N° 57 · Julio – septiembre 2015 Universidad de los

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N° 57 · Julio – septiembre 2015 Universidad de los
N° 57 · Julio – septiembre 2015
Universidad de los Andes · Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Historia
Bogotá, Colombia
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Formato · 19 x 24.5 cm
Tiraje · 300 ejemplares
Periodicidad · Trimestral
ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987
eISSN 1900-6152
Precio · $ 30.000 (Colombia)
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Acerca de la revista
Historia Crítica es la revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá,
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mediante un proceso de evaluación interno y externo, el cual es realizado por pares académicos nacionales e internacionales.
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• En Tema abierto se incluyen artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los
que reúne el dossier.
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como último artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto.
• Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos ponen en perspectiva publicaciones historiográficas
recientes.
• Los Notilibros ofrecen una breve descripción de publicaciones recientes de interés para el
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Tabla de contenido
Carta a los lectores · 8-9
Artículos dossier: Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social
Juan Pablo González, Pontificia Universidad Católica de Chile
Presentación del dossier “Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social”
· 13-17
Jaddiel Díaz Frene, Colegio de México
Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898) · 19-36
Maria Izilda Santos de Matos, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brasil, y
Elton Bruno Ferreira, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brasil
Entre historias y canciones: Cornelio Pires y la cultura del campesino (São Paulo, 1920-1950) · 37-54
David Spener, Trinity University, Estados Unidos
Un canto en movimiento: “No nos moverán” en Estados Unidos, España y Chile en los siglos XIX y XX
· 55-74
Maria Kouvarou, University of Durham, Reino Unido
El rock americano con un giro europeo: la institucionalización del rock’n’roll en Francia, Alemania Occidental, Grecia e Italia (Siglo XX) · 75-94
Tema abierto
Patricia Cardona, Universidad EAFIT, Colombia
Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza
(Nueva Granada, 1850) · 97-116
Graciela Amalia Queirolo, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos
Aires, 1910-1950) · 117-137
Espacio estudiantil
Juan Esteban Posada Morales, Universidad Nacional de Colombia
La promesa del capitalismo en Medellín (Colombia, 1939-1962) · 141-160
Reseñas
Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colombia
Rehm, Lukas. Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in Tolima, 1946-1964. Stuttgart: Heinz,
2014 · 163-165
Luis Gabriel Galán Guerrero, University of Oxford, Reino Unido
Armitage, David. Foundations of Modern International Thought. Cambridge: Cambridge University
Press, 2013 · 166-169
Notilibros · 172-173
Políticas editoriales · 174-178
Table of Contents
Letter to readers · 8-9
Thematic Articles: Listening to the Past: Music and Sound in the Historical and Social Fabric
Juan Pablo González, Pontificia Universidad Católica de Chile
Presentation of the Dossier “Listening to the Past: Music and Sound in the Historical and Social Fabric”
· 13-17
Jaddiel Díaz Frene, Colegio de México
Popular Music and Nationalism in Insurgent Camps in Cuba (1895-1898) · 19-36
Maria Izilda Santos de Matos, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brazil, y
Elton Bruno Ferreira, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brazil
Between Histories and Songs: Cornelio Pires and Campesino Culture (São Paulo, 1920-1950) · 37-54
David Spener, Trinity University, United States
A Song in Movement: “We Shall Not Be Moved” in the United States, Spain, and Chile in the 19th and
20th Centuries · 55-74
Maria Kouvarou, University of Durham, UK
American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany,
Greece, and Italy (20th Century) · 75-94
Open Forum
Patricia Cardona, Universidad EAFIT, Colombia
History, Editorial Traditions, and Society. The Memoirs and the Compendium of José Antonio de Plaza
(New Granada, 1850) · 97-116
Graciela Amalia Queirolo, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Perfect Typists and Secretaries: The Process of Feminization of Administrative Jobs (Buenos Aires,
1910-1950) · 117-137
Student Space
Juan Esteban Posada Morales, Universidad Nacional de Colombia
The Promise of Capitalism in Medellin (Colombia, 1939-1962) · 141-160
Book Reviews
Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colombia
Rehm, Lukas. Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in Tolima, 1946-1964. Stuttgart: Heinz,
2014 · 163-165
Luis Gabriel Galán Guerrero, University of Oxford, UK
Armitage, David. Foundations of Modern International Thought. Cambridge: Cambridge University
Press, 2013 · 166-169
Book Notes · 172-173
Editorial Policies · 179-183
Lista de conteúdos
Carta aos leitores · 8-9
Artigos dossiê: Escutando o passado: música e som na estrutura histórica e social
Juan Pablo González, Pontificia Universidad Católica de Chile
Apresentação do dossiê “Escutando o passado: música e som na estrutura histórica e social” · 13-17
Jaddiel Díaz Frene, Colegio de México
Música popular e nacionalismo nos acampamentos insurgentes. Cuba (1895-1898) · 19-36
Maria Izilda Santos de Matos, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brasil, y
Elton Bruno Ferreira, Pontificia Universidade Católica de São Paulo, Brasil
Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950) · 37-54
David Spener, Trinity University, Estados Unidos
Um canto em movimento: “Não nos moverão” nos Estados Unidos, na Espanha e no Chile nos séculos XIX
e XX · 55-74
Maria Kouvarou, University of Durham, Reino Unido
O rock americano com um toque europeu: a institucionalização do rock and roll na França, Alemanha
Ocidental, Grécia e Itália (século XX) · 75-94
Tema aberto
Patricia Cardona, Universidad EAFIT, Colômbia
História, tradições editoriais e sociedade. As Memorias e o Compendio de José Antonio de Plaza (Nova
Granada, 1850)· 97-116
Graciela Amalia Queirolo, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Datilógrafas e secretárias perfeitas: o processo de feminização dos empregos administrativos (Buenos
Aires, 1910-1950) ·117-137
Espaço estudantil
Juan Esteban Posada Morales, Universidad Nacional de Colômbia
A promessa do capitalismo em Medellín (Colômbia, 1939-1962) · 141-160
Resenhas
Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colômbia
Rehm, Lukas. Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in Tolima, 1946-1964. Stuttgart: Heinz,
2014 · 163-165
Luis Gabriel Galán Guerrero, University of Oxford, Reino Unido
Armitage, David. Foundations of Modern International Thought. Cambridge: Cambridge University
Press, 2013 ·166-169
Notilivros · 172-173
Políticas editoriais · 184-188
Carta a los lectores
En esta nueva entrega, Historia Crítica presenta a sus lectores el dossier “Escuchando el pasado:
música y sonido en el entramado histórico y social”, con reflexiones que despliegan las múltiples
posibilidades que ofrecen las fuentes musicales y sonoras a la comprensión del pasado y del presente en América Latina, Estados Unidos y Europa. La cantidad de artículos recibidos en esta
convocatoria es muestra del interés creciente por estudiar la relación entre música y sociedad desde
áreas como la musicología, la antropología, la historia y la sociología. De ahí que este número, presentado por el profesor Juan Pablo González de la Pontificia Universidad Católica de Chile, cuente
con la participación del sociólogo David Spener, la musicóloga Maria Kouvarou y los historiadores
Maria Izilda Santos de Matos, Elton Bruno Ferreira y Jaddiel Díaz Frene. Estos autores investigan
la apropiación de la canción de protesta “No nos moverán”; la institucionalización del rock’n’roll
en Alemania, Francia, Grecia e Italia; la música del compositor brasilero Cornélio Pieres; y las
décimas y el punto cubano en los campamentos insurgentes del siglo XIX.
En la sección Tema abierto se publican dos artículos. En el primero, Patricia Cardona estudia
un conjunto de libros extensos dirigidos a públicos que dominan la lectura y libros divulgativos
dedicados a las mayorías en la Nueva Granada decimonónica. Estos impresos muestran el tipo
de Historia que difundían, y que conservaba la memoria de los eventos del pasado, que además
hacían parte de otros espacios como el teatro, la poesía, las coronas fúnebres, los discursos públicos o la literatura. La autora muestra que no se trataba de una simple conservación pasiva de los
recuerdos, batallas, hechos o personajes del pasado, sino de una Historia que se iba construyendo,
moldeándose y estructurándose por varios actores interesados en cátedras de Historia nacional y
de publicaciones alusivas al tema. Se muestra aquí la obra del abogado, escritor y redactor de periódicos José Antonio de Plaza, que pretendía divulgar con sus escritos la historia patria para uso
escolar respondiendo a las coyunturas políticas que se estaban viviendo en aquel tiempo, cuando
se encontraba en proceso la consolidación de la República, que se enfrentaba a las luchas regionales y a la formación de partidos.
En el segundo, Graciela Amalia Queirolo estudia el proceso de feminización de los empleos
administrativos en Buenos Aires entre 1910 y 1950, utilizando las publicaciones periódicas que
debatían, promocionaban o describían el papel de las mujeres con la expansión del sector burocrático. A través de un análisis cualitativo y cuantitativo, la autora establece las dimensiones
numéricas del ingreso de las mujeres como dactilógrafas y secretarias en este período, así como
las concepciones sociales que se asociaron a estas labores y que hacían énfasis en su naturaleza
femenina. Con esto, Queirolo concluye que, a la par que se daba un crecimiento en las cifras de los
censos que mostraban la visibilización y la expansión de las mujeres con respecto a los hombres en
ocupaciones burocráticas, las divisiones en la oficina aumentaron quedando las tareas contables
en manos masculinas, y las tareas de almacenamiento de papeleo, en manos femeninas. En tanto,
se consideraba que las mujeres estaban “naturalmente” propensas a actividades mecánicas, poseían actitudes para acatar la autoridad del superior y reproducían expresiones como el “ángel del
hogar”, convertido ahora en el “ángel de la oficina”.
Entre tanto, en la sección Tema estudiantil, Juan Esteban Posada Morales describe los discursos, prácticas y espacios en los que se llevaron a cabo procesos de introducción del capitalismo
en Medellín (Colombia) durante el período 1939-1962. Aquí se analizan los individuos e insti-
10
Carta a los lectores
tuciones que promovieron el capitalismo anclado al consumo, al desarrollo y al progreso de la
ciudad a través de la creación de centros comerciales, los discursos de los miembros del Estado
y de sus instituciones. Con todo esto, la sociedad pretendía construir una ciudad organizada de
acuerdo con las ideas de bienestar social, en el que se hacía cada vez más visible la importancia
concedida a la riqueza y a la experiencia individual, que modificaron claramente la relación con
el trabajo. En estos años, las labores de los medellinenses se evaluaban teniendo en cuenta el
propio desarrollo de vida, que involucraba ahora amplias actividades de ocio y de consumo,
descritas por numerosos autores en revistas y periódicos como Fabricato al Día, El Colombiano,
Negocios, Progreso, Raza y Temas.
Como es usual, la revista presenta también reseñas de libros y la sección Notilibros, con publicaciones recientes enmarcadas en las ciencias sociales, que esperamos sean de interés de nuestros
lectores, a quienes invitamos, además, a descargar la revista en PDF, en HTML y en versión e-book,
en nuestra página web: http://historiacritica.uniandes.edu.co
Dossier
13
Presentación del dossier “Escuchando el pasado: música y
sonido en el entramado histórico y social”
Juan Pablo González
Pontificia Universidad Católica de Chile
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.01
Si como señala Peter Burke1, la historia de la música fue prácticamente una invención del siglo
XVIII, se puede agregar que la musicología también lo fue, puesto que la primera corresponde a
la actividad central desarrollada por la segunda hasta el presente. En efecto, desde que Giambattista Martini publicara en 1757 su estudio de la música en la Antigüedad, y Jean-Jaques Rousseau
editara en 1767 su diccionario de la música basado en la L’Encyclopédie2, y Johann Nikolaus Forkel
publicara en 1788 su historia general de la música alemana, la naciente musicología se mantuvo
enfocada en el rescate y el estudio del pasado musical.
A pesar de la naturaleza histórica de la musicología, la música ha tenido una presencia menor
en la disciplina de la historia, incluida la de Hispanoamérica, como lo demuestra la revisión de la
historiadora colombiana Juliana Pérez3 de las historias de la música publicadas en nuestra región
entre 1876 y 2000. La autora concluye que en la mayoría de los países existe una literatura elaborada por personas que no son profesionales de la historia. Más aún, serían escasos los historiadores
profesionales que abordan el tema, pues la propia historia de la música ha sido tratada más bien
como un tema de curiosidad en los círculos de historiadores4. Iniciando el tercer lustro del siglo
XXI, esta situación parece estar cambiando, como lo ha demostrado la extraordinaria acogida de
este dossier de Historia Crítica dedicado a las relaciones entre música e historia. ¿Qué fue lo que
cambió? O, más bien, ¿cómo se articula este cambio con las transformaciones de la propia historiografía y la musicología de la segunda mitad del siglo XX?
Si bien musicólogos como Paul Henry Lang y Wilfrid Mellers e historiadores como Eric Hobsbawm ya hacían historia cultural de la música en la década de 1950, se carecía de un enfoque que
pusiera especial atención a la música, a los músicos, a las mediaciones y a las audiencias como
fuentes de las ciencias sociales, y menos en elementos únicamente asociados a la producción de
la música. Se buscaba entonces un enfoque social y etnográfico, protagonizado por unos músicos,
unas canciones o una audiencia generadora de discursos y de significados para las propias obras,
que sólo completarán su sentido en relación con sus prácticas sociales históricamente situadas.
1 Peter Burke, Formas de historia cultural (Madrid: Alianza, 1999), 20.
2
Ver: Enrico Fubini, Los enciclopedistas y la música (Aldaia: Universidad de Valencia, 2002).
3 Juliana Pérez, Las historias de la música en Hispanoamérica (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2010).
4
Juliana Pérez, Las historias de la música, 16. La excepción la constituyen figuras como William Weber, en
Estados Unidos; Eugenio Pereira Salas, en Chile, y Vicente Gesualdo, en Argentina, historiadores cooptados
por la música. Por otro lado, Burke incluye el giro sonoro bajo el concepto de historia cultural de la percepción,
señalando que tanto el olor como el sonido han sido los ámbitos sobre los que más se ha escrito en los últimos
años. Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural? (Barcelona: Paidós, 2006), 137.
14
Presentación del dossier “Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social”
Juan Pablo González
Este cambio comenzó a darse con la creciente actividad industrial generada por las ahora llamadas músicas populares —transgrediendo la restricción del uso plural del sujeto en varios idiomas—,
que han multiplicado y diversificado la naturaleza de las fuentes para el estudio de la música. Con
el desarrollo de una potente industria musical con varias industrias asociadas5, los documentos
para el estudio de las músicas compartirán su naturaleza con los de las humanidades y las ciencias sociales, en especial a partir del giro social propuesto por la Escuela de los Annales. A esto se
suma lo que se puede llamar el giro sonoro en los estudios musicales, con conceptos como “paisaje
sonoro” de Murray Schafer6 y “administración social del sonido” de Jacques Attali7, ambos de 1977.
Aquí el estudio de la música como fenómeno sonoro, más aún, la atención al fenómeno sonoro en
sí, con sus propias lógicas y significados, contribuyó a salir de la tiranía de la partitura como fuente,
mientras contribuía a la preocupación por la audiencia en los estudios históricos de la música.
En este sentido, Burke incluye el giro sonoro bajo el concepto historia cultural de la percepción,
señalando que tanto el olor como el sonido han sido los ámbitos sobre los que más se ha escrito en
los últimos años8. Considerar lo sonoro y la escucha como fuente permite no sólo contemplar el
mundo, sino también escucharlo, como propone Attali, uniendo intereses históricos y musicológicos en un mismo estudio. “Escuchar el mundo” debiera llevar a revisar el modo en que el mundo
ha sido escuchado en el pasado, abordando las formas de escucha como modo de conocimiento, de
disciplinarización social o de divergencia. De ahí que este dossier, además de continuar aportando
al estudio histórico de músicos, obras y géneros musicales, considera también las audiencias, y
con ellas, el problema de la escucha. Al mismo tiempo, vincula al historiador con la música como
objeto sonoro, que ocurre en un tiempo y lugar determinados. De este modo, una canción, por
ejemplo, dejará de ser solamente un texto literario y comenzará a ser un acto sonoro y performativo que existe en momentos, lugares y circunstancias determinados. Es allí, en estos múltiples
contextos, donde ese texto puede adquirir todo su sentido.
Este dossier, organizado cronológicamente por el tiempo investigado, comienza con el artículo
de Jaddiel Díaz, “Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (18951898)”, que aporta nuevos antecedentes sobre la forma en que se ha construido el nacionalismo en
Cuba. Alejándose del enfoque que le otorga al Estado, a la escuela y a la prensa un papel único en
la conformación de una memoria e identidad locales, el autor presta atención a sectores populares
que apelaban al punto y la décima para expresar la cotidianidad durante la Guerra de Independencia. El artículo otorga importancia tanto al texto literario de la décima como a sus prácticas y
usos sociales, los públicos asociados, y a las emociones que generaba. De este modo, Díaz devela
5 Partitura, lugares para la música, disco, radio, cine, televisión, estrellato.
6 Murray Schafer, The Tunning of the World (Ontario: Arcana, 1977).
7 Jacques Attali, Bruits. Essai sur l’économie politique de la musique (París: PUF/Fayard, 1977).
8
Peter Burke, Formas de historia, 137. De las publicaciones que menciona Burke, son destacables tres: Alain Corbin, Les
cloches de la terre (París: Albin Michel, 1994), referido al paisaje sonoro producido por el sonar de las campanas, que
le otorgaban el ritmo cotidiano a la vida rural del siglo XIX y que también señalaban lo extraordinario, desde el júbilo
por la fiesta hasta el pavor por el incendio; James Johnson, Listening in Paris: A Cultural History (Berkeley: University
of California Press, 1995), que narra el cambio de la actitud de escucha desatenta del público aristocrático a la escucha
atenta del público burgués; y Bruce R. Smith, The Acoustic World of Early Modern England: Attending to the O-Factor
(Chicago: University of Chicago Press, 1999), que explora los modos de escucha del público isabelino basándose en
las condiciones materiales de producción y recepción del sonido de la época y su relación con estructuras sociales y
políticas imperantes.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 13-17 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.01
la capacidad de la décima para producir espacios de opinión alejados de la censura española y que
impactaban el orden de la esfera pública colonial.
Este artículo también logra poner de relieve las consecuencias musicales de la movilización de
tropas producida con las Guerras de Independencia en la región, cuando individuos portadores de
tradiciones musicales eran desplazados de sus lugares de origen y se encontraban con otras personas de similares características, produciéndose intercambios e influencias mutuas y circulaciones
de prácticas y repertorios. Además, en muchos casos, durante los acuertelamientos estos individuos se enfrentaban a audiencias más amplias que las que tenían en su núcleo familiar o localidad
de origen, que aumentaban su prestigio y contribuían a su profesionalización. A esto se agrega la
confluencia racial, de clase y de nacionalidad que producía la movilización militar, también de
fuertes consecuencias musicales. Son justamente estos códigos sonoros, muchas veces obviados
por los historiadores, los que permiten tejer lazos de pertenencia nacional e identidad política, que
trascienden a los proporcionados por la imagen o la palabra escrita.
El siguiente artículo, “Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo
1920-1950)”, de Elton Bruno Ferreira y Maria Izilda Santos de Matos, aborda la figura de Cornélio
Pires como promotor de identidades tradicionales en momentos de crecimiento industrial e incremento de las corrientes migratorias hacia São Paulo. Los migrantes eran valorados por las élites
paulistas por aportar mano de obra al desarrollo de la ciudad, al tiempo que eran vistos con sospecha por su origen humilde y rural. Para los migrantes, la labor de Pires aparece como articuladora
entre la modernidad urbana y el apego a las tradiciones campesinas. En este sentido, Cornélio
Pires entra en sintonía con el movimiento modernista de los años veinte, que valora al habitante
del interior en su dimensión cultural, portador de las “auténticas raíces” de la identidad brasileña.
Dentro del paisaje sonoro de la ciudad de São Paulo —donde se destacan aportes de los inmigrantes europeos y africanos—, los autores se detienen en la radio como elemento fundamental de
dicho paisaje, incluida la música caipira, que apelaba a la nostalgia del inmigrante campesino. Es allí
donde encontraron acogida los discos grabados por Pires a partir de sus representaciones escénicas
de las costumbres del interior, con su humor, modos de hablar y algunos de sus relatos. Es así como
se formó un círculo virtuoso entre teatro, disco y radio, donde la música caipira —con sus modas de
viola, cururus y cateretês cantados a dos voces con guitarra— se benefició. Todo esto apoyado por la
faceta literaria de Pires, que logró grandes tirajes de sus relatos breves de escritura sencilla. De este
modo, como dicen los autores, São Paulo se tornó un escenario para la representación visual, escrita
y sonora de la cultura caipira, difundida y preservada por Cornélio Pires con un sentido pedagógico
y civilizatorio, tanto para el inmigrante como para el propio habitante del interior.
En el tercer artículo, “Un canto en movimiento: ‘No nos moverán’ en Estados Unidos, España
y Chile en los siglos XIX y XX”, de David Spener, es la historia de una canción la que guía el estudio.
En este caso, la trayectoria de la canción permite revisar aspectos de solidaridad sindical y acción
política en tiempos de luchas por los derechos civiles en Estados Unidos, de resistencia en España
y de activismo político en Chile. Esto es abordado desde los conceptos transculturación, capital
transcultural y ciudadanía cosmopolita como habitus bourdiano. Se trata de la transformación del
himno religioso “I Shall Not Be Moved” usado por iglesias evangélicas del sur Estados Unidos
durante procesos de evangelización de esclavos negros, a comienzos del siglo XIX. Los propios
esclavos cantaban derivaciones de esos himnos en sus jubilee songs, un tipo de negro espiritual al
que se adscribe “I Shall Not Be Moved”, que se convertiría a fines del siglo XIX en un estándar de
la himnodia de iglesias protestantes negras y blancas.
15
16
Presentación del dossier “Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social”
Juan Pablo González
Durante la Depresión, este himno fue integrado al repertorio de canciones del movimiento sindical estadounidense, ya que era conocido por casi todos sus miembros, que lo coreaban con letras
orientadas a sus objetivos sociales. La canción, ahora llamada “We Shall Not Be Moved”, fue grabada en la década de 1940 por Pete Seeger, e ingresó al cancionero folklórico politizado de la época,
y luego, al movimiento por los Derechos Civiles. Además de entregarnos los detalles del proceso
de su resignificación y uso en Estados Unidos, Spener sigue también la trayectoria de la canción
en el mundo hispano, tanto entre los campesinos mexicanos en Texas como en el llamado Movimiento Chicano, donde fue grabada en español por Joan Baez. Luego llegó a Cataluña, en la voz de un
estudiante que la había escuchado y aprendido en Estados Unidos, y fue utilizada en el movimiento
universitario antifranquista de los años sesenta y grabada de forma independiente, modo en que
habría llegado a Chile en 1970, donde fue adaptada a la contingencia política de entonces.
Debido al potencial de la música para tender puentes entre diferentes grupos culturales, el autor
considera que la canción “No nos moverán” es un caso particular de transculturación, destacando la
dimensión política del fenómeno, que permite ejemplificar cuestiones de poder y resistencia. De este
modo, extiende el concepto capital transcultural al uso estratégico de conocimientos, destrezas y redes
que los individuos adquieren a través de sus nexos con otros países y culturas. Al mismo tiempo, Spener
pone en tensión este concepto al verlo desde la ciudadanía cosmopolita derivada del internacionalismo
de los movimientos de izquierda, donde, más que transculturación, hay intercambios intraculturales,
dentro de un mismo habitus, pero de dimensiones globales articuladas “desde abajo”.
El dossier termina con “American Rock with a European Twist: The Institutionalization of
Rock’n’roll in France, West Germany, Greece, and Italy (20th Century)”, de Maria Kouvarou, que
muestra otra faceta del internacionalismo logrado por la música, en este caso con la activa participación de los medios de comunicación de masas y de la juventud como sujeto social transnacional.
Situando el escenario europeo de la posguerra, caracterizado por esa tensa estabilidad proporcionada por la Guerra Fría, la autora se enfoca en la adopción del rock’n’roll como una especie de
lengua franca de Occidente, a pesar de la reticencia europea a la cultura de masas estadounidense,
percibida como moral e intelectualmente inferior, además de amenazante para sus recientes culturas nacionales. Sin embargo, al mismo tiempo, el estilo de vida en Estados Unidos era percibido
como mejor que el de la Europa de posguerra, y la propia juventud europea continuaba fascinada
con el cine, los cómics y el rock’n’roll que les llegaban desde el país triunfante de la guerra.
Cada uno de los cuatro países revisados por Maria Kouvarou da respuestas diferentes a la paradoja de atracción/rechazo que producía la cultura estadounidense en la Europa de posguerra. En
Alemania occidental, por ejemplo, la propia cultura popular empezó a tener una condición despolitizada, o al menos no totalitarista, intrínseca al nuevo germanismo de posguerra, que pretendía
situarse más allá de las ideologías. En Alemania oriental, en cambio, al ser censurado en cuanto
manifestación del imperialismo norteamericano, el rock’n’roll se transformó en opción política
de rebeldía y resistencia al régimen comunista. Este problema no existía en Grecia, donde había
sido aceptado desde su llegada, a mediados de los años cincuenta. Sin embargo, al experimentar la
intervención de Estados Unidos en sus asuntos internos, los griegos empezaron a desarrollar una
actitud hostil hacia el rock’n’roll, actitud percibida como factor de identidad.
Al mismo tiempo, Francia, si bien estaba vinculada históricamente a Estados Unidos en su
promoción de la democracia, los derechos humanos y el capitalismo, mantenía claras distancias en
materias culturales, con la cultura gala con una presencia y supremacía absolutas. No como Italia,
más penetrado por Estados Unidos en la música y el cine, por ejemplo. Pese a todo, la autora hace
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evidente la aparición de una cultura juvenil internacional en Occidente con el rock’n’roll como
protagonista, junto a una orientación hacia el consumo de la sociedad europea modernizada, que
favorecerá el desarrollo de una pujante industria musical. La apropiación francesa, le yeyé, enfatizaba aspectos melódicos, narrativos y estructurales del rock’n’roll, y el romance honesto entre
los jóvenes, mientras que atenuaba su rítmica sincopada y su sonido rudo o rebelde, elementos
adscritos a las prácticas afroamericanas. Estas versiones sustituían la autoría interna de las bandas
de rock por una autoría externa, como en la canción popular en general, despojando a la práctica
del rock’n’roll de una de sus principales premisas: ser música de autor.
Algo similar sucedía en Alemania occidental, donde fue acercado a la tradición del Schlager o
canción ligera, con jóvenes buenos alejados del carácter primitivo del rock’n’roll, cuando en Grecia
se potenciaban las bandas de covers de los éxitos del rock anglo de la primera mitad de los años
sesenta, desatendiendo su mezcla con prácticas musicales locales. Italia, con sus urlatori o cantantes que aullaban, continuaba la tendencia de blanqueamiento del rock’n’roll y de construcción de
una imagen “positiva” de sus jóvenes intérpretes. La institucionalización del rock’n’roll en estos
países, concluye el artículo —que produjo resultados que más bien se enmarcaban en el pop—,
llevó a que los propios jóvenes se desencantaran de esas formas de música nacional, buscando
alternativas más creativas y anticonformistas por fuera de intereses comerciales, que sirvieron de
base para la aparición de respuestas locales de rock más genuinas.
Por último, se podría decir que un género poético-musical, un músico, una canción y un baile
constituyen los objetos de estudio que nutren este dossier, y que pueden convertirse en una muestra de los nuevos rumbos que puede ofrecer la integración entre historia, ciencias sociales y música
al debate académico en la actualidad.
Bibliografía
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Pérez, Juliana. Las historias de la música en Hispanoamérica. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, 2010.
Schafer, Murray. The Tunning of the World. Ontario: Arcana, 1977.
❧
Juan Pablo González
Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y del Instituto de Música
de la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Licenciado en Musicología de la Universidad de Chile,
Magíster y Doctor en Musicología de la Universidad de California, Los Ángeles (Estados Unidos). Entre
sus últimas publicaciones se encuentran los artículos “Performatividades líquidas y juicio de valor en
las músicas del siglo XX”, El Oído Pensante 3: 1 (2015): s/p. [En línea]; “Censura, industria y nación:
paradojas del boom de la música andina en Chile (1975-1980)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Images,
mémoires et sons: Musique et politique (2015): s/p. [En línea]; y, en coautoría con Fernando Purcell,
“Amenizar, sincronizar, significar: música y cine silente en Chile 1919-1930”, Latin American Music
Review 35: 1 (2014): 88-114. [email protected]
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Música popular y nacionalismo en los campamentos
insurgentes. Cuba (1895-1898)❧
Jaddiel Díaz Frene
El Colegio de México
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.02
Artículo recibido: 30 de septiembre de 2014 · Aprobado: 26 de enero de 2015· Modificado: 11 de marzo de 2015
Resumen: En este artículo se reconstruyen los usos sociales de las décimas cantadas en los campamentos
insurgentes durante la guerra de Independencia, llevada a cabo en Cuba desde 1895. En este recorrido por
diarios personales, periódicos y fotografías del conflicto, se intentará responder varias cuestiones: ¿qué
emociones produjo este género poético musical en la vida cotidiana de los combatientes? ¿De qué forma
la guerra afectó estas prácticas culturales? ¿Es posible encontrar decimistas negros y mulatos en las tropas
cubanas? ¿Qué papel desempeñaron los oficiales en estas formas cotidianas de expresión sobre la vida
política del país?
Palabras clave: música, Cuba, nacionalismo, cultura popular, raza, género, décimas.
Popular Music and Nationalism in Insurgent Camps. Cuba (1895-1898)
Abstract: This article reconstructs the social uses of the décimas (ten-line stanzas) sung in the insurgent
camps during the war for independence that began in Cuba in 1895. Through a review of personal diaries,
newspapers, and photos of the conflict, the article attempts to answer various questions: What emotions did
this poetic musical genre produce in the everyday life of the combatants? How did the war affect such cultural
practices? Is it possible to find black and mulatto decimistas among the Cuban troops? What role did officers
play in these everyday forms of expression about the political life of the country?
Keywords: music, Cuba, nationalism, popular culture, race, genre, décimas.
Música popular e nacionalismo nos acampamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)
Resumo: Neste artigo, reconstroem-se os usos sociais das décimas cantadas nos acampamentos insurgentes
durante a guerra de Independência, realizada em Cuba a partir de 1895. Nessa viagem por diários pessoais,
jornais e fotografias do conflito, tentaremos responder a várias questões: que emoções esse gênero poético
musical produziu na vida cotidiana dos combatentes? De que forma a guerra afetou essas práticas culturais?
É possível encontrar cantores de décimas negros e mulatos nas tropas cubanas? Que papel os oficiais
desempenharam nessas formas cotidianas de expressão sobre a vida política do país?
Palavras-chave: música, Cuba, nacionalismo, cultura popular, raça, gênero, décimas.
❧ El contenido de este artículo forma parte de la tesis doctoral titulada La guitarra, la imprenta y la memoria. Una
historia de Cuba desde la cultura popular (1895-1902) de El Colegio de México. Se contó para su realización con
la beca otorgada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México desde 2011.
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Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)
Jaddiel Díaz Frene
Introducción
C
uando la noche caía sobre los campamentos insurgentes durante los años de la Guerra de 1895, el
silencio de la “manigua”1 era quebrado por las notas del punto cubano2 que, emanadas de guitarras, laúdes,
güiros y tiples, acompañaban las voces de soldados y oficiales que cantaban décimas, ya fueran aprendidas
de memoria o improvisadas. Era común que los combatientes descalzos y con las ropas raídas, exhaustos
tras una batalla y con el hambre apretándoles el estómago, lejos de irse a descansar, se sentaran al pie de una
hoguera para disfrutar estas interpretaciones. El fuego, a la vez que espantaba los mosquitos, iluminaba un
escenario que podía ser distinto en cada jornada: una montaña, una casa abandonada, una arboleda.
En las estrofas se narraban incontables asuntos: los pormenores de una batalla reciente, los
gloriosos sucesos de la Guerra de los Diez Años, los asesinatos perpetrados por una guerrilla, la
retirada de una columna española, la nostalgia por la amada, el dolor de la madre ausente, la proeza
de un general mambí y la historia de un soldado desconocido. Tales discursos mostraban la guerra
desde otras sensibilidades y contradecían, en variadas ocasiones, los partes que se publicaban en
los diarios vinculados a los intereses coloniales. De esta forma, las espinelas funcionaban como una
prensa alternativa, cuyo efecto informativo sobrepasaba el territorio insurgente. Ya fueran impresas
en periódicos, enviadas en cartas o reproducidas mediante los circuitos orales, las composiciones
cantadas en los campamentos arribaban a las comunidades emigradas en México y Estados Unidos
y a las ciudades vigiladas por el poder español, creando redes trasatlánticas de comunicación.
Este género poético musical constituye, por tanto, un importante registro para pensar, desde
otros espacios y códigos, el funcionamiento de una esfera pública independentista alejada de la
censura colonial. Al seguir sus huellas, el conflicto armado, además de revelarse como un proceso
generador de símbolos, sucesos del futuro calendario nacional y miembros del panteón de héroes,
se presenta como un laboratorio privilegiado para estudiar cómo las capas populares participaron
en los debates políticos de la época. Desde el inicio de la guerra, el 24 de febrero de 1895, obreros,
artesanos y campesinos partieron hacia la manigua portando los instrumentos musicales con que
acostumbraban alegrar sus vidas en tiempos de paz. En el Ejército Libertador, estos sectores hallaron
espacios de sociabilidad que, si bien se encontraban regulados por fuertes relaciones jerárquicas, les
permitieron expresarse a favor de la independencia de Cuba, sin el temor de sufrir prisión o destierro, y defender, en el marco de este proyecto político, sus intereses de clase, género y raza.
En este artículo se intentará reconstruir la historia de algunos usos sociales de las décimas —cantadas al son del punto cubano— en los campamentos mambises durante la Guerra Necesaria. Uno de
los mayores retos metodológicos que se pretende enfrentar consiste en llevar a cabo un estudio que,
sin dejar a un lado los textos poéticos, permita arribar a una historia de las emociones, las prácticas, las
formas de sociabilidad y la composición de los públicos. Al mismo tiempo, se pretende trascender el
anonimato de los decimistas para revelar sus nombres, sus vidas y, en ocasiones, sus rostros.
1 Término utilizado para referirse a los territorios insurgentes durante las guerras de Independencia.
2 La reconocida musicóloga María Teresa Linares Savio define el punto cubano como “un género de canto, generalmente solista, usado por campesinos cubanos desde hace tres décadas”. Añade además que “usa como texto
una décima espinela y se acompaña por uno, dos o más instrumentos de cuerda”. Véase: María Teresa Linares
Savio, El punto cubano (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1999), 11.
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Esta propuesta metodológica conduce a un ineludible disentimiento de estudios teóricos sobre
el nacionalismo en los cuales se ha privilegiado el papel del Estado, la escuela y la prensa periódica como agentes protagónicos en la construcción de una memoria nacional3. Cabe aclarar que
durante los días del conflicto armado, la Isla carecía de un andamiaje institucional que posibilitara
la construcción de un relato oficial del pasado bélico4. Tales circunstancias convierten la estrofa en
un fenómeno comunicativo privilegiado para comprender la invención de una memoria política
independentista antes de la construcción del Estado nacional, desde las prácticas y voces de individuos generalmente iletrados.
En el plano psicosocial, los usos sociales de la décima en las canturías insurrectas conducen
a otras complejidades: al mismo tiempo que funcionaba como un medio masivo de expresión
pública entre las tropas mambisas, la estructura poética también se legitimaba como símbolo de
una nueva identidad nacional5. Por lo que su propia selección para opinar sobre el devenir de la
Isla tenía una connotación simbólica. A ello se añade su riqueza textual y musical, que conformaba
un registro en el cual los discursos no pueden ser entendidos si se despojan de sus sonoridades.
¿Qué cuestiones proponer para transitar este mundo de arpegios e inflexiones de la voz, donde
la experiencia de la guerra puede ser escuchada al son del tiple y el güiro? En el primer apartado de
este artículo se intentará reconstruir las múltiples emociones producidas por el canto de décimas,
mediante las memorias de oficiales y soldados. Desde estos testimonios, interesa analizar cómo
la dinámica de la contienda, sobre todo la de la invasión en el occidente de la Isla, influyó en las
formas de circulación y consumo de las estrofas y sus usos musicales6. Una segunda parte estará
dedicada a explorar hasta qué punto sectores marginales como los negros, los mulatos y las mujeres apelaron a la estrofa para expresarse en la vida cotidiana de los campamentos7. Por último, se
aspira a revelar cómo los miembros de la élite mambisa, además de participar como decimistas
en las canturías, también se preocuparon por rescatar estas vivencias poético-musicales para, en
ocasiones, utilizarlas como forma de publicidad política.
3 En el ámbito de la historiografía cubana, las principales críticas se dirigen a las reflexiones de Benedict Anderson, quien defendió la letra impresa, ya fuese a través de la prensa periódica, la novela, los mapas o los censos,
en la construcción de los lazos de pertenencia a una comunidad imaginada. Así, diferentes autores, como Marial Iglesias y Tanit Fernández, han partido de estas valoraciones para proponer la necesidad de acudir a otros
espacios, en los que sobresalen las formas de comunicación oral como las “fiestas y ceremonias públicas” y los
teatros. Véase: Tanit Fernández, “El personaje catalán en la erótica de poderes e identidades del teatro bufo cubano”, en Bufo y nación. Interpelaciones desde el presente, ed., Inés María Martiatu (La Habana: Editorial Letras
Cubanas, 2008), 110; Marial Iglesias Utset, Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902 (La
Habana: Ediciones Unión, 2002), 19.
4 Las condiciones para ello se dieron con la primera ocupación militar norteamericana, iniciada el 1 de enero de 1899.
5 Virgilio López Lemus, Décima e identidad. Siglos XVIII-XIX (La Habana: Editorial Academia, 1997).
6 La Invasión a Occidente durante la Guerra de 1895 inició el 22 de octubre de 1896. Sus principales líderes fueron
Antonio Maceo y Máximo Gómez. Con esta campaña se intentó llevar la guerra a todo el territorio insular y
destruir la riqueza que contribuía a respaldar el poder militar y económico de la metrópoli. Ver: Oscar Loyola y
Eduardo Torres, Historia de Cuba. Formación y liberación de la nación, 1492-1898 (La Habana: Editorial Pueblo
y Nación, 2001), 365-370.
7 También encontramos varios casos de mujeres que cantaron e improvisaron décimas en el territorio mambí. Sin
embargo, no se aborda el tema en este artículo, debido a limitaciones espaciales.
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Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)
Jaddiel Díaz Frene
1. Por qué cantar: emociones y dinámicas de las canturías
El soldado negro y analfabeto José Isabel Herrera, conocido como “Mangoché”, recordó en sus
testimonios sobre la guerra, publicados en 1952, elementos interesantes sobre el papel desempeñado por la décima en su regimiento. A pesar de haber transcurrido más de cinco décadas desde
su alistamiento en el Ejército Libertador, en la memoria del trabajador azucarero aún sobrevivían,
con sorprendente claridad, varias estrofas compuestas por “el viejo Gil, un decimista de la tropa”8.
Entre ellas, dos espinelas dedicadas al coronel Aurelio Collazo, líder del regimiento, y otra contra
San Pablo, quien era “el jefe de la guerrilla del pueblo de Güira de Melena”9. En el primer caso,
el género funcionaba como un medio de legitimación del liderazgo de Collazo, pero también de
construcción de la memoria de los diferentes acontecimientos vividos por el destacamento. Por su
parte, la décima contra los guerrilleros fungía como una estrategia para desacreditar a un enemigo
que, a pesar de haber nacido en la Isla, tomaba las armas a favor del integrismo.
En otras ocasiones, fueron los mismos poetas quienes comentaron sus vivencias en las canturías mambisas. En una entrevista celebrada en 1968, el combatiente y decimista mambí Toribio
Mestre relató sus experiencias en dos controversias10. La primera se inició el 26 de febrero de
1896, en un campamento cerca de Sagua La Grande (Las Villas), donde acampaban las tropas
de los generales Ángel Guerra y Quintín Bandera. De acuerdo con el testigo, cantaron esa noche
cerca de una fogata ocho poetas, ante un público compuesto por “más de mil hombres”11. La
segunda controversia tuvo lugar al día siguiente en un campamento instaurado en La Olayita,
también en Sagua La Grande, en la que aumentó el número de concurrentes. Según el testigo,
“se habían sumado las fuerzas de los coroneles Antonio Núñez, Cayito Álvarez y Francisco
Pérez”12. A pesar del ingreso de estas tropas a La Olayita, hubo sólo un poeta más que en el ingenioso ruedo celebrado la noche anterior.
Los testimonios de los tres mambises, de graduación militar, clase social y grupo racial
distintos, permiten trascender el marco descriptivo para pensar en algunas cuestiones sobre
los usos de la décima en los campamentos insurgentes, desde las experiencias de soldados y
oficiales subalternos. Un primer elemento que no debe escapar, es el placer que producían a
los integrantes de la tropa el canto y la recitación de nuevas y viejas estrofas. El placer explica
por qué los combatientes, luego de combates y tormentosas marchas, muchas veces desnudos
y sin comida, pasaban las madrugadas degustando las décimas entonadas por sus compañeros,
en vez de irse a descansar13.
8 José Isabel Herrera, Impresiones de la guerra de Independencia (La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2005), 132-133.
9 José Isabel Herrera, Impresiones, 132-133.
10 Por controversia voy a entender un diálogo poético, generalmente con acompañamiento musical, entre dos o
más poetas que debaten sobre un tema. Véase: Alexis Díaz-Pimienta, Teoría de la improvisación poética. Primeras páginas para el estudio del repentismo (México: Ediciones del Lirio, 2014), 497-551.
11 René Batista Morero, Limendoux, leyenda y realidad (Santa Clara: Editorial Capiro, 2009), 25-26.
12 René Batista Moreno, Limendoux, 26.
13 En algunos casos, las canturías mambisas llegaban hasta el amanecer. El patriota catalán José Miró Argenter, al
hablar sobre una “fiesta militar celebrada en el campamento holguinero de Mala Noche”, en noviembre de 1895,
se refería a la décima como “el metro heroico que inspira la musa de la independencia, cuyas notas sólo apaga el
eco matinal del clarín que llama á los soldados á levantar las tiendas”. Véase: José Miró Argenter, Crónicas de la
guerra (La Habana: Lex, 1945), 101.
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Este beneplácito no es ocultado por los testigos. En cada caso, la décima produce una funcionalidad emocional distinta en los avatares difíciles y confusos de la guerra. José Isabel Herrera afirmó
que las estrofas eran cantadas por soldados como el Viejo Gil, cuando se “estaba en situación bastante difícil”, aludiendo, seguramente, a la capacidad de las estrofas para ayudar a vencer el miedo
ante el combate y motivar a sus compañeros, quienes debían cargar al machete contra un ejército
que los superaba en municiones y hombres. Por su parte, Mestre refirió el efecto amnésico que
podían producir varias horas de emocionantes controversias: “pasamos muy buen rato esa noche
y se nos olvidó la guerra, gracias a la décima”14.
El papel psicológico que desempañaban estas interpretaciones en el Ejército Libertador llegó
incluso a ser percibido por el bando enemigo. Un oficial español hacía referencia al asunto, al señalar las diferentes pertenencias incautadas a los insurrectos, entre ellas una guitarra:
“[…] el asistente de mi amigo el capitán de caballería García Benítez, descolgóse en casa ayer
con una máquina de coser y una guitarra cogido a los insurrectos. Está visto, progresamos. El
aliento que dan todas esas peripecias al soldado es imposible de describir; van ya a la batalla
como a una fiesta”15.
Este sentido festivo captado por el testigo español no parece una ilusión exagerada si se tiene en
cuenta que hubo miembros del Ejército Libertador que apreciaron una especie de encanto musical
en el desarrollo de la guerra. Por ejemplo, el capitán Israel Consuegra dejó en sus memorias una
importante descripción sobre la armonía de los sonidos, antes y durante la marcha del combate.
Para el oficial insurrecto, en esta sinfonía nocturna participaban los poetas mambises, quienes “se
entretenían improvisando versos”, y los españoles, llamados panchos, que “tocaban su música en
la guardia del rastro”. Pero todo no quedaba en el protagonismo de los instrumentos musicales
y las voces que seguían las notas del punto cubano. A ello se sumaba el sonido de los proyectiles
disparados o “cantados” por los máusers enemigos, cuyo efecto cambiaba en dependencia de su
composición. Mientras los de plomo “simulaban ya lamentos de una cuerda de violín al rozarla la
ballestilla”, los silbidos producidos por los de acero parecían “estridencias de clarín”16.
Cabe señalar que las actividades recreativas llevadas a cabo en la cotidianidad mambisa no sólo
sobrevivieron mediante la palabra impresa. La lente de un fotógrafo de la época también captó, con
sus lenguajes y códigos particulares, imágenes sobre la vida musical de la “manigua”. La fotografía que
se presenta aquí, conservada en el Archivo Nacional de Cuba, revela a los integrantes de la tropa del
general Avelino Rosas, militar colombiano y amigo cercano de Antonio Maceo que se unió a la causa
independentista en la Guerra del 95 (Imagen 1). Para el registro histórico institucional, la única figura
destacada de la imagen, con el símbolo de una cruz en el sombrero, es la del militar vallecaucano, quien
para la fecha tenía entre 40 y 42 años de edad, ya que había nacido en Dolores, cerca de Popayán, en
1856. Sin embargo, el centro físico de la foto lo ocupa un soldado, que —lejos de sostener un arma entre
las manos, como muchos de sus compañeros, unos negros, otros blancos— se muestra en posición de
tañer una guitarra. Es posible que el fotógrafo, antes de pedir a los combatientes que posaran, hubiera
interrumpido la interpretación de una pieza musical o el festejo de una canturía.
14 René Batista Moreno, Limendoux, 26.
15 Rafael Guerrero, Crónicas de la guerra de Cuba y de la rebelión de Filipinas, t. 5 (Barcelona: Editorial Maucci, 1897), 251.
16 Israel Consuegra, Mambiserías. Episodios de la guerra de Independencia (La Habana: Imprenta del Ejército,
1930), 44.
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Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)
Jaddiel Díaz Frene
Imagen 1. Campamento del general colombiano Avelino Rosas (1898)
Fuente: Anónimo, “Campamento del general colombiano Avelino Rosas (1898)”, en Archivo Nacional de la
República de Cuba (ARNAC), La Habana-Cuba, Fototeca, caja 322, sobre 8051, registro 1006117.
Tales testimonios conducen a pensar que el análisis de los temas y las construcciones retóricas
resulta insuficiente, como estrategia metodológica, para explicar el gusto exacerbado por el género
y la pasión que despertaba en los combatientes. Por tanto, entender el efecto de estas prácticas
poético-musicales en la vida cotidiana de los campamentos, además de necesitar una lectura de los
discursos y una etnografía de los sonidos, exige una mirada que explore estas experiencias desde
la historia de las emociones.
Las vivencias relatadas también revelan la composición de diferentes actividades festivas, las cuales
iban desde un pequeño grupo de espectadores, en el caso de las memorias de Cabrera, hasta un público
compuesto por los integrantes de varios regimientos y cuerpos18. La Guerra del 95 y, específicamente,
la Invasión a Occidente brindaron un escenario único para que decenas de improvisadores, quienes
en muchos casos sólo habían entonado sus estrofas ante miembros de su familia o amigos cercanos,
revelaran sus aptitudes poéticas y ganaran el reconocimiento de multitudes: “yo nunca volvía a cantar
la décima ante tanta personas, todas calladas, observando”, señaló Toribio Mestre, quien en la canturía
de La Olayita improvisó y cantó décimas ante dos mil espectadores19.
La historiografía sobre la Guerra Necesaria ha hecho énfasis en los logros de la Invasión a Occidente desde diferentes ámbitos. Aline Helg, por ejemplo, la considera como una “doble victoria”20:
militar, por el triunfo de las fuerzas insurrectas contra un enemigo que los superaba en armas y
efectivos, pero también política, porque la guerra se llevó a todo el territorio nacional. A este plano
17 El autor agradece a Martha Casals por su apoyo inestimable en esta investigación.
18 Raimundo Cabrera, Episodios de la guerra. Mi vida en la manigua (Filadelfia: La Compañía Lévytype, 1898).
19 René Batista Moreno, Limendoux, 26.
20 Aline Helg, Lo que nos corresponde. La lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba, 1886-1912 (La
Habana: Imagen Contemporánea, 2000), 99.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 19-36 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
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también se dirigen las valoraciones de los historiadores cubanos Eduardo Torres Cuevas y Oscar
Loyola Vega21. Por su parte, Ada Ferrer ha insistido en los cambios producidos en los imaginarios
raciales con la llegada de los insurrectos al occidente de la Isla22.
Sin embargo, poco se ha dicho sobre las repercusiones de la Invasión en el funcionamiento de
la cultura popular, sobre todo, acerca de aquellas prácticas relacionadas con los procesos de producción, circulación y consumo de las décimas. Además de propiciar la conformación de públicos
multitudinarios, la Invasión hizo posible los intercambios poéticos entre decimistas de todas las
provincias de la Isla. Estos encuentros repercutieron en el intercambio de técnicas improvisadoras, pero también de tonadas musicales para acompañar el canto de las estrofas. En este sentido,
la Invasión funcionó como una aguerrida gira, regional y nacional, de decimistas orientales, camagüeyanos y villareños por decenas de campamentos hasta el occidente de la Isla. Con el propósito
de entender estas consecuencias en el género poético-musical, resultan importantes las confesiones que le hizo a Toribio Mestre un poeta llamado Felipe Ventura, quien “murió en el combate de
Cacarajícara, en Pinar del Río”:
“Me dijo que había sostenido controversias con los poetas de Serafín Sánchez, de Máximo
Gómez, de Antonio Maceo y los de Leoncio Vidal y que todos los oficiales con mando en el Ejército Libertador tenían sus poetas. Me habló de algunos de ellos que conoció después: Alfredo
Aguirre, Enrique Castañeda, Pepe Santos, Oscar Paz. Luego de terminarse la guerra, ellos tuvieron que vivir de la décima para no morirse de hambre. Los oficiales mambises estaban muy
orgullosos de sus poetas: éramos gallos cantores, y nos llevaban muchas veces de una fuerza a
otra a sostener controversias. Conmigo lo hizo Quintín Bandera muchas veces”23.
Por otro lado, la Invasión posibilitó una amplia diseminación de las décimas mambisas a todo el
territorio nacional. Estrofas cantadas en los campamentos de tropas orientales y villareñas sobreviven aún en la memoria de familias de la Sierra del Rosario, importante teatro de operaciones
de la Campaña de Pinar del Río. La transmisión oral de estos relatos patrióticos no sólo se debió
a la divulgación de los combatientes en su retorno a casa. A medida que se llevaba a cabo el recorrido hacia el oeste insular, los pobladores simpatizantes de la causa independentista, residentes
en aglomeraciones rurales y urbanas, se acercaron a los campamentos mambises para conocer a
los combatientes y brindar apoyo. Durante su estancia, presenciaron las controversias decimísticas
entre los miembros de la tropa. En ocasiones, también participaron como poetas, componiendo
décimas que llenaban de ánimo y orgullo a los invasores, escenas que sobrevivieron gracias a la
pluma de testigos como Grover Flint y José Miró Argenter.
Las confesiones de Felipe Ventura a su compañero de luchas, armadas y poéticas, muestran
también el interés de los oficiales por promover las controversias en el campo insurgente. Las gestas
entre diferentes regimientos y cuerpos del Ejército Libertador permitieron saldar en el terreno del
ingenio poético diferencias y desafíos entre generales y coroneles signados por el regionalismo, la
raza y el ego militar. Pero al mismo tiempo, las canturías mambisas también crearon momentos
de fraternidad, que lograron trascender cualquier tipo de recelo y división, al menos de forma
21 Oscar Loyola y Eduardo Torres, Historia de Cuba, 365-370.
22 Ada Ferrer, Cuba insurgente. Raza, nación y revolución (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2011), 226.
23 René Batista Moreno, Limendoux, 26.
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momentánea. En ocasiones, las expresiones de placer emitidas por los oficiales fueron captadas
por sus subordinados. Toribio Mestre, por ejemplo, al hablar de su primera experiencia como
poeta mambí, no pudo dejar de mencionar las reacciones de los líderes del campamento, cuando
algún poeta lograba una exitosa improvisación. Aquella noche, Quintín Bandera “daba saltos y se
golpeaba las rodillas con las palmas de la mano”, mientras Ángel Guerra le gritaba “¡tus gallos no
pueden con los míos, Quintín, no pueden!”24.
2. Voces de ébano desde las tribunas de la noche: oficiales, soldados negros y
mulatos en las canturías mambisas
El interés de las autoridades mambisas y la tropa en general por la estrofa cantada hizo que campesinos, obreros y artesanos, a quienes se les hacía difícil subir en las escalas de graduación militar,
hallaran en su habilidad poética una fuente de prestigio social dentro de sus regimientos. Sin
embargo, una deuda historiográfica, aún sin saldar, consiste en demostrar hasta qué punto hubo
combatientes negros y mulatos entre estos decimistas.
Reconocidos historiadores interesados en estudiar la participación de negros y mulatos en la
Guerra de 1895, como Ada Ferrer y Aline Helg, han pasado por alto el potencial metodológico
de estas prácticas culturales para entender cómo estos sectores participaron en la construcción
de una memoria cotidiana de la guerra, en la que, entre otros temas, resaltaron las proezas de los
combatientes de igual condición racial. Ferrer, por ejemplo, al hablar de la diversidad de “soldados
y oficiales de diferentes posiciones sociales” atraídos por la Invasión, homologa la procedencia
geográfica, el nivel escolar y las características raciales de los combatientes a prácticas y habilidades culturales estereotipadas. Para la historiadora cubana, en el Ejército Libertador había
“hombres nacidos en África que hablaban un español imperfecto, campesinos nacidos en España
que tocaban la guitarra y componían puntos cubanos, y oficiales nacidos o educados en Europa
que conversaban de ópera, teatro y literatura al caer la noche”25. En contraposición a esta rígida
relación, la documentación reunida demuestra que en las controversias celebradas en los campamentos, los hombres nacidos en África o sus hijos, así como los más educados oficiales, también
se sentaban junto a los campesinos de procedencia española a tocar la guitarra, cantar décimas o
disfrutar las notas del punto cubano.
Los peligros de caer en este esquema pueden observarse también en los trabajos de historiadores que, a diferencia de Ferrer y Helg, sí han dirigido la mirada a la vida cultural de los
campamentos. Para adentrarse en este mundo poco explorado, resulta interesante el estudio La
cultura en el Mayor General José Maceo, escrito por el historiador santiaguero Ismael Sarmiento,
quien puede considerarse como uno de los autores que más ha estudiado el ámbito musical mambí.
Por una parte, esta investigación destaca el apoyo de El León de Oriente a las actividades festivas,
entre las que sobresalen los bailes y, seguramente, las canturías, aunque no se menciona ningún
caso sobre la interpretación de décimas en su campamento. También aporta una invaluable información sobre la relación entre el general y la banda de música de su Estado Mayor, considerada
como su “niña bonita”, según las palabras contenidas en el diario inédito de Rafael G. Inciarte Ruiz,
24 René Batista Moreno, Limendoux, 26.
25 Ada Ferrer, Cuba insurgente, 240.
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“músico mayor y director” de la agrupación26. Por otro lado, se debe resaltar la minuciosa revisión
que hace Sarmiento de los diarios de campaña de algunos combatientes y prisioneros españoles,
así como de otras fuentes historiográficas, para poder mostrar con amplitud las actividades de
ocio en la manigua. Este seguimiento le permite concluir que “las fiestas y los bailes son las manifestaciones artísticas de las cuales más se sirven los mambises en los campos de Cuba libre”. No
obstante, a pesar de la exhaustiva pesquisa en torno a los testimonios sobre el Ejército Libertador,
el historiador santiaguero no menciona a ningún decimista negro o mulato que haya estado presente en las tertulias insurgentes.
Esta ausencia no sorprende, si se consideran los desafíos que impone esta búsqueda. Entre las
mayores dificultades, se encuentra la omisión que se hace de las características raciales de los combatientes en importantes registros, como el Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador
de Cuba. Por otro lado, algunos testigos, si bien mencionan los nombres de decimistas mambises,
como es el caso de Toribio Mestre y José Isabel Herrera, dejan sin precisar sus indicadores étnicos.
Pero más allá de este vacío, Sarmiento cae en una peligrosa aseveración sobre las fiestas insurrectas, al plantear una división esquemática y rígida de las actividades culturales de los combatientes
en torno a su pertenencia racial. En una descripción generalizada sobre las actividades festivas en
los campamentos, el autor señala lo siguiente:
“En el sitio de acampada: a un extremo, el guajiro mambí alegra la noche con el toque de instrumentos típicos, improvisadas décimas y el zapateo como baile predominante; en el otro lado, los
negros, con cantos africanos, ruidosos toques de tambores y danzas de frenéticos movimientos.
Toda una escena que se da en la Guerra de los Diez Años y que vuelve a repetirse en la de 1895”27.
No se pretende aquí contradecir la participación de los combatientes negros y mulatos en
los bailes de origen africano que se llevaban a cabo en los campamentos, y mucho menos refutar la celebración de estas manifestaciones en la vida mambisa. En definitiva, se trata de una
información documentada por oficiales como Fernando Fornaris y el propio Carlos Manuel de
Céspedes, presidente de la República en Armas, cuyos testimonios son expuestos en el trabajo
de Sarmiento. Pero, ¿no hubo acaso campesinos negros? ¿Hasta qué punto los combatientes
“de color” también presenciaron las interpretaciones de las canturías mambisas y participaron
como poetas?
El caso más sobresaliente es, indudablemente, el de Juan Ruperto Limendoux, hijo de un carretero contratado y una esclava doméstica, que al iniciar la guerra del 95 se unió a las fuerzas de José
Luis Robau. Algunos testimonios de sus compañeros de lucha muestran, de manera convincente,
cómo el decimista negro se convirtió en una persona influyente dentro de la tropa, debido a su
capacidad como improvisador. Al respecto, resultan muy ilustrativas las impresiones de Toribio
Mestre, quien cantó contra el poeta negro en el campamento de La Olayita, la madrugada del 28
de febrero de 1896. Con gran sensibilidad, el soldado expresó:
26 Esta actitud de José Maceo hacia las actividades de esparcimientos, la cual también pudo ser avizorada en el
comportamiento de Quintín Bandera, conduce a una interesante pregunta metodológica: ¿hasta qué punto los
oficiales negros y mulatos exhortaron y mediaron las representaciones llevadas a cabo en la manigua, sobre todo
aquellas que por cuestiones de raza, clase social y gusto particular respondían a sus intereses y preferencias?
27 Ismael Sarmiento, “La cultura en el Mayor General José Maceo Grajales y su gusto por la música”, en Aproximaciones a los Maceo, eds., Olga Portuondo, Israel Escalona y Manuel Fernández (Santiago de Cuba: Editorial
Oriente, 2005), 234. Cursivas del original.
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“Qué manera de hacer sonar aquella guitarra, qué voz más clara, qué agilidad para la improvisación. Yo le hice resistencia por un tiempo, pero era imposible sostenerla. ¡Me acabó! Luego se
enredó con el bando de Ángel Guerra y, poco después, éste decidió no cantar más. Yo lloré esa
noche: me consideraba un buen poeta, pero nunca pensé que hubiera uno como Limendoux, lo
más grande que yo había visto hasta entonces”28.
El veterano mambí Eduardo Mesa también lo recordó cantando al pie de una hoguera y guitarra al hombro durante los días de la guerra29. Es de destacar que el color de la piel de algunos de
estos testigos —entrevistados por el incansable investigador René Batista Moreno— revela no sólo
la presencia de combatientes negros y mulatos en las controversias mambisas, en contraposición
a las generalizaciones de Sarmiento, sino también el orgullo que sentían estos sectores al ver que
un decimista de su propia “raza” destacaba y era admirado por soldados y oficiales. El impacto de
las controversias en este público “de color” puede ser percibido en las palabras del propio Mesa,
así como en los apuntes de José Isabel Herrera, quienes varias décadas después del armisticio, aún
conservaban en sus memorias las vivencias poéticas de la Guerra del 95.
Otro poeta negro y mambí, de quien sobrevivieron en el tiempo su nombre y sus interpretaciones, fue el sargento Maroto. Ramito Guerra, quien lo describe como “alto y robusto”,
recordó haberlo visto en una “justa poética” durante la Guerra de 1895, sostenida en el
“destruido batey de Mariano Viera”, en el que “quedaban en pie aún los restos de un viejo
platanal”30. Al igual que en otros escenarios, el público, esta vez conformado por “numerosos
insurrectos” que se encontraban “medio desnudos”, se reunió alrededor de una hoguera que
cumplía varias funciones. Mientras el fuego iluminaba los rostros de los contendientes, el
humo espantaba los mosquitos. El oponente del sargento negro parecía, de acuerdo con el
testigo, su contraparte racial, corporal, y tal vez regional, ya que se trataba de “un insurrecto
blanco, muy flaco, natural de Pinar del Río”31.
Algunos elementos de la escena le parecieron atípicos al observador, con respecto a las demás
controversias que “había oído en el campo”. Entre ellos, destacaba que la estructura poética utilizada no fuera la décima, sino una “especie de romance que terminaba siempre y empezaba de la
misma manera”32. También señalaba, como un aspecto poco común, que los versos fueran recitados, y no cantados. El certamen pareció dividirse en dos partes, de acuerdo con la descripción de
Ramiro Guerra. En la primera, los poetas se halagaron. Mientras que el vate pinareño finalizaba su
composición con el “dístico” “porque donde pisas tú/ hasta las piedras dan flores”, Maroto retomaba estos versos para iniciar su respuesta y concluía con otros dos de igual alabanza: “porque
donde pisas tú/ la malva seca da fruto”33. Luego, en una segunda etapa de la controversia, los protagonistas “pasaron de las alabanzas a los vituperios”, pero “no ofensivos en realidad”, como destaca
el testigo. Al parecer, la tropa no tuvo favoritismos, al menos evidenciados en sus reacciones ante
28 René Batista Moreno, Limendoux, 27.
29 René Batista Moreno, Limendoux, 18.
30 Ramiro Guerra, Por las veredas del pasado 1880-1920 (La Habana: Lex, 1957), 120.
31 Ramiro Guerra, Por las veredas, 120.
32 Ramiro Guerra, Por las veredas, 120.
33 Ramiro Guerra, Por las veredas, 120.
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cada demostración. En este sentido, destaca Guerra que “los oyentes del ruedo aplaudieron tanto
al uno como al otro”34.
Finalmente, Maroto salió victorioso de la justa, pero su triunfo no se concretó por su calidad
poética, sino por el retiro de su contrincante, quien después de varias horas de combate “fue el
primero en callarse e hizo silencio”35. La actitud del sargento negro ante la decisión de su contendiente fue recordada de la siguiente manera:
“Entonces Maroto, con mucha parsimonia, dejó su lugar en el ruedo y sentóse en el centro del
mismo cerca de la fogata próxima ya a consumarse, y siguió solo su improvisación, comenzando
con la siguiente estrofa: Ya Maroto está en el rolo/ y ahora voy a demostrar/ que si no hay a quien
tirar/ mi gallo se tira solo”36.
El comportamiento del sargento luego de su victoria poética, lejos de ser un caso excepcional, revela una práctica acostumbrada en algunas controversias insurgentes. Toribio Mestre se
refiere a ella como “el canto del vencedor”37. Una misma actitud fue mostrada por Juan Ruperto
Limendoux, después de vencer a sus múltiples oponentes en La Olayita. En los duelos entre repentistas, además de la agilidad mental, la resistencia física y psicológica para poder componer de pie
durante horas, se convertía en una virtud inestimable.
Existen algunas posibilidades para pensar que el poeta negro y mambí, recordado por Ramiro
Guerra, haya sido Lorenzo Maroto. En el Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador
de Cuba, se encuentra un combatiente con ese nombre, quien se unió el 10 de enero de 1896 al
regimiento de infantería de Antonio Maceo, específicamente a la primera brigada de la división
número uno, perteneciente al sexto Cuerpo38. Como muchos negros iletrados, que entraban a las
tropas con el grado de soldado, es probable que Maroto se ganara el nombramiento de sargento a
base de entrega y valentía. La ubicación geográfica de la controversia presenciada por Guerra y la
adscripción militar del combatiente registrado hacen más plausible esta hipótesis.
De ser así, Limendoux y Maroto representan dos casos diferentes de decimistas negros en el
ámbito de la Invasión: aquel que acompañó a las tropas invasoras y el que se unió a ellas, desde el
oeste de la Isla. Ambos tuvieron, en el marco del conflicto armado, la posibilidad de intercambiar,
desde el centro de las controversias o en las conversaciones privadas, sus experiencias como actores
discriminados y sus expectativas sobre una república con igualdad y justicia social. Se trata también
de poetas que, haciendo uso de un género poético musical de origen español, resultaron vencedores
en sus controversias, ante compañeros de lucha muchas veces pertenecientes a otro bando racial.
3. Las décimas cantadas y rescatadas desde arriba: las mediaciones de los oficiales
Pero, ¿se constriñó el uso de las décimas en los campamentos insurgentes a la actuación de los
soldados, sargentos y alférez? ¿Acaso los oficiales quedaron relegados al papel de espectadores
34 Ramiro Guerra, Por las veredas, 120.
35 Ramiro Guerra, Por las veredas, 121.
36 Ramiro Guerra, Por las veredas, 120.
37 René Batista Moreno, Limendoux, 27.
38 Carlos Roloff, Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba (La Habana: Imprenta Rambla y
Bouza, 1901), 601.
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durante las justas poéticas? El capitán Manuel Piedra Martel registró en su diario los detalles de
una canturía llevada a cabo el 29 de noviembre de 1895, en el campamento Lázaro López, los
cuales arrojan una importante información para contestar las preguntas iniciales de este apartado.
Acampaban allí el cuartel general de Máximo Gómez, principal líder del Ejército Libertador, las
tropas del general Serafín Sánchez, “que comandaba el departamento militar de Las Villas”, y
Antonio Maceo, segundo líder de la Invasión, además de encontrarse presente Carlos Roloff, que
se desempeñaba como Secretario de la Guerra39.
Recuerda Piedra Martel que sostuvo un intercambio poético con uno de “los soldados orientales y los camagüeyanos y villareños” que esa noche “fraternizaron entre sí completamente”40.
Apuntó: “llegué a un grupo donde se cantaba al son de la bandurria. Uno de los cantores me invitó
a que improvisáramos a porfía”41. Según el oficial mambí, el contrincante debía darle el tema, por
lo que “cantó primero y dijo”: “Levántate vida mía,/ que ya entre nubes de rosa,/ vierte claridad
hermosa/ el nítido albor del día./ Todo es luz y poesía,/ todo es encanto y belleza;/ el zorzal en la
maleza/ extiende sus pardas alas,/ y anuncia sus ricas alas/ la feraz naturaleza”. Por su parte, Piedra
respondió con la siguiente espinela: “Levántate, vida mía,/ que ya el cielo se decora/ con las galas
de la aurora,/ anunciando el nuevo día./ Ya adornan la serranía/ de Febo los resplandores;/ coros
de alados cantores/ se escuchan en el boscaje,/ y del fondo del follaje/ alzan sus tallos las flores”42.
Y así prosiguió la controversia con otras estrofas, esta vez con el tema de la mujer. Mientras
que el oponente se refirió a la “bella indiana” que gozaría del sol que “brinda el Camaguey”,
Piedra Martel ripostó exaltando a la “bellísima trigueña” que pasearía en su “piragua por la
corriente del Sagua en claras noches de luna”43. Hasta el momento, ¿qué nos aporta este testimonio? En primer lugar, revela cuestiones importantes sobre las dinámicas internas del combate
poético. Al parecer, quien invitaba al duelo comenzaba cantando e imponía el tema, el cual
podía ir variando en cada ronda de décimas. En ambas ocasiones se puede observar la existencia
de pies forzados diferentes: en tanto que en la primera ronda se expone el “inicial simple”, en la
segunda se acude al “pie inicial sintagmático”44.
En el ámbito musical, se destaca el uso de la bandurria como instrumento acompañante del punto
cubano, y no del tiple o la guitarra, como había ocurrido en los casos anteriores. Asimismo, el texto
improvisado se convierte en un importante indicio para determinar la procedencia geográfica del contrincante de Martel, quien era seguramente camagüeyano. La escena de fraternidad regional expuesta
por el oficial mambí no debe llevar a romantizar el asunto. A pesar de estos momentos de amistad sincera, es posible que circularan en la esfera pública mambisa cientos de décimas en las que se mostraban
las múltiples contradicciones regionalistas y racistas, que reflejaban otra realidad de la guerra y la cohesión de los altos oficiales. En algunas ocasiones, las muestras poéticas de estas divergencias formaron
parte de un discurso silenciado que pocas veces sobrevivió en diarios y cancioneros, en los cuales se
intentó legitimar una imagen de igualdad y armonía, por el bien de la nación.
39 Manuel Piedra Martel, Mis primeros 30 años (La Habana: Ciencias Sociales, 2001), 197.
40 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 198.
41 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 200.
42 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 200.
43 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 200-201.
44 Alexis Díaz-Pimienta, Teoría de la improvisación poética, 488-492.
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No es extraño entonces que, desde la Guerra de los Diez Años, algunos ejemplos de estas contradicciones versadas aparezcan en la literatura del enemigo. El oficial de voluntarios “á las órdenes del
general Martínez Campos en la primera campaña”, don Eugenio Antonio Flores, reprodujo en su libro
La guerra de Cuba. Apuntes para la historia una cuarteta contra el presidente de la República en Armas
del momento, Vicente García45. En la estrofa, la cual bien pudo ser glosada, como era costumbre en la
época, se exponía una fuerte crítica contra el general tunero: “solapado testarudo,/ vengativo en sentimiento;/ con cabellos melenudos/ y calvo de entendimiento”. Lo curioso de la cuarteta es que, lejos
de haber sido creada por un cantor español, fue, según precisa Flores, “copiada del original cogido al
enemigo, obra de un poeta manigüero”. No es éste el único ejemplo que reprodujo Flores de las composiciones poéticas secuestradas a los miembros del Ejército Libertador. También expuso otra obra
compuesta por el mismo poeta, sin precisar si se encontraba impresa o manuscrita, en la cual se criticaba la sedición de Santa Rita, llevada a cabo el 11 de mayo de 1877, muestra clave de las divisiones en
el mando de las fuerzas insurrectas. Su contenido satírico contra el mayor general José Miguel Barreto
y el teniente coronel Modesto Fonseca, entre otros participantes en la escisión de la unidad mambisa,
explica por qué Flores no se resistió al “deseo de reproducirla” en sus apuntes46.
El texto de Piedra Martel también permite arribar a algunas consideraciones sobre la estructuración de los momentos festivos en los grandes campamentos conformados por el paso de la Invasión. A
diferencia de la controversia sostenida en La Olayita, descrita por Toribio Mestre, donde toda la tropa
se reunía en torno a una interpretación, las jornadas de ocio llevadas a cabo en el campamento Lázaro
López evidencian la realización de actividades descentralizadas, aun cuando algunas tuvieran el mismo
género cultural como oferta de entretenimiento. “En la noche se oían por dondequiera sones de instrumento de cuerda y alegres cantos”, comentaba Piedra Martel al respecto, sin precisar si la conformación
de los grupos respondía a cuestiones raciales, regionales o preferencia artística47.
Es posible pensar que la centralidad de una controversia estuviera influida, en muchos casos,
por la organización protagónica de los líderes y la presencia de varios poetas reconocidos que
empujaran al público hacia un solo escenario. Por su parte, el establecimiento de pequeños grupos
a lo largo del campamento permitía una mayor oferta cultural, y con ella, la posibilidad de un
consumo mucho más crítico, ya que los combatientes podían elegir una actividad en relación con
sus preferencias. De la misma manera, este descentramiento propiciaba mayores posibilidades de
participación artística a aquellos soldados y oficiales que no formaban parte de la pléyade de decimistas. En los reducidos conjuntos, agrupados a la luz de las hogueras, el público ejercía menores
presiones escénicas, pero igual atención a los que, sin ser genios natos de la improvisación, podían
atreverse a entablar una controversia, contar alguna historia de la guerra, recitar décimas de la
contienda anterior o cantar algún famoso bolero. Manuel Piedra Martel describe que, antes de
llegar al grupo donde fue invitado a improvisar, había pasado al menos por otro conjunto de combatientes, donde “un soldado oriental entonaba con plañidera voz” la siguiente canción: “Purísima
deidad, virgen hermosa,/ tú eres ángel de virtud y de amor;/ cesa ya de mostrarte desdeñosa,/
aprendiendo a mi súplica el rigor”48.
45 Eugenio Antonio Flores, La guerra de Cuba (Apuntes para la historia) (Madrid: Tipografía de los Hijos M.G.
Hernández, 1895), 271.
46 Eugenio Antonio Flores, La guerra de Cuba, 271.
47 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 198.
48 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 198.
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También presenció el capitán mambí que “allá se cantaban décimas alusivas a la circunstancia,
compuestas durante la anterior contienda”, como la que copió a continuación: “Si me encuentro
en la trinchera/ que a lo lejos se divisa,/ y donde bate la brisa/ de mi patria la bandera;/ si el enemigo me espera,/ que nos ataque en el día/ y allá por la serranía/ oigo un ruido donde estoy/ me
preparo el alto doy/ y pienso en ti vida mía”. Asimismo, reprodujo tres décimas que, al parecer,
formaron parte de una composición donde se intentó glosar la famosa cuarteta: “anda hijo no
te tardes/ toma el machete y la lanza/ vete a pelear por tu tierra/ y pon en dios tu esperanza”.
Estas décimas, según refiere Piedra Martel, eran “alusivas a la circunstancia, compuestas durante la
campaña anterior”49. Pero, ¿tendría razón el oficial mambí? ¿De dónde procedían realmente estas
composiciones? ¿Es posible seguir sus rastros?
La primera estrofa transcrita fue fruto, al parecer, de la inspiración de otro oficial insurgente,
Ramón Roa, quien aprovechó la pasión popular por el género para conseguir determinados insumos durante la Guerra de los Diez Años50. En su libro A pie y descalzo de Trinidad a Cuba rememoró
Roa que, luego de una intensa caminata, logró que “los mozos conductores de la correspondencia”
le propiciaran un caballo fresco, “en cambio de una décima”51. En un momento de inspiración,
el oficial compuso seis estrofas que concluían con el verso: “Yo pienso en ti vida mía”52. El 29 de
noviembre de 1895, en el campamento Lázaro López, los combatientes cantaron, con algunas
deformaciones, una de esas espinelas, que reproducimos a continuación: “Cuando al pie de la trinchera/ desde lejos se divisa/ flameando a la fresca brisa/ de mi Cuba la bandera,/ si el enemigo se
espera/ que nos ataque ese día,/ los cubanos a porfía/ ponen el pecho a la guerra/ y al dar un ¡viva!
a mi tierra/ yo pienso en ti, vida mía”53.
No podemos saber cómo los soldados se aprendieron las décimas de Roa: ¿Se esparcieron
mediante los circuitos de transmisión oral? ¿Hubo lecturas en los campamentos del libro A pie
y descalzo de Trinidad a Cuba, el cual se había publicado en La Habana en 1890? Ambas vías son
posibles, pero además se debe destacar que las mismas estrofas aparecieron compiladas por Martí
en otro importante suceso editorial de Tregua Fecunda, Los poetas de la guerra, publicado en
Nueva York en 189354. En un breve prólogo a la composición, el intelectual habanero no sólo reconoció la autoría de Roa; también planteó la preferencia popular por la glosa, el efecto emotivo de
los versos y su supervivencia en la memoria revolucionaria:
“En la guerra, no hubo poesía más popular que las glosas. Muchas hay ya publicadas, y de
Ramón Roa son muchas de ellas. En ‘VIDA MÍA’, puso el alma de todo bravo peleador, que
dejaba atrás, é tenía lejos, una amiga querida: se la repite aún mucho de memoria, y aquí se
publica como se suele recitar”55.
49 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 198-199.
50 Manuel Piedra Martel, Mis primeros, 198.
51 Ramón Roa, A pie y descalzo de Trinidad a Cuba (La Habana: Establecimiento Tipográfico Calle de O’Reilly 9,
1890), 33.
52 Ramón Roa, A pie y descalzo, 33.
53 Ramón Roa, A pie y descalzo, 35.
54 Véase: José Martí, Los poetas de la guerra (Nueva York: Imprenta América, 1893), 99-102.
55 José Martí, Los poetas de la guerra, 99.
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Martí no fue el único dirigente en interesarse por la memoria poética de la manigua. Años
más tarde, en plena Guerra del 95, el general Fermín Valdés Domínguez, su amigo y compañero
de estudios de la infancia y la adolescencia, también rescató en su diario de campaña décimas
contadas por poetas iletrados. Cuenta Valdés Domínguez que el 11 de marzo de 1896, mientras
sus tropas se encontraban acampadas en Monte Oscuro, provincia de Camagüey, fue a visitar a
un “viejo mambí de la loma”, llamado Amelio, pero al que conocían como Eusebio Grano de Oro.
Durante la reunión, el veterano no sólo le ofreció ajiaco al general, sino que además le comenzó a
recitar espinelas sobre diferentes acontecimientos de las gestas independentistas.
Por suerte, el oficial del Ejército Libertador no se limitó a escuchar al viejo poeta de la Guerra
Grande. Además de registrar el encuentro en uno de los cuadernillos que dieron vida a su Diario de
soldado, le rogó a Pinto, su ayudante, que copiara las estrofas que Grano de Oro decía. La escena,
poco disfrutada por el copista, fue descrita por Valdés Domínguez de la siguiente manera: “[…] y
el viejo las dictaba muy serio y Pinto se sonreía, y me demostraba su disgusto al escribir tan malos
versos: ahí te van para que te rías del númen de mi vate manigüero. Y conste que entre la gente del
monte, tiene nombre el Grano de Oro mentado”56.
Gracias al proceso de copiado, las estrofas compuestas y aprendidas por Grano de Oro sobrevivieron en el tiempo, en la letra manuscrita y privada de un diario, primero, para luego multiplicarse
de forma impresa, tras la publicación de las memorias de Valdés Domínguez. Las primeras décimas
que el campesino recitó eran “frescas”, se referían a sucesos de la Guerra del 95, por lo que apenas
tenían un año de ser creadas. Ejemplo de ello fueron dos espinelas en las que se destaca el papel
desempeñado por la división Bayamesa en Media Luna. Otras dos obras, tituladas Que viva la independencia y A un guerrillero ¿Dónde tú te meterás?, pertenecen a la Guerra de los Diez Años. En
la memoria del testigo, la espinela parece cumplir dos funciones en relación con los dos procesos
bélicos: como recuerdo de los acontecimientos pretéritos y como opinión pública inmediata.
Cabe precisar que los altos oficiales no sólo mediaron las controversias mambisas a partir de
su participación como poetas o rescatadores del patrimonio independentista. En algunas ocasiones, los líderes militares fungieron como jueces de las improvisaciones imponiendo las reglas del
torneo o promoviendo los temas por versar. Al menos en las canturías descritas por el combatiente
Toribio Mestre, los oficiales de mayor rango de las tropas reunidas en el campamento controlaron y organizaron los certámenes. Estas mediaciones pueden verse sobre todo en la actuación
de Quintín Bandera, quien en ambas controversias dividió y repartió los poetas en bandos. En
algunos casos, el general oriental llegó a ejercer una presión directa y violenta frente al desafío de
algún subalterno. Cuenta Mestre que en la controversia celebrada en La Olayita, hasta la madrugada del 28 de febrero de 1896, Bandera quiso conformar dos equipos de cinco poetas, pero como
sólo había nueve, el decimista negro Juan Ruperto Limendoux propuso competir contra ambos
bandos. El general, quien era de pocas bromas, entonces le dijo: “Tú vas a cantar, pero tienes que
ganar, porque si no te corto la cabeza”57.
Visto desde una perspectiva racial, este testimonio también pone de manifiesto cómo la guerra
creó relaciones particulares de poder para que oficiales negros y mulatos, que habían llegado a obtener
altos grados de mando, intervinieran y regularan un género poético-musical atribuido a campesinos
56 Fermín Valdés Domínguez, Diario de soldado, t. 1 (La Habana: Universidad de La Habana, 1972), 208.
57 René Batista Moreno, Limendoux, 27.
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Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)
Jaddiel Díaz Frene
blancos. Y más allá de esto, practicado cotidianamente por oficiales letrados que, debido a su posición
social, fuera de las filas insurrectas difícilmente hubieran tenido que seguir las reglas impuestas en el
ámbito poético por superiores que, en variadas ocasiones, descendían de esclavos y negros libres.
Experiencias similares, con diferente grado de mediación, pudieron vivirse en otros campamentos dirigidos por oficiales de color que se sintieron motivados a exhortar las prácticas festivas
para el disfrute propio y el de su tropa. Ismael Sarmiento demostró, con una detallada información,
el incentivo del general José Maceo de celebrar las fiestas y los bailes en su campamento, así como
su interés por preservar la banda de música de su Estado Mayor. Por ejemplo, el doctor Benigno
Souza, en su Ensayo histórico sobre la invasión, afirma que su “excelente memoria conserva alguna
de las décimas” que oyó “cantar en el vivac de Mi Rosa a los rudos infantes de los Ducasse durante
aquel memorable vivac del 10 de enero de 1896”58. Y como muestra de su experiencia, transcribió
una famosa espinela en la que, entre otras cuestiones, el general oriental Antonio Maceo le ordenaba al militar español Arsenio Martínez Campos que se retirara a la capital.
Consideraciones finales
Las valoraciones expuestas ponen de manifiesto la riqueza de la décima, en su variante musical, para
acceder a un sistema complejo de prácticas en el que se visualizan las batallas cotidianas por la memoria. En este sentido, los usos sociales de la estrofa revelan un lado poco explorado de la guerra: su
capacidad para producir espacios de opinión alejados de la censura española, y, por tanto, su impacto
en el orden de la esfera pública colonial. En el marco de los campamentos insurgentes, el placer
provocado por la música y la poesía permite desentrañar emociones diversas como el olvido de los
rigores del conflicto, así como la superación del miedo al entrar en combate. Procesos como la Invasión a Occidente incidieron en la circulación de las décimas y las tonadas a lo largo de la Isla, al mismo
tiempo que permitieron controversias multitudinarias entre poetas de diferentes zonas geográficas.
Las huellas que las canturías insurgentes dejaron en la memoria escrita permiten acceder a una
multiplicidad de voces independentistas en las que las preferencias por el género poético musical
no se constriñen a campesinos blancos de ascendencia española. Todo lo contrario, individuos
de diversa pertenencia racial dominaron el arte de la improvisación para expresarse sobre la vida
política del país, ganar el respeto de sus compañeros y, en ocasiones, convertirse en líderes de opinión. En los casos trabajados, las temáticas de las décimas conducen a una relación compleja con el
tiempo. Por un lado, pueden narrar acontecimientos recientes, adelantándose incluso a cualquier
medio de comunicación impreso, pero también evidencian rituales de rememoración de determinados sucesos de la Guerra de los Diez Años.
La eficiencia de estas prácticas y de estos espacios cotidianos y discursos patrióticos en la
memoria política de los iletrados no puede ser entendida si se despojan de su musicalidad. Las
notas de punto cubano permiten a los improvisadores construir con eficiencia la métrica octosilábica, al mismo tiempo que funcionan como estrategia nemotécnica, a tal punto que muchos
campesinos deben cantar para recordar de forma íntegra las viejas composiciones. En estos códigos acústicos, muchas veces obviados por los historiadores, se tejen lazos de pertenencia nacional
e identidad política que trascienden los acostumbrados senderos de la imagen y la palabra.
58 Benigno Souza, Ensayo Histórico de la Invasión (La Habana: Imprenta del Ejército, 1948), 176.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 19-36 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.02
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❧
Jaddiel Díaz Frene
Estudiante doctoral de El Colegio de México. Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana
(Cuba) y Magíster en Historia por El Colegio de México. Entre sus publicaciones se encuentran: “Familia, campesinado y fotografía en Cuba: un acercamiento a la historia de la familia Naite”, Cuicuilco 20:
57 (2013): 93-114, y “Los campesinos sólo mueren cuando olvidan: décimas mambisas en el imaginario
de la Sierra del Rosario”, en Cuba etnográfica (La Habana: Fundación Fernando Ortiz, 2012), 229-253.
[email protected]
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira
(São Paulo, 1920-1950)❧
Maria Izilda Santos de Matos
Pontificia Universidad Católica de São Paulo (Brasil)
Elton Bruno Ferreira
Pontificia Universidad Católica de São Paulo (Brasil)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.03
Artículo recibido: 10 de septiembre de 2014 · Aprobado: 30 de enero de 2015 · Modificado: 23 de febrero de 2015
Resumen: Este artículo, insertado en la perspectiva de la historia cultural y la historia de la música, se centra
en la trayectoria de un gestor cultural, Cornélio Pires, un personaje que trató de preservar la cultura pueblerina
extendiéndola a través de publicaciones, registros sonoros/grabaciones, producciones de espectáculos
(escenificaciones y música, presentando violeros y bandas) y haciendo posible su divulgación en la radio.
En contraste a las transformaciones urbanas vividas en la ciudad de São Paulo, emergen representaciones
del campo y de la vida en el interior, lo que constituye diferentes corrientes que después valoran el hombre
paleto/campesino, y luego lo critican. Es desde este contexto que se ha tratado de rastrear la trayectoria,
actuación y producción de Cornélio Pires.
Palabras clave: Cornélio Pires, paleto/campesino, música, Brasil.
Between Histories and Songs: Cornelio Pires and Campesino Culture (São Paulo,
1920-1950)
Abstract: This article, inserted in the perspective of cultural history and the history of music, is focused on
the trajectory of the public figure of a cultural promoter, Cornélio Pires, who tried to preserve the culture of
village life, extending it through publications, sound recordings, and show productions (staging and music,
presenting violeros and bands), and making its dissemination possible through radio broadcasts. In contrast
to the urban transformations experienced in the city of São Paulo, representations of the countryside and life
in the interior emerge that constitute different currents which express esteem for the paleto or campesino man
and then criticize him. It is in this context that the article traces the trajectory, performance, and production
of Cornélio Pires.
Keywords: Cornélio Pires, paleto/campesino, music, Brazil.
Entre histórias e canções: Cornélio Pires e a cultura do caipira (São Paulo, 1920-1950)
Resumo: Este artigo, inserido na perspectiva da história cultural e da história da música, centra-se na trajetória
de um gestor cultural, Cornélio Pires, um personagem que tentou preservar a cultura caipira difundindo-a
por meio de publicações, registros sonoros/gravações, produções de espetáculos (encenações e música,
apresentando violeiros e bandas) e fazendo possível sua divulgação na rádio. Em contraste às transformações
urbanas vividas na cidade de São Paulo, emergem representações do campo e da vida no interior, o que
constitui diferentes correntes que depois valorizam o homem caipira/do campo e logo o criticam. É a partir
desse contexto que se tentou rastrear a trajetória, atuação e produção de Cornélio Pires.
Palavras-chave: Cornélio Pires, caipira/do campo, música, Brasil.
❧ Este artículo es resultado de una investigación adelantada en el programa de Historia de la Pontifícia Universi-
dade Católica de São Paulo (PUC-SP), en las líneas de investigación: “Cultura y representación” y “Cultura y
ciudad”. Esta investigación no contó con financiación.
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950)
Maria Izilda Santos de Matos | Elton Bruno Ferreira
Introdução
“Meio escritor, meio ator, meio animador; generoso, combativo, empreendedor, simpático — a sua maior obra foi a ação nos palcos nas palestras
na literatura falada que perde bastante quando é lida. Como os oradores,
como certo tipo de poetas, como os repentistas e os velhos glosadores de
mote, a dele foi uma literatura de ação e comunhão, feita para o calor do
momento e a comunicação direta, eletrizante, com o público”1.
E
ste artigo, inserido dentro das perspectivas da história cultural e história e música2, focaliza a trajetória de um agente cultural —Cornélio Pires—, cujas ações procuraram preservar a cultura caipira
difundindo-a por meio de publicações, registros sonoros/gravações, montagens de espetáculos (encenações e música, apresentando violeiros e grupos musicais) e viabilizando sua divulgação pelo rádio.
Para tanto, inicia-se recuperando as intensas transformações urbanas na cidade de São Paulo e os
processos de estranhamentos ante a aceleração das mudanças; em contraposição, observa-se a emergência das representações idílicas do campo associadas com as formas de vida consideradas naturais,
simples e vinculadas com a presença urbana de muitos migrantes dos interiores. Segue-se o questionamento sobre a presença dos estrangeiros e o caldeamento cultural na cidade, o que gera polêmicas
que envolveram diferentes setores intelectuais, que questionaram as raízes da nação e do seu povo, e
constituem vertentes que valorizaram o homem interiorano (sertanejo, caipira)3. Por fim, integrado a
esse contexto, buscou-se rastrear a trajetória, atuação e problematizar a produção de Cornélio Pires.
1. São Paulo: entre o campo e a cidade
Em 1863, a ferrovia Santos-Jundiaí conectou a cidade de São Paulo ao porto exportador-Santos
e ao interior do Estado; os trilhos não só transportavam rápida e eficientemente o café, também
traziam de várias partes do mundo toda uma gama de produtos, influências e pessoas, o que gerou
1 Antonio Candido, Prefácio a Cornélio Pires: criação e riso, de Macedo Dantas (São Paulo: Duas Cidades, 1976), 11-12.
2 A abordagem — história e música, ou seja, antes de uma história da música, subentende dar historicidade ao
acontecimento musical, fugindo de uma história da música linear e até progressista, para discutir as tensões entre vários aspectos: o artista, sua formação, obra e produção; estilos e movimentos musicais; circuitos culturais,
boêmios e de sociabilidade; o consumo das canções, recepção e gosto musical, como elementos constitutivos
de diversos momentos históricos e estratégicos na construção das subjetividades. Maria Izilda Santos de Matos,
A cidade, a noite e o cronista: São Paulo de Adoniran Barbosa (São Paulo: Edusc, 2008).
3 Este artigo entende o caipira como originário do interior, principalmente do Estado de São Paulo. Constituiu-se
historicamente em povoamentos dispersos praticando uma economia de subsistência. Construiu códigos de sociabilidade entre os seus, em que constavam sentimentos como de pertencimento, convivências, práticas de auxílio mútuo
e outras atividades, como as religiosas. Sua incorporação aos meios urbanos sofreu um processo de resistência, no
qual, muitas vezes marginalizado, não renunciou às suas tradições econômicas e sociais. Perdeu suas terras para grileiros e capangas, tornando-se agregado ou buscando outros sertões com a finalidade de recomeçar sua organização
material e cultural. Posteriormente, incorporou-se à vida nas cidades, porém, trabalhando como assalariado em
serviços físicos, como operário. Para conhecer mais, ver. Antônio Candido, Os parceiros do Rio Bonito: estudo sobre o
caipira paulista e a transformação dos seus meios de vida (São Paulo: Duas Cidades, 2001).
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 37-54 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.03
e dinamizou um “vetor modernizador”4. Nos inícios do século XX, a expansão urbana de São Paulo
esteve vinculada diretamente com os sucessos e/ou dificuldades da economia cafeeira, o que levou
à consolidação da cidade como centro econômico e político, mercado distribuidor e receptor de
produtos e serviços. As ações desencadeadas pela elite paulista, que promoviam a imigração em
proporções superiores às possibilidades de emprego no campo, favoreceram o crescimento da
população urbano, também implementado por levas de migrantes interioranos.
Em 1872, quando a cidade já sofria as consequências do surto cafeeiro, a população de São Paulo
totalizava 31.385 pessoas e elevou-se para 64.934 em 1890; ao passo que em 1900 já eram 239.820
moradores e, em 1920, chegou a 579.033 habitantes. O crescimento acelerado e o desenvolvimento
da indústria transformaram São Paulo; entre 1920 e 1940, a população atingiu 1.326.261 pessoas5, o
que constitui um mosaico diversificado de grupos étnicos e seus descendentes, que juntamente com
os deslocados do interior do Estado e de outras regiões do país, conviviam numa multiplicidade de
culturas, tradições e sotaques. A atração exercida pela cidade concentrou um significativo contingente
de trabalhadores; uns se dirigiam para o comércio, obras públicas, construção civil, serviços e indústria,
outros ficavam nas atividades por conta própria, o que gerou experiências múltiplas e diversificadas e
constituiu uma massa que excedia as necessidades do mercado e aviltava salários, mas também criava
possibilidades, mesmo que fossem atividades temporárias, ocupações casuais, improvisações, expedientes variados, muitas vezes eventuais, envoltos em incertezas, tensões e conflitos.
Sob a administração do Conselheiro Antônio Prado (1899-1910), do Barão Duprat (19111914), Washington Luís (1914-1919) e Firmiano Pinto (1920-1926), foram feitas intervenções
urbanas que aspiravam acompanhar os padrões europeus. Nas zonas Oeste e Sul (vetor sudoeste),
buscando áreas mais altas, a elite erguia seus palacetes e incorporava hábitos associados às noções
de civilização, luxo e elegância. No entanto, ao longo das ferrovias, nas áreas alagadiças dos rios
Tietê e Tamanduateí, estabeleceram-se bairros industriais e de operários, imigrantes e nacionais,
espaços carentes de planejamento e da atenção das autoridades.
Desde os finais dos anos de 1920 e nas subsequentes décadas de 1930 e 1940, intensificaram-se
a expansão urbana e a industrialização, num processo intenso de metropolização. As intervenções
orquestradas nas gestões de Fábio Prado (1935-1938) e Prestes Maia (1938-1945) remodelaram
a cidade por meio do denominado “Plano Avenidas”, assentado nos princípios de centralização,
expansionismo, verticalização e rodoviarismo6. Acentuava-se o potencial de expansão, contudo
passava-se ao largo de questões sociais, o que acirrava as contradições e gerava tensões num
processo marcado por desigualdade e heterogeneidade. A extensão das periferias superou a capacidade dos poderes públicos de prover a infraestrutura necessária e ampliou o déficit de habitação,
dificuldades com o transporte coletivo, iluminação, água, esgoto, asfalto, entre outras.
Nessa febre de crescimento, a cidade tornou-se um “perpétuo vir a ser”7, caracterizada por
ações de demolição-construção, o que gerou estranhamentos, questionamentos e sentimentos
de nostalgia. Produziam-se representações polares nas quais a cidade vinculava-se com a ideia
de empreendimentos, modernidade e progresso, sendo o campo associado com visões idílicas de
4 Norbert Elias, O processo civilizador (Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 1994).
5 Ministério da Agricultura, Indústria e Comércio, Recenseamento do Brasil, 1920, Synopse do Recenseamento (Rio de
Janeiro: Typ. da Estatística, 1926).
6 Richard M. Morse, Formação Histórica de São Paulo (São Paulo: Difel, 1970).
7 Jorge Americano, São Paulo nesse tempo (1915-35) (São Paulo: Melhoramentos, 1962).
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950)
Maria Izilda Santos de Matos | Elton Bruno Ferreira
uma vida natural, simples e pura. Contrastando, formulavam-se combinações negativas da cidade
como espaço do egoísmo, competitividade, perigo e ambição, enquanto o campo era identificado
como lócus do atraso, ignorância e rotina.
2. Estrangeiros e nacionais: Jecas e caboclos
No final do século XIX, a expansão cafeeira no Estado de São Paulo provocou uma ampla demanda
de braços, num momento já de crise do escravismo, e suscitou tensões em torno da questão do
trabalho. A elite paulista formulou um projeto, que, gradativamente, foi institucionalizado numa
política de imigração subsidiada pelo Estado, em massa, contínua e familiar8.
Os proponentes idealizaram um imigrante laborioso, vigoroso, disciplinado, que representasse
o progresso e que reabilitasse o ato de trabalhar, acrescentando como benefício a possibilidade
de “caiar” o país. No correr do processo, se para alguns deslocados foi possível atribuir adjetivos como: “laboriosos”, “ordeiros” e “dedicados”; em outros casos, as características que melhor
os qualificaram foram: “lutadores”, “contestadores”, “inconformados com as injustiças sociais”,
representações que se ampliaram ante a atuação dos imigrantes nos movimentos operários e manifestações no campo e nas cidades. Particularmente, depois das greves de 1917-1919, difundiram-se
medidas que visavam ao controle, com ações de restrição às entradas e retirada dos considerados
“indesejáveis”, o que ampliou os conflitos étnicos, xenofobia e preconceitos.
Nos anos de 1920, constituiu-se um ambiente frutífero para a discussão do estatuto da nação
e da busca da nacionalidade, questões presentes no Movimento Modernista (1922), que, além de
uma manifestação artística e intelectual, foi também um movimento político, no sentido de contestação à situação vigente9. A questão do nacionalismo tornou-se um ponto emblemático para
a intelectualidade, que em diferentes perspectivas organizou-se em grupos para expressar suas
concepções anunciadas no Manifesto Pau-Brasil (1924) e Manifesto Antropofágico (1928), capitaneados por Oswald de Andrade10; em outra vertente, divulgou-se o Manifesto do Verde-amarelismo
(1929). Entre vários outros aspectos, problematizava-se a presença dos estrangeiros, denunciava-se o caldeamento cultural e os perigos da miscigenação acirrando as discussões11. Nesse quadro,
expandiu-se e institucionalizou-se eugenia, que foi identificada como símbolo de modernidade
cultural, expressão de cientificidade, vinculada com as noções de evolução, progresso e civilização, propostas convergentes com o imaginário das elites paulistas.
8 A partir de 1914, a política de subsídio à imigração declinou e foi finalmente encerada em 1927, durante o governo de Júlio Prestes. Iraci G. Salles, Trabalho, progresso e a sociedade Civili­zada (São Paulo: Hucitec, 1986).
9 Márcia Camargos, Semana de 22: entre vaias e aplausos (São Paulo: Boitempo, 2002); Marcos A. Gonçalves,
1922 — a Semana que não terminou (São Paulo: Companhia das Letras, 2012).
10 Defendia a assimilação do estrangeiro para fundi-lo à cultura nacional e buscava a produção de uma síntese
dialética que teria como objetivo resolver as questões de dependência cultural, formuladas tradicionalmente
por meio do binômio nacional versus cosmopolita.
11 Kátia Maria Abud, “O sangue intimorato e as nobilíssimas tradições: A construção de um símbolo paulista: o
bandeirante” (Dissertação Doutorado em História, Universidade de São Paulo, 1985); Antonio Celso Ferreira,
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Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 37-54 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.03
Os debates eugenistas não se limitaram aos círculos médicos, encontravam-se entre seus propagadores e seguidores políticos, juristas, intelectuais e higienistas12. A difusão desse ideário ocorreu
pela imprensa (Jornal do Comércio, O Estado de S. Paulo, Correio Brasiliense), por meio da publicação de livros, folhetos e artigos em revistas científicas (Boletim de Eugenia), além de conferências,
debates e campanhas, como as de luta contra o alcoolismo, doenças venéreas e tuberculose13.
Considerado o que melhor expressou os anseios dos eugenistas e principal mentor, Renato Kehl14
difundiu suas ideias que buscavam aprimorar a raça, eliminar elementos de degeneração, reabilitar
a saúde física, moral e intelectual do povo, e destacar, assim, a importância da luta pela regulamentação controle seletivo da imigração.
Monteiro Lobato se entusiasmou com a eugenia e trocou missivas com Renato Kehl, a quem
denominava de “D. Quixote científico”15; os contatos se intensificaram nos anos 1920, quando o
eugenista publicou A Esterilização sob o Ponto de Vista Eugênico (1921), mesmo período em que
Lobato caracterizaria o Jeca Tatu:
“Este funesto parasita da terra é o CABOCLO, espécie de homem baldio, seminômade, inadaptável à civilização, mas que vive à beira dela na penumbra das zonas fronteiriças. À medida que o
progresso vem chegando com a via férrea, o italiano, o arado, a valorização da propriedade, vai
ele refugindo em silêncio, com o seu cachorro, o seu pilão, a pica-pau e o isqueiro, de modo a
sempre conservar-se fronteiriço, mudo e sorna. Encoscorado numa rotina de pedra recua para
não adaptar-se”16.
Desse modo, reforçava as características negativas do Jeca (alheio à ideia de pátria, indolente,
apático, impenetrável à civilização), o que causava polêmica. Lobato reviu sua visão no artigo
“Jeca Tatu, a ressurreição”, incluído no livro Problema Vital (1924), prefaciado por Renato Kehl17.
Na busca pelas “raízes autênticas” da nação e de seu povo, em oposição às representações negativas do Jeca, diferentes vertentes identificaram o homem interiorano (sertanejo, caipira, caboclo)
12 Luzia Castaneda, “Da eugenia à genética: alcoolismo e hereditariedade nos trabalhos de Renato Kehl”, em Anais
do VI Seminário Nacional de História da Ciência e da Tecnologia. Rio de Janeiro, Sociedade Brasileira de História
da Ciência, 1997, 252-256; Pietra Stefania Diwan, “O espetáculo do feio: práticas discursivas e redes de poder
no eugenismo de Renato Khel 1917-37” (Dissertação Mestrado em História, Universidade de São Paulo, 2003);
Vera Regina Beltrão Marques, A medicalização da raça: médicos educadores e discursos eugênicos (Campinas:
Unicamp, 1994); Vanderlei Sebastião Souza, “A política biológica como projeto: a ‘eugenia negativa’ e a construção da nacionalidade na trajetória de Renato Kehl (1917-1932)” (Dissertação Mestrado em História, Casa de
Oswaldo Cruz, 2006).
13 Maria Izilda Santos de Matos, Ancora de emoções: corpos, subjetividades e sensibilidades (São Paulo: Edusc, 2005).
14 Nancy Leys Stepan, “A hora da eugenia”: raça, gênero e nação na América Latina (Rio de Janeiro: Editora Fiocruz, 2005); Vanderlei Sebastião Souza, “Em nome da raça: a propaganda eugênica e as ideias de Renato Kehl
nos anos 1910 e 1920”, Revista de História Regional 11: 2 (2006): 29-70.
15 Carta enviada a Renato Kehl, em 8 de julho de 1929, citado em: André Nigri, “Monteiro Lobato e o racismo”,
Revista Bravo! 165 (2011): 24-33.
16 Monteiro Lobato, Urupês (Rio de Janeiro: Globo, 2010), 161.
17 Destaca-se que, entre 1914 (quando da publicação da crônica Urupês, em O Estado de S. Paulo, depois em livro
em 1918) até 1947, as representações do homem do campo em Lobato buscavam apreender a trajetória e as
características do povo brasileiro. O autor percorreu várias posições, num esforço de atualização e pôde apreender as dificuldades de relativizar suas certezas. Marisa P. Lajolo, Monteiro Lobato: um brasileiro sob-medida
(São Paulo: Editora Moderna, 2000).
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950)
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como trabalhador, forte, inteligente, arguto, maleável, dócil, sentimental, afetivo e sincero, apesar
de intimidado no meio urbano. Entre os pensadores que assumiam a missão de refletir sobre a
nação, os verde-amarelistas18 propunham um nacionalismo afirmativo de crença no Brasil, criticavam a visão negativa sobre o sertão e o homem do interior19, denunciavam o artificialismo
das cidades, salientavam os males do cosmopolitismo, destacavam a comunhão do homem com a
natureza, valorizavam o sertanejo e o sertão como o lócus e símbolo da nacionalidade20.
Desde 1917, quando publicou o poema Juca Mulato21, Menotti Del Picchia apresentava um
caboclo “forte como a peroba e livre como o vento”, e identificava-o como elemento original e
integrador do nacional. Num cenário modernista, 1928 foi um ano emblemático, com as publicações de Retrato do Brasil, de Paulo Prado; Macunaíma, de Mário de Andrade; Cobra Norato, de
Raul Bopp, e Martim Cererê, de Cassiano Ricardo22. Este buscava as tradições populares e exaltava
suas potencialidades, bem como destacava a importância de transmitir os valores da nacionalidade. Como outros membros do grupo verde-amarelo, desenvolveu uma crítica sistemática ao
Jeca; em contraponto, valorizava o homem do interior23.
Nesse contexto polêmico, Cornélio Pires assumiu o papel de promotor, porta-voz da cultura
caipira, além das publicações (prosa e poesia) que coletou e organizou, também cuidou dos registros sonoros e gravações, além da montagem de espetáculos (encenações e música, apresentando
violeiros e grupos musicais), o que viabilizou a divulgação da cultura do interior pelo rádio.
3. Na metrópole: sonoridades e radiodifusão24
As cidades compreendem experiências urbanas multifacetadas, além de planos e plantas, construções de pedras e tijolos, ruas, avenidas, praças e múltiplas imagens, também se constituem
18 O “verde-amarelismo” foi inspirado nos regimes autoritários europeus e teve entre seus principais porta-vozes
Plínio Salgado, que posteriormente fundou o grupo Anta, pautado em concepções ultranacionalistas, e assumiu
essa bandeira ante a convicção da necessidade de difundir a consciência da nacionalidade, encontrando-se aí a
gênese das propostas da Ação Integralista Brasileira, criticando veementemente aos intelectuais que não faziam
a conexão entre o cultural e o político.
19 A lei norte-americana, de orientação eugênica, gerou considerável debate; no Brasil, coincidiu com a circulação, entre os intelectuais e cientistas, de uma eugenia negativa e racista de acordo com Nancy Leys Stepan, “A
hora da eugenia”, 78.
20 Mônica Pimenta Velloso, “O mito da originalidade brasileira: a trajetória intelectual de Cassiano Ricardo (dos
anos 20 ao Estado Novo)” (Dissertação Mestrado em Filosofia, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro,
1983); Tania Regina de Luca, Leituras, Projetos e (Re)vista(s) do Brasil: 1916-1944 (São Paulo: Unesp, 2011).
21 Menotti del Picchia, Juca Mulato (São Paulo: Casa Editora “O Livro”, 1921).
22 Cassiano Ricardo, Martim Cererê ou o Brasil dos Meninos, dos Poetas e dos Heróis (São Paulo: Editorial Helios,1928); Lúcia Lippi Oliveira, “Os italianos e os modernistas paulistas”, em XXVI Encontro Anual da ANPOCS. Pensamento Social no Brasil. Minas Gerais, Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Ciências
Sociais (ANPOCS), 2002.
23 Cassiano Ricardo, Borrões de Verde Amarelo (São Paulo: Editorial Helios, 1925); Lorenna Ribeiro Zem El-Dine,
“Raça, história e política em Alfredo Ellis Jr. e Cassiano Ricardo” (Dissertação Mestrado em História, Universidade Federal do Espírito Santo, 2010).
24 Utilizar-se-á o termo canção em lugar de música “num sentido lato, isto é, abrangendo principalmente a letra,
o universo que verbaliza cantando”. José de Souza Martins, “Música sertaneja: Dissimulação na linguagem dos
Humilhados”, em Capitalismo e Tradicionalismo: estudos sobre as contradições da sociedade agrária no Brasil (São
Paulo: Pioneira, 1975), 103-161.
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“paisagens sonoras”25, territórios marcados por polifonias e musicalidades peculiares e diferenciadas. No início do século XX, eram heterogêneos os territórios sonoros em São Paulo; no Bexiga
conviviam italianos e negros que constituíam grupos de choro e rodas de samba, também presentes nos Campos Elíseos e Barra Funda, onde os “negros da Glete” e “bambas da Barra Funda”
constituíram a mais antiga escola de samba paulista, a Camisa Verde e Branca.
Muitos imigrantes traziam na bagagem seus instrumentos musicais, alguns para uso
próprio, outros eram músicos e professores (violonistas espanhóis, guitarristas portugueses, acordeonistas italianos), os quais fundaram escolas e conservatórios, formaram bandas
(tocavam nas praças e coretos e ocasiões festivas), grupos musicais, além de participarem de
orquestras (Orquestra Municipal). Certos grupos se profissionalizaram e ganharam popularidade atuando em cinemas, teatros, cafés (café-concerto e café-cantante), salões de bailes e
também nas rádios26. Nas paisagens sonoras noturnas, entoadas pelas madrugadas, ecoavam
cantilenas e serenatas entoadas grupos boêmios e músicos. Com o crescimento da cidade, as
serestas se popularizaram; elas eram realizadas de modo improvisado e informal, pelas ruas
ou em casa de famílias, em dias festivos ou para homenagear a mulher amada. As canções
de serestas expressavam sensibilidades circulantes, versos majoritariamente românticos, nos
quais destacava-se a presença de músicos em pequenos conjuntos.
Na “Paulicéia desvairada”, a radiodifusão iniciou suas transmissões nos anos de 1920 e expandiu-se na década posterior. O rápido desenvolvimento do rádio, entre outros elementos, deveu-se
à agilidade, ao aperfeiçoamento técnico e ao barateamento progressivo do aparelho, que se tornou
objeto de consumo e tornou-se parte do ambiente familiar ao ocupar um espaço cada vez maior
na vida das pessoas, informando-as, divertindo-as e emocionando-as27. As emissoras adquiriram
um caráter comercial e voltado para o entretenimento, com programação variada e diária, o que
permitiu a contratação e a manutenção de empregados fixos, elenco de cantores, músicos, artistas,
e favoreceu, assim, a profissionalização do setor. A identificação do rádio como signo de modernidade e veículo de comunicação possibilitou o crescimento da divulgação de propaganda, com as
emissoras que se tornavam comerciais, acompanhada pela diversificação da programação: jornais,
novelas, transmissões esportivas, programas humorísticos, religiosos e musicais, que envolviam
cotidianamente a todos, transformando-se num veículo integrado a seu contexto histórico.
Na década de 1940, em São Paulo, totalizavam 12 emissoras; nos anos 1950 já eram 17, com destaque para a Record, líder de audiência. As rádios paulistas mantinham conexões com as do Rio de
Janeiro, particularmente, com a Rádio Nacional, o que dinamizava a circulação nacional de artistas
e sucessos, além de vincular uma produção de caráter regional, que visava mais diretamente ao
gosto local. No caso dos programas de humor e musicais, as diferenças regionais se fizeram presentes; os criadores buscavam conexões com os ouvintes priorizando suas preferências.
25 As paisagens sonoras se caracterizam por: sons fundamentais (criados pelos elementos da natureza —água,
ventos— e também pelas máquinas, que se tornam hábitos auditivos); sinais (sons destacados e ouvidos
conscientemente como sinos, apitos, sirenes, constituem-se em recursos de avisos acústicos, podendo
anunciar um acontecimento aprazível e/ou catastrófico) e marcas sonoras (sons únicos ou que possuam
determinadas qualidades, sendo significativo ou notado pelos habitantes do lugar). Murray Schafer, A afinação do mundo (São Paulo, Unesp, 2001).
26 José Geraldo Vinci de Moraes, Sonoridades paulistanas: a musica na cidade de São Paulo — final do século XIX ao
início do século XX (Rio de Janeiro: Funarte, 1997).
27 Maria Izilda Santos de Matos, A cidade, a noite e o cronista, 105.
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As emissoras divulgavam uma música que se diversificava rítmica e poeticamente, que acompanhava o mercado fonográfico. A programação paulistana incluía gêneros variados: o erudito e
o popular, a música nacional e estrangeira, samba, música nordestina, além das canções de diferentes colônias de imigrantes e seus descendentes (italiana, napolitana, portuguesa, espanhola,
argentina, francesa, norte-americana, alemã, russa).
“O rádio no Brasil abriu espaço para que gêneros e estilos regionais urbanos originários nas
camadas mais pobres se difundissem, para um quadro regional mais amplo, como ocorreu com
o samba, canções sertanejas e choros. Esse fato notável permitiu [...] a diversificação e o alargamento das possibilidades de escolha dos artistas e dos ouvintes, provavelmente ampliando e
desenvolvendo seu universo de escuta ao invés de regredi-lo”28.
Muitos homens do campo buscavam possibilidades migrando para São Paulo. Esse afastamento provocava nostalgia da terra, do falar, da culinária, das músicas e costumes. Visando atingir
esse público, expandiram-se os programas sertanejos. Bem cedo pela manhã e/ou ao cair da tarde,
eram momentos para a audição das músicas, violas e causos caipiras; eram vários os programas de
sucesso que contavam com artistas e apresentações de duplas caipiras29.
4. O campo na metrópole: entre causos e canções
O ano de 1920, Cornélio Pires já atuava na organização de espetáculos, nos quais apresentava anedotas, encenações e músicas com representações acaipiradas, mas foi a partir da década de 1930
que ele ampliou suas ações e constituiu-se num agente de divulgação da cultura caipira, empenhando-se em registrar seus elementos. O processo elétrico de gravação em discos foi difundido
no Brasil na década de 192030 e isso foi essencial para que Cornélio conseguisse os registros sonoros de causos e canções; contudo, enfrentou a resistência das gravadoras e só conseguiu efetivar
seu projeto com seus próprios recursos. A sua primeira produção foi um selo especial pela Columbia: a “Série Cornélio Pires” (1929), que incluía modas de viola, cururus e cateretês. Diante do
sucesso, a Columbia passou a apoiar a empreitada e continuou com a série lançando mais de 100
títulos. Para tanto, formou-se, a “Turma Caipira Cornélio Pires” que, graças ao êxito dos discos,
estimulou o interesse de outras gravadoras pelo estilo.
Nas gravações buscava-se recriar as narrativas mantendo o sotaque, a forma acaipirada de falar
e se expressar nos relatos dos causos, histórias de humor e também por meio das músicas. Nesse
conjunto de expressões, o caipira era caracterizado por uma visão de mundo singela, porém com
uma esperteza singular e, muitas vezes, humorística31.
28 José Geraldo Vinci de Moraes, “Rádio e música popular nos anos 30”, Revista de História 140 (1999): 76. DOI:
dx.doi.org/10.11606/issn.2316-9141.v0i140p75-93.
29 Paulo de Oliveira Freire, Eu nasci naquela serra: A história de Angelino de Oliveira, Raul Torres e Serrinha (São
Paulo: Paulicéia, 1996), 65.
30 Elton Bruno Ferreira, Sonoridades caipiras na cidade: a produção de Cornélio Pires (1929-1930) (Dissertação
Mestrado em História, Pontifícia Universidade Católica de São Paulo, 2013).
31 “Diferentemente da rusticidade quase grosseira das gravações mecânicas, as anedotas e canções cômicas gravadas pelo processo elétrico, recriaram com mais precisão a fala acaipirada, e mostraram o lado astuto, divertido e
simples do caipira paulista”. Camila Koshiba Gonçalves, Música em 78 rotações: “Discos a todos os preços” na São
Paulo dos anos 30 (Dissertação Mestrado em História, Universidade de São Paulo, 2006), 144.
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“Quem se mete a debochar o caipira quase sempre sai perdendo, pois ele com aquele seu jeitão
de bobo, é fino como ele só e traz sempre a resposta pronta na ponta da língua. Foi o que aconteceu a um chofer que me conduzia de Tietê a Porto Feliz. Numa subida íngreme alcançamos um
caipira que subia com o seu trole puxado por uma parelha de burro. Ao passarmos pelo caboclo,
o chofer quis debochá-lo gritando:
— Oh, como é que você, com dois burros ficou pra trás homem?
— Num vá esquece que os meu burro anda no vará do trole. O burro do tomóve anda na boleia”32.
Com o sucesso dos discos33, ampliaram-se os espetáculos e apareceram os programas de rádio,
nos quais se recriaram as temáticas que remetiam ao universo dos interiores, suas músicas, narrativas com histórias que buscavam enfatizar essas experiências. Constituiu-se um movimento
contínuo e de reforço mútuo, e a popularização dos programas radiofônicos auxiliou na divulgação
das gravações, além de contribuir para firmar o estilo. Também viu-se o número de apresentações
crescer, o que ampliou as perspectivas de difusão da cultura caipira. A propagação dessas sonoridades pelos programas de rádio possibilitou a reconstrução, apropriação e recriação da cultura dos
interiores na cidade34.
Não foram muitas as participações de Pires nas rádios; ele teve um programa diário às 18h30,
na Difusora35. Sua maior contribuição foi ter formatado (modelado) a estrutura desses programas
(que se mantém reproduzida até os dias de hoje), que contavam com narração de piadas e causos,
quadros humorísticos e de música sertaneja36. Outra contribuição de Cornélio foi a introdução no
mundo radiofônico de seu sobrinho, Ariovaldo Pires, que adotou o cognome de Capitão Furtado.
Num primeiro momento, Ariovaldo foi o responsável pelas mediações com a Columbia para viabilizar as gravações em discos; a partir dessa ocasião, manteve-se presente no universo da cultura
caipira tanto nos programas de rádio como nas composições de várias músicas. Em 1939, Capitão
Furtado lançou o “Arraial da Curva Torta”, que era transmitido a partir da apresentação ao vivo
no auditório da rádio Difusora, onde se buscava reproduzir o ambiente da roça. Nesse programa,
foram lançados vários artistas37.
“Durante os 12 anos em que ficou no ar, lançou artistas como Hebe Camargo, que fazia dupla
com sua irmã Estela (Rosalinda e Florisbela), o acordeonista ítalo-caipira Mário Zan, o sambista
32 Cornélio Pires, “Anedota gravada pelo Cornélio Pires”, em 20.001-A Rebatidas de caipiras (trecho) (São Paulo:
Columbia, 1929), [disco 78 rpm].
33 A produção de Cornélio Pires deve ser analisada e refletida enquanto possibilidade de rompimento da aura da
arte graças à reprodutibilidade técnica. Sendo a aura artística vinculada ao aqui e agora, as reproduções das narrativas caipiras ou dos programas de rádio possibilitaram que essa produção relacionada com a cultura caipira
não se limitasse a um único grupo de pessoas que participavam de sua produção. Desse modo, várias outras
pessoas puderam ter acesso a representações da cultura caipira e conhecê-las em razão da sua reprodutibilidade
técnica. Para saber mais sobre a aura da obra de arte, ver: Walter Benjamin, A obra de arte na época da reprodutibilidade técnica (Porto Alegre: Zouk, 2012).
34 Sylvia Helena Telarolli de Almeida Leite, Chapéus de palha, panamás, plumas, cartolas. A caricatura na literatura
paulista, 1900-1920 (São Paulo: Unesp, 1996), 117.
35 Geni Rosa Duarte, “Múltiplas vozes no ar: o rádio em São Paulo nos anos 30 e 40” (Dissertação Doutorado em
História, Pontifícia Universidade Católica de São Paulo, 2000), 141.
36 Alceu Maynard Araújo, “Cornélio Pires: O bandeirante do folclore paulista”, em As estrambóticas aventuras de Joaquim Bentinho — O queima-campo, Cornélio Pires (São Paulo: Editora Ottoni, 2004), 10. Essa foi a interpretação
concebida por Alceu Maynard em torno da pouco mencionada participação de Cornélio na vida artística do rádio.
37 Marcos Marcondes e Biaggio Baccarin, Enciclopédia da música brasileira: sertaneja (São Paulo: Art Editora, 2000).
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Blecaute (pseudônimo dado pelo Capitão, inspirando-se no racionamento de energia elétrica,
durante a Guerra) e a dupla que alcançaria popularidade nunca antes experimentada por seus
congêneres, Tonico e Tinoco. Os caipirinhas pobres, recém-chegados do interior, arrancaram
190 segundos de aplausos —cronometrados— ao final de um concurso para a contratação de
violeiros para o ‛Arraial’, em 1943”38.
Rememorando a importância do “Arraial da Curva Torta”, Tonico e Tinoco deixaram em
depoimento a menção ao impulso dado à carreira da dupla depois da apresentação no programa,
quando eles conseguiram o primeiro contrato profissional como artistas; também destacavam a
ativa participação do auditório:
“Quando terminamos de cantar, o auditório todo se levantou: aplaudiram com lágrimas,
pedindo bis, pois cantávamos de modo diferente; com afinação, fino e bem alto. O cronômetro marcou 190 segundos. Todos os violeiros vieram nos abraçar, e nós, com um nó na
garganta, não conseguíamos falar. Vencer todas as duplas! Para nós foi um milagre, uma
bênção de Deus.
Foram duas festas: nesse dia, a Rádio Tupi comprara a Rádio Difusora e, assim, fomos contratados pelas Emissoras Associadas para o programa ‘Arraial da Curva Torta’, da Difusora, e para o
programa ‘Saudade’” 39.
Cabe ainda mencionar Sorocabinha, que participou das primeiras gravaçõesda “Turma
Caipira de Cornélio Pires”, e que, posteriormente (1936), também se tornou apresentador na
Difusora. Os discos eram amplamente utilizados nesses programas sertanejos40, em virtude do
número reduzido de artistas do gênero para apresentações ao vivo. Desse modo, as gravações de
Cornélio tornaram-se a base da programação e estrategicamente contribuíram para a popularização do estilo. Portanto, estabelecia-se uma dinâmica de interdependência entre rádio e disco;
se o rádio necessitava da reprodução sonora, a divulgação radiofônica era um meio de propagandear os discos comercializados. “O êxito da série caipira de Cornélio pela Columbia, bem
como de algumas duplas, estimulou o interesse das gravadoras concorrentes. Por isso, a RCA
Victor criou a Turma Caipira da Victor, convidando Manoel Rodrigues Lourenço, o Mandi, para
organizá-la [...]”41. Todo o conjunto das ações de Cornélio, seus escritos, espetáculos, gravações
38 Rosa Nepomuceno, Música Caipira: da roça ao rodeio (São Paulo: Editora 34, 1999), 282.
39 Tonico e Tinoco, Tonico e Tinoco: da beira da tuia ao Teatro Municipal: a dupla coração do Brasil (São Paulo:
Ática, 1984), 40.
40 Ressalta-se que o termo sertanejo foi empregado nessas obras para destacar os programas de rádio e músicas que
tinham inspiração caipira. Em contraposição, faz-se necessário refletir: “[...] é esse hoje o panorama da música
rural ou caipira, uma espécie de área cinzenta, obscura, para onde convergiam os modismos abjurados pela
evolução musical urbana, e tudo rotulado como música sertaneja, numa confusão inextricável de classificações
genéricas e aglutinações específicas”. José Geraldo Vinci de Moraes, Sinfonia na Metrópole: História, cultura e
música popular na São Paulo (anos 30) (São Paulo: Fapesp, 2000), 243.
41 J. L. Ferrete, Capitão Furtado: viola caipira ou sertaneja? (Rio de Janeiro: Funarte, 1985), 72.
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(concretização de um mercado fonográfico para o estilo)42, atuações nas rádios e criação de um
formato de apresentação foi fundamental para possibilitar a circularidade de práticas culturais:
“A produção do autor é bastante ampla, incluindo, a par das constantes contribuições em jornais
e revistas, diversas publicações em prosa e poesia, inúmeras tournées, com espetáculos nos quais
contavam anedotas e encenavam episódios de temas caipiras, entoando-se cantigas típicas, com
a apresentação de violeiros e grupos musicais”43.
O conhecimento adquirido por Cornélio se constituiu pelas suas andanças e vivências. Ele
nasceu em Tietê, no interior de São Paulo. Desde a infância, encontrava arraigado a essa cultura,
ele “registrava hábitos, costumes, crenças, casos, lendas e a linguagem do interiorano”44, principalmente, da sua região natal. As temáticas abordadas, os contatos com músicos e cantantes
vinculavam-se a essa inserção, o que o levou aos integrantes da “Turma Caipira Cornélio Pires”,
em sua maior parte também do interior, alguns tinham sido trabalhadores na lavoura (Mariano,
Caçula e Ferrinho), cortadores de cana (Bastiãozinho) e artesãos rurais (Arlindo Santana)45.
A matriz cultural de Cornélio remetia aos “causos”, histórias contadas em rodas de conversas
com a presença de músicas cantadas ao som da viola; ele se apropriou dessas experiências nas suas
gravações, canções, sonoridades, interpretações e formas de falar. Nesse conjunto, o caipira assumiu a figura de protagonista central e foi recriado de forma ambígua, ora como ingênuo, autêntico,
sábio, ora como astuto, mentiroso, hábil no trato com o outro.
5. Na Pauliceia tornou-se o “Bandeirante do folclore paulista”
Cornélio Pires foi denominado pelo folclorista Alceu Maynard Araújo de “Bandeirante do folclore paulista”. Nascido em território caipira (Tietê,13 de julho de 1884), desde o seu batizado
esteve envolto em causos. Contava ele que o padre que realizou a cerimônia era surdo e teria confundido e trocado seu nome, de Rogério para Cornélio, cabendo levantar a hipótese de que ele
tenha reconstruído o ocorrido forçando seus aspectos curiosos:
“Nascido antes do tempo e batizado com nome trocado. E foi Cornélio quem nos contou: ‘meu
nome tem sua história. Uma de minhas tias maternas andava de namoro com um parente chamado Rogério Daun. E foi ela que me levou à pia batismal. Ao me batizar, o padre Gaudêncio de
Campos, que era nosso parente, e nessa época já velho e surdo, pergunta: ‘— Como se chama o
42 “Os discos saíram em maio de 1929, com 9 números de humorismo, interpretados pelo próprio Cornélio Pires, e
mais três danças paulistas, um samba paulista, um desafio e intercalados uma cana-verde e um cururu (pela turma
Caipira Cornélio Pires). Já no segundo Suplemento, de 5 discos, foi que a dupla Mariano e Caçula, da TURMA CAIPIRA CORNÉLIO PIRES gravou e lançou em outubro de 1929 a primeira MODA-DE-VIOLA, gravada no Brasil:
‘Jorginho do Sertão’. [...] Cornélio e sua ‘Turma Caipira’ viajaram por vários municípios do interior de São Paulo.
Fizeram apresentações na Capital, sempre com muito sucesso e tinham de repetir as apresentações, a pedido do público. [...] Gravou 104 músicas em 52 discos de 78 rotações, de 1929 a 1930. Esses discos, além de músicas da Turma
Caipira Cornélio Pires, traziam música com Raul torres, com o pseudônimo de Bico Doce e de Paraguassu, com o
pseudônimo de Maracajá, e também de outros artistas, que gravaram na ‘Série Cornélio Pires’ — discos de SELO
VERMELHO, que só Cornélio podia vender”. Israel Lopes, “Cornélio Pires: Um pouco de sua vida e de sua obra”,
em Conversas ao pé-do-fogo, Cornélio Pires (São Paulo: Ottoni, 2002), 13-14.
43 Sylvia Helena Telarolli de Almeida Leite, Chapéus de palha, 117.
44 Sylvia Helena Telarolli de Almeida Leite, Chapéus de palha, 120.
45 J. L. Ferrete, Capitão Furtado, 70.
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inocente?’ Respondeu minha tia: ‘— Rogério’. E o padre: ‘— Eu te batizo Cornélio...’ Teve que
ficar Cornélio... para surdo não há muita diferença entre Rogério e Cornélio [...]”46.
Numa afirmação nacionalista, Cornélio declarava nas entrevistas ser descendente de caciques
ao se colocar como personagem de suas próprias histórias e como a representação do brasileiro
com raízes indígenas, como alguns dos seus caipiras:
“Como sabe, nasci na roça. Ainda garoto, amanhecia nos fandangos assistindo a cururus e cateretês. Gostava imenso dessas danças e atribuo isso a uma questão de atavismo. Atavismo?! Ou coisa
parecida. O cururu e o cateretê são de origem indígena e é bem possível que já fossem dançados
pelos meus décimo terceiro e décimo quarto avós, isto é, por Piquerobi e Tibiriçá.
— Você está duvidando, hein? Pois embora isso pareça uma boa mentira, a verdade é que descendo daqueles dois caciques. Já estudei muito bem o caso e cheguei a essa conclusão. Ainda lhe
mostrarei a minha árvore genealógica que, aliás, é uma verdadeira complicação internacional.
Enrola o cigarro, acende-o, tira uma baforada e continua:
— Uma complicação tremenda, que eu mesmo ainda não pude entender. Engraçado é que o sangue
português que tenho nas veias, pois descendo de Antônio Rodrigues e João Ramalho que, dizem por
aí, naufragaram em 1502 e deram à costa de São Vicente — sempre me atraiu, também, para os viras
e os fados. Por seu turno, o galho castelhano me deixou inclinação especial para os trocadilhos [...]” 47.
No começo dos novecentos, Cornélio se mudou para São Paulo e ficou hospedado com a sua
tia Belisária, proprietária de pensão na cidade. O jovem ambicionava cursar a Faculdade de Farmácia; sem sucesso em seu intento, empregou-se no jornal O Comércio de São Paulo e também
atuou como revisor em O Estado de S. Paulo e no periódico O Pirralho, em 1914. Foi nessa época
que principiaram seus trabalhos de escritor, em que dedicava ao estudo e à divulgação da cultura
dos interiores. Em 1910, publicou Musa Caipira, sua primeira coletânea de poesias, com destaque
para soneto Ideal caboclo:
“Ai, seu moço, eu só quiria/P’ra minha filicidade
Um bão fandango por dia,/E um pala de qualidade.
Porva espingarda e cutia/Um facão fala verdade,
E u’a viola de harmonia/ P’ra chorá minha sodade.
Um rancho na bêra d’água/ Vara de anzó, pôca mángua,
Pinga boa e bão café.../Fumo forte de sobejo,
P’ra compretá meu desejo,/Cavalo bão — e muié [...]”48.
Cornélio contava ter escrito o livro escondido no banheiro da pensão, por medo de ser ridicularizado e também pela falta de espaço, pois como os quartos eram ocupados por pensionistas, ele
dormia no corredor:
“Certa vez, minha tia, dona Belisária Ribeiro, viúva do grande filólogo Júlio Ribeiro, resolveu
trazer-me para São Paulo, a ver se conseguia fazer-me estudar. Mas a veia poética não me deixava
46 Alceu Maynard Araújo, “Cornélio Pires: O bandeirante do folclore”, 6.
47 “Entrevista concedida por Cornélio Pires a Silveira Peixoto”, Revista Vamos Ler!, Rio de Janeiro, 29 de junho,
1939, 48 a 52, encontrado em Cornélio Pires, Patacoadas (São Paulo: Ottoni, 2002), 8.
48 Cornélio Pires, “Ideal de caboclo”, em Quem conta um conto... (Itu-São Pablo: Editora Ottoni, 2002), 8.
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[...] tia Belisária tinha uma casa de pensão, à rua da Quitanda, n. 11 e aí sustentava uma ninhada
de sobrinhos, pobres como ela e que queriam estudar. E como os quartos fossem ocupados pelos
pensionistas que pagavam, nós, a bem dizer, morávamos no corredor, onde, todas as noites, enfileirávamos nossas camas. Para escrever —temendo ser ridicularizado— fechava-me no banheiro”49.
Nesse mesmo momento, apresentou no Colégio Mackenzie um espetáculo que reunia catireiros, cururueiros e duplas de cantadores do interior. Tanto nas apresentações e discos como nos
seus livros50, Pires se propunha a divulgar a cultura cabocla. Em 1939, avaliava ter vendido cerca de
um milhão de exemplares e apontava que os editores praticavam os “milagres da multiplicação”,
aludindo à possibilidade de esse número ser muito superior. Afirmava que o sucesso de vendagem
das suas obras se devia à forma como escrevia —para os “não letrados”, com o uso de linguagem
simples e capítulos curtos.
Nas entrevistas e apresentações, Cornélio, com o seu cigarro de palha em punho, recriava
personagens que contavam causos, era um artifício para garantir autenticidade e identificação
com o caipira. Também usava da mesma estratégia para se expressar nos textos e escritos,
que visavam transmitir para os moradores da cidade as representações contrastivas de outra
cultura, que também era:
“possível vê-las também na ‘reestruturação’ econômica e simbólica com que os migrantes do
campo adaptam seus saberes para viver na cidade e seu artesanato pra atrair o interesse dos consumidores urbanos, quando os operários reformulam sua cultura de trabalho frente às novas
tecnologias de produção sem abandonar crenças antigas, e quando os movimentos populares
inserem suas reivindicações no rádio e na televisão”51.
Exemplar era Joaquim Bentinho, personagem central de duas das suas obras: As estrambóticas aventuras do Joaquim Bentinho (1924) e A continuação das estrambóticas aventuras do Joaquim
Bentinho (1929), representado ao longo da história como um contador de causos, criados pela
imaginação do autor sedimentada nas suas vivências e andanças pelos interiores: “Baixinho, miudinho, desnalgado, perninhas finas e canelas luzidias, brilhantes aos reflexos do fogo, ao pé do qual
nos reunimos todas as noites, O Joaquim Bentinho é um serelepe, espertinho e perereca [...]”52.
Nas diversas ocasiões que contava os causos, Cornélio incorporava como personagem Joaquim
Bentinho e reproduzia sua forma de falar, a estrutura da narrativa e o reforço do testemunho de
verdade, o que pode ser observado em o Queima campo, no qual relatava sobre a criação de abelhas:
49 “Entrevista concedida por Cornélio Pires a Silveira Peixoto”, 8.
50 Musa caipira (1910), O monturo (1911), Versos (1912), Tragédia cabocla (1914), Quem conta um conto (1916),
Cenas e paisagens da minha terra (1921), Conversas ao pé-do-fogo (1921), As estrambóticas aventuras do Joaquim
Bentinho (1924); Patacoadas, anedotas, simplicidade e astúcia de caipiras (com “algumas” de estrangeiros) (1926);
Seleta caipira (1926), Almanaque d’O Sacy (1927), Mixórdia, anedotas e caipiradas (1928), Meu Samburá — anedotas e caipiradas (1928), A continuação das estrambóticas aventuras do Joaquim Bentinho (1929), Tarrafadas
(1932), Sambas e cateretês (1932), Só rindo (1934), Tá no bocó [...] anedotas colhidas escolhidas catadas e adaptadas, variedades e curiosidades (1934), Quem conta um conto [...] e outros contos (1934), Coisa d’outro mundo
(capa assinada por Belmonte, 1944), Enciclopédia de Anedotas e Curiosidades (1945).
51 Néstor García Canclini, Culturas Híbridas: estratégias para entrar e sair da modernidade (São Paulo: EDUSP,
2006), 18.
52 Cornelio Pires, As estrambóticas aventuras de Joaquim Bentinho – O queima-campo (São Paulo: Editora Ottoni, 2004), 29.
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950)
Maria Izilda Santos de Matos | Elton Bruno Ferreira
“— A quistan é que eu tenho uas abeia de uma culidade que ninguém num ter iguar no mundo...
São uas abeia noturna...
— Como?
— Minhas abeia tanto trabaiam de dia cumo de noite...
— Mesmo em noite escura?
— Quanto mais escuro que-nem breu, mió! Elas vão campea as fror na escuridão e trais o me...
— Desculpe, Nhô Joaquim; esta é forte demais!... Abelhas voando em noite escura...
O caipira, revoltado ante a minha incredulidade, puxou-me pelo braço, arrastou-me para um
canto do terreiro e, com grande mistério, abafando a voz, segredou-me:
—O segredo eu conto, só pra vassuncê ... Num conte pra ninguém... Jure!
— Juro respondi, por troça.
— As abeia que eu tenho, que trabaiam de noite... ua inventiva minha... ua idéia que eu tive... São
tudo mestiçada cum vagalume [...]”53.
Joaquim Bentinho explicava que havia criado abelhas de “forma mestiça” como vagalume, para
que produzissem de noite e de dia. Por meio desse personagem, o autor destacava o caipira, sua
inteligência, capacidade de desenvolver certas estratégicas, como a prática da mentira, que se tornava um artifício, tipo de manobra para caçoar de outras pessoas. Na narrativa, a forma de falar
e a oralidade foram mantidas, as situações e as questões foram colocadas remetendo às práticas
de conversas no meio rural, marcadas pela simplicidade e criatividade de histórias surpreendentes. Assim, representava-se a cultura caipira de forma contrastante e construíam-se sentidos que
visavam envolver e divertir, mas que também possibilitavam apropriações e reconstruções do
receptor/leitor/ouvinte.
“Metade da arte narrativa está em evitar explicações. [...] O extraordinário e o miraculoso são
narrados com a maior exatidão, mas o contexto psicológico da ação não é imposto ao leitor. Ele é
livre para interpretar a história como quiser, e com isso o episódio narrado atinge uma amplitude
que não existe na informação”54.
Cornélio também criava representações do caipira na cidade ambientando seus personagens
em experiências urbanas, seja como migrante estabelecido seja só de passagem. Em o “Bonde
Camarão”, cantada por Mariano e Caçula, integrantes da “Turma Caipira Cornélio Pires”, relatava:
“Vaceis tivero em São Paulo, decerto se arregalarô por lá. Home, São Paulo é lindo, é uma buniteza,
mai tem um tar Bonde de Camarão, fai chacoaia o corpo da gente lá dentro. Oh peste dos quinto, é
pior do que carro de boi. Intão fizêmo uma moda de viola arrelachano ele. Escuite a moda.
Aqui em São Paulo o que mais me amola/ É esses bonde que nem gaiola/ Cheguei, abriro uma portinhola/ Levei um tranco e quebrei a viola/ Inda puis dinhêro na caixa da esmola!/ Chegô um véio se
facerando/ Levô um tranco e foi cambeteando/ Beijô uma véia e saiu bufando/ Sentô de um lado e
agarrô assuando/ Pra morde o vizinho tá catingando. /Entrou uma moça se arrequebrando/ No meu
colo ela foi sentando/ Pra morde o bonde que estava andando/ Sem a tarzinha está esperando/ Eu
falo claro, eu fiquei gostando!/ Entrou um padre bem barrigudo/ Levô um tranco dos bem graúdo/
53 Cornélio Pires, As estrambóticas aventuras, 42.
54 Walter Benjamin, “O narrador”, en Obras Escolhidas (São Paulo: Ed. Brasiliense, 1987), 203.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 37-54 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.03
Deu um abraço num bigodudo/ Um protestante dos carrancudo/ Que deu cavaco c’o batinudo/ Eu
vou m’imbora pra minha terra/ Esta porquêra inda vira em guerra/ esse povo inda sobe a serra/ Pra
morde a light que os dente ferra/ Nos passagero que grita e berra!”55.
A canção iniciava-se destacando o narrador que contava sua experiência na cidade — “Vaceis
tivero em São Paulo, decerto se arregalarô por lá” —; assim, o rural foi trazido para o urbano e
retornou ao rural, tendo como protagonista o caipira; com isso, Pires explicitou encantamento
e estranhamento contrastivos, que em sua tensão geraram o humor, e apontou um processo de
cultura híbrida56 presente na sua produção.
Considerações finais
Na década de 1920 surgiram novas inquietações em torno da constituição do “nacional”, que abarcavam o binômio campo-cidade. Nesse momento, São Paulo vivenciou um intenso crescimento
urbano-industrial envolto num intrincado processo de caldeamento cultural, o que constituiu um
terreno fértil para o surgimento e difusão de movimentos culturais e políticos como o modernista
e o eugenista. Embalado por essas polêmicas, Monteiro Lobato criou a figura do Jeca Tatu como
a representação do homem do campo, com o qual destacava aspectos positivos e negativos do
caipira e de sua cultura. Esses aspectos passaram por criações, recriações e apropriações também
presentes na obra de Cornélio Pires.
Assim, na ampla produção de Cornélio, observa-se a construção de representações do caipira
e sua cultura, o que possibilita perceber rastros de experiências vividas e idealizadas. Ele buscou
trazer para o meio urbano e difundir em seus veículos de comunicação sínteses culturais do que
deveria ser contemplado e preservado. Nas suas gravações, escritos e apresentações, o tom coloquial das narrativas dos interiores foi transportado, reproduzido, registrado nos discos e divulgado
pelas rádios, a fim de difundir representações e obter conexões com os ouvintes.
Na obra de Pires emergem múltiplas, diversificadas e até ambíguas representações do rural e
do caipira. Por um lado, ele valorizava o caipira ao representa-lo romantizado com sentimentos
e atitudes simples, autênticas, sinceras e cordiais57. Esse homem do interior era imaginado como
adaptado harmonicamente ao ambiente em que vivia, resistente e capaz de enfrentar as dificuldades em terras longínquas, sendo visto como apto a atender a várias necessidades, inclusive as do
trabalho agrícola, relativizando, assim, a importância do imigrante para as lavouras. Porém, para
realizar plenamente tais intentos, o caipira deveria abdicar de seus velhos costumes aproximando-se dos ditos “padrões civilizados”; nessa perspectiva, a educação adquiria um papel de destaque e
a obra de Cornélio assumiu um sentido pedagógico e civilizatório, tanto para os que permaneceram no campo como para os que migraram e viviam nas cidades.
De outro modo, o caipira também foi caricaturado e ridicularizado, reconhecido com signo de
atraso e ignorância do homem do campo; seus comportamentos impróprios eram apresentados
humoristicamente; por meio dessas estratégicas, o rural era identificado com o arcaico e provo55 Cornélio Pires, “O Bonde Camarão”, em 20.015 Disco Moda de Viola (São Paulo: Columbia, 1929) [78 rpm].
56 Néstor García Canclini, Culturas Híbridas, 18.
57 Albert Stuart Rafael Pinto Silva, “Representações de Caipira nas Práticas Literárias de Cornélio Pires” (Dissertação Mestrado em Educação, Universidade Metodista de Piracicaba, 2008).
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Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 1920-1950)
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cava estranhamentos, o que levou ao surgimento das as paródias com os personagens e situações
de comicidade. No conjunto da sua obra, Cornélio vislumbrou um processo quase inevitável de
extinção da cultura caipiras; diante disso, ele se colocou como um agente de preservação desse
patrimônio e foram seus esforços contribuições indiscutíveis para registrar e divulgar valores,
hábitos, escritos, narrativas, músicas e outras sonoridades dos interiores.
Bibliografia
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Áudios:
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Maria Izilda Santos de Matos
Profesora titular de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (Brasil) y colaboradora de la Universidad de Ceará (Brasil). Historiadora y Doctora en Historia Económica de la Universidad de São Paulo
(Brasil). Realizó estudios posdoctorales en la Universidad Lumiere Lyon 2 (Francia). Coordinadora
del grupo NEM/PUC/SP. Entre sus últimas publicaciones se destacan el artículo, en coautoría con
Leandro Pereira Gonçalves, “O ESTRANGEIRO na obra de Plínio Salgado: matrizes, representações,
apropriações e propostas”, Patrimônio e Memoria 10: 1 (2014): 157-182 y “História das mulheres e das
relações de gênero: campo historiográfico, trajetórias e perspectivas”, Mandragora 19: 19 (2013): 5-15.
[email protected]
Elton Bruno Ferreira
Estudiante doctoral de la Pontificia Universidad Católica de São Pablo (Brasil). Historiador de la
Universidad de Sorocaba (Brasil) y Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Católica de São
Pablo (Brasil). Autor de la investigación: “Sonoridades caipira na cidade: a produção de Cornélio
Pires (1929-1930)” (Tesis Maestría en Historia, Pontificia Universidad Católica de São Pablo, 2013).
[email protected]
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Un canto en movimiento: “No nos moverán” en Estados
Unidos, España y Chile en los siglos XIX y XX ❧
David Spener
Trinity University (Estados Unidos)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.04
Artículo recibido: 03 de septiembre de 2014 · Aprobado: 11 de febrero de 2015· Modificado: 23 de febrero de 2015
Resumen: En este trabajo se presentan los resultados de un estudio que examina la historia de la canción
“No nos moverán” y su canto en diversos contextos culturales y sociopolíticos durante el transcurso de dos
siglos. Esta canción tiene su origen en las prácticas religiosas de los esclavos africanos en Estados Unidos
del siglo XIX. En el siglo XX fue adoptada como himno por los movimientos sindicales y de derechos civiles
estadounidenses. Posteriormente llegó a España, donde cumplió un papel en la resistencia al régimen
franquista, antes de ser cantada en Chile para defender el proyecto socialista de Salvador Allende. Se
emplean varios conceptos teóricos en el análisis, entre ellos la transculturación, el cosmopolitismo y el capital
transcultural.
Palabras clave: movimiento social, análisis transcultural, música vocal, movimiento de protesta, globalización.
A Song in Movement: “We Shall Not Be Moved” in the United States, Spain, and Chile
in the 19th and 20th Centuries
Abstract: This article presents the results of a study that examines the history of the song “We Shall Not Be
Moved” and the singing of it in different cultural and sociopolitical contexts over the course of two centuries.
The song originated in the religious practices of African slaves in the United States in the 19th century. In
the 20th century it was adopted as an anthem by labor union movements and the civil rights movement in
the United States. It later arrived in Spain, where it played a role in the resistance against the Franco regime
before being sung in Chile to defend the socialist project of Salvador Allende. Various theoretical concepts are
used in the analysis, including those of transculturation, cosmopolitanism, and transcultural capital.
Keywords: social movement, transcultural analysis, vocal music, protest movement, globalization.
Um canto em movimento: “Não nos moverão” nos Estados Unidos, na Espanha e no
Chile nos séculos XIX e XX
Resumo: Neste trabalho, apresentam-se os resultados de um estudo que examina a história da canção “Não
nos moverão” e seu canto em diversos contextos culturais e sociopolíticos ao longo de dois séculos. Essa
canção tem origem nas práticas religiosas dos escravos africanos nos Estados Unidos do século XIX. No
século XX, foi adotada como hino pelos movimentos sindicais e de direitos civis americanos. Posteriormente,
chegou à Espanha, onde desempenhou um papel na resistência ao regime franquista, antes de ser cantada
no Chile para defender o projeto socialista de Salvador Allende. Empregam-se vários conceitos teóricos na
análise, entre eles a transculturação, o cosmopolitismo e o capital transcultural.
Palavras-chave: movimento social, análise transcultural, música vocal, movimento de protesto, globalização.
❧ La investigación que originó este artículo fue financiada por una beca para estudiar “la nueva canción chilena”,
otorgada al autor por la Trinity University (Estados Unidos).
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Un canto en movimiento: “No nos moverán” en Estados Unidos, España y Chile en los siglos XIX y XX
David Spener
Introducción
E
n este trabajo se presentan los hallazgos de un estudio sociocultural sobre la historia de “No
nos moverán”, una canción de origen religioso que prestó servicio militante en una variedad de
movimientos sociales en varios países anglo e hispanoparlantes en los siglos XIX y XX1. Aquí se
describe cómo la canción ha servido a los participantes de estos movimientos como un importante recurso expresivo y afectivo, que se ha difundido por medio de redes sociales que articulan
diversos activistas de izquierda allende fronteras raciales, nacionales, culturales y lingüísticas. Con
este objetivo, se utilizaron algunos conceptos teóricos tomados de la antropología cultural y de
la sociología, para interpretar los significados que ha cobrado la canción en diferentes momentos
de su historia. Entre ellos están la transculturación, el cosmopolitismo y el capital transcultural. Se
utilizan para explicar cómo y por qué la canción que originalmente llevaba el título I Shall Not Be
Moved —muchas veces traducida como “No vacilaré”, “No seré conmovido” o “No resbalaré” en
las biblias publicadas en castellano; literalmente “No me moverán”—, basada en la salmodia bíblica
judeocristiana, fue apropiada por diversos movimientos por la justicia social y cantada en tres idiomas diferentes (inglés, catalán y castellano), con letras que se iban cambiando constantemente de
acuerdo con las circunstancias específicas en las que se encontraban los grupos que la cantaban.
En este artículo se comienza el relato de la canción al final de su cronología, en el Chile socialista de Salvador Allende, en el momento tal vez más dramático e insólito de su historia. Luego
se vuelve a los orígenes de la canción en el sur esclavista de Estados Unidos a principios del siglo
XIX, donde nace de un movimiento extático religioso llamado The Second Great Awakening (El
segundo gran despertar). Partiendo de ahí, se describe su paso por los movimientos sindicales y
de derechos civiles en Estados Unidos y su subsiguiente salto por el Atlántico a España, cuando
los jóvenes opositores a la dictadura franquista la adaptaron en su lucha contra el régimen en los
sesenta, antes de hacerla llegar a sus pares chilenos a fines de aquella década tumultuosa.
1. La historia de I Shall Not Be Moved y cómo llegó a Chile
El presidente de Chile Salvador Allende fue derrocado por un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. Radio Magallanes, la última emisora leal a su proyecto socialista que aún estaba en
el aire, emitió su discurso final a la nación. Justo después, transmitió un tema emblemático de la
nueva canción chilena, género íntimamente asociado con la causa de la izquierda chilena, que
en los meses anteriores había servido de bandera de lucha frente al peligro de una insurrección
militar, cuya letra decía: “Ni con un golpe de Estado ¡no nos moverán! Que el que no crea que
haga la prueba, ¡no nos moverán!”2. Lo irónico de la selección de este tema, teniendo en cuenta el
hecho de que el golpe de Estado gozaba del apoyo material del gobierno estadounidense, es que
este tema —“No nos moverán”, del conjunto porteño Tiemponuevo— tenía su origen en territorio
1 Además de las fuentes citadas explícitamente en las notas y la bibliografía, mucha información incluida en este
artículo proviene de entrevistas conducidas por el autor a una variedad de informantes.
2 René Largo Farías, “El 11 de septiembre en la Moneda”, Literatura chilena en el exilio 1: 2 (1977): 25-28.
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yanqui y sólo había llegado a Chile pocos años antes. Aquí se ofrece una discusión teórica de cómo
y por qué esta canción ha cobrado importancia en los movimientos por la justicia social en tres
países: Estados Unidos, España y Chile.
I Shall Not Be Moved es una tradicional canción religiosa de Estados Unidos cuyo autor y origen
preciso son desconocidos. Su letra se deriva de uno o varios salmos bíblicos, y lo más probable es
que naciera a principios del siglo XIX en una de las llamadas Camp meetings (reuniones de campo),
que tenían lugar en las áreas rurales del sureste del país como parte del movimiento evangélico protestante Second Great Awakening. Estas reuniones consistían en bulliciosas expresiones colectivas
del fervor religioso, en las que participaron tanto los artesanos blancos rurales como los esclavos
negros. Estos últimos se destacaron por su canto extático, caracterizado por su alegría, fuerza,
antifonía, tono mayor y cadencia rítmica3. Fue de estas circunstancias que emergió una variante de
la canción Spiritual de los esclavos afroestadounidenses conocida como Jubilee Songs (canciones
de júbilo)4, cuyas características las cumple perfectamente I Shall Not Be Moved. Luego, la canción
se difundió ampliamente en las iglesias protestantes evangélicas, tanto las blancas como las negras,
en todo el sureste de Estados Unidos, a tal grado que para fines del siglo XIX se había convertido
en una especie de estándar en la himnodia de estas congregaciones: Glory hallelujah, I shall not be
moved, just like a tree planted by the water, I shall not be moved.
Sin embargo, fue durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX que este himno
religioso se integró al repertorio de canciones del movimiento sindical estadounidense, primero entre los mineros del carbón en Virginia Occidental, los sharecroppers (inquilinos) en los
campos de algodón y los obreros en las fábricas textiles en los estados sureños, y hacia fines de
la década, en los sindicatos del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO), en especial en
la industria automovilística en los estados del norte del país5. En sus muchas batallas contra
terratenientes, dueños de fábricas y grandes corporaciones durante estos años de álgidos conflictos laborales, los sindicalistas sureños aprovecharon la simplicidad, la alegría, el ritmo y la
estructura antifonal de la canción en su versión original religiosa, que era conocida por casi
todos sus miembros, coreándola en sus huelgas, boicots y mítines con nuevas letras más aptas
para sus objetivos sociales. Si en las iglesias se cantaba en primera persona singular sobre la salvación religiosa “Jesus is my savior, I shall not be moved”, ahora los sindicalistas cantaban “The
union is behind us, we shall not be moved” —el sindicato nos respalda y no nos moverán— en
sus enfrentamientos con los policías y los guardias contratados por las empresas para reprimirlos. La difusión de We Shall Not Be Moved entre los sindicatos del CIO no fue espontánea, sino
fomentada por varias organizaciones no gubernamentales dedicadas a la capacitación de sindi3 Eileen Southern, The Music of Black Americans: A History (Nueva York: W.W. Norton & Company, 1997
[1971]), 82-85.
4 Samuel A. Floyd, Jr., The Power of Black Music: Interpreting Its History from Africa to the United States (Nueva
York: Oxford University Press, 1995), 41-42.
5 David Alan Corbin, “‘Frank Keeney Is Our Leader and We Shall Not Be Moved’: Rank-and-File Leadership
in the West Virginia Coal Fields”, en Essays in Southern Labor History: Selected Papers, Southern Labor History
Conference, 1976, eds. Gary M. Fink y Merl E. Reed (Westport/Connecticut: Greenwood Press, 1977), 144-156;
Mary Heaton Vorse, Labor’s New Millions (Nueva York: Modern Age Books, Inc., 1938); Robin D. G. Kelley,
Hammer and Hoe: Alabama Communists during the Great Depression (Chapel Hill: University of North Carolina
Press, 1990); John Salmond, “Southern Struggles: Aspects of the Fight for Economic and Social Justice in the
Twentieth Century American South”, Australasian Journal of American Studies 22: 1 (2003): 49-65.
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calistas, de las que se destacaron la Brookwood Labor College, en el estado de Nueva York, y el
Highlander Folk School, en Tennessee6.
A principios de los años cuarenta del siglo pasado, en Nueva York un grupo de jóvenes músicos
folcloristas —que militaba en el Partido Comunista y se llamaba The Almanac Singers (Los Almanaques), cuyos integrantes incluían a Pete Seeger, Lee Hays y Woody Guthrie— grabó una versión
sindical de We Shall Not Be Moved en un LP titulado Talkin’ Union, acompañándose con banjo y
guitarra, que popularizó la canción entre los activistas y bohemios de izquierda que se concentraban en aquella metrópoli. El Partido también incluyó el tema en varios cancioneros que publicó
para sus militantes, y en uno de ellos apareció una versión con el verso “Lenin is our leader” (Lenin
es nuestro líder)7. Así, la canción llegó a formar parte de un repertorio de canciones folclóricas
“politizadas” que eran coreadas en los mítines y eventos culturales de la izquierda urbana durante
los cuarenta, hasta que este tipo de reuniones abiertas fueron suprimidas por la ola de represión
anticomunista conocida como “macartismo”. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que los
comunistas y los sindicalistas del CIO eran a veces los mismos, y que canciones sindicales como
We Shall Not Be Moved siguieron cantándose entre los miembros de los sindicatos en los años
cincuenta, aunque evidentemente sin los versos dedicados a Lenin y otros personajes y a causas
veneradas por el comunismo internacional. También se debe reconocer que algunas de estas canciones fueron apropiadas luego por una nueva generación de jóvenes músicos folcloristas, que las
habían aprendido de algunos de los cantantes de la llamada “vieja izquierda” como Pete Seeger y
Lee Hays, quienes habían sido integrantes de los Almanac Singers.
Fue uno de estos folcloristas de la nueva generación, Guy Carawan, quien, a principios de los
años sesenta, desempeñó un papel imprescindible en la adopción de las spirituals de los esclavos por parte de un incipiente movimiento por los derechos civiles de los afroestadounidenses.
Carawan llegó a trabajar en la Highlander School como músico y educador hacia finales de los años
cincuenta, época en la que esta organización había empezado a capacitar a los activistas negros
en las técnicas de los movimientos sociales. Carawan fue uno de los primeros en darse cuenta del
potencial de las spirituals (canciones espirituales) para animar y aglutinar a un cuadro de activistas
en pro de los derechos civiles frente a situaciones de extrema adversidad, de la misma manera que
algunas de estas canciones lo habían hecho en las luchas sindicales de los años treinta y cuarenta.
Carawan les enseñó estas canciones y también las técnicas para adaptarlas a nuevas circunstancias
a los miembros del Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC), quienes a su vez las
pusieron en práctica en sus marchas, sit-ins (sentadas), ocupaciones y encarcelamientos, en contra
de las leyes segregacionistas del sur del país8. Casi todos los jóvenes líderes de SNCC cantaron
spirituals en sus prácticas de organización social y acción directa, y la agrupación también formó
un cuarteto “profesional” llamado los Freedom Singers (Cantantes por la Libertad), que se dedicó
a cantar en las grandes manifestaciones y en los conciertos que SNCC organizó en el norte del país
6 Aimee I. Horton, The Highlander Folk School: A History of Its Major Programs, 1932-1961 (Nueva York: Carlson
Publishing Inc., 1989); Richard A. Reuss y JoAnne C. Reuss, American Folk Music and Left-Wing Politics, 19271957 (Lanham: The Scarecrow Press, Inc., 2000), 92.
7 Earl Robinson, America Sings (Nueva York: Workers Book Shop, 1937).
8 Josh Dunson, Freedom in the Air: Song Movements of the Sixties (Westport: International Publishers, 1965); William G. Roy, Reds, Whites, and Blues: Social Movements, Folk Music, and Race in the United States (Princeton:
Princeton University Press, 2010).
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para recaudar fondos que financiaran sus campañas antisegregacionistas en el sur. De esta manera,
canciones como We Shall Not Be Moved llegaron a ser la banda sonora del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, en especial porque en la nueva era de la televisión las imágenes de
fuerzas policíacas que reprimían brutalmente a pacíficos manifestantes negros eran transmitidas
casi al instante a los hogares de todo el país.
We Shall Not Be Moved pasó al mundo hispanoparlante por varios caminos, independientes
unos de otros. La primera vez fue en 1938, en San Antonio (Texas), donde miles de mujeres y
niños mexicanos que trabajaban quitándole la cáscara a la nuez de pecán dejaron sus puestos de
trabajo y, bajo el liderazgo de una joven llamada Emma Tenayuca, anunciaron una huelga en contra
de la empresa nuecera que los empleaba en condiciones infrahumanas por un sueldo miserable.
La huelga fue fuertemente reprimida por las fuerzas policíacas de la ciudad, liderada por el alguacil Kilday, y cientos de huelguistas fueron arbitrariamente detenidos y encarcelados9. Una noche,
en la cárcel de San Antonio dos sindicalistas del CIO enseñaron unos himnos del movimiento
laboral a sus compañeros detenidos para animarlos y distraerlos de las pésimas condiciones de
hacinamiento que padecían. Una de las canciones que escogieron fue We Shall Not Be Moved, que
espontáneamente tradujeron al castellano para que sus compañeros mexicanos de celda pudieran
entender las letras que coreaban. Esta primera adaptación al castellano fue única y efímera, pues
no se volvió a cantar de la misma manera después de aquella noche. Años después, uno de los
dos sindicalistas del CIO relató que esta adaptación incluía la letra “como un peñón que resiste
el viento” y un verso que decía “Kilday está loco”, y que sentía remordimiento por nunca haber
escrito esta adaptación al castellano para luego compartirla con otros sindicalistas y obreros10.
Si la primera versión de We Shall Not Be Moved en castellano se escuchó una sola noche en la
cárcel de San Antonio, el segundo intento de promocionarla en la población hispana en los años
sesenta, realizado por dos jóvenes activistas del movimiento por los derechos de los labradores
agrícolas mexicanos en Estados Unidos, liderado por César Chávez, sí prosperó. Estos dos jóvenes, Agustín Lira y Luis Valdez, fundaron juntos una compañía de actores y cantantes (Teatro
Campesino), que constituyó un importante frente cultural para el movimiento de los United Farm
Workers (UFW). Una de las tareas que estos dos jóvenes emprendieron durante la primera gran
huelga contra los dueños de las plantaciones de hortalizas en el fértil Valle de San Joaquín, a petición explícita de Chávez, fue traducir del inglés al castellano algunas canciones del movimiento
laboral. Los dos ya estaban familiarizados con el uso de algunas de estas canciones en el movimiento afroestadounidense de derechos civiles, y una de las primeras canciones que tradujeron
fue We Shall Not Be Moved: “No, no, no, no nos moverán, como un árbol firme junto al río, no nos
moverán”. A diferencia del movimiento de derechos civiles de los negros, donde la otra canción
espiritual —We Shall Overcome— se convirtió en el himno cuasi oficial del movimiento, “No nos
moverán” llegó a ser la más reconocida del movimiento del UFW y, posteriormente, en el llamado
Movimiento Chicano, que abogaba por los derechos humanos de los mexicano-estadounidenses.
Se cantó en numerosas manifestaciones, picket lines (piquetes), boicots, peregrinaciones, y hasta
9 Zaragosa Vargas, “Tejana Radical: Emma Tenayuca and the San Antonio Labor Movement during the Great
Depression”, Pacific Historical Review 66: 4 (1997): 553-580. DOI: dx.doi.org/10.2307/3642237.
10 “Entrevista a George Lambert por Dr. George Green”, Dallas-Texas, 9 de septiembre de 1971, en University of
Texas at Arlington Library (UTAL), Arlington (Texas)-Estados Unidos, Sección Texas Labor Archives, Fondo
Oral History Project, OH Documento 19.
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en cortejos fúnebres asociados con los movimientos del UFW y de los chicanos, que a fin de cuentas constituyeron dos alas del mismo pájaro.
De los países hispanoparlantes, España —además de Estados Unidos— es el país donde “No
nos moverán” sigue estando más vigente como canción de protesta y solidaridad. En el reciente
movimiento de los “indignados” que ocuparon la Puerta del Sol de Madrid en mayo de 2011, por
ejemplo, la consigna más coreada por las multitudes congregadas ahí fue “no nos moverán”11. Parecería lógico pensar que la canción llegara a España a través de la versión en castellano creada por
Lira y Valdez y popularizada en Estados Unidos por Joan Baez, pero no es el caso. En realidad,
We Shall Not Be Moved fue introducida a España a mediados de los sesenta por un joven catalán
(Xesco Boix), quien la había aprendido durante un año de estudios en Estados Unidos, donde fue
testigo de la efervescencia de varios movimientos sociales —de los derechos civiles, los llamados
jipis, y en contra de la guerra en Vietnam—, y se empapó de la música de protesta de raíz folclórica
ejemplificada por Pete Seeger, que conoció y con quien entabló una amistad, y cuyo instrumento
—el banjo de cinco cuerdas— aprendió a tocar. Al regresar a Barcelona, Boix se incorporó al movimiento estudiantil catalán que reclamaba el fin de la dictadura franquista.
Además, se dedicó a la música, y con unos compañeros formó el Grup de Folk, que se dedicó a
cantar temas contestatarios. Mientras que otros conjuntos y cantantes catalanes de la misma época que
se oponían al franquismo se inspiraron en el canto “de conciencia” de cantautores de Francia como
Georges Brassens y Jacques Brel, los integrantes de Grup de Folk adaptaron el estilo folclórico de
América del Norte al contexto de los enfrentamientos que los catalanes sostenían con las fuerzas de la
dictadura en los sesenta. Así, en 1967 Xesco Boix “estrena No serem moguts en plena manifestación de
estudiantes contra la dictadura en medio de la Avenida ‘Gran Vía’ de Barcelona sentado en el suelo con
la guitarra y cantando con un grupo de estudiantes en medio de una carga de la policía franquista”12.
Poco después de que Xesco Boix y sus compañeros en Cataluña formaran el Grup de Folk, un
grupo de jóvenes músicos y cantantes opositores de la dictadura formaron en Madrid un colectivo
que se llamó “Canción del Pueblo”. Los integrantes de este colectivo, algunos de los cuales posteriormente tendrían cierto perfil nacional como cantautores (Hilario Camacho, Adolfo Celdrán, Elisa
Serna), también tomaron como ejemplo a seguir la música contestataria norteamericana de la época.
Por lo mismo, en 1967 titularon su primer recital público Folk Song (música popular). Como es de
suponerse, algunos de los cantantes y músicos de Canción del Pueblo llegaron a tener contacto con
sus pares catalanes, y fue así que hacia fines de 1967 el joven madrileño Ignacio Fernández Toca
aprendió la canción “No serem moguts” directamente de Xesco Boix, en un encuentro sociomusical
en Barcelona. La tradujo textualmente al castellano, y a su regreso a Madrid se las enseñó a sus compañeros musicales de Canción del Pueblo13. Es por esta razón que el refrán que se canta en castellano
en España dice “igual que el pino junto a la ribera”, y no “como un árbol firme junto al río”, pues se
toma esta letra directamente de la catalana que le puso Boix, “igual que el pi aprop de la ribera”.
La canción “No nos moverán” se popularizó en los círculos universitarios en Madrid, dándose
a conocer en recitales y en manifestaciones contra el régimen. En 1968, Fernández Toca grabó
un sencillo de la canción para el sello Edumsa, “empresa” fundada por unos universitarios que
11 Ana Anabitarte, “España: Miles dicen ‘no nos moverán’”, El Universal, México, 21 de mayo, 2011.
12 Correspondencia electrónica con Lluis Panyella, músico catalán y amigo y biógrafo de Xesco Boix, quien murió
en 1984. Barcelona, 28 de agosto de 2012.
13 Entrevista telefónica a Ignacio Fernández Toca, Madrid, 9 de junio de 2014.
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juntaron sus pesetas para grabar canciones que sus compañeros tocaban. Nunca circularon más de
mil ejemplares del disco, y éstos no contribuyeron mucho a la difusión de “No nos moverán” en
España, que se debió al hecho de que la canción fue adoptada por los estudiantes universitarios en
sus manifestaciones en contra de la dictadura. Según Antonio Gómez, otro integrante de Canción
del Pueblo, “fue básicamente un himno universitario porque los universitarios eran los únicos que
estaban en mayor disposición porque trabajan todos juntos en la misma área de la universidad y se
veían todos los días y tenían mucho tiempo libre. Y lógicamente era en donde era más fácil hacer
manifestaciones espontáneas y permanentes”14.
Aunque el sencillo de Fernández Toca no cobró ninguna importancia comercial en España y tampoco contribuyó mucho a la difusión de “No nos moverán” en el país, resulta ser el “eslabón perdido”
en la cadena que conectaba a los activistas y artistas de izquierda en varios continentes y culturas. Si
Fernández Toca no hubiera grabado el tema, es poco probable que éste hubiera llegado a cantarse
y a cobrar importancia en Chile durante los años de la Unidad Popular. Roberto Rivera Noriega,
fundador del conjunto Tiemponuevo, explica cómo, hacia finales de la campaña de Allende por la
Presidencia en 1970, un integrante del conjunto “llegó con una grabación casi casera de activistas
españoles que cantaban para las acciones de protestas del movimiento obrero, hacia la dictadura
franquista y me llama la atención hacia el tema ‘No nos moverán’ como una posibilidad para nosotros”. Sánchez había obtenido la grabación de parte de un joven chileno, hijo de españoles exiliados
que vivían en Valparaíso. Según Rivera Noriega, la circulación de este tipo de grabaciones en los
círculos de músicos de izquierda era bastante común en Chile en aquella época, y así habían aprendido canciones de otros cantautores latinoamericanos que posteriormente grabaron en sus propios
discos, como el venezolano Alí Primera. Los integrantes de Tiemponuevo sintieron la libertad de
cambiar tanto las estrofas como el estribillo de la canción para adaptarla al contexto sociopolítico de
Chile, cambiando “igual que un pino junto a la ribera” por “que el que no crea que haga la prueba” e
inventando versos como “construyendo el socialismo” y “ni con un golpe de Estado”15.
2. Una reflexión sobre lo transcultural en la historia de “No nos moverán”
“No nos moverán” es una canción que ha transcendido muchas fronteras tanto culturales, lingüísticas y raciales como políticas y nacionales. Aunque cualquier canción, al cantarse, adquiere una
dimensión física y material, las canciones son por excelencia expresiones simbólicas que comunican ideas, sentimientos y afectos en la dimensión cultural de la existencia humana; es así como
van creando y reforzando identidades y lazos solidarios dentro de los grupos sociales, a la vez que
los distinguen de otros grupos cuyo canto es diferente. En este apartado, se explora cómo y hasta
qué punto un enfoque transcultural puede contribuir a la comprensión adecuada de las diferentes
etapas en la historia de esta canción itinerante.
2.1. Teorización de lo transcultural
Como cualquier concepto académico, el de lo transcultural y sus derivados han sido elaborados
y empleados de distintas maneras por diversos autores. Sin lugar a dudas, la perspectiva domi-
14 Entrevista telefónica a Antonio Gómez, Madrid, 22 de julio de 2013.
15 Correspondencia electrónica con Roberto Rivera Noriega. Berlín, 28 de abril de 2011 y 4 de enero de 2014.
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nante en la literatura social científica y humanística sobre lo transcultural es la que está asociada
con el proceso de transculturación, neologismo inventado por Fernando Ortiz a mediados del
siglo pasado para ayudar en la interpretación de la historia y sociedad cubanas, caracterizadas
por su mezcla de lo europeo, lo africano y lo indígena caribeño. Ortiz lo propuso como una alternativa al concepto de aculturación, cuyo uso en la literatura antropológica de aquel momento
estaba en auge y que adolecía del sesgo de sobreenfatizar el movimiento unidireccional de los
miembros de una cultura hacia otra, conllevando el abandono de sus prácticas culturales en su
lugar de origen y su subsecuente integración desculturalizada a la sociedad receptora. En Cuba
y en el resto de América, observó Ortiz, abundaban las evidencias de que el contacto entre europeos, africanos e indígenas no se trataba de que un grupo llegara a asemejarse culturalmente a
otro, sino que se influyeran y transformaran mutuamente, aun cuando un grupo dominara al
otro. Aseveró que “en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de
cada uno de los dos. En conjunto, el proceso es una transculturación, y este vocablo comprende
todas las fases de su parábola”16.
Para Ortiz y los analistas que siguieron sus pasos, la transculturación es un proceso dinámico
que nunca termina de una vez por todas, sino que es un “proceso en el que los individuos y las
sociedades integran diversos modos de vivir para formar un nuevo y dinámico todo” en el que “las
interacciones subsecuentes y las vidas transculturales volverán a cambiar esta nueva —y transitoria— cultura”17. De especial interés para esta consideración de la historia de “No nos moverán”,
Diana Taylor recuerda que los procesos de transculturación siempre tienen una dimensión política que ejemplifica cuestiones de poder y resistencia. Esto llama la atención sobre el hecho de
que cuando los miembros de una cultura se enfrentan con los miembros de otra, éstos se vuelven
conscientes de sus diferencias con “los otros”, para luego apropiarse y hacer uso diferencial de los
variados símbolos a su alcance para contribuir a su propio empoderamiento como pueblo18.
Con esta observación, Taylor resalta que los conocimientos obtenidos por los individuos y
las comunidades subalternos en sus interacciones con otras culturas pueden servir como un
recurso poderoso —llámese capital, en el sentido que Pierre Bourdieu le dio al término— en sus
luchas por defender e imponer sus intereses en el ámbito sociopolítico19. Esto remite al trabajo
de Triandafyllidou, quien habla del capital transcultural, que consiste en “el uso estratégico de los
conocimientos, destrezas y redes adquiridos por migrantes a través de los nexos con sus países y
culturas de origen, los cuales se activan en sus nuevos lugares de residencia”20. Aunque esta autora
trata el caso de inmigrantes africanos en Europa, y no el de militantes de izquierda en diversos
países, aquí se propone extender su definición de la siguiente manera: el concepto capital trans16 Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978), 96-97.
17 Dirk Hoerder, “Historians and Their Data: The Complex Shift from Nation-State Approaches to the Study of
People’s Transcultural Lives”, Journal of American Ethnic History 25: 4 (2006): 91.
18 Diana Taylor, “Transculturating Transculturation”, Performing Arts Journal 13: 2 (1991): 91.
19 Pierre Bourdieu, “The Forms of Capital”, en Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education, ed.
John G. Richardson (Westport: Greenwood Press, Inc., 1986), 241-258.
20 Anna Triandafyllidou, “Sub-Saharan African Immigrant Activists in Europe: Transcultural Capital and Transcultural Community Building”, Ethnic and Racial Studies 32 (2009): 94. DOI: dx.doi.
org/10.1080/01419870802196021.
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cultural también puede referirse al uso estratégico de conocimientos, destrezas y redes que los
individuos adquieren a través de sus nexos con otros países y culturas, los cuales se activan en sus
países y culturas de origen.
2.2. Los aportes y las limitaciones de la perspectiva transcultural
Aunque es evidente que la evolución del tema I Shall Not Be Moved a “No nos moverán” exhibe
fuertes rasgos del proceso de transculturación descrito por Ortiz en algunos momentos liminares
de su historia, estos rasgos no han sido vistos con la misma intensidad en todas las etapas de su
evolución. En este apartado, se revisarán algunos momentos en su evolución, reflexionando sobre
cuánto una perspectiva transcultural ayuda a comprender cómo y por qué el tema ha cobrado
importancia en tantos lugares y movimientos diferentes. Al revisar estos momentos de su historia,
se tratará de matizar la comprensión no sólo de cómo el canto es empleado en los movimientos
por la justicia social, sino también cómo se debe conceptualizar los procesos transculturales en su
relación con la música y tales movimientos a nivel mundial.
Es en el origen de I Shall Not Be Moved en las reuniones de campo del Segundo Gran Despertar
donde tal vez más se puede apreciar la canción como fruto del proceso de transculturación. Aquí se
ve directamente cómo la colisión entre las culturas del África Occidental y de los angloprotestantes
europeos dio un fruto bello e inesperado —la spiritual de los esclavos africanos conversos—. Según
Jones, las spirituals emergieron como “una mezcla creativa de las tradiciones africanas y el cristianismo, que creó una nueva religión transformada, diferente tanto en forma como en substancia
de la religión del esclavista”21. Este nuevo género de canto conservó algunos de sus rasgos expresivos y estructurales africanos, y a la vez comunicó una interpretación libertaria del evangelio que
los protestantes inculcaron en sus esclavos africanos, llegando a servir de un importante recurso
simbólico y comunicativo en la resistencia de los esclavos a su opresión y persecución. El legado
musical africano que los esclavos conservaron en el Nuevo Mundo consistía en elementos tales
como la integración del canto en la vida cotidiana como una actividad grupal22; coros repetitivos
con un cantante “líder”; una estructura de llamada/respuesta (antifonía) en la que la repetición
constante de la respuesta anima a que todos participen23, y un fuerte ritmo, muchas veces con
síncope24. La simplicidad de las canciones que se originaron en las camp meetings no sólo tenía que
ver con las influencias africanas sino también con las condiciones físicas de dichos encuentros, que
muchas veces tenían lugar de noche, a la luz de antorchas y con participantes en su mayoría analfabetos. O sea, en estas circunstancias, la simplicidad lírica y melódica, la repetición de los coros
y los pegajosos ritmos facilitaban el rápido aprendizaje, memorización y difusión de las canciones
que musicalizaban estos encuentros de exaltación religiosa.
Las características africanas de las spirituals de júbilo descritas arriba y su emergencia del crisol de
las reuniones de campo han tenido un papel imprescindible en la adopción de I Shall Not Be Moved
21 Arthur C. Jones, Wade in the Water: The Wisdom of the Spirituals (Maryknoll: Orbis Books, 1993), 7.
22 Dena J. Epstein y Rosita M. Sands, “Secular Folk Music”, en African American Music: An Introduction, eds.,
Mellonee V. Burnim y Portia K. Maultsby (Nueva York: Routledge, 2006), 35-52.
23 Mellonee V. Burnim, “Religious Music”, en African American Music: An Introduction, eds., Mellonee V. Burnim
y Portia K. Maultsby (Nueva York: Routledge, 2006), 52-77.
24 Wyatt T. Walker, Somebody’s Calling My Name: Black Sacred Music and Social Change (Valley Forge: Judson
Press, 1979), 52-59.
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en todos los contextos sociales, políticos y lingüísticos bajo consideración en este artículo. En este
sentido, la transculturación entre lo africano y lo angloprotestante europeo de la que nació la canción
se ha sostenido en todas las etapas posteriores de su evolución, incluidas la catalana, la castellana y la
chilena. Lee Hays, un activista del movimiento para sindicalizar a los sharecroppers (inquilinos) en
los campos de algodón en Arkansas en los años treinta del siglo pasado, y quien posteriormente llevó
consigo We Shall Not Be Moved a Nueva York, donde se las enseñó a sus compañeros de los Almanac
Singers, fue una de las primeras personas en ver el potencial de este tipo de canciones como arma en
las luchas sindicales. Estas luchas también contenían, además de su elemento didáctico y confrontacional, una profunda dimensión espiritual que se nutría del canto colectivo. La adopción de I Shall
Not Be Moved por el movimiento sindical en Estados Unidos fue bastante natural, pues era una canción ya conocida por muchos trabajadores blancos y negros en el sur del país, y sólo faltaba cambiarle
el “I” por el “We” y sustituir nuevas frases relacionadas con las luchas laborales, para que perfectamente pudiera ser usada como “himno” sindical adaptable a cualquier conflicto con empresarios o
corporaciones. Aquí se podría decir que la transculturación no tuvo un papel demasiado significativo
en la transferencia de la canción del ámbito religioso al ámbito laboral.
Curiosamente, en el momento en que los activistas del movimiento de los derechos civiles de
los afroestadounidenses volvieron a apropiarse del tema I Shall Not Be Moved, se observa un mayor
nivel de negociación transcultural que cuando el movimiento laboral aprovechó la canción para sus
propios propósitos de lucha. Para entender el porqué de esto, se debe tener en cuenta que en las
spirituals de los afroestadounidenses la palabra “I” solía referirse no tanto al individuo sino al colectivo afroestadounidense. De tal manera, la resistencia que oponía este “yo” frente a la opresión racial
representaba, no el compromiso de un solo individuo que anhelara su liberación, sino al pueblo afroestadounidense en su totalidad. No obstante, cuando los activistas afroestadounidenses volvieron a
aprender I Shall Not Be Moved de unos activistas blancos veteranos del movimiento laboral, tuvieron
que ser persuadidos por estos blancos de que era necesario cambiar el “yo” por un “nosotros”, para
enfatizar que ésta era una lucha colectiva, y no individual, esto según Bernice Johnson Reagon, conocida experta sobre el canto afroestadounidense y exintegrante de los Freedom Singers25.
Se podría pensar que la transculturación cumplió un papel más significativo en la adaptación
interlingüe de We Shall Not Be Moved a “No nos moverán” que en el caso de su transferencia de las
iglesias protestantes al movimiento laboral y del movimiento laboral de los blancos al movimiento
de los derechos civiles de los negros, pues no es una tarea fácil traducir una canción de manera adecuada de una lengua a otra y de un estilo de canto a otro. Sin embargo, no hay muchas evidencias
de que fuera así, al menos en las primeras dos veces en que la canción fue adaptada al castellano en
Estados Unidos. En primer lugar, la canción tiene una estructura, una melodía y una letra sumamente sencillas y flexibles. Segundo, el mensaje comunicado por la canción también es sencillo y
transferible a innumerables situaciones de lucha social. Y tercero, los que tradujeron la canción
en Estados Unidos, tanto en la cárcel de San Antonio (Texas) en los treinta como en el Valle de
San Joaquín (California) en los sesenta, fueron sindicalistas que tomaron la decisión de traducir lo
que ya era para ellos un himno laboral y aprovecharlo en otras luchas sindicales en su mismo país.
Habría implicado un mayor esfuerzo transcultural si, por ejemplo, Lira y Valdez hubieran buscado
transformar una canción religiosa que surgiera del mismo salmo que I Shall Not Be Moved, muy
25 Vincent Harding, Bernice Johnson Reagon y Rachel E. Harding, “Singing to Freedom”, Sojourners Magazine 33:
8 (2004): 32-35.
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posiblemente la letra diría “Yo no vacilaré” o “No resbalaré”, tal como aparece muchas veces en las
biblias cristianas publicadas en castellano. Además, la tradición religiosa angloprotestante distaba
mucho de la hispana-católica practicada por la mayoría de los mexicano-estadounidenses. Lira y
Valdez, en realidad, no enfrentaron un reto tan grande, pues no tenían como propósito adaptar una
canción bíblica a su lengua, sino una canción de lucha laboral. En este sentido, la tarea de adaptación de “No serem moguts” a “No nos moverán” en España fue similar: se trataba de la traducción
textual de una lengua a otra dentro de un mismo país y entre dos alas de un mismo movimiento
cuyos participantes en su mayoría eran estudiantes jóvenes, que también contaban con este elemento cultural generacional en común.
El caso de la apropiación de We Shall Not Be Moved por parte del joven catalán Xesco Boix
se puede considerar un punto intermedio entre los dos polos de lo transcultural que se han contemplado hasta aquí. Por una parte, “No serem moguts” es definitivamente un fruto del contacto
que Boix tuvo con una cultura muy diferente a la suya durante su estancia en Estados Unidos, no
sólo en el aspecto lingüístico, sino también en los aspectos políticos y musicales, representados
más notoriamente tal vez por su uso distintivo del banjo de cinco cuerdas, instrumento nunca
antes visto en la música catalana y emblema de su ídolo Pete Seeger, quien para él representaba
la música de conciencia social y una actitud coherente que faltaba en su país26. Cabe mencionar
que los jóvenes integrantes del colectivo madrileño Canción del Pueblo compartían con Boix
actitudes similares sobre el canto de los norteamericanos del movimiento del “folk politizado”
de los primeros años de los sesenta, y que algunos de ellos realizaron sus propias adaptaciones
al castellano de temas que provenían de cantores como Seeger, Joan Baez y Bob Dylan. Adolfo
Celdrán, por ejemplo, grabó sus propias versiones de otras dos canciones popularizadas por
Seeger, Kumbayah y Little Boxes.
Por otra parte, se observa que la adopción de “No nos moverán” por Boix y, subsecuentemente, por los integrantes de Canción del Pueblo y el conjunto chileno Tiemponuevo tal vez no
representa tanto la transculturación, sino la transmisión de ideas y formas de expresarlas musicalmente entre individuos y grupos que, aun antes de compartir entre sí un mismo objeto cultural,
ya compartían ciertos valores, actitudes y proyectos políticos de izquierda, o sea, de justicia
social. En este sentido, la apropiación de We Shall Not Be Moved para oponerse al régimen franquista o defender la Unidad Popular no requirió mucho más procesamiento transcultural que la
tarea de traducción literal e invención de nuevas frases (sería mucho llamarlas “estrofas”) que
emprendieron Lira y Valdez en California. Al mismo tiempo, se podría cuestionar si el proceso
transcultural se exhibió de manera más fuerte en el caso de Boix que en el caso de la negociación
entre los afroestadounidenses y los participantes blancos en el movimiento de derechos civiles,
concerniente a la diferencia entre “no me moverán” y “no nos moverán”. Podría decirse, incluso,
que la incorporación de We Shall Not Be Moved a contextos donde se canta en castellano sirve
menos como un ejemplo de procesos de transculturación, y más como un ejemplo de cómo las
características africanas y de las camp meetings que aún conserva la canción —simpleza, ritmo,
repetición y antifonía— han facilitado su aplicación a nuevas situaciones en otros contextos culturales. O sea, el proceso transcultural más importante exhibido por la canción se dio antes de
su adaptación interlingüe del inglés al catalán y al castellano.
26 Comunicación electrónica con Lluis Panyella (amigo y biógrafo de Boix). Barcelona, 28 de agosto de 2012.
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3. Una cultura transnacional de izquierda en el siglo XX: globalización desde abajo
Los sociólogos definen la globalización como “los procesos a través de los cuales las vidas de
todos los pueblos del planeta se vuelven cada vez más interconectadas en términos económicos, políticos, culturales y ecológicos, junto con la consciencia de tales interconexiones”27.
En la prolífica literatura académica sobre la globalización, la mayor atención se ha prestado al
proceso de la integración económica mundial “desde arriba”, como proyecto realizado por las
élites políticas, económicas e intelectuales. A partir del comienzo del siglo XXI, sin embargo,
se ha manifestado un creciente reconocimiento de los procesos de globalización desde abajo,
iniciados por actores que no hacen parte de las élites. Entre otros fenómenos, la globalización
desde abajo se ejemplifica con el auge de movimientos sociales antisistémicos con variados
enfoques (ecologista, feminista, campesino, proletario) que coordinan sus estrategias y acciones atravesando las fronteras internacionales28. Como el lector ya debe apreciar, la historia
de “I Shall Not Be Moved→No nos moverán” ejemplifica el proceso de la globalización desde
abajo de una variedad de maneras a lo largo del siglo XX, mucho antes que se inventara este
término académico.
En este artículo se hará énfasis en cómo el concepto de la globalización desde abajo ayuda
a comprender los contactos e intercambios culturales entre los movimientos de izquierda
en muchos países de Europa y América. Se quiere plantear aquí que distintos participantes de diversos movimientos sociales de izquierda de diversos países, al menos hasta cierto
punto, pueden conceptualizarse como una especie de tribu transnacional, en la medida que
comparten un conjunto de valores (cultura) y se comunican entre sí aprovechando unas infraestructuras sociales que canalizan su intercambio de ideas, información, valores y objetos
culturales29. En otras palabras, a pesar de sus diferencias lingüísticas, los activistas que han
tomado I Shall Not Be Moved y la han adaptado a sus propias circunstancias ya compartían una
“cultura de izquierda” que facilitaba la integración de esta canción a sus propios movimientos
nacionales y locales.
3.1. El internacionalismo de la izquierda marxista
La orientación profundamente internacionalista de los movimientos políticos de izquierda data
de la publicación del Manifiesto comunista por Marx y Engels, en 1848. En el Manifiesto, hacen
hincapié en que para ellos la lucha proletaria contra la burguesía era una lucha mundial en la que
las batallas entre las clases dentro de los territorios nacionales no eran más que ejemplos específicos de una lucha de clases más generalizada dentro de un sistema capitalista mundial. Por esta
razón, Marx y Engels hicieron declaraciones explícitamente antinacionalistas en el Manifiesto,
aseverando que el pueblo trabajador no tenía un país que pudiera llamarse “propio”, y, por ende,
necesitaba unirse atravesando las fronteras nacionales en su lucha conjunta contra la burguesía.
No es trivial, por lo mismo, que declaren que “las clases dominantes” (plural) temblaban de miedo
27 Richard P. Appelbaum y William Chambliss, Sociology (Nueva York: Longman, 1997 [1995]), 5.
28 Véase, por ejemplo, Jeremy Brecher, Brendan Smith y Timothy Costello, Globalization from Below: The Power
of Solidarity (Boston: South End Press, 2000).
29 Al respecto, el tropo de la tribu en Arjun Appadurai, Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization
(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996), 159-164.
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ante la revolución comunista y que cuando se acabara la explotación de un individuo por otro,
también se pondría fin a la explotación de un país por otro30.
No es accidental, entonces, que los movimientos comunistas en varios países en Europa se
unieran en una serie de confederaciones llamadas “internacionales”, comenzando hacia fines del
siglo XIX y continuando hasta mediados del XX31. La fundación de la Tercera Internacional, en
marzo de 1919, fue acompañada de una explícita declaración de sus principios internacionalistas, antiimperialistas, antirracistas y multiculturalistas, que fue firmada por Lenin y Trotsky, entre
otros reconocidos comunistas32. Como es bien sabido, algunos gobiernos estalinistas muchas veces
no cumplieron estos principios sino que los violaron indiscriminadamente. Esto no quiere decir,
sin embargo, que muchos militantes y simpatizantes comunistas en otras partes del mundo no
creyeran en estos principios y no actuaran basados en ellos. De hecho, aun después de la caída de la
Tercera Internacional, los gobiernos comunistas continuaron organizando congresos internacionales de sindicalistas, estudiantes, escritores, artistas y músicos que contaban con la participación
de miles de individuos de muchos países del Tercer Mundo. Entre los participantes en este tipo de
eventos estuvieron, por ejemplo, los aclamados cantautores chilenos Violeta Parra y Víctor Jara,
en los años cincuenta, sesenta y setenta33. Cuba, desde luego, se convirtió en el anfitrión de este
tipo de eventos para los latinoamericanos, a partir del triunfo de su revolución, en 1959.
3.2. El movimiento comunista
Sólo una pequeña proporción de todas las personas que han cantado We Shall Not Be Moved o
“No nos moverán” en Estados Unidos, España o Chile militaba en un Partido Comunista. No obstante, los comunistas estuvieron presentes y muy activos en todos los movimientos que se han
mencionado en este trabajo, a veces muy abiertamente, y otras veces de manera menos pública.
Muchos participaron en las grandes campañas sindicales de los años treinta en Estados Unidos,
por ejemplo, y otros excomunistas posteriormente lucharon en el movimiento de los derechos
civiles de los afroestadounidenses. Pete Seeger, Lee Hays y Woody Guthrie, quienes participaron
en la difusión de We Shall Not Be Moved, se hicieron militantes del Partido Comunista de Estados
Unidos, y durante la represión del macartismo sufrieron por haberlo hecho. Aunque Xesco Boix
nunca militó en ningún Partido Comunista, simpatizó y a veces colaboró con el Partido Socialista Unificado de Cataluña, de orientación marxista34. Algunos de los integrantes de Canción del
Pueblo en Madrid, entre ellos Adolfo Celdrán y Elisa Serna, también fueron militantes del Partido
Comunista de España o colaboraron en ocasiones con el partido en la resistencia a la dictadura
franquista. Los integrantes de Tiemponuevo en Valparaíso fueron militantes del Partido Comunista Chileno y grabaron su adaptación de “No nos moverán” en Dicap, el sello de las Juventudes
30 Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista (Santiago: Centro de Estudios “Miguel Enríquez”, 1848).
31 C.L.R. James, World Revolution 1917-1936: The Rise and the Fall of the Communist International (Londres: Martin, Secker, and Warburg, Ltd., 1937).
32 C.L.R. James, World Revolution, 113-114.
33 Claudio Acevedo, et al., Víctor Jara: Obra musical completa (Santiago: Fundación Víctor Jara, 1999), 10-23, e Isabel Parra, El libro mayor de Violeta Parra: un relato biográfico y testimonial (Santiago: Editorial Cuarto Propio,
2009), 225-229.
34 Comunicación electrónica con Lluis Panyella. Barcelona, 14 de junio de 2014.
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Comunistas de Chile. A ellos mismos, tras el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, en
1973, y la posterior instauración de la dictadura militar en el país, les fue otorgado asilo político por
el gobierno comunista de la República Democrática Alemana.
Hay que tener presente que la izquierda chilena del siglo XX también fue internacionalista en
su orientación ideológica. Un ejemplo de ello es cuando en los años treinta el gobierno popular
de Pedro Aguirre Cerda recibió con los brazos abiertos a los refugiados republicanos de la Guerra
Civil española, que el poeta Pablo Neruda logró rescatar y traer al país. Como militante del Partido
Comunista de Chile, Neruda veneró a artistas e intelectuales de la izquierda de otros países y les
colaboró activamente. En los años sesenta y setenta, militantes de la izquierda chilena conocían
y apoyaban las luchas por la justicia social en curso fuera de su país, y no sólo en otras partes de
América Latina. Así, por ejemplo, los universitarios chilenos de izquierda organizaron en 1967
una multitudinaria marcha de Valparaíso a Santiago en solidaridad con el pueblo de Vietnam en su
lucha por expulsar a las tropas estadounidenses de su país35. Estos mismos activistas sabían de los
movimientos de los negros en Estados Unidos y los apoyaban reclamando, por ejemplo, la libertad
de Angela Davis, injustamente encarcelada por la autoridad estadounidense por supuestamente
participar en el secuestro y asesinato de un juez federal36.
3.3. La nueva canción chilena
El movimiento de la Nueva Canción Chilena emergió en Santiago a mediados de los sesenta, y se
distinguió por su letra poética, el uso de instrumentos autóctonos de toda América Latina y un
mensaje antiimperialista y de justicia social. Entre sus principales cantautores destacan los nombres de Violeta Parra, Víctor Jara, Rolando Alarcón y Patricio Manns, quienes promovieron una
identidad y una voz latinoamericanas que activamente se opusieron a la dominación del continente
por Estados Unidos, Europa y las élites criollas que se doblegaban ante estos poderes extranjeros37.
Todos estos cantautores eran militantes del Partido Comunista de Chile, que siempre había atraído a sus filas a muchos artistas, músicos y escritores, incluido el premio Nobel Pablo Neruda.
Todos ellos viajaban extensamente fuera de Chile, no sólo por América Latina sino también por
Europa, incluida la asistencia a festivales y congresos culturales en los países socialistas. Los integrantes de los dos más destacados conjuntos del género —Quilapayún e Inti-Illimani— también
eran militantes del partido, como lo eran, además, los integrantes de Tiemponuevo.
Esto no implica que las creaciones musicales de estos artistas fueran determinadas o controladas
por el partido —aunque, como lo asevera Eduardo Carrasco, fundador de Quilapayún, el partido en
realidad exhibió algunas tendencias bastante autoritarias en su organización interna—, sino que las
35 Punto Final, “Todo por Vietnam”, Punto Final 1: 33 (1967), 1.
36 Véase un mural de la Brigada Ramona Parra y un afiche que exigía la libertad para Davis en Fernando Orellana,
Chile: Breve imaginería política: 1970-1973, exposición itinerante y electrónica (Santiago: Fernando Orellana,
2000), disponible en línea <http://www.abacq.net/imagineria/exp29.htm>; y un cortometraje de la visita de
Davis a la Universidad Técnica del Estado en 1972, en “Angela Davis en la UTE (1972)”, Archivo de Documentación Gráfica y Audiovisual, Universidad de Santiago de Chile, 1972. <http://www.archivodga.usach.cl/index.
php/en/> o en <https://www.youtube.com/watch?v=p6YdNf7Z31Y>.
37 Moisés Chaparro, José Seves y David Spencer, Canto de las estrellas: Un homenaje a Víctor Jara (Santiago: Ceibo
Ediciones, 2013); Juan Pablo González, Oscar Ohlsen y Claudio Rolle, Historia social de la música popular en
Chile, 1950-1970 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2009); J. Patrice McSherry, Chilean New
Song: The Political Power of Music (Filadelfia: Temple University Press, 2014).
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simpatías y orientaciones ideológicas de estos artistas estaban alineadas con un movimiento que se
veía, de manera significativa, como internacional, y no como una simple colección de movimientos nacionales individuales38. Partiendo de esta orientación, los compositores de la nueva canción
escribían sobre las luchas, no solamente de otras partes de Latinoamérica, sino también de Vietnam,
Angola y España. En su canción “Ayúdame, Valentina”, por ejemplo, Violeta Parra invocó el nombre
de la famosa cosmonauta soviética Valentina Tereshkova, quien en 1963 fue la primera mujer en
viajar al espacio. Parra también hizo referencia en su canción “Qué dirá el Santo Padre” a la ejecución
el mismo año del comunista español Julián Grimau por la dictadura franquista.
Los músicos de la nueva canción, además, adaptaron e interpretaron canciones de lucha, no sólo de
otras partes de América Latina, sino también de países como España e Italia. Y aunque los creadores de
la nueva canción tenían actitudes antiimperialistas hacia Estados Unidos, tanto en lo político como en
lo cultural, esto no implicó que rechazaran cualquier expresión literaria o musical proveniente de aquel
país. De hecho, al igual que sus contrapartes en España, los músicos de la nueva canción no titubeaban
en traducir algunas canciones del inglés al castellano e integrarlas a sus repertorios. Así, se puede apreciar en el repertorio de Víctor Jara la canción “El martillo”, que fue su adaptación del tema If I Had a
Hammer de Lee Hays y Pete Seeger, además de “Las casitas del barrio alto”, su versión de la canción
Little Boxes de Malvina Reynolds. Rolando Alarcón, a su vez, tradujo al castellano Oh, Brother, Did You
Weep (Hermano, llorarás), una canción que denunciaba la invasión yanqui en Vietnam, que fue escrita
por Peggy Seeger, la media hermana de Pete, y su marido, el inglés Ewan MacColl.
No fue excepcional, entonces, que los integrantes de Tiemponuevo se enteraran del perfil de una
canción como We Shall Not Be Moved en el movimiento libertario de los afroestadounidenses de la
época y la consideraran más que apta para ser cantada en el contexto chileno. Al integrarla a su repertorio, ejemplificaron la apropiación serial de significados musicales a través de los grupos culturales
discutida por Small, que consiste en que los miembros de un grupo asimilan seleccionados “pedacitos” de las prácticas musicales de otro grupo, dándoles un nuevo significado en un nuevo contexto39.
Al mismo tiempo, si se puede conceptualizar a la izquierda “cantante” como una especie de tribu
global que comparte algunos valores y orientaciones fundamentales en común, también se podría
pensar en la trayectoria de I Shall Not Be Moved en los movimientos sociales a través del tiempo y el
espacio como una ilustración de apropiaciones que en cierto sentido pueden conceptualizarse como
intraculturales, en vez de interculturales, o sea que han sido facilitadas por afinidades valóricas subyacentes, en lugar de haber sido dificultadas por discrepancias culturales fundamentales.
3.4. La ciudadanía cosmopolita y las izquierdas internacionales
Sin querer “romantizar” la historia de las izquierdas en América y Europa en el siglo XX, que ha evidenciado variados conflictos internos y falta de congruencia con sus propios principios de justicia social,
aquí se sugiere que, en sus mejores momentos, los luchadores sociales de izquierda han tendido a exhibir una visión cosmopolita de la sociedad y una apertura hacia la producción cultural de otros países,
especialmente cuando ésta promueve ideales igualitarios. He aquí dos conceptos sociológicos entrelazados —el cosmopolitismo y la ciudadanía cosmopolita— que ayudan a interpretar este aspecto de la
38 Eduardo Carrasco, Quilapayún: La revolución y las estrellas (Santiago: RIL Editores, 2003), 137-142.
39 Christopher Small, “Prologue: Misunderstanding and Reunderstanding”, en Music and Solidarity: Questions of
Universality, Consciousness, and Connection, eds., Felicity Laurence y Olivier Urbain (Nueva Brunswick: Transaction Publishers, 2011), xv-xvi.
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historia de “No nos moverán”. El teórico cultural Stuart Hall aseveró que el cosmopolitismo se refiere al
proceso en el que los actores sociales “aprovechan las huellas y los residuos de muchos sistemas culturales, de muchos sistemas éticos [y representa] la capacidad de evitar que el guion de la vida de uno sea
escrito por una sola comunidad, sea ésta una comunidad de fe, de tradición, de religión o de cultura”40.
Además, según Beck, el cosmopolitismo implica el reconocimiento de que “las preocupaciones centrales humanas son problemas ‘mundiales’” que exigen la colaboración transnacional para atacarlos.
Más aún, sugiere que la resolución de los problemas que trascienden los Estados-nación individuales exige la creación de “partidos mundiales”, cuyas metas tienen una fundación cosmopolita,
que apelan a “los valores y las tradiciones en toda cultura y religión”, y cuyos militantes “sientan
una obligación hacia el planeta entero”41. Ignatieff, a su vez, asevera que mientras que cada intelectual o político cosmopolita “defiende los valores universales contra los nacionales”, es necesario
distinguir entre los “cosmopolitas marxistas”, quienes “valoran la hermandad obrera o la hermandad de los pueblos colonizados y oprimidos contra las varias manifestaciones del nacionalismo
reaccionario”, y los “cosmopolitas liberales”, quienes “proclaman su adherencia a los estándares
universales humanos, en vez de las tradiciones culturales nacionales”42.
De acuerdo con algunas o todas las explicaciones ofrecidas por estos autores sobre cómo se
debe entender el cosmopolitismo, la ciudadanía cosmopolita se refiere a una especie de ciudadanía
que no sólo comunica al individuo con su propia cultura nacional, sino con todas las culturas en
todos los niveles de la sociedad, desde su barrio y su región dentro del país hasta otras regiones de
su continente y comunidades de ultramar43. En otras palabras, la ciudadanía cosmopolita se refiere a situaciones donde la gente llega a comprenderse a sí misma como ciudadanos de un mundo
compuesto de pueblos y culturas interconectados. Turino parece haber estado pensando en algo
similar cuando habló de los cosmopolitas como pertenecientes a una formación cultural trans-estado cuyos miembros “son atraídos y relacionados con otros integrantes de la formación en el
mismo y en otros sitios alrededor del mundo a través de un grado sustancial de similitud cultural
además de sus viajes, instituciones y lazos concretos de comunicación”44.
La mayoría de los participantes clave en la difusión de We Shall Not Be Moved como una canción
“de movimientos” pueden entenderse de manera fructífera como ciudadanos cosmopolitas. En este
sentido, Pete Seeger, cuyo gran repertorio de canciones y melodías fue multinacional y multilingüe,
es ejemplar, habiendo buscado y aprendido las expresiones musicales de múltiples culturas, además
de atravesar diversos límites culturales para interpretarlas. Pero Seeger no fue el único. En Highlander,
en los cincuenta, el conocimiento que Guy Carawan tenía de las expresiones culturales tanto de negros
como de blancos le permitió servir de catalizador para la creación de un repertorio canónico de freedom
40 Stuart Hall, “Political Belonging in a World of Multiple Identities”, en Conceiving Cosmopolitanism: Theory,
Context, and Practice, eds., Steven Vertovec y Robin Cohen (Oxford: Oxford University Press, 2002), 26.
41 Ulrich Beck, “The Cosmopolitan Manifesto”, New Statesman, Londres, 20 de marzo, 1998, 28-30.
42 Michael Ignatieff, “Benign Nationalism? The Possibilities of The Civic Ideal”, en People, Nation, and State: The
Meaning of Ethnicity and Nationalism, eds. Edwin Mortimer y Robert Fine (Londres: I. B. Taurus, 1999), 142.
43 Donald Cuccioletta, “Multiculturalism or Transculturalism: Towards a Cosmopolitan Citizenship”, London
Journal of Canadian Studies 17 (2002): 4.
44 Thomas Turino, “Are We Global Yet? Globalist Discourse, Cultural Formations and the Study of Zimbabwean Popular Music”, British Journal of Ethnomusicology 12: 2 (2003): 51-79. DOI: dx.doi.
org/10.1080/09681220308567363.
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songs para el movimiento de los derechos civiles. Bernice Johnson Reagon, de los Freedom Singers,
quizás no era cosmopolita cuando comenzó su carrera como activista y cantante, pero rápidamente
llegó a serlo como consecuencia de su participación en el movimiento de los derechos civiles y sus
experiencias como embajadora musical ante un público blanco y urbano en el norte del país. De manera
similar, los fundadores del Teatro Campesino, Luis Valdez y Agustín Lira, a través de su trabajo sindical,
muy rápidamente se volvieron conscientes de un mundo cultural mucho más allá de las vidas cotidianas
de los labradores agrícolas del Valle de San Joaquín. Además, su bilingüismo y su biculturalismo nativos
les aportaron desde su infancia una perspectiva un tanto cosmopolita.
A pesar de ser un nacionalista catalán, Xesco Boix se reconoció como un participante en
procesos culturales y políticos más allá de los confines de su país y buscó aprender de las otras
culturas, aplicando los conocimientos obtenidos a la situación en Cataluña. Igual que Boix, los
integrantes de Canción del Pueblo en Madrid exhibieron actitudes y conductas cosmopolitas. Y
no cabe duda de que los participantes chilenos en el movimiento de la nueva canción durante la
época de Allende fueron conscientes de la relación entre los cambios sociales, políticos y culturales que ocurrían en su país y los cambios similares en curso en otras partes del mundo. En el caso
específico de los integrantes de Tiemponuevo, su origen en la ciudad porteña de Valparaíso debe
haber contribuido algo a la visión cosmopolita que los integrantes del conjunto tenían del mundo.
En este sentido, podría ser útil conceptualizar el cosmopolitismo como un aspecto de lo que
Bourdieu ha llamado habitus, o sea, las actitudes, visiones del mundo y disposiciones hacia diferentes tipos de estímulos que son la huella dejada en los individuos por los variados tipos de
socialización a los que han sido sometidos45. Estos tipos de socialización pueden abarcar una
variedad de aspectos de la existencia humana, incluidos los siguientes: nacionalidad, religión,
lengua hablada, clase social, ocupación, membresía en un grupo etnorracial, generación histórica
y residencia rural versus residencia urbana. El habitus también puede ser el resultado de la socialización política, incluidas las experiencias que los individuos tienen en los movimientos sociales.
Aunque no se usa el término de manera explícita, la conceptualización del cosmopolitismo como
un aspecto del habitus que se sugiere aquí es congruente con la caracterización elaborada por Vertovic y Cohen del cosmopolitismo como “una actitud y una disposición” que se adquiere a través
de la experiencia46. De esta manera, se puede pensar en el cosmopolitismo como una “forma de
ser en el mundo”, o sea, un habitus asociado con las luchas políticas de izquierda en muchas partes
del mundo. Aún más específicamente, se puede conceptualizar este habitus como una disposición
dirigida a valorar y asimilar los aportes de otros grupos culturales en una lucha mundial por la justicia social, aunque este último concepto carezca de una definición consensuada y precisa.
Consideraciones finales
En este trabajo he intentado resumir la historia de una canción que ha tenido un papel significativo
en una variedad de luchas por la justicia social en muchas partes del mundo en distintos momentos
históricos. En mi análisis e interpretación de la historia de “I Shall Not Be Moved→No nos moverán”
se ha intentado resaltar cómo esta canción ha servido de recurso simbólico y de verdadera arma de
45 Pierre Bourdieu, Outline of a Theory of Practice (Londres: Cambridge University Press, 1977).
46 Steven Vertovic y Robin Cohen, “Introduction: Conceiving Cosmopolitanism”, en Conceiving Cosmopolitanism: Theory, Context, and Practice, eds., Steven Vertovec y Robin Cohen (Oxford: Oxford University Press, 2002), 13.
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lucha para los participantes en los movimientos sociales dondequiera que se ha cantado. En este
sentido, se insiste en que se puede entender la canción como un ejemplo de capital transcultural,
es decir, un recurso que los miembros de los grupos que luchan por la justicia social han adquirido
a través de sus contactos con los luchadores de otras culturas y de otros lugares y momentos históricos. No obstante, se debe tener en cuenta que estos luchadores, de diferentes países y que hablan
distintas lenguas, de alguna manera comparten unos valores y una visión del mundo que llevan a
preguntarse si se puede también decir que los intercambios que ocurren entre sus redes transnacionales, en cierto sentido, son intercambios intra- y no inter- o trans- culturales. En esta era de
globalización desde arriba y desde abajo, lo cierto es que tanto las luchas sociales como el canto
que las acompaña transcenderán cada vez más los límites territoriales de las naciones y las culturas.
Bibliografía
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Un canto en movimiento: “No nos moverán” en Estados Unidos, España y Chile en los siglos XIX y XX
David Spener
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David Spener
Director del Departamento de Sociología y Antropología de la Trinity University (Estados Unidos).
Licenciado en Análisis Económico y Social de Beacon College (Estados Unidos), Magíster en Lingüística Aplicada de la Georgetown University (Estados Unidos) y Doctor en Sociología de la Universidad
de Texas (Estados Unidos). Es autor del libro Clandestine Crossings: Migrants and Coyotes on the Texas-Mexico Border (Nueva York: Cornell University Press, 2009) y coautor, con los cantores chilenos
Moisés Chaparro y José Seves, del texto Canto de las estrellas: Un homenaje a Víctor Jara (Santiago:
Ceibo Ediciones, 2013). [email protected]
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American Rock with a European Twist: The
Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany,
Greece, and Italy (20th Century)❧
Maria Kouvarou
Universidad de Durham (Reino Unido).
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.05
Artículo recibido: 29 de septiembre de 2014 · Aprobado: 03 de febrero de 2015 · Modificado: 03 de marzo de 2015
Resumen: Este artículo evalúa las prácticas desarrolladas en Francia, Italia, Grecia y Alemania para adaptar
la música rock’n’roll y acercarla más a sus propios estilos de música y normas societales, como se escucha en
los primeros intentos de las respectivas industrias de música en crear sus propias versiones de él. El trabajo
aborda estas prácticas, como instancias en los contextos francés, alemán, griego e italiano, de institucionalizar
el rock’n’roll de acuerdo con sus propias posiciones frente a Estados Unidos, sus situaciones históricas y
políticas y su pasado y presente cultural y musical.
Palabras clave: Rock’n’roll, Europe, Guerra Fría, institucionalización, industria de música.
American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in
France, West Germany, Greece, and Italy (20th Century)
Abstract: This paper assesses the practices developed in France, Italy, Greece, and Germany in order to
accommodate rock’n’roll music and bring it closer to their own music styles and societal norms, as these are
heard in the initial attempts of their music industries to create their own versions of it. The paper deals with
these practices as instances of the French, German, Greek and Italian contexts to institutionalize rock’n’roll
according to their positions regarding the USA, their historical and political situations, and their cultural and
musical past and present.
Keywords: Rock’n’roll, Europe, Cold War, institutionalization, music industries.
O rock americano com um toque europeu: a institucionalização do rock and roll na
França, Alemanha Ocidental, Grécia e Itália (século XX)
Resumo: Este artigo avalia as práticas desenvolvidas na França, Alemanha, Grécia e Itália para adaptar o rock
and roll e aproximá-lo mais a seus próprios estilos de música e normas sociais, como se escuta nas primeiras
tentativas das respectivas indústrias musicais em criar suas próprias versões dele. O trabalho aborda essas
práticas como instâncias nos contextos francês, alemão, grego e italiano, de institucionalizar o rock and roll
de acordo com suas próprias posições diante dos Estados Unidos, suas situações históricas e políticas, seu
passado e presente cultural e musical.
Palavras-chave: rock and roll, Europa, Guerra Fria, institucionalização, indústria de música.
❧ Este articulo hace parte de la tesis doctoral titulada “‘Rockin’ all over the world’: The Assimilation of Rock
Music in Five European Countries (a comparative study)”, que contó con la financiación del Arts and Humanities Research Council (AHRC) del Reino Unido.
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American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy
Maria Kouvarou
Introduction
T
he years following World War II saw most European countries in ruins, occupied in efforts
to rebuild themselves economically, socially, and culturally. At the same time the two postwar
superpowers, the USA and the USSR, were already engaged in the division of Europe into new
political spheres of influence and control. As neither of the superpowers and their collaborating
countries could afford financially or emotionally to engage in another armed conflict, the European scene became the world’s most stable area and remained so for several decades to come. The
Cold War that resulted from such processes first crystalized in 1948 and was characterized by a
degree of stability in the European context that contrasted strongly with the upheavals in Asia,
the Middle East, and Africa during the ensuing period of decolonization.1 This historical period
was also characterized by technological, social, and financial developments that allowed for the
wide dissemination of cultural products, particularly from the USA. This, in combination with the
dominance, both informal and formal, of US culture together with US aid programmes for countries in what became the “American” sphere of influence (Marshall Plan) contributed notably to
the popular culture of various European countries; music was important in these terms. The internationalization of the US musical styles of the time, mainly rock’n’roll, is a clear indicator of this.
To look at the treatment of rock’n’roll in these contexts during the early years of its appearance
can initiate discussions concerning their historical, political, economic, technological, and musical
situations, situations that also affected the transformation of their popular musical forms into ones
that would become both national and international at the same time.
This paper attempts to trace said process by comparing the situation in four European countries —France, Italy, Greece, and Germany (both East and West) and discussing the treatment of
rock’n’roll within their borders according to their post-war social and historical status, as well as in
regard to the position of each regarding the USA. The main criterion for choosing to focus on these
particular countries has been the recognition that in order for a comparative study of this kind to
produce findings that will be as illuminating as possible, it should most beneficially be applied to
contexts of similar social and cultural situations. This will allow one to focus on the specific issue
under consideration (for our purposes, rock’n’roll music in relation to US dominance during the
post-war period) and not be diverted by factors that could complicate the study. In other words,
to be able to pinpoint the similarities that these countries share in their post-war circumstances
only serves to make the differences among them more obvious with respect to their treatment of
rock’n’roll music. France, Italy, Greece, and West Germany share the common denominator of
falling within the American sphere of influence during the period discussed here: they had easy
and unrestricted access to American cultural products and had to maintain good relations with the
USA due to their economic dependence on it. East Germany is used here as a reference point for
the Eastern bloc and as a major indicator of how different political and social circumstances affect
musical processes. As will be seen in what follows, despite the nationality and cultural background
1 Peter Calvocoressi, World Politics since 1945 (Essex: Pearson Education Ltd., 2009 [1968]), 3-4.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 75-94 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.05
it shares with West Germany, rock’n’roll had a distinctly different process of development in East
Germany due to reasons that are entirely extra-musical.
The practices each country developed in order to accommodate this new musical idiom, as
heard in the attempts of their music industries to create their own versions of rock’n’roll, can
reveal the efforts of the French, Italian, German, and Greek contexts to institutionalize rock’n’roll by
concealing its national roots to the largest possible extent. The institutionalization of rock’n’roll
music is seen in the conscious efforts of the mainstream and official cultural industries of each of
these countries to create new versions of rock’n’roll that could be accepted as suitable for their
national contexts. The songs created through these processes of institutionalization can initiate
discussions that shed further light on the ways in which the positions of these countries regarding
the USA, their cultural and musical past and present, and their historical and political circumstances affected the eventual development of their popular music to a large extent.
For this study I have relied mainly on secondary sources and employed a comparative
assessment of the existing literature on the popular music of France, Germany, Greece,
and Italy in an effort to theorize the forces at play that prompted the institutionalization of
rock’n’roll in these four countries.2 The existing literature regarding the popular music of
each country concerned here is satisfactorily extensive, either in English, or in the original
language. A significant guide has been the music itself, which was constantly taken into consideration in cross-reference with the literature. The vast majority of the songs produced in
France, Germany, Greece, and Italy during the period discussed here are accessible in their
original recorded form, on websites like YouTube.
1. Rock’n’roll and moral panics
France, Italy, and West Germany enjoyed an obvious industrial and economic recovery during
the early years of rock’n’roll’s reception (1955-1962). Greece had experienced a slower economic recovery due to a civil war (1946-1949), and also due to having industrialized at a later stage
than the rest of the countries under consideration. In East Germany material living standards
had risen, but due to the centralized economy, society was not so consumer-oriented. All of
these countries appeared to have remained conservative societies, especially in comparison to
the USA. However, this apparent conservatism can be seen as the result of the position in which
they found themselves after WWII, a period of important changes in which the USA played a
crucial role. More specifically, the post-war years marked a period when these European countries were making efforts to recover from the destruction caused by the war, and to redefine
their national identities. Recognition of the USA as the dominant superpower in the world, and
these countries’ economic dependence on it, was considered an obstacle to the kind of ideas
and aspirations that underpinned the national reconstruction processes that were taking place
during these years. These European countries now more than ever before had been brought
to the point of having to engage with the mass-produced, mass-mediated, and mass-promoted products of the US cultural industry. They had no choice but to recognize their economic
2 For the possible pitfalls entailed in such comparative studies, see Richard A. Peterson, “Problems in comparative research: The example of omnivorousness,” Poetics 33 (2005): 257-282. DOI: dx.doi.org/10.1016/j.poetic.2005.10.002.
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American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy
Maria Kouvarou
dependence on the USA, something emphasized by technological developments that allowed
for the rapid export and distribution of US cultural products, and reinforced by the presence of
US soldiers stationed in these countries (except for East Germany).
In reaction to what was often considered an invasion by “American” mass culture, the
representatives of official European culture often stressed Europe’s historical affinities with
higher intellectual and cultural ideals, in attempts both to reclaim their superiority in the face
of US power in the world during this period, and also to express the incompatibility of its
mass culture with the seriousness of European high culture. Such conservatism is therefore
of an ambiguous nature here: it does not have to do with any backwardness on the part of
the European countries in contrast with a more liberal American society. Instead, it can be
argued that the apparent conservatism of these European countries is the result of the difficult
position of having to allow the existence of US cultural idioms in their countries, even though
they considered the basic principles of its entire culture (i.e., “mass culture”) incompatible
with their own national cultural ideals —the ideals on which they were largely relying for the
redefinition of their cultural identities.
In light of the above, it should come as no surprise that these European societies responded
with hostility when faced with the highly enthusiastic reception of US mass culture among their
local youth cultures. It is highly relevant here that the rise of the image of the “teenager” so characteristic of this period revealed a new social group in these countries, one with disposable income
and with a strong tendency to reject the established culture of their parents and to embrace US
cultural imports in general, and rock’n’roll in particular. In this respect, all four of the European
countries discussed here found themselves helpless in their efforts to defend their sense of national
identity from what they saw as a threat from the commercialized nature of US popular culture,
which they regarded as inferior and trivial. The response to that threat was not subtle in character, and in all of the countries discussed here clear opposition towards rock’n’roll (and other US
cultural products) was expressed by adult society through the use of terms like “degenerate,” and
viewed as being part of a larger process of “Americanization.” The moral panic to which all this led
can be seen as having two broad aspects: first, the association of rock’n’roll with violence (manifested in the “delinquent” activities of members of subcultures, most notably acting in gangs); and
second, the association of the sensual, “primitive” physicality of rock’n’roll (most evident in the
syncopated rhythm of the music and the dance styles associated with rock’n’roll) with the disruption of socially accepted gender norms and roles.
None of these countries, in their efforts to redefine their nationhood, could easily accept as compatible with their national character a musical idiom that generates violence, or that subverts what
is considered acceptable social behaviour in terms of gender norms. Rock’n’roll was certainly not
unique as a type of music that created these kinds of reactions (consider for example jazz, big band,
blues, and boogie woogie). Nonetheless, rock’n’roll was particularly effective in these terms as a
musical idiom that had a mass appeal, manifested during a time of social, economic, and technological developments that allowed it to have a hitherto unprecedented impact on teenagers’ lives.
Bearing this in mind, it is justifiable that during this time of cultural reconstruction, rock’n’roll came
to be seen as a “threat” in France, Germany (both West and East), Greece, and Italy.
It has been specifically stressed that US imports were inevitable, not only because the USA had
become the country that provided these countries with financial and military support during the
post-WWII years, but because they fell within its sphere of influence during the ensuing Cold War
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years as well. The fact that East Germany is the exception here, having established a youth-protection law shortly before rock’n’roll made its appearance that banned US imports and the existence
and consumption of anything “American-influenced” within its borders,3 only helps to demonstrate how even popular culture is subject to international politics. The prevention of such cultural
penetration, however, was not achievable at that time since people were able to travel to both
sides of the divided Berlin before the Berlin Wall was built in August 1961, so the influx of American goods that West Berlin experienced with the Allied occupation and its open market was not
restricted to West Germany alone: East German youth visiting West Berlin were likewise exposed
to American movies, music, and fashion.4
Thus France, West Germany, Greece, and Italy (and, for different reasons, East Germany) had
no way of avoiding the existence of cultural idioms like rock’n’roll within their borders. But the
fact that moral panics were aroused among the older generation indicates that these countries
were not ready to applaud such things and that their teenage population’s fascination with them
was largely unwelcome and had to be accounted for. As Pells puts it:
“The issue, therefore, was whether those on the receiving end of America’s mass culture could
diminish its magnetism, especially for young audiences who had grown up on American movies,
rock music, comic books, and television shows, and who seemed permanently alienated from
Europe’s older, higher art forms. This then would be a cultural battle not only between Europe and
America, but between intellectuals and commoners, parents and children, inside Europe itself.”5
Pells’ words serve to remind us of the further implications of the existence of US culture in
Europe during the years of rock’n’roll’s reception. This was still a time when European views of
the USA were at the very least paradoxical and even contradictory, based on the one hand on a
desire to emulate, a wish to become like the USA and live the “American dream,” while on the
other hand being characterized by resentment and considering US culture something to avoid, as
something morally and intellectually inferior. But we should now move beyond what might at first
sight appear to be purely ideological differences between these European countries and the USA
in order to better grasp the underlying complexities of this contradictory relationship, which I suggest has its basis in the unequal character of the political and economic power relations involved. A
closer look at the politico-economic relationships between the USA and West and East Germany,
Greece, Italy and France will better inform the attitudes of these countries towards American popular culture in general, and rock’n’roll in particular.
2. It’s not about the music
The political relationship of these countries to the USA is reflected in the ways in which its cultural
products were received. One way of understanding the complexities of rock’n’roll consumption
in these terms is to look at the case of West Germany: West Germany appears to have been more
3 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels: Cold War Politics and American Culture in a Divided Germany (Berkeley:
University of California Press, 2000), 67.
4 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels, 208.
5 Richard H. Pells, Not Like Us: How Europeans Have Loved, Hated, and Transformed American Culture Since
World War II (New York: Basic Books, 1997), 234.
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American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy
Maria Kouvarou
receptive towards rock’n’roll than the others due to its close political alliance with the USA that
allowed for the easy importation and wide consumption of American culture. Despite the heated
opposition and the reservations of the West German adult community and authorities in relation to it, West Germany had to be diplomatic in its response to rock’n’roll and other US cultural
products, due to the reality of its position in terms of international politics and the Cold War.
Therefore, though seen as threatening, American cultural products, including rock’n’roll, eventually became “de-demonized” due to their national origin. Indeed, as Poiger argues, even though
West German authorities had made efforts to contain US influences during the first half of the
1950s, imports of this kind clearly could not be totally prohibited; instead, by the second half of
the decade US popular culture and imports started to be used as a Cold War weapon, mainly after
pressure from US government officials.6
In the second half of the 1950s, the consumption of popular culture was considered depoliticized by West German authorities, mainly in reaction to the kind of totalitarian restrictions
placed on it within the Eastern Bloc countries (particularly in East Germany), and popular culture
assumed a new political role as a result.7 As Poiger puts it: “West German cold war liberals made
cultural consumption compatible with a new German identity that they located beyond fascism
and totalitarianism, indeed beyond all ideologies.”8 In this way, rock’n’roll became aligned with a
new idea of Germanness that was above ideologies, favored consumerism, did not come into conflict with US ideas (initially, at least), and positioned West German society in opposition to their
Cold War opponents, in particular with respect to East Germany.
The situation in West Germany was in stark contrast to the situation on the other side of the
wall. Indeed, in East Germany teenagers were considered to oppose the state simply by being fans
of rock’n’roll. Rock’n’roll in the East therefore became increasingly politicized, in contrast to its
de-politicization in West Germany. To cite Poiger again: “in May 1957, the Politburo announced
a ban on student travel to West Germany and NATO countries. Restrictive measures against
rock’n’roll and jazz music and fans followed. In such a context, cultural consumption could not
be depoliticized.”9 By opposing this music because of its US origin, East German authorities automatically turned their teenagers who were drawn to this new musical fad into outcasts and rebels,
giving their consumption a heavily political significance. This is further informed by the “agenda”
underlying what was regarded as the acceptable cultural orientation that East Germany should
follow in pursuit of its construction of a national identity. As Goodboy, Tate, and Wallace suggest, in East Germany the communist SED10 (created in 1946), “now sought to impose Soviet-style
socialist principles on every aspect of a culture which had set out to evolve its own distinctively
German identity.”11 They go on to argue that, as a cultural attitude in the GDR, there was an explicit
6 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels, 68-69.
7 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels, 208.
8 Uta G. Poiger, “American Music, Cold War Liberalism, and German Identities,” in Transactions, Transgression,
Transformations: American Culture in Western Europe and Japan, eds., Heide Fehrenbach and Uta G. Poiger
(New York: Berghahn Books, 2000), 135.
9 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels, 130.
10 Socialist Unity Party of Germany.
11 Axel Goodboy, Dennis Tate and Ian Wallace, “The Failed Socialist Experiment: Culture in the GDR,” in German
Cultural Studies: An Introduction, ed., Rob Burns (New York: Oxford University Press, 1995), 153.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 75-94 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
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hostility to everything which was modern or from the USA (hence the ban on rock’n’roll upon its
initial appearance in the GDR).12 Maas and Reszel write:
“[I]t was the era of the ‛cold war’ and East German politicians were in search of a socialist national
culture, one which could articulate an antifaschistische-demokratische Erneurung (anti-fascist-democratic renewal). In this climate Western influences had to be rejected […].”13
However, this kind of responses to rock’n’roll were encountered not only in Germany, at the
“centre” of the Cold War, although it has to be admitted that it was there that they were at their most
intense. In Greece, the authorities had shown considerable tolerance for rock’n’roll during the first
two years of its existence in the country. However, after the intensification of US involvement in
Greek politics and its destructive effects (felt most strongly as the 1950s were coming to an end),
the Greek stance towards the US changed.14 It was at this point that social attitudes towards cultural idioms like rock’n’roll also changed, becoming increasingly hostile. Even in those countries
where one would assume a more straightforward relationship with the USA, things were again surrounded by further complications. Here it is worth mentioning Britain as well, the main US ally
during these years, which is often seen as absorbing US culture and promoting it unquestionably (the
fact that the two countries form the “Anglo-American” cultural centre that dominates international
cultural developments only helps to intensify such assumptions). However, as is also supported by
Strinati,15 Chambers,16 Wicke,17 and Cloonan,18 despite the fact that the British market was open to
the consumption of American cultural products, it seems they were considered no less threatening
for Britain than for the other countries under consideration here; British society considered these
idioms elements of triviality, commercialism, and a threat to their national culture.
The combination of Britain’s alliance with and dependence on the USA did not allow for direct
opposition to the cultural and economic dominance of the latter. Britain therefore remained not
only the main importer of US goods but also the main exporter of US cultural products to the rest
of Europe. France, on the other hand, as Crothers notes, had historically been closely aligned with
the United States in world politics, and, despite the fact that tension often underlies their relations, they share common goals of “democracy, human rights, and capitalism;” and, although their
relations are not always amicable, the “relationship endures for social, political, economic, and
ideological reasons.”19 However, France has always had a clear-cut attitude towards US culture and
has never been subtle in its efforts to eliminate its influence in favour of elevating its own national
12 Axel Goodboy, Dennis Tate and Ian Wallace, “The Failed Socialist Experiment,” 153.
13 Georg Maas and Hartmut Reszel, “Whatever Happened to…: The Decline and Renaissance of Rock in the Former GDR,” Popular Music 17: 3 (1998), 267. DOI: dx.doi.org/10.1017/S0261143000008540.
14 Christina Politi, “Europe in the Cold War: American intervention in Greece 1946-1964,” 13. SAIS Bologna Paper June 2011, 1-18. Emphasis in the original.
15 Dominic Strinati, “The Taste of America: Americanization and Popular Culture in Britain,” in Come on Down? Popular Media Culture in Post-War Britain, eds., Dominic Strinati and Stephen Wagg (London: Routledge, 1992), 57.
16 Iain Chambers, Urban Rhythms: Pop Music and Popular Culture (New York: St. Martin’s Press, 1985), 3.
17 Peter Wicke, Rock Music: Culture, Aesthetics and Sociology (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), 57.
18 Martin Cloonan, Banned! Censorship of Popular Music in Britain: 1962-92 (Aldershot: Arena, 1996), 13.
19 Lane Crothers, Globalization and American Popular Culture (Lanham: Rowman and Littlefield Publishers, 2010
[2007]), 170.
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culture. Finally Italy, while also keen to protect its national cultural identity, was more passive and
vulnerable to US cultural influences in comparison to France.
Hence, US influence in each of these countries was evident in cultural, economic, and political
terms. As has been discussed above, their adult community and established cultures frequently disapproved of the powerful cultural influence of the USA in general, and more particularly, of rock’n’roll.
The new youth culture, however, saw US popular culture as an escape from the parochial culture
of their parents, and in this sense rock’n’roll was seen as a revolutionary new idiom. Whether these
positions are manifestations of Americanism or anti-Americanism, imperialism or democratic modernization, they do not alter the fact that rock’n’roll made an explosive contribution to the popular
music scenes in each of these countries starting from the time of its initial reception.
3. Let the music play
As we have already argued, the manifestations of moral panic that resulted from a faulty interpretation
of teenage engagement with rock’n’roll went hand in hand with the fact that it was almost impossible
for these countries to forbid its importation —France, Italy, Greece and West Germany were all economically and physically dependent on the USA, whereas East Germany, due to its proximity, could
not completely isolate itself from its West German counterpart and consequently could not avoid the
influence of the US. Indeed, rock’n’roll had already made a notable impact in these countries, and,
though it was still treated as a dangerous but passing “fad” by the older generation at the time, an active
involvement with it is evident in all the countries in question, albeit this first happened mainly in terms
of consumption. Indeed, more similarities than differences are to be noted concerning the reception of
rock’n’roll during the period of its initial appearance in these countries (which immediately precedes
the process of its institutionalization). Teenagers’ fascination with rock’n’roll and the dancing associated with it went hand in hand with the inability of most local youth to relate fully to the “meaning” of
the lyrics due to the language barrier. However, the music, the dancing and the fashions that characterized rock’n’roll culture were enthusiastically embraced. Nonetheless, despite rock’n’roll’s strong appeal
to youth during the early years of its reception in these countries, it remained an imported idiom,
and required more than mere enthusiasm for the music and the fashions associated with it to become
incorporated into the popular musical forms of the host countries, even though it is fair to say that the
process of “blending” appears to have already begun.
The societies of the countries in question, however keen they were to preserve their national
cultural esteem, were at the same time being increasingly modernized, and were rapidly becoming
much more consumer-oriented —in this sense, the potential profitability of rock’n’roll could not
easily pass unnoticed. Bearing this in mind, the early involvement of European record industries
with rock’n’roll should not come as a surprise. The record industries of France, West Germany,
and Italy had begun releasing rock’n’roll from the moment of its appearance within their borders.
Their first rock’n’roll record releases were anodyne imitations of rock’n’roll, mostly covers of hits
from the USA, usually characterized by the use of lyrics in their indigenous languages. Examples
of this are: “Nouvelle Vague” (Richard Anthony, 1959) in France, “Hafenrock” (Peter Kraus, 1958)
in West Germany, and “Splish Splash” (1958, Mina) in Italy.20 The substitution of English lyrics
20 Covers of the Coasters’ “Three Cool Cats,” Elvis’ “Jailhouse Rock” and Bobby Darin’s “Splish Splash” respectively.
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with lyrics in the indigenous languages is an action that exemplifies the attempts of these European music industries to employ their local languages in order to make the rock’n’roll songs they
released sound French, German, or Italian, and thus further turn their teenagers’ attention from
the American originals to their own local rock’n’roll releases.21
In the process of doing so, they adapted their first rock’n’rollers to the US model and replicated
the US idiom in order to make their local productions attractive to the local youth culture. The first
rock’n’rollers were manufactured in such ways as to resemble US performers to the greatest possible
extent (Richard Anthony, Danye Gerard and Anny Cordy in France, Peter Kraus and Ted Herold in
West Germany, and Andriano Celentano, Little Tony and Mina in Italy, etc.). This is emphasized by
the fact that among the rock’n’roll performers who emerged during the early years of rock’n’roll’s
reception in these countries there was always one figure who was promoted as the “local Elvis”;
France had Johnny Hallyday, Italy had Adriano Celentano, and West Germany had Peter Kraus.22
One might interpret this as the use of a successful reference point of US rock’n’roll —Elvis being
the major rock’n’roll star at the time— to create an equivalent in each country, and thus make the
audience turn to local manifestations of rock’n’roll culture. In combination with the release of covers
of successful US rock’n’roll songs with the use of lyrics in the indigenous languages, the manufacturing and promotion of “local Elvises” exhibits the initial attempts of the local music industries and
broadcasting systems to “domesticate” rock’n’roll, the efforts to bring it home. These attempts were,
nevertheless, more “instinctive” and less “calculated” during the early years of its reception.
Just as “instinctive” was the response to rock’n’roll foregrounded by the release of parodies like
the Boris Vian-Henri Salvador collaborations in France with “Rock and Rollmops” and “Va t’faire
cuire un oeuf, man,” and Renato Carosone’s “Tu vuò fà l’Americano” in Italy. These parodies make
use of rock’n’roll and its appeal to the youth culture in a humorous way and in this respect, I suggest, they turn rock’n’roll towards satire, or even ridicule. In their use of humour they juxtapose
elements of rock’n’roll with elements that relate to their indigenous culture both musically and
in terms of sense of humour. In this sense, the threatening aspects of rock’n’roll are in fact downplayed by being shown to be unable to co-exist with national cultural idioms of humour and irony
without being shown to be trivial. However, the fact that most of the practitioners of such parodies
are not themselves representatives of the youth culture cannot avoid the impression of a somewhat
patronizing cultural condescension whereby the triviality attributed to this music simply ends
up supporting the attitude of the official establishment culture. My reading of these humorous
approaches to rock’n’roll complements my discussion in the previous paragraph of issues regarding the first rock’n’roll releases by the music industries of these European countries, and points to
another manifestation of the initial “instinctive” attempts to domesticate rock’n’roll, which was by
“taming” it. By depriving it of the ability to be considered dangerous and threatening, they simultaneously downplayed what was seen as the genuine rebelliousness of young rock’n’roll fans, and,
thus, the music’s ability to provoke real feelings of anxiety and unease among adults.
21 While in France the language of the lyrics was changed immediately and remained French throughout, Italy was
late in realising that the potential of the Italian language was more significant than English when it came to Italian rock’n’roll production and released covers in English for the several years after the reception of rock’n’roll.
West Germany, on the other hand, released rock’n’roll in the German language immediately, although it later
went on, as we shall see, to switch the language of the lyrics to English.
22 Stephen Gundle, “Adriano Celentano and the Origins of Rock and Roll in Italy,” Journal of Modern Italian Studies 11: 3 (2006): 370. DOI: dx.doi.org/10.1080/13545710600806870.
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There is little or no evidence of early local production of rock’n’roll records either in Greece or
East Germany, in the former case because its record industry was slow in adopting the new trends,
and in the latter case because of the restrictions imposed by the authoritarian political regime at
the time. Nevertheless, as we shall see later, the East German state did also begin to attempt to
domesticate the music. These attempts, which were more “calculated” than “instinctive” due to
the nature of the regime, coincided with the more “calculated” attempts at domestication that
France, West Germany, Greece, and Italy would now start to employ in order to accommodate
the idiom. This was an institutionally based process —involving the music industry, broadcasting
systems, the state, and the press— and this is why I have used the term “institutionalization” to
identify it. This is essentially a never-ending process that is still visible today in the mainstream of
the music industry, but which can be said to have had its first major manifestation during the years
following the initial reception of rock’n’roll, and which played a crucial role in the further development of the rock idiom in each of the four countries considered. As shall be seen later, the French,
German, Greek, and Italian “rock-influenced” music of the institutionalization phase allowed for
the development of national rock’n’roll styles which, while concealing the elements of rock’n’roll
that were considered the most transgressive and incompatible with the culture of each country, at
the same time retained the modern, rebellious character that rock’n’roll appeared to have in order
to exploit its commercial potential.
4. Bringing the music home
For the music industries, the official broadcasting systems, and the cultural elites of France, West
Germany, Greece, and Italy, the fact that rock’n’roll had already undergone a process of institutionalization (the product of the domestication of a grassroots idiom that was perceived as
“transgressive” and was gaining popularity among the youth market) in its place of origin, the
USA, before reaching their countries seemed to be of minimum relevance. On its arrival in the countries under consideration here it was still perceived by European adults and enjoyed by the youth
as a rebellious cultural idiom —not least because of its origins in the USA. Thus, in order to be
accepted, it called for further domestication: one that was more “calculated” than the efforts we
have seen taking place in the period of its initial reception. Nevertheless, the process and extent
of institutionalization varies in each context according to the particular situations that make it
possible and that differ from country to country: the availability of technology and the economic situation that makes its ownership possible, the functioning of the broadcasting system, state
regulations concerning broadcasts, and the agents of institutionalization (important figures like
radio disc jockeys, television show presenters, rock’n’roll stars) who work systematically towards
reaching a wide teenage audience.
However, in order to be able to make a comparison between the institutionalization processes
of these European countries in regards to rock’n’roll, it must be acknowledged that all of them had
developed a framework that allowed for the institutionalization to take place. Indeed, the institutionalization of rock’n’roll in the way that is going to be described here would not have been
possible if the countries had not developed the technology, music industry, media, and broadcasting systems required to be able to support the production and diffusion of a locally produced
musical idiom. This development had already begun in the immediate post-war years and was
well under way during the early years of the reception of rock’n’roll, resulting in technological
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and mass communication developments in national contexts that would have ever-increasing
influence on the course of rock’n’roll in each of these countries, not least in the process of its institutionalization. The institutionalization of rock’n’roll in each of these countries should therefore
be read as an extension of these technological and media developments that occurred during the
“reception years” (roughly 1956 to 1962). Furthermore, the emergence of the “teenager” and the
rise of consumerism that characterized the years of rock’n’roll’s reception are to be seen as tightly
connected with the technological advancements that allowed for the production, distribution and
consumption of rock’n’roll in France, West Germany, Greece, and Italy.
Seen in these terms, it can be argued that it was the combination of these two phenomena that
prepared the ground for the more organized and “calculated” treatment of rock’n’roll and led to
more idiosyncratic (albeit commercialized) indigenous versions of the idiom in each of these countries. The significance of “institutionalization” lies in the fact that it resulted in songs from each
country that are evidence of their first attempts at creating national versions of rock-influenced popular music, even if these were not yet what could be called spontaneous creations of the rock’n’roll
youth audiences themselves. The versions of rock’n’roll that resulted from the active engagement of
the French, German, Greek, and Italian music industries aligned with what was considered appropriate for the popular music of these countries, and were designed to be compatible with their already
existent popular music styles that pre-dated the appearance of the new musical idiom. This is not
to deny that this process converted rock’n’roll into a pop idiom, and in turn sparked the first arguments over what was soon to become the subsequent distinction between “pop triviality” and “rock
authenticity” that were to characterize rock culture for a long period of its heyday.
“Pop,” as Young puts it, “is the culture of imperial socialisation, of institutionalised religion,
consensus and commerce.”23 This view very accurately describes the transformation of rock’n’roll
during this phase in each of the countries under consideration, and which is not to be seen as
restricted solely to the activities of the recording industry and the music business itself. Institutionalization should rather be seen as extending beyond the limits of music into efforts to create a
wider rock’n’roll “culture,” supported and promoted by a multitude of agents and institutions like
radio, television, the press, and even the nation state. This process provided the cultural framework within which this new, transformed version of rock’n’roll would find its “home” in each of
these countries. It must be remembered, nevertheless, that this process did not start happening at a single moment in time, but that in most cases it became evident during the first years of
rock’n’roll’s reception. Radio and TV shows with rock’n’roll at their core began to be broadcast
in several of these countries during the late 1950s (e.g., “Salut les copains” in France in 1959);
rock’n’roll started being covered in the teenage press (Bravo in West Germany in 1956, Pantheon
and Fantazio in Greece in 1961);24 rock’n’roll entered the mainstream culture through cinema (in
Italy with films like I ragazzi del juke-box (1959), Urlatori alla sbarra (1959) and I teddy boys della
canzone (1960)), and in Greece with Tria paidia voliotika (1957) and I thia apo to Chicago (1957).25
The institutionalization of rock’n’roll in Italy was further strengthened by the inclusion of
rock’n’roll songs in the San Remo Festival in 1961, with similar renditions of the song “24 000 baci”
23 Rob Young, Electric Eden: Unearthing Britain’s Visionary Music (London: Faber & Faber, 2011), 181.
24 Nikos Mpozinis, Rock pagkosmiotita kai Elliniki Topikotita: I koinoniki istoria tou rock stis chores katagogis tou kai
stin Ellada (Athens: Nefeli Publications, 2008), 202.
25 Stephen Gundle, “Adriano Celentano,” 375.
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by Celentano and Little Tony which won second prize.26 East Germany, as was to be expected, left
no space for such cultural endeavours, although the state’s introduction of the Lipsi dance (a fast
dance for couples that was to counter the appeal of rock’n’roll dance styles that featured couples
dancing apart) could be interpreted as something like a rather clumsy and unsuccessful attempt
at the domestication of rock’n’roll. Seen in these terms, rock’n’roll was already being explored
during the period of its reception in ways that would accommodate both teenagers’ demands and
the cultural industries’ commercial interests: teenagers were enjoying a musical culture borrowed
from another context, but one which was at the same time something specifically their own —
keeping adult society at arm’s length— while the music industry was making money from a new
fad that was very profitably combined with the new consumer power of the youth culture.
The difference between the accommodation that happened in the early years of rock’n’roll’s
appearance and the one discussed here lies in the fact that the process of institutionalization is now
taking place in a more “calculated” way and on a much larger scale. It is also a broader phenomenon, since simultaneous efforts are being made in all the countries considered here to convert
rock’n’roll into “family entertainment”. In what follows I will discuss institutionalization in terms
of music in order to highlight how the social and political tensions in France, Greece, Germany(s)
and Italy explored in the first sections of this paper were projected onto rock’n’roll music itself.
Indeed, the sound of the music is the main indicator that the institutionalization discussed here
took place in an active way. As we are to see, the “institutionalized” styles of rock’n’roll produced
by the music industries of these countries have a co-opted, watered-down character, “distanced”
from the original rock’n’roll style, in that what were perceived as its roughest characteristics (most
notably the African-American musical elements) are now concealed as far as possible.
One of the common “strategies” the record industries these European countries applied in these
terms was an attempt to align the sound of US rock’n’roll to their indigenous popular music styles.
For example, in the process of domesticating rock’n’roll the French record industry applied its dominant production methods to emphasize, as Warne puts it, the “melodic, narrative, and structural
aspects of the song,” while downplaying “the rhythmic or discordant elements of rock’n’roll.”27 With
the use of such techniques, the French recording industry managed to bring the new pop songs
closer to features that were more characteristic of the chanson française.28 This kind of “domestication” of rock’n’roll took place not only in terms of musical aspects, but also in terms of the contents
of the lyrics as well. One popular idea presented in the lyrics of these kinds of songs is that of honest
romance between young couples. Warne interprets this politically, and maintains that this emphasized honest romantic love “as forming a well-spring of the republican order.”29
At the same time, new dance crazes related to rock’n’roll, e.g., the twist, were promoted in order
to attract wider audiences and to emphasize further the appeal of this music to people of all ages.
This in turn, as Warne observes, resulted in the use of rock’n’roll music at social events like weddings
or the bal populaire, which served to legitimize it further.30 Looseley writes: “[t]hus eviscerated,
26 Stephen Gundle, “Adriano Celentano,” 376.
27 Chris Warne, “Music, Youth and Moral Panics in France, 1960 to Present,” Historia Actual Online 11 (2006): 53.
28 Chris Warne, “Music, Youth,” 53.
29 Chris Warne, “Music, Youth”, 53.
30 Chris Warne, “Music, Youth”, 53.
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rock’n’roll could be safely transmitted to a wider youth constituency as a consumer style. French pop
was born, known as le yéyé.”31 Le yéyé, named after the English word “yeah” that is so often repeated
in rock’n’roll songs, is the musical style that would be promoted as the music of the culture of copains,
a culture widely popularized through the magazine Salut les Copains that embodied the “philosophy”
of the institutionalized, rock-influenced culture of France.32 For this reason, it needed to be a musical
style with sounds that would not sound too rough, threatening, and/or rebellious, the characteristics
of rock’n’roll that were often attributed to its African-American origins.
According to Drott, the new yéyé product emphasized its distance from the African-American elements of rock’n’roll with an obvious turn towards the variétés: as far as instrumentation is
concerned, although electric guitars and drums remained, they were used within an instrumental
context that was more polished, and less rough.33 It is widely acknowledged that most yéyé songs
were products manufactured by the record companies, who provided the performers with lyrics
and music written by others. Gillian Hills’ “Zou bisou bisou” (1962), Sylvie Vartan’s “Si je chante”
(1964), France Gall’s “Laisse tomber les filles” (1964), Claude Françoise’s “Belles! Belles! Belles”
(1962), Chantal Goya’s “C’est bien Bernard” (1964), Sheila’s “L’école est finie” (1963) and Hallyday’s “Les bras en croix” (1963) are indicative of this aspect of the yéyé style. However, there were
also exceptions, like Françoise Hardy, who appears to have written many of her own songs, such
as “Tous les garçons et les filles” (1962), but despite the fact that she wrote this song herself, it is
nonetheless perfectly aligned with the musical character of the yéyé pop sounds.
In West Germany rock’n’roll also went through a process of “cleaning up” what was considered
its essentially “primitive” character, and an attempt was made to bring it closer to the Schlager
song tradition by associating it as much possible with the “good boy/good girl” image (something
very evident in the manufactured personas of Peter Kraus and Conny Froboess, the most popular
figures in these terms). Examples of songs from the period are Peter Kraus’s “Sweety” (1962) and
Ted Herold’s “Sag’ mir bitte die Wahrheit” (1964), and Conny Froboess’ “Junge, mach Musik”
(1961). At the same time, however, West German rock’n’roll of this period was perceived as largely
unsatisfactory by its youth audiences, as Poiger explains:
“The attempts to tame rock’n’roll had limited success. Many young Germans perceived the
German rock’n’roll songs as soft imitations and preferred the American originals, which often
were versions whose lyrics and rhythms had already been tamed for a white audience. And fashion makers were hardly able or willing to prevent girls from wearing Peter Kraus vests along
with James Dean jackets. Finally, even with their tamed German version of rock, Froboess and
Kraus introduced American words such as ‘baby,’ ‘sexy,’ and ‘love’ into the German vocabulary.”34
Poiger’s comment here is important, since it particularly touches upon the issue of language
choice in rock song lyrics, something that is of particular significance for the development of West
31 David Looseley, “In From the Margins: Chanson, Pop and Cultural Legitimacy,” in Popular Music in France from
Chanson to Techno: Culture, Identity and Society, eds., Hugh Dauncey and Steve Cannon (Burlington: Ashgate
Publishing Limited, 2003), 27.
32 Chris Tinker, “Shaping Youth in Salut les Copains,” Modern and Contemporary France 15: 3 (2007): 295.
33 Eric Drott, Music and the Elusive Revolution: Cultural Politics and Political Culture in France, 1968-1981 (Berkeley: University of California Press, 2011), 104.
34 Uta G. Poiger, Jazz, Rock and Rebels, 193.
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German rock music, as it is also, indeed, significant for the other countries in this study. On the
other side of the Berlin Wall we also witness the first efforts of the East German state at the institutionalization of rock’n’roll during this stage. Frank Schöbel, who subsequently became one of
the most important pop singers in East Germany, released the hully-gully single “Looky-Looky”
in 1964 under the state record company label Amiga, as well as the album Party Twist the same
year. His songs, all in the German language, were obviously watered down, tamed, and heavily
influenced by the Schlager tradition, much more than was the case with the kind of rock’n’roll
produced in West Germany during this same period. However, I have not been able to find documentation that would indicate that any other rock’n’roll-related material was released in East
Germany during this phase. Given their limited numbers and their “harmless” character, these
songs could not easily serve as a substitute, given the East German audience’s real fascination with
rock’n’roll, and East German fans consequently continued to listen to the music broadcast by West
German radio stations.
In Greece, on the other hand, the “institutionalization” of rock’n’roll was centred on its commercial potential. This came after the gradual appearance of more Greek bands who became
increasingly competent musically speaking, gaining visibility with their audience and eventually
with the industry. Between the years 1963 and 1966 these bands were covering songs of their
favourite foreign rock bands. Their own creative attempts were largely confined to these songs
and to others that were direct imitations of them; it is furthermore important to note at this point
that the songs they recorded during this phase almost exclusively featured lyrics in the English
language.35 Their band names were also in English in order to sound more “modern” and “contemporary.” In 1964 some of the first attempts were made towards the creation of “original” songs;
the music faithfully followed the international character of rock’n’roll, mostly under the guidance
of music business representatives, journalists, and music producers. The Forminx became particularly influential at this time, and their version of “Jeronimo Yanka”36 (1965) and “Il Peperone”
(1965) were very popular with the Greek audience.37
The “institutionalized” Greek rock’n’roll of this period, unlike that in most of the countries
under consideration here, did not emphasize Greek musical elements: on the contrary, it was very
“un-Greek,” and placed all its emphasis on replicating not only American and British rock music,
but French and Italian hybrids as well. To cite some examples: “Get away from me” by Adams Boys
(1965), “Julie” by Blue Birds (1965), “O.K. Charm” by the Charms (1965), “Hello Beethoven” by
the Girls (1966), “Friends” by the Idols (1966), “Special 65 Yanka” by the Juniors (1965), “The
Yupee Ya Ya Song” by Zoe and the Minis (1966), “Do I Love You” by the Play Boys, “She’s Cool”
by Loubogg (1966), etc. However, as I suggested earlier, although this specific approach to the
institutionalization of rock’n’roll presents obstacles to the emergence of a more idiosyncratic
version of Greek rock’n’roll, it nevertheless helped the music to become more acceptable within
Greece itself. The flip side of the coin was that, through their promotion of the foreign character
of rock’n’roll in order to attract wider youth audiences for the institutionalized version of Greek
rock’n’roll, accompanied as it was with the use of English lyrics, the entrepreneurs of the time
35 Manolis Ntaloukas, Elliniko Rock: Istoria tis Neanikis Koultouras apo ti Genia tou Chaous mechri to thanato tou
Pavlou Sidiropoulou (1945-1990) (Athens: Agkyra, 2006), 165.
36 “Yanka” was a Finnish folk dance.
37 Manolis Ntaloukas, Elliniko Rock, 163 and 165.
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prompted the fashion-conscious Greek youth culture to dismiss their “Greek-ness,” which they
saw as a disadvantage during the period discussed, (due to disillusionment with their recent history, as well as with the conservative traditionalism generally promoted by the official culture).
In Italy the situation was different: the Italian rock’n’roll of the period, as well as its practitioners who were called urlatori, was censored at the level of studio production: as Gundle puts
it, it was “watered down” into a more acceptable music genre; as had happened in the USA, there
was an effort to “marginalize the rougher, more unconventional elements.”38 According to Minganti, in most cases the grain of the sound, the rhythm, and the cultural potential of the songs
were altered. As an example of this Minganti presents the 1962 Italian version of Neil Sedaka’s
“The King of Clowns,” named “Il Re dei Pagliacci,” which was “unblackened” and “Italianised.”39
Overall, according to Minganti, the content of the lyrics was gentler and the male performers did
not appear as menacing (Giorgio Gaber, Adriano Celentano, Peppino Di Capri) in the Italian version of rock’n’roll, while the females were more transgressive (Mina, Brunetta, Patty Pravo); the
“rock stars” appeared as impersonations of the good boy/good girl image.40 On the other hand, as
Tarli points out, the “institutionalization” of rock’n’roll played on the boundaries of what could
be considered more “rebellious” in the musical expression: more specifically, he mentions how
the urlatori appeared to be decent, while at the same time they could talk in their songs about
relationships in ways that were more real and spontaneous than what Italian popular music had
known until then, as well as what was presented by mainstream popular music practitioners of
other kinds of popular music in Italy in that same period.41 Key figures of the 1960s in these terms
were Gianni Morandi who, like Presley, had done military service, and Rita Pavone, an androgynous, “gianburrasca” (kid menace), virginal in contrast to the image of French and British lolitas,
as Minganti describes her.42
The sound of the institutionalized version of Italian rock’n’roll is evident in Mina’s “Stessa
spiaggia stesso mare” (1963) and “Renato” (1962), Andriano Celentano’s “Peppermint Twist”
(1962) and “Serafino Campanaro” (1963), Peppino di Capri’s “Speedy Gonzales” (1962), Little
Tony’s “Il Ragazzo Col Ciuffo” (1962), Gianni Morandi’s “Fatti mandare dalla mamma” (1962), and
Rita Pavone’s “Viva la papa col pomodoro” (1965). Fiori argues that the Italian rock songs representative of this period, when not cover versions, were “often an involuntary parody, which used
the mechanism of disassociation without managing to make it dynamic and plausible.”43 In this
sense, the Italian version of rock’n’roll produced during the institutionalization period by trying to
maintain its affinities with at least some elements of rock’n’roll while at the same time concealing
its more subversive character in favour of an Italianized approach that evoked the influence of light
opera singing and the lyricism of the melodrama, produced mostly unconvincing musical results.
38 Stephen Gundle, “Adriano Celentano,” 377-78.
39 Franco Minganti, “Rock’n’Roll in Italy: Was It True Americanization?,” in Cultural Transmissions and Receptions: American Mass Culture in Europe, eds., Rob Kroes, Robert W. Rydell and Doeko F.J. Bosscher (Amsterdam: VU University Press, 1993), 143.
40 Franco Minganti, “Rock’n’Roll in Italy,” 145.
41 Tiziano Tarli, Beat Italiano. Dai capelloni a “Bandiera Gialla” (Roma: Alberto Castelvecchi, 2005), 23.
42 Franco Minganti, “Rock’n’Roll in Italy,” 145.
43 Umberto Fiori and Michael Burgoyne, “Rock Music and Politics in Italy,” Popular Music 4: Performers and
Audiences (1984): 272.
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American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy
Maria Kouvarou
Minganti summarizes the situation as follows: Italian rock’n’roll covers were “xeroxed” onto white
American rock’n’roll, which had already been “cleansed” in the USA, something that would lead
to the disappearance of the African-American heritage of rock’n’roll in Italy.44
However accurate Minganti’s estimation of the situation in Italy, which can also be applied in varying degrees to the institutionalization process in the music industries of the other countries under
consideration here, I suggest that his claim that the music of this period in Italy entirely deprived
rock’n’roll of the major characteristics of its African-American originals may be considered an overstatement. While African-American elements were undoubtedly downplayed, I would argue that
the overall sound of these songs still retains clear vestiges of its origins in “American” rock’n’roll.
However, such statements cannot easily be supported with musicological evidence, mainly due to
the ways in which rock’n’roll was received in these European countries: that is to say, the way indigenous audiences perceived the musical styles that came from the USA. The fact of the matter is that
there was not always a clear idea of what rock’n’roll actually was in musical terms, something that was
directly relevant to the extent of institutionalization itself, namely the kinds of information concerning rock’n’roll that were promoted by music journalists and the media in general.
In countries such as Italy and Greece, for example, the unavailability of first-hand musical
information on rock and the inadequacy of the local media to provide audiences with relevant
information had resulted in a situation where all popular music styles imported from the USA
were perceived as rock’n’roll and were surrounded by the same connotations and associations as
rock’n’roll: they were consequently treated as rock’n’roll (see, for example, the “unblackening” of
Neil Sedaka’s “The King of Clowns” for the Italian market, as mentioned above). I suggest here that
audience perceptions, understanding, and knowledge during the period of reception are of great
significance in relation to the ways in which rock’n’roll developed in each country, even though
they might seem to defy musical detail and retrospective musical labels.
Because of the music industry’s involvement in the process, the institutionalization of rock music
exploded into the creation of a range of “national” imitative rock’n’roll styles that were little more
than commercial attempts to engage and manipulate the indigenous teenage audiences of these countries. The resulting musical styles were pop music by definition. This was a time when the making of
rock music was taken up and exploited by record companies and managers who, even though they
might not have been youthful themselves, would nevertheless have an important influence on how
rock music developed. As we have seen, the music industries and broadcasting systems in France,
Germany, Greece, and Italy were now fully grown, technologically equipped and organized, so the
infrastructure for the institutionalization of rock’n’roll was firmly in place. It must be remembered
that the process of institutionalization did not take place only in musical terms: in each of the countries we have looked at, media and cultural entrepreneurs promoted a rock’n’roll-inspired culture
that was tamed and aligned with the “moral” standards of their respective countries.
Rebellious and sensual elements that had caused moral panics among the adult generation during
the previous phase had now been either toned down or eliminated. In a similar vein, the “institutionalization” of the music manifested itself in each context in efforts to tame the rougher elements of the
music, minimize its African-American character, and blend rock’n’roll with elements that were more
characteristic of the popular music forms of the countries in question: chanson elements in France,
44 Franco Minganti, “Rock’n’Roll in Italy,”145.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 75-94 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.05
melodramatic lyricism in Italy, and Schlager in the two Germanys. Greece alone did not follow this
line, since in order to take advantage of Greek audiences’ fascination with foreign fashion, the Greek
“institutionalizers” of rock maintained their version of it as a tame semblance of foreign music, largely
by concealing specifically Greek elements (including language) altogether.
In any case, the institutionalization and continuous commercialization of rock’n’roll, facilitated
both by its incorporation into the mainstream music industry and, consequently, by its seeming
cultural legitimization, led to the creation of indigenous rock idioms that in most contexts eventually proved to be unsatisfactory for young audiences in the five countries under consideration. I
suggest that the reason for this can be traced to the fact that these rock versions were products of
the music industry and of show business instead of the direct result of developments in rock’n’roll
from the French, German, Greek, and Italian youth cultures themselves, and as such, could not last
long or be seen as idioms that could be taken further to become “authentic” eventually. Nonetheless, this is not to deny that the institutionalized rock’n’roll promoted by the local music industries
did in fact reach wide youth audiences, who in turn enjoyed and danced to this music.
On the contrary, the majority of audiences were embracing these rock’n’roll versions —but
the same way they had embraced rock’n’roll at the time of its original reception: as consumers of
a musical fad. However, my position is that this musical treatment, regardless of its “inauthentic”
approach and the “musically unchallenging” results it produces, managed to gain greater visibility
and acceptance for rock’n’roll in each of these countries and revealed a rock’n’roll style that was
acceptable to their official cultures. In fact, the elements of rock’n’roll that were retained and the
elements of national popular music that were added and emphasized in its production in each of
the countries are important indicators of this. These new indigenous versions of rock’n’roll are also
important because they ended up disappointing the young audiences who would eventually turn
away from these rock’n’roll hybrids in active quests for more “authentic” idioms. On these grounds,
I consider the institutionalization of rock’n’roll that took place during the period discussed here to
be very important, since it influenced —with both its negative and positive contributions to indigenous rock’n’roll— the rock culture that would soon emerge in each of these national contexts.
Conclusion
This paper has traced the development of indigenous versions of rock’n’roll that emerged in France,
West and East Germany, Greece, and Italy in the years following its initial reception and the establishment of its popularity as more than a mere music fad. As we have seen, through the process of
institutionalization, the mainstream cultural networks (music industries, broadcasting networks,
the press, cinemas, etc.) of these countries tried to produce indigenous versions of rock’n’roll in
terms of musical style, image, and behavior that were considered to be acceptable and in line with
their national social and moral standards at the time. In doing so, they created anodyne versions
of rock’n’roll that drew heavily on their national popular music forms (the exception being the
Greek rock style at that time, which avoided Greek-ness in all respects), and promoted good boy
and good girl images. At the same time, however, the new institutionalized versions managed
to conserve enough of the transgressive character of early rock’n’roll to maintain its elements of
“rebellion” that wre believed to be the reason for its appeal to the indigenous youth cultures.
The paper has attempted to highlight how the standards of music and behavior that were considered “acceptable” for each country considered here depended to a great degree on the historical,
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American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy
Maria Kouvarou
political, and social situations of the time. Special emphasis has been given to the fact that due to
its origins in the USA, rock’n’roll was considered trivial and transgressive and highly incompatible
with the cultural standards of Europe which were rooted in high culture. This, as we have seen,
had more to do with European efforts to preserve their sense of ideological superiority vis-à-vis
a country that had bcome dominant and on which they were now financially and even politically
dependent. Further evidence that the institutionalization discussed here was taking place in ideological rather than in purely cultural terms is the fact that, particularly in countries like Italy and
Greece that lacked first-hand information about music, every musical style that originated in the
USA appeared in need of watering down, even if the sound was tame and not transgressive at all
(Neil Sedaka’s and Paul Anka’s songs are good examples of this). Most Europeans at that time actually considered every US popular music style to be “rock’n’roll,” regardless of the actual sound,
and based their views of its incompatibility with their cultural standards (i.e., the triviality of the
US mass culture in comparison with European ideals of high culture) on assumptions concerning
the violent, sexual, and “primitive” character of rock’n’roll.
As we have seen, prohibiting the importation of such cultural idioms was simply not an option
for France, West Germany, Italy or Greece due to their political position with respect to the USA
in this particular period of history. At the same time, the situation of East Germany points in the
opposite direction to show that the government’s unsuccessful attempts to ban this kind of cultural
idioms only served to politicize them to a high degree, eventually transforming teenage consumers
into rebels and outcasts. Nevertheless, recognition of the inevitability of US cultural influence led
the East German state to attempt to institutionalize it in accordance with their own national standards, and the resulting transformation of rock’n’roll was again solely related to the East German
position regarding the USA.
Nonetheless, it is not only political history that can affect these kinds of cultural relationships.
The technological developments that took place during and after WWII facilitated the rapid internationalization of rock’n’roll, as well as other cultural idioms from the USA.45 Indeed, the rapid
industrialization of the countries considered here and the way they followed these technological developments closely (not least of all because they were promoted by the US government in
terms of consumption) facilitated the processes of reception and institutionalization of rock’n’roll
in these countries. Needless to say, changes in terms of social structures also played a major part
in these processes. It is generally acknowledged that the emergence of the “teenager” as both a
social group and an important consumer community, were the factors that made the explosion
of the new popular culture surrounding rock’n’roll possible.46 The emergence of the “teenager”
occurred at a slower pace in the European countries discussed here than in the USA, but this is not
to deny that it did strongly affect the way this music exploded in these countries and the direction
the “institutionalizers” chose to follow in order to achieve a balance between their will to dilute the
music coming from the USA while at the same time keeping it transgressive enough to please their
youthful audiences. In the process, they created their first youth-oriented pop styles that helped
in spreading and legitimizing rock’n’roll elements (albeit “tamed”) within their national contexts.
45 The importance of technology for the development of popular music is explored in Paul Théberge, “‘Plugged
in’: Technology and Popular Music,” in The Cambridge Companion to Pop and Rock, ed. Simon Frith, Will Straw
and John Street (Cambridge: Cambridge University Press, 2001), 3-25.
46 Iain Chambers, Urban Rhythms, 4-16.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 75-94 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.05
At the same time, however, they “stole” the possibility of rebelliousness that rock’n’roll gave the
indigenous audiences and left an empty space in their musical grounds in these terms: a space soon
to be filled —but this is a different sound from the past.
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Maria Kouvarou
Magíster y candidata a doctora en Estética de la Música Popular de Universidad de Durham (Reino
Unido). Música de la Universidad de Loian (Grecia). Es autora del artículo: “Deconstructing the
‘Bodies’: Reading the Feminine Approach to the Sex Pistols”, Popular Music and Society 38: 4 (2015):
1-16. [email protected]
Tema
abierto
97
Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el
Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850)❧
Patricia Cardona
Universidad EAFIT (Colombia)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.06
Artículo recibido: 24 de febrero de 2014 · Aprobado: 25 de julio de 2014 · Modificado: 01 de agosto de 2014
Resumen: La Historia, en su sentido moderno, es discurso materializado en libros; en su proceso de
configuración participaron diversos elementos de índole social, política, cultural y económica. Este artículo
pretende restituir la historicidad de la Historia a partir de dos tipos de libros: los extensos, dirigidos a públicos
con mayor dominio de la lectura, y los de carácter divulgativo, dedicados a las mayorías. Para hacerlo se ha
recurrido a dos libros publicados por José Antonio de Plaza en 1850, cuyo propósito era divulgar el pasado y
constituirlo en referente de formación política de los habitantes de la nación en ciernes.
Palabras clave: Historia, historiografía, nación, bibliografía nacional, José Antonio de Plaza.
History, Editorial Traditions, and Society. The Memoirs and the Compendium of José
Antonio de Plaza (New Granada, 1850)
Abstract: History, in the modern sense of the word, is discourse materialized in books; diverse elements of
a social, political, cultural, and economic nature have participated in the process of its configuration. This
article aims to restore the historicity of History on the basis of two different types of books: the extensive
ones, addressed to those with greatest reading skills, and those of a more accessible, informative nature that
are directed to the majorities. In order to do so, it has turned to two books published by José Antonio de Plaza
in 1850, the purpose of which was to disseminate information about the past and constitute it as a reference
point of political formation of the inhabitants of the fledgling nation.
Keywords: History, historiography, nation, national bibliogrphy, José Antonio de Plaza.
História, tradições editoriais e sociedade. As Memorias e o Compendio de José
Antonio de Plaza (Nova Granada, 1850)
Resumo: A história, em seu sentido moderno, é discurso materializado em livros; em seu processo de
configuração, participaram diversos elementos de índole social, política, cultural e econômica. Este artigo
pretende restituir a historicidade da História a partir de dois tipos de livros: os extensos, dirigidos a públicos
com maior domínio da leitura, e os de caráter de divulgação, dedicados à maioria. Para isso, recorreu-se a
dois livros publicados por José Antonio de Plaza em 1850, cujo propósito era divulgar o passado e constituí-lo
referente de formação política dos habitantes da nação em amadurecimento.
Palavras-chave: História, historiografia, nação, bibliografia nacional, José Antonio de Plaza.
❧ Este artículo es resultado de la investigación doctoral titulada “Escribir historia y hacer nación” obritas de historia
patria en Colombia 1850-1906, que se adelantó con el apoyo de la Universidad EAFIT y la Universidad de los
Andes, bajo la dirección del profesor Renán Silva.
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Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850)
Patricia Cardona
Introducción: historia y libros
“El estudio de la historia es uno de los primeros
que debe ocupar el espíritu humano”1.
R
aramente los historiadores de las ideas o los filósofos del lenguaje prestan atención a las
circunstancias en las cuales se enuncia un discurso, y a los medios en los cuales se materializa.
Paul Ricoeur es uno de los filósofos que más ha contribuido al análisis de la condición narrativa
de la historia y a su relación con la experiencia2. Ricoeur abordó la pregunta por los modos de
legibilidad que debe tener un texto en una sociedad, aludiendo a su organización, al uso de
tropos y figuras reconocibles sobre las que se estructura la narración, y a los contenidos que son
pertinentes y comprensibles en un ambiente y en un momento específico3. Quentin Skinner, por
otro lado, ha ayudado a comprender los modos de circulación de las doctrinas políticas en los
siglos XVI y XVII, ha indicado la importancia de los llamados escritores y libros “menores” en la
trayectoria de las teorías y ha tenido en cuenta las condiciones editoriales de su publicación. La
idea de contexto de este autor se expande hacia las situaciones intelectuales en que se producen
los textos4, y aunque reconoce sus modos de transmisión, en sus trabajos no son centrales los
soportes ni los formatos.
Los trabajos de Roger Chartier permiten la comprensión de los textos en dos dimensiones:
una hermenéutica —de la que hacen parte los contenidos, los juegos retóricos y narrativos y
el lenguaje utilizado— en su enunciación —y otra morfológica de la que participan los soportes, los formatos y las condiciones materiales en las que se presentan—. Según Chartier, todo
texto se materializa en un soporte particular que atiende a un público5; su materialización
resulta de intercambios entre múltiples actividades y niveles sociales; de diferentes intervenciones técnicas y estéticas; de los modos de entender un saber, un discurso o un género; de
la pertinencia histórica que cobran objetos, rituales, prácticas cotidianas que posibilitan su
inteligibilidad; dice Chartier: “El proceso de publicación, cualquiera que sea su modalidad,
1 Pedro Neira Acevedo, Introducción y discurso preliminar a la historia de Colombia (Bogotá: Imprenta de Echavarría Hermanos, 1857), en Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), Bogotá-Colombia, Sala de Libros Raros y
Manuscritos (SLRM), Fondo Miscelánea 541.
2 Paul Ricoeur, Tiempo y narración I, II y III (México: Siglo XXI, 1999 [1995]).
3 Los aportes de la Escuela de Cambridge han sido significativos para analizar los textos bajo formas concretas
de enunciación y circulación, ver John Pocock, El momento maquiavélico: el pensamiento político y la tradición republicana atlántica (Madrid: Tecnos, 2002); Erick Havelock, Prefacio a Platón (Madrid: Visor, 1994);
Quentin Skinner, Los orígenes del pensamiento político moderno, t. 1 y t. 2 (México: FCE, 1993); Peter Laslett,
El Segundo tratado sobre el Gobierno Civil: un ensayo concerniente al verdadero origen, alcance y finalidad del
Gobierno Civil (Madrid: Tecnos, 2004).
4 Quentin Skinner, Reason and Rhetoric in the Philosophy of Hobbes (Cambridge: Cambridge University Press,
1996); también, Quentin Skinner, “The Ideological Context of Hobbes’s Political Thought”, The Historical Journal 9: 3 (1966): 286-317. DOI: dx.doi.org/10.1017/S0018246X66000014.
5 Roger Chartier, El presente del pasado: escritura de la historia, historia de lo escrito (México: Iberoamericana, 2005), 27.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 97-116 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.06
siempre es un proceso colectivo, que implica numerosos actores y que no separa la textualidad
del libro de la materialidad del texto”6.
La propuesta de Chartier rompe la idea tradicional que supone al receptor como agente pasivo.
Esta ruptura entiende que el receptor concede sentidos más allá de los propuestos por el emisor;
la apropiación pertenece al mundo histórico: es mutable y se define de acuerdo con las condiciones culturales, políticas y económicas de una sociedad7. En el proceso de comprensión y creación
de sentido, el soporte es un elemento central, es el modo a través del cual el texto se materializa
para el público8. Entre tanto, D. F. Mackenzie acuñó el término “texto como forma expresiva”9
para significar las modalidades de “publicación, diseminación y apropiación de los textos”. De esta
manera, se comprende que un texto es un objeto que circula en contextos precisos y con ritualidades específicas, que “las formas repercuten en los significados” y que son tan importantes los
procesos técnicos como “los procesos sociales de transmisión”10.
En este artículo se espera elucidar “los libros de historia” como objetos particulares, en los
cuales el saber histórico moderno encontró una forma de divulgación, y el Estado, un medio de
formación política y de lazos comunitarios entre sus habitantes; aunque interesan los libros de uso
escolar, no se considera aquí el problema de la alfabetización, ya que rebasaría las alcances de este
artículo. Esos libros permiten apreciar los procesos de consolidación del análisis histórico en el
país, las modalidades bajo las cuales se fueron atemperando no sólo contenidos, sino los escritores,
sus formas de indagación y elaboración de la narración histórica y sus posibles públicos. No se pretende desconocer el papel ideológico de tales producciones, pero tampoco ver en sus contenidos
imposiciones hegemónicas a las clases populares. La recepción no es un acto pasivo, es un acto de
apropiación: la acción de hacer suyo lo que viene de otros; en esa acción se establecen mecanismos
de comprensión, uso, transformación de lo que se ha recibido; es una acción histórica en la que
participan tanto las tradiciones como las necesidades a las que se enfrenta una sociedad.
En procura de establecer una relación dialógica entre la forma y el contenido, según Chartier,
entre hermenéutica y morfología, y estableciendo “que una obra se da para leer o para oír en uno
de sus estados particulares”11, se busca entender asuntos relacionados con la paulatina institucionalización del análisis histórico moderno en Colombia, y algunos elementos sociales, culturales,
6 Roger Chartier, Inscribir y borrar. Cultura escrita y literatura (Siglos XVI a XVIII) (Buenos Aires: Katz, 2006
[1996]), 12.
7 Un antecedente es: Umberto Eco, Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo (Barcelona: Lumen, 1993).
8 Éstos han sido problemas transversales en la obra de Roger Chartier; ver: Pluma de ganso, libro de letras, ojo
viajero (México: Iberoamericana, 2005); Roger Chartier, Forms and Meanings: Texts, Performances and Audiences from Codex to Computer (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1995); Roger Chartier, Cultura escrita,
literatura e historia. Coacciones transgredidas y libertades restringidas. Conversaciones de Roger Chartier (México: FCE, 2006); para Chartier, la apropiación es un fenómeno colectivo que entrelaza condiciones culturales
y emocionales de una sociedad, de allí la utilidad de la noción de “comunidad de interpretación”, que retomó
de Stanley Fish, Is There a Text in This Class? The Authority of Interpretative Communities (Cambridge: Harvard
University Press, 1980).
9 Donald F. Mackenzie, Bibliografía y sociología de los textos (Madrid: Akal, 2005 [1999]), 30.
10 Donald F. Mackenzie, Bibliografía y sociología, 30.
11 Roger Chartier, “¿Qué es un libro?”, en ¿Qué es un texto?, ed., Roger Chartier (Madrid: Círculo de Bellas Artes,
2006), 18. Sobre la relación entre morfología y hermenéutica ver: Roger Chartier y Jean Hébrard, prólogo a
Alfabetismo, escritura y sociedad, de Armando Petrucci (Barcelona: Gedisa, 1999), 11-21.
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Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850)
Patricia Cardona
políticos y editoriales que confluyeron en ese proceso; en ese ámbito, las producciones historiográficas, particularmente los libros, serán el hilo que guiará este escrito.
La Historia como análisis de tipo moderno está definida por un conjunto de prácticas y procedimientos técnicos que empezaron a diferenciarla de la literatura y la convirtieron en un saber
con un grado relativo de autonomía. Tempranamente los estudios históricos empezaron a materializarse principalmente en impresos: los libros de historia, convertidos en la encarnación de un
saber académico que debía impartirse en ámbitos educativos12. El libro no redujo la fuerza de la
oralidad; se concibieron modos de transmisión que combinaban la lectura de impresos y su consecuente divulgación a través de la verbalización. Ello pudo explicarse no sólo por la eficacia que
pudieron haber tenido técnicas como el sermón y los discursos públicos13, sino porque el mundo
del impreso debió recurrir a modalidades de lectura colectiva y en voz alta.
Toda narración se expresa según las formas que una sociedad comprende en un momento
determinado; Paul Ricoeur señalaba, por ejemplo, que “El lector es llevado hacia un tropo de
figura que asimila los acontecimientos referidos a una forma narrativa que nuestra cultura nos
ha hecho familiar”14; esos acontecimientos se materializan y se presentan a sus oyentes y/o lectores en una forma concreta que moviliza las técnicas, los espacios y la idea de verdad que una
sociedad posee.
El proceso de formalización de la historia pasó por desiguales momentos, en los que convergieron diversos elementos que contribuyeron a la formulación de los procedimientos y las técnicas que
habrían de caracterizar su quehacer y los recursos tendientes a su divulgación. En este artículo se
intentará explorar dos formas particulares de escritura histórica hechas por el abogado José Antonio
de Plaza: una erudita y docta, y otra en la que se fijará con detenimiento mayor, un libro destinado
a la enseñanza en los colegios de la República. Ambos tipos de libros, aunque distintos en su estructura, son complementarios en su naturaleza y destinación. La escritura histórica necesitó de las dos
formas librescas para forjarse un lugar en la sociedad en proceso de formación nacional.
1. Un libro de historia de uso escolar que abrió caminos
En Colombia, desde 1825 y hasta mediados de la década de 1850, se hicieron libros que establecieron el canon temporal de la llamada entonces Nueva Granada15. Estos textos partían de versiones
hechas desde la Colonia, y sus autores, sin ser historiadores en el sentido contemporáneo, recogían
12 Armando Petrucci señala las continuidades entre los manuscritos y los impresos, la relación entre copistas y cajistas y la identificación de veteranos modos de transmisión de los textos adoptados y adaptados por los impresores y que fueron, en buena medida, responsables de su creciente importancia en las sociedades occidentales.
La ciencia de la escritura: primera lección de paleografía I (Buenos Aires: FCE, 2003).
13 Renán Silva, “El sermón como forma de comunicación y como estrategia de movilización. Nuevo Reino de
Granada a principios del siglo XVII”, Revista Sociedad y Economía 1 (2001): 103-130.
14 Paul Ricoeur, Tiempo y narración III, 859.
15 Véase: José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia (París: Librería Americana,
1827); Joaquín Acosta, Compendio histórico del descubrimiento y la colonización de la Nueva Granada en el siglo
décimo sexto (París: Imprenta de Beau, 1848); José Antonio de Plaza, Memorias para la Historia de la Nueva
Granada desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1850); José
María Samper, Apuntamientos para la historia política y social de la Nueva Granada desde 1810 i especialmente de
la administración del 7 de marzo (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1853), en Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), Bogotá-Colombia, Sala Daniel Samper Ortega (SDSO), Fondo Suarez 987.
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documentos, hacían uso de la crítica para diferenciar la ficción de la realidad e intentaban mostrar
la fidelidad de sus narraciones a través del uso de testimonios oculares o de testigos autorizados
que refrendaban la veracidad de los hechos narrados. A ello se sumó el progresivo desarrollo de las
imprentas de la capital de la República y del país, gracias a la importancia que adquirían los periódicos como medios de expresión política, trincheras de luchas ideológicas y vías de formación
política y vinculación cultural del país, y de éste con el exterior16.
En 1850 José Antonio de Plaza publicó dos libros de historia que, aunque semejantes en contenidos, eran diferentes en el título, formato y públicos potenciales. El primero, Memorias para la
Historia de la Nueva Granada desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de 181017, es una obra voluminosa, en octavo, de casi quinientas páginas y organizada como una narración continua en la que
podía seguirse el hilo de los acontecimientos narrados como causa y efecto. Este libro iba dirigido a
un público familiarizado con la lectura individual y con mejor comprensión de los textos, que gozaba
de cierto nivel cultural y económico que facilitaba la compra de libros, y de la disposición de tiempo
para su estudio y asimilación. El periódico El Neogranadino anunció así las Memorias para la Historia de la Nueva Granada: “[…] debe esitar la curiosidad de todos los neogranadinos para los cuales
será en adelante en cargo vergonsoso ignorar la marcha que ha seguido la civilización cristiana y el
crecimiento de la población en su propio país. Está de venta en $ 4 el ejemplar en esta imprenta”18.
El otro, Compendio de la historia de la Nueva Granada desde antes de su descubrimiento hasta el
17 de noviembre de 1831, desempeñaba un papel central en la formación política y en la afirmación
cultural de las formas republicanas. Se trataba, como su nombre lo indica, de un libro “para el uso
de los colejios nacionales i particulares de la República”19, distinto del primero en cuanto a contenido y formato. Un público objetivo más amplio y probablemente menos capacitado para leer
y comprender los contenidos históricos del libro exigía del autor una elaboración menos densa y
más “didáctica”, mientras que el formato, relativamente liviano, pequeño y portable, garantizaba
su maniobrabilidad en espacios distintos al de la biblioteca o la sala de estudio de los doctos.
En la década de 1850 se dieron algunos cambios en materia de cultura histórica en el país; si
bien el Compendio de la historia escrito por el señor Plaza puede ser visto como una iniciativa individual, en realidad recogía una serie de inquietudes sociales con respecto al pasado y a la premura
de hacer de aquél un referente obligado para la formación cultural y política de los ciudadanos.
Periodistas y letrados de la época lamentaban el escaso interés por el estudio de la historia de la
Nueva Granada, y se señalaba que los jóvenes sabían más de los acontecimientos de otras latitudes
que de los propios; escribía Emiro Kastos en 1850:
“mucho más se nos alcanza de lo que hicieron los caldeos, griegos y romanos que de los hechos
de Balboa, Quesada, Heredia o Robledo, ignoramos que es un gusto la teogonía, costumbres y
16 Véase: Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia 1820-1886
(Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011); Gilberto Loaiza Cano, “El Neogranadino y la organización de las hegemonías”, en Manuel Ancízar y su época. Biografía de un político hispanoamericano del siglo XIX
(Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2004), 157-186.
17 José Antonio de Plaza, Memorias para la Historia, 987.
18“Anuncio”, El Neogranadino, Bogotá, 24 de enero, 1851, 36.
19 José Antonio de Plaza, Compendio de la historia de la Nueva Granada desde antes de su descubrimiento hasta el 17
de noviembre de 1831. Para el uso de los colejios nacionales i particulares de la República, i adoptado como texto de
enseñanza por la Dirección general de instrucción pública (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1850), en BNC,
SDSO, Pineda 748, Pieza 6.
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Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850)
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política de las razas primitivas que habitaban nuestro país, y sobre la historia del virreinato nos
encontramos a buenas noches”20.
Asignaturas como Historia Sagrada, Historia Profana e Historia Eclesiástica hacían parte de los
planes de estudios de los colegios de la Nueva Granada y requerían libros para la enseñanza, y maestros
y divulgadores capacitados para impartir los contenidos. Aquellas asignaturas indican la importancia
que seguía teniendo la religión católica en la sociedad. La escala de la formación en historia religiosa
contrasta con la ausencia de una asignatura de Historia Nacional y de libros destinados a su divulgación.
La ausencia de cursos de historia de la Nueva Granada no puede interpretarse como descuido
o apatía por parte de las autoridades educativas y políticas del país. En escuelas y colegios de la
República se impartían cátedras de Historia Civil y Sagrada del Mundo (léase Europa), a través
libros que estaban asentados en la tradición escolar europea: El Catecismo de Historia Sagrada
del abad Claudio Fleuri (1640-1723), un verdadero clásico en su género. En el país circulaban dos
ediciones: una española, publicada en 183221, y otra impresa en Bogotá, en el taller José Antonio
Cualla, en 184422. La publicación de estos libros inscritos en la tradición escolar occidental permitía a las imprentas obtener algunas ganancias por la venta de ediciones baratas destinadas a
las escuelas de la época, y a la vez es un indicio de la importancia que tenían los ramos del saber
que con ellas se enseñaban. La formación histórica que se impartía de manera institucionalizada
seguía siendo la Historia Universal de molde cristiano, narraciones atentas al pasado europeo y a
sus relaciones con el resto del orbe, cargadas de acontecimientos presentados de manera lineal,
extractados, en su mayoría, de versiones instaladas y aceptadas como verdaderas.
El estudio, la divulgación y la elaboración de una Historia Nacional estaban en ciernes. Lo que se
comprendía por Historia de la Nueva Granada era la rememoración de episodios magníficos sobre el
origen y la formación del país, capaz de evocar, conservar y revivir momentos célebres del pasado con
valor relacional con el presente: los recuerdos que colectivamente ayudaban a dar forma a la nación.
Maurice Hawlbachs indica que los recuerdos que reaparecen son los que coinciden con preocupaciones actuales23; en este mismo sentido se refiere Paul Ricoeur cuando reconoce que la memoria se
actualiza en relación con las necesidades sociales del presente que los rememora24.
2. Pasado para recordar, Historia para estudiar
La conservación y difusión de las versiones canónicas sobre lo acaecido recaían en distintos espacios y prácticas: el teatro, la poesía, la literatura, las conmemoraciones públicas, las inscripciones
y monumentos públicos, los discursos, las coronas fúnebres, entre otros, que cumplían con la
20 Emiro Kastos (seudónimo de Juan de Dios Restrepo), “Memorias para la Historia de la Nueva Granada por José
Antonio de Plaza”, El Neogranadino, Bogotá, 21 de febrero, 1851, 62.
21 Claudio Fleury, Catecismo histórico del Señor Abad Claudio Fleury, traducido al castellano, y corregido de orden
de la Real Junta Superior de Inspección de Escuelas del Reino y mandado a usar en todas ellas (Madrid: Imprenta
Real, 1838), en BNC, SDSO, Pineda 126, Pieza 4.
22 Claudio Fleury, Catecismo histórico del Señor Abad Claudio Fleury. Traducido al castellano y nuevamente correjido con las licencias necesarias (Bogotá: Imprenta de J. A. Cualla, 1844), en BNC, SDSO, Pineda 126, Pieza 4.
23 Maurice Hawlbachs, Los marcos sociales de la memoria (Barcelona: Anthropos, 2004), 171.
24 Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (Buenos Aires: FCE, 2004), 43-45.
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misión de atesorar y perennizar en la memoria los eventos pasados; la conservación no es una
acción pasiva25. Los recuerdos asociados con la formación de lazos en una organización nacional
todavía precaria fueron factores de movilización del pasado como memoria atizada al fragor de la
pasión. Lo que se entiende hoy por “Historia Nacional” aún no se diferenciaba claramente de un
campo específico de narración reflexiva sobre el pasado, se entremezclaban eventos y espacios
para avivar y actualizar la recordación, para conservarla, con narraciones distribuidas en textos
que no eran propiamente de Historia26, narraciones para conservar y revivir el recuerdo de los
antepasados; un discurso de rememoración y conservación, antes que de indagación. La Historia
Moderna y la formación nacional fueron procesos aparejados y mutuamente influenciados27.
El paso de la historia como memoria de ejemplos, depósito de vicios y virtudes, tan útil en la formación moral, estaba transformándose en países como Alemania y Francia —también en la Nueva
Granada—, marcado por las tensiones en las respectivas formaciones nacionales: ello implicaba un
salto cualitativo de una Historia universal de tradición cristiana a otra territorialmente delimitada28.
No es que no existiera una forma de relato histórico; no obstante, lo que se entiende en la actualidad
por Historia es la conjugación de elementos cognitivos, prácticos, procedimentales y políticos que
como saber “moderno” se formó y se definió casi simultáneamente con el Estado-nación29.
La Historia Nacional fue moldeándose: puede distinguirse un primer momento, ocupado en
conservar, memorizar y revivir eventos socialmente significativos a través de espacios, objetos
o enunciados que tenían la potencia de reavivar dramáticamente los hechos. Otro momento, el
de la consolidación de una Historia Nacional, fue más pausado, ya que requirió la creación de un
sustrato epistemológico, político y social que cooperara con la delimitación del objeto y de otros
saberes y discursos con una trayectoria editorial y escolar más larga. No se trata de una separación
tajante entre los dos modos de ver y representar la Historia Nacional, pues ambos convivieron
y se mezclaron. Se trata de destacar el carácter episódico de la memoria y la conservación de la
misma, y la organización narrativa en series socialmente significativas de la Historia. Aunque la
relación entre Historia y memoria constituye uno de los aspectos más relevantes del debate contemporáneo, ese mismo punto, referido a las tensiones entre Historia Nacional, memoria nacional
y patrimonio, es todavía poco abordado y continúa estando abierto a la exploración.
Los discursos y mecanismos responsables de impartir conocimientos sobre el pasado eran del
resorte de diversas instituciones y saberes ya aclimatados en la sociedad. La Historia Nacional se
decantó a partir de diversos factores que confluyeron para que se materializara según lógicas de narración y presentación del pasado, en concordancia con normas que signaron objetos, procedimientos y
escrituras, y en consonancia con las necesidades de formación política y de constitución de la verdad
25 Jack Goody y Ian Watt, “Las consecuencias de la cultura escrita”, en Cultura escrita en las sociedades tradicionales, comps., Jack Goody y Ian Watt (Barcelona: Gedisa, 2006 [1996]), 39-82.
26 Mónica Quijada, “¿Qué nación? Dinámicas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX”, en Inventando la nación. Iberoamericana siglo XIX, coords., François-Xavier Guerra y Antonio Annino
(Madrid: FCE, 2003), 287-315.
27 Una visión de las diferencias entre historia patria e historia nacional puede leerse en: Alba Patricia Cardona Zuluaga, “Educar ciudadanos y formar patriotas: libros de Historia Patria para crear consensos y traspasar luchas
partidistas, Colombia 1850-1886”, Araucaria 15: 30 (2013): 63-81.
28 Antonio Annino y Rafael Rojas, La independencia. Los libros de la patria (México: FCE, 2008), 10-97.
29 Georg Iggers, La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales: una visión panorámica y crítica del debate internacional (Barcelona: Idea, 1998).
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que se definían en esa sociedad. En principio, la Historia Nacional estaba segmentada en campos diversos comprometidos con la divulgación de acontecimientos políticos que involucraban temporalidades
y territorialidades publicitadas a través de estrategias y espacios diversos. En el ámbito escolar, la difusión de tales eventos no se centralizaba en una asignatura de Historia Nacional, sino que hacía parte de
la geografía y la cronología, materias que ya contaban con textos y circunscripción de contenidos.
La inclusión de la Historia Nacional en los programas de enseñanza se hizo cuando maduraron asuntos como el de la publicación de libros de Historia, cuyos contenidos pasaron a ser
reconocidos por su valor testimonial, y por considerarse un conocimiento útil para la formación
política. Sobre esos libros y la autoridad de quienes los escribieron se articularon los propósitos de
enseñanza en escuelas y colegios de la República, conjugándose la historia como rememoración y la
Historia como indagación del pasado.
La Historia en su forma moderna empezó a tejer los acontecimientos, estableciendo nexos
temporales y territoriales que facilitaron la organización cronológica, la relación entre causas y
efectos, y el sentido de progresión. Estas narraciones construían secuencias sintéticas del pasado y
favorecieron la escritura histórica y su difusión30. En la Nueva Granada, hacia la década de 1850, el
auge del alfabetismo y el desarrollo de las imprentas contribuyeron para dar a la Historia su forma
narrativa y su carácter escrito31. De esta manera, se pueden vislumbrar dos modos de comprender
y aproximarse al pasado: el primero —gestual, episódico y localizado— fundaba su pertinencia
en la preservación y escenificación de la memoria; el segundo —centrado en la indagación del
pasado— se presentaba a través de narraciones que organizaban el sentido de lo acontecido para
explicarlo claramente. La existencia de cátedras de Historia nacional y de publicaciones alusivas al
tema fue el resultado del encadenamiento de aspectos culturales, sociales y políticos que favorecieron el sentido de utilidad que todo saber escolarizado debía poseer.
3. José Antonio de Plaza y el interés social por escribir y divulgar la historia patria
Para 1850, parte de las condiciones necesarias para la definición de la Historia estaban organizadas: ya
se contaba con grandes libros de historia de autores estimados por su erudición en la materia; se gestaba
el proyecto de preservar documentos para conservar la memoria y para indagar acerca de ellos, y se formaba una generación de cultores del pasado, que habrían de ser divulgadores del saber acumulado en
las décadas anteriores. Había también un gusto creciente por publicaciones eminentemente históricas,
que capitalizaron los impresores en folletos y discursos alusivos a la Historia Nacional.
Los planes de estudio y los libros de divulgación histórica señalaban los límites entre la historia
como rememoración y la Historia como saber que organizaba y presentaba los acontecimientos en
narraciones conectadas en cadenas de causas y efectos. Los límites no se redujeron al campo del
pasado; se trazaron fronteras con saberes en los que otrora se refundía el relato histórico. Saberes
reconocidos como la cronología y la geografía estaban presentes en los planes de estudio, gozaban
de aceptación social y contaban con publicaciones de bajo costo que facilitaban la transmisión
30 Reinhart Koselleck, historia/Historia (Madrid: Trotta, 2005).
31 En 1854, el secretario de Gobierno Antonio del Real indicaba que “mientras no instruyamos al pueblo, nada
bueno puede hacerse en política, ninguna práctica verdaderamente democrática dará los resultados que se esperan”. Informe del secretario del Estado del despacho de Gobierno de Nueva Granada al Congreso Constitucional
de 1854 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1854), 14, en BNC, SDSO, Pineda 222, Pieza 3.
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de sus temas. La cronología facilitaba la organización y comprensión lineal del pasado. La denominada geografía particular, cuyo objeto era el territorio patrio, incluía extensas lecciones que
relataban la historia patria, extractada de las crónicas de conquista, las visitas y las relaciones de
funcionarios virreinales y los eventos más representativos de la Independencia.
La carencia de planes de Historia patria propiamente hablando, se puede explicar porque el
análisis histórico, circunscrito a problemas nacionales tal y como se conoce en el mundo moderno,
apenas se dibujaba. En Nueva Granada, fue el gobierno del general José Hilario López (1849-1853)
quien por primera vez se refirió a la “Historia especial de la Nueva Granada”, en el decreto legislativo del 25 de agosto de 1850, que organizó los colegios32. La Historia especial de la Nueva Granada
se convirtió en portavoz de los discursos civilizadores, haciendo palpable en la narración el paso
de la oscuridad a la luz, de las cadenas a la libertad, de la ignorancia a la razón: a mayor conciencia
histórica, mayor era el grado de civilización alcanzado por la sociedad.
En la Nueva Granada, los libros de Historia publicados por los cultores del pasado patrio garantizaban la entrada del país en los cauces de la historia universal, daban a conocer sus logros entre los
“pares” europeos y ayudaban a crear la idea de un país civilizado33. José Antonio de Plaza escribió
en la introducción de su compendio: “notable ha sido la falta de un libro elemental sobre la historia
de la Nueva Granada”34, y se quejaba del atraso de los estudios históricos con respecto a “Europa y
a todos los países cultos”35. Emiro Kastos (1825-1884) recogía la tendencia que establecía un nexo
directo entre el estudio del pasado, el conocimiento de la historia y la civilización; en sus propias
palabras, la historia patria era “de primerísima urgencia para todos los individuos que a sentar
plaza de medianamente civilizados tengan pretensiones”36. José Antonio de Plaza era reconocido
como estudioso del pasado patrio y aficionado a la consulta de arcaicos legajos; por esa razón, el
gobierno colombiano lo nombró en 1849, junto a Cerbeleón Pinzón (1813-1870), para calificar la
importancia que tenía la Colección Pineda. De Plaza y Pinzón emitieron un concepto que destacaba la trascendencia de dicha Colección, no sólo por los documentos que en ella se conservaban,
sino por la función primordial que podría tener en la escritura de la Historia patria; afirmaban que
“la Nueva Granada debe tener un interés mayor en que se escriba su historia, en la que por una u
otra página luctuosa habrían mil que brillen con la esplendente luz del patriotismo”37.
Con J. A. de Plaza se puede estudiar el interés de esa sociedad por conocer y explorar los acontecimientos que dieron origen a la República; decía en uno de los informes sobre la colección
Pineda: “Hoy que se despierta el gusto por los estudios históricos nacionales, i la afición por los
escritos y monumentos antiguos es más conveniente que nunca aprovechar ese trabajo y tratar de
conservarlo”38. El interés por incentivar y promover a los escritores aficionados a consultar archi32 Miguel Aguilera, La enseñanza de la historia en Colombia (México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1951), 5.
33 Sobre la relación entre saber y civilización en Colombia, véase: Diana Obregón, Sociedades científicas en Colombia. La invención de una tradición 1859-1936 (Bogotá: Banco de la República, 1992).
34 José Antonio de Plaza, Compendio de la historia, 3.
35 José Antonio de Plaza, Compendio de la historia, 3.
36 Emiro Kastos, “Memoria para la Historia de la Nueva Granada”, 62.
37“La Colección Pineda. Concepto firmado por José Antonio de Plaza y Cerbeleón Pinzón”, Bogotá, 15 de mayo
de 1849, en BLAA, SLRM, Miscelánea 1440, Pieza 5.
38“La Colección Pineda. Concepto firmado”, 10.
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Patricia Cardona
vos para construir una versión del pasado útil a la República quedó plasmado en el artículo que
Emiro Kastos escribió sobre las Memorias para la Historia de la Nueva Granada de José Antonio de
Plaza, en el que encomiaba “la patriótica empresa de arrojar luz sobre las tinieblas de nuestra vida
pasada”39, tan necesaria y útil para la tarea civilizadora.
El abogado De Plaza tuvo contactos con los focos letrados más importantes de la época; reconocido como escritor y redactor de periódicos, fue amigo de Francisco de Paula Santander y de
sobresalientes jurisconsultos como Florentino González (1805-1874) y Francisco Soto (17891846)40. Era pública su afición al estudio de documentos antiguos y a las labores de enseñanza; fue
profesor de estadística “universal y especial de la república, e historia”41. Para ambas cátedras, el
señor De Plaza confeccionó textos que mitigaron las necesidades de trabajos sobre las temáticas,
condensaron su erudición sobre las materias tratadas y encarnaron su intención de llevar el conocimiento a formatos y presentaciones disponibles para la educación42.
Unido al interés por dar a conocer las versiones doctas de la historia de la Nueva Granada,
emergió el interés por divulgar dichas versiones en libros menos sofisticados editorialmente, con
contenidos menos complejos y más comprensibles en su presentación y organización. Esos libros
para uso escolar respondieron a circunstancias que es necesario elucidar: la primera tuvo que ver
con una mediana consolidación de la República, que, pese a las guerras por la definición del Estado-nación, la lucha por los fueros regionales y por la formación de los partidos políticos, había
logrado constituir cierto orden institucional, un ambiente de debate intelectual y político, gracias
al desarrollo de las imprentas y al papel que desempeñaban los periódicos como verdaderos órganos de discusión y difusión de ideas, contradicciones y doctrinas43.
La otra circunstancia fue el cambio de la noción de pueblo, no como populacho vil, contingente
y peligroso que “no es político ni filósofo; se dirige fácilmente por sus sensaciones”44, sino como
entidad política que había que perfeccionar a través de la educación, la lectura, las instituciones,
39 Emiro Kastos, “Memorias para la Historia de la Nueva Granada”, 62.
40 Francisco Soto escribió un pequeño texto histórico: Memoria para la historia de la legislatura en Colombia en
1827 (Bogotá: Biblioteca Popular Colombiana, 1894). Florentino González, uno de los más influyentes hombres de los primeros años de la República, abogado, periodista y político, simpatizó con el pensamiento liberal
y participó activamente en la política colombiana desde 1825 hasta 1853. Entre sus escritos notables está Elementos de ciencia administrativa; comprende el bosquejo de un sistema de administración pública para un Estado
republicano (Bogotá: Imprenta de Cualla, 1840).
41 Pedro María Ibáñez, “José Antonio de Plaza”, Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, 1 de enero, 1887, 199.
42 Los libros a los que se hace referencia aquí son: José Antonio de Plaza, Compendio de la historia; José Antonio
de Plaza, Lecciones de estadística o testo de enseñanza para esta clase de ciencia en el Colegio Nacional de Bogotá
(Bogotá: Imprenta de Morales y Compañía, 1851), en BNC, SDSO, Pineda 13.
43 Manuel Ancízar llegó de Venezuela como secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, invitado por el general
Mosquera. Vino con un grupo de tipógrafos, litógrafos y grabadistas: “trayendo de Caracas toda una expedición
que habría de regenerar en nuestro país las artes relacionadas con la publicidad […] Ancízar aceptó la insinuación
y nombramiento, y a mas de empacar una imprenta de elegantes tipos y máquinas modernas para litografía y encuadernación, trasladóse a Bogotá con los señores Celestino y Jerónimo Martínez pintores, litógrafos y hombres
instruidos, León, Cecilio y Jacinto Echeverría hábiles tipógrafos y el incansable impresor Ovalle, caraqueños todos”. Véase, Gustavo Otero Muñoz, prólogo a Editoriales del Neo-granadino, de Manuel Ancízar (Bogotá: Editorial
Minerva, 1936), 7-8.
44 José María Rodríguez Gil, “Examen didáctico sobre la revolución de la Nueva Granada, de sus principios, altura
y estado actual e inculpabilidad en ella del jefe dado de baja en el ejército. J.M.R.G.”, Popayán, 7 de marzo de
1842, en BNC, SDSO, Pineda 245, Pieza 22.
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la razón y la instrucción cívica45. El desarrollo de un rudimentario mercado editorial, dispuesto a
absorber conocimientos nuevos y a aprovechar formatos rústicos, fue determinante en ese proceso. De ese mercado participaban grupos letrados, acompañados de artesanos, campesinos y
mujeres, un pequeño mundillo que, a expensas del dominio de técnicas de la lectura, demandaba
libros e impresos para el aprendizaje, el adiestramiento técnico y el ocio46.
La iniciativa de José Antonio de Plaza de escribir un libro para el uso de escuelas y colegios fue
consecuencia de factores sociales, intelectuales y culturales que prepararon el camino e hicieron
posible la producción y divulgación de estos impresos: la creciente preocupación por un saber
histórico que pusiera al país en el contexto del mundo civilizado, así como la certeza de que con
el estudio de la Historia se podría adquirir “un caudal de conocimientos provechosos para el estadista, para el filósofo y para todos aquellos que quieran ser útiles a su patria”47, y la legislación que
indicaba el interés por dar a conocer el pasado de la República.
Las versiones doctas abrieron el camino a publicaciones de historia y despertaron la inquietud entre potenciales y crearon una tradición historiográfica que, aunque corta, aportó elementos
editoriales y de contenidos que ayudaron a la inteligibilidad de publicaciones posteriores. A ello
se suma cierta experiencia en materia de publicaciones populares; cuando se indica populares, no
se pretende restringir la noción, más bien se quiere hacer referencia a publicaciones hechas para
la mayoría, lo que obligaba a los escritores a hacerlas lo suficientemente rigurosas para lectores
expertos, maestros, políticos y escritores, pero también debían ser comprensibles para los niños y
los grupos sociales menos familiarizados con la lectura, y más con la oralidad.
El pequeño ascenso de la escolarización y la urgencia de textos idóneos para la enseñanza
motivaron a los impresores a producir libros que suplieran esa demanda48. Con el concurso
de escritores dispuestos a escribir para la mayoría, los impresores se lanzaron a mejorar
45 Roger Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución
Francesa (Barcelona: Gedisa, 2003 [1995]).
46 Carmen Elisa Acosta Peñaloza, Lectura y nación. Novelas por entregas en Colombia, 1840-1880 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009).
47 José Antonio de Plaza, Compendio de la historia, 3.
48 En los censos, la alfabetización no estaba incluida. Este ítem puede verse a través de los datos de las escuelas
primarias. Según los datos de 1851, había 19.627 alumnos matriculados en escuelas primarias, 587 en colegios
provinciales y 798 en colegios nacionales, ver: Informe del Secretario de Estado del despacho de Gobierno de la
Nueva Granada al Congreso constitucional de 1851 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1851), 69, en BLAA,
SLRM, Miscelánea 1409, Pieza 4. En 1853, la Nueva Granada tenía una población total de 2.243.730; 21.997
habitantes estaban matriculados en escuelas primarias, 670 en los tres Colegios Nacionales y 856 en los colegios
provinciales, al respecto: Informe del Secretario de Estado del despacho de Gobierno de la Nueva Granada al
Congreso Constitucional de 1853 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1853), cuadros número 2, 3, 5, en BNC,
SDSO, Pineda 498, Pieza 2. Según datos de 1875, el país (entonces Estados Unidos de Colombia) tenía una población de 2.916.703 habitantes, 1.845 escuelas y 83.626 estudiantes, en comparación con las 1.133 escuelas y los
291.222 estudiantes reportados en el censo de 1847; véase: Anuario estadístico de los Estados Unidos de Colombia
(Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1875), 78-79, en BNC, SDSO, Fondo Quijano 229, Pieza 8.
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Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850)
Patricia Cardona
las condiciones técnicas de los establecimientos tipográficos y garantizar mayores tirajes49.
Impresores, escritores y cajistas trabajaron colectivamente para dar a esos libros rúbricas
específicas: reducción del tamaño y del volumen; encuadernaciones rústicas que favorecían la
manipulación y disminuían el precio; la organización de los contenidos en capítulos divididos
en lecciones, a su vez subdivididas en párrafos numerados; la elaboración de cuestionarios
que esquematizaban los capítulos; la inclusión de referentes didácticos como cuadros, tablas e
índices; la distribución del texto en el libro y la forma misma de la narración, se constituyeron
en propiedades reconocibles de los libros populares que como tales se promocionaban en el
mercado emergente. El mundo económico no puede desligarse del editorial, las reimpresiones, adaptaciones y correcciones de libros populares muestran que la demanda imponía un
ritmo de publicación a las imprentas.
Los escritores pudieron ver en esas publicaciones una oportunidad para lograr réditos políticos
y sociales, y poner sus conocimientos al servicio de la causa nacional. Las ganancias económicas pudieron ser pocas, como lo notifica un escritor, al afirmar: “entre nosotros no hay premios
ni estímulos de ninguna clase para los que se consagran a esta especie de trabajos”50, pero podía
alcanzarse renombre de escritor y nombradía política y cultural a través de libros que por su precio
y por los destinatarios podían venderse más fácilmente. “El mercado editorial” se gestionaba sobre
demandas y públicos; al definirse el campo de la educación pública con su corolario de textos,
las imprentas enfrentaron el reto agilizando la adaptación, corrección, traducción, composición,
etcétera, de textos con los que “los empresarios de esta imprenta han creído prestar un servicio a
la educación pública […]”51.
Con el Compendio de José Antonio de Plaza se dio apertura a una escritura histórica resuelta a
divulgar el conocimiento del pasado entre las mayorías, pretensión democrática e institucionalizada que ponía la Historia al servicio de la razón, la educación popular y la civilización. El método
de De Plaza ratificaba la necesidad de “hacer más agradable la historia, y al mismo tiempo fructosa
a la juventud granadina”52, siguiendo una narración sintética de los hechos “en acápites numerados”, que conjuraba el cansancio, “el hastío y largo aprendizaje de voluminosos testos”53, lectores
que encontraron en aquéllos un nuevo campo de interés.
49 La Constitución de 1853 dio al poder ejecutivo la concesión de privilegios para la producción literaria y las
invenciones útiles, aplicables a la industria. Según informe del Secretario de Gobierno y Guerra, se habían
concedido ocho privilegios para obras literarias, entre ellas: Elementos de gramática por Florentino González, Akimen-Zaque o la conquista de Tunja por José Manuel Marroquín. Afirmaba el Secretario de Gobierno:
“os he mencionado dichas obras i sus autores porque deben causaros positiva satisfacción saber, por medio
de hechos prácticos, que en la Nueva Granada no se descuida el estudio de las ciencias, las artes que los que
están consagrados a él se empeñan en transmitir a otros conocimientos, en difundir las luces i que nuestra
patria llegue al alto grado de cultura y civilización a que esta llamada”, Informe que el secretario de Estado del
despacho de Gobierno y Guerra de la Confederación Granadina dirije al congreso de 1859 (Bogotá: Imprenta de
Francisco Torres Amaya, 1859), 16, en BLAA, SLRM, Miscelánea 1568, Pieza 15.
50 Nepomuceno Calas Quintero, Elementos de cronología ordenados por Nepomuceno Calas Quintero (Socorro:
Imprenta de Cancino, 1867), IV, en BLAA, SLRM, Miscelánea 541.
51 José de Urcullu, Catecismo de Gramática Castellana por Don José de Urcullu, aumentada con la ortografía i
prosodia, para el uso de la juventud (Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya, 1852), Advertencia 1,
en BNC, SDSO, Pineda 48, Pieza 4.
52 José Antonio de Plaza, Compendio de historia, 3.
53 José Antonio de Plaza, Compendio de historia, 3.
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4. Memoria y compendio
En la década de 1850 se publicaron “extensas” producciones históricas que comprendían una
visión más global del pasado de la Nueva Granada. Se trataba del libro del general Joaquín Acosta,
Compendio histórico del descubrimiento y la colonización de la Nueva Granada en el siglo desimosexto, y de Memorias para la historia de la Nueva Granada desde su descubrimiento hasta el 20 de
julio de 1810 de José Antonio de Plaza; Apuntamientos para la historia política y social de la Nueva
Granada de José María Samper, y la segunda edición de la Historia de la Revolución de Colombia de
José Manuel Restrepo, en 1858. Estos cuatro libros establecieron una visión global de la historia de
Colombia que comprendió antecedentes prehispánicos, Descubrimiento y Conquista, Independencia y República. Ésa será la convención temporal que organiza cronológica y factualmente la
historia de Colombia desde la década de 1850.
Al inicio de 1850, el abogado José Antonio de Plaza tenía listos dos libros de historia de la
Nueva Granada: el primero, Memorias para la Historia de la Nueva Granada, extenso y erudito, y el
segundo, Compendio histórico de la Nueva Granada para el uso de las escuelas y colegios de la República, en tono catequístico, sentencioso y de edición sencilla, era una síntesis de sus Memorias.
Ambos textos presentan horizontes historiográficos y editoriales que ayudan a delimitar públicos,
contenidos y forma de presentación de los mismos. Por eso, mientras que en las Memorias las
meditaciones y reflexiones son un elemento fundamental en la narración, en el Compendio las preguntas y la elaboración de los párrafos son el modo a través del cual se garantizan la impartición y
la memorización de los contenidos.
La participación de De Plaza como abogado defensor de antiguos próceres de la Independencia le sirvió para organizar históricamente su defensa, y lo llevó a consultar documentos y
escribir textos jurídicos con horizonte histórico, algunos de los cuales llegaron a las imprentas. En 1841 había sido publicada por la imprenta de Cualla La defensa del antiguo soldado de la
Independencia José Vicente Vanegas, alzado en armas en la rebelión de las provincias del Norte.
En su acalorada y erudita defensa, el abogado De Plaza realizó ante el tribunal de apelaciones
una exhaustiva narración de los hechos, procurando exaltar el pasado patriótico de Vanegas
como argumento central para la absolución y elevar su nombre al panteón de los héroes de la
patria: “Mi defendido Sr. Exmo., fue uno de los próceres de aquel alzamiento, sus constantes
i útiles servicios, tendré lugar de patentizarlos aquí, porque creo de mi deber referirlos, pues
que ellos pueden contribuir poderosamente á ausiliar los medios de defensa que me propongo
a emplear con sucesos”54.
Con Memorias para la Historia de la Nueva Granada55, publicado en 1850, el abogado De Plaza
buscaba suplir la ignorancia de la “juventud granadina de la historia de su propio suelo”56, e ignorantes también de ella los extranjeros que “solo la conocen por fabulosas tradiciones y mentidas
relaciones”; su experiencia como abogado litigante en las causas de antiguos próceres de la Inde54 José Antonio de Plaza, Defensa del ex-coronel Vicente Vanegas, pronunciada ante la tribuna de apelaciones de este Distrito por José Antonio Plaza, en el juicio criminal promovido á consecuencia de la rebelión que principio en las provincias
del Norte, desde setiembre de 1840 (Bogotá: Imprenta de Cualla, 1841), 6-7, en BNC, SDSO, Fondo Vergara 12.
55 José Antonio de Plaza, Memorias para la Historia de la Nueva Granada desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de
1810 (Bogotá: Imprenta del Neo-Granadino, por Ramón González, 1850), en BNC, SDSO, Arciniegas 10576.
56 José Antonio de Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada, 1.
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pendencia fue útil en la consecución y organización de los datos. De Plaza emprendió la tarea de
revisar “muchos fárragos y ojear una infinidad de documentos” para encontrar en ellos la verdad de
los hechos, ordenándolos sistemáticamente; revisó los documentos diseminados en los archivos y
recurrió a las “tradiciones orales que cuidadosamente hemos conservado en nuestra memoria”57.
La Memoria, para el siglo XIX, definía no sólo el arte de la recordación, también los modos
particulares de escritura y de presentación física de los contenidos. La retórica incluía la Memoria
entre las obras didácticas, y ella se ocupaba, como se veía atrás, de las disertaciones y el estudio a
fondo de los asuntos. Las Memorias escritas por José Antonio de Plaza expresan la doble acepción
del término: la de un libro que se ocupaba a fondo del estudio de la historia de la Nueva Granada,
según las reglas de la verdad y de la fidelidad de los hechos narrados, así como de la elegancia
estilística, sin dejar de lado la participación del autor en algunos de los hechos referidos. Se habla
pues de un libro voluminoso, lleno de reflexiones sobre los acontecimientos, cuyo público estaba
en condiciones de comprender y estudiar el texto razonadamente.
En síntesis, asuntos como el coleccionismo, la donación de documentos a la Biblioteca Nacional58, la escritura de libros de historia más organizados y sistemáticos, la inquietud por preservar
arrumes documentales de la destrucción y la impresión de manuscritos de la Colonia evidencian la
aparición de una cierta conciencia histórica, como también de la formalización de una Historia del
país, cuya expresión estatal fue la creación de programas de enseñanza histórica en instituciones
educativas y la intervención del Estado en la elaboración de una versión común de los acontecimientos considerados vitales para la formación cívica y patriótica. En la ya mencionada reseña que
hizo Emiro Kastos del libro de José Antonio de Plaza, se refería así a la formación histórica: “si
para los hombres que de literatos y de publicistas hacen profesión, son indispensables, los estudios
históricos para todo individuo que a sentar plaza de medianamente civilizado tenga pretensión”59.
Escribir libros de historia era un imperativo que buscaba sembrar el amor por el pasado, y un ejercicio que suponía la prestación de un servicio a la causa de la patria.
El abogado De Plaza ya había compuesto una publicación de carácter popular: en 1838 elaboró
un Almanaque y guía de forasteros, que, junto a las fechas, incluía una guía completa de los funcionarios públicos y de las distintas dependencias que componían el Estado en aquellos años60. J.
A. de Plaza también publicó en 1851 un pequeño texto de estadística de uso escolar61, y en 1852,
la traducción del francés de Historia de los montañeses de Alfonso Esquirós (1812-1876), en cuyo
prólogo los editores reclamaban buenos libros de historia, “a la luz de la filosofía y del derecho”,
que permitieran una mirada alterna a la monárquica, que había dominado el conocimiento sobre la
Revolución Francesa62. Pero, además, la creación de la imprenta de El Neogranadino y las mejores
57 José Antonio de Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada, 1.
58 Sobre coleccionismo, véase: Alba Patricia Cardona Zuluaga, “La Colección Pineda: acopiar gacetas, conservar
el pasado y divulgar sus glorias”, Historia del Caribe 8: 22 (2013): 105-132.
59 Emiro Kastos, “Memorias para la Historia”, 62.
60 Almanaque nacional, ó, guía de forasteros de la Nueva Granada para el año MDCCCXXXVIII (Bogotá: Imprenta
de J. A. Cualla, 1838), en BNC, SDSO, Pineda 50, Pieza 5.
61 José Antonio de Plaza, Lecciones de estadística, o testo de enseñanza para la clase de esta ciencia en el Colejio Nacional de Bogotá (Bogotá: Imprenta de Morales y Compañía, 1851), en BNC, SDSO, Pineda 13, Pieza 5.
62 Alfonso Esquirós, Historia de los montañeses, trad. José Antonio de Plaza (Bogotá: Imprenta de Echavarría Hermanos, 1855), Prólogo, en BNC, SDSO, Pineda 510, Pieza 1.
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condiciones técnicas de impresión auspiciadas por la llegada de Manuel Ancízar y los hermanos
Echeverría, venidos de Venezuela, contribuyeron desde 1848 (año en el que empezó a publicarse
el periódico El Neogranadino) a la ampliación del mundo del impreso en la Nueva Granada y de las
posibilidades editoriales de los escritores63.
Conclusión
El libro al que llamó el señor José Antonio de Plaza Compendio para la historia de la Nueva Granada desde antes de su descubrimiento hasta el 17 de noviembre de 1831 hizo parte de una práctica
que empezaba a dibujarse en el país: la de la escritura de textos destinados a la enseñanza, que,
para el caso de la formación cívica y política, contaba con importantes antecedentes en educación
cívica, gramática, agrimensura, derecho y formación religiosa, entre otros64.
En los albores de la Independencia había libros destinados a la divulgación de sus principios políticos, y, posteriormente, de los constitucionales de la República de Colombia. En 1814, el clérigo y
patriota Juan Fernández de Sotomayor y Picón (1777-1849) publicó un catecismo de instrucción popular que resumía los principios de la Independencia de América65; para enseñar al pueblo sus derechos,
buscaba apoyo y compromiso para la causa emancipadora ante la reconquista66. Diez años después, el
abogado José Antonio Grau Machado (1784-1849) publicó un catecismo político, “medio más fácil y
oportuno”, arreglado a la Constitución de 182167, con la meta de instruir a la juventud en los principios
fundamentales de las instituciones políticas. Según J. A. Grau, el catecismo se había hecho “a la vista
los catecismos de otras naciones”; más que un escrito de su autoría, era la síntesis de escritos similares;
explicaba Grau: “he tomado literalmente de ellos las máximas análogas a mi intento, reduciéndose mi
trabajo a sólo arreglar las materias que comprehende”68.
Existía en el país una tradición en la divulgación de saberes a través de formas didácticas, que
combinaban la oralidad de enseñanza, los modos de popularizar conocimientos generalizados
con la imprenta y adaptados a las necesidades de los recién creados sistemas escolares modernos.
Estas presentaciones abreviadas vinculaban —además de los mecanismos propios del aprendi63 Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política, 167.
64 Véase: Joaquín Lorenzo Villanueva, Catecismo de Moral (Bogotá: Nicolás Gómez, 1845), en BNC, SDSO, Pineda
128; Lorenzo María Lleras, Catecismo de Agrimensura apropiado al uso de los granadinos (Popayán: Imprenta de la
Universidad por G. Morales, 1834); Catecismo de los fundamentos de la fe para la instrucción de la juventud. Tomado
de la obra que con este título publicó el Sr. Aymé, Canónigo de la Abadía de Arrás (Bogotá: Imprenta de Salazar por
V. Lozada, 1840), en BNC, SDSO, Pineda 126, Pieza 3; Justo Arosemena, Principios de moral política redactados en
un catecismo i varios artículos sueltos (Bogotá: Imprenta de Cualla, 1849), en BNC, SDSO, Pineda 131.
65 Juan Fernández de Sotomayor y Picón, Catecismo, o, instrucción pública (Bogotá: Editorial Kelly, 1976). También publicó un pequeño libro de gramática: Elementos de gramática latina. Redactados para la juventud que se
educa en el colejio mayor de Nuestra Señora de El Rosario (Bogotá: Editor J. A. Cualla, 1830), en BNC, SDSO,
Quijano 426.
66 Catalina Muñoz Rojas, “Una aproximación a la historia de la lectura en la Nueva Granada. El caso de Juan Fernández de Sotomayor”, Historia Crítica 22 (2001): 105-130.
67 José Grau, Catecismo político arreglado a la constitución de la República de Colombia de 30 de agosto de 1821. Para
el uso de las escuelas de las primeras letras del Departamento de Orinoco. Impreso por orden del supremo gobierno
para el uso de las escuelas de Colombia (Bogotá: Imprenta de la República por N. Lora, 1824), en BNC, SDSO,
Pineda 711, Pieza 10.
68 José Grau, Catecismo político arreglado a la constitución, 3.
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zaje memorístico legado del Mundo Antiguo y de influencia religiosa— modelos editoriales bajo
los cuales se había concebido la presentación de un saber, una doctrina o una ciencia. Nociones
como compendio, catecismo, tratado, discurso, memoria, entre otros, no definían sólo el nombre
de un determinado libro, sino que encerraban en su semántica una concepción de la verdad, del
saber, un principio de divulgación y una forma concreta de llevarlos al público. Estas formas de
presentar, condensar, resumir y divulgar un saber permiten comprender los modos en los cuales
una sociedad formaliza los conocimientos, define contenidos, instituye concepciones de verdad y
detalla culturalmente usos y prácticas.
Los nombres dados por el abogado José Antonio de Plaza a sus libros de Historia estaban en
correlación con los formatos, los contenidos y los públicos a los cuales iban dirigidos. Mientras
que en las Memorias para la historia de la Nueva Granada se formalizaba una escritura histórica
más reflexiva y documentada, el tono sentencioso del Compendio armonizaba con la intención de
inculcar la pasión por la patria en formación a través de la narración de las glorias del pasado. Estos
dos modos de escribir la historia se correspondían claramente con la definición que se daba del
estudio como “la lectura atenta, metódica y repetida de un libro o escrito, para grabar su contenido
en la memoria”69, que podía ser de dos maneras: literal y razonada. La primera se explicaba como
la memorización de lo leído, “con las mismas palabras que se halla escrito”70, método que generalmente se aplicaba a la enseñanza elemental. La lectura razonada era el medio por el cual “descubre
el entendimiento la sustancia de lo escrito, y la encomienda a la memoria, sin cuidarse del orden y
estructura material de las palabras y sentencias con que se ha explicado el autor”71.
Un libro de divulgación estaba organizado para facilitar la memorización a través de estrategias
editoriales como la numeración de párrafos, las preguntas al iniciar o al finalizar cada capítulo,
el recuento de los hechos en parágrafos muy cortos que generalmente omitían los procesos o las
narraciones demasiado elaboradas que dificultaran su aprendizaje. En las obras del tipo de las de
José Manuel Restrepo, Joaquín Acosta, y las Memorias de José Antonio de Plaza (que también
cumplían una función divulgativa, aunque menos masiva), el público para el que estaban escritas,
por condiciones sociales, intelectuales y académicas, estaba en condiciones de razonar, comprobar, criticar y reflexionar sobre la naturaleza de sus contenidos.
Aunque el estudio y divulgación de la historia del pasado nacional eran una necesidad de la que
hablaban intelectuales, políticos, militares, periodistas y publicistas, aún no se había incorporado
como programa académico en los planes escolares, pese a que se imponía el gusto por coleccionar
documentos y antigüedades, se extendía la pasión bibliófila y se enfatizaba en la necesidad de escribir libros de historia que sirvieran para la formación de la juventud y el avance de la civilización.
A pesar de que no hacía parte de los planes de estudio, la historia estaba presente en los discursos,
prácticas y rituales cotidianos como las fiestas públicas, las conmemoraciones, el teatro y la poesía
patriótica, medios de circulación de los relatos históricos y de formación cívica y ciudadana.
El proceso empezó a consolidarse en los años cincuenta del siglo XIX; en esta década convergieron varios sucesos importantes para la historiografía de nuestro país: se formalizó la Colección
Pineda como una depósito de documentos en los que se conservaban las huellas del pasado
69 Pedro Herrera Espada, Introducción al estudio de la literatura. Dedicado a las clases de retórica, arte poética y
oratoria (Bogotá: Imprenta de J. A. Cualla, 1848), en BNC, SDSO, Pineda 133, Pieza 7.
70 Pedro Herrera Espada, Introducción al estudio, 4.
71 Pedro Herrera Espada, Introducción al estudio, 4.
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nacional; se completó temporalmente la historia nacional; José Manuel Restrepo había escrito la
atinente a la Independencia (1827); Acosta, la del Descubrimiento y la Conquista hasta el siglo XVI
(1849); De Plaza, en las Memorias (1850), amplió la temporalidad hasta los albores de la declaración de la Independencia, y en el Compendio (1850) llevó su narración hasta el 17 de noviembre de
1831, fecha de disolución de la República de Colombia (que por convención historiográfica se ha
llamado la Gran Colombia).
La narrativa histórica de carácter escolar precisó de la consolidación de una escritura monumental con la función de narrar la historia del origen y formación de la República, del establecimiento
de las fuentes utilizadas, de las convenciones temporales que enmarcaban los acontecimientos,
de la valoración positiva y negativa de los personajes. Hizo suyos los estereotipos dramáticos que
encarnaban los vicios y virtudes, la justicia o crueldad con la que se definían los acontecimientos,
así como los paradigmas morales y políticos que por su medio se defendían y se divulgaban. Las
obras de uso escolar partían de los cánones históricos establecidos a partir de Restrepo, De Plaza
y Acosta y, posteriormente, de José Manuel Groot, con la Historia Civil y Eclesiástica. Más que
producir nuevos conocimientos, su función fue difundir las versiones ya establecidas, ayudar a
memorizar los eventos del pasado para movilizar la pasión por la patria y por sus héroes, para
difundir un relato común sobre el origen de la República y para promover la formación nacional
sobre la idea de un relato y una representación común encarnada en sus libros.
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❧
Patricia Cardona
Profesora Asociada de la Universidad EAFIT (Colombia). Historiadora y Magíster en Historia de la
Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín y Doctora en Historia de la Universidad de los Andes
(Colombia). Miembro del grupo de investigación Estudios sobre Política y Lenguaje (Categoría A1 en
Colciencias). Entre sus últimas publicaciones se encuentran el libro Y la historia se hizo libro (Medellín:
Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2013) y los artículos “Educar ciudadanos y formar patriotas.
Libros de Historia Patria para crear consensos y traspasar luchas partidistas”, Araucaria 30: 18 (2013):
63-81; y “La Colección Pineda: acopiar gacetas, conservar el pasado y divulgar sus glorias”, Historia del
Caribe 8: 22 (2013): 105-129. [email protected]
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización
de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)❧
Graciela Amalia Queirolo
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
Artículo recibido: 28 de febrero de 2014 · Aprobado: 25 de julio de 2014 · Modificado: 22 de agosto de 2014
Resumen: Este artículo analizará el proceso de feminización que afectó en Buenos Aires al sector
administrativo entre 1910 y 1950. Este proceso se caracterizó por un incremento de mujeres en las ocupaciones
de dactilógrafa y secretaria. Aquí, por un lado, se discutirán las interpretaciones que lo ubicaron en un
período posterior y, por otro lado, se definirán las concepciones sociales que atribuyeron a tales ocupaciones
habilidades inherentes a la condición femenina, que se conjuraron con una particular capacitación técnica.
Por tanto, se demostrará que los empleos administrativos recibieron cuotas de prestigio social respecto de
otras ocupaciones femeninas.
Palabras clave: mujeres, empleadas de oficina, división sexual de tareas, Argentina.
Perfect Typists and Secretaries: The Process of Feminization of Administrative Jobs
(Buenos Aires, 1910-1950)
Abstract: This article analyzes the process of feminization that affected the administrative sector in Buenos
Aires between 1910 and 1950. This process was characterized by an increase in the number of women working
as typists and secretaries. On the one hand, it discusses the interpretations that situated the process in a later
period and, on the other hand, it defines the social conceptions that attributed skills inherent to women to
these occupations, conjugated with special technical training. It thus demonstrates that administrative jobs
received certain quotas of social prestige with respect to other female occupations.
Keywords: women, office employees, sexual division of labor, Argentina.
Datilógrafas e secretárias perfeitas: o processo de feminização dos empregos
administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Resumo: Este artigo analisará o processo de feminização que afetou, em Buenos Aires, o setor administrativo
entre 1910 e 1950. Esse processo caracterizou-se por um aumento de mulheres nas ocupações de datilógrafa
e secretária. Aqui, por um lado, serão discutidas as interpretações que o localizaram em um período posterior
e, por outro lado, serão definidas as concepções sociais que atribuíram a tais ocupações habilidades inerentes
à condição feminina, que se conjuraram com uma particular capacitação técnica. Portanto, será demonstrado
que os empregos administrativos receberam parcelas de prestígio social com relação às outras ocupações
femininas.
Palavras-chave: mulheres, empregadas de escritório, divisão sexual de tarefas, Argentina.
❧ Este artículo es parte de la tesis doctoral Saberes profesionales, movilidad ocupacional e inequidad laboral: el
trabajo femenino en el sector administrativo (Buenos Aires, 1910-1950). Esta investigación contó con el financiamiento de una beca otorgada por la Universidad de Buenos Aires (Argentina), para el período 2008-2013,
dentro del proyecto UBACYT Cultura política e instituciones del mundo del trabajo, Argentina siglo XX, bajo la
dirección de la doctora Mirta Zaida Lobato.
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
Introducción
E
n la ciudad de Buenos Aires (Argentina), el ingreso de las mujeres en los empleos administrativos se vinculó con la expansión del sector burocrático, que la modernización capitalista impulsó
a partir de la diversificación de la estructura económica. Dentro de las oficinas, la presencia femenina, si bien se encontró en una gran cantidad de tareas de papeleo, predominó en las ocupaciones
de dactilógrafa y secretaria; así, mientras que la primera consistía en mecanografiar documentos,
la segunda se concentraba en asistir a un empleado de jerarquía.
Este artículo tiene dos objetivos. Por un lado, consiste en analizar las dimensiones del ingreso
de las mujeres a los empleos administrativos, es decir, trazar su recorrido cuantitativo a lo largo
del período 1910-1950, y, por el otro, se propone elucidar las concepciones que posibilitaron el
predominio femenino en las dos ocupaciones señaladas. Ambos objetivos, estrechamente relacionados, permiten formular la hipótesis de que las ocupaciones de dactilógrafa y secretaria
protagonizaron un proceso de feminización que se expresó no sólo en un notable incremento
numérico, sino también en un conjunto de concepciones sociales que, a pesar del carácter
impresdicindible de la capacitación profesional requerida, asociaron las tareas burocráticas que
realizaban las mujeres con atributos propios de su naturaleza femenina. Fue en Buenos Aires
donde este proceso adquirió gran notoriedad, debido al dinamismo de los sectores industriales, comerciales y de servicios, que impulsó la expansión de las actividades administrativas y la
demanda de personas capacitadas para llevarlas a cabo.
De acuerdo con lo anterior, aquí se discutirán las interpretaciones que sostuvieron que el
ingreso “masivo” de las mujeres en el sector administrativo se produjo recién a partir de 1947.
Tales planteos menospreciaron y hasta invisibilizaron la presencia femenina en las tareas burocráticas en la primera mitad del siglo XX. Como se demostrará, este proceso se inició en la década de
1910 y fue ganando notoriedad como un fenómeno incuestionable en la década de 1940. En estos
años, la participación de las mujeres en el sector burocrático creció tanto en valores absolutos
como respecto del total de los trabajadores y de las trabajadoras.
En cuanto a la identificación de ciertas actividades laborales como “femeninas”, Michelle
Perrot argumentó que todas ellas eran tareas que sufrían un proceso de descalificación, porque
se las consideraba como una prolongación de las funciones maternales y domésticas intrínsecas
de las mujeres1. De acuerdo con esta autora, esos mecanismos de descalificación colocaron a
las mujeres en puestos con salarios inferiores a los de los varones, como fue el caso de las dactilógrafas, y sólo les permitieron ascender hasta posiciones intermedias, alejadas de las mayores
jerarquías, según ejemplifican las secretarias. Sin duda, en estas concepciones intervino la
noción de excepcionalidad que caracterizó la experiencia de todas las mujeres en el mercado
laboral. Como también señaló Mary Nash, semejante noción justificaba el trabajo asalariado por
1 Michelle Perrot, “Qu’est-ce qu’un métier de femme?”, en Les femmes ou les silences de l’histoire (París: Flammarion, 1998), 201-207.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
la necesidad económica y le otorgaba un carácter temporario y complementario de los ingresos del
proveedor del grupo familiar2.
Sin embargo, sin contradecir lo anterior, los empleos administrativos exigieron una capacitación comercial. Ésta consistió en la alfabetización, que, a su vez, permitió la adquisición de
técnicas específicas como la mecanografía y la taquigrafía. Sin duda, esos saberes comerciales
sufrieron los efectos corrosivos del proceso de feminización, que opacaron su carácter adquirido
frente a la exaltación de los atributos naturales de las mujeres. De todas maneras, tanto las nociones
de feminidad como los saberes profesionales se entrelazaron para imprimir cuotas de prestigio a
las ocupaciones administrativas porque, a pesar de las subordinaciones salariales y jerárquicas que
afectaron a las empleadas, las concepciones de feminidad tornaron tolerable su presencia en el
mercado, mientras que los saberes profesionales les otorgaron ventajas comparativas respecto de
otras ocupaciones, en especial, respecto de las trabajadoras manuales.
El recorrido del artículo comienza con una revisión crítica de los análisis cuantitativos de la
participación femenina asalariada en el sector burocrático. Luego, presenta la expansión de los/as
empleados/as de los sectores público y privado, gracias al análisis de los censos de población. A continuación, se detiene en la expansión de la participación femenina en las ocupaciones de dactilógrafa
y secretaria, gracias al examen de avisos clasificados. Por último, analiza la conceptualización de las
ocupaciones administrativas como femeninas, en especial, la equiparación de la secretaria —representada como el “ángel de la oficina”— con la esposa —representada como el “ángel del hogar”—,
mediante la indagación de manuales comerciales, columnas periodísticas y publicidades gráficas.
1. Empleadas y empleados en cifras: de la subestimación a la visibilización
En esta sección se recorren críticamente los distintos análisis sobre la presencia femenina en el sector
burocrático, a partir de la información de los censos nacionales de población. Según se examina, dicha
presencia integró una discusión más general sobre la participación económica de las mujeres dentro
del proceso de modernización capitalista y sus consecuencias sociales. Con este propósito, se empleará
información censal, sobre la que se requiere hacer algunas observaciones. Los censos nacionales constituyen valiosas fuentes para reconstruir los recorridos del trabajo femenino. Como analizó Hernán
Otero, los cuatro primeros censos nacionales de población (1869, 1895, 1914 y 1947), llevados a cabo
por el Estado Nacional, integraron un “sistema de estadística moderno” con aceptables niveles de
cobertura, confiabilidad y consistencia3. Sin embargo, como ha sido insistentemente señalado, presentan problemas vinculados tanto con la falta de registro como con las maneras de contabilizar el trabajo
femenino, que invitan a la búsqueda de otras fuentes para confrontar sus conclusiones4.
2 Mary Nash, “El mundo de las trabajadoras: identidades, cultura de género y espacios de actuación”, en Cultura
social y política en el mundo del trabajo, eds., Javier Paniagua, José Piqueras, Vicente Sanz (Valencia: Universidad
Nacional de Educación a Distancia, 1999), 47-68. Un recorrido por los debates teóricos sobre el trabajo femenino
que inspiraron este artículo se encuentra en: Cristina Borderías y Cristina Carrasco, Introducción, “Las mujeres y
el trabajo: aproximaciones históricas, sociológicas y económicas”, en Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales, comps., Cristina Borderías, Cristina Carrasco y Carme Alemany (Barcelona: Icaria, 1994), 15-109.
3 Hernán Otero, “Censos antiguos: 1869, 1895, 1914, 1947”, en Población y bienestar en la Argentina del Primero al
Segundo Centenario. Una historia social del siglo XX, t. I, ed., Susana Torrado (Buenos Aires: Edhasa, 2007), 187-213.
4
Catalina Wainerman y Zulma Recchini de Lattes, El trabajo femenino en el banquillo de los acusados. La medición
censal en América Latina (México: Population Council/Terra Nova, 1981); Mirta Zaida Lobato, Historia de las
trabajadoras en la Argentina (1869-1960) (Buenos Aires: Edhasa, 2007).
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
En primer lugar, los censos, al igual que la mayoría de los discursos sociales de esos años, asimilaron la experiencia del trabajo de las mujeres a la de los varones. Mientras que, según dichos
discursos sociales, para los varones el trabajo se concibió como una actividad normativa en la que
permanecían la mayor parte de sus vidas —y que ratificaba su masculinidad al permitirles desempeñar el papel de proveedores materiales de la familia que tenían a cargo—, para las mujeres el
trabajo se concibió como una actividad excepcional que sólo la necesidad económica podía tornar
legítima porque contradecía la normatividad femenina al poner en entredicho su dedicación exclusiva a la domesticidad y, fundamentalmente, a la maternidad. Dicha excepcionalidad le asignó un
carácter temporario, y fue frecuente que las mujeres tuvieran una participación breve, o bien, más
de un ingreso al mercado a lo largo de su vida.
Como se ha argumentado en otros escritos, la gran mayoría de las empleadas eran mujeres
solteras que dejaban sus puestos y sus carreras tan pronto como se casaban o cuando nacía su primer/a hijo/a. En general, sólo permanecían en el mercado aquellas que no habían tenido éxito en
la carrera matrimonial, las solteras, o bien, aquellas que quedaban viudas5. Desafortunadamente,
los censos no registraron el estado civil de la población económicamente activa (PEA) como para
poder compararlo con la participación económica tanto en las mujeres como en los varones6.
Las ocupaciones administrativas también enfrentaron otros desafíos. Por un lado, el de la
comparación entre categorías ocupacionales. El censo de 1914 organizó el mundo del trabajo en
“profesiones, oficios y medios de vida”; en cambio, el censo de 1947 lo hizo en “ramas de actividad”.
Aquí, las comparaciones pueden volverse algo difíciles, porque las categorías no son exactamente
iguales, y las comparaciones se realizan por aproximación. Por otro lado, los treinta y tres años que
transcurrieron entre un censo y el otro abren interrogantes sobre qué ocurrió en ese lapso de tiempo
con la participación de las mujeres en los empleos administrativos. No obstante, gracias al uso de los
avisos clasificados, se pudieron elaborar las respuestas a las preguntas que tenía esta investigación.
La participación de las mujeres en tareas burocráticas integró los debates más generales sobre
el trabajo femenino asalariado. Las investigaciones pioneras que abordaron la participación económica de las mujeres se propusieron medir la contribución de las mujeres a los procesos de
modernización social. En la década de 1950, Gino Germani, a partir de los registros censales,
señaló la caída de la participación de las mujeres en la PEA nacional. En 1914, la PEA femenina
constituía un 29,9% de la PEA total, mientras que era 22,6% en 1947. El autor calificó al fenómeno
como “desconcertante”, porque si bien la cantidad de mujeres que integraban la PEA se había
incrementado entre 1895 y 1947, ésta se había reducido en términos relativos. Sin embargo, las
estimaciones sobre las ramas ocupacionales le permitieron concluir que la participación de las
mujeres que trabajaban en la “industria, el comercio, y los servicios (excluidos servicios domésticos, confección y actividades agropecuarias)” se había incrementado: de un 6% en 1914, subió a
un 10% en 1947. En la ciudad de Buenos Aires, los incrementos eran más notables aún: el 10,1%
de 1914 trepó al 17,4% en 1947. Pero Germani no desagregó los datos entre industrias, comercio
5 Graciela Queirolo, “Mujeres en las oficinas. Las empleadas administrativas: entre la carrera matrimonial y la
carrera laboral (Buenos Aires, 1920-1950)”, Diálogos 16: 2 (2012): 417-444. DOI: dx.doi.org/10.4025/dialogos.
v16i2.594.
6 En este artículo se consideró como población económicamente activa (PEA) a la población mayor de 14 años
que realiza o está en condiciones de realizar actividades asalariadas. Si bien los censos consultados no emplean
esta categoría demográfica desarrollada en tiempos más recientes, utilizan la edad de 14 años para comenzar a
relevar la participación económica de la población; por lo tanto, se decidió adoptar dicha terminología.
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y servicios, y tampoco se propuso estudiar los motivos de todas las cifras que presentó7. De esta
manera, este sociólogo inauguró dos argumentos de fuerte impacto en futuras investigaciones:
el primero fue el de la caída de la participación económica de las mujeres en el largo plazo, y el
segundo fue el de las diferencias que aportaba una lectura de los distintos sectores ocupacionales.
Hacia fines de la década de 1970, la demógrafa Zulma Recchini de Lattes y los sociólogos Catalina Wainerman y Ernesto Kritz elaboraron la interpretación llamada “curva en U”8. Este modelo
de análisis proponía una lectura del trabajo femenino a nivel nacional, es decir, en Argentina, desde
los inicios de la modernización socioeconómica hasta bien avanzado el siglo XX, con la intención
similar a la de Germani de medir el grado en que la participación económica de las mujeres había
contribuido al desarrollo del país. El modelo curvilineal elaboró la premisa de que, en un primer
momento, la modernización no sólo había relegado a las mujeres a ocupaciones “tradicionales”,
sino que fundamentalmente había excluido la participación de ellas en el mercado laboral. Sólo en
períodos recientes, las mujeres habían podido participar en ocupaciones “modernas”, dentro de
las que colocaban a las administrativas, a partir de la diversificación de la estructura productiva y
de su pasaje por el sistema educativo. De acuerdo con esto, se definieron tres momentos para la
participación económica femenina.
El primer momento o estadio temprano de desarrollo habría tenido lugar entre 1869 y 1914,
y se habría caracterizado por una alta participación femenina, porque la estructura económica
contenía un importante sector primario y un sector productivo de carácter artesanal. Por tanto,
las unidades de producción privilegiaban la producción doméstica y permitían la combinación
de tareas reproductivas y productivas, que realizaban todos los miembros de la unidad familiar:
esposas y maridos, padres e hijos. Un segundo momento o estadio intermedio, que habría transcurrido entre 1914 y 1947, se inició con un proceso de concentración económica que originó el
establecimiento de grandes industrias y comercios. Entonces, se producía no sólo la destrucción
de las pequeñas unidades de producción, sino también una diferenciación de las funciones reproductivas y productivas, que daba lugar a una división sexual de ellas. Ésta asignaba a las mujeres
las responsabilidades domésticas con base en su condición biológica de madres, y a los varones,
las responsabilidades asalariadas. En este período se habrían producido tanto una notable disminución de la participación de las mujeres en actividades asalariadas como un relegamiento a
tareas “tradicionales” como la costura y el servicio doméstico, que nada tenían de “modernas”. Por
último, durante el tercer momento o estadio tardío, que habría iniciado en 1947, la modernización
de la estructura económica habría producido la expansión del sector de servicios —educativos,
sanitarios, administrativos, financieros—. Dentro de él, las mujeres ingresaron al mercado, y su
participación económica empezó a crecer. Los tres momentos de la interpretación curvilineal se
denominaron fase o pendiente descendente (1869-1914), fase de estancamiento (1914-1947) y fase
o pendiente ascendente (1947-1970/1990).
El análisis de Kritz ya había dado indicios acerca de la hipótesis que da origen a esta investigación. El trabajo del sociólogo se concentró en la pendiente decreciente de la curva (1869-1914) a
7 Gino Germani y Jorge Graciera, Estructura social de la Argentina. Análisis estadístico (Buenos Aires: Ediciones
Solar, 1987 [1955]), 124-128.
8 Zulma Recchini de Lattes y Catalina H. Wainerman, “Empleo femenino y desarrollo económico: algunas evidencias”, Desarrollo Económico 17: 66 (1977): 301-317. DOI: dx.doi.org/10.2307/3466400; Ernesto Kritz, “La
formación de la fuerza de trabajo en la Argentina, 1869-1914”, Cuadernos del CENEP 30 (1985): 1-97.
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
nivel nacional y señaló el crecimiento del personal administrativo. Así, el personal administrativo
constituía el 1,8% de la PEA en 1895 (el 1,7% eran varones y el 0,1% eran mujeres). En 1914, el personal administrativo abarcaba el 6,4% de la PEA (el 6,1% eran varones y el 0,3% eran mujeres). Los
porcentajes ilustran cuán modesto era el sector burocrático, así como el predominio masculino en él.
Sin embargo, Kritz señaló la existencia de un crecimiento tanto del sector como de la participación
femenina9. De todas formas, el sociológo desestimó esta expansión porque su impacto en la estructura ocupacional fue leve, es decir, constituyó el más bajo de los porcentajes de todas las ocupaciones
en las que participaban mujeres. Además, Kritz agregó a esta desestimación cuantitativa una desestimación cualitativa, cuando concluyó que para las mujeres, los empleos administrativos ofrecieron
puestos de trabajo “subalternos”, alejados tanto de las posiciones de mayor responsabilidad como de
las mejores remuneraciones. Navarro y Wainerman retomaron el análisis de Kritz, aunque pasaron
por alto las conclusiones del sociólogo en torno a la expansión de la participación femenina en el
sector burocrático, subestimando sin duda, al igual que aquél, el crecimiento del sector10.
De acuerdo con todo lo expuesto hasta aquí, la participación de las mujeres en los empleos
administrativos se mantuvo fuera del análisis para el período comprendido entre 1869 y 1947. Fue
con la investigación de Recchini de Lattes, quien analizó la pendiente ascendente de la “curva en
U”, que la incorporación de las mujeres en el sector burocrático obtuvo visibilidad. Según esta
autora, a partir de 1960 se produjo un crecimiento significativo del empleo femenino en las actividades laborales, en general, y dentro del sector administrativo, en particular11.
Este artículo discute con todas las interpretaciones reseñadas. En primer lugar, se demuestra la
importante expansión de la participación de las mujeres dentro de los empleos administrativos a partir
de 1914, que permite afirmar que se produjo una feminización de algunas ocupaciones burocráticas
(dactilógrafa y secretaria). En segundo lugar, se sostiene que este proceso —que se inauguró en la
década de 1910, con las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo— ya estaba firmemente
consolidado para la década de 1940 —en vísperas del peronismo—. En tercer lugar, se defienden las
particularidades que adquirieron tales ocupaciones, que no sólo incluyeron características de subalternidad, sino que, fundamentalmente, desarrollaron ventajas comparativas respecto de otras ocupaciones
asalariadas desempeñadas por mujeres, gracias a la misma feminización que las caracterizó y a los saberes profesionales requeridos. Sobre estas ventajas reposaron ciertas cuotas de prestigio social.
Pero esta investigación también dialoga con aquellas otras que, desde la década de 1990 —alentadas por el impulso que ganaron la Historia de las Mujeres, primero, y los Estudios de Género,
después—, criticaron la hipótesis de la “curva en U”, a partir de la propuesta de otras periodizaciones, recortes espaciales más reducidos y una lectura diferente de la información de los censos,
que, en algunos casos, procuró compararse con datos proporcionados por otras fuentes. Así, estas
nuevas producciones volvieron a preguntarse por el trabajo femenino asalariado abriendo paso a
nuevas interpretaciones, más preocupadas por explicar las características de la participación feme-
9 Ernesto Kritz, “La formación”, 66-67, 81.
10 Catalina Wainerman y Marysa Navarro, “El trabajo de la mujer en la Argentina: un análisis preliminar de las
ideas dominantes en las primeras décadas del siglo XX”, Cuadernos del CENEP 7 (1979): 1-49; Catalina Wainerman, “Mujeres que trabajan. Hechos e ideas”, en Población y bienestar en la Argentina del Primero al Segundo
Centenario. Una historia social del siglo XX, t. II, ed., Susana Torrado (Buenos Aires: Edhasa, 2007), 325-352.
11 Zulma Recchini de Lattes, “La participación económica femenina en la Argentina desde la segunda posguerra
hasta 1970”, Cuadernos del CENEP 11 (1980): 1-114.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
nina en el mercado laboral. La pregunta por la cantidad de trabajadoras no fue dejada de lado,
sino que se produjo una revalorización de la presencia de ellas en los sectores más modernos de la
economía, en especial, los sectores secundario y terciario12.
De acuerdo con lo anterior, este artículo se centrará en la ciudad de Buenos Aires, en el período
1910-1950. Allí, mientras la población crecía —de 1.575.814 habitantes en 1914, pasó a 2.982.580
en 1947—, lo mismo ocurría con la PEA femenina: las mujeres representaron un 25% de la PEA en
1914 y un 28% en 1947. Más significativo aún es que en la capital porteña residía el 27% de la PEA
femenina de Argentina en 1914, y un 32% en 1947. Como se analizará a continuación, los empleos
administrativos incorporaron destacados contingentes de mujeres13.
2. Las mujeres y los varones entran en las oficinas
Los registros censales permiten construir un recorrido cuantitativo de la presencia de los empleados
administrativos, a través de una doble lectura. Por un lado, una lectura absoluta que se detiene dentro
de este grupo ocupacional, y, por el otro, una lectura relativa, cuando compara dicho grupo con otros.
La primera conclusión que se desprende de este análisis muestra un crecimiento del personal burocrático. Así, en 1914, 115.751 personas trabajaban como empleados administrativos: 104.036 eran varones
y 11.715 eran mujeres (tabla 1). En 1947, el incremento había sido notable: el censo registró 452.197
empleados administrativos, distribuidos entre 372.427 varones y 79.770 mujeres (tabla 2). En treinta y
tres años, la cantidad de empleados creció casi cuatro veces (tabla 3).
El sector privado demandó una mayor cantidad de empleados que el sector público. En 1914 había
66.313 empleados —varones y mujeres— en oficinas particulares y 49.438 en oficinas estatales (tabla 1).
Para 1947, las cifras aumentaron, respectivamente, a 282.192 y 170.005 (tabla 2). Si bien el crecimiento
fue importante en los dos sectores, el privado creció 4,3 veces, mientras que el público lo hizo 3,4 veces
(tabla 3). Dentro de este contexto expansivo, la participación femenina protagonizó un interesante
recorrido. Es incuestionable que las mujeres mantuvieron un lugar minoritario respecto de los varones, debido a las características socialmente atribuidas al trabajo femenino, que lo definían como una
12 Asunción Lavrin, Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay 1890-1940 (Santiago de
Chile: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005 [1995]), 81-85; Susana Torrado, Historia de la
familia en la Argentina moderna (1870-2000) (Buenos Aires: Ediciones La Flor, 2003), 203-216; Mirta Zaida
Lobato, “Mujeres en la fábrica. El caso de las obreras del frigorífico Armour, 1915-1969”, Anuario del IEHS
V (1990): 171-205; Fernando Rocchi, “Concentración de capital, concentración de mujeres. Industria y
trabajo femenino en Buenos Aires, 1890-1930”, en Historia de las mujeres en la Argentina. Siglo XX, dirs.,
Fernanda Gil Lozano, Valeria Pita y Gabriela Ini (Buenos Aires: Taurus, 2000), 222-243; Mirta Zaida Lobato, Historia de las trabajadoras, 19-79; Dora Barrancos, Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de
cinco siglos (Buenos Aires: Sudamericana, 2007), 139-148 y 201-207; Graciela Queirolo, “El mundo de las
empleadas administrativas: perfiles laborales y carreras individuales (Buenos Aires, 1920-1940)”, Trabajos y
Comunicaciones 34 (2008): 129-151.
13 Las cifras de población proceden, respectivamente, de Tercer Censo Nacional. Levantado el 1 de junio de 1914.
Población, t. II (Buenos Aires: Talleres Gráficos de L.J. Rosso y Cía., 1916), 3; y Ministerio de Asuntos Técnicos,
IV Censo General de la Nación. Censo de Población, t. I (Buenos Aires: Dirección Nacional del Servicio Estadístico, 1952), 48. Para los porcentajes de la PEA femenina de Buenos Aires, ver las tablas 4 y 5. En cambio, la
PEA femenina de Buenos Aires, respecto de la de Argentina, se basa en la información relevada de Tercer Censo
Nacional. Levantado el 1 de junio de 1914. Población, t. IV (Buenos Aires: Talleres Gráficos de L.J. Rosso y Cía.,
1916), 383-397; y de Ministerio de Asuntos Técnicos, IV Censo General de la Nación. Censo de Población, t. I
(Buenos Aires: Dirección Nacional del Servicio Estadístico, 1952), 31 y 67.
123
124
Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
actividad excepcional, contraria a sus responsabilidades domésticas y maternales, y, de esta manera,
desestimulaban tanto su ingreso como su permanencia. Pero se produjo un destacado crecimiento de
las empleadas, no sólo en cantidades absolutas sino, fundamentalmente, en valores relativos de la PEA.
Así, en 1947, la cantidad de empleadas mujeres fue 6,8 veces mayor que en 1914, mientras que
la cantidad de empleados varones fue sólo 3,6 veces mayor (tabla 3). Otra forma de verlo señala
que en 1914, las empleadas constituían un 10% del total de personas que se desempeñaban en
tareas administrativas, mientras que en 1947 fueron un 18% (tablas 1 y 2). Esto significó que, en el
proceso de expansión del sector burocrático, las mujeres incrementaron su participación a expensas de los varones. El crecimiento de la demanda de mujeres fue mayor en el sector público que en
el sector privado (tabla 3). Esto significó que el Estado contrató más mujeres que varones a lo largo
del período, debido a la expansión de sus agencias y, a partir de la década de 1940, a la creación de
empresas estatales14. De todas formas, en el sector privado también se incrementó la participación
de empleadas mujeres respecto de empleados varones (tablas 1 y 2).
Tabla 1. 1914. Empleados administrativos, sector privado y sector público.
Varones y mujeres. 14 años y más
OCUPACIÓN
TOTAL
PORCENTAJE RESPECTO DEL TOTAL
TOTAL
VARONES
MUJERES
TOTAL
VARONES
MUJERES
EMPLEADOS
sector privado
66.313
59.272
7.041
100%
89%
11%
EMPLEADOS
sector público
49.438
44.764
4.674
100%
91%
9%
EMPLEADOS
total
115.751
104.036
11.715
100%
90%
10%
Fuente: elaboración propia con base en la información relevada en el Tercer Censo Nacional.
Levantado el 1 de junio de 1914, t. IV, 201-212.
Tabla 2. 1947. Empleados administrativos, sector privado y sector público.
Varones y mujeres. 14 años y más
PORCENTAJE
RESPECTO DEL TOTAL
TOTAL
OCUPACIÓN
TOTAL
VARONES
MUJERES
TOTAL
VARONES
MUJERES
EMPLEADOS
sector privado
282.192
237.766
44.426
100%
84%
16%
EMPLEADOS
sector público
170.005
134.661
35.344
100%
79%
21%
EMPLEADOS
total
452.197
372.427
79.770
100%
82%
18%
Fuente: elaboración propia con base en la información relevada de Ministerio de Asuntos Técnicos.
IV Censo General de la Nación, 67.
14 Dora Barrancos, Mujeres en la sociedad, 201-202; Donna J. Guy, Las mujeres y la construcción del Estado de Bienestar. Caridad y creación de derechos en la Argentina (Buenos Aires: Prometeo, 2011), 17-34.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
Tabla 3. Crecimiento de empleados. 1947 respecto de 1914.
Varones y mujeres. En veces
OCUPACIÓN
TOTAL (veces)
VARONES (veces)
MUJERES (veces)
EMPLEADOS sector privado
4,3
4,0
6,3
EMPLEADOS sector público
3,4
3,0
7,6
EMPLEADOS total
3,9
3,6
6,8
Fuente: elaboración propia con base en la información de las tablas 1 y 2.
De acuerdo con lo hasta aquí expuesto, la lectura de las cifras censales permite concluir que
los empleados —varones y mujeres— protagonizaron un destacado crecimiento tanto en el sector
privado como en el sector público a lo largo del período 1914-1947. Como ya se demostró, la
cantidad de empleados casi llegó a cuadriplicarse. Dentro de este crecimiento, la participación
femenina aumentó muchas más veces que la participación masculina, a pesar de que las mujeres
constituyeron una minoría respecto de los varones. Así, pues, la cantidad de empleadas creció casi
siete veces, mientras que la cantidad de empleados sólo creció tres veces y media. Para reforzar
las anteriores conclusiones, las mediciones respecto de la PEA son contundentes para mostrar el
crecimiento del sector administrativo, porque permiten establecer comparaciones con otras ocupaciones, y así, hacer más precisa la dimensión de los empleos administrativos dentro del mercado
de trabajo y la participación de mujeres y varones en ellos. Hemos seleccionado a los/as obreros/
as y al personal doméstico para realizar las comparaciones con los/as empleados/as porque en
ambos grupos se destacaba la presencia femenina.
Para comenzar, hay que detenerse en la PEA. En 1914, la PEA de la ciudad de Buenos Aires
se componía de 792.361 personas: 597.844 eran varones y 194.517 eran mujeres. En 1947, la
PEA casi se duplicó alcanzando 1.416.674 personas, distribuidas entre 1.020.246 varones y
396.428 mujeres. Las cifras son categóricas para señalar la expansión del mercado laboral y
la participación económica de las mujeres. Al mismo tiempo, muestran el crecimiento de las
mujeres respecto de los varones dentro de la PEA: si en 1914 ellas constituían un 25% de la
PEA, en 1947 alcanzaron un 28% (tablas 4 y 5). Esta primera constatación permite ratificar
que la hipótesis de la “curva en U” no explica la participación asalariada de las mujeres en
Buenos Aires e, incluso, refuerza las conclusiones sobre la expansión del trabajo femenino
durante la modernización capitalista.
En 1914, los obreros, tanto varones como mujeres, constituían un 34,47% de la PEA; en
1947, el porcentaje trepó a un 40,24%. Los empleados, también varones y mujeres, fueron
en 1914 un 14,61%, y para 1947 crecieron a un 31,92%. Por último, varones y mujeres que se
desempeñaban como personal doméstico en 1914 eran un 12,25%, porcentaje que disminuyó
a un 8,10% en 1947 (tablas 4 y 5). De acuerdo con esta información, se puede concluir que
los empleados administrativos y los obreros incrementaron considerablemente su participación dentro de la PEA. Como se demuestra en la tabla 6, los administrativos constituyeron la
categoría ocupacional que más creció en el interregno de los treinta y tres años que separan a
ambos censos, porque mientras que esta ocupación se incrementó 3,9 veces, la de los obreros
creció 2,1, y el personal doméstico, 1,2. Por lo tanto, se puede considerar que el crecimiento
de los empleos administrativos se acompañó de un aumento de su importancia dentro de la
estructura ocupacional de la ciudad de Buenos Aires.
125
126
Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
Tabla 4. 1914. Obreros, empleados administrativos y personal doméstico
respecto de la PEA. Varones y mujeres
TOTAL
VARONES
MUJERES
TOTAL
respecto
PEA
VARONES
respecto
PEA
MUJERES
respecto
PEA
OBREROS
273.140
204.566
68.574
34,47%
25,82%
8,65%
EMPLEADOS
administrativos
115.751
104.036
11.715
14,61%
13,13%
1,48%
PERSONAL
doméstico
97.852
18.071
79.781
12,35%
2,28%
10,07%
PEA
792.361
597.844
194.517
100%
75%
25%
Fuente: elaboración propia con base en la información relevada en el Tercer Censo Nacional.
Levantado el 1 de junio de 1914, t. IV, 201-212.
Tabla 5. 1947. Obreros, empleados administrativos y personal doméstico
respecto de la PEA. Varones y mujeres
TOTAL
VARONES
MUJERES
TOTAL
respecto
PEA
VARONES
respecto
PEA
MUJERES
respecto
PEA
OBREROS
570.028
412.765
157.263
40,24%
29,14%
11,10%
EMPLEADOS
administrativos
452.197
372.427
79.770
31,92%
26,29%
5,63%
PERSONAL
doméstico
114.781
15.099
99.682
8,10%
1,07%
7,04%
PEA
1.416.674
1.020.246
396.428
100%
72%
28%
Fuente: elaboración propia con base en la información relevada de Ministerio de Asuntos Técnicos.
IV Censo General de la Nación, 28 y 67.
Tabla 6. Crecimiento de obreros, empleados administrativos y personal doméstico.
1947 respecto de 1914. Varones y mujeres
TOTALES (en veces)
VARONES (en veces)
MUJERES (en veces)
OBREROS
2,1
2,0
2,3
EMPLEADOS
administrativos
3,9
3,6
6,8
PERSONAL doméstico
1,2
0,8
1,2
PEA
1,8
1,7
2,0
Fuente: elaboración propia con base en la información de las tablas 4 y 5.
Los empleados del sector privado ocuparon una mayor proporción de la PEA, en comparación
con los empleados del sector público. Como indica la tabla 7, en 1914 el sector privado ocupaba
un 8,37% de la PEA, contra un 6,24% del sector público, mientras que en 1947 los respectivos
porcentajes eran 19,92% y 12%.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
Tabla 7. 1914-1947. Empleados administrativos (sector privado y público)
respecto de la PEA. Varones y mujeres
1914
OCUPACIÓN
1947
TOTAL
VARONES
MUJERES
TOTAL
VARONES
MUJERES
EMPLEADOS
sector privado
8,37%
7,48%
0,89%
19,92%
16,78%
3,14%
EMPLEADOS
sector público
6,24%
5,65%
0,59%
12,00%
9,51%
2,49%
EMPLEADOS total
14,61%
13,13%
1,48%
31,92%
26,29%
5,63%
Fuente: elaboración propia con base en la información de las tablas 4 y 5.
En cuanto a la participación económica de las mujeres respecto de la PEA, se observa un incremento tanto de las obreras como de las empleadas y una disminución de las domésticas. Así, en
1914 las obreras representaban un 8,65% de la PEA, y un 11,1% en 1947. Otra manera de constatar
este crecimiento es a través de las cantidades: las 68.574 obreras en 1914 llegaron a 157.263 en
1947. Es decir que crecieron casi dos veces y media en el transcurso de esos años (tablas 4, 5 y 6).
Las empleadas constituyeron un 1,48% de la PEA en 1914 y alcanzaron un 5,63% en 1947. Como
ya se explicó, las 11.175 empleadas de 1914 crecieron casi siete veces para 1947, convirtiéndose en
“la legión”, según una expresión frecuente de esos años, de 79.770 empleadas (tablas 4, 5 y 6). Por
otra parte, las empleadas del sector privado representaron una mayor proporción de la PEA que
las empleadas del sector público. En 1914 fueron, respectivamente, un 0,89% y un 0,59%, mientras
que constituyeron un 3,14% y un 2,49% en 1947 (tabla 7). Por último, al analizar de manera comparativa el peso que tuvieron las ocupaciones analizadas dentro de la PEA femenina, es decir, la PEA
exclusiva de mujeres, en la tabla 8 se reconstruye el mapa del trabajo femenino.
Tabla 8. 1914-1947. Obreras, empleadas y personal doméstico
respecto de la PEA femenina. Mujeres
OCUPACIÓN
1914
1947
OBRERAS
35%
40%
EMPLEADAS administrativas
6%
20%
EMPLEADAS sector privado
4%
11%
EMPLEADAS sector público
2%
9%
PERSONAL doméstico
41%
25%
PEA FEMENINA
100%
100%
Fuente: elaboración propia con base en la información de las tablas 4 y 5.
La información de la tabla 8 puede interpretarse de la siguiente manera: en 1914, de cada 100
mujeres que trabajaban en la ciudad de Buenos Aires, 41 lo hacían como domésticas, 35 como
obreras y 6 como empleadas administrativas. De éstas, 4 se desempeñaban en el sector privado, y 2
en el sector público. Este panorama cambió sustancialmente para 1947, cuando de cada 100 muje-
127
128
Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
res asalariadas, 25 eran domésticas, 40 obreras y 20 administrativas. De éstas, 11 eran empleadas
en el sector privado, y 9 en el público.
Para concluir, es necesario resaltar que, a lo largo del período comprendido entre 1914 y
1947, la participación de las mujeres en los empleos administrativos se incrementó, mientras
el sector burocrático crecía. El crecimiento de la participación femenina se manifestó no sólo
en la cantidad de empleadas, sino llamativamente en términos relativos, tanto en relación con
la PEA como con la PEA femenina, así como en relación con la población masculina ocupada
en el sector. Semejante crecimiento constituyó una de las características del proceso de feminización del sector administrativo. Estas conclusiones no desatienden el hecho de que fueron los
varones quienes constituyeron la mayoría de la población ocupada en dicho sector, es decir, que
las mujeres no los desplazaron, pero en términos comparativos, la expansión de la participación
femenina fue mayor que la masculina.
3. La división genérica de las tareas en la oficina
Mientras el sector burocrático se expandía dentro de las oficinas, se produjo una división genérica de las tareas. Las tareas contables quedaron predominantemente en manos masculinas, y las
tareas de papeleo, ligadas a la producción y almacenamiento de documentos, reposaron mayoritariamente en manos femeninas. Para indagar este aspecto, es importante detenerse en el sector
privado porque, de acuerdo con lo ya analizado, éste tuvo un crecimiento mayor que el del sector
público. Los avisos clasificados del diario La Prensa, el principal matutino del país en esos años,
ofrecen la posibilidad de investigar la división genérica de las ocupaciones administrativas del
sector privado entre 1920 y 1950. Este análisis se concentrará en cuatro profesiones paradigmáticas, por su presencia a lo largo del período: para las tareas de papeleo se analizarán las ocupaciones
de dactilógrafo/a, taquígrafo/a-dactilógrafo/a y secretario/a, mientras que para las tareas contables se detendrá en la profesión de tenedor/a de libros.
Con respecto a la profesión de dactilógrafo/a, fueron las mujeres quienes la ejecutaron predominantemente a lo largo del período analizado, cuando representaron un 70% de los pedidos de
los avisos clasificados. Incluso, en plena crisis económica de 1930, cuando la contratación disminuyó, la demanda de mujeres superó la demanda de períodos anteriores y posteriores, alcanzando
un 76%. El predominio femenino se destacó también en la ocupación de taquígrafa-dactilógrafa,
equiparada con la de secretaria, hasta mediados de la década de 1930. A partir de ese momento,
ésta se diferenció de aquélla y comenzó a absorber sus tareas. Así, los avisos clasificados recién
demandaron secretarias al promediar los años treinta. Por entonces, las mujeres superaron el 80%
de los pedidos de secretarios; en cambio, en la profesión de tenedor/a de libros el predominio
masculino se mantuvo en este período, con leves descensos a partir de 1936 (tabla 9).
Es necesario recapitular. Según el análisis presentado en estas páginas, se produjo un notable incremento de la participación de mujeres en el sector administrativo a lo largo del período
comprendido entre 1910 y 1950. Dicho incremento superó a los de otras ocupaciones. Los puestos de dactilógrafo, taquígrafo-dactilógrafo y secretario se feminizaron. Esto significó que se
convirtieron en ocupaciones desempeñadas casi exclusivamente por mujeres, pero ¿por qué se
produjo esta segregación ocupacional? Los argumentos del menor costo salarial y el de la transitoriedad que caracterizaron la participación femenina se aplicaron para los análisis de procesos
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.07
similares en las sociedades norteamericana y británica15. Como las mujeres recibían salarios más
bajos, y sus estadías temporarias condicionadas por la carrera matrimonial las empujaban a una
actitud conformista alejada de pedidos de reivindicaciones, se convirtieron en atractivas para
los empleadores, quienes se beneficiaron con la reducción de los costos. Según los planteos
teóricos de Cristina Borderías y Cristina Carrasco, ambos argumentos —que, sin duda, tuvieron
su peso en el funcionamiento del mercado— son insuficientes para entender la feminización16.
En este proceso intervinieron, además, concepciones sociales que asignaron a la condición
femenina ciertas características, supuestamente “naturales”, para desempeñar las ocupaciones
administrativas que quedaron en sus manos.
Tabla 9. 1920-1950. Empleados administrativos del sector privado. Varones y mujeres
PERÍODO
PROFESIÓN
1920-1928
1929-1935
1936-1943
Dactilógrafo/a
TOTAL
VARONES
MUJERES
Varones
respecto al
total (%)
Mujeres
respecto al
total (%)
112
34
78
30%
70%
37
9
28
24%
76%
111
33
78
30%
70%
1944-1950
477
141
336
30%
70%
1920-1928
36
9
27
25%
75%
20
4
16
20%
80%
68
8
60
12%
88%
1944-1950
256
70
186
27%
73%
1920-1928
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
16
3
13
19%
81%
1944-1950
25
3
22
12%
88%
1920-1928
41
38
3
93%
7%
19
18
1
95%
5%
51
42
9
82%
18%
127
113
14
89%
11%
1929-1935
1936-1943
1929-1935
1936-1943
1929-1935
1936-1943
1944-1950
Taquígrafo/aDactilógrafo/a
Secretario/a
Tenedor/a de
libros
Fuente: elaboración propia con base en una muestra aleatoria de avisos clasificados, diario La Prensa, 1920-195017.
15 Gregory Anderson, “The White Blouse Revolution”, en The White-Blouse Revolution. Female Office Workers since
1870, ed., Gregory Anderson (Manchester: Manchester University Press, 1988), 1-26; Sharon Hartman Strom, Beyond the Typewriter: Gender, Class and the Origins of Modern American Office Work, 1900-1930 (Chicago: University
of Illinois, 1992), 1-12.
16 Cristina Borderías y Cristina Carrasco, Introducción, “Las mujeres y el trabajo”, 66-76.
17 Para la realización de la muestra se seleccionaran los años 1921, 1924, 1927, 1931, 1934, 1937, 1941, 1944 y 1947.
De cada año se seleccionaron tres meses, preferentemente marzo, junio y septiembre. De cada mes se relevó
una semana de lunes a domingo, elegida al azar. Se contabilizaron los avisos que pedían o demandaban personal
y que, por su dirección postal, pertenecían a la ciudad de Buenos Aires.
129
130
Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
4. La feminización de las ocupaciones administrativas
En el proceso de feminización de las ocupaciones administrativas intervinieron varias concepciones sociales que destacaron los beneficios que aquéllas tenían para las mujeres. Bajo los
principios de la excepcionalidad —que entendieron la participación femenina asalariada como
una necesidad ante el déficit del presupuesto familiar—, la socialista Gabriela Laperrière de
Coni, a principios del siglo XX, sostuvo que los trabajos “sedentarios” del sector comercial y
administrativo eran más beneficiosos para los cuerpos femeninos que los trabajos físicos de las
fábricas, porque evitaban daños para la capacidad reproductiva. El trabajo fabril era una tremenda amenaza a la fragilidad física de los cuerpos de las mujeres. Además, el testimonio de
Laperrière de Coni contrastaba la ineptitud motriz de los varones —“manos voluminosas” y
“torpes”— con la destreza y delicadeza de las mujeres18.
Algunas columnas periodísticas comenzaron a publicar los beneficios que la mecanografía traía
a las mujeres. Se trataba de una actividad que, en primer lugar, si bien demandaba “un cierto grado
de cultura”, particularidad que remitía a la alfabetización, no exigía “esfuerzo cerebral de ninguna
especie”, es decir, poseía un carácter mecánico, sin exigencias intelectuales. En segundo lugar,
las mujeres poseían “la natural delicadeza de su tacto que tan aptas [las] hace […] para aprender
el piano y el arpa, les facilita mucho la tarea de la máquina de escribir”19. Entonces, dos características de la ocupación —la repetición mecánica y la motricidad fina— se identificaron con los
atributos asignados a la feminidad, y no sólo los hacían compatibles, sino que menospreciaban la
capacitación profesional que debían incorporar las dactilógrafas para desempeñarse como tales.
Muchas investigaciones vincularon la masificación del uso de la máquina de escribir en las oficinas y el ingreso de las mujeres en las tareas administrativas. Como señalaron las pesquisas de
Tilly y Scott, junto con las de Perrot, la motricidad fina requerida para operar el teclado, ensayada
ampliamente en la ejecución del piano, habría condicionado la selección de mujeres20. El predominio de mujeres como mecanógrafas constituyó un fenómeno internacional, que alcanzó
sugerentes expresiones. Así, en inglés, typewriter —máquina de escribir— se usó como sinónimo
de typist —dactilógrafa—. Esta identificación del aparato con la empleada ejemplifica el proceso
de feminización de la ocupación21.
Volviendo a la ciudad de Buenos Aires, se encuentra que mientras la dactilografía se feminizaba, lo mismo ocurría con la taquigrafía, una tarea también presentada como óptima para los
cuerpos femeninos, porque “no supone esfuerzo fatigoso”22. La destreza manual o motricidad fina,
el nulo compromiso físico y la falta de exigencias intelectuales fueron argumentos esgrimidos que
compatibilizaron las tareas administrativas con la participación femenina. Como señaló Danièle
18 Héctor Recalde, Mujer, condiciones de vida, trabajo y salud, t. 2 (Buenos Aires: CEAL, 1988), 234.
19 “Nueva profesión femenil. La dactilografía”, P.B.T., Buenos Aires, 21 de diciembre, 1907, 107. La autora agradece a Elisabeth Prudant la información sobre este documento.
20 Louise A. Tilly y Joan W. Scott, Les femmes, le travail et la famille (París: Petite Bibliothèque Payot, 2002 [1978]),
263-271; Michelle Perrot, “De la nourrice a la employée… Travaux de femmes dans la France du XIX siècle”, en
Les femmes ou les silences de l’histoire (París: Flammarion, 1998), 191-199.
21 Gregory Anderson, “The White Blouse”, 1-26.
22 “Las estenógrafas de Salta”, Boletín del Trabajo, Buenos Aires, mayo, 1928, 11. Se agradece esta fuente a Karina
Ramacciotti.
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Kergoat, la construcción de sentidos que afirmaron que las mujeres eran, por su constitución física
y emocional, propensas a ejecutar tales tareas; por lo tanto, los niveles salariales asignados fueron
menores que los que recibieron otras tareas administrativas, tratándose de operaciones de descalificación que contribuyeron a la inequidad laboral23. Sin embargo, es importante recordar la
“paradoja” que habitaba estas ocupaciones feminizadas, ya que, junto a la inequidad, albergaban
las ventajas comparativas respecto de otras ocupaciones. Una de estas ventajas era la movilidad
laboral, que se traducía en la segunda ventaja: el incremento salarial24. Toda mecanógrafa y toda
taquígrafa podían coronar su carrera laboral como secretaria, que el folleto de una institución de
enseñanza comercial definía como “el trabajo ideal para la mujer”25.
Siguiendo la propuesta analítica de Davies, aquí se sostiene que la ocupación de secretario
se feminizó porque se equiparó a la secretaria con la esposa26. Dentro del contrato laboral, la
secretaria fue al jefe lo que, dentro del contrato matrimonial, la esposa al marido. Como señaló
Carole Pateman, el “contrato sexual” presupone que “ser una mujer (esposa) es precisamente proporcionar ciertos servicios para y bajo las órdenes de un varón (esposo)”27. Dentro del contrato
matrimonial, la esposa proporcionaba servicios domésticos de limpieza, ropa, comida y cuidado,
a cambio de la protección material que aportaba el esposo desde su lugar de proveedor. Dentro del
contrato laboral, la secretaria brindaba servicios burocráticos a su jefe, a cambio de un salario. Lo
único que formalmente las diferenció fue la actividad sexual, legalmente instalada entre la esposa
y el marido, aunque la doble moral sexual masculina habilitara la propagación de representaciones
sobre fantasías amorosas, cuando no sobre acosos, entre la secretaria y el jefe28. De hecho, en las
revistas femeninas proliferaron las ficciones que unían sentimentalmente al jefe con la secretaria,
mientras que en las revistas de interés general se publicaron viñetas humorísticas que caricaturizaban el acoso del jefe hacia su empleada.
Asimismo, la secretaria ejercía una posición intermedia de poder porque, a pesar de la obediencia que le debía a su superior, dentro de la oficina desplegaba sus cuotas de decisión frente
a los demás empleados. Precisamente, la condición de posición intermedia de poder hacía apetecible la movilidad ocupacional de taquidactilógrafa a secretaria, según auguraba un manual de
capacitación comercial:
“Toda taquígrafa-dactilógrafa aspira a ser secretaria particular, no sólo por la mejoría de sueldo,
sino porque el trabajo en la secretaría es más variado e interesante. En esta nueva posición tiene
más oportunidades de desarrollar su iniciativa y podrá realizar tareas que no encuentra en la rutina
23 Danièle Kergoat, “Por una sociología de las relaciones sociales. Del análisis crítico de las categorías dominantes
a una nueva conceptualización”, en Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales, eds., Cristina Borderías,
Cristina Carrasco y Carme Alemany (Barcelona: Icaria, 1994), 515-531.
24 Graciela Queirolo, “Empleadas administrativas: la construcción histórica de una inequidad, Buenos Aires 19101950”, Mouseion 18 (2014): 133-147.
25 Escuelas Comerciales por Correspondencia, Cómo progresar en la carrera comercial (Buenos Aires: Escuelas
Comerciales por Correspondencia, 1920), 26.
26 Margery W. Davies, Woman’s Place Is at the Typewriter. Office Work and Office Workers 1870-1930 (Filadelfia:
Temple University Press, 1982), 129-162.
27 Carole Pateman, El contrato sexual (Barcelona: Anthropos, 1995 [1998]), 179.
28 La doble moral sexual masculina consistía en una práctica que habilitaba para los varones una sexualidad reproductiva dentro de la institución matrimonial, junto con una sexualidad placentera dentro de la prostitución o las
relaciones clandestinas con “amantes”.
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
diaria como taquígrafa-dactilógrafa. Por esta razón debe tratar de llegar a una perfección tal en su
trabajo que la capacite para aceptar las responsabilidades inherentes al puesto de secretaria”29.
De acuerdo con lo anterior, las mujeres podían apartarse de la “rutina” o de las tareas mecánicas para las que se las consideraba naturalmente propensas. Para ello, debían desarrollar ciertas
capacidades que, además de técnicas, eran actitudinales. Dentro de las primeras se ubicaban las
capacitaciones comerciales; en cambio, dentro de las segundas se encontraban los atributos de la
feminidad. En tal sentido, los manuales de técnicas comerciales definieron el perfil de una “buena
secretaria”. Toda secretaria era técnicamente una taquígrafa-dactilógrafa experta, que debía ser
“metódica” y “prolija” para dirigir los procedimientos laborales que organizaba en una agenda
diaria. Se ocupaba de la correspondencia, del teléfono y del archivo de la oficina, pero también de
los asuntos personales del director: así como respondía una carta de negocios, también enviaba
una tarjeta de felicitación a un familiar del jefe.
Pero ocupar un puesto de secretaria no sólo exigía destrezas técnicas, sino también una “actitud” que expresaba el acatamiento a la autoridad del superior y la “disposición” para resolver desde
grandes temas hasta pequeños detalles. Una secretaria actuaba como un “filtro” entre el jefe y el
mundo exterior, porque le evitaba tanto distracciones como problemas banales. En tanto, de la
misma manera que debía tener la capacidad de solucionar los pedidos de su jefe, debía responder
con celeridad a sus demandas y evitar preguntas innecesarias30.
Por lo tanto, una secretaria mantenía el “orden” de la oficina, lo que implicaba ocuparse no sólo
de los instrumentos y papeles de trabajo, sino también de la decoración. Así como guardaba cada
objeto en el lugar asignado y lo conservaba listo para su uso —el cuaderno de dictado iba en un
cajón, los lápices siempre debían tener punta—, un pequeño jarrón con flores naturales se convirtió en el símbolo del cuidado, metáfora de la “delicadeza”. Propias de la delicadeza fueron tanto la
“amabilidad” en el trato telefónico y con las personas que visitaban la oficina como la “discreción”.
Toda secretaria debía evitar comentarios sobre lo que oía o lo que se le comentaba. Además, la discreción se expresaba en su vestir. El requisito de la “buena presencia”, tan demandado en los avisos
clasificados, se traducía en un “buen vestir”, es decir, en prendas sencillas pero elegantes. Así lo
resumió una columna de Maribel, una revista femenina de la década de los treinta: “No pretenderá
rivalizar con una estrella cinematográfica, pero deberá ser muy cuidadosa con su peinado, afeites
[…] y sus ropas. Ninguna chica que no sea prolija consigo misma, puede serlo con el trabajo que se
le ha encomendado”31.
Este vestir elegante y sobrio se combinaba con un maquillaje moderado —cosméticos y perfumes—, el arreglo del cabello y las uñas, y la higiene general. En la década de 1940, en la prensa
comercial, muchas publicidades de productos de tocador fueron protagonizadas por empleadas
que veían frustrados su aumento salarial o su ascenso a secretaria por su piel —“si mi cutis no fuera
tan seco y con ese aspecto así descamado, impresionaría mejor a los jefes y podría hacer una buena
carrera”, confesaba una dactilógrafa a otra que le proponía como solución un jabón32— o por su
29 Academias Pitman, El corresponsal moderno (Buenos Aires: Academias Pitman, 1943), 348-349.
30 Academias Pitman, El corresponsal, 348-349.
31 F. E. Baily, “La perfecta secretaria”, Maribel, Buenos Aires, 4 de septiembre, 1934, 18-19.
32 Para Ti, Buenos Aires, 2 de agosto, 1949, 73.
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mal aliento —“soy la mejor empleada y cuando llega el momento del ascenso le dan el puesto a
otra”, lamentaba una administrativa que luego de eliminar su mal aliento, gracias al uso de una
pasta dentífrica, se convertía en secretaria—33. Incluso, algunas publicidades de cremas que eliminaban el olor a transpiración vincularon suciedad con despido34. En definitiva, lo que todas estas
publicidades dejaron entrever, más allá del objetivo de promocionar la industria cosmética, fue
que no eran suficientes saberes técnicos para protagonizar la permanencia en los empleos administrativos o una carrera laboral de empleada a secretaria, sino que la apariencia externa tenía un
carácter fundamental e imprescindible para el éxito laboral: “no hay que engañarse. Una secretaria
vale tanto por su capacidad profesional como por lo que se llama su presentación”, concluía una
publicidad de medias35.
Las técnicas comerciales y la “buena presencia” se combinaron con actitudes y procedimientos concebidos como propios de la condición femenina —método, prolijidad, orden, delicadeza,
discreción, disponibilidad— para dar lugar a una secretaria modelo. Ésta era la empleada administrativa que había llegado a la cima de la carrera laboral y, por lo tanto, era merecedora de una
importante cuota de prestigio social. El prestigio de las empleadas administrativas se construyó
a partir de las ventajas comparativas —mejores niveles salariales y carrera laboral— que poseían
respecto de otras ocupaciones. Sin duda, en la construcción del prestigio influyó la importante
cuota de feminización que recibieron las ocupaciones administrativas. Es decir, como se trataba
de tareas que se concibieron como una prolongación de los atributos asignados socialmente a las
mujeres, albergaron connotaciones positivas que otorgaron reconocimiento a sus protagonistas.
En definitiva, la secretaria era la “mujer doméstica” en versión de escritorio.
El análisis de Mary Nash definió la “mujer doméstica” con el concepto de “ángel del hogar”,
una aproximación a la identidad doméstica que los discursos sociales construyeron para
definir la feminidad36. Por su parte, el análisis de Abel Ricardo López Pedrero reconstruyó
el concepto de “ángel de la oficina”, con el que algunos discursos laborales caracterizaron
la participación asalariada de las empleadas. Tales discursos pretendían proteger la identidad masculina del empleado como proveedor del hogar, ya que concebían la participación
femenina como una “ayuda”, y no como un trabajo asalariado37. De acuerdo con estas investigaciones, se puede afirmar que el “ángel del hogar” y el “ángel de la oficina” se convirtieron en
dos expresiones de la identidad femenina.
Con la ponderación de los atributos femeninos para el desempeño de las tareas burocráticas,
se procedió a devaluar el proceso de capacitación profesional, que poseían todas las empleadas
administrativas y que las secretarias ostentaban en mayor medida. Una mujer podía ser muy ordenada y prolija, pero si no dominaba las destrezas comerciales de la mecanografía y de la taquigrafía,
33 Mundo Argentino, Buenos Aires, 9 de julio, 1947, 9.
34 Para Ti, Buenos Aires, 8 de julio, 1941, 46.
35 Para Ti, Buenos Aires, 15 de julio, 1947, 39.
36 Mary Nash, “Identidad cultural de género, discurso de la domesticidad y la definición del trabajo de las mujeres
en la España del siglo XIX”, en Historia de las mujeres. El siglo XIX, vol. 4, eds., Georges Duby y Michelle Perrot
(Madrid: Taurus, 2000), 612-623.
37 Abel Ricardo López Pedrero, “‘Ser clase media no es algo que se pasa de la noche a la mañana’: empleados,
mujeres de oficina y la construcción de las identidades de clase media en Bogotá, 1930-1950”, en Moralidades,
economías e identidades de clase media. Estudios históricos y etnográficos, eds., Sergio Visacovsky y Enrique Garguin (Buenos Aires: Editorial Antropofagia, 2009), 161-194.
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Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950)
Graciela Amalia Queirolo
jamás llegaría al puesto de secretaria. Cierto es que los saberes profesionales eran necesarios pero
no eran suficientes, porque debían acompañarse de la buena presencia y la actitud del “ángel de
la oficina”. En definitiva, todos estos requisitos eran habilidades adquiridas que las instituciones
sociales transmitían modelando las subjetividades individuales.
Conclusiones
La expansión del sector administrativo estimulada por la modernización capitalista posibilitó
el ingreso de las mujeres en los empleos de escritorio. Según se demostró a lo largo del escrito, se
produjo un proceso de feminización de las ocupaciones administrativas. Por un lado, a lo largo del
período comprendido entre 1910 y 1950, se incrementó notablemente la cantidad de mujeres que
se desempeñaban en tales ocupaciones. Si en 1914, de cien mujeres, seis se desempeñaban como
administrativas, en 1947 lo hacían veinte. Además, las administrativas crecieron más, en comparación con otras ocupaciones donde también participaban las mujeres, como las industriales y las de
servicio doméstico. Por otro lado, se produjo un predominio casi absoluto de mujeres en las ocupaciones de dactilógrafa y secretaria. Esto se debió a una equiparación entre los requisitos de cada
ocupación y los atributos asignados a la feminidad —el “ángel de la oficina” fue una expresión del
“ángel del hogar”—. De acuerdo con lo que se sostuvo, esta equiparación constituyó una operación
que devaluó la capacitación profesional adquirida por las mujeres, a pesar de que ésta constituyera
un requisito imprescindible para participar en las actividades burocráticas. En definitiva, los saberes comerciales constituyeron un requisito necesario para desempeñarse como una dactilógrafa
o secretaria, pero las innatas actitudes femeninas permitieron adquirir la perfección en dichas
ocupaciones. Sobre este proceso de significación se montó el prestigio social de las ocupaciones
administrativas y se desarrollaron tanto las ventajas comparativas como la inequidad laboral.
Dentro de las ventajas, es necesario hacer énfasis en los mejores niveles salariales y en la
posibilidad de la movilidad ocupacional hacia puestos de decisión intermedios, que a su vez convivieron con la inequidad porque los niveles salariales fueron inferiores a los niveles salariales de
los varones, mientras que la movilidad ocupacional ofreció carreras que les cerraban el acceso a
los máximos puestos de jefatura. Por último, la feminización de los empleos administrativos constituyó una característica de la modernización capitalista, similar a las que ocurrieron en Francia,
Inglaterra y Estados Unidos, que sí concedió prestigio a las mujeres de las clases trabajadoras, que
la llevaron adelante porque no alteró sustancialmente las nociones de excepcionalidad, necesidad,
temporalidad y complementariedad comunes a toda experiencia laboral femenina.
Ahora bien, futuras investigaciones deberán detenerse en las transformaciones que afectaron
a la participación de las mujeres en el sector administrativo durante el período 1950-1970, cuando
no sólo continuó creciendo la presencia femenina en las tareas burocráticas, sino que se profundizó la profesionalización de sus saberes técnicos a partir de la expansión de su participación en las
enseñanzas media y universitaria. Sería de gran interés analizar los desafíos que esa nueva profesionalización imprimió a la participación laboral de las mujeres, así como los cambios favorables o
desfavorables que originó en los mecanismos de inequidad laboral.
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 117-137 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
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Graciela Amalia Queirolo
Investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y
Letras en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesora de Enseñanza Media y Superior de
Historia de la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella
(Argentina) y Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Investigadora responsable del
proyecto FONDECYT 3150119, patrocinado por la Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile):
“La profesionalización del trabajo femenino asalariado en el sector administrativo (Santiago de Chile y
Buenos Aires, 1920-1970)”. Autora de los artículos “Vendedoras. Género y trabajo en el sector comercial (Buenos Aires, 1910-1950)”, Estudos Feministas 22: 1 (2014): 29-50, y “Mujeres en las oficinas. Las
empleadas administrativas: entre la carrera matrimonial y la carrera laboral (Buenos Aires, 1920-1950)”,
Diálogos 16: 2 (2012): 417-444. [email protected]
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Espacio
estudiantil
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La promesa del capitalismo en Medellín (Colombia, 1939-1962)❧
Juan Esteban Posada Morales
Universidad Nacional de Colombia
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.08
Artículo recibido: 23 de febrero de 2015 · Aprobado: 17 de junio de 2015 · Modificado: 03 de julio de 2015
Resumen: En este trabajo se describe un conjunto de discursos, prácticas, espacios y tiempos que se
desarrollaron como procesos propios de la inserción del capitalismo en Medellín (Colombia), desde 1939
hasta 1962. Con este objetivo, se registran la producción y el papel del sujeto en los desarrollos relacionados
con los saberes y los poderes del capitalismo, que constituyó durante la mitad del siglo XX una nueva
configuración de subjetividades, provocada por unos intereses que convirtieron los espacios, los tiempos y la
praxis ciudadana en nuevos tipos de ciudad y de vida cotidiana. Esto a través de una genealogía de la sociedad
de consumo en Medellín entre 1939 y 1962, donde puede concluirse que estaba emergiendo el BIOS del
consumismo, rastreado en las rotativas de las publicaciones periódicas de la época.
Palabras clave: capitalismo, cartografía, consumo, ciudad histórica, Medellín.
The Promise of Capitalism in Medellin (Colombia, 1939-1962)
Abstract: This article describes a set of discourses, practices, spaces, and times that were developed as key
processes in the insertion of capitalism in Medellin (Colombia) from 1939 to 1962. With this objective, it
provides data regarding the production and the role of the subject in developments relating to the knowledge
and powers of capitalism that constituted a new configuration of subjectivities throughout half of the 20th
century, arising from interests that turned the spaces, times, and praxis of citizens into new types of city and
everyday lifestyles. This is done through a genealogy of consumer society in Medellin between 1939 and 1962
that makes it possible to conclude that the BIOS of consumerism was emerging, traced through the rotary
press periodicals of that time.
Keywords: capitalism, cartography, consumption, historic city, Medellin.
A promessa do capitalismo em Medellín (Colômbia, 1939-1962)
Resumo: Neste trabalho, descreve-se um conjunto de discursos, práticas, espaços e tempos que se
desenvolveram como processos próprios da inserção do capitalismo em Medellín (Colômbia), desde 1939
até 1962. Com esse objetivo, registram-se a produção e o papel do sujeito nos desenvolvimentos relacionados
com os saberes e com os poderes do capitalismo, que constituiu, durante a metade do século XX, uma nova
configuração de subjetividade, provocada por uns interesses que transformaram os espaços, os tempos e a
práxis cidadã em novos tipos de cidade e de vida cotidiana. Isso por meio de uma genealogia da sociedade
de consumo em Medellín entre 1939 e 1962, em que pode concluir-se que estava emergindo o BIOS do
consumismo, rastreado nas rotativas das publicações periódicas da época.
Palavras-chave: capitalismo, cartografia, consumo, cidade histórica, Medellín.
❧ Este artículo hace parte de una investigación titulada El laberinto de una promesa. Cartografías del capitalismo
en Medellín (1939-1962), realizada para obtener el título de Magíster en Historia por la Universidad Nacional de
Colombia, sede Medellín. El autor agradece a la Universidad Nacional de Colombia la financiación de esta investigación, en el marco de la Beca para proyectos del Programa Nacional de Fortalecimiento a la Investigación, la
Creación y la Innovación en Posgrados, 2013-2015.
142
La promesa del capitalismo en Medellín (Colombia, 1939-1962)
Juan Esteban Posada Morales
Introducción: mando, obediencia y prácticas
E
l problema de la supervivencia del capitalismo indica el campo de posibilidades y el
grupo de racionalidades sobre las cuales ha vivido. Precisamente, la historia del capitalismo
no es una mera descripción de hechos sobre la acumulación del capital y su lógica económica, más bien es la historia de un campo de posibilidades políticas y sociales1. Durante la
primera mitad del siglo XX, la modernidad, entendida como ruptura radical y como destrucción creativa2, constituyó una nueva configuración social provocada por unas pretensiones
que convirtieron los espacios, los tiempos y la praxis en nuevos tipos de vida ciudadana y
cotidiana. De manera que, con el impulso vertiginoso de convertirse en una “ciudad pionera”,
los espacios, los tiempos y la praxis de esta nueva vida en Medellín (Colombia), “como uso
y fabricación de elementos que el hombre ha inventado para su bienestar”3, resumieron el
espinoso encuentro entre la institucionalidad capitalista y el devenir político de los sujetos,
entre la imaginación y los sueños, convirtiéndose así en el relato simultáneo de los trazos de
esta ciudad. Por lo tanto, el interés de develar las estrategias para la constitución de nuevos
tipos, de otros espacios de vida y de afectos, es tratar de comprender y observar la ontología
del capitalismo. Por supuesto, en este análisis se mirarán las técnicas que hicieron posible la
idealización de la vida, no solamente como una cuestión ideológica del progreso, sino como
técnicas que integraron el progreso a los sujetos que se vieron avanzando.
Así, pues, también se enfocará este trabajo en cómo Medellín se consolidó por “planes” de
acción; en cómo entre la experiencia y la utopía se promovieron mecanismos, se significaron
lugares, tiempos y formas de consumo; en cómo se establecieron libertades y tecnologías de
gobierno que consolidaron enunciaciones sobre la cantidad de deseos por satisfacer, sobre la
velocidad con la cual el individuo debía satisfacerlos y sobre cómo se aseguró la cualificación de
funciones y competencias en la participación de la emergente vida consumista. Hizo emerger,
efectivamente, al ciudadano de la época en condiciones donde los deseos iban trazando e implementando estímulos que guiaron las respuestas y las reacciones en la población. Comprender
el conjunto de disposiciones que conformaron la fórmula normativa que convirtió a la ciudad
de mediados del siglo XX en un modelo de representación, en un escenario donde se preservó
la luz de los respaldos económicos del mercado— es comprender la valoración ética del consumismo. Se quiere dejar claro, entonces, que la promesa capitalista fue la configuración de un
ritmo impuesto por el mercado, que fundamentó una “dignidad” como plan de acción pública y
1 Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica (Buenos Aires: FCE, 2007), 196.
2 Esta idea de modernidad la considera David Harvey sumando la noción de ruptura radical, porque indudablemente tiene un poder dominante y convincente que choca con la abrumadora evidencia de que las rupturas radicales ni se producen ni se pueden posiblemente producir. La teoría alternativa de la modernización (más que
de la modernidad), es que ningún orden social puede alcanzar cambios que no estén latiendo en su condición
existente. París, capital de la modernidad (Madrid: Akal, 2008), 5.
3 Pablo Édgar Gómez Gómez, Medellín, ciudad tricentenaria, 1675-1975: pasado-presente-futuro (Medellín: Editorial Bedout, 1975), 16.
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eje fundamental de la identificación social que marcaría el uso de los espacios y de los tiempos4,
sintetizando en el sujeto consumidor la esencialidad de la ciudad de Medellín. En tal sentido, este
artículo mostrará cómo la ciudad se alojó en las “simpatías místicas hacia el consumo”5, como
lo explicita la racionalidad económica6 del dispositivo gubernamental, que planeó y delimitó la
satisfacción como índice propio y singular del capitalismo7.
1. Mando, obediencia y prácticas
Este modo de existencia, esta experiencia del capitalismo en clave de consumo, empezó a hacer
emerger prototipos, lugares para desear, tiempos espectaculares, nuevas catedrales para el consumo, o sea, prácticas y dispositivos para el progreso, no como ideología sino como experiencia.
Con esta idea, según la cual en Medellín se estaba ingresando a la modernidad, al progreso, se
estaba abandonando el pasado, se trató de mirar cómo esas técnicas de modernización insertan a
los sujetos en otras lógicas de socialización. Era pues buscar cómo y dónde se produce la promesa
del capitalismo. Es por eso que el hito inicial es en 1939, cuando se pretendió centralizar la voluntad de construir un espacio placentero, donde las actividades urbanas se llenaran de experiencias
modernas, en aras de la eficiencia económica. En tal sentido, el arquitecto Paul R. Williams, quien
había sido contratado por la compañía del Hotel Nutibara para realizar los planos del edificio,
expuso ejemplos e impresiones de lo que deberían ser las experiencias modernas en Medellín, al
afirmar que la plazuela Nutibara sería un soberbio espectáculo jamás imaginado, algo que no se
alcanzaría a adivinar. Aquél apostaba por la trasmutación fantástica, por la configuración de una
verdadera gran ciudad moderna, con un buen servicio público, servicio para la comodidad, servicio prestado en “oficinas y almacenes bellísimos”. En la ciudad que era antes un “sitio aburrido”, en
el que el mundo estaba encerrado, se hacía necesario hacer “decente” el espacio, lo cual implicó,
en virtud de esta idea, un principio de aproximación hacia el “bien común”. Se deseaba representar la ciudad muy elegantemente, representarla en un lugar donde soplara el “espíritu cívico” del
placer de consumir, por ejemplo, la plazuela Nutibara, que era considerada el palacio del progreso.
Con todo, el permanente discurso de ánimo progresista que exaltó la idea de construir y constituir espacios dispuestos para el consumo en los años siguientes, se presentó como el brillante
orden que expresó la necesidad de dialogar con la intimidad deseante, con la ostentosa figuración
en los lugares de la práctica metódica de una vida consumista, y es por eso que el hito de finalización es en 1962, cuando es inaugurado el Centro Comercial Astoria, ya que la trayectoria donde se
elevaría la gracia del sueño capitalista se resignificaría en aquel escenario donde el “espíritu cívico”
crecería y el hecho consumista adquiriría grandeza, prolongándose como la sombra de un sol de
ocaso sobre las siluetas de las mercancías, sobre los objetos del “deber” ciudadano. La ilusión de
nuevas aventuras que el soñador aspiró a emprender entre fantasías y quimeras, alentadas por el
pragmatismo de las tecnologías de gobierno, fue la utilidad de este espacio.
4 Juan Esteban Posada Morales, “La pobreza: consumo de identidad social en la ciudad”, Revista de Urbanismo 28
(2013): 18-19. DOI: dx.doi.org/10.5354/0717-5051.2013.23211.
5 Federico García Barrientos, Apuntes para una historia de la publicidad en Antioquia 1920-1970 (Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 2012), 206.
6 Michel Foucault, Nacimiento, 174.
7 Juan Esteban Posada Morales, “La pobreza: consumo”, 17.
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En 1944, Hernando Agudelo Villa, político y economista antioqueño, escribió un artículo para
la revista Temas, titulado “Planes económicos del futuro”, en el cual se planteaba un énfasis que
demarcaría las líneas de los nuevos dispositivos para la sociedad medellinense:
“Las grandes naciones están orientando al fin de lograr una cooperación económica mundial y
emprender una vasta campaña de rehabilitación y socorro de las naciones arrasadas por la guerra.
Todos los planes económicos que se estudian, verbigracia el monetario, casi aprobados y que
Colombia suscribió, dan a entender que la economía universal tiende a basarse de nuevo en el
libre cambio y en una moneda ‘estándar’ estable, que mantenga a todos los países abiertas las
puertas del comercio. Se propugnan por eliminar las barreras que impiden el comercio, los controles, los contingentes y aranceles, los cuales tradicionalmente han originado guerras, y por
la creación de un vigoroso comercio en todo el mundo. Específicamente estas ideas de organización económica mundial exigen hacer un plan monetario que garantice a todas las naciones
suficiente moneda extranjera para facilitar el comercio internacional expandirlo y equilibrarlo.
Estabilizar el valor de la moneda de manera que los pueblos puedan comprar y vender en la
seguridad de que el dinero que reciben en ciertas fechas en pago de sus mercaderías, tendrá el
mismo valor estipulado. Elevar la seguridad económica de las grandes masas humanas sometidas
por la rígida política proteccionista al subconsumo, no obstante la súper-producción de otros
países, es decir, buscar que la humanidad entera aproveche las riquezas y los grandes adelantos
técnicos logrados por medio de una bien entendida solidaridad económica internacional que
eleve el progreso universal”8.
Entre el capitalismo industrial que necesitó “gente trabajadora”9 y el capitalismo de mercado
que estaba dedicado a la ausencia de rutina y a un estado de elección permanente, se iría configurando una escenificación de virtudes esenciales y requisitos indispensables para convertir
a los sujetos en auténticos consumidores. El espíritu del capitalismo de consumo, por consiguiente, orientó maneras de vida, a fin de lograr una sociedad “altamente competitiva”, “feliz”
y “satisfecha”. Nuevas posibilidades sociales para el consumidor, nuevas formas de satisfacción
y de atención, y nuevas necesidades constituyeron el fundamento de “elegir libremente”. La
promesa, ciertamente explícita, de este “nuevo” espíritu del consumo implicaba la determinación de vivir las experiencias que el mercado tenía disponible; de la misma forma en que el
nuevo “mundo libre” reposaría sobre la disponibilidad de nuevos servicios y bienes a los que
era imperativo acceder. El ejemplo, entre otros, que muestra García Barrientos en sus Apuntes
para una historia de la publicidad en Antioquia (1920-1970) es que en la década del cincuenta el
consumo tuvo una gran variedad de bienes y servicios en el circuito de la oferta. Obedecer, en
el sentido tradicional del término, a estas nuevas posibilidades significó que la gran mayoría de
ciudadanos considerara los intereses allí representados como sus propios intereses. De manera
que la actitud moderna, en el sentido que se ha venido exponiendo aquí, revela una “obligación
internalizada, como libre ejercicio de voluntad”10, lo cual supone que el mercado capacitó a los
sujetos para mantenerse en excitación continua, entregándoles “la entera sensación de que son
8 Hernando Agudelo Villa, “Planes económicos del futuro”, Temas, Medellín, octubre, 1944, 377.
9 Santiago Castro Gómez, Tejidos oníricos. Movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930) (Bogotá:
Pontificia Universidad Javeriana, 2009), 179.
10 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres (Barcelona: Gedisa, 1999), 47.
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ellos quienes mandan, juzgan, critican y eligen”11. En principio, tomar conciencia en el espacio
de sí mismo como consumidor dotó al ciudadano medellinense de una identidad perdurable con
la idea de que algo duraría “para toda la vida”.
Se tiene entonces que el mercado se abasteció de un sin fin de posibilidades y políticas
de financiación, que estaban encaminadas a que esa identidad de la “clase consumidora” se
amplificara, para lo cual el consumo a crédito sería fundamental. Por tanto, buscar triunfar
sobre la “miseria” a través de los préstamos implicaba, de una u otra forma, ingresar eficazmente al universo del consumo y, por ende, hacer parte activa de esa identidad consumista. De
esta manera, esa relación explícita y dinámica con el consumo, con sus prácticas, sus espacios
e, incluso, con sus opciones de financiación produciría, a la vez que movilizaría, ese ethos
social y subjetivo que funcionaba en beneficio del capitalismo. Vivir entonces el éxito en el
mundo era como entrar a escena vestido con el espíritu capitalista. Los sujetos se llenaron de
palabras, de ideas y de formas de pensamiento, las cuales tomaron un carácter de compromiso,
de “valores” representados en la mercancía del “mundo consumista”. La mayoría parecía sólo
encogerse de hombros y representar su papel de “hombre moderno”, aquel que era conducido
por el idolum consumista y la fuerza expresiva de la práctica utópica que, clara y sin equívoco,
gobernaba y conducía el cuerpo y psiquis de un grupo amplio de individuos comprometidos
con esas nuevas lógicas sociales: “Vender y comprar libremente, en cualquier parte, es para las
naciones un desiderátum supremo que es necesario realizar sin restricciones, máxime cuando
él significa la consolidación de la paz, el aseguramiento de la armonía, el progreso esencial de
la economía de los pueblos”12.
El llamamiento a la desregulación conduce a afirmar que el capitalismo de consumo sólo pudo
ser “funcional” para el “espíritu cívico” de Medellín y para la sumatoria de sus ciudadanos, cuando
los intereses de los consumidores contaron con la promesa de “ampliar sus posibilidades de elegir,
y así aumentar su placer de comprar”13. El “espíritu cívico” haría tránsito hacia un espíritu del consumidor, sería la respuesta a la política que consistió en “mantenerlos eligiendo”. Un estado mental
donde la decisión que dependió de la “libertad de elegir” resultó indispensable como efecto intensificador de una situación dominada por el consumismo14: “Establecer determinadas corrientes
comerciales que busquen la capacidad consumidora y se respete el derecho a producir, no es más
que un criterio de utilidad, ya que permite al hombre lograr un aumento de riqueza y un aumento
de tranquilidad y de efectividad financiera. Sencillamente por eso en un país bien organizado
económicamente, el aumento de consumo se convierte en un aumento de producción y, como
consecuencia, en un aumento de bienestar social y de riqueza personal”15.
La tesis expuesta, finalizando la primera mitad del siglo XX, es la prueba de lo que se estaba
haciendo familiar. La manera de ver la ciudad “organizada” de acuerdo con los contornos de un
bienestar social basado en la riqueza personal se atomizó en miles de sensaciones privadas —la
experiencia citadina, cuyo fondo, aunque centralizado en espacios para el colectivo, sería la expe-
11 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 48-49.
12 Edmundo Félix Belmonte, “La guerra económica del mundo”, Temas, Medellín, marzo, 1945, 177.
13 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 53.
14 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 53.
15 Rafael Flórez Camacho, “Planificación económica”, Temas, Medellín, abril, 1945, 261.
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riencia individual del placer de elegir:— “los consumidores seguirían solos, aunque actuaran en
grupo”16. El porvenir contenía el espíritu innovador, en la medida en que la vocación de productores y la ética del trabajo, que suponía acciones colectivas, cambiaron educando la población
para satisfacer esas nuevas condiciones “novedosas y entretenidas”. Así, considerar los lujos comprensibles, que no serían un absurdo despilfarro, ciertamente permitió disponer de un derecho
del disfrute, más que una obligación por cumplir17; con lo que el interés estético del consumismo
empezó a primar por encima de la norma ética del trabajo entre las décadas de mitad del siglo XX.
Una manera tal de juzgar la situación es ilustrar que la ciudad industrializada dejó de ser
la única que formaba el “carácter social”. Y, por tanto, el trabajo no era el único que ubicaba
socialmente, lo empezaría a hacer la adquisición de “oportunidades” que abundaban en el
comercio, con el consejo de la publicidad, que proponía “una experiencia que enseñaba a
vivir”18. La prensa local haría eco del tránsito entre el pasado laborioso y rutinario y el presente espectacular y rutilante:
“Los hombres de suerte suelen ser individuos que porfiaron una y otra vez sin tener en cuenta
los fracasos, hasta que lograron sus deseos. Todos trabajamos afanosamente para llegar a un
fin, sintetizando el ideal de felicidad. Indudablemente que resulta la mayor de las suertes elegir
el camino, para no trabajar en vano y obtener el merecido resultado del esfuerzo. Cuando nos
preparamos para el éxito la vida no es sombra inútil en cuanto al pasado ni agobiante interrogación para el futuro. Todos deseamos conocer el camino para llegar a la meta de nuestros ideales,
pero: ¿Cuántos están dispuestos a realizar algo extra, algún esfuerzo que represente el mérito
para el premio? Saber lo que debemos hacer y realizarlo en oportunidad y con provecho es precisamente lo que necesitamos ante la realidad de nuestras vidas, cargadas de planes fallidos y
de ilusiones prematuramente muertas. Y por eso, frente al fracaso de nuestra realidad, llena de
dramas, buscamos ansiosamente algo o alguien que nos guíe con alguna seguridad de liberación
de la nerviosidad, de la sensación de fracaso, el complejo de inferioridad y el temor psicológico.
Quien no puede controlar su vida mental está imposibilitado a ver los peligros presentes y así
el desengaño se apodera de su ilusión y sufre más e inútilmente ¿Quién será nuestro salvador?
Todo el que ha logrado la armonía entre su energía interna y su ambición, llega a su meta. El
primer enemigo que debes derrotar, el más importante debes buscarlo dentro de ti mismo, está
representado por los hábitos rutinarios de hacer siempre las mismas cosas. Si logras vencer la
rutina has dado el paso más importante, pero debes mantenerte alerta y despierto siempre; tú
has ganado muchísimo dinero desde que comenzaste a trabajar, y cuando hay el deseo firme de
llegar a una meta, siempre es posible de encontrar más dinero. Hoy es el día. Tú decidirás lo que
quieras para ti. Grandeza o miseria. Gloria o dolor inútil”19.
Esta cita agrega un punto fundamental: para los ciudadanos de Medellín, el trabajo no era una
experiencia placentera, pues era monótono, rutinario y poco gratificante; se convertía así en esa
actividad que permitía acumular dinero, pero que no ofrecía satisfacción:
16 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 54.
17 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 55.
18 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 56.
19 Juan Marín, “Emoción y éxito”, Temas, Medellín, julio, 1945, 33-34.
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“Desde tiempos bíblicos en que nuestro padre Adán, aconsejado por su compañera, corrió la
aventura de atragantarse la manzana que el Creador le había prohibido, y que le valió aquel terrible anatema: ‘con el sudor de tu frente ganarás el pan’, el trabajo ha sido como la más grande de
las maldiciones. Comúnmente se piensa que quien puede vivir sin hacer nada es por este hecho
una persona feliz, y que todo individuo que está obligado a trabajar para atender los gastos de
su subsistencia, está bien lejos de lograr la felicidad. Desgraciadamente las gentes trabajan a disgusto porque no pueden elegir libremente su oficio”20.
Se puede ver cómo la posibilidad moderna del “deber cumplido” no estaba en la ética del
trabajo, aparece más bien a la vista en la estética del consumo. Quienes toda la vida vivieron de
un salario dispusieron cotidianamente de un hábito rutinario, pero quienes sólo como un lujo se
permitieron la vida, por el contrario, no tuvieron nada que perder sino las cadenas de “la rutina
eterna”. La experiencia en la que se funda la idea anterior remite al valor estético del consumo
como estratificación de la sociedad en cuestión. El nuevo rostro es el rostro de la política interior, los límites de toda existencia. De manera que el coraje del placer, su propia vocación, se
simplificó en el deseo de consumir, y quien quiso permanecer estéticamente en lo cierto tuvo por
delante un “camino real”. Fue lo que resultó de que los compromisos laborales ya no impusieran ni
identificaran lugares para los sujetos en el “mundo Medellín”. Autores preocupados por los graves
problemas que se presentaban en el individuo con relación con el ambiente de trabajo transcribieron en 1961 un texto llamado L´avenir de la psychologie industrielle:
“Han analizado el aspecto sicotécnico de este problema, y han llegado a la conclusión de
que el individuo pierde el incentivo de progreso, a base del aumento de sus efectivos intelectuales, por la rutina del oficio y el alejamiento de sus compañeros de trabajo, aun en el
mismo salón. La necesidad de individuos más especializados, aleja los núcleos sociales de
una empresa. La pérdida de iniciativa por la mecanización del oficio que anteriormente era
la base del progreso es hoy base de un estudio sicotécnico para buscar la adaptación del individuo, capacidad de tolerar la desadaptación y de las cualidades más monótonas del oficio,
con el fin de tener estabilidad y hacerle ascender. Hoy las condiciones de adaptación son:
Monotonía al trabajo repetido, Ritmo impuesto por el trabajo, Cambio de turnos. Luego
de pruebas sicotécnicas se llega a las siguientes conclusiones: no confiar a los nerviosos
trabajos rutinarios, a los sentimentales no confiarles puestos de mando, a los coléricos y
apasionados la monotonía es contra-indicada, a los sanguíneos no se les puede exigir perseverancia ni razonamiento abstracto. Los apáticos y amorfos, serán designados para trabajos
repetidos y monótonos. Analizando estos estudios concluimos que lo más aconsejable para
una empresa de producción, sería colocar apáticos y amorfos”21.
El trabajo empezaba a dejar de ser preponderante en su función productiva, se encontraba en
una incómoda posición frente a la realidad, llena de modelos, estándares, variedades, oportunidades, sensaciones, placeres y experiencias que intentaban “normalizar la vida” y, de esta manera,
20 Isabel del Mar, “El trabajo como fuente de placer”, Temas, Medellín, noviembre, 1944, 457.
21 Germán Jaramillo Botero, “Salud industrial”, Fabricato al Día, Medellín, octubre, 1944, 23-28.
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hacer “feliz” la existencia; así que la vieja fábrica no era el espacio ideal para el “banquete social”22.
La mayoría de quienes integraron el modelo productivo se relacionaban con el trabajo como si
fuera un gran sacrificio y los motivos de una vida llena de fatiga. Por lo que trabajar serviría entonces de coartada y justificación para celebrar los deseos, las ilusiones y las elecciones en un mundo
consumista. El trabajo como valor eminente de la ética empezó a ser el buen compañero del cumplimiento de las experiencias estéticas de un presente veloz y fugaz que dio tono a los discursos y
a las prácticas, respondiendo a necesidades de las “pretensiones desmesuradas”, de las “satisfacciones íntimas” y de las “sensaciones estéticas” establecidas por el ideal de la vida consumista. Para
estar a favor de este progreso, entonces, fue que intervino el trabajo. Por tanto, en ese capitalismo
emergente el trabajo ya no era un fin en sí mismo, y más bien potenció el orden, la democracia, la
libertad, la economía y las fuerzas del capitalismo.
En 1948, más exactamente en el mes de enero, el periódico Raza, con una crónica titulada
“Crónica de vacaciones”, señalaba cómo se dispuso la ciudad de Medellín a recibir “el tiempo de
descanso, luego del trabajo”:
“Medellín se quedó solita, dormida acá en el Valle. Parecía como que estos ‘paisas’ de la capital le
hubieran aplicado una inyección de morfina para que descansara después del trajín abrumador
de los doce meses del año. Solo con ver a empleados y obreros en el ir y venir afanados, como
si se tratase de un concurso de resistencia, tenía cualquiera para experimentar ese mismo agotamiento de los otros. Ni que decir de Noviembre y Diciembre… Fue en esos dos meses cuando
relucieron los efectos del trabajo. Vinieron luego los planes para unas vacaciones en las cuales el
sol se había recibido con entusiasmo. A lo largo de todas las carreteras que parten de Medellín,
pueden apreciarse grandes mansiones con grandísimos jardines, piscinas, canchas de tenis, etc.
La existencia de estos palacios campestres constituye motivo de orgullo para sus habitantes y de
admiración para los turistas. El antioqueño sabe cómo invertir su dinero; quiere tener dentro de
su propia casa el club con biblioteca, bar y amplios salones”23.
Cabe establecer que la relación con el trabajo se modificó, aunque siguiese siendo un elemento
para evaluar el desarrollo de la vida, ya que adoptó una posición más compleja. En este sentido, el
trabajo facilitó la realización de actividades de ocio y de consumo, como “el coqueteo con los objetos, el vagabundeo lúdico y las posibilidades combinatorias”24. Aquí se observa que el trabajo tomó
partido a favor del mundo del consumo, al contrario de lo que sucedió en el capitalismo de producción, por lo que su actividad permaneció anclada en la agitación del ambiente que condensó la
vida privada, resolviendo la contradicción “dentro de una perpetua primavera” de consumo. Esta
actividad resultó un auténtico esfuerzo para vincularse al capitalismo emergente. Reduciéndose
así el problema a una cuestión privada, se trató de consumir “los signos de la felicidad” y salvar
las apariencias. Esta solidaridad valorizó como momento político cuando adquirió el máximo de
satisfacciones, y como fuerza de realización para ponerse en el lugar de un buen ciudadano.
22 Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo, 65.
23 Mireya, “Crónica de vacaciones”, Raza, Medellín, enero, 1948, 62.
24 Jean Baudrillard, La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras (Barcelona: Plaza & Janés, 1974), 105.
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Compartir las condiciones de vida del mercado inició la fábula que sigue siendo siempre el rasgo
personal de la experiencia corporal25.
Ésta fue la experiencia interna de los sujetos, que fue el fondo común que “regularía todas las funciones
que desempeñaron”. En la revista Fabricato al Día, el doctor Germán Jaramillo Botero escribe sobre la
salud y el organismo, en su columna “Medicina para todos”, que aparecía mensualmente en la publicación:
“Nuestro organismo tiene sistemas regulares de todas las funciones que desempeña. Estos sistemas reciben la influencia de los excitantes exteriores como lo son: las emociones alegres o
dolorosas, nuestras preocupaciones, los cuales sino son descubiertos oportunamente, llegan a
trastornar nuestro psiquismo, desde el grave como la locura, hasta los más pequeños síntomas
de desadaptación, inconformidad, temor, ambiciones desmedidas. Trastornan la vida en comunidad, pues no progresan, sintiéndose perseguidos, humillados, odiando la sociedad. A estos
enfermos les aconsejan buscar en su vida la causa desencadenante de su trastorno, pues muchas
veces pudo ser el fracaso de sus ambiciones”26.
Estas palabras de Jaramillo Botero, a comienzos de la década del sesenta, endosan cualquier
asomo de enfermedad corporal y social al fracaso en la materialización de “las ambiciones”. Estas
palabras expresan la reacción imperante ante la realidad del fracaso, donde transitaron los medellinenses con la utopía a cuestas, en la medida que se quisieran garantizar el bienestar, la seguridad y la
razón de la felicidad. Medellín se empezó a convertir en el teatro donde protagonistas y espectadores,
interesados en participar en el espectáculo del mercado, tomaron sus propias medidas. El control de
los deseos expandió el goce y la abundancia de “felicidad”, “rebasando” la fuerza productiva, llevando
la obligación y el espíritu cívico hacia las fronteras de la fuerza consumista; presente y porvenir de los
ciudadanos. La persona que no supiera reconocer ese hecho perdería, simplemente, todo su esfuerzo
productivo. No hubo otro tiempo y otro espacio. Todo cuanto se pudo hacer fue dar lugar a nuevas
posiciones para esta fuerza emergente que “subvencionó” las industrias, que “relevó los tópicos puritanos del trabajo”27 y que daría las ventajas momentáneas en favor de intereses “vitales”. Entonces,
cabe preguntarse, ¿en dónde estaban escritos los mandamientos del capitalismo, si los muros de las
fábricas parecían estar cayendo? En la ciudad ordenada por el mercado.
2. Las catedrales de la promesa: los centros comerciales
Sentir el pulso del capital proyectó sobre el suelo de la ciudad nuevas edificaciones al lado de
las fábricas. Las calles intensamente transitadas, los nuevos edificios “contra las montañas azules”,
la construcción que rivalizaba con la reconstrucción, “los buses anchos y cuadrados, pintados a la
manera de vallas de circo”, el cuerpo de la población y sus rápidos movimientos que convergieron
en “modelos”, todo esto produjo y reprodujo el nuevo relato espacio-económico de Medellín. Dicho
25 Jean Baudrillard habla que todo razonamiento, profano o culto, sobre el consumo se articula sobre esta secuencia, que es la de un cuento: un Hombre dotado de necesidades al que “llevan” hacia objetos que le “dan”
satisfacción. Sin embargo, como el Hombre nunca está satisfecho (cosa que, por lo demás, se le reprocha), la
misma historia vuelve a comenzar una y otra vez indefinidamente, con la evidencia difunta de las viejas fábulas.
La sociedad de consumo, 103.
26 Germán Jaramillo Botero, “Medicina para todos”, Fabricato al Día, Medellín, enero, 1961, 16.
27 Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, 105.
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relato creó y centralizó especificidades urbanas que dieron sentido a la “ciudad”. En este contexto,
los diálogos que integraron espacialmente las divergencias existentes entre la producción industrial
y el sistema de consumo dinamizaron la proyección de un espacio de confluencia, donde la utopía
del esperado mundo controlaría el devenir de la “felicidad”; este espacio activado y mesurado
por objetos y signos de confort fue llamado por Baudrillard el mito de la igualdad de la sociedad
moderna. Entonces, cuando se empezó a tener interés directo en el mercado y en sus criterios,
que evidenciaban la “felicidad” por medio de productos, fue claro que la igualdad se mediría por
la satisfacción materializada de las “necesidades” y del bienestar28. Ese “bienestar” agruparía, por
ejemplo, los servicios puestos por el empresario a disposición de los trabajadores, para “facilitar
su existencia cotidiana”: “Asegurar camas cunas, garajes, cantinas, cafeterías, cooperativas, es facilitar la existencia de cada uno. Todos estos factores a pesar de estar muy alejados de los fines de la
empresa, han creado un clima psicológico de sosiego, y sobre el hombre de trabajo produce una
medicina cierta”29.
Garantizar espacios que contribuyeran al mito de la igualdad formal produjo, en realidad,
un cúmulo de bienes que buscaban “el bienestar total para todos” y que entregaban un sentido
demostrativo de que las posibilidades consumistas eran el destino inminente, la consecuencia de
satisfacer los gustos y los deseos, e implicaban descubrir el placer de consumir “bienestar”. Más
que un “clima psicológico de sosiego”, la espectacularidad del ejercicio consumista contribuía
en forma sobresaliente a un clima psicológico de agitación, donde los hombres excepcionalmente
cargados de tareas para buscar su propia felicidad fueron, más por necesidad que por vocación,
hombres que caminaban “hacia la tierra prometida”. Por ejemplo, en un informe especial titulado
“Los tugurios”, escrito por Javier Restrepo, se narra la historia de una familia que agenciaba su
“felicidad” persiguiendo “luces titilantes, con dispersas fosforescencias”:
“Los pasajeros de aquel bus de escalera venían adormecidos por el monótono ronroneo del
motor, trabajando en primera para alcanzar el alto de Santa Elena. De pronto el carro como
que descansó de su fatigoso ascenso, el conductor hizo el cambio a segunda y una ráfaga helada
pegó en los rostros de los pasajeros haciéndolos despabilarse un poco, como para que pudieran admirar la hermosa vista que se presentaba a sus ojos, allá abajo en el fondo del valle. Era
la visión nocturna de Medellín con millares de luces titilantes, con dispersas fosforescencias
rojas, verdes y azules de los avisos comerciales. Un Aaaah… de admiración brotó de los labios
de los mayores, mientras con el índice de la derecha indicaban en dirección al valle, para que
los chicos que traían en brazos admiraran el espectáculo. Ese era Medellín, el ansiado paraíso,
la capital de la montaña”30.
Medellín como el espacio del deseo de la sociedad de consumo, sin lugar a dudas, abarcó una
gran “forma cultural”, cuya venturosa culminación dependió de su sentido estratégico, el de gozar
de una buena ciudadanía, y justificó los excesos de su severidad institucional y se configuró como
un deber ciudadano. Lograr, sin embargo, una cultura compatible con el concierto urbano del
naciente dispositivo fue indispensable para hacer énfasis en los valores del orden del consumo,
28 Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, 78.
29 Germán Jaramillo Botero, “Nociones sicosociales en el trabajo”, Fabricato al Día, Medellín, noviembre-diciembre, 1961, 21.
30 Javier Restrepo, “Los tugurios”, Fabricato al Día, Medellín, mayo de 1962, 18.
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orden prolijo de nuevas técnicas que sirvieron para exponer a los sujetos al gobierno de los placeres mercantiles. No obstante, el espacio de la intensa gestión consumista en los años abordados se
desprendió como una muestra de la cultura del confort, entre almacenes que exhibían, incitaban,
sugestionaban, seducían, atraían y fascinaban al más notable personaje de mediados del siglo XX
en Medellín: la persona del capitalismo de mercado, aquel que era la “realidad” existencial vivida
con generoso corazón comercial y abierta inteligencia estética.
Todo en este espacio fluyó como entre una arteria comercial, como la vía rápida de los atisbos
modernos, como la vida que se abría ante una “primavera perpetua”31. Conocer, valorar, aprender del
espíritu que enriqueció la sociedad de Medellín en la década del sesenta —en especial cuando se pasaba
por los almacenes del comercio, donde el mundo social, la vida, lo cotidiano y los objetos se refinaban
en una fulgurante carrera capitalista— ayudó a transitar placenteramente por este espacio para disfrutar del ocio en el dispositivo. En enero de 1963, se escribe una “instrucción” espacial y consumista
para los sujetos, como una especie de fórmula para ser y estar en la nueva “catedral del capitalismo”, el
Centro Comercial: “las consideraciones personales deben primar, el tiempo después del trabajo debe
ser entregado al tiempo del ocio y del placer, a todo lo ofrecido se debe decir que sí, no se debe delegar
responsabilidades en los otros, cargue usted con el peso de sus asuntos”32. Según García Barrientos,
para el primer quinquenio de la década del sesenta se visualizó un mercado desde la oferta:
“El quinquenio nos señala también dos fracturas profundas: la descentralización de la poderosa ANDI y los amagos de apertura de los mercados nacionales (fracturas para los oligopolios
antioqueños). La publicidad que vendrá, la publicidad moderna señalará el ‘giro de la oferta’:
investigar el consumidor según variables sociográficas y psicográficas; es decir, el interés de las
comunicaciones económicas por la demanda. El quinquenio nos señalará unas rutas a la ampliación
de los bienes a consumir, hay un mayor número de bienes novedosos y mejorados a consumir
que son anunciados por el aviso publicitario”33.
Lo mejorado y lo novedoso del consumo encontraron su hogar. La mercancía, las fuerzas del
progreso reinando sobre el trabajo, dejando huella sobre la cultura, propusieron la creación de
unos tipos modernos que evidentemente se convirtieron en “espíritus cívicos”. Se vio cómo las
campañas más brillantes del capitalismo de mercado en Medellín fueron el fruto de afanosas experiencias. No hubo más rivalidad entre el ser y la apariencia34. Sólo se procuraron el cumplimiento
del deber y la materialización de signos e imágenes que en los cuerpos ordenaron una utopía exacta
de maniobras perfectamente competentes, que manifestarían si se podría o no alcanzar el éxito.
Esto constituiría un punto especial. Aspirar a participar en la “felicidad” al igual que los grandes
capitanes del consumo, tener tal injerencia ahondaría la experiencia “dignificante” del consumo.
Lo característico en la Medellín de mediados del siglo XX, como correspondía a un ciudadano de
la “clase consumidora”35, fue una conducta hedonista, donde la cumbre del prestigio y del poder
respondió a la más nítida expresión de la imagen e idea de sí mismo.
31 Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, 21.
32 Germán Jaramillo Botero, “Medicina para todos”, Fabricato al Día, Medellín, enero de 1963, 11.
33 Federico García Barrientos, Apuntes para una historia de la publicidad, 272. Las cursivas son del original.
34 Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, 268.
35 Hernando Agudelo Villa, “El desarrollo económico colombiano”, Negocios, Medellín, junio-julio, 1960, 8.
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Esta conducta es la ambición que terminó irradiando notables quiebres entre el sujeto productor y el sujeto consumidor. A este respecto, se comenta en el suplemento de la revista Negocios: “Por
razones diversas la historia de la cooperación de productores es una historia de continuos fracasos.
Por el contrario el mayor éxito está en la distribución al menudeo (en el consumo). De hecho, ha
sido tan rápido el impulso de este movimiento y tan enorme su esfera de acción, que las cooperativas de consumo, por ejemplo, deben colocarse junto a las maravillas económicas de las últimas
décadas”36. Sabiéndose lo que se estaba gestando, el propósito tenido como la más maravillosa
esfera de acción de la vida revela la paradoja de aquella acción: entre la “libertad” y su regulación,
que asistió a los medellinenses para defender su franca satisfacción consumista.
Afirmar que la vida económica de una población constituye espacios donde se puede resolver el
ambicioso sacrificio por la “libertad” —vía el poderoso llamado a “gastar dinero”— remite a pensar
que sobre la vida cotidiana se instalaron necesidades mercantiles. Y que los espacios que respondían a estas necesidades acumularon los productos de la “felicidad”; donde se purificó la población
de todas las frustraciones de la vida, donde se alimentaron de la esperanza prototípica y donde se
elaboró ordenadamente la felicidad de todos los ciudadanos. Puede considerarse que el progreso
se determinó por la medida en que se efectúe este logro, la felicidad en que se cumple la vida37. Así,
pues, Medellín se mostró motivada por espacios donde se podía inventar la vida: estaban exhibidos
en las vitrinas la armonía, la “libertad”, los objetivos personales, la fortuna, las ideas y los deseos, proponiendo audazmente nuevas soluciones a los problemas que inquietaban a la población. Dejando ya
de añorar las grandezas industriales del pasado, se revistió de la experiencia momentánea de una vida
de consumo38, que iba de tumbo en tumbo hasta la construcción identitaria de la Medellín moderna.
3. Financiación de la promesa
Todo ese ambicioso destino proyectado por una sociedad volcada hacia el consumo, que era
propio del tiempo que vivía Medellín, gravitaba sobre la población uniéndola con la fuerza de
los ideales existenciales. Esto quiere decir que el sujeto que se enfrentó a la era del deseo resultó
apresurado a cumplir su deber y responsabilidad de sujeto libre sometido a la seducción ostentosa
presentada en esos espacios que ya se advertían en los albores de la década del sesenta. Así, en 1962
es inaugurado el Centro Comercial Astoria, que el 8 de abril se promocionaba en El Colombiano:
“Señores comerciantes les ofrecemos el CENTRO COMERCIAL ASTORIA, entre Junín y Palacé,
40 locales comerciales. En el punto más CÉNTRICO de Medellín: el Centro Comercial Astoria. La
vía transversal, entre Junín y Palacé, acorta la distancia, ahorra tiempo y evita la aglomeración de
tráfico entre las dos arterias más importantes de la ciudad. El Centro Comercial Astoria está llamado a ser el corazón de Medellín. Adquiera su local en el verdadero centro de la ciudad, el Centro
Comercial Astoria. Los edificios ‘Tequendama’ en Junín y ‘Bermora’ en Palacé se constituyen en
los extremos del Centro Comercial Astoria”39.
36 Antonio Tobón, “La tarea educacional”, Negocios, Medellín, agosto, 1960, 4.
37 Alberto Jiménez Giraldo, “Código de civismo”, Progreso, Medellín, enero, 1960, 24.
38 Zygmunt Bauman, Vida de consumo (México: FCE, 1999), 152.
39 “Centro comercial Astoria”, El Colombiano, Medellín, 8 de abril, 1962, 20. Las negrillas y las mayúsculas son del original.
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Con el centro comercial como “el corazón de Medellín” se trató de presentar un nuevo orden
que obedeció a los sutiles juegos de las virtudes guarnecidas en la libertad. Se trató de dirigir a
la población hacia ese “corazón” señalando con precisión un itinerario geográfico y mental, que
medio perplejos y confusos, con postura “honrada”, los medellinenses admiraban y asumían comprometidos, avivando así los entusiasmos por las imágenes y sensaciones contenidas en el centro
comercial, un espacio que parecía ser el lugar donde se pasa de la mejor manera: “como cuando
se llega a una fiesta muy bulliciosa en donde todos se preocupan por atendernos y cada uno tiene
que cuidar de sí”40. La “felicidad” en Medellín viajaba, como se observa, por la utopía con alborozo
del espacio que los ciudadanos saludaban como el reino glorioso de la “infinita placidez”, de la
“plenitud entusiasta”; espacio que promovía el más vivo interés por el consumo de productos contenedores de “felicidad”. En la revista Temas, al respecto se comenta:
“La puerta de la oportunidad siempre está abierta, sólo que unos pocos no temen a que se cierre antes
de que ellos penetren. La situación económica constituye un excelente argumento para disculpar
debilidades de carácter y particularmente la falta de personalidad. La puerta del éxito invita a pasar
a todos los luchadores, pero es el caso que algunos pretenden que les aseguren que, una vez dentro,
se les habrá de recompensar pródigamente y esperando la respuesta afirmativa a sus recelos mueren
en la espera, en tanto emplean sus horas libres en señalar ‘la buena suerte’ de aquel que pasa decidido
porque fía a su propio poder el resto de la cuestión”41.
En ese sentido, era explícito desde 1944 que el motivo para no entrar por “la puerta de la oportunidad” fue responsabilidad del sujeto; el deber era contemplar el lujoso prestigio de la nueva
tradición en el espacio del centro comercial, donde sostenidos por esa ilustre jungla de mercancías
en “donde reina la manipulación y la competencia de todos contra todos”42, los sujetos eran sentenciados entre nebulosas identificaciones a una especie de apólogo de la “felicidad”, donde se podía
pintar la vida con todas las condiciones para ser feliz aparentemente. Era responsabilidad de los
sujetos ser célebres y permanentemente colmados de aplausos y honores:
“Se debería ser joven y rico, gozar de espléndida salud; vivir en un maravilloso espacio rodeado
de todo el lujo y el confort ideal, en medio, además, de fabulosos tesoros de arte, con ricas bibliotecas y con juegos y golosinas sin cuento, para el placer. Lo cerca un grupo de amigos exquisitos
y tiene al alcance de su voz abundantes servidores discretos. Es un lugar hermoso poblado de
delicias: la naturaleza, el arte, el amor, la amistad, los vinos, los libros, la gracia, el humor, la
belleza, la fantasía, el ridículo de los otros; e innumerables estados de infinita placidez: ir por un
bello camino sin afán, estar sentado nada más que soñando; tomar un vino en buena compañía”43.
Jairo Osorio Gómez, en su texto Junín 1960, describe cómo con extrema severidad de sentido
moderno Medellín aceptó “maneras de vivir” impulsadas alrededor de los espacios de consumo:
“Las vitrinas llenas de cachirulos, de utilidad desconocida; los maniquíes simulando modelos
verdaderos; las luces con tubos fluorescentes, esplendorosas, encendidas desde las seis de la
40 Alejandro Vallejo, “Teoría de la felicidad”, Temas, Medellín, julio, 1944, 9.
41 Alejandro Vallejo, “Teoría de la felicidad”, 10.
42 Gilles Lipovetsky, La era del vacío (Barcelona: Anagrama, 1986), 63.
43 Alejandro Vallejo, “Teoría de la felicidad”, 10.
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noche, para anunciar los bazares de discos, de ropa, de muebles, de joyas, de libros, de licores, de dulces, de tinto. Esas mismas luminarias anunciando el gran almacén Junín, surtido
de cuanto trasto se fabricaba entonces. Avisos rutilantes que me arrobaron en la infancia con
su multitud de nombres colgados de las paredes. En la infancia jamás supimos lo que sucedía
detrás de las vitrinas de los almacenes de la gente chic de Medellín, lo que se conversaba en los
rincones de las otras cafeterías distintas a Versalles; lo que se conspiraba —esa es la palabra
exacta— entre la consumición de dulces exquisitos y el té servido en vajilla de plata”44.
Para comprender la grandeza de este tiempo, los medellinenses paseaban por esos parajes
placenteros del consumo ocioso, esos espacios donde cabían holgadamente todas las ideas y mercancías que inspiraron una cultura hedonista. Se fundieron en ella el ocio contemplativo y la tensa
vigilia del sujeto con rumbo hacia el culto consumista que destronó la ética del trabajo con una
ayuda fundamental: la incursión del crédito.
Como ya había sido anunciado, el consumo en Medellín se democratizó con el crédito, y, con
ello, un número cada vez mayor de individuos tendría acceso a los bienes y mercancías disponibles
en el mercado. Los deseos se podían satisfacer más rápidamente. Alrededor del crédito se afincaron
estilos de vida donde esta consecución de los deseos mantuvo siempre sobre el espacio un conjunto
favorable de prácticas del mundo capitalista. En Medellín esa experiencia impuso estrategias que
definieron la “realidad” del mundo como una experiencia democrática, encargando la adquisición
de productos que se convirtieron en elementos esenciales del modo de vida al crédito. Utilizarlo
para invertir en el porvenir, bajo la tranquilidad vaga de un tiempo eficaz donde el porvenir se
fragmentó en miles de productos que construyeron no más que un fin personal, fue una idea que
reposó en convicciones y en un sentido común.
Así, pues, ¿quiénes fueron encargados de defender los intereses del hombre moderno? “Cada
uno de nosotros” a través de las acciones y prácticas de consumo, que podían ser efectuadas a partir
de cualquier tipo de recurso. Ya fuera de contado o a través del crédito, lo importante se concentraba
en el acto del consumo. De manera que sería concebido como positivo y saludable para la población
estar preparada para pensar sólo en “mercancías y en dinero”; que, igualmente, podría considerarse
como “la moral” representativa de la población medellinense, la misma que permanecería en toda
la extensión del espacio público. Esta práctica respondió como “realidad” unificadora de la heterogeneidad atomizada en exigencias de la vida económica: “El orden de las relaciones políticas y
económicas requiere para su mantenimiento y desarrollo, de la mayor justicia posible. Que sean atendidas las exigencias de la vida económica en forma tal que esta pueda emprender su marcha hacia el
progreso en la seguridad de poder tocar la meta de las aspiraciones”45.
Medellín subsistió, entonces, a mediados del siglo XX, sobre la disponibilidad adaptada al
emprender la marcha hacia el progreso. La política remitió a un tiempo sincronizado, de modo que
trataría de evitar “la competencia ruinosa”, buscando defender a la sociedad de “especuladores y
acaparadores”; una bella teoría que en la vida cotidiana se quebraría al contacto con la “realidad”
del capitalismo emergente. Según Daniel Ramos, articulista de la revista Temas, el ciudadano, para
estar tan seguro como se quisiera, debía aferrarse a su única disposición: la sencilla necesidad de
44 Jairo Osorio Gómez, Junín 1960 (Medellín: Secretaría de Cultura Ciudadana, 2013), 23-27.
45 Daniel Ramos, “La guerra económica del mundo”, Temas, Medellín, marzo, 1945, 172.
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ser libre. Dando pruebas de eficacia, aunque no se viera más allá de su fin personal, ese mismo
hombre supondría al mismo tiempo la idea de una “libertad” que reposa no en convicciones compartidas, sino en intereses individuales comunes.
Es claro y contundente cómo desde 1944 el lenguaje que se habló en la sociedad de Medellín,
fue el hablado por industriales, asalariados y consumidores: “abrir las aduanas, para que todo
venga barato, fijar el interés del dinero, reglamentar el crédito, eso sí es defender al pueblo”. El
discurso económico empezaría a mostrar que cuando se “abarató el interés del dinero, cuando
el libre juego de la oferta y la demanda actuó, se elevó la capacidad de consumo y de compra del
pueblo”. De manera que es la lógica del libre mercado la que es adoptada, y adaptada, en sociedad
y, por ende, es generalizada en la vida y ampliada al estilo de consumo; lo que se presentaría en la
ciudad con la pureza de la “libertad” y la “autonomía”, aumentando la eficiencia de los ciudadanos
como consumidores. En “La economía no se dirige con la fuerza”, artículo publicado en 1944 en el
número 34 de la revista Temas, Eduardo Hornedo plantea el siguiente postulado:
“Los hechos están muy lejos de responder al optimismo de que los vendedores acepten y obedezcan
las órdenes de la autoridad. Los vendedores, por lo general no acatan las órdenes de la autoridad
cuando estas reducen o suprimen las ganancias que podrían obtener si el mercado se dejara en libertad, y lo primero que hacen es crear el mercado negro con el fin de aprovechar subrepticiamente las
capas más potentes de la demanda que están dispuestas a obtener a toda costa los artículos”46.
La fuerza en este apartado está en la disposición de “obtener a toda costa los artículos”, expresión oculta y particular de la línea de demarcación del sujeto consumidor que determinó su propia
función consumista al tratar de alcanzar el ideal del consumo. A este acto se le trató de aplicar la
fuerza de la adquisición, “a costa de las posibilidades de compra de la gran masa”. “Vestir telas de
Manchester, usar porcelana de Sevres, indigestarse con quesos suizos y holandeses, no consumir
otro jamón que el italiano, adornarse con encajes belgas, tomar siempre los vinos franceses”, se
constituyó como un factor relevante de personalidad47.
Desde la década de 1940 se hablaba de “la actitud del consumidor” como responsable del “lento
desarrollo de nuestras industrias”48. Dicha afirmación se hizo manifiesta con la razón imperiosa
del interés, que fue capaz de configurar el consumo activo, encontrando su cristalización con las
preguntas que dibujaron la promesa:
“¿Hasta dónde se han preocupado los capitanes de la industria por consolidar los triunfos alcanzados? ¿Actúan ahora sobre la psicología del consumidor con la misma eficacia que lo hiciera en
los tiempos de fácil acceso de productos similares extranjeros a nuestros mercados? ¿Qué trato
recibe el consumidor en materia de precios? ¿Con el aumento del volumen de producción y el
perfeccionamiento de las calidades, han logrado reducir también los costos unitarios mediante
la aplicación de principios científicos sobre el manejo de personal? ¿Ha analizado, hablando en
términos económicos, cuáles son las mercaderías que en tiempos normales podríamos continuar
manufacturando en condiciones reproductivas para el capital y el trabajo nacionales?”49.
46 Eduardo Hornedo, “La economía no se dirige con la fuerza”, Temas, Medellín, febrero, 1944, 86.
47 Eduardo Rendón, “¿Está consolidado nuestro progreso industrial?”, Temas, Medellín, febrero, 1944, 105-106.
48 Eduardo Rendón, “¿Está consolidado nuestro progreso industrial?”, 106.
49 Eduardo Rendón, “¿Está consolidado nuestro progreso industrial?”, 106. Las negrillas son del original.
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Así, en la ciudad de Medellín las líneas de división que separaron la ética del consumo y la ética
del trabajo fueron endosadas tanto por la industria manufacturera como por los nuevos regímenes
de autonomía consistentes en despersonalizar el trabajo, “en hacerlo menos tenso desde el punto
de vista emocional y en alentar a la gente a que decida por sí misma, si desea”50. Sin embargo, el
interés en que la población medellinense suministrara con qué cumplir los deseos “se subvencionó
con trabajo y con créditos”; este último fue el plan más fuerte. La política crediticia fue de gran
trascendencia para el modelo emergente:
“El Crédito, la política crediticia conviene no sólo a los países que han satisfecho el mayor número
de necesidades sociales, sino a los países que no han adquirido mayoridad económica. Un sistema
de créditos racionalmente planificado, es la base del bienestar colectivo y el medio eficaz para crear
la producción. El sistema crediticio posee además la virtud de fomentar la iniciativa privada. Deja
a cada quien en libertad y tiende a convertirlo en una unidad económica. Estos créditos destinados
a crear riquezas, son una oportunidad para los desocupados y para los hombres emprendedores.
Esto es lo que quieren actualmente los financistas y los conductores de pueblos. Lo ideal sería que
cada hombre apto para el trabajo se convirtiera en una célula autónoma de la producción, ‛Los
pueblos serán libres de la miseria’”51.
Este idolum —con sus enclaves, sus “centros” y sus mundos, donde el consumo apto fue la
base homogénea de los intereses particulares y donde las tácticas fueron el telón espectacular
del imperio de lo efímero— configuró el acceso individual a los bienes de consumo, el tiempo
de materialización de los deseos y los espacios bajo la forma de la mercantilización de todos los
aspectos de la vida. Igualmente, se configuró el sentido común de esta vida consumista bajo metáforas, mistificaciones, y bajo la forma de los conflictos entre clases. Buscar la inspiración en los
prototipos que contuvieron, entre otras, la idea de “producirse a sí mismo” afirmaría las concepciones, las aplicaciones y las prácticas de la experiencia entre “los que producen o venden y los que
compran”; era así el esperado mundo “próspero”, donde sólo bastaba “aumentar el volumen de la
propaganda para producir y sostener dichas relaciones”52.
Por tanto, discutir en Medellín cómo construir un entorno “feliz” para “producir y sostener
relaciones”, cuando todo tendía a definirse por medio del ejercicio consumista, era buscar el desarrollo exaltando y utilizando el sentido específicamente político-económico del verbo que sirvió de
base y que pudo emplearse como el resultado de una acción cuyo sujeto emergió de la luz espectacular por adquirir. “Un mundo que garantizara los cauces de la felicidad humana”53 pareciera
quedar bajo la responsabilidad de la propaganda. Este hecho fue expresado en la revista Temas en
febrero de 1944:
“Es apenas natural y lógico que la propaganda tendrá que corresponder a la lucha de tales logros.
Esa correspondencia no supone que la propaganda deba incrementar su volumen; supone
más bien la necesidad fundamental de aumentar su capacidad moral y técnica, para que con
una responsabilidad y un sentido altamente humanista, informe discuta y proponga al pueblo
50 David Riesman, La muchedumbre solitaria (Barcelona: Paidós, 1981), 81.
51 Eduardo Rendón, “¿Está consolidado nuestro progreso industrial?”, 106.
52 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, Temas, Medellín, febrero, 1944, 106. Las cursivas son del autor.
53 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, 141.
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la adquisición de los objetos más útiles y menos dañinos, para mejorar su vivir, dentro de las
posibilidades económicas del individuo; para instruirlo, aleccionándolo sobre los excesos que le
conviene evitar en cuanto al disfrute de ciertas cosas que se le venden sin restricción”54.
Las ventajas políticas ofrecidas por un estilo de vida “feliz” saltan a la vista; designar un estado
de acumulación de experiencias adquisitivas como el causante de la “felicidad” y revestirlo de un
“estado ideal” representó el objeto deseado:
“Hay gente que vive agarrada a sus costumbres tradicionales; y hay otra a la cual moviliza un
afán de nuevos disfrutes. Ambas las considero temperamentales. Pero son materia o estancamiento en la inevitable sucesión de progresos humanos; o de paulatino e inevitable desperdicio
en cuanto al disfrute digno de ellos. La propaganda, esa fuerza avasalladora que auxilia sin límite
al constructor o al destructor de nuevos motivos de felicidad interviene insensiblemente en la
manifestación de uno u otro de los extremos anotados”55.
Dicha fuerza avasalladora en la dimensión espacio-temporal renovó los hábitos propios de la
época y de la población. Aprovechando este cambio, las mercancías y los mercados develaban
suntuosamente el “desarrollo”; de modo que los motivos para disfrutarlo partieron “del anuncio
de las mercancías y sus bondades”, que dio lugar al afecto del consumidor y a su confianza “sobre
las ventajas que se le imputan para mejorar su vida”. Lo imperativo era desatar la propaganda y, así,
buscar “el disfrute irrestricto del servicio o del producto”; fijar al mismo tiempo “la excesiva liberalidad del disfrute” y la posposición o no de la compra era algo así como una conducta educativa
para hacer posible el tránsito “de lo acostumbrado a lo nuevo”, aunque con una salvedad: “Dicha
liberalidad puede ocasionar la pérdida paulatina de sus efectos como causa o motivo de felicidad
para todos. Y aparece lo que conocemos como ‘materialización de la existencia’. O creará problemas de disolución moral, de desgaste físico o fisiológico o de descomposición económica al pueblo
que tan excesivamente disfrutó de lo que fue producido para aumentar su felicidad”56.
Educarse en la propaganda accionó constantemente en “la mente de la población”, que justificó, no a un Estado, sino a un proceso, a una “verdad” y a un arte de gobernar que existió como
“realidad”: 1) Desplazar su noción de la vida y del bienestar hacia la adopción y adquisición
de hábitos o costumbres, diferentes o afines a los suyos. 2) Para convertir éstos en fuente de
demanda por servicios o productos nuevos o mejorados. 3) Para provocar la confianza colectiva
y lograr su disfrute sin reservas, lo que limitaría la demanda y las consiguientes posibilidades de
superación industrial o comercial57. Como discurso del desarrollo, esto operó al ritmo del vago
optimismo que rodeó al sujeto, que tuvo en él un efecto pedagógico que desplazó, convirtió,
provocó y movilizó los intereses de una autonomía, en un mundo donde el gran compromiso de
aceptar con gusto el acoso de las fantasías y de solucionar con el crédito la celeridad comercial
liberó un estado de elección permanente, ya que ningún deseo podía ser considerado el último,
adjudicando un lugar en el nuevo orden.
54 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, 141-142.
55 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, 142.
56 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, 142.
57 Leonardo Agudelo, “La propaganda futura”, 142.
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Consideraciones finales
El devenir histórico del sujeto consumidor en Medellín se cristalizó en el propio campo político
cuando sus intereses se convirtieron en el arte de reconocer a cada cual por la línea trazada entre
el éxito o el fracaso. Pero no fue una intención administrada por fuera de la praxis, fue la comprensión de sí y de la acción mediada por el mercado de consumo lo que transformó históricamente
la vida en Medellín y lo que comprometió el proyecto conjunto de ciudad58. De esta forma, la
ciudad de Medellín se manifestó en la representación que conformaría, de una cierta manera, la
forma de unos hechos y de unas conductas basados, materialmente, en unos procesos de identificación; donde la compra, la adquisición y “el gastar dinero” institucionalizaron un carácter social
ciertamente economicista. Por lo que el proceso de identificación con espacios específicamente
construidos para el progreso implicaría tener en cuenta ese hecho notorio como de vital importancia para comprender los planes que ordenaran el espacio, los cuales configuraron la experiencia
urbana dentro de un mismo centro de legitimación consumista. Este centro se apropiaría de las
experiencias por medio de un ejercicio competitivo que obligó a darle una uniformidad al bienestar exhibido. Con esto, se podría decir que adentrarse en el Centro Comercial Astoria y, por
tanto, experimentarlo en 1962 implicaban la manifestación de ese poder envolvente y capaz de
fundar una posición de sujeto común, la cual validaba una importancia de un rol desempeñado,
posiblemente significativo, como voluntad política y como principio, en cuanto a una filosofía de
la ensoñación clamorosa de cosas por adquirir y de ciudadanos que las debían elegir.
Insistir con vehemencia en la conquista de “preceptos de vida” promovió un comportamiento nuevo frente a la “realidad” existente concentrando toda la racionalidad en una imagen
del mercado, del comercio, de la competitividad, entre otros, imágenes que indicaron un sentido
pedagógico. La Medellín del Centro Comercial Astoria iniciaba su voluntad radical de reemplazar una “realidad del presente” por otra del “futuro”; de ese futuro ofertado que, a través de la
frescura y viveza, entre discursos y prácticas, fue deshaciendo poco a poco “el sometimiento a la
rutina, el acatamiento de la función asignada, la sumisión a la monotonía, la tendencia a posponer la gratificación y una resignada aceptación de la ética del trabajo”59 de miles de medellinenses
que llegarían a mostrarse como productos, en el afán de una calle o a la luz de un anuncio.
La fiebre de gloria formaba la totalidad de su existencia, consumir a vivo entendimiento de la
“libertad” inspiró el vertiginoso proceso que, desde la década del treinta, descubrió la fuerza y
agudeza de las destrezas del consumo.
Destinados, transitando apenas en la década mencionada, se encuentran en faenas, afanes,
apremios, necesidades, órdenes, suertes, intensidades, que inciden en la marcha de un espíritu profundamente interesado y preocupado por la suerte “futura”. El porvenir, como el fantasma de las
libertades capitalistas, promueve ardientemente el esfuerzo por ganarse la esfera de “héroe del consumo”. Cada vez con más fuerza, la “libertad” expuesta con minuciosos detalles de ardua promoción
comercial proclama los fueros ciudadanos por el imperio de los deseos. Medellín, entonces, en el
período estudiado, empezó a construir los muros de los laberintos que contendrían la promesa capitalista; así, desde los primeros años de la década del sesenta, los espacios de la ciudad tendrán en
58 Zygmunt Bauman, Vida de consumo, 117.
59 Zygmunt Bauman, Vida de consumo, 79.
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el mercado su nuevo gran escenario social. Reconstruir los espacios y los tiempos, y así armar una
cartografía histórica del capitalismo en la ciudad de Medellín, permitió relacionar los cuadros de las
ambiciones, las fluctuaciones mentales y las decisiones revolucionarias del consumo.
Se tiene entonces que desde finales de la década del treinta, Medellín, a partir de unas prácticas
articuladas de modernidad, empezó a identificar su población como una suma de sujetos que experimentaron un capitalismo de mercado, afrontando con valor el nuevo modo de percibirse al estar
corporalmente inmersos en incesantes opciones comerciales. Los actos y las operaciones espaciales
permitieron ilustrar la experiencia corporal cuando la población empezó a consumir aceleradamente
a partir de sus deseos. El progreso, entonces, fue un nuevo modo de existencia propuesto por el capitalismo, que se puede estimar como una experiencia que resultó de un espejismo de cálculo, que fue
sacando a los sujetos de la esfera de una ética del trabajo. De este modo, apartar del esquema de lo
cotidiano los problemas laborales, a través de las hazañas del consumo, dio a partir de esos años una
herramienta para configurar la “realidad” histórica utópica; aquello que permitiría experimentar en el
mundo los tipos ideales, donde convertirse en un capitán del consumo parecía lo más sensato. Poder
palpar este modo de existencia producido por estas prácticas representó también la forma paradigmática del ser y el hacer de ese hombre medellinense, amante del orden y celoso de su “libertad”; esclavo
del adquirir y rico en ambiciones. En Medellín, esta “verdad” y estas prácticas se fundamentan en una
sociedad de consumo, cuya discontinuidad se convertiría en la forma predominante de darles sentido
a la vida, a la iniciativa y al esfuerzo propio para merecer la estima y confianza de los contemporáneos.
Bibliografía
Fuentes primarias
Publicaciones periódicas:
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Fuentes secundarias
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Juan Esteban Posada Morales
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Urbanismo 28 (2013): 17-26.
Riesman, David. La muchedumbre solitaria. Barcelona: Paidós, 1981.
❧
Juan Esteban Posada Morales
Politólogo y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Miembro
del grupo de investigación Narrativas modernas y crítica del presente (Categoría B en Colciencias).
Entre sus publicaciones recientes se encuentran los artículos “El espacio, la verificación de la soledad”,
Bitácora Urbano Territorial 21: 2 (2012): 157-164; “La pobreza: consumo de identidad social en la
ciudad”, Revista de Urbanismo 28 (2013): 17-26; y “El Gobierno urbano: indagaciones alrededor de las
Heterotopías Innovadoras. Caso Medellín”, Cuadernos de Vivienda y Urbanismo 7: 13 (2014): 116-125.
[email protected]
Reseñas
163
Rehm, Lukas. Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in
Tolima, 1946-1964. Stuttgart: Heinz, 2014, 470 pp.
Sven Schuster
Universidad del Rosario (Colombia)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.09
Desde que Alberto Lleras impulsó la creación de la Comisión Investigadora de las Causas de la
Violencia en los albores del Frente Nacional, en 1958, mucho se ha escrito sobre la guerra civil no
declarada de los años cuarenta y cincuenta. Dicha Comisión tuvo un gran impacto en la formación
de las ciencias sociales modernas en Colombia, y el reconocido libro publicado por Fals Borda,
Umaña Luna y Guzmán Campos en dos tomos entre 1962 y 1964, La Violencia en Colombia, se
transformaría en una especie de documento fundacional de la denominada violentología. Como la
guerra que se conoce en la actualidad bajo el nombre genérico de La Violencia no terminó con la
fundación del Frente Nacional en 1958, la academia seguía produciendo una cantidad enorme de
estudios históricos y sociológicos acerca del fenómeno, gradualmente volviéndose una constante
preocupación entre los científicos sociales colombianos.
En tal sentido, la versión que prevalece en gran parte de la historiografía, el bombardeo de
Marquetalia y la consiguiente formación de las FARC marcaron al parecer una nueva fase en la
Historia de la Violencia en Colombia desde 1964. Para la mayoría de los historiadores que tratan
esta problemática, La Violencia —escrita en mayúsculas primero—, se habría caracterizado por
la lucha entre liberales y conservadores, y después, por la presencia de bandoleros “apolíticos”,
lo que habría dado espacio a nuevas formas de violencia política a partir de ese momento. Sin
embargo, a diferencia de lo que había pasado durante el primer gobierno del Frente Nacional, las
nuevas violencias estarían caracterizadas por el surgimiento de guerrillas izquierdistas. Por lo que
1964 aparece como la “hora cero” del conflicto colombiano actual.
Como muestra el libro reseñado aquí del historiador Lukas Rehm, de la Universidad de Bielefeld (Alemania), tal vez no se justifique asumir una ruptura histórica tan aguda entre La Violencia
de 1946 a 1964 y las violencias posteriores. De hecho, como sostiene en Violencia política en Colombia. “La Violencia” en el Tolima, 1946-19641, hay múltiples continuidades estructurales y personales
entre ambas épocas, que ponen en duda la posición de quienes defienden la tesis de la “discontinuidad”. Aparte de esto, el libro también ofrece otras perspectivas novedosas.
El estudio, originalmente una tesis de doctorado en Historia publicada en mayo de 2014, tributa
primero homenaje a los estudios ya “clásicos” de Gonzalo Sánchez, María Victoria Uribe, Daniel
Pécaut, James Henderson y Paul Oquist, entre otros. Aunque el tema haya sido ampliamente estudiado desde 1962, y originado obras de alta calidad como las de los autores mencionados, Lukas
Rehm logra profundizar algunos aspectos hasta ahora poco explorados. Siguiendo la tendencia de
los últimos años de concentrarse más en las manifestaciones regionales del fenómeno —tomando
como ejemplo los estudios de Mary Roldán sobre Antioquia, James Henderson sobre Tolima,
Carlos Miguel Ortiz sobre el Quindío y José del Carmen Buitrago sobre la región de Sumapaz—,
este autor enmarca su análisis en el departamento de Tolima, rastreando el origen y la trayectoria
1 Traducción del título al castellano elaborada por el autor.
164
Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in Tolima, 1946-1964
Sven Schuster
de La Violencia en tres fases: 1) La Violencia bipartidista de 1946 a 1953; 2) La Violencia durante
el gobierno militar de Rojas Pinilla, de 1953 a 1957; y 3) La Violencia tardía durante los primeros
gobiernos del Frente Nacional, de 1958 a 1964.
Aunque el lenguaje del libro es a veces demasiado impregnado por la “jerga” sociológica característica de la Escuela de Bielefeld —lo cual difícilmente se podrá criticar en un egresado de esa
universidad, cuyos historiadores siempre se han destacado por practicar una historia social con
altas dosis de teoría—, está por lo general bien estructurado, destacándose por descripciones precisas a lo largo de cuatro capítulos. En lo referente al marco teórico, el autor pretende mostrar
que la noción de lo “político”, categoría tan frecuentemente negada a los actores de La Violencia
que no pertenecieron a uno de los dos partidos tradicionales, puede llevar a un mejor entendimiento del conflicto, en caso de que el concepto sea usado de una manera más amplia. En primer
lugar, lo más novedoso del libro es entonces el acercamiento metodológico al fenómeno y, en
segundo lugar, su base de fuentes. Inspirándose en algunos trabajos pioneros, como los de Carlos
Mario Perea y Darío Acevedo Carmona2, Rehm está interesado no sólo en mostrar cómo ciertos
discursos construidos y difundidos por los políticos de los partidos tradicionales no simplemente
instigaron la violencia, sino cómo la posibilitaron de hecho. No obstante, dejando atrás las dos
obras pioneras mencionadas, Rehm se apoya en un análisis de discurso cuyo fundamento es una
enorme cantidad de fuentes, que no sólo justifica el método empleado, sino que también ayuda a
identificar con claridad los principales ejes temáticos y las figuras legitimadoras en estos discursos.
Como ya se ha dicho, el enfoque del estudio es ciertamente regional, pero nunca se pierde de
vista el contexto nacional. Así, por medio de periódicos nacionales y regionales, documentos tanto
oficiales como semioficiales, panfletos y escritos de los actores subalternos, y sobre todo a partir de
documentos jurídicos provenientes del Palacio de Justicia de Ibagué y del Archivo Histórico Judicial del Tolima, el autor muestra cómo se construyó en varias fases una dicotomía social que hizo
“imaginable” la aniquilación del “otro”. De hecho, se puede ver de manera clara y bien sustentada
cómo ese “otro” fue gradualmente deshumanizado, y cómo la dicotomía de “civilización y barbarie”
se volvió un arma de guerra discursiva en manos de los partidos tradicionales (pp. 155-170). Las
élites políticas hicieron amplio uso de categorías denigrantes hasta llegar al punto en que el “otro”
ya no era conservador o liberal, sino “fascista” o “comunista”, aunque no se correspondiera con la
realidad vivida en el país. En el caso de los comunistas y las autodefensas, esta violencia discursiva
también tuvo efectos drásticos en la práctica, ya que fueron acusados de ser “anexos secretos”
del Partido Liberal y, por lo tanto, atacados por los conservadores y los militares (pp. 107-170 y
301-342). Mientras que los estudios predecesores de Perea y Carmona se habían enfocado en las
ideologías de los partidos y la construcción de su autoimagen, transmitida principalmente por la
prensa o la radio, Rehm intenta mostrar el otro lado, o sea, el de la recepción y apropiación de los
discursos políticos; y lo logra por medio de fuentes pocas veces exploradas hasta ahora.
Para el autor —lo que puede ser considerado uno de los aspectos más perturbadores del libro—,
también actos de extrema brutalidad pueden ser analizados como actos políticos. A partir de las
fuentes jurídicas, por ejemplo, se evidencia que incluso en estos actos podía haber cálculos fríos
y pretensiones políticas, aunque las autoridades, sobre todo después de la fundación del Frente
2 Carlos Mario Perea, Porque la sangre es espíritu: imaginario y discurso político en las elites capitalinas (1942-1949)
(Bogotá: Santillana, 1996); Darío Acevedo Carmona, La mentalidad de las élites sobre la violencia en Colombia,
1936-1949 (Bogotá: Áncora, 1995).
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 163-165 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.09
Nacional, tendían a despolitizar la violencia rural (pp. 357-408). Después de la Revolución Cubana,
como se muestra en este libro, muchos de los supuestos bandoleros criminales o “sociales” se
transformarían en actores políticos, sólo que ya no cabían dentro del esquema partidista tradicional. Para el proyecto de una paz pactada entre los dos partidos tradicionales, fundamento del
Frente Nacional, las pretensiones políticas de estos actores eran entonces inaceptables. Como
varios de los personajes en cuestión se encontraron en una especie de limbo ideológico, en una
transición entre la violencia bipolar partidista y el castrismo, Rehm emplea de manera original el
concepto de la “liminaridad”, prestado del antropólogo Victor Turner, para describir este fenómeno (pp. 409-425).
Apoyándose en ésta y otras teorías para poder analizar fenómenos de violencia colectiva, Rehm
llega a la conclusión de que los actos violentos no se pueden explicar por sí mismos, como sostienen algunos sociólogos, sino que es necesario analizar su carácter performativo y funcional en la
obtención de resultados políticos. Es por medio de actos de extrema brutalidad que se construyen
y se modifican realidades políticas y sociales durante La Violencia, aunque este aspecto sea difícil
de aceptar por investigadores que pretenden entender el fenómeno desde una perspectiva demasiado presentista (pp. 26-40). Al final del último capítulo del libro, Rehm incluso insinúa algunas
de las posibles continuidades estructurales y personales entre La Violencia y las violencias de los
años ochenta y noventa. Esta parte, sin embargo, sólo queda en un esbozo, abriendo más bien
posibilidades para futuros estudios (pp. 441-448).
Con todo, el libro que se presenta es un buen ejemplo de que la academia alemana, es decir, los
pocos departamentos y centros de estudios que aún se dedican al estudio de la Historia de América
Latina, todavía es capaz de producir algo relevante. Esto, en días de la reforma de Bolonia y de
la reestructuración de muchas facultades según criterios económicos y tecnocráticos, es ciertamente una señal de esperanza. El estudio de Rehm arroja entonces nuevas luces al fenómeno de La
Violencia en el Tolima al mostrar la dimensión política de muchos actos que antes habían sido considerados como “delincuencia común”. Por ejemplo, al estudiar que los discursos difundidos por
los políticos de la época tenían frecuentemente un tono incendiario y peligroso, como ya lo habían
sido aquellos pronunciados por sus coetáneos en los días después del Bogotazo. Lo que faltaba
por estudiar en profundidad era entonces cómo estos discursos habían sido entendidos por los
propios “violentos”. ¿Qué sentido daban a sus actos, qué significaba para ellos pertenecer a un partido y por qué algunos de ellos buscaron orientación en nuevas ideologías en la última fase de La
Violencia? En fin, ¿cómo construyeron su propio universo simbólico, o cómo realmente “vivían”
La Violencia? Aunque fueran en su mayor parte personas analfabetas, algunos de los documentos
jurídicos —usados de manera muy cuidadosa por el autor, y teniendo en cuenta que en el marco de
un tipo de proceso como éste las posibilidades de decir ciertas cosas estaban restringidas o podían
ser fácilmente instrumentalizadas con fines políticos— dan algunas respuestas al respecto. Así,
pues, debido a la gran cantidad de estudios excelentes ya existentes sobre la temática, no se podía
esperar mucho menos de este libro.
165
166
Armitage, David. Foundations of Modern International Thought.
Cambridge: Cambridge University Press, 2013, 300 pp.
Luis Gabriel Galán Guerrero
University of Oxford (Reino Unido)
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.10
David Armitage es Lloyd C. Blankein Professor of History de la Universidad de Harvard y Fellow
de la Academia Australiana de las Humanidades. El profesor Armitage ocupa en la historia una
posición prestigiosa, debido a sus obras The Ideological Origins of the British Empire y The Declaration of Independence. A Global History1, que le dan un carácter erudito, demoledor y a veces
suspicaz de las fronteras imperiales y estatales, de las ilusorias y clásicas divisiones de los siglos,
y de los muros que otros celosamente levantan en el campo de las ciencias sociales, un carácter,
en suma, casi legendario. No satisfecho con esto, editó hace algunos años un volumen al lado de
Sanjay Subrahmanyam, notable por su riqueza de perspectivas y de conclusiones, titulado The Age
of Revolutions in Global Context, c. 1760-18402.
El libro reseñado aquí, tal y como declara el autor, es la continuación de los anteriores, y, lejos
de ser una mera compilación de ensayos de incuestionables calidades, es una verdadera agenda
de investigación. El profesor Armitage se propone estudiar los fundamentos —nótese el plural—
del pensamiento internacional moderno. El viaje conduce al lector por doce capítulos entre los
siglos XVII y XX: tres de ellos son metodológicos, aunque los restantes son genuinas lecciones de
método acerca del giro internacional en la historia intelectual, la historia de la globalización y las
falsas dicotomías en la historia imperial; lo conduce por los aspectos internacionales en las obras
de pensadores como Hobbes, Locke, Burke y Bentham, por instituciones como el Parlamento
inglés y por escritos tan contemporáneos como las declaraciones de independencia. Los temas
están lejos de ser triviales, y su tratamiento no es el corriente. Todos los capítulos han sido publicados previamente en revistas y libros, no siempre de fácil acceso; dos de ellos han sido vertidos al
inglés por primera vez, y todo se ve redondeado por una introducción novedosa.
Sus méritos están menos en la exquisitez del lenguaje que en la delicadeza de sus destrezas
analíticas. Esto no aniquila la posibilidad de que la obra se lea con placer porque el libro ofrece
destellos de ironía. Los politólogos y los filósofos que se acerquen a este libro, por ejemplo, se
sentirán tan confundidos acerca de Hobbes como le ocurrió a Job con la Divinidad. La razón es
sencilla: esto responde a que el profesor Armitage reintroduce las ideas en contexto, y, en consecuencia, Locke y Hobbes parecerán haber habitado en las montañas de la Luna. No es que Locke
haya sido un “lunático”, sencillamente hay interpretaciones de su obra ideadas por la posteridad a
las que les vendría bien ese título. Por todo esto, el capítulo cuatro, “Hobbes and Foundations of
Modern International Thought” (p. 59), es excelente, y su conclusion, devastadora para muchos:
“The paradoxical but salutary effect of this revision may be to expel Hobbes from the canon of
1 David Armitage, The Ideological Origins of the British Empire (Cambridge: Cambridge University Press, 2000); David
Armitage, The Declaration of Independence. A Global History (Cambridge: Harvard University Press, 2007).
2 David Armitage y Sanjay Subrahmanyam, eds., The Age of Revolutions in Global Context, c. 1760-1840 (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2010).
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 166-169 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.10
international relations theory and to admit him instead to the history of international thought” (p.
74). Hay buenas razones para esperar que así sea.
¿Cómo trabaja el profesor Armitage? A todas luces, no es propiamente como esos generales
que vencían en sus batallas desde el catre del toldo de campaña. En primer lugar, este historiador no tiene el “esnobismo” de otros estudiosos de las ideas; por el contrario, es uno de aquellos
“incultos” que se afanan entre el crujir de los papeles viejos. En segundo lugar, es un viajero que
atraviesa los siglos, atento a las conexiones internacionales y a los contextos locales en que se hace
la intervención, moviéndose con naturalidad en una historiografía global del pensamiento político. Pero aquí no termina todo. Hay una diáfana claridad en la exposición de sus argumentos, y
el lector se dará pronto cuenta de que en el libro hay una unidad palpable en todos sus capítulos.
Una grata sorpresa. Se asiste reiteradamente al siguiente mecanismo, casi de relojería: cada uno
de los textos sacude un debate intelectual, cada uno proporciona cuestionamientos a las ciencias
sociales, cada uno brinda una documentación de las más altas calidades. Y si su apuesta ha sido
internacional, su búsqueda no ha desentonado: visitó los archivos y bibliotecas de la Universidad
de Harvard, Carolina del Sur y Ginebra; la inagotable British Library y la riquísima Biblioteca de
la Universidad de Londres; visitó, sin excepción, la Bodleian Library en Oxford, de donde extrajo
algunos de los documentos que enriquecen su trabajo.
Por otro lado, quien busque ver al profesor Armitage en su mejor forma deberá leer el sexto
capítulo, “John Locke, Carolina and the Two Treatises of Government” (p. 90). Allí redescubre unos
papeles privados de Locke que permiten esclarecer su vinculación con la revisión de la Constitución de Carolina en 1682 y la preeminencia de América en el capítulo 5 del Segundo Tratado. En
este uso novedoso, el lector podrá hallar toda la recompensa de visitar los archivos y la meticulosidad con la que el profesor Armitage procede. Sin ello, habría sido perecedero pronunciarse sobre
un problema tan capital del pensamiento político internacional como la íntima relación entre
“liberalismos” e “imperialismos” —aún entre comillas en tiempos de Locke— desde el siglo XVII
hasta el siglo XIX. Las cartas, los diarios privados, los borradores, e incluso la marginalia, vindicada por otro asiduo visitante de los archivos como Robert Darnton, están detrás de sus mejores
argumentos. Como buen discípulo, critica puntualmente además a su maestro Quentin Skinner,
algo que podría pasar desapercibido o muy por debajo de los merecimientos de quienes enseñan
su obra. Supera su visión estatal y abre las perspectivas globales del pensamiento al eliminar el
artículo “los” de “fundamentos”. Esto, lejos de suponer una petición de modales, es un ejemplo de
buena educación. En la agudeza con la que desnuda los excesos de juicio, los anacronismos y las
fabulaciones; en la tranquila y a la vez respetuosa maestría con que refuta tratados de quinientas
páginas en una sola frase; y en los dilatados campos de las ciencias sociales en los que deambula,
los jóvenes que aspiren al título de historiador podrán volver sobre sus páginas con indudable provecho en busca de una bocanada de aire fresco.
Ahora bien, algunos lectores conocen el secreto de extraer sólo lo bueno o sólo lo malo de las
obras reseñadas. Esta debilidad de juicio quizás se revele mejor como una de las peores maldiciones que pueda caer sobre el intelecto. Sólo así se cometería una mortal injusticia con el libro
del profesor Armitage, pues hacer una reverencia no es lo mismo que arrodillarse, o hacer una
crítica no es lo mismo que empujar al autor al antiguo patíbulo de la Torre de Londres. Y por eso
mismo, porque puede haberse quitado el sombrero en ocasiones, esto no quiere decir que se haya
perdido la cabeza por entre sus páginas. El empleo del plural “fundaciones” es una declaración de
humildad, de apertura a multiplicadas influencias y lecturas en el pensamiento internacional. Pero
167
168
Foundations of Modern International Thought
Luis Gabriel Galán Guerrero
aunque pretenda alejarse de historias de las ideas del estilo de las de Arthur Lovejoy y se empecine
en criticar a ciertos politólogos, el profesor Armitage no escapa a la “canonización” de Locke,
Hobbes, Burke y Bentham. Esto es particularmente cierto en el caso del mundo legal español e hispanoamericano, donde Andrés Bello pudo tener mayor importancia que Vattel en el pensamiento
internacional. Esto sin mencionar autores menos reconocidos.
Asimismo, el libro suscita algunas dudas; aquí sólo se menciona una. En los capítulos “John
Locke: Theorist of Empire?” (p. 114), “The Limits of Lockean Universalism” (p. 118) y “Locke
and the Legitimation of Empire” (p. 124) se demuestra con solidez que Locke sólo puede ser
tildado de “imperialista” en un grado menor y distante de aquellos pensadores de siglos posteriores. Para el profesor Armitage no lo es, entre otras cosas, porque no hay en Locke una
visión universal de superioridad inglesa o europea. El autor lo demuestra con diversos textos,
y el lector constata que el pensamiento de Locke conserva cierta coherencia en este punto.
Pero si Locke no era un “imperialista” en el sentido de acuñar un “Imperio inglés” como un
Estado compuesto, ni propugna una visión universalista de superioridad europea, entonces,
¿cómo justificaba la esclavitud que plasmó en la Constitución de Carolina? ¿En qué lo convertía la defensa de la esclavitud, una institución que sería en lo sucesivo uno de los pilares de los
imperios español y británico?
Sin embargo, para los historiadores este libro es indispensable por otras razones a las anteriormente discutidas. Ya se han anotado aquí tanto la manera en que trabaja el profesor Armitage
como todos los beneficios que pueden derivarse de un estudio cuidadoso de su obra. Pero deben
añadirse más concretamente los ensayos metodológicos. El libro incita a la escritura de historias de larga duración, un enfoque tan escaso en medios académicos que promueven historias
necesarias pero todavía excesivamente nacionales de un par de décadas. Esto evitaría caer en
divisiones temporales y geográficas ilusorias entre los siglos XVIII y XIX, como en el caso del
liberalismo hispanoamericano y portugués3. Aunque es justo reconocer un renacimiento en la
historia del liberalismo hispanoamericano en décadas recientes, todavía se realizan colaboraciones y esfuerzos contados de interpretación y comparación sistemáticos. Este estado de asuntos
ha sido reconocido por John H. Elliott entre los siglos XV-XVIII4. La crítica parece válida en el
pensamiento político de los siglos XIX y XX, salvo algunas excepciones que generalmente son
compilaciones de ensayos de una república a la vez5. Es bien sabido, por ejemplo, que Victor
Hugo fue ampliamente leído durante todo el siglo XIX en Hispanoamérica, y aun así, no se
cuenta con un trabajo que estudie en profundidad su influencia en la política y la literatura de la
época. Esto sin mencionar a Tocqueville. Los trabajos nacionales son tan claves como los internacionales. Y sin embargo, se requieren más esfuerzos de síntesis.
3 Dos trabajos que transmiten estas preocupaciones y las corrigen son: Gabriel B. Paquette, “Introduction: Liberalism in Early Nineteenth-century Iberian World”, History of European Ideas 41: 2 (2015): 1-13. DOI: dx.doi.or
g/10.1080/01916599.2014.914312; Gabriel B. Paquette, “In the Shadow of Cádiz? Exogenous and Endogenous
Factors in the Development of Portuguese Constitutionalism, c. 1780-1825”, Bulletin for Spanish and Portuguese
Historical Studies 37: 2 (2013): article six.
4 John H. Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830 (Nueva Haven: Yale University Press, 2006), XV.
5 Véase, por ejemplo, Eduardo Posada Carbó e Iván Jaksić, Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX
(México: FCE, 2011).
Hist. Crit. No. 57 · Julio - septiembre · Pp 166-169 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152
doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.10
Este texto promulga entonces una perspectiva global o al menos internacional, enfoque del
que mucho se escucha en las aulas de clase pero que es muy poco practicado. Esta perspectiva
puede abordarse de dos maneras: el estudio de ideas y el estudio de pensadores en los contextos
de argumentación. Una riqueza de horizonte que puede combinar de un golpe a los imperios, a
los políticos, a los congresos, a los Estados, a las corporaciones religiosas, al derecho y a la historia
del libro. El excelente artículo “Globalizing Jeremy Bentham”6 servirá de inspiración y de complemento a los trabajos pioneros de historiadores como Jaime Jaramillo Uribe sobre la historia del
pensamiento colombiano del siglo XIX.
Igualmente, puede soñarse con estudios que traten la circulación y apropiación de Marx o
de Lamartine; los fundamentos del sistema judicial o aquellos que estudien la economía política
de los siglos XVIII y XIX en Hispanoamérica; o puede fantasearse, en fin, con trabajos sobre los
orígenes ideológicos de las constituciones latinoamericanas que hablan el mismo lenguaje de
esta historiografía: “The formation of modern international thought was in itself a transnational,
indeed global enterprise. Demonstrating this will be a major task for the next phase of research
in international intellectual history” (p. 8). Este juego de circulación, apropiación y recepción de
ideas en cambiantes contextos locales disuadirá a quienes insisten en la mera “copia” o “imitación”
de los prejuicios y textos europeos por parte de los políticos latinoamericanos del siglo XIX. La
“democracia mestiza” formulada por José María Samper es sin lugar a dudas original en el pensamiento político global y, como tal, merece una revaloración.
Y así, también, permitirá darse cuenta de que la lectura de John Stuart Mill, Bentham y Herbert Spencer realizada en Colombia difirió de aquella realizada por los liberales hindúes7. Sólo así
se tendrá una mejor idea de la convergencia del pensamiento político internacional de la época
y de las particularidades propias de cada República hispanoamericana. Es hora de que los historiadores, en especial los colombianos, retomen los problemas clásicos estudiados por Jaramillo
Uribe —un autor que tempranamente reconocía las conexiones internacionales— con perspectivas y documentos nuevos. De lo contrario, su estatus de clásico en el pensamiento político tomará
pronto el tono de canonización.
Éste es, por último, un libro cuyos méritos prueban la madurez del autor y validan su reputación internacional. A los historiadores no suelen gustarles las metáforas. El profesor Armitage
condescendió a titular con la elegancia perdida de otros tiempos uno de los ensayos con la metáfora bíblica de la ballena y el elefante, quizás con la inesperada fortuna de devolver al lector a los
rudimentos de la crítica histórica. No obstante, la demostración no es pedante. En el libro se despliega con inalterado respeto toda su maestría en destruir cada falsa oposición, en desplomar cada
mito, en desplazar cada interpretación que había privado a los historiadores de ver nuevos paisajes.
Ya habían hablado Lucien Febvre acerca de “un ogro ensangrentado” y Georges Duby de la cacería,
como metáforas de la historia. Ballenas, elefantes, ogros, desígnesele como se prefiera, no importa
lo cazado, siempre y cuando sea una cacería que no disipe su magia. En esta espléndida entrega del
profesor Armitage, el lector se hallará recompensado con las dos.
6 David Armitage, “Globalizing Jeremy Bentham”, History of Political Thought XXXII: 1 (2011): 63-82.
7 C. A. Bayly, Recovering Liberties: Indian Thought in the Age of Empire and Liberalism (Cambridge: Cambridge
University Press, 2012).
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170
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Sven Schuster
Profesor principal de Historia en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario
(Colombia). Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). Miembro del grupo de investigación Estudios sobre Identidad (Categoría B en
Colciencias). [email protected]
Luis Gabriel Galán Guerrero
Asistente de investigación del Latin American Centre del St. Antony’s College de la University of
Oxford (Reino Unido). Historiador, Politólogo y Magíster de la Universidad de los Andes (Colombia). [email protected]
Los árbitros de este número de la revista fueron:
Carmen Elisa Acosta Peñaloza, Universidad Nacional de Colombia
Gustavo Adolfo Bedoya Sánchez, Universidad de Antioquia, Colombia
Ruth Nayibe Cárdenas Soler, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
María Victoria Casas Figueroa, Universidad del Valle, Colombia
Hernando Cepeda, Universidad Nacional de Colombia
Aníbal Enrique Cetrangolo, Universitá Ca’ Foscari Venezia, Italia
John Jaime Correa Ramírez, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia
Maria Beatriz Cyrino Moreira, Universidade Federal da Integração Latinoamericana, Brasil
Miriam Escudero Suástegui, Universidad de la Habana, Cuba
Mara Favoretto, University of Melbourne, Australia
Gustavo Alves Alonso Ferreira, Universidade do Vale do Rio dos Sinos, Brasil
Diósnio Machado Neto, Universidade do Sao Paulo, Brasil
Rodrigo Mayorga, Columbia University, Estados Unidos
Allan de Paula Oliveira, Universidade Estadual do Oeste do Paraná, Brasil
Márcia Ramos de Oliveira, Universidade do Estado de Santa Catarina, Brasil
Adalberto de Paula Paranhos, Universidade Federal de Uberlândia, Brasil
Inés Pérez, CONICET/Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Melanie Plesch, University of Melbourne, Australia
Hugo J. Quintana M., Universidad Central de Venezuela
Victoria Eli Rodríguez, Universidad Complutense de Madrid, España
Juan Francisco Sans, Universidad Central de Venezuela
Natália Ayo Schmiedecke, Universidade Estadual Paulista, Brasil
Paul Shore, University of Regina, Canadá
Marcos Virgilio da Silva, Centro Universitário Belas Artes de São Paulo, Brasil
Adriana Valobra, CONICET/Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Alejandro Vera Aguilera, Pontificia Universidad Católica de Chile
Ericka Verba, California State University Dominguez Hills, Estados Unidos
Kelly Washbourne, Kent State University, Estados Unidos
172
Notilibros
Darton, Robert.
Censores trabajando.
De cómo los Estados
dieron forma a la
literatura. México: FCE,
2014, 272pp.
isbn: 9786-071-623-478
Han sido varios los sistemas políticos —como Francia antes de la
Revolución, la India bajo el dominio imperial británico y el régimen
comunista en Alemania Oriental— que consolidaron su dominio político mediante el férreo control de la palabra. En ellos, los gobernantes
no actuaron solos: censores, impresores, libreros e incluso los propios
autores construyeron complejos diques que obstaculizaban el fluir de las
ideas y la literatura. Las consecuencias de este control fueron diversas. A
pesar de que las obras de Diderot, Voltaire y Rousseau fueron estrictamente prohibidas en la Francia del Antiguo Régimen, el propio censor
en jefe ocultó en su casa muchos de los manuscritos que conformarían la
Encyclopédie. Tras una vasta investigación en archivos poco explorados,
el historiador Robert Darnton presenta en este libro tres episodios de
censura literaria, o mejor dicho, tres fascinantes ejemplos de cómo la
literatura puede ser moldeada por el Estado.
López Bejarano, Pilar. Un Estado a crédito.
Deudas y configuración
estatal de la Nueva
Granada en la primera
mitad del siglo XIX.
Bogotá: Editorial
Pontificia Universidad
Javeriana, 2015, 276pp.
isbn: 978-958-716-776-4
Los procesos de endeudamiento son una clave para la comprensión de
la trayectoria histórica del Estado colombiano. A lo largo del siglo XIX
la deuda pública no significó simplemente una parte de su fiscalidad,
sino su eje y su dinámica de funcionamiento: los recursos del Estado
estuvieron sistemáticamente mediados por una serie de compromisos;
vales, billetes, bonos que circularon respondiendo a intereses heterogéneos, públicos y privados. Esta situación implicó una formación estatal
“a crédito” que terminó pagando con creces un funcionamiento que
escapaba sistemáticamente a los reiterados intentos de planificación y
de control. En este libro tratamos las décadas neogranadinas del Estado
colombiano, observando cómo los diversos endeudamientos crearon
cadenas de interdependencia que estructuraron lo posible, lo necesario
y lo contingente de su trayectoria; buscamos comprender cómo, a la luz
de sus deudas, se expresaron las complejidades que le dieron existencia.
Aristizábal García,
Diana Marcela.
Juguetes e infancias: la
consolidación de una
sensibilidad moderna
sobre los niños en
Colombia, 1840 – 1950.
Bogotá: Uniandes, 2015,
104pp.
isbn: 978-958-774-112-4
Juguetes e infancias presenta una perspectiva crítica de la manera en
que se fueron estableciendo y comprendiendo las nociones modernas
de infancia en Colombia y cómo se han construido históricamente unas
subjetividades infantiles diferenciadas de los adultos, por medio de prácticas y saberes psicológicos, médicos y pedagógicos, y de dinámicas de
consumo de productos infantiles como los juguetes. También plantea
un cambio progresivo y lento de las sensibilidades en relación con el
advenimiento del juguete como objeto reservado y con funciones particulares para los niños y cómo a la vez la proliferación de estos objetos en
el mercado es un síntoma del nuevo estatus y el valor social que empezó
a tener la noción de infancia en Colombia.
Notilibros
Casanova Ruiz, Julian,
editor.
Cuarenta años con
Franco. Barcelona:
Critica, 2015, 370pp.
isbn: 978-849-892-791-7
Un balance de la dictadura de Franco hecho por los mejores especialistas
y pensado para llegar a un público muy amplio, incluyendo a aquellos
que no vivieron ese período. En noviembre de 2015 se cumplirán cuarenta años de la muerte de Franco, una fecha señalada para hacer balance
de una dictadura de cuarenta años: cuarenta años con Franco; cuarenta
años sin él. Con el fin de recordar y enseñar con rigor ese largo y decisivo
período de la historia de España en el siglo XX, se decidió abordar un
proyecto que incluyera los principales aspectos de la política, sociedad,
economía y cultura, con especial énfasis en los actores, en las biografías de los personajes más relevantes de la dictadura, en las diferentes
etapas históricas y en temas transversales que, desde la literatura al cine,
pasando por las políticas de género, puedan interesar a los lectores en la
actualidad. El objetivo es presentar un balance de la dictadura de Franco
para un público amplio, para quienes vivieron aquellos años, pero sobre
todo pensando en quienes nacieron después de la muerte del dictador y,
de forma muy especial, en los estudiantes de Bachillerato.
Piketty, Thomas.
El capital en el siglo
XXI. México: FCE, 2014,
664pp.
isbn: 9789-583-802-263
Para Thomas Píketty, los debates sobre la distribución de la riqueza
se han alimentado sobre todo de grandes prejuicios y de muy pocos
datos. En ese campo de batalla han convergido ideas sobre la igualdad entre los ciudadanos, el derecho de las personas a ser retribuidas
conforme a sus méritos, la confianza en que el crecimiento económico
mitiga de manera natural los contrastes entre los más favorecidos y los
francamente abandonados; pero la información concreta, referida a un
largo plazo y a diversas geografías, no se había empleado con suficiente
rigor. El lector encontrará en estas páginas un detallado análisis de la
distribución del ingreso y la riqueza en el mundo desde el siglo XVIII
hasta nuestros días. A partir de una rica base de datos económicos de
una veintena de países —disponible en línea— y con certeras pinceladas literarias —Balzac y Austen sirven para dar ejemplos de cómo las
sociedades han entendido su relación con el dinero—, Piketty hace un
minucioso recorrido histórico para identificar ciertos patrones en el
proceso de acumulación del patrimonio.
173
174
Políticas editoriales
Normas para los autores
Tipo de artículos, fechas y modalidad
de recepción
• Historia Crítica publica artículos inéditos que
presenten resultados de investigación histórica,
innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos
completos.
• Se publican textos en español, inglés y portugués,
pero se reciben la versión inicial de los textos en
otros idiomas (francés e italiano). En caso de
ser aprobado, el autor se encargará de entregar
la versión definitiva traducida al español, ya que
Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto.
Las fechas de recepción de artículos de Tema
abierto y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias.
• Los artículos deben ser remitidos por medio del
enlace previsto para este efecto en el sitio web de
la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co
o enviados al correo electrónico [email protected]
• Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al
correo electrónico [email protected]
• Los artículos enviados a Historia Crítica para ser
evaluados no pueden estar simultáneamente en
proceso de evaluación en otra publicación.
• La Revista somete todos los artículos que
recibe en sus convocatorias a la herramienta de
detección de plagio. Cuando se detecta total o
parcialmente (sin la citación correspondiente)
plagio, el texto no se envía a evaluación y se notifica al autor el motivo del rechazo.
• Todos los artículos publicados cuentan con un
número de identificación DOI, que de acuerdo
con las políticas editoriales internacionales, debe
ser citado por los autores que utilizan los contenidos, al igual que el título abreviado de la Revista:
hist.crit.
Evaluación de los artículos
y proceso editorial
A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial
evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos
por la revista (normas de citación y presentación
formal), así como su pertinencia para figurar
en una publicación de carácter histórico (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones
y bibliografía). Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros
anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El
resultado de las evaluaciones será comunicado al
Políticas Editoriales
autor en un período inferior a seis meses a partir
de la recepción del artículo. Las observaciones de
los evaluadores, así como las del Equipo Editorial,
deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien
hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y
correcciones al manuscrito deberán ser realizadas
por el autor en el plazo que le será indicado por el
editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor
acerca de su aprobación. El Equipo Editorial se
reserva la última palabra sobre la publicación de
los artículos y el número en el cual se publicarán.
Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor
haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado.
La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso
de edición, los autores podrán ser consultados por
los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el
proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con
los autores.
Procedimiento con las reseñas y los ensayos
bibliográficos
Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden
remitir sus reseñas al correo electrónico de la
revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a
su dirección postal (Cra 1a N° 18 A-10, of GB417, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo
electrónico, ojala indicando nombres de posibles
reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido.
Las reseñas deben ser críticas y versar sobre
libros pertinentes para la disciplina histórica que
hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los
ensayos bibliográficos deben discutir críticamente
una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos
bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser
aprobados, a eventuales modificaciones.
Indicaciones para los autores de textos
aceptados para publicación (artículos,
reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas)
• Los autores recibirán dos ejemplares del número
en el que participaron.
• Los autores de los textos aceptados autorizan,
mediante la firma del ‘Documento de autorización
de uso de derechos de propiedad intelectual’, la
utilización de los derechos patrimoniales de autor
(reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los
Andes Departamento de Historia, para incluir el
texto en la revista Historia Crítica (versión impresa
y versión electrónica). En este mismo documento
los autores confirman que el texto es de su autoría
y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.
• En caso de que un artículo quisiera incluirse
posteriormente en otra publicación, deberán
señalarse claramente los datos de la publicación
original en Historia Crítica, previa autorización
solicitada al Equipo Editorial de la revista.
Presentación general de los artículos
Los artículos no deben tener más de once mil palabra (18-22 páginas) con resumen, notas de pie de
página y bibliografía, respetando las siguientes especificaciones:
• Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio
sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en
papel tamaño carta.
• Las notas irán a pie de página, en letra Times
New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo.
• La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas se cuentan aparte.
• En la primera página, debe figurar un resumen
en español de máximo 100 palabras. El resumen
debe ser analítico (presentar los objetivos del
artículo, su contenido y sus resultados).
• Luego del resumen, se debe adjuntar un listado
de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http://
databases.unesco.org/thessp/) o, en su defecto,
en otro thesaurus reconocido cuyo nombre
informará a la revista. Cuando una palabra no
se encuentre normalizada en Thesaurus, debe
señalarse.
• El resumen, las palabras clave y el título deben
presentarse también en inglés.
• El nombre del autor no debe figurar en el artículo.
• Los datos del autor deben entregarse en un
documento adjunto e incluir nombre, dirección,
teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales,
estudios en curso y publicaciones en libros y
revistas.
• En esta hoja, también es necesario indicar de qué
investigaciones resultado el artículo y cómo se
financió.
• Cuando los contenidos utilizados tengan
un número de identificación DOI, éste debe
incluirse en el listado de referencias.
Presentación general de las reseñas y de los
ensayos bibliográficos
Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New
Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel
175
176
Políticas Editoriales
tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán
ser referenciadas a pie de página. Las reseñas deben
constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas.
Reglas de edición
• Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en
números arábigos, excepto la introducción y la
conclusión que no se numeran.
• Los términos en latín y las palabras extranjeras
deberán figurar en letra itálica.
• La primera vez que se use una abreviatura, ésta
deberá ir entre paréntesis después de la fórmula
completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura.
• Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga,
entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra
11 y márgenes reducidos.
• Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado.
• Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías
y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, asimismo, titulados,
numerados secuencialmente y acompañados por
sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se
ubican enseguida del párrafo donde se anuncian.
Las imágenes se entregarán en formato digital
( jpg o tiff 300 y 240 dpi). Es responsabilidad
del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo
requieran.
• Las notas de pie de página deberán aparecer en
números arábigos.
• Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11,
a espacio sencillo y numerada. Se organizará en
fuentes primarias y secundarias, presentando en
las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. En la bibliografía
deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en
el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página.
Referencias
Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago
Manual of Style, en su edición número 15, versión
Humanities Style. A continuación se utilizaran dos
abreviaturas que permiten ver las diferencias entre
la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en
la bibliografía (B):
Libro:
De un solo autor:
N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad:
Editorial, año), 45.
B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad:
Editorial, año.
Dos autores:
N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s),
Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90.
B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s).
Título completo. Ciudad: Editorial, año.
Cuatro o más autores:
N Nombre Apellido(s) et al., Título completo
(Ciudad: Editorial, año), 45-90.
B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s),
Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s).
Título completo. Ciudad: Editorial, año.
Artículo en libro:
N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título
completo, eds. Nombre Apellido(s) y
Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año),
45-50.
B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En
Título completo, editado por Nombre
Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad:
Editorial, año, 45-90.
Artículo en revista:
N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título
revista Vol.: No (año): 45.
B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título
revista Vol.: No (año): 45-90.
Artículo de prensa:
N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título
periódico, Ciudad, día y mes, año, 45.
B Título periódico. Ciudad, año.
Tesis:
N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis Pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad,
año), 45-50, 90.
B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis Pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad,
año).
Fuentes de archivo:
N Autor, “Título del documento”, lugar y fecha (si
aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo,
vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el
nombre completo del archivo y la abreviatura
entre paréntesis, en seguida ciudad y país.
B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s).
Políticas Editoriales
Entrevistas:
N Entrevista a Nombre Apellido(s), Ciudad, fecha
completa.
B Entrevista a Apellido (s), Nombre. Ciudad,
fecha completa.
Publicaciones en internet:
N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s),
eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año),
<http:// press-pubsuchicago.edu/founders>.
B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s),
eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año.
<http:// press-pubsuchicago.edu/founders>.
Nota:
Luego de la primera citación se procede así: Nombre
Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se
utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit.
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y portugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co
Políticas éticas
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La revista Historia Crítica hace parte de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los
Andes (Bogotá- Colombia) encargada del soporte
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edu.co El teléfono de contacto es el 3394949,
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un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico que garantizan la calidad
y pertinencia de los contenidos de la revista. Los
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en función de su reconocimiento en el área y de
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originales e inéditos y éstos no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener
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Asimismo, cuando la revista tiene interés en
publicar un artículo que ya ha sido previamente
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correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.
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o enviarlo al siguiente correo electrónico: [email protected] en las fechas establecidas
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y reseñas, así como las reglas de edición. Se puede
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será publicado en la revista. Durante el proceso de
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sobre la publicación de los artículos y el número en
el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre
y cuando el autor haga llegar toda la documenta-
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Políticas Editoriales
ción que le es solicitada en el plazo indicado. La
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Revisión por pares/responsabilidad de los
evaluadores:
A la recepción de un artículo, el equipo editorial
evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos
por la revista. El equipo editorial establece el primer
filtro, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo,
marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía). Después de esta primera revisión, se definen
los artículos que iniciarán el proceso de arbitraje.
Los textos son, en esta instancia, sometidos a la
evaluación de pares académicos anónimos y al concepto del equipo editorial, quien se reserva la última
palabra de los contenidos a publicar. El resultado
será comunicado al autor en un período de hasta seis
meses a partir de la recepción del artículo. Cuando
el proceso de evaluación exceda este plazo, el editor
deberá informar al autor dicha situación.
Todos los artículos que pasen el primer filtro de
revisión serán sometidos a un proceso de arbitraje
a cargo de evaluadores pares, quienes podrán formular sugerencias al autor, señalando referencias
significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. Estos lectores son, en su mayoría, externos a la
institución y en su elección se busca que no tengan
conflictos de interés con las temáticas sobre las que
deben conceptuar. Ante cualquier duda se procederá a un remplazo del evaluador.
La revista cuenta con un formato que contiene
preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el
artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la
responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar
con modificaciones el artículo arbitrado. Durante
la evaluación, tanto los nombres de los autores
como de los evaluadores serán mantenidos en
completo anonimato.
Responsabilidades editoriales:
El Equipo Editorial de la revista, con la participación de los comités editorial y científico, es
responsable de definir las políticas editoriales para
que la revista cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida
publicación académica. La revisión continua de
estos parámetros asegura que la revista mejore y
llene las expectativas de la comunidad académica.
Así como se publican normas editoriales, que la
revista espera sean cumplidas en su totalidad, también deberá publicar correcciones, aclaraciones,
rectificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite. El Equipo es responsable, previa
evaluación, de la escogencia de los mejores artículos
para ser publicados. Esta selección estará siempre
basada en la calidad y relevancia del artículo, en
su originalidad y contribuciones al conocimiento
social. En este mismo sentido, cuando un artículo es
rechazado la justificación que se le da al autor deberá
orientarse hacia estos aspectos.
El editor es responsable del proceso de todos
los artículos que se postulan a la revista, y debe
desarrollar mecanismos de confidencialidad
mientras dura el proceso de evaluación por pares
hasta su publicación o rechazo. Cuando la revista
recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo debe
responder prontamente de acuerdo a las normas
establecidas por la publicación, y en caso de que
el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se
lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a
la resolución del problema.
Cuando se reconozca falta de exactitud en
un contenido publicado, se consultará al Equipo
Editorial, y se harán las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la revista. Tan pronto
un número de la revista salga publicado el editor
tiene la responsabilidad de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores y a las
entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y
sistemas de indexación nacionales e internacionales. Igualmente, el editor se ocupará del envío de
la revista a los suscriptores activos.
179
Editorial Policies
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articles which present the results of historical
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historical interpretation or complete historiographical reviews.
• The Journal publishes articles in Spanish and
Portuguese, but also accepts drafts in other
languages (English, French, and Italian). If the
article is approved, the author responsibility to
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Crítica does not offer assistance in this regard.
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issue-specific topics will be provided in the corresponding calls for papers.
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evaluation and the author will be notified of
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Editorial Policy
Upon receipt of an article, the Editorial Team
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two anonymous peers and the Editorial Committee. The results of these evaluations will be reported
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and corrections to the manuscript must be submitted by the author within the time set by the editor
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modified article, the author will notified if it has
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Essays
Historia Crítica has two means of obtaining reviews.
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e-mail indicating potential reviewers, when possible. In this case, the journal will attempt to find a
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one, two, or more works. Both reviews and bibliographical essays are reviewed and, if accepted, may
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Directions for Authors Whose Articles Have
Been Accepted for Publication
• Each author will receive two copies of the issue
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paper.
• Notes must be footnotes, in Times New Roman,
10 point, and single-spaced.
• On the first page there must be an abstract, in
Spanish, of at most 100 words. The abstract must
be analytical (present the objectives of the article, its content, and its results).
• After the abstract, a list of three to six keywords
must be included.
• Summary, keywords, and title must also be submitted in English.
• The name of the author must not appear in the
article.
• Author information must be included in an
additional document and must include name,
address, phone number, e-mail, academic titles,
institutional affiliation, current position, current
studies, and publications in books and journals.
• Said page must also indicate what investigation
the article is a result of and how it was funded.
• When the contents used have a DOI identification number, it should be included in the list of
references.
General Presentation of Reviews and
Bibliographical Essays
Reviews must be at most three pages long, single-spaced, using Times New Roman, 12 points, with 3
cm margins and letter-sized paper. Bibliographical
essays must be 8-12 long, using Times New Roman,
12 points, with 3 cm margins and letter-sized paper.
Editing Rules
• Subdivisions of the body of the text (chapters,
subsections, etc.) must be numbered using
Editorial Policies
•
•
•
•
•
•
•
Arabic numerals, except the Introduction and the
Conclusion, which are not numbered.
Terms in Latin and foreign words must be written in italics.
The first time an abbreviation is used, it must
be placed in parenthesis after the text being
abbreviated; afterwards, only the abbreviation
must be used.
Quotations over four lines long must be placed in
long form, between quotation marks, single-spaced, in 11 point font and with reduced margins.
There must be a space between each paragraph of
the text; these must not be indented.
Tables, graphs, illustrations, photographs, and
maps must be referenced and explained in the
text. They must also be titled, numbered sequentially and accompanied by their respective
image notes and source(s). They must be placed
immediately after the paragraph where they are
announced. Images must be submitted in high
quality digital format ( jpg o tiff 300 y 240 dpi).
Obtaining the publication authorization of figures which require it is responsibility of the author.
Footnotes must be numbered using Arabic numbers.
The bibliography of the article must be placed
at the end, in Times New Roman, 11 points,
single-spaced and count off . It must be organized separating primary and secondary sources.
Primary sources must include: files, periodicals,
books. Titles must be presented in alphabetic
order. The bibliography must contain complete
references to all words used in the article, without
including titles that are not referenced in the
footnotes.
References:
Historia Crítica uses an adaptation of the Chicago
Manual of Style, 15th ed., Humanities Style version.
Below two abbreviations will be used in order to
show the differences between the quotation style in
footnotes (N) and in the bibliography (B).
Book:
Single Author:
N First Name Last Name(s), Complete Title (City:
Publisher, Year), 45.
B Last Name(s), First Name. Complete Title. City:
Publisher, Year.
Two Authors:
N First Name Last Name(s) and First Name Last
Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year),
45-46.
B Last Name(s), First Name, and First Name Last
Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year.
Four or more authors:
N First Name Last Name(s) et al., Complete Title
(City: Publisher, Year), 45.
B Last Name(s), First Name, First Name Last
Name(s), First Name Last Name(s) and First
Name Last Name(s). Complete Title. City:
Publisher, Year.
Article in Book:
N First Name Last Name(s), “Article Name”, in
Complete Title, eds. First Name Last Name(s)
and First Name Last Name(s) (City: Publisher,
Year), 45-50.
B Last Name(s), First Name. “Article Name”.
In Complete Title, edited by First Name Last
Name(s) and First Name Last Name(s). City:
Publisher, Year, 45-90.
Article in Journal:
N First Name Last Name(s), “Article Name”, Journal Name Vol: No (Year): 45.
B Last Name(s), First Name. “Article Name”. Journal Name Vol: No (Year): 45-90.
Press Article:
N First Name Last Name(s), “Article Name”, Newspaper Name, City, Day and Month, Year, 45.
B Newspaper Name. City, Year.
Thesis:
N First Name Last Name(s), “Thesis Title”
(Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year), 45-50, 90.
B Last Name(s), First Name “Thesis Title”. Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University,
Year.
Archive Source:
N “Document Name”, place, date, and other
pertinent data (if applicable), in Archive Abbreviation, Section, Fund, vol./leg./t., f. o ff.
The first time it is quoted the full name of the
Archive is mentioned followed by the abbreviation in parenthesis, followed by City-Country.
B Full name of the Archive (abbreviation), CityCountry, Section(s), Fund(s).
Interviews:
N Interview to First Name, Last Name(s), City,
complete date.
B Interview to Last Name(s), First Name. City,
complete date.
Internet Publications:
N First Name Last Name(s) and First Name Last
Name(s), eds., Complete Title (City: Publisher,
181
182
Editorial Policies
Year), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders> (date accessed).
B Last Name(s), First Name, and First Name Last
Name(s), eds. Complete Title. City: Publisher, Year.
<http:// press-pubsuchicago.edu/founders>.
Note:
After the first quotation, proceed as follows: First
Name Last Name, two or three words of the title,
45-90. Do not use Ibid., ibidem, cfr. or op.cit.
Consult the “Instructions for authors” in Spanish,
English and Portuguese on http://historiacritica.
uniandes.edu.co
Ethic Guidelines of the Journal
Publication and authorship:
Historia Crítica is the journal of the Faculty of
Social Sciences at Universidad de los Andes who
(Bogotá-Colombia) finances the publication. It is
located in the Franco Building, Of. GB-417. The
web page of the journal is http://historiacritica.
uniandes.edu.co and its e-mail address hcritica@
uniandes.edu.co Contact telephone is 3394999,
extension 3716.
The structure of its organization is as follows: a
director, an editor, an assistant editor, an editorial
committee and a scientific committee who guarantee the quality and relevance of the contents of the
journal. The members are evaluated annually in relation to their academic production in other national
and international journals.
The articles submitted to the journal must be
original and unpublished and must not be in an
evaluation process or have an editorial commitment to any other publication. If the manuscript is
accepted, the editors expect that its appearance will
precede republication of the essay, or any significant part thereof, in another work. If the author of
an article wants to include it in another publication,
the details of the original publication must be clearly
stated by the journal where it will be published and
must be authorized by the editor of the journal.
In the same way when the journal is interested
in publishing an article that has been previously
published it will ask for permission from the editorial charged of the first publication.
Author responsibilities:
Authors must submit their articles through the
following link and send them to the following addresses: [email protected] within the dates set by
the magazine for their submission. The magazine has
instructions of public access for the authors that contain the guidelines for the presentation of the articles
and reviews, as well as editorial procedures which can
be accessed in: http://historiacritica.uniandes.edu.co/
page.php?c=Normas+para+los+autores and in all the
printed versions of the journal.
Although the articles approved by editorial
teams take into account criteria of quality, research
rigor and the evaluation by peers. The responsibility
for the ideas expressed in the article rest upon the
authors, as well as his ethical level.
The authors must specifically make clear that
the essay written by them respects the intellectual
property rights of third parties. If they use material
which is not their property it is their responsibility
to obtain due permission for their use in publication,
be it illustrations, maps diagrams, photographs, etc.
They also agree to submit their texts to evaluation
by two external peers and must take into account
their observations as well as those made by the Editorial Team. These should be noted by the author
to make the necessary adjustments. The author, in
the time limit indicated by the journal editor, must
carry out the modifications and corrections of the
manuscript. Once the modified article is submitted,
the author will be notified of its complete approval.
When the manuscripts submitted to the journal are not accepted for publication the editor will
notify the author in writing, explaining the reasons
why it will not be published.
During the editing process, editors may consult
the authors to clarify any doubts. Both in the process
of evaluation and edition any communication with
the authors will be by electronic means preferably.
The editorial team will reserve rights regarding
the publication of the articles and the issue in which
they will be published. The publication date will
be observed once the author submits the required
documentation within the time frame previously
indicated. The journal reserves the right to make
minor corrections of style.
The authors of approved manuscripts authorize
the use of intellectual property rights by signing the
‘Document of authorization of intellectual property
rights use’ and the usage of the author’s patrimonial
rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de
los Andes, in order to include the text in the journal (both printed and electronic versions). In this
same document the authors confirm that they are
the authors of the text and that intellectual property
rights of third parties are respected in the text.
Peer review / responsibility for the
reviewers:
Upon receipt of an article, the editorial team evaluates it to see whether it meets the basic requirements
stipulated by the journal. The editorial team esta-
Editorial Policies
blishes the first filter, taking into account both format
and quality (objective, theoretical framework,
methodology, conclusions and bibliography). After
this first review, it is decided which articles will
begin the arbitration process. At this point, the
texts are subjected to anonymous peer review, as
well as to assessment by the editorial team, which
has the last word regarding which contents will be
published. The results will be communicated to the
author within a period of six months from the date
of receipt of the article. When the evaluation process
exceeds this time limit, the editor must inform the
author of said situation.
All articles that pass the first revision filter
will be submitted to an evaluation process by
peer reviewers, who can make suggestions to the
author, pointing out possibly significant references to the author which have not been included in
the essay. These readers are generally externalto
the institution and are chosen taking into account
they do not have interests that might conflict with
the topics they are evaluating. If there are any
doubts the evaluator will be replaced.
The journal uses a format that contains questions with carefully defined criteria that must be
answered by the evaluator about the article. He
or she has the responsibility of accepting or refusing the article or approving modifications to it.
During this process the journal will under no circumstances reveal the name of the author of the
article being evaluated. In the same way the journal protects the identity of reviewers. During the
evaluation both the names of the authors as well as
those of the reviewers will not be disclosed.
Editorial responsibilities:
The editorial board of the journal composed of
scientific and editorial teams, is responsible for defi-
ning the editorial policies so that the journal sustains
the standards of a renowned academic publication.
These guidelines are constantly reviewed to improve
the journal and fulfill the expectations of the academic community.
Just as the journal expects editorial norms be to
be observed, it must also publish corrections, clarifications, retractions and apologies when needed.
The team is responsible for the choice of the
best articles to be published after evaluation.This
selection will always be based on the quality and
relevance of the article, as well as its originality
and contributions to the social knowledge. In the
same way, when an article is refused, the justification given to the author must take these aspects
into consideration.
The editor is responsible for the procedure of
all the articles submitted to the magazine, and must
develop confidential mechanisms during the evaluation process that leads to its publication or refusal.
When the magazine receives complaints of any
kind the team must answer promptly according to
the norms established for publication, and in case the
complaint is justified it must make sure the necessary
investigation is carried out to solve the problem.
When there is a mistake in a published content
it must be promptly corrected and announced in the
Web site of the journal.
As soon as a volume of the journal is published
the editor has the responsibility of its diffusion and
distribution to contributors, reviewers and institutions with whom exchange agreements have been
established, as well as national and international
repositories and indexation systems. In the same
way the editor will be in charge of sending the journal to active subscribers.
183
184
Políticas editoriais
Normas para os autores
Tipo de artigos, datas e modalidade de
recepção
• Historia Crítica publica artigos inéditos que
apresentem resultados de pesquisa histórica, inovações teóricas sobre debates em interpretação
histórica ou balanços historiográficos completos.
• Publicam-se textos em espanhol, inglês e português; contudo, aceita-se receber a versão inicial
dos textos em outros idiomas como o francês e
o italiano. No caso de ser aprovado, o autor se
encarregará de entregar a versão definitiva traduzida ao espanhol, já que Historia Crítica não
oferece ajuda para esse fim.
• As datas de recepção de artigos de tema livre e para
os Dossiês são informadas nos respectivos editais.
• Os artigos devem ser enviados por meio do
link designado para tanto na website da revista
http://historiacritica.uniandes.edu.co ou enviados ao e-mail [email protected] .
• Os demais textos (resenhas, ensaios bibliográficos, entrevistas etc.) devem ser enviados ao
e-mail [email protected].
• A Revista sumete todos os artigos que recebe em
seus editais á ferramenta de detecção de plágio.
Quando se detecta que um texto foi usado sem a
citação correspondente (total ou parcialmente),
este não é enviado á avaliação e o autor é notificado sobre o motivo da recusa.
• Os artigos enviados à Historia Crítica para serem
avaliados não podem estar simultaneamente em
processo de avaliação em outra publicação.
• Todos os artigos publicados contam com um
número de identificação DOI, que, de acordo
com as políticas editoriais internacionais, deve
ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos, assim como o título abreviado da Revista:
hist.crit.
• Avaliação dos artigos e processo editorial
• Ao receber um artigo, a Equipe Editorial avalia
se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos
pela Revista (normas de citação e apresentação
formal), bem como sua pertinência para figurar
numa publicação de caráter histórico (objetivo,
referencial teórico, metodologia, conclusões e
bibliografia). As observações dos avaliadores,
bem como as da Equipe Editorial, deverão ser
levadas em consideração pelo autor, que fará os
ajustes solicitados. Essas modificações e correções no manuscrito deverão ser realizadas pelo
autor no prazo que será indicado pelo editor da
revista (aproximadamente 15 dias). Depois de ter
recebido o artigo modificado, o autor será informado sobre sua aprovação.
Políticas Editoriais
• O Equipe Editorial se reserva a última palavra
sobre a publicação dos artigos e o número no
qual se publicarão, decisão que será comunicada
ao autor assim que se tornar conhecida. Essa data
se cumprirá sempre que o autor fizer chegar toda
a documentação que lhe foi solicitada no prazo
indicado. A revista se reserva o direito de fazer
correções menores de estilo.
• Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pelos editores para resolver
dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, o correio eletrônico
constitui o meio de comunicação privilegiado
com os autores.
Procedimento com as resenhas e os ensaios
bibliográficos
Historia Crítica procede de duas formas para o recebimento de resenhas. Por um lado, os autores podem
remetê-las ao e-mail da revista. O mesmo procedimento se aplica aos ensaios bibliográficos. Por
outro lado, a revista recebe livros no seu endereço
postal (Cra. 1 n. 18 A- 10, Edifício Roberto Franco,
of. G-421, Bogotá, Colômbia) com aviso prévio por
e-mail, de preferência indicando nomes de possíveis
resenhistas. Nesse caso, a revista tentará contatá-los
ou contatar algum acadêmico interessado em fazer a
resenha do livro enviado.
As resenhas devem ser críticas e versar sobre
livros pertinentes à disciplina histórica que tenham
sido publicados nos últimos cinco anos. Os ensaios
bibliográficos devem discutir criticamente uma,
duas ou mais obras. As resenhas e os ensaios bibliográficos são submetidos à análise de conteúdo e,
sendo aprovados, a eventuais modificações.
Indicações para os autores de textos aceitos
para publicação (artigos, resenhas, ensaios
bibliográficos e entrevistas)
• Os autores receberão dois exemplares do número
do qual participaram.
• Os autores dos artigos aceitos autorizam, por
meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”,
a utilização dos direitos patrimoniais de autor
(reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de los Andes
– Departamento de Historia, para incluir o artigo
na Revista Historia Crítica (versão impressa e
versão eletrônica).
• Caso um artigo queira ser incluído posteriormente em outra publicação, deverão ser citados
os dados da publicação original na Historia Crítica, com autorização prévia solicitada à direção
da revista.
Apresentação geral dos artigos
• Os artigos não devem ter mais de 11 mil palavras
(18 a 22 páginas) contando resumo, as notas de
rodapé e a bibliografia.
• Deverão estar em letra Times New Roman, tamanho 12, entrelinhas simples, com margens de 3
cm, paginado e em papel tamanho carta.
• As notas de rodapé deverão estar em letra Times
New Roman, tamanho 10 e entrelinhas simples.
• As referências, quadros, gráficos, ilustrações,
fotografias e mapas se contam à parte.
• Na primeira página, deve conter um resumo em
espanhol de no máximo 100 palavras. O resumo
deve ser analítico (apresentando os objetivos do
artigo, seu conteúdo e seus resultados).
• Após o resumo, deve-se inserir uma lista de
três a seis palavras-chave, escolhidas preferivelmente no Tesauro da Unesco (http://databases.
unesco.org/thessp/) ou, na sua falta, em outro
tesauro reconhecido, cujo nome será informado
à Revista. Quando uma palavra não se encontrar
normalizada num tesauro, deve ser indicado.
• Depois do resumo, deve-se anexar uma lista de
três a seis palavras-chaves.
• O resumo, as palavras-chaves e o título devem
estar também em inglês.
• O nome do autor não deve figurar no artigo.
• Os dados do autor devem ser entregues em um
documento anexo e incluir nome, endereço,
telefone, e-mail, títulos acadêmicos, afiliação
institucional, cargos atuais, estudos em curso e
publicações em livros e revistas.
• Nesta folha, também é necessário indicar de que
pesquisa o artigo é resultado e como se financiou.
• Quando o conteúdo usado para ter um número
de identificação de DOI, deve ser incluído na
lista de referências.
Apresentação geral das resenhas e dos
ensaios bibliográficos
As resenhas e os ensaios bibliográficos devem ser
apresentados no formato Word para Windows, com
entrelinhas simples, letra Times New Roman 12,
margens de 3 cm e no tamanho carta. As obras citadas no texto deverão ser referenciadas em notas de
rodapé. As resenhas devem constar de no máximo
três páginas, e os ensaios, entre 8 e 12 páginas.
Regras de edição
As subdivisões no corpo do texto (capítulos, subcapítulos etc.) devem ir enumeradas com números
arábicos, exceto a introdução e a conclusão que não
se enumeram.
• Os termos em latim e as palavras estrangeiras
devem estar em itálico.
185
186
Políticas Editoriais
• Na primeira vez em que se usar uma abreviatura,
esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula
completa; nas seguintes menções, será usada unicamente a abreviatura.
• As citações textuais que ultrapassem quatro
linhas devem ser colocadas no formato de citação
longa, entre aspas, entrelinhas simples, tamanho
de letra 11 e margens reduzidas.
• Deve haver um espaço entre os parágrafos e estes
deverão estar sem tabulação.
• Os quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e
mapas devem aparecer referenciados e explicados no texto. Devem estar, da mesma forma,
com títulos, enumerados sequencialmente e
acompanhados por suas respectivas legendas e
fonte(s). Localizam-se logo após o parágrafo de
onde se anunciam. As imagens serão entregues
em formato digital ( jpg o tiff 300 y 240 dpi). É
responsabilidade do autor conseguir a autorização para a publicação de imagens.
• As notas de rodapé deverão aparecer em números arábicos.
• Ao final do artigo, deverão estar as referências,
escritas em letra Times New Roman, tamanho
11, entrelinhas simples e numerada. Serão
organizadas em fontes primárias e secundária, apresentando nas primeiras as seguintes
partes: arquivo, publicações periódicas, livros.
Os títulos devem ser apresentados em ordem
alfabética. Nas referências, devem aparecer
todas as obras utilizadas no artigo, sem incluir
títulos que não estejam referenciados nas notas
de rodapé.
Referências
Historia Crítica utiliza uma adaptação do Chicago Manual of Style, edição número 15, versão
Humanities Style. À continuação se utilizarão duas
abreviaturas que permitem ver as diferenças entre a
forma de citar nas notas de rodapé (N) e nas referências (B):
Livro:
De um só autor:
N Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade:
Editora, ano), 45.
B Sobrenome(s), Nome. Título completo. Cidade:
Editora, ano.
Dois autores:
N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s),
Título completo (Cidade: Editora, ano), 45-90.
B Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s).
Título completo. Cidade: Editora, ano.
Quatro ou mais autores:
N Nome Sobrenome(s) et al., Título completo
(Cidade: Editora, ano), 45-90.
B Sobrenome(s), Nome, Nome Sobrenome(s),
Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s).
Título completo. Cidade: Editora, ano.
Artigo em livro:
N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, em Título
completo, eds. Nome Sobrenome(s) e Nome
Sobrenome(s) (Cidade: Editora, ano), 45-50.
B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Em
Título completo, editado por Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Cidade: Editora,
ano, 45-90.
Artigo em revista:
N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título
revista Vol: N (ano): 45.
B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título
revista Vol: N (ano): 45-90.
Artigo de imprensa:
N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título
periódico/jornal, Cidade, dia y mês, ano, 45.
B Título periódico/jornal. Cidade, ano.
Tese:
N Nome Sobrenome(s), “Título tese” (Tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano),
45-50, 90.
B Sobrenome(s), Nome. “Título tese”. Tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano.
Fontes de arquivo:
N “Título documento”, lugar y data, e outros dados
pertinentes (se aplicável), em Siglas do arquivo,
Seção, Fundo, vol./leg./t., f. ou ff. Na primeira vez
se cita o nome completo do arquivo e a abreviatura entre parêntesis, e Cidade-País.
B Nome completo do arquivo (sigla), Cidade-País, Seção, Fundo (s).
Entrevistas:
N Entrevista a Nome, Sobrenome (s), Ciudade,
data completa.
B Entrevista a Sobrenome(s), Nome. Cidade, data
completa.
Publicações na Internet:
N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s),
eds., Título completo (Cidade: Editora, ano),
<http:// press-pubsuchicago.edu/founders>
(data da consulta).
B – Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s),
eds. Título completo. Cidade: Editora, ano.
<http:// press-pubsuchicago.edu/founders>.
Políticas Editoriais
Nota:
Logo após a primeira citação, procede-se assim:
Nome Sobrenome, duas ou três palavras do título,
45-90. Não se utiliza nem Ibid., ibidem, cfr. ou op. cit.
Consulte as “Normas para os autores” em espanhol, inglês
e português em http://historiacritica.uniandes.edu.co
Guia Políticas éticas da Revista
Publicação e autoria
A Revista Historia Crítica faz parte da Faculdade de
Ciências Sociais da Universidad de los Andes (Bogotá-Colombia), encarregada do suporte financeiro da
publicação. Sua sede se encontra no Edifício Franco,
escritório GB-421. A página da Revista http://historiacritica.uniandes.edu.co, e seu e-mail é hcritica@
uniandes.edu.co. O telefone para contato é (57 1) 3394999, ramais 3716.
Conta com a seguinte estrutura: um diretor, um
editor, um assistente editorial, um comitê editorial e
um comitê científico, os quais garantem a qualidade
e pertinência dos conteúdos da Revista. Os membros
são avaliados anualmente em função de seu reconhecimento na área e de sua produção acadêmica, visíveis
em outras revistas nacionais e internacionais.
Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos e não devem estar simultaneamente
em processo de avaliação nem ter compromissos
editoriais com nenhuma outra publicação. Se o
texto for aceito, os editores esperam que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total
ou parcial do artigo. Se o autor de um artigo quiser
incluí-lo posteriormente em outra publicação, a
revista na qual se pretende publicar deverá indicar
claramente os dados da publicação original e possuir
prévia autorização solicitada ao editor da Revista.
Do mesmo modo, quando a Revista tiver interesse
em publicar um artigo já publicado previamente, compromete-se a pedir a autorização correspondente à
editora que realizou a primeira publicação.
tigativa e considerem a avaliação realizada por pares,
são os autores os responsáveis pelas ideias expressas no
texto bem como pela idoneidade ética dele.
Os autores devem deixar explícito que o texto é
de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de
propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado
material que não seja de propriedade dos autores,
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Além disso, os autores aceitam submeter seus
textos às avaliações de pares externos e se comprometem a considerar as observações dos avaliadores
bem como as do Equipo Editorial para a realização
dos ajustes solicitados. Essas modificações e correções do texto deverão ser realizadas pelo autor no
prazo que o editor da Revista indicar. Assim que a
Revista receber o artigo modificado, será informado
ao autor sobre sua completa aprovação.
Quando os textos submetidos à Revista não
forem aceitos para publicação, o editor enviará uma
notificação escrita ao autor na qual se explicarão
os motivos pelos quais seu texto não será publicado pela Revista.Durante o processo de edição, os
autores poderão ser consultados pelos editores para
resolver dúvidas. Tanto no processo de avaliação
quanto no de edição, o correio eletrônico constitui
o meio de comunicação privilegiado com os autores.
O Equipo Editorial tem a última palavra sobre
a publicação dos artigos e sobre o número no qual
serão publicados. Essa data se cumprirá sempre que
o autor tiver enviado toda a documentação que lhe
foi solicitada no prazo indicado. A Revista tem o
direito de fazer revisões menores de estilo.
Os autores dos textos aceitos autorizam,
mediante a assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”,
a utilização dos direitos patrimoniais do autor
(reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) pela Universidad de los Andes,
para incluir o texto na Revista (versão impressa e
eletrônica). Nesse mesmo documento, os autores
confirmam que o texto é de sua autoria e se respeitam
os direitos de propriedade intelectual de terceiros.
Responsabilidades do Autor
Os autores devem remeter seus artigos pelo link habilitado na página web e enviá-los aos seguintes correios
eletrônicos: [email protected] nas datas estabelecidas pela Revista para a recepção dos artigos.
A Revista possui normas para os autores de acesso
público que contêm as pautas para a apresentação
dos artigos e resenhas, bem como as regras de edição.
Elas podem ser consultadas em: http://historiacritica.
uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores e na versão impressa da Revista.
Ainda que as equipes editoriais aprovem os artigos
com base em critérios de qualidade, rigorosidade inves-
Revisão por pares/responsabilidade dos
avaliadores
Ao receber um artigo, a equipe editorial avalia se
este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela
Revista. Além disso, estabelece-se o primeiro filtro
e leva-se em consideração formato, qualidade e pertinência; depois desta primeira revisão, definem-se
os artigos que iniciarão o processo de arbitragem.
Os textos são, neste primeiro momento, submetidos à avaliação de pares acadêmicos anônimos e ao
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Políticas Editoriais
conceito da equipe editorial. O resultado será comunicado ao autor em um período de até seis meses a
partir do recebimento do artigo. Quando o processo
de avaliação exceder esse prazo, o editor deverá
informar ao autor a situação.
Todos os artigos que passarem pelo primeiro
filtro de revisão serão submetidos a um processo
de arbitragem a cargo de pares avaliadores, os
quais poderão formular sugestões ao autor e indicar
referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. Esses leitores são, em sua maioria,
externos à instituição e, em sua eleição, busca-se que
não tenham conflitos de interesse com as temáticas
sobre as quais devem conceituar. Diante de qualquer
dúvida, uma substituição do avaliador será realizada.
A Revista conta com um formato que contém
perguntas com critérios cuidadosamente definidos
que o avaliador deve responder sobre o artigo objeto
de avaliação. Ele tem a responsabilidade de aceitar, rejeitar ou aprovar com modificações o artigo
arbitrado. Durante a avaliação, tanto os nomes dos
autores quanto o dos avaliadores serão mantidos em
completo anonimato.
Responsabilidades editoriais
A equipe editorial da Revista, com a participação
dos comitês editorial e científico, é responsável pela
definição das políticas editoriais para que a Revista
cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma reconhecida publicação
acadêmica. A revisão contínua desses parâmetros
garante que a Revista melhore e cumpra com as
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que a Revista espera que sejam cumpridas em sua
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quando necessário.
A equipe é responsável, sob prévia avaliação,
da escolha dos melhores artigos para publicação.
Essa seleção estará sempre baseada na qualidade e
relevância do artigo, em sua originalidade e contribuições para o conhecimento social. Nesse sentido,
quando um artigo é rejeitado, a justificativa dada ao
autor deverá ser orientada a esses aspectos.
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artigos que se postulam à Revista e deve desenvolver
mecanismos de confidencialidade enquanto durar o
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ou recusa.
Quando a Revista receber reclamações de qualquer tipo, a equipe deve responder brevemente de
acordo com as normas estabelecidas pela publicação
e, caso a reclamação seja coerente, ela deve garantir
que se realize a adequada investigação a fim de resolver o problema.
Quando se reconhecer falta de exatidão em um
conteúdo publicado, a Equipe Editorial será consultada e serão feitas as correções e/ou esclarecimentos
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internacionais. Além disso, o editor se responsabilizará pelo envio da Revista aos assinantes ativos.
H
maestría y
doctorado en
ISTORIA
Universidad de los Andes / Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Historia
Carrera 1 # 18 A - 10 / Tel: 339 49 49 Ext. 2525 /
[email protected] / http://historia.uniandes.edu.co
G
maestría en
EOGRAFÍA
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Departamento de Historia
Carrera 1 # 18 A - 10 / Tel: 339 49 49 Ext. 2525 /
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volumen
20 •1
enero
junio
2015
:
-
En este volumen:
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k a t h e r i n n e g i s e l l e m o r a p a c h e c o : Agricultores y ganaderos de la sabana
de Bogotá frente a las fluctuaciones climáticas del siglo xviii
➻
a l b e r t o b a r r e r a - e n d e r l e : Contrabandear en la frontera. Relaciones
comerciales clandestinas en la frontera noreste de la Nueva España, 1808-1821
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i s m a e l j i m é n e z j i m é n e z : Un virreinato “sin virrey”: el Perú y sus poderes
político-económicos en tiempos del conde de Santisteban (1661-1666)
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k a r e n t v i v i a n a p o r t i l l a h e r r e r a : La coartación y el peculio,
➻
c a m i l a b e l é n p l a z a s a l g a d o : Brujos, indios y bestias. Imaginarios
➻
e l e n a d e l r í o p a r r a : Bibliografía médica y sensacionalismo.
➻
f l o r d e m a r í a s a l a z a r m e n d o z a : Vestigios novohispanos en la formación
➻
a l e j a n d r a v e g a y n a t a l i e g u e r r a a r a y a : Fajar/ceñir/envolver.
dos elementos claves en la manumisión de esclavos. Santiago de Cali (1750-1810)
de lo maléfico y marginalidad en el Reino de Chile, 1693-1793
El caso de los Discursos medicinales de Juan Méndez Nieto
de un Estado nacional. Celebraciones cívicas en San Luis Potosí, México,
en la década de 1820
Chumpi y fajas. Objetos y prácticas vestimentarias de indias y guaguas en Potosí
y La Plata, siglos xvi y xvii
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e Historia ICANH
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Principales librerías colombianas
ANTIPODA
22
R E V I S T A
D E
A N T R O P O L O G Í A
Y
A R Q U E O L O G Í A
No. 22, MAYO-AGOSTO 2015 · TEMÁTICAS CONTEMPORÁNEAS
ISSN (V. Impresa) 1900 – 5407, ISSN (V. Digital) 2011-4273
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NOTA EDITORIAL
Mónica L. Espinosa A. .................................................................................................................................15
MERIDIANOS
La articulación de lógicas laborales y lógicas domésticas en una política
de empleo para jóvenes en Argentina. Individuo, autonomía y vínculos
personales en el mundo del trabajo
Alicia Gutiérrez y Gonzalo Assusa ...........................................................................................................21
Acerca de la identidad boliviana en Argentina. Un análisis de tres casos
de estudio en la provincia de Buenos Aires, Argentina
Mercedes Mariano...................................................................................................................................... 45
El deseo de identidad. Estigma, proceder político y resiliencia en las
mujeres mapuche williche de la comuna de Puyehue, Chile
Michel Duquesnoy ..................................................................................................................................... 65
PARALELOS
Historia, antropología e Imperio español en el Museo de América
(1940-1965)
Débora Betrisey Nadali ..............................................................................................................................91
Los fuegos de Baradero. Un estudio sociológico sobre acciones
de protesta en la Argentina reciente
Evangelina Caravaca .................................................................................................................................113
PANORÁMICAS
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología
.
Cra 1a No 18 A-10
Ed. Franco, piso 6, G-603
Bogotá, Colombia
(571) 339 49 49 ext. 3483 - 2550
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Antracologia de fogueiras paleoíndias do Brasil central: considerações
tecnológicas e paleoetnobotânicas sobre o uso de recursos florestais
no abrigo rupestre Lapa do Santo, Minas Gerais, Brasil
J oão Carlos Ferreira de Melo Júnior y Washington Luiz Esteves Magalhães..............................137
DOCUMENTOS
Semillero de Lingüística del Departamento de Antropología
de la Universidad de los Andes
Daniel Aguirre Licht...................................................................................................................................165
RESEÑAS
Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia
y la indigeneidad en el norte de Colombia
Juan Ricardo Aparicio ...............................................................................................................................171
Suscripciones y ventas | Librería Universidad de los Andes | Cra 1ª No 19-27 Ed. AU 106 | Bogotá, Colombia
Tels. (571) 339 49 49 ext. 2071 – 2099 | librerí[email protected]
Colombia Internacional
ISSN 0121-5612 • Mayo-agosto de 2015
84
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R E V I S TA D E L D E PA R TA M E N T O D E C I E N C I A P O L Í T I C A
F A C U LTA D D E C I E N C I A S S O C I A L E S • U N I V E R S I D A D D E L O S A N D E S
Editorial
Carta a los lectores
Tema libre
Drones y el orden legal internacional. Tecnología, estrategia
y largas cadenas de acción
Jochen Kleinschmidt, Universidad EAFIT (Colombia)
Impacto de los factores institucionales del sistema electoral
en la fragmentación partidaria. Un análisis de las elecciones
para concejos municipales en el Valle del Cauca (1997-2011)
Juan Pablo Milanese y Luis Eduardo Jaramillo, Universidad Icesi (Colombia)
Colombia e Israel bajo la administración Uribe:
compañeros en la guerra global contra el terrorismo
José Luis Bernal, Universidad de los Andes (Colombia)
La caída de la Alianza. Neoliberalismo, conflicto social
y crisis política en Argentina
Sebastián P. Salvia, Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Desnaturalización de categorías: independencia judicial y acceso a la justicia.
Los avatares del proceso de Democratización de la Justicia en Argentina
María José Sarrabayrouse Oliveira, Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Conflitos étnicos na Amazônia Brasileira: processos de construção
identitária em comunidades quilombolas de Alcântara
Patrícia Maria Portela Nunes, Universidade Estadual do Maranhão (Brasil)
Crítica reconstructiva y ontología social: sobre los potenciales
emancipatorios en la ontología de las instituciones
Jorge Andrés López Rivera, Pontificia Universidad Javeriana-Cali (Colombia)
Documentos
Cognition, Institutions, and Social Change: A Conversation with
Chrysostomos Mantzavinos
Chrysostomos Mantzavinos, National and Kapodestrian University of Athens (Grecia)
Andrés Casas Casas. Universidad EAFIT (Colombia)
52
Bogotá - Colombia
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes
abril - junio 2015
http://res.uniandes.edu.co
ISSN 0123-885X
Presentación
Cosme J. Gómez Carrasco
Pedro Miralles Martínez
Sebastián Molina Puche
Dossier
Hilary Cooper
Stéphane Lévesque
Paul Zanazanian
Cosme J. Gómez Carrasco
Pedro Miralles Martínez
Francisco Javier Trigueros Cano
Jorge Ortuño Molina
Sebastián Molina Puche
Jorge Sáiz Serrano
Ramón López-Facal
Angela Bermudez
María Isabel Toledo Jofré
Abraham Magendzo Kolstrein
Virna Gutiérrez Gianella
Ricardo Iglesias Segura
Diego H. Arias Gómez
Adrián Serna Dimas
Otras Voces
Javiera Cienfuegos Illanes
Rodrigo Vega y Ortega
Eugenia Bianchi
Documentos
Luis Javier Orjuela E.
Debate
Joaquim Prats
Raimundo A. Rodríguez Pérez
La evaluación del pensamiento histórico en la
enseñanza de las ciencias sociales. Contribución
al desarrollo de la competencia social y ciudadana
Lecturas
José Díaz-Serrano
Ana Isabel Ponce Gea
David Verdú González
Dirección: Cra 1a No 18 A-10, Ed. Franco, of, G-615
Teléfono: (571) 339 49 49 ext. 4819
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Suscripciones | Librería Universidad de los Andes | Cra 1ª No 19-27 Ed. AU 106 | Bogotá, Colombia
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41
www.revistaprocesos.ec
enero-junio 2015
ISBN: 1390-0099
CONTENIDO
Dossier: Amazonía Transfronteriza, siglos XVII-XX
Las Guyanas holandesas en América Latina (1600-1814)
LODEWIJK A. H. C. HULSMAN
La expedición de límites de 1750 en la Guayana española:
los logros de una tarea que nunca comenzó
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Resistencia india, conciliación y estrategia militar en Quixos
durante la primera mitad del siglo XVIII
SEBASTIÁN GÓMEZ GONZÁLEZ
Comercio, conflictos y alianzas en la frontera luso-española:
Capitanía de Río Negro y provincia de Maynas, 1780-1820
CARLOS AUGUSTO BASTOS Y SIMÉIA DE NAZARÉ LOPES
Diplomacia transfronteriza en tiempos de revolución:el Alto Río Negro
iberoamericano, 1815-1820
ADILSON J. I. BRITO
Ferrocarriles al Oriente. Articulación del territorio
y construcción nacional a inicios del siglo XX en el Ecuador
NATÀLIA ESVERTIT COBES
Figura política y medios de comunicación en la emergencia del intelectual
en Latinoamérica. El caso de Alfonso Reyes
AIMER GRANADOS
DIALOGO CRÍTICO - RESEÑAS - REFERENCIAS - EVENTOS
SUSCRIPCIONES
CORPORACIÓN EDITORA NACIONAL
Roca E9-59 y Tamayo
Quito - Ecuador
[email protected]
Tel.: (593 2) 255358, fax: Ext. 12
Ecuador: USD 25,76; América: USD 66,08
Europa: USD 78,40; Resto del mundo: USD 96,32
CANJE
UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, SEDE ECUADOR
(Centro de Información)
Toledo N22-80 (Plaza Brasilia)
Quito - Ecuador
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Tel.: (593 2) 3228085
Fax: (593 2) 3228426
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Resistencia india, conciliación y estrategia militar en Quixos
durante la primera mitad del siglo XVIII
SEBASTIÁN GÓMEZ GONZÁLEZ
Comercio, conflictos y alianzas en la frontera luso-española:
Capitanía de Río Negro y provincia de Maynas, 1780-1820
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Diplomacia transfronteriza en tiempos de revolución:el Alto Río Negro
iberoamericano, 1815-1820
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y construcción nacional a inicios del siglo XX en el Ecuador
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