Tsunami 26Dic2004

Transcripción

Tsunami 26Dic2004
grupo reforma
TSUNAMI
A 10 años de la tragedia, Grupo Reforma recuerda la
madrugada del 26 de diciembre de 2004 cuando olas gigantes
azotaron las costas de 11 países del Océano Índico
Índice
capítulo 1. los hechos
‘El mar estaba donde iba el cielo’ . . . . . . . . . . . . . 4
Es temblor de 9.3 causa del tsunami . . . . . . . . . . . 5
Sacude al mundo maremoto en Asia . . . . . . . . . . . 6
Regreso al infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Lo insólito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
‘Podrían haber evacuado’ . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
capítulo 2. Crónica: ‘Yo sobreviví al tsunami’
Primera parte: El intempestivo tsunami de Karen . . . . 14
Segunda parte: Las despedidas . . . . . . . . . . . . . . 16
Tercera parte: El infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Cuarta parte: Deambulando para sobrevivir . . . . . . 20
Quinta parte: Desde la cima . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Sexta parte: La esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Séptima parte: La página final . . . . . . . . . . . . . . 26
capítulo 3. en los espectáculos y deportes
De cara a la tragedia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Entrevista / Petra Nemcova celebra la vida . . . . . . . 31
Sufren el maremoto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Huyen jugadores de tragedia en Asia . . . . . . . . . . 34
capítulo 4. OPINIÓN
V.S. Naipaul / Tsunami: La fu erza ciega de la Tierra . 36
Isabel Turrent / Después del tsunami . . . . . . . . . . 38
Modesto Suárez / Tsunami . . . . . . . . . . . . . . . . 40
capítulo 5. DESPUÉS DE LA TORMENTA...
Recuerda el mundo la furia del tsunami . . . . . . . . . 43
Sepultan a últimos muertos del tsunami . . . . . . . . 44
Luis de Uriarte Guerrero
Subdirector de internet
Recuerdan tsunami... con sismo . . . . . . . . . . . . . 45
Elvira Carrasco Rueda
Editora
Desapareció en tsunami... y vuelve 7 años después . . 46
Etson O. Castro García
Diseño
GRUPO REFORMA
los hechos
capítulo 1
27/12/2004
los hechos
‘El mar estaba
donde iba el cielo’
Arrasa maremoto en el sur de Asia; hay 14 mil muertos
E
n la mañana del domingo, cuando los turistas disfrutaban el sol
y la playa, el mar se
alejó de las costas de
siete países asiáticos y regresó
abruptamente en forma de olas
gigantes que dejaron un saldo de
más de 14 mil personas muertas,
miles de heridas y otras tantas
desaparecidas.
4
“Miré hacia arriba y de
pronto había agua donde debía estar el cielo. No era una ola
normal, era todo el mar”, relató
Caroline Woods, quien paseaba
por un mercado en el sur de
Tailandia cuando se produjo el
maremoto.
“Por todas partes había gente gritando, el agua ascendió
probablemente 60 metros sobre
la playa, todo quedó destruido”,
contó desde el hotel Hilton Arcadia, en playa Karon.
Los países más afectados
por el terremoto son Sri Lanka,
Indonesia, India, Tailandia, las
Islas Maldivas, Bangladesh y
Malasia, aunque los efectos del
sismo se sintieron inclusive en
la costa africana.
Las olas de más de 10 metros de altura fueron producidas por el terremoto más fuerte
de los últimos 40 años. Según
el Servicio Geológico de Estados Unidos, el sismo alcanzó
una intensidad de 9 grados en
la escala de Richter.
Es decir, fue casi 200 veces
más potente que el que azotó a
la Ciudad de México el 19 de
septiembre de 1985, de acuerdo
con un comparativo del Servicio Sismológico Nacional.
“Había unos turistas asoleándose y se los llevó el mar”,
relató el fotógrafo Simon Clark,
quien se encontraba de vacaciones en la isla tailandesa de
Ngai.
“De repente llegó esta ola
enorme, recorriendo la playa,
destruyendo todo a su paso (...).
La gente que practicaba el buceo cerca de la superficie fue
arrastrada a lo largo de los arrecifes de coral y arrojada a la playa”, agregó.
La prensa informó que una
pareja de mexicanos, Karen Michan y Jacobo Hassan, estaban
de vacaciones en Phuket, Tailandia.
Según los reportes, Hassan
se encontraba en calidad de
desaparecido y ella ya estaba
siendo atendida por las autoridades consulares mexicanas.
Redacción
capítulo 1
31/03/2005
los hechos
Es temblor de 9.3
causa del tsunami
U
n estudio científico
sobre el sismo del
26 de diciembre que
causó un mortífero maremoto en el
Océano Indico señala que fue de
9.3 en la escala de Richter, el doble de la potencia estimada inicialmente y el segundo terremoto más fuerte registrado, después
del de 9.5 en Chile en 1960.
Este movimiento telúrico
dividió el suelo oceánico hacia
el norte desde la isla indonesia
de Sumatra a lo largo de mil
200 km, el doble de lo pensado
al principio, explican los sismólogos Seth Stein y Emile Okal,
de la Universidad Northwestern de Illinois, en un artículo publicado hoy en la revista
científica Nature.
A este respecto, el doctor
Shri Krishna Singh, investigador del Instituto de Geofísica
de la UNAM, explicó que la importancia de este estudio radica
en demostrar que la magnitud
del temblor puede aumentar,
cuando se estudia por periodos
más largos.
“En este caso es muy importante que los científicos encontraron que la falla siguió moviéndose en un periodo de hasta una hora después, algo que
no es sencillo de medir, porque
implica un largo periodo de estudio”, explicó el investigador.
Y es que el modelo computarizado utilizado, también publicado en Nature, sugiere que
el sismo lanzó una onda de choque de alta frecuencia que duró
500 segundos, en comparación
con los 340 segundos del sismo
registrado en Chile en 1960. Es
decir, se trató del segundo más
intenso desde el inicio de los registros hace cerca de 100 años.
Sobre este comportamiento
de la falla terrestre, Singh comentó que si uno considera el
comportamiento de las fallas no
es algo sorprendente, ya que, de
hecho, recientemente en México se registró un movimientos
de las fallas que duró entre dos
o tres meses.
“Se trató de un movimiento
silencioso, que fue registrado en
un proceso de 7.5 grados, pero
no fue perceptible para las personas porque la escala en que
5
se midió se basa en el desplazamiento de la Tierra, no en el
primer impacto”, explicó.
“Esto no quiere decir que
antes no sucedieran estas cosas,
sólo que no existían los aparatos para medirlos. En este caso
la escala Richter fue utilizada
para medir la deformación total
sobre el plano de la falla y cómo
se llegó a ella en determinado
tiempo. Medir deformaciones
durante estos periodos es difícil
y antes no se había demostrado
que seguía aumentando la intensidad si se consideraban periodos de desplazamiento más
grandes”, agregó Singh.
Diana Saavedra
capítulo 1
06/01/2005
los hechos
Sacude al mundo
maremoto en Asia
El peor desastre
natural en la historia
mata a decenas de
miles de personas
en 11 países
timos 40 años, con epicentro en
la isla indonesia de Sumatra, devastaron, a más de 500 kilómetros por hora, las costas de India,
Indonesia, Birmania, Malasia,
Sri Lanka, Tailandia, las Islas
Maldivas y Bangladesh.
Pero el tsunami no sólo destruyó ciudades de Asia, sino que
su furia alcanzó además África,
afectando principalmente a Somalia, Tanzania y Kenia.
Pese a que la catástrofe ha
adquirido dimensiones inimaginables, la tragedia ha resaltado el valor de la vida mediante
innumerables testimonios de
sobrevivientes, así como la solidaridad mundial.
Decenas de países como Estados Unidos, Australia, Japón,
China, Israel y los miembros de
la Unión Europea, entre otros,
han dejado a un lado sus diferencias para unirse en apoyo a
los países afectados aportando
millones de dólares, y enviando víveres, medicamentos y a
expertos en rescate.
La ONU afirmó que llevará a
cabo la mayor operación de ayuda en la historia del organismo
ante la magnitud del desastre.
T
ras una Navidad en relativa calma, el 2004 tuvo
un cierre trágico con el
maremoto que azotó 11
países del sureste asiático, creando una dantesca escena de muerte, destrucción y desolación.
Como en cualquier día normal, turistas y nativos disfrutaban de un soleado día el 26 de
diciembre cuando, de pronto,
el mar se alejó de la playa para minutos más tarde regresar
en forma de olas gigantescas,
o tsunamis, que arrasaron con
todo a su paso.
Al cerrar el año se registraron cerca de 144 mil muertos,
miles de desaparecidos, y poblados y centros turísticos arrasados por el agua.
Las olas, provocadas por un
terremoto en el fondo marino
de 9 grados en la escala de Richter, el más potente de los úl-
Marcela Lozano
6
capítulo 1
09/01/2005
los hechos
Regreso
al infierno
A dos semanas de una de las mayores catástrofes del inicio del siglo 21,
hacemos un corte en el ‘tsunami informativo’ para respirar hondo
y dimensionar, una vez más, lo ocurrido
E
l domingo 26 de diciembre, REFORMA
publicó una nota breve dando cuenta de un
sismo en la costa norte
de Indonesia. Parecía un movimiento telúrico más entre los miles que se registran cada año en el
planeta. La hora de cierre no dejó
más espacio que un párrafo para
informar sobre esa noticia.
Esa misma mañana todos
amanecimos con el asombro en
rostro y alma. Era tan grande
como la tragedia misma: paredes de agua de hasta 10 metros
de altura impulsadas por una
energía similar a 32 mil bombas
atómicas y a una velocidad de
800 kilómetros por hora habían
arrasado con todo lo que encontraron a su paso.
Hoteles, edificios, autos,
animales, árboles y miles de
seres humanos se fueron con
las olas.
Para el frío rigor de los científicos, lo que ocurrió a las 7:59
del domingo 26 (hora local) fue
un desplazamiento de 20 me-
7
capítulo 1
los hechos
tros de placas tectónicas en el
subsuelo del Océano Indico.
Quince minutos después de
que se produjera el terremoto,
el Centro de Alerta de Tsunamis de Miami emitió un boletín donde daba cuenta de un
sismo de 8.0 grados en la escala de Richter (después se revisó
la magnitud para ubicarla en los
9.0 grados).
Ya era tarde. En ese mismo
momento, la costa norte de Sumatra, en Indonesia, era arrasada por las olas gigantes.
Una hora y 58 minutos después del sismo, avalanchas de
agua azotaban las costas sur y
este de Sri Lanka, una isla golpeada ya por 20 años de guerra civil, y al paupérrimo sur
de la India.
Miles de turistas que tomaban el sol en el balneario
cito llegaron entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, pocas
cosas quedaban en pie. La mitad de la población se había ido
con las olas.
Galle, en el sur de Sri Lanka,
y cientos de poblados en la India y la costa norte de Sumatra
desaparecieron.
En las islas indias de Andamán y Nicobar se temía la extinción de seis tribus milenarias
que siempre se mantuvieron
vírgenes a la penetración de “la
civilización”.
Después se supo que sus
conocimientos acerca de la conducta de los animales, que detectaron el peligro y huyeron,
los salvaron del apocalipsis.
Los muertos se multiplicaron con el paso de las horas: 14
mil se contabilizaron en las primeras 24 horas; 40 mil se re-
de Phuket, en Tailandia, vieron sorprendidos cómo el mar
se alejaba para volver instantes
después a tragarse la tierra y a
la gran mayoría de ellos.
Las olas gigantes recorrieron 7 mil kilómetros hasta llegar a Somalia, Kenia y Tanzania y a su paso arrasaron las
Islas Maldivas, Diego García y
las Seychelles.
Meulaboh, un pueblo de
unos 10 mil habitantes en Aceh,
en el norte de Sumatra, estuvo
cuatro días aislado del mundo.
Cuando las brigadas del Ejér-
portaron al segundo día. Cuando el mar empezó a escupir cadáveres hinchados, en la tercera
jornada, las pérdidas humanas
llegaban a 100 mil. Para el cuarto día estaba claro: nunca se sabría con exactitud cuánta gente
perdió la vida.
Las olas arrasaron con los
sistemas de agua potable en casi
todos los países afectados, y el
miércoles 29, la Organización
Mundial de la Salud volvió a
estremecer al mundo: las enfermedades y epidemias podrían
doblar el número de muertos.
8
La ola de ayuda
La ONU anunció la puesta en
marcha de la mayor operación
humanitaria de la historia.
Más de 5 millones de personas carecían, y gran parte ellas
carece hasta este domingo, de
los elementos necesarios para
sobrevivir: techo, agua, alimentos y medicinas.
Hasta ahora, la ONU ha recaudado cerca de 4 mil millones de dólares para los damnificados.
Artistas, políticos, intelectuales, científicos y ciudadanos han
aportado un buen porcentaje.
Sin embargo, hoy, a 14 días
de la tragedia, muchos no han
despertado de la pesadilla. En
idiomas diferentes la misma pregunta recorre las líneas costeras
devastadas: “¿Pudo haberse evitado la tragedia?”.
Reacciona México
ante presión
Después de las críticas hechas por
funcionarios de la ONU respecto a
que México y otros países de América Latina podrían dar cantidades considerables de dinero para
ayudar a los países del sur de Asia
afectados por el “tsunami”, el Gobierno mexicano reaccionó.
Ante el terremoto del 26 de
diciembre, las autoridades mexicanas reaccionaron con el envío
de una carta en la cual manifestaron las condolencias del pueblo
mexicano.
capítulo 1
los hechos
Tres días después se anunció
la aportación de 100 mil dólares.
Pero la preocupación mexicana
se desbordó hasta los primeros
días de enero.
Funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores se
encontraban de vacaciones, mismas que suspendieron dos días
después del evento.
Julián Ventura Valero, director general para Asia-Pacífico, regresó de sus vacaciones de Canadá el 28 de diciembre para
enfrentar el suceso, fecha para
la cual ya se tenía la cifra de 11
mexicanos desaparecidos.
El 30 de diciembre, Sri Lanka
solicitó a México -a través de una
carta- ayuda humanitaria, misma
a la que las autoridades respondieron que se brindaría a través
de la ONU.
El 31 de diciembre se encontró al primer mexicano muerto,
un menor de 8 años, Cairo Braffard, que pereció en Sri Lanka a
consecuencia del maremoto.
México entregó un primer
paquete de ayuda el 2 de enero, el cual consistió en tiendas
de campaña, mantas, alimentos,
tabletas purificadoras de agua y
medicinas.
Sin embargo, ante la presión
internacional y las comparaciones de donativos, las autoridades del Gobierno mexicano realizaron una serie de reuniones de
gabinete, en las cuales debatieron
sobre el tipo de ayuda a enviar.
Durante una reunión celebrada el 4 de enero pasado, el
debate se centró entre hacer un
teletón para recaudar fondos o
enviar frijol rezagado del 2003,
arroz o café.
El 5 de enero, cuando se informó sobre la aparición del cuerpo del mexicano Jacobo Hassan
Cassab, el Ejecutivo federal determinó el envío de un millón de
dólares. El segundo y más grande
paquete de ayuda partirá hoy.
9
capítulo 1
los hechos
Turistas muertos
Los países europeos sumaron la mayor
cantidad de fallecidos por el maremoto.
Dos mexicanos han muerto también
en la región. depresión, sigue estas
recomendaciones.
PAÍS
Francia
Bélgica
Alemania
Suecia
Gran Bretaña
Suiza
Japón
Italia
Noruega
Finlandia
Australia
Estados Unidos
Surcorea
Austria
Singapur
Sudáfrica
Hong Kong
Dinamarca
México
Otros
Total
MUERTOS
121
80
60
52
41
23
22
20
16
16
16
15
11
10
9
9
8
7
2
43
581
El Ojo del terremoto
La ciudad de Banda Aceh, en
el norte de la isla indonesia de
Sumatra, era el centro de población más importante más cercano al epicentro del maremoto.
El “tsunami” prácticamente la borró de la faz de la Tierra. La mitad de su gente se fue
con las olas.
En los recuadros, se pueden observar partes de la ciudad antes de la llegada de las
olas, sobre la imagen actual de
la localidad.
Paredes mortales
La palabra “tsunami” es un vocablo de origen japonés que significa “ola grande en el puerto”,
y es utilizada para denominar a
las olas gigantes generadas por
terremotos o erupciones volcánicas e incluso por el impacto
de meteoritos.
10
Los “tsunamis” nacen de
una convulsión del suelo marino provocada por la liberación
de energía.
Una onda de“tsunami” en
el océano abierto alcanza velocidades mayores a 900 kilómetros por hora. Los “tsunamis”
generados en alta mar pueden
alcanzar la línea costera en minutos.
Altura feroz
En algunas zonas, las olas alcanzaron los 10 metros de altura.
Efecto planetario
Geólogos de la NASA no descartan que la fuerza del sismo
haya provocado un desplazamiento de 5 centímetros en el
eje de rotación de la Tierra.
Redacción
capítulo 1
los hechos
Lo insólito
En medio de la catástrofe en Asia, surgieron historias de sobrevivencia
que conmovieron por su dramatismo
El reencuentro
Hannes Bergstroem, un niño
sueco de 18 meses de edad,
fue encontrado solo y con
heridas leves al borde de una
carretera en Tailandia.
Se reencontró el 29 de
diciembre con su padre,
Marko Karkkainen, que estaba hospitalizado.
La madre de Hannes está entre las miles de personas desaparecidas.
Salva palmera
a supermodelo
La supermodelo checa Petra
Nemcova, de 25 años, logró
sobrevivir al maremoto sujetándose durante ocho horas
a una palmera en la playa
de Tailandia en la que pasaba unas vacaciones con su
novio, el fotógrafo inglés Simon Atlee.
Él está desaparecido. Petra sufrió fractura de pelvis y
heridas internas leves.
Sobrevive bebé
en colchón
Un bebé de 20 días de nacido que dormía cuando el
maremoto golpeó la isla de
Penang, en Malasia, se salvó gracias a un colchón flotante.
Su madre logró llegar
hasta donde estaba su hijo,
quien lloraba mientras flotaba sobre metro y medio
de agua. Su padre también
sobrevivió al sujetarse de un
poste.
Buceando
en el tsunami
La actriz italiana Ornella
Mutti se encontraba buceando en las Islas Maldivas
cuando ocurrió el tsunami.
Relató que de pronto
sintió la furia del mar y pensó que iba a morir, pero su
compañero la jaló del brazo y nadaron hasta llegar a
la isla, cuya playa estaba ya
totalmente destruida.
Instinto animal
Frente a las miles de personas que fallecieron, pocos
restos de animales muertos
se encontraron.
En el Parque Nacional
de Yala, la mayor reserva natural en Sri Lanka, ningún
animal murió pese a que las
olas se adentraron hasta 3
kilómetros matando a nueve turistas.
Al parecer encontraron
refugio en terrenos altos. Para especialistas, este hecho
demuestra que los animales tienen un sexto sentido,
que les permite prever el desastre.
El turismo
sigue llegando
Pese a la catástrofe en Tailandia, algunos turistas siguieron llegando al balneario
de Phuket, ante el asombro
de cientos de sobrevivientes que intentaban huir del
lugar
Redacción
11
capítulo 1
28/12/2004
los hechos
‘Podrían haber evacuado’
E
l maremoto que mató este fin de semana
a 22 mil personas en
Asia era impredecible,
pero ciertas medidas
básicas de precaución hubieran
limitado drásticamente el número de víctimas.
Con una debida organización que obviamente estos países no tenían podrían haberse
salvado muchísimas vidas. Aunque los terremotos no pueden
todavía preverse”, dijo Enzo
Boschi, presidente del Instituto
Nacional de Geofísica italiano.
Según Boschi, un sismólogo
con posgrados en las universidades de Cambridge y Harvard,
los más de 60 minutos entre el
terremoto y la llegada de las
olas a la India hubieran bastado para evacuar la costa.
“Actualmente sabemos con
gran precisión dónde están las
zonas sísmicas y cuál es el máximo terremoto que se puede esperar. Por lo tanto, hubiera sido
posible tomar precauciones para impedir esta masacre”, dijo.
Para el experto italiano, uno
Conócelo
Nombre: Enzo Boschi
Edad: 72 años
Experiencia: Ex-Presidente
del Instituto Nacional de
Geofísica italiano
de los máximos sismólogos de
Europa, terremotos de esta
magnitud son atípicos y nada
tienen que ver con los cambios
climáticos provocados por el
hombre como el calentamiento de la Tierra.
“Esto no tiene nada que ver
con el calentamiento global de
la tierra. La acción del hombre
sobre el clima no influye para
nada. Todo ocurre bajo la corteza terrestre, que no se resiente
ni siquiera mínimamente a los
cambios climáticos”, dijo.
Las olas provocadas el domingo por este terremoto de 9.0
grados en la escala de Richter
con epicentro en la isla de Sumatra devastaron a más de 500
kilómetros por hora las costas
de Bangladesh, Burma, India,
Indonesia, Malasia, Maldivas,
Myanmar, Somalia, Sri Lanka
y Tailandia.
Uno de los pocos mecanismos de alarma de maremotos
es usado en la isla estadounidense de Hawai y en Japón,
cuyos sistemas de prevención
están coordinados.
“El error humano es no haber tomado medidas precautorias. Los edificios deberían estar
lejos de las playas y mucho mejor construidos, de esa manera
el número de víctimas podría
haber sido reducido drásticamente”, añadió Boschi.
“Estos terremotos tan potentes son muy raros y ocurren apenas dos o tres veces
al siglo. El más fuerte fue el
de 1960 en Chile”, dijo el presidente del Instituto Nacional
de Geofísica.
Fenómenos poco comunes
El fuerte terremoto y el posterior maremoto en el Océano
Indico no son eventos comunes
en esa zona, por lo que no existen ni sistemas de alerta gubernamentales ni tradición oral entre la población sobre qué hacer
en estos casos.
“No es normal un terremoto de una magnitud de 9 grados Richter, que fue la fuente
del tsunami. Los terremotos
del Distrito Federal en los últimos 20 años han tenido una
magnitud de 7 a 7.5 grados Richter. Este terremoto tenía mucho poder”, explicó el geólogo
Thomas Casadevall, del Servicio Geológico de Estados Unidos, dependencia del Departamento del Interior.
“Además, fue un tipo de sismo que produjo un levantamiento del fondo del océano, y
ese tipo de sismo es lo más peligroso para generar maremo-
12
tos”, advirtió.
“Estamos hablando de una
zona del mundo que tiene muy
pocos maremotos de este tipo.
Normalmente los tsunamis se
producen en el Pacífico”, consignó.
Paul Whitmore, del West
Coast & Alaska Tsunami Warning Center, del National Oceanic and Atmospheric Administration, dependiente del Departamento de Comercio de
Estados Unidos, explicó que
en el Océano Indico no hay un
sistema de alerta de tsunamis
como en el Pacífico.
Esteban Israel y Maribel González
‘Yo sobreviví
al tsunami’
capítulo 2 26/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Primera parte
El intenpestivo tsunami de Karen
Silvia Cherem S.
C
uando Jacobo y yo soñábamos con el
futuro -creyéndonos dueños del mismo-,
pensábamos tener una casa con dos perros, dar a luz a cuatro adorables hijos y,
empalagosos como éramos, abrazarnos
hasta la eternidad. Como en los cuentos de hadas, a
nuestra boda el 4 de diciembre del 2004, seguiría
un entrañable viaje a la exótica Asia y una infinita historia de amor y felicidad. Bien sabíamos ambos que la vida no es perpetua, pero en las mieles
del inicio, cómo podríamos haber sospechado que
la biografía en común no alcanzaría ni siquiera el
amanecer de un mañana...
Los recuerdos de Karen se agolpan en la
memoria. La anhelada luna de miel en el inolvidable paraíso de Phi Phi, playas de arena blanca,
colinas esmeraldas y mar azul turquesa, se interrumpió a las 10 de la mañana del 26 de diciembre del 2004 cuando el Mar de Andamán, brazo
nororiental del Océano Índico, se convirtió en un
torbellino iracundo y endemoniado que arrancó
construcciones, desenraizó palmeras ancestrales,
asesinó inocentes y, como en una zona de guerra,
dejó sólo destrucción a su paso.
Hasta ese momento, en el vocabulario de
ninguno de los dos jóvenes mexicanos existía la
palabra tsunami. Ella, a diferencia de él, sería de
los contadísimos sobrevivientes, quizá no más de
un puñado en la isla tailandesa de Phi Phi, que
lograría salir con vida del mar enrabietado, de la
inclemente ola de más de veinte metros de altura
que convirtió en escombros irreconocibles casi la
totalidad de la zona turística.
Dos semanas después de aquel maremoto,
cuyo origen fue un sismo de 9 grados en la escala
de Richter en el océano cercano a la isla de Sumatra, algunos miembros de Zaka, el equipo de
voluntarios israelí para la identificación de víctimas, logró milagrosamente encontrar el cuerpo
de Jacobo. Su nombre fue entonces añadido a los
cientos de miles de muertos, era el único mexicano que había sido deglutido por aquella ola ruin
que depredó zonas completas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Bangladesh, Burma, Malasia, Islas Maldivas, Somalia, Kenia, Tanzania y
las Islas Seychelles.
Del mapa se borraron islas y playas, numerosas poblaciones quedaron sumergidas en densas
capas de lodo y agua. Al paso de las semanas, más
14
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
de trescientos mil muertos fueron contabilizados.
En zonas como Phi Phi, una minúscula isla en la
costa suroeste de Tailandia que no rebasa los 28
kilómetros cuadrados de superficie total y cuya
población flotante alcanzaba entonces su nivel
más alto de la historia, doce mil personas, más
de la mitad de los turistas y pobladores se reportaron desaparecidos.
A un año de distancia, Karen cuenta públicamente, por vez primera, la magnitud de su infortunio. Aún hoy, a ella la pasma el milagro de estar viva. Karen no sobrevivió, como tantos otros,
porque haya estado en las alturas de una colina,
buceando en mar abierto o en el acogedor arrullo de un barco en altamar, donde las olas, paradójicamente, fueron imperceptibles. Fue revolcada, herida, casi succionada por el mar y, pese a
todas las adversidades de esta tragedia colectiva,
ella vivió para contarlo.
Hay quien dice, señala, que soy un milagro viviente, que volví a nacer. Quizá es cierto. Mi vida
cambió para siempre. Ya no soy la niña que fui,
he sido tan fuerte que ni yo misma me reconozco.
No soporto que nadie me tenga lástima. Sé que
otros que pasaron por lo mismo que yo, se quedaron en el camino y murieron. No sé por qué me
tocó a mí sobrevivir, pero he decidido agarrarme
fuertemente de la vida. Seguramente aún tengo
algo importante que hacer, y lo haré.
Esquinas ciegas del destino
La historia de Karen Michan está abismalmente separada por un antes y un después. A los 19
años, en la boda de su hermano, conoció a Jacobo Hassan. No fue amor a primera vista, tardaría en aceptar sus llamadas, pero una vez que
salió con él, se enamoró de su capacidad de reírse hasta de sí mismo. A los tres meses de noviazgo, en septiembre del 2003, mirando un partido
de fútbol americano, él le propuso matrimonio.
Dudando que pudiera ser una broma, ella vacilante aceptó.
Planearon la boda para el 27 de noviembre
del 2004, sin embargo, esa fecha resultó inoportuna, se casaba un familiar cercano. Así empezaron
a concatenarse los eslabones fatales que los condenarían a estar en Phi Phi, como una cita señalada, el día y la hora de la adversidad. La boda fue
reprogramada para el 4 de diciembre. Guillermo,
un agente de viajes que prometía hacer lunas de
miel inolvidables a precios de ganga, les aconsejó
viajar a Oriente. Incluyó en el itinerario San Francisco, Hong Kong, Shangai, Bangkok, Phuket, Phi
Phi, Singapur, Kuala Lumpur y Bali.
Casi todos los nombres les resultaban exóticos, desconocidos. Sobre todo la isla de Phi Phi,
que luego sabrían que su popularidad reciente obedecía a que Leonardo di Caprio, ídolo de
jovencitas, filmó ahí en el 2000 la película “La
Playa”, donde Richard, un mochilero americano,
descubría ese paraíso en la tierra: playa perfecta,
virgen e inaccesible.
Más de un amigo, incluyendo a Isaac el hermano de Karen, les aconsejó que no pernoctaran en Phi Phi, si acaso podían visitar la isla en
un ferry desde Phuket. “Ahí no hay nada, es tan
virgen que con un día de sol y playa basta; mejor
aprovechen sus días en otros lados”, les decían.
Ninguno de los dos quiso escuchar. Cuando Karen y Jacobo supieron que era el escenario de “La
Playa”, se convencieron que en ese idilio paradisíaco querían pasar dos o tres días de inolvidable
romance. Como no les interesaban los deportes
acuáticos ni los arrecifes de coral, sería el toque
de luz de su luna de miel.
Ella cursaba el tercer semestre de la carrera
de comunicación, tenía 20 años. Él, siete años
mayor que ella, se esforzaba por sacar adelante
su pequeño negocio de computadoras. Forjado
a la vieja usanza, insistía que la mantendría para siempre. Si ella quería trabajar, sería sólo para
pagar “sus caprichos”. En esa “página anterior”,
las aspiraciones de Karen eran llanas: sólo amarlo,
hacerlo feliz. Todo miel sobre hojuelas.
Antes de la boda, ella y Jacobo contrataron
a un fotógrafo para conservar sus últimas sonrisas de soltería. Acordaron vestirse igualitos: con
jeans y camisa blanca. Tomados de la mano en
un parque de las Lomas de Chapultepec, se besaron entre el verdor de los árboles, se arrullaron
en un puente colgante, y como niños, se treparon
en aros y resbaladillas.
La imagen que más les gustó de entre todas
las del amplio estudio fotográfico, decoró la entrada al Salón de Fiestas donde se festejó la boda.
Paradójicamente, tres semanas después, a partir
del día 27 de diciembre, sería la misma fotografía que Karen colocaría en todas las paredes posibles de Phuket con el fin de pedir informes del
paradero de Jacobo.
Como una metáfora maltrecha, esa imagen
-Jacobo sonriendo distante, sentado en un vulnerable columpio, apenas suspendido por frágiles
eslabones; Karen de pie, bien fincada sobre la tierra, su mirada de frente, sus brazos rodeando a
Jacobo como si pudiera mantenerlo eternamente
cerca-, sería la que daría la vuelta al globo en noticieros televisivos de CNN o en las portadas de
los principales periódicos del mundo. Desde Estados Unidos y Alemania, hasta Argentina e Israel,
incluyendo los periódicos mexicanos del Grupo
Reforma, se destacaba esa fotografía con el fin de
dar rostro a las víctimas del tsunami.
A medida que pasaron los días, muchos alrededor del mundo se congraciaron con la tragedia de esta joven pareja. Rogaban que un milagro
mantuviera también a Jacobo con vida.
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capítulo 2 27/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Segunda parte
Las despedidas
Es posible que si no hubieran pagado de antemano, dice Karen,
hubieran tenido que regresar a Phuket la noche previa al devastador
tsunami. Hoy todo son suposiciones
K
aren odia el mar, es marinera de tierra
firme. Al llegar al puerto de Phuket la
mañana del 25 de diciembre, Jacobo
y ella se informaron que el viaje a Phi
Phi en lancha particular, con no más de
quince personas, duraba una hora y media; a diferencia del ferry, más barato y para 200 pasajeros,
que demoraba tres horas en recorrer los 48 kilómetros de distancia entre ambas islas.
Contabilizando el tiempo de posibles mareos,
decidieron limitar el viaje al mínimo. Optaron por
la lancha, aunque en ella no cabría todo su equipaje. En el muelle dejaron encargadas un par de
maletas para el regreso. Ahí en Phuket se quedó
lo poco que sobreviviría a la luna de miel y que
hoy Karen guarda con un celo profundo: un llavero en forma de corazón, souvenir de China,
baratísimas copias de bolsas de marca que compraron en Hong Kong, las filacterias de rezo de
Jacobo, la única foto que sobreviviría de la luna
de miel y que les tomaron en Shangai, chamarras
invernales y un par de pijamas.
La lancha en la que viajaron, pequeña e inestable, se movió mucho más que el ferry. Karen pasó el viaje vomitando. Al llegar, quizá anticipando
lo que hubiera podido decirle a Jacobo la siguiente mañana, ella pronunció una frase lapidaria:
“Creo que hoy es el peor día de mi vida”.
La lectura de los sucesos, irremediablemente está condicionada por lo que luego sucedería.
Karen piensa, por ejemplo, que Jacobo se despidió de todos sus seres queridos. Unos días antes,
desde Shangai, sólo él pudo comunicarse a México y curiosamente encontró a su familia reunida.
Habló con todos. Luego, el día 24 de diciembre,
en un café internet en Phuket, se sentó a escribirle un mail amoroso a Karen y un cariñoso recuento del viaje a sus amigos, mensajes que, en
casi todos los casos, fueron recibidos cuando Jacobo ya había muerto.
A diez destinatarios, entrañables y cercanos,
les escribió: “Hola a toda la banda, como están,
espero que bien, nosotros estamos en Phuket,
Tailandia, y mañana salimos hacia Phi Phi island
esta todo de poca madre, la estamos pasando in-
creíble, la huevita esta sabrosa, espero que me
contesten este mail con buenas nuevas de todos
y mándenle mis saludos a sus esposas y novias y a
todos los demás que no tienen mail. Saludos cuídense Jacobo y Karen Hassan P.D. feliz hanuka,
navidad, año nuevo”.
En ese mismo café internet, al abrir su correo
electrónico se enteró de algo que, piensa hoy Karen, quizá hubiera podido modificar su destino.
Guillermo, el agente de viajes, le escribió que temiendo que los hoteles de Phi Phi no respetaran
las reservaciones porque la isla estaba atiborrada,
pagó las noches de hotel en el PP Princess. Señalaba que tuvo el atrevimiento de usar el número
de la tarjeta de crédito de Isaac, el hermano de
Karen. Esperaba que no se molestaran por no haberlos consultado. Jacobo entró en cólera. ¿Con
qué derecho había cargado su habitación en una
tarjeta ajena? Karen lo calmó: “No te enojes, nos
garantizó el cuarto”.
Es posible que si no hubieran pagado de antemano, dice ella, hubieran tenido que regresar
a Phuket la noche previa al devastador tsunami.
Hoy, todo son suposiciones. La cita con el destino estaba ya pactada.
El paraíso Phi Phi
Phi Phi, cuyo nombre deriva del término malayo para isla, es el término con el que se designan
seis minúsculas islas declaradas Parque Nacional
en 1983, colmadas de manglares y en su mayoría
deshabitadas: Phi Phi Don, Phi Phi Ley, Bida Nok,
Bida Noi, Koh Yung y Koh Phai. El desarrollo turístico se limita sólo a Phi Phi Don, una isla de no
más de 8 kilómetros de largo y 2.5 de ancho que,
vista desde las alturas, asemeja una voluminosa
pesa, como las que usan los fisicoculturistas.
Dos circunferencias de verdes colinas arrugadas, tapizadas de exuberante vegetación, están
unidas por un estrechísimo istmo de arena blanca, que abraza por el norte la bahía Loh Dalum,
y por el sur la bahía Tonsai, formando dos playas
privadas con piletas de transparente agua esmeralda y preciados arrecifes de coral.
Esa franja de arena, denominada “el village”,
16
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
centena de cabañas que tiene el hotel, les tocó
la número 18, la última del lado norte. Curiosamente, 18 significa vida en hebreo, y ellos, al llegar, así lo constataron.
El paisaje era tan espectacular que se congratularon de estar en Phi Phi. Para admirar la
puesta de sol, se tiraron en la playa y desempolvaron sus libros: ella, uno de Sidney Sheldon, él
una novela de Danielle Steel. Junto a ellos, unos
jóvenes jugaban gozosos al fútbol. La marea parecía bajar; el atardecer era sublime.
De repente, sin mayor preámbulo, Jacobo
empezó a filosofar. Era insólito, no era su estilo.
Le cerró el libro a Karen y le dijo: “Sabes, bebush,
si algo a ti te pasara, yo me moriría”. A Karen la
desconcertó. “¿De qué hablas?” “No sé -continuó-, pero quisiera morirme junto a ti”. “Ya Jacobo. No me eches ese rollo, sabes que hablar de
El arribo
Karen y Jacobo llegaron a Phi Phi alrededor la muerte me da pánico. Yo también estoy feliz
de las cinco de la tarde del 25 de diciembre. Al contigo”. “No importa Karen, escúchame -insisarribar al muelle, constataron que no había co- tía él-, quiero que te cuides, no podría soportar
ches, bicicletas, ni ningún medio de transporte el dolor de perderte”.
Era una conversación que pudo pasar al olpúblico. Arrastrando las maletas, caminaron al
PP Princess. El calor era insoportable, alcanzaba vido. Era fruto del gozo, de la paz de estar juntos,
los 40 grados celsius. A Karen, por ser compra- de amarse y festejar la suerte de coincidir en el
dora compulsiva de baratijas chinas y tailande- tiempo, de estar vivos en un paisaje magnificensas, copias de lo inimaginable, era a quien más te. Era finalmente producto del temor al futuro
incierto. Tan incierto que tan sólo a la mañana
le tocaba cargar.
El recepcionista del hotel les contó que Phi siguiente, Karen, haciendo uso de la memoria,
Phi, por vez primera en su corta historia, estaba caprichosa y selectiva, empalmaría nuevamente
a reventar: seis mil turistas se sumaban a los seis los capítulos para darle sentido a su vida.
mil tailandeses locales. Caminaron cerca de diez
minutos para llegar a su bungalow. De entre la
donde había una decena de hoteles con bungalows a pie de playa, es tan angosta que, si se pateara con fuerza un balón de fútbol, éste podría
llegar de una costa a la otra. Cuando el tsunami
entró por ambas bahías, primero por la del sur, y
luego rematando con otra monumental ola por el
norte, arrasó con casi todas las construcciones de
esta franja paradisiaca. Inclusive con el mercado
central y algunas de las flexibles palmeras.
Sólo sobrevivieron los escasos hoteles en las
altas colinas, donde había cabañas salpicadas entre la lujuriante vegetación tropical, sobre densas
plantaciones de cocoteros y árboles de caucho.
Algunos de quienes ahí se hospedaron, ni siquiera se enteraron que en las costas acababa de suceder un infierno.
z Karen y Jacobo llegaron a Phi Phi el 25 de diciembre. El paisaje era tan espectacular que se congratularon de estar ahí.
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capítulo 2 28/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Tercera parte
El infierno
Maldito, hipócrita, te odio, le gritaba Karen al manso océano, mientras se
desgañitaba llamándole también a Jacobo
A
las 9 de la mañana del 26 de diciembre,
sonó la palm que usábamos como despertador. Jacobo no se quería despertar,
yo lo empujé de la cama. Después de casi
tres semanas de viaje, al fin iba yo a poder desayunar un buen plato de frutas. Teníamos
pagado el buffet de desayuno, y lo retiraban a las
diez. No podíamos faltar. Estaba ya harta de la comida oriental y de desayunar pizzas, sopas Maruchan
y papas de cebolla que comprábamos en los Seven
Eleven, cadena comercial que prolifera en Asia.
Fue ése el despertar de la pareja el día fatídico. Después del almuerzo frugal, caminando de
regreso a su bungalow, quizá a las 9:40 de la mañana, Karen constató que la marea que ella vio
distanciarse la noche anterior, estaba ya en su sitio. Jacobo dijo que quería aprender a bucear, iría
luego a informarse. Al regresar a la cabaña, él se
metió al baño, Karen se recostó. Se había puesto
su pareo al revés, sobre el bikini, y éste comenzó
a picarle. La comezón la levantó de la cama.
Aunque le tiene fobia a los gatos, se le ocurrió buscar a una gatita que la noche anterior se
paseaba con sus crías frente a su terraza. Al asomarse vio a mucha gente correr, alejándose del
mar. Una barra de bar, justo frente a su cuarto,
le obstaculizaba la vista del horizonte. Los gritos eran ensordecedores. No entendía. En ese
instante, escuchó una explosión como si un jumbo se hubiera estrellado contra la isla o como si
una bomba hubiera detonado sus explosivos en
el mar. Karen le gritó a Jacobo: “Corre, la gente
está huyendo, no sé que pasa”.
Alcanzaron todavía a salir. Para tener visibilidad, saltaron al bungalow vecino. Karen ya no
alcanzó a mirar atrás. Se enfilaron al pasillo para
alcanzar la otra costa. La última imagen que recuerda haber visto es la de un mundo de gente
corriendo, atiborrándose entre las cabañas, queriendo llegar al otro lado. Ella nunca vio que la
marea se alejara, o el arribo de la mortífera ola.
Sólo registró en su memoria a una señora, que
hubiera podido ser su madre, parada en la barda de su terraza, gritándole con desesperación a
su esposo y siendo estampada por la fuerza del
mar contra las paredes del bungalow.
El tsunami no dio tregua. La ola había viajado
en mar abierto a más de 900 kilómetros por hora,
desde que había sido desplazada por un temblor
submarino, y llegó a estallarse con menor velocidad y mayor altura en las costas de la isla. Tanto
los que vieron el frente de la destructiva ola, como los que no tuvieron tiempo de tasarla, igualmente fueron succionados por ella.
Antes de llegar al PP Princess, el último de
los hoteles en la playa norte, la cortina de agua
que entró por Loh Dalum Bay ya había arrastrado
a todos los turistas que estaban en la playa. Sorprendió a los huéspedes del View Point, Pavillion
y Charlie Beach, inclusive a los que aún dormían
plácidamente en sus camas.
Nadie sabía que la ola sísmica había ya entrado por el sur, y le llevó sólo unos segundos
revolver sus aguas con la otra ola gigantesca que
luego entró por el norte. Así, quienes lograron
huir de la mortífera cortina de agua de un lado,
chocaron con quienes desesperados corrían del
otro. Todos finalmente fueron acosados, no hubo escapatoria.
Karen y Jacobo fueron de los últimos en salir
corriendo, quizá los últimos. La gente adelante de
ellos ya estaba luchando con las fauces del agua,
muchos de ellos ahogados. Antes de que sus pies
dejaran el concreto para comenzar a rozar la arena, Jacobo abrazó a Karen. El gigante muro de
agua, veloz e iracundo, así los alcanzó.
Comenzamos a revolcarnos juntos. Jacobo
me pellizcó mi brazo izquierdo, luego se soltó.
Era imposible seguir abrazados, la presión era
inaudita, tratábamos de llegar a la superficie, respirar. Con mi mano derecha yo lo buscaba, con la
izquierda intentaba salir. Volteé mi mano hacia
atrás y lo toqué. Estoy segura que lo toqué. Fue
la última vez.
La fuerza y velocidad del agua eran fulminantes. Karen se revolcaba en posición fetal, se sabía
sola. Junto a ella, lacerándola, pasaban techos, ladrillos, paredes, vidrios, seguramente cuerpos, un
mundo que buscaba esquivar y que no era capaz
ni siquiera de reconocer. Quería respirar, quería
salvarse. Jacobo, una noche antes se lo había pedido -quiero que te cuides, no podría soportar el
dolor de perderte-, y esas palabras reverberaban
en su mente.
18
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
z La ola sísmica había entrado por el sur y unos segundos después revolvía
sus aguas con otra ola gigantesca que entró por el norte.
Pasó una eternidad bajo el agua y, cuando estuvo a punto de morir ahogada, su vida comenzó a proyectarse en flashazos en el interior de
su mente. Todo era vertiginoso: su sobrino, hijo
de su hermana, un pequeñito al que adora y que
justamente ese día cumplía dos años, la saludaba,
¿era un adiós? Jacobo la miraba amoroso, le ponía
en su dedo índice el anillo de compromiso. Uno a
uno, los invitados llegaban a la boda. Los mismos
asistentes, igualmente trajeaditos, arribaban ahora al sepelio de la novia, se despedían. Sus padres
echaban tierra sobre su cuerpo.
Karen intentaba evadirse del luto, de la muerte. Pensaba: no lo puedo dejar... anoche se lo prometí... no puedo morirme. Cuando ya no podía
más, comenzó a dejarse ir. En ese preciso instante, con tres o cuatro segundos de vida más, después de haber pasado más de dos minutos bajo
el agua, milagrosamente logró sacar su cabeza.
Jadeó, respiró profundamente.
Un instante después ya estaba nuevamente
luchando bajo el agua, deglutida por el mar embravecido que cobraba más y más víctimas. Con
los ojos bien cerrados, como si ella supiera que
sólo así protegía su vista del infierno, Karen siguió suspendida en un incierto limbo de volteretas, pesadumbre y angustia. Sola en la inmensidad
del mar, no entendía qué clase de ola era ésa, pero, después de haber podido respirar, comenzó a
tener la sensación de que se salvaría.
Pasó cuatro prolongados minutos bajo el agua,
con una compasiva interrupción intermedia donde inhaló cálido oxígeno. Karen finalmente salió.
La ola la dejó suspendida, de espaldas al mar, sobre escombros que bajo sus pies culminaban en
un suave colchón. Estaba a cerca de cuatro metros de altura de la playa misma, y como a medio
kilómetro de donde el tsunami, la ola del puerto,
la recogió. Abrió por vez primera sus ojos, respiró
exaltada y comenzó a gritarle a Jacobo. Sus angustiosos gritos no cesaban: “Jacobo... Mi amor...
¿Dónde estás, Jacobo?... No me dejes sola... Jacobo... Mi vida... Jacobo”.
Sólo el cínico rugido del mar, lograba acallar
sus desesperados lamentos. Su clamor era tan
intenso que tardó unos segundos en poder escuchar a un hombre, a su lado, que gemía pidiendo
ayuda. Entre vidrios rotos, techos de bungalows,
puertas y vigas de madera, trozos de concreto que
unos minutos antes fueron pared y cobijo, había
un joven de 25 años con el rostro desgajado, no
tenía un ojo y su cara estaba tan tasajeada que la
marea, al descender, se teñía de rojo. Desde el tobillo hasta la cadera tenía una herida a flor de piel,
el hueso estaba desnudo. El joven se desangraba.
Karen intentó desatorar una sábana de entre los
escombros, ésta no cedía. No había ni un pedazo
de tela para hacerle un torniquete, no había forma de salvarlo. “Help me, I’m dying”. Ella, desesperada, también en shock, trató de tranquilizarlo: “Were you alone?” “No, with my girlfriend”,
respondió jadeante. “Help me, help me”. Murió
a los pocos instantes. Ahí, junto a ella.
Sólo hasta ese momento se atrevió voltear a
mirar su propio cuerpo. También estaba herida,
la sangre escurría por todas las rajadas, cerca de
una decena entre el tronco, los brazos, dedos y
ambas piernas. En su rodilla izquierda se alcanzaba a ver la rótula, pero podía moverla. Nada
parecía estar roto.
El mar a la distancia lucía tranquilo, sosegado, una tina esmeralda. Ya había destrozado, desgarrado las entrañas del mundo. Ahora parecía
descansar. Maldito, hipócrita, te odio, le gritaba
Karen al manso océano, mientras se desgañitaba llamándole también a Jacobo. Tuvo entonces
pánico que pudiera venir otra ola. Miró hacia la
isla, desgajada y pestilente. Los caños se habían
roto, el olor comenzaba ya a ser nauseabundo.
Junto a ella había miles de peces y moluscos
muertos, los humanos estaban enterrados bajo
desechos, cascotes y montañas de arena. Karen
alzó la vista y sobre la azotea de un edificio de
tres pisos, no muy lejos, detectó que había unas
doscientas personas gritando, gesticulando aterrorizadas. Algunas más, en un edificio más bajo,
le llamaban a ella.
19
capítulo 2 29/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Cuarta parte
Deambulando para sobrevivir
A medida que ascendían, podían ver la zona devastada. El paraíso era
fango y horror, escombros, bosques de muertos
Q
uienes aterrorizados advirtieron desde aquella azotea la devastación total,
percibían con estupor la presencia de
Karen. No podían creer que de aquellas
aguas malditas renaciera esta mujer, esta Ave Fénix que surgía de las cenizas como pájaro
mítico para ofrecer esperanza ante tanta muerte y
destrucción. La miraban estupefactos, querían ayudarla, asegurarse de que pudiera sobrevivir. Karen
tenía la vista nublada, trastabillaba, no paraba de
gritarle a Jacobo.
“Leave him”, “leave him”, le gritaban desde la
azotea del edificio al constatar que ella trataba de
jalar una sábana. Quizá ya no era para hacerle un
torniquete al hombre que estaba a su lado, sino
para cubrirlo y darle un respeto final. Ella entendió que debía irse. Dos jóvenes alemanes, atrás
de una barricada de despojos, le indicaban cómo
salir. Le señalaban el techo de un bungalow y el
resto del trayecto que debía seguir para lograr alcanzarlos. Paso a paso, fue abriéndose camino.
Llegó a sentir que entre los escombros pisaba
cuerpos aún calientes. Deambulaba temerosa, espantada. Jacobo, Jacobo, insistía. Quería que donde quiera que él estuviera, supiera que ella lo llamaba, que estaba cerca. Seguía a pie juntillas las
indicaciones de los alemanes, pero tropezó con el
vidrio de una ventana. Éste se hizo añicos y ella
cayó más de medio metro, hiriéndose aún más.
Su vida seguía pendiendo de un hilo, sobrevivir
parecía una quimera.
El temor de los vivos era que el iracundo mar
regresara insatisfecho. Karen se puso en manos
de este par de alemanes. Su intención era ascender, alejarse del océano, elevarse hasta la cima
de la montaña para ponerse a salvo. No parecía
fácil. Había que colgarse de los edificios en ruinas para ir saltando de uno a otro. Karen ya no
tenía fuerzas, pero no se dejaba morir. Hacía lo
que le pedían.
En un edificio maltrecho, vio al segundo
muerto, un hombre sepultado por una placa de
cemento. Ya no quería ver más; era ése sólo el
principio. Nadie conocía a ciencia cierta la mag-
z El temor de los vivos era que el mar regresara insatisfecho. El pánico y la adrenalina eran freno y motor. El calor y la sed eran insoportables
20
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
nitud de la tragedia. Saltaba por inercia, entre balcones, azoteas y despeñaderos. Sus guías, que presenciaron ilesos el tsunami, insistían que el maremoto no tardaría en replicar. Perdieron casi todo,
papeles e inocencia, pero ellos tenían la esperanza
intacta. Karen sólo pensaba en Jacobo.
Yo que era cobarde e insegura, ahí entre
muertos y precipicios se me quitaron todos los
miedos. Ni ella misma sabe de dónde sacó las
fuerzas para soportar tanto dolor. Los jóvenes
alemanes, musculosos y arremetidos, no cejaban.
Su objetivo era ascender. Al llegar a un peligroso
despeñadero, constataron que Karen, malherida,
no lograría saltar. Decidieron sostenerla entre ambos en una silla tambaleante, así cruzaron el abismo. Ya luego, con maderas que fueron hallando
a su paso, improvisaron vacilantes puentes. Trepaban como hormigas, nada los hacía flaquear.
Alcanzaron una pendiente de lámina, el techo
destrozado que perteneció a alguna vivienda. La
usaron como rampa. Karen iba descalza. Al pisar
la lámina hirviente, se quemó las plantas de sus
pies. Una llaga más.
Para entonces, un tailandés ya se había unido
al grupo. Las señas fueron igualmente útiles para
expresar el desconsuelo. Karen, adolorida, cansada y desesperada, no quería ya seguir. La arena y
el agua tapaban todas sus cavidades, sentía ahogo, veía y escuchaba poco, perdió la fuerza. Por
primera vez temió que Jacobo estuviera muerto.
Cómo podía ella salvarse sin su marido, cómo
podía sobrevivir sin él. No quería ya dar un paso
más. Ahí se quedaría.
Sus salvadores, de quienes hoy lamenta no
recordar ni siquiera su nombre, le insuflaron esperanza. Insistían que Jacobo seguramente viajó
como ella entre las olas, que seguramente estaba
tratando de sobrevivir en algún otro rincón de
Phi Phi. Optó por creerles, por hacerle un nudo
ilusorio a la cuerda del desconsuelo.
Eran quizá las 11 de la mañana, el sol todavía no llegaba al cenit. Hacía tan sólo dos horas,
ella y Jacobo desayunaban plácidamente. ¿Despertaría de la sofocante pesadilla? Se recargó en
un tambo saturado de agua salada. El calor era
infernal, el silencio escalofriante. Los dos alemanes y el tailandés estudiaban la zona y decidían
cómo seguir. Sólo de vez en vez se escuchaba la
voz herida de alguna víctima o el lamento ardiente de quien sobrevivió. Abotargada, pensó que
moriría de un infarto.
A medida que ascendían, podían ver la zona
devastada. El paraíso era fango y horror, montañas de escombros, bosques de muertos. Karen
seguía gritándole con desesperación a Jacobo.
Le hacía promesas a Dios, sería más piadosa,
más apegada a los preceptos de la religión, iría
contra sí misma si fuera necesario, sólo anhelaba encontrarlo.
A lo lejos vieron venir una nueva ola, implacable. Sin duda, era una réplica. La distan-
cia impidió que el agua los alcanzara. Temían
la tercera ola, más fuerte aún. El pánico y la
adrenalina eran freno y motor, el calor y la sed
eran ya insoportables. Por todos lados surgían
más montañistas, escalando sin rumbo, cada
uno inventando su ruta, de un edificio a otro
abrían sendas que improvisaban con frágiles
varas de madera.
Karen recuerda a una joven desnuda, tambaleándose, asustada, que cubría sus senos con
un pequeño backpack. Estaban inmersos en una
jungla de salvajes, perdieron su humanidad. Cobró ella conciencia de su propio cuerpo. Tenía
puesto sólo su bikini con estampado de tigre,
su piel estaba llagada de sol, dolor y mar. A su
paso encontró un tendedero. Tomó unos shorts
azules de fútbol, una playera roja con el instintivo “staff” y unas enormes chanclas de plástico.
Prendas que quizá ya nadie reclamaría. Ese sería su uniforme, sus únicas pertenencias en los
días subsecuentes. Con otra playera se hizo un
torniquete en la rodilla. Seguía sangrando.
A falta de más edificios a la vista, sus líderes
decidieron ascender trepando palmeras, como
monos salvajes. Los insectos y los millones de
mosquitos de esa tupida maleza parecían tener
un banquete con la sangre coagulante de sus heridas. Había que seguir. Las pocas construcciones que ahora encontraron parecían acartonadas, pero estaban intactas. Modestos hogares de
tailandeses en la montaña que contrastaban con
los bellos bungalows de la zona turística.
Justo en ese preciso momento alguien gritó:
“Viene la tercera ola”. El pánico cundió y los pobladores comenzaron a correr, era un avispero
de almas despavoridas. Pensando que sus amigos alemanes habían subido por una escalera,
Karen tomó ese rumbo.
Ahí encontró un bar. Algunos se aprovechaban de la tragedia para robarse la bebida. Sólo
una mujer negra lloraba desconsolada; otros,
distantes, se empinaban con cinismo las botellas de alcohol y fumaban alucinados.
Karen tomó dos botellas de agua y siguió a
las hordas que cruzaban una pared rota hacia la
jungla tropical. Se aferró a una liana. Sus fuerzas mermaban. Se le resbaló una chancla, perdió el equilibrio y comenzó a rodar más de dos
metros al vacío.
Unos travestis tailandeses la escucharon caer
de bruces. Hombres con busto, maquillados de
mujer. Le aventaron una cuerda y poco a poco
logró subir. Exhausta, llegó nuevamente al bar.
Ya no había ningún occidental, solo tailandeses.
Desconsolada, se sentó a llorar por vez primera.
No tenía a quién seguir. Perdió a Jacobo, perdió
también a sus amigos alemanes, perdió la esperanza de vivir. Eran apenas las doce del medio
día y estaba sola, más sola que nunca.
21
capítulo 2 29/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Quinta parte
Desde la cima
No había por dónde subir, dónde sentarse. Cada pequeño espacio
estaba copado por personas traumatizadas, lloriqueantes
A
congojada, lloró. Su alma hervía, no podía ya más. Pasó otra eternidad, hasta
que se atrevió nuevamente a levantar el
rostro. A través del agujero de la pared
del bar, vio a un güero que escalaba. ¿Do
you speak english?, preguntó. Yes. Era sueco y su novia tailandesa. Se llamaba Christian Abt; ella, Lyons
Narumon, originaria de Phuket. Su objetivo era el
mismo: ascender. Los locales decían que venía una
nueva ola, tan violenta que cubriría la totalidad de
Phi Phi. El pánico de morir se generalizaba.
Karen no podía ya moverse, las heridas de sus
piernas eran profundas, el dolor de tantos golpes
punzaba su cuerpo. Christian la jalaba, Lyons la
empujaba. Ellos también se habían hospedado en
un bungalow del PP Princess, pero justamente en
el minuto de la devastadora ola, estaban haciendo
su check out en la recepción del hotel, alejada del
istmo de arena blanca. El agua no los tocó.
En aquella jungla de vegetación impenetrable,
los árboles y la maleza comenzaron a volverse
cada vez más espesos y abundantes. No se veía
ya la playa, proliferaban los insectos y existía el
temor de hallar serpientes venenosas. Las ramas
latigueaban al pisarlas. Una de ellas, golpeó fuertemente en la pierna de Karen. Se le enterró en la
rodilla y no había forma de parar ya el impetuoso
chisguete de sangre. Christian buscó un tronco
para sentarla. Traía consigo una mochilita. Le dio
un Dolac y untó crema en las heridas de Karen,
temía que se infectaran, había que impedir que
los mosquitos siguieran acechándolas. Lloraron
juntos, se abrazaron aterrorizados.
Había que seguir. Durante dos o tres horas
escalaron ayudándose de lianas, ramas y piedras.
La vegetación era tan espesa, que no entraba ni
un rayo de luz. Olía a fresco, a mojado. A lo largo del camino, Christian iba escarbando en su
mochila, buscaba su celular, estaba seguro que
lo llevaba consigo, pero no lo hallaba. A medida
que se aproximaban a la cima, veían más y más
gente. El 95% de ellos, tailandeses. No había por
dónde subir, dónde sentarse. Cada pequeño espacio estaba copado por personas traumatizadas,
lloriqueantes.
Decidieron descender un poco, quizá del otro
lado encontrarían refugio. En la terraza de una
cabaña, escucharon el lamento de una niña tailandesa. Le contó a Lyons, que había perdido a
toda su familia. Ahí llegó también un aldeano en
busca de lesionados. Traía una maleta de primeros auxilios, quería ayudar. Poco a poco fueron
llegando más personas. Karen era la única herida y se convirtió en el foco de atención. Sólo ella
era una milagrosa sobreviviente.
Este hombre le untó mertiolate en casi todo
el cuerpo, le dio toallas sanitarias para colocar
sobre las profundas heridas. Ella insistía, había
que localizar a Jacobo. La gente escuchaba estupefacta su historia. Lyons traducía al tailandés.
De la cabaña, salió una pareja, aparentemente de
franceses. Acababan de despertarse.
What happened to you?, preguntó él, con
su acento francés. Para él apenas amanecía. Se
z Eran pocos heridos, mucha más era la gente que buscaba huir. Había filas
interminables de personas con maletas.
22
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
aterrorizó ante el rostro de Karen. Ella se miró
entonces en un espejo. Daba yo lástima, hasta a
mí misma. Mi pelo esponjado era la cabellera de
una leona salvaje, tenía ramas, arena, escombros.
Mi cara, color papel, estaba rajada. Mi mirada,
triste. Les dije que regresé de la muerte, que me
explotó una bomba encima, que ellos tenían la
suerte de haber estado dormidos, de no haberse
enterado de nada.
No olvidaría ella el reflejo que le regresó
aquel espejo. Su rostro sonámbulo, prisionero de
la tragedia. Mientras usaba el baño, Christian y
Lyons le relataron a esta pareja la pesadilla que
padeció la isla. A Karen le ofrecieron su cama, un
refresco y unas papas de alga que tenían. Hablaban en inglés. Sólo hasta un par de horas después,
Karen sabría que la mujer no era francesa, que
el esfuerzo por entenderse en inglés había sido
inútil. Era ella latinoamericana.
Karen se recostó, pero no pudo dormir. Cada
diez minutos brincaba sobresaltada, recordaba el
ahogo, la desesperación bajo el agua. Las imágenes volvían una y otra vez. Necesitaba saber dónde estaba su esposo.
Salió del cuarto y vio a Christian hablando por celular. Finalmente había encontrado su
aparato. Según sabrían después, sólo escasas llamadas salieron de Phi Phi, quizá no más de diez
porque las líneas telefónicas se cayeron con el
tsunami. Él pidió ayuda. Karen llamó a México. Eran las 4 de la mañana y su mamá contestó
entre sueños. Mamá, no sé qué pasó, vino una
ola, no sé si Jacobo está vivo o muerto, la isla
está destrozada. Sus palabras parecían balas de
metralleta. Yo estoy bien. No te entiendo, Karen,
estoy dormida.
Su madre prendió CNN y comenzó a ver
imágenes. Hablaron 5 o 10 minutos, Karen no
paró de llorar. Algunos helicópteros sobrevolaron la isla, pero era tal la devastación, que no
podían descender en ningún sitio. Karen era la
única herida en la cima de la montaña. Hacían
señas, querían sacar a Karen de ahí, sus heridas
estaban supurantes, infectadas. Del cielo no había respuesta.
El francés optó por buscar cómo sustraer a
Karen de Phi Phi por vía marítima. Regresó un
par de horas después, esperanzado. Encontró el
camino. Una lancha carguera, desvencijada, estaba por irse. Aceptaba llevársela. Fue una fortuna
más de su destino. Si se hubiera quedado un día
más, como les pasó a algunos lesionados que pasaron más de 48 horas en la isla hasta que llegó
la ayuda inicial, las heridas pudieron habérsele
gangrenado y hubiera ella podido sufrir la amputación de alguna de sus extremidades.
En el puerto, los muertos ya comenzaban a
apilarse, algunos estaban ya cubiertos con sábanas. Una madre se arremolinaba entre ellos buscando a su bebé ahogado. Karen se iba deteniendo uno a uno, les miraba las manos, las piernas.
Evitaba los rostros. Buscaba a Jacobo y él ahí no
estaba. Quizá era una esperanza.
Olía a podredumbre y los moscos lo invadían
todo: comida, desperdicios y muertos. El Hotel
Holiday Inn, parcialmente dañado, se había convertido en hospital. Los camastros y los sillones
que sobrevivieron al desastre, servían de camillas.
Eran pocos los heridos, mucha más era la gente
que buscaba huir. Había filas interminables de
personas con maletas. Todo en la playa estaba
revuelto, era inmundo. Peces muertos, puertas
rotas, vidrios, desolación, montañas de cadáveres.
Más de cincuenta toneladas de basura en una isla que quedó devastada en un 70%. Nuevamente Karen iba descalza, las heridas de sus pies no
soportaban ningún zapato. Tenía la sensación de
pisar cuerpos enterrados en la arena. El mar, a lo
lejos, lucía bello e indefenso.
Hacía 24 horas, Karen Michan había llegado
a la isla paradisíaca con su esposo, Jacobo Hassan,
y hoy ella, solo ella, viajaba embarcada en una
pequeña lancha carguera, tan sobrecargada con
una veintena de pasajeros, que estaba a escasos
centímetros de hundirse en el océano. No viajaría así a Phuket, nunca llegarían. El objetivo era
llevar a Karen a un ferry de turistas, para que la
condujeran a un hospital lo antes posible.
Hace 24 horas, ¿cómo pude haberle dicho a
Jacobo que era ése el peor día de mi vida? No sabía yo lo que decía, no conocía la palabra tragedia.
Ahora no estaba él conmigo para disculparme,
para decirle que ya no vomitaba ante el mareo.
Ahora sí, había pasado el peor día de mi vida.
23
capítulo 2 30/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Sexta parte
La esperanza
Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos los cuartos y rincones
del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas
estaban saturadas
E
n el ferry había cerca de 250 pasajeros.
Algunos turistas que paseaban sin saber
aún la magnitud de la tragedia, e innumerables heridos que, como ella, fueron
sumándose a la embarcación.
Karen no podía ya moverse, las heridas de sus
piernas eran profundas, el dolor de tantos golpes
punzaba su cuerpo. Christian la jalaba, Lyons la
empujaba. Ellos también se habían hospedado en
un bungalow del PP Princess, pero justamente en
el minuto de la devastadora ola, estaban haciendo
su check out en la recepción del hotel, alejada del
istmo de arena blanca. El agua no los tocó.
Viajamos tres o cuatro horas, ni siquiera me
acordé de marearme. Mi único objetivo era dejar
inscrito el nombre de Jacobo en todas las posibles listas de desaparecidos. Junto a mi nombre,
injured, quedaría el de Jacobo, missing.
A las diez de la noche, del mismo 26 de diciembre, Karen arribó a la isla de Phuket. En
una ambulancia, junto con otros seis heridos,
fue transportada al Hospital Vachira, una institución gubernamental de escasos recursos. Fue
ella de los primeros lesionados en llegar. Con el
paso de las horas, este hospital, que concentró a
los damnificados de todas las islas tailandesas, se
convertiría en un hervidero.
Sentados en sillas a lo largo de interminables
pasillos, un numeroso grupo de voluntarios atendía a quienes iban llegando. Un hombre le inyectó a Karen xilocaina en cada una de las heridas
y sin mucho oficio procedió a coserlas. A quienes ella veía pasar, les insistía: My name is Karen
Michan, I´m looking for Jacobo Hassan. Quería
que alguien se apiadara de ella, que le ayudaran
a encontrarlo.
Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos
los cuartos y rincones del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas
estaban saturadas. En un cuarto al fondo de
aquel hospital, viejo y sucio, leyó en una cartulina: “free email”. Había tres computadoras, todas desocupadas.
En México eran las once de la mañana. En
el messenger sólo estaba conectado un primo
suyo que vivía en Israel. “Comunícate a mi ca-
sa, pídeles que se metan a messenger”, escribió.
Asimismo mandó un mensaje a los celulares de
sus amigos: “Salo, Marc y Jacobo: Hola soy Karen, acaba de pasar un desastre natural en la isla,
yo estoy bien, pero no sé nada de Jacobo. No sé
si está vivo o no. Por favor comuníquense a mi
casa, díganles que estoy bien, que se conecten a
messenger”.
Desesperada, buscaba más conocidos. Mateo, un amigo de la universidad, estaba conectado, pero no respondía. Escribió un mensaje y
desapareció de la red: “Karen no te preocupes
por tus materias, ya te arreglé todo, disfruta tu
luna de miel”.
Renovando la esperanza
Un enfermero comenzó a llamar: Karen Michan,
Karen Michan. Con enorme emoción le dijo que
habían encontrado a su esposo, estaba vivo, en el
mismo hospital. Tenía, sin embargo, mucha agua
en los pulmones. En ese momento, en la recepción, entró una llamada de la cónsul de México
en Tailandia. Festejó ella la noticia, le dijo a Karen que el Embajador se encargaría de llamarle
a su familia para darles la buena nueva.
En silla de ruedas la condujeron a encontrarse con Jacobo. Estaba vendada y moreteada, el
camillero pensó que no podría dar un paso. Ella
se desesperó ante la lentitud de su enfermero y
se levantó para moverse por su propio pie. Buscó entre el medio centenar de heridos de cada
cuarto. Parecía el fin del mundo. Había hombres
con vidrios encajados por todo el cuerpo, otros
con los huesos destrozados. La única mujer que
Karen encontró era una israelí que lloraba desesperada. Le contó que había estado inconsciente varias horas y que el tsunami la sorprendió
mientras dormía con su novio. Él, como Jacobo,
estaba desaparecido.
Escuchó historias, se contagió del dolor multiplicado, reconoció su rostro sucio y dolorido
en la cara de los demás. Jacobo, sin embargo, no
aparecía. Frustrada, preguntó de dónde salió la
información. Pegada sobre una mampara, afuera
del hospital, había un listado. Entonces lo entendió. El 276 en la lista era Jacobo Hassan y el 277,
24
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
Karen Michan Hassan. Era imposible que sus
nombres fueran subsecuentes, Jacobo no había
llegado con ella. Tantas veces dio su nombre y el
de Jacobo, que alguien confundió los datos y los
anotó a ambos como sobrevivientes. Todo era un
doloroso malentendido.
A la una y media de la mañana regresó a internet. Abrió su mail y, como una ironía del destino, encontró el mensaje que Jacobo le había
enviado dos días antes: “Mi vida solo quiero decirte q te amo y que estas 2 semanas que hemos
vivido juntos han sido las mejores de mi vida y
vamos a ser los más felices del mundo. Te amo
hoy y siempre, tu amado esposo”.
Comenzó a recordar los momentos de la luna
de miel. Se veía cantando con Jacobo las canciones de Blanca Nieves en el parque de San Francisco. Lo imaginaba corriendo para que la cámara
nuevamente los tomara juntos, abrazados, ahora
en ese espantoso hospital. Venían a su mente los
coqueteos y los besos. Las exóticas frutas que se
dieron de comer en la boca, paseando en una lancha en Bangkok. El pánico de ella y las carcajadas de él en la rueda de la fortuna de Hong Kong.
Las miradas en el metro de Shangai. Los últimos
momentos en Phi Phi. Extrañaba su argolla y su
anillo de compromiso que se había quitado en
la cabaña, un instante antes del tsunami. Anhelaba encontrar a Jacobo, nada más le importaba
ya en esta vida.
Al fin, su familia se conectó en messenger. Estaban todos juntos, sus papás y los de Jacobo, los
hermanos y cuñados. Decían que estaban felices,
tranquilos, que había sido un milagro encontrar
a Jacobo. La emoción les duró sólo una hora. Supieron ahora, cerca de las dos de la mañana del
día 27 de diciembre, tiempo de Tailandia, que él
seguía desaparecido y que Karen los necesitaba
en ese momento más que nunca.
Isaac, su hermano, la sorprendió: “No te
preocupes, mis papás y los de Jacobo irán para
allá. Mientras tanto están por llegar mis amigos”.
¿Quiénes y qué día llegarán?, preguntó ella sabiendo que cruzar el océano desde México podía tardar más de 36 horas de viaje. “Rafa, Abraham, Marcos y Moy estarán ahí en 15 minutos”.
Sin que Karen lo supiera, los amigos de toda la
vida de su hermano, habían estado en Phi Phi el
día 26 y se habían salvado de milagro.
A la hora del tsunami, viajaban en el ferry
que salió a las 9 de la mañana de Phi Phi rumbo
a Phuket, porque su vuelo desde esta última isla
rumbo a Bangkok salía esa misma tarde. Habían
titubeado si embarcarse a las 9 o a las 11. Una
decisión aparentemente intrascendente les había salvado la vida.
En altamar no se sintió nada. El ferry, sin embargo, ancló un par de horas a la mitad del océano
porque el capitán recibió órdenes de alejarse de
las costas. Los cuatro mexicanos, según contaron
después, protestaron furiosos, insistían que por
z Las fotos de las víctimas del tsunami fueron colocadas en diversas bardas de
la zona afectada.
culpa de un marinero inepto perderían el vuelo.
Ni aún llegando a Phuket estuvieron dispuestos a
dimensionar la tragedia. A pesar de que el taxista
les dijo que el aeropuerto estaba cerrado, se empecinaron en que ahí los llevaran.
Al llamar a México para avisar que los tailandeses los tenían atrapados, sin poder viajar, la
mamá de Moisés Bissu les avisó que era urgente
que llamaran a Isaac Michan, en México. Fue así
como pudieron ellos llegar al Hospital Vachira
para encontrarse con Karen, y para darse cuenta,
al fin, que Tailandia era zona de desastre.
Al verlos se me iluminaron los ojos, me solté a llorar. Estaban perfumados, recién bañaditos, no sé cómo fue que el destino me los mandó.
Se quedaron pasmados ante mi facha: vendada,
herida, con los pelos erizados. Yo que me preocupo tanto por arreglarme, era un harapo. Me
dolía hasta el último hueso. Estaba sucia, maloliente, destrozada.
“Los cuatro fantásticos” se movilizarían para
buscar a Jacobo en los hospitales de la isla. Llevaba ella casi 24 horas sin comer ni dormir, pero
su presencia era un refrescante alivio. Mientras
ellos investigaban qué hacer, Karen pasó el resto de la noche conectada en internet con amigos
y familiares.
Escribió el nombre de Jacobo en una infinidad de bases de datos de personas perdidas. Al
recibir, por intermediación de su hermano, la foto del columpio que ella conservaba en su computadora, comenzó a añadir la imagen a las listas cibernéticas. Asimismo imprimió cientos de
copias para pegarlas en el City Hall de Phuket y
ten todas las mamparas imaginables. Comenzaban ya a llegar los periodistas. Un periodista latino de Reuters, se hizo cargo también de la foto.
Prometió divulgarla. Todo el mundo tenía que
saber que Jacobo estaba perdido, que teníamos
que encontrarlo.
25
capítulo 2 31/12/2005
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
‘Yo sobreviví al tsunami’: Sexta parte
La página final
En México, la fotografía de Karen y Jacobo aparecía en las primeras
planas de los diarios y en todos los noticieros de televisión. Ella no
imaginaba que todo el País sabía de su tragedia
L
os amigos, hospedados en Phuket en el
Hotel Metropol, le dieron a Karen vestimenta y cobijo. Intentaban que descansara, ya había padecido demasiado. Con
enorme dificultad, trató de darse un baño.
Tenía heridas profundas, sangrantes, algunas sin
costura. Sus dedos rebanados le impedían lavarse
y le resultaba imposible que el agua penetrara su
cabello, saturado de ramas, arena, nudos y hojas.
Se vistió con la ropa de sus amigos, inclusive con
sus enormes trusas.
Trató de dormir. Fue imposible. Las imágenes
de la ola la despertaban agitada, no sabía dónde
estaba. Temía estar cerca del mar, que todo recomenzara otra vez. Un joven chileno alto y flaco,
bien parecido, tocó con insistencia a su puerta.
Le contó a Karen que conoció a los mexicanos
en el hospital. Se llamaba Aurelio Montes, venía
de Phi Phi, del PP Princess.
Desde la montaña, mientras practicaba rapel,
vio cómo la ola se fue tragando la isla, arrasando
con todo. También él estaba de luna de miel. Su
esposa, Francisca Cooper, nadaba en la alberca.
Fue ése el único momento de su viaje en que se
separaron. Se resistía a creer que estuviera muerta. Lloraba desconsolado.
Compañeros del mismo dolor, Aurelio y Karen regresaron al hospital para seguir buscando a
sus respectivas parejas. Llevaban ya muchas horas sin sueño ni alimento. Supieron que un barco
con 700 personas venía de Phi Phi, con los últimos sobrevivientes. Los heridos irían al Hospital
Vachira, el resto al City Hall. Los cadáveres estaban siendo concentrados en la isla de Krabi.
Karen tenía tanto frío, que no percibía el agobiante calor. Sus heridas estaban infectadas, tenía fiebre. Desganada, apoyada en un sillón que
inundó de arena, buscó a Jacobo entre los nuevos
damnificados. De su nariz, pelo y orejas salían
minerales y lodo. Ya no escuchaba, sentía presión
en los oídos, estaban taponados. Le dolía todo el
cuerpo, desde el dedo gordo hasta el último músculo del torso y los brazos. Los moretones se extendían, las heridas seguían sangrando.
Ninguno de los nuevos damnificados había
sobrevivido a la ola, eran heridos con rajadas le-
ves. ¿Cuántos muertos habría?, pensaba Karen.
Comenzó a perder la esperanza. A ratos, regresaba al internet. Sus amigos de México la criticaban, no la podían entender. Insistían en que
Jacobo estaba vivo y que ella se equivocaba en
dudarlo. Entre más los escuchaba, más culpable se sentía.
A las afueras del City Hall, ella y los cuatro
fantásticos se subieron de camión en camión. Llevaban la fotografía de Jacobo, se la mostraban a
todos los pasajeros para preguntarles si alguien
lo había visto. Sí, respondió un hombre, viene en
otro camión. Se subieron a más de una veintena
de ellos. Era falso, Jacobo no estaba ahí.
Los reporteros y las antenas de todo el mundo comenzaron a llegar. Asimismo los representantes de embajadas. Karen ya contaba con el
apoyo de México. Quiso también hablar con el
Embajador de Israel, su madre es israelí. Le pidieron signos particulares de identidad de Jacobo.
Fue recordando: cicatriz en forma de I latina en
la rodilla, tornillos y placa de metal en la muñeca
izquierda, cicatriz en forma de Z en esa misma
muñeca, rayas en la frente, cicatriz de lunar en
el cachete derecho, cicatriz en la nalga, circuncidado. Le solicitaron asimismo las placas de los
dientes, pediría que se las enviaran sus familiares desde México.
El Gobierno tailandés comenzó a pegar en
una pared las fotografías de los muertos. Eran
irreconocibles. Estaban deformes e hinchados
por los golpes y el agua; las narices infladas, los
ojos saltones, el rostro verdoso y en algunos casos morado, negruzco o putrefacto. No podía ni
siquiera definirse a ciencia cierta, si la víctima había sido oriental u occidental, joven o viejo, hombre o mujer. Los expertos aconsejaban enfocar
la atención sólo en la forma de las cejas, en las
entradas del cabello. El número de fotos de cadáveres era creciente. Algunos, con los ojos bien
abiertos parecían, sorprenderse ante el mundo
que dejaban.
¿Cómo podía uno soportar tanto dolor, tanto estrés, tanta frustración? Pasaban los días revisando los hospitales de Phuket, las fotografías
de muertos y hasta la morgue en Krabi. Jacobo
26
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
no aparecía. ¿Podía aún estar inconsciente?
En México, la fotografía de Karen y Jacobo
aparecía en las primeras planas de los diarios y
en todos los noticieros de televisión. Ella no imaginaba que todo el País sabía de su tragedia, ella
se había convertido en una figura pública. Gente
que tenía años de no ver le mandaba mensajes.
Le insistían en que tenía que ser fuerte -cómo si
no lo fuera-, que todo volvería a la normalidad.
Una persona inclusive le relató que habló con
una vidente, le aseguró que a Jacobo, aún inconsciente, lo estaban cuidando unos nativos en una
isla cercana. Se recuperaría. Todos se sentían con
la capacidad de insuflarle esperanza a Karen, y
ello, paradójicamente, la quebraba. Deseaba encontrarlo; deseaba también poder empezar a vivir su duelo aceptando la verdad.
El miércoles llegaron los papás de Karen y
de Jacobo a Phuket. En el camino al aeropuerto, sonó el celular. Era un reportero de la revista
Proceso. Karen no quiso atenderlo, sentía violada su intimidad.
Al ver a su madre, buscó su abrazo. Estaba
Karen serena, fuerte, no derramó una sola lágrima. Los reporteros y corresponsales de agencias
comenzaron a acosarla, los flashazos no paraban.
Buscaban víctimas, y Karen, cuya fotografía estaba en todos los rincones de Phuket, era ya vieja conocida.
Me sentía invadida, me acosaban como si
fuera estrella de Hollywood caminando sobre la
alfombra roja. Les pedí una y otra vez que me
dejaran en paz. No querían escuchar. Harta y
desesperada, me levanté a gritarles con una furia incontenible que ya era suficiente dolor, que
no soportaba más. Perdí el control. Esa imagen
de franca deses-peración fue la que recorrió el
mundo. Los periodistas, con gran cinismo, se
aprovecharon de mí, buscaron exasperarme y
obtuvieron su premio: la toma morbosa que tanto anhelaban.
Karen, que estudia comunicación, comenzó
a cuestionar la irresponsabilidad, la falta de ética de tantos periodistas. Hubo reporteros que
llegaron a declarar que estaban informados porque eran “los mejores amigos de la familia”. De
la noche a la mañana, Karen se llenó de “nuevos
amigos”, gente chismosa que se engalanaba con
su tragedia. Ese mismo miércoles, en México se
anunció en la radio que Jacobo había ya aparecido. Era una mentira más.
Las heridas de Karen estaban muy infectadas
y su salud mermaba. Su madre la llevó a un hospital privado donde descosieron y rasparon. Esa
dolorosa tortura de someterse a arañazos para
evitar que las heridas supurantes cicatrizaran, fue
inevitable durante más de una semana.
Los padres de Jacobo y el papá de Karen, después de recorrer los hospitales de Bangkok, Patong y Phuket, de revisar las interminables listas
de cadáveres y de visitar la morgue, tomaron la
decisión de viajar en lancha a Phi Phi. Sólo encontraron montañas de cadáveres en bolsas azules. Era un pueblo fantasma, pestilente.
El papá de Karen quiso llegar al PP Princess.
Ya no existía más. Al estar ahí, se dio cuenta de
que su hija había vuelto a nacer. El desconsuelo
de aquella isla era devastador, no había ya ninguna señal de vida. Un sueco, que también buscaba
a algún familiar, les pidió aventón de regreso en
la lancha. Traía consigo una bolsa de plástico que
encontró en la isla. Estaba llena de pasaportes. Él
no había hallado nada, pero a la mejor ellos corrían con mejor suerte. Milagrosamente apareció
el pasaporte de Jacobo.
Le preguntaron a Karen si Jacobo traía su
pasaporte consigo. Ella respondió que no, ni siquiera supo por qué se lo preguntaban. Horas
después, al hilar los cabos, recordó que Jacobo
había regresado al cuarto para buscar su pasaporte, quería cambiar traveler checks porque ya
no tenían dinero.
Ante la desesperanza y la incapacidad de buscar más, ambas familias regresaron a México el
2 de enero. Unos días antes, Karen recibió en el
hotel las dos petacas que ella y Jacobo habían
dejado en custodia en el muelle de Phuket. Los
encargados, al ver su fotografía y constatar que
27
capítulo 2
CRÓNICA: ‘Yo sobreviví al tsunami’
ella sobrevivió, la buscaron. Karen ni se acordaba
de aquel equipaje, pero los agentes marítimos sí.
No querían quedarse con lo que no les pertenecía. Le regresaron inclusive el dinero que ella y
Jacobo habían pagado para el taxi que los llevaría
del muelle de Phuket al aeropuerto.
En México, Karen comenzó a dormir con
la pijama que Jacobo había dejado en la maleta
olvidada. En sueños le rogaba que le mandara
alguna señal, necesitaba saber si estaba vivo. La
madrugada del 5 de enero, en la morgue de Krabi,
los israelíes de Zaka, con la ayuda de un detector
de metales, encontraron la placa en la muñeca de
Jacobo. Todas las señas de identidad coincidían.
Curiosamente, él esperaba a regresar de su luna
de miel para retirar los clavos y la placa de esa
fractura antigua.
El cuerpo había sido hallado en Phi Phi el 31
de diciembre, a la hora en que sus padres recorrieron la isla. En una de aquellas bolsas azules
acababa de ser introducido Jacobo. El equipo
que limpiaba los cadáveres, con irresponsabilidad, quitó los pasaportes y las señas de identidad de los cuerpos. Por eso, el pasaporte de Jacobo estaba ahí.
Jacobo llegaría a México el día 8, para ser enterrado el domingo 9 de enero. El cuerpo estaba
ya tan descompuesto y desfigurado que nadie se
atrevió a abrir la caja. Así se le dio sepultura. Karen llegó a dudar que hayan enterrado a Jacobo.
Sólo se convenció cuando unas semanas después,
Julián Ventura, Director para Asia-Pacífico de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, le llamó para decirle que por un error del equipo tailandés,
el cuerpo llegó a México sin una bolsa que debía haberlo acompañado. Él la tenía en su poder,
quería entregárselas. La bolsa contenía el reloj
que Jacobo llevaba puesto y su argolla matrimonial con el nombre de Karen y la fecha de su
matrimonio, 4 de diciembre del 2004, grabados
en el interior. No había duda, era Jacobo Hassan
Cassab. El ciclo logró cerrarse. En México, descansaría en paz.
Después de la pesadilla, mi futuro aún es incierto, dice Karen. No olvidaré jamás aquel 26 de
diciembre del 2004, no olvidaré nunca a Jacobo.
He dejado de ser chillona e insegura. Yo también
me sorprendo de lo que pasé y de la fuerza con
la que lo enfrenté. Quizá sobreviví porque tengo
una misión en la vida. Aún no la conozco, pero
estoy segura de que lograré cumplirla.
Fin.
z Un sueco le pidió aventón al papá de Karen, traía consigo una bolsa
de plástico llena de pasaportes, que encontró en la isla.
28
en los espectáculos
y deportes
capítulo 3 29/12/2004
en los espectáculos y deportes
De cara a la tragedia
Personajes del mundo del espectáculo fueron afectados por los desastres
ocurridos en Asia
L
as recientes olas gigantescas que devastaron
varios países asiáticos
se toparon por igual a
actores, modelos y deportistas, y aunque algunos sobrevivieron a la tragedia, como la
modelo Petra Nemcova y el actor
Jet Li, otros, como Sir Richard
Attenborough, lloran la desaparición de sus seres queridos.
Muere nieta de Attenborough
Una nieta del actor y director británico Richard Attenborough murió en la isla tailandesa de Phuket por el sismo, confirmó una amiga de la familia
en un comunicado.
La nieta fallecida es Lucy,
de 14 años, mientras que su
madre, Jane, y su abuela paterna, Jane Holland, se encuentran
desaparecidas.
Mejor suerte corrieron el
padre de Lucy, Michael Holand,
y su hermano, Sam, que sobrevivieron a la catástrofe, en tanto que su hermana Alice, de 17
años, es tratada en un hospital.
Sólo se lesiona una pierna
Con una pierna ligeramente
lastimada, el actor chino Jet Li
al parecer aún se encuentra en
las Islas Maldivas, donde sobrevivió al “tsunami”.
Fathimath Raheel, de la oficina de Turismo de Maldivas,
afirmó que el protagonista de
la película Héroe se encuentra
bien, al igual que los futbolistas
de la selección italiana (Paolo
Maldini, Lucatero y “Pipo” Inzhagi).
z Jet Li
“El señor Jet Li y los futbolistas están vivos y probablemente con buena salud. No
estamos seguros de que hayan
dejado ya las Maldivas”, señaló
por correo electrónico.
De acuerdo con el periódico chino Singtao Daily, Li se encontraba con su hija de 4 años
en la habitación del hotel al momento del desastre.
Sobrevive modelo
aferrada a palma
La supermodelo Petra Nemcova logró sobrevivir al maremoto
agarrándose durante ocho horas a una palmera en la playa de
Tailandia en la que pasaba unas
vacaciones con su novio, del que
no se tienen noticias.
La modelo checa de 25 años,
que sufre una fractura de pelvis
y heridas internas, está ingresada en un hospital de Tailandia,
30
cerca de la isla de Phuket.
“Se siente muy afortunada
de estar viva”, explicó su publirrelacionista, Rob Shuter, en
Nueva York.
Nemcova, portada de la edición de trajes de baño de Sports
Illustrated en el 2003 y que trabaja para Victoria’s Secret, tenía
previsto pasar 10 días en la playa como regalo sorpresa de Navidad a su novio, el fotógrafo inglés Simon Atlee, de 33 años.
“Habían estado ahí cinco
días”, continuó Shuter.
La pareja alquiló una cabaña en la playa y estaban ahí
cuando las olas llegaron.
“Afortunadamente Petra logró agarrarse a una palmera y
se estuvo así unas ocho horas”,
hasta que fue rescatada y trasladada a un hospital local, donde
no ha sabido nada de Simon.
“Mantiene la esperanza, pero está un poco aislada. Está
en un hospital y no estoy seguro de que entienda la enormidad de este desastre”, concluyó Shuter.
Nemcova habló desde el
hospital con el diario Daily
News, de Nueva York.
“La gente gritaba y los niños
gritaban por todas partes, ‘socorro, socorro’. Y tras unos minutos, los niños dejaron de oírse”,
explicó. “Estaba tan rota, no podía caminar. Había tanta gente
con horribles heridas, con sangre por todas partes. Era como
una película de guerra”.
Con información de AFP, EFE, United
Press International y Omar Cabrera.
capítulo 3 28/08/2005
en los espectáculos y deportes
Petra Nemcova
celebra la vida
Siete meses después de sobrevivir
al tsunami, la modelo habla de
recuperarse, iniciar una organización
con fines de caridad y seguir
extrañando a su fallecido novio
Alyssa Shelasky
E
l 19 de julio, la modelo Petra Nemcova,
nacida en Checoslovaquia (actual República Checa), se encontraba de pie en
el balcón del penthouse del Grand Hotel, en el barrio neoyorquino de Soho,
rodeada por su familia y amigos (entre ellos Donald y Melania Trump) y brindó por su cumpleaños número 26.
Fue un acontecimiento que casi no vive para
ver. En diciembre, dificultosamente logró sobrevivir al tsunami que golpeó el sur de Asia. Aunque Nemcova era la invitada de honor, la fiesta,
dice, no se trataba sólo de ella. “En realidad era
una celebración de vida”.
La mañana de la tragedia, Nemcova y su novio, el fotógrafo británico Simon Atlee, de 33 años,
se encontraban dormidos en su cabaña en Khao
Lak, Tailandia. La pareja quedó separada al precipitarse el agua al interior. Sacudida de un lado
a otro por el agua, la modelo fue golpeada por
trozos de madera y escombros que fracturaron
su pelvis. Finalmente, terminó aferrada a una
palmera, donde permaneció durante ocho horas.
Nunca volvió a ver vivo a Atlee.
Después de meses de recuperación en su
país natal, la modelo de Victoria’s Secret y chica
de portada de la revista Sports Illustrated está
de regreso en Nueva York con una misión: ayudar a las víctimas de Tailandia a recuperarse de
la devastación. ”Cada persona puede cambiar
el mundo”, comenta. “Si ayudas a dos personas,
ellas ayudarán a otras dos personas. Podemos
hacer una diferencia enorme”.
31
capítulo 3
en los espectáculos y deportes
“Me siento bendecida por cada día. Siento que cada día es un regalo.”
Petra Nemcova
P. ¿Cómo estás físicamente?
R. “Hago ejercicio todos los días. Tengo que hacer
mis ejercicios para no sufrir dolor. Estoy más o
menos recuperada en un 98 a 99 por ciento. Nunca será 100 por ciento porque algunos huesos se
movieron. Pero soy muy afortunada”.
P. ¿Qué ejercicios realizas?
R. “Ejercicios para fortalecer los músculos en el
área de la pelvis y también para mi espalda baja
y columna vertebral para mantenerlas fuertes y
así no haya dolor”.
¿Cómo está tu salud emocional?
R. “Me siento bendecida por cada día. Siento que
cada día es un regalo. Hay días cuando estoy más
triste, hay días cuando estoy más contenta; pero
gracias al apoyo de mi familia y amigos, estoy muy
bien encaminada para recuperarme.
“Por supuesto que extraño a Simon y siento un
poquito de esperanza perdida con todas las vidas
que se perdieron, pero me siento agradecida por
cada momento. Es una de las cosas que
P. ¿Siempre tuviste una perspectiva optimista
sobre la vida?
R. “En general, sí. Pero esta experiencia me ha cambiado aún más para disfrutar todos los momentos,
porque he andado muy a la carrera y apresurada
durante los últimos cuantos años y he sido en gran
parte una adicta al trabajo. Ahora puedo ver las
cosas con otros ojos. Siempre me importó, siempre
hice cosas por los niños, pero ahora es una mayor
prioridad en mi vida”.
¿Planeas regresar al modelaje?
R. “Definitivamente regresaré. Voy a intentar ir y
hacerlo de forma distinta que antes: hacer las cosas con propósito y significado”.
P. ¿Te parece la moda superficial ahora?
R. “Me gusta tanto el modelaje. De verdad me dio
mucho y no sólo el ser capaz de viajar y aprender
sobre la gente, sobre países y sobre los idiomas.
También me enseñó cómo ser fuerte por mí misma. Creo que ésa es una de las cosas que me ha
ayudado”.
P. ¿Qué encontraste a tu regreso en Tailandia
en mayo?
“Todo estaba muy diferente y dañado -casas y hoteles- y aún había bastante basura. No podía reconocer el lugar. Fui con mi hermana y un par de
amigos. Fue muy emotivo, muy difícil, pero hermoso al mismo tiempo debido a la naturaleza y a
la gente. Los admiro tanto”.
P. ¿Te encontraste sufriendo flashbacks?
R. “Sí, definitivamente; abrió muchas cosas. Podría
ser algo bueno. Todo necesita salir para sanar”.
P. Eres una inspiración para tantas personas.
¿Qué le dirías a otra gente que sufre la pérdida
de un ser amado o que vive una tragedia?
R. “Para mí, ha cambiado mi vida y le ha dado más
significado. Creo que el mensaje es: está en el poder
de nuestras mentes cómo afrontamos una situación. Y sólo tienes que decirte a ti mismo: ‘Yo puedo
hacerlo, yo puedo hacerlo, yo voy a lograrlo’”.
32
capítulo 3 28/12/2004
en los espectáculos y deportes
Sufren el maremoto
Varios futbolistas internacionales italianos, entre ellos
Paolo Maldini, ex capitán de la selección de su país,
contaron sus impresiones
E
l deporte no se salvó
de sufrir por los maremotos que devastaron
Asia, y aunque salieron
ilesos, futbolistas italianos, un ex tenista y un ex esquiador campeón olímpico vivieron
momentos de angustia.
“Acababa de llegar con la
familia al aeropuerto de la capital, Male, cuando se produjo
la inundación, poco antes de salir para Milán”, dijo el veterano
defensa, quien llegó ayer sin novedad a su país.
“Vi solamente el final de las
olas. La pista de despegue en
Male estaba inundada. En el aeropuerto todo estaba en calma.
Posiblemente era el lugar más
tranquilo de todo Male. No tuvimos tiempo de tener miedo”,
agregó.
“No nos dimos cuenta de
nada de lo que estaba pasando. Seguimos atrapados algunas horas en la pista bajo agua
y nos enteramos luego de todo por la televisión”, comentó
Gianluca Zambrotta, del Juventus de Turín, que regresó
a Milán en el mismo avión que
Maldini.
Filippo Inzaghi, delantero
del Milán, sigue en cambio aún
en las Maldivas.
“Estamos con unas 300
personas en la recepción del
hotel en la isla en espera de
poder regresar”, dijo.
Pero no sólo futbolistas
fueron afectados. El austríaco
Thomas Muster, ex número
uno del tenis mundial, se vio
z Filippo Inzaghi, jugador de futbol del eqipo italiano Milán.
sorprendido el domingo por la
mañana en su bungalow de las
Islas Maldivas por las devastadoras olas gigantes provocadas
por el maremoto.
“A las tres de la madrugada,
el bungalow donde pasaba las
vacaciones comenzó a estremecerse violentamente”, describió Muster al diario austríaco Kleine Zeitung de Graz.
“Luego hubo un gran estruendo cuando una ola de tres
metros pasó por encima de la
casa. A los 20 segundos, todo había pasado”, añadió el
ex tenista.
33
La “vieja gloria” del esquí
sueco Ingemar Stenmark, de
48 años, logró ponerse a salvo a tiempo de las gigantescas
olas de varios metros de altura en su lugar de vacaciones en
Khok Koli, unos 50 kilómetros
al norte de la localidad tailandesa de Phuket, una de las más
afectadas.
El campeón olímpico de
slalom y slalom gigante de
1980 consiguió escapar junto
a una amiga escalando hasta
un lugar más alto.
Con información de DPA
capítulo 3 27/12/2004
en los espectáculos y deportes
Huyen jugadores
de tragedia en Asia
E
l maremoto que ayer
(tiempo de México)
asoló el sur asiático
obligó a varias figuras
del futbol italiano, entre ellas los milanistas Paolo Maldini y Filippo Inzaghi, a adelantar
el final de sus vacaciones invernales en las islas Maldivas.
Gianluca Zambrotta, jugador de la Juventus, Cristiano
Lucarelli, del Livorno, Alesandro Nesta, del Milán, y Marco
Materazzi, del Inter de Milán,
han sido otros de los jugadores
que fueron sorprendidos por la
tragedia, que hasta ahora ha
causado la muerte a más de 11
mil personas, según informaciones de los gobiernos de Sri
Lanka, la India y Tailandia.
También el presidente del
Perugia, Alessandro Gaucci, estaba en Las Maldivas en el momento del suceso.
“Recuérdame a qué hora es
el entrenamiento de mañana”.
Con este mensaje SMS enviado ayer por Zambrotta aseguraba a su club su buen estado
de salud.
Paraíso turístico del Océano Indico, el archipiélago afectado por el maremoto provocado por el fuerte sismo en la isla
indonesia de Sumatra está tomado por italianos de fortuna
y estrellas del futbol, la televisión o del espectáculo.
“Todo va bien. Estoy con
Gianluca Zambrotta y acaba-
mos de abordar el avión”, notificaba a su padre el capitán
del Milán, Paolo Maldini, durante la tarde.
Otros dos futbolistas italianos, los delanteros Filippo
Inzaghi y el ex valencianista
Cristiano Lucarelli también se
encontraban de vacaciones en
las Maldivas cuando la sacudida de la naturaleza provocó
miles de víctimas.
“Estoy bien, pero es cierto
que hemos pasado miedo. Estamos más de 300 personas en
la recepción de hotel esperando salir de la isla”, dijo Inzaghi
a los dirigentes del Milán.
Lucarelli, quien pasaba las
vacaciones en una residencia
vacacional de Baa, se comunicó
con su hermano para avisarle
de lo acontecido.
“Hemos visto una ola de
más de dos metros. He recogido a mis dos hijos y nos hemos refugiado. Hemos pasado mucho miedo. Ahora estamos en la recepción de la
residencia, sin luz y buscamos
un medio para abandonar la
isla”, precisó.
Un primer avión, con 270
pasajeros a bordo, despegó del
aeropuerto de Male, la capital
de las Maldivas, con destino
a Italia, según informaron los
servicios de protección civil
italianos.
Con información de EFE
34
Varios futbolistas
internacionales italianos, entre
ellos Paolo Maldini, ex capitán de
la selección de su país, contaron
sus impresiones
z El italiano Paolo Maldini tuvo que terminar con sus
vacaciones en las Islas Maldivas.
OPINIÓN
capítulo 4 16/01/2005
OPINIÓN
V.S. NaipauL
Tsunami:
La fuerza ciega
de la Tierra
L
o primero en lo que pensé, al ver esas imágenes, fue en la antigüedad de la Tierra.
Hay algo de primitivo en la fuerza desencadenada. Mientras nos dedicamos a recorrer su superficie, ella nos ha recordado
que, con un simple temblor, puede destruir y frustrar
todas nuestras obras. Estamos acostumbrados a sentirnos en la cima del mundo. Desde ahí, tenemos la
impresión de que podemos dominar todo lo que nos
rodea. Y, cuando un suceso natural de este tipo hace
que nos desplomemos, desearíamos desde lo más
profundo poder emprenderla contra alguien. Pero
lo único que podemos hacer es llorar de dolor y de
rabia. La antigüedad de la Tierra no nos deja otra
escapatoria, otro camino. Veo que también ahora,
como suele ocurrir en estos casos, hay personas que
buscan explicaciones, que recuerdan el pasado, que
teorizan y analizan. Pero, al final, tras el desastre, lo
que nos inunda es la tristeza, y no podemos hacer
nada más que convivir con ella. Las culturas no reaccionan del mismo modo ante la fuerza devastadora de la naturaleza. En estos días tan dramáticos lo
hemos comprobado. En los rostros hacinados frente
a nuestros ojos, en esas imágenes de muerte y destrucción que han convertido el Océano Indico en
el corazón del mundo, hemos podido leer, no sólo
dolor, sino también dignidad.
En Occidente, no debemos olvidar que los
habitantes de aquellas regiones están más acostumbrados que nosotros a convivir con la tragedia, con la fuerza ciega de la Tierra. Pienso en los
campesinos indios y de Bangladesh, habituados a
los monzones desde la noche de los tiempos; en
cada estación aguardan su paso destructor, intentan ponerse a salvo y luego vuelven a las tierras
anegadas para reconstruir lo que se ha perdido.
El carácter cíclico de la aniquilación y la destrucción acostumbra al espíritu humano a la incertidumbre y la precariedad. Pero también a vivir con
más serenidad y valorar cada momento.
He visto mucho más en esas fotografías, esas
imágenes televisivas, esa tragedia de una humanidad tan lejana y, al mismo tiempo, tan próxima. Al mirar una y otra vez las imágenes de las
costas sobre las que se abatió la ola, me ha llamado la atención notar que los edificios principales, los más sólidos, permanecen en pie. Lo
que se ha destrozado, junto a las vidas humanas,
es la impresionante e ininterrumpida hilera de
estructuras turísticas. Astillas de madera, jirones
de bungalows, estanterías y mostradores de tienditas. Todo ha quedado reducido a pedazos por
la violencia irresistible del mar. Casi borrado. La
suerte que ha corrido gran parte de lo que se ha
construido para desarrollar el sector del turismo
demuestra, en mi opinión, la falacia de este aspecto de la vida del hombre moderno: creo que
la precariedad y la provisionalidad del turismo
van unidas a la imagen de la ola que ha arrastrado las construcciones levantadas para tal fin. Y
eso demuestra, a su vez, lo nuevos y jóvenes que
somos en comparación con la antigüedad de esta
Tierra que pisoteamos y que nos acoge.
El tsunami nos ha afectado a todos. Occidentales u orientales, turistas o campesinos, ricos o
pobres. Nos ha recordado que, ante la naturale-
36
capítulo 4
OPINIÓN
“Lo que se ha destrozado, junto a las vidas humanas, es la impresionante e
ininterrumpida hilera de estructuras turísticas. Astillas de madera, jirones
de bungalows, estanterías y mostradores de tienditas. Todo ha quedado reducido a pedazos por la violencia irresistible del mar.”
V.S. Naipaul, Premio Nobel 2001.
za, somos iguales. Que conste que no soy optimista, no creo que la devastación de Asia vaya
a abrir una nueva era de fraternidad y colaboración entre los miembros de la comunidad internacional. Todo esto, a mi juicio, no es más que
una ilusión romántica. Después de la gran ola,
las aguas se retiraron lentamente. Y, del mismo
modo, una vez superada la situación de emergencia, las cosas volverán a ser como antes. No
surgirá ningún nuevo espíritu de cooperación de
los escombros.
Al final, los pueblos del sureste asiático sólo
podrán contar con sus propias fuerzas, sus propias dotes de recuperación, que son tan variadas como los países golpeados por el maremoto.
India es ya un gigante económico, una potencia
en vías de industrialización que se ha desarrollado gracias a su talento, a través de su cultura
y su educación. No ocurre así en Indonesia o
Tailandia, que no poseen una educación para el
desarrollo sino que se conforman con importar
proyectos y modelos económicos, sin crear uno
original, que se adapte a sus exigencias.
Por supuesto, una intervención de la comunidad internacional puede ser útil. Un Plan Marshall para las áreas abatidas por el tsunami tal vez
sería eficaz, igual que lo fue el original, pero sólo
si sabe resaltar el valor de los recursos humanos,
culturales y organizativos del país que lo reciba.
Y, en cualquier caso, el hombre no es sólo un
animal económico, no puede desarrollarse sólo
a través de modelos comerciales o industriales;
eso es una utopía. El hombre es el resultado de
un conjunto de combinaciones económicas -no
lo niego- pero también culturales. Lo que tiene
gran importancia, sobre todo, es la educación.
El carácter de cada uno de nosotros se construye a partir de muchas variables, y eso es lo que
hace que un individuo, una sociedad humana y
un pueblo deseen mejorar, avanzar, construir un
mundo en el que se pueda vivir mejor.
Ahora bien, aquí conviene también frenar
a los entusiastas, los que nos empujan a pensar
que de un mal tan inmenso, con suerte, puede
nacer un bien igualmente inmenso. No creo que
el hombre pueda aprender, de lo ocurrido el día
de San Esteban, mucho más de lo que ya sabía
antes. La vida es absolutamente imprevisible y lo
más útil que podemos hacer es aprender a convivir con la idea. Sin sobrevalorarnos ni pretender
que conocemos lo imponderable. Nos ocurre a
los que somos padres: siempre queremos saber
dónde están nuestros hijos. Pero sabemos que
no podemos controlarlos por completo.
37
Texto recogido por Stefano Citati. La Reppublica, 2005.
Traducción: María Luisa Rodríguez/ El País
capítulo 4 09/01/2005
OPINIÓN
Isabel Turrent
Después
del tsunami
S
i la humanidad posee realmente un inconsciente colectivo, el justificado temor
a la fuerza de la naturaleza debe ser uno
de sus resortes primigenios. Huracanes,
inundaciones, terremotos y tsunamis,
junto con otros fenómenos menos destructivos como el paso de los cometas, han formado parte del
imaginario colectivo desde el inicio de los tiempos.
Las catástrofes naturales, o la interpretación que
las sociedades que las han sufrido les han dado, han
cambiado la historia muchas veces.
En Oriente, durante milenios, los chinos interpretaron la fuerza destructiva de la naturaleza -terremotos o inundaciones- como un signo de que el
Emperador en turno había perdido la legitimidad
para gobernar y, con ella, el Mandato del Cielo. La
naturaleza ordenaba un relevo político y justificaba rebeliones y alzamientos que culminaron una
y otra vez con la caída del gobernante en turno
y, en más de una ocasión, con el derrocamiento
de toda una dinastía y el inicio de una nueva. La
cara ultraterrena que se le otorgaba a la fuerza
destructiva de la naturaleza estaba enraizada en
circunstancias bien concretas: generalmente, las
inundaciones que asolaban el corazón de China
-alrededor del río Amarillo- eran resultado, en
efecto, de un mal gobierno: del descuido de diques
y murallas que debían repararse continuamente
para evitar que el río se desbordara y barriera con
plantíos y seres humanos. Dos tifones, con una
diferencia de siglos, evitaron que tropas chinas
invadieran Japón y convirtieran al archipiélago
en una provincia más de China. Esos huracanes
pasaron a la historia con un nombre que se haría
tristemente célebre durante la Segunda Guerra
Mundial: kamikaze o viento divino.
En Occidente, catástrofes naturales cambiaron también el curso de la historia: la llamada
Armada Invencible española fue derrotada por
una tormenta que salvó a Inglaterra de una invasión. Milenios antes, la erupción de un volcán y el
monstruoso oleaje que provocó en el Mediterráneo debilitaron para siempre al imperio minoico y
a su capital, Creta. Mucho más cerca de nosotros,
la aparición de un cometa derrotó al emperador
Moctezuma mucho antes de que empezara el sitio de Tenochtitlán, en lo que fue el principio del
fin del imperio azteca.
El maremoto que devastó el sureste de Asia
no tiene nada de sobrenatural, como pretenden
autoridades religiosas dominadas por un pensamiento mágico animista propio de la Edad de
Piedra, que pretende ver la mano de Dios en un
fenómeno natural: el 26 de diciembre, un terremoto en el Océano Índico empujó verticalmente
-cerca de 10 metros- el suelo marino. Ese movimiento desplazó cientos de kilómetros cúbicos de
agua que empezaron a recorrer el mar a la velocidad de un jet Jumbo, destruyendo todo lo que
encontraban en su camino. Si algo de milagroso
hay en el fenómeno es el hecho de que, dada la
inestabilidad geológica del planeta que habitamos,
estas catástrofes no sean más frecuentes.
El altísimo y abrumador número de víctimas
que el tsunami dejó a su paso es, por lo demás, en
parte, resultado de la imprevisión humana y de la
miseria que el mundo no ha sabido erradicar y nada más. El maremoto en sí mismo era impredecible, pero si el Océano Índico tuviera un sistema
de alarmas parecido al del Pacífico, muchísimas
vidas se hubieran salvado. No deja de sorprender
que la magnitud misma del terremoto haya permitido a muchos prever el tsunami que seguiría,
pero que nadie haya dado la voz de alarma en
ninguno de los países afectados, para no dañar a
la industria turística.
38
capítulo 4
OPINIÓN
Es imposible saber cuántos se hubieran salvado si hubiesen sabido que las olas barrerían las
costas de aquellos países que rodean lo que fue el
epicentro del maremoto: pasaron de 25 minutos
a dos horas entre el terremoto y el tsunami que
devastó regiones costeras en Indonesia, Malasia,
Tailandia, Sri Lanka y la India, entre otros países.
Tiempo suficiente para que los animales buscaran refugio, mientras decenas de miles de seres
humanos perecían bajo las olas. Al parecer, la
humanidad ha conservado el miedo primigenio
a los maremotos, pero ha perdido el instinto de
supervivencia que debió haberse disparado en el
momento que el mar empezó a retirarse amenazador, antes de azotar la costa.
Lo que ha sucedido después alimenta la esperanza de que imágenes como las que llenaron
las pantallas de televisión a partir del 26 empiecen a cambiar la historia en dos sentidos. Por una
parte, una tras otra, las naciones del planeta se
han comprometido en una labor de rescate y reconstrucción con pocos precedentes: han destinado en conjunto 2 mil millones de dólares para
los países arrasados por el maremoto, y diversos
organismos discuten proyectos para ayudar a la
región a más largo plazo. A iniciativa de Canadá y Alemania, el Club de París ha aceptado la
posibilidad de establecer una moratoria sobre
los pagos de la deuda de las naciones afectadas,
y el Presidente Chirac propuso la creación de
una fuerza civil de protección global, lista para
intervenir en cualquier lugar del mundo afectado por una catástrofe natural.
Iniciativas loables que, sin embargo, no tocan
la raíz del problema que generó el mayor núme-
ro de víctimas: la miseria que dejó sin protección
a decenas de miles de habitantes de barriadas
costeras, aisladas, mal construidas y miserables.
Pobreza que ocupa una de las más bajas prioridades de los países desarrollados, en especial
de Estados Unidos. Como señaló un editorialista
del New York Times, EU reacciona con generosidad ante desastres naturales, pero otorga una
ayuda promedio miserable a los países pobres.
En 2003, dieron 15 centavos por cada 100 dólares de ingreso nacional: cifra ínfima, que palidece ante las necesidades de millones de pobres,
y que es mucho menor que lo que otorgan países europeos como Dinamarca (84 centavos),
Bélgica (60), o la misma Francia (41 centavos).
El maremoto no podría dejar mejor legado que
una clara conciencia en el mundo de la necesidad de emprender una lucha global y eficaz
contra la pobreza.
Por otra, el tsunami podría cambiar la historia de manera más inmediata en aquellos países
devastados por enfrentamientos militares como
Sri Lanka y la provincia de Aceh en Indonesia. Es
esperanzador ver a tamiles, miembros del movimiento separatista de los Tigres, que han escenificado una guerra secesionista que ha dejado
64 mil muertos, cooperando con el Ejército que
los ha combatido en la distribución de ayuda, y
el cese al fuego decretado por otro movimiento
secesionista que actúa en Indonesia, para facilitar las labores de rescate. El mejor inicio para el
2005, después del tsunami, sería que esa cooperación culminara en una paz definitiva.
“El altísimo y abrumador número de víctimas que el tsunami dejó a su paso
es, por lo demás, en parte, resultado de la imprevisión humana y de la miseria que el mundo no ha sabido erradicar y nada más”
Isabel Turrent
39
capítulo 4 30/12/2004
OPINIÓN
Modesto Suárez
Tsunami
“L
o inesperado del suceso y la enorme dimensión de la destrucción que
ahora vemos, hace difícil describir lo
que sucedió. La mejor comparación
es una transformación repentina del
escenario, pero a una escala colosal y con plena
conciencia de que se trata de algo real (pues en un
cuento de hadas eso sucede debido a la magia de la
varita del hada), miles de personas han muerto en
un breve instante, una destrucción sin igual se ha
producido entre nosotros.”
Las palabras anteriores bien pudieran provenir de un testigo del maremoto ocurrido el domingo pasado en el Océano Índico. Empero, el
testimonio antes citado fue escrito por el ingeniero holandés R. A. van Sandick, quien a bordo
del vapor Gouverneur-Generaal Loudon pudo
constatar los efectos devastadores de los tsunamis producidos por la erupción de un volcán el
lunes 27 de agosto de 1883 en la isla de Krakatoa, situada en el Estrecho de la Sonda entre Sumatra y Java.
De acuerdo con el cónsul británico de Batavia (ahora Yakarta, capital de Indonesia) “...la
costa sureste de Sumatra sufrió un influjo marino severo y repentino, y casi con toda seguridad
perecieron miles de los habitantes de las aldeas
situadas en la costa”. Algunas aldeas desaparecieron con todo y habitantes; en un poblado de
Java murieron unos 10 mil individuos. En total,
unas 36 mil 500 personas perdieron la vida y miles más resultaron heridas.
A diferencia de las erupciones de otros volcanes, la destrucción de bienes y vidas en la re-
“Nuestro paraíso se ha convertido
en un infierno.”
Moira Lee, turista estadounidense, Phuket,
Tailandia
gión del Estrecho de la Sonda se debió no tanto
a los gases, las cenizas y la lava producidos por
las explosiones del volcán Krakatau, sino por los
tsunamis resultantes de los sismos producidos
por la erupción. Tsunami es una palabra de origen japonés que significa “ola gigantesca”. Ésta
se produce a consecuencia del choque o la fricción de las placas tectónicas situadas en el fondo del mar. El tsunami es una sucesión de olas
marinas que forman una especie de tren cuya
longitud puede alcanzar cientos de kilómetros.
La velocidad del desplazamiento de las olas está
40
capítulo 4
OPINIÓN
relacionada directamente con la profundidad del
mar: en aguas profundas el deslizamiento de las
olas puede superar los 700 kilómetros por hora
y pueden viajar a una distancia de miles de kilómetros; en aguas superficiales la velocidad disminuye a unos 40 kilómetros por hora. En lo que se
refiere a la altura de las olas hay un efecto opuesto
al anterior: entre más profunda sea el agua, más
pequeñas serán las olas; y entre más superficiales sean las aguas, las olas serán de mayor altura. Por eso el tsunami causa tanta destrucción y
algunos lo describen como un muro de agua. Un
tercer factor que explica el mayor o menor poder
destructor del tsunami es la configuración de la
costa: si ésta es plana ofrecerá menor resistencia
a las olas invasoras y habrá mayor destrucción;
si posee relieves, como riscos y acantilados, el
efecto destructivo del tsunami se verá reducido.
Los tsunamis de Krakatoa acumularon un
gran poder destructivo. No por nada este fenómeno natural ha sido recordado en el cine y ha
sido objeto de estudios históricos, como el reciente libro escrito por Simon Winchester, subtitulado
nada menos como “El día que el mundo explotó”.
Sin embargo, los tsunamis originados por el sismo
ocurrido a unos 250 kilómetros del extremo norte
de Indonesia el domingo pasado superaron con
mucho las pérdidas en vidas y bienes como consecuencia de la erupción de Krakatoa.
El terremoto del pasado día 26 tuvo una fuerza aproximada de 32 mil megatones, esto es, el
equivalente a 32 mil bombas atómicas como las
arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de
la Segunda Guerra Mundial. Las olas se desplazaron a gran velocidad por el Océano Índico y el
Golfo de Bengala y llegaron hasta las costas de
Somalia en Africa oriental, a 7 mil kilómetros de
distancia. Siete países fueron afectados: Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia, Maldivas, Malasia
y Birmania. Por ahora, la pérdida en vidas supera
los 80 mil muertos (siendo niños la tercera parte de ellos) y miles y miles de heridos y desaparecidos. La Cruz Roja Internacional calcula que
el número de muertos podría superar la cifra de
100 mil. Las pérdidas materiales son enormes.
Para algunos países a las condiciones de vida de
por sí difíciles se ha agregado el mayor desastre natural en la historia de la humanidad. Sri
Lanka, por ejemplo, ha sufrido durante décadas
una guerra civil entre el gobierno de Colombo y
los “Tigres” tamiles, quienes luchan por lograr la
independencia de la región norte de esta isla colocada al sureste de la India. Hasta el martes 28,
Sri Lanka había registrado 11 mil muertos y unas
250 mil personas sin hogar.
Krakatoa y el reciente maremoto del Océano Índico, separados por 121 años de distancia,
presentan una semejanza increíble: la población
afectada fue tomada totalmente desprevenida.
Pescadores realizaban su labor en el mar, bañistas disfrutaban de la playa, niños jugaban, turistas
descansaban en sus hoteles, viajeros se trasladaban por tren, la mayoría de la gente, en fin, desempeñaba sus actividades cotidianas sin la menor
sospecha de la llegada del tsunami. ¿Cómo, después de 121 años, es posible que no exista en el
Océano Índico un sistema de alarma similar al instalado desde hace años en el Océano Pacífico?
41
DESPUÉS DE LA
TORMENTA...
capítulo 5
27/12/2005
DESPUÉS DE LA TORMENTA…
Recuerda el mundo
la furia del tsunami
Conmemoran
un año del peor
desastre natural en
Asia. Millones rinden
homenaje a más de
200 mil víctimas,
mientras Indonesia
activa sus alarmas
preventivas
E
l mundo recordó ayer la
furia desatada por una
gigantesca marejada
tras un sismo que dejó hace un año más de
200 mil muertos en 12 países del
océano Índico, en la peor tragedia natural registrada en la historia moderna de Asia y el mundo.
Desde la destruida provincia de Ache, en Indonesia, hasta los paraísos turísticos de Tailandia, las exuberantes selvas de
Sri Lanka y las aldeas de pescadores de la India, los dolientes
se reunieron en conmemoraciones oficiales y en pequeñas
ceremonias personales.
En Ache, la más cercana al
sismo que generó las olas gigantes y donde se recibió casi el
total del impacto de las mismas,
el Presidente Susilo Bambang
Yudhoyono puso en funcionamiento una de las sirenas que
forman parte del nuevo sistema
de advertencia a la población
civil ante posibles catástrofes
naturales.
“Fue bajo el mismo cielo
azul, exactamente hace un año,
que la madre tierra desató su
poder más destructivo sobre
nosotros”, dijo Yudhoyono. “El
ataque se inició con un potente
sismo, pero... ése fue solamente el preludio de la espantosa
catástrofe”.
En Sri Lanka, el Presidente Mahinda Rajapakse se reunió con sobrevivientes cerca
del sitio de un letal accidente
de trenes.
En Tailandia, algunos aldeanos se negaron a tomar parte en
las ceremonias, indicando que
los rituales eran costosos y sólo
buscaban atraer a turistas y hacer quedar bien al gobierno.
En la India, miles asistieron
a un servicio de varias creencias religiosas en una iglesia
del Siglo 18.
Por otra parte, Suecia, Alemania, Finlandia y Noruega figuraron entre los países euro-
peos donde se realizaron ceremonias en homenaje a sus
ciudadanos muertos en el
tsunami.
La enorme ola mató en Tailandia a más de 2 mil 400 extranjeros, muchos de ellos turistas europeos.
De los países europeos, Suecia fue uno de los más afectados, con 526 muertos y 17 desaparecidos.
Hace un año, un terremoto
de magnitud 9, el más potente de las últimas cuatro décadas, estremeció el lecho marino cerca de la isla de Sumatra,
desplazando miles de millones
de toneladas de agua y generando olas de 10 metros de altura
que se diseminaron por todo
el océano Índico a velocidades
subsónicas.
43
El tsunami barrió con poblaciones enteras en Ache y Sri
Lanka, borró cinco centros vacacionales de cinco estrellas
en Tailandia y alcanzó a las comunidades costeras de India y
África con una fuerza incontenible.
“Fue tan brutal, tan rápido y
tan grande, que todavía hoy somos incapaces de comprenderlo en su totalidad”, dijo el Secretario General de las Naciones
Unidas, Kofi Annan, en un mensaje en video presentado durante la ceremonia en Ache.
Al menos 216 mil personas
murieron o desaparecieron bajo las aguas, de acuerdo con datos obtenidos a partir de cifras
de agencias.
AP
capítulo 5 07/12/2006
DESPUÉS DE LA TORMENTA…
Sepultan a
últimos muertos
del tsunami
El tsunami: Descansan en paz... dos años después
T
ailandia comenzó ayer
a enterrar a las últimas
110 víctimas no identificadas del tsunami que
sacudió en diciembre
de 2004 el Océano Índico, en
una ceremonia interreligiosa celebrada cerca de las playas en las
que murieron.
Religiosos católicos y musulmanes y monjes budistas
presidieron los entierros en
grandes cámaras de cemento de
las que los cadáveres, bien protegidos, podrán ser recuperados
si los investigadores consiguen
identificarlos con las muestras
de ADN u otras pruebas.
Los ataúdes de aluminio
fueron introducidos en una cámara de cemento creada en el
suelo arenoso de un cementerio situado a unos tres kilómetros de las playas de Khao Lak
donde murieron turistas, trabajadores y pescadores, durante la
temporada alta turística de hace
dos años.
AP
44
Última morada
Los 110 cadáveres fueron sepultados cerca a
la playa de Khao Lak, una de las zonas más
golpeadas por el tsunami de diciembre de
2004 en el que murieron más de 200 mil
personas
+ Los cuerpos fueron empacados en bolsas y ataúdes
especiales para hacer posible la toma de nuevas muestras
de ADN.
+ En la ceremonia participaron líderes espirituales de
varias religiones, entre ellos varios monjes budistas.
capítulo 5 27/12/2009
DESPUÉS DE LA TORMENTA…
Recuerdan tsunami...
con sismo
M
onjes budistas cantaron ayer en las
playas de Tailandia
y miles de personas
rezaron en las mezquitas de Indonesia para conmemorar el tsunami que hace cinco
años mató a 230 mil personas en
Asia, mientras los lugareños de
la costa oriental indonesia vivieron momentos de pánico cuando un sismo de 6w grados sacudió la zona.s playas en las que
murieron.
El tsunami barrió las costas
del Océano Indico en 12 países
el 26 de diciembre de 2004, en
uno de los peores desastres naturales de la historia.
El sismo de ayer, que no
dejó heridos ni daños materiales, afectó la isla de Saumlaki
donde se reportaron apagones.
Mientras tanto, en Tailandia,
cientos de pobladores y de extranjeros regresaron a la playa
Patong en la isla de Phuket para guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas
del siniestro.
En la provincia indonesia
de Aceh, que sufrió las peo-
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res pérdidas, cientos de sobrevivientes rezaron en las mezquitas y junto a las tumbas colectivas donde yacen miles de
cuerpos. En Indonesia, cerca
de 167 mil personas perdieron
la vida.
A cinco años de la tragedia,
la mayoría de las zonas afectadas ha sido reconstruida, salvo
algunas excepciones, como Sri
Lanka, donde la corrupción se
adueñó de gran parte de la asistencia humanitaria.
AP y AFP
capítulo 5
24/12/2011
DESPUÉS DE LA TORMENTA…
Desapareció
en tsunami...
y vuelve 7 años después
U
na familia de Aceh,
al norte de la isla indonesia de Sumatra,
encontró a su hija
siete años después
de que desapareciera arrastrada
por el agua durante el tsunami
que afectó la región en 2004, informaron medios locales.
Mari Yuranda, de 15 años,
apareció el miércoles en un bar
de la localidad de Meulaboh,
donde llegó en autobús desde la capital provincial, Banda Aceh.
La joven dijo que intentaba regresar a casa pero que no
recordaba el camino ni el nombre de sus familiares, excepto
el de Ibrahim, que resultó ser
su abuelo.
Un cliente del bar conocía
a ese hombre y se puso en contacto con el abuelo, quien avisó
a los padres de la niña. Éstos
reconocieron a su hija por un
pequeño lunar en la cadera y
una cicatriz en la ceja que se
hizo cuando tenía seis años.
“Cuando vi a mi madre, supe que era ella; sencillamente lo
supe”, dijo Mari a los medios.
La joven desapareció en la
aldea de Ujong Baroh, en la costa de Aceh, cuando el agua la
arrancó del brazo de su madre,
Yusniar. Cuenta que durante
los siete años de ausencia vivió
en Banda Aceh, donde habría
sido obligada a trabajar como
mendiga, pero que había sido
liberada la semana pasada. Los
padres de la niña explicaron a
sus tres hijas que se las llevó el
tsunami y que ya habían perdido la esperanza de encontrarlas.
El 26 de diciembre de 2004,
un terremoto submarino de 9.1
grados causó un tsunami que
destruyó localidades costeras de
una docena de países bañados
por el Océano Índico y mató a
226 mil personas. Aceh fue la
zona más afectada por el maremoto, con 164 mil fallecidos.
Agencias
z Mari Yuranda
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