los habitantes del lago Budi valoran el que el Estado haya realizado en los últimos años un
mayor esfuerzo por llevar servicios, beneficios y obras a los sectores y población indígena.
La gente tiene hoy en día una situación de vida objetivamente mejor que hace algunos años,
lo cual se percibe como un gran avance.
Son reiteradas las opiniones y ejemplos que los entrevistados dan para destacar los cambios
que ha habido en sus vidas y en su entorno.
“Antes no existía la luz, el agua también, en pozo, balde lejos, subir una
quebrada, ahora no, tengo llave, hay adelantos dentro de la comunidad misma,
eso se veía como lejano. Antes se escuchaba eso como lejano y después uno
goza de eso” (mujer, dirigente organización social).
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“Ahora tenemos luz, no vamos a andar con el chonchón ni las velitas y eso
para mí es un cambio. En la parte del agua, antes teníamos que ir a buscar el
agua allá abajo, después hicimos un pozo y ahora por el hecho de tener un
pozo al lado de la casa pudimos instalar una bombita eléctrica y para mí es un
cambio. Los cultivos, por ejemplo, antes sembrábamos sin abono y era
poquito, en septiembre y noviembre era muy poca la comida que había,
estábamos siempre pasando hambre” (hombre, realiza actividades productivas
tradicionales).
“Mira ahora ya se está pareciendo mucho a la ciudad aquí porque tenemos
electrificación, nosotros no todavía, desgraciadamente, pero toda la gente de
alrededor ya tiene, entonces, es casi como estar en el pueblo ya. (…) Caminos,
por ejemplo, antes estos caminos no existían” (hombre, migró a la ciudad y
regresó al campo).
“Yo lo veo que es mejor, o sea, desde el punto de vista de los caminos, los
caminos no son malos, la gente ya no está tan aislada. Un caso de urgencia,
un caso de gravedad, ya la gente sale en forma rápida a, digamos, a un pueblo
por ahí cerca, pero antes era difícil, (…) antes había gente que se moría no
más si se enfermaba acá, ahora ya no pasa eso. Antes la mayoría de los partos
eran en la casa, ahora ya nadie tiene sus partos en la casa, entonces, para
nosotros es positivo” (hombre técnico, trabaja en sector público).
“Ahora por lo menos tenemos caminos, tenemos escuela en nuestra comunidad
y antes no había escuela en la comunidad y eran muy remotos los colegios que
habían y quedaban tan lejos” (hombre, dirigente político indígena).
Logros en el ámbito de la educación
Los entrevistados ponen especial énfasis en lo que ha ocurrido a nivel de la educación. Se
percibe que en este ámbito se han dado cambios positivos, las escuelas están más cerca o
son más accesibles por la mejoría de los caminos, se ha ampliado el acceso desde la
enseñanza básica a la media e, incluso, se instalan aspiraciones de formación técnica o
profesional. Cabe recordar que la política indígena de los años 90 ha dado importancia a
este tema ocupándose de la infraestructura educativa, así como de proveer becas y hogares
para estudiantes indígenas.
“En alguna medida la educación ahora está como más fácil, más expedita,
cierto, hay más escuelas. Con harto esfuerzo yo he visto que hay jóvenes que sí
están aspirando ahora a una enseñanza, digamos, ojalá universitaria” (hombre
técnico, trabaja en sector público).
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Sin negar los avances que ha habido en el último período, los entrevistados señalan un
conjunto de críticas y opiniones negativas acerca de la manera como se diseñan y se
implementan las políticas del Estado para la población indígena.
Críticas a las políticas indígenas
No obstante la valoración de las mejoras que se observa en los territorios en que ha
intervenido el Estado, hay un conjunto de críticas a la manera como se define qué es lo que
el Estado está entregando y aportando al desarrollo de los pueblos indígenas (como se
toman las decisiones), y a la forma como se gestionan estos beneficios. Más que un tema de
cantidad y tipo de servicios y beneficios, sobre lo cual hay críticas, aunque no sustantivas,
se reclama la despreocupación por algunos temas. Por ejemplo, proteger el modo de vida
campesino tradicional, apoyar la conservación de la cultura y la lengua, abrir oportunidades
laborales que no impliquen migrar a la ciudad, etc. También se critica la forma en que se
ejecutan las políticas y programas, las que carecen de la sensibilidad necesaria para
constituir un soporte efectivo y eficaz para la población que atienden.
A continuación se detallan las criticas más reiteradas e importantes para los entrevistados:
• Programas y políticas poco flexibles a la realidad indígena
Se cuestiona a los programas públicos por su rigidez en términos de qué beneficios se
entregan, de qué manera, a quiénes etc. Reclaman que en muchos casos la oferta pública
no se adecua a lo que realmente necesitan. Un ejemplo clásico de esta situación es la
construcción de vivienda básica social con el mismo diseño que en el resto del país.
Otro elemento que complica el acceso a beneficios se refiere a los formatos solicitados:
determinado número de postulantes, determinada forma de organización; lo que no
necesariamente coincide con la realidad cotidiana y las necesidades de la población y que
se traduce en que, para no perder oportunidades, se fuerza la forma de organización para
poder acceder.
“Por ejemplo, de repente, uno quiere hacer algo, ya reúnanse pero tienen que
ser unos 15. Pero hay 5 no más, porque no se toman esos cinco y se toma de
ejemplo para el resto. Porque por la vista entran las cosas más fácil. Si ven que
uno está tirando pa’ arriba, como se dice, a lo mejor otro se entusiasma, sabe
que, yo voy a hacer lo mismo. Pero no, tiene que estar el grupo entero, sino, no
no más” (mujer, migró a la ciudad y regresó al campo).
Los entrevistados señalan que antes del diseño de un programa o alguna acción pública,
sería conveniente que se defina un período de tiempo en el que se pregunte a la gente lo que
quieren y necesitan. La idea es que la oferta pública esté en sintonía con las necesidades y
requerimientos de los beneficiarios.
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“Todos los proyectos implementados a nivel de gobierno debieran tener un
tiempo que sea, primero preguntarle a la gente que es lo que quiere, qué es lo
que necesita” (hombre técnico, trabaja en el sector público).
Se critica también al Estado de falta de cercanía con las comunidades indígenas y se
demanda que los profesionales estén en contacto permanente con la gente. Los
entrevistados creen que todas las acciones y programas de desarrollo se diseñan y definen
en el nivel central, lejos de la realidad.
“El gobierno, bueno la autoridad central, solamente piensa que está
acostumbrada a hacer eso a hacer las cosas de una manera, porque las hacen
en la oficina, planifican de allá, pero nunca vienen a terreno a ver la realidad”
(hombre, migró a la ciudad y regresó al campo).
Adicionalmente, se espera que los profesionales que están trabajando tanto en el diseño
como en la implementación de los programas de desarrollo indígena tengan conocimiento
de la cultura mapuche. Perciben que falta incorporar conceptos, códigos y criterios
culturales que ayuden a que las acciones que se diseñan sean pertinentes.
“Yo veo, el gobierno hace las cosas a su manera, es como se imagina que el
mapuche necesita eso, (…), ellos se sientan en una oficina y empiezan a hacer
dibujos y dicen ya, a los mapuches hay que ayudarles en esto porque dicen, de
esta manera los vamos a sacar de la pobreza, (…), pero no hay antes una
preconversación con las mismas comunidades de qué manera quisiéramos que
nos sacaran de la extrema pobreza que ellos hablan,(…) estas cosas se
debieran conversar más, se debiera ir a los campos, conversar con la misma
gente que está sufriendo problemas y no hacerlo así en las oficinas encerrados
en cuatro paredes” (hombre, realiza actividades tradicional).
“ Se quiere ayudar pero de repente se rompe todo un esquema o el entorno, se
cae en eso (…) es un error que se comete (…) el mismo caso de la vivienda, la
vivienda mapuche, el subsidio, si bien es cierto, todas las familias necesitan
una vivienda digna, pero se construyó una vivienda con el subsidio rural
cuadrada, como la que comúnmente se conoce, y muchas familias de hecho no
lo ven como una vivienda que totalmente les guste, porque los espacios son
distintos, siguen viviendo en la ruca, algunos la han utilizado para bodega”
(hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al desarrollo local).
“Hay gente que se niega ir a un hospital. En el hospital las tratan mal, (…) en
el hospital le ponen suero y eso no les gusta. (…) después de haber tenido su
guagua (quisieran) (…) comerse una cazuela calientita que les prepara el
esposo y resulta que allá (en el hospital) no (pueden). (…) son parámetros
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distintos en como se miran las cosas” (hombre profesional, trabaja en
consultora dedicada al desarrollo local).
Una de las dificultades de esta lejanía de los funcionarios con la realidad local indígena es
que, en muchos casos, la oferta de los programas sociales que llega a la población indígena
intenta resolver un problema e involuntariamente genera otros. O bien, también ocurre que
determinadas características de la situación de vida de los beneficiarios impiden que ellos
puedan aprovechar un beneficio porque hay otro tipo de carencias, por ejemplo, luz
eléctrica, transporte.
“Y ahora, bueno, como está llegando, entre comillas digamos, el progreso que
dice el gobierno, la gente ya tiene energía eléctrica, la mayoría tiene agua
dentro de sus casas, las comodidades básicas en el fondo, pero eso hay que
pagarlo y si la gente no tiene ingresos, dígame usted con que va a cancelar
eso” (hombre técnico, trabaja en el sector público).
• Falta una visión más integral
Se cuestiona que las acciones destinadas a la población indígena se aboquen a entregar
soluciones a problemas sociales específicos perdiéndose la mirada de conjunto. El foco está
puesto, según los entrevistados, en superar carencias puntuales (vivienda, salud, desarrollo
productivo, etc.).
“Está muy focalizado, muy … está como superficial, todo lo que se percibe, o
sea, no veo un trabajo como de pronto un trabajo a largo plazo, no veo un
trabajo por comunidad, veo como un asistencialismo más, digamos, o sea, los
recursos pueden ser muy importantes para una comunidad, pero en cómo se
trabajan esos recursos, como se hace partícipe a la propia gente mapuche en el
tema” (hombre profesional, trabaja en consultora dedicada al desarrollo
local).
Se sostiene que la situación que aproblema a la población indígena es más compleja y que
no se resuelve entregando recursos para superar carencias materiales puntuales, aunque ello
ayude. En muchos casos, ocurre que las soluciones que vienen diseñadas desde los
programas sociales, no reconocen que hay restricciones que dificultan utilizar esos
beneficios.
“El Estado se conforma con que la familia tenga cosas más materiales, más
que nada. No se preocupa de otras cosas como valores, no se preocupa de
eso” (focus mixtos de jóvenes).
• Sentimiento de ser discriminados por los funcionarios públicos
Es recurrente que los entrevistados den ejemplos en los cuales ellos se han sentido
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discriminados o subvalorados por parte de los funcionarios públicos. Hacen una fuerte
crítica a esta situación, señalando que es a este nivel donde se pone en juego realmente la
preocupación del Estado por su situación social y por ellos como personas con identidades
diferentes.
“Uno va a las oficinas y llegan y te gritan o no te atienden lo mismo que a los
otros. Eso yo lo he sentido igual en el hospital, de repente hay pocos doctores
que te atienden bien, otros no. A mí me ha tocado mucho eso” (mujer, migró
ala ciudad y regresó al campo).
• Falta planificación de la política
Una crítica importante a las políticas de desarrollo indígena, es que los programas no están
articulados, ni tienen una planificación en el largo plazo. Se trabaja con proyectos
puntuales, que tienen vigencia durante un tiempo corto y luego terminan.
“Para hacer un desarrollo sustentable con la cultura mapuche, tiene que igual
respetarse el tiempo, el ritmo de la gente mapuche, porque el mapuche es más
lento, o sea tiene un proceso de avance, (…) es más lento, mucho más lento, o
sea, no se puede hacer un programa de un año, dos años, prácticamente no se
concibe, solamente se entrega, y eso es una cosa que si realmente se quiere
llegar a hacer desarrollo, se tiene que implicar eso, o sea, hacer un programa,
quizás un programa a largo plazo, diez años, de aquí a diez años, quince años,
un programa integral hacia el desarrollo de las comunidades” (hombre
profesional, trabaja en consultora dedicada al desarrollo local).
Las carencias mencionadas tienen que ver con la “sintonía fina” del diseño y la
implementación de las políticas. Estos problemas atentan, como las citas ilustran, contra el
impacto de las políticas y contra el propósito de orden político que ha comprometido a los
tres últimos gobiernos de Chile de acoger y respetar al mundo indígena entregando
soluciones adecuadas y oportunas a sus problemas. En términos prácticos, se presentan los
siguientes riesgos: son acciones poco sustentables que no apuntan a modificar de fondo los
problemas de la población y de los territorios, generan dependencia en la gente, porque se
acostumbra a esperar que siempre llegue otro agente público de la mano de un nuevo
programa, se produce frustración porque la gente se entusiasma y se compromete y luego
no tiene continuidad. Un ejemplo de esta situación es el que señaló un entrevistado:
“Y nos hacen tantas cosas señorita, por ejemplo, el INDAP, yo le estoy
hablando de cuatro, cinco años atrás, que todo era una cooperativa que
formáramos y eso era la solución pa’ todos los problemas; allá empezamos con
cooperativa y después tuvimos, y viera usted todo el montón de cuestiones.
Quisimos la cooperativa y, pero ya. Ahora, cooperativas sirven pa' na', que los
créditos son directos, que no (…) '. Entonces nosotros lo único que tenemos en
estos momentos en la cooperativa es la iniciación de actividades que todavía la
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estamos manejando ahí, compramos, estamos recuperando IVA algunos, no
todos tampoco” (hombre, migró a la ciudad y regresó al campo).
Las críticas no solo tienen que ver con el diseño y ejecución de la política indígena, sino
con la coherencia entre ésta con las políticas públicas en general y con la estrategia de
desarrollo que está detrás.
Los entrevistados presentan un discurso articulado y crítico respecto a que existiría
incoherencia de parte del Estado que por una parte entrega recursos, diseña programas y
apoya a las comunidades indígenas para superar algunos de sus problemas, y por otro, toma
decisiones que atentan directamente con la posibilidad de hacer sustentable su desarrollo.
Mencionan, por ejemplo, la firma del tratado del MERCOSUR y la manera como afectará a
la agricultura pequeño campesina mapuche; la construcción de la carretera de la costa, que
pasa por medio de las comunidades mapuche del Budi; la expansión de la industria forestal,
que afecta el desarrollo agrícola y de tenencia de la tierra de las comunidades aledañas a las
plantaciones.
• Falta de confianza de parte del Estado
Está asentada la percepción de que el Estado desconfía de las capacidades de las
comunidades mapuche para decidir, gestionar y actuar a favor de su desarrollo. Reclaman
otro trato en el cual las comunidades puedan cumplir un rol activo, que los haga
involucrarse con las acciones y ser agentes de su propio desarrollo.
“Nosotros, por ejemplo, les dijimos a las autoridades que nosotros podríamos
hacer las casetas, mejores que las que ellos nos proponían, más amplias, de
otro material y no hubo caso, no. No hay confianza, no hubo confianza, que le
van a quedar mala y que la Municipalidad tiene que responder” (hombre,
migró a la ciudad y regresó al campo).
Critican también que los recursos destinados a la población indígena deban ser entregados a
distintas instituciones para ser distribuidos. Perciben este mecanismo como burocrático, y
que solo aporta a que disminuyan los recursos que efectivamente llegan a la población
indígena.
“El Estado debiera, o sea, las autoridades debieran confiar más en los
dirigentes de los diferentes sectores, no tanta burocracia; no solamente el
Estado. (…) Entonces tanto el Estado como las instituciones privadas confíen
un poco más en las organizaciones” (hombre, migró a la ciudad y regresó al
campo).
“Que nos saque la mano de encima porque nosotros somos capaces también de
hacer nuestra propias cosas y en forma autónoma y ellos nos tienen la mano
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C. Serrano y C. Rojas
puesta encima, entonces nos obstaculizan; que nos dejen libres y que nosotros
hagamos esta cosa como a nosotros nos gusta. (…) Yo creo que (se nota) en
todo, aquí hay mucho paternalismo, en los mismos recursos, todo tiene que
pasar por las instituciones y nada llega directo a las comunidades. Es decir,
ellos piensan que nosotros no sabemos manejar los recursos, no sabemos
manejar cantidades de platas; todo tiene que ser manejado por ellos, en ese
sentido yo digo que confíen en nosotros, que suelten la plata. Porque nosotros
tenemos todo el derecho de ser hombres libres” (hombre, dirigente político
indígena).
“Que las autoridades tengan confianza en nosotros, que los recursos lleguen
directos; que si uno quiere hacer algo contundente, porque con los recursos
que da el gobierno no alcanza a hacer ni la mitad de lo que uno está pensando,
así que el gobierno, que las autoridades realmente abran las manos, confíen en
la gente y dispongan recursos” (hombre, dirigente político indígena).
Haciendo una síntesis, impacta la capacidad de crítica y de construcción de opinión que
existe acerca de las acciones de política pública que se han implementado en la última
década en la zona. Tras la declaración de reconocimiento y valoración de los avances,
vienen las críticas respecto a como se toman las decisiones y se realizan las políticas. Se
observa que los mapuche han ido construyendo una opinión acerca de cómo debe hacerse
política pública con visión indígena. Escucharla y fortalecerla es uno de los principales
desafíos para el estado chileno.
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C. Serrano y C. Rojas
III. CONCLUSIONES
Como se señalaba en la introducción de este documento, la temática del desarrollo forma
parte de la discusión política de los países latinoamericanos. Si bien la forma en que se
operacionaliza la estrategia de desarrollo, ha variado en relación al tiempo histórico, el
desarrollo económico y las ideologías del momento, lo cierto es que siempre la temática del
desarrollo, en lo que le es más propio, contrapone situaciones de progreso y de retraso. El
progreso se asocia, además, a factores tales como el desarrollo industrial, la productividad,
la tecnología, los intercambios, y no, con la conquista de mayor bienestar personal, control
sobre la vida, paz interior o paz social. Aunque en años más recientes estos últimos temas
disputan un espacio en la discusión sobre la agenda del desarrollo, el resultado es una
paradoja: se demanda al Estado una visión de desarrollo más compleja, que vaya más allá
del crecimiento económico y aborde los aspectos políticos y ciudadanos, pero se entiende
que el principal motor del desarrollo y más eficiente asignador de recursos es el mercado, al
que no corresponde pedirle consideraciones de otro tipo que no sean las de la competencia
y la productividad.
Las estrategias de desarrollo implementadas a lo largo del siglo XX no implicaron ningún
tipo de desarrollo para el mundo indígena. Al contrario, se los ignoró como pueblo y se los
protegió mediante políticas clientelares que no hicieron sino consolidar su clientelismo y su
pobreza. No solo no hubo desarrollo, sino tampoco respeto o reconocimiento o conciencia
nacional de un grave asunto pendiente en Chile en relación a los pueblos originarios.
Ninguna de las visiones del desarrollo de la época, ni las que promovieron la integración
social al amparo de teorías indigenistas, ni las que abogaban por la incorporación de los
indígenas y de los pobres en general, ni las que reinvindicaron al trabajador o al campesino
en el marco de planteamientos de izquierda, pudieron comprender y abordar el problema
indígena en su complejidad.
La asimilación o integración de los indígenas a la sociedad no representa una verdadera
oportunidad para ellos por razones culturales, histórico sociales y prácticas. Entre las
culturales, es obvio mencionar que la asimilación implica una suerte de renuncia o negación
de su ser como raza, pueblo y cultura, lo que se traduce en pérdida de algo que es propio
del ser indígena.
Las razones histórico sociales tienen que ver con que en este país se construyó un
imaginario del mapuche que lo denigra y no uno que lo enaltece. A pesar de las frases
poéticas que hablan de su bravura y gallardía, en el cotidiano del mundo blanco o chileno
el mapuche es “ignorante, flojo, borracho”. Los indígenas saben y sienten que es eso lo que
se piensa de ellos porque lo han vivido en carne propia. Tal es así que podría resumirse el
anhelo o visión de desarrollo de los sectores más adultos en una simple frase: “que no nos
hagan más lesos”.
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Las razones prácticas son consecuencia de las dos anteriores: es material y emocionalmente
difícil para un o una joven mapuche dejar su medio, irse a la ciudad, obtener una beca para
realizar estudios secundarios o universitarios, conseguir un diploma e ingresar al mundo
laboral en igualdad de oportunidades con otros jóvenes.
Las teorías del desarrollo representaron un fracaso para el desarrollo indígena por que
intrínsecamente niegan el momento original, llamándolo el momento del “retraso”, de lo
tradicional. Para los indígenas, esta negación es simplemente fatal, los ignora como pueblo
y solo les ofrece el desarraigo como palanca de progreso y movilidad.
Otro es el momento que se instala en Chile en la década de los 90. En el marco del
aniversario de quinto centenario el mundo indígena se activa en torno a ideas que, mucho
antes de reclamar espacios de integración, reclaman espacios de reconocimiento, respeto y
participación como pueblo en la vida nacional. Este momento representa, por lo tanto, una
enorme oportunidad de revertir una situación que parecía no tener salida. Existe la salida de
respetar la tradición y la cultura y abrirse al cambio, el progreso y el bienestar. El requisito
es no romper y más bien cuidar lo que es propio como cultura e identidad y ello está
asociado con tres elementos sustantivos: a) la tierra, la vida del campo; b) la lengua y la
recuperación y valoración de la memoria histórica que guardan los mayores y que pasa por
la tradición oral que se transmite de generación en generación, y c) los ritos y costumbres
religiosas.
Sin duda el punto de partida para pensar el desarrollo es complejo. La población indígena
experimenta cuatro problemas graves: pobreza, deterioro de su economía tradicional,
imposibilidad de desarrollar y expandir su cultura y discriminación de parte de la sociedad
no indígena, lo que redunda en ausencia de derechos y expresiones políticas propias. Es
frente a una población que enfrenta estos problemas que nos interrogamos acerca de su
visión del desarrollo y nos encontramos con una demanda por respeto, consideración y
participación, mucho más persistente que demandas puntuales por mejorías materiales o
económicas.
Los indígenas consultados en este estudio entregan esas pistas. Su representación del
desarrollo está cruzada por elementos materiales y no materiales. Efectivamente mejorar
las condiciones de vida objetivas es parte de sus aspiraciones. A diferencia de lo que se
podría pensar de los grupos más adultos y más apegados a la tradición, no está presente la
idea de permanecer necesaria e irrevocablemente ligado a la vida tradicional cuyo ejemplo
sería la figura de la ruca, abandonada ya hace tiempo. Por el contrario, anhelan educación
para sus hijos y aspiran a una vida más cómoda en materia de agua, luz, transporte, acceso a
servicios y, especialmente, mercados para su modesta producción agrícola tradicional.
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Sin embargo, las mejorías materiales no son suficientes. Hay un conjunto de elementos
intangibles asociados con las formas de vida tradicionales, que no se está dispuesto a
transar: la cultura, la tranquilidad, el contacto con la naturaleza, la relación con los vecinos.
El desarrollo para el pueblo mapuche, en el caso del Budi, territorio que no está traspasado
por el conflicto de tierras, pasa por la preservación de la cultura, la lengua y las tradiciones
ancestrales, la preservación de un estilo de vida ligado a la vida campesina y la
organización propia en comunidades indígenas. Ambas aspiraciones están conectadas pues
parte central de la cosmovisión mapuche tiene que ver con la tierra y la naturaleza. Así
mismo, el desarrollo también pasa por mejorar la calidad de vida accediendo a un mayor
nivel de confort, menos penurias, más seguridad económica y más oportunidades para las
futuras generaciones.
No existen diferencias sustantivas en la forma que ven el desarrollo las mujeres y los
hombres, los migrantes y los que están en el territorio. Sin embargo, el estudio permitió
constatar que hay ciertas brechas entre los mayores y los jóvenes. La tendencia es que los
grupos de más edad suelen tener una visión un poco más tradicional, negadora del cambio y
la incorporación de formas de vida distintas. Sin embargo, los jóvenes están un poco más
abiertos al cambio, quieren innovar en el área productiva, introducir tecnología, cambiar
patrones de cultivo, etc. Por ejemplo, hay jóvenes técnicos que aspiran a integrarse al
trabajo asalariado y, a la vez, apoyar el desarrollo de sus comunidades de origen.
En relación al resguardo cultural, los mayores fueron y son aún reacios a mostrar su
identidad mapuche. Los más jóvenes presentan menos resistencia a declarar su identidad
mapuche y a su vez se muestran abiertos a conocer y experimentar otros modos de vida.
Por ejemplo, están dispuestos a irse a vivir a la ciudad, pero no están dispuestos a que esto
signifique romper lazos con la comunidad y la tierra de donde vienen.
La noción de desarrollo y de progreso está más instalada entre los jóvenes y se orienta a
hacer una síntesis entre lo que ofrece la cultura mapuche y los beneficios y oportunidades
que presenta la vida no indígena u occidental. Aspiran a educarse, a trabajar en labores que
no necesariamente están ligadas a la agricultura tradicional y a tener un buen pasar. Los
adultos son más temerosos, ven el desarrollo como una amenaza a la cultura. Les cuesta
entender que los jóvenes transen costumbres y formas de vida tradicionales por acceder a
las formas de desarrollo definidas desde afuera.
Una aspiración importante para los mayores es la educación de sus hijos pues esta será un
arma, dicen, para que no los engañen ni los hagan lesos, como les ocurrió a ellos, y para
que puedan progresar en la vida. Respecto a sus proyectos propios o su imagen de futuro,
impacta descubrir que no hay tal. Los mayores no visualiza un mañana distinto para ellos y,
en el fondo tampoco tienen grandes esperanzas respecto de las oportunidades de sus hijos
(“ya ve, hizo el cuarto medio con tanto sacrificio, y aquí está, sacando papas”). No hay
otras aspiraciones que reparar o mejorar lo existente. El cambio al que se aspira refiere
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Serie de Estudios Socio/Económicos Nº 19
C. Serrano y C. Rojas
fundamentalmente a las relaciones con los no indígenas: al ser respetados, ser
discriminados.
La visión del desarrollo presente en el pueblo mapuche se confronta con acciones
contradictorias y contrapuestas por parte del Estado y el mercado en relación a las
oportunidades de los mapuche. Por un lado la política social se dispone a enfrentar y buscar
mecanismos innovadores de acción, asumiendo la complejidad de la temática, declarándose
respetuosa de actores y procesos sociales y abogando por el respeto a la diferencia. Por otro
lado, la lógica de acción autónoma del mercado, motor del proceso de desarrollo, destruye
el mundo indígena.
De parte del Estado se observa que en especial durante la década de los ’90 se han creado
programas y servicios para atender la situación de la población indígena. Es importante
relevar que esto es fuertemente valorado por la gente del Budi. Consideran que la
intervención del Estado ha significado un evidente y significativo mejoramiento de su
calidad de vida y de las condiciones del territorio en que habitan.
Sin embargo, se menciona que estas políticas tienen dos limitaciones importantes: i) la
forma en que se implementan no considera la opinión, participación, gestión y vínculo con
las reales necesidades de la población y ii) no apuntan necesariamente a fortalecer ni a
enriquecer la cultura mapuche, ya que se han centrado en políticas que apuntan a resolver
exclusivamente problemas de tipo socioeconómico.
Además, el propio Estado actúa en forma contradictoria. A veces entra a las zonas
indígenas dialogante y respetuoso y a veces agresivo y poderoso, lo que confunde a los
ciudadanos indígenas. Sobre estas y otras materias que han sido comentadas en el texto, es
posible levantar algunas propuestas y sugerencias cuya atención contribuirá a acercar al
mundo indígena a una alternativa de desarrollo acorde con sus valores, necesidades y
expectativas:
1. Las intervenciones de desarrollo con la población indígena serán más efectivas en tanto
se respeten y comprendan los “tiempos” reales y simbólicos de las comunidades. Esto
es relevante no sólo en la implementación de acciones de desarrollo sino también y
fundamentalmente en el diseño de los programas.
2. Un trabajo respetuoso de las diferencias y de la identidad indígena, requiere de
intervenciones que consideren instancias de diálogo, intercambio de opiniones y
apropiación, tanto por los profesionales que operan en zonas indígenas, como por los
indígenas acerca de qué se quiere y cómo se quiere. Es en la acción directa donde
finalmente se juega o no el carácter participativo de una intervención.
3. Tal como mencionaron los propios entrevistados, la visión de desarrollo y su apelación
al futuro no es parte de la cultura mapuche del Budi, sino que surge como consecuencia
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de las acciones de política pública que llegan a la zona. Sin embargo, lo que realmente
anhelan los residentes mapuche es que éstas acciones se generen desde adentro, es
decir, vengan a apoyar sus proyectos y sus propias iniciativas.
4. Se requiere planificar de manera integral las acciones de desarrollo permitiendo que
contemplen con igual nivel de importancia cuestiones materiales como no materiales.
Estas últimas, referidas fundamentalmente a transformar la histórica relación de
discriminación étnica, la cual se reactualiza en las relaciones que los indígenas tienen
con los funcionarios públicos.
5. Se requiere tener en consideración las diferencias generacionales. Las distintas visiones
de desarrollo que hay entre los jóvenes y los adultos, no obstante generan conflictos, se
articulan en la vida cotidiana, logrando conformar una nueva forma de ver el futuro de
la población mapuche que permite instalar puentes de comunicación entre visiones más
cerradas frente a la cultura chilena y otras más abiertas a diálogo.
6. Se requiere flexibilidad por parte del Estado cuando se trata de políticas dirigidas al
mundo indígena que permitan lograr grados adecuados de pertinencia y por lo tanto,
eficacia y impacto. Lo anterior se refiere a un necesario margen de acción a nivel de las
intervenciones locales en las cuales se puedan modificar los diseños de programas para
adaptarlos a las dinámicas del territorio y a la vida de los pueblos indígenas21.
7. Se debe potenciar la capacidad de las propias comunidades para que sean ellos quienes
vayan definiendo qué vida es la que anhelan y cómo pueden alcanzarla. Ninguna acción
direccionada verticalmente desde el Estado tendrá pertinencia cultural. Esta se
construye desde la visión y con los indígenas.
8. Se deben continuar realizando acciones, tanto a nivel constitucional como en la
implementación de las políticas públicas, para avanzar en el reconocimiento efectivo de
los pueblos indígenas, asegurando sus derechos a la lengua y el respeto a sus tradiciones
y costumbres.
21
Este comentario es válido no solo para la política indígena, sino para la política social en general.
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ADI
Área de Desarrollo Indígena
BID
Banco Interamericano de Desarrollo
CONADI
Corporación Nacional de Desarrollo Indígena
CONAF
Corporación Nacional Forestal
FONDART
Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura
INDAP
Instituto de Desarrollo Agropecuario
MIDEPLAN
Ministerio de Planificación y Cooperación
MINSAL
Ministerio de Salud
MINEDUC
Ministerio de Educación
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