La cultura no nace en los despachos

Transcripción

La cultura no nace en los despachos
La cultura no nace
en los despachos
Año I, nº 3, Enero de 2011
Páginas 2, 3 y 4
ADEMÁS
Estrenamos sección
publicando dos inéditos
en castellano:
Pirandello
y Oskar Maria Graf
con el editor de
El Nadir, Blas Parra.
Publicar y resistir
Nuestro corresponsal en
Londres, Peter Clarke, se infiltra
en Internet en busca de amor
Segunda entrega de “Mundo Fangoso”, por
Bellcebú, y nuevo fichaje: Orbitem Dictum.
Además, continúan las “Consideraciones
de un parado”, de Guillermo Apolillado.
Enero de 2011
La cultura no nace en los despachos
La inexistencia de espacios alternativos y la gestión privada de salas públicas frenan el desarrollo cultural de la ciudad
En un momento en el que se jalea la
crisis para tumbar los presupuestos culturales
públicos, en Valladolid parece despuntar una
nueva ola cultural, compuesta por colectivos
sin ánimo de lucro y pequeños promotores, que
sin embargo, se quejan de la falta de una política que cree un tejido artístico y que fomente la
creatividad de base.
Mario Benso, promotor y programador de espectáculos musicales desde hace 20
años, actual gerente del Café Zorrilla, cree que
existe una desconexión casi total entre los políticos y los ciudadanos, las instituciones han pasado a cubrir un lugar que correspondería a una
industria cultural fuerte, que no se ha desarro-
llado “por la asfixia de los entes públicos”, que
parecen programar como para “un gran centro
comercial de la cultura”.
Benso lo explica así: “En los 80 llegaron los primeros ayuntamientos democráticos
de izquierda y como había un agujero cultural
enorme, con buena intención, hicieron un esfuerzo muy grande en hacer cosas y se gastó
mucho dinero en cultura (..) Pero eso tenía que
haber desembocado en una segunda fase, empezando a crear tejido cultural, creando públicos exigentes, que no se ha hecho”.
Además, pone el énfasis en el hecho
de que hay mucha oferta cultural en la ciudad,
pero sin un objetivo claro: “En más de un 90 por
ciento las propuestas culturales son institucionales y por quintuplicado, porque programan
el Ayuntamiento, la Junta de Castilla y León, la
Diputación, el Ministerio, la Universidad y las
obras sociales de cajas de ahorro (…) Pero la
cuestión no es el cuánto sino el cómo. Yo siempre he pensado que la cultura no nace en los
despachos”.
Algunas estimaciones hablan de más
de 500 agrupaciones musicales o bandas en
la ciudad, hay un buen nutrido grupo de asociaciones culturales que están programando
desde lecturas literarias hasta exposiciones o la
Fiesta de la Música, parte de los mejores actores españoles salieron de Valladolid y por todas
partes se dice que algo que está surgiendo en
Valladolid. Y eso con apenas dos o tres salas
privadas de conciertos, casi ninguna galería de
arte y ningún centro cultural alternativo.
Sin embargo, nada acaba de asentar2
Enero de 2011
La cultura no nace en los despachos
se y nuestros entrevistados piensan que ello
se debe a varios factores principales: una cierta
pasividad del público, la asfixia de una oferta
institucional que arriesga poco, la falta de espacios culturales privados, el respaldo a programas culturales de calidad de asociaciones y la
falta de una estrategia decidida de promoción
y desarrollo de la actividad cultural base: sustento de artistas, colaboración con colectivos,
intermediación entre instituciones, ciudadanos
y empresas y apoyo económico a la formación
cultural.
“Valladolid no es un centro irradiador
de cultura, los pocos artistas que hay aquí se
tienen que marchar porque no hay nada que
hacer”, aclara Benso, y refiriéndose a las dificultades que impone la normativa de ruidos para
abrir nuevas salas afirma: “La norma es muy estricta, pero se podrían hacer las cosas de otra
manera (…) En Barcelona se hizo un plan hace
dos años desde el Ayuntamiento, que consideró las salas como espacios culturales (…) Y
pensaron una fórmula para poder programar y
respetar el derecho al descanso (…) Piensa que
de cafés y tabernas han salido la mayoría de los
grandes grupos de música”.
Pero en España, según el Estudio de
las Artes Escénicas en Castilla y León 2010, los
entes públicos públicos cerca del 85 por ciento
de los actos culturales, y en Valladolid se roza el
100 por cien, lo cual explica seguramente la falta de variedad y de riesgo de muchas propuestas, así como retrasos en los pagos de hasta un
año.
Esto coincide con la visión de la cultura
en nuestra ciudad que tiene María Bolaños, directora del Museo Nacional Colegio San Gregorio: “Creo que hace falta más intercambios con
el exterior y más riesgo en las políticas culturales, que fueran más abiertas a fenómenos más
minoritarios (…) La función de las instituciones
es apostar por aquello que no es ni muy rentable, ni muy masivo, ni mayoritario, pero que
aporta cosas nuevas a la cultura”.
Para Bolaños, la clave de un buen fomento de la cultura no está tanto en el dinero
como en las nuevas fórmulas de colaboración
que se encuentren: “Creo que la crisis en parte
es real y en parte ficticia, pues se recorta de un
lado y al mismo tiempo estamos viendo operaciones culturales millonarias, espectaculares,
donde se gasta una cantidad de dinero enorme, que no tienen ningún verdadero contenido y que son puras operaciones de marketing”,
argumenta.
Como apunte, citamos que, mientras
se reducían las ayudas al libro que daba la Fundación Siglo para las Artes de Castilla y León
(dependiente de la Junta), se recortaba sucesivamente, y se reducía el presupuesto de cultura
más de un 12 por ciento para 2011, se gastaba casi 2.000.000 de euros en la promoción de
la región en la Feria del Libro de Guadalajara
(México) o los consejeros, a pesar de haberse bajado los sueldos, siguen ganando entre
65.000 y 95.000 euros anualmente.
Por eso, la directora está de acuerdo
en que no se potencia la cultura en un sentido
que permita crear una base sólida que pudiese
revertir en la propia ciudad, “porque cuando tu
ofreces medios, infraestructura, etc., entonces
pasa como con el deporte, que si das mucho
dinero, tienes un plantel de deportistas que ganan medallas… Es una cuestión de inversión.
Pienso que sería importante que la gente joven
se pudiera formar, que hubiese becas para ir a
los sitios de más alto nivel para abrir horizontes
y esto falta en la ciudad”.
De hecho, el Ayuntamiento tiene un
programa de subvenciones para artistas y asociaciones culturales, pero este año cuenta con
una asignación económica de 128.000 euros
(dependientes de la existencia de crédito en los
presupuestos de 2011), aunque por primera vez
valorará la originalidad y calidad de los proyectos presentados por los colectivos.
Sin embargo, también el presupuesto
de la Fundación Municipal de Cultura ha mermado, pasando de los más de 8.100.000 de
euros en 2010 a los casi 7.500.000 en 2011, es
decir, una rebaja del 7,5 por ciento.
El pasado 23 de diciembre, el alcalde
anunció que también cerraba el grifo para el
Museo de Arte Contemporáneo de Valladolid,
Patio Herreriano, reduciendo en más de 600.000
euros su presupuesto, obligando a clausurar la
biblioteca de investigación y rechazando toda
exposición de fuera que no esté autofinanciada.
La concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra, restó importancia al asunto y responsabilizó de ello al Gobierno, por la crisis. Al mismo
tiempo, el festival Valladolid Latino costó en
2010 casi 1,5 millones de euros y al público las
entradas le salieron por entre 30 y 100 euros.
La cuestión es que la inmensa mayoría
del dinero de cultura se emplea en gestionar las
salas municipales, sin que se haya dado el paso
hasta ahora de realizar un auténtico plan de desarrollo y establecimiento de la cultura de base,
con programas que potencien la creatividad y
generalicen la práctica cultural no solo como
elemento educativo o de ocio sino también
como clave del desarrollo económico. Esa especie de “monopolio institucional” del que hablaba Mario Benso parece estar
muy asentado. Según el Estudio de las Artes, se
ha pasado de una situación en la que los promotores privados tenían que correr con todo el
riesgo económico de un espectáculo a otra en
la que “un técnico de cultura (…) decide unilateralmente qué ofertar en un teatro público.”
En el documento se explica cómo los
promotores han ido desapareciendo poco a
poco hasta llegar un momento en el que muchos espacios de titularidad pública, al ser gestionados por empresas privadas, aliviadas de
esos riesgos económicos por el apoyo público,
están dando grandes beneficios exclusivos que
no revierten en la institución. Es decir, se produce una situación clara de privatización de las
ganancias y socialización de las pérdidas.
Por eso, Benso comenta: “El principal
interés que tendría que haber en las instituciones es crear tejido cultural y no tanto crear espectáculos, ni convertirse en agencias de contratación ni en gestores de eventos”.
En sus casi 20 años al frente de uno de
los locales de conciertos míticos de Valladolid,
el Café España, Benso vivió una de esas nuevas
fórmulas de colaboración que hizo posible que
la ciudad se situase brevemente en el mapa de
la música nacional: la red de conciertos cafémúsica. En 19 locales de toda la región se estableció un circuito por el que rotaban grupos de
todo tipo: “En la red café música había corresponsabilidad en los gastos, la administración
pagaba una cosa y nosotros otra. Eso me parece
bien, (…) sin que la administración vampirice lo
privado y sin que lo privado piense que puede
vivir siempre de la teta del estado (…) Tenía un
presupuesto de 120.000 euros al año, pero ¿de
qué ha servido ese esfuerzo de tres años si ya se
ha eliminado?”.
El colectivo Laika es otro de los protagonistas culturales de la ciudad en los últimos
años. Asociación sin ánimo de lucro han organizado conciertos desde 2006 de la talla de Animal Collective, Cristina Rosenvinge o Third Eye
Foundation. Para ellos, que cada euro sale más
o menos de su bolsillo sin querer beneficios y
que prefieren mantener su identidad colectiva,
la clave está en gastar mejor el dinero.
“Las cosas –dice este grupo- hay que
hacerlas poco a poco y el público no surge de la
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nada (…) A veces, se gasta tal vez demasiado dinero en un solo súper concierto y por ese dinero
se podría hacer un ciclo de algo que arriesgue
más…Con la Seminci pasa eso, por ejemplo”.
“Las promotoras, las empresas, las que
podían canalizar el esfuerzo que se está haciendo, lo están desperdiciando atrayendo público
en plan cultura del pelotazo: te monto un evento, hincho cachés y como tengo respaldo de la
institución no va a pasar nada”, dice uno de sus
miembros refiriéndose a la falta de apoyo de
fondo que reciben buena parte las iniciativas de
los colectivos. Aunque ellos reconocen que el
Ayuntamiento sí ha comenzado a abrirse y los
apoya puntualmente en algún proyecto.
Pero ellos creen que la falta de espacios alternativos es uno de los problemas endémicos de la ciudad, a pesar de que existen
lugares que podrían usarse de modos no institucionales: “Hay en Valladolid espacios espectaculares que podrían usarse sin que estuvieran
ligados a los presupuestos. Se pueden buscar
fórmulas innovadoras, y que no cuesten tanto,
para dar más proyección internacional, porque
la calidad no depende de traer a una gran estrella”.
“En Lisboa –continúa Laika- hay salas
para hacer conciertos y exposiciones, y las gestionan los propios colectivos, pero eso en Valladolid parece impensable: no vemos al Ayuntamiento remodelando un edificio para que lo
gestionen equis colectivos, aunque sería bueno
para potenciar el desarrollo cultural”.
Además, según ellos, también debería
recuperarse la función del crítico cultural, que
ha desaparecido en la prensa, para que diera
aliento y orientación a las iniciativas de base
y que el público no se guiase así únicamente
por los intereses de las grandes empresas o del
prestigio de la institución que apoye determinados eventos.
En cualquier caso, Laika piensa que
esa falta de estrategia cultural se percibe claramente en el hecho de que las instituciones, al
convertirse en promotores, “intentan transplantar ideas que no son de aquí, que luego no funcionan muy bien, como por ejemplo, se imitan
otros festivales y se trasladan de golpe y porrazo aquí, y al final se quedan en una edición, sin
intentar desarrollarse poco a poco”.
Por eso, Benso vuelve a mencionar lo
poco que se arriesga al organizar eventos y la
pasividad del público: “La gente también tiene
que cambiar, la gente tiene que empezar a valorar lo que hacen los que son programadores,
y ellos tienen que aprender a arriesgar, porque
no hay cultura sin riesgo”.
Todos coinciden en que, en cualquier
caso, las iniciativas más interesantes, creativas e innovadoras las están haciendo en estos
momentos esos colectivos sin ánimo de lucro,
citando a Reducto Sónico (que programa conciertos), Open Mic Pucela (que ofrece cada mes
un micro abierto para bandas de la ciudad), Notedetengas o Colectivo Rémora (que organiza
distintas exposiciones y lecturas literarias), entre
otros.
A ellos se refiere Benso cuando para
acabar dice: “Es un momento de crisis y curiosamente, a veces, de la caca salen flores, y yo
creo que ahora la administración ha declarado
una tregua. Por eso, es el momento para que la
gente pase a la acción y que todos se lancen a
hacer cosas, aunque sea en un garaje”.
Enero de 2011
“Nuestra labor editorial es, como
en tiempos de guerra, de resistencia”.
Blas Parra, editor de El Nadir, nos cuenta por qué publicar títulos
atendiendo a su calidad literaria y no solo a su rentabilidad, cuando
la cultura se consume como un producto de ocio.
El negocio editorial ha tenido y sigue teniendo un papel fundamental para mantener y
alimentar nuestra tradición cultural. La historia del
pensamiento y de la literatura, el gran tesoro de
Europa, depende, en cierto modo, de él. La extinción y erradicación del analfabetismo ha favorecido lógicamente el negocio editorial también en
España. Sin embargo, los títulos más vendidos no
se corresponden necesariamente con los que
más calidad literaria poseen.
En el contexto de la polémica ley Sinde,
de los recortes económicos a actividades y negocios culturales que se han llevado a cabo con la
coartada de la crisis y la insistencia por parte del
Estado de conservar un discurso oficial que apela
a la necesidad de formar ciudadanos cultos, los
grandes grupos del negocio editorial español no
paran de vender libros.
El viernes pasado, charlamos con el editor Blas Parra, responsable de la editorial El Nadir
y escritor, tras la presentación de la novela de Otto
Julius Bierbaum “Samalio Pardulus”, publicada
por primera vez en castellano por esta editorial.
Una pequeña joya de la literatura que asombrosamente ha pasado desapercibida hasta ser rescatada por El Nadir.
Teniendo presente su catálogo
(www.elnadir.es), se hace evidente que el criterio para desempeñar su labor editorial, como la
de algunas otras pequeñas editoriales, atiende
a la calidad literaria y no exclusivamente a los
resultados económicos, haciendo posible que
nuestra tradición cultural no muera estrangulada por las exigentes leyes de mercado.
“Nuestra labor, como en tiempos de
guerra, es de resistencia”, afirma Parra. “Nos movemos en un momento de guerra, digo de
guerra, por lo delicado de la circunstancia. El
debate no es la ley Sinde, sino el apoyo a una
cultura diversa o a una cultura homogénea. Si
sólo leemos a María Dueñas y a Vargas Llosa
(best sellers y novela de temporada), una cantidad enorme de autores magníficos que son
los que conforman nuestra tradición cultural,
van a quedarse en el olvido”. Parra cree además
que este caudal de autores es infinito y que la
labor editorial consiste precisamente en descubrirlos, publicarlos. “La cultura está perdiendo
calidad”. “El Estado sólo apoya a la gran empresa”, la que normalmente, en el campo de la
edición, no destaca por el refinamiento de sus
productos.
Parra considera que una de las pruebas que dejaría constancia de que al Estado le
interesa la cultura y por tanto su de intención, al
menos, de apoyarla, sería que “comprara todos
los grandes libros. El Estado debería tener un
cuerpo solvente que comprara los buenos títulos para las bibliotecas. Sin embargo ahora, hay
muchos bibliotecarios que lo único que compran son best sellers, los premios planeta y nada
más”. Y esto para la cultura es desastroso, “es
una dictadura de la cultura”. “El hecho de que
se lea más que antes no significa absolutamente nada. Lo que se lee son best sellers y
muchos de ellos son desastres literarios. El último título de Larsson, por ejemplo, literariamente es insostenible. El problema es que nos
están vendiendo la cabra. Intentan hacernos
creer que la única posibilidad de la cultura es el
ocio: películas que entretienen o distraen, libros
para leer en el metro, y esto destruye la cultura
que no consiste únicamente en distraerse un
rato. La verdad es que uno esperaba más de Europa”, añade.
Ante este panorama, publicar títulos como “Samalio Pardulus”, es un acto de valentía. Audaz y
a la vez necesario, ya que son estos actos los
que posibilitan el amor por la literatura y que
podamos seguir cultivándolo.
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Exigencias del consumidor
de amor: citas por Internet
Peter Clarke, Londres
Traducido del inglés por Teresa Polo
Antes, si querías salir con una chica
tenías que confiar en un amigo que hiciera
de celestino o mirarla a los ojos y lanzarte.
Las citas por Internet deberían ser una bendición del cielo para aquellos con almas sensibles como yo, aterrorizados por un posible
rechazo. Pero aún no lo he probado, por razones que no tengo del todo claras.
Parece que el éxito le ha llegado en
estos últimos años. Actualmente comparto
piso con otras tres personas, dos de las cuales han probado este sistema. Hay miembros
de mi propia familia que han dado el salto.
Incluso amigos y contemporáneos de mi
madre han sido lo suficientemente valientes
como para hacerlo. He hablado con algunas
de estas personas para escuchar sus experiencias y ver si podía llegar al fondo de mi
aversión. También se me ocurrió que como
estaba escribiendo un artículo sobre este
tema tenía que familiarizarme por lo menos
con el procedimiento que hay que seguir
para crear un perfil personal en una de las
páginas web de contactos y así ver cómo
funcionan.
Opté por la prueba gratuita que
ofrece ‘Guardian Soulmates’ (propiedad del
grupo de medios de comunicación que publica el periódico Guardian) y que permite a
los usuarios cargar su propio perfil y ver el
de otros. Si finalmente quieres contactar con
la gente que te gusta tienes que pagar una
tasa de inscripción. Hay dos menús desplegables con eternos formularios para rellenar
los llamados ‘todo sobre mi’ y ‘lo que busco
en la pareja ideal’. El primero es un ejercicio
agotador de clasificación de tu cuerpo y carácter. ¿Describo mi tipo de cuerpo como
delgado, normal, atlético, cuadrado, con
unos kilos de más o corpulento? ¿Soy muy
atractivo, atractivo, por encima de la media
o por debajo de la media? ¿Soy un gran bebedor? ¿Fumador? ¿Como sano? ¿Tengo tatuajes o piercings? ¿En qué trabajo? ¿Mi
sueldo es elevado? ¿O soy esclavo de mi hipoteca quizás? Mi sentido del humor ¿es
amanerado, mordaz, infantil, seco, tontorrón, irreverente, desenfadado, oscuro, aniñado, sarcástico, de payaso, sofisticado,
ingenioso? Llegados a este punto estoy perdiendo rápidamente cualquier sentido del
humor que haya podido tener. Me deja estupefacto la pregunta ‘¿Qué tipo de música
te gusta?’ Debería ser una pregunta sencilla
Weegee
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pero siempre me ha costado responderla sucintamente. El formulario acaba preguntando por el tipo de relación que estoy
buscando y misteriosamente selecciono
‘vamos a ver qué pasa’.
Pasemos a mi pareja ideal. Su altura, el color de su pelo, el color de sus
ojos; ¿Debería ser delgada, normal, atlética, curvilínea, con unos kilos de más o rellenita?, (los tres últimos significan ‘gorda’,
¿No?); ¿Quiere hijos y es célibe?, (es importante poner esas cosas sobre la mesa);
y la lista sigue. Es distinto rellenar este formulario que el anterior porque más que
venderme a mi mismo es como si me estuvieran vendiendo un producto, y la extensión del formulario me da muchas
esperanzas acerca del resultado. Ahora
me toca sentarme y dejar que el ordenador de ‘Soulmates’ calcule lo que con un
poco de suerte será un emparejamiento
casi perfecto, mi chica ideal. A pesar de mi
reparo, es tentador pensar en estos términos en el producto de tan frío proceso.
Por muy aburrido que haya sido, las decisiones que he tomado son importantes
porque sólo ellas determinarán qué chicas
aparecerán en mi buzón y en los buzones de
qué chicas lo haré yo.
Ahora dependo de una foto que parece de
archivo policial y un perfil escrito adornado
con algo de falsa modestia para completar.
“¿Por qué debería conocer a la señorita X?” Ella tiene una compatibilidad del
94% conmigo mientras que yo solo tengo
un 87% con ella. (Si llegásemos a salir esto
significaría que acabaría por dejarme). Tiene
26 años y su perfil lleva la guinda ‘Dale color
públicas son más reveladoras. Hay una en
color de ella contra un fondo nevado que
me apostaría que es Parliament Hill. Si contactara con ella consideraría preguntarle
a mi vida con el caos del peligro’. Vive en Islington, a tan sólo una milla de donde yo
vivo. Ha elegido como foto principal de su
perfil un artístico primer plano en blanco y
negro. Dos ojos grandes y redondos anhelantes a lo lady Di y con mucho rímel me
contemplan. Luce un gorro de piloto de piel
de oveja. A la última moda. Sus otras fotos
sobre estas fotos para romper el hielo. No
hay otras personas en sus fotos pero sí que
salen muchos animales: un dálmata, un gato
y un caballo al que roza cariñosamente el
hocico.
Su perfil es más revelador que las
frías respuestas marcadas con un tick que
determinaron nuestra casi perfecta unión
porque esta vez todo sale de ella. El tono es
juguetón y bromista pero se nota que hay
una intención seria tras él: quiere encontrar
a su hombre. Lo breve y sencillo de su comentario me conquista, creo que porque
me provoca un poco de curiosidad. Da
una lista de sus gustos: los caballos, los
martillos, las tazas de té, arreglar cosas, los
castillos, las herramientas, hacer la cena,
los ukeleles, las flores salvajes, quemar la
vela por los dos cabos, los bosques, el
Volvo p1800, las peleas en los charcos, ir
de camping, las bolas de cristal con nieve
por dentro... No estoy muy seguro de la
lista pero la impresión general es buena y
admito que me tienta marcarla como favorita. Si lo hiciera, ella podría ver mi perfil y o bien rechazarme por adelantado o,
si le gustara, marcarme como favorito
también. Si esto ocurriera podríamos intercambiar mensajes o llamarnos para
quedar. De todas formas hay que tener en
cuenta que hay muchas otras chicas en mi
buzón y casi seguro que valdrá la pena
que también eche un vistazo a sus perfiles
antes de comprometerme con la señorita
X. Además nada me impide marcar como favoritas a varias chicas a la vez. Pero no llegué
a marcar como favorito a nadie. Es el turno
de la gente con la que hablé y sí que lo hizo.
E, una chica de 28 años del Noroeste de Londres, busca algo razonablemente serio con un hombre de entre 28 y
40. Su ajetreada vida laboral y su estrecho
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círculo de amigos hacen que no tenga muchas oportunidades de conocer hombres. Al
igual que yo, se mostró reacia a probar este
sistema hasta que tres de sus mejores amigas le recomendaron ‘Eharmony’ y a las 24
horas de crear su perfil consiguió una cita.
Aunque calvo, tenía buena pinta en las fotos
y su perfil era divertido. Los mails que siguieron fueron alentadores y quedaron para
tomar algo en Soho. Ella recuerda que se
sentía nerviosa antes de la cita pero que
tuvo cuidado de limitar su consumo de alcohol a dos copas en dos horas. Él la hizo
sentirse a gusto inmediatamente y tras una
espontánea cena en un restaurante italiano
esa misma noche, se despidieron con buenas vibraciones. Poco después él le envió un
mensaje diciendo que le gustaba y que si
quería quedar otra vez. Lo que siguió fue
una relación de cinco meses que parecía ir
bien hasta que él decidió que ella no era su
tipo. Tras tan prometedor comienzo, E sólo
ha tenido dos citas a través de esta web y se
queja de que el proceso parecía un asunto
de ‘o todo o nada’. No es como conocer
gente ‘en el mundo real’, como lo llama ella,
a través de amigos en común, en el trabajo
o en una boda. La gente que conoces en
estos medios son completos extraños y tienden a no mostrar ningún reparo en cancelar
en el último minuto o volverse fríos inesperadamente.
L está divorciada y tiene 62 años.
Directora jubilada de una escuela primaria
en Hertfordshire tiene una relación con un
hombre al que conoció a través de la página
‘Soulmates’ del Guardian. Eligió ‘Soulmates’
para encontrar gente de ideas afines y evitar ‘golfistas de derechas’. Como E, le parecía
que no conocía hombres de su edad porque
la gente en educación primaria tiende a
estar felizmente casada y esto ocurría con la
mayoría de sus amigos. Su pareja perfecta
no iba a llamar a su puerta sin más. Tenía
dos opciones: quedarse en casa o salir a conocer gente nueva. Y eso es lo que hizo. Esto
ocurrió unos años antes de que las citas por
Internet fueran populares y utilizó los anuncios de contactos del Guardian, el no tan
tecnológico precursor de la web ‘Soulmates’. ‘Esos anuncios eran mucho menos fiables’, explica L. ‘Llamabas a un número y
escuchabas un mensaje de voz. Si te gustaba lo que oías les dejabas un mensaje y se
partía de ahí. Puedes detectar muchas cosas
en una voz, por ejemplo si la persona va a
ser aburrida’. También ‘Soulmates’ reconoce
la importancia de una voz y la web ofrece
esta opción de contacto.
Aunque L disfrutó de varias agradables veladas gracias a los anuncios de contactos no todo era coser y cantar. En una
ocasión decidió coger el toro por los cuernos y quedó con tres personas en el espacio
de unos pocos días. Tras soportar una comida con su primera cita, un oculista con los
dientes renegridos, recuerda que se apartó
cuando la intentó dar un beso de buenas
noches. El segundo sonaba gracioso pero
resultó ser enorme y bastante desagradable.
No obstante, el número tres sonaba muy
bien por teléfono y ella estaba muy esperanzada. Resultó ser, efectivamente, encantador y forjaron una amistad duradera, pero
nada más. Ella supo que sería así en cuanto
vio su barrigón y su canosa coleta.
‘A veces piensas ¿Qué demonios
estoy haciendo aquí? Puede ser muy humillante’. La ventaja evidente de ‘Soulmates’ es
que puedes ver exactamente en lo que te
estás metiendo. Pero incluso con ‘Soulmates’ no puedes evitar encontrarte de vez en
cuando con un hombre que está ‘desesperado, o que es agresivo o se emborracha y te
ataca para besarte inoportunamente’. Hace
unos años decidió con su pareja de entonces que ninguno de ellos repetiría este sistema si su relación fallase. Pero cuando lo
hizo, al cabo de un año los dos estaban inscritos otra vez. ‘Es más difícil conocerse para
la gente de mi edad porque tenemos más
experiencia’ dice L. ‘Cuando tu matrimonio
sale mal eres más precavido a la hora de
comprometerte. Tienes que aprender a ser
realista y no tener demasiadas expectativas’.
T, hombre, 34, Sur de Londres, comenzó a usar la misma web que L en marzo
del 2010 y desde entonces ha tenido unas
cuantas de citas. Una de ellas pasó a ser una
relación prometedora pero al cabo de unos
meses y sin venir a cuento la chica le dijo
que quería romper. Después de eso ha te-
nido unas cuantas citas más, incluyendo una
con una chica con la que se entendió muy
bien. Ella parecía sincera cuando le propuso
que se volvieran a ver pero al cabo de tres
días llamó para cancelar diciendo que no
había habido ‘chispa’. ‘¿Qué le hizo decir eso
en 72 horas?, se pregunta T. ‘Quizás es que
sabe que puede volver a conectarse y conseguir otra cita’. Después de todo, se puede
permitir ser selectiva cuando hay tantas opciones al alcance de la mano. T explica lo
que él denomina el síndrome del defecto
fatal: ¿Para qué vas a tolerar un defecto en
tu pareja si es tan fácil cambiarla por otro
modelo que no tenga esa risa tan molesta o
esos tobillos tan regordetes o por uno que
venga con un piso pijo en Chelsea?. T me
convence de que si hubiese conocido a esa
chica hace quince años sí habría habido una
segunda cita.
A pesar de estos reveses, T sigue recomendando este método, reconociendo
que tiene sus ventajas comparado con otros
encuentros más ‘orgánicos’. Está claro que
es mejor que intentar ligarse a una chica en
un bar ruidoso, oscuro y lleno de gente.
¿Cómo vas a encontrar un pretendiente en
esas condiciones? Por tanto, esto significa
que cuando sales lo haces para divertirte y
no para ligar. Esto será su perdición, bromea,
cuando ‘los mismos tipos lujuriosos y con
mala pinta que en circunstancias normales
repelen a las mujeres en los bares y clubs
decidan hacer lo mismo y se transformen en
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hombres encantadores, finos y sencillamente deseables que se ganen a todas las
posibles candidatas’.
F, de 30 años, vive al norte de Londres y empezó a utilizar este sistema al
mismo tiempo que T pero más activamente.
Ha conseguido una media docena de citas
en unos meses y en ocasiones se ha visto
con más de una chica al mismo tiempo. Le
gusta el anonimato que facilita la web de
contactos que contrasta con el tipo de relación ‘de los 70’ que tendría que mantener en
su Bélgica natal, bajo la mirada entrometida
de sus conservadores padres. Al describirse
a sí mismo como un inepto en tecnología,
dice que lo que le disuadió de apuntarse
antes a la web fue el tener que escribir su
perfil. Eso es algo con lo que me identifico.
Fue entonces cuando descubrió ‘My Single
Friend’, una web que se distingue de las
otras porque especifica que tu perfil lo tiene
que escribir un amigo y no tú mismo. Después de una sucesión de encuentros íntimos
aún no ha encontrado ‘la chica especial’ que
tanto anhela. Por ejemplo, es muy particular
respecto a la altura de una chica y nada le
corta más el rollo que un perfume barato. F
se da cuenta de que sus exigencias pueden
disminuir sus posibilidades de conocer a la
mujer perfecta pero la perspectiva de un futuro con muchas citas le consuela.
Puede ser que F sufra del síndrome
del defecto fatal al que se refería T, que describe la proyección de los ideales del consu-
mista moderno en las relaciones que buscamos e incluso en nuestro concepto del
amor. Zygmun Bauman dilucida en Liquid
Love que ‘ queremos que el amor se rinda
ante nosotros como el resto de las cosas.
Somos compradores empedernidos e insistimos en nuestros derechos de consumidor:
el amor y el sexo deben darnos lo que esperamos del resto de adquisiciones, novedad,
variedad y ser de usar y tirar. La clave del
atractivo de las citas por Internet es que
puedes cancelar una cita sin daño o peligro’.
La realidad de la ‘sociedad líquida’ que Bauman describe se ve confirmada quizás por
las lecciones aprendidas por E y L: no esperes demasiado, no te hagas ilusiones, sé realista. Yo también me sentí atraído por el
proceso de crear un perfil y la excitación de
ver mis posibles parejas pero esas posibles
compatibilidades vienen sin garantía.
Los verdaderos problemas supongo que llegan cuando la gente no es
clara con sus intenciones o no lo han meditado demasiado. Y no estoy culpando a
aquellos que están exclusivamente interesados en el sexo. De hecho, puedes seleccionar en la web ‘una relación breve’ o una
‘aventura’, ambas eufemismos de sexo sin
ataduras. Está también la página de anuncios clasificados ‘Gumtree’ que aparentemente es el no va más para encuentros
fugaces.
No juzgaré la conducta reprobable que estas web puedan facilitar. Si
ambas partes son directas respecto a lo que
buscan no debería haber problemas. Sabes
en lo que te estás metiendo si por ejemplo
te suscribes en otra página: facebookofsex.com. Sin duda, los que sufren del síndrome del defecto fatal y no lo admiten son
los que más posibilidades tienen de hacer
daño a otros cuando se echan atrás en una
relación.
Pese a todo, no han que sacar de
quicio el tema del defecto fatal. La verdad es
que hay un montón de gente sincera, especialmente joven, que ha usado la página
para conocer a otros y encontrar un amor
duradero. Un estudio reciente de Dutton et
al (2009) titulado ‘el papel de Internet para
reconfigurar matrimonios’ revela que en
Reino Unido un 6% de las parejas casadas
(21% de entre 19 y 25 años) se conocieron
en Internet y esta cifra incluye supuestamente encuentros a través de redes sociales
como Facebook.
Yo creo que al mismo tiempo que
esta moda crece también nuestra actitud
hacia las páginas de contactos se hará más
tolerante y un día dejaremos de distinguir
entre encuentros orgánicos y naturales en el
mundo real y los artificiales o antinaturales
en Internet. También ocurrirá que a la gente
dejará de darle vergüenza hacerlo. Cuando
le pregunté al ex novio de E cómo había conocido a su novia de entonces se sacó la respuesta perfecta de la manga: un algoritmo
en un ordenador les había unido.
Sé que soy un poco anticuado pero
ahora creo que estoy dispuesto a aceptar
estas citas por Internet en mi mundo real
pero creo que aún puedo resistirme un poco
más. Puedes permitírtelo si como yo, crees
en los flechazos de antes en un tranquilo
vagón de tren, en una cafetería o sentados
en un banco del parque...
9
Enero de 2011
Mundo fangoso
De cómo con frecuencia las estructuras mentales se alían con la estupidez
Cuando Dios creó al hombre lo
hizo a su imagen y semejanza, lo cual,
aparte de no decir nada bueno del Señor,
fue una putada para ustedes, porque, sin
querer faltarles al respeto, salvo Scarlett
Johansson, Brad Pitt y alguno más, el
resto da un poco de grima, todo sea
dicho.
Por aquel entonces Él y yo ya estábamos bastante distanciados, y no hizo
ningún caso a mis intentos por lograr que
reconsiderara su decisión. Les juro que
aún hay noches en las que me flagelo en
soledad por no haber podido impedir tamaña tropelía, pero poco más puedo
hacer, y ya saben: “de tal palo, tal astilla”.
Hace poco encargué a mi departamento de estadística, una encuesta
sobre el estado de la cultura en la raza humana. El resultado fue demoledor, aunque lo veía venir. El 80% de la población
mundial es insensible al pensamiento
ilustrado, no tiene inquietudes artísticas
de ningún tipo y hace suya la frase “la cultura es de todos” para no gastarse ni un
chavo en establecer un mínimo feedback
con quien sí tiene algo más en su cerebro
que no sea orín revenido. La paradoja
es que más del 90% de los encuestados dijo ser apasionado del cine, la
música o la literatura. Los datos categóricos de los que he extraído mis
conclusiones, parecen tener por
tanto, más que ver con la calidad de
la cultura que con la cultura en sí
misma. Les ofrezco un ejemplo, no se
me vayan a liar. Pongamos que les
diera a elegir entre Ken Follett y José
Saramago, o entre Roger Waters y
David Bisbal, o entre “El padrino” y
“Avatar”, o entre la extinta CNN y
“Gran hermano”. Ahí lo tienen. Ya
pueden hacerse una idea de a lo que
me refiero. Doy por hecho que han
elegido correctamente y pertenecen
a ese otro 20% al que la parálisis
mental no ha invadido todavía. De lo
contrario, les compadezco, porque su
estado es prácticamente irreversible,
habida cuenta del grado de idiotez
alcanzado en la mayoría de los casos.
Como han podido deducir, el
tema me inquieta una barbaridad
porque soy parte interesada. De
todos es sabido, y si no lo saben
ya estoy yo para decírselo, que
cuanto más inculta es una persona, más fácil lo tiene Dios para
llevárselo al huerto. De modo que,
el que ustedes sean un atajo de
cretinos, a mí no me beneficia en
absoluto, es más, me cabrea que
no vean. Hoy en día no mola la
erudición y nadie flipa con un
buen conversador. Lo que se persigue en la vida no es alcanzar la
felicidad a través de la sabiduría,
sino conseguir a toda costa un
cuerpazo que quite el hipo, un
dúplex con jardín y un coche que
te cagas, o al menos aparentar
cierto status por encima del resto.
Ya lo decía mi admirado Battiato:
“Hay quien se pone unas gafas de
sol por tener más carisma y sintomático misterio”. La leche. Yo que
soy más bien de letras, siempre he
preferido un grácil poema a un
buen par de tetas, pero comprendo que no soy ningún referente para ustedes.
10
Enero de 2011
Consideraciones de un parado
Vacaciones forzosas
Hay algo todavía mucho mejor que
el gran tiempo libre que proporciona el paro:
uno de esos flamantes contratos temporales de media jornada, ganando en torno a
700 euros, trabajando solo cuatro horas y,
encima, teniendo el resto del día para poder
hacer lo que a uno le dé la gana. Un chollo,
¿verdad? Porque a veces, lo de estar todo el
tiempo desocupado a más de uno le puede
cansar. Pero así, se está lo suficientemente
activo como para rellenar esos huecos existenciales que también el parado tiene. Se
trata de una excelente idea que alguien tuvo
pensando en los jóvenes, sobre todo, en su
desapego del trabajo y la responsabilidad,
en su hedonismo, en su afán por vivir el momento sin preocuparse por el futuro: una
forma de trabajar dinámica y flexible para
ahuyentar la rutina, esa enemiga acérrima
del disfrute.
Un amigo mío está en esa situación
en estos momentos y no cabe en sí de alegría. Trabaja para una importante empresa
en Madrid y como son tan enrollados le
dejan juntarse las horas y trabajar dos o tres
días por semana. Al principio, tenía que ir de
lunes a viernes para hacer sus cuatro horas,
lo cual tampoco le parecía tan mal, pues así
tenía la oportunidad de viajar en ese estupendo tren cuna que es el ave lanzadera de
las siete de la mañana uniendo Madrid con
su periferia vallisoletana. Y, además, como la
empresa tiene su prestigio y es internacional, pues él está encantado. Ahora que solo
tiene que ir dos o tres días a la semana, imagínense lo bien que está: media semana tomando cañas por La Latina y la otra media
viendo el Pisuerga desde la ventana. Se saca
su dinerillo, ve mundo y, luego, tiene su
tiempo libre para hacer cualquier cosa que
no cueste mucho, claro, porque con lo que
gana tampoco le da para excesos. En Valladolid vive con su pareja, en Madrid se queda
en casas de amigos. Así, que no se puede
pedir más libertad. Seguro que muchos de
los lectores mayores hubiesen querido disponer de una vida así, tan llena de emociones, vibrante, un tanto bohemia y, hasta
cierto punto, libertina si uno cuenta la juerguecilla mensual en la capital. Pero les aseguro, padres de familia con contratos
indefinidos, funcionarios con más de diez
años de antigüedad, empleadas recién jubiladas y en general cualquiera de esos raros
especímenes que hoy en día aún tienen una
vida estable y unos ingresos seguros, a todos
ustedes les aseguro que no lo entenderían
ni lo soportarían, porque con el tiempo propio hay que saber qué hacer. Una cosa es irse
de vacaciones 10 días, y aún así la mayoría
de ustedes vuelven hartos de haraganear,
sin saber dónde meterse porque no aguantan ya más tiempo con sus parejas, sus hijos
o consigo a solas, y otra muy distinta es enfrentarse continuamente a la masa informe
de las horas, sin una estructura, sin un orden,
sin una jerarquía de obligaciones, deseos,
apetencias, repudios que nos hagan tragar
el aburrimiento de los días.
Por eso, los padres de este amigo
mío le están constantemente presionando
para que se busque algo más estable, un
contrato a jornada completa. Pero él pasa.
Solo encuentra ventajas. Por ejemplo, en
lugar de conformarse con sus vacaciones en
navidades, semana santa o en agosto,
puede tener su semanita libre cuando quiera
y, gracias a los vuelos baratos, puede viajar
donde desee por menos de lo que pagarán
los otros. Por las tardes, en vez de llegar a las
ocho a casa, como muchos, llega a las dos y,
después de comer, puede leer, escuchar
música, ver una película, ir a alguna exposición e, incluso, reunirse con amigos. Es más,
su vida social es casi más intensa entre semana que los sábados y poco a poco, debido a este privilegio de poder elegir los
momentos, se está volviendo cada vez más
elitista: ahora prefiere la intimidad de una
discoteca un miércoles al barullo proletario
de los sábados por la noche.
Claro, que tal y como se está poniendo lo de las pensiones, la cotización nos
saldrá cada vez más cara y a este ritmo, computando cada hora que hacemos, con unos
sueldos tan bajos, tendremos que trabajar
tres vidas enteras para poder llegar al mínimo.
Algunos amigos italianos e ingleses
ya se están cansando del asunto y aprovechando todo el tiempo libre que tienen, han
empezado a dedicarse a quemar cajeros y
coches. En algo tenían que emplearse, que
sea provechoso o no, comprensible o repudiable lo dejo al juicio y a la intimidad de los
lectores. Es lo que tiene la media jornada,
que produce ocio, y el ocio conduce a las revoluciones. O al menos, eso dicen ellos
11
Enero de 2011
Ser espectador de la propia respiración
Orbiter Dictum
Por usura no crece el amor, ni el
deseo crece por usura. Y, si no crece el
deseo, nada crece pues la esperanza, flor
transparente del deseo, se marchita en la semilla, pudre el semen, oscurece la música y
vuelve amargo y triste cualquier beso.
Definitivamente no es esta manera
en la que quiero hacer este escrito. Sin embargo, sí quiero que el deseo y la esperanza
sean los protagonistas.
Hacía tiempo que no iba a mi
banco, una caja de ahorros en realidad. Yo
sólo veo una diferencia en el grado de usura
que manejan, no en lo fundamental, a saber:
todo lo que hacen lo hacen por un beneficio social, por una labor reconstructiva almibarada en valores solidarios de ayuda a los
desfavorecidos; altruismo puro en definitiva.
Estando en la cola de la caja para pagar los
recibos me volvió a llamar la atención su
anuncio al lado del osito verde de un préstamo. “Cada préstamo, una ilusión que se
cumple”. A parte de la enorme pantalla modernizada y lo bien hecho del reclamo me
llamó la atención porque ése fue el préstamo que me denegaron hace unos meses
y que me hubiera salvado literalmente de la
ruina y de la muerte. Ahora estoy virtualmente muerto. Sin embargo, la generosidad
de la usura bancaria me otorga la ilusión de
una eutanasia lenta y progresiva hasta que
cumpla con mi obligación anterior contraída por contrato no modificable de mantener los sueños y la esperanza de tantos
niños, ancianos y desprotegidos de la Obra
Social de la Caja con los abusivos intereses
de mis deudas, con los gastos de mis transferencias, con las ingentes, desproporcionadas, absurdas, perfectamente justificadas y
legales tasas, con las inversiones ruinosas
que dan beneficios si son buenas y también
si no lo son puesto que luego es el Estado el
que va rescatar del naufragio al navío también con mi dinero. Altruismo en definitiva.
Y es que son muchos sueños y muchas esperanzas las que se vendrían abajo si me
dieran otro préstamo y no pudiera devolverlo, no. Pero no hay que preocuparse porque el banco piensa en todo, en mis
allegados también. Incluso si me muriera, así
me lo explicaron, no dejaría ninguna carga
para ellos porque me suscribieron un seguro
de vida que haría que todo quedara pagado.
¡Qué considerados! Ni siquiera me dejaron
aportar a la operación otro seguro de vida
que ya tenía, me facilitaron uno de sus aseguradoras para “agilizar” los trámites. Altruismo en definitiva.
Deberíamos sentirnos orgullosos
de que el espíritu de estas ONGs económico-emocionales disfrazadas de entidades
bancarias haya asumido la dura tarea de
protegernos de nosotros mismos.
Recuerdo una entidad donde intenté salir a
flote que me explicó cómo debía gestionar
mi dinero mensual, al parecer tenerlo en el
banco y sacarlo cuando lo necesites no es
bueno: se saca dinero dos veces al mes del
cajero gratis, si necesitas más te cobran una
comisión disuasoria. Altruismo puro. No
pude quedarme con ellos a pesar de su precioso logotipo de estrella y de la generosidad con la que “lacasa” da trabajo a nuestros
mayores cuidando, puedan o no, a sus nietos porque sus padres tienen obligatoriamente que trabajar los dos todo el día y
trabajar más después para pagar los préstamos, la hipoteca, las tasas, el Euribor, el
Mibor, la TAE de la letra pequeña. Debería
sentirme orgulloso porque les otorga la posibilidad de ejercer una actividad productiva
y socialmente reconocida. Al fin y al cabo no
todos los jubilados pueden ir al Centro Penitenciario de Picassent a enseñar informática a las internas, ni es bueno para las
varices estar de pie en las colas delante de
las agencias de viaje colaboradoras del Imserso. Pasear a los nietos y tener que responsabilizarse de ellos es la mejor manera
de mantenerse ocupado y de alejar el fantasma de las enfermedades degenerativas;
además, ahorras mucho dinero en gimnasios. Podríamos seguir repasando entidades
y encontraríamos en todas la misma tendencia.
Todos podemos, estando un poco
12
Enero de 2011
atentos, rastrear más mentiras en los anuncios y en los discursos altruistas de cualquiera que, por definición, por esencia
constitutiva, se nutra y crezca en la defensa
a ultranza de lo privado como ley, como
forma de entender las relaciones sociales y
políticas. La sacrosanta privacidad, la libertad de elección, la opinión con o sin fundamento, el círculo cerrado. Si todos los
criterios para juzgar, todas las opiniones, son
igualmente válidas, la costumbre, la iteración de los hechos en el tiempo, se convierte en un buen pilar de la toma de
decisiones. Con la afirmación de la privacidad absoluta como ley para tomar decisiones, el egoísmo se convierte entonces en
una forma aceptable, benigna y, loable incluso, de cómo se puede vivir correctamente. Ese canceroso criterio de normalidad
que es la costumbre se ha convertido en
una forma aceptable de justificarlo todo.
Afirmar que lo que sucedió muchas veces, la
costumbre, es lo correcto sin crítica impide
que haya avances de cualquier tipo en el
ámbito que sea: “esto siempre ha sido así” ,
”toda la vida ha habido que trabajar” , ”siempre se ha visto que ha habido ricos y pobres...” , ”hay que ser prácticos”. La
costumbre es el peor criterio posible para
avalar una decisión porque mira al pasado y
lo perpetúa, ya sea bueno o malo; no analiza, no vive en el presente, no mira hacia
adelante. La costumbre no desea, sólo espera, y acaba imponiendo el aquietamiento,
la parálisis en todos los campos de lo humano y lo social.
La usura es la cara sucia de esa esperanza en la seguridad de lo que siempre
ha sido así. ¡Qué orgullo puede haber en esa
seguridad paralizada!
Voy a intentar una imagen quizá
algo forzada para explicar lo que quiero.
Vamos a usar la relación cliente-banco y asimilarla a una relación amorosa. Quiero que a
partir de ahora podamos situarnos de algún
modo en el plano del deseo y la esperanza.
Al principio la pareja vive esa expectativa de
placer y bienestar en todo lo que hace, dice,
huele y come. Con el tiempo todo se ajusta,
todo mengua, se aleja y se vuelve repetitivo.
Acabamos de crear una costumbre,
un aval para tomar decisiones, una justificación perfecta de nuestros juicios y de nuestros actos por tanto.
Hasta ahora hemos vivido el florecimiento absoluto de las bancarias relaciones
amorosas, nada era imposible, “cada préstamo, un deseo que se cumple”; desear era
suficiente, no era necesaria la esperanza porque la nueva promesa se cumplía con cre-
Todos entonces somos dolorosamente
conscientes de lo que es posible y lo que no,
de lo que permiten el tiempo y las rutinas, el
cansancio, los horarios, las obligaciones contraídas, las necesidades sobrevenidas y las
asimiladas como obligatorias; tal vez tengas
hijos o un perro al que sacar a la calle o un
negocio o la preocupación por la crisis, o la
preocupación por la crisis, o la preocupación
por la crisis.
ces. Sin embargo, más parecía una orgía sin
lógica amorosa, si seguimos con la imagen,
que una sociedad creciendo en sus relaciones económicas. Como en cualquier relación de pareja, no hace tanto daño la no
consecución del acto amoroso como la decepción que causa el haber perdido la fe en
que ese acto se pudiera producir en cualquier momento. Y así, el deseo da paso a la
sombra.
Dónde estaba mi caja y el resto de
sus bancos cuando la preocupación aisló el
beso y el deseo y lo heló en los labios y lo
hizo amargo; dónde cuando se instaló en las
grietas de las paredes y las hizo gigantes;
dónde cuando la ambición y no la justicia se
instaló en el latido de tantos empleados de
banca, de tantos constructores, de tantos inversores de a pie sin escrúpulos ni conciencia que hoy piden rescate con el dinero que
me niegan, que nos niegan a todos para el
lucro descarado de unos pocos; dónde
cuando pisotean la dignidad que nos niegan
en aras de la ayuda a los necesitados y las
obras sociales. No se molesten en ir a su
banco, ustedes no son necesitados si tienen
la cuenta casi a cero. Los mercados asfixian
la esperanza en su cuna.
No sirve para nada, hay que ser realista, la vida es así, y siempre ha sido así, hay
crisis y hay que apretarse el cinturón, el mercado manda y así debe ser, todos son iguales, siempre ha habido ricos y pobres, hay
que trabajar más porque si no se pierde dinero, las vacaciones son un lujo que no nos
podemos permitir, hay que ser competitivos
y productivos. Así habla la usura.
Parece sin embargo que los banqueros, las agencias de bolsa, los políticos,
asistan más bien como espectadores de
estos hechos que como responsables directos. Nos presentan como pérdidas el volumen de trabajo y de rendimiento y sus
ganancias, que no han disminuido, sino más
bien aumentado. Ningún banquero ha perdido, todos han ganado porque nos han
obligado a olvidarnos de desear con libertad, nos han hecho pensar que no hay otro
modo de gestión. Ahora sólo está disponible el deseo que nos otorgan: el deseo de
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Enero de 2011
no tener miedo a que me quiten lo poco
que tengo. Ver la luz desde dentro del agua
pero no poder respirar. Nos han acorralado
en el desear-estar-tan-solo-con-el-agua-alcuello (seguro que hay una palabra en alemán que significa lo mismo). Si saliera fuera
del agua... Así nos dejan pensar. El deseo de
no necesitar. La necesidad de no desear.
Nadie se extrañaría de una revolución violenta. Eso es lo que esperan ellos.
Una movilización masiva y ruidosa, destructiva e inopinada en extremo que permita,
por un lado, que la fuerza se instale por fin
en la gestión de las relaciones entre el poder
(fáctico) y la sociedad civil cada vez más
apática y encerrada en sí misma. Eso permitiría volver de nuevo al discurso de la protección de la vida y la salvaguarda de los
bienes como guía de la vida política. Y por
otro, justificar todo lo que se ha hecho y se
hará por bien de la recuperación.
¡La recuperación de qué! ¡Del mismo estado
de cosas que nos ha colocado donde estamos ahora, las leyes de la oferta y la demanda sin freno, la ambición y la usura que
nos han traído hasta aquí! ¡La imposición de
los mismos hombres y sistemas que nos han
ultrajado y que seguirán haciéndolo si no tomamos conciencia! Ya hay una revolución
violenta, una guerra en los mercados, pero
los muertos somos nosotros. “Vendrán tiempos peores y nos harán más ciegos”, decía
Sánchez Ferlosio.
No hacerse más ciego. Ahí es
donde empieza la esperanza. Hay que hacer
un trabajo con la voluntad. Hay que desear
no hacerse más ciego o tratar de ver si
nunca antes se vio. No creo en las macrorevoluciones, ninguna ha dado resultado; han
sido, arriba o
abajo, más bien
la consecución
del viejo adagio
“que todo cambie para que
nada cambie”.
No quiero asistir
a un nuevo capítulo de esa serie.
Yo creo
en una revolución silenciosa,
nada llamativa
por cierto, una
revolución personal y diaria.
Una que obliga
a ser generoso y
a saludar al vecino, a preguntarse
qué
significa la generosidad,
a
poner el interés
común por encima del bien
privado, esa que te otorga el privilegio de
ser espectador de la propia respiración, que
busca soluciones y no problemas, que encuentra el término medio, que se ilusiona
con la mera posibilidad del deseo, que no
habla de crisis sino de esperanza; deseo y esperanza. Una revolución de la que seguramente no podamos sentirnos orgullosos o
preocupados en los periódicos porque no
veremos los resultados globales en encuestas ni grandes titulares aunque, de eso estoy
seguro, sí respiraremos y dormiremos mejor.
Aire sano.
En mi trabajo convivo con un par
de frases que yo llamo “de camiseta”, entiendo que están íntimamente relacionadas
y que, en parte, suponen uno de los tres pilares de esa revolución silenciosa: “Somos lo
que hacemos” y “Las acciones de hoy son los
recuerdos de mañana”. La pregunta entonces es ¿Qué quiero recordar mañana?.
Señores, el obstáculo no es sólo
económico, la pared está también en que no
podamos tener el control de nuestras expectativas, de nuestra esperanza. Ahora el
banco, la caja, la crisis, los políticos, la prensa
sofista (en el peor sentido que tiene esa palabra), los nuevos oligarcas virtuales, los neoconservadores en cualquier formato que
abogan por la privacidad máxima o matizada (siempre que tengas cómo financiarla),
tienen el control de la acción porque controlan las expectativas, porque controlan la
esperanza y el deseo. No hemos perdido la
virtud de soñar, nos la han secuestrado, y los
sueños que tenemos son alicortos y vienen
ya envenenados por el deseo de poseer y
conservar: “ver la vida desde el otro lado”.
No soñamos con vivir felicidad, vivir deseos,
soñamos con comprar ambos lo antes posi14
Enero de 2011
ble. La publicidad es un buen baremo de la
manipulación de los sueños.
Propongo recuperar lo que siempre
generó la auténtica Filosofía, una actitud.
Prever el futuro viviendo el presente. Una
actitud crítica. Decidir con voluntad y ser de
los que pueden decidir porque cuidan Su
Voluntad. Una actitud. La acción, actuar,
como máximo grado del juicio; no decir, actuar. “No hago esto porque hay crisis”, sino
“hago, hago, esto otro porque estoy vivo y
quiero vivir algo en el futuro”. Crítica. Análisis puesto en acto. “No voy a votar porque
todos son iguales”, mejor, “Voy a votar en
blanco porque es mi derecho y mi deber (sí,
deber) y quiero poder decidir y darles una
lección de paso”. Una actitud crítica. Exigir
análisis y no frases hechas, pedir y dar razones, no aceptar lo normal por el mero hecho
de serlo aunque nos beneficie. La usura nos
inocula y nos hace respirar también su “sálvate a ti mismo”; la revolución te otorga la
posibilidad de una vacuna, la esperanza,
porque la única manera de sobrevivir en sociedad es apostar por la sociedad y la esencia de la sociedad es la colaboración, es el
respeto por la propiedad comunitaria, la
conservación y la admiración por el trabajo
de mi vecino, la defensa del conjunto de individuos con conciencia de serlo.
Por qué nos conformamos. Las
cosas no tienen por qué ser así. Incluso aunque tuvieran obligatoriamente que ser así,
una revolución, cualquier revolución, pediría no creer en eso. Ser realista no es ser utilitario, pragmático, o estratégico, ni criador
de usura tampoco. Ser realista es tener actitud crítica, una Voluntad, la voluntad de
vivir. “Volo” en latín significa desear, querer,
y ambos verbos por definición indican
avance. “Voluntad” contiene el verbo volo
como médula y pilar de su significado. La
vida, por definición, no se produce hacia el
pasado sino hacia el futuro. Así, ser realista
implica desear el futuro porque yo lo construyo ya como recuerdo, porque soy responsable de él, lo sostengo erguido con mi
deseo y con mi esperanza.
Este texto está inspirado por la lectura de
este poema de Ezra Pound, es en él donde
reside su sentido.
Canto XLV
(Traducción propia apoyada en la de Javier
Coy, José Urtecho y Ernesto Cardenal)
Con usura ningún hombre tiene casa de
buena piedra
cada bloque pulido y bien trabado
para que el diseño cubra su cara,
con usura
ningún hombre tiene un paraíso pintado en
la pared de su iglesia
harpes et lutes
o donde las vírgenes reciban anuncios
y el halo se proyecte desde la incisión,
con usura
ningún hombre ve a Gonzaga a sus herederos y sus concubinas
ninguna pintura es hecha para durar ni para
vivir con ella
sino que es hecha para venderse y venderla
pronto
con usura, pecado contra natura,
tu pan es cada vez más de trapos viejos
seco es tu pan como papel,
sin trigo de montaña, sin harina fuerte
con usura la línea se hace gruesa
con usura no hay linde claro
y ningún hombre puede hallar sitio para su
morada.
El tallador de piedra es alejado de su piedra,
el tejedor alejado de su telar
CON USURA
no llega lana al mercado
la oveja no da ganancia con la usura
La usura es nostalgia triste, la usura
mella la aguja en la mano de la muchacha
y paraliza la habilidad de la hilandera. Pietro
Lombardo
no vino por usura
Duccio no vino por usura
ni Piero della Francesca; Zuan Bellin no por
usura
ni fue “La Calumnia” pintada.
No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,
No llegó a ser ninguna iglesia de piedra bien
cortada y marcada: Adamo me fecit.
No por usura St. Trophine
No por usura Saint Hilaire,
La usura oxida el cincel
Oxida el oficio y al artesano
Corroe el hilo en el telar
Nadie aprende a bordar oro en su bastidor,
El azur tiene ulceras por la usura; el carmesí
está sin bordar
El color esmeralda no encuentra su Memling
La usura quita la vida al niño en el vientre
Impide el galanteo del muchacho
Ha traído la impotencia al lecho, yace
entre la joven novia y su novio
CONTRA NATURAM
Han traído putas a Eleusis
Cadáveres se han sentado al banquete
Invitados por usura.
Por usura no crece el amor, ni el
deseo crece por usura. Y, si no crece el
deseo, nada crece pues la esperanza, flor
transparente del deseo, se marchita en la semilla, se marchita en el semen, oscurece la
música y vuelve amargo y triste cualquier
beso.
Quiero ser espectador de mi propia
respiración.
15
Enero de 2011
Propuestas para fomentar la creatividad
Miguel A. Pérez (Gestor cultural)
Comencé a leer el libro “La Clase Creativa” de Richard Florida la semana santa de 2009
en Florencia. No acababa de entender ese aire
tan norteamericano del libro, arrogándose casi
el invento de la creatividad y su relación con la
economía, hasta que aparecieron las citas de
Leonardo, Miguel Ángel y tantos otros que hicieron de la Toscana una especie de California
durante el Renacimiento italiano.
Expresa Florida, con precisión, las tres
grandes variables que ha de conjugar una ciudad creativa: Talento, Tecnología y Tolerancia.
Cada una de ellas con una serie de indicadores
para, si se quiere, cuantificar estas categorías
sociales y científicas. Lo interesante con estas
publicaciones que tratan de sacar a la luz las
condiciones de creación de una nueva economía, más humanista y real que la financiera que
hemos vivido en los últimos años, es trasladar
esos pensamientos a lugares concretos. Por
ejemplo: Valladolid.
¿Cómo vamos de talento en Valladolid? Bueno, nada mal, la educación básica y la
universidad se encargan de adiestrar generaciones y generaciones de jóvenes muy preparados. El problema es que casi todo ese “talento”
generado aquí lo exportamos a regiones más
dinámicas: Madrid, Cataluña, País Vasco. Incluso en los campos culturales nos permitimos
“inventar” algunas cosas: festivales, programas,
organizaciones. El “talento” es, ya se sabe, fácilmente deslocalizable. Siempre hay alguien dispuesto a “comprar” talento producido en otros
lugares, el ejemplo USA es paradigmático. Las
patentes, publicaciones científicas, creaciones
artísticas, revistas, medios de comunicación, serían indicadores de ese talento local.
¿Tecnología? Esta variable es aportada por organizaciones, empresas, instituciones
educativas... y por las personas que prestan
sus servicios en esas empresas y organizaciones. Imaginemos un ingeniero o investigador
que presta sus servicios en la universidad, en
un hospital o en una empresa y durante cierto
tiempo comparte sus conocimientos con otras
personas, se da aquí una transferencia de tecnología. Es una forma muy habitual en casi todas las actividades humanas y en el momento
actual el desarrollo de Internet ayuda mucho.
Es importante por lo tanto que la sociedad, una
localidad concreta, haga esfuerzos por atraer
personas e instituciones que dejen un “capital
tecnológico” disponible para el futuro. Las acciones de I+D+i van en este sentido. Quizá el
hecho de que el Parque Tecnológico de Boecillo no esté más cerca de la ciudad es un punto
débil en este sentido, o que las comunicaciones
no puedan hacerse más que en coche particular. Sería muy importante que los institutos de
formación profesional y los estudios técnicos
de la UVA contasen con la cercanía de un equipamiento que alberga a tantas empresas. Hecho está, lamentarse no arregla mucho.
La UVA y el Ayuntamiento colaboran
con un equipamiento con esta vocación en el
campus Miguel Delibes. Estaría bien recordar
aquí que la sociedad actual está más orientada a los servicios que a la industria y junto a las
“tecnologías” debemos tener en cuenta el desarrollo de nuevas “metodologías” de trabajo que
aprovechen las innovaciones tecnológicas: sanidad, educación, artes, cultura, comunicación,
finanzas... tantas. En esto último parece que
Valladolid ha perdido el paso. Algo habrá que
hacer. La potenciación de la Formación Profesional (no solo la ligada a los monocultivos endémicos: automóvil y alimentación) sería muy
conveniente. Los ciclos de Grado Superior de FP
que se están impartiendo en universidades en
otros lugares de España: turismo, patrimonio,
artes, medio ambiente, sociocultura, restauración, artesanías, diseños... etc., están esperando
a la puerta. Son importantes fuentes de empleo
ya en comunidades cercanas.
¿La tolerancia? ¡¡¡¡La tolerancia!!!! Esto
es más difícil de definir, de estudiar, de contemplar. Volviendo al libro de Florida, él establece
cuatro indicadores del estado de la tolerancia
en una localidad: índice gay (comunidad homosexual) índice bohemio (artistas y creadores en
la localidad), grado de diversidad (de culturas,
de razas, de religiones, de países) en la sociedad
y variedad de estilos de vida (salud, deporte,
abandono del coche particular por los transportes colectivos). Un solo dato: tengo delante de
mí los folletos de tres equipamientos escénicos
públicos de Valladolid. En dos de ellos figuran
las líneas de autobuses con las que se accede
y el párking más cercano. En el tercero ni eso,
simplemente la calle o plaza en la que se encuentra. En ninguno de ellos figura un plano de
situación para que alguien de fuera de la ciudad pueda, simplemente, llegar paseando. En
Sevilla ya se indican los carriles bici por los que
se llega al Teatro Central situado en el antiguo
recinto de la Expo 92.
En este aspecto estamos “two
thousend light years” lejos (parafraseando a
los esperados Rolling Stones) y las autoridades
retroceden a pasos agigantados hacia atrás: dicen no a la diversidad sexual y familiar, no a la
diversidad de razas y religiones, no a potenciar
la creación local, no a los modos de vida saludables. ¿Alguien se imagina en la Europa actual
que al doblar una esquina te encuentres con
una calle con el nombre del ideólogo de un
partido fascista? ¿O el de un general que da un
golpe de estado? ¿Alguien concibe que los centros culturales se llamen “casa blanca” en vez de
llevar el nombre de alguno de los intelectuales
que han aportado “capital cultural” a esa localidad? No doy nombres porque uno de ellos aún
nos duele demasiado.
Pues ese problema, en Valladolid,
tiene nombre y apellidos. Seguramente, si hubieran sido vallisoletanos, los Beattles, en 2011,
seguirían sin una calle a su nombre ¿por qué?,
“por peludos”. Una pena.
Es difícil que la mesa de la creatividad
se sostenga solo en dos patas (talento y tecnología). Al menos una tercera, la de la tolerancia
es imprescindible, estratégica diría yo, para subirse al tren del s. XXI.
16
Año I, nº 1, Enero 2011
*
El desafío, de Luigi Pirandello, un cuento inédito en castellano.
Tres poemas de Oskar Maria Graf, escritor alemán, publicados
por primera vez en español.
Enero de 2011
*
Bienvenidos a esta nueva sección de Extra.
Publicarla nos resulta especialmente placentero,
pues este proyecto nos rondaba por la cabeza con insistencia desde hace ya algún tiempo y por fin hemos podido llevarlo a cabo. Nuestra intención es recuperar pequeños
textos de grandes autores que por causas absolutamente
agenas a los que cultivan el amor por la literatura, han sido
olvidados, desechados o sencillamente no han sido todavía
editados en español.
Inauguramos el Extraliterario con un cuento inédito
en castellano de Luigi Pirandello, “El desafío”, y tres poemas
de Oskar Maria Graf, que hasta el momento tampoco habían
traducidos a nuestro idioma.
“El desafío” lo hemos traducido del italiano de la edición de “Novelle per un anno” a cargo de Mario Costanza, I
Meridioni, vol.III, Arnoldo Mondadori, Milán 1990.
Pirandello tiene la extraña gracia -extraña porque
no abunda- de hacer que lo difícil parezca fácil, lo que sólo
se da si lo que se acomente es llevado a cabo con notable
maestría. Como cuando un acróbata virtuoso lo es aún más
haciendo que sus complicadas contorsiones y equilibrios
parezcan algo natural y sencillo. No muestra el esfuerzo ni lo
complicado de su espéctaculo a su público. Pirandello es
también así de generoso con el suyo. Tiene sentido del
humor y “El desafío” es una prueba de ello. Este cuento es
uno de los bocados exquisitos que a Pirandello le gustaba
ofrecer en su mesa.
Oskar Maria Graf fue, en palabras de Bertolt Brecht,
“un poeta perseguido, uno de los mejores”, pues ya en su
juventud se hizo conocido en Alemania por su escrito “Quemadme”, una despiada carta contra el régimen nacionalsocialista por la quema de libros de la década de 1930, lo cual
le valió la persecución y, consecuentemente, el exilio. Destacó como uno de los miembros más activos de la escuela
expresionista de Dresde y frecuentaba a literatos como Hermann Hesse o Thomas Mann, los cuales valoraban mucho
su obra.
Sin embargo, su ascendente carrera se vio suspendida debido a su exilio forzoso en Nueva York. En aquella
ciudad pasó el resto de su vida y ya nunca volvió a tener un
contacto tan directo con los círculos intelectuales de su país.
Por contrapartida, ganó una posición privilegada para asistir al nacimiento de la gran literatura norteamerica de postguerra, convirtiéndose así en precursor en Europa de
aquellas corrientes.
En nuestro país se desconoce por completo la obra
de Graf y los poemas aquí presentados forman parte de uno
de sus libros del periodo expresionista, “Palabras para uno”,
de 1921. Su hondura metafísica y sus imágenes sosprendentes, en muchos pasajes desgarradas, junto a un lenguaje
en ocasiones coloquial, convierten a estos textos en un
canto lírico, humano y trascendente.
Esperamos que disfrutéis de la lectura tanto como
nosotros.
Enero de 2011
El desafío.
LUIGI PIRANDELLO
Traducido del italiano por Almudena Zapatero
Probablemente, Jacob Shwarb no pensaba hacer
nada malo. (Quizá) Tan solo volar con dinamita el mundo
entero. Por supuesto, hubiese estado mal hacer saltar por
los aires aunque solo fuera una sola persona. El mundo
entero, teniendo presente la dinamita, no significa absolutamente nada. Shwarb creía que cuando urdía un buen
plan le convenía tener la frente escondida bajo un gran y
alborotado mechón de su pelo rojizo.
Un buen mechón de pelo. Las manos afondadas en los
bolsillos de los pantalones. Como un obrero en paro.
(Jacob Shwarb) Se reveló cuando, interno en el ISRAEL
ZION HOSPITAL de Brooklyn por una grave enfermedad
biliar, le afeitaron la cabeza. Sin pelo, tenía la sensación de
que su cabeza se había desvanecido. Se la buscó con las
manos. Al no aparecérsela, se enfureció.
Quería saber si, con esta injuria que habían cometido, le
consideraban, en realidad, un condenado más que un enfermo.
¿Era un motivo de higiene? ¡Qué más le daba a él
la higiene! Pero ¡espera un momento! Menos mal que, a
falta de pelo, aún le quedaban sus anchas cejas colgantes, siempre fruncidas, para poder incubar en sus ojos turbios el rencor contra todos y contra la vida misma.
Durante el tiempo que permaneció en el hospital,
Jacob Shwarb no pudo decir (decidir) de qué color era él
realmente, si más amarillo que verde, a causa de aquella
enfermedad biliar que le daba tormentos interminables y
un humor que se puede imaginar sin esfuerzo. Los cólicos
eran terribles.
En verano, estuvo dos meses en una sala donde
de día y de noche todos los enfermos se quejaban y quien
no lo hacía era porque estaba dando la señal inequívoca
de que estaba muerto. Agitación, resoplidos, colchas que
parecían balones botando sobre las camas, y en los momentos de suma desesperación, las colchas que se tiraban al aire y ,al instante, acudían, atropellándose, un
torrente de enfermeras o de vigilantes nocturnos.
Jacob Shwarb los conocía a todos, uno a uno, y
por cada uno de aquellos vigilantes nocturnos sentía una
particular antipatía. Particularísima, aquella que sentía
por un tal Jo Kurtz, que en alguna ocasión, por la repulsión que despertaba en él, le hacía, incluso, reír (entiéndase aquí por reir aquello que hace un perro cuando
quiere tirarse a morder).
De hecho, el tal Jo Kurtz tenía una manera muy
suya y particular de menospreciarle. No hablaba jamás si
no se le forzaba a ello. No hacía nunca nada, solo sonreía
y únicamente con una sonrisa frígida, que no solamente
le estiraba la boca tirándole de unos labios blancos y
finos, sino que le sacaba además punta a unos ojos pálidos y llorosos. Siempre tenía la cabeza plegada sobre un
hombro, una cabeza de marfil sin un solo pelo y siempre,
Enero de 2011
como cosidas al pecho sobre la larga bata blanca, unas
manos gordas y sucias.
Quizá no comprendía cuál y cuánta era la incompatibilidad que había entre su sonrisa perpetua y los continuos lamentos de los pobres enfermos, porque
verdaderamente no se podía admitir, teniendo en cuenta
la situación, que pudiera seguir sonriendo así. Salvo que,
y sin que los enfermos lo supieran, todos aquellos lamentos tuvieran a sus oídos un no se qué de cómico y
placentero, emitidos como eran a varios tonos, con diferente intensidad, algunos por costumbre, otros para darse
desahogo y consuelo, y todo ellos, en suma, capaces de
componer para él una curiosa y divertida sinfonía.
Preso de la vigilia toda la noche, cada uno se defiende del
sueño como puede.
Pero puede que Jo Kurtz sonriera así a sus pensamientos. Puede que estuviera enamorado, si bien a una
edad tardía. Quizá se abstraía de todos aquellos lamentos
atendiendo únicamente al bendito silencio de su alma.
Pues bien, una noche en la que la sala de enfermos estaba insólitamente en calma y sólo él, Jacob Shwarb, sufría por no hallar un solo momento de descanso en
aquella cama que desde hacía ya dos meses conocía cada
uno de sus tormentos, estaba de guardia, justamente, este
vigilante: Jo Kurtz.
Apagadas todas las luces, excepto la de la mesita
del vigilante en la pared del fondo, cubierta devotamente
por una telilla verde, un gran claro de luna entraba por los
ventanales de la estancia, sobre todo por el más grande de
la sala, abierto de par en par en medio de la pared que
Shwarb tenía frente a él.
Jacob Shwarb contenía cuanto podía los espasmos y observaba desde la cama a Jo Kurtz sentado frente
a la mesilla con la cara de marfil iluminada por la lámpara
y, con todo el odio que existe en la humanidad, se preguntaba cómo se podía sonreír de aquel modo, cómo
puede quedarse así de indiferente estando de guardia en
una sala de un hospital donde un enfermo se debate como
él se está debatiendo: en un orgasmo que crece, punto
por punto, hasta casi volverle loco, loco, ¡loco! De repente,
quién sabe cómo, le asalta una idea: ver si Jo Kurtz permanecerá igual si ahora él se levanta de la cama y se tira
por la ventana que está abierta al fondo de la sala.
No ve todavía claro de dónde ha surgido, así de
improviso, tal idea: no sabe si ha sido por la desesperación, ya incontenible, a causa de su sufrimiento, la cual se
le aparece ferozmente injusta en esta noche de calma absoluta en la sala, o si, más bien, ha surgido del deprecio y
la ofensa que Jo Kurtz insiste en hacerle.
Hasta el momento de levantarse de la cama no
sabe todavía si su verdadera intención es tirarse por la
ventana o poner a prueba la indiferencia de Jo Kurtz, desafiar esa sonriente placidez y concederse así (siente una
desesperada necesidad de hacerlo) desfogarse con él: con
él, sí, que precisamente tiene la obligación de impedírselo
viéndole levantarse de la cama sin haberle pedido antes
permiso.
El caso es que Jacob Shwarb lanza la colcha al
aire y se pone de pie, en posición de duelo, bajo la mirada
de Jo Kurtz. Pero Jo Kurtz no se mueve de la mesilla, ni
tan si quiera mueve un solo músculo de la cara.
En Agosto hace mucho calor. Puede pensar que el
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enfermo quiere ir a tomar un poco el aire al lado del ventanal.
Todos saben que él, Jo Kurtz, da manga ancha a
los enfermos, es indulgente con ellos cuando desobedecen algunas de las inútiles órdenes de los médicos.
Quizá, si se observa en profundidad, se podría descubrir
en esa sonrisa suya que seguiría cerrando los ojos aunque adivinara que la intención del enfermo al acercarse al
fondo de la sala es precisamente tirarse por la ventana.
Pero ¿es que, acaso, tiene el derecho a impedírselo, él Jo Kurtz, si el enfermo, pobrecillo, sufre tanto que
ya no puede aguantar más? Él, en todo caso, sólo tiene el
deber (no el derecho), ya que ese enfermo está bajo su vigilancia. Pero se puede seguir la suposición de que seguramente ese enfermo se haya levantado de la cama solo
para tomar un poco de aire, he ahí que su conciencia esté
limpia y en su sitio y que no haya razón alguna para agitarse; el enfermo puede hacer lo que le venga en gana: si
quiere quitarse la vida, se la quita. Es asunto suyo.
Mientras tanto, Jacob Shwarb espera ser detenido antes de llegar al ventanal del fondo de la sala; está
a punto de llegar y temblando de rabia se gira para mirar
a Jo Kurtz: le ve todavía ahí, sentado ¡impasible ante su
mesilla! Y así, de pronto y de un solo golpe, se siente desarmado: no sabe si seguir adelante o volver atrás.
Jo Kurtz continua sonriéndole, no por menosprecio, sino para darle a entender que comprende perfectamente el hecho de que un enfermo tenga la necesidad de
levantarse momentáneamente de la cama: basta con que
le pida, aunque sea con una pequeñísima señal, permiso
para hacerlo. Ahora, puede interpretar sin duda alguna
que con esa parada que ha hecho para mirarle, el enfermo
le ha pedido permiso. Inclina varias veces la cabeza para
decirle que está bien, que vaya, le hace gesto con la mano:
ve, ve.
Para Jacob Shwarb es el colmo de la burla, la respuesta más insolente a su desafío. Ruge y alza los puños,
aprieta los dientes, corre hacia el ventanal y se tira.
No muere. Se rompe las piernas, un brazo y dos
costillas; se hiere también gravemente en la cabeza. Pero
se recupera y no solo de todas estas lesiones si no que
además, gracias a uno de esos milagros que suelen obrar
algunas ofensas violentas y de origen nervioso, se cura
también de la enfermedad biliar. Debería habérselo agradecido al mismísimo Dios: aunque fuera a costa de todas
aquellas lesiones había evitado, precipitándose por el ventanal, la muerte que quizá le estaba reservada si se hubiese quedado a esperarla en la cama del hospital entre
todos sus tormentos. Pero no, señores. Jacob Shwarb no
obró así. Apenas hubo sanado, consulta a un abogado y
cita a juicio al Israel Zion Hospital para que le paguen
veinte mil dólares por los daños ocasionados: las lesiones
sufridas a causa de la caída. No tiene otro medio de vengarse de Jo Kurtz. El abogado le asegura que el hospital
pagará y que Jo Kurtz seguramente será despedido. En
efecto, si consiguió tirarse por la ventana, fue por la negligencia y falta de vigilancia del hospital, he ahí el culpable.
El juez le pregunta:
-Pero, quizá ¿te empujó o coaccionó alguien para
que te tiraras por la ventana? Tu acto fue voluntario.
Jacob Shwarb mira al abogado y después res-
ponde:
-No Señoría. Yo estaba seguro de que me lo impedirían.
-¿Quién? ¿El vigilante?
-Sí, Señoría. Era su deber. Sin embargo, ni se
movió. Esperé a que lo hiciera. Tanto es así que antes de
tirarme, me giré para mirarle.
-¿Y él que hizo?
-¿Él? Nada. Lo que hace siempre, me sonrió y con
un gesto de la mano me dijo (¡incluso!): “anda ve, ve”
En efecto, Jo Kurtz, también estando allí, delante del juez,
sonríe. El juez se indigna y le pregunta si es verdad lo que
está diciendo Jacob Shwarb.
-Sí, su Honorable Señoría- le responde Jo Kurtz, pero porque creía que quería tomar un poco el aire.
El juez golpea el puño sobre la mesa.
-Eso creía, ¿eh?
Y condena al Israel Zion Hospital a pagar a Jacob Shwarb
veinte mil dólares por daños y perjuicios.
*
Las fotografías fueron realizadas por
Douchenne de Boulogne para el estudio que
realizó Darwin, “La expresión de las emociones”, publicado en 1872.
Enero de 2011
Palabras para uno.
OSKAR MARIA GRAF
Traducido del alemán por Carlos Chávez
SOBRE EL FERVOR Y LA PLEGARIA
Y llega una hora que se enarca sobre todos nosotros- : al instante reconocemos en lo más hondo que somos algo menor.
Sobre el pozo de nuestro dolor ajeno braman los trombones este
acorde: ¡un coloso se ha levantado! ¡Uno que es grande por su puro ser!
Así debe tomarte el fervor, donante del mundo. Tu redención de la cárcel de las cosas solo brilla en tu impotencia.
Desnudo e insignificante –seas rey o mendigo- te quiere a ti el poderoso.
Y por tu plegaria se sabe si perteneces a los de arriba o a los de abajo.
El de abajo implora satisfacción. Ayuda es lo que espera, compensación, limosna. Su creencia es un mendigo malhumorado y se extingue, viene a
menos cuando falta ese dono.
El de arriba reza al todopoderoso. De su boca no sale ni una súplica. No es el exhausto
quien grita sino un iniciado estupefacto que saca fuerzas de esa consciencia y el motivo último de su
hacer. El fervor es para él perpetuo recuerdo de la gracia.
Mira:
Aquí se hace visible lo intangible de la vida humana:
Siervo y señor.
Ni el curso del mundo ni las transfiguraciones de los poderes visibles ni la pobreza o el imperio muestran las diferencias. El gesto del fervor, la manera de creer, los quehaceres del alma, sí.
Por el poderoso reza el señor. A él le reza.
La suerte del siervo es pedir. Mendigar algo. Timarle algo a lo eterno es para él el fervor.
Sabiendo esto y las bondades de ser todos iguales ante ti, dios, ¡no me dejes en paz, hundirme en la tierra!
Todo lo finito arde en las llamas de tu
infinitud.
Se desmorona horrorizado mi pensamiento.
SOBRE ALGO
Queremos dejar la sabiduría a la forma, el poetizar al poeta, el hablar al hablante, el construir al constructor y el trabajo en el todo a cada una de las partes incontables que se desprenden
Enero de 2011
de la eternidad, y que tengan la misma suerte, es decir: que sean por medio de quien comprende un
paso más allá.
Atentos, queremos quedarnos al margen de las horas que van y vienen, diferentes a un lastre, y que se revelan tan solo a quien sufre por ellas.
A ti te queremos, único, tocar en nuestro acaso. Y buscamos en nuestro fervor y en la esperanza tu chispa y la eterna semilla de todo ser y acontecer.
Los poetas están para que tu innombrable secreto se haga a voces. La forma, para desen-
Las innumerables conversaciones que hacen del día ruido inservible están entretejidas por
esta palabrita desapercibida, como de miga de pan, “ALGO”.
Cuando la vida nos vapulea, cuando, insoportable, la necesidad nos llega o la fortuna bendice a un
hombre y le confunde con su afán de posesiones, cuando frente a frente se abisman los amantes en
un solo ser y extrañamente tienden con caricias un puente de barro, ahí detrás de todo estás tú,
como una sombra, y calculas aquello que es bueno y robustece cada uno de tus átomos.
“Siempre hay algo que no pende de un solo lado”, leí una vez en la puerta de la casa de un
redarlo. En la cadencia del hablante se balancea tu ubicuidad y no hay piedra en el mundo entero
campesino y sobre la inscripción había pesadas y huidizas nubes a un lado que dejaban entrever el
que fuera puesta sin el soplo de tu designio fatal.
sol al otro. Así en continua suspensión, el fino polvo de la comprensión cayó sobre mi alma.
Hubo pueblos cuyo completo discurrir fue solo un parpadeo tuyo y otros que, como oasis ya dados,
Me pregunta un amigo: “¿Así que pensadores, profetas y estilos iniciaron la traición al que-
se embriagaron con tu perfume a través de los siglos.
rer arrojar luz a ese secreto y levantar sobre su base visible, con la tenacidad y concisión de toda
Muertos están, dispersos, malogrados y sus restos son hoy llamados nación o masa.
una vida, el edificio de su doctrina?”
Si no fuera por tu indulgencia, no habría más que niebla y cieno. Pero cogiste de las multitudes, que
Y dolorido yo digo: “Sí”.
antes eran una, los ojos y los trajiste al ahora. Solos e incomprendidos por su vecindad, son odiados,
“Y ¿quién nos va a conducir entonces?”, me suelta.
perseguidos y burlados, esos ojos. No hay nombre permanente para ellos como tampoco lo hay
Y más dolorido aún me sale:
para ti.
“Nadie”.
La distinción del ahora es el desamparo. Su presencia es cambiante, su ser fluido y su manera depende de miles de obligaciones.
Pero tu heraldo y tú sois tan reales que todo lo viviente se asusta al otro lado de vuestra
irrealidad.
Entonces quien lea esto dirá : ¿Para qué?
Y lo angustioso es que nunca podrá recibir respuesta.
Lo inquietante es que todo intento de aclararos cesa de ser vuestro.
Ni “ente” ni “dios”. Más unitario aún es considerado tu ser. Y la palabra, esa que lleva cada
“Pero tú dices que alguien es el más próximo a ese algo”.
y respondo: “El tartamudo ignorante”.
Me mira mi amigo y pregunta: “¿Por qué?”
“Porque él lleva en el resplandor de sus ojos desamparados el secreto intacto y completo,
sin que lo pueda manosear con palabras confusas”.
Mi amigo mueve la cabeza.
Una sensación nos rodea como si estuviéramos en el espacio exterior.
“Dijiste una vez que el poeta deja que el secreto se haga a voces”.
uno en la boca, te mata por su imposible cuadratura.
“A voces – nada más”.
Pero como la palabra es nuestro castigo y tanteo nuestro eterno desasosiego, lo más ajeno y desde-
“¿Y la forma lo desenreda?” pregunta el amigo y entonces me mira a los ojos.
ñable te resulta lo más cercano y siempre llega de las profundidades de la verdad incognoscible, y
así nos atrevemos a nombrarte “ALGO”.
cisión.
“Esa es la maldición: al inicio de la obra suya, el estilo encuentra una chispa, pero al empezar a aclararla mata él mismo su creación”.
“Dame algo” dice el hambriento al que come.
“¿El reconocimiento no cuenta nada?” pregunta el amigo.
“Que seas algo” dice la madre al hijo.
Y yo: “Solo como cosa que se deshace del uso para el mundo fugaz de los vivos, un camino
“Me suenas de algo” dice quien reconoce a un amigo.
que lleva mejor hacia el bosque, pero jamás un sublime y funcional hacerse-más-fuerte de nuestra
“Va a pasar algo” dicen muchos cuando el tiempo está comprimido y el aire cargado de de-
certidumbre, restablecida, de ser más ricos en eternidad”.
Y mi amigo: “¿No es así todo absurdo?”
Enero de 2011
Ahí está de nuevo el árbol, nos rodea cada día, vívido. Están ahí los muros. La luz, los recuerdos de calles, mañana y cómo seguirá.
todos esos regalos, en un lecho de paz, en la comida y bebida acechan poderosas gotas para el dolorido.
Al dejar a mi amigo me sobreviene un dolor de solitario ser. Permanezco en la escalera,
miro al cielo y quisiera maldecir al dios que nos ve desde los astros y nos separa cuando queremos
En el prolongado éxodo, en algún recodo, está la figura lastimosa del mendigo de reconocimiento, que expirando gimotea: “Te equivocaste, amigo”.
tocarlo.
Pero cuando se inclina su destinatario, halla una piedra desmoronada.
ALGO gotea ingente y doloroso en mi alma.
Claro está el día en el cielo. Pasa de largo el vacío y sonríe. Quema el sol. A lo lejos ninguna
sombra se asoma. El cuerpo cansado duele. Polvo bebe el aliento.
SOBRE EL ALMA
Y como no hay lugar que ofrezca reposo, el agotado va a un campo a descansar. Se busca
un trocito de suelo mullido, se tumba y duerme.
Lo despiertan el alboroto y la bronca y lo sacan de allí. Y tras él, la maldición de un vacío le
da caza.
De lo incierto resulta seguro que la personificación aún mantiene despierto lo profundo en
Abandonados, dejados solos, hambrientos: así quiere el ALGO a sus niños del dolor.
cada ser viviente. Todo ente es una reja alrededor del sentido y, sin embargo, lo último no es el sentido. Está todavía por ser encontrado. Puede aclararse y aquellos que viven merodeando la vida en-
A menudo entre dudas, grita un torturado en el calabozo de la desesperación: “¿Por qué
solo yo? ¡Yo!”
vejecen al poseerlo. Cuánto recuerdan de pronto henchidos a esponjas repletas de agua.
Un movimiento, un solo roce tuyo les escurre unas gotas, y si es demasiado brusco, su re-
Maldice sin saber que si obtuviera respuesta, el viento lo cogería como a una esponja escurrida...
lleno se va y mueren, vacías.
Entonces arrastra con ellas su juego el viento caprichoso y las lleva a la nada de la cantidad.
Así de dura es la amistad del padre hacia sus destellos perdidos.
Otros saben. Otros respiran. Otros beben el zumo de la satisfacción. Otros viven reglados de año en
año y siempre están rodeados de sus semejantes. Tú, sin embargo – tú, el tú que como semilla de
Los expertos acuñaron para estos procesos la palabra “destino” y los hermanos del vacío
trigo desperdigada te desprendiste, tú has sido separado de los semejantes a ti, por los siglos. Y
callan satisfechos, pues les resulta como si a través de la muerte de una de esas esponjas conserva-
mirar sobre las puertas de lo pretérito no te es permitido. Apático y descontento te dejas llevar por
ran a un compañero.
los callejones de lo visible, golpeado y atormentado por lo nunca reconocible en ti.
En su corrillo vive el odio contra lo inmutable, contra lo apasionado y desamparado, en
cuya más honda profundidad arde la dolorosa incomprensión.
Esa incomprensión victima y resquebraja, alza al alto júbilo en instantes tambaleantes los
Tu alma es la pira sobre la que ardes lentamente. Y cuando el humo de la quema sube de
las casas de los años – solo un instante – miras por encima de la curvatura del todo y ves cómo también se alzan de otras profundidades lejanas, olvidadas, postreras columnas de humo...
corazones de los despreciados, es su abismo y su radiante cúspide, cuyas brillantes superficies gla-
Esta es tu suerte en la hora de tu delito.
ciares reflejan la sonrisa de ALGO. Reflejar y permanentemente reconocer que hay una inconcebible
Pues el alma está solo en aquel que es nada en la cuadratura de lo vario, y todo llega a ser al ser ol-
vastedad hasta la gracia de la concepción.
vidado.
Y en el éxodo del suplicio, en el camino por cosas y bosques de lo real aparente, se encuentran con los portadores del dolor los arrogantes salteadores de la seducción. No son violentos.
Ríen y reparten perlas de alivio a los caminantes. Se comportan con reverencia y aparentan poder
conjurar de sus astutos ojos todo lo bueno del mundo.
Y el sediento, el atormentado, el herido, sigue sus tentaciones sin ira, sin saber que en
*
La imagen que ilustra estos poemas es un fragmento
del cuadro de Caravaggio
“La incredulidad de Santo Tomás”.

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