Tsunami 26Dic2004
Transcripción
Tsunami 26Dic2004
grupo reforma TSUNAMI A 10 años de la tragedia, Grupo Reforma recuerda la madrugada del 26 de diciembre de 2004 cuando olas gigantes azotaron las costas de 11 países del Océano Índico Índice capítulo 1. los hechos ‘El mar estaba donde iba el cielo’ . . . . . . . . . . . . . 4 Es temblor de 9.3 causa del tsunami . . . . . . . . . . . 5 Sacude al mundo maremoto en Asia . . . . . . . . . . . 6 Regreso al infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Lo insólito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 ‘Podrían haber evacuado’ . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 capítulo 2. Crónica: ‘Yo sobreviví al tsunami’ Primera parte: El intempestivo tsunami de Karen . . . . 14 Segunda parte: Las despedidas . . . . . . . . . . . . . . 16 Tercera parte: El infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Cuarta parte: Deambulando para sobrevivir . . . . . . 20 Quinta parte: Desde la cima . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Sexta parte: La esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Séptima parte: La página final . . . . . . . . . . . . . . 26 capítulo 3. en los espectáculos y deportes De cara a la tragedia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Entrevista / Petra Nemcova celebra la vida . . . . . . . 31 Sufren el maremoto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Huyen jugadores de tragedia en Asia . . . . . . . . . . 34 capítulo 4. OPINIÓN V.S. Naipaul / Tsunami: La fu erza ciega de la Tierra . 36 Isabel Turrent / Después del tsunami . . . . . . . . . . 38 Modesto Suárez / Tsunami . . . . . . . . . . . . . . . . 40 capítulo 5. DESPUÉS DE LA TORMENTA... Recuerda el mundo la furia del tsunami . . . . . . . . . 43 Sepultan a últimos muertos del tsunami . . . . . . . . 44 Luis de Uriarte Guerrero Subdirector de internet Recuerdan tsunami... con sismo . . . . . . . . . . . . . 45 Elvira Carrasco Rueda Editora Desapareció en tsunami... y vuelve 7 años después . . 46 Etson O. Castro García Diseño GRUPO REFORMA los hechos capítulo 1 27/12/2004 los hechos ‘El mar estaba donde iba el cielo’ Arrasa maremoto en el sur de Asia; hay 14 mil muertos E n la mañana del domingo, cuando los turistas disfrutaban el sol y la playa, el mar se alejó de las costas de siete países asiáticos y regresó abruptamente en forma de olas gigantes que dejaron un saldo de más de 14 mil personas muertas, miles de heridas y otras tantas desaparecidas. 4 “Miré hacia arriba y de pronto había agua donde debía estar el cielo. No era una ola normal, era todo el mar”, relató Caroline Woods, quien paseaba por un mercado en el sur de Tailandia cuando se produjo el maremoto. “Por todas partes había gente gritando, el agua ascendió probablemente 60 metros sobre la playa, todo quedó destruido”, contó desde el hotel Hilton Arcadia, en playa Karon. Los países más afectados por el terremoto son Sri Lanka, Indonesia, India, Tailandia, las Islas Maldivas, Bangladesh y Malasia, aunque los efectos del sismo se sintieron inclusive en la costa africana. Las olas de más de 10 metros de altura fueron producidas por el terremoto más fuerte de los últimos 40 años. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el sismo alcanzó una intensidad de 9 grados en la escala de Richter. Es decir, fue casi 200 veces más potente que el que azotó a la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985, de acuerdo con un comparativo del Servicio Sismológico Nacional. “Había unos turistas asoleándose y se los llevó el mar”, relató el fotógrafo Simon Clark, quien se encontraba de vacaciones en la isla tailandesa de Ngai. “De repente llegó esta ola enorme, recorriendo la playa, destruyendo todo a su paso (...). La gente que practicaba el buceo cerca de la superficie fue arrastrada a lo largo de los arrecifes de coral y arrojada a la playa”, agregó. La prensa informó que una pareja de mexicanos, Karen Michan y Jacobo Hassan, estaban de vacaciones en Phuket, Tailandia. Según los reportes, Hassan se encontraba en calidad de desaparecido y ella ya estaba siendo atendida por las autoridades consulares mexicanas. Redacción capítulo 1 31/03/2005 los hechos Es temblor de 9.3 causa del tsunami U n estudio científico sobre el sismo del 26 de diciembre que causó un mortífero maremoto en el Océano Indico señala que fue de 9.3 en la escala de Richter, el doble de la potencia estimada inicialmente y el segundo terremoto más fuerte registrado, después del de 9.5 en Chile en 1960. Este movimiento telúrico dividió el suelo oceánico hacia el norte desde la isla indonesia de Sumatra a lo largo de mil 200 km, el doble de lo pensado al principio, explican los sismólogos Seth Stein y Emile Okal, de la Universidad Northwestern de Illinois, en un artículo publicado hoy en la revista científica Nature. A este respecto, el doctor Shri Krishna Singh, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, explicó que la importancia de este estudio radica en demostrar que la magnitud del temblor puede aumentar, cuando se estudia por periodos más largos. “En este caso es muy importante que los científicos encontraron que la falla siguió moviéndose en un periodo de hasta una hora después, algo que no es sencillo de medir, porque implica un largo periodo de estudio”, explicó el investigador. Y es que el modelo computarizado utilizado, también publicado en Nature, sugiere que el sismo lanzó una onda de choque de alta frecuencia que duró 500 segundos, en comparación con los 340 segundos del sismo registrado en Chile en 1960. Es decir, se trató del segundo más intenso desde el inicio de los registros hace cerca de 100 años. Sobre este comportamiento de la falla terrestre, Singh comentó que si uno considera el comportamiento de las fallas no es algo sorprendente, ya que, de hecho, recientemente en México se registró un movimientos de las fallas que duró entre dos o tres meses. “Se trató de un movimiento silencioso, que fue registrado en un proceso de 7.5 grados, pero no fue perceptible para las personas porque la escala en que 5 se midió se basa en el desplazamiento de la Tierra, no en el primer impacto”, explicó. “Esto no quiere decir que antes no sucedieran estas cosas, sólo que no existían los aparatos para medirlos. En este caso la escala Richter fue utilizada para medir la deformación total sobre el plano de la falla y cómo se llegó a ella en determinado tiempo. Medir deformaciones durante estos periodos es difícil y antes no se había demostrado que seguía aumentando la intensidad si se consideraban periodos de desplazamiento más grandes”, agregó Singh. Diana Saavedra capítulo 1 06/01/2005 los hechos Sacude al mundo maremoto en Asia El peor desastre natural en la historia mata a decenas de miles de personas en 11 países timos 40 años, con epicentro en la isla indonesia de Sumatra, devastaron, a más de 500 kilómetros por hora, las costas de India, Indonesia, Birmania, Malasia, Sri Lanka, Tailandia, las Islas Maldivas y Bangladesh. Pero el tsunami no sólo destruyó ciudades de Asia, sino que su furia alcanzó además África, afectando principalmente a Somalia, Tanzania y Kenia. Pese a que la catástrofe ha adquirido dimensiones inimaginables, la tragedia ha resaltado el valor de la vida mediante innumerables testimonios de sobrevivientes, así como la solidaridad mundial. Decenas de países como Estados Unidos, Australia, Japón, China, Israel y los miembros de la Unión Europea, entre otros, han dejado a un lado sus diferencias para unirse en apoyo a los países afectados aportando millones de dólares, y enviando víveres, medicamentos y a expertos en rescate. La ONU afirmó que llevará a cabo la mayor operación de ayuda en la historia del organismo ante la magnitud del desastre. T ras una Navidad en relativa calma, el 2004 tuvo un cierre trágico con el maremoto que azotó 11 países del sureste asiático, creando una dantesca escena de muerte, destrucción y desolación. Como en cualquier día normal, turistas y nativos disfrutaban de un soleado día el 26 de diciembre cuando, de pronto, el mar se alejó de la playa para minutos más tarde regresar en forma de olas gigantescas, o tsunamis, que arrasaron con todo a su paso. Al cerrar el año se registraron cerca de 144 mil muertos, miles de desaparecidos, y poblados y centros turísticos arrasados por el agua. Las olas, provocadas por un terremoto en el fondo marino de 9 grados en la escala de Richter, el más potente de los úl- Marcela Lozano 6 capítulo 1 09/01/2005 los hechos Regreso al infierno A dos semanas de una de las mayores catástrofes del inicio del siglo 21, hacemos un corte en el ‘tsunami informativo’ para respirar hondo y dimensionar, una vez más, lo ocurrido E l domingo 26 de diciembre, REFORMA publicó una nota breve dando cuenta de un sismo en la costa norte de Indonesia. Parecía un movimiento telúrico más entre los miles que se registran cada año en el planeta. La hora de cierre no dejó más espacio que un párrafo para informar sobre esa noticia. Esa misma mañana todos amanecimos con el asombro en rostro y alma. Era tan grande como la tragedia misma: paredes de agua de hasta 10 metros de altura impulsadas por una energía similar a 32 mil bombas atómicas y a una velocidad de 800 kilómetros por hora habían arrasado con todo lo que encontraron a su paso. Hoteles, edificios, autos, animales, árboles y miles de seres humanos se fueron con las olas. Para el frío rigor de los científicos, lo que ocurrió a las 7:59 del domingo 26 (hora local) fue un desplazamiento de 20 me- 7 capítulo 1 los hechos tros de placas tectónicas en el subsuelo del Océano Indico. Quince minutos después de que se produjera el terremoto, el Centro de Alerta de Tsunamis de Miami emitió un boletín donde daba cuenta de un sismo de 8.0 grados en la escala de Richter (después se revisó la magnitud para ubicarla en los 9.0 grados). Ya era tarde. En ese mismo momento, la costa norte de Sumatra, en Indonesia, era arrasada por las olas gigantes. Una hora y 58 minutos después del sismo, avalanchas de agua azotaban las costas sur y este de Sri Lanka, una isla golpeada ya por 20 años de guerra civil, y al paupérrimo sur de la India. Miles de turistas que tomaban el sol en el balneario cito llegaron entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, pocas cosas quedaban en pie. La mitad de la población se había ido con las olas. Galle, en el sur de Sri Lanka, y cientos de poblados en la India y la costa norte de Sumatra desaparecieron. En las islas indias de Andamán y Nicobar se temía la extinción de seis tribus milenarias que siempre se mantuvieron vírgenes a la penetración de “la civilización”. Después se supo que sus conocimientos acerca de la conducta de los animales, que detectaron el peligro y huyeron, los salvaron del apocalipsis. Los muertos se multiplicaron con el paso de las horas: 14 mil se contabilizaron en las primeras 24 horas; 40 mil se re- de Phuket, en Tailandia, vieron sorprendidos cómo el mar se alejaba para volver instantes después a tragarse la tierra y a la gran mayoría de ellos. Las olas gigantes recorrieron 7 mil kilómetros hasta llegar a Somalia, Kenia y Tanzania y a su paso arrasaron las Islas Maldivas, Diego García y las Seychelles. Meulaboh, un pueblo de unos 10 mil habitantes en Aceh, en el norte de Sumatra, estuvo cuatro días aislado del mundo. Cuando las brigadas del Ejér- portaron al segundo día. Cuando el mar empezó a escupir cadáveres hinchados, en la tercera jornada, las pérdidas humanas llegaban a 100 mil. Para el cuarto día estaba claro: nunca se sabría con exactitud cuánta gente perdió la vida. Las olas arrasaron con los sistemas de agua potable en casi todos los países afectados, y el miércoles 29, la Organización Mundial de la Salud volvió a estremecer al mundo: las enfermedades y epidemias podrían doblar el número de muertos. 8 La ola de ayuda La ONU anunció la puesta en marcha de la mayor operación humanitaria de la historia. Más de 5 millones de personas carecían, y gran parte ellas carece hasta este domingo, de los elementos necesarios para sobrevivir: techo, agua, alimentos y medicinas. Hasta ahora, la ONU ha recaudado cerca de 4 mil millones de dólares para los damnificados. Artistas, políticos, intelectuales, científicos y ciudadanos han aportado un buen porcentaje. Sin embargo, hoy, a 14 días de la tragedia, muchos no han despertado de la pesadilla. En idiomas diferentes la misma pregunta recorre las líneas costeras devastadas: “¿Pudo haberse evitado la tragedia?”. Reacciona México ante presión Después de las críticas hechas por funcionarios de la ONU respecto a que México y otros países de América Latina podrían dar cantidades considerables de dinero para ayudar a los países del sur de Asia afectados por el “tsunami”, el Gobierno mexicano reaccionó. Ante el terremoto del 26 de diciembre, las autoridades mexicanas reaccionaron con el envío de una carta en la cual manifestaron las condolencias del pueblo mexicano. capítulo 1 los hechos Tres días después se anunció la aportación de 100 mil dólares. Pero la preocupación mexicana se desbordó hasta los primeros días de enero. Funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores se encontraban de vacaciones, mismas que suspendieron dos días después del evento. Julián Ventura Valero, director general para Asia-Pacífico, regresó de sus vacaciones de Canadá el 28 de diciembre para enfrentar el suceso, fecha para la cual ya se tenía la cifra de 11 mexicanos desaparecidos. El 30 de diciembre, Sri Lanka solicitó a México -a través de una carta- ayuda humanitaria, misma a la que las autoridades respondieron que se brindaría a través de la ONU. El 31 de diciembre se encontró al primer mexicano muerto, un menor de 8 años, Cairo Braffard, que pereció en Sri Lanka a consecuencia del maremoto. México entregó un primer paquete de ayuda el 2 de enero, el cual consistió en tiendas de campaña, mantas, alimentos, tabletas purificadoras de agua y medicinas. Sin embargo, ante la presión internacional y las comparaciones de donativos, las autoridades del Gobierno mexicano realizaron una serie de reuniones de gabinete, en las cuales debatieron sobre el tipo de ayuda a enviar. Durante una reunión celebrada el 4 de enero pasado, el debate se centró entre hacer un teletón para recaudar fondos o enviar frijol rezagado del 2003, arroz o café. El 5 de enero, cuando se informó sobre la aparición del cuerpo del mexicano Jacobo Hassan Cassab, el Ejecutivo federal determinó el envío de un millón de dólares. El segundo y más grande paquete de ayuda partirá hoy. 9 capítulo 1 los hechos Turistas muertos Los países europeos sumaron la mayor cantidad de fallecidos por el maremoto. Dos mexicanos han muerto también en la región. depresión, sigue estas recomendaciones. PAÍS Francia Bélgica Alemania Suecia Gran Bretaña Suiza Japón Italia Noruega Finlandia Australia Estados Unidos Surcorea Austria Singapur Sudáfrica Hong Kong Dinamarca México Otros Total MUERTOS 121 80 60 52 41 23 22 20 16 16 16 15 11 10 9 9 8 7 2 43 581 El Ojo del terremoto La ciudad de Banda Aceh, en el norte de la isla indonesia de Sumatra, era el centro de población más importante más cercano al epicentro del maremoto. El “tsunami” prácticamente la borró de la faz de la Tierra. La mitad de su gente se fue con las olas. En los recuadros, se pueden observar partes de la ciudad antes de la llegada de las olas, sobre la imagen actual de la localidad. Paredes mortales La palabra “tsunami” es un vocablo de origen japonés que significa “ola grande en el puerto”, y es utilizada para denominar a las olas gigantes generadas por terremotos o erupciones volcánicas e incluso por el impacto de meteoritos. 10 Los “tsunamis” nacen de una convulsión del suelo marino provocada por la liberación de energía. Una onda de“tsunami” en el océano abierto alcanza velocidades mayores a 900 kilómetros por hora. Los “tsunamis” generados en alta mar pueden alcanzar la línea costera en minutos. Altura feroz En algunas zonas, las olas alcanzaron los 10 metros de altura. Efecto planetario Geólogos de la NASA no descartan que la fuerza del sismo haya provocado un desplazamiento de 5 centímetros en el eje de rotación de la Tierra. Redacción capítulo 1 los hechos Lo insólito En medio de la catástrofe en Asia, surgieron historias de sobrevivencia que conmovieron por su dramatismo El reencuentro Hannes Bergstroem, un niño sueco de 18 meses de edad, fue encontrado solo y con heridas leves al borde de una carretera en Tailandia. Se reencontró el 29 de diciembre con su padre, Marko Karkkainen, que estaba hospitalizado. La madre de Hannes está entre las miles de personas desaparecidas. Salva palmera a supermodelo La supermodelo checa Petra Nemcova, de 25 años, logró sobrevivir al maremoto sujetándose durante ocho horas a una palmera en la playa de Tailandia en la que pasaba unas vacaciones con su novio, el fotógrafo inglés Simon Atlee. Él está desaparecido. Petra sufrió fractura de pelvis y heridas internas leves. Sobrevive bebé en colchón Un bebé de 20 días de nacido que dormía cuando el maremoto golpeó la isla de Penang, en Malasia, se salvó gracias a un colchón flotante. Su madre logró llegar hasta donde estaba su hijo, quien lloraba mientras flotaba sobre metro y medio de agua. Su padre también sobrevivió al sujetarse de un poste. Buceando en el tsunami La actriz italiana Ornella Mutti se encontraba buceando en las Islas Maldivas cuando ocurrió el tsunami. Relató que de pronto sintió la furia del mar y pensó que iba a morir, pero su compañero la jaló del brazo y nadaron hasta llegar a la isla, cuya playa estaba ya totalmente destruida. Instinto animal Frente a las miles de personas que fallecieron, pocos restos de animales muertos se encontraron. En el Parque Nacional de Yala, la mayor reserva natural en Sri Lanka, ningún animal murió pese a que las olas se adentraron hasta 3 kilómetros matando a nueve turistas. Al parecer encontraron refugio en terrenos altos. Para especialistas, este hecho demuestra que los animales tienen un sexto sentido, que les permite prever el desastre. El turismo sigue llegando Pese a la catástrofe en Tailandia, algunos turistas siguieron llegando al balneario de Phuket, ante el asombro de cientos de sobrevivientes que intentaban huir del lugar Redacción 11 capítulo 1 28/12/2004 los hechos ‘Podrían haber evacuado’ E l maremoto que mató este fin de semana a 22 mil personas en Asia era impredecible, pero ciertas medidas básicas de precaución hubieran limitado drásticamente el número de víctimas. Con una debida organización que obviamente estos países no tenían podrían haberse salvado muchísimas vidas. Aunque los terremotos no pueden todavía preverse”, dijo Enzo Boschi, presidente del Instituto Nacional de Geofísica italiano. Según Boschi, un sismólogo con posgrados en las universidades de Cambridge y Harvard, los más de 60 minutos entre el terremoto y la llegada de las olas a la India hubieran bastado para evacuar la costa. “Actualmente sabemos con gran precisión dónde están las zonas sísmicas y cuál es el máximo terremoto que se puede esperar. Por lo tanto, hubiera sido posible tomar precauciones para impedir esta masacre”, dijo. Para el experto italiano, uno Conócelo Nombre: Enzo Boschi Edad: 72 años Experiencia: Ex-Presidente del Instituto Nacional de Geofísica italiano de los máximos sismólogos de Europa, terremotos de esta magnitud son atípicos y nada tienen que ver con los cambios climáticos provocados por el hombre como el calentamiento de la Tierra. “Esto no tiene nada que ver con el calentamiento global de la tierra. La acción del hombre sobre el clima no influye para nada. Todo ocurre bajo la corteza terrestre, que no se resiente ni siquiera mínimamente a los cambios climáticos”, dijo. Las olas provocadas el domingo por este terremoto de 9.0 grados en la escala de Richter con epicentro en la isla de Sumatra devastaron a más de 500 kilómetros por hora las costas de Bangladesh, Burma, India, Indonesia, Malasia, Maldivas, Myanmar, Somalia, Sri Lanka y Tailandia. Uno de los pocos mecanismos de alarma de maremotos es usado en la isla estadounidense de Hawai y en Japón, cuyos sistemas de prevención están coordinados. “El error humano es no haber tomado medidas precautorias. Los edificios deberían estar lejos de las playas y mucho mejor construidos, de esa manera el número de víctimas podría haber sido reducido drásticamente”, añadió Boschi. “Estos terremotos tan potentes son muy raros y ocurren apenas dos o tres veces al siglo. El más fuerte fue el de 1960 en Chile”, dijo el presidente del Instituto Nacional de Geofísica. Fenómenos poco comunes El fuerte terremoto y el posterior maremoto en el Océano Indico no son eventos comunes en esa zona, por lo que no existen ni sistemas de alerta gubernamentales ni tradición oral entre la población sobre qué hacer en estos casos. “No es normal un terremoto de una magnitud de 9 grados Richter, que fue la fuente del tsunami. Los terremotos del Distrito Federal en los últimos 20 años han tenido una magnitud de 7 a 7.5 grados Richter. Este terremoto tenía mucho poder”, explicó el geólogo Thomas Casadevall, del Servicio Geológico de Estados Unidos, dependencia del Departamento del Interior. “Además, fue un tipo de sismo que produjo un levantamiento del fondo del océano, y ese tipo de sismo es lo más peligroso para generar maremo- 12 tos”, advirtió. “Estamos hablando de una zona del mundo que tiene muy pocos maremotos de este tipo. Normalmente los tsunamis se producen en el Pacífico”, consignó. Paul Whitmore, del West Coast & Alaska Tsunami Warning Center, del National Oceanic and Atmospheric Administration, dependiente del Departamento de Comercio de Estados Unidos, explicó que en el Océano Indico no hay un sistema de alerta de tsunamis como en el Pacífico. Esteban Israel y Maribel González ‘Yo sobreviví al tsunami’ capítulo 2 26/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Primera parte El intenpestivo tsunami de Karen Silvia Cherem S. C uando Jacobo y yo soñábamos con el futuro -creyéndonos dueños del mismo-, pensábamos tener una casa con dos perros, dar a luz a cuatro adorables hijos y, empalagosos como éramos, abrazarnos hasta la eternidad. Como en los cuentos de hadas, a nuestra boda el 4 de diciembre del 2004, seguiría un entrañable viaje a la exótica Asia y una infinita historia de amor y felicidad. Bien sabíamos ambos que la vida no es perpetua, pero en las mieles del inicio, cómo podríamos haber sospechado que la biografía en común no alcanzaría ni siquiera el amanecer de un mañana... Los recuerdos de Karen se agolpan en la memoria. La anhelada luna de miel en el inolvidable paraíso de Phi Phi, playas de arena blanca, colinas esmeraldas y mar azul turquesa, se interrumpió a las 10 de la mañana del 26 de diciembre del 2004 cuando el Mar de Andamán, brazo nororiental del Océano Índico, se convirtió en un torbellino iracundo y endemoniado que arrancó construcciones, desenraizó palmeras ancestrales, asesinó inocentes y, como en una zona de guerra, dejó sólo destrucción a su paso. Hasta ese momento, en el vocabulario de ninguno de los dos jóvenes mexicanos existía la palabra tsunami. Ella, a diferencia de él, sería de los contadísimos sobrevivientes, quizá no más de un puñado en la isla tailandesa de Phi Phi, que lograría salir con vida del mar enrabietado, de la inclemente ola de más de veinte metros de altura que convirtió en escombros irreconocibles casi la totalidad de la zona turística. Dos semanas después de aquel maremoto, cuyo origen fue un sismo de 9 grados en la escala de Richter en el océano cercano a la isla de Sumatra, algunos miembros de Zaka, el equipo de voluntarios israelí para la identificación de víctimas, logró milagrosamente encontrar el cuerpo de Jacobo. Su nombre fue entonces añadido a los cientos de miles de muertos, era el único mexicano que había sido deglutido por aquella ola ruin que depredó zonas completas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Bangladesh, Burma, Malasia, Islas Maldivas, Somalia, Kenia, Tanzania y las Islas Seychelles. Del mapa se borraron islas y playas, numerosas poblaciones quedaron sumergidas en densas capas de lodo y agua. Al paso de las semanas, más 14 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ de trescientos mil muertos fueron contabilizados. En zonas como Phi Phi, una minúscula isla en la costa suroeste de Tailandia que no rebasa los 28 kilómetros cuadrados de superficie total y cuya población flotante alcanzaba entonces su nivel más alto de la historia, doce mil personas, más de la mitad de los turistas y pobladores se reportaron desaparecidos. A un año de distancia, Karen cuenta públicamente, por vez primera, la magnitud de su infortunio. Aún hoy, a ella la pasma el milagro de estar viva. Karen no sobrevivió, como tantos otros, porque haya estado en las alturas de una colina, buceando en mar abierto o en el acogedor arrullo de un barco en altamar, donde las olas, paradójicamente, fueron imperceptibles. Fue revolcada, herida, casi succionada por el mar y, pese a todas las adversidades de esta tragedia colectiva, ella vivió para contarlo. Hay quien dice, señala, que soy un milagro viviente, que volví a nacer. Quizá es cierto. Mi vida cambió para siempre. Ya no soy la niña que fui, he sido tan fuerte que ni yo misma me reconozco. No soporto que nadie me tenga lástima. Sé que otros que pasaron por lo mismo que yo, se quedaron en el camino y murieron. No sé por qué me tocó a mí sobrevivir, pero he decidido agarrarme fuertemente de la vida. Seguramente aún tengo algo importante que hacer, y lo haré. Esquinas ciegas del destino La historia de Karen Michan está abismalmente separada por un antes y un después. A los 19 años, en la boda de su hermano, conoció a Jacobo Hassan. No fue amor a primera vista, tardaría en aceptar sus llamadas, pero una vez que salió con él, se enamoró de su capacidad de reírse hasta de sí mismo. A los tres meses de noviazgo, en septiembre del 2003, mirando un partido de fútbol americano, él le propuso matrimonio. Dudando que pudiera ser una broma, ella vacilante aceptó. Planearon la boda para el 27 de noviembre del 2004, sin embargo, esa fecha resultó inoportuna, se casaba un familiar cercano. Así empezaron a concatenarse los eslabones fatales que los condenarían a estar en Phi Phi, como una cita señalada, el día y la hora de la adversidad. La boda fue reprogramada para el 4 de diciembre. Guillermo, un agente de viajes que prometía hacer lunas de miel inolvidables a precios de ganga, les aconsejó viajar a Oriente. Incluyó en el itinerario San Francisco, Hong Kong, Shangai, Bangkok, Phuket, Phi Phi, Singapur, Kuala Lumpur y Bali. Casi todos los nombres les resultaban exóticos, desconocidos. Sobre todo la isla de Phi Phi, que luego sabrían que su popularidad reciente obedecía a que Leonardo di Caprio, ídolo de jovencitas, filmó ahí en el 2000 la película “La Playa”, donde Richard, un mochilero americano, descubría ese paraíso en la tierra: playa perfecta, virgen e inaccesible. Más de un amigo, incluyendo a Isaac el hermano de Karen, les aconsejó que no pernoctaran en Phi Phi, si acaso podían visitar la isla en un ferry desde Phuket. “Ahí no hay nada, es tan virgen que con un día de sol y playa basta; mejor aprovechen sus días en otros lados”, les decían. Ninguno de los dos quiso escuchar. Cuando Karen y Jacobo supieron que era el escenario de “La Playa”, se convencieron que en ese idilio paradisíaco querían pasar dos o tres días de inolvidable romance. Como no les interesaban los deportes acuáticos ni los arrecifes de coral, sería el toque de luz de su luna de miel. Ella cursaba el tercer semestre de la carrera de comunicación, tenía 20 años. Él, siete años mayor que ella, se esforzaba por sacar adelante su pequeño negocio de computadoras. Forjado a la vieja usanza, insistía que la mantendría para siempre. Si ella quería trabajar, sería sólo para pagar “sus caprichos”. En esa “página anterior”, las aspiraciones de Karen eran llanas: sólo amarlo, hacerlo feliz. Todo miel sobre hojuelas. Antes de la boda, ella y Jacobo contrataron a un fotógrafo para conservar sus últimas sonrisas de soltería. Acordaron vestirse igualitos: con jeans y camisa blanca. Tomados de la mano en un parque de las Lomas de Chapultepec, se besaron entre el verdor de los árboles, se arrullaron en un puente colgante, y como niños, se treparon en aros y resbaladillas. La imagen que más les gustó de entre todas las del amplio estudio fotográfico, decoró la entrada al Salón de Fiestas donde se festejó la boda. Paradójicamente, tres semanas después, a partir del día 27 de diciembre, sería la misma fotografía que Karen colocaría en todas las paredes posibles de Phuket con el fin de pedir informes del paradero de Jacobo. Como una metáfora maltrecha, esa imagen -Jacobo sonriendo distante, sentado en un vulnerable columpio, apenas suspendido por frágiles eslabones; Karen de pie, bien fincada sobre la tierra, su mirada de frente, sus brazos rodeando a Jacobo como si pudiera mantenerlo eternamente cerca-, sería la que daría la vuelta al globo en noticieros televisivos de CNN o en las portadas de los principales periódicos del mundo. Desde Estados Unidos y Alemania, hasta Argentina e Israel, incluyendo los periódicos mexicanos del Grupo Reforma, se destacaba esa fotografía con el fin de dar rostro a las víctimas del tsunami. A medida que pasaron los días, muchos alrededor del mundo se congraciaron con la tragedia de esta joven pareja. Rogaban que un milagro mantuviera también a Jacobo con vida. 15 capítulo 2 27/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Segunda parte Las despedidas Es posible que si no hubieran pagado de antemano, dice Karen, hubieran tenido que regresar a Phuket la noche previa al devastador tsunami. Hoy todo son suposiciones K aren odia el mar, es marinera de tierra firme. Al llegar al puerto de Phuket la mañana del 25 de diciembre, Jacobo y ella se informaron que el viaje a Phi Phi en lancha particular, con no más de quince personas, duraba una hora y media; a diferencia del ferry, más barato y para 200 pasajeros, que demoraba tres horas en recorrer los 48 kilómetros de distancia entre ambas islas. Contabilizando el tiempo de posibles mareos, decidieron limitar el viaje al mínimo. Optaron por la lancha, aunque en ella no cabría todo su equipaje. En el muelle dejaron encargadas un par de maletas para el regreso. Ahí en Phuket se quedó lo poco que sobreviviría a la luna de miel y que hoy Karen guarda con un celo profundo: un llavero en forma de corazón, souvenir de China, baratísimas copias de bolsas de marca que compraron en Hong Kong, las filacterias de rezo de Jacobo, la única foto que sobreviviría de la luna de miel y que les tomaron en Shangai, chamarras invernales y un par de pijamas. La lancha en la que viajaron, pequeña e inestable, se movió mucho más que el ferry. Karen pasó el viaje vomitando. Al llegar, quizá anticipando lo que hubiera podido decirle a Jacobo la siguiente mañana, ella pronunció una frase lapidaria: “Creo que hoy es el peor día de mi vida”. La lectura de los sucesos, irremediablemente está condicionada por lo que luego sucedería. Karen piensa, por ejemplo, que Jacobo se despidió de todos sus seres queridos. Unos días antes, desde Shangai, sólo él pudo comunicarse a México y curiosamente encontró a su familia reunida. Habló con todos. Luego, el día 24 de diciembre, en un café internet en Phuket, se sentó a escribirle un mail amoroso a Karen y un cariñoso recuento del viaje a sus amigos, mensajes que, en casi todos los casos, fueron recibidos cuando Jacobo ya había muerto. A diez destinatarios, entrañables y cercanos, les escribió: “Hola a toda la banda, como están, espero que bien, nosotros estamos en Phuket, Tailandia, y mañana salimos hacia Phi Phi island esta todo de poca madre, la estamos pasando in- creíble, la huevita esta sabrosa, espero que me contesten este mail con buenas nuevas de todos y mándenle mis saludos a sus esposas y novias y a todos los demás que no tienen mail. Saludos cuídense Jacobo y Karen Hassan P.D. feliz hanuka, navidad, año nuevo”. En ese mismo café internet, al abrir su correo electrónico se enteró de algo que, piensa hoy Karen, quizá hubiera podido modificar su destino. Guillermo, el agente de viajes, le escribió que temiendo que los hoteles de Phi Phi no respetaran las reservaciones porque la isla estaba atiborrada, pagó las noches de hotel en el PP Princess. Señalaba que tuvo el atrevimiento de usar el número de la tarjeta de crédito de Isaac, el hermano de Karen. Esperaba que no se molestaran por no haberlos consultado. Jacobo entró en cólera. ¿Con qué derecho había cargado su habitación en una tarjeta ajena? Karen lo calmó: “No te enojes, nos garantizó el cuarto”. Es posible que si no hubieran pagado de antemano, dice ella, hubieran tenido que regresar a Phuket la noche previa al devastador tsunami. Hoy, todo son suposiciones. La cita con el destino estaba ya pactada. El paraíso Phi Phi Phi Phi, cuyo nombre deriva del término malayo para isla, es el término con el que se designan seis minúsculas islas declaradas Parque Nacional en 1983, colmadas de manglares y en su mayoría deshabitadas: Phi Phi Don, Phi Phi Ley, Bida Nok, Bida Noi, Koh Yung y Koh Phai. El desarrollo turístico se limita sólo a Phi Phi Don, una isla de no más de 8 kilómetros de largo y 2.5 de ancho que, vista desde las alturas, asemeja una voluminosa pesa, como las que usan los fisicoculturistas. Dos circunferencias de verdes colinas arrugadas, tapizadas de exuberante vegetación, están unidas por un estrechísimo istmo de arena blanca, que abraza por el norte la bahía Loh Dalum, y por el sur la bahía Tonsai, formando dos playas privadas con piletas de transparente agua esmeralda y preciados arrecifes de coral. Esa franja de arena, denominada “el village”, 16 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ centena de cabañas que tiene el hotel, les tocó la número 18, la última del lado norte. Curiosamente, 18 significa vida en hebreo, y ellos, al llegar, así lo constataron. El paisaje era tan espectacular que se congratularon de estar en Phi Phi. Para admirar la puesta de sol, se tiraron en la playa y desempolvaron sus libros: ella, uno de Sidney Sheldon, él una novela de Danielle Steel. Junto a ellos, unos jóvenes jugaban gozosos al fútbol. La marea parecía bajar; el atardecer era sublime. De repente, sin mayor preámbulo, Jacobo empezó a filosofar. Era insólito, no era su estilo. Le cerró el libro a Karen y le dijo: “Sabes, bebush, si algo a ti te pasara, yo me moriría”. A Karen la desconcertó. “¿De qué hablas?” “No sé -continuó-, pero quisiera morirme junto a ti”. “Ya Jacobo. No me eches ese rollo, sabes que hablar de El arribo Karen y Jacobo llegaron a Phi Phi alrededor la muerte me da pánico. Yo también estoy feliz de las cinco de la tarde del 25 de diciembre. Al contigo”. “No importa Karen, escúchame -insisarribar al muelle, constataron que no había co- tía él-, quiero que te cuides, no podría soportar ches, bicicletas, ni ningún medio de transporte el dolor de perderte”. Era una conversación que pudo pasar al olpúblico. Arrastrando las maletas, caminaron al PP Princess. El calor era insoportable, alcanzaba vido. Era fruto del gozo, de la paz de estar juntos, los 40 grados celsius. A Karen, por ser compra- de amarse y festejar la suerte de coincidir en el dora compulsiva de baratijas chinas y tailande- tiempo, de estar vivos en un paisaje magnificensas, copias de lo inimaginable, era a quien más te. Era finalmente producto del temor al futuro incierto. Tan incierto que tan sólo a la mañana le tocaba cargar. El recepcionista del hotel les contó que Phi siguiente, Karen, haciendo uso de la memoria, Phi, por vez primera en su corta historia, estaba caprichosa y selectiva, empalmaría nuevamente a reventar: seis mil turistas se sumaban a los seis los capítulos para darle sentido a su vida. mil tailandeses locales. Caminaron cerca de diez minutos para llegar a su bungalow. De entre la donde había una decena de hoteles con bungalows a pie de playa, es tan angosta que, si se pateara con fuerza un balón de fútbol, éste podría llegar de una costa a la otra. Cuando el tsunami entró por ambas bahías, primero por la del sur, y luego rematando con otra monumental ola por el norte, arrasó con casi todas las construcciones de esta franja paradisiaca. Inclusive con el mercado central y algunas de las flexibles palmeras. Sólo sobrevivieron los escasos hoteles en las altas colinas, donde había cabañas salpicadas entre la lujuriante vegetación tropical, sobre densas plantaciones de cocoteros y árboles de caucho. Algunos de quienes ahí se hospedaron, ni siquiera se enteraron que en las costas acababa de suceder un infierno. z Karen y Jacobo llegaron a Phi Phi el 25 de diciembre. El paisaje era tan espectacular que se congratularon de estar ahí. 17 capítulo 2 28/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Tercera parte El infierno Maldito, hipócrita, te odio, le gritaba Karen al manso océano, mientras se desgañitaba llamándole también a Jacobo A las 9 de la mañana del 26 de diciembre, sonó la palm que usábamos como despertador. Jacobo no se quería despertar, yo lo empujé de la cama. Después de casi tres semanas de viaje, al fin iba yo a poder desayunar un buen plato de frutas. Teníamos pagado el buffet de desayuno, y lo retiraban a las diez. No podíamos faltar. Estaba ya harta de la comida oriental y de desayunar pizzas, sopas Maruchan y papas de cebolla que comprábamos en los Seven Eleven, cadena comercial que prolifera en Asia. Fue ése el despertar de la pareja el día fatídico. Después del almuerzo frugal, caminando de regreso a su bungalow, quizá a las 9:40 de la mañana, Karen constató que la marea que ella vio distanciarse la noche anterior, estaba ya en su sitio. Jacobo dijo que quería aprender a bucear, iría luego a informarse. Al regresar a la cabaña, él se metió al baño, Karen se recostó. Se había puesto su pareo al revés, sobre el bikini, y éste comenzó a picarle. La comezón la levantó de la cama. Aunque le tiene fobia a los gatos, se le ocurrió buscar a una gatita que la noche anterior se paseaba con sus crías frente a su terraza. Al asomarse vio a mucha gente correr, alejándose del mar. Una barra de bar, justo frente a su cuarto, le obstaculizaba la vista del horizonte. Los gritos eran ensordecedores. No entendía. En ese instante, escuchó una explosión como si un jumbo se hubiera estrellado contra la isla o como si una bomba hubiera detonado sus explosivos en el mar. Karen le gritó a Jacobo: “Corre, la gente está huyendo, no sé que pasa”. Alcanzaron todavía a salir. Para tener visibilidad, saltaron al bungalow vecino. Karen ya no alcanzó a mirar atrás. Se enfilaron al pasillo para alcanzar la otra costa. La última imagen que recuerda haber visto es la de un mundo de gente corriendo, atiborrándose entre las cabañas, queriendo llegar al otro lado. Ella nunca vio que la marea se alejara, o el arribo de la mortífera ola. Sólo registró en su memoria a una señora, que hubiera podido ser su madre, parada en la barda de su terraza, gritándole con desesperación a su esposo y siendo estampada por la fuerza del mar contra las paredes del bungalow. El tsunami no dio tregua. La ola había viajado en mar abierto a más de 900 kilómetros por hora, desde que había sido desplazada por un temblor submarino, y llegó a estallarse con menor velocidad y mayor altura en las costas de la isla. Tanto los que vieron el frente de la destructiva ola, como los que no tuvieron tiempo de tasarla, igualmente fueron succionados por ella. Antes de llegar al PP Princess, el último de los hoteles en la playa norte, la cortina de agua que entró por Loh Dalum Bay ya había arrastrado a todos los turistas que estaban en la playa. Sorprendió a los huéspedes del View Point, Pavillion y Charlie Beach, inclusive a los que aún dormían plácidamente en sus camas. Nadie sabía que la ola sísmica había ya entrado por el sur, y le llevó sólo unos segundos revolver sus aguas con la otra ola gigantesca que luego entró por el norte. Así, quienes lograron huir de la mortífera cortina de agua de un lado, chocaron con quienes desesperados corrían del otro. Todos finalmente fueron acosados, no hubo escapatoria. Karen y Jacobo fueron de los últimos en salir corriendo, quizá los últimos. La gente adelante de ellos ya estaba luchando con las fauces del agua, muchos de ellos ahogados. Antes de que sus pies dejaran el concreto para comenzar a rozar la arena, Jacobo abrazó a Karen. El gigante muro de agua, veloz e iracundo, así los alcanzó. Comenzamos a revolcarnos juntos. Jacobo me pellizcó mi brazo izquierdo, luego se soltó. Era imposible seguir abrazados, la presión era inaudita, tratábamos de llegar a la superficie, respirar. Con mi mano derecha yo lo buscaba, con la izquierda intentaba salir. Volteé mi mano hacia atrás y lo toqué. Estoy segura que lo toqué. Fue la última vez. La fuerza y velocidad del agua eran fulminantes. Karen se revolcaba en posición fetal, se sabía sola. Junto a ella, lacerándola, pasaban techos, ladrillos, paredes, vidrios, seguramente cuerpos, un mundo que buscaba esquivar y que no era capaz ni siquiera de reconocer. Quería respirar, quería salvarse. Jacobo, una noche antes se lo había pedido -quiero que te cuides, no podría soportar el dolor de perderte-, y esas palabras reverberaban en su mente. 18 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ z La ola sísmica había entrado por el sur y unos segundos después revolvía sus aguas con otra ola gigantesca que entró por el norte. Pasó una eternidad bajo el agua y, cuando estuvo a punto de morir ahogada, su vida comenzó a proyectarse en flashazos en el interior de su mente. Todo era vertiginoso: su sobrino, hijo de su hermana, un pequeñito al que adora y que justamente ese día cumplía dos años, la saludaba, ¿era un adiós? Jacobo la miraba amoroso, le ponía en su dedo índice el anillo de compromiso. Uno a uno, los invitados llegaban a la boda. Los mismos asistentes, igualmente trajeaditos, arribaban ahora al sepelio de la novia, se despedían. Sus padres echaban tierra sobre su cuerpo. Karen intentaba evadirse del luto, de la muerte. Pensaba: no lo puedo dejar... anoche se lo prometí... no puedo morirme. Cuando ya no podía más, comenzó a dejarse ir. En ese preciso instante, con tres o cuatro segundos de vida más, después de haber pasado más de dos minutos bajo el agua, milagrosamente logró sacar su cabeza. Jadeó, respiró profundamente. Un instante después ya estaba nuevamente luchando bajo el agua, deglutida por el mar embravecido que cobraba más y más víctimas. Con los ojos bien cerrados, como si ella supiera que sólo así protegía su vista del infierno, Karen siguió suspendida en un incierto limbo de volteretas, pesadumbre y angustia. Sola en la inmensidad del mar, no entendía qué clase de ola era ésa, pero, después de haber podido respirar, comenzó a tener la sensación de que se salvaría. Pasó cuatro prolongados minutos bajo el agua, con una compasiva interrupción intermedia donde inhaló cálido oxígeno. Karen finalmente salió. La ola la dejó suspendida, de espaldas al mar, sobre escombros que bajo sus pies culminaban en un suave colchón. Estaba a cerca de cuatro metros de altura de la playa misma, y como a medio kilómetro de donde el tsunami, la ola del puerto, la recogió. Abrió por vez primera sus ojos, respiró exaltada y comenzó a gritarle a Jacobo. Sus angustiosos gritos no cesaban: “Jacobo... Mi amor... ¿Dónde estás, Jacobo?... No me dejes sola... Jacobo... Mi vida... Jacobo”. Sólo el cínico rugido del mar, lograba acallar sus desesperados lamentos. Su clamor era tan intenso que tardó unos segundos en poder escuchar a un hombre, a su lado, que gemía pidiendo ayuda. Entre vidrios rotos, techos de bungalows, puertas y vigas de madera, trozos de concreto que unos minutos antes fueron pared y cobijo, había un joven de 25 años con el rostro desgajado, no tenía un ojo y su cara estaba tan tasajeada que la marea, al descender, se teñía de rojo. Desde el tobillo hasta la cadera tenía una herida a flor de piel, el hueso estaba desnudo. El joven se desangraba. Karen intentó desatorar una sábana de entre los escombros, ésta no cedía. No había ni un pedazo de tela para hacerle un torniquete, no había forma de salvarlo. “Help me, I’m dying”. Ella, desesperada, también en shock, trató de tranquilizarlo: “Were you alone?” “No, with my girlfriend”, respondió jadeante. “Help me, help me”. Murió a los pocos instantes. Ahí, junto a ella. Sólo hasta ese momento se atrevió voltear a mirar su propio cuerpo. También estaba herida, la sangre escurría por todas las rajadas, cerca de una decena entre el tronco, los brazos, dedos y ambas piernas. En su rodilla izquierda se alcanzaba a ver la rótula, pero podía moverla. Nada parecía estar roto. El mar a la distancia lucía tranquilo, sosegado, una tina esmeralda. Ya había destrozado, desgarrado las entrañas del mundo. Ahora parecía descansar. Maldito, hipócrita, te odio, le gritaba Karen al manso océano, mientras se desgañitaba llamándole también a Jacobo. Tuvo entonces pánico que pudiera venir otra ola. Miró hacia la isla, desgajada y pestilente. Los caños se habían roto, el olor comenzaba ya a ser nauseabundo. Junto a ella había miles de peces y moluscos muertos, los humanos estaban enterrados bajo desechos, cascotes y montañas de arena. Karen alzó la vista y sobre la azotea de un edificio de tres pisos, no muy lejos, detectó que había unas doscientas personas gritando, gesticulando aterrorizadas. Algunas más, en un edificio más bajo, le llamaban a ella. 19 capítulo 2 29/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Cuarta parte Deambulando para sobrevivir A medida que ascendían, podían ver la zona devastada. El paraíso era fango y horror, escombros, bosques de muertos Q uienes aterrorizados advirtieron desde aquella azotea la devastación total, percibían con estupor la presencia de Karen. No podían creer que de aquellas aguas malditas renaciera esta mujer, esta Ave Fénix que surgía de las cenizas como pájaro mítico para ofrecer esperanza ante tanta muerte y destrucción. La miraban estupefactos, querían ayudarla, asegurarse de que pudiera sobrevivir. Karen tenía la vista nublada, trastabillaba, no paraba de gritarle a Jacobo. “Leave him”, “leave him”, le gritaban desde la azotea del edificio al constatar que ella trataba de jalar una sábana. Quizá ya no era para hacerle un torniquete al hombre que estaba a su lado, sino para cubrirlo y darle un respeto final. Ella entendió que debía irse. Dos jóvenes alemanes, atrás de una barricada de despojos, le indicaban cómo salir. Le señalaban el techo de un bungalow y el resto del trayecto que debía seguir para lograr alcanzarlos. Paso a paso, fue abriéndose camino. Llegó a sentir que entre los escombros pisaba cuerpos aún calientes. Deambulaba temerosa, espantada. Jacobo, Jacobo, insistía. Quería que donde quiera que él estuviera, supiera que ella lo llamaba, que estaba cerca. Seguía a pie juntillas las indicaciones de los alemanes, pero tropezó con el vidrio de una ventana. Éste se hizo añicos y ella cayó más de medio metro, hiriéndose aún más. Su vida seguía pendiendo de un hilo, sobrevivir parecía una quimera. El temor de los vivos era que el iracundo mar regresara insatisfecho. Karen se puso en manos de este par de alemanes. Su intención era ascender, alejarse del océano, elevarse hasta la cima de la montaña para ponerse a salvo. No parecía fácil. Había que colgarse de los edificios en ruinas para ir saltando de uno a otro. Karen ya no tenía fuerzas, pero no se dejaba morir. Hacía lo que le pedían. En un edificio maltrecho, vio al segundo muerto, un hombre sepultado por una placa de cemento. Ya no quería ver más; era ése sólo el principio. Nadie conocía a ciencia cierta la mag- z El temor de los vivos era que el mar regresara insatisfecho. El pánico y la adrenalina eran freno y motor. El calor y la sed eran insoportables 20 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ nitud de la tragedia. Saltaba por inercia, entre balcones, azoteas y despeñaderos. Sus guías, que presenciaron ilesos el tsunami, insistían que el maremoto no tardaría en replicar. Perdieron casi todo, papeles e inocencia, pero ellos tenían la esperanza intacta. Karen sólo pensaba en Jacobo. Yo que era cobarde e insegura, ahí entre muertos y precipicios se me quitaron todos los miedos. Ni ella misma sabe de dónde sacó las fuerzas para soportar tanto dolor. Los jóvenes alemanes, musculosos y arremetidos, no cejaban. Su objetivo era ascender. Al llegar a un peligroso despeñadero, constataron que Karen, malherida, no lograría saltar. Decidieron sostenerla entre ambos en una silla tambaleante, así cruzaron el abismo. Ya luego, con maderas que fueron hallando a su paso, improvisaron vacilantes puentes. Trepaban como hormigas, nada los hacía flaquear. Alcanzaron una pendiente de lámina, el techo destrozado que perteneció a alguna vivienda. La usaron como rampa. Karen iba descalza. Al pisar la lámina hirviente, se quemó las plantas de sus pies. Una llaga más. Para entonces, un tailandés ya se había unido al grupo. Las señas fueron igualmente útiles para expresar el desconsuelo. Karen, adolorida, cansada y desesperada, no quería ya seguir. La arena y el agua tapaban todas sus cavidades, sentía ahogo, veía y escuchaba poco, perdió la fuerza. Por primera vez temió que Jacobo estuviera muerto. Cómo podía ella salvarse sin su marido, cómo podía sobrevivir sin él. No quería ya dar un paso más. Ahí se quedaría. Sus salvadores, de quienes hoy lamenta no recordar ni siquiera su nombre, le insuflaron esperanza. Insistían que Jacobo seguramente viajó como ella entre las olas, que seguramente estaba tratando de sobrevivir en algún otro rincón de Phi Phi. Optó por creerles, por hacerle un nudo ilusorio a la cuerda del desconsuelo. Eran quizá las 11 de la mañana, el sol todavía no llegaba al cenit. Hacía tan sólo dos horas, ella y Jacobo desayunaban plácidamente. ¿Despertaría de la sofocante pesadilla? Se recargó en un tambo saturado de agua salada. El calor era infernal, el silencio escalofriante. Los dos alemanes y el tailandés estudiaban la zona y decidían cómo seguir. Sólo de vez en vez se escuchaba la voz herida de alguna víctima o el lamento ardiente de quien sobrevivió. Abotargada, pensó que moriría de un infarto. A medida que ascendían, podían ver la zona devastada. El paraíso era fango y horror, montañas de escombros, bosques de muertos. Karen seguía gritándole con desesperación a Jacobo. Le hacía promesas a Dios, sería más piadosa, más apegada a los preceptos de la religión, iría contra sí misma si fuera necesario, sólo anhelaba encontrarlo. A lo lejos vieron venir una nueva ola, implacable. Sin duda, era una réplica. La distan- cia impidió que el agua los alcanzara. Temían la tercera ola, más fuerte aún. El pánico y la adrenalina eran freno y motor, el calor y la sed eran ya insoportables. Por todos lados surgían más montañistas, escalando sin rumbo, cada uno inventando su ruta, de un edificio a otro abrían sendas que improvisaban con frágiles varas de madera. Karen recuerda a una joven desnuda, tambaleándose, asustada, que cubría sus senos con un pequeño backpack. Estaban inmersos en una jungla de salvajes, perdieron su humanidad. Cobró ella conciencia de su propio cuerpo. Tenía puesto sólo su bikini con estampado de tigre, su piel estaba llagada de sol, dolor y mar. A su paso encontró un tendedero. Tomó unos shorts azules de fútbol, una playera roja con el instintivo “staff” y unas enormes chanclas de plástico. Prendas que quizá ya nadie reclamaría. Ese sería su uniforme, sus únicas pertenencias en los días subsecuentes. Con otra playera se hizo un torniquete en la rodilla. Seguía sangrando. A falta de más edificios a la vista, sus líderes decidieron ascender trepando palmeras, como monos salvajes. Los insectos y los millones de mosquitos de esa tupida maleza parecían tener un banquete con la sangre coagulante de sus heridas. Había que seguir. Las pocas construcciones que ahora encontraron parecían acartonadas, pero estaban intactas. Modestos hogares de tailandeses en la montaña que contrastaban con los bellos bungalows de la zona turística. Justo en ese preciso momento alguien gritó: “Viene la tercera ola”. El pánico cundió y los pobladores comenzaron a correr, era un avispero de almas despavoridas. Pensando que sus amigos alemanes habían subido por una escalera, Karen tomó ese rumbo. Ahí encontró un bar. Algunos se aprovechaban de la tragedia para robarse la bebida. Sólo una mujer negra lloraba desconsolada; otros, distantes, se empinaban con cinismo las botellas de alcohol y fumaban alucinados. Karen tomó dos botellas de agua y siguió a las hordas que cruzaban una pared rota hacia la jungla tropical. Se aferró a una liana. Sus fuerzas mermaban. Se le resbaló una chancla, perdió el equilibrio y comenzó a rodar más de dos metros al vacío. Unos travestis tailandeses la escucharon caer de bruces. Hombres con busto, maquillados de mujer. Le aventaron una cuerda y poco a poco logró subir. Exhausta, llegó nuevamente al bar. Ya no había ningún occidental, solo tailandeses. Desconsolada, se sentó a llorar por vez primera. No tenía a quién seguir. Perdió a Jacobo, perdió también a sus amigos alemanes, perdió la esperanza de vivir. Eran apenas las doce del medio día y estaba sola, más sola que nunca. 21 capítulo 2 29/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Quinta parte Desde la cima No había por dónde subir, dónde sentarse. Cada pequeño espacio estaba copado por personas traumatizadas, lloriqueantes A congojada, lloró. Su alma hervía, no podía ya más. Pasó otra eternidad, hasta que se atrevió nuevamente a levantar el rostro. A través del agujero de la pared del bar, vio a un güero que escalaba. ¿Do you speak english?, preguntó. Yes. Era sueco y su novia tailandesa. Se llamaba Christian Abt; ella, Lyons Narumon, originaria de Phuket. Su objetivo era el mismo: ascender. Los locales decían que venía una nueva ola, tan violenta que cubriría la totalidad de Phi Phi. El pánico de morir se generalizaba. Karen no podía ya moverse, las heridas de sus piernas eran profundas, el dolor de tantos golpes punzaba su cuerpo. Christian la jalaba, Lyons la empujaba. Ellos también se habían hospedado en un bungalow del PP Princess, pero justamente en el minuto de la devastadora ola, estaban haciendo su check out en la recepción del hotel, alejada del istmo de arena blanca. El agua no los tocó. En aquella jungla de vegetación impenetrable, los árboles y la maleza comenzaron a volverse cada vez más espesos y abundantes. No se veía ya la playa, proliferaban los insectos y existía el temor de hallar serpientes venenosas. Las ramas latigueaban al pisarlas. Una de ellas, golpeó fuertemente en la pierna de Karen. Se le enterró en la rodilla y no había forma de parar ya el impetuoso chisguete de sangre. Christian buscó un tronco para sentarla. Traía consigo una mochilita. Le dio un Dolac y untó crema en las heridas de Karen, temía que se infectaran, había que impedir que los mosquitos siguieran acechándolas. Lloraron juntos, se abrazaron aterrorizados. Había que seguir. Durante dos o tres horas escalaron ayudándose de lianas, ramas y piedras. La vegetación era tan espesa, que no entraba ni un rayo de luz. Olía a fresco, a mojado. A lo largo del camino, Christian iba escarbando en su mochila, buscaba su celular, estaba seguro que lo llevaba consigo, pero no lo hallaba. A medida que se aproximaban a la cima, veían más y más gente. El 95% de ellos, tailandeses. No había por dónde subir, dónde sentarse. Cada pequeño espacio estaba copado por personas traumatizadas, lloriqueantes. Decidieron descender un poco, quizá del otro lado encontrarían refugio. En la terraza de una cabaña, escucharon el lamento de una niña tailandesa. Le contó a Lyons, que había perdido a toda su familia. Ahí llegó también un aldeano en busca de lesionados. Traía una maleta de primeros auxilios, quería ayudar. Poco a poco fueron llegando más personas. Karen era la única herida y se convirtió en el foco de atención. Sólo ella era una milagrosa sobreviviente. Este hombre le untó mertiolate en casi todo el cuerpo, le dio toallas sanitarias para colocar sobre las profundas heridas. Ella insistía, había que localizar a Jacobo. La gente escuchaba estupefacta su historia. Lyons traducía al tailandés. De la cabaña, salió una pareja, aparentemente de franceses. Acababan de despertarse. What happened to you?, preguntó él, con su acento francés. Para él apenas amanecía. Se z Eran pocos heridos, mucha más era la gente que buscaba huir. Había filas interminables de personas con maletas. 22 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ aterrorizó ante el rostro de Karen. Ella se miró entonces en un espejo. Daba yo lástima, hasta a mí misma. Mi pelo esponjado era la cabellera de una leona salvaje, tenía ramas, arena, escombros. Mi cara, color papel, estaba rajada. Mi mirada, triste. Les dije que regresé de la muerte, que me explotó una bomba encima, que ellos tenían la suerte de haber estado dormidos, de no haberse enterado de nada. No olvidaría ella el reflejo que le regresó aquel espejo. Su rostro sonámbulo, prisionero de la tragedia. Mientras usaba el baño, Christian y Lyons le relataron a esta pareja la pesadilla que padeció la isla. A Karen le ofrecieron su cama, un refresco y unas papas de alga que tenían. Hablaban en inglés. Sólo hasta un par de horas después, Karen sabría que la mujer no era francesa, que el esfuerzo por entenderse en inglés había sido inútil. Era ella latinoamericana. Karen se recostó, pero no pudo dormir. Cada diez minutos brincaba sobresaltada, recordaba el ahogo, la desesperación bajo el agua. Las imágenes volvían una y otra vez. Necesitaba saber dónde estaba su esposo. Salió del cuarto y vio a Christian hablando por celular. Finalmente había encontrado su aparato. Según sabrían después, sólo escasas llamadas salieron de Phi Phi, quizá no más de diez porque las líneas telefónicas se cayeron con el tsunami. Él pidió ayuda. Karen llamó a México. Eran las 4 de la mañana y su mamá contestó entre sueños. Mamá, no sé qué pasó, vino una ola, no sé si Jacobo está vivo o muerto, la isla está destrozada. Sus palabras parecían balas de metralleta. Yo estoy bien. No te entiendo, Karen, estoy dormida. Su madre prendió CNN y comenzó a ver imágenes. Hablaron 5 o 10 minutos, Karen no paró de llorar. Algunos helicópteros sobrevolaron la isla, pero era tal la devastación, que no podían descender en ningún sitio. Karen era la única herida en la cima de la montaña. Hacían señas, querían sacar a Karen de ahí, sus heridas estaban supurantes, infectadas. Del cielo no había respuesta. El francés optó por buscar cómo sustraer a Karen de Phi Phi por vía marítima. Regresó un par de horas después, esperanzado. Encontró el camino. Una lancha carguera, desvencijada, estaba por irse. Aceptaba llevársela. Fue una fortuna más de su destino. Si se hubiera quedado un día más, como les pasó a algunos lesionados que pasaron más de 48 horas en la isla hasta que llegó la ayuda inicial, las heridas pudieron habérsele gangrenado y hubiera ella podido sufrir la amputación de alguna de sus extremidades. En el puerto, los muertos ya comenzaban a apilarse, algunos estaban ya cubiertos con sábanas. Una madre se arremolinaba entre ellos buscando a su bebé ahogado. Karen se iba deteniendo uno a uno, les miraba las manos, las piernas. Evitaba los rostros. Buscaba a Jacobo y él ahí no estaba. Quizá era una esperanza. Olía a podredumbre y los moscos lo invadían todo: comida, desperdicios y muertos. El Hotel Holiday Inn, parcialmente dañado, se había convertido en hospital. Los camastros y los sillones que sobrevivieron al desastre, servían de camillas. Eran pocos los heridos, mucha más era la gente que buscaba huir. Había filas interminables de personas con maletas. Todo en la playa estaba revuelto, era inmundo. Peces muertos, puertas rotas, vidrios, desolación, montañas de cadáveres. Más de cincuenta toneladas de basura en una isla que quedó devastada en un 70%. Nuevamente Karen iba descalza, las heridas de sus pies no soportaban ningún zapato. Tenía la sensación de pisar cuerpos enterrados en la arena. El mar, a lo lejos, lucía bello e indefenso. Hacía 24 horas, Karen Michan había llegado a la isla paradisíaca con su esposo, Jacobo Hassan, y hoy ella, solo ella, viajaba embarcada en una pequeña lancha carguera, tan sobrecargada con una veintena de pasajeros, que estaba a escasos centímetros de hundirse en el océano. No viajaría así a Phuket, nunca llegarían. El objetivo era llevar a Karen a un ferry de turistas, para que la condujeran a un hospital lo antes posible. Hace 24 horas, ¿cómo pude haberle dicho a Jacobo que era ése el peor día de mi vida? No sabía yo lo que decía, no conocía la palabra tragedia. Ahora no estaba él conmigo para disculparme, para decirle que ya no vomitaba ante el mareo. Ahora sí, había pasado el peor día de mi vida. 23 capítulo 2 30/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Sexta parte La esperanza Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos los cuartos y rincones del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas estaban saturadas E n el ferry había cerca de 250 pasajeros. Algunos turistas que paseaban sin saber aún la magnitud de la tragedia, e innumerables heridos que, como ella, fueron sumándose a la embarcación. Karen no podía ya moverse, las heridas de sus piernas eran profundas, el dolor de tantos golpes punzaba su cuerpo. Christian la jalaba, Lyons la empujaba. Ellos también se habían hospedado en un bungalow del PP Princess, pero justamente en el minuto de la devastadora ola, estaban haciendo su check out en la recepción del hotel, alejada del istmo de arena blanca. El agua no los tocó. Viajamos tres o cuatro horas, ni siquiera me acordé de marearme. Mi único objetivo era dejar inscrito el nombre de Jacobo en todas las posibles listas de desaparecidos. Junto a mi nombre, injured, quedaría el de Jacobo, missing. A las diez de la noche, del mismo 26 de diciembre, Karen arribó a la isla de Phuket. En una ambulancia, junto con otros seis heridos, fue transportada al Hospital Vachira, una institución gubernamental de escasos recursos. Fue ella de los primeros lesionados en llegar. Con el paso de las horas, este hospital, que concentró a los damnificados de todas las islas tailandesas, se convertiría en un hervidero. Sentados en sillas a lo largo de interminables pasillos, un numeroso grupo de voluntarios atendía a quienes iban llegando. Un hombre le inyectó a Karen xilocaina en cada una de las heridas y sin mucho oficio procedió a coserlas. A quienes ella veía pasar, les insistía: My name is Karen Michan, I´m looking for Jacobo Hassan. Quería que alguien se apiadara de ella, que le ayudaran a encontrarlo. Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos los cuartos y rincones del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas estaban saturadas. En un cuarto al fondo de aquel hospital, viejo y sucio, leyó en una cartulina: “free email”. Había tres computadoras, todas desocupadas. En México eran las once de la mañana. En el messenger sólo estaba conectado un primo suyo que vivía en Israel. “Comunícate a mi ca- sa, pídeles que se metan a messenger”, escribió. Asimismo mandó un mensaje a los celulares de sus amigos: “Salo, Marc y Jacobo: Hola soy Karen, acaba de pasar un desastre natural en la isla, yo estoy bien, pero no sé nada de Jacobo. No sé si está vivo o no. Por favor comuníquense a mi casa, díganles que estoy bien, que se conecten a messenger”. Desesperada, buscaba más conocidos. Mateo, un amigo de la universidad, estaba conectado, pero no respondía. Escribió un mensaje y desapareció de la red: “Karen no te preocupes por tus materias, ya te arreglé todo, disfruta tu luna de miel”. Renovando la esperanza Un enfermero comenzó a llamar: Karen Michan, Karen Michan. Con enorme emoción le dijo que habían encontrado a su esposo, estaba vivo, en el mismo hospital. Tenía, sin embargo, mucha agua en los pulmones. En ese momento, en la recepción, entró una llamada de la cónsul de México en Tailandia. Festejó ella la noticia, le dijo a Karen que el Embajador se encargaría de llamarle a su familia para darles la buena nueva. En silla de ruedas la condujeron a encontrarse con Jacobo. Estaba vendada y moreteada, el camillero pensó que no podría dar un paso. Ella se desesperó ante la lentitud de su enfermero y se levantó para moverse por su propio pie. Buscó entre el medio centenar de heridos de cada cuarto. Parecía el fin del mundo. Había hombres con vidrios encajados por todo el cuerpo, otros con los huesos destrozados. La única mujer que Karen encontró era una israelí que lloraba desesperada. Le contó que había estado inconsciente varias horas y que el tsunami la sorprendió mientras dormía con su novio. Él, como Jacobo, estaba desaparecido. Escuchó historias, se contagió del dolor multiplicado, reconoció su rostro sucio y dolorido en la cara de los demás. Jacobo, sin embargo, no aparecía. Frustrada, preguntó de dónde salió la información. Pegada sobre una mampara, afuera del hospital, había un listado. Entonces lo entendió. El 276 en la lista era Jacobo Hassan y el 277, 24 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ Karen Michan Hassan. Era imposible que sus nombres fueran subsecuentes, Jacobo no había llegado con ella. Tantas veces dio su nombre y el de Jacobo, que alguien confundió los datos y los anotó a ambos como sobrevivientes. Todo era un doloroso malentendido. A la una y media de la mañana regresó a internet. Abrió su mail y, como una ironía del destino, encontró el mensaje que Jacobo le había enviado dos días antes: “Mi vida solo quiero decirte q te amo y que estas 2 semanas que hemos vivido juntos han sido las mejores de mi vida y vamos a ser los más felices del mundo. Te amo hoy y siempre, tu amado esposo”. Comenzó a recordar los momentos de la luna de miel. Se veía cantando con Jacobo las canciones de Blanca Nieves en el parque de San Francisco. Lo imaginaba corriendo para que la cámara nuevamente los tomara juntos, abrazados, ahora en ese espantoso hospital. Venían a su mente los coqueteos y los besos. Las exóticas frutas que se dieron de comer en la boca, paseando en una lancha en Bangkok. El pánico de ella y las carcajadas de él en la rueda de la fortuna de Hong Kong. Las miradas en el metro de Shangai. Los últimos momentos en Phi Phi. Extrañaba su argolla y su anillo de compromiso que se había quitado en la cabaña, un instante antes del tsunami. Anhelaba encontrar a Jacobo, nada más le importaba ya en esta vida. Al fin, su familia se conectó en messenger. Estaban todos juntos, sus papás y los de Jacobo, los hermanos y cuñados. Decían que estaban felices, tranquilos, que había sido un milagro encontrar a Jacobo. La emoción les duró sólo una hora. Supieron ahora, cerca de las dos de la mañana del día 27 de diciembre, tiempo de Tailandia, que él seguía desaparecido y que Karen los necesitaba en ese momento más que nunca. Isaac, su hermano, la sorprendió: “No te preocupes, mis papás y los de Jacobo irán para allá. Mientras tanto están por llegar mis amigos”. ¿Quiénes y qué día llegarán?, preguntó ella sabiendo que cruzar el océano desde México podía tardar más de 36 horas de viaje. “Rafa, Abraham, Marcos y Moy estarán ahí en 15 minutos”. Sin que Karen lo supiera, los amigos de toda la vida de su hermano, habían estado en Phi Phi el día 26 y se habían salvado de milagro. A la hora del tsunami, viajaban en el ferry que salió a las 9 de la mañana de Phi Phi rumbo a Phuket, porque su vuelo desde esta última isla rumbo a Bangkok salía esa misma tarde. Habían titubeado si embarcarse a las 9 o a las 11. Una decisión aparentemente intrascendente les había salvado la vida. En altamar no se sintió nada. El ferry, sin embargo, ancló un par de horas a la mitad del océano porque el capitán recibió órdenes de alejarse de las costas. Los cuatro mexicanos, según contaron después, protestaron furiosos, insistían que por z Las fotos de las víctimas del tsunami fueron colocadas en diversas bardas de la zona afectada. culpa de un marinero inepto perderían el vuelo. Ni aún llegando a Phuket estuvieron dispuestos a dimensionar la tragedia. A pesar de que el taxista les dijo que el aeropuerto estaba cerrado, se empecinaron en que ahí los llevaran. Al llamar a México para avisar que los tailandeses los tenían atrapados, sin poder viajar, la mamá de Moisés Bissu les avisó que era urgente que llamaran a Isaac Michan, en México. Fue así como pudieron ellos llegar al Hospital Vachira para encontrarse con Karen, y para darse cuenta, al fin, que Tailandia era zona de desastre. Al verlos se me iluminaron los ojos, me solté a llorar. Estaban perfumados, recién bañaditos, no sé cómo fue que el destino me los mandó. Se quedaron pasmados ante mi facha: vendada, herida, con los pelos erizados. Yo que me preocupo tanto por arreglarme, era un harapo. Me dolía hasta el último hueso. Estaba sucia, maloliente, destrozada. “Los cuatro fantásticos” se movilizarían para buscar a Jacobo en los hospitales de la isla. Llevaba ella casi 24 horas sin comer ni dormir, pero su presencia era un refrescante alivio. Mientras ellos investigaban qué hacer, Karen pasó el resto de la noche conectada en internet con amigos y familiares. Escribió el nombre de Jacobo en una infinidad de bases de datos de personas perdidas. Al recibir, por intermediación de su hermano, la foto del columpio que ella conservaba en su computadora, comenzó a añadir la imagen a las listas cibernéticas. Asimismo imprimió cientos de copias para pegarlas en el City Hall de Phuket y ten todas las mamparas imaginables. Comenzaban ya a llegar los periodistas. Un periodista latino de Reuters, se hizo cargo también de la foto. Prometió divulgarla. Todo el mundo tenía que saber que Jacobo estaba perdido, que teníamos que encontrarlo. 25 capítulo 2 31/12/2005 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ‘Yo sobreviví al tsunami’: Sexta parte La página final En México, la fotografía de Karen y Jacobo aparecía en las primeras planas de los diarios y en todos los noticieros de televisión. Ella no imaginaba que todo el País sabía de su tragedia L os amigos, hospedados en Phuket en el Hotel Metropol, le dieron a Karen vestimenta y cobijo. Intentaban que descansara, ya había padecido demasiado. Con enorme dificultad, trató de darse un baño. Tenía heridas profundas, sangrantes, algunas sin costura. Sus dedos rebanados le impedían lavarse y le resultaba imposible que el agua penetrara su cabello, saturado de ramas, arena, nudos y hojas. Se vistió con la ropa de sus amigos, inclusive con sus enormes trusas. Trató de dormir. Fue imposible. Las imágenes de la ola la despertaban agitada, no sabía dónde estaba. Temía estar cerca del mar, que todo recomenzara otra vez. Un joven chileno alto y flaco, bien parecido, tocó con insistencia a su puerta. Le contó a Karen que conoció a los mexicanos en el hospital. Se llamaba Aurelio Montes, venía de Phi Phi, del PP Princess. Desde la montaña, mientras practicaba rapel, vio cómo la ola se fue tragando la isla, arrasando con todo. También él estaba de luna de miel. Su esposa, Francisca Cooper, nadaba en la alberca. Fue ése el único momento de su viaje en que se separaron. Se resistía a creer que estuviera muerta. Lloraba desconsolado. Compañeros del mismo dolor, Aurelio y Karen regresaron al hospital para seguir buscando a sus respectivas parejas. Llevaban ya muchas horas sin sueño ni alimento. Supieron que un barco con 700 personas venía de Phi Phi, con los últimos sobrevivientes. Los heridos irían al Hospital Vachira, el resto al City Hall. Los cadáveres estaban siendo concentrados en la isla de Krabi. Karen tenía tanto frío, que no percibía el agobiante calor. Sus heridas estaban infectadas, tenía fiebre. Desganada, apoyada en un sillón que inundó de arena, buscó a Jacobo entre los nuevos damnificados. De su nariz, pelo y orejas salían minerales y lodo. Ya no escuchaba, sentía presión en los oídos, estaban taponados. Le dolía todo el cuerpo, desde el dedo gordo hasta el último músculo del torso y los brazos. Los moretones se extendían, las heridas seguían sangrando. Ninguno de los nuevos damnificados había sobrevivido a la ola, eran heridos con rajadas le- ves. ¿Cuántos muertos habría?, pensaba Karen. Comenzó a perder la esperanza. A ratos, regresaba al internet. Sus amigos de México la criticaban, no la podían entender. Insistían en que Jacobo estaba vivo y que ella se equivocaba en dudarlo. Entre más los escuchaba, más culpable se sentía. A las afueras del City Hall, ella y los cuatro fantásticos se subieron de camión en camión. Llevaban la fotografía de Jacobo, se la mostraban a todos los pasajeros para preguntarles si alguien lo había visto. Sí, respondió un hombre, viene en otro camión. Se subieron a más de una veintena de ellos. Era falso, Jacobo no estaba ahí. Los reporteros y las antenas de todo el mundo comenzaron a llegar. Asimismo los representantes de embajadas. Karen ya contaba con el apoyo de México. Quiso también hablar con el Embajador de Israel, su madre es israelí. Le pidieron signos particulares de identidad de Jacobo. Fue recordando: cicatriz en forma de I latina en la rodilla, tornillos y placa de metal en la muñeca izquierda, cicatriz en forma de Z en esa misma muñeca, rayas en la frente, cicatriz de lunar en el cachete derecho, cicatriz en la nalga, circuncidado. Le solicitaron asimismo las placas de los dientes, pediría que se las enviaran sus familiares desde México. El Gobierno tailandés comenzó a pegar en una pared las fotografías de los muertos. Eran irreconocibles. Estaban deformes e hinchados por los golpes y el agua; las narices infladas, los ojos saltones, el rostro verdoso y en algunos casos morado, negruzco o putrefacto. No podía ni siquiera definirse a ciencia cierta, si la víctima había sido oriental u occidental, joven o viejo, hombre o mujer. Los expertos aconsejaban enfocar la atención sólo en la forma de las cejas, en las entradas del cabello. El número de fotos de cadáveres era creciente. Algunos, con los ojos bien abiertos parecían, sorprenderse ante el mundo que dejaban. ¿Cómo podía uno soportar tanto dolor, tanto estrés, tanta frustración? Pasaban los días revisando los hospitales de Phuket, las fotografías de muertos y hasta la morgue en Krabi. Jacobo 26 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ no aparecía. ¿Podía aún estar inconsciente? En México, la fotografía de Karen y Jacobo aparecía en las primeras planas de los diarios y en todos los noticieros de televisión. Ella no imaginaba que todo el País sabía de su tragedia, ella se había convertido en una figura pública. Gente que tenía años de no ver le mandaba mensajes. Le insistían en que tenía que ser fuerte -cómo si no lo fuera-, que todo volvería a la normalidad. Una persona inclusive le relató que habló con una vidente, le aseguró que a Jacobo, aún inconsciente, lo estaban cuidando unos nativos en una isla cercana. Se recuperaría. Todos se sentían con la capacidad de insuflarle esperanza a Karen, y ello, paradójicamente, la quebraba. Deseaba encontrarlo; deseaba también poder empezar a vivir su duelo aceptando la verdad. El miércoles llegaron los papás de Karen y de Jacobo a Phuket. En el camino al aeropuerto, sonó el celular. Era un reportero de la revista Proceso. Karen no quiso atenderlo, sentía violada su intimidad. Al ver a su madre, buscó su abrazo. Estaba Karen serena, fuerte, no derramó una sola lágrima. Los reporteros y corresponsales de agencias comenzaron a acosarla, los flashazos no paraban. Buscaban víctimas, y Karen, cuya fotografía estaba en todos los rincones de Phuket, era ya vieja conocida. Me sentía invadida, me acosaban como si fuera estrella de Hollywood caminando sobre la alfombra roja. Les pedí una y otra vez que me dejaran en paz. No querían escuchar. Harta y desesperada, me levanté a gritarles con una furia incontenible que ya era suficiente dolor, que no soportaba más. Perdí el control. Esa imagen de franca deses-peración fue la que recorrió el mundo. Los periodistas, con gran cinismo, se aprovecharon de mí, buscaron exasperarme y obtuvieron su premio: la toma morbosa que tanto anhelaban. Karen, que estudia comunicación, comenzó a cuestionar la irresponsabilidad, la falta de ética de tantos periodistas. Hubo reporteros que llegaron a declarar que estaban informados porque eran “los mejores amigos de la familia”. De la noche a la mañana, Karen se llenó de “nuevos amigos”, gente chismosa que se engalanaba con su tragedia. Ese mismo miércoles, en México se anunció en la radio que Jacobo había ya aparecido. Era una mentira más. Las heridas de Karen estaban muy infectadas y su salud mermaba. Su madre la llevó a un hospital privado donde descosieron y rasparon. Esa dolorosa tortura de someterse a arañazos para evitar que las heridas supurantes cicatrizaran, fue inevitable durante más de una semana. Los padres de Jacobo y el papá de Karen, después de recorrer los hospitales de Bangkok, Patong y Phuket, de revisar las interminables listas de cadáveres y de visitar la morgue, tomaron la decisión de viajar en lancha a Phi Phi. Sólo encontraron montañas de cadáveres en bolsas azules. Era un pueblo fantasma, pestilente. El papá de Karen quiso llegar al PP Princess. Ya no existía más. Al estar ahí, se dio cuenta de que su hija había vuelto a nacer. El desconsuelo de aquella isla era devastador, no había ya ninguna señal de vida. Un sueco, que también buscaba a algún familiar, les pidió aventón de regreso en la lancha. Traía consigo una bolsa de plástico que encontró en la isla. Estaba llena de pasaportes. Él no había hallado nada, pero a la mejor ellos corrían con mejor suerte. Milagrosamente apareció el pasaporte de Jacobo. Le preguntaron a Karen si Jacobo traía su pasaporte consigo. Ella respondió que no, ni siquiera supo por qué se lo preguntaban. Horas después, al hilar los cabos, recordó que Jacobo había regresado al cuarto para buscar su pasaporte, quería cambiar traveler checks porque ya no tenían dinero. Ante la desesperanza y la incapacidad de buscar más, ambas familias regresaron a México el 2 de enero. Unos días antes, Karen recibió en el hotel las dos petacas que ella y Jacobo habían dejado en custodia en el muelle de Phuket. Los encargados, al ver su fotografía y constatar que 27 capítulo 2 CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’ ella sobrevivió, la buscaron. Karen ni se acordaba de aquel equipaje, pero los agentes marítimos sí. No querían quedarse con lo que no les pertenecía. Le regresaron inclusive el dinero que ella y Jacobo habían pagado para el taxi que los llevaría del muelle de Phuket al aeropuerto. En México, Karen comenzó a dormir con la pijama que Jacobo había dejado en la maleta olvidada. En sueños le rogaba que le mandara alguna señal, necesitaba saber si estaba vivo. La madrugada del 5 de enero, en la morgue de Krabi, los israelíes de Zaka, con la ayuda de un detector de metales, encontraron la placa en la muñeca de Jacobo. Todas las señas de identidad coincidían. Curiosamente, él esperaba a regresar de su luna de miel para retirar los clavos y la placa de esa fractura antigua. El cuerpo había sido hallado en Phi Phi el 31 de diciembre, a la hora en que sus padres recorrieron la isla. En una de aquellas bolsas azules acababa de ser introducido Jacobo. El equipo que limpiaba los cadáveres, con irresponsabilidad, quitó los pasaportes y las señas de identidad de los cuerpos. Por eso, el pasaporte de Jacobo estaba ahí. Jacobo llegaría a México el día 8, para ser enterrado el domingo 9 de enero. El cuerpo estaba ya tan descompuesto y desfigurado que nadie se atrevió a abrir la caja. Así se le dio sepultura. Karen llegó a dudar que hayan enterrado a Jacobo. Sólo se convenció cuando unas semanas después, Julián Ventura, Director para Asia-Pacífico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, le llamó para decirle que por un error del equipo tailandés, el cuerpo llegó a México sin una bolsa que debía haberlo acompañado. Él la tenía en su poder, quería entregárselas. La bolsa contenía el reloj que Jacobo llevaba puesto y su argolla matrimonial con el nombre de Karen y la fecha de su matrimonio, 4 de diciembre del 2004, grabados en el interior. No había duda, era Jacobo Hassan Cassab. El ciclo logró cerrarse. En México, descansaría en paz. Después de la pesadilla, mi futuro aún es incierto, dice Karen. No olvidaré jamás aquel 26 de diciembre del 2004, no olvidaré nunca a Jacobo. He dejado de ser chillona e insegura. Yo también me sorprendo de lo que pasé y de la fuerza con la que lo enfrenté. Quizá sobreviví porque tengo una misión en la vida. Aún no la conozco, pero estoy segura de que lograré cumplirla. Fin. z Un sueco le pidió aventón al papá de Karen, traía consigo una bolsa de plástico llena de pasaportes, que encontró en la isla. 28 en los espectáculos y deportes capítulo 3 29/12/2004 en los espectáculos y deportes De cara a la tragedia Personajes del mundo del espectáculo fueron afectados por los desastres ocurridos en Asia L as recientes olas gigantescas que devastaron varios países asiáticos se toparon por igual a actores, modelos y deportistas, y aunque algunos sobrevivieron a la tragedia, como la modelo Petra Nemcova y el actor Jet Li, otros, como Sir Richard Attenborough, lloran la desaparición de sus seres queridos. Muere nieta de Attenborough Una nieta del actor y director británico Richard Attenborough murió en la isla tailandesa de Phuket por el sismo, confirmó una amiga de la familia en un comunicado. La nieta fallecida es Lucy, de 14 años, mientras que su madre, Jane, y su abuela paterna, Jane Holland, se encuentran desaparecidas. Mejor suerte corrieron el padre de Lucy, Michael Holand, y su hermano, Sam, que sobrevivieron a la catástrofe, en tanto que su hermana Alice, de 17 años, es tratada en un hospital. Sólo se lesiona una pierna Con una pierna ligeramente lastimada, el actor chino Jet Li al parecer aún se encuentra en las Islas Maldivas, donde sobrevivió al “tsunami”. Fathimath Raheel, de la oficina de Turismo de Maldivas, afirmó que el protagonista de la película Héroe se encuentra bien, al igual que los futbolistas de la selección italiana (Paolo Maldini, Lucatero y “Pipo” Inzhagi). z Jet Li “El señor Jet Li y los futbolistas están vivos y probablemente con buena salud. No estamos seguros de que hayan dejado ya las Maldivas”, señaló por correo electrónico. De acuerdo con el periódico chino Singtao Daily, Li se encontraba con su hija de 4 años en la habitación del hotel al momento del desastre. Sobrevive modelo aferrada a palma La supermodelo Petra Nemcova logró sobrevivir al maremoto agarrándose durante ocho horas a una palmera en la playa de Tailandia en la que pasaba unas vacaciones con su novio, del que no se tienen noticias. La modelo checa de 25 años, que sufre una fractura de pelvis y heridas internas, está ingresada en un hospital de Tailandia, 30 cerca de la isla de Phuket. “Se siente muy afortunada de estar viva”, explicó su publirrelacionista, Rob Shuter, en Nueva York. Nemcova, portada de la edición de trajes de baño de Sports Illustrated en el 2003 y que trabaja para Victoria’s Secret, tenía previsto pasar 10 días en la playa como regalo sorpresa de Navidad a su novio, el fotógrafo inglés Simon Atlee, de 33 años. “Habían estado ahí cinco días”, continuó Shuter. La pareja alquiló una cabaña en la playa y estaban ahí cuando las olas llegaron. “Afortunadamente Petra logró agarrarse a una palmera y se estuvo así unas ocho horas”, hasta que fue rescatada y trasladada a un hospital local, donde no ha sabido nada de Simon. “Mantiene la esperanza, pero está un poco aislada. Está en un hospital y no estoy seguro de que entienda la enormidad de este desastre”, concluyó Shuter. Nemcova habló desde el hospital con el diario Daily News, de Nueva York. “La gente gritaba y los niños gritaban por todas partes, ‘socorro, socorro’. Y tras unos minutos, los niños dejaron de oírse”, explicó. “Estaba tan rota, no podía caminar. Había tanta gente con horribles heridas, con sangre por todas partes. Era como una película de guerra”. Con información de AFP, EFE, United Press International y Omar Cabrera. capítulo 3 28/08/2005 en los espectáculos y deportes Petra Nemcova celebra la vida Siete meses después de sobrevivir al tsunami, la modelo habla de recuperarse, iniciar una organización con fines de caridad y seguir extrañando a su fallecido novio Alyssa Shelasky E l 19 de julio, la modelo Petra Nemcova, nacida en Checoslovaquia (actual República Checa), se encontraba de pie en el balcón del penthouse del Grand Hotel, en el barrio neoyorquino de Soho, rodeada por su familia y amigos (entre ellos Donald y Melania Trump) y brindó por su cumpleaños número 26. Fue un acontecimiento que casi no vive para ver. En diciembre, dificultosamente logró sobrevivir al tsunami que golpeó el sur de Asia. Aunque Nemcova era la invitada de honor, la fiesta, dice, no se trataba sólo de ella. “En realidad era una celebración de vida”. La mañana de la tragedia, Nemcova y su novio, el fotógrafo británico Simon Atlee, de 33 años, se encontraban dormidos en su cabaña en Khao Lak, Tailandia. La pareja quedó separada al precipitarse el agua al interior. Sacudida de un lado a otro por el agua, la modelo fue golpeada por trozos de madera y escombros que fracturaron su pelvis. Finalmente, terminó aferrada a una palmera, donde permaneció durante ocho horas. Nunca volvió a ver vivo a Atlee. Después de meses de recuperación en su país natal, la modelo de Victoria’s Secret y chica de portada de la revista Sports Illustrated está de regreso en Nueva York con una misión: ayudar a las víctimas de Tailandia a recuperarse de la devastación. ”Cada persona puede cambiar el mundo”, comenta. “Si ayudas a dos personas, ellas ayudarán a otras dos personas. Podemos hacer una diferencia enorme”. 31 capítulo 3 en los espectáculos y deportes “Me siento bendecida por cada día. Siento que cada día es un regalo.” Petra Nemcova P. ¿Cómo estás físicamente? R. “Hago ejercicio todos los días. Tengo que hacer mis ejercicios para no sufrir dolor. Estoy más o menos recuperada en un 98 a 99 por ciento. Nunca será 100 por ciento porque algunos huesos se movieron. Pero soy muy afortunada”. P. ¿Qué ejercicios realizas? R. “Ejercicios para fortalecer los músculos en el área de la pelvis y también para mi espalda baja y columna vertebral para mantenerlas fuertes y así no haya dolor”. ¿Cómo está tu salud emocional? R. “Me siento bendecida por cada día. Siento que cada día es un regalo. Hay días cuando estoy más triste, hay días cuando estoy más contenta; pero gracias al apoyo de mi familia y amigos, estoy muy bien encaminada para recuperarme. “Por supuesto que extraño a Simon y siento un poquito de esperanza perdida con todas las vidas que se perdieron, pero me siento agradecida por cada momento. Es una de las cosas que P. ¿Siempre tuviste una perspectiva optimista sobre la vida? R. “En general, sí. Pero esta experiencia me ha cambiado aún más para disfrutar todos los momentos, porque he andado muy a la carrera y apresurada durante los últimos cuantos años y he sido en gran parte una adicta al trabajo. Ahora puedo ver las cosas con otros ojos. Siempre me importó, siempre hice cosas por los niños, pero ahora es una mayor prioridad en mi vida”. ¿Planeas regresar al modelaje? R. “Definitivamente regresaré. Voy a intentar ir y hacerlo de forma distinta que antes: hacer las cosas con propósito y significado”. P. ¿Te parece la moda superficial ahora? R. “Me gusta tanto el modelaje. De verdad me dio mucho y no sólo el ser capaz de viajar y aprender sobre la gente, sobre países y sobre los idiomas. También me enseñó cómo ser fuerte por mí misma. Creo que ésa es una de las cosas que me ha ayudado”. P. ¿Qué encontraste a tu regreso en Tailandia en mayo? “Todo estaba muy diferente y dañado -casas y hoteles- y aún había bastante basura. No podía reconocer el lugar. Fui con mi hermana y un par de amigos. Fue muy emotivo, muy difícil, pero hermoso al mismo tiempo debido a la naturaleza y a la gente. Los admiro tanto”. P. ¿Te encontraste sufriendo flashbacks? R. “Sí, definitivamente; abrió muchas cosas. Podría ser algo bueno. Todo necesita salir para sanar”. P. Eres una inspiración para tantas personas. ¿Qué le dirías a otra gente que sufre la pérdida de un ser amado o que vive una tragedia? R. “Para mí, ha cambiado mi vida y le ha dado más significado. Creo que el mensaje es: está en el poder de nuestras mentes cómo afrontamos una situación. Y sólo tienes que decirte a ti mismo: ‘Yo puedo hacerlo, yo puedo hacerlo, yo voy a lograrlo’”. 32 capítulo 3 28/12/2004 en los espectáculos y deportes Sufren el maremoto Varios futbolistas internacionales italianos, entre ellos Paolo Maldini, ex capitán de la selección de su país, contaron sus impresiones E l deporte no se salvó de sufrir por los maremotos que devastaron Asia, y aunque salieron ilesos, futbolistas italianos, un ex tenista y un ex esquiador campeón olímpico vivieron momentos de angustia. “Acababa de llegar con la familia al aeropuerto de la capital, Male, cuando se produjo la inundación, poco antes de salir para Milán”, dijo el veterano defensa, quien llegó ayer sin novedad a su país. “Vi solamente el final de las olas. La pista de despegue en Male estaba inundada. En el aeropuerto todo estaba en calma. Posiblemente era el lugar más tranquilo de todo Male. No tuvimos tiempo de tener miedo”, agregó. “No nos dimos cuenta de nada de lo que estaba pasando. Seguimos atrapados algunas horas en la pista bajo agua y nos enteramos luego de todo por la televisión”, comentó Gianluca Zambrotta, del Juventus de Turín, que regresó a Milán en el mismo avión que Maldini. Filippo Inzaghi, delantero del Milán, sigue en cambio aún en las Maldivas. “Estamos con unas 300 personas en la recepción del hotel en la isla en espera de poder regresar”, dijo. Pero no sólo futbolistas fueron afectados. El austríaco Thomas Muster, ex número uno del tenis mundial, se vio z Filippo Inzaghi, jugador de futbol del eqipo italiano Milán. sorprendido el domingo por la mañana en su bungalow de las Islas Maldivas por las devastadoras olas gigantes provocadas por el maremoto. “A las tres de la madrugada, el bungalow donde pasaba las vacaciones comenzó a estremecerse violentamente”, describió Muster al diario austríaco Kleine Zeitung de Graz. “Luego hubo un gran estruendo cuando una ola de tres metros pasó por encima de la casa. A los 20 segundos, todo había pasado”, añadió el ex tenista. 33 La “vieja gloria” del esquí sueco Ingemar Stenmark, de 48 años, logró ponerse a salvo a tiempo de las gigantescas olas de varios metros de altura en su lugar de vacaciones en Khok Koli, unos 50 kilómetros al norte de la localidad tailandesa de Phuket, una de las más afectadas. El campeón olímpico de slalom y slalom gigante de 1980 consiguió escapar junto a una amiga escalando hasta un lugar más alto. Con información de DPA capítulo 3 27/12/2004 en los espectáculos y deportes Huyen jugadores de tragedia en Asia E l maremoto que ayer (tiempo de México) asoló el sur asiático obligó a varias figuras del futbol italiano, entre ellas los milanistas Paolo Maldini y Filippo Inzaghi, a adelantar el final de sus vacaciones invernales en las islas Maldivas. Gianluca Zambrotta, jugador de la Juventus, Cristiano Lucarelli, del Livorno, Alesandro Nesta, del Milán, y Marco Materazzi, del Inter de Milán, han sido otros de los jugadores que fueron sorprendidos por la tragedia, que hasta ahora ha causado la muerte a más de 11 mil personas, según informaciones de los gobiernos de Sri Lanka, la India y Tailandia. También el presidente del Perugia, Alessandro Gaucci, estaba en Las Maldivas en el momento del suceso. “Recuérdame a qué hora es el entrenamiento de mañana”. Con este mensaje SMS enviado ayer por Zambrotta aseguraba a su club su buen estado de salud. Paraíso turístico del Océano Indico, el archipiélago afectado por el maremoto provocado por el fuerte sismo en la isla indonesia de Sumatra está tomado por italianos de fortuna y estrellas del futbol, la televisión o del espectáculo. “Todo va bien. Estoy con Gianluca Zambrotta y acaba- mos de abordar el avión”, notificaba a su padre el capitán del Milán, Paolo Maldini, durante la tarde. Otros dos futbolistas italianos, los delanteros Filippo Inzaghi y el ex valencianista Cristiano Lucarelli también se encontraban de vacaciones en las Maldivas cuando la sacudida de la naturaleza provocó miles de víctimas. “Estoy bien, pero es cierto que hemos pasado miedo. Estamos más de 300 personas en la recepción de hotel esperando salir de la isla”, dijo Inzaghi a los dirigentes del Milán. Lucarelli, quien pasaba las vacaciones en una residencia vacacional de Baa, se comunicó con su hermano para avisarle de lo acontecido. “Hemos visto una ola de más de dos metros. He recogido a mis dos hijos y nos hemos refugiado. Hemos pasado mucho miedo. Ahora estamos en la recepción de la residencia, sin luz y buscamos un medio para abandonar la isla”, precisó. Un primer avión, con 270 pasajeros a bordo, despegó del aeropuerto de Male, la capital de las Maldivas, con destino a Italia, según informaron los servicios de protección civil italianos. Con información de EFE 34 Varios futbolistas internacionales italianos, entre ellos Paolo Maldini, ex capitán de la selección de su país, contaron sus impresiones z El italiano Paolo Maldini tuvo que terminar con sus vacaciones en las Islas Maldivas. OPINIÓN capítulo 4 16/01/2005 OPINIÓN V.S. NaipauL Tsunami: La fuerza ciega de la Tierra L o primero en lo que pensé, al ver esas imágenes, fue en la antigüedad de la Tierra. Hay algo de primitivo en la fuerza desencadenada. Mientras nos dedicamos a recorrer su superficie, ella nos ha recordado que, con un simple temblor, puede destruir y frustrar todas nuestras obras. Estamos acostumbrados a sentirnos en la cima del mundo. Desde ahí, tenemos la impresión de que podemos dominar todo lo que nos rodea. Y, cuando un suceso natural de este tipo hace que nos desplomemos, desearíamos desde lo más profundo poder emprenderla contra alguien. Pero lo único que podemos hacer es llorar de dolor y de rabia. La antigüedad de la Tierra no nos deja otra escapatoria, otro camino. Veo que también ahora, como suele ocurrir en estos casos, hay personas que buscan explicaciones, que recuerdan el pasado, que teorizan y analizan. Pero, al final, tras el desastre, lo que nos inunda es la tristeza, y no podemos hacer nada más que convivir con ella. Las culturas no reaccionan del mismo modo ante la fuerza devastadora de la naturaleza. En estos días tan dramáticos lo hemos comprobado. En los rostros hacinados frente a nuestros ojos, en esas imágenes de muerte y destrucción que han convertido el Océano Indico en el corazón del mundo, hemos podido leer, no sólo dolor, sino también dignidad. En Occidente, no debemos olvidar que los habitantes de aquellas regiones están más acostumbrados que nosotros a convivir con la tragedia, con la fuerza ciega de la Tierra. Pienso en los campesinos indios y de Bangladesh, habituados a los monzones desde la noche de los tiempos; en cada estación aguardan su paso destructor, intentan ponerse a salvo y luego vuelven a las tierras anegadas para reconstruir lo que se ha perdido. El carácter cíclico de la aniquilación y la destrucción acostumbra al espíritu humano a la incertidumbre y la precariedad. Pero también a vivir con más serenidad y valorar cada momento. He visto mucho más en esas fotografías, esas imágenes televisivas, esa tragedia de una humanidad tan lejana y, al mismo tiempo, tan próxima. Al mirar una y otra vez las imágenes de las costas sobre las que se abatió la ola, me ha llamado la atención notar que los edificios principales, los más sólidos, permanecen en pie. Lo que se ha destrozado, junto a las vidas humanas, es la impresionante e ininterrumpida hilera de estructuras turísticas. Astillas de madera, jirones de bungalows, estanterías y mostradores de tienditas. Todo ha quedado reducido a pedazos por la violencia irresistible del mar. Casi borrado. La suerte que ha corrido gran parte de lo que se ha construido para desarrollar el sector del turismo demuestra, en mi opinión, la falacia de este aspecto de la vida del hombre moderno: creo que la precariedad y la provisionalidad del turismo van unidas a la imagen de la ola que ha arrastrado las construcciones levantadas para tal fin. Y eso demuestra, a su vez, lo nuevos y jóvenes que somos en comparación con la antigüedad de esta Tierra que pisoteamos y que nos acoge. El tsunami nos ha afectado a todos. Occidentales u orientales, turistas o campesinos, ricos o pobres. Nos ha recordado que, ante la naturale- 36 capítulo 4 OPINIÓN “Lo que se ha destrozado, junto a las vidas humanas, es la impresionante e ininterrumpida hilera de estructuras turísticas. Astillas de madera, jirones de bungalows, estanterías y mostradores de tienditas. Todo ha quedado reducido a pedazos por la violencia irresistible del mar.” V.S. Naipaul, Premio Nobel 2001. za, somos iguales. Que conste que no soy optimista, no creo que la devastación de Asia vaya a abrir una nueva era de fraternidad y colaboración entre los miembros de la comunidad internacional. Todo esto, a mi juicio, no es más que una ilusión romántica. Después de la gran ola, las aguas se retiraron lentamente. Y, del mismo modo, una vez superada la situación de emergencia, las cosas volverán a ser como antes. No surgirá ningún nuevo espíritu de cooperación de los escombros. Al final, los pueblos del sureste asiático sólo podrán contar con sus propias fuerzas, sus propias dotes de recuperación, que son tan variadas como los países golpeados por el maremoto. India es ya un gigante económico, una potencia en vías de industrialización que se ha desarrollado gracias a su talento, a través de su cultura y su educación. No ocurre así en Indonesia o Tailandia, que no poseen una educación para el desarrollo sino que se conforman con importar proyectos y modelos económicos, sin crear uno original, que se adapte a sus exigencias. Por supuesto, una intervención de la comunidad internacional puede ser útil. Un Plan Marshall para las áreas abatidas por el tsunami tal vez sería eficaz, igual que lo fue el original, pero sólo si sabe resaltar el valor de los recursos humanos, culturales y organizativos del país que lo reciba. Y, en cualquier caso, el hombre no es sólo un animal económico, no puede desarrollarse sólo a través de modelos comerciales o industriales; eso es una utopía. El hombre es el resultado de un conjunto de combinaciones económicas -no lo niego- pero también culturales. Lo que tiene gran importancia, sobre todo, es la educación. El carácter de cada uno de nosotros se construye a partir de muchas variables, y eso es lo que hace que un individuo, una sociedad humana y un pueblo deseen mejorar, avanzar, construir un mundo en el que se pueda vivir mejor. Ahora bien, aquí conviene también frenar a los entusiastas, los que nos empujan a pensar que de un mal tan inmenso, con suerte, puede nacer un bien igualmente inmenso. No creo que el hombre pueda aprender, de lo ocurrido el día de San Esteban, mucho más de lo que ya sabía antes. La vida es absolutamente imprevisible y lo más útil que podemos hacer es aprender a convivir con la idea. Sin sobrevalorarnos ni pretender que conocemos lo imponderable. Nos ocurre a los que somos padres: siempre queremos saber dónde están nuestros hijos. Pero sabemos que no podemos controlarlos por completo. 37 Texto recogido por Stefano Citati. La Reppublica, 2005. Traducción: María Luisa Rodríguez/ El País capítulo 4 09/01/2005 OPINIÓN Isabel Turrent Después del tsunami S i la humanidad posee realmente un inconsciente colectivo, el justificado temor a la fuerza de la naturaleza debe ser uno de sus resortes primigenios. Huracanes, inundaciones, terremotos y tsunamis, junto con otros fenómenos menos destructivos como el paso de los cometas, han formado parte del imaginario colectivo desde el inicio de los tiempos. Las catástrofes naturales, o la interpretación que las sociedades que las han sufrido les han dado, han cambiado la historia muchas veces. En Oriente, durante milenios, los chinos interpretaron la fuerza destructiva de la naturaleza -terremotos o inundaciones- como un signo de que el Emperador en turno había perdido la legitimidad para gobernar y, con ella, el Mandato del Cielo. La naturaleza ordenaba un relevo político y justificaba rebeliones y alzamientos que culminaron una y otra vez con la caída del gobernante en turno y, en más de una ocasión, con el derrocamiento de toda una dinastía y el inicio de una nueva. La cara ultraterrena que se le otorgaba a la fuerza destructiva de la naturaleza estaba enraizada en circunstancias bien concretas: generalmente, las inundaciones que asolaban el corazón de China -alrededor del río Amarillo- eran resultado, en efecto, de un mal gobierno: del descuido de diques y murallas que debían repararse continuamente para evitar que el río se desbordara y barriera con plantíos y seres humanos. Dos tifones, con una diferencia de siglos, evitaron que tropas chinas invadieran Japón y convirtieran al archipiélago en una provincia más de China. Esos huracanes pasaron a la historia con un nombre que se haría tristemente célebre durante la Segunda Guerra Mundial: kamikaze o viento divino. En Occidente, catástrofes naturales cambiaron también el curso de la historia: la llamada Armada Invencible española fue derrotada por una tormenta que salvó a Inglaterra de una invasión. Milenios antes, la erupción de un volcán y el monstruoso oleaje que provocó en el Mediterráneo debilitaron para siempre al imperio minoico y a su capital, Creta. Mucho más cerca de nosotros, la aparición de un cometa derrotó al emperador Moctezuma mucho antes de que empezara el sitio de Tenochtitlán, en lo que fue el principio del fin del imperio azteca. El maremoto que devastó el sureste de Asia no tiene nada de sobrenatural, como pretenden autoridades religiosas dominadas por un pensamiento mágico animista propio de la Edad de Piedra, que pretende ver la mano de Dios en un fenómeno natural: el 26 de diciembre, un terremoto en el Océano Índico empujó verticalmente -cerca de 10 metros- el suelo marino. Ese movimiento desplazó cientos de kilómetros cúbicos de agua que empezaron a recorrer el mar a la velocidad de un jet Jumbo, destruyendo todo lo que encontraban en su camino. Si algo de milagroso hay en el fenómeno es el hecho de que, dada la inestabilidad geológica del planeta que habitamos, estas catástrofes no sean más frecuentes. El altísimo y abrumador número de víctimas que el tsunami dejó a su paso es, por lo demás, en parte, resultado de la imprevisión humana y de la miseria que el mundo no ha sabido erradicar y nada más. El maremoto en sí mismo era impredecible, pero si el Océano Índico tuviera un sistema de alarmas parecido al del Pacífico, muchísimas vidas se hubieran salvado. No deja de sorprender que la magnitud misma del terremoto haya permitido a muchos prever el tsunami que seguiría, pero que nadie haya dado la voz de alarma en ninguno de los países afectados, para no dañar a la industria turística. 38 capítulo 4 OPINIÓN Es imposible saber cuántos se hubieran salvado si hubiesen sabido que las olas barrerían las costas de aquellos países que rodean lo que fue el epicentro del maremoto: pasaron de 25 minutos a dos horas entre el terremoto y el tsunami que devastó regiones costeras en Indonesia, Malasia, Tailandia, Sri Lanka y la India, entre otros países. Tiempo suficiente para que los animales buscaran refugio, mientras decenas de miles de seres humanos perecían bajo las olas. Al parecer, la humanidad ha conservado el miedo primigenio a los maremotos, pero ha perdido el instinto de supervivencia que debió haberse disparado en el momento que el mar empezó a retirarse amenazador, antes de azotar la costa. Lo que ha sucedido después alimenta la esperanza de que imágenes como las que llenaron las pantallas de televisión a partir del 26 empiecen a cambiar la historia en dos sentidos. Por una parte, una tras otra, las naciones del planeta se han comprometido en una labor de rescate y reconstrucción con pocos precedentes: han destinado en conjunto 2 mil millones de dólares para los países arrasados por el maremoto, y diversos organismos discuten proyectos para ayudar a la región a más largo plazo. A iniciativa de Canadá y Alemania, el Club de París ha aceptado la posibilidad de establecer una moratoria sobre los pagos de la deuda de las naciones afectadas, y el Presidente Chirac propuso la creación de una fuerza civil de protección global, lista para intervenir en cualquier lugar del mundo afectado por una catástrofe natural. Iniciativas loables que, sin embargo, no tocan la raíz del problema que generó el mayor núme- ro de víctimas: la miseria que dejó sin protección a decenas de miles de habitantes de barriadas costeras, aisladas, mal construidas y miserables. Pobreza que ocupa una de las más bajas prioridades de los países desarrollados, en especial de Estados Unidos. Como señaló un editorialista del New York Times, EU reacciona con generosidad ante desastres naturales, pero otorga una ayuda promedio miserable a los países pobres. En 2003, dieron 15 centavos por cada 100 dólares de ingreso nacional: cifra ínfima, que palidece ante las necesidades de millones de pobres, y que es mucho menor que lo que otorgan países europeos como Dinamarca (84 centavos), Bélgica (60), o la misma Francia (41 centavos). El maremoto no podría dejar mejor legado que una clara conciencia en el mundo de la necesidad de emprender una lucha global y eficaz contra la pobreza. Por otra, el tsunami podría cambiar la historia de manera más inmediata en aquellos países devastados por enfrentamientos militares como Sri Lanka y la provincia de Aceh en Indonesia. Es esperanzador ver a tamiles, miembros del movimiento separatista de los Tigres, que han escenificado una guerra secesionista que ha dejado 64 mil muertos, cooperando con el Ejército que los ha combatido en la distribución de ayuda, y el cese al fuego decretado por otro movimiento secesionista que actúa en Indonesia, para facilitar las labores de rescate. El mejor inicio para el 2005, después del tsunami, sería que esa cooperación culminara en una paz definitiva. “El altísimo y abrumador número de víctimas que el tsunami dejó a su paso es, por lo demás, en parte, resultado de la imprevisión humana y de la miseria que el mundo no ha sabido erradicar y nada más” Isabel Turrent 39 capítulo 4 30/12/2004 OPINIÓN Modesto Suárez Tsunami “L o inesperado del suceso y la enorme dimensión de la destrucción que ahora vemos, hace difícil describir lo que sucedió. La mejor comparación es una transformación repentina del escenario, pero a una escala colosal y con plena conciencia de que se trata de algo real (pues en un cuento de hadas eso sucede debido a la magia de la varita del hada), miles de personas han muerto en un breve instante, una destrucción sin igual se ha producido entre nosotros.” Las palabras anteriores bien pudieran provenir de un testigo del maremoto ocurrido el domingo pasado en el Océano Índico. Empero, el testimonio antes citado fue escrito por el ingeniero holandés R. A. van Sandick, quien a bordo del vapor Gouverneur-Generaal Loudon pudo constatar los efectos devastadores de los tsunamis producidos por la erupción de un volcán el lunes 27 de agosto de 1883 en la isla de Krakatoa, situada en el Estrecho de la Sonda entre Sumatra y Java. De acuerdo con el cónsul británico de Batavia (ahora Yakarta, capital de Indonesia) “...la costa sureste de Sumatra sufrió un influjo marino severo y repentino, y casi con toda seguridad perecieron miles de los habitantes de las aldeas situadas en la costa”. Algunas aldeas desaparecieron con todo y habitantes; en un poblado de Java murieron unos 10 mil individuos. En total, unas 36 mil 500 personas perdieron la vida y miles más resultaron heridas. A diferencia de las erupciones de otros volcanes, la destrucción de bienes y vidas en la re- “Nuestro paraíso se ha convertido en un infierno.” Moira Lee, turista estadounidense, Phuket, Tailandia gión del Estrecho de la Sonda se debió no tanto a los gases, las cenizas y la lava producidos por las explosiones del volcán Krakatau, sino por los tsunamis resultantes de los sismos producidos por la erupción. Tsunami es una palabra de origen japonés que significa “ola gigantesca”. Ésta se produce a consecuencia del choque o la fricción de las placas tectónicas situadas en el fondo del mar. El tsunami es una sucesión de olas marinas que forman una especie de tren cuya longitud puede alcanzar cientos de kilómetros. La velocidad del desplazamiento de las olas está 40 capítulo 4 OPINIÓN relacionada directamente con la profundidad del mar: en aguas profundas el deslizamiento de las olas puede superar los 700 kilómetros por hora y pueden viajar a una distancia de miles de kilómetros; en aguas superficiales la velocidad disminuye a unos 40 kilómetros por hora. En lo que se refiere a la altura de las olas hay un efecto opuesto al anterior: entre más profunda sea el agua, más pequeñas serán las olas; y entre más superficiales sean las aguas, las olas serán de mayor altura. Por eso el tsunami causa tanta destrucción y algunos lo describen como un muro de agua. Un tercer factor que explica el mayor o menor poder destructor del tsunami es la configuración de la costa: si ésta es plana ofrecerá menor resistencia a las olas invasoras y habrá mayor destrucción; si posee relieves, como riscos y acantilados, el efecto destructivo del tsunami se verá reducido. Los tsunamis de Krakatoa acumularon un gran poder destructivo. No por nada este fenómeno natural ha sido recordado en el cine y ha sido objeto de estudios históricos, como el reciente libro escrito por Simon Winchester, subtitulado nada menos como “El día que el mundo explotó”. Sin embargo, los tsunamis originados por el sismo ocurrido a unos 250 kilómetros del extremo norte de Indonesia el domingo pasado superaron con mucho las pérdidas en vidas y bienes como consecuencia de la erupción de Krakatoa. El terremoto del pasado día 26 tuvo una fuerza aproximada de 32 mil megatones, esto es, el equivalente a 32 mil bombas atómicas como las arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Las olas se desplazaron a gran velocidad por el Océano Índico y el Golfo de Bengala y llegaron hasta las costas de Somalia en Africa oriental, a 7 mil kilómetros de distancia. Siete países fueron afectados: Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia, Maldivas, Malasia y Birmania. Por ahora, la pérdida en vidas supera los 80 mil muertos (siendo niños la tercera parte de ellos) y miles y miles de heridos y desaparecidos. La Cruz Roja Internacional calcula que el número de muertos podría superar la cifra de 100 mil. Las pérdidas materiales son enormes. Para algunos países a las condiciones de vida de por sí difíciles se ha agregado el mayor desastre natural en la historia de la humanidad. Sri Lanka, por ejemplo, ha sufrido durante décadas una guerra civil entre el gobierno de Colombo y los “Tigres” tamiles, quienes luchan por lograr la independencia de la región norte de esta isla colocada al sureste de la India. Hasta el martes 28, Sri Lanka había registrado 11 mil muertos y unas 250 mil personas sin hogar. Krakatoa y el reciente maremoto del Océano Índico, separados por 121 años de distancia, presentan una semejanza increíble: la población afectada fue tomada totalmente desprevenida. Pescadores realizaban su labor en el mar, bañistas disfrutaban de la playa, niños jugaban, turistas descansaban en sus hoteles, viajeros se trasladaban por tren, la mayoría de la gente, en fin, desempeñaba sus actividades cotidianas sin la menor sospecha de la llegada del tsunami. ¿Cómo, después de 121 años, es posible que no exista en el Océano Índico un sistema de alarma similar al instalado desde hace años en el Océano Pacífico? 41 DESPUÉS DE LA TORMENTA... capítulo 5 27/12/2005 DESPUÉS DE LA TORMENTA… Recuerda el mundo la furia del tsunami Conmemoran un año del peor desastre natural en Asia. Millones rinden homenaje a más de 200 mil víctimas, mientras Indonesia activa sus alarmas preventivas E l mundo recordó ayer la furia desatada por una gigantesca marejada tras un sismo que dejó hace un año más de 200 mil muertos en 12 países del océano Índico, en la peor tragedia natural registrada en la historia moderna de Asia y el mundo. Desde la destruida provincia de Ache, en Indonesia, hasta los paraísos turísticos de Tailandia, las exuberantes selvas de Sri Lanka y las aldeas de pescadores de la India, los dolientes se reunieron en conmemoraciones oficiales y en pequeñas ceremonias personales. En Ache, la más cercana al sismo que generó las olas gigantes y donde se recibió casi el total del impacto de las mismas, el Presidente Susilo Bambang Yudhoyono puso en funcionamiento una de las sirenas que forman parte del nuevo sistema de advertencia a la población civil ante posibles catástrofes naturales. “Fue bajo el mismo cielo azul, exactamente hace un año, que la madre tierra desató su poder más destructivo sobre nosotros”, dijo Yudhoyono. “El ataque se inició con un potente sismo, pero... ése fue solamente el preludio de la espantosa catástrofe”. En Sri Lanka, el Presidente Mahinda Rajapakse se reunió con sobrevivientes cerca del sitio de un letal accidente de trenes. En Tailandia, algunos aldeanos se negaron a tomar parte en las ceremonias, indicando que los rituales eran costosos y sólo buscaban atraer a turistas y hacer quedar bien al gobierno. En la India, miles asistieron a un servicio de varias creencias religiosas en una iglesia del Siglo 18. Por otra parte, Suecia, Alemania, Finlandia y Noruega figuraron entre los países euro- peos donde se realizaron ceremonias en homenaje a sus ciudadanos muertos en el tsunami. La enorme ola mató en Tailandia a más de 2 mil 400 extranjeros, muchos de ellos turistas europeos. De los países europeos, Suecia fue uno de los más afectados, con 526 muertos y 17 desaparecidos. Hace un año, un terremoto de magnitud 9, el más potente de las últimas cuatro décadas, estremeció el lecho marino cerca de la isla de Sumatra, desplazando miles de millones de toneladas de agua y generando olas de 10 metros de altura que se diseminaron por todo el océano Índico a velocidades subsónicas. 43 El tsunami barrió con poblaciones enteras en Ache y Sri Lanka, borró cinco centros vacacionales de cinco estrellas en Tailandia y alcanzó a las comunidades costeras de India y África con una fuerza incontenible. “Fue tan brutal, tan rápido y tan grande, que todavía hoy somos incapaces de comprenderlo en su totalidad”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en un mensaje en video presentado durante la ceremonia en Ache. Al menos 216 mil personas murieron o desaparecieron bajo las aguas, de acuerdo con datos obtenidos a partir de cifras de agencias. AP capítulo 5 07/12/2006 DESPUÉS DE LA TORMENTA… Sepultan a últimos muertos del tsunami El tsunami: Descansan en paz... dos años después T ailandia comenzó ayer a enterrar a las últimas 110 víctimas no identificadas del tsunami que sacudió en diciembre de 2004 el Océano Índico, en una ceremonia interreligiosa celebrada cerca de las playas en las que murieron. Religiosos católicos y musulmanes y monjes budistas presidieron los entierros en grandes cámaras de cemento de las que los cadáveres, bien protegidos, podrán ser recuperados si los investigadores consiguen identificarlos con las muestras de ADN u otras pruebas. Los ataúdes de aluminio fueron introducidos en una cámara de cemento creada en el suelo arenoso de un cementerio situado a unos tres kilómetros de las playas de Khao Lak donde murieron turistas, trabajadores y pescadores, durante la temporada alta turística de hace dos años. AP 44 Última morada Los 110 cadáveres fueron sepultados cerca a la playa de Khao Lak, una de las zonas más golpeadas por el tsunami de diciembre de 2004 en el que murieron más de 200 mil personas + Los cuerpos fueron empacados en bolsas y ataúdes especiales para hacer posible la toma de nuevas muestras de ADN. + En la ceremonia participaron líderes espirituales de varias religiones, entre ellos varios monjes budistas. capítulo 5 27/12/2009 DESPUÉS DE LA TORMENTA… Recuerdan tsunami... con sismo M onjes budistas cantaron ayer en las playas de Tailandia y miles de personas rezaron en las mezquitas de Indonesia para conmemorar el tsunami que hace cinco años mató a 230 mil personas en Asia, mientras los lugareños de la costa oriental indonesia vivieron momentos de pánico cuando un sismo de 6w grados sacudió la zona.s playas en las que murieron. El tsunami barrió las costas del Océano Indico en 12 países el 26 de diciembre de 2004, en uno de los peores desastres naturales de la historia. El sismo de ayer, que no dejó heridos ni daños materiales, afectó la isla de Saumlaki donde se reportaron apagones. Mientras tanto, en Tailandia, cientos de pobladores y de extranjeros regresaron a la playa Patong en la isla de Phuket para guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas del siniestro. En la provincia indonesia de Aceh, que sufrió las peo- 45 res pérdidas, cientos de sobrevivientes rezaron en las mezquitas y junto a las tumbas colectivas donde yacen miles de cuerpos. En Indonesia, cerca de 167 mil personas perdieron la vida. A cinco años de la tragedia, la mayoría de las zonas afectadas ha sido reconstruida, salvo algunas excepciones, como Sri Lanka, donde la corrupción se adueñó de gran parte de la asistencia humanitaria. AP y AFP capítulo 5 24/12/2011 DESPUÉS DE LA TORMENTA… Desapareció en tsunami... y vuelve 7 años después U na familia de Aceh, al norte de la isla indonesia de Sumatra, encontró a su hija siete años después de que desapareciera arrastrada por el agua durante el tsunami que afectó la región en 2004, informaron medios locales. Mari Yuranda, de 15 años, apareció el miércoles en un bar de la localidad de Meulaboh, donde llegó en autobús desde la capital provincial, Banda Aceh. La joven dijo que intentaba regresar a casa pero que no recordaba el camino ni el nombre de sus familiares, excepto el de Ibrahim, que resultó ser su abuelo. Un cliente del bar conocía a ese hombre y se puso en contacto con el abuelo, quien avisó a los padres de la niña. Éstos reconocieron a su hija por un pequeño lunar en la cadera y una cicatriz en la ceja que se hizo cuando tenía seis años. “Cuando vi a mi madre, supe que era ella; sencillamente lo supe”, dijo Mari a los medios. La joven desapareció en la aldea de Ujong Baroh, en la costa de Aceh, cuando el agua la arrancó del brazo de su madre, Yusniar. Cuenta que durante los siete años de ausencia vivió en Banda Aceh, donde habría sido obligada a trabajar como mendiga, pero que había sido liberada la semana pasada. Los padres de la niña explicaron a sus tres hijas que se las llevó el tsunami y que ya habían perdido la esperanza de encontrarlas. El 26 de diciembre de 2004, un terremoto submarino de 9.1 grados causó un tsunami que destruyó localidades costeras de una docena de países bañados por el Océano Índico y mató a 226 mil personas. Aceh fue la zona más afectada por el maremoto, con 164 mil fallecidos. Agencias z Mari Yuranda 46