tripa naufrago - Monte Ávila Editores Latinoamericana

Transcripción

tripa naufrago - Monte Ávila Editores Latinoamericana
MONTE ÁVILA EDITORES
L A T I N O A M E R I C A N A
A
a
L
T
A
Z
O
R
Botellas de náufrago
Antología poética
1975-2008
Juan Manuel Roca
PRÓLOGO
Stefania Mosca
SELECCIÓN
Juana Burghardt, Tobías Burghardt,
Stefania Mosca y Enrique Hernández-D’Jesús
1a edición, 2008
1ª reimpresión, 2011
2ª reimpresión, 2016
DiSEño DE PoRTADA
David Morey
DiAgRAMAción
Sonia Velásquez
coRREcción
Rosalinda ortega / Wilfredo cabrera
© MonTE ÁVilA EDiToRES lATinoAMERicAnA, c.A., 2007
Apartado Postal 1040, caracas, Venezuela
Telef.: (0-212) 485.0444
www.monteavila.gob.ve
Hecho el Depósito de ley
Depósito legal nº lf50020168001755
iSBn 978-980-01-1616-6
El cazador de la sombra
Hay una sombra, a veces son pájaros, otras, la mirada del ciego, su luna, su pasión por los cuerpos ausentes.
Hay una mujer que hiere, alimenta, conmueve. Hay una
mujer imposible y otras perdidas en la vidriera. Pero en el
paisaje, que siempre es humano, en la poesía de Juan Manuel
Roca, el cuerpo de mujer es requerido, desde un principio. Es
de noche y el cuerpo de mujer abre su caja de Pandora donde
el poeta se pierde. Pero, sobre todo, se asombra ante la mujer.
La madre, la belleza. La locura de los cuerpos que diluye el espacio y el tiempo, y nos hace eternos un segundo. Uno, entre
los instantes infinitos.
Allí está la fruta, en la casa, en la memoria, en el paisaje y en el sueño del cielo que sucede en la noche y vuelve pájaros a las estrellas.
Allí está la ciudad, el rumor de los seres que la habitamos, el amor de Juan Manuel Roca por su país. El compromiso, su afán, a veces, por que se haga justicia de una buena
vez. El país como herida. Una esperanza que es olvido, una
pasión, otro amor hecho en la sombra. La ciudad está presente. Sus ventanas, la humedad reluciendo turbiamente sobre
los asfaltos. Lluvia. Sudor del día. Lluvia cuando espero,
cuando recuerdo.
VII
Me habitan las calles de este país
Para usted desconocido,
Estas calles por donde pasear es hacer un
largo viaje por la llaga,
Donde ir a limpiar luz
Es llenarse los ojos de vendas y murmullos.
Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar
Esta antología ofrece una lectura amplia de la poesía de
Roca. Busca intensidades, fulgor. El milagro del poema y el pálpito ardiente de un lector que lo escoge, lo reflexiona, lo vive. La
palabra noche: el rumor de los ciegos.
Amante, militante y fanático del bolero, Roca es un
nudo de pasión, un alma de arrabal. Usuario del sueño de la
paz en Colombia, aún espera poder cerrar por siempre la noche oscura de los cuerpos, de las víctimas, la marca de la muerte, la injusticia.
Paisaje humano en la noche donde canta el poeta.
Aparece el canto, la esfera y el oficio del lector, que cae de un
verso a otro como quien atraviesa un permanente claroscuro.
Ser y no ser. Día y noche. La vigilia y el sueño. Cómo saber
dónde termina el cuerpo cuando calla.
Roca recorre el poema hacia sí mismo, y la ironía siempre oculta en la pregunta por la identidad es la caricia suave de
sus poemas, la que nos lleva del erotismo a la memoria, de la
infancia a alguna carrera trunca. Un tropiezo, el río.
Dudo cuando el cielo está despejado, «con la frente en
alto». Sigo entre la crueldad. La luz reverbera, sigo en la
sombra, sigo sigilosamente hacia la noche, donde el poema
aclara la plenitud de la imagen. Busco la noche, me contagio
del poeta que leo.
VIII
Roca está muy cómodo en la noche; es su tiempo, allí
está su espacio, la ciudad, sus secretos, la barra, sus soledades. Los amigos andan, transitan sin tregua, laberínticamente, la ciudad. Recorren los versos de Roca en todos sus libros:
los ladrones nocturnos, Señal de cuervos, País secreto,
ciudadano de la noche, Tríptico de comala, Pavana
con el diablo, Monólogos, la Farmacia del Ángel, Un
violín para chagall, las hipótesis de nadie.
Iniciar el viaje en la poesía de Juan Manuel Roca es un
bamboleo entre lo inmediato cotidiano y el enigma oculto en
la noche; son los rostros que se miran y la voz de Nadie que se
inmiscuye en la realidad y nos señala la imagen, su experiencia, el aire sobre el aire que apuntaba Juan Sánchez Peláez.
Esa ingravidez en su diálogo con la tradición cultural, de
Chagall a Vallejo, el viaje, sus poetas y sus lecturas preferidas
son preámbulo y recepción de sus poemas, donde percibimos
lo que aparece y lo que se oculta: la sombra, el pájaro, la Luna
de ciegos.
Roca no busca el asombro como efecto sino como revelación. Usa la imagen surreal y, sin saberlo, apunta al vacío,
a cierta armonía que es ritmo y guía de su poesía. La noche es
el espacio que inspira
Puedo ser el cazador de la sombra,
El que enciende una lámpara en la noche,
El domador de sus silencios
El monólogo es, paradójicamente, su modo de «apropiarse de la palabra ajena», como diría Bajtin. El monólogo es
para conocer al otro, para enunciarlo por dentro. Toma su
IX
voz y habla desde la gitana, desde la bailarina, desde el boxeador. Habla del otro para hablar de sí: «Tú también soy yo»:
Me dieron un cuerpo y a ese cuerpo un nombre. A
ellos me acostumbro como el tigre al rugido. Habito ese cuerpo como un escenario, pero al tiempo
que actor, que director, soy su amotinado público.
Me acostumbré a la armazón que me dieron en
préstamo, de la que a veces abuso como tierra de
nadie. El pobre cuerpo se venga cuarteando el decorado, haciéndome doler telón adentro.
Si me llaman por el nombre, por mi duro apellido
de la edad de Altamira, es como si a él lo llamaran,
como el silbo del cazador a su perro más fiel.
Si alguien me prodiga halagos o improperios porque escribo poemas, puede hacerse el que es con
otro, con un desquiciado que lo habita.
Pero soy quien lo habita, o quien cree habitarlo.
(«crónica del habitante»
de Pavana con el diablo)
Esta antología logra un contacto intenso con lo altamente
suscitativo en la poesía de Juan Manuel Roca.
Yo, que soy lector simplemente, no dudo en querer volver
a atravesar los detalles de los poemas de sus libros, de los que
esta antología es síntesis.
STEFAniA MoScA
X
Luna de ciegos
de
(1975)
Trenes
Atentos
a señales luminosas
los trenes
los furgones del correo
(látigos negros que parten la noche
en dos tajos de silencio)
dibujan oscuros trazos
secretas escrituras.
Alguien
hace el cambio de agujas en el muelle:
entonces entran
al túnel de mis sueños.
3
Como bellas mujeres
como bellas mujeres
A quienes adivinamos
la desnudez de su cráneo,
la certeza de que alguien
camina a nuestro lado,
o la pregunta que a cada
Paso nos visita:
Vestidos de qué sueño
Vendrán los viajeros de la sombra,
Adivinados huesos y mortaja
Del hombre que habla
En una esquina,
Una puerta se abre al estupor:
Hay que andar quedamente
o se despierta
la extraña criatura que nos sueña.
4
Nadie
En el parque,
Y mientras cruza el viento
Tratando de alcanzarse,
Pienso
En este fantasma
Que criba en la noche
El sueño de los hombres.
nadie no se ocupa de mostrarse.
Va y viene,
Jinete del aire.
5
Días como agujas
Estoy tan solo, amor, que a mi cuarto
Sólo sube, peldaño tras peldaño,
la vieja escalera que traquea.
6
Aldea
Aún llegan barcas a los ojos de almendra
De aquellas mujeres ruinosas.
Una lámpara, su ojo de cíclope decapitado,
Alumbra sus pasos en la hierba.
Sólo se oye un ruido de plantas
creciendo en la noche
Y el viento que secretea lejanías.
7
Arte de tiempo
El tiempo permanece atrapado
Entre los libros.
Por este prodigio de aprehensión,
Heráclito sigue bañándose
En el mismo río,
En la misma página.
Tú seguirás para siempre
Desnuda en mi poema.
8
Sagas
Estas profundas señoras
Que copan cualquier espacio visible,
Estas damas apolilladas por el tiempo,
Rodeadas de gordura hasta el cogote,
Estas mujeres sentenciosas
Que todo lo ven, que todo lo oyen,
Estas viejas de mirada ubicua
Y rojos collares de abalorios,
Estas mujeres diestras en cosas siniestras,
Que pasan el día tejiendo en las ventanas
o esperando la noche en estaciones ferroviarias,
A qué raza pertenecen
o qué antigua jerga acompaña sus gestos,
¿Qué secreto del mundo conocen
Que nada las espanta?
Ellas siguen ahí,
Sentadas en poltronas de mimbre,
Mientras las calles emanan el olor de la guerra.
9
Los ladrones nocturnos
de
(1977)
Galopar
Para Augusto Rendón
Yo tuve un caballo. Era su crin espesa.
Sus ojos diurnos en la noche.
Yo tuve un caballo antes de nombrar espejo
En casa de ciego. Secretos parajes recorrimos.
ciudades huidizas al despunte del verano,
Flores de piel en el valle penumbroso,
noches con barcas cargadas de silencio.
Yo tuve un caballo
Antes de cantar entre los sordos. Antes de hablar
De su país al desterrado,
cuando aún no cantaba la canción de medianoche.
con él recorrí los blancos patios de la aurora
Escuchando el réquiem por el agua.
Aún confundo su galopar y el de mi pecho.
13
Lapsus linguae
Mis fantasmas galopan en blancos caballos hacia
[el alba.
Me recuerdan que una vez tuve el sol en la cabeza
Y la cordillera de los Andes dormía como un gato
Mientras caminaba por las calles
con mi maletín de ciervo perseguido por la jauría.
Porque yo puedo ser el guerrero saqueando a Roma
[(año 410)
o sus caballos arruinando los altares de Júpiter,
o el imprudente que mienta espejo en casa de ciego,
El rey de los tuertos, el sonámbulo que busca
Su cuerpo entre las sombras.
Mi ventana nocturna permanece abierta
Para que entren las dulces ahogadas,
las febriles hijas del sueño.
Porque yo puedo ser el cazador de la sombra,
El que enciende una lámpara en la noche,
El domador de sus silencios,
El lapsus linguae de los que verdaderamente soy.
14
Cantar de lejanía
Sentados en el parque
los mudos tejen el aire
con su jerga silenciosa
En cuyas góticas palabras
cuentan una historia,
Un cantar de lejanía.
Es de verlos entrada la noche
Echando al viento sus manos
como un molino,
como una bandada de palomas,
o mirando el lenguaje silencioso
Del estanque.
Vuela, vuela a traer tus manos
Para hablar de la noche.
15
El miedo
El vuelo de ciertos pájaros espanta los caballos. con rojas
espuelas la luna hiende el bosque. Fantasmas olorosos a
hierba llegan por geografías de miedos ancestrales, por
escalones de brumosas catedrales, por plazas de mercado frutecidas de rojo.
Hay en el aire un ruido de rasgadas gasas y gotas de
sangre sobre la nieve blanca. Se quiebra una rama en
oscuros matorrales. ¡Atención! El asesino limpia su puñal color de luna.
16
Mester de ceguería
1
Desde la terraza, a la hora en que el sol cernía picos de
pájaros azules, mi madre y yo mirábamos el patio en la
casa de los ciegos.
2
los niños ciegos reemplazaban el balón por una caja de
lata y jugaban con el ruido. cuando el ruido rodaba hacia algún lugar del patio, los niños lo perseguían, lo pateaban corriendo entre las sombras.
3
Mi madre y yo en la terraza. Y abajo, ángeles de la sombra corrían como locos tras del ruido. Después nuestra
casa era una jaula. Mi madre paseaba por la alcoba limpiando el ojo a los retratos de sus muertos. Yo escuchaba el deslizar de las sombras en la estancia.
17
4
Entre árboles que levitaban su floración oscura, la casa
nos guardaba de la tarde tempestuosa. Y ya de noche,
acomodado al recinto del sueño, como un ciego perseguía el ruido de agua de aquella mujer desconocida.
5
Preguntaba por la extranjera, sin pensar que todos somos extranjeros en el sueño. Me paseaba con un gorro
de cascabel por jardines lluviosos escuchando el techo
piafante de un establo o un ruido de biblias en los cuartos vecinos.
6
la noche me tatuaba.
18
Botellas de náufrago
En la pequeña habitación en donde vivo
como Jonás en el vientre de un cetáceo,
Pienso: quizás los poemas sólo sean
Mensajes enviados por un náufrago,
Botellas con gritos pobremente escritos
Que acaso vayan desde el mar de los silencios
A las playas del olvido.
Pero he aquí que lanzo una botella y otra,
Y una última habitada por mis miedos.
En la pequeña habitación en donde vivo
como Jonás en el vientre de un cetáceo,
Van quedando pocas botellas del naufragio.
19
Señal de cuervos
de
(1979)
Señal de cuervos
Al graznido escuchado al borde
De la estrecha carretera
cuando los rostros afilados de los hombres
Miran al cielo con ojos llenos de asombro,
la noticia se propaga por ensalmo:
la señal de los cuervos
Anuncia la nueva hora del terror
los cuerpos otra vez bajando por el río
la subienda de muertos a orillas
Del nuevo y rojo día.
Alguien suelta sus pájaros oscuros
Desde las secretas cámaras del palacio.
23
Epigrama para María
cuentan que Tiresias hablaba la lengua de los pájaros.
El viejo adivino que daba voz a los presagios
Entre el cresterío de los gallos de Tebas,
Saludaba con silbos la mañana.
Yo, menos afortunado que Tiresias, apenas balbuceo
la jerga de los picoteadores pájaros enjaulados.
Pero al solo recuerdo tuyo, paisaje de tu rostro,
Vuela mi corazón emplumado.
24
País secreto
de
(1987)
Una carta rumbo a Gales
Me pregunta usted dulce señora
Qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
Para usted desconocido,
Estas calles donde pasear es hacer un
largo viaje por la llaga,
Donde ir a limpiar luz
Es llenarse los ojos de vendas y murmullos.
Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
la luz de un frenocomio
Que llega serena a entibiar
las más profundas heridas
nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted, dulce señora,
Es este país una confusión de calles y de heridas.
la entero a usted:
Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
27
Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
Hasta Java y Burdeos,
Hasta el nepal y su pueblito de gales,
Donde supongo que bebía sombras su querido
[Dylan Thomas.
las mujeres de este país son capaces
De coserle un botón al viento,
De vestirlo de organista.
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
no sospecha usted lo que es un país
como un viejo animal conservado
En los más variados alcoholes,
no sospecha usted lo que es vivir
Entre lunas de ayer, muertos y despojos.
28
Los muros de la noche
correteando los rincones de la noche
Viene de ronda mi voz
Por la oscura nación de los espejos.
Amplio presidio, mi país.
En su alta torre de mil pájaros
Asomarse a la ventana sanea el corazón.
Aún corre mi antigua voz
De la edad de los aromas,
corre junto al sonoro mar de cafetales,
En el olor de los manglares
Sube hasta el cielo.
Mi voz resuena en las praderas del pecho
cuando un trampero camufla
la boca a la cisterna
o pinta un túnel en los muros de una celda.
inmenso hospicio, mi país.
Evadiendo trampa a trampa, muro a muro,
Viene de ronda mi voz
Por la oscura nación de los espejos.
Bogotá, octubre 10/80
29
Memoria del muro
Bajo la piel de la pintura,
Bajo su leve cascarón, la tosca grafía del acosado
Reclama la muerte del tirano.
Hunde el punzón en el muro. Despelleja su color,
Y ese muro te hablará de días propicios para el
crimen.
Si te asomas a su más antigua piel
Verás que otras letras se fueron en el barco de
los años.
Quítale capas al muro, almanaque de otros días,
Y acaso encuentres el búho de negro tizón
Dibujado por quien hoy es sólo sombra.
oye transpirar en su centro, como si deshojaras
la alcachofa,
Esa tapia cubierta de pieles como una antigua
dama.
Sólo empañeta su piel, viejo albañil, cubre el
deseo,
Pinta el debajo del debajo, el color que se
oculta en el color,
Y una boca de sombra engullirá todas sus voces.
30
Exiliados
Recorren parajes de trenes
En cuyas blancas estaciones
Se viaja al olvido.
Hombres con el gesto de quien se sabe
limítrofe entre el aire y el presidio
Hablan en lenguas extrañas
De una luz, de un nuevo viento.
Hombres cuyo país
no es más que un trozo azul de lejanía.
31
Epigrama del poder
con coronas de nieve bajo el sol
cruzan los reyes
32
Ciudadano de la noche
de
(1989)
Arenga de uno que no fue a la guerra
nunca vi en las barandas de un puente
A la dulce mujer con ojos de asiria
Enhebrando una aguja
como si fuera a remendar el río.
ni mujeres solas esperando en las aldeas
A que pase la guerra como si fuera otra
estación.
nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Porque de niño
Siempre pregunté cómo ir a la guerra
Y una enfermera bella como un albatros,
Una enfermera que corría por largos pasillos
gritó con graznido de ave sin mirarme:
Ya estás en ella, muchacho, estás en ella.
nunca he ido al país de los hangares,
nunca he sido abanderado, húsar, mujik de
alguna estepa.
nunca viajé en globo por erizados países
Poblados de tropa y de cerveza.
no he escrito como Ungaretti cartas de amor
en las trincheras.
no he visto el sol de la muerte ardiendo en
el Japón
ni he visto hombres de largo cuello
35
Repartiéndose la tierra en un juego de barajas.
nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Para ver la soldadesca lavando los blancos
estandartes,
Y luego oírlos hablar de la paz
Al pie de la legión de las estatuas.
36
Biblioteca de ciegos
Absortos, en sus mesas de caoba,
Algunos ciegos recorren como a un piano
los libros, blancos libros que describen
las flores Braille de remoto perfume,
la noche táctil que acaricia sus dedos,
las crines de un potro entre los juncos.
Un desbande de palabras entra por las manos
Y hace un dulce viaje hasta el oído.
inclinados sobre la nieve del papel
como oyendo galopar el silencio
o casi asomados al asombro, acarician la
palabra
como un instrumento musical.
cae la tarde del otro lado del espejo
Y en la silenciosa biblioteca
los pasos de la noche traen rumores de leyenda,
Rumores que llegan hasta orillas del libro.
De regreso del asombro
Aún vibran palabras en sus dedos memoriosos.
37
Penélope y el olvido
Mi nombre es nadie, y nadie me llaman mi madre,
mi padre y mis compañeros todos
UliSES
llegó nadie.
Desde un mapa de la nada, llegó nadie.
Se agitaron las ramas, los rastrojos,
Y una luna de nácar
Brilló sobre el país de los lotófagos.
De la noche o la lluvia, llegó nadie.
Y abrió oscuros folios
Que hablaban de odiseo el gran embaucador,
De Ulises, fundador de los regresos.
De los móviles mapas
Que reflejan en la hierba los caobos,
llegó nadie.
Y si engullendo lotos se entra al olvido
Y entre ebrios lotófagos
Se olvida ese olvido,
Penélope quisiera entrar en esos predios.
38
Ronda de los viajeros
Ahora rondan el cielo los vigilantes. Alguien peina la cabellera de Berenice o ronda la constelación del centauro.
Algo nos dice que una voz recorre las praderas del cosmos
y se desliza como la noche en el cristal de una escotilla.
En las terrazas, con catalejos y telescopios, un hormigueo de ojos busca a los vigilantes.
Sabemos que la misma noche del cosmos es la aldeana
noche que cruza nuestro jardín, nuestra ventana.
Pero quisiéramos preguntar a los viajeros si al dejar
nuestra esfera se escucha el ladrido de los perros, la algarabía del hombre en los valles de la tierra.
39
Ciudadano de la noche
i
nunca he escuchado en la noche un clavicordio.
la luna agita el agua,
Acaso altere las mareas que habitan
la piel en fuga de los hombres,
De ahí que escuchemos el desbordar
Del cuerpo en luna llena.
nunca he escuchado en la noche un clavicordio
ni he visto cruzar barcos
cargados con pacas de algodón,
Pero así se desliza la noche en mi silencio
ii
los trenes tórridos me llevan por países de
fiesta
Sonando canecas de metal
Que tocan los niños antillanos.
Por los túneles de piedra
Que son corredores de la noche
Resuena la orquesta de los trenes.
nunca he escuchado en la noche un clavicordio
Y las gitanas han leído en los mapas de mis manos
Que nunca viajaré al país de los lotos.
40
iii
lejos, algún brujo
Hace en marfil una mascarilla de la noche.
iV
la noche viaja hasta la blanca estación de los
rocíos
o pasa su tiempo colocando en los faroles
Una danza de sombras y membranas.
¡Qué más puedo decirles de la noche!
Va de viaje con el viento
Decretando la abolición de las fronteras,
Hace un viaje desde Florida hasta el mar de
Java,
De los mares del sur a los umbrales de mi casa.
V
Mientras un hombre pasa su lengua
Tras la estampilla engomada de una reina,
la noche me trae cartas de azules lejanías.
Algo de salitre y un pecho de caracol
con memoria de mares.
Algo de légamo y de brisas estivales.
Un aire de retama y bellas furias secretas
Me trae la noche de sus viajes.
41
Vi
Yo acepto el pasaporte del incierto,
El papel que me hace ciudadano de la noche.
la noche abre sus verjas plateadas
Y desliza bajo mi puerta
Sus volantes hojas de papiro,
Hojas que hablan de un tráfico de sueños,
De un delta de invisibles orinocos
Y locuaces loros venidos del caribe.
Vii
Yo oigo el conjuro de la noche en sus ranas
Y el tiempo se desliza como un Paraná
De orillas distantes,
Tocando flores anfibias, orquídeas
Que crecen en el caparazón de las tortugas.
Viii
Algo de alquitrán.
Algo de olor de mar entre ritos marineros.
Algo venido del mar de los augures
Me trae la noche de sus viajes.
la noche va tiznando en mi estancia
El blanco aguamanil,
la blanca leche dejada para el alba.
Afuera, en la plaza amurallada, la mañana pasea
con ojos de lluvia en los cristales.
42
Canción del que fabrica los espejos
Fabrico espejos:
Al horror agrego más horror,
Más belleza a la belleza.
llevo por la calle la luna de azogue:
El cielo se refleja en el espejo
Y los tejados bailan
como un cuadro de chagall.
cuando el espejo entre en otra casa
Borrará los rostros conocidos,
Pues los espejos no narran su pasado,
no delatan antiguos moradores.
Algunos construyen cárceles,
Barrotes para jaulas.
Yo fabrico espejos:
Al horror agrego más horror,
Más belleza a la belleza.
43
Retrato de Johannes, el nocturno
A veces la noche retaba mis bastiones,
Me arrastraba hacia sus lianas
Para hacerme aparecer lejos de mí,
En bote de náufrago, en nave de locos o de
ebrios.
En raptos de grandeza
Sentía unas alas cerrándose a mi lado
como un pájaro de piel de adormideras,
o me fingía lope de Aguirre, rey de mi
pellejo,
lope de Aguirre vadeando el gran río nocturno,
cojo de pie pero raudo de sueños.
Era el tiempo de beber lejanía en las tinajas.
El tiempo de ir tras la grupa de violín de las
muchachas.
Me hice enemigo de un país sin amigos
Y en los bordes de la acera vi la flor de la
miseria.
Alguien me preguntaba por qué el sabor
De metal que hay en mis cantos.
Yo respondía con el sabor a herrumbre
Que nos deja un país de oscuras rejas.
44
Aprendiz de cazador
Ella es bruja.
Vuela en el aire de la alcoba
como si su capa barriera mi memoria.
Yo, aprendiz de cazador,
Para atraparla interrogo al fabulista,
Al peregrino de los bosques.
Ella esquiva mis intentos,
Vuela en círculos de niebla
Sobre mi cabeza atribulada.
A veces creo que llega hasta mi mesa
como arisco animal
Que abreva en un estanque,
Y cuando intento descifrar su silabario
Se desvanece en el aire de la alcoba.
Ella evita mis eternas acechanzas,
Mis trampas y señuelos.
Así, escurridiza y evasiva es la palabra.
45
Tríptico de Comala
de
(1989)
Este es el sol
¿Y no se cansa este sol de brillar sobre
los muertos?
¿Y no se aburre de tostar lagartijas, de
secar los jarros de pulque?
¡Terco, puto sol que alumbras los juegos
de los niños de Sayula!
Sol destemplado como una vieja pandereta,
tibio sol
Que calienta el alma en pena de los vientos.
¿Quién anda por ahí?
¿Quién ese jirón de aire?
Fulgor Sedano, Damiana cisneros, Pedro Páramo,
o acaso el extranjero de piel, deshabitado de
cuerpo
Que mira la lluvia de estrellas en el cielo
cobalto de comala.
Todos, de vista hacia el futuro pertenecemos
al mapa de comala,
Somos briznas de luz, concilio de sombras en
tertulia con la muerte.
¿Y no se cansa este sol de brillar sobre los
grises tejados del ausente?
49
Rumores de Comala
Dicen las viejas comadronas que hay un lugar,
un muro cuarteado
Por donde se oye a través de sus fisuras el eco
del allá.
Uno podría escuchar una banda de muertos sonando
un danzón,
Acaso el mismo danzón de los ausentes que bailotea
frente a la ventana de guadalupe Posada.
Uno no sabe tras de cuál puerta empieza el país
de los ausentes
Y acaso seamos fantasmas, legiones a lomo de un
potrillo.
la luna como una inmensa lápida fulge en el rincón
de las milpas.
Sí. Acaso todos seamos fantasmas convocados por
algún provocador de sueños.
con sólo abrir un libro rumoroso en nuestra alcoba,
el aire se puebla de voces.
con sólo llegar a la primera palabra de comala, a la
búsqueda del padre,
Un desbande de rumores entra por todas las rendijas
de la casa.
50
Pavana con el diablo
de
(1990)
Breve historia de nadie
Dice el señor nabokov que la literatura no nació cuando un niño de un valle del neandertal llegó gritando:
¡Un lobo!, ¡un lobo!, y tras de él, cuatro patas al aire, un
lobo gris blandía su lengua chasqueante.
Dice, mejor, que la literatura nació cuando un niño de
un valle del neandertal llegó gritando: ¡un lobo!, ¡un
lobo!, y tras de él nadie venía.
Desde entonces, nadie es un eterno personaje, un fantasma en los valles del poema.
53
Leyendo a Gaspar de la Noche
cierro su libro. Quiero deshacerme de su presencia, y
sin embargo paseo con gaspar de la noche, de quien se
afirma que es el mismo diablo.
cierro su libro. Hay bullicio en mi adentro, una guerra
civil se declara en mi cabeza. Vuelvo a Brujas, la ciudad
del rojo jabalí, en medio de flamencos cuya fama para el
tropel y la gresca rebasa la de su escuela de pintores.
Asisto al claroscuro de una loca batalla: sombras chinescas gritando muerte a los buenos burgueses. no sé cómo
pero veo correr por mi cuarto al viejo ladrón de capas y
huele en la ventana el tulipán, la flor de la lujuria que
odian los ancianos. no soy yo, es el viento quien abre su
libro y me lleva por embrujados cronicones.
El viento, correo del otoño.
Bogotá, abril 15 de 1980
54
Crónica del habitante
Me dieron un cuerpo y a ese cuerpo un nombre. A ellos
me acostumbro como el tigre al rugido.
Habito ese cuerpo como un escenario, pero al tiempo
que actor, que director, soy su amotinado público.
Me acostumbré a la armazón que me dieron en préstamo,
de la que a veces abuso como tierra de nadie. El pobre
cuerpo se venga cuarteando el decorado, haciéndome
doler telón adentro.
Si me llaman por el nombre, por mi duro apellido de la
edad de Altamira, es como si a él lo llamaran, como el
silbo del cazador a su perro más fiel.
Si alguien me prodiga halagos o improperios porque
escribo poemas, puede hacerse el que es con otro, con
un desquiciado que lo habita.
Pero soy quien lo habita, o quien cree habitarlo.
55
Zona de riesgo
Te llamarán a la plaza
de la tergiversación
RAFAEl cADEnAS
Te lloverán las voces de Babel: te dirán que ese asunto
del poema es cosa de hombres desdichados.
Te pedirán que te atomices, te esfumes, te silencies, que
si quieres respeto te mueras de una vez.
Si llevas a la casa del poema ungüentos para el goce de
los cuerpos, te hablarán de bandas de niños miserables,
pero si cantas el eterno forcejeo de los pueblos te llamarán a cuentas, te pedirán más intimismo.
En los salones blancos te adularán: deja ese cantar al oído
sordo de la gleba, tú eres de los nuestros.
como un viejo púgil rondando el encordado oirás la
voz del desaliento.
Que se oiga, al fondo del coro, tu palabra desnuda.
56
Monólogos
de
(1994)
Monólogo del rey del circo
Soy el rey del circo, patria del milagro.
Mi reino es de este mundo, al que agrego
Una baraja de asombros. no ciño en mi cabeza
la torre almenada de ninguna corona,
no levanto puentes levadizos al guerrero
ni poseo un foso de fieras para arrojar a los siervos.
Y si no desciendo del castillo al galope,
Un pájaro de cetrería posado en mi hombro,
Y si no voy en el negro corcel de mis poderes
Persiguiendo doncellas, atrapando hechiceras,
Tengo un feudo de seres que me siguen
Adonde plante los pendones del circo.
Enanos, saltimbanquis, pequeños monstruos
comefuegos
Hacen de mi reino el país de las quimeras.
Aun yo, dueño de una industria de espejismos,
Habré de irme hacia el allá
Mientras recuerdo la sentencia de Buda:
¿cómo manda un rey muerto
Sobre un mendigo muerto?
59
Monólogo del domador
Es peligroso entrar sin látigo
en la jaula de los recuerdos:
muerden.
gESUAlDo BUFAlino
Si pudiera domar el indomable tiempo
Y que él, bestia sumisa, se postrara a mis pies
Mientras recorro las naciones
Ante el grito silencioso de los perplejos...
Pero no, estoy condenado a domar tigres y panteras,
leones que me miran como a un viejo conocido,
Menos feroces que el rayo del tiempo:
lo he visto engullir domadores,
lanzadores de cuchillos, bellas mujeres equilibristas.
Hasta el recuerdo, domeñado animal,
Ha caído despedazado en las fauces del tiempo,
En la selva de sus horas.
Renguea el recuerdo de los días pasados
como un misionero que regresa de la jungla
Maltrecho, envejecido.
Mi látigo está hecho de sombras y de olvido.
60
Monólogo del viejo mago
Este es el mago, dicen, cuando baja el tobogán
De mi bigote una gota de luz
Bajo el nocturno sol del reflector.
Este es el mago, dicen, y esperan
Una fiesta de imposibles.
Ya mis dones han entrado en el ocaso,
Sólo soy taumaturgo en algún sueño,
liebres y palomas brotan de una chistera
Abandonada: la memoria.
la marabunta del circo me mira de soslayo:
Mago viejo cambia su capa y un recetario de milagros
Por una casa de campo.
Una vez asistí al encuentro de un mago en la palabra:
la gente esperaba que de su boca
Saliera la quilla escarchada del Titanic,
Que del bosque de palabras brotara un arcabuz,
[una ballesta,
Un pájaro errante como un gitano de Bohemia.
El viejo poeta, como un león desmelenado,
Sólo balbuceó entre dientes, carraspeó,
Dejó escapar su aburrimiento.
Ese viejo poeta fue mi espejo:
Si de sus labios no fluía la tisana de su voz,
De mi sombrero de copa sólo brota el vacío.
61
Este es el mago, dicen, ahora que estoy
Más del lado del allá y que veo a la muerte
como un circo de luces que se apagan.
62
Monólogo de la trapecista
cuando vuelo
ocurre que el aire se detiene,
Pájaro al que una flecha enclava
En el azul.
Recostada al mediodía sobre un carromato
De heno, tuve un sueño:
El mundo era inverso,
caía desde la malla protectora
Hasta la piscina del cielo.
De trapecio en trapecio, de liana en soga,
El abajo no existe, ni el rumor ni las miradas:
Sólo un vacío, una legión de huecos en el aire.
Torpe de mí, en la noche tropiezo con la sombra,
Me enredo en los objetos y en la bruma.
cuando salgo a la pista,
crecen alas de luz a mis espaldas:
El aire mismo se habita de plumas.
63
Monólogo de la bailarina
Ahora soy flor.
luego cascada.
Un secreto pájaro dicta el vuelo
A mis frágiles pies en el tablado.
Si debajo de mis zapatillas
Hay un mundo estático, lo ignoro.
¿Me entenderán si les digo
Que las gotas de sudor son más preciadas
Por mí que los collares?
Ahora soy fuego.
cuando vuelvo en mí,
cuando la música ha cesado
Y veo a los demás, que son mi espejo,
Me asusto de saber que fui flor,
Que fui cascada, que fui fuego.
64
Monólogo de la gitana
leí mis propias manos
Y vi la muerte paseando
Entre dos senderos imprevistos.
Desde entonces
Me enseñé a cruzar los dedos
A cada cruce de caminos.
A un hombre taciturno
le adiviné la suerte en el cementerio.
El encendido color de mi blusa
Parecía un pájaro en llamas
Sobre lajas y ángeles de yeso.
Vana ironía, adivinar el porvenir
Junto a una tumba.
Aunque lo intente,
no soy mejor adivina que la muerte.
65
Canción del afilador
En las viejas piedras del jardín
He visto brotar estrellas al contacto del cuchillo.
Sé que en la punta de un puñal
cuelga un grito
o que hay puñales que evitan las heridas,
Que redondean la silueta
De una bella mujer en un panel del circo.
He visto en un grabado
Una daga huyendo clavada al lomo de un venado
o en un sueño, quizás,
Una navaja recorriendo el cuello de una dama.
oigo un lejano tintineo de metal
Por las calles que conducen a la noche,
Pues los cuchillos se desbandan
En noches de luna,
Se agitan en la pretina del ladrón
o en la mirada oculta del guerrero.
Pero ningún puñal de sombra tan hiriente
como la larga ausencia de tu cuerpo.
66
Monólogo del volatinero
Si caes, merecerás la más convencional
de las oraciones fúnebres.
JEAn gEnET
Volatinero soy.
como el ala del pájaro
Que pertenece más al cuerpo del aire
Que a su cuerpo,
Mi reino está en las alturas.
Volatinero soy, pastor de abismos.
Soy leve como pluma
Porque pocas veces me atraganto
con las sobras del banquete.
Si pienso en lo que ingiere
El torpe gallinazo
Que guarda luto por sí mismo,
En su vuelo de planeador
Sobre las ruinas,
Diría que algo de él habita mi pellejo:
Esclavo en el suelo, príncipe en el aire.
Volatinero soy.
Sólo una cuerda tensa me amedrenta:
la que va desde mi soledad hasta la tuya.
67
Monólogo del incierto
¿De manera que soy
Un trazo pintado con ceniza
En el mapa del agua?
¿Y así pues que soy
Una mancha de tinta
En el papel secante?
¿nada más
Hierro candente
Que alguien zambulle
En una alberca?
¿De manera que no vale
Esconderse del tiempo
Tras el biombo de cristal?
¿ni más ni menos,
El que soy y los que fui
Están tocados de viento?
68
Monólogo de la mujer que lava el agua
lavo el agua, que es
como lavar la liquidez del tiempo
Bajo los puentes.
Fontanera soy
De la secreta grifería del río.
lavo el agua, que es
como tocar el arpa de la lluvia,
como volarle al tiempo sus esclusas.
lavo el agua
Para que el árbol duplique sus frutos
En el espejo que huye.
Para que la muchacha desnuda
o el niño que come duraznos carnosos
laven su piel con piel de nube.
lavo el agua
Para que los ahogados del mundo
Hagan su danza muda
Entre un enjambre de peces.
Para que la araña
camine como un pequeño profeta
Sobre el lago,
Toco las aguas como la cabellera
De un violín.
Soy la pequeña adoradora,
Hidrólatra con su bastón de nácar.
69
Estoy hecha de tiempo,
como el agua en la hierba,
como el agua en el agua, como el agua.
70
Monólogo del anticuario
Sobre mi escritorio de nogal
Reposa una figura mágica, una tanagra.
Dicen que ayuda al bienestar de los muertos:
Quizá por eso camino sereno entre las cosas.
Voy entre relojes de tiempo fulminado,
Entre viejos paraguas y retratos de olvido.
Miro un bastón cuya empuñadura es de plata,
Un cetro que quizá portara con más dignidad
la sombra que su dueño.
la bruma me visita. la siento entrar
cuando suena la campanilla de mi puerta,
Y la veo sentarse en la oscura mecedora.
Mi oficio, vendedor de sombras,
Saqueador de amuletos.
las gentes del barrio me toman
Por cochero de pompas fúnebres,
Tal vez porque comercio con ausencias.
cuando apago la estancia
Y los objetos pierden sus orillas,
Soy una sombra más llegando del pasado.
la bruma, de nuevo, me visita.
71
Monólogo del relojero
Vivo en un pálpito del tiempo.
De niño odié el monocorde sonido
Del tiempo en casa de mi padre,
la coral de sus relojes de pared
Repitiendo la misma tonada.
A todas éstas, ¿qué se hizo el tiempo de mi padre,
Su feroz relojería implacable?
Yo envidiaba de niño al aldeano
Que da la hora en el dorar de la tarde,
En el cambio de luces en el árbol.
Ahora amo el repique del reloj,
El campaneo de mis horas.
En cada una de ellas
crece el ayer, del que estoy habitado.
no todos viven la misma hora,
El mismo devenir.
la anciana que hoy dejó en mi gabinete
Su reloj, el aviador que mide el tiempo
En el prontuario de sus vuelos.
El celador nocturno registra las horas
con lentitud de sueño
Y con cubrir los relojes
no deja de transcurrir el tiempo.
¿Hay algo que transcurra
Más que el tiempo?
72
Monólogo del picapedrero
Todas las prisiones del mundo
Están construidas con las piedras
Que cayeron sobre Jesucristo.
VlADiMiR HolAn
Veo pequeñas lunas, pequeñas piedras
Que cortan el vuelo
De un colibrí en la ciudad,
Pues la ciudad está hecha
De la misma materia del presidio.
También las gárgolas de antiguas catedrales
Están levantadas con las piedras
Que llovieron sobre el hijo del carpintero.
Picapedrero soy. En creciente me pregunto
Si es la luna otra cantera
Que crece a la par de los presidios.
73
Monólogo sobre el tiempo
El tiempo cumple con recordarnos su paso
De maneras elusivas: es el suyo
Un ábaco con cuentas de granizo
Bajo el sol de los trópicos.
Así, el viejo que vuelve en tren a su patria
cae fulminado en un pasillo del vagón. Ahora
Su patria es el olvido. Todo, en un guiño de tiempo.
Yo tuve una mujer construida para el siempre,
En su dorada cabeza siempre hacía verano.
la esperaba en las citas con paciencia de nube
Y no sé si murió a tiempo o a destiempo,
Si se fue en la víspera del día.
Se me han ido los años tratando de aprender
A caminar entre los hombres
como un ángel custodio de mi cuerpo.
Agua o arena entre los dedos, oigo cruzar el tiempo,
Fantasma que galopa en yegua blanca.
74
Monólogo del cuerpo
¿Qué se han hecho
los sucesivos inquilinos
Que he tenido
En escamoteadas edades,
El niño que nadaba en mí
como en un inmenso traje?
Huésped de paso, mi morador
Es rey de la sombra,
Mandarín de soledades.
75
Monólogo del polvo
Soy uno que fue,
El que anda a lomo de aire.
Alguien puede sopesarme como a un leve
Pájaro en el cuenco de su mano.
no podrá adivinar mi oscura genealogía,
Porque el paso del rey
Bajo la capa pluvial de sus ropajes
o el peso liviano del mendigo, se deshacen
Para darme nacimiento.
Toda la andadura, la armazón de sus huesos,
Sólo eran un puñado de barro que vigila.
Y no porque la mucama agite su plumero,
Su manojo de pájaros muertos
Sobre la multitud de mis lechos,
Dejo de existir en mi largo silencio.
Soy uno que fue,
Soy el polvo, el sin cuerpo
Que ancla en puntillas por el aire,
El actor taciturno que vive tras la escena.
Tras el demiurgo, polvo. Tras los jinetes y sus yelmos,
Polvo. Y tras las cortinas del palacio, polvo no
Siempre enamorado.
no quiero vestirme de agorero
Pero soy el futuro de la niña que crece
o del árbol elegido por el leñador.
76
En mí reposan minaretes, estatuas, fuentes de agua.
como Dios, estoy en todas partes.
Me pregunto cómo es que no me escuchan.
77
Monólogo del mudo
Hormiguean las preguntas
En la patria del silencio.
cada ademán
Es bandera de mi voz,
Espacio movedizo
Poblado de otros gestos.
Una ración de luz
Alumbra mi brumoso silabario.
Soy aquel
Que tiene sigilo en la garganta.
78
Monólogo del regreso a casa
luego de ver la multitud
A las puertas de un festín
De pesadillas
—Seres de goya, mujeres rumorosas
como brujas de Macbeth—
llego desde la guerra callejera.
no estalla el obús en mi camino,
no me acechan ocultos artilleros,
Pero cada regreso a casa
—Atolondrado mercenario de mi cuerpo—
Tiene sabor de sueño
Después de la batalla.
79
Monólogo del pandillero
oigo un enjambre de motos.
Bajo mi negra chaqueta
corre mi corazón de negro pistón, de alto cilindraje.
la vida es insegura
De no estar adherida a la cacha de un revólver.
Tengo legiones de amigos bajo tierra,
Muchachos broncos que pastoreaban el miedo,
Que pisoteaban las flores del tedio.
conozco de presentimientos:
El que corretea el balón en la cancha del barrio
Piensa que todas son su última jugada.
El que besa a su novia, tiene ante él
los últimos labios entreabiertos.
cada poste de telégrafo que cruzo en mi moto
Es el límite del mundo.
80
Monólogo del viejo bardo
Para ir a ver las ruinas de Tikal o de Pompeya,
las ruinas de antiguas ciudades cubiertas por la arena,
los cementerios indígenas o los cementerios
[de elefantes;
Para ir a ver los huesos de los búfalos
Que se pudrieron a lluvia y sol
En la pradera humeante donde los trenes resoplan las
[distancias;
Para ir a las ciudades más lejanas y en sus noches
Asomarse al paisaje de olvidados vagones,
Al cementerio donde crece la flor de sus herrumbres,
Me basta estar en cercanías de un espejo.
Porque soy más antiguo que Tikal y que Pompeya,
Estoy en extinción como un antiguo maya,
como un viejo animal muriendo entre el marfil de sus
[silencios.
Soy más inútil que la flor de las herrumbres.
Estoy hecho de adioses.
81
Monólogo del pintor de imposibles
El informe del tiempo
Dice que en mi rostro hace verano.
Pero cuando intento pintar el tiempo
Y sus aguas movedizas,
El sigiloso me cambia azules por ocres,
Esconde el bermellón al rojo fruto.
De nada vale que moje el pincel
con la luz que se filtra en los postigos
ni que otro pincel de lluvia
Visite mis lienzos.
Antes que pintar el tiempo,
Es él quien me dibuja en su silencio.
82
Monólogo del boxeador
«¿Por qué te has hecho boxeador?»,
le preguntaron al irlandés Barry Macguigan,
campeón peso pluma. Él respondió: «no puedo ser poeta.
no sé escribir historias…».
JoYcE cARol oATES
no sé escribir,
Aunque por rara paradoja
Sea peso pluma.
Aun así esculpo vacíos en el aire:
Que donde esté mi rostro
no esté el puño rival.
Doy una lección de ventanas,
Hago fintas y huecos en el aire.
Yo me enfrento en los tinglados
A la más oscura pesadilla:
El otro y su sombra.
no le temo a la muerte,
cuando venga,
Que sea en cámara lenta,
como esos golpes
Que veo venir desde el pasado.
Mi religión es el riesgo:
Acudo a su liturgia
cuando suena la campana,
Pero al paso de los golpes
Me amedrenta la vejez.
83
Por eso elevo una plegaria:
San Joe louis, que la muerte
no me venza por puntos,
Que lo haga por K.o.
84
Monólogo del rey del trapo
Ahora ya estoy harto:
He colgado mis mitos
En una cuerda de tender la ropa.
MAHMUD DARWiSH
Tenso una cuerda en el patio de ropas.
cuelgo el traje del justo
Y veo en su túnica blanca un pequeño agujero
Por donde caen migajas de silencios.
Tiendo el ropaje del sabio,
El burdo vestido cuyos bolsillos mojados
Me sacan la lengua.
la camisa humilde
Bailotea de orgullo bajo el sol.
El frac alquilado del mago
Aún tiene sucios vestigios de paloma,
Es el viento quien ahora le cambia de posturas
Mientras cae un rey de bastos, desde la solapa.
Extiendo la sotana
Y huele a perfumes de onán,
A llovidas hostias y a cirios en desvelo.
izo en el cordel el uniforme del soldado
Y permanece rígido, a la espera de una orden.
El viento y el silencio son sus nuevos monarcas.
85
Monólogo del ventrílocuo
Soy un pequeño dios
Que da vida a los muñecos.
Pongo mis labios
Al servicio del otro.
Y aunque a muchos incomode
Mi manía de hablar solo,
Alguien se oculta en mi voz.
Soy como el poeta
Que canta en boca de otros,
cuyo secreto oficio es loar
Al gran ventrílocuo: Dios.
El otro es mi máscara,
El biombo tras el cual oculto mis deseos.
Por momentos, no sé quién comanda a quién,
Dónde comienza o termina el brazo
En el abrazo.
Muevo mis labios
Para que el otro mueva los suyos
Y a los dos nos anima
El silencio de Dios.
86
Monólogo del amanuense
Para Luis Vidales
Mientras escribo,
Un indígena desciende el orinoco
leyendo en el claro alfabeto del agua
la edad del árbol, la sombra del follaje
Que narra el lugar del mundo
En que se encuentra.
Mientras escribo,
las nubes y su grafía de sombras
Dan en las montañas una lección de levedad
A las piedras desnudas y profundas.
Todo escribe en un lenguaje oculto
Acaso hecho «de la misma materia de los sueños».
Escribe la luz en medio del bosque
Recordando que hay más dioses despiertos
En el árbol que en el hombre.
Y yo que no leo el vuelo de las aves,
Que desconozco el lenguaje del venado,
las conversaciones del aire con la flor
o el otoño que deja volar las hojas de su diario,
Sólo trazo el eco de sus voces.
Mientras escribo,
El agua traza el nombre de Heráclito en el río.
87
Monólogo del inútil
Abuela me dijo:
no intente hacerle nudos al agua,
no escriba con nieve la palabra eternidad.
Alguien volvió a decirme:
¿Qué gana con hacer agujeros en el agua?
¿De qué sirve esconder la llave de su casa
Bajo la alfombra del mar?
otro más me aleccionó:
Sus jaulas de viento no atraen
Al más tonto, al más inocente de los pájaros.
¿Y sus sillas de sal bajo la alberca
Y su paraguas de telaraña para escampar del granizo?
¡no nos haga reír con sus ábacos de hielo
contando nubes bajo el sol de diciembre!
no intente señales de humo en agosto:
Sus vientos borran las palabras, parten mal
las sílabas, dictan mensajes que no son.
Abuela siguió diciendo:
no intente hacerle nudos al agua,
no escriba con nieve la palabra eternidad.
Pero seguí haciéndolo. A escondidas seguí haciéndolo,
oficiando ritos inútiles,
lunas de jamases, patios de nuncas.
lo que algunos llaman el poema.
88
La Farmacia del Ángel
de
(1995)
Parábola de las manos
Esta mano toma un fruto,
la otra lo aleja.
Una mano recibe al halcón,
Se quita un guante,
la otra lo ahuyenta, prende una antorcha.
Una mano escribe cartas de amor
Que su equívoca siamesa puebla de injurias.
Una mano bendice, la otra amenaza.
Una dibuja un caballo,
la otra, un puma que lo espanta.
Pinta un lago la mano diestra:
lo ahoga en un río de tinta, la siniestra.
Una mano traza la palabra pájaro,
la otra escribe su jaula.
Hay una mano de luz que construye escaleras,
Una de sombra que afloja sus peldaños.
Pero llega la noche. llega
la noche cuando cansadas de herirse
Hacen tregua en su guerra
Porque buscan tu cuerpo.
91
Monólogo del que no conoce nada
con los idiomas que no hablo
Babel crecería como nunca.
con las estrellas que desconozco
Se podría dibujar un vasto planisferio.
con los mares que no he buceado,
con las ostras que no he abierto
Y los frutos de olor en la distancia,
Haría una tertulia de ausentes.
con los caminos que no he andado
o las naves que no he construido,
con los caballos que no he galopado
Podría recorrer las fronteras del mundo.
ni siquiera sé si el rosal disfruta de su olor.
92
Otra canción de la mujer que lava el agua
conozco a la mujer que lava el agua,
Su fluir en el tiempo.
lava el escarnio de los días de guerra.
no le importa la soledad entre el bullicio
Que la ronda con viejas ballestas y ojivas nucleares.
la mujer que lava un agua
Tan estancada como la infancia de caín,
la mujer que lava un agua
Tan detenida como el reloj de los muertos,
la mujer que lava el agua.
¿Es acaso la poesía esta mujer,
la que lava después de la batalla
nubes rojas como algodón de enfermería,
la que muestra su blancura
Que sale de la ola como las enaguas del mar?
¿la que da cuerda al mundo del roce,
Al tiempo y la vendimia de los sueños?
Ella lava entre las piedras
El hilo secreto que cose a la luna
como un botón de cielo.
De tiempo en tiempo, al menor descuido,
Me visita la mujer que lava el agua.
93
Tempestad en un vaso de cristal
con árboles está levantada nuestra
casa. De casas está forjado todo
El barrio. De barrios se configura
la ciudad. De ciudades ebrias se fragua
Un país. De países así se construye
El olvido. De desmemoria es la tinta
con la que se traza la palabra
Eternidad. De eternidad se tejen
los malos tiempos. Y el tiempo,
Si nos ponemos trascendentes,
Es un suspiro de Dios. Dios debe estar
Mirando al viento, al viento
Que atesora en agosto toda clase de
Sombreros. Su aliento nos visita,
Pero los sombreros ya no se llevan
En este país de casas que fueron árboles
Borrados con tinta de eternidad.
¿Y el tiempo?, ya se dijo, un suspiro
De Dios. ¿Está claro el silogismo,
la tempestad en un vaso de cristal?
94
La Farmacia del Ángel*
Se iba por un sueño. En silencio, descalzos pies, pasos
de musgo, recorría parajes blancos cubiertos por el fino
talco de los muertos.
De regreso del sueño, qué premonitorio el nombre del lugar donde se encuentra: la Farmacia del Ángel, la farmacia en la que un hombre solitario —desalado, negro
ángel de luz— fue aprendiz de largos viajes.
Rumor de bosques, rumor de aguas se adherían como
escarcha a su silencio.
* Farmacia donde georg Trakl se habituó al cloroformo.
95
Naturaleza muerta
Voy por la calle con mi maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumorea un viejo bosque,
Por momentos siento
Que se despereza la serpiente del cinturón.
Hay vestigios de clorofila en mis dientes.
Escribo con carboncillos de sauce.
Me pregunto qué trozo soy del paisaje.
96
Epigrama
El agua es ágrafa
Y sin embargo escribe en sus ríos
El porvenir del mar.
El viento es ágrafo
Pero escribe en la pizarra del aire
olor de mangle, temblor de trigal.
la luna es ágrafa
Y escribe la sombra de las tejas
En los muros de la ciudad.
Y tú crees que inventaste la escritura.
97
El clarinete
Veo allí, en la casa de empeños,
Un clarinete, plateado y mudo.
cualquiera puede imaginar
Que en un clarinete, como en los labios de una niña,
Habita un enjambre de canciones no cantadas.
otra cosa es su historia.
o fue el talismán de un turulato músico de muelle
Que le extraía un trozo de noche,
o el señuelo para pescar muchachas solas en los
[parques,
o la manera más ruidosa de pasar
El sombrero a la salida del teatro.
¿A cuántos perteneció?
¿Todos sus dueños son fantasmas?
¿A cuántos de nosotros habrá de sobrevivir?
Tócalo, antes que cante el gallo, una y más veces.
98
Carpe diem
Si se huye del riesgo,
El riesgo a las puertas viene.
Vamos al sueño cuando buscamos la vigilia.
Y a los frutos secos cuando los labios son jugosos.
Veo cruzar el tren a mi destino.
A contramarcha, voy en otro tren y en otra dirección.
cruzamos por Brooklyn:
A mi lado, un hombre de turbante
Habla solo, en una lengua milenaria.
En cada estación suben espesas marejadas.
Del barrio chino. De Harlem. De la pequeña italia.
De los distritos del miedo
Vienen los que huyen de sí,
llevando como el caracol o la tortuga
la casa del cuerpo siempre a cuestas.
Una mujer duda en bajar
En la estación del olvido.
Titubea ante la puerta del tren.
—¡Hazlo ya!, le dicen sus pies.
—¡Quédate quieta!, le dice su cabeza.
Pero la muy fantasma hace su carpe diem
Y entra en un lugar sin regreso.
nueva York, junio 28 de 1992
99
Antiodisea
Ésta soy, Penélope, la insumisa
Que se niega a destejer lo ya tejido,
Una mujer sola
Que peina en las noches sus cabellos.
En el oleaje de mi negra cabellera
Siento que Ulises se aleja, se aleja sin remedio.
no vuelvas, viejo impostor,
no regreses a Ítaca,
A la derruida casa donde tu hijo
Y tu perro, tu arco y tu mujer
Se fatigan de esperas y vigilias.
Quédate a orillas del lecho de calipso, Rey de la nada.
Quédate engullendo lotos, habitando el olvido.
París, diciembre 13 de 1994
100
Teatro de sombras con César Vallejo
de
(2002)
Teatro de sombras con César Vallejo
De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo.
como un espejo negro esperaba a su dueño en un puerto
de brumas o en hangares ocultos.
En los muros barnizados de luna podía verse la sombra
de Vallejo que volvía de España con un cáliz de luto.
De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo.
Tras andar sin su sombra perdida en un descuido, lograba
cazar a su indócil siamesa, como en un lienzo de Magritte.
como en una ventana asomada a otras ventanas.
Y los dos, negro croquis y escenario de sueños y batallas, se iban a pasear, es un decir, su antigua alianza.
103
Vallejo imagina una calle
la calle conduce a una plaza donde llueve y florecen
como negros tulipanes los paraguas.
Hay en esa calle un muro que separa a París de Santiago
de chuco. Vallejo lo abre como quien entra en un libro y
ve cruzar al músico que duerme al vecindario con su clarinete. Un perro escarba en un montículo de huesos dejados al desgaire. Vallejo palpa sus húmeros y lo mismo
hace su sombra apaleada, yo no sé.
nadie sabe de dónde viene Vallejo a estas horas por
Trocadero con su cara funeraria en medio del parloteo
de las muchachas, ni por qué pasa llovido de sí en un
día de verano.
nadie entiende su olor aldeano ni por qué esa partitura
para clarinete le produce la hipnosis de un reino sin orillas.
Menos aún su mirada de perro o de túmulo sin huesos.
Por allí viene Vallejo, trae un ramo de rosas desangradas.
104
Es como si contara sus pisadas
Ahora sale de prisión remontando silencios. lleva en el
rostro la sombra de un paisaje enjaulado entre los hierros.
no tiene un sol, y el sol es la moneda opaca en el cielo
del paria. como único astro tiene la luz de su palabra,
fraguada con metales de otros reinos.
Ahora viene crecido de sombras y de adioses. Siempre en
sus versos suena un catafalco, hay alguien a punto de morir o a punto de quebrar sus goznes y extraviar sus llaves.
Y ciudades calcáreas, púlpitos de hielo amenazados por
una ronda de sombras que encienden sus fogatas.
105
Un violín para Chagall
de
(2003)
Testamento del pintor chino
cuando el sobrio Emperador
Me conminó a borrar del cuadro una cascada
—El chapoteo incesante espantaba su sueño—,
como buen cortesano obedecí y esfumé su torrente.
Sin embargo, oculté tras el dibujo de un cerezo
Una rana que croa
Y que el anciano Emperador confunde
con su agitado corazón.
En un biombo de lino me pinté a mí mismo
Al momento de dibujar un caballo.
Una noche después espanté con el pincel al caballo,
Pues no soportaba sus relinchos.
Pronto borraré mi crepuscular figura del óleo
—Emperador de mi cuerpo—,
Y sabrán que es de la misma materia
la ausencia de un hombre o de un caballo.
109
Cinco veces Van Gogh
Para Héctor Rojas Herazo
i
El cartero de Van gogh no visita el vecindario desde
que recibió un telegrama de la muerte. Pero nos mira
desde una sorda eternidad.
El cartero, portador de alguna esquela que le llevaba
razones de la luz.
ii
como su sombrero, que siempre estuvo alumbrado por
el rojo candil de su cabello, fueron sus noches solares.
Detuvo el sol en cada cuadro, mas no como el bíblico
Josué que cuando detuvo el sol no pensó en el girasol:
la pasión o la fiebre dieron a sus girasoles una rotación
de astros familiares.
iii
Pintó trigales y la flor del pan empezó a oler en las desiertas alacenas.
iV
Pintó una silla vacía, y sin embargo en ella está sentada
una tertulia de ausentes. Antonin Artaud ha dicho que
esa silla anuncia alguien por entrar.
la silla sigue vacía, pero siempre volvemos a ella para
saber si alguien acaba de llegar. ¿Theo o gauguin?
V
Un último furor: trazó con su pincel una puerta en el aire
y por ella salió dando un portazo. otra versión dice que
dibujó un revólver y con él se disparó en el vientre.
Pero antes, previendo las largas noches del hombre
acorralado en el invierno, decidió llenar de soles nuestros muros para ayudarnos a habitar el laberinto.
111
El Matrimonio Arnolfini
El pintor es testigo de cargo escondido en la penumbra,
en la discreta trasescena.
El Matrimonio Arnolfini parece presa fácil de la yegua
del tedio, del lebrel de la melancolía.
Ella, grávida o esperando los esponsales de la luz. Él,
con su gorro de mago, mira al invisible pintor, ladrón
de imágenes, espía del color. ¿Qué hace Van Eyck? Se
empenumbra en una caligrafía de sombras. He aquí un
mundo que parece prescindir de quien lo mira, casi por
azar reproducido en un espejo.
El pintor sólo ocurre en el cristal pero el Matrimonio
ocurre en su doble condición, en su grave delante y su
inocuo detrás, como si fueran seres distintos entre el
rostro y el dorso, entre el pecho y la zaga.
El ojo de buey del espejo que devuelve la trasescena (el
doblaje del pintor y su ayudante) entrega lo que el mismo pintor escamotea. ¿Se trata de una traición especular? ¿De la vida que sucede a espaldas de quien mira el
icono y el suceso, de lo que ocurre más acá de la forma
de A del caballete? Jan van Eyck, delatado por el espejo, ¿querría decirnos que sólo somos un reflejo?, ¿que
existimos porque alguien nos mira?
Medellín, diciembre 9 de 1999
112
Casa pintada
Dibujo, antes que nada, una puerta.
le trazo un cerrojo
con su forma de gota de agua
Y diseño con el pincel la llave
Que abre las dos hojas de madera,
la llave que funda el maridaje
Entre el ojo y el cerrojo.
Abro la dibujada puerta
Y entro a la intemperie.
Pinto un largo corredor
Que cruza el patio de azules baldosas
Y bruñidos vitrales.
En el centro del patio, una alberca
De cuyos grifos de hierro pende
la lágrima del agua.
Al fondo, dibujo de peldaño en peldaño
Una escalera de caracol que trepa
Hasta un cuarto poblado de luz
En sus grandes ventanales.
Subo a la alcoba
E inicio el desdibujo:
Un pincel entintado borra escalones,
Desvanece la alberca y su tosca grifería,
Borra el patio y sus vitrales,
El largo corredor donde antes
113
Reinaba la intemperie.
con un color de niebla deshago el cerrojo,
la llave y la puerta de madera,
Y quedo solo en el cuarto blanco
Que ya no tiene casa.
114
Una semana de bondad
El cartero alado como un ángel exterminador
Traerá un mensaje por las escalas
Donde la serpiente fugada al Paraíso
Podría ser la emisaria del deseo.
El cartero, niño aún,
A quien uno imagina después de tocar los timbres
Del suburbio, guarda las alas en estuche de violín,
Para subir a un coche o para no inquietar al sueño.
gallos de medianoche. Mujeres mutantes
Que esperan el arribo de la peste,
Anuncios de alguien que llega de la lluvia
Y golpea vanas puertas. insidias.
Amores venales y letales, todos los fantasmas
De una bondad cosida con jirones de otro mundo.
las diestras manos de Max Ernst
Recortan un trozo de cielo,
le adhieren alas de mariposa,
[membranas de murciélago,
Desbordan riachuelos al borde de la cama,
Y surge el equívoco:
lo que otros llaman el milagro.
115
Del entierro de las Meninas y otros asuntos
Para Fabián Rendón
i
no es de suyo permitido asistir a un entierro
[a los bufones.
ni Mari Bárbola ni nicolás Pertusato,
[enanos de la corte,
ni siquiera la infanta Margarita María asisten
Al entierro de las Meninas, damas de honor dignas
Del más blanco Alcázar. El pintor ha muerto antes
Que las Meninas, aunque allí lo veamos,
con su pincel y su paleta,
De seguro pintando el cuadro donde
ocurre el universo. El perro Fides, el fiel
can que soporta las patadas menudas del enano,
Quizá ladre a su sombra en la eternidad. José nieto,
Aposentador de la Reina, ya se fue de la puerta,
Andando en puntillas por senderos de bruma,
Por los fríos salones del Escorial.
El espejo, descongelado, ha engullido
los torsos, las manchas tutelares de los soberanos.
Don Diego sopla un aliento humano a la infanta,
A las Meninas y bufones,
Y hasta el perro tiene algo de triste humanidad.
no así los reyes, flotantes en el cristal
116
como si fueran más reflejo que mirada,
Más eco del espejo que del mundo.
no es de suyo permitido asistir a un entierro
[a los bufones.
ii
Pero es de ley
Que asistan a su propio entierro los bufones.
lejos del lienzo, lejos de Velázquez, lejos del viejo
[imperio,
Su Beatífica excrecencia llama, de nuevo, a sus
[payasos.
la noche es vieja desdentada, madrastra de un país
Que no conoce el sueño.
Un cartel los llama por su paga:
Botones de hojalata, flores tardías, lentes ahumados
Para no ver las carnes del rey
Que va desnudo por las calles.
Una luna frugal para su hastío: la bufonería,
los poetastros lamen su pan,
Alquilan sus cabezas para comprarse un sombrero.
Es de ley que asistan a su entierro los bufones
cuando cruza la tarde, desangrando rosas.
Más enanos que Mari Bárbola,
Mucho más que Pertusato,
los cortesanos, donde uno mire, los cortesanos
117
Sin corte: reinos sin trono, torres sin almenas,
cetros de sombra, banquetes de vacío, ruecas sin hilo.
Por allí cruza la tarde, desangrando rosas.
cartagena de indias, enero de 1994
118
Las tribulaciones del señor Bacon
nadie duerme en la carreta que lo conduce
de la cárcel al patíbulo
JoHn DonnE
Es de imaginar que Francis Bacon
Viviera frente a una carnicería
o quizá frente a la res desollada
Por las manos de Rembrandt.
lo cierto es que sufría la asfixia de la carne.
Acoplamientos subterráneos,
El matrimonio entre el hombre vejado y su sorda mirada,
los seres de Bacon viven el inxilio de la piel
[pero el exilio del mundo.
Tras las cortinas del taller o del cubil encendido
De seguro aparecería
—noche tras noche, luna tras luna—,
El papa inocencio x revisitando a Velázquez
[ en un marco tenebroso.
Bacon enrostra su apellido carnicero,
nos hace partícipes de su feroz diatriba
contra la soledad del hombre
Y el expósito Dios que lo vigila.
no nos deja dormir el señor Bacon.
nos obliga a mirar todo lo flojo,
Todo lo sordo, lo calcáreo
119
Que hay bajo el palio y el ropaje de un obispo,
Todo lo que el Pontífice agazapa
Hasta darle un tallo al grito.
Es como si le respondiera,
Desde la larga noche del arte,
A la figura de Munch que vocifera en el puente.
Es como si el hombre sacara a pasear
Sus vísceras en una obscena carretilla,
como si repitiera un mantra del purgatorio
En medio de un galope de sombras.
Santiago de chile, marzo 25 de 2003
120
Monólogo de Guadalupe Posada
Para Felipe Agudelo Tenorio
El mundo cabe en las cuencas de una calavera.
la que portaba Hamlet como lámpara votiva
Quizá sea una testa de segunda,
comprada en el ser o no ser del cementerio.
¡Y pensar que somos, dicen las calaveras,
nada más que un futuro ya cumplido!
Es tiempo, despojados de cuerpo,
De sonar sus guitarrones,
Sus trompetas resurrectas.
Ahora que habito un reino de ceniza
Recuerdo que trabajé a un ritmo
Más endemoniado que la muerte.
Hijo de panadero, amasé la greda
En cada grabado y fue como gritar:
¡Vivan los muertos, gavilla de lázaros
Regresados de sus tumbas!
Siempre supe que la muerte estaba
Más viva que nosotros, que podía
Ataviarse de Quijote y lancear hombres secos.
Vi los esqueletos de los novios
Posando en el retrato.
Vi la calavera de un soldado de Zapata
Regresando de la tumba a pelear por la tierra.
Mi estancia, morgue de peones y funcionarios,
De mujeres de bien y federales.
121
Ahora que el día de muertos es todos los días
Evoco al hombre del sombrerón
Que bebía tequila y parecía cantar,
Al borracho en la cantina frente al cementerio
gritándole a los muertos:
Aquí hay danzones, estamos mejor
Que en sus lechos. Vi a la muerte en un baile
Tras los jarros de pulque,
A la muerte nupcial oculta en un zarape.
Vi un ejército de esqueletos,
galería de ausentes, tertulia de sombras.
Siempre estuve grabando mi retrato.
122
Ventana para Hopper
El mago no tiene horas. Pero, ¿cómo hace para que en
un cuadro sea domingo? ¿cómo para que sean las doce
de la noche? El mago discurre en paisajes fronterizos.
Enseña el aire pintando una cortina, un sínodo de sombras. Acaso el desamparo de las calles de Hopper sea el
desamparo del hombre.
En Farmacias para curar la noche,
En Bares para intercambiar silencios,
Tras un concilio de Ventanas,
En las Provincias del Sueño,
Se intuye su paso.
Dan ganas de saber qué lee la dama en el coche del
tren, de jugar cartas con el hombre de la gasolinera, de
escuchar el silencio de los trasnochadores. Es probable
que de niño le dijeran: —Edward, no dejes la ventana
abierta, podrías resfriarte.
o sus padres le advirtieran: —cierra la puerta que empieza a nevar. Al parecer, no hizo caso y siguió abriendo
bocanadas de luz, fisuras de viento, bandadas de aire.
123
Escenario para Morandi
El pintor recorta una lonja de silencio,
lo macera en un mortero
Hasta dar con la piel de la penumbra.
El pintor, recostado en la niebla,
Humedece su pincel
En un cubo de nada.
giorgio Morandi traza fronteras al vacío,
Despliega en ellas las formas del tiempo.
Bogotá, abril 26 de 2003
124
Pintura en fuga
En el patio de la casa,
Dibujado con tiza,
El rostro de la niñez.
Empieza a llover.
125
Testamento de Gauguin
Ya abandoné mi trabajo de corredor en la Bolsa
Y no queda en mis pertenencias un bagazo de oro.
Si yo pudiera dejar como un talismán
los ojos de una maorí a la hora del ocaso,
Sería feliz como la sonaja del viento en Martinica.
los frutos que caen de los árboles
En las islas Marquesas, son menos
[podridos que occidente,
Por lo demás, huelen mejor los mangos
En los talleres del trópico.
Bocas y ojos como los de una muchacha maorí
Jamás podrían mentir. igual que un salvaje como yo
Que no miente
cuando dice que Velázquez es el tigre real
o cuando deja a su descendencia
Jirones de tacto en el cuaderno de noa noa,
El cuadro que no hice y siempre quise hacer,
El recuerdo del retrato de un pariente
[en la lima de mi infancia
Bailoteando en el muro al vaivén de un terremoto,
Una orgía de colores,
Un caballo, un silencio, un armonio.
126
Un violín para Chagall
En Vitebsk todo vuela: un viejo judío de negro sacón,
una choza aerostática, un caballo fugado de las caballerizas de giotto. Vuelan las vacas, los novios, los días y
un violinista en el tejado.
¿Qué toca en la noche sobre la planicie de nieve?
¿con qué tonada arrulla la aldea y apaga íconos
[y espantos?
no dejen caer el violín, testigo de bodas y de entierros.
no lo dejen callar.
¿Es un violín gitano inventado por el diablo?
¿Es un violín para orientar viajeros en las grandes
[estepas?
¿Violín roto de la trágica Rusia?
nadie sabe qué lleva en el costal, en su burdo saco, el
viejo judío del gabán. ¿Acaso esconda un libro que narra
el combate de Jacob con el ángel?
Si es un violín, que caiga en manos de chagall.
Entonces todo vuela, los rojos tejados, los candelabros,
las manos de cera del rabino, la luz parpadeante de la
sinagoga.
127
Las hipótesis de Nadie
de
(2005)
Las hipótesis de Nadie
Puede ser el viento.
la página en blanco.
Puede ser. Puede ser el que viene
Borrado por la lluvia.
Ahora recuerdo a un hombre ciego
Una dulce tarde de Friburgo.
iba solo por la nieve
con una sonrisa de beatitud
Y un bastón tan blanco como los copos.
cruzó a mi lado sin verme:
Yo era su nadie,
Un fantasma en ese reino luminoso.
Puede ocurrir que seamos
los ciegos de nadie.
nadie acaso sea el viento
Que abre las ventanas con golpes sin acordes
Para hacernos hablar en la lengua del sueño.
Puede ser quien dejó
Para siempre un abrigo abandonado
En la percha del café,
Un abrigo como bandera del vacío
Que desaparece un día, como su dueño.
Puede ser el que nunca fue,
El que nunca será,
El que se cansó de haber sido.
131
Quizá sea en el país de los desaparecidos
El único aparecido que llamamos fantasma,
El que pone a traquear
las escaleras en la noche
o tumba una sartén en la cocina,
El que cambia de sitio los cubiertos
Que no logramos encontrar,
El ladrón de lejanías.
Puede ser el viajero de sí,
El nómada de sí mismo.
Ha ejercido oficios a destiempo:
Arrastra papeles en la calle solitaria,
lleva diarios atrasados
De un extremo a otro en la ciudad,
Trae un olor de extramuros a su centro,
Rasga los carteles del cine de ayer,
Hace partir los trenes
con sólo sonar una campana.
Puede ser el viento.
la página en blanco.
Puede ser.
132
Biografía de Nadie
Es notable la gloria de nadie: no tuvo antepasados bajo
el sol, bajo la lluvia, no tiene raigambre en oriente ni
occidente. ni hijo de nadie, ni nieto de nadie, ni padre
de nadie, pequeño cónsul del olvido.
¿Ven un vacío en la foto familiar, un hueco, un espacio entre la respetable parentela? Es nadie, sin rastro y sin linaje.
Es notable la gloria de nadie antes de la primera mañana de la historia, precursor de hombres que hoy son hierba, de padres de otros padres que son velas sin pabilo.
Festejemos a nadie que nos permite presumir que
somos Alguien.
133
Los perros de Nadie
callejean,
Escarban los restos del día
como quien acude a un tanatorio:
Perros góticos apaleados en misa,
Un domingo raído por la lluvia.
Bogotá duerme al fondo de su hartazgo
Y los perros de nadie
Rastrean los días en fuga,
la sombra perdida de un virrey.
Un niño ata en sus colas de cometa
latas de avena
con la efigie de un cuáquero
Que no pierde su torva dignidad.
los perros sin dueño
Recorren centro y sur de la ciudad,
las zonas donde nadie
Tiene su reino de olvidos.
¿A quién ladran
En la calle vacía?
¿A quién dirigen
Sus orejas vacilantes?
134
Acaso descubran el paso de nadie,
Del que se fue una vez,
Envuelto en brumas.
135
París, mil novecientos y tantos
Tan atareado va Vallejo
contando horas en un ábaco de sombras,
Que no advierte
El paso de nadie
Por la acera de enfrente.
Tan ensimismados van los dos
Que se enfrían el café, el silencio,
la cuchara de plata,
las pipas de los charladores
Del café de la ópera
Sin pronunciar sus nuncas,
Sus jamases.
Vallejo escucha
En la rota noche de París
Un huayno que baja de la sierra
Envuelto en nieblas, en tinieblas,
En alpacas y en llantos.
A veces, palmoteando su espalda,
lo visita un dios enfermo, no tan grave,
Y el silbato de un tren
no deja escuchar lo que le dice.
136
Tierra de Nadie
nadie
Pinta un pájaro donde hubo tigre.
Su rugido borra el silbo. Traza un árbol
Donde antaño pintó un mástil.
Quién diría que bajo árbol y pájaro
Duerme un tigre
Mientras cruza un barco a toda vela.
Esta nube
Fue sábana en su encordado,
la silla se reclina en algo que fue pared,
El cielo fue jinete azul.
nadie ama el claroscuro,
los colores del olvido,
los pintores de nieblas.
Rembrandt y Morandi
Preguntaron por nadie.
137
Por nombre Ulises
nadie me llaman mis compañeros todos
UliSES
cuando Ulises
Se arropaba de nadie
Sólo su perro lo sabía.
Ulises, una sombra.
Penélope, esposa de nadie,
Pretendida por algunos,
Enamorada de ninguno,
Abría para el retorno sus ventanas.
En un rincón, el arco del guerrero
Soñaba sus batallas.
Perro, mujer y arco
Esperaban la llegada de nadie
En sus desvelos.
cuando nadie volvió
Trocado en Alguien,
El rey de la sombra
Abdicó a su trono fantasma.
Ulises, una sombra.
138
Lugar de apariciones
la mujer que amé se ha convertido en fantasma.
Yo soy el lugar de las apariciones
JUAn JoSÉ ARREolA
no es recomendable amar a un fantasma,
Ser un fantasma, burlarse de un fantasma.
En el lugar de las apariciones
Alguien golpea el aldabón del pecho
Y es como si el ruido de una piedra
cayera en un hondo brocal.
no es grato portar una lámpara
Por los pasadizos del adentro,
Por el cuarto de trebejos
Que otros llaman recuerdo.
no es bueno ser desván de la memoria,
Una mansión que se hace polvo,
Que ya no es mansión sino fogata,
Que más que fogata es tenue lumbre,
Que ya no es leña sino ascuas
Y no es ceniza sino viento.
Una sombra sin mujer,
Un aroma de nadie o roce o bruma
Tienen su lugar en estas ruinas.
139
El eco del silencio
Para Ramón Palomares
Mi amigo lázaro
Vuelve a su casa abandonada.
golpea a la puerta
Y nadie le responde,
nadie sale a abrir.
ni el eco del silencio
Se ocupa en contestarle.
Un poco en broma,
Un poco por tristeza,
cede al deseo de gritar:
¿lázaro, lázaro,
Aún juegas en el patio?
¿Qué ocurriría
Si llegara a responderse?
140
Una tribu de sombras
cuando Alguien nace, nadie muere. He ahí el feroz
postulado de los días. nadie no llora, ni ríe, como buen
filósofo entiende y guarda un silencio de madera. Si
nadie fuera aristócrata su heráldica tendría un campo
de ostras sin abrir, de puertas selladas, de marcos sin
espejos. Y si nadie se esconde tras el árbol genealógico
de Alguien, es más puro, no ha tenido el mestizaje del
agua con la arcilla, no ha salido de su oculta materia,
aire o polvo. no sabemos si nadie es aliado de ninguno, pero es de suponer que ambos recorren el desierto.
los desiertos, lo dicen los más altos geógrafos, son legiones de nadies y ningunos en concilio con el viento,
una tribu de sombras.
141
Monólogo del chatarrero
Me acecha el metal. los resortes de un catre de hospital
yacen como vísceras de un animal venido de otro mundo. Herraduras sin caballo, cadenas sin preso, florecen
en el Reino de nadie.
Amo la ruina antes que la casa. las rosas mecánicas son
mi heráldica sombría. Voy al metal como al vientre de un
cetáceo, profeta del óxido entre abolidos poderes.
cuando la ventisca atraviesa la ciudad con su largo
vestido de novia y la noche platea los metales, crece en
la bodega el jardín de la herrumbre. Es un bodegón de
ausencias, naturaleza muerta e insepulta.
la lámpara rota. El esqueleto de un paraguas. la trompeta abollada y herrumbrosa. Una callada linotipia. El
casco de un soldado que fue lo único que volvió de la
guerra. Antenas que fueron flores de aluminio en las
terrazas y una campana sorda llamando al silencio.
la materia entona un réquiem por sus dueños fantasmas.
142
Una estatua para nadie
Para Rafael Alcides,
que conoce el parquecito de Nadie
Funeral de nadie, pues no hay
nadie a quien enterrar
T. S. ElioT
En bronce. Que sea en bronce la estatua de nadie. con pedestal. Que sea en mármol su pedestal. En una plaza luminosa erigiremos su monumento. nadie tendrá las
verdes charreteras que dejen en sus hombros las palomas.
A falta de héroes podríamos adoptarlo como portaestandarte de la ciudad, abanderado en las batallas de la nada.
Historiadores y académicos se encargarán de los detalles
necesarios a su vida. las parejas se citarán bajo una sombra ecuestre —cómo placen a los héroes los caballos— en
la gran plaza a la que daremos un toque de chirico.
Vendrá bien adornar la estatua con flores que no son de
temporada: girasoles de piedra, orquídeas de metal.
En bronce. Que sea en bronce la estatua de nadie, homenaje al hombre justo, al señor inexistente.
143
Poema invadido por romanos
los romanos eran maliciosos.
llenaron Europa de ruinas
confabulados con el tiempo.
les interesaba el futuro,
las huellas más que las pisadas.
los romanos, casandra, eran mañosos.
no fraguaron el Acueducto de Segovia
como un ducto de agua y de luz.
lo pensaron como vestigio,
como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
no hicieron el coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
144
ni para ver ensartadas
como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.
145
Postal de ninguna parte
Para Fernando Rendón
En mi país, ese país que es un deseo de espíritu,
un contrasepulcro
REnÉ cHAR
crecen los tulipanes
En el parque
Donde las mujeres pasean
con levedad de nube.
ningún habitante tiene que verse
Forzado a exprimir piedras
o a pastorear fantasmas
En su alcoba.
los cuchillos no tienen
Apetencia de heridas
ni hambre de piel.
no gobiernan las sombras
Este lugar hecho de nieve.
confortables son las casas
con sus leños ardiendo
como la zarza milagrosa.
146
Es el Reino de la confianza
Donde nadie te hiere
Por la espalda.
no serás condenado
A disparar la flecha
Y además ser su blanco.
El sueño es bienvenido,
ningún jabalí gruñe en la noche
Asediado por una jabalina.
no es este un mapa
De transterrados, de desterrados,
De gentes desplazadas
como una gavilla de viento.
Es posible que este lugar
Resulte inexistente,
Pero a decir verdad,
Es todo lo que no es mi país,
lo que nunca fue mi país,
cada vez más lejano.
147
Revelación de los espejos
Yo estaba velando mi juventud entre los cirios. Había
salido ileso de sus días de volcán en erupción: bares
donde volaban botellas como pájaros, mujeres que portaban navaja entre sus pechos.
Mi juventud, que a veces iba entre la multitud abriéndose paso como Moisés en el mar Rojo, que a veces iba
por las calles desbandando gente a guadañazos, ahora
estaba a cuatro tablas en la sala penumbrosa.
Alguien tocó a mi espalda con desgano: un hombre anciano se asomaba a mi rostro como a un antiguo espejo.
148
Con el perdón de Kafka
i
Al despertar, el monstruoso insecto amaneció convertido en gregorio Samsa. Tendrá que oír el golpeteo de la
lluvia en su alféizar de hojalata para saber que las horas de Praga se cuentan en la clepsidra del invierno.
Al fondo del hospedaje para familias sin mañana, el
pobre insecto de múltiples patas deberá bañarse, peinarse, apuntalar su corbata de vendedor ambulante,
oír algo peor que el paso de los trenes: la voz de la obediencia. El pobre insecto membranoso amaneció convertido en hombre y no pudo traducir su oscuro sueño.
ii
Al despertar, el monstruoso insecto se encuentra convertido en Franz Kafka. Deberá tornar a su trabajo y esquivar la mirada del padre lanzada desde los socavones de
la infancia. Sus grandes orejas que lo hacen ver como si
llevara el rostro entre los arcos del paréntesis, tienen más
de murciélago que de insecto (de gran murciélago que
escucha en la noche la voz de Milena como un hilo para
orientar el extravío).
149
Al despertar, el monstruoso insecto que no amanece
trajeado de Samsa, aunque el mismo vestido negro a la
usanza de un cochero de pompas fúnebres sirva a la talla de Kafka, camina junto al señor Brod, albacea de sus
dudas. le pregunta si no encuentra extraña su extrañeza, si los judíos nacen viejos, mientras merodea y da
vueltas a sí mismo. Toca su frente. Y recuerda que no
amaneció siendo animal extraño e irredento.
iii
Al despertar, el señor K. se sabe insecto a las puertas
del castillo. Entiende que su zumbido es lengua muerta
en la Babel que lo juzga sin juzgado.
Ve pasar la sombra sin cuerpo de su padre.
Un insecto que sueña con un enorme zapato, con la sandalia redentora: al despertar el señor K. espera la guillotina del pie que lo triture.
iV
Al amanecer no hay mañana: es el anochecer del alma.
Repta y se escapa por la fisura del mundo. Hay quien
dice que el monstruoso bicho va en un barco hacia
América. Allí se hará hombre cuando deje de ser cucaracha, escarabajo o inmigrante. Una mujer gorda caerá
sobre él y su aliento lo abatirá como un insecticida.
150
V
Y si no sonara —murmura el padre realista— el reloj
despertador. Porque sin él, nada de amanecer. Y sin amanecer, nada de insectos que se llamen gregorio Samsa o
Franz Kafka para que vengan, pestíferos, a desordenar
las mañanas de Dios aptas para el trabajo y la familia.
Al despertar nace el sueño, la pesadilla.
Buenos Aires, noviembre 22 de 1998
151
Salón Colonia
Para Javier Narváez y Eduardo Rivero
Me asiste la impresión de que entre vuelta y vuelta, o
tras el final de cada danzón, la muerte brilla un clarinete. Es una dulce Babilonia que se arrastra tras la madeja
del baile.
Un hombre de gran bigote y aires de proxeneta parece
aligerar sus culpas mientras baila. Bajo los reflectores
espejea su chaleco negro de oscura mariposa.
Una anciana danza mirando al cielo del salón. lo hace
con una mirada de beatitud, como si la espiara en cada
giro la virgen de guadalupe.
Todo parece ocurrir en vísperas de la muerte. Hay una
atmósfera de quietud y de lavanda, un aire en el que
hacen pareja el antiguo dolor y el nuevo olvido.
En cada giro del danzón regresan los días de esplendor,
es como si el pasado girara en la pista.
cómo bailan.
giran en una lentitud de carrusel.
En algo que parece
Una secreta coreografía de la muerte.
152
no pocos bailadores parecen venir del caballete clínico
de cuevas, trazados en una técnica mixta de lápiz e
impudicia. Pero no hay nadie que sea mortal mientras
baila un danzón.
Pugnan las alas por florecer en una espalda encorvada,
regresa el caballo de la juventud, como si aún galopara
en las praderas del pecho.
Es posible que la mujer del traje blanco viaje todos los
viernes desde la modistería del barrio hasta la gloria.
Seguro que ha contado en su collar el paso de los días
que conducen a un salón que la colma de una levedad
de sueño y de velero. Hay en el aire algo de belleza
muerta e insepulta, algo inocente, más cercano al templo
que al burdel.
De pronto, tras los pasos del alba, el portero del paraíso
como un ángel del destierro anuncia que debemos irnos
antes que encienda las luces del salón.
Aún ignoro si fue una noche irreal o una fisura en el
tiempo.
México, Salón colonia, «Siete horas de danzón puro»,
octubre 15 de 2003
153
Piedra sobre piedra
con las piedras lanzadas
contra mí
he construido
los muros de mi casa
AniSE KolTZ
con las que han arrojado a mi paso
Podría edificar un estadio,
Un teatro y un sonoro coliseo.
la Bolsa de Valores,
Dos catedrales y un cementerio.
El estadio para que tremolen
Sus banderas mis enemigos.
El teatro para que ensayen
El tiro al blanco del furor o el improperio.
El coliseo, cepo de odio, foso romano
Donde rujan los leones de su ira.
la Bolsa de Valores en la que fijan precio
Al vicio de respirar que me acompaña.
Una catedral con piedras de presidio.
otra con vitrales y escenas de caza
En las que huyo, asediado por la jauría.
Y un inmenso cementerio imaginario,
Querida Anise Koltz,
Un inmenso cementerio
Donde abono las flores del olvido.
154
Lección de anatomía
Se nos dio el cuerpo
Para tener más cerca al enemigo,
Para vigilarlo
Y que no tenga tiempo
De apostarse tras un árbol
A esperar nuestro paso.
Se nos dio el cuerpo
Para que entre él y nosotros
no haya terrenos minados
ni emboscadas.
Se nos dio sin exigirlo,
como al príncipe el trono,
Para que no pudiera
Mezclar el vino con veneno
Sin abdicar de su reino.
En adelante se impuso
la costumbre de ir con el cuerpo
A todas partes,
De bañarse con él
Para evitar la sorpresa
De un brillo de puñal tras la cortina.
construimos el hábito
De seguirle los pasos al cuerpo
Y tenderle la trampa del espejo,
155
De no dejarlo a solas
ni siquiera cuando duerme.
Se nos dio el cuerpo
Para tener más cerca al enemigo.
156
Oración al señor de la duda
Más que fe, dame un equipaje de dudas.
Ellas son mi puente, mi afluente, mi oleaje.
Venga a nos el Reino de lo incierto.
Mantén en vilo mis verdades,
concebidas, muertas y sepultadas
En los telares del olvido. llévame
Por las arenas movedizas,
Dame a comer el pan de la derrota,
A beber el agua del silencio.
no hay timos ni trucajes:
Estoy herido y soy mi camillero.
Sean las certezas palacios de nieve
A los que alguien asedia con el fuego.
Señor de la duda, si existieras,
Escucha la oración del descreído.
157
Parábola del sueño y del poeta
Para Américo Ferrari
Dulcinea del Toboso
le entrega una rosa a Don Quijote,
Pero recibe un puñado de nada.
El caballero de los Espejos
Es vencido por el de la Triste Figura
Pero quien triunfa es el sueño.
El caballero de la Blanca luna
Sojuzga al de la Mancha
Pero el derrotado es el tiempo.
la cabeza se puebla de hazañas
Que la realidad acorrala.
los libros del enfebrecido caballero
Pasan sus hojas con yelmos de oro
Y caballos y hechiceros y pendones
Y toscos gigantes que muelen
El viento. Pero el cura y el barbero
los vuelven flor de fuego.
Algo así como un sueño proceloso
Y Dulcinea a lo lejos
cultivando jardines de nada.
158
Memoria del constructor de ruinas
En el principio fue la ruina.
Unos extraños, portadores de andamios y plomadas
Empezaron a roerla para volverla casa.
Es como si le pusieran muletas al aire.
Para qué ventanas, si al tumbarlas
Siguen firmes a su vocación de aire
Y tallamos escaleras con peldaños de vacío.
Es prudente construir la ruina antes que la casa.
Poner la pátina antes que el rincón,
Soltar el humo antes de izar la chimenea,
Hacer que el patio libere el horizonte.
159
Paisaje con ruina y cabaret
i
En este poema
Hay una ciudad.
En la ciudad hay un abismo,
En el abismo hay una ruina,
En la ruina hay un herido,
En el herido estoy yo.
ii
En este poema es de noche.
En la noche hay una calle,
En la calle un cabaret,
En el cabaret una cantora,
En la cantora un corazón,
En el corazón un muerto.
160
Blues de los ausentes
(Mi mano escribe esta canción,
la muerte guadaña sus palabras.)
la cantante
Moldea su boca en el micrófono.
la muerte, en otro tinglado,
Apaga su sonido.
El boxeador
lanza jabs a un saco de lona,
la muerte arroja su negra toalla al ring vacío.
El panadero
Extrae del horno su pan,
la muerte hornea su sombra.
la cantante
Susurra algodonales.
la segadora
los tiñe de cuervos.
Virtuosa muerte
Que improvisa un solo de trompeta
En mi terraza.
161
La caída del reino
Para Gustavo Pereira
El poema ocurre así:
Uno llena el templo con sus dioses,
lo puebla de objetos
Sacros para el rito
Pero puede poblarse
con el brillo de los mercaderes.
El poema sigue así:
Uno regresa a él,
latiga las palabras que le sobran,
Desaloja a los mercaderes y su brillo,
Desperdiga por el suelo
los objetos del rito,
Advierte que sus dioses
Son ídolos de arcilla
Y sólo encuentra
El peso de un silencio malogrado.
El poema termina
como un barco de papel
En los deltas del vacío.
162
Un hombre de palabra
Trazo la palabra piel. En un festín de garras y de plumas la palabra cuervo la desmiembra como a una res
desollada.
Siembro la palabra jazmín. cuando está a punto de
brotar su aroma, la palabra desierto la borra, escamotea
su savia.
Escribo la palabra eternidad y una rosa se marchita. Arrojo la palabra pájaro y cae en espiral, desplumada y seca.
ni siquiera la palabra agua queda de la palabra hielo.
163
En un viejo álbum
Rastreo un viejo álbum donde todos eran jóvenes poetas. Tienen un talante de engullidores del mundo a
los que sólo detiene, de manera fugaz, la voz del brumoso retratista.
En sus retratos
Y bajo el ala secreta de un pájaro invisible
Un tono de inmortalidad flota en el aire.
Este poeta que veo sentado en una banca del jardín fue
bibliotecario. Tuvo en sus manos libros abiertos como
alas, papeles que volaron de sí, hacia la noche.
El de la página siguiente fue contador público. Hoy es
un secreto al oído de la tierra, bajo una tarja blanca.
Acá está, con sus mostachos de mariscal, un buen ejemplar de la raza de poetas: fue arqueólogo y habita para
siempre entre flechas rotas y un rebaño de piedras.
la bella mujer que lleva una blusa como brisa, volcaba
sus regaños de maestra en el patio de la tarde y cuando
no bordaba escribía sus versos a la patria. Sus discípulos
son sombras que leen cuadernos de sombra y su patria
feroz es el olvido.
164
la joven poetisa de labios carnosos y entreabiertos iba a
clases de escultura: hoy esculpe las formas de la nada.
En sus retratos
Y bajo el ala secreta de un pájaro invisible
Un tono de inmortalidad flota en el aire.
Me detengo en una fotografía. En un rostro casi desvaído.
Se habla de él como de un descendiente de antiguos
campesinos que antes de encontrar la poesía fue vendedor de flores, jardinero, obrero textil. Sus versos trataban
del viento y del sueño, del padre y del mar. Viento, sueño,
padre y mar, lo visitan sin palabras.
Acá está el que fuera el más taciturno de todos. Fue políglota, tradujo cartas de amor y cartas de negocios, libros de viaje y poemas escritos en la babel del sueño.
Hoy todos traducimos su silencio.
Un poeta corpulento al que aún en el retrato parece escuchársele la voz, nos deja saber que fue periodista y tipógrafo de diarios clandestinos en tiempos del
dictador. Su voz se hace cada vez más clandestina y no
hay mayor dictadura que la muerte.
A lo mejor todos ellos miraran fotografías de otros
hombres adelantados en la fuga.
como yo, que los miro con respeto y una terca ternura.
165
En el mercado de máscaras
En sus blancas bóvedas está la máscara de Tartufo modelada en la piel del vacío.
Un águila bifronte tallada en madera come en dos platos a la vez: un pico engulle flores, el otro es carroñero.
la máscara del sabio, un lao Tse de jade, me talla bien,
le viene bien a mi cara, pero no soporto su sonrisa burlona en los espejos.
grandes mascarones de proa ocultan la careta del malgarbado Mefisto, su antifaz de sombras.
la rampante careta del héroe me mira como a un paisaje
muerto y la mascarilla de Dante, su rostro de brujo o de
gárgola, no parece anunciar buenas nuevas del hombre.
—Es de prudentes lavar la máscara antes que la cara,
aconseja el mercader.
Última costura en el agua
Es vano remendar el agua,
Hacer trenzas de lluvia,
Pintar lagos de voces
Y lotos de silencio.
Escribimos la palabra grifo,
la dejamos abierta
Y soñamos,
oh gavilla de ilusos,
Que se convierta en río.
167
Poemas dispersos
Canción del iracundo
Mi pereza
Tiene ojos que sueñan
con un lecho de hierba a cada paso.
Mi lujuria
Ve en los cordeles de la ropa
las formas ausentes de la amada.
Más que de viandas
Mi gula tiene debilidad
Por las distancias.
Mi avaricia
Sólo quiere atesorar
largos silencios.
¿Por qué huyen
como espantadas doncellas
De un bosque medieval?
Es la ira,
Mi desbocada ira
Que viene blandiendo sus espadas.
171
Tristeza de las cosas
Estos zapatos
Me acompañaron a un estanque
Donde el único sonido lo hacían
Dios y un caballo tragalunas.
Alguna vez se empinaron
Frente a una madona de cabaret,
Una mujer que parecía
Subida en dos gatos de lomos erizados.
Estos zapatos desaliñados
Se agitaban solos,
cuando la voz de Big Mama Thornton
Brotaba de algún lugar del vecindario.
no fueron de un inválido,
Pero mi pereza les recetaba
la cuarentena del reposo.
no fueron de un ahorcado
Pero nunca traicionaron su vocación de aire.
Alguna vez subieron
Al pequeño pedestal de un lustrabotas
En una alameda olvidada.
172
Jamás se negaron,
cuando les caía del cielo un balón perdido,
A romper un trozo de lejanía.
no hicieron fila con los veteranos de guerra
Y se mantuvieron lejos del reparto de mendrugos.
El zapatero que los fabricó
Debió ser descendiente
Del judío errante que huye de sí mismo
Tras el viento tragaleguas.
Volteaban a su aire la esquina de los bares
Y en ciudades desconocidas
Me acompañaron a buscar calles sin fondo.
Estos hermanos siameses como espejos
Que ahora viajan en el camión de la basura,
Se llevan el secreto de caminos
desandados
Mientras la noche esconde millares de zapatos
[debajo de las camas.
173
Entre la calle Sade y la avenida Masoch
El país,
cada vez más angosto,
Está ubicado entre la calle Sade y la avenida Masoch.
A la calle Sade, tortuosa y un tanto sibilina,
Se llega cruzando la gran Plaza de caín,
la estatua flechada de San Sebastián,
Un parque donde los viejos pasan páginas borrosas.
nos sobrevive la muerte.
A la avenida Masoch se accede por rampas de
[hormigón,
Por senderos de viudas marchitas,
Por los apartados Hoteles del Miedo.
En la avenida Masoch se fabrican telares de llanto,
Hay cristos desperezándose en su cruz,
Heridas de todas las formas y sudarios
Para las grandes masacres y las pequeñas vilezas.
nos sobrevive la muerte.
En la calle Sade los restaurantes cierran sus puertas
A la hora del hambre, los bares a la hora de la sed.
los caminantes del país cruzamos de la calle Sade
A la avenida Masoch, a cada tanto.
nos adaptamos, bailamos al ritmo que la orquesta
[ desentone.
174
A las tumbas las llamamos la tierra prometida,
Reloj de arena le decimos al desierto.
Entre la calle Sade y la avenida Masoch
nos sobrevive la muerte.
175
Los 5 entierros de Pessoa
Pocas veces ocurre
Que al morir un poeta
Sean necesarios 5 ataúdes.
como pocas veces ocurre
Que un poeta sea morada
Para que vivan en él,
Para que trabajen a sus anchas
Y duerman cuando quieran,
Sin pagar renta,
Sin amenazas del casero,
otros 4 poetas.
Al entierro de Pessoa
Fueron con sigilo,
Así como vivieron.
nunca le objetaron
la estrechez de su vivienda,
Ese raro vivir gabán adentro.
¿Pero no querrían más espacio
Ahora, en la rigidez de las formas?
no se vio a Pessoa en tertulia
con sus 4 fantasmas cardinales.
no se le vio en grupo
caminando hacia la tabaquería,
176
compartiendo viudeces.
Pessoa y sus compinches.
Y esa forma
De no dejarse ver en los espejos.
177
Monólogo de José Asunción Silva
Para Ricardo Cano Gaviria
la ciudad que me rodea
Y se duplica en los charcos de la lluvia
Tiene un ropaje de sombras.
El viento que viene del páramo de cruz Verde
con su negro levitón nocturno
Rasguña los vitrales de la casa,
Se cuela en los campanarios,
golpea
los aldabones de bronce de la candelaria.
Ese viento, mi alma es ese viento.
Entre cercanos silencios
Resuenan las guerras del país
Mientras tintinea el quinqué
con el que alumbro mis confusos libros
De comercio.
Ese viento, mi alma es ese viento.
los corrillos de seres embozados
Murmuran a mi paso. Figuras fijas al paisaje,
178
Estatuas de nieve a la entrada de una iglesia,
Maniquíes
Apenas movidos por el frío cuchillo del
Páramo.
Ese viento, mi alma es ese viento.
¿Quién dibuja en mi blusa el mapa del corazón?
¿Quién traza un centro a la ruta de mi fiebre?
la hermana muerta atraviesa el patio:
Su voz ya pertenece
A las construcciones secretas del vacío.
Ese viento, mi alma es ese viento.
la aldea despereza su piel de adormidera,
Filtra una luz en los costados de la plaza
A una hora en que la ciudad parece viva.
Hablo de su lentitud, de su pasmosa fijeza:
Mientras concluye el gesto de un hombre
Que lleva de la mesa a la boca su pocillo,
cruza la eternidad, el mundo cambia de
Estaciones,
Pasan las guerras, hay futuros en fuga
Y el hombre no termina el ademán
Que funde sus labios a la taza de café.
Todos parecen tocados de embrujo,
Acaso miren en su quietud
El pájaro invisible
179
Que les señala un oculto retratista.
Y de nuevo, el viento.
Ese viento, mi alma es ese viento.
Un disparo más, dirá el vecindario,
Un disparo más en las eternas guerras
Del olvido.
la vida, esa feroz bancarrota.
180
Sueño con ángeles
Han llegado los ángeles
en un buque de carga
MARÍA BARAnDA
Por el sueño navega un barco cargado de ángeles.
Vienen en cajas de madera, en guacales de tablones salvados de un naufragio.
los marineros los ven comiendo flores en su cepo como reos andróginos de una mudez de ostra.
Su destino es un misterio. no se sabe si serán vendidos
a un zoológico, a un circo, a un aviario, a un taxidermista, a un tratante de alas.
Por tratarse de un extraño contrabando —aunque no
hay leyes marítimas que prohíban el transporte de ángeles en barcos—, por tratarse de un tráfico de sueños,
el capitán evita tocar los grandes puertos del mundo.
Es como si el barco estuviera condenado a no anclar
nunca, a viajar sin destino con la carga emplumada y
melancólica. cada día huelen peor, a pústulas y almizcle, los maltrechos ángeles en sus podridos guacales.
la nave se enfantasma en la niebla apagando sus luces
y sus voces. Y la tripulación empieza a impacientarse,
empieza a impacientarse…
181
cuernavaca, noviembre 17 de 1999
182
Arenga del cuerpo
1
ocurre que Roca me invade hasta el cansancio. no me
deja respiro, me hurga y examina como a un raro pajarraco: no le basta con traerme noticias de su espejo.
2
Harto estoy de su cruenta dictadura, de su manía de
exhibirme por el mundo como a un perro de lujo, como
a un galgo.
3
Harto estoy de que cambie el oro de mis días por migajas de milagro.
4
ocurre que a veces me invade con voces de ausentes,
con jerga de poetas que guarda en mí como si fuera un
viejo y simple armario.
183
5
Por las noches me arroja en su cama como un pesado
saco mientras duerme a pierna suelta en sus laureles.
6
Si no lo arrojo desde la terraza, es porque no quiero
darle el gusto de saltar conmigo al vacío, conmigo y
con la sombra que llevo prendida a su destino.
7
Me aburren sus chistes -que conozco hasta el cansancio- y sus decires, y sus poemas, y ese aire seguro de
pequeño faraón de su pobreza.
8
Pero ocurre que a veces me desarma: hay que verlo cuando me acerca a su muchacha, como se agazapa en mí, como esculca en el bolsillo del corazón su mejor habla.
9
El pobre Roca no tiene remedio.
ÍNDICE
El cazador de la sombra
STEFAniA MoScA
Vii
DE lUnA DE ciEgoS (1975)
Trenes
como bellas mujeres
nadie
Días como agujas
Aldea
Arte de tiempo
Sagas
3
4
5
6
7
8
9
DE loS lADRonES nocTURnoS (1977)
galopar
Lapsus linguae
cantar de lejanía
El miedo
Mester de ceguería
Botellas de náufrago
13
14
15
16
17
19
DE SEñAl DE cUERVoS (1979)
Señal de cuervos
Epigrama para María
23
24
DE PAÍS SEcRETo (1987)
Una carta rumbo a gales
los muros de la noche
Memoria del muro
Exiliados
Epigrama del poder
27
29
30
31
32
DE ciUDADAno DE lA nocHE (1989)
Arenga de uno que no fue a la guerra
Biblioteca de ciegos
Penélope y el olvido
Ronda de los viajeros
ciudadano de la noche
canción del que fabrica los espejos
Retrato de Johannes, el nocturno
Aprendiz de cazador
35
37
38
39
40
43
44
45
DE TRÍPTico DE coMAlA (1989)
Este es el sol
Rumores de comala
49
50
DE PAVAnA con El DiABlo (1990)
Breve historia de nadie
leyendo a Gaspar de la Noche
crónica del habitante
Zona de riesgo
53
54
55
56
DE MonólogoS (1994)
Monólogo del rey del circo
Monólogo del domador
Monólogo del viejo mago
59
60
61
Monólogo de la trapecista
Monólogo de la bailarina
Monólogo de la gitana
canción del afilador
Monólogo del volatinero
Monólogo del incierto
Monólogo de la mujer que lava el agua
Monólogo del anticuario
Monólogo del relojero
Monólogo del picapedrero
Monólogo sobre el tiempo
Monólogo del cuerpo
Monólogo del polvo
Monólogo del mudo
Monólogo del regreso a casa
Monólogo del pandillero
Monólogo del viejo bardo
Monólogo del pintor de imposibles
Monólogo del boxeador
Monólogo del rey del trapo
Monólogo del ventrílocuo
Monólogo del amanuense
Monólogo del inútil
63
64
65
66
67
68
69
71
72
73
74
75
76
78
79
80
81
82
83
85
86
87
88
DE lA FARMAciA DEl ÁngEl (1995)
Parábola de las manos
Monólogo del que no conoce nada
otra canción de la mujer que lava el agua
Tempestad en un vaso de cristal
la Farmacia del Ángel
naturaleza muerta
Epigrama
91
92
93
94
95
96
97
El clarinete
Carpe diem
Antiodisea
98
99
100
DE TEATRo DE SoMBRAS con cÉSAR VAllEJo (2002)
Teatro de sombras con césar Vallejo
Vallejo imagina una calle
Es como si contara sus pisadas
103
104
105
DE Un ViolÍn PARA cHAgAll (2003)
Testamento del pintor chino
cinco veces Van gogh
El Matrimonio Arnolfini
casa pintada
Una semana de bondad
Del entierro de las Meninas y otros asuntos
las tribulaciones del señor Bacon
Monólogo de guadalupe Posada
Ventana para Hopper
Escenario para Morandi
Pintura en fuga
Testamento de gauguin
Un violín para chagall
109
110
112
113
115
116
119
121
123
124
125
126
127
DE lAS HiPóTESiS DE nADiE (2005)
las hipótesis de nadie
Biografia de nadie
los perros de nadie
París, mil novecientos y tantos
Tierra de nadie
Por nombre Ulises
lugar de apariciones
El eco del silencio
Una tribu de sombras
131
133
134
136
137
138
139
140
141
Este libro se terminó de imprimir
en junio de 2016,
en los talleres de la FUnDAción
iMPREnTA DE lA cUlTURA,
caracas, Venezuela.

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