magia y chamanismo en la medicina popular del noroeste

Transcripción

magia y chamanismo en la medicina popular del noroeste
Dr. Armando Pérez de Nucci
MAGIA Y
CHAMANISMO EN
LA MEDICINA
POPULAR DEL
NOROESTE
ARGENTINO
PROLOGO
La Honorable Legislatura de la provincia de Tucumán ha estado siempre atenta y receptiva
a todas las inquietudes que le manifestaron sus habitantes, y ha sido sensible a los
reclamos de todos aquellos que confiaron en ella, viéndola como la fuente de la
legislación ordenada de nuestra provincia.
Uno de los integrantes de esta Legislatura es autor de esta publicación, referida a uno de
los más importantes aspectos de nuestras raíces históricas, el que atañe a la salud, la
enfermedad y el bienestar de los pueblos que habitaron y que habitan nuestro suelo. Nos
referimos a la medicina tradicional –también llamada popular por algunos autores del
Noroeste argentino- que, como bien dice el autor de este libro, es la única que existe en
ciertas zonas de nuestra provincia.
Creemos que con este estudio se hace un interesante aporte a la cultura local y regional al
analizar conceptos geográficos e históricos de la medicina de nuestra zona para llegar al
estudio de la medicina per viviente actual, en un territorio donde lo característico es la
cosmovisión de connotaciones mágicas que rige la vida de sus habitantes, sobre todo en
zonas montañosas alejadas y en valles poco accesibles. Es ésta una medicina popular muy
característica de nuestras culturas, en una región que tiene un peculiar ambiente físico y
económico, una singular forma de educar y desarrollar los planes de salud, y donde la
enfermedad, sufrimiento y muerte, revisten características particulares. En este libro
también se analiza a los actores de esta peculiar medicina y en ellos encontramos al
hombre como protagonista de la historia, ya sea como curador, como intermediario o
como paciente. El libro también tiende a enunciar una teoría general de la enfermedad
que apunta a una mejor comprensión del padecimiento en medicina popular,
incorporando además el análisis de términos y dichos que hacen a nuestra tradición y un
anexo documental y testimonial que avala la investigación desarrollada.
El Dr. ARMANDO PEREZ de NUCCI, además de desempeñarse como uno de nuestros
legisladores, el profesor de Historia de la Medicina y de Antropología Médica de nuestra
universidad, integra como miembro titular numerosas instituciones científicas locales e
internacionales, entre ellas que podemos mencionar la Academia Nacional de la Historia,
las Juntas Históricas de Tucumán y de Mendoza, el Centro de culturas y Literaturas del Rio
de la Plata de la Universidad de la Sorbona de París, la Sociedad Latinoamericana de
Historia de las Ciencias de Cádiz, España, la Sociedad internacional de la Historia de la
Medicina de la Universidad de Düsseldorf, Alemania y el Colegio Internacional de cirujanos
con sede en Suiza.
Creemos sin lugar a dudas, que este aporte redundará en beneficio de nuestra cultura y
tradicionales preocupaciones siempre presentes en nuestro devenir como legisladores de
la provincia d Tucumán.
Ing. JULIO DIAZ LOZANO
VICE-GOBERNADOR
Presidente de la Honorable
MAGIA Y CHAMANISMO EN LA MEDICINA POPULAR
DEL NOROESTE ARGENTINO
Esta publicación ganó el Premio Internacional de Humanidades Médicas ‘Pedro Lain
Entralgo’, otorgado por la Agremiación Médica Platense, año 1.989.
Dedicada a todos aquellos que alentaron mi vocación de historiador y escritor, en especial
mi abuela y tías, mi esposa e hijos, mis padres y otros tantos que con apoyo explícito o
implícito permitieron el desarrollo de mi trabajo.
INTRODUCCION
La Medicina popular en el Noroeste argentino actual reconoce profundas raíces que se
hunden en la historia de los pueblos que habitaron nuestro suelo y que, con ciertas
variantes, compartieron un mismo universo creencial con los pueblos que ocuparon lo
que se denomina el área cultural andina de la República Argentina. El tema ha
interesado a los estudiosos de la antropología médica, la historia de la medicina, los
etnólogos y otros especialistas. Es por esta razón que nuestro estudio comienza por el
análisis de la medicina antigua en los pueblos andinos de nuestro país para focalizarse
luego en el relato de la medicina actual perviviente y popular en el noroeste y
especialmente en la gran zona de estudio que ha constituido siempre el Valle de Tafí y el
Valle Calchaquí, regiones en las que hemos venido realizando investigaciones de campo,
los últimos seis años. Estas investigaciones nos han permitido bosquejar un panorama
actual de la práctica médica popular en sus aspectos chamánico y mágico, de una
vigencia tal que en algunas zonas estudiadas es la única medicina existente porque allí
‘no viene el doctor’ como nos lo han manifestado casi todos nuestros entrevistados. Es
nuestra intención también estudiar las causas de esa carencia dese un punto de vista
global geopolítico de la cuestión analizando causas económicas, sociales educacionales y
no solamente sanitarias, por considerar que este problema de la mala atención médica
que podemos llamar ‘oficial y científica’ está condicionada la existencia de la otra
medicina que viene a suplir las falencias de aquella, no permitiendo al paciente –como
en otras zonas del país- una verdadera ‘libertad en terapéutica’, es decir la elección
entre varias formas de curar.
El Noroeste constituye un interesante campo de estudio de esta problemática ya que
aquí la medicina popular tiene vigencia actual y desde hace siglos ha competido con la
medicina científica. Baste como ejemplo hojear los biblioratos del Archivo Histórico de
Tucumán, para ver la preocupación de habitantes y miembros del Cabildo por el auge
del curanderismo y los numerosos intentos realizados para neutralizarlo, desde juicios
con singulares castigos a brujas y curanderas hasta e noble intento de algunos médicos
de fines del Siglo XIX de crear un a ‘Escuela de Medicina Elemental’ para formar
practicantes que efectuaran los primeros auxilios sobre todo a pobladores de la
campaña –donde el problema era mayor- y los derivaran luego a los centros
asistenciales de la capital. Algunos de estos documentos relevantes están incluidos en el
anexo documental y testimonial de este trabajo. La misma situación puede ser
detectada en los documentos de las otras provincias el Noroeste, poniendo en evidencia
que la situación era la misma en toda la región. En estas prácticas muy antiguas –
prehispánicas ya- está el germen de la actual medicina popular y quizás la explicación de
su vigencia centenaria varias veces.
El testimonio oral de sus protagonistas ha sido la base del estudio sobre las prácticas
médicas actuales, no solamente de los pacientes tratados es importante ver qué opina
el interesado sino también de aquellos dedicados a curar los que denominamos
curadores, para tener una doble visión del problema. La cultura y la tradición oral, por
otra parte, son elementos constitutivos importantes de nuestro acervo propio ya que
seguiremos siendo lo que somos en la medida que mantengamos la memoria de los que
fuimos, para lo que queremos ser. Esto tiene que ver con nuestra identidad nacional y
con nuestra identidad latinoamericana, a veces tan declamada y muy pocas veces
ejercida en plenitud. La identidad problema contemporáneo de nuestra América, ha
sido uno de los motores de este estudio, que también trata de acceder al sentimiento de
pertenencia a una colectividad –la argentina- y a una gran región –América del Sur- que
se manifiesta en cada uno de sus habitantes.
Por otro lado, siempre constituyó un desafío apasionante el poder entrar en un mundo
especial, en el que las ideas de la medicina vigente tienen un neto fundamento mágico
en casi todas sus expresiones, donde muchas veces la cura no depende del remedio o
del ritual sino del poder de quien los administra y donde elementos extraños a la
medicina, como la religión, prestan un fuerte apoyo ideológico a los diversos
procedimientos de curación.
La relación que tiene con los espíritus que pueblan su mundo, es definitoria para
entender una medicina y una sociedad que ‘animiza’ todos sus actos cotidianos y tiñe de
sobrenaturalidad la vida, el nacimiento, la muerte y la enfermedad.
El estudio de las ‘etiologías’ nos llevará a terrenos en los que la medicina tradicional no
ha tenido cabida en siglos, pero de las que se nutrió en sus efectos inmediatos. Baste
citar, entre muchos ejemplos, el uso de la corteza de quina para las fiebres y de los
bálsamos del Tolú y del Perú, que vinieron a enriquecer la farmacopea europea desde el
mil quinientos.
Estos mencionados varios propósitos son desarrollados en este estudio sobre medicina
popular actual del Noroeste argentino. Pueden ser resumidos en un análisis de la
historia y la geografía que condicionan un determinado desarrollo de las causas de la
pervivencia de ciertas prácticas y remedios, intentos de integración, búsqueda de
identidades y cooperación en un ambiente de libertad. Veamos qué podemos lograr de
ello. Tucumán, marzo de 1.989.
I.
ESTUDIO GEOGRAFICO E HISTORICO DE LA MEDICINA DEL AREA CULTURAL ANDINA DE
LA REPUBLICA ARGENTINA
Para lograr una aproximación más o menos coherente a la identidad cultural de un
pueblo, se deben conocer antes las características geográficas e históricas en las cuales
esa sociedad se ha desenvuelto, ya que los fenómenos de adaptación, dependencia e
influencia del medio físico tienen un valor primordial en ese desarrollo y su consecuencia
inmediata, es la cultura. Estos dos factores marcan indeleblemente la idiosincrasia, la
producción intelectual o artesanal y la medicina de cada uno de los pueblos que habitan
determinada región, para citar algunas variantes y en el caso del Noroeste argentino es
justamente allí donde los españoles a su llegada encuentran los núcleos más
desarrollados, debido a la influencia del centro irradiador civilizador que se encontraba en
el territorio del actual Perú.
La región del Noroeste –figura 1- comprende el cuadrante demarcado por el límite
político con Chile y Bolivia al meridiano 63 de longitud Oeste y el paralelo 35 de longitud
Sur. Es un área cultural muy importante y recibió influencias directas e indirectas de las
más altas culturas andinas. Conquistada por los incas, ello dio a la región una cierta
unidad en lo que a lengua y cultura se refiere, a pesar de no haber sobrepasado el medio
siglo de ocupación. Hacia 1480, al llegar los incas al Noroeste argentino actual,
establecieron una serie de alianzas con los pueblos que habitaban la zona del ‘Tucma’,
ubicada al sur de la actual provincia de Tucumán, con el objeto de protegerse sus
espaldas en su avance hacia las llanuras. A cambio de su independencia, las tribus
recibieron la propuesta de defender la organización y los caminos del Inca. Los emisarios
encontraron en la zona grupos culturalmente avanzados que habían alcanzado un
notable desarrollo agrícola, ganadero y alfarero, que aceptaron la propuesta en
términos ventajosos para ambos, lo que les permitió conservar sus creencias y
costumbres. A los incas, esta alianza les permitió asegurar la región, enclavada dentro
del denominado ‘Collasuyu’ provincia austral del ‘Tahuantisuy’.
La llegada del español colapsó esta estructura, pero en menor medida que en otras
regiones, debido entre otras cosas al poco tiempo transcurrido y por lo lejano del centro
irradiador en el territorio del actual Perú, al mismo tiempo que permitió preservar
rasgos culturales autóctonos en medicina que perduraron hasta nuestros días. Este
fenómeno que resistió dos conquistas – la inca y la española- se debió, entre otras cosas,
a un cierto aislamiento geográfico que analizaremos luego.
Dentro del extenso territorio que constituye el Noroeste argentino se encuentran la
puna, la cordillera oriental y las sierras subandinas, todas ellas levantadas en bloque por
la cordillera de Los Andes –figura 1- y geográficamente puede dividirse en dos sectores
distintos, uno occidental y otro oriental. Este último incluye la zona pedemontana
recorrida por las sierras subandinas y centrales, que se deslizan hacia la llanura
chaqueña y la pampeana respectivamente. El sector occidental comprende el extremo
de la puna y los valles, bolsones y quebradas encuadrados de Norte a Sud.
La puna presenta una altura media de 3.800 m s/n y es una zona desértica sin desagüe
exterior, que posee clima continental, con grandes diferencias de temperatura y escasas
lluvias. La vegetación es pobre, rala y xerófila y los cursos de agua muy escasos y casi
inexistentes durante la temporada invernal.
La cordillera oriental, también de gran altura, presenta como características las
denominadas quebradas, valles de erosión creados por los ríos, siendo una de las más
conocidas la de Humahuaca, llave de entrada a la puna. Entre las cadenas montañosas
se abren cuencas, denominadas valles, como el de Lerma o el de Tafí.
Las sierras subandinas constituyen el grupo montañoso más oriental y su altura va
disminuyendo a medida que se acercan al Chaco, confundiéndose gradualmente con su
relieve.
El valle de Tafí , uno de los sitios de estudio de la medicina popular y base para otros
lugares más lejanos como Amaicha del Valle, Santa María, El Paso, Los Chañares, por
mencionar los más analizados, es un vasta cuenca comprendida entre el cerro Muñoz al
Oeste, las sierras del Aconquija al Norte, las cumbres Calchaquí y las de Mala Mala al
Este y la Angostura al Sud. Las localidades de La Banda, Las Tacanas, Los Cuartos, La
Ciénaga entre otras, representan un inagotable campo de estudio para la historia y la
antropología médicas, sobre todo en el tema de medicina popular.
Toda la región del Noroeste se halla distante y aislada de otras más desarrolladas del
País y a ese aislamiento contribuyó entre otras cosas el carácter montañoso de muchas
de sus zonas. El frío, la falta de lluvias, los vientos fuertes y persistentes, el
enrarecimiento del aire, la pobre hidrografía y la vegetación escasa, determinaron la
existencia de grupos humanos pequeños y aislados entre sí –en zonas como la puna por
ejemplo- que vivieron y viven actualmente en ese universo ‘animizado’, es decir
fuertemente espiritualizado, en el que la medicina tiene un fuerte contenido mágico y
místico.
En este contexto geográfico y cultural, el tema de la medicina popular plantea un
desafío apasionante, porque en sí conjuga el estudio de culturas que fueron
significativas en nuestro desarrollo e identificación como pueblo, al tiempo que plantea
al cultor de la historia de la medicina una integración al concepto de región que incluye
el conocimiento de la historia, la antropología, la etnología, la folkiatría, la lingüística, la
psicología, la sociología, en fin, la cultura de las antiguas razas que poblaron nuestro
territorio, en el marco de la toma de conciencia de toda América de su vieja estirpe
indígena y de su enraizamiento en la tierra americana.
Luis A. Seggiano opina que la medicina aborigen argentina tiene unos diez mil años de
antigüedad, a partir de la llegada de los grupos provenientes del Norte que, explicada en
uno de sus orígenes por la teoría migratoria, traían ya conocimientos empíricos sobre
enfermedades y tratamientos. Quizás estas prácticas sean más antiguas, formen parte
del acervo de cada grupo, actuando sobre la naturaleza es decir formando cultura a cada
paso.
Los grupos migratorios llegaron a nuestra región por las estribaciones andinas hacia el
Sur y sobre todo en la región del Noroeste van a constituir el escenario de una medicina
indígena y luego popular moderna, cuyas raíces se hunden en los tiempos prehistóricos,
pasando por los indígenas e hispánicos, que conservan hasta nuestros días muchos de
sus rasgos más típicos, sobre todo en las zonas que muestran mayor aislacionismos
cultural.
Para Rex González y Pérez, la antigüedad del hombre en el Noroeste argentino se
extendería a los treinta mil años, basando su afirmación en restos de fogones y
utensilios de piedra hallados que datan de ese tiempo. En su opinión, se trataría de
grupos depredadores, recolectores y cazadores muy primitivos.
En la zona patagónica en cambio, los restos más antiguos tratados con carbono
radiactivo revelan una antigüedad de unos once mil años. Entre lo hallado es
interesante destacar los restos del caballo americano salvaje, una especie que se
extinguió hace ya diez mil años, así como la presencia de huesos humanos y utensilios.
En Tierra del Fuego, los estudios de Bird demuestran que el asentamiento debió ser
posterior, en razón de que la zona estuvo cubierta por los hielos hasta una etapa más
reciente. La cultura más antigua se estima en unos seis mil años.
Para Difrieri hacia el Siglo XVI existían en la región Noroeste unos doscientos quince mil
habitantes, en la de Cuyo unos 18.000 y en la Patagonia unos 10.000. Estos grupos se
concentraban en ladeas o pueblos, tal como ocurrió en el Noroeste, donde aquellas
estaban integradas por 2.000 individuos o más, mientras que en la Patagonia no
pasaban de 50 a 100 por pueblo.
Estos hombres así agrupados sufrieron, amaron, crearon y procrearon en un mundo
poblado de espíritus que teñía de sobrenaturalidad todo lo que no pudiera ser explicado
por la vía natural o racional. Vivieron, en lo que a enfermedad se refiere, en un
ambiente que condicionó su actuar médico, sus prácticas y sus remedios, que incluyó
entre sus ingredientes, la magia, el tabú y con posterioridad la religión. Este ambiente
de sobrenaturalidad no excluyó de ninguna forma la racionalidad y el empirismo, pero
en sus rasgos menos importantes en lo que a nuestro tema atañe.
Comentábamos antes que el conocimiento de la medicina indígena americana nos
permitiría revivir etapas de nuestra medicina actual, ya que la introducción de América
en la Europa de 1.500 no iba a tener importante implicancia en la medicina del viejo
Mundo, por el ingreso a ella de nuevas concepciones del vivir, el enfermar y el morir y
de diferentes actitudes del médico frente al paciente. Todo esto sin olvidar la entrada al
mundo europeo de aquel entonces de la ipecacuana, el bálsamo de Tolú, la coca, el
tabaco, el palo santo, el cacao, el ricino y otros productos que, con su valioso efecto
terapéutico, enriquecieron los conocimientos de la por entonces considerada medicina
tradicional.
Los primeros datos que tenemos sobre las distintas concepciones del enfermar, sanar y
morir de estos pueblos y de sus prácticas médicas, provienen del siglo XVI y pertenecen
a informes de funcionarios de la corona española y a relatos de viajes de cronistas de la
época. Más adelante, en el Siglo XVII serán los libros y escritos de los viajeros,
misioneros y navegantes los que nos puedan dar un panorama, por desgracia,
incompleto, de este tema. A partir del Siglo XVIII se inician los estudios de conjunto de
importantes documentos y fuentes paleo patológicas, arqueológicas, etnográficas y
literarias que se verían enriquecidas por los descubrimientos del Siglo XIX y luego del XX,
así como las conclusiones de reuniones y congresos el tema.
Las investigaciones arqueológicas en la zona del Valle Calchaquí y el de Tafí permitieron
descubrir importantes yacimientos indígenas que contribuyeron aclarar el panorama de
las manifestaciones culturales de aquellas poblaciones.
De los estudios efectuados, se identifican en el Noroeste argentino tres grupos que
detallamos en el cuadro Nº 2 con sus correspondientes subgrupos. Pasaremos a analizar
ahora sus características físicas y culturales y su medicina. Los Apatamas poseyeron
características antropológicas que correspondían a los caracteres andinos: altura media
de 1.642 metros, índice cefálico 78.4 cm. Caracteres alargados y coeficiente superior a
95, lo que da como resultado una cara eminentemente alargada. Su distribución
geográfica está graficada en el cuadro Nº 3.
Habitaron en casas construidas con piedras aposicionadas sin argamasa, generalmente
rectangulares –a veces circulares- y techo de torta, adobe o cuero. Se alimentaban de
maíz, papa y zapallo que cultivaban de modo azaroso desde pequeños y la carne de
ciertos animales locales –como la llama y la vicuña- completaba su dieta. Estos animales
además les proporcionaban lana, abrigo y cuero para tientos, calzados y elementos para
atar, y les servían para el transporte de cargas.
Estuvieron alejados de las corrientes colonizadoras por lo distante en inhóspito de su
territorio y ello dio origen a concepciones médicas del enfermar, el vivir y el morir
propias de la zona. El origen de la enfermedad, salvo los casos visibles de causa natural,
era místico y mágico, por castigo de los dioses, ruptura de tabúes, emanaciones, cuerpo
extraño, pérdida del alma y embrujamiento.
Los apatamas practicaron la deformación craneana por constricción del tipo
denominado ‘aymara’ y ella obedecía a razones culturales preincaicas. No nos ha sido
posible obtener documentación o testimonios de la época que puedan aportar datos
sobre las reperscusiones que dicha práctica pudo haber tenido sobre las funciones
cerebrales de sus portadores. La osteopatología ha permitido un conocimiento cabal de
estas denominadas prácticas cefálicas, término que incluye además las trepanaciones y
las mutilaciones dentarias.
El estudio de estas deformaciones resulta de interés ya que proporciona al experto
información sobre los procedimientos usados, las características grupales en sus
aspectos culturales y las probables motivaciones que el grupo tenía para efectuarlas. En
algunos casos, hasta permite suponer la condición social, ya que esta práctica tomaba
distintas características según los núcleos en los que se aplicaba. Steewart y Hrdlicka
dividen estas deformaciones en anteroposteriores o tabulares, obtenidas por la
aplicación de una o dos tablillas o la fijación sobre un plano rígido posterior, y anulares
resultado de la aplicación de vendas alrededor de la cabeza. Para Imbelloni las
deformaciones pueden ser clasificadas en tabular oblicua, obtenida por medio de dos
tablillas libres reunidas por una faja o tablilla posterior mantenida por una faja circular a
su vez, tabular erecta, en las que la cabeza se fija sobre un plano posterior duro, fijo;
circular erecta en las que la cabeza está ceñida por una faja circular que pasa por la
parte superior del occipital circular oblicua en las que la faja pasa por la parte basal del
occipital. En general, todos los pueblos que usaban las deformaciones tabulares
aumentando el diámetro transverso del cráneo que usaban las deformaciones tabulares
aumentando el diámetro transverso del cráneo, eran braquicefálicos. En cambio, los que
practicaban la deformación anular eran dolicocéfalos.
En cuanto a las trepanaciones fueron éstas muy frecuentes en la región andina y eran
efectuadas de tres maneras principales: con tumi, cuchillo de bronce de forma
semicircular y mango vertical, que producía un orificio redondo; con punta de bronce o
piedra que delimitaba con su filo un cuadrado o rectángulo y por perforación múltiple
del hueso, luego delo cual se rompía el círculo con una palanca. En general, el contenido
mágico de dichas prácticas obedecía al hecho de intentar expulsar los demonios, causa
de locura o epilepsia, o curar dolores rebeldes del cráneo o el macizo facial. Este sentido
tenía mayor fuerza que una supuesta cirugía evacuadora craneana.
La cauterización del cráneo era menos frecuente y posiblemente se realizaba sobre
osteoporosis y quizás gomas sifilíticas.
El parto era asistido por una comadrona, sin la presencia del ‘curador’. La posición
consideraba más adecuada era la de cuclillas, colocándose abajo una manta o piel sobre
la cual caía la criatura al nacer. Esta costumbre persiste en algunas zonas hasta la
actualidad y me ha tocado en suerte asistir algunos de estos partos.
La ausencia del ‘curador’ en el parto se debía al hecho de considerar este momento de
vida de la mujer como un suceso natural, siendo su intervención necesaria recién en la
ceremonia de incorporación del niño al núcleo social. La placenta expulsada durante el
alumbramiento se enterraba aparte y el cordón umbilical se guardaba –costumbre
arraigada hasta nuestros días- en la creencia de que aquello que había ligado al niño a la
vida durante la gestación, lo podía unir a ella nuevamente en caso de peligro. Ya
veremos más adelante como esta costumbre persistió hasta nuestros días de qué
manera se efectúa esta ligazón a la vida.
El hechicero entre los atacameños podía ser un predestinado, un accidental o un
iniciado, como veremos más adelante al tratar este tema. Especializado en medicina
este curador llegó a distinguir numerosas dolencias y a dominar tratamientos empíricos,
basándose en la experiencia dada por la observación de sistemas mentales,
respiratorios, digestivos y genitourinarios.
La mayor parte de las veces, si el origen de la enfermedad era debido a fuerzas
sobrenaturales, si el médico era simultáneamente el brujo y si el diagnóstico se llegaba
por la vía de la sobrenaturalidad, el tratamiento debía ser en estos casos netamente
mágico. Los remedios administrados eran eficaces, más que por sus propiedades, por el
ceremonial que acompañaba a su administración. Pero, paralelamente a este sentido de
la medicina, a esta actitud supersticiosa, surgida de la reverenciación a lo no entendible,
existía en estas culturas del NOA una observación cuidadosa que, en base a la repetición
y a la prueba creó esquemas terapéuticos empíricos que tuvieron en cuenta la relación
causa-efecto.
Los omaguacas fueron una población con cultura de tipo andino, que habitó la zona de
la quebrada de Humahuaca. Participaron de costumbres y usos de apatamas y diaguitas,
tales como el cultivo en terrazas, la irrigación artificial, las viviendas de piedra y el uso
de la llama como alimento y bestia de carga. Belicosos resistieron al invasor español
consiguiendo en algunos casos como el cacique Viltipuco, confederar a las tribus contra
el colonizador, con resultado adverso. Su medicina fue similar a la ya referida para los
atacameños.
Los diaguitas calchaquíes fueron el grupo más evolucionado de
la República Argentina, habitaron el límite sur de la provincia de Jujuy, el centro de la de
Salta, la mitad de la de San Juan, la mitad oeste de Tucumán y casi toda la extensión de
las de Catamarca y La Rioja. Fueron el exponente de mayor cultura aborigen de nuestro
territorio. Su estatura promedio era de 1,614 metros para la mujer y 1,786 para el
hombre, con índice cefálico de 89,5 coeficiente facial superior a 88 lo que daba como
resultado una cabeza de límites suaves y caracteres andinos.
Vivieron en casas de piedra y lajas aposicionadas sin argamasa, de forma rectangular y
techo de paja o torta. Era frecuente la existencia de recintos amurallados denominados
‘pucará’, de acceso difícil, localizados en zonas escarpadas donde los habitantes se
refugiaban en caso de peligro. Importantes restos de este tipo de edificación se hallan
en nuestro territorio, en vías de recuperación cultural.
Se alimentaban de maíz, porotos, zapallos y frutas silvestres. Del guanaco, la llama y la
vicuña tomaban la carne, la lana y el cuero. Palomas montañesas y vizcachas
completaban su dieta, a la que ocasionalmente agregaban la pava del monte, algunos
pájaros, perdices y otros animales de la zona.
Su medicina tenía muchas semejanzas con la puneña propiamente dicha, ya que
comentada. Participaban del chamanismo, siendo una práctica muy importante la
imposición de manos o ‘pase de manos’ en forma de cruz por las partes enfermas, con el
objeto de arrojar el mal a los cuatro vientos. Esta práctica todavía se mantiene en
algunas zonas del Valle de Tafí y el Calchaquí como parte integrante de algunos actos
médicos populares.
El hechicero poseía la facultad de poder inquirir sobre la causa del mal dialogando con
los espíritus a quienes combatía luego, sobre todo los indeseables que se habían
apoderado del cuerpo del enfermo. El mundo de este ‘curador’ estaba fuertemente
‘espiritualizado ‘en el sentido de la ‘animización’ ya comentada y sobre él debía actuar
permanentemente para lograr la curación del enfermo.
Los diaguitas practicaron la antropofagia ritual y la opoterapia. Con respecto a la
primera, el pensamiento generalizado de muchos grupos primitivos era que la ingestión
de trozos de la víctima sacrificada o vencida, transfería simultáneamente las
propiedades y virtudes que aquella tenía en vida, tales como coraje, fecundidad, valor,
vivacidad, etc. Junto a esto, había otro ingrediente considerado importante. Consistía en
el convencimiento de que el devorado se mantenía ‘vivo’ en la sangre de quien lo había
ingerido, de tal modo que la ingestión de un trozo de la carne del enemigo muerto no
solamente proveía de sus virtudes, sino que además permitía reencontrarse con los
seres queridos, familiares o conocidos a quienes ese enemigo había devorado en su
oportunidad. Como vemos, una compleja cadena de afectos y venganzas entrelazadas
íntimamente.
La opoterapia se aplicaba con la ingestión de determinadas vísceras en la creencia del
poder curativo selectivo sobre ciertos órganos. No existen datos concretos acerca del
sustrato empírico o psicológico en que se apoyaba tal creencia.
Para la cura del reumatismo, usaban los diaguita calchaquíes, fricciones con una mezcla
de ortigas y hormigas, ´método que luego iría a ocupar un lugar destacado en la
farmacoterapia de tiempos posteriores, existiendo en la actualidad centros médicos que
la practican. Además, habremos de ver más adelante la presencia de estas sustancias
entre los recursos terapéuticos de la actual medicina popular del Noroeste argentino.
Los procedimientos de rejuvenecimiento que usaba este grupo indígena han sido
comentados por Fernández. Estos indígenas se mostraban asombrados frente al natural
proceso de deterioro que experimentaba el cuerpo humano con los años y trataban de
retardar ese fenómeno recurriendo a métodos mágicos y simpáticos. En efecto, uno de
los procedimientos consistía en colocar objetos de la persona que se quería mantener
joven en el tronco de una planta vigorosa y en crecimiento, a cuya suerte se ligaba de
allí en más la vitalidad futura del individuo. Esto está muy relacionado con la creencia de
la permanente unión de la naturaleza y el hombre, una ideología preanimista que
explica la dinámica vital y que forma parte hasta nuestros días del universo de la
medicina popular y de los habitantes del Noroeste. ‘Las plantas tienen alma, las piedras
tienen alma, todo tiene alma…’nos refería uno de nuestros informantes (R.M.). En este
contexto ideológico se insertan las técnicas de retardo del envejecimiento comentadas
aquí.
Efectuaron los diaguitas calchaquíes un control de la natalidad más o menos estricto, no
conociéndose en profundidades cuáles fueron los métodos usados, por lo que se supone
que, al lado de prácticas empíricas de una cierta eficacia, debieron usar otras de
contenido mágico para limitar la múltiple descendencia. Uno de estos últimos métodos,
incorporado a la medicina popular, es la ingestión de una infusión de casco de mula
durante siete días, en la creencia que al ser estéril este animal, esta propiedad se
transmitiría a quien incorpore a su organismo partes de aquella.
Se han hallado deformaciones craneanas intencionales, que revistieron en este grupo
carácter cultural y étnico, buscándose una deformación simbólica y permanente que
identificara al grupo. Estas deformaciones eran del tipo tabular oblicua o erecta,
similares a las ándidas y pámpidas y se llevaban a cabo en la primera infancia mediante
el uso de cuerdas o tablillas que comprimían el cráneo o bien por la colocación de gorras
que efectuaban presión sobre la estructura craneal por años.
Como hemos tenido oportunidad de analizar, el avance que esta cultura diaguita
calchaquí tuvo en el campo médico fue notable y ha constituido la base de una medicina
popular actual, abonada por los conocimientos que los españoles traían a territorio
americano y el refuerzo ideológico y doctrinal que la religión católica agregó a prácticas
ya existentes desde siglos. Este sistema estructural del conocimiento y práctica médica
funcionó como un correcto mecanismo que solucionaba los problemas sanitarios con
una cierta efectividad. Prueba de ello es el accidente que sufriera Don Diego de Rojas en
su entrada a Tucumán a través del Valle de Tafí y su descenso por la Quebrada del
Portugués.
Al ingresar al Valle, Don Diego es recibido por el curaca Canamico, quien fue a su
encanto ‘en andas, por tener una pierna cortada’. En efecto, a este importante jefe de la
zona le había sido amputada una pierna por heridas recibidas en enfrentamientos con
otras tribus y los relatos de esa época hablan de una evolución aparentemente sin
complicaciones, lo que nos da una idea de lo avanzada que había llegado a ser su cirugía,
que permitía la realización de una amputación en tercio medio de muslo y luego de una
cicatrización aparentemente normal, cabalgar y seguir encargándose de los asuntos
políticos y militares de la tribu al cacique.
De este grupo también refieren las crónicas de la época que eran ‘hombres altos de
cuerpo y bien dispuestos, que parecían medio gigantes’, * lo que concuerda con datos
antropológicos antes comentados.
El otro hecho destacable en la evolución de la medicina diaguita calchaquí es el referido
a la herida que sufrió Diego de Rojas en una de sus batallas contra los indios, los que
logran herirlo con una flecha en el muslo. Una herida muy leve, a tal punto que Rojas
rehúsa asistirse de ella. Pero, a las veinticuatro horas, comienza a sentirse débil,
asténico y decaído y al tercer día aparece fiebre y desesperación. ‘Mordiéndose las
manos furiosamente’*, arrojándose a cada momento del lecho y ‘dando cabezadas en el
suelo, revolcándose con gran rabia y furor que tenía al extremo de que los que tenían
asido no se podían valer con él’*. El cuadro era tremendo e impactó mucho a sus
subordinados y amigos que veían en su paulatino deterioro sin poder hacer nada por él
ya que desconocían el veneno empleado por los indios y el antídoto correspondiente.
De esta forma, a los siete días ‘murió Diego de Rojas, natural de Burgos, caballero
honrado, esforzado y liberal, compañero en los trabajos de los soldados’, como reza la
noticia de la época*.
Pronto fueron varios los envenenados y muy poco se podía hacer por ellos, hasta que el
terror los dominó, ya que los caciques habían dado la orden a sus guerreros de dejarse
matar antes que revelar la naturaleza del tóxico o su contraveneno. La situación era
caótica y preocupante: ‘Después de la muerte de Diego de Rojas y la del soldado
Francisco Mercado siguiéndole la de otros españoles por obra del veneno de las flechas
de los juríes. La identidad de los síntomas acusados por los heridos púsoles sobre la
verdadera pista del mal y su causa, pero los indios pese a las diligencias que se hacían se
negaban rotundamente a revelar el secreto del antídoto para contrarrestar sus
efectos…’*
Los españoles, en su desesperación, urdieron un ardid. Consiguieron una flecha no
usada, que conservaba el veneno y con ella atravesaron el muslo de un indio prisionero,
el que luego consiguió ‘huir’ de sus captores que lo siguieron a prudente distancia hasta
la vera de un río donde el indio seleccionó hierbas que machacó, bebiendo luego el
zumo de éstas y colocando otras en la herida del muslo de la que previamente había
extraído la flecha. De esta forma fue descubierta por los españoles la ‘contrayerba’: ‘Ea,
señores, sabida tenemos la contrayerba. Lástima grande la de aquellos soldados y el
Justicia Mayor –que harta gloria- verles morir sin remedio, rabiando, mordiéndose los
puños y dando cabezadas contra las paredes’*. Este descubrimiento puso fin a muchas
muertes horrorosas por lo espectacular del cuadro de envenenamiento que los indios
habían logrado perfeccionar, lo que habla de la notable evolución de sus prácticas
médicas.
La región de Los Andes áridos se extiende desde el centro de la provincia de Catamarca y
en ancho variable toma parte de las de La Rioja, San Juan, Mendoza y Neuquén,
formando el límite internacional con Chile las cuatro primeras. Es quizás el área más
extensa y refleja condiciones fisiográficas particulares. En el momento de la conquista
estaba habitada en su mayor parte por pueblos cazadores nómades, recibiendo el
aporte de grupos araucanos venidos desde el occidente de la Cordillera de Los Andes.
Estos nómades ecuestres cambiaron casi por completo la fisionomía cultural y
económica de los pueblos autóctonos.
La estructura sobresaliente de la zona es la andina, cuyas montañas alcanzan un notable
desarrollo, culminando en la cordillera frontal con la cumbre máxima del Aconcagua, la
mayor de América de 6.959 metros de altura, en la provincia de Mendoza. Adosada a
esta cordillera se encuentra la precordillera de La Rioja, San Juan y Mendoza. La
característica de esta zona es la aridez derivada de un clima extremadamente seco. Por
esta causa, las nieves persistentes se hallan a gran altura. La vegetación está
representada por cactáceas y en vastas extensiones solamente existe el suelo rocoso. La
vida humana se asentaba concentradamente en las quebradas, los valles y junto al pie
de las montañas.
Los araucanos, a veces designados como ‘mapuches’ –denominación- que significa
‘hombres de la tierra o del país- habitaron esta zona. Asentados en la zona pampeana y
al Norte de la Patagonia, constituyeron en conglomerado étnico que fusionó huárpidos
montañeses y patagónicos con mapuches. Su estatura media osciló entre los 1,67 y 1,72
metros. Su alimentación era a base de carne de especies de la zona: ñandúes, almadillos,
perdices, vizcachas, guanacos y ciervos. La dieta era completada con el piñón de
araucaria o ‘Pehuén’, de alto valor alimenticio en proteínas e hidratos de carbono. El
árbol productor de este fruto era considerado –y lo sigue siendo hasta la actualidadnumen tutelar.
La medicina era ejercida por el chamán, que los araucanos llamaban ‘berdache’ no
necesariamente homosexual, pero sí dócil, cariñoso, dulce y no activo con las mujeres, a
las que solía tutelar muchas veces como maestro de cocina y tejido. Pero, en general, los
niños afeminados eran considerados aptos para desempeñarse como ‘machis’ o
curanderos, tarea que compartían con las mujeres que ostentaban la misma
denominación.
Al margen del ‘machi’ existía la ‘ancimalés’, la mujer amiga del sol, experta en la cura de
heridas, úlceras, epidemias y mal de ojo causado por los brujos. El ‘cupave’ abría los
cadáveres de los que morían por causa desconocida, tratando de averiguar cuál era,
para informar luego al ‘gustave’ o machi cirujano y al ‘ampive’ o machi herborista. Este
último curaba sintomatológicamente las enfermedades, tratándolas con yerbas y
minerales simples, mientras que el cirujano operaba abcesos, suturaba heridas e
inmovilizaba fracturas y luxaciones.
La odontología práctica era ejercida por el denominado ‘entuvorove’, el encargado de
extraer las muelas en mal estado.
Practicaron la sangría con una punta de pedernal filosa que colocaban sobre la vena,
dando a continuación un golpe seco que la hería, produciendo de esta forma la
hemorragia deseada.
Aplicaba la anestesia mediante el uso del chamico en forma de infusión. Esta sustancia
producía somnolencia marcada, a veces sueño profundo y bajo estos efectos se procedía
a operar.
El o la ‘machi’ aprendían junto a su maestro el uso de las hierbas, plantas medicinales y
sustancias minerales y animales que se debían usar en la curación de enfermos. Junto a
ello, el diagnóstico de la enfermedad que en la mayoría de los casos no explicables era,
naturalmente, la decisión de adivinar a qué dios se había ofendido, cuál regla se había
quebrantado o qué demonio se había apoderado del cuerpo del enfermo.
Simultáneamente, el aprendizaje comprendía las técnicas de comunicación con los
espíritus, las oraciones correspondientes, las formas de llegar al éxtasis y el uso de
algunos instrumentos musicales, como el tambor denominado ‘cultrún’. Los
instrumentos venían a completar la acción de las oraciones, los cantos y las
invocaciones. El ‘cultrun’ confeccionado con ritos mágicos, llevaba en su interior una
piedra –el alma- que les comunicaba su poder. A través de ellos conversaba el médico
indígena y les solicitaba que le comunicaran la causa de la enfermedad y su remedio.
Cada brujo conocía la forma de tocar el ‘cultrun’ y los cantos que debían entonar antes
de proporcionar los remedios al paciente.
El aprendizaje del ‘machi’ duraba años y su trámite era secreto, no revelándose lo
asimilado durante las prácticas, salvo a otros iniciados. El ciclo terminaba en la
‘graduación’ del ‘machi’ con una solemne ceremonia pública en la que siempre estaban
presentes el árbol sagrado –el canelo- y la ‘rehué’ o escalera sagrada, confeccionada
siempre con madera del mismo árbol. Luego de esta ceremonia, seguía un ayuno de tres
días, después de lo cual se iniciaba formalmente y su remedio. Cada brujo conocía la
forma de tocar el ‘cultrún’ y los cantos que debía entonar antes de proporcionar los
remedios al paciente.
El aprendizaje del ‘machi’ duraba años y su trámite era secreto, no revelándose lo
asimilado durante las prácticas, salvo a otros iniciados. El ciclo terminaba en la
‘graduación’ del ‘machi’ con una solemne ceremonia pública en la que siempre estaban
presentes el árbol sagrado –el canelo- y la ‘rehué- o escalera sagrada confeccionada
siempre con madera del mismo árbol. Luego de esta ceremonia seguía un ayuno de tres
días, después de lo cual se iniciaba formalmente en el ejercicio profesional.
El estado de enfermedad se denominaba ‘cutrán’ y los estados patológicos causados por
gusanos invisibles, ‘cutrán pirú’.
Dos modalidades curativas, presentadas por Gregorio Alvarez * era usadas con mucha
frecuencia por este grupo: el ‘lahuentún’ y el ‘machitún’. El primero consistía en una
serie de pruebas de curación que se iniciaba con friegas al cuerpo del enfermo con
infusión y hojas de canelo y luego otras hierbas. El segundo era la cura mágica más
importante, practicándose hasta la actualidad, en ambos lados de la cordillera de Los
Andes. Mientras el ‘machi’ bate el ‘cultrún’ o tambor ceremonial, dos jóvenes o niños
santos dan vueltas a caballo alrededor de la casa del enfermo. Cuando se ejecuta la
variedad nocturna, se usa una especie de decodificador de las incoherencias que el
‘machi’ puede decir en su estado de trance para explicar a parientes y amigos la causa
del mal.
Transcribimos ahora uno de los cantos más popularizados del ‘machi’ recogido por T.
Guevara:
‘Serás machi me dijo/el rey de la tierra/sola me ha mandado/machi ¡ay! me dijo/ el rey
de la tierra:/ aproxímate/ soy el rey médico/ y te digo que seas médica./ Por eso con mi
solo poder/ no he sido machi’*
Estas dos últimas estrofas confirman algo que ya es tradicional en medicina indígena y
popular de la República Argentina y es el hecho de que el poder de curar –como
veremos más adelante- no puede ser adquirido por voluntad propia. Se nace con él –
como en el caso del predestinado- o se le adquiere luego por algún evento significativo
de la vida del ‘curador’, actuando como signos identificatorios aquello que sale de lo
normal, como seis dedos en la mano o el pie, crisis convulsivas, histeria, etc.
La región andina-patagónica, recostada sobre los andes patagónicos, se extiende por el
oeste de las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y el Sud de Tierra del
Fuego. En esta zona, la cordillera disminuye considerablemente de altura y los pasos son
bajos y fáciles de cruzar. La zona considerablemente de altura y los pasos son bajos y
fáciles de cruzar. La zona cortada por profundos valles cuyas depresiones están
ocupadas por lagos. El encadenamiento principal se halla en Chile y en la República
Argentina sobresalen los volcanes Lamín (3.800 metros), Tronador (3.500 metros) y los
cerros Fizt Roy (3.375 metros) y Murallón. En estas condiciones mesológicas se
desarrollaron bosques de coníferas, alerces, cipreses, araucarias y hayas (niré, pehuén,
coihué y arrayán). De ellos, se reconoce al alerce una antigüedad de unos tres mil años
aproximadamente.
El grupo denominado tehuelche se distribuía desde el río Chubut hasta el estrecho de
Magallanes. Ya comentamos que esta raza habría hecho su aparición hacia el año dos
mil a.C., en la opinión de Rex González y Pérez.
Los tehuelches, basaron su mitología en la imagen de un dios superior, creador del
hombre y de todas las cosas que habitaban la tierra.
La talla media de los tehuelches era 1,68 para las mujeres y 1,80 metros para los
hombres. El macizo facial tenía un índice de 85, lo que lo hacía ancho y anguloso.
Cada familia o linaje era poseedor de un tótem, siendo permitido el casamiento con
miembros de otro grupo totémico. Existía en ellos la idea de la supervivencia del espíritu
individual.
Cazadores por excelencia, se alimentaban con carne de guanaco, peces, mariscos y una
variedad de ñandú existente en la zona. La dieta era completada con carne de ciervo y
otros animales como la nutria y aves silvestres, además de hongos, raíces varias, berro,
algarrobo, etc. No era infrecuente la ingestión de carne equina muy apreciada por otra
parte cuando hubo caballos, sobre todo la de yegua, que se consumía cuando se
celebraba algún suceso, como los ritos de iniciación sexual de las jovencitas.
La enfermedad sobrevenía como consecuencia del castigo por acciones cometidas por el
hombre contra la divinidad y se caracterizaba por el despojo del espíritu, con las
cualidades que se presentan en la etiología que luego analizaremos como ‘pérdida de
ánimo’. La solución para este problema era la búsqueda del espíritu perdido y el
aplacamiento de la ira del dios comprometido con el caso. Para esto se efectuaban
distintas ceremonias que incluían el uso de conjuros, el sacrificio e ingestión de carne de
yegua, el uso de talismanes y amuletos, la imposición de manos, etc. La ingestión de
piedras bezoar era un hecho frecuente y casi constante, no solamente en esta zona sino
en toda el área cultural andina que estamos analizando. Este elemento, muy común en
el estómago de diversos animales, como el guanaco, la llama o la vicuña, por mencionar
algunos, debe su nombre a Avenzoar, médico árabe español que las indicaba como
antídoto para venenos, tanto pampas como araucanos las llamaban ‘Iuán curá’ –piedra
del guanaco- y se empleaba como sudorífico, depurativo y antiespasmódico. El
tratamiento incluía infusiones a base de respaldo de huesos fósiles y de animales,
hierbas y otras sustancias minerales, así como emplastos y cocciones. El objeto de todo
acto médico era el de expulsar del enfermo la causa del mal. De allí que la terapéutica
expulsatoria ocupara siempre un papel destacado en la medicina indígena. Por eso
mismo, para la mentalidad primitiva fue siempre más importante llegar a la causa del
mal que a la enfermedad misma.
En otros caso, la enfermedad y su origen no respondían a causas divinas, sino que se
encontraban ligadas a sucesos raros, fuera de lo común, como la presencia de eclipses u
otros fenómenos celestes, el pisado en forma inadvertida del rastro de un reptil, la
presencia de efluvios o ‘aires de enfermedad’, etc. En estos casos, la solución planteada
para resolver el caso era más simple, limitándose a la imposición de manos, exorcismos,
plegarias y ayuno, cuando no una ‘sebada’ o una ‘chupada’ de la que los médicos de la
zona andina no prescindían casi nunca para extraer la causa del mal. En los casos de
‘chupada’, el espíritu causante del padecimiento era ‘materializado’ por el hechicero en
forma de piedras, puntas de flechas, gusanos, sapos y otros elementos que extraía
simuladamente del sitio de succión.
Los ‘machis’ o curadores tenían como rasgo típico su aspecto feminoide, como ya
comentáramos y presentaban en su personalidad diferencias con los simples mortales
que hacían notar con su predisposición para ejercer la medicina. El ejercicio profesional
no era hereditario sino adquirido sobre la base de los rasgos distintivos ya comentados.
Una vestimenta especial los distinguía de los demás integrantes del grupo y la
preparación y adiestramiento solían durar muchos años bajo la vigilancia atenta del
maestro que les iba develando poco a poco los secretos del curar.
Durante los estados de trance, la ‘machi’ era poseída por espíritus que le informaban de
la causa y el pronóstico de la enfermedad, al mismo tiempo que este estado le permitía
actuar como intermediaria para enviar mensajes, plegarias e invocaciones. De este
proceso afirma Pardal que las ‘alucinaciones son las mismas de la sociedad beneficiaria
de su magia y muchos de los que han estado bajo la influencia de sus encantamientos
créense curados, libres de hechizos mortales. El alma individual de la machi
transparenta el alma colectiva de la raza’. * Es justamente esta última frase reveladora
de una constante, que hemos confirmado también en la actual medicina popular del
NOA y que es el hechicero, el ‘curador’ como hemos dado en llamar a este personaje
cotidiano de nuestros valles y quebradas, es ni más ni menos que el reflejo de la
sociedad que lo ha engendrado y lo cobija: su alma ‘transparenta’ el alma del pueblo. La
machi es el exponente del universo mágico de los grupos indígenas estudiados.
Los onas vivieron en la Isla Grande de Tierra del Fuego. El grupo humano era pequeño,
unido por lazos de sangre y no estaba organizado en verdaderas tribus. Cada grupo se
encargaba de su propia subsistencia y destino. Todos contribuían al sostenimiento de las
necesidades diarias trabajando, cazando, existiendo, procreando y muriendo
independientemente de los demás.
Su estatura media era de 1,78 metros para los hombres y 1,65 para las mujeres. Su
fuente de alimentación era el guanaco que sustentaba sus necesidades básicas de abrigo
y alimento. La carne era asada al fuego directo o al rescoldo. También integraban la lista
de alimentos los roedores, los gansos salvajes, las gaviotas, los zorros, los mariscos y en
ocasiones muy favorables, la ballena, cuando este animal se acercaba a la costa enfermo
o moribundo. Raíces, calafate y frutillas silvestres completaban la dieta.
Reconocían la existencia de un dios supremo que había mandado un representante a la
tierra para crear las cosas y enseñar a los hombres, junto a una numerosa y complicada
mitología.
Cada grupo contaba con un hechicero denominado ‘kon’, el que era mantenido y
cuidado por el entorno tribal, hallándose sus integrantes muy preocupados por el buen
pasar de aquel.
Una de las maniobras más frecuentemente usadas era la del ‘sobamiento que consistía
en masajear a veces vigorosamente la parte enferma para alejar del cuerpo el espíritu
del mal que se había apropiado de él. Basado en el principio del ‘cuerpo extraño’, la
operación, que se efectuaba con manos y pies, solía terminar con la exhibición del
objeto extraído por la ‘sobada’, que como ya dijimos solía ser una piedra, una flecha u
otros adminículos. La sangría era reservada para los casos rebeldes y la ‘chupada’ o
succión de la zona enferma era un complemento del otro método.
Si el éxito acompañaba el accionar del ‘kon’, este era agasajado y protegido por el
grupo, que le prodigaba múltiples atenciones. Si faltaba en su cometido, podía llegar a
ser abandonado a su suerte, cuando no ultimado si se lo hallaba culpable de negligencia,
de causar enfermedad o de crear maleficios.
Una costumbre singular era abandonar un lugar ante la repetición de una misma
enfermedad, llegándose inclusive al extremo de dejar allí a los individuos más graves y a
aquellos considerados incurables.
En el caso de agonía prolongada, se procedía a eliminar al enfermo por
estrangulamiento, requiriéndose en ese caso el concurso de la que después pasó a
llamarse la ‘despenadora’, ya que generalmente se trataba de una mujer. Ella era la
responsable de dar una muerte piadosa a los incurables y moribundos. Generalmente
era convocada por los familiares del enfermo y, luego de orar por aquél, procedía a
estrangular disimuladamente al enfermo bajo la apariencia de pases mágicos o bien a
fracturarle la columna vertebral con un golpe seco, practicado en la penumbra y en
soledad. Esta práctica, sobre cuyo origen en el tiempo no se conoce con precisión,
persistió hasta bien entrado el siglo XX.
Los Yaganes fueron descendientes de los canoneros mesolíticos que se supone llegaron
a la zona entre 1.500 a 2.000 años AC, constituyendo el grupo humano más austral de la
tierra. Se autodenominaron ‘yamanas’, que significa gente o persona en su lengua.
Su estatura promedio era de 1,58 metros de altura, de nariz chata, pómulos salientes y
ojos pequeños y oblicuos. Bajos, desgarbados, de facciones desarmónicas para los
cánones estéticos europeos, su hábitat estuvo constituido por los canales e islas
magallánicas y fueguinas, especialmente los canales Ballenero, Beagle y el Cabo de
Hornos. Era éste, a pesar del inconveniente del frío y el invierno, un lugar deseable para
vivir. Había mucha comida, fácil de obtener, no había animales agresivos ni peligrosos,
ni vegetación exuberante o dañina que les impidiera un desarrollo técnico cultural
apropiado.
Concibieron la existencia de una divinidad suprema, dueña de todo lo creado, que regía
la vida de los individuos desde el nacimiento hasta la muerte.
Fueron hombres adaptados a la vida en el litoral marítimo y su vida dependió de los
recursos que les proveía la costa del mar. Su alimentación básica se realizaba a base de
pescados, mejillones, huevos de aves, carne de foca, lobos marinos y pingüinos. La dieta
era completada con habas y frutas silvestres. Estos hábitos alimenticios sufrieron un
grave desequilibrio con la llegada de los europeos a la zona, como consecuencia de la
caza exagerada de ballenas y lobos marinos que abundaban el canal de Beagle. Para
tener una idea aproximada de ese desequilibrio, bástenos saber que el valor calórico de
un lobo marino equivale a la consumición de 30 a 40 mejillones.
La medicina era ejercida por chamanes que muchas veces detentaban simultáneamente
el poder temporal. De gran prestigio social, eran los encargados de ordenar las
relaciones entre mortales y un complicado mundo de espíritus que podían oscurecer la
figura del dios creador.
Por regla general, el alma de un brujo difunto era la que se reencarnaba en otro
individuo, transmitiéndose de esa manera el poder de curar. A su vez, el hechicero
poseía sus espíritus protectores que lo auxiliaban en sus tareas, lo preservaban de todo
mal y fortalecían su conocimiento. Estos espíritus eran reverenciados honrados e
invocados en cada ceremonia o acto médico.
El parto era producido en posición de cuclillas y asistido por una comadrona, mientras el
curandero permanecía lejos de la mujer. El cordón umbilical, que se dejaba secar y caer
espontáneamente, se conservaba hasta los cuatro años de edad. En ese momento se
ataba al cuello de un pájaro, al que después se liberaba, dejándola volar, como símbolo
de amor y cuidado.
Un comentario aparte merece las epidemias y el efecto que sobre los grupos indígenas
produjeron.
Epidemia es una palabra originaria en la griega ‘ epidemós’ epi= sobre y demos = pueblo,
‘sobre el pueblo’. Fueron por definición enfermedades que temporalmente atacaban a
una comarca o a un pueblo, afectando al mismo tiempo a un gran número de personas.
Todos los grupos indígenas que poblaron nuestro suelo sufrieron el choque biológico
que significó la llegada del europeo. Y de sus enfermedades. La población autóctona fue
diezmada por esta presencia y sus dos consecuencias inmediatas: la guerra y las
epidemias. A nivel biológico, contacto equivalió a contagio, por falta de defensas.
Las epidemias impresionaron profundamente al indígena por su manera imprevista y
explosiva de presentarse, sin una causa visible o real, por lo misterioso e impalpable de
su difusión, por lo inexplicable de sus muertes, por la forma en que se iba extinguiendo
un pueblo, gradual y progresivamente. De allí el carácter de sobrenaturalidad que las
mismas tuvieron sobre el hombre primitivo. Esta representación de lo divino, de lo
sobrenatural, que constituían las epidemias obedece al hecho, casi común a todas las
culturas, pretécnicas, de considerar a todo lo que es explicable por esta vía, ‘animizado’
lo no entendible. La enfermedad se abatía sobre el individuo en forma de un ‘ataque’
que lo invalidaba, lo postraba, le hacía sentir el peso de los demonios o de la divinidad.
Para algunos grupos las enfermedades epidémicas se debían a la presencia de una
especie de ‘gorgojo’ pequeño de cuerpo y armado de arco y flecha, de cuya acción
resultaba la enfermedad. Como vemos una etiología basada en la teoría del ‘cuerpo
extraño’, que analizaremos más adelante. Ya los griegos de la Ilíada atribuían las
epidemias a las flechas lanzadas por un Apolo ofendido contra los aqueos. Iguales
mentalidades en distintas latitudes y tiempos.
Otros relacionaban las epidemias con fenómenos celestes no explicables, como los
eclipses de sol y de luna, los rayos paralelos y los cometas.
La osteopatología nos ha dado noticias de enfermedades epidémicas muy antigua pero,
lamentablemente, solamente de aquellas que dejan huella en el hueso, lo que
constituye solamente un 1 a 2 %. El estudio de los restos fosilizados ha permitido
además probar la existencia de sífilis y tuberculosis y lesiones dentales diversas, lo que
ha presentado un panorama general de padecimientos de los primitivos habitantes del
NOA, las épocas de mayor morbilidad, la presencia de ciertas epidemias, etc.
Las enfermedades y epidemias importadas por el blanco a nuestro territorio iban a
transformar violentamente, otras a eliminar directamente, la presencia indígena en el
continente. En general, las pérdidas oscilaron entre el 25 y el 60 % desde el momento
del primer contacto. En líneas generales, las enfermedades que más dañaron a los
indígenas fueron las respiratorias, como los cuadros gripales, las neumonías y la
tuberculosis. El sarampión hizo estragos, con alta tasa de muertes. Otro tanto se puede
decir de viruela. Como ejemplo, bástenos decir que en el caso de onas, hacia 1891 eran
alrededor de 2.000, en 1.910 eran 350 y en la actualidad están extinguidos. En 1.885 una
epidemia de sarampión mató al 50 % de los yaganes, cuyo censo indicaba 2.000
individuos en 1.875, para descender bruscamente a 500 al terminar la epidemia de
sarampión; en 1.919 eran solamente 175, en 1922 eran 73 y en la actualidad no existen,
muriendo el último de ellos en 1.974, la gripe, la tuberculosis, la viruela, el sarampión
acabaron con la presencia indígena en el Sur de Argentina, otro tanto ocurrió con el
Noroeste.
Algunas epidemias fueron autóctonas, la mayor parte traída por el europeo, un injerto
de civilización en las distintas regiones.
Así transcurría la medicina en el área andina desde mucho antes de la llegada del
conquistador, creando un sistema médico particular y sentando precedentes, creencias
y prácticas, la mayor parte de las cuales persistían hasta nuestros días, constituyendo la
base de la actual medicina popular del Noroeste, que empezamos a analizar en sus
antecedentes.
ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA MEDICINA POPULAR EN TUCUMAN
Hemos elegido esta provincia por ser su archivo depósito de numerosos documentos
referidos a este tema, pero estudios efectuados en otras provincias del NOA y consultas
con historiadores de ellas nos han mostrado un panorama similar al hallado en Tucumán
en lo que se refiere a medicina científica versus medicina popular, en sus aspectos
asistenciales, mesológicos, geopolíticos y de infraestructura, de manera que
consideramos válido este muestreo que puede ser extendido en sus conclusiones a todo
el NOA.
San Miguel de Tucumán, fundada en 1565 por el Capitán Don Diego de Villarreol
comienza a sentir, desde sus mismos comienzos, el enfrentamiento entre la medicina
traída por los españoles con la medicina autóctona, de origen prehispánico como hemos
tenido ya oportunidad de ver, y abonada por siglos de experiencia que diera como
resultado una medicina basada en parte en el empirismo y en parte en la magia.
La vida en la región era difícil y carecía de halagos. No había médicos ni maestros y los
enfermos de este inicial grupo de habitantes de Tucumán eran asistidos por barberos,
sangradores y ‘curadores’ locales con sangrías, tisanas y muy buena voluntad. Ello
permitió la supervivencia de la medicina indígena que, en lugar de decrecer y ser
asimilada por la europea, muchas veces suplió a esta y pasó a enriquecerse con sus
aportes, recibiendo además el refuerzo ideológico que habría de prestarle la religión
católica. Esto explica el porqué de la persistencia de esta medicina, convertida luego en
popular y supérstite hasta nuestros días que, frente a los conceptos templarios de
‘cálido’ y ‘fresco’, incorpora a los diversos actos curativos oraciones del ritual católico –y
aún divide a estas oraciones en ‘cálidas y frías’- y enfermedades de tipo místico y mágico
como son la enfermedad del ‘susto’, la ‘aicadura’ o el ‘agarrar la tierra’, padecimientos
cotidianos y de cura frecuente en nuestros días en el Noroeste argentino.
La medicina indígena y luego la popular perviviente, de fuerte contenido animológico,
mostraron a la enfermedad de causa no visible –sobrenaturalista- con un fuerte
contenido definitorio místico, considerado este aspecto desde la ‘mentalidad’ de estas
culturas, porque ellas interpretan a la naturaleza en ese sentido –recordar que ‘todo
tiene alma’ y esto incluye naturalmente a la enfermedad. Esta es considerada como una
presencia ajena e independiente del individuo que la padece, incorporada
temporalmente a él, lo que hemos denominado ‘inorganicidad patogénica’ de enfermo y
curador pretécnicos y populares. A este campo pertenecen las enfermedades llamadas
‘internas’ que para estos personajes tienen un fuerte sentido animológico: no se ven,
muchas veces tampoco se tocan, se curan sin que se vea actuar concretamente al
remedio y ello lleva de la mano al campo de la magia y la especulación.
A esta situación se debieron enfrentar los españoles a su llegada al NOA, con el
agravante de que ellos mismos no traían la solución al problema –es decir una medicina
científica- sino que además debieron recurrir a la ya existente en la zona. Pronto el
exceso en la práctica médica popular debió asustar al vecindario y a los distintos
cabildos y situaciones singulares comenzaron a aparecer. Dos casos ya presentados con
óptica distinta por tantos autores, van a ilustrar fehacientemente este cuadro de
carencia de medicina oficial por un lado y por otro de persistencia de la medicina
anterior.
El primero de ellos, el caso de Luisa González, en 1688, a quien acusó de haber
‘encantado’ al Capitán Don Diego Bazán, el que cayera enfermo por dos años sin que los
remedios administrativos le causaran alivio, ni aún el exorcismo practicado por Don
Pedro Martínez de Lezana, Vicario General del Obispado. En esta historia se mezclan
rasgos de embrujamiento –medicina ‘ iatrogénica’ de la curandera- con magia simpática
el mal se realiza con sapo que personifica al capitán y con la participación de un adivino
para llegar a la causa del mal. Este consigue descubrir en el rancho de la acusada a un
sapo atado con un pedazo de lienzo y con un hilo blanco en el muslo, que había sido
usado para enfermar al capitán, coincidiendo una de las lesiones que presentaba –la del
muslo- con la señalada en el bactracio. Para intentar obtener la confesión de Luisa
González, el Alcalde mandó aplicar tormento ‘por rebelde, contumaz y que no ha
querido confesar el delito…’, no logrando ni de aún esta forma una confirmación de la
acusada. Lo cierto es que el Capitán Bazán mejoró luego de este proceso y tortura de la
supuesta culpable, no sabemos si por efecto de estos actos o simplemente como
resultado de la acción de la naturaleza de su evolución.
El segundo caso, el de la india Pascuala, que había enfermado a una esclava negra, quien
afirmaba que en muchos lugares del cuerpo le estaban sacando espinas de penca,
efectuando la denuncia correspondiente su dueño, el capitán Antonio Toro .En este caso
vemos la vigencia de la teoría del ‘cuerpo extraño’ para explicar la enfermedad a través
de una realidad visible, la ‘espina de penca’ introducida en el cuerpo de la paciente para
causarle enfermedad. Los testimonios asentados en los libros del archivo nos ilustran
sobre las alternativas del proceso y presentan todo un panorama de la medicina popular
en Tucumán hacia el 1.600.
Ya por estos años en todo el territorio de Salta del Tucumán se veía con preocupación
estas prácticas, pero la solución al problema seguía siendo difícil, ya que los médicos no
llegaban a la zona sino de paso hacia el Perú y la plaza tenía, por otra parte, poco o nada
de atractivo para estimular un asentamiento de este tipo. De allí que la preocupación
del Cabildo de Tucumán –y esto es similar en las otras provincias futuras- reflejada en
numerosas actas consultadas haya sido justamente, tratar de obtener la dotación para
un médico titular de la ciudad, que además prestara servicios en la compañía.
Un primer intento de paliar esta situación lo constituyó el contrato celebrado entre
Francisco López, ‘cirujano’ y ‘Juan Pérez’, natural de Manila y por el cual el primero se
comprometía a enseñar medicina al segundo a cambio de sus servicios durante cuatro
años, al final de los cuales le entregaría una caja de cirugía para que se desempeñara. Lo
interesante no es el contrato en sí, sino que este está asentado en documentos del
Cabildo del Tucumán y se efectúa ante notario y con testigos, lo que evidencia que el
tema de la atención médica más o menos idónea interesaba a las autoridades y pueblo
de Tucumán, constituyendo este documento, a nuestro entender, el primer antecedente
de instrucción médica organizada, al mismo tiempo que el primer intento de
reglamentar el ejercicio profesional mediante un acuerdo legal que fuera estudiado en
el contexto de un estudio mayor sobre la medicina en Tucumán.
Todo esto sucedía a pesar de que las Leyes de Indias no autorizaban el ejercicio de una
medicina popular taxativamente, al afirmar que ‘no se consienta en las Indias a ningún
género de personas que curan de medicina ni cirujía sino tuvieren los grados y licencias
del Protomédico que disponen las leyes que ha de constar por los recaudos legítimos…
Pero el hombre que habitaba el Noroeste por estos años de complicación y enfermedad,
debía luchar contra una naturaleza hostil, contra el aborigen que se negaba a ser
sometido y contra las enfermedades que los aquejaban casi permanentemente.
Recordemos simplemente las crónicas españolas que hablan del colon tan quebrado de
los habitantes de la zona, refiriéndose solamente a una de las enfermedades endémicas
de la región: el paludismo. Una vez dominada la naturaleza y sojuzgados los indios, el
habitante no podía consolidar el tercer frente, crear una salud pública eficiente por no
contar con médicos que la administraran y debieron conformarse con la atención de los
‘curadores locales’ y las comadronas que suplían más o menos eficazmente la falta de
médicos. La consecuencia inmediata fue la proliferación de esos ‘curadores’ y de la
medicina no científica o popular.
Con serios altibajos y una proporcionalidad muy a favor de la medicina no tradicional,
llega la medicina a Tucumán –y del NOA también- al siglo XIX, en el que las campañas
militares al Norte de Argentina produciría una mejora en la situación sanitaria en todas
las provincias involucradas, actuando Tucumán por razones logísticas y de organización
como centro de toda esta actividad. Los contingentes militares trajeron sus propios
médicos que ayudaban a la población civil en la medida de sus posibilidades que no eran
muchas según los documentos militares, apoyados muchas veces en los pocos recursos
locales.
Aparece aquí otro factor importante y que gravitó enormemente en el desarrollo de una
medicina organizada en el Noroeste argentino. Me estoy refiriendo a la relación entre
economía y atención sanitaria, la denominada ‘economía de guerra’ primero, las luchas
locales por el poder después, las obras públicas consideradas prioritarias, los
empréstitos y las donaciones consideradas de primera necesidad, habrían de ir
postergando gradual pero sostenidamente obras y cargos relacionados con la salud
pública y obligando a cubrir esos espacios con los practicantes de una medicina
considerada de ‘ilegítima’ por las autoridades, que se veían obligadas a tolerarla por
necesidad. El caso de los hospitales, por ejemplo, basta como ilustración. Planificados
hacia el 1.600 –al menos en los documentos- su evolución habría de ser estacionaria y la
idea se concretaría efectivamente recién en 1.883, 200 años después.
El General Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán en la década del treinta del siglo
pasado, fue uno de los más preocupados por el desarrollo de esta medicina paralela e
intentó reglamentar el ejercicio profesional alarmado por los ‘males resultivos contra la
salud pública, por el abuso de ejercer una profesión que corresponde a los
conocimientos científicos de la facultad médica’.
La desaparición física de Heredia traería el problema a fojas cero nuevamente en 1838 y
diez años más tarde dos médicos volverían a solicitar al gobierno que arbitrase medidas
contra curanderos y hechiceros que pululaban por Tucumán, manifestando que el
gobierno debía ‘prohibir el que curen públicamente todos aquellos que no presenten sus
credenciales de profesores de medicina y cirugía’.
Unos años más tarde se promovió la creación de una Escuela de Medicina Elemental
para proveer de practicantes formados científicamente a la campaña, donde el
problema del curanderismo y la medicina popular tenían más vigencia. También
solicitaban la necesidad de contar con un control de las reglamentaciones existentes
sobre ejercicio profesional de médicos, boticarios, parteras y sangradores.
La idea de forman practicantes no era mala, pero su aplicación en la realidad de un
Noroeste con graves problemas institucionales y económicos hizo que la iniciativa no
prosperara.
La característica del siglo XIX en el NOA habría de ser, pues el énfasis puesto en obtener
una reglamentación que pusiera límites a la actividad de los ‘curadores’ locales que se
enfrentaban a una medicina que estaba pugnando por ser científica y racional. A esta
idea se debe la creación de los tribunales de medicina y los consejos de higiene que
empezaron a actuar a fines de 1.800, además de su meritoria labor en el campo de la
prevención y ordenamiento profesional.
El problema de una medicina popular versus una medicina científica, a pesar de no tener
ya la magnitud ni la importancia de hace 100 ó 200 años, persiste aún en nuestros días.
Intentaremos en las páginas siguientes un análisis de las causas que han motivado su
persistencia y habremos de proponer algunas soluciones al problema existente y real de
la medicina popular del Noroeste argentino.
II. PRESENTE DE LA MEDICINA POPULAR EN EL NOA.
La medicina popular se halla firmemente instalada en el Noroeste argentino, siendo este
desarrollo mayor en algunas zonas como la Puna, los valles escalonados a lo largo de
rutas antiguas, como el de Tafí, el Calchaquí, el de Lerma por citar algunos y en muchos
menos proporción o al menos en menor estado, puro para investigarla en ciudades y
pueblos alejados de las montañas que suele ser su hábitat natural. La presencia y
accionar del curador local reemplaza con mucha frecuencia al médico en muchas zonas
montañosas, que suele ser su hábitat natural. La presencia y accionar del curador local
reemplaza con mucha frecuencia al médico en muchas zonas montañosas del NOA
coexistiendo con factores sanitarios que hablan a las claras de déficit asistencial y
preventivo de enfermedades. Es ésta, justamente una verdad geopolítica fácilmente
comprobable para quien transmite azarosamente por lugares como Los Chañares, en el
Valle Calchaquí. El Paso en la provincia de Catamarca, la Puna jujeña, por ejemplo. Todo
lo encontrado habla a las claras de la necesidad de replanificar la salud en la región,
teniendo en cuenta que enfermedades como chagas, sífilis, paludismo, desnutrición
infantil y otras a veces revisten carácter de endémicas.
Por otro lado, es justamente en el NOA donde con mayor facilidad se va a encontrar una
cosmovisión de connotaciones mágicas que rige la vida de sus habitantes, sobre todo en
zonas montañosas alejadas y valles pocos accesibles. Allí vemos la existencia de una
medicina particular alejada de los parámetros que los médicos diplomados
consideramos de normalidad y ortodoxos, que tiene diferente forma de pensamiento
sobre el enfermar, el morir y el sanar y que da un marco estructural especial a este tipo
de medicina mágica de real y efectiva presencia. Veamos ahora algunos de sus
fundamentos mágicos.
La medicina mágica reconoce la presencia de poderes o potencias sobrenaturales
subyacentes o trascendentes al mundo fenoménico. Una de sus características más
salientes, estudiada en su momento por Freud y luego desarrollada en el campo de la
medicina popular del NOA, establece en general para todos los individuos, una creencia
en la eficacia de la palabra y en la unidad operativa de ciertas acciones. La magia parte
del presupuesto de la superioridad del hechicero, de su convicción de conocimiento y de
su confianza ilimitada en el poder supra humano del que se halla dotado, concebido por
los dioses o los espíritus para curar en forma extraordinaria. Existe en él una creencia en
la omnipotencia del pensamiento, como la que podemos observar en algunas neurosis
compulsivas o en la paranoia. Estos fenómenos son reiterativos y salvo una que otra
excepción estén presentes en todas las actitudes de los curadores entrevistados para
este estudio, de la misma manera en que lo estaban en los hechiceros indígenas que los
precedieron en este camino, daño origen así ala remanente medicina popular que hoy
tenemos oportunidad de analizar.
El mago trata de operar sobre el mundo circundante por el convencimiento que tiene de
su propia superioridad poniendo de esta manera a su servicio los poderes ocultos de la
naturaleza, inaccesibles para los humanos comunes y por ello la palabra en los actos
médicos es siempre compulsoria y coactiva, a diferencia de aquel que reza a su dios
pidiendo humildemente, siendo la palabra en estos casos imperativa y persuasiva.
La medicina popular enfrentada a la enfermedad que no puede explicar por causas
naturales, tiende a explicar la realidad microscópica u oculta que no ve a simple vista
por el camino de la animación del proceso, reduciendo el concepto al mundo invisible de
los espíritus que pueblan su universo varias veces centenario. Y por esto los
presupuestos de nuestras culturas autóctonas relativos a la elaboración de una teoría
del sanar y del enfermar tienen su fundamento en la sobrenaturalidad. Esto hace que las
enfermedades de causa no visible tengan un fuerte contenido definitorio místico,
concepto que incluye por supuesto a toda la concepción de la enfermedad y su curación.
No de otra manera podemos entender que cuando a un habitante del Valle Calchaquí ‘lo
agarra la tierra’, es justamente ese material espiritualizado, corporizado si se quiere
denominarlo así, el que se ha apoderado del alma del enfermo, que desde ese momento
va a andar ‘desanimado’ expresando su sintomatología en desgano, dolores corporales,
contractura de cuello ‘cogote anudado’ como está referida esta enfermedad a quien
inquiere por su sintomatología. En este caso tenemos la unión de un elemento
supuestamente inmaterial –el alma- cuya pérdida por parte del individuo desencadena
síntomas físicos de naturaleza material, como lo es el del ‘cogote anudado’ al que me
refería antes.
En estos casos, la enfermedad es concebida por el sujeto como una presencia
independiente a sí mismo, como hacía notar antes, incorporada temporalmente a él,
como en el caso precitado de pérdida del alma- pero sin dejar de permanecer ajena a su
persona. Esto hace que el curador pueda actuar sin problemas sobre esta inorganicidad
patogénica del paciente enfermo con entera libertad. Todo el mundo de ambos
protagonistas de la ecuación salud enfermedad está poblado ancestralmente por un
infinito número de seres espirituales, benéficos y maléficos, que animan a los reinos
animal, vegetal y mineral. A esto me refería cuando relataba que mis entrevistados
suelen decir con frecuencia que ‘todo tiene alma’.
En el paciente con cierta mentalidad primitiva mucho más si se trata de un neurótico
obsesivo, existe un gran componente mágico que interviene en el proceso de curación.
Este pensamiento mágico obedece a dos leyes básicas: 1) la magia por simpatía y 2) la
magia por contacto.
En el primer caso se establece una relación por analogía, la semejanza entre objetos
parecidos hace que lo que le suceda a uno le deba ocurrir necesariamente al otro. De allí
que en la amplia farmacopea indígena hallemos junto a elementos de probada acción
terapéutica otros aparentemente sin sentido sino los analizamos dentro del contexto
que estamos estudiando. Así tiene sentido el uso de flores rojas para las hemorragias,
piedras amarillas para las icterias, gusanos velludos para la calvicie.
En el caso de la magia por contacto, el sentido está en la relación que persiste cuando
dos cosas han estado en contacto lo suficientemente prolongado, aunque en algún
momento dejen de estarlo. Dicho de otra forma, la separación física no implica
distanciamiento en el sentido material; dos cosas que han estado unidas, aunque se
separen, siguen estando en contacto. Es este justamente el caso de hacer el mal,
maleficio o encantamiento consistente en producir enfermedad en el otro a distancia, a
cargo de personas dotadas para ello, mediante el uso en las ceremonias de elementos
que hay estado en contacto directo con la persona que se quiere enfermar, tales como
pelos, uñas, vestidos, etc., siendo de mayor utilidad aquellos de contacto íntimo y
prolongado.
Analicemos ahora otro elemento mágico importante de la medicina popular, como es el
‘tabú’. Su presencia es antigua en el Noroeste y existe hasta nuestros días la tradición
del ‘kaizar’ o ‘aicar’, prohibición expresa a la mujer embarazada de contactar con la
muerte de otros durante la gestación, como el hecho de visitar cementerios, la
asistencia a velatorios o el simple tránsito cerca de un ‘antigal’. La mujer que transgrede
esta prohibición, hace vulnerable al niño que lleva en su interior y, llegado el momento
del parto, este nace ‘aicado’, afección que se caracteriza por un cierto retardo
maduratriz. El niño no camina a tiempo, es débil y de poca contextura física, tiene
escaso desarrollo muscular, disminución en la talla, es ‘blandito’ como nos lo definía un
informante (J. C). Aquí vemos también la dualidad materia-espíritu a que me refería
antes.
En un comienzo, el término ‘aicar’ abarcaba otras enfermedades, tales como el mal de
montaña o el determinado por los dioses de la montaña, como lo manifiesta Pardal,
para luego circunscribirse a lo ya descrito, al menos en la región del NOA.
Desde un punto de vista general, el tabú puede revestir las siguientes formas: directo o
natural, producto de una fuerza misteriosa inherente a una persona o una cosa;
indirecto o transmitido a través de una tercera persona que puede ser sacerdote,
médico o una mezcla de ambos y mixto cuando es una combinación de ambas
posibilidades anteriores. En el caso citado del ‘aicar’ el mecanismo corresponde a la
acción directa. De acuerdo a Northcole Thomas, citado por Freud, los tabúes directos
cumplirían las siguientes funciones:
a. Proteger a ciertos personajes importantes y preservar los objetos valiosos de todo daño
posible.
b. Proteger a los débiles, mujeres, niños y hombres comunes contra una poderosa fuerza
mágica.
c. Preservar al sujeto de los peligros resultantes del contacto con cadáveres, delo
absorción de determinados alimentos, etc.
d. Precaver las perturbaciones que puedan sobrevenir en determinados actos de la vida,
tales como el nacimiento, la iniciación de los adolescentes, el matrimonio, las funciones
sexuales, etc.
e. Proteger a los seres humanos contra el poder o la cólera de dioses o demonios.
f. Proteger a los niños que van a nacer y a los recién nacidos de los peligros que a causa de
la relación simpática que los une a los padres pudieran atraer estos sobre ellos, realizando
determinados actos a absorbiendo ciertos alimentos que habrán de comunicarles
especialísimas cualidades.
En el caso que nos ocupa el ‘aicado’ es el resultado de la conjunción de lo enunciado en
los puntos b, c, d, e y f, constituyendo esta última aseveración la parte formal o social
del fenómeno y mezclándose con las otras en proporción más o menos directa.
Palma en uno de los estudios más completos sobre el tema, nos manifiesta que este
tabú, muy común en la zona puneña del país y que también hemos observado en
nuestros sitios de investigación se caracteriza por tener como común denominador la
desnutrición infantil, intentando una explicación científica del fenómeno resultante, lo
que justifica la presencia en el cuadro de retardo psicomotriz, bajo peso, escasa masa
muscular y otros trastornos del niño.
Todo tabú traduce fundamentalmente la necesidad de la existencia determinadas
personas o cosas, en nuestro caso los muertos, que entrañarían una fuerza misteriosa y
poderosa transmisible por contacto, como un contagio, siendo a nivel popular
interpretadas la etiologías como la simple ruptura de la regla de no tener contactos con
antigales, muertos o elementos que hayan estado en contacto con ellos y por eso se
califica de tabú a todos los lugares, personas objetos y estado que entrañen la
misteriosa propiedad de la que hablamos, o sean fuente de ella.
La etiología en estos casos es de acuerdo a la clasificación que presentaremos más
adelante, mixta ya que entraña la combinación de una ruptura de tabú que trae
aparejada la entrada al organismo de un hueso, introducido en el mismo por un ‘sajra’ o
espíritu maligno que mora en los antigales, es decir que se incorpora un cuerpo extraño
que lo va a enfermar. Habremos de ver esto en más detalle al tratar la estructura
general de la enfermedad, más adelante.
Analicemos ahora la medicina popular integrada a un contexto real que tenga en
cuenta, como en una obra de teatro, un escenario, una trama o argumento y actores o
protagonistas de ella.
El MEDIO
Está dado por la zona de estudio, que abarcó el valle de Tafí, el Calchaquí y algunos
sectores de la Puna. Es la zona montañosa del Noroeste argentino, con sus quebradas y
sus valles con su puna y sus regiones desérticas, una zona geográfica que ha permitido la
perduración de rasgos típicos que la caracterizan y que ha favorecido el desarrollo de
una medicina popular muy arraigada de características relevantes. En ella encontramos
fundamentos de origen cultural prehispánico que dan forma a la práctica iátrica del
habitante de esta región.
Analicemos ahora cuáles pudieron haber sido las causas que expliquen la perdurabilidad
de ciertas tradiciones y su supervivencia casi intacta hasta nuestros días, configurando
una medicina popular vigente y no pocas veces acertada en sus presupuestos mágicos.
Pensamos que las causas pudieron haber sido dadas por: 1.- Peculiar ambiente físico, en
el que se debe considerar en primer lugar la baja presión atmosférica que va a causar en
el no acostumbrado a la zona el fenómeno del apunamiento. En segundo lugar, el
territorio desértico en algunas zonas, subfértil en otras, con escaso régimen de lluvias en
las más lo que, asociado a una falta de infraestructura para circular y estacionarse,
constituirían aspectos negativos que van a influir sobre el desarrollo de cultivos,
asentamiento ganadero o incentivo del turismo. Bástenos comentar que para llegar a
ciertos lugares donde efectuamos entrevistas y estudios de campo, debimos llegar a
caballo o con vehículos especiales para el terreno, por lo inaccesible o dificultoso de su
acceso y para esos lugares eran asentamiento de grupos más o menos numerosos en los
que las más de las veces no conocen al doctor.
El hombre actúa sobre la tierra para satisfacer necesidades biológicas y culturales y ello
da como consecuencia una modificación del paisaje geográfico es proporción directa a la
expansión de la ecúmene y a un acelerado desarrollo tecnológico. Estas dos causas de
desarrollo no se han dado en nuestra zona de estudio, disminuida en sus expectativas
poblacionales por la emigración y la falta de recursos tecnológicos modernos. En el NOA,
algunas regiones muestran la relación estrecha que se establece entre densidad de
población y regiones más o menos favorecidas climáticamente. Zonas como la Puna, por
ejemplo, pueden dar fe de ello, con tierra semiárida, de escaso riego y características
climatológicas muy adversas, sobre todo en invierno, lo que se traduce en retraso
poblacional y tecnológico.
La característica de aislamiento cultural que presentan por otra parte zonas extensas del
NOA, ha permitido a la población mantenerse al margen de la ‘aculturación resultante
del contacto directo y permanente con otras culturas y los consiguientes cambios en los
tipos originales culturales de la región. Esta aculturación, por otra parte cada vez más
frecuente por las comunicaciones y los medios audiovisuales de expresión, es una de las
causas que explican la pervivencia de medicinas antiguas que no han evolucionado o
han sido reemplazadas por la científica oficial del sistema sanitario del País.
2) Peculiar ambiente económico que gira alrededor del desarrollo de líneas laborales
muy restringidas como la cría de ovejas o llamas, el cultivo en predios pequeños y con
mucha dificultad y el monocultivo. Esto es consecuencia de la falta de recursos técnicos
y de una planificación de la región en el aspecto económico, que prevea de rotación de
cultivos y la implementación tecnológica para el desarrollo, fruto de una mentalidad en
la que subyace una geopolítica de relaciones fundamentalmente, en desmedro de la
integración total y real del territorio nacional. Existe, pus para con la zona Norte de la
República Argentina una falta de sentido geopolítico del espacio y sus posibilidades. En
el caso que nos ocupa, es otra de las vías para la intelección de la medicina popular, ya
que está explicando los factores que tienden a conservarla y mantener muchos de sus
rasgos más antiguos. A este respecto –el del desarrollo geopolítico de la Nación- nos
refiere Marini que las ‘consecuencias históricas más importantes de esta lucha
permanente se manifestaron en la expansión de la población, la modificación del paisaje
geográfico, el perfeccionamiento técnico del dominio político del territorio y el
desarrollo de un sentimiento profundo de afecto a la tierra y al pueblo enraizado en su
pasado y proyectado en el futuro. Vemos, con lo que hasta aquí hemos expuesto que a
la zona que es objeto de estudio le están faltando varias de las condiciones estipuladas,
quedándonos como elemento constitutivo nada más que un sentimiento de apego a la
tierra y a las costumbres locales –factor generador, entre otros de medicina popularque de ninguna manera por sí solo va a poder llegar a favorecer el desarrollo de un
futuro de promisión. Pero que sí ha permitido mantener una cultura tradicional y una
medicina popular, objeto de estas reflexiones.
3.- Peculiar forma de educar, sujeta a cánones fijos y generales para toda la nación, que
desconocen la cosmovisión mágica de los habitantes de muchas zonas del NOA y su
esquema estructural de vida y cultura autóctona, cuyo fundamento principal se
encuentra inmerso en la prehistoria de nuestros valles y quebradas, opina Palma que la
falta de una educación planificada, en el sentido de contribuir operativamente a cambio
integral de nuestra estructura cosmovisional de la cultura autóctona, constituye un
elemento que explica quizás mejor que ningún otro la perduración de una forma
cultural, cuyo fundamento cultural se encuentra enraizado allá lejos. Esto está en vías de
solucionarse o, al menos, existe preocupación por el tema. En febrero de 1988 se realizó
una reunión en una localidad del valle Calchaquí para tratar oficialmente el tema de los
libros de textos a usar en la zona, buscando un acuerdo entre los planes de estudio y las
idiosincrasias locales, lo que constituye un antecedente valioso en este tema de la
educación como factor de progreso en el NOA. La educación tomando su más amplio
sentido, deberá buscar formar al hombre para que se desempeñe aceptablemente en la
sociedad en la que deberá actuar, para poder así participar de sus bienes culturales, al
tiempo que madura al educando en libertad para elegir con responsabilidad lo que
quiere ser en el futuro. El problema surge cuando las expectativas despertadas con el
plan educacional no están de acuerdo con el mundo que ese ser está viviendo, cuando
se avizora un futuro distinto por limitación de posibilidades o cuando se rechazan
ciertos valores o pautas heredadas. En esto justamente lo que le pasa justamente a
nuestro paciente de la medicina popular en muchas oportunidades.
La educación entonces deberá plantearse algunas preguntas inherentes a los intereses
del hombre del NOA sobre todo aquel que, perdido entre valles y montañas, se plantea
a su vez en su escala filosófica de vida, temas como ¿’Qué tipo de sociedad deseo?’,
¿’Sobre qué principios estructurarla?’, ‘¿Es el progreso una ventaja o una desventaja
para nuestro grupo humano?’, ¿’Cuáles son los objetivos hacia los cuales vamos a través
de esta educación?’ Y muchos otros más que podrían surgir de estas reflexiones, pero
aunque se planteara con claridad objetivos concretos para la región –el mencionado
sobre libros de texto es uno de ellos-, estos principios estarían subordinados a las
posibilidades que el espacio ofrece y como vimos éstas no son muchas, lo que nos
retrotrae al problema de una peculiar geografía que debe ser modificada antes.
4) Peculiar forma de planificar la salud, muy relacionada con los puntos anteriores y en
términos muy parecidos a los de la educación. Esta planificación muchas veces parte del
desconocimiento de las peculiaridades locales y mentales del paciente de la zona y de su
universo mágico, aquel en el que vive sumido desde el nacimiento hasta la muerte,
como habremos de ver luego. Muchos sistemas científicos en vigencia están alejados de
la realidad socio-cultural y antropológica de la región. Un paciente de Tafí del Valle me
decía en una oportunidad: ‘al hospital vamos a morir’, dándome a entender que allí
solamente les era posible el fin de la existencia y que la salud andaba suelta entre los
valles, las montañas, las quebradas y los ríos, escenario natural del curador y hasta los
cuales el médico diplomado de la ciudad muchas veces no llega, no entiende o no trata
de entender en su integridad. A este fenómeno nos enfrentamos todos los que en algún
momento en nuestras vidas tuvimos que ejercer allí, donde esta mentalidad previa
existe.
También la salud en el NOA conforma un tema geopolítico apasionante y polémico,
porque junto al problema de la educación habrá de modificar el espacio geográfico,
proporcionando de esta forma al hombre mejores niveles de vida. La salud abarca
aspectos relevantes para la estructura y el funcionamiento de una región, entre los
cuales podemos mencionar la capacidad laboral, la creación de nuevas fuentes de
trabajo, la utilidad de los habitantes en el contexto global de la nación y la reducción de
los índices de morbimortalidad. La duración de la vida y las expectativas también están
relacionadas con el tema salud y un pueblo con bajo crecimiento demográfico que
agregue a esta eventualidad una alta tasa de enfermabilidad y mortalidad, sobre todo
en la infancia, está reduciendo notablemente sus posibilidades de progreso. De allí que
en el NOA, los programas regionales de salud deban incluir los temas de la
contaminación, el esparcimiento, la nutrición, la infraestructura adecuada al medio y los
recursos humanos. Sobre este último tópico, es interesante destacar que una de las
causas del mantenimiento de una medicina no oficial ejercida por los curadores,
justamente estriba en una mala distribución y a veces falta total de recursos humanos
que se encarguen de la medicina del médico –como en los primeros tiempos de la
colonización- y la única alternativa que les queda a estas comunidades es la medicina
popular para tratar de mantener la salud, ya que los centros asistenciales les quedan
lejos o inaccesibles durante ciertas épocas del año, como en el invierno en localidades
como San José de Chasquivil, que queda aislado por tierra por las nevadas.
Otro aspecto a considerar es el de la alimentación que deberá ser suficiente, equilibrada
y variada y que influye notoriamente en la génesis de ciertas enfermedades mágicas,
como el caso de ‘aicar’ ya citado. Es preciso comentar aquí que una alimentación
inadecuada o insuficiente –como es dable- ver en algunas zonas- habrá de influir
negativamente sobre el dominio del espacio como forma de poseerlo y justamente uno
de los indicadores básicos de los países subdesarrollados es la carencia de alimentos que
repercute en todo el ámbito social, económico, político y sanitario.
Aparte de ser un indicador del nivel de desarrollo de un pueblo, la alimentación se
relaciona con todas las capacidades del ser humano para progresar, luchar, vivir y
reproducirse. Un esto o una región cuya población padece de un régimen de
desnutrición encubierta –y vuelvo a citar el caso del ‘aicar’ no tienen posibilidades de
desarrollarse porque el rendimiento laboral y la calidad del trabajo son deficientes, la
salud precaria y la defensa frente a la enfermedad insuficiente.
Son todos estos factores analizados someramente y tema de un estudio más profundo
los que condicionan un cierto aislamiento cultural que favorece el desarrollo y
mantenimiento de la medicina popular y tipifica el escenario donde esta se desenvuelve
con toda naturalidad.
LOS ACTORES
Son los hombres de las serranías y de las montañas, de la Puna y los desiertos para
quienes la sobrenaturalidad juega un papel fundamental en su s vidas.
Durante toda su existencia y dentro de este esquema de sobrenaturalidad el hombre
vive en un mundo de magia, rodeado de fuerzas misteriosas que le atacan
orgánicamente, causándole enfermedad. Ya desde tiempos pretéritos perdidos en la
bruma de los recuerdos y conservados por la tradición oral, cuando se habla de ‘ataque’
para referirse al comienzo súbito de una enfermedad, estamos usando una terminología
referida a la sobrenaturalidad. Y ya desde esos oscuros tiempos, la figura del curador y
su medicina mágica y empírica ocupa el escenario de este drama cósmico que constituye
la medicina popular del NOA.
Durante gran parte de su vida y de sus actividades cotidianas, el habitante de las zonas
estudiadas, como el Valle de Tafí, el Valle Calchaquí o el de la Quebrada de Humahuaca,
está inmerso en su mundo mágico que da razón a sus costumbres y hábitos, entre ellos
su medicina no científica.
Toda su existencia, el nacimiento, la muerte, la iniciación sexual, la siembra, la cosecha,
la campeada de animales, etc., está teñida de un fuerte contenido sexual de tipo
operativo que intenta mediante prácticas diversas mitigar o evitar la acción de esas
fuerzas sobrenaturales que ‘animizan’ la relación con su único universo y que lo
amenazan con una aniquilación que puede llegar a ser total. Como prueba de esto están
las ofrendas a la Pachamama, al Llastay, al Coquena, a vírgenes diversas o al santo local
antes de iniciarse las tareas de siembra o recolección de los diversos procedimientos
que preceden y acompañan a la ‘señalada’ por ejemplo.
La Pachamama, deidad siempre presente, está ligada estrechamente al mundo de la
salud y la enfermedad, además de su profunda relación con la agricultura. En la creencia
popular hay que agasajarla, darle de comer, ofrecerle cosas y no irritarla para que todo
vaya bien. Madre de la tierra, es una deidad femenina de origen aymara, que tiene una
gran difusión en el NOA. Se la invoca para evitar ciertas enfermedades y como
ingrediente esencial en la curación de otras tantas, ya que interviene en todos los actos
de la vida y los otros dioses le deben respeto y obediencia. Si bien se halla presente en
toda naturaleza, las apachetas son los principales centros de su culto.
El Llastay o Yastay -dios de las aves y los animales terrestres de la montaña- genio
protector masculino que ejerce su tutela sobre llamas, vicuñas, guanacos, cóndores y
otras aves, regula a través de su función, la provisión de alimentos por parte del hombre
de las montañas, ya que es enemigo de los cazadores que depredan los cerros y matan
las crías, a los que ejerce su tutela sobre llamas, vicuñas, guanacos, cóndores y otras
aves, regula a través de su función la provisión de alimentos por parte del hombre de las
montañas, ya que es enemigo de los cazadores que depredan los cerros y matan las
crías, a los que enloquece y mata por el terror. Es creencia muy difundida en el NOA que
este dios ayuda a quien necesita alimento, proveyéndolo con toda facilidad y ocultando
las manadas de animales a aquellos que no cazan por necesidad a quienes acosa y
asusta muchas veces hasta hacerles cometer errores que los llevan a la muerte.
El Coquena es una divinidad diaguita-calchaquí encargada de proteger las llamas,
vicuñas y guanacos confundiéndose en algunos aspectos con el Yastay ya descripto
aunque Fortuny le asigna un papel circunspecto a Salta y Jujuy. Sus atributos son
similares a las del Yastay.
El Pujllay es el espíritu del carnaval, que lo preside desde la burla; llega en vísperas de
esta celebración y finaliza con ella, siendo enterrado en ese momento y en la tumba se
colocan frutas para que el año siguiente sea propicio.
El Zapam Zacum es el duende protector de los niños en el folklore diaguita y a él las
madres confían su prole en la seguridad de que los cuidará y aumentará con sus propios
pechos. Juega un importantísimo papel en la salud de los niños, a quienes protege
también de los males físicos.
Todas estas deidades y otras más que no analizamos aquí por falta de espacio, nos están
mostrando que las apachetas que encontramos en nuestro camino muchas veces, son
testigos vivientes y actuales de este universo de connotaciones mágicas en el que vive
nuestro actor de la medicina popular, al tiempo que nos están demostrando la vigencia
centenaria de sus creencias.
Así como se expresa a través de creencias muy antiguas, también forma parte de su
mundo la adivinación y la presencia de presagios en todo momento, lo que evidencia
una vez más que el hombre de la región se siente en inferioridad de condiciones frente a
la sobrenaturalidad. Todas estas son de tipo operativo, como comentaba antes, y su
objeto es la conciliación con la divinidad y la supervivencia que este acto entraña.
Debemos pues reconocer la existencia de una serie de fuerzas extrahumanas que
condicionan la existencia diaria y amenazan provocativamente la vida del individuo. Los
augurios, los sueños forman parte indisoluble de la vida y se tienen siempre en cuenta al
iniciar viajes, sembrar, casarse y enfermar.
Socialmente, el hombre se agrupa en una unidad fundamental que es la familia núcleo,
notándose una desaparición gradual y sostenida de la gran familia, que todavía persiste
en algunas localidades reducidas como el Valle de Tafí o el Calchaquí.
La monogamia es la regla, con sus lógicas excepciones y la pareja suele persistir hasta la
vejez en forma estable. Las nuevas generaciones han incorporado nuevas prácticas,
como la bigamia, el adulterio y la separación, pero ellas son tácticamente reconocidas
en los escasos casos observados ya que sería imposible mantener estas situaciones
desconocidas para la pareja en comunidades tan pequeñas. Hay, por otra parte, una
tendencia todavía persistencia a la endogamia, tanto en el grupo como en la zona
correspondiente. El casamiento religioso tiene un significado especial y consta de un
arreglo y un ceremonial muy especiales.
Son estas algunas de las características más sobresalientes del ‘actor’ de esta medicina
popular de milenaria persistencia. Es justamente esta persistencia la que asegura para
estas prácticas un lugar preferencial en el universo del habitante del NOA y una
tradición prehispánica de profunda raigambre, allá lejos, cuando al indígena la
naturaleza le impresionaba los sentidos y se estremecía al retumbar de un trueno, la
luminosidad imprevista de un relámpago y los temblores que sacudían la tierra. Todo
esto todavía es importante en la cosmovisión del integrante de la Puna, los desiertos del
Norte o los Valles Veamos ahora al otro actor de esta obra, aquel que está encargado de
curar a los demás: ‘el curador’.
El curador es justamente el personaje que se destaca notoriamente dentro de este
universo patológico que es la vida cotidiana de los estudiados. Presenta rasgos definidos
y característicos que hacen a una medicina que reconoce al ‘chaman’ el poder de curar
más allá de las posibilidades humanas y su inmersión en un mundo de sobrenaturalidad.
Denominado también ‘curandero’ es el médico sin diploma que ejerce una médica
particular, mezcla de empirismo y magia. Es el que cura.
Históricamente, el ‘curador’ es tan viejo como el mundo de los hombres que le dio
origen y razón de ser. Si bien sus características varían según las diferentes culturas y la
evolución de los grupos humanos donde ejerce su accionar, hay un denominador común
a todos ellos y es la ligazón a la vida mágica y religiosa de su núcleo social. Cuando la
medicina que podemos llamar científica no había llegado aún al Noroeste, ya existía el
‘curador’ indígena, antecesor directo del que nos ocupa, y ya tenía muchos años de
ejercicio profesional en la región. Recordemos la cirugía efectuada a Canamico y el
envenenamiento de Diego de Rojas, como ejemplo de sus conocimientos y prácticas.
Esta ligazón a los integrantes del grupo social al que pertenece el curador se debe a la
comunión de ideas que tiene con todos aquellos con los que comparte las cosas
cotidianas y a una cosmovisión común. Una de estas ligazones está representada por el
criterio de espiritualización ya comentado. Todo tiene vida, las piedras, los árboles,
todas las cosas, nosotros a veces no la vemos pero tienen’. Me decía un curandero al
respecto (JC.) Para los poseedores de esta mentalidad no hay cosas inanimadas, todo
está fuertemente animizado, para usar un término que presentáramos hace ya algunos
años. La tierra, los árboles, las piedras, todo vive en este sentido y da verdadera realidad
al cotidiano vivir, tofo tiene un alma que le da un sentido, lo que muchos de nuestros
informantes llaman ‘lo que está dentro’, similar al ‘alma’ del cultrún que la machi usaba
en sus tratamientos.
En el caso específico de las piedras, elemento muy común en el paisaje de nuestra
región éstas se hallan asociadas al poder divino y en no pocas situaciones se han hallado
santos sobre piedras o en su inmediata cercanía y de piedra solamente son muchas de
las grutas que cobijan imágenes religiosas. El hombre en su concepción primitiva de la
vida y la enfermedad es de esta manera incapaz de separar lo real de lo sobrenatural, el
cuerpo del alma, lo visible de lo invisible. Esta cosmovisión, de la que participa el
curador está explicada por la concepción que de la naturaleza tiene el hombre del NOA,
en especial el de sus zonas montañosas. La concepción admite la íntima dependencia
entre el hombre y las plantas, los animales y las cosas y, en muchos casos –como en el
de la cura para el rejuvenecimiento por ejemplo, la dependencia biológica aparece muy
clara. Lo que está en contacto con el cuerpo –lo hemos visto en la magia por ‘contacto’participar de su sustancia forma parte de ella, y por eso para hacer ‘daño’ se requiere de
prendas, uñas, pelos, etc, que hayan estado en contacto prolongado con él. En este
concepto antiguo remanente una de las sólidas bases de la medicina popular, ‘todo es
un todo’, el cuerpo está formado de carne y hueso y ‘adentro está todo’, como lo
manifiesta L.B. como en una cavidad en la que se entremezclan el alma con la sangre, las
secreciones, los órganos, etc. Esta concepción global del ser humano rige el accionar y el
pensamiento del ‘curador’ en su práctica diaria.
En la actualidad del ‘curador’ en el valle Calchaquí, por ejemplo, subyace el denominado
‘sincretismo religioso’ es decir el intento de fundir en un mismo crisol elementos propios
herederos con principios ajenos, tanto religiosos como filosóficos lo que da como
resultado una medicina variada y multioriginal, enlazada en la figura del curador. Y Blas
Garay nos habla de la antigua personalidad del curador cuando refiere que ‘la ciencia de
curar entre los guaraníes se producía de un modo originalísimo. Cuando un médico era
llamado para asistir un enfermo, empezaba por preguntar cuál era la parte dolorida y se
ponía luego a chuparla con gran empeño hasta que cansado de este ejercicio, sacaba de
la boca algún gusano, espina, palito o piedra que había cuidado de ocultar previamente
y lo presentaba como causante del mal. Recetaba en seguida la abstinencia de algunos
manjares, que debían observar tanto el enfermo como los parientes sanos. Si el paciente
curaba, las alabanzas y provecho eran para él y si se moría se achacaba toda la culpa a
los deudos, que habían observado fielmente el ayuno propuesto .Vemos en este relato
la presencia de la etiología del ‘cuerpo extraño’ que analizaremos luego y en un
contexto totalmente mágico que incluye la dietoterapia como elemento constitutivo del
tratamiento pero unido al anterior, dos de las características de la medicina popular
actual. Al lado de ellas, la experiencia cotidiana permite arreglar huesos, acomodar
luxaciones, evacuar abscesos, etc. Como acompañante empírico de la actuación del
‘curador’. A esta amalgama de costumbres, usos y creencias, Mendioroz la considera
producto de una medicina tradicional a la que se suma un conglomerado de prácticas
empíricas y socarronas, unas ancestrales y otras adquiridas.
El ‘curador’ puede asumir su profesión por predestinación. En estos casos, la fuerza
mágica le es proporcionada al individuo antes de su nacimiento. La mayor para de
nuestros entrevistados entrevía su poder de esta manera, a lo que agregaba la
posibilidad sucesoria transmitida de padres a hijos. ‘Yo pienso que al poder lo tengo por
mi padre, de nacimiento, desde que i’nació’, me decía uno de nuestros entrevistados
(J.C.) para pensar luego en una línea sucesoria que tiene generaciones en esta tarea de
curar gente, cuando afirmaba más adelante que al poder de curar ‘yo pienso que es por
mi padre, puede ser que mi padre me lo ha trasmitío porque mi padre ha sido indio, ha
sido de padre y de madre indio legítimo y ellos tenían el poder de vidente, una forma de
transmitir por los pensamientos…’ (J.C.). Otras veces el poder de curar dependen de
creencias religiosas en el contexto del credo católico la gran mayoría de las veces,
siempre dentro de esta concepción de predestinación y sucesión: ‘… porque tenía de
siempre la curación por obra del Señor y de la Madre Santísima y me’enseñao mi
madre…’ (L.B.).
Otras veces, el toque de poder le es dado al ‘curador’ en ocasión de un acontecimiento
crucial de su vida, como es la propia enfermedad o accidentes que cobran una magnitud
inusitada, que ponen en peligro su vida. Esta es la categoría de ‘curador’ adquirente o
accidental. Un caso especial es el del ‘tocao por un rayo’ que nos relataba un informante
(M.C.) en que el sujeto se ve afectado por este fenómeno atmosférico y ‘se desintegra y
luego vuelve a la vida y ya está, ya tiene el poder’. Palma relata un caso similar, que
requiere que el afectado no sea visto durante la reintegración que sigue a la
desintegración quedando al volver a la vida natural señalando por Dios para ser
curandero. En este caso, el curador será medico de todo, es decir estará habilitado para
curar todo tipo de enfermedades y su poder será considerable. Frente a estos, del grupo
que podemos llamar ‘policlínicos’, existen los ‘especializados’ que solamente se
encargan de parcelas del proceso de curación y diagnóstico de padecimientos, tales
como empachos, zafaduras, mal de ojo, etc. Otros son ‘duchos’ en curar el hígado,
atender empachos, mejorar las enfermedades de la matriz, curar el daño o hacer Magia’
(S.S.) Usarán para esta empresa todo el arsenal terapéutico a su alcance y
generalmente, a través de una mezcla de empirismo y magia –imposición de manos,
tisanas, sahumerios, oraciones, etc.- logar curar en muchas oportunidades.
Una tercera oportunidad ya comentada, es la del ‘curador’ que podemos denominar
sucesorio y que es aquel que recibe su poder de uno ya consagrado. Se trata en la gran
mayoría de los casos de una descendencia de padres a hijos y el candidato deberá
aceptar el rol confiado en principio para que la práctica pueda darse. ‘De mi madre
tengo el poder para curar’ (L.B.). ‘Hace mucho que curamos nosotros los M…., yo
i’aprendío de mis padres y abuelos. Ellos me han conao como en la medicina del valle,
eso que nuestros padres nos han enseñao como era…’ (J.R.).
En esta mentalidad sucesoria encaja el culto a los antepasados, presente en muchas
culturas a lo largo y a lo ancho del mundo. Muchos son los relatos que hablan de ‘la
transmisión’ en el momento de la muerte del curador y en el nacimiento en el mismo
momento de otro que habrá de sucederle en el camino de curar. La costumbre de rezar
las ‘nueve noches para el difunto’ muestra uno de los aspectos existentes en la relación
entre vida, enfermedad y finitud, y se supone que el muerto está en el mundo todavía
en espíritu, vagando de una casa a la otra, para despedirse o mandar algún mensaje
final.
El aprendizaje del curador incluirá en la gran mayoría de los casos, el conocimiento de
los conceptos etiológicos y sintomáticos de las afecciones más comunes, lo que no es
difícil porque el curador participa de los mismos elementos mágicos de sus futuros
pacientes en la concepción del universo. También deberá aprender a identificar plantas
y sus propiedades e indicaciones precisas, así como la forma y oportunidad de
recogerlas y administrarlas, el uso de los elementos minerales y animales, etc. Esto no es
difícil en nuestra zona, a diferencia del Sur de Argentina, donde el aprendizaje duraba
años.
Otra cosa que es importante destacar es que el poder de curar, esa potencia a fuerza
mayor que permite ejercer efectivamente, no puede ser adquirida por propio esfuerzo o
mera intención y todo ritual popular destinado a devolver la salud, es por sí solo
inoperante si no es utilizado únicamente por quien ha recibido o posee desde el
nacimiento la fuerza mágica. Dicho de otro modo: es la fuerza del mago o del brujo lo
que da sentido a sus palabras o acciones, a sus prácticas y medicamentos. Poder curar
requiere siempre de un hábito sagrado, de condiciones y en su constitución influye el
espacio nocturno, que provee de silencio, quietud y concentración y este singular
espacio ambiental y temporal determina al accionar del curador en plenitud. Es
justamente por eso que muchas o casi todas las búsquedas del alma se realizan de
noche, a lo que se suma la creencia de que estas son fáciles de localizar en ese lapso del
día. ‘A nosotros nos enseñaban que cuando se iba el espíritu había que llamarlo de
noche, tres veces en la noche…’nos manifestaba R.M. que ya lleva una vida curando de
‘enfermedad del susto’. ‘Me voy a la oración y la llamo a la criatura...’ nos relata J.C. y
doña L.B. ejecuta también sus maniobras de noche afirmando que ‘me voy de noche y lo
llamo y después vuelvo despacito al rancho…’.
Es interesante estudiar a fondo la personalidad del ‘curador’ que tiene rasgos comunes
en todos los lugares estudiados. Generalmente es vivaz, despierto, intuitivo y ágil para
ubicarse en la realidad del paciente y del mal que lo aqueja. Se hace cargo rápidamente
de la situación psicológica del enfermo y con pocas palabras llega al diagnóstico –que
muchas veces es traído por el mismo que le consulta o por un familiar- llegando con
facilidad a elaborar un perfil –si así podemos llamarlo- de quien ha concurrido a la
consulta. No con esto quiero significar que los ‘curadores’ tengan un intelecto brillante –
de hecho algunos son así- pero tienen una viveza intuitiva de la raza para llegar al otro
cuando se lo proponen. Su inteligencia es mediana y nada sobresaliente en la mayoría
de los casos; es uno más de los habitantes de su zona, salvo que tiene el poder de curar.
Establece con facilidad un entendimiento con el paciente, inaugurando una
comunicación fluida con él en forma casi espontánea. En esto se marca una misma
realidad vital que los identifica. Se adentra en el problema, en las esperanzas del
enfermo, en sus sueños, sus deseos, sus habilidades, porque una de las características
de este ‘curador’ es la de disponer del tiempo necesario y no rehuir el diálogo. Las más
de las veces, será la naturaleza la encargada de curar el mal, pero la presencia del
curador en zonas en las que la presencia médica oficial no existe o es discontinua,
aunando el remedio –a veces racional, a ves mágico- es parte indisoluble de la realidad
de vida, enfermedad y muerte de los pobladores. Es difícil a veces establecer
parámetros de este tipo sin adentrarse profundamente en la realidad de la gente –lo
que quizás no sea posible para los que investiguemos el fenómeno con otra mentalidady por eso mismo no hay criterio uniforme en la materia.
Otro factor a considerar es la relación personalizada que se establece entre el enfermo y
su ‘curador’ y ella se ve acentuada por el hecho de que el saber y el lenguaje de quien
cura es el mismo de quien solicita la curación y los factores culturales encuentran su
correspondencia tanto en la enfermedad como en el tratamiento. No existe en este caso
temor a la ‘personalización’ de la relación médico-paciente, que ya hemos comentado
con alguna asiduidad los últimos años como necesaria en el vínculo terapéutico. En estas
comunidades estudiadas se opina que el acercamiento, la mayor relación interpersonal,
la fe, pueden ser factores positivos para la curación del paciente. Al no haber barrera
socio cultural, la relación se hace más fluida.
Es evidente que los hombres sienten cada vez más aislados y anhelan tener la
oportunidad de hablar con alguien y dar rienda suelta a sus emociones y a pesar de la
revolución tecnológica, la que por otro lado no siempre llega a las montañas del NOA,
siguen necesitando participar de ritos que les permitan la supervivencia la esperanza.
Para el curador del valle Calchaquí, el alma y el cuerpo, psique y soma, constituyen una
relación inseparable en su lucha contra la enfermedad, hecho quela medicina occidental
a duras penas y tras largos años de prédica constante, debió reconocer.
Veamos ahora cuál es el papel que el curador cumple en la sociedad que lo cobija y a la
que intenta curar.
En primer lugar es el que cura, el encargado de restablecer la salud, el que conoce de
ritos, medicamentos, plantas, palabras u oraciones para dar bienestar a los demás.
Es también un intérprete de la voluntad y de los mensajes de los difuntos, dioses y
demonios, aquel que entiende donde los demás no lo hacen, el que ve en la oscuridad
de los enigmas que atormentan a los humanos comunes. De esto deriva su función de
consejero.
También puede actuar como adivino que percibe el provenir y la enfermedad en la
orina, el agua, el aceite o las hojas de coca, interpreta sueños y mensajes ajenos, de
acuerdo a la creencia popular de que la actividad onírica puede anuncia el provenir y
tener carácter premonitorio. En la orina hay marcas que otros no ven. Y están los puntos
colorados y si se agrega sal gruesa y aparece la enfermedad aquí y aquí, como en caso
que le contaba, me refería J.G. mientras me mostraba frascos de orina que estaba
estudiando mientras que doña L.B. me afirmaba que ‘ hay marcas, hay marcas’ y esta
uroscopia elemental también guarda relación con algunas horas del día, como el
amanecer o el atardecer: ‘se puede mirar a cualquier hora, pero es mejor cuando está
ladeado el sol, a mediodía no se puede…’ refiere también don J.G.. Este poder de
adivinación se ejerce en todos los grupos estudiados.
El ‘curador’ también puede ser a veces un brujo, capaz de armar y deshacer los hechizos.
En este ítem incluimos las facultas iatrogénica, es decir aquella que va a producir
enfermedades como consecuencia de su acción ya sea cercana o a distancia mediante el
uso de diversas prácticas. En general lo que se busca producir es un ‘daño’ al otro, a
través de la enfermedad, que muchas veces adquieren características desconcertantes o
poco claras para quien estudia el cuadro. Solamente el ‘curador’ puede llegar al ‘alma’
de las cosas y manejarlas a voluntad cuando tiene el poder suficiente.
También es el ‘curador’ un sacerdote figurado, que dirige en el sentido correcto y
deseado las oraciones y los ritos cristianos paganos.
Y, finalmente es un maestro que enseña a los otros su arte.
De esta forma se produce la inserción del ‘curador’ en la totalidad de la historia y la
cultura de una región o grupo determinado, desde tiempos pretéritos. Así se liga
íntimamente a complejo sistema del pensamiento y la identidad de nuestros pobladores
del Noroeste y por eso el estudio de su personalidad y sus funciones múltiples están
conexas inevitablemente a la religión, las creencias, el arte, la sociedad, etc. Con esto
quiero significar que la medicina popular y la presencia del ‘curador’ no pueden ser
estudiadas unitariamente, ya que ello significaría desgajarlas de su realidad que es la
vida cotidiana de quien sufre la enfermedad y del encargado de restablecer el equilibrio
de la salud de este enfermo. A todo lo largo del ciclo vital de todo individuo, el ‘curador,
se halla ocupando un importante papel en el mundo que habita con sus congéneres.
Frente a la enfermedad de origen natural o explicable racionalmente, aplicará el
‘curador’ sus conocimientos empíricos y la experiencia de la repetición cotidiana. De
esta forma logrará buenas inmovilizaciones en ciertas fracturas, reducirá luxaciones,
aproximará o suturará heridas con resultados aceptables.
Frente a la enfermedad de origen mágico o sobrenatural, que no puede explicar
racionalmente, el ‘curador’ debe reconocer en primer lugar el origen de la misma, para
luego descubrir los motivos que han impulsado esa causa. Recordemos que en la
mentalidad reinante en la medicina popular se confunden muchas veces las causas con
los síntomas y descubrir una de ellas es explicarse los otros y de esta forma se llega a
anular la enfermedad. Así, es bastante más sencillo en adelante poder aplicar recursos
terapéuticos que restablezcan la salud perdida. Ya veremos luego como funciona este
mecanismo al analizar algunos cuadros en particular.
Otras veces, el paciente no es consciente de haber quebrado algunas reglas, la
embarazada en su trato con los muertos, y será el ‘curador’ quien se encargue de llegar
a la causa del mal y establecer un tratamiento para solucionarlo.
Una vez conocida la causa de la enfermedad, el papel que deberá cumplir es el de
neutralizador de ella, mediante diversos ritos y remedios. De esta manera, el camino
hacia la recuperación de la salud empieza a ser transitado por el enfermo y de esta
particular relación enfermo-‘curador’ nace el poder y la ligazón que el segundo tiene
respeto del grupo donde actúa y muchas veces más allá de sus propias fronteras.
La trama
Está constituida por la medicina popular del Noroeste argentino, resultado de siglos de
experiencia a la que se suma magia, superstición y empirismo, en una región donde
farmacólogos y ‘curadores’ reconocen sus orígenes en tiempos prehispánicos de brillo
propio y relevante prestigio. De lo anteriormente expuesto estamos en condiciones de
colegir que esta medicina popular a la que son sometidos los ‘actores’ de este drama,
tiene características de desarrollo que proporcionan elementos de carácter mágico
religioso y prohibitivo más o menos mezclados, según la patología de que se trate. Y que
el practicante de ella, el que cura, participará ampliamente de esta mentalidad místico –
mágico – religiosa ejerciendo sobre el grupo social una función preventiva, diagnóstica y
terapéutica según que la enfermedad se halle ausente o incorporada al individuo, pero
no en el sentido protector que pudiera entender la medicina científica –no al menos con
vacunas o campañas masivas de televisión- que plantea un universo médico distinto.
En este marco conceptual de vivir, enfermar y morir, se halla incorporada la medicina
científica y dentro de él debe actuar para poder cumplir su cometido eficazmente, ya
que la medicina popular, la otra, es una medicina de ideas preponderantemente
mágicas cuya concreción es el resultado de la unión de elementos indígenas hispánicos y
científicos, definidos sintéticamente en el momento en que les toca actuar.
En este mundo peculiar, la religión va a actuar prestando su marco conceptual para una
aptitud que representa un refuerzo ideológico, doctrinario e instrumental al rito
popular. En este contexto debemos tratar de entender la presencia de las imágenes, la
cruz y las oraciones, como así también el uso del agua bendita y las unciones como parte
integrante de varios cultos, como el de la Pachamama, por ejemplo, o de maniobras
para curar ciertas enfermedades, como la caída de la paletilla o el susto. ‘La oración es
un credo y se lo cura tres días… hay que rezar el credo y echar aceite en una taza… y
mientras se reza el credo cerrarle la cabecita así…’ nos manifestaba doña L.B. mostrando
plenamente la integración del elemento religioso –en este caso una oración- al acto
médico propiamente dicho y de carácter mágico, como el caso que mencionamos, el
tratamiento de la ‘ojeadura’.
Ya hemos comentado que la mentalidad del habitante de la zona en líneas generales
tiende a animizar el fenómeno natural, espiritualizarlo junto con la enfermedad y la
cura, desconociendo muchas veces la dimensión microscópica de la enfermedad.
Y así, tenemos enfermedades denominadas místicas, tales como el mal aire, el mal
deseo, el susto, la enfermedad de la tierra o la ruptura de tabúes ya comentada, junto a
enfermedades consideradas naturales o no místicas, como la enfermedad de la matriz,
la recaída, el sobreparto, la debilidad, el costado, el mal de ojo, por citar algunas que
reconocer causas no animológicas siendo su diagnóstico y tratamiento de distinta índole
de los del grupo anterior.
Debido a estas peculiaridades, la comprensión del sistema médico popular debe partir
del análisis de sus propios fundamentos ideológicos, no cayendo en el error de estudiar
a la medicina popular bajo moldes que servirían a la medicina científica, supuestamente
oficiales e impuestos por la práctica diaria, porque ellos no nos van a explicar de modo
alguno el comportamiento de los integrantes de los grupos estudiados para este trabajo,
mucho menos en su cosmovisión. La falta de comprensión de lo que la medicina popular
y me refiero a la seria, no al charlatanerismo, significa en sus postulados y contenidos
para sus cultores constituye una notable falencia que resta eficacia a los planes de salud
oficiales en la zona por un lado, y por el otro intenta negar una realidad insoslayable de
la región que incluye entre sus trofeos, alta incidencia de tuberculosis, enfermedades
venéreas, chagas, desnutrición infantil, sumadas a deficiente atención médica. Y este
desconocimiento de la realidad puede ser peligroso, no solamente por la resistencia al
cambio que trastocaría modalidades existenciales de siglos, sino también porque la
desarticularían ideas muy arraigadas sobre la enfermedad, la curación, la muerte y el
devenir humano. Hay que conocer cómo piensa y cómo actúa el habitante de ciertas
zonas del NOA para poder aplicar en estas comunidades planes de salud coherentes.
La comprensión de patologías conocidas y admitidas naturalmente en el ambiente, tales
como la enfermedad del susto, la aicadura, la ojeadura, por citar algunas de las más
comunes, ayudará a establecer una correlación nosológica entre el sistema de base
mágica y el de base científica, quebrando de esta manera las barreras existentes entre
una y otra formación. De allí la necesidad de integrar mentalidades y sistemas en una
medicina respetuosa de las tradiciones, que tenga como suprema mira de su desempeño
al hombre, única razón de su existencia, sujeto de ella al mismo tiempo que objeto de
investigación y estudio. Los planes de salud deben comprender estas peculiaridades
locales y dejar de subestimar los contenidos humanísticos –en el sentido animológico de
la cuestión- de la medicina local no tradicional, aceptando una integración con los
conceptos antropológicos básicos que van a precisar lo que es la salud y lo que es
enfermedad para los integrantes de una comunidad determinada. He allí el desafío
apasionante que es tema plantea a aquellos que estudian la medicina popular, en este
caso del NOA, la trama de nuestra escenificación del problema.
De esta manera podremos integrar la problemática sanitaria en el contexto mayor de la
cultura, en la que se halla explicación a muchas de las actividades del hombre que
condicionan su diario vivir de Don Pedro Lain, sea la ciencia en el cual sea científica y
filosóficamente estudiadas la vida y la realidad del hombre en cuanto que éstas se
hallen a veces enfermas, sean sanables por obra de de la naturaleza o del arte de curar y
en definitiva, acaban siendo mortales. La tradición y la experiencia propias, se ven
constantemente puestas a prueba pueden ser permanentemente corregidas, mejoradas,
aumentadas; de allí nuestra propuesta de integración entre los autóctono y lo oficial,
entre lo existente por siglos y lo científica en medicina y planificación de la salud, que
tenga en cuenta los intereses de ambas culturas, sin que una prime en desmedro de la
otra, sin descartar lo propio para implantar lo moderno, pero que tampoco permita la
sola persistencia de un sistema mágico en una región que, ya lo hemos dicho antes,
presenta como características la presencia de la sífilis, tuberculosis, chagas y
desnutrición infantil. La salud de la población es un factor importante en la planificación
geopolítica de nuestro país, ya que de ella depende la potencialidad militar, el desarrollo
de recursos renovables, la producción de fuentes de alimentación , la capacidad de
fuerza laboral y la utilidad de los habitantes en el contexto integral de la sociedad y los
objetivos políticos que se persigan. Los plantes de salud deben ser parte de un todo
integral que considere las distintas ideologías que configuran el vasto territorio de la
República Argentina, atendiendo a los intereses nacionales pero manteniendo una
coherencia con el territorio, la educación, los recursos disponibles, la formación
profesional, el transporte y el desarrollo laboral, industrial o artesanal de la zona
correspondiente. La coordinación en la planificación es muy necesaria si se considera
que los fines sanitarios no pueden alcanzarse en muchas regiones sin control de la
erosión del suelo, riego de zonas desérticas, mejores variedades de plantas y desarrollo
de recursos, los que nos lleva a reconocer la importancia del estudio y planificación de
espacio –lo que aquí hemos llamado el escenario en el que actúan factores variables,
entre los que se cuentan sus habitantes, los sujetos de la medicina –nuestros actoresque deben ser tenidos en cuenta.
De manera que la comprensión y aceptación del universo mágico que domina el paisaje
médico del Noroeste argentino, sea parte de una planificación racional de la salud, en la
que reconozca que el curador juega un papel importante para el habitante de ciertas
zonas, ya que participa de su mentalidad animista y conoce como ninguno los
mecanismos del pensamiento que llega a los más escondidos rincones del alma. A su
vez, el médico formado en la universidad, que practica en la ciudad, los médicos que
vamos hacia ellos con nuestra formación científica positivista, debemos estar advertidos
de la existencia de un sistema médico folklórico, ajeno a nuestro pensamiento racional,
que busca causalidades a problemas de enfermedad que se evaden de nuestra
comprensión, pero que son reales, tangibles, existentes en la mentalidad del que vamos
a intentar curar. En definitiva, tener en cuenta que existe una antropología médica local
que nos va a permitir una vez admitida y entendida como tal, llegar a comprender cuál
debe ser nuestro cometido, integrando la problemática médico-sanitaria en el mayor
contexto de la cultura médica.
III. teoría general de la enfermedad.
Hacia una mejor comprensión del padecimiento en medicina popular
Ya hemos visto la inserción casi imperceptible de la enfermedad en el universo del
habitante de las zonas estudiadas en el NOA y las peculiaridades que hacen de la región
un enclave especial, en lo que a medicina popular se refiere. Es interesante llegar a ver
cómo estos hombres y mujeres que sufren, aman, c4ren y procrean, asimilan el concepto
de enfermedad ‘vívida’ es decir asumida biográfica y personalmente, dentro del contexto
de su universo antropológico mágico, es decir llegan a la elaboración de una teoría general
de la enfermedad para la medicina popular del Noroeste argentino. Una aproximación a
este tema fue realizada por nosotros y sobre esas bases hemos ampliado lo inicialmente
propuesto, tomando en cuenta la experiencia recogida los últimos cuatro años.
Frente a la enfermedad en líneas generales desde tiempos primitivos, el hombre
reaccionó de dos maneras distintas:
1.- Empíricamente, basando todo su sistema médica en la experiencia y haciendo
repetición cotidiana del fruto de esa experiencia.
2.- Considerando a todo lo que no pudiera ser explicado por causas naturales visibles o
por la vía de la experiencia, de origen sobrenatural.
El primer camino llevó a una vieja medicina, apoyada en la experiencia y mantiene
muchos de sus rasgos incólumes en las prácticas actuales de los ‘arreglahuesos’ por
ejemplo, tan comunes en distintos poblados en los que traumatismos son cotidianos y
repetidos. Otra tanto podemos decir de la curación de heridas, verrugas, etc. Es el camino
de una medicina concreta que ve en el fenómeno natural la causa visible de la
enfermedad y en la experiencia acumulada por repetición el camino hacia la curación; aún
en la medicina científica esta orientación se halla presente y puede ser considerada un
recurso válido.
A su vez, frente a la sobrenaturalidad, son pasibles para nuestro ‘sujeto’ de la medicina
popular tres posibilidades, como ya lo mencionáramos.
1.- Considerar a lo sobrenatural como una ‘impureza’, de la que el hombre podía
prevenirse mediante el recurso de una interdicción o ‘tabú’. Es el caso del ya analizado
‘aicar’ donde la ruptura de una prohibición, en este caso de contactar con muertos, va a
causar enfermedad.
2.- Considerarlo como una ‘injerencia extraña’, la que puede ser manejada por el ser
humano, en este caso quien tenga el poder de curar, para de esta manera ser dirigida y
captada en el sentido preciso, que pasa siempre por el sendero de la magia. Aquí
interviene de una forma particular el ‘curador’ y en este tema se incluyen tópicos
interesante tales como ‘hacer el mal’, ‘perder el alma’ y el ‘mal de ojo’.
3.- Queda como última posibilidad el considerar el hecho sobrenatural como
trascendente, sublimando el problema y adentrándolo en el terreno de la religión. Esto
explica la presencia de prácticas y oraciones correspondientes al ritual católico
entremezcladas a veces íntimamente con el acto médico propiamente dicho. Estas
direcciones , presentadas ya por Laín al respecto de la mentalidad primitiva en medicina,
adquiere en la región estudiada características particulares derivadas de la cosmovisión ya
enunciada al tratar de los ‘actores’ de la medicina popular.
Entonces, esta medicina que estudiamos aquí, tiene elementos que le confiere cualidades
de magia, religión y tabú, más o menos mezclados según la patología de que se trate y de
eso deriva la acción del ‘curador’ –chamanismo- que habrá de manejarse en esta situación
de dos maneras:
1.- Frente a un hecho patológico ya existente, en cuyo caso su función será diagnóstica y
terapéutica.
2.- Como previsor o actor de maleficios, encantamientos o sortilegios, que vayan a
terminar en enfermedad, en cuyo caso su función será protectora en el primer caso y
maléfico en el segundo, ‘iatrogénica’. Traducido a términos corrientes, mantendrá o
deteriorará el estado normal de las cosas de los hombres o de ellos. Este esquema de
casualidad se halla graficado en el cuadro Nº 4
Otro factor a considerar dentro de la concepción sobrenatural de la enfermedad –y que va
a condicionar también la etiología de muchos procesos- es la concepción mágica de la
‘macroscópica’ del mundo circundante y la tendencia a explicar lo que no se ve por
carecer de elementos agrandadores de la realidad microscópica como una reducción al
mundo invisible de los espíritus. Y estas culturas pretécnicas en su concepción de la
enfermedad van a tener su fundamento en una especie de ‘espiritualización’ del mundo
microscópico. Todo esto hace que las enfermedades de causa no visible –que la medicina
científica llama ‘internas’- tengan un fuerte contenido definitorio místico en el sentido de
la consideración del punto de vista animológico y referido a la mentalidad del hombre
primitivo o al hombre de esta cultura médica popular que, como decía antes, interpreta
antropológicamente a toda la naturaleza como fuertemente espiritualizada, concepto que
incluye por supuesto a toda concepción de la enfermedad y su curación. En resumen, en
todos estos casos que vamos a analizar, la enfermedad es considerada por el individuo
como una presencia independiente de sí mismo, incorporada temporalmente a él, pero
sin dejar de permanecer ajena a su persona. Es esto lo que antes había denominado
‘inorganicidad patogénica’ del hombre de estas latitudes frente a la enfermedad. A este
terreno justamente pertenecen las enfermedades internas que para el sujeto de nuestra
medicina popular tienen un fuerte contenido definitorio místico y sobrenaturalita.
Las etiologías generales más frecuentes en la génesis de la enfermedad en el contexto de
la medicina popular están representadas por:
1.- Concepción del cuerpo extraño: tiene su origen en el empirismo de ver a la
enfermedad causada por cuerpos extraños al organismo, tales como piedras, flechas,
rayos, troncos, etc. Cuando el hombre que participa en este universo mágico no alcanza a
‘ver’ el agente causal de la enfermedad –la mayoría de las veces por ser microscópicotiende a explicar la enfermedad interna como causada por la introducción en el organismo
de un cuerpo extraño de origen mágico o sobrenatural, y la penetración de ese objeto es
casi siempre labor de un ‘curador’ o de una persona especializada en ello, los que en
forma desconocida para el paciente y artera en su mecanismo, introducen el
padecimiento al cuerpo del enfermo. Otras veces intervienen en esta etiología el accionar
de dioses ofendidos por las ofrendas cedidas. Esta es una teoría que podemos llamar
‘centrípeta’ de la enfermedad, ya que ésta viene ‘desde afuera’ como nos informan los
entrevistados y se instala en el individuo, siendo factible separarla de él mediante técnicas
diversas. Esto se debe a que la enfermedad permanece separada del ser, como una
presencia individual que puede retirarse en cualquier momento, por la acción de la
naturaleza o de los remedios del curador. Cabe acotar que estos remedios no siempre
tienen acción farmacológica, sino que su poder y su eficacia dependen la mayor parte de
las veces del poder y la eficacia de quien los aplica convenientemente. Aquí hay un
verdadero proceso de transmutación enfermedad objeto que es digno destacar.
2.-Teoría de la emanación. Este término comprende efluvios malignos o ‘aires de
enfermedad’ como los define la gente del valle de Tafí. Son influencias nefastas y oscuras
que vagan alrededor de los seres humanos, sobre todo al atardecer y a la noche y que han
dado origen a una patología singular, el ‘aire’, muy frecuente en el NOA. ‘Hay ocasiones en
que en el cerro hay mal aire, uno no sabe bien cuando va a dormir en estas cuevas, ese mal
aire que hay’, nos relataba J.R. un viejo ‘curador’ del valle Calchaquí, para reconocer más
adelante la presencia de la enfermedad por ‘mal aire’ al manifestar que ‘eso lo deja triste,
pensativo a uno…’
3.- Teoría de la pérdida del ánimo. Es esta la teoría de la pérdida del aliento vital, del alma
o del ánimo, entidad que caracteriza a muchas enfermedades consumativas prolongadas y
aquellas que se caracterizan por cuadros depresivos, por ‘desanimar’ al paciente. Su
presencia es universal y ha sido comentada por nosotros en los griegos antiguos y en otras
culturas propiamente técnicas.
De acuerdo a esta teoría, presente en forma clásica en la enfermedad del susto, el
padecimiento se produce cuando se pierde al alma por un despertar violento, por un
fuerte impresión, por embrujamiento, etc. ‘Cuando uno se asusta se ‘bota’ el alma’ (JC.).
‘El susto hace salir el alma del cuerpo, el chico tenía miedo, no dormía, tenía miedo y era
susto lo que tenía…’(L.B.).
Es esta una teoría ‘centrífuga’ de la enfermedad, ya que ‘algo se va de uno hacia afuera y
esto causa el ‘desánimo’.
Esta interpretación está muy difundida entre la población desde tiempos prehispánicos
quizás y forma parte del cuadro clínico de la enfermedad del ‘susto’, ‘agarrar la tierra’ y
otras. Toda enfermedad que no tenga manifestaciones externas visibles y de larga
evolución que curse con astenia, apatía y decaimiento pueden ser incluidas –para que este
‘sujeto en particular’- dentro de esta etiología, respondiendo a enfermedades diversas
como tuberculosis, algunas enfermedades mentales neoplasias, caquexias de diverso
origen, etc. Junto a ellas, las otras enfermedades que no podemos explicar desde la
ciencia. La terapéutica será –como es obvio- tratar de devolver el alma al cuerpo, para así
restaurar la salud a través de esta unidad.
4.- Magia simpática, embrujamiento: es lo que se conoce como ‘hacer el mal’ y consiste en
provocar la enfermedad a distancia mediante la magia simpática, que utiliza elementos
que pertenecen a la persona amenazada y que hay estado contacto prologando con ella.
Con estos elementos se efectúan diversas ceremonias destinadas a producir el daño en el
sujeto señalado. Es esta una ´técnica iatrogénica en el sentido de causante de
enfermedad, que requiere siempre de la participación de un hechicero o curador
experimentado en el tema. El sentido de esta relación con la enfermedad está basado en
la creencia de que cuando dos cosas han estado en contacto, esta relación persiste aún
cuando se separen, ya que para le mentalidad pretécnica y médica popular, la separación
física no implica distanciamiento y por ello los elementos usados son aquellos como ropas,
uñas, pelos o todo aquello que hay estado en contacto íntimo o prologando con el sujeto
a enfermar.
5.- Ruptura de tabúes, que corresponde al ya mencionado ‘aicar’ o ‘kaicar’. El terreno
corresponde en este caso a un universo más amplio, tal el de los dioses o demonios que
puedan causar enfermedad, los que castigan al humano por haber quebrado reglas o leyes
que no siempre son claras para el hombre; se trata de la clásica ecuación pecado-castigo.
En este caso en particular, la causa es evidente, contacto con los muertos. Esta violación
hace vulnerable principalmente a los niños nonatos cuya madre incurre en actitudes
equivocadas, tales como transitar cerca de enteramientos ‘antigales’, o concurrir a
velatorios. El adulto que profana tumbas también se hace pasible a la maldición del ‘sajra’,
que inadvertidamente le introduce un hueso en el cuerpo y con el hueso la enfermedad.
Como vemos en este caso, se trata de un mecanismo mixto en la génesis del
padecimiento, ya que a la ruptura de un tabú –el contacto con muertos- se agrega la
introducción de un cuerpo extraño –el hueso- en el organismo y este hecho puede llegar a
ser dilucidado efectivamente por el ‘curador’ para llegar a una terapéutica efectiva.
El tabú se supone emanado de una especial fuerza mágica inherente a ciertos espíritus o
personas y susceptible de transmitirse. La ruptura de la prohibición permitía la entrada de
un cuerpo extraño o demonio al cuerpo. Es justamente este factor un elemento de
coincidencia con otras culturas y al respecto opina V. Wundt que las fuentes verdaderas
del tabú ‘nacen en el origen de los instintos más primitivos y a la vez duraderos del
hombre, esto es, en temor a la acción de fuerzas demoníacas, no siendo originalmente
sino una objetivación del poder demoníaco que suponía oculto en el objeto tabú: prohíbe
el tabú irritar a dicha potencia y ordena apaciguar la cólera del demonio y evitar su
venganza siempre que se ha llevado una violación, intencionada o no. La prohibición del
contacto del difunto y que es extensible incluso a las cosas que estuvieron en contacto
con él en vida, orienta las ideas del sujeto hacia lo prohibido.
Otro hecho a destacar en una etiología se halla en los caracares de transmisibilidad y
contagiosidad y en el aporte de privatizaciones y restricciones que este cuadro aporta a la
vida del individuó, requiriendo muchas veces de actos de purificación, lo que Freud llama
las ‘Ablusiones Obsesivas’, como único camino de expiación. No es otra la explicación para
determinadas maniobras y ritos que podemos observar en los valles norteños y en la
puna, para conseguir la interdicción del tabú y la resolución del problema que aqueja a
madre e hijo, traducida en dificultad en el parto ‘el chico se le cruza a la mujer’. (L.B.) que
se retarda notablemente, al igual que el alumbramiento naciendo un niño que habrá de
presentar un cierto retardo psicomotriz.
Veamos cómo se encarnan ahora estas ‘etiologías’ en algunas enfermedades y cómo actúa
el ‘curador’ frente a ellas para solucionarlas.
Enfermedad del susto
Patología frecuente en la zona montañosa y puneña del NOA, y merced a los grupos que
emigran hacia la ciudad, ahora también en las periferias de Tucumán, Salta, Tarija,
Catamarca y La Rioja.
El cuadro está basado en la creencia de que una impresión –susto- lo suficientemente
fuerte, logra separar el alma del cuerpo, quedando la primera vagando cerca del sitio
donde ocurrió el percance y el segundo ‘desvalorizado’. Esta etiología es una de las que
podemos llamar ‘centrífuga’, ya que un elemento –el alma- sale del cuerpo y con ello se
produce la enfermedad.
‘Cuando al chico se asusta, se le ‘bota’ el alma del cuerpo’, nos informa J.R.
Si bien el ‘susto’ puede afectar a la persona a cualquier edad, es más peligroso en el niño
‘porque es más débil y no ha madurado todavía…’ (l.B.), aunque se reconoce que el adulto
también puede morir por esta enfermedad, criterio con el que coincide don J.C. porque en
estos caso e l hombre ‘está fundido, fundido está el hombre…’.
En la creencia popular, el ‘susto’ representa el convencimiento de la existencia de un
espíritu independiente del cuerpo y capaz de alejarse de este sin que ello signifique la
muerte del sujeto, que queda en cambio desvalorizado. Cuando esto sucede, el alma vaga
cerca del sitio donde se desprendió y el sujeto ‘desanimado’ presenta los síntomas de la
enfermedad: debilidad, decaimiento, fiebre, sudores, dificultad para conciliar el sueño,
despertar sobresaltado, hablar en sueños, sonambulismo, etc. Otras veces, aparece en el
niño un cuadro gastrointestinal:
‘El chico tiene diarrea, desarreglo de vientre, llora al dormir, da esos saltitos como si
estuviera sobresaltado…’ (S.S.).
‘El chico tenía miedo, no dormía, tenía miedo y era susto lo que tenía, él ya era grande..
pero se asustan a cualquier edad… no puede dormir y le viene vómito y andan mal del
vientre y eso es peligroso…’ (L.B.).
Si bien el cuadro es polimorfo, hay una coincidencia en ciertos síntomas como los
trastornos del sueño, la diarrea, el despertar sobresaltado y la ‘desvalorización del cuerpo.
Este ‘desánimo’ puede llegara a adquirir ribetes dramáticos, como el caso de MR, quien se
expresaba así:
‘Me he empezao a sentir desvaneció, sin fuerzas, no como este que está normal… me
empezó a agarrar una cosa como si fuera que estoy muerto, yo he perdido las fuerzas, no
siento el cuerpo, tengo ruidos en la cabeza que no me dejan dormir de noche. Yo siento
que las fuerzas se me van porque yo lo siento…’ Es este caso en particular, el paciente
afirmaba que una curandera le había terminado de ‘sacar el alma’ después de asustado, lo
que había agravado considerablemente el cuadro. Lo cierto es que MR, presentaba un
síndrome depresivo severo con tendencia al suicidio que había tenido aparentemente su
origen en una fuerte impresión a la que se agregaba un trabajo de brujería. No nos fue
posible seguir la evolución de este paciente, porque se mudó y no volvimos a tener
noticias de él.
El sexo tiene importancia en este cuadro, considerándose que los varones son los más
afectados, resistiendo las mujeres más tiempo a la enfermedad. En los casos estudiados,
había un predominio evidente del sexo masculino, alrededor del 65%.
La edad, también debe ser considerada ya que, si bien la enfermedad del ‘susto’ ataca a
cualquier edad, son más frecuentes los casos por debajo de los diez años registrándose
mayor incidencia en el primer año de vida.
Un síntoma menos frecuente es el constituido por una ‘abertura en la frentecita’, que
cuando se lo cura al chiquito no está ya más… (S.S.) bastante similar en los casos
observados de ojeadura, pero que en este caso tiene origen en el desánimo.
El diagnóstico se efectúa sobre el conocimiento del cuadro sintomático y de antecedente
de la impresión recibida. El ‘curador’ observa el largo de piernas y brazo con el objeto de
detectar desigualdades que ponen en evidencia la patología buscada, como así también si
el paciente se halla ‘despaletillado’.
En esta última eventualidad, la ‘caída de la paletilla’, que corresponde al hueso xifoides y
cuyo presunto hundimiento desencadena el cuadro, puede enfermar seriamente a la
criatura, provocándole una severa diarrea que lo puede llevar a la muerte. Para la
medicina popular, la ‘caída’ se debe al desprendimiento de un hueso de la caja torácica de
donde se hallaba suspendido, alojándose la mayoría de las veces en la ‘boca del estómago’
y esta ubicación anómala es la responsable del cuadro clínico:
‘Cuando tiene caída la paletilla, se le nota a la criatura en el cosito que tiene abierto, se le
cae el estómago y es por eso que tienen diarrea y vómitos…’ (S.S).
Todos los ‘curanderos‘ consultados coinciden en que el diagnóstico fundamentalmente se
apoya en la medición de brazos y piernas y en la abertura de los ojos do de la zona de la
‘boca del estómago’.
Una vez establecido el origen del cuadro clínico se debe intentar la curación de ambos
cuadros cuando se hallen asociados, recordando –ya lo hemos comentado- que el mero
conocimiento de los métodos de cura son por sí solos insuficientes si no se tiene el poder
de curar.
El alma debe ser recuperada en primer lugar para que el paciente sane. Para ello se la
debe buscar en las proximidades del lugar donde el individuo se asustó y llamarla
quedamente, mientras se procede al ‘ramiado’ de la ropa del enfermo con el objeto de
que quede allí ‘prendida’ y pueda ser llevada por su dueño.
La búsqueda se hace generalmente de noche, en la creencia de que es más difícil localizar
el alma de día y que después de la oración existe la calma y tranquilidad necesitarías para
trabajar en este m tema.
Un aspecto que quiero destacar en el pensamiento mágico de los participantes de esta
mentalidad sobre la posibilidad de ‘materialización’ del alma, que puede ser enlazada a
veces ‘prendida’ otras a la ropa que el alma reconoce como propia y de esta forma ser
llevada hasta el enfermo, como quien lleva un paquete. Esta dualidad entre lo animal y lo
material marcan a fuego la relación que muchos de los entrevistados tenían con su
universo mágico cotidiano. Finalmente, una prueba más de existencia de este concepto de
‘materialización’ del alma estriba en el hecho de que muchas se encierra al enfermo con
su alma durante un tiempo, para evitar que esta vuelva a escaparse.
La tierra aparece como un elemento importante de la cara de la enfermedad del ‘susto’.
En efecto, es sabido que en algunos lugares del NOA, este elemento se utiliza para curar
de urgencia, como también lo manifiesta Palma, dando a comer tierra como primer
auxilio. En el valle de Tafí se prepara una infusión de tierra de la casa, que tendría una
función protectora y se sahuma al paciente con tierra de los cuatro espíritus (L.B.) y de la
puerta de la casa, en la creencia de que esto impediría al alma salir nuevamente ya
actuando la tierra como elemento protector y reforzador de la terapéutica está
‘animizada’ y todo tiene vida sobrevalorando el papel de la tierra como elemento
protector y reforzador de la terapéutica instituida. Esto no debe asombrarnos ya que para
estos individuos, la naturaleza está animizada y todo tiene vida, sobrevalorando el papel
de la tierra –la Pachamama- en la génesis de enfermedades.
Al tratamiento mencionado se agrega la toma, infusión a base de la tierra de la casa, el
copal y la alhucema, a la que adjudicamos valor puramente mágico sin que exista, al
menos hasta ahora una acción farmacológica relacionada con el cuadro y sus síntomas.
Para la caída de la paletilla, la terapéutica está orientada a recomponer el huesito y
colocarlo en su lugar, mediante la aplicación de ventosas, parches porosos o la simple
succión –la chupada- a lo largo de tres días que es el tiempo de curación. Otros usan
solamente la sobada para la cura de su afección, reconociendo el valor de las ventanas o
los parches.
En cuanto a la terapéutica vegetal, las únicas prácticas que hemos detectado son a base
de alhucema y otras infusiones:
‘También se le da ahucema, las flores se las da en té, se le echa en el jarro, se le echa el
agua hervida, se lo dejar enfriar y se le da y también copal junto con la alhucema y eso
sirve para curar el susto…’ (J.M.).
Lo que verdaderamente interesa, de lo que se puede deducir de las entrevistas
practicadas, es que el poder desde quien cura es esencial para obtener la mejoría del
paciente. El tratamiento mágico pareciera dar buenos resultados en la práctica y no
hemos podido hallar una explicación científica al problema, siendo la enfermedad del
susto una entidad claramente identificada con el sentir y el accionar de muchos de los
habitantes del NOA y parte indiscutible de su universo mágico.
El mal aire
Al referirnos a las etiologías generales en medicina popular del NOA, hicimos referencia a
la teoría de la emanación que comprendía efluvios malignos o aires de enfermedad y
comentábamos que a ella correspondía la patología del aire. Es este justamente uno de
los padecimientos más comunes en la región, existiendo desde tiempos inmemoriales el
temor al aire en el poblador de zonas montañosas, sobre todo porque puede causarle
diferentes enfermedades, como la tortícolis, la hemiplejia, los dolores musculares., etc.
‘Hay ocasiones en que en el cerro hay mal aire, uno no sabe bien cuando va a dormir en
estas cuevas, ese mal aire que hay…’ (JR).
Aire designa una serie de enfermedades que presentan como común denominador el
hecho de su comienzo brusco, relacionado con ese elemento y la naturaleza
indeterminada del proceso morboso. El concepto de aire no solamente se refiere al
elemento que respiramos sino también a aquel que rodea las coas y que puede tener
características benéficas o maléficas, según la ocasión. Es bien conocido en el valle de Tafí
el aire del pescuezo, que le agarra a uno en el cuello dejándolo duro, ‘agarrotao’. Esta
denominación identifica a la tortícolis a la que refería antes y a la que se cura ‘sobándola
con una barra de azufre y colocando luego un paño negro caliente…’ (JR).
El aire se encuentra en lugares determinados, no en cualquier parte del cerro,
sorprendiendo al que descansa en ellos.
‘Cuando hay humedad, hay aire, uno no sabe… calor que en algunas partes hay, no es en
todas partes ese ‘mal aire que hay….’ (JR).
Las zonas que son asiente de ‘antigales’ suelen tener con frecuencia ‘mal aire’ por su
relación con los muertos. Una especial variedad es el denominado ‘viento maligno’ (RF),
aquél que ha entrado en contacto con cueros momificados o cadáveres conservados,
capaces de emitir ‘emanaciones’. Es una palabra es el ‘viento de los antigales’, capaz de
enfermar al más fuerte, dándole dolores de oídos, parálisis facial o convulsiones.
Algunas plantas pueden ser consideradas ‘airentas’, como el quebracho, la higuera y el
algarrobo y se estima que descansar bajo ellas o dormirse durante algún tiempo bajo su
copa produce daño.
La sintomatología que da el mal aire es polimorfa. Ya hemos mencionado el andamiento
de cuello que corresponde al cuadro de tortícolis, que aún en las ciudades, donde el
carácter mágico de la enfermedad es mucho más seducido que en la zona estudiada, se
atribuye con cierta frecuencia al aire y donde la terapéutica usada –un barra de azufretiene como objeto ‘sacar el aire’ del cuello. Vemos en este ejemplo, una similitud por
generalización
del concepto del mal aire en la ciudad actual.
Otros síntomas referidos son desasosiego, intranquilidad, ansiedad, ‘estado nervioso’
sobre todo en los niños.
‘Se ve mucho el aire aquí y se sabe porque la criatura se enroncha, se pone morada… se
asusta, comienza a suspirar se desespera…’(JC),
Otros síntomas son vómitos, mareos, decaimiento general, ruidos en los oídos y cefalea.
En algunas poblaciones del valle de Tafí, cuando afecta el mal aire al oído principalmente,
se suele usar un órgano amado con la raíz de la contrayerba y se sopla el humo dentro del
oído afectado. Como resabio de esta costumbre, en la ciudad se suele emplear hasta
nuestros días una especie de cucurucho de papel que se coloca en el pabellón auricular y
luego se quema para extraer el mal aire que afecta el órgano.
¿Qué terapéutica cabe en estos casos? Ya hemos mencionado el uso del cigarro para el
oído, siendo una actitud preventiva el mejor medio para evitar el aire.
No es cuestión de quedarse en cualquier cueva, porque en algunas solamente se
encuentra mal aire (RM).
Esta actitud preventiva surge de la experiencia diaria y está basada en el conocimiento de
las propias zonas de influencia de cada persona.
‘Para ahí nó, no voy, porque nosotros somos del Chuqui y no vamos. Las Tacunas y además
porque si no conocimos, puede haber mal aire y se enfermamos…’ (LN).
Una vez instalada la enfermedad, se debe sahumar con diferentes sustancias al afectado,
entre ellas la ruda, la yerba mate, el molle, la albucema, ‘tres veces en el día, tres
días…’(RM) como es habitual en la zona. El tratamiento se completa con las ‘tomas’,
algunas secretas, otras no tanto e invocaciones y oraciones. Es importante destacar aquí
que en esta terapéutica, como en otras típicas de la medicina popular subyace el
enfrentamiento. Afortunadamente, en la práctica son mayores los éxitos del curador que
sus fracasos.
Mal de ojo –ojeaduraJunto a la enfermedad del susto, es esta la más frecuentemente hallada en nuestra
investigación. Es una patología de vigencia actual, que afecta sobre todo a los niños, pero
también a adultos, plantas y animales, aunque en menor cuantía e intensidad.
Lo que hace particularmente afectable al niño es que su capacidad reaccional frente a la
agresión que le viene de afuera es muy pequeña.
‘El niño no se ha desarrollado todavía…’ (JC) y eso lo hace débil predispuesto e inerme
frente a este tipo de patología. A este respecto Perdiguero Gil opina que la propiedad
infantil es considerada como una enfermedad en sí misma, lo que coincide con lo
estudiado por nosotros, ya que justamente la condición infantil la que va a determinar
ciertas patologías como el ‘aicado’ y la deletéreos en el niño, al igual que la caída de la
paletilla como consecuencia aquel. Es justamente en esta franja etaria donde vamos a
encontrar mayor patología de condición mágica en medicina popular propia del NOA y
sobre ella se ejerce el dominio mágico del ‘curador’ encargado de neutralizarla.
La causa de esta enfermedad reside siempre en la mirada de una persona con deseo:
‘Hay personas que los desean –a los niños- se están acordando de él y eso trae el
problema…’ (SS).
‘El deseo es un mal, es un mal deseo, ya que la criatura se enferma…’ (JC).
‘Por ejemplo, que yo veo a esta chica que va y la quiero y es chica y no la toco, la quiero y
no lai tocao, yo lai enfermao…’ (LB).
El deseo, la envidia, la admiración, son elementos presentes asociados a la mirada y a
través de esta entra la enfermedad en el cuerpo de la criatura. Es, en la mayoría de los
casos, una formulación inconsciente del mal, sin intención –al menos explícita- de dañar.
La sintomatología, como en los otros casos descriptos, es también polimorfa e incluya
síntomas tales como la anorexia, el desgano, el desasosiego, los movimientos anormales
del a cabeza, etc.
‘El chiquito lloraba, no quería tomar la leche, la cabecita se le volvía para atrás y tiene
muchos vómitos y esos son los síntomas que tiene la criatura… ‘ (SS)
Hay otra relación –al menos semántica- en muchos de los relatos entre la ojeadura y la
denominada por los testigos ‘meningite’, es lo ojea al chico…’ (LB).
‘La criatura se enferma y se enferma de la cabeza y a veces se die, se va a un médico y el
médico dice esto es meningite’ eso puede ser que sea ‘meningite’ o pueda ser que sea ‘mal
de ojo’, vaya uno a saber….’(JC).
Pensamos que la relación debió haber nacido con la presencia en este cuadro de esos
movimientos referidos de la cabeza, con la rigidez de nuca o con el abombamiento de las
fontanelas y que en algún momento pudo haber planteado un diagnóstico diferencial al
‘curador’ o al médico que veía la criatura. Por otra parte uno de los signos más
frecuentemente citados como integrante del cuadro que nos ocupa es la supuesta,
‘abertura de cabeza’, persistencia de las fontanelas.
‘Se le nota aquí, en la frentecita que la tiene abierta y cuando se cura ya no la tiene….’ (SS).
En cuanto al sexo, normalmente es el varón el más afectado, al igual que en la
enfermedad del ‘susto’ o en el ‘mal aire’, refiriendo todos nuestros entrevistados la mayor
fortaleza de la mujer, como así también el mayor poder de esta como generadora de mal
de ojo, coincidiéndose en el hecho de considerar a la mujer como causante del mal y en
muy pocas oportunidades al hombre.
La curación consiste en varias maniobras. Una de ellas usa el agua y el aceite como
elementos rituales:
‘La señora cura con aceite, aceite de comer y un poquitito de agua, pide el nombre del
chiquito y hace otras cosas en secreto y después viene y con ese mismo aceite vienen y lo
pasa en cruz por la frente del chiquito…’ (SS).
A esto se agrega el rezo de una oración del ritual católico o no, siendo en este último caso
una oración secreta y este paso se halla presente siempre, como un hecho que consolida y
legitima el proceso de curación.
Se debe ‘arreglar’ también la cabecita abierta, tratando de cerrar la brecha que en ella se
encuentra y esta es una fase muy importante del tratamiento:
‘…. Hay que cerrarle así de atrás para adelantar y de costado…’ (LB).
Un hecho destacable es el uso de prendas de color rojo, ‘colorado’ como elemento que va
a reforzar la curación. En algunos casos, se trata de una pulsera o lazo rojo que se coloca
en el brazo del niño. En otras, de un punto rojo de lana o de hilo y en la gran mayoría de
los estudiados, un gorro o una vincha que el niño debe portar varios días.
El rojo asociado a la idea de curación y prevención de enfermedades ha estado presente
en muchas culturas, como la inglesa, la china, la japonesa, la francesa y por supuesto, la
del noroeste de la República Argentina, ya desde la épica prehispánica. Prueba de ello la
persistencia de los ponchos rojos, la cerámica decorada con éste y otros colores, las
vinchas y los aperos y los tejidos cotidianos. La creencia popular es que el rojo ahuyenta
los malos espíritus y devuelve la salud. En el caso que nos ocupa, además tendrían efecto
preventivo eficaz contra las recaídas, de allí la recomendación de usarlo varios días, usarla
siempre el chico así, porque así se cuida la criatura…’ (LB).
La curación se pone de manifiesto por la cesación de síntomas atribuibles a la
enfermedad, cosa que sucede a menudo sin que medie una explicación médica racional,
siendo una de las características la ‘cerradura’ del cráneo, hecho que no hemos podido
comprobar en la práctica, pero se da como presente en todos los casos:
‘… la mollerita’ ya la tiene bien porque, verá la tenía abierta de acá hasta acá y ahora ya no
la tiene y anda bien…’(SS).
Es este uno de los cuadros más difundidos en la medicina popular del NOA y el que pone
también en evidencia la acción necesaria del curador el que, en un verdadero acto de
chamanismo, habrá de proporcionar a la criatura la salud perdida, subyaciendo en estos
casos la presencia del pensamiento como elemento productor del mal de ojo, con el
mismo efecto que una acción directa, teniendo el deseo por sí mismo la virtud mística de
obrar sobre su objeto, sin fórmulas mágicas, ceremonias ni ritos. A este respecto y
confirmando lo afirmado por nosotros sobre el proceso de anodización y
sobrenaturalización presentes en la medicina popular del NOA, afirma Cartagena que lo
sobrenatural forma parte de la vida cotidiana y tiene a explicar los hechos más naturales.
También notemos que con frecuencia justifica elementos de conducta, constituyendo así
una fácil respuesta a preguntas particularmente inquietantes…’.
Creencias y prácticas ginecoobstetrícas
Es este uno de los apartados más ricos de la medicina popular del NOA y lleno de
tradiciones todavía no muy bien estudiadas por antropólogos y médicos.
En primer lugar, analizamos la relación entre embarazo y enfermedad del ‘susto’. Cuando
quien se asuste es una embarazada, la enfermedad puede comenzar de forma seria, ya
que el niño es afectado directamente, quedándose sin movimientos, además de cambiar
de la posición que tenía a la transversa:
‘La embarazada comienza a tener malestar en el estómago, no puede comer las coas que
tiene que comer. El chico se mueve mucho dentro del vientre… la criatura se asuste dentro
del viente….’ (LB).
‘La criatura se cruza y no va a salir sola, de parto normal…’ (JC).
Junto a esta posición anómala del feto, todos coinciden en afirmar que se produce
también un ‘aquietamiento del chico’.
Se debe curar rápidamente a la madre para evitar males mayores al niño, buscando su
alma mediante el ramiado ya comentado. Para algunos este sería suficiente. Otros
agregan la ‘toma’ de diferentes sustancias de probable efecto mágico, que además
evitarían una recaída, manteniendo en posición normal al niño.
Cuando la madre quiebra algunas reglas, como la de no asistir a velorios, pasar por
cementerios o antigales, el niño al nacer lo hará ‘aicado’, enfermedad a la que me refería
al comienzo. Presentará retardo psicomotriz, anorexia, poca masa muscular, caminará
tardíamente, etc. Esta enfermedad puede ser clasificada médicamente como desnutrición
infantil, siendo una de las pocas en el universo mágico del NOA que puede ser explicada
coherentemente desde un punto de vista científico médico.
Para los fetos en posición transversa, se recurre al ‘manteo’ que puede efectuarse de dos
maneras. La primera, efectuando movimientos de rolido sobre una manta, obteniéndose
buenos resultados.
‘El manteo se usa cuando está mal la criatura, el sesgo y esto lo hago siempre desde
niños….’ (LB).
Otras veces el manteo se hace sin mantas y consiste en tomar a la paciente de las axilas y
sacudirla bruscamente.
‘Usted la tiene que tomar así y sacudirla así tres veces…’ (LB).
En raras ocasiones se suele efectuar esta maniobra de ‘manteo’ sin manta con la paciente
boca abajo, sobre todo en los casos rebeldes o de evolución prolongada
Esta patología de mala acomodación fetal es patrimonio de consulta a una ‘curadora’ la
mayor parte de las veces, no siendo frecuente que por esta patología se consulte al
médico.
La placenta forma parte de diferentes rituales. Una vez producido el alumbramiento, se la
suele enterrar cerca de la casa, en los alrededores de los fogones y cubierta de ceniza y
sal, considerándose esta maniobra protectiva contra enfermedades y desgracias. El
cordón se guarda y se deja secar lentamente, en la creencia de que además de proteger al
niño, en caso de emergencia su ingestión en infusión será una poderosa terapéutica.
Lo que se conoce como ‘recaída’ del parto sería un puerperio patológico y está compuesto
por diferentes afecciones que pueden complicar el post parto, tales como infecciones,
hemorragias, fiebre, decaimiento general, etc. La sintomatología más frecuentemente
citada por las ‘curadoras’ para este cuadro de ‘recaída’ está centrada en el aparato
digestivo y en un cuadro de debilidad general.
‘Entonces tiene vómitos y dolor de cabeza, no pueden trajinar’ y quedan así…’(LB).
El ‘antojo’ es considerado una importante parte componente del proceso de gestación y
es vivido como una enfermedad más y si no es atendido a tiempo como una culpa que
puede recaer sobre el padre y familiares que no supieron o quisieron satisfacerlo.
El flujo vaginal es otra patología de significación mágica, sobre todo en el Valle de Tafí y en
el Calchaquí. Este término responde a las más variadas afecciones ginecológicas y su
descripción está referida siempre a una de sus características físicas: el color. Los más
comunes son el ‘blanco’, el ‘amarillo’ o el ‘sangroso’, que responde a inflamaciones, al
calor o a ‘debilidad de la matriz’, perturbando psicológicamente a la mujer portadora de
él:
‘Desde que tengo flujo siento como una quemazón aquí en la cabeza y siento mareos que
yo se que no es la presión… el flujo me tiene mal, me da perturbación de la cabeza…’ (C.M).
El tratamiento de esta afección es en casi todos los casos local y consiste en baños de
asiento con diversas sustancias en infusión, como la hoja de malva, a la que se agrega
alumbre machacado, de notable acción astrigente.
Los padecimientos relacionados con la sangre menstrual se denominan ‘enfermedad del
mes’ o ‘mal de la sangre’ y engloban cuadros clínicos diversos tales como la algomenorrea,
la hipermenorrea y la mastodinia. Para provocar la menstruación se requiere la ingestión
de ‘un vaso de limón en ayunas’ o la ingestión de perejil en infusión en las comidas, en
ambos casos ‘tres veces, tres días’, ya que escapaba con la suspensión del mes…’ (HS).
Cuando una mujer esté menstruando, se aconseja no bañarse, como así tampoco lavarse
el pelo, porque ‘sino la sangre se va de la matriz a la cabeza y una puede volverse loca’ o
bien pueden suceder males mayores porque ‘una se expone a quedar embrujada porque
la sangre no sale y se va para adentro…’ (SSL). También se aconseja no planchar porque
ello conllevaría la suspensión de la menstruación, con los efectos ya mencionados.
Otra patología hallada frecuentemente en relación a la mujer es la denominada
‘enfermedad de la matriz’. Este cuadro consiste en una ‘helazón bajo las costillas’, una
especie de inflamación subcostal, en la región epigástrica y en el hipocondrio izquierdo,
cuya etiología se la encuentra en el ‘mucho trajinar’ algunas veces y en otras en un cuadro
un poco más complicado:
‘…Les viene la enfermedad de la matriz porque se hela, sí ahura les ponen hielo, arena, de
todo y es rara la enferma que no tiene enferma la matriz…’ (LB).
En estos casos, la paciente se siente desanimada, ‘se le junta líquido bajo las costillas’,
tiene sensación de frío y calor, alternados, trastornos digestivos y en algunos casos ‘se
siente el pulso en la boca del estómago..’ (SSL).
La paciente debe ser ‘sobada’ rápidamente para curarla, so pena de causarle males
irreparables. La terapéutica se complementa con infusiones diversas y el sahumerio. Es
una enfermedad en la que no se pierde el alma, a pesar de que la paciente se siente
‘desanimada’.
Cuando el cuadro se instala en la mujer embarazada –lo que es menos frecuente- el niño
puede ‘cruzarse’ en el vientre –al igual que en la enfermedad del ‘susto’- complicando el
mecanismo de parto, cuando este toque en suerte. Es necesario en estos casos ‘mantear’
la paciente –en cualquiera de las dos versiones descriptas- para reacomodar la criatura y
llegar a un desenlace feliz.
La ‘sobada’ está indicada durante el trabajo de parto. Esta maniobra de uso frecuente en
el Valle Calchaquí consiste en una estimulación de la dinámica uterina, ‘sobando’ el
abdomen en sentido latero-lateral primero y luego de arriba abajo con una cierta fuerza,
maniobra que en medicina es descripta como de Kristeller, que ayuda al descenso fetal. La
sobada está indicada en pleno trabajo de parto como una maniobra de expresión uterina
destinada a acortarlo, pero entra dentro de las prescripciones para el tratamiento de la
‘enfermedad de la matriz’. La terapéutica se completa con la ingestión de diferentes
infusiones y el sahumerio de las zonas pudendas.
A la mujer siempre se la ha relacionado con cultos de la fertilidad –recordar los
prehistóricos de la diosa madre- y su relación está fijada en forma explícita con el símbolo
más antiguo referido a ella –la luna- y de allí que en algunas zonas se piense que existe
una conexión íntima entre los eclipses de luna y la naturaleza femenina, pensándose que
cuando se presente ese fenómeno –signo de enfermedad lunar relacionado con la
sobrenaturalidad- la mujer también enferma y puede morir.
Son muchos más las afecciones que hemos encontrado en esta búsqueda por la medicina
popular del NOA, pero su estudio detallado excedería los límites de la presente
publicación. Mencionemos al pasar la cura de hernias por el ‘rastro’, la terapéutica para
las hemorroides, el ‘mal de ojo’, el dolor de muelas, el empacho, el ‘costao’, etc.
Si creo de interés cerrar este capítulo con la preocupación que estos cultores de la
medicina popular tienen sobre la muerte, tema de nuestro interés desde hace ya algunos
años. Existe en las zonas estudiadas una real preocupación por la muerte, consecuencia
última de la enfermedad contra la que se debate permanentemente el habitante del NOA,
con sus contenidos espirituales y mágicos.
Es este un problema diario y acuciante y es muy difícil que el hombre de los valles –quizás
todos nosotros- pueda tener una actitud madura y serena frente a la muerte, ya que ella
lo compromete afectiva y espiritualmente, sobre todo viviendo inmerso en un universo de
connotaciones mágicas como es e NOA montañoso.
El conocimiento que tenemos de la actitud del hombre primitivo de nuestra zona se deriva
de traducciones e hipótesis, ambas derivadas del estudio de su cosmovisión, sus
costumbres, sus representaciones artísticas, sus depósitos funerarios. La actitud de este
hombre, base del existente hoy, fue llena de contradicciones. Por un lado, reconoció a la
muerte como supresión de la vida y se sirvió de ella en ese sentido. Prueba de esta
concepción son los numerosos enterratorios hallados de en el valle de Tafí y en el
Calchaquí, por ejemplo, en los que encontramos los elementos comentados.
Por otro lado, el hombre primitivo hubo de negar la muerte y tratar de reducirla a la nada.
Y esta contradicción se hizo posible por cuanto el hombre debió adoptar antela muerte de
los demás –el extraño o el enemigo- una actitud radicalmente distinta a la que adoptó
frente a la muerte propia. La muerte de los demás le resultó grata, ya que suponía el
aniquilamiento de algo odiado y el hombre vaciló en provocarla. Veamos en esta
concepción algunos antecedentes de hábitos antropológicos presentes en nuestras
culturas aborígenes que la justifican.
La manifestación más evidente frente a la muerte, justamente por su carácter
sobrenaturalista, fue y es el temor, que en algunos grupos llegó hasta el pánico. Se
relacionaba frente a todo lo insólito que la naturaleza podía ofrecer, haciendo participar
del proceso a causas sobrenaturales y como ya lo hemos comentado al tratar la teoría
general de la enfermedad, esta inclinación al fenómeno sobrenatural rige su conducta.
Esta manifestación está evidenciada en la ceremonia de los funerales.
Este suceso tiene dos etapas sucesivas básicas que son la separación del mundo de los
vivos y la integración al de los muertos. El velatorio a veces tan prolongado que hemos
observado en los valles obedece a esta situación. Otro tanto podemos decir del velatorio
del ‘angelito’, criatura muerta que no pasa de los ocho años, que al decir de la gente
‘todavía no ha pecao’ razón por la cual se piensa que habrá de volar directamente al cielo.
Este personaje, a quien se atribuye efecto protector sobre la comunidad, este ‘angelito’ es
paseado durante días por distintas casas, en las que se ora y se come y bebe en su honor,
y esto causaría una bendición especial a quienes lo hacen. Hay una injerencia de la religión
en este rito, ya que las oraciones son católicas –muchas veces el Santo Rosario- junto a
ritos paganos como el comer y beber y dar de ingerir a la Pachamama, por ejemplo.
El rezo de las nueve noches por el difunto, costumbre de una fuerza y vigencia tal que no
se concibe no realizarlo en zonas como Tafí del Valle, Amaicha a Santa María, por ejemplo,
responde también a esta intencionalidad no realizándose actividad laboral alguna en
muchos caso, se piensa que el alma del difunto vagaría de un lugar a otro para despedirse
de aquellos que amó en su vida terrenal o para dar un postrero mensaje y por eso hay que
estar preocupado por esta alma a través de los rezos y los recuerdos. Las almas vuelven –
en la creencia de muchos de los habitantes del Valle Calchaquí- en días especiales, como
el 1 de noviembre a mediodía, dando lugar a ceremonias de recogimiento y agasajo a los
muertos. La adoración de la cruz -3 de mayo- ornamenta coloridamente los cementerios
de la zona, en una celebración que comienza cerca la madrugada y que suele durar hasta
el anochecer y que incluye libaciones excesivas e ingestión de alimentos preparados allí en
barracones o tiendas instaladas a la salida del cementerio y ofrendas a los muertos en
especies, tales como agua, vino, diversos alimentos, etc.
La ceremonia de los funerales con el amortajamiento y la ligadura de pies y manos del
cadáver, una costumbre muy antigua –veamos si no las momias antiguas encontradas en
los cerros- tiene en nuestro caso una vigencia actual y tienden a evitar el regreso del
muerto atemorizador, siendo ambos un intento simbólico de separación y, al mismo
tiempo, de prevención que evite el probable regreso.
En el culto a los muertos subyace en el NOA una complicada amalgama de creencias, ritos,
y prácticas que tienen, como ya hemos visto, un origen muy remoto, prehistóricos, y que
recibió el aporte de conocimientos posteriores científicos y religiosos. En este ítem
incluimos prácticas diversas, tales como la novena, la muerte del perrito, el velatorio del
‘angelito’, el culto al cráneo, el ‘lavatorio’, etc., que ocupan un lugar preponderante en el
ciclo vital de los habitantes de muchas zonas del NOA y una muestra de la combinación
entre lo pagano y lo religioso, lo actual y lo pasado.
El recuerdo perdurable de los muertos fue la base de la suposición de otras existencias y
dio al hombre la idea de una supervivencia después de la muerte, en este caso una
aparente realidad distinta. Bastante más tarde se le ofreció al primitivo una visión
religiosa del problema, una existencia póstuma valiosa y completa, rebajando la existencia
terrenal a la categoría de una mera preparación y, consecuentemente, se inventaron las
existencias anteriores, la transmigración de las almas y la reencarnación, todo ello con la
intención de despojar a la muerte de su significado de término de la existencia.
La historia de la medicina nos muestra cómo la muerte es un proceso que deja al hombre
inerme y confundido, desde los primitivos hasta el hombre actual. En torno a ella reina mi
silencio que no puede ser eliminado por palabras profundas ni científicas. Este silencio,
esta angustia alejada ficticiamente de nuestra vida, de nuestros actos cotidianos, subyace
latente en cada proceder, en cada rito, en cada temor, cuando exaltamos nuestra
imaginación frente el peligro. Y la muerte es un peligro, para nuestra existencia y para la
responsabilidad que nos toca frente a la muerte de los demás.
Como al hombre primitivo, a nuestro individuo actual del NOA, sele presentaran dos
actitudes opuestas frente a la muerte, que se traslucen en sus costumbres. Chocan y
entran en conflicto la que reconoce a la muerte como aniquilamiento de la vida y la que la
niega como irreal. Todos nuestros sentimientos entrañan otros de hostilidad hacia el otro,
pero esta ambivalencia no generará como en los tiempos antiguos –o al menos no lo será
en forma exclusiva- caminos hacia el animismo y los principios éticos, sino hacia la
neurosis –enfermedad del hombre actual- un tema interesante como meta de estudio
futuro.
Antropológicamente podemos decir que la preocupación que hemos encontrado en
nuestros grupos de estudio, es la mayor para el muerto que para la muerte y que en
general se trata del muerto como ser peligroso que infunde temor. La experiencia recoge
constantes en esta relación del vivo con el muerto y ellas son preocupación por la muerte,
temor a la misma y maniobras para defenderse de allá. Por este camino de tradición
transitan el velatorio, la novena y otros ritos. Es justamente esta tradición la que nos va
informando que no vamos solos por el mundo y que nuestros muertos nos acompañan,
incorporados a un nivel trascendente para así amasar nuestra existencia con la suya.
Ha sido este un intento de explicar cómo la enfermedad es sentida y es vivida en ciertas
zonas del NOA donde la medicina popular es la única vigente de un cuadro de causalidad ‘conversión’ le llamamos en nuestro esquema- que no reconoce fundamentos científicos,
al menos los fundamentos que la Facultad de Medicina nos propone a los médicos
‘oficiales’. Todo intento de explicar o pretender curar enfermedades fuera de este marco
no dará resultados en la práctica, pero ello no quiere decir que los diplomados debamos
realizar esa medicina, sino complementar ambas, teniendo como meta a aquél que es el
único gestor y razón de ser del existir médico: el paciente.
IV. ANALISIS DE TERMINOS INTERESANTES RECOGIDOS
Toda práctica iátrica, aún la de la medicina popular, encierra terminología propia que
explica y da sentido a dicha práctica. Analizamos aquí los términos hallados en nuestro
estudio, que consideramos de interés para la materia.
Abomabao: dícese del alimento o bebida que empieza a descomponerse y cuya ingestión
causará enfermedad sin duda alguna.
Abriboca: persona distraída, que anda mirando hacia cualquier lado. Esta cualidad lo hace
propenso a sufrir diversos traumatismos y a ser ‘asustado’ por ser fácil tomarlo de
sorpresa.
Aca: elemento fecal, excremento usado en algunas curaciones.
Acheral: conjunto de achiras, plantas con funciones medicinales.
Achuchado: que tiene ‘chucho’, escalofríos. Se aplica a las personas que presentan
cuadros febriles y escalofríos.
Achucharse: experimentar escalofríos y decaimiento.
Achuras: son las entrañas del animal. El origen de la palabra es quechua y significa ‘comer
sangre’. En la Puna se acostumbra colocar al niño ‘asustado’ o ‘aicado’ dentro del vientre
de un animal recién sacrificado, entre las achuras calientes todavía, para curarlo.
Afata: (Sida rhombifolia o spinosa): planta silvestre y dura que se utiliza para barrer y en
infusión para curar cólicos intestinales.
Agallón: Con esta denominación se designa la inflamación de ganglios, la adenitis.
Alzada: se suele decir del hombre o la mujer excitados sexualmente, necesitados de un
acoplamiento sexual.
Amachinarse: formar pareja.
Amojosado: que está lleno de hongos, enmohecido. Esta cualidad se observa sobre
algunas carnes secadas al aire y se considera beneficiosa en esas oportunidades para curar
enfermedades, adicionadas a otros elementos, tales como la ‘sopa de arroz’.
Andar enmachilado: significa que el amor le sonríe a una persona y es afortunado en ese
tema. El término deriva de ‘machilo’, un ave juguetona y ágil que siempre tiene mucha
fortuna con las hembras de la misma especie. Una infusión hecha a base de los sesos de
este animal se usa apara la ‘tristeza de amor’.
Antarca: caerse de…., caer sobre la espalda. Posición que asume normalmente el enfermo
de ‘costado’, una enfermedad féril y torácica que puede ser equiparable a neumonía.
Antigal: pueblo o cementerio de los ‘antiguos’. Reservorio arqueológico. Está relacionado
con la prohibición –‘aicado’- de tener contacto con los muertos sobre todo a la mujer
embarazada. Su ruptura dará como consecuencia un niño con problemas nueumotales y
en la primera infancia, además de trastornos en el parto.
Anucar: destetar al niño. Se hace generalmente frente a un posterior embarazo, ya que se
considera que la gestación ‘agua la leche’.
Apacheta: son montículos de piedras, muy raras veces de tierra, que el aborigen primero y
ahora el habitante de zonas montañosas del NOA –valles de Tafí y Calchaquí y Puna
formaba en las encrucijadas de los caminos o en las cumbres de los cerros, honrándolas
como morada de la Pachamama. Allí se puede ‘corpachar’, es decir ofrendar o dar a la
madre Tierra. Está relacionado con numerosos procesos de curación.
Arir: acción de cocinar leche en ollas nuevas de barro para restarles porosidad, lo que
también puede conseguirse con grasa y malva.
Arisco: salvaje, huraño, que rehuye a la gente y tiene a la soledad. Algunas enfermedades
que causan nerviosismo, como la del ‘susto’, por ejemplo, vuelven ‘arisca’a la gente.
Ciertos diosecillos de la montaña, como el Ucumar o el Yastay, son considerados ‘ariscos’
en su trato con la gente.
Atraso: desmejoramiento del estado general de una persona. Cuando alguien está al
borde de la muerte, se suele decir que ‘está muy atrasad0’.
Batea: especie de fuente de madera de una sola pieza que se usa para servir la comida,
amasar o colocar alimentos. Sobre ella se suelen mezclar hierbas medicamentosas.
Bostear: desear a alguien un mal, que se enferme por ejemplo.
Cachirú: divinidad santiagueña maligna que arrebata el alma a los hombres y los
transforma en fantasmas. De aspecto de lechuzón gigantesco, vuela silenciosamente de
anoche en busca de su pena.
Cadillo: (Cenchrus mysosroides): gramínea de suelos arenosos, con espinas, cuyas hojas
en infusión son empleadas para curar afecciones renales.
Cancha: dermatitis fúngica, caracterizada por manchas blanquecinas en la piel,
relacionada en el NOA con mucha frecuencia al uso de tiza en las escuelas.
Caracú: Hueso y médula única dentro del mismo, que se usa como alimento muy
apreciado en los cerros. También significa ‘lo que llega muy adentro’, en relación a
algunos procesos patológicos, lo que afecta mucho a la paciente física y espiritualmente:
‘está enfermo hasta el caracú’.
Cebil: (Piptadenia excelsa): árbol subtropical de corteza rica en tanino. Su semilla era
usada por los indios como estupefaciente. En infusión se lo emplea como abortivo, para
las leucorreas y para algunas afecciones respiratorias.
Cedrón (Simaba cedrón): arbusto aromático que se usa en infusión para dolores de
estómago y fiebre.
Conana: piedra plana para moler granos. Se utiliza frotándola con otra piedra para
producir diversas harinas que se usan en alimentación y curas.
Corpachar: dar de comer a la tierra. Es una forma de agasajar a la Pachamama, mediante
la colocación de ofrendas en huecos que se cavan en la tierra perfectamente. Allí se
depositan alimentos, bebidas, hojas de coca, cigarros, etc. Forma parte de numerosos
ritos para devolver la salud. También se puede ‘corpachar’ en las apachetas.
Cotudo: que tiene coto, bocio.
Costilla: zona del tórax correspondiente a las costillas, que sirve de referencia para asignar
localización de ciertas enfermedades, como el ‘costado’ o la ‘enfermedad’ de la matriz.
Cuco: agachado, jorobado, concorvado por la edad o lo más común, por enfermedades de
la columna.
Coquena: dios protector de las llamas, las vicuñas y los guanacos. Protege y regala la caza
de esos animales, castigando severamente a aquellos que matan más de los que necesitan
para comer.
Chavalongo: proviene de una piedra araucana y significa ‘calentura’ o ‘calentura’ en la
cabeza. Se usa este término para designar diversos procesos febriles infecciosos o
dolorosos, tales como la fiebre tifoidea, las insolaciones, etc.
Chuscho o chucho Forma parte de cuadros como el ‘costado’ por ejemplo. También
denomina al paludismo y algunos temblores.
Chunca: pierna.
Churqui: (mimosa farinosa) de la familia de las acacias, de flores amarillas aromáticas,
empleándose flores y frutos en medicina popular. Las hojas se emplean en infusión para el
tratamiento de enfermedades venéreas. El fruto en la misma forma para ‘el mal de la
sangre’, probablemente como depurativo en intoxicaciones diversas. También designa un
sector de Tafí del Valle donde realizamos entrevistas a ‘curadores’.
Chuzo: delgado, flaco, macilento. SE suele decir del paciente que sale de una larga
enfermedad: ‘ha quedado chuzo..’
Chuy: término que sirve para indicar una sensación térmica baja: ‘¡Chuy!, qué frío hace’.
Déficit: defecto en un animal o una persona, que le causa una cierta disminución física.
También se usa para indicar un defecto en el lazo.
Huayrapuca: deidad que vive en las altas cumbres calchaquíes, causante de bien o mal a
las personas, según su estado de ánimo, siendo el responsable de la pérdida de cosechas
por impedir la lluvia y absorber la humedad de los cultivos.
La Mula Anima mula que previamente ha sido una mujer transformada en animal por
haber mantenido relaciones sexuales con un sacerdote o haber cometido incesto. Suele
merodear por ranchos y poblaciones asustando a la gente. Verla acarrea desgracias y a
veces la muerte.
Manteo: maniobra empleada en las embarazadas para corregir el ‘chico cruzao’ o posición
transversa fetal, causada por numerosas afecciones, entre ellas la enfermedad del susto.
También se emplea este método en las embarazadas con dificultad para expulsar el feto.
Consiste en efectuar movimientos de rotación con la enferma colocada sobre una manta,
a la que se hace deslizar de un extremo a otro, bajando y subiéndola alternativamente, lo
que a veces es suficiente para reacomodar la criatura. El manteo se puede efectuar
también si n manta, tomando a la paciente de las axilas o de las caderas según la cabeza
se halla hacia arriba o abajo- y sacudiéndola vigorosamente varias veces.
Mayru Mama: es la madre del río, la que protege las aguas de los arroyos y ríos de la
montaña.
Maqui: es la ‘mano’ de piedra del mortero, que se utiliza para moler distintas sustancias,
entre ellas hierbas medicinales y granos.
Pacha Mama: madre de la tierra. Esta diosa femenina principal de las zonas montañosas
del NOA, Bolivia, Perú, es la cuidadora de los cerros y los hombres en su totalidad. Su
protección es fundamental para el bueno término de cosechas y otras empresas humanas.
Se suele invocar para recuperar la salud perdida, ofreciéndoles regalos que completan
muchos tratamientos médicos populares. Está relacionada con alagunas enfermedades,
como ‘agarrar la tierra’, por ejemplo, una afección que consiste en la separación del
cuerpo del alma, quedando esta última retenida en el lugar donde la persona dormía
antes de ser despertada bruscamente, prendida a la tierra, de allí la denominación
‘agarrar la tierra’. Requiere para su tratamiento de la recuperación del alma, la que es
obtenida de la madre tierra de diversas formas. Es una enfermedad que ‘desanima’, al
igual que el ‘susto’.
Patalca: término que se usa para denominar una cavidad bucal áspera y a la lengua
pastosa, que presentan ciertas enfermedades.
Petaca: caja o baúl de cuero crudo con adornos de tiento fino que se usa en los valles
calchaquíes para guardar ropa o transportarla.
Penca: hoja de tuna, que se utiliza para efectuar la denominada ‘cura para el rastro’ en la
‘caída de la paletilla’ y en algunas hernias y que consiste en marcar en uno de esos
elementos el ‘rastro’ del pie del enfermo con la punta de un cuchillo filoso, colgando luego
la penca en determinados árboles a veces, otras en habitaciones de la casa y a su entrada
hasta que se seque completamente, en la creencia de que a medida que se va
deshidratando la hoja, la enfermedad va saliendo del cuerpo del individuo. Es esta una
práctica médica popular muy difundida. Existe en ella la ya mencionada relación estrecha
entre naturaleza y hombre, ligándose el destino de una a la del otro, como en el caso de la
cura para rejuvenecimiento que practicaban los indígenas de la zona.
Pichana: acción de barrer la casa con una escoba de pichana. De esta forma se consigue la
denominada ‘tierra de las cuatro esquinas de la casa’ o ‘tierrita de la casa’, que se emplea
para la cura de enfermedades como el ‘susto’ y la ‘paletilla’ caída, por ejemplo.
Pella: manto de gordura que cubre la carne del animal. La grasa en pella se obtiene
calentando trozos de esta gordura, la que libera un líquido graso que luego se solidifica y
se emplea para amasar pan, fritar comidas o efectuar cierto tipo de curaciones.
Pujllay: dios de las fiestas, espíritu del carnaval diaguita calchaquí. Es un dios bonachón
que preside esta festividad y que renace todos los años, siendo enterrado con ofrendas el
miércoles de ceniza.
Pupulo: ‘pupo’, ombligo grande. Se dice de aquel que tiene ombligo grande y saliente y
del que ha comido con exceso, a punto de empacharse, siendo este exceso causa de
enfermedad –el paciente ha quedado 'pupulo’- que se cura de diversas formas, siendo
similar la terapéutica en rasgos generales a la del empacho en los niños.
Rastrear: seguir el rastro de personas o animales para sus huellas, siguiendo las pisadas.
Riñonada: es la grasa que recubre el riñón, que se usa como elemento curativo mezclado
con otras sustancias, sobre todo aplicada en forma local para el tratamiento de golpes,
torceduras y dolores musculares.
Sucho: tullido, inválido.
Suchi: granos, sobre todo de la cara, que se hallan presentes en viarias enfermedades
mágicas, descriptos de esta manera o con el término ‘granazón’. El empacho es una
enfermedad que se acompaña con frecuencia de esta sintomatología y que solamente
cede con la terapéutica instituida.
Súcubo: demonio que toma forma de mujer, para mantener relaciones sexuales con los
hombres en forma ilícita, inmunda y torpe. Ello va a ocasionar en el individuo que tiene
acceso carnal con ella la pérdida del alma a veces en forma completa y permanente.
Sobar: amasar, masajear. Esta técnica se emplea frecuentemente en medicina popular
con distintos fines, particularmente para expulsar del cuerpo elementos extraños que lo
enferman. Entraña, más allá de sus atributos mágicos, un elemental masaje que, bien
dado, alivia numerosas dolencias. Se utiliza este método también para producir la salida
más rápida del niño durante el mecanismo de parto, en los casos en que el mismo se halla
dificultado por hipotonía uterina, por ejemplo.
Tacana: piedra lisa, ligeramente cóncava, que se utiliza para moler granos con la ayuda de
otra piedra. Es un elemento muy difundido en los cerros. Esta denominación se utiliza
para designar una zona del valle de Tafí donde hemos efectuado entrevistas a ‘curadores’
muy consultados.
Tinaja: olla de barro que se utiliza para almacenar agua fresca. También se la usa como
filtro de agua, generalmente colgada de un árbol.
Ucumar: personaje singular mitológico de los valles y quebradas, donde suele vivir aislado
de la gente, apareciendo súbitamente para asustarla. De aspecto variable –muchos los
describen como medio oso, medio humano- se suele trepar a los árboles para observar
desde allí a las personas, soliendo raptar a las mujeres para mantener relaciones sexuales
con ellas y de esta manera tener hijos.
Yerba de la víbora: se usa en infusión para enfermedades del riñón y para purificar la
sangre, atribuyéndole acción diurética y antitóxica frente a la mordedura de víbora,
colocándose además la hoja que se hirvió sobre la herida producida.
Yuyo pa’curar: denominación que engloba en general toda la fitoterapia utilizada en el
NOA, numerosísima y de años de antigüedad, efectiva alguna, mágica otras, pero de
vigencia actual. Su estudio constituiría por sí solo un extenso tratado. Interesa aquí
comentar la forma de recolección y almacenaje de las diversas sustancias vegetales
utilizadas. Para cumplir con su función terapéutica en medicina popular, las plantas a
utilizarse deben ser recogidas en condiciones determinadas que muchos mezclan lo
mágico con lo empírico, pero esta mezcla es la base de tal medicina, como hemos tenido
oportunidad de ver.
La recolección se debe efectuar en días soleados, evitando la madrugada y el atardecer. Se
recogen las flores jóvenes y las hojas antes de la floración, en la creencia de que en esta,
las propiedades curativas pasan a la flor y de allí al aire, perdiendo su eficacia. Los frutos y
las semillas se deben recoger en su justo punto de maduración y nunca caídos en el suelo,
ya que allí pierden poder. La corteza se obtiene en tiempos de lluvia, verano, y de retoños
fuertes, los bulbos y tubérculos después de la floración y las raíces antes de ella, cuando
se supone tiene todo el poder para alimentar a la planta.
Luego de la recolección viene el secado del material, que se efectúa con el objetivo de
preservar la planta y evitar su putrefacción, manteniendo así su poder curativo. Se usa el
denominado ‘zarzo’, un enrejado de cañas huecas o maderas sobre el cual se colocan las
plantas en un lugar sombrado pero de aire corriente. Este método se usa para plantas
enteras, hojas y flores. Las raíces y tubérculos se pueden secar al sol, evitando ser
mojados por la lluvia para impedir su descomposición. El tiempo empleado es distinto
para cada planta pero se considera bueno aquel que conserva el color de los distintos
elementos y que dé como resultado elementos quebradizos que pueden ser fácilmente
triturados con las manos o el mortero.
La FItoterapia de la medicina popular del NOA es extensa. Algunos de sus elementos tiene
una relación farmacológica, otros revisten un papel simplemente mágico que va a reforzar
el acto médico propiamente dicho. Una cosa es importante recordar, es el poder de brujo
el que da eficacia a los elementos que usa. En él se encuentra el verdadero poder de curar
y no en las cosas, que pasan a revestir un papel accesorio. Es este justamente el sentido
de la medicina popular del NOA es extensa. Algunos de sus elementes tiene una relación
farmacológica, otros revisten un papel simplemente mágico que va a reforzar el acto
médico propiamente dicho. Una cosa es importante recordar, es el poder del brujo el que
da eficacia a los elementos que usa. En él se encuentra el verdadero poder de curar y no
en las cosas, que pasan a revestir un papel accesorio. Es este justamente el sentido de la
medicina popular del NOA.
V. ANEXO DOCUMENTAL Y TESTIMONIAL
Habremos de analizar en este capítulo algunos de los documentos mencionados en el
texto sobre el tema curanderismo en Tucumán que, como ya dijimos, es representativo de
lo ocurrido en el NOA, ya que, salvo matices provinciales que pueden ser descartados, la
situación fue siempre la misma y las condiciones sanitarias similares. También habremos
de presentar testimonios que consideramos sobresalientes en nuestra investigación,
haciendo el comentario respectivo cuando el mismo fuere necesario.
1.- El problema del curanderismo en Tucumán. El proyecto de creación de la
Escuela de Medicina Elemental.
Al señor ministro de Gobierno Don José M. Del Campo.
Tucumán, mayo 24/86
Señor ministro:
Tengo el honor de rogar a usted que se sirva elevar al conocimiento del
Excelentísimo gobierno de la Provincia un proyecto que puede ser de utilidad
pública.
El estao sanitario de la provincia como la sabe Usted, está empeorándose
desde hace algunos años; es a consecuencia de eso que el gobierno se ha
visto en la precisión de tolerar y autorizar el ejercicio de la medicina por los
curanderos por la falta completa de médicos en los departamentos.
El gobierno se ha visto en la dura alternativa de autorizar esta irregularidad o
de obligar al doliente de limitarse a esperar de los simples esfuerzos de la
naturaleza, la curación.
El gobierno no podrá trepidar en la elección de estos… (ilegible) pues que el
hombre enfermo busca en toda parte los medios de sanar, aplicándose a sí
mismo un tratamiento o bien llamado al que cree tener, sino conocimientos,
al menos un poco de experiencia para curar.
Pero la ilustración del gobierno le hace entender que el ejercicio de la
medicina por personas ignorantes es peligrosas para los dolientes, que
además para ejercerse una profesión que se… (ilegible) a un Ministerio, es
preciso que el que la profesa posea una moralidad no dudosa.
El estado lamentable de los habitantes de los departamentos cuando se
enferman me ha sugerido la idea que tengo el honor de comunicar al Excmo.
Gobierno como proyecto en la forma siguiente:
1.- Se creará en esta capital una escuela de Medicina Experimentaría para
proveer los departamentos de practicantes que poseerán los conocimientos
más urgentes para atender y curar las enfermedades más comunes.
2.- Los médicos que aceptaren este honor del Gobierno se reunirán para
organizar esta nueva institución y distribuir los ramos de la enseñanza.
3.- El resultado de la conferencia que deberá formar el estatuto y reglamento
se comunicará al Excelentísimo gobierno.
El gobierno de la provincia comprenderá las ventajas que podrá reportar esta
nueva institución.
Cada departamento podrá tener al cabo de un año o año y medio tal vez, un
practicante de algunos conocimientos teóricos y prácticos, pues además de
las reuniones de los catedráticos deberán asistir al hospital, donde se hará
una clínica.
Estos practicantes aptos para curar las enfermedades endémicas y más
comunes, no cometerán errores fatales como los curanderos, pues que
tendrán un cierta instrucción que los hará más prudentes que los curanderos
ignorantes. La moralidad será gratuita, y siendo profesor de un título
adquirido por estudio, se hará un deber consultar en un caso grave a algunos
de los catedráticos, por medio de una explicación clara y concienzuda de los
síntomas de los enfermos.
Este proyecto que no desarrollo del todo pues que deberá ser discutido por
los demás médicos se pondrá en ejecución si recibe la sanción del
Excelentísimo Gobierno.
Archivo Histórico de Tucumán, Sección Administrativa, volumen 99, fs. 396397, 24 de mayo de 1866.
Comentario:
La situación existente en Tucumán y en todo el NOA desde la fundación de
los diversos emplazamientos en el Siglo XVI, fue de una total indefensión en
el aspecto sanitario científico de la cuestión. No hubo médicos desde el 1500
y los pocos que llegaban al territorio lo hacían de paso para el Alto Perú. Si a
ello le sumamos la existencia en la región de una cultura médica indígena
bastante eficiente, que supo echar mano de los recursos naturales a su
disposición y que ejerció una cierta influencia sobre los centros poblados,
vemos que la persistencia de una medicina no científica, no al menos en el
sentido que le daba Europa tiene razones muy sólidas para su justificación al
menos histórica.
Esto ha sido analizado en una tesis sobre el tema medicina de Tucumán en el
Siglo XIX a la luz de los documentos existentes y de ella hemos tomado el
aquí comentado.
Pero esta situación no solamente fue considerada por los médicos que
ejercían en Tucumán. Mucho antes de que existiera estos facultativos, ya que
la observación meticulosa de un gran jefe militar que estuvo en Tucumán, el
General Don José de San Martín, advirtió las necesidades urgentes del
ejército y la población. La medicina estaba en sus comienzos y la cirugía era
difícil en un medio de escaso recursos materiales, donde la anestesia no
existía y una mínima anestesia podía ser obtenida mediante la administración
de opio o hiosciamina. Es interesante destacar que cuando el Dr. Juan
Madera es designado en julio de 1.810, cirujano militar, solicita en carácter
de urgente la provisión de aguas espirituosas, jarabes, sales y empleastos,
vinos, una caja de cirugía e hilas, lo que expresa lo elemental del
equipamiento por aquellos años. La medicina se debía limitar a los elementos
naturales y ello era el dominio del ‘curador’, mencionado varias veces en el
documento que comentamos como una presencia constante en el medio;
aún mas, consentida por el gobierno que no estaba en condiciones de
proveer asistencia médica oficial. Es este el panorama que permitió la
pervivencia de una medicina popular que, en la caso de la zona estudiada por
nosotros, fue durante muchos años la única presente y que es una realidad
actual en muchos pueblos inaccesibles durante ciertas épocas del año.
Testimonio de M.R. (Famaillá. 1984) ‘Rapto del Alma’
‘Yo he sentido que la curandera me ha tocao con un crucifijo y e emepzao a
sentir desvanecimiento, sin fuerzas, no como usted que está normal. Esto
empezó cuando me dio una cosa como una semilla para que de suerte y yo la
tiré, la tiré al piso y la pisé, una cosita como una semillita y a partir de eso y
seguí nomás y cuando fui a trabajar me agarró una cosa como si fuera que
estoy muerto, yo he perdido las fuerzas, no siento el cuerpo, tengo ruidos en
la cabeza que no me dejan dormir de noche. Yo siento que las fuerzas se me
van porque y lo siento, no es como usted que está bien, yo nó, usted se
puede dar cuenta porque está bien, yo si me agarran con un aparato capaz
que me pase cualquier cosa. La curandera me ha sacao la fuerza a mí, me ha
robado el espíritu, no tengo fuerzas, que todos tenemos espíritu desde chico
y nos acostumbramos a él y cuando le quitan se siente como yo. Tengo
menos fuera en algunos momentos, por ejemplo ayer ha sido el peor día para
mí.
Yo tengo que encontrarla y preguntarle porqué ha hecho eso conmigo, que le
ì hecho yo y ver que se puede hacer porque yo no puedo seguir así, yo ya no
puedo, yo me quiero matar, ella me ha hecho el mal y por eso me ha robao el
espíritu por encargo de alguien porque antes me sentía así pero menos…’
Comentario
Aquí tenemos varios elementos valiosos a analizar en el tema del ‘desánimo’
en medicina popular. En primer lugar, la patentización de esa
‘materialización’ que quien cree en el tema hace del alma, algo que se tiene,
que es inmaterial, pero que a la vez puede ser enlazada por ejemplo, para
restituirla a su dueño, o ‘rameada’ para engañarla y traerla a la casa de quien
la está esperando para curarse. La pérdida de aquello que ‘todos tenemos
desde chicos’ causa el desánimo, esa etiología tan común en medicina
popular.
También es interesante destacar que en este caso, la intención de la curadora
mencionada es iatrogénica, en el sentido que le damos en nuestro esquema
de causalidad. No es la pérdida por impresión –como en el caso del susto- ni
lo es por despertar sobresalto y ser tomada el alma por la tierra –como es al
agarrado por la tierra- sino el producto de la acción maléfica y premeditada
de una ‘curadora’ por encargo de alguien que desea hacer el mal a otra
persona. El cuadro clínico es el mismo, pero el tratamiento es complejo y
difícil, porque aquí interviene una magia negra que actúa la gran mayoría de
las veces por ‘simpatía’ y en ella subyacen los conceptos de contagiosidad y
contigilidad ya comentados en el texto. Este paciente evolucionó mal hacia
una enfermedad mental y no nos fue posible seguir su cuadro por ausentarse
de la provincia.
3.- Testimonio de Dn. J.R. (La Banda, Tafí del Valle, 1.986).
a.- sobre la medicina de los valles.
‘Mis padres y mis abuelos me han enseñao a curar… mi abuelo se llamaba
Miguel y vivía en el El Chorqui, ha muerto más de cien años, ha muerto de
ciento diecinueve más o menos. Los hermanos de mi madre más viejo
todavía. De ellos es todo lo que sé cuento de ellos porque ellos me han
hablado de cómo era la medicina del Valle Calchaquí, eso es lo que nuestros
padres nos han enseñao, lo que nuestros padres nos han dicho lo que era,
como era, de la brujería que decían que sí hay, todo de ellos, todos nos han
enseñao, que tengamos cuidado, que creamos en Dios y en la Virgen porque
ellos nos iban a ayudar, nos ayudan. Eso es lo que más nos inculcaban, la
oración, porque a nosotros no nos dejaban acostar sin rezar y íbamos a
comer rezando al acostarse y al levantarse…’.
Comentario:
Aquí vemos la veneración por el antepasado, que de muerto amenazador
pasa a antecesor ilustre, en este caso maestro además en el arte de curar las
enfermedades del valle. Además, aparece aquí el refuerzo de la relación
como elemento instrumental no enfrentado a la profesión e medico popular.
En algún momento se ha planteado en congresos sobre el tema el regreso a
la religión antigua, pero esta no ha podido ser pesquisada ya que la
aparentemente perviviente es la católica traída por los españoles y de las
anteriores no han quedado rastros, al menos en forma contundente y clara.
b. Sobre la enfermedad del susto.
‘Yo he curao mucho de susto’. Mi abuela me ha enseñao, es decir que se va el
espíritu se separa del cuerpo y a nosotros nos enseñaban que cuando se iba,
al espíritu había que llamarlo de noche, tres veces a la noche, había que
llevarle una prenda al chico que se asustao y ande el chico se ha asustao uno
la ramiaba a la prenda esa y unos caramelos, alguna cosita que le gustaba al
enfermo y se castigaba en cruz ande se ha caído o ande se ha asustao, ahí se
castigaba en cruz y se iba ramiando y eso se hace de noche, muy silenciosa y
que nadie vez. Y el enfermo estaba en la cama porque el enfermo con ese
susto no duerme, se duerme y despierta, pega unos brincos, es conocido. Y
de ahí uno le lleva lo que más le guste, un pedazo de pan dulce y lo pone bajo
la almohada y lo deja, ese es el remedio para el susto.
Se hace un tecito cuando se despertaba, a la mañana, porque se sacaba tierra
de las cuatro esquinas de la casa, así, en cruz, y se le hacía un té con eso y
otros yuyos y ese era el remedio y eran tres noches seguidas que se le
llamaba y entonces el espíritu se acercaba y sana el enfermo…’
Comentario:
En este relato vemos el cuadro de susto en toda su riqueza antropológica.
Todos los elementos comentados al referirnos a ella están presente: la
‘materialización del alma’, el desánimo y el desasosiego de quien pierde su
alma, la ofrenda material a ese elemento a la vez espiritual y material, la
presencia de la tierra como elemento curativo y el refuerzo de la ‘toma’. La
noche es el momento para curar, por el silencio, la quietud y la posibilidad de
no ser interferido, pero se remarca lo de ‘silencio y que nadie vea’ y que hay
que tener mucho coraje por la oscuridad, tiene que saber dónde ir, de noche,
cuando ya está el silencio…’, lo que de alguna manera descalifica a quien no
tiene poder o el valor para curar.
c. Sobre la paletilla
‘La paletilla es un susto también. Se le abre el pecho y al chico se le
desigualan los pies. Y la paletilla la curábamos chupándole el pecho con la
boca ande estaba abierto, le chupábamos y después se le ponían ventosas y
se ponían bien y después se le golpeaban así los pies, parejitos, con la palma
de la mano y la planta y así los curábamos y a los brazos los poníamos
cruzados así y hasta que lo igualaban porque los brazos quedan también
desigualados igual que los pies y tienen un ojo más caído, es si se nota en
seguida. Y después los fajan y salen, salen.
En estos casos no se busca el espíritu, si es la paletilla se sabe que es la
paletilla y es un asustao pero no pierde el espíritu por un golpe así sin
importancia que lo ha hecho asustar. El espíritu se va cuando es algo serio,
un susto grande y entonces se le vá el espíritu, entonces, sí, pero en la
paletilla nó, con cualquier susto leve, el chico se cae y se le cae la paletilla..’.
Comentario:
Distingue Don J.R. en primer lugar a la caída de la paletilla como una
expresión menor de la enfermedad del susto, cuya característica es la de no
perder el espíritu, por lo tanto su cura resulta más simple que la de la
enfermedad propiamente dicha. Remarca el hecho que n este cuadro existe
una asimetría, que se manifestará en los miembros inferiores,
principalmente, en los superiores y en los ojos, que se desigualen. En este
síntoma están de acuerdo todos los curadores y los pacientes entrevistados.
La caída de la paletilla es interpretada por la gente de dos maneras. Para
algunos, sería el apéndice xifoides que se hundiría en el pecho, causando
sobre todo la sintomatología digestiva náuseas, diarreas, dolor epigástrico,
que se hace aquí relevante. Para otros sería desprendimiento de este hueso
que flota en la cavidad abdominal ocasionando las mismas molestias.
d. Sobre la ‘corpachada’ y las tradiciones.
Se hacen ofrendas a la tierra, eso, justamente, pero los viejos. Los viejos
somos todavía los que somos los únicos que vamos quedando.
Desgraciadamente, los hijos se crían, la juventud se va porque uno no les
puede dar los que ellos necesitan, un vaquero, la música nueva, así que
desgraciadamente se van y quedamos solamente los viejos, pero lo que
llevamos siempre son los recuerdos, eso que nuestros padres nos han
enseñao, son pocos los hijos que toman acción, que hacen lo que uno les
cuenta, porque usted ha visto que ahora, si uno habla, yo digo que soy indio,
que soy descendiente directo de indios, somos descendientes, y algún
muchacho que están por ahí me mira y me dice miralo al viejo tonto lo que
habla y ellos mismos son los que desaniman a uno, pero yo siempre lo digo
con orgullo, descender del calchaquí, gente buena, aunque nos hemos criado
con harina de maíz, con maíz, quinoa, poroto, maíz, zapallo y vivo gracias a
Dios con 74 años y tengo pocas canas. Y eso es lo que pasa con la juventud, la
juventud se cría y se va y ese es el motivo, que uno no les puede dar lo que
ellos quieren, lo que ellos necesitan y se sienten abochornados porque
diciendo ‘cómo vamos a estar acá todos si son indios todos’, eso es lo que
pasa en general aquí en el valle. Yo, a mí me gusta defender mi tradición,
defender, que nadie se burle de nosotros, que nosotros tenemos que
aguantarlo y no avergonzarnos de lo que somos, de nuestro origen, porque
eso es lo triste, eso, de la juventud y hasta de los mismos viejos de ahora que
se abochornan de nuestro origen, hemos nacido en este valle, es un canterito
del ‘jardín de la Republica’, creo que uno de los mejores....
Yo tengo la suerte de conocer mucha gente buena, como usted, y han venido
artistas, han venido personalidades, hasta el General Chian Kai Sek de China,
coronel era en ese entonces, y mucha gente he conocido aquí y me siento
alentado y sigo aquí y le ‘enseñao a mi hijo…’
Comentario:
En primer lugar, es interesante y costumbres hace el informante, pero
alegando que es ‘cosa de viejos’, ya que los jóvenes, por un proceso gradual
de aculturación, van perdiendo perfil definitorio de la zona, de las
costumbres y, en el caso que nos ocupa, de los metidos curativos antiguos
que les legaron ‘los indios’. Hay un orgullo no disimulada en ese personaje
por ser indígena e ‘hijo de indígenas’. Ha sido un ‘curador’ nato durante
muchos años y exhibe con satisfacción cartas y libros enviados por distintos
personajes que han visitados el valle de Tafí y que le escribieron después sus
impresiones. Representa el intento aislado de mantener viejas tradiciones,
no solamente médicas, sino también culturales de la región.
e.- De ‘corpachadas’ y dioses de la montaña:
‘Usted ha visto las apachetas en los caminos, hay muchas de piedra y ahí uno
tiene que dejar algo, un poco e vino, tirarle algunos caramelos, un poco de
aguardiente, unos cigarros y la ofrenda más se le hace con alcohol, que se
deja bajo las piedras, las peñas donde no se ve…Nuestros padres decía que
eran unos seres que ellos sabían dónde estaban esas ofrendas, como uno las
dejaba, con amor o sin amor, pero ellos sabían. Otros seres además de la
Pachamama…, como el Yastay, por ejemplo, que es el dueño de los animales,
el que maneja todos los animales salvajes, eso decían mis padres, que es un
hombre que cuando quiere pillar les silba y se reúnen todos y ahí elige él a
quien los quiere dar. Y por eso cuando uno sale al cerro le lleva algo, le lleva
alcohol, le lleva cigarros, eso, y nuestros padres nos decían que si uno no
necesita, si sale a cazar por divertirse, sin necesidad, eso no vale y por ahí lo
castiga el cerro o el Yastay y yo creo porque es así, gente que sale sin
necesidad a matar animales tienen un castigo. Y aquí se ha matao mucho
animal sin necesidad, por el cuero nomás. Y yo quiero pedirles a nuestras
autoridades que nos protejan, a nuestros animales, a nuestros antigales.
Antigales se llama ande vivían los indios, que eso se proteja, vea, ahora han
sembrao papas, han destruido las casas. Ande había menhires, yo tengo
conocimiento que había ‘calasillas’, que es un recinto para orar que es
cuadrado y allí hacían sus oraciones los indios, es un recinto cuadrado con
piedras paradas y eso lo han destruido y sólo hay cuatro en el mundo, y una
es en Tafí… pedimos que nos respeten lo que nos queda, que el gobierno
colabore para que se respeten los antigales…’.
Comentario:
Creo que el texto anterior es lo suficientemente explícito y exime de mayores
comentarios. Es un llamado a la reflexión, para que argentinos y gobierno
nacional y local comiencen a pensar seriamente en la conservación de
nuestros reservorios arqueológicos.
Es interesante la referencia a dioses menores a los que hay que halagar en la
montaña, en las ‘apachetas’, como el caso del citado Yastay o Llastay, dios
protector de los animales del cerro, que previene contra la depredación. Este
último testimonio es un alegato ecológico por aquello de ‘plantar papas’ en
‘antigales’, ‘matar mucho animal sin necesidad’ y cuidar el patrimonio propio.
Es esta, justamente, la visión de los que se están yendo, de los ‘viejos’ del
cerro, una visión distinta y esclarecedora.
g. Sobre el ‘costado’.
‘La neumonía en estos años se prevenía con yuyos nomás, por ejemplo
la chachacoma, el espinillo, soy yuyos de los cerros, que a nosotros nos
hacían un quemadillo con un poco de alcohol la chachacoma, el espinillo con
alcohol y después nos frotaban, o sea con grasa de guanaco o sea con grasa
de león, esos eran nuestros remedios…
A la neumonía la llamábamos ‘costado’ y cuando estaba enfermo se daba el
´te que li’dicho y se ponían ventosas y después le hacíamos el ´te y se ve que
era remedio porque sanaba. Transpiraba, empezaba a transpirar y sudaba y
tenía que estar bien tapado y tenía que tener cuidado que no se destape y
resfríe.
La chachacoma la hacían hervir con agua, le echaban una brasa así que
estaba bien prendida en un jarro, le echaban un poco de alcohol y le
prendían fuego, ardía un rato y le hachaban el agua, eso era el quemadillo
que nos daban, y bueno con eso nos hacían transpirar y otro remedio no
conocíamos otra pastilla ni geniol había….’
  & nbsp; & nbsp; & nbsp; & nbsp; & nbsp; 4.- Testimonio de Don J.C. (El Mollar,
Valle de Tafí, 1907).
a.- Sobre la ‘ojeadura’
‘Yo pienso que la ojeadura, y me parece que es así que alguien lo quiere tocar al chico o
desea verlo, tanto un familiar como otro, se die ha tenido familia fulano y quisiera
conocerlo y no se va la persona esa a ver la criatura y pienso que eso es un mal, el
deseo, es un mal deseo, la criatura se enferma y se enferma y se enferma de la cabeza y
a veces dice, se va a un médico dice esto es meningite, eso puede ser que sea meningite
o puede ser, como tal vez que no, porque depende del poder de cada persona, en la
mente de cada persona, del poder que tenga.
El mal de ojo es la ojeadura que le dicen. La ojeadura se nota cuando hay esa fisura que
se hace en la cabecita de la criatura –se señala el vertex- del varón, también se siente
más en el varón. Ese a veces le atan un trapo colorado en la cabecita para curarlo.
Algunos con varias otras cosas, pero yo nunca he curado así. Yo lo único que sí, que he
tratado de afirmar bien la cabecita y ponerle una gorra colorada y yo tengo un rezo que
hay que rezar. Hoy lo curo, y mañana también y si hay necesidad, si se ve que no se ha
curao la criatura al tercer día, tres días seguidos, el rezo no se lo puedo decir doctor, no
lo puedo decir yo porque según mi creencia, si yo le digo a usted, yo me dejo a curar,
pierdo el poder de curar. Pero mire, le voy a dar un pequeño detalle, es un rey de los
caciques, ¿entiende? También podría dejar en el anonimato a quien me lo ha enseñao,
pero le voy a decir…’.
Comentario:
En este caso aparecen varios puntos interesantes. En primer lugar, la presencia del deseo
como elemento desencadenador del cuadro del mal de ojo, asociado a la mirada, lo que
en este relato no es muy evidente, pasando a primer plano el deseo simple y puro. El
deseo es ‘un mal’ y a través de él entra en el cuerpo de la criatura la enfermedad,
existiendo en este caso una formulación inconciente del mal, a diferencia de cuando se
desea realmente el mal y ello ‘depende del poder de cada persona…’siendo esto un acto
conciente e ‘iatrogénico’. Se evidencia en esta última afirmación del curador una creencia
absoluta en el poder como elemento importante en la génesis de la enfermedad y la
curación, poder que debe ser mantenido para así cumplir con la función encomendada y
que puede ser perdido si se revelan ciertos detalles del acto médico, como el contenido de
la oración pronunciada para curar la ‘ojeadura’.
Tiene importancia también en la cura ‘afirmar bien la cabecita’ mediante el sobado de la
misma y la colación posterior de un gorro colorado, color presente en diferentes culturas
desde la antigüedad como elemento mágico que va a reforzar la curación y, en el caso que
nos ocupa, actuará como preventivo de futuras recaídas.
El diagnóstico diferencial con la ‘meningite’ es solamente efectuado por el curador,
pareciendo que el médico oficial no está capacitado para ello y se hace en base al
antecedente de la expresión de deseo o la mirada cuando ella existió y la instalación
inmediata del cuadro, amén del mejoramiento del estado general por la terapéutica
popular instituida, lo que no sucedería de haberse tratado de ‘meningite’.
b. Sobre el poder de curar
“Lo tengo en primer lugar porque tengo mucha fe, mucha fe a eso que me enseñó… y
después pienso que toda persona que quiera hacer un bien ha de hacerlo de todo corazón
sin interés de nada, sin pedir nada, cosa tan pequeña que es, creo que es una pequeñez
cosa no creo yo que hay andar diciendo, hecho un gran favor, hecho un gran milagro, nó…
yo no cobro nada, yo rezo para que eso que hecho bien, pido a Dios, a la Virgen, a ese Dios
que es el gran cacique, que siga siendo útil, que yo no le voy a decir quien es…
Yo al poder creo que lo tengo de nacimiento, desde que he nacido. Puede ser que mi
padre me lo ha transmitido porque mi padre ha sido indio, ha sido de padre y de madre
indio legítimo y ellos tenían el poder de vidente, una forma por ejemplo, este, es
transmitir con los pensamientos alguna cosa que quería que sea, como voy a decir o curar
algo. Mi padre curaba embichadura de los caballos, de todos los animales, decía palabras
y rápido se curaban…’.
Comentario:
El poder de curar puede ser, como en este caso, hereditario, recibido del padre es el que
habíamos denominado ‘curador sucesorio’, que debe completar sus conocimientos para
ser efectivo. Este aprendizaje comprenderá el conocimiento de los conceptos etiológicos y
sintomatológicos de las afecciones más comunes y ello no le resultará difícil, porque el
curador comparte el mismo universo mágico que sus pacientes.
Cabe insistir aquí en el concepto que el poder, esa potencia mayor que permite aliviar o
curar, no puede ser adquirida por propio esfuerzo y que todo ritual popular destinado a
devolver la salud perdida a una persona será totalmente inoperante si no es utilizado
exclusivamente por quien detenta ese poder. Es la fuerza del brujo lo que da sentido a sus
prácticas y medicamentos.
Las oraciones del ritual católico, las invocaciones a Dios y la tienen en este testimonio un
mismo pie de igualdad con ese ‘gran Dios que es el gran cacique’ y del que no nos fue
posible obtener más datos que la sola mención probablemente por miedo a perder el
poder lo que demuestra ese sincretismo religioso al que ya hicimos mención.
También se menciona la gratuidad de la atención, que ya no es uniformemente aceptada
por todos los curadores. A este respecto, me confesaba doña L.B. que ‘esto cuesta, señor,
para acá vienen a buscarme para curar y ahí se hace caro y una señora me dice que yo
cobro mal...’.
Con respecto al tratamiento de la ‘embichadura’ de animales, es bastante común que esta
afección sea curada de ‘palabra’ y generalmente a distancia, con buenos resultados según
los entendidos en el tema, siendo ésta una práctica generalizada en los valles de Tafí y
Calchaquí.
c. Sobre la ‘paletilla’
‘La paletilla se nota en la vista, se cae el ojo, a veces se toca el pecho, porque ahí tiene una
cosita que forma ahí como un aletito, se ladia, se cae a un lado –se señala la zona del
epigastrio- entonces se locura de la columna, se levanta de ahí la paletilla esa, se vuelve a
colocar en la forma anterior, cuando estaba sano, y entonces se lo faja por precaución
para que no se vuelva a caer. Y se nota también la paletilla cuando viene la diarrea,
vómitos, viene por muchas cosas, viene por angina, por resfrío, porque tiene mal el
estómago. La paletilla se nota siempre por el ojo o por los pies también. Se estiran bien los
piecitos y uno lo halla más largo que le otro, en el taloncito.
Se lo levanta de la espalda porque se deforma la columna, se pone mal la columna y
entonces usted lo levanta para arriba con la palma de la mano o sea con la punta de los
dedos y se vuelve a acomodar esto…
La paletilla puede venir por susto, un animal lo hace asustar, o bien alguien y liga de atrás
o tiene un mal sueño, según la fortaleza de la criatura.
La paletilla al organismo no es igual, la criatura varón siente más, se aniquila más, se
siente más triste y la mujer no, la resiste más tiene más resistencia ala paletilla. Porque a
veces la mujer aguanta más días, resiste más que el varón no se pone tan triste, no están
tan caída como el varón que a los dos o tres días se desvanece se va en dormir y la mujer
no, corre más, juega más, ya pasa unos días, una semana y se decae más porque se le va
abriendo el pecho que se lama y se va haciendo más profunda la abertura esa….’
Comentario:
Aquí vemos otros aspectos interesantes del cuadro de caída de la paletilla. Se reitera lo ya
comentado sobre desigualdad de miembros y ojos como elemento diagnóstico importante
en la enfermedad, como así su relación estrecha con la enfermedad del susto. Aparece la
diferencia de sexos como determinante de un desmejoramiento precoz en el caso del
varón y la mayor resistencia de la mujer a sufrir los efectos de esta caída. No hay una
eplicación científica para la mayor fortaleza del sexo femenino, no al menos para nuestros
parámetros culturales médicos. La explicación a esta afirmación de don J.C. podría
buscarse en una división sexual de la naturaleza, en la cual el hombre representaría al bien
y la mujer al mal –de allí la mayor resistencia a este- y esta aseveración tiene
antecedentes válidos en la mitología griega y la visión judeo cristiana de la vida.
La omnipotencia del pensamiento, que ya comentáramos, y que rige el mundo mágico del
curador aparece patentizado en este caso y el anterior –el poder- en forma clara. Los
motivos que motorizan esta enfermedad son deseos humanos y el hombre primitivo tiene
una desmesurada confianza en el poder de sus deseos humanos y el hombre primitivo
tiene una desmesurada confianza en el poder de sus deseos, de allí que sea
perfectamente natural enfermar de ‘ojeadura’ por este mecanismo y curar por el mismo
poder omnipotente de pensamiento en el caso de la ‘paletilla’. Todo lo que se intente
obtener por medios mágicos no sucede porque sea así, sino porque el curador lo quiere
así. El ‘curador’ reúne en el mismo acto de conciencia las cosas más alejadas en el tiempo
y el especio –el alma por ejemplo- porque el pensamiento, por más pretérito que sea, no
reconoce distancias y la imagen refleja del mundo interior se superpone en la creencia
animista la imagen del mundo exterior y la oculta a los ojos del sujeto. En este contexto
hallamos la explicación a los casos de ‘mal deseo’ –iatrogenia o daño consciente- en la
cual la enfermedad está dada por la fuerza de la palabra –en la ojeadura por la miradacomo expresión del mal deseo y vehículo del daño hacia el otro que se desea disminuir
física y espiritualmente. El tema no es fácil de analizar desde una perspectiva que no sea
antropológica y psicoanalítica, pero creemos haber encontrado una explicación en lo aquí
expuesto.
5.- Testimonio de Doña L.B. (El Mollar, Valle de Tafí, 1987)
a.- Sobre el ‘susto’
‘Yo curo tres días para el susto. Susto tenía el chico y no le hacía nada el doctor, entonces
el abuelo lo ha mandao para aquí a ellos, y he hido y yo lo he curao, para curar esto tiene
que ‘mostrarlo’ al paciente y castigarlo con la prenda que ha andao él, con una que ha
andao, castigarlo en cruz y nombrarlo ‘levantá’ y vamos, ‘vamos para la casa’ y le tiene
que hacer miedo con cualquier animalito con el zorro, cualquier animal.
El chico tenía miedo, no dormía, tenía miedo y era susto lo que tenía. El ya era grande,
más de diez años, pero se asustan a cualquier edad, un viejo también se asusta no puede
dormir y le viene vómito y anda mal del vientre y eso es peligros, algunos dicen que no
pero sí y yo tengo un poder que me hado dios nuestro señor y nuestra Madre y por eso
curo…
Si el susto le agarra a una embarazada es peligroso y tiene que acordarse con qué se ha
asustado y adónde y si usted quiere curarla usted tiene que ir y curarla con la prenda que
ha andao, con la ropita que ha andao y la lleva ramiando para que vaya para la casa, que
no se queda ahí, que la va a comer el zorrito, la va llevar a por el miedo que le tiene al
zorrito y la va a llevar y le apaga la luz para que dientre, le va a poner la prenda esa
doblada debajo de la almohada de ella y son tres días también que hay que ponerle. La
criatura se asusta dentro del vientre y cuando a ella la cura, la cura también a la criatura.
Antes, la embarazada comienza a tener malestar en el estómago, no puede comer las coas
que tiene que comer. El choco no se cruza pero se mueve mucho dentro del vientre…”
Comentario:
Es un relato muy ilustrativo sobre la enfermedad del susto, que pone en evidencia el
desprendimiento del alma del cuerpo por una fuerte impresión. Sin embargo, nótese que
en este largo relato no se menciona en ningún momento la palabra alma, pero se da por
sentado que estamos hablando de ella repetitivamente, cuando se afirma por ejemplo, la
‘lleva ramiando para que vaya a la casa’ o bien ‘ la va a llevar por el miedo que le tiene al
zorrito’. La materialización del alama está patentizada en hechos como el de poder ser
‘enganachada’ en la ropa que se arrastra o el miedo que pudiera tener al zorrito,
reconociendo como propia la ropa que llevaba la paciente en el momento de asustarse y
no otra.
También deja constancia doña L.B. que no hay edad para asustarse, aunque el efecto es
mayor en los niños. Con esto coincide don J.C. quien relata haber curado un paciente
adulto que ‘estaba fundido, fundido, y le habían dicho que era el hígado, a la vesícula lo
tenían que operar y estaba muy mal y yo lo curé..’.
El poder en el caso de doña L.B. le ha sido asignado por gracias de Dios y de la Virgen
según sus palabras y de él se sirve para curar al prójimo.
b. Sobre la ‘ojeadura’
‘’Igual que la meningite que le dicen, eso no es ‘meningite’, es lo ojean al chico. Por
ejemplo, que yo veo esta chico que va –señala una jovencita que pasaba por el lugar- y la
quiero y es chica y no la toco, yo la quiero y no lai’tocao, enfermao, eso es la meningite
que le dice, es la ojeadura que le dicen. En el varón se abre la cabeza hasta la nariz, se
abre la cabeza en cruz y la mujer no, se abre a lo ancho de la frente…
Yo curo con dos oraciones, una no le puedo decir porque es un secreto, la otra es un credo
y se lo cura tres días, tres días para que sane porque menos de tres días no sana. Hay que
rezar el credo y echar aceite en una taza y el cabello de la madre de la criatura mientras se
reza y cerrarle la cabecita así –hace basto de comprimir el cráneo- de atrás para adelante
y de costado…
Yo uso siempre la ogra colorada para curar. .. La gorra colorada tiene que usarla siempre
el chiquito si, porque así se cuida siempre la criatura la criatura, ahora las madres no
quieren que los toquen a los chicos, pero si lo mira y lo desea y no lo toca ahí lo ha
enfermado, porque lo ha querido y no lo ha tocao…. No se puede hacer el mal de ojo
cuando usted no la quiere a una persona, cuando quiere y no la toca si…
Comentario:
El mal de ojo tiene su etiología en el deseo canalizado y potenciado por la mirada,
justamente cuando este deseo, expresado en la necesidad de tocar no satisfecho, no se
concreta.
El deseo, la envidia, la admiración, son los elementos presentes asociados a la mirada y a
través de ella se produce la introducción de la enfermedad en el cuerpo.
El uso de elementos de color ha sido verificado como ancestral en curaciones de este u
otro tipo. El rojo está asociado a la idea de curaciones de culturas tan distantes como la
inglesa y la japonesa. En efecto, los chinos lo consideraban aborrecible para los malos
espíritus y los japoneses lo usaban para la cura de la viruela. Ambrosé Paré, en 1575, lo
aconsejaba para el tratamiento de ese mal y de la rubeola y John Gaddesden usó
envolturas de color rojo para curar el hijo del Rey Eduardo de Inglaterra. Para el insomnio.
Foureau aconsejaba un gorro rojo y poseía una cámara roja para el tratamiento de la
depresión en el viejo París. En la campiña francesa actual las madres usan un collar de lana
roja para prevenir a sus hijos de las anginas. En Italia se venden hoy dijes de color rojo,
generalmente confeccionado de coral, para evitar el mal de ojo y ello también es
frecuente en nuestro país, donde las madres todavía usan un punto rojo de hijo o lana,
preferentemente este último material, para curar y prevenir el hipo y algunas dispepsias
del lactante. Nuestros indígenas no fueron la excepción a esta regla y prueba de ello son
las numerosas manifestaciones culturales y artesanales que incluyen el rojo como
elemento dominante en su confección: ponchos, aperos, pulseras, cerámicas, etc. En
nuestros valles se usa una vincha color rojo para curar la cefalea y un hijo rojo se utiliza
para el diagnóstico de la embarazada a punto de abortar y para la cura del empacho. La
creencia general es que el rojo ahuyenta los malos espíritus y devuelve la salud y en el
caso que nos ocupa, actúa como preventivo de futuras ojeaduras, además de reforzar el
tratamiento instituido.
c.- Sobre ‘el manteo’
El manteo se usa cuando está mal la criatura, al sesgo, y esto lo hago siempre, desde años,
pero no se usa mucho en la zona de esta manera, escaso yo… cuando están con
problemas las señoras de encargue…. Usted, viene, cuando está mal la criatura, la tiene
que agarrar de las corvas, pararla con la cabeza para abajo, la sacude y de ahí la levanto y
que se levante bien derechita, no que se vaya a torcer, peo no con la fuerza de ella, con la
de usted o de algún otro y después se compone la criatura bien. Ese es el manteo,
agarrando de la corva y la sacude bien fuerte. En el manteo con manta se la hace dar
vuelta de un lado para otro, este es el manteo sin manta. Después la criatura, usted ya la
ve como está, usted ya la ve que no está mal…’.
Comentario:
Esta maniobra fue realizada con la paciente que presentaba una posición transversal fetal
en embarazo a término y en presencia mía, logrando acomodar en posición cefálica a la
criatura después de la maniobra, sucediéndose días después un parto vaginal normal. Esta
versión poco ortodoxa da resultados en la práctica, según lo averiguado a aquellos
encargados de asistir partos en la zona.
6.- Testimonio de Doña C.C. (Santa María, Catamarca 1.986)
a.- Sobre la ‘paletilla’
‘Mi abuelita me ha enseñao así a curar la caída de la paletilla. Aquí señalándose en el
epigastrio, cuando está así un huesito, no tiene la punta de ese huesito ahí, es porque el
niño tiene corrida la paletilla, entonces yo pongo una ventosa y después le pongo otra,
tres ventosas y lo soba así –señalándose de atrás para adelante- y lo sobo y lo pongo
estiradito al niño. Cuando yo le pongo la ventosa y veo que se huesito va a su lugar,
entonces en los piecitos le hago esto tres veces –golpear suavemente- y en la cabecita le
hago esto –lo soba- después lo fajo y antes de fajarlo el pongo alcohol, lo sobo con alcohol
y le pongo la faja y lo arropo bien y lo dejo. ¡Ahí! Y le pongo un parche, antes venían los
parches porosos y se ponía para que no se corra, para que se afirme bien ese huesito, lo
sostenga y no se caiga más. Yo otra cosa le voy a decir y es que a la niña esta –su hija- cada
nada se caía la paletilla y se iba y se iba, y me dice la señora que mi abuela me dice que
vaya a una planta de higuera, le ponga el pie derecho así y le saque el rastro y rece tres
padrenuestro, tres avemaría y lo traiga y lo cuelgue en la concina y con la llama del humo
ese se va secando, se va secando, y que la paletilla se ubica bien y se afirma bien y nunca
se le cae y así la he curao hasta el día de hoy no se le ha vuelta a caer la paletilla….’.
Comentario
Presentamos aquí una variante poco conocida de curar la caída de la paletilla mediante el
denominado rastro que ya comentáramos en el texto. La hija de la relatoría tiene en la
actualidad unos cuarte y cinco años de edad y los sucesos relatados sucedieron cuando
aquella tenía un año, de manera que se trata de una variante antigua, que no ha tenido
igual difusión que las otras comentadas. De allí su valor.
7.- Testimonio de Doña H.S. (Famaillá, Tucumán, 1985)
Para curarme de la hernia me han pedido una hoja de penca, luego me han preguntao en
qué parte tenia la hernia y yo le dije en el ombligo arriba, luego la señora me hizo poner el
pie derecho en la hoja de la penca y me marcó el rastro y me ha preguntao el nombre y
después ha empezao a rayar, primero vertical sobre la penca, luego inclinado a todo lo
largo de lo que estaba marcado el rastro y después horizontal dejando el centro del pié sin
rayar más o menos donde estaba la hernia, es decir en el rayado horizontal. De ahí me ha
mandao que la lleve a la pesca a mi casa y que la tenga en un árbol donde nadie la esté
mirando y que no vaya mucho donde está y hoy he empezao el tratamiento. Un vecino
mío me ha dicho por qué me hacía operar y él me dijo por qué no me hacía curar por la
penca y ahora como dice el dicho me he tirao un lance y ahora no sé si salgo a flote o no,
el hijito de la vecina se ha curao y hay que esperar un tiempo y dicen que eso se va a
secar, hasta ahora no me ha explicao la señora cuándo…’
Comentario
También transcribimos este método de cura porque no es frecuente para la patología
herniaria. La descripción de cómo se debe marcar el rastro evidencia la presencia de todo
un ritual para efectuarlo, siendo la persona que lo ejecuta casi un especialista en esta
materia y usando el método para diversas patologías. El niño del vecino probablemente
curó por evolución natural de los anillos umbilicales. Recordemos el método conservador
en la hernia umbilical del lactante, que tan buenos resultados dio en el pasado. La
paciente de referencia presentaba una eventración de una herida infraumbilical por
cesárea anterior y a los meses de este relato fue intervenida quirúrgicamente por el
suscripto por un cuadro de estrangulación. Evolucionó favorablemente y sin
complicaciones, siendo la cura por el rastro un recuerdo más de su paso por este mundo.
8.- Testimonio de H.R. (Famaillá, Tucumán, 1.984).
a. Sobre métodos anticonceptivos
‘Para hacer un ´te y tomar en ayunas y a la noche y durante el día el perejil nuevito picado
en las comidas, por ejemplo así como un plato de guiso y le pico mucho perejil y esto
actúa como anticonceptivo porque uno mestrúa así todo solos meses y a veces será que
se cansa y la matriz de tanto tomar perejil y uno de so estar sale embarazada, pero viene
la menstruación.
Pero con el que yo me sabía cuidar era con el ajenjo, es muy amargo, es un arbolito, una
plantita color gris, el yuyito uno lo toma en ayunas y a la noche, yo lo sabía tomar así
todos los días y me hacía venir la menstruación porque eso es amargo, quinina mejor
dicho, una cosa que quema el estómago, pero siempre tiene que andar así en ayunas, es
decir sin tomar un platito de sopa nada más y dale té y entonces yo ando bien. Ahora que
últimamente no me ha hecho nada y me he embarazado, un embarazo que ya no me voy
a poder sacar con nada…
Por ejemplo, otro método es el brinco. Termina una de hacer uso y se baja rápido de la
cama y pega tres brincos entonces no da lugar a que eso quede adentro, vuelve. Yo no he
hecho los brincos, eso lo sé por una cuñada mía, después hay otro de tomar agua, tres
tragos de agua después que una hace uso rápido se levanta y toma rápido tres tragos de
agua. Da resultado, así me han comentado, pero nunca lo he hecho, yo del ajenjo, del
perejil, jarilla, eso sí. Jarilla es también un yuyito que traen de Santiago del Estero.
También es una cosa que quema el estómago, muy amargo, también he andao bien con
eso…’.
Comentario:
Es esta una miscelánea interesante con algunos puntos a destacar. En primer lugar se
trata de método totalmente mágicos, que no tienen una base científica probable, salvo
quizás el caso de los ‘tres brincos’ en los cuales por acciona gravitacional se pudiera evitar
el embarazo. En segundo lugar, la acción del medicamente, su eficacia, se halla
relacionado a la cualidad de repugnante, ‘es muy amargo, quinina mejor dicho’ y la
propiedad de ‘quemar el estómago’, lo que nos hace recordar la farmacopea repugnante
antigua.
Esta paciente, después del cuarto embarazo –el relatado en el texto fue el tercero- decidió
abandonar estos métodos anticonceptivos y acogerse a la protección de un DIU.
Hemos presentado los testimonios que hemos considerado más interesantes, de los
recogidos durante nuestras entrevistas, aquellos que presentan aspectos particulares y
raros en las enfermedades y su terapéutica y que nos permitieran un análisis de sus
presupuestos mágicos o científicos. Creemos que la selección nos permitió un análisis de
lo relatado anteriormente y una evaluación del estado actual de las cosas. Queda aún
mucho material para analizar, será eso trabajo para el futuro.
Conclusiones:
A lo largo de este estudio sobre la medicina popular del NOA, especialmente de las zonas
del valle de Tafí y Calchaquí y algunas otras regiones, hemos tratado de analizar las causas
de pervivencia de ciertas prácticas antiguas que fundamentan la medicina actual no
científica. Ellas pueden ser buscadas en un cierto aislacionismo cultural al que se ha visto
afectado el NOA como consecuencia de diversas contingencias geopóliticas que no
permitieron un aprovechamiento del espacio, tales como peculiares forma de educar,
asistir, desarrollar economías y planificar la salud.
Es este medio se va a insertar la medicina popular, resultado de la mezcla de tradiciones y
conocimientos prehistóricos, a los que se agregan los traídos por el español a nuestra
tierra y el refuerzo ideológico que iría a prestar la religión católica.
Esta medicina reconoce etiologías generales entre las que hemos mencionado la pérdida
del ánimo-base de enfermedades muy comunes, como el susto o agarrar la tierra, la teoría
del cuerpo extraño, la de la emanación –con su consecuencia inmediata, el aire- y la
ruptura de tabúes. Algunas de estas etiologías generales y su consecuencia inmediata, la
enfermedad, han sido analizadas desde diferentes puntos de vista psicoanalíticos, gracias
alos valiosos aportes mencionados, testimonial, vivencia, etc. Ello nos ha permitido
exponer nuestras conclusiones sobre el tópico.
Hemos analizado la personalidad y la actuación del curador y su fuerte inserción en el
mundo mágico donde desempeña su función. Su personalidad y la de sus pacientes, han
constituido en este relato el apartado dedicado a los protagonistas, a los ‘actores’ de este
drama cósmico que constituye la medicina popular el NOA.
Finalmente, hemos transcripto con comentarios los términos más interesantes obtenidos
durante nuestra investigación.
Creemos que este aporte puede enriquecer el patrimonio cultural argentino y abre
perspectivas para un mejor y más completo estudio de la magia y el chamanismo en la
medicina popular de la Republica Argentina.
VI. BIBLIOGRAFIA
Aznarees Enrique y Colaboradores.
Cignolli, Francisco:
Colombre, Adolfo:
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De Palma, Donato:
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Pérez de Nucci, Armando M y Zuccardi Enriqueta:
Pérez de Nucci, Armando
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Pérez de Nucci, Armando
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Piossek Prebisch, Teresa
Quiroga, Adán:
Rossemberg, Tobías:
Vellard, Jean:
Vellard, Jean:
Young, Alan:
Werner, Heins:

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