tripa naufrago - Monte Ávila Editores Latinoamericana
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tripa naufrago - Monte Ávila Editores Latinoamericana
MONTE ÁVILA EDITORES L A T I N O A M E R I C A N A A a L T A Z O R Botellas de náufrago Antología poética 1975-2008 Juan Manuel Roca PRÓLOGO Stefania Mosca SELECCIÓN Juana Burghardt, Tobías Burghardt, Stefania Mosca y Enrique Hernández-D’Jesús 1a edición, 2008 1ª reimpresión, 2011 2ª reimpresión, 2016 DiSEño DE PoRTADA David Morey DiAgRAMAción Sonia Velásquez coRREcción Rosalinda ortega / Wilfredo cabrera © MonTE ÁVilA EDiToRES lATinoAMERicAnA, c.A., 2007 Apartado Postal 1040, caracas, Venezuela Telef.: (0-212) 485.0444 www.monteavila.gob.ve Hecho el Depósito de ley Depósito legal nº lf50020168001755 iSBn 978-980-01-1616-6 El cazador de la sombra Hay una sombra, a veces son pájaros, otras, la mirada del ciego, su luna, su pasión por los cuerpos ausentes. Hay una mujer que hiere, alimenta, conmueve. Hay una mujer imposible y otras perdidas en la vidriera. Pero en el paisaje, que siempre es humano, en la poesía de Juan Manuel Roca, el cuerpo de mujer es requerido, desde un principio. Es de noche y el cuerpo de mujer abre su caja de Pandora donde el poeta se pierde. Pero, sobre todo, se asombra ante la mujer. La madre, la belleza. La locura de los cuerpos que diluye el espacio y el tiempo, y nos hace eternos un segundo. Uno, entre los instantes infinitos. Allí está la fruta, en la casa, en la memoria, en el paisaje y en el sueño del cielo que sucede en la noche y vuelve pájaros a las estrellas. Allí está la ciudad, el rumor de los seres que la habitamos, el amor de Juan Manuel Roca por su país. El compromiso, su afán, a veces, por que se haga justicia de una buena vez. El país como herida. Una esperanza que es olvido, una pasión, otro amor hecho en la sombra. La ciudad está presente. Sus ventanas, la humedad reluciendo turbiamente sobre los asfaltos. Lluvia. Sudor del día. Lluvia cuando espero, cuando recuerdo. VII Me habitan las calles de este país Para usted desconocido, Estas calles por donde pasear es hacer un largo viaje por la llaga, Donde ir a limpiar luz Es llenarse los ojos de vendas y murmullos. Me pregunta Qué siento en estos días a este lado del mar Esta antología ofrece una lectura amplia de la poesía de Roca. Busca intensidades, fulgor. El milagro del poema y el pálpito ardiente de un lector que lo escoge, lo reflexiona, lo vive. La palabra noche: el rumor de los ciegos. Amante, militante y fanático del bolero, Roca es un nudo de pasión, un alma de arrabal. Usuario del sueño de la paz en Colombia, aún espera poder cerrar por siempre la noche oscura de los cuerpos, de las víctimas, la marca de la muerte, la injusticia. Paisaje humano en la noche donde canta el poeta. Aparece el canto, la esfera y el oficio del lector, que cae de un verso a otro como quien atraviesa un permanente claroscuro. Ser y no ser. Día y noche. La vigilia y el sueño. Cómo saber dónde termina el cuerpo cuando calla. Roca recorre el poema hacia sí mismo, y la ironía siempre oculta en la pregunta por la identidad es la caricia suave de sus poemas, la que nos lleva del erotismo a la memoria, de la infancia a alguna carrera trunca. Un tropiezo, el río. Dudo cuando el cielo está despejado, «con la frente en alto». Sigo entre la crueldad. La luz reverbera, sigo en la sombra, sigo sigilosamente hacia la noche, donde el poema aclara la plenitud de la imagen. Busco la noche, me contagio del poeta que leo. VIII Roca está muy cómodo en la noche; es su tiempo, allí está su espacio, la ciudad, sus secretos, la barra, sus soledades. Los amigos andan, transitan sin tregua, laberínticamente, la ciudad. Recorren los versos de Roca en todos sus libros: los ladrones nocturnos, Señal de cuervos, País secreto, ciudadano de la noche, Tríptico de comala, Pavana con el diablo, Monólogos, la Farmacia del Ángel, Un violín para chagall, las hipótesis de nadie. Iniciar el viaje en la poesía de Juan Manuel Roca es un bamboleo entre lo inmediato cotidiano y el enigma oculto en la noche; son los rostros que se miran y la voz de Nadie que se inmiscuye en la realidad y nos señala la imagen, su experiencia, el aire sobre el aire que apuntaba Juan Sánchez Peláez. Esa ingravidez en su diálogo con la tradición cultural, de Chagall a Vallejo, el viaje, sus poetas y sus lecturas preferidas son preámbulo y recepción de sus poemas, donde percibimos lo que aparece y lo que se oculta: la sombra, el pájaro, la Luna de ciegos. Roca no busca el asombro como efecto sino como revelación. Usa la imagen surreal y, sin saberlo, apunta al vacío, a cierta armonía que es ritmo y guía de su poesía. La noche es el espacio que inspira Puedo ser el cazador de la sombra, El que enciende una lámpara en la noche, El domador de sus silencios El monólogo es, paradójicamente, su modo de «apropiarse de la palabra ajena», como diría Bajtin. El monólogo es para conocer al otro, para enunciarlo por dentro. Toma su IX voz y habla desde la gitana, desde la bailarina, desde el boxeador. Habla del otro para hablar de sí: «Tú también soy yo»: Me dieron un cuerpo y a ese cuerpo un nombre. A ellos me acostumbro como el tigre al rugido. Habito ese cuerpo como un escenario, pero al tiempo que actor, que director, soy su amotinado público. Me acostumbré a la armazón que me dieron en préstamo, de la que a veces abuso como tierra de nadie. El pobre cuerpo se venga cuarteando el decorado, haciéndome doler telón adentro. Si me llaman por el nombre, por mi duro apellido de la edad de Altamira, es como si a él lo llamaran, como el silbo del cazador a su perro más fiel. Si alguien me prodiga halagos o improperios porque escribo poemas, puede hacerse el que es con otro, con un desquiciado que lo habita. Pero soy quien lo habita, o quien cree habitarlo. («crónica del habitante» de Pavana con el diablo) Esta antología logra un contacto intenso con lo altamente suscitativo en la poesía de Juan Manuel Roca. Yo, que soy lector simplemente, no dudo en querer volver a atravesar los detalles de los poemas de sus libros, de los que esta antología es síntesis. STEFAniA MoScA X Luna de ciegos de (1975) Trenes Atentos a señales luminosas los trenes los furgones del correo (látigos negros que parten la noche en dos tajos de silencio) dibujan oscuros trazos secretas escrituras. Alguien hace el cambio de agujas en el muelle: entonces entran al túnel de mis sueños. 3 Como bellas mujeres como bellas mujeres A quienes adivinamos la desnudez de su cráneo, la certeza de que alguien camina a nuestro lado, o la pregunta que a cada Paso nos visita: Vestidos de qué sueño Vendrán los viajeros de la sombra, Adivinados huesos y mortaja Del hombre que habla En una esquina, Una puerta se abre al estupor: Hay que andar quedamente o se despierta la extraña criatura que nos sueña. 4 Nadie En el parque, Y mientras cruza el viento Tratando de alcanzarse, Pienso En este fantasma Que criba en la noche El sueño de los hombres. nadie no se ocupa de mostrarse. Va y viene, Jinete del aire. 5 Días como agujas Estoy tan solo, amor, que a mi cuarto Sólo sube, peldaño tras peldaño, la vieja escalera que traquea. 6 Aldea Aún llegan barcas a los ojos de almendra De aquellas mujeres ruinosas. Una lámpara, su ojo de cíclope decapitado, Alumbra sus pasos en la hierba. Sólo se oye un ruido de plantas creciendo en la noche Y el viento que secretea lejanías. 7 Arte de tiempo El tiempo permanece atrapado Entre los libros. Por este prodigio de aprehensión, Heráclito sigue bañándose En el mismo río, En la misma página. Tú seguirás para siempre Desnuda en mi poema. 8 Sagas Estas profundas señoras Que copan cualquier espacio visible, Estas damas apolilladas por el tiempo, Rodeadas de gordura hasta el cogote, Estas mujeres sentenciosas Que todo lo ven, que todo lo oyen, Estas viejas de mirada ubicua Y rojos collares de abalorios, Estas mujeres diestras en cosas siniestras, Que pasan el día tejiendo en las ventanas o esperando la noche en estaciones ferroviarias, A qué raza pertenecen o qué antigua jerga acompaña sus gestos, ¿Qué secreto del mundo conocen Que nada las espanta? Ellas siguen ahí, Sentadas en poltronas de mimbre, Mientras las calles emanan el olor de la guerra. 9 Los ladrones nocturnos de (1977) Galopar Para Augusto Rendón Yo tuve un caballo. Era su crin espesa. Sus ojos diurnos en la noche. Yo tuve un caballo antes de nombrar espejo En casa de ciego. Secretos parajes recorrimos. ciudades huidizas al despunte del verano, Flores de piel en el valle penumbroso, noches con barcas cargadas de silencio. Yo tuve un caballo Antes de cantar entre los sordos. Antes de hablar De su país al desterrado, cuando aún no cantaba la canción de medianoche. con él recorrí los blancos patios de la aurora Escuchando el réquiem por el agua. Aún confundo su galopar y el de mi pecho. 13 Lapsus linguae Mis fantasmas galopan en blancos caballos hacia [el alba. Me recuerdan que una vez tuve el sol en la cabeza Y la cordillera de los Andes dormía como un gato Mientras caminaba por las calles con mi maletín de ciervo perseguido por la jauría. Porque yo puedo ser el guerrero saqueando a Roma [(año 410) o sus caballos arruinando los altares de Júpiter, o el imprudente que mienta espejo en casa de ciego, El rey de los tuertos, el sonámbulo que busca Su cuerpo entre las sombras. Mi ventana nocturna permanece abierta Para que entren las dulces ahogadas, las febriles hijas del sueño. Porque yo puedo ser el cazador de la sombra, El que enciende una lámpara en la noche, El domador de sus silencios, El lapsus linguae de los que verdaderamente soy. 14 Cantar de lejanía Sentados en el parque los mudos tejen el aire con su jerga silenciosa En cuyas góticas palabras cuentan una historia, Un cantar de lejanía. Es de verlos entrada la noche Echando al viento sus manos como un molino, como una bandada de palomas, o mirando el lenguaje silencioso Del estanque. Vuela, vuela a traer tus manos Para hablar de la noche. 15 El miedo El vuelo de ciertos pájaros espanta los caballos. con rojas espuelas la luna hiende el bosque. Fantasmas olorosos a hierba llegan por geografías de miedos ancestrales, por escalones de brumosas catedrales, por plazas de mercado frutecidas de rojo. Hay en el aire un ruido de rasgadas gasas y gotas de sangre sobre la nieve blanca. Se quiebra una rama en oscuros matorrales. ¡Atención! El asesino limpia su puñal color de luna. 16 Mester de ceguería 1 Desde la terraza, a la hora en que el sol cernía picos de pájaros azules, mi madre y yo mirábamos el patio en la casa de los ciegos. 2 los niños ciegos reemplazaban el balón por una caja de lata y jugaban con el ruido. cuando el ruido rodaba hacia algún lugar del patio, los niños lo perseguían, lo pateaban corriendo entre las sombras. 3 Mi madre y yo en la terraza. Y abajo, ángeles de la sombra corrían como locos tras del ruido. Después nuestra casa era una jaula. Mi madre paseaba por la alcoba limpiando el ojo a los retratos de sus muertos. Yo escuchaba el deslizar de las sombras en la estancia. 17 4 Entre árboles que levitaban su floración oscura, la casa nos guardaba de la tarde tempestuosa. Y ya de noche, acomodado al recinto del sueño, como un ciego perseguía el ruido de agua de aquella mujer desconocida. 5 Preguntaba por la extranjera, sin pensar que todos somos extranjeros en el sueño. Me paseaba con un gorro de cascabel por jardines lluviosos escuchando el techo piafante de un establo o un ruido de biblias en los cuartos vecinos. 6 la noche me tatuaba. 18 Botellas de náufrago En la pequeña habitación en donde vivo como Jonás en el vientre de un cetáceo, Pienso: quizás los poemas sólo sean Mensajes enviados por un náufrago, Botellas con gritos pobremente escritos Que acaso vayan desde el mar de los silencios A las playas del olvido. Pero he aquí que lanzo una botella y otra, Y una última habitada por mis miedos. En la pequeña habitación en donde vivo como Jonás en el vientre de un cetáceo, Van quedando pocas botellas del naufragio. 19 Señal de cuervos de (1979) Señal de cuervos Al graznido escuchado al borde De la estrecha carretera cuando los rostros afilados de los hombres Miran al cielo con ojos llenos de asombro, la noticia se propaga por ensalmo: la señal de los cuervos Anuncia la nueva hora del terror los cuerpos otra vez bajando por el río la subienda de muertos a orillas Del nuevo y rojo día. Alguien suelta sus pájaros oscuros Desde las secretas cámaras del palacio. 23 Epigrama para María cuentan que Tiresias hablaba la lengua de los pájaros. El viejo adivino que daba voz a los presagios Entre el cresterío de los gallos de Tebas, Saludaba con silbos la mañana. Yo, menos afortunado que Tiresias, apenas balbuceo la jerga de los picoteadores pájaros enjaulados. Pero al solo recuerdo tuyo, paisaje de tu rostro, Vuela mi corazón emplumado. 24 País secreto de (1987) Una carta rumbo a Gales Me pregunta usted dulce señora Qué veo en estos días a este lado del mar. Me habitan las calles de este país Para usted desconocido, Estas calles donde pasear es hacer un largo viaje por la llaga, Donde ir a limpiar luz Es llenarse los ojos de vendas y murmullos. Me pregunta Qué siento en estos días a este lado del mar. Un alfileteo en el cuerpo, la luz de un frenocomio Que llega serena a entibiar las más profundas heridas nacidas de un poblado de días incoloros. ¿Y el sol? El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas. Porque sabe usted, dulce señora, Es este país una confusión de calles y de heridas. la entero a usted: Aquí hay palmeras cantoras Pero también hay hombres torturados. Aquí hay cielos absolutamente desnudos Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer 27 Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo Hasta Java y Burdeos, Hasta el nepal y su pueblito de gales, Donde supongo que bebía sombras su querido [Dylan Thomas. las mujeres de este país son capaces De coserle un botón al viento, De vestirlo de organista. Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo, no sospecha usted lo que es un país como un viejo animal conservado En los más variados alcoholes, no sospecha usted lo que es vivir Entre lunas de ayer, muertos y despojos. 28 Los muros de la noche correteando los rincones de la noche Viene de ronda mi voz Por la oscura nación de los espejos. Amplio presidio, mi país. En su alta torre de mil pájaros Asomarse a la ventana sanea el corazón. Aún corre mi antigua voz De la edad de los aromas, corre junto al sonoro mar de cafetales, En el olor de los manglares Sube hasta el cielo. Mi voz resuena en las praderas del pecho cuando un trampero camufla la boca a la cisterna o pinta un túnel en los muros de una celda. inmenso hospicio, mi país. Evadiendo trampa a trampa, muro a muro, Viene de ronda mi voz Por la oscura nación de los espejos. Bogotá, octubre 10/80 29 Memoria del muro Bajo la piel de la pintura, Bajo su leve cascarón, la tosca grafía del acosado Reclama la muerte del tirano. Hunde el punzón en el muro. Despelleja su color, Y ese muro te hablará de días propicios para el crimen. Si te asomas a su más antigua piel Verás que otras letras se fueron en el barco de los años. Quítale capas al muro, almanaque de otros días, Y acaso encuentres el búho de negro tizón Dibujado por quien hoy es sólo sombra. oye transpirar en su centro, como si deshojaras la alcachofa, Esa tapia cubierta de pieles como una antigua dama. Sólo empañeta su piel, viejo albañil, cubre el deseo, Pinta el debajo del debajo, el color que se oculta en el color, Y una boca de sombra engullirá todas sus voces. 30 Exiliados Recorren parajes de trenes En cuyas blancas estaciones Se viaja al olvido. Hombres con el gesto de quien se sabe limítrofe entre el aire y el presidio Hablan en lenguas extrañas De una luz, de un nuevo viento. Hombres cuyo país no es más que un trozo azul de lejanía. 31 Epigrama del poder con coronas de nieve bajo el sol cruzan los reyes 32 Ciudadano de la noche de (1989) Arenga de uno que no fue a la guerra nunca vi en las barandas de un puente A la dulce mujer con ojos de asiria Enhebrando una aguja como si fuera a remendar el río. ni mujeres solas esperando en las aldeas A que pase la guerra como si fuera otra estación. nunca fui a la guerra, ni falta que me hace, Porque de niño Siempre pregunté cómo ir a la guerra Y una enfermera bella como un albatros, Una enfermera que corría por largos pasillos gritó con graznido de ave sin mirarme: Ya estás en ella, muchacho, estás en ella. nunca he ido al país de los hangares, nunca he sido abanderado, húsar, mujik de alguna estepa. nunca viajé en globo por erizados países Poblados de tropa y de cerveza. no he escrito como Ungaretti cartas de amor en las trincheras. no he visto el sol de la muerte ardiendo en el Japón ni he visto hombres de largo cuello 35 Repartiéndose la tierra en un juego de barajas. nunca fui a la guerra, ni falta que me hace, Para ver la soldadesca lavando los blancos estandartes, Y luego oírlos hablar de la paz Al pie de la legión de las estatuas. 36 Biblioteca de ciegos Absortos, en sus mesas de caoba, Algunos ciegos recorren como a un piano los libros, blancos libros que describen las flores Braille de remoto perfume, la noche táctil que acaricia sus dedos, las crines de un potro entre los juncos. Un desbande de palabras entra por las manos Y hace un dulce viaje hasta el oído. inclinados sobre la nieve del papel como oyendo galopar el silencio o casi asomados al asombro, acarician la palabra como un instrumento musical. cae la tarde del otro lado del espejo Y en la silenciosa biblioteca los pasos de la noche traen rumores de leyenda, Rumores que llegan hasta orillas del libro. De regreso del asombro Aún vibran palabras en sus dedos memoriosos. 37 Penélope y el olvido Mi nombre es nadie, y nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos UliSES llegó nadie. Desde un mapa de la nada, llegó nadie. Se agitaron las ramas, los rastrojos, Y una luna de nácar Brilló sobre el país de los lotófagos. De la noche o la lluvia, llegó nadie. Y abrió oscuros folios Que hablaban de odiseo el gran embaucador, De Ulises, fundador de los regresos. De los móviles mapas Que reflejan en la hierba los caobos, llegó nadie. Y si engullendo lotos se entra al olvido Y entre ebrios lotófagos Se olvida ese olvido, Penélope quisiera entrar en esos predios. 38 Ronda de los viajeros Ahora rondan el cielo los vigilantes. Alguien peina la cabellera de Berenice o ronda la constelación del centauro. Algo nos dice que una voz recorre las praderas del cosmos y se desliza como la noche en el cristal de una escotilla. En las terrazas, con catalejos y telescopios, un hormigueo de ojos busca a los vigilantes. Sabemos que la misma noche del cosmos es la aldeana noche que cruza nuestro jardín, nuestra ventana. Pero quisiéramos preguntar a los viajeros si al dejar nuestra esfera se escucha el ladrido de los perros, la algarabía del hombre en los valles de la tierra. 39 Ciudadano de la noche i nunca he escuchado en la noche un clavicordio. la luna agita el agua, Acaso altere las mareas que habitan la piel en fuga de los hombres, De ahí que escuchemos el desbordar Del cuerpo en luna llena. nunca he escuchado en la noche un clavicordio ni he visto cruzar barcos cargados con pacas de algodón, Pero así se desliza la noche en mi silencio ii los trenes tórridos me llevan por países de fiesta Sonando canecas de metal Que tocan los niños antillanos. Por los túneles de piedra Que son corredores de la noche Resuena la orquesta de los trenes. nunca he escuchado en la noche un clavicordio Y las gitanas han leído en los mapas de mis manos Que nunca viajaré al país de los lotos. 40 iii lejos, algún brujo Hace en marfil una mascarilla de la noche. iV la noche viaja hasta la blanca estación de los rocíos o pasa su tiempo colocando en los faroles Una danza de sombras y membranas. ¡Qué más puedo decirles de la noche! Va de viaje con el viento Decretando la abolición de las fronteras, Hace un viaje desde Florida hasta el mar de Java, De los mares del sur a los umbrales de mi casa. V Mientras un hombre pasa su lengua Tras la estampilla engomada de una reina, la noche me trae cartas de azules lejanías. Algo de salitre y un pecho de caracol con memoria de mares. Algo de légamo y de brisas estivales. Un aire de retama y bellas furias secretas Me trae la noche de sus viajes. 41 Vi Yo acepto el pasaporte del incierto, El papel que me hace ciudadano de la noche. la noche abre sus verjas plateadas Y desliza bajo mi puerta Sus volantes hojas de papiro, Hojas que hablan de un tráfico de sueños, De un delta de invisibles orinocos Y locuaces loros venidos del caribe. Vii Yo oigo el conjuro de la noche en sus ranas Y el tiempo se desliza como un Paraná De orillas distantes, Tocando flores anfibias, orquídeas Que crecen en el caparazón de las tortugas. Viii Algo de alquitrán. Algo de olor de mar entre ritos marineros. Algo venido del mar de los augures Me trae la noche de sus viajes. la noche va tiznando en mi estancia El blanco aguamanil, la blanca leche dejada para el alba. Afuera, en la plaza amurallada, la mañana pasea con ojos de lluvia en los cristales. 42 Canción del que fabrica los espejos Fabrico espejos: Al horror agrego más horror, Más belleza a la belleza. llevo por la calle la luna de azogue: El cielo se refleja en el espejo Y los tejados bailan como un cuadro de chagall. cuando el espejo entre en otra casa Borrará los rostros conocidos, Pues los espejos no narran su pasado, no delatan antiguos moradores. Algunos construyen cárceles, Barrotes para jaulas. Yo fabrico espejos: Al horror agrego más horror, Más belleza a la belleza. 43 Retrato de Johannes, el nocturno A veces la noche retaba mis bastiones, Me arrastraba hacia sus lianas Para hacerme aparecer lejos de mí, En bote de náufrago, en nave de locos o de ebrios. En raptos de grandeza Sentía unas alas cerrándose a mi lado como un pájaro de piel de adormideras, o me fingía lope de Aguirre, rey de mi pellejo, lope de Aguirre vadeando el gran río nocturno, cojo de pie pero raudo de sueños. Era el tiempo de beber lejanía en las tinajas. El tiempo de ir tras la grupa de violín de las muchachas. Me hice enemigo de un país sin amigos Y en los bordes de la acera vi la flor de la miseria. Alguien me preguntaba por qué el sabor De metal que hay en mis cantos. Yo respondía con el sabor a herrumbre Que nos deja un país de oscuras rejas. 44 Aprendiz de cazador Ella es bruja. Vuela en el aire de la alcoba como si su capa barriera mi memoria. Yo, aprendiz de cazador, Para atraparla interrogo al fabulista, Al peregrino de los bosques. Ella esquiva mis intentos, Vuela en círculos de niebla Sobre mi cabeza atribulada. A veces creo que llega hasta mi mesa como arisco animal Que abreva en un estanque, Y cuando intento descifrar su silabario Se desvanece en el aire de la alcoba. Ella evita mis eternas acechanzas, Mis trampas y señuelos. Así, escurridiza y evasiva es la palabra. 45 Tríptico de Comala de (1989) Este es el sol ¿Y no se cansa este sol de brillar sobre los muertos? ¿Y no se aburre de tostar lagartijas, de secar los jarros de pulque? ¡Terco, puto sol que alumbras los juegos de los niños de Sayula! Sol destemplado como una vieja pandereta, tibio sol Que calienta el alma en pena de los vientos. ¿Quién anda por ahí? ¿Quién ese jirón de aire? Fulgor Sedano, Damiana cisneros, Pedro Páramo, o acaso el extranjero de piel, deshabitado de cuerpo Que mira la lluvia de estrellas en el cielo cobalto de comala. Todos, de vista hacia el futuro pertenecemos al mapa de comala, Somos briznas de luz, concilio de sombras en tertulia con la muerte. ¿Y no se cansa este sol de brillar sobre los grises tejados del ausente? 49 Rumores de Comala Dicen las viejas comadronas que hay un lugar, un muro cuarteado Por donde se oye a través de sus fisuras el eco del allá. Uno podría escuchar una banda de muertos sonando un danzón, Acaso el mismo danzón de los ausentes que bailotea frente a la ventana de guadalupe Posada. Uno no sabe tras de cuál puerta empieza el país de los ausentes Y acaso seamos fantasmas, legiones a lomo de un potrillo. la luna como una inmensa lápida fulge en el rincón de las milpas. Sí. Acaso todos seamos fantasmas convocados por algún provocador de sueños. con sólo abrir un libro rumoroso en nuestra alcoba, el aire se puebla de voces. con sólo llegar a la primera palabra de comala, a la búsqueda del padre, Un desbande de rumores entra por todas las rendijas de la casa. 50 Pavana con el diablo de (1990) Breve historia de nadie Dice el señor nabokov que la literatura no nació cuando un niño de un valle del neandertal llegó gritando: ¡Un lobo!, ¡un lobo!, y tras de él, cuatro patas al aire, un lobo gris blandía su lengua chasqueante. Dice, mejor, que la literatura nació cuando un niño de un valle del neandertal llegó gritando: ¡un lobo!, ¡un lobo!, y tras de él nadie venía. Desde entonces, nadie es un eterno personaje, un fantasma en los valles del poema. 53 Leyendo a Gaspar de la Noche cierro su libro. Quiero deshacerme de su presencia, y sin embargo paseo con gaspar de la noche, de quien se afirma que es el mismo diablo. cierro su libro. Hay bullicio en mi adentro, una guerra civil se declara en mi cabeza. Vuelvo a Brujas, la ciudad del rojo jabalí, en medio de flamencos cuya fama para el tropel y la gresca rebasa la de su escuela de pintores. Asisto al claroscuro de una loca batalla: sombras chinescas gritando muerte a los buenos burgueses. no sé cómo pero veo correr por mi cuarto al viejo ladrón de capas y huele en la ventana el tulipán, la flor de la lujuria que odian los ancianos. no soy yo, es el viento quien abre su libro y me lleva por embrujados cronicones. El viento, correo del otoño. Bogotá, abril 15 de 1980 54 Crónica del habitante Me dieron un cuerpo y a ese cuerpo un nombre. A ellos me acostumbro como el tigre al rugido. Habito ese cuerpo como un escenario, pero al tiempo que actor, que director, soy su amotinado público. Me acostumbré a la armazón que me dieron en préstamo, de la que a veces abuso como tierra de nadie. El pobre cuerpo se venga cuarteando el decorado, haciéndome doler telón adentro. Si me llaman por el nombre, por mi duro apellido de la edad de Altamira, es como si a él lo llamaran, como el silbo del cazador a su perro más fiel. Si alguien me prodiga halagos o improperios porque escribo poemas, puede hacerse el que es con otro, con un desquiciado que lo habita. Pero soy quien lo habita, o quien cree habitarlo. 55 Zona de riesgo Te llamarán a la plaza de la tergiversación RAFAEl cADEnAS Te lloverán las voces de Babel: te dirán que ese asunto del poema es cosa de hombres desdichados. Te pedirán que te atomices, te esfumes, te silencies, que si quieres respeto te mueras de una vez. Si llevas a la casa del poema ungüentos para el goce de los cuerpos, te hablarán de bandas de niños miserables, pero si cantas el eterno forcejeo de los pueblos te llamarán a cuentas, te pedirán más intimismo. En los salones blancos te adularán: deja ese cantar al oído sordo de la gleba, tú eres de los nuestros. como un viejo púgil rondando el encordado oirás la voz del desaliento. Que se oiga, al fondo del coro, tu palabra desnuda. 56 Monólogos de (1994) Monólogo del rey del circo Soy el rey del circo, patria del milagro. Mi reino es de este mundo, al que agrego Una baraja de asombros. no ciño en mi cabeza la torre almenada de ninguna corona, no levanto puentes levadizos al guerrero ni poseo un foso de fieras para arrojar a los siervos. Y si no desciendo del castillo al galope, Un pájaro de cetrería posado en mi hombro, Y si no voy en el negro corcel de mis poderes Persiguiendo doncellas, atrapando hechiceras, Tengo un feudo de seres que me siguen Adonde plante los pendones del circo. Enanos, saltimbanquis, pequeños monstruos comefuegos Hacen de mi reino el país de las quimeras. Aun yo, dueño de una industria de espejismos, Habré de irme hacia el allá Mientras recuerdo la sentencia de Buda: ¿cómo manda un rey muerto Sobre un mendigo muerto? 59 Monólogo del domador Es peligroso entrar sin látigo en la jaula de los recuerdos: muerden. gESUAlDo BUFAlino Si pudiera domar el indomable tiempo Y que él, bestia sumisa, se postrara a mis pies Mientras recorro las naciones Ante el grito silencioso de los perplejos... Pero no, estoy condenado a domar tigres y panteras, leones que me miran como a un viejo conocido, Menos feroces que el rayo del tiempo: lo he visto engullir domadores, lanzadores de cuchillos, bellas mujeres equilibristas. Hasta el recuerdo, domeñado animal, Ha caído despedazado en las fauces del tiempo, En la selva de sus horas. Renguea el recuerdo de los días pasados como un misionero que regresa de la jungla Maltrecho, envejecido. Mi látigo está hecho de sombras y de olvido. 60 Monólogo del viejo mago Este es el mago, dicen, cuando baja el tobogán De mi bigote una gota de luz Bajo el nocturno sol del reflector. Este es el mago, dicen, y esperan Una fiesta de imposibles. Ya mis dones han entrado en el ocaso, Sólo soy taumaturgo en algún sueño, liebres y palomas brotan de una chistera Abandonada: la memoria. la marabunta del circo me mira de soslayo: Mago viejo cambia su capa y un recetario de milagros Por una casa de campo. Una vez asistí al encuentro de un mago en la palabra: la gente esperaba que de su boca Saliera la quilla escarchada del Titanic, Que del bosque de palabras brotara un arcabuz, [una ballesta, Un pájaro errante como un gitano de Bohemia. El viejo poeta, como un león desmelenado, Sólo balbuceó entre dientes, carraspeó, Dejó escapar su aburrimiento. Ese viejo poeta fue mi espejo: Si de sus labios no fluía la tisana de su voz, De mi sombrero de copa sólo brota el vacío. 61 Este es el mago, dicen, ahora que estoy Más del lado del allá y que veo a la muerte como un circo de luces que se apagan. 62 Monólogo de la trapecista cuando vuelo ocurre que el aire se detiene, Pájaro al que una flecha enclava En el azul. Recostada al mediodía sobre un carromato De heno, tuve un sueño: El mundo era inverso, caía desde la malla protectora Hasta la piscina del cielo. De trapecio en trapecio, de liana en soga, El abajo no existe, ni el rumor ni las miradas: Sólo un vacío, una legión de huecos en el aire. Torpe de mí, en la noche tropiezo con la sombra, Me enredo en los objetos y en la bruma. cuando salgo a la pista, crecen alas de luz a mis espaldas: El aire mismo se habita de plumas. 63 Monólogo de la bailarina Ahora soy flor. luego cascada. Un secreto pájaro dicta el vuelo A mis frágiles pies en el tablado. Si debajo de mis zapatillas Hay un mundo estático, lo ignoro. ¿Me entenderán si les digo Que las gotas de sudor son más preciadas Por mí que los collares? Ahora soy fuego. cuando vuelvo en mí, cuando la música ha cesado Y veo a los demás, que son mi espejo, Me asusto de saber que fui flor, Que fui cascada, que fui fuego. 64 Monólogo de la gitana leí mis propias manos Y vi la muerte paseando Entre dos senderos imprevistos. Desde entonces Me enseñé a cruzar los dedos A cada cruce de caminos. A un hombre taciturno le adiviné la suerte en el cementerio. El encendido color de mi blusa Parecía un pájaro en llamas Sobre lajas y ángeles de yeso. Vana ironía, adivinar el porvenir Junto a una tumba. Aunque lo intente, no soy mejor adivina que la muerte. 65 Canción del afilador En las viejas piedras del jardín He visto brotar estrellas al contacto del cuchillo. Sé que en la punta de un puñal cuelga un grito o que hay puñales que evitan las heridas, Que redondean la silueta De una bella mujer en un panel del circo. He visto en un grabado Una daga huyendo clavada al lomo de un venado o en un sueño, quizás, Una navaja recorriendo el cuello de una dama. oigo un lejano tintineo de metal Por las calles que conducen a la noche, Pues los cuchillos se desbandan En noches de luna, Se agitan en la pretina del ladrón o en la mirada oculta del guerrero. Pero ningún puñal de sombra tan hiriente como la larga ausencia de tu cuerpo. 66 Monólogo del volatinero Si caes, merecerás la más convencional de las oraciones fúnebres. JEAn gEnET Volatinero soy. como el ala del pájaro Que pertenece más al cuerpo del aire Que a su cuerpo, Mi reino está en las alturas. Volatinero soy, pastor de abismos. Soy leve como pluma Porque pocas veces me atraganto con las sobras del banquete. Si pienso en lo que ingiere El torpe gallinazo Que guarda luto por sí mismo, En su vuelo de planeador Sobre las ruinas, Diría que algo de él habita mi pellejo: Esclavo en el suelo, príncipe en el aire. Volatinero soy. Sólo una cuerda tensa me amedrenta: la que va desde mi soledad hasta la tuya. 67 Monólogo del incierto ¿De manera que soy Un trazo pintado con ceniza En el mapa del agua? ¿Y así pues que soy Una mancha de tinta En el papel secante? ¿nada más Hierro candente Que alguien zambulle En una alberca? ¿De manera que no vale Esconderse del tiempo Tras el biombo de cristal? ¿ni más ni menos, El que soy y los que fui Están tocados de viento? 68 Monólogo de la mujer que lava el agua lavo el agua, que es como lavar la liquidez del tiempo Bajo los puentes. Fontanera soy De la secreta grifería del río. lavo el agua, que es como tocar el arpa de la lluvia, como volarle al tiempo sus esclusas. lavo el agua Para que el árbol duplique sus frutos En el espejo que huye. Para que la muchacha desnuda o el niño que come duraznos carnosos laven su piel con piel de nube. lavo el agua Para que los ahogados del mundo Hagan su danza muda Entre un enjambre de peces. Para que la araña camine como un pequeño profeta Sobre el lago, Toco las aguas como la cabellera De un violín. Soy la pequeña adoradora, Hidrólatra con su bastón de nácar. 69 Estoy hecha de tiempo, como el agua en la hierba, como el agua en el agua, como el agua. 70 Monólogo del anticuario Sobre mi escritorio de nogal Reposa una figura mágica, una tanagra. Dicen que ayuda al bienestar de los muertos: Quizá por eso camino sereno entre las cosas. Voy entre relojes de tiempo fulminado, Entre viejos paraguas y retratos de olvido. Miro un bastón cuya empuñadura es de plata, Un cetro que quizá portara con más dignidad la sombra que su dueño. la bruma me visita. la siento entrar cuando suena la campanilla de mi puerta, Y la veo sentarse en la oscura mecedora. Mi oficio, vendedor de sombras, Saqueador de amuletos. las gentes del barrio me toman Por cochero de pompas fúnebres, Tal vez porque comercio con ausencias. cuando apago la estancia Y los objetos pierden sus orillas, Soy una sombra más llegando del pasado. la bruma, de nuevo, me visita. 71 Monólogo del relojero Vivo en un pálpito del tiempo. De niño odié el monocorde sonido Del tiempo en casa de mi padre, la coral de sus relojes de pared Repitiendo la misma tonada. A todas éstas, ¿qué se hizo el tiempo de mi padre, Su feroz relojería implacable? Yo envidiaba de niño al aldeano Que da la hora en el dorar de la tarde, En el cambio de luces en el árbol. Ahora amo el repique del reloj, El campaneo de mis horas. En cada una de ellas crece el ayer, del que estoy habitado. no todos viven la misma hora, El mismo devenir. la anciana que hoy dejó en mi gabinete Su reloj, el aviador que mide el tiempo En el prontuario de sus vuelos. El celador nocturno registra las horas con lentitud de sueño Y con cubrir los relojes no deja de transcurrir el tiempo. ¿Hay algo que transcurra Más que el tiempo? 72 Monólogo del picapedrero Todas las prisiones del mundo Están construidas con las piedras Que cayeron sobre Jesucristo. VlADiMiR HolAn Veo pequeñas lunas, pequeñas piedras Que cortan el vuelo De un colibrí en la ciudad, Pues la ciudad está hecha De la misma materia del presidio. También las gárgolas de antiguas catedrales Están levantadas con las piedras Que llovieron sobre el hijo del carpintero. Picapedrero soy. En creciente me pregunto Si es la luna otra cantera Que crece a la par de los presidios. 73 Monólogo sobre el tiempo El tiempo cumple con recordarnos su paso De maneras elusivas: es el suyo Un ábaco con cuentas de granizo Bajo el sol de los trópicos. Así, el viejo que vuelve en tren a su patria cae fulminado en un pasillo del vagón. Ahora Su patria es el olvido. Todo, en un guiño de tiempo. Yo tuve una mujer construida para el siempre, En su dorada cabeza siempre hacía verano. la esperaba en las citas con paciencia de nube Y no sé si murió a tiempo o a destiempo, Si se fue en la víspera del día. Se me han ido los años tratando de aprender A caminar entre los hombres como un ángel custodio de mi cuerpo. Agua o arena entre los dedos, oigo cruzar el tiempo, Fantasma que galopa en yegua blanca. 74 Monólogo del cuerpo ¿Qué se han hecho los sucesivos inquilinos Que he tenido En escamoteadas edades, El niño que nadaba en mí como en un inmenso traje? Huésped de paso, mi morador Es rey de la sombra, Mandarín de soledades. 75 Monólogo del polvo Soy uno que fue, El que anda a lomo de aire. Alguien puede sopesarme como a un leve Pájaro en el cuenco de su mano. no podrá adivinar mi oscura genealogía, Porque el paso del rey Bajo la capa pluvial de sus ropajes o el peso liviano del mendigo, se deshacen Para darme nacimiento. Toda la andadura, la armazón de sus huesos, Sólo eran un puñado de barro que vigila. Y no porque la mucama agite su plumero, Su manojo de pájaros muertos Sobre la multitud de mis lechos, Dejo de existir en mi largo silencio. Soy uno que fue, Soy el polvo, el sin cuerpo Que ancla en puntillas por el aire, El actor taciturno que vive tras la escena. Tras el demiurgo, polvo. Tras los jinetes y sus yelmos, Polvo. Y tras las cortinas del palacio, polvo no Siempre enamorado. no quiero vestirme de agorero Pero soy el futuro de la niña que crece o del árbol elegido por el leñador. 76 En mí reposan minaretes, estatuas, fuentes de agua. como Dios, estoy en todas partes. Me pregunto cómo es que no me escuchan. 77 Monólogo del mudo Hormiguean las preguntas En la patria del silencio. cada ademán Es bandera de mi voz, Espacio movedizo Poblado de otros gestos. Una ración de luz Alumbra mi brumoso silabario. Soy aquel Que tiene sigilo en la garganta. 78 Monólogo del regreso a casa luego de ver la multitud A las puertas de un festín De pesadillas —Seres de goya, mujeres rumorosas como brujas de Macbeth— llego desde la guerra callejera. no estalla el obús en mi camino, no me acechan ocultos artilleros, Pero cada regreso a casa —Atolondrado mercenario de mi cuerpo— Tiene sabor de sueño Después de la batalla. 79 Monólogo del pandillero oigo un enjambre de motos. Bajo mi negra chaqueta corre mi corazón de negro pistón, de alto cilindraje. la vida es insegura De no estar adherida a la cacha de un revólver. Tengo legiones de amigos bajo tierra, Muchachos broncos que pastoreaban el miedo, Que pisoteaban las flores del tedio. conozco de presentimientos: El que corretea el balón en la cancha del barrio Piensa que todas son su última jugada. El que besa a su novia, tiene ante él los últimos labios entreabiertos. cada poste de telégrafo que cruzo en mi moto Es el límite del mundo. 80 Monólogo del viejo bardo Para ir a ver las ruinas de Tikal o de Pompeya, las ruinas de antiguas ciudades cubiertas por la arena, los cementerios indígenas o los cementerios [de elefantes; Para ir a ver los huesos de los búfalos Que se pudrieron a lluvia y sol En la pradera humeante donde los trenes resoplan las [distancias; Para ir a las ciudades más lejanas y en sus noches Asomarse al paisaje de olvidados vagones, Al cementerio donde crece la flor de sus herrumbres, Me basta estar en cercanías de un espejo. Porque soy más antiguo que Tikal y que Pompeya, Estoy en extinción como un antiguo maya, como un viejo animal muriendo entre el marfil de sus [silencios. Soy más inútil que la flor de las herrumbres. Estoy hecho de adioses. 81 Monólogo del pintor de imposibles El informe del tiempo Dice que en mi rostro hace verano. Pero cuando intento pintar el tiempo Y sus aguas movedizas, El sigiloso me cambia azules por ocres, Esconde el bermellón al rojo fruto. De nada vale que moje el pincel con la luz que se filtra en los postigos ni que otro pincel de lluvia Visite mis lienzos. Antes que pintar el tiempo, Es él quien me dibuja en su silencio. 82 Monólogo del boxeador «¿Por qué te has hecho boxeador?», le preguntaron al irlandés Barry Macguigan, campeón peso pluma. Él respondió: «no puedo ser poeta. no sé escribir historias…». JoYcE cARol oATES no sé escribir, Aunque por rara paradoja Sea peso pluma. Aun así esculpo vacíos en el aire: Que donde esté mi rostro no esté el puño rival. Doy una lección de ventanas, Hago fintas y huecos en el aire. Yo me enfrento en los tinglados A la más oscura pesadilla: El otro y su sombra. no le temo a la muerte, cuando venga, Que sea en cámara lenta, como esos golpes Que veo venir desde el pasado. Mi religión es el riesgo: Acudo a su liturgia cuando suena la campana, Pero al paso de los golpes Me amedrenta la vejez. 83 Por eso elevo una plegaria: San Joe louis, que la muerte no me venza por puntos, Que lo haga por K.o. 84 Monólogo del rey del trapo Ahora ya estoy harto: He colgado mis mitos En una cuerda de tender la ropa. MAHMUD DARWiSH Tenso una cuerda en el patio de ropas. cuelgo el traje del justo Y veo en su túnica blanca un pequeño agujero Por donde caen migajas de silencios. Tiendo el ropaje del sabio, El burdo vestido cuyos bolsillos mojados Me sacan la lengua. la camisa humilde Bailotea de orgullo bajo el sol. El frac alquilado del mago Aún tiene sucios vestigios de paloma, Es el viento quien ahora le cambia de posturas Mientras cae un rey de bastos, desde la solapa. Extiendo la sotana Y huele a perfumes de onán, A llovidas hostias y a cirios en desvelo. izo en el cordel el uniforme del soldado Y permanece rígido, a la espera de una orden. El viento y el silencio son sus nuevos monarcas. 85 Monólogo del ventrílocuo Soy un pequeño dios Que da vida a los muñecos. Pongo mis labios Al servicio del otro. Y aunque a muchos incomode Mi manía de hablar solo, Alguien se oculta en mi voz. Soy como el poeta Que canta en boca de otros, cuyo secreto oficio es loar Al gran ventrílocuo: Dios. El otro es mi máscara, El biombo tras el cual oculto mis deseos. Por momentos, no sé quién comanda a quién, Dónde comienza o termina el brazo En el abrazo. Muevo mis labios Para que el otro mueva los suyos Y a los dos nos anima El silencio de Dios. 86 Monólogo del amanuense Para Luis Vidales Mientras escribo, Un indígena desciende el orinoco leyendo en el claro alfabeto del agua la edad del árbol, la sombra del follaje Que narra el lugar del mundo En que se encuentra. Mientras escribo, las nubes y su grafía de sombras Dan en las montañas una lección de levedad A las piedras desnudas y profundas. Todo escribe en un lenguaje oculto Acaso hecho «de la misma materia de los sueños». Escribe la luz en medio del bosque Recordando que hay más dioses despiertos En el árbol que en el hombre. Y yo que no leo el vuelo de las aves, Que desconozco el lenguaje del venado, las conversaciones del aire con la flor o el otoño que deja volar las hojas de su diario, Sólo trazo el eco de sus voces. Mientras escribo, El agua traza el nombre de Heráclito en el río. 87 Monólogo del inútil Abuela me dijo: no intente hacerle nudos al agua, no escriba con nieve la palabra eternidad. Alguien volvió a decirme: ¿Qué gana con hacer agujeros en el agua? ¿De qué sirve esconder la llave de su casa Bajo la alfombra del mar? otro más me aleccionó: Sus jaulas de viento no atraen Al más tonto, al más inocente de los pájaros. ¿Y sus sillas de sal bajo la alberca Y su paraguas de telaraña para escampar del granizo? ¡no nos haga reír con sus ábacos de hielo contando nubes bajo el sol de diciembre! no intente señales de humo en agosto: Sus vientos borran las palabras, parten mal las sílabas, dictan mensajes que no son. Abuela siguió diciendo: no intente hacerle nudos al agua, no escriba con nieve la palabra eternidad. Pero seguí haciéndolo. A escondidas seguí haciéndolo, oficiando ritos inútiles, lunas de jamases, patios de nuncas. lo que algunos llaman el poema. 88 La Farmacia del Ángel de (1995) Parábola de las manos Esta mano toma un fruto, la otra lo aleja. Una mano recibe al halcón, Se quita un guante, la otra lo ahuyenta, prende una antorcha. Una mano escribe cartas de amor Que su equívoca siamesa puebla de injurias. Una mano bendice, la otra amenaza. Una dibuja un caballo, la otra, un puma que lo espanta. Pinta un lago la mano diestra: lo ahoga en un río de tinta, la siniestra. Una mano traza la palabra pájaro, la otra escribe su jaula. Hay una mano de luz que construye escaleras, Una de sombra que afloja sus peldaños. Pero llega la noche. llega la noche cuando cansadas de herirse Hacen tregua en su guerra Porque buscan tu cuerpo. 91 Monólogo del que no conoce nada con los idiomas que no hablo Babel crecería como nunca. con las estrellas que desconozco Se podría dibujar un vasto planisferio. con los mares que no he buceado, con las ostras que no he abierto Y los frutos de olor en la distancia, Haría una tertulia de ausentes. con los caminos que no he andado o las naves que no he construido, con los caballos que no he galopado Podría recorrer las fronteras del mundo. ni siquiera sé si el rosal disfruta de su olor. 92 Otra canción de la mujer que lava el agua conozco a la mujer que lava el agua, Su fluir en el tiempo. lava el escarnio de los días de guerra. no le importa la soledad entre el bullicio Que la ronda con viejas ballestas y ojivas nucleares. la mujer que lava un agua Tan estancada como la infancia de caín, la mujer que lava un agua Tan detenida como el reloj de los muertos, la mujer que lava el agua. ¿Es acaso la poesía esta mujer, la que lava después de la batalla nubes rojas como algodón de enfermería, la que muestra su blancura Que sale de la ola como las enaguas del mar? ¿la que da cuerda al mundo del roce, Al tiempo y la vendimia de los sueños? Ella lava entre las piedras El hilo secreto que cose a la luna como un botón de cielo. De tiempo en tiempo, al menor descuido, Me visita la mujer que lava el agua. 93 Tempestad en un vaso de cristal con árboles está levantada nuestra casa. De casas está forjado todo El barrio. De barrios se configura la ciudad. De ciudades ebrias se fragua Un país. De países así se construye El olvido. De desmemoria es la tinta con la que se traza la palabra Eternidad. De eternidad se tejen los malos tiempos. Y el tiempo, Si nos ponemos trascendentes, Es un suspiro de Dios. Dios debe estar Mirando al viento, al viento Que atesora en agosto toda clase de Sombreros. Su aliento nos visita, Pero los sombreros ya no se llevan En este país de casas que fueron árboles Borrados con tinta de eternidad. ¿Y el tiempo?, ya se dijo, un suspiro De Dios. ¿Está claro el silogismo, la tempestad en un vaso de cristal? 94 La Farmacia del Ángel* Se iba por un sueño. En silencio, descalzos pies, pasos de musgo, recorría parajes blancos cubiertos por el fino talco de los muertos. De regreso del sueño, qué premonitorio el nombre del lugar donde se encuentra: la Farmacia del Ángel, la farmacia en la que un hombre solitario —desalado, negro ángel de luz— fue aprendiz de largos viajes. Rumor de bosques, rumor de aguas se adherían como escarcha a su silencio. * Farmacia donde georg Trakl se habituó al cloroformo. 95 Naturaleza muerta Voy por la calle con mi maletín de antílope Y mi billetera de becerro. calzo zapatos de toro Y llevo un blusón rojo teñido en achote. Toda mi ropa fue lavada por un secreto río Y jabones de rosa. En mis papeles rumorea un viejo bosque, Por momentos siento Que se despereza la serpiente del cinturón. Hay vestigios de clorofila en mis dientes. Escribo con carboncillos de sauce. Me pregunto qué trozo soy del paisaje. 96 Epigrama El agua es ágrafa Y sin embargo escribe en sus ríos El porvenir del mar. El viento es ágrafo Pero escribe en la pizarra del aire olor de mangle, temblor de trigal. la luna es ágrafa Y escribe la sombra de las tejas En los muros de la ciudad. Y tú crees que inventaste la escritura. 97 El clarinete Veo allí, en la casa de empeños, Un clarinete, plateado y mudo. cualquiera puede imaginar Que en un clarinete, como en los labios de una niña, Habita un enjambre de canciones no cantadas. otra cosa es su historia. o fue el talismán de un turulato músico de muelle Que le extraía un trozo de noche, o el señuelo para pescar muchachas solas en los [parques, o la manera más ruidosa de pasar El sombrero a la salida del teatro. ¿A cuántos perteneció? ¿Todos sus dueños son fantasmas? ¿A cuántos de nosotros habrá de sobrevivir? Tócalo, antes que cante el gallo, una y más veces. 98 Carpe diem Si se huye del riesgo, El riesgo a las puertas viene. Vamos al sueño cuando buscamos la vigilia. Y a los frutos secos cuando los labios son jugosos. Veo cruzar el tren a mi destino. A contramarcha, voy en otro tren y en otra dirección. cruzamos por Brooklyn: A mi lado, un hombre de turbante Habla solo, en una lengua milenaria. En cada estación suben espesas marejadas. Del barrio chino. De Harlem. De la pequeña italia. De los distritos del miedo Vienen los que huyen de sí, llevando como el caracol o la tortuga la casa del cuerpo siempre a cuestas. Una mujer duda en bajar En la estación del olvido. Titubea ante la puerta del tren. —¡Hazlo ya!, le dicen sus pies. —¡Quédate quieta!, le dice su cabeza. Pero la muy fantasma hace su carpe diem Y entra en un lugar sin regreso. nueva York, junio 28 de 1992 99 Antiodisea Ésta soy, Penélope, la insumisa Que se niega a destejer lo ya tejido, Una mujer sola Que peina en las noches sus cabellos. En el oleaje de mi negra cabellera Siento que Ulises se aleja, se aleja sin remedio. no vuelvas, viejo impostor, no regreses a Ítaca, A la derruida casa donde tu hijo Y tu perro, tu arco y tu mujer Se fatigan de esperas y vigilias. Quédate a orillas del lecho de calipso, Rey de la nada. Quédate engullendo lotos, habitando el olvido. París, diciembre 13 de 1994 100 Teatro de sombras con César Vallejo de (2002) Teatro de sombras con César Vallejo De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo. como un espejo negro esperaba a su dueño en un puerto de brumas o en hangares ocultos. En los muros barnizados de luna podía verse la sombra de Vallejo que volvía de España con un cáliz de luto. De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo. Tras andar sin su sombra perdida en un descuido, lograba cazar a su indócil siamesa, como en un lienzo de Magritte. como en una ventana asomada a otras ventanas. Y los dos, negro croquis y escenario de sueños y batallas, se iban a pasear, es un decir, su antigua alianza. 103 Vallejo imagina una calle la calle conduce a una plaza donde llueve y florecen como negros tulipanes los paraguas. Hay en esa calle un muro que separa a París de Santiago de chuco. Vallejo lo abre como quien entra en un libro y ve cruzar al músico que duerme al vecindario con su clarinete. Un perro escarba en un montículo de huesos dejados al desgaire. Vallejo palpa sus húmeros y lo mismo hace su sombra apaleada, yo no sé. nadie sabe de dónde viene Vallejo a estas horas por Trocadero con su cara funeraria en medio del parloteo de las muchachas, ni por qué pasa llovido de sí en un día de verano. nadie entiende su olor aldeano ni por qué esa partitura para clarinete le produce la hipnosis de un reino sin orillas. Menos aún su mirada de perro o de túmulo sin huesos. Por allí viene Vallejo, trae un ramo de rosas desangradas. 104 Es como si contara sus pisadas Ahora sale de prisión remontando silencios. lleva en el rostro la sombra de un paisaje enjaulado entre los hierros. no tiene un sol, y el sol es la moneda opaca en el cielo del paria. como único astro tiene la luz de su palabra, fraguada con metales de otros reinos. Ahora viene crecido de sombras y de adioses. Siempre en sus versos suena un catafalco, hay alguien a punto de morir o a punto de quebrar sus goznes y extraviar sus llaves. Y ciudades calcáreas, púlpitos de hielo amenazados por una ronda de sombras que encienden sus fogatas. 105 Un violín para Chagall de (2003) Testamento del pintor chino cuando el sobrio Emperador Me conminó a borrar del cuadro una cascada —El chapoteo incesante espantaba su sueño—, como buen cortesano obedecí y esfumé su torrente. Sin embargo, oculté tras el dibujo de un cerezo Una rana que croa Y que el anciano Emperador confunde con su agitado corazón. En un biombo de lino me pinté a mí mismo Al momento de dibujar un caballo. Una noche después espanté con el pincel al caballo, Pues no soportaba sus relinchos. Pronto borraré mi crepuscular figura del óleo —Emperador de mi cuerpo—, Y sabrán que es de la misma materia la ausencia de un hombre o de un caballo. 109 Cinco veces Van Gogh Para Héctor Rojas Herazo i El cartero de Van gogh no visita el vecindario desde que recibió un telegrama de la muerte. Pero nos mira desde una sorda eternidad. El cartero, portador de alguna esquela que le llevaba razones de la luz. ii como su sombrero, que siempre estuvo alumbrado por el rojo candil de su cabello, fueron sus noches solares. Detuvo el sol en cada cuadro, mas no como el bíblico Josué que cuando detuvo el sol no pensó en el girasol: la pasión o la fiebre dieron a sus girasoles una rotación de astros familiares. iii Pintó trigales y la flor del pan empezó a oler en las desiertas alacenas. iV Pintó una silla vacía, y sin embargo en ella está sentada una tertulia de ausentes. Antonin Artaud ha dicho que esa silla anuncia alguien por entrar. la silla sigue vacía, pero siempre volvemos a ella para saber si alguien acaba de llegar. ¿Theo o gauguin? V Un último furor: trazó con su pincel una puerta en el aire y por ella salió dando un portazo. otra versión dice que dibujó un revólver y con él se disparó en el vientre. Pero antes, previendo las largas noches del hombre acorralado en el invierno, decidió llenar de soles nuestros muros para ayudarnos a habitar el laberinto. 111 El Matrimonio Arnolfini El pintor es testigo de cargo escondido en la penumbra, en la discreta trasescena. El Matrimonio Arnolfini parece presa fácil de la yegua del tedio, del lebrel de la melancolía. Ella, grávida o esperando los esponsales de la luz. Él, con su gorro de mago, mira al invisible pintor, ladrón de imágenes, espía del color. ¿Qué hace Van Eyck? Se empenumbra en una caligrafía de sombras. He aquí un mundo que parece prescindir de quien lo mira, casi por azar reproducido en un espejo. El pintor sólo ocurre en el cristal pero el Matrimonio ocurre en su doble condición, en su grave delante y su inocuo detrás, como si fueran seres distintos entre el rostro y el dorso, entre el pecho y la zaga. El ojo de buey del espejo que devuelve la trasescena (el doblaje del pintor y su ayudante) entrega lo que el mismo pintor escamotea. ¿Se trata de una traición especular? ¿De la vida que sucede a espaldas de quien mira el icono y el suceso, de lo que ocurre más acá de la forma de A del caballete? Jan van Eyck, delatado por el espejo, ¿querría decirnos que sólo somos un reflejo?, ¿que existimos porque alguien nos mira? Medellín, diciembre 9 de 1999 112 Casa pintada Dibujo, antes que nada, una puerta. le trazo un cerrojo con su forma de gota de agua Y diseño con el pincel la llave Que abre las dos hojas de madera, la llave que funda el maridaje Entre el ojo y el cerrojo. Abro la dibujada puerta Y entro a la intemperie. Pinto un largo corredor Que cruza el patio de azules baldosas Y bruñidos vitrales. En el centro del patio, una alberca De cuyos grifos de hierro pende la lágrima del agua. Al fondo, dibujo de peldaño en peldaño Una escalera de caracol que trepa Hasta un cuarto poblado de luz En sus grandes ventanales. Subo a la alcoba E inicio el desdibujo: Un pincel entintado borra escalones, Desvanece la alberca y su tosca grifería, Borra el patio y sus vitrales, El largo corredor donde antes 113 Reinaba la intemperie. con un color de niebla deshago el cerrojo, la llave y la puerta de madera, Y quedo solo en el cuarto blanco Que ya no tiene casa. 114 Una semana de bondad El cartero alado como un ángel exterminador Traerá un mensaje por las escalas Donde la serpiente fugada al Paraíso Podría ser la emisaria del deseo. El cartero, niño aún, A quien uno imagina después de tocar los timbres Del suburbio, guarda las alas en estuche de violín, Para subir a un coche o para no inquietar al sueño. gallos de medianoche. Mujeres mutantes Que esperan el arribo de la peste, Anuncios de alguien que llega de la lluvia Y golpea vanas puertas. insidias. Amores venales y letales, todos los fantasmas De una bondad cosida con jirones de otro mundo. las diestras manos de Max Ernst Recortan un trozo de cielo, le adhieren alas de mariposa, [membranas de murciélago, Desbordan riachuelos al borde de la cama, Y surge el equívoco: lo que otros llaman el milagro. 115 Del entierro de las Meninas y otros asuntos Para Fabián Rendón i no es de suyo permitido asistir a un entierro [a los bufones. ni Mari Bárbola ni nicolás Pertusato, [enanos de la corte, ni siquiera la infanta Margarita María asisten Al entierro de las Meninas, damas de honor dignas Del más blanco Alcázar. El pintor ha muerto antes Que las Meninas, aunque allí lo veamos, con su pincel y su paleta, De seguro pintando el cuadro donde ocurre el universo. El perro Fides, el fiel can que soporta las patadas menudas del enano, Quizá ladre a su sombra en la eternidad. José nieto, Aposentador de la Reina, ya se fue de la puerta, Andando en puntillas por senderos de bruma, Por los fríos salones del Escorial. El espejo, descongelado, ha engullido los torsos, las manchas tutelares de los soberanos. Don Diego sopla un aliento humano a la infanta, A las Meninas y bufones, Y hasta el perro tiene algo de triste humanidad. no así los reyes, flotantes en el cristal 116 como si fueran más reflejo que mirada, Más eco del espejo que del mundo. no es de suyo permitido asistir a un entierro [a los bufones. ii Pero es de ley Que asistan a su propio entierro los bufones. lejos del lienzo, lejos de Velázquez, lejos del viejo [imperio, Su Beatífica excrecencia llama, de nuevo, a sus [payasos. la noche es vieja desdentada, madrastra de un país Que no conoce el sueño. Un cartel los llama por su paga: Botones de hojalata, flores tardías, lentes ahumados Para no ver las carnes del rey Que va desnudo por las calles. Una luna frugal para su hastío: la bufonería, los poetastros lamen su pan, Alquilan sus cabezas para comprarse un sombrero. Es de ley que asistan a su entierro los bufones cuando cruza la tarde, desangrando rosas. Más enanos que Mari Bárbola, Mucho más que Pertusato, los cortesanos, donde uno mire, los cortesanos 117 Sin corte: reinos sin trono, torres sin almenas, cetros de sombra, banquetes de vacío, ruecas sin hilo. Por allí cruza la tarde, desangrando rosas. cartagena de indias, enero de 1994 118 Las tribulaciones del señor Bacon nadie duerme en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo JoHn DonnE Es de imaginar que Francis Bacon Viviera frente a una carnicería o quizá frente a la res desollada Por las manos de Rembrandt. lo cierto es que sufría la asfixia de la carne. Acoplamientos subterráneos, El matrimonio entre el hombre vejado y su sorda mirada, los seres de Bacon viven el inxilio de la piel [pero el exilio del mundo. Tras las cortinas del taller o del cubil encendido De seguro aparecería —noche tras noche, luna tras luna—, El papa inocencio x revisitando a Velázquez [ en un marco tenebroso. Bacon enrostra su apellido carnicero, nos hace partícipes de su feroz diatriba contra la soledad del hombre Y el expósito Dios que lo vigila. no nos deja dormir el señor Bacon. nos obliga a mirar todo lo flojo, Todo lo sordo, lo calcáreo 119 Que hay bajo el palio y el ropaje de un obispo, Todo lo que el Pontífice agazapa Hasta darle un tallo al grito. Es como si le respondiera, Desde la larga noche del arte, A la figura de Munch que vocifera en el puente. Es como si el hombre sacara a pasear Sus vísceras en una obscena carretilla, como si repitiera un mantra del purgatorio En medio de un galope de sombras. Santiago de chile, marzo 25 de 2003 120 Monólogo de Guadalupe Posada Para Felipe Agudelo Tenorio El mundo cabe en las cuencas de una calavera. la que portaba Hamlet como lámpara votiva Quizá sea una testa de segunda, comprada en el ser o no ser del cementerio. ¡Y pensar que somos, dicen las calaveras, nada más que un futuro ya cumplido! Es tiempo, despojados de cuerpo, De sonar sus guitarrones, Sus trompetas resurrectas. Ahora que habito un reino de ceniza Recuerdo que trabajé a un ritmo Más endemoniado que la muerte. Hijo de panadero, amasé la greda En cada grabado y fue como gritar: ¡Vivan los muertos, gavilla de lázaros Regresados de sus tumbas! Siempre supe que la muerte estaba Más viva que nosotros, que podía Ataviarse de Quijote y lancear hombres secos. Vi los esqueletos de los novios Posando en el retrato. Vi la calavera de un soldado de Zapata Regresando de la tumba a pelear por la tierra. Mi estancia, morgue de peones y funcionarios, De mujeres de bien y federales. 121 Ahora que el día de muertos es todos los días Evoco al hombre del sombrerón Que bebía tequila y parecía cantar, Al borracho en la cantina frente al cementerio gritándole a los muertos: Aquí hay danzones, estamos mejor Que en sus lechos. Vi a la muerte en un baile Tras los jarros de pulque, A la muerte nupcial oculta en un zarape. Vi un ejército de esqueletos, galería de ausentes, tertulia de sombras. Siempre estuve grabando mi retrato. 122 Ventana para Hopper El mago no tiene horas. Pero, ¿cómo hace para que en un cuadro sea domingo? ¿cómo para que sean las doce de la noche? El mago discurre en paisajes fronterizos. Enseña el aire pintando una cortina, un sínodo de sombras. Acaso el desamparo de las calles de Hopper sea el desamparo del hombre. En Farmacias para curar la noche, En Bares para intercambiar silencios, Tras un concilio de Ventanas, En las Provincias del Sueño, Se intuye su paso. Dan ganas de saber qué lee la dama en el coche del tren, de jugar cartas con el hombre de la gasolinera, de escuchar el silencio de los trasnochadores. Es probable que de niño le dijeran: —Edward, no dejes la ventana abierta, podrías resfriarte. o sus padres le advirtieran: —cierra la puerta que empieza a nevar. Al parecer, no hizo caso y siguió abriendo bocanadas de luz, fisuras de viento, bandadas de aire. 123 Escenario para Morandi El pintor recorta una lonja de silencio, lo macera en un mortero Hasta dar con la piel de la penumbra. El pintor, recostado en la niebla, Humedece su pincel En un cubo de nada. giorgio Morandi traza fronteras al vacío, Despliega en ellas las formas del tiempo. Bogotá, abril 26 de 2003 124 Pintura en fuga En el patio de la casa, Dibujado con tiza, El rostro de la niñez. Empieza a llover. 125 Testamento de Gauguin Ya abandoné mi trabajo de corredor en la Bolsa Y no queda en mis pertenencias un bagazo de oro. Si yo pudiera dejar como un talismán los ojos de una maorí a la hora del ocaso, Sería feliz como la sonaja del viento en Martinica. los frutos que caen de los árboles En las islas Marquesas, son menos [podridos que occidente, Por lo demás, huelen mejor los mangos En los talleres del trópico. Bocas y ojos como los de una muchacha maorí Jamás podrían mentir. igual que un salvaje como yo Que no miente cuando dice que Velázquez es el tigre real o cuando deja a su descendencia Jirones de tacto en el cuaderno de noa noa, El cuadro que no hice y siempre quise hacer, El recuerdo del retrato de un pariente [en la lima de mi infancia Bailoteando en el muro al vaivén de un terremoto, Una orgía de colores, Un caballo, un silencio, un armonio. 126 Un violín para Chagall En Vitebsk todo vuela: un viejo judío de negro sacón, una choza aerostática, un caballo fugado de las caballerizas de giotto. Vuelan las vacas, los novios, los días y un violinista en el tejado. ¿Qué toca en la noche sobre la planicie de nieve? ¿con qué tonada arrulla la aldea y apaga íconos [y espantos? no dejen caer el violín, testigo de bodas y de entierros. no lo dejen callar. ¿Es un violín gitano inventado por el diablo? ¿Es un violín para orientar viajeros en las grandes [estepas? ¿Violín roto de la trágica Rusia? nadie sabe qué lleva en el costal, en su burdo saco, el viejo judío del gabán. ¿Acaso esconda un libro que narra el combate de Jacob con el ángel? Si es un violín, que caiga en manos de chagall. Entonces todo vuela, los rojos tejados, los candelabros, las manos de cera del rabino, la luz parpadeante de la sinagoga. 127 Las hipótesis de Nadie de (2005) Las hipótesis de Nadie Puede ser el viento. la página en blanco. Puede ser. Puede ser el que viene Borrado por la lluvia. Ahora recuerdo a un hombre ciego Una dulce tarde de Friburgo. iba solo por la nieve con una sonrisa de beatitud Y un bastón tan blanco como los copos. cruzó a mi lado sin verme: Yo era su nadie, Un fantasma en ese reino luminoso. Puede ocurrir que seamos los ciegos de nadie. nadie acaso sea el viento Que abre las ventanas con golpes sin acordes Para hacernos hablar en la lengua del sueño. Puede ser quien dejó Para siempre un abrigo abandonado En la percha del café, Un abrigo como bandera del vacío Que desaparece un día, como su dueño. Puede ser el que nunca fue, El que nunca será, El que se cansó de haber sido. 131 Quizá sea en el país de los desaparecidos El único aparecido que llamamos fantasma, El que pone a traquear las escaleras en la noche o tumba una sartén en la cocina, El que cambia de sitio los cubiertos Que no logramos encontrar, El ladrón de lejanías. Puede ser el viajero de sí, El nómada de sí mismo. Ha ejercido oficios a destiempo: Arrastra papeles en la calle solitaria, lleva diarios atrasados De un extremo a otro en la ciudad, Trae un olor de extramuros a su centro, Rasga los carteles del cine de ayer, Hace partir los trenes con sólo sonar una campana. Puede ser el viento. la página en blanco. Puede ser. 132 Biografía de Nadie Es notable la gloria de nadie: no tuvo antepasados bajo el sol, bajo la lluvia, no tiene raigambre en oriente ni occidente. ni hijo de nadie, ni nieto de nadie, ni padre de nadie, pequeño cónsul del olvido. ¿Ven un vacío en la foto familiar, un hueco, un espacio entre la respetable parentela? Es nadie, sin rastro y sin linaje. Es notable la gloria de nadie antes de la primera mañana de la historia, precursor de hombres que hoy son hierba, de padres de otros padres que son velas sin pabilo. Festejemos a nadie que nos permite presumir que somos Alguien. 133 Los perros de Nadie callejean, Escarban los restos del día como quien acude a un tanatorio: Perros góticos apaleados en misa, Un domingo raído por la lluvia. Bogotá duerme al fondo de su hartazgo Y los perros de nadie Rastrean los días en fuga, la sombra perdida de un virrey. Un niño ata en sus colas de cometa latas de avena con la efigie de un cuáquero Que no pierde su torva dignidad. los perros sin dueño Recorren centro y sur de la ciudad, las zonas donde nadie Tiene su reino de olvidos. ¿A quién ladran En la calle vacía? ¿A quién dirigen Sus orejas vacilantes? 134 Acaso descubran el paso de nadie, Del que se fue una vez, Envuelto en brumas. 135 París, mil novecientos y tantos Tan atareado va Vallejo contando horas en un ábaco de sombras, Que no advierte El paso de nadie Por la acera de enfrente. Tan ensimismados van los dos Que se enfrían el café, el silencio, la cuchara de plata, las pipas de los charladores Del café de la ópera Sin pronunciar sus nuncas, Sus jamases. Vallejo escucha En la rota noche de París Un huayno que baja de la sierra Envuelto en nieblas, en tinieblas, En alpacas y en llantos. A veces, palmoteando su espalda, lo visita un dios enfermo, no tan grave, Y el silbato de un tren no deja escuchar lo que le dice. 136 Tierra de Nadie nadie Pinta un pájaro donde hubo tigre. Su rugido borra el silbo. Traza un árbol Donde antaño pintó un mástil. Quién diría que bajo árbol y pájaro Duerme un tigre Mientras cruza un barco a toda vela. Esta nube Fue sábana en su encordado, la silla se reclina en algo que fue pared, El cielo fue jinete azul. nadie ama el claroscuro, los colores del olvido, los pintores de nieblas. Rembrandt y Morandi Preguntaron por nadie. 137 Por nombre Ulises nadie me llaman mis compañeros todos UliSES cuando Ulises Se arropaba de nadie Sólo su perro lo sabía. Ulises, una sombra. Penélope, esposa de nadie, Pretendida por algunos, Enamorada de ninguno, Abría para el retorno sus ventanas. En un rincón, el arco del guerrero Soñaba sus batallas. Perro, mujer y arco Esperaban la llegada de nadie En sus desvelos. cuando nadie volvió Trocado en Alguien, El rey de la sombra Abdicó a su trono fantasma. Ulises, una sombra. 138 Lugar de apariciones la mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones JUAn JoSÉ ARREolA no es recomendable amar a un fantasma, Ser un fantasma, burlarse de un fantasma. En el lugar de las apariciones Alguien golpea el aldabón del pecho Y es como si el ruido de una piedra cayera en un hondo brocal. no es grato portar una lámpara Por los pasadizos del adentro, Por el cuarto de trebejos Que otros llaman recuerdo. no es bueno ser desván de la memoria, Una mansión que se hace polvo, Que ya no es mansión sino fogata, Que más que fogata es tenue lumbre, Que ya no es leña sino ascuas Y no es ceniza sino viento. Una sombra sin mujer, Un aroma de nadie o roce o bruma Tienen su lugar en estas ruinas. 139 El eco del silencio Para Ramón Palomares Mi amigo lázaro Vuelve a su casa abandonada. golpea a la puerta Y nadie le responde, nadie sale a abrir. ni el eco del silencio Se ocupa en contestarle. Un poco en broma, Un poco por tristeza, cede al deseo de gritar: ¿lázaro, lázaro, Aún juegas en el patio? ¿Qué ocurriría Si llegara a responderse? 140 Una tribu de sombras cuando Alguien nace, nadie muere. He ahí el feroz postulado de los días. nadie no llora, ni ríe, como buen filósofo entiende y guarda un silencio de madera. Si nadie fuera aristócrata su heráldica tendría un campo de ostras sin abrir, de puertas selladas, de marcos sin espejos. Y si nadie se esconde tras el árbol genealógico de Alguien, es más puro, no ha tenido el mestizaje del agua con la arcilla, no ha salido de su oculta materia, aire o polvo. no sabemos si nadie es aliado de ninguno, pero es de suponer que ambos recorren el desierto. los desiertos, lo dicen los más altos geógrafos, son legiones de nadies y ningunos en concilio con el viento, una tribu de sombras. 141 Monólogo del chatarrero Me acecha el metal. los resortes de un catre de hospital yacen como vísceras de un animal venido de otro mundo. Herraduras sin caballo, cadenas sin preso, florecen en el Reino de nadie. Amo la ruina antes que la casa. las rosas mecánicas son mi heráldica sombría. Voy al metal como al vientre de un cetáceo, profeta del óxido entre abolidos poderes. cuando la ventisca atraviesa la ciudad con su largo vestido de novia y la noche platea los metales, crece en la bodega el jardín de la herrumbre. Es un bodegón de ausencias, naturaleza muerta e insepulta. la lámpara rota. El esqueleto de un paraguas. la trompeta abollada y herrumbrosa. Una callada linotipia. El casco de un soldado que fue lo único que volvió de la guerra. Antenas que fueron flores de aluminio en las terrazas y una campana sorda llamando al silencio. la materia entona un réquiem por sus dueños fantasmas. 142 Una estatua para nadie Para Rafael Alcides, que conoce el parquecito de Nadie Funeral de nadie, pues no hay nadie a quien enterrar T. S. ElioT En bronce. Que sea en bronce la estatua de nadie. con pedestal. Que sea en mármol su pedestal. En una plaza luminosa erigiremos su monumento. nadie tendrá las verdes charreteras que dejen en sus hombros las palomas. A falta de héroes podríamos adoptarlo como portaestandarte de la ciudad, abanderado en las batallas de la nada. Historiadores y académicos se encargarán de los detalles necesarios a su vida. las parejas se citarán bajo una sombra ecuestre —cómo placen a los héroes los caballos— en la gran plaza a la que daremos un toque de chirico. Vendrá bien adornar la estatua con flores que no son de temporada: girasoles de piedra, orquídeas de metal. En bronce. Que sea en bronce la estatua de nadie, homenaje al hombre justo, al señor inexistente. 143 Poema invadido por romanos los romanos eran maliciosos. llenaron Europa de ruinas confabulados con el tiempo. les interesaba el futuro, las huellas más que las pisadas. los romanos, casandra, eran mañosos. no fraguaron el Acueducto de Segovia como un ducto de agua y de luz. lo pensaron como vestigio, como un absorto pasado. Sembraron de edificios roñosos Europa, De estatuas acéfalas Engullidas por la gloria de Roma. no hicieron el coliseo Para que los tigres devoraran A su antojo a los cristianos, tan poco apetecibles, 144 ni para ver ensartadas como entremeses del infierno A las huestes de Espartaco. Pensaron su ruina, una ruina proporcional A la sombra mordida del sol que agoniza. Mi amigo Dino campana Pudo haber saltado a la yugular De uno de sus dioses de mármol. los romanos dan mucho en qué pensar. Por ejemplo, En un caballo de bronce De la Piazza Bianca. Al momento de restaurarlo, Al asomarse a su boca abierta, Encontraron en el vientre Esqueletos de palomas. como tu amor, Que se vuelve ruina Mientras más lo construyo. El tiempo es romano. 145 Postal de ninguna parte Para Fernando Rendón En mi país, ese país que es un deseo de espíritu, un contrasepulcro REnÉ cHAR crecen los tulipanes En el parque Donde las mujeres pasean con levedad de nube. ningún habitante tiene que verse Forzado a exprimir piedras o a pastorear fantasmas En su alcoba. los cuchillos no tienen Apetencia de heridas ni hambre de piel. no gobiernan las sombras Este lugar hecho de nieve. confortables son las casas con sus leños ardiendo como la zarza milagrosa. 146 Es el Reino de la confianza Donde nadie te hiere Por la espalda. no serás condenado A disparar la flecha Y además ser su blanco. El sueño es bienvenido, ningún jabalí gruñe en la noche Asediado por una jabalina. no es este un mapa De transterrados, de desterrados, De gentes desplazadas como una gavilla de viento. Es posible que este lugar Resulte inexistente, Pero a decir verdad, Es todo lo que no es mi país, lo que nunca fue mi país, cada vez más lejano. 147 Revelación de los espejos Yo estaba velando mi juventud entre los cirios. Había salido ileso de sus días de volcán en erupción: bares donde volaban botellas como pájaros, mujeres que portaban navaja entre sus pechos. Mi juventud, que a veces iba entre la multitud abriéndose paso como Moisés en el mar Rojo, que a veces iba por las calles desbandando gente a guadañazos, ahora estaba a cuatro tablas en la sala penumbrosa. Alguien tocó a mi espalda con desgano: un hombre anciano se asomaba a mi rostro como a un antiguo espejo. 148 Con el perdón de Kafka i Al despertar, el monstruoso insecto amaneció convertido en gregorio Samsa. Tendrá que oír el golpeteo de la lluvia en su alféizar de hojalata para saber que las horas de Praga se cuentan en la clepsidra del invierno. Al fondo del hospedaje para familias sin mañana, el pobre insecto de múltiples patas deberá bañarse, peinarse, apuntalar su corbata de vendedor ambulante, oír algo peor que el paso de los trenes: la voz de la obediencia. El pobre insecto membranoso amaneció convertido en hombre y no pudo traducir su oscuro sueño. ii Al despertar, el monstruoso insecto se encuentra convertido en Franz Kafka. Deberá tornar a su trabajo y esquivar la mirada del padre lanzada desde los socavones de la infancia. Sus grandes orejas que lo hacen ver como si llevara el rostro entre los arcos del paréntesis, tienen más de murciélago que de insecto (de gran murciélago que escucha en la noche la voz de Milena como un hilo para orientar el extravío). 149 Al despertar, el monstruoso insecto que no amanece trajeado de Samsa, aunque el mismo vestido negro a la usanza de un cochero de pompas fúnebres sirva a la talla de Kafka, camina junto al señor Brod, albacea de sus dudas. le pregunta si no encuentra extraña su extrañeza, si los judíos nacen viejos, mientras merodea y da vueltas a sí mismo. Toca su frente. Y recuerda que no amaneció siendo animal extraño e irredento. iii Al despertar, el señor K. se sabe insecto a las puertas del castillo. Entiende que su zumbido es lengua muerta en la Babel que lo juzga sin juzgado. Ve pasar la sombra sin cuerpo de su padre. Un insecto que sueña con un enorme zapato, con la sandalia redentora: al despertar el señor K. espera la guillotina del pie que lo triture. iV Al amanecer no hay mañana: es el anochecer del alma. Repta y se escapa por la fisura del mundo. Hay quien dice que el monstruoso bicho va en un barco hacia América. Allí se hará hombre cuando deje de ser cucaracha, escarabajo o inmigrante. Una mujer gorda caerá sobre él y su aliento lo abatirá como un insecticida. 150 V Y si no sonara —murmura el padre realista— el reloj despertador. Porque sin él, nada de amanecer. Y sin amanecer, nada de insectos que se llamen gregorio Samsa o Franz Kafka para que vengan, pestíferos, a desordenar las mañanas de Dios aptas para el trabajo y la familia. Al despertar nace el sueño, la pesadilla. Buenos Aires, noviembre 22 de 1998 151 Salón Colonia Para Javier Narváez y Eduardo Rivero Me asiste la impresión de que entre vuelta y vuelta, o tras el final de cada danzón, la muerte brilla un clarinete. Es una dulce Babilonia que se arrastra tras la madeja del baile. Un hombre de gran bigote y aires de proxeneta parece aligerar sus culpas mientras baila. Bajo los reflectores espejea su chaleco negro de oscura mariposa. Una anciana danza mirando al cielo del salón. lo hace con una mirada de beatitud, como si la espiara en cada giro la virgen de guadalupe. Todo parece ocurrir en vísperas de la muerte. Hay una atmósfera de quietud y de lavanda, un aire en el que hacen pareja el antiguo dolor y el nuevo olvido. En cada giro del danzón regresan los días de esplendor, es como si el pasado girara en la pista. cómo bailan. giran en una lentitud de carrusel. En algo que parece Una secreta coreografía de la muerte. 152 no pocos bailadores parecen venir del caballete clínico de cuevas, trazados en una técnica mixta de lápiz e impudicia. Pero no hay nadie que sea mortal mientras baila un danzón. Pugnan las alas por florecer en una espalda encorvada, regresa el caballo de la juventud, como si aún galopara en las praderas del pecho. Es posible que la mujer del traje blanco viaje todos los viernes desde la modistería del barrio hasta la gloria. Seguro que ha contado en su collar el paso de los días que conducen a un salón que la colma de una levedad de sueño y de velero. Hay en el aire algo de belleza muerta e insepulta, algo inocente, más cercano al templo que al burdel. De pronto, tras los pasos del alba, el portero del paraíso como un ángel del destierro anuncia que debemos irnos antes que encienda las luces del salón. Aún ignoro si fue una noche irreal o una fisura en el tiempo. México, Salón colonia, «Siete horas de danzón puro», octubre 15 de 2003 153 Piedra sobre piedra con las piedras lanzadas contra mí he construido los muros de mi casa AniSE KolTZ con las que han arrojado a mi paso Podría edificar un estadio, Un teatro y un sonoro coliseo. la Bolsa de Valores, Dos catedrales y un cementerio. El estadio para que tremolen Sus banderas mis enemigos. El teatro para que ensayen El tiro al blanco del furor o el improperio. El coliseo, cepo de odio, foso romano Donde rujan los leones de su ira. la Bolsa de Valores en la que fijan precio Al vicio de respirar que me acompaña. Una catedral con piedras de presidio. otra con vitrales y escenas de caza En las que huyo, asediado por la jauría. Y un inmenso cementerio imaginario, Querida Anise Koltz, Un inmenso cementerio Donde abono las flores del olvido. 154 Lección de anatomía Se nos dio el cuerpo Para tener más cerca al enemigo, Para vigilarlo Y que no tenga tiempo De apostarse tras un árbol A esperar nuestro paso. Se nos dio el cuerpo Para que entre él y nosotros no haya terrenos minados ni emboscadas. Se nos dio sin exigirlo, como al príncipe el trono, Para que no pudiera Mezclar el vino con veneno Sin abdicar de su reino. En adelante se impuso la costumbre de ir con el cuerpo A todas partes, De bañarse con él Para evitar la sorpresa De un brillo de puñal tras la cortina. construimos el hábito De seguirle los pasos al cuerpo Y tenderle la trampa del espejo, 155 De no dejarlo a solas ni siquiera cuando duerme. Se nos dio el cuerpo Para tener más cerca al enemigo. 156 Oración al señor de la duda Más que fe, dame un equipaje de dudas. Ellas son mi puente, mi afluente, mi oleaje. Venga a nos el Reino de lo incierto. Mantén en vilo mis verdades, concebidas, muertas y sepultadas En los telares del olvido. llévame Por las arenas movedizas, Dame a comer el pan de la derrota, A beber el agua del silencio. no hay timos ni trucajes: Estoy herido y soy mi camillero. Sean las certezas palacios de nieve A los que alguien asedia con el fuego. Señor de la duda, si existieras, Escucha la oración del descreído. 157 Parábola del sueño y del poeta Para Américo Ferrari Dulcinea del Toboso le entrega una rosa a Don Quijote, Pero recibe un puñado de nada. El caballero de los Espejos Es vencido por el de la Triste Figura Pero quien triunfa es el sueño. El caballero de la Blanca luna Sojuzga al de la Mancha Pero el derrotado es el tiempo. la cabeza se puebla de hazañas Que la realidad acorrala. los libros del enfebrecido caballero Pasan sus hojas con yelmos de oro Y caballos y hechiceros y pendones Y toscos gigantes que muelen El viento. Pero el cura y el barbero los vuelven flor de fuego. Algo así como un sueño proceloso Y Dulcinea a lo lejos cultivando jardines de nada. 158 Memoria del constructor de ruinas En el principio fue la ruina. Unos extraños, portadores de andamios y plomadas Empezaron a roerla para volverla casa. Es como si le pusieran muletas al aire. Para qué ventanas, si al tumbarlas Siguen firmes a su vocación de aire Y tallamos escaleras con peldaños de vacío. Es prudente construir la ruina antes que la casa. Poner la pátina antes que el rincón, Soltar el humo antes de izar la chimenea, Hacer que el patio libere el horizonte. 159 Paisaje con ruina y cabaret i En este poema Hay una ciudad. En la ciudad hay un abismo, En el abismo hay una ruina, En la ruina hay un herido, En el herido estoy yo. ii En este poema es de noche. En la noche hay una calle, En la calle un cabaret, En el cabaret una cantora, En la cantora un corazón, En el corazón un muerto. 160 Blues de los ausentes (Mi mano escribe esta canción, la muerte guadaña sus palabras.) la cantante Moldea su boca en el micrófono. la muerte, en otro tinglado, Apaga su sonido. El boxeador lanza jabs a un saco de lona, la muerte arroja su negra toalla al ring vacío. El panadero Extrae del horno su pan, la muerte hornea su sombra. la cantante Susurra algodonales. la segadora los tiñe de cuervos. Virtuosa muerte Que improvisa un solo de trompeta En mi terraza. 161 La caída del reino Para Gustavo Pereira El poema ocurre así: Uno llena el templo con sus dioses, lo puebla de objetos Sacros para el rito Pero puede poblarse con el brillo de los mercaderes. El poema sigue así: Uno regresa a él, latiga las palabras que le sobran, Desaloja a los mercaderes y su brillo, Desperdiga por el suelo los objetos del rito, Advierte que sus dioses Son ídolos de arcilla Y sólo encuentra El peso de un silencio malogrado. El poema termina como un barco de papel En los deltas del vacío. 162 Un hombre de palabra Trazo la palabra piel. En un festín de garras y de plumas la palabra cuervo la desmiembra como a una res desollada. Siembro la palabra jazmín. cuando está a punto de brotar su aroma, la palabra desierto la borra, escamotea su savia. Escribo la palabra eternidad y una rosa se marchita. Arrojo la palabra pájaro y cae en espiral, desplumada y seca. ni siquiera la palabra agua queda de la palabra hielo. 163 En un viejo álbum Rastreo un viejo álbum donde todos eran jóvenes poetas. Tienen un talante de engullidores del mundo a los que sólo detiene, de manera fugaz, la voz del brumoso retratista. En sus retratos Y bajo el ala secreta de un pájaro invisible Un tono de inmortalidad flota en el aire. Este poeta que veo sentado en una banca del jardín fue bibliotecario. Tuvo en sus manos libros abiertos como alas, papeles que volaron de sí, hacia la noche. El de la página siguiente fue contador público. Hoy es un secreto al oído de la tierra, bajo una tarja blanca. Acá está, con sus mostachos de mariscal, un buen ejemplar de la raza de poetas: fue arqueólogo y habita para siempre entre flechas rotas y un rebaño de piedras. la bella mujer que lleva una blusa como brisa, volcaba sus regaños de maestra en el patio de la tarde y cuando no bordaba escribía sus versos a la patria. Sus discípulos son sombras que leen cuadernos de sombra y su patria feroz es el olvido. 164 la joven poetisa de labios carnosos y entreabiertos iba a clases de escultura: hoy esculpe las formas de la nada. En sus retratos Y bajo el ala secreta de un pájaro invisible Un tono de inmortalidad flota en el aire. Me detengo en una fotografía. En un rostro casi desvaído. Se habla de él como de un descendiente de antiguos campesinos que antes de encontrar la poesía fue vendedor de flores, jardinero, obrero textil. Sus versos trataban del viento y del sueño, del padre y del mar. Viento, sueño, padre y mar, lo visitan sin palabras. Acá está el que fuera el más taciturno de todos. Fue políglota, tradujo cartas de amor y cartas de negocios, libros de viaje y poemas escritos en la babel del sueño. Hoy todos traducimos su silencio. Un poeta corpulento al que aún en el retrato parece escuchársele la voz, nos deja saber que fue periodista y tipógrafo de diarios clandestinos en tiempos del dictador. Su voz se hace cada vez más clandestina y no hay mayor dictadura que la muerte. A lo mejor todos ellos miraran fotografías de otros hombres adelantados en la fuga. como yo, que los miro con respeto y una terca ternura. 165 En el mercado de máscaras En sus blancas bóvedas está la máscara de Tartufo modelada en la piel del vacío. Un águila bifronte tallada en madera come en dos platos a la vez: un pico engulle flores, el otro es carroñero. la máscara del sabio, un lao Tse de jade, me talla bien, le viene bien a mi cara, pero no soporto su sonrisa burlona en los espejos. grandes mascarones de proa ocultan la careta del malgarbado Mefisto, su antifaz de sombras. la rampante careta del héroe me mira como a un paisaje muerto y la mascarilla de Dante, su rostro de brujo o de gárgola, no parece anunciar buenas nuevas del hombre. —Es de prudentes lavar la máscara antes que la cara, aconseja el mercader. Última costura en el agua Es vano remendar el agua, Hacer trenzas de lluvia, Pintar lagos de voces Y lotos de silencio. Escribimos la palabra grifo, la dejamos abierta Y soñamos, oh gavilla de ilusos, Que se convierta en río. 167 Poemas dispersos Canción del iracundo Mi pereza Tiene ojos que sueñan con un lecho de hierba a cada paso. Mi lujuria Ve en los cordeles de la ropa las formas ausentes de la amada. Más que de viandas Mi gula tiene debilidad Por las distancias. Mi avaricia Sólo quiere atesorar largos silencios. ¿Por qué huyen como espantadas doncellas De un bosque medieval? Es la ira, Mi desbocada ira Que viene blandiendo sus espadas. 171 Tristeza de las cosas Estos zapatos Me acompañaron a un estanque Donde el único sonido lo hacían Dios y un caballo tragalunas. Alguna vez se empinaron Frente a una madona de cabaret, Una mujer que parecía Subida en dos gatos de lomos erizados. Estos zapatos desaliñados Se agitaban solos, cuando la voz de Big Mama Thornton Brotaba de algún lugar del vecindario. no fueron de un inválido, Pero mi pereza les recetaba la cuarentena del reposo. no fueron de un ahorcado Pero nunca traicionaron su vocación de aire. Alguna vez subieron Al pequeño pedestal de un lustrabotas En una alameda olvidada. 172 Jamás se negaron, cuando les caía del cielo un balón perdido, A romper un trozo de lejanía. no hicieron fila con los veteranos de guerra Y se mantuvieron lejos del reparto de mendrugos. El zapatero que los fabricó Debió ser descendiente Del judío errante que huye de sí mismo Tras el viento tragaleguas. Volteaban a su aire la esquina de los bares Y en ciudades desconocidas Me acompañaron a buscar calles sin fondo. Estos hermanos siameses como espejos Que ahora viajan en el camión de la basura, Se llevan el secreto de caminos desandados Mientras la noche esconde millares de zapatos [debajo de las camas. 173 Entre la calle Sade y la avenida Masoch El país, cada vez más angosto, Está ubicado entre la calle Sade y la avenida Masoch. A la calle Sade, tortuosa y un tanto sibilina, Se llega cruzando la gran Plaza de caín, la estatua flechada de San Sebastián, Un parque donde los viejos pasan páginas borrosas. nos sobrevive la muerte. A la avenida Masoch se accede por rampas de [hormigón, Por senderos de viudas marchitas, Por los apartados Hoteles del Miedo. En la avenida Masoch se fabrican telares de llanto, Hay cristos desperezándose en su cruz, Heridas de todas las formas y sudarios Para las grandes masacres y las pequeñas vilezas. nos sobrevive la muerte. En la calle Sade los restaurantes cierran sus puertas A la hora del hambre, los bares a la hora de la sed. los caminantes del país cruzamos de la calle Sade A la avenida Masoch, a cada tanto. nos adaptamos, bailamos al ritmo que la orquesta [ desentone. 174 A las tumbas las llamamos la tierra prometida, Reloj de arena le decimos al desierto. Entre la calle Sade y la avenida Masoch nos sobrevive la muerte. 175 Los 5 entierros de Pessoa Pocas veces ocurre Que al morir un poeta Sean necesarios 5 ataúdes. como pocas veces ocurre Que un poeta sea morada Para que vivan en él, Para que trabajen a sus anchas Y duerman cuando quieran, Sin pagar renta, Sin amenazas del casero, otros 4 poetas. Al entierro de Pessoa Fueron con sigilo, Así como vivieron. nunca le objetaron la estrechez de su vivienda, Ese raro vivir gabán adentro. ¿Pero no querrían más espacio Ahora, en la rigidez de las formas? no se vio a Pessoa en tertulia con sus 4 fantasmas cardinales. no se le vio en grupo caminando hacia la tabaquería, 176 compartiendo viudeces. Pessoa y sus compinches. Y esa forma De no dejarse ver en los espejos. 177 Monólogo de José Asunción Silva Para Ricardo Cano Gaviria la ciudad que me rodea Y se duplica en los charcos de la lluvia Tiene un ropaje de sombras. El viento que viene del páramo de cruz Verde con su negro levitón nocturno Rasguña los vitrales de la casa, Se cuela en los campanarios, golpea los aldabones de bronce de la candelaria. Ese viento, mi alma es ese viento. Entre cercanos silencios Resuenan las guerras del país Mientras tintinea el quinqué con el que alumbro mis confusos libros De comercio. Ese viento, mi alma es ese viento. los corrillos de seres embozados Murmuran a mi paso. Figuras fijas al paisaje, 178 Estatuas de nieve a la entrada de una iglesia, Maniquíes Apenas movidos por el frío cuchillo del Páramo. Ese viento, mi alma es ese viento. ¿Quién dibuja en mi blusa el mapa del corazón? ¿Quién traza un centro a la ruta de mi fiebre? la hermana muerta atraviesa el patio: Su voz ya pertenece A las construcciones secretas del vacío. Ese viento, mi alma es ese viento. la aldea despereza su piel de adormidera, Filtra una luz en los costados de la plaza A una hora en que la ciudad parece viva. Hablo de su lentitud, de su pasmosa fijeza: Mientras concluye el gesto de un hombre Que lleva de la mesa a la boca su pocillo, cruza la eternidad, el mundo cambia de Estaciones, Pasan las guerras, hay futuros en fuga Y el hombre no termina el ademán Que funde sus labios a la taza de café. Todos parecen tocados de embrujo, Acaso miren en su quietud El pájaro invisible 179 Que les señala un oculto retratista. Y de nuevo, el viento. Ese viento, mi alma es ese viento. Un disparo más, dirá el vecindario, Un disparo más en las eternas guerras Del olvido. la vida, esa feroz bancarrota. 180 Sueño con ángeles Han llegado los ángeles en un buque de carga MARÍA BARAnDA Por el sueño navega un barco cargado de ángeles. Vienen en cajas de madera, en guacales de tablones salvados de un naufragio. los marineros los ven comiendo flores en su cepo como reos andróginos de una mudez de ostra. Su destino es un misterio. no se sabe si serán vendidos a un zoológico, a un circo, a un aviario, a un taxidermista, a un tratante de alas. Por tratarse de un extraño contrabando —aunque no hay leyes marítimas que prohíban el transporte de ángeles en barcos—, por tratarse de un tráfico de sueños, el capitán evita tocar los grandes puertos del mundo. Es como si el barco estuviera condenado a no anclar nunca, a viajar sin destino con la carga emplumada y melancólica. cada día huelen peor, a pústulas y almizcle, los maltrechos ángeles en sus podridos guacales. la nave se enfantasma en la niebla apagando sus luces y sus voces. Y la tripulación empieza a impacientarse, empieza a impacientarse… 181 cuernavaca, noviembre 17 de 1999 182 Arenga del cuerpo 1 ocurre que Roca me invade hasta el cansancio. no me deja respiro, me hurga y examina como a un raro pajarraco: no le basta con traerme noticias de su espejo. 2 Harto estoy de su cruenta dictadura, de su manía de exhibirme por el mundo como a un perro de lujo, como a un galgo. 3 Harto estoy de que cambie el oro de mis días por migajas de milagro. 4 ocurre que a veces me invade con voces de ausentes, con jerga de poetas que guarda en mí como si fuera un viejo y simple armario. 183 5 Por las noches me arroja en su cama como un pesado saco mientras duerme a pierna suelta en sus laureles. 6 Si no lo arrojo desde la terraza, es porque no quiero darle el gusto de saltar conmigo al vacío, conmigo y con la sombra que llevo prendida a su destino. 7 Me aburren sus chistes -que conozco hasta el cansancio- y sus decires, y sus poemas, y ese aire seguro de pequeño faraón de su pobreza. 8 Pero ocurre que a veces me desarma: hay que verlo cuando me acerca a su muchacha, como se agazapa en mí, como esculca en el bolsillo del corazón su mejor habla. 9 El pobre Roca no tiene remedio. ÍNDICE El cazador de la sombra STEFAniA MoScA Vii DE lUnA DE ciEgoS (1975) Trenes como bellas mujeres nadie Días como agujas Aldea Arte de tiempo Sagas 3 4 5 6 7 8 9 DE loS lADRonES nocTURnoS (1977) galopar Lapsus linguae cantar de lejanía El miedo Mester de ceguería Botellas de náufrago 13 14 15 16 17 19 DE SEñAl DE cUERVoS (1979) Señal de cuervos Epigrama para María 23 24 DE PAÍS SEcRETo (1987) Una carta rumbo a gales los muros de la noche Memoria del muro Exiliados Epigrama del poder 27 29 30 31 32 DE ciUDADAno DE lA nocHE (1989) Arenga de uno que no fue a la guerra Biblioteca de ciegos Penélope y el olvido Ronda de los viajeros ciudadano de la noche canción del que fabrica los espejos Retrato de Johannes, el nocturno Aprendiz de cazador 35 37 38 39 40 43 44 45 DE TRÍPTico DE coMAlA (1989) Este es el sol Rumores de comala 49 50 DE PAVAnA con El DiABlo (1990) Breve historia de nadie leyendo a Gaspar de la Noche crónica del habitante Zona de riesgo 53 54 55 56 DE MonólogoS (1994) Monólogo del rey del circo Monólogo del domador Monólogo del viejo mago 59 60 61 Monólogo de la trapecista Monólogo de la bailarina Monólogo de la gitana canción del afilador Monólogo del volatinero Monólogo del incierto Monólogo de la mujer que lava el agua Monólogo del anticuario Monólogo del relojero Monólogo del picapedrero Monólogo sobre el tiempo Monólogo del cuerpo Monólogo del polvo Monólogo del mudo Monólogo del regreso a casa Monólogo del pandillero Monólogo del viejo bardo Monólogo del pintor de imposibles Monólogo del boxeador Monólogo del rey del trapo Monólogo del ventrílocuo Monólogo del amanuense Monólogo del inútil 63 64 65 66 67 68 69 71 72 73 74 75 76 78 79 80 81 82 83 85 86 87 88 DE lA FARMAciA DEl ÁngEl (1995) Parábola de las manos Monólogo del que no conoce nada otra canción de la mujer que lava el agua Tempestad en un vaso de cristal la Farmacia del Ángel naturaleza muerta Epigrama 91 92 93 94 95 96 97 El clarinete Carpe diem Antiodisea 98 99 100 DE TEATRo DE SoMBRAS con cÉSAR VAllEJo (2002) Teatro de sombras con césar Vallejo Vallejo imagina una calle Es como si contara sus pisadas 103 104 105 DE Un ViolÍn PARA cHAgAll (2003) Testamento del pintor chino cinco veces Van gogh El Matrimonio Arnolfini casa pintada Una semana de bondad Del entierro de las Meninas y otros asuntos las tribulaciones del señor Bacon Monólogo de guadalupe Posada Ventana para Hopper Escenario para Morandi Pintura en fuga Testamento de gauguin Un violín para chagall 109 110 112 113 115 116 119 121 123 124 125 126 127 DE lAS HiPóTESiS DE nADiE (2005) las hipótesis de nadie Biografia de nadie los perros de nadie París, mil novecientos y tantos Tierra de nadie Por nombre Ulises lugar de apariciones El eco del silencio Una tribu de sombras 131 133 134 136 137 138 139 140 141 Este libro se terminó de imprimir en junio de 2016, en los talleres de la FUnDAción iMPREnTA DE lA cUlTURA, caracas, Venezuela.